Está en la página 1de 33

Todo empieza con un sentimiento de vacío, de qué algo falta, algo falla.

Intentas
adivinar el que, pero no eres capaz. Intentas levantarte, pero no tienes ganas. ¿Qué ha
cambiado de un día para otro? Nada. Pero ya no eres tú.

Son sensaciones que se van acumulando, experiencias que duelen, momentos que nos
matan. Eso nos va haciendo pequeños hasta que nos atrapa, y dejándonos sin aire nos
encierra en un espacio pequeño, en el que las cosas siguen su curso normal, pero somos
incapaces de hacer nada para participar en nuestra vida. La esperanza desaparece y con
ella las ganas de levantarse al día siguiente.

Salir de ese espacio pequeño parece casi imposible. De hecho, si estás dentro te parecerá
lo más complicado del mundo y al parecer imposible, ¿para qué lo voy a intentar?
Existe la posibilidad de que este sentimiento que me hace sentir tan pequeño e
irrelevante, ¿desaparezca? Yo creo que no. Supongo que es porque estoy atrapada en el
pequeño espacio, pero una vez que la esperanza por la vida, las ganas de hacer pequeñas
cosas o que hasta las más pequeñas alegrías desaparezcan, no creo que vuelva.

Nunca volverás a sentirte como antes, algo ha cambiado. Te han quitado una pequeña
parte de ti que no volverá nunca, por mucho que estés mal. Al final, eso es la vida. Un
día a día de grandes desgracias y mínimas alegrías.

Si hablas con alguien cercano, su única aportación será un comentario predeterminado


que más que hacer que te sientas mejor, hará que te molestes. Si es que no es tan
complicado de entender, ¿no? De hecho, sí es complicado llegar a entender para alguien
que está (no diría bien, porque ¿qué es estar bien?) entender el hecho de que un día no te
quieras ni levantar de la cama. Que tú vida no sea complicada y aun así te sientas vacío.
Y no es exactamente vacío, es complicado de definir, pero estoy segura de que sabes
bien de qué tipo de sentimiento hablo.

Al ser algo complicado de definir, no confío en que sea algo que hablando se arregle. Si
te sientes así, todo tu entorno y entorno sanitario te recomendará terapia. No soy fan de
ella, no me escondo. He ido a varios psicólogos durante períodos bastante extensos,
pero no creo que me haya servido de nada. Sí, soy consciente de que salir de este sitio
no es nada fácil, que lleva su tiempo y su esfuerzo, pero me siento tan cansada que no
quiero ni intentarlo, porque muy probablemente no merezca ni la pena.

¿Por qué iba merecer la pena que siga aquí si no estoy bien? ¿Por qué iba a merecer la
pena seguir intentándolo si nada hace que me sienta mejor? Honestamente, no lo sé.
Pero la verdad yo me considero muy cobarde para hacer ni una cosa ni la otra. Ni para
intentar estar bien, si es que se puede, ni para acabar con todo. Al menos me beneficia
parcialmente ser una cobarde, ¿no?

A veces me sorprende como algo tan simple como mirarte en el espejo puede doler
tanto. Como se puede torcer mi día únicamente por el hecho de que lo que estoy viendo
me disgusta. He intentado múltiples caminos para cambiar como soy, quizás el
problema, es que he intentado cambiar como soy, pero no el quererme como soy.
“El amor platónico es lo más rentable”
Nunca entendí el sentido del amor platónico, hasta que la conocí.

Siempre he sido muy consciente de mis oportunidades como persona y hacia personas,
por eso soy totalmente consciente de que esto es un amor platónico y jamás pasará nada,
de hecho, ni siquiera me atormentan mis nulas posibilidades con ella.

Me llena un sentimiento que no conozco cada vez que la veo, cada vez que me habla,
cada vez que ríe. Un sentimiento que he llegado a identificar como felicidad. Es
gracioso que algo tan simple me pueda proporcionar una felicidad instantánea.

Involuntariamente, mi objetivo de cada día es verla, aunque sea de lejos. Con poder
mirarla algo cálido se enciende algo de mí.

Al final, este tipo de amor es el más seguro. Es el que menos daño nos hace. Al menos
de momento. Porque es extraño, no la deseo de una manera física, si no tan solo
emocional, tan solo admirarla.

Admiro su forma se ser, de hablar, de pensar incluso su forma de existir. La admiro con
todo mi ser y creo que así será durante un largo tiempo.
30/12/22
Hay muchas cosas que nunca te dije. Nunca te dije que para mí eras la persona más
maravillosa del mundo. La que siempre haría el favor a otro aunque le causase mal. Que
antes de estar mal nosotros, era ella la que lo haría. Eras una alma blanca y pura, no se
me ocurre nada negativo acerca de ti, no solo porque no estés, si no porque dudo que
dentro de ti existiese algo mínimamente negativo. Para todos los que te queremos y te
quisimos en vida, aunque muchas veces te preocupases de más, eras la luz de una
carretera oscura, siempre dispuesta a ayudar y hacer que te sintieses mejor. Nunca llevé
bien lo que te pasó. Principalmente, no entendía que porqué a ti, una persona que hizo
muy poco mal, tendría que estar absorbida por una enfermedad así. Yo sé que querías
hacernos ver que nunca pasaría nada, pero nunca me olvidaré en el momento que me di
cuenta de que estabas asustada por lo que podía pasar, cuando yendo a Barcelona me
dijiste llorando que no querías morirte. Yo no supe que decir, obviamente no quería que
te murieses, pero aún no era capaz de asimilar que podría pasar si no salía bien. Nunca
llegué a ver como una realidad tu muerte. Nadie de nosotros quería. Nadie de nosotros
quería una navidad sin tu poema de la tía pepa, para el cual te subías a decir encima de
la silla o dejar de echarte la bronca por cada maratón de comida dulce que te echabas.

