Está en la página 1de 18

Behavioral Psychology / Psicología Conductual, Vol. 20, Nº 1, 2012, pp.

59-75

ADOLESCENTES EN SITUACIÓN DE RIESGO PSICOSOCIAL: ¿QUÉ


PAPEL JUEGA LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?

María Alicia Zavala1 e Isaura López2


1
Universidad de Guanajuato; 2Universidad de la Salle Bajío (México)

Resumen
Este estudio tuvo como objetivo analizar el papel de la inteligencia emocional
percibida (IEP) y sus componentes en la disposición hacia conductas de riesgo psi-
cosocial en 829 adolescentes mexicanos de escuelas secundarias públicas situadas
en zonas de bajos recursos económicos, con una edad de entre 13 y 15 años. Se
utilizó el “Inventario de coeficiente emocional de Bar-On: versión juvenil” (Bar-On
Emotional Quotient Inventory: Youth version, Bar-On EQ-i: YV; Bar-On y Parker,
2004) y el “Inventario clínico para adolescentes de Millon” (Millon Adolescent
Clinical Inventory, MACI; Millon, 2004). Se encontraron correlaciones negativas
entre la IEP y sus componentes con los trastornos alimentarios, el abuso de sustan-
cias, la predisposición a la delincuencia, la propensión a la impulsividad, los sen-
timientos de ansiedad, el afecto depresivo y la tendencia suicida. Los modelos de
regresión múltiple obtenidos para cada una de las conductas de riesgo destacan
la influencia del sexo como un factor que varía conjuntamente con el coeficiente
emocional y sus componentes en la disposición de los adolescentes hacia las con-
ductas de riesgo analizadas.
Palabras clave: inteligencia emocional, adolescencia, problemas de conducta,
Bar-On.

Abstract
The purpose of this study was to analyze the role of perceived emotional
intelligence (PEI) including its components in the disposition towards socio-
psychological risk behaviors in 829 Mexican adolescents from public junior high
schools located in low-income areas, aged between 13-15 years. The “Bar-On

Agradecimientos al Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Guanajuato, México (CONCYTEG;


Convenio no. 08-16-K662-126) y al Dr. Juan Manuel Guizar Mendoza, profesor de la Universidad De La
Salle Bajío, por sus aportaciones metodológicas.
Correspondencia: María Alicia Zavala, Departamento de Psicología, Universidad de Guanajuato,
Blvd. Puente Milenio, 1001, Fraccionamiento del Predio San Carlos, CP 37670, León (México). E-mail:
alicia_zavala2@yahoo.com.mx
60 Zavala y López

Emotional Quotient Inventory: Youth Version” (Bar-On EQ-i:YV; Bar-On y Parker,


2004) and the “Millon Adolescent Clinical Inventory” (MACI; Millon, 2004) were
used. Negative correlations between PEI and its components with eating disorders,
substance abuse, predisposition to delinquency, predisposition to impulsiveness,
feelings of anxiety, depression and suicidal tendencies were found. Multiple
regression models obtained for each of the risk behaviors emphasized the influence
of gender difference as a factor that varies jointly with the emotional quotient and
its components in the adolescents’ disposition to the risk behaviors analyzed.
Key words: emotional intelligence, adolescence, problem behavior, Bar-On.

Introducción

Conductas de riesgo en la adolescencia

Los adolescentes atraviesan un período crítico del desarrollo humano en el que


se enfrentan a diversos retos de crecimiento intelectual, afectivo y social, así como
también se ven expuestos a situaciones de riesgo psicosocial que ponen en peligro
su integridad personal. En su proceso de desarrollo, los adolescentes son sometidos
a algunos ritos de paso, constituidos por normas y condiciones que se generan en el
medio social para transitar de la etapa de la adolescencia a la adultez y adquirir así
un nuevo estatus en la sociedad. Los ritos de la tradición judía llamados Bat Mitzvah,
en el caso de las mujeres y Bar Mitzvah, en el caso de los varones y la celebración
japonesa llamada Seijin Shiki (la “venida de la edad”) son ejemplos que marcan el
final de la adolescencia y el inicio de la etapa adulta. Asimismo, como parte de sub-
cultura juvenil los adolescentes validan “destrezas” mediante la manifestación de
conductas tales como beber, fumar o conducir agresivamente, acciones con las que
pretenden demostrar que son personas mayores. De acuerdo con Larson (1998) es
posible que dichos comportamientos arriesgados sean equivalentes a los ritos de
paso que se presentan en distintas sociedades. Es así que las conductas de riesgo
adquieren significación social como parte de un ritual de desarrollo del adolescente
para probar su transición a la vida adulta.
Del mismo modo, la construcción de la identidad, que es el gran desafío del
adolescente, se da como resultado de una tarea progresiva de diferenciación indi-
vidual en la que la persona construye su orden autorreferencial. Durante el ciclo
vital van surgiendo niveles más integrados de identidad y de conocimiento de sí
mismo (Erikson, 2002). Justamente en la adolescencia, la identidad individual es
puesta en crisis, todos los valores y creencias en los que el joven había depositado
la confianza, ahora son puestos en duda. Las relaciones sociales juegan un papel
determinante en la reconstrucción de la identidad personal, los amigos representan
estereotipos que son adoptados por el mismo en la búsqueda de aceptación de su
grupo. En dicha búsqueda -impregnada de la exploración de nuevas posibilidades,
de angustias y temor al rechazo- el adolescente se orienta hacia la satisfacción
inmediata del reconocimiento de los iguales y recorre caminos peligrosos en los que
se enfrenta a las conductas de riesgo psicosocial.
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 61

