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Historia mundial III

HOSWBAN

CAPÍTULO 1: EL MUNDO EN 1780-1790

Lo primero que debemos observar acerca del mundo de 1780-1790 es que era a la vez
mucho más pequeño y mucho más grande que el nuestro. Era mucho más pequeño
geográficamente, porque incluso los hombres más cultos y mejor informados que
entonces vivían, sólo conocían algunas partes habitadas del globo. No solamente el
“mundo conocido” era más pequeño, sino también el mundo real, al menos en
términos humanos. Por no existir censos y empadronamientos con finalidad práctica,
todos los cálculos demográficos son puras conjeturas; pero es evidente que la
población de la Tierra era sólo una fracción de la población de hoy; probablemente, no
más de un tercio.

Pero si en muchos aspectos el mundo era más pequeño, la dificultad e incertidumbre


de las comunicaciones lo hacía en la práctica mucho mayor que hoy. La segunda mitad
del siglo XVIII fue, respecto a la Edad Media y los siglos XVI y XVII, una era de
abundantes y rápidas comunicaciones, e incluso antes de la revolución del ferrocarril,
el aumento y mejora de caminos, vehículos de tiro y servicios postales es muy notable.
En estas circunstancias, el transporte por medio acuático era no sólo más fácil y
barato, sino también, a menudo, más rápido si los vientos y el tiempo eran favorables.

Por todo ello, el mundo de 1789 era incalculablemente vasto para la casi totalidad de
sus habitantes. La mayor parte de éstos, de no verse desplazados por algún terrible
acontecimiento o el servicio militar, vivían y morían en la región, y con frecuencia en la
parroquia de su nacimiento: hasta 1861 más de nueve personas por cada diez en
setenta de los noventa departamentos franceses vivían en el departamento en que
nacieron. El resto del globo era un asunto de los agentes de gobierno y materia de
rumor. No había periódicos, salvo para un escaso número de lectores de las clases
media y alta, y en muchos casos no sabían leer.

El mundo de 1789 era preponderantemente rural. La palabra “urbana” es ambigua,


desde luego. Comprende a las dos ciudades europeas que en 1789 podían ser llamadas
verdaderamente grandes por el número de sus habitantes: Londres, con casi un millón;
París, con casi medio millón, y algunas otras con cien mil más o menos: dos en Francia,
dos en Alemania, quizá cuatro en España, quizá cinco en Italia (el Mediterráneo era
tradicionalmente la patria de las ciudades), dos en Rusia y una en Portugal, Polonia,
Holanda, Austria, Irlanda, Escocia y la Turquía europea. Pero también incluye la
multitud de pequeñas ciudades provincianas en las que vivían realmente la mayor
parte de sus habitantes. La ciudad provinciana de finales del siglo XVIII pudo ser una
comunidad próspera y expansiva, pero toda esa prosperidad y expansión procedía del
campo.

Por eso el problema agrario era fundamental en el mundo de 1789, y es fácil de  


comprender por qué la primera escuela sistemática de economistas continentales (los
fisiócratas franceses) consideraron indiscutible que la tierra, y la renta de la tierra, eran
la única fuente de ingresos. Y que el eje del problema agrario era la relación entre
quienes poseen la tierra y quienes la cultivan, entre los que producen su riqueza y los
que la acumulan. Esto hacía que los aristócratas explotaran cada vez más su posición
económica con privilegios de su condición. Solo unas pocas comarcas habían
impulsado el desarrollo agrario dando un paso adelante hacia una agricultura
puramente capitalista, principalmente en Inglaterra. La gran propiedad estaba muy
concentrada, pero el típico cultivador era un comerciante de tipo medio, granjero,
arrendatario que operaba con trabajo alquilado. Una gran cantidad de pequeños
propietarios, habitantes en chozas, embrollaba la situación. Con el cambio, entre 1760-
1830, lo que surgió fue una agricultura de empresarios agrícolas, granjeros y un gran
proletariado agrario.

En otras palabras, el cultivador típico no era libre o estaba sometido a una coacción
política. El típico terrateniente era el propietario de un vasto territorio casi feudal
(hacienda, finca, estancia) o de una plantación de esclavos. La economía característica
de la posesión casi feudal era primitiva y auto limitada o regida por las demandas
puramente regionales. El campesino típico era un siervo que dedicaba una gran parte
de la semana a trabajos forzosos sobre la tierra del señor u otras obligaciones por el
estilo. Su falta de libertad podía ser tan grande que apenas se diferenciara de la
esclavitud en donde podían ser vendidos separadamente de la tierra. 

CAPÍTULO 2: LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

Si bien este acontecimiento da sus primeros pasos a principios del siglo XVIII, no será
hasta 1830 cuando la literatura de Balzac y los manifiestos de Engels y Marx se hagan
cargo del proletario y la clase trabajadora hija del capitalismo. La Revolución Industrial
supone que un día entre 1780-1790, y por primera vez en la historia humana, se liberó
de sus cadenas al poder productivo de las sociedades humanas, que desde entonces se
hicieron capaces de una constante, rápida y hasta el presente ilimitada multiplicación
de hombres, bienes y servicios.

Esto es lo que ahora se denomina técnicamente por los economistas como el


crecimiento auto sostenido. Ninguna sociedad anterior había sido capaz de romper los
muros de una estructura en la que el hambre y la muerte se imponían periódicamente.
Preguntar cuándo se completó es absurdo, pues su esencia era que, en adelante,
nuevos cambios revolucionarios constituyeron su norma. Y así sigue siendo.

Que el estallido se diera en Inglaterra no quiere decir que fuese superior científica y
técnicamente hablando. En las ciencias naturales Francia era, con mucho, el baluarte
de Europa. Las lecturas de los economistas ingleses eran tanto Adam Smith como
Dupont,

La educación palmaria no estaba en Oxford o Cambridge, sino en Escocia, de donde


surgieron los genios de esta revolución, como Watt, Telford, McAdam, James Mill.
Hasta que Lancaster impusiera sus medidas, la educación inglesa no despegó. Además,
los inventos de estos no requerían más conocimiento que el que se tenía a principio de
siglo (excepto en química), y su aplicación fue muy posterior (unos 40 años).

Las condiciones legales eran la gran ventaja. Un puñado de terratenientes de


mentalidad comercial monopolizaba casi la tierra, que era cultivada por arrendatarios
que a su vez empleaban a gentes sin tierras o propietarios de pequeñísimas parcelas.
La agricultura estaba preparada para cumplir sus cuatro funciones fundamentales en
una era de industrialización: aumentar la producción y la productividad para alimentar
a una población no agraria; proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales
reclutar para las ciudades, y suministrar un mecanismo para la acumulación de capital
utilizable por los sectores más modernos de la economía, así como la creación de
excedente para exportar material e importar capital.

El dinero no solo hablaba, sino que gobernaba. Pero hay zonas que, aunque en 1850
producían mucho más que en 1750 no habían disfrutado del salto cualitativo de
Manchester o Birmingham. Empresarios e inversores cruzaron sus actividades. Había
algo que alzaba a Gran Bretaña sobre el resto de naciones, que además tras las guerras
napoleónicas quedaron sometidas: la industria algodonera y la expansión colonial.

Los esclavos y el algodón fueron en paralelo y las ciudades inglesas crecieron con este
tráfico de mercancías. La Revolución industrial puede considerarse, salvo en unos
cuantos años iníciales, hacia 1780-1790, como el triunfo del mercado exterior sobre el
interior: en 1814 Inglaterra exportaba cuatro yardas de tela de algodón por cada tres
consumidas en ella; en 1850, trece por cada ocho.

Las guerras napoleónicas cerraron Europa a este comercio, algo que volvió a
reanudarse en 1820. Pero en las colonias, la industria británica había establecido un
monopolio a causa de la guerra, las revoluciones de otros países y su propio gobierno
imperial.

La gran industria del algodón se llevó por delante el trabajo manufacturero, de gran
antigüedad. Muchos se rebelaron ante la pérdida de sus puestos de trabajo cuando la
industria no los necesitaba para nada. Comenzaba la tiranía de las máquinas. La
industria como tal tiene su nacimiento en base al algodón. El textil es posterior y el
vapor no se usaba mucho fuera de la minería. Con ella arrastró a otros sectores; por
eso influyó en el progreso económico de Gran Bretaña. Se pasó de importar 11
millones de libras de algodón bruto en 1780 a 588 millones en 1850 (su producción
suponía casi el 50% del total). La pequeña crisis entre 1830-1840 sacudió levemente el
mercado del algodón y tambaleó toda la economía británica: queremos con esto
mostrar lo importante que era el algodón para su estabilidad.

La desviación de las rentas hacia el arrendatario supuso levantamientos cartistas y


otros en 1848 contra las máquinas, vistas como la raíz de los problemas. No solo
proletariado, sino granjeros fueron los protagonistas. Por eso los pequeños burgueses
y los obreros se unieron a los radicales ingleses.

A los capitalistas sólo les preocupaba el cómputo de sus ganancias; mientras tanto les
daba igual las acciones proletarias. Los tres fallos del sistema fueron: el ciclo comercial
de alza-baja; la tendencia de la ganancia a declinar y la disminución de las
oportunidades de inversiones provechosas.

Inicialmente la industria del algodón tenía muchas ventajas. Su mecanización aumentó


mucho la productividad de los trabajadores, muy mal pagados en todo caso, y en gran
parte mujeres y niños. La inflación que suponía la diferencia entre el coste de la
materia prima y el beneficio que suponía la venta de la manufactura, quedó
neutralizada (e incluso en descenso) en 1815.

En los momentos de crisis se ajustaba el presupuesto reduciendo los salarios de los


trabajadores: se podía comprimir directamente los jornales, sustituir los caros obreros
expertos por mecánicos más baratos o introducir máquinas en el lugar de un grupo. La
medida más racional era introducir maquinaria. Entre 1800-1820 hubo 39 patentes
nuevas, 51 entre 1820- 1830, 86 en 1830-1840 y 156 en 1840-1850. Si bien la industria
se estabilizó tecnológicamente en 1830, no sería hasta la 2/2 de siglo cuando la
producción tuviera un aumento revolucionario

El problema de las producciones masivas es que necesitan un buen mercado de


consumo. La industria militar, tras Waterloo, entró en decadencia y la de productos
primarios no era excesivamente grande. Nunca falló, sin embargo, la industria del
carbón: 10 millones de toneladas (90% de producción mundial) frente a 1 millón de los
franceses en 1800. El ferrocarril es el hijo de las minas del norte de Inglaterra: una gran
producción requería una excelente movilización de productos.

El ferrocarril constituía el triunfo del hombre mediante la técnica. Que requiriese de


una gran inversión en hierro, acero, carbón y maquinaria pesada, de trabajo e
inversión de capital, supuso que el ferrocarril impulsó, como ningún otro invento, el
desarrollo de la segunda industrialización. El carbón y el acero triplicaron su
producción. La sociedad inglesa invertía sus riquezas y obtenía beneficios, la
aristocracia y la sociedad feudal se lanzaron a malgastar una gran parte de sus rentas
en actividades improductivas. Esa fue la diferencia.

Cuando el capital acumulado fue tanto que no lo pudo absorber el propio país, se
decidió invertir en el extranjero, especialmente desde la década de 1820. Pero solían
ser empresas fracasadas porque no se cumplían las expectativas: o terminaban por
cobrar menos interés o el pago de este se retrasaba unos 40 años.

El factor más crucial que hubo de movilizarse y desplegarse fue el trabajo, pues una
economía industrial significa menos población agrícola, más urbana y un aumento
general de la población, luego también se necesita mayor suministro de alimentos: una
revolución agrícola. Para eso se hubo de terminar con los comunales medievales y las
caducas actitudes comerciales del feudalismo. En 1846 se abolieron las Corn laws que
retrasaban la entrada del capitalismo en el campo.

