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La resurrección de Lázaro

11,1-44
La muerte y resurrección de
Lázaro son como el preludio
de la muerte y resurrección del
mismo Jesús. Este signo
portentoso, es el último de los
siete narrados por el
evangelista.
Según el Ev este gran milagro
provocó la reacción definitiva
del sanedrín de dar muerte a
Jesús.
Lázaro está enfermo vv
vs. 1-6

El Evangelista inicia
introduciendo a los tres
personajes que entrarán en
juego: Lázaro, el enfermo;
María y Marta, sus
hermanas. Vivían en
Betania, aldea al este de
Jerusalén, donde Jesús se
hospedaba cuando
visitaba la ciudad santa
Mc 11,11; 14,3.
Un paréntesis anacrónico
v. 2 una adición posterior
aclara por anticipado la
identificación de María
con aquella que ungió a
Jesús en Betania. Esta
María es diferente de la
pecadora de Lc 7,38; y de
María Magdalena Lc 8,2.
Las hermanas de Lázaro
envían un mensaje a Jesús:
Mira, aquel a quien amas está
enfermo. La frase denota que
eran discípulos de Jesús y que
un lazo de especial amistad
les unía.
Las hermanas no piden
explícitamente un milagro,
pero insinúan la intervención
de Jesús
El comentario de Jesús revela
la importancia del milagro. La
enfermedad no terminará en
muerte, sino en glorificación
de Dios y del Hijo.
A pesar de la noticia, Jesús no
acudió a curar al enfermo. No
fue falta de interés. Juan deja
entender el conocimiento
sobrenatural de Jesús.
Jesús va a Judea vv
vs.
7-16

Estos vv
vs. tratan de la decisión

de Jesús de volver a Judea.


La pequeña parábola del día
y de la noche encierra dos
ideas:
La vida de Jesús es como un
día de camino durante el
cual debe realizar su misión.
Él es la verdadera luz del
mundo, estar con él es
caminar a la luz.
Pasados dos días Jesús dice
a sus discípulos: Lázaro,
nuestro amigo, se ha
dormido, pero voy a
despertarlo. Son palabras
que tienen dos sentidos,
comprendidas por los
discípulos del sueño natural.
Pero Jesús hablaba del
sueño de la muerte.
La resurrección de Lázaro
será un argumento
decisivo para que los
discípulos crean en Jesús y
preparen sus mentes para
el prodigio de su propia
resurrección.
Jesús y Marta vv
vs. 17-27

Después de la muerte de
Lázaro, numerosos judíos de
Jerusalén habían ido a
Betania (3km de la ciudad).
Cuando Jesús llegó habían
pasado cuatro días de la
muerte de Lázaro.
Marta oyó que Jesús venía
y salió a su encuentro.
María estaba en casa y
allá permaneció. Al llegar
Marta a Jesús se entabla
un diálogo que es el centro
teológico de todo el
pasaje y descubre, por
anticipado, la significación
profunda del signo que
Jesús va realizar.
Dijo, pues, Marta a Jesús: si hubieras estado aquí, no
habría muerto mi hermano; pero aún ahora sé que
cuanto pidas a Dios, él te lo dará.

Las palabras de Marta


encierran dos
pensamientos: expresan
una queja delicada con la
certidumbre total del
poder de Jesús. Expresan la
convicción plena de que
Dios concederá a Jesús
cuanto le pida.
Jesús pronuncia una frase
corta y concisa, cargada
de un doble sentido. Marta
la interpreta como la
resurrección del último día
Dn 12,2; Mc 12,18; Jn 5,28-
29. Sin imaginar una
resurrección inmediata.
Yo soy la resurrección y la vida

Es una frase solemne, de


denso contenido doctrinal,
semejante a otras del
mismo Ev 4,26; 6,35.51; 8,12;
10,9-11. Jesús es la fuente
de la vida. Él puede
vivificar a quien él quiera.
La revelación de Jesús
como la resurrección y la
vida es la cumbre doctrinal
de este relato.
El que cree en mí, aunque muera, vivirá

Estas palabras de Jesús


pueden ser interpretadas en
dos sentidos:
Pueden referirse a la
resurrección futura. Todos los
hombres deben morir, pero a
quienes crean que Jesús es la
resurrección y la vida y que ha
venido para quitar el pecado
del mundo, él lo resucitará
para no morir jamás 5,28-29.
Por otra parte, esta frase puede
interpretarse también en un
sentido espiritual: si una
persona se encuentra
espiritualmente muerta por un
pecado grave y voluntario,
pero cree que Jesús puede
liberarlo del pecado aunque
haya muerto espiritualmente,
podrá volver a la vida 8,34-36.
Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios

La respuesta de Marta
denota una fe ya de
tiempo, como la de Pedro
6,69, y no como la del
ciego de nacimiento que
empieza a creer 9,38. La
confesión de Marta es
clímax de las fórmulas de
fe expresadas durante el
ministerio público de Jesús.
Marta da a Jesús tres títulos:
Mesías, Hijo de Dios, el que
iba a venir al mundo, que
encontramos a lo largo del
evangelio, Jesús ha sido
reconocido como Mesías
1,41; 4,26; 10,24-25, se ha
proclamado con mucha
frecuencia Hijo de Dios
5,18.23; 10,36 y ha sido
identificado como el profeta
que habría de venir 6,14.
Sin embargo, Marta no llega
a comprender
profundamente que si Jesús
se había proclamado la
Resurrección y la Vida podía,
en ese momento, producir
esa vida. Esto se ve en su
reacción v39. Marta como
otros personajes permanece
en un nivel de incomprensión
respecto a las palabras de
Jesús.
Jesús y María vv 28-37
vs.

La escena corre llana y


natural. María, a los pies de
Jesús, recuerda el cuadro de
Lc 10,39 y Jn 12,3. Las
palabras de María son un
duplicado de las de Marta.
Los vv
vs. 33 y 35 manifiestan los

sentimientos profundamente
humanos de Jesús que sufre la
pena y el dolor por la muerte
de un ser querido.
Lloró Jesús

Es una frase corta pero


plena. Las lágrimas de
Jesús brotan
calladamente. No es un
llanto clamoroso. Los judíos
comentan: miren cómo lo
amaba. Y algunos se
preguntan: ¿no podía éste
que abrió los ojos al ciego,
hacer que éste no
muriera?
Jesús manifiesta su
plena humanidad,
cumple la voluntad del
Padre, expresa su
profunda emoción
ante el amigo muerto,
dirige su oración
confiada a Dios.
Lázaro es devuelto a la vida vv 38-44
vs.

Jesús llega al sepulcro. El


sepulcro era una cueva y
una losa lo cerraba. Jesús
ordena quitar la piedra.
Marta observa: Señor, ya
huele mal. Ante la terrible
realidad del cadáver
descompuesto, Marta no
piensa en la posibilidad de
la resurrección.
Jesús replica: ¿no te dije
que, si crees, verás la gloria
de Dios? El milagro resultó
tanto más grandioso
cuanto menos posibilidad
había de recuperación.
Ha llegado el momento de
la glorificación del Padre y
del Hijo.
Quitan la piedra y Jesús
eleva los ojos para orar. Es
una breve oración de
acción de gracias, que
Jesús dirige a su Padre. Las
obras de Jesús le son
dadas por el Padre para
que los hombres crean en
él.
Jesús no reclama nada
para sí, sino que todo lo
ordena a su Padre: que
sea glorificado y se
reconozca su obra.
La certidumbre de que la
oración es escuchada no
es solo un privilegio de
Jesús, sino también del
verdadero discípulo que
ora en su nombre 14,13.16.
Habiendo terminado la
oración, Jesús con fuerte
voz gritó : ¡Lázaro, sal fuera!
Salió el muerto, con los pies
y las manos atados con
vendas y con el rostro
envuelto con un sudario y
Jesús dijo: ¡desatadlo y
dejadlo ir! La narración
termina aquí sin dar más
detalles.
Con esta brevedad, Juan
quiere inculcar una vez
más lo esencial: Jesús es la
Vida, y el hecho de haber
dado la vida física a Lázaro
es un signo de que puede
comunicar a los hombres
vida eterna.
Jesús no actúa como
un mago, él obra
acentuando su
conciencia personal
de unión y adhesión al
Padre y con la
confianza total de ser
escuchado por él.
Historicidad
La historicidad del relato
puede ser cuestionada, no
desde la posibilidad o no
posibilidad del poder de
Dios o de Jesús en relación
con los milagros, sino desde
la narración misma.
Llama la atención que el
milagro sea presentado por
Juan como la ocasión que
desencadenó en los judíos
la decisión de eliminar a
Jesús. En los sinópticos
dicha decisión es
provocada por las
pretensiones de Jesús sobre
el templo.
Llama la atención que los
sinópticos no conozcan un
hecho tan excepcional y
que no encontremos en
todo el NT alusión alguna a
éste.
A veces los milagros se
hallan provocados por una
parábola.
La resurrección de Lázaro
sería una parábola en acción
que pretende iluminar la
afirmación más importante de
todo el relato: εγώ ειμί ή
αναστασις καί ή ζωή (Yo soy
la resurrección y la vida).
De cualquier manera la
validez del signo y de su
contenido no se ven
cuestionados por su
historicidad.
El análisis del texto
demuestra que los motivos
determinantes del mismo no
son históricos. El relato
pretende ser predicación,
anuncio del Ev.
El Evangelista ha logrado su
objetivo, ofrecer un pasaje
cautivador, contemplar a
Jesús como la resurrección y
la vida.
Quedarse en la
materialidad del hecho
significaría el
empobrecimiento radical
del mismo; no haber
llegado a descubrir la
belleza del cuadro,
desconocer que el milagro
tiene toda la razón de ser
signo.

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