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La confirmación

 Es uno de los siete sacramentos (Dz 844, 871 DH 1601, 1628) y no sólo
catequesis de adolescentes
 Este sacramento se concede por medio del crisma (Dz 872DH 1629)
 Solo el Obispo es el ministro ordinario (Dz 873DH 1630)

El Concilio Vaticano II precisa en la Lumen Gentium: "El sacramento de la confirmación


vincula más perfectamente a la Iglesia concede una fuerza especial del Espíritu Santo, para
que de forma más comprometida, los que la reciben, se dediquen a difundir y defender la fe de
palabra y de obra, como verdaderos testigos de Cristo" (n. 11 ).

11.-6. Separación del bautismo y la


confirmación.

La separación del rito del bautismo y de la confirmación se obtiene en Roma.


Aparece en el s. V con toda claridad. Precisamente porque bautizaba el sacerdote y la
confirmación tenía que darla siempre el Obispo. Lo cierto que la separación entre bautismo
y confirmación aparece como una "'evolución secundaria", a decir de W. Breuning, y
limitada geográficamente. La distinción, en su origen, se sitúa m ás en el campo de las
personas y no del ritual, que permanece el mismo, dentro del desarrollo de los propios
ritos.

11.-7. Los efectos de la confirmación.

El efecto del sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue
concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés.

Por este hecho, la confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:


- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir
"Abbá, Padre" (Rom 8, 15)
- nos une más firmemente a
Cristo
- aumenta en nosotros los dones del Espíritu
santo
-hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (Cfr.,
LG 11)
- nos concede una fuerza especial del Espíritu santo para difundir y defender
la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para
confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la
Cruz (Cf., Dz

607; DH 1319; LG 11, 12)

OJO: La confirmación, como el bautismo del que es la plenitud, sólo se da


una vez. La confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el
"carácter" (Cfr., Dz 852; DS 1609) que es el signo de que Jesucristo ha marcado al
cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su
testigo (Cfr., Lc 24, 48-49).

El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el bautismo,


y "el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en
virtud de un cargo o un servicio (quasi ex officio).
11.-8. Quién puede recibir este sacramento.

Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la


condición (cfr., CIC can. 889, 1 ). Puesto que bautismo, confirmación y eucaristía forman
una unidad, de ahí se sigue que "los fieles tienen la obligación de recibir este sacramento en
tiempo oportuno" (CIC, can. 890), porque sin la confirmación y la eucaristía, el
sacran1ento del bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero la iniciación cristiana queda
incompleta.
La tradición latina pone, como punto de referencia para recibir la confirmación, "la
edad del uso de razón", capacidad de discreción. Sin embargo, en peligro de muerte,
incluso se debe confirmar a los niños incluso si no han alcanzado todavía la edad del uso de
razón (Cfr., CIC can
891-893).
Si a veces se habla de la confirmación como "del sacramento de la madurez
cristiana" es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta
del crecimiento natural ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita
e inmerecida que no necesita una "ratificación" para hacerse efectiva. Así numerosos
niños y jóvenes, gracias al Espíritu Santo que habían recibido, mostraron una gran
madurez, lucharon valientemente por Cristo y hasta llegaron a dar la sangre por Cristo.

La preparación para la confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a


una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su
acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades
apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la confirmación se esforzará
por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, tanto a la Iglesia
universal como a la comunidad parroquial. Esta última tiene una responsabilidad particular
en la preparación de los confirmados.

Para recibir la confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene


recurrir al sacramento de la penitencia para recibir con provecho el don del Espíritu
Santo. Hay que preparase con una oración más intensa para recibir con docilidad y
disponibilidad la fuerza y las gracias del Espíritu Santo (cfr., He 1, 14).

Para la confirmación, como para el bautismo, conviene que los candidatos


busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el
mismo que para el bautismo para subrayar la unidad entre los sacramentos (CIC can.
893).

11.-9. El ministro de la confirmación.

El ministro originario de la confirmación es el Obispo (LG 26).

