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Lo que podríamos asegurar es que Julio no tarda mucho en decidirse.

Digamos que se despierta un


día en su pequeño departamento de calle de calle Salta, por ejemplo un viernes. Se siente vital.
Rosario está entrando en el otoño con un poco de viento. Se baña, se viste, y se va con su laptop
hasta el bar en el que suele desayunar. Tiene la clara intención de contestar el mail del Ministerio
de Salud y Ambiente de la Provincia de Santa Cruz.
Una vez aceptado el cargo de Director del Hospital Distrital de Pico Truncado, Julio pasa
una semena arreglando su traslado a la Patagonia. Su cama, su armario, su escritorio y parte de
su ropa, se los deja a una biblioteca popular en la que suele dar charlas sobre salud e higiene; su
pequeña biblioteca de estudiante, se la deja a su amiga Lara, que tiene espacio de sobra en su casa
y le agradece un par de títulos que hace rato quiere leer; su perra Delia, se va con él.
Supongamos que es durante esta semana cuando da por primera vez con la figura del
doctor prusiano. O tal vez no, no es la primera vez, puede que en alguna charla después de clase,
tarde, en la facultad. Lo más seguro es que esta vez, durante esta semana, sea la que recordará
como la primera. Una tarde, googlea el Hospital de Pico Truncado. Además de las últimas noticias
sobre dicha institución, más bien desalentadoras (incluyen un incendio!), le llama la atención el
nombre: Doctor Hubertus Guillermo Kuester.
Demos por hecho que aprovecha este tiempo para hacer sus paseos rosarinos favoritos por
última vez, al menos en un buen tiempo. Pasea por el Parque Independencia, en las inmediaciones
del busto de Beethoven; pasea por los pasillos de la Facultad de Medicina, con los frascos llenos
de formol y partes humanas; pasea por las calles del centro, viendo personas y animales ir y venir.
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Su primer día de trabajo cayó Martes 13. El cielo estaba gris y corria un viento que hacía volar
piedras. Abrió la ventana de su dormitorio, sacó la cabeza y se hizo una selfie con el pelo revuelto
para su Instagram. A Julio, en ese momento, el clima le gustó. No así las condiciones en las que
asumía el cargo de director.
El Hospital Distrital de Pico Truncado se encontraba inhabilitado desde hacía varios meses,
luego de que un incendio causara serios daños en las instalaciones. Por ese motivo, buena parte de
los pacientes estaban siendo derivados al Hospital Zonal de Caleta Olivia y los casos de internación
más simples, la guardia y la administración, eran atendidos en el Hotel Municipal, edificio
construido en la época dorada de Gas del Estado, como albergue para trabajadores llegados de otras
provincias del norte.
Basicamente, esa primera jornada de Julio consistió en recorrer el espacio y conocer al
personal. Los únicos que le faltaron saludar fueron los integrantes de la cocina: justo ese día se
encontraban encadenados afuera de la Municipalidad, protestando por mejoras en sus salarios y en
sus condiciones laborales. Su dirigente, el Chef Coronaria, se había volcado una sopa de menudo de
pollo en la cabeza; para ganar en impacto y resolución, según él.
A muchos de los trabajadores del hospital y a un par de pacientes les pareció extrañó que el
Dr. Julio Mayo fuera tan joven. Veintisiete años y ya director. Dudas. Más dudas. Monton de dudas.
En parte, estaba la desconfianza en su experiencia y capacidad. En parte, algo como: ¿justo ahora,
en este momento de mierda? ¿En serio? Hablando mal y pronto: ¿se suponía que ese pendejo con
barba candado, arito de becerro en la nariz y pantalones apretados iba a sacar de la más que
prolongada emergencia sanitaria a Pico Truncado? ¿A fuerza de qué? ¿Juventud? ¿Novedad?
¿Tonicidad? ¿Voluntad de hierro? ¿Superpoderes mutantes? ¿Charlas motivacionales de TEDx? ¿Un
premio personal de la O.M.S? ¿Conecciones con George Soros, con Bill Gates of Hell, con un
millonario saudí, con un narco de inclinaciones sanitarias? ¿Medicina Alternativa?
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El hotel no era muy grande: dos salones medianos, veinte habitaciones, cuatro baños, una
habitación para las herramientas y una cocina nada espaciosa. Eso era todo. Si Julio tardó más de
una hora en recorrerlo, fue por la atención que le dedicó a cada uno de los pacientes que se
encontraban siendo atendidos en ese momento en el hospital de emergencia, y sobre todo, por los
extensos relatos indicativos de Gomezín, el delegado de los enfermeros, relatos llenos de adjetivos
