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Café, Vainilla y Chocolate (AU CAmelia) - Capítulo 2: Te lo prohíbo - Página 3

de Maiteshd

17-21 minutes

CAPÍTULO DOS: Te lo prohíbo

PRESENTE

Luisita sintió la luz del sol colarse por las cortinas de la ventana, se giró dándole la
espalda, y estiró su mano para con gran desilusión darse cuenta que se encontraba
sola en ella, el frío invadió su cuerpo y rápidamente abrió los ojos. Una sonrisa se
dibujó en su rostro al recordar la noche anterior, la suave seda de las sábanas
acariciaban su cuerpo como horas antes lo habían hecho aquellas manos que tanto
amaba.

Se colocó boca abajo, con su mejilla contra la almohada, y cerró los ojos, disfrutando
de aquella sensación de sentirse llena, sentirse completa. Sintió unos labios sobre su
nuca y una sonrisa se dibujó en su rostro, luego pudo sentir como una mano se colaba
por debajo de las sábanas, y con la yema de sus dedos acariciaba la desnuda espalda
de Luisita. La rubia dejó salir un gemido, justo en el mismo momento en que aquellos
labios volvían a depositar unos besos sobre el desnudo cuello, las sábanas volvieron a
acariciar la espalda de la rubia, hasta llegar a su cintura.

- Si comienzas. – Comenzó diciendo Luisita, su voz era ronca y su respiración


comenzaba a entrecortarse, mientras su pecho bajaba y subía de forma rápida. -
tendrás que terminar. – La risa de su amante llenó la habitación, hizo sentir a la rubia
completa por segunda vez en menos de un minuto. Luisita sintió los finos dedos
recorrer su columna vertebral, desde la nuca hasta la cintura.
- Cariño... – Susurró contra el oído de Luisita, la estaba matando y ella lo sabía
completamente, porque así mismo era como ella se sentía cuando Luisita la tocaba.
- ...quizás... – Luisita sintió cómo la chica se sentaba a horcajadas en su cintura. - ...te
deje a la mitad. – Volvió a susurrar contra su oído, Luisita volvió a gemir cuando sintió
nuevamente sus labios sobre su nuca, para luego besar su hombro y su espalda. - Te
debo un café, cariño. – Volvió a susurrar contra el oído de la rubia, y antes de que esta
tuviera tiempo de reaccionar, salió de encima de ella.

- ¡Amelia! – Se quejó Luisita mientras tomaba un almohadón y se lo arrojaba a la


morena, quien comenzó a reír mientras esquivaba aquel objeto. - Te ódio. – Dijo con
frustración mientras golpeaba la almohada que le quedaba, tomó las sábanas para
cubrirse y se giró para observar a la morena, quien en esos momentos una sonrisa
dibujaba su rostro. Amelia llevaba un impecable traje negro, camisa blanca
desabrochada.

- Cariño, tú me amas. – Amelia se acercó a ella nuevamente, y depositó un casto beso


en los labios de Luisita.- Y lo dejaste muy claro el día de nuestra boda. – Luisita tomó la
morena por la camisa que llevaba abierta, impidiendo que pudiera alejarse. - ¿Me
abrocharás la camisa? – Preguntó de forma seductora Amelia, Luisita la miró
mordiendose el labio, después de tantos años de estar con Amelia sabía que eso era
una de sus debilidades. - No hagas eso. – Se quejó la morena, Luisita rió mientras se
ponía de pie, dejando que las sábanas cayeran por su abdomen y sus piernas, dejando
al descubierto su cuerpo. - Te gusta provocarme. – Susurró Amelia mientras su mirada
se posaba en los desnudos pechos de su esposa.

- ¿Quién comenzó? – Se defendió Luisita, mientras con sus manos abrochava


botón por botón de la camisa de Amelia. - Si fuese otro día, ya no estarías vestida. –
Comentó justo en el momento en que terminaba, Luisita tomó la camisa que la noche
anterior había caído al suelo y se vistió con ella. - ¿Almorzamos juntas? – Preguntó
Luisita mientras se dirigía al baño para darse una ducha.