En Oriente es ordinariamente el presbítero que bautiza quien da también inmediatamente


la confirmación en una sola celebración. Sin embargo, lo hace con el santo crisma consagrado
por el Patriarca o el Obispo, lo cual expresa la unidad apostólica de la Iglesia cuyos vínculos son
reforzados por el sacramento de la confirmación. En la Iglesia latina se aplica la misma
disciplina en los bautismos de adultos y cuando es admitido a la plena comunión con la Iglesia un
bautizado de otra comunidad cristiana que no ha recibido válidamente el sacramento de la
confirmación (cfr. can. 883, 2).
En el rito latino, el ministro ordinario de la confirmación es el Obispo (CIC can.
882). Aunque el Obispo puede, por razones graves, conceder a presbíteros la facultad de
administrar este sacramento (CIC can. 884, 2), es conveniente, por el sentido mismo del
sacramento, que lo confiera el mismo, sin olvidar que por esta razón la celebración
de la confirmación fue temporalmente separada del bautismo. Los Obispos son los
sucesores de los Apóstoles y han
recibido la plenitud del sacramento del Orden. Por esta razón, la
administración de este sacramento por ellos mismos pone de relieve que la confirmación
tiene como efecto unir a los que la reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes
apostólicos y a su misión de dar testimonio de Cristo.

Si bien, en las megápolis el Arzobispo delega esta facultad en Vicarios


episcopales, los cuales, sin gozar de la plenitud del sacerdocio, llevan a cabo la 1nayoría
de las confirmaciones de la diócesis sin ningún menoscabo ni desdoro.

Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero debe darle la


confirmación (CIC can 883, 3). En efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos,
incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el
Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo. (Cat. I. C. n° 1312-1314).

1 1.-10.- La celebración de la
Confirmación.

Un momento importante que precede a la celebración de la confirmación, pero


que, en cierta manera forma parte de ella, es la consagración del santo crisma. Es el
Obispo quien, el Jueves Santo, en el trascurso de la Misa crisma!, consagra el santo crisma
para toda su diócesis.

(En las Iglesias de Oriente, esta consagración está reservada al Patriarca).

Cuando la confirmación se celebra separadamente del bautismo, como es el caso


en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación de las promesas
del bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. Así aparece claramente que la
confirn1ación constituye una prolongación del bautismo (cfi, SC 71). Cuando es
bautizado un adulto, recibe inmediatamente la confirmación y participa en la eucaristía
(CIC can. 866).

En el rito romano la celebración del sacramento de la confirmación suele hacerse


dentro de la Misa. Después de la proclamación del evangelio, tiene lugar la presentación
de los confirmandos. El párroco, o el catequista encargado, los presenta al Obispo,
diciendo que han sido suficientemente educados, catequizados en la fe que fueron
bautizados.

-------a.) Llamamiento a los confirmandos: Se llama a uno por uno y van subiendo al
presbiterio. Si son muchos, basta con que estén debidamente colocados. No se debe
sustituir el llamamiento personal.

Es ahora el momento de la homilía, la cual ha de versar sobre la gracia bautismal,


el don del Espíritu, la simpatía juvenil, el discernimiento vocacional, el testimonio
cristiano y... ser jóvenes auténticos.

b) Actualización del bautismo: El Obispo les indica que se disponen a recibir el


Espíritu Santo para ser testigos de Cristo en el mundo, por la renovación de las promesas
bautismales y la profesión de fe.

-) C) Imposición de manos: El Obispo, y los presbíteros concelebrantes, extienden las


manos sobre todos los confirmandos, gesto que, desde el tiempo de los Apóstoles, es el
signo del don
del Espíritu. Y el Obispo invoca así la efusión del Espíritu:

"Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que


regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los
libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos el
Espíritu Santo Paráclito; 11énalos del espíritu de sabiduría y de
inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y
de piedad; y cólmalos del espíritu de santo temor. Por Jesucristo nuestro
Señor".

Sigue el rito esencial del sacramento. En el rito latino, "el sacramento de la


confirmación es conferido por la unción del santo cristna en la frente, hecha imponiendo la
mano, y con estas palabras: ''Accipe signaculum doni Spiritus Sancti" (Recibe por esta
señal el don del Espíritu
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Santo. Amén)"
-t
En las Iglesias orientales, la unción del myron se hace después de una oración de
epíclesis, sobre las partes más significativas del cuerpo\ y cada unción va acompañada de la
fórmula: "Sello del don que es el Espíritu Santo".
El beso de paz con el que concluye el rito del sacramento significa y
manifiesta la
Comunión eclesial con el Obispo y con todos los fieles. El Obispo dad la paz a cada uno de lso
confirmados, diciendo: La paz sea contigo. Y el confirmado responde: Y con tú espíritu.

