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Una obra maestra que muestra como la Arquitectura subyace en la funcionalidad y la estética
de las grandes obras. Hemos hablado varias veces de la Web 2.0, esa capacidad de la Internet
de hoy que permite el desarrollo de plataformas que se mueven con información y
comunicaciones, donde resalta la presencia de una alta interactividad y una gran participación,
técnicamente basadas en los protocolos de la World Wide Web.
En ellas los contenidos y el valor se crean en gran medida por la participación de los usuarios y
todo lo que se hace está en constante evolución, sin que haya nunca, por definición, un
producto completamente acabado, sino que, por el contrario, todo se considera en lo que se
ha venido denominando un beta perpetuo.
Una pregunta sin duda interesante es cómo es que se construyen estos sitios Web 2.0, con la
intensa interactividad que los caracteriza. La respuesta es que lo hacen con Arquitectura. Al
igual que con las obras físicas, donde es fácil reconocer que nada grande, estético y funcional,
se construye sin ellas, estas creaciones del mundo digital logran desarrollarse como entes vivos
en la Internet gracias a que se realizan con el desarrollo de arquitecturas fundamentales.
Hay tres Arquitecturas involucradas en todos estos sitios Web y un observador entrenado las
puede distinguir claramente. Ellas trabajan mancomunadamente y complementariamente para
lograr el resultado final. Las tres arquitecturas a las que nos referimos son la Arquitectura de
participación, la Arquitectura de Información y la Arquitectura tecnológica.
La Arquitectura de Participación es la que diseña los espacios de interacción donde ocurren los
procesos de información y comunicación visibles. El trabajo dentro de ella implica el desarrollo
de Comunidades, la conversación de nuevos Medios sociales, la claridad en las Motivaciones
para participar que se proponen, la Viralidad en las propuestas de valor y en los contenidos.
La Arquitectura de Información es la que se ocupa del diseño del manejo de la información.
Ocurre en un espacio un poco más interno donde se caracterizan los Tipos de contenidos, se
construyen Modelos de Información, Esquemas de Navegación y se definen como deben usarse
Taxonomías y Folksonomías para lograr clasificar la información adecuadamente, facilitando su
manejo tanto a los usuarios finales como a los responsables de los servicios.
Existe la tendencia a usar los servicios profesionales de hospedaje que aportan infraestructuras
sofisticadas, de hardware y software, donde siempre hay que garantizar una alta Disponibilidad
y Escalabilidad de los servidores y donde las variables como la seguridad se resuelven con
prácticas de ingeniería muy evolucionadas. Necesitamos tener idea de los dominios de las
decisiones involucrados en estas tres arquitecturas para entender cómo construir un sitio Web
2,0.
Los resultados eficientes en las buenas soluciones de gestión institucional no se obtienen desde
el mero uso de computadores y herramientas tecnológicas, estos, por supuesto, hay que
usarlos, pero lo que verdaderamente hace la diferencia es la organización de la información con
criterios de Arquitectura de Información y para ello distinguimos cuáles son los objetos de
información que están en nuestros procesos y creamos modelos que representan estos
procesos. Luego aplicamos estos modelos, ojalá alimentado herramientas que nos permitan
implementar las soluciones con prototipos generados automáticamente, sin tener que
desarrollar software, sino solamente configurar alguna plataforma con nuestros modelos.
Este es el camino eficiente y seguro para crear archivos digitales. En este marco, para
estructurar la información debemos preguntarnos: ¿Cómo describimos nuestras operaciones
institucionales al crear un archivo digital? A pesar de que evidentemente no hay una receta
universal para hacerlo, si hay métodos y procesos que se repiten, incluso, cuando se trata de
soluciones que debemos construir para casos muy diferentes. En general, debemos hacer una
lista de las propiedades que tienen nuestras operaciones. Por ejemplo, es común que haya un
Tipo de operación que se define según como las clasifiquemos. Por ejemplo, activas y pasivas,
internas y externas, etc. Puede haber Subtipos de operaciones, si hay clasificaciones
secundarias dentro de los grupos principales. Una propiedad importante es la identificación de
la operación. Normalmente un número o código que la identifica en forma única. Puede haber
varias fechas, típicamente hay una fecha de inicio, una fecha de finalización y a veces algunas
otras.
Suele haber criterios de clasificación y estados, o valores que determinan como está esa
operación respecto a ciertos criterios. Por ejemplo: aprobada, reprobada, en evaluación.
Algunas veces puede haber criterios administrativos que indican los pasos en los que se
encuentra el trámite.
