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CONTACTO Y RESISTENCIA

El contacto implica la capacidad de estar plenamente presente en una situación particular con todos
los aspectos del organismo vitales y disponibles. El contacto saludable supone el uso de los sentidos
(mirar, escuchar, tocar, saborear, oler), la consciencia y uso apropiado del cuerpo, la capacidad de
expresar emociones y el uso del intelecto en sus distintas formas, como aprender nuevas cosas y
expresar ideas, pensamientos, curiosidades, deseos y necesidades, así como disgustos y
resentimientos.

Cuando cualquiera de esas modalidades es inhibida, restringida


o bloqueada, el buen contacto se ve afectado. En lugar de un funcionamiento integrado
ocurre la fragmentación. Los niños que tienen problemas (que están en duelo, preocupados,
ansiosos, temerosos o enojados) se blindan y restringen, se inhiben y bloquean la expresión sana.
Literalmente, cortan partes del self.
El contacto sano involucra un sentimiento de seguridad con el self, de no tener miedo a estar solo.
Cuando los sentidos, el cuerpo, la expresión emocional o el
intelecto son restringidos de cualquier manera, el self se vuelve débil e indefinido.
El buen contacto también implica la habilidad para retirarse de manera apropiada
en lugar de quedarse paralizado en un espacio de supuesto contacto. Cuando esto
sucede, ya no existe contacto sino un intento fingido de mantenerlo. El niño que
adopta una postura de contacto fija, como la de requerir atención constante, no
ser capaz de jugar solo o hablar incesantemente, muestra evidencia de un sentido
frágil del self (Oaklander, 1988).
Las habilidades para establecer contacto en una sesión particular no son
nunca constantes. Cuando un niño que ha mostrado capacidad para establecer
buen contacto parece distraído, el terapeuta puede suponer que algo le sucedió.
También es común que los niños rompan el contacto; es decir, su energía parece
desaparecer de repente y dejan de participar en la sesión. Esto puede indicar que
el niño llegó a un punto en que se siente incómodo y se cierra súbitamente. Este
tipo de resistencia debe ser respetada y honrada porque es la única manera que el
niño conoce de proteger el self y porque es una indicación de que no cuenta con la
fortaleza del yo o apoyo del self suficientes para continuar en ese momento. Detrás
de este tipo de resistencia hay material fértil que surgirá o que puede ser abordado
más tarde. Cuando esto suceda, el terapeuta puede sugerir alguna actividad o
juego agradable para terminar la sesión.
Algunos niños tienen dificultades para establecer cualquier contacto, y una vez más es
responsabilidad del terapeuta encontrar los medios para que el niño pueda mantenerlo, lo que se
convierte en el centro de atención de la terapia. Aunque
se sienta la evidencia de una relación, un niño que, por ejemplo, tenga tendencias
autistas necesita ayuda para mantenerse en contacto. Puede ser de utilidad unirse al
niño en su espacio o brindarle experiencias sensoriales.
En ocasiones los niños parecen estar en contacto, pero en realidad no es así.
Por ejemplo, un chico de 15 años que era atendido por la terapeuta como parte de
un mandato judicial parecía muy dispuesto al contacto (sonreía, respondía preguntas,
se mostraba muy cooperativo), pero parecía que algo faltaba, y la terapeuta
se sentía incómoda con respecto a la interacción. De modo que un día, cuando
el muchacho llegó, le habló acerca de su malestar. El chico se puso muy nervioso y dijo: “¡He
hecho todo lo que me has pedido!” La terapeuta estuvo de acuerdo,
pero respondió: “¡Pero no lo has hecho de corazón!” El chico empezó a llorar y
luego habló de lo asustado que estaba por lo que le sucedería después del número
de sesiones de terapia ordenadas por la corte. Después de esto, hubo un marcado
cambio en su habilidad para estar presente en las sesiones. Una vez más, vemos
lo importante que es que el terapeuta preste atención a sus propios sentimientos.
Autorregulacion organismica
La terapia Gestalt enfatiza el proceso de autorregulacion organismica. Fritz Perls
(1973), uno de los fundadores de la terapia Gestalt, escribió:
Toda la vida y toda la conducta son regidas por el proceso que los científicos llaman
homeostasis y que el gremio llama adaptación. La homeostasis es el proceso
por el cual el organismo mantiene su equilibrio y por ende su salud en condiciones
variables, es decir, satisface sus necesidades. Dado que estas necesidades son
muchas y que cada necesidad altera el equilibrio, el proceso homeostático está en
operación todo el tiempo. (p. 4)
