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TEMA 7: LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA Cánones 834/1253

El LIBRO IV se titula “DE LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR DE LA IGLESIA”

PARTE I
DE LOS SACRAMENTOS cnn 840/1054
a) Principios Generales

● “c. 840.- Los sacramentos del Nuevo Testamento, instituidos por Cristo Nuestro Señor y
encomendados a la Iglesia, en cuanto que son acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y
medios con los que se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a Dios y se realiza la santificación
de los hombres, y por tanto contribuyen en gran medida a crear, corroborar y manifestar la
comunión eclesiástica; por esta razón, tanto los sagrados ministros como los demás fieles
deben comportarse con grandísima veneración y con la debida diligencia al celebrarlos.”

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● “c. 841.- Puesto que los sacramentos son los mismos para toda la Iglesia y pertenecen al
depósito divino, corresponde exclusivamente a la autoridad suprema de la Iglesia aprobar o
definir lo que se requiere para su validez, y a ella misma o a otra autoridad competente, de
acuerdo con el can. 838, § § 3 y 4, corresponde establecer lo que se refiere a su celebración,
administración y recepción lícita, así como también al ritual que debe observarse en su
celebración.”

La Iglesia no tiene potestad sobre las sustancias de los sacramentos. La Iglesia las custodia y
las transmite pero no las puede modificar. La intervención de la Iglesia es posible pero en el resto
de los elementos. Esta intervención es de dos tipos:

1) Estableciendo normas de derecho positivo para la validez, de forma que si no se siguen el


sacramento no se administra.

2) Interviniendo sobre la licitud de los sacramentos, de manera que si no se cumplen ciertas


normas dadas el sacramento se administra pero no de acuerdo a la voluntad de la Iglesia. A pesar de
ello se producen sus efectos, aunque queda el tema de la responsabilidad moral y la culpabilidad del
que lo administra ilícitamente.

Las normas que proceden del derecho divino, la Iglesia no las crea, las desarrolla. Las
normas de derecho positivo son las que establece la Iglesia, si afectan a la validez del sacramento
esto ha de estar explícitamente señalado.

La autoridad que pone requisitos para la validez o la licitud, es la que tiene la potestad
legislativa:
- Para la validez: exclusivamente la autoridad suprema, quedando excluidas todas
las autoridades inferiores. Esto es por la necesidad de que haya seguridad en lo
que afecta a la validez del sacramento y que sean los mismos requisitos en toda la
Iglesia. Por otra parte por lo delicado que es esta materia. Todos los requisitos
están en el código.

- Se pueden establecer requisitos para la licitud, que también hay que cumplirlos
con la misma conciencia, pero en caso de que no se cumplan no afectan a la
validez de los sacramentos, ej.: la edad para la celebración lícita del matrimonio o
la edad mínima para la confirmación. Son requisitos que el código deja a las
autoridades inferiores.
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El canon 842 ofrece también unos principios doctrinales:

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● “c. 842 § 1. Quien no ha recibido el bautismo, no puede ser admitido válidamente a los demás
sacramentos.
§ 2. Los sacramentos del bautismo, de la confirmación y de la santísima Eucaristía
están tan íntimamente unidos entre sí, que todos son necesarios para la plena iniciación
cristiana.”

1) El bautismo es un requisito de validez para recibir los demás sacramentos, el que no está
bautizado no es sujeto capaz, si los recibe lo hace inválidamente. De ahí la importancia de tener la
certeza del bautismo. En caso de duda hay que volver a bautizar.

2) La unidad entre los tres sacramentos de la iniciación cristiana, están unidos entre sí y son
necesarios para la plena iniciación cristiana, lo que hace que luego se administre en el caso de los
adultos de forma simultanea.
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● “c. 843.- § 1. Los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de
modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos.
§ 2. Los pastores de almas y los demás fieles, cada uno según su función
eclesiástica, tienen obligación de procurar que quienes piden los sacramentos se preparen para
recibirlos con la debida evangelización y formación catequética, atendiendo a las normas dadas
por la autoridad eclesiástica competente.”
El c. 843 establece el derecho a los sacramentos, y por tanto la obligación de los ministros
sagrados de administrar los sacramentos, un derecho fundamental pero no absoluto, pues hay unos
requisitos según los cuales se tendrá que negar dicha administración en algunos casos, pero no
arbitrariamente sino por el derecho. Estos requisitos son:

1) Oportunidad en la petición: según las circunstancias de tiempo y de lugar, ej.: es una


petición inoportuna la de quien pide la comunión a las tres de la madrugada por pura devoción. En
ese caso no tiene derecho a recibir el sacramento.

2) Que esté bien dispuesto: dependiendo de las disposiciones específicas de cada sacramento
según su naturaleza. Que cumpla los requisitos.

3) No se puede administrar los sacramentos cuando el derecho lo prohíbe: el caso más


común es el caso de la excomunión (c. 1331), cuyo efecto principal es la prohibición para recibir
todos los sacramentos.

Respecto de la recepción de la Eucaristía por parte de los excomulgados las normas aparecen
en el c. 915, no pueden comulgar (y el ministro no los puede admitir) los que persisten
obstinadamente en un pecado grave manifiesto y público.

Siempre cabe recurso al Obispo. El c. 843 § 2 habla de las obligaciones de los pastores de
preparar a los que reciben los sacramentos de acuerdo con las normas dadas por la autoridad
competente.
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b) La “communicatio in sacris”

El c. 844 trata de la “communicatio in sacris” = comunicación en lo sagrado. Se trata de


hasta qué punto está permitido participar en los sacramentos con otras Iglesias cristianas y hasta qué
punto se puede admitir a otros fieles católicos sin la comunión plena.

Este canon se refiere sólo a los sacramentos, no se aplica a otros actos litúrgicos o de
oración, los cuales están regulados en el Directorio Ecuménico, documento del Consejo Pontificio
para la Unidad de los Cristianos, de 25 de mayo de 1993, titulado: “Principios y normas para la

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acción ecuménica de la Iglesia”. De manera que los principios no quedan a la libre aplicación. Es
importante conocerlo porque es un documento vinculante para el ecumenismo. Lo relativo a toda
esta cuestión litúrgica se llama “communicatio in spiritualis” e incluye todo (también los
sacramentos).

1º) En primer lugar, el documento habla de las cosas espirituales fuera de los sacramentos
(nº 115) no solo se permiten sino que se recomiendan, en especial la oración orientada por la unidad
de los cristianos (siempre que no se trate de la Eucaristía que ya pertenece a los sacramentos).
El directorio recuerda que los católicos deben participar en la Misa los domingos y días de
precepto, no pudiendo ser suplida por una oración ecuménica.

2º) En segundo lugar se habla de los lugares sagrados en que se celebra (nº 137-142), se
permite utilizarlos con este fin, pero siempre con licencia del Ordinario del lugar. Están permitidas
tres posibilidades, todas ellas condicionadas a la licencia del Ordinario:

1.- Celebración del culto católico en el templo de una Iglesia cristiana no católica,
con una causa justa y con licencia del Ordinario del lugar.

2.- Celebración del culto cristiano no católico en un templo católico, también se


necesita la licencia del Ordinario sin que provoque escándalo o indiferentismo.

3.- Lugares de culto interconfesional. Lugares en que se celebra indistintamente el


culto de las diferentes confesiones cristianas, ej.: las capillas de los aeropuertos.
Hace falta licencia del Ordinario. No se puede reservar en estos lugares el
Santísimo Sacramento, a no ser que haya una capilla separada dedicada al culto
católico (nn. 138-139).

3º) De las exequias eclesiásticas: (nn. 120 y c. 1183 § 3). Para esto hacen falta tres requisitos
cumulativos (se tienen que dar a la vez):

1.- Licencia del Ordinario del lugar.


2.- Que no conste la voluntad contraria del difunto.
3.- Que no pueda celebrarlas el ministro propio.

4º) Ofrecimiento de la Eucaristía por otros cristianos no católicos, vivos o difuntos: en este
caso se puede ofrecer por el sacerdote, pero con una limitación: no se pueden citar sus nombres en
la plegaria eucarística, sino en otro momento, por estar reservada la plegaria a las personas en plena
comunión con la Iglesia católica (n. 121).

5º) Las bendiciones: se pueden impartir libremente, también a los no católicos (n. 121).

6º) Los matrimonios mixtos: (nn. 143-160) un católico con un no católico. La norma general
es que se celebren sin Misa. Pero con licencia del Obispo diocesano se puede hacer dentro de la
celebración de la Eucaristía, teniendo en cuenta que el no católico no puede comulgar ni sus
invitados.

7) Los sacramentos:

- El principio general (c. 844) se encuentra en el Concilio Vaticano II en Unitatis


redintegratio 8: los sacramentos como signo de unidad de la Iglesia, la cual es
previa a la celebración del sacramento; esto exige que la participación en los
sacramentos se de entre los fieles que participan de la comunión eclesial. De ahí
que cada fiel los deba recibir en su propia confesión.

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- El segundo principio son los sacramentos como medios de gracia. Es el que en
situaciones muy limitadas atenúa el primero, en ocasiones en que no hay otro
modo, aunque no haya plena comunión, para participar en los medios de gracia.

● En el c. 844 está el principio general, que dice que los ministros católicos sólo pueden
administrar los sacramentos a los fieles católicos. Se dice también que los fieles católicos sólo
pueden recibir los sacramentos de los sacerdotes católicos. El canon sólo se ocupa de los fieles
católicos, no de otros fieles de otras Iglesias.

● “c. 844 § 1. Los ministros católicos administran los sacramentos lícitamente sólo a los fieles
católicos, los cuales, a su vez, sólo los reciben lícitamente de los ministros católicos, salvo lo
establecido en los § § 2, 3 y 4 de este canon, y en el can. 861, § 2.”

En la norma general, excepcionalmente puede haber otras posibilidades por la necesidad de


alcanzar la gracia (c. 844 § 2 - § 4). Las posibilidades son distintas dependiendo del grado de
comunión con la Iglesia católica:
● En el § 2 trata de en qué casos un católico puede recibir los sacramentos de manos de
otros ministros de confesión no católica:

● “c. 844 § 2. En caso de necesidad, o cuando lo aconseje una verdadera utilidad espiritual, y
con tal de que se evite el peligro de error o de indiferentismo, está permitido a los fieles a
quienes resulte física o moralmente imposible acudir a un ministro católico recibir los
sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos de aquellos ministros no
católicos en cuya Iglesia son válidos esos sacramentos.”

- En el caso de la Penitencia, la Eucaristía y la Unción de enfermos está limitado por la


imposibilidad de recibirla de un ministro católico. Al mismo tiempo tiene que haber necesidad y
plena imposibilidad.

- Hace falta que en la Iglesia de estos ministros el sacramento sea válido, de manera que se
limita a las Iglesias ortodoxas. En otras Iglesias no es válido porque están vinculadas al Orden
Sagrado.

- Quedan excluidos el matrimonio y la confirmación, por no ser tan urgentes. En el Orden no


es posible nunca. En el caso del bautismo son más amplios los requisitos para la validez de la
administración, entran en ellos más Iglesias aparte de la ortodoxa.

● En el § 3 aparecen las normas para administrar lícitamente los sacramentos de la


penitencia, la Eucaristía y la unción de enfermos a miembros de la Iglesia ortodoxa:

● “c. 844 § 3. Los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos de la penitencia,
Eucaristía y unción de los enfermos a los miembros de Iglesias orientales que no están en
comunión plena con la Iglesia católica, si los piden espontáneamente y están bien dispuestos; y
esta norma vale también respecto a los miembros de otras Iglesias que, a juicio de la Sede
Apostólica, se encuentran en igual condición que las citadas Iglesias orientales, por lo que se
refiere a los sacramentos.”

- Hace falta que los fieles lo pidan espontáneamente y que estén bien dispuestos.

- Hace falta también que tengan dificultad de acudir a su ministro propio.

● En el § 4 está la norma extraordinaria para los cristianos no católicos de occidente, que


surgieron con la reforma protestante. Es más limitado porque la comunión eclesial es menor:

§ 4. Si hay peligro de muerte o, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia


Episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente
esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no están en comunión plena con

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la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo
pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y
estén bien dispuestos.”

1.- Que se trate de peligro de muerte o de necesidad grave, a juicio del Obispo diocesano o
de la Conferencia Episcopal, no del ministro católico (en peligro de muerte sí).
2.- Sólo esos tres sacramentos: Penitencia, Eucaristía, Unción.
3.- Que no puedan acceder al propio ministro de su propia comunidad.
4.- Que lo pidan espontáneamente.
5.- Que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos. No hay que mirar la confesión
sino la fe de la propia persona, aunque sea de una confesión lejana él puede estar más cercano. Le
tiene que constar al ministro.
Hay que tener más en cuenta el número 1 y el 5.
El § 5 dice que para dar normas generales, que se consulte a la Iglesia o comunidad católica
de que se trate. La Conferencia Episcopal pude dar normas en casos de necesidad grave, pero dentro
de lo que se permite en la disciplina de este canon, para explicarlo mejor. En España no hay
ninguna norma de la Conferencia Episcopal al respecto.

§ 5. Para los casos exceptuados en los § § 2, 3 y 4, el Obispo diocesano o la


Conferencia Episcopal no deben dar normas generales sin haber consultado a la autoridad, por
lo menos local, de la Iglesia o comunidad no católica de que se trate.”
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c) Los Sacramentos

1) Reiterabilidad de los sacramentos

● “c. 845 § 1. Los sacramentos del bautismo, de la confirmación y del orden imprimen carácter
y, por tanto, no pueden reiterarse.
§ 2. Si, después de haber realizado una investigación diligente, subsiste duda
prudente sobre si los sacramentos tratados en el § 1 fueron realmente recibidos o lo fueron
válidamente, sean administrados bajo condición.”

El c. 845 trata de los sacramentos no reiterables cuando se duda de su administración válida.


No se pueden reiterar los que imprimen carácter: bautismo, confirmación y Orden Sagrado. La duda
puede provenir:
- Del hecho de la administración en sí misma (ej.: si se bautizó o no).
- De la validez del sacramento recibido (por falta de algún requisito especial).

Cuando hay duda, en primer lugar se hace una investigación diligente para salir de la duda,
con las medidas ordinarias a disposición. Si subsiste la duda tras la investigación, se administra el
sacramento bajo condición (la condición de que no hayan sido administrados válidamente).
La condición no es necesario expresarla verbalmente, vale con que el ministro ponga la
condición. El sacramento opera por sí mismo independientemente de la condición, que es una
cuestión subjetiva de cara a la certeza de la Iglesia y al respeto por los sacramentos (que no se
pueden repetir), pero opera igual con ella que sin ella.
Respecto a la duda sobre la válida administración del sacramento hay que tener en cuenta
varias cuestiones:

1º) La fe del ministro no se requiere para la validez, sólo la intención de hacer lo que hace la
Iglesia. Por eso puede bautizar válidamente un no creyente, aunque no tenga ninguna fe. ¿Qué
sucede cuando el ministro del bautismo pertenece a una secta que tiene ritos bautismales inválidos?
Se presume que este ministro bautizó según la intención de la propia secta, no según la intención de
la Iglesia. Esto no significa que la fe sea determinante, sino en la medida en que represente a la
intención.