De acuerdo con Trianes, de la Morena y Muñoz (1999) las conductas de riesgo


son todas aquellas situaciones o experiencias en las que se ve involucrado el ado-
lescente a causa de las múltiples demandas que las relaciones sociales le plantean.
Éstas pueden implicar exigencias o metas imposibles de alcanzar. Por otra parte,
Millón (2004) realizó estudios sobre prototipos de personalidad y síndromes clí-
nicos, tales como: 1) trastornos alimentarios, 2) abuso de sustancias, 3) predis-
posición a la delincuencia, 4) impulsividad, 5) ansiedad, 6) afecto depresivo y, 7)
tendencia suicida, los cuales constituyen síndromes relativamente diferenciados y
transitorios que crecen y disminuyen a lo largo del tiempo, dependiendo de las
situaciones estresantes. Son de tipo reactivo, siendo de duración más breve que los
trastornos de la personalidad. Varios de ellos pueden estar presentes de manera
simultánea, aunque con el tiempo varían su importancia. De los síndromes descritos
por Millon los trastornos alimentarios, el abuso de sustancias, la delincuencia y la
tendencia suicida, serían considerados como conductas de riesgo, mientras que la
impulsividad, la ansiedad y el afecto depresivo son rasgos de la personalidad que se
relacionan con las mismas.
En la literatura sobre el tema se hace una distinción entre conductas de riesgo y
factores de riesgo. Las primeras son las que comprometen aspectos de la persona
durante su proceso de desarrollo y que buscan el peligro en sí mismo y los segun-
dos están en función de las características personales y otras circunstancias de
carácter social que incrementan la vulnerabilidad de los adolescentes (Jessor, 1991;
Millon, 2004; Torres, Ochoa, Ibarra y Ramírez, 2008). Adicionalmente, los factores
de riesgo son aquellos elementos que tienen una posibilidad alta de desencadenar
o asociarse a la presencia de algún hecho que afecte la integridad de la persona o
la ponga en una situación de enfermedad o muerte (Torres et al., 2008). Entre los
principales factores de riesgo se mencionan dos tipos: factores psicológicos y socia-
les. Entre los factores psicológicos se presentan la insatisfacción de necesidades
psicológicas básicas, los patrones inadecuados de educación y crianza, ambiente
frustrante y la sexualidad mal orientada; entre los factores de riesgo social destacan
el inadecuado ambiente familiar, la pertenencia a grupos antisociales, la promiscui-
dad y el abandono escolar y laboral.

Inteligencia emocional y conductas de riesgo

En la última década ha habido un número cada vez más creciente de artículos


de investigación que examinan la relación entre la inteligencia emocional y diversas
conductas de riesgo físico y mental (por ejemplo, Extremera y Fernández-Berrocal,
2004; Fernández-Berrocal, Ruiz-Aranda y Cabello, 2009) en los que se ha encon-
trado que los adolescentes que muestran falta de capacidad para la comprensión y
el manejo de las emociones, responden al ambiente mediante acciones que atentan
contra su propia salud.
En cuanto a los trastornos alimentarios y su relación con la inteligencia emocio-
nal, destaca un estudio de Costarelli, Demerzi y Stamou (2009) quienes encontra-
ron que mujeres jóvenes con trastornos alimentarios presentaron niveles bajos de
62 Zavala y López

inteligencia emocional en comparación con un grupo control de mujeres jóvenes


que no los tenían. Particularmente tuvieron puntuaciones bajas en los factores de
autoconciencia emocional, empatía, relaciones interpersonales, manejo de estrés
y felicidad. Asimismo, Harrison, Sullivan, Tchanturia y Treasure (2009) estudiaron
un grupo de mujeres con bulimia nerviosa y anorexia nerviosa y encontraron que a
diferencia del grupo control las primeras tuvieron mayores dificultades en la regula-
ción emocional y hubo una pequeña diferencia entre ambos grupos con el recono-
cimiento de emociones, particularmente en el caso de las mujeres con anorexia. Por
otra parte Zysberg y Rubanov (2010) analizaron la relación entre inteligencia emo-
cional y los patrones emocionales de alimentación de hombres y mujeres israelitas;
sus resultados sustentaron la hipótesis de que la inteligencia emocional se asocia
negativamente con los patrones emocionales de alimentación.
Entre los estudios sobre trastornos adictivos se han encontrado relaciones nega-
tivas entre las habilidades emocionales y el consumo de alcohol en adolescentes
(Austin, Saklofske y Egan, 2005; Ruiz, Fernández, Cabello y Extremera, 2006;
Trinidad y Johnson, 2004). Asimismo, los trabajos de Trinidad et al. (2004) indican
que los adolescentes tienen más probabilidad de fumar si es que previamente han
tenido contacto con los cigarrillos. Aquellos con baja inteligencia emocional son
más propensos a intentar fumar a diferencia de los adolescentes con altos niveles
de inteligencia emocional, ya que los primeros perciben que tienen baja habilidad
para rechazar cigarrillos ofrecidos por otras personas. Igualmente, se ha encon-
trado que los adolescentes con mayor nivel de inteligencia emocional percibida (IEP)
muestran menor consumo de tabaco (Ruiz et al., 2006).
En general, en cuanto al abuso de sustancias, Kun y Demetrovics (2010) hicieron
una revisión sistemática de 51 artículos publicados desde 1990 hasta el año 2009,
a partir de la cual concluyeron la relación entre inteligencia emocional y conductas
adictivas tiene un amplio apoyo empírico. Especialmente se destaca la importancia
de las habilidades personales para comprender y regular emociones en trastornos
adictivos, como alcoholismo, tabaquismo y abuso de drogas, siendo la inteligencia
emocional una forma interna de autorregulación emocional.
La inteligencia emocional también juega un papel esencial en la predisposición
a la delincuencia, particularmente un uso pobre de las emociones podría llevar a
manifestar conductas delictivas entre los adolescentes. Siu (2009), en su trabajo
con adolescentes en Hong Kong, encontró que la autorregulación de emociones
fue negativamente asociada con todos los tipos de conducta problema entre ellas la
agresión y la delincuencia. De igual manera, la falta de autorregulación emocional
junto con la dificultad en la expresión emocional está relacionado con problemas de
ajuste conductual en niños y adolescentes (Hessler y Katz, 2010). Por el contrario un
alto nivel de inteligencia emocional se asocia con la presencia de conductas proso-
ciales y altruistas (Charbonneau y Nicol, 2002).
También se ha encontrado que la inteligencia emocional está negativamente
relacionada con los factores de riesgo de ansiedad y depresión entre los adolescen-
tes (Fernández-Berrocal, Alcaide Extremera y Pizarro, 2006; Latorre y Montañés,
2004; Tannous y Matar, 2010). Asimismo, se considera que la inteligencia emo-
cional es un constructo teóricamente relevante y empíricamente predictivo de las
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 63

diferencia individuales en sintomatología depresiva (Extremera, Fernández, Ruiz y


