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LUNA

Te cuento mi historia de
niña quemada
Prólogo

¿Cómo surgen las ideas por casualidad o causalidad?


Este libro surgió luego de una auditoría en la cual, revisando his-
torias, vimos que eran grandes historias y que debían ser conoci-
das para evitar que se repitieran.
Son relatos verdaderos que con la ayuda de un escritor, se ficcio-
naron para ser leídos en escuelas y en casa.
La idea la presentamos en un Congreso hace cinco años. Hoy es
una realidad con el apoyo de amigos, instituciones públicas y pri-
vadas. No conocemos de un libro con estas características en el
mundo, lo cual nos enorgullece.
En la creación de este libro está expuesto nuestro Servicio U.NI.
QUE.R, único centro de Quemados de niños de Uruguay. Quere-
mos agradecer a todos los integrantes del Servicio que hacen que
estas historias puedan tener un buen final.
También, por su colaboración, a la gran poetisa Graciela Genta, al
Centro Hospitalario Pereira Rossell (Dirección General, Dirección
Pediátrica), Comisión de Apoyo Local , al Sr. D. F.; Sr. Bernardo Leis,
Laboratorio La Roche-Posay; Ortopedia Bernabé Villa y Macro-
mercado.

2021, Inquer, Montevideo, Uruguay. Nuestro objetivo es continuar con la mejora de la salud y bienes-
Todos los derechos reservados tar de nuestros niños y niñas.
ISBN 978-9915-40-762-3
Dra. Beatriz Manaro
Redacción: Francisco Montoro Cirujana plástica
Corrección: Juan Manuel Montoro
Ilustraciones: Anais Vaillant Directora Unidad de Quemados - UNIQUER
Armado: La Usina
Producción editorial: La Usina
Impreso en Mosca

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Un niño
Un niño,
es una rosa abierta
a la mañana,
es un pájaro nuevo
que se atreve
y un sol que en su tibieza
se regala.
Un niño,
es una ola azul
sobre la playa,
es un barco
con proa a las estrellas
y un frescor de rocío
sobre el alma.
Un niño
es el milagro dulce
de la rama,
es la razón del trigo
que florece
y el dulce amanecer
de una esperanza.
Un niño,
es la mano de Dios
en nuestras palmas!

Pero un niño, además de todo eso, es un niño que puede ser lastimado, en
su cuerpo o en su alma.
Es un ser vulnerable que a veces sufre y se levanta.
Frágil en apariencia, tiene la fuerza de su esperanza.
Es presente y futuro, es razón y es plegaria.
Sus cicatrices, pueden resumir su historia pero también auguran que ma-
ñana, se repondrá y marchará al futuro con el amor, poniéndole las alas.
Graciela Genta.

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A Luna le gusta bailar, y para ella la mejor forma de bailar es pa-
tinar. Lo hace durante horas en la pista de patinaje de la plaza
de su barrio. Sueña con ser patinadora profesional para viajar por
— ¡Mamá! ¿Dónde estamos? —gritó.
— Hola, hijita. Estamos en el hospital porque tuviste un acciden-
te en casa. ¿Te acordás de algo?
el mundo haciendo sus piruetas. — No, mamá. ¿Qué pasó? Quiero volver a casa.
— Vamos a estar un tiempo acá hasta que te recuperes. Te voy a
Desde hace unas semanas, Luna está internada en el Hospital contar lo que pasó.
Pereira Rosell. Cuando se despertó la primera vez, al no reconocer
dónde estaba, se asustó. La mamá de Luna se había distraído mientras calentaba agua
para los fideos. Luna estaba a su lado tratando de agarrar un jugue-
Cuando se despertó, al no reconocer dónde estaba, se asustó. te de la mesada cuando la olla se cayó al piso y le quemó una parte
del brazo y el pecho.

— Estuviste durmiendo y ahora vas a conocer a los médicos que


curarán tu piel —dijo la mamá.

Los primeros días Luna estaba muy confundida. Desconfiaba de


las enfermeras que la bañaban y le ponían crema en las heridas.
Cada vez que lo hacían le dolía mucho, por lo que lloraba y le pedía
a su mamá que no se fuera de la habitación. Ella le explicaba que
las enfermeras lo hacían por su bien.

Una noche, antes de dormir, Luna le preguntó a su mamá por qué


el agua le hizo daño si ella se sentía tan bien al bañarse en su casa.
La mamá le dijo que la temperatura del agua al cocinar es muy alta
y nos puede lastimar. Para explicarlo mejor, le contó una historia:

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La hechicera y su hija Indira

L a hechicera cocinaba yuyos, plantas y flores en una gran olla


para luego hacer remedios que curaban a personas enfermas
o lastimadas. Su casa estaba en medio del bosque y era necesario
cruzar ríos y cuevas oscuras para llegar.