2º) La materia y la forma empleadas.

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3º) La capacidad del ministro: para el bautismo vale cualquier persona, el problema es para
la Confirmación y el Orden: han de ser ministros ordenados, para la confirmación al menos un
presbítero y para el orden un Obispo.

4º) La intención del que lo recibe: siendo adultos hace falta tener la intención de recibirlo.
Respecto del bautismo, la práctica es ver si hay acuerdos de reconocimiento.

Otros sacramento (por ej.: la Unción) se pueden administrar bajo condición, pero por otros
motivos, no por duda sino porque haga falta algún requisito (ej.: si vive o no).
2) La obediencia en la celebración

● “c. 846 § 1. En la celebración de los sacramentos, deben observarse fielmente los libros
litúrgicos aprobados por la autoridad competente; por consiguiente nadie añada, suprima o
cambie nada por propia iniciativa.”

Se manifiesta en la observancia fiel de los libros litúrgicos, que nadie añada o suprima nada
desde su propia iniciativa. La razón es no dejar nada a la subjetividad de cada ministro, sino
celebrarlo según la voluntad de la Iglesia.

Los riesgos que se corren de no observar las normas litúrgicas son riesgos muy graves
aunque no afecten a la validez:

1º) Por la unión que hay entre la fe y la liturgia, que es la expresión de la fe, por tanto, afecta
a la fe. El cambio de las oraciones o ritos litúrgicos podría dar el desenfoque de la fe.

2º) Por el respeto debido a los fieles que participan en la celebración, que tienen derecho a la
participación en la celebración de la Iglesia, no de la subjetividad del ministro.

3º) Lo exige la naturaleza de la propia celebración, que es una celebración de la Iglesia.


También la Iglesia reconoce en ese acto la acción de la Iglesia, en cualquier lugar o ámbito que se
celebre.
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La autoridad competente para la regulación está determinada por el c. 838:

● “c. 838 § 1. La ordenación de la sagrada liturgia depende exclusivamente de la autoridad de


la Iglesia, que reside en la Sede Apostólica y, según las normas del derecho, en el Obispo
diocesano.
§ 2. Compete a la Sede Apostólica ordenar la sagrada liturgia de la Iglesia universal,
editar los libros litúrgicos, revisar sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar para que las
normas litúrgicas se cumplan fielmente en todas partes.”

A la hora de hacer las traducciones hay que conocer bien los libros litúrgicos y la comunidad
para la que se celebra.
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4) El rito

El c. 846 § 2 se refiere a los ritos de la Iglesia católica: tanto de rito latino como de los ritos
de las Iglesias católicas orientales:

● “c. 846 § 2. El ministro ha de celebrar los sacramentos según su propio rito.”

El fiel puede libremente acudir a recibir los sacramentos en cualquier rito católico, no hay
ninguna limitación, lo que no lleva a que el fiel cambie de rito. La limitación está por parte del
ministro. Ej.: un sacerdote de rito latino no puede celebrar los sacramentos en un rito oriental, a

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menos que tenga permiso de la Santa Sede, no del Obispo diocesano sino de la Santa Sede, de
manera ocasional o permanente.

El rito mozárabe es diferente porque es un rito peculiar, en cuanto que no es un rito


completo. La celebración está concedida al lugar, cualquier sacerdote puede celebrarlo o
concelebrarlo en los lugares concedidos para ello.
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5) Los Santos Óleos (c. 847)

En el c. 847 se establece la renovación frecuente y la necesidad de utilizar los Oleos


bendecidos por el Obispo. El presbítero solo puede bendecir el Óleo de los enfermos en caso de
necesidad.
Es una renovación anual, con ocasión de la Misa Crismal. De ahí también la obligación de
guardarlos con reverencia, diligentemente, en un lugar decoroso.

● “c. 847 § 1. Para administrar los sacramentos en que deben emplearse los santos óleos, el
ministro debe utilizar aceite de oliva o de otras plantas, recientemente consagrado o bendecido
por el Obispo, quedando a salvo lo que prescribe el can. 999, n. 2 ; y no deben usarse los
antiguos si no hay necesidad.
§ 2. El párroco debe obtener los óleos sagrados del propio Obispo y guardarlos con
diligencia en lugar decoroso.”
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6) Las Ofrendas (c. 848)

El c. 848 trata sobre las ofrendas de los fieles con ocasión de los sacramentos. No se puede
pedir nada fuera de lo establecido. Se puede aceptar más, pero no pedir más, cuidando de que los
necesitados no queden privados en razón de la pobreza.

● “c. 848.- Fuera de las ofrendas determinadas por la autoridad competente, el ministro no
debe pedir nada por la administración de los sacramentos, y ha de procurar siempre que los
necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de su pobreza.”
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Título I:
Del Bautismo (cc. 849-878)

● “c. 849 El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo
es necesaria para la salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados,
reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la Iglesia, quedando configurados con
Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con agua
verdadera acompañada de la debida forma verbal.”

El bautismo se confiere válidamente sólo mediante la ablución (materia próxima) con agua
verdadera (materia remota) acompañada de la debida forma verbal.

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CAPÍTULO I
De la celebración del bautismo
1.- La forma

● “c. 850.- El bautismo se administra según el ritual prescrito en los libros litúrgicos aprobados,
excepto en caso de necesidad urgente, en el cual deben cumplirse sólo aquellas cosas que son
necesarias para la validez del sacramento.”

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Existe la necesidad de seguir siempre el ritual (de niños o de adultos según el caso). En caso
de necesidad no se debe seguir el ritual sino las cosas necesarias para la validez del sacramento: la
materia y la forma.

Antiguamente se llamaba al bautismo urgente: “bautismo privado”, el que se realizaba con


materia y forma, y luego, si el bautizado sobrevivía se le llevaba a la Iglesia para completar los
ritos. Al bautismo normal se le llamaba “bautismo solemne”.
En la actualidad se ha eliminado esta terminología, ambos son igual de públicos, ahora se le
llama “bautismo en caso de necesidad urgente”. Si se bautiza así, y luego el bautizado sobrevive, se
debe acudir a la Iglesia para completar las demás ceremonias sin repetir el sacramento.

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2.- La preparación previa

● “c. 851.- Se ha de preparar convenientemente la celebración del bautismo; por tanto:


1.º el adulto que desee recibir el bautismo ha de ser admitido al catecumenado y, en la
medida de lo posible, ser llevado por pasos sucesivos a la iniciación sacramental, según el ritual
de iniciación adaptado por la Conferencia Episcopal y atendiendo a las normas peculiares
dictadas por la misma;
2.º los padres del niño que va a ser bautizado, y asimismo quienes asumirán la función
de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y
las obligaciones que lleva consigo; y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de
otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e
incluso con la oración en común, reuniendo a varias familias, y visitándolas donde sea posible
hacerlo.”

Se distingue entre el bautismo de adultos y el bautismo de niños. El bautismo de adultos es


el de todo aquel que ha pasado de la infancia (7 años) y tiene uso de razón (c. 852). El que no tiene
uso de razón se asimila al infante.
A partir de los 14 años, el bautismo debe ser ofrecido al Obispo diocesano (c. 863), el
párroco no puede ejercerlo.

- Respecto al bautismo de los adultos, deben pedirlo ellos públicamente porque para la
validez se requiere la intención de recibirlos (851 § 1), así como recibir previamente la
correspondiente preparación, para la cual: han de ser admitidos al catecumenado, llevado a cabo
éste por medio de los pasos sucesivos del RICA (Ritual de iniciación cristiana de adultos), adaptado
por la Conferencia Episcopal y aprobado por la Santa Sede.

- Respecto al bautismo de los niños, la preparación va dirigida a los Padres y a los Padrinos.
La materia de la preparación es el significado de los sacramentos y las responsabilidades inherentes
a él. El sujeto responsable de la formación es el párroco, y también se habla de los distintos medios
para la preparación.

El c. 852 habla de quién es adulto: aquel que ha pasado de la infancia, mayor de 7 años, y
tiene uso de razón. El que no lo tenga se equipara al infante.
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3.- La materia

El c. 853 prescribe el uso del agua (materia remota9 bendita. Es necesario que el agua sea
agua bendita. Esta norma afecta a la licitud, no a la validez. Se bendice en la propia celebración.

El c. 854 dice que se permiten dos modalidades de ablución (materia próxima): por
inmersión o por infusión, según la regulación de la Conferencia Episcopal (en España se privilegia
la modalidad de la infusión). Se excluye el bautismo por aspersión que aparecía en el CIC antiguo,
pero para la licitud, no para la validez (se corre el riesgo de que no llegue el agua a cada bautizado).
Si alguien ha sido bautizado por aspersión se le vuelve a bautizar bajo condición.

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4.- El nombre

El c. 855 habla del nombre que se impone, la obligación corresponde a los padres, padrinos
y al Párroco, y se dice que no sea un nombre ajeno al sentir cristiano. Si el catecúmeno es adulto, le
corresponde a él elegir el nombre, en el caso de los niños: en primer lugar a los Padres, después a
los padrinos y en tercer lugar al Párroco.
Lo mejor es que sea un nombre cristiano, un nombre del santoral. En el CIC anterior se
decía que si el Párroco no lo pudiera conseguir, que se añada un nombre cristiano al que le dan los
padres. Aquí no aparece pero puede hacerse. En todo caso, se debe oponer a que sean nombres
ajenos al sentir cristiano: irreverentes o impropios de personas.

5.- El día y el lugar de la celebración

- En lo referente al día de la celebración (c. 856) se aconseja que el bautismo se administre


en domingo o si es posible en la Vigilia Pascual.

- El lugar de la celebración está regido por los cánones 837-860. El lugar propio de la
celebración es una iglesia u oratorio (c. 857 § 1). Aunque el lugar propio es una iglesia hay varios
criterios, no cualquier iglesia, ha de ser una iglesia parroquial, que son las que tienen pila bautismal
(las no parroquiales no la tienen, a no ser por privilegio, y por tanto no tienen derecho a bautizar).
¿Qué iglesia parroquial? Si es un adulto, la propia del adulto (donde vive y tiene el domicilio), si es
un niño en la iglesia parroquial de los padres, a no ser por una causa justa (en cuyo caso puede ser
bautizado en otra iglesia parroquial). Si el que bautiza es el obispo, puede hacerlo en la catedral.
Una causa justa para bautizar en una iglesia que no es la propia tiene que ser juzgada por el
párroco de la parroquia que admite al bautismo, no el de la parroquia propia. Para formarse criterio,
puede usar los medios que sean convenientes, como el pedir informe al párroco propio. Algunos
párrocos no propios piden permiso al párroco propio, esto no es obligatorio pero si se quiere lo
puede hacer.

Para ir a otra iglesia que no tenga pila bautismal es necesaria causa grave (pero no viene del
todo excluido), que es mayor que causa justa. Ej. del propio canon 859: la lejanía de la parroquia
que tiene pila bautismal, que el que ha de ser bautizado no pueda ir o ser llevado sin grave
inconveniente. El criterio lo juzga el párroco de cuya parroquia admite al bautismo (no el rector de
la iglesia en que se va a bautizar) que es el que le tiene que inscribir en el libro de bautismos de la
Parroquia. Se inscribe siempre en la parroquia en donde se celebran los sacramentos.

En las casas particulares, a no ser en caso de necesidad, está prohibido bautizar, a no ser que
por causa de necesidad el ordinario lo haya permitido. También está prohibido en los hospitales a
no ser por causa grave.
CAPÍTULO II
Del ministro del bautismo (cc. 861-863)

6.- El ministro del bautismo

Cualquier persona a efectos de validez que realice el signo sacramental con verdadera
intención (c. 861). Las normas por tanto afectan a la licitud.

- El ministro ordinario es el Obispo, el presbítero y el diácono (c. 861). Hace falta licencia
para bautizar en territorio ajeno (c. 862), incluso para bautizar a los súbditos propios.

- El ministro extraordinario o ministerio de suplencia es aquel que lo realiza en territorios


donde hay escasez de sacerdotes o de diáconos. El ministro es un laico designado por el Obispo

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para bautizar, y tiene que hacerlo siguiendo el ritual, con la dedicación del que lo hace en
circunstancias ordinarias.
En caso de necesidad, el ministro puede ser cualquier persona que tenga la debida intención
a la hora de aplicar la materia y la forma, es decir, cualquiera que bautice como bautiza la Iglesia,
aunque no conozca esa intención o no la comparta. En caso de necesidad ese bautismo es válido y
lícito, fuera del caso de necesidad es válido pero ilícito.

Los pastores de almas deben instruir a los fieles para que sepan bautizar en peligro de
muerte (c. 861): comadronas, enfermeros, médicos, etc. como decía el código anterior.

El c. 863 habla de los bautismos de adultos, que han de ofrecerse al Obispo (mayores de 14
años). La preparación corre a cargo del Párroco, al Obispo se le ofrece la celebración, una vez que
el catecúmeno está preparado. El Obispo puede celebrar personalmente o delegar en el Párroco o en
otro que sea conveniente.

CAPÍTULO III
De los que van a ser bautizados (cc. 864-871)

7.- El sujeto capaz del bautismo

El c. 864 habla del sujeto capaz para recibir el bautismo, los requisitos son:
1.- Ser persona humana.
2.- No haberlo recibido ya.

a) En cuanto al bautismo de adultos, el c. 865 habla en primer lugar de los requisitos


necesarios en circunstancias ordinarias, y en segundo lugar en peligro de muerte (los requisitos son
más flexibles).

● En circunstancias ordinarias se requiere:


1.- Manifestación del deseo de recibir el sacramento. El deseo es necesario para la
validez.
2.- Que esté preparado, suficientemente instruido en la fe y en la vida cristiana.
3.- Que haya sido probado en la vida cristiana mediante el catecumenado.
4.- Que tenga dolor de sus pecados.

● En peligro de muerte se requiere:


1.- Que tenga algún conocimiento sobre las verdades principales de la fe.
2.- Que manifieste la intención de cualquier modo.
3.- Que prometa que observará los mandamientos de la religión cristiana si sale del
peligro de muerte.

El problema se plantea cuando no puede hacer la petición, porque ha perdido el uso de los
sentidos, está en peligro de muerte y no puede manifestar su intención: en este caso sólo se puede
bautizar si la hubiera manifestado antes.

b) En cuanto a los requerimientos para el bautismo de niños la normativa está en los cc.
867 y 868; se inspira en que no sólo es legítimo sino que es un deber para los padres cristianos. Hay
un documento, una intervención de la Congregación para la Doctrina de la Fe, denominado
“Pastoralis actio”, de 20 de octubre de 1980, sobre la legitimidad del bautismo de los niños.

