Está en la página 1de 34

Calvino y el

capitalismo POR MANUEL


DE LEÓN DE LA
VEGA

El usurero no era el único actor en


el préstamo del dinero, porque la
misma Iglesia católica romana
obtenía grandes beneficios de sus
tierras y también los mercaderes
y orfebres conseguían ganancias
por los préstamos…
Calvino y el capitalismo.
(Breve ensayo)

CALVINO Y EL CAPITALISMO

MANUEL DE LEÓN DE LA VEGA

13 DE DICIEMBRE DE 2005 (Protestante Digital)

1
1. CALVINO Y EL TRABAJO

Suelo decir que yo soy de la generación del “trillo” y del


“arado”. Con estos elementos se familiarizó mi infancia. Mi
padre me enseñó a arar la tierra y a trillar el trigo. El arado y
el trillo salen en el libro de Job y durante generaciones, y por
miles de años, el trillo y el arado han sido elementos
simbólicos de la producción. Hoy –por ejemplo- los tractores
y las cosechadoras han cambiado la faz de esa tierra que daba
sus frutos a su tiempo y han aparecido otros modelos de
trabajo y producción que multiplican los beneficios, aunque
sea a costa - en algunos casos- de destruir el planeta.

En esta industrialización del campo, se ha avanzado en los


últimos 50 años más que en toda la historia del hombre. Sin
embargo, la desigualdad entre el tractor y el arado es la
misma que entre los pobres y los ricos de la tierra. ¿Será pues
el capitalismo la causa de todos los males? ¿O será el egoísmo
del ser humano y la ambición por atesorar la que produce
estos desequilibrios?

2
Lo que nos interesa en este análisis, necesariamente sucinto,
de la mentalidad capitalista, es por qué y de donde proviene
la idea de acumular capital y emprender una actividad
lucrativa. Todos están de acuerdo que el calvinismo y el
pietismo posterior tuvieron mucho que ver. Por una parte,
según analizó magistralmente Max Weber en “La ética
protestante y el espíritu del capitalismo”, el creyente entendió
el trabajo y toda actividad humana como objeto de prueba y
seguridad de estar predestinados y salvados. El “ora et
labora” tenían el mismo sentido de gratitud a ese Dios que
desde la eternidad los había elegido.

También necesitamos saber si este espíritu del capitalismo


nacido del calvinismo es el mismo espíritu que anima la
salvaje explotación actual y donde los imperios capitalistas
oprimen sin piedad a los pobres haciéndolos cada día más
esclavos y dependientes. Una desigualdad que adquiere
tintes de tragedia y casi cataclismo, porque el holocausto de
pueblos enteros denigra al ser humano hecho a la imagen de
Dios. ¿Son estos dos elementos producto de una mala
definición, de una mala doctrina que entendía “vocación o
profesión” como misión impuesta por Dios, un mandato
celestial que exigía todas las fuerzas en forma continua y
tenaz, para dedicarse en cuerpo y alma al mundo del

3
comercio, la política, la salud y todas las demás esferas de la
actividad humana?

Se ha dicho que en la Edad Media había una arraigada


conciencia colectivista y cooperativista frente al
individualismo moderno generador del capitalismo. Sin
embargo, algunos autores sostienen que si bien los grupos y
los gremios, la aldea y la iglesia ejercían una fuerte unión, no
por ello la gente se consideraba colectivista, ni hubo una
ruptura brusca hacia el individualismo renacentista. Por otra
parte, el papel que se le atribuye al hecho religioso, en unos
casos como obstaculizador y coercitivo –en el caso católico- y
en otros sirviendo de instrumento y de “espíritu” del
capitalismo –caso protestante- para su plena irrupción, no es
siempre cierto. Lutero aceptaba las doctrinas de los
escolásticos del “precio justo” y que eran similares a las
decretadas en el Concilio Lateranense de 1179. Calvino, un
poco más flexible, también se oponía a la obtención de
réditos en los préstamos que se daban a personas necesitadas
que tenían que resolver una desgracia.

El usurero no era el único actor en el préstamo del dinero,


porque la misma Iglesia católica romana obtenía grandes
beneficios de sus tierras y también los mercaderes y orfebres
conseguían ganancias por los préstamos. Sin embargo, la
usura que no era controlada por la banca y las finanzas era
4
contra la que se dirige el Lateranense y que marcaría una clara
diferencia entre los países de la Reforma y el Catolicismo
romano.

Al separarse y secularizarse los negocios de la esfera de la


autoridad de la iglesia, el empresario, aunque siguiese
teniendo a la religión como mecanismo de sanción moral,
liberó energías e hizo florecer ambiciones en individuos que
se estaban convirtiendo ya en capitalistas. El protestantismo,
es cierto, ayudó a romper la cubierta de costumbres,
tradiciones y autoridad que imponía la iglesia católica, pero
más que nada, en el protestantismo, los individuos
encontraron mayores posibilidades y el triunfo de los nuevos
valores.

2. CALVINO, ECONOMÍA Y BIBLIA (A)


Ya en el siglo XVI la función del interés en la teoría política
había recibido una fuerte transformación desde el
pensamiento de Maquiavelo. El interés en su concepción
primigenia de avaricia y usura pasó a ser considerado de una
manera benevolente y se apuntaba a mostrar la búsqueda del
interés y el lucro propios como algo que beneficiaría al Estado
y al interés público. La justificación del interés como actividad
lucrativa iría evolucionando hasta la Revolución industrial.

