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Regálate Felicidad 2

Juan Carlos Maestro Arcos

Regálate Felicidad 2
¡Y disfruta plenamente de la vida...!
Primera edición: mayo de 2020
Copyright © 2020 Juan Carlos Maestro Arcos
Editado por Editorial Letra Minúscula
www.letraminuscula.com
contacto@letraminuscula.com

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda
rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático.
Índice

AGRADECIMIENTOS

REGÁLATE FELICIDAD 2 ¡Y DISFRUTA PLENAMENTE DE LA VIDA...!


LA LECCIÓN MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA…

PRIMERA PARTE: LA DESOLACIÓN


Un regalo de los dioses con sabor agridulce
La sal de la ensalada
¿Hay alguien allá arriba?
La esperanza de los dioses caídos
La duda de los dioses caídos

SEGUNDA PARTE: LA CONFERENCIA

TERCERA PARTE: MI NUEVA ESPERANZA


Cuando la razón se doblega al servicio de la felicidad del corazón
Un enviado de Dios
Regalando felicidad y disfrutando plenamente de la vida

CUARTA PARTE: LOS TEST SOBRE LA FELICIDAD


¿Qué te hace feliz?
Los quince factores que más feliz hacen a la gente
Datos resumidos de la segunda encuesta
Representación geográfica
Grupos de edad
Género
Estado civil
Creencias
Actitud
¿Cuál es el nivel de felicidad actual?
¿Cuál es el nivel de salud en general?
Tú nivel económico lo consideras...
¿Piensas que en el pasado fuiste feliz?
¿Piensas que en el futuro serás más feliz que ahora?
¿Normalmente tus pensamientos y expresiones tienen tendencia a ser positivos?
¿Unas relaciones sexuales satisfactorias contribuyen a mejorar tu felicidad?
¿Sueles preocuparte por las situaciones o acontecimientos?
¿Tienes tendencia a estresarte?
¿Sueles tener miedos o temores?
¿Sabes controlar tus emociones negativas?
¿Las decisiones políticas afectan a tu felicidad?
Las 10 conclusiones más relevantes de la encuesta

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA

MIS MENTORES

PERSONAS QUE ME HAN INFLUIDO POSITIVAMENTE EN MÍ CON SUS IDEAS, SUS


EXPERIENCIAS Y SU EJEMPLO
Agradecimientos

• A Cristina, mi mujer, porque cuando se ríe de corazón, su sonrisa sale del


alma e ilumina su rostro. Es la risa más bonita y la que más me gusta de
todas las que conozco y, además, consigue hacerme muy feliz.
• A mis hijos, Elena y Juan Carlos, a los que quiero con locura y en los que
tengo puestas todas mis esperanzas para que consigan un futuro atractivo y
lleno de felicidad.
• A mis nietos, a los presentes y los futuros, ellos me dan vida y me aportan
mucha felicidad.
• A mi padre, por ser la persona más feliz de todo mi entorno. Su
entusiasmo y su forma de ver la vida me han guiado e inspirado para
entender la mía de una forma apasionante y alegre.
• A mi madre, fuente inagotable de amor a sus hijos y a su marido. Sus
cualidades y su personalidad han conseguido mantener a su familia unida y
en armonía.
• A Raúl y Virginia, por creer en este proyecto y por regalarme
continuamente felicidad.
• A mi hermana Mari Carmen, que ha contribuido notablemente a mejorar
este libro; también por su determinación en conseguir todos sus objetivos.
• A mi hermano Miguel, porque sabe saborear como nadie el momento
presente, porque disfruta de las oportunidades que le da la vida, y cuando
no es así, las crea.
• A mis hermanos José y Julián, por demostrarme continuamente que
siempre están cuando se les necesita.
• A mi suegra Odil, por su optimismo ante la vida y su capacidad de dar.
• A mi cuñada Vero, por su fuerza inagotable para seguir adelante, aun en
las circunstancias más adversas.
• A mi amigo Juan, que confía en mí y contribuye a mejorar mi autoimagen
y desarrollo profesional, demostrándome continuamente que soy importante
para él.
• A Carmen García, que me ha ayudado en la corrección de los textos con el
fin de que tengan una comprensión más fácil y ágil para el lector.
Regálate felicidad 2 ¡Y disfruta plenamente de la
vida...!

Este nuevo libro es una adaptación y transformación del libro Regálate


felicidad que ya publiqué en 2007, y que tan gran aceptación ha tenido tanto
en el mundo de las organizaciones como a título personal; de hecho, han
sido siete ediciones personalizadas de Regálate felicidad las que se han
realizado para diferentes empresas y organizaciones, algunas de las cuales
pueden verse en mi página web www.regalatefelicidad.com
El motivo principal de llevar a cabo esta edición se debe
fundamentalmente a la gran cantidad de correos y contribuciones que he
recibido sobre el libro y la felicidad, donde los lectores y otras personas me
han dejado sus aportaciones en comentarios y en los diferentes test de la
página web. Por ello, en la última parte del libro, expongo los resultados y
conclusiones de los mismos, para que el lector pueda ver si se identifica
con las diferentes opiniones que se exponen.
Cómo es lógico, en este texto se mantienen los pilares básicos y
fundamentales de la felicidad; pero ahora lo hago desde una nueva mirada,
en la que los conocimientos y aportaciones se organizan desde una visión
más actualizada y adaptada a los tiempos por los que transitamos.
El libro tiene, a su vez, un toque espiritual y metafísico, dado que no
puedo entender la verdadera felicidad sin tener en cuenta que somos seres
espirituales con una experiencia humana y que hemos venido a aprender y
evolucionar, y que en la medida en que lo hagamos, dejaremos de sufrir a la
vez que mejorará de forma considerable nuestra felicidad.
El lector encontrará, cuando se adentre en la lectura, los mismos
personajes que en el primer libro, pero entiendo que ahora se identificará
mucho más con los mensajes y los contenidos que se exponen, ya que
todos hemos aprendido en este proceso evolutivo en el cual estamos
inmersos.
Con esta novela de desarrollo personal, pretendo ser ameno para contar
una historia inspirada en situaciones y problemas reales con el deseo de que
pueda ayudar a en ese proceso de transformación personal, aportando ideas,
conceptos y ejemplos que ayuden al lector a regalarse felicidad y ¡disfrutar
plenamente de la vida!

Juan Carlos Maestro Arcos


Autor
La lección más importante de la vida…

Quizás, si hubiéramos nacido en la prehistoria, donde predominaban los


instintos básicos para la supervivencia, la lección más importante de la vida
sería ¿cómo sobrevivir en el mundo de las cavernas?
Pero hoy, en el siglo XXI, y tras haber ido aprendiendo de generaciones
anteriores, en muchos sentidos, ya no se trata solo de sobrevivir, sino de
tener cada vez mayor calidad de vida. Nuestro bienestar, especialmente en
el mundo occidental, ha mejorado considerablemente, pero hemos olvidado
enseñarnos los unos a los otros la lección más importante de la vida, la de
cómo aprender a ser felices.
Se dedica mucho tiempo al aprendizaje de la historia, de los ríos, de las
capitales mundiales, además de cómo construir edificios cada vez más altos,
o bien ordenadores más pequeños y potentes, pero se ha olvidado
enseñarnos las claves fundamentales para ser dichosos en la vida, e incluso
algunos defienden la necesidad de enseñar felicidad en los colegios, al igual
que se hace en algunas universidades como Harvard, donde la asignatura de
Felicidad es la más demandada.
Parece que todos damos por hecho que hemos nacido con un instinto
interno que nos guía para ser felices, y en cierto sentido es así, porque
nuestro sentido común —o nuestra conciencia— nos va dictando cómo
debemos actuar. La realidad también nos enseña que ese instinto no siempre
funciona adecuadamente, provocándonos momentos y estados de
infelicidad.
Por eso es preciso que nuestra sociedad sea consciente de esa realidad y
enseñe a sus ciudadanos las pautas y conocimientos que hacen la vida más
feliz, pues la felicidad es, en definitiva, el auténtico ingrediente que otorga
calidad de vida a nuestra vida.
Nadie es plenamente feliz, y siempre tenemos que anhelar ser más felices;
reflexionar y conocer más acerca de la ciencia de la felicidad y, sobre todo,
aplicar en nuestra vida esos conocimientos que nos servirán e influirán para
tener una vida más dichosa...
Muchos son los detractores de ese tipo de libros catalogados como de
autoayuda. Quizás estos no crean que cualquier persona pueda cambiar o
mejorar con la lectura de un libro si tiene la suficiente determinación, o
quizás no tengan presente que son las ideas y los libros los auténticos
revolucionarios de la sociedad.
Se me ocurren muchos filósofos, científicos, políticos, religiosos y
personas sencillas que han contribuido con sus ideas y escritos a cambiar no
solo a un individuo, sino a toda una sociedad. En mi caso particular, no solo
creo en el cambio, sino que lo he vivido personalmente y he podido ver
cómo personas de mi entorno se han transformado positivamente a raíz de
un proceso evolutivo de aprendizaje y de lectura con el fin de dar lo mejor
de sí mismas.
Precisamente por ello, no escribo este libro con el fin de alcanzar el
premio Nobel de Literatura, tan respetado y admirado, ni tampoco aspiro a
ganar un concurso literario. Escribo para todos aquellos que tienen la
creencia y la esperanza de que aún pueden mejorar su felicidad,
independientemente del estado emocional en el que se encuentren.
Puede, amigo lector, que conozcas algunos de los secretos de la felicidad;
todos son de sentido común y fáciles de entender. Si es así, debate y
reflexiona sobre los contenidos aquí expuestos. Cuando hayas sacado tus
propias conclusiones, intenta transmitirlas con entusiasmo para que todos
puedan aprender que la lección más importante de la vida es ser feliz.
Si este pequeño legado, además de motivar y de ser una guía práctica para
mis hijos, familia y amigos, contribuye a que tú tengas una vida más grata y
satisfactoria, me sentiré doblemente honrado.
Primera parte:
La desolación
Un regalo de los dioses con sabor agridulce

¿Alguien ha estado alguna vez por debajo del nivel de la esperanza...?


Porque entonces sabrá que por debajo solo hay pesadumbre, fatalidad y
desilusión, además de que la visión de la vida se vuelve negra y
desesperada. Justo de ahí es de donde yo vengo, y si alguien ha estado allí,
comprenderá fácilmente en el profundo abismo en el que mi alma y mi
mente han estado prisioneras sin poder escapar.
Creía que las cosas no podían ir peor, aunque la realidad me ha
demostrado que por muy mal que vayan, siempre pueden empeorar, y, ahora
que me pongo a pensar, seguro que todavía podrían haberse agravado
mucho más. Probablemente esas reflexiones deberían haberme consolado y
haber dibujado algún rayo de esperanza en el horizonte, aunque no me
aportaban ningún alivio y mucho menos paz interior. De alguna manera me
estaba haciendo adicta al caos.
Me llamo Miriam y siento la necesidad de escribir sobre algunos
acontecimientos que han contribuido a cambiar mi visión de la vida y me
han hecho renacer de entre mis propias cenizas, como el ave fénix.
Hoy es lunes y mi vida ha dejado de ser lo maravillosa y retadora que fue
en el pasado, estando muy próxima a convertirse en un infierno. Siento
cómo me estoy ahogando en mis propias lágrimas, y no soy capaz de
escaparme de la red que he ido tejiendo en estos últimos años.
Los éxitos que obtuve en otro tiempo me dieron un nivel de autoconfianza
y prepotencia tal que llegué a pensar que no necesitaría a nadie para seguir
viviendo. Este comportamiento hizo que empezara a mirar a todo el mundo
con espíritu de superioridad, a la vez que mi carácter se fue endureciendo
de tal forma que trataba a todos con despotismo y desprecio.
Aunque nunca me lo han dicho directamente, sé que en el trabajo me
llaman Cruella de Vil, por el personaje de los 101 dálmatas. Este apodo
representa la imagen maligna e infame que transmito en estos momentos
dentro de mi organización.
Lo peor no es el clima que he generado en el trabajo, a pesar de ser
pésimo. Aún se haría soportable si mi vida personal fuera aceptable, pero
esta marcha aún peor, ya que hace unos dos años Sam y yo nos separamos,
siendo este el detonante para convertir mi existencia en una tragedia.
Todo comenzó cuando sospeché que mi marido me engañaba. Para
asegurarme, utilicé todos los medios que tenía a mi alcance con el fin de
obtener las pruebas tangibles que necesitaba e iniciar la separación, ya que
mi orgullo me impedía perdonar en lugar de comprender. Poco después
descubrí cómo Sam había sucumbido a los encantos de Sara, una formadora
que había sido contratada para reforzar la empresa que él había montado
después de casarnos.
A Sara, que es diez años más joven que yo, no le importó comenzar una
nueva vida con un hombre casado, padre de dos hijos. Sé que ella era
amable y con un carácter dúctil; en parte, esas actitudes fueron la causa de
que Sam decidiera irse con ella.
Reconozco que yo había tenido alguna aventura mucho antes que él, o al
menos eso creo, pero Sam nunca llegó a enterarse y los motivos de mis
deslices seguro que fueron muy diferentes a los suyos.
Es difícil de explicar y quizás aún más de entender, pero cuando en tu
carrera consigues grandes éxitos profesionales como nunca has imaginado y
te ves rodeada de toda clase de lujos, como suites en los mejores hoteles,
cenas en restaurantes de alta cocina con los mejores vinos y champagnes, y
te ves agasajada por los éxitos obtenidos, sientes como si necesitaras un
premio aún mayor.
Si en todas esas circunstancias estás acompañada de las personas que
pueden ayudarte a ascender todavía más en tu carrera, una aventura con
glamour es como un premio que no puedes rechazar, parece un regalo que
te ofrecen los dioses y que no puedes despreciar, intuyes que de alguna
forma te la has ganado con el sudor de tu frente. Casi sin darte cuenta,
terminas cayendo en la trampa del engaño y la vanidad, crees que estás por
encima de la barrera del bien y del mal y que todo te está permitido.
Mis hijos viven conmigo y serían un buen refugio si reinase la armonía
familiar. Esther ya tiene dieciséis años, y cada vez que la miro me veo
reflejada en ella como si de un espejo se tratase. Su carácter fuerte, su
intuición y perseverancia para conseguir lo que se propone hacen que
estemos continuamente enfrentadas y discutiendo por todo. Es difícil que
dos reinas convivan en un mismo reino.
Quique, con doce años, es más dócil, evita enfrentarse a mí y demuestra
una madurez superior a su edad. Esa forma de ser lo hace más llevadero,
aunque sus preguntas espontáneas y directas me descolocan continuamente.
Lo peor de la convivencia con mis hijos es saber que están locos por su
padre. Sé que lo adoran, y aunque nunca me lo han dicho, también sé que
me consideran la culpable de la ruptura familiar.
Ellos conocen nuestros desencuentros y son conscientes de las debilidades
de cada uno; pero parece que es más fácil perdonar a las personas
agradables y conciliadoras que a las que tenemos un carácter más fuerte. En
las conversaciones familiares todos intentamos evitar el nombre de Sam o
de papá, pues nuestra situación con los trámites del divorcio está tan
enfrentada que es difícil encontrar puntos neutrales.
Mis demandas y mis exigencias económicas con Sam son tan fuertes que
soy consciente de que los que más sufren son mis hijos. Estoy segura de que
muchas de esas demandas no las ganaré; además, no necesito el dinero.
Sería mejor para todos llegar a un acuerdo, pero no puedo soportar la idea
que se haya ido con Sara y que esté disfrutando con ella, mientras yo me
consumo en mis propios pensamientos y las cosas cada vez van peor.
Lo único que me aporta un poco de tranquilidad y desahogo en mi vida es
Nancy, una ecuatoriana que tengo en casa desde mi separación. Tiene
treinta y tres años y es madre de dos hijos a los que espera poder traer
pronto desde Ecuador. La tengo de chica para todo y se ha convertido en mi
mayor confidente. Ella no me reprocha nada y siempre me dice: «Señora,
¡ya verá cómo se arregla todo!». En alguna ocasión, incluso ha añadido:
«Pídale a Dios, y él le concederá»; pero hace tanto tiempo que dejé de creer
o, mejor dicho, de pensar en Dios que no podría decir exactamente si me
defino como una atea o como una agnóstica, aunque cuanto peor me van las
cosas, más pienso en él. A pesar de tener muchos amigos y conocidos, la
verdad es que me siento muy sola y desesperada. Los problemas me crecen
como setas en el campo, y no sé dónde meterme ni qué hacer para
solucionar tanta avalancha. He subido a una cima tan alta que no encuentro
dónde agarrarme, y cada vez siento más vértigo.
Hace tiempo que el estrés y la ansiedad se apoderaron de mí,
resultándome muy difícil conciliar el sueño incluso medicándome, por lo
que mi carácter cada vez se ha vuelto más agrio y duro con todos los que
me rodean.
Sé que en mi situación actual debería ir a un psicólogo o a un psiquiatra
para que me ayudaran, pero mi orgullo y mi autosuficiencia me impiden dar
el paso y someterme a una terapia; por otro lado, sería como darles la razón
a todos y ser la comidilla de comentarios del tipo: «Necesita un
tratamiento... porque está desquiciada». Si hay algo que me desquicia, es
que me digan que estoy desquiciada.
Cuando mis hijos se van con su padre el fin de semana que le
corresponde, yo suelo irme al chalé que compré en la sierra madrileña,
concretamente en Cercedilla. Lo que antes era para mí un pequeño refugio
para recargar las pilas y encontrar un poco de paz ya no me reconforta y, sin
darme cuenta, me encuentro inmersa en una profunda soledad, que intento
sofocar con whisky mezclado con ginger-ale (mi combinación favorita) y
con los programas basura que se emiten por la tele. ¡Todo para impedir que
mis problemas salgan a la luz y se manifiesten!
Ahora entiendo el significado de los lunes grises, y también el de todos
los días de la semana. Mi trabajo me ha desbordado de tal manera que ya
hace aguas por todos lados. Incluso me han insinuado seriamente que esta
situación no puede mantenerse. Por otro lado, soy consciente de que toda
esta problemática ha sido provocada en gran parte por mi actitud.
Para colmo, este lunes es especialmente gris y sombrío, más bien creo que
es negro oscuro. El pasado fin de semana me comunicaron que se
anunciaría el despido de Julio, quien durante muchos años ha sido no solo
mi amigo, sino el motor de mi departamento, alguien con quien he
compartido penas y glorias. Julio se ha visto involucrado indirectamente en
un informe que no se ajustaba a la realidad a cambio de algunas pequeñas
prebendas; ha cometido una equivocación de principiante con uno de
nuestros mejores clientes y que afecta a la confianza, la credibilidad, la
imagen y seriedad de nuestra empresa. Puede que no perdamos al cliente,
pero nuestra organización no puede perdonar esos errores.
Intenté convencer al director de que fuera consciente de que, aunque no
podíamos cometer esa clase de errores porque afectaban a la confianza de
los clientes y a la credibilidad de nuestra organización, también era
necesario valorar que Julio llevaba dieciocho años con nosotros; su
experiencia y dedicación iban a ser insustituibles a corto plazo, eso sin tener
presentes las cuentas de clientes que él llevaba personalmente y que
quedarían deterioradas. Le recordé detalladamente los clientes nuevos que
Julio había conseguido y los beneficios que nos habían aportado. También
luché insistentemente por el lado más sensible de la organización, y pude
demostrar que su despido, además de la indemnización que habría que darle
y que sería bastante sustanciosa, podría suponernos un coste muy elevado,
por ser a su vez socio de la empresa.
Aparte de los razonamientos lógicos y económicos, yo tenía un especial
interés en que no se despidiese a Julio por ser mi brazo derecho en la
empresa y el único con el que todavía podía hablar abiertamente de mis
problemas. Al mismo tiempo, él siempre me defendía cada vez que me
criticaban otros miembros de nuestra organización.
Lo peor es que pensaron que debía ser yo quien le comunicase su despido,
procurando que la situación fuera lo menos traumática posible. Las razones
que argumentaron para ello eran que, además de que era su jefa y de que
trabajaba en mi área, yo tenía más amistad con él y quizás se lo tomara un
poco mejor. Después de pensarlo mucho y sin saber muy bien qué iba a
decirle, llamé a Julio a mi despacho. Mientras se acercaba a mi mesa,
percibí que él ya se temía lo peor. No tuve tiempo de hablar, cuando me
dijo:
—Te ha tocado comunicarme mi despido.
Me sorprendió, pues no esperaba tanta tranquilidad y serenidad en una
situación como aquella, y le contesté:
—Lo lamento, Julio. He hecho todo lo posible para que esta situación no
se produjera.
—Este es el peor momento y el trago más amargo que he vivido en esta
empresa. ¿Está todo decidido? —continuó.
—Ya se ha tomado la decisión y no puedes imaginarte lo duro que es para
mí. No solo por anunciarte este despido, sino por saber que no voy a volver
a contar contigo después de los buenos momentos que hemos vivido juntos.
Guardé silencio, pues las palabras se me atragantaban en la boca, y
proseguí:
—No puedo evitar acordarme de Elena y de tus hijos. ¿Cómo se lo
tomarán?
—Ya lo hemos hablado y lo tenemos medio asumido.
Parecía que iba a ponerse a llorar, cuando continuó:
—Creo que antes de que nos pongamos tristes será mejor que demos por
terminada esta conversación.
—Lo entiendo perfectamente. Te mandaré tu liquidación.
—Espero no tener que llamar a mis abogados para renegociarla.
—No permitiré que te escatimen nada de todo lo que te corresponde.
—Miriam, gracias por tu ayuda. Sé que has luchado por defenderme y no
lo olvidaré.
Me dio un fuerte abrazo acompañado de un beso en las mejillas y se fue.
Nada más cerrar la puerta me puse a llorar de impotencia y desolación, pues
me vi reflejada en él. Veía que era bastante factible que el próximo despido
fuese el mío. Aquel podía ser el preámbulo de una muerte anunciada.
Para colmo de males, se me quedaron grabadas sus palabras de despedida:
«Miriam, gracias por tu ayuda». Hacía tanto tiempo que no oía un
agradecimiento tan sincero que me sonó a música celestial, y eso me
conmovió el corazón, pues me demostraba una vez más la carencia de
afecto que tenía y la soledad en la que estaba inmersa.
Toda aquella situación provocó un torrente de pensamientos sobre mi
vida, sobre lo bien que me había encontrado en épocas anteriores, sobre lo
agraciada que había sido y lo desesperada y abandonada que me encontraba
ahora. Era como si el regalo que me habían otorgado los dioses ahora
tuviera un sabor agridulce; como si los dones concedidos me los hubieran
arrebatado y ahora quisieran hundirme en la desesperación.
La sal de la ensalada

Quizás para compensar el mal trago de la despedida de Julio, me invadieron


cientos de recuerdos de épocas pasadas, cuando la vida me sonreía y me
sentía como una reina. ¿Cómo había podido llegar a esta situación? ¡Ni en
el peor de los sueños podía imaginarlo! Me siento ahora tan nostálgica que
me parece que cualquier tiempo pasado fue mejor. Recreándome en mis
recuerdos a modo de evasión, y como terapia de supervivencia, hice una
especie de autoanálisis sincero para intentar encontrar las causas que me
permitieran saber cómo y por qué había llegado a una situación tan
desesperada.
Recordé que, al contrario que ahora, siempre me habían encantado los
lunes, pues representaban la oportunidad de seguir desarrollando mi
creatividad y de conseguir mis aspiraciones. Por otro lado, me costaba
entender a todas esas personas cuyo trabajo se había convertido en un lastre
o en una obligación y que no disfrutaban con lo que hacían. Sé que para
gran parte de la sociedad yo había representado a una persona de éxito que
había triunfado en la vida. A los cuarenta y cuatro años había conseguido
todos mis sueños, de tal manera que me había quedado sin ellos. Siempre
deseé tener dinero y poder para demostrar a todo el mundo que una mujer
puede llegar donde se proponga por sí sola, sin necesidad de depender de
ningún hombre ni de estar a su servicio.
Desde que empecé a trabajar en esta empresa, he ganado tanto dinero que
no me ha dado tiempo a gastarlo al mismo ritmo, a pesar de que también me
ha gustado derrocharlo. Todo lo que compraba, desde la ropa hasta mis
perfumes o zapatos, eran de marcas exclusivas, pues procuraba que todo lo
que hacía o adónde iba diera la imagen de una triunfadora. ¡Quién me ha
visto y quién me ve!
He trabajado para una gran multinacional dedicada a la auditoría y la
asesoría, cuyos clientes principales son grandes empresas. Actualmente, y
después de mucho esfuerzo y dedicación, soy socia y directora adjunta, y
llevo directamente el departamento de Asesoría a Grandes Clientes.
A lo largo de todos estos años el trabajo me ha dado dinero, poder y
prestigio profesional en el sector. Mi puesto y mis relaciones personales han
contribuido notablemente a potenciar mi personalidad y mi carácter de
autosuficiencia.
Paralelamente, y viendo que todo me sonreía, desarrollé una personalidad
alegre aunque un poco distante, especialmente con los hombres. Podría
decirse que era un poco pícara y juguetona con la vida y con las personas, y
me complacía jugar con las palabras y las frases de doble sentido. Estos
rasgos, más algunas dosis de envidia que solía despertar, provocaban todo
tipo de especulaciones; pero, a la vez, este carácter era como una especie de
coraza que hacía que me sintiese muy bien, pues me permitía tontear con
los hombres y sentir que ejercía el control sobre ellos.
Muchos de los que me han visto y conocido han pensado que me han
regalado el cargo que ocupo. Reconozco que mis atributos físicos me han
facilitado abrir alguna que otra puerta, pero una no llega tan alto
profesionalmente solo por su aspecto físico. La cara amarga de este carácter
es que me ha ocasionado alguna que otra situación no deseada y provocado
opiniones que no siempre se han ajustado a la realidad.
A pesar de mi aspecto físico, que he intentado cuidar de forma especial, y
de mi forma de vestir, con aires de elegancia y seducción, lo que realmente
originó que yo ocupara el cargo fue mi determinación por luchar y
conseguir todo aquello que deseaba.
Durante toda mi vida he sido independiente y reaccionaria contra lo
establecido. Sé que mis padres no lo pasaron muy bien conmigo; yo no
podía entender que por el solo hecho de ser chica no pudiera hacer lo
mismo que los chicos. ¡Aquello me indignaba! Y esa lucha interior empezó
a cobrar más sentido y determinación cuando, de una forma objetiva, me
confirmaron unos datos que yo ya intuía.
Fue en el instituto, con apenas dieciséis años recién cumplidos, cuando un
grupo de personas nos hicieron un test de inteligencia para ayudarnos a
elegir la carrera más adecuada. Lo sorprendente fue cuando me enteré de
que mi coeficiente de inteligencia era el segundo mejor de todo el instituto,
llegando la gente a decirme:
—Eres una persona muy inteligente, casi rozas el nivel de superdotados
—añadiendo—: podrás hacer todo lo que te propongas en la vida.
Me imagino que ellos se referían a que podría hacer cualquier carrera
universitaria; pero yo me tomé esas palabras en el sentido literal, y a partir
de ese momento, me creí que tenía cualidades para hacer y lograr todo lo
que yo quisiera.
En esa época casi les tenía declarada la guerra a los chicos, y cuando me
enteré de que el primero en sacar la máxima puntuación en el test había sido
un chico y de que había sido catalogado como superdotado, mi reacción
inicial fue de indignación. Al enterarme posteriormente de quién era el
mejor dotado intelectualmente, convertí mi frustración inicial en una
victoria, pues era un chico de mi edad, apático, soso, introvertido y de
pocos amigos. Así que pensé: «Si esta es la mejor representación masculina,
no tendré obstáculos para conseguir todo lo que yo quiera».
Después de tener la seguridad de que podía afrontar cualquier carrera
universitaria, decidí hacer Derecho, pues quería conocer con exactitud mis
derechos y obligaciones; además, no podía soportar que me tomasen el
pelo.
La universidad y su ambiente me hicieron ver que poseía otras cualidades,
como capacidad de comunicación y de persuasión sobre los demás, lo que
me permitió estar involucrada en bastantes actividades complementarias del
mundo universitario.
Estando en el último curso de carrera, me enteré de que habían salido unas
becas para realizar un máster en Administración de Empresas (MBA) en
Estados Unidos y de que los candidatos deberían tener un currículum
académico bastante bueno, aunque lo que más se valoraba eran las notas del
último curso, además de una entrevista con distintos profesores.
Gracias al gran esfuerzo en los estudios en la recta final y a la genial
entrevista que realicé en inglés, conseguí la beca, dándome la posibilidad de
conocer un mundo nuevo y apasionante que representaba para mí la libertad
absoluta, además de suponer un gran paso para conseguir mi independencia
y mis sueños.
En un principio no me entusiasmaba el mundo de la dirección y la
empresa, pero si el camino para poder pasar un año formándome en Estados
Unidos era la realización de aquel máster, el precio a pagar era
insignificante. Pronto comprendí que la beca no daba para muchos lujos y
eso desarrolló aún más mi capacidad de autosuficiencia y determinación,
pues fue necesario trabajar en restaurantes de comida rápida para salir
adelante y poder permitirme algún que otro capricho.
A medida que iba profundizando en conocimientos del mundo de la
dirección, empecé a ilusionarme, y observé que estos se alineaban con mis
intereses, más aún al conocer cómo empresarios y directivos conseguían
justo lo que yo quería: dinero y poder.
Casi finalizando el máster, uno de los compañeros que ya estaba
trabajando me dijo que su empresa iba a abrir una sucursal en Madrid y que
estaba buscando gente joven. Ese comentario me permitió que un mes
después de terminar estuviera trabajando en mi empresa actual, con tan solo
veinticinco años y con un futuro apasionante y prometedor.
Con la finalización del máster terminó la primera etapa de mi vida.
Conseguí uno de mis sueños: poder tener una carrera que me permitiera
disfrutar de mi independencia. En un principio pensaba que estaría en un
bufete de abogados, pero trabajar para una multinacional, y con el futuro
que tenía, tampoco estaba nada mal. Hasta ese momento la vida me parecía
apasionante, tenía muchísimas ilusiones y me encontraba lo suficientemente
segura como para abordar cualquier proyecto que se me presentase.
En el terreno sentimental no me había ocurrido nada especial; las puertas
de mi corazón las tenía cerradas y no podía permitirme que nadie las
abriese. Pensaba que eso me haría vulnerable. Hasta ese momento, los
hombres seguían sin llamarme especialmente la atención, salvo para cubrir
mis necesidades más primarias, ya que en cierta forma ellos representaban
para mí la esclavitud y el dominio. Prefería seguir viéndolos con
indiferencia para poder manejarlos y seguir jugueteando.
Poco después de estar trabajando, vino un experto a una de las acciones
formativas que realicé con mi empresa para impartir uno de los cursos. No
recuerdo exactamente de qué nos habló, pero sí sé que su presencia me
impactó, y no solo por su aspecto físico, que era espectacular —moreno,
ojos castaños y con una altura muy bien proporcionada—; me llamó
especialmente la atención su forma de exponer y su dominio de la sala, sus
chistes y sus ejemplos, siempre tan oportunos. Siempre me han seducido los
buenos comunicadores. Lo que me produjo una gran irritación fue ver que
pasaba totalmente desapercibida para él, y más cuando siempre he sido el
centro de atención; ¡no podía permitir pasar desapercibida! Fue curioso,
porque era la primera vez que un chico me impedía concentrarme en mi
trabajo. Aunque quise olvidarlo, todo el mundo había quedado impactado y
continuamente me llegaban referencias de él.
Empecé a sentir que no tenía control sobre mi conducta y sobre mis
pensamientos, y estaba tan ansiosa por saber más de él que me las ingenié
para que viniese a dar otro curso en mi departamento. Dos años después de
ese encuentro, Samuel, al que todo el mundo llama Sam, además de ser mi
formador favorito, se convirtió en mi marido. Nunca había pensado en
casarme, pero he de reconocer que Cupido me atravesó tan fuerte el corazón
que consiguió que me enamorase como jamás había sentido el amor.
Sam me dio a conocer otro lado de la vida que parecía escondido para mí.
Su amabilidad y su agradable forma de ser hicieron que me sintiera como
una auténtica princesa. Fruto de ese amor nacieron nuestros dos hijos.
Primero Esther, que durante mucho tiempo fue la reina de la casa. Desde
pequeña ya se veía que tenía mucho parecido conmigo, especialmente en el
carácter. Cuatro años más tarde vino Enrique, al que llamamos Quique, y
por el que Sam siente una debilidad especial, quizás porque ambos también
se parecen.
Durante mucho tiempo, y gracias a lo bien que iban las cosas, me
imaginaba que Dios, antes de dar nacimiento a los seres humanos, nos
colocaba a todos juntos y empezaba a lanzar aleatoriamente sus dones para
que quedaran bien repartidos, igual que cuando echamos la sal a la
ensalada. En esos momentos de mi vida creía que cuando Dios había puesto
su mano sobre mí, se había entretenido un poco más y había depositado en
mí más dones que en la mayoría, pues tenía la sensación de ser como el rey
Midas, ya que no era que convirtiese en oro todo lo que tocaba, pero sí que
conseguía que todo me saliera mucho mejor de lo que esperaba.
Ser como el rey Midas durante una temporada es estupendo, hasta que te
emborrachas con tus propios éxitos. Cuando una persona consigue sus
sueños y no se plantea retos futuros, pierde el sentido de su vida y empieza
a navegar sin saber adónde va. Así es como me encuentro en estos
momentos.
¿Hay alguien allá arriba?

