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10.

LA CONSTRUCCIÓN CIENTÍFICA DE LA REALIDAD; DETERMINISMO E


INDETERMINISMO; EL POSTULADO DE LA OBJETIVIDAD.

ESQUEMA:

1. LA CONSTRUCCIÓN CIENTÍFICA DE LA REALIDAD:


1.1. La idea de la ciencia en la tradición filosófica.
1.2. La idea de la ciencia en la filosofía de la ciencia del s. XX:
1.2.1. La ciencia como convención: el convencionalismo.
1.2.2. La ciencia como construcción de teorías verificables o confirmables: el positivismo y el empirismo lógico.
1.2.3. La ciencia como conjeturas que necesitan ponerse a prueba: el falsacionismo.
1.2.4. La ciencia como construcción de la comunidad científica: la nueva filosofía de la ciencia.
2. DETERMINISMO E INDETERMINISMO:
2.1. El determinismo científico.
2.2. El indeterminismo de la física cuántica.
2.3. Argumentos a favor del indeterminismo: Popper.
3. EL POSTULADO DE LA OBJETIVIDAD:
3.1. La objetividad como propiedad de la ciencia.
3.2. La crítica al postulado de la objetividad.
3.3. La necesidad del postulado de la objetividad.
4. BIBLIOGRAFÍA.

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1) LA CONSTRUCCIÓN CIENTÍFICA DE LA REALIDAD.

1.1. La idea de la ciencia en la tradición filosófica.

Ya en el s. IV a.C., Platón consideraba a la ciencia como el conocimiento más apropiado de la realidad. El


conocimiento (episteme) consiste en la apropiación por la razón de lo real. Esta apropiación que hace la razón tiene que
vencer la apariencia, el posible error, ya que la realidad no se muestra tal cual es en su sentido último. La ciencia como
conocimiento supremo consiste, pues, en un desvelamiento de lo real, un descubrimiento de lo que ya es y está ahí pero
no se nos muestra en las apariencias. La ciencia, para Aristóteles, sigue siendo un desvelamiento de la realidad,
conocimiento de lo universal que permanece tras el cambio, pero no se considera ya el cambio como apariencia ni a lo
sensible como un obstáculo. La ciencia es el conocimiento adquirido, a partir de la aplicación de las capacidades
intelectuales a lo percibido por los sentidos, de las esencias y las causas de las cosas. Sin embargo, para Aristóteles,
como para Platón, con la ciencia no se construye la realidad, sino que se descubre o se conoce la realidad.

Estas dos variantes de la ciencia como descubrimiento de lo real se desarrollan en el pensamiento cristiano medieval
de la mano de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino. Sólo en el s. XIV, comienzan a darse, tímidamente, los
precedentes de una nueva visión de la ciencia en los planteamientos nominalistas, que resaltan el uso de términos como
instrumentos de comprensión de la realidad creada por Dios. En esta época se adelantó más en la metodología que en el
replanteamiento de la concepción constructivista de la ciencia, que no aparecerá claramente hasta varios siglos después.

En el Renacimiento surge la idea de la ciencia como construcción humana que es útil para interpretar determinados
aspectos de la realidad. La finalidad de los sistemas astronómicos de la época es “salvar las apariencias”, lo que indica
su falta de pretensión de realidad de la construcción astronómica y su carácter puramente instrumental, lo que nos
introduce ya de algún modo en el problema central del tema. Por otro lado, el surgimiento de nuevas teorías
astronómicas que contradecían la ptolemaica produjo la puesta en cuestión de los principios de la física aristotélica y su
visión de la ciencia. En la nueva física, unida al mecanicismo (frente al finalismo aristotélico) se desarrolla una visión
selectiva de la realidad: las cualidades a estudiar, las cualidades primarias, son todas cuantificables y calculables; las
otras, las cualidades secundarias, se hacen desaparecer de la construcción científica.

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Para el racionalismo la ciencia es única y unitaria, ya que es producto del mismo espíritu. El problema de la ciencia
se centra, pues, en el sujeto, que lleva inscritos ciertos conocimientos básicos desde su nacimiento. Al innatismo, el
racionalismo añade la primacía de la razón sobre la experiencia. Sin embargo, no se considera la ciencia como una
construcción absoluta del sujeto, ya que Dios, como creador, garantiza la coincidencia de la construcción subjetiva
basada en las ideas innatas, las matemáticas, etc., con el sistema objetivo de los cuerpos reales también creados por él.
Frente a los excesos en la defensa del papel de la razón en la ciencia surgió el empirismo, que se propuso investigar
cómo extraemos nuestro conocimiento de la experiencia. Sin embargo, no se defiende aquí una idea de la ciencia como
reflejo de la realidad. Para Hume la ciencia no tiene una justificación empírica absoluta, es producto del hábito y la
creencia que éste produce. Es decir, la ciencia es una construcción humana de la realidad, basada en las experiencias e
interpretaciones de generaciones, pero no un saber que pueda demostrarse que refleja exactamente lo real.

