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Versos del Sur
Muestra de ecopoesía chilena
Compiladores:
Ángela Parga León, Breno Onetto Muñoz, Giovana Iubini Vidal,
Isidora Vicencio, Mauricio Osorio Pefaur, Pedro Araya,
Patricio Barría, Pavella Coppola, Pedro Favaron, Sergio
Ojeda Barías, Thomas Harris, Yaxkin Melchy
ISBN: 978-956-404-149-0
Versos del sur: Muestra de ecopoesía chilena ha sido creada con un fin
estrictamente cultural, en el marco del respeto a los derechos humanos,
en particular atención a las personas con discapacidad, adultos mayores
y grupos sociales vulnerables. Los libros son de distribución gratuita.
Está prohibida su venta o lucro que se pudiera generar con la misma.
Lo anterior en los términos del artículo 10 de la Convención de Berna.
Gabriela Mistral
Gabriela Mistral ................................................................... 16
Vicuña, 1889 – Nueva York, 1957
(Selección y comentarios de Patricio Barría)
Raul
Raúl Zurita ............................................................................ 156
Santiago de Chile, 1950
(Selección y comentarios de Sergio Ojeda Barías)
Idalia Yáñez
Idania YáñezAvilez
Avilez ............................................................ 208
Bahía Murta, 1962
(Selección y comentarios de Mauricio Osorio Pefaur)
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entre nosotros (y en nosotros). La mayoría prefiere identificarse a sí
mismo como occidental y hacer gala de cierto antepasado alemán,
o croata, o español. Y la construcción del campo de la literatura se
ha establecido, por lo general, siguiendo estos paradigmas racistas
de exclusión y de auto negación, que cada vez producen más
dudas e insatisfacción, y resultan menos atractivos y convincentes.
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totalidad de nuestro ser requiere, para su salud integral, retornar
a la tierra con los pies desnudos y reencontrarse con su propia
ancestralidad. Los poemas de esta muestra, entonces, señalan el
camino del saludable retorno a las montañas y a los desiertos, al
amplio océano y a los bosques del sur.
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esencialista, el problema, sino que lo son nuestros modos de
producción y relación con los territorios, nuestra pobre conciencia
y la codicia de ciertos grupos de poder, aliados al Estado y a las
grandes corporaciones, que no tienen reparo en exprimir la tierra
hasta quitarle su fuerza y aliento. Hemos de reencontrar formas
más saludables de habitar la tierra; formas más armónicas de ser
humanos.
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inimaginable. Y esto permite que nuevos lectores se vinculen a
ese “país de la memoria”, al que mediante sueños se conectan los
sabios originarios para dialogar con los ancestros; y que podamos
navegar, junto con los antiguos soñadores, el río del cielo que
conecta los tiempos y los mundos en el instante poético y en la
videncia onírica.
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en diálogo con todos los seres, cantando, cantando, cantando, para
conmover a las estrellas y recibir el auspicio y la guía de los sabios
de antaño.
Agosto de 2020
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Gabriela Mistral
Vicuña, 1889 – Nueva York, 1957
(Selección y comentarios de Patricio Barría)
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muchas de sus poesías. Menciono estos, entre otros Dueños del
territorio que aparecen de forma recurrente en la obra de Mistral.
Lucila Godoy, nombre heredado de Gabriela, proclamaba en
aquellas décadas su herencia indígena, especialmente por vía
paterna, ya que aseguraba que su padre Godoy era un “indio
puro”. Gabriela también estudió y escribió profusamente sobre
las culturas indígenas de América, especialmente la Quechua y la
Mapuche.
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Gabriela plantea que el problema del mestizo chileno es el
desconocimiento de su raíz indígena y el ansia de blanqueamiento
–así como el origen del mestizaje en un acto de violencia racial–,
lo que ocasionaría una serie de defectos y/o trabas en su desarrollo
sociocultural y espiritual. En este sentido, el planteo mistraliano
implicaría el reconocimiento de nuestra raíz indígena, por medio
de una larga y profunda indagación de nuestra memoria territorial,
buscando dar relevancia a la parte negada y ocultada. No se trata
de minimizar ni desmerecer el legado hispánico que también es
parte de nuestra herencia; la diferencia reside en que la herencia
hispánica ya es conocida y hegemónica entre nosotros al momento
de narrar lo identitario. En este sentido, el planteamiento de
Gabriela Mistral tiene algún parangón con ciertas posturas en
la América contemporánea, como, por ejemplo, la propuesta de
descolonización de Silvia Rivero Cusicanqui. Tuetues, salamancas,
meicas, piuchenes, son algunos de los temas relevantes del folklore
chileno que hunden sus raíces en nuestra herencia indígena; y si
bien Gabriela Mistral no llegó a concretar en profundidad la tarea
de revisión de nuestro folklore, si colocó la piedra fundacional,
legándonos el desafío. Ella es nuestra inspiración en el día a día,
desde el corral de cerros de Elqui.
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sé algo, espero, de mí misma. Por ejemplo, que mi padre
mestizo tenía en su cuerpo la mancha mongólica, cosa
que me contó mi madre; segundo, que mi abuelo Godoy
era indio puro.
La Madre Tierra
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El misterio mismo de la vida solo podría aparecérsele al
ser humano en contacto con la naturaleza, en la vida con la tierra,
viviendo de ella y por ella. Por lo tanto Gabriela se lamenta del
urbanismo moderno y del destino de los niños criados en tal
contexto, desapegados de la tierra. Ya que en sus primeros pasos
el hombre debe aprender a conocer a sus dos madres. No es solo
el conocimiento el que se pierde al separarse de la tierra; según
Mistral, el vigor, la salud y la felicidad dependen de la comunión
del hombre con su tierra. El secreto de la vida, es guardado por
nuestros ancestros, a pesar de la ignorancia del presente:
La sombra de Gabriela
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LA TIERRA
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el tambor indio de la Tierra.
Cuando muera, no llores hijo:
pecho a pecho ponte con ella,
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.
(Libro: Ternura)
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MONTE ACONCAGUA
Yo he visto, yo he visto
mi monte Aconcagua.
Me dura para siempre
su loca llamarada
y desde que le vimos
la muerte no nos mata.
Manda la noche grande,
suelta las mañanas,
se esconde en las nubes,
bórrase, acaba...
y sigue pastoreando
detrás de la nubada.
Parado está en el sueño
de su cuerpo y de su alma,
ni sube ni desciende,
de lo absorto no avanza;
su adoración perenne
no se rinde y relaja,
pero nos pastorea
con lomos y llamarada
aunque le corran cuatro
metales las entrañas.
La sombra grave y dulce
rueda como medalla;
ella cae a las puertas,
las mesas y las caras,
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los ojos hace amianto,
los dorsos vuelve plata,
conforta, llama, urge,
nos aúpa y abrasa,
Elías, carro ardiendo
¡Monte Aconcagua!
Cebrea los pastales,
tornea las manzanas,
enmiela los racimos,
enjoroba las parvas,
hace en turno de Jove,
tempestad y bonanzas
cuenta y recuenta hijos
y de contar no acaba...
Le aguardan espinales
a la primer jornada;
después, salvias y boldos
con reveses de plata,
y a más y a más que sube
el pecho se le aclara:
arrebatado Elías,
¡Elohim Aconcagua!
A veces las aldeas
son de su ardor mesadas
y caen desgranándose
en uvas rebanadas.
Mas nunca renegamos
su pecho que nos salva,
parece sueño nuestro,
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parece fábula
el que tras de las nubes
su rostro guarda.
¡Elohim abrasado,
viejo Aconcagua!
Yo veo, yo veo,
mi Padre Aconcagua
de nuestro claro arcángel
desciende toda gracia.
Ya se oyen sus cascadas,
por las espumas blancas
la madre mía baja
y después se va yendo
por faldas y quebradas.
¡Demiurgo que nos haces,
viejo Aconcagua!
Di su nombre, dilo a voces
para que te ensanche el pecho
y te labre la garganta
y se te baje a los sueños.
Aconcagua “padre de aguas”,
Aconcagua, duro gesto,
besado del Dios eterno
y del arrebol postrero.
Algo ha en tus manos, algo
que invoca por tus dos pueblos.
“Paz para los hombres, paz”,
bendición para el pequeño
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que está naciendo, dulzura
para el que muere...
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MONTAÑAS MÍAS
En montañas me crié
con tres docenas alzadas.
Parece que nunca, nunca,
aunque me escuche la marcha,
las perdí, ni cuando es día
ni cuando es noche estrellada,
y aunque me vea en las fuentes
la cabellera nevada,
las dejé ni me dejaron
como a hija trascordada.
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A VECES, MAMÁ, TE DIGO…
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cuentos pedía, romances,
y no lavaba los platos...
¡Ay! y, sobre todo, a causa
de un hablar así, rimado.
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Pablo Neruda
Parral, 1904 – Santiago de Chile, 1973
(Selección y comentarios de Pedro Favaron)
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Sin desconocer estas contradicciones y puntos ciegos
en la poesía de Neruda, su presencia en esta breve muestra
resultaba ineludible; Neruda cantó a los vegetales de América, a
los animales, a los minerales, a las aves, a las islas, al océano, a
los ríos. La mujer y madre del poeta, su Musa, es en esencia la
tierra americana, “tatuada por los ríos”. Neruda canta desde una
“noche planetaria”, en la que puede abolir el mediodía de los
opresores, para traernos, desde esa aventura órfica, el recuerdo
de una confraternidad cósmica y anímica. La voz del poeta llega
a hacerse palabra convocante, ya que a su llamado “los ríos
acuden”; el poeta recuerda, gracias a las dinámicas primordiales
de la imaginación, que el lenguaje humano, al liberarse de los
límites prosaicos, es capaz de vincularse con el espíritu de los ríos
y hacerles llegar nuestra intención. Es decir, a contracorriente
del positivismo materialista y de su filiación marxista, el poeta
entiende que el río es un ser vivo, con afecto y consciencia. Y esto,
que desconcierta al intelectual demasiado confiado en los logros
del progreso y de los métodos ilustrados, emparenta a Neruda
(aunque tal vez de forma inconsciente) con las Machi Mapuches,
cuyos sentidos son más sensibles y piensan con el corazón. Es tan
profunda esta intuición en Neruda, que no solo se siente vibrar
en su poesía el cauce fecundo de los ríos de América, sino que
llega a afirmar que el Bío-Bío le enseñó “el lenguaje del canto
nocturno”. Neruda realiza así una supresión de las categorías
ontológicas de la modernidad y sus habituales separaciones; el
senema, para Neruda, no es construcción arbitraria ni artificial,
sino prolongación del territorio, del canto de los ríos y de las aves.
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el espectro ideológico. Neruda llega a hablar de una “Madre de
los metales”, que es una noción indígena que asegura la vida y
consciencia de las montañas y sus Dueños espirituales; y afirma
que los conquistadores (los de ayer y los de hoy) la “quemaron”,
la “mordieron” y la “martirizaron”. Neruda se refiere a esta Madre
en primera persona, sabiendo que será escuchado, que es su
hijo. Y parece estarle pidiendo perdón por la avidez humana,
que la saquea con una dentadura de “tiburón acechante”, con un
“aguijón ácido” de “fiebre inoculada”, que nada deja en pie y tiñe
de sangre la tierra. Me parece notable que Neruda consiguiera
formular tal denuncia, de evidente carácter político, sin caer en el
panfleto militante y chato.
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cultural del Verbo eterno y creador, de la palabra convocante que
alumbró el universo. Lo esencial del ejercicio poético es expresar
lo inexpresable, dar voz a lo inaudible, permitir que se exprese lo
innombrable.
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AMOR AMÉRICA (1400)
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Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre,
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.
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LOS RÍOS ACUDEN
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BÍO-BÍO
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MINERALES
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oscuras que teñirían
de sangre tus pestañas!
La turquesa
de sus etapas, del brillo larvario
nacía apenas para las alhajas
del sol sacerdotal, dormía el cobre
en sus sulfúricas estratas,
y el antimonio iba de capa en capa
a la profundidad de nuestra estrella.
La hulla brillaba de resplandores negros
como el total reverso de la nieve,
negro hielo enquistado en la secreta
tormenta inmóvil de la tierra,
cuando un fulgor de pájaro amarillo
enterró las corrientes del azufre
al pie de las glaciales cordilleras.
El vanadio se vestía de lluvia
para entrar a la cámara del oro,
afilaba cuchillos el tungsteno
y el bismuto trenzaba
medicinales cabelleras.
Las luciérnagas equivocadas
aún continuaban en la altura,
soltando goteras de fósforo
en el surco de los abismos
y en las cumbres ferruginosas.
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El soldadito en las mesetas
duerme con ropa de estaño.