- Si. – Respondió Amelia mientras la seguía, abrazó por la cintura a Luisita, y luego
depositó un beso en la mejilla de su esposa. Luisita se giró para quedar frente a la
morena, y pasó sus manos por detrás de la nuca de Amelia. - Prometo que esta noche
te compenso. – Luisita sonrió y unió sus labios con los de Amelia, quien respondió
gustosa. En cuanto se separaron, la morena pegó su frente con la de la rubia.
-Te quiero. – Susurró Luisita, Amelia sonrió y antes de poder responder, la rubia volvió
a unir sus labios. Luisita abrió la boca, dejando entrar la lengua de Amelia, en cuanto
sus lenguas se tocaron una corriente eléctrica recorrió ambos cuerpos, igual que había
sucedido cuando se besaron la primera vez, igual que sucedía cada vez que se
besaban. Estaban tan o más enamoradas que antes, y eso lo podían notar en la mirada
de la otra.

-Te quiero. – Susurró Amelia una vez sus labios se separaron, depositó un casto beso
en los labios de la rubia y luego se separó.

-¡Suerte! – Gritó Luisita cuando Amelia salía del baño. La rubia se quitó la camisa y
entró en la regadera, el agua caliente golpeaba su cuerpo, había decidido que después
de aquella ducha iría al estudio o saldría por algunas fotografías, lo primero y lo
principal era disfrutar de aquel baño.

Cuando el reloj marcaba las doce en punto, Luisita cruzaba por la puerta del edificio
del juzgado, allí se llevaría a cabo el juicio que Amelia tenía, siendo abogada de la parte
defensora. Amelia había logrado ser una de las abogadas más reconocidas del país, si
bien su apellido había influenciado mucho, la chica había ganado tantos juicios como
su jefe y padre, por lo que su nombre aún seguía en lo alto.

Saludó con la cabeza al guardia de aquel edificio, hombres y mujeres con trajes o
vestidos pasaban por su lado, siempre le había llamado la atención lo bien que se
mantenía aquel edificio, el cual parecía ser de esos años, pero era uno de los más
viejos en la ciudad. Luisita preguntó en recepción en cuál de las salas se llevaba a cabo
el juicio, una vez se le informó, la rubia caminó hacia donde le habían indicado. Había
tenido que pasar por una revisión, ya que tenían que tener un control de lo que pasaba
y de lo que no. Una vez terminó con ello, la oficial que le había realizado el escaneó la
dejó pasar, pero justo en ese momento un ruido sordo y gritos comenzaron a llenar el
lugar.

Luisita tuvo un fuerte presentimiento, sin pensarlo dos veces comenzó a correr hacia
las puertas de aquella sala, a pesar de que la mayoría de las personas intentaba salir
ella hacía todo lo posible por entrar. Nuevamente el mismo ruido volvió a ser
escuchado, esta vez Luisita supo perfectamente de lo que se trataba, esos habían sido
disparos, los cuales provenían del mismo lugar donde ella intentaba entrar. Empujó a
un hombre que intentaba salir, y tuvo que deshacerse del guardia que le impedía
avanzar, Luisita no había visto por ningún lado a su esposa, ni tampoco al sospechoso
de aquel homicidio, pero podía observar a los guardias que sujetaban a alguien,
rápidamente lo pusieron de pie y se lo llevaban por la puerta detrás del estrado. Luisita
no supo en que momento, pero sus piernas habían comenzado a moverse solas, su
respiración comenzaba a acelerarse y un sentimiento de angustia estaba comenzando
a invadir su cuerpo, en cuanto vio a Amelia corrió hacia ella sin pensarlo dos veces.