rebuscados y bifurcaciones abstractas.
Pasando en límpio. Había quilombo entre los médicos contratados y los médicos de planta.
Principalmente por la programación de cirugías, le explicó Gomezín, que parecía conocer a todos y
a cada uno. Manrique, el ginecólogo que venía dos veces al mes desde Bahía Blanca, pretendía
tener siempre a punto un quirófano, exclusivo para él. Mientras que Giusti, el otorrinonaringólogo
local, opinaba que no podía cambiar la fecha de golpe o suspender una cirugía por el capricho de
Manrique... cuando se dignara a venir. Eso, según Gomezín, era verdad: el ginecólogo de Bahía
Blanca solía pegar el faltazo sin avisar o avisando muy sobre la hora. Por otro lado, Pastrassi, el
odontólogo que venía todas las semanas de Comodoro Rivadavia, se la tenía jurada a Vera, la
mecánica dental local, por la mala, pésima, administración de los insumos de odontología, y por no
mantener límpio el baño, critica que molestaba sobremanera a Vera. Y con razón, según Gomezín,
ya que ese mantenimiento no era su responsabilidad. A Taborda, el gastroenterólogo que venía tres
días al mes desde Buenos Aires, se le había puesto la idea fija de atender, sí o sí, en uno de los
salones, en el que usaban como guardia, argumentando una necesidad de espacio para trabajar. A
Gomezín, Taborda le había dicho que no podía pensar si no caminaba, que se le escapaba la
semiología si no daba pasos largos.
Como a la semana de estar ejerciendo, a Julio se le ocurrio que las patologías que los pacientes
presentaban tenían ciertas similitudes y conecciones con los nomadismos propios de los hoteles. El
contenedor modificando el contenido, pensó. Era algo así como una intuisión, Julio no podía
explicárselo del todo.
Por ejemplo, la señora de las migrañas con desmayos, a quien había atendido día por medio
desde su llegada. Aseguraba que el dolor y las ausencias que padecía se devían a su traslado
traumático a la Patagonia. Su marido la había traido desde su adorada Catamarca siendo ella muy
joven. Un día la habían metido en una camioneta, sin consultarle nada, con su primer hijo y
esperando el segundo. Al llegar, el viento le dio miedo. Sí me voy de acá, si viajo a otra parte, se me
pasa todo Doctor, decía la paciente. Otro ejemplo: el niño que había traido la otitis de la playa y
decía que todavía oía el mar,. Otro: la chica con la erupsión en las piernas, según ella, después de
recorrer toda latinoamérica con un imbecil venenoso colgado de su mochila.
Sobre todo esta última chica. Tenía unas teorías muy raras sobre la salud, la enfermedad y
los viajes. Viajar te enferma, decía. Quedarte en tu casa, te enferma. La salud está en los transcursos
es-ca-lo-na-dos, decía achinando los ojos un poco más en cada sílaba. Salud, para ella, era tener
ciertas prácticas que te hicieran quedar un tiempo determinado, concreto, en cada lugar. Cuando
terminabas lo que sea que hicieras, en cada lugar por el que pasabas, te ivas. Ahora estaba varada; y
por eso, enferma.
El hotel, reflexionaba Julio, los ponía a todos en un movimiento constante, como de
viajeros. “El peor de los turismos”, se repetía Julio, como en un mantra, mientras revolvía un café
con leche y miraba la pantalla de su celular, en donde su Whasapp le decía que había entrado un
mensaje, pero él no se enteraba.

Recetas, llenado de formulario, órdenes obra sociales.

Cada abuelo, su referencia médica. .

El conjunto formado por todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos. Eso era el mundo
para ...

El Doctor se parece a Roger Moore en la época de James Bond. Tiene su porte y su suspicacia a flor
de piel.
El Hospital que tenemos ya resulta insuficiente para atender la demanda de la gran densidad
poblacional porque solo dispone de 34 camas de internación y la ciudad tiene hoy casi 40 mil
habitantes”, comentó la secretaria general de la filial gremial, Alba Curaqueo.
La dirigente indicó además que ATE se impuso un plazo de diez días para buscar el compromiso de
toda la sociedad a través de la campaña de 5 mil firmas para acompañar el petitorio que se elevará a
la gobernadora Alicia Kirchner.

Por esa razón, tal como lo señaló Curaqueo, “hoy nuestra localidad dispone de apenas una salita de
primeros auxilios, pero igualmente, aunque se hagan las reparaciones en el hospital, este ya resulta
chico”.
“Esto nos motivó a que, como trabajadores, nos pusiéramos al frente de una iniciativa y fue así que
nos enteramos que había un proyecto que de un nuevo hospital que databa de 2015 pero el mismo
quedó en la nada”, precisó.

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