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JACK MAHONEY

EL RAZONAMIENTO MORAL EN LA ÉTICA


MÉDICA
La teología, ¿se ocupa únicamente de explorar intelectualmente el contenido y las
implicaciones de la fe cristiana? ¿No debe tratar también acerca del significado de la
vida y experiencia humanas? Parece, pues, que expresa mejor una noción de teología
la realización dialéctica entre la fe y la experiencia. La realidad es que, en la medida
que la experiencia humana, inclusive la científica, se desarrolla y cambia, también lo
hace la expresión de la fe cristiana en tensión dialéctica con la experiencia. Esto es
válido también y sobre todo en el campo de la teología moral. El presente artículo va
haciendo ver cómo el razonamiento moral contribuye a la identificación de la llamada
de Dios en cada nueva situación.

Moral Reasoning in medical Ethics, The Month, 246 (1985) 293-299

Unión entre fe y experiencia cristianas

La definición de Anselmo de Canterbury de que la teología es "fe en busca de


comprensión" parece hoy demasiado cerebral y quizá demasiado unilateral, como si la
teología se ocupara únicamente de explorar intelectualmente el contenido y las
implicaciones de la fe cristiana. La teología también tiene que tratar acerca del
significado de la vida y la experiencia humanas. Expresa mejor una noción de teología
la relación dialéctica entre la fe y la experiencia, un tratar de hacer de la experiencia un
sentido de la fe, y al mismo tiempo hacer de la fe un sentido de la experiencia. Así, en la
medida que la experiencia humana, inclusive la científica, se desarrolla y cambia,
también lo hace la expresión de la fe cristiana en tensión dialéctica con la experiencia.

Esto es válido también en el campo de la teología moral donde las creencias y


convicciones morales para ser verdaderamente cristianas y encarnadas deben estar en
interacción constante con la experiencia auténtica de la realidad. Por lo tanto, la ética no
trata de la simple aplicación de principios morales intemporales a la cambiante escena
humana para imponer un orden moral cósmico en el caos de la experiencia humana. Los
dilemas morales, y muy a menudo las alternativas frecuentemente angustiosas a que se
enfrenta el hombre actual son otros tantos retos para "alcanzar la verdad en el amor" (Ef
4,15) al responder a la llamada creativa de Dios en cada situación. Y la función del
razonamiento moral puede ser descrita generalmente como la contribución a la
identificación de la llamada de Dios en cada situación.

El lugar de los principios morales

¿Cómo llevar a cabo esta obra de identificación? Una manera tradiciona l de comprender
el razonamiento en asuntos morales es verlo como la aplicación de principios morales
generales a situaciones típicas en forma de un silogismo práctico, para sacar las
conclusiones lógicas que se siguen de subordinar una situación dada a su
correspondiente principio moral: "el aborto es malo"; "aquí tenemos una posibilidad de
abortar"; "por lo tanto esta posibilidad es mala". Pero tal manera de aplicar
mecánicamente los principios generales adolece de varias limitaciones. La primera tiene
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que ver con la descripción del caso particular. Es posible, por ejemplo, describir algunos
casos de aborto en otros términos: "la posibilidad de salvar la vida de una mujer", donde
lo primero en mente y en la intención es el principio general que impone la protección
de la vida.

En otras palabras, descripciones parciales de una situación particular pueden ser


escogidas para clasificarlas globalmente bajo un solo principio moral, quizá con la
intención de sacar la conclusión moral a la que se desea llegar. Pero las situaciones
nunca son tan sencillas y una descripción más adecuada frecuentemente revelará
conflictos entre principios morales presentes en un solo caso. La teología moral
tradicional trata de resolver tales conflictos en lo abstracto, antes de que ocurran en lo
concreto, mediante una jerarquía de principios (u "orden de bienes") para que la lectura
del principio más elevado sea la única a tener en cuenta en cualquier situación. Una
opinión tan estática y preselectiva de la moralidad no parece hacer justicia a la verdad
total de una situación-conflicto, y quizá debería tener más en cuenta la jerarquía de
prioridades que nos revela cada situación. Tal limitación, de ver el razonamiento moral
como una simple aplicación de principios generales, implica la debilidad de concebirlo
como un proceso lógico unidireccional del principio a la situación; no permite la
posibilidad de que la situación influya en el principio, olvidando la misma génesis de
los principios morales.

