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Externalidad

Una externalidad es una situación en la que los costos o beneficios de producción


o consumo de algún bien o servicio no se reflejan en su precio de mercado. En
otras palabras, son externalidades aquellas actividades que afectan a otros sin
que estos paguen por ellas o sean compensados. Existen externalidades cuando
los costos o los beneficios privados no son iguales a los costes o los beneficios
sociales. Los dos tipos más importantes son las economías externas (externalidad
positivas) o las deseconomías externas (externalidades negativas). 1 Una mejor
clarificación: una externalidad es el «Efecto negativo o positivo de la producción o
consumo de algunos agentes sobre la producción o consumo de otros, por los
cuales no se realiza ningún pago o cobro».2

Jean-Jacques Laffont da una definición de uso común: Las externalidades son


efectos indirectos de las actividades de consumo o producción, es decir, los
efectos sobre agentes distintos al originador de tal actividad (y) que no funcionan a
través del sistema de precios. En una economía competitiva privada, los
equilibrios no estarán, en general, en un óptimo de Pareto, ya que solo reflejará
efectos privados (directos) y no los efectos sociales (directo más indirecto), de la
actividad económica.3 Técnicamente esto se interpreta como: «cualquier efecto
indirecto que ya sea una actividad de producción o consumo tiene sobre una
función de utilidad o sobre un conjunto de consumo o conjunto de producción».4

Las externalidades son generalmente clasificadas en externalidades negativas,


cuando una persona o una empresa realiza actividades, pero no asume todos los
costos, efectivamente traspasando a otros, posiblemente la sociedad en general,
algunos de sus costos; y externalidades positivas, cuando esa persona o
empresa no recibe todos los beneficios de sus actividades, con lo cual otros —
posiblemente la sociedad en general— se benefician sin pagar. 5 Recientemente se
habla de un tercer grupo: externalidades posicionales.

Economistas como Friedrich von Hayek y Milton Friedman, se refieren a veces a


las externalidades como «efectos secundarios» (spillovers).6

Más allá del efecto sobre individuos o grupos, se considera, desde el punto de
vista de la economía, que el efecto de las externalidades es distorsionar el
mercado y, consecuentemente, la asignación eficiente de los recursos en un
sistema económico.

Origen y evolución del concepto

El estudio de actividades económicas cuyos beneficios y costes se extienden más


allá de quienes las utilizan o implementan directamente puede trazarse a Adam
Smith, quien, en el libro 5 de La Riqueza de las Naciones y con posterioridad a un
largo y detallado análisis en relación a cosas tales como la administración de
justicia, defensa nacional, y otras instituciones (tales como educación) y obras
públicas, etc., concluye aduciendo que dado que esas actividades son
establecidas para el beneficio general de toda la sociedad es razonable, por lo
tanto, que deban ser sufragadas por la contribución general de toda la sociedad,
todos los diferentes miembros contribuyendo, en la medida de lo posible, en
proporción a sus respectivas capacidades. Sin embargo, Smith deja claro que, en
su opinión, esos gastos deberían ser idealmente cubiertos por quienes se
benefician más inmediata y directamente. Por ejemplo, los estudiantes pueden
pagar por su educación, y los peajes «liberan los ingresos generales de la
sociedad de una carga muy considerable». (Smith - op. cit, libro 5: Conclusión)

Externalidades y economía

La discusión en esta época (siglos XIX y XX) se centró, como era típico en la
escuela clásica, en los efectos generales, que permitían ya sea la obtención de
beneficios sin contribuir o el sufrimiento de consecuencias sin beneficios. El
ejemplo clásico es la construcción de un faro, que beneficiara el comercio en un
puerto y, a través de él, en una región, pero al mismo tiempo tendrá algunos
efectos negativos, aumentando el tránsito vehicular y el coste de las viviendas,
etc. Sucede que no necesariamente todos aquellos que se benefician estarán
dispuestos a contribuir al financiamiento de la obra (ver problema del polizón). La
solución obvia seria recurrir a algún impuesto, pero en ese caso es posible que
terminen pagando algunos de los que sufren las consecuencias negativas.