Para que la industrialización urbana triunfara, había que hacer dos cosas: mecanizar el
campo para liberar a muchos campesinos de su actividad tradicional y tentarlos a la
industria y, después, formarlos para que estuviesen capacitados en sus puestos. En un
principio, se contrataron mayoritariamente niños y mujeres (que resultaban más
rentables).

Si bien sus ciudades pronto se contaminaron, los ingleses supieron utilizar muy bien
sus recursos. A la altura de 1780 su consumo de algodón era dos veces el de los EE.UU
y cuatro el de Francia; producía más de la mitad de lingotes de hierro del mundo;
recibía dividendos de todas sus inversiones por el mundo. Gran Bretaña era el taller del
mundo.
Capítulo 3: La Revolución Francesa.
Si la economía del mundo del siglo XIX se formó principalmente bajo la influencia de la
revolución industrial inglesa, su política e ideología se formaron bajo la influencia de la
Revolución Francesa. Francia hizo sus revoluciones y les dio sus ideas, hasta el punto
de que cualquier cosa tricolor se convirtió en el emblema de todas las nacionalidades
nacientes. Proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales,
radicales y democráticos de la mayor parte del mundo. 
La ideología del mundo moderno penetró por primera vez en las antiguas
civilizaciones, que hasta entonces habían resistido a las ideas europeas, a través de la
influencia francesa.
El siglo XVIII fue una época de crisis para los viejos regímenes europeos y sus Sistema
económicos y estuvieron llenas de agitaciones políticas que alcanzaron la categoría de
revueltas, movimientos coloniales autonomistas e incluso secesionistas. 
La Revolución Francesa puede no haber sido un fenómeno aislado, pero fue mucho
más fundamental que cualquiera de sus contemporáneos y sus consecuencias fueron
mucho más profundas. Primero fue en el más poderoso y populoso Estado europeo; en
segundo, de todas las revoluciones, fue la única revolución social de masas e
inconmensurablemente más radical que cualquier otra. 
En tercer lugar, fue la única ecuménica (significado: que se extiende a toda comunidad
mundial), sus repercusiones, mucho más que las de la revolución norteamericana,
ocasionaron levantamientos que llevarían a la liberación de los países
latinoamericanos después de 1808. 
Sus orígenes deben buscarse no simplemente en las condiciones generales de Europa,
sino en la específica situación de Francia. Su peculiaridad se explica mejor en términos
internacionales. 
Gracias era la más poderosa y en muchos aspectos la más característica de las viejas
monarquías absolutas y aristocráticas. El conflicto entre los intereses del antiguo
régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas sociales era más agudo en Francia que en
ningún otro sitio. 
Las nuevas fuerzas sabían lo que querían. Turgot, economista fisiócrata, preconizaba
una eficaz explotación de la tierra, la libertad de empresa y de comercio, una normal y
eficiente administración de un territorio nacional homogéneo, la abolición de todas las
restricciones y desigualdades sociales que entorpecian el desenvolvimiento de los
recursos nacionales y racional tributación. 
Reformas de este género, fracasaban frente a la resistencia de las aristocracias  locales
y otros intereses. 
La nobleza francesa (primer orden de la nación) gozaban de considerables privilegios,
incluida la exención de varios impuestos y el derecho a cobrar tributos feudales.
Políticamente, su situación era menos brillante. La monarquía absoluta había privado a
los nobles de toda independencia y responsabilidad política cercenando todo lo
posible sus viejas instituciones representativas: estados y parlamentos. 
Económicamente, los nobles estaban excluidos oficialmente del ejercicio del comercio
o cualquier profesión, dependían de las rentas de sus propiedades o si pertenecían a la
cortesana, de matrimonios de conveniencia. 
La mayor parte de la población eran gentes pobres o con recursos insuficientes y la
miseria de intensifican por el aumento de la población. Los tributos feudales, diezmos
y favelas suponían unas cargas pesadas y crecientes para los campesinos. Sufrían los
precios elevados de los productos, sobre todo en épocas de malas cosechas. 
Había problemas financieros en la monarquía, la estructura administrativa y fiscal
estaba muy anticuada. Francia se vio envuelta en la guerra de independencia
americana, siendo una causa directa. Aunque muchas veces se ha echado la culpa de la
crisis a las extravagancias de Versalles, la guerra y la diplomacia consumen
mayormente el presupuesto.
La primera brecha frente al absolutismo fue abierta por la asamblea de notables,
convocada en 1787 para asentir a las peticiones del gobierno y la segunda la
convocación de los Estados generales (1789). Así la revolución comenzó como un
intento aristocrático de recuperar los mandos del Estado. Este fracaso por dos razones:
por subestimar las intenciones del tercer estado y por desconocer la profunda crisis
económica y social que impedía sus peticiones políticas. 
La revolución no fue hecha por un partido o movimiento, fue un consenso de ideas
entre un grupo social que dio una unidad efectiva: la burguesía que tenía ideas del
liberalismo. 
Las peticiones del burgués de 1789 están contenidas en la declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano. Siendo un manifiesto contra la sociedad jerárquica y los
privilegios de los nobles, pero no en favor de una sociedad igualitaria, porque se
acepta la existencia de distinciones sociales "aunque sólo por razón de la utilidad
común". 
Ni la asamblea representativa, que se preconiza como órgano fundamental de
gobierno,tenía que ser una asamblea elegida en forma democrática, ni el régimen que
implica eliminar por fuerza a los reyes. El liberal burgués de 1789, era un creyente del
constitucionalismo.
Oficialmente, dicho régimen expresaría la voluntad del pueblo, por lo que Luis ya no
sería rey por la gracia de Dios sino por "la gracia de Dios y la ley constitucional del
Estado". La fuente de toda soberanía, reside esencialmente en la nación (el pueblo).
El tercer estado triunfó frente a la resistencia del rey y de los órdenes privilegiados,
porque representaban no solo a la minoría educada y militante, sino las otras fuerzas
más poderosas: los trabajadores pobres de las ciudades, así como el campesinado
revolucionario. Pero lo que transformó una limitada agitación reformista en verdadera
revolución fue que la convocatoria de los Estados generales coincidiera con una
profunda crisis económica y social. La mala cosecha de 1788 afectaba a los campesinos
porque significaba que los grandes productores podrán vender el grano a precios de
hambre, mientras la mayor parte de los cultivadores, sin reservas, pueden tener que
comerse sus suministros o comprar alimentos con aquellos precios. Los pobres rurales,
estaban desesperados a causa de los motines y bandolerismo y los pobres urbanos por
el cese del trabajo. 
El resultado más sensacional de aquella movilización fue la toma de la Bastilla, prisión
del Estado que simboliza la autoridad real, en donde los revolucionarios esperaban
encontrar armas. La toma de la Bastilla, ratificó la caída del despotismo y fue aclamada
en todo el mundo como el comienzo de la liberación. 
Las revoluciones campesinas sin movimientos amplios, informes, anónimos pero
irresistibles. Fue una combinación de insurrecciones en ciudades provincianas y una
oleada de pánico masivo que se extendió a través de todo el país. En tres semanas, la
estructura social del feudalismo rural francés y la máquina estatal de la monarquía
yacía en pedazos. Lo que quedaba del Estado eran unos cuantos regimientos de
utilidad dudosa, una asamblea nacional sin fuerza coercitiva y una infinidad de
administraciones municipales o provinciales de clase media. 
El rey resistía con su habitual insensatez y algunos sectores de la clase media
revolucionaria, asustados por las complicaciones sociales del levantamiento,
empezaron a pensar en el momento del conservadurismo.
Los jacobinos aportarían radicalismo, porque en su época no existía una clase que
pudiera proporcionar una coherente alternativa social. En la revolución francesa, la
clase trabajadora no representaba todavía una parte independiente significativa.
Revoltosos, pero en la práctica seguían a jefes no proletarios. 
La única alternativa frente al radicalismo burgués, eran los sans- culottes, un
movimiento principalmente urbano de pobres trabajadores, artesanos, pequeños
empresarios,etc. Estaban organizados sobre todo en las secciones de París y en los
clubes políticos locales y proporcionaban la fuerza de choque de la revolución. A través
de oradores locales, formulaban una política, tras la cual existía una idea social apenas
definida y contradictoria, en la que se combinaba el respeto a la pequeña propiedad, la
feroz hostilidad a los ricos, el trabajo garantizado, salarios y seguridad social para el
pobre; una extremada democracia igualitaria y libertaria. 
Entre 1789 y 1791 la burguesía emprendió una obra de racionalización y reforma de
Francia que era su objetivo. Desde el punto de vista económico, las perspectivas de la
asamblea constituyente eran liberales: sobre el campesinado fue el cercado de las
tierras comunales y el estímulo a los empresarios rurales; respecto a la clase
trabajadora, la proscripción de los gremios, respecto a los artesanos, la abolición de las
corporaciones. 
En 1790, desde la secularización y venta de tierras de la iglesia, tuvo una triple ventaja
de debilitar al clericalismo, y fortalecer a los empresarios provinciales y aldeanos, y
proporcionar a campesinos una recompensa por su actividad revolucionaria. 
La constitución de 1791 evitaba los excesos democráticos mediante la instauración de
una monarquía constitucional fundada sobre una franquicia de propiedad para los
ciudadanos activos. Los pasivos, se esperaba que vieran en conformidad con su
nombre. 
Pero, la monarquía no podía resignarse al nuevo régimen. La corte soñaba con una
cruzada para expulsar a la chusma de gobernantes comuneros y restaurar al
cristianísimo rey de Francia. La constitución del clero (1790) llevó a la oposición a la
mayor parte del clero y de los fieles, y contribuyó a la tentativa de huida del rey. Fue
detenido en Varennes en 1791 y el republicanismo se hizo más fuerte, pues los reyes
tradicionales que abandonan a sus pueblos pierden el derecho a la lealtad de los
súbditos. Por otro lado, la economía de libre empresa de los moderados acentuaba las
fluctuaciones de precios de los alimentos y como consecuencia, la combatividad de los
ciudadanos pobres. 
Dos fuerzas impulsaron una guerra general: la extrema derecha y la izquierda
moderada. Para el rey, la nobleza francesa y la creciente emigración aristocrática y
eclesiástica a Alemania occidental, eran evidentes que solo la intervención extranjera
podría restaurar el viejo régimen. Como consecuencia, las fuerzas para la reconquista
de Francia se iban reuniendo en el extranjero.
Al mismo tiempo, los liberales moderados eran una fuerza belicosa (que lucha con
frecuencia). Para los franceses, la liberación de Francia era el primer paso del triunfo
universal de la libertad, que llevaba a la convicción de que la patria de la revolución
estaba obligada a liberar a los pueblos que gemían bajo la opresión y la tiranía. 
Desde 1848, todos los planes para la liberación europea hasta esa fecha giraban sobre
un alzamiento conjunto de los pueblos bajo la dirección de Francia para derribar a la
reacción. 
Por otra parte, la guerra, de modo idealista, ayudaría a resolver numerosos problemas
domésticos. Achacar las dificultades del nuevo régimen a las conjeturas de los
emigrados y los tiranos extranjeros y encauzar contra ellos el descontento popular. 
La guerra se declaró en 1792; fue derribada la monarquía, establecida la República del
año I del calendario revolucionario por la acción de las masas de sans- culottes. La
edad férrea de la revolución comenzó con la matanza de los presos políticos, las
elecciones para la convención nacional y el llamamiento para oponer resistencia a los
invasores. El rey fue encarcelado, y la invasión extranjera detenida. 
El partido dominante de la nueva convención era el de los girondinos, belicosos en el
exterior y moderados en el interior, que representaba a los grandes negociantes, a la
burguesía provinciana y a la intelectualidad. Su política era imposible. La revolución no
contaba con fuerzas regulares por lo que su guerra oscilaba entre la victoria total de la
revolución mundial y la derrota total (contrarrevolución). En el curso de la crisis la
joven república inventó la guerra total: la movilización de los recursos de una nación.
Consecuencias aterradoras de esto.
Los sans- culottes recibieron con entusiasmo al gobierno de guerra revolucionaria,
porque afirmaban que de esta manera podían ser derrotadas la contrarrevolución y la
intervención extranjera y porque los métodos movilizaban al pueblo y facilitaban la
justicia social (pasaban por alto que ningún esfuerzo de guerra era compatible con la
descentralización democrática que aspiraban). Por otro lado, los girondinos temían las
consecuencias políticas de la combinación de revolución de masas y guerra que habían
provocado. No querían ejecutar al rey pero tenían que luchar contra los jacobinos, que
ganaban prestigio. 
En 1793 Francia estaba en guerra con la mayor parte de Europa y había empezado la
anexión de territorios justificada por la inventada doctrina del derecho de Francia a sus
fronteras naturales. Pero la expansión sólo fortalecía las manos de la izquierda. Los
girondinos terminaron por desencadenar ataques contra la izquierda que se
convirtieron en organizadores de rebeliones provinciales. Se da en 1793 un golpe de
los sans- culottes, instaurando la República jacobina. 
Cuando se piensa en la revolución, son los acontecimientos de 1789 y la República
jacobina del año II. Los conservadores han creado una imagen del terror como una
dictadura histérica y sanguinaria. Para la clase media francesa, que permaneció tras el
terror, fue el único modo eficaz de conservar el país. 
En 1794 tenían un ejército tres veces mayor que antes funcionaba a la perfección y
costaba la mitad que en 1793 y el valor del dinero francés se mantenía estabilizado. 
Para la mayoría de la convención nacional, el dilema era sencillo: o el terror con todos
sus defectos o la destrucción de la revolución, la desintegración del Estado y la
desaparición del país. 
La primera tarea del régimen jacobino era la de movilizar el apoyo de las masas contra
los girondinos y notables provinciales, y conservar la existencia de los sans-culottes, a
favor de una movilización general, terror contra los traidores y control general de los
precios. 
Se promulgó la constitución radicalísima, se ofrecía al pueblo el sufragio universal, el
derecho de insurrección, trabajo y alimento, y la declaración oficial de que el bien
común era la finalidad del gobierno y de que los derechos del pueblo no serían
asequibles sino operantes. 
Los jacobinos abolían sin indemnización todos los derechos feudales existentes,
aumentaban las posibilidades de los pequeños propietarios de cultivar tierras
confiscadas y abolieron la esclavitud en colonias francesas. 
El centro del nuevo gobierno aún representaba una alianza entre los jacobinos y sans-
culottes. Pero para los jacobinos de clase medias, las concesiones a los sans-culottes
eran tolerables sólo en cuanto ligaban las masas al régimen sin aterrorizar a los
propietarios; dentro de la alianza los jacobinos eran una fuerza decisiva. 
En 1794, tanto los componentes del ala derecha como los del ala izquierda habían sido
guillotinados y los Robespierristas se encontraban aislados. A fines de junio del mismo
año, los nuevos ejércitos derrotaron a los austriacos, la convención derribó a
Robespierre. 
El Termidor, supone el fin de la fase de la revolución: la fase de los sans-culottes. 
El problema que hubo de enfrentarse la clase media francesa para la permanencia del
periodo revolucionario, era el de conseguir estabilidad política y progreso económico
sobre las bases del liberalismo de 1789 - 1791.  
La debilidad de los termidorianos consistía en que no gozaban de un apoyo político, y
en verse acosados por una rediviva reacción aristocrática y por las masas jacobinas y
sans-culottes que lamentaron la caída de Robespierre. 
Se apoyaron en el ejército y como conclusión hubo un gobierno de un general. El
ejército con sus botines y conquistas pagaban al gobierno. Este ejército revolucionario
(a mando de Napoleón Bonaparte) se convirtió muy pronto en una fuerza de
combatientes profesionales. Conservó las características de la revolución al mismo
tiempo que adquiría las de un verdadero ejército tradicional.
Napoleón para los franceses fue el más afortunado gobernante. Triunfó en el exterior
pero también en el interior, estableció el conjunto de las instituciones francesas tal y
como existen hoy en día.