● La normativa canónica presupone la legitimidad, por eso en el c. 867 se imponen cuatro


obligaciones a los padres:

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1.- Que los hijos sean bautizados en las primeras semanas (en el código antiguo se
decía lo antes posible), lo cual excluye los “primeros meses”, se interpreta
aproximadamente “en el primer mes”.
2.- Pedir el bautismo para su hijo al párroco, cuanto antes después del nacimiento o
incluso antes de él.
3.- Prepararse debidamente, incluso antes del nacimiento para no retrasar el bautismo
por causa de la preparación.
4.- En peligro de muerte sin demora, sin atender a la preparación de los padres.

● Fuera del peligro de muerte, los requisitos de licitud están en el c. 868:

1.- Que los padres o uno de los dos den su consentimiento, si no piden el bautismo al
menos que consientan. Si ninguno de los padres consiente no se le puede bautizar
(al menos, tiene que pedirlo uno de los dos).

2.- Que haya esperanza fundada de que el niño va a recibir la educación católica. No
hace falta la fe de los Padres, la esperanza lo normal es que la ofrezcan los padres
con su testimonio de fe y vida cristiana pero no tiene porqué ser así. Hace falta
esperanza (no estar completamente seguro) y se niega el bautismo cuando falta
por completo dicha esperanza.
Este es el criterio para la admisión de los niños al bautismo cuando los niños
tienen padres en situación matrimonial irregular. Ésta no es causa por sí misma
para negar el bautismo porque no significa en sí que falte la esperanza para
recibir la educación católica; habrá que ver qué garantías ofrecen ellos, o a través
de otros familiares, de que van a ser educados en la religión Católica, aunque
ellos estén en situación irregular.

En niños adoptados por una pareja homosexual, habrá que ver civilmente
quienes son los padres. Habría que admitir solo el consentimiento de uno de los
dos (porque el matrimonio no va a ser admitido por ir contra el derecho natural),
y luego que haya esperanza de que el niño va a ser educado en la fe católica,
habrá que ver cada caso mirando el bien del niño.

● Respecto del bautismo de niños en peligro de muerte (c. 868 § 2): pueden ser bautizados
siempre, aún ilícitamente en contra del consentimiento de los padres, aunque no es obligatorio, y lo
puede hacer cualquier persona.

● El niño expósito o niño abandonado: debe ser bautizado, a no ser que conste otra cosa (tras
haber investigado diligentemente) se presupone que no está bautizado (c. 870):

● Fetos abortivos (c. 871): si hay duda de que estén vivos se bautizan subcondición.

CAPÍTULO IV
De los padrinos (cc. 872-874)
8.- Los padrinos (c. 872)

No es figura obligatoria pero sí conveniente. Su función es acompañar y asistir en la


iniciación cristiana de su ahijado.

El c. 873 dice que debe ser uno solo (padrino o madrina) o dos (padrino y madrina). Las
condiciones para admitir a una persona como padrino son (c. 874):

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1.- Haber sido designado legítimamente por los padres, si es adulto por el propio
bautizando, y tener capacidad para su misión de acompañar en la vida cristiana, e
intención de desempeñarla.

2.- Criterio de edad: que haya cumplido los 16 años. Es una norma bastante flexible,
a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o el mismo Párroco, o el
ministro del bautismo (sacerdote o diácono, aunque no sea Párroco).

3.- Cualidades morales y espirituales: que sea católico y que esté confirmado (a
veces es complicado de exigir), cabe dispensa por el Ordinario. A la hora de
elegir padrinos es importante siempre saber que ejercen ayuda de suplencia, si los
Padres están más preparados se puede ser menos exigente con los padrinos y al
revés. Quedan excluidos los que llevan una vida irregular católicamente, sobre
todo matrimonialmente, y sobre todo cuando es pública y estable.

4.- No estar afectado por ninguna pena católica.

5.- No pueden serlo ni el padre ni la madre.

El c. 874 § 2 afronta la cuestión de un cristiano no católico. Puede ser admitido en calidad de


ser testigo, no hace faltar ser católico pues sólo tiene que dar fe de lo que está pasando, pero
siempre con un padrino católico. El directorio ecuménico de 1993 admite una excepción en el nº 98:
en el caso de los ortodoxos está permitido por una razón justa que sea padrino o madrina junto con
un padrino o madrina católico, a condición de que esté suficientemente garantizado el padrino
católico. Se le admite por la relación estrecha existente con la Iglesia ortodoxa.
También se acepta la reciprocidad, un padrino católico puede serlo en un bautismo ortodoxo.

Hay que ser flexible con el tema de los padrinos porque si no puede ser que no haya
padrinos, e incluso pueda ser ocasión de rechazo de la Iglesia porque se molesten si se les niega el
poder ser padrinos.
CAPÍTULO V
De la prueba y anotación del bautismo administrado (cc. 875-878)

9.- Prueba y anotación del bautismo

Tiene que haber al menos un testigo (c. 875), para probar el bautismo si faltara el documento
(c. 876):

● “c. 875.- Quien administra el bautismo procure que, si falta el padrino, haya al menos un
testigo por el que pueda probarse su administración.”
▬▬▬
● “c. 876.- Si no se causa perjuicio a nadie, para probar el bautismo basta la declaración de un
solo testigo inmune de toda sospecha, o el juramento del mismo bautizado, si recibió el
sacramento siendo ya adulto.
▬▬▬

¿Qué datos hay que anotar en el libro de bautismo? (c. 877)

● “c. 877 § 1. El párroco del lugar en que se celebra el bautismo debe anotar diligentemente y
sin demora en el libro de bautismos el nombre de los bautizados, haciendo mención del
ministro, los padres, padrinos, testigos, si los hubo, y el lugar y día en que se administró,
indicando asimismo el día y lugar del nacimiento.”

En el c. 877 § 2 se dice cómo se inscribe el hijo de madre soltera o padre soltero: tal y como
conste civilmente:

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● “c. 877 § 2. Cuando se trata de un hijo de madre soltera, se ha de inscribir el nombre de la
madre, si consta públicamente su maternidad o ella misma lo pide voluntariamente por escrito
o ante dos testigos; y también se ha de inscribir el nombre del padre, si su paternidad se
prueba por documento público o por propia declaración ante el párroco y dos testigos; en los
demás casos, se inscribirá sólo el nombre del bautizado, sin hacer constar para nada el del
padre o de los padres.”

En el c. 877 § 3 aparece la forma de inscripción del hijo adoptivo: tal y como conste en el
documento civil:

● “c. 877 § 3. Si se trata de un hijo adoptivo, se inscribirá el nombre de quienes lo adoptaron y


también, al menos si así se hace en el registro civil de la región, el de los padres naturales,
según lo establecido en los § § 1 y 2, teniendo en cuenta las disposiciones de la Conferencia
Episcopal.”
▬▬▬
En las partidas de bautismo se inscriben también las notas marginales: todo aquello que hace
referencia al estado canónico de los fieles (c. 535 § 2).

LEER LOS CÁNONES SOBRE EL BAUTISMO (cc. 849-878)

Título II:
Del sacramento de la confirmación (cc. 879-896)

El c. 879 es una síntesis doctrinal:

● “c. 879.- El sacramento de la confirmación, que imprime carácter y por el que los bautizados,
avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espíritu
Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia, los fortalece y obliga con mayor fuerza a
que, de palabra y obra, sean testigos de Cristo y propaguen y defiendan la fe.”
▬▬▬

CAPÍTULO I
Del modo de celebrar la confirmación (cc. 880-881)

1.- La Materia y la forma (c. 880)

El c. 880 establece el rito litúrgico por el que se administra el sacramento: materia y forma:
- La materia es la unción con el Crisma en la frente, que se hace con imposición simultánea
de las manos. La imposición de las manos no pertenece esencialmente a la materia, de manera que
si falta se admite válidamente. El Crisma debe ser Crisma consagrado por el Obispo, aunque sea un
presbítero el que administra el sacramento.
- La fórmula son las palabras prescritas en los libros litúrgicos aprobados.

2.- El lugar y el tiempo (c. 881)

La regla general es:


- Que se celebre en una Iglesia, por el carácter sacro.
- Dentro de la Misa, por la unidad de los sacramentos de la iniciación cristiana.
Pero la norma es muy flexible: por causa justa y razonable puede celebrarse fuera de la Misa
y en cualquier lugar.
CAPÍTULO II
Del ministro de la confirmación (cc. 882-888)

3.- El ministro de la confirmación

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● El ministro ordinario: (c. 882) en la Iglesia latina es el Obispo y solamente él. En el
Concilio Vaticano II se habla del Obispo como ministro “originario” (no ordinario) para conciliarlo
con las praxis oriental en la cual el ministro ordinario es el presbítero. Nuestro código, como es para
la Iglesia latina dice “ordinario”.
El Obispo diocesano debe administrarla personalmente o cuidar de que la administre otro
Obispo (884 § 1). El caso de que un presbítero confirme es un caso excepcional.

● El ámbito de la facultad: el obispo diocesano (c. 886) en su propia diócesis administra la


confirmación lícitamente a todos, también a los que no son súbditos suyos. Fuera de la diócesis
necesita licencia del Obispo diocesano, a no ser que se trate de súbditos suyos; este requisito es para
la licitud (en el caso del Obispo), de manera que si no se cumple es ilícito pero válido.

● Ministros con facultad: son los presbíteros que han recibido la facultad para confirmar. La
facultad se puede recibir por tres vías:

1ª) Por el derecho mismo (ipso iure), que concede a determinados presbíteros la facultad
para confirmar (c. 883). El derecho prevé tres casos:

a) Aquellos que se equiparan al Obispo diocesano (c. 883 § 1). Estos son aquellos
que están al frente de una Iglesia particular (c. 383 § 2).

b) Aquel presbítero que bautiza a un adulto legítimamente lo puede confirmar, es


decir, aquel que bautiza por mandato del Obispo diocesano (hay que ofrecerlo al
Obispo, pero el Obispo puede autorizar a otro), o bien el presbítero que bautiza a
un adulto por razón de su oficio para bautizar adultos (si no es así, el presbítero
autorizado lo es sólo para ese adulto y en ese momento).

c) En peligro de muerte.

2ª) Por una autorización especial (c. 884 § 1), no por el propio derecho. Si la necesidad lo
requiere el Obispo diocesano puede conceder la facultad a uno o varios presbíteros (sólo
el Obispo diocesano, no otros), por tanto, en caso de necesidad. En ese caso, el
presbítero puede confirmar libremente. El Obispo diocesano tiene que determinar qué
presbítero es.

3ª) Por asociación (c. 884 § 2), hace falta causa grave. Se trata de que el Obispo o también el
presbítero dotado por facultad (en cualquiera de los casos) asocia a otros presbíteros para
que confirmen con él. Esto se suele dar excepcionalmente cuando hay un gran número
de confirmandos, o cuando el Obispo es anciano o se encuentra impedido de manera que
no puede prolongar mucho la celebración. No dice a qué presbítero ha de asociar, lo
habitual es que sea el párroco.

El c. 887, establece el ámbito de la facultad para el presbítero. Éste puede confirmar


válidamente a todos en el territorio para el que se le ha concedido la facultad, también a los
extraños. Si el Obispo diocesano lo concede para toda la diócesis, en toda la diócesis; si lo concede
para una vicaría, pues en esa vicaría. En el caso del presbítero con facultad es un requisito de
validez: todos en el territorio y nadie fuera del territorio, aunque sean súbditos del Obispo que
concedió la facultad (en el caso del Obispo es para la licitud).

Respecto del presbítero con facultad, el c. 885 § 2 dice que tiene la obligación de ejercer la
facultad. Tiene la obligación de confirmar cuando se le pida razonablemente y sin tener que
consultar al Obispo.

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En cuanto a la facultad de los presbíteros se discute sobre qué tipo de potestad es, unos dicen
que es de la facultad de orden, y que se recibe por la ordenación presbiteral, todos los presbíteros
pueden confirmar. Sin embargo, lo que pasa es que la Iglesia invalida esa capacidad del presbítero
recibida por el sacramento del Orden, la Iglesia la limita para la validez, para reservar así al Obispo
el sacramento de la Confirmación. Cuando se concede la facultad, lo que se estaría haciendo es
quitar la limitación y dejar libre la capacidad que ya se tenía.

CAPÍTULO III
De quienes van a ser confirmados (cc. 889-891)

4.- El sujeto de la confirmación

Los requisitos de capacidad son:

1.- Sólo es capaz de recibir la confirmación todo bautizado aún no confirmado (c. 889 § 1).
La Iglesia católica reconoce la confirmación de las Iglesias ortodoxas, que confirma con
el bautismo, de manera que la presunción en este caso es que todo bautizado está
confirmado. No se reconoce la confirmación de las Iglesias protestantes.

2.- En el c. 889 § 2 aparece un requisito de licitud: fuera del peligro de muerte, en


circunstancias ordinarias, se requiere que el que se va a confirmar esté:

a) Convenientemente preparado.
b) Bien dispuesto.
c) Pueda renovar las promesas del bautismo.

Por tanto, no se puede confirmar a los niños que no tienen uso de razón fuera del
peligro de muerte. En peligro de muerte también se puede confirmar a los niños.
Los niños con retraso mental se pueden confirmar fuera del peligro de muerte,
porque el canon dice: “si goza de uso de razón” fuera del peligro de muerte.

Los fieles están obligados a recibir la confirmación y a prepararse adecuadamente (c. 890).

5.- La edad para la confirmación

El derecho general establece la edad de la discreción (c. 891), la edad del uso de razón,
porque tienen que estar preparados y renovar las promesas del bautismo; a no ser que la
Conferencia Episcopal diga otra cosa. Aquí en España es muy flexible: en torno a los 14 años,
dejando libertad a los obispos para seguir la edad de la discreción, es decir: un obispo puede optar
por los 14 años o por la edad de discreción.

La CEE, el 29 de noviembre de 1998, publicó un documento sobre la iniciación cristiana, y


se decantaba por la edad de la discreción, valorando los pros y los contras. En todo caso recuerdan
que el Obispo queda siempre libre en España para seguir la edad de discreción (depende del Obispo,
no del párroco).
CAPÍTULO IV
De los padrinos (cc. 892-893)
6.- Los padrinos

Debe haberlo en la medida de lo posible (c. 892). Debe ser sólo uno, para acompañarlo en su
camino cristiano. Las condiciones son las mismas que para el padrino de bautismo, aquí con mayor
razón se pide que esté confirmado, y se aconseja que sea el mismo que el del bautismo, para señalar
la unidad de la iniciación cristiana.

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CAPÍTULO V
De la prueba y anotación de la confirmación (cc. 894-896)

7.- De la prueba y anotación de la confirmación

El procedimiento es parecido al del bautismo.

LEER LOS CÁNONES SOBRE LA CONFIRMACIÓN (cc. 879-896)

Título III:
De la santísima Eucaristía (cc. 897-958)

Consta de tres capítulos, los dos primeros regulan el sacramento, el tercero regula la
economía (los estipendios).

