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DERECHOS FUNDAMENTALES

TAREA 2 EVALUACIÓN 2

 Almache Vaca Néstor Emilio


 Albán Raura Juan Carlos
 Hanny Aldaz
 Xaxier Aldaz

1. LA DOCTRINA DEL TEST TRIPARTITO, COMO REQUISITO PARA


RESTRINGIR EL DERECHOA A LA LIBRE EXPRESIÓN, Y OTROS
DERECHOS DE LIBERTAD EN LA COHAD.

Para iniciar es necesario señalar de que la Constitución de la República del Ecuador 2008,
respecto a la libertad de expresión, establece:

Art. 384.- El sistema de comunicación social asegurará el ejercicio de los derechos


de la comunicación, la información y la libertad de expresión, y fortalecerá la
participación ciudadana.

El sistema se conformará por las instituciones y actores de carácter público, las


políticas y la normativa; y los actores privados, ciudadanos y comunitarios que se
integren voluntariamente a el. El Estado formulará la política pública de
comunicación, con respeto irrestricto de la libertad de expresión y de los derechos
de la comunicación consagrados en la Constitución y los instrumentos
internacionales de derechos humanos. La ley definirá su organización,
funcionamiento y las formas de participación ciudadana. (Constitución, 2008).

En este sentido se advierte que nuestra Carta Fundamental garantiza el derecho al ejercicio
de la libertad de expresión, como un derecho humano en el contexto de nuestro diario
convivir.

La Ley orgánica de Comunicación en actual vigencia, respecto a la libertad de expresión


dispone lo siguiente:
Art. 17.- Derecho a la libertad de expresión y opinión. - Todas las personas
tienen derecho a expresarse y opinar libremente de cualquier forma y por cualquier
medio, y serán responsables por sus expresiones de acuerdo a la ley. (Ley Orgánica
De Comunicación, 2013).
Tanto nuestra Constitución como la Ley Orgánica de Comunicación, son posteriores a la
suscripción de la Convención Interamericana de Derechos Humanos o Pacto de San José,
celebrado y suscrito entre el 7 y el 22 de noviembre del año 1969, y por lo tanto recogen la
esencia de su contenido en relación con la libertad de expresión, para lo cual se señalará lo
que dice el numeral 1 del artículo 13 de la señalada Convención, cuyo contenido es el
siguiente:

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.  Este


derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e
ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por
escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su
elección. (Organización de Estados Americanos, 2022).
Para adentrarnos a lo que es objeto de nuestra explicación, señalaremos lo siguiente:

En primer lugar, se trata de uno de los derechos individuales que de manera más clara
refleja la virtud que acompaña y caracteriza a los seres humanos: la virtud única y preciosa
de pensar al mundo desde nuestra propia perspectiva y de comunicarnos con los otros para
construir, a través de un proceso deliberativo, no sólo el modelo de vida que cada uno tiene
derecho a adoptar, sino el modelo de sociedad en el cual queremos vivir. Todo el potencial
creativo en el arte, en la ciencia, en la tecnología, en la política, en fin, toda nuestra
capacidad creadora individual y colectiva, depende, fundamentalmente, de que se respete y
promueva el derecho a la libertad de expresión en todas sus dimensiones. Se trata entonces
de un derecho individual sin el cual se estaría negando la primera y más importante de
nuestras libertades: el derecho a pensar por cuenta propia y a compartir con otros nuestro
pensamiento.

En este sentido, la CIDH y la Corte Interamericana han subrayado en su


jurisprudencia que la importancia de la libertad de expresión dentro del catálogo de
los derechos humanos se deriva también de su relación estructural con la
democracia. Esta relación, que ha sido calificada por los órganos del sistema
interamericano de derechos humanos como "estrecha", "indisoluble", "esencial" y
"fundamental", entre otras, explica gran parte de los desarrollos interpretativos que
se han otorgado a la libertad de expresión por parte de la CIDH y la Corte
Interamericana en sus distintas decisiones sobre el particular. Es tan importante el
vínculo entre la libertad de expresión y la democracia que, según ha explicado la
CIDH, el objetivo mismo del artículo 13 de la Convención Americana es el de
fortalecer el funcionamiento de sistemas democráticos pluralistas y deliberativos
mediante la protección y el fomento de la libre circulación de información, ideas y
expresiones de toda índole. El artículo 4 de la Carta Democrática Interamericana,
por su parte, caracteriza la libertad de expresión y la libertad de prensa como
"componentes fundamentales del ejercicio de la democracia". En este mismo
sentido, los relatores para la libertad de expresión de la ONU, la OSCE y la OEA,
en su primera Declaración Conjunta en 1999, recordaron que "la libertad de
expresión es un derecho humano internacional fundamental y componente básico de
la sociedad civil basada en los principios democráticos". (Relatoría especial para la
libertad de expresión comisión interamericana de derechos humanos, 2010).