- Luisita. – Susurró la morena. La aludida dejó que las lágrimas comenzaran a surgir, no
le importaba nada sólo su esposa. Amelia se encontraba en el suelo, su mano derecha
sobre su abdomen y Luisita pudo observar la sangre que salía de allí, rápidamente se
quitó su camisa, siempre solía llevar una camiseta de finos tirantes debajo, la estrujó y
la aprisionó contra su abdomen. Luisita escuchó decir que los paramédicos estaban de
camino, pero eso no la tranquilizaba, si hubiese dependido de ella, la hubiese llevado
al hospital ella misma, pero sabía que lo mejor era no moverla. – Luisita. – Volvió a
repetir la morena, la aludida negó con la cabeza mientras se inclinaba para depositar
un casto beso en los labios de ésta. - Te quiero. – Susurró nuevamente Amelia, una vez
sus labios se separaron.

-No. – La voz de Luisita estaba rota, sus lágrimas corrían por sus mejillas sin cesar, sus
miradas estaban conectadas, y la rubia sabía que la morena se estaba intentando
despedir, pero ella no la dejaría. - Te lo prohíbo. – Susurró como pudo, la camisa
blanca de Amelia estaba completamente manchada de sangre, y las lágrimas de Luisita
una vez terminaban de recorrer su rostro caían en la morena. - ¿Me escuchaste? –
Preguntó intentando parecer seria. - Te prohíbo que te despidas, no puedes dejarme. –
Amelia había comenzado a cerrar sus ojos, sentía los párpados pesados y los gritos de
las personas le eran lejanas, sus oídos sólo eran capaces de escuchar una sola voz, eran
capaces de diferenciar aquella angelical voz de cualquier murmullo que hubiese a su
alrededor, Luisita le rogaba una y otra vez que abriera los ojos, que no la dejara, y lo
último que había podido escuchar eran las dos mismas palabras que ella había podido
decir.

Luisita podía ver cómo se llevaban a Amelia, le habían colocado una mascarilla para
respirar, una intRocíoosa para pasarle suero, la veía tan débil, tan frágil, sentía que si la
tocaba podía romperla, el color de sus mejillas se había ido, estaba pálida y Luisita
temía pensar lo peor, sus lágrimas no dejaban de salir. En cuanto llegaron al hospital
tuvo que separarse de ella, lo único que había podido escuchar era la palabra cirugía,
se detuvo en la puerta que ya no pudo traspasar, estaba segura que había recorrido
medio hospital y no se había dado cuenta. Sintió unos brazos que rodeaban su cuerpo
y se aferró a ellos como si la vida dependiera de eso.

- Luisita, cariño. – Escuchó que le hablaban con ternura, sabía perfectamente de quien
se trataba, su madre la sujetaba con fuerza, sintiendo el fuerte agarre de la rubia en
sus ropas. - Todo estará bien. – Manolita sobaba la espalda de su hija, intentando que
calmara un poco su llanto pero Luisita lo único que pudo hacer fue sujetarse con más
fuerza y dejarse llevar, las lágrimas brotaron de sus ojos como si de una catarata se
tratara. Sentía que estaba siendo conducida hacia algún lugar de aquel hospital, no le
interesaba a dónde se dirigía, sólo quería ver a su esposa. - Luisita, mírame hija. – La
rubia clavó sus ojos marrones, Manolita había visto un brillo en ellos desde el día en
que su hija conoció a Amelia, y desde entonces jamás se había apagado, pero por
primera vez aquel brillo no estaba, había desaparecido.

Manolita se sentó en la silla contigua donde se encontraba Luisita, la rubia había


recargado su cabeza sobre el hombro de su madre, la mujer estaba hablando pero
Luisita no sabía ni le importaba con quién, después de todo ya había escuchado que
debía esperar para saber el resultado de la cirugía. No supo cuánto tiempo pasó, hasta
que sintió que otros brazos la rodeaban, estaba segura que se trataría de Rocío y
Marina, sabía que algo le estaban diciendo pero la rubia no escuchaba nada, estaba en
un estado de shock que lo único que podía hacer era girar el anillo de bodas que
llevaba sobre su dedo anular.