Antes de que pasase, tú me decías que la medicación iba bien, que había avances
positivos. Jamás me lo creí. Obviamente era verdad, pero yo sabía que ya no tenía
solución, pero no entendía el final.

Recuerdo esas últimas semanas cuando te iba a ver, con tu pijama gris de un muñeco de
nieve, apagada pero siempre preocupada por mí. Era como si hubieses perdido tu
esencia, tu energía, lo que te hacía ser tú y eso me dolía. Una semana antes de que te
fueses, fue el último día que te vi. Te veía tan rota y débil que me daba miedo sentarme
a tu lado en la cama, a pesar de que tú insistías en que lo hiciese. No recuerdo haberte
dicho que te quería antes de irme y eso me dolerá toda la vida.

Cuando el domingo marchaste ingresada, sabía que ya estaba. Sabía que venía una cosa
que no podía afrontar entonces lo ignoré. Intenté esconder la realidad porqué estaba
asustada, no sabía cómo echarte de menos. No sabía si iba a poder estar sin ti, mi
segunda madre y la persona con la que me gustaba pasar horas y horas hablando. Sé que
te encantaría verme, sé que siempre estarás orgullosa de mí, pero te necesito.

Superar esto es muy complicado y no sé cómo hacerlo. Es una espiral de sentimientos


negativos en la que me siento más hundida cada día, a veces incluso me pregunto,
¿merece la pena seguir así? Intento esforzarme por ti y por todos, porqué sé el dolor que
causa una muerte y nunca quiero ser responsable de una mínima parte de ese dolor.

Pero a veces tengo miedo de que eso me deje de importar, el ocultar y/o ignorar mis
emociones me ha dejado en un punto en el que estoy mal, pero asustada hasta el punto
de mal que estoy. No le veo el sentido a nada de esto y ya no sé por qué. No me veo el
sentido a mí misma, no creo aportar ninguna cualidad positiva a la vida de nadie y odio
sentirme así y, es más, me da miedo sentirme siempre así y cansarme.

Estoy cien por cien segura de que me ayudarías a dejar de sentirme así porque para ti
era como un sol. No es que sepa que aquí no me quieran, tengo muchos te quiero, pero
me falta el más importante.
Ojalá estuvieses conmigo un rato más para recordarme por qué merece la pena vivir así.
Nada de esto es culpa tuya.

Te quiero
A veces pienso que estoy destinada únicamente a este tipo de amor. El verla de lejos,
intercambiar simples palabras ya me proporciona la mayor sensación de felicidad. Con
tan solo mirarla me siento feliz. ¿Para qué voy a intentar que algo suceda si ya tengo
beneficio emocional tan solo mirándote? Es quizás estúpido, muchos creen que el que tu
amor sea correspondido puede llegar a ser el mayor regalo que te puede ofrecer la vida,
mucha gente vive por el amor.

¿Pero si es que el amor duele, no es más sencillo hacerlo de esta forma? Si siempre va a
acabar mal. Esta es la mejor forma de amar para los cobardes, que no se quieren a sí
mismos.

Espero algún día ser capaz de enfrentarme a mis sentimientos, de sentirlos. No solo de
decirle a esa persona que daría mi vida por ella, si no de dejarme a mí misma sentir
cosas.
JÚLIA

El mundo está lleno de mujeres como Beth, tímidas y tranquilas que aguardan sentadas
en un rincón hasta que alguien las necesita, que se entregan a los demás con tanta
alegría que nadie ve su sacrificio hasta que el pequeño grillo del hogar deja de chirriar
y la dulce y soleada presencia desaparece para dejar tras de sí silencio y oscuridad.
Mujercitas-Louisa May Alcott

La primera vez que leí esta frase, pensé automáticamente en ti. Al analizarla bien, por
extraño que te parezca viniendo de mí, me puse a llorar por lo afortunada que me sentía
por tenerte en mi vida.

Y es que sé que no te lo digo mucho, por no decir nunca, que eres de las mejores
personas que he conocido. Que por mucho que me ría o burle de tu alegría constante
pase lo que pase, me hace muy bien. Que me parece impresionante lo inteligente que
eres, no solo me refiero a conceptos escolares, sino también en general, si tengo un
problema sabes que siempre espero tu consejo.

Por mucho que nuestra amistad no dure toda la vida, porque ambas somos conscientes
de lo efímero que es todo en esta vida después de hacer clase con el Joaquím, es uno de
mis más profundos deseos, que así sea.

Eres de las personas en quien más confío y mi lugar seguro. No te puedes imaginar lo
mucho que me has ayudado a salir de este pozo y ahora que estoy casi fuera y me he
dado cuenta de todo lo que has hecho por mí, sé que siempre te voy a estar agradecida,
porque has sido luz en un momento de extrema oscuridad y me has alegrado miles de
días sin saberlo.

Espero que tu vida sea como te mereces, que tengas todo lo que deseas y consigas todo
lo que te propongas (cosa que jamás dudaría que no fueses a conseguir) y lo más
importante, que podamos compartirla juntas. Eres una persona increíble.

Te quiero.
Efímero
Aquello que se acaba rápido.

Yo creo que todo lo que nos rodea es de alguna u otra manera efímera. Lo bueno y lo
malo de la misma forma, solo que uno valoramos positivamente que termine, y lo que se
supone que no debería terminar, termina.

La felicidad es efímera, así como el dolor.


Amor propio
Desde pequeña nunca he sido capaz de sentir algo parecido a eso. Ahora, simplemente
me parece un concepto abstracto e inalcanzable.

Realmente no podría dar razones exactas por la cual no me quiero a mí misma, ni me


valoro, simplemente me veo como algo innecesario.

Esta falta de amor propio me ha hecho ser consciente de lo mucho que dependo de los
demás para sentirme completa, útil.