Pero este derecho a la libertad de expresión, puede que en determinadas circunstancias se


contraponga con otros derechos fundamentales, y es precisamente ahí, en donde se advierte
una restricción al derecho a libertad de expresión, cumpliendo con requisitos expresos, todo
lo cual se conoce como la doctrina de TEST TRIPARTITO, COMO REQUISITO PARA
RESTRINGIR EL DERECHOA A LA LIBRE EXPRESIÓN, es decir que si hay un límite
al ejercicio de este derecho a la libre expresión, y en esta órbita señalaremos:

Limitaciones a la libertad de expresión

La libertad de expresión no es un derecho absoluto. El artículo 13 de la Convención


Americana dispone expresamente en sus numerales 2, 4 y 5, que puede estar sujeta a ciertas
limitaciones, y establece el marco general de las condiciones que dichas limitaciones deben
cumplir para ser legítimas.

La regla general se encuentra establecida en el inciso 2, en virtud del cual, el ejercicio del
derecho previsto en el numeral precedente no puede estar sujeto a previa censura sino a
responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser
necesarias para asegurar:

a) El respeto a los derechos o a la reputación de los demás.


b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
públicas". Por su parte, el inciso 4 dispone que, los espectáculos públicos pueden
ser sometidos por la ley a censura previa con el exclusivo objeto de regular el
acceso a ellos para la protección moral de la infancia y la adolescencia, sin perjuicio
de lo establecido en el numeral 2.

El numeral 5 establece que, estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la
guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones
a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de
personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen
nacional.
Al interpretar este artículo, la jurisprudencia interamericana ha desarrollado un test
tripartito para controlar la legitimidad de las limitaciones, en virtud del cual éstas deben
cumplir con una serie de condiciones precisas para ser admisibles bajo la Convención
Americana.

Estas condiciones se explican en detalle a continuación. La CIDH y la Corte Interamericana


también han considerado:

a) Que ciertas formas de limitación de la libertad de expresión son inadmisibles.


b) Que algunos tipos de limitaciones, por el tipo de discurso sobre el cual recaen o por
los medios que utilizan, se deben sujetar a un examen más estricto y exigente para
ser válidas bajo la Convención Americana.

CONDICIONES QUE DEBEN CUMPLIR LAS LIMITACIONES PARA SER


LEGÍTIMAS SEGÚN LA CONVENCIÓN AMERICANA

Compatibilidad de las limitaciones con el principio democrático

En términos generales, la jurisprudencia interamericana ha explicado que, las restricciones


a la libertad de expresión deben incorporar las exigencias justas de una sociedad
democrática; que las normas al amparo de las cuales se interpretan estas restricciones deben
ser compatibles con la preservación y el desarrollo de sociedades democráticas conforme lo
estipulan los artículos 29 y 32 de la Convención Americana; y que la interpretación de las
restricciones a la libertad de expresión (artículo 13(2)) debe juzgarse haciendo referencia a
las necesidades legítimas de las sociedades y las instituciones democráticas, dado que la
libertad de expresión es esencial para toda forma de gobierno democrática.

Condiciones específicas derivadas del artículo 13.2: El test tripartito

Según ha sido interpretado por la jurisprudencia interamericana, el artículo 13.2 de la


Convención Americana exige el cumplimiento de las siguientes tres condiciones básicas
para que una limitación al derecho a la libertad de expresión sea admisible:

1. Que la limitación debe haber sido definida en forma precisa y clara a través de una
ley formal y material;
2. Que la limitación debe estar orientada al logro de objetivos imperiosos autorizados
por la Convención Americana; y,
3. Que la limitación debe ser necesaria en una sociedad democrática para el logro de
los fines imperiosos que se buscan; estrictamente proporcionada a la finalidad
perseguida e idónea para lograr el objetivo imperioso que pretende lograr.
Corresponde a la autoridad que impone las limitaciones demostrar que dichas condiciones
han sido cumplidas. Por otra parte, todas las condiciones enunciadas deben ser cumplidas
simultáneamente para que las limitaciones impuestas sean legítimas bajo la Convención
Americana.

1. Las limitaciones deben establecerse mediante leyes redactadas de manera clara


y precisa

Toda limitación a la libertad de expresión debe encontrarse establecida en forma previa


y de manera expresa, taxativa, precisa y clara en una ley, tanto en el sentido formal
como materia. Lo anterior significa que el texto de la ley debe establecer en forma
diáfana las causales de responsabilidad posterior a las que puede estar sujeto al ejercicio
de la libertad de expresión. Las leyes que establecen las limitaciones a la libertad de
expresión deben estar redactadas en los términos más claros y precisos posibles, ya que
el marco legal debe proveer seguridad jurídica a los ciudadanos.

