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La función orgánica y social de la sexualidad

- Casilda Rodrigañez
https://sites.google.com/site/casildarodriganez/la-funcion-organica-y-social-
de-la-sexualidad

Este artículo fue escrito a petición de la revista Bostezo, aunque no se llegó a


publicar
Murcia, marzo 2009.-
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Todo invita a amar y todo ama


Y todo por vivir amando vive.
Baltasar E. de Medinilla

Amo naturalmente a quien me ama


Y no sé aborrecer a quien me aborrece
Que a la naturaleza el odio infama​.
Lope de Vega

Meciendo mi carne
Meciendo a mi hijo
Voy moliendo el mundo
Con mis pulsos vivos.
Gabriela Mistral

Los poetas y las poetisas a veces han intuido y han puesto palabras a la
verdadera función y al verdadero funcionamiento del amor, hilándolas y
ritmándolas significativamente. Recuerdo que en mi adolescencia recitaba lo de
todo invita a amar y todo ama/ y todo por vivir amando vive​, y las palabras con
su ritmo y su sentido me mecían como una madre, haciéndome ver lo que vive y
ama sobre la Tierra, más allá de la dominación y del fratricidio imperantes. No
podía imaginarme que un día poesía y ciencia se darían la mano, para
explicarnos cómo y por qué el amor y la vida funcionan de la manera en que lo
hacen. Los versos de Medinillla se confirman en sus dos dimensiones, corporal y
social, en diferentes campos; los hallazgos arqueológicos del siglo pasado se
añadieron a los de la historia y la antropología (1), y los de la endocrinología y la
neurología, a lo que la sexología y el psicoanálisis ya habían revelado (2).
Explicarlo es una tarea que me viene muy grande, y estas líneas sólo tratan de
dar algunas pistas.

La pulsión sexual y la capacidad orgástica


Para empezar, la sexualidad es un sistema que forma parte de la fisiología
humana. Según los tratados de neurología (3), el proceso comienza con el
impulso sexual que se desencadena desde el hipotálamo. El movimiento
expansivo del placer, percibido como temblor, onda, oleaje, borbotones, etc., en
su infinita gama de formas, ritmos, intensidades y matices, recorre todos y cada
uno de los rincones y niveles orgánicos que nos conforman (molecular, celular,
órganos, etc.), imprimiendo un tono y un ritmo unísono a todo el organismo.
Nuestra morfología implica dicho movimiento que cumple una importante
función en las autorregulaciones parciales y en la del cuerpo como un todo. La
capacidad orgástica corporal existe desde la etapa intrauterina y hasta que
sobreviene la muerte. La sexología científica del siglo pasado llamó también
‘carga libidinal’ o ‘libido’ al potencial orgástico inherente al organismo humano.
Reich, desde esta perspectiva científica, decía lo mismo que Medinilla cuando
aseguraba que la pulsión sexual es la pulsión vital per se (4), que deshace la
coraza, impulsa, anima y regula el organismo humano. Por eso, la castración
sexual ha sido siempre una técnica de desvitalización para la domesticación de
los animales, humanos incluidos.
Hay que tener en cuenta dos cosas difíciles de ver desde nuestro
condicionamiento cultural: la producción del deseo y el proceso de expansión del
placer son mecanismos del sistema autónomo (o involuntario) parasimpático, el
cual supone un estado de relajación corporal, difícil y escaso en un tejido social
competitivo; y también que es un proceso interno espontáneo de nuestro
metabolismo básico, que cuando se trata de pautar o convertir en una
metodología diseñada exteriormente se cortocircuita con diversas consecuencias.

