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CONFIRMACIÓN

Título II
Del sacramento de la confirmación
cc. 879-896

 La confirmación o crisma es el sacramento de la iniciación cristiana que


corrobora y acrecienta en el fiel la gracia del bautismo, lo enriquece con el
sello del don del Espíritu Santo, lo vincula más perfectamente a la Iglesia y
le da fuerza para testimoniar y difundir la fe con su vida y su palabra (c. 879;
cfr. CCE 1286 ss).

• Se llama también crisma, porque se confiere mediante la unción del crisma


en la frente, que se hace con la imposición de la mano y mediante las palabras
“Recibe la señal del don del espíritu Santo”. El santo crisma debe ser
confeccionado con aceite vegetal y consagrado por el Obispo en la Misa
crismal el Jueves Santo (CCE 1300 y 1297). Pero se debe usar siempre el
crisma consagrado por un Obispo (c. 880, 2).

• Sujeto de la confirmación es sólo el bautizado que no la haya recibido


todavía.

• En peligro de muerte basta este requisito;

No se trata sólo, como rezaba el primitivo proyecto de canon, del peligro


de muerte de un infante, sino de cualquier fiel cristiano aún no confirmado.

A propósito de peligro de muerte, téngase en cuenta que el párroco tiene


encomendada especialmente la función de administrar el sacramento en esa
circunstancia (cfr. c. 530, 2.º) para lo cual el c. 883, 3.º le confiere la facultad
de ser ministro de la confirmación.

• El caso de los infantes y de los equiparados a ellos (cfr. c. 99) por carecer
habitualmente del uso de razón

• Por principio, según la disciplina vigente de la Iglesia latina no es lícito


confirmar a un infante, salvo que una causa grave, a juicio del ministro,
aconseje otra cosa.
• En el Schema de 1975, gozar de uso de razón se erigía en uno de los
requisitos de licitud.

• En la norma vigente, tener uso de razón no es un requisito de licitud para ser


confirmado, sino la circunstancia en que justamente operan los requisitos
establecidos.

• En efecto, este sacramento no se puede repetir porque imprime carácter


indeleble en quien lo ha recibido, que es como una marca espiritual que
significa la pertenencia definitiva a Dios y a su Iglesia (c. 889).

Los efecto del sacramento y su proyección canónica

• Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la


Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello
quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como
verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras (LG,
11)

• En estas palabras del Concilio, que recoge el c. 879, se contiene los efectos
teológico-canónicos del sacramento de la confirmación: es decir, aquello que
se significa y realiza mediante el signo sacramental.

• En cuanto que perfecciona la gracia bautismal, la confirmación es un


sacramento de vivos que sólo opera eficazmente cuando el que lo recibe esta
en gracia de Dios.

• Pero la confirmación no sólo perfecciona la gracia bautismal, sino que


completa el carácter del bautismo y todos sus efectos,

• Es un sacramento que imprime carácter, el confirmado queda vinculado más


perfectamente a la Iglesia, y fortalecido y urgido con mayor fuerza a ser
testigo de Cristo, difuso y defensor de la fe.

• Para la licitud se requiere además que el fiel haya llegado al uso de razón,
esté adecuadamente preparado, bien dispuesto y en grado de renovar los
compromisos bautismales. c. 889 § 2.
• La norma establece tres requisitos que han de darse simultáneamente en el
candidato a recibir la confirmación:

• Instrucción debida
• Recta disposición
• Capacidad para renovar las promesas del bautismo.

Del Schema de 1975, Se desprenden dos cosas:

a) Que sólo se exceptuaba el caso del peligro de muerte de un infante;

b) que como consecuencia, el tener uso de razón entraba a formar parte de los
requisitos de licitud.

Obligaciones y derechos del fiel

• A tenor del c. 890 de modo explicito sólo se refiere a una serie de deberes
relativos a la preparación y recepción del sacramento de la confirmación

• a) Obligación de recibir el sacramento en el tiempo oportuno

• Esta obligación directamente todos los fieles que se encuentren dentro del
marco legal en que es legítima la administración del sacramento, sobre todo
por lo que se refiere a la edad.

• Están obligados indirectamente, esto es, están obligados a procurar que los
fieles reciban el sacramento en el tiempo oportuno, en primer lugar los
padres y después los pastores de almas, sobre todo los párrocos.

• Se exige la confirmación para ser admitido en el seminario mayor (c. 241


§2) o para ser admitido en el noviciado (c. 645 § 1), antes de ser admitidos
al matrimonio, los contrayentes deben recibir el sacramento de la
confirmación (c. 1065 §).

• Exige absoluta de licitud, para recibir el sacramento del orden (c. 1033, cfr.
c. 1050, 3º).