Kant acepta la existencia de elementos previos a la experiencia (a priori) en el conocimiento en general y en la ciencia
en particular (como el racionalismo). Pero estos elementos no son materiales o de contenido, sino formales o
estructurales. Por otra parte, Kant plantea la necesidad de que, para obtener un conocimiento riguroso, estos elementos a
priori se apliquen sólo dentro del ámbito de la experiencia (como el empirismo). La ciencia es, pues, una construcción
humana (del sujeto), que se realiza por la aplicación de las estructuras a priori del conocimiento humano dentro del
ámbito de la experiencia (concepción constructivista de la ciencia).

Comte, por un lado, considera la ciencia como descubrimiento de las leyes estables de lo real (la naturaleza y la
sociedad); por otro, resultado de una restricción o selección de lo real, que limita la investigación positiva a lo
comprobable empíricamente –los hechos, tomados como base o material de trabajo- y las relaciones entre los mismos
deducibles de su observación según las reglas de la previsión racional. La ciencia consiste en el estudio de los hechos y
en el descubrimiento de las leyes de los fenómenos.

1.2. La idea de la ciencia en la filosofía de la ciencia del s. XX.

1.2.1. La ciencia como convención: el convencionalismo.

El convencionalismo de H. Poincaré afirma que “la ciencia consiste sólo en convenciones”, y las leyes científicas no
son más que convenciones o definiciones disfrazadas, por lo que una y otras nada tienen que ver con la verdad sino sólo
con el consenso, la utilidad, la conveniencia o la comodidad. Poincaré llegó al convencionalismo a través de las
matemáticas: la reciente aparición de las geometrías no euclídeas de Lobachevski y Riemann permitía interpretar la
verdad matemática no como una estructura mental en sentido kantiano, sino como una libre creación o invención de la
mente humana. Los axiomas geométricos no son ni juicios sintéticos a priori ni hechos experimentales, sino
convenciones. Todas las geometrías son igualmente válidas porque son igualmente rigurosas. Si aceptamos una de entre
ellas para explicar nuestro entorno es por comodidad (basada en su simplicidad y en su mayor concordancia con
nuestros hábitos de observador), no porque resulte más o menos verdadera. Poincaré extendió el convencionalismo de la
geometría a la mecánica de Newton, sosteniendo que, debido a su carácter de meras definiciones, las leyes newtonianas
del movimiento tendrían una validez inmutable. (De hecho, la validez universal de las leyes del movimiento
newtonianas se limita a cuerpos no sometidos a velocidades cercanas a la de la luz o a campos gravitacionales muy
intensos). El convencionalismo de Poincaré, se mantuvo para la geometría y la mecánica, pero no para las ciencias de la
naturaleza en general.

1.2.2. La ciencia como construcción de teorías verificables o confirmables: positivismo y empirismo lógico.

La postura convencionalista en general, y la de Poincaré en particular, fue discutida ampliamente por el positivismo
lógico. Al planteamiento básico de Comte de la ciencia como investigación sobre los hechos para hallar sus relaciones
constantes y expresarlas en leyes, el positivismo lógico añade el uso de la lógica simbólica o matemática. Todos los
planteamientos diferentes del positivismo lógico parten de lo que se dio en llamar la “posición heredada”, la cual hace
las siguientes afirmaciones sobre las teorías científicas:
1) Una teoría científica debe axiomatizarse según la lógica matemática (cálculo de predicados de primer orden con
identidad).
2) Los términos de la axiomatización lógica de las teorías deben ser bien lógicos o matemáticos, bien teóricos,
bien observacionales.

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3) Los axiomas de la teoría deben ser expresión de leyes científicas y especifican relaciones mantenidas entre
términos teóricos.
4) Los términos teóricos son abreviaturas de descripciones fenoménicas.

Los términos de una teoría se restringirían según esto a lo comprobable empíricamente y a la lógica matemática. Esto
responde a una visión evolucionada de la ciencia como descubrimiento empírico de la realidad, pero el mismo
desarrollo del neopositivismo reveló que sus planteamientos iniciales eran excesivamente simples.

Por una parte, la visión de los términos teóricos como abreviatura de descripciones de fenómenos fue puesta pronto en
duda por la imposibilidad de explicar de un modo unívoco cómo actuaban estas abreviaturas. Las propuestas
constructivistas reducían la definición empírica de los términos teóricos a la descripción de los experimentos o de las
operaciones de medición realizados para darles sentido. Por otra parte, la misma lógica con la que pretendían
axiomatizar las teorías dejaba clara la imposibilidad de fundamentar empíricamente un enunciado universal para un
dominio infinito. Esto se contradecía con otro de los requisitos de la posición heredada: las leyes científicas debían
expresarse en forma universal, y poder verificarse, al estar conectadas con los fenómenos lógicamente.