5
Calvino era un hombre de Dios y no escribió tratados formales
sobre teorías económicas, políticas o sociales, sin embargo,
todas las esferas de la actividad humana han resultado
tomadas por su pensamiento. En sus escritos hay material
suficiente para guiar sobre múltiples temas que afectaban al
gobierno de Dios en el mundo. En general Calvino cree que
todo desequilibrio es producto de la enemistad del hombre
con Dios. El hombre necesita la reconciliación con Dios para
que la corrupción y la depravación del corazón del hombre no
se extienda por la “polis”.

En cuanto al “espíritu del capitalismo” que según Weber nace


del fuerte sentido de la frugalidad, de la capacidad para el
trabajo bien hecho y de las organizaciones y asociaciones
protestantes, no fue exclusivo del protestantismo. Hubo otros
factores para completar la formulación capitalista, como
fueron el florecimiento de la nación-estado, la formación de
la burocracia, los avances científicos y el arrollador espíritu
racionalista. Estas sociedades trabajadoras y frugales podían
atesorar, acumular y hasta exhibir fuertes cantidades de
dinero. Esto sería el referente del capitalismo, que era la
posesión de bienes, que poco a poco se harían más deseables
y respetables, al margen de las necesidades del hombre.

En Calvino la propiedad privada era de vital importancia,


porque privar a un ser humano de su propiedad, aunque
6
fuese el mismo Estado y legalmente, era totalmente
reprochable. El Estado solo debería regular la propiedad
privada cuando afectaba al bien público, por eso el
Consistorio debería preocuparse de la conducta de la
comunidad, la participación en los cultos y la doctrina.
Vigilaría a los comerciantes y artesanos para regular la
actividad económica y prohibir el monopolio, por lo que se ha
dicho que Calvino estaba en contra del absolutismo socialista
y comunista, deseando la democracia y el espíritu
comunitario de la iglesia primitiva.

Pero en lo que quizás representa mejor el espíritu capitalista,


- la acumulación de bienes, - Calvino estaba bastante lejos de
ese concepto social y económico del capitalismo actual. El
capitalismo de Adan Smith no tenía esa fundamentación
bíblica y esa orientación filosófica que poseía el capital en
Calvino. Para Calvino el hombre interactúa en las cuestiones
sociales y económicas para la gloria de Dios y no solo para el
bienestar o el progreso. Calvino estaba convencido de que los
Diez Mandamientos eran suficiente base para la vida social y
de la economía de la tierra. Él era un líder espiritual que con
la Biblia en la mano buscaba el equilibrio entre política,
economía y sociedad, y la vida religiosa. La Biblia debía de ser
pauta, medida y fuente en la actividad humana. Calvino, por
ejemplo, tenía una predilección especial por 2ª Tes 3:10
7
“Quien no quiera trabajar que no coma” y lo comentaba con
el contenido del salmo 128:2 “Comerás del fruto de tu
trabajo, serás feliz y te irá bien”, sin que ello quisiese decir
que los holgazanes debían dejarse morir de hambre, sino que
el bien y la felicidad nacen en esa actividad humana que es el
trabajo.

Con el texto de Proverbios 10:4 “mucho trabajo, riqueza”,


Calvino promueve una ética protestante del trabajo que
emana de la Biblia como Sabiduría de Dios y puede
considerarse este valor de la dignidad del trabajo como la
primera teología del trabajo y del derecho de los trabajadores
a disfrutar y beneficiarse de su esfuerzo.

Sin embargo, aunque Calvino no era partidario de que las


personas que no trabajaban se beneficiasen del trabajo de los
demás, no se refería a los pobres sino a los holgazanes. La
holgazanería está condenada por Dios, pero los pobres deben
ser ayudados por los diáconos y recibir ayuda económica
mediante préstamos sin interés. Los niños pobres debían ser
educados gratuitamente y beneficiarse de la venta de los
bienes de las iglesias para socorrerlos.

3. CALVINO, ECONOMÍA Y BIBLIA (B)

8
Me contaba un hermano que ha trabajado en Suiza muchos
años, de un pueblo, del que ya no recuerdo su nombre, cuyos
habitantes, la mitad son católicos y la otra mitad
protestantes. Pero es tradición que los que nacen en un lado
ya nacen católicos y los del otro, nacen protestantes. La
curiosidad de este hermano le llevo a observar, que hasta las
calles del lado protestante estaban más limpias y había más
prosperidad en este lado.

Parece que el fenómeno religión igual a pobreza o riqueza, es


un hecho contrastado. Pero también el trabajo mismo y la
psicología del trabajo generan resultados de pobreza o
riqueza. Componentes psicológicos como el temperamento,
el carácter, la capacidad y otros contenidos de la personalidad
pueden incidir en la actuación del hombre.