La operación normalmente tiene que ver con personas, internas y externas. Por ejemplo, en un
trámite de registro civil de una persona están los padres, el hijo, los testigos, el registrador, el
secretario, etc. En una operación de compra-venta está el vendedor y el comprador. En una
operación bancaria están los titulares, los accionistas, los fiadores, los representantes
legales. La operación también puede tener que ver con documentos y de allí se derivan las
relaciones o asociaciones de la operación con los documentos.
La diferencia entre un archivo organizado digitalmente y uno organizado en papel debería ser
mucho más que el medio físico de almacenamiento.
Los objetos de información que básicamente se manejan en un archivo de clientes son las
Personas, las Operaciones, los Documentos físicos y las Reglas de Negocios institucionales.
Lo propio es que cada uno de estos objetos de información tenga asociaciones hacia los otros,
realizadas a través de los procesos u operaciones que los vincularon. Así, por ejemplo, si
partimos de una persona podemos saber cuáles son las operaciones que ha realizado, bajo que
reglas institucionales las hizo y cuáles son los documentos físicos que las soportan.
Si partimos de una lista de operaciones y seleccionamos una, podemos saber también cuáles
son las personas que intervinieron, bajo que reglas de negocio y con qué documentos de
respaldo. Si el punto de partida es un documento de, por ejemplo, una lista de documentos
vencidos o próximos a vencer, podemos saber cuáles son las operaciones y clientes afectados
por ese vencimiento. También si se tratase de una institución que tiene su archivo físico
distribuido en distintas ciudades, podríamos saber en cuál de las posibles locaciones se
encuentra archivado el documento original.
Esto es muy diferente a lo que se hacía bajo la cultura del papel. Ésta obligaba a obligaba a
establecer las relaciones entre clientes, operaciones, reglas institucionales y en expedientes
físicos a través de carpetas que por las limitaciones del medio sólo podían tener un criterio de
ordenamiento y, en el mejor de los casos, se usaban fichas o listados para resolver la diversidad
de criterios de búsqueda.
El hecho que en las soluciones pensadas para medios digitales las asociaciones entre instancias
son naturales y prácticamente inmediatas, no hay límites en la cantidad de asociaciones entre
instancias que se pueden tener y esto hace que buscar y recuperar la información relacionada
sea sencillo conceptualmente hablando.
Veámoslo en un caso muy concreto para entenderlo mejor: Bajo la antigua cultura del papel la
información de un fiador de un crédito bancario, por ejemplo, estaba almacenada en la carpeta
del crédito. Si ese fiador era además un cliente que realizaba sus propias operaciones, o era
fiador de otra persona, o accionista de una empresa, la información estaba duplicada en otras
carpetas. Si el archivo se digitalizó sin Arquitectura de Información es probable que se
mantengan las mismas ineficiencias y duplicados, mientras que, con una Arquitectura de
información adecuada, la información de una persona está almacenada una única vez y es
recuperable desde cualquier esquema de búsqueda que se haya realizado.
Por esto los Archivos Únicos Digitales son más sencillos conceptualmente, más económicos de
espacio, más simples de operación y producen relaciones más adecuadas con los clientes ya
que a nadie se le pide que vuelva a soportar con nuevos documentos lo que ya es soportado
por los documentos presentes en el archivo institucional.
Como un ejemplo de lo que se puede hacer con Arquitectura de información hemos estado
hablando en las últimas semanas del concepto de Archivo Único Digital de Clientes y sus
diferencias con las aproximaciones tradicionales, que, aunque usan instrumentos de las
modernas tecnologías de la información (computadores de última generación, bases de datos,
software, redes, etc.) están aun fuertemente influenciadas por la cultura de la organización de
documentos de papel. Distinguimos recientemente que no es lo mismo organizar la información
que organizar documentos, que, si bien lo segundo es necesario, sólo se puede hacer bien
cuando se enmarca y se resuelve en una organización estructurada con criterios de Arquitectura
de información (AI). Con esto en mente conversaremos hoy sobre el manejo de los expedientes
físicos cuando se construye un Archivo Único Digital de Clientes.
Hemos visto (¿Por qué la misma institución te pide varias veces los mismos documentos?) que
cuando no hay AI los trámites institucionales se tornan engorrosos para el cliente, el obtener la
información en forma adecuada un problema complicado para la institución y que a pesar de
las herramientas digitales en ocasiones se le pide al cliente documentos que la institución ya
dispone en sus archivos físicos. ¿Cuál es la estructura de información que se debe manejar para
que esto no ocurra?
