Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Autor: Nicolás Reviriego (Profesor adjunto regular de Derecho Civil, parte general,
cátedra del Dr. Juilio César Rivera, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de Buenos Aires)
Como punto de partida, la ley es la fuente del derecho por excelencia, la más
importante de todas, y ella es la que dota de obligatoriedad a otras fuentes. En efecto, si
nos preguntamos por qué la costumbre jurídica es una fuente formal vinculante para los
jueces en el derecho civil argentino, la respuesta es porque así lo determina la ley. En el
viejo Código Civil -hoy derogado-, el art. 17 determinaba la obligatoriedad de la
costumbre en dos supuestos: cuando la ley se refería a ella (secundum legem), y en
situaciones no regladas legalmente (praeter legem).
Por su parte, y siguiendo con el ejemplo, el art. 1° del nuevo Código Civil y
Comercial establece que la costumbre es obligatoria para el intérprete en tres casos:
cuando la ley se refiere a esos usos o prácticas, cuando la costumbre es invocada por las
partes en un contrato, y cuando existe una laguna legal.
Con relación a los fallos plenarios, recordemos que con fecha 17/5/2013 fue
publicada en el boletín oficial la ley 26.853, que entre otras cuestiones, creó tres órganos
jurisdiccionales, a saber: la Cámara de Casación en lo Contencioso Administrativo
Federal, la Cámara Federal y Nacional de Casación del Trabajo y la Seguridad Social y
la Cámara Federal y Nacional de Casación en lo Civil y Comercial, todas ellas con sede
en la Capital Federal, las que se regirán conforme la organización y competencias que se
establece en la ley (art. 1°). Pero además, su art. 12 derogó la norma que dotaba de
obligatoriedad a los fallos plenarios.
Precisamente la supresión del art. 303 fue el tiro en la sien que decretó el deceso
de esta fuente formal en ámbito del CPCCN. En ese sentido, la norma del art. 303
disponía que "La interpretación de la ley establecida en una sentencia plenaria será
obligatoria para la misma Cámara y para los jueces de primera instancia respecto de los
cuales sea aquélla tribunal de alzada, sin perjuicio de que los jueces dejen a salvo su
opinión personal. Sólo podrá modificarse dicha doctrina por medio de una nueva
sentencia plenaria".
Entonces, al haber sido derogada la norma que dotaba de obligatoriedad a los
fallos plenarios, éstos -por lo menos desde el aspecto normológico- dejaron de ser fuente
obligatoria del derecho en el ámbito del CPCCN. Pero desde el punto de vista de la
realidad, algunos tribunales mantuvieron su vigencia de distintas maneras -a las que me
referiré más adelante- debido a que las Cámaras de Casación nunca fueron integradas.
En este estado de situación, con fecha 1° de Junio de 2016 el Poder Ejecutivo
envió al Congreso de la Nación un proyecto de ley proponiendo la reinstalación de los
fallos plenarios en la órbita del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Con ese
objetivo, se propone la derogación la ley 26.853 y los incs. 2, 3, y 4 del art. 32 del Decreto-
Ley 1285/58, ratificado por ley N° 14.467 y sus respectivas modificaciones, pero
manteniéndose lo dispuesto por el art. 21 del Decreto-Ley N°1285/58. Se aclara en el
proyecto que las sentencias plenarias dictadas por las Cámaras Federales de Apelaciones
o las Cámaras Nacionales de Apelaciones durante el período de vigencia de la ley N°
26.853 conservarán su obligatoriedad en los términos del art. 303 del CPCCN.
Finalmente, este proyecto tuvo resultado favorable al haberse convertido en la ley
27.500 que entró en vigencia el día 10/1/2019, razón por la cual, puede afirmarse que se
ha producido la resurrección de los fallos plenarios en la órbita del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación. En efecto, la ley mencionada sustituyó los artículos 288 a 301
correspondientes a la sección 8a del capítulo IV, título IV del libro primero del Código
Ritual señalado, e incorporó los artículos 302 y 302, normas que analizaré en el curso del
este trabajo.
Por tanto, si nos preguntamos la razón por la que los plenarios son una fuente
formal obligatoria en el ámbito del CPCCN, la respuesta es sencilla: porque la ley así lo
establece, y aquí se ve claramente el poder de la ley sobre las demás fuentes del derecho,
incluso con respecto a aquéllas que son obligatorias.
II.- Concepto
La ley fue definida por la doctrina francesa como la regla social obligatoria
establecida de modo permanente por la autoridad pública y sancionada por la fuerza1.