El c. 897 regula la doctrina: la presencia real, el sacrificio y la comunión. En este


sacramento se contiene, se ofrece y se recibe el mismo Cristo Nuestro Señor. La Eucaristía aparece
por tanto como presencia, sacrificio y comunión.

● “c. 897.- El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo
Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece
continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el
cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo
el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios
y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos y
todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a
ella se ordenan.”
▬▬▬

El c. 898 trata de la actitud de los fieles frente a la Eucaristía: ha de ser de máxima


veneración, tomando parte activa, recibiéndolo frecuentemente y con mucha devoción.

● “c. 898.- Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte
activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente
y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer
la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación.”

▬▬▬

CAPÍTULO I
De la celebración eucarística (cc. 899-933)

El c. 899 es otro canon doctrinal, apareciendo otra vez (en el § 1) las tres dimensiones
inseparables del Misterio Eucarístico: la presencia real, el sacrificio y la comunión.
En el § 2 se dice que la asamblea participa, cada uno según su propio modo, según las
normas litúrgicas. Es una participación diferenciada según la función y el ministerio recibido.

El § 3 trata de los frutos de la celebración, de manera que ha de disponerse la celebración de


modo que todos los que participan reciban los frutos abundantes, celebrándolo para ello tal y como
la Iglesia quiere que se celebre.

Art. 1.
Del ministro de la santísima Eucaristía (cc. 900-911)

1.- El ministro (c. 900)

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Hay que distinguir entre el ministro de la consagración y el de la administración de la
comunión. Aquí se habla del ministro de la consagración: el ministro es el sacerdote válidamente
ordenado. Es un requisito de capacidad, es una norma de derecho divino.

Sobre esta cuestión, en el año 1983 se pronunció la Congregación para la doctrina de la fe,
en una carta de 6 de agosto de 1983, para toda la Iglesia católica, respondiendo sobre algunas
cuestiones doctrinales sobre el ministro de la Eucaristía: “Sacerdocioum ministeriale”. Se
preguntaba si en el caso de que no hubiera sacerdotes podía consagrar un ministro no ordenado, y
ahí se explica cómo la potestad de Orden se recibe en el sacramento del Orden. Para la validez de la
ordenación sacerdotal hacen falta seis requisitos:

● Por parte del ordenando:

1º) Que sea varón.


2º) Tiene que estar bautizado.
3º) Que se tenga la intención de recibir el Orden por parte del ordenando.

● Por parte del ministro:

1º) Que sea Obispo.


2º) Que tenga intención de ordenar.
3º) Que emplee el rito divino.

Son los únicos requisitos de validez.

El c. 900 habla sobre la potestad para consagrar:

● “c. 900 § 1. Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el


sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo.
§ 2. Celebra lícitamente la Eucaristía el sacerdote no impedido por ley canónica,
observando las prescripciones de los cánones que siguen.

El único requisito de validez para la confección de la Eucaristía es ser sacerdote válidamente


ordenado. No hay otros requisitos de habilidad personal, etc. que afecten a la validez, a diferencia
de lo que pasa con la confirmación, con la penitencia o con el matrimonio.

Los demás requisitos que afectan al ministro son requisitos de licitud, no de validez.

▬▬▬

2.- La aplicación de la Misa (c. 901)

● “c. 901.- El sacerdote tiene facultad para aplicar la Misa por cualesquiera, tanto vivos como
difuntos.”

Se refiere a la intención personal del sacerdote para aplicar la Misa por quien quiera, tanto
vivos como difuntos. Hay una limitación en el caso de la aplicación pública sobre la mención del
nombre en la plegaria eucarística: no se puede mencionar el nombre de un fiel que no esté en
comunión con la Iglesia católica o sin bautizar, en la plegaria eucarística.

3.- La concelebración eucarística (c. 902)

Está permitida siempre por criterio general, sin necesidad de permiso o circunstancias
especiales. La única limitación está en el bien de los fieles, que la utilidad para ellos aconseje
celebrar otra Misa, permaneciendo siempre la libertad de cada uno para celebrar individualmente

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(no se puede obligar a concelebrar). Toda posibilidad de celebrar tiene una limitación: no mientras
se esté celebrando la eucaristía a la vez en la misma Iglesia u oratorio (a no ser en una capilla lateral
convenientemente apartada).

4.- Admisión de un sacerdote desconocido a la celebración (c. 903)

La norma es que se le admita siempre con tal de que presente carta comendaticia
subordinaria del superior (su Obispo o Superior religioso), dada en el año. Esto es para que el
Párroco sepa que es sacerdote, también se le puede admitir juzgando prudentemente que nada le
impide celebrar, que no hay nada que levante sospechas.
En estos casos, lo más recomendable es no ofrecer nunca estipendio, de manera que nadie
que no sea sacerdote o esté en regla vaya a celebrar motivado por la aportación económica.

5.- Obligación de celebrar la Misa frecuentemente (c. 904)

Aparece aquí la “recomendación encarecida” de celebrar diariamente, pero no es una


obligación canónica, aunque sí fuertemente recomendada. La razón está en que el sacerdote, en la
celebración de la Eucaristía cumple su principal ministerio de ofrecer bienes a la Iglesia y al mundo.
No se impuso como obligación la celebración diaria, porque el criterio es no imponer
obligaciones donde puedan bastar recomendaciones (3er principio directivo al hacer el código). Se
pensó que bastaba dada la conciencia del sacerdote.
También pesó la hipótesis de no obligar al sacerdote si no tuviera las condiciones personales
necesarias. La obligación es “frecuentemente”, aunque no pueda tenerse con asistencia de fieles, lo
cual no exime de la necesidad de celebrar, la Misa tiene el mismo valor y el mismo valor para la
Iglesia.

El c. 905 plantea la cuestión de si se puede celebrar más de una vez al día, la cuestión de la
binación de la Misa. El principio general es celebrar sólo una vez al día, no le es lícito al sacerdote
celebrar más veces al día, exceptuando los casos según el derecho:

a) El Jueves Santo: si se tiene la Misa Crismal también se puede celebrar en la Misa de la


Cena del Señor.
b) El día de Pascua: en la Vigilia Pascual y en la Misa del día.
c) El día de Navidad en tres misas: la de medianoche, la de la aurora, y la del día, con tal que
se hagan en las horas correspondientes.
d) El día de la conmemoración de los fieles difuntos.

En razón de la concelebración se permite celebrar dos misas en el mismo día (una la


concelebrada y la otra en su parroquia), cuando la concelebración es muy significativa: con el
Obispo en ocasión de la visita pastoral y en el Sínodo diocesano. También en encuentros
sacerdotales y en la Misa de comunidad de los religiosos.

Fuera de estas excepciones (§ 1) no le es lícito al sacerdote celebrar más de una vez al día.

En el § 2 se señalan otros casos permitidos por el derecho, pero por el bien de los fieles, por
una necesidad pastoral, no es optativo del sacerdote. Se puede celebrar dos veces al día cuando no
es precepto y tres veces los domingos y fiestas de precepto. Pero esto lo tiene que conceder el
ordinario del lugar, se debe pedir permiso siempre cuando sea habitual.

Si se celebra más de tres veces el canon no lo contempla, pero a veces se da el caso por
exigencias pastorales, por falta de sacerdotes:

1) Es aconsejable suspender algunos horarios de misas, pero no de hoy a mañana, sino que
pensándolo con más tiempo.

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2) Algunos autores dicen que hay que acudir al obispo para que dispense de la norma, pues
dicen que está sujeta a dispensa del Obispo diocesano. Otros autores dicen que no, que la norma
está sujeta a dispensa de la Santa Sede, pero no dan razones convincentes y parece no justificado
jurídicamente y exageradísimo.

● “c. 905 § 1. Exceptuados aquellos casos en que, según el derecho, se puede celebrar o
concelebrar más de una vez la Eucaristía en el mismo día, no es lícito que el sacerdote celebre
más de una vez al día.”

La razón es el perjuicio para la vida espiritual de los fieles, repercute en el bien de los fieles.
▬▬▬

En el c. 906 se dice que la Misa se tiene que celebrar con participación de los fieles, al
menos de uno, pero no es absolutamente obligatorio: dice “sin causa justa razonable”, como lo es el
caso de que el sacerdote se vea impedido para celebrar la Eucaristía ese día. Lo que el canon
prohíbe es la celebración habitual sin participación de fieles y por preferencia del sacerdote.

6.- La no confusión de los ministerios (c. 907)

Se trata de evitar que haya confusión en los ministerios, por lo cual el canon dice que:

● “c. 907.- En la celebración eucarística no se permite a los diáconos ni a los laicos decir las
oraciones, sobre todo la plegaria eucarística, ni realizar aquellas acciones que son propias del
sacerdote celebrante.”
▬▬▬

7.- Prohibición de concelebrar con sacerdotes no católicos (c. 908)

La prohibición de concelebrar con sacerdotes no católicos (ortodoxos o cristianos no


católicos) es una prohibición absoluta, no incluye dispensa. Sólo se puede concelebrar con aquellos
que tienen celebración válida. No se puede aplicar el c. 894 que permitía recibir los sacramentos,
aquí se trata de la concelebración, lo de la recepción de los sacramentos, está prohibido porque el
sacerdote siempre puede celebrar, incluso sólo en caso de necesidad.

8.- Preparación y acción de gracias (c. 909)

El sacerdote ha de hacerlo para ejercer con más fruto su ministerio para el bien de los fieles.

9.- Los ministros de la comunión (c. 910)

Se distingue ministro ordinario (el presbítero y el diácono) y extraordinario (acólito u otro


fiel designado).

La designación de estos fieles la realiza el ordinario si es una designación estable. Si es


ocasional, para una celebración nada más (ad causum), la puede realizar el sacerdote que preside la
celebración. Hay un rito para ello en el misal. El sacerdote no puede elegir a cualquiera, tiene que
tener las cualidades de idoneidad suficientes, conocidas por el sacerdote.
La condición es que no haya ministro ordinario.

- El ministerio de suplencia (c. 230): tiene lugar cuando falta o está impedido el ministro
ordinario. Esto se aplica también al acólito en cuanto es ministro extraordinario: cuando falta o está
impedido el ordinario, o por el nº de fieles (lo mismo para la exposición y reserva del Santísimo).

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Pregunta a la comisión de interpretación: habiendo sacerdotes que no están participando en
la celebración, y ministros extraordinarios que sí, ¿pueden los ministros extraordinarios ejercer su
función de administrar la comunión? La respuesta es que no, que tienen que hacerlo los sacerdotes
aunque no participen en la celebración (aquellos que estén confesando o que se encuentren en la
sacristía en ese momento).
Sí se puede hacer por dispensa del Obispo o por razón de orden.

10.- El viático (c. 911)

Es la última comunión de los enfermos, en peligro de muerte. Es un deber que está dentro de
los límites del cuidado pastoral del Párroco, de los vicarios parroquiales, los capellanes y los
superiores religiosos.

En caso de necesidad lo puede administrar cualquier sacerdote o ministro extraordinario de


la comunión, sin licencia, se debe pedir después. Sin peligro de muerte no.

Art. 2.
De la participación de la santísima Eucaristía (cc. 912-923)

1.- El candidato (c. 912)

● “c. 912.- Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba, puede y debe ser admitido a la
sagrada comunión.”

Todo bautizado con los límites que establece el derecho:

1er límite.- Los bautizados no católicos, a no ser en el ámbito del c. 844 sobre “la
comunicación en lo sagrado”.

2º límite.- Los que están excomulgados o en entredicho (c. 915).

3er límite.- Aquellos que persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto (c. 915).
▬▬▬
2.- Condiciones para que los niños reciban la comunión Eucarística (c. 913)

● “c. 913 § 1. Para que pueda administrarse la santísima Eucaristía a los niños, se requiere que
tengan suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidadosa, de manera que
entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad, y puedan recibir el Cuerpo del
Señor con fe y devoción.
§ 2. Puede, sin embargo, administrarse la santísima Eucaristía a los niños que se hallen
en peligro de muerte, si son capaces de distinguir el Cuerpo de Cristo del alimento común y de
recibir la comunión con reverencia.”

Las condiciones son para que sepan lo que reciben. En peligro de muerte se relajan las
exigencias, pero no hasta el punto del uso de razón, porque es necesario recibirlo con devoción.

Hay que hacer una interpretación larga, para que la puedan recibir el mayor número de
fieles, para que algunos como por ej.: los deficientes puedan celebrarla al menos una vez en su vida,
como hace la Iglesia ortodoxa no católica que les da la comunión al bautizarlos, para completar la
iniciación cristiana.
▬▬▬

El c.914 trata sobre la obligación de preparar a los niños para hacer la primera comunión.
Para ayudar al uso de razón. Los sujetos de esta obligación son los padres y el Párroco. En la
preparación de los niños está incluida la confesión sacramental. Así zanja el canon toda la discusión
que había acerca de la conveniencia o no de la confesión de los niños antes de la primera comunión.

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3.- De los excluidos de la comunión (c. 915)

Este canon trata sobre quiénes pueden ser admitidos a la comunión y quienes no deben ser
admitidos. El canon no trata sobre quienes no se deben acercar a ella (es distinto) que son los que
tienen conciencia de pecado grave (c. 916).

El ministro debe negar la comunión a los que no entran dentro de los límites del c. 912:

1º) Los bautizados no católicos fuera de los límites del c. 844.


2º) Los excomulgados y los que están en entredicho, después de la excomunión o
imposición de la pena.
3º) Los que persisten obstinadamente en pecado grave manifiesto, para lo cual hacen
falta tres elementos:

1.- El pecado grave: gravedad externa del acto.


2.- La obstinación y la persistencia: se trata de situaciones estables de pecado
grave.
3.- La publicidad de la celebración y de la gravedad de la acción.

Situaciones normales irregulares son: las parejas de hecho, los casados civilmente, los
divorciados y vueltos a casar, etc. Son casos en los que hay acto externo grave, persistencia y
publicidad. En estos casos no se puede decir que no se sabe si se han confesado antes, porque es un
acto externo, grave y pertinaz.

4.- Quién no se puede acercar a la comunión eucarística

Quien tiene conciencia de pecado grave no celebre la Misa ni la comunión sin acercarse a
confesar, a no ser por dos circunstancias:

1ª) Que haya un motivo grave: el motivo grave es distinto de la devoción personal, por ej.:

- Para un sacerdote motivo grave sería la necesidad de la celebración de la Misa


para los fieles.

- Para un laico el no llamar la atención.

2ª) Que no haya posibilidad de confesarse: además del motivo grave ha de darse la ausencia
de confesor: física o moral, que no haya ningún sacerdote o que la prudencia espiritual aconseje no
confesarse con ese sacerdote. O que haya una grave dificultad extrínseca para la confesión.

Si concurren ambas circunstancias el fiel puede acercarse a la comunión sin previa confesión
sacramental, teniendo presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta que incluye
el propósito de confesarse cuanto antes.