Hay sin embargo una verdadera jungla de teorías que según


Koontz (1987) abordan la problemática de la personalidad
respecto al éxito o fracaso del trabajo y quizás ninguna sepa
dar solución al problema. Se podría decir que el éxito en el
desarrollo de una actividad es la resultante del conjunto de
factores interrelacionados, y en el caso del protestantismo y
en la mayoría de los casos el judaísmo, son los principios de la
Sabiduría Bíblica que son integrales e integradores.

9
Por eso los resultados de los estudios modernos sobre la
valoración del hombre en función de una actividad, en este
caso el trabajo, dan enfoques teóricos dispares y siempre se
apunta a la integración de las esferas cognitivas, activas,
físicas y sociales, donde se incluya el elemento religioso como
diferenciador importante. Los objetivos y los resultados
esperados en la interrelación hombre-trabajo pueden
motivar para trabajar, producir y progresar, pero nunca
determinarán el éxito de la prosperidad la cual solamente da
Dios. Es lo que refleja el texto bíblico: “Si Dios no edifica la
casa, en vano trabajan los edificadores”

No podemos olvidar los grandes cambios económicos


ocasionados por Lutero al suprimir los monasterios y las
propiedades eclesiásticas, pero Lutero defiende todas las
estructuras sociales y económicas de la Edad Media y ataca al
capitalismo naciente. Lutero defiende una ética de
contentamiento con lo dado por Dios y de confiar en la
Providencia de Dios como los pajarillos y los lirios del campo
que no trabajan ni hilan. Defiende Lutero una ética de
simplicidad basada en el amor y la fe, en contra del egoísmo
y autosuficiencia humana que quiere llenar sus graneros para
decirle a Dios que no le necesita por ahora. En esto Lutero
comparte con los teólogos católico-romanos esa ética
cristiana de amor y confianza en Dios y renuncia al mundo,
10
que es bíblica, pero que conduce a resultados económicos
diferentes.

En Calvino el “concepto de Soberanía de Dios” sobre todo


aspecto de la vida creada y sobre la actividad humana,
incluido el trabajo, impregna a todo de “dependencia de
Dios”, donde el conocimiento de Dios y de nosotros mismos
están relacionados. En Calvino todo aspecto de la actividad
humana está bajo la ley y voluntad de Dios. Toda la vida del
hombre es una respuesta al llamado de Dios. Dios ha dado
dones a los hombres y cada uno según la “vocación” de Dios,
tendrá que dar su respuesta al llamado. La prosperidad y la
riqueza serán pues una bendición de Dios, pero debe quedar
claro que Calvino advierte contra la acumulación de riquezas
y de reírse de Dios cuando se ora “danos el pan nuestro de
cada día”.

Sin embargo, según Calvino, la riqueza como realidad que


deviene en la historia está relacionada también con el ser
humano y el bien común, porque los bienes dados por Dios
no son para ser usados licenciosamente y para la lujuria, sino
para compartir con los necesitados. Los necesitados son el
termómetro de la fe y el amor. Si hay pobres en una
comunidad cristiana, es un problema serio puesto que la
pobreza puede causar daño espiritual cuando las aflicciones y
las dificultades agobian la fe y la esperanza. Por eso mantiene
11
la necesidad tajante de cortar con el problema de la pobreza
y estaría de acuerdo también de acabar con el capitalismo que
equivaliese a opresión y explotación.

La ética socioeconomía de Calvino se basa en un sueldo


equitativo, en el que se tenga en cuenta las necesidades del
trabajador. El empleador que no da el sueldo, que como don
misericordioso de Dios se le da al hombre, está defraudando
a Dios. Pero en la llamada aprobación por parte de Calvino del
capitalismo naciente, hay que tener en cuenta algunos
aspectos determinantes. Calvino al reconocer que los
métodos de producción y de crédito no son malos en sí, no
está hablando de explotación y de usura.

Calvino considera que prestar plata a un interés equitativo, no


es diferente de pedir el alquiler de una casa, pero la usura,
que ya era un elemento aceptado en la Edad Media, no será
aceptada, desde el punto de vista teológico, hasta estas
afirmaciones suyas.

Pero se debe dejar claro que el capitalismo en los términos


modernos y postmodernos no es el de Calvino, ni siquiera del
puritanismo inglés al que Weber hace referencia. La relación
calvinismo-capitalismo sin embargo ha dejado en Europa un
claro ejemplo que no se puede negar y donde, en los países
que aceptaron el calvinismo, los niveles de cultura, educación,
12
ciencia, prosperidad en general y reducción de la pobreza, es
mucho más avanzada que en el resto de los países.

4. JUSTICIA ECONÓMICA EN CALVINO (3)

Por tanto, debemos dejar claro que el capitalismo de Joseph


Alois Schumpeter cuyas teorías económicas se centraron en
el papel de los empresarios y en el futuro del capitalismo,
tienen muy poco que ver con la posición calvinista del trabajo.

Deberíamos considerar a Calvino como el padre de la justicia


económica, no ya porque creyese firmemente que la Tierra es
del Señor y que todos sus recursos y maravillas deben ser
compartidos, sino porque considerarlo padre del capitalismo
está muy alejado de realidad. No pensaba Calvino que el 20%
de la humanidad poseyese toda la riqueza y el 80 se muriese
de hambre. Sus palabras eran estas:

“Los bienes materiales no son posesiones personales; son


medios que sirven al bien común; los dones intelectuales
individuales, el talento físico o la capacidad de creación
artística encuentran su verdadero sentido apoyándose
mutuamente dentro del conjunto de la sociedad.”

