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El viaje de Terry y Spinetta

Personajes: Roles actanciales


Terry (Sujeto)
Spinetta (Ayudante)
Mamá de Spinetta (Oponente)
(Objetivo – Escapar de sus problemas por un momento)

(Beneficiario – Terry y Spinetta)


Integrantes:
Esquerre Navarro Anthony Robert
Polo Lopez Heidy
Auris Huamán Guadalupe

La puerta se abre de manera brusca, era la madre que le avisaba a Terry que ya tenía que
levantarse. El reloj marcaba las siete de la mañana, se iba a tener que apurar para que le
dé tiempo de desayunar, bañarse, alistarse y dirigirse hacia su escuela. Aunque lo más
difícil ocurra en su institución académica, prefería el tiempo que transcurría en su hogar.
No destacaba por su rendimiento en el colegio, sus notas no eran las mejores, apenas
bordeaban los 14. Los padres de Terry se habían separado hace ya muchos años, pero las
riñas siempre estaban presentes, ya sean por motivos económicos o por la difícil tarea que
llevaba la madre de trabajar y cuidar del desempeño de sus hijos en el colegio. Terry, gran
parte de su niñez había sido testigo de las peleas entre sus padres, no presenció golpes de
por medio, pero las palabras eran más hirientes que aquellos. Con las desigualdades que
observaba en el centro de estudios, sumado a su falta de capacidad en materias como
matemáticas, tenía la creencia que era en vano asistir a clases. Era un lunes, como
cualquier inicio de semana, se le había hecho tarde y a medio camino recordó los castigos
que se les aplicaba a los alumnos que son impuntuales. Ejercicios físicos, trotar y demás
ideas que se le ocurra al auxiliar que mandaba a hacer a los estudiantes, además de
sermones que muy pocas veces se tomaban en cuenta. Las autoridades tenían una
manera particular de expresarse, su manera de hablar con el timbre alto y tono grave.
Estaba demás especificar que Terry estaba en un colegio policial en el que las acciones son
tomadas muy en cuenta, la frase tan cliché de, “Cada acción tiene una reacción”. Por todo
ello, giró a la izquierda y llegó hasta la avenida. Él no tenía muy en claro que podía hacer si
es que no asistía al colegio. La vergüenza le embargaba tanto que solo quería alejarse de
su institución lo tanto sea posible. Subió al primer carro que se percató, este llevaba pocos
pasajeros. Se sentó al fondo del ómnibus, mientras se fijaba del tarifario para saber por
cual ruta se dirigía. No sabía por dónde iba, solo atinó a bajarse en una calle ordenada y
que tenía una vista agradable. Eran edificios que estaban muy cerca al mar, caminaba
lento, mientras apreciaba el nuevo lugar que se mostraba en plena mañana. Pero un
sonido estridente iba a llamar su atención, se acercó más para saber de dónde provenía
dicho ruido. Llegó hasta una ventana de un primer piso, un departamento de color crema.
Era un joven casi de la misma edad con una guitarra eléctrica, pausó un momento al darse
cuenta de que alguien lo miraba. El adolescente de la guitarra, era extrovertido, hasta se
presentó.
- Soy Luciano Spinetta, me gusta siempre decir mi primer nombre y apellido, y ¿tú eres?
- Terry Cerati
La conversación fluía mientras aumentaba el tiempo, Terry llegó a conocer el gusto de
Luciano por la música electrónica y el rock. Cerati no tenía un gusto predilecto de género
musical, solo escuchaba a Spinetta hablar sobre los cantantes y grupos que admiraba.
Conversaron por un buen tramo de tiempo y Luciano le insistió para que pase a su casa y
le pueda enseñar sus discos de vinilo de las bandas de rock que tanto le había
mencionado. Ese día ambos hablaron sobre diferentes temas, no solo de música, sino
también sobre aspectos personales. Los dos jóvenes se dieron cuenta de que compartían
muchas cosas en común. Pasaron gran parte del día con música, cigarros y rondaban hasta
teorías existenciales. Con el pasar del tiempo, Cerati ya no asistía a la escuela, en lugar de
eso, se iba a la casa de Luciano. Se generó una amistad transparente, en la que cada uno
aportaba algo específico. Los dos ya se habían cansado de los puros. Se soltó la idea de
que deberían experimentar con drogas. Esa opinión quedó en el aire, para luego volverse
en algo concreto. Spinetta se encargó de encontrar un “caño”, así se les denomina a las
personas que se encargan de comercializar drogas ilegales. Pasaron estafas,
intoxicaciones, además de los efectos que conllevan los alucinógenos. Más allá del
resultado satisfactorio, era un medio de escape momentáneo a sus problemas. Las drogas
no resolvían nada, pero daban un tiempo de liberación, como si se entrara a un mundo
abstracto que estuviera separado de la realidad. A la mamá de Spinetta no le agradaba
que su hijo se relacione tanto con Terry. Ella tenía un mal presentimiento sobre su
amistad, hasta le prohibió que se reúnan tan seguido. La mamá al notar que la amistad iba
en buen camino, trataba de interponerse en ello. Cuando Cerati llamaba a la casa de
Spinetta, la mamá le indicaba que su hijo no se encontraba. Hizo esto en varias ocasiones.
Terry llegó a pensar que su amigo lo evitaba o estaba ocupado en algo. Lo conversaron,
lograron encaminar la amistad, aunque cada vez se volvía más tedioso conseguir los
alucinógenos, este era el principal atractivo de las reuniones. Cerati llamaba al celular de
Luciano para encontrarse, en un determinado momento, este dejó de sonar y no podía
comunicarse con él. Fueron semanas sin saber que había pasado, deducía que se podía
haber mudado, algo que le dijo alguna vez. Cuando ya había pasado un tiempo
considerable, Terry decidió visitar la casa. A penas una cuadra antes de la casa, notó que
había carros de mudanza, que llevaban objetos de valor y demás pertenencias que Cerati
logró reconocer de quién eran. Amplió su vista y se dio cuenta que en la esquina de la
avenida se encontraban un grupo de señoras que charlaban sobre un fallecido que, a su
vez, concordaban con la indignación del uso de drogas. Todo podía encajar, como también
podía ser el deceso de un familiar cercano a su amigo. Notó la bodega que estaba al frente
de él y compró una cajetilla de cigarros. Se sentó en una banqueta, sacó dos cigarros,
prendió los dos, El otro lo puso al lado suyo, mientras encendía su Mp3 y daba curso a la
canción que seguía. Un “disco eterno”, en esta ocasión no había tocadiscos, pero Gustavo,
Zeta y Charly hicieron lo que mejor sabían hacer, pero como todo lo demás, en algún
instante tenía que terminar.

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