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CUADERNOS

DE LA
EALIDAD
NAGONAL
N“ 4 JU N IO 1970 Trimestral

Leonardo CA STIL LO , Arturo SA EZ, Patricio RO G ERS


N otas para un estudio de la historia del m ovim iento obrero en Chile

O svaldo SUNK EL
Cam bios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación en Chile (1938-1969)

Jaeques C H O N C H O L
Poder y Reforma Agraria en la experiencia chilena

R a ú l U R 2U A
Fundaciones y Universidad: un punto de vista

A ntonio A V A R IA
El em plazam iento del escritor latinoam ericano

G onzalo M AR TN ER
El pensam iento estructuralista y la crisis en las Ciencias Sociales

Franz H1NKELAM M ERT


La teoría clásica del im perialism o, el subde^arrollo y la acum ulación socialista

Francisco M A R D O N E S S.
Proposiciones para un pronunciam iento de la facultad de m edicina de la Universidad
de Chile sobre el control de la natalidad

Notas bibliográficas

UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL


CEREN
CUADERNOS
DE LA
REALIDAD
NACIONAL
N” 4 JUNIO 1970 Trimestral

Leonardo CASTILLO, Arturo SAEZ, Patricio ROGERS ■


3 Notas para un estudio de la historia del movimiento obrero en Chile
Osvaldo SUNKEL
3t Cambios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación en Chile (1938-1969)
lacques CHONCHOL
50 Poder y Reforma Agraria en la experiencia chilena

Raúl URZUA
88 Fundaciones y Universidad: un punto de vista
Antonio AVARIA
101 El emplazamiento del escritor latinoamericano

Gonzalo MARTNER
109 El pensamiento estructuralista y la crisis en las Ciencias Sociales

Franz HINKELAMMERT
137 La teoría clásica del imperialismo, el subdesarrollo y la acumulación socialista
Francisco MARDONES S.
161 Proposiciones para un pronunciamiento de la facultad de medicina de la Universidad
de Chile sobre el control de la natalidad

169 Notas bibliográficas

UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL


CEREN
CONTENIDO DE LAS NOTAS BIBLIOGRAFICAS

— Editorial Universitaria, Colección Escritores Coloniales de Chile.


Ai. T. González

— A. Mattelart, M. Piccini, M. Mattelart: Los Medios de Comunicación de Masas (la ideo­


logía de la prensa liberal en Chile).
F. Hirikelammert

— PLANDES: Ciencia y Tecnología para el desarrollo económico y social chileno.


F. Reyes M.

— PLANDES: Chile: Desarrollo económico y social reciente (un intento de análisis global).
C. Ferrari P.

— Sección Teoría: Presentación de las obras de H erbert Marcuse.


R. Vera G.
F. Vergara E.

ESCUELA LITO-TIPOGRAFICA SALESIANA “ LA GRATITUD NACIONAL”


Notas para un estudio de la historia
del movimiento obrero en Chile
Leonardo Castillo
Profesor CEREN.

Arturo Saez
Profesor Escuela Periodismo
Universidad de Chile.
Bibliografía de:
Patricio Rogers
Profesor de Historia Fondo José
Toribio Medina.

Introducción
Una de las características más relevantes de los países en vías de
industrialización, es la formación de vastos contingentes populares, uni­
dos precisamente a las transformaciones que plantea una situación de
crecimiento.
La comprensión de las potencialidades para el cambio, la perma­
nencia, aceptación o rechazo del sistema de poder vigente, es un dato
de importante precisión en los sectores políticos y, en general, para
las estrategias de desarrollo sugeridas para la región. En este sentido,
los grupos subordinados adquieren una connotación estratégica de in­
quietantes relieves. No es de extrañar entonces la profusión de publica­
ciones y autores que dedican parte importante de su quehacer al estu­
dio de los temas obreros o "clases populares”, incentivaciones que no
solamente permanecen en la explicación del momento actual, sino que
proyectan sus líneas de análisis hacia el pasado, en un intento de re­
cuperar los elementos que interactúan en una línea temporal de larga
duración.
En Chile, el estado actual de las investigaciones ligadas a los pro­
blemas señalados, permite recoger una respetable bibliografía que reúne
unos cincuenta o más títulos disímiles, no solamente por sus contenidos,
sino también por la disparidad de enfoques metodológicos y de calidad
en el desarrollo de los temas propuestos. Del mismo modo, el volumen
de documentación posible de recoger es ingente y rebasa, con mucho,
las posibilidades de tratam iento sistemático de un solo investigador,
exigiendo más bien la colaboración fecunda de un equipo de trabajo in­
terdisciplinario.
La historia obrera en Chile es de, relativamente, antigua data. La
preocupación por las reconstrucciones más o menos sistemáticas se re­
montan a la década de 1870-1880. Es claro que la inquietud que impulsa
al conocimiento como vehículo de dominio, se acrecienta con el correr
del siglo XIX y el advenimiento del XX. La ideología liberal no enfrenta
directamente el problema “movimientos obreros”, pero la elaboración
— 3
de una teoría filosófica-política de justificación al "statu quo” se eviden­
cia de manera manifiesta en los escritos de los historiadores tradicio­
nales.
El prim er intento de una síntesis coherente lo encontramos en
el valioso libro de Hernán Ramírez Necochea "Historia del Movimiento
obrero en Chile”, obra que aporta una cantidad enorme de antecedentes
para el siglo XIX y que, en verdad inaugura una situación de búsqueda
sistemática en los archivos documentales, periódicos y otras fuentes iné­
ditas sobre el tema. Por otra parte, el libro retrotrae los orígenes del
movimiento obrero a mediados de la prim era mitad del siglo XIX, libe­
rando de esta manera el problema de algunos rígidos marcos temporales
que lo situaban solamente en el enclave salitrero y muy tardíamente en
la centuria. Al interesante estudio de Ramírez sigue una serie de publica­
ciones —de las cuales dará mayor noticia la bibliografía especialmente
elaborada para este trabajo por el profesor Patricio Rogers— que aporta
nuevos y variados elementos de juicio, pero que en general está consti­
tuida por “monografías útiles”, que tratan sumariamente un aspecto
particular o alguna serie de conflictos especialmente significativos.
El auge de las ciencias sociales, particularmente de la sociología,
agrega una matización distinta a los análisis, que, en lo metodológico,
significa un aporte a las insuficiencias instrumentales de los estudios
históricos. De este nuevo tipo son los excelentes estudios y trabajos de
Alain Touraine, Enzo Faletto, Eduardo Ruiz, Fernando H. Cardoso y Gino
Germani, sólo por mencionar algunos.
Pero continúa la carencia fundamental que no logra llenar el va­
cío que media entre 1850 y 1970 con una gran síntesis explicativa que
comprenda la suma de elementos incorporados al debatido concepto “mo­
vimientos obreros”. Es la misma carencia que subsiste en la totalidad
de la historia nacional, a despecho de la pretendida “vocación historicis-
ta ”. El acceso a un modelo explicativo que supere el relato, sólo puede
ser el producto de una paciente reconstrucción donde participen téc­
nicas de relevamiento y procesamiento documental que no desdeñen
las vetas aparentemente más baladíes y superficiales. Es evidente tam­
bién que la recuperación de una parte de la historia nacional no basta
para entregar la comprensión de todas las variables en juego. Subsiste
el imperativo categórico de reconstruir el desarrollo económico y social
de Chile como una totalidad; en este sentido, como una estructura de
partes que interactúan dialécticamente.
Pero esta pretensión rebasa con exceso los límites del artículo
que entregamos, llenos de dudas, a esta publicación. Es siempre más
fácil señalar carencias que satisfacer demandas intelectuales.
Esta aproximación a un problema inserto profundamente en el
cuerpo de la historia nacional, sólo puede justificarse con algunas inten­
cionalidades que anotamos.
1?) Un esquema interpretativo de los grandes ciclos del movimiento
obrero en Chile. Un ensayo de periodización que se legitimiza en un
intento de explicación coyuntura! de los “momentos” destacados de la
historia de los movimientos obreros.
2°) Un intento de situar a los grupos populares en una estructura
de poder insuficientemente conocida.
3?) Un aporte bibliográfico que recoge una serie de publicaciones
y documentos relativamente desconocidos para el lector medio.
4 —
Ha parecido aconsejable dividir el trabajo en dos partes, dos ex­
tensos períodos, desiguales en sus características estructurales, diferen­
cias que permiten señalar un quiebre hacia 1930, en que advertimos la
iniciación de una nueva etapa.
El prim er período (1840-1930) se caracteriza por una situación
nacional típicamente "exportadora”, con un desarrollo dependiente "ha­
cia afuera”, monoproductor y objeto de un enclave imperialista de cap­
tación de riquezas básicas. Lo anterior supone, por sus implicaciones
mineras, un movimiento obrero mayoritario, geográficamente localizado
en núcleos autosuficientes, en proceso de organización y marginado del
sistema nacional de decisiones. Por último, el período evidencia una es­
tructura de poder fuertemente "impermeable” a la penetración de los
sectores subordinados y con un diseño de ejercicio de la autoridad polí­
tico-económica marcadamente oligárquico.
La crisis de 1930 señala una expansión de los sectores obreros a
nivel nacional, que sigue la redefinición de los modelos de desarrollo que
aporta la crisis. El crecimiento de las capas proletarias que acompaña
al proceso de sustitución de importaciones y los intentos industrialistas,
ejerce una efectiva presión sobre el sistema institucional y obliga a los
sectores dominantes a entregar aperturas de participación en el sistema
de decisiones, participación ampliada que se cumple a través de alianzas
con capas medias ascendentes. Es perceptible una redefinición de la
política general de los movimientos obreros que acepta esta alianza con
los sectores medios como alternativa de participación.
Los intentos de control de la clientela electoral caracterizan el pe­
ríodo. Es posible destacar una variable nueva que inaugura la década
del cincuenta: los movimientos poblacionales, que aunque aislados y
carentes de organización sistemática, participan de una totalidad expli­
cativa.
Finalmente el enclave imperialista, modifica su situación anterior
en términos cualitativos, al extender sus relaciones al dominio de capi­
tales y control industrial, que plantea un nuevo carácter a la dependencia.
En el trabajo que ahora presentamos, sólo consideramos el pe­
ríodo 1840-1930, que ofrece, aparentemente, una accesibilidad mayor que
los años posteriores a 1930. De ninguna manera este breve ensayo preten­
de agotar las posibilidades de conocimiento, antes bien, significa el plan­
teamiento de algunas aperturas de investigación. Creemos que el estudio
y reflexión de estos temas es una obra en proceso, abierta al impulso
renovador de una nueva metodología y un desafío permanente a la con­
ciencia crítica del quehacer académico y científico.

Los cambios del sistema oligárquico


El tránsito de una economía oligárquico-terrateniente, de base
agrícola exportadora, a un modelo de desarrollo en que convergen una
suma de elementos ajenos a las formas agrícolas puras, no se produce
en realidad de una manera abrupta e inmediata. Demasiado a menudo
el esquematismo de los historiadores o estudiosos del siglo XIX, reduce
los términos del cambio a una causalidad fácil, que no se ajusta abso­
lutamente a la larga duración y complejidad de los fenómenos económi­
cos. Desde luego la "fase semi feudal” que durante algunos años sirvió
como explicación a una modalidad de producción en haciendas trigueras,
nos parece hoy poco adecuada para describir una unidad productiva que,
sin duda, podemos calificar de empresa capitalista. La base de exporta­
ción y la característica fuertemente dependiente del sector agrario, im­
piden situarlo en los parámetros especialísimos de una economía feudal.
Por otra parte, bastante se ha insistido en la empresa de conquista y
colonización como una aventura capitalista, para volver ahora a supera­
dos debates x. Bástenos señalar, para las exigencias de nuestro análisis,
la necesidad de retom ar los estudios de estas décadas conflictivas (1810-
1850) como parte de una estructura más amplia, cuya dinámica es pre­
ciso emplazar con mayor rigurosidad.
Por otra parte, es necesario considerar que la independencia na­
cional no significa una solución de continuidad a un continuo económico
exportador-dependiente, sino solamente un cambio de mercados y el in­
greso a una órbita mundial contactada antes solamente en las activida­
des de contrabando. En lo jurídico o institucional, como señala Antonio
García: “Con las revoluciones de la Independencia term ina la colonia
española o portuguesa, pero no se cierra el ciclo histórico de la sociedad
colonial. Desde el punto de vista del proceso político cultural de la Amé­
rica Española, la sociedad colonial llega a su apogeo no antes sino des­
pués de la revolución de la Independencia2.
Es claro también, que los esfuerzos del imperialismo inglés en la
prim era m itad del siglo XIX, estuvieron orientados preferentemente a
la consolidación de una división internacional del trabajo y la produc­
ción, que ubicaba a los países latinoamericanos como abastecedores de
una gigantesca "fábrica m etropolitana3. Esta dimensión internacional
confiere univocidad de sentido al cuadro, bastante abigarrado por cierto,
de las nacientes economías nacionales.
En suma, las variables a considerar no solamente plantean exi­
gencias de complejidad, sino también necesidades de insertar estos indi­
cadores profundamente en una línea temporal, cuyo punto de partida
parece encontrarse en el acto de Conquista. Las contradicciones del
capitalismo no se constriñen a períodos relativamente tardíos del 1900. Al
contrario, rebasando la vida nacional, crecen al compás del desarrollo
colonial y prolongan sus efectos hasta nuestros d ía s4.
Superado el período de los ensayos constitucionales, Chile enfrenta
el orden de 1830 y la juridicidad autocrática de 1833. Situado favorable­
mente ante la demanda externa de metales y cereales5 realiza la apertu­
ra de su comercio exterior en condiciones óptimas: “Como era natural
y hasta necesario, el comercio exterior pasó a ser la fuerza motriz del
sistema económico doméstico, ligando así el curso y avatares de nuestro
desarrollo con lazos íntimos a las fluctuaciones de la economía mundial
o, más concretamente, de los países rectores, sobre todo de Inglaterra” 6.
El desarrollo del horizonte minero se inicia con la explotación de
los minerales de la plata en 1832 (Chañarcillo), que significan la incor­
1Haring, Clarence: El imperio hispánico en América. Col. Dimensión americana. Ed. Solar-
Hachette. Bs. As. 1966. P a ra el caso especial de Chile véase: Andre Gunder Frank. Chile:
el desarrollo del subdesarrollo. En revista “Monthly Review” . Selecciones en castellano.
Año V. N’ 4647. Ed. M. R. Santiago, Chile, 1968.
2 García, Antonio: Dinámica de las reformas agrarias en América Latina. Ediciones ICIRA.
Santiago de Chile, 1968.
3 Furtado, Celso: Lo economía latinoamericana desde la conquista ibérica hasta la revo­
lución cubana. Estudios Internacionales. Ed. Universitaria. Santiago, 1969.
4 Gunder F rank, André: Chile: el desarrollo del subdesarrollo, op. cit.
5 Furtado, Celso: La economía latinoamericana.. . Op. cit.
6 Pinto Sta. Sruz, Aníbal: Chile un caso de desarrollo frustrado. Col. América Nuestra.
Ed. U niversitaria. Santiago, 1962.

6 —
poración de una importante corriente de capitales. La explotación del
cobre crece de manera extraordinaria situando a Chile a la cabeza de la
producción mundial en este ru b ro 7. El año 1845 inaugura la explotación
del carbón, que advertimos unida a algunos empresarios importantes
como Juan Mackay, Jorge Rojas, Federicó Schwager y Guillermo Délano.
Los combustibles impulsan el maquinismo y el crecimiento de los trans­
portes, especialmente con Guillermo Wheelwright, que con el aporte de
capitales ingleses, funda la Compañía de Vapores del Pacífico8.
Las exportaciones de cereales y harinas experimentan una fuerte
alza en el período 1844-1860, especialmente incentivada por la apertura
de los mercados californianos y australianos.
Un indicador importante como el aumento del sector exportador,
nos aporta una imagen del crecimiento: entre 1844 y 1860, las exporta­
ciones suben de 6 millones de pesos anuales a 25 millones de pesos 9.
Los cambios de infraestructuras que afectan tan profundamente
la fisonomía económica nacional, tienen un paralelo inmediato en los úl­
timos años de la década del treinta, en las medidas gubernamentales y
y administrativas, auspiciadas por Rengifo especialmente, en la dictación
de las leyes aduaneras de inmediatas e importantes consecuencias en la
promoción de una marina mercante nacional y de una protección a los
comercios locales en formación 10.
Finalmente, en este cuadro bastante esquemático, debemos men­
cionar la política ferrocarrilera de Montt, que aunque algo tardíamente
para la década, significa una concentración importante de capitales y
elementos humanos.
“En resumen experimentamos desde el punto de vista económico
un considerable avance con respecto al nivelen que nos hallábamos al co­
menzar nuestra vida independiente. No pudimos, sin embargo llegar a un
capitalismo industrial, es decir a un modo capitalista de producción. Tal
fenómeno ocurrió por dos motivos principales: la interferencia del capi­
tal inglés, interesado en que conserváramos la calidad de centro produc­
to r de materias primas y consumidor de artículos manufacturados, y la
supervivencia de una estructura agraria con elementos típicamente feu­
dales” «
Pese a las reservas que formulamos frente a los juicios del profe­
sor Ramírez, se evidencia en lo transcrito la exactitud de la connotación
del cambio experimentado entre 1830-1850 y las limitaciones de un mo­
delo de desarrollo capitalista-periférico atado fuertemente a los centros
del capitalismo comercial y financiero mundial. Los años posteriores mos­
traron la precariedad de los términos de intercambio suscritos por la
economía nacional. Como anota Gunder Frank: "Esta intensa integración
de Chile en el mercado mundial fue, para emplear el término más suave,
una bendición dudosa. En rigor, para un país que participa de ese mer­
cado y del sistema mundial capitalista o imperialista como satélite de la
metrópoli de ultram ar, tenía que resultar necesariamente una maldi-
• * tt 1 ?
cion
7 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero en Chile. Antecedentes siglo
XIX. Talleres Gráficos Lautaro, 1956, Santiago.
8 Jobet, Julio César: Ensayo crítico del desarrollo económico y social de Chile. CoL Amé­
rica Nuestra. Ed. Universitaria. Santiago, 1955.
9 Pinto Sta. Cruz, Aníbal: Chile, un caso de desarrollo.. . Op. cit.
10Véliz, Claudio: Historia de la Marina Mercante de Chile. Ediciones de la Universidad de
Chile. Santiago, 1961.
11 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero.. . Op. cit.
12 Gunder Frank, Andre: Chile; el desarrollo. . . Op. cit.

— 7
Los elementos de juicio que consignamos permiten concluir en la
existencia de una dialéctica de cambios que afecta profundamente la
estratificación social, altera la estructura de poder olirgárquico-terrate-
niente, e introduce como agentes activos nuevas fuerzas sociales, nuevos
embriones de clases productivas, que confieren un matiz distinto a la
historia nacional. El cuadro de conjunto en que participan la totalidad
de los elementos y fuerzas sociales que operan al interior de la veintena
(1830-50), es una meta a alcanzar, y evidentemente, son las urgencias plan­
teadas antes que a la "historia”, a las ciencias sociales en su totalidad.
Sin embargo, la formación de una burguesía dependiente, unida
a las actividades mineras y mercantiles, a la estructuración de una "acu­
mulación primitiva de capitales", que no consigue superar las cotas
impuestas por la dominación imperialista sobre el mercado exportador,
es un dato ineludible para situar con exactitud el nacimiento de una ma­
no de obra masiva y salarial pura.
La captación mayoritaria de mano de obra se realiza, preferente­
mente, en las zonas rurales. La subsistencia de los sectores mineros se
nutre precisamente de la incorporación de importantes contingentes re­
clutados entre los campesinos, atraídos por las oportunidades y los altos
salarios relativos ofertados por el sector empresarial. En las actividades
extrativas del carbón: "Se improvisaban mineros de los trabajadores
que afluían de los campos atraídos por el mejor jornal que se les pagaba,
no obstante que muchos de éstos solían volver a su "tierra” para las co­
sechas, a la vendimia y a las chacras. Con el tiempo esta costumbre mi­
gratoria iba desapareciendo. Los trabajadores que habían traído a sus
fam ilias... preferían quedarse en las minas, así en pocos años, ya había
gente que no pensaba más en moverse y que eran reconocidos como mi­
neros constantes y adiestrados en el trabajo, como barreteros, carreti­
lleros, etc. Gente que se daba cierto aire de experimentados mineros en
presencia de sus novicios amigos del campo” I3.
El crecimiento de una mano de obra proletaria y su integración
al trabaio minero, no es solamente el aporte de los sectores rurales. En
realidad, importantes porcentajes se obtienen de los grupos artesanales,
que ven limitadas sus posibilidades productivas frente a la manufactura
importada o confeccionada con medios de producción más avanzados.
La inmigración extranjera, que comienza a fluir en cantidades desiguales
hasta nuestro país, incorpora un elemento cualitativamente distinto a los
centros de laboreo, las ciudades y los transportes 14.
Las absorbentes labores mineras no impiden que grandes grupos
de mineros del Norte Chico practiquen una suerte de transhumancia
temporal que los retorna a las labores agrícolas. La precariedad del em­
pleo en las minas de carbón, también está sujeta a estas migraciones
periódicas, que coinciden con el trabajo temporal del calendario agrícola
local.
En general, el proletariado unido a las faenas extractivas, trans­
portes, construcción y servicios gubernamentales, no alcanza absoluta­
mente la calidad de un proletariado industrial, cuya única posibilidad
de subsistencia es la venta de su fuerza de trabajo. La variedad de situa­
ciones salariales, la propiedad de algunos instrumentos de producción,
la no pertenencia a la unidad productiva industrial, artesanal o minera y,
13 Mckay, Juan: Lo industria del carbón. Reproducida por Emilio Tagle Rodríguez. Legis­
lación de minas. Tomo II. P ágs. 80-81. Citado por H ernán Ramírez Necochea. Historia
del Mov. obrero en Chile, obra citada.
14 Ramírez Necochea, Hernán: Historia dél m ovim iento.. . Op. cit.

8 —
finalmente, la Imprecisión del empresario en términos de no constituir
una modalidad empresarial capitalista industrial, sino más bien vincu­
lado al intercambio y control de capital, lleva a concluir que la gran ma­
yoría de los trabajadores mineros, industriales, artesanales, etc., parti­
cipan de una situación mixta, cuya radicalización se logra precisamente
con la adscripción, en ocasiones por más de una generación, del traba­
jador a la unidad productiva.
Los grupos artesanales crecen junto a la expansión urbana. La
ciudad se muestra como un centro de atracción al cual converge una
lenta corriente migratoria. El paisaje urbano se transform a y nuevas ba­
rriadas se agregan a los alrededores del núcleo inicial. La estratificación
social urbana también incorpora elementos nuevos y toda una gama de
oficios inéditos enriquece la población c ita d a 15.
El incremento de la masa trabajadora es difícil de precisar. No
poseemos cifras confiables ni estadísticas de crecimiento. Datos singu­
larmente importantes como migraciones, estructura familiar, fertilidad,
mortalidad, etc., que permitirían reconstrucciones demográficas valio­
sísimas, aún permanecen ocultos al investigador. Sin embargo, las apre­
ciaciones de los cronistas, testigos del período, pueden aportar cifras glo-
balizadoras ilustrativas. El profesor Ramírez Necochea sugiere la cifra
de cien mil individuos para 1870 16. Algunas cifras parciales por rubros
de producción o actividad son las siguientes: en las minas de la provin­
cia de Atacama, Coquimbo, Aconcagua y Santiago, se ocupaban 32.997
obreros (1875), la minería del carbón tenía una población trabajadora
de 6.415 obreros (1874). En la ram a de los transportes ferroviarios y
obreros portuarios, las cifras se empinan a los 13.000 individuos y, final­
mente, las estimaciones de los trabajadores que laboran en las maestran­
zas, molinos, fundiciones, construcciones urbanas, etc., es estimada en
ocho mil personas I7.
Las cifras anotadas representan casi el 10% de la población total
de Chile para 1865, cuota extraordinariamente importante que hace ex­
presivo el grado de desarrollo de los sistemas productivos, unidos a la
minería, la industria y los transportes. Empero, el guarismo no guarda
relación con el grado de organización y cohesión de este amplio contin­
gente trabajador. Desperdigada en pequeños núcleos a lo largo de la na­
ción, sometida a insuficiencias de comunicación, la clase obrera presenta
la apariencia de una serie de compartimientos estancos que no logran
trascender su marco geográfico inmediato.
Las primitivas organizaciones de clase, sólo aparecen a impulsos
de la corriente liberal extremista, que algunos grupos sensibilizados por
la nueva ideología europea, difunden a partir de 1850.
El período 1830-1850, está bien caracterizado por Gino Germani
cuando anota: “Sólo el tercer estadio el de las "autocracias unificantes”,
a pesar de que continuaba a veces con el aislamiento y con la inmovili­
dad de la estructura nacional, fue el que favorecía en otros casos a una
modernización económica y social: por ejemplo, por medio de la inver­
sión de capitales extranjeros, el desarrollo de la inmigración, la integra­
ción del país en la economía mundial (aunque bajo formas coloniales
15 Sievers K. Hugo: La expansión urbana de Santiago y sus consecuencias, 1541-1960. En Re­
vista Mapocho. Organo de Extensión Cultural. Tomo I. N? 3. Oct. 1963. págs. 30-55. P a ra
Valparaíso, véase: Benjamín Vicuña Mackenria: Historia de Valparaíso. Crónica política,
comercial y pintoresca de su ciudad y de su puerto. Desde su descubrimiento hasta nues­
tros días. 1536-1868. Im prenta Albión de Cox y Taylor. 1869, Valparaíso.
16 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero. . . Op. cit.
17 Id. id.

— 9
exportando materias prim as), la construcción de medios de transporte,
algunos progresos en el campo, en la educación, e tc .IS.
Es esta clase obrera que nació unida a las nuevas circunstancias
de desarrollo y cambio, la que integra la variable omnipresente en la
realidad nacional. La curva del proceso dialéctico se empina y acelera a
a partir de 1850. Las primitivas organizaciones obreras, aisladas e inca­
paces todavía de estructurar una conciencia obrera nacional, emergen
en la minería, los centros urbanos y los grupos de transporte, diseñando
un cuadro siempre cambiante, cuya sobreimpresión se inscribe profun­
damente en el auge de la industria extractiva y del enclave imperialista
inglés.

Surgimiento de las expresiones de clase: las primeras agrupaciones


obreras

El crecimiento cuantitativo de los grupos obreros, las transfor­


maciones económicas y el surgimiento de los sectores de la burguesía
minera mercantil, resultan fenómenos concomitantes a la agudización
de las contradicciones sociales inherentes a un modo de producción ca­
pitalista, donde los términos obrero-empresario se perfilan con mayor
exactitud. De igual manera, los fenómenos que acompañan a las trans­
formaciones urbanas, la extensión de las capas artesanales y el nacimien­
to de un "ejército de reserva” de mano de obra disponible, la migración
campo-ciudad y las condiciones de vida deplorables de los grupos subor­
dinados, sensibiliza la conciencia de cambio de algunos grupos intelectua­
les liberales, que atentos a las influencias del pensamiento europeo, orga­
nizan una crítica a los valores y formas de dominio impuestas por la
clase dominante.
Ejemplar aparece en este sentido "La Sociedad de la Igualdad”,
organización fundada el año 1850 por dos jóvenes liberales; Francisco
Bilbao y Santiago Arcos. Es evidente el carácter de organización sobre-
impuesta a los auténticos intereses de clase de los grupos trabajadores.
Empero el crecido radio de influencia que adquiere en su breve existen­
cia y el sentimiento emulativo que despierta en muchas ciudades del
país, hacen que su creación constituya un hito importante en los prole­
gómenos de las posteriores organizaciones de clase. El profesor Ramírez
reseña las actividades de la Sociedad señalando: “En sus cortos siete
meses de vida la “Sociedad de la Igualdad” realizó una labor de gran
trascendencia, logró atraer y movilizar centenares de obreros y artesa­
nos de la capital, quienes por prim era vez tomaron contacto con doctri­
nas políticas y sociales, participaron en los debates que se promovían
sobre asuntos de actualidad nacional. Las asambleas generales, las reu­
niones de grupos, los desfiles y las concentraciones callejeras, fueron
valiosa escuela de capacitación política para quienes asistían a ellas.
Complementando esta alta finalidad cívica, se establecieron cursos de
difusión cultural; noche a noche, centenares de trabajadores concurrían
a las clases de lectura y escritura, historia y geografía, aritmética y otras
materias que se dictaban en el local de la sociedad” 19.
Él esquema conceptual de la Sociedad de la Igualdad es repro-
18 Germani, Gino: Democracia representativa y clases populares en América Latina. En
"América del Sur: un proletariado nuevo” Alain Touraine y Gino Germani. Trad. Andrés
Boylar. Ed. Nova Terra. Barcelona, 1965. Págs. 39-66.
19 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero, op. cit.

10 —
ducidó en otras ciudades, y el fracaso de cada organización marca en
realidad, un paso en la proletarización de la agrupación obrera siguiente.
Sin embargo, este tipo de organización no corresponde a lo que po­
demos considerar la prim era respuesta a la presión patronal. Las pri­
mitivas luchas, nacidas a nivel de unidad productiva, reflejan la exas­
peración de los grupos salariales frente a las condiciones extremadamen­
te duras de trabajo. La organización de la producción minera, por ejem­
plo, con una tecnificación insuficiente, se desarrolla preferencialmente
apoyada en el trabajo humano. No es extraño encontrar antecedentes
de jornadas de trabajo de 14 horas o más. Por otra parte, la forma y pe-
riocidad del pago introduce maneras de control que atan permanente­
mente al obrero a la pulpería o centro abastecedor de los elementos in­
dispensables para sobrevivir. Una red reglamentaria fuertemente coac­
tiva, impone el dominio de modos de vida que transform an al individúe?
en un auténtico recluso de la veta en explotación. Las condiciones sa­
nitarias de los lugares de trabajo o las poblaciones trabajadoras vecinales
a la bocamina, los recursos alimentarios, las posibilidades educacionales,
forman un cuadro de carencias fundamentales. Las expectativas de vida
alcanzan a los 25 años y la mortalidad infantil es extremadamente alta 20.
El crecimiento de los grupos salariales y la escasez de circulante,
por una parte, y la necesidad de desarrollar formas de control sobre
el individuo y abaratar los costos generales de la producción por otra,
hacen extensivo un antiguo uso colonial: la ficha-salario: “Alrededor de
1825 Inglaterra se convirtió en el gran consumidor de metales chilenos.
Se establecieron firmas compradoras de cobre y de plata en todo el li­
toral, comprendido entre Caldera y V alparaíso... Es en esos mismos
años, cuando la ficha salario específica, o moneda privada para adquirir
mercancías en el almacén del propietario de la faena, comenzó a ser
utilizada en escala masiva. Tanto Chañarcillo como las diferentes minas
de la “Copiapó Mining Company” emitieron vales, fichas y señas sólo
convertibles en mercaderías en sus almacenes. Otro tanto hizo la firma
García Huidobro, propietaria de minas y de fundiciones en Catemu y
Putaendo” 21.
La práctica del comercio local con fichas, de dilatado uso en los
centros de explotación minera, acrecienta la resistencia desorganizada
de los obreros, que adquiere múltiples maneras de manifestación, desde
el robo de mineral o "cangella”, hasta el levantamiento violento de los
obreros y cargadores. Las tensiones sociales y las reglamentaciones ab­
surdas se resuelven, a menudo, en saqueos de almacenes. En Chañarcillo,
en 1834, se produce un prim er levantamiento o b rero 22; la fecha marca
el inicio de una violenta cadena de rebeliones, de las que participa tam­
bién la minería del carbón. Lota y Coronel se convierten en centros de
desorden, insurrección de trabajadores y represión policial.
El período se ve jalonado de movimientos organizados en torno
a situaciones reivindicativas inmediatas, que no logran estructurar una
política coherente de protesta a las injusticias laborales. La frecuencia
aumenta al promediar el siglo XIX alcanzando en sus manifestaciones
a otros rubros de producción y a otros sectores de la estratificación obre­
ra. La siguiente es una lista de movimientos laborales que recoge el

20 Id. id.
21 Segal, Marcelo: Biografía Social de la ficha salario. Ediciones de la Revista Mapocho.
Organo de Extensión Cultural. Tomo II N9 2. Año 1964. Separata.
22 Hernández, Roberto: Juan Godoy y el descubrimiento de Chañarcillo. Santiago, 1932.
profesor Ramírez Necochea en su libro, tantas veces citado, "Historia
del Movimiento obrero en Chile”.
1.— Huelga de operarios de sastrería?. Santiago 1849.
2.— Movimiento de trabajadores en las minas del Norte Chico, 1849.
3.— Movimiento de cigarreros. Santiago, mayo de 1853.
4.— Movimiento de zapateros. Valparaíso, mayo de 1853.
5.— Huelga de jornaleros. Caldera, marzo de 1856.
6.— Movimientos en la región del carbón con anterioridad a 1857.
7.— Rebelión de los mineros en Lota y Coronel, septiembre de 1859.
8.— Movimientos de mineros en el Nprte Chico como reflejo de la gue­
rra civil de 1859.
9.— Huelga de operarios de sastrerías. Santiago, 1861.
10.— Huelga de operarios de sastrerías. Valparaíso 1861.
12.— Paro de obreros que trabajaban en la construcción del túnel de San
Pedro, ferrocarril de Santiago a Valparaíso, 1861.
13.— Peticiones de operarios de sastrerías. Santiago 1863.
14.— Rebelión de mineros. Carrizal 1864.
15.— Huelga de mineros. Chañarcillo 1865.
16.— Movimiento de tipógrafos. Valparaíso 1872.
17.— Movimiento de tipógrafos, Santiago 1872.
18.— Huelga de fleteros. Valparaíso 1873.
19.— Huelga de obreros portuarios. Valparaíso 1874.
20.— Incidentes callejeros. Santiago 187823.
De la primitiva dispersión y espontaneidad de la reacción obrera,
surge el movimiento organizado, todavía en procura de satisfacer nece­
sidades inmediatas, pero expresivo de una acentuación de la conciencia
de poseer un conjunto de intereses comunes que es preciso proteger.
Pero es sin duda en la organización mutualista, de inspiración li­
beral, en una confusa mezcla con el socialismo utópico, donde la clase
obrera encuentra su prim era forma de organización a largo plazo. El
auge alcanzado por las sociedades mutualistas hacia 1879 es enorme; es
posible contabilizar más de setenta agrupaciones en todo el país, que
desbordan la representación puramente obrera para integrar grupos ar­
tesanales y, en ocasiones, elementos de clase media trabajadora (pro­
fesores prim arios).
La institución mutualista crea en definitiva una previsión social,
que satisface los requerimientos de atención, en caso de cesantía, enfer­
medad, invalidez o muerte. Es la respuesta a las insuficiencias de un
estado empresarial, donde la legislación social aún no existe, y la preo­
cupación más fuerte de la clase dominante es establecer lazos de dominio
sobre los sectores subordinados. La existencia de un "contingente de re­
serva” de mano de obra, un mercado laboral desorganizado y sujeto a
las fluctuaciones de la oferta y la demanda, mantiene al trabajador,
especialmente al trabajador urbano, permanentemente amenazado por
la cesantía y la indigencia. Se advierten entonces las posibilidades de
transform ar a la sociedad m utualista en una base de apoyo para la lucha
reivindicativa. Se explican también los intentos de impedir la formación
de estas instituciones.
En verdad, el aparecimiento de esta forma de organización señala
la raíz del movimiento obrero en congregaciones homogéneas y libres
de lo contingente o transitorio. En muchos casos las sociedades mutua-
23 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del M ovim iento.. . Op. cit.

