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Apología de Sócrates, Platón

Contesta cada pregunta desarrollando y justificando tu respuesta. Puedes


usar citas del libro para apoyar lo que dices (una o dos por pregunta),
señalando la página y letra en la que está (159, 18a, etc.).

Cada una de las preguntas tiene un valor de 2 puntos.

1 Al finalizar su introducción, antes de empezar su defensa, Sócrates pide

a quienes le están juzgando que “consideréis y prestéis atención solamente a si

digo cosas justas o no. Éste es el deber el juez, el del orador, decir la

verdad”. Explica qué quiere decir con esta frase, relacionándola con la manera

de pensar de Sócrates y su forma de vida.

Sócrates comienza su defensa refutando las antiguas acusaciones que han hecho los
ciudadanos atenienses de manera anónima en contra de su persona. De las primeras
acusaciones que rebate es la que afirma que el filósofo es muy hábil hablando y
argumentando. Sócrates queda sorprendido ante esto, ya que él no se considera para nada
un gran orador, sino completamente lo contrario. Esto se puede encontrar en el texto de la
siguiente manera: “De las muchas mentiras que han urdido, una me causó especial
extrañeza […] inmediatamente les voy a contradecir con la realidad cuando de ningún modo
me muestre hábil para hablar” (17ab)

Sócrates dice que, de las acusaciones, cree esta es la más vergonzosa. Según el acusado,
esto es porque los acusadores creen que el que dice la verdad es un hábil hablando. A
continuación, Sócrates aclara que, en su defensa, no habrá frases elaboradas ni intentará
engañarlos embelleciendo su discurso. En cambio, sus frases serán idénticas a las que utiliza
día a día e irá diciendo lo que le venga a la cabeza.

También, pide a los presentes en el juicio que entiendan su situación, es la primera vez que
es juzgado y necesita hablar ante un tribunal. Por este motivo, deben aceptar su manera de
expresarse, aunque no sea la más correcta o adecuada para un juicio.

Para finalizar esta introducción, Sócrates dice lo siguiente: “consideréis y prestéis atención
solamente a si digo cosas justas o no. Éste es el deber el juez, el del orador, decir la verdad”
(18a). Aquí pide a los oyentes que se fijen únicamente en el contenido de sus argumentos,
no en la forma que tienen. Es decir, en si sus argumentos se basan en la verdad o no.

Con esta petición está dejando claro que su único objetivo es buscar la verdad, y en su
proceso provocar que otros también la busquen. También lo podemos observar en su
manera de buscar respuestas, la mayéutica. Aquí, Sócrates hace una pregunta a alguien que
se considera sabio, le pide una respuesta. Cuando el supuesto sabio le contesta, Sócrates le
sigue preguntando, haciendo que el “sabio” entre en contradicción y acabe dándose cuenta
de que sus respuestas son erronas. De este modo, el sabio reconoce que él también es
ignorante y que realmente no conoce la verdad.

En este argumento también podemos encontrar algo escondida una crítica a los principales
ciudadanos que estaban en contra de Sócrates, los sofistas. Los sofistas son considerados
grandes oradores y además afirmaban que no había una verdad universal, sino que es
relativa. Utilizando la oratoria como recurso, persuaden a los ciudadanos de las verdades
que ellos creen válidas.

Sócrates critica esta práctica, ya que él defiende la idea de una verdad universal y cree que
los sofistas están engañando a los atenienses. También los consideraba unos hipócritas, ya
que le acusan de transformar la verdad a su voluntad cuando eran ellos los que utilizaban el
discurso adornado para convencer a los ciudadanos de sus propios ideales.
2 ¿De qué acusaban los atenienses a Sócrates, basándose en rumores? ¿Conoce

Sócrates a estos acusadores? Explica estas acusaciones.

Las acusaciones por las que es juzgado Sócrates ante el tribunal ateniense se pueden dividir
en dos grandes grupos, las acusaciones antiguas y las nuevas.

Las antiguas acusaciones no están hechas por una persona en concreto, sino que se han ido
haciendo de manera anónima por parte de los ciudadanos atenienses a lo largo de los años.
Hay tres acusaciones principales.

La acusación más importante es la que afirma Sócrates se cree sabio cuando no lo es.

