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Corriente teórica, surgida en la sociología, que estudia la interacción y los símbolos como
elementos clave para comprender tanto la identidad individual como la organización social.
Sugiere que las personas nos definimos de acuerdo al sentido que adquiere el individuo en un
contexto social específico.
Etnometodología.
Método: métodos y prácticas que este grupo en particular emplea en sus actividades diarias.
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el aula y del carácter dinámico de las prácticas educativas. Su
perspectiva subraya el principio fundamental del interaccionismo
simbólico de que los actores son los propios constructores de sus
acciones y de la significación de las mismas (Woods, 1983, pág. 1). En la
definición cotidiana de la realidad escolar, se producen, reproducen y
transforman las prácticas educativas. Pero lo más interesante de estas
aportaciones, a diferencia de los estudios microsociológicos
precedentes, es la introducción del nivel de conciencia de los agentes en
el análisis. Profesorado o alumnado evalúan los pros y los contras de sus
acciones. Aprenden por medio de la interacción cotidiana que
interpretan y les informa, y cuya interiorización les posiciona para actuar
y para definir la realidad educativa. Sus acciones, pues, no son ni el
producto del instinto ni consecuencia de una imposición social externa,
sino el resultado de una decisión tomada en base a una determinada
definición de la realidad que se ha construido a través de la interacción.
Existe, por lo tanto, una relación dialéctica entre individuo y sociedad:
las acciones son consecuencia de un aprendizaje social al tiempo que
contribuyen a definir la realidad social.
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de «negociación», o de «ritual», para adaptarse a las situaciones difíciles
en el aula. El desarrollo cuantitativo y cualitativo de las distintas
estrategias depende, según Woods, del distinto nivel de compromiso y
de los sacrificios y beneficios que cada individuo está dispuesto a hacer o
espera obtener de su carrera profesional. Depende, en definitiva, de
factores asociados a la racionalidad individual.
Pollard (1982), por otra parte, intenta completar las aportaciones de ambos
autores a través de la construcción de un modelo interpretativo de las
estrategias de adaptación del profesorado que incorpora tres aspectos
omitidos en las obras anteriores y que permiten establecer el nexo entre los factores
estructurales y la interacción en el aula. Se trata de la importancia de la influencia
del alumnado en la interacción profesor-alumno, la cultura del
profesorado y la mediación institucional. La primera cuestión hace
referencia al poder del alumnado para influir en las estrategias de
adaptación del profesorado. Pollard introduce el concepto de «trabajo
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de consenso» para explicar el proceso de desarrollo de adaptaciones
interdependientes entre maestros y alumnos (Pollard, 1982, pág. 22). Las
estrategias de adaptación están, como consecuencia, limitadas por el
resultado de la negociación entre los actores protagonistas de la vida
escolar. La cuestión de la cultura del profesorado, entendida como una
cultura ocupacional, es mediadora de la conexión entre factores
estructurales y prácticas pedagógicas. Las autoimágenes profesionalistas
del profesorado, las expectativas sobre las características del propio rol,
lo que el profesorado da por descontado en relación con el
comportamiento de los colegas como grupo de referencia, son aspectos
de la cultura ocupacional del profesorado que intervienen sobre las
estrategias de adaptación. Finalmente, el concepto de mediación o
«sesgo» institucional es utilizado por Pollard -y también por Denscombe
(1980)- para subrayar la necesidad de profundizar en el impacto de la
escuela como institución sobre las perspectivas y acciones de los
enseñantes. Según Pollard, Hargreaves ignora la importancia de factores que son producto
de la propia inercia institucional, de las rutinas sedimentadas en las prácticas cotidianas,
cuestiones que tienen una relación lógica con la cultura del profesorado y con los diferentes
intereses que entran en juego en la relación entre el propio personal docente del centro
(Pollard, 1982, pág. 26).
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cotidiana de los agentes educativos. En este sentido se superan las
carencias de las perspectivas teóricas evaluadas anteriormente. La
relevancia de la conciencia e intencionalidad de los actores sociales nos
acerca a la comprensión de las prácticas sociales y a la diversidad de
factores que las condicionan. La cultura escolar, el estudio de la escuela
como institución relativamente autónoma, o la complejidad de factores
que inciden sobre las ideologías y las prácticas del profesorado son un
foco de interés generador del desarrollo de conceptos como «estrategias
de adaptación», «rechazo de la confrontación» o «intereses inmediatos»
derivados de la interacción, todos ellos útiles para describir los
fenómenos que tienen lugar en el interior del aula y, específicamente,
para identificar factores que condicionan la intencionalidad y las
acciones de los actores.
Sin darse cuenta, Hall defiende la conclusión de que los procesos que describe son inevitables, dada la
realidad fenomenológica del profesorado y las restricciones reales y percibidas de la profesión docente.
Su omisión de cualquier referencia a las contradicciones evidentes incorporadas en la reproducción de
clases y el potencial que puede existir de la explotación y politización de estas tensiones y ambivalencias
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lleva a desilusión, resignación y cinismo (...) Un análisis de estos factores asociados a un examen más
completo de los procesos, presiones y fuerzas sociales externas a la escuela permitiría el inicio del
planteamiento de una estrategia educativa más emancipatoria a largo plazo (Sharp, en Halsey y otros,
1981, pág. 283).
El hecho de que la propia significación de la acción social sea fundamental para describir las
estrategias y las prácticas de los actores es, sin duda, un paso clave para considerar la relación
dialéctica entre individuo y sociedad, entre estructura y acción. Pero el problema aparece en el
momento de considerar los factores que definen y delimitan la voluntad de los agentes
sociales. En este sentido, el planteamiento de Woods o Pollard es claro: la intencionalidad del
profesorado es explicada en función de los propios intereses, que pasan por conseguir
«sobrevivir» o adaptarse a los imperativos de su trabajo cotidiano. En consecuencia, es la
realidad cotidiana inmediata la que define y delimita la intencionalidad de los actores.
Paradójicamente, los factores exógenos al profesorado (por ejemplo, la necesidad de controlar
el aula, la superación de la evaluación del propio trabajo, la adaptación a las reglas de la
institución, etc.) construyen socialmente la intencionalidad de los actores. El protagonismo de
los actores sociales, defendido como un principio fundamental en los análisis de estos
sociólogos británicos, es casi reducido al desarrollo de las estrategias de adaptación.