Hacia un mundo industrial (CAP. 9) HOBSBAWM

Solo una economía estaba industrializada en 1848, la británica y como consecuencia


dominaba  el mundo. En 20 años los EE.UU. seria considerado como el mas serio
competidor de los ingleses y que los alemanes apuntaban también a un avance
industrial, la mayor parte de la población seguía siendo campesina. En 1830 solo había
una ciudad industrial de mas de un millos de habitantes (Londres) la lentitud del
cambio en el mundo no británico, significo que sus movimientos económicos
continuaran hasta el final de nuestro periodo sometidos al antiguo ritmo de buenas y
malas cosechas.

En Inglaterra su mayor catástrofe del periodo inicial de industrialismo, ocurrió entre


1839 y 1842 por razones modernas, coincide con la caída de los precios de los cereales.
El desnivel del desarrollo industrial entre gran Bretaña y el continente hacia inevitable
que este se alzara solo, cambios: el primer cambio fue el demográfico, en el curso de
150 años multiplicaría su número (población), este aumento de la población estimula
la economía, producía mas trabajo sobre todo mas trabajo joven y mas consumidores.
Segundo cambio, fue el de las comunicaciones en 1848 los ferrocarriles estaban
todavía en su infancia, aunque ya tenían una considerable importancia practica en
Inglaterra, EE.UU., Bélgica, Francia y Alemania, Inglaterra también creo un sistema de
canales y en EE.UU. abría vías navegables y los barcos a vapor unían Inglaterra con
Francia y EE.UU. Superaba al resto del mundo con la posesión de la mayor flota
mercante. El hombre se iso menos amenazador en el mundo occidental durante aquel
periodo se debió en gran parte a las mejoras en el transporte y también a la mejoría
general en la eficacia del gobierno y la administración, Tercer cambio: fue el gran
aumento de comercio y migración aunque no en todas partes. Entre 1816 y 1850 cinco
millones de eupeos abandonan sus países natales, entre 1780 y 1840 el comercio
internacional del mundo occidental en su conjunto se triplica. a partir de 1830 los
cambios económicos y sociales se aceleran visible y rápidamente.

Todo el periodo de 1815-1830 fue de retroceso o al menos de lenta recuperación, los


estados pusieron en orden sus finanzas generalmente por una rigurosa deflación, las
industrias se tambalearon bajo los soplos de la crisis, la urbanización era lenta, solo
Inglaterra y EE.UU. estaban en el umbral de la revolución industrial. Hacia 1840 los
problemas característicos del industrialismo, el nuevo proletariado, los horrores de
una vertiginosa emigración del campo a la ciudad etc. Eran objeto de discusión en
Europa occidental y constituían la pesadilla de los gobernantes y economistas. En
Inglaterra los artículos de consumo generalmente los textiles, alimentos guiaban los
brotes de industrialización y los hierros, aceros, carbón etc. Eran ya mas importantes
que en la primitiva revolución industrial, el paisaje industrial parecía una serie de lagos
salpicados de islas, las islas representaban ciudades industriales complejas rurales.
Solo las ciudades inglesas y americanas tenían verdaderos centros industriales, las
empresas continentales dependían mucho mas que los ingleses de una moderna
legislación comercial y bancaria y de un aparato financiero. La revolución francesa
había proporcionado: los códigos napoleónicos con sus fuertes garantías legal para la
libertad contractual, su reconocimiento de las letras de cambio y otros documentos
mercantiles y sus medidas para fortalecer las empresas, se habían convertido en
modelos para todo el mundo. 

En el desarrollo económico, Francia poseía unas instituciones idealmente aptas para el


desarrollo capitalista. El ingenio y la inventiva de sus hombres de negocios no tenían
igual en Europa, el país poseía grandes reservas de capital que exportaba ayudado por
su experiencia técnica a todo el continente incluso después de 1850 a Inglaterra (parís
era un centro financiero internacional casi tan grande como Londres) a pesar de todo
su desarrollo económico era lento, su población crecía despacio, su potencial industrial
había perdido terreno en relación con Inglaterra. La parte capitalista de francio, su
economía, era una superestructura alzada sobre la inconmovible base del campesino y
la pequeña burguesía, opuesta a Francia era la actitud de los EE.UU., sufría escases de
capital pero estaba dispuesta a importar en grandes cantidades, tenia escases de mano
de obra pero Inglaterra y Alemania exportaron el excedente de su población.

El simple proceso de expansión interna fue suficiente para dar a su economía un


crecimiento casi ilimitado, todas las instituciones estimulaban la decisión, el talento y
la iniciativa privada. Solo un obstáculo surgía en el camino de la conversión de EE.UU.
en la potencia económica mundial que pronto seria: el conflicto entre el norte
industrial y el sur semicolonial, después de 1865 EE.UU. se unifica bajo el capitalismo
nordista.

Una parte del mundo ascendía hacia el poderío industrial mientras la otra se rezagaba,
pero ambos fenómenos no estaban desvinculados uno del otro. El estacionamiento
económico, la inercia y hasta el retroceso eran producto del avance económico, la
economía inglesa y algunas otras zonas europeas podían vender a menores precios
que todos sus competidores. Los países menos adelantados se limitaran a producir
alimentos y quizás minerales cambiando tales productos no competidores por la
manufactura inglesa o de otros países de Europa occidental, de todas las
consecuencias económicas de la era de la doble revolución, la mas profunda y
duradera fue aquella división entre países avanzados y subdesarrollados.

La era del imperio - Capítulo 1 - La revolución centenaria - Hobsbawm 

Entre 1780 y 1880 se conocieron todas las regiones del mundo (cartografía), las
exploraciones ya no equivalen a descubrimientos, si no que eran una forma de
empresa. El ferrocarril y el barco a vapor habían reducido los viajes intercontinentales
y transcontinentales a travesías de semanas; y junto con el telégrafo se había
acelerado el ritmo de la información.

Este nuevo mundo estaba densamente poblado, a finales del siglo XVIII
aproximadamente había una población de 1500 millones de personas (cifra que dobla
en cantidad a la población de 1780). Mientras el mundo se ampliaba
demográficamente, se reducía desde el punto de vista geográfico y se convierte en un
espacio cada vez más unitario.
En el siglo XIX se amplió la distancia entre los países occidentales, base de la revolución
económica que estaba transformando el mundo, y el resto, primero lentamente, luego
con creciente rapidez. En 1880 la renta per cápita en el mundo “desarrollado” era más
del doble de la del “tercer mundo”; en 1913 sería tres veces superior y con tendencia a
ampliar esa diferencia.

La tecnología es una de las causas fundamentales de ese abismo, que reforzaba


económica y políticamente a los países “desarrollados”. La revolución industrial afectó
el “arte de la guerra” en las décadas centrales del siglo e inclinó aún más la balanza
hacia los países avanzados. Los cincuenta años transcurridos entre 1880 y 1930, serían
por esta razón, la época de oro, o más bien de hierro, de la diplomacia de los cañones.

En 1880 nos encontramos con un mundo dividido en dos sectores que forman un único
sistema global: los desarrollados y los atrasados, los dominantes y los dependientes,
los ricos y los pobres. El mundo de los países avanzados se encontraba unido, pese a
las disparidades internas, por la historia y por ser el centro del desarrollo capitalista; lo
único que unía a los integrantes del segundo sector eran sus relaciones con el primero,
es decir su dependencia.

Rusia era un país atrasado, aunque sus gobernantes miraban sistemáticamente a


occidente desde hacía dos siglos; pero desde el punto de vista económico Rusia
formaba parte de occidente (industrialización masiva según el modelo occidental).
Políticamente, el imperio zarista era colonizador antes que colonizado y,
culturalmente, la reducida minoría educada rusa era una de las glorias de la civilización
occidental del siglo XIX.

No había habido nunca en la historia una centuria más europea ni volverá a haberla
en el futuro.