Indira, la hija de la hechicera, la ayudaba a cortar y pisar las


flores y también traía ramitas para prender el fuego. Su mamá
hechicera siempre le decía que no se acercara al fuego, porque era
peligroso. Pero nunca le había dicho nada sobre las ollas.

Un día la hechicera salió a buscar leña. Antes de irse, vio a Indira


durmiendo. Pensaba volver antes de que ella despertara. Caminó
entre los árboles del bosque con su canasto y seleccionó algunos
troncos caídos.
Mientras tanto, en la casa Indira se había despertado. Enseguida
se puso a cortar las flores que quedaban y a limpiar hojas.

Como su mamá hechicera demoraba, decidió poner ella misma


los ingredientes en la olla, pero estaba muy alta. Entonces se subió
a un banco y cuando los puso en el agua caliente, le salpicó.

La hechicera, en el bosque, tuvo un mal presentimiento. Dejó la


canasta y volvió a la casa corriendo. Al llegar vio a su hija llorando
sentada en el piso. Se había quemado con agua en uno de sus brazos.

Sin perder el tiempo, la hechicera preparó una crema para sanar


la quemadura. Indira aún lloraba, pero al rato de ponérsela, ya se
sentía mejor.
La hechicera le pidió perdón por dejarla sola y le dijo que nun-
ca más se acercara a la olla, que cuando fuera grande sí lo podría
hacer. Y la felicitó porque habían inventado una crema mágica para
las quemaduras e iban a poder ayudar a otras personas lastimadas.
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— Martín está bien, pero aprendió que jugar con pirotecnia es
muy peligroso. Hasta los más grandes se pueden lastimar —dijo la
doctora.

La mamá de Luna se hizo amiga de la mamá y el papá de Martín.


Ambos estaban muy tristes por lo que le sucedió a su hijo.

Cuando la mamá de Luna terminó el cuento, ella ya dormía.


Al día siguiente Luna comenzó su rutina: el baño, las cremas cu-
rativas para su piel y el reposo en la cama. Por la puerta de su ha-
bitación pasaban las enfermeras, las doctoras y otros niños y niñas
que también se habían lastimado.

Entre ellos estaba Martín, un niño recién llegado que se había


quemado con fuegos artificiales en la noche de navidad. Luna le
preguntó a la doctora cómo estaba él.

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— El accidente ya pasó. Ahora tienen que ser fuertes para apo- Los tres juntos estuvieron de acuerdo en escribir la historia del
yarlo y acompañarlo. Yo también me distraje y sé que nunca más lo explorador que caminaba por el bosque donde vivía la hechicera,
voy a hacer. Es una lección que aprendimos —les dijo. para contársela a Luna y a Martín.

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El explorador

E l explorador cruzaba los ríos del bosque y trepa-


ba a los árboles.
Llevaba una cámara para fotografiar a los insectos y
animales que allí vivían.

Una noche estaba sentado junto a la fogata cuan-


do pasó volando un insecto brillante y salió corrien-
do tras él.

Cuando el explorador volvió, el fuego estaba des-


controlado y le lastimó la pierna mientras trataba de
apagarlo.

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Entonces, caminó hasta la casa de la hechi-
cera que le preparó una crema para curarlo.
El explorador le contó de su distracción y la
hechicera dijo:

— La foto puede esperar. Con el fuego hay


que estar siempre atento, porque es peligroso
y hasta el bosque se puede incendiar.

Al otro día, el explorador volvió al bosque y


fue más cuidadoso y responsable para disfru-
tar sus paseos.

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Con las semanas Luna se sintió más cómoda. Ya se sentaba y ju-
gaba con los muñecos, comía sola y tenía más confianza. Ahora era
muy amiga de todas las personas que trabajaban en el hospital.

El siguiente paso en su recuperación eran las operaciones:


le sacaban una capa de piel de un lado para ponérselo en otro.
Eso se llamaba injertos. Era como llevar una curita gigante.
Luna amaba las curitas: de colores y con sus dibujos animados
favoritos.

La doctora le contó que era aún mejor. Luna podía generar mu-
chas curitas con su propio cuerpo hasta estar del todo sana.