En este sentido, las normas legales vagas o ambiguas que por esta vía otorgan
facultades discrecionales muy amplias a las autoridades son incompatibles con la
Convención Americana, porque pueden sustentar potenciales actos de arbitrariedad que
equivalgan a censura previa o que impongan responsabilidades desproporcionadas por
la expresión de discursos protegidos.

Las normas vagas, ambiguas, amplias o abiertas, por su simple existencia, disuaden la
emisión de informaciones y opiniones por miedo a sanciones, y pueden llevar a
interpretaciones judiciales amplias que restringen indebidamente la libertad de
expresión; de allí que el Estado deba precisar las conductas que pueden ser objeto de
responsabilidad ulterior, para evitar que se afecte la libre expresión de inconformidades
y protestas sobre la actuación de las autoridades.

2. Las limitaciones deben estar orientadas al logro de los objetivos imperiosos


autorizados por la Convención Americana

Las limitaciones impuestas deben perseguir el logro de alguno de los objetivos imperiosos
establecidos taxativamente en la Convención Americana, a saber: la protección de los
derechos de los demás, la protección de la seguridad nacional, del orden público o de la
salud o moral públicas. Son únicamente éstos los objetivos autorizados por la Convención
Americana, lo cual se explica por el hecho de que las limitaciones deben ser necesarias para
lograr intereses públicos imperativos que, por su importancia en casos concretos,
preponderen claramente sobre la necesidad social del pleno goce de la libertad de expresión
protegida por el artículo 13.

Los Estados no son libres de interpretar de cualquier forma el contenido de estos objetivos
para efectos de justificar una limitación de la libertad de expresión en casos concretos. La
jurisprudencia interamericana se ha detenido en la interpretación de algunos de ellos,
concretamente, en la noción de protección de los derechos de los demás", y de la noción de
orden público, tal y como se indica a continuación.

La protección de los derechos de los demás como objetivo que justifica limitar la libertad
de expresión

La CIDH y la Corte Interamericana han explicado que el ejercicio de los derechos humanos
debe hacerse con respeto por los demás derechos; y que en el proceso de armonización, el
Estado juega un rol crítico mediante el establecimiento de las responsabilidades ulteriores
necesarias para lograr tal balance. Se ha hecho particular énfasis a lo largo de la
jurisprudencia interamericana en las pautas que deben regir este ejercicio de ponderación y
armonización cuando quiera que el ejercicio de la libertad de expresión entra en conflicto
con el derecho a la honra, reputación y buen nombre de los demás.

Por otra parte, la jurisprudencia interamericana ha sido clara en precisar que en los casos en
que se impongan limitaciones a la libertad de expresión para la protección de los derechos
ajenos, es necesario que estos derechos se encuentren claramente lesionados o amenazados,
lo cual compete demostrar a la autoridad que impone la limitación. Si no hay una lesión
clara a un derecho ajeno, las responsabilidades ulteriores resultan innecesarias.

En este contexto no se puede invocar la protección de la libertad de expresión o de la


libertad de información como un objetivo que justifique a su turno restringir la libertad de
expresión o de información, puesto que ello constituye una antinomia.

Resulta en principio contradictorio invocar una restricción a la libertad de expresión como


un medio para garantizarla, porque es desconocer el carácter radical y primario de ese
derecho como inherente a cada ser humano individualmente considerado, aunque atributo,
igualmente, de la sociedad en su conjunto. En el mismo sentido, la Corte Interamericana ha
indicado que tampoco se puede justificar la imposición de un sistema de control a la
libertad de expresión en nombre de una supuesta garantía de la corrección y veracidad de la
información que la sociedad recibe, ya que ello puede ser fuente de grandes abusos, y en el
fondo es violatorio del derecho a la información que tiene la sociedad, el cual incluye el
derecho a estar informada sobre las distintas interpretaciones y visiones del mundo, y a
escoger aquélla que considere más adecuada.
En cualquier caso, si se presenta efectivamente un abuso de la libertad de expresión que
cause un perjuicio a los derechos ajenos, se debe acudir a las medidas menos restrictivas de
la libertad de expresión para reparar dicho perjuicio: en primer lugar, al derecho de
rectificación o respuesta consagrado en el artículo 14 de la Convención Americana; si ello
no bastare, y se demuestra la existencia de un daño grave causado con la intención de dañar
o con evidente desprecio por la verdad, podría acudirse a mecanismos de responsabilidad
civil que cumplan con las condiciones estrictas derivadas del artículo 13.2 de la
Convención Americana. Finalmente, respecto a la utilización de mecanismos penales,
resulta relevante mencionar que tanto la CIDH como la Corte Interamericana han
considerado, en todos los casos concretos que han sido objeto de su estudio y decisión, que
la protección de la honra o reputación de funcionarios públicos, políticos o personas
vinculadas a la formación de las políticas públicas mediante el mecanismo penal—a través
del procesamiento o condena penales de quienes se expresan bajo los tipos penales de
calumnia, injuria, difamación o desacato—resultaba desproporcionada e innecesaria en una
sociedad democrática. Este tema se estudia con detalle más adelante en el presente capítulo.

