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Lo primero que debemos observar acerca del mundo de 1780-1790 es que era a la vez
mucho más pequeño y mucho más grande que el nuestro. Era mucho más pequeño
geográficamente, porque incluso los hombres más cultos y mejor informados que
entonces vivían, sólo conocían algunas partes habitadas del globo. No solamente el
“mundo conocido” era más pequeño, sino también el mundo real, al menos en
términos humanos. Por no existir censos y empadronamientos con finalidad práctica,
todos los cálculos demográficos son puras conjeturas; pero es evidente que la
población de la Tierra era sólo una fracción de la población de hoy; probablemente, no
más de un tercio.
Por todo ello, el mundo de 1789 era incalculablemente vasto para la casi totalidad de
sus habitantes. La mayor parte de éstos, de no verse desplazados por algún terrible
acontecimiento o el servicio militar, vivían y morían en la región, y con frecuencia en la
parroquia de su nacimiento: hasta 1861 más de nueve personas por cada diez en
setenta de los noventa departamentos franceses vivían en el departamento en que
nacieron. El resto del globo era un asunto de los agentes de gobierno y materia de
rumor. No había periódicos, salvo para un escaso número de lectores de las clases
media y alta, y en muchos casos no sabían leer.
En otras palabras, el cultivador típico no era libre o estaba sometido a una coacción
política. El típico terrateniente era el propietario de un vasto territorio casi feudal
(hacienda, finca, estancia) o de una plantación de esclavos. La economía característica
de la posesión casi feudal era primitiva y auto limitada o regida por las demandas
puramente regionales. El campesino típico era un siervo que dedicaba una gran parte
de la semana a trabajos forzosos sobre la tierra del señor u otras obligaciones por el
estilo. Su falta de libertad podía ser tan grande que apenas se diferenciara de la
esclavitud en donde podían ser vendidos separadamente de la tierra.
Si bien este acontecimiento da sus primeros pasos a principios del siglo XVIII, no será
hasta 1830 cuando la literatura de Balzac y los manifiestos de Engels y Marx se hagan
cargo del proletario y la clase trabajadora hija del capitalismo. La Revolución Industrial
supone que un día entre 1780-1790, y por primera vez en la historia humana, se liberó
de sus cadenas al poder productivo de las sociedades humanas, que desde entonces se
hicieron capaces de una constante, rápida y hasta el presente ilimitada multiplicación
de hombres, bienes y servicios.
Que el estallido se diera en Inglaterra no quiere decir que fuese superior científica y
técnicamente hablando. En las ciencias naturales Francia era, con mucho, el baluarte
de Europa. Las lecturas de los economistas ingleses eran tanto Adam Smith como
Dupont,
El dinero no solo hablaba, sino que gobernaba. Pero hay zonas que, aunque en 1850
producían mucho más que en 1750 no habían disfrutado del salto cualitativo de
Manchester o Birmingham. Empresarios e inversores cruzaron sus actividades. Había
algo que alzaba a Gran Bretaña sobre el resto de naciones, que además tras las guerras
napoleónicas quedaron sometidas: la industria algodonera y la expansión colonial.
Los esclavos y el algodón fueron en paralelo y las ciudades inglesas crecieron con este
tráfico de mercancías. La Revolución industrial puede considerarse, salvo en unos
cuantos años iníciales, hacia 1780-1790, como el triunfo del mercado exterior sobre el
interior: en 1814 Inglaterra exportaba cuatro yardas de tela de algodón por cada tres
consumidas en ella; en 1850, trece por cada ocho.
Las guerras napoleónicas cerraron Europa a este comercio, algo que volvió a
reanudarse en 1820. Pero en las colonias, la industria británica había establecido un
monopolio a causa de la guerra, las revoluciones de otros países y su propio gobierno
imperial.
La gran industria del algodón se llevó por delante el trabajo manufacturero, de gran
antigüedad. Muchos se rebelaron ante la pérdida de sus puestos de trabajo cuando la
industria no los necesitaba para nada. Comenzaba la tiranía de las máquinas. La
industria como tal tiene su nacimiento en base al algodón. El textil es posterior y el
vapor no se usaba mucho fuera de la minería. Con ella arrastró a otros sectores; por
eso influyó en el progreso económico de Gran Bretaña. Se pasó de importar 11
millones de libras de algodón bruto en 1780 a 588 millones en 1850 (su producción
suponía casi el 50% del total). La pequeña crisis entre 1830-1840 sacudió levemente el
mercado del algodón y tambaleó toda la economía británica: queremos con esto
mostrar lo importante que era el algodón para su estabilidad.
A los capitalistas sólo les preocupaba el cómputo de sus ganancias; mientras tanto les
daba igual las acciones proletarias. Los tres fallos del sistema fueron: el ciclo comercial
de alza-baja; la tendencia de la ganancia a declinar y la disminución de las
oportunidades de inversiones provechosas.
Cuando el capital acumulado fue tanto que no lo pudo absorber el propio país, se
decidió invertir en el extranjero, especialmente desde la década de 1820. Pero solían
ser empresas fracasadas porque no se cumplían las expectativas: o terminaban por
cobrar menos interés o el pago de este se retrasaba unos 40 años.
El factor más crucial que hubo de movilizarse y desplegarse fue el trabajo, pues una
economía industrial significa menos población agrícola, más urbana y un aumento
general de la población, luego también se necesita mayor suministro de alimentos: una
revolución agrícola. Para eso se hubo de terminar con los comunales medievales y las
caducas actitudes comerciales del feudalismo. En 1846 se abolieron las Corn laws que
retrasaban la entrada del capitalismo en el campo.
Para que la industrialización urbana triunfara, había que hacer dos cosas: mecanizar el
campo para liberar a muchos campesinos de su actividad tradicional y tentarlos a la
industria y, después, formarlos para que estuviesen capacitados en sus puestos. En un
principio, se contrataron mayoritariamente niños y mujeres (que resultaban más
rentables).
Si bien sus ciudades pronto se contaminaron, los ingleses supieron utilizar muy bien
sus recursos. A la altura de 1780 su consumo de algodón era dos veces el de los EE.UU
y cuatro el de Francia; producía más de la mitad de lingotes de hierro del mundo;
recibía dividendos de todas sus inversiones por el mundo. Gran Bretaña era el taller del
mundo.
Capítulo 3: La Revolución Francesa.