Cabello, 2006); e incluso en casos de ideación e intento suicida (Cha y Nock 2009).
De manera contraria, existe una relación positiva entre la autoestima y la habilidad
para regular el estado de ánimo (Fernández-Berrocal et al., 2006).
La literatura indica que la inteligencia emocional implica el desarrollo de habi-
lidades de percepción, comprensión y autorregulación emocional y que la misma
es un factor de protección contra las conductas de riesgo del adolescente, aunque
todavía son pocos los estudios realizados especialmente con adolescentes.
El propósito general de esta investigación consistió en analizar el papel que
juega la IEP y sus componentes en la disposición de los adolescentes a las conduc-
tas de riesgo psicosocial. Los objetivos específicos fueron los siguientes: 1) valorar
si existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en las puntuaciones
informadas en la IEP y en la disposición hacia las conductas de riesgo psicosocial:
trastornos alimentarios, inclinación al abuso de sustancias, predisposición a la delin-
cuencia, propensión a la impulsividad, sentimientos de ansiedad, afecto depresivo
y tendencia suicida; 2) comprobar si las puntuaciones informadas en la IEP se rela-
cionan con las conductas de riesgo psicosocial; y 3) analizar si la IEP de manera
conjunta con el sexo predicen las conductas de riesgo psicosocial en la muestra de
estudio.

Método

Participantes

La muestra se formó con 829 adolescentes, de los cuales 435 eran mujeres
(52,5%) y 394 eran hombres (47,5%), con una edad media de 13,6 años (DT=
0,64; rango: 13 a 15 años). Pertenecía a cuatro escuelas secundarias públicas situa-
das en zonas de bajos recursos económicos de León.

Instrumentos

Para valorar la inteligencia emocional percibida se utilizó el “Inventario de coefi-


ciente emocional de Bar-On: versión juvenil” (Bar-On Emotional Quotient Inventory:
Youth Version, Bar-On EQ-i: YV; Bar-On y Parker, 2004). Este inventario de autoin-
forme está formado por 60 ítems con un formato de respuesta cerrada, distribuidos
en cuatro subescalas:
1. Intrapersonal (6 ítems). Hace referencia a la comprensión emocional o capacidad
para expresar y comunicar los sentimientos y necesidades de uno mismo, a su
vez está formada por el autoconocimiento, la asertividad, la autoconsideración,
la autoactualización y la independencia.
2. Interpersonal (12 ítems). Incluye la capacidad para escuchar, comprender y apre-
ciar los sentimientos de los otros, la conforman la empatía, la responsabilidad
social y la relación interpersonal.
64 Zavala y López

3. Manejo del estrés (12 ítems). Es la capacidad de mantener la tranquilidad y


hacer frente a las situaciones estresantes. Incluye dos capacidades: la tolerancia
al estrés y el control impulsivo.
4. Adaptabilidad (10 ítems). Es la capacidad para tratar con los problemas cotidia-
nos. Incluye solución de problemas, validación y flexibilidad del individuo.
El coeficiente emocional (CE) es una expresión numérica que determina el nivel
general de inteligencia emocional. Se obtiene mediante la aplicación de una fór-
mula que comprende los valores obtenidos en las cuatro primeras subescalas del
Bar On EQ-i;YV.
Los valores de consistencia interna (alpha de Cronbach) varían en cada subescala
y son diferentes para hombres y mujeres. En el caso de los hombres adolescentes
de 13 a 15 años, la escala intrapersonal tiene un valor de 0,80; interpersonal, 0,77;
adaptabilidad, 0,86; manejo del estrés, 0,84; coeficiente emocional, 0,84. Para las
mujeres adolescentes de 13 a 15 años, la escala intrapersonal reporta un valor de
0,82; interpersonal, de 0,73; adaptabilidad, de 0,85; manejo del estrés, 0,84; y
coeficiente emocional, 0,85.
Para la identificación de las conductas de riesgo se utilizó el “Inventario clínico
para adolescentes, de Millon” (Millon Adolescent Clinical Inventory, MACI; Millon,
2004), que está diseñado para evaluar las características de personalidad, las pre-
ocupaciones expresadas y los síndromes clínicos de los adolescentes, a través de
siete escalas:
1. Trastornos alimentarios (20 ítems). Esta escala valora los trastornos alimenta-
rios que consisten en trastornos graves en la percepción de la propia imagen,
condicionada por el temor a la obesidad. En esta categoría se comprende a
los individuos con clara tendencia a la anorexia o la bulimia nerviosa. La ano-
rexia nerviosa supone una pérdida de peso provocada por el propio enfermo, se
caracteriza por el temor a aumentar de peso y por una percepción distorsionada
del propio cuerpo que hace que el enfermo se vea obeso aun cuando su peso se
encuentre por debajo de lo recomendado. La bulimia es un trastorno cuyo signi-
ficado se relaciona con “apetito voraz”; se caracteriza por ansiedad y preocupa-
ción excesiva por el peso y por el aspecto físico. Ambos trastornos que pueden
presentarse de manera simultánea están asociados con una preocupación por el
cuerpo y el peso.
2. Inclinación al abuso de sustancias (35 ítems). Se refiere al consumo abusivo y la
dependencia de alcohol o de drogas que conllevan un deterioro significativo del
comportamiento o rendimiento individual. Esta conducta se caracteriza por un
patrón patológico y repetitivo de un estado alterado que ocasiona en el adoles-
cente problemas para cumplir con sus obligaciones familiares y escolares con las
correspondientes consecuencias de reprobación y deserción.
3. Predisposición a la delincuencia (34 ítems). Esta escala se refiere a la manifesta-
ción de conductas en las que se violan los derechos de otros. Dichas conductas
se traducen en la ruptura de normas o reglas sociales, incluye conductas antiso-
ciales, robo, engaño, uso de armas y amenazas a otros.
4. Propensión a la impulsividad (24 ítems). Los ítems de esta escala hacen alusión
a la capacidad limitada para controlar impulsos en el adolescente. El comporta-
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 65