Hago todo por una aprobación que no necesito, que no me va a aportar nada y eso se
debe todo a que no me valoro en lo más mínimo.

Desde este punto de vista, veo imposible el hecho de que algún día pueda llegar a
quererme a mí misma, no lo concibo como algo posible.

Valorarse a uno mismo es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos nosotros
mismos.

Este tema va de mano con la autoestima y como desde que somos pequeños nos hacen
sentir menos de lo que somos hasta llegar al punto de perder la esperanza en valorarnos
un mínimo.

Pero no soy capaz ni nunca lo he sido. No lo era cuando se reían de mi en primaria ni lo


soy ahora cuando yo soy la única que se insulta.
Todo pasó demasiado rápido.

Cuando la vi entrar por la puerta me sentí instantemente atraída hacia ella. Y cómo para
no, llevaba un disfraz de ángel que le quedaba increíblemente bien.

Al principio, no hablamos, yo estaba muerta de vergüenza con tanta gente que no


conocía.

Me empecé a soltar cuando sacaron el alcohol.

Al llegar a la discoteca, ya iba un poco contenta. Me atreví a darle la mano para bailar y
después de repetir un montón de veces “que yo no sabía cómo funcionaba esto”,
refiriéndome a bailar, ella me dijo:

-Para mí bailar es algo tan íntimo como el sexo.

- ¿Me estás queriendo decir algo?

-No lo sé.

Después, salió a fumar y yo la acompañé.

-Me cunde mucho que nos liemos.

- ¿Segura? No quiero que te arrepientas mañana, no sé.

- ¿Por qué me iba a arrepentir?

-No lo sé.

- ¿Pero tú no quieres?

-Sí, pero no quiero que te arrepientas mañana.

-Te prometo que no lo haré.

Entonces me besó. Y dios, se sintió demasiado bien. Lo repetimos unas cuantas veces y
yo apoyé mi cabeza en sus piernas me acariciaba la cara y hablábamos, sobre la vida,
experiencias y inseguridades que ella intentó que se disiparan.

-Desde que te he visto sabía que esto pasaría.

Lo que más me atraía de ella era su voz.

Al final, se tuvo que marchar, nos despedimos como debíamos y yo me separé un poco.

- ¿Estás segura de que ya está?

-Sí. Me merezco tu Instagram o algo ¿no? - le pregunté con media sonrisa.


Ella me lo dio y se fue. Tenía la esperanza de volver a verla el día siguiente, pero no
pasó y me sentí decepcionada, no sé muy bien porqué, me fui de ese lugar con ganas de
verla y hablar.
21/2/22
Hay días que ni yo misma sé cómo me siento.

Hoy ha sido uno de esos días en los que me levanto agobiada y sintiéndome mal. Un día
de esos en los que no estoy segura de que merezca la pena seguir aquí.

No estoy así por ningún motivo aparente, simplemente todo me afecta, para mal. He
tenido que salir de clase en una hora porque ya no podía ni conmigo misma.

En estos días no soy capaz de controlar mi mal humor, aunque disimule medianamente
bien el alcance que tiene para mi esta situación, no puedo evitar ofenderme por todo,
saltar a la mínima y hablar como no sé merece a la gente que me importa.

Aunque en estos días, en el momento de reflexionar, me doy cuenta de lo afortunada


que soy y que no estoy para nada sola. La gente que me rodea, aunque poca, es
maravillosa, aparte de suportar mi humor de perros están ahí para que me desahogue,
aunque lo haga veinte veces de lo mismo en una hora.

Estoy especialmente agradecida hoy por la Alba, que, a pesar de encontrarse mal, me ha
acompañado durante una hora hablándole sobre algo que me agobiaba, por mucho que
ya se lo hubiese dicho durante todo lo que había pasado de día, me ha escuchado y me
ha aconsejado tal y como necesitaba. Soy muy afortunada de poder tenerla a mi lado.

Y, aunque hoy haya sido un día de mierda como aquellos que hacía tiempo que no tenía,
he sido capaz de no hacer lo único que antes conseguía calmarme, las autolesiones. A
pesar de que esas cicatrices van a estar ahí durante mucho tiempo, cada día duelen un
poquito menos.

Una de las cosas que me ha hecho sentirme así, ha sido un comentario cuanto menos
desafortunado de Júlia, que no cree que dos personas con enfermedades mentales
puedan mantener algún tipo de relación amorosa supongo, por el hecho de que nos
ponemos a ambas en peligro.

Lo que me ha sentado mal de esta afirmación, ha sido el hecho de que parezca que es la
única cualidad que nos defina como personas, que por el simple hecho de que la vida
nos haya llevado a sufrir esta mierda, sea lo único que sea importante de mi persona.
Para mí, es totalmente lo contrario ¿Quién mejor que yo va a entender a alguien que esté
pasando por algo parecido, si yo he pasado lo mismo?

Mi única cualidad no es esa, que cada cosa que me pase tenga porque acabar mal y en
final trágico, que al parecer incluye una muerte por decisión propia. Me he sentido sin
derecho a experimentar lo que el resto por el daño que me pueda causar.

¿Y es que no se trata de eso el amor? Al final siempre sale mal, siempre acaba doliendo.
Y eso no lo creo porque sufra una u otra cosa, la vida me lo ha hecho ver así y dudo que
pueda cambiar de opinión.

Al final me he sentido sin derecho a amar a alguien por el simple hecho de estar mal.
No solo quitándome a mí el derecho, si no a aquella que quiera hacerlo o que esté igual
que yo, y es injusto.
La muerte es algo que siempre siento cerca, que siempre tengo presente. Y es que desde
que te fuiste, la siento conmigo cada día.

Es un sentimiento que asusta, de cierta manera, porque creo entender porque la siento.