Si la economía del mundo del siglo XIX se formó principalmente bajo la influencia de la
revolución industrial inglesa, su política e ideología se formaron bajo la influencia de la
Revolución Francesa. Francia hizo sus revoluciones y les dio sus ideas, hasta el punto
de que cualquier cosa tricolor se convirtió en el emblema de todas las nacionalidades
nacientes. Proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales,
radicales y democráticos de la mayor parte del mundo.
La ideología del mundo moderno penetró por primera vez en las antiguas
civilizaciones, que hasta entonces habían resistido a las ideas europeas, a través de la
influencia francesa.
El siglo XVIII fue una época de crisis para los viejos regímenes europeos y sus Sistema
económicos y estuvieron llenas de agitaciones políticas que alcanzaron la categoría de
revueltas, movimientos coloniales autonomistas e incluso secesionistas.
La Revolución Francesa puede no haber sido un fenómeno aislado, pero fue mucho
más fundamental que cualquiera de sus contemporáneos y sus consecuencias fueron
mucho más profundas. Primero fue en el más poderoso y populoso Estado europeo; en
segundo, de todas las revoluciones, fue la única revolución social de masas e
inconmensurablemente más radical que cualquier otra.
En tercer lugar, fue la única ecuménica (significado: que se extiende a toda comunidad
mundial), sus repercusiones, mucho más que las de la revolución norteamericana,
ocasionaron levantamientos que llevarían a la liberación de los países
latinoamericanos después de 1808.
Sus orígenes deben buscarse no simplemente en las condiciones generales de Europa,
sino en la específica situación de Francia. Su peculiaridad se explica mejor en términos
internacionales.
Gracias era la más poderosa y en muchos aspectos la más característica de las viejas
monarquías absolutas y aristocráticas. El conflicto entre los intereses del antiguo
régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas sociales era más agudo en Francia que en
ningún otro sitio.
Las nuevas fuerzas sabían lo que querían. Turgot, economista fisiócrata, preconizaba
una eficaz explotación de la tierra, la libertad de empresa y de comercio, una normal y
eficiente administración de un territorio nacional homogéneo, la abolición de todas las
restricciones y desigualdades sociales que entorpecian el desenvolvimiento de los
recursos nacionales y racional tributación.
Reformas de este género, fracasaban frente a la resistencia de las aristocracias locales
y otros intereses.
La nobleza francesa (primer orden de la nación) gozaban de considerables privilegios,
incluida la exención de varios impuestos y el derecho a cobrar tributos feudales.
Políticamente, su situación era menos brillante. La monarquía absoluta había privado a
los nobles de toda independencia y responsabilidad política cercenando todo lo
posible sus viejas instituciones representativas: estados y parlamentos.
Económicamente, los nobles estaban excluidos oficialmente del ejercicio del comercio
o cualquier profesión, dependían de las rentas de sus propiedades o si pertenecían a la
cortesana, de matrimonios de conveniencia.
La mayor parte de la población eran gentes pobres o con recursos insuficientes y la
miseria de intensifican por el aumento de la población. Los tributos feudales, diezmos
y favelas suponían unas cargas pesadas y crecientes para los campesinos. Sufrían los
precios elevados de los productos, sobre todo en épocas de malas cosechas.
Había problemas financieros en la monarquía, la estructura administrativa y fiscal
estaba muy anticuada. Francia se vio envuelta en la guerra de independencia
americana, siendo una causa directa. Aunque muchas veces se ha echado la culpa de la
crisis a las extravagancias de Versalles, la guerra y la diplomacia consumen
mayormente el presupuesto.
La primera brecha frente al absolutismo fue abierta por la asamblea de notables,
convocada en 1787 para asentir a las peticiones del gobierno y la segunda la
convocación de los Estados generales (1789). Así la revolución comenzó como un
intento aristocrático de recuperar los mandos del Estado. Este fracaso por dos razones:
por subestimar las intenciones del tercer estado y por desconocer la profunda crisis
económica y social que impedía sus peticiones políticas.
La revolución no fue hecha por un partido o movimiento, fue un consenso de ideas
entre un grupo social que dio una unidad efectiva: la burguesía que tenía ideas del
liberalismo.
Las peticiones del burgués de 1789 están contenidas en la declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano. Siendo un manifiesto contra la sociedad jerárquica y los
privilegios de los nobles, pero no en favor de una sociedad igualitaria, porque se
acepta la existencia de distinciones sociales "aunque sólo por razón de la utilidad
común".
Ni la asamblea representativa, que se preconiza como órgano fundamental de
gobierno,tenía que ser una asamblea elegida en forma democrática, ni el régimen que
implica eliminar por fuerza a los reyes. El liberal burgués de 1789, era un creyente del
constitucionalismo.
Oficialmente, dicho régimen expresaría la voluntad del pueblo, por lo que Luis ya no
sería rey por la gracia de Dios sino por "la gracia de Dios y la ley constitucional del
Estado". La fuente de toda soberanía, reside esencialmente en la nación (el pueblo).
El tercer estado triunfó frente a la resistencia del rey y de los órdenes privilegiados,
porque representaban no solo a la minoría educada y militante, sino las otras fuerzas
más poderosas: los trabajadores pobres de las ciudades, así como el campesinado
revolucionario. Pero lo que transformó una limitada agitación reformista en verdadera
revolución fue que la convocatoria de los Estados generales coincidiera con una
profunda crisis económica y social. La mala cosecha de 1788 afectaba a los campesinos
porque significaba que los grandes productores podrán vender el grano a precios de
hambre, mientras la mayor parte de los cultivadores, sin reservas, pueden tener que
comerse sus suministros o comprar alimentos con aquellos precios. Los pobres rurales,
estaban desesperados a causa de los motines y bandolerismo y los pobres urbanos por
el cese del trabajo.
El resultado más sensacional de aquella movilización fue la toma de la Bastilla, prisión
del Estado que simboliza la autoridad real, en donde los revolucionarios esperaban
encontrar armas. La toma de la Bastilla, ratificó la caída del despotismo y fue aclamada
en todo el mundo como el comienzo de la liberación.
Las revoluciones campesinas sin movimientos amplios, informes, anónimos pero
irresistibles. Fue una combinación de insurrecciones en ciudades provincianas y una
oleada de pánico masivo que se extendió a través de todo el país. En tres semanas, la
estructura social del feudalismo rural francés y la máquina estatal de la monarquía
yacía en pedazos. Lo que quedaba del Estado eran unos cuantos regimientos de
utilidad dudosa, una asamblea nacional sin fuerza coercitiva y una infinidad de
administraciones municipales o provinciales de clase media.
