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DIAGNÓSTICO DE FILOSOFIA

Luca Almirón

El filósofo Sócrates es ejecutado en Atenas, frente a varias personas, entre ellas


muchos jueces, quienes, en su vasta mayoría votaron para que ese fuera su final. Lo
condenan de manera social y formal, siendo sus cargos los siguientes: que se mete
donde no debe cuando habla de cosas celestes (es decir, Sócrates cuando ponía en
aporein el hecho de una divinidad o de algo más allá, estaba poniendo en duda algo
que en esa época era inimaginable. Además, era acusado de “inventar” nuevos Dioses,
pero así mismo de ser ateo. Algo mencionado con la grandiosa ironía socrática). Otra
de sus acusaciones era el hecho de, que de alguna manera, acababa pareciendo un
sofista, quien “enseña saberes” buscando algo a cambio, y que hacía más fuerte el
argumento más débil. Y la última de sus acusaciones era que corrompía a los jóvenes.

De esta manera, es cuando también, de alguna manera, se lo acusa de ser un mal


ciudadano. Claramente, porque ponía en jaque lo que era una ley. Como filósofo, no
podía ser un burócrata del estado, por lo que su misión era preguntar y replantearse
todo lo que ya estaba escrito. Y esto, era lo que inculcaba a los jóvenes que lo seguían,
un pensamiento crítico y propio, lo cual para el estado no es nada conveniente (esto lo
podríamos trasladar a las sociedades más modernas, donde al estado no le conviene el
hecho de que pensemos por nosotros mismos, sino que seamos todos lo más uniformes
posible así el manejo sería más fácil).

Dejando esto en evidencia, podríamos intuir que es injusto el juicio hacia Sócrates, ya
que lo juzgan simplemente por sus conocimientos, y, como podremos notar, la justicia
no es siempre el camino del “bien”. Y por otro lado, ¿Qué es el bien? El bien, lo
podemos tomar como un estado de sabiduría, mientras que el mal (si bien para
Sócrates no existe) sería una ausencia de ese saber, es decir, la ignorancia hacia el bien.
Nadie actuaría con malicia solo por desearlo. Por lo que nadie sería injusto deseándolo,
simplemente por ignorantes. Y, al fin y al cabo, terminan juzgando por ignorantes a
una persona que quería educarlos hacia el bien.

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