En primer lugar, Sócrates se defiende del argumento que dice que cobra por educar a los
jóvenes. Lo niega de esta manera: “si habéis oído a alguien decir que yo intento educar a los
hombres y que cobro dinero 4, tampoco esto es verdad” (19d).

Sócrates, ni mucho menos, hace a los ciudadanos pagar por sus supuestas enseñanzas. Él
sencillamente comparte su sabiduría, quien quiera escucharla y aprender de ella es
bienvenido a acompañarle en su búsqueda de la verdad.

De hecho, él mismo no se considera educador. Sus discursos y conversaciones con los


atenienses no los hace con el objetivo de educarlos con su propia filosofía, sino para el
mismo buscar la verdad y hacer que estos también la busquen.

Sócrates después se compara con otro filósofo, en este caso sofista, Eveno de Paros. Este, al
contrario del acusado, si cobra a los ciudadanos por sus servicios educativos. Sócrates cree
que filósofos cómo Eveno, se aprovechas de las mentes de los ciudadanos, convenciéndoles
con su retórica de que necesitan pagar para convertirse en sabios, y que realmente, los
sofistas, les están haciendo un favor compartiendo su saber. Él, sin embargo, defiende que
esta sabiduría se puede encontrar de, incluso, mejor calidad dialogando con otros
ciudadanos, y además de manera gratuita.

El filósofo termina de defenderse de esta acusación relatando como Querofonte fue al


Oráculo de Delos. “tuvo la audacia de preguntar al oráculo esto -pero como he dicho, no
protestéis, atenienses-, preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió
que nadie era más sabio” (21a).
Después de enterase de esto, Sócrates decide investigar el veredicto dado por el Oráculo,
intentando demostrar que hay personas más sabias que él. Buscó un ciudadano que era
generalmente percibido como sabio y dialogó con él. Usando la mayéutica, demostró que
este hombre que creía ser sabio, realmente no lo era. Así lo intentó con diferentes
ciudadanos considerados sabios, demostrando que cada uno de ellos no era tan sabio como
creía serlo.

De esta manera llego a la conclusión que él, al reconocer que no era sabio sino ignorante,
tenía más sabiduría que los que afirmaban serlo, ya que por lo menos sabía que no sabía
nada. Pero esta investigación tuvo sus consecuencias, demostrando la ignorancia de los
supuestos sabios generó un mal estar en Atenas y también se ganó muchas enemistades
que han hecho que la imagen de Sócrates haya sido denigrada.

Sócrates también es acusado de poder convertir el argumento más débil en fuerte. Algunos
jóvenes acompañan a Sócrates, y los acusadores piensan que Sócrates los ha convencido
utilizando su increíble talento para la oración. De esta manera vuelve a ser acusado de
moldear la verdad a su gusto para engañar a las personas.

Por último, es acusado de conocer las cosas celestes y terrestres. Esta acusación es muy
usualmente utilizada para describir los que hacen los filósofos. Obviamente este no es el
objetivo que quiere alcanzar Sócrates filosofando, y dice que esto deja claro que sus
acusadores realmente ignoran el trabajo que hace el filósofo. Es decir, que los hombres que
creen saber le acusan de malvado porque al hablar con Sócrates quedan en evidencia y se
enfadan con él.

Al finalizar su defensa de las antiguas acusaciones, Sócrates dice que él cree que es tan
odiado en Atenas porque algunos individuos llevan años convenciendo a los ciudadanos de
que él es malo, con el objetivo de proteger sus propios intereses.
3 ¿Quiénes son capaces de enseñar a la gente y convencen a los jóvenes de que

les paguen dinero y les rindan gratitud? Explica más sobre este tipo de

personajes y su papel en el juicio de Sócrates.

Los sofistas fueron un grupo de pensadores griegos que desarrollaron su filosofía en la


antigua ciudad de Atenas en los siglos V y VI. Se caracterizaban por su rechazo de la verdad
universal, afirmando entonces que la verdad era relativa y podía ser utilizada como recurso
para el convencimiento.

También eran muy conocidos por sus dotes como oradores y su fascinante retórica que
usaban para sus propios intereses. Defendían que, si argumentaban una opinión lo
suficientemente bien para convencer a otra persona, significaba que esta era juicio era
verdadero.

