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Nulidades procesales 

Consecuencia prevista en el ordenamiento jurídico que se actualiza ante


la ausencia de los requisitos establecidos para la validez de los actos
procesales que da lugar a su invalidez, en virtud de la presencia de
alguno de los vicios que son el resultado de la no observancia de la
forma legal a la que deben ajustarse las actuaciones jurisdiccionales.

    El concepto de proceso o procedimiento es entendido como el


conjunto de actos procesales que tienden a la declaración del derecho y
su ejecución cuya violación está prescrita por la ley adjetiva respectiva.
Ahora bien, el ideal regulativo que enmarca la institucionalización del
proceso, como resultado del establecimiento de instancias
jurisdiccionales de administración y procuración de justicia en los
órdenes jurídicos de corte constitucionalista, se encuentra delimitado
por un conjunto de derechos tales como el acceso a la justicia, la tutela
judicial efectiva y el debido proceso, que a su vez encuentran
concreciones más específica como la gratuidad en la justicia, el libre
acceso a instancias judiciales, el derecho a dirigirse a las autoridades
jurisdiccionales, a efecto de buscar su actuación y, finalmente, el
derecho de obtener un fallo sobre el fondo de la cuestión debatida en el
marco de los procedimientos previamente establecidos. En este orden
de ideas, se observa que la noción de forma se encuentra estrechamente
asociada con el concepto de proceso. Tal vinculación existe en virtud de
que éstas constituyen las reglas básicas para encauzar la defensa de las
partes, en razón de que su presencia es garantía de justicia e igualdad
en la contienda.

     De acuerdo con Giuseppe Chiovenda, las formas son aquellas


condiciones de lugar, tiempo y medios de expresión a las que deben
someterse los actos procesales. De lo anterior se advierte que la forma
puede referirse tanto al acto procesal en sí mismo, como al conjunto de
actos procesales que se relacionan con el estándar requerido a su vez
para la validez de otro acto en cadena. En una aproximación histórica
de la evolución de las categorías que han empleado los juristas, sobre
todo en los países de tradición romano germánica, en relación con el
concepto de forma, lo que salta a la vista es la tendencia a la
flexibilización del uso de estos mecanismos de validez de los
procedimientos en las instancias jurisdiccionales y su orientación a la
finalidad perseguida por cualquiera de los actos procesales que sean
normados, esto es, la consideración de que las formas procedimentales
en el derecho resultan valiosas en la medida en que concretizan estados
de cosas protegidos como los principios procesales antes citados que
generan certeza y seguridad jurídicas. En este sentido se observa,
grosso modo, que se transita progresivamente de un rigurismo formal
que encuentra su máxima expresión en la legis actiones del derecho
romano, pasando por la doctrina de la libertad absoluta de las formas,
imperante en la Revolución Francesa y que culmina en la doctrina de la
flexibilidad de las formas a la finalidad perseguida por el acto, defendida
por Carnelutti, en su formulación del principio moderno del fin
procesal, según el cual los actos procesales son válidos en la medida en
la que se haya respetado la forma adecuada para la obtención de su
finalidad.

     De esta manera resulta comprensible que el concepto de formas


procesales se encuentre supeditado al concepto de nulidades
procesales, bien se adopte un criterio clasificatorio de circunscribir el
ámbito de las segundas al quebrantamiento de las primeras, o bien el
criterio amplio de incluir en el concepto de nulidades, vicios que afectan
a otros elementos del acto procesal, i.e., sujeto y objeto; pero, en
cualquier caso, las elaboraciones teóricas en torno a la teoría de las
nulidades es comprensiva de las violaciones cometidas a la formas
procesales en cualquiera de los campos en el derecho, sin ser privativa
de algún sector en particular, pese a la existencia de regulaciones
específicas en cada uno de ellos. Ahora bien, por lo que hace a la
extensión del término nulidad en el marco de la teoría general del
proceso se advierte que éste ha designado tanto al error procesal en sí
mismo, como por ejemplo, un acto nulo, como los efectos del error, esto
es, violaciones al procedimiento y, finalmente, el medio de impugnación
prescrito por el ordenamiento respectivo, como forma de restituir las
cosas al estado previo de la violación procedimental cuya repercusión
trascienda al resultado del fallo.