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Gatienka fue recibida por un grupo de niñas y
Una mañana, la mamá de Luna entró a la habitación y le dijo:
niños que la llevaron a conocer la playa, las sierras,
los ríos y los bosques de Uruguay. También comió
— Tengo una noticia. ¡Mañana volvemos a casa!
milanesas con papas fritas y probó el mate, aunque le
Al oír esa noticia, Luna empezó a saltar en la cama y bailar. pareció muy amargo.
Llamó por teléfono a su familia y habló con el papá, la abuela y su
hermana. Iban a preparar una gran celebración con sus comidas Algunos de esos niños y niñas le hicieron burlas por
favoritas. el traje pero a otros les gustaba y querían usarlo el día
que Gatienka se lo sacara.
Luna debía cuidar mucho las cicatrices de su brazo. También
usar un buzo especial para completar su recuperación. Al pro-
bárselo, se sintió muy incómoda. Le apretaban los brazos y el
pecho, y le daba mucho calor.

— Tenés que usar esta ropa para que no te queden marcas.


Además, hay que cuidarse mucho del sol —le dijo la doctora.

— Ese buzo me recuerda a Gatienka, una niña de otro plane-


ta que una vez vino a la Tierra —dijo la mamá, y dio paso a una
nueva historia.

La niña astronauta
El día que Gatienka, la niña astronauta, llegó a la Tierra esta-
ba muy contenta. Antes de bajarse de la nave, su mamá y papá le
avisaron:
— Gatienka, cuando llegues tendrás que usar tu traje por un
tiempo. Tu piel no está preparada para ese clima y sin el traje
podrías lastimarte. Quizá se rían de vos y puede que te quede
incómodo pero es necesario.

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Al llegar el verano, el traje le daba mucho calor. Una tarde, todos —¡Hola, Gatienka! Ya es hora de sacarte el traje y disfrutar del
se prepararon para ir a la playa. Gatienka se echó a dormir la siesta agua y del aire libre con tus amigas. Ya no deberás usarlo. Estamos
un poco triste por no poder bañarse como el resto. muy orgullos de vos. ¡Felicitaciones!

De pronto, escuchó unos gritos desde el jardín. Gatienka saltaba de alegría y lloraba de emoción mientras se
sacaba el casco, los guantes, las botas y el resto del traje. Cuando
— ¡Gatienka!! Tenemos una sorpresa! Mirá por la ventana. llegó a la piscina la estaban esperando para tirarse del trampolín.
Todos juntos jugaron en el agua hasta la noche.
Ella se asomó y vio una piscina enorme llena de agua. Entonces
le mostraron un mensaje de su mamá:

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La última mañana de Luna en el hospital fue a pura despedida.
El equipo del hospital le regaló unas coderas y rodilleras para usar
cuando patine. Junto a su papá y su mamá emprendió el camino de
vuelta a su casa.

Allí la esperaba su abuela, que le había hecho una torta de tres


pisos con mucho dulce de leche y chocolate. Su hermana le tenía
una sorpresa en el cuarto. Había pegado en el techo estrellas que
brillaban en la oscuridad.

Los primeros días en la casa fueron raros pero, de a poco, se fue


adaptando a su nueva realidad. Durante el verano estaba siempre
en la sombra y a la tardecita salía a jugar con sus amigas del barrio.

Llegó marzo y Luna se preparó para volver a la escuela. Era un


momento especial: volver a caminar por los pasillos, ir a la cantina,
jugar en el arenero y reencontrarse con sus compañeros y compa-
ñeras.

Una tarde, en el recreo, Mauricio, el chico más grande de la clase,


le dijo algo que no le gustó: “¡Ahí viene la piel de viejita!”. Los que
estaban con él se rieron y le gritaron “quemadita” y “fosforito”.

Luna se puso a llorar y salió corriendo a esconderse en el baño.


Al rato apareció la maestra y volvieron juntas a la clase. Antes de
terminar el día, la maestra envió una tarea domiciliaria: escribir un
cuento que tuviera a un animal como protagonista.

