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PARA CATEQUISTAS
“ Cuando vayamos ante el Santísimo Sacramento, abramos
nuestro corazón; nuestro buen Dios abrirá el suyo. Iremos a
Él; Él vendrá a nosotros; uno para pedir, el otro para recibir.
Será como un soplo del uno al otro.” — San Juan Maria Vianney
“ Lo más poderoso que podemos hacer sobre esta tierra con nuestro
tiempo es emplearlo en la adoración eucarística. Nada puede hacer
más para cambiar el mundo, para lograr la paz y para convertir los
corazones.” — Manual para la Adoración Eucarística
Oración inicial
Amado Padre, derrama tu Espíritu Santo sobre mí para que pueda ser
buen catequista de tu Palabra, tu Hijo, Jesucristo.
Haz que mi mente y mi corazón sean tan abiertos y receptivos a tu
Espíritu Santo que, como María, podre convertirme en un instrumento
vivo de tu Palabra para los demás. Ayúdame a ser un testigo fiel de la
vida del Evangelio para que tu Iglesia pueda estar cada vez más viva.
Deja que el fuego de tu amor encienda mi corazón tanto que pueda ser
un instrumento para atraer a otros a amarte en la Iglesia de tu Hijo. Te
lo pido a través de Cristo nuestro Señor. Amén.
Comunión espiritual
Creo, Jesus mío, que estas real y verdaderamente en el cielo y en el
Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo
vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiera recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.
Señor, no permitas que jamás me separe de ti. Amen.
2
El Ministerio del Catequista — Primera Reflexión
Lee lentamente y reflexiona en el siguiente versículo de la Escritura:
“ Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. Hay
diversos ministerios, pero el Señor es el mismo.” “Hay diversidad
de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos. La
manifestación del Espíritu que a cada uno se le da es para provecho
común. A uno se le da, por el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro,
palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, el don de
la fe, por el Espíritu; a otro, el don de hacer curaciones, por el único
Espíritu; a otro, poder de hacer milagros; a otro, profecía; a otro,
reconocimiento de lo que viene del bueno o del mal espíritu; a otro,
hablar en lenguas; a otro, interpretar lo que se dijo en lenguas.
Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, que da a cada uno
como quiere.” (1 Corintios 12,4-11)
Reflexión
Haz una pausa para reflexionar en las palabras de San Pablo y los
dones espirituales que Dios te ha dado. Permítete descansar en la
presencia de Jesús mientras reflexionas sobre los movimientos e
impulsos del Espíritu Santo en tu vida y en tu ministerio.
• Medita en las circunstancias en las que fuiste llamado a tu ministerio
catequético. ¿Dónde reconoces la presencia de Dios en aquella
llamada?
• Considera hasta qué punto confías en los dones del Espíritu Santo en
tu ministerio. ¿De qué manera invocas al Espíritu Santo para obtener
fuerzas e inspiración?
Acto de fe
Dios mío, porque eres verdad infalible, creo firmemente todo aquello
que has revelado y la Santa Iglesia nos propone para creer.
Creo expresamente en ti, único Dios verdadero en tres Personas
iguales y distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y creo en Jesucristo,
Hijo de Dios, que se encarnó y murió por nosotros, el cual nos dará a
cada uno, según los méritos, el premio o el castigo eterno.
Conforme a esta fe quiero vivir siempre. Señor, acrecienta mi fe.
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El Ministerio del Catequista — Segunda Reflexión
Lee despacio y reflexiona sobre el siguiente pasaje de la Carta
Apostólica del Papa Francisco instituyendo el Ministerio del
Catequista:
Despertar el entusiasmo personal de todos los bautizados y reavivar la
conciencia de su llamada a realizar una misión propia en la comunidad
exige estar atentos a la voz del Espíritu, que está infaliblemente
presente y es fecundo. También hoy el Espíritu está llamando a
hombres y mujeres a salir al encuentro de todos los que esperan
descubrir la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana.
El papel que desempeñan los catequistas es una forma específica de
servicio entre otras dentro de la comunidad cristiana. Los catequistas
están llamados, en primer lugar, a ser experto en el servicio pastoral
de transmisión de la fe, que se desarrolla a través de sus diferentes
etapas, desde el anuncio inicial del kerigma, pasando por la instrucción
que presenta nuestra nueva vida en Cristo y prepara para los
sacramentos de la iniciación cristiana, hasta la formación permanente
que puede permitir a cada persona dar cuenta de la esperanza que
lleva dentro (1 Pedro 3,15).Al mismo tiempo, todo catequista debe ser
un testigo de la fe, un maestro y mistagogo, compañero y pedagogo,
que enseña por la Iglesia. Sólo a través de la oración, el estudio y la
participación directa en la vida de la comunidad puede crecer en esta
identidad y en la integridad y responsabilidad que conlleva.
Reflexión
Haz una pausa y ábrele tu corazón a Jesús. Date permiso de
presentarle tus necesidades y deseos, sabiendo que Él está contigo y
te prepara en tu identidad catequética al transmitir la fe a los demás.
4
Acto de Esperanza
Señor Dios mío, espero por tu gracia la remisión de todos mis pecados;
y después de esta vida, alcanzar la eterna felicidad, porque tú lo
prometiste que eres infinitamente poderoso, fiel, benigno y lleno de
misericordia. Quiero vivir y morir en esta esperanza. Amén.
Reflexión
Haz una pausa para pensar en tu vida de fe personal y en tu ministerio
como catequista. ¿Qué necesitas de Dios en este momento en esos
ámbitos? Agradécele las gracias que has recibido en el pasado y las
que te dará en el futuro.
Oración de la Caridad
Dios mío, te amo sobre todas las cosas y al prójimo por ti, porque Tú
eres el infinito, sumo y perfecto Bien, digno de todo amor. Quiero vivir
y morir en este amor. Amén.
5
Letanía de Agradecimiento de un catequista
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial,
Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo,
Ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad que eres un solo Dios verdadero,
Ten piedad de nosotros.
A cada uno de los siguientes, rezamos: “¡Gracias, Señor!”
6
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Perdónanos, Señor.
Oraciones de Final
Respira en mí, Oh Espíritu Santo, para que todos mis pensamientos
sean santos.
Actúa en mí, Oh Espíritu Santo, para que mi trabajo también sea santo.
Llama a mi corazón, Oh Espíritu Santo, para que ame solo lo que es
santo.
Fortaléceme, Oh Espíritu Santo, para defender todo lo que es santo.
Guárdame, entonces, Oh Espíritu Santo, para que siempre pueda ser
santo. Amén.
(San Agustín)
Ora 1 Padre Nuestro, 1 Ave Maria, 1 Gloria
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Parish Vitality and Mission
3525 South Lake Park Avenue
Chicago, IL 60653
pvm.archchicago.org
Recursos:
USCCB, Antiquum Ministerium
Loyola Press, Jornada de un Catequista / Catechist’s Journey
Directorio para la Catequesis
Manual para la Adoración Eucarística