Al comprobar que la verificación como requisito de la cientificidad dejaba fuera de la ciencia a muchos de sus
enunciados fundamentales, los neopositivistas tuvieron dos reacciones diferentes. 1) Unos, como Schlick, dejaron de
considerar a los enunciados universales como leyes científicas, arguyendo que eran reglas de formación y
transformación de enunciados que permitían construir las leyes propiamente dichas. Dejaron, sin embargo, en el aire,
cómo fundar en la realidad estas reglas, con lo que abrieron una grieta a concepciones constructivistas de la ciencia. 2)
Otros, como Hempel, abandonaron la exigencia de verificación absoluta de enunciados y propusieron un nuevo
planteamiento: las leyes deben confirmarse cada vez más, en sucesivas comprobaciones empíricas. Las diferentes
versiones de este planteamiento constituyeron el empirismo lógico, una versión moderada del neopositivismo en la que
se acepta la posibilidad de que existan teorías científicas que no correspondan exactamente a lo real, aunque se plantea
que es sólo cuestión de tiempo su perfeccionamiento.

1.2.3. La ciencia como conjeturas que necesitan ponerse a prueba: el falsacionismo.

El abandono de las exigencias verificacionistas de la ciencia que hizo el empirismo lógico se radicalizó en el
falsacionismo de Karl Popper. Partiendo de la concepción neopositivista, Popper se planteó que, si era imposible
verificar una teoría científica de un modo total y absoluto, lo contrario podía hacerse: demostrar su falsedad. La lógica
simbólica proporciona las herramientas para demostrar la contradicción existente entre un informe observacional dado y
una ley científica que prohíbe la existencia de los hechos dados en ese informe. Popper propuso a partir de esta
peculiaridad una nueva visión sobre el desarrollo de la ciencia y el estatus de las teorías científicas respecto a la
realidad: el falsacionismo. Para la visión falsacionista, una teoría científica es una conjetura, una construcción
hipotética, que pretende corresponder con lo real. Pero no cualquier conjetura es científica, sólo aquellas que se
expresen claramente de un modo preciso cuáles son las condiciones reales, que de darse en nuestra experiencia, nos
obligarían a declararla falsa.

1.2.4. La ciencia como construcción de la comunidad científica: la nueva filosofía de la ciencia.

La visión de la ciencia como conjetura o construcción hipotética que tenía Popper fue llevada más allá por los
filósofos de la nueva filosofía de la ciencia, los cuales destacan los aspectos constructivos de las teorías científicas más
que los descriptivos. El correlato de la ciencia sigue siendo la realidad, pero más como un objetivo a alcanzar que como
un objeto que descubrir y analizar. Kuhn, Lakatos, Feyerabend, etc., desde distintos planteamientos, han destacado en
sus reflexiones el papel del dogma entre los científicos, cómo influyen las relaciones internas y externas de la
comunidad científica sobre el desarrollo, aceptación y rechazo de teorías, cómo el cambio y progreso científico han de
ser estudiados en su lógica histórico-social y no como una consecuencia necesaria de un avance lineal en el
descubrimiento de la realidad. Por su parte, Hanson ha destacado la dependencia que tienen las observaciones empíricas
de las teorías, cómo las 1ª son interpretadas en términos de las 2ª, a causa de lo cual no puede considerarse a la
experiencia como el referente único de las teorías científicas.

En la actualidad, visto lo anterior, podemos decir que la visión de la ciencia como un retrato fiel de la realidad deja
paso entre metodólogos, filósofos y científicos a una visión más modesta, en la que la ciencia aparece como un modelo
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de lo real, un modelo diseñado por el ser humano con sus motivaciones y necesidades, que puede corresponder en
mayor o menor medida a lo verdaderamente existente.

2) DETERMINISMO E INDETERMINISMO.

2.1. El determinismo científico.

La creencia en el progreso continuo de la ciencia, ampliamente sustentada por los defensores de la Posición Heredada,
se vinculaba con la creencia en un cierto determinismo. Cada teoría científica significaba una acumulación, una suma de
los esfuerzos anteriores que permitía una aproximación cada vez más exacta a los fenómenos de la naturaleza. Por
debajo de esta creencia en el progreso de la ciencia subyacía la idea de que existía una realidad más allá de nuestros
conocimientos, que se comportaba siempre del mismo modo, siguiendo unas pautas que podían ser predecibles y
determinables.