13
“El Creador quiso que todos los seres humanos lo supieran,
puesto que unos y otros son miembros de la familia humana
del mundo en virtud de su nacimiento y cada quien debe
reconocer en cada uno de los demás a alguien de ‘su propia
carne y hueso”.

Con ello se apunta más a la liberación, la justicia y el bien


común, que a todo intento de monopolio esclavizante y
amontonamiento de capitales estériles en manos de unos
pocos.

Además, a Calvino se le ha ocultado en su inconveniente


insistencia donde los cristianos han de hacer por su prójimo
lo que desearían que su prójimo hiciese por ellos, incluso
llegando al punto de sacrificar su vida, su honor y sus
posesiones. Según algún comentarista “Calvino estaba
profunda y personalmente convencido de que el cuidado de
todos los dones del mundo con miras al bien común y la
justicia, así como el amor en todas las relaciones humanas, no
son optativos para ningún ser humano.”

Pero del mismo modo se ha tergiversado su famoso


autoritarismo, cuando él deseaba el retorno de la democracia
y el espíritu comunitario de las iglesias primitivas. Sin
embargo, en esa constante paradoja, él contribuyó al afán de
los burgueses y el florecimiento del capitalista. Lo que Calvino
14
no quería del capitalismo y de la democracia es que fuese tan
empobrecida como es la hoy y como una especie de barbarie
que dice Walter Benjamín: “una pobreza del todo nueva ha
caído sobre el hombre, al tiempo que ese desarrollo de la
técnica”. Un triunfo técnico que se hace posible a base de
males, como la corrupción, el soborno, la prostitución,
injusticia, desintegración, insolidaridad, y que parece obligar
a atacar ese capitalismo como dice P. Bourdieu” en su terreno
privilegiado, el de la ciencia, principalmente económica”.

Podríamos decir que Calvino, más que ayatolá protestante,


como se le ha llamado, era un hombre convencido de que la
Ley de Dios era buena y por tanto quiso vivir esa realidad,
utópica para algunos, como era ese Estado teocrático. Un
Estado afirmado en el derecho y las leyes bíblicas que eran
marcadas por los presbíteros y en Ginebra el Consistorio.

Lo que ocurre es que entre las paradojas del ser humano-


“simul justus et pecator”, - se confundió, en muchas
ocasiones, el placer de la vida como algo bueno hecho por
Dios, con el vicio y la depravación. Se limitaba todo, se
prohibía todo y se podía vivir en la hipocresía más grande
sancionando canciones indecorosas, el baile, el juego, los
bares, las comidas, el lujo, el teatro, la ropa y hasta los cortes
de pelo. Se llegó a establecer la pena de muerte a quienes
caían en el lazo de la prostitución, el adulterio y la idolatría.
15
Parecía que la belleza de la vida, la libertad delante de Dios,
se habían convertido en mazmorra oscura. Todo estaba
controlado en este Estado perfecto, frugal y ascético.

El dinero ahorrado se permitiría prestar a cambio de


intereses. Estos intereses darían más estabilidad al Estado
que tendría recursos para usar en el bien común. Además, la
justicia económica de Calvino se basaba en que los bienes
materiales no eran posesiones personales, sino medios que
servían para el bien común. Se lograba así que Estado e
individuos mirasen a los demás como prójimos objeto de
ayuda. ¿Era mala esta propuesta? ¿No estaba enraizada
profundamente en las leyes bíblicas de amor a Dios y al
prójimo?

5. POLÍTICA, BIBLIA Y DINERO (4)


Aunque ya hemos expuesto que con la Reforma nace una
nueva forma de pensar sobre el capital y el interés y las
consecuencias hacia una prosperidad, paradójicamente
proveniente del ahorro y la frugalidad, no queremos decir que
los escolásticos o Santo Tomas, con su moralismo sobre
percibir intereses, haya entorpecido el ritmo de crecimiento
de las naciones católicas. Sería demasiado injusto.

16
Las teorías políticas sobre la riqueza de las naciones en Adam
Smith y sobre principios de economía política en David
Ricardo no dejan de basarse en el principio bíblico de que Dios
dio dones a los hombres y cada cual es responsable. La
economía funciona mejor a merced de “esa mano invisible”
que, aunque no se reconociese a la de Dios Soberano que
cuida los pajarillos y viste los lirios del campo, constata el
hecho de que algo se mueve detrás de las teorías sobre el
capital, el trabajo, las relaciones entre las clases sociales, la
producción, el mercado y la distribución de beneficios,
consumo y bienestar.

Todo un tinglado de doctrinas de autores antiguos y


contemporáneos como Turgot, Stuart, Mill, Sismondi, Say,
Malthus, Smith, y West, Marx o Schumpeter no son capaces
de entender que es el amor al dinero lo que hace que sea
pecado todo lucro o interés. Son los instintos egoístas del
poder del dinero, los que cuestionan todo modelo
económico, toda política, aunque vaya encaminada al bien
común y al progreso.