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cómo, patria
de la esmeralda, ibas a ver
que la alhaja de muerte y mar,
el fulgor en su escalofrío,
escalaría las gargantas
de los dinastas invasores?
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sus corales ramajes de veneno
hasta extender como una selva
la niebla equinoccial, hasta cubrir el sello
de nuestras cereales monarquías.
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Óscar Castro Zúñiga
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y creatividad en lo más hondo de nosotros. Se trata de volver a
recobrar el pálpito propio e indómito de América, que no ha
podido ser completamente disciplinado por la razón instrumental
de la modernidad ilustrada, y que conserva un “idioma cantador”
capaz de hablar con las montañas y el cielo. Es el eterno femenino
de América que nos convoca, con su magnetismo telúrico, pero
cuyo llamado rechazamos sedientos de cobre y oro. Y desde Chile,
en recuerdo al amor omniabarcante de Walt Whitman, Castro
expande su canto a la totalidad del continente fecundo, “la América
de los grandes ríos y las montañas grandes”. Si escucháramos a
la tierra, y nos aliáramos con ella, no solo probaríamos del sabor
implacable de sus múltiples frutos, de la piña y del maíz, y nos
extasiaríamos con el canto de sus aves en la pura mañana, sino
que desde el geomagnetismo americano también nos alzaríamos
a beber “leche de cielo en la cumbre del Aconcagua”, la nutricia
del oxígeno limpio. El cantor del poema de América, ligado a la
tierra, a las cumbres y al cielo, es un Zaratustra vernáculo.
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de los antepasados, encuentra Castro la más sublime y terráquea
sabiduría, a la vez trascendente e inmanente: “Ellos hablaban con
Dios vivo / en el mensaje de los cardos/ y conversaban con el agua
/ en el lenguaje de los pájaros”. La complementación de los huasos
campesinos de antaño con la tierra era completa y perfecta, en
dialogo perpetuo, de innegable herencia indígena; de tal raíz
autóctona y de sensibilidad acrecentada, aprendieron a escuchar
la voz de los cardos, el lenguaje secreto de las aves y del agua. Y
es de especial importancia en estos versos la figura de la madre,
la que, como toda madre indígena, sabe hablar con las plantas
perfumadas y conocer sus secretos medicinales: “En el silencio
de mi madre / dormía el yuyo de los campos, / la yerba-luisa, el
toronjil, / el vaso blanco de los nardos”. No conviene, entonces, en
loca carrera moderna, de estirpe parricida, descartar y hacer mofa
de los antiguos, ya que en esos saberes se halla la semilla de un
posible vida auténtica y saludable. “Sabiduría de mi sangre”. No le
conviene a la nación construirse de espaldas al territorio, olvidar
el saber campesino y la innegable fuente americana, ya que eso es
negarse y reprimirse a sí misma.
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de la existencia sin salir de casa, escuchando a las piedras, a los
grillos y a la albahaca, desde su propio latido afectivo; y aprende
de la cabra, solitaria en la montaña, una perdurable metáfora y
un canto arisco y alegre, rebosante con el agua de vida, como el
manantial de altura, abundante de fe y de presencia divina, un
amanecer de limones, una vida vivida como si la existencia fuese
sagrada. Y bien que lo es, a pesar de que la primacía técnica de
la modernidad quiera hipnotizarnos y arrebatarnos el alma,
para hundirnos en la depresión y el sin sentido. En un tiempo
en el que buena parte de los versos que se escriben se recrean
en estériles juegos del lenguaje (solo aptos para gente muy
inteligente e iniciada), o en una literatura del desasosiego, del
psicologismo y el sin-sentido, y cuando la humanidad es ajena a
la experiencia prístina de lo poético, conviene volver a la simpleza
clara y apacible de Oscar Castro. A su íntimo entrelazamiento con
el territorio, a su admiración hacia los saberes indígenas, y a la
reminiscencia de nuestra participación, en tanto hijos de América,
en la indigeneidad (entendida, ante todo, como estado espiritual y
de conciencia, en conexión con el resto de seres vivos). No puede
ser que olvidemos (o tomemos cínicamente por infantil y pueril)
que la labor de los poetas auténticos, en estos tiempos cibernéticos,
ha de ser recordar a la humanidad su pertenencia a la tierra y su
participación de lo sagrado. De lo contrario, la poesía seguirá
agonizando en camarillas secretas que solo sirven para regocijar el
ego de sus tristes cultores. Y su voz no dirá aquella verdad vital que
la modernidad transhumanista, proclive a imaginar desalmadas
distopías positivistas, precisa escuchar.
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DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
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tierra tatuada de nombres y colores,
partida en Panamá por un canal de fierro
y comida en el Sur por los hielos australes,
sino ésta otra, ésta que nace
en el pétreo filo de los Andes
y cae como un poncho verde a dos mares azules.
Esta que va en mi canto americano,
resonando en el galope del charro,
del huaso, del llanero, del indio y del gaucho.
Esta que va en la espalda del cargador de muelles,
y en la espuela grandona, y en el sombrero floreado,
y en la ojota besada por aguas y tierras,
y en el olor del mate amargo,
y en el lamento de la quena y la trutruca,
y en el aroma de la piña madura,
y en el maíz que ríe con risa de sátiro,
y en el coco y la jícara que recibe su jugo.
Esa es la América, hermanos.
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RAÍZ DE CANTO
Generaciones de labriegos
van por el cauce de mi canto;
hembras del pecho en dos racimos,
firmes varones solitarios.
En el silencio de mi madre
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dormía el yuyo de los campos,
la yerba-luisa, el toronjil,
el vaso blanco de los nardos.
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Sé de las lentas escrituras
del humo gris sobre los ranchos;
del viento sur cuyo relincho
puebla la noche de caballos.
Sé de la harina mañanera
que agosto vuelca de un cedazo
y de los pozos que gotean
en un crepúsculo de cántaros.
Sabiduría de mi sangre
donde los llantos fermentaron.
Sabiduría de mi pecho.
Sabiduría de mis manos.
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Si de repente me muriera,
como se cae un campanario,
retemblarían las campiñas
en un galope de centauros.
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PEQUEÑA ELEGÍA
Era un campesino
de lento mirar
mediero tranquilo
de la soledad.
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lo despedirán
tréboles y alfalfas
de verde mirar.
Cuando lo sepulten,
alguien llorará.
y en el valle puro
todo será igual.
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LA CABRA
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Se perfumaba de malvas
el viento, cuando balaba.
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ROMANCE DEL HOMBRE NOCTURNO
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mi mano sobresaltose.
Cuatro jinetes venían,
Pausados bajando el monte.
Los vi recortarse, negros
Contra las constelaciones.
¡Quién va!
Los vi detenerse,
y mi voz multiplicose
rebotando en los picachos
como en cojín de resortes.
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—¿Adónde marcha el amigo?
—Al pueblo de más al norte.
—Acompañaré al amigo
hasta que trasponga el monte.
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Pájaros madrugadores
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Violeta Parra Sandoval
San Fabián de Alico, 1917 – Santiago de Chile, 1967
(Selección y comentarios de Ángela Parga León)
Antiguas Palabras.
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DEJEMOS LO TRISTE A UN LADO
Presento primeramente
con verdadera alegría,
la casa en que yo vivía
de mis lejanos parientes;
con ellas cándidamente
reviso los pormenores
de pájaros y de flores
y los insectos del suelo,
de los misterios del cielo
la lluvia y los arreboles.
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Le orillan verdes zarzales,
Lo ensombran los ocaliptos,
Anduv’este caminito
cuando me fui pa’ Malloga,
saltando con una soga,
como feliz ternerito.
75
Aquí, la piedra moliendo
la fragancios’harinita,
del fuego la calientita
tortilla del mate, hirviendo.
Allá, las vacas mugiendo
al son de la ordeñadora,
que llena las cantimploras
con música sin igual,
cuando le saca el raudal
de leche por las bordonas.
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CUANDO LLEGABA EL VERANO
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PUPILA DE ÁGUILA
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Ya mejoraba, ya sonreía
con mi medicina,
cuando una tarde llegó una carta
de su jaula antigua.
En mi arbolito brotaron flores
negras y moradas
porque el correo vino a buscarlo,
mis ojos lloraban.
Desaparece, me deja en prenda,
toda su amargura,
se lleva ufano mi flor más tierna,
mi sol y mi luna.
En el momento de su partida,
en mi cuello un collar
dejó olvidado y como Aladino,
yo lo empecé a frotar.
Pasan minutos, pasan las horas
Y toda una vida,
por el milagro de aquella joya
lo he visto regresar
con más heridas, con más silencio
y con garras largas.
Sus buenos días mi piel desgarra
con ácida maldad.
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ave mala será.
Ave maligna, siembra cizaña,
bebe, calla y se va,
cierra tu fuente, cierra tu canto,
tira la llave al mar.
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EL GUILLATÚN
82
deshizo las nubes, después se acostó,
los indios lo cubren con una oración,
con una oración, con una oración.
83
LA JARDINERA
Para olvidarme de ti
voy a cultivar la tierra,
en ella espero encontrar
remedio para mis penas.
Aquí plantaré el rosal
de las espinas más gruesas.
Tendré lista la corona
para cuando en mi te mueras.
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y para saber si me corresponde,
deshojo un blanco manzanillón:
si me quiere mucho, poquito o nada,
tranquilo queda mi corazón.
Cogollo de toronjil,
cuando me aumenten las penas,
las flores de mi jardín
han de ser mis enfermeras.
Y si acaso yo me ausento
antes que tú te arrepientas,
heredarás estas flores:
¡ven a curarte con ellas!
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Luis Oyarzún Peña
Santa Cruz, Valparaíso, 1920 – Valdivia, 1972
(Selección y comentarios de Thomas Harris)
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de la visión. Le pido que me enseñe a ver y quisiera que fuese
como la pintura de los flamencos. Nada me parece desdeñable.
Cualquier objeto visto plenamente, o cerca de su verdadero ser,
trae consigo la revelación total. Si pudiera ver a ese pájaro que
ha pasado volando en este instante sobre el cielo —un ave de
presa que se balanceaba voluptuosamente en medio del viento—,
sabría lo que le escribo con su vuelo. Sabría qué es lo que Dios
lee”, escribe Oyarzún en el Diario íntimo. La visión, como ejercicio
poético de carácter epistemológico, iluminador de ciertas zonas
de realidad, aparece unida muy íntimamente en su obra con la
naturaleza. La naturaleza le otorga identidad, ser, ubicación,
plenitud. Poder nombrar la naturaleza que le rodea le confiere al
poeta arraigo en el mundo; en cambio, el desconocimiento de los
nombres del entorno natural le provoca un profundo sentimiento
de nostalgia, de desarraigo, de “morriña del terruño”: “Escribo
frente a mi ventana, con mi Diario paisaje de Highgate delante
de los ojos. Inglaterra no tiene colores. Es una tierra plateada sin
la transparencia de los cristales empañados. Siempre hay aquí
un cristal entre nuestras pupilas y el mundo exterior. Creo que
recordaré siempre estos grandes árboles del jardín de mi casa, tal
vez castaños. No sé precisamente que árboles son. Una de las cosas
que me hacen extranjero es no conocer el nombre de los árboles
y de las flores”.
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Como escribió en su Diario íntimo:
Santiago de Chile
Febrero de 2021
89
RÍO VALDIVIA
I
Descansa libremente sin cuidados la tierra
cuando el azar le ofrece un río cristalino.
Su negra llama se cambia en onda fresca
como sordo gusano en mariposa en vuelo.
Azogada y sinuosa, la golondrina deja
sorprendido al salmón que la cree su sombra
cuando en el vuelo nubla su veloz transparencia.
Lentamente respira, sin suspirar, el agua.
Sin la urgencia del mar, se demora, se queda,
dueña del tiempo, hundida en sueños matinales,
tranquila como un árbol y como el cielo, tersa.
¿Para qué conmoverse? ¿Qué agitación, que vértigo
valdrán más que este río que no acaba ni empieza?
II
Onda Clara y unida como una pupila,
ojos del sosegado verano de la tierra,
el río avanza en calma a la unidad marina.
Hoja y pez se extasían en esta muerte viva.
Lo que el azar amarra el mismo azar lo suelta
en el agua que roba su claridad al día
y sigilos celestes en la noche refleja.
Onda Clara y unida como una pupila,
ojos del sosegado verano de la tierra.
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III
Como pastor que guía a su rebaño
a la fuente del agua cristalina,
la tersa luz que pacentando al día
da bebida a las horas con su canto,
alcanza ahora su perfecto estado
en libélula azul y golondrina,
en líquido reflejo, musgo y linfa
y en fija claridad, nube de mármol.