Además, estos filósofos eran partidarios y colaboraban con gobierno de los Treinta Tiranos,
una oligarquía que se impuso en Atenas después de su derrota en la Guerra del Peloponeso.
Esta manipulaba la democracia y usaba su poder sin límites

Los sofistas fueron criticados por Sócrates, ya que defendían que la verdad no existía,
totalmente contrario al pensamiento del filósofo ateniense, cuya única ambición era buscar
la verdad. Además, cobraban por sus enseñanzas, por lo que Sócrates le acusaba de solo
filosofar con el único objetivo de conseguir riqueza y prestigio.

Los sofistas que llevaron a Sócrates frente al tribunal fueron Meleto, Ántio y Licón. Eran
poeta, artesano y orador respectivamente. Cada uno de estos ciudadanos había sido dejado
en evidencia por Sócrates durante su búsqueda de un hombre más sabio, así que le guardan
rencor al filósofo.

Ellos son los que han realizado las nuevas acusaciones en contra de Sócrates, los que
finalmente lo han llevado frente al tribunal de Atenas para que sea juzgado por sus
supuestos crímenes.

Realizan dos grandes acusaciones, acusan a Sócrates de impiedad, no creer en los dioses, y
de corromper a los jóvenes atenienses.
En primer lugar, Sócrates se defiende de la acusación de corrupción de la juventud
ateniense, lo hace dialogando con Meleto delante del tribunal. Haciendo uso de la
mayéutica, Sócrates logra que Meleto desmonte el mismo sus acusaciones.

Primero le pregunta que si él corrompe a las jóvenes quién les hace mejores. Meleto,
contestando a la retahíla de preguntas del acusado, acaba enumerando una lista larga de
personas. Sócrates llega a la conclusión de que el sofista cree que únicamente Sócrates
corrompe a la juventud ateniense, lo que no es demasiado coherente.

Después, le pregunta si él cree que daña a los jóvenes de manera voluntaria o involuntaria.
Meleto contesta que lo hace voluntariamente. Entonces le pregunta que como es esto
posible ya que Sócrates ignora que él sea malvado. Por lo que sí está corrompiendo a los
jóvenes lo hace inconscientemente. Si esto es así, no debería ser juzgado por ello, sino ser
regañado para que pueda corregirlo.

También, casi al final de su defensa, Sócrates anima a Meleto a que llame como testigos a
algunos de los jóvenes que supuestamente a corrompido. Dice que llame a los que ya son
mayores, los que han podido reflexionar sobre si Sócrates los ha corrompido o no. Y claro,
Meleto no les utiliza como testigos porque estos hombres no consideran que el filósofo les
haya hecho ningún mal.

Sin detenerse, Sócrates continúa interrogando a Meleto para defenderse de la segunda y


más grave acusación, impiedad. Primero, Meleto afirma que Sócrates cree en divinidades
ajenas a la ciudad y, además, adoctrinar a los jóvenes atenienses para que también lo
hagan. Pero, cuando el acusado le hace la siguiente pregunta, Meleto acusa a Sócrates de
no creer en nada relativo a los dioses.

Aquí, Sócrates ha logrado que el sofista entre en contradicción quedando su acusación


obsoleta, ya que no puede existir alguien que crea en algo, pero niegue su existencia. “Si
creo en cosas relativas a divinidades, es sin duda de gran necesidad que yo crea que hay
divinidades” (27c).

También le acusa de decir que el sol es una piedra y la luna tierra. Sócrates primero le deja
claro que esta idea no le pertenece a él, sino a otro filósofo llamado Axágoras. De nuevo,
Sócrates insinúa que le están acusando injustamente ya que ninguno de los acusadores sabe
realmente lo que piensa y hace el filósofo.

Al finalizar su defensa de las nuevas acusaciones, Sócrates deja claro que él cree que los
sofistas le han acusado con esos argumentos porque realmente no tienen motivos para
llevarle a juicio. Pero, aunque el acusado haya sido capaz de desmontar todas las pruebas en
su contra, acaba siendo condenado porque a los ciudadanos no les importa si las
inculpaciones son verdaderas o no, sólo les importa librarse de Sócrates.
4 Sócrates defiende en la obra que hay algo peor que la muerte. Explica qué es

eso peor para Sócrates que morir, y pon dos ejemplos en la Apología donde

Sócrates aplique esta forma de pensar.

