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PUNTO
El punto es el elemento base de la geometría, ente fundamental, porque con él
determinamos las rectas y los planos. Podemos definirlo también, como la
intercesión de dos líneas. Sirve para indicar una posición y no tiene dimensión. Se
suelen describir apoyándose en los postulados característicos, que determinan las
relaciones entre los entes geométricos fundamentales. El punto es la unidad más
simple, irreductiblemente mínima, de la comunicación visual; es una figura
geométrica sin dimensión, tampoco tiene longitud, área, volumen, ni otro ángulo
dimensional. No es un objeto físico. Describe una posición en el plano,
determinada respecto de un sistema de coordenadas preestablecidas.
A los puntos se les suele nombrar con una letra mayúscula: A, B, C, etc. (a las
rectas con letras minúsculas, y a los ángulos con letras griegas).
Todo punto que ubiquemos en el eje cartesiano lo denominamos con letras
mayúsculas y tendrá una coordenada en “x” y otra en “y”.
PLANO
En geometría, un plano es un objeto ideal que solo posee dos dimensiones, y
contiene infinitos puntos y rectas; es un concepto fundamental de la geometría
junto con el punto y la recta.
Cuando se habla de un plano de polina, se está hablando del objeto geométrico
que no posee volumen, es decir bidimensional, y que contiene un número infinito
de rectas y puntos. Sin embargo, cuando el término se utiliza en plural, se está
hablando de aquel objeto elaborado como una representación gráfica de
superficies en diferentes posiciones.
Un plano queda definido por los siguientes elementos geométricos:
Tres puntos no alineados.
Una recta y un punto exterior a ella.
Dos rectas paralelas o dos rectas que se cortan.
En un sistema de coordenadas cartesianas, un punto del plano queda
determinado por un par ordenado, llamados abscisa y ordenada del punto.
Mediante ese procedimiento, a todo punto del plano corresponden siempre dos
números reales ordenados (abscisa y ordenada), y recíprocamente, a un par
ordenado de números corresponde un único punto del plano.
Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema del mundo
y su concepción del hombre y del cuerpo humano. En 1633 debía de tener ya muy avanzada
la redacción de un amplio texto de metafísica y física titulado Tratado sobre la luz; sin
embargo, la noticia de la condena de Galileo le asustó, puesto que también Descartes
defendía en aquella obra el heliocentrismo de Copérnico, opinión que no creía censurable
desde el punto de vista teológico. Como temía que tal texto pudiera contener teorías
condenables, renunció a su publicación, que tendría lugar póstumamente.
En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres ensayos
científicos. Por la audacia y novedad de los conceptos, la genialidad de los descubrimientos
y el ímpetu de las ideas, el libro bastó para dar a su autor una inmediata y merecida fama,
pero también harían fatigosa y peligrosa su vida. En este se proponía una duda metódica
que sometia a juicio los conocimientos de la época.
Este principio lo halló en la existencia de la propia conciencia que duda, en su famosa
formulación «pienso, luego existo».
El método cartesiano, fue propuesto para todas las ciencias y disciplinas, consiste en
descomponer los problemas complejos en partes progresivamente más sencillas hasta hallar
sus elementos básicos, las ideas simples, que se presentan a la razón de un modo evidente,
y proceder a partir de ellas, por síntesis, a reconstruir todo el complejo, exigiendo a cada
nueva relación establecida entre ideas simples la misma evidencia de éstas.
René Descartes
René Descartes