Las emociones y el inconsciente


La neurología (3) también explica que las pulsiones orgánicas como las
sexuales, defensivas o de lucha, cursan con emociones y sentimientos para
implementar su desarrollo. El sentimiento amoroso y la emoción erótica
acompañan el desarrollo de la pulsión sexual produciendo una armonización de
los sistemas corporales, en un movimiento expansivo tan impresionante que a
veces se ha calificado de sentimiento oceánico, como si el cuerpo fuera tan solo
una gota de agua en medio de toda el agua y fuerzas del océano. Sin embargo,
si la pulsión se inhibe, el sentimiento y la emoción quedan huérfanas de la
pulsión que las daba sentido, provocando una pérdida de la sabiduría emocional,
creando desconcierto y ansiedad. El llamado analfabetismo emocional es fruto de
la represión, y es la punta del iceberg de un fenómeno represivo interno más
amplio. La propia desconexión interna, fraguada en un desarrollo ontológico de
inhibiciones continuado, hace que el proceso sexual y su frustración sean a
menudo sensorialmente imperceptibles e inconscientes.
De hecho, el inconsciente fue descubierto por G. Groddeck (5) al observar
las pulsiones sexuales más fuertes y a la vez más silenciadas de nuestra
sociedad: las pulsiones maternales. El amor materno tiene, en la madre y en la
criatura, la carga libidinal más alta porque es el único amor simbiótico de la vida
humana, y la fuerza y características de la pulsión se formaron para mantener la
atracción mutua durante el desarrollo orgánico en estado simbiótico. La
importantísima función de esta libido, en un periodo especialmente sensible de
nuestra formación, fue descrita por M. Balint (6). Hablar hoy del amor materno
como una producción del sistema sexual suena a marciano (7), porque está
desfigurado y corrompido, sometido a una represión particularmente inexorable
según palabras de Freud (8). Es preciso tener en cuenta la devastación patriarcal
de la sexualidad de la mujer (la anulación del deseo que ha supuesto su
sometimiento durante generaciones, los ginocidios recurrentes de las cazas de
brujas, la actual fuerza del marketing sociológico, etc.) para comprender cómo
es posible que nuestro condicionamiento cultural consiga la trágica supresión
actual de la libido materna, d-esquiciando toda la sexualidad y toda la vida
humana.
La sexualidad es un encadenamiento de procesos que tienen lugar en
todos los niveles de organización del cuerpo, pero no es un proceso que se cierra
en el cuerpo humano, sino que está abierto al exterior, y depende de que los
demás congéneres, empezando por la madre del periodo simbiótico de
gestación, vivan a su vez en el despliegue de su libido, en el continuum de la
sexualidad y del amor. Si el cuerpo no puede abrirse al amor y a la sexualidad
de sus congéneres, su repliegue y su encierro acaban por frenar la producción
propia. No hay placer sin con-placer. La sexualidad tiene una expansión y una
función básica en el tejido de las relaciones sociales. Como decían Deleuze y
Guattari (9) el deseo recorre o debería recorrer el campo social.
Pese a las actuales apariencias, la sexualidad impulsa todas las etapas de
la vida humana, siendo la sexualidad coital sólo una parte de la misma. El
proceso sexual tiene una función reguladora que va más allá de la reproducción,
tal y como el propio deseo y nuestra propia experiencia diaria se encargan de
hacernos saber, a pesar del acorazamiento y de las desconexiones internas

Una armonía hecha de diversidad, reconocimiento y reciprocidad


Según palabras del neurólogo francés H. Laborit: ​“Somos un conjunto
hipercomplejo de sistemas, en el que cada sistema engloba al precedente y se
halla englobado por el de complejidad superior: así pasamos de la molécula al
complejo enzimático (…), luego a las organizaciones intracelulares, luego a las
células, de éstas a los órganos, de los órganos a los sistemas, hasta alcanzar el
nivel del organismo entero” (10). Esta organización en niveles de complejidad,
por un lado es un resultado evolutivo, y por otro, un requisito de la propia
complejidad y diversidad in-formacional, es decir, de la complejidad y diversidad
de funciones que nos dan forma y nos hacen ser lo que somos y no otra cosa.
El proceso evolutivo que dio lugar a los organismos vivos complejos se ha
llamado simbiogénesis (11), y explica que las formas de vida evolucionaron de
las más simples a las más complejas por acoplamientos simbióticos (de ahí el
término ‘simbiogénesis’). Una simbiosis quiere decir que dos formas de vida
autónomas, con su capacidad de autorregulación y su ecosistema propio, se
unen promoviendo una autorregulación conjunta y un ecosistema común en el
que ambas quedan englobadas, manteniendo cada cual su propio
funcionamiento autorregulador. Esto explica que una célula no deja de ser una
célula porque forme parte de un tejido. Es decir, la simbiogénesis explica que en
un organismo hipercomplejo cada sistema que lo forma tiene una capacidad de
autorregulación propia, y por eso se dice que es un ‘sistema cerrado’ en su
organización, y al mismo tiempo “abierto” en su relación ‘in-formacional’ con los
otros sistemas.
Tan importante es que se mantenga el cierre organizativo de un sistema
(su autorregulación), como su apertura informacional y relación con los demás
(autorregulación común). Los sistemas orgánicos están continuamente
enviándose señales entre sí y en todos los sentidos y direcciones, y cada vez se
encuentran más enzimas, fijadores, moduladores, etc. que forman parte de los
procesos, así como los ‘receptores’ de las señales… Es una armonía hecha de
diversidad, reconocimiento y reciprocidad. La relación establecida entre todos los
niveles, hace que los mensajes in-formacionales circulen electrónicamente,
molecularmente, etc., traspasando moléculas, células, órganos, etc. La
morfología corporal que estudiamos en el bachiller es un compendio de
encadenamientos que forman un determinado nivel de organización corporal: las
redes vasculares en las que viajan todo tipo de moléculas, las redes neurales,
neuro-musculares, neuro-endocrino-musculares, cardio-vaculares… etc. etc.
Imaginemos ahora todo lo que sucede a otros niveles, pensando tan sólo en el
recorrido de un electrón que viaja en cascada en los procesos de oxidación, o el
proceso de formación de las moléculas de ATP, o en cualquier otra cosa conocida
de nuestra fisiología, para entender que la ‘apertura’ de los sistemas supone una
infinidad de avisos y señales circulando armoniosa y continuamente en el
hipercomplejo conjunto corporal.