     De tal suerte que una distinción que pudiera clarificar lo anterior
sería aquella que distinga entre la finalidad, los efectos y los tipos de
errores de los actos procesales. Por finalidad de los actos procesales,
como se ha dicho en líneas anteriores, debe entenderse aquellos estados
de cosas que conduzcan a la concreción de los principios que informan
el proceso, de forma que los actos procesales estarán afectados de
nulidad cuando carezcan de algún requisito que les impida lograr su
finalidad; debe, no obstante, tratarse de una irregularidad grave y
trascendental que viole los derechos constitucionalmente protegidos en
el que se ubica prioritariamente el de la defensa en juicio y la igualdad
en la contienda.

    Vistas así las cosas, el finalismo se propone analizar no ya el fin de la


forma, sino el fin del acto cuya forma —u otro de sus elementos— ha
sido vulnerado, que en suma se orientan a la correcta aplicación de las
normas de fondo.

     Una consecuencia lógica de lo anterior sería que un acto que no


obstante su irregularidad ha conseguido su fin, no será nulo (siempre y
cuando no se haya afectado la finalidad de la forma). Ya en el terreno de
los efectos, lo que se advierte es que la no observancia de las formas en
los actos procesales y la consecuente existencia de anulabilidad, como
capacidad de los actos de ser declarados nulos, conduce
irremediablemente a la declaración de ineficacia de las actuaciones que
comprenden las instancias jurisdiccionales que abarcan directa o
indirectamente.

     Lo anterior se expresa a través del latinajo nullum est quod nullum


effectum, producit. Si bien resulta anulable todo acto procedimental que
no se ajusta a la forma legal prescrita y que determina su validez, existe
la posibilidad de validación o convalidación, comúnmente conocida en
el lenguaje foral como reposición de procedimiento, que conduce a la
restitución de los efectos de la irregularidad, esto es, la declaración de
violaciones al procedimiento tiene el efecto de eliminar aquellos actos o
actuaciones nulos a efecto de volver a introducir regularidad según las
formas prescritas para ellos. Esta característica peculiar de la
convalidación de la nulidad en los actos procesales, hace que la nulidad
se distinga de la figura de la inexistencia presente enti, en su
formulación del principio moderno del fin procesal, según el cual los
actos procesales son válidos en la medida en la que se haya respetado
la forma adecuada para la obtención de su finalidad.

     De esta manera resulta comprensible que el concepto de formas


procesales se encuentre supeditado al concepto de nulidades
procesales, bien se adopte un criterio clasificatorio de circunscribir el
ámbito de las segundas al quebrantamiento de las primeras, o bien el
criterio amplio de incluir en el concepto de nulidades, vicios que afectan
a otros elementos del acto procesal, i.e., sujeto y objeto; pero, en
cualquier caso, las elaboraciones teóricas en torno a la teoría de las
nulidades es comprensiva de las violaciones cometidas a la formas
procesales en cualquiera de los campos en el derecho, sin ser privativa
de algún sector en particular, pese a la existencia de regulaciones
específicas en cada uno de ellos.

     Ahora bien, por lo que hace a la extensión del término nulidad en el
marco de la teoría general del proceso se advierte que éste ha designado
tanto al error procesal en sí mismo, como por ejemplo, un acto nulo,
como los efectos del error, esto es, violaciones al procedimiento y,
finalmente, el medio de impugnación prescrito por el ordenamiento
respectivo, como forma de restituir las cosas al estado previo de la
violación procedimental cuya repercusión trascienda al resultado del
fallo.

     De tal suerte que una distinción que pudiera clarificar lo anterior
sería aquella que distinga entre la finalidad, los efectos y los tipos de
errores de los actos procesales. Por finalidad de los actos procesales,
como se ha dicho en líneas anteriores, debe entenderse aquellos estados
de cosas que conduzcan a la concreción de los principios que informan
el proceso, de forma que los actos procesales estarán afectados de
nulidad cuando carezcan de algún requisito que les impida lograr su
finalidad; debe, no obstante, tratarse de una irregularidad grave y
trascendental que viole los derechos constitucionalmente protegidos en
el que se ubica prioritariamente el de la defensa en juicio y la igualdad
en la contienda.

