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Preparación para el Nuevo Testamento

Los libros poéticos y sapienciales, como todo el Antiguo Testamento pero con su aportación original,
orientan hacia Jesucristo y preparan su venida. No lo hacen anunciando directamente al Mesías,
como sucede en los libros de los Profetas, sino preparando el espíritu humano para recibirlo y
comprenderlo.

• Los sentimientos del hombre en las diversas situaciones de la vida, hechos oración ante
Dios en el libro de los Salmos, anticipan los anhelos y emociones que experimentó en grado
supremo nuestro Señor Jesucristo que, con frecuencia, utilizó los salmos para expresar esos
sentimientos. Además, los discípulos pudieron ver cumplidas en la vida de Jesús y
especialmente en su muerte y resurrección las palabras escritas en ese libro.
• El Cantar de los Cantares, interpretado ya en la época del Nuevo Testamento como canto
de amor entre Dios y su pueblo, prepara al lector para comprender la relación entre Cristo
y la Iglesia como la que existe entre el esposo y la esposa.
• El libro de Job, que presenta en todo su dramatismo el problema del sufrimiento del
inocente, queda abierto a recibir una respuesta definitiva y realista en el Nuevo Testamento:
la muerte y resurrección de Jesús.
• El libro del Eclesiastés, que reflexiona sobre la vanidad de todas las cosas terrenas y del
esfuerzo humano, prepara para percibir el valor de las realidades celestiales y la necesidad
de la gracia divina para llenar de sentido las acciones y la vida humanas.
• Los libros de Proverbios, Eclesiástico y Sabiduría, que presentan la Sabiduría divina
personificada y actuando entre los hombres, son la clave para la comprensión de Jesucristo
como la Palabra hecha carne expuesta en el Evangelio de San Juan.

A la luz del Nuevo Testamento se aprecia la verdadera aportación de los libros sapienciales en el
proceso de la Revelación divina que culmina en Cristo.

El libro de los Salmos en el Nuevo Testamento.

El libro de los Salmos es el más citado en el Nuevo Testamento, sin duda porque los primeros
cristianos lo conocían bien y porque veían en él profecías que se habían cumplido en Jesucristo. El
uso de los salmos en el Nuevo Testamento orienta la lectura del libro por parte del cristiano y de la
Iglesia.

Según los evangelios Jesús apeló a algunos salmos en momentos especiales de su vida:

• para justificar las alabanzas que le tributaron los niños al entrar en Jerusalén: «¿No
habéis leído nunca: De la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la
alabanza? (Sal 8,3) » (Mt 21,16).
• para dirigirse a Dios desde la cruz: Elí, Elí, ¿lemá sabacthaní? -es decir, Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado? (Sal 22,2; Mt 27,46), y Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu (Sal 31,6; Lc 23,46);
• para explicar el odio que le tuvieron las autoridades judías: «Tenía que cumplirse la
palabra que estaba escrita en su Ley: Me odiaron sin motivo (Sal 35,19)» (Jn 15,25);
• para ratificar sus enseñanzas: «no juréis de ningún modo; ni por el cielo, porque es el
trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es
la ciudad del Gran Rey (Sal 48,3)» (Mt 5,34-35) o «¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije:
“Sois dioses” (Sal 82,6?) (Jn 10,34);
• para mostrar el carácter trascendente del Mesías, superior a David: «cómo David, movido
por el Espíritu, le llama Señor al decir: Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha, hasta
que ponga a tus enemigos bajo tus pies” (Sal 110,1)? (Mt 22,43-44);
• al Sal 118,22-23.26 o como clave para comprender su muerte: «¿Acaso no habéis leído
en las Escrituras: La piedra que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser la piedra
angular. Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos? (Sal 118,22-23)»
(Mt 21,42); «os aseguro que ya no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en
nombre del Señor (118,26)» (Mt 23,39).

En todas estas ocasiones Jesús pone los salmos en relación con su Persona y con su enseñanza.
También los rezó junto con sus discípulos en la última Cena (Mt 26,30) y se refirió expresamente a
ellos, lo mismo que a la Ley y los Profetas, afirmando que hablaban de Él (Lc 24,44). De esta forma
les daba un significado nuevo, trascendiendo el sentido que ya tenían pero en continuidad con él.

Después de los acontecimientos pascuales y siguiendo la orientación dada por Jesús, los Apóstoles
entendieron que los salmos se habían cumplido en la vida terrena del Maestro y en la
implantación de la Iglesia: Afirman que la forma de enseñar de Jesús mediante parábolas ya
estaba predicha: «Todas estas cosas habló Jesús a las multitudes con parábolas y no les solía hablar
nada sin parábolas, para que se cumpliese lo dicho por medio del Profeta: Abriré mi boca con
parabolas (Sal 78,2)» (Mt 13,34-35).

