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El encargado me diría que no diga dos veces yo: “YO le contesté”, “YO era el corte”
Yo le diria: QUE NO FLUYA.
Lo de que la vida fluye me lo dijo porque, según él, me faltaba “calidad de movimiento” en lo que
hacía.
Según él, yo no me integraba para nada al flujo.
Se notaba que yo no estaba feliz de participar de esa aventura.
En realidad dijo de“en esta” aventura.
Pero bueno, perspectiva, cambio de.
Ahí le dije lo de que yo era el corte.
El corte del famoso flujo, se entiende.
Le expliqué que si toda la vida era un flujo, lo único que podíamos hacer como un acto libre era
parar un toque ese flujo. Meter cortes.
Mi encargado me miró con esa cara que pone cuando o no entiende o no le importa.
Como que infla un poco los cachetes y un ojo se le va.
Mi encargado me dice que tengo que tener más actitud, y se come una aceituna. Siempre que me lo
dice, se come una aceituna después. En ese orden: spech, aceituna.
No se si será algo inconciente, si es un acto reflejo, o si me querrá decir algo.
Da igual. Parece que los patrones son fanáticos de las aceitunas. Nunca faltan en el local.
No creo que noten el faltante que produce mi falta de actitud.
Cuando mucho, notan el excedente de actitud que carga mi encargado.
Esteróides y Heavy Metal bien aplicados.
A veces, cuando vuelvo de noche en el colectivo, me pongo a pensar en todas las cosas que puedo
hacer.
Y que no hago.
De todas, la que más... (piensa) me llama la atención, es mi proyecto de posición perfecta.
La posición perfecta tendría que tener las mismas proporciones de reposo y de movimiento.
Tendría que expresar tanto la tensión como la blandura.
Debería ser bella y atróz en partes iguales.
Y obvio: tendría que ser cómoda.