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Lección 28: Jesucristo, nuestro fin último

1. Oración Inicial
Con profunda devoción y amor pide al Señor la gracia de reconocerle, amarle y servirle todos los
días de tu vida. De enloquecerte de amor por Él, de desgastar tu vida por Él sin reservas.

Comienza esta lección haciendo el Credo pausadamente, meditando en esta bella oración.

2. Texto Bíblico
“Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la condición de hijos.
Y, como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá,
Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de
Dios”. Gál. 4, 4 – 5.

Le dice Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Le dice
Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conoceréis y lo habéis visto.” Jn 14, 5 – 7.

3. Contenido para meditar


“Por Cristo, con Él y en Él; a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor
y toda Gloria, por los siglos de los siglos”. Vivimos para adorar a la Santísima Trinidad.

Sólo a Dios adoramos y lo hacemos con todas nuestras potencias, todos nuestros sentidos y
todas nuestras fuerzas. Hay diferentes tipos de culto: Latría, el que le damos sólo a Dios.
Hiperdulía, se lo damos sólo a la Virgen. Protodulía, que le damos sólo a San José. Dulía, se lo
damos a todos los santos.

Cristo es el centro y culmen de nuestra vida por quien vivimos y a quien anunciamos y
testimoniamos, como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica numeral 426 y 427 y la
Evangelii Nuntiandi numeral 27. Jesucristo es por quien vivimos, nos movemos y existimos, a
quien queremos llegar. “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin”.
Ap. 22, 13.

La Virgen María nos ayuda a alcanzar este objetivo, Ella que le ha adorado más perfectamente
es nuestro fin más próximo para llegar a Cristo nuestro fin último, como nos dice el Catecismo
en el numeral 971 y la Lumen Gentium numeral 66. Con la Consagración Total a Jesús por María,
logramos llegar a Jesús, como nos muestra el Tratado de la Verdadera Devoción numeral 225.
A Jesucristo le amamos y anunciamos por completo, con sus sacramentos, con su Iglesia, con su
Madre, con su Cuerpo y Sangre Eucarísticos, con su perdón de los pecados a través de sus
ministros. No se puede pensar en Jesús desconociendo uno de estos aspectos de lo contrario
tendríamos una fe y una devoción falsa y engañosa. Es necesario exclamar como Pedro: “Tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios vivo”

En mi vida ¿tengo ordenados todos mis pensamientos, todo mi trabajo material y espiritual para
darle gloria a Dios? ¿veo a Jesucristo como mi amigo y compañero de vida? ¿me esfuerzo por
conocer a Jesús a través de su Palabra, lo que hacía, cómo lo hacía, a dónde iba, qué decía, para
lograr un amor total por Él? ¿recurro a María para que me enseñe a amar y adorar a Jesús más
perfectamente?

Santo del día: San Alberto Hurtado Cruchaga


Para San Alberto la razón de su vida siempre fue Cristo, en sus actividades, en sus luchas, en sus
escritos y en toda su vida siempre tuvo a Dios como principio y fin.

“Mi única obligación es andar por la senda que es Cristo… vivir, imitarlo, en otra palabra
ser Cristo”

San Alberto encuentra la comunión íntima con Dios haciéndose compañero de Jesús en su
misión de instaurar el Reino. Trabajó siempre sintiéndose colaborador y compañero de Jesús.
Cristo fue para este santo el amigo por quien emprendió todos sus apostolados y con quien
empezaba las más grandes empresas en favor de los necesitados. Veía a Cristo especialmente
en los pobres “el pobre es Cristo”. Buscaba actuar siempre como Él lo hubiera hecho. La pregunta
que se hacía con frecuencia era:

¿Qué haría Cristo en mi lugar?

Amaba profundamente a la Virgen María a quien pedía su ayuda para a amar más y mejor a
Jesús, exclamaba:

“Cristo es nuestro modelo y quien mejor lo imita es María en su bondad, porque hizo de
su vida un servicio”.

Práctica
Buscar en los Evangelios, especialmente el de San Marcos algunos pasajes donde Jesús
enseñaba, hacía curaciones, oraba, etc., y en un momento de oración pedir la gracia de poder
imitarle y anunciarle con un testimonio de vida coherente con su Palabra.

Libro recomendado: La Imitación de Cristo de Tomás de Kempis.


Oración final
Amado Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la
tuya.
Brilla a través de mí, y mora en mí de tal manera que todas las almas que entren en contacto
conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a
los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti, no de mí, serás Tú, quien ilumine a los demás a través de
mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa,
por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón.
Amén

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