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ofrece el domingo V de Cuaresma en el Ciclo A, la VIDA ETERNA, para realizar una renovació n bautismal
durante la cuaresma y celebrarla en la Vigilia Pascual.
MATERIAL A UTILIZAR:
Cirio Pascual
Un cesto de basura
Ambientació n por medio de un letrero con la frase: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree
en mí, aunque haya muerto vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre»
2 papeletas de color amarillo y 2 de color oscuro para cada asistente
PARA TI CATEQUISTA:
Algunos Filó sofos han afirmado que “el hombre es un Ser para la muerte. La muerte es lo ú nico que
podemos esperar”.
En cambio, el Papa Benedicto XVI en sus enseñ anzas contrapuso la cultura de la muerte a la cultura de la
vida. La cultura de la muerte se da cuando el hombre
acepta las estructuras sociales que propician del
hombre, desde su nacimiento, su desarrollo y crecimiento, hasta la muerte. ¿Conocemos alguna
estructura que nos de muerte o nos esté llevando a vivir sin un sentido?
ILUMINACIÓN
Continua el catequista diciendo. Durante nuestro Camino hacia la Pascua nos encontramos en
estos domingos prepará ndonos para nuestro Bautismo. La Mayor celebració n Bautismal de la Iglesia es la
Vigilia Pascual. En la Vigilia Pascual encontramos los elementos que nos está n ayudando a vivir nuestra
espiritualidad cuaresmal: Agua, Luz y Vida Eterna. Al inicio de la Vigilia Pascual encontramos el elemento
de la luz en el lucernario, a la mitad de la Celebració n encontramos la bendició n del Agua y al final se nos
ofrece la Vida Eterna en la Eucaristía.
Para concluir estas catequesis hoy hablaremos de la VIDA ETERNA: fruto de nuestro bautismo.
Si la Vida es Cristo, la muerte es obra del pecado (Rm 6,23). El cuerpo descompuesto de Lá zaro,
nos habla de que el cuerpo está muerto por el pecado, pero el mismo Cristo vivifica nuestros cuerpos
mortales por el Espíritu Santo que se nos otorgó en el agua bautismal, como afirma Pablo, pues “en É l
hemos sido muertos al pecado y resucitados para vivir con Cristo”.
Esta muerte, obra del pecado, provoca que Cristo derrame lá grimas, no só lo por Lá zaro, sino por la
naturaleza humana caída. “Dios lloraba por que la naturaleza humana había despreciado la eternidad y
había llegado al mundo más bajo” (Potamio de Lisboa). La muerte de Lá zaro expresa para él toda la
miseria humana.
Esto mueve a Cristo a enfrentarse a la muerte y vencerla, anunciando el gran milagro de su propia
Resurrecció n y la de todos los hombres en el ú ltimo día, pues ordena con fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!”
(Jn 11, 43). Esta voz, es la misma que habló en la creació n del hombre y sigue resonando en el corazó n de
los hombres cuando vivimos muertos en vida, entregados a los negocios de este mundo, al placer, al
poseer, sin vivir la caridad hacia los hermanos, donde lo que importa soy Yo y mis antojos.
Este grito nos lo dirige Cristo a nosotros que hemos recibido la Vida de Dios en el Bautismo, y
somos constantemente sepultados por el pecado y amortajados por las vendas de la muerte. Pues el
cristiano no está llamado a la muerte, está llamado a vivir plenamente en Cristo que se compadeció de
todos los hombres al dejarnos sus sacramentos por medio de los cuales nos conduce al estado del
hombre Resucitado.
«Nuestra vocación en cierto modo surge de la vida del Bautismo. Para nosotros
los cristianos, la palabra de vida se siente como voz que nos llama de la tumba:
“Sal Fuera” o como traduce la exégesis moderna: “Lázaro, ven conmigo”. San
Ignacio coloca el inicio de la vocación en la llamada a la vida desde la muerte,
del aislamiento a la comunión, de la tiniebla a la luz»
Marko Rupnik, La vida segú n el Espíritu.
EXPRESIÓN DE FE
En este quinto domingo de cuaresma, una vez má s se nos recuerda có mo seguir a Cristo es un
compromiso que dura toda la vida, en la cual debemos luchar sin interrupció n por reforzar y hacer má s
profunda la Vida que se nos dio en el Bautismo, se fortaleció en la confirmació n, se renueva en la
penitencia, se expande por las buenas obras y se alimenta de la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía.
1. COMPROMISO:
Trabajando por equipos leemos el versículo de la Carta a los Gá latas 5, 19-25.
Entresacamos dos obras de la muerte y dos obras del Espíritu. Y anotamos las del Espíritu en dos
papeletas de color amarillo y las de la carne en papel oscuro.
2. CELEBRACIÓN:
Ahora ante el cirio Pascual, en un momento de silencio vamos colocando alrededor
del cirio las obras de la luz y rompiendo las papeletas de las obras de la carne las ponemos en un
cesto de basura.
Hoy vengo a tus pies para pedirte perdó n. Todos los días son
Me pongo de rodillas Una batalla para mí,
Para pedirte, con todo el corazó n, Las distracciones,
Que me perdones por favor. Mi mente y el cansancio
Me alejan de ti
Sé que piensas que no debo hacerlo, Pero sé que tengo que poner de mi parte
Y no sé có mo empezar, Para no alejarme de ti.
Pero mi corazó n siempre estará inquieto
Y no me cansaré de pedirte perdó n. ¡Hoy es tan fá cil perderte de vista!
Perdó n, Jesú s.
Perdó n Jesú s, perdó n.
Perdó n por no ser testimonio,
Perdó n por dudar de ti, Por no ser esa luz en la vida de los demá s,
Me cuesta confiar todos los días, Sé que me das la oportunidad de guiar a otros
Aunque me demuestras Con mi vida y que casi siempre fallo,
En cada amanecer que eres Tú , Me cierro en mí mismo y no pienso en los
En cada milagro de mi vida. demá s.
¿Cuá nto he perdido la esperanza, Jesú s? Perdó n por pensar solo en mí y no,
Perdó name. En lo que tú puedes hacer con mi vida
En la vida de otro
Perdó n porque soy frá gil Perdó n, Jesú s.
Y lucho con mi cará cter
Cada vez que sale el sol. Perdó n por darte la espalda,
Me lleno de rabia Por todas las veces en que te ignoré
Y te culpo cuando Y no escuché tu voz
Las cosas no salen a mi manera Porque no era lo que quería escuchar.
¡Qué egoísta soy, Jesú s!
Perdó n por no tener la humildad de
A veces no soy capaz de ver que Tú Aceptar tu voluntad
Tienes un propó sito má s grande Y poner la mía primero.
Del que yo pueda imaginar.
Perdó n, Jesú s. Perdó n por herirte con mis actos
Mientras tú solo respondes con amor.
Perdó n, Jesú s, perdó n.