No tenía idea de lo que sucedía a su alrededor, sólo necesitaba que alguien llegara y le
diera una explicación de lo ocurrido. La furia estaba comenzando a inundarla, junto
con la desesperación de no saber cómo se encontraba Amelia, la angustia, y las últimas
palabras de la morena retumbaban en todo su ser, quería ser lo último que escuchara,
no le importaba si en esos momentos quedaba sorda, ciega o muda. Comenzó a
tamborilear los dedos sobre su pierna, producto del nerviosismo que estaba
comenzando a sentir, pero nuevamente comenzó a girar el anillo en su dedo, sentía
que era lo único que la aferraba a Amelia en esos momentos.

- Está reaccionando. – Escuchó que una de sus amigas decía. - Luisita, cariño. – La rubia
fijó su mirada en la persona que tenía frente a ella, el rostro de Marina mostraba
preocupación, sintió las manos de su amiga sobre sus piernas. Luisita bajó la mirada
hacia sus manos, las cuales estaban teñidas de rojo, subió un poco la mirada y se
detuvo en su camiseta, también con manchas rojas. - ¡Oh! Cariño. – Marina se sentó a
su lado, pasó su brazo por detrás de los hombros de la rubia y la atrajo hacia sí para
abrazarla, Luisita se aferró a ella mientras comenzaba a llorar nuevamente. - Ve por
café. – Le dijo Marina a Rocío, quien asintió con la cabeza y salió de allí en dirección a
la cafetería del hospital. Marina sabía que lo más seguro era que la rubia no la
escuchara, pero aun así prefirió hablarle. - Tu madre llamó a los padres de Amelia,
están de camino. – Cuando Luisita escuchó el nombre de su esposa aferró sus manos
con más fuerza al cuerpo de Marina, y luego asintió con la cabeza. - Ven, vamos a
lavarte un poco.

A pesar de que Luisita se negó varias veces, terminó aceptando el pedido de la


morena, quien la condujo hasta los baños, una vez allí la rubia se detuvo frente al
espejo y por primera vez desde que había salido de su casa, se observó
detenidamente. El rostro de Luisita se había tornado blanco, sus ojos estaban
hinchados por el llanto, su labio estaba partido, por lo que supuso que en algún
momento se lo había apretado con fuerza o quizás se había quitado demasiado la piel
de ellos, sus ojos estaban apagados, no quiso seguir mirando, por lo que bajó la vista a
sus manos. Marina abrió el grifo del agua y la rubia entendió aquello, llevó sus manos
debajo del agua fría y se lavó las manos quitándose la sangre que ya se encontraba
seca, después de enjuagarlas, llevó agua a su rostro y se lavó con ella.

-Tu madre fue al quirófano. – Comenzó diciendo Marina con cautela, no quería que su
amiga comenzara a llorar nuevamente, le partía el corazón verla en ese estado. Al ver
que Luisita sólo asintió con la cabeza, decidió continuar con lo que estaba diciendo. -
Supuso que preferías que estuviese presente allí.

Luisita volvió a asentir con la cabeza, cerró el grifo y tomó papel para secarse las
manos y el rostro, una vez lo consiguió se giró para observar a Marina, tomó aire y lo
expulsó con pesar. Sentía que el aire le quemaba, respirar le estaba costando un fuerte
trabajo, pero sólo lo hacía por pura inercia. Marina llevó sus manos a los hombros de la
rubia y los apretó con cuidado.

- Todo saldrá bien – Luisita mordió su labio inferior y asintió por tercera vez en menos
de dos minutos. - Tienes que ser fuerte para ella, porque va a necesitarte.