Los objetos de información básicos que se deben usar en un Archivo digital de expedientes de
clientes (Ver ¿Qué es un Archivo Único Digital de Clientes? Parte 1 y Parte 2) son cuatro: los
clientes, los expedientes físicos, las operaciones y las reglas dinámicas de negocio. Con una
Arquitectura de información adecuada se combinan estos objetos de información para
construir archivos digitales que tienen como característica principal el hecho de permitir una
gestión de las operaciones basadas en información y relaciones digitales más que en
documentos y cultura de papel, fotocopias y carpetas.
Como en muchos sitios hay empresas que manejan las herramientas de las nuevas tecnologías
de la información, pero permanecen inmersos en la cultura del papel. A esta cultura le debemos
los archivos en carpetas donde, lamentablemente, tenían que duplicarse numerosas veces los
documentos, generándose muchas copias de la misma información, se ocupaba mucho espacio
físico y se hacía un tipo de procesamiento que terminaba siendo una carga costosa y que, como
agravante, generaba situaciones bochornosas, como por ejemplo, pedirle a un cliente los datos
de un fiador, aunque toda la información de ese fiador estuviera ya en tu archivo porque se
trata de un cliente regular de tu institución. Esto aún ocurre en bancos, compañías de seguros,
empresas, organizaciones de servicios de todos los tipos y entes gubernamentales. La solución
al caso, señalamos, era un Archivo Único Digital de Clientes. ¿Qué es esto y cómo se construye?
Un punto de partida importante es darse cuenta que el desarrollo de un Archivo Único Digital
de Clientes no es un tema de software, de bases de datos, de informática o de tecnología.
Pensar eso es distraerse. Si se quiere una solución efectiva se debe reconocer desde el inicio
que se trata de un tema de Arquitectura de Información. En efecto, lo crítico en un proyecto de
esta naturaleza es el desarrollo de un modelo de gestión que integralmente de cuenta de los
procesos que realizamos en las distintas operaciones que hacemos con nuestros clientes y,
particularmente, que se adapte naturalmente a los flujos de información implicados en nuestras
transacciones. Para hacer ello hay que partir de la taxonomía con la que clasificamos todos
nuestros servicios, revisar los documentos que requerimos como recaudos y, por supuesto, la
información y los documentos que, consecuentemente, producimos en cada tipo de
transacción que realizamos.
Un banco, por ejemplo, realiza operaciones activas y pasivas. En cada una de ellas tiene distintos
tipos de productos. Su departamento de créditos ofrece y otorga créditos para empresas y otros
tipos de personas jurídicas y créditos para personas naturales. Para cada una de ellas hay una
gama de productos. Para personas naturales, por ejemplo, hay créditos hipotecarios para la
adquisición de viviendas, créditos para remodelaciones, créditos para la adquisición de
vehículos, etc. Las personas naturales y las jurídicas tienen sus documentos descriptivos
característicos y los productos también tienen su lista de recaudos específicos. Los recaudos
son documentos y los documentos tienen períodos de vigencias, ya que siempre tienen
asociadas fechas de emisión y de caducidad.
Conforme a lo dicho, en un Archivo Único Digital de Clientes los dos calificativos de su nombre
son importantes. Es primero que nada un Archivo Digital, para nada parecido a un archivo físico.
El concepto está totalmente desligado de la cultura de las fotocopias y el papel. La información
no se guarda en carpetas. Adicionalmente es también Único, la información no se duplica, no
se requiere un archivo en cada oficina para prestar el servicio, no se molesta al cliente
pidiéndoles varias veces lo mismo, no requiere del envío constante de valijas de una ciudad a
otra. De allí su eficiencia y economía.
¿Por qué la misma institución te pide varias veces los mismos documentos?
El problema ocurre una y otra vez, incluso en compañías grandes, en organizaciones que
manejan mucho dinero, en organizaciones internacionales que no han incorporado aún la
esencia de los cambios con que se maneja la gestión de información en el siglo XXI: Solicitas un
nuevo crédito en un banco, abres una nueva cuenta, contratas una nueva póliza de seguro y la
institución te entrega una lista de recaudos que debes satisfacer. En la lista no se te eliminan
los documentos que entregaste al hacer trámites previos y que todavía están vigentes. ¡Incluso
pueden volver a solicitarte de nuevo una copia de tu documento de identidad!
La manera de hacer bien las cosas es mantener un archivo único digital de clientes donde cada
operación tenga definidos sus recaudos necesarios y un sistema digital apropiado revise en tu
expediente cuáles documentos tú ya has introducido, se dé cuenta de las correspondientes
vigencias y gracias a ello se te comunique qué es lo único que debes entregar, pudiendo darse
el caso en que efectivamente no tengas que entregar nada, ya que todos los recaudos
necesarios los has entregado en oportunidades anteriores y están aún vigentes.