miento impulsivo es característico de individuos que están inclinados a poner en


acto sus sentimientos a partir de una provocación mínima.
5. Sentimientos de ansiedad (42 ítems). Se refiere a los sentimientos de ansiedad
aprensivos o explícitamente fóbicos acerca de todo tipo de temas, que limitan
la capacidad del adolescente de relacionarse socialmente y funcionar de forma
adecuada. La ansiedad, que es un sentimiento universal, se considera un tras-
torno si se presenta frecuentemente, por largos períodos de tiempo, sin tener
una explicación por estímulos estresantes objetivos.
6. Afecto depresivo (33 ítems). Los ítems de esta escala señalan a individuos que
manifiestan un nivel de actividad disminuido, claramente diferente que lo que ha
sido habitual en ellos en el pasado. Durante los períodos de abatimiento puede
haber accesos de llanto, ideación suicida, aislamiento social, poco apetito o nece-
sidad de comer en exceso, fatiga permanente, baja concentración, pérdida del
interés en actividades placenteras y disminución de la eficacia en tareas cotidianas.
7. Tendencia suicida (25 ítems). En la escala se refieren diversos comportamientos
que incluyen: ideación suicida manifiesta mediante los pensamientos de darse
muerte a sí mismo o lesionarse a de forma intencionada; el comportamiento
autodestructivo en el que se concreta el daño físico intencionado; las tentativas
de suicidio que son comportamientos suicidas fracasados y, finalmente el suici-
dio cuando las tentativas son logradas.
Los valores de consistencia interna (alpha de Cronbach) fueron satisfactorios
siendo para sus diferentes subescalas: trastornos alimentarios, 0,86; inclinación al
abuso de sustancias, 0,89; predisposición a la delincuencia, 0,77; propensión a la
impulsividad, 0,79; sentimientos de ansiedad, 0,75, afecto depresivo, 0,89 y ten-
dencia suicida, 0,87.

Procedimiento

La aplicación de los instrumentos se realizó en los centros escolares, se admi-


nistró de forma colectiva, tuvo una duración aproximada de una hora y treinta
minutos. Los protocolos del MACI fueron calificados mediante el software original
del instrumento. Los protocolos del Bar-On EQ-i: YV fueron calificados mediante un
software diseñado especialmente para la investigación. Una vez elaborada la base
de datos correspondiente se realizaron los respectivos análisis estadísticos utilizando
el paquete SPSS (16,0).

Resultados

Análisis descriptivos

En la tabla 1 se muestran los datos descriptivos respecto a la inteligencia emo-


cional percibida y las conductas de riesgo de los adolescentes, así como los valores
de consistencia interna obtenidos con la escala EQ-i: YV y el MACI.
66 Zavala y López

Tabla 1
Puntuaciones obtenidas en inteligencia emocional percibida y conductas de riesgo
y niveles de consistencia interna de las escalas (N= 829)

Alfa de
Escalas M Me DT
Cronbach
Bar-On EQ-i: YV (puntuaciones en
percentil)
Intrapersonal 47,40 45,00 30,93 0,514
Interpersonal 44,19 40,00 28,45 0,699
Manejo del estrés 42,67 40,00 27,87 0,566
Adaptabilidad 43,26 45,00 27,91 0,737
Coeficiente Emocional 52,63 52,00 6,16 _
MACI (puntuaciones tasa base)
Trastornos alimentarios 51,86 52,00 19,51 0,665
Inclinación al abuso de sustancias 56,44 58,00 22,82 0,704
Predisposición a la delincuencia 56,64 57,00 20,21 0,665
Propensión a la impulsividad 49,56 50,00 20,55 0,532
Sentimientos de ansiedad 49,98 52,00 21,31 0,697
Afecto depresivo 48,09 50,00 18,63 0,784
Tendencia suicida 50,78 52,00 15,10 0,811

Nota: Bar-On EQ-i: YV= Bar-On Emotional Quotient Inventory: Youth Version; MACI= Millon Adolescent
Clinical Inventory.

Diferencias entre hombres y mujeres

Para valorar las diferencias de sexo en la IEP y la disposición hacia las conductas
de riesgo psicosocial se realizó un análisis estadístico utilizando la prueba t para
muestras independientes (tabla 2). Los resultaron mostraron una diferencia signifi-
cativa entre hombres y mujeres en la escala Interpersonal, t (829)= 8,23; p <0,001
y en el CE, t (829)= 2,24; p <0,05; en ambos casos las mujeres obtuvieron mayores
puntuaciones que los hombres. No se encontraron diferencias significativas de sexo
en el resto de los componentes del EQ-i: YV.
Por otra parte, se encontraron diferencias significativas entre hombres y mujeres
en todas las conductas de riesgo psicosocial valoradas con el MACI; las puntuacio-
nes en trastornos alimentarios, sentimientos de ansiedad, afecto depresivo y ten-
dencia suicida fueron mayores para la muestra de mujeres; en cambio, la inclinación
al abuso de sustancias, la predisposición a la delincuencia y la impulsividad fueron
mayores para la muestra de hombres.
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 67

Tabla 2
Diferencias entre hombres y mujeres inteligencia emocional percibida y conductas
de riesgo (N= 829)