Todo ahora por fin logra descanso.
Zumba la abeja inmóvil en su prisa
y el árbol sabe que su calma es dicha
cuando la luz, al mediodía, es canto.
IV
El Vogui Vogui con su andar trenzado
al arrayán le cuenta su secreto.
Plumilla blanca y cáliz encarnado
encrespan de espesor al aire quieto.
Pluma de bodas, beso apasionado,
cándido estambre y fuego de espesura
que amor en selva fría ha desencadenado,
cristalizada luz y llamarada oscura.
El ulmo suspendido sobre el río
cargado de siringas festivales
canta las nupcias del verano ardiente
con el agua feliz y no remada.
Vogui Vogui y pellín se dan la mano
91
sobre húmeda tierra y musgo frío.
Lámpara transparente y tronco erguido
juntan su luz, su fuego y su descanso.
Crespo follaje y sangre sin herida
alimento le dan al fiel ramaje
que en libertad la atmósfera reparte
para que ondule en paz la flor cautiva.
V
Quién viviera y muriera
en el bosque sonoro,
bosque hervidor y vivo
que airea su tesoro.
Quién viviera y muriera
cogiendo moras
en colina herbosa.
Quién viviera escuchando
bandurria sorprendida
y vergonzosa.
Quién viviera mirando
un vuelo de vilanos.
Quién viviera sin ahora,
atento solamente
ala pausada aurora
y a la rápida mosca
que zumba mediodía.
Quién fuera tan feliz
como el diente de león
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o el llantén siete venas.
Quién viviera y muriera
en el bosque sonoro.
VI
Tendido en la colina
con el sol a la espalda
todos mis males sanan.
La tierra engendra bosques,
se alimenta y descansa
y mi nostalgia sana.
La cigarra me cuenta
su dicha que no pasa
y mi desdicha sana.
El viento hincha la vela
de la goleta blanca
y mi fatiga sana.
El sol ofrece mieles
al fruto de la zarza
y mi amargura sana.
Tendido en la colina
con el sol en la espalda
todos mis males sanan.
VII
Redondeada colina
sobre pausado río
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quisiera acariciarte
y escuchar tu latido.
Lisa colina umbrosa,
tú no tienes destino.
Me dices que no mudas
si acerco a ti el oído.
Cómo poner las manos
sobre tu pecho fijo
para cogerte viva
en hondo torbellino.
Redondeada colina
sobre pausado río
quisiera acariciarte
y escuchar tu suspiro.
VIII
Los hombres hacen la trilla
del denso trigo barbón
sobre dentada colina
vecina a un mar sin hervor.
Mar tranquila, mar tranquila,
cosecha sin sembrador,
mar dormida en cada vela
de su barco pescador.
El hombre toma los peces
que el mar para él sembró
y en la era donde giran
las bestias que el sol unció
94
recoge puñados de trigo
en un dorado temblor.
Verde península erguida
sobre la mar sin pasión,
azul absoluto, azul
de cielo y mar temblador,
dadnos tierra labrantía,
dadnos gesto sembrador,
una mañana sin naufragios,
arado, vela y verdor.
IX
El lagarto en la orilla
disfrutaba del sol
tendido sobre un alga
de balsámico olor.
Pececillo en el agua
gozaba del color
jacinto fiel del cielo
tendido sobre mullido
arroyo saltador.
Araña en la ribera
columpiaba su tela
desde la sombra al sol,
tendida sobre fragante
hojuela de verbena.
Araña, pececillo
y lagarto burlón,
95
vivid el resplandor
del entero verano,
que mañana cautivo
de las heladas horas
nuestro buen Padre Sol
ya no tendrán lagarto,
pececillo saltón
ni araña tejedora.
(Libro: Mediodía)
96
Efraín Barquero
Piedra Blanca, 1931
(Selección y comentarios de Pedro Favaron)
97
Existe la misma adecuación entre un hombre que construye
su propia casa y un pájaro que construye su propio nido.
¿Quién sabe si, en el caso de que cada hombre construya
su casa con sus propias manos y obtuviera alimento para
él y para su familia de forma lo bastante simple y honesta,
no se desarrollaría universalmente la facultad poética,
al igual que las aves cantan universalmente mientras se
hallan tan ocupadas?
98
con el ánimo edificante de una sociedad que, demasiado insegura
de sus propias raíces culturales y de su incierto abolengo, se lanza
constantemente hacia el futuro, poseída por su prepotente voluntad
de poder, de aparentar y de progresar. A contracorriente de estas
carreteras del ingenio y del deseo egoísta, que nos han llevado al
peligro de la deshumanización y de la extinción, el ensueño poético
de Barquero no le teme al retroceso. Por el contrario, halla su
sustento y su salud enraizándose en el origen, en un limo que aun
siendo “poco firme” (sobre todo para los enamorados de las cifras
cuantitativas), es pleno de potencia en su blandura y flexibilidad. Y
acaso la poesía en estos tiempos transhumanos y maquinales, ¿no
es siempre una ligereza floreciendo donde los demás no se desean,
brillando en medio de la oscuridad, un brote de quietud ajeno al
afiebrado movimiento? Entiendo que la palabra poética no ha de
ser concreto que se cree firme y prepotente frente a la naturaleza y
el tiempo, sino fluidez, arroyo, ciclo e incesante transformación. Tal
vez paradójicamente, es aceptando su fragilidad, su precariedad,
su vulnerabilidad y mutabilidad, que el poema se vincula con “lo
eterno”, con aquellas imágenes primeras que nacen, como el maíz
y el trigo, “de los surcos nuevamente abiertos”: la vida misma, que
no cesa de germinar de las cenizas, alzándose al sol y alimentada
por un aliento subterráneo. Se trata, sin duda, de un constante
resurgimiento amoroso, casi sagrado, que surge de la cópula “de
tierras y aguas sin descanso despertadas”. Como bien señala el
pensamiento de los pueblos andinos, así como el de otras culturas y
tradiciones, la existencia (y, por extensión, el poema mismo), surge
del encuentro complementario, amoroso, de lo duro y lo blando, de
la luz y de la oscuridad, de lo seco y de lo húmedo, de lo femenino
y lo masculino. Y no hay teoría alguna, por más sofisticada que
pretenda mostrarse, que pueda negar dialécticamente la simpleza
contundente de este principio existencial.
99
tendencia a llamar abuelo y abuela a diferentes elementos de la
naturaleza, como la piedra o la montaña, a los cuales se considera
más viejos, sabios y antiguos que la propia humanidad, vincula
la poética de Barquero con el pensamiento de diversos pueblos
indígenas. Pero, a la vez, y gracias a la multisignificancia de la
palabra poética y a las diversas posibilidades de lectura, es su
propio abuelo humano el que es comparado con un río. El ser
humano, ligado a la tierra, es semejante a los otros seres vivos de
la naturaleza, comparte sus atributos y se impregna de sus fuerzas
materiales y espirituales. Difícilmente se podrá comparar con
un río a un abuelo urbano, dedicado a la catedra o a la oficina;
pero tales metáforas y símiles son especialmente agudos para
dar cuenta del corazón generoso del abuelo “sembrador”, tan
enraizado a la tierra como un árbol. Y también es dable este tipo
de metáforas para describir a la abuela campesina, “rama curvada
por los nacimientos”, por tanto dar fruto, humilde parturienta,
como la tierra misma, que muere y renace, que vive para sustentar
a sus hijos. Y, como la huerta santa, la abuela es portadora de
secretos vegetales: “era la mano del romero y la voz del conjuro”.
La abuela, criolla o mestiza, no importa, enraizada al territorio,
sabedora de las plantas, tiene al menos un poco de Machi, de sabia
curandera conocedora de los ánimos y sabidurías de los vegetales.
Es también mujer de la tierra, de la Mapu.
100
y balances. En la poesía de Barquero canta, al menos parte, del
Chile profundo, negado por las grandes cadenas comerciales, por
la cultura del crédito y del endeudamiento, de siempre querer
aparentar y de las fantasías mercantilistas de los Chicago Boys:
quien canta, con toda su generosidad, es esa estrecha y fecunda
franja de tierra, entre los Andes y el Pacífico, capaz de hacer comer
a sus hijos “de sus manos milagrosas” y de elevarlos “con su sueño
de águila”. El poeta campesino es inevitablemente atravesado
por la nostalgia de un tiempo perdido con su propio crecimiento
y madurez, pero también con el de los monstruos devoradores
del progreso. Y anhela volver a mirar esos rostros ancestrales,
“poderosos como los caballos percherones”, como si el tiempo no
hubiese transcurrido, porque en el territorio se halla la redención.
Descender de tales abuelos, “que recordaban las cosas más
cercanas a la tierra”, permite al poeta no perderse en el artificio
del neón. Por el contrario, Barquero siempre vuelve a “la voz del
río y de la tierra”. Ha ahí la matriz que dona belleza y altura a su
canto, que dona potencia a lo frágil, a lo pequeño, a lo humilde,
ya que todos esos seres fugaces, se sustentan en su precariedad e
impermanencia de un aliento eterno que da de sí sin mezquinar,
y nunca se agota.
101
DETRÁS DE JUNIO
102
nadie pensar ni proponerse nada
nadie poner atención en sus semillas,
sino caminar con milagrosa inconsciencia
como reconociendo vagamente algo.
(Libro: Enjambre)
103
LA MIEL HEREDADA
(Libro: La compañera)
105
SEMILLA SERÁ EL HOMBRE
106
y ella con el agua habitadora;
ruptura es el hombre, avance, comienzo,
tejedora es la mujer, de fibra y orden,
y en la tela incendiada trabaja,
en la quietud de las frutas se perfuma,
sólo en su gran serenidad todo revive.
(Libro: La compañera)
107
UN POZO / UN ÁRBOL
Veo al mismo extraño en el jardín
detenerse ante un árbol
acariciar su tronco
— el mismo que muere en mí cuando me voy muy lejos
— el mismo que me aguarda florido
entre la puerta y el pozo
— diciéndome que todos los caminos del hombre se parecen
que un extraño
es el sueño de un invierno muy largo
al olvidar el rincón donde nació
la mesa donde comió con los suyos.
Al olvidarlos
perdió como el hilo que une una vida con otra.
Y hoy camina por dentro de sí mismo
donde nunca se halla la puerta
dando vueltas
alrededor de un pozo sin fondo.
108
Jorge Teillier
109
la naturaleza, la infancia dorada, el pueblo fantasma, la lluvia, el
poeta borracho y solitario.
***
***
111
convirtieron en lo que somos ahora. Las relaciones entre el lar y
el pueblo parten del disenso con la realidad establecida. Nuestro
presente es producto del progreso modernista, la pulida técnica.
Seguimos experimentando el disenso con la realidad construida
por el poder económico. Ese disgusto es el motor de nuestras
ficciones, nuestras maneras de inventar un habitar alternativo. En
ese sentido, la poética y la actitud lárica, no pertenecen a una época
pasada. Es una forma de vida que responde ante la deforestación
del progresismo con la semilla de la memoria. El peligro de perder
esa memoria es parte de la pugna de la condición humana y ha
existido de manera transversal en la historia. Las cosas vividas, las
cosas de nuestros abuelos, no están en declive, están siempre en
pugna con el progreso. Nuestras formas de vida independientes
de la máquina capitalista no están en declive, están resistiendo
el desgarrador avasallamiento de la ciencia al servicio de los
intereses económicos. Ya no se trata de conservar lo real en vías
de extinción, sino de resistir esas viles trampas de vida para
configurar nuevas formas. Configuración de algo nuevo, mas no
retroceso a “lo de antes”. La antigua conexión con el dínamo de las
estrellas desdibuja su calidad de antigua al mezclarse con la vida
cotidiana y eso ocurre por el simple hecho de existir la biografía
de cada individuo del pueblo, donde algunos comunes convergen.
Una biografía que proviene de un legado que se alimenta del
intercambio con los portadores de memoria. Esos portadores de
memoria no necesariamente humanos o individuos, elementos de
la configuración de realidad que dota de sentido a nuestra biografía
en relación con nuestra historia. Un árbol, una piedra, un río, un
bosque, un anciano. Los seres y las cosas son los portadores de esa
historia y, al reconocemos como hermanos, podremos escuchar lo
que nos tienen que contar y hacer memoria viva.
112
recorrido si se vuelve crítico, prospectivo. Las poéticas de los lares
cobran vida a medida que conocen que la poesía es una posibilidad
de hablar con los muertos. Ya no se trata entonces de melancolía
inerte, sino de memoria y siembra, de muerte nutritiva, de duelo
para una reconfiguración del presente. Como el botón de las flores
que aparecen en su ciclo, el lar se sigue abriendo. Toca sacarlos del
cajón, desempolvarlos y buscar la potencia de las aristas que aún
no se han tomado en cuenta.
