Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
TAREA 2 EVALUACIÓN 2
Para iniciar es necesario señalar de que la Constitución de la República del Ecuador 2008,
respecto a la libertad de expresión, establece:
En este sentido se advierte que nuestra Carta Fundamental garantiza el derecho al ejercicio
de la libertad de expresión, como un derecho humano en el contexto de nuestro diario
convivir.
En primer lugar, se trata de uno de los derechos individuales que de manera más clara
refleja la virtud que acompaña y caracteriza a los seres humanos: la virtud única y preciosa
de pensar al mundo desde nuestra propia perspectiva y de comunicarnos con los otros para
construir, a través de un proceso deliberativo, no sólo el modelo de vida que cada uno tiene
derecho a adoptar, sino el modelo de sociedad en el cual queremos vivir. Todo el potencial
creativo en el arte, en la ciencia, en la tecnología, en la política, en fin, toda nuestra
capacidad creadora individual y colectiva, depende, fundamentalmente, de que se respete y
promueva el derecho a la libertad de expresión en todas sus dimensiones. Se trata entonces
de un derecho individual sin el cual se estaría negando la primera y más importante de
nuestras libertades: el derecho a pensar por cuenta propia y a compartir con otros nuestro
pensamiento.
La regla general se encuentra establecida en el inciso 2, en virtud del cual, el ejercicio del
derecho previsto en el numeral precedente no puede estar sujeto a previa censura sino a
responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser
necesarias para asegurar:
El numeral 5 establece que, estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la
guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones
a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de
personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen
nacional.
Al interpretar este artículo, la jurisprudencia interamericana ha desarrollado un test
tripartito para controlar la legitimidad de las limitaciones, en virtud del cual éstas deben
cumplir con una serie de condiciones precisas para ser admisibles bajo la Convención
Americana.
1. Que la limitación debe haber sido definida en forma precisa y clara a través de una
ley formal y material;
2. Que la limitación debe estar orientada al logro de objetivos imperiosos autorizados
por la Convención Americana; y,
3. Que la limitación debe ser necesaria en una sociedad democrática para el logro de
los fines imperiosos que se buscan; estrictamente proporcionada a la finalidad
perseguida e idónea para lograr el objetivo imperioso que pretende lograr.
Corresponde a la autoridad que impone las limitaciones demostrar que dichas condiciones
han sido cumplidas. Por otra parte, todas las condiciones enunciadas deben ser cumplidas
simultáneamente para que las limitaciones impuestas sean legítimas bajo la Convención
Americana.
En este sentido, las normas legales vagas o ambiguas que por esta vía otorgan
facultades discrecionales muy amplias a las autoridades son incompatibles con la
Convención Americana, porque pueden sustentar potenciales actos de arbitrariedad que
equivalgan a censura previa o que impongan responsabilidades desproporcionadas por
la expresión de discursos protegidos.
Las normas vagas, ambiguas, amplias o abiertas, por su simple existencia, disuaden la
emisión de informaciones y opiniones por miedo a sanciones, y pueden llevar a
interpretaciones judiciales amplias que restringen indebidamente la libertad de
expresión; de allí que el Estado deba precisar las conductas que pueden ser objeto de
responsabilidad ulterior, para evitar que se afecte la libre expresión de inconformidades
y protestas sobre la actuación de las autoridades.
Las limitaciones impuestas deben perseguir el logro de alguno de los objetivos imperiosos
establecidos taxativamente en la Convención Americana, a saber: la protección de los
derechos de los demás, la protección de la seguridad nacional, del orden público o de la
salud o moral públicas. Son únicamente éstos los objetivos autorizados por la Convención
Americana, lo cual se explica por el hecho de que las limitaciones deben ser necesarias para
lograr intereses públicos imperativos que, por su importancia en casos concretos,
preponderen claramente sobre la necesidad social del pleno goce de la libertad de expresión
protegida por el artículo 13.
Los Estados no son libres de interpretar de cualquier forma el contenido de estos objetivos
para efectos de justificar una limitación de la libertad de expresión en casos concretos. La
jurisprudencia interamericana se ha detenido en la interpretación de algunos de ellos,
concretamente, en la noción de protección de los derechos de los demás", y de la noción de
orden público, tal y como se indica a continuación.
La protección de los derechos de los demás como objetivo que justifica limitar la libertad
de expresión
La CIDH y la Corte Interamericana han explicado que el ejercicio de los derechos humanos
debe hacerse con respeto por los demás derechos; y que en el proceso de armonización, el
Estado juega un rol crítico mediante el establecimiento de las responsabilidades ulteriores
necesarias para lograr tal balance. Se ha hecho particular énfasis a lo largo de la
jurisprudencia interamericana en las pautas que deben regir este ejercicio de ponderación y
armonización cuando quiera que el ejercicio de la libertad de expresión entra en conflicto
con el derecho a la honra, reputación y buen nombre de los demás.