Escalas/subescalas Sexo M DT t
Bar-On EQ-i: YV
Mujer 14,67 3,126
Intrapersonal 1,327
Hombre 14,39 2,953
Mujer 35,18 4,973
Interpersonal 8,230**
Hombre 32,18 5,506
Mujer 32,18 5,249
Manejo del estrés -1,267
Hombre 32,64 5,084
Mujer 25,63 4,569
Adaptabilidad -1,957
Hombre 26,30 5,159
Mujer 53,09 6,078
Coeficiente Emocional 2,244*
Hombre 52,13 6,237
MACI
Mujer 13,51 9,102
Trastornos de la alimentación 6,711**
Hombre 9,61 7,591
Mujer 13,46 9,006
Inclinación al abuso de sustancias -5,325**
Hombre 16,98 9,946
Mujer 20,09 6,151
Predisposición a la delincuencia -11,269**
Hombre 24,78 5,790
Mujer 14,00 6,294
Propensión a la impulsividad -4,015**
Hombre 15,71 5,869
Mujer 34,60 6,082
Sentimientos de ansiedad 9,892**
Hombre 30,44 5,991
Mujer 20,82 11,012
Afecto depresivo 7,283**
Hombre 15,76 8,947
Mujer 11,60 8,605
Tendencia suicida 5,154**
Hombre 8,82 6,916

Notas: Bar-On EQ-i: YV= Bar-On Emotional Quotient Inventory: Youth Version; MACI= Millon Adolescent
Clinical Inventory. *p <0,05; ** p <0,001.

Análisis de correlación

Se utilizaron las correlaciones de Pearson para analizar la relación entre la IEP y


la disposición hacia las conductas de riesgo en los adolescentes de la muestra (tabla
3). Se encontraron correlaciones negativas significativas entre las puntuaciones de
los adolescentes hombres y mujeres en ambas escalas; únicamente se encontró
68 Zavala y López

Tabla 3
Correlaciones entre la inteligencia emocional, sus componentes y las conductas de
riesgo (N= 829)

Inteligencia emocional
Conductas de
riesgo Manejo Coeficiente
Intrapersonal Interpersonal Adaptabilidad
del estrés emocional
Trastornos alimen-
-0,138** -0,018 -0,266** -0,103** -0,196**
tarios
Inclinación al abuso
-0,105** -0,241** -0,316** -0,122** -0,292**
de sustancias
Predisposición a la
-0,018 -0,207** -0,065 0,043 -0,077*
delincuencia
Propensión a la
-0,096** -0,149** -0,327** -0,083* -0,241**
impulsividad
Sentimientos de
-0,011 0,154** 0,04 -0,008 0,063
ansiedad
Afecto depresivo -0,172** -0,043 -0,295** -0,178** -0,259**

Tendencia suicida -0,149** -0,048 -0,325** -0,148** -0,250**

Nota: ** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral); * La correlación es significativa al nivel


0,05 (bilateral).

una correlación positiva significativa entre el componente interpersonal de la IEP


y los sentimientos de ansiedad, el resto de las correlaciones significativas fueron
negativas. El componente intrapersonal de la IEP obtuvo correlaciones mayores con
el afecto depresivo y la tendencia suicida. Asimismo, el componente interpersonal
obtuvo correlaciones mayores con la inclinación al abuso de sustancias y la predis-
posición a la delincuencia. En cuanto al manejo del estrés, las correlaciones mayores
fueron las de propensión a la impulsividad, la tendencia suicida y la inclinación
al abuso de sustancias. El componente de adaptabilidad obtuvo las correlaciones
mayores con el afecto depresivo y la tendencia suicida. Igualmente, se destacan las
correlaciones negativas del CE con la inclinación al abuso de sustancias y el afecto
depresivo.

Análisis de regresión múltiple

Por último, se realizó un análisis de regresión múltiple con el propósito de obte-


ner los respectivos coeficientes de determinación (R²) para explicar la varianza de los
datos. En este análisis se incluyó como parte de las variables independientes el sexo,
ya que en análisis previos demostró tener una influencia significativa y diferenciada
en el comportamiento de los y las adolescentes en su disposición hacia las conduc-
tas de riesgo (tabla 4).
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 69

Tabla 4
Modelos de regresión múltiple de las conductas de riesgo (N= 829)

Variable independiente β R² EE C
Trastornos de la alimentación
Sexo -0,223***
Manejo del estrés -0,221***
0,129 8,07
Intrapersonal -0,085
CE -0,04
Inclinación al abuso de sustancias
Sexo 0,161***
Interpersonal -0,124*
Manejo del estrés -0,288*** 0,160 8,84
Adaptabilidad -0,020
CE -0,026
Predisposición a la delincuencia
Sexo 0,339***
Interpersonal -0,103** 0,149 5,93
Manejo del estrés -0,063
Propensión a la impulsividad
Sexo 0,145***
Manejo del estrés -0,294*** 0,134 5,73
CE -0,074
Sentimientos de ansiedad
Sexo -0,306***
0,110 6,02
Interpersonal 0,070*
Afecto depresivo
Sexo -0,231***
Intrapersonal -0,116**
0,168 9,49
Manejo del estrés -0,253***
Adaptabilidad -0,099**
Tendencia suicida
Sexo -0,161***
Intrapersonal -0,088**
0,148 7,37
Manejo del estrés -0,293***
Adaptabilidad -0,076*

Nota: * p <0,05; ** p <0,01; *** p <0,001.