Los autores clásicos suelen afirmar que existen dos conceptos de ley: uno
restringido o formal, y otro amplio o material. Se denomina ley formal a la regla emanada
por el Congreso de la nación, para cuya elaboración se cumplieron con las pautas
contempladas en los arts. 77 a 84 de la Constitución Nacional, capítulo titulado "De la
formación y sanción de las leyes". Pero además, también constituyen leyes formales todos
los conjuntos normativos elaborados por las legislaturas provinciales. Así, por ejemplo,
los legisladores de la provincia de Buenos Aires, al tratar un proyecto de ley, deben
cumplir fielmente con los pasos que impone la Constitución de esa provincia en su cap.
VI titulado "Procedimiento para la formación de las leyes", arts. 104 a 112.
Por su parte, la ley en sentido material -o en sentido amplio- es aquélla regla que
reúne tres caracteres fundamentales: es dictada por autoridad competente, resulta
obligatoria, y general.
Por ejemplo, los decretos del Poder Ejecutivo Nacional son leyes materiales
porque sin dictados por autoridad competente, ello de conformidad con el art. 99, inc. 2°
de la Constitución Nacional, los que son de aplicación obligatoria en todo el territorio de
la nación. Lo mismo ocurre con los decretos de los gobernadores de provincia, con las
ordenanzas municipales, con las resoluciones de los ministerios, con las resoluciones de
la administración federal de ingresos públicos etc.
Normalmente ocurre que las leyes formales revisten al mismo tiempo el carácter
de leyes materiales, porque además de ser dictadas por la autoridad que tiene la potestad
constitucional, son obligatorias y generales. Pero puede ocurrir, que una ley formal
carezca de obligatoriedad para los habitantes o de generalidad. Por ejemplo, pensemos en
una ley del Congreso de la Nación que determina que un día específico será considerado
el día de la yerba mate; o una ley que le otorgue una pensión a 10 veteranos de la guerra
de Malvinas; y por último, el ejemplo que daba Llambías: ley del parlamento que ordena
la construcción de un monumento, la que revestiría el carácter de ley formal, pero no de
material, ya que no estatuye norma jurídica alguna.
A título ilustrativo, el art. 4to. del Código Civil de Colombia establece que “la ley
es una declaración de voluntad soberana manifestada en la forma prevenida en la
Constitución Nacional. El carácter general de la ley es mandar, prohibir, permitir o
castigar. En igual sentido, el Código de Chile expresa en su art. 1° que “la ley es una
declaración de voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la
constitución, manda, prohíbe o permite”.
1
Llambías, Jorge J., Tratado de Derecho Civil, Parte General, T°1, pág. 46, ed. Perrot, 1997, citando la
definición de Marcel Planiol.
III.- Clasificación de las leyes
2
Bidart Campos, Germán J, Manual de la Constitución reformada, T°1, pág. 429, ed. Ediar 1998.
3
Salvat, Raymundo M.-López Olaciregui, José María, Tratado de Derecho Civil Argentino, Parte General,
T°1, nro. 17, pág. 47, Topográfica editora argentina (TEA), 1964.
Ejemplos de leyes nacionales: Código Civil y Comercial; ley de contrato de
trabajo; el Código Penal de la Nación; la ley de derechos del paciente; ley de salud mental;
etc.
Para poder dar ejemplos de leyes provinciales, es necesario circunscribirnos a una
provincia determinada, por lo que tomaré la provincia de Buenos Aires. Atento ello, como
ejemplos de leyes de la Provincia señalada, se pueden brindar los siguientes: Constitución
provincial; Código Procesal Civil y Comercial; ley de mediación; procedimiento de
adopción en la provincia; etc.
Las disposiciones de las leyes rígidas son precisas y concretas, al aplicarlas el juez
no hace sino comprobar la existencia de los presupuestos o condiciones legales e impone
la única consecuencia prefijada en la ley. Veamos algunos ejemplos que suministraba el
maestro Borda, adaptados al nuevo Código Civil y Comercial: la mayoría de edad se
alcanza a los 18 años (art. 25); el máximo de tiempo de duración del embarazo es de 300
días y el mínimo de 180 (art. 20); el contrato de donación de bienes inmuebles o muebles
registrables, y de prestaciones periódicas o vitalicias debe ser hecho en escritura pública,
de lo contrario el contrato sería inválido de nulidad absoluta (art. 1552).
Por otro lado, las leyes flexibles, son elásticas, consagran un principio general que
les permiten a los jueces moverse con cierta libertad al aplicarlas. En tal sentido, el art.
279 del CC y C determina que el objeto del acto jurídico no puede ser contrario "a la
moral y a las buenas costumbres", y como sostenía Borda, es éste un parámetro flexible
que depende de muchos factores, como la sociedad involucrada, la época histórica, los
principios arraigados en esa sociedad, la religión etc., pero además es muy importante la
propia conciencia individual del juez.