12 —
listas funcionaron como sindicatos gremiales que presentan exigencias
al mejoramiento de sus condiciones generales de tra b a jo 24.
La importancia que los grupos mutuales tienen para la compren­
sión del movimiento obrero es ingente. El mutualismo se despliega, no
sólo a la simple definición de una instancia de resistencia en la huelga
reivindicativa, sino que desarrolla una serie de mecanismos de informa­
ción y extensión, que incorporan a las ventajas de la organización a un
sinnúmero de obreros, artesanos y trabajadores en general. Con razón
han sido llamados: "seminarios para la clase obrera”.
Desde 1857 hasta 1878 las crisis cíclicas, esencialmente inflacio­
narias y de exportación, agudizan las contradicciones obrero-empresa­
riales y el pauperismo de los grupos subordinados. La clase dominante
diseña un aparato regresivo más acabado.
La contracción del mercado exportador y la astringencia moneta­
ria, determinada por la incorporación de una política librecambista aus­
piciada por Courcelle-Seneuil, desemboca inevitablemente en la incon-
vertibilidad monetaria de 1878. Por otra parte, el panorama minero del
cobre y la plata, presenta una curva declinante, el primero como conse­
cuencia de un progresivo deterioro de los precios en los mercados cen­
trales europeos y el segundo por una merma considerable de la pro­
ducción.
El libre juego del mercado internacional y de la división mundial
del trabajo y la producción, coloca a los mercados locales en manifiesta
situación de inferioridad frente a las plazas comerciales o productivas
foráneas. De la competencia deviene la fuga de metales preciosos y la de­
preciación del papel moneda, inicio de una espiral inflacionaria que afec­
ta desigualmente a los diversos sectores de la estructura social26. De un
lado, la clase dominante, que no muestra la polarización fácil atribuida
por los sectores ortodoxos de la historiografía tradicional, sino que ofre­
ce más bien, la apariencia de una red de contactos político-económicos
en fuerte imbricación. "Pero insistimos, no hay antagonismos fundamen­
tales en el terreno económico. Como grupos, todos son productores pri­
marios o de servicios anexos o subordinados: todos son más o menos
librecambistas por la misma razón: sus mercados primordiales están
afuera y en el exterior también se hallan los aprovisionamientos que
requiere su demanda habitualmente refinada; no son proteccionistas,
por la simple razón que tienen poco que proteger y, finalmente, todos
van a ser en alguna medida partidarios de la depreciación monetaria
porque mejora sus posibilidades en el mercado externo y alivia sus deu­
das, cosa im portante cuando ellos son los únicos que gozan del crédito” 26.
Del lado opuesto, un conglomerado social atado a salarios fijos, a deu­
das irresueltas, talleres artesanales o pequeñas propiedades, que vive
la crisis del desempleo, la reducción de los honorarios o la pérdida de
sus posibilidades productivas. El peso de la crisis es soportado por estos
sectores, que radicalizan sus movimientos de resistencia frente al des­
pojo sistemático por parte de los grupos em presariales27.
La historia política hasta 1879 es la búsqueda de una estructura
de poder que concilie los intereses de una fracción agrícola tradicional,
con las intencionalidades económicas de los sectores empresariales mi-
24Alexander J. Robert: El movimiento obrero en América Latina. Editorial Roble, S. A.
México, 1967.
25 Jobet, Julio César: Un ensayo crítico del desarrollo.. . Op. cit.
26 Pinto Santa Cruz, Aníbal: Chile, un caso de desarrollo. . . , op. cit.
27 Jobet, Julio César: Ensayo crítico del desarrollo.. . Op. cit.

— 13
ñeros, financieros o comerciales. El lugar de encuentro es la situación
común de dependencia de mercados y centros rectores exteriores, que
empuja a la búsqueda de soluciones comunes. La participación de las
decisiones y control político, se resitúa en términos de esta alianza, pre­
sentando una cara hermética a la clase obrera en formación. Participa­
mos de lo expuesto por Femando H. Cardoso y Enzo Faletto cuando es­
criben "De ahí que la “sociedad tradicional” haya sido transform ada en
gran medida en su faz económica, pero los grupos sociales tradicionales
—a pesar de haberse visto obligados a establecer un sistema complejo
de alianzas con nuevos grupos sociales— no haya perdido el control de
la sociedad” 28.

Estructura económico-política en Chile de 1900-1930


El alto grado de desarrollo que adquiere la industria salitrera, la
convierte en elemento predominante en la estructura económica nacional
a principios de este siglo, e implica necesariamente el surgimiento de
la clase obrera que, en lo fundamental, se genera como producto de la
situación estructural referida.
Desde este sector trabajador surgen los primeros intentos de dar
sentido político a las nacientes estructuras del movimiento obrero, cuyo
origen, como ya se ha señalado, se remonta a mediados del siglo pasado.
Estos intentos de dar contenido político al movimiento obrero, adquie­
ren a nuestro juicio dos características fundamentales: de una parte, la
búsqueda de la autonomía política y de otra, la gestación de nuevas for­
mas orgánicas que permitan el desarrollo del movimiento obrero.
Sin embargo, una cabal comprensión del carácter que asume el de­
sarrollo de la clase trabajadora en el período comprendido entre 1900
y 1930, requiere previamente que nos refiramos a lo menos brevemente,
a los rasgos fundamentales que asume la estructura económica, política
y social de nuestro país en ese período.
Hacia 1900 Chile y más específicamente las empresas que explo­
taban el salitre habían logrado consolidar a nivel internacional, un im­
portante mercado para sus productos, lo cual les garantizaba altas ta­
sas de u tilid ad ... en relación a las inversiones realizadas para la puesta
en marcha y posterior manejo de sus empresas. Esta situación de auge
económico repercute favorablemente en los sectores que ejercen el do­
minio político a nivel nacional, por cuanto, les perm itirá ser usufructua­
rios indirectos de las ganancias allí obtenidas. La estructura de poder
interno descansa, fundamentalmente, en los sectores de la oligarquía
latifundista, cuya principal base de apoyo y de legitimación en su ges­
tión de gobierno, se encuentra en el control político que ejerce sobre los
sectores campesinos. Sin embargo, la rentabilidad de la tierra —por el
tipo de explotación predominante— no era lo suficientemente alta o a lo
menos impedía a los sectores de la oligarquía, destinar parte de ella a
los gastos públicos que el manejo de los asuntos del estado requería.
Esto los hace buscar algún tipo de alianza con las empresas extranjeras
que ejercen el dominio económico del país 29. Es en este sentido que se
produce una comunidad de intereses entre la oligarquía agraria —po­
28 Cardoso H. Fernando y Enzo Faletto: Dependencia y desarrollo en América Latina, en
“La dominación de América Latina. Feo. Moncloa. Editores S. A. Lima, 1968., págs. 177-221.
29 Faletto, Enzo y Eduardo Ruiz: Lo transformación de la estructura de poder en Chile: la
crisis del sistema oligárquico. Mimeógrafo.

14 —
seedora de la principal riqueza en manos nacionales y que ejerce el con­
trol político— y el grupo extranjero dominante. El prim ero busca los
medios económicos que le permitan solventar los gastos públicos que
su gestión de gobierno supone, sin tener que recurrir a sus propios in­
gresos, el segundo busca las garantías necesarias que le perm itan obtener
el máximo de utilidad con un menor costo. Podemos así delimitar con
claridad la comunidad de intereses que se produce entre la oligarquía
agraria y un incipiente sector financiero nacional, y, las empresas ex­
tranjeras que realizan la explotación y comercialización del salitre. El
sector dominante nacional otorga la concesión de la explotación sali­
trera y su comercialización a capitales extranjeros; además le garantiza
la "paz social” necesaria para asegurar una tranquila explotación, es
decir, les asegura un buen negocio. A cambio de ello recibe, por medio
de tributaciones que las empresas hacen al Estado, los fondos necesarios
para los crecientes gastos públicos.
Las deformaciones propias de una economía monoproductora pro­
vocan la hipertrofia del sector sometido a la dependencia extranjera,
tanto en lo que se refiere a la explotación directa del producto, como a
su transporte y comercialización. Es en estos sectores donde el proleta­
riado nacional dará, a principios de este siglo, los pasos necesarios para
consolidar definitivamente el movimiento obrero chileno.
Este tipo de alianza entre la oligarquía nacional y los capitales
extranjeros, genera dos tipos de situaciones paralelas y contradictorias
en un prim er momento, pero que en su posterior desarrollo —que tiene
que ver con la redefinición de las relaciones de dependencia con el en­
clave extranjero— lograrán momentáneamente coincidir en sus intereses,
dando con ello un salto cualitativo en el desarrollo económico, político
y social de nuestro país y del movimiento obrero.
Un prim er elemento a ser considerado es el surgimiento de las
capas medias, cuya vinculación económica básica descansa en el desa­
rrollo del aparato estatal. Estos sectores medios mantendrán, en un pri­
mer momento una relación de dependencia política y económica hacia
los sectores de la oligarquía nacional, para posteriormente buscar, en la
medida en que se produce la crisis de la estructura económica ligada
a la explotación minera tradicional, su propia autonomía política. Esto
les perm itirá consolidar su situación al nivel económico y político, en
tanto que buscan una redefinición de la estructura de poder interno y de
la relación de dependencia con el extranjero.
El otro rasgo fundamental a ser señalado, tiene que ver con la
actitud que asume la oligarquía nacional hacia la clase obrera y la res­
puesta que lleva implícita. En la medida que la base de legitimación de
su poder político no descansa en el naciente proletariado, la oligarquía
nacional nunca define un política hacia la clase trabajadora, salvo la de re­
prim ir cualquier intento de ésta que pudiera alterar las reglas del juego
de su alianza con los capitales extranjeros. Sólo reducidos sectores de
la intelectualidad señalan su preocupación por la cuestión social. No en­
contramos, en ninguna parte, un intento serio de los sectores dominan­
tes por explicitar una política consistente hacia el movimiento obrero.
Afirmaciones tan rotundas en este sentido pudieran parecer an­
tojadizas, por cuanto es posible constatar contadas actitudes surgidas
de sectores políticamente dominantes, que intentan buscar solución a la
problemática obrera. La creación en 1907 de la Oficina del Trabajo y la
permanente preocupación que señalan en cuanto a problemas sociales
existentes en el proletariado, tales como su bajo nivel educacional, ele­
— 15
vados índices de alcoholismo30 y otros, parecieran desmentir esta afir­
mación. Sin embargo, esta preocupación que surge de algunos sectores
de los grupos dominantes, siempre tiene un carácter personal y discon­
tinuo, lo cual nos permite legítimamente señalar la carencia absoluta
de una política estatal hacia la clase obrera. Dicho en otros términos,
la única política que se manifiesta es la de permanente marginación de
la clase obrera en lo que se refiere a su participación económica, política
y social. Esta actitud de la oligarquía agraria será utilizada políticamen­
te por las capas medias —cuando la estructura entra en crisis— para
desarrollar una política populista que le perm itirá legitimar su situación
de poder y de ascenso económico y social en la clase o b re ra 31.
Como respuesta a la situación de marginalidad en que se encuen­
tra la clase obrera, ésta busca afanosamente darse las formas políticas
y orgánicas necesarias que le permitan desarrollarse en forma autónoma.
Es este esfuerzo de búsqueda de la autonomía política, el rasgo que da
carácter fundamental al desarrollo del movimiento obrero del período.
Im porta aquí señalar el por qué de nuestra periodización de las etapas
del movimiento obrero —que rompe los esquemas tradicionales, en cuan­
to a hacer culminar un período de este en 1920—. A nuestro juicio, este
esfuerzo de autonomía de la clase obrera, se prolonga más allá de 1920,
es decir del advenimiento al poder político de las capas medias y de la
legislación laboral impulsada por éstas, en cuanto los grupos obreros
mantienen sus estrategias políticas, al margen de la situación que había
trasuntado un cambio cualitativo importante, hasta ese momento no
percibido políticamente por la clase obrera.
En efecto, la situación de auge de las actividades mineras tradi­
cionales, había, al término de la prim era guerra mundial, entrado en un
período de creciente deterioro de su situación económica32. Los mer­
cados internacionales que aparecían como seguros compradores de nues­
tras riquezas, ya no son tales. La competencia del salitre sintético y la
utilización creciente de otro tipo de fuentes energéticas, van producien­
do una baja de la rentabilidad de los productos explotados, como así
mismo, una paulatina disminución de la demanda de los mercados in­
ternacionales. A su vez, Inglaterra, que aparece como la gran potencia
capitalista, al término de la guerra pierde su predominio económico en
favor de los capitales norteamericanos que le plantean una fuerte com­
petencia. Esta situación provoca en el caso de Chile el desplazamiento
de capitales ingleses, hasta ese entonces predominantes en la economía
nacional, por parte de los capitales norteamericanos. Este proceso sin
embargo, no es mecánico, y ambas potencias se disputan el control del
mercado internacional. En el plano nacional, la crisis del salitre reper­
cute —en la medida en que era el sector estratégico de la economía— en
la estructura de poder interno, provocando su crisis y la pérdida de su
legitimidad. En lo económico se traduce, en un prim er momento, en la
falencia económica más absoluta del Estado, ya que no existe un sector
nacional lo suficientemente fuerte como para estar en condiciones de

30 P a ra datos sobre salubridad, escolaridad y alcoholismo ver: F errari, Arístides: Mejora­


miento de la condición del obrero en los países sudamericanos, especialmente en Chile.
En Trabajos del cuarto Congreso Científico. Dic. 1908-Enero, 1909. Santiago, Chile. Vol.
8. Imp. Barcelona. Págs. 152-170.
Cardoso H. Fernando: Los agentes sociales de cambio y observación en América Latina.
En Cuestiones de Sociología del desarrollo de América Latina. Ed. Universitaria. Col.
Cormorán. Santiago, 1968. Págs. 38-61.
32 Faletto Enzo y Eduardo Ruiz: La transformación. . . Op. cit.

16 —
paliar la crisis del sector minero exportador. Esta situación es superada
en parte sólo en la medida en que nuevos capitales, esta vez de origen
norteamericano, con sua inversiones, entren a dinamizar la economía
nacional. En lo político, la oligarquía nacional mayoritariamente se
aferra a sus tradicionales concepciones del poder y del quehacer econó­
mico, con lo cual se autoelimina —momentáneamente a lo menos— de
la posibilidad de redefinir ella misma la situación política. Para estos
efectos cuenta con su base de apoyo político intocada, los sectores cam­
pesinos, que se mantienen en una situación de supeditación política. Esta
incapacidad política de la oligarquía permite a los sectores medios, ad-
critos a las funciones burocráticas del Estado y que se encuentran en
situación de solvencia política, asumir por sí mismos la redefinición de
la situación existente. En prim er lugar, con los sectores dominantes de
los cuales se desprenden y buscan su autonomía política la que encuentra
su base de legitimación en el respaldo que la masa laboral otorga a una po­
lítica de corte populista. Cuenta además, con la confianza que le dan
los inversionistas norteamericanos, que ven en este sector social su po­
sibilidad de desplazar en el plano político interno, el control ejercido
hasta entonces por los sectores vinculados a capitales ingleses. En lo so­
cial, la crisis salitrera provoca una acentuación de la tensión social exis­
tente en las zonas mineras. La cesantía y la ham bruna colectiva son fan­
tasmas que recorren cada una de las oficinas salitreras. Producto de esta
situación es que grandes masas de trabajadores se desplazan del norte
hacia el centro del país. Con ellos traen su experiencia de aguerridos for­
jadores del movimiento obrero. Su presencia en la zona central y su
vinculación a nuevas formas productivas, im porta cambios trascendenta­
les en el desarrollo del movimiento obrero en las décadas siguientes.
Finalmente, podríamos decir que a p artir del ascenso de Arturo
Alessandri al poder político, se inicia en Chile un nuevo tipo de gobierno,
que es fruto de la gestación a nivel nacional de una nueva estructura de
poder, constituida fundamentalmente, por las capas medias en claro
ascenso económico y político y con experiencia en el manejo de los asun­
tos del Estado; por el sector financiero nacional que se encontraba en
situación de marginalidad política parcial en la antigua estructura, y
cuya base de sustentación descansa en un amplio respaldó popular y la
confianza depositada en ellos por parte de los capitales extranjeros nor­
teamericanos.
Esta nueva situación, implica una redefinición de las relaciones
de dependencia que se mantienen con el extranjero, las cuales asumen
un nivel superior, por cuanto la dependencia se establece mediante el
control económico que ejercen sobre las riquezas básicas del país, que por
el desarrollo de la tecnología mundial se transform an en materiales es­
tratégicos (Cobre). Este control se extiende además hacia la incipiente
industria manufacturera nacional.
En el plano político, la búsqueda de legitimación de la nueva es­
tructura de poder, obliga a ésta a entregar a los sectores populares, una
legislación social en donde se considera, a lo menos en parte, sus aspira­
ciones. Es este período de cristalización de la nueva estructura domi­
nante y la aceptación de la nueva situación por parte del movimiento
obrero, la que culmina aproximadamente en 1930.
En el marco de este análisis de la situación nacional —para el
período 1900-1930— im porta conocer a lo menos sintéticamente, cuáles
son los rasgos fundamentales que le dan vida a la historia del movimien­
to obrero chileno.
Condiciones sociales de la clase trabajadora
La política laboral de las empresas vinculadas al sector minero
como al de su comercialización, buscan permanentemente, con un rigu­
roso criterio de "racionalidad”, la obtención de máximas ganancias con
el menor costo posible. Esta política no se orienta, sin embargo, como
era dable suponer, hacia la tecnificación de las labores productivas —y
ello por una razón de tipo económico inmediato— ya que se contaba con
abundante mano de obra no especializada y de bajo costo. Agréguese
a esto el hecho de contar con garantías otorgadas por los sectores domi­
nantes nacionales, en orden a garantizar “la paz social” que permitiera
un normal desarrollo de las actividades productivas.
Los sectores políticos y sociales de oposición, que propugnan en
el parlamento algún tipo de medidas que tiendan a aliviar la situación
de la clase obrera, se encuentran ó con la oposición encarnizada de la
mayoría ó con la indiferencia culpable. Señalemos en este sentido que el
partido Demócrata a pesar de todas sus indefiniciones internas e incon­
secuencias doctrinales, contribuye en im portante medida a poner el pro­
blema de la cuestión social en el tapete de la discusión política.
La situación de desamparo en que se encuentra la clase trabajado­
ra se traduce en la permanente posibilidad del despido arbitrario, la
amenaza física, la incertidumbre y el irregular pago del salario, etc. Esto
crea una situación de alta tensión social y los trabajadores adquieren
conciencia de que sólo ellos pueden asumir la defensa de sus intereses.
Esto se expresará en el surgimiento de permanentes movimientos de
protesta ante la arbitrariedad patronal y de tipo reivindicativo en cuan­
to a m ejorar su situación económica. Paralelo a ello surgen las formas
orgánicas y políticas que como producto de sus propias experiencias le
permiten garantizar la defensa de sus intereses.
Los sectores dominantes manifiestan su preocupación por el hecho
de que es "Especialmente en Chile, en donde las manifestaciones del
descontento obrero se han producido con mayor frecuencia” 33.
La situación planteada lleva a los sectores dominantes a tom ar
medidas que tiendan a neutralizar la posibilidad de que este tipo de
actitudes se generalice en la clase trabajadora.
La Oficina del Trabajo se crea con el objetivo de recoger y centra­
lizar la información existente sobre el problema obrero, como asimismo
indicar soluciones adecuadas. Datos provenientes de esta Oficina señalan
que en 1907 se producen en Chile 36 movimientos huelguísticos y un
total de 18 para el prim er semestre de 1908. Sin embargo, como polí­
tica general las autoridades se limitan a constatar los hechos y a repri­
mirlos con violencia cuando estos amenazan rom per con la tranquilidad
social y económica requerida por los sectores dominantes.
La absoluta marginalidad del proletariado nacional obliga a éste
a generar una respuesta de características propias y originales a la si­
tuación de clase en que se encuentra. Analizaremos para estos efectos
las formas específicas, tanto orgánicas como políticas, que asume el mo­
vimiento obrero en ese período.

Formas orgánicas
Dos son los factores que a nuestro juicio son fundamentales en
cuanto al tipo de estructura sindical que surge en el período:
33 F errari, Arístides: Mejoramiento de la condición. . . Op. cit.

18 —
1?) Su carácter local, en cuanto a que en parte im portante del pe­
ríodo —concretamente hasta 1917— no se logra consolidar una estructura
nacional, con algún grado de efectividad del movimiento obrero.
2?) La situación privilegiada de la clase obrera organizada en cuan­
to a encontrarse ubicada en los sectores estratégicos de la economía, lo
que le permite, encontrándose en una situación de debilidad frente a la
parte patronal, ejercer fuerte presión sobre el sistema político nacional,
el cual pende en buena parte, del normal desarrollo de las actividades
dedicadas a la minería y a la comercialización de los productos mineros 34.
Es a inicios de este siglo el momento en el cual las Sociedades Mu-
tualistas comienzan a perder terreno como formas orgánicas predomi­
nantes en el movimiento obrero.
En su reemplazo surgen las Mancomúnales y las Sociedades de
Resistencia, ambas vinculadas a un sector específico de la economía na­
cional y con características propias en cuanto a su estructura orgánica
interna y su función laboral concreta.
La Mancomunal nos ofrece un tipo de estructura sindical a la cual
se integran la totalidad de los trabajadores ligados a una unidad pro­
ductiva, cualquiera fuese la función específica que cumplieran. Este tipo
de estructura adquiere especial significación en las zonas mineras del
norte del país, en donde esta situación genera un tipo de función inte-
grativa que no encontramos en otros lugares. Es decir, la Mancomunal
sobrepasa con mucho en sus funciones la relación puramente laboral
(patrón-obrero) para asumir de hecho la representación de la totalidad
de los intereses de la comunidad laboral que la integran. Esto explica
en parte el surgimiento de importantes manifestaciones de una subcul-
tura popular obrera en los inicios del presente siglo. Este tipo de mani­
festaciones, no sólo son el fruto de los esfuerzos de la dirección política
del movimiento obrero, sino también producto de una necesidad básica
de la clase trabajadora, en cuanto a que encontrándose culturalmente
marginada de la vida nacional intenta darse a sí misma sus propias for­
mas de expresión.
Las Sociedades de Resistencia responden en términos de su es­
tructura interna mucho más a las formas que adquiere el movimiento
obrero europeo, vinculado ideológicamente a los sectores anarquistas.
Adquieren su mayor arraigo en los sectores manufactureros de la zona
central del país. Su función social toma sólo el carácter de la relación
patrón-obrero, no logrando integrar a la estructura sindical otro tipo
de funciones que la ya señalada. En este sentido es un anticipo de las
características que asumirá la organización sindical de 1930 en adelante.

Integración y autonomía
Contrariamente a lo que generalmente se ha afirmado, el desa­
rrollo de la conciencia obrera no fue nunca un proceso unilinial y ca­
rente de dinámica interna. Para muchos la prédica del ideario socialista
encontró campo abierto y sin oposición en la clase trabajadora. Esta
evaluación incorrecta de la situación, a nuestro juicio, no hace sino des­
merecer la tarea de difusión ideológica realizada por los líderes del mo­
vimiento obrero chileno.
El pensamiento marxista, las tendencias anarco-sindicalistas y la
34 Gurrieri, Adolfo: Consideraciones sobre los sindicatos chilenos. Prelim inar. ILPES. San­
tiago, marzo 1968. Mimeógrafo.

— 19
ideología que los sectores dominantes pretenden que haga suya el movi­
miento obrero, son los elementos que dinamizan dialécticamente el de­
sarrollo de la conciencia de la clase trabajadora. Paralelamente a este
debate ideológico, surgen las formas orgánicas y políticas que buscan
instrumentalizar el control que uno u otro sector ideológico intenta
ejercer sobre el movimiento obrero. Como expresiones concretas de esta
situación, surgen con especial énfasis, a partir de 1900 en adelante un
sinnúmero de movimientos políticos que aspiran al control hegemónico
del movimiento obrero. Los sectores dominantes no tienen política ins­
trum ental, por cuanto no les interesa la organicidad del movimiento
obrero; pregonan en cambio la necesidad de que el trabajador mantenga
una actitud pasiva y que centre sus esfuerzos en procurarse en términos
individuales, los medios que lo hagan “un buen trabajador”. Esta po­
lítica de los sectores dominantes se modifica en el momento en que la
crisis del salitre comienza a roer las bases de sustentación de su poder
político. Otorga la apertura parcial del sistema político nacional, bus­
cando la legitimación de su poder en las relaciones de clientelismo polí­
tico, que establece con las masas populares. Debe otorgar la posibilidad
de la constitución del aparato sindical y la protección laboral por medio
de una legislación que considera, a lo menos en parte, las aspiraciones
de la clase trabajadora. Esta actitud no es, sin embargo, homogénea en
los sectores dominantes, en donde se plantean diversas concepciones que
permiten diseñar una política laboral. La oligarquía agraria acepta for­
malmente la constitución legal del aparato sindical, pero intenta disgre­
garlo y poner tal cantidad de obstáculos a su formación y mantención,
que en los hechos lo niega. Las capas medias que encabezan a los secto­
res en ascenso político, aceptan y propugnan la integración de la clase
obrera al sistema político. Sin embargo, esta integración se concibe como
subordinada en términos de la decisión política nacional. Es decir, se le
concede a los trabajadores parte de sus aspiraciones, largo tiempo re­
clamadas, pero se espera su subordinación en términos políticos en cuan­
to a las decisiones de los nuevos sectores dom inantes35.
Esta integración es concebida necesariamente como la subordi­
nación del movimiento obrero a los sectores dominantes en la medida
en que, creándose los canales formales de participación, éstos legitiman
el sistema político.
En el seno de los trabajadores, dos corrientes ideológicas se dis­
putan el control de la clase trabajadora: los sectores socialistas, que
buscan el desarrollo masivo, para dar formas orgánicas y políticas al
mismo y el sector anarco-sindicalista, que pone su acento fundamental­
mente en la prédica revolucionaria, pero negando todo tipo de organi­
cidad —que consideran de por sí burocratizante— a las masas populares.
La lucha de estas tendencias provoca no pocos problemas y en­
frentamiento en el desarrollo del movimiento obrero, pero a su vez
enriquece y favorece el proceso formativo de la conciencia política de
los trabajadores, en la medida en que estas discusiones ideológicas se
realizan en el seno mismo de la clase obrera. Las grandes masas labo­
rales existentes en la época se encuentran favorablemente condicionadas
a este tipo de debates, por cuanto la situación de injusticia social, crea
en ellas la necesidad imperiosa de buscar las formas orgánicas adecua­
das y a su vez, darle contenido político a sus organizaciones.
Tenemos así que en 1900 surge en Santiago el Partido Socialista,
35Gurrieri, Adolfo: Consideraciones sobre. . . , op. cit.

20 —
producto de una fracción desgajada del Partido Demócrata. Mantiene
lánguida vida política hasta 1902, fecha en que desaparece. Por la misma
fecha en Iquique surge la “Mancomunal de Obreros”, integrada en sus
inicios principalmente por trabajadores portuarios. Logra gran actividad
y alcanza incluso a publicar un periódico, "El Trabajo" (1901-1908), en
donde se difunde el pensamiento socialista, hasta ese momento ideoló­
gicamente no muy decantado. Durante esta década surgen además nuevas
y fuertes Mancomúnales que se organizan en tom o a la minería del sa­
litre, faenas portuarias y servicios ferroviarios. Esta situación de obje­
tivo ascenso del grado de combatividad de las masas laborales del norte
del país, las lleva en 1907 a la creación del Partido Obrero Mancomunal,
como un intento de dar sentido político a su acción gremial. La respues­
ta de los sectores dominantes, incapacitados de comprender las profun­
das motivaciones que obligan a los trabajadores a darse sus propias or­
ganizaciones, se manifiesta en la gran huelga del salitre que se produce
a fines de 1907. Las fuerzas del orden reprimen violentamente a los tra­
bajadores y a sus familias que se encuentran concentrados en la Escuela
Santa María de Iquique; como saldo de esta situación quedan centena­
res de muertos y se produce un retroceso en el proceso de organización
y politización de los trabajadores. Sin embargo, a pesar de esta situación
de retroceso parcial, en 1909, a instancias del sector ferroviario se crea
la Federación Obrera de Chile, (FOCH), que en sus orígenes no logra
definir con claridad sus objetivos en el plano gremial y político. Tene­
mos así que en 1911, ésta se estructura como Sociedad Mutualista, lo
cual le permite tener autorización legal y facilita su trabajo sindical.
La figura de Luis Emilio Recabarren llena, con su experiencia y
dedicación a las luchas de los trabajadores, parte im portante de este
período. Esto le permite, en junio de 1912, —después de diversas expe­
riencias políticas—, crear el Partido Obrero Socialista, situación que mar­
ca un hito importante en el desarrollo político de la masa trabajadora.
Entre 1912 y 1917, Recabarren impulsa la creación de las Uniones Obre­
ras, encontrando la abierta resistencia del sector anarco-sindicalista. A
pesar de esta situación, en 1917, se realiza el Segundo Congreso de la
FOCH, torneo en el cual son desplazados los sectores que no cuentan
con la confianza política del Partido Obrero Socialista; es el momento
en que esta organización adquiere una dirección política homogénea y
logra consolidarse como estructura a nivel nacional. Ratificando esta
situación, en 1921, la FOCH, impregnada del espíritu revolucionario que
emerge de la triunfante revolución bolchevique, se afilia a la internacional
Sindical Roja de Moscú.
Es necesario señalar que el triunfo de la revolución bolchevique
(1917) favorece a los sectores de tendencia socialista que luchan por el
control político de la clase trabajadora. Esto se ve avalado además por
el hecho de que el Partido Obrero Socialista logra aplicar una correcta
política en el seno de la clase trabajadora, lo que le permite ganarse su
confianza.
Los sectores anarco-sindicalistas buscan también el respaldo po­
pular para sus posiciones, creando en 1919, la I. W W. (Trabajadores
Industriales del Mundo), cuya principal fuerza de apoyo se encuentra
entre los trabajadores portuarios. Sin embargo no logran consolidar ni
expandir significativamente sus posiciones hacia otros sectores obreros.
La crisis del salitre provoca una creciente agitación laboral, lo
que obliga a los sectores dominantes a intentar definir algún tipo de
política hacia los sectores laborales, reiteradamente exigida por el movi­
miento obrero, pero hasta ese momento no lograda. La elección presi­
dencial de 1920 permite a los sectores medios que levantan la candida­
tura de Alessandri, form ular una política que en sus rasgos esenciales
plantea la expulsión de la oligarquía del poder político y reivindica el
derecho de los trabajadores a tener sus propias formas de organización.
La nueva política planteada por las capas medias, provoca en el movi­
miento obrero una disyuntiva que no se encontraba en condiciones de
afrontar. Hasta ese momento, el movimiento obrero organizado, se había
generado al margen y aún en contra del sistema político existente, por
tanto sus formas orgánicas y sus objetivos políticos no calzan en una
situación que significa la apertura del sistema y la posibilidad de tener
en algún grado participación, a lo menos formal, en la decisión política:
La dirección del movimiento obrero ve con preocupación cómo las masas
siguen a un caudillo, que a su juicio, no responde a los intereses de la
clase trabajadora y que se encuentra fuera de los objetivos que en ese
momento se plantea el movimiento obrero: formación de un poder obre­
ro-campesino.
La indefinición política de Alessandri y la real situación de crisis
por la que atraviesa el país, provoca en el transcurso de la década del
treinta, constantes enfrentamientos entre sectores de los grupos domi­
nantes que buscan consolidar situaciones económicas —en la redefini­
ción de las relaciones de dependencia con el extranjero— y de orden
político, que haga posible mantener antiguas o lograr nuevas posiciones
de poder.
El conjunto de las leyes sociales, hace necesario que las organiza­
ciones obreras se vean en la disyuntiva de aceptar la legalización del
aparato sindical que hasta ese momento existía en forma autónoma y
con su propia legalidad. El Partido Comunista (ex-partido Obrero So­
cialista), señala su oposición a que el movimiento obrero legalice su
existencia, por cuanto considera que éste, con su presencia, sancionará
una estructura de poder en la cual la clase trabajadora m antendrá una
situación de subordinación política dentro del sistema; lo que en rela­
ción con la estrategia planteada en ese momento por el movimiento obre­
ro, se traduciría en un retroceso político. Existe además el peligro de
que los sectores dominantes traten de asumir el control del aparato sin­
dical, cuestión que efectivamente ocurre bajo el gobierno de Ibáñez.
Esta es la gran disyuntiva planteada al movimiento obrero. La
dirección de éste persiste, durante toda esta época, en la mantención
de estrategias diseñadas y viables para otro tipo de situación. Existe
incapacidad para revaluar la nueva situación, no logrando encontrar las
estrategias y tácticas adecuadas que le permitan enfrentarla. Se produce
así, la sectarización del movimiento obrero y con ello, la incapacidad
de lograr avances importantes en su desarrollo. Sólo será a inicios de la
siguiente década en que se producirá un cambio de estrategia en la con­
ducción del movimiento obrero.
Finalmente, habría que decir que la clase obrera con sus acciones
facilitó la quiebra de la estructura de poder oligarca y la apertura del
sistema, pero no fue capaz de dar los pasos necesarios en cuanto a lo­
grar avances de acuerdo a los objetivos políticos que en ese momento
se propone y que la situación de crisis le exige. Es legítima su actitud,
en términos de rechazar la integración subordinada de la clase trabaja­
dora al sistema, pero su política no es eficaz para afrontarla con crite­
rios superados por el desarrollo de los acontecimientos.

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Acción directa. (De junio de 1920 a 1926. Es el órgano de la I. W. W .).