113
PARA HABLAR CON LOS MUERTOS
114
DARÍA TODO EL ORO DEL MUNDO
Para gustar
la leche del alba
que va llenando los pozos olvidados.
Daría no sé cuánto
por descansar en la tierra
con las frías monedas de plata de la lluvia
cerrándome los ojos.
115
IV
116
en el moscardón que ronda las casas.
Todos hemos estado
en el puñado de tierra
que lanzamos por primera vez a ese ataúd.
117
V
Un desconocido
nace de nuestro sueño.
118
mientras los deudos se reunían a tomar aguardientes en el Bajo.
Hablan de su resurrección
los ríos cuyos primeros puentes construyeron
las herramientas aún guardadas en los galpones,
y los que ahora son partículas de alerce
creen escuchar las campanadas anunciando el primer incendio
del pueblo levantado con tablas sin labrar
en medio del invierno del fin del mundo.
119
que hace falta derramar la ofrenda de vino en las tumbas.
En el corazón de los alerces se apaga un tictaqueo repitiendo:
“No hay tiempo, no hay memoria”.
Griterío de choroyes
en busca de trigales.
A orillas del río
buscamos huellas.
Rápido parpadeo
de un día de verano
que despierta con nosotros.
120
XIX
A Pierre de Place
121
Semana a semana leerás “El Peneca” ilustrado por Coré.
A veces lo irás a comprar a la estación para
saber más luego la suerte de tus héroes.
Llegas atrasado al colegio por ver a Dick Turpin
galopando por los caminos reales de Inglaterra.
Tus sueños están iluminados por las linternas
que agitan en la “Hispaniola” los piratas.
Desde una guardilla oyes el bastón del ciego golpear el hielo.
Afrontas tempestades en la Malasia junto a Yáñez y Sandokán,
sufres junto a Coretta y Garrón en el libro “Corazón”
y hablas con Gulliver, Robinson Crusoe y Herne el Cazador.
122
Quedé solo en medio de un bosque.
El bosque ya no me reconocía.
Hermanos y amigos partieron
hacia los cuatro brazos del horizonte.
En la lejanía se encendían fogatas en círculos de piedra.
123
Pedro Humire
Socoroma, 1935 – 2020
(Selección y comentarios de Giovana Iubini Vidal)13
125
Humire implica una recuperación del canto tradicional como una
manera de preservar la cultura aymara. Así, su poesía anuncia la
confianza en un nuevo tiempo para el mundo andino: “Ha llegado
el día / ¿no has oído cómo cantan los puku-puku? / ya no cantan a
la muerte. / ¿No has oído cómo vuela / el cóndor de cuello blanco?
/ Despeja tu sien y salúdalo diciendo: / ¡Suerte mallku, suerte
mallku! ¡suerte mallku!/ urusa purk’iwa / Chuimasa kusisk’iwa”.
En este collage lingüístico, el castellano y el aymara se mezclan en
el poema, dando cuenta de la condición de diálogo intercultural
de su poesía; pero en esa “interculturalidad”, la cultura aymara
adquiere una condición de primacía. Por eso, cuando dice “urusa
purk’iwa / Chuimasa kusisk’iwa”, su voz se eleva como un canto
mesiánico que incita al despertar del pueblo andino, diciendo:
“nuestro día está llegando/ nuestro corazón se alegra”, por lo que
llama al Pachakuty, a romper las cadenas y a dar vueltas el rumbo
del tiempo histórico.
128
PARINACOTA
(Poblado cordillerano de Arica)
Me partes a mí
y al tiempo,
Parinacota de los pedregales,
lugar primero, madrugada del Universo
iniciación de los pensamientos
donde piensa el viento grande
y se encuentran las edades.
129
Tristemente vimos a las vicuñas
doblegar su salvaje trote frente a la muerte,
pero desde aquel tiempo
siento correr la dulce sensibilidad de ellas
entre mi sangre,
Parinacota, mi necesario hallazgo.
Parinacota, 1962
Caquena, 1962
131
URUSA PURK’IWA
Ha llegado el día
¿no has oído cómo cantan los puku-puku?
ya no cantan a la muerte.
¿No has oído cómo vuela
el cóndor de cuello blanco?
Despeja tu sien y salúdalo
diciendo:
¡Suerte mallku, suerte mallku! ¡suerte mallku!
urusa purk’iwa
Chuimasa kusisk’iwa.
Y tú, madre,
que al nacer nos amamantas
con aquellas canciones,
huayñus antiguos,
132
estaremos cerca de ti
siempre
en el agua y el viento
el sol.
Alegrémonos,
hoy ha llegado el día.
Urusa purk’iwa
chuimasa kusisk’iwa.
Ten presente
que fueron tantos años
que allí dejaron los viejos instrumentos
y los versos aquellos.
133
de cañas sonoras;
y vuelve tocando alegre,
gritando a todos,
ha llegado el día.
Urusa purk’iwa
Chuimasa kusisk’iwa.
Arica, 1967
134
TARUJA
Yo vi un venado
una taruja
allá en el cerro
Anco-Anco
vecino al Socoroma.
Apareció de una
falda de
tierra blanca
parece que salía
de la nieve.
Sentiría de lejos
nuestras pisadas
que movía sus
astas
lado a lado.
Asustado, huidizo
desapareció.
Pienso,
cómo no me fui
enredando en su
piel,
mezclado en su
carrera
bañándome en
135
sus ojos,
hundido en
su estómago,
saltando en su
corazón.
Cómo no me fui
hasta los confines
del cerro Socoroma
más allá de
las Pascanas
desiertas.
Más allá de
los cerros deshabitados,
más allá de
las tumbas Sunkunallas,
más allá de las
gredas,
de los tejidos,
de las zampoñas,
de las p’ichakas,
de las chajgrañas,
de los charangos,
de las pusk’as
de los millus.
Al centro de
la K’ora
al centro de la suerte india.
136
Ahora estaría allí
en la fiesta
atizando hornos,
y no parado en esta
ciudad,
muriéndome de
hambre.
Ahora estaría allí
en los sueños y
los bailes Pacha Incaicos,
en los tambores con
cuero de llamo,
y no tosiendo
esta tisis moderna.
Estaría allí
haciéndome
remedios con un
yatire,
y no aquí
en el kirófano
entregado a la
computadora
anormal de las
edades.
137
indias
y no en estas Academias
de falsos conceptos
de malquistas
abstracciones.
¡Llévame en tu carrera
desafiando al
laika tiempocibernético!
¡Taruja
ampe, jilatanan
¡ven a buscarme!
¡Taruja!
138
Cecilia Vicuña
Santiago de Chile, 1948
(Selección y comentarios de Giovanna Iubini Vidal)
139
Algo similar sucede en “Retrato físico”, donde
nuevamente aparece la metáfora vegetal como una forma de
identificación del sí mismo hacia el Reino Plantae: “tengo el cráneo
en forma de avellana / y unas nalgas festivas a la orilla / de unos
muslos cosquillosos de melón / tengo rodillas de heliotropo / y
tobillos de piedra pómez / cuello de abedul africano”. La imagen,
por supuesto es paródica, pues observamos un cuerpo-fetiche que
se fragmenta como una pintura cubista, en la cual solo podemos
ver una parte del todo. Este cuerpo experimenta, en sí mismo, una
construcción caótica, ya que sus partes parecen desplomarse como
un injerto precario: “Tengo veinte dedos y no estoy muy segura /
de poder conservarlos / siempre a punto de caerse / aunque los
quiero mucho”. Humor e ironía se funden en la visión de un ser en
constante devenir, que parece florecer en un proceso de autopoiesis:
“Después me termino y lo demás / lo guardo a la orilla del mar”.
141
por eso la tierra y el agua se unen para dotarnos de aliento vital:
“madre de agua / serpiente zigzag”. Las aguas, entonces, adquieren
una condición especial, debido a que permiten la conexión de los
mundos en la cultura andina; así, la Pachatira es un riachuelo que
brota de la tierra, a través del cual fluye el Amaru. La Pachamama
y Amaru, en tanto deidades, conforman parte de la cosmovisión
andina, pues la serpiente de agua —Amaru— permite que la
Pachamama se fertilice y florezca, cree y crie vida para el sustento
del ser humano
142
conectar”.
143
deviene vegetal, deviene animal, deviene tejedora; siempre como
un modo de explorar las múltiples dimensiones del ser humano
en distintos contextos, siempre como un modo de ser la otredad.
144
LUXUMEI
Necesito decir
que mi atavío natural
son las flores
aunque me vestiré
de un modo increíble
con plumas
dientes de loco
y manojos de cabellera
de Taiwan y Luxumei.
Cada vez que estornudo
se llena el cielo de chispas
hago acrobacias
y piruetas endemoniadas
cada noche
me sale una espalda adyacente.
Soy de cuatro patas
preferentemente,
las ramas
me saldrán por la piel,
estoy obligada a ser
un ángel con la pelvis
en llamas.
145
RETRATO FÍSICO
146
EL POEMA…
El poema
es el animal
Hundiendo
la boca
En el manantial
(Libro: La Wik’uña)
147
LA WIK’UÑA
La wik’uña
Es pastar y correr
Pecho blanco
al atardecer
Cúspido brote
a todo dar
Cerril corpar
Ojos colmando
el cabezal
Flor de lanío
y del ultra fugaz
Me duermo
en tu potestad
Perder la cabeza
y volverla a recuperar
Lo wikuño
del wik’uñar
148
Pensar lumínico
y cabal
Face de hilo
Entrando
en el cristal
Fibra de orar
Poliedro impensable
Y ahí está
Tú que comes
y ludes
Tú que eres
y eludes
Fina devolvedora
del sentido
La fuerza
entre nos
Amanecer
del amar siendo
el animal
149
Pálpita pálpita
saltarina
Señora de las
altitudes andinas
Tú eres mi
cósica calórica
camótica
Mi cáspita bruces
La Cupisnique
Tú eres la Uru
y la Bamba
Apu aquí
oro en monte
Rimac allá
Wik’uña al monte
tres prístinos mugidos
tres rápidos tris-trás
150
Salvaje y frugal
Vivísima fuente
del lanar
Pelo al sol
Hija y madre
del tiempo mejor
Aquí te vas
y tu ijar se vuelve
grupa tonaz
Tú lo has querido
mandado y dolido
¿A qué te soy?
Wikuñar y pastar
Mover el pelo
al norte y al sur
¿A qué flaquita?
Pepita de ají
(Libro: La Wik’uña)
151
LA TIERRA…
La tierra
una gota de agua en el vacío
Pachawawa, Pachatira.
Amnio sacrificial
Vaso comunicante
Cloaca y vertiente
tarde o temprano se encontrarán
Limpia cantando
Challa asperjando
(Libro: La Wik’uña)
152
PALABRA E HILO
Cuerpo no lineal.
(…)
(…)
153
Metáforas en tensión, la palabra y el hilo llevan al más allá
del hilar y el hablar, a lo que nos une, la fibra inmortal,
(…)
(…)
154
Los dos últimos movimientos de una
fibra deben estar en oposición:
(…)
155
Raul Zurita
Santiago de Chile, 1950
(Selección y comentarios de Sergio Ojeda Barías)
156
presencia de la geografía chilena en la obra de Zurita.
157
Di tú del silbar de Atacama
el viento borra como nieve
el color de esa llanura
i. El Desierto de Atacama sobrevoló infnidades de
desiertos para estar allí
ii. Como el viento siéntalo silbando pasar entre el
follaje de los árboles.
158
pueden pertenecer a cualquier lugar del mundo, pues el universo
que retrata simbólicamente incluye la expansión y el desajuste
con las palabras.
159
el cielo, de la casa a la plaza pública, del suburbio a
la ciudad, de unas vacaciones costeras al goce de las
artes refinadas, buscando un punto de equilibrio que
no es de este mundo. (Tuan 2007 336).
160
A LAS INMACULADAS LLANURAS
(Libro: Purgatorio)
161
EL DESIERTO DE ATACAMA II
(Libro: Purgatorio)
162
LA SINFÓNICA DE LAS AGUAS
163
CANTO DE LOS RÍOS QUE SE AMAN
: En las horas de A. M. de
las aguas de norte y sur
este y oeste
164
HOMENAJE DE AMOR DE LAS CORDILLERAS
Queridas cordilleras
165
LOS TORRENTES HABLAN DE SÍ MISMOS
Queridos lagos, queridos torrentes
166
Elicura Chihuailaf Nahuelpan
Quechurehue, 1952
(Selección y comentarios de Pavella Coppola)
14. Prólogo “Voces de limo: Ecopoética y razón efectiva en el Perú” por Pedro
Favaron, el tomo I de esta colección.