Pensar en cómo había evolucionado mi vida me proporcionó un cierto


alivio, algo parecido al oasis que encuentras en mitad de la travesía del
desierto; sin embargo, no pude hallar realmente las causas por las que me
encontraba en aquella situación tan traumatizante.
Una llamada de mi secretaria hizo que saliese de mi ensoñación y me
encontrase de nuevo con la cruda realidad que había dejado momentos
antes. Mis preocupaciones y todo lo relacionado con Julio volvieron a
invadir mi mente. No podía concentrarme en nada y decidí anular todos los
compromisos que tenía concertados para ese día. Así podría adentrarme
plenamente y sin complejos en mis problemas ¡De todas formas, no podía
ejercer ningún control sobre mis pensamientos!
Al final de la tarde, cuando ya se había ido de la oficina casi todo el
mundo, me sentía destrozada. No creo que mi amigo Julio se sintiera peor
que yo, pero, por lo menos él tenía a su familia para apoyarle; yo ni siquiera
me atrevía a ir a casa, pues seguro que me notarían el estado en el que me
encontraba. Decidí llamar a Nancy para decirle que no me esperasen y que
llegaría tarde por motivos de trabajo, situación que no les sorprendería
porque ya los tenía acostumbrados a ese tipo de imprevistos.
Tampoco estaba para ir a ningún lado ni para llamar a nadie; solo quería
sacar la tristeza de mi corazón. A pesar de sentir un primer impulso de
ahogar mis problemas en un vaso de whisky, como hacía con cierta
frecuencia, algo me retuvo y me reprimí de hacerlo. Recordé que cuando
tenía catorce años solía tener un diario en el que reflejaba todas mis alegrías
y tristezas. Era un hábito que me reconfortaba y aclaraba mis pensamientos.
Me emocioné un poco y me animé a expresar mis sentimientos por
escrito; quizás pudiera aportarme algo de alivio. En el momento de coger
papel para escribir me acordé de las palabras de Nancy, cuando me decía:
«Pídale a Dios, y él le concederá», pero yo me respondía a mí misma:
«¡Pedirle a Dios! ¡Qué ridiculez! Seguro que si él existiese, no habría
permitido esta situación».
Llevaba tantos años ignorándolo que me parecía ridículo acordarme ahora
de él, y más cuando yo estaba desesperada. Creo que yo no hubiera
escuchado a nadie si se hubiese comportado conmigo de esta manera.
Además, dudaba de su existencia, aunque reconocía que últimamente me
invadían pensamientos sobre él.
Estuve un tiempo debatiendo internamente sobre si pedir o no pedir a
Dios, y llegué a la siguiente conclusión: «Si existiese, ¿qué le diría en estos
momentos?». Por un instante imaginé que podría existir, y decidí escribir
una carta dirigida a él. En el peor de los casos, quizás aquello me
reconfortase, como ya ocurrió en mi adolescencia.
Sin más demora, cogí la pluma de oro que me regaló Sam en uno de mis
cumpleaños y, dado que con ella siempre realizaba los escritos importantes,
me adentré en mis emociones y problemas y permití que estos fluyeran a
través de la escritura; sin rumbo, sin guion y sin saber adónde me
conducirían mis pensamientos, me liberé de prejuicios y me dejé llevar:

¿Hay alguien allá arriba...?

Si hay alguien allá arriba... quizás no quiera escucharme.


Llevo tanto tiempo ignorándote que me habrás borrado de tu listado; si es así, no te culpo,
yo habría hecho lo mismo.
Me siento tan ridícula escribiendo esta carta que no sé muy bien por dónde empezar ni qué
decir, ni siquiera conozco si existe un protocolo para este tipo de cartas.
Solo sé que estoy desesperada, y si no he caído en una depresión, es porque mi mente
racional siempre ha controlado mis sentimientos, pero estos cada vez están más desbocados
y ya casi no tengo fuerzas ni ganas para sujetarlos.
Soy consciente de que en muchas ocasiones me he jactado públicamente de dudar de tu
existencia, e incluso he negado que pudieras existir. Eres consciente de que en mi ambiente
y con las personas con las que me he relacionado está un poco desfasado creer en ti.
Pero ahora aquí me tienes, angustiada... ¡Me ahogo, me asfixio, me falta aire para respirar,
y cuando miro al futuro, solo me invade una profunda desolación! No comprendo cómo he
llegado a esta situación, pero si puedes ver en mi corazón, ya sabes que mi vida necesita un
milagro urgente para ver algo de luz entre tanta oscuridad. La verdad es que he cerrado
tantas puertas tras de mí que te has convertido en mi última esperanza.
Mi vida, que ha sido envidiada y tomada como ejemplo a seguir por aquellos que me han
conocido, es actualmente un auténtico monumento caído en desgracia. Me siento como un
barco perdido en alta mar, en medio de una espesa niebla, y mi anhelo por encontrar algún
puerto donde poder dirigirme se va desvaneciendo.
¡Cambiaría mi vida! Daría cualquier cosa por volver a encontrar la felicidad y tener un
poco de paz en este tormento en el que vivo.
Sé que debería tener fuerzas por lo menos para luchar por mis hijos, pero estos ya casi me
han abandonado. Los he criado tan independientes y con tanta falta de cariño que percibo
que ya no me necesitan, pues cada vez que me hablan o me miran, siento como un dardo
envenenado que atraviesa mi alma culpándome de toda esta situación. Estoy segura de que
si yo faltase estarían mejor con su padre.
Señor, mi mente fría, racional y calculadora me grita que estoy perdiendo el tiempo al
escribir esta carta, además de decirme que estoy haciendo el ridículo, pero mi corazón me
impulsa a pedirte perdón. Por primera vez en mucho tiempo, siento que necesito ser
perdonada, necesito reconciliarme y, sobre todo, necesito un rayo de luz que dé sentido a
mi vida. Quiero recuperar la alegría de vivir y sentir la felicidad correr por mis venas.
Cuando alguien como yo, que ha estado en la cima más alta acariciando el paraíso y
después ha ido descendiendo hasta los abismos del infierno, necesita desesperadamente
una mano amiga para seguir adelante, si hay alguien allá arriba y quiere escucharme, le
ruego que no se retrase y que venga pronto a socorrerme.

Miriam Álvarez

Terminé tan tarde que al salir de la oficina solo quedaba el guardia de


seguridad. En casa todos estaban acostados. La única vida que percibí
procedía de la habitación de Esther; seguro que estaba hablando con sus
amigos por el teléfono móvil o conectada a internet como hace siempre;
creo que se ha vuelto adicta a las redes sociales como medio para evadirse
de nuestra triste y escasa vida familiar. Eso me saca de quicio, pero
reconozco que no puedo decirle nada, pues no estoy presente en su vida; a
veces, cuando le hablo, saca toda su rabia acumulada y terminamos
discutiendo acaloradamente; con demasiada frecuencia siento que me odia.
Eso me recordó lo maravilloso que es tener personas con las que
compartir tus preocupaciones e inquietudes. ¡Echaba tanto de menos poder
tener a alguien con quien desahogarme...!
Me fui a mi dormitorio y, al apagar las luces del pasillo, observé que la
luz que salía por debajo de la puerta de la habitación de Esther resplandecía
de una forma especial, o al menos así lo veía yo. Parecía que la luminosidad
quería abrirse paso entre la inmensa oscuridad, lo que hizo que me diese un
pequeño vuelco el corazón, pues aunque nunca he sido supersticiosa y he
apagado muchas veces esas luces, en aquellos momentos ese resplandor fue
para mí como un mensaje de esperanza que me permitió conciliar el sueño
un poco mejor de lo que yo esperaba.
La esperanza de los dioses caídos

A la mañana siguiente me levanté un poco más tranquila, aunque mis


preocupaciones seguían donde yo las había dejado, en mi mente.
Estuve un poco más atenta con mis hijos mientras tomábamos el
desayuno, aunque por las mañanas somos como autómatas, y no
especialmente comunicativos ni amables.
Una vez en la oficina, quería reunir a todos los responsables de área para
comunicarles oficialmente el despido de Julio, que, como es lógico, ya
conocían. Por otro lado, necesitaba palpar el ambiente de trabajo ante la
nueva situación.
A media mañana, y una vez que pude organizarme, convoqué la reunión
en mi despacho. Como era evidente, las caras de todos reflejaban
indignación y tristeza; incluso es posible que más de uno pensase que
aquella situación había sido provocada por mí. Opinarían que Julio podría
hacerme sombra en el futuro y que era un gran candidato para desbancarme
de mi posición. Lo que ellos no sabían era que mi corazón era el más dolido
de todos los que estábamos allí presentes. Seguro que no habían oído hablar
de la soledad del poder.
Un profundo silencio invadió mi oficina, alterado solo por respiraciones
profundas y algún ruido de sillas. En esa circunstancia, comencé
comunicando la decisión de la empresa sobre el despido, así como las
causas que lo habían motivado. Algunos manifestaron las mismas
alegaciones que yo había argumentado para que no se hubiera materializado
el despido; en el fondo de la cuestión, nadie estaba de acuerdo y todos nos
sentíamos un poco frustrados.
Con el fin de que la reunión fuese operativa, distribuimos temporalmente
las responsabilidades de Julio, y les dije que en breve se haría público quién
ocuparía su puesto. Todos sabíamos quién iba a ser, pero no quería
precipitarme y deseaba consensuarlo.
Cuando la reunión terminó, ya era la hora de comer, así que cogí mi coche
para irme a un restaurante que estuviese lo suficientemente lejos como para
no encontrarme con nadie de la empresa. Mientras conducía, me acordé de
un sitio de comida rápida donde servían sándwiches y ensaladas muy
originales, y que además era muy frecuentado por mujeres solitarias
preocupadas por la dieta. Ese era el ambiente que necesitaba en aquellos
momentos para pasar desapercibida.
Estando muy cerca del restaurante, vi cómo un coche salía dejando una
plaza libre para aparcar. Normalmente solía dejarlo en un parking, pero en
esa ocasión decidí estacionar en el hueco que había dejado libre, y así
podría pasear un poco.
Pedí una comida muy ligera que no pude terminar, porque tenía el
estómago cerrado y el apetito me había abandonado. Lo mejor de aquella
situación es que estaba recuperando mi peso ideal, ese con el que muchas
soñamos.
De regreso al coche encontré en el parabrisas una hoja de publicidad, de
las que suelen dejar con mucha frecuencia. Mi primer impulso fue tirarla
directamente, pero como no veía papeleras alrededor la guardé en el bolso
para tirarla más tarde.
De nuevo en el despacho, al abrir el bolso para coger un kleenex, vi la
hoja de publicidad y observándola detenidamente comprobé que hablaba de
la felicidad, de disfrutar de la vida y de evitar el sufrimiento.
Cuando leí aquella hoja me quedé petrificada. Casi no podía creerme lo
que estaba leyendo, pues durante todo el día había estado con un anhelo,
parecido a la esperanza de los dioses caídos, de encontrar algo a lo que
agarrarme. En un primer instante, creí que allí podría obtener alguna
respuesta a las peticiones que había realizado el día anterior.
Mirando más detenidamente el anuncio, me sorprendió la fotografía de
fondo. La luminosidad del faro en la puesta de sol me recordó la luz que
salía de la habitación de Esther. ¿Demasiadas luces en tan poco tiempo? Era
como para estremecerse, más aún cuando no habían transcurrido ni siquiera
veinticuatro horas desde que yo había solicitado un poco de luz en mi vida
para poder salir de este infierno.
Leyendo de nuevo todo el mensaje, me alteré con el título de la
conferencia: Regálate felicidad. Aquel enunciado me agitaba internamente,
pues nunca había pensado que podía regalarme felicidad al igual que hago
con cualquier otro regalo normal, y a la vez me preguntaba:
«¿Verdaderamente puedo regalarme felicidad?». Por otro lado, me tenía por
una persona inteligente; pero era bastante evidente que en aquella etapa de
mi vida no lo había sido lo suficiente como para aplicarme los secretos de la
felicidad.
Para colmo leía: «¡Y disfruta plenamente de la vida...!». Eso era lo que yo
necesitaba. Mi curiosidad seguía despertándose a pasos agigantados
conforme leía los subapartados: «Si quieres mejorar tu felicidad...». «Si te
sientes infeliz...». «Si quieres conocer las actitudes de la gente feliz...».
Toda esa información había captado mi interés, pues quería y necesitaba
saber más sobre el mundo de la felicidad. Algo dentro de mí me impulsaba
a abordar otras reflexiones, de tal forma que estaba dispuesta a asistir con
tal de saciar mi curiosidad. La conferencia iba a celebrarse aquel mismo
día, y el hotel Eurobuilding se encontraba muy cerca de mi lugar de trabajo.
Únicamente tendría que llamar a casa para decir que cenasen sin mí. ¡No sé
qué haría sin Nancy! ¡Gracias a ella puedo permitirme ciertos lujos…!
Aunque todo parecía indicar que ya había tomado la decisión de ir, las
dudas y preguntas me asaltaban: ¿No será una tomadura de pelo? ¿Qué
pasaría si me viese alguien conocido? ¿Qué pensaría? Seguro que quedaría
en ridículo y sería la comidilla de todas las tertulias...
Me sentía bastante confusa sobre qué decisión tomar. Quería ir, pero a la
vez quería cubrirme las espaldas. Me acordé de Marta, una amiga que es
directora de marketing de otra gran compañía de informática y que también
atraviesa por malos momentos. Quizás le apeteciera ir conmigo...
Cuando estaba marcando su número, colgué rápidamente, mucho antes de
que le diera tiempo a responder, pues mi intuición me decía que podría
contestarme algo así como: «Miriam, ¿no te creerás todas en esas
tonterías…?». Creo que, después de eso, no podría volver a mirarla a la
cara.
Eran las siete y media y aún no había tomado la decisión de ir. En el
fondo tenía la esperanza de poder encontrar alguna respuesta en esa
conferencia, pues se habían producido demasiadas casualidades desde que
hice mi petición, o al menos a mí me lo parecía. Por otro lado, el saber que
la conferencia se daría en un hotel de la cadena NH me inspiraba confianza,
ya que siempre me había sentido muy cómoda en los hoteles de aquella
cadena. En ese mar de dudas, me dije: «Iré al hotel, y desde el bar o desde
un lugar apartado, observaré qué ambiente hay y entonces tomaré la
decisión de entrar o de irme».
Llamé a casa para decirles que llegaría tarde y acudí a la cita con la
esperanza de poder encontrar algunas respuestas útiles para mi vida. ¿Sería
esa conferencia la respuesta a mis peticiones...?
La duda de los dioses caídos

Cuando llegué al hotel faltaban unos quince minutos para que diese
comienzo la conferencia. Vi el panel típico donde se informaba de en qué
sala se realizaría y me sentí como el torero que está esperando dar el
paseíllo en la plaza, cuando ya todo parece indicar que no hay marcha atrás.
Estaba bastante nerviosa porque empezaba a notar cómo la esperanza que
traía se iba transformando en la duda de los dioses caídos.
Tomé la determinación de coger un periódico de los que ofrecen en los
hoteles y sentarme lo más discretamente posible; todo ello, con la intención
de pasar desapercibida entre los demás.
Debía sentirme tranquila, y más por tratarse de un hotel de lujo, pues
estaba acostumbrada a esos ambientes. En el fondo, el que la conferencia se
realizase allí me inspiraba cierta credibilidad, pero los nervios cada vez se
apoderaban más de mí; no sé exactamente si era por el contenido de la
conferencia o por el que dirían si me viese algún conocido. Veía a bastantes
personas entrar y preguntar en recepción sobre la conferencia. Todo el
mundo iba bien vestido y tenía buena presencia, lo cual me animó un poco.
Faltando cinco minutos para el comienzo me animé y me dirigí hacia la
sala, diciéndome: «Si no entro, quizás no pueda perdonármelo; puede que
esto sea el comienzo de lo que ando buscando».
A la entrada de la sala había bastantes personas con la intención de pasar.
Muchos de ellos parecían felices y seguros, como si conociesen el
contenido de lo que se iba a contar; otros, por el contrario, tenían la misma
cara de congoja que yo.
Finalmente me tocó el turno para entrar. Me atendió una joven preciosa de
unos veinticinco años que me sorprendió, no solo por su pelo moreno
ligeramente rizado y por sus grandes ojos negros brillantes y
extraordinariamente llamativos, sino especialmente por su alegría y
amabilidad. Así, mirándome a los ojos y con una sonrisa dibujada en la
cara, me dijo:
—¡Buenas noches! ¿Desea entrar a la conferencia?
—Sí. ¿Es necesario pagar algo? —le contesté secamente.
—No, esta conferencia es totalmente gratuita.
—Gracias, es usted muy amable —le dije.
Entré en la sala y me quedé sobrecogida, pues creo que habría más de
doscientas personas. No podía imaginarme que ese tipo de charlas atrajera a
tanta gente.
En las conferencias y cursos siempre me ha gustado sentarme en las sillas
delanteras, no estoy segura de si para enterarme bien o para que el
conferenciante se fijara bien en mí, pero aquel no era el momento de estar
en las primeras filas. Así que decidí sentarme a la derecha, en la parte final
y muy cerca del pasillo, por si una vez que hubiera comenzado me
arrepentía y quería salir corriendo.
En toda la sala se oía un murmullo, hasta que salió un señor para presentar
al conferenciante. Hizo una presentación majestuosa, se notaba que sentía
lo que decía, pero reconozco que no le presté mucha atención. Aún me
encontraba tratando de reconocer a las personas que se encontraban allí, por
si había alguien a quien pudiera conocer, para esconderme ligeramente.
¡Qué vergüenza! ¡Yo escondiéndome en una conferencia! ¡Era increíble!
Por fin salió el conferenciante, el señor Teodoro Campos, al que todo el
mundo parecía llamar Teo. El silencio se produjo de forma mágica en la
sala. Nos saludó y nos dio una agradable y calurosa bienvenida. La verdad
es que su presencia impactaba, no solo porque iba impecable, sino porque
su figura parecía irradiar un magnetismo especial; se podría decir que era
una persona carismática.
Yo calculé que tendría más de sesenta años, aunque no los aparentaba;
pelo canoso, ojos azul claro, sobre uno ochenta y cinco de estatura y con
una alegría que emanaba de todos sus poros. Alguien que proyectaba una
buena imagen y una gran personalidad.
Traía su exposición preparada en ordenador. De momento, lo único que se
veía sobre la pantalla gigante era un cartel con el título Regálate felicidad.
A pesar de que la sala era cálida y acogedora, reconozco que no se me había
pasado el nerviosismo. Intentaba sentirme cómoda y receptiva a la
exposición, pero todavía tenía mis dudas.
Hace ya muchos años que aprendí a tomar notas de todos los oradores, de
todo lo que me parecía más importante e interesante, anotando también mis
reflexiones personales. Así podía asimilar más fácilmente lo que se decía,
además de poder repasar esas notas cuando las necesitase. Recuerdo que
Sam siempre comentaba en sus cursos que, después de ocho días, ya no
recordamos más del 20 % de lo que hemos visto, a no ser que nos hayamos
aplicado.
Si en esa conferencia se decía algo interesante, quería recordarlo, pues, tal
y como estaba transcurriendo mi vida, podría necesitarlo en el futuro. Así
que saqué mi bloc de notas y el bolígrafo que siempre llevo en el bolso y
me preparé para hacer mis anotaciones y estar lo más atenta que pudiese.
Segunda parte:
La conferencia
Referencias:
T: Comentarios de Teo
M: Reflexiones de Miriam

T: Podemos mejorar nuestro nivel de felicidad si nos lo proponemos.