5.- Posibilidad de comulgar más de una vez al día (c. 917)

● “c. 917.- Quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede recibirla otra vez el mismo día
solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a salvo lo que
prescribe el can. 921, § 2.”

La norma general es poder comulgar una vez al día, pero por motivo extraordinario también
se admite una segunda vez (solamente) y siempre dentro de la Misa (la segunda vez no puede ser
fuera de ella). A no ser por peligro de muerte (la comunión como viático), caso que siempre está
permitido.

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▬▬▬

6.- Momento de la participación en la comunión (c. 918)

● “c. 918.- Se aconseja encarecidamente que los fieles reciban la sagrada comunión dentro de
la celebración eucarística; sin embargo, cuando lo pidan con causa justa, se les debe
administrar la comunión fuera de la Misa, observando los ritos litúrgicos.”

Fuera de la Misa pueden recibir la comunión por primera vez en el día, cuando haya causa
justa. Lo ideal es en la Misa. Los pastores deben administrarla fuera de la Misa por causa justa
(imposibilidad o grave dificultad).
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7.- El ayuno eucarístico (c. 919)

La norma contempla tres situaciones:

1ª) Norma para los fieles en general: se deben abstener de cualquier alimento o bebida
(excepto agua o medicinas) una hora antes de la comunión.

2ª) Para los sacerdotes celebrantes que celebran la Misa dos o tres veces al día, el ayuno
obliga antes de la primera celebración, pero pueden tomar algo antes de la segunda o de la tercera.

3ª) Para los enfermos y las personas ancianas: no están obligados al ayuno. Tampoco los que
cuidan a los ancianos o enfermos, por si ese cuidado les impidiera ajustarse al cuidado del ayuno.
Se tiene que preparar de otros modos.

8.- El precepto pascual (c. 920)

Es la obligación de recibir la Eucaristía una vez al año en tiempo pascual.

● “c. 920 § 1. Todo fiel, después de la primera comunión, esta obligado a comulgar por lo menos
una vez al año.
§ 2. Este precepto debe cumplirse durante el tiempo pascual, a no ser que por causa
justa se cumpla en otro tiempo dentro del año.”

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9.- El viático (cc. 921-922)

En peligro de muerte:

● “c. 921 § 1. Se debe administrar el Viático a los fieles que, por cualquier motivo, se hallen en
peligro de muerte.
§ 2. Aunque hubieran recibido la sagrada comunión el mismo día, es muy aconsejable
que vuelvan a comulgar quienes lleguen a encontrarse en peligro de muerte.
§ 3. Mientras dure el peligro de muerte, es aconsejable administrar la comunión
varias veces, en días distintos.”
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● “c. 922.- No debe retrasarse demasiado el Viático a los enfermos; quienes ejercen la cura de
almas han de vigilar diligentemente para que los enfermos lo reciban cuando tienen aún pleno
uso de sus facultades.”
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10.- La posibilidad de comulgar en cualquier rito católico (c. 923)

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Hay plena libertad para los fieles.

Art. 3.
De los ritos y ceremonias de la celebración eucarística (cc. 924-930)

1.- La materia de la Eucaristía (c. 924)

● “c. 924 § 1. El sacrosanto Sacrificio Eucarístico se debe ofrecer con pan y vino, al cual se ha de
mezclar un poco de agua.
§ 2. El pan ha de ser exclusivamente de trigo y hecho recientemente, de manera que
no haya ningún peligro de corrupción.
§ 3. El vino debe ser natural, del fruto de la vid, y no corrompido.”

● La Eucaristía debe celebrarse con Pan y un poco de vino al que se le añade un poco de
agua. El agua no es necesaria para la validez.

● El pan tiene que ser exclusivamente de trigo, para la validez, es inválido el pan
proveniente de otros cereales. Se plantea al respecto el problema de los celiacos, que no pueden
comulgar pan de trigo. En ese caso hay disposiciones de la Iglesia para la administración:

1º) En primer lugar, lo mejor es que sólo comulguen bajo la sola especie de vino, basta con
que se lo diga al sacerdote, sin certificados médicos y sin acudir al Obispo.

2º) En segundo lugar, la utilización de un pan especial que sigue siendo de trigo pero en el
que se reduce el gluten (que es la sustancia perjudicial para ellos). Algunos toleran este tipo de pan,
y puede utilizarse si se puede conseguir y el enfermo lo tolera. Hace falta permiso del ordinario para
que lo certifique.

Para España hay una carta de 24 de junio de 2003, en el boletín de la diócesis de Madrid del
año 2003.

● En lo que se refiere al vino: debe ser del fruto de la vid, y no corrompido. Si no se puede
tomar, está permitida la posibilidad de consagrar con mosto, pues no produce el daño del alcohol y
es materia válida por ser zumo del fruto de la vid (zumo de uva aunque no fermentado como el
vino), pero hace falta permiso del ordinario.

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2.- La comunión bajo las dos especies (c. 925)

● “c. 925.- Adminístrese la sagrada comunión bajo la sola especie del pan o, de acuerdo con las
leyes litúrgicas, bajo las dos especies; en caso de necesidad, también bajo la sola especie del
vino.”

Se admite la comunión Eucarística bajo las dos especies. En las praenotanda de la tercera
edición del Misal Romano, en el número 283 se dice que:

Además de las ocasiones mencionadas en los rituales, la recepción de la Comunión bajo


las dos especies está permitida en las siguientes situaciones:

1) Para sacerdotes que no puedan celebrar o concelebrar.

2) Para el diácono u otros que ejercen la misma función durante la Misa.

3) Para los miembros de la comunidad religiosa en la Misa conventual.

4) En la Misa de comunidad para los seminaristas.

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5) Para todos los que hacen los ejercicios espirituales o que participan en una
conferencia espiritual o pastoral.

A la vez, el obispo puede establecer normas para la distribución de la Comunión bajo


las dos especies para su diócesis " que se observan aun en las iglesias de las comunidades
religiosas igual que en las celebraciones con los grupos pequeños ".

Fuera de eso, cuando el Párroco lo considere oportuno:

El Ordinario tiene la autoridad más amplia de conceder la facultad de comulgar bajo


las dos especies "cuando sea apropiado a juicio del párroco de una comunidad, con tal que
los fieles hayan recibido la instrucción necesaria para nunca profanar el santísimo o cuando
el número de personas que van a comulgar sea muy grande o por otra razón. "

Las normas establecidas por la Conferencia Episcopal referente a la distribución de


la Comunión a los fieles necesitan la confirmación de la Sede Apostólica.

En caso de necesidad se puede comulgar bajo la sola especie de vino, como por ej.: en el
caso de los celiacos y de un enfermo que no puede tomar nada sólido. Para esta posibilidad es el
único caso en que se permite provisionalmente la reserva de la sangre del Señor.

3.- Otras normas

● “c. 926.- Según la antigua tradición de la Iglesia latina, el sacerdote, dondequiera que celebre
la Misa, debe hacerlo empleando pan ázimo.”

Es un requisito para la licitud.


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● “c. 927.- Está terminantemente prohibido, aun en caso de extrema necesidad, consagrar una
materia sin la otra, o ambas fuera de la celebración eucarística.”

Hay obligación de consagrar ambas materias dentro de la Misa, no cabe excepción ni en


caso de necesidad. No se puede consagrar una sin la otra, ni ambas fuera de la celebración de la
Eucaristía.
▬▬▬
En el c. 1384 está prevista la sanción penal para quien ejerce ilegítimamente una función
sacerdotal u otro ministerio sagrado.
Si se hiciera con intención sacrílega es un delito reservado a la Congregación para la
Doctrina de la Fe.
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En cuanto al idioma de la celebración, ha de hacerse en un idioma aprobado y con un texto
litúrgico aprobado.

● “c. 928.- La celebración eucarística hágase en lengua latina, o en otra lengua con tal que los
textos litúrgicos hayan sido legítimamente aprobados.”
▬▬▬

● “c. 929.- Al celebrar y administrar la Eucaristía, los sacerdotes y los diáconos deben vestir los
ornamentos sagrados prescritos por las rúbricas.”

Esta norma afecta a los sacerdotes y a los diáconos, a los ministros extraordinarios laicos no.
▬▬▬

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El c. 930 contiene normas especiales para sacerdotes enfermos, ancianos o ciegos. Al
sacerdote enfermo y anciano se le permite celebrar sentado. Al ciego, con cualquier texto aprobado
que conozca de memoria, aunque no sea el del día.

● “c. 930 § 1. El sacerdote enfermo o anciano, si no es capaz de estar de pie, puede celebrar
sentado el Sacrificio eucarístico, observando siempre las leyes litúrgicas, pero no con asistencia
de pueblo, a no ser con licencia del Ordinario del lugar.
§ 2. El sacerdote ciego o que sufre otra enfermedad puede celebrar el Sacrificio
eucarístico con cualquier texto de la Misa de entre los aprobados, y con asistencia, si el caso lo
requiere, de otro sacerdote o diácono, o también de un laico convenientemente instruido, que
le preste ayuda.”
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Art. 4.
De los ritos y ceremonias de la celebración eucarística (cc. 931-933)

1.- Tiempo (c. 931)

Todos los días y a cualquier hora, menos el Viernes Santo y el Sábado Santo.

2.- Lugar (c. 932)

En un lugar sagrado, a no ser que en un caso particular la necesidad exija otra cosa. De la
necesidad juzga el ministro particular. En ese caso debe hacerse en un lugar digno.

En lugar sagrado, ha de hacerse sobre un altar bendecido y consagrado. Fuera del lugar
sagrado, en una mesa apropiada con mantel, corporal y vestiduras litúrgicas.

● “c. 932 § 1. La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un


caso particular, la necesidad exija otra cosa; en este caso, la celebración debe realizarse en un
lugar digno.
§ 2. Se debe celebrar el Sacrificio eucarístico en un altar dedicado o bendecido; fuera
del lugar sagrado se puede emplear una mesa apropiada, utilizando siempre el mantel y el
corporal.”
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- En templos no cristianos la prohibición de celebrar es absoluta.

- En templos cristianos no católicos la prohibición no es absoluta, pero hace falta permiso


del ordinario del lugar.

● “c. 933.- Por justa causa, con licencia expresa del Ordinario del lugar y evitando el escándalo,
puede un sacerdote celebrar la Eucaristía en el templo de una Iglesia o comunidad eclesial que
no estén en comunión plena con la Iglesia católica.”

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CAPÍTULO II
De la reserva y veneración de la santísima Eucaristía (cc. 934-944)

La reserva está permitida con tres finalidades:


1) Administrar la Comunión a los enfermos.
2) Distribuirla a los que no pueden estar durante la Misa.
3) La adoración del Señor.

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El c. 934 § 1 se ocupa de en qué lugar la reserva es obligatoria:
1) En la iglesia catedral.
2) En todas las iglesias parroquiales.
3) En la iglesia u oratorio de un instituto religioso o comunidad de vida apostólica.

En los demás lugares sagrados la reserva es facultativa, puede haber reserva o no. Para que
la haya debe haber licencia del Ordinario del lugar.

Hay que cumplir dos condiciones para que el Obispo conceda la licencia (c. 934 § 2):
1) Que en ese lugar haya siempre alguien a su cuidado (sacerdote o laico).
2) Que se celebre en ese lugar la Misa, al menos dos veces al mes, de manera que no
se corrompan las especies eucarísticas y se renueven.

Queda prohibido tenerla en las casa privadas y llevarla en los viajes, a no ser por razones de
necesidad.

En las casas de religiosos sólo se ha de reservar en un único oratorio o Iglesia, a no ser que
el Ordinario del lugar lo permita.
CAPÍTULO III
Del estipendio ofrecido para la celebración de la Misa (cc. 945-958)

El estipendio son las aportaciones económicas que ofrecen los fieles al sacerdote para que
ofrezca la Misa por su intención.
La disciplina dice que es legítimo ofrecerlo y aceptarlo; siempre que se entienda que no es
un pago, sino la unión al sacrificio de Cristo de manera especial con su aportación económica. Por
ello se ha de evitar cualquier apariencia de comercio y que nadie se quede sin poder encargar una
Misa por razón económica.

● “c. 945 § 1. Según el uso aprobado de la Iglesia, todo sacerdote que celebra o concelebra la
Misa puede recibir estipendio, para que la aplique por una determinada intención.
§ 2. Se recomienda encarecidamente a los sacerdotes que celebren la Misa por las
intenciones de los fieles, sobre todo de los necesitados, aunque no reciban ningún estipendio.”

Esta aportación es para el sustento del sacerdote que celebra la Misa. Es una cuestión muy
regulada para evitar abusos.
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El c. 948 dice que se debe aplicar una Misa distinta por cada intención en que se ofrezca
estipendio. No se pueden acumular en una Misa varios estipendios, para evitar la apariencia de
comercio.

¿Qué sucede en lugares en donde no hay sacerdotes para hacer una misa por cada
estipendio? Surgió la cuestión de las Misas colectivas, en que se reciben varios estipendios; está
regulado por un decreto de la Congregación para el Clero, de 22 de febrero de 1991, ahí se
contempla como excepción, pero con ciertas limitaciones:

1) Que los fieles oferentes estén advertidos de que se van a acumular los estipendios e
intenciones en una única Misa y que consientan a ello.

2) Que se celebren como máximo dos veces por semana en cada lugar de culto.

3) El sacerdote que celebra sólo conserva el estipendio de una Misa, y los demás los entrega
al Ordinario. Lo ideal es enviarlos a sacerdotes en territorios de misión.

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● La autoridad competente para regular los estipendios es la Asamblea de los Obispos de la
provincia eclesiástica. El sacerdote no puede pedir más, sí aceptar más. Las tasas se publican en el
boletín de la diócesis para cada provincia (c. 952 § 1):

● “c. 952 § 1. Compete al concilio provincial o a la reunión de Obispos de la provincia fijar por
decreto para toda la provincia el estipendio que debe ofrecerse por la celebración y aplicación
de la Misa, y no le es lícito al sacerdote pedir una cantidad mayor; sí le es lícito recibir por la
aplicación de una Misa un estipendio mayor que el fijado, si es espontáneamente ofrecido, y
también uno menor.”
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Se puede encomendar a otros la celebración de las Misas, entregado íntegro el estipendio a


no ser que le conste con certeza que lo que excede por encima de lo establecido en la diócesis se le
dio en consideración a su persona (c. 955 § 1):

● “c. 955 § 1. Quien desee encomendar a otros la celebración de Misas que se han de aplicar,
debe transmitirlas cuanto antes a sacerdotes de su preferencia, con tal que le conste que son
dignos de confianza; debe entregar íntegro el estipendio recibido, a no ser que le conste con
certeza que lo que excede por encima de lo establecido en la diócesis se le dio en consideración
a su persona; y sigue teniendo la obligación de procurar que se celebren las Misas, hasta que le
conste tanto la aceptación de la obligación como la recepción del estipendio.”