La situación perduró a lo largo de esas líneas de «beneficios generales»;


argumentos centrándose generalmente en materias de extensión e
implementación: no siempre es conveniente o práctico cobrar a los usuarios
directos en cada ocasión en, por ejemplo, las calles de pueblos y ciudades o se
puede considerar que los beneficios de una educación pública generalizada y
gratuita a los estudiantes más que justifican el hecho que son financiados
comunalmente. Igualmente, no es necesariamente la mejor opción que materias
de justicia estén abiertas a consideraciones de «pagos», etc.

El estudio de esos fenómenos fue modificado profundamente con la aparición del


neoclasicismo. Alfred Marshall nota, en su obra Principios de economía (1890) que
no solo existen beneficios o costos «generales» sino también «sectoriales» e
incluso individuales. Adicionalmente, Marshall enfatiza que esos efectos son
resultados inesperados: algunas empresas obtienen una reducción en los costes
que no son resultado de las acciones de ellas mismas, sino que se originan
externamente debido, por ejemplo, a la expansión del mercado o a la mejor
calidad en la mano de obra, consecuencia del acceso a mejores niveles de salud,
educación y cultura provistos por otras firmas o por la sociedad como un todo.
Para Marshall entonces, el alcance del concepto se refiere a efectos que son
externos a la empresa, pero muchas veces internos de la industria en general.
Mishan expone simplemente el argumento marshalliano en los siguientes
términos:
Suponiendo que todas las firmas son igualmente eficientes, una expansión de la
industria competitiva debida a por ejemplo la incorporación de una nueva firma
reduce los costos medios de todas las otras firmas, incluyendo la nueva. Dado
que la reducción total de costos experimentada por todas las firmas
intramarginales es atribuida a la entrada de la nueva firma, el verdadero costo de
la producción adicional no es el costo total calculado por esta firma, sino ese costo
total menos los ahorros que experimentan las otras firmas.
E. J. Mishan7

Este nuevo concepto, que Marshall denomina efectos externos, fue introducido a
fin de explicar las economías de escala, que Marshall había observado, a través
de una propuesta de costos decrecientes con el aumento de producción. Esta
sugerencia parece, a primera vista, contraponerse directamente a la «ley» de los
rendimientos decrecientes, lo que generó, y aún genera, alguna discusión (ver, por
ejemplo Bifani, op, cit). Sin embargo, un análisis más detallado sugiere que tal
contradicción podría ser solo aparente. 89

Generalmente se considera que fue Arthur Pigou (10) quien inició el análisis
moderno de los «efectos externos», profundizando el análisis marshalliano en su
Economics of Welfare (1920)11 Pigou se interesa en la relación entre los efectos
individuales y sociales del fenómeno: «la relación que debía fijarse entre el valor
del producto marginal neto privado y el producto neto social». Cuando los
beneficios sociales exceden a los beneficios privados (situación que Pigou
denomina efectos positivos) la empresa tenderá a producir menos que lo
socialmente deseable, dado que está recibiendo beneficios inferiores a la utilidad
aportada por sus productos (siendo específicos: está vendiendo a un precio
inferior al óptimo para maximar su ganancia). Por el contrario, cuando los
beneficios privados son superiores al beneficio social (efectos negativos) la
empresa tenderá a producir más que lo socialmente deseable, dado que
efectivamente está traspasando parte de sus costes a terceros. (de nuevo, siendo
específicos: está obteniendo una ganancia superior a la obtenible si todos los
costes fueran considerados)

Esto, en la opinión de Pigou, justifica una intervención estatal a fin de corregir lo


que es percibido como un fallo de mercado. (ver Pigou y la economía del
bienestar), intervención que tomara la forma de un subsidio a las empresas que
producen externalidades positivas y un gravamen en el caso de las externalidades
negativas. Lo anterior dio origen a los llamados impuestos pigouvianos. Es
generalmente considerado que William Baumol ha sido intrumental en adecuar
esas propuestas a concepciones económicas contemporáneas, en su obra On
Taxation and the Control of Externalities (1972).12

En la opinión de Baumol, las externalidades se pueden clasificar en beneficiosas,


aquellas que crean beneficios externos a quienes están directamente envueltos en
la producción de los bienes en cuestión; y detrimentales, las que imponen un
costo a otros. El efecto principal de las externalidades es deformar la asignación
racional o eficiente de recursos: en teoría, los recursos económicos son asignados
a través del mecanismo de la oferta y demanda con el máximo de eficiencia. Pero
si los precios de mercado no corresponden a los costos o beneficios reales, el
mecanismo no funciona.13

