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GRUPO 1 – UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

En la época de Jesús la mentalidad corriente ante la enfermedad era el fatalismo, el pesimismo. Los enfermos eran muchos; la medicina precaria, los médicos pocos y caros. La
gente recurría a adivinos, hechiceros y exorcistas que diagnosticaban posesión de malos espíritus y hacían sufrir mucho más al enfermo, que sanarlo.
La creencia de que la enfermedad era un castigo de Dios por algún pecado (propio o ajeno) aumentaba la angustia y la desconfianza. En cualquier caso, el resultado era el
mismo: el fatalismo, la desconfianza de todos, incuso de Dios, la desesperación y la marginación social.
Los gestos solidarios de Jesús con los enfermos y las curaciones (Mc 1, 32-34 y otras) constituyen la pre historia del sacramento de la Unción de los Enfermos.
Lo novedoso de la práctica de Jesús “la lucha contra el fatalismo”. Jesús con su práctica, demostraba:

• Que Dios no estaba lejos, ni enojado

• Que los predilectos de Dios son los enfermos y los marginados

• Que Dios es solidario con los que sufren y no de palabra: Dios sufre en carne propia el sufrimiento de sus hijos.

Jesús genera confianza en Dios. Atribuye la curación a la Fe del enfermo, es decir, a la capacidad que Dios le da de salir de la situación inhumana de enfermedad y desprecio.

el paso del tiempo, por muchas y complejas causas, fuimos perdiendo el sentido liberador de ese sacramento que se convirtió en preparación del alma para la muerte, en
sacramento de los moribundos, para cuando “ya no hay nada más que hacer” … se convirtió en el sacramento de la resignación y del fatalismo.
Hace falta una catequesis y una práctica anti fatalista y anti mágica de este sacramento, al estilo de lo que hacían Jesús y los primeros cristianos, promoviendo una celebración
de la comunidad que acompaña al hermano enfermo para animarlo en la Fe y a la confianza en Dios. Una celebración donde también se fortalece la Fe y la confianza de sus
familiares y amigos, y crece toda la comunidad solidaria con Jesús sufriente en los enfermos.
Como buen samaritano, Jesús nos invita a manifestar la presencia de Dios y su amor en cercanía del que sufre…
Preguntas para reflexionar:
1- ¿Qué pienso yo de este sacramento?

2- ¿conozco alguien que lo haya recibido?,¿ en qué situación fue?

3- ¿Cómo me comporto yo con los enfermos? ¿soy un buen samaritano?

4- ¿Qué se de la pastoral de la salud de mi parroquia?

5- ¿Tengo algún testimonio para compartir?


GRUPO 2 – ORDEN SAGRADO

El Orden Sacerdotal es un sacramento que, por la imposición de las manos del Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder para perdonar
los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres. Esta
ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos. El sacerdote debe estar libre para dedicarse, cien por
cien, al cuidado de las almas.
El amor de Jesucristo es universal, igual para todos; sin los exclusivismos propios del amor matrimonial. Así debe ser el amor del sacerdote.
La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios. Si un muchacho tiene buena salud (no es necesario ser un Superman), es capaz de hacer estudios (no es
necesario ser un genio), puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda de Dios (no hace falta ser ya un santo), tiene buena intención (no se trata de buscar el modo de
ganarse la vida) es decir, busca su propia perfección y la salvación de las almas, debe preguntarse si Dios le llama al sacerdocio. No se trata de preguntar me gustaría ser
sacerdote? sino, me querrá Dios sacerdote? En caso de duda preguntar a persona imparcial y formada.
El autor de la carta a los Hebreos lo entendió bien. El templo era el lugar de la presencia de Dios. Pero Jesús enseñó Dios está presente en la comunidad (Mt 18, 20) y en los
pobres (Mt 25, 35-40). Además criticó al tempo por ser lugar de comercio y opresión (Mc 11, 15-19). Muchas comunidades lo entendieron y comenzaron a reunirse en sus
casas. El templo ya no constituía para ellos el centro de su vida.
Los sacerdotes estaban para ofrecer sacrificios y ser mediadores. Pero Jesús enseñó que Dios no quiere sacrificios (Mt 12, 7) y que está cerca de su pueblo, sobre todo de los
más pequeños. Muchas comunidades lo entendieron bien y no ofrecieron más sacrificios ni buscaron mediadores. El sacerdocio antiguo ya no les servía.
Pero muchos extrañaban el templo, las grandes ceremonias, los sacrificios, el incienso… ¡esa era religión! Esto de juntarse en una casa, leer la Biblia, charlar, compartir el pan…
¡qué poco solemne! ¡qué poco serio! ¡no será aun engaño?
Para alentar a esos cristianos y evitar la recaída en el templo, el sacerdocio y los sacrificios, un cristiano escribió la carta a los Hebreos. Buscamos Heb 7, 20-25 y 4, 14-16 ¿qué
mensaje nos dejan?
La primera carta de Pedro y el Apocalipsis sacan una consecuencia más de esta situación: todos los cristianos somos sacerdotes. Somos un pueblo sacerdotal. Somos el cuerpo
de Cristo sacerdote (1Pe 2, 4-10; Ap 1, 4-6). Aunque parezca extraño, en las primeras comunidades no había laicos porque no había clero.
Jesús continuó su obra de salvación mediante los Apóstoles, los llamo y los eligió los instruyó y los envío para que actuarán en su nombre en todo el mundo. La misión de los
Apóstoles tiene que durar hasta el final de los tiempos. Por esta razón establecieron colaboradores y sucesores. Los sucesores de ellos son los obispos unidos al sucesor de
Simón Pedro: el Papa. Sus colaboradores son los presbíteros y diáconos.
El sacerdote continúa la obra de Cristo, ayuda a sus hermanos a caminar juntos como familia de Dios anunciar la verdad de Cristo, celebra los s Sacramentos transmitiendo la
Vida de Dios a los hombres.
La actual forma de vivir el orden sagrado, a veces, se parece más al sacerdocio antiguo que al servicio de animación y organización de la comunidad. La iglesia a los largo de la
historia, se siente tentada de volver al estilo de sacerdocio que Jesús y la carta a los Hebreos declararon abolido.