En la mayoría de los niños que acuden a terapia se observa una variedad de lo
que en el vocabulario de la terapia Gestalt se denominan resistencias o perturbaciones
en los limites del contacto. En su afán por sobrevivir, los niños inhiben,
bloquean, reprimen y restringen varios aspectos del organismo: los sentidos, el
cuerpo, las emociones y el intelecto. Estas restricciones ocasionan interrupciones
en el proceso saludable y natural de la autorregulación organísmica. En su
búsqueda incesante de la salud, el organismo busca la homeostasis. Enfrentamos
constantemente las necesidades físicas, emocionales o intelectuales, y experimentamos
incomodidad hasta que encontramos alguna forma de satisfacer cada
necesidad. El organismo parece esforzarse por el equilibrio, por ejemplo, recordándonos
cuándo beber agua, comer o dormir.
Los niños reaccionan a los traumas, disfunción familiar, crisis y pérdidas de
maneras comunes al desarrollo. Tienden a culparse y a responsabilizarse de lo
que sucede. Temen el rechazo, el abandono y el que sus necesidades básicas no
sean atendidas. Por ello, en la búsqueda permanente de la salud y la fuerza para el
crecimiento y la vida, harán lo que sea para que sus necesidades sean satisfechas.
Muchas veces, por la falta de madurez emocional e intelectual, desarrollan formas
inapropiadas de estar en el mundo (formas que suponen que harán que su vida
sea mejor y que sus necesidades sean satisfechas). Un niño puede volverse callado
y retraído, conducta que a menudo obtiene reforzamiento positivo. A medida que
el niño crece, la conducta retraída y taciturna se convierte en su proceso y forma
de ser en el mundo, sobre todo en reacción al estrés. Otro niño puede reprimir
mucho enojo por haber aprendido que éste es una emoción inaceptable, pero el
organismo, en su cruzada por el equilibrio, puede ocasionar que el niño exprese
este enojo de manera dañina.
Cuando el niño inhibe al organismo, se desarrollan conductas y síntomas de
confrontación. Algunos niños retroflectan (retraen) la energía que deberían lanzar al exterior. En
esencia, se hacen a sí mismos lo que les gustaría hacer a otros.
Tienen dolores de cabeza y de estómago, se desgarran el cabello o se lesionan a sí
mismos. Otros niños deflectan sus sentimientos y se alejan de los verdaderos sentimientos
de dolor o enojo. Hacen berrinches, golpean a otros o se involucran en
general en conductas impulsivas. Algunos niños evitan las emociones dolorosas
distanciándose, soñando despiertos o fantaseando. Otros se vuelven hiperactivos.
El niño trata de adaptarse involucrándose en esas conductas inapropiadas que son
intentos por sobrevivir y afrontar.
Todas esas conductas y síntomas afectan el contacto sano del niño con el ambiente
y el sentido del self se ve disminuido.
Cuando los niños restringen e inhiben aspectos del organismo, en particular
las emociones, el sentido del self siempre se ve afectado. La principal tarea del
desarrollo de los niños, desde el nacimiento hasta la adolescencia, consiste en
separar y desarrollar sus propios límites y apoyo del self. Sin embargo, los niños
tienen muy poca autonomía o fuerza interna. Carecen de la capacidad para lidiar
con el ambiente por sí mismos; les resulta aterrador imaginar que podrían ser
desaprobados, rechazados y abandonados, sin que sus necesidades básicas fueran
cubiertas. Aun así, la lucha por la separación es esencial. Cuando se ven frustrados
en esta empresa, tratan de encontrar una apariencia del self de la manera que
puedan, en ocasiones la deflexión, como los golpes o los arrebatos de enojo, les
brindan una sensación de energía, que sin embargo desaparece muy pronto. Un
niño nunca dice “Lo que estoy haciendo no funciona, no está satisfaciendo mis
necesidades. Quizá pueda intentar otra cosa mejor”. Más bien continúa e incluso
acelera la conducta inapropiada.
La terapia Gestalt se considera orientada al proceso; se presta atención al qué
y al cómo de la conducta en lugar de al por qué. No suele ser una terapia para la
solución de problemas, aunque éstos pueden usarse como ejemplos del proceso
del niño. La consciencia del proceso puede dar lugar al cambio. Cuando los terapeutas
pueden ayudar a los clientes a tomar consciencia de lo que están haciendo
y de cómo lo están haciendo dentro del contexto de insatisfacción, éstos tienen la
opción de hacer cambios. En el trabajo con niños, la experiencia se convierte en
la llave para la consciencia. Proporcionar a los niños experiencias variadas es un
componente esencial del proceso terapéutico. Algunos ejemplos de esas experiencias
se presentan en los estudios de caso.

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