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Concilio Vaticano II

Resumen de la Lumen Gentium, La Perfecta Caritatis, La Declaración Dignitatis

Humanae, La Optatam Totius y la Gadium Et Spes

Gelber Prada Ruso

Escuela de Diaconado Permanente

Escritos Joanicos

Evert de Arcos

25 de Septiembre del 2021


CONCILIO VATICANO II

LUMEN GENTIUM
La Iglesia no agota al Reino de Dios, que es más amplio que ella. Pero sí es la semilla en la
cual crece el Reino y se extiende; lo anuncia a todos y anhela su plena realización con Cristo
resucitado y con el Padre”.
Hace referencia a la igual dignidad de la cual gozamos. anunciando que todos tenemos “la
dignidad de ser llamados por Dios a ser su Pueblo, su familia, sus hijos muy queridos”. Que en
línea con la Palabra de Dios, es el aporte más grande del Vaticano II y que, a cincuenta años de
su inicio, estamos “recién empezando a entrever lo que encierra y las conversaciones a que nos
llama”. indica que “en el pueblo de Dios todos son sacerdotes, profetas y reyes; todos llamados a
la santidad mediante la celebración de los sacramentos y el seguimiento e imitación de Cristo;
todos receptores de los dones y carismas del Espíritu; todos aportando con sus gracias
particulares a la catolicidad de la única Iglesia; todos unidos entre sí; todos vinculados con los
cristianos no católicos, con los creyentes de otras religiones y con los que; tal vez sin saberlo,
buscan a Dios en tanteos y oscuridades”.
El misterio de la jerarquía como servicio pastoral al pueblo de Dios, y Por disposición de
Cristo los Doce forman un único colegio apostólico. Los obispos, constituidos como sus
continuadores, son los sucesores de los doce apóstoles. La colegialidad episcopal proviene del
sacramento del orden. Todos los obispos son solidariamente responsables de toda la Iglesia y
cada cual en su diócesis tiene potestad propia, ordinaria e inmediata, no sólo derivada, para
gobernarla.
Buscar el Reino de Dios de los laicos es ocupándose de las realidades temporales y
ordenándolas según Dios. Es ahí donde Dios los llama a mostrar a Cristo a los demás, irradiando
fe, esperanza, amor, sobre todo con su testimonio de vida.
La santidad de la Iglesia Lumen Gentium lo vincula a la Trinidad y a la entrega esponsal de
Cristo por ella para santificarla; y al don de Pentecostés del Espíritu Santo para gloria de Dios.
Todos en la Iglesia están llamados a la santidad, aseguró. La santidad favorece, también en la
sociedad terrena, un estilo de vida más humano.
La autoridad de la Iglesia se preocupa de interpretar los consejos evangélicos, de regular su
práctica y de determinar las formas estables de vivirlos”; que la vida religiosa es un signo que
atrae y ayuda a vivir la vocación cristiana. Da testimonio de la vida nueva y eterna adquirida por
la resurrección de Cristo.
Explicó que Cristo en un mundo de esperanzas de muy corto plazo, nos trae la gran esperanza
del cristiano que es una vida con Dios en constante crecimiento, que la religiosidad popular tiene
mucha sensibilidad a la comunión en que vivimos los cristianos peregrinos con la iglesia del
cielo y el intercambio de oraciones, alabanzas y gracias que de allí surge. Pide que la reflexión
sobre la Virgen María estuviera dentro de esta constitución, ya que ella “es inseparable de la
Iglesia”. En este sentido aseguró que la mejor piedad mariana es seguir su ejemplo de fidelidad a
la Palabra de Dios y de servicio al prójimo.