Al mismo tiempo, tanto el Código de Vélez como el actual incluyen una serie de
conceptos dúctiles como las injustas amenazas, el deber de obrar con cuidado y previsión,
la finalidad del ordenamiento jurídico, la equidad, los principios generales del derecho
etc. De esta forma, la legislación trata de no aprisionar al juez con fórmulas rígidas que
un cambio de circunstancias puede convertir en injustas o en inaplicables.
C) Prohibitivas y dispositivas5
D) Imperativas y supletorias
Las primeras se imponen coactivamente, no pudiendo ser dejadas de lado por las
personas, por lo que su incumplimiento trae como consecuencia una sanción legal. En
otros términos, este tipo de leyes imponen deberes u obligaciones inexcusables que no
pueden ser ignorados por los habitantes. Un ejemplo de este tipo de leyes es el art. 1197
del CCyC, el que determina que el plazo máximo de la locación, cualquiera sea su objeto,
no puede exceder de 20 años para el destino habitacional y 50 años para otros destinos,
aunque pueda ser renovable expresamente por un lapso que no exceda de los máximos
previstos.
Sostiene Guillermo Borda, que deben cumplirse aun cuando ambas partes
estimaran preferible otra regulación de sus relaciones jurídicas. En algunos casos asumen
la forma de mandatos, y en otros de prohibiciones.
Por su parte, las leyes supletorias llamadas también interpretativas, pueden ser
desaplicadas por acuerdo de partes en un contrato, porque ellas han encontrado una
regulación más adecuada para la tutela de sus intereses. Borda lo explicaba con una
claridad meridiana en los siguientes términos: "El legislador suele tener en cuenta la
posibilidad de que las partes, al celebrar un contrato, no hayan previsto alguna de las
consecuencias que pueden derivas de él, para esos casos, establece reglas que desde luego
sólo tiene validez en la hipótesis de que los interesados nada hayan dispuesto sobre el
particular. Por ello se llaman supletorias puesto que suplen la voluntad de las partes
inexpresada en los contratos, y como el legislador dicta la regla de acuerdo a lo que parece
más razonable, o a lo que es la práctica de los negocios, en el fondo procura interpretar
lo que hubieran establecido los contratantes, de haberlo previsto6.
Veamos otro ejemplo de norma supletoria: el art. 874 del CCyC especifica
distintos lugares en donde debe cumplirse con el pago de la obligación, y ello en los
siguientes términos: "Si nada se ha indicado, el lugar de pago es el domicilio del deudor
al tiempo del nacimiento de la obligación. Si el deudor se muda, el acreedor tiene
derecho a exigir el pago en el domicilio actual o en el anterior. Igual opción
corresponde al deudor, cuando el lugar de pago sea el domicilio del acreedor. Esta
regla no se aplica a las obligaciones: a) de dar cosa cierta; en este caso, el lugar de
pago es donde la cosa se encuentra habitualmente; b) de obligaciones bilaterales de
cumplimiento simultáneo; en este supuesto, lugar de pago es donde debe cumplirse la
prestación principal".
Entonces, si dos personas celebran un contrato pueden perfectamente establecer
un lugar de pago distinto a los supuestos contemplados por la norma, lo que nos muestra
el poder de la voluntad de las partes sobre este tipo de normas que pueden ser barridas -
en su aplicabilidad- del contrato porque las partes así lo decidieron. Por el contrario, si
los contratantes no fijaron un lugar de pago en el contrato, la norma supletoria entra a
jugar cubriendo esa laguna contractual.
Algunos autores7 sostienen que existe otra categoría de leyes muy similares a las
imperativas, pero que no deben confundirse con ellas: son las llamadas de orden público.
En efecto, estas son dictadas por el legislador con el fin de proteger intereses y valores
superiores así considerados por una sociedad determinada, dentro de un lapso temporal
específico; o en otros términos, aquéllas en que están interesados, de una manera muy
inmediata y directa, la paz y la seguridad sociales, las buenas costumbres, un sentido
primario de la justicia y la moral; en otras palabras, las leyes fundamentales y básicas que
forman el núcleo sobre el cual está estructurada la organización social8. Sin embargo,
Borda estaba en contra de esta la distinción entre leyes imperativas y de orden público
con base en el art.21 del Cód. Civil de Vélez9, y decía que sólo debe hablarse de aquéllas
leyes que pueden ser dejadas de lado por las partes en un contrato (supletorias o
interpretativas) y de las que no pueden serlo, que el Código llama de orden público y que
son precisamente las imperativas
Por otro lado, se ha dicho acertadamente que "no toda norma imperativa es de
orden público, verbigracia, las que determinan las formas solemnes para determinados
actos o las que regulan la tutela de los menores o la curatela de los insanos. Pero sí es
exacto que toda ley de orden público es imperativa, es decir, no puede ser dejada de lado
por la voluntad de las partes" (Rivera-Crovi, pág. 60).
