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ECUMENISMO Y DIALOGO INTERRELIGIOSO

Dimensión ecuménica e interreligiosa


La dimensión ecuménica y entre los diversos credos es particularmente importante
a medida que nuestra sociedad se vuelve más pluralista y más secularizada. Para
los católicos, el diálogo, tanto ecuménico como interreligioso, constituye una
dimensión inherente a la evangelización. Ello no significa, por supuesto, que el
diálogo sea un medio de proselitismo. Con otros cristianos, es una manera de
prepararse para brindar un testimonio común de Cristo en el mundo, y de eliminar
obstáculos para la unidad plena y visible de la Iglesia por la que Cristo oró.
Los ministros eclesiales laicos, bajo el liderazgo del obispo de su diócesis, tienen
la función de implementar el compromiso de la Iglesia Católica con la restauración
de la unidad entre los cristianos. Por lo tanto, deben conocer bien los principios
católicos del ecumenismo, tal como han sido presentados en el Decreto sobre el
ecumenismo (Unitatis Redintegratio) del Concilio Vaticano II, en el Directorio
para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo del Consejo
Pontificio para Promover la Unidad Cristiana, y en la encíclica del papa Juan Pablo
II Que sean uno (Ut Unum Sint). También los ayudarán las recomendaciones y
directrices expuestas en el documento de estudio Formación ecuménica de
trabajadores pastorales, preparado por el Consejo Pontificio para la Unidad
Cristiana. Ese documento de estudio identifica tres elementos claves en esta
dimensión ecuménica:
• Hermenéutica. Este elemento supone el aprendizaje de “cómo distinguir entre el
‘depósito de la fe’ y la forma en que estas verdades son formuladas”, de manera tal
que se pueda “determinar si las diversas formulaciones teológicas son
complementarias en lugar de contradictorias”.
• La jerarquía de las verdades. Este concepto, articulado en el Concilio Vaticano II
y desarrollado más a fondo posteriormente, ayuda a los católicos a comprender la
fe en su estructura y relaciones apropiadas, a presentar la fe a los demás en su
adecuada proporción y equilibrio, y a comparar con inteligencia la doctrina
católica y las no católicas.
• Los frutos de los diálogos ecuménicos. Las declaraciones conjuntas que han sido
formuladas y aceptadas por las respectivas Iglesias han expresado el terreno común
que compartimos con otras Iglesias y comunidades eclesiales, los puntos de
desacuerdo existentes, y el progreso hacia una mejor comprensión mutua.
Además de comprender la tradición de nuestras hermanas y hermanos cristianos,
los ministros eclesiales laicos necesitan también comprender y apreciar las otras
religiones, presentes en todo el mundo y cada vez más en nuestra propia sociedad,
incluyendo el Judaísmo y el Islamismo, pero sin limitarse a ellos. La formación
católica establece una clara distinción entre el diálogo ecuménico que tiene como
objetivo la plena comunión eclesial, y el importante diálogo entre religiones que
tiene como objetivo el respeto mutuo, la colaboración y la paz.
Elementos de la formación intelectual
La formación intelectual debe ser tan amplia y profunda como sea posible,
exponiendo a los participantes a la vasta gama de temas que constituyen la teología
católica. Debe ser equilibrada y estar integrada para formar “una unidad coherente
y discernible”. La Comisión de Acreditación y Certificación de la USCCB ha
proporcionado una orientación para los programas de formación para el ministerio,
en este aspecto. Los siguientes son elementos básicos que deben incluirse, en
diversa medida, en todos los programas.
• La Escritura y su interpretación. Este elemento incluye el contexto histórico y
social de las escrituras bíblicas, el reconocimiento del género literario, y la
tradición exegética católica de los Padres de la Iglesia y los comentarios
medievales.
• Teología dogmática. En ella se incluye la Trinidad, la Cristología, la
eclesiología, la antropología cristiana y la escatología.
• Historia de la Iglesia.
• Teología litúrgica y sacramental.
• Teología moral y doctrina social católica.
• Teología pastoral. Esta dimensión busca principios rectores para la práctica del
ministerio en un contexto determinado.
• Espiritualidad. La formación intelectual espiritual incluye la historia de la
experiencia religiosa cristiana y los diversos tipos de espiritualidad.
• Derecho canónico. El estudio del derecho canónico debe cubrir en particular
aquellos elementos pertinentes a las vidas de los fieles, tales como sus
responsabilidades y derechos canónicos, la vida sacramental de la Iglesia y las
estructuras diocesanas y parroquiales.
Métodos para la formación intelectual
Los estudiantes adultos necesitan una variedad de métodos de aprendizaje que
logren su máxima participación y utilicen la experiencia de los participantes. Entre
dichos métodos pueden utilizarse los grupos pequeños, las clases magistrales, las
discusiones, la investigación independiente, los proyectos de aprendizaje guiados,
la reflexión teológica sobre la experiencia de campo, y el uso de la tecnología (por
ejemplo, teleconferencias, aprendizaje a distancia, etc.)