Adelante. (Organo de la Gran Federación Obrera de Chile y Partido Demócrata. De junio
de 1917 a noviembre 1925).

Autonomía y Solidaridad. (Organo de la Federación de organizaciones autónomas de re­


sistencia, de mayo a julio 1924).

Aurora (La). (Enero de 1916 a diciembre 1918. Organo del P. O. S.).

Comuna (La). (Organo oficial del Partido Obrero Socialista, de 1919 a 1921).
Comunista (El). Organo de la Unión Sindical dé Panaderos. De mayo de 1921 a julio de
1923).

Chispa (La) Comunista. (Organo de las secciones comunistas del sur, marzo a julio de 1923).

Gran (La) Federación obrera. (De octubre de 1910 a octubre de 1924).


Justicia. (Organo oficial de la F. O. Ch. y del P. C. de 1924 a febrero de 1927).

PERIODICOS DE VALPARAISO

Socialista (El). (Organo del P. O. S. de julio de 1915 a mayo de 1918).

PERIODICOS DE IQUIQUE

Despertar (El) de los trabajadores. (Organo del P. O. S. aparece de 1916 a 1927. Colaboran
en él Luis Emilio Recabarren V. Cruz y Salvador B arra).
1 (Para un estudio de la prensa obrera en Chile se puede recurrir a la memoria de Osvaldo Arias, titulada
“ La prensa obrera en C hile", Santiago 1953. Facultad de Filosofía y Educación).

30 —
Cambios estructurales, estrategias de desarrollo
y planificación en Chile (1938-1969)
Prof. Osvaldo Sunkel *
(Instituto de Estudios Internacio­
nales y Facultad dé Economía,
Universidad de Chile).

La evaluación de los planes de desarrollo y del procesó de plani­


ficación presenta enormes dificultades. Cuando la planificación se rea­
liza sin planes y sin una institución formal dé planificación, el juicio so­
bre sus resultados se hace más evasivo aún. Chile ha practicado diversas
formas de planificación durante los últimos treinta años, pero la mayor
parte del tiempo bajo arreglos institucionales muy peculiares. Más aún,
solamente una vez a lo largo de este período, se elaboró un Programa
Decenal de Desarrollo, que se adoptó oficialmente pero no se llevó a la
práctica. Para comprender esta situación tán especial ha sido necesario
retroceder algunas décadas en nuestra historia económica y ampliar el
enfoque habitual, con el objeto de examinar algunos de los fundamentos
y antecedentes socio-económicos y políticos de la planificación en nues­
tro país.
El resultado ha sido, en prim er lugar, un esfuerzo por relacionar
los principales cambios ocurridos en la estructura económica y social
del país —incluso algunos de sus aspectos políticos— con las estrategias
de desarrollo económico que, implícita o explícitamente, han sido adop­
tadas. En segundo lugar, un intento por comprender la form a en que
estas estrategias llegaron a convertirse —total o parcialmente— en pro­
gramas de desarrollo, y la m anera en que éstos se han llevado o dejado
de llevar a la práctica.

Planificación y terremotos
La planificación tiene una historia relativamente larga en Chile, es­
pecialmente en el campo de las obras públicas, donde se ha practicado
* Este trabajo fue presentado en julio de 1969 a un Simposium Internacional organizado
por el Institute of Development Studies de la Universidad de Sussex, Inglaterra, sobre
el tem a: “ Crisis en la Planificación” . El autor agradece las informaciones y comentarios
que solicitó y recibió de los Sres. M. Achurra, R. Amenábar, E. Boenninger, E. García, S.
Molina, P. Orellana y J. Pavez; sin embargo el texto que sigue es de su exclusiva respon­
sabilidad.

— 31
desde hace mucho tiempo. Por otra parte, la planificación entendida
como una actividad global, incluyendo una política permanente y deli­
berada de gobierno, tomando en cuenta las interrelaciones existentes
entre los diversos sectores y regiones, las finalidades sociales y los limi­
tados recursos disponibles, tiene en Chile una existencia de alrededor de
tres décadas.
La planificación, en este sentido moderno y amplio, se inició bajo
la égida de Ja Corporación de Fomento (CORFO), establecida en abril
de 1939. Al Consejo de esta nueva institución le fue encargado por ley
"formular un plan general de fomento a la producción, con el objeto de
elevar el nivel de vida de la población, por medio de la utilización de
los recursos naturales del país, la reducción de los costos de producción,
y el mejoramiento de la balanza internacional de pagos; tomando en cuen­
ta, en la preparación del plan que se conserve un adecuado equilibrio en­
tre el desarrollo de la minería, de la agricultura, de la industria y del co­
mercio; y tratando de satisfacer las necesidades de las diversas regiones
del país” *.
La creación de la CORFO y el nacimiento de la planificación en
Chile se encuentran estrechamente relacionados con dos acontecimien­
tos significativos. El primero fue el devastador terrem oto ocurrido en
enero de 1939; el segundo, el terremoto político de noviembre de 1938,
que llevó al poder, por prim era vez, una coalición de partidos de centro
izquierda: el Frente Popular.
El terremoto físico devastó totalmente las regiones central y sur
del país, donde se hallan concentradas la mayor parte de la población y
de las actividades económicas. Afectó particularmente a Chillán, Con­
cepción y otras ciudades importantes, creando una situación de emer­
gencia nacional de magnitud sin precedentes. Esta situación tenía que
ser encarada por un gobierno nuevo, que no sólo carecía de toda expe­
riencia administrativa, sino que, dado el liberalismo tradicional que ca­
racterizaba el aparato administrativo chileno, se hallaba también impo­
tente desde un punto de vista institucional. No existían los medios ins­
trumentales necesarios para proporcionar ayuda y reconstruir las regio­
nes devastadas. El gobierno incluso se encontraba en situación precaria
para obtener los fondos necesarios para este propósito, dado el débil y
limitado sistema de impuestos existente.
Se tomó entonces la decisión de crear dos nuevas instituciones:
una para encarar las consecuencias del desastre natural —la Corporación
de Reconstrucción—, y la otra —la CORFO— para encarar el subdesarro-
11o de Chile, especialmente su falta de diversificación industrial, que era
uno de los aspectos centrales del programa económico adoptado por el
nuevo gobierno. Ambas instituciones se establecieron en medio de un in­
tenso debate político, bajo la presión de las urgentes necesidades deriva­
das del terremoto y de la resistencia de los partidos y grupos de la dere­
cha, renuentes a perm itir que el Estado asumiera demasiado poder eco­
nómico. En tanto que la CORFO continúa existiendo actualmente, la
Corporación de Reconstrucción operó solamente hasta principios de 1950.
Es útil recordar el papel desempeñado por la gran catástrofe na­
tural en la creación de esta nueva y significativa institución, así como
en el desarrollo de la planificación, actividad que estuvo estrechamente

1 Ley Orgánica N? 6.640, artículo 25, ítem a). CORFO fue creada por la Ley N? 6.334, del 29
de abril de 1939; esta ley y sus modificaciones fueron refundidas en definitiva en la Ley
Orgánica N? 6.640, del 10 de enero de 1940.

32 —


relacionada con la CORFO hasta 1965. En realidad, como se verá más
adelante, fue solamente en 1961 —más de 20 años después— cuando otro
terremoto devastador afectó seriamente al país, que el gobierno adoptó
oficialmente el Programa de Desarrollo Decenal que la CORFO había
preparado varios años antes, cumpliendo así tardíamente con los térmi­
nos de su propia ley orgánica. Sin embargo, aunque circunstancias trau­
máticas como éstas facilitaron la dictación de nuevas leyes y la creación
de instituciones poderosas, éstos solamente fueron momentos cruciales
de un largo proceso de cambios socio-económicos y políticos.

Cambios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación

El positivo e importante papel desempeñado por la CORFO en


el desarrollo de la planificación en Chile, así como también sus limita­
ciones, pueden comprenderse sólo a la luz del terremoto político que
significó el acceso del Frente Popular al poder en 1938. Este evento po­
lítico, a su vez, no es sino una consecuencia de cambios profundos en la
economía y la sociedad, derivados del proceso de transformación es­
tructural que se habían iniciado varias décadas antes, estimulado fuerte­
mente por las consecuencias que tuvo en Chile la Gran Depresión
M undial2.
Hacia 1930, la dinámica de la vida económica de Chile se basaba
casi totalmente sobre la minería, que producía aproximadamente la ter­
cera parte de la renta nacional. Durante las últimas décadas del siglo
diecinueve, se incorporaron a la economía del país los ricos yacimientos
salitreros de las provincias del norte y, poco antes de la Primera Guerra
Mundial, se desarrolló también una moderna y poderosa minería cuprí­
fera. El sector exportador prim ario trajo a la economía chilena la tecno­
logía moderna y las formas de organización empresarial que por enton­
ces predominaban en Europa y Estados Unidos, afectando profunda y
sustancialmente algunos sectores de la estructura socio-económica del
país, particularmente en las zonas urbanas. No obstante este proceso
apenas afectó al resto de las estructuras productivas y sociales, las cua­
les continuaron operando sobre la base de métodos tradicionales, con
grandes excedentes de mano de obra, baja productividad y formas pri­
mitivas de organización; este era particularmente el caso en las zonas
rurales.
Con la expansión del comercio exterior, el sector público obtuvo
sustanciales rentas adicionales de esta im portante fuente de recursos,
fondos que se invirtieron en la ampliación de los servicios públicos y en
la construcción de la infraestructura urbana. Con el desarrollo de estas
actividades surgieron nuevos grupos de asalariados urbanos y de clase
media, que vinieron a añadirse al proletariado minero y a los sectores
medios que se agrupaban en torno a las actividades del comercio ex­
terior. La propia industria se desarrolló hasta cierto punto, estimulada
por la demanda interna resultante del auge de las exportaciones mineras
y por la expansión de las actividades del gobierno, así como por el cre­
cimiento de los sectores medios urbanos.
Los cambios en la estructura social tuvieron repercusiones im­
portantes sobre la vida política de la nación. El desarrollo de un proleta­
2 Lo que sigue se basa en gran parte sobre un ensayo anterior del autor, titulado “ Cambio
y Frustración en Chile” , y publicado en Claudio Véliz (Ed.): Obstáculos para la trans­
formación de América Latina. Fondo de Cultura Económica, México, 1969.
riado industrial en las minas preparó el terreno para la creación y rápida
expansión de agrupaciones populares de izquierda, especialmente de los
partidos Socialista y Comunista. Por otro lado, la expansión de la clase
media y sus grupos afines sirvió para acrecentar las filas de la izquierda
moderada y anti-clerical, que se alistaba preponderantemente en el Par­
tido Radical. Estas nuevas y crecientes fuerzas sociales fueron diver­
sificando el espectro político-social de Chile, y tuvieron su prim er impac­
to im portante sobre la política del Estado durante los años 20, cuando
aunaron fuerzas para apoyar la dictación de un im portante cuerpo de le­
gislación social.
Desde un punto de vista político, estos grupos y fuerzas resulta­
ron fortalecidas con los catastróficos efectos de la Depresión Mundial
en Chile. La crisis produjo una contracción drástica del comercio ex­
terior; la demanda externa por exportaciones chilenas decayó grave­
mente y la actividad minera prácticamente se detuvo, creando un gran
desempleo. La crisis produjo también una súbita y sustancial disminu­
ción en las reservas de monedas extranjeras y en las rentas fiscales. Al
desempleo en las industrias exportadoras siguió un creciente desempleo
en las ciudades y un rápido deterioro .de la situación política.
Bajo estas condiciones económicas y sociales tan difíciles, la ad­
ministración del Presidente Ibáñez fue derribada, siguiendo un período
de grave inestabilidad política, durante el cual se sucedieron una serie
de gobiernos que se esforzaron en anular los efectos de la Depresión.
Entre estos gobiernos hasta llegó a formarse una República Socialista,
que duró 100 días. No obstante, si bien el empeoramiento de la situación
socio-económica fortaleció a los partidos de izquierda, la derecha logró
retener el control en el período presidencial siguiente, de 1932 a 1938.
Aparte de contribuir de manera fundamental a la acelaración de los
cambios en la estructura política, la crisis tuvo también importantes efec­
tos en la estructura productiva, que, con el tiempo, indujeron transform a­
ciones sustanciales en la economía del país. Estos cambios fortalecieron
la posición política de los partidos del centro y de la izquierda en las
elecciones de 1938, jugando también un rol importante en el proceso de
industrialización y, por tanto, en las funciones de la CORFO y de la pla­
nificación.
Durante la crisis, al aum entar masivamente la desocupación y de­
clinar rápidamente las reservas internacionales, la situación política se
hizo explosiva y el gobierno se vio forzado a tom ar medidas proteccio-
ñistas. Las operaciones del comercio y cambio exteriores fueron puestas
bajo control del gobierno; se prohibió la importación de numerosas mer­
caderías extranjeras; se elevaron las tarifas aduaneras y se produjo una
fuerte devaluación de la moneda. Se adoptaron al mismo tiempo medidas
para reducir la desocupación subvencionándose la minería del oro y au­
mentándose las obras públicas. De esta manera se procuró compensar la
caída del nivel del ingreso nacional, apoyándose la mantención o expan­
sión de la demanda interna.
Estas políticas aislaron en gran medida el mercado interno del in­
ternacional, aumentando sustancialmente el precio relativo de las mer­
caderías importadas, principalmente el de las manufacturas. Dada una
protección tan fuerte, y una política fiscal y monetaria expansionista, se
produjeron condiciones favorables para la plena utilización de la capa­
cidad industrial existente así como para la expansión de la misma. La
fuerza de los acontecimientos externos impuso de esta m anera un cam­
bio drástico en la política industrial, la que tuvo sú expresión principal

34 —
en la asignación de las escasas divisas extranjeras disponibles a la im­
portación de bienes de capital y productos intermedios requeridos por
la expansión del sector industrial. El resultado fue un desarrollo relati­
vamente rápido de la actividad manufacturera y el consiguiente fortale­
cimiento de los grupos profesionales y empresariales de clase media, así
como del proletariado industrial.
Al aproximarse la elección presidencial de 1938, se presentaba la
disyuntiva de volver al laissez-faire anterior a la crisis, con la tradicional
coalición política de conservadores y liberales, o de continuar avanzando
en la política de industrialización que los acontecimientos externos y
sus efectos internos habían impuesto al reticente gobierno liberal del
período 1932-38. Esto es lo que proponía el Frente Popular, combinación
política que no sólo favorecía la industrialización, sino también la moder­
nización de la agricultura y la expansión y consolidación de la política
social3.
Tales fueron los principales antecedentes socio-políticos y econó­
micos del prim er período de planificación en Chile, con la CORFO como
organización central de planificación en el sentido técnico, y también
como institución ejecutiva responsable de la implementación de los pla­
nes. La enorme suma de poder económico entregada a esta nueva agen­
cia del Estado sólo puede explicarse por los cambios fundamentales que
habían ocurrido en la estructura económica y social. Estos cambios pu­
sieron en escena nuevas fuerzas políticas con diversos matices de ideo­
logía socialista, y una clase media creciente de la cual salieron los inge­
nieros, técnicos y especialistas que, junto con los grupos empresariales
emergentes, se dedicaron a la industrialización y la explotación de los
recursos naturales del país, así como a la modernización de la agricultu­
ra. Sin embargo, a pesar de la presencia de estas nuevas fuerzas sociopo-
líticas y de que la coalición política que las representaba —el Frente Po­
pular— ganó la presidencia por un pequeño margen, el Congreso conti­
nuó dominado por los sectores tradicionales que normalmente hubiesen
enterrado un proyecto como el de la CORFO.
Aparte de las habituales maniobras políticas, tres razones princi­
pales explican, en nuestra opinión, cómo fue posible armonizar diversos
matices de opinión política de centro-izquierda, e incluso obtener un voto
conservador que fue decisivo para obtener la mayoría necesaria para la
creación de la CORFO. La prim era de estas razones fue, obviamente, el
choque sicológico que produjo el terrem oto y la convicción de que se re­
quería un esfuerzo extraordinario de reconstrucción. La segunda fue el
severo impacto sufrido por el país unos años antes como consecuencia
de la Gran Depresión, fenómeno de efectos similares pero mucho más
perjudiciales que la crisis del salitre, la construcción del Canal de Pa­
namá, etc. La extrema debilidad de la economía nacional, que quedaba
dramáticamente en evidencia cada vez que empeoraban las condiciones
externas, como en los casos señalados, convencieron a grupos numerosos
y significativos de la sociedad, de la necesidad de cambiar la estructura
económica de la nación, con el fin de que fuese menos dependiente de
factores externos. Se pensaba, además que el Estado debía jugar un
papel principal en esta reorientación deliberada de la economía.
Estas conclusiones tuvieron acogida no sólo en las fuerzas polí­

3 Pedro Aguirre Cerda, que llegó a ser Presidente en 1938, había escrito dos libros —El
Problema Agrario, P arís, 1929 y El Problema Industrial, Santiago, 1933— donde formuló
por prim era vez las ideas básicas d'el program a del F rente Popular.

— 35
ticas de izquierda, sino también en los grupos nacionalistas de derecha
que emergían en Chile, en buena medida como reflejo del auge mundial
del fascismo y el nacismo. El apoyo político de último momento que
estos grupos dieron al Frente Popular, fue la tercera razón decisiva que
inclinó la. balanza en favor de una política de amplia y decidida interven­
ción gubernamental destinada a reconstruir y desarrollar la economía
nacional4,
La discusión que precede explica el nacimiento de la CORFO y de
la planificación en Chile, así como las características institucionales que
ésta habría de adoptar. Las referencias al cambiante contexto socio-
político ayudan también a comprender la estrategia de desarrollo que
seguiría la CORFO durante las dos décadas siguientes, a pesar de que
durante todo ese período no se llegó a elaborar un plan nacional de desa­
rrollo, y de que ni siquiera se creara un Departamento de Planificación,
el que sólo vino a establecerse en 1950. La estrategia de desarrollo adop­
tada implícitamente por CORFO estuvo fuertemente condicionada por
aquella experiencia de dependencia externa señalada más arriba, que
sometía frecuentemente a la economía nacional a graves desequilibrios
derivados de causas externas incontrolables. De ahí la preferencia por
una estrategia de desarrollo "hacia dentro” basada en una mayor y más
racional utilización de los recursos humanos y naturales del país. Esta
orientación se acentuó aún más con la Segunda Guerra Mundial, que es­
talló en el preciso momento en que la CORFO iniciaba sus operaciones5.
El conflicto internacional ilustró una vez más la fuerte dependencia del
país respecto de los acontecimientos externos. A pesar que los recursos
financieros eran relativamente abundantes como resultado de la expan­
sión en la exportación de minerales estratégicos, hubo grandes dificul­
tades para obtener en el exterior la maquinaria, equipos y demás bienes
necesarios para la expansión de la industria manufacturera. Tanto la
capacidad industrial de los países desarrollados, como sus medios de
transporte, se hallaban absorbidos totalm ente por el esfuerzo bélico.
Como consecuencia de estos acontecimientos externos, y del cam­
bio socio-político interno, la estrategia de desarrollo del nuevo gobierno
se redujo a dos orientaciones básicas: política social e industrialización.
La prim era se manifestó principalmente en mayores salarios urbanos
y en nuevos y más amplios programas de seguridad social, salud, edu­
cación y vivienda. Los efectos fueron impresionantes y duraderos en ma­
teria de seguridad social y salud, donde se crearon nuevas y poderosas
instituciones. La educación, particularmente la secundaria y la técnica,
también recibió nuevo ímpetu, pero los mejoramientos en este campo
y en el de la vivienda no fueron tan espectaculares como en los anteriores.
La política de distribución de la renta, así como la de legislación
social, estuvieron sin embargo totalmente disociadas de la política de
producción. Mientras las primeras permanecieron bajo el control de
los respectivos ministerios y de algunas nuevas instituciones de seguri­
dad social, la última estuvo a cargo de la CORFO. Aunque nominalmente
dependiente del Ministerio de Economía, la CORFO se transformó en
nna entidad tan poderosa que adquirió una gran autonomía.

4 Claudio Veliz: ‘Radical Conformity: Chile, 1938-1952” , en A. J. P . Taylor (Ed.), History


of the Twentieth Century, Londres, 1968-69.
5 Sergio Molina: “ CORFO, treinta años al servicio de Chile” , discurso del Vicepresidente
Ejecutivo de la CORFO en su 30 avo aniversario. La Nación, Santiago, 29 de abril, 1969.

36 —
Substitución de importaciones y planificación industrial sin plan
Es im portante comprender que CORFO no tuvo aue inventar una
política industrial. Por el contrario, como se ha explicado anteriormente,
el efecto de la Segunda Guerra Mundial sobre la economía chilena, igual
que sobre otras economías en situación parecida, fue inducirlas a un
proceso de industrialización, estimulado por las condiciones expansivas
de la economía y por la escasez de bienes importados. Hacia 1940 este
proceso de industrialización se encontraba ya en marcha, de m anera que
CORFO heredó una orientación general que en alguna medida ya se prac­
ticaba, una estrategia implícita, que sólo necesitaba ser racionalizada y
proseguida de manera más sistemática.
En efecto, el proceso de industrialización comenzó de hecho du­
rante el siglo pasado, recibiendo empuie considerable v sostenido des­
pués de la Depresión Mundial y sobre todo durante la Segunda Guerra
Mundial. La crisis en la balanza de pagos y las dificultades en la impor­
tación de mercaderías dieron lugar a un fuerte proteccionismo, mientras
los gobiernos mantenían o acrecentaban los gastos públicos, con el fin
de contrarrestar la desocupación. Se fomentó de esta m anera la instala­
ción de industrias para la fabricación de bienes de consumo. En econo­
mías tradicionalmente especializadas en la producción de materias pri­
mas exportables, ello significaba necesariamente la importación de los
bienes de capital y los productos intermedios necesarios para las nuevas
fábricas. De esta manera, la importación de bienes de consumo finales
se reemplazaba gradualmente por la de las maquinarias y otros insumos
destinados a la producción de aauellos bienes en el país. Esto daba lu­
gar a un cambio en la composición de las importaciones , oue constituye
la otra cara del proceso de industrialización por sustitución de impor­
taciones 6.
Un sector industrial en rápida expansión resulta necesariamente
en la expansión de la demanda de combustibles, materias primas, metales
básicos, energía, transportes, comunicaciones, servicios financieros y co­
merciales. Reauiere también trabajadores especializados, administrado­
res y empresarios experimentados. Además, a causa del fuerte estímulo
a la concentración urbana derivada de la industrialización, aumentan
en forma aguda las necesidades de servicios urbanos: viviendas, escuelas,
agua potable, energía eléctrica, alcantarillado y sistemas de comerciali­
zación v distribución. El rápido avance del sector industrial y de la ur­
banización revelaba las serias deficiencias, así como la falta de flexibi­
lidad en la oferta de estos servicios, originando tensiones v deseauilibrios
a través de toda la economía. Estos fueron descritos por la nueva insti­
tución de planificación industrial, como "un gran número de problemas
concretos aue han quedado sin solución por muchos años, y que requie­
ren una solución inmediata” 7.
"De acuerdo a su ley orgánica, la prim era tarea de CORFO fue
presentar un plan general para el desarrollo de la producción. Pero no
fue posible cumplir esta tarea en tan corto tiempo. Faltaba información

6 Este proceso se analiza en form a detallada en Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesa-
rrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo. Textos d'el ILPES, Editorial Siglo XXI,
México, 1970. P arte IV.
7 Raúl Sáez: “El problema de la planificación y la Corporación de Fomento de la Produc­
ción” . Conferencia Inaugural de la Novena Semana del Ingeniero, Anales del Instituto de
Ingenieros de Chile, reimpreso por Editorial Universitaria, Santiago, 1961* p. 11.

— 37
previa; no se disponía de censos industriales ni agrícolas; las ideas acer­
ca de las potencialidades de nuestros recursos naturales eran incompletas
y desorganizadas; las estadísticas eran deficientes. Por consiguiente, era
imposible presentar un plan general de desarrollo dentro de un período
razonable de tiempo. Se decidió entonces preparar los llamados ‘planes
de acción inmediata', es decir, esfuerzos tendientes a vencer las deficien­
cias y vacíos más notorios de la estructura productiva” 8.
Obviamente, las necesidades que se sintieron con mayor urgencia
fueron las relativas a insumos industriales estratégicos, tales como el
acero, los combustibles y la energía. Como estos productos y servicios
intermedios se usan en todas las actividades del sector industrial, su
demanda comenzó a acrecentarse con rapidez sin precedentes, haciendo
ver claramente que el desarrollo de estos sectores industriales constituía
la tarea principal qüe debía emprender la CORFO. La escasez de estos
productos durante la Segunda Guerra Mundial y las graves dificultades
que ello ocasionaba, la importancia estratégica que se atribuía a estos sec­
tores en el proceso de industrialización así como las preferencias pro­
fesionales que por ellos tenían los ingenieros que debían componer el
estado mayor de la CORFO, contribuyeron a la concentración del es­
fuerzo planificador en estas áreas.
Al emprender tareas de tanta envergadura, la CORFO tuvo que
iniciar también una serie de actividades de estudio e investigación bási­
cas en el campo de los recursos naturales, especialmente un análisis sis­
temático del potencial hidráulico del país, así como de sus bosques y
de los recursos del subsuelo. Un plan nacional de electricidad basado en
la utilización de la energía hidroeléctrica, un programa nacional del
acero y un plan para el desarrollo de los re c u rso petrolíferos, constitu­
yeron los primeros planes sectoriales concretos que se formularon y
aprobaron. Cada uno de ellos fue llevado a la práctica por medio de una
empresa subsidiaria de CORFO: respectivamente, la Empresa Nacional
de Electricidad (ENDESA), la Compañía de Acero del Pacífico (CAP)
y la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP).
El extenso programa de investigaciones emprendido por CORFO
dio por resultado ía prim era Geografía Económica de Chile más o menos
completa, moderna y seria 9. La Corporación de Fomento también puede
reclamar para sí el mérito de haber iniciado la investigación económica
moderna en el país, especialmente en m ateria de Renta Nacional y Cuen­
tas Nacionales. El prim er resultado de este trabajo fue el cálculo de la
Renta Nacional de Chile 10. Esto tiene suma importancia, porque antes
de que CORFO produjera estos cálculos, no era posible tener una visión
global del desarrollo de la economía. Por tanto, no había tampoco po­
sibilidad de form ular un plan coherente y equilibrado de desarrollo, que
pudiera tom ar en consideración las interrelaciones entre los diversos
sectores y actividades, así como los balances macro-económicos. De esta
manera, la estrategia de planificación seguida por CORFO durante la
prim era década y media de su existencia fue, tanto por su condiciona­
miento económico y socio-político como por la precariedad de los siste­
mas de información económica, una estrategia de crecimiento sectorial

8 Sergio Molina, op. cit.


9 CORFO (Fundación Pedro Aguirre Cerda): Geografía Económica de Chile, texto refun­
dido, Ed. Universitaria, Santiago, 1965. (Los primeros volúmenes de este trabajo ap are­
cieron en 1950).
io CORFO, La Renta Nacional de Chile, Santiago, Ed. Universitaria, 1946.

38 —
y desequilibrado. No obstante se lograron resultados notables en aque­
llas actividades hacia las que estaban dirigidos sus principales esfuerzos 11.

La economía desequilibrada, programas de estabilización y un plan sin


planificación

El equilibrio global del proceso chileno de desarrollo entró en di­


ficultades crecientes hacia la mitad de la década de 1950. La inflación
escapó a todo control y la economía se estancó. Estos dos fenómenos
estaban, naturalmente, relacionados, y en sus causas debe buscarse la
explicación del acento puesto sobre las políticas de corto plazo que
prevalecieron entre 1953 y 1964, así como también la nueva estrategia
de desarrollo y de planificación que se adoptaría después de 1964.
En 1954 el porcentaje de inflación en Chile excedió el 70%, por lo
cual los años siguientes se dedicaron a un esfuerzo masivo destinado a
detener la inflación. Estos fueron los años de los bien conocidos "pro­
gramas de estabilización” 12.
Posteriormente vino el gobierno del Presidente Jorge Alessandri
(1958-1964) que dio poca importancia a la planificación. Pero las cir­
cunstancias le obligaron, en 1960, a adherir formalmente al Programa
Nacional de Desarrollo Económico 1961-70, que había sido preparado
por el personal de CORFO varios años antes, y que fue puesto apresura­
damente al d ía 13. Dos circunstancias llevaron a esta decisión: el devas­
tador terremoto de mayo de 1960, y la iniciación de la Alianza para el
Progreso, en 1961. Ambos acontecimientos significaron un aumento de
la ayuda exterior para Chile; y en ambos casos, las agencias de ayuda
extranjeras exigieron la presentación de un plan global de desarrolló
11 La literatura sobre la CORFO es escasa y sólo parte de ella se ha publicado. La relación
más reciente y completa, con inclusión de cifras no publicadas anteriormente acerca de
sus inversiones y su importancia relativa es la de Markos Mamalakis: “Veinticinco años
de la Corporación de Fomento de la Producción” , en Keith Griffin y Eduardo García
(Eds.): Ensayos sobre la planificación, Instituto de Economía y Planificación, Universi­
dad de Chile, Santiago, 1967, p. 411. Ver también la bibliografía siguiente citada por
Mamalakis, ibid. p. 412: Kalman Silvert, The Chilean Development Corporation, tesis
doctoral no publicada, Tulane University, 1952; y varios memorándums mimeografiados
y documentos. Ver también Panorama Económico, Ed. Universitaria, Santiago, N.os 101
(junio 1954) y 244 (junio 1969), números especiales dedicados a los 15 y 30 años de la
CORFO.
12 Existe una amplia bibliografía sobre la controversia “m onetarista-estructuralista” que sé
desarrolló en tomo a los program as de estabilización en América Latina: W emer Baer
e Isaak Kerstenetzky (Eds.). Inflation and Growth in Latin America, Documentos y
Discusiones de una Conferencia celebrada en Río de Janeiro en 1963. Homewood, I, 1964:
Roberto Campos: “ Two Views on Inflation, in Latin America” , en Albert Hirschman (Ed.),
Latin American Issues, Essays and Comments, Nueva York, 1961, pp. 69 y sig.; David
Félix: “An Alternative View of the “Monetarist-Structuralist’ Controversy” , ibid., pp. 81
y sig.; Joseph Grunwald: “The ‘Structuralist” School on P rice Stabjlizaüon and Econo-
mic Development: The Chilean Case” , ibid., pp. 95 y sig.: Osvaldo Sunkel: “La Inflación
Chilena: un enfoque heterodoxo” , en El Trimestre Económico. Vol. XXV. Méjico, pp.
570 y sig.; Aníbal Pinto: Ni estabilidad ni desarrollo — la política del Fondo Monetario.
Santiago 1960; ídem: “El análisis de la inflación,: ‘estructuralistas y m onetaristas’ ” , en:
Economía, año XXI, Santiago de Chile, 1963, N9 79; Dudley Seers: “A Theory of Inflation
and Growth in Under-Developed Economies based on the Experience of Latin America” ,
Orford Economic Papers. N. S., Vol. XIV, 1962, pp. 173 y sig.; Ver "también su estudio
en: Inflation and Growth in Latin America, op. cit.; P ierre U ri: Une Politique monétaire
pour l Amérique Latine, con la colaboración de Nicholas Kaldor, Richard Ruggles, Ro-
bert Triffin, P arís, 1965.
13 CORFO: Programa Nacional de Desarrollo Económico 1961-70, Talleres Gráficos L a Na­
ción, Santiago, 1960.

