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Este proceso tuvo sus principales etapas en el reinado de Isabel II y se puede dividir en
varios periodos: la Desamortización de Mendizábal y Espartero (1834-1837) y la
Desamortización de Madoz (1855-1856). Comentario [D1]: Esta es la
introducción, aquí debe estar
definido el periodo y debe acotarse
La Desamortización de Mendizábal entre 1834 y 1854 fue sobre todo una cronológicamente. Además
desamortización eclesiástica que comenzó con las leyes y decretos de disolución de describiremos muy brevemente las
órdenes religiosas (a partir de 1834), la abolición de los mayorazgos de 1836 (que etapas por las que pasa (segundo
párrafo).
permitía la compraventa de los bienes nobiliarios) y la expropiación de las
propiedades de las órdenes, anteriormente disueltas, (1836-1837) que se pusieron a la
venta mediante subastas, en beneficio de la Hacienda pública. La misma suerte
corrieron los bienes del clero secular (que no pertenecía a órdenes religiosas), que, sin
embargo, no comenzó hasta septiembre de 1841, ya bajo la regencia del general
Espartero. Igualmente se desamortizaron las propiedades de las órdenes militares. Este
proceso se vio acelerado por las necesidades económicas de la Corona durante la
Primera Guerra Carlista (1833-1840) y por la llegada de los progresistas al poder de la
mano del gaditano Álvarez Mendizábal. Las ventas de bienes eclesiásticos alcanzaron en
las subastas un valor en torno a los cinco mil millones de reales. Durante la Década
Moderada (1844-1854) la desamortización se paralizó, especialmente con el
Concordato de 1851 (acuerdo entre el Estado español y el Vaticano). Después de la
Revolución de 1854 se encargó a Pascual Madoz la elaboración de la ley necesaria para
proceder a una nueva desamortización que fue efectiva a partir de 1855.
La Ley Desamortizadora de Pascual Madoz de 1855, afectó, sobre todo, a los bienes
municipales (o de propios) y se alargó en diversas etapas hasta 1924. La primera etapa
(1855-1856) fue la más activa e importante, aunque sólo estuvo vigente poco más de un
año, prácticamente terminó de desamortizar los bienes de origen eclesiástico y afectó a
buena parte de los municipales y otros de origen civil. Millones de hectáreas y miles de
fincas cambiaron de propietarios. De hecho, esta desamortización, por el tipo de tierras
puestas en venta y la forma de hacer las subastas, fue la que permitió distribuir más las
propiedades, que fueron adquiridas en mayor proporción que en las etapas anteriores
por medianos y pequeños labradores, aunque los grandes propietarios rurales y urbanos
siguieron siendo los principales compradores.