M: Me alegra saber que hay alguien que está preocupado por mí y que
desea elevar mi nivel de felicidad, porque actualmente mi nivel no supera el
2…¡¡Y eso por decir algo‼
M: Pensar por un momento que podría llegar a un nivel 6 me parece una
utopía.
M: No creo que consigan hacerme más feliz; por muy buenas palabras
que me digan, no conseguirán hacerme más feliz.
M: Me agrada la forma de comunicar de Teo; percibo que es feliz y lo
transmite; hace que me sienta bien después de la tensión que tenía. El
auditorio ya se ha reído varias veces.
M: Yo no sé los demás, pero la verdad es que, para mí, la felicidad, para
mí, se ha convertido en el fin más importante de mi vida.
M: He comprendido que si yo no estoy bien y no soy feliz, no podré
hacer felices a las personas que me importan, especialmente a mis hijos.
T: Nuestro verdadero propósito, como dice el Dalai Lama, es «buscar la
felicidad y hacer todo lo que esté en nuestras manos para alcanzarla».
T: No todo el mundo es feliz haciendo las mismas cosas, ni disfrutamos
con las mismas acciones porque cada uno piensa de forma diferente.
T: Pero sí se sabe que hay hábitos y comportamientos concretos que
aportan mucha felicidad.
M: Yo quiero conocer todos esos hábitos y comportamientos; estoy
expectante por ver qué me cuenta Teo. ¡Ojalá y me sorprenda!
M: Siempre me he ocupado de mi felicidad momentánea. Creía que en
ella estaba el secreto de la felicidad. Disfrutar a tope de los placeres.
M: Nunca he pensado que había que ocuparse de la felicidad para ser
feliz.
M: Espero que no se vaya por las ramas y que pueda llevarme algo
práctico y útil que pueda aplicar.
T: Nuestro nivel de felicidad puede mejorar de forma significativa. A
veces, pequeñas cosas pueden aportarnos mucha felicidad.
M: ¡Ojalá yo tuviera la piedra filosofal de la felicidad! Eso me haría muy
feliz en estos momentos.
M: Reconozco que mi forma de pensar y mis circunstancias no son nada
favorables para ser feliz.
M: Necesitaría urgentemente una transfusión, pero no de sangre, sino de
felicidad. Creo que deberían inventar un sistema para hacerlo.
M: Creía que tenía un secreto especial para mi vida; antes me encontraba
bien... ¿Qué me ha fallado? ¿Dónde está mi secreto de la felicidad que tan
buenos resultados me dio en el pasado?
T: Hay que entender la felicidad como la bolsa: unas veces se gana y
otras se pierde; lo importante es el resultado, el balance al final del año.
T: Si la felicidad surge cuando tenemos estados de ánimo positivos, hay
que fomentar esos momentos.
T: Cuando estamos alegres y felices, nuestro organismo segrega unas
hormonas que se llaman «endorfinas», produciéndonos sensaciones de
bienestar que nos ayudan a potenciar nuestro sistema inmunológico. La
presencia de estas hormonas disminuye cuando aparece la tristeza o la
depresión.
T: No podemos estar felices y contentos a todas horas; la felicidad
también tiene sus momentos de tristeza.
M: En estos momentos no debo de estar segregando muchas endorfinas;
más bien, creo que han desaparecido de mi organismo.
T: Momentos placenteros presentes pueden ocasionar infelicidad en el
futuro si no se cumple con unos requisitos (ejemplo: estudiante que se va de
fiesta y no prepara su examen).
T: La felicidad se puede aprender mientras se vive. Dios no la regala,
pero nos sentimos como unos dioses cuando la tenemos.
M: Necesitaría aprender a trazar un plan para recuperar mi felicidad,
pero ¿por dónde empezar? ¿Será posible con un plan?
M: Me he pasado la vida haciendo proyectos, y creo que no soy capaz de
trazar un plan para mi propia vida.
T: Cuando adoptamos la actitud adecuada, aplicando los conocimientos
de la felicidad, nuestra vida es más dichosa.
M: Siempre he tenido habilidades para hacer muchas cosas, pero
reconozco que no he sido lo suficientemente inteligente como para ser feliz,
al menos en este periodo de mi vida.
M: Creo que es de una lógica aplastante, de sentido común, que
utilizamos nuestra inteligencia para ser felices. ¿Cómo no se me había
ocurrido antes?
M: La verdad es que no he dedicado nada de tiempo a aprender cómo ser
más feliz; solamente me he dejado llevar por mi sentido común, pero ya veo
que este camino no ha sido muy acertado.
T: Todos podemos aplicar nuestra inteligencia para ser cada día más
felices.
M: ¡Qué gran verdad! Ahora lo veo claro.
T: Eso es exactamente lo que nos ocurre a nosotros con la felicidad.
Utilizamos mapas equivocados, es decir, tenemos esquemas mentales que
nos alejan de la felicidad.
T: En muchas ocasiones solemos buscar la felicidad en sitios en los que
solo hay desdicha y sufrimiento.
T: Esta conferencia pretende actuar como un mapa para buscar la
felicidad allí, donde se encuentra.
M: Analizo mi vida y comprendo que he usado mapas equivocados, pues
por mucho que excavaba, no encontraba la felicidad.
M: Ya estaba cansada de buscar y de no encontrar, estaba al borde de la
desesperación.
M: Tengo ganas de conocer el mapa auténtico que señale dónde está la
felicidad.
M: Veo que no he sido muy inteligente en mi vida. He tenido algunas
habilidades, pero me ha faltado la más importante: sentido común para ser
feliz.
T: La auténtica libertad, aunque estemos encadenados o encarcelados,
está en la libre capacidad de tomar nuestras propias decisiones.
T: Todos tenemos el derecho a ser felices, aunque hay que trabajar para
conseguirlo; igual que un estudiante tiene derecho a elegir la carrera que le
guste, pero tiene que luchar para alcanzarla.
T: Siempre tenemos el derecho a ser felices, no importa lo que hayamos
hecho: es un derecho que no caduca y que siempre está a nuestro alcance.
T: La felicidad se disfruta, y sabe dulce porque es nuestra recompensa.
T: El fruto de la vida es la felicidad, y la alcanzamos cuando nuestros
pensamientos, comportamientos y emociones han sido los adecuados.
M: Quiero reclamar mi derecho a ser feliz; pero… ¿por dónde debo
empezar?
T: La mayoría de las personas creen que su felicidad está condicionada
por factores externos y hereditarios.
T: Los factores externos solo condicionan nuestra felicidad en un 10 %;
en un momento concreto puedes vivir situaciones trágicas; pero, desde la
perspectiva de una vida, esos factores se pueden superar, si uno quiere
hacerlo.
T: Si damos por cierto el gráfico de Sonja, tenemos un 40 % de
posibilidad de mejorar nuestra felicidad.
T: Incluso los factores genéticos que, según el gráfico condicionan un 50
%, empiezan a estar en entredicho. El Dr. Bruce H. Lipton, en su libro La
biología de la creencia, afirma que los genes que heredamos no son nuestro
destino.
T: Ya no hay excusas. La felicidad está en nuestras manos.
M: Siempre he creído que la felicidad era un regalo de los dioses, que te
la dan o te la quitan a su antojo.
M: Creo que con ese 40 % de factores personales queda un gran margen
para la mejora personal.
T: Algunas personas piensan que, para ser feliz, las circunstancias no
deben condicionarte, y es verdad; pero las circunstancias condicionan e
inhiben la felicidad en la mayoría de los mortales, al menos temporalmente.
T: Hay personas que son felices incluso en circunstancias adversas; han
aprendido a serlo, ya que la felicidad es una expresión del alma, y solo tú
puedes tener control sobre ella.
T: En la felicidad no son las circunstancias externas las que cuentan, sino
cómo las interpretas.
M: Hasta hace poco he creído que tenía control sobre lo que me rodeaba,
hasta que todo se me desmoronó. Ahora me pregunto: ¿alguna vez tuve el
control de verdad?
M: Entiendo a las personas que se derrumban por las circunstancias; yo
he sido de esas. Te sientes afligida, desbordada y te falta un rayo de luz para
recuperar la esperanza.
T: La vida es como una partida de cartas: depende más de cómo
juguemos que de las cartas que tengamos; además, en cada jugada nunca
sabemos las cartas que nos van a tocar. A veces podemos ganar con una
simple pareja y otras perder con un póquer de ases.
T: Las personas inteligentes soportan con calma los problemas y sacan
partido de las circunstancias.
T: Dijo Albert Einstein: «Dios no juega a los dados». Yo también creo
que nuestra vida no puede ser una mala y permanente partida de dados, y
que se nos han facilitado las herramientas para salir ganando en la partida
de la vida.
T: Demasiadas personas no se esfuerzan, ni hacen todo lo posible, porque
creen que ser feliz es cuestión de suerte.
M: En muchas ocasiones me he sentido con suerte; pero ahora me siento
una desdichada, aunque si miro hacia atrás, soy consciente de que se debe a
las decisiones que tomé en el pasado.
T: Con demasiada frecuencia la vida nos enseña que, con el tiempo, un
gran golpe de suerte se convierte en infortunio e infelicidad para tu vida.
Algunos deportistas de élite o actores, después de haber conseguido todo lo
que una persona pueda desear, terminan arruinados y con la vida
destrozada.
T: Lo mismo les ocurre a personas que han ganado juegos de azar o
loterías: después de un tiempo están peor que antes de tocarles.
M: A todos nos gusta un golpe de suerte para no tener que esforzarnos.
T: Siempre que creemos en la suerte, eludimos nuestra responsabilidad
de ser felices y le echamos la culpa a las circunstancias externas.
T: Sin lugar a dudas, la felicidad es el mejor regalo que podemos
hacernos.
T: Si somos felices, transmitiremos a los demás lo mejor de nosotros
mismos, y daremos a la vida el potencial que llevamos dentro.
T: Todo regalo tiene un precio, y el precio de la felicidad es conocer sus
secretos y aplicarlos.
M: ¡Cuánto anhelo este regalo! Ahora es para mí el más preciado de
todos.
M: Siempre he creído que el dinero me daría la suficiente autonomía
para adquirir cualquier regalo, pero he comprendido que el más deseado no
lo puedo comprar, su verdadero valor no está al alcance del dinero.
M: ¿Qué hace la gente feliz? ¿Qué saben ellos que yo no llego a
comprender?
M: Siento como si mi vida hubiese perdido su sentido. Tantos esfuerzos,
tantas luchas, tantas aspiraciones, tanto, tanto… ¿para qué? Percibo que he
estado perdiendo el tiempo y que continuamente he ido por el camino
equivocado.
T: Aunque hay elementos externos que condicionan la felicidad,
conseguirla y mejorarla solo depende de nosotros.
M: Casi siempre le he echado la culpa a los demás y a las circunstancias,
sin comprender que yo era la máxima responsable de mi felicidad.
M: ¡Anda…! No podía imaginarme que la felicidad pudiera tener una
formula.
M: La no felicidad; qué concepto más chuli, expresa todo lo que no
quiero en mi vida.
M: Esa fórmula es de una lógica aplastante; la entiendo perfectamente.
M: ¿Cómo no se me había ocurrido a mí?
T: La felicidad es el trocito que nos queda en la vida, una vez que hemos
sido capaces de eliminar la no felicidad, es decir, todo aquello que nos pone
negros o nos saca de quicio.
M: Recuerdo que una vez en un curso de Calidad me decían que si
quieres calidad de servicio, elimina la no calidad de tu organización, es
decir, todo aquello que haces mal; ahora veo que la felicidad es igual.
M: En este momento de mi vida, siento que la no felicidad me tiene
absorbida y ocupa mi vida casi por completo.
M: Yo, que trabajo en una empresa, comprendo que si los gastos son
mayores que los ingresos, tarde o temprano esa empresa irá a la quiebra.
T: Tenemos que identificar la no felicidad de nuestras vidas para poder
actuar y eliminarla.
T: Siempre que pensamos en negativo o tenemos una emoción tóxica,
nuestra vida se llena de no felicidad.
M: No es por nada, pero se me ocurren algunas personas cercanas a mí a
las que también les vendría bien eliminar la no felicidad.
T: Nadie está permanentemente en un mundo o en el otro, más bien
vamos de un lado a otro; pero cuanto más vivamos en el mundo de la luz
más felices seremos, y cuanto más tiempo estemos en el mundo de la
oscuridad más infelices seremos.
T: De alguna forma hemos venido a dar luz y a iluminar la oscuridad.
T: Cada vez que hacemos el bien estamos en la luz; cada vez que
pensamos, actuamos o nos dejamos llevar por las emociones negativas,
entramos en los agujeros negros de la vida.
M: Sé lo que es estar metida en la profundidad de un pozo negro, donde
todo es oscuridad y todo lo que tienes son malos pensamientos, rodeada de
las emociones más retorcidas.
M: En esa situación no eres capaz de ver la luz por ningún lado.
M: Sientes como una especie de niebla que te va calando por todo el
cuerpo y cada vez te hunde más en tu propia soledad y toxicidad. Notas
cómo se te envenena la sangre.
M: ¡Quiero la luz!… ¡Necesito la luz!…
T: Tenemos tanto potencial en nuestro interior, que somos como magos
con la capacidad de transformar este mundo imperfecto.
T: El reconocer que el mundo no es perfecto, y que hemos venido para
mejorarlo, nos da cierta paz y fuerza interior.
T: Nos irritamos y culpabilizamos porque el mundo no es perfecto, pero
es el resultado de nuestras acciones y comportamientos. Si no nos gusta
como está, ahora, en lugar de quejarnos, podemos hacer algo para
cambiarlo.
T: Nuestra felicidad personal está ligada a la felicidad del mundo. Por
ello debemos contribuir continuamente a mejorarlo.
M: Ahora solo sé que aún no soy capaz de arreglar mi propio mundo.
M: Intentaré concentrarme en mi propio universo, antes de pensar en
mejorar el de los demás.
T: Ningún arquitecto que se precie construye sin haber analizado el
terreno y realizado un proyecto del edificio.
T: Nosotros solemos vivir una vida sin un proyecto de vida.
T: Cuando no hay proyecto es muy probable que el edificio no salga
bien, e incluso que termine cayéndose.
M: Mi edificio está en ruinas, y no tengo mucho ánimo para empezar a
poner piedras otra vez.
T: Debemos ser los arquitectos de nuestras vidas y edificar actitudes y
comportamientos que nos aporten felicidad.
M: Quizás he venido esperando un milagro, esperando que todo se me
arregle por arte de magia, y ahora me dicen que tengo que ponerme manos a
la obra y construir.
M: Siento curiosidad por conocer en profundidad las actitudes que
soportan mi felicidad.
T: La felicidad necesita de rituales, de práctica, así como la adquisición
de algunos hábitos.
T: Construyamos nuestra propia felicidad.
M: ¡Jolín...! ¡Qué chuli! Me encanta ver que la felicidad puede estar
representada por una margarita.
M: Ojalá y ser feliz fuera tan fácil como quitar las hojas.
T: Cada hoja representa un aspecto de la felicidad; es importante tenerlas
presentes todas ellas, dado que, de no hacerlo, la felicidad no sería
completa.
T: La felicidad es un concepto holístico que afecta a varios aspectos de la
vida y hay que tenerlos presentes todos ellos.
T: Analizaremos detalladamente cada uno de ellos y veremos la
importancia que tienen para cada uno de nosotros.
M: Tengo curiosidad por conocer cada una de esas hojas.
T: La negatividad es enemiga directa de la felicidad.
T: Tus pensamientos son como el eco: vuelven hacia ti multiplicando su
efecto.
T: Si piensas en negativo, atraes hacia ti situaciones negativas. Para
regalarnos felicidad debemos aprender a pensar en positivo.
T: Muchas personas tienen pensamientos negativos y no son conscientes
de que los tienen.
T: Los pensamientos negativos son como si tuviéramos miopía mental:
nos hacen ver la realidad distorsionada.
M: Creo que he tenido una gran miopía en mi mente. En muchas
ocasiones, mis pensamientos han sido negativos hacia las personas que me
rodeaban.
T: La ley de la atracción de los pensamientos a veces no se comprende,
pero también es difícil de entender por qué flota un portaaviones, mientras
que una simple piedrecilla se hunde.
T: Nuestros pensamientos condicionan nuestra actitud.
M: Pensaba que la mayoría de las personas con las que me relacionaba
eran incapaces de aportarme algo interesante. Siempre he tenido una actitud
negativa hacia ellas. Ahora esa actitud se vuelve contra mí: ¡Ya nadie me
soporta!
T: Si te centras en las cosas negativas, no queda tiempo ni espacio para el
amor, la alegría y la felicidad.
T: La mente solo puede prestar atención a un aspecto; nosotros elegimos
dónde queremos estar.
T: No se puede estar centrado en la negatividad y ser feliz al mismo
tiempo.
T: Los pensamientos negativos son como un veneno que te contamina, y
que además crea adicción.
M: Veo que mi vida está como ese frasco: está lleno de veneno, de ira, de
enfado, de rabia, y de negatividad; siento que no queda espacio para que
entre un poco de aire fresco que me refresque y me alivie.
T: En algunas personas, la negatividad es tan fuerte que te deja anclado y
esclavizado en el dolor y te impide estar abierto a otra forma de ver y de
entender la vida.
M: Me siento como ese señor del dibujo, que lleva una carga tan pesada
que le impide avanzar, con lo fácil que sería soltarla…
M: ¡Ojalá supiera y aprendiera!
T: Muchas personas se consideran realistas porque ven y observan la
negatividad. La negatividad existe, es real; pero hay demasiadas cosas en la
vida como para centrarse solo en lo negativo.
M: ¡Vaya…! ¡Ladrones de felicidad! Nunca me lo hubiera imaginado.
M: Debería poner un sistema de seguridad en mi vida para que no me
sigan robando mi felicidad.
T: Si la felicidad es como un todo, cada vez que permites que los
elementos negativos entren en tu vida, estos te roban parte de tu bienestar.
T: Es como si la felicidad fuese una tarta y cada elemento negativo se
comiera un trozo de tu tarta; como es lógico, cada vez quedará menos tarta
para ti.
M: ¡Yo quiero toda mi tarta para mí!
T: Tienes que saber que la negatividad es sigilosa; no hace ruido y te
roba al igual que lo hacen los ladrones, sin darte cuenta.
T: Deberíamos tener un detector de negatividad en nuestras vidas para
que nos avisara, y así ser conscientes de que nos estaban robando felicidad.
T: El miedo y sus distintas variantes actúan como repelentes de la
felicidad.
T: Si quieres ser plenamente feliz, elimina primero tus miedos y
preocupaciones.
T: El corazón temeroso no puede encontrar la paz y, por tanto, tampoco
la felicidad.
T: Cuanto más llena esté tu vida de miedos, menos espacio habrá para la
felicidad.
M: Comprendo ahora, y muy claramente, por qué no he sido feliz
últimamente: mi vaso de la vida estaba tan lleno de preocupaciones que no
había espacio para la felicidad.
T: La fe mueve montañas, pero el temor también; ambas son la misma
fuerza, una en positivo y la otra en negativo.
T: Los miedos son como un poderoso monstruo que quiere dominarte y
hacerte su esclavo.
T: Cuanto más pienses en el miedo más grande y poderoso se hará y más
atrapado estarás entre sus garras.
T: El miedo busca desesperadamente seguridad, control, aprobación…
T: Cuanto más espacio le des al amor, a la alegría y a otras emociones
positivas, menos relevancia tendrán los miedos.
T: En la mayoría de los casos, los miedos y preocupaciones son
irracionales, están faltos de fundamento, y nuestros temores casi nunca
llegan a materializarse.
M: Estas reflexiones hacen que me encuentre cada vez más segura y con
la suficiente confianza como para eliminar todas mis iras y preocupaciones.
¡Sé que lo haré! ¡Me siento de nuevo con fuerzas para ser feliz y me invade
una sensación que me llena de vida!
T: Los miedos te paralizan como a una liebre en peligro.
T: Tus miedos te generan preocupaciones y no te permiten ser feliz.
M: No me he sentido una persona miedosa y acobardada, siempre me
han gustado los retos.
M: Solamente en estos últimos años, y a medida que me he ido metiendo
en este pozo, he sentido miedo por mi futuro y he tenido la sensación de
preocupación.
T: El odio mata el amor: no pueden convivir juntos, uno destierra al otro.
M: En muchas ocasiones me he dejado atrapar por las garras del odio, de
desear el mal a otra persona, especialmente a Sam.
M: Sé lo que es el deseo de venganza, de ver cómo el otro muerde el
polvo y es humillado.
T: La ira es el odio en su máxima manifestación, genera deseos
incontrolados de hacer el mal.
T: A veces construimos en nuestra mente mapas equivocados que nos
llevan a destinos donde no se encuentra la felicidad.
M: Me visualizo mentalmente quemando esos mapas que tanto daño me
han hecho y que tanta infelicidad me han producido.
T: La negatividad progresiva te puede llevar a un pozo donde no hay luz,
y donde la desesperanza se apodera de ti.
T: La esperanza es el último reducto que debe perderse porque es el
aliento que te permite seguir luchando para recuperar tu equilibrio.
T: La depresión será en el año 2025 la primera causa de discapacidad en
el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
T: Cuando la desesperanza se apodera de uno, puede llevar a
pensamientos suicidas. En la actualidad, este es uno de los problemas de
salud pública más preocupantes.
M: No quiero que mi llama se apague, quiero mantenerla encendida; aún
hay esperanza en mí y quiero que esta me lleve a mejorar mi vida..
T: La apatía, la tristeza y la soledad son la antesala de la depresión. Hay
que vigilarlas.
T: No se le presta demasiada atención a la culpa; es algo que cada uno
lleva de forma silenciosa, pero tiene efectos devastadores en cada uno de
nosotros.
T: La culpa siempre busca castigo, e inconscientemente buscamos formas
diferentes de sufrimiento; es una forma de pagar nuestras deudas.
T: Para eliminar la culpa, es necesario practicar el perdón para con uno
mismo. Saber que no somos perfectos; pero a la vez tenemos capacidad de
levantarnos y hacer las cosas mejor.
T: Si en el fondo te sientes culpable, no puedes avanzar; te sientes
anclado al error que cometiste en el pasado.
T: La culpa se alivia intentando compensar el mal que se hizo y haciendo
todo el bien que se pueda en el futuro.
M: Yo me siento culpable: tengo la sensación de que todo lo que me pasa
es el castigo que me ha dado la vida por el dolor que he infligido a la gente
que está en mi entorno, y a la que quiero y respeto.
M: Parece que estos puntos son como un retrato mío, no me lo puedo
creer; es como una radiografía de mi carácter y mi forma de ser
M: Me encanta juzgar y criticar; con demasiada frecuencia pienso que la
gente es de otro mundo y que no sabe hacer las cosas bien.
T: La Queja y la crítica son un deporte nacional muy practicado y que
cuenta con auténticos profesionales.
T: Si practicas estos comportamientos, te alejas de la felicidad.
T: Nos gusta juzgar, pues eso nos hace sentirnos un poco mejor con
nosotros mismos.
M: En esta época de mi vida, creo que he sido un poco penumbra negra;
no me extraña el apodo que me han puesto, porque, además, en ocasiones
todos estos compartimientos iban acompañados de cierta mala uva.
T: Aunque estés en un gran vergel, si te has acostumbrado a llevar gafas
de ojos de mosca, lo único que buscarás serán los excrementos y no
disfrutarás de la belleza de las flores.
T: Cuando uno tiene la visión de mosca, no puede percibir el lado
positivo de la vida y siempre está inmerso en la negatividad y el pesimismo.
T: Lo peor de los que llevan las gafas de mosca es que muchos no saben
que las llevan puestas y, por tanto, no comprenden que hay otra forma de
ver la vida.
T: Los que llevan este tipo de gafas de mosca no suelen ser muy felices;
además, con sus preocupaciones e inquietudes, transmiten infelicidad a los
demás.
M: Casi nunca me he enfocado en los problemas; siempre he buscado las
soluciones, aunque, con las personas, prefería pensar que no siempre
estaban a la altura de las circunstancias hasta que me demostraran lo
contrario.
T: Un psicólogo amigo mío, Julio Álvarez, decía que las personas con
ojos de mosca son más propensas a las depresiones.
T: Quítate las gafas de ojos de mosca y ponte las de abeja: verás una
nueva gama de colores y de olores que te harán la vida más agradable.
M: Me resulta gracioso y simbólico cómo una idea tan sencilla como
quitarte unas gafas y ponerte otras puede contribuir a mejorar tu felicidad y
a controlar mejor tu visión sobre las cosas.
T: Cada vez que nos ponemos las gafas de ojos de abeja podemos ver el
color de la felicidad y respirar su aroma, al igual que las abejas lo hacen con
las flores.
M: Me doy cuenta de que, durante mucho tiempo, he estado llevando las
gafas equivocadas. Ahora soy consciente de que depende de mí el ponerme
aquellas que yo elija.
M: Quiero comprometerme a llevar siempre puestas las gafas de abeja.
T: No es negativo sentir o tener emociones negativas; lo malo es que se
quedan permanentemente con nosotros.
T: Hay que aprender a fluir, a dejarlas ir, pues si se quedan nos hacen
daño y nos roban felicidad.
T: Ten el espíritu de Dumbo y ante las dificultades, aprende a volar.
T: Son muchas las personas que después de traumas o accidentes han
encontrado en ellos el sentido en la vida.
M: Cuando veo a esta clase de personas, no creo que tenga derecho a
quejarme. En cierta manera, las envidio por su forma de exprimir la vida.
Quiero comprometerme a aceptarme y deseo superarme.
T: Si caes en las redes de tus estados mentales negativos, lucharás hasta
desgastarte sin encontrar la salida.
T: Es necesario autocontrolarse y aprender a gestionar las emociones
negativas, pues sin control las consecuencias pueden ser aún peores para
nosotros y para aquellos que nos rodean.
T: Solo hay una salida para transformar tus emociones negativas:
convertirlas en estados mentales positivos.
M: Siempre me ha gustado centrarme en las soluciones, pero
últimamente he vivido prisionera de mis emociones, como si estuviera en
una tela de araña de la que no pudiese escapar.
T: En esta vida es inevitable sufrir; pero TENEMOS LA CAPACIDAD
DE MINIMIZARLO Y REDUCIRLO.
T: No estamos condenados a sufrir permanentemente, pero, con
demasiada frecuencia, nos las arreglamos para hacer de nuestra vida un
infierno.
T: Cuanto mayor es el sufrimiento menor es tu felicidad.
M: ¡Esta afirmación sí que es verdad! Ahora, cuando sufro, no encuentro
mi felicidad por ningún lado, y eso que tengo circunstancias por las que
podría estar muy feliz: tengo dos hijos maravillosos, tengo una situación
económica bastante aceptable, tengo un trabajo de estatus, pero, en estos
momentos, nada de eso me hace feliz. Mi sufrimiento silencioso ocupa todo
mi interior y me comen los demonios.
T: Es importante controlar el diálogo interior, pues en demasiadas
ocasiones es capaz de arruinarnos la vida.
T: Es necesario aprender a gestionar la frustración, para que esta no se
apodere de nosotros.
M: Tantos estudios, tantos conocimientos como he recibido, y soy
incapaz de gestionar mis emociones.
T: A veces creemos que no podemos hacer nada para dejar de sufrir. ¡Eso
es un error! Tú siempre tienes el control, aunque no lo creas. Puedes
eliminar y aliviar las causas que producen dolor emocional o sufrimiento.
T: «No merece la pena sufrir durante toda la vida como preparación para
algo mejor» (Buda).
T: Siempre hay algo en nosotros que nos incita a quedar por encima de
los demás, a ganar, a reaccionar con furia mostrando los dientes como un
perro furioso.
T: Ese carácter primario es la perdición de mucha gente y la causa de su
infelicidad.
T: Cada vez que nos dejamos llevar por nuestro mono, agredimos,
pegamos, decimos cosas que rompen relaciones y, sobre todo, puede
hacernos arrinconar lo bueno que llevamos dentro.
T: Francisco Muro, gran conocedor de esta teoría, dice que debemos
domesticar continuamente al mono que llevamos dentro.
T: Si cada uno diera rienda suelta a su mono, sería la ley de la selva. La
racionalidad nos lleva al control.
M: Yo sí tengo un gran mono al que le gusta ganar y ser el rey de la
manada. Mi mono no se ha andado con tonterías: siempre ha querido ser el
primero.
M: Mi mono es educado, no insulta y no es agresivo; pero no deja que lo
pisoteen y es pérfido como una serpiente.
M: Debo comprar una jaula y aprender a domesticarlo, pues soy
consciente del mal que puede hacer si le doy rienda suelta.
M: Con el mono y la mosca parece que estoy en un zoológico, pero estos
simbolismos me parecen geniales para recordarlos y superarlos.
T: Es normal acumular algo de estrés a lo largo del día, todos lo
hacemos; pero no podemos vivir una vida generando estrés
permanentemente, a todas horas.
T: El estrés se conoce como la epidemia del siglo XXI por el ritmo de
vida tan acelerado que llevamos.
T: Solo pensar en problemas, o amenazas, aunque estos no sean reales,
provoca estrés; la mente no diferencia entre lo que es real y lo que es
ficticio.
T: Cada vez que generamos estrés, nuestro cuerpo libera cortisol y
adrenalina, lo que en periodos cortos es positivo, pero de forma continuada
resulta devastador, ya que altera nuestro metabolismo provocando
enfermedades y otras muchas alteraciones.
M: Yo debo de tener unos niveles superaltos de cortisol y adrenalina;
últimamente estoy siempre alterada, a veces pienso que me va a dar algo.
Creo que mis jaquecas pueden deberse a la tensión que siento dentro.
T: Se nos olvida «evacuar el estrés» como elemento contaminante que
producimos, tanto a nivel físico como emocional.
T: El deporte y la meditación, entre otros, son medios que nos ayudan
eliminar eficientemente el estrés.
T: La meditación y el deporte no te solucionan los problemas; pero una
vez que los practicas, hacen que te sientas mejor y que veas las cosas de
forma diferente.
M: ¡Debo evacuar…! ¡Debo evacuar…! Je, je, je.
T: Todo lo que siembres será recogido.
T: Si siembras negatividad, recogerás sufrimiento, malestar e infelicidad.
T: El gran secreto de la siembra es que de una semilla salen cientos de
frutos.
T: La naturaleza espera que tú des siempre el primer paso y que pongas
las primeras semillas.
T: Si las higueras no dan manzanas… las semillas del mal no darán
felicidad.
M: En este último periodo de mi vida, no he sembrado nada bueno; ahora
estoy recogiendo los frutos de lo que he sembrado.
M: Cuando estoy alterada y desequilibrada, no pienso en el futuro ni en
las consecuencias. Es como si mi mente se nublase, y solo me siento
gobernada por la negatividad y la rabia.
T: Si quieres recoger frutos de felicidad, cambia las semillas que pones
en tu vida y los resultados serán totalmente diferentes.
T: «Si quieres felicidad, minimiza el sufrimiento y potencia las
emociones positivas» (Martin Seligman, padre de la psicología positiva).
T: Debes recordar que tienes el control de lo que te pasa en tu vida; si has
perdido el control, lo puedes recuperar.
T: Lo que te pasa es fruto de los pensamientos y actos del pasado; ahora
puedes arreglarlo.
T: Hay veces la vida te golpea duro; pero, en multitud de ocasiones,
muchas personas han visto en ello oportunidades para mejorar y superarse.
T: Las personas felices tienen emociones negativas, dolorosas… y
también sufren; la diferencia es que han aprendido a gestionarlas
adecuadamente.
T: No seamos demasiado duros con nosotros mismos: todos nos
equivocamos, pero podemos levantarnos.
M: Yo sí que me siento dura conmigo misma. Empiezo a creer que tengo
el control de lo que puede pasarme e intuyo que puedo volver a levantarme.
T: La mayoría de las personas no llegan a comprender que no es lo que
nos pasa, sino como interpretamos lo que nos pasa lo que nos hace infelices
o felices.
T: A veces tenemos unas expectativas muy altas sobre la felicidad, y al
no cumplirse, surgen la decepción y la infelicidad.
M: No podía imaginarme que pudiera haber adicción a la negatividad y
al sufrimiento.
T: La negatividad y el sufrimiento crean adicción y dependencia, al igual
que las drogas, el tabaco o el alcohol.
T: He creado el concepto de sufriadicto para crear conciencia y así poder
desintoxicarnos.
M: Ahora comprendo y veo claro cómo en los últimos meses me he
convertido en una negadicta y sufriadicta.
M: Cuando reflexiono sobre mis pasadas emociones, observo cómo mis
pensamientos buscaban y se recreaban en mis desdichas; era algo que no
podía evitar; sabía que me estaban matando, pero no podía evitarlo: estaba
enganchada al dolor y al sufrimiento.
M: No sé si podré desengancharme, ahora veo los tentáculos de la
negatividad y cómo han ido apoderándose de mí.
M: Siento como si un alien se hubiera apoderado poco a poco de mí y,
sin darme cuenta, observo que cada vez es más poderoso, siento que solo se
alimenta de negatividad y mientras más le doy, más quiere.
M: Menos mal que hemos cambiado de mensaje, tanta negatividad y
sufrimiento me estaban agobiando un poco, aunque me he visto retratada
perfectamente. Es como si este señor me conociera de toda la vida.
M: Qué alegría escuchar ahora cosas positivas, es como un aire fresco
que inunda mi interior.
T: Uno de los hallazgos más importantes de la psicología moderna es que
podemos elegir la forma de pensar (Martin Seligman).
T: Hay que comprender que la decisión de ser felices es solo nuestra.
Solo tuya.
M: Quiero decidir ser feliz. Quiero atreverme a ser feliz... Ya basta de
tanto dolor y sufrimiento. No sé cómo se puede vivir así; en esas
circunstancias te falta el aire para respirar.
T: Tal y como lo expone Teo, parece que la felicidad es como un
interruptor: le das y se enciende; y le vuelves a dar y se apaga; solo tú tienes
el control de ese botón.
T: «Si quieres ser feliz, imagina que eres feliz y tu mundo se irá
transformando» (Marian Rojas).
M: Es verdad… ¡nos convertimos en aquello en lo que pensamos! En
otros periodos de mi vida, cuando estaba bien, el mundo me sonreía; ahora,
cuando se ha apoderado de mí la penumbra negra, me siento como un trapo.
T: Nuestros pensamientos son como el timón de tu barco que navega por
la vida: no importa qué vientos vengan: a veces podrán retrasarte, pero si lo
deseas, siempre puedes llegar al puerto que quieres.
T: Los pensamientos positivos generan emociones positivas y
gratificantes.
T: Aprende a ser positivo y optimista: aporta mucha felicidad.
M: ¡Claro…! ¡Todo está en nuestra mente y en nuestras emociones!
¡Cuánto me gusta el ejemplo del barco!
T: Como dice Marian Rojas: «Podemos hacer que te nos pasen cosas
buenas».
T: A veces nuestra mente no se enfoca bien y tiene miopía mental; para
corregirla es necesario desarrollar una Actitud Mental Positiva (AMP).
T: La AMP puede aprenderse, y te predispone a dar lo mejor de ti y a
esperar lo mejor de la vida.
T: No permitas que la negatividad se apodere de ti. Aléjala; ya sabes: es
la antesala de la infelicidad.
M: Necesitaría ponerle a mi mente unas gafas graduadas. Vería las cosas
desde otra perspectiva.
M: Si mi actitud fuera la correcta, no estaría tan tensa todo el día,
adoptaría en mi vida nuevas visiones frente a las circunstancias y hacia los
demás.
M: Últimamente me he sentido atraída por los pensamientos negativos de
todo y de todos. Es como si estuviera a la defensiva, en lugar de saborear la
vida.
M: Necesito fijarme en las luces, y no en las sombras; sin lugar a dudas,
me aportaría más felicidad.
T: Es importante disfrutar de lo que ya tienes, de la parte del camino ya
recorrido y disfrutado. Es posible que muchas personas sueñen con tener tu
posición o encontrarse en ella.
M: Me gustaría disfrutar lo que tengo. Seguro que muchos desearían mi
posición, pero en este periodo no he encontrado la felicidad con lo que
tengo y que tanto anhelo.
M: Siempre me han gustado los test de desafío, quizás porque siempre
me han salido bien.
M: ¿Qué nos querrá demostrar?
M: Estoy preparada, pondré todos los sentidos.
T: ¡No me hagan trampa!…
T: ¿Cuántos animales recuerdas? Anótalos.
M: Los he repasado todos mentalmente y los recuerdo todas. Me ha
sobrado tiempo, y eso que estoy un poco lejos.
M: Creo que ha sido muy fácil.
M: No entiendo en qué consiste este pequeño test. Creo que casi todo el
mundo recuerda todos los dibujos.
M: Ha salido una persona al escenario a decir las animales que recuerda
y también las ha acertado todos.
M: Creo que esta pregunta tiene un poco de trampa, yo no me he fijado
ni en las frutas, ni en las verduras.
M: Solamente recuerdo un tomate, una sandia y una zanahoria.
T: Tu mente funciona como este ejemplo. En la vida siempre hay cosas
positivas y negativas, siempre están delante de nosotros, como en este
dibujo.
T: Mis directrices al indicarte que te fijes en unas imágenes han
funcionado tal y como tú tienes programada tu mente.
T: Tú programas tu mente para fijarte en unas o en otras cosas. ¡Tú
decides!
T: Hay personas que ante una misma realidad solo ven los aspectos
negativos, y otras que siempre ven los positivos.
M: Me ha parecido sorprendente este ejemplo. He visto cómo puedo
tener el control sobre las cosas en las que quiero fijarme.
M: En estos últimos años solo me he estado fijando en las cosas de
negativas, aunque también estaban delante de mí las positivas.
M: Procuraré centrarme en ver las cosas positivas.
M: Recuerdo cuando estaba ilusionada: mi vida tenía otro sabor.
T: Pensamos que solo podemos enamorarnos de otras personas, pero
puedes enamorarte de tus sueños.
M: ¡Claro…! ¡Es verdad…! Recuerdo cuando estaba estudiando o en los
primeros años que trabajaba: estaba radiante e ilusionada con alcanzar mis
metas.
T: Muchas personas creen que solo te puedes enamorar de aquello en lo
que eres bueno; no es así; debes enamorarte de lo que te guste; la perfección
ya vendrá después.
T: Vivir ilusionado es vital para ser feliz; cuando te ilusionas con un
proyecto, sacas lo mejor de ti, desarrollas tus talentos y empiezas a dar
sentido a tu vida.
T: No te obsesiones con lo que no te gusta, define lo que te gusta y
céntrate en ello; no lo retrases más: ahora es un buen momento.
M: Ahora no hay mucho con lo que pueda estar ilusionada; solo quiero
ser feliz, después de tanto infierno.
M: ¡Jo…! ¡No tengo proyectos apasionantes!
M: Siempre he sido una entusiasta en todo lo que hacía, y ahora no tengo
un norte hacia el que dirigirme.
T: La pasión es un ingrediente necesario para vivir una vida plena y feliz.
T: Una vida realizada es una vida auténtica, plena y feliz.
T: Las personas apasionadas siempre están motivadas.
M: Sé cómo te sientes cuando estás apasionada: el tiempo transcurre en
otra dimensión y tienes la sensación de vivir una vida plena.
T: Hay que esforzarse continuamente para seguir planteándose metas y
generar la pasión por vivir.
T: Busca algo que te apasione, no importa si inicialmente no tienes
talento para ello.
T: Haz aquello que te guste, pues con frecuencia muchas personas no
tenían talentos iniciales para desarrollar una tarea o función, y luego han
sido referencias mundiales. Los talentos se mejoran con la práctica y el
esfuerzo.
T: Solo depende de ti el que tengas pasión por vivir.
M: Necesito ver correr de nuevo por mis venas la pasión de la vida, el
sentirme ilusionada por la vida.
T: Se puede tener pasión en un momento determinado de la vida y
abandonarte posteriormente a la desidia y la apatía.
M: Puedo garantizar que la desidia y la apatía son la antesala de la
infelicidad.
M: Ikigai suena bien, me resulta divertido, parece un juego de niños.
M: Es evidente que no tengo nada que me ayude a levantarme cada
mañana con ilusión.
M: Tengo que buscarme un Ikigai, o cómo demonios se llame eso.
T: Tener ilusión da vida, da alegría y te aporta una inmensa felicidad.
T: Si no estás pensando en algo ilusionante, tu mente irá a la deriva y
volverá a pensar en negativo.
M: Ahora veo claro por qué estoy en este pozo tan profundo y tan negro,
rodeada de tanta negatividad: he dejado de ilusionarme por nuevos
proyectos.
T: Tu ilusión será tan grande como la magnitud de tus sueños y
proyectos.
M: Debo recuperar a toda costa la ilusión. Ahora lo veo claro.
T: Soñar y crear son parte de nuestra naturaleza, y cuando dejamos de