Luna pensó en las mariposas. Le encantaba verlas volar y los


colores de sus alas. Había una marrón que aunque no brillaba, tenía
algo que la hacía distinta a las otras. Entonces, escribió:

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La mariposa — No digas bobadas ––le respondió triste
ella— Las demás mariposas se rieron de mí.
— Cuando vemos algo distinto o descono-

H abía una vez una mariposa marrón que buscaba comida entre
las flores para compartir en el almuerzo con otras mariposas
de color azul, blanco y naranja. Cuando estaban por comer una
cido nos ponemos nerviosos y nos reímos. Ya
se van a dar cuenta de lo hermosa y única que
sos —la animó el san antonio.
mariposa azul se le acercó y le dijo:
El san antonio se despidió y abrió las alas, que
— Tus alas marrones son feas. eran verdes, para irse volando. La mariposa se
sorprendió ya que nunca había visto un san anto-
Las demás se rieron. La mariposa marrón se puso triste y se fue nio con alas de ese color.
volando. Se escondió entre unas flores y lloró. De repente, apareció
un san antonio buscando comida. Al día siguiente la mariposa fue a almorzar con
las demás. Por primera vez, estaba orgullosa de su
— ¡Fahhh! ¡Qué lindo el color de tus alas! Nunca lo había visto color marrón.
—dijo el san antonio.
Luna leyó su cuento en la clase. La maestra la fe-
licitó y preguntó al resto qué habían entendido. Una
niña levantó la mano:

— ¡Mauricio tiene una oreja más grande que la otra!

Todos se dieron vuelta para verle la cabeza a Mauricio, el niño


más grande de la clase. Él, avergonzado, se escondió pero, al final,
mostró sus orejas y les contó a todos la lección que aprendió:

— Hice mal en reírme de Luna y quiero pedirle perdón—dijo.

La maestra propuso contar qué partes del cuerpo sentían que los
hacía únicos. Algunos tenían lunares, otros manchas de nacimien-
to, unos podían tocarse la nariz con la lengua, otros levantar una
sola ceja. Y así, aprendieron que todos los cuerpos son diferentes.

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— Vos sos bailarina, ¿no? —le respondió el fisioterapeuta– Para
bailar se precisa mucha flexibilidad, nuestro cuerpo tiene que ser
Un tiempo después, Luna volvió al hospital para hacer- como un elástico. Si es duro, cada vez que se estira hay que hacer
se los controles de las cicatrices. Recordar el tiempo de mucha fuerza y duele. En cambio, si logramos que sea blando es
internación le daban ganas de irse cuanto antes. más fácil y cómodo de estirar.

La doctora le dijo que la volverían a operar para me- Cuando terminó la recuperación, el brazo de Luna era tan elásti-
jorar el movimiento de su brazo y a Luna le dio mucho co como quería y ya estaba preparada para bailar sin parar.
miedo.

— Son operaciones sencillas. Te van a ayudar y vas a


estar más cómoda —le dijo la doctora.
— Pero, ¿me va a doler mucho?
— No. Es muy distinto a las de antes —la calmó, antes
de explicarle todos los detalles.

A los días la operaron y Luna se sintió mejor con su


brazo. La recuperación la hacía en la casa, pero debía ir al
hospital varios días, muy temprano para hacer la fisiote-
rapia, tan importante como la operación.

Luna estaba enojada y cansada de tener que madrugar.

— No quiero venir más ni hacer los ejercicios —gritó,


molesta.

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Pasaron los años y Luna se sintió cada vez mejor con sus cica- Una tarde, Luna patinaba en la pista y cerró los ojos. Recordó a la
trices. Estaba creciendo y era todos los días un poco más alta. Ya hechicera e Indira, al explorador y la niña astronauta, y se los ima-
nadie la molestaba ni le hacía comentarios feos. ginó junto a ella bailando, patinando y festejando la vida.
Empezó a bailar en una academia de danza y patinaba en la pla-
za de su barrio. Su familia la veía sonriente mientras se preparaba
para ser patinadora y bailarina profesional.

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LUNA

Ferniland
calidad para el bienestar

Ortopedia
ómo es el día después de un niño o niña que sufre
un accidente con quemaduras? ¿Qué fases y
tiempos lleva la recuperación? ¿A qué desafíos y
miedos se enfrenta?

En Luna, te cuento mi historia de niña quemada acompa-


ñaremos a una niña curiosa y divertida que va descubriendo
el nuevo mundo que se le abre a partir de una situación que
no tiene vuelta atrás, pero sí mucho aprendizaje y amor por
delante. No está sola, porque la acompañan su mamá, sus
familiares, otros niños y todo el equipo de la Unidad de
Quemados del Hospital Pereira Rossell.

También están con ella los personajes de las historias que su


mamá le cuenta durante la rehabilitación para entender
mejor todo lo que le pasa: la hechicera e Indira, el explora-
dor, la niña astronauta y la mariposa de alas marrones.

A partir de testimonios y vivencias reales de pacientes


rehabilitados y sus familiares, esta historia ficcional busca
ayudarnos a entender de qué manera todos somos únicos.

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