El rey resistía con su habitual insensatez y algunos sectores de la clase media
revolucionaria, asustados por las complicaciones sociales del levantamiento,
empezaron a pensar en el momento del conservadurismo.
Los jacobinos aportarían radicalismo, porque en su época no existía una clase que
pudiera proporcionar una coherente alternativa social. En la revolución francesa, la
clase trabajadora no representaba todavía una parte independiente significativa.
Revoltosos, pero en la práctica seguían a jefes no proletarios.
La única alternativa frente al radicalismo burgués, eran los sans- culottes, un
movimiento principalmente urbano de pobres trabajadores, artesanos, pequeños
empresarios,etc. Estaban organizados sobre todo en las secciones de París y en los
clubes políticos locales y proporcionaban la fuerza de choque de la revolución. A través
de oradores locales, formulaban una política, tras la cual existía una idea social apenas
definida y contradictoria, en la que se combinaba el respeto a la pequeña propiedad, la
feroz hostilidad a los ricos, el trabajo garantizado, salarios y seguridad social para el
pobre; una extremada democracia igualitaria y libertaria.
Entre 1789 y 1791 la burguesía emprendió una obra de racionalización y reforma de
Francia que era su objetivo. Desde el punto de vista económico, las perspectivas de la
asamblea constituyente eran liberales: sobre el campesinado fue el cercado de las
tierras comunales y el estímulo a los empresarios rurales; respecto a la clase
trabajadora, la proscripción de los gremios, respecto a los artesanos, la abolición de las
corporaciones.
En 1790, desde la secularización y venta de tierras de la iglesia, tuvo una triple ventaja
de debilitar al clericalismo, y fortalecer a los empresarios provinciales y aldeanos, y
proporcionar a campesinos una recompensa por su actividad revolucionaria.
La constitución de 1791 evitaba los excesos democráticos mediante la instauración de
una monarquía constitucional fundada sobre una franquicia de propiedad para los
ciudadanos activos. Los pasivos, se esperaba que vieran en conformidad con su
nombre.
Pero, la monarquía no podía resignarse al nuevo régimen. La corte soñaba con una
cruzada para expulsar a la chusma de gobernantes comuneros y restaurar al
cristianísimo rey de Francia. La constitución del clero (1790) llevó a la oposición a la
mayor parte del clero y de los fieles, y contribuyó a la tentativa de huida del rey. Fue
detenido en Varennes en 1791 y el republicanismo se hizo más fuerte, pues los reyes
tradicionales que abandonan a sus pueblos pierden el derecho a la lealtad de los
súbditos. Por otro lado, la economía de libre empresa de los moderados acentuaba las
fluctuaciones de precios de los alimentos y como consecuencia, la combatividad de los
ciudadanos pobres.
Dos fuerzas impulsaron una guerra general: la extrema derecha y la izquierda
moderada. Para el rey, la nobleza francesa y la creciente emigración aristocrática y
eclesiástica a Alemania occidental, eran evidentes que solo la intervención extranjera
podría restaurar el viejo régimen. Como consecuencia, las fuerzas para la reconquista
de Francia se iban reuniendo en el extranjero.
Al mismo tiempo, los liberales moderados eran una fuerza belicosa (que lucha con
frecuencia). Para los franceses, la liberación de Francia era el primer paso del triunfo
universal de la libertad, que llevaba a la convicción de que la patria de la revolución
estaba obligada a liberar a los pueblos que gemían bajo la opresión y la tiranía.
Desde 1848, todos los planes para la liberación europea hasta esa fecha giraban sobre
un alzamiento conjunto de los pueblos bajo la dirección de Francia para derribar a la
reacción.
Por otra parte, la guerra, de modo idealista, ayudaría a resolver numerosos problemas
domésticos. Achacar las dificultades del nuevo régimen a las conjeturas de los
emigrados y los tiranos extranjeros y encauzar contra ellos el descontento popular.
La guerra se declaró en 1792; fue derribada la monarquía, establecida la República del
año I del calendario revolucionario por la acción de las masas de sans- culottes. La
edad férrea de la revolución comenzó con la matanza de los presos políticos, las
elecciones para la convención nacional y el llamamiento para oponer resistencia a los
invasores. El rey fue encarcelado, y la invasión extranjera detenida.
El partido dominante de la nueva convención era el de los girondinos, belicosos en el
exterior y moderados en el interior, que representaba a los grandes negociantes, a la
burguesía provinciana y a la intelectualidad. Su política era imposible. La revolución no
contaba con fuerzas regulares por lo que su guerra oscilaba entre la victoria total de la
revolución mundial y la derrota total (contrarrevolución). En el curso de la crisis la
joven república inventó la guerra total: la movilización de los recursos de una nación.
Consecuencias aterradoras de esto.
Los sans- culottes recibieron con entusiasmo al gobierno de guerra revolucionaria,
porque afirmaban que de esta manera podían ser derrotadas la contrarrevolución y la
intervención extranjera y porque los métodos movilizaban al pueblo y facilitaban la
justicia social (pasaban por alto que ningún esfuerzo de guerra era compatible con la
descentralización democrática que aspiraban). Por otro lado, los girondinos temían las
consecuencias políticas de la combinación de revolución de masas y guerra que habían
provocado. No querían ejecutar al rey pero tenían que luchar contra los jacobinos, que
ganaban prestigio.
En 1793 Francia estaba en guerra con la mayor parte de Europa y había empezado la
anexión de territorios justificada por la inventada doctrina del derecho de Francia a sus
fronteras naturales. Pero la expansión sólo fortalecía las manos de la izquierda. Los
girondinos terminaron por desencadenar ataques contra la izquierda que se
convirtieron en organizadores de rebeliones provinciales. Se da en 1793 un golpe de
los sans- culottes, instaurando la República jacobina.
Cuando se piensa en la revolución, son los acontecimientos de 1789 y la República
jacobina del año II. Los conservadores han creado una imagen del terror como una
dictadura histérica y sanguinaria. Para la clase media francesa, que permaneció tras el
terror, fue el único modo eficaz de conservar el país.
En 1794 tenían un ejército tres veces mayor que antes funcionaba a la perfección y
costaba la mitad que en 1793 y el valor del dinero francés se mantenía estabilizado.