70 Zavala y López

En el modelo de los trastornos alimentarios, las variables independientes expli-


caron el 13% de la varianza; se encontraron como predictores significativos el
sexo (β= -0,223; p <0,001) y el manejo del estrés (β= -0,221; p <0,001), obte-
niéndose una R²= 0,129. En el modelo de Inclinación al Abuso de Sustancias, la
varianza explicada fue del 16%; las variables predictoras significativas fueron el
sexo (β = 0,161; p <0,001), el componente interpersonal (β = -0,124; p <0,05) y
el manejo del estrés (β = -0,288; p <0,001), R²= 0,160. En cuanto a la predispo-
sición a la delincuencia la varianza explicada fue del 15%; se encontraron como
variables significativas predictivas el sexo (β = 0,339; p <0,001) y el componente
interpersonal (β = -0,103; p <0,01), la R²= 0,149. En la propensión a la impulsivi-
dad, las variables independientes explicaron el 13% de la varianza; se encontra-
ron como variables predictivas el sexo (β = 0,145; p <0,001) y el manejo del estrés
(β = -0,294; p <0,001), R²= 0,134. En cuanto a los sentimientos de ansiedad, en
el modelo se explicó el 11% de la varianza; se encontraron como variables signi-
ficativas el sexo (β = -0,306; p <0,001) y el componente interpersonal (β = -0,07;
p <0,05), obteniéndose una R²= 0,11. En la predisposición al afecto depresivo el
modelo explicó el 17% de la varianza; las variables predictivas significativas fue-
ron el sexo (β = -0,231; p <0,001), el componente intrapersonal (β = -0,116; p
<0,01), el manejo del estrés (β = -0,253; p <0,001) y la adaptabilidad (β = -0,099;
p <0,01), resultando R²= 0,168. Por último, en la tendencia suicida, el modelo
explicó el 15% de la varianza; las variables predictivas significativas fueron el sexo
(β = -0,161; p <0,001), el componente intrapersonal (β = -0,088; p <0,01), el
manejo del estrés (β = -0,293; p <0,001) y la adaptabilidad (b= -0,076; p <0,05),
se obtuvo una R²= 0,148.

Discusión

En el presente estudio se analizaron las relaciones entre la inteligencia emocional


percibida y sus componentes en la disposición de los adolescentes a las conductas
de riesgo psicosocial. El primer objetivo específico consistió en valorar si existen
diferencias significativas entre hombres y mujeres en las puntuaciones informadas
en la IEP y en la disposición hacia las conductas de riesgo psicosocial. En los resulta-
dos obtenidos se encontraron diferencias entre hombres y mujeres en la IEP. Al igual
que en otras investigaciones realizadas con adolescentes (Cándido et al., 2010;
Harrond y Scheer, 2005; Siu, 2009), fueron las mujeres quienes obtuvieron mayores
puntuaciones en la IEP en comparación con los varones. Además, se coincidió con
el estudio de Alumran y Punamäki (2008) en cuanto a que las mujeres obtuvieron
mayores puntuaciones de manera específica en el componente interpersonal de
la IEP. Esto quizá responde a una imagen estereotipada del rol social de la mujer,
pues se espera que sea convergente con las normas del grupo social, por lo que
desarrolla habilidades para relacionarse con los demás. Del mismo, se encontraron
diferencias de sexo en las puntuaciones de las conductas de riesgo psicosocial; las
mujeres adolescentes a diferencia de los varones adolescentes informan de mayor
disposición hacia los trastornos alimentarios, los sentimientos de ansiedad, la depre-
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 71

sión y la tendencia suicida en correspondencia con otros estudios (Cándido, et al.,


2010; Kim y Kim, 2005; Pamies-Aubalat, Marcos y Castaño, 2011). En cambio los
varones informaron de mayor predisposición hacia la inclinación al abuso de sustan-
cias, la predisposición a la delincuencia y la propensión a la impulsividad, siguiendo
la dirección de los hallazgos en estudios realizados con adolescentes (Shannon, et
al. 2011; Calvete y Cardenoso, 2005). Al parecer las diferencias en la disposición
hacia las conductas de riesgo entre hombres y mujeres también responden apatro-
nes de formación cultural sobre los roles sexuales tradicionales, de modo que las
adolescentes están expuestas a conductas de riesgo relacionadas con la imagen cor-
poral, la ansiedad social y respuestas pasivas ante los problemas que enfrentan en
su medio; en tanto que los adolescentes varones están más expuestos a conductas
caracterizadas por la exploración activa, la búsqueda de sensaciones y las reacciones
agresivas hacia el exterior.
En el segundo objetivo específico de este trabajo se propuso comprobar si
las puntuaciones informadas en la IEP se relacionan con las puntuaciones de las
conductas de riesgo psicosocial. En lo general, los resultados del presente estudio
muestran correlaciones negativas en todas las conductas analizadas a excepción de
los Sentimientos de ansiedad, en donde a diferencia de Siu (2009) en el presente
estudio no se encontró correlación con el CE en general, sino únicamente con el
componente interpersonal de la IEP. Esto quizá pueda atribuirse a que los ítems de
la escala utilizada hacen referencia específica a la ansiedad del adolescente pro-
vocada por la necesidad de relacionarse socialmente, sin atender otras posibles
fuentes de ansiedad.
Por otro lado, los resultados de las correlaciones en las conductas de riesgo
aportaron datos a la literatura existente acerca de la relación negativa entre la IEP
y los trastornos alimentarios (Costarelli et al., 2009), la inclinación al abuso de sus-
tancias (Trinidad y Johnson, 2004), predisposición a la delincuencia (Garaigordobil,
2005), propensión a la impulsividad (Extremera y Fernández, 2004b), depresión
(Fernández-Berrocal, et al., 2006) y tendencia suicida, (Cha y Nock, 2009). Estos
resultados nos indican que si el adolescente cuenta con recursos emocionales (p.
ej., si es capaz de comunicar sus sentimientos a los demás, de manejar el estrés
ante diversas situaciones, entre ellas las presiones de los iguales, de solicitar ayuda
a otros) será menos propenso a las conductas de riesgo.
En el tercer objetivo específico se planteó analizar si la IEP conjuntamente con el
sexo predicen las conductas de riesgo psicosocial en la muestra de estudio. En este
aspecto, los análisis de regresión obtenidos en el presente estudio nos proporciona-
ron una aproximación simplificada de un conjunto de procesos complejos y revela-
ron información preliminar de la manera en que actúan la inteligencia emocional y
sus componentes en la varianza explicada de las conductas de riesgo. Asimismo, se
subraya el papel que jugó el sexo como variable predictora en todos los análisis de
regresión, dado que al ser introducida proporcionó coeficientes de determinación
más elevados.
En el primer modelo de regresión, el sexo y el manejo del estrés fueron factores
predictivos de los trastornos alimentarios, siendo las mujeres adolescentes con baja
capacidad para el manejo del estrés quienes tienen disposición a esta conducta de
72 Zavala y López