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LEER LOS CÁNONES SOBRE LOS ESTIPENDIOS (cc. 945-958)

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Título IV:
Del sacramento de la penitencia (cc. 959-997)

● “c. 959.- En el sacramento de la penitencia, los fieles que confiesan sus pecados a un ministro
legítimo, arrepentidos de ellos y con propósito de enmienda, obtienen de Dios el perdón de los
pecados cometidos después del bautismo, mediante la absolución dada por el mismo ministro,
y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron al pecar.

En este canon se recogen tres elementos:

1) Los actos del penitente: la contrición y la confesión; los fieles que confiesan sus pecados
a un ministro legítimo, arrepentidos de ellos y con propósito de enmienda.

2) La absolución: dada por el ministro.

3) Los frutos del sacramento: el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia.

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CAPÍTULO I
De la celebración del sacramento (cc. 960-964)

1.- Modo ordinario (c. 960)

El canon 960 establece el único modo ordinario de celebrar el sacramento. Incluye la


confesión íntegra e individual, y la absolución también individual. No hay otro modo ordinario.

● “c. 960.- La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario
con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la

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Iglesia; sólo la imposibilidad física o moral excusa de esa confesión, en cuyo caso la
reconciliación se puede tener también por otros medios.”

Litúrgicamente hay tres modos de celebrarlo, en el CIC sólo aparecen dos: éste ordinario y
otro extraordinario. En el ritual, el modo A y B entran dentro del modo ordinario (porque tienen la
confesión y la absolución íntegra e individual), y el C es el extraordinario.

Solamente la imposibilidad física o moral excusa de la confesión, y puede obtenerse la


reconciliación por otros medios:

- Imposibilidad física: cuando no hay sacerdote, o el enfermo no puede hablar.

- Imposibilidad moral: cuando hay sacerdote pero hay razones serias de conciencia
por parte del penitente que le aconsejan gravemente no confesarse con un
sacerdote concreto, aunque no haya otros, por ej.: por temor de grave daño que
pueda surgir por la revelación de los pecados a ese sacerdote concreto.

En estos casos la reconciliación se puede obtener por otros medios que incluyen el deseo del
sacramento cuando desaparezca la imposibilidad. No son por tanto medios alternativos.

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2.- Modo extraordinario (c. 961)

El modo extraordinario está regulado en los cánones 961-963. Se trata de la absolución


colectiva, que no es el modo habitual. Sobre esto, el Papa publicó un documento que es
prácticamente un comentario a estos cc. 961-963, es el motu propio: Misericordia Dei. La disciplina
gira en torno a tres elementos:

En primer lugar se trata de las situaciones en las cuales se puede administrar el sacramento
de la penitencia de esta manera: sin acusación individual e íntegra de los pecados y sin absolución
individual. Sólo en dos situaciones:

1) En peligro de muerte:

● “c. 961 § 1. No puede darse la absolución a varios penitentes a la vez sin previa
confesión individual y con carácter general a no ser que:
1.º amenace un peligro de muerte, y el sacerdote o los sacerdotes no tengan
tiempo para oír la confesión de cada penitente;”

2) Situación de necesidad grave distinta del peligro de muerte: esta situación es la que da
lugar a más interpretaciones, por ello está detallada y también comentada por el Papa, para que no
se den interpretaciones extensivas:

● “c. 961 § 1. [...]


2.º haya una necesidad grave, es decir, cuando, teniendo en cuenta el número de
penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente la confesión de
cada uno dentro de un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa
por su parte, se verían privados durante notable tiempo de la gracia sacramental
o de la sagrada comunión; pero no se considera suficiente necesidad cuando no
se puede disponer de confesores a causa sólo de una gran concurrencia de
penitentes, como puede suceder en una gran fiesta o peregrinación.

Para que se verifique la situación de necesidad grave han de darse dos casos simultáneos:

a) Que haya pocos sacerdotes confesores en relación con un número grande de


penitentes.

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b) La privación por largo tiempo de la gracia sacramental, por falta de sacerdote, sin
culpa de los penitentes. Por largo tiempo se entiende en el motu propio por lo
menos “un mes”.

La escasez de sacerdotes momentánea no es suficiente necesidad, hace falta que no puedan


acudir a un sacerdote para confesarse en un tiempo menor a un mes.

La necesidad grave la tiene que juzgar no el sacerdote confesor sino el Obispo diocesano.
Además, el Obispo diocesano tiene que tener en cuenta los criterios acordados con los demás
miembros de la Conferencia Episcopal. Por tanto, no corresponde nunca al sacerdote juzgar el caso.
Todo lo demás sería un abuso. En España, la CEE, en el decreto sobre la absolución colectiva dijo
que en España no hay casos generales y permisibles. Un nuevo documento va a salir concretándolo
más.

● “c. 961 § 2. Corresponde al Obispo diocesano juzgar si se dan las condiciones requeridas a
tenor del § 1, n. 2 , el cual, teniendo en cuenta los criterios acordados con los demás miembros
de la Conferencia Episcopal, puede determinar los casos en los que se verifica esa necesidad.

Si un ministro actuara de otra forma lo haría ilegalmente, y sería un abuso gravísimo, pero
por el bien de los fieles no se ha querido invalidar la absolución dada en esas circunstancias. Es
válida aunque ilícita.
▬▬▬

3) Por parte del fiel hay varios requisitos (c. 962) para recibir válidamente la absolución
colectiva:
a) Que esté válidamente dispuesto, con arrepentimiento y propósito de enmienda. Al
ministro del sacramento no le consta porque no hay diálogo alguno con el
penitente, cosa que sí le consta en la confesión individual. Por ello debe decirlo
antes de la absolución el ministro: que tienen que estar preparados y con propósito
de enmienda, y si no, no se recibe el perdón de los pecados.

b) El propósito de hacer a su debido tiempo confesión individual de todos los


pecados graves que no ha podido confesar debidamente en ese momento, en la
próxima ocasión que tenga (c. 962 § 1).

● “c. 962 § 1. Para que un fiel reciba válidamente la absolución sacramental dada a varios a la
vez, se requiere no sólo que esté debidamente dispuesto, sino que se proponga a la vez hacer
en su debido tiempo confesión individual de todos los pecados graves que en las presentes
circunstancias no ha podido confesar de ese modo.”

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Queda en el fiel una obligación que se ha de cumplir en un momento posterior, materializar


el propósito que tenía de acercarse a la confesión individual, y antes de acudir a otra absolución
general, siempre que cese la situación especial y se pueda:

● “c. 963 Quedando firme la obligación de que trata el can. 989, aquel a quien se le perdonan
pecados graves con una absolución general debe acercarse a la confesión individual lo antes
posible, en cuanto tenga ocasión, antes de recibir otra absolución general, de no interponerse
causa justa.
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Para un comentario de estos cánones, leer el Motu propio de Juan Pablo II al respecto. Para
la validez, sólo afectan los requisitos por parte del fiel.

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3.- Lugar y sede para la celebración (c. 964)

● El lugar propio es una iglesia u oratorio, luego ordinariamente se hace en lugar sagrado.
Nada impide que con causa razonable se haga en otro lugar. (c. 964 § 1)

● La sede propia es el confesionario, pero nada impide otra sede. La competencia normativa
reside en la Conferencia Episcopal, asegurando siempre un requisito que afecta a la libertad y
discreción del penitente, asegurando que existan siempre confesionarios provistos de rejillas entre el
penitente y el confesor, de manera que puedan utilizarlos los que quieran para no ser reconocidos
por parte del confesor.
Puede haber además otra sede en que haya un diálogo cara a cara entre el confesor y el
penitente.

Se preguntó a la comisión si el ministro puede imponer al penitente el que la confesión tenga


que ser oída en el confesionario tradicional. La respuesta es de 1998, y fue afirmativa, excepto en
peligro de murete.

CAPÍTULO II
Del ministro del sacramento de la penitencia (cc. 965-986)

4.- Capacidad de confesar (c. 965)

● “c. 965.- Sólo el sacerdote es ministro del sacramento de la penitencia.”

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Además de esto hay un requisito jurídico de habilidad. El sacerdote debe estar habilitado
para absolver, es lo que se llama facultad para confesar. Si no la tiene, la absolución también es
inválida (c. 966 § 1). Para absolver válidamente se requieren además de la facultad de Orden que el
ministro tenga facultad para ejercerla. No es una potestad nueva sino la regulación de la potestad de
Orden que la Iglesia en este caso regula para la validez, exigiendo al sacerdote la facultad para
confesar.

La razón de que la facultad esté regida por una ley inhabilitante es lo delicado que es el
sacramento de la penitencia. Por es motivo la Iglesia lo cuida especialmente, para asegurar la
idoneidad del sacerdote en lo posible. Por ese motivo, la licencia no se da de una vez para siempre
sino que es temporal y se renueva temporalmente (pues se puede perder la idoneidad y se puede
revocar), o puede estar limitada por ciertos condicionamientos, ej.: sólo para los niños.

● Ordinariamente hay varios modos de adquirirla, lo cual afecta al ámbito, al modo de


pérdida y al ámbito de la pérdida:

a) Adquisición ipso iure, el derecho concede a algunos sacerdotes la facultad (c. 967 § 1):

1) El Romano Pontífice, todos los cardenales, todos los obispos.


● Ámbito: en todo el mundo (también los obispos a no ser que se oponga en
un lugar concreto el Obispo diocesano).
● Pérdida: por revocación del Romano Pontífice. El Romano Pontífice no la
pierde nunca, los cardenales y obispos sí pueden perderla por revocación
suya.
● Ámbito de la pérdida: lo que dijera el Romano Pontífice en el ámbito de la
revocación, ej.: en todo el mundo, o en un lugar determinado, o a una
categoría de personas determinada, etc.

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b) A través del Oficio recibido (c. 968), se trata de algunos oficios concretos, el titular la
recibe siempre por el hecho de ser titular de un oficio:

2) El ordinario del lugar y los vicarios episcopales, el canónigo penitenciario, todos


los párrocos y los que hacen las veces de párrocos (no son los vicarios parroquiales,
sino los que suplen al párroco impedido o cuando la diócesis está vacante: el
administrador parroquial) (c. 968 § 1).
● Ámbito: en todo el mundo, salvo que el ordinario se oponga en algún sitio
(c. 967 § 2).
● Pérdida: por revocación y por pérdida del oficio (c. 975) (también por
excardinación o cambio de domicilio –pues suponen la pérdida del oficio–).

3) Los superiores mayores (generales y provinciales) de institutos religiosos o de


sociedades apostólicas, clericales de derecho pontificio (no los de derecho diocesano)
(c. 968 § 2).
● Ámbito: únicamente dentro del propio instituto, es decir, en cualquier lugar
para confesar únicamente a los propios religiosos miembros del instituto y a
cuantos viven día y noche en la casa de su instituto o sociedad (residentes),
para todo el instituto (c. 967 § 3)
● Pérdida: se pierde la facultad dejando de ser superior mayor.

c) Por concesión del superior (c. 969), ¿qué superior? El ordinario del lugar (obispos
diocesanos o vicarios episcopales). También el Superior mayor religioso pero limitada al propio
instituto.

4) El ordinario del lugar se la puede conceder a cualquier presbítero, también a los


presbíteros religiosos (aunque no sean de su diócesis), ej.: vicarios parroquiales.
● Ámbito: varía dependiendo del ámbito de ejercicio de la facultad (967 § 2).
Esa facultad se puede ejercer en todo el mundo cuando el ordinario que la ha
concedido es el ordinario de incardinación o el ordinario del domicilio
canónico; si se la concede cualquiera de estos dos el presbítero puede
confesar en todo el mundo, si es cualquier otro sólo puede confesar en el
ámbito de jurisdicción del ordinario que concede la facultad.
Para poder confesar en todo el mundo, los religiosos de derecho
pontificio incardinados en el propio instituto no tienen ordinario de
incardinación, luego tienen que acudir al del domicilio, aquel del lugar de la
casa en que están asignados legítimamente por designación del superior
religioso. De esta forma tienen facultad en todo el mundo.
● Pérdida: por excardinación o por pérdida (o cambio) del domicilio si la
facultad la ha concedido el ordinario del domicilio (c. 975), se pierde y se
tiene que volver a pedir. Además, también por revocación (c. 974).

5) El superior mayor religioso también puede conceder facultad para confesar, pero
limitada al propio instituto, para los del propio instituto o los que residan allí día y
noche (habitualmente).

● Hay también dos modalidades extraordinarias de concesión de la facultad de confesar:

a) En Peligro de muerte (c. 976), se trata de una situación en que se dan a la vez:
- Una facultad que no se tiene.
- Un penitente en peligro de muerte.

El derecho se la concede ipso iure, para ese momento y para ese penitente. En peligro de
muerte, todo sacerdote puede absolver de cualquier pecado o censura, aunque estuviera

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excomulgado o aunque estuviera secularizado (es el único caso en que se les permite el uso del
ministerio) aún en el caso de que esté presente un sacerdote aprobado (por el bien del fiel).

b) Por suplencia de la Iglesia (c. 144), la situación que se da es la siguiente:


- Un sacerdote que no tiene facultad.
- Un penitente que no está en peligro de muerte.

En virtud del bien de los fieles. Es una situación de error común de hecho o de derecho, en
que la comunidad piensa que un determinado sacerdote puede confesar. El sacerdote puede aplicar
este caso cuando él no la ha pedido o se ha olvidado de pedir la renovación. La Iglesia suple la
facultad para confesar que el presbítero no tenía, de modo que el presbítero confiesa con facultad
suplida (no suple la potestad de orden ni otras cosas). Esto se puede aplicar también cuando un
presbítero tiene facultad pero no la tiene en todo el mundo.

La competencia para otorgar las facultades de confesar depende de cada Obispo. Se puede
conceder la facultad por tiempo determinado o indeterminado (c. 972), para que el ordinario
verifique si un presbítero está cualificado o no (c. 970).
Suele concederse por escrito (c. 973); aunque puede hacerse verbalmente, teniendo que
acudir cuanto antes a por ella por escrito.

5.- La absolución del cómplice (c. 977)

Fuera del peligro de muerte, es inválida la absolución del cómplice en un pecado contra el
sexto mandamiento, cometido por el sacerdote y otra persona. El pecado pudo haberlo cometido
antes o después de ser sacerdote, en ambos casos es inválida dicha absolución, y si el sacerdote la
imparte es inválida e incurre en excomunión latae sententiae (c. 1378 § 1).

6.- Obligación de atenerse al Magisterio de la Iglesia (c. 978 § 2)

El c. 978 § 2 trata sobre la obligación del confesor de atenerse al magisterio de la Iglesia. Es


un deber gravísimo porque el confesor actúa como ministro de la Iglesia, y el confesor tiene una
intervención muy personal en la conciencia de los fieles que no se da en otro sacramento. Si no se
hace así es causa para quitarle la facultad.