3$
como condición para la concesión de fondos. El antiguo programa de la
CORFO iba a servir para este fin, pero sin mucha influencia efectiva
sobre la política, la cual continuó dominada, a lo largo de toda la década,
por consideraciones y problemas de corto alcance.
En 1964 emergió una nueva situación política con la victoria del
Presidente Frei y del partido Demócrata Cristiano. Pero antes de exa­
m inar su experiencia planificadora, debemos retroceder a los graves
males económicos que condujeron a la superinflación y estancamiento
de mediados de la década del cincuenta, puesto que el diagnóstico de
aquellas dificultades constituyó la base para la formulación de la estra­
tegia de desarrollo adoptada por el nuevo gobierno y, por tanto, de sus
esfuerzos en m ateria de planificación.
Es útil tener presente de nuevo el modelo de industrialización por
sustitución de importaciones al realizar este examen, porque este pro­
ceso constituyó la principal fuerza impulsora de la industrialización y,
a través de ella, el elemento dinámico básico en el proceso general de
desarrollo. La industrialización inducida, basada en la permanente es­
casez de moneda extranjera y en una política gubernamental expansio-
nista, significó no sólo un gran aumento en la demanda de materiales y
servicios básicos> tales como acero, petróleo y energía eléctrica, sino
también de toda la gama de insumos industriales. La expansión urbana
y el aumento de los ingresos en las ciudades, estimularon además la
demanda de todos los variados servicios urbanos, así como de los pro­
ductos manufacturados y alimenticios.
Con el fin de conservar algún equilibrio general en este proceso,
y vencer cuellos de botellas específicos, la producción de toda la econo­
mía hubiera debido expandirse pari passu con el crecimiento y la diver­
sificación de la demanda, dada la limitada disponibilidad de recursos
externos. Para que esto se hubiera logrado se habría requerido una es­
tructura de producción altamente flexible, elástica y dinámica; es decir,
una fuerte tasa de formación de capital, recursos humanos altamente
calificados, empresarios "Schumpetarianos”, y un marco apropiado de
instituciones, valores y actitudes. La falta de estas condiciones es, por
supuesto, una de las características básicas del subdesarrollo y explica
en gran medida las dificultades y tensiones que acompañan a un vigo­
roso proceso de industrialización.
El principal esfuerzo para vencer estos obstáculos tuvo que ha­
cerlo el sector público’ que se encontraba mal preparado para tareas
tan abrumadoras. El Estado tuvo que participar activamente en la crea­
ción y reorganización de la infraestructura productiva para respaldar
al empresario privado e inducirlo a instalar y expandir nuevas ramas
de actividad. Tuvo que asumir la responsabilidad de desarrollar deter­
minadas actividades industriales básicas, creando para ello las respec­
tivas empresas públicas. Se encontró bajo fuerte presión política para
m ejorar la distribución del ingreso y extender los servicios sociales bá­
sicos a una población urbana en rápido crecimiento. Se vio también
presionado para absorber empleados que no encontraban colocación en
la actividad económica privada. Todas estas tareas, y otras que no viene
al caso señalar aquí, significaron una expansión formidable del sector
público, tanto en términos absolutos como relativos.
Para cumplir las nuevas funciones y ampliar las ya existentes, el
gobierno tuvo que utilizar un aparato financiero y administrativo ob­
soleto. El anticuado sistema administrativo fue culpable de mucha de
la ineficiencia y obstáculos que se presentaron, constituyendo una limi­

40 —
tación enorme en todos los sectores de la administración para el empleo
de las técnicas de planificación, programación y proyectos. El añejo sis­
tema financiero fue un factor agravante de la sistemática tendencia a
incurrir en grandes déficits presupuestarios, tendencia inherente a la es­
tructura impositiva chilena, como se demostrará luego.
En efecto, una elevada proporción de las rentas fiscales provienen
de las actividades exportadoras y del comercio exterior en general. Este
sector se contrajo en relación al Producto Internó Bruto en tanto que
el sector público se expandía, o sea, una reducción relativa de la base
tributaria más importante. Además, muchos derechos de importación
y de exportación eran de tipo específico, de modo que su valor real y su
incidencia declinaban con el alza de precios. Por otra parte, la estruc­
tura cambiante de las importaciones redujo gradualmente el volumen
relativo de las importaciones de mercaderías de altos derechos (las de
consumo), reemplazándolas por otras de derechos bajos o libres de de­
recho (m aterias primas y bienes de capital), así como por crecientes im­
portaciones del sector público, también libres de derechos de importa­
ción. Trasladar la carga tributaria de la actividad económica externa a
la interna no era tarea fácil, por cuanto la estructura política del país
dificultaba una reforma tributaria amplia, así como el establecimiento
de una administración tributaria eficiente. El resultado fue un desor­
denado aumento anual de tasas y la creación sucesiva de una gran varie­
dad de nuevos impuestos, lo que produjo en definitiva un sistema impo­
sitivo desarticulado y con escasa elasticidad o flexibilidad.
El proceso de largo plazo que acabamos de describir llevó a una
aguda crisis en 1953. En ese año, graves dificultades en el mercado del
cobre forzaron el abandono del sistema de cambios múltiples, que sub­
vencionaba fuertemente a las importaciones “esenciales", produciéndose
una substancial devaluación de la moneda nacional. Este hecho, junto
con el aumento simultáneo de los salarios, en un intento por compensar
al consumidor por la elevación de los precios, prendió la chispa de un
explosivo movimiento inflacionario que amenazó con hacerse totalmente
incontrolable u .
Este problema de corto plazo se agudizó por la crisis fiscal de
largo plazo que acaba de ser mencionada. Las crecientes necesidades
del sector público habían sido financiadas en gran parte por una pesada
y creciente tributación sobre los principales exportadores de cobre, a tra­
vés de la aplicación de una tasa de cambio crecientemente sobrevaluada.
La tributación llegó a ser tan elevada que la producción de cobre se es-
tagnó, y en 1956 fue revisado el tratam iento impositivo con el fin de esti­
mular nuevas inversiones 15. Visto en perspectiva, este cambio en la po­
lítica del cobre que se había venido aplicando por más de 20 años, fue
en verdad el prim er paso en la reorientación de la estrategia de desa­
rrollo “hacia dentro” que se venía siguiendo desde 1940. El segundo pa­
so —la "chilenización” de las minas— sería una de las "vigas m aestras” de
la nueva estrategia adoptada en 196416.
Otra dificultad que se agudizó en la década del 50, fue la falta de
respuesta del sector agrícola a la creciente demanda de alimentos por
14 Un análisis detallado de este período puede hallarse en: CEPAL, “Algunos aspectos de
la aceleración del proceso inflacionario en Chile” , Boletín Económico de América Latina,
Vol. I, N9 1, enero 1956.
15lbid., ver anexo.
16 Raúl Sáez, Chile y el cobre, Reportaje de René Silva Espejo. Publicación oficial del De­
partamento del Cobre, Santiago, 1965.

— 41
parte de una población urbana en rápido crecimiento y con ingresos
crecientes y además un sector manufacturero cuya demanda dé mate­
rias primas también aumentaba constantemente. La lentitud en la expan­
sión-de la producción y la productividad agrícolas influyeron además
decisivamente en el estancamiento de la economía en su conjunto^ no
sólo por la importancia de la agricultura en ese conjunto, sino también
porque la estagnación rural tendía a lim itar la expansión industrial.
Era además una causa básica de presión inflacionaria y tendía a agravar
las dificultades de la balanza de pagos.
La agricultura chilena sé ha caracterizado desde hace mucho tiem-
d o por la existencia de una estructura ántieconómica en la tenencia de
la tierra, en la que ha predominado el minifundio y el latifundio. Esto dio
como resultado la falta de utilización o el mal uso de la tierra, y hasta
la destrucción de su potencial productivo. Tal situación dificultó la in­
troducción de la tecnología moderna y la racionalización en el uso de
los recursos agrarios. Por tanto, era difícil que aumentaran la producción
y los rendimientos, y Se lograra así la exnansión de los abastecimientos
agrícolas necesaria para la expánsión industrial y el desarrollo y equi­
librio global del sistema.
Hacia 1950, la CORFO comenzó a extender sus actividades al sec­
to r rural¿ introduciendo el cultivo agro-industrial de la betarraga azu­
carera. Como Chile eran gran im portador de azúcar, había sin duda una
clara motivación de sustitución de imoortaciones. Pero a través de sus
efectos secundarios sobre la actividad agrícola, y en esnecial sobre la
crianza de ganado y la producción de leche, se pretendía también que
constituyera un factor de modernización en las zonas rurales. Por otro
lado, la CORFO inició un programa de mecanización agrícola cuyo efec­
to, más que el aumento de la producción, fue la elevación de la producti:
vidad por hombre, lo que contribuyó a acelerar el proceso de emigración
rural. No obstante estas actividades, la agricultura no constituyó en nin­
gún momento una preocupación fundamental para la planificación y la
política de desarrollo de la CORFO en ese período. Pero en la medida
que se constituía en un obstáculo creciente emergía como otra área bá­
sica para la futura estrategia de desarrollo.
El propio desarrollo industrial también encontró dificultades. El
Estado había hecho inversiones sustanciales en la infraestructura: trans­
portes, energía, etc. Además, había creado algunas industrias básicas.
La emprésa privada, fuertemente protegida y estimulada, había avan­
zado en forma considerable en el reemplazo de un número apreciable
de mercaderías livianas de consumo. Cada nueva línea de sustitución de
importaciones prometía beneficios sustanciales, atraía numerosos empre­
sarios y originaba una rápida expansión de la capacidad productiva. Pero
una vez que se llenaba el vacío dejado por la suspensión del abasteci­
miento externo, la demanda interna continuaba aumentando sólo en for­
ma moderada, de manera que, en una actividad tras otra, comenzó a
haber exceso de capacidad productiva instalada.
Por otro lado, con el fin de continuar sustituyendo importacio­
nes, la industria tuvo que entrar a producir bienes de consumo durables,
maquinaria y equipo, y también productos intermedios. Esto presentaba
dificultades considerablemente mayores para los empresarios privados
locales. Los recursos financieros necesarios eran muy superiores, los pro­
blemas técnicos más complejos, la necesidad de recursos humanos ca­
lificados más esencial y los problemas administrativos mucho más com­
plicados. Además, al avanzar la industrialización hacia estas actividades
42 —
se requería cada vez más capital, y el tamaño económico mínimo de las
plantas aumentó, excediendo con frecuencia el tamaño deF mercado. Por
esta razón, o debido a situaciones monopólicas —que tienden a desarro­
llarse fácilmente en una situación como ésta— una creciente parte de la
estructura industrial operaba por debajo de su capacidad instalada. Por
todas estas razones, el proceso de industrialización alcanzó un punto
de rendimientos reales decrecientes por cada unidad adicional de capital
invertido.
Este complejo de factores, más el efecto del estancamiento agríco­
la, produjeron varias consecuencias importantes. En prim er lugar, el
ritm o del crecimiento industrial tendió a disminuir. En segundo lugar, lá
CORFO tuvo que entrar a apoyar con ayuda financiera, técnicá y de va­
rias otras maneras, la creación o expansión de industrias en estos nue­
vos campos, convirtiéndose en este proceso en una especie de banco in­
dustrial. En tercer lugar se abrieron las puertas y se dio amplio estímulo
a la inversión privada extranjera, al financiamiento externo, a la asocia­
ción con capital exterior, a l u s o de licencias y patentes, etc.
Desde el punto de vista dé la plánificación, el efecto más impor­
tante de este proceso fue la transformación dé la CORFO, de una institu­
ción dedicada fundamentalmente al estudio y desarrólle de programas
destinados a crear nuevas actividades industriales básicas, en una insti­
tución financiera dedicada casi exclusivamente al financiamiento de em­
presas privadas o mixtas a mediano y largo plazo. La reorientación de
CORFO fue tan profunda, que años más tarde, cuando él gobierno De­
mócrata Cristiano trató de emplearla nuevamente como prom otora de
nuevas actividades básicas, no fue fácil revivir su antiguo élan como
institución de fomento.
El proceso de desarrollo industrial experimentado p o r Chile du­
rante las últimas décadas ha adolecido de fallas serias. Iniciado y desarro­
llado en un mercado casi absolutamente protegido de tam año relativa­
mente pequeño, algunas de sus características negativas más notables
han sido la ineficiencia, el derroche de recursos, la elevada concentra­
ción de la propiedad y la fuerte dependencia de fuentes extranjeras de
financiamiento, de tecnología y de administración. Más aún, el carácter
crecientemente capital-intensivo de la estructura industrial —debido a
que se entraba en líneas nuevas y técnicamente más avanzadas, al reem­
plazo del equipo obsoleto en las plantas existentes, y a la sustitución de
la manufactura primitiva por la industria moderna— ha dado p or resul­
tado la creación de un número insuficiente de nuevas oportunidades de
empleo. El desarrollo industrial se convirtió así en otro sector proble­
mático de la actividad económica, que requería una reorientación básica
a fin de que volviera a ser uno de los factores dinámicos más importan­
tes de crecimiento y desarrollo.
Ingresos de divisas relativamente estacionarios y altamente ines­
tables constituyen una característica común en muchos países subdesa-
rrollados, y este fue particularmente el caso de Chile en ese período. Lo
que es menos conocido es la manera cómo el proceso de substitución de
la importación ha dinamizado las importaciones y agravado el estrangu-
lamiento de los cambios externos. Este es uno de los problemas más se­
rios que Chile y otros países en igual situación están encarando actual­
mente.
La sustitución de importaciones ha consistido básicamente en fa­
bricar dentro del país las mercaderías de consumo que antes se importa­
ban. Pero como no existía en el país un complejo industrial básico fue
— 43
necesario im portar la maquinaria, el equipo, así como una amplia gama
de semimanufacturas y otros insumos necesarios para la fabricación del
artículo final de consumo. De este modo, un proceso dinámico de in­
dustrialización dio nacimiento a un proceso igualmente dinámico de
demanda de insumos industriales y bienes de capital importados. Mien­
tras se podía ahorrar moneda extraniera dejando de im portar merca­
derías finales de consumo, para emplearla en la importación de bienes
de producción, todo iba bien. Pero una vez que la sustitución de bienes
de consumo llega a su fin, la continuación del desarrollo industrial
requiere importaciones industriales en rápido crecimiento, en tanto que
las exportaciones crecen en forma lenta y ya no se puede ahorrar divisas
dejando de im portar bienes de consumo: cada dólar debe emplearse en
la importación de algún artículo esencial, por lo cual las nuevas impor­
taciones esenciales sólo pueden financiarse desplazando otras importa­
ciones igualmente esenciales.
El financiamiento externo es, por supuesto, la respuesta a corto
plazo a la necesidad de continuar con el desarrollo industrial a pesar
de esta verdadera "tram pa cambiaría”; pero, como el desarrollo indus­
trial no ha contribuido significativamente a dinamizar las exportacio­
nes, por razones obvias —ineficencia; asignación de mercados por medio
de las subsidiarias y de los contratos de licencia y patentes: falta de ac­
ceso a los mercados de países desarrollados, etc.— el financiamiento ex­
terno, cualquiera sea su forma, llega a ser pronto un nuevo factor de dese­
quilibrio de la balanza de pagos. En estas condiciones era necesario en­
contrar rápidamente nuevas fuentes de moneda extranjera, ya que la
substitución de importaciones había quedado agotada como medio de
obtener recursos externos, en tanto que la industria generada en este
proceso se m ostraba incapaz de contribuir significativamente al aumento
de las exportaciones, al mismo tiempo que crecía el peso de la deuda ex­
terna. La única manera que tenía Chile para salir de estas dificultades
era lograr una gran expansión en la producción de cobre y obtener al­
gún control sobre la política de precios de las empresas. Aquí emergió
entonces la piedra angular de la nueva estrategia de desarrollo del go­
bierno Demócrata Cristiano que llegó al poder en 1964.
Un último elemento que debe ser considerado es el efecto que
la estrategia de desarrollo tuvo sobre la distribución de ingresos y la
marginalidad. Las estimaciones estadísticas parecen m ostrar que la dis­
tribución del ingreso mejoró algo durante la década de 1950, al menos en
el sentido de que los grupos de rentas más altas perdieron algo en fa­
vor de los grupos de entradas medias y bajas. Sin embargo, el 10% de
la población con rentas más altas aún recibía casi el 36% de la renta
total. Más aún, si se toma en cuenta el problema del exceso de oferta
y de la insuficiencia de oportunidades de trabajo para los obreros no
especializados, es muy posible que se hayan producido dos movimientos
divergentes dentro de los grupos de rentas más bajas.
Los obreros mejor organizados, urbanos, semiespecializados y es­
pecializados y ocupados en actividades modernas probablemente aumen­
taron sus salarios reales y hasta mejoraron su posición relativa dentro
de la estructura de ingresos. Por otro lado, los trabajadores rurales, los
pequeños propietarios y negocios familiares, el comercio callejero y los
artesanos, así como los trabajadores urbanos no especializados y desor­
ganizados es posible que continuaran recibiendo salarios de subsistencia,
o que hayan incrementado muy escasamente su renta real.
La proporción de la población representada por estos grupos es
44 —

./
probable que haya estado aumentando. Dada la coexistencia, en todos
los sectores y en todos los niveles de la actividad económica, de métodos
avanzados de producción y de otros mucho más primitivos; dado que
una proporción siempre creciente de la actividad económica se lleva a
cabo empleando tecnología moderna, y tomando en cuenta que el volu­
men de empleo por unidad producida es mucho menor al nivel de tec­
nología moderna que al de la primitiva, las oportunidades de empleo no
crecen sustancialmente y hasta pueden disminuir en ciertas circunstan­
cias. Por otra parte, con vina fuerza de trabajo en rápido crecimiento,
la mano de obra cesante bien puede haber aumentado. Una indicación
clara en este sentido es la ampliación de las poblaciones “callampas” o
“marginales” en las zonas urbanas que caracteriza a las ciudades grandes
y medianas de Chile, y que se convertió en otro problema cuya solución
requería una nueva estrategia de desarrollo.

Una nueva oportunidad: auge y decadencia de la planificación global

El anterior diagnóstico de algunos de los problemas fundamen­


tales del desarrollo de Chile lo confeccionó un grupo de economistas
chilenos durante los últimos años de la década de 1950 y primeros de la
de 1960. Uno de los estímulos más fuertes para este análisis lo constituyó
la controversia sobre las políticas de estabilización que hacía furor entre
“estructuralistas” y “m onetaristas”. El análisis estructural de los proble­
mas que afectaban al desarrollo de Chile, delineado anteriormente, fue
la interpretación adoptada por las dos principales agrupaciones políticas
que competían por el poder en 1964. Por tanto, los programas de la De­
mocracia Cristiana y del FRAP se basaban prácticamente en la misma
estrategia, aunque los medios propuestos para implementarla eran dife­
rentes. Además, las dos agrupaciones políticas tenían como uno de los
puntos centrales de sus programas, la creación de un sistema de planifi­
cación fuerte, efectivo y amplio, y se comprometían a emplearlo como
herram ienta básica en su política de desarrollo.
Esta actitud de las agrupaciones políticas era en parte el resul­
tado de la fuerte influencia ejercida por los grupos de economistas antes
mencionados en cada una de ellas. Hasta se establecieron oficinas de
planificación como parte de la campaña electoral, a las cuales se confió
la preparación de los respectivos planes de gobierno, y el núcleo técnico
afín a la Democracia Cristiana llegó a ser la base de la nueva oficina de
planificación. Esta situación reflejaba en parte la posición ideológica de
los principales partidos políticos, y la experiencia de las últimas décadas.
Pero el consenso nacional acerca de la nueva estrategia de desarrollo y
de la importancia de la planificación también se vio influenciada por el
acuerdo celebrado en 1961 entre América Latina y la nueva administra­
ción Kennedy: la Alianza para el Progreso.
Este programa fue formulado en parte por algunos de los econo­
mistas que después contribuirían a la preparación de la política de desa­
rrollo del Presidente Frei, y se basaba en la misma aceptación de las re­
formas estructurales, la planificación y la ayuda externa. En realidad, la
ayuda externa se ofrecía en forma condicionada, exigiéndose la presen­
tación de planes de desarrollo que debían incluir la reforma agraria,
programas de mejoramiento social, reforma tributaria, etc. Se establecie­
ron arreglos internacionales—el Comité de los “Nueve Sabios”—, para
evaluar los planes y las realizaciones, y para conceder la autorización de
— 45
ayuda financiera de acuerdo al grado de cumplimiento de los compromi­
sos con la Alianza. Por consiguiente, la preparación de planes y la crea­
ción de sistemas de planificación se vio fuertemente estimulada, o hasta
impuesta a los países renuentes, a través de las presiones del financia-
miento exterior.
A pesar de todo este fuerte respaldo a la planificación, y a pesar
de que el Presidente Frei alcanzó el poder por una votación popular sin
precedentes, y a que su gobierno se basaba por prim era vez en este siglo
sobre un solo partido, la creación de una maquinaria de planificación
nueva y amplio, así como la preparación de un plan de desarrollo, en­
contraron serias dificultades.
Un elemento político importante, que influyó en que la publicación
de la Ley 16.635 se postergara hasta el 14 de julio de 1967, casi tres años
después de haber tomado el poder el Presidente Frei, fue el hecho de
que los partidos de oposición tenían mayoría en el Senado. El gobierno
prefirió ser muy cauto con el proyecto que debía enviar al Congreso,
por lo cual concibió la Oficina Nacional de Planificación ( ODEPLAN)
como un mero cuerpo consultivo y asesor del Presidente, sin dar nin­
guna fuerza legal a las directivas de planificación que este organismo
estableciera. La Cámara de Diputados, dominada por una abrumadora
mayoría de diputados gobiernistas, aprobó el proyecto, reforzándolo,
pero el Senado lo desdibujó añadiendo un párrafo en que se establecía
que ODEPLAN no podía en modo alguno interferir en los procedimientos
administrativos normales, ni en las líneas de la autoridad administrativa.
Este era un golpe serio a la efectividad del sistema de planificación, por­
que ODEPLAN había sido concebida en la Ley como el núcleo central
de una organización descentralizada, basada en oficinas sectoriales si­
tuadas en los ministerios y en las corporaciones estatales, y que debían
desempeñar un papel básico en la coordinación del sector público. La
enmienda del Senado prácticamente liquidaba esta posibilidad.
Pero esta no era la única dificultad, ni siquiera la más importante.
El hecho es que ODEPLAN fue concebido originalmente como un cuerpo
asesor de la Presidencia, y por lo tanto, o el Presidente no trató de usar­
lo, creando dicho organismo sólo como una concesión a compromisos
programáticos previos, o con el fin de cumplir los requisitos de la Alian­
za para el Progreso; o bien tuvo intención de utilizar ODEPLAN, pero no
pudo hacerlo por algún motivo. La impresión de este autor es que el
Presidente y el Partido deseaban en efecto usarlo; por consiguiente,
debe buscarse una explicación adecuada al papel relativamente inefectivo
desempeñado por ODEPLAN en la formulación y aplicación de la políti­
ca económica, sin perjuicios de sus interesantes trabajos en el desarrollo
de instrumental técnico y analítico de planificación, en planificación re­
gional, en el campo de la información estadística básica y en la coordina­
ción de la ayuda técnica externa.
Creemos que la respuesta a esa pregunta está estrechamente rela­
cionada con la manera cómo las estrategias de desarrollo y las políticas
fundamentales son implementadas a través de instituciones ejecutivas
apropiadas. Si se recuerda que CORFO respondió durante un cierto pe­
ríodo a una determinada estrategia y sus correspondientes políticas
básicas de largo plazo, y a las respectivas fuerzas socio-políticas, sin que
fuera necesaria una oficina de planificación global ni un plan nacional
de desarrollo, será más fácil comprender que ODEPLAN, concebida co­
mo un cuerpo técnico sin autoridad política, y sin el menor poder sobre
el presupuesto, ha sido fácil víctima de la manera tradicional en que

46 —
el Gobierno de la Democracia Cristiana llevó a la práctica —por medio
de corporaciones estatales semiautónomas apropiadas— las líneas bá­
sicas de su política de desarrollo.
En efecto, el programa del nuevo gobierno incluía los siguientes
objetivos principales: reform a agraria, expansión de las exportaciones
de cobre, fuerte expansión de los servicios sociales (principalmente vi­
vienda y educación), desarrollo industrial y, por sobre todo, control de
la inflación17. En consecuencia y con el fin de llevar a cabo su política
de reform a agraria, se fortalecieron considerablemente dos instituciones:
la Corporación de Reforma Agraria (CORA) y el Instituto de Desarrollo
Agrícola (IN D A P)18. Con el fin de dar impulso vigoroso al programa
habitacional del gobierno —que ya se hallaba en m archa en el sector pri­
vado— se creó el Ministerio de la Vivienda y varias corporaciones com­
plementarias de la ya existente Corporación de la Vivienda (CORVI),
como la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU), la Corpora­
ción de Servicios Habitacionales (CORHABIT), etc. En el área de la mi­
nería del cobre se organizaron la Corporación del Cobre y las sociedades
mixtas. CORFO creó nuevas subsidiarias o comisiones especiales (Comi­
sión automotriz, Comisión Electrócnica, etc.) con el fin de impulsar el
desarrollo industrial en determinadas ramas; y el Ministerio de Educa­
ción fue reorganizado, concediéndosele fuertes recursos adicionales. La
política de estabilización se puso enteramente en manos de los Ministe­
rios de Hacienda y de Economía y del Banco Central, en tanto que un
Comité Económico informal —en el que tomaban parte algunos minis­
tros así como representantes de ciertas entidades públicas— actuaba co­
mo agencia coordinadora de la política de corto plazo.
Como puede verse, todas las principales políticas de la estrategia
de desarrollo y de estabilización del gobierno fueron encargadas directa­
mente a poderosas Corporaciones estatales o a determinados Ministerios,
todos con amplia autonomía dentro del sector publico y respaldados por
poderosos grupos de in te r é s —como la Cámara de la Construcción en
el caso de los Ministerios de Obras Públicas y de la Vivienda— o bien
por fuertes compromisos políticos —como en el caso de la Reforma
Agraria y del control de la inflación—. Frente a esta fragmentación del
poder público y de los organismos encargados de tomar decisiones, es
obvio que un cuerpo consultivo como ODEPLAN no tenía la menor po­
sibilidad de llegar a desempeñar un rol decisivo en la coordinación de
las políticas de estos diversos gigantes, o de hacerlos adherir en forma
coordinada a algún programa de desarrollo a largo plazo.
Sin embargo, especialmente durante los tres primeros años de.
gobierno, se logró alguna coordinación, debido a que se trataba p or pri­
mera vez en muchas décadas de un gobierno de un solo partido, de ma­
nera que el acuerdo sobre ciertas decisiones básicas podía tomarse
en el ámbito del partido y del gobierno. Pero al deteriorarse con el tiem­
po esta condición de unidad política, al aum entar los conflictos entre el
partido y el gobierno, y dentro del partido mismo, este elemento de co­
ordinación también se debilitó.
La situación se agravó por el hecho de que el gobierno se había
17 ODEPLAN, Política de desarrollo nacional: directivas nacionales y regionales. Ed, Uni:
versitaria, Santiago, abril, 1969. ,
18 La importancia atribuida a la Reforma A graria y a la modernización de la agricultura
permitió la creación de una fuerte oficina de planificación sectorial en el Ministerio de
Agricultura (ODEPLAN), que ha confeccionado un voluminoso y detallado P lan de De­
sarrollo Agrícola.

— 47
comprometido a lograr algunos objetivos extraodinariamente ambicio­
sos en las actividades mencionadas más arriba, al mismo tiempo que se
hallaba absolutamente comprometido a detener la inflación por medio
de un programa de desaceleración de la misma en tres años. Como la
economía se encontraba relativamente deprimida, la política expansio­
naría, junto con el severo control de los precios, lograron durante va­
rios años el aparente milagro de acelerar el crecimiento reduciendo al
mismo tiempo el aumento de precios. Como los precios del cobre aumen­
taron considerablemente y el mercado mundial era muy favorable, al mis­
mo tiempo que la tributación interna también se aumentaba fuertemen­
te, fue posible una considerable expansión en los gastos del gobierno du­
rante los dos primeros años, cuando los ministerios y principales cor­
poraciones comenzaban a realizar sus ambiciosos objetivos. Pero tan
pronto como la economía recuperó niveles altos de actividad, las pre­
siones inflacionarias empezaron a acumularse nuevamente y la proyec­
tada disminución en el aumento de los precios se convirtió en lo contra­
rio. La necesidad de contener la expansión fiscal constituyó la prueba
definitiva para la planificación, ya que era necesaria una reducción co­
ordinada de los varios programas, con el fin de evitar una depresión
o serios desequilibrios en la economía. En este momento crucial para
la planificación se demostró más allá de toda duda que la coordinación
no era posible y que cada fragmento de poder público empleaba todo su
peso con el fin de mantener su propio programa a expensas de los demás.
La imposibilidad, hasta el momento, de organizar un sistema efec­
tivo de planificación en Chile, parece así relacionarse estrechamente con
la manera cómo tienen que proceder los gobiernos con el fin de vencer
las propias limitaciones e inflexibilidades del sector público. Como el
aparato administrativo es anticuado y extremadamente rígido, cada nue­
va función o tarea im portante —si existe realmente la determinación de
llevarla a efecto— requiere la creación de una nueva estructura fuera
del sistema administrativo normal, con el fin de tener autonomía sufi­
ciente para implementar eficientemente sus objetivos. Hasta ahora, y con
objetivos limitados y parciales, esta clase de planificación sectorial o por
actividad específica, unida directamente a su organismo ejecutivo, ha
sido efectiva. El proceso de desarrollo y de cambio estructural que ha
tenido lugar ha enfrentado a menudo al Estado con la necesidad de
cumplir toda clase de tareas para las cuales no estaba preparado. En
cada uno de estos casos, el Estado ha creado una nueva entidad o cor­
poración, con autonomía y recursos propios. Este proceso ha llevado a
una notable fragmentación del poder público en una serie de corpora­
ciones estatales poderosas y semiautónomas, a las cuales se hace cada
vez más difícil controlar y coordinar.
Una vez alcanzada esta etapa, el balance global de la economía
y su equilibrio a largo plazo queda en grave peligro, por cuanto cualquier
intento de coordinación u orientación es considerado por estas organi­
zaciones como un deseo de lim itar su autonomía; en tales casos, luchan
por m antener sus posiciones. Normalmente, cada una de estas institu­
ciones tenderá a pedir más recursos de los que realmente necesita, con
el fin de encontrarse en m ejor posición para negociar, y como la fuerza
de negociación entre ellas es diferente, las más fuertes tienden a preva­
lecer. Como es obvio, la destinación de recursos que resulta no tiene
nada que ver con su orientación más racional a largo plazo.
Es claro que en esta clase de juego, una institución, de asesora-
miento como ODEPLAN tenía que ser aplastada o desplazada, cualquiera
48 —
fuera su competencia técnica. Pero hasta en este último sentido estaba
en desventaja ODEPLAN. Aunque basada en el debilitado equipo huma­
no que sobrevivió hasta entonces en el Departamento de Planificación
de CORFO, era en realidad una institución nueva, sin mucha experiencia,
sin las estadísticas necesarias, etc. En Chile se había elaborado anterior­
mente un plan, pero como no se había institucionalizado un sistema
permanente de planificación, cada nuevo esfuerzo quedaba prácticamen­
te perdido, por cuanto los mejores miembros del personal técnico se
alejaban al abandonarse el plan, y hasta el proceso de información se
deterioraba porque ésta realmente no se necesitaba. Es de esperar que
esto no vuelva a ocurrir, porque durante los últimos años ODEPLAN ha
hecho una contribución técnica importante al futuro desarrollo de la
planificación en Chile. Se ha realizado un trabajo sustancial en el cam­
po de la información económica de corto plazo; se han revisado las Cuen­
tas Nacionales, y se ha confeccionado una matriz de relaciones inter­
industriales de la economía chilena; se ha avanzado en la programación
a corto plazo o anual, en coordinación con las autoridades monetarias
y fiscales; se ha desarrollado una metodología para la planificación re­
gional y sectorial, y para controlar la consistencia regional-sectorial de
los planes. En este sentido, los futuros intentos de planificación global
ciertamente se encontrarán en mejor situación que la encontrada por el
actual gobierno en 1964.
Lo mejor de la obra de ODEPLAN ha sido probablemente su tra­
bajo en planificación regional. Como la administración del Estado ha sido
tradicionalmente muy centralizada, lo que incluso se agudizó con la pro­
liferación de las corporaciones estatales, las provincias han quedado en
manos de una ineficaz administración tradicional, en situación de ver­
dadera orfandad. La aparición de técnicas competentes en las provin­
cias, que estudiaban sus problemas, les daban la debida importancia, ela­
boraban proyectos concretos, ayudaban a lograr decisiones referentes a
problemas específicos en el nivel central, respaldados políticamente por
las autoridades locales y por los senadores y diputados, ha hecho posi­
ble para ODEPLAN desempeñar en este caso un papel crecientemente
significativo en el nivel regional.
Esta experiencia confirma las conclusiones a que hemos llegado
anteriormente, por cuanto m uestra nuevamente que allí donde ODEPLAN
pudo encontrar un campo todavía no cubierto por alguna institución
autónoma del Estado, y donde le fue posible ser instrumento concreto
de acción, fue capaz de cumplir un papel verdaderamente positivo.