Por otra parte, la jurisprudencia interamericana ha sido clara en precisar que en los casos en
que se impongan limitaciones a la libertad de expresión para la protección de los derechos
ajenos, es necesario que estos derechos se encuentren claramente lesionados o amenazados,
lo cual compete demostrar a la autoridad que impone la limitación. Si no hay una lesión
clara a un derecho ajeno, las responsabilidades ulteriores resultan innecesarias.
En este orden de ideas, para efectos de las limitaciones a la libertad de expresión, la Corte
Interamericana define el orden público como las condiciones que aseguran el
funcionamiento armónico y normal de las instituciones sobre la base de un sistema
coherente de valores y principios.
Bajo esta definición, es claro para la Corte Interamericana que la defensa del orden público
exige la máxima circulación posible de información, opiniones, noticias e ideas, es decir, el
máximo nivel de ejercicio de la libertad de expresión. En términos del tribunal, el mismo
concepto de orden público reclama que, dentro de una sociedad democrática, se garanticen
las mayores posibilidades de circulación de noticias, ideas y opiniones, así como el más
amplio acceso a la información por parte de la sociedad en su conjunto. La libertad de
expresión se inserta en el orden público primario y radical de la democracia, que no es
concebible sin el debate libre y sin que la disidencia tenga pleno derecho de manifestarse.
También interesa al orden público democrático, tal como está concebido por la Convención
Americana, que se respete escrupulosamente el derecho de cada ser humano de expresarse
libremente y el de la sociedad en su conjunto de recibir información.
En este mismo sentido, la CIDH ha explicado que una democracia funcional es la máxima
garantía del orden público, y que la existencia de una sociedad democrática se basa en la
piedra angular del derecho a la libertad de expresión.
Por otra parte, cualquier afectación del orden público invocada como justificación para
limitar la libertad de expresión debe obedecer a causas reales y objetivamente verificables,
que planteen una amenaza cierta y creíble de una perturbación potencialmente grave de las
condiciones básicas para el funcionamiento de las instituciones democráticas. En
consecuencia, no resulta suficiente invocar meras conjeturas sobre eventuales afectaciones
del orden, ni circunstancias hipotéticas derivadas de interpretaciones de las autoridades
frente a hechos que no planteen claramente un riesgo razonable de disturbios graves
violencia anárquica. Una interpretación más amplia o indeterminada abriría un campo
inadmisible a la arbitrariedad y restringiría de raíz la libertad de expresión que forma parte
integral del orden público protegido por la Convención Americana.
3. Las limitaciones deben ser necesarias en una sociedad democrática para el logro de
los fines imperiosos que persiguen, estrictamente proporcionadas a la finalidad que
buscan, e idóneas para lograr el objetivo imperioso que pretenden
En otras palabras, entre varias opciones para alcanzar el mismo objetivo, debe escogerse la
que restrinja en menor escala el derecho protegido por el artículo 13 de la Convención
Americana.
Pero las restricciones a la libertad de expresión no sólo deben ser idóneas y necesarias.
Asimismo, deben ser estrictamente proporcionales al fin legítimo que las justifica, y
ajustarse estrechamente al logro de ese objetivo, interfiriendo en la menor medida posible
con el ejercicio legítimo de tal libertad. Para determinar la estricta proporcionalidad de la
medida de limitación, ha de determinarse si el sacrificio de la libertad de expresión que ella
conlleva resulta exagerado o desmedido frente a las ventajas que mediante ella se obtienen.
Referencias bibliográficas
Constitución. (2008)
Ley Orgánica De Comunicación. (2013).
Organización Estados Americanos. (2022). Artículo 13 - Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Disponible en:
https://www.oas.org/es/cidh/expresion/showarticle.asp?artID=25&lID=2
Relatoría especial para la libertad de expresión comisión interamericana de derechos
humanos. (2020). Marco Jurídico Interamericano Sobre El Derecho A La Libertad
De Expresión. Obtenido de:
http://www.oas.org/es/cidh/expresion/docs/cd/sistema_interamericano_de_derechos
_humanos/index_MJIAS.html
2. ¿BAJO QUÉ CONDICIONES PUEDE RESTRINGIRSE EL DERECHO A SER
ELEGIDO BAJO LA CADH?