Cuando se habla de “determinismo” en un sentido estricto, se está hablando de una concepción según la cual el
desarrollo de todos los acontecimientos de nuestro universo se halla ya implícitamente contenido en el estado previo del
sistema en que se desenvuelve. La concepción determinista del mundo se suele denominar “laplaciana”, pues fue Pierre-
Simon, marqués de Laplace uno de sus representantes más radicales. [Sin embargo, el principio determinista fue ya
formulado filosóficamente por Kant al precisar la más fundamental de todas las condiciones de posibilidad de la
experiencia: el principio a priori de que todo cuanto sucede está determinado por su causa.] Laplace ( Ensayo filosófico
sobre las probabilidades, 1814), astrónomo y discípulo de Newton, formuló el principio determinista por excelencia:
una mente imaginaria poderosa o genio, que conociera en un instante dado todos los hechos que acaecen en el mundo
(que conociera todas las posiciones de todas las cosas -discontinuidad de la materia- y todas las fuerzas que actúan sobre
la materia) y las leyes a que están sometidos, podría conocer también todos los acontecimientos pasados y futuros para
cualquier otro instante. Este determinismo expresa el supuesto de la física clásica según el cual los fenómenos de la
naturaleza podían ser conocidos según leyes causales cada vez más exactas y precisas; las leyes estadísticas o
probabilísticas, aplicadas a determinados fenómenos naturales, como los cuerpos en estado gaseoso o la misma
conducta humana, no se debían sino a un conocimiento imperfecto de las condiciones de observación. Laplace hace de
la doctrina del determinismo una verdad de la ciencia y no de la religión. El genio de Laplace no es un Dios omniscente,
sino un supercientífico, un científico humano idealizado. Teorías deterministas “prima facie”: teoría de Newton,
Maxwell o Einstein. Indeterministas: termodinámica, mecánica estadística, teoría cuántica o teoría de los genes.

El determinismo de Laplace se halla relacionado con una visión mecanicista y corpuscular del universo. Hay una serie
de fuerzas que actúan sobre unos átomos eternos. En la naturaleza sólo hay relaciones de causa-efecto, conocer las
causas implica conocer todos los efectos y viceversa. Este determinismo implica una eliminación implícita del tiempo.
El tiempo no enriquece a la naturaleza. Al genio le basta con un instante para saber lo que ocurrió en el pasado o pasará
en el futuro. Popper compara el determinismo con un rollo cinematrográfico en el que los fotogramas representan los
estadios del tiempo. El mundo es como una película de cine: la fotografía o la escena que está proyectándose es el
presente. Las partes de la película que ya se han proyectado constituyen el pasado. En la película, el futuro coexiste con
el pasado; y el futuro está fijado, exactamente, en el mismo sentido que el pasado, y podría ser conocido como éste con
certeza. De hecho, el futuro es conocido para el productor de la película, para el Creador del mundo.

La creencia en el determinismo, en que la naturaleza es el reino de la necesidad, ha sido sostenida en el ambiente


puramente científico del siglo XX por Albert Einstein. Tal convicción se refleja en su famosa frase “Dios no juega a
los dados”. Einstein se opuso tenazmente a la interpretación de Copenhague acerca de la física cuántica. Él pensaba que
la descripción de la realidad física que nos ofrecía la mecánica cuántica no era la más completa que se podía ofrecer.
Desde 1921 Einstein estuvo preocupado por una idea: quería integrar los dos campos que regían el comportamiento del
universo, el gravitatorio y el electromagnético, dentro de la teoría general de la relatividad. A esta tarea dedicó el resto
de su vida. Su insistente búsqueda se encontraba relacionada con dos ideas principales: el determinismo y la continuidad
espacio-temporal. La búsqueda de un campo unitario constituía el “parámetro oculto” desde el que esperaba explicar la
estructura atomística y cuántica de la realidad. Dedicó los 34 últimos años de su vida a la búsqueda de esta piedra
filosofal, pero los resultados nunca fueron satisfactorios. El propio Popper, uno de los máximos defensores del
indeterminismo dentro de la filosofía de la ciencia contemporánea, intentó persuadir (sin ningún éxito) a Einstein en
1950 de que abandonara su determinismo, que conducía a la concepción de que el mundo era un universo cerrado
parmenídeo de cuatro dimensiones, en el que el cambio era una ilusión humana, o algo parecido. Popper argumentó que,
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si los hombres, u otros organismos, podían experimentar el cambio y la sucesión genuina en el tiempo, entonces es que
éste era real (realismo).

2.2. El indeterminismo de la física cuántica.

La aparición de la física cuántica restó universalidad al principio de determinación causal: la física no admite que
exista un límite indefinido de precisión en la descripción de los fenómenos, y afirma que, debido al denominado
principio de indeterminación, formulado por W. Heisenberg (La imagen de la naturaleza en la física actual, 1927), no
es posible formular predicciones definidas para el conjunto de los sucesos subatómicos; la inexactitud forma parte
natural de nuestro conocimiento del mundo subatómico. Heisenberg: “no es posible determinar a la vez la posición y la
velocidad o momento de una partícula atómica con un grado de precisión arbitrariamente fijado”. [Imposibilidad de
medir una cantidad física sin causar una perturbación; cualquier intento de mejorar la medición de un parámetro que
caracteriza un sistema, tendrá la inevitable consecuencia de perturbar el valor de otro parámetro del sistema.] El
producto de ambas imprecisiones es igual o superior a un valor determinado (la constante de Planck h), lo cual significa
que es imposible conocer con suficiente precisión la situación de un estado físico en un instante determinado para poder
predecir la situación del mismo estado físico en un instante inmediatamente posterior. El principio de indeterminación,
por consiguiente, supone que en la realidad subatómica no rige el determinismo físico. En este dominio, las leyes sólo
logran una formulación estadística. Hay autores, incluido el mismo Heisenberg, que extienden esta indeterminación
cuántica también al mundo físico macroscópico, con la salvedad, no obstante, de que en este campo el error -por ser tan
pequeño- es prácticamente insignificante.

