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PASCUA DE RESURRECCIÓN (C)

17 de abril de 2022

“Vio y creyó”

INTRODUCCIÓN

En los relatos de Resurrección aparecen exclamaciones. ¡Es verdad! También se


cantan himnos al Resucitado. Y el himno canta lo que las palabras son incapaces de
expresar. Y se condensa la fe en un credo sencillo: “Si profesas con tus labios que
Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos,
serás salvo” (Ro. 10,9). Debajo de la corteza de estos viejos textos, debemos escuchar
el gozo y la admiración de una Comunidad que ha quedado asombrada por este
acontecimiento y ha vibrado de emoción y de entusiasmo.

LECTURAS BÍBLICAS

1ª lectura: Hechos, 10,34.37-43; 2ª lectura: Col. 3,1-.4.

EVANGELIO

Jn. 20,1-9.
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue
donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se
han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro
y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo
corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los
lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el
sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no
con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces
no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

REFLEXIÓN

En la Primitiva Comunidad fue necesaria la fe en la Resurrección. Sin


experiencia pascual no se podía concebir un cristiano. Y ahora tampoco. Pero los
caminos pueden ser distintos. Y en este relato se nos manifiesta que hay tres
personajes: La Magdalena, Pedro y Juan y, sin embargo, cada uno va a tener acceso al
encuentro con Cristo Resucitado de una manera diferente.

1.– María Magdalena se encuentra con Jesús a través de “su corazón


apasionado”. María busca el cadáver de Jesús. Ya que no puede verle, ni oírle, ni
besar sus pies, se conforma con tener su cadáver para perfumarle. Esa precaria y fugaz
presencia le servirá para paliar ese gran dolor que le produce el vacío de una “sentida
y contumaz ausencia”. María Magdalena derrocha amor a Jesús por todos los poros de
su ser, pero le falta fe. Está desfasada. Se ha quedado con el Cristo histórico y no ha
dado el paso al Cristo de la fe. La aparición de “aquel hortelano” en el jardín no le
basta. Aquellos interrogantes ¿A quién buscas? ¿Por qué lloras? todavía le ahondan
más su dolor. Sólo cuando la llama por su nombre y en una exclamación le dice
¡MARIA! cae en la cuenta de que es Jesús el que la llama. Cuando una persona está
enamorada, sólo el nombrar a la persona amada, le emociona, le estremece y no le deja
hablar. Y, como no tiene palabras, la respuesta es otra exclamación: ¡RABONI!
Notemos que este texto está escrito en un contexto de “Cantar de los Cantares”. Allí se
describe el amor de dos esposos perdidamente enamorados. El Resucitado, que ha
muerto en la Cruz por puro amor, por exceso de amor, necesita de la Iglesia,
representada por María Magdalena, una respuesta de amor apasionado. A una “locura
de amor” sólo se responde con “un amor con locura”.

2.– Pedro necesita apariciones para llegar a la fe. El texto nos dice que “entró en el
sepulcro, vio las vendas y el sudario, pero no dice que “creyera”. De hecho, Jesús tuvo
la delicadeza de aparecerse a él solo en el lago de Tiberiades. Era normal que, para
superar el impacto de haber visto a Cristo muerto en una Cruz, fuera necesario que
Cristo se les hiciera presente a través de las Apariciones. Nos lo recuerda el mismo
Pablo: “Se apareció a Jacobo, luego a todos los apóstoles, y al último de todos, como a
uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. (1Cor. 15-7-8).

3.– Juan se encuentra con Jesús sin necesidad de apariciones. Nos lo dice el texto
de hoy: "Entró, vio, y creyó”. Se puede llegar a la fe sin necesidad de apariciones. Y
ésta es, a mi juicio, la manera que llegó María, la Madre de Jesús, al encuentro con su
Hijo Resucitado. El evangelio no nos dice que Jesús se le apareció a su madre.
Tampoco vemos a la madre de Jesús acompañar a las mujeres al sepulcro a
embalsamar el cadáver de su Hijo. Cristo resucita el primero en el corazón de su
madre. No tiene apariciones porque no las necesita. María, “la creyente” fue la única
que esperaba la Resurrección. Y en aquel apagón de la fe al morir Jesús, la única
lámpara encendida fue la de María, su Madre. A través de la Palabra de Dios,
profundizada por el Espíritu Santo, tenemos un acceso a la fe del Resucitado. Sin
necesidad de apariciones, con la Palabra de Dios, en la fe desnuda, nos podemos
encontrar con el Resucitado. Y podemos hacer nuestra la bienaventuranza de Jesús a
Tomás “Dichosos los que sin ver, creyeren” (Jn.20,29).

PREGUNTAS

1.- ¿He tenido alguna vez en mi llamada vida espiritual, algún encuentro vivo e
intenso con Jesús, hasta el punto de dejarme sin palabras?

2.- ¿Soy de las personas que necesitan ver para creer?


3.- ¿He tenido momentos en la vida en que no he dudado de que Jesús estaba dentro de
mí? ¿En la lectura de la Palabra? ¿En la Eucaristía? ¿En el encuentro con los
hermanos?

Este evangelio, en verso, suena así:

A la salida del sol,


la mañana del Domingo,
Jesús nos da la sorpresa:
su sepulcro está “vacío”.
El Ángel, a las mujeres,
les regala los oídos:
No busquéis entre los muertos
al Señor, porque está “VIVO”.
En el surco de la cruz
se enterró el GRANO DE TRIGO
y, ahora crece lozano,
en espiga florecido.
Consigue sobre la muerte
el triunfo definitivo.
Le da la razón el Padre:
Su vida tiene “SENTIDO”.
En Jesús Resucitado
encontramos el estilo
de vivir con esperanza,
siendo siempre sus TESTIGOS.
Comulgamos con Jesús,
al recibir el BAUTISMO
Morimos al “hombre viejo”
Eres, Jesús, “AGUA VIVA”
y “LUZ PASCUAL EN EL CIRIO”.
Amigo Resucitado,
queremos vivir contigo.

(Compuso estos versos José Javier Përez Benedí)


ORACIÓN POR LA PAZ.
"Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti:
Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos
de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce
caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del
abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de
la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la
dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda
y ayúdala a encontrar el valor de perdonar". (Parolín, Secretario del Estado Vaticano)

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