— 49

4.—
Poder y Reforma Agraria
en la experiencia chilena (1)
Jacques Chonchol

INTRODVCCION
Cuando me pidieron que preparara esta discusión sobre el tema
"Poder y Reforma Agraria en la Experiencia Chilena”, topé de inmediato
con una prim era dificultad: precisar el significado de “Poder” en rela­
ción a la Reforma Agraria o en relación a cualquier otro aspecto del
cambio social, es m ateria relativamente fácil para quien es sociólogo
o cientista político de profesión. No soy ni lo uno ni lo otro. Me he pre­
guntado, pues, cómo enfocar el tema para que su presentación resulte
racional, inteligible y no derive en una serie de hechos inconexos.
Al respecto, creo que, por lo menos, puedo aportar una auténtica
experiencia sobre algunos aspectos de la realización concreta de un pro­
ceso específico de Reforma Agraria, en una realidad determinada como
es nuestra sociedad chilena y en un período dado como ha sido el de los
últimos años.
Me referiré, pues, a los tipos de dificultades o problemas que el
proceso ha encontrado, a como se han enfocado y a los factores que han
tendido a obstaculizarlo, a frenarlo.
Colocado en este punto de vista, entiendo que el problema del Po­
der se puede analizar, entre otros aspectos, como las resistencias que,
dentro de una sociedad, encuentra un proceso de Reforma Agraria.
Tales resistencias no son exclusivamente políticas, sino que, a me­
nudo, son culturales o sociales, o también funcionales, surgidas de la ma­
nera como una sociedad como la nuestra reacciona frente a un proceso
de cambio que pretende alterarla en uno de sus aspectos significativos.
Y, evidentemente, la Reforma Agraria ha pretendido y pretende afectar
un aspecto de la sociedad que ha tenido mucha importancia —más en
el pasado que ahora— pero que sigue gravitando en la configuración
de una serie de relaciones sociales, políticas, económicas, culturales,
institucionales y jurídicas. Estimo, en realidad, que el papel que ha
desempeñado el dominio de la tierra dentro de la configuración histó-
1 Conferencia dictad'a en el Depto. de Investigaciones del Centro de Estudios Socio-Econó­
micos (CESO) de la Universidad de Chile, el 18 de junio de 1969.
rica de la sociedad chilena ha sido muy significativo, no sólo en el plano
agrícola propiamente tal, sino que en todos los otros planos señalados.
No cabe, por otra parte, la menor duda de que, hoy día, ese papel
es menos im portante que años atrás. Desde luego, menos im portante
que en el siglo pasado, menos que antes del desarrollo industrial vivido
por el país en los últimos cuarenta o cincuenta años. Es patente, sin em­
bargo, que muchos de los rasgos que históricamente configuraron esta
situación actual, tienden a perdurar, a mantenerse. Por lo mismo, m u­
chos de dichos rasgos conservan una influencia que va más allá del poder
real que actualmente significa en la sociedad chilena, el control de la
tierra.
Tenemos así que un proceso de cambio como la Reforma Agraria
que cuestiona las relaciones establecidas en el dominio de la tierra tiende
a producir, dentro de la sociedad, una serie de resistencias, de roces, de
problemas que merecen ser analizados ya que, al margen de lo que en
sí mismo significan, son experiencias y enseñanzas posiblemente útiles
para otras alternativas de Reforma Agraria o, incluso, para el propio
proceso que se realiza en Chile. He tratado de circunscribir mis obser­
vaciones en cuatro puntos concretos:
1?— Tratar de señalar, aunque rápidamente, las causas políticas
que, — a m i juicio— han permitido se haya tratado de abordar, ahora, por
primera vez en el país, el problema de la Reforma Agraria en forma seria.
Y digo: en forma seria, porque de este problema se ha hablado entre
nosotros desde muchos años atrás, veinte, treinta y posiblemente más,
afirmando la necesidad de realizar una Reforma Agraria. A mi juicio, sin
embargo, pese a todo lo hablado, hasta ahora, objetivamente, no se había
logrado empezar a abordarlo de una m anera relativamente seria. En
estos años, me parece, por prim era vez se ha empezado a hacerlo. De
allí que valga la pena analizar las causas que ahora han hecho posible
lo mismo que antes no lo fue, pese a que el interés por la Reforma Agra­
ria parecía ya tan destacado 20 ó 30 años atrás. Basta recordar que al
asumir el poder el Frente Popular, el año 38, la Reforma Agraria era una
de sus banderas. El propio Presidente Aguirre Cerda había publicado en
París en 1929 un im portante libro sobre la cuestión agraria en Chile,
señalando su trascendencia y significación. Y luego, se sucedieron otros
Gobiernos, con participación de partidos políticos que proclamaban una
posición muy firme frente a la Reforma Agraria. Sin embargo, práctica­
mente nada se avanzó. Valgan o no, entonces, todas las limitaciones que
puedan hallarse al proceso actual, cabe reconocer que se ha pasado de
las palabras a los hechos. Estimo, por eso, dignas de estudio las condi­
ciones políticas actuales que han hecho posible este avance relativo del
proceso y aquellas que anteriormente lo impedían.
2°— En segundo lugar, pretendo reseñar, —sumariamente— como
nos lo permite esta exposición —cuáles son las características básicas
de un proceso de Reforma Agraria del tipo de la chilena. Y hago esta
restricción, porque indudablemente el fenómeno genérico de la Reforma
Agraria puede plantearse en distintos contextos.
Hay Reformas Agrarias que se plantean, en ciertos países, dentro
de procesos revolucionarios globales y las hay que pueden darse dentro
de procesos de cambio relativamente limitados. Concretamente, creo
que la experiencia chilena es la de un esfuerzo de Reforma Agraria in­
serto en una sociedad o en una situación que no ha sido afectada por un
cambio global que pudiera estimarse de tipo revolucionario. Es pues, la

— 51
de Chile, una situación distinta a la que puede darse históricamente en
otros países en que el mismo fenómeno se ha enfocado como un aspecto
más dentro de una revolución global orientada a trastocar violentamente
una situación social, sean cuales fueren las circunstancias históricas y con­
tingentes que la hubieren desencadenado. Posee, pues, a mi parecer, la
Reforma Agraria chilena, ciertas características derivadas del hecho de
tratarse de un esfuerzo de cambio que afecta a un sector significativo de
nuestra sociedad, pero realizado mientras en el resto de la misma socie­
dad no ha habido cambios significativos, de tipo revolucionario, que
tocaran las relaciones económicas y sociales. Ello determina una forma de
operación, ciertas formas de resistencia como algunas formas de acción
que merecen nuestra atención. Adelantemos, además, que el proceso se
intenta dentro de lo que podemos llam ar un sistema democrático tra­
dicional que aporta otras limitaciones para cualquier Gobierno que pre­
tenda emprender una tarea así. Piénsese en las aspiraciones específicas
y en las posibilidades de expresión que detentan otros sectores sociales,
los que, en el caso chileno, son mucho más importantes que el sector
campesino. Valga pues, lo dicho como fundamentación para invitar a
reflexionar sobre este punto.
3?— En tercer lugar, trataré de señalar, también muy sintética­
mente, las características de poder real del campesinado en la sociedad
chilena aceptando que ella ha variado de antes al presente y tratando,
por lo mismo, de visualizarla en la situación del año 64. Es un nuevo
punto que me parece debe preocupamos.
No me cabe la menor duda que el campesinado chileno es uno de
los grupos sociales que, desde muchos puntos de vista, ha gozado de
menor poder real. Y ocurre, que cuando se considera a Chile como un
país subdesarrollado, comparable con otros países en similar situación,
uno tiende a olvidar que el peso cuantitativo de nuestro campesinado
en la sociedad chilena es bajo. Incluso, en este momento, de cada 4 ha­
bitantes de Chile, 3 son urbanos y 1 es rural. Es, pues, necesario, tener
presente esto si comparamos nuestro caso con experiencias históricas
de Reformas Agrarias en otros países subdesarrollados, en los cuales
la gravitación cuantitativa de la masa campesina en la sociedad global
es mucho mayor. Nuevamente, la situación es especial y acarrea limita­
ciones que conforman un problema por analizar. Ahora, el problema se
subraya si esa cuarta parte de la población, que es el campesinado, tiene
un poder real desde los puntos de vista político, económico y social bas­
tante inferior al grado de poder de otros sectores sociales. Surgen de
esa realidad, una serie de obstáculos y de posibilidades para un proceso
de Reforma Agraria, que tienen su propia significación.
4?— Finalmente, me detendré en algunas reflexiones sobre los tipos
de problemas que se han planteado en el desarrollo de la Reforma Agraria.
No creo de interés extenderme sobre la manera en que se ha de­
sarrollado el proceso de Reforma Agraria; tal análisis nos desviaría de
nuestro propósito. En cambio estimo útil plantear los tipos de problemas
que han surgido durante el desarrollo de este proceso en Chile y que lo
han obstaculizado y frenado.
No es fácil tipificar estos problemas pues son de muy diversa na­
turaleza. He tratado de englobarlos desde un punto de vista más bien
metodológico, en razón de su presentación, aún cuando muchos de ellos
se dan entremezclados. Tendremos así, en este capítulo, seis subclasi-
ficaciones:
52 —
A) Problemas o dificultades de tipo legal que, por la propia natu­
raleza del funcionamiento de la sociedad chilena, son de bastante impor­
tancia.
B) Problemas derivados del sistema institucional del Estado.
C) Problemas provenientes de las resistencias y dificultades del
propio campesinado, los que, en su conjunto, constituyen, a mi juicio,
un hecho real que se plantea en Chile o en cualquier otro país del mun­
do donde se encare un proceso de cambio como la Reforma Agraria.
D) Resistencias de tipo general de la sociedad, que nacen fuera
del mundo campesino propiamente tal. Esta últim a categoría la especi­
ficaré en:
1) Problemas económicos y financieros; y
2) Problemas de desarrollo de la agricultura en relación con el
resto de la economía.
Trataré, entonces, de esquematizar algunas ideas en tom o a esos
cuatro tipos fundamentales de problemas y a las dos subdivisiones del
último, en orden a perm itir una posterior discusión o aclaración sobre
algunos de ellos.

CAPITULO I

CAUSAS POLITICAS QUE HAN PERMITIDO ABORDAR EL PROCESO


DÉ REFORMA AGRARIA
He tomado seis elementos que me parecen significativos para este
punto.
No pretendo que sean los únicos, ni que sean exclusivos, ni tam­
poco establecer un orden de importancia. Creo que, en la realidad, se ha
producido una situación favorable debido a que la acción de todos estos
elementos ha permitido que, por lo menos en estos años, se haya em­
pezado a abordar seriamente el proceso de Reforma Agraria. A mi pa­
recer todos ellos han tenido su importancia en crear esta posibilidad de
iniciar la realización del proceso.
1?— En las elecciones presidenciales de 1964, se ofrecieron clara­
mente al país dos alternativas políticas con muy neto predominio sobre
la tercera. Eran, de hecho, las dos alternativas que tenían posibilidad de
llegar la poder político, al poder central del Estado. Ambas tenían aspi­
raciones y las planteaban al país, de una profunda transform ación de
tipo reform ista en la sociedad. Creo que, pese a que ambas postulaciones
o fuerzas usaron abundantemente un lenguaje revolucionario, los con­
tenidos de sus programas aspiraban a desencadenar un proceso profun­
do de reforma social y económica dentro de la sociedad chilena. Me
refiero a las alternativas que significaban la Democracia Cristiana y el
FRAP.
He dicho que estas postulaciones políticas eran las únicas que te­
nían, netamente, posibilidades de éxito. Surgían estas de una serie de cir­
cunstancias que se dieron en los años anteriores a la elección, por el dete­
rioro de la combinación y del sistema político con que había gobernado el
Presidente Alessandri. Los grupos tradicionales de la política, sobre todo

— 53
los grupos más conservadores, más ligados al statu-quo, aparecían en una
posición muy desmedrada, extraordinariamente desplazados, especialmen­
te si se recuerda la posición de que habían gozado en otras oportunidades
de enfrentamiento político a nivel presidencial. No cabía sino escoger pa­
ra ellos, el mal menor, o sea, tra ta r de ver cuál de las otras dos alternati­
vas les significaba menor riesgo para sus intereses. La mayor parte de sus
componentes se inclinó hacia aquella postulación o aquel sector político
que, a su juicio, consideraban menos peligroso y cuyo lenguaje reformista
y revolucionario suponían no iba más allá de lo planteado en muchas
campañas políticas, a saber un mero lenguaje revolucionario, que en la
práctica, no se tendría la voluntad ni la posibilidad de concretar.
Creo pues, que fue ésta una coyuntura política especial. Ya un
año antes de la elección, la D.C. y el FRAP aparecían al país como las
dos alternativas más claras y, si se analizaban los contenidos progra­
máticos, las diferencias se reducían a matices; mayor o menor énfasis en
distintos aspectos, ya que ambas exigían una acción de profundas trans­
formaciones en la sociedad chilena. Desde luego, dentro de este progra­
ma, concedían un lugar significativo a la acción específica de Reforma
Agraria.
Simultáneamente, la situación desmedrada, como dije, de los gru­
pos políticos más tradicionales —que, durante la administración de Ales-
sandri y en todas las otras oportunidades políticas anteriores, habían
sido alternativa si no de llegar al poder, de frenar al menos las especta-
tivas de cambios más profundos— convergió a producir un hecho po­
lítico nuevo, una coyuntura favorable, propia de la historia de los últimos
años dentro del contexto político chileno y este fue uno de los elementos
que permitió que el proceso de Reforma Agraria se comenzara a realizar.
2°— Un segundo elemento, a mi parecer, lo constituye un hecho de
carácter intelectual, de alguna manera reflejado también por las postu­
ras políticas ya señaladas y que se venía plasmando en la sociedad chi­
lena durante los últimos años. Me refiero al convencimiento más o menos
generalizado de que la Reforma Agraria era un proceso necesario y de­
seable. Y esto, no sólo desde el punto de vista de hacer justicia a un
sector relativamente im portante dentro de la sociedad, que permanecía
profundamente postergado, sino que como precondición indispensable
para obtener dos logros: perfeccionar realmente la sociedad democrática
y acelerar el proceso de desarrollo económico.
Esta convicción había ganado terreno en los círculos más ilustra­
dos, en parte por la prédica de los políticos, pero decisivamente —ya
que los políticos hablaron sobre esto largo tiempo antes sin éxito— de­
bido a la insistencia de intelectuales nacionales, —sociólogos, economis­
tas, escritores y, en general, gente preocupada del problema social—, y
de muchos organismos internacionales, especialmente de los dependientes
de las Naciones Unidas. Aunque los círculos ganados por la idea no fue­
ran cuantitativamente los más importantes, eran aquellos que cualita­
tivamente más gravitaban en nuestro contexto social. Aceptaban, en rea­
lidad, esos sectores, la conexión señalada entre la posibilidad de acelerar
el perfeccionamiento del sistema democrático, el desarrollo económico
y el proceso de Reforma Agraria, al percibir la magnitud de los grupos
marginales, entre los cuales se destacaba específicamente el campesi­
nado.
No me parece que este fenómeno haya sido exclusivo de Chile. Se
ha venido dando en América Latina y en otras regiones subdesarrolladas
54 —
del mundo, especialmente en los últimos 10 ó 15 años. Reflejo de esto es
la afirmación de la necesidad de la Reforma Agraria en la mayor parte
de las conferencias internacionales y las aseveraciones, aún de los gobier­
nos más conservadores y de personas que evidentemente no están dis­
puestas a llevar adelante estos procesos, pero que reconocen verbalmente
lo ineludible de ellos. Todo ello deriva en la conformación de una cierta
imagen de opinión pública. Si fuera preciso dar ejemplos de lo que he
anotado, piénsese en las resoluciones de la FAO que agrupa a ciento y
tantos países del mundo; en aquellas de CEPAL, y otras organizaciones o
instituciones de tipo regional; incluso en las de la propia OEA, con todo
lo tradicional y reaccionaria que es. No cabe duda que se ha producido
explícitamente un consenso teórico de esta necesidad, impuesta tanto
por la exigencia de acelerar el proceso de desarrollo económico como
por los problemas de justicia para con uno de los sectores más poster­
gados de la comunidad nacional.
En resumen este segundo fenómeno, que he calificado de intelec­
tual, y qüe ha ido configurando una cierta form a de pensamiento, una
cierta manera de ver las cosas, tiene como resultado el que mucha
gente —políticamente ilustrada, por así decir— ha variado, en los últimos
años, su posición frente a la Reforma Agraria, de suerte que ella es mu­
cho más apreciada que en períodos anteriores.
3?— Un tercer elemento significativo, sobre todo en el contexto
de Chile y de América Latina, fue la posición de Estados Unidos.
Me parece ocioso discutir aquí la influencia de Estados Unidos en
la mayor parte de los países de América Latina y en sus políticas; si ella
es directa o indirecta. Un hecho, para nuestro propósito, es evidente: en
la época de la Administración Kennedy hubo, por lo menos, un cierto
vuelco en la visión oficial del enfrentamiento de los problemas de Amé­
rica Latina. Puede recordarse, —aunque la situación se ha debilitado
considerablemente después—, que, al nacimiento de la Alianza para el
Progreso y en el momento de la Carta de Punta del Este, toda la proble­
mática discutida giraba en torno a que, sin reformas estructurales, era
imposible perfeccionar la democracia, acelerar el desarrollo, etc. Y esa
posición era propiciada por los mismos Estados Unidos y aceptada, aun­
que fuera formalmente, por una serie de Gobiernos conservadores de
América Latina.
Ahora bien, las reformas estructurales en que se insistía particu­
larmente eran las Reformas Agrarias y las Reformas Tributarias. Tal era
el énfasis que en ellas se ponía que se llegó a decir, en esos años, que si
los países no estaban dispuestos a hacer Reformas Agrarias y Reformas
Tributarias significativas, no tendrían ayuda internacional, ya que se
deduciría que estaban gobernados por oligarquías cerradas y opuestas
al menor cambio de las condiciones tradicionales. Podrá discutirse el ori­
gen de este hecho internacional, si fue consecuencia del impacto de la
Revolución Cubana en los Estados Unidos o más bien fue el resultado de
una nueva visión de relaciones interamericanas. Insisto en que, para
nuestro punto de vista esto carece de mayor significación. En cambio
no cabe la menor duda de que, por entonces con mucho mayor inten­
sidad que ahora, existió esa presión externa en favor de la Reforma Agra­
ria del Gobierno de los Estados Unidos sobre muchos países de Latino­
américa. Además, ella estaba en cierto modo aceptada por la prensa reac­
cionaria que tiende a form ar la opinión pública dominante, porque ve­
nía patrocinada por los Estados Unidos. Así, la Reforma Agraria ya no
— 55
era comunismo ni otra serie de cosás. Basta leer y comparar los edito­
riales de "El Mercurio” de algunos años antes y después de la Alianza para
el Progreso y de la Carta de Punta del Este, para apreciar que, aunque
no estuvieran de acuerdo en el fondo, formalmente tenían que dar su
venia a la nueva actitud.
Creo pues que fue éste un nuevo e importante elemento, —en este
caso un hecho internacional—, que entró a jugar en la configuración de
un cuadro político que perm itía abordar ahora con mayor profundidad
el proceso de Reforma Agraria.
4?— Como cuarto elemento, quiero destacar un hecho estrictamen­
te económico, pero que se liga y refuerza por una derivación en el plano
de las imágenes que la opinión pública se forma.
El hecho económico es la incapacidad creciente de la agricultura
chilena para responder a los requerimientos del país, incapacidad que
se ha manifestado de manera cada vez más significativa a partir de los
años 40. Haciendo un poco de memoria, Chile tuvo, a fines de la década
del 30, un supéravit de productos agropecuarios en su comercio exterior;
exportaba alrededor de 30 a 40 millones de dólares anuales por ese ru­
bro e im portaba alrededor de 20 a 25 millones de dólares. Sin embargo,
el lento crecimiento de la agricultura frente al crecimiento de la pobla­
ción, del ingreso y de las necesidades, trastocó esta situación, hasta que
el estancamiento agrícola, desde el punto de vista económico, se convir­
tió en un peso negativo muy importante en la balanza de pagos. En los
últimos años, seguíamos exportando los mismos 30 ó 40 millones de dó­
lares; pero, en cambio, importábamos alrededor de 200 millones de dó­
lares, cifra que significaba, hasta hace pocos años, entre la tercera y cuar­
ta parte del presupuesto total de divisas del país. Así, las ventajas que
Chile había ganado con su proceso de industrialización, sustituyendo im­
portaciones, las estaba indudablemente perdiendo por el estancamiento
del sector agrícola. Tenemos así este hecho económico, el progresivo de­
terioro de la agricultura frente a las necesidades del país, que también
ayudó a plasm ar la posibilidad política para la Reforma Agraria.
Pero el carácter de condicionamiento político conferido a este
hecho económico se hace más patente por la simultaneidad de otro as­
pecto: la mala imagen que, de los agricultores chilenos, se ha formado
el hombre común del país. Creo que si se interroga al hombre de la calle,
a ese hombre de la calle que es el hombre urbano, qué imagen tenía y
aún tiene del agricultor, la respuesta m ayoritaria será del siguiente or­
den : “mire, son unos señores que tienen mucha tierra y que toda la plata
que ganan se la van a pasear a E uropa... que se compran grandes au­
tos. .., etc.”. Fuera verídico o no, me parece que en esta línea estaba la
imagen que los propios representativos de la agricultura tradicional, la
Sociedad Nacional de Agricultura, las organizaciones similares de provin­
cias, etc., en general proyectaban. Eran parte de la oligarquía o la oligar­
quía misma, gente que no quería producir, interesada sólo en hacer di­
nero y que trataban pésimo a sus campesinos. Si tal era la imagen gene­
ralizada en el hombre de la calle, indudablemente ella concurría a crear
la posibilidad —precisamente en un país donde las tres cuartas partes
de la población era y es urbana— de que el lema de la Reforma Agraria
y el tema político de esa Reforma, abordado por los partidos de izquier­
da o por las fuerzas de centro tuviera —como lo tuvo de hecho—
una cierta aceptación y acogida. No era, en realidad, extraño que el cam­
pesinado acogiera políticamente la Reforma Agraria. Pero, para el hom­
56 —
bre medio, que prácticamente no veía su relación con la agricultura, creo
que, de no haber mediado esta mala imagen del agricultor, habría tenido
menor recepción y respuesta la prédica constante que se venía haciendo
a la Reforma. Confirma lo que he dicho que, por ejemplo, en algunas
de las encuestas hechas, hace ya algunos años, por la SNA., no en el
campo sino en el Gran Santiago, se obtuvo que el 80% de los encuestados
era partidario de la Reforma Agraria. Ahora bien, ciertamente la SNA
no realizaba tales encuestas para concluir que la gente era favorable a
la Reforma Agraria. Lo cierto es que la mala imagen del agricultor tra­
dicional existía en el hombre común, sobre todo en el urbano. Eso, ligado
al estancamiento y al atraso agrícola configuraba un nuevo condiciona­
miento o causa política favorable al proceso de la Reforma Agraria.
5?— El quinto elemento en esta enumeración ha sido, a mi juicio,
la lucha política que se estableció, entre los distintos partidos, por obte­
ner la votación campesina.
La votación campesina no es la más significativa en Chile. Y esto
por dos razones: en prim er lugar, porque los campesinos son menos que
los urbanos (en concreto, por un campesino hay tres urbanos) y, en
segundo lugar, porque el porcentaje de analfabetismo es mucho mayor
en el campesinado que en el hombre urbano (hasta hace pocos años al­
canzaba de un 30% a un 40% en el campesinado, mientras que en las
áreas urbanas era inferior al 10%).
Dada la exigencia aún vigente de saber leer y escribir para ser
elector *, dicha realidad porcentual ha jugado un papel decisivo en la
escasa posibilidad de fuerza y de peso político del campesinado. Pero,
por otra parte, es indudable que en Chile se ha venido produciendo una
acelerada ampliación de la masa electoral y ello ha cambiado la impor­
tancia del voto campesino. Recuérdese que en los últimos años, vale
decir, desde el año 40, el número de electores ha pasado de 500 mil so­
bre 5 millones de habitantes a tres millones, sobre 9 millones. En otras
palabras, de un 10% de la población a un tercio de ella. Muchos factores
han concurrido para este fenómeno de ampliación: la incorporación de
la m ujer al derecho a voto; el mejoramiento de los índices de alfabeti­
zación; la obligación de estar inscrito en los registros electorales para
una serie de actos civiles, etc. Aunque este último tipo de exigencia legal
no haya sido siempre urgido ni se haya sancionado realmente la absten­
ción, los factores señalados han provocado un rápido aumento de la par­
ticipación electoral de la población. Es en este contexto, en la lucha por
conquistar la opinión pública, que indudablemente ha habido una lucha
particular de los partidos políticos, especialmente en los últimos 10 años,
por obtener el voto campesino.
En una situación como la descrita, uno de los temas más funda­
mentales que podría plantearse al campesino para lograr su voto era el
problema de la Reforma Agraria. Y, de hecho en estas últimas campañas,
las fuerzas políticas hablaban de que, cuando llegaran al poder, dividi­
rían los fundos y entregarían las tierras a sus trabajadores, lo que con­
cuerda con la aspiración innata de los campesinos chilenos.
He allí, pues, un nuevo elemento que ha contribuido a crear una
situación política favorable a una acción de Reforma Agraria en los úl­
timos años.
* Con la reciente reform a constitucional esto queda modificado p ara después de las eleccio­
nes presidenciales de septiembre de 1970, en que también los analfabetos tendrán derecho
a voto (nota de marzo de 1970).
6°— Finalmente, un sexto elemento, derivado, si se quiere, del an­
terior, entra a jugar también como causa política: la mayor conciencia
que tiene el campesinado de su verdadera situación.
Si esa conciencia era importante el año 64, en la actualidad lo es
mucho más, precisamente por la prédica de los partidos políticos en pos
del voto campesino.
Sintetizando, y a riesgo de repetirse, creo que estos hechos, —que
no son los únicos ni exclusivos, pero que son hechos de significativa im­
portancia— han configurado una posibilidad, en estos años, de comenzar
a hacer una Reforma Agraria de cierta profundidad.
De no haberse dado la concatenación de ellos, me temo que habría
pasado lo mismo que ocurría años antes: se habría hablado mucho de
Reforma Agraria, pero nada se habría hecho. Incluso muchos de los par­
tidos de izquierda o de avanzada concentraban su preocupación en el
llamado proletariado urbano, en el trabajador de la ciudad, pero tenían
muy poca conciencia y muy escasa preocupación por quienes constituían
el mundo campesino propiamente tal.
Por lo dicho, pues, hemos revisado, aunque someramente, lo que
a causas políticas se refiere, en cuanto ellas, concretamente, han permi­
tido encarar inicialmente un proceso de Reforma Agraria.

CAPITULO II:

CARACTERISTICAS BASICAS DE LA REFORMA AGRARIA CHILENA

En este segundo capítulo, abordaremos las características básicas


de la Reforma Agraria chilena, situada ya como un cambio dentro de un
sector de la sociedad y en un contexto global no revolucionario.
Tal tipo de Reforma Agraria se ha dado en otros países. En reali­
dad, sintetizando, se podrían establecer tres grandes tipos de Reformas
Agrarias, aún cuando una tipología de estos procesos puede intentarse
desde muy diversos puntos de vista. Así, hay Reformas Agrarias que se
dan dentro de un proceso de revolución global (en América Latina serían
los casos de México, Bolivia, Cuba). Tenemos también Reformas Agra­
rias, en el otro extremo, que sólo consisten en colonizar unos cuantos
terrenos perdidos en la selvá, para dar la sensación que se está llevando
a cabo una verdadera Reforma Agraria, y ello tanto para la exportación
como para el consumo político interno. La verdad es que tales procesos
carecen de todo significado para el mundo campesino y para el resto de
la sociedad y sólo por el hecho de que aquellos que los realizan así los
llaman, se les puede considerar como reformas agrarias. No son casos
hipotéticos sino frecuentes en nuestra América y se acompañan con un
mucho hablar de Reforma Agraria y con abundantes leyes. Finalmente,
existen esfuerzos de Reforma Agraria, emprendidos en algunos países,
con la intención de producir un cambio de cierta importancia, pero den­
tro de una situación en que, diríamos, se aisla el campo del resto de la
sociedad. En otras palabras, se pretende cambiar la estructura del campo
porque se reconoce que en él permanece una forma de explotación de
tipo colonial o tradicional que se hace insostenible dado que el resto
de la sociedad se ha modernizado e industrializado.
A mi parecer, la Reforma Agraria chilena corresponde a este úl­
58 —
timo tipo. Se ha planteado como una Reforma dentro de un Programa de
Gobierno que incluía dos facetas dignas de observarse.
a) La primera, un programa social muy avanzado y progresista
que buscaba fundamentalmente, la incorporación a la sociedad moder­
na de los sectores más postergados, de los sectores marginales. Dicha
faceta social del Programa se expresaba en un amplio proceso de Reforma
Agraria, en una organización popular significativa, especialmente de los
grupos marginales; en una im portante reforma educacional, destinada
a dar armas de progreso y de defensa al pueblo y que también se iniciaba
por el nivel prim ario para favorecer a los sectores más postergados; y
en una cierta política de redistribución del ingreso que perm itiera a esos
mismos sectores, m ejorar su situación económica dentro de la sociedad
chilena. Debe pues tenerse presente que, dentro de ese programa social
progresista se englobaba la Reforma Agraria.
b) Simultáneamente había la otra faceta del Programa de Gobier­
no. Por ella se perseguía acelerar el proceso de desarrollo económico
mediante los moldes tradicionales. Más claro: se intentaba acelerar el
proceso de desarrollo económico basándose, en cierta medida, en los
mismos grupos sociales, en los mismos grupos empresariales privados
tradicionales, a los cuales se pretendía incentivar e incorporar el pro­
ceso de desarrollo general.
De allí que haya ubicado la Reforma Agraria chilena en el tipo de
las Reformas no incluidas en un contexto global revolucionario. Por un
lado, se trataba de una Reforma Agraria comprendida en un programa
de acción social orientado a un cambio profundo y, por otro, de un
programa de aceleramiento del desarrollo económico dentro de los mol­
des de la sociedad que existía antes, o como dijera, basado en los mismos
grupos empresariales, en las mismas empresas privadas, en quienes te­
nían en sus manos el control del aparato industrial, bancario y comercial.
Ahora bien, esta programación bifacética implicaba una situación
de negociación social. Y, además, tal negociación debía realizarse en el
contexto de un sistema democrático tradicional en que se mantenían las
formas parlamentarias, las formas de "libertad de prensa", en fin, todas
las formas usuales de lucha del sistema. No es de extrañar pues, que el
programa de Reforma Agraria resultara un proceso bastante difícil de
negociación política y social: por un lado, había que concretar suficien­
tes realizaciones como para responder a las aspiraciones que existían y
que se habían creado; por otro, se procuraba conciliar al grupo empre­
sarial existente con el programa de cambios sociales.
Precisemos ahora, cuáles eran estos aspectos en que era preciso
buscar una conciliación.
1) En prim er lugar se intentaba mantener, dentro de la agricultura,
un sector capitalista privado, notoriamente más moderno, más eficiente.
En otras palabras, que no cayese, con la Reforma, la producción y, para
eso, había que evitar que el mismo grupo capitalista, —que era más em­
presarial y más activo dentro de la agricultura, se descorazonara y de­
jara caer la producción con repercusiones económicas serias sobre toda
la sociedad.
Una vez más estamos, entonces, en la disyuntiva que querer tomar
medidas de reforma profunda y que respondieran a las aspiraciones
creadas, al interés de las masas campesinas y, simultáneamente, preten­
der conservar, ayudar, e incentivar, si fuese posible, al sector capitalista
agrícola que se deseaba fuera más capitalista, más eficiente, más diná­
— 59
mico y moderno, dedicado menos a acumular tierras y más a hacer in­
versiones, a producir más eficientemente.
2) Un segundo aspecto entraba en juego para la concilación entre
la Reforma Agraria y los grupos empresariales. El programa global incluía
una aceleración del proceso de desarrollo económico y ello suponía no
atemorizar a los grupos empresariales no agrícolas, llamados a incor­
porarse a dicho desarrollo por un proceso paralelo al de Reforma Agraria.
Más que probable era que estos grupos empresariales no agrícolas vieran
en la Reforma Agraria el prim er paso de un proceso de socialización o
colectivización general, y los grupos agrícolas afectados comenzaron de
hecho a argumentar en esa línea. Así las cosas, difícil resultaba esperar
que los empresarios industriales estuvieran dispuestos a colaborar en el
programa de desarrollo industrial.
Los intentos, pues, se orientaron a demostrar a los industriales
que, incluso la Reforma Agraria, era un buen negocio para ellos dado
que, tanto cuanto significara una redistribución del ingreso, significaría
una ampliación del estrecho mercado interno, una posibilidad de expan­
sión industrial inconcebible mientras no se expandiera el reducido mer­
cado consumidor urbano por la no participación del campesinado.
Pero este planteamiento conciliador no iba a resultar fácilmente
aceptable. Por una parte estaba el deseo de una Reforma realmente be­
neficiosa para el campesinado, lo que suponía abandonar las meras pa­
labras, las promesas y las leyes, para pasar a responder concretamente
a las aspiraciones y al problema político creado. Por la otra, el esfuerzo
por mantener, dentro de la agricultura, al sector capitalista y para que la
reforma agraria no desincentivara a los demás sectores empresariales.
Los mismos sectores capitalistas agrícolas se encargaron de proclamar
que la Reforma Agraria era el prim er paso de la Reforma Industrial, de la
Reforma Urbana y de otra serie de cosas. Y era lógica tal actitud, pues la
m anera óptima de defenderse era crear, en la opinión pública, el ambien­
te de que, tras la Reforma Agraria, seguía algo vago en que todos los
propietarios desaparecían y todos term inarían perdiendo. Vale la pena
recordar, porque ejemplariza y comprueba lo dicho, lo que ocurrió en
los primeros años de este proceso: se discutió la ley de impuesto patri­
monial y, fueron los grupos empresariales afectados los que afirmaron
que se trataba no sólo de una ley que amenazaba al grupo pequeño de
los detentores de altos ingresos, sino a quienquiera tuviera algún patri­
monio: a la anciana que tuviera su máquina de coser, al campesino que
poseyera un par de vacas, etc. Tal fue concretamente la táclica: crear
un clima de incertidumbre favorable para una oposición política amplia
de los sectores empresariales y de cualquiera que tuviera algún bien, al
proceso de Reforma Agraria.
3) El tercer aspecto que hay que destacar estriba en que se preten­
día dar, del modo más rápido posible, propiedad a los campesinos, para
dar estabilidad social al agro y al sistema político general.
Resumiendo, entonces, he destacado que el prim er problema de­
rivaba de realizar una Reforma Agraria en una situación que no cabe
considerar como revolucionaria global. Si hubiese sido tal, el ejecutivo
habría podido disponer de un poder muy superior. En nuestro caso pro­
curaba conciliar distintos intereses. Hacer avanzar el proceso de Refor­
ma Agraria con cierta profundidad y significación, de manera de respon­
der a las aspiraciones creadas en favor de la masa campesina e, incluso,
dar propiedad a un sector importante del campesinado para estabilizar
60 —
y democratizar el sistema. Paralelamente, evitar que esos avances se con­
virtieran en desincentivo para ciertos grupos empresariales dentro y, es­
pecialmente, fuera de la agricultura, ya que se buscaba comprometerlos
con el proceso de desarrollo industrial. Me parece que este es un pro­
blema que indudablemente se presenta en cualquier sociedad si se in­
tenta conciliar intereses sociales distintos. Creo que, en nuestro caso, fue
una de las mayores dificultades operacionales porque el proceso de Re­
forma Agraria no se hace en el vacío, en un laboratorio, sino dentro de
un proceso de lucha social en que hay manifestaciones, reacciones, fac­
tores psicológicos, factores que impresionan a la opinión pública, todo
lo cual resulta más decisivo si se procura cuidar dos flancos tan distintos
como los enfocados.
Otro problema en este contexto que me parece im portante señalar
es que, dentro del Programa Global no estaba previsto hacer solamente
la Reforma Agraria, ni gozaba ella de una exclusiva prim era prioridad.
Simultáneamente, estaban consideradas acciones importantes que de­
mandaban recursos de alto monto para el servicio de otros sectores so­
ciales cuantitativamente más importantes que el campesinado. Así, se
planteaba un plan habitacional de alto vuelo, en pro de la población ur­
bana: 360.000 casas por construir para evitar que la situación habitacio­
nal urbana se siguiera deteriorando, cosa que sucedía en los años ante­
riores y especialmente para erradicar las poblaciones callampas y me­
jorar sus condiciones de habitación. Así también, se preveía un programa
de Promoción Popular y de servicios comunitarios por realizar a nivel
de poblaciones, comunidades, etc. También, el amplio program a educa­
cional y no pocos servicios públicos imperativamente urgentes: hospi­
tales, etc.
En resumidas cuentas, junto con la acción de Reforma Agraria,
dirigida y orientada a favorecer al sector campesino que constituía la
cuarta parte de la población, dentro del program a de desarrollo social,
existía todo un plan para otros sectores que esperaban las satisfacciones
de sus propias necesidades e intereses. Allí estaban los sectores margi­
nales urbanos, la población obrera y empleada urbana que requerían
ser favorecidas en las mismas líneas: redistribución de ingreso, educa­
ción, habitación, servicios sociales, mayor desarrollo industrial. Final­
mente, allí también estaba el sector empresarial-industrial, que, si cuan­
titativamente era minoritario, cualitativamente era muy importante, ya
que se le quería incorporar al proceso de desarrollo.
Muchas de las dificultades y contradicciones que surgieron pos­
teriormente, durante el proceso de desarrollo de la Reforma Agraria,
provenían de los dos problemas básicos enunciados. Era necesaria una
conciliación de intereses que no podía obtenerse sin dificultades y con­
tradicciones políticas que se agudizaron a medida que el proceso avan­
zaba. Y, por otra parte, era inevitable la inmensa dificultad económica
derivada de plantear seriamente la Reforma Agraria —lo que significaba
dedicarle una cantidad muy significativa de recursos de la nación en los
primeros años del proceso—, simultáneamente con las exigencias de re­
cursos considerables destinados a problemas de desarrollo social para
otros sectores no campesinos. Esas contradicciones financieras y econó­
micas, que no se percibían en los primeros años, en el período posterior
de la Reforma Agraria se agudizaron con ritmo creciente.
Creo que estos rasgos que he pretendido delinear merecen tenerse
en cuenta como telón de fondo para enfocar el tipo de Reforma Agraria
que se planteó a partir de 1964, dentro de la sociedad chilena.
— 61


CAPITULO III:

SITUACION DE PODER DEL CAMPESINADO EN LA SOCIEDAD


CHILENA

Pretendo ahora analizar cuál era la situación real de poder: —po­


der social, económico y político—, que tenía el campesinado en la So­
ciedad chilena.
Desde luego, creo que era mínimo.
No entraré en demasiados detalles, pero quisiera señalar algunos
rasgos que estimo oportuno tener presentes.
En prim er lugar algo que no constituye novedad: si uno analiza
el número de la masa campesina chilena, constata que ella no ha cam­
biado significativamente en los últimos años. Datos al respecto, pueden
hallarse en el estudio del CIDA sobre la agricultura chilena, basado en
antecedentes del Censo del año 1955.
Detengámonos en este fenómeno de estancamiento, pues es obvia
su incidencia en el problema de poder.
Las cifras del censo del 55 y las actuales no difieren mucho. En
1920, la población rural chilena alcanzaba a dos millones de habitantes.
Para 1970, de acuerdo a la situación actual y a las proyecciones existen­
tes, ella llegaría a 2,8 millones de habitantes. Vale decir que, en 50 años,
la población rural tendría un aumento de menos de un 50%, mientras
la población total del país, en esos mismos años, pasaría de 3 millones
y tanto a 10 millones de habitantes. Comprobatorio resulta que, entre
el año 40 y el 60, prácticamente no hubo cambio en la población rural.
Tenemos pues un muy lento crecimiento absoluto y un decrecimiento
relativo muy rápido. De allí también que al tom ar los datos de la com­
posición social de 1955 y transportarlos a la situación actual, las dife­
rencias resultan de poca monta.
Sea como fuera, el mencionado estudio se basó en los datos del
censo del 55 y llegó a los resultados siguientes en cifras redondas. Había
dos millones de campesinos que podrían subdividirse por población agrí­
cola total o por familias agrícolas o por población activa agrícola. Los
dos millones de campesinos significaban 350.000 familias y 670.000 hom­
bres activos. Tomemos la fórmula más simple: la familia. Las 350.000
familias —que hoy podrían ser 360.000 o 370.000— se descomponían co­
mo sigue desde el punto de vista social (también en cifras redondas):
—10.000 familias de productores de explotaciones multifamiliares
grandes, lo que nos da un porcentaje del 3% para lo que uno podría lla­
m ar los dueños de los grandes fundos, haciendo sinónimos para esto los
conceptos de fundo y de explotación multifamiliar grande que en el es­
tudio del CIDA se relaciona con la región, con el número de operarios,
empleados en la explotación, etc.;
—22.000 familias de productores de explotaciones multifamiliares
medianas. Sumando este grupo al anterior, llegamos a unas 30.000 fa­
milias sobre las 350.000, lo que es inferior al 10% y que corresponde, por
así decir, al grupo que poseía o posee el grueso de la tierra en Chile, el
grupo dominante dentro de la agricultura.
—7.000 familias de administradores y empleados, fundamental­
mente asalariados de mayor nivel que trabajan generalmente para los
grupos anteriores;
—60.000 familias de productores de explotaciones familiares, o
62 —
sea de pequeños productores, propietarios o arrendatarios que trabajan
por cuenta propia, pero en pequeñas explotaciones de tipo familiar;
60.000 familias de productores en comunidades (aquí se incluyen
las comunidades del Norte Chico, especialmente radicadas en la provin­
cia de Coquimbo y las comunidades Araucanas, básicamente en Bío-Bío,
Arauco, Malleco y Cautín) que son minifundistas, pero que difieren de
otros minifundistas por vivir en comunidades;
—22.000 familias de otros productores minifundistas que no viven
en comunidades sino por cuenta propia;
—30.000 familias de medieros, o sea de trabajadores independien­
tes pero sin tierra propia, trabajando en los fundos mediante el sistema
tradicional de la mediería;
—30.000 familias de capataces y obreros especializados que tra­
bajan mayoritariamente en las grandes propiedades;
—82.000 familias de inquilinos que constituyen la típica mano de
obra del sistema de fundos de la Zona Central; y
—25.000 familias de trabajadores sin tierra.
Si se analiza esta distribución se percibe que, de las 350.000 fami­
lias, prácticamente menos de un 10%, correspondiente a las 30.000 po­
seían el grueso de la tierra. Las otras 320.000 familias se dividían en dos
mitades, una de las cuales carecía absolutamente de tierra propia (in­
quilinos, medieros, trabajadores afuerinos, voluntarios) y otra que te­
nía tierra propia, pero por lo general en tan pequeña cantidad que cons­
tituían lo que se ha llamado minifundistas. Característica de éstos es
que no alcanzan a generar por su trabajo, en esas tierras reducidas, un
ingreso suficiente y de allí que se vean abocados a redondearlo traba­
jando en otras explotaciones como asalariados o en industrias o en obras
públicas o en comercio o desplazándose eventualmente hacia otras re­
giones.
En estas cifras redondas tenemos pues conforme a dicho estudio,
un cuadro de la situación social de la masa campesina chilena que, como
dijimos se puede estimar vigente.
Detengámonos ahora en los rasgos que caracterizan los dos gran­
des grupos señalados. Desde el punto de vista de la disponibilidad de la
tierra y del agua ;—elementos fundamentales dentro de la agricultura—
hallamos una gran concentración de la propiedad en manos del grupo
dominante e, incluso dentro de esas 30.000 familias, prácticamente sólo
unas 3.000 controlaban, dominaban y poseían del 70% al 80% de la tierra
agrícola-chilena. He ligado a este problema el del agua, porque en la prác­
tica los derechos de agua, el elemento vital para la agricultura de las
provincias del Norte y Centro de Chile, eran usados de la misma ma­
nera, como propiedad individual absoluta, a pesar de que las aguas, se­
gún la Constitución Política, son un bien nacional de uso público. De
hecho, por obra del Código Civil y de la jurisprudencia, ellas se habían
convertido en un objeto de propiedad individual, de la misma natura­
leza que la tierra propiamente tal. Resumiendo, desde este punto de vista
—prim er elemento básico si uno analiza la estructura agraria— había
una gran concentración de la tierra y del agua en manos de un pequeño
grupo y una carencia absoluta o parcial de tales recursos para la gran
masa campesina.
Aparece en seguida una segunda característica de esta estructura
agraria: el problema del crédito. En el sistema bancario chileno, en el
sistema financiero, en el sistema institucional referente a este aspecto,
para obtener crédito hay que tener garantías y esto vale lo mismo tra­
— 63
tándose de un banco público o de un banco privado. En otras palabras,
los bancos funcionan con idéntica mentalidad, incluso por obra de la
ley, en beneficio de quienes acumulaban y acumulan la propiedad.
¿Qué consecuencias se derivan de esto? Que automáticamente la
concentración de la tierra en manos de un pequeño grupo de personas
implicaba que todo el crédito destinado a la agricultura se concentraba
en manos de ese mismo pequeño grupo de personas ya que el resto de
los campesinos no tenían garantías. La masa campesina, pues, no tenía
acceso al sistema financiero institucional, fuese público o privado. Por
lo tanto: a concentración de la tierra, concentración del crédito.
Dicha correlación ha tenido, como consecuencia, un curioso fenó­
meno. El campesinado privado así de crédito, requería sin embargo im­
prescindiblemente de él. Uno de los rasgos fundamentales de la actividad
agrícola es que, entre una y otra cosecha, pasa un año, salvo si se trata
de explotaciones como la avicultura o la lechería que pueden generar
una entrada regular. Ahora bien, entre cosecha y cosecha, es necesario
vivir, comer y, muchas veces, para producir la nueva cosecha, comprar
una serie de elementos de producción. Así, por los requerimientos finan­
cieros para vivir o para sembrar o para cultivar, los campesinos se han
visto forzados a operar sobre la base de un crédito que yo caracterizaría
como no institucional, ni público ni privado. El típico crédito de confian­
za personal, dado por todo el sistema comercial establecido en las ciu­
dades o en los pequeños pueblos. Dicho tipo de crédito ha significado,
en el fondo, una forma de explotación del campesinado frecuentemente
mucho peor que aquella emanada de la carencia de tierra o del abuso
del mal patrón. Por este crédito, se estaba automáticamente ligado, con
una esclavitud comercial, a quien daba crédito. Muchas veces éste ni
siquiera cobraba interés, no pedía garantía —era un crédito de confian­
za—, pero controlado por una persona o poder dominante de la comu­
nidad local. Como contrapartida de su crédito, el acreedor exigía que se
le vendiera la producción agropecuaria del deudor en las condiciones
que él, antojadizamente fijaba. No es pues de extrañar que el precio que
pagaba por esa producción fuera la mitad o menos del valor real que te­
nía la producción en ese mercado, o sea, lo que aparentemente concedía
por el crédito, lo recuperaba con creces por la vía de la comercialización.
En términos campesinos esta operación es lo que se llama la “compra
en verde” o “compra en hierba”, característica de muchas agriculturas
subdesarrolladas y que constituye una velada, pero no por eso menos
efectiva forma de explotación. Por ejemplo, en las agriculturas asiáticas,
donde realmente no hay una gran concentración de la tierra —por la
consecuente presión de población sobre la tierra, —este ha sido el sistema
a través del cual ha sido explotado tradicionalmente el campesinado: el
sistema de financiamiento crediticio.
La usura agraria, entonces, ligada a todos los sistemas de compra
e incluso a muchas formas de esclavitud y de servilismo, ha sido dentro
de las agriculturas subdesarrolladas, uno de los fenómenos de explota­
ción cuya significación ha sido mayor que aquella de la concentración
misma de la tierra.
En el caso de la agricultura chilena y de otras latinoamericanas
ha revestido una alta importancia precisamente porque la tierra estaba
concentrada y el sistema crediticio se hallaba ligado a la posesión de
tierras en cuanto exigía garantías reales. Colocada la mayoría de la po­
blación agrícola al margen del sistema institucional crediticio, ninguna
defensa efectiva cabía de esta manera contra esta explotación.
64 —
Tras la concentración de la tierra y del crédito, surge un terca
elemento: la falta de organización laboral y profesional.
Me atrevería a decir que para todos los problemas agrarios y cam­
pesinos, todos los chilenos, incluso los más cultos, hemos tomado como
lo más natural la representatividad del sector agropecuario por las or­
ganizaciones tradicionales de los grandes agricultores.
¿Quiénes representaban a la agricultura? Obviamente las socie­
dades agrícolas: la Sociedad Nacional de Agricultura, las Sociedades
Agrícolas del Sur, la Sociedad Agrícola del Norte, el Consorcio de So­
ciedades Agrícolas del Sur, etc. A poco que se examine estas sociedades,
se descubre, sin embargo, sin mayor problema a quienes representan.
Exclusivamente al pequeño grupo de los grandes propietarios. No ha
habido en ellas inquilinos, medieros, pequeños propietarios, etc. Han si­
do típicas organizaciones de clase, de unidad de los sectores dominantes
dentro de la agricultura y de representación de sus intereses. Sin em­
bargo, eran y son considerados por todos los gobiernos como los genui-
nos representantes de la agricultura nacional. Así, si se trataba de discu­
tir con el sector agrícola las condiciones de trabajo, las políticas de pre­
cios, las políticas crediticias, las políticas de importación y exportación,
¿con quiénes se discutía? Con estos grupos que asumían, de hecho, la
representación de la agricultura. Eran los únicos organizados puesto
que la gran masa campesina carecía de cualquier tipo de organización:
ni gremial ni profesional.
Existía una ley de organización sindical, pero no había organiza­
ción sindical. ¿Qué había ocurrido? Lo mismo que ha sucedido en mu­
chos países de América Latina: hacer leyes para impedir que exista lo
que la ley dice favorecer.
Veinte y tantos años atrás, la presión por la sindicalización cam­
pesina se hizo más fuerte. Ya no se pudo seguir diciendo que los cam­
pesinos no podían organizarse. Y no olvidemos que antes se daban con
toda tranquilidad y se aceptaban con igual facilidad una serie de aseve­
raciones: que la agricultura no era como la industria; porque el tra­
bajador agrícola laboraba en una producción mucho más vital para la
comunidad; porque si se producía una huelga en una época de cosecha,
se perdía toda la producción y ello no era sólo perjudicial para el traba­
jador y para el patrón, sino además para toda la comunidad; que una
huelga que afectara seis meses a una industria significaba la pérdida
de seis meses de producción, pero no de toda la producción; en cambio,
en la agricultura, eso era la ruina. Tales argumentos se aducían con toda
tranquilidad. Y, como dijéramos, veinte y tantos años atrás, en Chile,
se consideraba normal que los trabajadores de la agricultura no pudie­
ran organizarse, pese a que el país había suscrito una serie de convenios
de la Organización Internacional del Trabajo al respecto, con todos los
cuales estaba en mora.
Cuando la presión social se hizo tan fuerte que no se pudo seguir
impidiendo por Ley la organización, ¿qué se hizo? Se aprobó una ley en
1947, en el Gobierno de Gabriel González Videla que se llamó de sindi-
calización campesina. Ahora bien, ella emanó de un parlamento en que
dominaban o primaban los elementos latifundistas. Así la ley práctica­
mente impedía de un modo muy inteligente la sindicalización campesina.
Desde luego, imitó la sindicalización industrial. Sólo se aceptaban sindi­
catos fundo por fundo, tal como existían sindicatos empresa por em­
presa. La exigencia parecía razonable, pero también era necesario un
número mínimo de trabajadores para form ar el sindicato. Se señaló:
— 65
veinte trabajadores permanentes, lo que automáticamente impedía la
sindicalización del 87% de los trabajadores que laboraban en predios con
un número inferior de trabajadores permanentes.
En seguida, para ser dirigente sindical había que saber leer y es­
cribir y había que haber vivido durante un cierto número de años en
el fundo. Bastaba, pues, que a un posible dirigente se le cortaran los
años en el fundo para descalificarlo como tal. No podía haber huelga
en época de cosecha que era justam ente el momento en que la posibili­
dad de negociación del campesino era más fuerte, etc.
¿Resultados? Chile tuvo veinte años una Ley de sindicalización
campesina, entre 1947 y 1967, como resultado de la cual a fines de 1964
existían sólo 18 sindicatos campesinos con 1.800 afiliados. Sólo existía
un pequeño grupo de sindicatos surgidos alrededor de 1953 en la zona
viñatera de Lontué y Molina, a raíz de conflictos que habían sido impul­
sados por elementos ligados a la Iglesia Católica —más estrictamente
al Padre Hurtado y por la ASICH, y en fundos que tenían la peculiaridad
de ser viñateros y que, por lo mismo, eran una especie de entes agrícolas-
industriales. En el resto, casi no había sindicatos. Enormes haciendas
con muchos miles de trabajadores —como el caso de sociedades anóni­
mas o comunidades— carecían en la práctica de sindicatos.
Podría pensarse que si no había sindicatos, existiría por lo menos
alguna línea desarrollada de cooperativismo. Tampoco era el caso. Exis­
tían unas cuantas cooperativas campesinas que funcionaban muy mal.
Aquellas que tenían más peso y que se conocían como cooperativas
agrícolas, eran en verdad sociedades anónimas, disfrazadas de cooperati­
vas para aprovechar una serie de franquicias tributarias e integradas ex­
clusivamente por grandes agricultores. En general, eran especializadas,
por ejemplo, cooperativas lecheras que tenían plantas lecheras recibi­
das del gobierno y que en la práctica no pagaban, cooperativas avíco­
las, etc.
Podemos pues concluir que la falta de organización para la gran
masa campesina y la organización del pequeño grupo dominante era
otro de los rasgos típicos que indudablemente colocaba a esa masa en
una situación de poder extraordinariamente deficiente.
Por otra parte, hablar de oportunidades culturales resulta ocioso.
Mencionamos ya el problema de los índices de alfabetismo. No puede
hablarse de oportunidades ni siquiera para aquellos que podían acceder
a la educación. El promedio de años de educación prim aria en los cam­
pos no subía de 2, mientras que en las zonas urbanas no bajaba de 4 ó 5.
Además, era en el campo donde se daba señaladamente el fenómeno de
los analfabetos por desuso, o sea, personas que habían pasado por la
escuela prim aria, pero que al regresar a un medio sin oportunidades de
ejercer lo aprendido, olvidaban lo recibido en la escuela.
Tenemos pues descrito este mundo campesino como sin tierra, sin
crédito, comercialmente explotado, sin organización ni oportunidades
culturales.
Añadamos que el campesinado carecía de representación política.
Si se observa qué representación política o qué participación real tenían
los auténticos campesinos en el Parlamento, en las Municipalidades, en
el poder ejecutivo local (Intendentes, Gobernadores, Sub-delegados, etc.)
se concluirá que dicha representación y participación política era de he­
cho nula. ¿Cuántos pequeños propietarios, medieros, inquilinos, volunta­
rios, comuneros eran parlamentarios?, ¿cuántos eran alcaldes o regido­
res? Y si ampliamos el espectro a todo el sistema político, ¿cuántos eran
66 —
intendentes, gobernadores, subdelegados?, etc. Prácticamente la repre­
sentación política campesina era casi cero. Por otra parte, ¿cuántos cam­
pesinos participaban en las directivas nacionales o locales de los parti­
dos políticos —que es otro elemento trascendental de la estructura de
poder? De hecho no estaban ni en las directivas nacionales ni tampoco
en las provinciales o locales de la mayor parte de los partidos políticos.
Allí se encontraban sólo latifundistas o personas ligadas a ellos.
Todo lo dicho aparecía cimentado en una serie de rasgos que cons­
tituyen un fenómeno im portante y que incide muy fuertemente en los
tropiezos de la Reforma Agraria. Tales rasgos conforman lo que llama­
remos la “psicología de la dependencia”. En un proceso de cambio de la
naturaleza de la Reforma Agraria, esos elementos son los más difíciles
de superar, ya que configuran, de cierta manera, la propia situación de
poder del campesinado tal como ella se plasmó durante largos años, por
un proceso histórico concreto.
Detengámonos pues en estos rasgos más dominantes de lo que
hemos llamado la psicología de la dependencia en el campesinado.
Primero: falta de confianza en sí mismos, en sus propias posibili­
dades. Los campesinos han vivido por muchos años y por muchas gene­
raciones en un sistema que no presentaba otra salida que abandonar el
sistema. La única alternativa para el campesino que quería progresar
era la emigración. Y, de hecho, los más dinámicos emigraban a las ciu­
dades, puesto que dentro del propio sistema carecían de la más mínima
posibilidad de mejoramiento. Sumada a la falta de organización, se com­
prende esa falta de confianza en sí mismos y en sus posibilidades.
Segundo: vivían en medio de toda una serie de relaciones sociales
de tipo personal, no institucional. Para resolver sus problemas de trabajo
o de vida, el campesino siempre dependía de alguna persona: de su pa­
trón, del comerciante local, del político local —fuera diputado o regidor,
de algún hombre influyente que se convertía en el mediador entre él y el
resto de la comunidad. Y nótese bien que esta dependencia no existía
sólo para trabajar sino que para cualquier cosa referente a su vida.
Necesitaba hacer un gasto, hacer un trám ite ante un organismo
público, ante un organismo del trabajo o de la salud, ir al hospital, con­
seguir cualquier cosa del sistema institucional, etc. el campesino no po­
día llegar directamente a él sea por su aislamiento, por su falta de or­
ganización, por su falta de cultura, etc., sino que requería de un mediador
que era precisamente quien lo dominaba. En síntesis: existía todo un
sistema de relaciones personales, de relaciones de dominación caracte­
rísticas de una sociedad subdesarrollada de tipo tradicional y hasta
—podría decirse— de tipo feudal, aunque la palabra no sea exacta. Tal
sistema dificultaba el contacto entre el campesino y el resto de la so­
ciedad.
En tercer lugar: desconfianza al cambio. Es explicable que para
quienes han vivido durante mucho tiempo en un sistema inmutable, toda
innovación, todo cambio les parece un riesgo. El cambio obliga a salir
del ámbito en el cual se sienten seguros. Ejemplarizando, se entiende me­
jo r lo dicho. Teóricamente es preferible trabajar en forma independiente,
como propietario de la tierra y no comp asalariado. Sin embargo, cuando
hace algunos años se hicieron ciertas experiencias de Reforma Agraria,
como la emprendida por la Iglesia Católica en Chile, en algunos casos
ella ofrecía a los campesinos, arrendarles algunos fundos de los obis-
pados.
— 67
*

¿Cómo reaccionaban los campesinos? A menudo preferían seguir


de asalariados, porque al dejar de serlo perdían la seguridad de la asig­
nación familiar y de la libreta de seguro, muy importantes en su nivel
de vida de subsistencia.
Aceptar un sistema de mayor libertad conducía a una cierta incer-
tidumbre y los asalariados no querían correr ese riesgo: trabajar por
cuenta propia significaba estar abocado a financiarse uno mismo sus
problemas.
Cuarto punto: cierto fatalismo con mucha sujeción a las condi­
ciones de la naturaleza. Aunque no fuera así en todo Chile, que nuestra
agricultura se caracterizaba por tradicional y bastante primitiva era algo
valedero en el promedio de los fundos. Además, la condición misma de
la agricultura, que se liga mucho más directamente a los factores natu­
rales que el fenómeno industrial provocaba en el campesino una actitud
muy pasiva frente al cambio tecnológico, a la inovación. Tal vez nosotros
pudiéramos llam ar a eso, una falta de visión global del mundo campesino
y de las relaciones del mundo campesino con el resto de la sociedad.
O aún más estrictamente: carencia de visión general de la sociedad. Aho­
ra bien, la visión del campesino alcanzaba, a lo más, a su comunidad
local, a su mundo inmediato. Ni siquiera veía el resto de la sociedad
campesina, sus relaciones sociales, ni mucho menos las relaciones econó­
micas o sociales de la sociedad campesina con el resto de la sociedad glo­
bal. Me atrevería a decir que, para muchos campesinos, sus aspiraciones
fundamentales se reducían a dos: un buen patrón y un pedazo de tierra
para cultivar. Para gran parte del campesinado su rebelión era contra
el mal patrón, no contra el sistema patronal. Indudablemente se sentía
afectado si el patrón era déspota o si lo trataba mal. En tal caso se des­
pertaba su rebelión; pero, si contaba con un buen patrón o con un mo­
delo de buen patrón, colocaba allí su aspiración. La prim era aspiración,
pues y muy nítida, no era cambiar el sistema de relación entre patrón
y obrero, sino la de tener un buen patrón. La otra, era la aspiración a
poseer su pedazo de tierra, a la propiedad de la tierra. Para la mayor
parte de los campesinos, era como un símbolo de la liberación. Apunta­
ba a algo que jamás habían obtenido y que, en algunos casos y para al­
gunos sectores, especialmente en las comunidades indígenas, revestía
un carácter de recuperación o reivindicación. Esto es un aspecto bastan­
te curioso. Un reciente estudio del movimiento campesino chileno mues­
tra que este anhelo de propiedad se arraiga en el indígena con un sentido
especial de la recuperación de la tierra ancestral. Su situación actual la
derivan del robo de sus tierras que se inició con el español en la Con­
quista, continuó en la Colonia y prosiguió con el criollo desde la Inde­
pendencia. Interesante, desde esta perspectiva, es la relación estudiada
que demuestra que la mayor parte de las "tom as” de tierras en Chile han
estado asociadas con comunidades indígenas motivadas por esos senti­
mientos.
Con esto, hemos revisado algunos rasgos, que son importantes y
que hay que tener en cuenta, de la psicología de dependencia del cam­
pesino. Un proceso de Reforma Agraria que implique una transform a­
ción global, hallará en ellos algunas condiciones negativas. Tarea im­
portante es entonces definir una estrategia para superarlas.

68 —
CAPITULO IV :

TIPOS DE PROBLEMAS QUÉ SE HAN PLANTEADO EN EL


DESARROLLO DE LA REFORMA AGRARIA E N CHILE

En este último capítulo analizaremos los tipos de problemas que


se han planteado en el desarrollo de la Reforma Agraria en Chile. En
alguna medida, ellos nos revelan las dificultades y las resistencias al
cambio de la estructura de poder.
En el esquema inicial, habíamos clasificado estas dificultades o
problemas en seis tipos, o también en cuatro, subdividiendo el último
en dos. Esta organización de los puntos puede ser válida o no, pero al
menos sirve para ordenar el análisis.

1.— Problemas de tipo legal:


Partiremos por este tipo de dificultades, que han tenido particular
incidencia en el proceso de Reforma Agraria que se ha desarrollado en
Chile. Conviene señalar, desde luego, que la incidencia de los problemas
legales es mayor en un proceso de cambio parcial en un determinado
sector de la sociedad como ha ocurrido con el caso de la reforma agraria
chilena, que cuando el cambio se da en una situación revolucionaria glo­
bal que abarca toda la sociedad.
Una de las primeras dificultades radicó en que, para hacer la Re­
forma Agraria había que expropiar las tierras, y para expropiarlas se pre­
sentaban dos caminos. Uno, no pagarlas —prácticamente impensable en
el tipo de Reforma que se hacía en Chile y en el contexto social enun­
ciado—; el otro, pagarlas— pero en condiciones que perm itieran hacer
la Reforma, habida consideración de las limitaciones de recursos y de
todas las otras necesidades financieras. Surge automáticamente un pro­
blema que me parece ha sido común en todos los países latinoamerica­
nos que han pretendido abordar seriamente el problema de la tenencia
de la tierra, a saber: los resguardos excesivos a la propiedad tradicional,
tal como aparecen establecidos en la mayoría de las leyes y constituciones.
La Constitución chilena de 1925 establecía que nadie podía ser
privado de su propiedad, aunque fuera por razones de utilidad pública
o por razones sociales fundamentales, sin pago previo. Dicho pago debía
hacerse al contado y se fijaba mediante una tram itación o un juicio ante
los tribunales que incluía el peritaje de ciertos "hombres buenos", como
se les llamaba, que fijaban un valor comercial que indudablemente ten­
día a salvaguardar los intereses del propietario.
De partida, pues, una Reforma Agraria de cierta profundidad re­
sultaba irrealizable mientras estuviere en pie dicha cláusula constitucio­
nal que impedía el pago diferido y en condiciones más convenientes para
la sociedad.
La lucha por modificar el Artículo 10 de la Constitución en ma­
teria de derecho de propiedad fue ardua. El intentar modificar el derecho
de propiedad en una constitución tradicional despierta recelos y protes­
tas de parte de todos los grandes propietarios y no sólo de los propieta­
rios agrícolas, puesto que sus intereses están en gran parte coludidos.
Por otra parte, los mismos propietarios agrícolas se encargaban de agi­
ta r a los otros propietarios atemorizándolos con el argumento de que si
se modificaba el precepto constitucional toda la propiedad tradicional
— 69
quedaría menos resguardada. Esto, por supuesto, se hace no en nombre
de sus intereses dominantes, sino en el de los sacrosantos principios de
la "democracia" y del "derecho individual”.
Un año y medio hubo de batallarse para conseguir modificar la
Constitución en ese punto. Finalmente se logró esa modificación y, aún
más, se estableció algo muy justo y positivo: que el valor de expropia­
ción de las tierras sería el valor de tasación fiscal.
Esa resolución acabó con un principio aceptado como natural y
normal en la mayor parte de los países latinoamericanos, a saber que hay
dos valores de la tierra: uno el valor comercial; otro, el valor fiscal. Él
primero, aquél a que se ajustan las transacciones entre privados y al cual
el Estado debería pagar al propietario en caso de expropiación; el segun­
do, aquel conforme al cual se impone la tributación de los privados a la
sociedad. De acuerdo al nuevo proyecto constitucional las tierras expro­
piadas se pagan a este último valor.
En síntesis, la Reforma de la Constitución en el punto pertinente
desencadenó campañas periodísticas, discusiones y toda una lucha polí­
tica que tomó a lo menos un año y medio, concediéndose a este problema
características de un asunto fundamental para la sociedad. Finalmente
sin embargo, se lograron imponer, con diversas limitaciones, los nuevos
criterios.
Un segundo problema de este tipo lo constituía la ley de Reforma
Agraria vigente, la denominada 15.020 promulgada en noviembre de 1962.
Esa ley —análogamente a lo que acontecía con la ley de sindicalización
campesina—, estaba calculada para que hubiera ley y no hubiera expro­
piaciones; tantas eran las dificultades de tipo jurídico que contenía para
un programa adecuado de expropiaciones.
Era una ley muy curiosa. Se podía expropiar en principio cualquier
predio porque era más amplia en algunas de sus facultades que la ley hoy
vigente. Incluso, si el Gobierno declaraba alguna región como Zona de Re­
forma Agraria podía expropiarla entera. Pero, pese a la amplitud extra­
ordinaria de esa facultad, empezaban las dificultades tan pronto como se
quería materializar cualquier expropiación. Había que fijar el valor y esto
se discutía en los Tribunales: tribunal de prim era instancia. Si no había
acuerdo, apelación y tribunal de segunda instancia y se podía seguir así su­
cesivamente. ¿Resultado? La fijación del precio se podía pleitar cinco o
seis años. Ahora bien, como el principio constitucional establecía que
mientras no se pagara el valor no se podía tom ar posesión material de
la tierra, podía darse el caso de tener expropiadas todas las tierras y no
poder tom ar posesión física de ninguna.
Se preguntarán algunos, ¿cómo con esa ley se expropiaron tantos
fundos en los primeros años del proceso de Reforma Agraria? Efectiva­
mente, con esa ley defectuosa se realizaron, inicialmente, un número im­
portante de expropiaciones. La razón es muy curiosa. Los propietarios
afectados por esa ley sabían que en el Parlamento se discutía otra y que
ella —conforme a toda la coyuntura política— sería aprobada. Sabían
también que la nueva ley sería más drástica que la 15.020, en cuanto a
las condiciones de pago. Por un lado el propietario podía, si era su vo­
luntad dilatar la expropiación, pero estaba consciente de que corría el
riesgo posteriormente de tener que enfrentar condiciones de pago mu­
cho más inconvenientes para él. En el juicio ante los tribunales la mayor
parte transaba, en consecuencia, aceptado el pago con un 10% al contado
y el resto pagadero en 20 años, con reajuste. La mayoría de los afectados
aceptaban esto y lo hacían porque sabían que las condiciones futuras

70 —
serían menos favorables. Así, un aparato legal evidentemente deficiente,
sirvió para operar un inicio del proceso por la sola causa del tem or a la
futura ley.
Pero aprobar la nueva ley de Reforma Agraria tomó 3 años. Prime­
ro fue preciso hacer aprobar la Reforma Constitucional, —sin la cual la
nueva ley era inconstitucional— y luego fue dificultada por los mecanis­
mos del sistema parlamentario chileno. Recuerdo que, en la Cámara de
Diputados, la ley, de suyo ya recargada con muchos artículos, se vio de­
morada en la discusión de la Comisión de Agricultura por obra de un
solo diputado del Partido Nacional quien utilizaba los 20 minutos a que
tenía derecho para cada uno de los artículos en repetir "ad infinitum”
los mismos argumentos. Dentro pues del mecanismo institucional exis­
tente la ley se arrastró un larguísimo tiempo en la Comisión aludida.
El escándalo creado por los medios de difusión en manos de gru­
pos opuestos a la reforma agraria obligó también a una larga discusión
pública que contribuyó de un modo apreciable a demorar la aprobación
de la nueva legislación.
Pero además, mientras se tram itaba la Ley de Reforma Agraria,
sucedían fenómenos importantes que hay que tener en cuenta. La ley en
cuestión no estaba sola en el Parlamento; se discutían además muchas
otras cosas, v. gr.: la ley de Chilenización del Cobre. Enfrentado el Go­
bierno con un Parlamento en que carecía de mayoría, al menos en el Se­
nado, la oligarquía poseía una fuerte arma de negociación con la discu­
sión de la Ley del Cobre para limar los puntos de la ley de reform a agra­
ria que le parecían más nocivos para sus intereses. Nótese que la ley de
chilenización del cobre no tenía el apoyo de los partidos del FRAP y así,
para ser aprobada, en muchos aspectos necesitaba del apoyo de los po­
cos parlamentarios de derecha que había en el Senado. De este modo
fueron mellándose muchos artículos de la Ley de Reforma Agraria, con­
dicionado el apoyo a éste o tal artículo de la Ley del Cobre por las mo­
dificaciones pedidas a diferentes artículos de la Ley de Reforma Agraria.
Con motivo de otras coyunturas legislativas la derecha usó de todas sus
capacidades de presión a este respecto para suavizar la Ley.
Hubo pues, una discusión parlam entaria muy larga en que una pe­
queña minoría, usando como elemento de negociación su apoyo a otras
leyes melló y dificultó la aprobación de la Ley de Reforma Agraria. Con
todo y pese a que la Ley promulgada quedó bastante debilitada en com­
paración con el proyecto original presentado al Parlamento, su texto de­
finitivo era suficientemente satisfactorio desde el punto de vista de poder
operar la acción de reforma agraria.
Un nuevo factor de tipo legal era que, durante la discusión de la
ley, se sabía que ella establecía un límite en la cantidad de tierras que po­
día acumular una persona. Todo lo que excedía de ese límite era expro-
piable. ¿Qué reacción provocaba esto? La siguiente: mientras se discu­
tía la ley, los propietarios dividían jurídicamente sus fundos entre sus
familiares. Seguían así los fundos manejados como grandes unidades,
pero jurídicamente no constituían una unidad. Por lo demás, este recurso
se venía empleando en Chile desde mucho antes por la posibilidad o la
amenaza de una Reforma Agraria. De allí que una gran cantidad de fun­
dos seguían siendo grandes empresas, pero si se les estudiaba jurídica­
mente, eran varias hijuelas independientes: una de la señora, otra de un
hijo, otra de un sobrino, y cada hijuela era inferior a los límites de ex­
tensión máximos tolerados por la ley. Hubo entonces que lograr rápida­
mente en una coyuntura política favorable y mientras se discutía la Ley

— 71
de Reforma Agraria, otra ley que prohibía absolutamente toda subdivi­
sión de un predio mayor de 80 hectáreas, cualquiera que fuera el tipo
de la tierra, sin la autorización del Estado. Afortunadamente se logró una
mayoría para esa iniciativa y gracias a eso se evitó que todos los fundos
de Chile mayores de 80 hectáreas se subdividieran. De no haber sido así,
con los que ya se habían subdividido y los que habrían seguido hacién­
dolo, al aprobarse la Ley de Reforma Agraria, su artículo fundamental,
que era la expropación por tamaño, hubiera sido inaplicable.
Aprobada la ley, comenzaron los problemas de peticiones de in­
habilidad, de inaplicabilidad de ella, ante la Corte Suprema. En todos
nuestros sistemas institucionales, son las Cortes Supremas las que in­
terpretan si la ley está de acuerdo con la Constitución o no.
Característico fue lo que ocurrió con el artículo 2° transitorio. Era
de gran importancia porque perm itía reexpropiar todos aquellos fundos
que habían sido expropiados por la Ley 15.020 y sobre los cuales no se
había llegado aún a un acuerdo en los tribunales. Pues bien, aprobada la
nueva ley, y con ella el artículo en cuestión, un abogado apeló a la Corte
Suprema alegando que dicho artículo era inconstitucional. En ninguna
parte del mundo que yo sepa las cortes supremas se distinguen por la ra­
pidez en resolver los problemas que se Ies plantean; nueve meses se nece­
sitaron para que resolviera dicha apelación. Finalmente falló estable­
ciendo la constitucionalidad del artículo, pero ¿qué ocurrió con todo
esto? Pues que esta demanda y hechos similares condujeron a que mu­
chos fundos expropiados en el año 1965 mediante la antigua ley, conti­
núen expropiados, pero sin que se haya podido tom ar todavía posesión
material de ellos. Es fácil imaginar cuál es la situación económica, de tra­
bajo, de producción, cuál es la situación social, cuáles las tensiones den­
tro del campesinado de estos fundos. En algunos casos los patrones los
han abandonado y los campesinos, por desesperación, han comenzado
a ocuparlos de hecho para llamar la atención de las autoridades. Situa­
ciones como éstas se vuelven contra la Reforma: el campesino no entien­
de que se expropie un fundo y que luego no se tome posesión de él y,
por otra parte, ciertos elementos opuestos a la reforma con mucha habi­
lidad, se han encargado de crear entre los campesinos reacciones contra
la acción de la reforma por su inoperancia. Tenemos el caso tan conocido
de Santa M arta de Longo toma donde se prometió a los campesinos que,
después del 70, recuperado el poder, se les regalaría a cada uno una casa
sin costo alguno y un cierto número de hectáreas. En estas condiciones
y con tales procedimientos, se desprende que no es difícil provocar reac­
ciones opuestas a la Reforma dentro de ciertos grupos del campesinado.
Hay que recordar, además, que dentro del sistema agrario, aun­
que hay una gran diferencia entre el grupo dominante y la masa cam­
pesina, existen campesinos "apatronados”. Se encuentran especialmente
en el sector que uno podría denominar de empleados de los fundos. Se
trata generalmente de campesinos que han subido un poco en la escala
social con respecto al resto: el mayordomo, el capataz, el vigilante, etc.
Son campesinos iguales a cualquier otro, pero se sienten separados de la
masa y mucho más ligados a sus patrones y a sus intereses. Tales perso­
nas favorecen también la creación de focos de resistencia y de oposición,
sobre todo cuando hay dificultades de tipo legal o institucional como las
descritas.
Muchos otros aspectos podrían caber en la caracterización de este
punto. Lo dicho, sin embargo, parece suficiente, para tom ar conciencia
de lo que hemos llamado problemas de tipo legal. Evidentemente entor­
72 —
pecen un proceso, enmarañan su realización y ello es más obvio en la me­
dida en que se piensa que ese proceso no es solamente la aprobación
de una ley sino su aprobación y su aplicación más rápida posible.