Contenido de la noción de orden público para efectos de la imposición de limitaciones a la


libertad de expresión

Para la Corte Interamericana, en términos generales, el orden público no puede ser


invocado para suprimir un derecho garantizado por la Convención Americana, para
desnaturalizarlo o para privarlo de contenido real. Si este concepto se invoca como
fundamento de limitaciones a los derechos humanos, debe ser interpretado de forma
estrictamente ceñida a las justas exigencias de una sociedad democrática, que tenga en
cuenta el equilibrio entre los diferentes intereses en juego, y la necesidad de preservar el
objeto y fin de la Convención Americana.

En este orden de ideas, para efectos de las limitaciones a la libertad de expresión, la Corte
Interamericana define el orden público como las condiciones que aseguran el
funcionamiento armónico y normal de las instituciones sobre la base de un sistema
coherente de valores y principios.

Bajo esta definición, es claro para la Corte Interamericana que la defensa del orden público
exige la máxima circulación posible de información, opiniones, noticias e ideas, es decir, el
máximo nivel de ejercicio de la libertad de expresión. En términos del tribunal, el mismo
concepto de orden público reclama que, dentro de una sociedad democrática, se garanticen
las mayores posibilidades de circulación de noticias, ideas y opiniones, así como el más
amplio acceso a la información por parte de la sociedad en su conjunto. La libertad de
expresión se inserta en el orden público primario y radical de la democracia, que no es
concebible sin el debate libre y sin que la disidencia tenga pleno derecho de manifestarse.
También interesa al orden público democrático, tal como está concebido por la Convención
Americana, que se respete escrupulosamente el derecho de cada ser humano de expresarse
libremente y el de la sociedad en su conjunto de recibir información.

En este mismo sentido, la CIDH ha explicado que una democracia funcional es la máxima
garantía del orden público, y que la existencia de una sociedad democrática se basa en la
piedra angular del derecho a la libertad de expresión.

Por otra parte, cualquier afectación del orden público invocada como justificación para
limitar la libertad de expresión debe obedecer a causas reales y objetivamente verificables,
que planteen una amenaza cierta y creíble de una perturbación potencialmente grave de las
condiciones básicas para el funcionamiento de las instituciones democráticas. En
consecuencia, no resulta suficiente invocar meras conjeturas sobre eventuales afectaciones
del orden, ni circunstancias hipotéticas derivadas de interpretaciones de las autoridades
frente a hechos que no planteen claramente un riesgo razonable de disturbios graves
violencia anárquica. Una interpretación más amplia o indeterminada abriría un campo
inadmisible a la arbitrariedad y restringiría de raíz la libertad de expresión que forma parte
integral del orden público protegido por la Convención Americana.

3. Las limitaciones deben ser necesarias en una sociedad democrática para el logro de
los fines imperiosos que persiguen, estrictamente proporcionadas a la finalidad que
buscan, e idóneas para lograr el objetivo imperioso que pretenden

Los Estados que impongan limitaciones a la libertad de expresión están obligados a


demostrar que éstas son necesarias en una sociedad democrática para el logro de los
objetivos imperiosos que persiguen.

En efecto, el artículo 13.2 de la Convención Americana utiliza la expresión ser necesarias

. El vínculo entre la necesidad de las limitaciones y la democracia se deriva, en criterio de


la Corte Interamericana, de una interpretación armónica e integral de la Convención
Americana, a la luz del objeto y fin y teniendo en cuenta los artículos 29 y 32, así como su
preámbulo: se desprende de la reiterada mención a las instituciones democráticas,
democracia representativa y sociedades democráticas que el juicio sobre si una restricción a
libertad de expresión impuesta por un Estado es necesaria para asegurar uno de los
objetivos mencionados en los literales a) o b) del mismo artículo, tiene que vincularse con
las necesidades legítimas de las sociedades e instituciones democráticas. Las justas
exigencias de la democracia deben, por consiguiente, orientar la interpretación de la
Convención Americana y, en particular, de aquellas disposiciones que están críticamente
relacionadas con la preservación y el funcionamiento de las instituciones democráticas.
Ahora bien, el adjetivo necesarias no equivale a útil, razonable u oportuna. Para que la
restricción sea legítima, debe establecerse claramente la necesidad cierta e imperiosa de
efectuar la limitación, es decir, que tal objetivo legítimo e imperativo no pueda alcanzarse
razonablemente por un medio menos restrictivo de los derechos humanos.