GAUDIUM ET SPES

Es el documento más importante en la tradición social de la Iglesia. Señala el  deber que tiene
el pueblo de Dios de observar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, para darse cuenta
de la pérdida de valores, de los cambios que caracterizan al mundo actual. Las ideas centrales
sobre las cuales gira este documento son: la misión de la iglesia acerca de la persona humana; de
la familia y su actividad en el mundo, procurando atenderlo.
Ante la crisis de la pérdida de sentido de lo humano hoy se concluye que para ser frente a esta
realidad es necesario trabajar por la dignidad del hombre, por la fraternidad universal, por la
libertad, el diálogo, el respeto, la justicia social, la paz, acabar con todo acto que degradan la
civilización humana y que son totalmente contrarias a la voluntad Dios; se entiende por
humanismo, los principios a través de los cuales la Iglesia quiere proporcionarle a la humanidad
la verdad acerca del hombre y del mundo contenida en el misterio de la Encarnación y de la
Redención; donde, cualquier persona que quiera conocer el por qué y para qué de su vida, y
quiera dar sentido a cada elección concreta, debe imitar a Jesús, Él es fuente de vida para el
hombre, fuente que mana de la especial relación de intimidad que mantiene con Dios. Reconocer
que debido a los grandes cambios de la época, el hombre de hoy ha perdido su identidad divina,
renunciando, por su hedonismo, a la auténtica felicidad, a cuidar y proteger la vida; se ha
convertido en un ser que ha olvidado que Dios lo ama sobre todas las cosas, ha puesto por
encima lo material, tangible, cuantificable, medible, y ha hecho falsamente de ello su núcleo, su
realidad.
La encíclica finaliza con tres conclusiones:
La Misión de los fieles y las Iglesias particulares será la de dar continuidad y ampliar lo
tratado en esta doctrina pues esta tiene un carácter general y muestra realidades que viven una
continua modificación.
• El diálogo entre todos los pueblos: esta doctrina invita al diálogo y enriquecimiento entre
pastores y religiosos pero también entre los hermanos separados, a todos quienes creen en Dios e
incluso a quienes se oponen y persiguen a la Iglesia.
• Edificación del mundo y ordenación de éste a Dios: el llamado a la justicia de esta doctrina
es una misión para todos y todas, que parte del Evangelio y del deseo del Padre que amemos a
Cristo en nuestros hermanos.

PERFECTAE CARITATIS
El nombre de este decreto marca el final de un largo proceso que comenzó con el texto, De
statibus perfectionis, después se pasó a, De religiosis, y finalmente se impuso, De accommodata
renovatione vitae religiosae; el trabajo del Concilio en relación a la vida religiosa, fue una
peregrinación a los orígenes, es decir, a aquello que la hizo nacer, y por lo tanto, a aquello que la
sustenta. El núcleo de la Perfectae caritatis es el seguimiento de Cristo y no tanto la llamada en
otro tiempo, "vida angélica". De hecho, los religiosos no hacen sino prolongar en nuestra vida, a
Cristo, amando como él amó, y por eso las primeras palabras de este decreto hace referencia a la
caridad perfecta.

El primer párrafo menciona el Espíritu, enviado por Cristo para llevar a término, a través de los
religiosos, su obra. Por otra parte, la "división" tradicional entre oración y misión, solo se puede
admitir como dos dimensiones de una misma vida con Cristo. Y es el seguimiento del Señor,
impulsado por el Espíritu, que ha hecho florecer en la Iglesia una gran variedad de carismas. Este
decreto propone unos criterios para la renovación de la vida religiosa desde el cambio o
conversión del corazón: fidelidad al Evangelio, retorno al carisma de los fundadores e
integración y participación de los religiosos en la vida de la Iglesia; Antes del Vaticano II había
costumbres y tradiciones que no manifestaban claramente el valor trascendental de la vida
religiosa, como hábitos anacrónicos, separación de diferentes clases de religiosos o alejamiento
del mundo.
El Decreto Perfectae caritatis consta de una introducción y veinticinco números, que van desde la
actualización de la vida religiosa, el cultivo de la vida espiritual, los institutos contemplativos y
los dedicados a la vida apostólica, la vida monástica, la vida religiosa laical, los institutos
seculares y los consejos evangélicos. Trata también de la clausura de les monjas "aunque
suprimiendo aquellas costumbres ya antiguas", para adaptarse "según las circunstancias de
tiempo y de lugar", el hábito religioso que es "signo de consagración", y que ha de ser "sencillo y
modesto, pobre y a la vez apropiado", y por eso se ha de modificar aquellos que "no se ajustan a
estas normas". También de la formación, la fundación de nuevos institutos o la unió entre
institutos. En la conclusión de este decreto se anima a los religiosos a proclamar "por todo el
mundo la Buena Nueva de Cristo" desde una "fe íntegra, con caridad a Dios y al prójimo".

El Papa Francisco, invitaba a vivir y a ser portadores de la misericordia de Dios: "Donde hay
misericordia está el Espíritu de Jesús". Y por el contrario, "donde hay rigor, están solamente sus
ministros". Y ha pedido diversas veces a los consagrados, que no tengan miedo de la ternura y
de la misericordia de Dios, que "se hacen caricia". Y también ha pedido que vivan la
consagración como un servicio, ya que "el que no vive para servir, no sirve para vivir", así como
también a esparcir la alegría.

Por eso hoy, cincuenta años después de aprobarse el Decreto Perfectae caritatis, anima a los
discípulos de Jesús que han sido llamados a la vida consagrada, a ser testigos (en medio de
nuestra sociedad) de ternura y de alegría, de la misericordia y del amor de Dios.

DECLARACION CONCILIAR DIGNITATIS HUMANAE

Dignitatis humanae fue el proyecto conciliar que contó con más cantidad de redacciones. Si se
suman todos los proyectos examinados por el Secretariado para la Unidad de los Cristianos, se
calcula que la cifra podría llegar hasta los cuarenta. De ahí que el texto haya alcanzado un buen
acabamiento en el orden y disposición de las materias.