El progreso de la conciencia ecuménica en el ámbito de la Iglesia


católica

Signos positivos

La encuesta ha mostrado de forma evidente que en todo el mundo el


decreto Unitatis redintegratio ha contribuido a una mejora radical de las actitudes
católicas con respecto a los demás cristianos; se ha superado en gran parte la
actitud polémica que predominaba en el pasado. Los católicos han adoptado una
actitud positiva en lo que atañe al compromiso ecuménico. Desean conocer más a
las otras Iglesias y comuniones cristianas, y por lo general están dispuestos a
participar en actos y encuentros ecuménicos, especialmente cuando se trata de orar
juntos por la unidad. El ecumenismo espiritual es una actividad muy generalizada.
Además de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que sigue siendo
el momento principal de la actividad ecuménica, casi por doquier se han
multiplicado las celebraciones comunes de las más importantes fiestas y
conmemoraciones litúrgicas, así como de las festividades civiles, nacionales o
locales.
Por doquier se suelen compartir lugares de culto. Dos terceras partes de las
respuestas al cuestionario se han referido a la colaboración ecuménica en el ámbito
parroquial y a la publicación de orientaciones para la actividad ecuménica en las
regiones respectivas. Por lo general, se puede asegurar que en la Iglesia prosigue y
se difunde cada vez más el deseo de vivir el compromiso ecuménico impulsado por
el concilio Vaticano II.

Problemas y resistencias

Al mismo tiempo, no podemos ser ingenuos. Aunque no todas las dificultades


mencionadas en las respuestas al cuestionario existan en el mismo grado en todos
los lugares de la Iglesia, una mirada de conjunto sobre dichas dificultades puede
resultar útil, pues ponen de manifiesto los desafíos que deben afrontar los que
trabajan para promover en la práctica la unidad de los cristianos.
Sintetizando, se puede afirmar que las cuestiones teológico-pastorales a las que se
alude con más frecuencia en las respuestas son las siguientes:

— El problema del reconocimiento recíproco del bautismo y la costumbre de


algunas Iglesias y comunidades eclesiales de volver a bautizar a los católicos.
Después de su asamblea plenaria del año 2001, el Consejo pontificio para la
promoción de la unidad de los cristianos envió a las Conferencias episcopales una
presentación de las directrices que algunas de ellas habían emanado sobre el
reconocimiento recíproco del bautismo. La presentación fue publicada en el
Boletín del dicasterio (cf. El reconocimiento recíproco del bautismo. Síntesis de
las respuestas de las Conferencias episcopales. Documento de
estudio. En: Service d'Information Information Service, n. 109, 2002/I-II. El
documento se publicó en inglés y francés).
— La cuestión de los abusos en lo que atañe a la communicatio in sacris.
— Las cuestiones relativas a los matrimonios mixtos.
— Los problemas planteados en algunos lugares por aparentes excesos en
devociones católicas de culto a la Virgen María.
— La cuestión de la unificación de la fecha de la Pascua -tema discutido en varios
ámbitos desde el concilio Vaticano II-, que constituye una preocupación muy
sentida de modo especial en Oriente Medio.
— La diversidad en la organización y en las estructuras eclesiales en algunos
países impide a los católicos encontrar interlocutores ecuménicos en algunas otras
confesiones.
— Asimismo, se ha constatado que son frecuentes por doquier (América Latina,
Egipto, Rusia...) las acusaciones mutuas de proselitismo.
— Por último, numerosas Conferencias episcopales coinciden en señalar que la
falta de escritos de carácter ecuménico al alcance de los fieles menos preparados
constituye un problema.

Entre los factores no teológicos que tienen repercusiones sobre el ecumenismo, las
respuestas destacan los siguientes: las situaciones sociales y políticas
(especialmente en la ex Unión Soviética); los conflictos étnicos (África y
Balcanes); y el hecho de que la Iglesia constituya una mayoría o una minoría en el
país. En la Europa del este muchas respuestas se refieren a las tensiones producidas
por la restitución de los bienes eclesiásticos. En ciertos lugares, algunos grupos
islámicos ven como una amenaza la búsqueda de la unidad de los cristianos.

Respuestas procedentes de todos los continentes aluden a la persistencia de


actitudes marcadas por el miedo, la sospecha y la desconfianza recíprocos. Otros
cristianos albergan el temor de que pueden ser absorbidos por la comunidad
católica, más fuerte que ellos; y, viceversa, los católicos miran con desconfianza a
ciertos grupos que usan los medios de comunicación, con campañas públicas de
opinión, para criticar la doctrina católica, insistiendo en situaciones negativas o
escandalosas, a fin de atacar a la Iglesia.