El requisito de necesidad también implica que no debe limitarse más allá de lo


estrictamente indispensable para garantizar el pleno ejercicio y alcance del derecho a la
libertad de expresión. Este requisito sugiere que el medio restrictivo sea en realidad el
medio menos gravoso disponible para proteger los bienes jurídicos fundamentales
(protegidos) de los ataques más graves que los dañen o pongan en peligro, pues lo contrario
llevaría al ejercicio abusivo del poder del Estado.

En otras palabras, entre varias opciones para alcanzar el mismo objetivo, debe escogerse la
que restrinja en menor escala el derecho protegido por el artículo 13 de la Convención
Americana.

Además, cualquier limitación al derecho a la libertad de expresión debe ser un instrumento


idóneo para cumplir la finalidad que se busca a través de su imposición esto es, debe
tratarse de una medida efectivamente conducente para obtener los objetivos legítimos e
imperiosos que mediante ella se persiguen. En otras palabras, las limitaciones deben ser
adecuadas para contribuir al logro de finalidades compatibles con la Convención
Americana, o estar en capacidad de contribuir a la realización de tales objetivos.

Pero las restricciones a la libertad de expresión no sólo deben ser idóneas y necesarias.
Asimismo, deben ser estrictamente proporcionales al fin legítimo que las justifica, y
ajustarse estrechamente al logro de ese objetivo, interfiriendo en la menor medida posible
con el ejercicio legítimo de tal libertad. Para determinar la estricta proporcionalidad de la
medida de limitación, ha de determinarse si el sacrificio de la libertad de expresión que ella
conlleva resulta exagerado o desmedido frente a las ventajas que mediante ella se obtienen.

Según la Corte Interamericana, para establecer la proporcionalidad de una restricción


cuando se limita la libertad de expresión con el objetivo de preservar otros derechos, se
deben evaluar tres factores:

1. El grado de afectación del derecho contrario grave, intermedia, moderada;


2. La importancia de satisfacer el derecho contrario; y,
3. Si la satisfacción del derecho contrario justifica la restricción de la libertad de
expresión. No hay respuestas a priori ni fórmulas de aplicación general en este
ámbito: el resultado de la ponderación variará en cada caso, en algunos casos
privilegiando la libertad de expresión, en otros el derecho contrario.
Si la responsabilidad ulterior aplicada en un caso concreto resulta desproporcionada o no se
ajusta al interés de la justicia, hay una violación del artículo 13.2 de la Convención
Americana.

Referencias bibliográficas

Constitución. (2008)
Ley Orgánica De Comunicación. (2013).
Organización Estados Americanos. (2022). Artículo 13 - Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Disponible en:
https://www.oas.org/es/cidh/expresion/showarticle.asp?artID=25&lID=2
Relatoría especial para la libertad de expresión comisión interamericana de derechos
humanos. (2020). Marco Jurídico Interamericano Sobre El Derecho A La Libertad
De Expresión. Obtenido de:
http://www.oas.org/es/cidh/expresion/docs/cd/sistema_interamericano_de_derechos
_humanos/index_MJIAS.html
2. ¿BAJO QUÉ CONDICIONES PUEDE RESTRINGIRSE EL DERECHO A SER
ELEGIDO BAJO LA CADH?

Para analizar estas condiciones es necesario citar lo que establece la Convención


Americana de Derechos Humanos, en su Art. 23, el cual declara lo siguiente:

“Derechos Políticos 1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes


derechos y oportunidades: a) de participar en la dirección de los asuntos públicos,
directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) de votar y ser
elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e
igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los
electores, y c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las
funciones públicas de su país. 2. La ley debe reglamentar el ejercicio de los
derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, exclusivamente por
razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o
mental, o condena, por juez competente, en proceso penal.” (Art. 23 Convención
Americana de Derechos Humanos Pacto San José de Costa Rica)

Para el caso que caso que nos ocupa indicamos que el numeral 2 dispone la responsabilidad
que cada Estado debe reglamentar el derecho a ser elegido, dando condiciones exclusivas
como la edad de la persona, su nacionalidad, el domicilio, idioma, instrucción, capacidad
civil o mental.

Al momento que la CADH, establece la necesidad de que el derecho a ser elegido puede
estar condicionado podemos concluir con absoluta certeza que este derecho no es absoluto
y puede estar sujeto a limitaciones, y tales limitaciones las podemos entender como
restricciones, que deben estar necesariamente reglamentadas.

Esta reglamentación no debe inobservar los principios de legalidad, necesidad y


proporcionalidad en un Estado democrático, exigiéndolo a que norme con una ley, las
condiciones para que los ciudadanos puedan participar en un proceso electoral siempre y
cuando sea anterior al desarrollo de tal proceso.