hacerlo, sentimos que nos falta algo; es como si nos hubieran amputado un
miembro.
T: Los sueños nos aportan felicidad; y su ausencia, conformidad.
M: Yo ratifico con mi experiencia esa afirmación.
T: Hay momentos en la vida en que dejamos de soñar; cuando
alcanzamos nuestros sueños iniciales, dejamos de soñar y de plantear
nuevos retos. Debemos soñar continuamente.
T: Tu vida dejará huella en este universo. De ti depende que sea positiva,
negativa o indiferente.
T: Sé un soñador y ten siempre un sueño por alcanzar.
M: Pero bueno… ¿De dónde ha salido este tío? Parece que me conociera
de toda la vida, es como si me estuviera haciendo un escáner y lo supiera
todo de mí.
M: ¡Atrévete, Miriam…! ¡Atrévete a soñar otra vez y sé la misma que
fuiste en otra época de tu vida!
T: «Necesitamos encontrarle un sentido a nuestras vidas, porque
necesitamos saber que importamos, que somos útiles y que nuestra vida
tiene una finalidad», dice Sonja Lyubomirsky.
T: Si la vida tiene un sentido, nunca serás plenamente feliz hasta que
descubras tu propósito y luches por alcanzarlo.
M: Mientras más escucho a Teo, más identificada me siento con sus
argumentos.
M: ¡Me siento tan desdichada! Siento que he perdido el sentido de mi
vida. No sé por qué luchar, ni adónde voy. Creo que este es uno de los
secretos más importantes de mi desdicha.
T: Un propósito o una misión generan esperanza y, por lo tanto,
optimismo. Cuando desaparece el propósito, también desaparece la
esperanza y nos volvemos apáticos hacia la vida.
T: Una de las causas más importantes de depresión en el mundo
occidental es haber perdido el sentido de la vida.
T: «Hay dos grandes días en la vida de cada persona: el día en que
nacemos y el día en el que descubrimos por qué» (William Barclay).
T: Tus metas no son necesarias para sobrevivir, pero sí para vivir más
feliz.
M: Esto es lo que yo hago ahora: sobrevivir.
M: La época de mi vida en que más feliz fui fue precisamente cuando
tenía sueños y metas por conseguir.
M: Debo volver a replantearme nuevas metas o, mejor aún, como dice
Teo, descubrir mi propósito en la vida.
T: A veces es difícil proponerse sueños grandes; empieza por pequeñas
metas. Así irás ganando confianza en ti mismo y podrás abordar otros retos
más ambiciosos.
M: Siempre he sido de proyectos ambiciosos; no sé si las metas pequeñas
van conmigo.
T: Demasiadas personas, a partir de cierta edad, dejan de tener metas y
recaen en la indiferencia.
M: ¡Eureka! Por eso estoy así. Empiezo a ilusionarme y deseo
replantearme mi vida de nuevo. ¿No será demasiado tarde?
T: Conviértete en una persona autotélica, y ten siempre metas en tu
mente.
T: Lo importante no es solo alcanzar el objetivo, sino disfrutar del
recorrido y la persona en las que te conviertes mientras lo alcanzas.
T: Una vez conseguidos, las metas y objetivos ya no te aportan felicidad.
Nos adaptamos a ellos fácilmente; es necesario reciclarlos y actualizarlos.
T: Cuidarnos es nuestra responsabilidad.
T: La gente que se cuida se quiere a sí misma y se preocupa por estar
bien.
M: Eso sí que es verdad. Cuando estoy mal no me apetece hacer deporte,
me abandono, no cuido demasiado las comidas.
M: Cuando tengo ansiedad, entre otras cosas, me da por comer
chocolate; creo que podría llegar a ser una de esas personas que incluso
matarían por un trocito. ¡Dios mío! Espero que no se dé el caso, pues en ese
estado soy una adictiva compulsiva.
T: Para encontrar el equilibrio es importante cuidar las distintas áreas,
como el cuerpo, la mente, las emociones y el alma.
T: Hay muchas personas que cuidan su cuerpo; pero se olvidan de su
interior, y no podemos olvidar que la felicidad nace de tu equilibrio y tu paz
interior.
M: En estos momentos, yo no me cuido nada; ni siquiera soy capaz de
leer, y eso que me apasiona hacerlo.
M: ¿Cuidar el alma…? Eso parece un poco cursi. Nunca había oído la
expresión cuidar el alma.
M: ¿Se puede cuidar el alma?
M: A los conferenciantes les gusta decir cosas sorprendentes, aunque
luego no se puedan llevar a cabo… Estoy acostumbrada a oír
excentricidades.
M: ¡Jo…! ¡Qué cuadro más chuli! Es superilustrativo.
T: Los aficionados a hacer deporte saben que este no arregla los
problemas personales, pero una vez que lo practicas, hace que te sientas
mejor y que veas las cosas diferentes. Las endorfinas hacen su efecto
balsámico.
T: Son cientos de investigaciones científicas las que hablan de los
beneficios del deporte, tanto en el aspecto físico como en el emocional.
T: Todo el mundo sabe que el deporte realizado, de una forma
equilibrada, previene multitud de enfermedades y es un gran generador de
salud.
T: Hoy día, muchos médicos y agentes de la salud prescriben deporte
como una de las actuaciones para mejorar la salud física y el bienestar en
general.
M: Tengo que empezar otra vez a hacer más deporte, ¡pero ya…!
Siempre que lo hago, me siento mejor conmigo misma.
T: Cuidar de nuestra alimentación debería ser también una prioridad.
T: Cada vez hay más defensores de los beneficios de la dieta
mediterránea (Patrimonio intangible de la Humanidad desde el año 2010)
Es una buena guía para seguir una dieta equilibrada.
T: A pesar de que cada vez hay una mayor conciencia y conocimiento,
todavía hay niveles de obesidad y sobrepeso en más del 40 % de la
población mundial (según la OMS), lo que perjudica enormemente a la
salud.
M: Puedo decir que prácticamente de lo único que me ocupo es de la
alimentación; no soporto verme con unos kilos de más.
T: La mayoría de las personas no suele leer, y mucho menos lecturas que
enriquezcan la mente y, por lo tanto, el espíritu. Es necesario leer con
asiduidad para evolucionar.
M: Siempre he creído que la lectura de superación es una literatura
barata, pero me encantaría leer y releer los contenidos de esta conferencia;
veo que me está inspirando y ayudando a recuperar la confianza en mí
misma.
T: Hay varios autores que hablan de la dieta mental —el primero fue
Emmet Fox— como una forma de desintoxicarnos de los pensamientos
nocivos y tóxicos que continuamente nos contaminan.
M: ¡A mí me vendría bien una dieta de esas!
T: ¿Quién medita? Pregunta Teo. Solo unas siete u ocho personas
levantan la mano.
T: Los efectos positivos de la meditación sobre tu salud, tu mente y tu
paz interior son tan extraordinarios, y a la vez tan fáciles, que todo el
mundo debería meditar con cierta frecuencia.
T: La meditación aporta multitud de beneficios: elimina el estrés,
contribuye a regular funciones básicas de tu cuerpo, centra tu mente en
cosas positivas y te ayuda a conocerte mejor a ti mismo.
M: Yo nunca he meditado, siempre he pensado que esas cosas son
propias de los orientales. Quizás debería probar si es verdad que aporta
tantos beneficios.
T: Cuando te cuidas, te quieres, te demuestras que tú eres importante para
ti. Eso aumenta la autoimagen y la confianza.
T: Muchas personas no pueden mejorar su autoimagen porque se ven
como el patito feo del cuento.
T: La gente feliz ha descubierto el cisne que lleva dentro.
T: Sentirse bien con uno mismo es el primer paso para alcanzar la paz.
M: ¡Hace tanto tiempo que no tengo paz que ya me he olvidado de
ella…!
M: Ahora reconozco que mis angustias y mis tensiones no eran el terreno
apropiado para que floreciese la paz.
M: Siempre he tenido el poder y el dinero como ídolos para ganarme el
respeto y la admiración de los demás. Durante años mi vida se ha guiado
por esas premisas, pero ahora veo que esos ídolos tienen los pies de barro y
que, aunque los he alcanzado, no me aportan tranquilidad y no contribuyen
a que me encuentre bien conmigo misma.
T: Nuestra vida está enfocada a una evolución, tanto individual como
colectiva.
T: No se puede Iluminar si no has aprendido, si no tienes inquietudes por
descubrir la verdad, si no te planteas prioridades.
M: ¿Descubrir la verdad? Hay tantas verdades como personas pensando,
siempre lo he creído así.
T: La verdad tiene que ver con lo que está bien, con lo que es lo correcto
para ti y para la humanidad.
T: Poder iluminar es una de las cosas más bellas y con más sentido que te
pueden pasar.
T: Evolucionar es sacar lo mejor de ti, descubrir tus talentos,
desarrollarlos y ponerlos en funcionamiento para mejorar la sociedad.
M: ¡Ja, ja…! ¡Mis talentos! Siempre me han hablado de lo talentosa que
soy y de las muchas habilidades que tengo; por eso estoy aquí, tan
despistada y abrumada.
T: Tus talentos no son para engordar ni engrandecer tu ego, sino para
ponerlos al servicio de los demás.
M: ¡Pero bueno…! Este tío parece que lee mis pensamientos, parece que
me conoce mejor que yo misma.
M: Es verdad: mis talentos siempre han sido para engordar mi vanidad,
con el fin de que todos me aplaudieran y vieran lo buena que soy.
T: Tu propósito es iluminar la vida de los demás, resplandecer con luz
propia y contribuir a mejorar la felicidad de los demás.
T: Cada uno tiene una luz; al igual que los colores de las flores; la
maravilla del campo es ver todo un surtido y variedad floral, plagado de
diversos y agradables colores; cada color es único y a su vez se
complementa con todos los demás, creando una imagen maravillosa e
increíble.
T: Muchas personas piensan que sus talentos no son buenos o son
insignificantes. ¡Eso es totalmente erróneo!, pues la magia de una sinfonía
musical surge cuando suenan todos los instrumentos tocando sus notas, y
todos y cada uno de ellos son importantes e imprescindibles, aportando
sonidos únicos y especiales.
M: ¡Qué claras veo las cosas cuando me las explican con tanta sencillez!
T: Hemos venido a mejorar el mundo, a dejarlo mejor de como lo hemos
encontrado; ese es nuestro fin.
T: Tenemos que tomar conciencia no solo de las personas, sino también
del medio ambiente, de los mares, de los reciclados, de la contaminación y
de todo lo que nos rodea.
T: No consiste solo en lo que dejamos, sino también en cómo lo dejamos.
A veces los hombres somos demasiados depredadores, hasta el punto de
que somos capaces de autodestruirnos.
M: Yo sí estoy preocupada por el medio ambiente, por la polución (aquí,
en Madrid, a veces no se puede ni respirar).
M: Me enfado con mis hijos cuando no reciclan. Las imágenes de la
televisión sobre cómo contaminamos los mares con los plásticos, son
alucinantes.
T: Saber que haces lo que debes te aporta mucha paz.
M: Sí, creo que es verdad: me siento identificada con ello.
T: La paz y el bienestar de todo el mundo están ligados a tu propio
bienestar y, como es lógico, a tu propia felicidad.
T: ¿Qué es iluminar? Muchas personas piensan que es coger una linterna
y llevarla encendida todo el día. Je, je, es broma...
T: Iluminar es servir a los demás en la medida que puedas.
T: Servir no es hacer el trabajo de los demás: es ayudarlos a crecer y
mejorar sus vidas, pero cada uno debe hacer lo que le corresponde.
T: Si cada uno hiciera un poco más por ayudar y hacer un mundo un
poquito mejor, este sería maravilloso. La verdad es que nos queda mucho
trabajo por hacer.
T: Lo importante es que te centres en lo que tú puedes hacer, y no en lo
que los demás no hacen o deberían hacer; ese último pensamiento es
paralizante y frustrante.
M: ¿Qué puedo hacer yo? Qué interesante pregunta. ¿Cómo puedo
ayudar a iluminar?
T: No puedes andar por los demás, pero sí puedes darles la mano hasta
que los otros anden por sí mismos.
M: Siempre me han dicho que soy inteligente y que tengo muchos
talentos; pero siempre he entendido que son para mí, nunca había pensado
que, a su vez, estos debían estar al servicio de los demás.
M: Esa reflexión cambia toda una vida.
M: No sé si tengo algo realmente interesante que ofrecer a los demás.
T: Es un auténtico placer el poder iluminar el mundo.
T: A veces algunas personas están inmersas en un mundo de oscuridad.
T: La oscuridad quiere ser iluminada.
T: La fuerza de tu luz sale de tu interior; cuida tu interior para brillar.
M: ¡Ya quisiera yo brillar!…
M: Aún me queda un gran recorrido para poder hacerlo. A ver si primero
pongo mi vida en orden.
T: Estar con la gente que te importa, y compartir con ella momentos
entrañables, es una de las situaciones que más felicidad aporta.
T: A las personas felices les gusta la vida en compañía de los demás.
T: La gente que es feliz quiere que las personas que la rodean también
sean felices.
T: Gracias al altruismo, nuestra sociedad ha podido progresar y mejorar.
T: Se puede vivir como un oso solitario, que solo se reúne para procrear,
pero entonces no habrá muchos momentos de felicidad.
T: Encerrarse en sí mismo conduce a la soledad y la depresión.
M: En estos últimos años, he tendido cada vez más al aislamiento y a
hacer menos vida social. ¿Habrá sido esa otra de las causas de mi
infelicidad?
M: Mi tormentosa relación con Sam, desde que iniciamos nuestra
ruptura, me ha precipitado hacia el pozo de la soledad... ¡Y Dios sabe que
anhelo salir de él!
T: Para disfrutar de la gente que nos importa, necesitamos estar
presentes. En demasiadas ocasiones estamos; pero estamos ausentes,
pensando en otras cosas, como idos, y eso no es disfrutar de la gente.
M: Yo llevo demasiado tiempo ausente de todo, centrada en mi ego…
Demasiado tiempo. Estoy, pero sin estar. Sé a qué se refiere. Mis problemas
me impiden centrarme en los demás.
T: El anhelo más importante del ser humano es ser apreciado por los
demás.
T: Si quieres hacer felices a los demás, manifiéstales tu aprecio de forma
sincera y verdadera.
T: Aprende a ver lo bueno que hay en ellos.
T: Tener éxito social (fama, poder, etc.) no mejora la felicidad; solo da
algunos momentos pasajeros de dicha.
M: Yo he sido reconocida profesionalmente y tengo poder en mi
empresa, pero ahora esa posición ya no me hace feliz.
T: El hombre es un ser sociable por naturaleza.
M: Me acuerdo de cuando mis relaciones eran satisfactorias, de la
felicidad que me producían. ¿Qué ha fallado para que se hayan deteriorado
tanto?
M: Creo que hasta ahora no he entendido el significado del altruismo:
Dar para mejorar a los demás.
T: Siempre echamos la culpa de nuestros males a los otros; siempre son
ellos los malos y los culpables de nuestras desdichas y sufrimientos. Nos
cuesta reconocer nuestros errores.
M: Este tío… ¡parece que solo habla de mí! ¡Es increíble! Siempre he
creído que son los otros los que no hacen las cosas bien, y ahora veo que
soy yo quien tiene muchas deficiencias.
T: El amor es el bálsamo de la felicidad. No podrás conocer el
significado de la felicidad si no eres capaz de dar amor.
T: A veces creo que la vida es como un laberinto que tiene una misma
entrada y salida: el amor; y el sentido de ese laberinto es que comprendas
que lo único realmente importante es ayudar a los demás y hacerles el
recorrido más agradable y gratificante.
T: Una de las grandes manifestaciones de amor es hacer felices a los
demás. Si quieres hacerles felices, hazles sentirse importantes.
M: Teo hace que me sienta fatal en estos momentos...
M: He humillado, despreciado y dejado en ridículo a tanta gente, que ya
forma parte de mi carácter. Sin lugar a dudas, he faltado a la primera
expresión del amor, la de no hacer mal a nadie. Mi apodo de Cruella de Vil
se ajusta a la realidad.
M: Tengo mi corazón cerrado al amor. Siempre he creído que si lo abría
plenamente y sin condiciones, me hacía vulnerable. Ahora veo que al
cerrarlo tampoco podía recibir manifestaciones de amor.
M: Las lágrimas inundan mi rostro, pues comprendo cómo mi amor
reprimido, no manifestado, amenaza con romper mi vida familiar, si no lo
ha hecho ya. ¿Es posible recuperar el amor?
M: Ahora veo la luz… ¡Quiero a mis hijos y necesito decírselo,
manifestárselo y que ellos lo sientan!
M: ¡Cuánto daría por que ellos estuvieran aquí, compartiendo este
descubrimiento tan agradable para mí!
T: Hay dos clases de amor: el pasivo y el activo.
T: Tenemos que comprometernos a ayudar más, a ser un poco más
activos en el amor.
T: Ante tanta maldad, no hacer mal a nadie es la primera manifestación
de amor.
M: Creo que es un buen comienzo. No maltratar ni fastidiar a nadie de
mi entorno. Si lo consigo, ya habré triunfado.
M: Me veo un poco lejos del amor activo; tan solo tengo esa sensación
con mis hijos, pero no la siento con los demás. Son muchos años pensando
en mí misma.
M: Reconozco que Teo está transformando mis creencias más profundas
y mi visión de la vida, y creo que ahora soy capaz de levantarme y
transformar mi vida de forma positiva.
M: Es tan razonable todo lo que dice que esta conferencia podría
llamarse perfectamente Las recetas de la abuela para ser feliz.
M: No me imaginaba que el amor podía estar ubicado en un sitio. ¡Tiene
gracia este tío! No para de sorprenderme.
T: El amor, la felicidad y el altruismo van de la mano; allí, donde está
uno, están los otros.
T: El egoísmo y el miedo son la antítesis del amor.
M: Puedo asegurar que en el egoísmo no hay felicidad; lo he podido
comprobar personalmente.
M: Cuando te sales con la tuya, el ego se agranda, pero el rebufo que
deja es de soledad y tristeza.
M: Me encanta la idea de que el amor es la llave que abre el salón de la
felicidad. Claro que si no tienes llave, no puedes entrar.
T: El amor solo puede traer dicha y paz.
T: Amar no significa que no te enfades o te enojes con los demás cuando
hacen algo que no te gusta; es humano sulfurarse; todo el mundo lo hace.
Lo importante es cómo reaccionemos ante esa situación.
T: ¡Vaya!… ¡Qué alivio! Porque yo sí me he cabreado muchas veces con
los demás; lo que no sé es si he reaccionado bien a posteriori. ¡Creo que la
mayoría de las veces ha sido que no!
T: El amor tiene atributos y manifestaciones, y a través de ellos lo
conocemos mejor.
T: Cada vez que desarrollamos algún atributo, estamos amando.
T: Podemos actuar con amor a través de alguno de estos atributos, a
veces sin saberlo.
T: La mayoría solo entiende el amor como la pasión de unos enamorados
o el cariño que se tiene a la familia. Pero esas son solo algunas de las caras
del amor, hay muchas más.
M: Yo creo que el único amor que me queda es el de mis hijos.
M: ¿Hay amor cuando discutes continuamente con tus hijos? A veces te
lo cuestionas.
T: Siempre que hacemos el bien por una persona, estamos amando.
T: Deberíamos incorporar en nuestro vocabulario expresiones mágicas
como gracias, por favor y perdón; ellas abren casi todos los corazones con
los que nos encontramos.
T: No puedes amar de verdad si no eres capaz de perdonar.
T: Cada vez que perdonamos nuestra alma se alivia y nos
proporcionamos bienestar.
M: Hasta ahora no he podido perdonar, mi alma está llena de
resentimiento, especialmente contra Sam.
M: Reconozco que mi corazón está atrapado en el rencor.
T: Si no eres capaz de perdonar, serás como el globo que está anclado en
la tierra y no puede volar.
M: Siento que si no libero mi alma y no perdono, no podré recuperar mi
felicidad.
M: Comprendo cómo se producen la opresión y el dolor de mi alma.
Ahora me veo animada para perdonar.
M: ¡Es increíble! Tengo la sensación de haber perdonado todo a todos, y
me siento como flotando de felicidad.
M: En estos momentos, siento que podría irme de esta conferencia y que
ya estaría más que justificada mi presencia aquí.
M: Estoy segura de que si fuera capaz de aplicar estos conocimientos, mi
vida cambiaría. He abierto una nueva ventana a mi felicidad.
M: Me resulta difícil comprender cómo algo con tanto sentido común ha
estado tan lejos de mí.
T: La falta de perdón incapacita para amar de verdad, en cualquiera de
sus versiones.
T: Se nos olvida perdonarnos a nosotros mismos. Todos hemos cometido
equivocaciones, todos hemos metido la pata y todos hemos hecho cosas de
las que no estamos orgullosos. Eso es normal, somos humanos y nos
equivocamos.
T: Perdonar no significa aprobar los hechos que te han causado dolor.
T: Si Dios es capaz de perdonarnos, ¿por qué no somos capaces de
perdonarnos a nosotros mismos y de dejar de arrastrar los sentimientos de
culpa?
T: Aprende a perdonarte. Levántate de nuevo e intenta hacer las cosas
mejor.
M: Yo he sido muy exigente conmigo misma; soy muy perfeccionista
con los demás y conmigo; me cuesta asumir mis errores.
M: Yo me siento culpable por la situación que estoy viviendo y creo que
aún no me lo he perdonado.
M: Estoy convencida de que reconocer abiertamente mis errores es el
primer paso para superarlos. He estado buscando culpables en todas partes
para evitar admitir la verdad ante el espejo.
T: Si no te perdonas a ti mismo, no puedes perdonar a los demás.
T: Un libro de milagros dice que perdonar es nuestra única y principal
función.
M: Me parece un poco exagerado; creo que hay que hacer muchas otras
cosas.
T: Necesitamos perdonar para poder volar libremente, sin cargas.
T: Cuando perdonamos, nos liberamos; y eso nos otorga poder: el poder
de haber perdonado cuando podríamos haber condenado.
M: Ahora, cuando reflexiono sobre todo esto, me veo con una carga muy
pesada, sobre mis espaldas, que me ha estado consumiendo en mi propio
infierno.
M: Necesito perdonar para seguir viviendo; lo veo claro y lo voy hacer.
¿Igual debería leer es libro de milagros?
M: Esta expresión del amor me produce más felicidad, je, je.
T: El corazón libre es alegre; cuando amamos, sentimos una alegría
interior que es el reflejo de la felicidad.
M: Ya he olvidado cuándo fue la última vez que pude reírme de verdad,
con esa risa con la que se te saltan las lágrimas y que te corta la respiración.
M: Me apetece reírme de verdad, pero la tristeza de mi alma apaga la risa
como el agua al fuego.
M: ¡Yo sí tengo humor...! Pero un humor ácido, cargado de ironía y
sarcasmo, de esos con los que siempre intento dejar en ridículo a los demás.
M: Está claro que Teo no se refiere a esa clase de humor.
T: Todas estas actitudes generan endorfinas, potenciando el sistema
inmunológico y el buen funcionamiento del organismo.
T: Muchas investigaciones informan de los efectos beneficiosos de la risa
para curar y mejorar algunas enfermedades.
M: Desde que comenzó esta conferencia, ya he sonreído varias veces, y
eso me hace sentir bien. La risa disipa las nubes de mi alma.
M: Tengo que proponerme sonreír y reírme más de la vida y de las cosas.
Seguro que me sentaría estupendamente, y que tendría una actitud más
relajada.
T: ¡Qué importante es ser agradecidos y cuántas veces lo olvidamos!
T: Agradecer es uno de los atributos del amor que más felicidad nos
aporta, pues permite que nos centremos en las cosas buenas que tenemos y
que nos pasan.
T: Con el agradecimiento fomentas tu humildad hacia la vida y eliminas
actitudes de suficiencia y prepotencia.
T: Tienes que aprender a apreciar las cosas buenas que te da la vida.
M: El agradecimiento no ha sido una de mis virtudes. Siempre he creído
que todo lo que he obtenido me lo he ganado yo sola y sin ayuda de nadie,
fruto de mi trabajo y esfuerzo.
M: En estos momentos, es cuando comprendo el significado del
agradecimiento. Me siento tan agradecida hacia Teo por lo que me está
aportando, por abrirme los ojos, por enseñarme a ver... que no sé cómo
expresarlo.
M: Estoy entendiendo el sentimiento de la felicidad. Cuando eliges un
camino, ves cómo una actitud correcta te lleva a otra, y así sucesivamente.
M: Mi ser empieza a emanar felicidad, respira alegría y por mí fluye la
gratitud.
M: Hoy yo estoy muy agradecida de estar aquí. Era lo que estaba
buscando desesperadamente. Esta conferencia es justo lo que necesitaba
escuchar.
T: Centrarse en agradecer es tan importante que muchos psicólogos lo
utilizan en sus terapias, para que las personas con problemas puedan
aprender a centrarse en aspectos positivos.
M: Cuando miro hacia atrás, veo tantas personas que me han ayudado, y
nunca se lo he agradecido. Soy una desagradecida. Siempre he tenido una
actitud un poco altiva, creyendo que me lo merecía todo y los demás
estaban un poco a mi servicio.
M: Quiero hacer una lista de las personas a las cuales les estoy
agradecida, y se lo haré saber. Más vale tarde que nunca.
T: Deberíamos incorporar a nuestras vidas el hábito diario de agradecer.
M: Me encanta esa iniciativa; aprenderé a agradecer diariamente.
T: Bendecir no es solo un acto religioso: podemos bendecir todo aquello
que queramos y que nos importe.
T: Solo puedes bendecir si tu corazón está en armonía, pues solo puedes
dar aquello que tienes.
T: Aprende a desear el bien incluso en aquellos aspectos que pueden
resultar negativos a primera vista.
T: Bendice a tu familia, tu trabajo, lo que te pasa, al mundo a las
personas con las que convives… Bendice siempre que puedas.
M: Nunca he bendecido, ni siquiera aquello que más quiero, como son
mis hijos, y eso que les deseo todo lo mejor de esta vida.
T: Puedes bendecir en silencio; su efecto es también poderoso, pues los
pensamientos están cargados de emociones y de energía y la energía
siempre acaba por manifestarse.
M: Pocas veces he sido generosa de corazón.
M: En demasiadas ocasiones, cuando he sido generosa, ha sido con el fin
de quedar por encima de los demás; creo que es algo de soberbia encubierta
y de sentirme superior a los demás.
T: A las personas que queremos les damos, les ayudamos y les servimos,
porque las queremos.
T: Dar es una gran expresión y manifestación de amor.
T: Entregar frutos útiles que los demás puedan disfrutar es primordial
para una vida feliz.
T: Dar se manifiesta a través de ayudar y de servir voluntariamente.
M: Recuerdo que en el colegio que hicimos una campaña de recogida de
dinero para una mamá de una amiga que estaba enferma. ¡Qué bien nos
sentimos todos al saber que habíamos ayudado!
T: Una cosa es servir obligatoriamente, que eso es esclavitud, y otra es
hacerlo voluntariamente; cuando lo hacemos de modo voluntario, nuestra
alma se eleva y nuestra recompensa es la felicidad.
T: Damos cuando comprendemos el significado del amor y entendemos
para que hemos nacido.
T: Hasta que no comprendamos que hemos venido para dar, nos podemos
sentir un poco perdidos.
M: Yo sí que he estado perdida durante todo este tiempo; mi ego me ha
impedido ser generosa y todo ello ha hecho que me meta en mi propia
burbuja de cristal, donde he terminado por asfixiarme.
M: En muchas ocasiones he pensado que debería ayudar a personas que
lo pueden necesitar, sobre todo cuando mi situación económica es buena.
T: La paz es el reino donde habita la felicidad.
T: La paz empieza en el corazón de cada uno de nosotros.
T: Si el interior está contaminado, no se encontrará la paz, pues solo
podemos dar aquello que tenemos.
T: La paz, como la felicidad, es un estado del ser.
T: Sentirse bien con uno mismo es el primer paso para alcanzar la paz.
T: El amor, la paz y la felicidad se retroalimentan a sí mismas.
T: «Si no hay paz interior y sabiduría, no se tiene nada para ser feliz»
(Matthieu Ricard: El hombre más feliz del mundo).
M: ¡Tener paz!… ¡Qué maravilla! Aún la valoro más después de vivir en
un infierno.
M: ¡Ahora anhelo tanto vivir en paz y en armonía!...
M: Comprendo que cada uno de nosotros es generador de nuestras
propias circunstancias y, por lo tanto, de nuestra paz y de nuestra felicidad.
T: Es curioso cómo un gran científico, Premio Nobel de Economía, ha
sido capaz de reconocer públicamente que la única lógica que ha
descubierto es el amor.
T: ¿Tendría sentido la vida si no hubiera amor?
T: Si la sociedad ha evolucionado y ha mejorado es porque personas que
han vivido anteriormente se han esforzado para darnos un mundo mejor.
¡Imítalos!
T: Tu felicidad es directamente proporcional a la intensidad de tu amor.
M: ¡Este Teo me parece increíble...! Con sus comentarios lógicos me está
haciendo ver la vida como nunca antes la había visto.
M: Parece que me están quitando de los ojos la venda que me impedía
ver con claridad. Si no fuera porque lo estoy viviendo, no habría creído que
una conferencia pudiera cambiar tanto los planteamientos sobre la vida.
M: Siempre se han escuchado estas palabras, todos lo hemos hecho, pero
nunca las había comprendido; era como si tuviese tapones en los oídos. ¡Y
ahora me siento con ganas de saltar, de gritar, de manifestar mi amor y de
compartirlo!
M: Es curioso, pero siento la sensación de la felicidad.
M: ¡Todo parece tan sencillo ahora!
M: ¿Cómo es posible que esta conferencia me esté produciendo tanto
impacto y me haga descubrir tantas cosas? Se está destapando mi tarro de
las esencias ¡Empiezo a ver claro cómo alcanzar el horizonte de la
felicidad!
T: Se nos olvida disfrutar de la felicidad.
T: Puede que lo que tengas no sea perfecto, pero disfruta de lo que tienes.
Posiblemente, si te pones a pensar, puede que tengas muchas más cosas de
las que te imaginas.
T: Idealizar la felicidad con situaciones perfectas nos impide saborear las
cosas pequeñas que tenemos y que pueden hacernos muy felices.
T: La mayoría sueña con casas, dinero, poder, etc.; pero una vez que te
has habituado a ellas, ya no dan felicidad.
M: Eso lo garantizo yo, que tengo todo eso y me he sentido una
desdichada. Desde luego, ahí no está la felicidad, lo garantizo.
T: Disfruta de tus relaciones; muchas veces estamos con la gente que
queremos, y actuamos como muertos vivientes, pues no estamos presentes.
M: ¡Quiero disfrutar! ¡Quiero saborear la vida de nuevo!
T: Hay muchas personas que no pueden ser felices en el presente porque
añoran el pasado, piensan que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.
T: Hay otras muchas que no disfrutan del presente porque se preocupan
continuamente por el futuro.
T: Con demasiada frecuencia se dice: «Mañana será cuando sea feliz».
Quizás el mañana que tú imaginas nunca será como lo deseas.
T: No debes decir: «Cuando tenga tal o cual cosa, entonces seré feliz».
Quizás nunca la tengas; y si la tienes, lo más probable es que no te aporte la
felicidad que tú te has imaginado.
T: Vivir y ser feliz en el presente, aprendiendo del pasado y planificando
el futuro, es una actitud correcta.
M: En este momento, ahora, desbordo alegría, me siento feliz y quiero
hacer tantas cosas para seguir siendo feliz en el futuro que no sé por dónde
empezar.
M: La felicidad me invita a hacer planes, a vivir el presente y creer en el
futuro. Me parece maravilloso el poder recuperar la esperanza que había
perdido.
T: Pequeñas gratificaciones diarias no garantizan la felicidad en el futuro,
pero alegran y te hacen disfrutar del presente.
T: Las gratificaciones que te hagas deben ser de acuerdo a una actitud
ética y de respeto a los demás.
T: Tú eres el ser más importante de este mundo, y te mereces
recompensarte para seguir adelante. Haz cosas con las que disfrutes.
T: Muchas personas caen en depresiones por la falta de pequeñas
gratificaciones o recompensas diarias.
M: Cuando me encontraba bien, sí me recompensaba... ¡Qué bien me
sentaba! Aunque ya he perdido el hábito, no he tenido ánimos.
M: Me estoy acordando de un amigo que me decía: «Mi peor día siempre
son los lunes, por eso programo cosas que me agradan como partidos de
fútbol con los amigos; eso me permite afrontar los lunes con alegría y
energía». Me parece una idea genial.
T: Nada perturba tanto la vida humana como la ignorancia sobre la
felicidad.
T: La ignorancia sobre los fundamentos de la felicidad es la primera
piedra de la infelicidad.
T: El conocer los secretos de la felicidad sin desarrollarlos es no
conocerlos.
M: Yo he sido una de esas ignorantes. Creía que la felicidad la obtendría
por valores como el dinero y el poder.
M: No quiero pensar que no hubiera venido a esta conferencia, pues
estaría siendo pasto de la amargura.
M: No recuerdo haber tenido en mi vida un tiempo tan productivo y
enriquecedor como esta charla. Nunca había aprendido algo tan útil y que
pudiera afectar tan profundamente a mi vida.
M: ¡Qué sencilla es la sabiduría de la felicidad! La anhelaba tanto, sin
saberlo, que me siento como una recién enamorada.
M: Soy consciente de que esta emoción tan fuerte se estabilizará, ¡pero
qué maravilloso es sentirla!
T: «La ignorancia es el desconocimiento de la naturaleza verdadera de
las cosas y de la ley de causa y efecto que rige la felicidad y el
sufrimiento». Matthieu Ricard.
T: Si pasada una semana no has hecho nada por poner en práctica los
conocimientos aprendidos, seguramente ya no los aplicarás.
T: Muchos son los que salen de esta conferencia con ganas de cambiar
las cosas; pero, pasado un tiempo, no renuevan ni recuerdan nada de lo
aprendido, y están otra vez inmersos en sus propias rutinas.
T: La felicidad tiene un precio que tienes que pagar, y el reciclaje de los
conocimientos forma parte de ese precio. ¡Tienes que responsabilizarte de
tu propia felicidad si quieres ser feliz!
T: Nacemos para aprender, no para permanecer en la ignorancia.
T: Todos, incluido yo, debemos recordar y renovar los conocimientos
que creemos que son importantes para nuestra felicidad.
M: Quiero comprometerme a mejorar y reciclar continuamente los
conocimientos sobre la felicidad.
M: Sé de lo que habla Teo; esto nos ha pasado muchas veces en mi
empresa. Después de hacer un curso de formación, y aunque a todos nos
parecía muy importante lo aprendido, no siempre éramos capaces de
aplicarlo y terminábamos por olvidarlo.
M: Me gusta la idea de los pétalos de la margarita.
M: Es bonito refrescar a modo de resumen todos los apartados que
hemos visto.
M: Hemos visto tantas cosas en tan poco tiempo que se me olvidan cosas
importantes; menos mal que las llevo escritas para recordarlas.
M: Creo que soy capaz de recordar y retener todos los pétalos.
M: ¡Qué raro! Son solo nueve puntos; en casi todas las historias suele
haber diez apartados.
T: Todos estos apartados te aportan un equilibrio necesario para tu
felicidad.
T: Cada uno debe sabe qué punto debe desarrollar más.
M: ¡Claro! En mi caso no puedo saltarme ninguno, por eso quiero
recordarlos todos.
T: Como ven, las letras iniciales de cada uno de los apartados forman la
palabra FELICIDAD.
T: En la propia palabra se esconde su propio secreto.
M: ¡Me parece increíble! ¡No me había dado cuenta! ¡Es alucinante!
M: Este Teo parece de otro planeta.
M: Me siento cautivada, desbordada; esta conferencia me ha dado de
nuevo la vida; siento de nuevo la alegría y la ilusión de volver a vivir.
M: Me ha infundido tanta confianza y seguridad que, de alguna forma,
quiero llegar a casa para empezar a hacer cosas y replantearme mi vida
desde otra nueva perspectiva.
M: Me siento entusiasmadaaaaa…
M: ¡Tengo ganas de gritar de alegría!…
T: No podemos olvidar que la felicidad tiene un componente espiritual
sin el cual no se puede ser plenamente feliz.
T: En este mundo hay personas evolucionadas, que han comprendido la
esencia de por qué están aquí.
T: Esta imagen representa en su interior la felicidad, que se consigue de
la siguiente forma:
1. Mejorando tu ser;
2. Haciendo, creando cosas para mejorar este mundo;
3. Dando, es decir, sirviendo voluntariamente a los demás.
T: El círculo perimetral representa el amor que todo lo envuelve; no tiene
sentido una vida en la que no hay amor. El amor todo lo cambia y todo lo
transforma.
M: ¡No creo lo que veo…! Cuando pensaba que ya lo había aprendido
casi todo, ahora veo que hay mucho más.
M: Quiero pellizcarme para saber si esto que estoy viviendo es real o es
un sueño.
T: Otra forma de actuar en el círculo del amor es con otras actuaciones.
T: Estas te elevan en el mundo espiritual y terminan aportándote mucha
paz y, por lo tanto, mucha felicidad.
T: Actuar de acuerdo con estas actuaciones significa:
1. PERDONAR es liberarte de una gran carga de sufrimiento que te
oprime y puede resultar asfixiante.
2. ACEPTAR es comprender que estás para aprender y que todo lo que te
pasa es una lección para evolucionar. Aceptar no es resignación, es
comprender que lo que te pasa es algo que debes aprender y superar.
3. AGRADECER es abrir tu corazón al universo y mostrarle tu alegría
por todo lo que te da.
M: ¡Me quedo sin palabras…! Mi alma sabe que lo que oigo es lo que
debo escuchar y que esto me lleva a la felicidad.
M: En la vida nunca he aceptado las cosas, siempre he salido a la
defensiva y he reaccionado con todas mis fuerzas. No podía soportar que
otros se salieran con la suya.
M: Ahora comprendo que esa reacción solo me ha producido
sufrimiento.
T: Si no eres capaz de perdonar, no entenderás el concepto de aceptar y
por ello te costará comprender el auténtico significado del agradecer.
M: Intuyo que tengo un gran camino que recorrer. ¡Me siento como un
ignorante en el campo de la felicidad!
T: Hay dos mundos el material y el espiritual, somos una dualidad.
T: A su vez hay dos grandes emociones, el sufrimiento y la felicidad.
Cuanta mayor comprensión del mundo espiritual mayor felicidad y menor
sufrimiento.
T: En la vida hemos venido para aprender y evolucionar. El mundo es
una escuela de aprendizaje.
T: Las personas venimos de una etapa de oscuridad y de ignorancia sobre
las leyes de la vida y de la felicidad.
T: Para salir de la oscuridad, es necesario el conocimiento adecuado. Es
como el fuego en la época de las cavernas que pudo cambiarlo todo a partir
de su descubrimiento.
T: La segunda etapa es preocuparte de tu propia felicidad. Es decir ser
feliz, pues debes de comprende que solo puedes dar aquello que tienes.
T: La tercera etapa es cuando comprendes que la verdadera felicidad
reside en hacer felices a los demás. Es cuando das frutos y consigues
iluminar la vida de otras personas.
T: Evolución es pasar de una etapa a otra.
M: ¡Dios mío…! Creo que todo esto me supera.
M: Ahora comprendo que he estado en la oscuridad todo este tiempo.
¡Me parece increíble que no haya sido consciente de esa situación…! Y yo
que me creía inteligente.
M: Nunca me habían hablado con tanta claridad de todos estos
conceptos.
M: ¡Lo veo todo tan claro… ! ¡Es tan fácil de comprender!
M: Siento que sus mensajes van directamente a mi corazón y noto como
me quedo sin palabras a la vez que mis lagrimas quieren brotar de alegría.
M: En estos momentos, no estoy muy segura de cuáles son las
principales cualidades, pues debo desarrollar la mayoría de ellas. ¡Tendré
que pensarlo detenidamente!
M: En un primer impulso —¡que siempre suele ser el mejor!—, me digo
que las conductas que más urgentemente tengo que trabajar son:
M: Creo que nunca he llorado en una conferencia, pero este mensaje me
ha emocionado.
M: Siento como si me hubieran atravesado el corazón… Lloro de alegría,
una alegría inmensa que no me podía imaginar que estuviera dentro de mí.
M: Este Teo, ha ido podo a poco desmoronando mis defensas, que
parecían sólidas y ha sido capaz de tocar mis fibras mas sensibles. Me ha
ido llevando poco a poco y siento como si me hubiera transformado. ¡Me
parece increíble!
M: Todo lo que aquí he aprendido me ha hecho consciente de la
responsabilidad que tengo para con mi familia, para con la gente que me
rodea y que he olvidado
M: Quiero compartir la felicidad, pero sé que primero debo ser feliz yo.
M: Me siento comprometida a a repartir toda la felicidad que pueda en
todo mi entorno.
M: Ahora sé que alcanzar la felicidad es un decisión personal. ¡He
decidido ser feliz y disfrutar de la vida!
M: SÍ, QUIERO VIVIR MÁS Y MEJOR…
M: ...QUIERO APLICAR MI INTELIGENCIA PARA SER... FELIZ.
M: ¡HARÉ TODO LO QUE ESTÉ EN MI MANO PARA
CONSEGUIRLO!
M: GRACIAS A TODO LO QUE HE APRENDIDO, HOY HE DADO
EL PRIMER PASO PARA EMPEZAR A REGALARME FELICIDAD Y
DISFRUTAR PLENAMENTE DE LA VIDA.
Tercera parte:
Mi nueva esperanza
Cuando la razón se doblega al servicio de la
felicidad del corazón