• También dicen que estaban anunciados los sufrimientos de su pasión: «como Jesús sabía
que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: -Tengo sed (Sal
69,22) (Jn 19,28);
• Señalan que la gloria de su resurrección también estaba preanunciada en los Salmos:
«Dios le resucitó rompiendo las ataduras de la muerte, porque no era posible que ésta lo
retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice de él: Tenía siempre presente al Señor ante
mis ojos, porque está a mi derecha, para que yo no vacile. Por eso se alegró mi corazón y
exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará en la esperanza; porque no abandonarás mi
alma en los infiernos, ni dejarás que tu Santo vea la corrupción. Me diste a conocer los
caminos de la vida y me llenarás de alegría con tu presencia (Sal 16,8-11)» (Hch 2,24-28)
• San Pablo recoge en Rm 2,9-18 expresiones de distintos salmos para exponer la situación
de la humanidad pecadora y necesitada de la redención de Cristo (Sal 5,10; 10,7; 14,1-3;
36,2; 140,4).
• En la carta a los Hebreos se muestra la superioridad de Cristo sobre los ángeles
aplicándole a Él directamente las afirmaciones de Sal 2,7; 8,5-7; 45,7-8; 102,26- 28; 104,4;
110,1 (cf. Hb 1,5-13); y su sacerdocio eterno se ve predicho en Sal 2,7 y 110,4: «Cristo no se
apropió la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que se la otorgó el que le dijo: Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy. Asimismo, en otro lugar, dice también: Tú eres sacerdote para
siempre, según el orden de Melquisedec» (Hb 5,5-6).
• Asimismo en esta carta se exhorta a la esperanza y confianza en Dios para llegar a la
patria celestial: «Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis
vuestros corazones como sucedió en la rebelión, el día de la tentación en el desierto, cuando
vuestros padres me tentaron y me sometieron a prueba, aunque habían visto mis obras
cuarenta años. Por eso me indigné contra esta generación y dije: “Están siempre extraviados
en su corazón y no han conocido mis caminos”. Por eso juré en mi ira: “¡No entrarán en mi
descanso!” (Sal 95,7-11). Vigilad, hermanos, para que ninguno de vosotros tenga un corazón
malvado y sin fe que le haga apostatar del Dios vivo» (Heb 3,7-12).

El uso que se hace de los salmos en el Nuevo Testamento abre unas dimensiones de significado que
desbordan el sentido que cada salmo tiene en el interior del Antiguo Testamento, y da a la misma
literalidad de la composición una significación nueva, su sentido pleno.

La absoluta soberanía de Dios, su reinado, y su bondad, así como las actitudes humanas
fundamentales reflejadas en los salmos —petición, alabanza, acción de gracias, meditación
sapiencial, etc.—, volvemos a encontrarlas en el Nuevo Testamento desde la contemplación de una
nueva manifestación de Dios y de su salvación. Jesús, en efecto, anuncia el Reino de Dios, y cuando
se dirige a Dios como su Padre, alabándole o suplicándole, lleva a su culminación los sentimientos
del hombre ante Él. Y así lo enseña a hacer en la oración del Padrenuestro en la que convergen los
sentimientos y actitudes de los salmos, trasladados a un orden nuevo de relación del hombre con
Dios y con los demás, caracterizado por la filiación divina y el perdón de las ofensas.

«Quien dice, por ejemplo: Como mostraste tu santidad a las naciones, muéstranos así tu
gloria y saca veraces a tus profetas, ¿qué otra cosa dice sino: Santificado sea tu nombre?
Quien dice: Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve, ¿qué otra cosa
dice sino: Venga a nosotros tu reino? Quien dice: Asegura mis pasos con tu promesa, que
ninguna maldad me domine, ¿qué otra cosa dice sino: Hágase tu voluntad así en la tierra
como en el cielo? Quien dice: No me des riqueza ni pobreza, ¿qué otra cosa dice sino: El pan
nuestro de cada día dánosle hoy? Quien dice: Señor tenle en cuenta a David todos sus afanes,
o bien, Señor, si soy culpable, si hay crímenes en mis manos, si he causado daño a mi amigo,
¿qué otra cosa dice sino: Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a
nuestros deudores? Quien dice: Líbrame de mi enemigo, Dios mío, ¿qué otra cosa dice sino:
Líbranos del mal? Y, si vas discurriendo por todas las plegarias de la santa escritura, creo
que nada hallarás que no se encuentre y contenga en la oración dominical. Por eso, hay
libertad de decir estas cosas en la oración con unas u otras palabras, pero no debe haber
libertad para decir cosas distintas» (S. Agustín, Carta a Proba [carta 130, 12,22-13,34: CESL
44,65-68]).