2.— Problemas derivados del Sistema Institucional del Estado


Pasemos a otro tipo de problemas que hemos englobado bajo la
denominación "Problemas derivados del sistema institucional del Esta­
do”. ¿Qué problemas cabrían aquí?
Antes de responder, debe anotarse que son problemas que se plan­
tean en cualquier estado donde se pretende realizar un proceso de cambio
social importante, ya sea en una situación global revolucionaria o en
una situación de cambio parcial de la sociedad.
Volviendo a la pregunta ¿cuáles son estos problemas?, señalare­
mos algunos que aparecen como significativos relacionados con el caso
chileno.
En prim er lugar, en los organismos del Estado, del sector agríco­
la, o sea que trabajaban para los agricultores y la agricultura, sólo esta­
ban representados los grandes latifundistas. En los consejos de CORA,
de INDAP, de CORFO, del Banco del Estado, de ECA, etc., la represen­
tación agrícola la asumían de hecho y a menudo por ley los representan­
tes de las sociedades agrícolas tradicionales, llámase esta Sociedad Na­
cional de Agricultura, Consorcio de Sociedades Agrícolas del Sur, Socie­
dad Agrícola del Norte, etc.
Ocurrió así que, mientras no se aprobó la nueva ley de Reforma
Agraria, los responsables del proceso estaban obligados a trabajar en los
Consejos de las respectivas instituciones, no con representantes campe­
sinos sino que con representantes de quienes precisamente serían afec­
tados. Estos representantes privados constituían más del 30% de los
miembros de los diferentes Consejos y en algunos de ellos eran casi la
mitad de los miembros. A través del mecanismo del quorum de votación
tenían en muchos aspectos significativos derecho de veto.
La situación reseñada no podía alterarse mientras no cambiara
legalmente el sistema institucional y como había que idear una solución
aunque fuera parcial y no podían sacarse a esos consejeros no campe­
sinos, fue necesario buscar cómo introducir otros que fueran efectiva­
mente campesinos. El medio que se obtuvo fue aprovecharse de los con­
sejeros de libre representación del Presidente de la República que existen
en la mayor parte de esos consejos.
Pero surgía de inmediato el nuevo problema: ¿a quién designaba
el Presidente si no había organización campesina, si no era posible en­
contrar consejeros campesinos representativos? En la práctica y durante
toda una prim era fase, hubo que elegir a título personal, aunque la fór­
mula no garantizara representatividad.
Sea como fuera, la existencia y hasta a veces el predominio de esos
otros consejeros representantes del sector agrícola tradicional amenaza­
do por el proceso, significó trabas y dificultades para la Reforma Agraria.
Ligado estrechamente al problema tratado, aparece otro. En la
mayor parte de las instituciones que tenían que ver con el sector agrario,
el personal administrativo y los técnicos estaban acostumbrados a tra­
bajar exclusivamente para los latifundistas. Piénsese, por ejemplo, en
los agrónomos del Ministerio de Agricultura que, salvo unas pocas excep­
ciones, sólo habían trabajado para los dueños de fundos.
Existía, entonces, un serio problema que era lograr un cambio de
— 73
mentalidad de todo un cuerpo profesional. Ahora bien, era fundamental
contar con el aporte de esas personas que poseían el nivel técnico nece­
sario, pero no era fácil el paso para ellos de un sistema a otro, de tra­
bajar antes gratuitamente para los grandes agricultores a trabajar ahora
para los campesinos. Hay allí un problema de tipo social que no es ex­
clusivo de los profesionales sino que se da en la sociedad entera, pero
que es particularmente perceptible al nivel profesional por la estratifi­
cación que crea en las sociedades subdesarrolladas el hecho del título
universitario, a saber: el desprecio o el menosprecio hacia el hombre
del pueblo, especialmente hacia el campesino, ignorante y analfabeto.
Hubo pues que enfrentar el difícil problema de cambiar una mentalidad
—en lo cual aún no se ha tenido pleno éxito hasta hoy— y hubo que im­
provisar nuevos cuadros. Y esto último era aún más difícil. Se pueden
cambiar las leyes y también las jefaturas de las instituciones con gente
que tenga otra mentalidad; pero las instituciones no pueden actuar so­
lamente con jefes. En el fondo, lo que da el carácter de institución es
el cuerpo y si ese cuerpo social ha estado acostumbrado a trabajar en be­
neficio y en favor de un sistema social determinado, tampoco se puede
cambiar desahuciando a todos esos funcionarios. Se toparía con todas
las otras resistencias legales: inamovilidad funcionaria y veinte mil otros
problemas. Y suponiendo que fuese posible desahuciar a todo un per­
sonal sin limitaciones ¿con qué nuevos cuadros se llenan las vacantes?
Aunque uno salga a buscarlos a las calles, esos nuevos hombres también
han sido formados por el sistema educacional y por el sistema universi­
tario con una mentalidad no muy distinta. Se hace entonces evidente que
el adecuar nuevos cuadros para la nueva situación, para una visión nueva
de las cosas, el sacar al técnico, al profesional chileno de su mentalidad
general aristocratizante, de su mentalidad de que él es un técnico, un
universitario, un experto puro lejano de la masa y que no tiene porqué
sumergirse en ella, es realmente un problema serio. No creo que sea un
problema exclusivo de Chile, pero, como sea, implica un desafío extra­
ordinariamente arduo que supone todo un proceso de reeducación, de
reorientación. No basta con cambiar las cabezas, sino que es preciso
cambiar paulatinamente la mentalidad de todo el cuerpo de hombres que
conforma una institución.
Veamos un ejemplo de esta mentalidad que alcanza no sólo a pro­
fesionales sino que a otros funcionarios administrativos de menor nivel.
Tomemos el caso de los organismos del Estado llamados a sos­
tener financieramente al sistema campesino. Mencionamos ya la CORFO.
Pensemos ahora en el Banco del Estado. Existe desde la Administración
del Presidente Ibáñez y se llama Banco del Estado; pero, a mi parecer,
desde el punto de vista de los criterios operacionales, no hay diferencia
alguna entre el Banco del Estado y el Banco de Chile o cualquier otro
banco privado. Quienes allí trabajan tienen la misma m entalidad ban-
caria: dan crédito a quienes tienen plata y buscan hacer negocio. Por
lo demás, institucionalmente, están llevados a tal actitud. Aunque fueran
hombres de pensamiento avanzado, aunque pertenecieran a partidos que
propician el cambio, actuarían así. ¿Por qué? Porque legalmente el Ban­
co del Estado tiene que hacer utilidades y porque, además, en la medida
que tenga utilidades, su personal obtiene gratificaciones. Existe pues todo
un sistema institucional que provoca estas contradicciones. Gente que
políticamente puede ser de avanzada, gremialmente actuarán en pro de
la política que lleve a la institución a hacer un buen negocio privado,
ya que ello es condición para que obtengan un beneficio.
1
He señalado este ejemplo deseando explicar lo que afirmo: existe
todo un sistema general, una estructura económico-social, que hace que
incluso personas de quienes uno habría podido esperar actitudes distin­
tas, no pueden tomarlas. Inconscientemente, el propio sistema los coac­
ciona.
Sumemos a lo anterior, puesto que aún no ha desaparecido, la men­
talidad de aue trabajar para los campesinos, darles crédito, es tiempo y
dinero perdido. Si se quiere realmente producir y aumentar la produc­
ción, habría que darles recursos a aquellos que tienen la tierra, que son
más progresistas y no a quienes sólo poseen escasa tierra.
Los problemas de cambio de mentalidad y de adecuación de nue­
vos cuadros son, pues, problemas extraordinariamente difíciles y com­
plejos.
Estimo aue lo dicho nos lleva a un fenómeno que cae dentro de
este conjunto de aspectos institucionales y aue merece destacarse. Lo
antes expresado no sólo ocurría en los organismos del sector agrícola,
sino que, de alguna manera, en todo el sistema institucional del país. Hay
allí interesante trabaio para el análisis del sociólogo y otros cientistas
sociales: examinar el funcionamiento del sistema de poder de las peque­
ñas comunidades locales.
El responsable es el sistema como tal. Desde el Intendente o el
Gobernador hasta la policía, desde los inspectores del trabajo hasta el
sistema judicial o de la salud, todos trabajan de preferencia para el po­
deroso, para el rico. Y en el caso del campo, para el latifundista. Todos
trabajan en contra del campesino y, muchas veces, por razones muy
obvias.
Un caso típico: el sistema del trabajo. Se dijo a menudo por los
sectores interesados que el cuerpo de inspectores estaba plagado de indi­
viduos subversivos, izquierdistas, comunistas, socialistas, etc. De hecho,
son personas mal pagadas. Y un funcionario mal remunerado, que vive
en un pueblo chico, que tiene una cultura ligeramente mayor que el pro­
medio, que necesita convivir con alguien —cosa que ocurre también al
sargento de carabineros o al juez ¿con quién convive socialmente?, ¿a
quién se liga? No va de visita a la casa de los campesinos, sus amigos no
son éstos sino la élite dominante del pueblo y ésta ¿con quién se liga?
Con la élite latifundista local. En último término, hay funcionarios que
tienen tan malos sueldos, que se los puede comprar por el regálito, por
el favor, porque se Ies hace sentirse importantes. El dueño de fundo los
convida una vez a su casa a almorzar o a comer. Y así se van ligando a
los intereses del grupo dominante.
Si uno examina entonces como toda la estructura de poder, inclui­
da la estructura de poder del Estado, opera en estas comunidades, se
hace evidente que el problema no radica solamente en cambiar la menta­
lidad de los funcionarios de los organismos que tienen la responsabilidad
directa en la Reforma Agraria. Se trata de un proceso de cambio de la
mentalidad de los funcionarios y de la operación de todo el sistema del
Estado que operaba —y que sigue aún operando— por las circunstancias
indicadas, en favor de los intereses de los poderosos locales.
Incluso, en los casos en que la administración de la justicia apa­
rece como muy equitativa, en su práctica operacional está muy lejos de
ser justa. ¿Por qué? Para los problemas del trabajo, por ejemplo, así
como para muchos otros, todo nuestro sistema de administración de la
justicia opera mediante procedimientos y plazos. Si hay que presentar
escritos, hay que hacerlo dentro de ciertos plazos; quien no los presente
— 75
a tiempo por ese hecho ya pierde el litigio. Si hay que reclamar de algo,
hay que hacerlo también dentro de un determinado plazo. El campesino
ignorante y sin organización, sin conocer las leyes y sin abogado, obligado
a trabajar al día y no teniendo quien lo represente en sus gestiones ci­
viles, carecía de toda posibilidad real de defensa frente al latifundista.
Por justo que fuera el juez, el latifundista tenía recurso de abogados y
sabía hacer las cosas oportunamente. Nuevo ejemplo, entonces, que nos
muestra que, —independientemente de todo el fenómeno sociológico de
las relaciones que se crean entre los funcionarios del Estado y los grupos
dominantes, las condiciones de operación del sistema son realmente muy
desiguales.
Otra cosa que a veces es trágico, se da en los hospitales. Los hos­
pitales están en los pueblos y más grandes ciudades y cuando los cam­
pesinos acuden a ellos se encuentran con hospitales llenos, atiborrados
de gente y desde los funcionarios administrativos a los profesionales,
los menosprecian. En prim er lugar hay que retirar la ficha. Y las fichas
se reparten hasta cierta hora o hasta cierto número de requerimientos,
pero los buses que vienen del campo llegan al pueblo más tarde, y así
llegan las mujeres de los campesinos a retirar sus fichas y sólo consiguen
el "vuelva otro día”. ¡ De regreso al campo y a comenzar todo de nuevo!
Y cuando logran ser atendidos, hasta el tono revela la situación de me­
nosprecio. No se trata, muchas veces, de que las autoridades más altas
sean los explotadores. Es el sistema social entero el que falla. Al menos,
en nuestra experiencia, hemos visto el trato desconsiderado que reciben
personas tan humildes como los campesinos: el característico "no frie­
gue” que a ellos puede decir hasta una enfermera. Se los considera "co­
sas”, porque hay toda una despersonalización del sistema. Como no son
importantes, como no están bien vestidos, como son ignorantes y no sa­
ben cómo expresarse bien, se les m ira y trata como a cosas. Como decía,
tal actitud se da, a veces, no tanto en quienes ocupan los puestos altos
de la escala jerárquica, sino en quienes están en todos los niveles inter­
medios. De allí que insista en el ejemplo en cuanto revelador. Muestra, a
mi juicio, toda una tarea por realizar que es sumamente difícil. Cambiar
una estructura de poder significa también ir creando en los hombres y
mujeres que operan el sistema social, económico e institucional en todos
los niveles, una nueva conciencia, una nueva actitud. Y eso se logra no
sólo por hechos políticos, leyes o decisiones superiores. Implica cambiar
una mentalidad, una forma de operar y de actuar en toda una estructura
que ha ido consolidándose en una situación de poder dada en la cual al­
gunos son los privilegiados que tienen vía libre de acceso y de ascenso a
la sociedad y otros son los marginales, los que no tienen salida alguna ni
obtienen de un modo adecuado los beneficios mínimos generales del sis­
tema.
Lo que hemos señalado nos introduce en un nuevo aspecto: la cu­
riosa concepción del Estado que se ha extendido entre nosotros. Se ha­
bla del sector estatal en contraposición al sector privado, como una al­
ternativa distinta, unitaria y diferente. Ahora bien, cuando uno empieza
a examinar lo que el Estado es, se da cuenta que el tal Estado unitario
es en el hecho un conjunto de diversos organismos o instituciones que
se han ido desarrollando sin planificación alguna y que funcionan nor­
malmente sin la mínima coordinación exigida por el crecimiento de las
necesidades económicas y sociales.
Cada institución u organismo tiene su parcela de responsabilidad
o su parcela de poder que defiende con dientes y uñas mostrándose el
76 —
Estado como un ente de muchas cabezas y cuerpos distintos muy poco
coordinados entre sí.
El aparato estatal chileno nació en el siglo pasado cumpliendo al­
gunas funciones mínimas de una nación independiente, la policía, la
aduana y otras cosas de esta especie. A medida que la sociedad se hizo
más compleja, hubo que atender nuevas funciones y así aparecieron or­
ganismos económicos y sociales diversos.
Como consecuencia de todos estos desarrollos tenemos hoy que el
Estado Chileno está compuesto por toda una tram a de organismos, de
administración directa algunos, como los Ministerios, otros, organismos
descentralizados, otros, empresas autónomas del Estado, etc. Y téngase
bien en cuenta que, con todo lo defectuosa que la maquinaria estatal
puede ser, el caso chileno es menos lastimoso que lo que hemos podido
conocer en otros países latinoamericanos en que el Gobierno Central ni
siquiera sabía cuántos eran los organismos autónomos, cada uno de los
cuales tenía su presupuesto de entradas propias. No exagero pues al
afirmar que uno de los problemas más difíciles es hacer caminar coor­
dinadamente al Estado.
En este contexto hay que ubicar la realización de una Reforma
Agraria y ello basta para entender que de aquí surge uno de los obstácu­
los más serios para su materialización. Reforma Agraria no es sólo en
efecto, redistribución de la tierra. Se trata de redistribuirla, pero simul­
táneamente de hacer inversiones, facilitar crédito y elementos de produc­
ción que mejoren la productividad, organizar a los campesinos, capaci­
tarlos, darles un conocimiento técnico y económico y un apoyo institu­
cional, etc. Todo esto supone una acción coordinada entre instituciones
que muchas veces dependen de ministerios distintos. En el caso concreto
del proceso chileno, se ha tenido la ventaja de que, en este período, la
maquinaria estatal ha estado manejada por un partido único en el Gobier­
no, a pesar de lo cual las contradicciones entre las políticas de las dis­
tintas instituciones han sido constantes.
En resumen, creo que uno de los problemas de más difícil solución
y más urgente radica en lograr que esta realidad llamada el Estado ope­
re de manera armónica y coordinada. Y el problema se plantea también
cuando aparentemente se trata de Estados manejados por un partido úni­
co. En ellos, las luchas de poderes se da entre los distintos grupos del
partido, entre las distintas instituciones.
Podemos detenemos algo más en nuestro caso concreto. Ocurrió
algo casi cómico. Teóricamente, el Ministro de Agricultura era el respon­
sable máximo de la política agrícola. Sin embargo, al asumir el Gobierno,
el sector público agrícola lo integraban 21 organismos dependientes de 5
Ministerios, lo que hacía que el Ministro de Agricultura carecía de todo
poder real, porque todo lo im portante para la política agrícola se decidía
fuera de su Ministerio y sin ingerencia alguna del Ministro del ramo. Aún
en 1966, el Ministro de Agricultura tenía poder para influir institucio­
nalmente en sólo el 11% del total del crédito agrícola y en menos del 2%
del total de la inversión del sector. El financiamiento de la agricultura se
decidía en gran parte en la CORFO y en el Banco del Estado ajenos a la
jurisdicción del Ministro de Agricultura. La comercialización y el pro­
blema de los precios, en el Ministerio de Economía y en la ECA también
ajenos al Ministro de Agricultura, etc. Así, quien se suponía ser el res­
ponsable máximo de la política agraria, estaba circunscrito a la asisten­
cia técnica que se otorgaba a través del sistema tradicional y a ciertos
— 77
controles para las pestes y cosas de ese nivel. El poder real, la conduc­
ción de una política agrícola, no estaban en su mano.
Algo se logró m ejorar la situación institucionalmente mediante la
Ley de Reforma Agraria y otro poco á través de cierta coordinación infor­
mal de los directivos. Pero no cabe la menor duda de que esa coordina­
ción informal ha sido absolutamente insuficiente y sigue siendo insuficien­
te para resolver eficazmente la mayoría de los problemas que se pre­
sentan.
En las relaciones para la política de reform a agraria entre las ins­
tituciones del Estado, recuerdo una experiencia que me parece digna de
mencionarse como un ejemplo revelador de la realidad. Tratamos de
provocar, una vez al año, al menos, un contacto entre los distintos orga­
nismos que trabajaban con los campesinos y las organizaciones propias
de los campesinos. Se le llamó “Jom adas con los Servicios Públicos”. En
ellas se pretendía que, durante dos días, en cada gobernación, las orga­
nizaciones campesinas pudieran discutir con los distintos servicios pú­
blicos —salud, educación, obras públicas, organismos agrícolas, gobier­
no interior— sus problemas. La intención era m ejorar la coordinación
entre los servicios y la colaboración de estos con los campesinos. A tra­
vés del Ministerio del Interior, del cual dependen los Intendentes y los
Gobernadores, que en nuestro sistema son las autoridades máximas de
coordinación a nivel de las provincias, se citó a una reunión de todos los
jefes de servicios para explicar el sentido de las jornadas. Se tuvo el
apoyo del Ministerio del Interior que incluso envió instrucciones preci­
sas a todos los servicios. En el hecho, sin embargo, las jornadas no ca­
minaron salvo en contados lugares y en muchos casos los funcionarios
a nivel local consideraban una pérdida de tiempo discutir con los campe­
sinos los problemas que les afectaban. No todos felizmente tuvieron este
tipo de reacciones y para muchos de los que participaron en estas jor­
nadas ellas fueron de gran ayuda en su trabajo.
Pero la reacción tradicional de muchos funcionarios acostumbra­
dos a considerar la Administración Pública por sobre el pueblo, era y es
un hecho psicológico im portante que debe ser considerado y que impli­
ca una necesidad de reeducación, de reenfrentamiento del problema.
Otro tipo de obstáculo para el proceso de Reforma tal cual se ha
dado en Chile, deriva de una deformación que la Universidad ha pro­
vocado en la mentalidad de mucha gente. Entre nosotros, quien tiene un
título universitario -—que en algunos casos ha conseguido con mucho
esfuerzo y en otros con no tanto— se considera superior al resto de la
sociedad. La actitud puede suavizarse si quien carece del título es un
político, un Ministro o un Presidente de la República, pero, dentro del
sistema de la Administración Pública, es crítico el asunto del tratamien­
to de los profesionales universitarios con respecto a los que no lo son.
En el caso que a nosotros nos tocó enfrentar, vimos que el siste­
ma institucional y educacional chileno no había preparado trabajadores
sociales. En estos últimos años, las universidades han estado formando
sociólogos, pero el sistema universitario no ha producido trabajadores
sociales en muchos aspectos que son fundamentales para el desarrollo.
Faltan expertos en sindicalismo, en cooperativismo, en desarrollo de la
comunidad, en orientación de grupos, etc. y no solamente al nivel teórico,
sino también al práctico. ¿Qué tipo de profesionales capaces de operar
en el proceso agrario formaba la Universidad?: Agrónomos, Médicos-
Veterinarios, Ingenieros, en fin, todas las carreras técnicas tradicionales.
78 —
Además, estos gremios, asociados a través de sus Colegios Profesionales,
en el hecho se han ida repartiendo la Administración Pública por secto­
res. El Ministerio de Obras Públicas pertenece a los Ingenieros Civiles;
el Ministerio de Agricultura, a los Ingenieros Agrónomos y se tolera un
tanto a los Médicos-Veterinarios y así, sucesivamente. Imaginarse siquiera
que en el Ministerio de Agricultura pueda ser designado Jefe de alguna
Zona alguien sin título profesional, que no fuera ingeniero agrónomo,
era poco menos que un insulto contra la profesión, contra la dignidad
del título universitario, contra algo muy sagrado y muy im portante...
aún, cuando el posible candidato fuera un genio. Que a los ingenieros les
digan que les van a nom brar Director de Obras Públicas a alguien que
no es ingeniero civil.. . , al día siguiente se para el Colegio de Ingenieros
y arma un escándalo mayúsculo.
Topamos así en un problema muy serio. En un proceso de desa­
rrollo se necesita complementar muchas formaciones distintas y se nece­
sita, por otra parte, la absoluta compenetración entre el profesional, el
administrativo y aquél que en la Administración Pública se denomina
funcionario de Servicios Menores. Nada se obtiene con tener muchos
profesionales si no se cuenta con los equivalentes buenos adm inistrati­
vos y con funcionarios competentes de otro nivel. Se corre el riesgo de
que el profesional se anule, obligado a dedicarse a hacer cartas y pa­
peles en vez de realizar su trabajo específico.
Luego está el problema de los desniveles, de las desigualdades con­
siderables que existen al nivel de rentas y de la desconsideración que el
profesional tiene hacia el administrativo. Por otra parte, se plantea la
necesidad de m ejorar la deficiente calidad de muchos administrativos.
No se olvide que para incorporarse como tal a la Administración Pública,
sólo se precisa haber cursado el 4° año de humanidades. Así resulta que
se puede ser dactilógrafo sin saber escribir a máquina. Afortunadamente,
en las organizaciones autónomas es posible obtener una m ejor calidad de
administrativos, pero hay muchos organismos directamente dependientes
del Estado en que la ineficacia del personal administrativo es muy gran­
de, porque los requisitos y la preparación para el ingreso son mínimos
—salvo este reconocimiento del 4? año de humanidades— y las remunera­
ciones extraordinariamente deficientes.
No existe una clara comprensión, de parte de los profesionales, de
que los administrativos son su complemento. Esa falta de consideración
es como si imagináramos un hospital provisto sólo de médicos, sin enfer­
meras, sin laboratoristas, etc. Los médicos tendrían que dedicarse hasta
a hacer el aseo, a limpiar la ropa. Demasiado obvio es pues, que se ne­
cesita una complementación de funciones distintas para la realización
de una tarea compleja como es un proceso de desarrollo.
En el caso del proceso de la Reforma Agraria esta urgencia de
complementación es aún más patente. Junto al agrónomo, al veterinario,
al especialista forestal, al técnico agrícola, junto al economista y al so­
ciólogo, se requiere al trabajador social de terreno, al administrativo, al
personal de servicios, etc. Es necesario también crear las condiciones
para que algunas personas aptas puedan ser designadas en cargos de au­
toridad por encima de profesionales sin que ello sea estimado denigran­
te para la profesión misma. Más a fondo aún: es preciso corregir una
serie de formaciones o deformaciones que el sistema estructural chileno
ha creado y que en el caso del proceso que nos ocupa inciden —aunque
bastante ya se ha mejorado al respecto—, como un obstáculo muy sig­
nificativo al desarrollo del proceso de Reforma Agraria.
— 79
3.— Problemas provenientes del propio campesinado
Paso ahora a un tercer grupo de problemas que son las resisten­
cias y dificultades que surgen dentro del propio campesinado. Algunas
de éstas ya las he nombrado, lo que me excusa de insistir mucho en este
punto.
Tenemos en prim er lugar el fenómeno del tem or al cambio e in­
cluso del tem or a la organización. Una de nuestras experiencias ha sido
que donde era más fácil que él campesinado se organizara era donde
estaba en mejores condiciones e inversamente, donde las condiciones
eran peores, más costaba lograr su organización. Así, la respuesta a la
organización sindical ha sido mucho más rápida en los mejores fundos
de la zona central. En aquellos fundos, en cambio, donde la explotación
y el aislamiento de los campesinos eran mayores, el temor al patrón, a la
represalia, por un lado, y la falta de conciencia, por otro, dificultan esa
tarea.
No es evidentemente una novedad, sino una ley muy generalizada,
que mientras mayor es el aislamiento, la incultura, la falta de defensa,
mayores problemas halla la organización de los campesinos. De allí un
fenómeno aparentemente curioso. Una im portante organización sindical
se ha desarrollado en los últimos tiempos. En este momento hay en Chile
más de 100.000 campesinos, —yo calculo entre 120.000 a 130.000— orga­
nizados en sindicatos. Pero me atrevería a decir que el grueso de esos
campesinos son, dentro de la agricultura, los que estaban relativamente
mejor. Las zonas más alejadas y donde los campesinos tenían las peores
condiciones, son aún las que han alcanzado menor organización sindical.
La explicación estriba en el temor, las dificultades de contacto y también
las reales posibilidades de persecusión que amenazan a quienes preten­
den organizarse sin tener a la mano los mecanismos de defensa. He allí
un problema que hay que enfrentar para un real desarrollo de la organi­
zación campesina.
Otro fenómeno es algo que ya he mencionado y que llamaría la
mentalidad "apatronada” de muchos campesinos. Esto vale especialmen­
te, como dijera, para ese nivel de campesinos que puede considerarse
como empleados. Prima allí el sentido de superioridad sobre el resto de
los campesinos y de identificación con el patrón.
Cabe, en cambio, detenerse un poco más en la ya tratada falta de
visión política del mundo rural o de las relaciones del mundo rural con
el resto de la sociedad.
La imagen que los campesinos tienen de los políticos es bastante
mala y, por lo demás, fundada. En los políticos —y especialmente en
los parlamentarios— ven primordialmente al individuo que va cada cua­
tro años a pedirles el voto, que les promete veinte mil cosas y que des­
pués, en la mayoría de los casos, ni se acuerda de ellos.
¿Quiénes son los parlamentarios que tienen una muy alta vota­
ción en el campo, un fuerte apoyo campesino? Frecuentemente no son
quienes están conscientesmente trabajando mejor por los verdaderos
intereses del campesinado, sino aquellos que son más serviciales. Poco
les im porta que el parlamentario sea comunista, socialista o nacional;
pero si es bueno para hacer favores, si es una persona que en un momen­
to de apuro les presta plata, les resuelve un problema o los aconseja,
es un "candidato puesto” en una elección. No pesa pues definitivamente
la posición política o la conciencia de lo que el político está realizando
en favor de la clase campesina. Sobran en Chile ejemplos concretos de
lo dicho.
80 —
Queda pues en pie que existe un falta de conciencia política en la
mayor parte del campesinado y que su visión del político se restringe al
político tradicional que hace servicios personales.
No es raro que quien hace muchos favores sea un reaccionario
y trabaje en el parlamento en contra de los intereses de los campesinos
y también ocurre que parlamentarios objetivamente dedicados a favo­
recerlos no cuenten con apoyo por no estar en el pequeño mundo del
problema cotidiano.
Además, no perciben los campesinos, por lo general, las relaciones
de dominación, las relaciones sociales que se dan en el campo ni aquellas
del campo con el resto de la sociedad. Recién ahora, a través de una la­
bor organizada de capacitación comienza a surgir una nueva conciencia,
aparecen nuevos líderes. Pero todo ello es muy incipiente.
Existe, en seguida, un curioso fenómeno de división dentro de los
campesinos. Contribuye a esa división la acción de los partidos políticos
empeñados en sacar su tajada dentro del electorado campesino. Pero la
división va más allá y se expresa en otros fenómenos.
Tenemos la división que es muy marcada, entre el que es asalaria­
do y el que es pequeño agricultor propietario o, aunque no propietario,
ocupante de la tierra, trabajador por cuenta propia. A veces este traba­
jador puede ser más pobre y estar en peores condiciones que el asalaria­
do, pero lo m ira con cierto menosprecio, se siente superior a él, porque
es propietario o porque trabaja independientemente. Así, hombres con
los mismos problemas quedan separados y, a veces, paradojalmente, por
un menosprecio hacia el asalariado de quienes objetivamente, económi­
ca y socialmente, están en peores condiciones que aquél.
No es éste un problema de poca monta. Uno tiende a pensar que
las agriculturas de América Latina y concretamente la agricultura chi­
lena está configurada por una masa de trabajadores asalariados. Esa
imagen es falsa. En nuestro país, la mitad de los campesinos son asala­
riados y la otra m itad no lo son. Son los comuneros, los minifundistas,
los medieros, que a menudo suelen ser tan pobres o más pobres y explo­
tados que los asalariados, aunque con formas distintas de explotación.
Ahora bien, un programa de acción que plantea exclusivamente la orga­
nización sindical en el campo deja al margen de esa organización a la
mitad del campesinado que no tiene cómo expresarse en ella, dado que
la organización sindical lógicamente se expresa contra un patrón, contra
un sistema de patrones y ellos no tienen patrón. Hay pues que pensar
en una pluralidad de formas necesarias y complementarias de organiza­
ción campesina.
En el proceso de Reforma Agraria, se plantea después el caso de
los que reciben tierras y de aquellos que no las reciben. Los que las reci­
ben —si no se actúa con mucha inteligencia— son mirados, en la comu­
nidad local, muy rápidamente, como privilegiados por los que no las han
recibido. Otra fuente pues de separación. Unos son los aristócratas, los
beneficiados del sistem a... para los otros, nada. Y este sentimiento de
frustración existe y es muy hábilmente explotado precisamente por quie­
nes quieren oponerse a la Reforma Agraria. Uno de los argumentos más
clásicos de la oligarquía rural chilena ha sido decir a los miles de peque­
ños propietarios: "la Reforma Agraria no es para ustedes, es para los pu­
ros "patipelados” que están en los fundos; ustedes, los que realmente
tienen capacidad de trabajo, que son empresarios, que son los que más
saben hacer producir la tierra no cuentan. La Reforma Agraria no es
para Uds.''.
— 81

6 .—
Tales planteamientos realmente han tenido un impacto muy nega­
tivo en mucha gente de este sector que muy auténticamente pertenece
al campesinado.
Es pues, de primerísima importancia buscar cómo evitar —lo que
no siempre se ha logrado— esta división que se va produciendo entre
quienes reciben y quienes no reciben la tierra. Es obvio que no todos pue­
dan recibir, en prim era instancia, la tierra. Y más aún, en las etapas
iniciales del proceso, necesariamente serán menos los favorecidos que los
no favorecidos. Nuevo problema, entonces, de relaciones de los campe­
sinos entre sí.
Añádase que, en un proceso dinámico de cambios, muchos cam­
pesinos van modificando su situación.
Tomemos el caso chileno. Muchos campesinos que no estaban or­
ganizados, se organizaron en sindicatos y empezaron a surgir sindicatos
poderosos. De pronto, llegó la acción de la Corporación de la Reforma
Agraria, expropió esos fundos y esos campesinos se transform aron en
asentados. Automáticamente se plantea el problema: ¿siguen en el sin­
dicato o no siguen en él? Hay sindicatos que se han destruido porque
sus líderes, al transform arse en asentados, dejaron de preocuparse del
sindicato, es decir, no se estableció una relación entre el sindicato y el
asentamiento. Ello tiende a provocar una división grave en el movimien­
to campesino.
Lo dicho nos lleva a la conclusión que es fundamental diseñar una
política destinada a crear un sentido de unidad campesina con distintas
formas de organización complementarias, cuidando evitar esa separación
y esa oposición que tiende a producirse y que es usada muy hábilmente
para crear tensiones y para crear conflictos en contra de la Reforma
Agraria.
Dentro de esta misma línea, quiero mencionar otro sistema utiliza­
do inteligentemente por algunos latifundistas, especialmente de la Pro­
vincia de Ñuble. Viendo que no podían oponerse a la Reforma Agraria
por los medios tradicionales, declararon: "estamos con ella, nos embar­
camos con la Reforma Agraria, nos parece algo muy importante, pero
tenemos que entrar en un proceso de producción que favorezca a todo
el país y que favorezca a todos los agricultores y nosotros creemos que
los sindicatos, las cooperativas, las sociedades agrícolas deben unirse
y deben hacer un frente común para defender los intereses de la agri­
cultura". Propiciaron así toda una forma de organización que consistía
en incorporar en cooperativas u otras agrupaciones similares, tanto a
campesinos como a latifundistas. El resultado era claro. Tales organiza­
ciones quedaban manejadas por quienes sabían qué hacer, tenían los po­
deres, tenían los contactos, tenían la cultura. Y los campesinos eran, en
cierta manera, el instrumento que utilizaban para obtener sus propias
reivindicaciones. Se presenta entonces un nuevo problema en cuanto a
estas organizaciones conformadas por campesinos y latifundistas en que
pesan de un modo manifiesto las diferencias abismantes de clase.
Muchos organismos del Estado las han propiciado por razones téc­
nicas. Y técnica y económicamente tienen razón en hacerlo. Es más eco­
nómico hacer una planta lechera o una industria para todos los agricul­
tores de la región y manejada por todos ellos. Pero resulta que si esta
planta está en manos de una cooperativa en que todos están revueltos,
no cabe la menor duda de quienes la controlarán. Serán los grandes la­
tifundistas. Incluso usarán a los campesinos para apoyar sus propios in­
tereses. Es un problema de manejo que tiene que ser tratado con mucha
82 —
sutileza, dado que la idea desde un punto de vista estrictamente econó­
mico parece correcta. Pero desde un punto de vista social y promocional
del campesinado,'como tal, es un desastre.
Muchos otros aspectos cabría analizar en este punto, pero ya es
hora de que avancemos hacia otro tipo de problemas.