El definir procesos de esta naturaleza, con una máxima eficiencia tanto para la institución como
para el cliente, aprovechando al máximo las nuevas posibilidades que ofrecen las tecnologías
de la información pero también, el conocimiento de las ciencias de la información, es parte del
trabajo que hacen los Arquitectos de Información en el interior de las organizaciones, en los
departamentos adecuados, o a través de empresas especializadas en el diseño, desarrollo e
implementación de este tipo de procesos, como la gestión de un Archivo Único Digital de
Clientes. En su ausencia, las organizaciones hacen cosas extremadamente impropias de la
presente fecha, como, por ejemplo, volver a pedirle su documento de identidad o sus
referencias a un cliente con el que ya mantienen relaciones.
En un sistema moderno los usuarios son participados en forma permanente acerca de cada
cambio que ocurre en los asuntos que les conciernen. Pero hay detalles sofisticados en la
definición de estos procesos.
No cabe duda que los sistemas de información modernos son más sofisticados que los que
hacíamos en otras generaciones. Es natural. Ahora podemos hacer más y lo hacemos. Los
conocimientos y las tecnologías son más evolucionados. Esa sofisticación se traduce para el
usuario de aplicaciones modernas en que ahora, al menos en general, hacer las cosas debe
resultar más sencillo que antes. Pero la sofisticación también incluye la complejidad. Es un
hecho que ahora, en el rol de usuarios finales, podemos hacer cosas que antes no las
considerábamos porque eran complicadas. Si cambiamos ahora el punto de vista a las
perspectivas de los que construyen las aplicaciones, la sofisticación significa que hoy hay más
cosas para especificar. Debemos hacernos preguntas sobre temas de los que antes quizá ni
siquiera hablábamos. Es claro que alguna gente tiene ahora que preguntarse cuál es la mejor
manera de construir y mantener un robot en la superficie de marte y que antes, cuando esto
no existía como posibilidad, la pregunta no se hacía. Con esta introducción hoy queremos
profundizar a partir de una pregunta simple: ¿A quién le notificamos los cambios de estado que
ocurren en un sistema?
La experiencia de compra a través de la red, por ejemplo, nos muestra que al menos los cambios
básicos, que el sistema reconoce que hicimos una orden, que nuestra orden fue despachada y
que lo que ordenamos se considera entregado se nos informa por defecto en un sistema bien
comportado. A partir de allí podemos enterarnos de estados intermedios de nuestra orden, por
ejemplo, que lo que ordenamos está en tránsito entre un punto A y un punto B. Así funciona
un sistema moderno.
La respuesta también es sofisticada y tiene sus aristas. Cada estado definido dentro de un
objeto de información de un sistema es un punto de llegada y un punto de partida. Los cambios
son transiciones. Esas transiciones tienen que estar asociadas a comunidades de usuarios y lo
normal (y el punto de partida por defecto) es informar en la ejecución de cada transición a todas
las comunidades de usuarios asociadas a ella. Pero hay dinámicas de construcción de procesos
dentro de estas dinámicas de producción (¡que sofisticación!): cuando estamos definiendo los
mensajes a quienes debemos notificar es a los usuarios que participan en esta tarea, cuando
creemos que los mensajes están listos debemos notificar a los validadores de los procesos, en
principio, personas diferentes. Y cuando ya el proceso está definido, los mensajes deben llegar
a las personas miembros de las comunidades involucradas en la transición misma (y no a los
constructores y validadores de procesos).
Iniciar un proyecto sin esta visión compartida, expresada en forma clara y para todos los
involucrados, conduce a una fricción que se hace inevitable cuando lo que obtengan los
desarrolladores no sea lo que esperaban en su imaginario, realista o no, los potenciales
usuarios. Los desacuerdos entre quienes construyen una solución y quienes la solicitaron
muchas veces son el resultado de no haber hecho un buen comienzo: una definición explícita
de qué es lo que entiende cada parte por el trabajo a realizar y por la manera de desarrollarlo
y entregarlo. Por eso, si es importante una Arquitectura de Información bien estructurada, el
primer paso es la definición del proyecto como un acuerdo explícito de visión en un lenguaje
compartido por los desarrolladores y sus contrapartes. Esto no asegura un resultado exitoso y
una relación armónica, pero abre la posibilidad de estos logros.
En proyectos de cierta complejidad, sin embargo, incluso después de haber escrito la visión
compartida en forma explícita, puede ser bueno no acordar el desarrollo completo de la
solución, sino sólo la primera de sus fases: la conceptualización.