7.- Prudencia y discreción al preguntar (c. 979)

El c. 979 trata de la prudencia y discreción que el confesor tiene que tener al preguntar al
penitente: las preguntas tienen como objeto ayudar al penitente a realizar una confesión íntegra. La
obligación de integridad de la confesión pesa sobre el penitente, e indirectamente sobre el confesor.
El criterio es la prudencia y la discreción, no importunar ni actuar movido por la curiosidad, se ha
de ser respetuoso con la intimidad y no preguntar nunca sobre la identidad del cómplice, es mejor
quedarse corto.

9.- Deber de absolver (c. 980)

No debe negarse la absolución a no ser por falta de disposiciones, si no le consta con certeza
al confesor dicha falta de disposición tiene que absolver.

● “c. 980.- No debe negarse ni retrasarse la absolución si el confesor no duda de la buena


disposición del penitente y éste pide ser absuelto.”
▬▬▬
10.- La penitencia sacramental (c. 981)

Es el signo del compromiso personal del cristiano para cambiar de vida. Consiste en
cualquier obra buena que se le imponga. Para la imposición se ofrecen varios criterios:

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1) La gravedad y el número de los pecados, cualquier obra buena que le ayude.

2) La condición del penitente: no se pueden poner aquellas penitencias que le sean difíciles
de cumplir, han de ser tales que se puedan cumplir sin gran dificultad y que no se olviden, quedando
abierta la posibilidad de aconsejar otras obras.

3) Concretas, que el penitente sepa cuando termina de cumplirla, que no sean indefinidas de
modo que si es por unos días se le diga cuantos días. Que sean actos concretos de duración
determinada.

4) Se puede conmutar si le es difícil cumplirla. En la confesión siguiente el penitente se ha


de acusar de no haberla cumplido, si el confesor ve que es desproporcionada puede conmutarla por
otra.

11.- El delito de solicitación (c. 982)

Consiste en la denuncia falsa a un confesor del delito de solicitación. Alguien que acusa
falsamente a un confesor inocente de haberle instigado a cometer un delito contra el sexto
mandamiento. El canon contempla dicha denuncia falsa: si el penitente se acusa de esto, antes de
absolverlo se tiene que retractar formalmente, no basta con la disposición de retractarse, ha de
hacerlo ante la misma autoridad ante la cual denunció al penitente inocente, y le tiene que constar al
confesor dicha retractación para poderle absolver.

12.- El sigilo sacramental (c. 983)

● “c. 983 § 1. El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al
confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo.
§ 2. También están obligados a guardar secreto el intérprete, si lo hay, y todos
aquellos que, de cualquier manera, hubieran tenido conocimiento de los pecados por la
confesión.”

El sigilo sacramental afecta al sacerdote confesor, se distingue de la obligación del secreto


que corresponde a otras personas que puedan conocer los pecados confesados. Consiste en la
obligación del sigilo, que no cede ante ningún daño, cualquiera que sea el daño que se quiera evitar
o el bien que se pueda alcanzar, hasta la efusión de la sangre. También obliga después de la muerte
del penitente.
Este sigilo se origina en la confesión sacramental, no en la dirección espiritual, es decir,
cuando el penitente se acusa de sus pecados para obtener la absolución, aunque la absolución no se
diera por cualquier causa. La materia del sigilo son todos los pecados declarados por el penitente.

Se quebranta cuando se manifiesta el pecado y el pecador; se distingue entre


quebrantamiento directo e indirecto:

- El quebrantamiento directo: se da cuando se manifiesta directamente,


inequívocamente y claramente, el pecado oído y la persona del penitente.

- El quebrantamiento indirecto: cuando se manifiesta de manera ambigua cosas


que pueden dar a entender el pecado cometido y la persona.

El quebrantamiento directo está sancionado por excomunión latae sententiae, reservada a la


Santa Sede (c. 1368).

Además del sigilo sacramental, para los que no son confesores y han oído una confesión, les
vincula la obligación del secreto (c. 983 § 2). La materia es la misma que la del sigilo: todos los
pecados manifestados en confesión, ej.: el intérprete, en el caso excepcional de que se de (no está

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aconsejado pero sí admitido, si al penitente le parece muy necesario y si el confesor también quiere;
es preferible que si el confesor no conoce el idioma cada uno hable en el suyo, la absolución es
válida y luego, cuando el penitente encuentre a un confesor de su idioma le tiene que volver a
confesar los pecados).
El quebrantamiento de la obligación del secreto no conlleva la excomunión (como sí ocurre
en el caso del sigilo), sólo hay excomunión en un caso: en el de la grabación de la confesión,
incurre en excomunión aquel que graba la confesión propia o ajena (aunque no la haga pública).
La confesión por teléfono está prohibida, y se duda de su validez por posible falta de
presencia moral.
▬▬▬

13.- Prohibición del uso de los conocimientos adquiridos por confesión (c. 984)

Es distinto del sigilo porque no se revela la autoridad del penitente. Si no se manifiestan los
dos extremos: pecado y pecador, no hay peligro de quebrantamiento de sigilo; el sacerdote hace
acciones que si no, no haría.
Pero está prohibido determinantemente hacer uso de los conocimientos adquiridos en
confesión aunque no haya peligro de revelación, el canon dice “con perjuicio del penitente”. Si es
“en beneficio” ¿se puede o no? El perjuicio se refiere al penitente en general, no al concreto, es
decir: con perjuicio del sacramento de la penitencia, por tanto habría perjuicio, por poderse poner en
duda la fiabilidad de la discreción del sacramento. Lo que el sacerdote conoce por confesión queda
en ese fuero, y no tiene que sentir ningún tipo de remordimiento o cargo de conciencia por guardar
el sigilo, pase lo que pase.

En la dirección espiritual se tiene la obligación de guardar secreto, pero no sigilo, por la


relación privada o secreta existente y del pacto implícito que se hace. Equivaldría al secreto
ministerial (o profesional), eso significa que no hay excomunión y cabría en caso de un bien enorme
la posibilidad de hacer uso de ello.

El penitente no puede librar del sigilo sacramental al confesor, pero puede manifestarlo
después para que el sacerdote pueda hacer uso de ello, porque el sigilo no depende de la voluntad
del penitente sino por el sacramento.

Para quebrantar el sigilo con pena de excomunión latae sententiae tiene que haber
conciencia de ello, no se incurre si el confesor lo desvela sin querer, por imprudencia.

14.- La consulta del confesor a otro sacerdote para recibir consejo

Se puede hacer siempre que se oculte la identidad del penitente. Sí tuviera que consultarlo
con otro sacerdote que le pudiera conocer hay que pedir permiso al penitente, y si no se lo da lo
tiene que resolver él por sus propios medios (libros, etc.).

Si se obtienen los conocimientos antes o después de la confesión se pueden contar por lo que
se sabe fuera de la confesión y en esa misma medida, siempre que sea necesario. Por prudencia no
se debe hacer para evitar malas interpretaciones en el penitente, que pueda pensar que ha
quebrantado el derecho sacramental sobre lo que ha conocido dentro de la confesión (que
normalmente es más).

15.- Remisión de las penas canónicas dentro de la confesión

Las penas en la Iglesia son de dos tipos:

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- Penas expiatorias (c. 1336): tienen como finalidad reparar el daño hecho a la
comunidad.

- Penas medicinales: con la finalidad de la conversión del penitente, también


llamadas censuras (cc. 1331-1333). Son tres:

1.- La excomunión: entre otros efectos, prohíbe tanto celebrar como recibir
los sacramentos o los sacramentales, y además prohíbe desempeñar oficios,
ministerios o cargos eclesiásticos, o realizar actos de régimen.

2.- El entredicho (c. 1332): también prohíbe celebrar y recibir los


sacramentos, pero no prohíbe desempeñar oficios, ministerios o cargos
eclesiásticos (exceptuando en la celebración del sacrificio Eucarístico o en
cualesquiera otras ceremonias de culto, c. 1331 § 1, 1º), o realizar actos de
régimen.

3.- La suspensión (c. 1333): afecta sólo a los clérigos, a diferencia de de los
otros dos que afectan también a los laicos. Prohíbe la celebración de los
sacramentos, no la recepción. También se denomina suspensión a divinis.

Las dos penas mayores son la excomunión y el entredicho, que prohíben la recepción de los
sacramentos y la recepción de la penitencia.

La forma de imposición de las penas siempre es cometer un delito que lleva aneja una pena
canónica. La pena puede ser:

- Latae sententiae: se incurre en ella directa y automáticamente. Son muy pocas


porque son delitos muy graves o que al superior le es difícil conocer para
imponer la pena.

- Ferendae sententiae: para incurrir en ella hace falta un acto del superior. Hay que
instruir un proceso penal, y si es culpable se puede imponer la pena.

Las más importantes para el tema que nos ocupa (la remisión de las penas dentro de la
confesión) son las latae sententiae.
Las censuras latae sententiae según la autoridad necesaria para su remisión puede ser de dos
tipos: reservada a la Santa Sede o al Obispo diocesano (cuando no está reservada).
Pecados reservados no hay, la absolución del pecado no está reservada, cualquier confesor
puede confesar cualquier pecado, pero antes de absolver tiene que remitir la pena.

● Los delitos cuya censura está reservada a la Santa Sede son cinco (todos conllevan
excomunión latae sententiae):

1º) Profanación de las especies eucarísticas (c. 1367).


2º) Violencia física contra el Romano Pontífice (c. 1370 § 1).
3º) Consagración de un Obispo sin mandato pontificio (c. 1382).
4º) Violación directa del sigilo sacramental (c. 1388).
5º) Absolución del cómplice de un pecado contra el sexto mandamiento (c. 1368).
● Las censuras no reservadas a la Santa Sede las puede remitir el Obispo diocesano, son
siete:
1º) Apostasía, herejía o cisma (c. 1364), excomunión latae sententiae no reservada.
2º) Violencia física contra el Obispo (c. 1370 § 2), entredicho latae sententiae.

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3º) Atentar1 la celebración de la Eucaristía o de la Penitencia por quien no es
sacerdote (c. 1378 § 2), entredicho latae sententiae.
4º) Falsa denuncia de solicitud (c. 1390 § 1), entredicho latae sententiae.
5º) Matrimonio atentado por un clérigo o religioso de votos perpetuos, aunque sólo
sea matrimonio civil (c. 1394), suspensión latae sententiae. Si no es clérigo,
entredicho latae sententiae.
6º) Aborto procurado obteniendo el efecto (c. 1398), de cualquier modo y en
cualquier momento, incluidos todos los cómplices necesarios (aquellos sin cuya
colaboración no se hubiera podido realizar el delito, 1329 § 2), excomunión latae
sententiae, no reservada. En caso de que se dude la ejecución del aborto se puede
remitir bajo condición).
7º) La grabación del diálogo entre el confesor y el penitente. Hay un decreto de la
Congregación para la Doctrina de la fe, de 23 de septiembre de 1968 que dice:
aunque sea propia o de un tercero, ya sea la confesión verdadera o fingida (basta
con realizar la grabación, aunque no se le de publicidad), excomunión latae
sententiae.

● Para que haya delito tiene que haber pecado, y no tiene que haber circunstancias
eximentes. Los casos eximentes más frecuentes son:

1º) La minoría de edad en cuanto a los 16 años, no incurre en delito.

2º) El desconocimiento de la pena: aquel que sin culpa ignoraba que la ley o precepto
llevaba aneja una pena, se denomina ignorancia no culpable (c. 1324 § 1, 9º). No es fácil de
verificar, porque hace falta:
1.- Ignorancia no culpable.
2.- El grado de conocimiento suficiente: no el número del canon ni las consecuencias
jurídicas, sino que basta con saber que la Iglesia considera con especial gravedad
ese pecado. Ni el nombre de la pena ni sus consecuencias jurídicas. Por eso no es
lo más frecuente.

● ¿Cómo ha de actuar el confesor?

1º) En primer lugar ha de conocer la edad del que ha cometido el delito, si es menor de 16
años no incurre en él.
2º) Conocer si hay ignorancia culpable o no.

Una vez que se comprueba que se ha incurrido en la pena caben dos posibilidades:
a) Enviarlo a la autoridad competente para la remisión, es la más clara pero no la más
aconsejada. No es aconsejado mandar al Ordinario ni a la Santa Sede, esto sería
gravar al penitente con un peso muy grande que no lo va a saber hacer o no lo va a
hacer. El profesor lo desaconseja, es muy desaconsejable.
b) Otro procedimiento es remitir al penitente al canónigo penitenciario (el que tiene
entre sus funciones la remisión de las censuras no reservadas). Es muy útil para
determinados penitentes, conociendo el horario y la hora en que está confesando,
confesarse con él. (El Superior puede remitir las censuras fuera de la confesión, el
canónigo penitenciario no). Para algunos penitentes es conveniente este
procedimiento, para otros es demasiado gravoso.

1
Atentar: intentar un acto, realizando su celebración pero sin conseguir sus efectos (por alguna imposibilidad).

36
c) Que el sacerdote, el confesor, pida delegación al Ordinario para poder remitir la
censura. Pide delegación al Obispo para poder remitir la censura o al Vicario
general. Puede ser útil para el penitente porque no tiene que confesarse con otro
sacerdote.
El confesor no tiene la delegación y no la tiene para ese momento, no puede
absolverle, exige un segundo encuentro y diferir la absolución. La delegación la
pide el confesor sin desvelar la identidad del penitente y dando fe de sus buenas
actitudes. No se puede pedir delegación al canónigo penitenciario, no la tiene
delegable al igual que el Vicario episcopal de la zona.

d) No se difiere la absolución, es el “caso urgente” (c. 1457), se trata de que al


penitente le resulte duro esperar a que el confesor pida la delegación. El confesor
puede remitir la pena directamente, y a continuación da la absolución. ¿Con qué
requisitos? Dentro de la confesión, remisión de la excomunión y del entredicho
latae sententiae no declaradas, incluso las reservadas a la Santa Sede. Ej.: la
profanación eucarística. Queda la obligación para el penitente de hacer un recurso
al superior competente en el plazo de un mes, bajo pena de reincidencia. El
recurso es decir lo sucedido.
Normalmente se hace el recurso a través del confesor, quien asume esa
obligación, a la Santa Sede si está reservada o al Obispo diocesano. Esto exige un
segundo encuentro con el penitente, ya no para dar la absolución sino para
informarle de que el recurso se ha hecho y comunicarle las disposiciones de la
autoridad competente, que suele dar alguna penitencia añadida.

LEER LOS CÁNONES SOBRE LA PENITENCIA (cc. 959-997)

Título V:
Del sacramento de la unción de los enfermos (cc. 998-1007)

● “c. 998.- La unción de los enfermos, con la que la Iglesia encomienda los fieles gravemente
enfermos al Señor doliente y glorificado, para que los alivie y salve, se administra ungiéndoles
con óleo y diciendo las palabras prescritas en los libros litúrgicos.”

- La materia del sacramento es: la unción con el Óleo.

- La forma: son las palabras prescritas en los libros litúrgicos.

- El sujeto del sacramento es el fiel gravemente enfermo.

- La finalidad: para que alivie al enfermo y lo salve.