167
donde se viene y hacia donde se va, porque “el primer espíritu
mapuche vino arrojado del azul”15. El poeta Chihauilaf sintetiza
el legado, no hay posibilidad alguna para distraerse, menos para
equivocar el sendero azul. Los poderes del agua me llevan paso a paso
/ Wenulewfv, el Río del Cielo trasladan al yo que habla; corresponde
a los poderes invisibles mostrar el camino: la región acuosa no
es simple referencia material, no resume, porque ella no se deja
comprimir, es libertaria; allí los espíritus animan quizás también
las características físicas del agua: la insipiencia, su transparencia,
la implacable naturaleza inodora, la posibilidad que otorga para
disolver casi todo, la conductividad eléctrica que permea las
moléculas, su condición diamangnética, la incomprensibilidad
que la extiende como océano más libre que el propio viento, su
principio sonar que propaga todos los sonidos como el inevitable
diálogo submarino de los crustáceos, la docilidad de sus cambios
de estado, la extrema tensión de su piel-superficie sobre la cual
flotan hojas y bailan con innegable flacura las patitas de los
pequeños insectos. Los poderes del agua realizan la acción, no el
agua física sino la inevitable energía espiritual de lo moviente. El
poeta —ahora— define: es apenas un pequeño círculo / en el universo
/ En este sueño me quedo: ¡Remen remeros! En Silencio / me voy / en el
canto invisible de la vida.
168
que el ser humano es un habitáculo“16. Así, el ser viviente humano
es una casa, una arquitectura –recipiente la cual se moldea a sí
misma en la medida en que la energía la habita toda vez que la
vida mueve para luego acceder al poniente, porque es apenas un
pequeño círculo que se dirige a la muerte, final que no es conclusión
sino transformación, liberación del espíritu que continúa siendo
vida17 : me voy / en el canto invisible de la vida. En este sentido,
el poema titulado Los poderes del agua me llevan viene a decir la
circularidad, no como retorno ni repetición de lo dado, sino como
anillo de energía moviente cuya mecánica interna la agitan las
aguas, el cielo, el árbol en flor, el aire andado, el Wenulewfv/Río
del Cielo, el universo, el sol entrante porque allí —en ellos—
también habita la memoria hablada de los abuelos.
16. Ibídem.
17. Ibídem.
18. Para una revisión pormenorizada del concepto protomemoria, confróntese
mi libro Fragmentos para una literatura desbordada, Santiago de Chile: Cuarto
Propio, 2010.
169
un velo corrido, así esta metafísica: Ahí entonces supe que eras el /
espíritu de un sueño / del que nunca jamás despertaría.
Berlín, Alemania
Octubre de 2020
171
LOS PODERES DEL AGUA ME LLEVAN
172
KURA
173
PIEDRA
174
Feyti chi rvpvl rvgan puliwen mew
Ñi pvllv ramtulerpuy
Ti ayikawvn mew
175
(Allkvfimi, kimfiñ, pienew ñi weñagkvn piwke)
Fey wvla fey kimfiñ ñi Pvllvgen Pewma mu
ñi rumel nepewenoafel.
176
ESTOS CANTOS
177
Largamente hablé también, me dijo
con el viento y con la luz del sol
178
Sergio Mansilla Torres
179
la tierra que ha de heredar toda la descendencia de las familias
de Israel (Gen., 15:18). Una promesa que el poeta anhela ver ahora
cumplida a su llegada a esa nueva tierra (“Al fin, llegamos”). Y la que
recorre con su mirada desde fuera de sí mismo, sintiendo el peso
de la naturaleza que le rodea como sombra de un cielo muy visto y
del que no verá mucho más. Hay alguien que parece acompañarlo,
¿pero quién? ¿acaso los oyentes de su mensaje? No lo sabemos.
Pero el mundo y la naturaleza se muestran, al principio, de un
modo no familiar. Y, no obstante, resultan similares a la conocida
realidad del poeta, la misma que encontramos en el paisaje de
la zona sur, su tierra, con la diferencia de hallarnos, ahora, en
el sitio de los difuntos: Había (…), un cementerio con flores que nos
hablaban en un idioma desconocido. En un humedal cercano, entre
juncos, nadaban cisnes, y el frío del invierno zapateaba sobre nuestras
cabezas descubiertas. ¿Es nueva en verdad esta tierra? Preguntamos
con el poeta: ¿a qué país nos hace llegar esta voz? ¿Acaso deberían
ser recibidos, anunciados todos los recién llegados? Resignados y
“sin lágrimas” guardan estos recién llegados su memoria del viejo
hogar, en un diálogo fantasmal con los familiares que han dejado
atrás. Todo lo traen, como el mar, encerrado en nuestra mirada de
la memoria, cuando se evoca aquello sido. Y aquí ya lo advertimos
con el propio poeta: arribamos ahora, existimos, otra vez, en un
lugar donde no somos nadie, donde las diferencias de felicidad y desdicha
son restituidas en paz, y permanecen alegres en la tupida espesura
que nos rodea.
180
esas palabras la espesura que rodea a habitantes y visitantes en ese
umbral de renacimiento. Entender la vida es también entender el
sueño y la embriaguez que está en el hombre y la naturaleza.
182
coigües. El poeta se aleja del río hacia la tierra, vamos a los bosques
y su conversación resulta vital. Un diálogo que se lleva mucho
mejor ahora con la naturaleza: una conversación entre los coigües
y el poeta, que no se le da mal, como canta en la primera estrofa.
Al fin, aquella voz ha conseguido, sí, la misma extraña voz de La
Tierra prometida, ha logrado establecer la comunicación (“Nos ha
tomado tiempo dar con el idioma justo”) con la naturaleza, en ese
nuevo estado de claridad en que se halla el poeta, observando las
señas que también son presagios de un estado de comunicación
plena con el ambiente exterior que lo rodea. En un lenguaje,
sin lugar a dudas, que no es el propio del código humano ni
hablado ni escrito: las señas no funcionan porque “ellos no leen
papeles garapateados (…), mensajes electrónicos, no atienden llamadas
por teléfono; más bien están ahí siempre presentes, “en acto”; su
obrar es ser abiertamente naturales en un diálogo trasmitido casi
telepáticamente en todo el orden de lo existente. La presencia
de la naturaleza es allí esencial, y el poeta lo sabe, es nuestra
comunicación “necesaria” con “ellos”. La primera parte del poema
reitera esa posibilidad potencial de comunicación y el poeta
comparte su vida con “ellos”: Les cuento mis historias, les hablo de
los míos. Y aquí: Ellos me acompañan al atardecer / y al crepúsculo lo
llenan de murmullos. Ellos son todos los entes vivos que desean y
habitan la Tierra, que suelen acompañarnos en el atardecer. Así
es como “habla” la naturaleza, en el mundo del poeta. Con agua
y viento, humedad y aire, que nos atraviesa y comunica con todas
las cosas, nos dispersa e indetermina. Conversación con los coigües,
sin embargo, pone ciertos límites a este diálogo. La naturaleza
permanece en un solo lugar. Somos nosotros los que nos movemos
de un sitio a otro, o nos comportamos diferente. Por cierto, mis
palabras no producen oxígeno, afirma irónico el poeta; ellos en el oficio
de hacer aire son maestros, en definitiva, nuestra comunicación no
siempre consigue la armonía con esa naturaleza, lo que puede
ser hasta una injusticia frente a los designios de que dispone la
naturaleza: no oirla, por tanto, es un despropósito. En verdad,
hombre y naturaleza se asemejan en los elementos que les hablan
183
y comunican, en la misma vida sostenida por ellos. Pues, nos
une la necesidad de aire, de agua, de tierra; entre esa naturaleza y la
nuestra, su unión es posible. Una conversación allana también los
sentimientos de dentro y de afuera, se me aparece / una gran llanura
en el corazón / y las palabras solas se llenan de rostros que sonríen.
185
LA TIERRA PROMETIDA
(Inédito)
186
LA VIDA PASA ¿A DÓNDE SE VA?
(Inédito)
187
EN MITAD DEL RIO
En mitad del río el barco quiebra
la hierba invisible de la tarde.
Se arremolinan las gaviotas,
burbujea la algarabía de los cormoranes,
y el mar está cerca
con sus hijos salvajes esperando.
188
(Inédito)
CONVERSACIÓN CON LOS COIGÜES
189
y en materia de ignorancia sobre Dios
nos parecemos como dos gotas de agua.
No va mal nuestra conversación.
(Inédito)
190
TENEMOS EL MAR DENTRO
191
No podemos quejarnos:
Tenemos el mar dentro de nosotros.
(Inédito)
192
CURIOSIDADES DEL CUERPO
193
Es la ventaja de estar hecho de hielo y aire,
y en proporciones tan desiguales, para más gracia.
(Inédito)
194
DECISIÓN IRREVOCABLE
(Inédito)
195
Pavella Coppola
196
Víctor Segalen afirmó que, una vez visto el mundo, se le
debía decir, sentirlo, como si se fuere un segmento de este, enlazado
a un macizo de flores, a una zanja atravesada por bueyes o por
los rayos de sol. En el corazón de todo desplazamiento y retorno,
como recupera el cielo la esperanza azul luego de una tormenta, la
escritura de Pavella ha recobrado la existencia terrestre mediante
los sentidos diseminados en las imágenes de sus poemas20; más de
forma simultánea, está manifiesta la condición de posibilidad de
su propia existencia humana. No es sino in medias natura que la
poeta existe, poeta ella misma abono, humus, concentración salina
de palabras e imágenes gemelas del Ser. Los espacios diversos en
la vida de la poeta han constituido una serie de nacimientos, de
prospecciones, de reconocimientos: Yo fui búho con mi huella en
la maraña de la tarde enrevesada. Las palabras han buscado hacer
su nido en la memoria, pero también han visto en el instante, las
noticias de un lenguaje nutricio: el murmullo de la arena en el
paisaje que reintegra al propio cuerpo en la naturaleza, que no le
distingue y que de antemano le hace reconocer su muerte.
20. Nombre dado a los acantilados costeros de la Playa de Horcón, zona formada
hace 160 millones de años y lugar de cuantiosos hallazgos paleontológicos.
Océano pacífico, Región de Valparaíso, Chile.
197
soberanas hijas de la voz de los acantilados. Las imágenes acuáticas
en los poemas de Pavella Coppola son símbolos de una restitución
y acoplamiento de los cuerpos, de los seres rehabilitados por un
agua hembra. El descenso de la poeta hacia un psiquismo de
repatriación, repasa el camino a casa excavando —polvo eres— o
zambulléndose: la albacora me dialoga, pero los botes han desdeñado
el oficio celeste de mis uñas. Con un tremolar esmeralda la intensidad
del oleaje revigoriza a los ojos viejos en botes hasta volvernos
cunas recaladas en un momento geológico: A estas rocas las moldeó
lo desconocido, / asperezas de sombras anteriores, / posibles materias del
tiempo. El mundo enteramente bañado en los poemas advierte la
presencia de los desperdicios, las sobras, el bolo masticatorio de
los imperios cotidianos, prisioneros de la topografía de la ciudad
moderna; no es ajuste de cuentas, ni vendetta, señala la poeta, sino
despojo mortal, antífrasis de la muerte en la cámara nupcial,
bóveda que cimbra entre olas abanicándose, estremeciéndola
los navíos. No ha sido una locura esconderse en el mar, dejar
que la columna vertebral construya su propio laberinto amado
en el cosmos acuoso. También el oratorio posee esta aspiración a
encaminarnos a la iluminación interior.
198
del pescador reproduce su eco en el perfil costero: Vamos, el grito
en medio de la nube, el pescador, refugio, receptáculo paradisíaco
(agua, árbol y piedra) donde la “mano temblorosa de la poeta se
confunde con la premura de la red”, genitrix que acoge el corazón
sobre la roca.
201
NO SERÁ EL MAR UNA LOCURA
para Sergio Ojeda
202
La albacora me dialoga entre desperdicios cuando
ruje el engranaje de troncos fecundos.
Atesoro preguntas como loca
y ojos viejos en botes husmean porque diseñan el mar.
Atesoro jaibas, conchas de choros
plateados, preguntas como loca;
la albacora me dialoga, pero los botes han
desdeñado el oficio celeste de mis uñas.
Un balanceo de gaviota
revisa su mundo bajo el gran ojo de lupa
en medio del agua.
—Vamos, el grito en medio de la nube, el pescador.
204
—Vamos, persiste el hombre en el mar.
—Vamos, ruega su boca.
No habrá retorno cuando el roquerío esculpa
su puerta en el párpado del acantilado
y duerma el pescador en su orilla.
No habrá retorno cuando el trazo albergue aromos detenidos
y el tiempo recuerde tu mesa.