Para la mayoría de la convención nacional, el dilema era sencillo: o el terror con todos
sus defectos o la destrucción de la revolución, la desintegración del Estado y la
desaparición del país.
La primera tarea del régimen jacobino era la de movilizar el apoyo de las masas contra
los girondinos y notables provinciales, y conservar la existencia de los sans-culottes, a
favor de una movilización general, terror contra los traidores y control general de los
precios.
Se promulgó la constitución radicalísima, se ofrecía al pueblo el sufragio universal, el
derecho de insurrección, trabajo y alimento, y la declaración oficial de que el bien
común era la finalidad del gobierno y de que los derechos del pueblo no serían
asequibles sino operantes.
Los jacobinos abolían sin indemnización todos los derechos feudales existentes,
aumentaban las posibilidades de los pequeños propietarios de cultivar tierras
confiscadas y abolieron la esclavitud en colonias francesas.
El centro del nuevo gobierno aún representaba una alianza entre los jacobinos y sans-
culottes. Pero para los jacobinos de clase medias, las concesiones a los sans-culottes
eran tolerables sólo en cuanto ligaban las masas al régimen sin aterrorizar a los
propietarios; dentro de la alianza los jacobinos eran una fuerza decisiva.
En 1794, tanto los componentes del ala derecha como los del ala izquierda habían sido
guillotinados y los Robespierristas se encontraban aislados. A fines de junio del mismo
año, los nuevos ejércitos derrotaron a los austriacos, la convención derribó a
Robespierre.
El Termidor, supone el fin de la fase de la revolución: la fase de los sans-culottes.
El problema que hubo de enfrentarse la clase media francesa para la permanencia del
periodo revolucionario, era el de conseguir estabilidad política y progreso económico
sobre las bases del liberalismo de 1789 - 1791.
La debilidad de los termidorianos consistía en que no gozaban de un apoyo político, y
en verse acosados por una rediviva reacción aristocrática y por las masas jacobinas y
sans-culottes que lamentaron la caída de Robespierre.
Se apoyaron en el ejército y como conclusión hubo un gobierno de un general. El
ejército con sus botines y conquistas pagaban al gobierno. Este ejército revolucionario
(a mando de Napoleón Bonaparte) se convirtió muy pronto en una fuerza de
combatientes profesionales. Conservó las características de la revolución al mismo
tiempo que adquiría las de un verdadero ejército tradicional.
Napoleón para los franceses fue el más afortunado gobernante. Triunfó en el exterior
pero también en el interior, estableció el conjunto de las instituciones francesas tal y
como existen hoy en día.
Una parte del mundo ascendía hacia el poderío industrial mientras la otra se rezagaba,
pero ambos fenómenos no estaban desvinculados uno del otro. El estacionamiento
económico, la inercia y hasta el retroceso eran producto del avance económico, la
economía inglesa y algunas otras zonas europeas podían vender a menores precios
que todos sus competidores. Los países menos adelantados se limitaran a producir
alimentos y quizás minerales cambiando tales productos no competidores por la
manufactura inglesa o de otros países de Europa occidental, de todas las
consecuencias económicas de la era de la doble revolución, la mas profunda y
duradera fue aquella división entre países avanzados y subdesarrollados.
Entre 1780 y 1880 se conocieron todas las regiones del mundo (cartografía), las
exploraciones ya no equivalen a descubrimientos, si no que eran una forma de
empresa. El ferrocarril y el barco a vapor habían reducido los viajes intercontinentales
y transcontinentales a travesías de semanas; y junto con el telégrafo se había
acelerado el ritmo de la información.
Este nuevo mundo estaba densamente poblado, a finales del siglo XVIII
aproximadamente había una población de 1500 millones de personas (cifra que dobla
en cantidad a la población de 1780). Mientras el mundo se ampliaba
demográficamente, se reducía desde el punto de vista geográfico y se convierte en un
espacio cada vez más unitario.
En el siglo XIX se amplió la distancia entre los países occidentales, base de la revolución
económica que estaba transformando el mundo, y el resto, primero lentamente, luego
con creciente rapidez. En 1880 la renta per cápita en el mundo “desarrollado” era más
del doble de la del “tercer mundo”; en 1913 sería tres veces superior y con tendencia a
ampliar esa diferencia.
En 1880 nos encontramos con un mundo dividido en dos sectores que forman un único
sistema global: los desarrollados y los atrasados, los dominantes y los dependientes,
los ricos y los pobres. El mundo de los países avanzados se encontraba unido, pese a
las disparidades internas, por la historia y por ser el centro del desarrollo capitalista; lo
único que unía a los integrantes del segundo sector eran sus relaciones con el primero,
es decir su dependencia.
No había habido nunca en la historia una centuria más europea ni volverá a haberla
en el futuro.
El viejo continente a pesar de los millones de personas que de él salieron hacia otros
nuevos mundos, crece más rápidamente. Aunque el ritmo y el ímpetu de su
industrialización hacen de Norteamérica una superpotencia económica mundial del
futuro, la producción industrial europea era todavía más de dos veces la de
Norteamérica y los grandes adelantos tecnológicos proceden aun fundamentalmente
de la zona oriental del atlántico (el automóvil, el cinematógrafo, la radio).
Rusia no podía compararse económicamente con Norteamérica, pero culturalmente
encontramos la Rusia de Dostoievski, Tostoi, Chejoy, Chaikovsky, Borodin y Rimski-
Korsakov. Japón experimentaba un proceso sistemático de occidentalización desde
1868. Sociedades como la China, la India y el mundo islamico estaban a merced de los
barcos procedentes del extranjero, que descargan bienes, hombres armados e ideas.
El “segundo mundo” contaba con ciudades más antiguas que el primero y tanto más
grandes (Pekín, Constantinopla). El mercado capitalista mundial del siglo XIX dio lugar a
la aparición de centro urbanos extraordinariamente grandes a través de los cuales se
canalizaron sus relaciones comerciales: Melbourne, Buenos Aires o Calcuta tenían
alrededor de medio millón de habitantes en 1880, lo cual suponía una población
superior a Amsterdam, Milán, Birmingham o Munich. Lo cierto es que el mundo
desarrollado seguía siendo agrícola, sólo en seis países europeos la agricultura no
empleaba a la mayoría de la población masculina, esos países constituyen el núcleo del
desarrollo capitalista más antiguo ( Bélgica, Reino Unido, Francia, Alemania, los Países
Bajos y Suiza).
