Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“Te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te “amputo” de mí, sé feliz y no me
busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí”
-Carta de Frida Khalo a Diego Rivera-
Aprender a estar a solas y disfrutar de ello de vez en cuando, es algo que, efectivamente,
todos deberíamos conseguir. De hecho, quien no lo logra, debe encarar a menudo la dura tarea de
llenar espacios, sanar miedos y aliviar inseguridades de la peor manera: ocupando vidas ajenas o
anclándose a la primera persona que pase ante ellos.
Lo que sea con el fin de defenderse de ese demonio llamado soledad o de la incapacidad
de estar con uno mismo. No es lo adecuado. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Los tiempos cambian, no hay duda. Sin embargo, la imagen de una mujer soltera no se
percibe igual modo que la de un hombre sin pareja. Es como si el tiempo pasara más rápido para
ellas, como si se les apremiara a hacerlo todo lo antes posible para ajustarse a un reloj biológico
impuesto socialmente: hay tener un buen trabajo, encontrar una buena pareja y convertirse, al
poco, en una supermamá.
Ahora bien, como decimos, los tiempos cambian y las mujeres ya no se obsesionan por
buscar. Muchas prefieren ser encontradas. Otras dejan a un lado los relojes biológicos para seguir
sus propias brújulas mentales y emocionales.
Pueden encontrar la plenitud con una pareja, sin duda, pero si esa relación fracasa, son
capaces de seguir sus rumbos. Porque son responsables de sí mismas, porque no temen la
soledad. Es un reencuentro con uno mismo, y eso siempre sana. Siempre reconforta.
“La soledad a veces, es adictiva. Cuando te das cuenta de cuánta paz hay en ella, dejas de
querer lidiar con la gente”
-Carl Gustav Jung-
Ahora bien, es muy posible que esa amiga nos diga que “estoy sola y estoy muy bien así” y
que nuestro amigo, nos responda aquello de que “ahora no quiere saber nada de eso”. Unos lo
entenderán y la mayoría lo verán con extrañeza porque generalmente, la soledad nunca se ve
como algo viable sino más bien como un tropiezo desafortunado.
Si pensamos en ello durante un momento nos daremos cuenta de algo: en realidad nunca
estamos solos, nos rodea la vida. Además, la mayoría disponemos de nuestro propio grupo de
pertenencia, familia, amigos, compañeros, etc.. Una pareja no siempre nos salva de la soledad, ni
está ahí para ello. En ocasiones, hasta nos acerca por primera vez al abismo más oscuro de esta
dimensión, como lo es por ejemplo la soledad emocional.
Nadie está solo si aprende a quererse a sí mismo. Porque todos habitamos en nuestras
mentes, porque pensar, soñar, proyectar y sentir, lo es todo menos un acto solitario. Somos
bailarines en nuestros propios mundos interiores. Somos sanadores de heridas, ejecutores del
perdón y artífices de nuestros destinos.
Así que no, no te equivoques, no estoy sola porque me ate la vida, porque se destrocen
mis ilusiones ilusiones. He dejado de tener miedo al miedo, soy una inquilina satisfecha de mis
espacios interiores y atiendo el futuro sin ansiedad, sabiendo aprovechar mi presente.