El viejo continente a pesar de los millones de personas que de él salieron hacia otros
nuevos mundos, crece más rápidamente. Aunque el ritmo y el ímpetu de su
industrialización hacen de Norteamérica una superpotencia económica mundial del
futuro, la producción industrial europea era todavía más de dos veces la de
Norteamérica y los grandes adelantos tecnológicos proceden aun fundamentalmente
de la zona oriental del atlántico (el automóvil, el cinematógrafo, la radio).
Rusia no podía compararse económicamente con Norteamérica, pero culturalmente
encontramos la Rusia de Dostoievski, Tostoi, Chejoy, Chaikovsky, Borodin y Rimski-
Korsakov. Japón experimentaba un proceso sistemático de occidentalización desde
1868. Sociedades como la China, la India y el mundo islamico estaban a merced de los
barcos procedentes del extranjero, que descargan bienes, hombres armados e ideas. 

El “segundo mundo” contaba con ciudades más antiguas que el primero y tanto más
grandes (Pekín, Constantinopla). El mercado capitalista mundial del siglo XIX dio lugar a
la aparición de centro urbanos extraordinariamente grandes a través de los cuales se
canalizaron sus relaciones comerciales: Melbourne, Buenos Aires o Calcuta tenían
alrededor de medio millón de habitantes en 1880, lo cual suponía una población
superior a Amsterdam, Milán, Birmingham o Munich. Lo cierto es que el mundo
desarrollado seguía siendo agrícola, sólo en seis países europeos la agricultura no
empleaba a la mayoría de la población masculina, esos países constituyen el núcleo del
desarrollo capitalista más antiguo ( Bélgica, Reino Unido, Francia, Alemania, los Países
Bajos y Suiza).

La industria no existía únicamente en el primer mundo, una parte de la industria de


tipo occidenatak tendió a desarrollarse modestamente en países dependientes como
la India (la industria textil y de procesado de alimentos). También los metales
penetraron el segundo mundo. Es correcto hacer de la industria un criterio de
modernidad.
 
II

Entre los dos sectores del mundo había diferencias políticas, profundas y evidentes.
Había un modelo general de la estructura y las instituciones deseables de un país
avanzado: estado territorial más o menos homogéneo, soberano y lo bastante extenso
como para proveer la base de un desarrollo económico nacional. Tenía que poseer un
conjunto de instituciones políticas y legales de carácter liberal y representativo; tenía
que poseer un grado suficiente de autonomía e iniciativa local. debía estar formado
por ciudadanos que disfrutaban de una serie de derechos legales y políticos básicos.
Todas estas aspiraciones no solo eran para los países desarrollados, sino para todos
aquellos que pretendieran no quedar al margen del progreso moderno. El estado-
nación-liberal-constitucional en cuanto modelo no quedaba limitado  al mundo
desarrollado.

Desde el punto de vista de la política internacional el número de entidades 


consideradas como estados soberanos era bastante modesto en comparación con la
situación actual. Hacia 1875 sólo había 17 estados soberanos en Europa, 19 en el
continente Americano, cuatro o cinco en Asia, y tal vez otros tres marginales en África.
Fuera del continente americano, que contenía el conjunto más numeroso de
repúblicas del mundo, prácticamente todos esos estados eran monarquías
constitucionales.

En los países extraeuropeos la democracia política asumió la eliminación de la antigua


población indigena. En los lugares dnde esa poblacion no pudo ser eliminada mediante
la exppulsion a las “reservas” o el genocidio, o formaban parte de la comunidad
politica.

En cuanto a la población del mundo desarrollado, la población adulta masculina se


aproximó cada vez más a los criterios mínimos de la sociedad burguesa: el principio de
que las personas eran libres e iguales ante la ley. La servidumbre legal no existia ya en
ningun pais; la esclavitud abolida, practicamente en todas las zonas del mundo
occidental. La igualdad ante la ley no eliminaba la desigualdad política, pues no
contaba solo con la riqueza, sino también el poder de facto.

La distinción más notable entre los dos sectores del mundo era cultural; la política, la
economía y la vida intelectual en general se habían emancipado de la tutela de las
religiones antiguas, reductos del tradicionalismo y la superstición, que monopolizaban
prácticamente la ciencia, cada vez más esencial para la tecnología moderna.

III

Con algunas excepciones de escasa importancia, todos los países, incluso los que
estaban más aislados hasta ese momento, se vieron atrapados, de alguna forma, por
los tentáculos de esa transformación global.

La tecnología moderna no solo era innegable y triunfante, sino además claramente


visible. Estamos haciendo referencia a 100 mil locomotoras de ferrocarril que
arrastraban 2.750.000 vagones, formaban parte de la innovación más sensacional del
siglo. Solo la red de telegráficas era más popular que el tren. 
A mitad del decenio de 1870 los avances tecnológicos eran revolucionarios: diferentes
tipos de turbinas, el gramófono, la bombilla eléctrica incandescente, el automóvil, la
cinematografía, la aeronáutica y la radiotelegrafía.

El progreso era especialmente visible en la capacidad para la producción material y


para la comunicación rápida y a gran escala.

No se puede negar cierta mejora de la condición de la gran masa de la población en el


mundo desarrollado; el incremento de la altura de las personas había comenzado en
1880 en una serie de países. La expectativa de vida aumentó considerablemente con el
cambio de siglo y también un descenso notable en la mortalidad infantil.

En las zonas desarrolladas de Europa ya no se pensaba en el hambre como una


contingencia posible. En Rusia y en lo que más tarde se conocería como el tercer
mundo el hambre seguía siendo endémica.

Fuera de los países avanzados el progreso no era un hecho obvio ni supuesto ni


plausible, sino fundamentalmente un peligro y un desafío externo. Quienes se
beneficiaban de él y lo recibían con entusiasmo eran las pequeñas minorías
gobernantes y de habitantes de las ciudades que se identificaban con valores ajenos e
irreligiosos.

Los conquistadores del primer mundo consideraban que grandes núcleos de la


humanidad eran incapaces, desde el punto de vista biológico, de conseguir lo que sólo
una minoría de piel blanca (procedentes del norte de Europa) se habían mostrado
preparados para alcanzar. La humanidad quedaba dividida por la raza idea que
impregna la ideología del periodo de forma casi tan profunda como el progreso. Se
recurre a la biología para explicar la desigualdad, sobre todo por aquellos que se
sentían destinados a detentar superioridad.
En las repúblicas de América Latina los ideólogos y políticos consideraban que el
progreso de sus países depende de la “arionización” es decir el progresivo blanqueo
de la población a través de matrimonios mixtos (Brasil) o de la repoblación virtual
mediante la importación de Europeos blancos (Argentina).

La era del imperio- cap 2 La economía cambia de rumbo. Hobsbawm

Entre 1873 y mediados de 1890 hubo periodos de depresiones, pero de todas formas
la producción mundial lejos de estancarse, continuó aumentando de forma sustancial.
Entre 1870 y 1890 la producción de hierro de los cinco países productores más
importantes fue más del doble, y la producción de acero se multiplicó por veinte. Las
economías industriales norteamerciana y alemana avanzaron a pasos gigantescos y la
revolución industrial se extendió a nuevos países como Suecia y Rusia. La inversión
extranjera en América Latina alcanzó su cúspide en el decenio de 1880 al duplicarse la
extensión del tendido férreo en Argentina (tanto argentina como brasil absorben 300
mil inmigrantes por año). ¿Puede calificarse de “Gran Depresión” a este periodo de
espectacular incremento productivo? 

En el hundimiento o depresión de los precios de 1870 lo que estaba en juego no era la


producción sino su rentabilidad. La agricultura fue la víctima más espectacular de esa
disminución en los beneficios, constituye el sector más deprimido de la economía y
aquel cuyos descontentos tenían consecuencias sociales y políticas más inmediatas y
de mayor alcance. En algunas zonas, la situación empeoró al coincidir diversas plagas
en ese momento. La reacción de los agricultores, según la riqueza y la estructura
política de sus países, varió desde la agitación electoral a la rebelión, por no mencionar
la muerte por hambre.

Las dos respuestas más habituales entre la población fueron la migración masiva y la
cooperación, la primera protagonizada por aquellos que carecían de tierras o que
tenían tierras pobres, y la segunda fundamentalmente por los campesinos con
explotaciones potencialmente viables. La década de 1880 conoció las mayores tasas
de emigración; fue esta la válvula de seguridad que permitió mantener la presión social
por debajo del punto de rebelión o revolución. En cuanto a la cooperación, proveyó de
préstamos modestos al campesinado. Se multiplicaron en varios países las sociedades
para la compra cooperativa de suministros, la comercialización en cooperativa y el
procesamiento cooperativo.

El mundo de los negocios tenía sus propios problemas; a los hombres de negocio del
siglo XIX les preocupaba más el descenso de los precios, y en una centuria
deflacionaria en su conjunto (ningún periodo fue más deflacionario que el de 1873-
1896) cuando los precios descendieron en 40% en el Reino Unido. La deflación hace
que disminuyan los beneficios.

Otra dificultad radica en el hecho de que los costes de producción eran más estables
que los precios a corto plazo, pues - con algunas excepciones- los salarios no podían
ser reducidos. En algunas partes del mundo, la situación se veía complicada aún más
por la caída gradual, pero fluctuante e impredecible a corto plazo, del precio de la
plata y de su tipo de cambio con el oro.

¿Que podría hacerse respecto a la depresión de los precios, de los beneficios y de las
tasas de interés? Una de las soluciones consistía en una especie de monetarismo a la
inversa que, como parece indicar el importante y ya olvidado debate contemporáneo
sobre el “bimetalismo” era sustentada por muchos, que atribuían el descenso de los
precios fundamentalmente a la escasez del oro. Un sistema basado en el oro y la plata,
mineral cada vez más abundante, sobre todo en América, podría elevar los precios a
través de la inflación monetaria. La inflación monetaria de la que eran partidarios los
abrumados agricultores de las praderas, se convirtió en unos de los principios
fundamentales de los movimientos populistas norteamericanos. La banca, las grandes
empresas y los gobiernos de los países más importantes del capitalismo mundial no
tenían la menor intención de abandonar la paridad fija del oro.
Los diferentes gobiernos mostraron una mejor disposición para escuchar a los grupos
de intereses y a los núcleos de votantes que les impulsan a proteger a los productores
nacionales de la competencia de los bienes importados. La gran depresión puso fin a
la era del liberalismo económico, al menos en el capítulo de los artículos de
consumo. Solo en Reino Unido se defendía la libertad de comercio sin restricciones.
Era con mucho el exportador más importante de productos industriales, a su vez
también exporta capitales, servicios “invisibles” financieros y comerciales, y de
servicios de transportes. Así como este país era el mayor exportador, también era el
mayor receptor de productos primarios del mundo y dominaba el mercado mundial de
alguno de ellos.

En el siglo XIX el núcleo fundamental del capitalismo lo constituyen cada vez más las
“economías nacionales”. El liberalismo era el anarquismo de la burguesía, y como en
el anarquismo revolucionario, en él no había lugar para el estado. O más bien el estado
como factor económico solo existía como algo que interfiere el funcionamiento
autónomo e independiente del “mercado”.

El capitalismo no solo era internacional en la práctica, sino internacionalista desde el


punto de vista teórico; el ideal de sus teóricos era la división internacional del
trabajo que asegurara el crecimiento más intenso de la economía.

El mundo desarrollado no era tan solo un agregado de economías nacionales; la


industrialización y la depresión hicieron de ellas un grupo de economías rivales, donde
los beneficios de una parecían amenazar la posición de las otras. No solo compiten las
empresas, sino también las naciones.

Entre 1880-1914 el proteccionismo no era general ni tampoco excesivamente riguroso,


quedó limitado a los bienes de consumo y no afectó al movimiento de mano de obra y
las transacciones financieras internacionales. En tanto el proteccionismo industrial
contribuyó a ampliar la base industrial del planeta. Sin embargo el proteccionismo no
fue la respuesta económica más significativa del capitalismo a los problemas que lo
afligen; dicha respuesta radicó en la combinación de la concentración económica y la
racionalización empresarial o, según la terminología norteamericana, que comenzaba
ahora a servir de modelo, los trusts y la gestión científica. Mediante la aplicación de
estos tipos de medidas, se intentaba ampliarlos márgenes de beneficios, reducidos por
la competitividad y por la caída de los precios. Tales fueron los trusts norteamericanos
que provocaron una legislación antimonopolista.

La tendencia a abandonar la competencia ilimitada y a implantar la cooperación de


varios capitalistas se hizo evidente durante la gran depresión y continuo en el nuevo
periodo de prosperidad general, sobre todo en el sector de las industrias pesadas, en
industrias estrechamente dependientes de los pedidos del gobierno (armamento), e
industrias que producían y distribuían nuevas formas revolucionarias de energía
(petróleo, electricidad).

La gestión científica fue fruto de la  gran depresión y su fundador y apóstol fue F. W.
Taylor (1856-1915), la idea principal era sacar mayor rendimiento de los trabajadores.
El otro pionero de la producción masiva fue Henry Ford, se identificaban con la
utilización racional de la maquinaria y de la mano de obra para maximizar la
producción.

Existía una tercera posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo: el
imperialismo. La búsqueda de nuevos mercados contribuyó a impulsar la política de
expansión que incluía la conquista colonial. Esta época fue también una época de gran
agitación social y el surgimiento de movimientos obreros y socialistas de masas.

II

El contraste entre la gran depresión y el boom secular posterior constituye la base de


las primeras especulaciones sobre las “ondas largas” en el desarrollo del capitalismo
mundial (economista ruso Kondratiev).

Los historiadores de la economía tienden a centrar su atención en dos aspectos del


periodo: la redistribución del poder y la iniciativa económica, es decir, en el declive
relativo del Reino Unido y el progreso relativo, y absoluto, de los Estados Unidos y
sobre todo de Alemania.
Otra teoría para explicar estos fenómenos es la de Joseph Alois Schumpeter (1883-
1950) la cual asocia cada “fase descendente” con el agotamiento de los beneficios
potenciales de una serie de innovaciones económicas y las nueva fase ascendente con
una serie de innovaciones fundamentalmente tecnológicas, cuyo potencial se agotara
a su vez. 

III

¿Cómo resumir, pues, en unos cuantos rasgos lo que fue la economía mundial
durante la era del imperio?

En primer lugar, como hemos visto, su base geográfica era mucho más amplia que
antes. El sector industrial y en proceso de industrialización se amplió

El mercado internacional de materias primas se amplió extraordinariamente entre


1880 y 1913 se triplicó el comercio internacional de esos productos, lo cual implicó
también el desarrollo de las zonas dedicadas a su producción y su integración en el
mercado mundial.
Como ya se ha señalado, la economía mundial era, pues, mucho más plural que antes.
El Reino Unido dejó de ser el único país totalmente industrializado y la única economía
industrial.En el mercado internacional de capitales, el Reino Unido conservaba un
dominio abrumador. 

La tercera característica de la economía mundial es la revolución tecnológica. Una serie


de industrias revolucionarias desde el punto de vista tecnológico, basadas en la
electricidad, la química y el motor de combustión, comenzaron a desempeñar un papel
estelar, sobre todo en las nuevas economías dinámicas; la nueva revolución industrial
reforzó, más que sustituyó, a la primera.
La cuarta característica es una doble transformación en la estructura y modus operandi
de la empresa capitalista. Por una parte, se produjo la concentración de capital, el
crecimiento en escala que llevó a distinguir entre empresas y grandes empresas. Por
otra parte, se llevó a cabo el intento sistemático de racionalizar la producción y la
gestión de la empresa. aplicando «métodos científicos» no sólo a la tecnología, sino a
la organización y a los cálculos.

La quinta característica es que se produjo una extraordinaria transformación del


mercado de los bienes de consumo: un cambio tanto cuantitativo como cualitativo.
Con el incremento de la población, de la urbanización y de los ingresos reales, el
mercado de masas, limitado hasta entonces a los productos alimentarios y al vestido,
comenzó a dominar las industrias productoras de bienes de consumo para el mercado
de masas. También la aparición de los medios de comunicación de masas. Todo ello
implicó la transformación no sólo de la producción, sino también de la distribución,
incluyendo la compra a crédito, fundamentalmente por medio de los plazos.

La sexta característica de la economía: el importante crecimiento, tanto absoluto como


relativo, del sector terciario de la economía, público y privado: el aumento de puestos
de trabajo en las oficinas, tiendas y otros servicios.

La última característica de la economía que señalaremos es la convergencia creciente


entre la política y la economía, es decir, el papel cada vez más importante del gobierno
y del sector público.

A partir de 1875 comenzó a extenderse el escepticismo sobre la eficacia de la


economía de mercado autónoma y autocorrectora, la famosa «mano oculta» de Adam
Smith, sin ayuda de ningún delegado y de las autoridades públicas. La mano era cada
vez más claramente visible. La democratización de la política impulsó a los gobiernos a
aplicar políticas de reforma y bienestar social, así como a iniciar una acción política
para la defensa de los intereses económicos de determinados grupos de votantes,
como el proteccionismo y diferentes disposiciones aunque menos eficaces contra la
concentración económica.

ERA DEL CAPITAL


Capítulo 1: <<LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS>>
A principios de 1848, Karl Marx y Engels se hallaban perfilando los principios de la
revolución proletaria contra la que Tocqueville advertía a sus colegas. El Manifiesto del
Partido Comunista.
A las pocas semanas la insurrección derrocó a la monarquía francesa, se proclamó la
república y dio comienzo la revolución europea. Se extendió con rapidez y amplitud, se
propagó a través de fronteras, países e incluso océanos. En Francia, centro natural y
detonador de las revoluciones europeas la república se proclamó el 24 de febrero.
En cuestión de semanas, no se mantenía en pie ninguno de los gobiernos
comprendidos en una zona de Europa ocupada hoy por el todo o parte de diez
estados. Fue la primera revolución potencialmente mundial, constituyó el paradigma
de <<revolución mundial>>.
En Europa la revolución de 1848 fue la única que afectó tanto a las regiones
<<desarrolladas>> como a las atrasadas.
La revolución triunfó en todo el gran centro del continente europeo, aunque no en su
periferia.
La zona revolucionaria compuesta esencialmente por Francia, la Confederación
Alemana, el imperio austríaco e Italia; la mayoría de estas regiones se hallaban
gobernadas por monarcas o príncipes absolutos.
La historia y la política, dividieron la zona revolucionaria en dos partes: en Occidente
los campesinos eran legalmente libres y los grandes estados relativamente
insignificantes. En las regiones Orientales en cambio, los labriegos seguían siendo
siervos y los nobles terratenientes tenían muy concentrada la posesión de las
haciendas.
Políticamente, la zona revolucionaria era heterogénea, funcionó a través de la zona
revolucionaria en diversas dimensiones simultáneas.
Los radicales defendían una solución simple: una república democrática, unitaria y
centralizada, formada de acuerdo con los probados principios de la Revolución
francesa sobre las ruinas de todos los reyes y príncipes.
Los moderados tenían temor de la democracia, a la que creían capaz de igualar la
revolución social. Allá donde las masas no habían derrocado aun a los príncipes
hubiera sido insensato alentarlas para que minaran el orden social, y en donde ya lo
habían conseguido, hubiera sido deseable apartarlas o sacarlas de las calles y
desmantelar las barricadas que eran los símbolos esenciales de 1848.Lasrevoluciones
de 1848 tuvieron mucho en común, ocurrieron casi en simultaneo, que sus destinos se
hallaban entrelazados y que todas ellas poseían un talante y estilo comunes.
La <<primavera de los pueblos>> tenía características comunes: todas prosperaron y se
debilitaron rápidamente. Los gobiernos de las zonas revolucionarias se desplomaron o
se retiraron sin oponer resistencia. Sin embargo, al cabo de un período corto la
revolución había perdido la iniciativa en todas partes. 
En Francia el primer signo de resurgimiento conservador fueron las elecciones que
produjo una mayoría de conservadores votados por un campesinado políticamente
inexperto y al que la izquierda, de mentalidad urbana, no sabía cómo atraer.
El segundo signo fue el aislamiento y la derrota de los obreros revolucionarios en París.
Entre el verano y el final del año los viejos regímenes recuperaron el poder. En agosto
de 1849 murió la revolución. Con la única excepción de Francia, todos los antiguos
gobiernos habían recuperado el poder y los revolucionarios se desperdigaron en los
exilios.
No obstante, hubo un grande y único cambio irreversible: la abolición de la
servidumbre en el imperio de los Habsburgo.
Todas las revoluciones tuvieron algo más en común, que en gran parte fue la causa de
su fracaso. Fueron revoluciones sociales de los trabajadores pobres. Por eso a los
liberales moderados a quienes habían empujado al poder y la hegemonía, e inclusive a
algunos de los políticos más radicales, les asustó por lo menos tanto como a los
partidarios de los antiguos regímenes. Quienes hicieron la revolución fueron los
trabajadores pobres, era su hambre lo que potenciaba las demostraciones que se
convertían en revoluciones.
La revolución de febrero no sólo la hizo <<el proletariado>> sino que la concibió como
consciente revolución social. Su objetivo era la <<república democrática y social>>. Sus
dirigentes eran socialistas y comunistas.
Los moderados habían preferido la negociación y la diplomacia a la confrontación.
Empujados a la revolución por las fuerzas de los pobres y/o el ejemplo de París,
intentaron lógicamente sacar el máximo provecho a una situación que de manera
inesperada los favorecía. Les preocupaba muchísimo más el peligro que les podía venir
por su izquierda que el de los viejos regímenes. Desde que se levantaron las barricadas
en París, todos los liberales moderados fueron conservadores potenciales.
El año 1848 fracasó porque resultó que la confrontación decisiva no fue entre los
viejos regímenes y las unidas <<fuerzas del progreso>>, sino entre el <<orden>> y la
<<revolución social>>.
La revolución sólo mantuvo su ímpetu allá donde los radicales eran lo bastante fuertes
y se hallaban lo suficientemente vinculados al movimiento popular como para arrastrar
consigo a los moderados o no necesitar a estos. Esta situación era más probable que
se diera en países en que el problema crucial fuese la liberación nacional, un objetivo
que requería la continua movilización de las masas.
De los principales grupos sociales implicados en la revolución, la burguesía, cuando
había por medio una amenaza a la propiedad, prefería el orden a la oportunidad de
llevar a cabo todo su programa. Enfrentados a la revolución roja, los liberales
moderados y los conservadores se unían. Los <<notables>> de Francia, o sea, las
familias respetables, influyentes y ricas que administraban los asuntos políticos del
país, abandonaron sus anteriores rencillas y adquirieron conciencia de clase nacional, a
través de un nuevo <<partido del orden>>.
Por su parte, los regímenes conservadores restaurados se hallaban muy dispuestos a
hacer concesiones al liberalismo económico, legal e incluso cultural de los hombres de
negocios, en tanto en cuanto no implicara ningún retroceso político. En 1848-49, los
liberales moderados hicieron dos importantes descubrimientos en la Europa
occidental: que la revolución era peligrosa y que algunas de sus demandas sustanciales
(especialmente las económicas) podían satisfacerse sin ella. La burguesía dejaba de ser
una fuerza revolucionaria.
El gran conjunto de las clases medias bajas radicales cuyos portavoces y dirigentes
eran intelectuales, en su mayoría jóvenes y marginales, constituían una significativa
fuerza revolucionaria pero raramente una alternativa política. Se hallaban en la
izquierda democrática.
No hay duda de la importancia de los intelectuales: individualmente podían
desempeñar una función decisiva, en cambio, no era posible decir lo mismo
considerados como miembros de una clase social específica o como portavoces de la
pequeña burguesía radical. Demandaban <<un estado de constitución democrática,
fuera constitucional o republicano, recibiendo ellos y sus aliados los campesinos una
mayoría, a la vez que el gobierno local democrático que les permitiera controlar la
propiedad municipal y una serie de funciones que entonces desempeñaban los
burócratas>>.
Cuando se enfrentaban con la revolución roja, hasta los radicales más bien
democráticos tendían a refugiarse en la retórica, divididos por su genuina simpatía
hacia el pueblo y por su sentido de la propiedad y el dinero. Ellos no cambiaban de
bando, simplemente vacilaban, aunque nunca se acercaban demasiado a la derecha.
En cuanto a los pobres de la clase obrera, carecían de organización, de madurez, de
dirigentes y, posiblemente, sobre todo de coyuntura histórica para proporcionar una
alternativa política.
Concentrados los obreros en masas hambrientas, en los sitios políticos mas sensibles
como, por ejemplo, las grandes ciudades y sobre todo la capital, sus fuerzas eran
desproporcionadamente efectivas. Algunas debilidades sustanciales: deficiencia
numérica, no eran mayoría; en segundo lugar, su inmadurez política e ideológica.
Los pobres y los peones en las ciudades y el proletariado industrial y minero apenas
contaban todavía con alguna ideología política desarrolladas.
Alla donde los plebeyos urbanos entraban dentro de la ideología jacobina, socialista,
democrática, republicana o de los estudiantes activistas, se convertían en una fuerza
política, al menos como manifestantes.
La Liga Comunista de Marx proporcionaba los elementos de una red nacional para la
extrema izquierda. Fuera de este radio de influencia, la clase obrera era políticamente
insignificante.
No debemos subestimar el potencial de una fuerza social como el proletariado de
1848. La generación de hierro del pauperismo y de la crisis antes de 1848 había
alentado en unos pocos la creencia de que el capitalismo podía depararles condiciones
decentes de vida, y que incluso dicho capitalismo perduraría.
El objetivo popular de 1848, la república democrática y social, era tanto social como
política. La experiencia de la clase obrera introdujo elementos institucionales
originarios basados en la práctica del sindicato y la acción cooperativa.
Los socialistas y los comunistas organizados contaban con un número más exiguo. Sin
embargo, 1848 fue la primera revolución en la que los socialistas o, mas
probablemente los comunistas, se colocaron a la vanguardia desde el principio. 
Sin embargo, ni Karl Marx creía que la revolución proletaria fuese una cuestión a tener
en cuenta. Sus necesidades inmediatas y admitidas no lo condujeron a desear la
consecuencia del derrocamiento de la burguesía, por la fuerza, ni tampoco contaba
con el poderío suficiente para esta tarea. Lo más que pudo lograrse fue una república
burguesa que puso de manifiesto la verdadera naturaleza de la lucha futura que
existiría entre la burguesía y el proletariado, y uniría, a su vez, al resto de la clase
media con los trabajadores a medida que su posición fuera más insostenible y su
antagonismo con la burguesía se hiciera más agudo.
A Marx no se le ocurrió sustituir la revolución burguesa por la revolución proletaria
hasta después de la derrota de 1848.
Las revoluciones de 1848 surgieron y rompieron como grandes olas, y detrás suyo,
dejaron poco más que el mito y la promesa de que debieran haber sido las
revoluciones burguesas, pero la burguesía se apartó de ellas.
Durante la década de 1850, nada sobrevivió sino la obra de Marx y Engels.
Si bien los cambios que logró la revolución no fueron los deseados por los
revolucionarios se hicieron, no obstante, en profundidad. Al menos en Europa
occidental, 1848 señaló el final de la política tradicional, de la creencia en los
patriarcales derechos y deberes de los poderosos social y económicamente, de las
monarquías que pensaban que sus pueblos aceptaban e incluso aprobaban, el
gobierno de las dinastías por derecho divino para presidir las sociedades ordenadas
por jerarquías. 
En lo sucesivo, las fuerzas del conservadurismo, del privilegio y de la opulencia
tendrían que defenderse de otra manera. En la gran primavera de 1848 hasta los
oscuros e ignorantes campesinos del sur de Italia dejaron de apoyar el absolutismo.
Los defensores del orden social tuvieron que aprender la política del pueblo. Esta fue
la mayor innovación que produjeron las revoluciones de 1848. Necesitaban un
periódico capaz de influir en la opinión pública. Con todo, las innovaciones políticas
mas significativas ocurrieron en Francia.
La derrota de la insurrección de la clase obrera había dejado el camino libre a un
poderoso partido del orden, capaz de vencer a la revolución social, pero no de
conseguir demasiado apoyo de las masas o incluso de muchos conservadores que, con
su defensa del orden, no deseaban comprometerse con aquella clase de moderado
republicanismo que estaba ahora en el poder.
Sin embargo, si en diciembre de 1848 los franceses no eligieron a un moderado para la
nueva presidencia de la República, tampoco a un radical. El ganador fue Luis Napoleón,
el sobrino del emperador. Aunque resultó ser un político de extraordinaria astucia, no
parecía tener más posesiones que un nombre prestigioso. No era un revolucionario
social pero tampoco un conservador.
Los campesinos votaron de modo unánime por él bajo el lema “No mas impuestos,
abajo los ricos, abajo la República, larga vida al emperador”; votaron por él contra la
república de los ricos. 
La elección de Luis Napoleón significó que inclusive la democracia del sufragio
universal, es decir, la institución que se identificaba con la revolución, era compatible
con el mantenimiento del orden social. Ni siquiera una masa de abrumador
descontento se hallaba dispuesta a elegir gobernantes consagrados al
<<derrocamiento de la sociedad>>.
Luis Napoleón pronto abolió la República y se hizo a sí mismo emperador. Iba a ser el
primero de los modernos jefes de estado que gobernara no por la mera fuerza armada,
sino por esa especie de demagogia y relaciones públicas que se manipular con mucha
más facilidad desde la jefatura del estado que desde ningún otro sitio. Su experiencia
no sólo demostró que el orden social podía disfrazarse de forma capaz de atraer a los
partidarios de la <izquierda>, sino que, en un país o en una época en la que los
ciudadanos se movilizaban para participar en la política, tenia que enmascararse así.
Las revoluciones de 1848 evidenciaron que las clases medias, el liberalismo, la
democracia política, el nacionalismo e inclusive las clases trabajadoras, iban a ser
rasgos permanentes del panorama político.