El concilio Vaticano II ha vuelto a las fuentes bíblicas del ministerio de los presbíteros y ha retomado la doctrina del sacerdocio de todos los bautizados, la concepción del
ministerio como servicio, y los ministerios laicales en una iglesia toda ministerial. Por supuesto, los cambios e mentalidad y de práctica son siempre más lentos que la
elaboración de documentos.
Pero esa apertura hacia formas más evangélicas del ejercicio del ministerio de los presbíteros constituye una gran esperanza para la iglesia que quiere ser fiel a Jesús servidor.
Los tres grados en la iglesia son:

Obispo: este grado tiene la plenitud de los poderes ya que es el reemplazo directo de los apóstoles y puede administrar todos los sacramentos de la iglesia católica.
Sacerdote: este grado depende del obispo y puede administrar todo los sacramentos excepto aquellos que son exclusivo del obispo como el orden sagrado y la confirmación.
Diacono: este grado permite administrar solo tres sacramentos: el bautismo, la unción de los enfermos y el matrimonio. Además puede predicar, repartir la comunión y estar
presente junto al sacerdote para ayudarlo

Preguntas para reflexionar:

1- ¿Qué significa para mí el orden sagrado?

2- ¿Cuál es la importancia de este sacramento?

3- ¿Cómo era visto en la antigüedad? ¿Hoy como lo vemos?

4- ¿ Que grados hay en el orden sagrado?


5- ¿Quiénes integran el orden sagrado en mi parroquia?

GRUPO 3 – MATRIMONIO

En la época de Jesús la institución familiar tenía aspectos opresivos. Por ejemplo el derecho del varón a repudiar a la mujer y también la creencia casi absoluta de derechos de
la mujer e incluso de los hijos.
Pero el Reino de Dios transforma también la familia. Jesús anunciador de nuevas relaciones de igualdad ante la llegada del Reino de Dios, no fue precisamente un defensor a
ultranza de la institución familiar. Criticó la desigualdad, la opresión, el desamparo de los débiles, incluso en el seno de la familia.
Defendió a la mujer de la prepotencia y la hipocresía masculina (Jn 8, 1-11). Recibió con cariño a los niños (Mt 19, 13-15). Y propuso una nueva familia, no constituida por lazos
de sangre y parentesco social sino por la Fe, la escucha y la práctica de la palabra de Dios (Lc 8, 19-21). Y para la pareja humana no inventó nada nuevo, sólo recordó el antiguo
plan de Dio: la igualdad, el amor y la entrega mutua (Mt 19, 4.6).
El centro del matrimonio es el amor mutuo entre un hombre y una mujer, amor que hace más humana la pareja y que tiene su plenitud en la comunión en cuerpo y espíritu
(proyecto) y en una apertura a una nueva vida.
El matrimonio cristiano tiene características de una ALIANZA DE AMOR de los esposos entre sí por un lado y entre ellos y Dios por el otro.
La familia es imagen de la Santísima Trinidad, es imagen de Dios que en su misterio más íntimo no es un soledad, sino una Trinidad, una familia de tres personas.
Los profetas nos revelan a un Dios que siente por los hombres un amor tan real y tan personal que se puede comparar la entrega amorosa de los esposos.
El Nuevo Testamento compara el matrimonio cristiano con la unión de Jesús y la iglesia, presentándolo como novio o esposo. La Iglesia es la novia o esposa.
El matrimonio es un compromiso o consentimiento de mutua aceptación, en los momentos buenos y malos, un compromiso profundo y para siempre, aunque
permanentemente amenazado por la rutina y la debilidad.
El matrimonio exige un testimonio público, una sociedad que reconoce este compromiso. En todas las sociedades el matrimonio es regulado por unas normas específicas dadas
su importancia social.
El matrimonio cristiano tiene todas las características del amor humano y algunas más:
• • Es un consentimiento amoroso y público entre bautizados. Está subordinado al Bautismo y a la Eucarística. Entre un hombre y una mujer bautizados que se aman
deberían verse realizadas las exigencias de la vida nueva que da el Bautismo y la vida comunitaria.