La conferencia terminó y toda la sala irrumpió en un aplauso espectacular,


como pocas veces había escuchado. Parecía que las palmas de todos los que
estábamos allí hablaban, que transmitían emoción y agradecimiento. Yo
aplaudía de forma apasionada, como nunca lo había hecho, aunque es cierto
que jamás me había encontrado en una situación como aquella ni había
asistido a una conferencia que me hubiera impactado de esa forma tan
especial.
Intuí que mi vida había cambiado a partir de ese momento, pues entonces
sabía y era consciente de conocimientos que hasta antes no había pensado o
no había querido pensar.
Estuvimos un buen rato aplaudiendo intensamente, sin parar, yo la
primera. Si alguien que me conociera me hubiese visto, seguro que no
habría podido dar crédito a lo que estaba viendo, pero ya no sentía
vergüenza y no me importaba en absoluto que alguien conocido pudiera
verme.
Cuando terminamos, mi primera intención fue hablar con Teo. No podía
irme sin hablar con él; quería conocerlo, estrecharle la mano y agradecerle
lo que había hecho esa noche por mí. Pronto descubrí que mi intención era
la de toda la sala: en cierta manera parecíamos los fans educados de un
cantante de moda o de un jugador de fútbol.
Comprendí que si quería hablar tranquilamente con Teo, debía tener
paciencia. Estaba dispuesta a esperar lo que fuera necesario, pues en ese
momento solo pasaba por mi mente conocer a aquella persona tan
entrañable. Tenía tantas cosas que decirle y que compartir con él que si se
presentase en ese momento ante mí, seguro que le diría una tontería de esas
que se dicen cuando te gusta un chico y hablas con él por primera vez.
Decidí salirme y esperarle en el recibidor de las salas de conferencias, ya
que allí había más espacio libre.
Casi todo el mundo iba en grupo, con personas que aparentemente se
conocían entre sí. Era curioso: a mi alrededor no veía a nadie que estuviera
solo como yo, por lo que decidí observar y escuchar discretamente los
comentarios de la gente mientras hacía un poco de tiempo.
Todo lo que escuchaba eran halagos, expresiones cargadas de emotividad
y sinceridad. No es que fuera indiscreta, más bien lo que pasaba era que se
había creado un clima de felicidad, y todos habíamos sacado del baúl de los
recuerdos nuestros mejores sentimientos y no nos inhibíamos de
manifestarlos.
Mientras más miraba y escuchaba, más comprendía cómo Teo había
tocado el corazón de todos y cada uno de nosotros. Sus palabras, sus
expresiones, sus ejemplos y su forma de decir las cosas eran tan sencillas y
de tan fácil comprensión que parecía que era su corazón el que hablaba.
Todo eso nos envolvió en un ambiente que se apoderó de nosotros,
clavándose en nuestras almas como dardos endulzados. Todos nos vimos
envueltos en ese ambiente y sentimos cómo nuestra razón se doblegaba y
comprendía que debería estar al servicio de la felicidad del corazón.
Durante ese periodo de tiempo, se apoderaban de mí cientos de ideas y de
comentarios, e intentaba repasar mentalmente toda la conferencia. Por un
instante sentí el deseo de poder transmitir y de convertirme en una oradora
como Teo, con su sencillez y su capacidad de comunicar, sin tener la
necesidad de convencer, tan solo dejando que cada uno hallara la respuesta
por sí solo, pues en la conferencia había sentido la fuerza y el poder de la
comunicación.
En uno de mis paseos, me acerqué a la chica que me atendió cuando entré
para preguntarle sí sabía cuál era la intención de Teo.
—¡Perdona! Me gustaría hablar con Teo, pero veo que hay muchas
personas que también quieren hablar con él. ¿Sabes si tiene que irse a una
hora concreta?
—No, Teo es el último en marcharse; hasta que no converse con todos los
que quieran hablar con él, no se irá. ¿Te ha gustado la conferencia? —me
preguntó.
—¡Me ha encantado! Creo que de alguna forma he vuelto a nacer.
—Me alegro mucho. Yo no me canso de escucharlo y, aunque lo he oído
muchas veces, siempre descubro algo que antes me había pasado
desapercibido.
Mientras hablaba con ella, veía que la gente no paraba de echar dinero e
incluso cheques en una especie de urna opaca, lo cual me sorprendió, ya
que no comprendía a qué podía deberse. Mi curiosidad no se sació hasta
que volví a preguntarle a la chica:
—Perdona de nuevo mi indiscreción, ¿por qué echa dinero la gente en esa
caja?
Sonriendo, me dijo dulcemente:
—La gente hace donaciones; es una forma de demostrar su
agradecimiento por todo lo que han recibido. No están obligados —
continuó— sino que lo hacen de corazón. Gracias a esas donaciones, Teo
puede pagar esta sala y puede vivir dedicándose plenamente a dar
conferencias por toda España y Latinoamérica. Esto también le permite
llegar a más sitios para impartir sus conocimientos y ayudar a los demás a
que puedan ser un poco más felices.
—No sabía nada de esto, pero desde luego creo que se lo merece. ¡Yo
también deseo contribuir! ¡Va a ser la donación más sincera de todas las que
he hecho en mi vida!
Después de un breve silencio, lo rompí diciendo:
—Me llamo Miriam.
—Yo soy Belén.
Intercambiamos unos besos y nos dimos por presentadas oficialmente.
Mientras Belén era reclamada por otras personas, yo me acerqué a la caja,
cogí dos billetes de cincuenta euros y los eché en la urna. Me sentía
generosa y llena de gratitud por todo lo que había recibido, y la verdad es
que aún me parecía poco. Mientras entregaba mi donativo, pensaba que si
me hubiera metido en una terapia, me habría costado mucho más caro y
seguro que no habría obtenido los mismos resultados.
Entré de nuevo en la sala y vi que todavía había mucha gente. No es que
me desesperase, pero me ratificaba en que todavía tenía que esperar mucho
tiempo hasta que consiguiera hablar con Teo.
Decidí acercarme y ponerme a su lado por si tenía un poco de suerte. En
ese momento terminaba de hablar con un grupo de personas y se volvió
hacia mí. Nuestras miradas se cruzaron directamente a los ojos. La suya era
una mirada radiante y limpia, sus ojos hablaban por él y yo creía que estaba
ante un encantador de personas. A pesar de ello, procuré reaccionar rápido,
y antes de que fuera reclamado por alguien más le dije:
—¡Quiero felicitarle por su magnífica conferencia! Me ha llegado al
corazón todo lo que ha dicho. ¡Ha sido realmente magistral!
—Muchas gracias, es usted muy amable —contestó Teo.
—Quisiera hablar con usted un poco más despacio, pero sé que son
muchas las personas que desean saludarle. ¿Podría esperarle en la cafetería
del hotel una vez que haya terminado con todos?
—¡Esas son las conversaciones que más me gustan! Si a usted no le
importa esperar, yo iré con mucho gusto cuando termine de saludar y de
charlar con todas estas personas.
—Estaré esperándole el tiempo que haga falta. Por cierto, me llamo
Miriam.
Hice el ademán de extender la mano para saludarlo, pero al final me
acerqué a él invadiendo su espacio vital y le di dos besos en las mejillas; era
lo que en esos momentos me salía del alma... Teo, sonriendo y quizás un
poco sorprendido, me dijo:
—Yo soy Teodoro... Teo para mis amigos. No se preocupe, estaré en la
cafetería cuando termine; además, duermo en este hotel y no tengo previsto
salir.
Me fui abriendo paso entre la gente y llegué hasta Belén para contarle lo
que había pasado. Aunque ella seguía ocupada atendiendo, la llamé aparte
un instante y le dije:
—Belén, he hablado con Teo y le he dicho que lo voy a esperar en la
cafetería para charlar más tranquilamente.
—¡Creo que es una buena idea para hablar con él de forma más relajada!
Yo me quedaré hasta que se vaya todo el mundo y, aunque él siempre se
acuerda de estas cosas, yo se lo recordaré.
—Gracias, Belén. Eres muy amable.
Nos dimos otro beso y nos despedimos.
Un enviado de Dios