Para el caso que caso que nos ocupa indicamos que el numeral 2 dispone la responsabilidad
que cada Estado debe reglamentar el derecho a ser elegido, dando condiciones exclusivas
como la edad de la persona, su nacionalidad, el domicilio, idioma, instrucción, capacidad
civil o mental.
Al momento que la CADH, establece la necesidad de que el derecho a ser elegido puede
estar condicionado podemos concluir con absoluta certeza que este derecho no es absoluto
y puede estar sujeto a limitaciones, y tales limitaciones las podemos entender como
restricciones, que deben estar necesariamente reglamentadas.
Con respecto a las limitaciones al derecho a ser elegido, el Comité de Derechos Humanos
de Naciones Unidas señaló que:
Es decir que las restricciones deben ser objetivas, no únicamente limitarse a meros
formalismos, tales como pertenecer a movimientos o partidos políticos, cualquiera que sean
las condiciones que se impongan al ejercicio del derecho a ser elegido deberán
fundamentarse en criterios objetivos y razonables.
Con los elementos citados podemos establecer que las condiciones para restringir el
derecho a ser elegido establecido por la CADH, podrían ser:
Legalidad, Proporcionalidad y Finalidad.
Esta restricción al derecho de ser elegido establecido en la CADH, permite a los Estados
democráticos la posibilidad que, sin trasgredir el derecho político de los ciudadanos,
establecer de manera previa limitaciones al ejercicio del derecho como tal, cuyo requisito
imprescindible es que corresponda a una reglamentación previa, clara y sobre todo con la
razonabilidad suficiente para cumplir con el requisito de legalidad.
Lo cual significa que las condiciones y circunstancias generales que autorizan una
restricción al ejercicio derecho político a ser elegido deben estar claramente establecidas
por ley, y entendiéndose como tal que el principio de legalidad consiste en dar prevalencia
a la ley sobre cualquier actividad o función del poder público.
La norma que establece la restricción debe ser una ley en el sentido formal y material,
entendiéndose como una regulación es ley en sentido formal y material, cuando emana del
órgano legislativo y tiene un contenido general; en cambio es sólo ley en sentido formal si
ha sido dictada por el poder legislativo, pero su contenido se refiere a un solo caso
concreto; y es ley sólo en sentido material, cuando tiene un contenido general, esto es, se
refiere a una multiplicidad de casos, pero no ha sido expedida por un órgano legislativo.
Proporcionalidad
La proporcionalidad que debe guardar como tal, para restringir el derecho a ser elegido y
que sea compatible con la Convención Americana de Derechos Humanos, debe ser
considera necesaria para un Estado democrático. Esta restricción, como las demás que están
en la Convención Americana, establece de manera explícita en ciertos derechos incluidos
los derechos políticos, para lo cual se debe valorar por ejemplo si tenemos una necesidad
social imperiosa, aquí podemos ejemplificar lo que establece nuestra legislación sobre la
restricción del derecho que tenemos los ciudadanos ecuatorianos, para ser elegidos, tal
como lo determina el Art. 113 de la Constitución de la República del Ecuador:
De cada numeral plasmado en este articulado podemos determinar con certeza que está
orientada a satisfacer un interés público imperativo, debido a la necesidad de restringir que
las y los servidores públicos o ciudadanos que tengan alguna relación jurídica, con el
Estado puedan ser elegidos, preceptos emanados de una legitimidad soberana.
Ahora bien, también podemos determinar que se restringe en menor grado el derecho
protegido, por cuanto estas condiciones o regulaciones las podemos entender que se ajustan
estrechamente al logro del objetivo legítimo y si aplican únicamente si las o los ciudadanos
ecuatorianos mantienen una relación jurídica con el Estado, al mismo tiempo de su
intención de postulación, como es el caso de servidores públicos, servidores judiciales o
miembros de las fuerzas armadas siempre y cuando estén plenamente en el ejercicio de su
cargo o de la relación jurídica con el Estado Ecuatoriano.
Finalidad
Esta restricción se relaciona con la finalidad regular aspectos básicos y esenciales para
ejercer el derecho a ser elegido; esto es, que las causas que se invocan para justificar la
restricción se ha de aquellas permitidas por la Convención Americana de Derechos
Humanos, previstas de manera específica que se incluyen en determinados derechos.
Como ejemplo claro de ésta regulación, tenemos el requisitos del domicilio del ciudadano o
ciudadana, lo que nos traslada al análisis del porqué se debería exigir que el postulante aún
cargo de elección popular sea residente del lugar en el cual pretende captar la dignidad, y es
razonable sustentar que lo que pretende esta regulación es dar por sentado, que el
postulante entiende las necesidades de sus connacionales o sus conciudadanos, y tiene más
asidero comprender el objetivo de esta regulación, para los procesos electorales de locales
como juntas parroquiales, concejalías cantonales, alcaldías, y prefecturas.