Capítulo 2: EL GRAN BOOM


1848 sería la última revolución general en Occidente. Con excepción de la “republica
social”, las demandas políticas del liberalismo, el radicalismo democrático y el
nacionalismo iban a satisfacerse gradualmente a lo largo de los próximos setenta años
en la mayoría de los países desarrollados sin grandes trastornos internos.
La razón principal radica en la transformación y expansión económica de los años
comprendidos entre 1848 y principios de la década de 1870. Este fue el periodo en que
el mundo se hizo capitalista y una significativa minoría de países “desarrollados” se
convirtieron en economías industriales.
El nuevo mundo del ciclo comercial contaba con su propio sistema de fluctuaciones
económicas y sus peculiares dificultades seculares. Difícilmente podemos fechar el
principio del gran esplendor mundial antes de 1850.
Las exportaciones habían aumentado. Entre 1850 y 1860 se habían doblado
aproximadamente. Por todas partes podemos encontrar evidencias de auge
económico.
La combinación de capital barato con un rápido aumento de los precios logró que este
esplendor económico fuera tan satisfactorio para los negociantes ansiosos de
beneficios; los auges económicos eran inflacionarios.
Los puestos de trabajo aumentaban a pasos agigantados, tanto en Europa como en
ultramar, adonde emigraban los hombres y mujeres en cantidades enormes. Los
numerosos puestos de trabajo y la disposición a conceder elevaciones temporales del
salario donde era necesario, mellaron el filo del descontento popular. Para los
capitalistas, la abundante mano de obra que ahora había en el mercado resultaba
relativamente barata. 
La consecuencia política de este esplendor económico fue trascendental, porque a los
gobiernos sacudidos por la revolución les proporcionó un inestimable respiro, y a la
inversa, hizo naufragar las esperanzas de los revolucionarios.
Para las viejas monarquías y principados el respiro supuso la disposición de tiempo
para la recuperación política y la legitimación de la estabilidad y la prosperidad.
También les proporcionó ingresos. En el transcurso del tiempo se vieron debilitados
para los asuntos internacionales, pero fuertes internamente.
Este periodo de calma llegó a su término con la depresión de 1857. En términos
económicos, fue una mera interrupción de la edad de oro del crecimiento capitalista
que se reanudó en la década de 1860 y que alcanzó su cima en el auge de 1871-1873. 
Políticamente transformó la situación; defraudó las esperanzas de los revolucionarios.
La política resurgió, al poco tiempo las antiguas cuestiones de la política liberal se
hallaban de nuevo en el temario: las unificaciones nacionales, la reforma
constitucional, las libertades civiles, etc. La política resurgió en un período de
expansión, pero dejó de ser la política de la revolución.
En la primera mitad del siglo XIX, existía un gran contraste entre el enorme y rápido
aumento del potencial productivo de la industrialización capitalista y su incapacidad
para ampliar su base, para romper los grillos que la encadenaban. Sin tener en cuenta
su capacidad de generar puestos de trabajo a un ritmo comparable o con salarios
adecuados, la industrialización capitalista creció espectacularmente, pero se mostró
incapaz de ampliar el mercado para sus productos.
La temprana economía industrial descubrió lo que Marx denominó su “logro
supremo”: el ferrocarril. Debido al ferrocarril, al buque de vapor y al telégrafo la
extensión geográfica de la economía capitalista se pudo multiplicar a medida que
aumentaba la intensidad de sus transacciones comerciales. Todo el mundo se convirtió
en parte de esta economía. Probablemente, el desarrollo mas significativo de nuestro
período sea esta creación de un solo mundo aumentado.
Era ya indispensable la enorme extensión colateral del mercado debido a los bienes de
consumo, y quizá, a los bienes precisos para construir las nuevas plantas industriales,
fundar empresas de transporte, establecer los servicios públicos y desarrollar las
ciudades. El capitalismo tenía ahora a su disposición a todo el mundo, y la expansión
del comercio internacional y de la inversión internacional mide el entusiasmo con el
que se aprestó a conquistarlo.
Los grandes descubrimientos de oro en California, Australia y otros lugares después de
1848 multiplicó los medios de pago disponibles a la economía mundial y eliminó lo que
muchos hombres de negocios consideraban como rigor inútil, ya que hizo disminuir los
intereses y estimuló la expansión del crédito.
La nueva provisión de oro fue en tres aspectos incontrovertible.
En primer lugar, contribuyó a la situación de precios en ascenso o de inflación
moderada, aunque fluctuante.
En segundo lugar, a crear un sistema monetario estable y de confianza basado en la
libra esterlina. 
En tercer lugar, los buscadores de oro abrieron nuevas regiones, sobre todo en las
costas del Pacífico e intensificaron la actividad económica.
La contribución de otro factor más: la liberación de la empresa privada, el motor que
potenciaba el progreso de la industria.
Existía unanimidad aplastante acerca de la fórmula del crecimiento económico: el
liberalismo económico. No se limitó a los estados en los que triunfaba o siquiera influía
el liberalismo político. El estricto control que los gobiernos ejercían sobre la minería
quedó sin efecto, de modo que, con el permiso gubernativo, cualquier patrón podía ya
explotar cualquier mineral que encontrara, así como dirigir sus operaciones según le
apeteciera. De manera similar la formación de compañía de negocios se realizaba
ahora con mucha más facilidad y disfrutaban de la independencia con respecto al
control burocrático. La ley comercial se adaptó a la imperante atmósfera de boyante
expansión de los negocios.
Una serie de <<tratados de libre comercio>> redujeron sustancialmente las tarifas
arancelarias entre las principales naciones industriales en la década de 1860.
Entre 1865 y 1875 todos los obstáculos legales a los sindicatos obreros y al derecho de
huelga fueron abolidos. El mercado regiría la compraventa de mano de obra, como
gobernaba las demás cosas.
Este proceso de liberalización estimuló la empresa privada y la liberalización del
comercio contribuyó a la expansión económica.
En Europa estos cambios indicaron una profunda y asombrosa confianza en el
liberalismo económico. Incluso la libertad de contratación para los obreros, además de
tolerancia de sindicatos, apenas daba la impresión de amenazar la rentabilidad, puesto
que el “ejército de reserva del trabajo” (según lo llamaba Marx), compuesto
principalmente de masas de campesinos, ex artesanos y otros que se trasladaban a las
ciudades y regiones industriales, parecían mantener los salarios a un nivel modesto. El
libre comercio internacional entre los británicos, significaba en primer término que se
les permitía vender libremente a bajo precio en todos los mercados del mundo, y en
segundo lugar, que ellos estimulaban a los países subdesarrollados para que les
vendieran, a precios económicos y en grandes cantidades, sus productos, sobre todo
alimentos y materias primas, y de este modo podían ingresar el dinero con el que
comprar las manufacturas británicas. 
La mayoría de las economías industrializadas vieron durante este período dos ventajas
en el libre comercio. En primer lugar, la expansión general del comercio mundial,
ventajosa para todos. En segundo lugar, el hierro y la maquinaria de ferrocarril que
fueron exportados en grandes cantidades desde Gran Bretaña, no imposibilitaron la
industrialización de otros países, sino que la facilitó
La industrialización progresaba. El hecho significativo es que su progreso era ahora
geográficamente mucho más amplio, aunque también muy desigual. El advenimiento
del ferrocarril fue en sí mismo un símbolo y un logro revolucionario, ya que la
transformación mundial en una sola economía interactiva fue en muchos sentidos el
aspecto más logrado y el más espectacular de la industrialización.
Por otro lado, existían regiones industriales menores y algunas economías industriales
europeas que apenas habían empezado la industrialización masiva. El hecho más
significativo era el desarrollo desigual de los centros mayores.
Y como ahora la potencia política y militar se basaban en el potencial industrial, la
capacidad tecnológica y la pericia, las consecuencias políticas del desarrollo industrial
eran más importantes que anteriormente.
Las décadas centrales del siglo desarrollaron tipos de industria basados en una
tecnología bastante mas revolucionaria: la química y la eléctrica, ésta en lo relativo a
las comunicaciones. El laboratorio investigador era ahora parte integral del desarrollo
industrial.  En Europa se hallaba ligado a universidades o instituciones similares. 
La entrada de la ciencia en la industria tuvo unas consecuencias significativas: en lo
sucesivo el sistema educativo sería cada vez más decisivo para el desarrollo industrial.
A partir de ahora, al país que le faltara una educación general y adecuadas
instituciones educativas superiores le sería casi imposible convertirse en una economía
“moderna” y, al contrario, los países pobres y atrasados que dispusieran de un buen
sistema educativo les sería más fácil desarrollarse.
La tecnología tenía base científica y se adoptaron las innovaciones de unos pocos
pioneros científicos siempre que pensaban en términos de fácil transformación en
maquinaria. Nuevas materias primas adquirieron importancia (el petróleo, por
ejemplo, adquirió nuevos usos).
La mayor innovación industrial fue la producción en serie de maquinaria. Los artículos
con mas probabilidad de producción en serie eran aquellos que podían ser utilizados
por grandes cantidades de productores pequeños, como granjeros y costureras (la
máquina de coser), en oficinas (máquina de escribir), artículos de consumo como
relojes de pulsera, pero especialmente armas pequeñas y municiones de guerra.

G. BRUUN - LA EUROPA DEL SIGLO XIX (1815-1914) 

INTRODUCCION:

El siglo XIX fue la gran era de la expansión de europea. Durante 300 años, a
continuación de los viajes de Colon, Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemonía
europea  corrió sobre los mares. Durante 10 generaciones, exploradores, comerciantes
y colonizadores izaron sus velas en los puertos del Viejo mundo, para establecer los
amplios fundamentos de los imperios de ultramar. Solo en el siglo XIX cuando la
ciencia occidental puso un “cinturón alrededor de la tierra”, fue cuando los europeos
recibieron su herencia imperial. Su agresiva superioridad y sus conquistas eclipsaron
todos los prólogos históricos, aunque puedan encontrarse precedentes limitados.

 La hegemonía de los europeos modernos se extendió hasta que todos los  continentes
de la tierra les produjeron alguna especie de ventaja. Entre los años 1815 y 1914 el
mundo ingreso en una nueva era de integración global, a impulso de la técnica
occidental, era que sin excesiva exageración podría calificarse como era europea.
Antes de terminar el siglo XIX la civilización europea dominaba o chocaba contra cada
segmento del globo y los grupos de importantes de la población mundial habían
recibido la huella de la cultura occidental o experimentada su presión.

Para los pueblos de Europa el periodo transcurrido entre 1815 y 1914 fue una era de
progresos muy notable, cegados a la influencia creciente de la economía ejercía en
ultramar, periodo que no se vio dañado por guerras prolongadas. Siglo que las anergias
acumulativas de Europa se dirigieron a empresas constructivas de  y el capital y la
población excedentes encontraron  inversiones lucrativa en otros continentes. Cada
generación disfruto de riquezas y comodidad, ampliación de oportunidades
económicas y en los niveles de alimentación, salud y saneamiento. Con cada década
nuevos avances técnicos aceleraron la mecanización de la industria, nuevas ciudades
con sus anarquías y  nuevos niveles de producción en las fábricas y talleres. Los índices 
de progreso no fueron ni políticos ni económicos, sino demográficos.
A lo largo del siglo XIX, el desarrollo fenomenal de la población constituyo uno de los
factores decisivos de la supremacía europea. Otros continentes registraron también un
excepcional aumento durante el mismo espacio de tiempo, pero los europeos
superaron a todos. Los europeos modificaron el equilibrio demográfico del globo, no
elevando su tasa de natalidad, sino mas bien disminuyendo su coeficiente de
mortalidad.

Entre la caída de Napoleón en 1815, y el estallido de la primera Guerra Mundial en


1914, mas de 40000000 de inmigrantes abandonaron sus patrias europeas para ir a
otros continentes. Esto hizo que los europeos se convirtieran en gran parte, en una
raza extra europea.
Este incremento y dispersión de los europeos durante el siglo XIX fue un reflejo fiel de
su espíritu imperial. Hacia 1914 había tantas personas de ascendencia europea fuera
de Europa, como habitantes había tenido este continente el siglo anterior. La cepa
racial de este el mas pequeño de los continentes, contando a sus hijos emigrantes y a
los descendientes de estos había llegado a constituir un tercio del género humano.

Los lazos políticos que habían ligado en otro tiempo habían ligado al Nuevo y al Viejo
mundo se aflojaron en 1815. Las ciudades levantadas  en los vastos y desiertos
territorios ocupados habían crecido hasta alcanzar magnitudes soberanas y convertirse
en los núcleos de naciones independientes. Las mas remotas comunidades fronterizas
por la iniciativa europea se consideraban a si mismas vástagos de una cultura paterna
viva. Sus tradiciones y técnicas reconocían su origen en el otro lado del mar y podían
rastrearse a lo largo de los siglos, sus raíces alcanzaban hasta sus monasterios
medievales, que en otro tiempo motearon el circulo de expansión de la cristiandad, sus
defensas recordaban  los campamentos romanos que marcaron los bordes de un
imperium anterior. En el siglo XIX las dilatadas colonias del Viejo Mundo estaban
llegando a su madurez y convirtiéndose en dominios o en repúblicas, pero todavía
custodios de una civilización común y herederos del legado europeo.
Veremos las aventuras de estos pueblos europeos de ultramar, junto con las de las
naciones del Viejo Mundo. La influencia de Europa en el mundo fue desde el principio
un proceso interdependiente y recíproco, a medida que fue desenvolviéndose  la
comunidad atlántica,  la civilización europea se fue convirtiendo en algo vasto y vago,
para lo que no podía encontrarse un nombre satisfactorio pero el espíritu de esta
cultura occidental estableció el tipo de desarrollo en regiones todavía mas remotas, 
como Sudáfrica, Australia y el Extremo Oriente. En Europa misma la la exportación de
ideas y de técnicas de capital y de población ejerció una influencia continúa y creciente
a lo largo del siglo XIX.  La inversión del capital europeo contribuyo a explotar los
recurso de otros continentes y convirtió a Europa en el banquero del mundo” mientras
que la competencia de las potencias europeas para obtener concesiones y territorios
en África y en Asia intensifico a veces las tensiones interiores europeas. La historia de
Europa del siglo XIX  se convirtió en un drama de presiones crecientes y políticas
concurrentes, que alcanzaron su clímax dentro del marco de un equilibrio precario. Al
siglo XX le toco heredar el desenlace violento y trágico de estas aceleradas tendencias.

G. BRUUN - LA EUROPA DEL SIGLO XIX (1815-1914)

CAPITULO N°1: REACCIÓN POLÍTICA Y PROGRESO ECONÓMICO ( 1815-1830)

El año de 1815 es el umbral lógico de la Europa del siglo XIX. Los tremendos golpes de
la Revolución francesa y de las Guerras napoleónicas habían agrietado las rígidas
instituciones del antiguo régimen.  Los estadistas de la Era de la Restauración que
acudieron a Viena en 1814 para autentificar el testamento revolucionario, han sido
acusados  de planear para el pasado y no para el futuro de la sociedad europea. Los
diplomáticos que redactaron los tratados de Viena fueron hábiles estadistas. Después
de 1815, las grandes potencias evitaron recurrir a las armas durante cerca de 40 años;
y cuando se produjeron guerras, se libraron por objetivos limitados, y fueron conflictos
que se pudieron aislar y a los que nunca se les permitió alcanzar proporciones ruinosas
y agotadoras.

La historia europea después de 1815 dependió del juego recíproco de tres factores
principales: uno político, otro naval y otro más económico. El factor político fue el
ascendente de las cuatro potencias victoriosas, Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia. Estos
cuatro grandes, estuvieron en situación de redibujar el mapa de Europa hasta darle
casi todas las formas que pudieran parecerles mutuamente aceptables. El segundo
factor, fue el de la supremacía naval de Inglaterra. En ninguna parte del globo existía
una armada, o una alianza de fuerzas navales que fuera lo suficientemente fuerte 
como para desafiar al señorío inglés de los mares. El tercer factor fue la mecanización
de la industria; la máquina de vapor esperaba para transformar la vida económica
europea. 

La reconstrucción política del continente era una preocupación primordial para los
gobiernos de Austria, Rusia y Prusia. Austria, cuatro veces aplastada por las campañas
napoleónicas, mostró un sorprendente poder de  recuperación. Al igual que Austria,
Prusia recuperó en Viena el perdido prestigio y el regateo territorial: sumó  Sajonia. La
Rusia zarista, al igual que Austria y  Prusia, tenía poco que ganar y mucho que perder si
se levantaba de nuevo la marejada revolucionaria. Los monarcas de San Petersburgo,
Viena y Berlín estaban unidos por intereses y problemas semejantes, puesto que todos
tenían que vigilar a minorías descontentas y a todos les habían tocado pedazos del
Estado polaco. Mientras los “cuatro grandes” se reunían a puerta cerrada dedicados a
la tarea de repartir Europa, los delegados  de los Estados secundarios hacían antesala.
Sabían que la suerte de las naciones más pequeñas dependían de dos cuestiones: del
deseo de castigar a los príncipes que habían permanecido leales a Napoleón durante
largo tiempo, y del deseo de “contener” a Francia en el futuro, bloqueando los puntos
más probables de expansión francesa. Por ejemplo, para bloquear la expansión
francesa, tres millones de belgas y más de un millón de holandeses, pasaron a formar
parte del reino de los Países Bajos Unidos. 