Me senté en la cafetería, en un lugar ligeramente apartado del paso principal


para poder hablar con comodidad y tranquilidad cuando viniese Teo. Como
sabía que tardaría un buen rato, pedí un sándwich mixto y una cerveza.
¡Tanta euforia me había abierto el apetito!
Mientras comía y esperaba, mi cabeza parecía una mariposa que
revoloteaba de idea en idea sin quedarse quieta, disfrutando de cada uno de
los comentarios que había escuchado.
En muchas ocasiones hemos tenido en mi empresa reuniones para generar
ideas y planes de actuación, lo que los americanos llaman brainstorming, y
últimamente no he sido capaz de aportar nada bueno ni interesante; sin
embargo, ahora me siento capaz de estar toda una mañana hablando y
aportando ideas para mejorar mi vida e incluso la felicidad de la
organización. ¡Lo que hace la motivación!
Había momentos en los que me corría un sudor frío por todo el cuerpo al
pensar cómo, después de tenerlo casi todo, había llevado mi vida a la ruina;
no era del todo consciente, pero había tocado fondo. Rápidamente volví la
vista hacia el futuro, sintiendo que recuperaba mi capacidad para fijarme en
las oportunidades sin detenerme en los problemas.
Me acordaba de mi amigo Raúl, quien después de haber perdido gran
parte de su capital en la bolsa, lo suficiente como para coger una depresión,
me sorprendía con su optimismo al decirme: «Aún tengo lo más importante:
mi familia, la salud y posibilidades de recuperar la posición en la que
estaba».
También me acordé de la carta que había escrito a Dios. Sabía, sin lugar a
dudas, que hoy había recibido las respuestas a mis peticiones, pues había
encontrado la luz que tanto reclamaba y necesitaba. Creo que en ese
momento comencé de nuevo a creer en Dios, y decidí darle las gracias por
haberme escuchado y sacado del infierno en el que vivía últimamente.
Después de poco más de una hora de espera en la cafetería, vi aparecer a
Teo, con un porte que iluminaba toda la sala, o al menos a mí me lo parecía.
Su presencia elegante, su altura y, sobre todo, su semblante no podía pasar
desapercibido. A pesar de estar acostumbrada a tratar con personas
importantes e influyentes, mi corazón se sobresaltó y se aceleró de emoción
al saber que se acercaba el momento de poder hablar tranquilamente con el
hombre que había cambiado mis mapas mentales.
Se sentó y, sonriendo, me dijo:
—¡Perdona que te haya hecho esperar tanto!
—Sé que has estado bastante ocupado. Entiendo perfectamente que las
personas que estaban en la sala quisieran hablar contigo, como yo.
—Presiento, a pesar de que esta noche me han pasado cosas muy
agradables, que la voy a recordar por haber tenido la oportunidad de
conocerte. No solo por ser una mujer preciosa —¡que lo eres!—, sino
porque veo tus ojos llenos de luminosidad y vitalidad.
Estaba acostumbrada a que me dijeran piropos y a que me agasajaran,
pero en esta ocasión sus palabras me sonaron tan dulces y sinceras que
hicieron que me sonrojase como una chica de quince años. ¡Qué bien
suenan las palabras cuando se dicen de corazón!
—Gracias por tus palabras tan amables, pero la luminosidad y la vitalidad
que ves en mi rostro me las has dado tú. Cuando entré en esta sala tenía una
expresión gris y apagada. Aún no me explico qué me hizo entrar en tu
conferencia; creo que fue un milagro, ya que nunca he creído en este tipo de
conferencias.
—¿Sabes que los milagros son destellos de amor? Cuando te acercas a la
fuente del amor, esta resplandece y su chisporroteo se manifiesta ante
nosotros en forma de milagros; ocurre lo mismo que en una fogata: si te
acercas mucho, sus chispas terminan por quemarte. Por el mismo efecto, si
te acercas a la luz del amor, este te contagiará en forma de milagros y de
felicidad.
No era solo la forma que tenía de decir las cosas —sin imponerlas,
dejando que fluyesen, poniendo énfasis en los aspectos importantes—, sino
también el contenido de sus frases. Conseguía captar toda mi atención y
estimulaba todos mis sentidos. El tiempo transcurría como en otra
dimensión; es más, no era capaz de percibirlo como tal.
—Me sorprenden tus palabras. Ayer, sin ir más lejos, estaba tan
desesperada que reclamaba una especie de milagro para arreglar mi vida.
—¿Crees que ha ocurrido el milagro que esperabas?
—¡Sin lugar a dudas! ¡El milagro has sido tú!
—Gracias por el amable cumplido, pero son las leyes universales las que
obran los milagros, y aquellas no las he hecho yo. Son leyes hechas por
nuestro Creador, y son para todos. Yo solo me dedico a dar conferencias y
solo soy un humilde peón de la vida para que esta cumpla sus fines. Todos
los conceptos de los que he hablado ya han sido expuestos anteriormente
por otras personas más sabias que yo; algunos de ellos, hace muchos siglos.
Solamente intento darles un poco de orden y transmitirlos de la forma más
fácil posible para que todos puedan recordar lo que en el fondo ya saben sus
corazones.
—Milagro o no, esta conferencia ha hecho que cambie mi vida a partir de
esta noche. Tú has conseguido que me diese cuenta de que circulaba por
una carretera equivocada y de que iba directa a destrozar mi propia vida.
—Tus palabras son conmovedoras, me estimulan a seguir con mi misión.
Nuestra conversación se vio interrumpida por el camarero, que nos sirvió
los dos sándwiches y las dos cervezas que le habíamos pedido, pues Teo no
había cenado y yo aún tenía más hambre. ¡Me sentía como si no hubiera
comido en una semana!
—Al terminar la conferencia, un grupo de personas que estaban hablando
entre ellas decían que tú eras «un enviado de Dios».
—Todos somos enviados de Dios, con un cometido general y otro
específico. El general es ayudar y servir a los demás para que sean más
felices y a la vez conseguir la propia felicidad. El cometido específico debe
encontrarlo cada uno, y consiste básicamente en dedicarte con esmero a
aquello que te apasiona, a la vez que se desarrollan y potencian las mejores
cualidades de cada uno. La diferencia que puede haber en estos momentos
entre tú y yo es que yo conozco y soy consciente de cada uno estos dos
cometidos, e intento llevarlos a cabo lo mejor posible.
—Veo que me sacas una gran ventaja; ¡ni siquiera era consciente de esos
cometidos!
—Una vez que eres consciente de esos cometidos, las ventajas iniciales
desaparecen y todos nos ponemos al mismo nivel.
—También he oído decir que estás viviendo una segunda oportunidad.
—¡Ya sé de dónde viene esa idea! En una ocasión, le conté a un amigo un
sueño que se me repite continuamente, y él lo ha ido contando como algo
verdadero. Ya sabes cómo son estas cosas: los rumores se extienden y
algunos se los creen, contribuyendo a difundirlos.
—¿Y puedo saber en qué consiste ese sueño? —le pregunté con mucha
curiosidad.
—Consiste en que estoy esperando para ser juzgado ante la presencia de
Dios. Durante ese tiempo de espera empiezo a pensar en qué cosas buenas
he hecho durante mi vida. Pronto comprendo que he infringido todos los
mandatos divinos y que no tengo nada sólido a mi favor. Empiezo a
sentirme mal porque sé que seré juzgado por mis actos.
Cuando estoy ante la presencia de Dios, y antes de que él pueda hablar, le
digo:
—Señor, sé que en mi vida he provocado dolor, muerte y sufrimiento.
¿Puedes darme una segunda oportunidad para poder solucionarlo?
Ante esta reacción, el Señor se queda sorprendido, ya que todos intentan
poner ante él sus mejores cartas y actuaciones. Para mi asombro, me
responde:
—¿Por qué quieres una segunda oportunidad?
—Porque en este tiempo que llevo de espera he aprendido que todo mi
poder, mi dinero y las influencias que tenía no me sirven de nada aquí. Sé
que soy uno más, como los otros, y que la única moneda de cambio válida
es el haber servido y hecho felices a los demás, y de esas monedas no traigo
ninguna para pagar mi entrada.
Sorprendido Dios por mi seguridad y determinación, y viendo la
posibilidad de que un hijo perdido pueda ser recuperado, me contesta:
—¿Qué harías si te diese una nueva oportunidad?
—Señor, aún no lo sé, pero sé que todo lo que me he propuesto en la vida
lo he conseguido; de hecho tú sabes que de la nada hice un imperio; nunca
me asustaron los retos ni las dificultades, por lo cual sé que lo conseguiré.
Solo quiero pedirte una cosa, en el caso de que quieras concederme otra
oportunidad.
—¿Qué es?
—¡Que no olvide en ningún momento cuál debe ser el cometido de mi
vida!
El Señor, dubitativo y reflexivo, y como queriendo estar más seguro de
mis intenciones, me contestó:
—Las normas y las leyes las dicto para todos por igual; solo las infrinjo
cuando mis hijos me lo piden, y lo hago por el bien de ellos; pero después
de conocer tus actos, no puedo estar seguro de tus intenciones, pues muchos
son los que lloran aquí arrepentidos; y si te diese una segunda oportunidad,
puede que causara más dolor y sufrimiento a mis seres queridos.
—Señor, aceptaré cualquier decisión que tomes con firmeza, ya que en la
vida tuve que juzgar a mi modo a muchas personas y no pude soportar a los
blandos de espíritu; pero una cosa quisiera decir en mi favor: a pesar de que
he causado sufrimiento y desolación, siempre di una segunda oportunidad a
aquellos que me lo pidieron, a aquellos a los que de verdad vi
comprometidos y con decisión.
El Señor se quedó pensando, como analizando mi vida más
profundamente, y me dijo:
—¡Es verdad lo que dices! Y basándome en lo que tú has concedido, así
te concedo yo. En ti deposito de nuevo mi confianza. Espero que no
malgastes tu vida y que puedas hacer más felices a mis hijos en la tierra.
¡Y aquí estoy!...
—¡Es un sueño increíble!… Y a la vez maravilloso.
—No lo puedo olvidar, no sé cómo explicarlo, pero a consecuencia de él,
me desvelo algunas noches y siento una fuerza interna que me impulsa a
actuar y a buscar ideas y medios para hacer a la gente más feliz.
—¿Desde cuándo tienes ese sueño?
—No sabría decirlo, creo que desde siempre. Al principio solo era un
sueño abstracto y, con el tiempo, he ido recordando detalles, contenidos de
la conversación y emociones que sentía.
—¿Alguna vez has pensado que ese sueño podía ser realidad?
—¡Claro que lo he pensado!
—¿Y a qué conclusión has llegado?
—Mis creencias religiosas me dicen que solo hay una vida, pero veo que
el hombre es imperfecto y, aun teniendo muchísima menos sabiduría que
Dios, nosotros nos damos varias oportunidades cuando nos equivocamos.
Igualmente, la sociedad perdona y da segundas oportunidades a
delincuentes e intenta rehabilitarlos. Los padres dan continuamente
oportunidades a sus hijos cada vez que ellos les defraudan. Los estudiantes
tienen varias oportunidades para sacar sus estudios, y así sucesivamente. Si
el hombre puede dar otras oportunidades, es muy probable que Dios, que
conoce más a fondo nuestras debilidades, también pueda llegar a darlas.
—Nunca había pensado en estas cosas.
—Creo que Dios, en su sabiduría y bondad, nos da varias oportunidades a
lo largo de la vida y, en el caso de haber tenido una existencia llena de
decisiones erróneas y de equivocaciones, es posible que él se plantee dar
otra oportunidad en la que se puedan subsanar los fallos cometidos para
poder hacer más felices a los demás. Pienso que al final se nos juzgará en
función de la felicidad que hayamos aportado en nuestro entorno.
—¿Crees que tenemos la capacidad de decidir libremente en cada
momento, o estamos predestinados?
—A veces puede parecer que no tenemos capacidad de elección, pero no
olvides que, por encima de todo esto, está la libertad de cada uno para
actuar y para decidir su comportamiento, y ese es un valor trascendental que
hasta el propio Dios respeta, aunque muchas veces no le guste lo que ve.
—Me estás recordando a mis padres, cuando yo decidía hacer cosas que a
ellos no les gustaban, pero aún así solían respetarlas.
—¡Exacto! Es igual. Pienso que el respeto de Dios por la libertad es tan
grande que creo que muchas veces se le vuelve en contra.
—¿Por qué?
—A muchos hombres se les ha inculcado la imagen de Dios como un ser
bueno, sabio y con poder para crear el universo, y no entienden que Dios,
por el respeto que tiene a la libertad que nos concedió a cada uno de
nosotros, no quiera interceder para evitar que algunos desalmados hagan
tanto mal en la tierra. Y esa aparente pasividad de Dios les lleva a creer que
él no existe, por lo que terminan declarándose ateos o agnósticos.
—Teo, me siento muy identificada con lo que dices. Yo me he sentido a
veces una de esas personas, creyendo que la culpa de muchos males,
incluidos los míos, era de Dios por no actuar y permitirlos.
—Siempre buscamos culpables, siempre queremos crucificar a alguien, y
cuando no lo encontramos, echamos la culpa a Dios por permitirlo.
—Así ocurre en mi empresa; cuando algo sale mal, se busca a alguien
para echarle la culpa.
—Parece que es ley de vida.
—Nunca me han dado una visión de Dios como esta; haces que me
plantee mi espiritualidad de forma diferente.
—Gracias por tu cumplido, pero no puedo asegurarte que sea así. Deberás
encontrar tus propias respuestas dentro de ti.
—¿Me permites una pregunta?
—¡Claro!
—Ya sé que eres creyente, lo veo en tus palabras, pero ¿eres practicante?
—¡Por supuesto! Procuro ir cada semana a la iglesia, aunque...
—Aunque... ¿qué?
—Voy a la iglesia, aunque a veces, como la mayoría, me siento atrapado
por la pereza. A pesar de ello lo hago, porque entiendo que es una forma de
manifestar que estoy agradecido a la vida, y quiero dar las gracias a Dios
por todo lo que recibo. ¡Qué mínimo que dedicarle un rato en exclusiva a
él! Así intento encontrar el equilibrio con mi lado espiritual.
—Nunca lo había pensado así.
—Ya sabes que he hablado de la importancia de la gratitud, y es esta
actitud la que me da fuerzas para ir, aunque en algunas ocasiones creo que
los mensajes que recibo desde la iglesia no son los más acertados, pues, a
mi modo de ver, se centran demasiado en señalar nuestros defectos y
debilidades y se olvidan de despertar el entusiasmo por ser cada día mejores
y más felices.
—Eso me parece a mí también...
—Por supuesto que el ser humano es débil y tiene defectos, pero también
atesora virtudes y cualidades, y la forma de decir las cosas influye en los
feligreses. Creo que es más necesario hacer hincapié en nuestras virtudes y
posibilidades. Así, al salir de la iglesia, iremos con el espíritu renovado y
con el ánimo dispuesto a convertirnos cada día en mejores personas.
—Yo, cuando era pequeña, me sentía obligada a ir a la iglesia por mis
padres y por el ambiente en el que me movía; pero cuando he tenido un
poco de libertad, he creado una especie de caparazón en torno a esos temas
y me he apartado totalmente. No le veo sentido a ir a la iglesia.
—Eso que me cuentas es muy normal. La mayoría no diferencia lo que es
religión de lo que es espiritualidad. La religión es la búsqueda de lo sagrado
de forma externa, mientras que la espiritualidad es una mirada interior para
descubrir ese lado sagrado que habita en nosotros. A veces no quedamos
solo en los aspectos externos, en las formas; pero, en el fondo, la religión es
un camino que te ayuda a conectar con tu lado más sagrado. Yo percibo que
cada vez hay más personas que están despertando de forma natural a su
espiritualidad, al sentido de su existencia, a su vínculo con el universo y,
por supuesto, con Dios. Francamente creo que no se pueden alcanzar
grandes cuotas de felicidad si no eres capaz de conectar con tu lado
espiritual.
—¡Sí!… ¿Tú crees que nuestro lado espiritual es tan importante para la
felicidad?
—Estoy convencido de que no es posible ser plenamente feliz si no
desarrollas tu rol espiritual, si no cultivas tu ser interior y buscas la
conexión con el poder del universo. Somos seres duales, hechos de materia
y de espíritu, y ambos aspectos deben alcanzar cierto equilibrio.
—Yo aún no he conectado con mi lado espiritual; no estoy segura de si a
estas alturas de la vida me ha abandonado.
—Je, je —sonrió—. Siempre hay tiempo de conectarse de nuevo, cada
uno tiene su momento; pero hoy en día se puede decir que se han realizado
muchos estudios donde se pone de manifiesto que las personas que son
creyentes y espirituales son más felices que las que no lo son. El hecho de
tener esperanza y confianza en Dios da fuerzas y sentido a la vida presente,
y hace que las cosas se lleven mejor, especialmente en las dificultades.
—Y si tienes tan clara tu espiritualidad, ¿por qué vas a la iglesia y te
quedas con la parte externa?
— En primer lugar porque, como ya te he dicho, quiero ir para dar
gracias; creo que los gestos también son importante y cuentan. Siempre hay
que dar las gracias por todo lo que recibes, también es una forma de
demostrarle a Dios que él me importa, a pesar de que ya lo sepa. También
porque al ser un lugar sagrado, me permite conectar mejor con mi Creador,
y para que haya conexión, debes dedicarle tiempo y atención. Por último,
quiero esforzarme para ir, pues la mente y el cuerpo son perezosos y tienden
a la comodidad, intentan buscar excusas para no hacer las cosas
importantes, y mi lado espiritual es muy importante para mí, pues me aporta
mucha paz y felicidad.
—Ya sabes que la Iglesia católica está muy cuestionada por escándalos de
pedofilia, e incluso porque no se adapta a los tiempos actuales.
—Sí, es verdad, pero solemos confundir lo que hacen algunas personas
con lo que son las instituciones, en este caso la Iglesia. Esta no es culpable
de lo que hagan algunos de sus miembros o de cómo la utilizan para
alcanzar algunos de sus fines. Si cuestionáramos a las instituciones por los
actos de las personas que las forman, la mayoría de las organizaciones
estarían totalmente desacreditadas, fueran del sector que fueran.
—Pensarás que no tengo mucha personalidad ni criterio propio, pero creo
que me estoy identificando con todo lo que dices. Empiezo a plantearme mi
espiritualidad de forma diferente.
—La verdad es que no sé muy bien cómo estoy hablando de estos temas;
no lo hago normalmente; muchos se sienten incómodos cuando hablo de
estos temas e incluso me critican o me ven de otra forma cuando lo hago. Si
he podido ayudarte aclarando algunos aspectos espirituales, me alegro. Eso
me hace muy feliz.
—Tengo curiosidad por saber cómo desarrollas tu lado espiritual en tu
vida diaria.
—Bueno, cada uno tiene una forma que se adapta a sus circunstancias; en
mi caso, intento pensar en Dios; a mí me gusta meditar, y cada vez que lo
hago, pienso y me concentro en mi vínculo con el Creador.
—¿Meditas de verdad?
—¡Sí! ¡Claro! Me aporta mucha paz y tranquilidad, me ayuda a
concentrarme en aquello que quiero y que me importa.
—¿Y hay algún guion que seguir?
—Hay cientos de formatos, depende de lo que estés buscando; en mi caso
particular, cada vez busco vincularme más al poder del universo y a Dios;
sé que formo un todo con él y me agrada centrarme en ello. Para facilitarme
las cosas y no perderme por los espacios infinitos he creado un guion que
ha sido fruto de muchas lecturas y experiencias.
—¡Me encantaría conocerlo! ¿Puedo?
—¡Por supuesto! En lo que se refiere al apartado espiritual, sigo las
siguientes pautas:
• En esos momentos, saco un bolígrafo y me dibujo una pirámide con
distintos niveles:

• Intento concentrarme en estos niveles, todos ellos son importantes para


mí.
• Perdono. Perdono a todos los que me han hecho daño o me han hecho
sufrir, perdono mi pasado y también intento perdonarme a mí mismo, que a
veces es lo más difícil. No puedes avanzar en el campo espiritual si no
aprendes a perdonar. Si no lo haces, es una carga muy pesada que te impide
avanzar. Sé que a veces es muy difícil y parece que hay cosas
imperdonables, pero también sé que es el camino para evolucionar.
• Creo. Me reafirmo en mis creencias, en la presencia de Dios, en su
poder, en su potencial e inmensidad. Le digo mentalmente que creo en él y
que me reafirmo continuamente. Creo en lo que es: amor, inteligencia, luz,
sabiduría y eternidad.
• Confío. No basta con creer, para mí también es importante confiar en su
sabiduría. Creo que lo que pasa en cada momento es lo que tiene que pasar;
la vida te trae situaciones y problemas que tienes que aprender para
evolucionar; si no los aprendes, estos se te vuelven a presentar hasta que
aprendas la lección; por eso creo que lo que me pasa en cada momento es lo
mejor que me puede pasar; aunque a veces venga disfrazado de problemas,
cada reto tiene una lección. Por eso confío en Dios.
• Me entrego. Cuando confías tanto en alguien, te entregas a él. Cuando
vamos en un avión, confías en el piloto y te pones en sus manos. Yo creo
que Dios es el piloto de mi vida y me entrego a él; creo que me conoce
incluso mejor que yo mismo. Por eso fluyo y me dejo llevar como el barco
que se encuentra a la deriva, sabiendo que los puertos a los que me lleve
serán los mejores que pueda encontrar.
• Agradezco. No quiero que se me olvide que debo y quiero agradecer las
muchas cosas buenas que me pasan, que disfruto y que vivo. Cuando
agradecemos, mandamos un mensaje al universo diciendo que nos gusta lo
que vemos, lo que tenemos, lo que nos pasa, y este, en respuesta, nos da
más de lo que apreciamos.
• Bendigo. Desde lo más profundo de mi corazón, bendigo a Dios por lo
que me ofrece, a mis seres queridos, a la vida y todo lo que me importa. Es
una forma de mandar buenas vibraciones al mundo y a todo lo que
queremos.
—Me dejas sin palabras —le comenté—. No había oído hablar a nadie de
esa forma sobre la espiritualidad; me estás descubriendo un mundo que para
mí es totalmente desconocido, y que al escucharte me parece apasionante.
—Cuando lees sobre esas cosas, te encuentras a muchas personas muy
preparadas y formadas.
—Sí, es posible; pero como estoy en el agnosticismo, e incluso más: en la
apostasía, me sorprende oír hablar de esa manera; estoy más cerca de los
postulados de que Dios no existe y todo eso.
—Tranquila. No quiero convencerte. Las cosas deben llegar por sí mismas
en el momento en que uno esté preparado; pero sí quiero comentarte
algunas evidencias científicas, pues muchos de los científicos cuánticos
actuales han llegado a descubrir que en este mundo la materia, tal y como la
vemos y conocemos, prácticamente no existe, que todo es energía, y que
esta energía tiene un orden que está gobernado por una mente superior;
algunos preferimos llamarla Dios; otros, universo; otros, fuente o incluso
inteligencia superior.
Ya hay científicos como Michio Kaku que, después de sus investigaciones
con taquiones, declara que ha encontrado evidencias de una acción
inteligente que gobierna todo en el universo. Él manifiesta, a su vez, que
esa mente superior es un gran matemático, pues todo en el universo se
corresponde con leyes matemáticas.
—Cuando te oigo, yo me pregunto: ¿pero tú de qué mundo has salido?
Desde luego no estabas en mi universo.
—Je, je… —sonríe abiertamente—. Es cuestión de buscar lo que quieres.
Hay muchas personas que están en la búsqueda del «despertar» o de lo que
se puede llamar «la Verdad» —yo soy una de ellas—, pero te aseguro que
hay muchas que están muy avanzadas. Habrá un momento en que tú
también estarás en esa búsqueda, estoy seguro.
—Gracias por tus palabras de aliento... Mientras hablas, no paro de pensar
en tu sueño; me has dejado sorprendida y siento todavía alguna curiosidad.
Mientras soñabas, ¿cómo te sentías en ese sueño? ¿Qué escenario veías?
—Lo he pensado muchas veces y, a pesar de que recordaba que había
llevado una vida llena de antecedentes desastrosos, cuando estaba hablando
con el Señor me sentía muy bien. No recuerdo ver formas ni figuras, pero
sabía que había gente y que nos comunicábamos. Creo que soñé con lo que
llamamos «el cielo».
Desde entonces creo que aquí, en este mundo, nosotros podemos crear
tanto un cielo como un infierno. Creamos un mundo de tinieblas cada vez
que humillamos y utilizamos a los demás o nos aprovechamos de ellos,
cuando hacemos todo lo posible para hacer que sus vidas sean una ruina y
los hacemos desdichados. Por otro lado, creamos un paraíso cuando
hacemos a los demás más felices, cuando los ayudamos y logramos mejorar
sus vidas.
Por eso me dedico a dar conferencias sobre la felicidad: porque cuando
veo los ojos de las personas que han asistido a las conferencias y descubren,
o mejor dicho, recuerdan cosas que las pueden hacer más felices, es como si
hubiesen descubierto un tesoro enterrado. Eso me hace feliz y me hace
sentir que estoy en el paraíso.
—Pero ya sabes que no todo el mundo está permanentemente en esas
situaciones. En algunas ocasiones, han acariciado ese cielo del que hablas y
en otras han estado inmersas en ese infierno; pero la mayoría de las veces
no están ni en una cosa ni en la otra.
—Sé a qué te refieres. Precisamente son esas las personas que más asisten
a mis conferencias, pues todas ellas buscan un mundo mejor y no han
perdido la esperanza de encontrarlo.
—Yo me siento como una de esas personas. He conocido el paraíso
cuando era pequeña, estando con mis padres o en algunas ocasiones con mis
amigos; también cuando me enamoré de verdad y, por supuesto, con mis
hijos, cuando eran más pequeños y me decían que me querían. Esta noche
también he estado llamando de nuevo a las puertas del cielo.
Pero en estos últimos años no he sabido dónde se encontraba ese paraíso,
situándome más bien en el mismo infierno. Sé que he hecho la vida
imposible a muchas personas, a mi marido, a compañeros del trabajo, y
todo eso ha conseguido que me encerrase en mí misma, creando una especie
de armadura infranqueable que cada vez me pesaba más y me hundía en la
miseria.
—Sé cómo te has sentido... He conocido a muchas personas con esa
carga. Eso que tú representas tan acertadamente con el ejemplo de la
armadura yo lo he representado en otras ocasiones como un gran crucero,
cómodo y muy bien equipado para hacer una travesía de ensueño; pero que
no puede navegar porque tiene el ancla echada y las embestidas de las olas
terminan por hundirlo.
Quiero pensar que a través de mis conferencias ayudo a las personas a ser
más conscientes de que en muchas ocasiones, para ser más felices, solo hay
que subir las anclas para navegar por el mar de la vida, y a hacerles ver que
todos estamos muy bien dotados para ese crucero de placer.
—Reconozco que, después de haberte escuchado, soy consciente de
muchas cosas que he hecho mal. En estos últimos años he tenido puestas
unas gafas de ojos de mosca, viendo solo excrementos por todos lados. Lo
malo es que cuando alguien venía con la intención de quitármelas para que
viese mejor, sacaba el mono que tú comentabas para defenderme y así
proteger mi visión negativa, como si de un talismán se tratase.
—Me alegro de que recuerdes cosas y de que las hayas asimilado. El
reconocer tus debilidades es el primer paso para superarlas.
—¡Creo que si en lugar de haber estudiado la carrera de Derecho hubiera
hecho Veterinaria, sabría más de los animales y de sus conductas, y puede
que la vida me hubiera ido mucho mejor!
Los dos sonreímos abiertamente.
—Ahora ya sé que tengo que ponerme las gafas de ojos de abeja y que
tengo que aprender a ser la arquitecta de mi vida, pero también he de
confesarte que tengo un poco de miedo a volver a fracasar.
—Cada vez que nos planteamos nuevos retos, surgen ciertas
incertidumbres; pero debes abrir tus velas al viento y levar anclas porque ya
tienes tus cartas de navegación, y has aprendido qué debes hacer cuando
atravieses los temporales.
—¡Debería contratarte como mi asesor personal! Me infundes coraje,
valor y seguridad.
—Es halagador lo que dices, pero has de saber que cada uno debe vivir su
propia vida. No sé si conoces la vida de las águilas y su filosofía sobre la
cría de los aguiluchos.
—No, creo que no. ¡Ya te he dicho que debería haber estudiado
Veterinaria…!
De nuevo sonreímos y nos miramos a los ojos, como reafirmando que
nuestra conversación era abierta y sincera.
—Pues bien, las águilas reales construyen sus nidos en lugares altos y
escabrosos y, cuando van a poner sus huevos, hacen un nido cálido y
cómodo para que sus aguiluchos se críen bien. Durante el periodo de
crianza, los padres los cuidan, les traen el alimento y todos encuentran en el
nido la comodidad y seguridad necesaria para desarrollarse; pero según van
creciendo y desarrollando el plumaje, los padres van quitando algunos
elementos del nido, que antes les permitían estar cómodos, dejando solo
ramas y pinchos, de tal forma que cada vez que los aguiluchos anden o se
acuesten sobre el nido, se sientan incómodos. Así, las águilas incitan a sus
hijos a dar el salto en el vacío para que aprendan a volar. Los padres saben
que ellos ya están preparados y entienden que sus crías deben hacer su vida
y volar sobre las cimas del mundo, procreándose para conservar su propia
especie.
—¡Eres como un volcán en erupción! No soy capaz de digerir todas las
ideas y conceptos que me has dado esta noche, y encima, aún me das más.
—Intento ayudarte a que vueles sin miedo, a que vivas tu vida siendo feliz
y haciendo felices a los demás y, para ello, no debes tener miedo ni
inseguridades.
—Utilizando tus propios términos, si llega la tormenta y me derrumbo, ¿te
puedo localizar?
—Las tormentas te llegarán y no sabrás si te has preparado bien hasta que
las atravieses, y para ello deberías empezar a prepararte desde ahora mismo.
Es vital cuidar tu barco y acondicionarlo lo mejor posible, pues cuanto
mejor equipada vayas para la travesía, menos problemas tendrás durante la
navegación.
—Ya sé que he confundido mi profesión... ¡Incluso de marinero me
hubiese ido mejor!
—Estoy seguro de que como abogada puedes ayudar a muchas personas
que lo necesitan, muchas más de las que eres capaz de imaginar. No es la
profesión en sí lo que importa, sino el sentido que le des a tu profesión.
—¿Tú crees que puedo ayudar más de lo que me imagino? Porque no sé
por dónde empezar.
—¿Sabías que el nombre Miriam viene de María y que significa ‘la
elegida’? Seguro que tú has sido elegida para hacer algo grande en esta
vida.
—¿Hacer algo grande en esta vida?… ¿Yo, la elegida?… Je, je —sonreí
—. Ya quisiera yo ser la elegida para algo importante y con sentido en la
vida, como tú. A pesar de todo, me alegran tanto tus palabras...
—La vida siempre tiene grandes planes para nosotros, muchos más de los
que nos imaginamos.
—¿Tú crees?…
—Sin lugar a dudas; lo sé por propia experiencia. ¿Quién me iba a decir
que yo me encontraría en este momento de mi vida con tanta ilusión y
tantos proyectos? Cuando te enfocas en algo, la vida te ayuda y te aporta
continuamente ideas y nuevos retos.
—La verdad es que se te ve tan ilusionado que rezumas vitalidad por
todos tus poros.
—Ahora estoy muy ilusionado con un nuevo proyecto que tengo en
mente.
— ¿Ah, sí?… —exclamé, con tal curiosidad que seguro que se me
abrieron los ojos e incluso me estremecí en mi asiento—. ¿Y puedo saber
en qué consiste?
—Aún no lo sabe casi nadie; no me gusta hablar mucho hasta que se
vayan materializando las ideas, pues muchas son las que se quedan solo en
ilusiones y que no se realizan, pero, en esta ocasión, quiero poner todo mi
esfuerzo en llevarlo a cabo.
—Como no me cuentes algo mis nervios me van a devorar por dentro.
—Llevo un tiempo dándole vueltas a crear una imagen de la felicidad, una
escultura que represente la felicidad, para colocarla en las ciudades, en
espacios públicos y abiertos donde todos puedan verla para que les recuerde
que la felicidad es importante para ellos y que deben cultivarla.
—¿De verdad?…—le pregunté como anonadada y sin creerme lo que
estaba escuchando.
—He pensado crear una fundación o asociación sobre la felicidad, y la
imagen será el eje principal de la fundación. Sé que hay muchas
necesidades humanas (el hambre, los problemas de la infancia, las
injusticias, la falta de libertades, los abusos a mujeres y mucho más); pero
no puedo olvidar que, en este mundo occidental en el que afortunadamente
vivimos y en el que estamos mejor que nunca, la cantidad de depresiones,
estrés, ansiedades, frustraciones y suicidios está aumentado de forma
exponencial, lo que demuestra que cada vez hay un mayor vacío existencial
en muchos sectores de la población; por ello, quiero llevar esta imagen de la
felicidad a todos los rincones que pueda para recordar que podemos y
debemos ser felices, aunque tenemos que trabajar para ello.
—¡Jolín, qué chulo! Me encanta la idea. ¿Y cómo es esa imagen?
Sacó de su cartera una tablet y se acercó un poco a mí con la intención de
enseñarme algo. Teo no decía nada, y en ese espacio de tiempo, mientras se
encendía el dispositivo, buscaba y encontraba, yo creía que me subía por las
paredes, de la enorme curiosidad que sentía. Por fin encontró lo que quería
y me mostró una imagen, diciéndome:
—¡Mira, esta es la imagen de la felicidad!

