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RELOJ DE AGUA

Hoy me dijo el encargado que la vida es un flujo.


Yo le contesté que yo era un corte.

El encargado me diría que no diga dos veces yo: “YO le contesté”, “YO era el corte”
Yo le diria: QUE NO FLUYA.

Mi encargado se lleva mal con los patrones; pero los ama.


Yo me llevo bien con ellos; y los detesto.
Nada personal, obvio. Son los intereses... o las cuestiones de clase, como prefieran.
La cosa es que, cada tanto, cuido a los hijos del encargado.
Cada vez que él y su mujer se van a ver un recital de Heavy Metal en Buenos Aires, yo me quedo en
su casa con sus hijos.
Viven en un departamento de dos habitaciones, cocina, comedor y un baño inmenso; frente a la
plaza San Martín.
En las paredes tienen cuadros, de arte dijo mi encargado, son caros. Y en una de las habitaciones
tienen una pantalla gigante. Nunca la vi prendida, pero ahí está.

Conmigo, los hijos del encargado se portan regularmente bien.


Con él se portan deliveradamente mal.
Cuando están así, dan repugnancia y pena. Incluido mi encargado.
El que más repugnancia y pena da es mi encargado.

Lo de que la vida fluye me lo dijo porque, según él, me faltaba “calidad de movimiento” en lo que
hacía.
Según él, yo no me integraba para nada al flujo.
Se notaba que yo no estaba feliz de participar de esa aventura.
En realidad dijo de“en esta” aventura.
Pero bueno, perspectiva, cambio de.
Ahí le dije lo de que yo era el corte.
El corte del famoso flujo, se entiende.
Le expliqué que si toda la vida era un flujo, lo único que podíamos hacer como un acto libre era
parar un toque ese flujo. Meter cortes.
Mi encargado me miró con esa cara que pone cuando o no entiende o no le importa.
Como que infla un poco los cachetes y un ojo se le va.

La pareja de mi encargado tiene un gato y un perro. Como no es la madre de los chicos, se


concentra en las mascotas.
Yo siempre le digo a mi encargado que las mascotas son los niños del futuro.
Él infla un poco los cachetes y un ojo se le va.
Bueno, en algunos sectores son los hijos del presente.
La pareja de mi encargado viste al perro y le tiñe el pelo al gato.
Los animales tienen nombre, apellido y apodo. Tienen camas, acolchados y artículos belleza.
Es más, tienen color preferido, equipo preferido (de fútbol el perro y de basquet el gato), tiene
salidas preferidas...
El otro día el perro se intoxicó con cerveza artesanal.
La pareja de mi encargado dijo que no estaba bien hecha la ipa.
Mi encargado dijo que su pareja y el perro tenían que dejar de salir con esa manga de raros.
Son un elenco de algo.
Teatro... Danza... Performance... No sé.
Esa vez, le dije a mi encargado que no deberían darle ipa a un perro.
Y él me dijo que su pareja le había dicho que el perro la había pedido.
No me acuerdo si era que señaló la barra con el ocico o si puso una pata arriba de la carta.
La cosa es que la pareja de mi encargado, y el elenco de no se qué, respetaron la desición del perro.
Progresismo.

Tengo un monstruo en mi casa.


El Moustruo O.K.
Tiene dos cabezas, una grande y una chica. La grande tiene el cuerpo chico y la chica el cuerpo
grande.
Se mueve de una forma descordinada. Del dormitorio a la ducha, de la ducha al patio, del patio de
vuelta al dormitorio.
Me habla. Todo el tiempo me habla. Y si se me ocurre contestarle algo, me dice: okey. A todo lo que
le contesto me dice okey.
Por eso ahora trato de no contestarle. Pero a veces no me aguanto. Okey, me dice.
Okey.

Mi encargado me dice que tengo que tener más actitud, y se come una aceituna. Siempre que me lo
dice, se come una aceituna después. En ese orden: spech, aceituna.
No se si será algo inconciente, si es un acto reflejo, o si me querrá decir algo.
Da igual. Parece que los patrones son fanáticos de las aceitunas. Nunca faltan en el local.
No creo que noten el faltante que produce mi falta de actitud.
Cuando mucho, notan el excedente de actitud que carga mi encargado.
Esteróides y Heavy Metal bien aplicados.

Bastante seguido me pregunto porqué pienso tanto en mi encargado.


La otra nocho hasta soñé que yo era mi encargado.
¡Y me decía las mismas cosas que él me dice!
La diferencia en el sueño era que yo (o sea mi encargado) hacía cosas muy... (busca la palabra)
útiles.

Qué desgracia hacer cosas que nadie necesita.


Es como una confirmación material de que uno está de más.

A veces, cuando vuelvo de noche en el colectivo, me pongo a pensar en todas las cosas que puedo
hacer.
Y que no hago.
De todas, la que más... (piensa) me llama la atención, es mi proyecto de posición perfecta.
La posición perfecta tendría que tener las mismas proporciones de reposo y de movimiento.
Tendría que expresar tanto la tensión como la blandura.
Debería ser bella y atróz en partes iguales.
Y obvio: tendría que ser cómoda.

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