Los griegos, representados por filósofos como Hesíodo,


Jenofonte, Platón o Aristóteles, ya intuyeron que la riqueza
como la gracia de Dios no es del que quiere ni del que corre
sino de Dios que tiene misericordia. Ellos consideraban la
escasez como un maleficio desatado sobre la humanidad, por
17
la irresponsable apertura del cofre o caja de Pandora, y no
tanto porque el Estado interviniera en los consumos
familiares.

Unos hacían caer las culpas de las desgracias a la milicia o la


administración pública, como Jenofonte. Otros sobre la
propiedad privada y su importancia en la sociedad, pero en
general llegaron a entender mejor que nadie el poder moral
del uso del dinero. Llegaron a entender que las necesidades
del hombre eran moderadas, pero no así la ambición y el
deseo del hombre que era ilimitado.

El texto bíblico sería: “Esta noche vas a morir y ¿para quién


serán todos tus bienes? En nada seáis avariciosos, porque la
vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes
que posea” Lucas. 12, 15-21

Los escolásticos, en el periodo que abarca desde la caída de


Roma a 1600, época de aparición de la escuela mercantilista,
tenían bien asentada la sociedad feudal con sus grupos de
siervos, terratenientes, realeza y clero. Todos tenían un
modus vivendi tradicional y agrícola donde solo existía el
intercambio y la dependencia. El derecho divino de propiedad
recaía sobre el rey y su papel de autoridad, que, junto con la
iglesia, mantenían un equilibrio sostenible.

18
Sin embargo, santo Tomás se encuentra con el trabajo de
armonizar el texto bíblico y la enseñanza sobre propiedad
privada, riqueza, ganancia económica o propiedad comunal
como estaba en el contexto de vida en Jesús de Nazaret.

Las convulsiones socioeconómicas del Renacimiento


aconsejaban que el Estado dejase de regular la propiedad
privada y se asumía la diferencia entre necesidad y deseo o
amor al dinero. La jerarquía feudal no permitiría ese ascenso
de los siervos por medio del mercado y hubo muchos choques
entre la iglesia y los negociantes por el tema de la usura.

Salomón escribió que “la sabiduría es para una protección lo


mismo que el dinero es para una protección” y que “el pan es
para la risa de los trabajadores, y el vino mismo regocija la
vida; pero el dinero es lo que tiene buena acogida en todo”
(Eclesiastés 7:12; 10:19).

Pablo dijo en una de sus cartas: “Realmente sé estar en


escasez de provisiones, realmente sé tener abundancia. En
toda cosa y en toda circunstancia he aprendido el secreto
tanto de estar saciado como de tener hambre, tanto de tener
abundancia como de padecer necesidad” (Filipenses 4:12). No
es solo la política del contentamiento, es la de la confianza en
la provisión de Dios cuando se padece necesidad, sino

19
también el pan es la risa de los trabajadores. No hay mejor
tratado de economía.

6. BIBLIA, TRABAJO Y CAPITALISMO


Por eso dice el apóstol Pablo que “el que no trabaje que no
coma” y como ejemplo les dice a los de Éfeso que él, de
ningún modo ha codiciado plata, oro o vestidos, sino que
como había dicho el Señor: “más felicidad hay en dar que en
recibir”. En el fondo, la cuestión del trabajo visto por Pablo,
es que no puede haber parásitos en el plano social
comunitario pues el trabajo aporta beneficios para todos.

La llamada “utopía cristiana”, que más bien es una “idea


fuerza” que impulsa nuevos modos de vida basados en el
amor fraternal y solidaridad cristiana, es lo que el comunismo
trató de imitar pero que no logró. El socialismo científico no
era tan científico en la práctica, y la distribución de los
beneficios del trabajo quedó en manos de unos pocos.

La Reforma protestante y evangélica dio al trabajo un sentido


más sagrado por cuanto la voluntad de Dios era que el
hombre ganase el pan con el sudor de su frente. El
puritanismo llegó a tener comunidades no solo de fraternidad
sino también de bienes que funcionaron muy bien durante
20
muchos años y creó un espíritu de solidaridad digno de imitar.
Lo que Weber llamaría “espíritu del capitalismo” no nace
porque estas comunidades fuesen insolidarias y se dedicasen
a acumular capital, sino porque la acumulación de bienes que
ese espíritu austero y trabajador produce no tiene una visión
más allá de la comunidad. Las comunidades puritanas suelen
ser cerradas, que se conforman con lo que Dios les da, sea
mucho o poco. Pero, cuando es mucho el producto de su
trabajo, la acumulación de bienes se convierte en poder en
vez de solidaridad con otros necesitados.

En la edad media se mantuvo un desprecio por el trabajo, que


se adjudicaba a clases bajas y era visto como castigo o
penitencia. El siglo XIX tanto en Europa Occidental como en
Estados Unidos se forma una moral laboral, herencia luterana
y calvinista sin duda, que considera al trabajo como fuente de
todo valor y posteriormente, la visión de la sociedad y del
hombre será la de un gran mercado.