Los principios morales representan la sabiduría colectiva de la humanidad. Ellos son el


sustrato común acumulado en una sucesión de situaciones significativas semejantes. El
debate contemporáneo sobre la especificidad de la ética cristiana parece estar llevando a
la conclusión que, en cuanto a lo que se refiere al contenido, la fe cristiana no tiene nada
original que añadir a la reflexión moral humana. Los diez mandamientos no son
telegramas del cielo sino un código moral (o penal) arcaico elaborado en una cultura
particular. El "sermón de la montaña" puede verse como representando los máximos
logros de la percepción moral humana. La ratificación religiosa de tal enseñanza le da
una autoridad extrínseca, agregada para los creyentes, sin desprenderla de su origen en
la experiencia y la reflexión moral humanas. Y, en particular, no la excluye de todas las
limitaciones inherentes del discurso, especialmente las limitaciones de toda
generalización moral, como lo señaló Tomás de Aquino en varias partes.

El decía, por ejemplo, que los principios morales encontrados en el decálogo y en el


antiguo testamento en general no agregaban nada nuevo a las conclusiones de la ley
natural; y, más aún, que el contenido moral del nuevo testamento añadía muy poco al
del antiguo. También tenía la opinión, que ha influenciado fuertemente las enseñanzas
posteriores de la iglesia, que "los mandamientos del decálogo son inmutables"; pero lo
que ha tenido menor influencia es la calificación que escribió a continuación: "lo que es
mutable es la aplicación de los mandamientos a los actos individuales, y si tal acto es o
no homicidio, o hurto, o adulterio" (S.T. la.2ae., 100, 8 ad 2).

Aquí pues, afirmamos la función del razonamiento moral como la aplicación de


principios generales a los actos individuales contemplados en situacio nes particulares.
La realidad de la situación puede no corresponder completamente al concepto moral
contenido en los principios generales.

Uno de los aspectos interesantes de la tradición moral católica es que, a medida que se
desarrollan nuevas posibilidades humanas y emergen nuevas opciones para la acción, el
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moralista y el magisterium las han visto automáticamente como preguntas antiguas


apareciendo en formas nuevas a las que se les puede aún dar respuestas antiguas. Así, la
donación de órganos (trasplante inter vivos) se consideraba una nueva expresión de
"mutilación", y en consecuencia condenable; el uso de la pastilla anovulatoria era
"esterilización"; obtener semen para pruebas de fertilidad o inseminación artificial, o
fecundación "in vitro" era simplemente "masturbación"; experimentar con el embrión
humano en su fase temprana era "homicidio"; y así sucesivamente. Lo que no reconocen
estas respuestas automáticas es que en realidad puede haber preguntas nuevas que
surgen de realidades nuevas creadas por el avance de la medicina, y que tales preguntas
nuevas pueden pedir nuevas respuestas en vez de la reiteración de las viejas respuestas.

Se deduce de esto que los principios morales son creados para las situaciones y no las
situaciones para los principio s morales. Más aún, las situaciones verdaderamente nuevas
retan a los principios morales establecidos a rendir cuentas de sí mismos, no
simplemente en términos de repetición autoritaria, sino en términos del razonamiento
sobre el que se fundan tales principios. En otras palabras, como se ha sugerido, hay un
proceso dialéctico continuo entre principios y situaciones, entre los hechos y la
reflexión moral, un tráfico de doble vía en lugar de una aplicación unilateral de los
principios.

Todo esto puede ser resumido en parte con el adagio de que "las circunstancias alteran
los casos", pero hay más que eso. Lo que se ha tratado de ilustrar es que las
circunstancias también alteran los principios. La teología moral católica también
evoluciona con la realidad. Una razón es el adelanto de la ciencia médica que crea
nuevas posibilidades humanas y nuevas opciones morales. Otra es el reconocimiento
creciente de las diferentes percepciones de la realidad o pluralismo cultural.

La expresión de las intuiciones morales

De lo argumentado hasta ahora aparece que la función del razonamiento en la moral no


es simplemente aplicar principios morales establecidos y llegar a la "conclusión"
moralmente apropiada. Como producto de la reflexión sobre la experiencia los
principios son siempre corregibles; y las situaciones como origen de los principios son
capaces de presentarnos una variedad de "circunstancias". Lo que parece ser más el caso
es que el razonamiento y la argumentación moral son fundamentalmente un intento de
expresar la llamada moral que ya está dentro de cada situación, y de dar una expresión
racional a intuiciones morales en la situación. Este fue el factor "intuitivo" juzgado por
el papa Pío XII como uno de los errores de la "ética de situaciones"; sin embargo en la
teología moral representa una tradición significativa aunque descuidada. Emerge de las
observaciones de Aristóteles sobre la afinidad entre el hombre "justo" y la acción
"justa". Se fundamenta en la enseñanza de san Pablo sobre el "hombre espiritual" que
"juzga todo" (1 Co 2,12-16), y la sabiduría y comprensión espiritual (Col 1,9) en
"discernir" la voluntad de Dios (Rm 12,2). Y se halla en las enseñanzas de Aquino,
quien combinó a Aristóteles con san Pablo para producir su doctrina de la
"connaturalidad" con Dios que permite al creyente compartir su sabiduría y juzgarlo
todo desde su punto de vista. El papa Pío XI en "Casti connubi", refiriéndose a un
sentido especial dado a las parejas casadas en el sacramento del matrimonio, y repetido
por el Vaticano II, en su enseñanza de que los problemas que enfrentan los matrimonios
hoy pueden ser abordados inter alia por el "sentido cristiano" de los creyentes
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(Gaudium et spes, 52). En un contexto más amplio el concilio también enseñó que los
bautizados participan del oficio profético de Cristo a través de un "sentido sobrenatural
de fe" que permite al pueblo de Dios adquirir una comprensión más profunda de su
palabra y aplicarla más plenamente en sus vidas (Lumen gentium, 12).