Casi al mismo tiempo de la obra original de Baumol, Ernst Friedrich Schumacher


reintroduce la consideración de efectos «generales» de las externalidades, en su
libro Lo pequeño es hermoso (1973), sugiriendo que esos «fallos de mercado» son
«defectos sistemáticos» de un sistema económico que equipara lo más con lo
mejor. «Por supuesto, las empresas crean productos útiles y empleos. Sin
embargo, el cálculo robótico que las dirige les obliga a pagar lo menos posible por
los recursos que utilizan y a transferir el máximo posible de sus costos a otros, ya
sea los trabajadores, los contribuyentes, las generaciones futuras, o la naturaleza.
Esto sucede todos los días, automáticamente y de forma masiva, sin que nadie
capaz de detenerlo». decir lo anterior no es, en la opinión de los partidarios de
Schumacher, gran novedad, «lo que es nuevo es que la acumulación de estos
costos externalizados ha llegado al punto en que la integridad biológica de nuestro
planeta está en grave peligro».14

Aún anteriormente (1968) a la contribución de Schumacher, Garret Hardin había


publicado su tragedia de los comunes,15 en el cual sugiere que la solución al
problema del abuso y demanda sin límites o restricciones sobre los recursos
naturales se encuentra en la restricción incremental de algunos derechos o
libertades.

Lo anterior ha dado origen a la consideración de aspectos ecológicos y de


sostenibilidad en relación a materias de crecimiento económico.16171819

Externalidades y nivel de vida

Mark Sommer ha puesto de relieve de manera excelente la relación no siempre


clara que existe en el nivel de vida de los habitantes de un país desarrollado
medido en términos de bienestar y la forma como un nivel de bienestar creciente
exige un montón de externalidades también creciente, las cuales terminan
recayendo en personas y países «invisibles» y ajenos a dichos habitantes. Es
demasiado frecuente que los países, clases y personas que tienen mayor poder
económico emplean este poder para elevar su nivel de vida a costa de los demás,
es decir, a costa de las externalidades por medio de las cuales se trasladan los
costes crecientes de dicho bienestar a los demás países, clases y personas:

Al construir una economía y una cultura con la premisa escapista de conveniencia


y confort perpetuos, los estadounidenses no han podido darse cuenta de que el
peso de su prometido bienestar está siendo sostenido por multitudes de otros
aparentemente invisibles seres vivientes, cuyo propio bienestar se ve perjudicado
y cuya supervivencia está siendo puesta en peligro precisamente por esa carga
que le es ajena.
En sí mismo, el anhelo de escapar de las tareas pesadas y de las incomodidades
no es un impulso humano exclusivo de los estadounidenses. El problema está en
la adoración religiosa de la comodidad como el más alto bien de la vida y en la
deliberada despreocupación ante el terrible precio escondido que el confort de
unos exige a muchos otros.

En definitiva, los estadounidenses también pagan un alto precio, tanto en


insatisfacción personal como a consecuencia de las venganzas elaboradas contra
ellos por otros no tan privilegiados.

Los economistas tienen un nombre para los desórdenes no reparados por quienes
los crearon: «externalidades». Como ninguna otra civilización en la historia
humana, los estadounidenses generaron una montaña de «externalidades» por
las cuales ellos y otros y generaciones tanto futuras como actuales pagarán
finalmente.20

Habría que agregar, en compensación, las enormes externalidades positivas que


los estadounidenses han generado y que van desde innovaciones en medicina
hasta aportes culturales, pasando por todo tipo de ideas, servicios y productos
para ver la pintura completa. Tal vez la externalidad positiva más importante, por
lo conspicua y actual, originada en la tecnología norteamericana se encuentra en
la liberación de toda la información obtenida a través de los satélites artificiales (de
comunicaciones y de ciencias de la Tierra), al desarrollo del software libre y a las
consecuencias positivas incalculables de la tecnología actual en gran parte
desarrollada en los Estados Unidos. La misma Wikipedia es un ejemplo de este
desarrollo reciente, cuyo impacto técnico, social y económico en nuestra sociedad
todavía dista mucho de estar agotado. También la liberación de la información
satelital obtenida por la NASA y otras organizaciones gubernamentales
norteamericanas (y de otras partes) están ayudando a comprender y enriquecer la
información y conocimiento científico de nuestro planeta, comprensión que no
tiene fronteras gracias a que los beneficios y avances tecnológicos del gobierno de
los Estados Unidos están puestos, por ley, a disposición de todo el mundo.