La postmodernidad ha seguido apoyando el triunfo del


capitalismo y ha creado un tipo de hombre enjaulado que solo
vive para trabajar y trabaja porque tiene que consumir. Se le
pide al trabajador una ética del trabajo, mientras poco a poco
se le va sustituyendo por máquinas y procesos de
automatización, perdiendo valor el trabajo frente al capital.
Es decir, la riqueza social ya no de pende del trabajo sino de
21
lo que algunos han llamado “economía de casino” generada
por la especulación del dinero Mientras las grandes
multinacionales explotan la mano de obra barata del tercer
mundo y se enriquecen, más de la mitad de la tierra perece
de hambre y miseria. Miseria que será un arma de poder para
el control social y del trabajo. Es en este mundo explotado y
subyugado, y al que le venden la globalización como sinónimo
de progreso, trabajo y modernidad, con el que hay que
solidarizarse y enseñar el espíritu de la comunidad cristiana.

Se ha dicho que la sociedad industrial tenía como paradigma


el trabajo. Pero ante esta pérdida de valor del trabajo frente
al capital y valores financieros, así como ante las máquinas, el
hombre posmoderno está abocado a que el paradigma,
además del trabajo, sea el hombre completo, no separado de
otros mundos como la religión, la familia, el tiempo libre o el
estudio y siempre desde una concepción planetaria. Y sobre
todo la comunidad cristiana debería dar respuesta a la
continua perversión del dinero, a la visión de una sociedad
fundada en el egoísmo radical, cuando la esencia del
cristianismo debería ser el amor en una comunidad de
corazones y de bienes, donde el sentido social estuviese
apoyado en la justicia.

En el plano del trabajo y la justicia social, el creyente no puede


conformarse con reservar los valores cristianos a la esfera de
22
la familia o en el plano estrictamente privado. La doble moral,
una “para andar por casa” y otra para “vivir en el mundo” que
desarrolló el teólogo americano Reinhold Niebuhr no deja de
ser un pecado de la comunidad cristiana que no podrá
tranquilizar la conciencia si disculpa el poder del dinero, el
lucro y todo el mundo económico insolidario.

7. PROPIEDAD PRIVADA Y TIRANÍA CALVINISTA


No solo fue en Ginebra y en Escocia, donde las clases medias
aceptaron y defendieron la llamada “tiranía” calvinista, frente
al desánimo y laxitud eclesiástica católica, que creaba un
espíritu de pobreza, desde las múltiples instituciones de
caridad, entendida esta como sentido de justicia social. Los
Países Bajos y la Nueva Inglaterra del siglo XVII aceptaron la
armonía del Antiguo y Nuevo Testamento en la que el Dios …

Pero también la imagen de Calvino, al que se llega a llamar el


“déspota de Ginebra”, se ha malinterpretado y pintado con
tintes lóbregos, no ya en los años de las guerras religiosas,
sino también cuando en 1936, Stefan Zweig, escribió su
ensayo “Una conciencia contra la violencia. Castellio contra
Calvino”, cuando en realidad se refería al déspota dictador
Hitler.

23
Pero los datos exagerados para pintar al dictador se reflejan
en hechos aislados de Calvino, para dar un sentido de muerte
y tragedia a la vida, a la belleza, a la alegría, al canto y las
efusiones amorosas, y mostrar la terrible figura de un
inquisidor - frío, calculador, incapaz de goce alguno- hasta
hacerse repugnante.

Sin embargo, muy poco de este Calvino hay en sus hechos y


en sus escritos. Cuando, por ejemplo, defiende la propiedad
privada está resolviendo uno de los problemas no resueltos
aún en el día de hoy. Cuando el Salmo 24:1 dice que “Del
Señor es la tierra” deja claro que nadie puede poseerla a
perpetuidad y poseerla como inversión de capital explotador,
sino que debe ser adjudicada periódicamente a quienes la
necesitan. “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la
tierra mía es, y vosotros como forasteros y extranjeros sois
para mí.” Levítico 25:23. Calvino añade ese plus bíblico a la
teoría política del derecho a la propiedad. Del mismo modo,
su visión de nuevo orden social está relacionado con el Nuevo
Testamento y en el contexto de las exigencias de Jesús al
joven rico, a quien le invita a sobrepasar los diez
mandamientos y buscar la vida eterna desde la entrega y
abandono de sus bienes. “Vende lo que tienes y dalo a los
pobres” Mat.19:21

24
Es el mismo sentido dado por la primera comunidad cristiana:
“Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en
común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes
y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno”
(Hechos 2,44-45. ¿Es esto tiranía, despotismo o la única
solución al problema del hambre en el mundo y de toda
injusticia social?

En los primeros escritos de los padres de la Iglesia, la


propiedad es más comunitaria que individual y ello generó
problemas de gran calado religioso. Ambrosio obispo de
Milán (+ 340) cuestionó la propiedad privada y mantuvo la
comunitaria, recordando que la tierra fue creada como
propiedad común para todos. “¿Por qué ustedes, los ricos, se
adjudican un derecho exclusivo a la propiedad?” “No es parte
de tus bienes lo que tú des al pobre; lo que le das le
pertenece.” Si ahora la propiedad privada lleva al capitalismo
materialista, entonces la propiedad comunitaria creó
problemas de autosuficiencia de las necesidades materiales y
generó el movimiento eclesiástico. Los que siguieron al pie de
la letra la invitación de Jesús, vendían sus bienes y se
retiraban del mundo viviendo como ermitaños, como monjes
mendicantes o estableciéndose en conventos. Otros se
preocuparon de los pobres exclusivamente y crearon un
aparato eclesiástico y organizaciones comunitarias de ayuda,
25
que de alguna manera necesitaban a los ricos para su
mantenimiento. De esta manera se permitía la expansión
capitalista y el lucro se hacía más benevolente.

