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La Tierra empezó a tener una tectónica de placas activas (es el único cuerpo del Sistema

Solar que la tiene; Marte y Venus quizás la tuvieron en otros tiempos). Esta nueva manera
de caminar de nuestro planeta, que se dio gracias a los potenciales entre las temperaturas
y presiones extremas (el núcleo de la Tierra alcanzó la temperatura superficial del Sol), ha
hecho que la Tierra se renueve constantemente, eliminando los restos de cráteres que aún
podemos encontrar en los otros cuerpos rocosos del Sistema Solar, como en la Luna.
La actividad geológica empezó a agrupar islas y cadenas de volcanes y hace
aproximadamente 4.000 millones de años formó un gran continente llamado Rodinia; la
ralentización de la Tierra ahora hacía que la duración del día fuera de 18 horas. El calor
del núcleo termina por volver a hacer estragos y dividir el gran continente, en esos
momentos la atmósfera estaba llena de CO2 como lo están las atmósferas de los planetas
rocosos actualmente (figura 4). La diferencia era que nuestro planeta ya había aprendido a
moverse y empezó a desgasificarse, el CO2 quedó preso en las rocas de la Tierra y sin
efecto invernadero el planeta entró a una época de glaciación (este período lo aceptan los
constructores de la teoría “Tierra Bola de nieve”), propiciada por el efecto de albedo, que
era la reflexión intensa que hacía el hielo de los rayos solares.
Figura 3: Espectros sintéticos de Venus, Tierra y Marte en el visible e infrarrojo cercano
generados por el Virtual Planetary Laboratory (VPL).
Créditos: V.S Meadows, U. Washington
 
 
Al tiempo que se daban los cambios lentos pero extremos en la estructura geológica del
planeta, empezó la dinámica química, un planeta con agua, amoniaco, metano y mucho
carbono, no tenía otra opción diferente a empezar a formar macromoléculas, los diferentes
ciclos del reciclaje que hacía la tectónica de placas del CO2 y el agua en sus múltiples
estados iban a promover el tejido de las primeras proteínas y aminoácidos, que
evolucionarían en material genético en los hirvientes océanos hasta formar organismos
sencillos como los estromatolitos y las cianobacterias, ¡la Tierra además de estar viva
generaba vida!. La vida se encargaría desde entonces de catalizar los procesos que
definirían a la Tierra. Los estromatolitos se encargaron de aumentar los niveles de
Oxígeno de la atmósfera y las cianobacterias se ocuparon del proceso vital de fijación del
Nitrógeno.
Volviendo a la historia de la glaciación, y conociendo que ya había vida en los océanos
debajo de la capa de 3 km de altura de hielo, llegaba el momento de ver si esta tenía un
final; el Carbono se dejó de absorber y empezó a crear un manto alrededor de la Tierra,
volvía a retenerse la radiación y se derretía el hielo, se reanudó el flujo de océanos que
empujó la débil corteza, creando fisuras que aumentarían la actividad tectónica. Además,
gracias al hielo empezó a formarse Peróxido de Hidrógeno y por fotólisis y radiación UV se
descompuso para aumentar la provisión de Oxígeno de la Tierra, pero principalmente para
formar un isótopo del Oxígeno, el Ozono, y propiciar el origen de las plantas, la Tierra
empezaba a tener pulmones. Cuando ya habían pasado 200 millones de años más, se
estima que los días ya eran más cálidos y soportables, además tenían una duración de 22
horas, los organismos empezaban a evolucionar, apareció una diversidad ingente de
organismos multicelulares. Hace 45 millones de años, la vida evolucionó para salir del
agua y hace apenas 4 millones de años algo cambió en los paisajes terrestres para dar
paso a las formas de vida de las especies bípedas, los bosques húmedos se convirtieron
en sabana y obligaron a las especias a descender de los árboles y a ponerse de pie en
busca de alimento.

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