     Vistas así las cosas, el finalismo se propone analizar no ya el fin de


la forma, sino el fin del acto cuya forma —u otro de sus elementos— ha
sido vulnerado, que en suma se orientan a la correcta aplicación de las
normas de fondo.

      Una consecuencia lógica de lo anterior sería que un acto que no


obstante su irregularidad ha conseguido su fin, no será nulo (siempre y
cuando no se haya afectado la finalidad de la forma). Ya en el terreno de
los efectos, lo que se advierte es que la no observancia de las formas en
los actos procesales y la consecuente existencia de anulabilidad, como
capacidad de los actos de ser declarados nulos, conduce
irremediablemente a la declaración de ineficacia de las actuaciones que
comprenden las instancias jurisdiccionales que abarcan directa o
indirectamente.

     Lo anterior se expresa a través del latinajo nullum est quod nullum


effectum, producit. Si bien resulta anulable todo acto procedimental que
no se ajusta a la forma legal prescrita y que determina su validez, existe
la posibilidad de validación o convalidación, comúnmente conocida en
el lenguaje foral como reposición de procedimiento, que conduce a la
restitución de los efectos de la irregularidad, esto es, la declaración de
violaciones al procedimiento tiene el efecto de eliminar aquellos actos o
actuaciones nulos a efecto de volver a introducir regularidad según las
formas prescritas para ellos. Esta característica peculiar de la
convalidación de la nulidad en los actos procesales, hace que la nulidad
se distinga de la figura de la inexistencia presente en su vasta mayoría
en la teoría de los actos jurídicos prioritariamente en el derecho
privado. Resulta en este sentido anecdótico que la categoría de actos
inexistentes surge en el seno de la Comisión de trabajos preparatorios
para el Código Civil Francés de 1804 y fue la solución al rígido principio
de origen romanista pas de nullitas sans texte. Ante la imposibilidad de
declarar nulos ciertos actos en razón de la taxatividad extrema del
sistema legalista, en aquellos casos en los que la nulidad no estuviese
expresamente prevista, el legislador francés optó por la categoría de los
actos inexistentes la cual a su vez fue incorporada por el Código Rocco
de 1930 en Italia.

     Finalmente, en tercer lugar, se ubican los errores o defectos de los


actos procesales. En este sentido la teoría de la nulidad ha distinguido
entre los errores de contenido y los errores de procedimiento, dicha
clasificación pretende ser descriptiva de la actuación del juez y en este
sentido opera intra procesalmente. Los primeros, también conocidos
como errores in iudicando, no anulan los actos sin perjuicio de ser
impugnables por vía de recurso. Los segundos, denominados in
iudicando, casi siempre desembocan en la declaración de nulidad. El
error in procedendo o vicio de actividad es identificable desde que
comienza a movilizarse la acción y el proceso inicia y tanto las partes
como el juez realizan actos de carácter sucesivo que conducen a
consumar el juicio. En tal desarrollo del proceso, se verifican, como se
ha mencionado, ante la falta de observancia de las formas que la ley
procesal respectiva ha determinado en cada caso, actuando como
garantía para los justiciables y como base fundamental del proceso. Los
errores de razonamiento, i.e., errores in iudicando tienen que ver con la
apreciación de parte del juzgador, con la interpretación de hechos y de
normas y su concatenación en la sentencia.

     A diferencia de estos últimos el ámbito de verificación de los


errores in procedendo es la inejecución de la ley que regula la forma que
norma la consecución de las diversas etapas del proceso; frente al error
de aplicación en las normas de fondo, que conduce a que dicho acto
deba ser reparado, dentro de los sistemas de revisión o de instancias
superiores. A manera de conclusión restaría hacer mención sobre la
forma de reparación de los errores in procedendo.

     Ésta debe entenderse como la previsión que existe en los


ordenamientos en relación con la declaración de nulidad, sin importar
la forma en que se presente (sea incidente, sea a través de un recurso o
en vía de juicio), con lo cual la manera de hacer valer la nulidad
dependerá de los momentos procesales oportunos que determine la ley
adjetiva respectiva. En instancias revisoras, el estudio de la nulidad
procesal, entendida como violaciones al procedimiento, que en el caso
del juicio de amparo se lleva a cabo de manera oficiosa, obliga al
juzgador a retrotraer las cosas al estado previo a la violación procesal a
efecto de restituir la garantía de adecuada defensa en juicio.

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