Cada día siento que me atrapa más con sus promesas de mi deseada tranquilidad y ni yo
sé si la ignoro o la admiro.

Y es que marcharme de aquí supondría demasiadas cosas, supondría dejar de sentirme


insuficiente, supondría dejar que mi mente y mi cuerpo descansase, dejar de ser una
carga para la gente que quiero, que tiene que estar siempre preocupada por como estoy o
como me siento.

A veces siento que jamás podré salir de este momento de oscuridad profunda en el que
me encuentro sumida, en esos momentos, es cuando su llamada me parece el canto de
un ángel.

Nunca es suficiente por más que lo intente.

Intento huir de ella y sus promesas, pero cada día es más complicado porque cada día es
más duro. Las marcas de sus llamadas se pueden ver por todo mi cuerpo y mi cara
refleja lo mucho que necesito ese descanso.
-He conocido a alguien.

Fue lo primero que me dijiste al sentarte en esa pequeña mesa en la que nos sentábamos
des de que empezamos a salir. Ni siquiera me diste un beso para saludarme.

Yo me quedé helada, sentí que el tiempo se paró a mi alrededor.

No fui capaz de articular ninguna palabra, solo sentía como todo el maquillaje se corría
por mi cara mientras abundantes lágrimas brotaban de mis ojos.

Después de un incómodo silencio, decidiste levantarte, apretar mi hombro y marcharte.


Y se acabó.

No sé durante cuánto tiempo me quedé ahí, pero me pareció una eternidad.

Por mi cabeza pasaron infinitas posibilidades acerca de la mujer sobre la cual te habías
enamorado.

¿Sería Marta, aquella compañera de trabajo? ¿O Lucía, tu amiga de la infancia?


En días como este sueño con tu llegada.

Sueño con aquello que prometes: el dejar de sentir, bueno o malo, simplemente que
pare.

Necesito que mi mente descanse, que deje de funcionar, aunque sea por tan solo un
minuto.

No soy capaz de pensar en nada bueno, ni de mi ni de nada que me pueda llegar a


ocurrir.

Tengo ganas de ir a buscarte, pero no me atrevo.

Al final, no sé si merecerá la pena seguir así.

Cada cosa que hago, la desprecio.

Cada cosa que me pasa, la transformo en algo malo.

Cada vez que me veo o me escucho me siento horrible.

No valgo para nada.

¿Qué me ha hecho sentirme así?

No lo sé.

Pero estoy muy asustada de que esto nunca se marche, porque entonces, sí que seré
capaz de ir a buscarte.

Todo mi cuerpo refleja las veces que he deseado ser capaz de buscarte, recuerdo que
tendré siempre grabado en mi piel y no tan solo metafóricamente.

No quiero comer, no quiero beber, no quiero sentir nada, necesito descansar de mí


misma.

Quizás merezca la pena, que deje de hacerlo. Ojalá no fuese tan cobarde.

No quiero convivir conmigo misma durante toda mi vida y es más fácil intentar
valorarme, que cambiarme por otra persona, pero soy incapaz.

No soy capaz de recordar como empecé a odiarme a mí misma, solo sé que una vez
empiezas, no hay marcha atrás.

Nunca seré capaz de tenerme la más mínima estima, porque sé que no me la merezco y
nunca la disfrutaría.
Yo no quería quererla.

Pero como iba a no hacerlo, si me miraba como me miraba.

Si sus ojos tenían el verde más bonito del mundo.

Si lo único que hacía era picarme para hacerme reír.

Se que jamás me miraría de la misma forma.

Que jamás sentiría nuestros abrazos de la misma forma en la que los sentía yo.
Yo no tenía intención de qué esto sucediese.

No pensaba en conocer a alguien, hasta que te vi.

Con tu actitud fuerte y de que todo te daba igual.

Necesité un par de copas para acercarme y hablar contigo.

No sabía lo que me pasaba, solo que me sentía atraída hacia ti, pero por algo más allá de
tu físico.
Eras tú, no sé exactamente el que, pero eras tú.

Solo con oír tu voz supe que te quería tener.

Después de hablar contigo, me sentí incompleta.

El deseo de conocerte más me consumía por dentro.

Al final, ambos conseguimos lo que queríamos y lo que pudo ser una cosa de una noche,
acabó en conversaciones diarias.
Acompañadas, por mi parte, de múltiples incógnitas.

Si nos volvíamos a ver, ¿qué pensará de mí?

¿Le daré asco?

¿Se arrepentirá toda su vida?

Y sí no es así, ¿yo estoy preparada para lo que sea qué venga después?

Somos dos personas rotas, ¿es algo que nos convenga?

Quizás lo único que tengo que hacer es no pensar en ello, dejar que fluya y que sea lo que
tenga que ser.

No creo ser capaz.


Cuando no podía más llegó ella.

Nunca lo supo, pero ella fue quien alumbró mis días más oscuros.

Quien me hizo reír hasta llorar cuando solo tenía ganas de dejar de existir.

Entonces se marchó.

Nunca entendí ni cómo ni porque, pero el caso es que nunca fue lo mismo.

Entonces mis días volvieron a ser oscuros.

Ya no reía tanto como en aquellas tardes sentadas en mi terrado.


Me encontraba en uno de los ambientes que más odiaba: rodeada de gente que no conocía.
Allí estaba yo, en el cumpleaños de una de mis mejores amigas, intentando sonreír
falsamente o hablar con alguien.

Al sentarnos en la mesa para cenar, analicé físicamente a todos los presentes y mi mirada
y atención se centró en ella.