Entre los dos sectores del mundo había diferencias políticas, profundas y evidentes.
Había un modelo general de la estructura y las instituciones deseables de un país
avanzado: estado territorial más o menos homogéneo, soberano y lo bastante extenso
como para proveer la base de un desarrollo económico nacional. Tenía que poseer un
conjunto de instituciones políticas y legales de carácter liberal y representativo; tenía
que poseer un grado suficiente de autonomía e iniciativa local. debía estar formado
por ciudadanos que disfrutaban de una serie de derechos legales y políticos básicos.
Todas estas aspiraciones no solo eran para los países desarrollados, sino para todos
aquellos que pretendieran no quedar al margen del progreso moderno. El estado-
nación-liberal-constitucional en cuanto modelo no quedaba limitado al mundo
desarrollado.
La distinción más notable entre los dos sectores del mundo era cultural; la política, la
economía y la vida intelectual en general se habían emancipado de la tutela de las
religiones antiguas, reductos del tradicionalismo y la superstición, que monopolizaban
prácticamente la ciencia, cada vez más esencial para la tecnología moderna.
III
Con algunas excepciones de escasa importancia, todos los países, incluso los que
estaban más aislados hasta ese momento, se vieron atrapados, de alguna forma, por
los tentáculos de esa transformación global.
Entre 1873 y mediados de 1890 hubo periodos de depresiones, pero de todas formas
la producción mundial lejos de estancarse, continuó aumentando de forma sustancial.
Entre 1870 y 1890 la producción de hierro de los cinco países productores más
importantes fue más del doble, y la producción de acero se multiplicó por veinte. Las
economías industriales norteamerciana y alemana avanzaron a pasos gigantescos y la
revolución industrial se extendió a nuevos países como Suecia y Rusia. La inversión
extranjera en América Latina alcanzó su cúspide en el decenio de 1880 al duplicarse la
extensión del tendido férreo en Argentina (tanto argentina como brasil absorben 300
mil inmigrantes por año). ¿Puede calificarse de “Gran Depresión” a este periodo de
espectacular incremento productivo?
Las dos respuestas más habituales entre la población fueron la migración masiva y la
cooperación, la primera protagonizada por aquellos que carecían de tierras o que
tenían tierras pobres, y la segunda fundamentalmente por los campesinos con
explotaciones potencialmente viables. La década de 1880 conoció las mayores tasas
de emigración; fue esta la válvula de seguridad que permitió mantener la presión social
por debajo del punto de rebelión o revolución. En cuanto a la cooperación, proveyó de
préstamos modestos al campesinado. Se multiplicaron en varios países las sociedades
para la compra cooperativa de suministros, la comercialización en cooperativa y el
procesamiento cooperativo.
El mundo de los negocios tenía sus propios problemas; a los hombres de negocio del
siglo XIX les preocupaba más el descenso de los precios, y en una centuria
deflacionaria en su conjunto (ningún periodo fue más deflacionario que el de 1873-
1896) cuando los precios descendieron en 40% en el Reino Unido. La deflación hace
que disminuyan los beneficios.
Otra dificultad radica en el hecho de que los costes de producción eran más estables
que los precios a corto plazo, pues - con algunas excepciones- los salarios no podían
ser reducidos. En algunas partes del mundo, la situación se veía complicada aún más
por la caída gradual, pero fluctuante e impredecible a corto plazo, del precio de la
plata y de su tipo de cambio con el oro.
¿Que podría hacerse respecto a la depresión de los precios, de los beneficios y de las
tasas de interés? Una de las soluciones consistía en una especie de monetarismo a la
inversa que, como parece indicar el importante y ya olvidado debate contemporáneo
sobre el “bimetalismo” era sustentada por muchos, que atribuían el descenso de los
precios fundamentalmente a la escasez del oro. Un sistema basado en el oro y la plata,
mineral cada vez más abundante, sobre todo en América, podría elevar los precios a
través de la inflación monetaria. La inflación monetaria de la que eran partidarios los
abrumados agricultores de las praderas, se convirtió en unos de los principios
fundamentales de los movimientos populistas norteamericanos. La banca, las grandes
empresas y los gobiernos de los países más importantes del capitalismo mundial no
tenían la menor intención de abandonar la paridad fija del oro.
Los diferentes gobiernos mostraron una mejor disposición para escuchar a los grupos
de intereses y a los núcleos de votantes que les impulsan a proteger a los productores
nacionales de la competencia de los bienes importados. La gran depresión puso fin a
la era del liberalismo económico, al menos en el capítulo de los artículos de
consumo. Solo en Reino Unido se defendía la libertad de comercio sin restricciones.
Era con mucho el exportador más importante de productos industriales, a su vez
también exporta capitales, servicios “invisibles” financieros y comerciales, y de
servicios de transportes. Así como este país era el mayor exportador, también era el
mayor receptor de productos primarios del mundo y dominaba el mercado mundial de
alguno de ellos.
En el siglo XIX el núcleo fundamental del capitalismo lo constituyen cada vez más las
“economías nacionales”. El liberalismo era el anarquismo de la burguesía, y como en
el anarquismo revolucionario, en él no había lugar para el estado. O más bien el estado
como factor económico solo existía como algo que interfiere el funcionamiento
autónomo e independiente del “mercado”.
La gestión científica fue fruto de la gran depresión y su fundador y apóstol fue F. W.
Taylor (1856-1915), la idea principal era sacar mayor rendimiento de los trabajadores.
El otro pionero de la producción masiva fue Henry Ford, se identificaban con la
utilización racional de la maquinaria y de la mano de obra para maximizar la
producción.
Existía una tercera posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo: el
imperialismo. La búsqueda de nuevos mercados contribuyó a impulsar la política de
expansión que incluía la conquista colonial. Esta época fue también una época de gran
agitación social y el surgimiento de movimientos obreros y socialistas de masas.
II
III
¿Cómo resumir, pues, en unos cuantos rasgos lo que fue la economía mundial
durante la era del imperio?
En primer lugar, como hemos visto, su base geográfica era mucho más amplia que
antes. El sector industrial y en proceso de industrialización se amplió
INTRODUCCION:
El siglo XIX fue la gran era de la expansión de europea. Durante 300 años, a
continuación de los viajes de Colon, Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemonía
europea corrió sobre los mares. Durante 10 generaciones, exploradores, comerciantes
y colonizadores izaron sus velas en los puertos del Viejo mundo, para establecer los
amplios fundamentos de los imperios de ultramar. Solo en el siglo XIX cuando la
ciencia occidental puso un “cinturón alrededor de la tierra”, fue cuando los europeos
recibieron su herencia imperial. Su agresiva superioridad y sus conquistas eclipsaron
todos los prólogos históricos, aunque puedan encontrarse precedentes limitados.