Cuando Sócrates ha finalizado su defensa frente a las injustas acusaciones de los sofistas,
afirma que él no le tiene miedo a la muerte. Dice que el deber que le impone su dios es vivir
filosofando, y si seguir haciéndolo implica su muerte, lo va a seguir haciendo con gusto.

Él cree que, si dejase de filosofar por miedo a la muerte, estaría siendo como los ciudadanos
que critica, creyéndose sabio si serlo. Esto de debe a que nadie conoce realmente la muerte,
cada uno tiene su propias creencias y supersticiones sobre ella, pero nadie sabe a ciencia
cierta lo que nos ocurre después de morir.

Además, continuando este razonamiento, Sócrates afirma que los seres humanos no
podemos estar seguros de que la muerte sea algo malo para nosotros, incluso podría ser
algo beneficioso. Basándose en este argumento, Sócrates concluye que los hombres son
ignorantes ya que temen a la muerte sin conocerla.

Esto se lee en el texto de la siguiente manera: “Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si
es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si
supieran con certeza que es el mayor de los males” (29a).

Pero, el acusado, aún sin saber si la muerte es buena o mala, tiene claro que hay algo peor
que pasar a la segunda vida, la injusticia. Sócrates prefiere enfrentarse al fin de su vida en
este mundo antes de cometer la injustica que sería desobedecer a su dios, que le dicta llevar
una vida de preguntas. Sócrates lo dice así: “Pero sí sé que es malo y vergonzoso cometer
injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre” (29b).

También expresa que él se ve incapaz de seguir con vida en Atenas, ya que es imposible
oponerse a las acciones injustas del pueblo sin ser condenado a muerte, y Sócrates no va a
dejar de criticar en intentar cambiar las cosas que no le parecen justas.

Sócrates mantiene firme este pensamiento cuando le ofrecen salvarse de su pena de


muerte a cambio de otra condena, como podrían ser el exilio o ir a la cárcel. Él se niega a
recibir ninguno de estos castigos, ya que implicarían cometer una injusticia, y eso para
Sócrates es inaceptable.

Un ejemplo que encontramos en la obra donde Sócrates actúa siguiendo este pensamiento,
es cuando nos cuenta una ocurrencia que vivió mientras formaba parte del Consejo. Cuando
él era miembro, diez generales fueron juzgados en un único juicio por no recoger náufragos.
No habían podido hacerlo por culpa de una tormenta.

Sócrates se puso en contra de los demás miembros del Consejo, ya que juzgarlos a los diez
en un mismo juicio era ilegal, por lo que, a Sócrates no le pareció justo. El filósofo sabía que
se estaba arriesgando a ser desterrado o incluso a una condena de muerte, pero, aun así,
defendió a los generales ante una injusticia.

Un segundo ejemplo ocurre cuando relata otra anécdota, pero esta ocurrió bajo el mandato
de los Treinta Tiranos. A Sócrates le mandaron ir a Salamina a buscar a León, para después
asesinarlo. Mandaron a algunos hombres más, pero cuando partieron a buscarle, Sócrates
se escabulló y volvió a casa. Otra vez, se estaba enfrentando a una condena de muerte por
desobedecer a la oligarquía que gobernaba Atenas. Pero Sócrates prefería una vez más
morir antes de cometer una injusticia.

También, en la última parte de su defensa, Sócrates explica el motivo por el que no se está
defendiendo intentando causar pena en los jueces. Dice que sería vergonzoso que un
hombre cómo él se comportase de esta manera, que no lo hace por respeto a su propia
reputación.

Además de vergonzoso le parece injusto, ya que está condicionando el veredicto de los


jueces con argumentos que no están relacionados con la verdad. Aquí Sócrates está
volviendo a demostrar que prefiere ser condenado a muerte antes de cometer algo que
considera injusto.

El filósofo ateniense también pone como ejemplo de su pensamiento la decisión que tomó
el héroe Aquiles durante la Guerra de Troya. El Oráculo había predicho que Aquiles moriría
únicamente cuando uno de los príncipes troyanos, Héctor, hubiese muerto.

Agamenón había ofendido a Aquiles, por lo que el gran guerrero se niega a lucha hasta que
el rey de Micenas se disculpe. En una de las batallas, los troyanos empiezan a derrotar a los
griegos. Entonces, Patroclo, el compañero de Aquiles, decide ponerse la brillante armadura
de Aquiles y liderar a los mirmidones a socorrer a sus compatriotas. Los troyanos, al ver a un
guerrero portando las armas de Aquiles retrocedieron asustados.