riesgo. Este hallazgo sigue la dirección de los estudios de Harrison, et al. (2009) y
Markey y Vander (2007), en el sentido de que la falta de regulación emocional y
el manejo inadecuado del estrés en mujeres adolescentes contribuye significativa-
mente a los trastornos alimentarios.
En el modelo de inclinación al abuso de sustancias las variables predictoras fue-
ron la baja habilidad para el manejo del estrés, el sexo (masculino) y la baja habi-
lidad interpersonal. Al respecto algunos estudios previos (Trinidad, et al., 2004;
Wu, et al., 2010) señalan que el abuso de drogas entre adolescentes varones está
relacionado con la baja capacidad para el manejo del estrés en los adolescentes, lo
que podría derivar en abuso de sustancias tales como alcohol y tabaco como una
manera de hacer frente a la ansiedad. Por otra parte el manejo pobre de las rela-
ciones interpersonales dificulta que puedan negarse al abuso de sustancias ante la
presión de sus iguales, o solicitar ayuda a otros en caso de ser necesario.
Por otra parte, el sexo (varón) y la baja capacidad de relaciones interpersonales
fueron los principales predictores del modelo de regresión múltiple de predisposi-
ción a la delincuencia. Si como ya se señaló, los adolescentes varones son quienes
presentan mayormente esta inclinación (Kim y Kim, 2005), las bajas puntuaciones
de IEP en el componente interpersonal, que implica la empatía y la responsabilidad
social pueden conducirlos a la manifestación de conductas delictivas como una
forma de solucionar problemas (Siu, 2009).
En el modelo de propensión a la impulsividad se destacaron como variables
predictoras el inadecuado manejo del estrés y el sexo. Ser varón adolescente está
relacionado con pensamientos de impulsividad (Calvete y Cardenoso, 2005), en
lo que respecta al manejo del estrés e impulsividad, en la literatura revisada no se
encontraron referencias que relacionen estas variables directamente; sin embargo
Extremera y Fernández (2004b) afirman que la regulación emocional, incluido el
manejo del estrés es un factor protector contra la impulsividad, la violencia y el
desajuste social.
En el modelo de sentimientos de ansiedad, el sexo y el componente inter-
personal de la IEP fueron predictores significativos, de modo que las mujeres
con buenas puntuaciones en habilidades intrapersonales tienen mayor disposi-
ción a presentar sentimientos de ansiedad. La variable del sexo femenino puede
explicarse porque la feminidad se asocia con síntomas de ansiedad (Anuradha,
Newman y Ginsburg, 2006); sin embargo, nos preguntamos ¿por qué se pre-
sentaron relaciones positivas en el componente de la IEP interpersonal con la
ansiedad? Es posible que la presencia de estas variables esté relacionada con
la preocupación de las mujeres por encajar socialmente, lo que conduce a las
adolescentes a desarrollar recursos para relacionarse con los demás (Calvete y
Cardenoso, 2005; Cándido et al., 2010).
Finalmente, los modelos de afecto depresivo y tendencia suicida, mostraron que
estas conductas son sensibles a las mismas variables predictoras: el sexo (ser mujer)
y bajas puntuaciones de la IEP en los componentes intrapersonal, manejo del estrés
y adaptabilidad. Se supone que las adolescentes propensas a estas conductas de
riesgo no cuentan con herramientas emocionales que les permitan hacer frentes a
diversas situaciones problemáticas. Por el contrario, las adolescentes que reportan
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 73

altas puntuaciones en la IEP muestran menor disposición a la depresión (Fernández-


Berrocal, et al., 2006) y al suicidio (Cha y Nock, 2009).
Entre las limitaciones de esta investigación se señala que los coeficientes de
determinación obtenidos tienen un poder explicativo muy moderado, debido a que
las conductas de riesgo son comportamientos multideterminados por un complejo
de variables tanto personales como del medio ambiente. Sería importante, aplicar
instrumentos de evaluación más específicos para evaluar cada una de las conductas
de riesgo por separado. A la vez, que completar estos análisis con estudios cualita-
tivos basados en la observación y en la entrevista.
Los resultados de este trabajo son de interés para mejorar la comprensión de la
relación entre la inteligencia emocional y las conductas de riesgo psicosocial; asi-
mismo, destacan la importancia de favorecer en los adolescentes (varones y muje-
res) el desarrollo de habilidades emocionales para prevenir la disposición hacia las
conductas de riesgo psicosocial.

Referencias

Alumran, J. I. A. y Punamäki, R. (2008). Relationship between gender, age, academic


achievement, emotional intelligence, and coping styles in Bahraini adolescents. Individual
Differences Research, 6, 104-119.
Anuradha, P., Newman, J. y Ginsbuerg, G. (2006). Gender role orientation and anxiety
symptoms among African American adolescents. Journal of Abnormal Child Psychology,
34, 441-449.
Austin, E. J., Saklofske, D. H. y Egan, V. (2005). Personality, well-being and health correlates
of trait emotional intelligence. Personality and Individual Differences, 38, 547-558.
Bar-On, R. y Parker, J. D. A. (2004). Bar-On Emotional Quotient Inventory: Youth Version
(Bar-On EQ-i: YV). Technical Manual. Toronto: MHS.
Calvete, E. y Cardenoso, O. (2005). Gender differences in cognitive vulnerability to
depression and behavior problems in adolescents. Journal of Abnormal Child Psychology,
33, 160-179.
Cándido, I., Piqueras, J., García-Fernández, J., García-López, L., Delgado, B. y Ruiz-Esteban,
C. (2010). Diferencias de género y edad en respuestas cognitivas, psicofisiológicas y
motoras de ansiedad social en la adolescencia. Psicothema, 22, 376-381.
Cha, C. y Nock, M. (2009). Emotional intelligence is a protective factor for suicidal behavior.
Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 48, 422-430.
Charbonneau, D. y Nicol, A. (2002). Emotional intelligence and prosocial behaviors in
adolescents. Psychological Reports, 90, 361-370.
Costarelli, V., Demerzi, M. y Stamou, D. (2009). Disordered eating attitudes in relation to
body image and emotional intelligence in young women. Journal of Human Nutrition
and Dietectics, 22, 239-245.
Erikson, E. (2002). Sociedad y adolescencia. México, DF: Siglo XXI.
Extremera, N. y Fernández-Berrocal, P. (2004). El papel de la inteligencia emocional en
el alumnado: evidencias empíricas. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 6,
1-17.
Extremera, N. y Fernández, P. (2004b). La evaluación de la inteligencia emocional en el
aula como factor protector de diversas conductas problema: violencia, impulsividad y
desajuste emocional. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 6, 599-605.
74 Zavala y López

