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A medida que el mundo comienza a volver a 

la normalidad pre pandemia y el uso de


mascarillas se flexibiliza, surge un nuevo término como consecuencia de tantos
meses de salir con la boca y nariz tapada: el síndrome de la cara vacía.

Este síndrome viene aparejado al miedo a quitarse el tapabocas y presenta en


quienes lo sufren síntomas relacionados con la ansiedad, una sensación de
vulnerabilidad, angustia, inseguridad y la falta de control de la situación.

Existen dos explicaciones para tener el síndrome de la cara vacía: por un lado por el
miedo a contagiarse de coronavirus y, por otro, la exposición física. La segunda se
da sobre todo en adolescentes, ya que en estas edades se da una especial
importancia al físico y los complejos, por lo que las mascarillas también sirven para
solucionar de alguna forma estas preocupaciones.

Los niveles de ansiedad pueden aumentar, ya que uno puede sentirse incómodo al
interactuar con personas sin máscaras o puede sentirse cohibido por ello y puede
resultar difícil para las personas revelarse "de nuevo ante otros a corta distancia y sin
máscaras".

Está relacionado también con la ansiedad social se caracteriza por un miedo intenso
y persistente a ser observado y juzgado por los demás, Las personas con ansiedad
social tienden a estar muy preocupadas por comportarse de forma que se ajuste a
las normas sociales.

Al salir de la pandemia, "podemos notar que nuestro nivel de ansiedad al interactuar


con la gente es un poco más alto de lo normal", "Por ejemplo, puede que sintamos
que nuestras habilidades sociales están oxidadas o que nos sintamos cohibidos",

Consejos para que los jóvenes se acostumbren a enseñar su cara, de nuevo,


ante los demás:

 Observar con detenimiento lo que no nos gusta. El objetivo es normalizar


que esa zona del rostro forma parte del cuerpo y que realiza una función muy
importante, por ejemplo, la nariz. Un ejercicio interesante es observar durante
unos minutos la nariz (o la parte del cuerpo que no agrada al adolescente) en
un espejo, pero no solo hay que centrarse en ella, sino en todo el conjunto de
la cara, en su armonía, es decir, analizar pausadamente cómo es su rostro.

 Valorar lo que nos agrada. Tras ese primer ejercicio seguir fijando la


atención en su rostro, pero ahora pondrá su atención en lo que sí le gusta.
Una vez que lo reflexione, tiene que decirse, en voz alta, una serie de
mensajes positivos con los que se sienta bien consigo mismo: “Me gusta mi
pelo” u “Hoy estoy guapa”, por ejemplo.
 Exposición progresiva a la situación. Es recomendable exponerse poco a
poco ante esta nueva situación de quitarse la mascarilla. El objetivo es que
sea capaz de controlar la ansiedad que le pueda surgir. Es esencial que
‘visualice’ que los pensamientos que le puedan asaltar mientras no lleva
la mascarilla puesta no son reales. Para ello, se le pueden recordar las
siguientes afirmaciones: “No nos mira todo el mundo por la calle, y si lo
hacen, no es porque no le guste esa parte del cuerpo ya que puede haber
muchas más razones: porque les ha gustado la ropa que llevo puesta o,
sencillamente, crees que te están mirando, pero no es así”.
 Hacer aproximaciones sucesivas, ir poco a poco. Por ejemplo, un día ir hasta
la esquina de la casa sin mascarilla, otro día hasta la venta”,etc. O unas
horas con y otras sin, mascarillas cuanto más transparentes mejor para que
se vayan acostumbrando a verse la cara en el espejo o elegir ciertos sitios
donde no se las ponen”.
 Ir abandonando la mascarilla, y cogiendo confianza y control de manera
paulatina. Esa sensación de control nos ayudará a realizar de forma cómoda
la transición. Ayuda dar paseos sin mascarillas en lugares solitarios, etc.
como uno de los primeros pasos de la fase de la liberación de la mascarilla.
Poco a poco, podremos hacerlo en otros espacios abiertos.

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