Interpretaciones del indeterminismo. Eddington (interpretación realista y rigurosa): concede un estatuto de realidad
plena a la teoría cuántica y todos sus corolarios materiales. Max Planck: El indeterminismo es un mero fenómeno
subjetivo, vinculado al estado actual de nuestra ciencia, pero nunca un carácter de las cosas mismas. Imaginemos un
espíritu ideal que, a diferencia del ser humano, no formara parte de la naturaleza ni experimentara sus leyes, de modo
que pudiera conocerla sin interactuar con ella. Para este espíritu las relaciones de indeterminación no existirían. Para
Brunschvicg, el principio de Heisenberg no significa la derrota del determinismo en general, sino de un determinismo
ingenuo y dogmático que sólo se interesaba por la realidad y no por el conocimiento. Las relaciones de incertidumbre
significan que el determinismo del fenómeno observado no es en sí nada más que una abstracción, porque es inseparable
del determinismo mediante el cual se rige el acto de observación.

2.3. Argumentos a favor del indeterminismo: Popper.

Para Popper (El universo abierto. Un argumento a favor del indeterminismo. “Post Scriptum” (1951-1956) a La
lógica de la investigación científica (1934). Vol. II.), las teorías científicas son invenciones humanas, redes creadas por
nosotros para intentar atrapar las verdades del mundo. Pero este mundo es tan diverso y complicado que existen
conocimientos que escapan a esas redes deterministas que clasifican y miden. Las teorías nunca serán instrumentos
perfectos y no son una representación del mundo real en todos sus aspectos, aunque tengan un gran éxito. Son falibles.
Nuestras teorías son nuestra propia obra; somos falibles; y nuestras teorías muestran nuestra falibilidad. Dudaremos de
que las características generales de nuestras teorías (simplicidad, determinismo prima facie) correspondan a las
características del mundo real (muy complejo). Nuestro intento de describir el mundo en términos de teorías universales
puede ser un intento de racionalizar lo único, lo irracional, en términos de leyes universales hechas por nosotros
mismos. Hay niveles de aproximación a la verdad. Al examinar el mundo exhaustivamente con nuestras redes, sus
mallas siempre dejarán escapar algún pequeño pez, con lo que siempre habrá suficiente juego para el indeterminismo.

Popper da 3 argumentos a favor del indeterminismo:


a) El carácter aproximado de todo conocimiento científico, la red cuya malla tratamos de hacer cada vez más fina.
b) La asimetría entre el pasado y el futuro. El pasado está completamente determinado por lo que ha ocurrido. La
doctrina determinista (el porvenir está completamente determinado por lo que ha ocurrido) destruye
caprichosamente una asimetría fundamental en la estructura de nuestra experiencia y va contra el sentido
común. El futuro no está completamente fijado; al contrario que le pasado, que está cerrado, el futuro está
todavía abierto a influencias, no está completamente determinado. El futuro es incierto y en principio no es
plenamente cognoscible. El futuro es “abierto” para nosotros y no puede ser predicho, mientras que el pasado
está “cerrado” (según la relatividad especial).

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c) No podemos predecir, científicamente, los resultados que vamos a obtener en el transcurso del aumento de
nuestro conocimiento. No sabemos lo que en un futuro sabremos, por lo que tampoco sabemos cómo
actuaremos sobre nuestro entorno. No puede haber un científico capaz de predecir todos los resultados de todas
sus propias predicciones, con lo que anula la doctrina historicista ligada al aumento de conocimiento.

Pero Popper no sostiene sólo un indeterminismo desde el punto de vista del conocimiento, sino también desde el
punto de vista metafísico: la propia realidad es indeterminada, el universo es abierto. Su teoría acerca del universo
abierto representa la culminación de su cosmología, de su intento por establecer una imagen unificada (integradora de la
física y la metafísica) acerca de la realidad. Un universo abierto es aquel en el cual el futuro no está predeterminado por
el pasado. Siempre pueden surgir novedades respecto a una situación anterior. Esta teoría del universo abierto, del
universo indeterminado, se basa en una interpretación propensivista del mundo. La teoría de las propensiones
(magnitudes físicas como las fuerzas, las cuales pueden interactuar y combinarse entre sí) constituye la teoría metafísica
anclada en una determinada teoría física (la mecánica cuántica), que se halla en la base de la cosmología general del
universo abierto. La propensión física se convierte en la categoría interpretativa básica de la realidad física. Consistiría
en una tendencia a la realización. Toda la realidad estaría compuesta por campos de propensiones físicas. La idea de
propensión es una especie de generalización (o alternativa) de la idea de fuerza (oculta y metafísica para los físicos
racionalistas). Las propensiones asumen, bajo determinadas condiciones, uno u otro de una serie de estados “posibles”
(o virtuales). Pueden considerarse físicamente reales porque son posibilidades físicas.