En resumen, persisten aún muchas sospechas acerca de las intenciones mutuas


reales y de las motivaciones evangélicas de los programas y las actividades de unos
y otros. Aunque se haya progresado mucho en la purificación de la memoria
histórica, algunas Iglesias locales afirman que el recuerdo de los acontecimientos
del pasado, tanto antiguos como recientes, impide aún o entorpece las relaciones
ecuménicas. La purificación de la memoria histórica es un tema hacia el que el
Papa Juan Pablo II ha llamado nuestra atención en numerosas ocasiones, y sigue
siendo uno de los desafíos más importantes para los que trabajan en favor de la
unidad de los cristianos.

Algunas respuestas han puesto de relieve la falta de motivación y de entusiasmo


que deriva, en ciertos casos, de la sospecha de que el ecumenismo debilita la
misión evangelizadora de la Iglesia. Algunos católicos consideran que el
ecumenismo pone en peligro su fe y equivale a admitir una insuficiencia de la
Iglesia católica, algo que no están dispuestos a aceptar. En algunas regiones donde
la Iglesia católica tiene una amplia mayoría, el escaso número de cristianos
pertenecientes a las demás Iglesias suele aducirse como justificación para la falta
de iniciativas ecuménicas.
En otros lugares, a menudo, las comunidades evangélicas y pentecostales más
recientes no suelen ser consideradas como genuinamente eclesiales, y el uso
indiscriminado del término "secta" sigue provocando problemas en todos los
continentes. Las comunidades eclesiales (baptistas, evangélicos, pentecostales) con
las que la Iglesia católica mantiene un diálogo teológico y relaciones
internacionales, que en algunos casos se llevan a cabo desde hace decenios, suelen
incluirse en la lista de las sectas. Por otra parte, de modo especial en América
Latina, las respuestas al cuestionario frecuentemente indican que algunos grupos
evangélicos y pentecostales no reconocen el carácter cristiano de los católicos.

Podría resultar útil recordar que esa dificultad recíproca ya ha sido objeto de
documentos de estudio elaborados por varias comisiones mixtas de diálogo (por
ejemplo, con respecto al diálogo católico-pentecostal: Evangelización,
proselitismo y testimonio común; y con respecto a las "Consultas entre la Iglesia
católica y la Alianza evangélica mundial": Iglesia, evangelización y los vínculos
de la koinonía).

La organización del ecumenismo

El concilio Vaticano II encomendó de modo especial a los obispos el compromiso


ecuménico. El Directorio para la aplicación de los principios y las normas sobre
el ecumenismo recomienda la creación de comisiones ecuménicas en cada diócesis,
así como en el ámbito nacional y regional, o al menos la designación en cada
diócesis de un delegado que se encargue de promover el espíritu ecuménico y las
relaciones intereclesiales.

El Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos ha


constatado con satisfacción que sólo pocas Conferencias episcopales carecen de un
departamento o comisión de ecumenismo. Por otra parte, muchas de las respuestas
al cuestionario destacan que la acción de esas comisiones o delegados es bastante
limitada. A este respecto, se alude a la falta de continuidad en el desarrollo de
proyectos, a la necesidad de contar con gente nueva, más joven, entre las personas
comprometidas en la actividad ecuménica.

En el ámbito de las diócesis el panorama no es muy alentador: la falta de personal,


de preparación específica, de recursos económicos y de otro tipo, indica que la
actividad ecuménica se deja con frecuencia a la iniciativa espontánea de los fieles.
Por el contrario, en algunos países se señala la presencia viva de grupos y
asociaciones de apoyo, compuestos por personas bien preparadas en el campo
ecuménico, que promueven activamente la formación ecuménica en las diócesis,
en las parroquias, en los seminarios y en los grupos. Es preciso poner más empeño
en detectar esos expertos y voluntarios, y en desarrollar su formación.

Por lo que atañe a la participación en los Consejos de Iglesias, se ha constatado un


cambio fundamental en los años más recientes. Hace cuarenta años, la Iglesia
católica no participaba en ninguno de esos Consejos. Hoy, de los 120 Consejos
existentes, es miembro de 70, y participa en tres de los siete Consejos regionales de
Iglesias, y en siete de los Consejos regionales de Iglesias asociados al Consejo
mundial de Iglesias de Ginebra (según los datos con que se contaba en septiembre
de 2004, la Iglesia católica es miembro con pleno derecho en tres Consejos
regionales de Iglesias: el Caribe, Oriente Medio y el Pacífico. La Iglesia católica
es miembro de catorce Consejos nacionales cristianos o Consejos de Iglesias en
África, de tres en Asia, diez en Oceanía, doce en el Caribe, veinticinco en Europa,
uno en América del norte y cinco en América del sur. Cf. "Inspired by the same
vision: Roman Catholic participation in national and regional Councils of
Churches, Apéndice E).