La postura de Rahner: el instinto moral

Un ejemplo moderno, interesante e instructivo de tal intuición moral y de su relación


con la argumentación se encuentra en la alusión que hizo el papa Juan Pablo de la
"Humanae vitae" como expresión de una "intuición amorosa" y, al mismo tiempo, su
invitación a los teólogos de "ofrecer el esclarecimiento y la comprensión más
profundos" de la enseñanza encíclica al "ilustrar cada vez con más claridad los
fundamentos bíblicos, el terreno ético y las razones personales que respaldan esta
doctrina" (Familiares consortio, 31,33). Y debe recordarse el análisis de Karl Rahner
sobre la acogida de la "Humanae vitae" afirmando que "en cuestiones de moral
individual un cierto "instinto" global puede ser acertado aun cuando no pueda ser
completamente explicado hasta el más alto nivel de la teoría y la especulación racional"
(Theol. Inv. XI, 1974, pág. 266).

También fue Rahner quien desarrolló este tema más detenidamente en un asunto de
interés particular para la bioética, en 1967, sobre el "problema de la manipulación
genética" (ibid. IX, 1972, págs. 225-252). El artículo es pertinente desde varios puntos
de vista. Por ejemplo, él cita el descubrimiento de que el 50 de los óvulos fecundados
no se implantan y reflexiona que esto puede afectar la convicción secular de que son
"verdaderos seres humanos con almas "inmortales" y un destino eterno (pág. 226. N.º
2). El principal foco de la atención de Rahner en este artículo son los fines eugenésicos
y todas las implicaciones y posibilidades técnicas de la manipulación genética. Pero lo
que es de particular interés a nuestro propósito es su examen de lo que él llama "una
modalidad moral del conocimiento" que "no es posible analizar exhaustivamente en la
reflexión consciente". Es un "instinto moral de la fe" (pág. 238) "Cuando el juicio de
este instinto moral de la fe trata de expresarse en palabras con respecto a un asunto
particular; trabaja natural e inevitablemente con las categorías del análisis racional,
razones, argumentos conceptuales, etc., y así oculta su propio carácter. Pero en el fondo
sabe que sus juicios no son el resultado y la suma formal lógica de las consideraciones
racionales que puede objetivizar" (pág. 238).

Para Rahner una característica de este "instinto moral" es que puede dirigirse no sólo a
situaciones concretas sino a asuntos teóricos más generales. Y concluye: "todas las
razones que deben formar la base para rechazar la manipulación genética deben ser
entendidas desde un comienzo como referidas a ese instinto moral de la fe... Desde mi
punto de vista el instinto moral de la fe es consciente de su derecho y obligación de
rechazar la manipulación genética, aun sin pasar (o poder pasar) por un proceso
adecuado de reflexión" (pág. 243).

El propósito principal de su artículo es llamar la atención sobre el "instinto moral". Y en


ello, él continúa una tradición de teología moral sobre la "sensibilidad moral interior",
aplicándolo a una realidad humana completamente nueva. La tradición de una
"sensibilidad moral interior" no racional, llamada por Rahner "instinto moral de la fe",
como percepción moral inmediata, tiene afinidades obvias con las teorías intuicionistas
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de la ética a tal extremo que debe compartir las dificultades normales de esas teorías.
Rahner mismo era consciente de los peligros de acudir a esta modalidad de
conocimiento, de deshacerse de la necesidad de la justificación racional cuando es
posible, que en ciertos casos podría expresar "prejuicios históricamente condicionados
ya sea por la tradición o por la sociedad".

Sin embargo no considera que tales críticas o debilidades invaliden la "realidad y los
derechos de este instinto universal" (pág. 249). El reconocimiento reciente de este
aspecto particular de la teología moral, que acepta una modalidad de conocimiento
moral o una evaluación moral diferente del (o anterior al) análisis racional, parece
apoyar la proposición que se está haciendo aquí de que la función del razonamiento
moral es la de articular las intuiciones morales más inmediatas. O tal vez sería más
adecuado proponernos una manera de ha cer que la razón ejerza su efecto sobre las
reacciones morales instintivas, ya sea una repugnancia instintiva a ciertas opciones que
surgen de una situación dada, ya sea una atracción instintiva hacia esas opciones.