No habrá retorno cuando el viento diseñe
tu signo en el pez inquieto,
menos un navío para brazos dilatados.
205
DISCURSO DEL BÚHO
Fui búho
fui canto
tarde bajo la luna y lloré.
206
PRIMERO, SUS OJOS
en la diminuta mano
el verde no es coral
sin embargo, esta epopeya cruza la vida
la clorofila repite lo que sabe
sube por los ojos de la niña
en círculo el botón de la risa
la hiedra sube
la niña ríe
parece un corazón el toque simple
parece agua la vida
la hiedra intercepta todo arriba
habla de la bondad del hombre
nadie sujeta ese cielo
un escarabajo rojo
le muestra el camino
le habla del territorio único
Ailmi Shun balbucea la delgada palabra animal
la clorofila repite el canto
207
Idania Yáñez Avilez
208
tristeza antes que de heroísmo o gloria.
209
espejea la mirada sublime del ser humano libre y conmovido por
la inmensidad que lo habita, y que al mismo tiempo espejea la
violencia que desata ese mismo animal humano sobre los bosques
y sobre las otras naciones que antes ya habían comprendido
los idiomas de la naturaleza y convivían trashumantes en ella,
estableciendo aldeas de sentido que fueron arrasadas por los
desmemoriados y sordos.
210
entre los lectores locales, pero ellas mismas se acrecientan cuando
su canto al país de las abejas comienza a poblar la inmensidad
que cabe en nuestras palmas, porque la poesía de Idania Yáñez
nos toma de manera resuelta para que abramos nuestra aldea y
dejemos que la habiten todos los bosques, todas las aves, todas
las aguas, todas las neblinas y huellas antiguas que han forjado
este paisaje, guiados por la memoria del cacique que en la voz de
Idania nos dice:
Yo Quinchamal
habitante austral
de la Patagonia misteriosa
refugio de aves
asustadas por el viento.
Yo, lugar de verbo,
nacimiento de flores
que rigen las luces del alba,
Yo, Quinchamal
flecha, aurora,
canto de las aguas
en su festival de cristales.
Coyhaique
Diciembre de 2020
212
LOS PÁJAROS
213
REGRESO
No ha pasado el tiempo,
nadie jamás se ha marchado,
sólo se han ido los niños,
sus barcos,
sus muñecos y sus tamangos.
214
ÚLTIMO ZARPE
215
REGALO
216
PAÍS LAS ABEJAS
Hasta ti,
plegaria de nieve,
sueño azul de los arco iris.
Hasta ti,
paisaje de rosales y canto de lluvia,
hasta ti llegamos con la ofrenda interminable del tiempo,
los recuerdos,
la vida.
218
Lago –mar que reparte el olor de las
cerezas y el canto de los pájaros,
Lago-esperanza que atrapa cada tarde las luces del día,
Lago-mar que abraza a tantos pueblos y les regala peces,
lago-mar del otoño y sus crepúsculos de fuego.
219
A MANUEL QUINCHAMAL
(Cacique Tehuelche)
Yo, Quinchamal,
sobre mis huesos tristes,
extiendo la bóveda
celeste del universo
para llorar la pampa
220
y sus voces de silencio,
para llorar la tristeza
de una diosa tehuelche
y recordar sus cabellos
descansando
la noche eterna de los sueños.
Yo Quinchamal
habitante austral
de la Patagonia misteriosa
refugio de aves
asustadas por el viento
yo, lugar de verbo
nacimiento de flores
que rigen las luces del alba,
Yo, Quinchamal
flecha, aurora,
canto de las aguas
en su festival de cristales.
Yo, Quinchamal,
declaro, en esta hora amarga,
que eran puras las manos
de mis hermanos muertos
y era bello el paisaje
de sus toldos y cacerías
y aún el humo de su existencia helada
221
peregrina en el cielo
sus lágrimas de escarcha.
222
SOMBRAS DE DIOSES
(A Lola Kiepja, chamán Selk’nam)
223
Jaime Luis Huenún
Valdivia, 1967
(Selección y comentarios de Pedro Araya)
1.
2.
225
Por toda la tierra pasas, Huenún Jaime Luis, pasamos.
Y en la fuerza de tu piwke corazón escrito pueden descansar
los fantasmas a caballo que recorren las sombras. Fantasmas
a caballo bajo la garúa del mundo. Y no habrá miseraciones en
la waria. Por las noches leeremos tus palabras antes de exigir
justicia, orillados al bosque de nuestros fragmentos y las viejas
nubes. Cuando recobremos el pasado, la tierra abrirá sus secretos
[Manuel Rauque Huenteo, Compu, Chiloé].
3.
226
Cómo todo eso va generando lo glocal, según algunos estudiosos
de estas situaciones geopolíticas y culturales.
4.
5.
6.
229
FOGÓN
Menos que el silencio pesa el fuego, papay, tu
gruesa sombra que arde
entre leños mojados;
menos que el silencio a la noche
y al sueño,
la luz que se desprende
de pájaros y ríos.
“Hermano sea el fuego”, habla, alumbra
tu boca,
la historia de praderas y montañas
caídas,
la guerra entre dioses, serpientes
de plata,
el paso de los hombres
a relámpago y sangre.
Escuchas el galope de las generaciones,
los nombres enterrados
con cántaros y frutos,
la lágrima, el clamor de lentas caravanas
escapando a los montes de la muerte y la vida.
Escuchas el zarpazo del puma
al venado,
el salto de la trucha en los ríos
azules;
escuchas el canto de aves adivinas
ocultas tras helechos
y chilcos florecidos.
230
Respiras ahora el polvo de los nguillatunes,
la machi degollando el carnero
elegido;
respiras ahora el humo ante el rehue, la hoguera
donde arden los huesos del largo sacrificio.
“Hermano sea el fuego”, dices retornando,
el sol ancho del día
reúna a los hermanos;
hermano sea el fuego, papay, la memoria
que abraza en silencio la sombra
y la luz.
(Libro: Ceremonias)
231
LIBRO
232
sólo puedo leer la mitad
del aire que te hace viejo,
la otra mitad la ganas
con el sudor de tus ojos
y aquello
no tiene explicación en mi
alfabeto.
(Libro: Ceremonias)
233
LAMGEN
(Libro: Ceremonias)
234
CEREMONIA DEL AMOR
235
los Paillamanque raulíes nuevos.
(Libro: Ceremonias)
236
CISNES DE RAUQUEMÓ
237
cantando unas rancheras y orinando en el viento.
En mitad de la pampa nos quedamos dormidos,
cubriéndonos de escarcha, de hierba y maleficios.
(Libro: Ceremonias)
238
MELI MARRI
Esqueletos a caballo
detuvieron en la noche del Nag Mapu
nuestros pasos.
239
nos hicieron masticar y escupir
sus desvaríos.
Tú eres Traro
y serás toqui y señor
de vientos fríos.
Tú eres Hueque
y darás lumbre y abrigo
a tus parientes.
240
con los blancos
metales extranjeros.
Pillán peumarain,
lulul lululvi nga wenu yem,
ta amun mapu penon em,
nawel peuma ngelul am chi
tremgemkevin mapu yem.
241
VÍCTOR LLANQUILEF EMPUJA EL BOTE
EBRIO AL RÍO DE LAS CANOAS
(Libro: Reducciones)
242
[FANON CITY MEU]
243
Sofía Abarca Fariña
Quillota, 1968
(Selección y comentarios de Ángela Parga León)
Ha llegado el momento,
mi niño, de alumbrarte;
de mostrarte a los otros,
sin más que mi dolor.
(S. Abarca)
244
su vez, relativa y accidental: “Desde las otras islas / por el viento
esparcidas (…) De allí venimos todos / los que aquí descendimos /
de las barcas guiadas / por Hotu Matu’a”.
246
—actualmente deforestado— o navegar sobre “las aguas madre,
de todas las culturas”. En la isla Mata ki te rangi, “ojos que miran
al cielo”, Sofía Abarca reconoce la debilidad del hombre frente a
todo lo que nos volvió omnipotente; por ello canta, se sumerge
en la imaginación poética y celebra a través de la palabra de los
espíritus: “Asombrado miré como los hombres / al llegar a la tierra
prometida (…) hicieron con sus manos maravillas (…) los sabios,
los astrónomos y artistas, / y hasta el último rey de este lugar”. Los
poemas son conscientes de la fuerza de la afirmación sensible. El
canto persevera en subsanar la obsolescencia humana y el uso de
la técnica como herramienta de extracción total de las potencias
de la naturaleza, ya sea para su consumo, almacenamiento o
indolente disponibilidad de éstas. Esta perseveración yace en
la razón de que la técnica misma ha sido ya el sujeto histórico,
excediendo la experiencia de lo biótico.
247
Abarca van tejiendo, como un kai kai23, los diferentes registros y
formas de la experiencia; la filigrana poética nutre de imágenes
lo mismo que el tallado, los cantos y los bailes actuales. Pareciera
ser que los mundos van templándose mediante la voz lírica hasta
recíprocamente respirarse y abrirse de par en par, como el mar
crecido.
He vaikava
te ara o te tupuna.
249
o te haka tere iŋa taʼatoʼa
tātū hai toto ōʼou,
he ŋā motu taʼatoʼa ena o te porinetia.
250
EL AGUA FUE EL CAMINO DE LOS
ANTEPASADOS
¡Pacífico te llaman
los que no te conocen!
Vi tu implacable puño
golpeando contra Hiva,
y luego, como quien
acaricia lo amado;
guiar hasta estas costas
a los sobrevivientes.
251
Eres agua, la madre
de todas las culturas
que a través de tu sangre
dibujan Polinesia.
252
RÍU O TE VARUA
253
o te nuʼu e ko hoki mai: o te maʼori,
o te taote uʼi hetuʼu, o te nuʼu tarai
ʼe ʼātā o te ʼariki hopeʼa o te henua nei.
254
CANTO DE LOS ESPÍRITUS
255
de todos los que nunca volverán:
los sabios, los astrónomos y artistas,
y hasta el último rey de este lugar.
256
TE MARAMARAMA O TE TOKERAU
¡E te tokerau, e te tokerau!
ʼĪ e au e ŋaroʼa mai nei, nā ka pū rō mai
e hoʼe ʼahuru mā pae mōai mai Rano Raraku
ki te taha-taha tai. ¿E ŋaroʼa takoʼa rō ʼā
e koe, e te tokerau reʼo kore ē?
258
LA MEMORIA DEL VIENTO
¡Viento, viento!
Viento que traes susurros olvidados,
brisa que arrastras
aromas de las eras.
¡Viento, viento!
Escucho venir quince gigantes
desde Rano Raraku hasta la orilla.
¿Los oyes tú también,
viento silente?
De piedras poderosas
y miradas obscuras y profundas,
tallados en coral y en obsidiana.
Ellos quedaron mudos,
perdidos en el tiempo,
vigilantes, atentos y solemnes.
259
respirando entre cuerpos de dioses inmortales.
Ellos se fueron quedando solitarios;
porque todo se va, menos la piedra.
Aquí vivió la gente, aquí nacieron niños,
pero el hombre murió
y enterró las respuestas.
260
VAKAI, MATU’A VAHINE O TE RAPA NUI
¡E Rapa Nui!
¡E Rapa Nui!
¡Mai nei au e ohu ena ʼi ʼaŋarīnā
i te pūai o te mana o te hau
ʼa-ʼaru hio-hio
i te pito o te henua!
Ko tano ʼā te hora,
e poki ʼāʼaku ē, mo haka poreko
ʼe mo haka takeʼa i a koe ki te tētahi,
koia ko tōʼoku parautiʼa.
261
He tētahi atu te nuʼu taparahi-taʼata,
te nuʼu haka ʼekaravo i te rua.
He tētahi atu te pāhī
o te riri ʼe o te riʼa-riʼa.
A koe he ʼariki,
ʼariki manaʼu i te meʼe pe muʼa ka oho ena,
ko koe te kope haʼataʼa era,
mo rē ki te raʼā,
ki te vaikava,
ʼe mo tarai i te ʼatua.
¡E Rapa Nui!
¡E Rapa Nui!
Ka uʼi koe pē hē e oŋa mai ena
tōʼona vaʼe a roto i tōʼoku kōmari.
Pē ira e poreko ena te ʼariki,
i kī mai ai e tōʼoku tupuna.
262
He aʼu iŋa era nei i te poki ʼina he hopeʼa raʼa
o te miro tūai,
taʼe aŋi-aŋi ki te hora hopeʼa,
haka māroa ʼi roto i te hare hūe taoʼa tupuna.
263
VAKAI, MADRE DE RAPA NUI
Ha llegado el momento,
mi niño, de alumbrarte;
de mostrarte a los otros,
sin más que mi dolor.