Héctor se dio cuenta de que el guerrero que había ante él no era el héroe griego y con la
ayuda del dios Apolo, que derriba a Patroclo, Héctor mata. Como vía para humillar a Aquiles,
Héctor decide quitarle la armadura y profanar el cadáver.

Cuando Aquiles, una vez recuperado el cuerpo, se entera de la muerte de su más íntimo
compañero (guiño guiño), entra en cólera y regresa al combate, acabando con un gran
número de troyanos. Finalmente, se enfrenta al príncipe y lo vence.

Al haber muerto ya Héctor, la profecía del Oráculo se cumple y Aquiles muere alcanzado en
el talón por una flecha del hermano menor de Héctor, Paris.

Comparándolo con el pensamiento de Sócrates, Aquiles prefiere la muerte segura antes de


aceptar la injusticia de la muerte de Patroclo.
5 “Una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre”. Relaciona esta

afirmación de Sócrates con el modo de vida del filósofo, comparándolo con el

modo de vida del resto de los atenienses.

Al terminar su defensa, Sócrates dice que él no es capaz de continuar vivo llevando lo que
los atenienses consideran una vida tranquila. Desde su perspectiva, los bienes materiales
son insignificantes. Para él, lo más importante, es el plano de los seres humanos que
engloba al alma.

Por esto, Sócrates seguiría intentando convencer a los ciudadanos de dejar de preocuparse
por el prestigio y las riquezas, y en su lugar preocuparse de reflexionar sobre uno mismo y
sobre nuestra realidad para mejorar su alma.

Sócrates considera que durante toda su vida ha estado ayudando a los atenienses, y no
causándoles ninguna clase de mal. Con sus preguntas, ha hecho que examinen sus vidas y
que se sientan inseguros sobre lo que creen saber.

Teniendo en cuenta esto, Sócrates también afirma que los mayores perjudicados con su
muerte serán ellos, los atenienses, ya que duda que los dioses vuelvan a mandar a alguien
como él a la ciudad. Con esto quiere decir que, sin él, los ciudadanos seguirán viviendo sin
reflexión, ya que Sócrates ya no hará que se cuestionen todo sobre sus vidas.

Cuando ya le han condenado, Sócrates tiene permitido ofrecer una condena alternativa para
librarse de ser condenado a muerte, pero para ello tendrá que aceptar la culpa. El filósofo
no se considera culpable de ninguna de las acusaciones que se han hecho en su contra, y
además sabe que, si le dejan vivir, no podrá continuar filosofando.

Sabiendo que es imposible, incluso a modo de burla, Sócrates propone que su condena
alternativa sea la manutención en el Pritaneo.

El Pritaneo era el lugar donde se alimentaban a los benefactores de la ciudad de Atenas. Así
que Sócrates, que cree que nunca les ha hecho ningún mal a los atenienses, considera que
él es benefactor de la ciudad y merece comer en este lugar.

Sócrates vuelve a decir que él no podría vivir sin replantearse la realidad, ya que esto es lo
que le dicta su dios. Expresa que lo más importante, incluso lo más bello que pueden hacer
los seres humanos es dialogar. Dialogar sobre la justicia, sobre la vida, sobre todo lo que nos
rodea.

Sócrates considera que: “una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre” (38a).
Con esto quiere decir que la razón es un regalo que se nos ha dado, somos los únicos seres
que la tenemos, por lo que tenemos que explotar su uso. Debemos reflexionar sobre
nosotros y sobre nuestras acciones con el único fin de convertimos en mejores versiones de
nosotros mismos, y no llevar una vida en la que aceptamos todo sin reflexionar sobre ello
antes.

Para terminar, dice esto: “Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos
causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan del
dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo,
reprochadles, corno yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen
ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis hijos y yo habremos recibido un justo
pago de vosotros. Pero es ya hora de marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir.” (41e).

Con su última frase, Sócrates sintetiza a la perfección. Finalmente acepta su condena, ya


que prefiere morir antes de llevar una vida sin reflexión. Aunque él vaya a morir, los
atenienses tienen que continuar reflexionando sobre la realidad, tienen que seguir luchando
contra la ignorancia.

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