La incompletabilidad y la apertura del universo se comprende mejor con una versión de la conocida historia del
hombre que dibuja un mapa de su habitación incluyendo en el mapa el mapa que está dibujando. Su tarea no puede ser
completada, porque tiene que dibujar en su mapa su última anotación. El cuento ilustra la incompletud de un universo
que contiene los objetos del conocimiento del mundo 3. Muestra que cada uno de esos “últimos” trazos anotados en el
mapa constituye un nuevo problema para el dibujante, el problema de dibujar un trazo más que describa el último trazo
con precisión. A causa de la falibilidad de todo conocimiento humano, este problema no puede ser resuelto por el
dibujante con precisión absoluta: cuanto más pequeños son los trazos que va haciendo el dibujante, mayor será la
imprecisión relativa, que será, en principio, impredictible e indeterminada y aumentará constantemente. El cuento del
mapa muestra cómo la falibilidad que afecta al conocimiento humano objetivo contribuye al esencial indeterminismo y
a la apertura del universo que contiene, como parte de sí mismo, el conocimiento humano. Nuestro universo es en parte
causal, en parte probabilista y en parte abierto: es emergente.

3) EL POSTULADO DE LA OBJETIVIDAD.

En el análisis del problema del determinismo y el indeterminismo hemos podido ver cómo se enfrentan las dos
concepciones de la ciencia de las que hablábamos en la 1ª parte del tema: la que considera a la ciencia como una
descripción de la realidad tal cual es y la que considera a la ciencia como una construcción de determinados aspectos de
la realidad. Precisamente esta formulación problemática nos lleva a otra formulación problemática: la de la supuesta
objetividad del conocimiento científico.

3.1. La objetividad como propiedad de la ciencia.

Objetividad y realidad. Se relaciona la atribución de objetividad con la expresión de lo que es la realidad en sí misma.
La ciencia sería un conocimiento objetivo porque refleja la realidad tal cual es. En las posturas realistas se supone un
conocimiento total y absoluto de la realidad, la ciencia es pues descubrimiento o desvelamiento de la estructura de lo
real. En las posturas fenomenalistas, como la kantiana, la ciencia es la construcción correcta del objeto, la que se deriva
de la estructura de lo real en sí y las estructuras a priori del sujeto en su correcta utilización. En la filosofía
contemporánea, insiste en lo objetivo el neopositivismo: lo científico es verificable, se basa en los hechos y en sus
relaciones observables, mientras que lo no científico introduce suposiciones, etc.

Objetividad y método. La objetividad de la ciencia existe gracias al método riguroso de la misma. Si bien la 1ª
característica sería la de reflejar la realidad, ésta surge de su rigor metodológico, que impide caer en confusiones,
ambigüedades, etc., tomar presupuestos por realidades, dar comprobado lo introducido ilegítimamente en el proceso de
descubrimiento. La importancia dada al método científico ha llegado a ser tal que de él se derivan características
atribuidas a la ciencia como conocimiento objetivo tales como la neutralidad moral, la infalibilidad, etc. Sin embargo,
no poseemos una visión clara y unívoca de ese método que provee a la ciencia de objetividad y realismo.
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3.2. La crítica al postulado de la objetividad.

La atribución a la ciencia de las características de objetividad, infalibilidad, neutralidad, progreso, etc., está
relacionada en la actualidad con concepciones derivadas del positivismo. Los mitos que ha generado sobre el
pensamiento científico no han sido totalmente desarticulados:

1. La supuesta infalibilidad de la ciencia. La ciencia, como conocimiento objetivo basado en un método riguroso es
un tipo de saber, a la larga, infalible. La correcta aplicación del método nos llevará, con el tiempo, al conocimiento de la
realidad sin posibilidad de error. Esta tesis recibe dos tipos de formulaciones, una fuerte y otra débil. Según la
formulación fuerte:
a) La verdad científica es absoluta y definitiva, un enunciado verdaderamente científico no puede convertirse en
falso con el paso del tiempo.
b) El conocimiento científico es un conocimiento total (lo que dice la ciencia sobre un objeto agota la realidad del
mismo y seguro (sin lugar para la duda).
c) El conocimiento científico nos permite realizar predicciones infalibles sobre cómo van a suceder las cosas en el
futuro.

Esta concepción de la infalibilidad de la ciencia se relaciona tanto con el determinismo mecanicista de Newton como
con el neopositivismo. Pero esta concepción contradice lo observado en la historia de la ciencia: la evolución de la
ciencia es una historia de aciertos y errores, cambios, modificaciones, pasos hacia atrás, etc. Por otra parte, el carácter
de certeza y seguridad que atribuye al conocimiento científico no está justificado teóricamente al no poder expresarse el
medio por el cual se consigue esa certeza. Esta certeza se convierte más que en una realidad, en una sensación del sujeto
de conocimiento, del científico. Por otra parte, el progreso científico es lineal y acumulativo, ya que existe propiamente
sólo una ciencia unificada, o una única visión científica en el mundo, cuyo depósito de conocimientos aumenta
continuamente a través de la verificación y refutación de hipótesis.