Sin embargo, tres años después de la caída de Napoleón en Waterloo (1815), los
ejércitos de ocupación se retiraron y se le permitió a Francia sumarse a las cuatro
potencias victoriosas en una quíntuple alianza. Habiendo vencido a Napoleón y
restablecido la paz, los gobiernos inglés, ruso, austriaco y prusiano, concertaron en
1815 un pacto de amistad de 20 años. Sus voceros subrayaron la intención de
conservar intacto el acuerdo de paz y perpetuar el Concierto de Europa a través del
“gobierno mediante conferencias”. Sin embargo, la cuádruple alianza  perdió
significado antes  de transcurrida la mitad de sus proyectados 20 años. Los gobiernos
de Austria, Prusia y Rusia, podrían hacer su voluntad, pero ningún Estado que tuviera
costas, o un comercio marítimo o colonias en ultramar, podría pasar por alto la presión
naval inglesa: los emprendedores banqueros londinenses habían encontrado 
prometedores campos de inversión en América Latina. La explotación colonial europea
del Nuevo Mundo estaba llegando a su término: en su informe anual al Congreso de
los Estados, el presidente James Monroe declaró que  “es interés de los Estados
Unidos, que los continentes americanos no habrán de ser considerados como sujetos
de una futura colonización por parte de ninguna potencia europea”. Y declaró “la
sinceridad y las amistosas relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas
potencias, nos obligan a declarar cualquier intento de extender su sistema por este
hemisferio, como peligroso para nuestra paz y seguridad”. La Doctrina Monroe (1823),
se convirtió en piedra angular de la política exterior de los Estados Unidos porque la
respaldó el poderío de la flota inglesa. Pero la ruptura de los vínculos políticos no hizo
desaparecer los lazos culturales y económicos que ligaban a las Américas con Europa.
 
Corrieron por toda Europa, los fuegos revolucionarios de 1830. Esta serie de
insurrecciones populares provino de Francia. Luis XVIll, había mantenido un equilibrio
entre las fuerzas liberales y reaccionarias, pero al morir este, su hermano Carlos X,
intentó un golpe de estado, disolviendo la cámara de diputados, imponiendo censura
de prensa y privando del derecho al voto a parte del electorado; una turba tomó París
y el rey tuvo que huir. Esta revolución provocó una reacción en cadena, que encendió
rebeliones en Bélgica, Suiza, Italia, los diversos estados alemanes y Polonia. Pero en
Europa central y oeste, el peso del pasado no pudo levantarse y las rebeliones de 1830
terminaron ahogadas en sangre y frustración. Después de 1830. Europa quedó dividida
en un campo progresista y otro reaccionario, en un grupo de gobiernos parlamentarios
occidentales y una liga de  monarquías autoritarias orientales. En los estados
reaccionarios de Europa, el pueblo era todavía vasallo, mientras que en los Estados
liberales los súbditos se habían convertido en ciudadanos. El cetro había pasado de
manos de un monarca absoluto a las de un pueblo soberano. Esta transición política
fue el signo exterior y tangible de una revolución económica y social. 

La economía capitalista había creado tres nuevas clases: una minoría capitalista cuyas
ganancias provenían de las inversiones, una “clase media” que depende en parte de la
propiedad y en parte del pago por los servicios y una mayoría proletaria, cuyos
individuos carecían casi por completo de recursos en forma de tierras y en ahorros. y
vivían totalmente de sus salarios. El desarrollo de la economía capitalista en Europa
puede entenderse como las tres fases consecutivas de un mismo movimiento. El
primer período, desde fines de la Edad Media hasta los últimos años  del siglo XVIII, fue
una era de Capitalismo comercial. Medio siglo después, el capitalismo industrial,
desempeñó un papel importante, donde miles de empresarios invirtieron su riqueza en
las industrias recientemente mecanizadas y en los transportes a vapor. Desde 1850, el
importante papel desempeñado por bancos y agencias financieras, que participaron de
los negocios a través de préstamos, iniciaron la fase de capitalismo financiero, que
duró hasta el siglo XX. Inglaterra, más allá de su jefatura colonial, comercial, industrial
marítima y naval, pasó a desempeñar el papel principal en las finanzas internacionales
y Londres fue centro bancario de Europa. Sin embargo, fuera de países como
Inglaterra, Francia, Bélgica y las Alemanias, la transformación industrial, había dejado
pocas huellas en la Europa de 1830. Los transportes y las comunicaciones eran todavía
lentos  y costosos; la urbanización de las ciudades aún era incipiente, ya que las cuatro
quintas partes de la población europea viven en medios rurales. 

El “pánico de la Revolución Francesa”, inspiró las Seis Leyes de 1819, que restringen las
reuniones públicas, autorizar el decomiso de artículos sediciosos y sujetaron los
panfletos a un gravoso impuesto del timbre. La generación que sobrevivió a la
Revolución Francesa había sido testigo de un asalto del espíritu humano, que se había
estrellado contra los bastiones de la desigualdad social. Hacia 1815, todas las clases
estaban de acuerdo en que la revolución había sido un fracaso y esta desilusión
universal anhelaba su sublimación.

Como la mayoría de los movimientos de protesta, la rebelión romántica era más fuerte
en emoción que en lógica. El pensador más influyente de la época, Friedrich Hegel 
concibió una síntesis de ideas que sirvió tanto a los radicales como a los reaccionarios
de arsenal de argumentos. Un renacimiento religioso se hizo sentir en toda Europa
durante las primeras décadas del siglo XIX, pero las iglesias no lo inspiraron, sino que
más bien le hicieron resistencia. El renacimiento religioso apelaba a la conciencia, y los
predicadores buscaban regenerar la sociedad convirtiendo a los individuos que la
componían. La revolución, había hecho hincapié  en los derechos de los ciudadanos y
el renacimiento religioso destaca los deberes del cristiano como la clave de la buena
vida. 

Los racionalistas como los líderes religiosos pugnaban por una mayor justicia social;
cuando todos los ciudadanos gozaran de derecho al voto, los gobiernos serían
verdaderamente populares, ya que serían representativos. La derogación de la ley que
imponía un juramento de prueba a los empleados públicos,  las leyes de gremios
(1828) y la promulgación de la ley de emancipación de los cristianos católicos (1829),
suprimieron las restricciones civiles. Por toda la Europa occidental, las fuerzas de la
democracia estaban reanudando su marcha interrumpida y sus resultados habrían de
aparecer en breve en las victorias liberales de 1830-32.

La Europa del Siglo XIX: Avances liberales y frustraciones románticas (Bruun Cap II)
1830-48
Los franceses ya no eran la gran nación después de Waterloo, eran pueblo
derrotado que llevaba  a acuesta una monarquía impopular. Sin embargo cada clase y
cada grupo tenia una queja. La nobleza y el clero lamentaban los privilegios perdidos.
Las clases medias desconfiaban de la dinastía borbónica y trataban de ampliar ventajas
políticas y legales. Y el proletariado exigía reconocimiento y mejor calidad de vida.
Durante el periodo de la restauración . la derecha y la izquierda, los ultra y los radicales
se atrincheraron en la oposición y maniobraron para sacar ventajas.  Un grupo de
moderados mantenía la operación del sistema, le permitió al pueblo francés
recuperarse del agotamiento de las guerras y probar las ventajas de la monarquía
constitucional limitada.
Carlos X se negó a desempeñar un papel limitado de monarca constitucional, y
se inclino constantemente a la derecha. Envío expediciones a África estableciendo las
bases de la Francia imperial en África. Los resultados de las elecciones, (adversos) le
ofrecieron una cámara desafiante por lo que recurrió a gobernar por decreto lo que
provoco una insurrección por parte del populacho parisino, por lo que en tres días se
vio obligado a partir en fuga. En esta crisis de 1830 , los moderados confían en una
victoria parlamentaria, que pondría en sus manos al ministerio. Recurriendo a sus
fuerzas nombraron a Luis Felipe de Orleans para que ocupe el trono vacante. Las clases
medias aclamaron a Luis Felipe por considerarlo “rey ciudadano” que reinaría pero no
gobernaría. La revolución de 1930 fue menos que una revolución, fue una
confirmación de la carta constitucional de 1814. Que se redacto para redefinir el
gobierno como monarquía limitada, constitucional, representativa y responsable,
restablecer la bandera tricolor de la revolución, en lugar de blanca borbónica, y
levantar la prohibición de cantar la Marsellesa. 
Las reformas electorales introducidas en Francia y Bélgica en 1830-31 fueron
sobrios compromisos; ningún grupo, salvo los radicales extremistas, habían propuesto
el sufragio para todos los ciudadanos adultos. Sin embargo el hecho de que todo de
que el sufragio pudiera ampliarse sin precipitar una revolución social, motivó que el
año 1830 fuera decisivo en la historia del S. XX. 
Dos grupos luchaban por la reforma del sistema parlamentario ingles, los jefes
liberales deseaban una redistribución de la cámara de los comunes, ya que ciudades
despobladas por el desplazamiento tenían representación y otras en crecimiento como
Manchester y Liverpool carecían de representación. Los voceros de las clases
trabajadoras querían una ampliación del sufragio que le permitiera el voto a
trabajadores de fabricas y del campo para decidir sus propios delegados. Estos dos
grupos unieron fuerzas la dominación del partido conservador llego a su fin. Y en 1831
los liberales obtuvieron una mayoría en la cámara de los comunes. 
La ley de reforma extendió el numero de sufragios de 500000 a cerca de
813000. El poder político continuo en manos de las clases acomodadas y el significado
real del nuevo reparto significo que un cambio de manos del poder se lo quito a la
aristocracia agrícola y comercial y se lo entrego a la nueva aristocracia industrial.
La joven reina Victoria fue instruida en las responsabilidades de una monarca
constitucional a pesar de las fricciones vacacionales el nuevo equilibrio dio origen a la
famosa Paz Victoriana, el sistema de los partidos siguió siendo la norma y gabinetes
liberales y conservadores. Dividieron casi igualmente los 64 años de su reinado. 
En 1846 Inglaterra avanzaba hacia el libre comercio y los aranceles de
importación se habían reducido o anulado, favoreciendo a las clases comerciales e
industriales. En un mundo donde la agricultura era la forma de economía dominante
los ingleses podían mantener la balanza comercial mas lucrativa y vender mas artículos
manufacturados.
En 1833 las condiciones de trabajo en talleres y minas eran terribles. A Ley de
Minas de 1842 y otras sobre fabricas. En 1833 se abolió la esclavitud lo que muestra
una contradicción en cuanto al carácter humanitario. Cuando las clases obreras vieron
que la reforma no aumentaba su representación renovaron la agitación. Algunos se
largaron a la negociación directa y otros se formaron un gran sindicato. Contra el que
el gobierno tomo represalias y disolvieron el sindicato. 
Mientras franceses e ingleses experimentaban con la reforma un sufragio mas
amplio los estadistas de Europa de oriental estaban llenos de dudas y reproches sobre
la democracia y le parecía una cosa peligrosa a los burócratas de Viena, Berlín y San
Petersburgo, ver a los trabajadores de Paris y Londres amotinarse para conseguir
nuevas concesiones.
En Berlín los funcionarios se habían entrenado en el famoso sistema prusiano,
para funcionar para funcionar eficientemente necesitaban un monarca que poseyera
genio administrativo. Federico Guillermo IV despertó infundadas esperanzas de
reforma entre sus súbditos mas liberales y patrióticos luego los desengaño con
repetidos aplazamientos. Detrás e su pose de seudo liberalismo, y su humanitaria
religiosidad su ideal de gobierno era un despostismo  fundado en la persuasión,
soltaba a presos políticos y luego los denunciaba porque no se retractaban, afloja la
censura y luego la restaura. El destino había dispuesto un papel principal para Prusia
en el drama de la unificación alemana el ascendente poder militar y económico hacían
que Alemania no pudiera avanzar si Prusia se quedaba detenido. Esta actitud
contradictoria caracterizo el dilema de la de esta nación alemana. Histórica y
geográficamente, los alemanes se hallaban entre dos mundos. El despotismo del
pasado y la democracia del del futuro. 

            

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