264
Serán otros los crueles,
los esclavizadores.
Serán otras las naves
del odio y del terror.
265
Este es el parto eterno
de la madera vieja,
expuesta en los museos
y jamás comprendida.
Represento la vida
de mi pueblo que sueña
con volver algún día
a su antigua grandeza
266
Leonel Lienlaf
Alepúe, 1969
(Selección de Ángela Parga León,
comentarios de Pedro Favaron)
267
una creciente importancia en la esfera pública y en las políticas
de Estado. Sin embargo, nadie entra al juego de la política
representativa y sale indemne. La corrupción es intrínseca al
poder. Y las batallas ideologizadas suelen desgastar el núcleo del
propio ser, quitando autenticidad, hondura, humedad y tierra a la
voz. En cambio, el canto de quienes mantienen un vínculo vivo con
la tierra, de los que hablan y escriben desde una profunda relación
respiratoria con el territorio, expresa un amor insobornable y
común a toda nuestra especie (seamos o no conscientes de ello):
somos hijos de la generosidad elemental, de la tierra y del cielo,
del sol y de los ríos, hermanos de los árboles y de los auquénidos.
Siendo parte de la gran familia cósmica, dejar de honrar estas
relaciones nos hunde en la desdicha y la ofuscación, en la escasez
de entendimiento; en cambio, persistir agradeciendo nuestra
vida a los ancestros y al territorio, es el camino necesario para
conservar la salud y comprender nuestra verdadera naturaleza.
Desvincularse de las raíces para homogenizarse en la identidad
nacional y en la transculturación acrítica, tratando de pensarnos
a nosotros mismos como occidentales (de segunda clase), no
solo resulta de mal gusto y risible, por el pobre espectáculo
que terminamos dando; ante todo, es un camino de ignorancia,
infecundo y de muerte. La carrera loca, ciega y matricida del
progreso a raja tabla, “por la razón o por la fuerza”, asfixian en
nosotros toda autenticidad y vigor.
268
reflexión individual, sino que expresa, en término actuales, la
sabiduría atemporal de los antiguos, de los viejos sin edad, de los
espíritus de la naturaleza, de aquello que permanece al paso raudo
de las generaciones. Su canto poético, por lo tanto, está ligado a
la conciencia y memoria del territorio y del pueblo. El territorio
habla al poeta y el poeta habla con su canto al territorio, a todos
los seres vivos, en la reminiscencia del parentesco que relaciona a
los seres humanos con el resto de la existencia. El poema es canto
del territorio. Lienlaf afirma que “la poesía es como un mapa para
entender la vida”. El canto poético no tiene un lugar marginal
en la cultura mapuche, como sucede en la sociedad moderna,
productivista y utilitaria; el canto es necesario para que el ser
humano dialogue consigo mismo y con las fuerzas fundantes
de la vida, para que no olvide su propia humanidad y su propio
corazón. La voz del cantante alegra las fiestas y los reencuentros;
expresa las tristezas y las apacigua; cura y devuelve los equilibrios;
es palabra rítmica de sabiduría que subsana la orfandad; da nueva
vida a las palabras que nunca deben olvidarse, las palabras que
fundan nuestra condición humana, las palabras sin edad, que en
cada cantante se renuevan, como el río que fecunda las huertas,
como la nieve de las montañas, como las olas del océano.
269
experimentar la existencia desde la sensibilidad y la temporalidad
vegetal, bebiendo de la lluvia y de la luna, hundiendo sus raíces
hasta eras geológicas imprevistas. Y es mirando y pensando la
existencia desde la perspectiva cardiaca del árbol, que el poeta
alcanza a comprender que el árbol tiene afecto y sentimiento; no
es entonces un inerte compuesto de moléculas sin conciencia, una
vida carente de hondura, sino que el árbol tiene mundos afectivos,
y puede sentir tristeza, llorar por sus hojas y raíces, y conmoverse
con el ave que se posa y duerme en sus ramas. El permanente
diálogo poético que Lienlaf mantiene con el resto de los seres
vivos, le otorga a su poesía una profundidad ecopoética y ancestral.
A través del tronco y de las raíces el poeta se hunde en la tierra y
escucha las voces de su genealogía. “Por el tronco camine a través
/ de cientos de generaciones”. Y en esas voces siente la tristeza de
su herencia, la cabeza cercenada de los antiguos sabios bajo el
cuchillo de la turba conquistadora, el atropello cometido contra
su pueblo; pero en su poesía también arde un imbatible amor y
fuerza, como el fuego de la casa de piedra, en la ruka. Su poesía es
generosidad y entrega de sí mismo, semejante a la hoguera, para
traer calor y nueva vida a la familia. En la memoria hay tristeza,
pero también fuente de vitalidad y contante creación. Hay chispa
solar en los versos de Leonel. El fuego de la casa, que es el fuego
de la poesía, es símbolo del sol y de la luz interior; de la vida y del
cuidado paternal; de la semilla lumínica que se gesta en la circular
matriz de piedra, en el centro uterino de la casa. Y con el humo
ascienden nuestros pensamientos al cielo ilimitado, al río del cielo
en cuyas “aguas se refrescan / las almas de mis antepasados”.
270
noche sin historia, sino que se abre al diálogo con la modernidad.
Pero este diálogo no significa, bajo ningún motivo, la aculturación
y la pérdida de lo sagrado. En medio de la modernidad, el vínculo
con el territorio recuerda al poeta que, a pesar de sus estudios y
lecturas, de su inevitable proceso transcultural, hay un esencial
afecto que no puede perder; olvidar el parentesco humano con
el resto de la vida significa, de forma irremediable, perdernos
a nosotros mismos en la estandarización urbana y globalista.
Cuando el poeta mira la flor de copihue, tan abundante en las
huertas de las mujeres mapuche, reconoce que la voz ilustrada no
es su verdadera voz, sino que la suya es palabra de aire, de agua, de
fuego y de tierra. La ternura femenina y jardinera lo devuelve a la
autenticidad de su propio corazón. Y el pequeño pájaro chucao, de
canto augural, le señala que con sus lágrimas debe regar las flores,
hermosear el mundo, perfumar la existencia. No debe endurecer su
corazón en la aceleración urbana, en la seriedad del cemento y de
los claustros académicos. Los poemas son flores que transforman
la tristeza en una afirmación de la belleza, y de las ganas de vivir,
para vencer el menosprecio y la melancolía. El consejo del chucao
viene desde los antiguos y desde el propio territorio. No en vano el
chucao hace su nido en los bosques húmedos del sur, en la planta
de quila, a orillas de ríos o esteros; y en esos espacios habitan los
gnen, espíritus de la naturaleza, que donan a los sabios sus cantos
y saberes. Debemos escuchar el mensaje oracular del chucao para
mantenernos en la autenticidad y en equilibrio con el resto del
cosmos.
271
tiene la videncia para percibir lo sagrado del pálpito y del respiro,
y carece de la educación iniciática adecuada para conversar
respetuosamente con el mar y con el bosque. En cambio, los
cantores del territorio, aquellos que aún practican las ceremonias
originarias y conservan la sensibilidad prístina de los arroyos,
dejan que sea la vida misma, sin artificios, la que se exprese en su
palabra. El poeta primordial, el legítimo sabio y cantor, contempla
que los espíritus se acercan al fogón de la humilde morada de
piedra desde el rocío. Aún es posible, para quienes escuchamos la
voz de los mayores, ascender a las moradas del cielo. El tronco del
canelo acompaña al escalonado prapahue, especie de axis mundi
que une las distintas dimensiones existenciales; por él sube la
Machi, sabia y vidente, para escuchar a Chao Ngenechen y a los
dueños espirituales de la sabiduría. Sobre el rewe, que es el espacio
ceremonial, el poeta aprende junto a la Machi a escuchar, en el
viento, las voces de los múltiples seres, de los diversos tiempos, de
los más variados espacios. Los pensamientos viajan por el aire y la
mujer sabia, al igual que el poeta cantor, puede captarlos como si
tuviera una antena. Los treiles o queltehues, aves que anidan en
el pasto, anuncian el amanecer y el atardecer, los dos pasos que
separan al día de la noche, los umbrales del misterio. El poeta
recurre a Ngenko, espíritu del agua, para limpiar sus sueños,
dejando de lado los malos augurios. Y es así como solo quedan
en él los afortunados vaticinios oníricos que anuncian, a pesar
de la adversidad, que los Mapuche seguirán viviendo y cantando.
¡Sea siempre con los sabios cantores, la bendición y guía de los
elementos y del misterio!
272
KAWUN
Inche aliwen-uwen
aliwengefuy ñi newen
273
TRANSFORMACIÓN
La vida de árbol
invadió mi vida
comencé a sentirme árbol
y entendí su tristeza.
Empecé a llorar por mis hojas
mis raíces
mientras un ave
se dormía en mis ramas
esperando que el viento
dispersara sus alas.
Yo me sentía árbol
porque el árbol era mi vida.
274
RUPAMUM
mi agemew
kimnoelci takue tukuniey
ti zgun xayen
kuifike pvji ñi xayen
Lelituenev ñi pewma
welu kimlan cemew
mi agemew xipan
muxugreke
kiñe we pvñvn ñi kuwu
mvxvmenew
muxugreke xekan
cew
ñi rupamum fvcake antikuyem
gvmanmew, ayenmu
zakinmew ñi pewma
ina pen kiñe kruz kaxvnmaketew ñi lonko
ka kiñe espada, bendecipetew petu ñi lanon
gvypecimuxugen
mi rukamew, ñuke
275
PASOS SOBRE TU ROSTRO
276
PIN ZUGU
Ñaley mi pin
kockvja zuguenew
epe gvmafun
ccukao zuguenew,
mi kvjeñu
mvley mi eluafiel
rayen
277
PALABRAS DICHAS
278
WENUMAPU LEUFV
Wenumapu leufv
Umagtuy ragin rvpv
Kajfvwenu leufvko
Wixuwixugey
Feymew fvckvtukey
Ñi fvcakeceyem
Ka mvñetukey tvfaci mapu
Ñi lifkomew, Wenuko
Kiñe alegeci xafuya
Kiñe cokon xafuyamew
279
EL RÍO DEL CIELO
280
WE TRIPANTU
Kuifitulen ta leufü,
nepelkeinmew tachi liwen,
wünotualu antü
kiñe trekan achawüll tuwalu –
pikey pu che
wuñoalu antü, wuñoalu antü
ülkantunmu nagpay trayen
Trayen ñi ülmew
allkütukefi-in ñi füchake-cheyem ñi ñütram.
Feyengün ñi Púlli nepelpake-inmew fachi warriamew.
Mongelei petu – wetripantu akuy
mongelein petu!
wirarümekein fachi wariamew
Nepemüm nepemüm
wirarümekey chucao trayenmew.
Küpaley wün, Küpaley wün
wirarünmu miawi walfemew tregül.
281
Trayenmew witrukoumeayu papai
ngenko liftuay iñ wedake pewma.
282
Hace años,
que el canto del río nos despierta
en este amanecer
y vuelve el sol
con sus pasos de gallo sobre los cerros.
Despierten, despierten
grita el chucao desde la vertiente.
el amanecer —el amanecer
anuncian los treiles en el valle
ya es hora de cantar junto al agua papay.
Ngenko nos limpiará de los malos sueños.
283
Mauricio Osorio Pfeaur
285
posición en la que no hablan los hombres sino el propio lenguaje
en tanto sonido, flujo, errancia e intimidad con la madre creadora,
reemplazando a la experiencia literaria por la experiencia de
metamorfosis, el poeta es exigido en la búsqueda y ejercicio
del espíritu; así, una cálida inmersión en las formas vivientes se
apodera de los poemas transfigurando el sentido existencial de los
seres: árboles germinan en el interior de la conciencia creante como
vuelos en el cenit, el otoño es un bocado tornasol que fulgura en
el interior del poeta, al mismo tiempo en que este último atestigua
el soplo de la planicie; el ecosistema posee las capacidades para
restaurar la voz lírica tornándola insurgente, hermanada a una
literatura menor pero no encerrada en ella, transcribe la nobleza
de la vida sobre la tierra. En la perspectiva filosófica de la mixtura,
esta poesía intenta sortear la identificación inmediata del animal
humano con el resto de los animales y luego con sus intentos de
separación subordinante, insuficiencia epistemológica que los
poemas impugnan en tanto la vida vegetal, mineral y climática es
la vida en continuidad y comunión global con el medio, la vida
de estas existencias es en sí una cosmogonía en acto. Percibir
en profundidad el entorno requiere ser penetrado por él, los
poemas han de ser atraídos y modificados cósmicamente, como
el gusano dispuesto a su última mutación; habitar tranquilamente
los viejos remolinos sobre el lomo del lago, mirar quietamente y
sorprenderse por el más humilde de los graznidos pese al mundo
transtornado, es admitir la inmensidad en la contemplación y
meditación solitaria. Incluso lo infinito se dibuja en el espacio
íntimo del poeta, compañero del río. Este último es un ser singular
cuya subjetividad disputa la racionalidad extractiva encarnando
en una “racionalidad afectiva” (Favaron, 2020) y propia de las
dinámicas comunitarias del bioma austral: El gigante aniñado
se retuerce / y arriba, ya no cóndores buscando la víscera /
helicópteros sí, bajando el ojo experto / para posar la herida total
/ en el río niño.