Y continua la Misa como de constumbre, comulgando los confirmados en ambas especies, de pan
y de vino.

. Chrisma indica la unción con el Espíritu Santo. Esa unción es la palabra misma de
Cristo, en cuanto que el Espíritu de verdad la recuerda y la hace comprensible: ella es el
óleo de la unción con el que el Espíritu unge el corazón de los creyentes. Es la misma
palabra de Jesús, aceptada en la Iglesia e interiorizada por el Espíritu Santo.

11.-12. Teología de la confirmación: Pneumatología y eclesiología.

Para elaborar una teología de la confirmación es necesario concebir rectamente la


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relación que guardan entre sí la eclesiología y la pneulnatología .

A) Espíritu e Iglesia o La Iglesia del Espíritu.

Por la confirmación el cristiano se vincula más estrechamente a la Iglesia de


Cristo, gracias a una especial intensificación del Espíritu Santo en él. Es el Espíritu Santo
quien continúa formando la Iglesia en nuestros días.

* El Espíritu como don del fin de los tiempos:

No sólo profetas y sabios aislados, guerreros, cantores y reyes, sino el


pueblo entero debía llenarse, según la expectación profética de la salud en los días
del Mesías, del espíritu de Dios, del nuevo poder vivificador de Dios.
Las primitivas Iglesias cristianas, lo mismo las paulinas que la Iglesia madre
de Jerusalén, vieron cumplirse tal expectativa con el don del profetismo. El
Espíritu es el don escatológico con que son bendecidos en los últimos tiempos,
tanto la comunidad como la persona, que por el bautismo y la confirmación es
admitido en ella.
El Espíritu es la presencia terrena del Señor resucitado. Por el Espíritu
actúa
Cristo resucitado en la Iglesia y en el mundo. El poder de resurrección y de
vida ejercida por el Espíritu suscita una nueva creación. El Espíritu abre al
creyente el acceso a la acción saludable de Dios en Cristo. Y no lo hace como
fuerza mágica, a la que el hombre no puede resistir, sino que crea en él la
posibilidad de dar un "Si" responsable y agradecido. El Espíritu es quien concede
al creyente la fe para confesar a Jesús como el Señor.
El Espíritu no es, por tanto, una cualidad oculta del hombre, sino don
enteramente de Dios. Como Espíritu de Dios, el Espíritu Santo debe distinguirse del
espíritu humano, de su propio yo. El Espíritu permanece siempre Espíritu de Dios y
no se diluye nunca en el espíritu individual, que se da en cada hombre (Rom 8, 16).
Pero el Espíritu de Dios puede llegar a tener también tal poder sobre el hombre, que
se convierta en el más íntimo yo de aquel hombre, que no vive ya de sí mismo sino
de Dios (Rom 8, 9-15).

El Espíritu incorpora al creyente al cuerpo de Cristo. El mismo crea la unidad


del cuerpo, que consta de sujetos distintos, portadores de diversos carismas (I Cor
12). Por la existencia pneumática, el creyente no sólo entra actualmente a ser
partícipe de la vida eterna, sino también se le abre ante sus ojos un futuro lleno de
promesas salvíficas. "Si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los
muertos mora en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de entre los muertos
vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra del Espíritu que mora en
vosotros" (Rom 8, 11). El Espíritu es potencia del presente de cara futuro, puesto
que ya desde ahora tiene la misión de someter todas las cosas en Cristo al Padre.

* La Iglesia subordinada al Espíritu.

El Espíritu no es la Iglesia. Tal identificación sería peligrosa. En rigor, el


Espíritu no procede de cristiano alguno, ni de la Iglesia en cuanto tal, sino de Dios
mismo. Por él obra Dios en la Iglesia: funda, sostiene, anima, e irradia la Iglesia
universal. El rige y gobierna la Iglesia, pero no por ello deja de distinguirse de ella.
Permanece siendo Espíritu de Dios y por eso es manantial de toda libertad.
El Espíritu precede a la Iglesia: Lo primero es el Espíritu Santo, por el que
Dios, libremente, crea la Iglesia, iluminando el corazón de los hombres. Dios Padre
llama a los hombres por la Palabra de Cristo, en virtud del Espíritu Santo, para que
vengan a la fe, y se vayan incorporando a su Iglesia por el bautismo y la
confirmación, formando la comunidad de hijos en el Hijo, animados por la fuerza
de su Espíritu.