Son quince los párrafos que componen la Declaración y dan como resultado un texto complejo,
complicado, reiterativo, no demasiado sistematizado, Su núcleo fundamental consiste en que
todos los hombres han de estar inmunes de coacción, sea por parte de personas particulares como
de grupos sociales y de cualquier potestad humana; y esto, de tal manera que, en materia
religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a
ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Y además,
que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona
humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural. Este
derecho de la persona humana a la libertad religiosa debe ser reconocido en el ordenamiento
jurídico de la sociedad de forma que se convierta en un derecho civil. Del contexto general
parece deducirse se opone al ateísmo, pues distingue entre el orden moral o de la valoración ética
y el orden jurídico o de la convivencia humana, entre el orden de las relaciones con Dios y el
orden de las relaciones entre los hombres para evitar que se incurra en una confusión peligrosa e
incluso de escándalo. De la naturaleza social del hombre se desprende que las comunidades
tienen también derecho a la libertad religiosa: a elegir y educar a sus propios ministros, a
comunicarse con sus autoridades religiosas en cualquier parte del mundo, a utilizar bienes
adecuados a su misión, a estar presentes en la enseñanza pública, en el testimonio oral y escrito
de su fe, a manifestar su eficacia doctrinal en el orden social y a celebrar las reuniones que
consideren necesarias para llevar adelantes estos fines. La familia también es sujeto del derecho
a la libertad religiosa. Pero cuando el joven dé muestras de decidir por sí mismo con un juicio
suficiente… el principio de que nadie debe ser forzado a abrazar la fe, también ha de cumplirse.

OPTATAM TOTIUS

Este decreto proclama la trascendental importancia que tiene la formación sacerdotal y expone
algunos de sus principios fundamentales. Confirma las normas aplicadas durante siglos e
introduce novedades que se derivan de la aplicación de las Constituciones y Decretos del
Concilio Vaticano II y de la evolución de los tiempos. 

El decreto se inicia señalando la necesidad de establecer normas de formación


sacerdotal peculiares para cada nación o rito a fin de que la formación sacerdotal responda a las
necesidades pastorales de aquellas regiones en las que ha de ejercerse el ministerio. Y profundiza
en el deber que tiene toda la comunidad cristiana de fomentar las vocaciones. 
Bajo el impulso de los Obispos, la mayor ayuda en el fomento de vocaciones la prestan en
primer lugar las familias -que son como un primer seminario- y las parroquias. Pero también
tienen una parte fundamental los maestros y cuantos se ocupan de la formación de los niños y los
jóvenes. Se habla de la función de los seminarios menores, erigidos para cultivar el germen de
la vocación. En los seminarios mayores, toda la formación de los alumnos debe tender a la
formación de verdaderos pastores de las almas, señala primero en qué sentido debe orientarse la
preparación en los seminarios mayores. Posteriormente da normas concretas, tanto para los
profesores como para la adecuada selección de los alumnos. 

El documento se adentra ahora en la forma de conseguir la adecuada formación espiritual de


aquellos que han de configurarse a Cristo Sacerdote por la sagrada ordenación.  Así, se dan
al alumno múltiples orientaciones para su vida de piedad y su participación en la vida de la
Iglesia. Se les enfatiza la importancia de hablar con claridad al alumno sobre las obligaciones
que han de contraer y las dificultades de la vida sacerdotal. En este sentido, dedica extensos
apartados al celibato sacerdotal y a la disciplina de la vida en el seminario, Se hace también
amplia referencia a la importancia de alcanzar la necesaria madurez humana para que sepan
apreciar aquellas virtudes que gozan de mayor estima entre los hombres. 

Este Decreto contiene multitud de normas en las que basar la revisión de los estudios
eclesiásticos. Con ellas se persigue articular mejor el conjunto de las disciplinas filosóficas y
teológicas para que abran cada vez más la inteligencia de los alumnos al misterio de Cristo.
Las disciplinas filosóficas deben proporcionar un conocimiento sólido y coherente del hombre,
del mundo y de Dios. Las disciplinas teológicas han de enseñarse de forma que los alumnos
reciban con toda exactitud de la divina revelación la doctrina católica, para que puedan
anunciarla y defenderla en su ministerio sacerdotal. Se debe informar por entero la formación de
los alumnos. Se hace ahora un completo repaso de los variadísimos campos en los que es
necesario preparar a los alumnos, tanto teórica como prácticamente, en su formación pastoral. 

El Decreto concluye con una llamada a las Conferencias Episcopales para que proporcionen los
medios adecuados para introducir al clero joven en la vida y actividad apostólica y para su
posterior renovación y fomento.

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