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¿Cómo llevar a cabo esta obra de identificación? Una manera tradiciona l de comprender
el razonamiento en asuntos morales es verlo como la aplicación de principios morales
generales a situaciones típicas en forma de un silogismo práctico, para sacar las
conclusiones lógicas que se siguen de subordinar una situación dada a su
correspondiente principio moral: "el aborto es malo"; "aquí tenemos una posibilidad de
abortar"; "por lo tanto esta posibilidad es mala". Pero tal manera de aplicar
mecánicamente los principios generales adolece de varias limitaciones. La primera tiene
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que ver con la descripción del caso particular. Es posible, por ejemplo, describir algunos
casos de aborto en otros términos: "la posibilidad de salvar la vida de una mujer", donde
lo primero en mente y en la intención es el principio general que impone la protección
de la vida.
Uno de los aspectos interesantes de la tradición moral católica es que, a medida que se
desarrollan nuevas posibilidades humanas y emergen nuevas opciones para la acción, el
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Se deduce de esto que los principios morales son creados para las situaciones y no las
situaciones para los principio s morales. Más aún, las situaciones verdaderamente nuevas
retan a los principios morales establecidos a rendir cuentas de sí mismos, no
simplemente en términos de repetición autoritaria, sino en términos del razonamiento
sobre el que se fundan tales principios. En otras palabras, como se ha sugerido, hay un
proceso dialéctico continuo entre principios y situaciones, entre los hechos y la
reflexión moral, un tráfico de doble vía en lugar de una aplicación unilateral de los
principios.
Todo esto puede ser resumido en parte con el adagio de que "las circunstancias alteran
los casos", pero hay más que eso. Lo que se ha tratado de ilustrar es que las
circunstancias también alteran los principios. La teología moral católica también
evoluciona con la realidad. Una razón es el adelanto de la ciencia médica que crea
nuevas posibilidades humanas y nuevas opciones morales. Otra es el reconocimiento
creciente de las diferentes percepciones de la realidad o pluralismo cultural.
(Gaudium et spes, 52). En un contexto más amplio el concilio también enseñó que los
bautizados participan del oficio profético de Cristo a través de un "sentido sobrenatural
de fe" que permite al pueblo de Dios adquirir una comprensión más profunda de su
palabra y aplicarla más plenamente en sus vidas (Lumen gentium, 12).
También fue Rahner quien desarrolló este tema más detenidamente en un asunto de
interés particular para la bioética, en 1967, sobre el "problema de la manipulación
genética" (ibid. IX, 1972, págs. 225-252). El artículo es pertinente desde varios puntos
de vista. Por ejemplo, él cita el descubrimiento de que el 50 de los óvulos fecundados
no se implantan y reflexiona que esto puede afectar la convicción secular de que son
"verdaderos seres humanos con almas "inmortales" y un destino eterno (pág. 226. N.º
2). El principal foco de la atención de Rahner en este artículo son los fines eugenésicos
y todas las implicaciones y posibilidades técnicas de la manipulación genética. Pero lo
que es de particular interés a nuestro propósito es su examen de lo que él llama "una
modalidad moral del conocimiento" que "no es posible analizar exhaustivamente en la
reflexión consciente". Es un "instinto moral de la fe" (pág. 238) "Cuando el juicio de
este instinto moral de la fe trata de expresarse en palabras con respecto a un asunto
particular; trabaja natural e inevitablemente con las categorías del análisis racional,
razones, argumentos conceptuales, etc., y así oculta su propio carácter. Pero en el fondo
sabe que sus juicios no son el resultado y la suma formal lógica de las consideraciones
racionales que puede objetivizar" (pág. 238).
Para Rahner una característica de este "instinto moral" es que puede dirigirse no sólo a
situaciones concretas sino a asuntos teóricos más generales. Y concluye: "todas las
razones que deben formar la base para rechazar la manipulación genética deben ser
entendidas desde un comienzo como referidas a ese instinto moral de la fe... Desde mi
punto de vista el instinto moral de la fe es consciente de su derecho y obligación de
rechazar la manipulación genética, aun sin pasar (o poder pasar) por un proceso
adecuado de reflexión" (pág. 243).
de la ética a tal extremo que debe compartir las dificultades normales de esas teorías.
Rahner mismo era consciente de los peligros de acudir a esta modalidad de
conocimiento, de deshacerse de la necesidad de la justificación racional cuando es
posible, que en ciertos casos podría expresar "prejuicios históricamente condicionados
ya sea por la tradición o por la sociedad".
Sin embargo no considera que tales críticas o debilidades invaliden la "realidad y los
derechos de este instinto universal" (pág. 249). El reconocimiento reciente de este
aspecto particular de la teología moral, que acepta una modalidad de conocimiento
moral o una evaluación moral diferente del (o anterior al) análisis racional, parece
apoyar la proposición que se está haciendo aquí de que la función del razonamiento
moral es la de articular las intuiciones morales más inmediatas. O tal vez sería más
adecuado proponernos una manera de ha cer que la razón ejerza su efecto sobre las
reacciones morales instintivas, ya sea una repugnancia instintiva a ciertas opciones que
surgen de una situación dada, ya sea una atracción instintiva hacia esas opciones.
Pero puede suceder que detrás de la discusión de las cuestiones nuevas y complejas que
enfrenta la moral haya la convicción de que las nuevas respuestas morales serían
aceptables si hubiera argumentos morales que las justificasen. Sin embargo tales
convicciones contienen una limitación. Si, como ya se ha sugerido, la teología es una
dialéctica entre la fe y la experiencia, también es una dialéctica entre la intuición y el
razonamiento. La argumentación no viene después para racionalizar creencias o
prejuicios, tiene más bien el papel de examinarlos, de poner a prueba su coherencia y
sus posibles consecuencias. Aunque se haga un escrutinio razonado, exhaustivo, de
nuestras propias intuiciones no se las puede reducir a razonamientos sin que sobre o
falte algo, y quede, por lo tanto, sin expresar algún elemento. Una consecuencia del
juego dialéctico entre la argumentación y la intuición es ver cómo la teología moral
interviene en el proceso racional de la expresión y de la puesta a prueba de las
intuiciones morales.
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Para el cristiano, más particularmente para el católico, esto plantea varias dificultades.
La primera es la validez de la filosofía católica tradicional como medio de
comunicación, con su comprensión particular de la naturaleza y el énfasis que hace en
los absolutos morales resultantes de esa visión de la naturaleza humana. Sin embargo es
interesante notar que desde el concilio ha habido un giro en el razonamiento filosófico
de la atención dada a la naturaleza humana hacia la "dignidad de la persona humana", y
hacia lo que el concilio llama la "naturaleza de la persona y sus actos" (Gaudium et
spes, 51).
Conclusión