El Espíritu obra donde quiere: La Iglesia no puede poner cortapisas a la


acción y eficacia del Espíritu en los corazones de los hombres o en el desarrollo de
los pueblos. Es verdad que el Espíritu llena a su Iglesia y a cada uno de sus fieles
con sus dones por los sacramentos. La Iglesia es renovada, día a día, por el Espíritu
a imagen de Cristo. Y la familia de los hijos de Dios es la morada del Espíritu. Pero
también es verdad que el Espíritu se ha derramado en todos los corazones de los
hombres que creen y aman, para conducirlos por Cristo al Padre.

El Espíritu obra cuando quiere: El Espíritu es modelo de plena libertad, ya


que fomenta el orden, la paz, la fraternidad en todos aquellos que se dejan guiar
por él. El Espíritu no está sometido a otra ley que la ley de su libertad omnímoda, ni
a otro derecho que al derecho de su propia gracia, ni a otro poder que al poder de su
propio beneplácito. La Iglesia, por ello, no puede oponerse al Espíritu, no puede
poseerlo sino en la medida que es poseída por Él.

El Espíritu no sopla cuando debe, según nuestro parecer, sino cuando


quiere, según su designio. No hay ordenación eclesial de doctrina o praxis que le
pueda forzar, subyugar o controlar. El Espíritu del Señor es absolutamente libre. Al
ligarse el Padre por el Espíritu a la Palabra del Hijo y a los sacramentos de la Iglesia,
no confirma su vinculación o servidumbre, sino su plena y soberana libertad.

* La Iglesia, creación espiritual.

En Pablo y Juan la Iglesia nace a raíz de la resurrección de Cristo, y el


Espíritu es dado el día de Pascua, pues el Ungido de entrega en el misterio
pascual, que es manifestación del Espíritu. En Pascua, el Espíritu es
comunicado al colegio de los Apóstoles, como unión en Pentecostés, a cada uno
de los presentes, como testigos. La efusión del Espíritu, prometido a los profetas,
atestigua que la comunidad de Jerusalén es la comunidad escatológica. El
Espíritu concede a esta comunidad: idoneidad, autoridad, y legitimidad . La
misión de la Iglesia es en lo sucesivo la misión conjunta del Kyrios y del Pneuma,
y su acción es presencia activa del: Cuerpo de Cristo, como pueblo de Dios en el
mundo.

A diferencia de los Hechos de los Apóstoles, Pablo hace ver que el


Espíritu es dado no para gestas excepcionales, sino para transformar la existencia
de los fieles y su vida de comunidad: En Hechos se ora para pedir el Espírituen
Pablo la oración misma es fruto del Espíritu. Sin el Espíritu no hay vida
nueva, ni Iglesia misioneras m comunidad escatológica, porque sin él no hay
fuerza que empuje a la misión.

Cristo, el Hijo ungido, es consagrado y confesado por el padre como


profeta, sacerdote y rey. En este mismo Espíritu es ungido el creyente= cristiano,
participando del mesianismo de Jesús, para desempeñar el triple ministerio eclesial,
como pueblo de profetas, sacerdotes y reyes.

Desde esta perspectiva, alcanza la confirmación su máximo relieve e


identidad en su relación con el bautismo y la eucaristía. El concilio Vaticano II ( SC
71) dispone, en la práctica, la renovación de las promesas bautismales antes de la
crismación, y toda la ceremonia de la confirmación tiene lugar dentro de la
eucaristía.

La confirmación no ha de ser considerada solamente en términos de apostolado y testimonio


cristiano, sino también en su capacitación cultual, en la facultad y necesidad que todo
confirmado tiene de participar en las celebraciones litúrgicas, movido por el Espíritu, y en
especial en la eucaristía

Los tres sacramentos de iniciación están íntimamente unidos. Por ellos el


cristiano se incorpora plenamente al misterio pascual de Cristo muerto y resucitadose
incorpora plenamente al pueblo de la Nueva Alianza, la Iglesia, llegando a la madurez
espiritual que le haga responsable de las tareas de la evangelización y el testimonio en y por
la Iglesia.
1 o Esta unidad ha de ser expresada en la administración de los
sacramentos.
2° La confirmación es cumplimiento de la iniciación que se celebra en la
eucaristía.
3o Los sacramentos de iniciación configuran y constituyen la Iglesia como
comunidad de fe (bautismo), cuerpo de Cristo (eucaristía) y testimonio en el
Espíritu Santo (confirmación).

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