Pero sin duda el más cercano a Calvino es Tomás de Aquino:


“La comunidad de bienes se atribuye a la ley natural; por
cierto, no en el sentido de que la ley natural dictara que todas
las cosas deban ser comunes y que nada pueda poseerse como
propiedad, sino en el sentido de que no existe ninguna
distribución de la propiedad según la ley natural; y que la
misma se originó más bien por el consenso humano, que
pertenece a la ley positiva. Por tanto, el derecho especial a la
posesión no es contrario a la ley natural, sino que constituye
un complemento hecho por la razón humana.”

El calvinismo, aunque admite la propiedad privada, deja que


cada cual tenga su responsabilidad de administrador delante
de Dios. Por eso no hay una aportación protestante sobre la
legitimidad de la propiedad inmobiliaria o la participación de
los empleados en el capital productivo, por lo que todo se
reduce a esa máxima bíblica de 1ª Cort, 7:30 “tener como si
uno no tuviera nada”. La declaración pública de la Iglesia
Evangélica en Alemania intitulada “El bien común y el
egoísmo” (1991) analizaba la propiedad privada y la comunal:
“Los bienes de la tierra deben servir a todas las personas y a
todas las criaturas. Por ello, hay límites para la disposición
26
sobre la propiedad como para la fundamentación de derechos
propietarios”.

Se requiere de un cuidadoso examen para determinar en qué


casos servirá mejor al bienestar de la totalidad la propiedad
privada y en cuáles lo hará más bien la propiedad común. La
propiedad privada fomenta la conciencia del compromiso
concreto vinculado con la posesión de determinados bienes;
la propiedad común subraya el hecho de que el uso de
determinados bienes es vital para todas las personas.

Actualmente estas preguntas se vuelven especialmente


significativas en vista del aprovechamiento de entorno
natural. Aquí aún radican problemas, en gran parte no
aclarados, relacionados con los límites de los derechos
individuales. Como espacio vital natural del ser humano y de
todos los seres creados, la tierra no es una propiedad de la
humanidad sobre la cual se pudiera disponer de manera
arbitraria. Al respecto, aún deben hallarse los caminos para
limitar de manera eficiente mediante la responsabilidad por
el correcto empleo la libertad para el aprovechamiento de las
reservas naturales de la tierra (Nº 137)”. Son las mismas
respuestas a las mismas preguntas. Es un debate que exige
una ética bíblica, que no es tiranía sino desprendimiento.

27
1. Calvino y el capitalismo en el “Libro de Estilo
Protestante”
2. Referencia en el libro de Leopoldo Cervantes: “Un
Calvino Latinoamericano para el siglo XX”
3. A Rubén Montelongo y Amparo Lerín, compadres y
amigos de tantos años.
4. Recientemente apareció el Libro de estilo protestante
(coordinado por José de Segovia y Pedro Tarquis), un
recurso que se necesitaba desde hacía tiempo, sobre
todo para “introducir” a muchos periodistas
despistados a la “jerga evangélica” que tanto se les
indigesta a quienes desconocen el ambiente
protestante, sobre todo en sus aspectos comunitarios,
litúrgicos y sociológicos.

CALVINO Y CAPITAL

LEOPOLDO CERVANTES-ORTIZ

La tercera sección, “Tópicos que generalizan prejuicios y


prejuicios que generalizan tópicos”, incluye en primer lugar el
artículo “Calvino y el capitalismo”, de Manuel de León (pp. 54-
60), colaborador de Protestante Digital de larga trayectoria,
quien le ha dedicado varias e interesantísimas series de textos
28
a personajes del protestantismo español. A Miguel Servet, por
ejemplo, le dedicó varios ensayos entre mayo y agosto de
2008. El texto en cuestión retoma elementos de la serie
dedicada al reformador francés y la economía aparecida entre
diciembre de 2005 y enero de 2006.

Es de llamar la atención el hecho de que precisamente sea


Calvino el “causante” de uno de los principales prejuicios que
afectan a todo el amplio abanico del protestantismo en
España y Latinoamérica, pues las comunidades, iglesias o
movimientos que reivindican ese nombre, aunque prefieran
más la denominación de “evangélicos” por razones que se
han discutido ampliamente en esta revista (sobre todo en los
textos de J.A. Monroy), aun cuando no tengan relación directa
con la tradición teológica derivada del trabajo del reformador
francés en la ciudad de Ginebra, ni conozcan suficientemente
sus obras, participan, en mayor o menor medida, de su
herencia ligada a la ética laboral, el ahorro y la industriosidad.