286
Y es que en los poemas de Mauricio Osorio lo humano se
constituye a través del medio y con él, no contra éste. Se trata por
tanto de un replanteamiento de la humanidad como naturaleza,
sobre todo en sus relaciones de simbiosis, mutualismo o parasitismo
por las que hombres, flora y fauna configuran cuerpos sociales,
actuantes con otros y por los otros; es la imagen del paraíso frío,
no del jardín ni del huerto; es la multiplicidad de convergencias
en los paños del invierno, en la continuación del granizo y su
pesada felicidad de habitar todo aquello que se multiplica que, las
palabras meditan voluntades y signos - usando la noción etológica-
de un “organismo extenso”, de una madre creadora actuante sobre
flujos de energía de materia y de información entre las existencias
y su entorno; de una acción extensiva - diríamos conspirativa -
por preservar la vida: Madre, me voy al Sur (…) a encontrar una
muerte / dentro de bosques que ya no existen, / pero que crepitan
bajo la nieve. Las palabras captan la asimilación de un entorno en
otro, así como los antiguos canoeros sabían de la sola unidad del
afuera y dentro en las sombras del agua eterna, los poemas oyen el
rumor del ser en el vaho a ras de suelo cual si hubieran ido hasta el
extremo de la experiencia, en tono dramático lo dentro y lo afuera
pliegan el vértigo: Su canto era el silencio. Y nuestra emoción /
viajó entre los helechos.
287
nocturna, constituye sin embargo un momento imaginativo acerca
del territorio y las condiciones emergentes del flujo energético de
las especies, la tierra, el cielo y el mar en la actualidad de la región;
sin duda la contemplación de la grandeza geológica trae a imagen
la tranquilidad de un primer sueño poético, expansivo y que
anhela vivir ígneo, vivir el sosegado corazón terrestre, sueño de
poeta atraído a la gravedad helada del alma sureña, impregnado
de siglos azules. El infinito es una cavilación gravitante en los
textos de Osorio bajo la forma del follaje enrojecido o las mareas
aceradas, reinos de lo ancestral, profundizan la dimensión
temporal en su poesía: esta tiende a musitar huellas, viajes sin
retorno anunciado, bamboleos de gran edad, lejanías; las imágenes
de anciano psiquismo depositan su confianza en el desenlace final
del avatar humano y rebasan la angustia por ausencia: Era una
sed en llamas el bosque donde la frontera no existe / pese a sus
mojones de fierro y concreto (…) El paisaje continuo y bello sigue
ahí, como hace siglos. Esta imaginación de la inmensidad no es
más que el rostro de lo Uno, la proyección espacial del tiempo
tranquilizador, la comunión del poeta con las alternancias,
oleajes, rotaciones, lunaciones y fin de todas las cosas; añadimos
aquí la transformación de la voz poética en inagotable murmullo,
pluralidad, abundancia como ejercicio del espíritu en el que
irrumpen todas las palabras, corriente arriba.
288
instante dialéctico en que el beneficio de la regeneración de la
primera mujer-luna, repare la confianza de supervivencia, el
mito celeste tehuelche evoca la apaciguadora potencia de anima
- en palabras de C. G Jung -. En la lucha de la vegetación contra
la sequedad, del tiempo pasado y futuro, todo evento humano
encuentra su moderación en el estado del alma silvestre, el mito
trae al presente los conocimientos iniciáticos femeninos para la
organización de la sociedad, su dominio del fuego, manejo de la
reproducción social, habilidad de inmersión en las aguas lustrales,
conocimiento de la selva fría y mullida. La luna en efecto, es un
símbolo de totalización señalarán los mitólogos, una imagen que
actúa directo en la reunión de todas las posibilidades naturales,
incluyendo el devenir fatal que el poeta atestigua junto a otros, la
voz poética en consecuencia, ensueña un delicado equilibrio en el
seno del cambio.
289
UN CIPRÉS ME BROTÓ DENTRO
290
EL OTOÑO VA ENTRÁNDOSE
Croma,
croma inusitado,
ataviado de almas en vuelo,
cada vez más denso
alimenta la gravedad helada
del alma sureña.
291
ME VOY AL SUR
292
VOLANDO
293
le sonreí y de este modo, dejó escapar un graznido
que se trepó sobre los arrayanes.
294
EL BAKER
295
en el río niño,
en el gigante río niño.
296
LENGALES
297
Andrés González
299
Los poemas que aquí presentamos podrían ser tomados
como ejemplo de la propuesta de ecopoesía de apertura y contacto
que ensaya Andrés. En estos poemas se recorre uno de estos paisajes
perturbados característico del Capitaloceno25: los bosques nativos
(sotobosques) amenazados por la extensión de las zonas urbanas
y monocultivos industriales en la zona central de Chile. En estos
territorios, la búsqueda de la escucha y el recorrido meditativo que
propone Andrés, rehúye del acercamiento irreflexivo, soberbio y
atolondrado, para recorrer practicar la apertura de los sentidos y
la conciencia del entorno (aquello que en inglés se suele expresar
con la palabra awareness). Aunque en principio pareciera que este
paisaje de los valles centrales es un paisaje fantasmal, apoderado
por la monotonía, poco a poco comenzamos a observar los
múltiples seres que aquí manifiestan su presencia:
301
En este punto nos damos cuenta de que el poema ya
nos ha puesto frente a una nueva complejidad, en la cual no se
trata de estar a favor o en contra del eucalipto, sino de participar
de una discusión en la que hay un punto de vista humano entre
otros puntos de vista. Es decir, la decisión de qué hacer con los
eucaliptos no es una mera cuestión de la política humana y sus
términos monetarios, científicos o eco-ideo-lógicos. Pues, como
plantea el poema (en una visión que está en sintonía con las
visiones de muchos pueblos originarios) para deliberar estos
asuntos habría primero que estar en el mundo de cierta manera:
no frente a seres delimitados como recursos o especies, sino
frente a seres animados con voz, interés y agencia. A partir de
allí, comienza la pregunta de esta asamblea, que se formula en
torno a la hospitalidad que merecen o no estos nuevos pobladores
(trasplantados) que no solamente erosionan el suelo, sino que
también dan alivio medicinal. La poesía nos muestra que quizá
al cambiar la forma del mundo que se percibe, siente y se piensa,
cambia la forma de hablar de las cosas y cambia la forma de hacer
política. 26
303
energía de un ser vivo que ha estado aquí desde antes de que la
ciudad existiera. Esto, tan simple, puede hacer renacer nuestra
mirada hacia los cerros de las ciudades latinoamericanas: cuando
decidimos recorrerlos, y cuando surge el deseo de conocerlos,
podemos aprender mucho de ellos y comprender la compasión
y amor que nos tienen. Si esta atención despierta en nosotros
sentimientos de amor, y la ecopoesía puede nutrir ese espíritu,
comenzaremos a percibir que, a pesar de la basura, las drogas,
el miedo y la penuria, los cerros nos siguen hablando y que no
somos los únicos que vivimos un destino común con ellos. El trato
que les damos es el trato que nos damos a nosotros mismos. La
ecopoesía esforzada y maravillada como la de estos poemas puede
ser un medio para el despertar de una nueva conciencia ecológica
en las ciudades y zonas urbanizadas.
Tsukuba, Japón
Enero de 2021
304
Plantaciones de eucaliptos
en la zona central
cerros pelados
suelo expuesto
seco
rojizo
305
en monocultivos
en Brasil, Chile, Argentina
sienten el dolor de los eucaliptos
que están muriendo quemados
en los grandes incendios de Australia?
existe una red
que los comunica
de una íntima manera?
306
de la zona central
en estos cada vez
más secos veranos
la desertificación
traba las lenguas
los saludos
se cuaja silencio
en las diversas ramas agitadas por el viento
y se escucha el silencio también
que viene ardiendo del Amazonas
y sin embargo
entre las cuarteaduras
que abren las hablas neocoloniales
los zorros culpeos
los chingues, cururos
degús, pericotes
loicas, chincoles
chiricocas y águilas moras
en la sequía indagan
dónde remojarse las lenguas
parlamentan
sus políticas
se preguntan
cómo resistir
entre el avance de las concesiones
madrigueras y saltos y carreras
307
los vuelos de los picaflores gigantes
en fricción y convivencia
308
y sufren lo que sufren
sus hermanos en Australia
que sienten el suelo
seco y ardiente
en sus raíces
que extrañan
a la polilla fantasma
zelotypia stacyi
y al petauro gigante
petauroides volans
estos eucaliptos
abiertos
a la muerte que traen
y a la pregunta
por cómo seguir
coexistiendo
implicados
en el viento donde vuelan
los picaflores gigantes
en fricción y
convivencia
309
mientras siguen transmitiéndose
el misterio trófico
de la amistad
(inédito)
310
Una oreja se pega al sotobosque — una oreja gira, se levanta
— aquellos sin oreja abren sus modos otros de escucha — está
lleno de hablas — lleno de escuchas — en el sotobosque, en
el río, en la calle, en la cuneta, en el terreno eriazo donde la
inmobiliaria planea y parcela, en las alcantarillas, en la mina a
cielo abierto, en el monocultivo de paltos y de pinos insignes,
en las salmoneras donde a los salmones se les ulcera la piel, en
los galpones de la ganadería industrial donde los cerdos caen
de rodillas — está lleno de hablas — se habla sobre lo justo y lo
injusto — se habla sobre cómo hacer — se intercambian palabras
que tantean en busca de la libertad, la dignidad y la paz — y esas
hablas que se encuentran van componiendo un territorio — un
territorio que es tejido, proceso incesante de hilar e hilarse — y
hay silencio — el silencio en común que precede
al tejer
un lenguaje nuevo
311
Hace unos días
al cruzar la calle
vi el follaje de un fresno
cabrillear en la brisa
312
situada en un valle
en la cuenca de un río
rodeada de montañas
un cerro seco
pero que resiste
a la sequía
un cerro explotado
con plantaciones de eucaliptos,
pinos y paltos
donde se construyen
condominios para la élite
y se extrae piedra, arena y grava
313
y estira sus manos a las nubes
para recoger la lluvia
y el canto de la turca
gotea ascendente
y el sol entra en los ojos
del diucón posado
314
y los pumas muerden las nubes
y los degús se asoman
desde sus madrigueras
y todos caminamos
reflejándonos
en tu resistencia
315
cuando la lluvia cae
y se va desatando
paciente
el Amor
cerro, pequeño,
pequeño cerro
cuando ardes
completamente
en la lluvia
y la belleza
ya no existe
y todo es
el rostro
del Amor en el Amado
(inédito)
316
Posfacio de la muestra chilena
“Versos del Sur”
Ángela Parga León
318
sentimentalidad, la sabiduría y la cosmopercepción de los pueblos
de la región. Nuestra vocación vital por la poesía se alimenta de
una lectura pletórica, cosmológica y arquetípica emocionada por
la diversidad de esta compilación. Y aunque traza su perspectiva
desde los vínculos y trasiego cultural contemporáneos, también
atiende a su congregación en lo mistérico. La recuperación de la
lengua (rapa nui, aimara, mapuche, castellana) aquí viene a darse
no como discurso de lo uniforme, sino en tanto inhalación silvestre,
por intercambio, fluyendo entre los cuerpos y el medio; palabras
que atraviesan todas las lenguas y cuya materia poética retoña/
retorna hacia las formas de la tradición oral indígena, afrocriolla,
campesina y ancestral: el canto a lo sagrado y profano, la poesía
cantada, las expresiones visuales y performáticas rituales, el relato
visionario u onírico.
319
hila versos con la esperanza y belleza de una fruta; nos suma a
una poesía comunitaria que recupera la primera imagen del
relámpago, su centella inaugural y bramido infinito. En el reguero
de la vendimia, en el desasosiego de la trilla, en el bufar de la
ventisca patagónica y en la desolada muerte antártica, las materias
son siempre distintas pero la poesía es la misma: nos ata al mismo
descanso en el cuesco del planeta.
321
322
324