▬▬▬

CAPÍTULO I
De la celebración del sacramento (cc. 999-1002)
1.- El Óleo (c. 999)

El c. 999 dice que el Óleo ha de ser aceite de oliva (o al menos vegetal) y bendecido.
Únicamente lo puede bendecir en circunstancias ordinarias el Obispo y los equiparados al Obispo
diocesano (los que están al frente de una diócesis, c. 381).
En caso de necesidad cualquier presbítero, pero no fuera de ese sacramento. No se debe
bendecir más de lo necesario, y si algo sobrara se debe quemar en un algodón.

37
● “c. 999 Además del Obispo, pueden bendecir el óleo que se emplea en la unción de los
enfermos:
l.º quienes por derecho se equiparan al Obispo diocesano;
2.º en caso de necesidad, cualquier presbítero, pero dentro de la celebración del
sacramento.”
▬▬▬
2.- El modo de hacer las unciones (c. 1000)

El c. 1000, sobre las unciones, se remite a los libros litúrgicos. En caso de necesidad basta
con una sola unción en la frente o alguna otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula completa (para
caso de necesidad), si no es un caso de necesidad se hacen tres unciones: una en la frente y una en
cada mano.

● “c. 1000 § 1. Las unciones han de hacerse cuidadosamente, con las palabras, orden y modo
prescritos en los libros litúrgicos; sin embargo, en caso de necesidad, basta una sola unción en
la frente, o también en otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula completa.”

El modo de hacerlas (c. 1000 § 2) es con la mano, en contacto directo, a no ser que una
necesidad grave (ej.: posibilidad de contagio) aconseje otra cosa, ej.: utilizar un instrumento como
un algodón o unas pinzas, etc.

● “c. § 2. El ministro ha de hacer las unciones con la mano, a no ser que una razón grave
aconseje el uso de un instrumento.”
▬▬▬
3.- La obligación de la Unción (c. 1001)

En cuanto a la obligación, la tienen los pastores de almas y los familiares del enfermo, en el
tiempo oportuno. La cuestión es ¿cuándo es ese tiempo oportuno? No antes de estar gravemente
enfermo, porque no se es sujeto capaz. Una vez comenzado dicho tiempo está la obligación de los
pastores y de los familiares.

● “c. 1001.- Los pastores de almas y los familiares del enfermo deben procurar que sea
reconfortado en tiempo oportuno con este sacramento.”

▬▬▬
4.- La celebración comunitaria (c. 1002)

La celebración de la unción puede celebrarse de manera comunitaria, según los libros


litúrgicos y la debida preparación de los enfermos.

● “c. 1002.- La celebración común de la unción de los enfermos para varios enfermos al mismo
tiempo, que estén debidamente preparados y rectamente dispuestos, puede hacerse de
acuerdo con las prescripciones del Obispo diocesano.”
▬▬▬
CAPÍTULO II
Del ministro de la unción de los enfermos (cc. 1003)

El ministro es el sacerdote, si no, es inválido el sacramento. Tienen obligación los sacerdotes


con cura de almas: párrocos, vicarios parroquiales, capellanes, etc., de administrarla a los fieles
encomendados a su tarea pastoral.
Cualquier otro sacerdote puede hacerlo, pero con el consentimiento al menos presunto del
que tiene la cura de almas de ese fiel, ej.: en un hospital, el Párroco o el Capellán.
- Presunto: significa que se tienen razones para pensar que si lo pudiera pedir se lo
hubieran dado.

● “c. 1003 § 1. Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos.

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§ 2. Todos los sacerdotes con cura de almas tienen la obligación y el derecho de
administrar la unción de los enfermos a los fieles encomendados a su tarea pastoral; pero, por
una causa razonable, cualquier otro sacerdote puede administrar este sacramento, con el
consentimiento al menos presunto del sacerdote al que antes se hace referencia.”

El § 3 dice que todo sacerdote puede llevar consigo el óleo bendito, ej.: en el coche, etc., por
si acaso lo necesitara.

● “c. 1003 § 3. Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera que,
en caso de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos.”
▬▬▬

CAPÍTULO III
De aquellos a quienes se ha de administrar la unción de los enfermos (cc. 1004-1007)

Es la cuestión más delicada: aquellos a los que se ha de administrar.

1.- El Sujeto (c. 1004)

Tres características hacen capaz al sujeto:


1) Que sea un fiel (bautizado). Al bautizado no católico según el c. 844.
2) Que haya llegado al uso de razón, que se presume a los 7 años de edad. Si
ha llegado antes de los 7 años también se administra, y si hay duda
también, sólo no se administra cuando hay certeza de que no ha llegado
nunca al uso de razón.
3) Que comience a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez.

- Si se trata de una enfermedad, ésta debe ser grave, basta con el juicio prudente del médico.
- En el caso de la vejez, no se trata de una enfermedad determinada sino de la debilidad
física acentuada de las fuerzas, equiparable a la enfermedad grave. Por este motivo no se puede
establecer una edad estándar, sino ver cada caso concreto.

Respecto de la reiteración, sí se puede administrar cuando hay un agravamiento de la


situación.

● “c. 1004 § 1. Se puede administrar la unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al
uso de razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.
§ 2. Puede reiterarse este sacramento si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de
nuevo una enfermedad grave, o si, durante la misma enfermedad, el peligro se hace más
grave.”
▬▬▬
2.- Situaciones especiales (c. 1005-1007)

● Duda acerca de si el ministro ha alcanzado el uso de razón, o la gravedad, o si ha fallecido


ya. En caso de duda adminístresele.

● “c. Can. 1005 En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de razón, sufre una
enfermedad grave o ha fallecido ya, adminístresele este sacramento.”

● Respecto del fallecimiento, la norma es que se puede administrar hasta dos horas después
de la muerte aparente (de que el médico ha dicho que ha muerto).

▬▬▬

● En el caso de un sujeto que ha perdido el uso de los sentidos: el adulto tiene que tener
intención de recibirlo (si no, es inválido). La norma es que se puede administrar a quien lo haya

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pedido al menos de manera implícita en el uso de sus facultades, que tenga la intención de morir
como cristiano. En la práctica basta con que no haya manifestado intención contraria.

● “c. 1006 Debe administrarse este sacramento a los enfermos que, cuando estaban en
posesión de sus facultades, lo hayan pedido al menos de manera implícita.

▬▬▬
● El sujeto excluido:

● “c. 1007 No se dé la unción de los enfermos a quienes persisten obstinadamente en un


pecado grave manifiesto.”

Se tienen que dar tres elementos para quedar excluido:

1) Pecado grave.
2) Obstinación en el pecado, no se arrepiente en ese momento.
3) Publicidad de la situación.

Es de suponer que tampoco lo pediría.


▬▬▬

Título VI:
Del orden (cc. 1008-1054)

● “c. 1008.- Mediante el sacramento del orden, por institución divina, algunos de entre los fieles
quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son
consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno,
desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir.”

▬▬▬

● “c. 1009 § 1. Los órdenes son el episcopado, el presbiterado y el diaconado.


§ 2. Se confieren por la imposición de las manos y la oración consecratoria que los
libros litúrgicos prescriben para cada grado.”

El signo sacramental (1009 § 2) se realiza por la imposición de las manos (materia) y la


fórmula consecratoria (forma).

CAPÍTULO I
De la celebración y ministro de la ordenación (cc. 1010-1023)

1.- Requisitos para la validez por parte del ministro (c. 1012)

Es ministro válido para la ordenación:


1) El Obispo consagrado.
2) Que tenga intención de ordenar.
3) Que emplee la materia y la forma.

2.- Requisitos para la licitud por parte del ministro

Todos los demás requisitos por parte del ministro sólo afectan a la licitud, por importantes
que sean:

A) Para la ordenación episcopal se requiere:

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1) Que el Obispo que ordena tenga mandato pontificio (c. 1013)
2) Que haya al menos dos Obispos con el consagrante principal. A no ser que haya
dispensa de la Sede Apostólica.

B) Para la ordenación presbiteral y diaconal se requiere:

a) Si el ministro es el Obispo propio del candidato: (c. 1015 § 1 y § 2)

● “c. 1015 § 1. Cada uno sea ordenado para el presbiterado o el diaconado por
el propio Obispo o con legítimas dimisorias del mismo.
§ 2. El Obispo propio, si no está impedido por justa causa, ordenará
personalmente a sus súbditos; pero no puede ordenar lícitamente, sin indulto
apostólico, a un súbdito de rito oriental.”

El Obispo propio tiene que ordenar al candidato personalmente, a no ser


que esté impedido por causa justa. ¿Quién es el Obispo propio? (c. 1016):

- Para la ordenación presbiteral: aquél en cuya diócesis el candidato está


incardinado (por el diaconado).

- Para la ordenación diaconal: el Obispo propio es el que elige el


candidato. Puede ser el del domicilio o puede ser el de la diócesis a la cual
el candidato se quiere dedicar, que será aquella en la que se ha formado
para recibir el sacramento del Orden.

b) El Obispo no propio: para que pueda ordenar tiene que hacerlo con letras
dimisorias (c. 1015 § 1), dichas letras son un documento firmado por el Obispo
propio en el cual autoriza a otro Obispo para que ordene a un candidato sometido
a su jurisdicción; es un certificado de idoneidad y de preparación.
▬▬▬

3.- La autoridad competente para dar las letras dimisorias

El Obispo propio (c. 1018) y el Superior mayor de un instituto religioso de derecho


pontificio (c. 1019 § 1), porque incardinan. Todos los demás (1019 § 2) se rigen por el derecho de
los clérigos seculares.
● “c. 1018 § 1. Puede dar las dimisorias para los seculares:
1.º el Obispo propio, del que trata el can. 1016;
2.º el Administrador apostólico y, con el consentimiento del colegio de
consultores, el Administrador diocesano; con el consentimiento del
consejo mencionado en el can. 495, § 2, el Provicario y el Proprefecto
apostólico.
§ 2. El Administrador diocesano, el Provicario y el Proprefecto apostólico no deben
dar dimisorias a aquellos a quienes fue denegado el acceso a las órdenes por el Obispo
diocesano o por el Vicario o Prefecto apostólico.”

▬▬▬

● “c. 1019 § 1. Compete dar las dimisorias para el diaconado y para el presbiterado al Superior
mayor de un instituto religioso clerical de derecho pontificio o de una sociedad clerical de vida
apostólica de derecho pontificio, para sus súbditos adscritos según las constituciones de
manera perpetua o definitiva al instituto o a la sociedad.
§ 2. La ordenación de todos los demás miembros de cualquier instituto o sociedad se
rige por el derecho de los clérigos seculares, quedando revocado cualquier indulto concedido a
los Superiores.”
▬▬▬

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CAPÍTULO II
De los ordenandos (cc. 1024-1052)

1.- Criterios de validez, capacidad y licitud (c. 1024)

● “c. 1024.- Sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación.”

Además hace falta que tenga la intención de recibirla. La Carta Apostólica Ordinatio
sacerdotalis, de Juan Pablo II, de 22 de mayo de 1994, acerca de la reserva a los varones de la
función de enseñar, santificar y regir a los fieles, dice que no es una cuestión meramente disciplinar
sino que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, y declara que esta doctrina es definitiva.
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Todos los demás criterios afectan a la licitud, no a la validez. Un elenco general aparece en
el c. 1025.
Art. 1.
De los requisitos por parte de los ordenandos (cc. 1026-1032)

1) La libertad (c. 1026), que el ordenado goce de la mínima libertad, esmerada preparación
(c. 1027) y que conozca los requisitos y obligaciones, y no tenga presiones para la ordenación.

2) Que presente los signos de vocación divina (c. 1029): aquellos que posean ciertas
cualidades consideradas signos de vocación.

3) La edad canónica (c. 1031):


- Para presbítero 25 años.
- Para diácono transitorio 23 años.
- Para diácono permanente célibe 25 años.
- Para diácono permanente casado 35 años.

De la edad se puede dispensar (c. 1031 § 4): por el Obispo diocesano si es inferior a un año,
y si el tiempo es superior está reservado a la Santa Sede, hay que acudir a la Congregación del
Clero.
4) Estudios previos a la ordenación (c. 1032 § 1):

- Para la ordenación diaconal: haber cursado el 5º año de los 6 años del ciclo de
estudios filosófico-teológicos.

- Para la ordenación presbiteral: haber terminado los estudios y realizado alguna


experiencia o labor pastoral (el diácono debería haberla echo).

Art. 2.
De los requisitos previos para la ordenación (cc. 1033-1039)

5) Estar confirmado (c. 1033).

6) Haber realizado el rito de admisión (c. 1034).

7) Haber recibido los ministerios de lector y acólito y guardado un tiempo posterior de al


menos seis meses antes de la ordenación (c. 1035).

8) Petición escrita para recibir el Orden (c. 1036).

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9) Haber realizado promesa pública de celibato (c. 1037), para el candidato a diácono
permanente que no está casado y para el candidato al presbiterado; no entra en vigor hasta la
celebración del sacramento.

En el canon había un inciso: “los que han emitido votos perpetuos en un instituto
religioso no están obligados”, pero este inciso fue denegado el 29 de junio de 1989, con un
decreto de la Congregación para el Culto divino y disciplina de los sacramentos.
Se derogó porque una cosa es el voto y otra el fundamento: el fundamento puede ser
Religioso o la Ordenación sagrada, de modo que al haberlo separado se ve mejor que si el
religioso se sale del Instituto sigue obligado por la promesa hecha en la Ordenación Sagrada.

10) Hacer ejercicios espirituales al menos durante 5 días.

Art. 3.
De las irregularidades y de otros impedimentos (cc. 1040-1049)

1.- Impedimentos para recibir el sacramento del Orden

Aunque no afectan a la validez no se pueden recibir lícitamente:

- La irregularidad (c. 1041) es un impedimento perpetuo, la persona que se ha encontrado


en esa circunstancia nunca podrá ser ordenado, a no ser que tenga dispensa del Obispo o de la Santa
Sede.

- El impedimento simple (c. 1042): es temporal, dura mientras la persona está en esa
situación. Son sólo los que están en los cánones y no puede haber otros. Se distinguen en:

2.- Impedimentos para ejercer el Orden (c. 1044)

Se contraen cuando se recibe la ordenación con una irregularidad, o también se pueden


contraer después.

3.- Las dispensas

Aunque los impedimentos sean perpetuos se pueden dispensar (c. 1047). Los no reservados
a la Santa Sede pueden ser dispensados por el Ordinario propio del candidato. Hay que pedirla con
tiempo suficiente a la ordenación.
Afectan independientemente de su conocimiento.

Art. 4.
De los documentos que se requieren y del escrutinio (cc. 1050-1052)

LEER ESTOS CÁNONES

CAPÍTULO III
De la inscripción y certificado de la ordenación realizada (cc. 1053-1054)

Además de en el libro de ordenaciones, el Obispo debe comunicar la ordenación al Párroco


del lugar del bautismo de cada ordenando, para que lo anote en el libro de bautismos.

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