Extremera, N., Fernández, P., Ruiz, D. y Cabello, R. (2006). Inteligencia emocional, estilos de
respuesta y depresión. Ansiedad y Estrés, 12, 191-205.
Fernández-Berrocal, P., Alcaide, R., Extremera, N. y Pizarro, D. (2006). The role of emotional
intelligence in anxiety and depression among adolescents. Individual Differences
Research, 4, 16-27.
Fernández-Berrocal, P., Ruiz-Aranda, D. y Cabello, R. (2009). Inteligencia emocional:
concepto, modelos e implicaciones educativas En M. A. Zavala (dir), Corazón y razón
en armonía: inteligencia emocional en alumnos con aptitud intelectual. México: Plaza y
Valdés/Universidad de Guanajuato.
Garaigordobil, L. M. (2005). Antisocial behavior during adolescence: socio-emotional
correlations, predictors and gender differences. Psicología Conductual, 12, 197-215.
Harrison, A., Sullivan, S., Tchanturia, K. y Treasure, J. (2009). Emotion recognition and
regulation in anorexia nervosa. Clinical Psychology and Psychotherapy, 16, 348-356.
Harrod, N. R., Scheer, S. D. (2005). An exploration of adolescent emotional intelligence in
relation to demographic characteristics. Adolescence, 40, 503-512.
Hessler, D. M. y Katz, L. F. (2010). Brief report: associations between emotional competence
and adolescents risky behavior. Journal of Adolescence, 33, 241-246.
Jessor, R. (1991). Risk behavior in adolescence: psychosocial framework for understanding
and action. Journal of Adolescence Health, 12, 597-605.
Kim, H. y Kim, H. (2005). Gender differences in delinquent behavior among Korean
adolescents. Child Psychiatry and Human Development, 35, 325-345.
Kun, B. y Demetrovics, Z. (2010). Emotional Intelligence and addictions: a systematic review.
Substance Use and Misuse, 45, 1131-1160.
Larson, R. (1998). The high school “Junior Theme” as an adolescent rite of passage. Journal
of Youth and Adolescence, 17, 425-432.
Latorre, J. M. y Montañés, J. (2004). Ansiedad, inteligencia emocional y salud en la
adolescencia. Ansiedad y Estrés, 10, 111-125.
Markey, M. A. y Vander, J. S. (2007). The role of emotional intelligence and negative affect
in bulimic symptomatology. Comprehensive Psychiatry, 48, 458-464.
Millon, T. (2004). MACI. Inventario Clínico para Adolescentes de Millon. Manual. Madrid: TEA.
Pamies-Aubalat, L., Marcos, Y. Q., y Castaño, M. B. (2011). Conductas alimentarias de riesgo
en una muestra de 2.142 adolescentes. Medicina Clínica, 136, 139-143.
Ruiz, D., Fernández, P., Cabello, R. y Extremera, N. (2006). Inteligencia emocional percibida y
consumo de tabaco y alcohol en adolescentes. Ansiedad y Estrés, 12, 223-230.
Shanon, L., Havens, J., Oser, C., Crosby, R. y Leukefeld, C. (2011). Examining gender
differences in substance use and age of first use among rural Appalachian drug users in
Kentucky. American Journal of Drug y Alcohol Abuse, 37, 98-104.
Siu, A. F. Y. (2009). Trait emotional intelligence and its relationships with problem behavior in
Hong Kong adolescents. Personality and Individual Differences, 47, 553-557.
Tannous, A. y Matar, J. (2010). The relationship between depression and emotional
intelligence among a sample of Jordanian children. Procedia-Social and Behavioral
Sciences, 5, 1017-1022.
Torres, R., Ochoa, H., Ibarra, F. y Ramírez, A. (2008). Acompañamiento de jóvenes ante
situaciones de riesgo. Manual para profesores. Guadalajara, México: ITESO.
Trianes, M., de la Morena, M. y Muñoz, A. (1999). Relaciones sociales y prevención de la
inadaptación social y escolar. Málaga: Aljibe.
Trinidad, D. R. y Johnson, C. A. (2004). The association between emotional intelligence and
early adolescent tobbaco and alcohol use. Personality and Individual Differences, 32,
95-105.
Adolescentes en situación de riesgo psicosocial e inteligencia emocional 75

Trinidad, D. R., Unger, J. B., Chou, C. P., Azen, S. P. y Johnson, C. A. (2004). Emotional
Intelligence and smoking risk factors in adolescents: interactions on smoking intentions.
Journal of Adolescent Health, 34, 46-55.
Wu, P., Goodwin, R. D., Renee, D., Fuller, C., Liu, X., Comer, J. S., Cohen, P. y Hoven,
C. W. (2010). The relationship between anxiety disorders and substance use among
adolescents in the community: specificity and gender differences. Journal of Youth and
Adolescence, 39, 177-188.
Zysberg, L. y Rubanov, A. (2010). Emotional intelligence and emotional eating patterns: a
new insight into the antecedents of eating disorders? Journal of Nutrition Education and
Behavior, 42, 345-348.

Recibido: 29 de marzo de 2011


Aceptado: 26 de noviembre de 2011
Reproduced with permission of the copyright owner. Further reproduction prohibited without permission.

También podría gustarte