Durante un tiempo me quedé mirando y contemplando la imagen, con el


ánimo de fijarme en todos los detalles e intentar averiguar qué representaba.
Una vez que la observé, le dije:
—¡Es un ángel! ¡Me encanta!
—Sí, es un ángel. He querido representar la felicidad a través de la
imagen de un ángel porque ellos son seres de luz que están para ayudarnos
y quieren que seamos felices; ellos nos inspiran si somos receptivos, y
desean siempre nuestro bien.
—¿Y qué representan todos esos símbolos?
—Je, je —sonrió con cierta picardía, como deseando contarme todo su
significado—. Cada símbolo de la imagen representa una idea o concepto,
lo tengo todo pensado. La bola representa el mundo en el que vivimos; la
tierra y las cadenas rotas significan la ruptura con ese mundo; la única
forma de escapar de él es perdonándolo: es entonces cuando encontramos
nuestra libertad, cuando, de alguna forma, podemos empezar a despegar y
volar, que es la intención de los pies, dando la idea de elevarse y dejar atrás
todo lo que nos esclaviza. Por muchas alas que tengas, si estás encadenado
al mundo, no podrás volar y desplegar todo tu potencial.
—Perdona, Teo, pero no veo bien la otra pierna.
—Sí, es verdad, la otra pierna, que ya está elevada, está difuminada; con
ello he querido representar la volatilidad de lo terrenal; es un guiño al lado
espiritual que tenemos. Hay una parte de nosotros que es intangible, que es
nuestra esencia, y el hecho de estar difuminada representa el contacto con
nuestro yo inmaterial y más profundo.
—¡Ah!… Ahora lo comprendo —le respondí mientras seguía observando
la imagen—. Lo del libro en la mano creo que sí lo entiendo. ¿Es el
conocimiento?
—¡Qué perspicaz! Sí, el libro representa el conocimiento verdadero que te
conduce a la plena felicidad. No nacemos sabiendo, hemos venido para
aprender y evolucionar, es vital para nosotros descubrir los mensajes
adecuados que nos conducen a crecer como personas y descubrir quiénes
somos en el fondo. Si no conocemos, no evolucionamos.
—Los símbolos de la otra mano me encantan.
—Todos son importantes, pero estos parecen más llamativos. El farol
representa la luz, la que proyectamos al mundo, la luz que hemos venido a
dar; sin luz todo es oscuridad, y de alguna forma hemos venido a iluminar
este mundo; esto no se nos puede olvidar, pero la luz nace del corazón y
este debe tener sentimientos nobles para que luz pueda verse con claridad.
—Me encantaría poder iluminar; me he quedado con esa idea durante tu
conferencia: ser un faro que transmite luz; pero entiendo que primero debo
poner en orden mi interior y mi vida.
—Sí, es verdad, así debe ser.
—¿Y la paloma representa la libertad?
—En este caso la paloma quiere representar la paz personal: en periodos
de paz es cuando la humanidad progresa y evoluciona; la paz es primordial
para alcanzar la felicidad; tienes que buscar la paz, pero, al igual que la
paloma, esta puede irse o estar a tu lado, dependiendo de lo que le ofrezcas.
—Durante mucho tiempo creo que he estado criando cuervos en mi
entorno y, ya sabes, «cría cuervos y te sacarán los ojos». Ahora estoy
decidida a buscar mi paloma de la paz.
—Je, je —sonrió de nuevo, mirándome a los ojos y comprendiendo bien
el mensaje que transmitían mis palabras y la intención de las mismas—.
—En la cabeza, ¿qué lleva? ¿Una venda?
—Sí, es una venda; como ves, está medio quitada de los ojos, y quiere
representar que con demasiada frecuencia vamos ciegos caminando por la
vida, sin ver ni comprender; necesitamos quitarnos la venda para ver con
claridad, para descubrir la belleza y valorar todo lo bueno que hay a nuestro
alrededor; es como un nuevo despertar, una nueva visión hacia la vida y las
actitudes que nos hacen felices.
—Yo sí he llevado una gran venda en estos últimos años, he ido como una
zombi, parecía un muerto viviente que caminaba; no veía, y sentía que me
alimentaba del sufrimiento de los demás.
—Ahora ya sabes que tienes el poder de quitarte la venda para ver la luz
que ilumina tu vida.
—Sí, lo sé, pero tengo que trabajar para ello; no puedo hacerlo de un día
para otro. Percibo que tu conferencia y esta charla es lo que realmente
necesitaba para empezar esa gran revolución interior que tanto necesito. Sin
lugar a dudas, me ha ayudado a ver con más claridad.
—Yo estoy seguro de que alcanzarás tus propósitos y encontrarás la
felicidad que tanto anhelas.
—Yo también estoy convencida; al menos ese es mi propósito, y me
encuentro decidida a emprender esa transformación, aunque necesitaré unas
grandes alas, como el ángel.
—Sí, es verdad, las alas representan el enorme potencial que hay en todos
nosotros; estas nos permiten elevarnos para emprender todo aquello que
queremos. Representan la fuerza y la determinación, y también representan
tu talento y las capacidades que tienes para llegar a donde te propongas;
pero, recuerda: si estás anclada a la tierra, no podrás volar por muy grandes
que sean tus alas, y todo se quedará en un potencial sin desarrollar.
—¡Cuánta simbología representada en una sola imagen!
—Sí, he intentado pensar en todo aquello que es vital para alcanzar la
felicidad; pero ¿no echas en falta nada cuando miras la imagen?
A pesar de encontrarme abrumada con tantos mensajes y contenidos, no
quería defraudarle o dar la sensación de que no estaba atenta a todos sus
comentarios. Por la forma de preguntarme, sabía que faltaba algo
importante en el ángel, por lo que observé detenidamente toda la imagen.
Nos quedamos en silencio mientras yo me concentraba, hasta que me
percaté de que faltaba algo que me parecía esencial, y seguro que mi cara se
iluminó como la del niño que ha encontrado la respuesta a un acertijo
cuando exclamé con júbilo:
—¡Después de haberte oído hablar en la conferencia, creo que le faltaría
el símbolo del amor!, ¿no?
—¡Bravo, genial! —me dijo, mientras me aplaudía—. La felicidad no
puede existir sin el amor; es el ingrediente principal, y este debe estar
presente de forma significativa.
—Me lo imaginaba —le respondí—; pero no veo cómo está
representado...
—El amor en este ángel se representa de forma indirecta, se refleja en la
sombra, pues la imagen está pensada para que en la noche se proyecte una
luz sobre ella y, al reflejarse su sombra sobre la pared, se vea un enorme
corazón proyectado sobre la misma.
Buscando de nuevo en su tablet, me enseñó otra nueva imagen de cómo
quedarían representados el ángel y su sombra.
—¡Mira…! Su sombra quedaría así.
Durante unos instantes me quedé alucinada contemplando la imagen en su
conjunto; me parecía una representación increíble, muy original y, sobre
todo, llena de significado.
—¡Es fascinante…! —le dije mientras intentaba buscar las palabras que
pudieran describir todo aquello que en esos momento sentía—. Ya tengo
ganas de verla en las plazas de las ciudades.
—Je, je —sonrió, como para agradecerme el cumplido—. Yo también
sueño que todo esto se haga realidad.
—He visto que también tiene estrellas en un ala.
—¡Claro!… No podían faltar las estrellas: representan nuestros sueños,
nuestras metas, pues cuando luchamos por ellos, nos aportan ilusión y
determinación para hacer que el mundo sea cada vez mejor. De día
prácticamente no se ven, pues la gente no se fija en esos detalles; no ve que
en una de las alas está con unas estrellas, pero en la noche, y en el contraste
de la luz y las sombras, la luminosidad de las estrellas se ve reflejada con
fuerza. Además, he querido que sea así para representar que las estrellas
brillan en medio de la oscuridad.
—Me quedo perpleja y sin palabras. Tu creación me parece brillante, y
quiero felicitarte sinceramente por haberlo definido todo de una forma tan
clara en una sola imagen.
—Muchas gracias, Miriam, te agradezco mucho tu cumplido. Me alegro
de verdad de que te guste; aunque, dadas las circunstancias, no sé si eres
totalmente objetiva en estos momentos.
—Creo que cuando se explican los detalles, como tú has hecho, se conoce
el significado de las cosas. Para amar algo debes conocerlo en su totalidad,
y siento como si tú hubieras actuado como un guía personal.
—¡Sí!… ¡Claro!... Se podría decir que ha sido algo así —me dijo,
sonriendo abiertamente.
—Te deseo mucho éxito con la Fundación sobre la Felicidad y la imagen
de la felicidad.
—La verdad es que estoy muy ilusionado; espero que todo ello se pueda
hacer realidad en breve; ya estoy pensando también en cómo financiarlo.
—Puedes contar conmigo como socia de la fundación.
—¿De verdad?…
—¡Por supuesto! Ya tienes tu primera socia, y te aseguro que buscaré más
socios.
—Esto sí que es para mí un regalo caído del cielo.
—¿No dices que cuando das, recibes? —le contesté con firmeza y
seguridad, pues había aprendido sus lecciones.
—Sí, es verdad, es una ley de la naturaleza. Ya veo que estás aprendiendo
muy rápidamente.
Los dos nos reímos abiertamente; parecía que nuestros corazones se
habían sincronizado.
—¡Me infundes una motivación como nadie lo ha hecho anteriormente!
—le dije mientras aún se dibujaba en mi cara una sonrisa.
—Me alegro mucho de tus nuevos impulsos internos; pero recuerda que
es aún más importante mantener ese nivel de motivación a lo largo de todo
el camino. Y no debes olvidar reciclar los conocimientos, pues la gente se
olvida con facilidad de alimentar la mente y el alma para mantener y
mejorar su felicidad, acabando de nuevo en las garras de la infelicidad. En
todos estos años, he visto a muchas personas con esa euforia inicial,
dispuestas a cambiar sus vidas, y después de un tiempo, acaban poniéndose
de nuevo las gafas de ojos de mosca y dejándose atrapar una vez más por
los excrementos de la vida. ¡No debes permitir que eso te ocurra a ti!
—¿Qué puedo hacer para que eso no me ocurra?
—Somos personas de hábitos, y adquirir hábitos nuevos cuesta mucho
trabajo; por eso te sugiero que adquieras el hábito y la determinación de
alimentar continuamente tu mente y tu espíritu. La mente que no se
alimenta adecuadamente al final termina nutriéndose de porquerías y
negatividades, y lo mismo ocurre con el alma. Actualiza tus conocimientos
perennemente con la lectura de libros relacionados con estos temas,
asistiendo a conferencias como las que yo imparto y ya sabes que, gracias a
la tecnología informática, podemos comunicarnos con mucha facilidad.
—Tengo confianza en seguir reciclando el aceite de mi vida para no
quemar mi motor, pues ya sé lo que se siente cuando este se calienta.
—Te veo tan predispuesta que voy a hacerte un regalo para ayudarte con
tu reciclaje.
Seguidamente cogió su maletín, lo abrió y, cogiendo un pen drive, me
dijo:
—Aquí está recogida toda la conferencia de esta noche. Espero que pueda
serte útil y que puedas sacarle partido.
¡No podía creer lo que estaba viviendo! Nunca había visto que un
conferenciante regalase su trabajo tan espléndidamente. Sorprendida, le
contesté:
—Pero aquí están tu trabajo y tu esfuerzo de mucho tiempo, ¿cómo me lo
vas a regalar?…
—Esos conocimientos no pertenecen a nadie en especial, son de la
humanidad y están para hacer más felices a los demás.
—¿Cómo puedo darte las gracias por todo? Primero me salvas la vida y
ahora me regalas esto...
—¿Las gracias?... Soy yo quien debe darte las gracias por permitirme
llevar a cabo mi apreciado cometido. Gracias a ti y a personas como tú yo
me voy más ilusionado, con más ímpetu para poder seguir transmitiendo
mis conocimientos a otras personas. Soy yo el que quiere darte las gracias
de todo corazón porque tú justificas mi existencia y, además, me haces feliz
al permitirme poder ayudarte.
Mientras él hablaba, mis lágrimas brotaban y los recuerdos me invadían.
Parecía increíble cómo yo —que venía de un infierno y había estado tanto
tiempo amargando la vida a los demás— en apenas unas horas recibía las
gracias de un desconocido que además me decía palabras maravillosas que
calaban hondo dentro de mí corazón. Sin lugar a dudas era yo quien estaba
agradecida, pues estaba viviendo y sintiendo lo que era estar al lado de una
persona que proporcionaba luz. Al terminar él de hablar, nos fundimos en
un abrazo lleno de emoción, y mientras me despedía le dije:
—Ahora creo lo que dicen los demás: ¡realmente eres un enviado de Dios!
Regalando felicidad y disfrutando plenamente de
la vida

En toda esa noche no pude dormir. Mis pensamientos —a veces


contradictorios— me desbordaban de tal manera que me sentía muy
alterada y emocionada; tenía grandes deseos de que llegara el nuevo día
para poner en práctica todo lo que había aprendido. Comprendí entonces lo
que Teo quería decirme cuando me hablaba del impulso que lo llevaba a
emprender nuevas acciones; esas emociones me permitían sentirme
ilusionada y esperanzada ante el futuro.
Pero, por otro lado, esa noche también me sentí algo frustrada, porque
pude ver claramente que toda mi vida había sido encauzada a un destino
que no me llevaba a ninguna parte, salvo a la desesperación y la desdicha.
No me resultaba nada fácil reconocer que había estado equivocada durante
tantos años. Todo aquello en lo que había creído y por lo que había
trabajado en el pasado se había desmoronado. Cuando una construcción no
se soporta sobre una base firme, sufre fisuras y continuamente tienes que
poner parches para mantener el edificio. La verdad es que en ese periodo no
había sabido ser feliz.
Supe en ese momento que mi vida había sido el resultado de mis
elecciones, de mis decisiones y, sobre todo, de mis creencias. ¡No debía
quejarme!... De alguna manera, me había convertido en todo lo que había
soñado cuando era más joven; el único problema era que no me gustaba
nada lo que estaba viviendo.
Gracias a la conferencia entendí que mi vida necesitaba un cambio radical
—aunque cambiar a partir de los cuarenta años no es especialmente sencillo
—; pero sabía que aún era mucho peor no hacerlo, y más cuando casi todo
lo que me rodeaba era un auténtico desastre. Pensar que gran parte de mi
existencia había sido un error y un fracaso era un shock demasiado fuerte
para una persona como yo... ¿De qué sirve ser inteligente si no eres feliz?…
Acababa de comprender que la única persona que es inteligente es aquella
que logra ser feliz en su vida.
Aunque mis pensamientos habían estado nadando durante toda esa noche
en un mar de sentimientos contradictorios, me levanté sin ningún esfuerzo,
totalmente animada y muy descansada. Quería tener tiempo para pensar y
aclarar mis ideas, pues no estaba dispuesta a volver a equivocarme, y menos
ahora que sabía cómo regalarme felicidad.
Mi único problema en esos momentos era que, durante el resto de la
semana, tenía muchos compromisos programados que no podía eludir, por
lo que tendría que esperar a que llegase el fin de semana para concentrarme
detenidamente en los aspectos importantes y poder planificarlos con calma.
Estaba impaciente por que llegase el sábado; así podría disponer del tiempo
necesario para poder pensar tranquilamente y empezar a organizar una
nueva vida...
Mucho antes de que llegase el sábado, sabía con total precisión que
inicialmente debía centrarme en dos aspectos que me ocurrían y que
consideraba básicos para poder empezar: en primer lugar, debía quitarme
las gafas de ojos de mosca que casi siempre me acompañaban. De forma
simbólica, cogí mis gafas de trabajo y las de sol y las limpié a conciencia
para materializar que empezaba a cambiarlas por gafas de ojos de abeja. Así
intentaba interiorizar que cada vez que me pusiese mis gafas, tendría una
visión positiva de las cosas y de la vida.
Para reforzar mi tesis, me acercaba con frecuencia a mis plantas para
olerlas, a la vez que pensaba que estaba empezando a actuar como una
abeja que prefiere quedarse con el lado alegre y divertido de las cosas.
Pasados unos días, decidí comprarme unas nuevas gafas que representaran
una nueva visión cargada de optimismo y vitalidad: era un símbolo que me
ayudaba a recordar e interiorizar los nuevos conceptos que había aprendido.
En segundo lugar, tenía que controlar mis arrebatos, es decir, mi mono
rebelde. Me imaginé que había dejado encerrado a mi mono en una jaula de
donde no podía escapar, y al lado le dejaba un látigo terminado en bolitas
estrelladas por si se le ocurría salir. Así llegué a creer que lo tenía
controlado.
Con estos dos pensamientos y una nueva actitud, me fui a trabajar.
Recuerdo especialmente esos primeros días porque, aunque parezca
mentira, noté algunos pequeños cambios que me sorprendieron
agradablemente. Saludé a todo el mundo, di los buenos días y procuré
fijarme en el lado positivo de las cosas, notando que, aunque la gente me
miraba con cierto aire de escepticismo, como diciendo: «¿Es la misma?»,
«¿Qué estará tramando ahora?», lo cierto es que todos se mostraban más
amables y sonrientes que de costumbre.
Por fin llegó el tan esperado fin de semana, y lo dediqué a pensar y
reflexionar. Quería ser de nuevo la arquitecta de mi vida, y empezar a tomar
decisiones que pudieran hacerme más agradable ante los demás y mejor en
mi vida personal. Mis primeras reflexiones iban encaminadas a qué cambiar
para ser más feliz y a cómo provocar esos cambios de la mejor forma
posible.
No era una pregunta fácil de responder, y eso que ya estaba totalmente
convencida de la necesidad de realizar esos cambios. Decidí que lo primero
era intentar aclarar y resolver los problemas que tenía y que consideraba
más importantes, y que eran, sin lugar a dudas, los relacionados con mi
familia.
En un acto de sinceridad conmigo misma, descubrí que aún quería a mi
marido y que yo era la única culpable de todo lo que había ocurrido. Sabía
que, ante la ley y ante los demás, tenía motivos justificados para iniciar el
divorcio, pues había sorprendido a Sam con otra mujer, aunque en el fondo
no podía olvidar que era yo quien había comenzado con los engaños y
deslices.
Ahora Sam estaba viviendo con Sara, y parecía que les iban bien las cosas
o, al menos, mejor que en nuestra última etapa juntos. Sabía también que su
único problema actual era yo, que me había obsesionado con hacerle la vida
imposible.
Recordando lo que había aprendido con Teo cuando se refería a que «la
felicidad es directamente proporcional a lo que das», decidí ponerlo en
práctica. Así que me reuní con Sam para decirle que había decidido cambiar
y anular el trámite del divorcio, que ya no quería hacerle más daño y que
solo deseaba que pudiéramos llevarnos bien y organizarnos mejor con los
niños. Como prueba de ese cambio de actitud, le comenté que, a partir de
ese momento, podría ver a sus hijos siempre que quisiera. Aunque,
sorprendido por mi nueva actitud, pude apreciar cómo se le iluminaba el
rostro de alegría y se le escapaba alguna manifestación de alivio.
A pesar de que él también deseaba una mejor relación conmigo y el
divorcio para casarse con Sara, se mostró un poco escéptico y extrañado al
recordar las duras peleas que habíamos tenido; pero, al ver mi reacción tan
sincera y convincente, no dijo nada de continuar con nuestra separación
formal, pues no estaba preparado para entender aquel cambio. Por último, le
dije que entendía por qué estaba con otra mujer y que no se lo reprochaba,
contándole que yo también lo había engañado con otras personas. Si bien no
dijo nada al respecto, me pareció intuir que ya lo presentía.
Igualmente, me reuní con mis hijos, les conté todo lo relacionado con la
conferencia y que esta me había hecho pensar en muchos aspectos y
actuaciones de mi vida. Les dije que me había dado cuenta de los muchos
errores y equivocaciones que había cometido, dándoles a entender que
muchas cosas estaban empezando a cambiar para la estabilidad y felicidad
de todos.
En primer lugar, les manifesté que en los últimos años no les había
demostrado lo importantes que eran para mí. Mis problemas —el divorcio,
el trabajo y las disputas con su padre— me habían desviado de lo que
realmente era importante y no les había dedicado la atención que merecían.
También pude darles detalles de la reunión que había tenido con su padre,
contándoles lo que ellos ya sentían: que reconocía que yo era la culpable de
nuestra ruptura y de los trámites del divorcio, y que a partir de ese momento
tendrían libertad para poder ir a verlo siempre que quisieran, e incluso
invitarlo a casa, todo sin restricciones en cuanto a días, horarios o
vacaciones.
Cuando terminé de hablar, mis hijos se lanzaron hacia mí como nunca lo
habían hecho, me abrazaron con fuerza, nos emocionamos y lloramos de
felicidad. Recuerdo aún sus palabras: «¡Gracias, mamá!». Esas gracias, que
salieron directamente de sus corazones, se clavaron en mi alma y yo las
recibí como una inyección de amor que inundó todo mi ser de una inmensa
alegría. Hacía tiempo que no recibía una manifestación de amor como
aquella, y ¡bien sabe Dios que mi corazón lo necesitaba como un bálsamo
para curar mis heridas! Me empezaba a funcionar lo que decía Teo: «La
felicidad es directamente proporcional a lo que das».
A partir de ese encuentro, mis hijos empezaron a llamar a su padre con
más frecuencia, se fueron más con él e incluso vino a visitarnos muchas
veces. Yo gané dos hijos que parecían ignorarme. Tuve la alegría que se
siente cuando dejas que un pájaro vuele libremente y él decide regresar
continuamente a su nido porque es allí donde quiere vivir.
Los días transcurrían y sentía que nunca antes había tenido a mis hijos tan
cerca de mí. Al principio, todavía me miraban con cierto escepticismo; pero
parecía que los problemas y enfrentamientos que habíamos tenido iban
disipándose como una niebla cuando entran el sol y un poco de aire fresco.
Desde nuestra conversación, mi hija Esther no paraba de decirme: «Mamá,
¡qué bien se está cuando se está bien!»; y mi hijo Quique, por su parte,
empezó a manifestar una alegría y a lucir una sonrisa en la cara que aún no
ha perdido.
Gracias a que nuestra comunicación familiar mejoró extraordinariamente,
yo les comenté los detalles de la conferencia que habían producido el
milagro en mi vida; incluso les enseñé toda la conferencia que Teo me había
dado en el ordenador, con el fin de que ellos se quedaran con los conceptos
fundamentales. Ese momento fue algo entrañable y mágico, pues yo
actuaba como guía, explicándoles las hojas de la margarita, hablábamos y
debatíamos sobre las ideas que leíamos y los retos que nos surgían.
A medida que pasaban los días, seguíamos opinando y comentando sobre
los fundamentos de la felicidad, de tal forma que en muy poco tiempo nos
vimos envueltos en un ambiente familiar entrañable y muy cálido; todos
asumimos el objetivo de ser cada día más felices y hacernos felices entre
nosotros. Podría decirse que anteriormente mi casa era como un terreno
árido y seco donde no crecía nada, y que después de una lluvia fina pero
continua, las flores renacieron y llenaron de color todo el campo.
Toda esa atmósfera de felicidad empezó a transcurrir por cauces que no
hubiera imaginado ni en el mejor de mis sueños. Toda mi ira se esfumó
cuando aprendí a perdonar. Mi nueva actitud desembocó en que seis meses
más tarde Sam y yo volvimos a formar una familia. Este reencuentro me
produjo una gran alegría, aunque lo lamenté por Sara, pues era una buena
persona y creo que no se merecía una experiencia como esa; pero Sam y yo
no habíamos dejado de querernos y los dos pensamos que debíamos darnos
una segunda oportunidad, —como Dios hizo con Teo en su sueño—. El ver
a mi familia unida y feliz me hizo visualizar un nuevo horizonte más claro y
resplandeciente.
Un año después, mi vida tenía un rumbo totalmente diferente. Mis sueños
y prioridades se habían transformado, y eso hacía que estuviese cada vez
más incómoda en mi empresa, por lo que decidí dejarla después de un
acuerdo favorable para ambas partes. Comprendí que la cultura y el
ambiente de mi trabajo me habían influido negativamente, y ya no me
sentía identificada con sus valores y políticas comerciales.
Poco después empecé a trabajar como asesora legal y fiscal para una
ONG, aunque últimamente hago otras muchas tareas. No les cobro por mis
servicios, pues es una forma de decir que estoy agradecida a la vida por
todo lo que ella hace ahora por mí. Estos compromisos los compagino
realizando a la vez cursos de formación en la empresa de Sam.
Mi experiencia como directiva y mi nueva perspectiva sobre los recursos
humanos se complementan muy bien con las necesidades formativas de las
organizaciones. Ahora, cada vez que doy un curso, me acuerdo de Teo e
intento imitarle procurando comunicarme igual que él, de una forma clara y
sencilla, con el espíritu de no imponer nada y deseando que sean los propios
participantes quienes encuentren las respuestas. Siento que cada vez
desarrollo mejor esa actitud, y cada día me gusta más este trabajo de
formación.
Otra de las alegrías que sentí fue que pudimos contratar a Julio para
nuestra organización. Cuando lo llamé para comentarle que queríamos
contar con él, fue una de las mayores alegrías que me he llevado, pues en
esos momentos estaba hundido y deprimido, ya que no había podido
rehacer su vida; se sentía culpable ante su familia y amigos por lo sucedido,
y ese es un lastre demasiado pesado. El ver que volvía a tener una
posibilidad de ser útil a la sociedad le hizo sentirse como un pájaro que de
nuevo pudiera volar.
A pesar de todo, él me decía que qué iba a contar a los demás... Yo le dije
que contara su experiencia y sus errores para que otros no los cometieran, y
que todos necesitamos una segunda oportunidad. Creo que él hubiera
venido sin cobrar; con el hecho de que contara con él, ya se sentía pagado;
pero yo tenía claro que había que pagarle, por dignidad. Al final se
convirtió en uno de los formadores más demandados. ¡Qué alegría tan
grande saber que puedes ayudar y a la vez iluminar la vida de los demás! Yo
tenía una deuda personal con él, y cuando se incorporó, mi corazón se
alivió.
Gracias a la ONG con la que colaboraba, hemos podido viajar toda la
familia a la India para sensibilizarnos con los más desfavorecidos y conocer
los proyectos que se están realizando para mejorar su calidad de vida. He
visto de cerca el infierno en el que viven otras personas y, al verlo, me he
sentido afortunada por todo lo que tengo y no siempre he sabido apreciar.
Por primera vez, me siento plenamente realizada como persona, como
esposa, como madre y como profesional en mi trabajo. He podido encontrar
el equilibrio que tanto necesitaba...
Muchas personas que me conocen no cesan de decirme que no pueden
creerse el cambio que he sufrido, y es verdad: yo también estoy muy
sorprendida; pero cuando has estado en las tinieblas y has vivido allí una
temporada, sabes muy bien que no quieres volver. Cualquier esfuerzo que
hago me parece poco si con ello evito que vuelvan a repetirse mis
experiencias amargas.
A pesar de todo, en algunas ocasiones se me ha escapado el mono y me he
puesto las gafas de ojos de mosca, pero en nuestra familia bromeamos con
ello. A Quique se le ocurrió la idea de dibujar una jaula y cuatro monos con
el nombre de cada uno, y colocamos los dibujos en el tablón que hay en la
cocina, simbolizando que tenemos a todos nuestros monos encerrados.
Cuando alguno de nosotros se enfada, un poco acaloradamente se le entrega
su mono, para recordarle que se está dejando llevar por él. En cierta
manera, ya los tenemos domesticados a casi todos, aunque a Esther y a mí
nos está costando un poco más, pues nuestro carácter es fuerte y no siempre
es fácil acallarlo.
Yo he seguido leyendo cosas relacionadas con la felicidad y siempre
encuentro nuevas ideas y perspectivas que comento en la familia; así
procuramos seguir reciclando nuestros conocimientos, como si
cambiásemos el aceite al motor de nuestras vidas. Últimamente he
comprado faros para recordarnos a todos que debemos dar luz en la
oscuridad, y algunas noches especiales ponemos velas en su interior para
que brillen y nos den luz.
También he empezado a ir a la iglesia; he vuelvo a encontrar mi
espiritualidad. ¿Cómo no voy a encontrarla si he sido el testigo principal de
cómo se ha producido en mí un gran milagro? ¡Eso no puedo olvidarlo! Voy
con la actitud que aprendí de Teo, dando gracias a Dios por todo lo que
recibo, y no juzgo: solo voy para agradecer y recordarme que todos tenemos
un lado espiritual que hay que cuidar y alimentar.
Mi familia aún no me acompaña, pero sé que están expectantes y me
preguntan sobre ello. Yo siempre les digo: «Hace poco yo no estaba segura
de que Dios existiese; pero, en un acto de desesperación, él me mandó un
ángel que cambió mi forma de ver la vida, y por eso voy a darle las
gracias». No intento convencerles para que vengan conmigo, pues estoy
segura de que les llegará su momento, como a mí me llegó el mío.
De mi amigo Teo tengo un recuerdo maravilloso, tanto en mi mente como
en mi corazón. Me enteré por Belén de que había fallecido recientemente:
un día ya no se despertó; me comentó que murió en su cama sin
sufrimiento, y aquellos que lo conocimos tenemos la impresión de que ya
ha pagado la deuda de su sueño con Dios. Lloré tristemente por su
irreparable pérdida, mi corazón se desgarró. ¿Cómo es posible querer a
alguien al que tan solo has conocido unas horas? Dicen que no hay nadie
insustituible, pero yo creo que algunas personas sí que lo son.
Soñaba con que pronto pudiera venir a Madrid, y presentarle a toda mi
familia para decirle con orgullo: «Teo, esta es mi familia y tú has hecho
posible que hoy estemos juntos y seamos una familia feliz. Cuando vuelvas
a estar de nuevo ante el Señor, dile que, al menos, has podido salvar a una
familia haciéndola más feliz». También sé que Teo no necesitará una tercera
oportunidad y que el Señor sabe que ha cumplido con su propósito, siendo
digno de estar ahora a su lado.
Desde que mi amigo Teo ya no está con nosotros transmitiendo sus
mensajes de felicidad, sus palabras resuenan con más fuerza en mi interior.
Una de las cosas que no soy capaz de quitarme de la cabeza es cuando me
comentó que mi nombre significaba ’la elegida’. En un principio, eso no me
decía nada especial; pero, tras su ausencia, todo cobró un impulso mayor,
máxime cuando descubrí por casualidad que su nombre, Teodoro, significa
‘regalo de Dios’. Desde luego, para mí sí que lo fue, y estoy segura de que
no hubiera podido recibir un mejor presente.
A partir de ese momento, empecé a pensar que quizás, en algunos casos,
nuestro nombre nos da una orientación sobre el propósito de la vida, por lo
que no paraba de preguntarme: ¿podría ser yo la elegida?; pero ¿para qué?
Estas dudas no dejaban de martillear constantemente dentro de mí. ¿No
sería todo casualidad? ¿Acaso yo era una elegida con un propósito especial?
Pronto vislumbré que mi vida había adquirido un nuevo sentido y me vi
con el compromiso de seguir transmitiendo el mensaje de Teo, como si se
tratase de una antorcha que debe ir pasando de unos a otros para que todos
sigan viendo su luz; además, había comprobado por mí misma la eficacia de
sus palabras, lo que me permitía tener aún más fe en continuar con su
proyecto.
Aprovechando la información que Teo me regaló, donde venía toda su
conferencia, y complementándola con mis anotaciones y mi transformación
como persona, he querido escribir este libro para que el conocimiento no se
pierda y en homenaje a su memoria, como documento escrito para mis hijos
y mi familia, y para todas aquellas personas que quieran mejorar su
felicidad, con la esperanza de que puedan tener una guía que les permita
regalarse felicidad.
También he empezado a dar conferencias sobre la felicidad en el trabajo;
Sam y yo hemos creado un seminario para llevar la felicidad a las
organizaciones, tanto a directivos como a empleados. Hemos adaptado los
principios de la felicidad para hacerlos compatibles en las empresas, y la
verdad es que estamos encantados con la aceptación que están recibiendo.
Y es que todos queremos ser más felices, tanto en el ámbito personal como
en el laboral; además, todos sabemos que los trabajadores felices son más
productivos y creativos.
Por otro lado, empiezan a llamarme para hablar en diferentes foros de
todo tipo sobre los principios de la felicidad; cuento mi historia, el apodo
que me tenían puesto en el trabajo y mucha gente se ve identificada; es un
placer para mí poder iluminar un poco la vida de los demás y difundir el
mensaje que yo aprendí y que tanta felicidad me ha aportado.
¿Creen en las casualidades? ¡Yo ya no…! Las cosas te llegan cuando
tienen que llegar y estás preparada para ello. Hace poco, paseando por las
calles de Madrid, me paré ante un escaparate muy atractivo de decoración y
regalos; me llamó la atención y me quedé un momento para verlo; para mí,
algunos escaparates tienen un imán tal que no puedo resistirme ante su
encanto.
Después de observarlo un rato, me fijé en que en segundo plano había un
ángel blanco, sonriente y con una estrella; parecía que me miraba e incluso
me llamaba; a mí me pareció precioso. Como es lógico, me invadieron los
recuerdos del ángel de Teo, y me pregunté qué habría pasado con su
proyecto y su fundación. No pude resistir la tentación y pasé a la tienda para
comprarlo; esa imagen me hablaba y presentía que estaba allí por mí; la
llevé a casa y a todos nos encantó, y a mí me trajo muchos recuerdos...
A los dos días recibo una llamada de Belén y me dice que están cerrando
y organizando las cosas de Teo y que se han encontrado la documentación
de la Fundación para la Felicidad. Él no llego a crearla, pero lo tenía todo
escrito y documentado. Belén me dijo que, dado que él hablaba tanto de mí,
pensaba que podía interesarme seguir con el proyecto y su fundación, y que
además, de momento, era la única socia de la organización.
No podía creérmelo: yo, que había sido una agnóstica reconocida y
defensora del concepto de que Dios no existe, ahora me elegían para crear
una fundación sobre un ángel de la felicidad.
¡Qué curioso es el destino! Por supuesto que le dije que sí, que era para mí
un honor y un auténtico placer seguir y poner en marcha la fundación o la
asociación, que me mandara toda la documentación y las imágenes para ver
en qué punto se encontraba.
Desde entonces estoy aún más ilusionada; mi familia está encantada,
todos nos hemos repartido responsabilidades y obligaciones para sacar
adelante la imagen de la felicidad y ponerla en todas las ciudades en las que
podamos y nos lo permitan. Espero que en breve podamos tener nuestro
primer ángel con el fin de poder regalar felicidad.
Ahora la vida me ha vuelto a sonreír; cuando tomas las decisiones
adecuadas y aprendes a pensar adecuadamente, todo tu mundo se
transforma y parece que el universo conspira a tu favor. He aprendido a
disfrutar de mi familia y de mi trabajo y estoy superilusionada con mis
proyectos de futuro. En todo este proceso, he aprendido que no puedes
hacer felices a los demás si tú no eres feliz en primer lugar, y entiendo el
mensaje de Teo cuando se refiere a: «Regálate felicidad y disfruta
plenamente de la vida, para poder regalar felicidad a los demás».
Cuarta parte:
Los test sobre la felicidad
¿Qué te hace feliz?