La sinergia y el principio de co-operación


Y ahora pensemos en el modo de funcionar unísono y sincronizado de toda
esta complejísima organización. Dice Laborit: “Si en un organismo no existen
jerarquías, no existe relación de dominio, es porque cada célula, cada órgano,
cada sistema, realiza una función cuya finalidad es participar en la conservación
de la estructura del conjunto, sin la cual ningún nivel de organización, del más
simple al más complejo, podría sobrevivir” (10). A diferencia de la organización
jerárquica vertical por la que circulan las órdenes, en el mundo orgánico circulan
los avisos y las señales, según establecido en su propia formación en el proceso
evolutivo. Este tipo de organización, sin jerarquización a pesar de su increíble
diversidad y complejidad, se ha llamado sinergia (12), y ha sido posible en una
larga evolución de procesos de simbiogénesis.
Así pues la cooperación no es un principio ético o político, es un principio
orgánico. Es un principio ético en la medida en que es necesario que la cultura
no vaya contra natura.
La sinergia de un organismo presupone su armonía interna; de otro modo no
sería tal organismo; la armonía de la diversidad es una cualidad in-formacional
de los entes orgánicos (13).
​Esta comprensión de la dinámica y morfología interna de las formas vivas
nos permite entender la función del movimiento del placer que recorre los
diferentes niveles de sistemas orgánicos (molecular, celular, etc.) estableciendo
un tono y un ritmo unísono común a todos; es decir, es una función sinérgica
para el desarrollo de todas las cualidades y capacidades corporales. Podemos
entender también que su inhibición produce cierres, desconexiones, repliegues,
contracciones, rigideces, acorazamientos, encharcamientos, putrefacciones… en
definitiva el despiece corporal. ​El alma es una unidad imaginaria que compensa
el cuerpo realmente despiezado, ​decía Jesús Ibáñez (14), explicando hasta qué
punto son necesarias estrategias culturales de sublimación emocional para
reprimir la sexualidad. Despiece y enfermedad como explicó Reich (15):
retracción, agonía y muerte de las células (origen del cáncer), cuando pierden la
regulación de la apertura de ciertos sistemas; señalando en concreto la relación
entre el cáncer de útero y de mama y la represión sexual de la mujer, relación
ya confirmada por estudios epidemiológicos.