Siempre bajo las finalidades legítimas que las restricciones persiguen las emanadas de las
obligaciones que se desprenden del artículo 23, numeral 1 de la Convención Americana de
Derechos Humanos.
Referencias bibliográficas:
Convención Americana de Derechos Humanos Pacto San José de Costa Rica.
El artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que, “1.
Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra
ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal
o de cualquier otro carácter.
A la luz del articulo 8.1 referido, lo primero que se debe tener en cuenta es que, como su
título lo establece, se trata de una garantía jurisdiccional que supondrá el cumplimiento del
debido proceso dentro de cualquier proceso, valga la redundancia, en el que se determinen
sus derechos y obligaciones, lo que incluirá también a los procedimientos de índole
administrativo.
Es decir, que tanto la independencia como la imparcialidad del juzgador son elementos
condicionantes del cumplimiento del debido proceso, lo que supone el desarrollo no solo
legislativo interno sino también jurisprudencial de líneas de aplicación y cumplimiento de
esta garantía por parte del Estado, por cuanto son, a su vez, principios rectores del derecho.
Según Thea (2012), el debido proceso es “una garantía irrenunciable de la que gozan
todas las personas, que al establecer límites y condiciones al ejercicio del poder de los
distintos órganos estatales frente a los individuos, representa la protección más
fundamental para el respeto de sus derechos” (p. 130)
En este sentido, la independencia supondrá la autonomía del juzgador para decidir sobre la
base de lo actuado dentro del proceso o procedimiento y de los principios rectores del
derecho, y no a partir de injerencias de cualquier tipo, ya sean estas públicas o privadas.
Esta autonomía vendrá dada en dos momentos, en primer lugar, cuando se es designado al
juzgador, es decir en las labores de la designación estatal precedida de la ya conocida
separación de poderes y luego, cuando se está ejerciendo la potestad jurisdiccional.
La imparcialidad por otro lado, si bien esta dada dentro del contexto de la independencia de
poderes que se exige para la designación del juzgador, bajo este principio actúan criterios
psicológicos si se quiere decir, en virtud de que viene marcado por los prejuicios que trae
consigo el juzgador, los que pueden estar definidos por influencia externa a partir de los
antedichos poderes político, económico o administrativo, pero también y sobre todo, por su
propia influencia interna, es decir por criterios ideológicos, religiosos y en general
personales que están arraigados a cada ser humano.
Tanto la independencia como la imparcialidad buscan evitar la pérdida del curso natural del
proceso, descartando la influencia de poderes ajenos como el político, económico o
administrativo o criterios personales y para ello se sirven de condiciones particulares que
las eviten. Estas condiciones especiales, como las llama Thea (2012, p.143), generalmente
están desarrolladas dentro del ordenamiento nacional interno de cada país. En el caso de la
imparcialidad los mecanismos internos que se utilizan son los de la recusación y la
inhibición del propio juzgador, y en el caso de la independencia, la propia separación de
poderes que otorga al poder judicial la capacidad de establecer sus propios mecanismos de
selección de juzgadores, por poner un ejemplo; sin embargo, se debe tener en cuenta que
estos mecanismos no serán taxativos sino que al tratarse de principios, la independencia y
la imparcialidad, admitirán un continuo progreso y expansión, lo que supone un alcance
amplio de los mismos, que se maximiza en los Estados de derecho y más aún en los de
derechos.
4. QUE CRITERIO APLICA PARA CASOS DONDE UNA PERSONA DETENIDA
MUERE EN PRISIÓN. EXPLIQUE:
En este sentido, cualquier persona privada de libertad, ya sea por detención con fines
investigativos o con sentencia ejecutoriada, tiene derecho a la vida y a la integridad
personal, lo que supone el respeto a su vida misma, la no sumisión a la tortura y a tratos
crueles que resulten inhumanos o denigrantes, de conformidad con los artículos 4 y 5 de la
prenombrada convención.
Bajo este contexto, el criterio que se aplica supone que, corresponde al Estado garantizar el
acceso efectivo e inmediato a estos derechos, más aún cuando son agentes estatales los que
tienen en su custodia a las personas privadas de libertad, con lo cual el Estado es
responsable de la muerte de estos dentro de prisión.
Por otro lado, el criterio que se aplica dentro de los países en los que aun no se encuentra
abolida la pena de muerte supone que esta sea aplicada bajo criterios de gravedad elevada,
es decir en los delitos más graves, siendo el Estado el responsable en los casos en que esta
sea aplicada en forma contradictoria y arbitraria.
Referencias: