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ESTEBAN CORDATTE

EL RENGLÓN ESTEPARIO
ENSAYOS SOBRE LITERATURA TRUNCADENSE

aVerrante editora
ESTEBAN CORDATTE

EL RENGLÓN ESTEPARIO
ENSAYOS SOBRE LITERATURA TRUNCADENSE

aVerrante editora
Para mi papá, Ricardo Cordero. Para mi mamá, Margarita Olatte.
Para mi hermana, Macarena Cordero Olatte. Y para mi perrita,Cindy.
Compañeros en la aventura patagónica.
SEÑAL DE AJUSTE

Hola. ¿Como están? Espero que bien. Nosotros, acá. Felices de


estar hoy con ustedes. Lo que nos convoca son algunas obras. Lo
que denominaremos para el caso literatura truncadense. Sí, vamos
a ver algunos casos. No es que seamos detectives privados,
policías o médicos. Es una forma de ordenar nuestra investigación.
Se trata de unos lindos laburos que nos pusimos a leer en los
últimos cuatro años, de manera bastante sistemática.
Nos habria gustado acceder a todos y a cada uno de esos
textos que, pensamos, conforman este espacio que queremos
abarcar. Igual no pasa nada. Nos encantó leer e investigar lo que
pudimos. Quedan para otra entrega, por ejemplo, las canciones de
José Saez y la dramaturgia del Colo Tapia. Y por qué no, la poesía
de mi viejo, Ricardo.
Algunos libros nos llegaron por mis viejos (buenos lectores; y
en muchos casos, amigos de los autores). Otros, por extrañas
carambolas del destino. Hasta ahora, no hemos podido darle a
todos los textos la misma lectura. A algunos los leímos rápido, casi
por encima. A otros, los dejamos que se instalaran en nuestra vida
como esas películas repetidas que nos encanta ver. Otros, los
leímos medio en estado de investigación, medio en estado de
transe, en la biblioteca “Aimé Painé” de la ciudad del hongo. Todo
esto, al voleo. Después, incorporamos cada una de estas lecturas a
nuestro sistema. Se comenzaban a armar los casos.
Pasó el tiempo. Y como con todo, hicimos otras cosas con lo
que teníamos. Cosas que no se nos habrían ocurrido al principio.
Por eso mismo, creemos, les dimos categoría de oráculos a todas
estas lecturas sureñas. Empezamos a creer que podiamos ver el
futuro a través de estas lecturas. Nuestro futuro. Ponele.
Ah, por cierto: al horizonte, le pusimos el renglón estepario.
Nos hubiera gustado hablar con cada uno de los autores acá
referidos. Preguntarles cosas. Simplemente charlar. Tirarles buena
onda, por el solo hecho de que nos gustaron sus creaciones.
Felicitarlos por haber escrito. Pero, bueno, en fin. Ahí vamos.
Obras de artistas de Pico Truncado consultadas para este libro:

Alonso, josé Alberto: A orillas del Ferro-Carril.

Astolfo, Luis José: Una historia que contar; Lo más romántico y lo


más militante de Luis José; El Yo de los otros; Ya no recuerdo
cuando...

Bustos, Gustabo: Historias Breves. Viejos Ypefianos; Tamiel.

Diaz, Viviana: Mi vida sin ti; Prólogo a Relatos de una Patagonia


Salvaje.

Litoven: discos Litoven y Litoven II

Manu de Extremos: disco Retro conexión; muchos videos de


E.N.C y XirrossiX; los cortometrajes Viento y Espinas y Encrucijada
en el 200.

Miranda, Norberto: Historias Verdaderas.

Navarro, Muriel: Noha y ¿Noha?; Ángel, no te vayas.

Osses, Hector Raul: Libreta petrolera; Patagonia, ficción y


realidad.

Sánchez, Angélica: Relatos de una Patagonía Salvaje.


ALGO ANTES DE EMPEZAR

Antes. Un lugar comenzaba a ser cuando era nombrado.


Pongamos que alguien nunca había estado ahí. Hasta que
escuchaba algunas cosas sobre ese lugar. O quizás leía algunas
cosas. Y con las palabras, se iba abriendo y formando un espacio
en su conciencia. Un espacio fuera del espacio concreto: un lugar.
Una locación que era, a la vez, nexo entre experiencia e
imaginación y punto de referencia.
Nexos. La experiencia traída por el viajero inflamaba la
imaginación de quien escuchaba su relato. La imaginación del
viajero inflamando su narración modificaba la experiencia de quien
le escuchaba a través de modificar su percepción. Las
imaginaciones de quien contaba y de quien escuchaba se
entrelazaban, con lazos hechos de sentidos ambiguos, formando
una nueva imaginación transpersonal que servía como catalizador a
la experiencia compartida. Cierta experiencia objetivada del viaje se
superponía a cierta imaginación objetivada del sedentarismo,
espejando cierta imaginación objetivada del viaje superpuesta a
cierta experiencia objetivada del sedentarismo...
Puntos de referencia. En dónde estábamos, de dónde
veníamos, hacia dónde íbamos. Qué sabíamos, qué podíamos
esperar...

Algunos dicen, entre ellos Walter Benjamin, que las narraciones


orales anónimas, que con el paso del tiempo dieron origen a las
narraciones escritas por autores, tienen dos fuentes reconocibles de
las que emanaron. Está la fuente de los viajeros, que van, vuelven,
y cuentan lo que conocieron en su travesía. Y está la fuente de
quienes no se movieron de su tierra, y conocen todo lo referente al
origen de esta y sus ancestros. La primera podría estar
arquetípicamente encarnada por marineros mercantes y la segunda
por campesinos sedentarios. O en una variante con un
desplazamiento posible: los jóvenes aventureros informados - los
ancianos de la comunidad sabios. En uno y otro caso lo que se
hace con estas fuentes narrativas es traer, al aquí y ahora, un lugar
lejano. Lejano en el espacio (las tierras allende los mares, las
montañas, los desiertos...) y lejano en el tiempo (el pasado
comunal, histórico, mítico...). El hecho de que estas fuentes sean
reconocibles no significa que no esten multiplemente
compenetradas. Juntas, amalgamadas, forman una fuente narrativa
más grande que la suma de ambas fuentes, ya que a cada una de
ellas con todas sus potencialidades, se añade dicha multiplicidad de
compenetraciones como un elemento más.
Se comienzan a mezclar las fuentes de la narración. Dejemos
que se mezclen. Por ejemplo: el que salió a recorrer el mundo,
luego se instala para pasar sus años adultos con un poco más de
tranquilidad, y se dedica a la enseñanza. Otro ejemplo: los relatos
oficiales de alguna institución, incorporan el final de un viaje como
punto de partida de su historia. Otro: quienes presentan al pasado
como un viaje. A partir de este ejemplo, podemos proponer: a) los
que describen ese viaje como una expedición hacia lo desconocido
que aún no termina, o b) los que prefieren hablar del presente como
un lugar al que se llegó, luego de mucha penuria, y por eso mismo,
se trata de un presente (también en el sentido de regalo) que
deberíamos cuidar, de la interperie, de la entropia. Una escena
alegórica sobre esto: el anciano encargado de contar las historias
de la comunidad, en su juventud, fue un viajero, que ahora utiliza
recursos aprendidos en esa época de traslados para capturar la
atención de su público y para transmitir su saber ... Como lo dice
Benjamin (volveremos sobre esta cita):

Para el campesino o marino convertido en maestro patriarcal


de la narración, la corporación había servido de escuela
superior. En ella se aunaba la noticia de la lejanía, tal como la
refería el que mucho ha viajado de retorno a casa, con la
noticia del pasado que prefiere confiarse al sedentario.

Los buenos narradores beben de las dos fuentes hechas una. Y en


algún u otro momento del desarrollo de las comunidades, propician
una narración social constituyente única. Emanada de las
relaciones de producción alcanzadas, más, los efectos particulares
que producen, en cada una de las narraciones, los tragos a esa
fuente grande. Fuente alimentada por los flujos nómadas y los
espejos de agua sedentarios.

Podemos decir que hay un lugar. Es ese el momento en donde


encontramos a los y las narradores de Pico Truncado de los que
tratan estos ensayos. Es in medias res que los cruzamos. La
literatura de Pico Truncado ya estaba empezada al momento de
querer conocerla en general.
Nos podíamos remontar a sus inicios averiguando nombres,
preguntando fechas, recolectando documentos; acumulando
material, con vías a establecer un archivo. etcétera. Pero también
podíamos leer, sobre todo podíamos leer. Darle una atención
merecida a los autores. Ahí estaban los textos encontrados, ahí sus
autores. Y también estaban los textos que sabíamos existentes pero
que aún no habíamos visto ni palpado.

Ahora. ¿Se nos sigue apareciendo de esa forma un lugar hoy?


¿Cuáles son las narrativas de los paquetes turísticos, de los GPSs,
de Google Maps? Muchas veces una distancia subsumida en una
inmediatéz digital hará las veces de lugar. Estamos detenidos en el
movimiento. Comprando a crédito, ansiosos con todo,
comprometidos con la nada.
BUSTOS A LAS PUERTAS DE LA ALBORADA

Estamos convencidos de que Tamiel, de Gustavo Antonino Bustos,


es una novela psicodélica. Este texto va a intentar justificar esa
denominación. Y de paso, tratar de vislumbrar un foco de psicodelia
patagónica.
¿De qué hablamos cuando hablamos de psicodelia? Por lo
pronto, digamos que se trata de una sensibilidad, una forma de
percibir. Psychedelia, en inglés, es un neologismo formado a partir
de las palabras griegas ψυχή, "alma", y δηλόω, "manifestar".
Manifestación del alma. La adjetivación psicodélico, fue inventada
por el psicólogo británico Humphry Osmondy. Que no es otro que
quien le acercó al loquillo de Aldous Huxley las dosis de mezcalina
necesarias para que este escribiera Las puertas de la percepción.
Hay bastante de manifestación de las almas en Tamiel.
Podríamos decir, sin miedo a exagerar, que sus personajes están
dados vuelta como una media. Podemos ver lo que piensan y
sienten en casi todos los momentos en los que los leemos. Por
todas partes (del texto) hay escenas interiores y exteriorización de
paisajes internos, por medio de variados recursos. También hay
psicodelia en un sentido más vago del término, más general. Más
pop si se quiere. Encontramos manchoneando el texto, a lo batik o
a lo motivos persas (paisley patterns), desde referencias explícitas a
artistas musicales que tuvieron su época psicodélica (años 66-67)
como John Lennon, Jimmy Hendrix o Los Rolling Stones, hasta
aluciones a creadores que podrían ser incluidos en esta estética por
algunos de sus pasajes o algunas cualidades específicas de su
obra, como Julio Cortazar, Roberto Arlt, Herman Hesse o varios
escritores de La Biblia. En el argumento se hacen presentes
prácticas afines al canon psicodélico, como la magia, el
chamanismo, los oráculos religiosos y los naturales. Y motorizando
la prosa, visiones caleidoscópicas, con dinamismos coloridos como
los que espejan los desplazamientos de la psiquis durante los
estados alterados. Por último (pero no menos importante, como
suele decirse), también están esos paraísos temporales artificiales,
caros a esta loca sensibilidad: el pasado y la infancia.

Pero vamos por partes. Recorramos tranqui el paisaje, como si


fueramos a bordo del bote del comienzo de “Lucy en el Cielo con
Diamantes”, himno psicodélico si los hay.
Veamos los personajes. Tenemos a Rosa y a Juan, una pareja
de viejitos que viven en una casa tan antigua como ellos, con
huerta, gallinero, patio con árboles + nido de hornero, y hasta dos
columnas coronadas con un arco de algibe español antiquisimo
justo en el medio de la entrada. Y tenemos a su vecino, Carlitos, un
adolescente en edad escolar que los quiere mucho; de hecho,
pienza que ellos, además de su madre, son los únicos que no son
sus enemigos en la guerra total de la vida. Después tenemos a
Tamiel, un ángel caído, del grupo de los Grimori, mencionados en el
Libro de Enoc y en el Génesis, “el último serafín nómade”, que va,
cada 50 años, detrás de Juan (o del alma de Juan), con el fin de
terminar su confinamiento acá en la Tierra. Y tenemos a un
antagonista suyo, Olamorrep (Perromalo invertido), resultado de un
experimento del Dr. Menguele... con citoplasma de Adolf (!).
Siguiendo con la fauna de la novela, estan las gallinas y, mención
especial para, el gallo, que es flor de personaje (sobre todo después
de alojar a Tamiel, convertido en piojo, entre su plumaje). Luego
llegará al gallinero, dentro de un huevo pequeño y deforme, ¿su
retoño?, el dragón bueno, o pequeño rey, o basilisco, como quieran.
Y un personaje vegetal: el ombú-árbol de la vida. A este elenco,
para agotarlo, podemos sumar un par de personajes menores,
como Gómez el chatarrero, el alemán Penzoldt y Alfredo el
carnicero. Apenas esbozados están, los hijos de los viejitos, la
madre de Juan, su tía Mechi, un juez pederasta, el hornero dueño
de casa en el patio. Quedan los espiritus de Julio Cortázar y
Roberto Arlt, también cuasi-personajes, sobrevolando Chivilcoy, que
sin dudas, en esta novelita, es una ciudad-personaje.
En cuanto a manifestaciones del alma, tenemos variedad de
formas. Primero, encontramos dos clases de cierta materialización.
1) Como la que percibe Juan, cuando es joven y presencia la
escena de un accidente de moto: Juan le pregunta a un chico que
tiene al lado, entre el amontonamiento de mirones, qué es lo que
pasó, si el chico que yace en el pavimento está aún con vida. No
recibe contestación. Entonces se da cuenta que la persona a quien
le acaba de preguntar es idéntica al accidentado. Flash. Luego,
camino al trabajo, Juan tiene la convicción: “Lo que había visto era
el alma de la persona.” 2) Como la que percibe el ángel caído
Tamiel, cuando confirma que Juan, a quien busca para
“materializarse en esta dimensión”, está vivo. “Juan estaba vivo
porque allí en la oruga de juguete había quedado adherido un
pedasito de su alma, ese pedasito de Juan que miraba las
hamacas, la escalera puente, el tobogán, el subibaja, la calesita y la
sortija.”
También se nos plantean manifestaciones del alma como
dinámicas entre personajes: Tamiel el ángel caído buscando a Juan,
midiéndose con el Olamorrep, y alojándose luego entre el plumaje
del gallo, al que transforma en un fanfarrón afónico, un poco más
inteligente y sabio (como que le tunea el alma al viejo gallo). La
lucha por las almas; la lucha que constituye a las almas. En este
caso, externalizada en estas dinámicas entre personajes. Otro
ejemplo de la misma operación: Tamiel afectando con un actuar
etéreo el alma de Carlitos, “inculcándole el instinto asesino para que
deje de sufrir”.
Visiones caleidoscópicas. En pasajes de la novela, se
arremolinan imágenes, para luego establecer algo así como
fractales de sentido, objetos geométricos formados con vectores de
literatura e historia: personajes de Roberto Arlt, como el Astrólogo o
el Rufián Melancólico, con sus características conectadas a las
caracteristicas de personajes reales, como Lopez Rega o Hitler. Las
cámaras de gas, Los Siete Locos, El Tercer Reich... Lo mismo pasa
con encadenamientos de palabras que se tornan espirales
picodélicos de sentido: “Sueña con crucigramas definidos, se le
entrecruzan las palabras. Creación, anarquista, títere, lúgubre,
cronopios, tinieblas, libro, tenebroso, locura, rayuela, aya, guerra,
pesadilla, lanzallamas, cáliz, maga, escalones”. Sumadas a estas
ráfagas, hay otras alteraciones de la percepción asociadas con la
experiencia psicodélica (sinestesia): la alteración de la percepción
del tiempo y la del sentido de la identidad.
Por ejemplo: ese encadenamiento de palabras que acabamos
de transcribir. Lo sueña el chatarrero Gómez, pero a la vez está
dentro de la mente de un profesor soñado por Gómez, que no es
otro que el joven docente Julio Cortázar, durante su estancia en
Chivilcoy. Y es más, dentro del sueño, parece leer a Roberto Arlt. A
su vez, a Cortázar, lo busca un alemán apellidado Penzoldt; en
realidad, más que nada, busca, de alguna forma, reconstruir el alma
de Cortázar en Chivilcoy. ¿Se tratará de Ernst Penzoldt, el escritor-
escultor alemán? Si la respuesta es sí, entonces estamos frente a
un viajero en el tiempo; ¡el tipo viene del pasado! Tratandose de
esta novelita desquiciada de Bustos, no nos extrañaría.
En tanto eso que aquí llamamos paraísos temporales
artificiales (el pasado y la infancia) hay un par de cosas para decir.
Primero, la infancia está puesta al principio del texto de Bustos
como fundamentación de la identidad. Esta bien eso, pero también
nos parece que el asunto, puesto así, es medio problemático,
¿cuando cuaja nuestra identidad, ante quién nos representa, y para
qué?; en fin, por ahora, sigamos. Luego, aparece la infancia en
muchos momentos de la narración dando soporte a lo que se quiere
significar, siempre en función de una manifestación del alma. Como
cuando la viejita Rosa es una niña mientras recuerda su infancia. O
cuando Juan recuerda a su madre y a su tía y notamos que se
transforma por dentro en un niño, aunque continue habitando ese
cuerpo lleno de achaques. Hay un lugar a donde se vuelve, desde
el que por unos momentos percibimos la realidad modificada. Pero
también hay algo, una parte del alma en el caso de Juan, que nunca
se fue de ahí.
Durante los años psicodélicos (segunda mitad de los 60 y
principios de los 70) en muchísimas manifestaciones artísticas
populares al rededor del mundo se recurria a escenas de la
infancia, muchas veces escenas colectivas de la infancia
(canciones, juegos, cuentos, circos ambulantes, programas
infantiles de TV...) para dar contenido a las formas perceptivas que
articulaban la experiencia psicodélica. Los juegos de palabras, los
temores y misterios convertidos en personajes, los fallos de la
percepción modificando el tamaño, el aspecto y el sentido de las
cosas; todas estas posibilidades narrativas que, por ejemplo,
encontramos en Alicia en el Pais de las Maravillas, de Lewis Carrol,
precursor sin dudas de la psicodelia pop. El otro factor de estos
paraísos para volver es el pasado, que podía verse en los artistas y
en las obras psicodélicas tanto en las ropas como en los ambientes
que generaban (uniformes vintage del ejercito, ropas de los locos
años 20, instrumentos del período barroco, atuendos, accesorios e
imagineria de la edad media).
En Tamiel, el pasado está, por decirlo de alguna manera,
sucediendo en paralelo al presente. Esto ocurre, un poco por la
edad de los protagonistas, quienes evidentemente tienen más
pasado que futuro, y eso dota a su tiempo pasado de cierta
ubicuidad. Ayuda a causar esta sensación la disposición
caleidoscópica de los oráculos (es decir, las claves de lectura: tanto
de los personajes, como de nosotros los lectores) que predicen para
adelente y para atrás.
En el otro lado de estos paraísos, está la percepción de esa
pérdida (de ese paraíso) desde el punto de vista de la vejez.
Percepción que les reconfigura la experiencia. Ahí sí que damos
con un asunto central de la psicodelia: la experimentación.
Experimentos que llevan a experiencias que llevan a experimentos.
A la pregunta de 1967 hecha por Jimmy Hendrix, “Are you
experienced?”, Rosa y Juan contestarían a dúo: “¡Pero, claro,
negrito querido!” Podríamos decir que los viejos copados segregan
su propia psicodélia. Que es una manera personal de ver su
recorrido por esta vida en el afuera. ¿Podría ser todo este asunto
del ángel caído que busca volver a la tierra a través de un alma (y
que hace una parada para recargar combustible espiritual en un
gallo de gallinero) un delirio gerontolisérgico de Juan?

Histórico-culturalmente, del período psicodélico pop se salió por dos


vías. 1) La radicalización de la política, sobre todo en la juventud
(en USA, representado por el paso de los hippies a los yippies
-militantes del Partido Internacional de la Juventud, más
preocupados de la lucha de clases que de las flores). Y 2) la
reacción a lo nuevo en términos artistico-culturales (vuelta a un rock
tradicional frente a los raros sonidos espaciales; vuelta al
tradicionalismo rural cristiano frente a la religiosidad lisérgica y
oriental).
Este cambio de paradigma cultural lo podríamos ver resumido
estéticamente en las emblemáticas tapas de los The Beatles del
momento mencionado: de la colorida, paródica, multifacética
portada de Sgt. Pepper a la seca portada totalmente blanca del
llamado Album Blanco, y de ahí, a la icónica cruzada de calle de los
cuatro melenudos de Liverpool en la tapa de Abbey Road. Estan
cruzando de década, escribió Fabian Casas. Se nota que algo pasó.
Se nota que algo se cortó. Se nota que todo ese colorido
caleidoscópico, toda esa lisergia misticóide, toda esa exploración
lúdica del cosmos interior proyectada en el cosmos exterior, todas
esas sensaciones que habían salido de las interioridades de los
individuos, todas esas manifestaciones del alma, se habían
estrellado con un afuera que les puso un parate más bien brusco.
La conciencia de la muchachada se había expandido tanto que
había chocado con la Historia. Como en el momento de la
publicación del Manifiesto Comunista, a finales de los años 60, un
fantasma andaba pegándose una recorrida. Pero en esta nueva
entrega, por el mundo entero, no solamente por Europa. Los
espectros de la Revolución se habían hecho amigos de los chicos.
Y el Flautista de Hamelin había agarrado los chumbos.

Al momento de escribir esto, los libros que tenemos leídos de


Bustos son Tamiel e Historias Breves, viejos ypefianos. En este
último, anterior a Tamiel, Bustos de alguna manera, creemos,
anticipa aspectos de su psicodelia. Algo en la descripción de sus
compañeros petroleros y su conexión con el paisaje tira para el lado
de la manifestación del alma y los felices y aventureros estados
alterados de la percepción. Más que para el lado, por ejemplo, de la
crónica dura en territorios duros, como podría figurar en algunos
cuentos de Dalmiro Saenz situados en la Patagonia. O en una
oscura nouvelle de Andres Rivera, Apuestas, en donde aparece el
paisaje y la vida del sur, en tiempos de la última dictadura, y resulta
que hay un personaje (bastante áspero) de Pico Truncado. Ni hablar
del laburo de Osvaldo Bayer. Pero eso es otra historia.
No. En Bustos, que parece escribir con mucha felicidad, las
anécdotas de petroleros que nos va presentando en breves viñetas
narrativas se parecen más a las historias de los animales
antropomórficos de El viento en los sauces, de Kenneth Grahame
(que tuvieron sus versiones animadas), que a cualquier
manifestación seca, lúgubre, trágica, a estas alturas clásica, de la
Patagonia de los trabajadores (la de los burgueses, ya sabemos:
“mi lugar en el mundo”, bla,bla...) Bustos siempre le pone
chimichurri a la cosa. Sus compañeros y las historias en las que los
hace actuar estan a mitad de camino entre la fábula y la crónica (a
veces pícara, a veces surealista) . Estas caracteristicas felices en
muchas maneras, coloridas, proto-psicodélicas, paran al final del
libro, cuando Bustos tiene que contar la entrega de YPF al capital
privado durante el menemato. Al hablar de las reuniones del
sindicato, de las dadas vuelta, la amargura se nota. Y como para
subrayar este cámbio de tono en la narración, Bustos remata con
unos recortes periodísticos que muestran el destrato a los
trabajadores que pusieron sus días en la extracción del petróleo.
Pero cuando cerramos las páginas de esas crónicas
petroleras nos queda una sonrisa. Por los personajes, tan de fábula,
tan reales. Por las anécdotas, los rituales, las leyendas, las
apariciones, los mitos, las comidas y bebidas, por todo lo que ha ido
formando, de a momentos, una psicodelia rupestre, con olor a
petróleo y destilados. Por las situaciones que nos muestran a estos
personajes, escritos con el recuerdo de personas reales, en plena
faena, poniendo el lomo, o vagueando alegremente, un poco al
menos. Acá hay historia personal, social, regional, y nacional; hay
gastronomía, arqueología, ecología, economía, artesanía; hay
pesca, caza, cuatrerismo petrolero-anarquista; hay leyendas, mitos,
ovnis, aparecidos, desaparecidos, luces malas, buenas, neutras... Y
todo está plasmado, salvo el final, como ya dijimos: con una
experimentación y felicidad alimentadas seguramente por la
confianza en una vida vivida lo mejor posible.
Pero al igual que en la psicodélia, cuando miramos más de
cerca, vemos otras cosas en toda esa manifestación brillante y
caleidoscópica del alma sobre la realidad.
El ya mencionado El viento en los sauces tiene un extraño
capítulo 7 en el que a dos de los personajes animales, la Rata y el
Topo, se les aparece nada más y nada menos que el dios Pan con
su flauta. El tono del capitulo no coincide con el resto de los
capítulos. Una corriente subterránea, entre filosófica y mítica, filtra
un misterio antiguo a las escenas. Aunque mejor mirada la cuestión,
este capítulo hace que afloren una serie de extrañezas por toda la
superficie del resto de la novela. Este capítulo le dio el título a
quizás el trabajo discográfico que mejor representa (junto al
Sargento Pimienta de los Beatles) el espiritu de la psicodélia pop: El
flautista a las puertas de la alborada, de Pink Floyd. Al que se le
ocurrió el título fue a Syd Barrett, miembro fundador junto con
Waters, y principal compositor de la banda hasta ese entonces.
Parece ser que el joven Syd se copó con los viajes alucinantes. Se
embarcó en la manifestación colorida de su alma sobre las grises
paredes de la Inglaterra de posguerra. Y se alucinó y se enfrascó
con las luces raras que superponían tonos medievales con
chispasos del futuro espacial y con los caramelos del Profesor
Hoffman. Su visión ficcionalestroboscópica trajo cada vez más
gnomos, más espantapájaros, más magos, más brujas, más
bicicletas, más galaxias enteras, para este lado de la realidad. La
realidad se le volvió un estampado lleno de motivos freaks. Tocó
música lisérgica hasta licuar el blues que primero lo había
influenciado en un caldero mágico. Le puso un slide a su cerebro
y... En un momento, de tanto acid trip, se le salió la cadena. Waters
cuenta en un documental que no lo pasaron a buscar más para ir a
los ensayos. Otro foco humano que iluminaba la escena psicodélica
se quemó.
Se dice que Syd Barrett se volvió loco y se fue a vivir al
sótano de la casa de su madre. Hasta se llegó a decir que era una
cueva a donde se había ido (¿una especie de gruta útero?). La
versión que más nos gusta es una que corrió después, con menos
fuerza, acaso por tratarse de la más simple: el loco de Syd, se
había cansado de la vida de rockero, estaba hasta el moño del
swinging london y de la movida flashera psicodélica... y se pegó la
vuelta. Se fue. Se volvió a meter a la vida simple y anónima.
La lectura de Tamiel podría hacerse con este disco de fondo.
O con algún disco del Gato de Cheshire... perdón, de Schrödinger...
perdón, ¡del Gato Osses!
LA POLÍTICA POR LA RUTA DE LOS CONTRABANDISTAS

En el caso del Chato, protagonista del relato La ruta de los


contrabandistas de Agélica Sánchez, es probable que estemos
frente a lo que en la jerga de la militancia de izquierda se denomina
quemado. Los quemados y quemadas son militantes de partidos o
agrupaciones de izquierda que en un momento determinado dejan
de militar, por lo general, debido a una mezcla de agotamiento y
merma en sus convicciones políticas. Obviamente existen otros
motivos, pero se podría decir que ese combo de cansancio físico y
mental y descreimiento respecto a lo que se puede o no lograr con
la militancia orgánica, planea, al menos oblicuamente, sobre la
mayoría de los casos.
No sabemos exactamente por qué el Chato se fue de su Jujuy
natal. Lo que sí se nos cuenta es que fue amigo del Perro Santillán,
o sea de Carlos Santillán Nolasco, referente gremial de la provincia
del norte y miembro fundador de la Corriente Clasista Combativa,
entre otras cosas. No creemos que un amigo del Perro pudiera no
estar en la misma que él, es decir, militando. Es verdad que podría
ser, por ejemplo, un amigo de la infancia, de la escuela o del barrio,
que de grande ya no compartió su visión sobre la vida. Pero por un
par de cosas que se dicen sobre él y otro par de cosas que va a
hacer el Chato en el relato, no creemos que sea el caso. Estamos
frente a un tipo de armas tomar; literalmente.
Podemos imaginar que el Chato llega a Santa Cruz en el 2006
o 2007. Viene con sus hermanos a trabajar “en el pavimento del
empalme de la ruta provincial n°12 de Pico Truncado a Fitz Roy”.
Viene de un par de décadas bastante agitadas; no solo en Jujuy, no
solo para él que milita. O que militaba. Porque ese es el punto: el
Chato se fue de Jujuy y dejó de militar. Después de años de
acompañar a su amigo y dirigente gremial estatal en las batallas por
los intereses de los trabajadores contra empresarios y políticos
burgueses, después de voltear gobernadores mediante
movilizaciones populares masivas, después de conseguir mejoras
efectivas en las condiciones de vida de los compañeros y las
compañeras, después de oponerse frontalmente a las políticas de
Néstor y Cristina en la Nación y de Fellner y Barrionuevo en la
provincia, después de desenmascarar y pelear territorio a cara de
perro con la Organización Barrial Tupac Amaru de Milagro Sala,
después de todo eso y mucho más, el Chato, por algún motivo,
vaya uno a saber bajo qué clase de circunstancias, se quema.

Sobre la ruta del título del relato, Sánchez escribe que además de
ruta de contrabandistas, antes, también fue ruta “de locos,
buscadores de oro, arreos con orejanos, cuatreros, comparsas de
esquila con indocumentados”, y ahora, “de narcos y proxenetas”.
Toda una economía oculta a los ojos de la Ley se mueve por ahí. Es
el lado oculto de la realidad, el reverso de la cinta cotidiana. No
confundir: acá no se trata de una oposición a la legalidad, sino de
complementaridad. Esta economía subterránea sostiene de alguna
manera la economía pública. La plata negra es la sombra de la
plata blanca. Esos flujos y desplazamientos ilegales son el reverso
de los flujos y desplazamientos legales del capital. Nunca mejor
dicho: dos caras de la misma moneda.
En este contexto, la elección de los personajes principales, el
Chato y Cristina Fernandez de Kirchner, es fundamental, entre otras
cosas, para hacer una lectura política del relato. Para nada casual
es que el tramo de ruta al que llega a trabajar el Chato y sus
hermanos sea ese empalme en el norte de la provincia de Santa
Cruz. En el momento del relato, estas obras han sido adjudicadas a
las empresas del grupo Baez, Austral Construcciones-Kank y
Costilla-Sucesión de Adelmo Biancalani-Gotti y Loscalzo y Del Curto
Construcciones. Sí, Lázaro Baez: el dueño de la obra pública, como
se lo denominó. En unos años, todo esto traerá bastantes dolores
de cabezas políticas, cabezas nacionales y populares. Traerá
bastantes horas a la sombra para aledaños a esas cabezas
políticas y bastantes argumentos chicaneros para burgueses de la
aparente vereda del frente. Para 2021, los ligamentos del largo
brazo del hecha-la-ley-hecha-la-trampa se estaran recomponiendo,
y las causas de Lázaro Báez y su grupete entrarán en zonas de
indeterminación... Que si emitían facturas truchas o si les
conseguian unas ya emitidas por empresas de Bahia Blanca... En
fin.
En 2016, el Juez Gerardo Pollicita titular del TOF 11 elevó a
juicio la causa CFP 5048/2016, caratulada “GRUPO BÁEZ y otros s/
abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario
público.” Obra pública y corrupción: salchichas con pure. Parece
que el tramo al que llegaron a trabajar los hermanos jujeños, y del
que se terminó llendo el Chato “por un entripado con su capataz de
obra”, figura en estas carpetas judiciales como ESTUDIO,
PROYECTO Y CONSTRUCCIÓN EN RUTA PROVINCIAL N° 12,
TRAMO: “EMPALME RP N° 25 — PICO TRUNCADO” (expediente
DNV n° 12.328/07). O pude que sea este: OBRAS BÁSICAS Y
PAVIMENTO EN RUTA PROVINCIAL N° 43, TRAMO: “FITZ ROY —
PICO TRUNCADO” (expediente DNV n° 4596/06). Lo mismo da.
Sea cual sea, se trata de la vieja-nueva corrupción con la que se
administra la obra pública bajo el régimen totalitario del capital. En
sus orígenes, las intituciones nacionales funden sus raices con el
contravando, el tráfico y el crimen sanguinario. Basta ver esos
orígenes históricamente, en datos, sin el maquillaje patriotero, para
darse una idea. Un tráfico oculto se inaugura con ese origen (mito-
de-origen) institucional. Alcantarillas que buscan ocultar las
pruebas, la mierda. Las rutas del contrabando de la política
burguesa o República S. A. o La Cueva de Ali Baba y los Cuarenta
Gestores, da lo mismo.

Luego de la pelea con su capataz, el Chato se vincula en un


conventillo con lo que parecen ser narcos o traficantes. Lo
contratan como chofer para mover algo por la ruta de los
contravandistas, en una chatita vieja. Quién sabe qué clase de
cargamento será. Acá podemos imaginarnos al Chato ya recontra
chato, valga la redundancia. Pisoteado y aplastado anímicamente,
achatado, con un ínfimo relieve social. Cansado de darse la cabeza
contra la realidad, va asumiendo la corrupción como la manera de
existir en este sistema. No descontamos que, a estas alturas, esté
un poco loco, listo para sumarse a la caravana oscura de la ruta de
los contrabandistas.
Entonces llega el día en el que su nuevo jefe (¿un narco?,
¿un proxeneta?, ¿un puntero?, ¿un juez?) le informa que va a llegar
Cristina Fernández de Kirchner a la zona. Que tenga cuidado, le
dice. La primera mandataria viene a inaugurar el Interconectado
Nacional, y todo el sector va estar lleno de vigilancia. Algo en el
Chato se remueve, se reactiva. Se le ocurre “la gran idea”. ¿Va a
movilizarse nuevamente? ¿Va a actuar, como hizo en Jujuy, en
contra de la casta política burgueza? ¿En contra de alguna
organización mafiosa bancada por el Estado Nacional, como el
Perro caracterizó a la Tupac Amaru? ¿Va a sumarse a las luchas en
curso a favor de los trabajadores? Algo así, habra pensado el
Chato. Algo así, decimos, porque parece que el Chato ya no puede
revertir su quemazón.
Su ocurrencia no es otra que la de secuestrar a Cristina.
Perdón por el spoiler.
Podemos comenzar a desplegar nuestra lectura sobre
algunos aspectos de la deriva del Chato... y cómo termina.
Repacemos. Un militante de izquierda, quemado, descree de la
acción colectiva. Se va, tanto de su lugar estratégico en la acción de
la clase como de su lugar de origen; se subjetiviza al mango. Queda
aislado. Cae en el delito como modo de vida. Y repetimos, para que
quede claro, acá se trata del hecho ilicito no como excepción sino
como norma del sistema capitalista. De hecho, en el relato, vemos
una especie de muñeca rusa de la ilegalidad: un delito (el tráfico
que realiza el Chato) dentro de otro delito (la adjudicación corrupta
de la obra pública). ¿Por qué sino, en los barrios privados de las
grandes ciudades, viven en apacible vecindad, empresarios,
políticos, jueces, altos rangos de las fuerzas armadas,
narcotraficantes y proxenetas? Porque todos defienden los
intereses de la misma clase, la dominante. En este marco, la visita
de la primera mandataria a Santa Cruz. Y la idea del Chato. Como
luego le dirá a Cristina, mientras la lleva por la ruta de los
contrabandistas con todas las fuerzas de ley persiguiéndolos
(mientras se recuerda en Jujuy, huyendo de la gendarmería):
“Doctora, me cansé de pedir por las vías legales, ahora déjeme en
paz. Quiero que viva en carne propia estar a la deriva.”
El error que empuja esta acción compensatoria y desesperada
del Chato, podemos verlo seguido en los ámbitos físicos y mentales
(ideológicos) de la política. Error que podríamos descomponer en
dos. Por un lado, suponer que el individuo es el centro del que
emana la voluntad política que va a cambiar/mejorar el mundo (la
realidad en la que vivimos). Por el otro, la creencia en la acción
crucial de un/una lider (un individuo) en esa misma empresa. Dos
emanaciones de lo mismo: el individualismo como eje central
(engendro del entrecruce de una serie de factores: subjetivismo
contemporaneo libertaróide, sentido común más bien corto,
perspectivismo físico-somático, competitividad obligatoria en el
mercado, caida posmoderna de los grandes relatos, etc.).
La acción política aislada, individual, centrada y dirigida desde
y hacia un ego particular, lleva a los fracasos más penosos. Eso, en
este relato, está más que claro. En la realidad creemos que
también. Al final, el Chato muere al volcar el vehículo en el que
huía, producto de una pelea por el volante con Cristina, quien
sobrevive aunque bastante maltrecha.
Esta idea, la del fracazo de la iniciativa política individual, está
simbólicamente remarcada en la escena de cierre. Sumada al
absurdo de la ejecución de la ley. Es algo así: Cristina está con la
ropa destrozada, camina sin rumbo, no sabe exactamente donde
está. Nosotros, los lectores, sabemos que está en algún lugar de la
ruta de los contrabandistas. En un momento, la primera mandataria
se desvanece y cae al suelo. Ahí queda tirada. Al rato, un hombre
de campo que anda rastreando sus caballos, la ve tirada. No sabe
ni quien es ni cómo llegó ahí, pero se resuelve a ayudarla. Cuando
la está subiendo al caballo, ella balbusea algo como “soy la
presidenta”. El hombre de campo piensa que delira, producto de
estar quien sabe cuanto tiempo a la interperie. Va a llevarla a la
estancia en la que trabaja, y desde ahí, va a pedir ayuda. Entonces
la cosa termina: “...Al llegar a la tranquera, cae abatido de un
certero balazo, a contados metros aterriza el helicóptero
presidencial y de él baja su esposo. Mientras recibe la asistencia
médica necesaria, el esposo trata de tranquilizarla –Querida, ya
estoy con vos, todo terminó. (…) Ella balbusea algo así como –Todo
esto es producto de la globalización.”

En un momento, Nestor Kirchner, parado frente al encargado del


operativo por el secuestro de su esposa, el principal Marciscanoli, le
dice: “Traigan un mapa, conozco todas las rutas de mi provincia
mejor que nadie”. Estimamos que esta afirmación incluía la ruta de
los contrabandistas.
TEMAS TRUNCADENSES

Al comentar lo que estábamos escribiendo sobre literatura


truncadense, una pregunta que con frecuencia nos hacian era la
siguiente: ¿habíamos encontrado ciertos temas recurrentes?
Muchas veces esta pregunta venía argumentada con la tesis de que
era esa constelación de temas, que de forma obsesiva se
manifestaba a través de los autores y autoras de una región, lo que
le daba le entidad a una literatura. Y la palabra entidad quedaba
flotando entre nosotros como un gas narcolépsico. No lo teníamos
ni lo tenemos del todo claro.
Bien. Pero por ahora, puede que haya un comienzo de
respuesta. A medida que fuimos avanzando en las lecturas y en los
hallazgos, encontramos temas que se fueron presentando una y
otra vez, de autores en autores; en poemas, en cuentos, en
novelas. Algunas veces la temática recurrente era una de las
centrales de una obra determinada. Otras era apenas una aparición
breve en un relato o poema corto de la última esquina semiluminada
de una obra. Mencionaremos estos temas (que muchas veces
funcionan en el sentido musical de tema) en el orden en el que se
nos vayan viniendo a la mente. Y supondremos,
momentáneamente, que en ese orden hay cieto grado de
importancia.

Vejez

Tema recurrente en todas las literaturas al rededor del mundo.


Como también lo es el paso del tiempo impactando en el cuerpo y
en las costumbres. Ahí tenemos a los ancianos sabios como
narradores y como narrados, es decir, vueltos símbolos. Y ahí
tenemos las cosas ocurridas hace muuuucho tiempo. La antigüedad
(forma sublime de la vejez), ya sea histórica o corporal, es un valor
en sí misma para buena parte de la literatura universal.
En lo que atañe a cómo aparece esta temática en la literatura
truncadense que hemos leído, se podría decir que la vejez, por lo
general, aparece bajo formas bastante modernas. Literarias y a la
vez realistas. Contrarias a lo tradicional y al lugar común. En cierto
sentido, sofisticadas. Estéticas sin ser artificiales. Con el estetisismo
de lo vivido (y disfrutado, más encima).
A Luis José Astolfo, a Norberto Miranda y a Gustabo Bustos,
les encanta correr a los ancianos del podio de la sabiduria obtenida
por años transcurridos en la tierra. El anciano de la tribu, bla, bla,
bla... Su humor (que en los tres casos va con elegancia propia
desde lo más fino a lo más chavacano) no duda en presentarnos a
viejos torpes, cascarabias, pesados, perdidos. Viejos que pueden
ser tan adorables como delirantes. Gente que se da perfecta cuenta
que la vida más que darte experiencia y sabiduria te saca aptitudes
y gracia. Pero guarda: no todo está perdido para estos viejos. Para
nada. Ellos todavía están todavia rojos de rabia contra el sistema,
azules de atardeceres reflexivos y verdes de deseo. No se van a
entregar sin pelear. Concientes de su chochera, de su capa caida y
de sus mañas adquiridas, van y se enfrentan a lo que los quiere
poner del lado de afuera de la vida (¿el paso del tiempo, la
Muerte?).
En los viejos de Astolfo, Miranda y Bustos, lo que prevalece
como articulación de sus acciones (y reacciones) son algo que
podríamos llamar sistemas de achaques. Que los hacen tener otra
relación con las cordenadas Tiempo/Espacio. En las tres
experiencias de la vejez prima el Tiempo shakespeareano “fuera de
sus goznes”. Con estos viejitos, el sentido se sale de quicio. Ya sea
por desmayos, sueños, chocheras, lapsus, locuras, la realidad
anclada en su eje cotidiano, se descalabra. Un viejo se duerme y se
despierta, o se pierde en otra dimensión; un viejo sueña y a la vez
recuerda y a la vez está despierto; un viejo se confunde de domicilio
después de marcarle algunos errores a un planteo político hecho
por sus camaradas; un viejo testarudo maneja el tiempo con el
olvido y con el humor; un viejo alucina apocalípticamente... Y todo
eso determina una nueva experiencia que poseemos al terminar los
relatos. Es decir, en definitiva, son viejos sabios. Pero no te lo
refriegan por la cara. Más que decirtelo, te lo muestran, tranqui.
Usando muchas veces sus propios defectos para escribir, con
cuidado y ternura, la caligrafia de los buenos consejos.
En el caso de Angélica Sánchez, el tratamiento es al parecer
un poco más raro. Hay viejos que son “desenterradores” de otro
tiempo. Son ejemplares de una epoca ya perdida. Pero que en la
actualidad de la narración, a ojos de quién narra, siguen
despidiendo una energía misteriosa, y hasta macabra, que los forjó.
Poseen una experiencia oscura (“En algún sitio de la tierra se
fabrica la oscuridad.”), que los dota de un alo de criaturas
fascinantes. Terroríficas. Surgidas de un pasado que ya no puede
develarse. Algo se borró, de eso no hay duda. Quizás fueron las
huellas de un crimen. Solo quedan estos viejos, únicos vestigios de
esa carga negra del paso del tiempo.

Ángeles

Este no se explica muy bien de entrada. ¿Qué les pasa a los


autores y las autoras truncadenses con los ángeles? ¿Por qué
estos seres sin carnadura aparecen y reaparecen en estas obras?
Por lo pronto, no tenemos mucha idea. Pero... Gustabo Bustos tiene
un ángel caído de protagonista de su nouvelle Tamiel, que busca
cada cincuenta años volver a encarnarse a través del alma de una
persona, pero termina convertido en un piojo-espiritu invasor
alojado entre las plumas de un gallo, que termina generando al
basilisco cuando pisa a una gallina. Angélica Sánchez nos narra un
incidente en la ruta, en el que una mujer que hace dedo conoce a
un pibe rapado que también hace dedo, los levanta una camioneta,
y en la caja, en donde los llevan, juegan al ajedréz, con un tablero
que saca este pibe rapado, hasta que un choque o un vuelco los
interrumpe; cuando la protagonista despierta y pregunta por el
estado del joven que viajaba con ella en la caja de la camioneta, le
contestan que no había tal joven, que ella viajaba atrás sola; se
trató de su ángel de la guarda, él mismo se lo dijo en el momento
del choque o de del vuelco, la tomó por las axilas y la elevó, para
salvarla. Litoven tiene una canción que habla de pérdidas, tanto de
pérdidas temporo-espaciales: “desperté, al costado de un camino”,
como perdidas sencibles: “las visiones ya se han ido”, perdidas
personales, quizá afectivas: “ya no volveras”, o pérdidas de toda
certeza: “nada es verdad”, con una primera persona del singular
que en un momento declara: “un ángel soy, de la maldad / un ángel
soy, eso es verdad”; ahora bien, ¿qué podemos leer en esa
contradicción entre la afirmación del ángel y la negación de toda
verdad al final de la canción?, nada, tal vez la propia inmaterialidad
de los ángeles esté descripta ahí, el lugar vacante del mensajero.
Muriel Navarro se escribió toda una novela, Ángel, no te vayas, en
donde desarrolla toda una taxonomía angélica; también en este
caso la pérdida está puesta en un primer plano, compartido a
medias con la “restauración como ángel” cuando alguien fallece,
tema que se duplica en la restauración que hay en los libros y en la
lectura de personas que ya se han ido de este mundo físico; como
dijo Quevedo en un verso sobre la lectura: “Escuchar a los muertos
con los ojos.” ¿Y qué es esa inteligencia que va de cuerpo en
cuerpo en esa impresionante novela de Luis José Astolfo, El yo de
los otros?
Cual sería entonces la relación entre los ángeles y la zona
(literaria) de Pico Truncado. Tiremos un par de líneas al aire, a ver si
pescamos algo. Las grandes distancias de estos territorios del sur
tienen espacio, mucho espacio. Y en ese espacio puede leerse la
inmaterialidad de los ángeles. También la condición de estar fuera
del mundo tiene vinculaciones con la situación de habitar la
Patagonia. De acuerdo con las funciones que se le atribuyen a los
ángeles (mensajero, guardián) se podría decir que los autores y las
autoras truncadenses, un poco al menos, se ponen al hombro estas
misiones, las de informar, anunciar, cuidar, proteger. No son
actividades que les sean del todo extrañas a la literatura y a sus
laburantes.
Ahora bien. Los ángeles no son exclusivos de la cultura
cristiana. Hay ángeles en el judaísmo, en el islamismo, en el
zoroastrismo, en la entigua Grecia, en la antigua China, en el
pueblo Himba, de Namibia, en África... No en todos casos es lo
mismo, pero se trata de entidades bastante equivalentes. Seres
inmateriales que vagan. Quizás eso de pertenecer a otras muchas
culturas, y luego salirse, para venir a parar-vagar a estos territorios
en el sur del mundo. Eso es lo que de algún modo emparenta a los
ángeles con los patagónicos.

Agua

Este elemento vuelto tema no debería presentarnos ningún misterio.


En la zona noreste de Santa Cruz no es que el agua sobre. Y para
colmo, algunas explotaciones fuleras en el territorio no hicieron más
que empeorar la situación. Primero la ovina: “Lamentablemente, por
falta de conocimientos que hoy tenemos sobre la fragilidad de esta
casa del hombre que es el planeta Tierra , (los pobladores) eligieron
el tipo de ganado que menos convenía a la naturaleza de esta parte
del globo: la oveja.” --en A orillas del Ferro-Carril, de José Alberto
Alonso (que tituló un parágrafo “El agua: un problema de siempre”).
Después la petrolera. Que mal llevada, es un envenenamiento
seguro de las napas. ¿Cómo sería eso de mal llevadas? Sería que,
en vez de producir la mayor cantidad de bienestar para la mayor
cantidad de personas, ese recurso sirviera para producir más
ganancias y menos costos para los burgueses de turno. Con la
recuperación secundaria estrujándo a más no poder el crudo de los
pozos y con el abaratamiento de las infraestructuras empresariales
mediante tercerizaciones subcontrataciones precarizaciones y
demás fantasmeadas economicoides, es precisamente lo que
ocurre. La balanza está, por ahora, para el lado de los menos, la
burguesía y su casta político-judicial (que por lo visto parece que no
fueran a tomar agua ni a bañarse en el futuro). En fin, no es que
estas explotaciones le tiren mucha onda al tan necesario bien
líquido (y solido y gaseoso).
Y esta contaminación en tiempo real, que algo tiene para decir
sobre el lugar y sobre nosotros, claramente se refleja en la literaura.
A veces, hablando de ese mismo reflejo oscuro, mediante
miniaturas trágicas, bellas y tristes: “No era agua el espejo / era
petróleo y luz”, canta el Gato Osses en su preciosa canción
“Avutarda”. Otras veces, en un cuento alegórico, como el de
Norberto Miranda, en donde los jóvenes comienzan a irse de un
pueblo (en el que fácilmente reconocemos a Pico Truncado) porque
dentro de poco no va a quedar agua potable. También se proyecta,
retrospectivamente, desde citas flasheras que aparecen en los
libros, como esta de Francisco Pancasio Moreno, durante su
presencia en Comodoro Rivadabia en 1902, recogida por Alonso en
su antes mencionado A orillas del Ferro-Carril:

Agua para beber no van a encontrar, esto se lo puedo decir


casi con seguridad. Pero es fácil que encuentren otra cosa
de tanto o más valor. Yo estoy convencido que debe haber
petróleo debajo de estos campos. Para averiguar ésto es
necesario que se hagan perforaciones, así que soliciten
nomás la perforadora que yo los he de ayudar en sus
gestiones.

¿”De tanto o más valor”?... Qué cabecita, Pascasio. Cinco años


después de estas palabras del Perito, un 13 de Diciembre de 1907,
van a encontrar oro negro en Comodoro. Y quince años más tarde,
en 1922, Hipólito Hirigoyen fundará Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF), con la matanza de trabajadores a manos del
Ejercito fresquita, recién perpetrada. Manos alcahuetas y asesinas
accionadas por el cerebro de Braun-Menendez y terratenientes
aledaños.
Gustabo Bustos recuerda, en Historias Breves. Viejos
Ypefianos, sus memorias petroleras, cómo eran los desbordes de
petróleo. Chicos, grandes, de cañerías, de tanques. También
recuerda los químicos venenosos con los que tenían que lidiar los
laburantes petroleros y las napas subterraneas. Hay una
fascinación (etimologicamente: hechizo, engaño, atracción
irresistible, mal de ojo) en esta narrativa del enchaste de Bustos,
que deja fuera de plano al agua. Y como no se ve, esta agua
contaminada funciona como relato subterrano (inconciente) de lo
que está por venir, lo que va a romper el encantamiento: la entrega
menemática de YPF al capital neoliberal.
En la obra de Astolfo, como en la Hitoria de la Humanidad y
de la Vida en líneas generales, muchas y variadas veces el agua es
el territorio misterioso por el que se viaja hacia lo desconocido. En
su relato “El viaje”, el agua es un lugar de proceso alquímico e
iluminación, bajo la forma de una laguna en la que los “naturales”
hacen sumergirse a una tripulación viajera. El agua de esta laguna
es también el medio por el que esta mini-sociedad, la tripulación de
la nave, accede a una comunión social rezarpada. Escuchemos al
Capitán una vez bajo el agua:

Me encontré con los míos, con los esclavos, y todos


sentíamos que una semejanza, tanto en el cuerpo como en
los ojos nos hermanaba. Comencé a sentirme uno más. Una
fuerza descomunal me asistía y mi mente reflejaba una
inteligencia y apreciación de las cosas que nunca tuve. Ellos
me comentaron lo mismo. Nos fuimos dando cuenta que ya
no eramos los mismos y que cosas maravillosas y
fantasticas nos esperaban. Algo dentro nuestro cambió todo
y sentíamos placer. Como un cántaro vacío cuando se llena
de vino. Los esclavos no se sentían tales; ni yo y los míos
pensábamos en la esclavitud. Se vivía un momento superior
que nos hacía muy felices. Y eso era maravilloso, porque
nos teníamos por iguales y hermanados en una causa
común de inefable felicidad.

La inmersión es la operación mística más conocida. El místico se


sumerge, pierde sus límites, y entra en comunión con algo más
grande. Lo indeterminado coincide con lo infinito mediante esa
supresión mística del individuo. Flotar, sumergirse, desaparecer: los
verbos favoritos del místico y del adicto. Una ronda de éxtasis para
todes. Próxima parada: el nirvana. Pero y entonces, esta laguna,
con su ciudad-estado en completa armonía, ¿posee la solución
política, religiosa, a los problemas que aquejan a la sociedad?
Noop. No lo creemos. Es una trampa. Y a la vez un dispositivo que,
en más de una ocación, Astolfo utiliza para discutir algunas ideas
políticas.
Como en el verso de “Avutarda” (“ no era agua el espejo”) esta
laguna es un reflejo falso. Como dirían ahora: alto fake. Tanta
insistencia en la “hermandad” hace pensar en un mundo friki de
gemelos monocigotos. El placer, el cántaro lleno de vino: un mundo
de fiesteros ronroneantes y sibaritas cutres. Y ahora resulta que los
esclavos “ no se sentían tales” y los esclavistas no pensaban “en la
esclavitud”. Sí, sí, claro: sintiendo que y pensando que se llega al
derechito al comunismo. Como por un tobogan acuático de parque
vacacional. Eso suena un poco a la política sentimentaloide y
pequebú que se estila ahora. Si yo lo siento o lo pienso así, es así,
y punto. Y ahí el místico se hunde por su propio peso. No es más
que un adicto liberal (auto)tratado con la metadona de la empatía.
Las políticas propuestas desde el llamado giro afectivo, las políticas
identitarias, las políticas queer, las políticas horizontalistas y
rizomáticas, las políticas ofendiditas, van por ese lado.
Tanto nosotros, como la tripulación que nos representa como
sociedad en el relato, corremos el peligro de quedar presos “ en lo
negro / de la sombra inferior”, como la encandilada avutarda de
Osses. ¿Como hace Astolfo para advertirnos del peligro de ceder a
lo que nos propone la ciudad-cúpula sumergida por los dioses del
agua? Continúa el relato. Lo hace terminar. Cuando esta tripulación
ya está recontra iluminada y en comunidad armónica entre ellos y
con los “naturales”, estos últimos les piden un favor. Resulta que
hay unos tipos medio raros que viven cerca de otra laguna (una
cuadrada) y no quieren compartir nada de nada. Para los
“naturales”, los tripulantes recién llegados, al ser nuevos en el lugar,
podrían conciliar. Para realizar su pedido les dan unos carros “con
una forma parecida a la línea que deja el sol girando alrededor de la
Tierra.” Van los “naturales” y la tripulación a ver a estos raros y
mezquinos de la laguna cuadrada. Llegan, pinta batalla. Pero se
corta rápido. Los raros se muestran: resulta que tienen la cabeza
alargada, un solo ojo y no tienen cuello. Los viajeros recientemente
iluminados les hablan. Que paren con la pelea. Los raros cíclopes
les dan la razón. Todos amigos.
Y ahí pasa algo que nos hizo acordar al final del video musical
de “Pipa de la paz” de Paul McCartney, en donde se muestra una
tregua en la guerra de trincheras durante la Primera Guerra
Mundial, el día de navidad, que es interrumpida de forma drástica
por un bombardeo. Pasa eso en el cuento de Astolfo, cuando estan
todos poniendose de acuerdo en “buscar lo mejor para todos”, una
lluvia de rayos empezó a destruir todo. Alguien estaba atacando.
¿De quienes se trataba? De otra tripulación, que al principio del
relato venía navegando con ellos (los reciéntemente iluminados por
la laguna), hasta que un monstruo marino los había hecho perderse.
Ahora estaban ahí, cagándo la buena onda general. Los “naturales”
y los de “un solo ojo” no la cuentan. Quedan las dos tripulaciones,
que inmediatamente se las toman del paraje de la matanza. En ese
momento, los de la segunda tripulación (los que la pudrieron) les
piden a los primeros que los lleven a la laguna alquímica
iluminadora. Ellos también quieren oro, placer y conocimiento, si no
es mucho pedir. Pero el Capitán (que para esto ya volvió a ser
Capitán y ya anda dando órdenes) convence a todos de que mejor
repartan lo que ya tienen, porque volver a la laguna es peligroso por
los rayos. Al rato de navegar llegan a un islote, desembarcan, y
¡zas!, pierden todo lo que traían como botín de la laguna: riquezas,
sabidurias, placeres, felicidades, comuniones y poderes.
“Desapareció el encanto y el interrogante inundó nuestras mentes,
desmoronando la ilusión.”
Esa metáfora acuática del interrogante inundando la mente es
una muy buena. Una muy muy buena. Aclarermos. No vamos a
alcanzar una nueva sociedad sumergiendonos en políticas místicas,
de cúpulas cerradas y acuosos microclimas amnióticos. No
podemos generarar un mundo nuevo con nuestras apetencias
sencibles. Astolfo nos muestra que tenemos que sacar la cabeza de
nuestra laguna de confort y respirar, una vez más, en la fria noche
de la realidad por cambiar.

Fósiles

En los petroleros de las memorias de Bustos, en los jóvenes


exploradores de Astolfo, y en la mezcla de los dos que leemos en
Miranda, hay una extraña fuerza que atrae a los personajes hacia lo
que podríamos denominar fósiles. Y esa fuerza parace venir del
territorio. Uno de los más antiguos emergidos sobre el nivel del mar.
El porqué de esa atracción no está nunca del todo claro. ¿Contar
algo? ¿Anunciarlo? ¿Develarlo? ¿Simplemente manifestarse?
¿Hacer funcionar algo? Todo esto, por supuesto, teniendo ya en
cuenta lo de los combustibles fósiles.
De algunas buenas ficciones de este trio mencionado, más
algunas de Osses y alguna de Sánchez, podría surgir una (en
términos de género) escuela truncadense de ficción-arqueológica.
Los significados y los sentidos del término fósil, en estos casos de
narratividad truncadense, por decirlo de alguna forma, son más
amplios de lo normal. Como si se vieran expandidos por la acción
del espacio patagónico. Fósil es todo un concepto. Como ya
dijimos, ámplio. Que, claro, primero remite al suelo antiguo de la
estepa patagónica, a sus napas, y a los vestígios de otras épocas
guardados ahí. Signos de otros tiempos. Que pueden, en cualquier
momento, devenir símbolos. También remite a deteminadas
costumbres, prácticas y hasta delítos, en los que se pueden ver
mezclados los pobladores. Y ya no tan cercano a los sentidos
establecidos, podemos leer en estos fósiles: portales a otras
dimensiones, atefactos para viajar-y-ver verdades y falsedades
pertenecientes al pasado y al futuro del territorio, oráculos, brújulas.
Por ejemplo los fósiles, tanto en la realidad como en la ficción,
pueden ser desenterrados. Como en la narración “El
desenterrador”, de Angélica Sánchez, en donde los fósiles
desenterrados son pedazos de memoria, son cápsulas ambarinas
conteniendo seres de otras épocas. Por que la metáfora de
Sánchez funciona en este orden arqueológico más que en el de la
profanación de sepulcros. Esto lo podemos notar en un precioso y
lírico pasaje de esta narración, en donde se nos cuenta la dificultad
que suele tener el “desenterrador” y como se soluciona en el
hallazgo de un fósil del recuerdo cariñoso:

Los duendes mañosos por ratos se resisten a desenmarañar


los sepulcros de sus arrieros tristes, y éstos van quedando al
borde de sus labios con sus caballos tascando los frenos
rabiosos y despintando los horizontes tras la majada
salitrosa, entonces de aquellos perros de lenguas anhelantes
y contemplación vidriosa que parten a la zaga de los
atardeceres, le parece oír aún el pertinaz susurro de sus
ladridos y recuerda a uno en particular.

En el relato “La piedra tatuada” de Astolfo, un grupo de jovenes


descubre una especie de brújula en forma de piedra marcada con
luz que los conduce a una gruta por la que ingresan a un tiempo-
lugar distinto, en que que conviven con algo muy parecido a los
llamados pueblos originarios. En un cuento de Norberto Miranda
(perdí la anotación con el título del cuento,y ahora no tengo a mano
el entretenido conjunto de Historias verdaderas) en un lugar perdido
de la meseta, dan con un umbral a quien sabe qué lugar. No se
sabe muy bien, pero algo, o mucho, tiene que ver con lo antiguo.
Otra vez el portal. Es otra de las cosas que vuelven una y otra vez
en la literatura truncadense.
Umbrales

Es dificil identificar umbrales. Inclusive consigo mismos, dada su


naturaleza liminal. Son el paso de una cosa a otra. Pero ni lo uno ni
lo otro, sino su momento de indistinción transitoria. De transe y
transito, si se nos permite el jugueteo con el sonido. Es dificil
identificar umbrales, decimos, porque muchas veces no son del
todo visibles. En las obras truncadenses en las que notamossu
presencia, muchas veces ni si quiera se ven, apenas son sugeridos
por algun efecto de la trama.
Hay grutas ocultas en la meseta, un poco al estilo de La
Salamanca. Hay Objetos que cumplen la función de umbral. Hay
acciones que cumplen esa función. Hay ancianos que son
umbrales. Hay imágenes que son umbrales, hacia una sencibilidad
y hacia un tiempo futuro: como la imagen de la avutarda que anota
Osses en su Libreta Petrolera, que profundiza senciblemente en la
realidad y se expande hacia el futuro en forma de canción y
conciencia ecológica.
También podemos leer a todas estas ficciones truncadenses
como umbrales. Por que no dejan de estar en el momento justo
entre una literatura que no existe y una que comienza a existir.
VACIOS A ORILLAS DEL FERRO-CARRIL

En el trabajo historiográfico de José Alberto Alonso sobre Pico


Truncado y su origen, el más completo y sistemático hasta el
momento, hay de todo. Incluso vacios. Lo que nosotros lectores
hacemos con esos vacios, es lo que generó estas notas.
El texto de Alonso comienza con una escena de 1969. El
discurso de apertura del Festival Nacional Austral del Folklore. Este
evento cultural está tomado como parámetro del desarrollo y
crecimiento, en términos cuantitativos y cualitativos, de Pico
Truncado como sociedad. Se trata de un evento-espejo. Después
sigue la historización de los principales hitos relacionados con la
región, primero, y con la localidad luego. Todo ampliamente
documentado.
El primer vació está planteado por el mismo Alonso. El
misterio sobre los motivos que llevaron al comerciante Santos
Arroyabe, que llegó “con dos carretas, algo de mercaderia y algunas
lonas para acampar”, a instalarse en el lugar en donde se levantará
Pico Truncado. “La elección de Arroyabe nos intriga. Acaso supo de
algún modo que en ese lugar se iba a levantar una estación del
proyectado ferrocarril, tal vez una intuición, inspiración de visionario,
o ¿por qué no? Afortunada coincidencia...”
El origen de Koloel Kayke también está presentado como
enigma. Aunque lo más seguro es que sea, como sugiere el libro y
cierta tradición oral, que era la huella más marcada de la zona,
inscripta en el terreno por las idas y vueltas de los aonikenk atrás
del guanaco.
También el texto señala baches en los paepel a la hora de
ceder tierras. Y huecos en los tejes y manejes de las empresas
laneras y petroleras, y sus chanchullos con el Estado. Queda claro
que a Alonso no le molestan los vacíos, y en donde considera
importante, los expone, para dar una mejor idea de las estructuras
de ciertos sucesos históricos.
Entonces, ¿qué pasa con las huelgas del 21? ¿Porqué no
están? Ni una mención. Cuando Pico Truncado y otros lugares de la
región obtienen su diploma de pueblo, con el decreto de fecha 11 de
julio, los conflictos entre los huelguistas y el Estado están
sucediendo. Creemos que buena parte de la decición estatal de
reconocer (o “crear” como figura en el texto del decreto) estos
territorios, estas colonias, estos pueblos, fue tomada para marcar la
cancha.
Había mucha gente conflictiva en la Patagonia. Y a los
burgueses locales y a los extranjeros se les estaba terminado la
paciencia. Estaban todos esos anarquistas y esos fanáticos de la
reciente revolución rusa rompiendo las bolas. Y encima estaba
Chile. Esto último en la naif cabecita de los nacionalistas.
Inocentones pensando que alguno de los que perdian plata con los
conflictos estava pensando en la Patria. La platita, la money, el
massari, no tienen país. En realidad, en esa época, la cosa era
transnacional para los Braun-Menendez, los terratenientes ingleses
y los yanquis que ya se asomaban por el petróleo. Como su capital.
En este contexto el aparato de estado reconoce a sus pueblos
perdidos por allá abajo, y masacra peones rurales para que no
jodan a sus patrones (los del Estado, ¿no?), la burguesía
terrateniente.
Nada se dice en A orillas del Ferro-Carril del asalto a la
Anonima el 13 de Diciembre de 1921, llevado a cabo por una de las
columnas lideradas por Facón Grande. Esto figura en una especie
de fantasma que recorre estas páginas: el manuscrito de un
panadero que fue rehén de los huelguistas (que sabemos que
existe paro aún no hemos podido leer entero).
Estos vacios se abren como agujeros negros que chupan
materia. Por ahí podría vaciarse una historia. Como el agua sucia
por un sumidero, todo puede irse a las cloacas. Sin estos hechos, a
la localidad y a la región, les falta una visión de lo que han sido los
trabajadores que las poblaron. A la clase trabajadora le falta un
espejo, para poder mirarse y encontrarse bonita. Bonita y
sumamente importante, constructora de la realidad material.
Personas venidas de muchos lugares a buscar un nuevo
suelo para vivir mejor, sin miseria, con libertad. En esa época la
Patagonia aún era un territorio joven, sobre el que todabía podía
desplegarse el imaginario de una sociedad más justa, sin
explotación. Una nueva sociedad era la idea que venían a
concretar, al fin del mundo, miles y miles de emigrados y exiliados
de Europa (españoles, rusos, alemanes, polacos, judios...) y de Asia
(turcos, armenios, árabes...), más los locales indios, mestizos,
chilenos... Ese horizonte utópico se borró drásticamente en 1921,
con matanzas (a manos de un gobierno democrático y popular).
Pero como la naturaleza no tolera el vació, algo insiste desde
el magma social patagónico. A lo largo de su historia los habitantes
de Pico Truncado han protagonizado más de una pueblada. Varias
veces han sacado a las patadas (literalmente) a Gendarmeria hasta
los límites de la ciudad. 1998, 2005, 2011. Veamos un poco de eso:

2005

La altísima conflictividad social que se viene suscitando en la


provincia de Santa Cruz ha propiciado que el presidente de
la Nación Néstor Kirchner facilite el envío de tropas de elite a
la región para reprimir a los manifestantes que han generado
un estado de desgobierno en toda la región del norte
santacruceño.(...)
Desde hace varios días que en Pico Truncado el
gobernador Sergio Acevedo ha dado la orden de reprimir y
desalojar las rutas zonales que permanecen cortadas por los
trabajadores y el pueblo en su conjunto. En Truncado se vive
un estado de movilización general y permanente, y la
realidad social se parece mucho a una pueblada que
conlleva el desgobierno y hasta se podría interpretar que se
produjo una dualidad de poder. Los manifestantes reclaman
la renuncia del intendente Osvaldo Maimo y en verdad
existen dos gobiernos paralelos. El intendente no puede
acceder a la Municipalidad y los manifestantes gobiernan
desde la plaza pública.
A tal punto llegó la conflictividad en Pico Truncado que
las fuerzas represivas de la Gendarmería Nacional intentaron
desalojar los edificios públicos y las rutas cortadas en varias
oportunidades y en cada uno de los intentos fueron
contrarrestados con amplísimas movilizaciones. En mas de
ocasiones las tropas de Gendarmería fueron rechazadas con
el pueblo en la calle y los manifestantes no se contentaron
con impedir la represión sino que a fuerza de golpes, palos,
piedras e insultos expulsaron literalmente a las tropas
represivas. Luego de varias refriegas, obligados por los
trabajadores y el pueblo, los gendarmes debieron abandonar
la zona.

De una nota firmada por Marcelo García, publicada en rebelion.org


el 25/06/2005
2011

(…) En el caso de los petroleros, luego de la ampliación de la


intervención y de intentar condicionar la continuidad de los
mandatos de delegados que estén en medidas de fuerza, el
gobierno mandó a la Gendarmería para desalojar la
ocupación de la planta LH 3 de Las Heras por parte de los
trabajadores de Bolland. Lo mismo hizo con la Planta
Deshidratadora de Pico Truncado, ocupada por obreros de
Oleosur.
Pero el viernes en Truncado y el sábado en Las Heras,
sendas puebladas impidieron, en acciones memorables, el
paso del contingente de la Gendarmería. El domingo, ante la
insistencia de los uniformados de «instalarse» en Las Heras,
petroleros, docentes y el pueblo en general recorrieron
hoteles y galpones donde se alojaban para «escracharlos» y
reclamar que se vayan del pueblo. El lunes 22, la
Gendarmería se retiraba de la zona norte de Santa Cruz
rumbo a La Pampa, lugar de donde habían venido. Mientras
tanto, Repsol anunciaba que pagaría todos los salarios
caídos de los trabajadores de las contratistas que estuvieron
en conflicto. Al mismo tiempo, se conformaba una mesa de
negociación con los delegados de Bolland y Oleosur con la
presencia del subsecretario de Trabajo y el jefe de ministros
de la provincia.

De una nota firmada por el Comité Provincial Santa Cruz del Partido
Obrero, publicada en Prensa Obrera el 26/05/11.

Una de las estrategias culturales más utilizadas por la clase


dominante es quitar todos los espejos de la casa social, y en su
lugar, poner puras fotos suyas. De esta manera, la clase trabajadora
no puede verse, y termina identificándose con sus patrones.
EL PLANETA ASTOLFO

Desembarcamos en el Planeta Astolfo tarde. Allá por el 2015,


cuando mi viejo me pasó un libro suyo. Para ese entonces, el ciclo
de recomposición material-vital del planeta ya se había detenido.
Pero su ontología no hacía más que expandirse. Era el conocido
caso de la estrella desaparecida que aún nos envía su luz, su haz
de existencia.
Si bien en el planeta hay una variedad de escenarios y climas
(ciudad, llanura pampeana, mar, dimensiones paralelas, pasados
míticos...), el que sin dudas prevalece es la meseta patagónica y el
viento. El viento literal y el de la existencia humana sometida al
descoloque. En su fauna, podemos encontrar más variedad todavía.
Hay animales que piensan y hablan, hay obreros, gauchos,
aventureras, exploradoras, escritores, delegados, putas, militantes
de izquierda, viejos chotos, estudiantes, viejas chotas, femmes
fatales, colectivos, sindicatos, la Clase, una “mente computada”,
una lapicera que habla y decide, el Sol, la Luna, la Tormenta, un
Rayo, un Monte... Y podría seguir, ya que hasta las cosas
presumiblemente más inanimadas, como o el basalto o la caliza, en
el Planeta Astolfo, cobran cierta vida. Formas extrañas de vida, pero
vida al fin.
Las construcciones sobre su superficie que hemos explorado
hasta el momento son: El yo de los otros (novela), Una historia que
contar (crónica), Lo más romántico y lo más militante de Luis José
(poesía), Ya no recuerdo cuando... (cuentos-relatos) y Canto a la
vida-Poesía (obra audiovisual hecha con los poemas y la voz de
Luis y la música de Alfredo del Castillo). Hay más construcciones y
territorios para conocer, pero aún no hemos podido acceder con
nuestras naves. La aventura de reconocimiento recién comienza. Es
decir, en literatura, lo más lindo es la relectura.
Secuencias astólficas

* Luis fue militante revolucionario y escritor. En esta última faceta,


trabajó la novela, el cuento, la narración, la crónica, la poesía.
Destacamos, por puro gusto, sus narraciones fantastico-esteparias
y sus cuentos de ciencia-ficción patagónica. El costumbrismo
absurdo y los ejercicios metaliterarios no le fueron ajenos. También
hizo spoken word (y grabó algunos poemas suyos recitados con
música, como Zitarrosa, como los poetas jazzisticos del
Renacimiento de Harlem,, como Serge Gainsboug, como Atahualpa
Yupanqui, como Patti Smith, como tantos y tantas otras rapsodas).
En una solapa de un libro suyo, en la foto de autor, aparece...
bailando (un copado).

* Luis José tiene un sentido del humor que le da a todo y a todos


con la misma vara (pero no con el mismo efecto, digamos). Tanto él
como el resto del mundo tienen su buena cantidad de humor, que
luego se puede exprimir para hacer un nutritivo jugo, necesario para
los días en que la vida nos sofoca y nos seca.

* Luis José escribió versos tiernos y aventureros (“serán tus besos


escape de la muerte”) y líneas recalenchus (“Quiero siempre
llegarme a vos y darte todo lo mío.”). También textos super claros
sobre la discución política en los sindicatos y textos de mitología
apócrifa truncadense. Además, en una novela, puso de protagonista
a una “mente computada”. Un ser abstracto que va de cuerpo en
cuerpo, de vida en vida. Una especie de ángel teórico que co-habita
los cuerpos y las mentes de diferentes personas en el transcurso de
la narración (El yo de los otros).

* Luis José Astolfo fue detenido el 26 de Marzo de 1977 en Río


Gallegos y trasladado luego a la Unidad 6 de Rawson. Estuvo a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta la navidad de 1977.
Sufrió tortura. Entre otras cosas (hijo, padre, hermano,
compañero...), era sindicalista afiliado al Partido Comunista. En el
libro Los días de Cepernic. Una historia del peronismo en Santa
Cruz, de Miguel Ángel Auzoberría, este pasaje de su vida figura de
la siguiente manera, en un pie de página vinculado a Natalio Astolfo:

(...) Fue un cura saleciano muy conocido en todo el territorio de


Santa Cruz. Tenía dos hermanas monjas y un hermano (Luis
José Astolfo) que militaba en el Partido Comunista. El padre
Natalio Astolfo siempre fue un cura de “armas tomar”, más de
una vez en sus misas arremetió contra aquello que
consideraba injusticias. Durante 1976 cuando su hermano fue
detenido, le envió una carta a Jorge R. Videla ofreciéndose
“reemplazar” en la carcel a su hermano sindicalista y
comunista, ya que de él no dependía nadie, pero de su
hermano detenido sí, una mujer y dos hijas.
EXCURSIONES

El relato de Luis José Astolfo “La piedra tatuada”, nos parece,


guarda interesantes semajanzas con la novela Pícnic en Hanging
Rock, de Joan Lindsay. Para comenzar, ambos textos tienen títulos
con un elemento geológico (piedra, roca). En los dos casos
tenemos excursiones realizadas por un contingente de jóvenes a un
lugar fuera de la ciudad.
En el relato (digámoslo ya, justifiquémoslo después: La piedra
tatuada es una micro-novela) de Astolfo, se trata de un grupo de
chicos y chicas (Rogelio, Carlo, Amalia, Denisse y Andrea) que se
separa de un grupo más grande de excursionistas que los “espera
abajo”. El grupo de cinco se encuentra recorriendo una zona
elevada y rocosa de la meseta patagónica, cuando encuentra una
piedra que resplandece “como encantada por los rayos solares”. Se
trata de una brújula, que los guía hasta lo que parece ser “la
entrada a una roca”. Después de atravezar un umbral, guiados por
una música de quenas, acceden a otro espacio-tiempo en el que se
quedan a vivir, con una “mezcla de indias razas”. En alegría, justicia
y libertad. Pasa el tiempo. Hasta que un día, uno de sus brujos
predice un “desastre”, y a los dias, unas raras embarcaciones llegan
a las costas, con unos hombres de “dos cabezas”, dispuestos a
dominarlos. Justo cuando sucede esto, el grupo de chicos se
encuentra de nuevo en la meseta. Sin recordar nada. Bajan y se
reunen con el resto que los estaba esperando.
Por su parte, la acción de la novela de Lindsay transcurre en
1900 en Australia Meridional. Un grupo de alumnas de un colegio
victoriano va a hacer una excursión el día de San Valentín a un
lugar llamado Hanging Rock, una formación rocosa de origen
volcánica. Después del pícnic, un pequeño grupo de alumnas junto
con una profesora deciden investigar las zonas más recónditas y
elevadas del lugar, pero solo una de ellas volverá a ser vista.
Aunque no recordará nada.
Las dos ficciones transcurren en territorios coloniales.
Ambientes en donde lo antiguo presiona de una manera especial
sobre el presente. Las cualidades extrañas del terreno, dan cuenta
simbólicamente de esto.
Estamos de acuerdo con el teórico Mark Ficher sobre Pícnic...
cuando dice que es “un ejemplo de manual de novela
espeluznante”, porque tiene “desapariciones, amnesia, una
anomalía geológica y un terreno intensamente evocador”. La misma
descripción aplica para “La piedra... Continua Fisher:

Pícnic en Hanging Rock plantea un espacio exterior que, sin


duda, suscita un miedo reverencial y la sensación de peligro,
pero que también implica un paso más allá de las vanas
represiones y los simples confines de la experiencia común
para adentrarse en un ambiente caracterizado por una fuerte
lucidez onírica

Claro. Es lo que les pasa a las chicas y los chicos de Astolfo. Al


principio del relato discuten, dudan, temen. Entre tanto descubren la
piedra-brujula (que solo funciona cuando se la sostiene con la mano
izquierda). Ese instrumento, a pesar de los miedos y los conatos de
discusión anteriores, les hace dar un paso más allá de las vanas
represiones y los simples confines de la experiencia común...
¿Y a donde llegan esos exploradores exactamente? Tenemos
una hipótesis, una lectura. Digámoslo de una: llegan a una
materialización virtual de la especulación de Mariátegui. Una
especie de simulador de realidad mítico-político, un tubo de ensayo.
Astolfo, viejo zorro, una vez más nos quiere mostrar algo. Para
hacernos discutir y ponernos a pensar. Que para como estamos,
mal no nos viene.
José Carlos Mariátegui: el primer marxista revolucionario de
América según algunos. Para él, el Mito es el auténtico principio
movilizador, es un ideal del absoluto, una certeza en medio del
relativismo de la verdad: “una verdad solo puede ser válida para
una época”. Esta concepción que le otorga preponderancia al mito
como sustento de las convicciones y de la praxis revolucionaria,
queda claramente expresada en esta reflexión de 1925 (casi
haciendo un cover del sindicalista revolucionario George Sorel):

Lo que más neta y claramente diferencia en esta época a la


burguesía y al proletariado es el mito. La burguesía no tiene
ya mito alguno. Se ha vuelto incrédula, escéptica, nihilista. El
mito liberal renacentista ha envejecido demasiado. El
proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia ese
mito se mueve con una fe vehemente y activa. La burguesía
niega; el proletariado afirma. La inteligencia burguesa se
entretiene en una crítica racionalista del método, de la teoría,
de la técnica de los revolucionarios. ¡Qué incomprensión! La
fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en
su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa,
mística, espiritual. Es la fuerza del mito. (...) Hace algún
tiempo que se constata el carácter religioso, místico,
metafísico del socialismo.

Respecto a esta comunidad a la que acceden los jóvenes


exploradores con la piedra-brujula, Astolfo dice ”mezcla de indias
razas mostrando la amplitud de una cultura milenaria, a lo largo de
todo un continente”, y a sus primeros representantes ante los recién
llegados les hace decir: “Estamos aquí para ofrecerles el encanto
del pasado. Todo lo que veréis no será otra cosa que el recuerdo de
los tiempos de nuestra cultura y la libertad de practicarla”. Luego
sigue Astolfo sobre las chicas y los chicos exploradores trasladados
a esa sociedad:

Y un encanto los hizo vivir la era de aquella verdad, desde el


Machu-Pichu a las recónditas tierras donde el fuego era el
señor de la noche. (…) Cada chico se sentía un personaje de
aquel entonces y la fantasía, hermana de la aventura, hacía
el resto de cada alma y corazón. Jugaban con piedras
preciosas y cada uno podía hacer aparecer en su mente las
imagenes más extravagantes. (…) Y sus tierras cubiertas por
la semilla de los dioses de la Pacha-Mama, daban los frutos
necesarios para el sustento y una vida feliz. Eran llamados y
sentados alrededor del Gran Cacique.

Todo parece corresponder al mito-político que Mariátegui quería


como fuerza revolucionaria. José carlos tenía la idea de generar el
mito de un comunismo andino, inca, anterior a la llegada del
europeo, para generar a su vez al sujeto histórico que en Perú, y en
buena parte de América Latina, estaba llamado a hacer la
revolución. Un neoindígena. Todo lo que nos cuenta Astolfo va por
ese lado. Una Utopia brillando en el pasado.
Pero que sucede después en el relato. Una vez más, llegan
los españoles. Y se pudre todo, again. ¿Entonces? Los chicos y las
chicas regrezan con el resto de la expedición que los esperaba
abajo. No se acuerdan de nada. Hay que seguir probando. Por ahí
no era.
Pasemos en limpio. La piedra tatuada con luz es la teoría. Se
encuentra. Se la toma. Se la investiga. Se trabaja y se sigue. Se
investiga más. Se hacen hipótesis, se prueban. Eso es lo que
sucede en esta micro-novela (sí, ya que en su interior el tiempo está
comprimido, este relato podría durar lo mismo que La Guerra y la
Paz o La Montaña Mágica o 2666). Se muestra el recorrido
(alegórico) por el que unos excursionistas (¿militantes?) llegan a
una ideología, a un conjunto de ideas que quizás en un momento y
lugar tuvieron algún sentido político útil, pero que ahora son
blandamente progre, oscurantistamente indigenistas, bastante
reaccionarias. Volvernos indios en armonía con el Jardín del Eden
Precolombino, mejor descartarlo. Eso ya se puede lograr, ahora, en
parques temáticos y reservaciones, sin necesidad de modificar ni
las estructuras ni las relaciones de producción. Es decir, podemos
hacerlo sin liberarnos de verdad, sin generar una sociedad sin
clases. Nooo, eso nooo. Cualquier identidad, la que quieran,
originariolesboqueerfluidogaynegro, pero, please: sociedad sin
cleses no. Sí, como bien dijo Mariátegui: “una verdad solo puede
ser válida para una época”.
Los chicos y las chicas siguen en marcha. Nuevas quenas
suenan a lo lejos (¿quenistas de Hamelin? Noop ¡Ciencia!), y hacia
esos sonidos van. Buscando afilar la teoría. Para cambiar el mundo,
y no solamente explicarlo.
EL ECO A LA CONTRA

Llevarse bien con el lugar de donde uno es no es ningún mérito.


Muchas veces son las relaciones contrariadas las que nos reportan
más conocimiento, y a la larga, bienestar. Y entonces, ¿de donde
somos? Alguien dijo por ahí que somos del lugar en donde vivimos
nuestra infancia. Otros, matizando un poco, dicen que donde
vivimos nuestra adolescencia. Se entiende la idea: somos del lugar
en donde tenemos nuestras primeras experiencias. Somos del lugar
en donde aprendimos eso de guardar porciones de vida en un táper
metafísico para comérnoslas después, con más nutrientes, con más
hambre.
Hay dos ejemplos de literatura truncadense que, nos parece,
tienen esta forma de plantarse ante el lugar de donde son. Medio
heroica, medio que a las patadas. Si bien son dos obras que
comparten soporte, sus poéticas trabajan a diferentes escalas el
problema. Ambas obras estan contenidas en (¿o contienen?) letras
de canciones. Somos de los que piensan que la literatura tiene
necesidad y ganas de muchos soportes. No solo de libros vive la
literatura (esto desde antes que le dieran el Premio Novel de
Literatura a Bob Dylan).
Hablamos de Litoven y Extremos Niveles de
Conciencia/XirrossiX. Detras de esos nombres de guerra estan Lito
Rivero y Manu de Extremos (o Metal Purulla, como también lo
conocímos). Dos autores y compositores que no han hecho otra
cosa más que mejorar y expandir el cancionero truncadense,
patagónico y, en definitiva y wifi mediante, mundial.
En un caso, la cosa peliaguda es con lo local. En el otro, con
lo geopolítico. Por decirlo resumido: una obra discute desde una
existencia rabiosamente individual un entorno y la otra desde una
perspectiva historico-política de los conflictos de la región. Eso no
significa que en la primera no hayan visiones más amplias y
objetivas (muchas veces en forma de reflexiones sobre lo
trasendental) y en la segunda no quede lugar para las cruzadas de
los individuos contra el mundo, y hasta contra uno mismo (muchas
veces en forma de escupitajos punks contra todo: “Antesala a la
esquizofrenia”). Sus temas no se agotan en la caracterización que
acá hacemos. Sólo estamos hablando de ciertas líneas fuertes en
su obra.
En las canciones de Litoven alguien se mantiene vivo en
opcición al lugar en donde está. Como si sacara lo mejor de su
energía del hecho de contrariar el entorno próximo, local. Porque a
ese alguien de las canciones no lo vemos para nada derrotado. “Tu
solo venceras, amor”, parece cantarse a si mismo el personaje (o la
personaje, ya que Litoven muchas veces trabaja desde una primera
persona femenina). Esto puede deberse a que el descoloque de ese
o esa yo (porque a través de Litoven puede expresarse cualquier
bicho raro, en una ciudad que lo repele y contiene a la vez) es
mucho más radical de lo que parece. De hecho, quien lleva
adelante esta contienda, está “arrancado del tiempo”, o sea, existe
en otras coordenadas. Y esto le hace zafar, a ese yo protagónico,
de un infierno grande en donde: “se alimenta el espíritu de
maldición, atrapado en la mierda de televisión”.
En las canciones de XirrossiX / Extremos Niveles de
Conciencia / Manu de Extremos lo que se problematiza es la
constitución general del entorno. ¿Como se construyó esta Nación?
¿Como se llegó a vivir bajo este régimen de cosas? La matanza de
la conquista del desierto (¡guarda con esto!: no es tanto la cantidad
sino lo programático del asunto) posibilitando la expansión del
Estado-Nación. La matanza de peones rurales y trabajadores para
asegurar el dominio de ciertos capitales. La opresión y explotación
como soporte de la estructura política de un país. El atontamiento y
el crimen como tácticas de neutralización. “Ginebra, ginebra,
ginebra pal indio, y por cada oreja un patacón más”. Lo que se
expone es una relación de fuerzas. Relación que ya planteó todo
para cualquier lado. Mal. Esos son los temas. Esas las inquietudes.
Nadie duerme tranquilo con esa manera de armar la patria. Lo
mejor, es que Manu no nos habla desde una superioridad moral de
alguien que sobrevuela la región cotidiana. En sus canciones, estos
conflictos se nos hacen carne, porque estan narrados desde quien
es resultado de ellos. Sí. Por más crudo que pueda sonar, somos
hijos de esas matanzas, y tenemos buena parte de nuestra visión
tapada por monumentos fabricados para ocultar esas pilas de
cadáveres.
Sus respectivos soportes musicales, estéticos, creemos, no
hacen más que reforzar estas posturas éticas. Todo lo que en los
proyectos de Manu de Extremos es potencia ajustada heavy-
hardcore punk (sostenida y propulsada desde siempre por el
implacable trabajo de su hermano Nestor al bajo), en Litoven es
canción sónica, frágil y ruidosa, tan rockera como popera (pero
siempre un pop en crisis).
Lo mejor de todo esto es, que desde una instancia artística se
puede establecer la otra. Como si formaran un sistema. Si el origen
de esta sociedad es de ese grado de crimen e hijaputés: por qué yo
debería ser alguien perfectamente integrado y feliz? Lo objetivo y lo
subjetivo se sustentan. A la vez que conectan estan dos posturas.

(Dentro de este ensayo, no podemos dejar de abrir un paréntesis


justo acá para alguien que con sus riffs y fraseos de guitarra
también estableció un discurso potente en Pico Truncado -muchas
veces como compañero de batallas de los dos artistas que acá
estamos mencionando: July Araya. Un grosso. Que quizás, en cierto
punto, no pudo sustraerse demasiado a ciertas dinámicas que
circundaban -como los heroes que acá referimos- y sucumbió al
entorno. Que no siempre es nuestro mejor amigo... ¡Un abrazo a
donde esté July!)

Estos artistas son ecos a la contra. Eso que el ruido de un lugar


produce, pero a la vez lo que el lugar no sabe si quiere escuchar
como devolución. Estos artistas son quienes, de una forma
dialéctica, generan autentico espacio para poder habitar y existir.
PRÓLOGOS

En su teoría de los prólogos de la modernidad, Laura Pollastri, teórica


patagónica, dice que estos textos aparentemente laterales funcionan tanto
como áreas de transacción entre los escritores, el lector y las obras nuevas o
recuperadas por leer, como territorios de luchas políticas. Se trata de
auténticas batallas por el poder de la palabra.
En el prólogo a Relatos de una Patagonia Salvaje, Viviana Díaz,
poeta de voz personal, dice que “sería interesante debatir si lo salvaje de la
Patagonia no es la derrota, pues sus seres se entregan al fracaso y la
desilución sin salida alguna.”
Bien. Debatamos entonces. Para nosotros la Patagonia fue y es
salvaje en el sentido del wild west. Al igual que el salvaje Oeste, estas
tierras del sur se fueron poblando con aventureros, desposeidos, locos, y
toda clase de inmigrantes (laborales, políticos, morales...). Como ya
mencionamos en un ensayo anterior, en un comienzo estos lugares fueron
una pantalla para proyectar las más variadas utopías. Eso, como
contrapartida, siempre ofrece una gran porción de fracaso. Lo irrealizable
le pisa los talones a la Utopía.
Lo verdaderamente salvaje fue la acción de los que terminaron con
las generaciones que quisieron cambiar la relación de fuerzas.
Sin embargo hay personas que intentaron. Y otras que lo intentan.
Construir un mundo mejor desde estas estepas ventosas. En su no renuncia
vemos la fuerza producida como consecuencia de su tiempo como
habitantes de la Patagonia. No se hacen ilusiones. Ya no. Hacen lo mejor
que pueden. Por ejemplo, escriben. Gracias por eso.
BIBLIOGRAFÍAS

Para datos editoriales sugerimos googlear (que mucho se consigue por ahí)

TRUNCADENSE

Alonso, josé Alberto: A orillas del Ferro-Carril.

Astolfo, Luis José: Una historia que contar; Lo más romántico y lo


más militante de Luis José; El Yo de los otros; Ya no recuerdo
cuando...

Bustos, Gustabo: Historias Breves. Viejos Ypefianos; Tamiel

Diaz, Viviana: Mi vida sin ti; Prólogo a Relatos de una Patagonia


Salvaje

Litoven: discos Litoven y Litoven II

Manu de Extremos: disco Retro conexión; muchos videos de


E.N.C y XirrossiX; el los cortometrajes Viento y Espinas y
Encrucijada en el 200

Miranda, Norberto: Historias Verdaderas

Navarro, Muriel: Noha y ¿Noha?; Ángel, no te vayas

Osses, Hector Raul: Libreta petrolera; Patagonia, ficción y realidad

Sánchez, Angélica: Relatos de una Patagonía Salvaje

RESTO DEL MUNDO


Bayer, Osvaldo: La patagonia Revelde (Tomos I,II,III y IV)

Benjamin, Walter: Ensayos (Tomo I)

Eagleton, Terry: Marxismo y crítica literaria

Fisher, Mark: Lo raro y lo espeluznante

Grahame, Kenneth: El viento en los sauces

Hobsbawm, Eric John: Historia del Siglo XX

Libertella, Héctor: La librería argentina

Lindsay, Joan: Pícnic en Hanging Rock

Mariátegui, José Carlos: El hombre y el mito

Mellado, Luciana: La Patagonia habitada

Mellado, Silvia: Poetas y baquianos: los fragmentos de una


historiografía de la literatura patagónica en prólogos de antologías
de cuento y poesía publicadas entre 1991 y 2009

Uranga, Ángel: El eco de la letra. Una genealogía patagónica.


Versión de distribución gratuita. Solo para difusión.

2021, año del centenario de Pico Truncado y de las huelgas obreras


patagónicas.

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