Externalidades y medio ambiente

Chimenea en el medio urbano para extraer el humo del hogar que sirve de
calefacción. Las hojas circulares del extractor móvil ayudan a sacar el aire viciado
de adentro, como puede verse en lo oscuro de la parte interna de las aspas. Este
humo se disipa en el exterior, salvo cuando existe una inversión térmica en la baja
atmósfera que difunde la contaminación a ras del suelo. En dicho caso hay que
emitir un alerta de excesivo peligro de contaminación para limitar los efectos de la
misma.

Las externalidades se dan con frecuencia en actividades relacionadas con el


medio ambiente, en casos en los que los derechos de propiedad no están bien
definidos. Un ejemplo clásico es la contaminación del aire o el agua. Las
soluciones que se aplican en la realidad suelen comprender tanto los impuestos y
las subvenciones como la regulación. La asignación de derechos de emisión de
gases de efecto invernadero de acuerdo al Protocolo de Kyoto sería un ejemplo de
asignación de los derechos de propiedad. 21

La explicación más clara sobre las externalidades negativas en materia ecológica


en la construcción de obras de infraestructura está indicada en una cita de Barry
Commoner:

Clearly, we have compiled a record of serious failures in recent technological


encounters with the environment. In each case, the new technology was brought
into use before the ultimate hazards were known. We have been quick to reap the
benefits and slow to comprehend the costs.

Definitivamente, hemos recogido un registro de fallas serias en recientes


aplicaciones de la tecnología al ambiente natural. En cada caso, la nueva
tecnología se ha aplicado sin que se conocieran siquiera los nuevos peligros de
esas aplicaciones. Hemos sido muy rápidos en buscar los beneficios y muy lentos
en comprender sus costes.
Barry Commoner22

La imagen de una calle en Cardiff sirve de ejemplo al problema de las


externalidades negativas del crecimiento de la población urbana: puede ser que,
en un primer momento, la calefacción con carbón no causara problemas
contaminantes muy serios, pero cuando este tipo de calefacción se incrementa a
miles y hasta millones de viviendas en una gran ciudad, esos problemas se
multiplican de manera exagerada, por lo que los gobiernos de las mismas tienen
que tomar medidas drásticas. El ejemplo de Londres a mediados del siglo XX, que
en una semana murieron más de 5000 personas por la concentración de humo,
cenizas y dióxido de carbono procedentes de la calefacción doméstica constituyó
un hito en la adopción de medidas anticontaminantes. Y las modernas ciudades
que tienen un tipo de calefacción no contaminante tienen ahora un nuevo
problema de contaminación: el procedente de millones de automóviles con motor
de combustión interna. De hecho, en muchas ciudades se restringe el uso del
automóvil cuando los niveles de contaminación llegan a un tope previamente
establecido.

Así, el transporte mediante el uso del automóvil genera unos niveles de


contaminación que tienen que soportar tanto los que usan esos automóviles como
los simples peatones en una ciudad. Y con el consumo de tabaco se ven muy
claro las externalidades tanto positivas como negativas que conlleva con ese
consumo. Por ejemplo, sabemos que una persona fumadora tiene mucho más
riesgo de contraer cáncer (sobre todo, en las vías respiratorias) que otra que no
fuma. Sin embargo, ambas suelen pagar unas cuotas similares de seguro médico.
En este caso, la persona fumadora es recipiente, indirectamente, de una
externalidad positiva mientras que la persona no fumadora está pagando por
costes que, en justicia no le corresponden, al menos en lo que se refiere al cáncer
de las vías respiratorias. Lo justo sería que los fumadores absorbieran unos costos
superiores del sistema de salud, equivalentes a la diferencia promedio en el
tratamiento de dicha forma de cáncer entre los dos grupos en cuestión.
Afortunadamente, la decisión de muchos países de eliminar por completo el
consumo de tabaco en los sitios público ha venido a solucionar, al menos en gran
parte, dicho problema.

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