Como ya vimos el Art. 23 numeral 2 de la Convención se puede reglamentar el ejercicio de


los derechos y oportunidades establecidos en el inciso primero del artículo, exclusivamente
por las razones establecidas en ese inciso, es decir, ya encontramos la restricción, en el
propio articulo 23 de la convención y lógicamente no debe ser discriminatoria,
fundamentando criterios lógicos y razonables, con un propósito útil para satisfacer
necesariamente un interés público.

Esta responsabilidad de un Estado democrático, debe considerar estándares mínimos para


normar la participación política de sus ciudadanos, siempre y cuando sean proporcionales y
razonables de acuerdo a los principios de la democracia representativa, garantizando que
los procesos electorales, radique siempre la expresión de la voluntad de los electores, es
decir, que en los procesos electorales tengan como propósito elecciones libres, justas y
basadas en el sufragio universal, igual y secreto que refleje la soberanía del pueblo,
considerando como principio general que fomentando la participación ciudadana se
fortalece la democracia, entonces queda claro que se debe establecer normativa legal, con el
único objetivo sea la participación de actores específicos del pueblo, como los miembros de
las comunidades indígenas, directivos barriales, representantes de gremios y cuerpos
colegiados.

Con respecto a las limitaciones al derecho a ser elegido, el Comité de Derechos Humanos
de Naciones Unidas señaló que:

“El derecho de las personas a presentarse a elecciones no deberá limitarse de


forma excesiva mediante el requisito de que los candidatos sean miembros de
partidos o pertenezcan a determinados partidos. Toda exigencia de que los
candidatos cuenten con un mínimo de partidarios [para presentar su candidatura]
deberá ser razonable y no constituir un obstáculo a esa candidatura.” (O.N.U.,
Comité de Derechos Humanos, Observación general No. 25.)

Es decir que las restricciones deben ser objetivas, no únicamente limitarse a meros
formalismos, tales como pertenecer a movimientos o partidos políticos, cualquiera que sean
las condiciones que se impongan al ejercicio del derecho a ser elegido deberán
fundamentarse en criterios objetivos y razonables.

Con los elementos citados podemos establecer que las condiciones para restringir el
derecho a ser elegido establecido por la CADH, podrían ser:
Legalidad, Proporcionalidad y Finalidad.

Esta restricción al derecho de ser elegido establecido en la CADH, permite a los Estados
democráticos la posibilidad que, sin trasgredir el derecho político de los ciudadanos,
establecer de manera previa limitaciones al ejercicio del derecho como tal, cuyo requisito
imprescindible es que corresponda a una reglamentación previa, clara y sobre todo con la
razonabilidad suficiente para cumplir con el requisito de legalidad.

Lo cual significa que las condiciones y circunstancias generales que autorizan una
restricción al ejercicio derecho político a ser elegido deben estar claramente establecidas
por ley, y entendiéndose como tal que el principio de legalidad consiste en dar prevalencia
a la ley sobre cualquier actividad o función del poder público.

La norma que establece la restricción debe ser una ley en el sentido formal y material,
entendiéndose como una regulación es ley en sentido formal y material, cuando emana del
órgano legislativo y tiene un contenido general; en cambio es sólo ley en sentido formal si
ha sido dictada por el poder legislativo, pero su contenido se refiere a un solo caso
concreto; y es ley sólo en sentido material, cuando tiene un contenido general, esto es, se
refiere a una multiplicidad de casos, pero no ha sido expedida por un órgano legislativo.

Proporcionalidad

La proporcionalidad que debe guardar como tal, para restringir el derecho a ser elegido y
que sea compatible con la Convención Americana de Derechos Humanos, debe ser
considera necesaria para un Estado democrático. Esta restricción, como las demás que están
en la Convención Americana, establece de manera explícita en ciertos derechos incluidos
los derechos políticos, para lo cual se debe valorar por ejemplo si tenemos una necesidad
social imperiosa, aquí podemos ejemplificar lo que establece nuestra legislación sobre la
restricción del derecho que tenemos los ciudadanos ecuatorianos, para ser elegidos, tal
como lo determina el Art. 113 de la Constitución de la República del Ecuador:

Art. 113.- No podrán ser candidatas o candidatos de elección popular: 1. Quienes


al inscribir su candidatura tengan contrato con el Estado, como personas naturales
o como representantes o apoderados de personas jurídicas, siempre que el contrato
se haya celebrado para la ejecución de obra pública, prestación de servicio público
o explotación de recursos naturales. 2. Quienes hayan recibido sentencia
condenatoria ejecutoriada por delitos sancionados con reclusión, o por cohecho,
enriquecimiento ilícito o peculado. 3. Quienes adeuden pensiones alimenticias. 4.
Las juezas y jueces de la Función Judicial, del Tribunal Contencioso Electoral, y
los miembros de la Corte Constitucional y del Consejo Nacional Electoral, salvo
que hayan renunciado a sus funciones seis meses antes de la fecha señalada para la
elección. 5. Los miembros del servicio exterior que cumplan funciones fuera del
país no podrán ser candidatas ni candidatos en representación de las ecuatorianas
y ecuatorianos en el exterior, salvo que hayan renunciado a sus funciones seis
meses antes de la fecha señalada para la elección. 6. Las servidoras y servidores
públicos de libre nombramiento y remoción, y los de periodo fijo, salvo que hayan
renunciado con anterioridad a la fecha de la inscripción de su candidatura. Las
demás servidoras o servidores públicos y los docentes, podrán candidatizarse y
gozarán de licencia sin sueldo desde la fecha de inscripción de sus candidaturas
hasta el día siguiente de las elecciones, y de ser elegidos, mientras ejerzan sus
funciones. El ejercicio del cargo de quienes sean elegidos para integrar las juntas
parroquiales no será incompatible con el desempeño de sus funciones como
servidoras o servidores públicos, o docentes. 7. Quienes hayan ejercido autoridad
ejecutiva en gobiernos de facto. 8. Los miembros de las Fuerzas Armadas y de la
Policía Nacional en servicio activo.” (Constitución de la República del Ecuador
2008.)

De cada numeral plasmado en este articulado podemos determinar con certeza que está
orientada a satisfacer un interés público imperativo, debido a la necesidad de restringir que
las y los servidores públicos o ciudadanos que tengan alguna relación jurídica, con el
Estado puedan ser elegidos, preceptos emanados de una legitimidad soberana.

Ahora bien, también podemos determinar que se restringe en menor grado el derecho
protegido, por cuanto estas condiciones o regulaciones las podemos entender que se ajustan
estrechamente al logro del objetivo legítimo y si aplican únicamente si las o los ciudadanos
ecuatorianos mantienen una relación jurídica con el Estado, al mismo tiempo de su
intención de postulación, como es el caso de servidores públicos, servidores judiciales o
miembros de las fuerzas armadas siempre y cuando estén plenamente en el ejercicio de su
cargo o de la relación jurídica con el Estado Ecuatoriano.

Finalidad

Esta restricción se relaciona con la finalidad regular aspectos básicos y esenciales para
ejercer el derecho a ser elegido; esto es, que las causas que se invocan para justificar la
restricción se ha de aquellas permitidas por la Convención Americana de Derechos
Humanos, previstas de manera específica que se incluyen en determinados derechos.

A diferencia de otros derechos que establecen específicamente en su articulado las


finalidades legítimas que podrían justificar las restricciones a un derecho, el artículo 23 de
la Convención no establece explícitamente las causas legítimas o las finalidades permitidas
por las cuales la ley puede regular los derechos políticos.

En efecto, el artículo 23 Convención Americana de Derechos Humanos, en su numeral 2,


limita a establecer ciertos aspectos o razones como la capacidad civil o mental, la edad, de
las personas, para nuestro entender éstas condiciones más que restricciones se configuran
en regulaciones en relación con los titulares de ellos, siendo éstos de aspectos más
generales y no necesariamente determinan de manera específica las finalidades, que
persigue el poder electoral, recalcando que son exclusivas para la Convención.

Como ejemplo claro de ésta regulación, tenemos el requisitos del domicilio del ciudadano o
ciudadana, lo que nos traslada al análisis del porqué se debería exigir que el postulante aún
cargo de elección popular sea residente del lugar en el cual pretende captar la dignidad, y es
razonable sustentar que lo que pretende esta regulación es dar por sentado, que el
postulante entiende las necesidades de sus connacionales o sus conciudadanos, y tiene más
asidero comprender el objetivo de esta regulación, para los procesos electorales de locales
como juntas parroquiales, concejalías cantonales, alcaldías, y prefecturas.

Siempre bajo las finalidades legítimas que las restricciones persiguen las emanadas de las
obligaciones que se desprenden del artículo 23, numeral 1 de la Convención Americana de
Derechos Humanos.

Referencias bibliográficas:
Convención Americana de Derechos Humanos Pacto San José de Costa Rica.

O.N.U., Comité de Derechos Humanos, Observación general No. 25.

3. EXPLIQUE EL ALCANCE DE LOS TÉRMINOS “INDEPENDENCIA” E


“IMPARCIALIDAD” A LA LUZ DEL ARTICULO 8.1 CADH.

El artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que, “1.
Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra
ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal
o de cualquier otro carácter.

