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terpelación «¡Este no es usted!», se me ocurre a veces la si
guiente respuesta: «¡Por supuesto que este no soy yo! Saque
su pasaporte y dígame si ese es usted o no. ¿A que no?» Ahí
estamos clavados el agente y yo, reviviendo la escena central
de Hegel de « I ndependencia y sujeción de la autoconciencia:
señorío y servidumbre». Pero no me hago el listo. Sé que en
esta escena me toca el papel del siervo y no el del amo. Co
rro hacia el redil del reconocimiento: las fronteras del juego
del lenguaje están llenas de instituciones de reclusión y casti
go. Niego lo que la deconstrucción queer me ha enseñado y
reafi rmo el aparato de producción social de género: digo,
apoyándome en una carta de mi abogada, que se me asignó
por error sexo femenino en el nacimiento y que m i sol icitud
de reconocimiento de la identidad masculina está siendo ob
jeto de trámite en un juzgado del Estado español. Estoy en
transición. Estoy en la sala de espera entre dos sistemas de
representación excluyentes.
Transición es el nombre q ue se da al proceso q ue su
puestamente lleva desde la femin idad a la masculinidad (o
viceversa) a través de un protocolo médico y legal de reasig
nación de identidad de género. A men udo se en uncia «estoy
haciendo mi transición». En inglés, el m ismo verbo se conju
ga en gerundio: «/ am transitioning. Ambas expresiones pa
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legales semejante al del migrante, al del exiliado y al del refu
giado. Todas ellos se encuentran en un proceso temporal de
suspensión de su condición política.
Tamo en el caso de las personas trans como en el de los
cuerpos migrantes, lo que se demanda es refugio biopolítico:
ser literalmente sujetado en un sistema de ensamblaje semió
tico que da sentido a la vida. La falta de reconocimien to le
gal y de soporte biocultural niega soberan ía a los cuerpos
trans y migran tes y los si túa en una posición de alta vulnera
bil idad social. Dicho de otro modo, la densidad onrológico
política de un cuerpo trans o de un cuerpo migrante es me
nor que la de un ciudadano cuyo género y nacionalidad son
reconocidos por las convenciones administrativas de los Esta
dos-nación q ue habita. En térm inos de Althusser, podríamos
decir que trans y migrantes se encuentran en la paradój ica
situación de pedir que se los interpele como sujetos por los
mismos aparatos ideológicos del Estado que los excluyen. Pe
di ríamos ser reconocidos (y, por tanto, sometidos) para po
der desde ahí inventar formas de sujeción social libre.
Lo que trans y migrantes solicitan al pedir cambio de gé
nero o asilo son las prótesis administrativas (nombres, dere
chos de residencia, documentos, pasaportes . . . ) y bioculturales
(ali mentos, fármacos o compuestos bioquímicos, refugio, len
guaje, autorrepresentación . . . ) necesarias para construirse como
ficciones políticas vivas. La así llamada «crisis» de los refugia
dos o el supuesto «problema» de las personas trans no puede
resolverse con la construcción de campos de refugiados o de
clínicas de reasignación sexual. Son los sistemas de producción
de verdad, de ciudadanía política, y las tecnologías de gobier
no del Estado-nación, así como la epistemología del sexo
género binario los que están en crisis. Y es el espacio político
en su conjunto el que debe entrar en transición.
Kassel, 28 de mayo de 2016
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