La hegemonía de los europeos modernos se extendió hasta que todos los continentes
de la tierra les produjeron alguna especie de ventaja. Entre los años 1815 y 1914 el
mundo ingreso en una nueva era de integración global, a impulso de la técnica
occidental, era que sin excesiva exageración podría calificarse como era europea.
Antes de terminar el siglo XIX la civilización europea dominaba o chocaba contra cada
segmento del globo y los grupos de importantes de la población mundial habían
recibido la huella de la cultura occidental o experimentada su presión.
Para los pueblos de Europa el periodo transcurrido entre 1815 y 1914 fue una era de
progresos muy notable, cegados a la influencia creciente de la economía ejercía en
ultramar, periodo que no se vio dañado por guerras prolongadas. Siglo que las anergias
acumulativas de Europa se dirigieron a empresas constructivas de y el capital y la
población excedentes encontraron inversiones lucrativa en otros continentes. Cada
generación disfruto de riquezas y comodidad, ampliación de oportunidades
económicas y en los niveles de alimentación, salud y saneamiento. Con cada década
nuevos avances técnicos aceleraron la mecanización de la industria, nuevas ciudades
con sus anarquías y nuevos niveles de producción en las fábricas y talleres. Los índices
de progreso no fueron ni políticos ni económicos, sino demográficos.
A lo largo del siglo XIX, el desarrollo fenomenal de la población constituyo uno de los
factores decisivos de la supremacía europea. Otros continentes registraron también un
excepcional aumento durante el mismo espacio de tiempo, pero los europeos
superaron a todos. Los europeos modificaron el equilibrio demográfico del globo, no
elevando su tasa de natalidad, sino mas bien disminuyendo su coeficiente de
mortalidad.
Los lazos políticos que habían ligado en otro tiempo habían ligado al Nuevo y al Viejo
mundo se aflojaron en 1815. Las ciudades levantadas en los vastos y desiertos
territorios ocupados habían crecido hasta alcanzar magnitudes soberanas y convertirse
en los núcleos de naciones independientes. Las mas remotas comunidades fronterizas
por la iniciativa europea se consideraban a si mismas vástagos de una cultura paterna
viva. Sus tradiciones y técnicas reconocían su origen en el otro lado del mar y podían
rastrearse a lo largo de los siglos, sus raíces alcanzaban hasta sus monasterios
medievales, que en otro tiempo motearon el circulo de expansión de la cristiandad, sus
defensas recordaban los campamentos romanos que marcaron los bordes de un
imperium anterior. En el siglo XIX las dilatadas colonias del Viejo Mundo estaban
llegando a su madurez y convirtiéndose en dominios o en repúblicas, pero todavía
custodios de una civilización común y herederos del legado europeo.
Veremos las aventuras de estos pueblos europeos de ultramar, junto con las de las
naciones del Viejo Mundo. La influencia de Europa en el mundo fue desde el principio
un proceso interdependiente y recíproco, a medida que fue desenvolviéndose la
comunidad atlántica, la civilización europea se fue convirtiendo en algo vasto y vago,
para lo que no podía encontrarse un nombre satisfactorio pero el espíritu de esta
cultura occidental estableció el tipo de desarrollo en regiones todavía mas remotas,
como Sudáfrica, Australia y el Extremo Oriente. En Europa misma la la exportación de
ideas y de técnicas de capital y de población ejerció una influencia continúa y creciente
a lo largo del siglo XIX. La inversión del capital europeo contribuyo a explotar los
recurso de otros continentes y convirtió a Europa en el banquero del mundo” mientras
que la competencia de las potencias europeas para obtener concesiones y territorios
en África y en Asia intensifico a veces las tensiones interiores europeas. La historia de
Europa del siglo XIX se convirtió en un drama de presiones crecientes y políticas
concurrentes, que alcanzaron su clímax dentro del marco de un equilibrio precario. Al
siglo XX le toco heredar el desenlace violento y trágico de estas aceleradas tendencias.
El año de 1815 es el umbral lógico de la Europa del siglo XIX. Los tremendos golpes de
la Revolución francesa y de las Guerras napoleónicas habían agrietado las rígidas
instituciones del antiguo régimen. Los estadistas de la Era de la Restauración que
acudieron a Viena en 1814 para autentificar el testamento revolucionario, han sido
acusados de planear para el pasado y no para el futuro de la sociedad europea. Los
diplomáticos que redactaron los tratados de Viena fueron hábiles estadistas. Después
de 1815, las grandes potencias evitaron recurrir a las armas durante cerca de 40 años;
y cuando se produjeron guerras, se libraron por objetivos limitados, y fueron conflictos
que se pudieron aislar y a los que nunca se les permitió alcanzar proporciones ruinosas
y agotadoras.
La historia europea después de 1815 dependió del juego recíproco de tres factores
principales: uno político, otro naval y otro más económico. El factor político fue el
ascendente de las cuatro potencias victoriosas, Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia. Estos
cuatro grandes, estuvieron en situación de redibujar el mapa de Europa hasta darle
casi todas las formas que pudieran parecerles mutuamente aceptables. El segundo
factor, fue el de la supremacía naval de Inglaterra. En ninguna parte del globo existía
una armada, o una alianza de fuerzas navales que fuera lo suficientemente fuerte
como para desafiar al señorío inglés de los mares. El tercer factor fue la mecanización
de la industria; la máquina de vapor esperaba para transformar la vida económica
europea.
La reconstrucción política del continente era una preocupación primordial para los
gobiernos de Austria, Rusia y Prusia. Austria, cuatro veces aplastada por las campañas
napoleónicas, mostró un sorprendente poder de recuperación. Al igual que Austria,
Prusia recuperó en Viena el perdido prestigio y el regateo territorial: sumó Sajonia. La
Rusia zarista, al igual que Austria y Prusia, tenía poco que ganar y mucho que perder si
se levantaba de nuevo la marejada revolucionaria. Los monarcas de San Petersburgo,
Viena y Berlín estaban unidos por intereses y problemas semejantes, puesto que todos
tenían que vigilar a minorías descontentas y a todos les habían tocado pedazos del
Estado polaco. Mientras los “cuatro grandes” se reunían a puerta cerrada dedicados a
la tarea de repartir Europa, los delegados de los Estados secundarios hacían antesala.