Lo que principalmente me atrajo de ella fue su voz. Hoy sigo sin entender la razón.
Querida vida,
Me gustaría saber que he hecho para merecer sentirme así.
Para que cada día me hagas sentir que no valgo nada.
Por qué motivo merezco sentirme en una constante ataraxia.
Todo lo bueno ni siquiera me ilumina una pizca en el pozo oscuro en el que me tiene
sumida todo lo malo que me pasa.
Lo único que pido es llegar a dejar de sentirme así.
Por fuera, nada me importa, nada me afecta.
Pero dentro de mi hay una tormenta de emociones negativas que me está consumiendo y
acabando con toda mi energía para seguir intentándolo.
Tu contraparte, me ofrece tranquilidad, esa paz que anhelo, ese descanso mental que
tanto necesito.
Sería algo tan sencillo, caer en su juego.
Sin embargo, tampoco soy capaz.
No soy capaz ni de estar ni de no estar.
A veces me siento como algo insignificante. No puedo más con cómo me siento y no sé
cómo expresarlo, siento que no es para tanto.

Pero, por otra parte, me está consumiendo, ya no soy yo. Esto, que no se lo que es, me
está destrozando en millones de pedazos. Me cansa tan solo abrir los ojos y pensar que
esto continua. Desesperación es lo único que siento. ¿Por qué me siento así? ¿Qué hago
para dejar de estarlo? Todo el mundo me dice que a todos les pasan cosas malas, que no
soy la única, pero entonces porque me siento así. Porque siento que ya no quiero estar
aquí. Que me cansa que cada día sea igual y mi paz mental, aquello que tanto anhelo,
este cada día más lejos de mí. Tengo tantas preguntas y ninguna respuesta. Solo estoy
cabreada, nada me gusta como antes, nada me hace medianamente feliz, siento que
nadie me entiende, la mayoría me minimiza “a todos les pasan cosas malas”, “hay
mucha gente así “.

Necesito apagar el motor de mi mente, que no para de repetir y repetir estas preguntas,
necesito que pare, necesito descansar.
Què és l’amor?
Es una pregunta que sempre ha rondat per la meva ment. Per alguns és dependre d’una
persona, estar lligada a ella, com una mena de submissió justificada.
Per altres, és només una companyia, que ens salva d’aquella soledat que sembla que ens
dona tanta por.
Per a mi l’amor, és la teoria de la que parlava Plató, el mite de l’home bola. Aquesta
teoria diu que abans, estàvem formats pel doble de parts que tenim ara, quatre cames,
quatre braços, dos òrgans reproductors iguals o un de cada sexe.
Un dia, la humanitat va decidir que hauríem d’atacar als déus per poder obtenir el seu
poder. Zeus, va assabentar-se i va decidir, com una mena de càstig, anar separant els
humans per deixar-nos tal com som ara.
Per Plató, això és l’amor, buscar la nostra meitat, no importa si home o dona, que ens
completi, que ens acabi de fer ser nosaltres mateixos.
Crec que per a mi també. Que l’amor és aquell qui et completa, que t’entén i t’escolta.
No em vull referir a que necessitem amor per ser nosaltres mateixos, però si que tothom
té algú, destinat a fer-nos ser la nostra millor versió, i allò, és el veritable amor.
El destí forma una part important en la meva teoria sobre que és l’amor. Jo crec que tots
tenim a algú de forma predestinada, per això mai he cregut en forçar res en quan
aquestes coses em refereixo, si ha de passar, passarà. Encara que he d’admetre que
algun cop he insistit perquè hi passar-hi.
L’amor no és dependència ni un fugir de la soledat, és allò que ens completa. No és pot
forçar, està escrit en algun lloc i només ens queda esperar que arribi, abans o després.
Llevaba tanto tiempo esperando que sucediese, que nos volviésemos a ver, de poder
hablar en persona, de besarle.
Pero mi cabeza no me había dejado pensar en qué eso iba a suceder e iba a salir bien.
Solo me decía que al volverme a ver le daría asco.
Que me ignoraría.
Que no nos volveríamos a ver.
Que de repente me dejaría de hablar, porque se había aburrido de mí.
Tanto me había autosaboteado, que cuando le vi, no sabía que hacer. No creía que
llegaría pasar.
Parecía tan ilusionado como yo, yo estaba tan nerviosa que me quedé en blanco.
No era capaz ni de mirarle.
Hasta que otra vez, gracias al alcohol, me empecé a soltar.
Hablamos de todo y tuve la oportunidad de conocerle mejor, de saber más sobre él.
Tuve la oportunidad de besarle.
Otra vez pensé que quedaría ahí, que yo no merecía que continuase porque lo había
disfrutado.
Y yo no merecía cosas buenas.
Nos volvimos a ver al día siguiente e hizo que mis inseguridades se disiparán un poco.