Popper es quien más ha contribuido a deshacer el mito de la infalibilidad de la ciencia en su versión fuerte. Según
Popper, la ciencia se caracteriza por su falibilidad y su carácter conjetural. Lo que distingue a una teoría científica de
una que no lo es, es su carácter de falsable, es decir, que expresa en qué condiciones de la experiencia tendría que ser
abandonada. Lo más importante de la ciencia no es acertar sino seguir intentando el acierto. Los errores son pasos hacia
nuevos conocimientos que hacen avanzar la ciencia. el progreso científico es lineal y acumulativo, ya que existe
propiamente sólo una ciencia unificada, o una única visión científica en el mundo, cuyo depósito de conocimientos
aumenta continuamente a través de la verificación y refutación de hipótesis. Popper compara la visión neopositivista del
progreso científico con un cubo, cuyo contenido aumentaría a medida que se va llenando, y la sustituye por una manera
de entender la ciencia, vista como un reflector, que indaga en la experiencia en busca constante de pruebas que puedan
refutar sus propias hipótesis: la ciencia, en este supuesto, progresa mediante conjeturas y refutaciones.

2. Objetividad absoluta y progreso científico. En torno al falsacionismo de Popper se puede reconstruir la


formulación débil del mito de la infalibilidad de la ciencia, su sustitución por el mito de la objetividad y el progreso
absolutos del conocimiento científico. Este nuevo mito afirma que:
a) La ciencia es falible, la verdad científica no es absoluta, definitiva ni total, sino relativa, provisional y parcial.
El conocimiento científico no es absolutamente cierto, sino conjetural, las predicciones científicas no son
infalibles.
b) La ciencia se caracteriza por una objetividad de tipo absoluto, la única posible, que va alcanzando gradualmente
en sucesivos intentos. La ciencia progresa, no por acumulación de conocimientos, sino porque las nuevas teorías
permiten explicar mejor un mayor número de problemas. Las nuevas teorías son “más verosímiles” que las
antiguas, están más cerca de la verdad. Se progresa en verosimilitud, o cercanía a la verdad, el límite
inalcanzable de una investigación nunca terminada.
c) Los distintos intentos de la ciencia para alcanzar la objetividad se desarrollan en la única línea de progreso
posible que va desde el error absoluto hasta el conocimiento cierto de la realidad.

[Por otra parte, según Popper, la objetividad posee existencia propia como perteneciente al mundo 3. El mundo 3 es el
conocimiento objetivo o conjunto de los datos e informaciones almacenados en libros, películas, discos magnéticos,
etc., que constituyen el fundamento de la objetividad, así como el mundo de estructuras objetivas producidas por las
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mentes de las criaturas vivientes, que una vez producidas y almacenadas (en el lenguaje mismo, p.e.), tiene una
existencia propia o autónoma. La objetividad se funda en la información y en la teoría. Y una teoría o una práctica
científica es objetiva cuando puede someterse a discusión y es susceptible de refutación o falsación. La característica
fundamental del conocimiento objetivo es que es un conocimiento sin sujeto cognoscente, fruto de una evolución de
conocimientos almacenados (que son los constituyentes del mundo 3) y repetidos en diversas ocasiones y por diversos
sujetos.]

Esta versión débil del mito de la infalibilidad exige la demostración de que existen criterios universales que nos
permitan saber cuándo las representaciones científicas son objetivas. Esto hace que sea difícilmente mantenible, ya que,
según los nuevos filósofos de la ciencia, la demostración de la existencia de un criterio de este tipo ha sido imposible
hasta nuestros días. Los criterios de objetividad científica no son únicos, sino múltiples y relativos. Supuestos generales
de estos autores: 1) toda nueva teoría sobre el desarrollo de la ciencia ha de tener en cuenta las condiciones históricas
reales en que se produce, tanto más cuanto no existe ni una ciencia ideal ni un método científico que pueda imponerse a
priori; 2) no ha de considerarse consustancial al progreso científico un desarrollo de la ciencia lineal y acumulativo, sino
que éste ha de ser siempre el resultado de la crítica de teorías llevadas a cabo en el seno de la comunidad científica y en
medio de la competencia mutua entre teorías.