• • El matrimonio cristiano exige, como todo sacramento, una Fe viva y verdadera. Cuando se casan dos creyentes, no cabe, como en el Bautismo, una Fe prestada. Y por
Fe se entiende no sólo saber el Credo sino fundamentalmente aceptar el proyecto de Dios.

• • El matrimonio cristiano se celebre en la comunidad eclesial. Y ese aspecto comunitario enriquece y ayuda a crecer a los esposos y a la comunidad con el testimonio de
su entrega mutua.

Los novios que se casan son ministros del sacramento. Todos los demás, incluso el dura, son testigos. Esto muestra la importancia del SI de los novios, con todas sus
consecuencias de libertad, fidelidad y fecundidad.
Pero muchas veces nos falta lo de siempre… salvo contados casos, a muchos novios y matrimonios les falta esta experiencia de Fe vivida en comunidad o faltan comunidades
vivas en donde los creyentes puedan hacer la experiencia de la comunión y donde los esposos puedan vivir su compromiso.
Preguntas para reflexionar:
1- ¿Qué pienso de este sacramento? ¿qué importancia tiene?

2- Comparto mi experiencia de mi casamiento

3- ¿qué me sostiene unida a mi pareja a pesar de las adversidades?

4- ¿Por qué los matrimonios duran poco? ¿Son descartables también?

Unción de los Enfermos- Orden Sagrado- Matrimonio


Se espera a los padres y niños en el salón de Nazareth y a su llegada se los divide en 3 grupos para trabajar los 3 sacramentos de este taller. Se les entrega una hoja con la
siguiente lectura para que lean, mediten y hablen con sus hijos. Una vez finalizado se hace la exposición a los demás grupos comentando el tema trabajado.
Introducción, ideas para resaltar por cada catequista al grupo de padres y niños.
1. son siete los sacramentos

2. con el bautismo forman parte de la Iglesia, TODOS formamos parte de la iglesia no solamente los curas y monjas.

3. Hay tres sacramentos de iniciación cristiana (Bautismo, Eucaristía y Confirmación), dos sacramentos de sanación personal (Unción de los Enfermos y Reconciliación) y dos de
santificación (Matrimonio y Orden Sagrado).

5- Conclusión Final del catequista

Parece ser que muchas veces nuestras prácticas sacramentales se desvían de lo que Jesús y las primeras comunidades cristianas proponían. Y es que siempre tenemos la
tentación de la rutina, del menor esfuerzo, del ya cumplí, del refugiarnos en seguridades externas para no correr el riesgo de la confianza en Dios, que siempre nos sorprende y
nos invita a ser protagonistas de la historia con otros hermanos, guiados por su Espíritu.
Pero quizás la principal desviación parece ser el olvido o la relativización de la vida comunitaria. Sin vida comunitaria no hay vida cristiana, sólo creencias vacías. Sin vida
comunitaria no hay sacramentos, sólo signos vacíos. Por eso no basta dar catequesis pre sacramental, renovar la liturgia o explicar los signos. Hay que practicar y promover la
vida comunitaria y lo demás se dará por añadiría.
Donde hay comunidad se va descubriendo la vida nueva, el perdón, la justicia, el servicio, la salud, el amor de pareja, la solidaridad y la necesidad de celebrar este estilo de vida
con signos sacramentales.
La vocación al sacerdocio lleva consigo el celibato, recomendado por el Señor. La obligación del celibato no es por exigencia de la naturaleza del sacerdocio, sino
por ley eclesiástica .

La Iglesia quiere que los candidatos al sacerdocio abracen libremente el celibato por amor de Dios y servicio de los hombres .

La Iglesia quiere a sus sacerdotes célibes para que puedan dedicarse completamente al bien de las almas, sin las limitaciones, en tiempo y preocupaciones, que
supone sacar adelante una familia.

Hay que pedirle a Dios que haya muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, pues hacen falta muchos párrocos, muchos misioneros, predicadores, confesores,
maestros, etc., y también muchas Hermanitas de los Pobres, de la Caridad, en los hospitales, en los asilos, religiosas en las escuelas, colegios etc.; y otras en los
conventos de clausura que alaben a Dios y pidan por los pecadores.

Por eso es un gran apostolado ayudar económicamente a la formación de futuros apóstoles, y a los conventos de clausura.

Todos debemos pedir a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.

Los padres tienen obligación grave de dejar en libertad a sus hijos que quieran consagrarse a Dios . Pero también sería pecado -y gravísimo- el inducir a sus hijos,
por motivos humanos, a abrazar, sin vocación, el estado eclesiástico.

Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos en la elección de una profesión y estado de vida . (P. Jorge Loring, Para Salvarte)

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