Me dijo que el día anterior se había dado cuenta que no era solo una persona con la que
hablase con fotos.
Me hizo sentir bien, especial conmigo misma.
Después hizo lo que yo llevaba deseando hacer todo el día, me besó. Muy
probablemente lo mejor que me haya pasado en mucho tiempo.
A veces creo que no debería seguir aquí, que no me lo merezco. Si hiciese caso de las
respuestas que yo misma me doy a las preguntas que me hago, ya me habría rendido
hace tiempo.
Esto me hace sentir inútil, innecesaria para nadie y una carga.
Hay días que lo siento menos, pero hay días que me consume poco a poco, y me
consumo tan rápido como una cerilla.
Este “ente”, porque no sabría definirlo, no es algo más que yo misma, saca a relucir en
todos los escenarios posibles la mayoría de mis inseguridades.
“Nunca vas a conseguir nada con tú vida”
“No sirves para nada”
“A quién le vas a gustar, mírate, eres gorda, fea y una pesada”
“Tus amigos no te soportas”
“No eres capaz de ayudar a nadie”
“No mereces nada bueno”
Estas simples frases pasan en bucle por mi cabeza constantemente. Esto ha hecho que
me vuelva fría, que me de miedo mostrar mis sentimientos, no ser cariñosa con nadie
por miedo a incordiar y lo último, pero no menos importante, ha hecho que me odie a
mí misma.
¿Y es que porque necesito que nadie me haga daño si ya me lo hago todo yo sola?
Muchas veces quiero huir de misma, encontré algo que me calmaba, que me ayudaba a
poder concentrarme en otra cosa que no fuese en la gran mierda que soy, pero el
sentimiento de culpa que existía detrás de cada corte era superior a este malestar.
A veces me pregunto, ¿si el sentimiento de culpa fuese menor, lo seguiría haciendo?
Y me contento que sí, que muy probablemente habría tomado una decisión radical,
irrevocable.
Intento convencerme de qué me quedan cosas por hacer, que tiene que haber a alguien
que le importe, que hay algo bueno que me espera, pero es que no me lo merezco.
Quisiera dejar de sentirme así, tenerme un mínimo de aprecio y empezar a disfrutar las
cosas buenas que me pasan, sin ningún sentimiento de culpa presente, pero este se repite
una y otra vez.
Parece irónico como lo que a algunos les asusta tanto, para otros muchos la salvación o
incluso un descanso.
Como el final de aquello que debemos disfrutar, porque vida solo hay una, es aquello
que anhelamos que acabe, para dejar de sentirnos así.
¿Así cómo?
Insuficiente.
Una carga.
Simplemente “un nada”.
Muchos, no se atreven a ponerle final a su sufrimiento, intentándose convencer de qué
hay algo bueno que espera, agarrándose a una idea abstracta de felicidad, que hará que
este sentimiento desaparezca.
A su misma vez, convencidos de que esta felicidad no debería llegar, que no son
merecedores y lo más fácil sería partir.
Algunos seguirán intentándolo, con más energía que el día anterior.
Otros cederán.
Muchos otros sucumbirán a la oscuridad, encerrados en una cueva de la que no podrán
salir ni ser sacados, nunca valorándose a sí mismos.
Ojalá fuese más fácil.
Ojalá fuese más justo.
A veces no sé qué pensar, ni yo sé cómo me siento. Tengo la cabeza llena de cosas que
me angustian, por arte de magia siempre acaban entrelazándose. Puedo empezar con “no
te vas a sacar nada, nunca serás capaz” y acabar con un “te lo estás imaginando todo,
¿cómo iba alguien a sentir algo por ti? Muchas veces no aguanto estos pensamientos y
me recorre una impotencia por todo mi ser, por no ser capaz de acabar con ellos. No
soporto cómo funciona mi mente, lo que pienso, lo que siento ni lo que quiero. ¿De
verdad es tan complicado hacer que pare?
Me asusta sentirme tan desesperada, me asusta pensar que un día decidiré tomar la
decisión rápida, de hacer que mí cabeza pare de golpe.
Necesito ayuda, ¿cuál? No lo sé ni yo. No sé qué me ayudaría a sentirme mejor, no solo
conmigo misma, si no con toda la gente de mi alrededor, a ser posible también dejar de
sentirme una carga, porque no decirlo, una mierda de amiga.
Siempre siento que no ayudo suficiente, que nunca estoy cuando debería estar y qué no
me merezco a la gente de mi alrededor. No lo entiendo, porqué en el fondo de mi ser, sé
que siempre estoy cuando me necesitan. Pero al final, todo se resume en lo mismo, no
sé porque me siento así, ¿qué he hecho? Quizás nada, pero mi mente tiene más poder
sobre mí, aunque hiciese miles de cosas buenas, jamás sería suficiente.
I wish you were here.
I just want to hold you, feel you.
I’d follow you everywhere.
Sitting in my rooftop listening to cigarettes after sex.
While we kiss.