Está a punto de publicarse un nuevo documento, elaborado por el Grupo mixto de


trabajo entre representantes de la Iglesia católica y del Consejo mundial de
Iglesias, que presenta un análisis de las implicaciones y las formas de participación
católica en dichos Consejos, y brinda sugerencias para afrontar las dificultades y
los desafíos que impiden la participación católica en algunos lugares.

La actividad ecuménica de la Iglesia en el ámbito local

Por lo que atañe al diálogo, 42 de las 83 Conferencias episcopales que


respondieron a la encuesta del Consejo pontificio para la promoción de la unidad
de los cristianos confirman la presencia en su territorio de organismos permanentes
de diálogo con las demás Iglesias y comunidades eclesiales; 38 de ellas refieren la
existencia de comisiones mixtas de diálogo.

En lo referente a la aceptación de los documentos de diálogo, sólo 35 Conferencias


episcopales reconocen una buena difusión de los resultados de los diálogos
oficiales, y afirman que han promovido el estudio y una activa discusión con la
publicación de subsidios. Algunas respuestas aluden también a las iniciativas que
se han puesto en marcha para utilizar internet con vistas a la promoción del
ecumenismo en algunos países, un aspecto que el Consejo pontificio para la
promoción de la unidad de los cristianos tiene gran interés en desarrollar. En
el ámbito social, 44 Conferencias señalan que participan en actividades de
cooperación con otras confesiones. A este respecto, es preciso admitir también que
se podría haber hecho mucho más.

La necesidad de una formación ecuménica más adecuada es un tema que indican


prácticamente todas las comisiones ecuménicas que respondieron a la encuesta.
Esa formación debería contar con la presencia y la contribución de representantes
de otras Iglesias y comunidades eclesiales. En efecto, el Consejo pontificio espera
que, donde sea posible, esa formación se realice cada vez más con mayor
colaboración. El documento elaborado por el dicasterio en 1995: La dimensión
ecuménica de la formación de quienes se dedican al ministerio pastoral, que
ofrece sugerencias para un curso de ecumenismo y aconseja subsidios para
organizarlo, no es bastante conocido y conviene distribuirlo más ampliamente.

El Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, junto con la


Congregación para la educación católica, ha tomado la iniciativa de promover una
encuesta, a escala mundial, en los seminarios católicos que cuentan con un Estudio
teológico, en las universidades y las facultades de teología, para conocer
exactamente cómo se imparte la enseñanza del ecumenismo, y para saber si se le
presta la atención que merece en el conjunto de la formación católica. Actualmente
se están recogiendo los datos con el fin de publicar luego los resultados de la
encuesta.

Algunos puntos de reflexión sobre el futuro del ecumenismo

La consulta ha mostrado que el grado de compromiso ecuménico en el ámbito local


está aumentando en intensidad y extensión en toda la Iglesia. En un mundo
globalizado, los cristianos de todas las Iglesias se sienten impulsados a superar su
estado de división. El ecumenismo espiritual -conversión de la mente y del corazón
a Cristo, oración común por la unidad- está logrando una atención cada vez mayor.
Las respuestas al cuestionario han ofrecido numerosas sugerencias positivas para la
futura actividad ecuménica, poniendo de relieve tres aspectos que es preciso
considerar con urgencia en el contexto actual y con vistas al futuro: incluir las
iniciativas ecuménicas en los programas pastorales orgánicos de las diócesis;
promover la formación ecuménica de los seglares, los religiosos, los seminaristas,
los sacerdotes y los obispos; y reflexionar sobre el modo como se ha de afrontar el
problema del proselitismo agresivo.

En un mundo que ha cambiado mucho durante los años que han pasado desde el
concilio Vaticano II, la actitud católica con respecto al restablecimiento de la
unidad está impregnada de un realismo nuevo. Hoy resulta más claro que nunca
que el ecumenismo sólo se puede promover sobre una sólida base doctrinal y un
riguroso diálogo entre los cristianos separados. Sobre todo, se comprende cada vez
mejor que sólo se puede trabajar en favor de la unidad con una espiritualidad
convincente y profunda, una espiritualidad de esperanza cristiana y valentía.

El Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos desea que la


conmemoración del 40° aniversario de la promulgación del decreto Unitatis
redintegratio haya infundido nueva esperanza y nueva valentía en los que se
encargan más directamente de la aplicación del compromiso ecuménico de la
Iglesia.

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