Un importante indicador del placer: la densidad y la ubicación de los


receptores de oxitocina
Veamos ahora en concreto un aspecto de la fisiología del proceso sexual.
La pulsión sexual pone en marcha un específico sistema
neuro-endocrino-muscular, que activa el sistema autónomo parasimpático y
cierra el simpático (si se abre el simpático el proceso automáticamente se
detiene); segrega un cóctel de hormonas sexuales, entre otras la oxitocina (2)
que al llegar a sus receptores específicos, ubicados en unos determinados haces
musculares inervados al parasimpático, les hace vibrar y latir
(contracción-distensión, sístole-diástole), para bombear y eyectar el líquido
seminal, eyectar flujo vaginal para proceder al coito, bombear y eyectar la leche
de las glándulas mamarias, abrir los haces musculares del útero para proceder al
parto, o simplemente expandir el placer por todo el cuerpo, porque no por
casualidad la ubicación de los receptores de oxitocina coincide con lo que
llamamos zonas erógenas del cuerpo. Leboyer, refiriéndose al parto, habló del
ritmo ciego y todopoderoso del mundo visceral, y Odent ha explicado (16) que
ese ritmo es el ritmo de la pulsión, de la secreción de oxitocina y del latido de los
tejidos y vísceras donde se hallan los receptores de oxitocina (por eso
popularmente se dice que el amor verdadero es visceral); un ritmo simultaneo al
de los otros niveles de nuestra morfología.
El sistema sexual tiene un proceso de formación ontogénico, y la cantidad
de receptores de oxitocina es variable (17) y depende del desarrollo de las
pulsiones sexuales primales e infantiles. En culturas previas al Tabú del Sexo,
antes de la prohibición de la sexualidad espontánea, encontramos juegos y
bailes que estimulaban y recreaban la sexualidad uterina desde la infancia: los
famosos corros femeninos (18), danzas del vientre y otras prácticas autoeróticas
en torno a la excitación del útero (las famosas escobas de las brujas no eran
para volar), incrementaban la densidad de receptores de oxitocina necesaria
para el desarrollo de la capacidad orgástica, y para parir fácilmente y con placer.
Las pulsiones infantiles tienen una función orgánica necesaria y un sentido
benefactor ​en la vida humana. R. Serrano Vicens (19) recogió 1417 historias
sexuales de mujeres que revelan que el desarrollo de la capacidad orgástica
femenina durante la infancia y la adolescencia, con prácticas ​autoeróticas y
lésbicas, en la España de los años 50, antes de la era del marketing, era todavía
muy elevada; y que la ninfomanía de la mujer es un calificativo calumnioso
misógino para hacer patológico y anormal un hecho normal y natural. Este
estudio muestra también, corroborando lo anteriormente dicho, que cuanto más
desarrollo de la sexualidad en la infancia y adolescencia, más éxito y mayor
grado de satisfacción se daba en las relaciones conyugales. Muestra también que
la actual división de la sexualidad ‘homo’ y ‘hetero’ es artificial. Serrano Vicens
era médico de cabecera.
El placer siempre está producido por el sistema sexual y tiene una gama
infinita de formas, intensidades y matices. Maryse Choisy (20) ha descrito un
tipo de orgasmo atípico en mujeres al que llamó ‘no paroxísmico’, que se
produce cuando el útero en lugar de latir mantiene un determinado temblor
sostenido, como el temblor de una medusa suspendida en el mar. Choisy habla
de orgasmo porque realiza toda la descarga del potencial libidinal al igual que los
otros tipos de orgasmos, como lo prueba el estado subsiguiente de plena
gratificación. Pero hay procesos en que se descarga sólo una pequeña parte del
potencial, o se descarga de forma muy sutil. Hay estudios que muestran que en
una comida amistosa, en la que la gente se siente a gusto, se producen
secreciones de oxitocina; y también hay estudios hechos en mujeres, cuando se
juntan con amigas, comprobándose también la subida de los índices de
oxitocina; y también hay quien piensa que la risa, que hace temblar las células
con sus flexibles membranas, forma parte del sistema sexual o es un pariente
cercano.
La sexualidad produce la sensación del bienestar que acompaña a la
autorregulación corporal, a la plenitud de la armonía de la sinergia corporal
(como cuando un gato ronronea); por ello tonifica y anima a los cuerpos,
propicia iniciativas y creatividad (ganas de hacer cosas, pasión por las cosas), y
se retroalimenta seduciendo, consintiendo y complaciendo. ​“Buscar el placer y
evitar el dolor es la vía de acción –algunos dirían Ley- del mundo orgánico”,
decía Kropotkin (21), resumiendo de modo sencillo la función de la sexualidad.
El placer no es una ilusión del neocortex, hay que decirlo, porque lo único que
nos enseñan en el sistema educativo es la morfología de los órganos genitales.
Ni siquiera en las universidades de medicina o de psicología se habla del deseo y
de la capacidad orgástica, cuando la ciencia tendría ya todos los datos para
acabar con los mitos y mentiras inventados para organizar la inhibición de la
sexualidad. Especialmente grave es el mantenimiento del oscurantismo en
relación con la maternidad, por su función clave en la vida humana.