A la luz del articulo 8.1 referido, lo primero que se debe tener en cuenta es que, como su
título lo establece, se trata de una garantía jurisdiccional que supondrá el cumplimiento del
debido proceso dentro de cualquier proceso, valga la redundancia, en el que se determinen
sus derechos y obligaciones, lo que incluirá también a los procedimientos de índole
administrativo.

Es decir, que tanto la independencia como la imparcialidad del juzgador son elementos
condicionantes del cumplimiento del debido proceso, lo que supone el desarrollo no solo
legislativo interno sino también jurisprudencial de líneas de aplicación y cumplimiento de
esta garantía por parte del Estado, por cuanto son, a su vez, principios rectores del derecho.

Según Thea (2012), el debido proceso es “una garantía irrenunciable de la que gozan
todas las personas, que al establecer límites y condiciones al ejercicio del poder de los
distintos órganos estatales frente a los individuos, representa la protección más
fundamental para el respeto de sus derechos” (p. 130)

En este sentido, la independencia supondrá la autonomía del juzgador para decidir sobre la
base de lo actuado dentro del proceso o procedimiento y de los principios rectores del
derecho, y no a partir de injerencias de cualquier tipo, ya sean estas públicas o privadas.
Esta autonomía vendrá dada en dos momentos, en primer lugar, cuando se es designado al
juzgador, es decir en las labores de la designación estatal precedida de la ya conocida
separación de poderes y luego, cuando se está ejerciendo la potestad jurisdiccional.
La imparcialidad por otro lado, si bien esta dada dentro del contexto de la independencia de
poderes que se exige para la designación del juzgador, bajo este principio actúan criterios
psicológicos si se quiere decir, en virtud de que viene marcado por los prejuicios que trae
consigo el juzgador, los que pueden estar definidos por influencia externa a partir de los
antedichos poderes político, económico o administrativo, pero también y sobre todo, por su
propia influencia interna, es decir por criterios ideológicos, religiosos y en general
personales que están arraigados a cada ser humano.

Tanto la independencia como la imparcialidad buscan evitar la pérdida del curso natural del
proceso, descartando la influencia de poderes ajenos como el político, económico o
administrativo o criterios personales y para ello se sirven de condiciones particulares que
las eviten. Estas condiciones especiales, como las llama Thea (2012, p.143), generalmente
están desarrolladas dentro del ordenamiento nacional interno de cada país. En el caso de la
imparcialidad los mecanismos internos que se utilizan son los de la recusación y la
inhibición del propio juzgador, y en el caso de la independencia, la propia separación de
poderes que otorga al poder judicial la capacidad de establecer sus propios mecanismos de
selección de juzgadores, por poner un ejemplo; sin embargo, se debe tener en cuenta que
estos mecanismos no serán taxativos sino que al tratarse de principios, la independencia y
la imparcialidad, admitirán un continuo progreso y expansión, lo que supone un alcance
amplio de los mismos, que se maximiza en los Estados de derecho y más aún en los de
derechos.
4. QUE CRITERIO APLICA PARA CASOS DONDE UNA PERSONA DETENIDA
MUERE EN PRISIÓN. EXPLIQUE:

A la luz de la aplicación de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos la


muerte de una persona privada de la libertad no supone un régimen distinto dentro de la
obligación de los Estados parte de garantizar y respetar los derechos de los ciudadanos y
personas que pertenecen a su jurisdicción, que no terminan ni siquiera con una sentencia
ejecutoriada, debido al respeto a la dignidad que tiene cada ser humano por el hecho de
serlo.

En este sentido, cualquier persona privada de libertad, ya sea por detención con fines
investigativos o con sentencia ejecutoriada, tiene derecho a la vida y a la integridad
personal, lo que supone el respeto a su vida misma, la no sumisión a la tortura y a tratos
crueles que resulten inhumanos o denigrantes, de conformidad con los artículos 4 y 5 de la
prenombrada convención.

Bajo este contexto, el criterio que se aplica supone que, corresponde al Estado garantizar el
acceso efectivo e inmediato a estos derechos, más aún cuando son agentes estatales los que
tienen en su custodia a las personas privadas de libertad, con lo cual el Estado es
responsable de la muerte de estos dentro de prisión.

Por otro lado, el criterio que se aplica dentro de los países en los que aun no se encuentra
abolida la pena de muerte supone que esta sea aplicada bajo criterios de gravedad elevada,
es decir en los delitos más graves, siendo el Estado el responsable en los casos en que esta
sea aplicada en forma contradictoria y arbitraria.

Referencias:

1. Thea, F. (2012). La Convención Americana de Derechos Humano y su proyección


en el Derecho Argentino. Universidad de Buenos Aires.
2. Corte Interamericana de Derechos Humanos y Cooperación Alemana (GIZ). (2020).
Cuadernillo de Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
No. 9: Personas privadas de libertad. San José, C.R.

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