Los quince factores que más feliz hacen a la gente

Como complemento a este texto, quiero exponer y reflexionar sobre las


respuestas que han dado a la pregunta ¿qué te hace feliz? Cincuenta y
cuatro personas de diferentes puntos del planeta, que aparecen en mi página
web: www.regalatefelicidad.com/que-te-hace-feliz
Desde hace tiempo quería saber qué responde la gente de forma natural y
espontánea a dicha pregunta, sin que haya condicionamientos ni preguntas
dirigidas, es decir, que cada uno exprese con sus propias palabras aquello
que realmente le hace más feliz.
Todas las respuestas son públicas y se puede ver cada uno de los
comentarios; además, la pregunta sigue abierta, de tal forma que cualquiera
puede dar su opinión en cualquier momento que lo desee.
No voy a exponer aquí todos y cada uno de los textos, a pesar de que
algunos pueden resultar conmovedores y entrañables.
Características de la encuesta:
• Era una encuesta libre y voluntaria.
• No se ha seleccionado a nadie en particular, ni a ningún colectivo en
concreto.
• Tampoco se ha condicionado por cuestiones de género o de edad.
• Se ha hecho pública a través de la propia página web y de redes sociales.
• Se buscaba diversidad de opiniones, creencias, estados civiles y una gran
variedad de características sociales y económicas.
Para aclarar aún más las características, expongo el texto que aparece en
la web antes de rellenar la encuesta:
Quiero escribir un nuevo libro sobre la felicidad y deseo que la realidad y los comentarios
de las personas formen parten de esta publicación. Tu aportación y colaboración es muy
valiosa para este proyecto.
Este apartado pretende conocer las cosas que te hacen feliz, y que tus respuestas me ayuden
a comprender los motivos que hacen felices a las personas.
Estoy buscando a 1000 personas que me cuenten qué cosas les hacen felices.
¿Quieres formar parte de esta iniciativa? Solo tienes que contestar unas preguntas
sencillas; te llevará solo un minuto (máximo 300 caracteres).
También necesito que fotografíes tu felicidad —pues una imagen vale más que mil palabras
— y envíes la foto junto con el cuestionario (es un requisito imprescindible).
Tus aportaciones se incluirán en esta página, donde podrán ser visualizadas por todo el
mundo.
Recuerda que tus comentarios pueden inspirar a otras personas.
Estoy buscando opiniones de hombres, mujeres, padres, hijos, casados, solteros,
divorciados, trabajadores, estudiantes, parados, amigos, desconocidos, españoles,
extranjeros…
Si te ha gustado este apartado, ayúdame a buscar a más personas!
¡Muchas gracias por tu colaboración!

Soy consciente de que esta aportación no es lo suficientemente amplia ni


tiene un rigor científico como para tomarla como referencia ni como hecho
consumado de que estos datos sean toda la verdad sobre la felicidad; pero
también es cierto que muchos de los datos aquí expuestos coinciden y van
en la línea de otras encuestas llevadas a cabo con mayor rigor y pluralidad;
en cualquier caso, estos datos pueden servir como una referencia con la cual
uno pueda sentirse identificado con los datos aquí reflejados.
Para saber cómo se han baremado las encuestas y las aportaciones, lo que
se ha hecho ha sido otorgar un punto a cada uno de los factores que cada
persona ha reflejado en sus preguntas (algunas personas han puesto tres o
cuatro factores), y a cada uno de ellos se le ha dado un punto que sumaba
con los puntos de las otras personas, sin valorar inicialmente intensidades o
prioridades, dado que eso no se reflejaba en la pregunta inicial.
En primer lugar, hay que decir que los hombres han sido más activos,
constituyendo un 57,41 % del total, mientras que las mujeres solo han
representado el 42,59 %.

Con respecto a los grupos de edad, se puede ver que los que más han
participado son los de edades comprendidas entre los 50 y 60 años, con
35,19 %, seguidos del grupo de 40 a 50, con un 25,93 %. Los demás pueden
verse en el gráfico:
A continuación se adjunta la tabla tabulada de todos los factores que han
aparecido en la pregunta ¿qué te hace feliz? La tabla está diferenciada en
tres partes: la valoración global o general, la opinión de los hombres y la de
las mujeres.
Como se desprende de esta tabla, hay diferencias, a veces significativas,
entre lo que piensan las mujeres y los hombres, y su posición determina lo
importante que es cada factor para cada uno de ellos.
Quiero resaltar que los 4 factores más valorados de forma general son:
1. Familia
2. Amigos
3. Hobbies
4. Hacer felices a los demás
Como se aprecia en esta tabla, los aspectos sociales tienen una
importancia capital de cara a tener una vida plena y feliz, tal y como se ha
comentado a lo largo del libro.
Como anécdota, cabe destacar que me ha llamado la atención en la
encuesta femenina el factor tomar chocolate como uno de los elementos que
proporciona felicidad (quiero creer que en momento puntuales).
Por lo demás, que cada uno saque sus propias conclusiones y haga sus
propias valoraciones.
Si el lector está interesado en rellenar la encuesta o ver las opiniones de
otras personas, puede acceder también a través de este enlace:
www.regalatefelicidad.com/que-te-hace-feliz
Encuesta sobre la felicidad ¿Qué nivel de felicidad dicen las personas
que tienen?
Esta es una segunda encuesta que he realizado a los visitantes y
simpatizantes de mi página web.
Otro de los aspectos que considero importante reflejar en este libro es la
opinión simplificada sobre diferentes aspectos de la felicidad que han
manifestado voluntariamente las personas al rellenar la encuesta que
aparece en mi página web (www.regalatefelicidad.com/encuesta-la-
felicidad-general), en la que se analizan distintos factores y consideraciones
sobre la felicidad. Esta encuesta sigue abierta y activa, por si alguno de los
lectores se anima a cumplimentarla. Hay que señalar que la encuesta es
anónima y voluntaria.
Es necesario volver aclarar que estos datos no pueden tomarse como un
estudio serio sobre la felicidad, dado que no son suficientes como para sacar
conclusiones fiables, a pesar de que muchos datos coinciden con otros
estudios más serios que se han realizado sobre el mismo tema. La
información que aquí se expone representa la opinión de 91 encuestas
(personas) de diferentes edades y género que a su vez viven en 13 países,
especialmente de Latinoamérica.
Lo que aquí se describe será un resumen sobre los aspectos que considero
pueden interesar más al lector y aportarle una mayor información, dado que
las variables que podrían sacarse son muchas y variadas. Antes de
continuar, es necesario reflejar las características de esta segunda encuesta
con el fin de que se tengan en cuenta a la hora de analizar los resultados:
• Es una encuesta libre y voluntaria.
• Se rellena única y exclusivamente a través de internet.
La encuesta al ser cerrada y solo se pueden rellenar los campos que
aparecen; no se admiten opiniones personales, dado que sería difícil
tabularlas. Es una encuesta dirigida exclusivamente a mayores de edad. La
encuesta solamente se puede rellenar en español. El nivel de puntuación en
las valoraciones va de 0 a 10. No se ha seleccionado a nadie en particular, ni
a ningún colectivo en concreto. Se ha hecho pública a través de la propia
página web y a través de redes sociales.
Datos resumidos de la segunda encuesta

Se adjuntan los datos lo más resumidos posible, algunas veces de forma


conjunta, como el nivel de felicidad, con el fin de ser más claros y
específicos. A todos aquellos ítems que no superan el 10 % de
representación global se les ha quitado la valoración del nivel de felicidad,
dado que no hay representación suficiente y estos pueden confundir y
desconfigurar aún más la realidad.

Representación geográfica

Los países que han participado en la encuesta, con sus respectivos


porcentajes de participación, son:
Los países participantes, de forma más detallada, son:
España ha sido el país más activo, debido fundamentalmente a que son
muchas más las personas que conocen y tienen referencia del autor a través
de redes y otros medios de divulgación.

Grupos de edad

Los grupos de edades que se han definido para la encuesta son:


Los menores de 30 han sido los que más han participado, lo que tiene
cierta lógica dado que ellos manejan bien las redes sociales e internet. A su
vez, son los que dicen que tienen mayor nivel de felicidad.

Género

Los aspectos de género también se han considerado importantes, siendo


estos los datos:

Se aprecia que las mujeres han sido más activas y participativas en esta
encuesta y han tenido menos problemas a la hora de reflejar su opinión.
Parece que las diferencias sobre el nivel de felicidad no son muy
significativas, siendo este ligeramente superior en los hombres.

Estado civil

Se ha considerado importante saber el estado civil de las personas, pues este


puede afectar al nivel de felicidad que pueden tener.

Se aprecia que las personas casadas manifiestan tener un nivel de


felicidad superior a los demás.

Creencias

Es oportuno preguntar sobre el nivel de creencias por si este concepto


puede intervenir en el nivel de felicidad, como así se ha reflejado en otros
estudios. Estos son los datos que se han obtenido:
En esta encuesta no se aprecia una diferencia significativa como para
extraer conclusiones sobre la relación entre el nivel de felicidad y las
creencias personales.

Actitud

Se considera que la actitud es un factor determinante para el nivel de


felicidad que se puede llegar a tener, y estos son los datos que se han
obtenido:
Como se aprecia de forma significativa, hay una gran diferencia entre el
nivel de felicidad de los pesimistas y el de los optimistas; estos últimos se
sienten mucho más felices y así lo reflejan.

¿Cuál es el nivel de felicidad actual?

Es evidente que cada uno de los que han rellenado la encuesta ha


manifestado un nivel de felicidad diferente, pero la media entre todas las
respuestas es la siguiente:

Entre las respuestas, sorprende que más del 10 % se haya valorado entre
el 0 y el 3. La media obtenida es prácticamente igual que el nivel de
felicidad que tienen los españoles.

¿Cuál es el nivel de salud en general?

Así se valora el nivel de salud:

Hay una opinión generalizada, que se suele expresar así: «Yo lo único que
pido para mí y para los míos es salud»; sin embargo, vemos que el nivel de
salud está por encima del nivel de felicidad. Aun siendo la salud
importante, es evidente que valoramos otros aspectos de cara a sentirnos
felices.

Tú nivel económico lo consideras...

Los aspectos económicos siempre salen a relucir en temas de felicidad. Esto


es lo que refleja la encuesta:

Se puede decir que el nivel económico está por debajo de la media del
nivel de felicidad; en cierto modo, se podría interpretar que —aunque no
tenemos todo aquello que nos aporta más comodidad— de alguna forma
sabemos valorar lo que tenemos.

¿Piensas que en el pasado fuiste feliz?

Se ha considerado importante ver la impresión que tenemos sobre nosotros


mismos en el pasado, con respecto a la felicidad. Estos son los datos:

La mayoría piensa que en el pasado fue más feliz que en el presente. En el


presente la media es de 6,87.
¿Piensas que en el futuro serás más feliz que ahora?

También se ha considerado importante ver lo que pensamos sobre nuestra


felicidad en el futuro. Esta es la media:

La mayoría tiene muchas esperanzas de que en el futuro será mucho más


feliz que en el presente. Esta media es superior al nivel de felicidad actual.

¿Normalmente tus pensamientos y expresiones tienen tendencia a ser


positivos?

Dado que nuestros pensamientos condicionan nuestra felicidad, es


importante valorar los pensamientos positivos de los encuestados.

Por lo que se desprende de los datos, solemos pensar en positivo. Este


dato va en consonancia con las respuestas que se han dado sobre el
optimismo.

¿Unas relaciones sexuales satisfactorias contribuyen a mejorar tu


felicidad?
Muchos conflictos y traumas tienen su origen en temas sexuales; por ello es
importante saber si esos temas afectan al nivel de felicidad, y este es el
resultado:

La media nos dice que las relaciones sexuales contribuyen de forma


significativa a mantener un nivel de felicidad satisfactorio. Curiosamente,
es uno de los factores que más 10 han obtenido en ambos géneros.
Se ha indicado la opinión de hombres y mujeres por separado, dado que
en este apartado suele haber muchos mitos y confusiones.

¿Sueles preocuparte por las situaciones o acontecimientos?

Esta es la media de este apartado:

Se aprecia que hay una ligera tendencia a preocuparse por los


acontecimientos, circunstancia que suele robar felicidad.

¿Tienes tendencia a estresarte?


El estrés también es un componente importante de la felicidad. Así se
valora:

Estamos ligeramente estresados, pero a un nivel más bajo que las


preocupaciones.

¿Sueles tener miedos o temores?

Los miedos también son claves en la felicidad. Así se valora:

Parece ser que en la encuesta dice que los miedos están ligeramente
controlados, pero por encima de 5 puntos.

¿Sabes controlar tus emociones negativas?

Las emociones negativas son ladrones de felicidad, y así es como se ven los
participantes de la encuesta:
Este dato nos sugiere que no controlamos demasiado las emociones
negativas, y, como es lógico, nos dejamos arrastrar por ellas, robándonos
felicidad.

¿Las decisiones políticas afectan a tu felicidad?

Suele ocurrir que, en algunas ocasiones, les echamos la culpa de nuestros


problemas a los políticos. Así es como piensan en esta encuesta:

Como se aprecia, las decisiones políticas no afectan mucho a la felicidad


personal. Es de las pocas puntuaciones que están por debajo del 5.

Las 10 conclusiones más relevantes de la encuesta

De todo lo expuesto se puede concluir:


• Que el nivel medio de felicidad es de 6,87.
• No hay diferencias significativas de felicidad entre mujeres (6,77) y
hombres (7,00), siendo el nivel ligeramente superior en los hombres.
• Que los optimistas (7,63) son mucho más felices que los pesimistas
(4,50).
• El estado civil de casado (7,63) es el que más felicidad aporta.
• Las personas se ven más felices en el pasado (7,37) y en el futuro (8,04)
que en el presente (6,87).
• Las personas tienen tendencia a pensar en positivo (media de 7,20).
• Unas relaciones sexuales satisfactorias mejoran el nivel de felicidad de
las personas (media de 7,24).
• Hay cierta tendencia a preocuparse en exceso por los problemas (media
de 7,20).
• Nos cuesta controlar las emociones negativas (5,91), y tenemos
tendencia a dejarnos arrastrar por ellas.
• Las decisiones políticas (4,55) no suelen afectar mucho a nuestra
felicidad.
Si el lector está interesado en rellenar esta encuesta y ver gráficos de las
respuestas, puede acceder también a través de este enlace:
www.regalatefelicidad.com/encuesta-la-felicidad-general
Información complementaria

Se ha creado una página web sobre Regálate felicidad, en la que podrá


encontrarse información complementaria sobre el libro, la felicidad, cursos,
encuestas y otros detalles sobre el autor: https://www.regalatefelicidad.com

Se ha creado un vídeo animado sobre el cuento de «las gafas de ojos de


mosca y las gafas de ojos de abeja». Aquí puede verse el vídeo de una
forma directa: www.youtube.com/watch?v=Ost9nUSbGc8

Las imágenes del libro han sido extraídas de la página web de Pixabay,
una página que contiene más de un millón de imágenes e ilustraciones
gratuitas:
www.pixabay.com/es
Mis mentores

• Astilleros, Anne, con su libro ¡Despierta! Edaf, 2016.


• Cavalli-Sforza, Francesco y Luca, con su libro La ciencia de la
felicidad. Grijalbo, 1998.
• Cornejo, Miguel Ángel, con su libro Metáforas y pergaminos de la
Excelencia. Grad, 1993.
• Covey, Stephen, con su libro Los siete hábitos de la gente eficaz. Paidós,
1993.
• Csiksentmihalyi, Mihaly, con su libro Aprender a fluir. Kairós, 1998.
• Dalai Lama, con su libro Las leyes de la vida. Martínez Roca, 2000.
• Dispenza, Joe, con sus libros Deja de ser tú y El placebo eres tú. Urano,
2012 y 2014, respectivamente.
• Dyer, Wayne W., con su libro Construye tu destino. Grijalbo, 1997.
• Foundation for Inner Peace, con su libro Un curso de milagros. FFIP,
1999.
• García H. y Miralles F., con su libro IKigai. Urano, 2016.
• Goleman, Daniel, con sus libros Inteligencia emocional y La práctica de
la inteligencia emocional. Kairós, 1997 y 1999, respectivamente.
• Hawkins, David R., con sus libros El Poder contra la Fuerza y Dejar ir.
Hay House INC, 2008 y El grano de mostaza, 2017.
• Hill, N. y Clement, W., con su libro La actitud mental positiva. Grijalbo,
1992.
• Jackson, Adam, con su libro Los 10 secretos de la abundante felicidad.
Sirio, 2001.
• Jesucristo, a través del libro que habla de él: La Biblia.
• Lostado, Dario, con su libro Ser feliz contigo mismo. Planeta, 1998.
• Lyubomirsky, Sonja, con su libro La ciencia de la felicidad. Urano,
2008.
• Marinoff, Lou, con su libro El ABC de la felicidad. Ediciones B, 2006.
• Matthews, Andrew, con su libro Por favor sé feliz. Iberonet, 1994.
• Mendez, Conny, con sus libros Metafísica Vol. 1 y Metafísica Vol. 2.
Arcano Books, 2000 y 2001, respectivamente.
• Neil, Barry, con su libro La felicidad se elige. Javier Vergara Editor,
1993.
• Popper, Kart, con su libro En Busca de un mundo mejor. Paidós, 1995.
• Ricard, Matthieu, con su libro En Defensa de la felicidad. Urano, 2009.
• Rojas Marcos, Luis, con su libro Nuestra felicidad. Espasa Hoy, 2000.
• Rojas Estape, Marian, con su libro Cómo hacer que te pasen cosas
buenas. Espasa, 2019.
• Scovel Shinn, Florence, con su libro 4 Libros en 1. Obelisco, 2004.
• Seligman, Martin E.P., con sus libros Aprende Optimismo. DeBolsillo,
2007 y La vida que florece. Ediciones B, 2011.
• Shimoff, Marci, con su libro Feliz porque sí. Urano, 2008.
Personas que me han influido positivamente en mí
con sus ideas, sus experiencias y su ejemplo

• Mi padre, por su estilo de vida, su forma de pensar y su alegría. Un


ejemplo para mí y un modelo que merece la pena imitar.
• El pensador griego Aristóteles, pues sus pensamientos y reflexiones
sobre la felicidad siguen vigentes hoy en día, y yo me siento muy
identificado con ellos.
• El formador y amigo Francisco Muro, consejero delegado de Otto
Walter para España y Portugal, por la confianza que ha depositado en mí y
por enseñarme que todos tenemos un mono que debemos domesticar.
• El formador y amigo Julio Álvarez, quien me ha enseñado a ser
consciente de los ojos de mosca y a cambiarlos por los de abeja.
• Mi jefe y amigo Juan Correal, que me ha demostrado que se puede
mantener la calma y la serenidad durante las tormentas de la vida.
• Mi amigo Raúl Sánchez, por creer en mí. Sin su ayuda y decisión, este
libro quizás no se hubiera publicado.
• Mi colega y amigo Fernando Checa, pues su personalidad y filosofía de
la vida, siempre alegre y divertida, me impactaron y me hicieron ver que la
felicidad hay que disfrutarla en el presente, motivándome a afrontar
cambios personales.
• Jesucristo, a través de las reflexiones y comentarios de La Biblia,
especialmente en el Nuevo Testamento, y Un curso de milagros, donde
aparece un auténtico tratado sobre la felicidad.

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