Oh, God, why does everything have to be so difficult?


Why can’t you be here?
Why can’t you love me?
Why can’t everything be just how it was?

Maybe it was my fault.


How could you love someone like me?
-Eres un completo desastre. -escucho, que me gritan.
Me doy la vuelta, pero no logro ver a nadie.
- ¿Hola? - pregunto.
Extremo silencio.
-Sabes que vas a estar sola toda tú vida.
- ¿Quién eres?
Nadie o nada me contesta. Otro silencio. De repente siento un gran peso encima de mí.
Intento quitármelo de encima, pero es invisible.
-Por favor, vete. Déjame en paz -suplico.
- Eres horrible. Ni tus amigos te soportan. Te vas a quedar sola. Nadie te va a aguantar.
Eres muy pesada. Molestas. Sobras. Inútil. Fea. Imbécil.
Me grita esto y más a mi oído, no puedo pensar ya en otra cosa. Me siento mareada,
intento cerrar los ojos. Esto debe ser una pesadilla, me voy a levantar y todo estará bien.
De repente me empieza a hablar con voces que conozco, mi madre diciéndome que no
me esfuerzo lo suficiente. Júlia diciéndome que soy una mala amiga. María diciéndome
que deberíamos de dejar de hablar.
De repente me sale de dentro un grito ahogado, empiezo a sudar, ya no sé qué hacer.
Eso sigue repitiéndome lo mismo, cada vez más rápido, cada vez más fuerte.
Cada vez me siento más pequeña.
Más insignificante.
Entonces, me dejo ir. Le cedo todo el poder qué tengo sobre mí. Noto un cosquilleo,
pero ya no siento el peso sobre mí. Aliviada, suspiro.
- ¿Por qué hiciste eso? Seguro que te odia. Todos te odian. ¿Siempre tienes que hacerlo
todo mal? ¿Por qué dijiste aquello?
Ahora ya no lo siento encima de mí, si no dentro de mí. Lo siento como un bucle dentro
de mi cabeza. Intento sacudir la cabeza, a ver si de esa forma se va. No se va, y ahora
los escucho más fuerte que antes.
Ya no me siento como yo, ya no me deja en paz. ¿Qué tengo que hacer para que me
deje? Me he perdido totalmente.
-Bueno, explícame. ¿Qué te ha traído hasta aquí?
A pesar de que no fuese la primera vez que escuchase esa pregunta, mi mente se volvió
a quedar en blanco. De repente, no tenía ningún motivo para estar delante de esa
persona desconocida, que pretendía que me abriese en canal emocionalmente mientras
estaba sentada en una silla de dudosa procedencia, incomoda, mientras me sentía
fríamente observada y analizada.
-Pues… No lo sé.
Dibuja media sonrisa, deduzco que para hacerme sentir más segura.
-Hombre, supongo que, si has tomado la decisión de venir hasta aquí, es porque eres
consciente de que algo anda mal, ¿no?
Claro que soy consciente. Lo sé desde que tengo memoria.
-Supongo.
-Bueno, al menos intenta explicarme como te sientes.
-No sé -suspiro.
Me mira fijamente, parece cansado de tener esta conversación.
-Si seguimos así, no vamos a conseguir nada.
-Lo siento.
-Tranquila. ¿Por qué no me explicas que te preocupa? Y no me digas todo, estudios,
imagen, personalidad…
¿Pero cómo le iba a explicar todo lo que pasaba por mi cabeza en ese instante? Ni
siquiera se en qué momento empezó. Quizás fue cuando empezaron a meterse conmigo.
Quizás fue después de su muerte. Quizás empezó sin ninguna razón en especial. Ni
siquiera sé cómo me siento. Puede que esté asustada por quedarme sola para siempre, o
tal vez asqueada conmigo misma por la forma en la que me veo. O puede ser que solo
esté cansada. ¿De qué? No estoy muy segura exactamente. De sentirme mal por como
soy, por cómo me veo, por siempre cagarla, por necesitar hacerme daño para sentir algo,
por nunca ser capaz de expresar lo que siento, por nunca sentirme suficiente, por la
culpa que siento a cada momento, por siempre creerme menos o simplemente de
cansada de estar.
Después del largo silencio precedido a su pregunta, las palabras se acumulan en mi
garganta y lágrimas empiezan a brotar de mis ojos. La persona frente a mí se tensa y me
extiende la caja de pañuelos que hay frente suya.
-Llora todo lo qué necesites.
Me cuesta mucho llorar por la medicación, que me hace sentir en algo parecido a un
“standby” emocional, pero una vez que empiezo ya no hay quien me pare. Empiezo a
llorar por algo y bueno, ya aprovecho para vaciar todo lo que acumulo.
Cuando consigo calmarme, me doy cuenta de que ha pasado casi la sesión entera. Otros
sesenta euros malgastados por mi incapacidad de comunicación. Le miro suplicándole
que me ayude, que me salve de mí misma, que me saque de aquí, pero como de
costumbre, no hay respuesta.
-Bueno, el próximo día podemos qué pudo pasar para que empezases a sentir así. Estaría
bien que esta semana pensases en ello.
Asiento cansada, dejo el dinero sobre la mesa y me marcho sin decir nada.
La sensación de vacío me vuelve a envolver, mis padres están tirando el dinero por mi
culpa. Ahora me tocará ir a casa y fingir que ha ido bien, que la persona que se ha
dedicado a mirarme durante cuarenta cinco minutos me ha ayudado en algo, que ya
estoy bien y que nunca volveré a autolesionarme ni a sentirme mal conmigo misma. La
mentira me envuelve. Ya no sé dónde empiezo yo y donde acaba esta versión que
pretende que todo está bien, mientras sabe que dentro de ella se está destrozando poco a
poco, perdiendo cada día un poco más la esperanza de estar bien, cada día más cansada.
Lo primero que hago es ponerme los auriculares lo más alto que pueda. Necesito no
pensar. La letra y la melodía de mi canción favorita se mezcla con mis pensamientos, ya
no escucho ninguna de las dos cosas.
Cuando llego a casa apago los auriculares e inhalo aire. Mi madre abre la puerta de la
cocina, y expectante me pregunta:
- ¿Qué tal ha ido?
-Bien.
Ella me abraza. Parece más tranquila. Yo sonrío o al menos hago el intento y voy hacia
mi habitación. Dejo todo tirado encima de la cama y me siento en la silla del escritorio,
apoyo la cabeza en mis manos mientras intento pensar en algo.
¿Qué podría hacer ahora?
A veces en un momento de aparente calma, me invade un sentimiento que me destroza.
Lo único que siento que sería capaz de hacerme concentrarme en otra cosa, sería
levantarme, coger la cuchilla, y un poco, solo un poco, dejar que rasgue mi piel, que mis
pensamientos se centren en lo mucho que duele y por un rato no en la mierda que soy.
He aguantado tanto tiempo, ¿de verdad merece la pena tirarlo todo por la borda?
Reiniciar el contador. Es que no sé qué me pasa no sé qué quiero. Estoy enfadada, muy
