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En términos generales con el criterio de que los tratados están por encima de las leyes, es
menester subsanar una deficiencia en el sentido de que al no distinguir suficientemente
entre ambas clases y tipos parece que necesariamente todos los tratados están por encima de
todas las leyes.
Esta más que claro que es una de las decisiones más importantes de la Suprema Corte
desde la reforma constitucional de 1994-1995. Es curioso y hasta irónico que, en dos
ocasiones diferentes, en menos de una década, la corte haya adoptado los extremos
opuestos y que en sendas ocasiones lo haya hecho unánimemente. Por supuesto que nada
impide que se pueda abandonar un criterio o tesis en poco tiempo; en especial, cuando
parece como si habláramos de dos cortes distintas, una antes y otra después de la reforma
judicial que entre otras medidas redujo el número de ministros de 21 a 11. Sin embargo, los
dos ministros que pasaron de la "vieja" corte a la "nueva", formaron parte en uno y otro
caso de la decisión unánime, sin que mediara una reflexión adicional de su parte sobre la
necesidad de abandonar el criterio.
HECHOS DEL CASO: El 31 de marzo de 2007 una persona que se negó a identificarse
comunicó a un oficial de seguridad pública del Estado de México la presencia de un
hombre lesionado dentro de un vehículo; pese a que el auxilio policial y médico fue
oportuno, la persona herida falleció en un hospital al cabo de dos días. Casi siete meses
después de tales hechos, un taxista dio información a dos policías de la misma entidad
federativa sobre el supuesto autor de las lesiones, lo que motivó que los uniformados,
ubicaran y entrevistaran al sujeto, quien ante ellos aceptó su participación en los hechos y,
por tanto, fue puesto a disposición de la autoridad ministerial.
En primera instancia se emitió sentencia condenatoria por los delitos Cohecho y Homicidio
calificado, que fue confirmada en apelación. El sentenciado presentó demanda de amparo
directo para que se analizaran los postulados de los artículos 14, 16, 20 y 21 de la
Constitución Federal y la pretendida vulneración de los artículos 9 y 15 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 7 y 8 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Dada la importancia y trascendencia del asunto, fue atraído por la
Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para resolver sobre los temas de
detención, presunción de inocencia y prueba testimonial en materia penal.
La Primera Sala sostuvo que el acto reclamado era violatorio de los artículos 14; párrafo
segundo, 16 y 20, apartado A, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
–texto anterior a la reforma de dieciocho de junio de dos mil ocho–, en lo concerniente al
derecho humano al debido proceso, garantizado por los principios de presunción de
inocencia, no autoincriminación, defensa adecuada, contradicción y de las reglas de
valoración de la prueba; y, en consecuencia, se concedió el amparo y protección de la
Justicia de la Unión de manera lisa y llana.
El asunto no fue el que originalmente se había planteado, el juez federal había resuelto que
como el artículo 68 de la LFTSE imponía una limitación al derecho de sindicalización,
reconocido en el numeral 123 de la Constitución, era inconstitucional. Ahora bien, fue la
corte misma la que trajo a colación el tratado y su jerarquía a escrutinio. Supuestamente,
porque el quejoso aludió al criterio jurisprudencial de que las leyes y los tratados tienen la
misma jerarquía, y que por lo mismo el tratado no podía ser utilizado para determinar la
constitucionalidad de la ley, como un agravio causado por el juez.
En efecto, los tratados internacionales tienen su origen en la voluntad soberana del pueblo
que está expresada en la Constitución y precisamente en ella reside los fundamentos de los
Estados para la adhesión a los tratados internacionales. Por ejemplo, esta idea se encuentra
contenida en la doctrina europea sobre el derecho comunitario, el cual no reconoce
supremacía del derecho comunitario sobre el constitucional, ni tampoco de conflicto entre
conflicto y norma comunitaria ya que
De conformidad con el artículo 133 de la Constitución, tanto las leyes que emanen de ella,
como los tratados internacionales, celebrados por el Ejecutivo Federal, aprobados por el
Senado de la República y que estén de acuerdo con la misma, ocupan, ambos, el rango
inmediatamente inferior a la Constitución en la jerarquía de las normas en el orden jurídico
mexicano. Ahora bien, teniendo la misma jerarquía, el tratado internacional no puede ser
criterio para determinar la constitucionalidad de una ley ni viceversa. Por ello, la Ley de las
Cámaras de Comercio y de las de Industria no puede ser considerada inconstitucional por
contrariar lo dispuesto en un tratado internacional.