Una civilización es sostenible si respeta el funcionamiento básico de la


vida
Los antropólogos y antropólogas del siglo pasado que hicieron trabajo de
campo en algunos lugares alejados de nuestra civilización (22), coinciden en
señalar la espontaneidad y la felicidad de las gentes, que en la simplicidad de
sus vidas mantenían el funcionamiento básico de la vida. Dicho esto, hay que
añadir de inmediato que la vida no es incompatible con la tecnología o la
industria, y que una civilización puede ser todo lo compleja que se quiera, sólo
tiene que respetar lo básico de la vida para que sea sostenible. Nuestra
civilización patriarcal no es sostenible porque impide el modo de funcionar básico
de la vida.

.
(1) Ver los libros ‘El Asalto al Hades’ (cap.2), ‘La sexualidad y el funcionamiento de la
dominación’ (epílogo), y ‘Pariremos con placer’. (​www.casildarodriganez.org/libros​).
(2) Ver ‘La represión del deseo materno y el matricidio a la luz de la neurología y la
práctica clínica neonatal’ (Jaca 2006) y ‘El matricidio: correlación entre líbido y fisiología’
(Zaragoza 2006) (​www.casildarodriganez.org​), en donde cito algunos de ellos.
Señalar también por su importancia: ODENT, M., ‘¿El final del asesinato de Cristo?’,
revista francesa L'Arc nº 83, (​www.esternet.org​); a los autores LABORIT,H., SCHORE,
A.N., LLOYD DE MAUSE y NILS BERGMAN (‘Le portage Kangaroo,’ ‘La Leche League
France’, marzo 2005). En cuanto a la endocrinología hay dos libros que constituyen un
hito en la cientificación del amor: PEDERSEN C.A. ET AL ‘Oxitocin in maternal, sexual
and social behaviours’, ‘Annals of the New York Academy of Sciences’, 1992; 6527; y
NEWTON,N., ‘Maternal emotions’, Nueva York 1955.
(3) KAHLE, W., ‘Atlas de Anatomía III: Sistema nervioso y órganos de los sentidos’,
Omega 1994.
(4) REICH, W. (1942), ‘La función del orgasmo’, Paidós 1995.
(5) GRODDECK, G. (1923), ‘El libro del ello’, Taurus 1981.
(6) BALINT, M. (1979), ‘La falta básica’, Paidós 1993.
(7) En Japón sí existe el concepto de amae o amaeru para designar el amor primal.
Takeo Doi (1962) ‘Amae, a key concept for understanding Japanese personality
structure’. Psychologia (Kyoto), vol 5,1.
(8) FREUD, S. (1931) ‘Sobre la sexualidad femenina’, Tomo III Ob. Completas, B.
Nueva, 1968.
(9) DELEUZE, G. y GUATTARI, F., ‘El antiedipo, capitalismo y esquizofrenia’, Paidós
1985.
(10) HENRI LABORIT (1981) ‘Mecanismos biológicos y sociológicos de la agresividad’, en
‘La violence et se causes', ed.UNESCO, Paris (pág.49). (​www.unesco.org​).
(11) MARGULIS, L., SAGAN, D. ‘¿Qué es la vida?’, Tusquets 1996.
(12) Sobre los tipos de organización ver ‘¿Domina el sistema neurológico humano a los
demás sistemas del cuerpo?’ pulposymedusas.blogspot.com
(13) Más pistas sobre la armonía orgánica en el cap. 1 de ‘El Asalto al Hades’ (nota 1).
(14) IBAÑEZ, J., ‘Por una sociología de la vida cotidiana’, Siglo XXI 1994.
(15) REICH, W. (1948), ‘La biopatía del cáncer’, N.Visión 1985.
(16) ODENT, M., Primal Health, Clairview 2002.
(17) ODENT, M., ‘La cientificación del amor’, Creavida 1999.
(18) GARRIDO, M.C., ‘El juego del corro en la cultura femenina’, Inédito 2006.
(19) SERRANO VICENS, R., ‘La sexualidad femenina’, Júcar 1972; ‘Informe Sexual de la
Mujer Española’, Lyder 1977.
(20) CHOISY, M., ‘La guerre des sexes’, Premiers 1970.
(21) KROPOTKIN, P., ‘Folletos Revolucionarios I’, Tusquets 1977.
(22) ZERZAN, J., en ‘Futuro Primitivo’ (Numa, Valencia 2001) cita varias decenas de
ellos. También recogido por Felix Rodríguez de la Fuente (‘Animales Salvajes de África
Oriental’, Everest 1984).

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