enfadada pero también muy cansada, agotada de luchar con esto, que ni siquiera sé que
es lo que me hace sentirme así. Lo único que sé es que me está consumiendo, ya queda
muy poco de mí dispuesta a seguir intentándolo.
Recaer es peor de lo que recordaba. El sentimiento de decepción que aparece al tener
que volver a poner el contador a cero me abruma. Me siento débil y frágil, pero
desgraciadamente, aliviada. Era un anhelo doloroso, sabía que volvería a pasar, pero no
pensé ser capaz de sobrevivir al sentimiento de culpa que aquello conllevase. De verdad
una parte de mí lo tenía superado, sabía que no tenía que hacerlo.
Sin embargo, aquí estoy otra vez, atrapada. Me desespera el pensar que jamás voy a ser
capaz de salir de esto, que toda mi vida se va a basar en estar “bien” y después toma,
recaer. El solo hecho de pensar que toda mi vida va a ser este círculo vicioso hacer
querer que deje de intentarlo, simplemente entrar en un modo de “standby” y aguantar
lo que tenga que aguantar. ¿Pero es eso verdaderamente lo que quiero? Llegados a este
punto, no lo sé. Todo es cada vez más complicado, la cuesta está cada vez más
empinada y la parte de mí que quiere seguir intentándolo, también es más pequeña, pero
de momento tiene más fuerza de la que quiere parar.
Estos días no soy muy consciente de lo qué está pasando, como si no fuese capaz de
gestionar la realidad.
Primero, una etapa durísima de mi vida está llegando a su fin para dar paso a una gran
incertidumbre: el futuro. Ni siquiera sé lo que quiero hacer, menos si seré capaz de
lograrlo.
Por otra parte, en tres días hará dos años que ya no estás. ¿No es irónico que las palabras
de aliento que más necesito son las de alguien que jamás volverá? Me siento como en la
semana que te fuiste, como si desde ese día no hubiese pasado nada, nada hubiese
cambiado. Te hecho tanto en falta y a veces me siento tonta, muy tonta al pensar que no
valoré suficiente lo que hacías por mí, que nunca te di el cariño que merecías. A pesar
de que el tiempo pase, no sé cómo gestionar que ya no estés y que no vayas a volver,
sigo en la etapa de negación, por mucho que cada vez que alguien hable de ti, llore, por
mucho que no te vea, por mucho que no te escuche. A veces tengo miedo de olvidarme
de ti. Si pienso en ti, no soy capaz de acordarme de tú voz y eso me duele como si me
arrancasen el corazón a sangre fría.
Solo quería hacer que estuvieses orgullosa de mí y no sé si lo estoy logrando.
La recaída ha sido otra parte dura de la semana. Tanto tiempo para qué, para que vuelva
otra vez a cero y perder todo lo que había logrado.
El sentimiento de fracaso es el que domina esta semana, todo se está cayendo, siento
como si todo estuviese desapareciendo. Tengo muy claro que la felicidad es efímera,
que no es un sentimiento que vaya a quedarse mucho tiempo conmigo, tan pronto como
llega se va, pero siempre queda en mí una pequeña parte que tiene esperanza, en contra
de lo que quiera pensar, que quiere que lo bueno dure, que sabe que no sé irá porque me
lo merezco, merezco ser feliz. Pero siempre acaba yéndose, siempre acaba siendo
efímero, por mucho que me esfuerce para que dure, acaba desapareciendo, se me acaba
deshaciendo en las manos. Siento todo lo que llevo dentro es como una carga, una carga
que hace que me asfixie mientras acaba con toda mi energía, mientras la versión de mí
que me domina es la que no quiere nada, no sabe qué hace ni qué quiere.
A veces me gustaría hacer como cuando era pequeña y tenía miedo. Taparme hasta
arriba en mi cama y cerrar los ojos, entonces el miedo desaparecería. Pero entonces
estaría todo el día en mi cama.
De ese día me esperaba de todo menos lo que acabó pasando.
Lo que te dije más tarde aquel día, de que desde que te vi me fijé en ti, fue totalmente
verídico. No sé qué me pasó después de hablar contigo, me sentía atraída hacia ti no
solo de forma física, tenía casi una necesidad de conocerte mejor, de seguir hablando
contigo, no sé qué era, pero sí sé que lo sentí desde el principio.
Muy contrariamente a lo que yo pensaba, seguimos hablando. Todo parecía ir bien, cada
vez sentía más cosas, cada vez me hacías sentir más segura. Eras a la persona a quien le
enseñaba todo lo que escribía, todo lo que sentía, sin juzgarme porque me entendía.
Quizás la culpa fue mía, por siempre sentir demasiado.
Pero tampoco pude evitarlo.
Nos volvimos a ver y fue simplemente increíble, yo pensaba que jamás pasaría. Había
estado días y días autosaboteándome sobre cómo iba a cagarla, sobre el asco que te iba a
dar, sobre cómo me ibas a ignorar. Pero nada de eso pasó, todo lo contrario.
Por una vez, sentí que ganaba, que al final algo así iba a durar.
- ¿Qué somos? ¿Qué sientes?
Esa pregunta movió algo dentro de mí. En ese momento la verdad, estaba tan asustada
que no fui capaz de decirte que sí sentía algo por ti, lo único que atiné a contestarte fue
un triste “no sé”.
Estuve comiéndome la cabeza durante una semana, era algo que sentía que tenía que
decirte. No estoy segura de cual era mi objetivo diciéndotelo, cuando yo estaba
convencida de que no sentías lo mismo. Pero lo hice.
Todo siguió como siempre, o al menos eso pensaba yo. Hasta que tomaste la decisión,
que por mucho que pueda llegar a comprenderla, me dolió.
Yo estaba dispuesta a hacer que tus miedos desapareciesen, a hacer que te sintieras lo
más importante del mundo, a sentirte comprendida, pero tu miedo era superior. Y contra
eso, no hay nada que hacer.
Soy totalmente consciente de que hoy duele, mañana también y lo hará durante un
tiempo, pero, aun así, es como si necesitase mantener una última conversación, volver a
pedirte perdón por haber dicho eso y por no haber sido lo suficientemente valiente de
habértelo dicho a la cara. Espero durante todo el maldito día un mensaje tuyo, no me
molestó que me volvieses a escribir, en ese momento quería pedirte que no lo dejaras de
hacer nunca. Eso me hace sentirme débil. Débil por sentir tanto. Débil por no sentir
bien.
Quizás todo esto es una tontería, sentirme así. Pero tampoco puedo evitarlo.
Pero si te puedo pedir algo, por favor, no desaparezcas sin más, no me hagas sentir que
esto no ha significado nada para ti, que yo no he significado nada para ti.

También podría gustarte