Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
05 - Sofia
05 - Sofia
— ¿Ves? Todavía estás muerta. Vuelve a la cama — la apremió, pero la niña
cayó rendida sobre su pecho —. No, no, no, venga, pitufa.
En fin, al menos podría ducharse en paz y sola. Por mucho que quisiera a su
hija, atesoraba cada minuto que podía dedicarse a sí misma.
Por instinto, miró hacia abajo, esperando ver a Sofía dentro de la ducha
con ella, mientras se lavaba el pelo, se rió al pensar en las inocentes
preguntas sobre anatomía que solía responder durante las duchas
comunitarias. Obediente, siempre contestaba a la niña cuando le
preguntaba sobre sus pechos, y Sofía se había quedado satisfecha cuando
le había explicado que tenía la barriguita más grande porque dentro estaba
creciendo un hermanito o hermanita.
Lo que la dejó helada fue que Sofía le preguntara sobre el «pelo» que tenía
entre las piernas. Luisita había intentado explicarle los conceptos de vello
púbico y adolescencia mientras el agua empezaba a enfriarse y todavía
recordaba la cara de total incomprensión de su hija.
— Mamá, caca.
— Vale.
— ¡Aiba! — insistió.
Sofía soltó una risita y luego una de aquellas carcajadas infantiles tan
contagiosas que surgen de la inocencia más pura. Amelia se rió con ella y,
al levantar la mirada, vio que Luisita las observaba con una sonrisita
burlona y los brazos en jarras.
— Buenos días, Amelia.
Se puso de pie con Sofía colgada del cuello y con las piernecitas alrededor
de su cintura como buenamente podía.
La rubia se ruborizó y disimuló una sonrisa, las dos se miraron a los ojos
unos segundos hasta que alguien empezó a golpear los cubiertos contra la
mesa y rompió el silencio.
— Chi
****
Amelia entró en la ducha y soltó un grito.
Tanto Luisita como Sofía la miraron cuanto entró en la cocina con un largo
albornoz.
— Pero te tienes que comer todo el desayuno — le recordó la morena con
firmeza. Con una última y vigorosa sacudida, la soltó.
— ¿Mamá fadada?
— No, mamá no está enfadada. Es solo que a Amelia se le dan muy bien las
mujeres. La muy creída... Seguro que ahora se cree que le van a dar el título
de Madre del Año.
****
Era para verlas: la esbelta mujer persiguiendo a... ¿cómo la llamaba? Ah, sí,
hobbit.
— ¡Sofía nada!
Incluso desde el porche, Luisita atisbó la sonrisa diabólica de Amelia. — Ni
se te ocurra.
— Peses.
Amelia se rió.
Sofía estiró los brazos hacia Amelia, que se agachó. Entonces el medio
moco le plantó un beso en los labios y le dio una palmada en las mejillas.
La ojimiel se sonrojó aún más, sonrió para la niña sin darse cuenta que
Luisita las miraba con ternura y con los ojos llorosos.
****
Esa noche, cuando Sofía estaba ya en la cama, Luisita y Amelia salieron al
porche a disfrutar de la cálida noche veraniega.
Luisita la miró y sonrió con ternura — Gracias. Pero no quiero ser una
molestia mayor de lo que ya lo soy y te agradezco sinceramente todo lo que
has hecho hasta ahora — le dijo en voz calmada.
La rubia posó los ojos en ella y enarcó las cejas. — Bueno, es inquietante
saber que un ser humano está creciendo dentro de ti. A veces me siento como
en la película esa, Alíen — contestó.
Iba a decir algo más, pero se lo pensó mejor y fue Luisita la que habló. —
Oye, siento mucho todo esto. Créeme, ojalá tuviera algún sitio adonde ir.
Debería haberme quedado en Albuquerque — dijo, sin dejar de respirar
profundamente.
La rubia suspiró.
— Amelia, van a ser cuatro meses muy largos si no podemos ser sinceras la
una con la otra. Dime lo que te ronda por la cabeza, por favor. — Dijó un
poco mas calmada