Sin perjuicio de referirme al orden público como límite a la autonomía de la
voluntad en el punto siguiente, si tomamos el CCyC, y comenzamos a estudiar por
ejemplo, el instituto de la capacidad de las personas, vamos a darnos cuenta rápidamente
que las normas que la regulan son imperativas, inderogables e indisponibles por las
personas. Así, si yo decidiese concurrir a un escribano a fin de que labre un acta
6
Borda, Guillermo, Tratado de Derecho Civil, parte general, T° 1, nro. 44, págs. 72/73, ed. Perrot, 1991.
7
Llambías, Jorge J. ob. cit. Nro 4; Rivera, Julio C.-Crovi, Daniel, "Derecho Civil, parte general, pág. 60, ed.
Abedelo Perrot, 2016, y nro. 66 en la edición de Enero de 2019.
8
Borda, Guillermo, ob. cit. nro. 46.
9
Esta norma decretaba lo siguiente: “Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes
en cuya observancia estén interesados el orden público y las buenas costumbres”.
declarando mayor de edad a mi hijo Constantino de 8 años, tal instrumento sería inválido
porque las normas que regulan la capacidad no pueden ser dejadas de lado por los
particulares (imperativas), pero además, dicha institución integra el orden público
argentino. Aquí vemos entonces, normas imperativas pero que al mismo tiempo han sido
dictadas por el legislador con la finalidad de regular una institución considerada
fundamental por nuestra sociedad.
Según Guillermo Borda10, la cuestión de las normas de orden público tiene un
enorme interés práctico, porque la doctrina tradicional atribuye a estas los siguientes
efectos: 1. las partes en un contrato no pueden derogarlas por acuerdo de voluntades; 2)
impiden la aplicación de la ley extranjera, no obstante cualquier norma legal que así lo
disponga; 3) No puede alegarse válidamente el error de derecho si éste ha recaído sobre
una ley de este tipo; y 4) Deben aplicarse retroactivamente: nadie puede invocar derechos
adquiridos tratándose de leyes de orden público.
No obstante ello, para el prestigioso autor citado, leyes imperativas y de orden
público son conceptos sinónimos, porque cada vez que el legislador impone una norma
con carácter obligatorio y veda a los interesados apartarse de sus prescripciones, es porque
considera que hay un interés social comprometido en su cumplimiento11, sustentando esta
postura en lo que disponía el art. 21 del Código de Vélez, al determinar que “Las
convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia
están interesados el orden público y las buenas costumbres”.
Por su parte, el art. 12 del actual CCyC contiene un primer párrafo casi igual al
de Vélez, al que se le suprimió el término “las buenas costumbres”, que dice así: ““Las
convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia
están interesados el orden público”.
Para esta concepción el orden público está constituido por los principios que cada
nación estima básicos para su ordenación social (Capitant, Laurent). En la doctrina
argentina Raymundo Salvat sustentaba estas ideas al definir al orden público como el
conjunto de principios de orden superior, políticos, económicos, morales y algunas veces
religiosos, a los cuales una sociedad considera estrechamente vinculada a la existencia y
conservación de la organización social establecida; por ejemplo, la separación de poderes,
la libertad individual, la propiedad, etc.
Respecto de esta teoría se ha afirmado (Arauz Castex, Manuel) que si bien como
principio sus postulados son útiles, pero resultan incompletos para resolver muchos
supuestos de derecho interno. Un ejemplo de ello es la materia de la capacidad de las
personas, cuyas normas regulatorias son de orden público, o integra el orden público sin
embargo no está vinculada a la organización social.
Para esta teoría la indagación por vía racional de la noción de orden público es
una tarea francamente estéril, de ahí que haya que abandonar el asunto a la intuición del
intérprete. En esta tendencia se encuentra Mourlon, para quien el orden público es algo
que “más se siente que se define”.
En nuestra doctrina -y siempre siguiendo los estudios de Llambías- Arauz Castex
afirmaba que la noción del orden público no tiene un contenido concreto y constante; no
hay leyes de orden público por sí mismas. Por esto se debe hacer una estimación o
balance, en términos de justicia, confrontando el contrato, el derecho adquirido o la
conducta pasada en el extranjero con la ley para apreciar cuál es el factor cuya aplicación
arroja un resultado más valioso, es decir, más justo.
e. Identificación del orden público con la voluntad del legislador
f. Criterio Casuista
g. Mi opinión
15
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala B, “Van Hemel R y K, Ckaudina María y otros
s/información sumaria”, 23-2-2015.
En la sucesión, resultan improcedentes los agravios que apuntan a una prórroga de
jurisdicción en virtud de la mera petición formulada por el presentante, ya que la
competencia en materia sucesoria resulta improrrogable y de orden público.