Hanson resaltó la dependencia que tenían las observaciones empíricas del marco teórico en el que se realizaban y al
que confirmaban o refutaban. Kuhn insistió en el papel que cumple el dogma en el desarrollo de las teorías científicas,
entendiendo por “dogma” el conjunto de creencias que una comunidad científica comparte sobre qué principios básicos
de una teoría son intocables, qué métodos son los adecuados, qué es un problema y qué no lo es, etc. La ciencia progresa
a través de una sucesión de períodos, cuya secuencia es “paradigma-ciencia normal-crisis-revolución-nueva ciencia
normal-nuevo paradigma”. La adopción de un nuevo paradigma se debe más a razones sociológicas y psicológicas que a
exigencias racionales (“irracionalismo”). Para Lakatos la ciencia progresa por medio de sustitución de grandes
programas de investigación, los cuales se constituyen por un núcleo teórico aceptado casi dogmáticamente y elementos
protectores del mismo que permiten eludir las evidencias contrarias e incluso convertirlas en evidencias favorables al
programa. Según Larry Laudan (El progreso y sus problemas, 1977), puesto que el objetivo de la ciencia es la
solución de problemas, puede decirse que la ciencia progresa si determinadas teorías, en un momento dado, resuelven
más eficazmente mayor número de problemas que otras anteriores. Lo racional, en este caso, consiste en “aceptar las
tradiciones de investigación más eficaces en la solución problemas”; quien decide acerca de la eficacia, o de los criterios
de evaluación de teorías, es la comunidad científica basada en ciertas intuiciones predominantes en ella, que no se
someten a discusión.

3. Objetividad y neutralidad de la ciencia. La neutralidad de la ciencia se deriva de la definición de objetividad como


descripción de lo que hay, de lo real. Según este mito: a) la ciencia se ocupa sólo de hechos y las leyes que descubre son
generalizaciones empíricas; b) los hechos son independientes de las teorías e interpretaciones; c) entre hechos y valores
hay un hiato insalvable. Sin embargo, para la nueva filosofía de la ciencia, los hechos dependen de las teorías en que se
encuadran para su formulación y definición, y estas teorías son productos históricos y sociales, relativos, lo que implica
su relación con los valores y estructuras de las sociedades en las que se desarrolla el trabajo de los científicos.

3.3. La necesidad del postulado de la objetividad.

A pesar de haber desmontado las pretensiones de objetividad, infalibilidad y neutralidad del conocimiento científico,
es necesario poseer un conocimiento objetivo de la realidad para poder manejarla y mejorar nuestro modo de vida. Este
planteamiento pragmático de la objetividad encuentra apoyo en los desarrollos técnicos de todo tipo derivados del
conocimiento científico, en la utilidad demostrada de las predicciones y descubrimientos científicos en distintos
campos, etc. La ciencia funciona y nos permite mantener múltiples aspectos de la realidad, por lo que podemos
suponerle algún tipo de objetividad.

Pero el postulado de la objetividad no se mantiene sólo porque los resultados de la ciencia son útiles para el manejo de
la realidad. Las comunicaciones entre científicos, la investigación compartida, la comprensión común de las teorías y
experimentos parecen indicar la existencia de criterios exteriores a los individuos tomados aisladamente. El
conocimiento científico se define como algo común, compartible, comunicable. Supone referencias externas a los
individuos. Las críticas a los conceptos clásicos de objetividad expuestas anteriormente nos impiden atribuir a la

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objetividad un fundamento absoluto en la realidad, pero no nos pueden obligar a abandonar el concepto de objetividad
como algo independiente del sujeto de conocimiento tomado individualmente.

La objetividad se puede poner en la intersubjetividad. Lo objetivo ya no es lo verificable absolutamente, ya que tal


cosa no parece existir, sino lo comprobable por diferentes sujetos en unas condiciones dadas. Esta nueva definición de la
objetividad acentúa la definición de la ciencia como construcción de la realidad, pero determina que esta construcción
ha de ser compartible y comunicable. La objetividad se refiere al hecho de disponer de razones comprobables y
discutibles por todos, en las que se apoya una creencia que se considera verdadera; la objetividad es, junto con la
racionalidad y el carácter metódico, una de las principales características de la ciencia o del conocimiento científico.
“Que el conocimiento científico de la realidad es objetivo significa: a) que concuerda aproximadamente con su objeto,
que busca alcanzar la verdad fáctica; b) que verifica la adaptación de las ideas a los hechos recurriendo a un comercio
peculiar con los hechos (observación y experimento), intercambio que es controlable y hasta cierto punto reproducible.”
(Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, 1972). La objetividad expresa el ideal de la investigación científica,
en tanto reconocimiento público de los hechos como científicos llevado a cabo por la comunidad científica. En este
caso, se entiende como predominio del conocimiento del objeto o de la realidad, más allá de todo prejuicio o interés
particular. En filosofía de la ciencia, ya que se reconoce la imposibilidad de acceder al objeto sin la mediación de la
teoría o de algún tipo de interpretación, la objetividad se hace equivaler a la intersubjetividad, no exenta de cierta
acusación de relativismo.

4. BIBLIOGRAFÍA.

- H. I. Brown: La nueva filosofía de la ciencia. Madrid, Tecnos, 1983.

- M. Bunge: La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires, Siglo XX, 1972.

- J. Echevarría: Introducción a la metodología de la ciencia. Madrid, Cátedra, 1999.

- N. R. Hanson: Patrones de descubrimiento. Observación y explicación. Madrid, Alianza, 1977.

- W. Heisenberg: La imagen de la naturaleza en la física actual. Barcelona, Ariel, 1976.

- K. R. Popper: El universo abierto. Un argumento a favor del indeterminismo. Madrid, Tecnos, 1986.

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