Sabían que la suerte de las naciones más pequeñas dependían de dos cuestiones: del
deseo de castigar a los príncipes que habían permanecido leales a Napoleón durante
largo tiempo, y del deseo de “contener” a Francia en el futuro, bloqueando los puntos
más probables de expansión francesa. Por ejemplo, para bloquear la expansión
francesa, tres millones de belgas y más de un millón de holandeses, pasaron a formar
parte del reino de los Países Bajos Unidos.
Sin embargo, tres años después de la caída de Napoleón en Waterloo (1815), los
ejércitos de ocupación se retiraron y se le permitió a Francia sumarse a las cuatro
potencias victoriosas en una quíntuple alianza. Habiendo vencido a Napoleón y
restablecido la paz, los gobiernos inglés, ruso, austriaco y prusiano, concertaron en
1815 un pacto de amistad de 20 años. Sus voceros subrayaron la intención de
conservar intacto el acuerdo de paz y perpetuar el Concierto de Europa a través del
“gobierno mediante conferencias”. Sin embargo, la cuádruple alianza perdió
significado antes de transcurrida la mitad de sus proyectados 20 años. Los gobiernos
de Austria, Prusia y Rusia, podrían hacer su voluntad, pero ningún Estado que tuviera
costas, o un comercio marítimo o colonias en ultramar, podría pasar por alto la presión
naval inglesa: los emprendedores banqueros londinenses habían encontrado
prometedores campos de inversión en América Latina. La explotación colonial europea
del Nuevo Mundo estaba llegando a su término: en su informe anual al Congreso de
los Estados, el presidente James Monroe declaró que “es interés de los Estados
Unidos, que los continentes americanos no habrán de ser considerados como sujetos
de una futura colonización por parte de ninguna potencia europea”. Y declaró “la
sinceridad y las amistosas relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas
potencias, nos obligan a declarar cualquier intento de extender su sistema por este
hemisferio, como peligroso para nuestra paz y seguridad”. La Doctrina Monroe (1823),
se convirtió en piedra angular de la política exterior de los Estados Unidos porque la
respaldó el poderío de la flota inglesa. Pero la ruptura de los vínculos políticos no hizo
desaparecer los lazos culturales y económicos que ligaban a las Américas con Europa.
Corrieron por toda Europa, los fuegos revolucionarios de 1830. Esta serie de
insurrecciones populares provino de Francia. Luis XVIll, había mantenido un equilibrio
entre las fuerzas liberales y reaccionarias, pero al morir este, su hermano Carlos X,
intentó un golpe de estado, disolviendo la cámara de diputados, imponiendo censura
de prensa y privando del derecho al voto a parte del electorado; una turba tomó París
y el rey tuvo que huir. Esta revolución provocó una reacción en cadena, que encendió
rebeliones en Bélgica, Suiza, Italia, los diversos estados alemanes y Polonia. Pero en
Europa central y oeste, el peso del pasado no pudo levantarse y las rebeliones de 1830
terminaron ahogadas en sangre y frustración. Después de 1830. Europa quedó dividida
en un campo progresista y otro reaccionario, en un grupo de gobiernos parlamentarios
occidentales y una liga de monarquías autoritarias orientales. En los estados
reaccionarios de Europa, el pueblo era todavía vasallo, mientras que en los Estados
liberales los súbditos se habían convertido en ciudadanos. El cetro había pasado de
manos de un monarca absoluto a las de un pueblo soberano. Esta transición política
fue el signo exterior y tangible de una revolución económica y social.
La economía capitalista había creado tres nuevas clases: una minoría capitalista cuyas
ganancias provenían de las inversiones, una “clase media” que depende en parte de la
propiedad y en parte del pago por los servicios y una mayoría proletaria, cuyos
individuos carecían casi por completo de recursos en forma de tierras y en ahorros. y
vivían totalmente de sus salarios. El desarrollo de la economía capitalista en Europa
puede entenderse como las tres fases consecutivas de un mismo movimiento. El
primer período, desde fines de la Edad Media hasta los últimos años del siglo XVIII, fue
una era de Capitalismo comercial. Medio siglo después, el capitalismo industrial,
desempeñó un papel importante, donde miles de empresarios invirtieron su riqueza en
las industrias recientemente mecanizadas y en los transportes a vapor. Desde 1850, el
importante papel desempeñado por bancos y agencias financieras, que participaron de
los negocios a través de préstamos, iniciaron la fase de capitalismo financiero, que
duró hasta el siglo XX. Inglaterra, más allá de su jefatura colonial, comercial, industrial
marítima y naval, pasó a desempeñar el papel principal en las finanzas internacionales
y Londres fue centro bancario de Europa. Sin embargo, fuera de países como
Inglaterra, Francia, Bélgica y las Alemanias, la transformación industrial, había dejado
pocas huellas en la Europa de 1830. Los transportes y las comunicaciones eran todavía
lentos y costosos; la urbanización de las ciudades aún era incipiente, ya que las cuatro
quintas partes de la población europea viven en medios rurales.
El “pánico de la Revolución Francesa”, inspiró las Seis Leyes de 1819, que restringen las
reuniones públicas, autorizar el decomiso de artículos sediciosos y sujetaron los
panfletos a un gravoso impuesto del timbre. La generación que sobrevivió a la
Revolución Francesa había sido testigo de un asalto del espíritu humano, que se había
estrellado contra los bastiones de la desigualdad social. Hacia 1815, todas las clases
estaban de acuerdo en que la revolución había sido un fracaso y esta desilusión
universal anhelaba su sublimación.
Como la mayoría de los movimientos de protesta, la rebelión romántica era más fuerte
en emoción que en lógica. El pensador más influyente de la época, Friedrich Hegel
concibió una síntesis de ideas que sirvió tanto a los radicales como a los reaccionarios
de arsenal de argumentos. Un renacimiento religioso se hizo sentir en toda Europa
durante las primeras décadas del siglo XIX, pero las iglesias no lo inspiraron, sino que
más bien le hicieron resistencia. El renacimiento religioso apelaba a la conciencia, y los
predicadores buscaban regenerar la sociedad convirtiendo a los individuos que la
componían. La revolución, había hecho hincapié en los derechos de los ciudadanos y
el renacimiento religioso destaca los deberes del cristiano como la clave de la buena
vida.