La rubia, después de mover la cabeza por cuarta vez, abrazó a Marina, quien entendió
su forma de agradecer.

Luisita sentía la garganta seca, y cuando intentó tragar sintió que le raspaba, a pesar de
aquello lo hizo unas cuantas veces más, y agradeció cuando Rocío la esperaba con un
vaso de agua y otro de café. Tomó el de agua y bebió todo su contenido, ya no sentía
aquellos problemas al tragar. Después de tomar el vaso de café, una mueca surcó sus
labios, intento de sonrisa que su amiga supo que le agradecía aquello, las tres chicas
tomaron asiento. Los minutos eran interminables, Luisita observó su reloj pulsera,
notando que eran las dos de la tarde, sólo habían pasado dos horas desde que había
llegado al edificio, pero para ella había pasado una eternidad.

Los minutos pasaban, ni su madre ni ningún otro médico salía para informarles el
estado de Amelia, Luisita se sentía morir por dentro, pero aquello que Marina le había
dicho había quedado retumbando en su cabeza, tenía que ser fuerte por Amelia, tenía
que ser positiva y saber que todo saldría bien. Instintivamente se llevó dos dedos a sus
labios, con la yema de estos los recorrió lentamente, recordando el beso de aquella
mañana, recordando la noche que habían tenido el día anterior, recordando cada
momento que habían pasado juntas, desde el día que se habían conocido en aquella
cafetería, hacía años atrás, la cual ahora era la favorita de ambas chicas, la cual había
sido testigo de lo vivido entre ellas. Pero rápidamente aquella sonrisa como llegó se
esfumó, la rubia recordó el beso que había depositado en Amelia, segundos antes de
que los paramédicos llegaran, lo había sentido frío.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Luisita cuando pudo ver a su madre acercarse a


ella, llevaba algo en las manos, pero la rubia desvió su mirada hacia el hombre que
venía detrás de Manolita. Un mal presentimiento se apoderó de ella, se puso de pie
rápidamente, sintió a Rocío y Marina tomar sus manos y presionarlas, sabía que
suceda lo que suceda ellas estarían allí. Luisita bajó la vista nuevamente hacia las
manos de su madre, y fue ahí cuando supo que lo que llevaba en aquella pequeña
bolsa eran las pertenencias de Amelia, tomó aire intentando ahogar el nudo en la
garganta que se estaba formando y tuvo que repetir aquello todo el tiempo en que,
tanto su madre como aquel médico demoraron en llegar frente a ellas.

Luisita se estaba sintiendo morir, aferró con fuerza las manos de sus amigas, y ambas
se acercaron más a ella, el médico se detuvo justo frente a las tres jóvenes, posó su
mirada en Manolita y luego en Luisita, su semblante era serio, no demostraba ningún
tipo de sentimiento.

- Sra Luisa Gómez Ledesma. – Dijo el hombre observando fijamente a la rubia, quien
en esos momentos tuvo que requerir de mucha fuerza de voluntad para mantenerse
de pie, firme frente a él, porque Luisita estaba a punto de escuchar el parte médico
sobre Amelia.

¡Hola! Antes de que me maten quiero aclarar algo, no será una bala perdida, había
pensado que podía ser un accidente, pero necesitaba que Luisita estuviese presente y
que no se sintiera culpable después por lo ocurrido, así que lo dejé así. Como notarán,
un capítulo será del pasado y otro del presente, así que paciencia.
Si les gustó "Cábala", tienen twitter y quieren votarla, tienen que twittear: Voto
(Nombre del fic) (Link de la historia) #MyWattysChoice (Abajo lo dejo). Se los
agradecería mucho.

Aún así, espero que el capítulo les haya gustado y dejen sus comentarios, me gustaría
saber su opinión sobre el capítulo y espero no quieran matarme.

Voto Cábala story/71977765-c%C3%A1bala-au-cAmelia ... #MyWattysChoice

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