Por todo ello, De León comienza enjundiosamente su


argumentación lanzando sus dardos más bien contra el rostro
feroz del capitalismo salvaje actual:

¡Si Calvino levantara la cabeza!... es un clásico comenzar para


cualquier comentario sobre la persona y obra de Calvino.
Sobre la frase “el espíritu del capitalismo”, Si Calvino
29
levantara la cabeza, se le pondría la barba aún más de punta,
porque Max Weber, que analizó la Reforma radical como
nadie lo ha hecho, sin embargo, le colocó una losa demasiado
pesada para la humildad de ese profeta. El capitalismo que
conocemos, que ha cambiado la faz de la Tierra llenándola de
tecnología, también la ha convertido en un lugar de mayor
egoísmo humano y ambición, que la ha desequilibrado y hoy
está agonizando lentamente desorientada. (1)

Esta “losa” que carga Calvino se la ha transferido,


prácticamente por contigüidad, para bien o para mal, a todos
los protestantismos, por lo que bien valdría la pena que
muchos creyentes evangélicos se asomaran con mayor
frecuencia a los análisis que clarifican la ambigua y llamativa
relación entre este reformador, la tradición que lleva su
nombre y el sistema económico actual. De León hace su parte,
pues sus diversos acercamientos al problema, y el que nos
ocupa, en particular, contribuyen a deslindar
ideológicamente ambos aspectos. A la pregunta: “¿Tiene la
culpa Calvino?”, responde categóricamente que no, y ubica
históricamente la postura económica de Calvino en sus
términos teológicos, subrayando que a él no le interesó
directamente el tema económico, aunque no se puedan
negar los efectos prácticos de algunas de sus doctrinas: “La
frugalidad y el orden creaban riqueza. El hombre en paz con
30
Dios no gastaba su dinero en la vanidad de la vida. Pero, ¿qué
sucederá con el dinero sobrante y ahorrado?”.(2)

A continuación, De León explica algunos de los desarrollos


que se encuentran en el origen del capitalismo. Así, se
concentra en la forma en que Calvino profundiza en las raíces
espirituales de la desigualdad económica: “Para Calvino el
hombre interactúa en las cuestiones sociales y económicas
para la gloria de Dios y no sólo para el bienestar o el progreso.
Calvino estaba convencido de que los Diez Mandamientos
eran suficiente base para la vida social y de la economía de la
tierra. Él era un líder espiritual que con la Biblia en la mano
buscaba el equilibrio entre política, economía y sociedad, y la
vida religiosa”.(3) En ese sentido, establece las diferencias
entre el reformador y las ideas de Adam Smith.

Calvino, concluye De León, al seguir tan de cerca las


enseñanzas bíblicas, “pensaba que el ´amor al dinero´ es el
que tiene atrapados a los hombres en esta cultura de la
muerte, como droga alucinógena”,(4) de tal manera que,
como consecuencia de este análisis tan aleccionador, es
posible advertir que, en efecto, las apreciaciones de Weber
apuntan hacia una realidad innegable, esto es, que la
religiosidad protestante fue uno de los factores que
contribuyeron al surgimiento de la práctica capitalista, pero

31
esto no puede aplicarse de manera unívoca a todos los
aspectos derivados de la fe reformada.

En este y otros textos, De León destaca la necesidad de


promover la justicia económica, una necesidad en la que
debería verse a Calvino más bien como un aliado, en su
carácter de promotor de una ética sólida y pertinente:
“Calvino promueve una ética protestante del trabajo que
emana de la Biblia como Sabiduría de Dios y puede
considerarse este valor de la dignidad del trabajo como la
primera teología del trabajo y del derecho de los trabajadores
a disfrutar y beneficiarse del mismo”.(5) Y para que quede
más claro, lo cita directamente:

Deberíamos considerar a Calvino como el padre de la justicia


económica, no ya porque creyese firmemente que la Tierra es
del Señor y que todos sus recursos y maravillas deben ser
compartidos, sino porque considerarlo padre del capitalismo
está muy alejado de realidad. No pensaba Calvino que el 20%
de la humanidad poseyese toda la riqueza y el 80 se muriese
de hambre. Sus palabras eran éstas: “Los bienes materiales
no son posesiones personales; son medios que sirven al bien
común; los dones intelectuales individuales, el talento físico o
la capacidad de creación artística encuentran su verdadero
sentido apoyándose mutuamente dentro del conjunto de la
sociedad”.
32
“El Creador quiso que todos los seres humanos lo supieran,
puesto que unos y otros son miembros de la familia humana
del mundo en virtud de su nacimiento y cada quien debe
reconocer en cada uno de los demás a alguien de ´su propia
carne y hueso´”.(6)

1) M. de León, “Calvino y el capitalismo”, en Libro de estilo


protestante. Barcelona, Alianza Evangélica Española-
Protestante Digital-Andamio, 2009, p. 54. Énfasis agregado.
(Agradezco a Pedro Tarquis el envío de tan valioso volumen.)

2) Ibid., p. 55.

3) Ibid., p. 57.

4) Ibid., p. 60.

5) Ibid., p. 58.

6) M. de León, “Justicia económica en Calvino”, en


Protestante Digital, 10 de enero de 2006. Énfasis agregado.
Cf. “Redescubrir a Calvino, padre de la justicia económica”, en
Update, Alianza Reformada Mundial, enero de 2005,
http://warc.jalb.de/warcajsp/side.jsp?news_id=302&part_id
=0&navi=22.

33

También podría gustarte