Está en la página 1de 15

CAPITULO 19

Externalidades, bienes públicos y


las fallas del mercado

En el capítulo 18, se observó que un sistema de mercados perfectamente


competitivos podría conducirnos a la obtención de un óptimo de Pareto. Sin
embargo, la competencia perfecta no es tan "perfecta", como a primera vista
podría parecer. A menos que la demanda y la oferta reflejen, respectivamente,
todos los beneficios que se obtienen y la totalidad de los costos en que se
incurre al consumir y producir un determinado bien, los precios que resultan
de dicho mercado competitivo no serán los "adecuados". Si éste fuera el caso,
no se logrará el máximo bienestar mediante el ajuste competitivo a los precios
del mercado. Este es el resultado de las externalidades, las cuales se analizaron
de una manera muy breve anteriormente. Este análisis, en su totalidad, cae
bajo el tema general conocido como las fallas del mercado. Cuando los costos
ocasionados por las barreras de los mercados evitan que estos operen plena-
mente, con frecuencia se presenta una situación descrita de una manera un
tanto pobre como "falla del mercado", de tal manera que se requiere de otro
enfoque para el problema relacionado con la maximización del bienestar. Con
el objeto de entender más claramente el concepto de externalidad, deben
examinarse, primero que todo, los conceptos de beneficios y costos sociales.

BENEFICIOS SOCIALES Y COSTOS SOCIALES


En el capítulo 9, trabajábamos con el verdadero concepto de costos (de opor-
tunidad) y anotábamos allí que el individual está basado precisamente en
estos verdaderos costos, los cuales incluyen tanto los explícitos como los
implícitos. En realidad, a lo que se estaba haciendo referencia en dicho capítulo
era al concepto de costos privados; es decir, a los costos en que deben incurrir
tanto los individuos como las empresas privadas.
Sin embargo, existe otro concepto que no debemos olvidar, relacionado con los
costos sociales o costos plenos desde el punto de vista económico.
637
638 MICROECONOMIA

Los costos sociales incluyen todos los costos privados, tanto explícitos como
implícitos, en los cuales incurren las partes que intervienen en una transacción,
más cualquier otro costo adicional impuesto sobre otros individuos. De esta
manera, un costo social incluye los costos privados en que incurren aquellas
personas que forman parte de la misma sociedad, pero que no pueden consi-
derarse como partes integrales de la transacción propiamente dicha, de la
cual emergen dichos costos. Con el objeto de que estos costos externos a la
transacción permanezcan en esta categoría (no tenidos en cuenta por las
personas que toman las decisiones), debe existir alguna barrera para que se
realicen negociaciones entre las partes externas afectadas, por un lado, y
aquellos agentes de los cuales proviene dicha externalidad, por el otro. En el
caso en que sea posible realizar una negociación entre estas dos partes, los
costos externos serían "internalizados".
Es bastante improbable, por no decir imposible, que los empresarios indi-
viduales tengan en cuenta todos los costos sociales. Esto es particularmente
cierto en un mercado competitivo, en el cual, a menos que el precio sea igual
a los costos marginales privados, los empresarios no maximizarán sus ganan-
cias y, eventualmente, deberán abandonar el mercado.
Sin embargo, si de lo que se trata es de obtener también la maximización
del bienestar de la sociedad, los costos marginales privados deben ser iguales
a los costos marginales sociales. Con el objeto de maximizar las ganancias
privadas, todas las actividades de la empresa individual deben realizarse hasta
aquel punto en el cual el ingreso marginal privado sea igual a los costos
marginales privados, o donde los costos y los beneficios marginales privados
se igualen. Pero, para maximizar el bienestar social, deben tenerse en cuenta
tanto los beneficios como los costos marginales sociales. Solamente cuando
se tengan en cuenta estos factores, podremos considerar que se ha alcanzado
el máximo bienestar.
Es precisamente en el contexto de la anterior terminología que se explican
los conceptos de economías y deseconomías externas. Se dice que se presenta
una economía externa cuando el costo marginal social de una actividad deter-
minada es menor que su beneficio marginal social, en una situación de equi-
librio entre el costo marginal y el beneficio marginal privado. De otro lado, se
dice que se presenta una deseconomía externa cuando el costo marginal social
es mayor que el beneficio marginal social, en una situación de equilibrio entre
el costo marginal y el beneficio marginal privado. Si cualquiera de estos dos
conceptos tiene lugar, no se satisface la condición de Pareto. Es decir, existe
la posibilidad de realizar algún reordenamiento de la producción y/o del con-
sumo, que finalmente llevaría a que se presentara un incremento de la satis-
facción total de las personas que hacen parte de la economía. En uno de los
artículos más famosos que se han escrito sobre las "fallas del mercado" atribui-
das a la presencia de externalidades,' se hace la distinción existente entre

1
Francis M. Bator, "The Anatomy of Market Failure", Quarterly Journal of Economics, vol. 72,
1958, pp. 351-379.
EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 639

extemalidades técnicas y aquellas provenientes de los derechos sobre la pro-


piedad. A continuación examinaremos cada una de ellas con algún detalle.

EXTERNALIDADES TÉCNICAS
Existen numerosas extemalidades técnicas que imponen costos o confieren
beneficios (costos menores) a otros individuos. En la mayoría de los casos, las
extemalidades técnicas no adolecen de los problemas que se presentan en
las extemalidades originadas por los derechos sobre la propiedad o en las
extemalidades asociadas con los bienes públicos, de manera que la mayoría
de los economistas no las consideran como un problema que deba ser reme-
diado.
Henry Ford consiguió una gran cantidad de dinero tanto para él como
para los accionistas de la Ford Motor Company, gracias a la aplicación de su
cadena de ensamblaje y al diseño de las partes intercambiables en el proceso
de producción de automóviles. Esta mejora de la tecnología significó una
externalidad (una deseconomía) técnica para las empresas competidoras, las
cuales sufrieron pérdidas en sus niveles de ventas y de ganancias debido a la
reorientación de recursos en favor de la Ford. Obviamente, el público se bene-
fició de esta mejora tecnológica, pero los competidores dentro de la industria
se vieron perjudicados. En algunos casos, las mejoras de la tecnología significan
extemalidades (economías) técnicas para otros individuos. Por ejemplo, el
desarrollo de los circuitos integrados para computador redujo de una manera
significativa los costos de producción y mejoró la calidad de diversos artículos
electrónicos de consumo, tales como radios y equipos de sonido. Los produc-
tores de este último tipo de bienes estuvieron entonces en capacidad de utilizar
estos insumo más baratos y de mejor calidad, para mejorar así sus respectivas
posiciones en el mercado.
Como tuvimos oportunidad de anotar en nuestro análisis de los monopo-
lios, es posible que un monopolio natural sea creado gracias a la presencia
de rendimientos crecientes a escala por parte del productor dominante en el
rango de producción relevante. Esta condición puede llegar a desarrollarse
gracias a un cambio en la tecnología que le permita a la firma dominante
hacer que sus competidores salgan del mercado, debido a sus costos margina-
les decrecientes. En este caso, una externalidad técnica hace que las firmas
competidoras sean eliminadas. En casi todos los casos relacionados con las
extemalidades técnicas, los costos que se imponen sobre otros individuos no
son compensados de ninguna manera2.

EXTERNALIDADES ORIGINADAS EN LOS DERECHOS SOBRE LA PROPIEDAD


Frecuentemente los costos privados difieren de los costos sociales debido a
que el recurso del cual se está haciendo uso o abuso no es de propiedad de

2
En años recientes ha habido una creciente preocupación acerca de las extemalidades téc-
nicas en los mercados domésticos. Algunos gobiernos estatales han considerado la posibilidad
de imponer costos a aquellas empresas que trasladan las facilidades de la producción hacia otros
estados, debido a la menor producción existente en ellos.
640 MICROECONOMIA

la persona que le está infringiendo daño a dicho recurso. Los casos clásicos
de externalidades originadas en los derechos sobre la propiedad hacen referen-
cia a la polución del aire y a las fuentes de agua de propiedad pública.
Cuando los costos privados difieren de los costos sociales, generalmente
clasificamos esta situación como un problema de externalidades debido a que
a aquellos que toman las decisiones les corresponde asumir un monto menor
de los costos plenos en que se incurre al tomar dichas decisiones, mientras
que aquellos que no están en capacidad de ejercer ninguna influencia sobre
estas decisiones les corresponde asumir parte de estos costos. Así, para estos
últimos, parte de estos costos son extemos al proceso mismo de la toma de
decisiones. Este problema se analiza en la Figura 19-1, en la cual se ha dibujado
una curva de oferta para el producto x. Sin embargo, la curva de oferta es
equivalente a la suma horizontal de todas las curvas individuales de costo
marginal e incluye, por lo tanto, solamente los costos internos o privados. La
intersección de las curvas de demanda y oferta se presentará a un nivel de
precios Pe, siendo Qe la cantidad correspondiente. Sin embargo, asumiremos
que en la producción del bien x se incluyen costos externos que las empresas
privadas no toman en cuenta. Estas externalidades podrían ser aspectos tales
como la polución del aire o del agua, o cualquier otro factor dentro de paráme-
tros similares.
En cualquier caso, sabemos que los costos sociales de producir el bien x
son mayores que los costos privados. Esto puede representarse dibujando la
curva de oferta O'O', la cual se ubica por encima de la curva de oferta original
00. Esto es así porque en O'O' se incluyen tanto las externalidades como los
costos privados o internos, comprendiendo, por lo tanto, los costos económicos
plenos de producir el bien. Ahora el precio "correcto" de equilibrio del mercado
sería P1; mientras que la cantidad demandada y ofrecida sería Qj. Puede verse,
entonces, que la inclusión de los costos externos en el proceso de la toma de
decisiones llevaría finalmente a una situación caracterizada por un mayor
precio y una menor cantidad producida y consumida del bien. Por consiguien-
te, podría decirse que aquella situación en la cual los costos económicos
no son asumidos por los agentes que han originado directamente estos costos,
el precio es "demasiado bajo" y la cantidad producida es "excesiva".
Corrección de las Puede verse aquí un método relativamente "fácil" de reducir, al menos en
señales alguna medida, la cantidad de polución y degradación del ambiente. De alguna
manera debe procurarse que las señales de la economía se modifiquen, de tal
forma que las personas que toman decisiones tengan en cuenta todos los
costos en que se incurre como resultado de sus acciones. En el caso de la
polución causada por los automóviles, por ejemplo, podría pensarse en diseñar
algún método por medio del cual a los automovilistas, o bien se les fije un
impuesto de acuerdo a la cantidad de polución que generen, o se les recom-
pense por no generarla, dependiendo de quién "posea" los derechos sobre el
aire puro y, por lo tanto, de quién esté en capacidad de asumir la posición
de poder "venderlos". En el caso de una empresa, podría pensarse en diseñara
algún método por medio del cual se les fije un impuesto por la cantidad de
polución que generen o se les recompense por no generarla. En ambos casos,
EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 641

FIGURA 19-1
Igualación de los costos privados y los
costos sociales
Si las empresas tienen en cuenta solamente
los costos privados, la curva de oferta está dada
por 00. La cantidad demandada y vendida será
Qe, mientras que el precio estará dado por Pe.
Sin embargo, si los costos sociales son tenidos
en cuenta, la curva de oferta se convierte en
O'O'. Si se estableciera un impuesto (igual a
los costos externos por unidad de producto),
de tal manera que el precio al cual se enfrentara
el consumidor fuera Pv la cantidad demandada
y vendida sería ahora Q v Los consumidores
estarían, entonces, pagando por la totalidad
del costo social de sus acciones. (No
necesariamente se corregiría la polución; sin
embargo, sí se reduciría, debido a los menores
niveles de producción).

las empresas tendrían un incentivo para instalar equipos tendientes a dismi-


nuir la polución.
Cuando se piensa un poco más detenidamente, sin embargo, es posible
que no sea tan apropiado establecer un impuesto uniforme sobre las cantidades
físicas de polución generadas. Después de todo, estamos haciendo referencia
a los costos sociales y resulta ser que los costos sociales de una acción no
necesariamente son los mismos en todas las regiones del país. Si usted conduce
su automóvil en la mitad del desierto de Mojave, y su auto tiene la característica
de expeler humo y gases, seguramente no se le estará causando ningún daño
importante a nadie (como bien podrá notar el lector, estamos ignorando las
"preferencias" de la flora y la fauna) y, seguramente, nadie elevará ninguna
queja. Simplemente la acción natural de purificación de la gran cantidad de
aire que se encuentra a su alrededor se encargará de eliminar la polución que
se genera, de tal manera que finalmente no se causará ningún o muy poco daño.
En esencia, debemos preocuparnos por medir daños económicos en lugar
de la cantidad física de polución.1 Un generador eléctrico de vapor que opere
con carbón seguramente causará mucho más daño en la ciudad de Nueva
York que en, digamos, la población de Helena, en el estado de Montana. Esto
es así, simplemente porque la concentración de la población es mucho mayor
en la ciudad de Nueva York que en la segunda ciudad. Adicionalmente, ya
existe una demanda bastante pesada sobre el aire de Nueva York, de tal forma

' Sin embargo, no estamos distinguiendo entre el daño económico y otras clases de daños.
Cualquier cosa por la cual una persona estaría dispuesta a pagar una determinada suma para
evitarla o por la cual le tendrían que compensar para soportarla (para mantener un nivel constante
de utilidad) es un "daño económico". La suma total de dichos pagos es una medida de la cantidad
de daño económico.
642 MICROECONOMIA

que la polución adicional no se eliminaría de una manera natural. Millones


de personas tendrán que respirar ese aire contaminado, incurriendo, por lo
tanto, en costos expresados finalmente en anginas, enfermedades, enfisemas
y aun muerte prematura. Asimismo, muchísimos edificios se volverán más
sucios y los automóviles y los vestidos también se ensuciarán mucho más
rápido. Una determinada cantidad de polución causará más daño en los am-
bientes de alta concentración urbana que en los ambientes rurales de menor
densidad poblacional. Si se quisiera establecer alguna forma de impuestos
para compatibilizar los costos sociales y los costos privados, de tal manera
que se forzara a la gente a internalizarlas extemalidades, necesitaríamos tener
una medida de los costos económicos, en lugar de simples cantidades físicas.
Además, sería nuestro interés asegurarnos para que aquellos que pueden
disminuir la polución al menor costo, efectivamente lo hagan; es decir, se
pretende minimizar el costo de reducir la polución en una cantidad determi-
nada.

COSTOS SOCIALES Y COSTOS PRIVADOS


Nuestro interés ahora radica en encontrar las razones por las cuales se presen-
tará una diferencia entre los costos sociales y los costos privados. ¿Por qué
razón en ciertas situaciones se generan extemalidades, mientras que en otras
no? Considérese, por ejemplo, algunas de las cosas que usted posee. Suponga
que usted es el propietario de una bicicleta; si alquien le desinfla las llantas
o le tuerce los rayos, usted puede, en principio, entablar una acción civil para
que le repongan los daños. Estos daños serían iguales, por lo menos, a la
reducción del valor de mercado de sus bicicleta. Este mismo análisis se cumple
para el caso de un automóvil; en efecto, cualquier persona que le cause un
daño a su automóvil es responsable por ello y la corte defenderá su derecho
a obtener una compensación (aunque el hecho de obtener efectivamente dicha
compensación sea una tarea que puede resultar costosa en sí misma).
Propiedad común ¿Qué sucede si usted vive cerca a una fábrica productora de acero que despide
malos olores? Dicha fábrica origina cambios en el aire que se encuentra a su
alrededor, algo de lo cual usted hace uso continuamente. Igualmente, usted
puede experimentar algún cambio al respirar este aire. Sin embargo, existe
una gran probabilidad de que usted no tenga el derecho de deternerla polución
del aire o de obtener una compensación por la destrucción del aire que lo
rodea, porque ni usted ni nadie posee derechos de propiedad sobre él. El aire
se constituye entonces en lo que se denomina un recurso de propiedad común
siendo éste el punto crucial del problema. Cuandoquiera que los derechos
sobre la propiedad son indefinidos, inexistentes o muy costosos de hacer
respetar, los costos sociales diferirán de los costos privados, el cual es preci-
samente el resultado que uno esperaría encontrar. En efecto, cuando nadie
es el propietario de un recurso determinado, aquellos agentes económicos
que hacen uso de él no tienen ningún incentivo para considerar el desgaste
particular de dicho recurso. En realidad, cualquier persona estaría equivocada
al suponer que la decisión que toma un individuo para no causar daño sobre
EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 643

este recurso producirá un efecto significativo sobre el nivel total de polución.


Cuando una persona decide no contaminar el océano, de hecho, continuará
existiendo prácticamente la misma cantidad de polución en él, puesto que el
individuo es apenas una pequeña parte dentro del número total de personas
que llevan a cabo algún tipo de contaminación.
Cuando existen
derechos sobre la Cuando existen derechos sobre la propiedad, los individuos disponen del
propiedad recurso legal para que se les responda por cualquier daño sufrido por el uso
o abuso de su propiedad, llevado a cabo sin autorización previa. Cuando
dichos derechos se encuentran bien definidos, el uso de la propiedad, es decir,
el uso de los recursos, generalmente conllevará la realización de un contrato
entre los propietarios de dichos recursos y los usuarios potenciales. Si usted
fuera propietario de alguna extensión de tierra, seguramente podría realizar
un contrato entre usted y alguna otra persona, de tal manera que dicha tierra
fuese utilizada, por ejemplo, para el pastaje de ganado. El contrato en referencia
seguramente adoptaría la forma de algún arrendamiento (leasing). Podría pre-
decirse que cuando el proceso de la realización del contrato y/o de la vigilancia
para que se cumplan las condiciones en él estipuladas se torna excesivamente
costoso o difícil de llevar a cabo, habrá alguna diferencia entre los costos
sociales y los costos privados. En el caso contrario, los costos sociales y los
costos privados tenderán a ser iguales. En realidad, ésta es la razón por la
cual las externalidades son problemas que se presentan solamente en ciertas
áreas de actividad de nuestra economía. Por lo tanto, no nos preocupamos
acerca de los costos sociales y privados en que se incurre en la mayoría de
las actividades de nuestra economía porque casi todas ellas llevan implícito
la realización de contratos entre los individuos, así como la transferencia de
los derechos sobre la propiedad.

EFICIENCIA Y DERECHOS SOBRE LA PROPIEDAD


Puede resultar sorprendente, pero, independientemente de quién posea los
derechos sobre la propiedad, los costos privados pueden igualar los costos
sociales. Lo anterior es especialmente cierto cuando los costos de transacción
son mínimos. En dichas situaciones, no se presenta una ineficiente asignación
de los recursos. Examinemos un ejemplo sencillo: suponga que usted vive en
una casa con una agradable vista sobre un lago y la persona que habita en el
piso inferior decide plantar un árbol. Con el transcurso de los años el árbol
cada vez va creciendo más, hasta que, finalmente, le impide disfrutar de la
vista que usted tenía sobre el lago. En la mayoría de las regiones, ninguna
persona posee derechos de propiedad sobre el paisaje, de tal manera que, por
lo general, no se puede acudir a la corte para solucionar el problema, puesto
que no es posible entablar una demanda contra su vecino por obstruir su vista
del paisaje. En efecto, su vecino dispone del derecho sobre la propiedad para
La contratación plantar un árbol, mientras que usted no dispone de ningún derecho sobre el
para establecer los paisaje.
derechos sobre la Sin embargo, usted dispone de una alternativa, consistente en realizar un
propiedad contrato con su vecino para podar el árbol. La pregunta que surge, entonces,
644 MICROECONOMIA

es la siguiente: ¿Cuánto dinero le ofrecería usted a su vecino? Podría iniciarse


ofreciendo una cantidad pequeña, incrementándola sucesivamente hasta llegar
a algún acuerdo con el vecino o hasta que llegue al límite máximo de la
cantidad que usted está dispuesto a ofrecer; este límite, a su vez, será igual
al valor que usted le asigna al hecho de no poder gozar de la vista sobre el
lago. El vecino, por su parte, estará dispuesto a podar el árbol si el pago que
recibe al menos es igual a la reducción que tiene lugar en el valor de su
propiedad por tener ahora un árbol más pequeño. De esta manera, usted logra
concientizar a su vecino del costo social de su acción, expresando de una
manera explícita el costo social de plantar un árbol que le impide a usted
disfrutar del paisaje y que, por lo tanto, le disminuye el valor de su propiedad.
Sin embargo, lo anterior se lleva a cabo de una manera un tanto inusual, a
través del regateo. Su vecino, por su parte, se encuentra informado del verda-
dero costo de sus acciones. Alternativamente, él podría acudir a usted para
preguntarle cuánto estaría dispuesto a pagar para mandar a podar el árbol.
Veamos si las cosas cambiarían si los derechos sobre la propiedad se
ejercieran ahora sobre el paisaje y no sobre la plantación de árboles. Digamos
que ahora es usted quien dispone del derecho sobre la propiedad del paisaje
y, por consiguiente, cualquier persona que le impida disfrutar de la vista sobre
el lago tendrá que recompensarlo por los daños sufridos. En este caso particu-
lar, ahora es su vecino quien debería regatear con el fin de obtener su permiso
para obstruir el paisaje. La cantidad objeto de regateo al menos tendría que
ser igual a la desvalorización que sufre su propiedad debido a la obstrucción
del paisaje. (Este regateo también sería, en sí mismo, una medida del valor
del paisaje). Si el vecino no ofreciera una cantidad suficiente, usted no aceptaría
el trato, por lo cual debería podarse el árbol. El resultado final, en cuanto a
la asignación de los recursos hace referencia, es el mismo, independientemente
de quién posee los derechos sobre la propiedad.
Costos de Modifiquemos ahora un tanto la situación y supongamos que su vecino posee
oportunidad el derecho sobre la propiedad del paisaje que usted disfruta. En realidad, ésta
es una situación extraña, pero es equivalente al ejemplo en el cual ninguna
persona poseía el derecho sobre la propiedad del paisaje. Si su vecino tuviera
el derecho sobre la propiedad del paisaje que usted disfruta, ¿cambiarían las
cosas con respecto a aquella situación en la cual usted poseía el derecho
sobre la propiedad? Si su respuesta es afirmativa, se encuentra usted come-
tiendo un error. En efecto, solamente por el hecho de que ahora su vecino es
el "dueño" del paisaje que usted disfruta, no puede decirse que él ignorará
los costos en que incurre al obstruirlo. Después de todo, su vecino estaría
renunciando a la oportunidad de ganar algún dinero en una transacción,
preguntándole a usted cuánto estaría dispuesto a pagar para mandar a podar
el árbol. Si usted estuviera dispuesto a pagar lo suficiente, su vecino podaría
el árbol; en caso contrario, lo dejaría como está.
En otras palabras, su vecino estaría teniendo en cuenta los costos de
oportunidad. Este es precisamente el punto clave para entender por qué razón
los costos privados serán iguales a los costos sociales en cada una de las tres
situaciones anteriores. En el primer caso, no existen derechos sobre la propie-
EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 645

dad; en el segundo caso, de otro lado, los derechos sobre la propiedad le


fueron concedidos a usted, mientras que en el tercer caso le fueron concedidos
a su vecino. Pues bien, en todas y cada una de estas tres situaciones existirán
costos de oportunidad, los cuales serán tenidos en cuenta. El proceso de
contratación implícito es relativamente sencillo, puesto que son solamente
dos las partes interesadas y se podría llegar a un acuerdo verbal de una manera
relativamente fácil. Este ejemplo particular nos lleva a obtener una conclusión
un tanto extraña, pero no por ello menos válida.
Cuando los costos de transacción son mínimos, no tiene ninguna impor-
tancia quién posee los derechos sobre la propiedad del recurso bajo conside-
ración, en la medida en que alguna persona efectivamente los posea (o incluso
si nadie es el propietario). El recurso será utilizado exactamente de la misma
manera, independientemente de la estructura que tengan los derechos sobre
la propiedad. Dicho de otra manera, si ¡os costos de transacción son pequeños,
la asignación de los recursos no depende de quién posea los derechos sobre
su propiedad.
A la afirmación anterior generalmente se le conoce con el nombre del
teorema de Coase, nombrado de esta manera en memoria de Ronald H. Coase.
Este autor demostró que en un mundo en el cual los costos de transacción
fueron iguales a cero, el comportamiento de los individuos, orientado a maxi-
mizar la riqueza, tomaría en cuenta los efectos externos.4
La distribución de la Obsérvese que al reducir las "externalidades" la distribución de la riqueza se
riqueza verá afectada y dependerá de quien posea los derechos sobre la propiedad
inicialmente, si es que alguien los posee. Aquella persona que obtiene los
derechos sobre la propiedad de algún recurso que anteriormente era de pro-
piedad común, claramente ahora se encuentra en una mejor posición y su
riqueza se verá incrementada. En el ejemplo anterior, si un árbol grande es
más valioso para su propietario (en este caso, su vecino) de lo que es para
usted el paisaje, el árbol no será podado. Pensemos por un momento acerca
de este punto. En el caso en el cual usted posea el derecho sobre la propiedad
del paisaje, usted aceptará una oferta del propietario del árbol que por lo
menos iguale la desvalorización que su predio sufre por la obstrucción del
paisaje. Por su parte, el propietario del árbol ofrecerá una suma que no exceda
el incremento que experimenta el valor de su propiedad por dejar el árbol sin
podar. Si el paisaje vale más que el árbol sin podar, el propietario de éste
último no tendrá ningún éxito al tratar de regatear con el dueño del paisaje
y, por consiguiente, deberá podar el árbol.5

4
Ronald Coase, "The Problem of Social Costs", Journal oí Law and Economías, octubre de
1960, pp. 1-45.
5
Ignoramos el efecto-ingreso sobre las curvas de demanda de árboles y de paisaje. Esto tiene
más sentido cuando trabajamos con decisiones que se toman exclusivamente sobre la base de
pérdidas o ganancias. Debido a las diferencias de preferencias y a cambios de la distribución del
ingreso, puede suceder' que una reasignación de los derechos sobre la propiedad modificara las
demandas, los precios relativos y el conjunto de la producción de una economía.
646 MICROECONOMIA

Cuando los costos de Hasta el momento nuestro ejemplo es bastante sencillo, puesto que incluye
transacción son altos solamente dos personas y, además, los costos de transacción son bajos. ¿Qué
sucede en aquellos casos en los cuales los costos de transacción no son tan bajos? Considérese
el ejemplo de una fábrica que genera contaminación ambiental en una ciudad en la que habitan
varios millones de personas. Sería difícil que toda la gente se pusiera de acuerdo para negociar
con la fábrica la disminución de la contaminación o que la fábrica realizara un contrato con
todas las personas para adquirir el derecho a generar contaminación. Los costos de transacción
en una situación como esta serían, por consiguiente, extremadamente altos.6 En consecuencia, no
estamos en capacidad de asegurar que ahora los costos privados serán iguales a los costos sociales
para la fábrica. Este es probablemente el caso para muchos de los problemas ambientales.
Obsérvese que en una situación en la cual los derechos de propiedad son
indefinidos no necesariamente se llega a que las externalidades no se corrijan,
siempre y cuando el proceso de la realización de los contratos no resulte
costoso. Sin embargo, cuando se involucra en una misma situación a una gran
cantidad de personas, el proceso de la realización de los contratos se torna
muy difícil y, en muchos casos, los costos reales son difíciles de medir y/o los
agentes generadores de dichos costos son difíciles de identificar. Por ejemplo,
si los buques petroleros esparcen este líquido en el océano, ¿cómo se identifica
a los responsables? El costo de identificarlos puede resultar demasiado alto
como para justificar los posibles beneficios que se deriven de encontrarlos. La
discusión acerca de los derechos sobre la propiedad nos conduce hacia otra
posible solución para nuestros problemas ambientales.
La asignación de los En lugar de intentar establecer un impuesto a los agentes económicos que
derechos sobre la generan la contaminación, en proporción a los daños causados por ellos,
propiedad podemos definir los derechos sobre la propiedad de una manera más precisa,
de tal forma que se tendría que llevar a cabo un proceso de realización de
contratos entre los potenciales contaminadores y aquellos cuyo medio am-
biente es objeto de la contaminación. En el caso del árbol que obstruye el
paisaje, no tenía importancia en realidad a quién se le habían asignado los
derechos sobre la propiedad del paisaje, puesto que, en realidad, dichos dere-
chos eran inconsecuentes con el resultado final de la situación, excepto, claro
está, para la posición de riqueza de los individuos. Sin embargo, éste no es el
caso con otros problemas relacionados con el medio ambiente. Por ejemplo,
es posible que queramos hacer responsables a las fábricas por la contaminación
que generan. Al hacerlo, implícitamente estamos otorgando a los ciudadanos
de esa comunidad los derechos sobre los recursos de propiedad común que
rodean las fábricas; en este caso, sobre el aire y el agua. De esta manera, los
individuos que viven en esa zona implícitamente serán los propietarios del

6
Debería notarse que la evolución de las demandas públicas en los años recientes ha dismi-
nuido sustancialmente los costos de transacción de los procedimientos legales en el área de los
asuntos del medio ambiente.
EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 647

aire y el agua "públicos". La fábrica, por lo tanto, será responsable por los usos
que se les dé al agua y al aire y que impliquen algún costo para esas personas.
En cierto sentido, esto no es realmente "justo", puesto que tanto a los
clientes como a los empleados y accionistas de esta fabrica se les estarán
cobrando los costos de la polución. Después de todo, por definición, un recurso
de propiedad común es de propiedad de todos. El problema radica en que
cuando se dice "de propiedad de todos", en realidad no es de propiedad de
nadie. Sería tan arbitrario, entonces, asignar los derechos sobre la propiedad
común de un recurso a los residentes locales, como arbitrario sería asignarlos
a los dueños de las fábricas. Sin embargo, puesto que administrativamente es
menos costoso hacer que los propietarios individuales de las fábricas paguen,
es posible que sea nuestro interés continuar llevando a cabo una asignación
arbitraria de los derechos sobre la propiedad hacia los residentes locales. En
esencia, las personas que toman las decisiones desde el gobierno actuarán en
representación de los residentes locales al negociar con la fábrica que origina
la contaminación.
Asignación de los
derechos sobre la Las personas que toman las decisiones desde el gobierno buscarán, de alguna
propiedad por parte manera, determinar el valor de los daños económicos que la contaminación
del gobierno de la fábrica está causando, para requerir a la misma, de esta manera, y con
el objeto de que realice una plena compensación monetaria, que instale equipo*
para disminuir la contaminación, o que llegue a una combinación de las dos
soluciones anteriores. Cualquier compensación monetaria sería distribuida
entre los residentes, de tal manera que se compensara el costo económico en
que incurre cada uno de ellos.7 Este, claro está, es un problema difícil de
resolver, particularmente cuando las personas que toman las decisiones desde
el gobierno no están en capacidad de visualizar ningún incremento de los
beneficios, originado al distribuir "correctamente" la compensación monetaria.
Puede resultar más simple utilizar el dinero que debe pagar la fábrica para
limpiar parte de la contaminación que origina, en lugar de tratar de compensar
a los perdedores (los residentes individuales). Obsérvese que tanto en este
caso, como en todos los demás, el nivel óptimo de polución es igual a cero.
El nivel óptimo es aquel en el cual los beneficios sociales originados por una
reducción adicional de la polución son exactamente iguales a los costos
sociales de hacerlo. Si la sociedad, al gastar US$1 en recursos dedicados a
disminuir la polución, recibe un beneficio de US$90 ctvs., puede decirse que
se ha logrado un gran avance.

'Obsérvese cuan diferente es esto de la sugerencia tradicional de un impuesto sobre la


polución sin consideración de cómo van a gastarse los ingresos. El problema con un impuesto
que no se les paga a los propietarios de vivienda perjudicados es que, aunque la fábrica ajustara
su comportamiento al pleno costo social de sus acciones, los propietarios ajustan su comporta-
miento a un conjunto "falso" de precios. Por ejemplo, los propietarios favorecerían la legislación
para cerrar las fábricas o para hacer una limpieza de ellas, aun cuando el valor social marginal
de hacerlo fuera negativo.
648 MICROECONOMIA _____________________________________________________________________________

BIENES PÚBLICOS
En la mayor parte de nuestro análisis se ha hecho referencia a la clase de
bienes que siguen el principio de la exclusividad. Una manzana, por ejemplo,
posee estas características; en efecto, si yo me como una manzana, ya usted
no puede comérsela, puesto que el uso que yo haga de ella lo excluye a usted
de utilizarla. De esta manera, si el precio por unidad es de US$15 ctvs., y mi
demanda es de 10 manzanas por semana, significa que esta misma cantidad
menos por semana estará disponible para alguien más que se encuentre dis-
puesto a consumirlas. Si, al mismo tiempo, a ese precio de US$15 ctvs., por
unidad, su demanda es de 20 manzanas por semana, significa que, en conjunto,
existirá una cantidad de 30 manzanas menos disponibles para que alguien
más, diferente de usted o de mí, las consuma.
Existe una completa gama de bienes para los cuales no se aplica el prin-
cipio de la exclusividad. Por ejemplo, en el momento en que yo decido encender
mi televisión, no le estoy quitando la oportunidad a ninguna otra persona de
que vea exactamente el mismo programa y a la misma hora en su propio
receptor. En otras palabras, cuando yo compro (si pudiera) una señal de
televisión y la consumo completamente, no estoy evitando con esto que usted
no pueda comprar exactamente la misma señal. Lo mismo se cumple, por
ejemplo, para la defensa nacional, puesto que el consumo que yo haga de este
servicio no interfiere en absoluto con el consumo que usted pueda hacer del
mismo. La defensa nacional es un servicio que puede ser consumido de manera
simultánea por individuos localizados en una misma área geográfica, sin que
por esto se disminuya el consumo de dicho servicio por cualquier otra persona
ubicada en la misma área. Gústenos o no, todos obtenemos el mismo nivel de
protección.
Falta de exclusividad A los bienes o servicios tales como las señales de televisión o los servicios de
defensa nacional los denominamos bienes públicos o colectivos definiéndose
como aquellos bienes para los cuales no se cumple el principio de la exclusi-
vidad. Una vez que se produce un bien público, el costo marginal que un
usuario adicional del mismo le impone a la sociedad es, efectivamente igual a
cero. Debemos ser cuidadosos en distinguir aquí entre dos condiciones
diferentes, aunque frecuentemente se consideran conjuntamente. Algunos bie-
nes o servicios, tales como el servicio de la defensa nacional, tienen un alto
costo de exclusión, en el sentido de que aun aquellas personas que no pagan
ninguna clase de impuestos al gobierno reciben los beneficios derivados de
la prestación de dicho servicio. Igualmente, es posible que se pueda cobrar
una pequeña tarifa a aquellas personas que ingresan a los parques o a los
bosques nacionales, pero puede resultar difícil hacer de dicho cobro algo
obligatorio, puesto que algunas personas ingresarán cuando no estén funcio-
nando las casetas de cobro. La segunda condición que puede presentarse es
aquella en la cual el costo marginal para el consumidor adicional de un bien
colectivo sea igual a cero. Si una cantidad de 100 000 inmigrantes llega a los
Estados Unidos este año, el costo de suministrar el servicio de defensa nacional
para el país como un todo, incluyendo estos inmigrantes, no sufrirá ninguna
modificación.
. EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 649

Externalidad de un La externalidad de un bien público surge en el momento en que los costos


bien público sociales marginales provenientes de compartir una unidad adicional de con-
sumo de dicho bien son iguales a cero y, sin embargo, se cobra un precio
mayor que cero. Bajo esta situación, se estará violando el criterio de maximi-
zación del bienestar, según el cual los beneficios marginales sociales deben
ser iguales a los costos marginales sociales. Otra manera de considerar este
aspecto es observar que en un sistema de competencia perfecta existe una
igualdad entre la tasa marginal de transformación del bien x en el bien y, por
un lado, y las tasas marginales de sustitución del bien x y el bien y entre,
digamos, los consumidores I y II, por el otro. En una situación de bienes
públicos, sin embargo, el consumo del bien x que realice la persona I no
restringe para nada el consumo que pueda realizar la persona II. De esta
manera, la tasa marginal de transformación debería ser igual a la suma de las
dos tasas marginales de sustitución. Por consiguiente, la competencia perfecta
puede conducir finalmente a una situación de baja producción y bajo consumo
de bienes públicos.
El problema de Con los bienes públicos sucede que los costos de transacción por lo general
aquella persona que son tan altos, que se torna difícil controlar la intensidad de las demandas del
recibe un beneficio consumidor y cobrar por ellas. Nos vemos enfrentados entonces a lo que se
sin pagar por él conoce como el problema de aquella persona que recibe un beneficio sin pagar
por él. Puesto que es difícil o prácticamente imposible excluir a aquellos
individuos que no hayan pagado por un bien público, resulta muy complicado
obtener un número suficiente de personas que revelen sus verdaderas deman-
das y que de una manera voluntaria accedan a pagar por la producción de
dicho bien. El proceso de negociación entre los usuarios y los proveedores
potenciales de un bien público por lo general resulta muy costoso.
Tomemos el ejemplo de la defensa nacional. Si a todos los individuos de
una sociedad se les solicitara contribuir de una manera voluntaria, probable-
mente terminaríamos destinando una cantidad relativamente pequeña de re-
cursos a la seguridad nacional. Cada individuo piensa que su contribución
tan sólo se constituye en una parte insignificante de la cantidad total necesaria
para garantizar la defensa nacional y que, por consiguiente, no hará ninguna
diferencia el que no realice ninguna contribución o que su contribución sea
muy pequeña. Esa persona por consiguiente, puede constituirse en un caso
de alguien que obtiene un beneficio sin pagar por él.
Este problema no siempre es insoluble para el caso de los bienes públicos.
Muchas asociaciones de voluntarios continúan existiendo aun a sabiendas de
que deben enfrentarse a severos problemas de personas que desean obtener
un beneficio sin pagar por él. Los propietarios de residencias en una cierta
área pueden conformar una asociación de propietarios, en la cual los indivi-
duos contribuyen de manera voluntaria cada año para dotar de árboles la
zona, para instalar bombillas especiales, etc. No todos los residentes hacen
parte de la asociación y, sin embargo, ésta continuará existiendo, puesto que
un número suficiente de individuos estará dispuesto a pagar su contribución
anual de manera voluntaria. Las "suscripciones" que se realizan para la televi-
sión educativa podrían presentarse como otro caso de la situación que se está
650 MICROECONOMÍA

analizando. Estos ejemplos indican que los bienes públicos pueden ser some-
tidos a una "subproducción" en los mercados, en lugar de presentarse una
situación en la cual no se producen en absoluto.
Bienes públicos que Debemos ser cuidadosos en este punto, sin embargo, puesto que el mercado
se convierten en privado tiene una larga historia de intentos por parte de los empresarios para
bienes privados convertir los bienes públicos en bienes privados. De esto es exactamente de
los que se trata el hecho de colocar una pared alrededor de un campo de
béisbol, de encerrar una pantalla de cine en un teatro o de prestar el servicio
de televisión por cable. De esta manera, los empresarios privados pueden
proveer efectivamente los servicios que de otra forma no serían prestados, en
el caso en que los consumidores no se les cobrara un precio determinado por
asistir a un partido de béisbol, por acudir al cine o por tener la oportunidad
de observar un evento especial gracias a la televisión por cable. En realidad,
aun la historia del ejemplo clásico de un bien público que aparentemente no
puede ser suministrado por el sector privado muestra qué tan ingeniosos
pueden llegar a ser los empresarios.
El ejemplo clásico de un bien público al que hicimos mención en el
párrafo anterior es el que se refiere a los faros marítimos. Una vez que se
construye un faro, el costo marginal de prestar el servicio de demarcación de
la proximidad de la tierra a los buques durante una tormenta es muy cercano
a cero y parecería imposible lograr que los buques efectivamente pagaran por
dicho servicio, debido a los problemas que surgen para identificar los barcos
que pasan por la zona y para obligarlos a pagar una tarifa. Sin embargo, si se
realiza una breve investigación histórica, se encontrará que durante muchos
años los faros eran de propiedad privada en Inglaterra. Además, parece ser
que los propietarios de faros estaban obteniendo ganancias, puesto que en el
período comprendido entre 1700 y 1834 el número de faros construidos expe-
rimentó un incremento. El pago se obtenía por parte de los propietarios de
los buques, estableciendo la tarifa en cada muelle, de acuerdo al tonelaje del
buque respectivo. Aunque podría parecer que el proceso de hacer efectivo el
pago implicaba un costo alto, no era lo suficientemente alto como para desa-
lentar a los empresarios privados para que no construyeran más faros. Por lo
general, los buques pasaban por la zona por la cual estaba ubicado el faro
solamente de uno en uno; de esta manera, si el buque (que debía tener on-
deando su bandera) no había pagado previamente el servicio, simplemente
no se encendía la luz del faro.8
Los beneficios de los
Los bienes públicos se consideran por lo general como bienes que generan
bienes públicos
externalidades positivas por las cuales los individuos no "deberían" pagar,
debido a que el costo marginal de proveer dichas externalidades es igual a
cero, una vez que el bien público ha sido producido. El problema con este
tipo de análisis es que no permite que los miembros individuales que consumen
el bien asuman la participación respectiva que les correspondería en los costos

" Véase Ronald Coase, "The Lighthouse in Economics", Journal of Law and Economics, vol.
18, no. 2, octubre de 1974, pp. 357-376.
EXTERNALIDADES, BIENES PÚBLICOS Y LAS FALLAS DEL MERCADO 651

asociados con la producción del bien público. En efecto, los individuos reac-
cionan ante las señales que observan. Si estas señales no existen, es decir, si
el precio de consumir una cantidad adicional de un bien público es igual a
cero, el consumidor, considerado individualmente, no tomará en cuenta el
efecto de sus acciones combinadas. De esta manera, la cantidad producida
de un bien público mediante las interacciones del mercado privado entre los
individuos puede ser menor que la cantidad que a los consumidores les gus-
taría "realmente" pagar, si es que se les exigiera algún pago. Sin embargo,
debemos ser cuidadosos para no confundir los bienes públicamente suminis-
trados con los bienes públicos. Simplemente por el hecho de que el gobierno
recaude impuestos para pagar el suministro de un bien, no significa que éste
sea un bien público, en la manera como este término se utiliza en economía.
Al mismo tiempo, como se ha visto anteriormente, los bienes públicos por lo
general son suministrados por entes privados, aunque frecuentemente en
cantidades inferiores a las consideradas como "óptimas".

TEMAS Y APLICACIONES

Las abejas y las externalidades


El ejemplo clásico de las externalidades originadas da, llamada alza, la cual se coloca encima de la cámara
por los derechos sobre la propiedad se presenta en la de cría. El excluidor de reinas se coloca entre el alza
producción de miel y de manzanas. Resulta ser que que se utiliza sólo para la miel y la cámara de cría,
la teoría que sustenta este ejemplo, al igual que la que se usa solamente para criar los recién nacidos. El
teoría presentada en el ejemplo del faro, nunca se excluidor impide, por lo tanto, que la reina ponga
ajusta a la realidad; esto puede verse mejor si lo exa- huevos en la parte superior de la colmena.
minamos con más detalle. Tanto los apicultores como las abejas trabajan
Es posible comprar diversas variedades de miel todo el año. Durante una parte del año, generalmente
y, además, todos sabemos bien cómo se produce ésta. en el período comprendido entre la primavera y el
Las abejas simplemente extraen el néctar de varias otoño, las colonias de abejas se reproducen continua-
flores y, mediante un misterioso proceso de la natura- mente. Los recién nacidos se alimentan entonces del
leza, lo transforman en la miel que el consumidor polen y permanecen en la cámara de cría aproximada-
adquiere finalmente en el supermercado. En muchas mente durante tres semanas de su vida obrera, colabo-
regiones de los Estados Unidos existen grandes granjas rando en la limpieza y reparación de los alvéolos de
apícolas, con colmenas que generalmente constan de cera al panal. Durante el resto de su vida, por lo general
una o dos cámaras de cría, un excluidor de reinas y de dos a tres semanas más, se dedican a la búsqueda
de cero a seis alzas. Una cámara de cría es una caja de polen y néctar.
de madera de un tamaño lo suficientemente grande Las abejas tienen un mayor grado de actividad
como para albergar de ocho a diez cuadros móviles. durante la primavera, época en la cual polinizan los
Cada cuadro, a su vez, tiene un panal de cera cons- árboles frutales y alimentan a los recién nacidos con
truido por las abejas mismas. Dentro de las células néctary polen. Los dueños de los frutales, por su parte,
hexagonales de este panal la reina pone sus huevos y se benefician con la proximidad de las abejas, puesto
se crian las abejas recién nacidas. Asimismo, las abejas que pueden disfrutar de un mayor rendimiento por
almacenan el néctar y el polen con los cuales se ali- acre, debido precisamente a los servicios de poliniza-
mentan. Por lo general, la miel no es extraída de esta ción que proporcionan las abejas. Nos encontramos
cámara, sino de los cuadros de una caja menos profun- entonces ante una situación clásica que en la literatura

También podría gustarte