• El derecho a recibir el sacramento en el tiempo oportuno

• No se entendería adecuadamente la obligación de recibir la confirmación, si


no viniera acompañada de un derecho.
• Se trata de un derecho fundamental, formalizado genéricamente en el c. 213,
y ulteriormente regulado en el c. 843.

• El c. 885 § 1 se expresa en parecido término, refiriéndose en concreto la


confirmación.

La preparación presacramental como deber y como derecho

• La preparación presacramental es un presupuesto o condición requerida para


admitido a la recepción del sacramento de la confirmación.

• El c. 890, en donde aparece implícito el deber de los confirmandos de


instruirse adecuadamente, y en donde aparece explícita la responsabilidad de
los padres y de los pastores de almas a la hora de procurar que los fieles se
preparen adecuadamente par recibir oportunamente el sacramento.

La disciplina sobre la edad para la confirmación

• El requisito de la edad, tal y como se contempla en la Iglesia latina, está


ligado disciplinalmente a la exigencia de una adecuada preparación para
recibir el sacramento de la confirmación.

• El tiempo oportuno para acceder a este sacramento será, por tanto, el


establecido por el Derecho.

• Y como quiera que el fijar la edad compete en buena medida al legislador


particular a tenor que establece el c. 891, el tiempo oportuno será el que
establezca el derecho particular para cada región, y, en su caso, para cada
diócesis.

• Según el Derecho oriental, la confirmación debe administrarse


conjuntamente con el bautismo, salvo que exista verdadera necesidad, en
cuyo caso se ha de cuidar de que se administre cuanto antes, (cfr. 695 § 1
CCEO).

• En la disciplina oriental aparece claro, por lo demás, que la Eucaristía es el


culmen de la iniciación sacramental (cfr. c. 697 CCEO)
Apertura a una nueva disciplina en la Iglesia latina

• El CIC 17 determino que la edad más conveniente para la confirmación en


la Iglesia latina era la de 7 años aproximadamente, salvo en caso de peligro
de muerte o cuando el ministro creyera oportuno anticiparla fundándose en
justas y graves causas.

• Fue el Ordo Confirmationis de 1971 el que, al tiempo que ratificaba la


disciplina codicial, estableció la posibilidad de que las Conferencias
Episcopales introdujeran por razones pastorales una edad más idónea,
cuando los niños sean ya algo mayores y hayan recibido una conveniente
formación.

• Recorriendo la legislación de las diferente Conferencias Episcopales, se


advierte que la tendencia generalizada es a situar la edad más conveniente
en torno a los 12 y 15 años.

• La Conferencia episcopal española la ha fijado en torno a los 14 años,


dejando libertad al Obispo diocesano para seguir la edad de la discreción, de
modo semejante ha decidido la de Honduras.

• La conferencia Episcopal de Ecuador, 12 años de edad, por lo menos.

• La conferencia Episcopal francesa, entre los 12 y los 18 años

• La Conferencia episcopal italiana ha establecido que “la edad requerida para


conferir la Confirmación es la de cerca de 12 años”, de modo semejante la
del Ecuador.

• Los Obispos suizos, ha fijado como edad mínima los 11 años.

CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO

“Quiero guardar tus leyes exactamente. Señor, Tú no me abandones”


(Salmo 118)

DECRETO

NORMAS COMPLEMENTARIAS DE LA CEM A LA LUZ DEL


NUEVO CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO
891: Teniendo en cuenta que la Confirmación enriquece al cristiano con el
don del Espíritu Santo, lo fortalece y obliga a que de palabra o de obra sea
testigo de Cristo y lo vincula más perfectamente a la Iglesia (c. 879), debe
tenderse a una progresiva toma de conciencia en la celebración del
sacramento. Por consiguiente, para cumplir lo que establece el c. 891, cada
Obispo debe dar los pasos necesarios para aplicado según las condiciones
peculiares de su diócesis, teniendo en cuenta las siguientes normas (c. 842 §
2):

1.- Evitar las Confirmaciones masivas, en las que no haya precedido una
adecuada preparación catequética, en la medida de lo posible.

2.- Preparar a los padres de familia para que cumplan, como educadores en
la fe de sus hijos, por medio de una catequesis adecuada a su edad (c. 843 §
2).

3.- Adminístrese el Sacramento dentro de una ceremonia cuidadosamente


preparada y ordenada a enfatizar la responsabilidad del confirmando y de los
padres y padrinos (c. 840).

4.- No se celebre ordinariamente la Confirmación sin antes haber dado a los


padres, padrinos, confirmados y, a ser posible, a los participantes en el rito,
la catequesis presacramental adecuada, según las circunstancias, valiéndose
para ello de los medios que aconseje una sana pedagogía de la fe.

5.- En la medida de lo posible acompáñese a los confirmados, por medio de


una catequesis progresiva, a vivir y acrecentar su fe, a fin de que sean
verdaderos testigos de Cristo y se abran a la acción apostólica (c. 879).