Los racionalistas como los líderes religiosos pugnaban por una mayor justicia social;
cuando todos los ciudadanos gozaran de derecho al voto, los gobiernos serían
verdaderamente populares, ya que serían representativos. La derogación de la ley que
imponía un juramento de prueba a los empleados públicos, las leyes de gremios
(1828) y la promulgación de la ley de emancipación de los cristianos católicos (1829),
suprimieron las restricciones civiles. Por toda la Europa occidental, las fuerzas de la
democracia estaban reanudando su marcha interrumpida y sus resultados habrían de
aparecer en breve en las victorias liberales de 1830-32.
La Europa del Siglo XIX: Avances liberales y frustraciones románticas (Bruun Cap II)
1830-48
Los franceses ya no eran la gran nación después de Waterloo, eran pueblo
derrotado que llevaba a acuesta una monarquía impopular. Sin embargo cada clase y
cada grupo tenia una queja. La nobleza y el clero lamentaban los privilegios perdidos.
Las clases medias desconfiaban de la dinastía borbónica y trataban de ampliar ventajas
políticas y legales. Y el proletariado exigía reconocimiento y mejor calidad de vida.
Durante el periodo de la restauración . la derecha y la izquierda, los ultra y los radicales
se atrincheraron en la oposición y maniobraron para sacar ventajas. Un grupo de
moderados mantenía la operación del sistema, le permitió al pueblo francés
recuperarse del agotamiento de las guerras y probar las ventajas de la monarquía
constitucional limitada.
Carlos X se negó a desempeñar un papel limitado de monarca constitucional, y
se inclino constantemente a la derecha. Envío expediciones a África estableciendo las
bases de la Francia imperial en África. Los resultados de las elecciones, (adversos) le
ofrecieron una cámara desafiante por lo que recurrió a gobernar por decreto lo que
provoco una insurrección por parte del populacho parisino, por lo que en tres días se
vio obligado a partir en fuga. En esta crisis de 1830 , los moderados confían en una
victoria parlamentaria, que pondría en sus manos al ministerio. Recurriendo a sus
fuerzas nombraron a Luis Felipe de Orleans para que ocupe el trono vacante. Las clases
medias aclamaron a Luis Felipe por considerarlo “rey ciudadano” que reinaría pero no
gobernaría. La revolución de 1930 fue menos que una revolución, fue una
confirmación de la carta constitucional de 1814. Que se redacto para redefinir el
gobierno como monarquía limitada, constitucional, representativa y responsable,
restablecer la bandera tricolor de la revolución, en lugar de blanca borbónica, y
levantar la prohibición de cantar la Marsellesa.
Las reformas electorales introducidas en Francia y Bélgica en 1830-31 fueron
sobrios compromisos; ningún grupo, salvo los radicales extremistas, habían propuesto
el sufragio para todos los ciudadanos adultos. Sin embargo el hecho de que todo de
que el sufragio pudiera ampliarse sin precipitar una revolución social, motivó que el
año 1830 fuera decisivo en la historia del S. XX.
Dos grupos luchaban por la reforma del sistema parlamentario ingles, los jefes
liberales deseaban una redistribución de la cámara de los comunes, ya que ciudades
despobladas por el desplazamiento tenían representación y otras en crecimiento como
Manchester y Liverpool carecían de representación. Los voceros de las clases
trabajadoras querían una ampliación del sufragio que le permitiera el voto a
trabajadores de fabricas y del campo para decidir sus propios delegados. Estos dos
grupos unieron fuerzas la dominación del partido conservador llego a su fin. Y en 1831
los liberales obtuvieron una mayoría en la cámara de los comunes.
La ley de reforma extendió el numero de sufragios de 500000 a cerca de
813000. El poder político continuo en manos de las clases acomodadas y el significado
real del nuevo reparto significo que un cambio de manos del poder se lo quito a la
aristocracia agrícola y comercial y se lo entrego a la nueva aristocracia industrial.
La joven reina Victoria fue instruida en las responsabilidades de una monarca
constitucional a pesar de las fricciones vacacionales el nuevo equilibrio dio origen a la
famosa Paz Victoriana, el sistema de los partidos siguió siendo la norma y gabinetes
liberales y conservadores. Dividieron casi igualmente los 64 años de su reinado.
En 1846 Inglaterra avanzaba hacia el libre comercio y los aranceles de
importación se habían reducido o anulado, favoreciendo a las clases comerciales e
industriales. En un mundo donde la agricultura era la forma de economía dominante
los ingleses podían mantener la balanza comercial mas lucrativa y vender mas artículos
manufacturados.
En 1833 las condiciones de trabajo en talleres y minas eran terribles. A Ley de
Minas de 1842 y otras sobre fabricas. En 1833 se abolió la esclavitud lo que muestra
una contradicción en cuanto al carácter humanitario. Cuando las clases obreras vieron
que la reforma no aumentaba su representación renovaron la agitación. Algunos se
largaron a la negociación directa y otros se formaron un gran sindicato. Contra el que
el gobierno tomo represalias y disolvieron el sindicato.
Mientras franceses e ingleses experimentaban con la reforma un sufragio mas
amplio los estadistas de Europa de oriental estaban llenos de dudas y reproches sobre
la democracia y le parecía una cosa peligrosa a los burócratas de Viena, Berlín y San
Petersburgo, ver a los trabajadores de Paris y Londres amotinarse para conseguir
nuevas concesiones.
En Berlín los funcionarios se habían entrenado en el famoso sistema prusiano,
para funcionar para funcionar eficientemente necesitaban un monarca que poseyera
genio administrativo. Federico Guillermo IV despertó infundadas esperanzas de
reforma entre sus súbditos mas liberales y patrióticos luego los desengaño con
repetidos aplazamientos. Detrás e su pose de seudo liberalismo, y su humanitaria
religiosidad su ideal de gobierno era un despostismo fundado en la persuasión,
soltaba a presos políticos y luego los denunciaba porque no se retractaban, afloja la
censura y luego la restaura. El destino había dispuesto un papel principal para Prusia
en el drama de la unificación alemana el ascendente poder militar y económico hacían
que Alemania no pudiera avanzar si Prusia se quedaba detenido. Esta actitud
contradictoria caracterizo el dilema de la de esta nación alemana. Histórica y
geográficamente, los alemanes se hallaban entre dos mundos. El despotismo del
pasado y la democracia del del futuro.