En los escritos apostólicos, quizá recogiendo himnos de las primeras comunidades, se canta con un
estilo similar al de los salmos la obra redentora de Cristo, su exaltación, la predicación del Evangelio
a todas las naciones y la realidad de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios integrado por judíos y gentiles
(Flp 2,6-11; Rm 1,2-5; Ef 1, 3-14; Col 1,15-20).
Dos instituciones de Israel cobran especial relieve en los salmos: el rey como instrumento de la
salvación otorgada por Dios, y el Templo como lugar de la presencia divina. Tanto el rey como el
templo anuncian a Cristo, aunque de forma distinta, y culminan en Él:

• En los salmos del rey (Sal 2; 21; 45; 72 y 110) queda abierta y por cumplir la promesa de
Dios sobre su Ungido, el descendiente de David. En el Nuevo Testamento se comprenderá
que tales promesas se han cumplido en Jesucristo, y a él se aplicarán en sentido estricto
expresiones que en los salmos sólo tenían sentido metafórico. Por eso a esos salmos se les
ha llamado «salmos mesiánicos», aunque en realidad, todos pueden referirse a Cristo de
una forma u otra (Lc 24, 44).
• Para los hombres del Antiguo Testamento el máximo encuentro con Dios se producía en
el Templo de Jerusalén, y los salmos dejan constancia de la añoranza del lugar santo y del
gozo de permanecer en él. En el Nuevo Testamento se proclama que Dios se hace presente
en la Humanidad de Cristo, nuevo Templo (Jn 2,17-22); en Él se ofrece a todos los hombres
la posibilidad de un encuentro filial con el Dios Creador y redentor. El cristiano aspira no a
permanecer en el Templo, sino a vivir en Cristo.

Los Salmos en la vida de la Iglesia.

Siguiendo la orientación dada por Jesús y los autores del Nuevo Testamento, la Iglesia ha utilizado
los salmos más que ningún otro libro del Antiguo Testamento, tanto en su oración litúrgica como en
la enseñanza impartida, siempre desde la perspectiva de la plena Revelación en Cristo.

En la oración litúrgica Ya desde el siglo II d.C. hay testimonios del uso de los salmos en la liturgia
cristiana.

Servían para proclamar el mesianismo de Jesús, así como para la alabanza y la petición.

También eran utilizados como oración en el momento de la muerte.

Más tarde, por el uso que de ellos hicieron los monjes, llegaron a ser la base para el rezo del oficio
divino, en el que se integra el salterio completo, salvo algunos salmos con expresiones muy duras,
y se distribuye en diferentes horas del día. En la Liturgia de las Horas de tradición latina se introdujo
antes de cada salmo un título que resumiera su sentido y se señaló una sentencia del Nuevo
Testamento o de los Padres que invitara a rezarlo en sentido cristológico.

Asimismo, los salmos sirven de respuesta comunitaria a la lectura del Antiguo Testamento en la
Santa Misa.

A la luz de estos usos litúrgicos se ve que «los Salmos, usados por Cristo en su oración y que en Él
encuentran su cumplimiento, continúan siendo esenciales en la oración de su Iglesia (cf. IGLH 100-
109)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2586).

En la enseñanza de los Santos Padres y en los escritores posteriores Los comentarios de los Santos
Padres a los salmos son muy numerosos. En ellos, desarrollan y explican su aplicación a Jesucristo y
a la vida cristiana.
Entienden que los salmos hablan de Cristo siempre que en ellos aparece de una forma u otra el rey
mesías, e interpretan tipológicamente situaciones expresadas en los salmos como vividas por
Jesucristo. Otras veces escuchan en los salmos al mismo Cristo, entendiendo que quien habla en
ellos es el Espíritu Santo que se sirve de distintos «autores» para representar a Cristo.

Los Santos Padres desarrollan asimismo la aplicación de los salmos a la vida cristiana, poniendo de
relieve el camino espiritual y ético que van marcando al hombre.

En la Antigüedad cabe destacar los Comentarios homiléticos de San Juan Crisóstomo (345-407) a
unos sesenta salmos, con una orientación predominantemente ascética y moral, y los de San Agustín
(354-430), también en forma de homilías, con una orientación más doctrinal y eclesial. Las
cuestiones gramaticales e históricas ocuparon a autores como San Jerónimo (349-419) y Teodoro
de Mopsuestia (+ 428). En la época bizantina proliferaron las Catenae, o explicaciones hechas
mediante la unión de pasajes de los comentaristas anteriores tomados como «autoridades».

De la Edad Media sobresalen los comentarios de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) sobre
cincuenta y un salmos, los de San Buenaventura (+1274) y San Alberto Magno (+1280), todos ellos
realizando una lectura espiritual de los salmos desde el Nuevo Testamento.

Entre los judíos, que partían del texto hebreo, se ha fijado más la atención en cuestiones filológicas
e históricas, aunque también predomina el sentido de edificación espiritual.

En el renacimiento se comienza a prestar atención al texto hebreo también entre los cristianos, sin
que por ello falten comentarios como el de Belarmino, que exponen con profundidad la dimensión
espiritual.

Actualmente, y sin perder de vista las adquisiciones anteriores, el estudio se orienta a comprender
cada uno de ellos en el contexto en el que se ha transmitido, ya sea atendiendo al marco de la vida
litúrgica y religiosa de Israel, ya sea prestando atención al contexto literario dentro del libro en su
conjunto, y en el más amplio de la Sagrada Escritura.

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