895: Se mantiene la costumbre legítima de que existan libros de


Confirmación en todas las Iglesias parroquiales en las que este
Sacramento se imparte.

• Aun cuando no sea un sacramento absolutamente necesario, sería temerario


retrasar sin motivo la confirmación, por lo cual el derecho impone a los fieles
la obligación de recibirla oportunamente, de modo que puedan contar con la
fuerza del sacramento cuando la lucha por permanecer fiel a los
compromisos bautismales resulte más difícil (CEC 1306).
• 1306 Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el
sacramento de la Confirmación (cf CIC can. 889, §1). Puesto que Bautismo,
Confirmación y Eucaristía forman una unidad, de ahí se sigue que "los fieles
tienen la obligación de recibir este sacramento en tiempo oportuno" (CIC,
can. 890), porque sin la Confirmación y la Eucaristía, el sacramento del
Bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero la iniciación cristiana queda
incompleta.

• Disciplina vigente que establecen los cc. 882-888

El ministro de la confirmación

• El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo c. 882; pero también


un presbítero puede confirmar válidamente si ha recibido la facultad de
hacerlo: ya directamente de la ley, ya mediante una especial concesión de la
autoridad competente.

Tienen facultad ipso iure de confirmar:

1. quienes son equiparados en derecho al Obispo diocesano a tenor del c.


381 §2;

No basta solo la potestad del orden para administrar válidamente la


confirmación (como tampoco basta para ser confesor), se requiere estar
dotado de facultad.

2. El presbítero que, por razón de su oficio o por mandato del Obispo


diocesano, bautiza a un adulto, el sentido del c. 852 §1 y c. 966;

3. todo presbítero cuando quien recibe la confirmación se encuentra en


peligro de muerte (c. 883 3º).

Para la licitud está sometida a algunas circunstancias:

• a) a sus propios súbditos, el obispo administra lícitamente la confirmación


dentro y fuera de la diócesis propia c. 886 § 1.

• b) a los que no son súbditos suyos, también les administra lícitamente la


confirmación, dentro de su diócesis, salvo que exista una prohibición
expresa del Obispo propio.
• c) pero para administrar lícitamente la confirmación en diócesis ajena y a los
no súbditos, el Obispo necesita licencia, al menos razonablemente presunta,
del Obispo diocesano 886 § 2.

• En la Iglesia oriental es habitual que administre la confirmación un


presbítero inmediatamente después de administrar el bautismo.

• Justamente por el el ministro originario y ordinario, el Obispo diocesano


tiene el deber de administrar por sí mismo la confirmación, o cuidar que la
administre otro Obispo (c. 884).

• Esto pone de relieve que la confirmación es un ministerio episcopal que no


debe delegarse como regla en los presbíteros, salvo que una necesidad lo
requiera.

• A diferencia del Obispo, en cambio, ningún presbítero, incluidos los que por
derecho se equiparan al Obispo diocesano, administra válidamente la
confirmación en territorio ajeno (c. 887) o fuera de los límites de su
jurisdicción (c. 883, 1.º).

Los padrinos: función y requisitos canónicos

• La presencia de padrinos (o madrinas) en la confirmación se remonta a una


costumbre antiquísima, como reconocía expresamente el c. 793 del CIC 17.
En efecto, en la época en que la confirmación se confería inmediatamente
después del bautismo, basta sólo un padrino.

• También para la confirmación se debe tener un padrino, mejor si es el mismo


del bautismo.

• Los requisitos para ser padrino de la confirmación son los mismos que para
los padrinos de bautismo (cc. 892, 893).

• A través del c. 892 la Iglesia se hace eco de nuevo de esa antigua costumbre,
prescribiendo la presencia de padrinos (o madrinas) tanto en el acto litúrgico
de la confirmación como en la vida del propio confirmado.
• Se trata, en todo caso, de una presencia sumamente aconsejable, pero no
absolutamente necesaria:, en la medida de lo posible, tenga el confirmado
un padrino (o madrina).

• La función del padrino, esto es, el munus que la ley le confía, se realiza en
un doble plano:

• 1) en la participación en el acto celebrativo del sacramento , según los libros


litúrgicos; se trata, en este caso, del padrino en sentido litúrgico;

• 2) en la ayuda permanente al ya confirmado a fin de que se comporte como


verdadero testigo de Cristo, y cumpla fielmente las obligaciones que
dimanan de este sacramento, entre ellas, la de ser propagador y defensor de
la fe; se trata del padrino en sentido canónico.

• Entre los requisitos destaca la exigencia canónica de ser católico, de haber


recibido los sacramentos de la iniciación cristiana – confirmación y
Eucaristía-, y de llevar una vida congruente en la fe y con la función que va
a sumir.

• De la confirmación debe quedar constancia, anotándola tanto en el libro de


confirmaciones como al margen de la partida de bautismo (cc. 894-896).

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