El análisis de las intuiciones morales

Si se puede hablar de la búsqueda de argumentos de parte de las intuiciones morales, o


del razonamiento dirigido a la articulación y expresión de las intuiciones morales, esto
nos lleva a mayores consideraciones sobre las intuiciones y sobre los razonamientos o
argumentaciones. Primeramente, las "intuiciones" morales no son simplemente
intelectuales. Son intuiciones humanas, actividades de agentes morales en su total
humanidad, y en su cosmos particular, respuestas de la presencia o ausencia de la
verdad moral, y posibilidad creadora frente a la realidad.

En el muy debatido campo de la experimentación sobre el embrión humano, por


ejemplo, en el cual la cuestión del status humano del embrión en su primera fase es de
importancia fundamental, el sentimiento de quien escribe es que muchos de los
proponentes de la hominización inmediata del embrión, que están por lo tanto opuestos
a toda experimentación, parecen reaccionar a las dificultades científicas surgidas en
contra de la hominización inmediata de una manera que no quiere afrontar la fuerza de
los hechos nuevos, y que no quisieran que. éstos hubieran ocurrido.

Pero puede suceder que detrás de la discusión de las cuestiones nuevas y complejas que
enfrenta la moral haya la convicción de que las nuevas respuestas morales serían
aceptables si hubiera argumentos morales que las justificasen. Sin embargo tales
convicciones contienen una limitación. Si, como ya se ha sugerido, la teología es una
dialéctica entre la fe y la experiencia, también es una dialéctica entre la intuición y el
razonamiento. La argumentación no viene después para racionalizar creencias o
prejuicios, tiene más bien el papel de examinarlos, de poner a prueba su coherencia y
sus posibles consecuencias. Aunque se haga un escrutinio razonado, exhaustivo, de
nuestras propias intuiciones no se las puede reducir a razonamientos sin que sobre o
falte algo, y quede, por lo tanto, sin expresar algún elemento. Una consecuencia del
juego dialéctico entre la argumentación y la intuición es ver cómo la teología moral
interviene en el proceso racional de la expresión y de la puesta a prueba de las
intuiciones morales.
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La comunicación de las intuiciones morales

Un aspecto final de la función del razonamiento en la moral, incluyendo la bioética,


parece ser el trabajo de expresar las intuiciones morales. Algunas de las dificultades de
la expresión de las intuiciones morales aparecen en la enseñanza moral bíblica, con el
surgimiento de dudas al trasladarlas a otros medios culturales, aun cuando no haya
dudas en cuanto al contenido de la enseñanza moral en su medio cultural original, a
menos que se las apoye con argumentaciones mediadoras. Nuestra tesis es que el
razonamiento como tal es sólo un medio, aunque imperfecto, para la comunicación de
las intuiciones morales. El factor del pluralismo cultural constituye una dificultad en la
transmisión de las intuiciones morales, y el único terreno común sobre el que se puede
basar el razonamiento moral como medio de comunicación es el campo natural de la
experiencia y el discurso compartidos.

Para el cristiano, más particularmente para el católico, esto plantea varias dificultades.
La primera es la validez de la filosofía católica tradicional como medio de
comunicación, con su comprensión particular de la naturaleza y el énfasis que hace en
los absolutos morales resultantes de esa visión de la naturaleza humana. Sin embargo es
interesante notar que desde el concilio ha habido un giro en el razonamiento filosófico
de la atención dada a la naturaleza humana hacia la "dignidad de la persona humana", y
hacia lo que el concilio llama la "naturaleza de la persona y sus actos" (Gaudium et
spes, 51).

Otra dificultad para el cristiano, al limitarse a las consideraciones puramente humanistas


en la comunicación moral es que constituye un empobrecimiento para él. Para todo
cristiano las consideraciones morales referidas a Cristo tienen más peso que las
puramente humanistas, pero esto mismo le añade un énfasis que no tiene por sí sola la
consideración humanista de la intuición moral.

Conclusión

La conclusión de estas reflexiones no es ofrecer soluciones a problemas morales


particulares en la bioética, ni siquiera ofrecer una epistemología clara o una
metodología que lleve a tales conclusiones. Lo que aquí se puede haber insinuado es
que muchas de las preguntas que despierta el desarrollo científico no son preguntas
hechas a un oráculo omnisciente de la teología moral. También pueden servir estas
reflexiones para poner sobre el tapete algunas de las grandes preguntas que debe
plantearse la teología moral. En este examen particular de la función del razonamiento
en la bioética puede verse que el diálogo entre la medicina y la moral, como todo
diálogo autentico, implica una relación en la que sus participantes se influyen
mutuamente en la búsqueda común de la verdad.

Tradujo y condensó: MANUEL FERNÁNDEZ

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