4.— Problemas de tipo político

Mencionamos las resistencias de tipo político. Son obvias y su ex­


plicación no exige mucho detalle. Todos las hemos visto. Las organizacio­
nes de grandes agricultores, las otras organizaciones empresariales, la
prensa de derecha, en fin, todo eso que conocemos y que ha formado par­
te del proceso de resistencia a la reforma agraria.
El proceso de Reforma Agraria no se hace en un mes, no se hace
en un año, sino que es un proceso que implica un cambio global de una
situación existente y que exige por tanto un tiempo de realización más
amplio; por otra parte, no se hace en el vacío sino que es una tarea con­
creta de cada día. Durante su desarrollo, cualquier elemento es usado
por esta oposición política a la Reforma para tra ta r de desnaturalizarla,
de desprestigiarla, para presentarla en forma contradictoria. Y que eso
ha sido hecho por los elementos que políticamente se oponen, es algo
que nos consta. Nunca dicen que están contra la Reforma Agraria. Siem­
pre están a favor de ella, pero nunca están con las medidas concretas
mediante las cuales se intenta realizarla y esto por infinitas razones. Con
mucha habilidad, entonces, hacen campañas de opinión pública tratando
de desnaturalizar el proceso y su meta.
Subyacente a esto hay algo que me parece que los opositores per­
ciben y que es de suma importancia destacar. En un sistema como el
nuestro, pesa mucho más el hombre urbano que el hombre campesino.
En la medida pues que logren cambiar la actitud del hombre urbano,
en la medida que logren convercerlo de que la Reforma Agraria es nega­
tiva, provocan su reacción egoísta. Es cuestión de decir que hacer la Re­
forma Agraria significa despilfarro de dinero, que se está botando el di­
nero en camionetas a fondo perdido y que los campesinos ni saben lo
que se está haciendo. Todos esos dineros podrían usarse m ejor constru­
yendo hospitales, cubriendo necesidades habitacionales urbanas y mu­
chos otros tipos de cosas que se enumeran.
El peligro de estas campañas no es tanto el impacto que tienen
en los campesinos. Este, por lo general, es sólo local, alcanza a escasos
campesinos. Pero, en cambio, van cambiando la actitud positiva que el
hombre urbano tenía ante el proceso. Súmese que es prácticamente
nulo el contacto a nivel sindical o popular entre el hombre campesino
y el hombre urbano. Personalmente he estado en sindicatos industriales
que se suponen con mucha conciencia política, muy progresistas y que
no tienen ni la menor idea de lo que está ocurriendo en el campo. A su
vez, frecuentemente los campesinos carecen de posibilidades para esta­
blecer ese contacto con el mundo del trabajador urbano. Además, como
precisamente el mundo sindicalizado urbano cae bajo la presión de los
medios de comunicación de masas, de los diarios, de las radios, etc., la
posibilidad de alterar su actitud hacia la reforma en la medida en que
se puede despertar su egoísmo de grupo es real. ¿Qué hay tras todo
esto? La esperanza de que en la medida que cambia la mentalidad,
quienes manejan esas influencias puedan recuperar el poder político y
detener el proceso o al menos puedan hacerlo retroceder cuanto sea po­
sible.
Con lo expuesto hemos visto que se perfila claramente que la Re­
forma Agraria es una lucha política permanente. No es cuestión de pen­
sar que se crearon las condiciones, se tomó la decisión, se aprobó la ley
y, con ello, tenemos la Reforma Agraria lista. La ley es sólo un primer
paso, un instrumento. Realizar una reform a agraria verdadera es una
lucha larga y constante.
Y esto nos introduce en otro fenómeno de resistencia política que
se ha producido muchas veces dentro del propio Gobierno, dentro de los
propios parlamentarios que se supone apoyan la reform a agraria. En
Chile todo el mundo es amigo de alguien o es pariente de alguien. Suele
ocurrir que hay que expropiar un fundo, pero resulta que el afectado es
un buen amigo, o un elector, o un hombre que ha apoyado al parlamen­
tario tal o cual. Puede ser que ese parlam entario sea, teóricamente, par­
tidario de la Reforma A graria... pero ¿por qué expropiar este fu n d o ...
habiendo tantos otros, tratándose de alguien que ha hecho esto y lo
o tro ...? Se desencadenan así las presiones más diversas como: ¡este no
es el momento!, ahora viene la elección, nos echaríamos encima a alguien
de mucha influencia regional, etc.
Además de ello, dentro del mismo gobierno hay elementos que es­
tán en contra de la Reforma Agraria, pero también hay mucha gente
que teóricamente es partidaria de ella siempre que ella no actúe sobre
sus intereses o los de sus amigos. Es decir, gente en favor de la Reforma
Agraria para los otros y que, en la medida en que ésta realiza ciertas ac­
ciones que toquen un poco sus intereses empieza a reaccionar no en con­
tra de la Reforma en general, pero creando resistencias contra algunas
medidas particulares.
Todo esto se traslada al ámbito parlamentario. En un caso como
el del Gobierno Demócrata Cristiano que ha sido m inoría en una de las
ramas del Congreso y actualmente en ambas en cualquier problema po­
lítico en que hay una votación, aparece la presión; mire, si Ud. expropia
esto, votamos en contra de tal proyecto. Se produce toda una negocia­
ción, todo un juego político que frena y dificulta el proceso. Es un tipo
de obstáculos que normalmente no sale al exterior, que permanece invi­
sible. Es sin embargo muy real y una dificultad de todos los días.
Mucho más podría decirse sobre las resistencias de tipo político,
pero las descritas parecen suficientes para conformar una idea general.

5.'— Problemas económicos y financieros

Quiero referirme ahora, en quinto lugar, a las resistencias prove­


nientes del uso de los recursos económicos y financieros.
En un país relativamente escaso de recursos, como es el nuestro,
estos obstáculos pueden constituir un punto crítico. Me explico. Decía,
al comenzar, que en este período se plantearon simultáneamente muchos
objetivos sociales y económicos. Reforma agraria, reform a educacional,
construcción de viviendas, plan de desarrollo industrial, etc. Ahora bien,
en los primeros años no existió una situación crítica de carácter finan­
ciero porque se logró aum entar en una forma real los ingresos del Es­
tado y ello de manera significativa a través del Impuesto Patrimonial y
de otras medidas. En los dos primeros años, esos recursos fiscales au­
mentaron casi en un 50%, pero llegó un momento en que el ritm o de
aumento de esos recursos reales se hizo más difícil y, por otra parte,
todos estos programas lanzados simultáneamente empezaron a tener
sus propias exigencias de gastos crecientes.
Si se inicia un programa de Reforma Educacional en la sola edu­
cación prim aria —aunque este se haga a muy bajo costo, vienen luego
los problemas de construcción de más aulas, contratar más profesores,
mejorarles sus rentas que eran bajísimas, etc.
Además, lógicamente se empieza a crear una presión en el sistema
de educación secundaria y a su vez, este presiona el sistema educacional
universitario. O sea, el lanzar un programa de Reforma Educacional im­
plica un gasto creciente de recursos, porque se da una lógica interna que
no puede quebrarse en cualquier momento sin crear una serie de ten­
siones dentro del propio sector.
La Reforma Agraria —siempre que se pretenda realizarla seria­
mente— no sólo supone darle tierra a los campesinos, sino muchas otras
cosas: m ejorar sus ingresos, aum entar la producción, dar más trabajo,
etc., para lo cual hay que posibilitar inversiones considerables: infraes­
tructura, plantaciones, dotación de ganado, más capital de operación,
etc. La reform a agraria exige pues gastos crecientes, no tanto por el
costo de la tierra —que es bajo en las condiciones en que se ha venido
haciendo en Chile, y cuyo valor se paga en 25 ó 30 años—, sino por las
inversiones que hay que hacer en capitalizaciones diversas y en mayores
gastos de explotación.
De allí el volumen muy grande de recursos del presupuesto fiscal
y del sistema financiero, del sistema crediticio, exigido por la Reforma
Agraria.
Este proceso con tales exigencias se lanzó entre nosotros junto a
un muy im portante programa habitacional que pretendía construir
360.000 habitaciones en 6 años, junto a un amplio programa de indus­
trialización, etc. Así llegó el momento en que empezó la lucha dentro
del Estado por el uso de los escasos recursos. Cada sector quería de­
fender su programa y obtener la "tajada” más alta de esos recursos. El
Ministerio de Obras Públicas decía: si a mí me quitan los recursos, se
paran las obras de riego, los caminos y eso acarrea un serio problema
de desocupación. El Ministerio de Salud, a su vez: tengo hospitales cons­
truidos, pero ahora resulta que no tengo como dotarlos. Y efectivamente
hay hospitales construidos en algunos lugares que no funcionan porque
no hay fondos para dotarlos, para pagar más médicos o ampliar el per­
sonal de servicio, etc. Súmese a ello todos los programas de desarrollo
comunitario, el programa habitacional, etc. La operación sitio —como
experiencia— fue en cierta medida una respuesta a úna urgencia econó­
mica: no se podían construir las 360.000 casas sobre la base del costo
de las casas tradicionales.
Se da así un momento crítico en el problema financiero debido
a la falta de prioridades claras entre los distintos objetivos y dada la li­
mitación de los recursos disponibles, que conduce a una lucha constante
dentro del gobierno por la obtención de fondos. Si en ella, la Refonna
Agraria no goza de una altísima prioridad política, sus recursos van sien­
do cada vez más insuficientes. Y dicha prioridad política supondría una
presión política también muy grande, no sólo inicial sino permanente.
Necesariamente, satisfacer las demandas de la Reforma Agraria significa
sacrificar otras metas, postergar otras aspiraciones sociales o económicas.
Esto nos lleva a otro problema que, a mi juicio, es muy seño. En
un país subdesarrollado, con escasez de recursos —sea en una situación

— 85
revolucionaria, sea en una no revolucionaria pero en que se quieren ha­
cer cambios significativos, es un error político plantear simultáneamente
alternativas de mejoramiento social y económico para todos los sectores.
El Gobierno o el sistema, desde el punto de vista financiero, se verá muy
rápidamente bloqueado y comenzarán a crearse las frustraciones y las
tensiones.
¿Qué es lo que normalmente se hace en una situación así? Se em­
piezan a dar menguados recursos a cada sector. Con ello nadie queda
satisfecho y surgen muchos problemas internos. Finalmente, quienes tie­
nen menor capacidad de presión política son los que llevan la mayor po­
sibilidad de perder.

6.— Problemas del desarrollo de la Agricultura en relación con el resto


de la Economía

Por último, quisiera mencionar otro aspecto. La Reforma Agraria


no sólo puede fracasar dentro del campo, al nivel de los predios, sino
que también puede fracasar si es planteada exclusivamente como un
proceso de transformación dentro de la Agricultura. El proceso visuali­
zado en esta perspectiva no conduce sino a un fracaso.
En la sociedad moderna, el poder fundamental no es la tierra. Es
muy im portante para los campesinos; pero, teniendo sólo la tierra, aún
nada han obtenido,
Hay un proceso de intercambio de la agricultura con el resto de
la sociedad, un proceso de intercambio que se manifiesta a través de dos
mecanismos. Uno, si el grueso de la población no es rural, la mayor parte
de la producción agrícola no se consume dentro del agro sino que tiene
que venderse al resto de la sociedad, y para ello requiere un proceso
creciente de elaboración, almacenaje y transporte; segundo, la agricul­
tura exige, cada vez más, la utilización de una serie de elementos que no
son la tierra, no son el trabajo humano, sino que son elementos que pro­
vienen de la industria o que han salido de la agricultura para un proceso
de mayor elaboración: semillas mejoradas, fertilizantes químicos, pes­
ticidas, vacunas, implementos y maquinarias, combustibles, etc.
Existe pues, un problema de relaciones de la agricultura propia­
mente tal con el resto de la economía, que impide concebir la Reforma
Agraria como un mero problema de redistribución de la tierra. Aún si se
acepta que es menester prestar especial ayuda a los campesinos para
que produzcan más, la Reforma Agraria resulta abortada si no se con­
templa la prolongación de sus efectos hacia el resto de la economía.
Aunque se tenga poder para redistribuir ampliamente la tierra, los in­
tereses o grupos que dominan otros sectores económicos, los intereses
dominantes del sector industrial o comercial, puede ahogarla.
Ahora bien, en un comienzo esta relación no es percibida por la
masa campesina. Ella ve solamente el problema inmediato de la tierra,
pero en la medida en que se organiza, en la medida en que crecen las or­
ganizaciones campesinas, en la medida en que estos toman la tierra en
sus manos y comienzan a producir, rápidamente se descubren estos la­
zos. Entre nosotros hemos visto el fenómeno. Hay cooperativas campe­
sinas que se han dedicado a la producción avícola, por ejemplo, y que
representan volúmenes muy importantes de esa producción que han te­
nido muy serias dificultades por su falta de poder en otros sectores de
la economía. Llegó un momento en que había una gran escasez de pollos
86 —
de un día. Había que hacer una importación. Pero los importadores de
pollos eran dos o t^es ¿a quiénes daban preferencia? A ellos mismos o a
aquellos productores que tenían mayores vínculos comerciales o sociales
con ellos dejando sin abastecer las organizaciones campesinas. Ejemplos
de este tipo se cuentan por cientos.
En general, las dificultades que los campesinos encuentran para
la venta de sus productos son mucho mayores que las que se presentan
para los grandes agricultores. Este simple hecho nos demuestra que, si
la Reforma Agraria no se prolonga hacia la relación industrial y comer­
cial de la agricultura con el resto de la sociedad, por más que se distri­
buya la tierra y se incentive la producción, la Reforma Agraria favore­
cerá a los poderosos que ahora ya no están en los campos, sino que es­
tán dominando el sistema intermediario y el sistema industrial. En esa
perspectiva, no hay Reforma Agraria en beneficio de la masa campesina.
Insisto en que este es un problema en que hay una toma de con­
ciencia progresiva. Frecuentemente, ni quienes están empeñados en el
proceso, ni los propios campesinos lo visualizan al comienzo.
Pero —y esto me lleva al punto con que deseo concluir— tarde o
temprano, el proceso de Reforma Agraria si ha de ser realmente eficaz
como proceso de cambio, tiene que prolongarse hacia un proceso de cam­
bio en la estructura industrial, en la estructura comercial, en la estructu­
ra de relaciones campo-ciudad. Ello supone también una serie de cambios,
de mucha importancia, en las relaciones de poder en estos sectores. En
la medida en que no se los visualice, ni se los considere, el proceso podrá
ser un éxito desde el punto de vista agrícola, desde el punto de vista pro­
ductivo y de la redistribución de la tierra, pero será controlado o frenado
por otros centros de poder que se establecen en otros sectores de la econo­
mía y en otros sectores de la sociedad.
Quiero decir que nos hallamos frente al problema de una especie
de dinámica económica y social que hay que enfrentar con suma clari­
dad y que debe encontrarnos preparados. Hacerlo es condición indispen­
sable para no arriesgar que el resultado de la Reforma Agraria sea una
gran frustración.
Les pido excusa por lo extenso de esta exposición. Mi intención
ha sido señalarles algunos tipos de problemas que se plantean en el
desarrollo mismo de un Proceso de Reforma Agraria, que tienden a difi­
cultarla, a frenarla y a oponerle una serie de obstáculos. Creo que son
importantes, porque revelan, en cierta medida, las dificultades que im­
plica un cambio en la estructura de poder en una sociedad determinada
y en un momento dado.

— 87
Fundaciones y Universidad: un punto de vista
Raúl Urzúa
Profesor Escuela Sociología
Universidad Católica de Chile

Los últimos años han sido testigos de acontecimientos ocurridos


en las universidades del mundo entero que llaman profundamente la
atención y provocan reacciones encontradas en personas que nunca antes
se preocuparon de ellas. Las universidades más antiguas y prestigiosas
del mundo ven ahora que sus fundamentos mismos son cuestionados,
sus alumnos, que hasta hace poco eran fieles y respetuosos seguidores
de las normas establecidas, se rebelan ahora violentamente en contra
de ellas. Universidad en transición dirán algunos, universidad en crisis
dirán otros, pero lo cierto es que la tradicional universidad europea,
norteamericana o latinoamericana está actualmente sometida a presiones
que probablemente llevarán a cambios grandes en su estructura interna.
Las universidades chilenas ciertamente no han permanecido ajenas
a esos acontecimientos. Primero en la Universidad Católica de Valpa­
raíso, después en la Universidad Católica de Chile, en la Universidad de
Chile y, en mayor o menor grado, en el resto de las universidades na­
cionales, una serie de acontecimientos llevan a la renuncia de los rec­
tores, a la tom a de locales universitarios por los alumnos, a reformas
drásticas del régimen imperante y, en general, al inicio de un proceso
cuyo fin aún no hemos contemplado.
Aunque presupuestariamente nuestras universidades dependen en
una manera más o menos considerable del Estado, todas ellas han cele­
brado convenios con agencias externas de financiamiento, ya sea nacio­
nales o extranjeras. Las fundaciones norteamericanas son algunas de las
agencias externas que mayores aportes han hecho en el pasado y cuya
presencia ha sido más discutida. Es por eso que frente a los aconteci­
mientos de los últimos años cabe preguntarse sobre el carácter de las
relaciones que nuestras universidades tienen y probablemente tendrán
con esas fundaciones.
¿Han jugado algún papel estas fundaciones en la dirección que han
tomado los movimientos de reforma actualmente en curso? ¿Desempeña­
rán ellas algún papel en el futuro?, o será su ayuda rechazada por la nueva
universidad latinoamericana que parece estar en gestación? Preguntas
como éstas son las que deberíamos tra ta r de responder en esta ocasión.

88 —
Una respuesta a esa interrogante nos lleva inevitablemente a in­
tentar una descripción de cuales eran las características de nuestras
universidades en el momento en que se inician los contactos entre ellas
y las fundaciones extranjeras. Esta descripción, es claro, no puede p re­
tender ser exhaustiva en esta ocasión. Lo pertinente aquí es enfatizar
aquellos aspectos que tienen directa relación con la actividad de las fun­
daciones, dejando en la sombra otros que sólo han influido indirecta­
mente.
Iniciaré esta exposición con una breve reseña de las característi­
cas de nuestras universidades antes de la reforma, para examinar des­
pués el papel que cumplieron en ellas las fundaciones. A continuación
mencionaré algunos de los caracteres que se quiere que tenga la uni­
versidad reform ada y las ventajas y desventajas que ellos tienen para
un diálogo universidad-fundaciones. Terminaré indicando algunas me­
didas concretas que pueden hacer posible este diálogo.

I.— La Universidad Latinoamericana tradicional1


Universidades han existido en Latinoamérica antes que en cual­
quier otro lugar fuera de Europa. Sin embargo, centros de estudios su­
periores directamente relacionados con los actualmente existentes sólo
surgen aproximadamente a mediados del siglo pasado. Los estudiosos de
la historia de nuestras universidades parecen estar de acuerdo en que
el modelo francés de universidad que surgiera después de la Revolu­
ción y no el antiguo modelo de la universidad hispánica fue la inspiración
orientadora de estos nuevos centros de estudio. Veamos por un momen­
to cuales son los valores últimos, los objetivos y la organización interna
que tenían estas nuevas universidades que empiezan a surgir en Latino­
américa en el siglo pasado.

a. Los valores de la universidad tradicional.


La universidad napoleónica es expresión de una nueva concepción
del mundo y la sociedad que surge triunfante y avasalladora como con­
secuencia del derrumbe del Antiguo Régimen. El individualismo, el lai­
cismo y el liberalismo político son, entre otros, valores no sólo acep­
tados sino encarnados en las múltiples instituciones que surgen en ese
período. La universidad debe form ar a sus alumnos en el culto por la
libertad, en la aversión a todo dogmatismo religioso o de otro tipo, en
la tolerancia frente a las distintas concepciones del mundo, en la acep­
tación y el respeto por la democracia liberal.
La universidad napoleónica responde y se adecúa a las profundas
transformaciones sociales que produce la Revolución Francesa. Su tras­
plante a las sociedades latinoamericanas responde al deseo de las nue­
vas repúblicas por adoptar las instituciones de los países más avanzados
de la época. Como se ha señalado en repetidas ocasiones, este traspaso
mecánico de instituciones se hizo sin tom ar en cuenta las característi­
cas diametralmente distintas que tenían nuestras sociedades. Este de­
sajuste afecta también a las nuevas universidades y conduce a que los
1 La descripción que sigue es obviamente burda. P a ra un excelente análisis^ de nuestras
universidades, véase Luis Scherz, El Camino de la Revolución Universitaria, Santiago:
Editorial del Pacífico, 1968.
valores que las informan adquieran un carácter distinto del que tenían
en los países originarios.
Dicho de otro modo, había una correspondencia entre los valores
socialmente dominantes y los aceptados por la universidad, en el caso
de Europa. Al contrario, las sociedades latinoamericanas no habían ex­
perimentado nada parecido a la Revolución Francesa, y seguían siendo
caracterizadas por una rígida estructura biclasista y por el claro dominio
de una oligarquía terrateniente. La religión católica, como dogma oficial
del Estado, informaba y contribuía a dar legitimidad a la estructura de
autoridad dominante.
En sociedades de este tipo los valores aceptados por la universi­
dad latinoamericana no sólo afectan su quehacer interno sino la llevan
a luchar por su aceptación en la sociedad toda. La reacción no podía
dejar de hacerse sentir frente a esta amenaza a valores tan ampliamen­
te aceptados. Las universidades católicas surgen como una respuesta al
desafío planteado por las estatales y tienen desde sus comienzos el claro
intento pastoral de impedir que la Iglesia pierda su influencia en la
sociedad.
Desde el punto de vista de los valores que aceptan, las universi­
dades latinoamericanas se dividen en dos bandos irreconciliables y ad­
quieren un carácter militante, unas luchando por la secularización de
la sociedad, y otras tratando de m antener y ampliar la influencia de
la Iglesia.
Además del enfrentamiento religioso, la creencia en la libertad
individual y en la democracia liberal pone muchas veces a la univer­
sidad en abierto conflicto con el orden establecido, la convierte en de­
fensora de las libertades públicas y enemiga de las dictaduras.
En consecuencia, los valores tradicionalmente aceptados por
nuestras universidades las convierten, tengan o no conciencia de ello,
en universidades comprometidas directamente con el acaecer social y
político. En una sociedad tradicional, nuestras universidades estaban
muy lejos de ser organizaciones neutras.
Forzoso es reconocer, sin embargo, que esos valores fueron per­
diendo con el tiempo su carácter militante, especialmente en nuestro
país. Un largo período de estabilidad política, apoyado en una fe gene­
ralizada en la democracia republicana y representativa, hizo innecesa­
ria la mantención de una actitud vigilante en defensa de esa forma de
gobierno. Por otro lado, un proceso de secularización que adquiere un
ritmo cada vez más acelerado hace perder importancia al anti-clerica-
lismo de las universidades laicas y al carácter pastoral de las católicas.
A pesar del "Manifiesto Liminar” de Córdoba y de su secuela de
reformas, no parece que los líderes universitarios hayan percibido la
necesidad de redefinir los fines últimos de la enseñanza de alto nivel.
La pregunta sobre el por qué y el para qué de nuestra educación supe­
rior quedó mucho tiempo sin respuesta o fue contestada con vagas afir­
maciones acerca del papel de las universidades en relación con el desa­
rrollo económico. La incapacidad de renovar sus valores dio a nuestras
universidades un carácter neutro que antes les había sido ajeno.

b. Los objetivos perseguidos.


Aunque universidades estatales y confesionales aceptaron por
mucho tiempo valores conflictivos, no ocurre lo mismo con respecto a
90 —
los objetivos más concretos que persiguen. Ambos tipos de universida­
des están de acuerdo en que su principal misión consiste en form ar los
profesionales que el país necesita. Es cierto que las leyes y estatutos
orgánicos de las distintas universidades estatales no dejan de mencio­
nar la investigación científica como uno de sus objetivos, pero de hecho
el desarrollo de las ciencias en ellas se debe más bien al esfuerzo indi­
vidual de algunos profesores que a una política consciente de las auto­
ridades universitarias. Entre las profesiones, las "liberales” (Derecho,
Medicina, Ingeniería Civil, Arquitectura) son las que tienen el mayor
número de alumnos y de recursos. A estas profesiones vienen a agregarse
después otras más nuevas/tales como distintas ingenierías (industrial,
mecánica, química), administración de empresas, etc. Las pocas cien­
cias que se cultivan existen no por sí mismas, sino en una reláción ins­
trum ental con alguna profesión: biología en relación con medicina, ma­
temáticas y física en relación con ingeniería, etc.

c. Su organización interna.

La organización interna de las universidades latinoamericanas ha


reflejado los valores objetivos que ellas pretenden realizar. En síntesis,
puede decirse que ellas se caracterizan por combinar una estructura
de autoridad formalmente rígida y fuerte con una descentralización, que
a veces lleva a una virtual autonomía, de las funciones docentes.
Desde el punto de vista docente, la universidad se divide en Fa­
cultades, y éstas en Escuelas. Tanto las Facultades entre sí coma las
Escuelas que integran una misma Facultad son independientes unas de
otras. Las Escuelas desarrollan sus propios planes de estudio, tienen sus
propias cátedras, profesores, instalaciones y locales. Cada una de ellas
tiene también su propia administración.
Como ya he dicho, esta descentralización administrativa va jun­
to a una rígida jerarquización de la autoridad. La máxima autoridad
reside en el Rector, asesorado por el Consejo Superior, la cabeza de
las Facultades son los Decanos y la de las Escuelas los Directores. En
todos los casos el origen de la autoridad se encuentra no en una elec­
ción que hacen los miembros de la universidad, facultad o escuela en
cuestión, sino en un nombramiento hecho ya sea desde fuera de la
universidad (por el Presidente de la República en el caso de las uni­
versidades estatales, por la Santa Sede en el caso de las universidades
católicas pontificias, por la familia del fundador en otros casos, etc.),
o directamente por el Rector. Internamente a cada Escuela hay tam­
bién un claro quiebre en la línea jerárquica entre los profesores que
poseen una cátedra en propiedad, generalmente conocidos profesiona­
les que dedican una pequeña parte de su tiempo a la universidad, y sus
ayudantes. Salvo en contados casos, los alumnos no tienen participa­
ción alguna en los órganos de autoridad.
La consecuencia práctica de la coexistencia de estas dos carac­
terísticas contradictorias es que tradicionalmente nuestras universida­
des no han hecho esfuerzos por fijar políticas globales de desarrollo o
por racionalizar sus actividades. La política que ellas han desarrollado
ha sido sólo una consecuencia de las políticas que cada escuela o facul­
tad ha seguido independientemente. Por lo demás, la falta de un eficaz
aparato administrativo central habría condenado al fracaso cualquier
intento por implementar políticas generales.
La Universidad Tradicional y la ayuda de las Fundaciones

En grandes líneas, puede decirse que esas eran las características


de nuestras universidades cuando, movidas por el loable propósito de
contribuir al desarrollo de los países americanos, a p artir de aproxi­
madamente la década del 50 fundaciones de beneficencia norteameri­
canas empiezan a establecer contactos con universidades de nuestros
países, ofreciendo su ayuda para “construir instituciones”. Un autor ha
resumido esos objetivos de la siguiente m anera: "m ejor manejo de los
asuntos académicos, financieros y estudiantiles; mejoramiento de los
programas de estudio; preparación de nuevos cuadros académicos y ad­
ministrativos de dedicación total; ajuste de la universidad para adap­
tarse a las mayores demandas educacionales y para su relación efectiva
con el resto de la sociedad global; preparación de profesionales capaci­
tados para enfrentar los problemas del desarrollo, y contribución al
mejoramiento de la educación prim aria y secundaria”. (Luis Scherz,
op. cit.; p. 95).
Implícito en esos objetivos hay un modelo de cambio social que
vale la pena explicitar por las consecuencias que él tiene en el desarrollo
futuro de las relaciones entre nuestras universidades y las fundaciones
americanas. Hasta hace muy poco era común que los científicos sociales
visualizaran el desarrollo del Tercer Mundo como el paso desde una so­
ciedad tradicional a una moderna, caracterizadas éstas por combinacio­
nes típicas de las variables-pautas que se hicieron tan populares a raíz
de los estudios de Talcott-Parsons. América Latina, nos decían los soció­
logos, es un continente en transición, en el cual el ritm o diferente de cam­
bio de distintos sectores sociales lleva a que choquen y se entrecrucen
características propias de sociedades tradicionales y de sociedades mo­
dernas. En la superación de esa transición, en la modernización defini­
tiva de América Latina y del resto del Tercer Mundo, las "élites moder­
nizantes” ocupan un lugar fundamental, son el motor del cambio. Desde
el punto de vista de una política de desarrollo económico-social, en con­
secuencia, las universidades encargadas de educar a los futuros miembros
de esas élites, se convierten en lugares de gran importancia estratégica.
Para que ellas puedan cumplir adecuadamente su papel de agentes de
cambio es fundamental que transm itan a sus estudiantes no sólo las téc­
nicas y conocimientos adecuados, sino también las motivaciones y valores
de las sociedades modernas. Ellas deben ser modernizadas, es decir, de­
ben adquirir las pautas propias de los países desarrollados y especialmen­
te de aquel país en el cual las instituciones de educación superior están
más desarrolladas: Estados Unidos.
No es esta la ocasión para discutir si el modelo de desarrollo a
que sólo hemos hecho referencia en el párrafo anterior es adecuado o
no. Lo im portante es que, aparentemente, no sólo fue aceptado por los
científicos sociales durante la década del 50, sino también por influyen­
tes organismos internacionales, por diversas corrientes políticas y por
las mismas universidades. En efecto, la estrategia de desarrollo propues­
ta por CEPAL, su intento por relacionar variables económicas, sociales
y políticas, su visión del desarrollo económico como inseparable de
profundas transformaciones en la estructura social era, lo quisieran o
no sus propiciadores, una de las aplicaciones prácticas posibles del mo­
delo de cambio social en boga en los círculos académicos. El mismo
modelo está también implícitamente presente en fórmulas políticas como
las propuestas por la Democracia Cristiana en Chile, Acción Democrática
92 —
en Venezuela, Arturo Frondizi en Argentina, para citar sólo algunos
ejemplos.
La armonía existente entre el modelo de cambio propiciado por las
agencias regionales de desarrollo y por al menos algunos im portantes
partidos y movimientos políticos latinoamericanos, y el que estaba im­
plícito en la acción de las fundaciones, fue un factor que favoreció el
contacto de éstas con nuestras universidades. Las fundaciones apare­
cían ofreciendo los medios que perm itirían obtener fines compartidos
por dadores y beneficiarios ].
Otro factor paradojalm ente favorable fue la descentralización do­
cente y administrativa, así como la falta de metas claras de nuestras
universidades. Como ya he hecho notar anteriormente, la universidad
latinoamericana tradicional carecía de planes específicos que guiaran
su crecimiento. Las fundaciones que tomaban contacto con ellas no te­
nían, por consiguiente, m anera de ajustar su ayuda a las políticas gene­
rales de los eventuales beneficiarios, ya que esas políticas eran general­
mente inexistentes. Menos encontraban prioridades alternativas a las
que ellas proponían. En suma, la iniciativa correspondía normalmente
a las fundaciones no a las universidades.
En estas condiciones y a pesar de las protestas que pudieran ha­
cer los grupos más radicalizados entre los estudiantes, las negociaciones
se llevaban a cabo sin mayores tropiezos. Como ya he dicho, la descen­
tralización adm inistrativa existente de hecho en nuestras universidades
hacía posible que esas negociaciones se realizaran directamente entre
la facultad o escuela beneficiada y la fundación. Producido el contacto
inicial, se lograban rápidamente acuerdos sobre el tipo y el monto de la
ayuda que otorgaría la fundación a la escuela o facultad seleccionada.
Típicamente, esas ayudas han incluido: becas para que el futuro perso­
nal docente pueda seguir estudios de post-grado, generalmente en Es­
tados Unidos, aunque a veces también en Europa; contrataciones de
profesores visitantes, casi siempre norteamericanos, para que llenen los
vacíos existentes en la docencia mientras el personal nativo term ina su
formación; adquisición de equipos y laboratorios para m ejorar la ca­
lidad de la investigación; fortalecimiento y, a veces creación, de biblio­
tecas especializadas, etc. Los acuerdos entre la fundación y la escuela
o facultad eran suscritos sin mayores problemas por los organismos
centrales de la universidad.
Parece innegable que la asistencia de las fundaciones ha contri­
buido poderosamente al proceso de modernización de nuestras univer­
sidades. Las unidades académicas beneficiadas (ingeniería, medicina, eco­
nomía, agronomía y, en menor escala, sociología) son en este momento
las que tienen el mayor número de profesores de jornada completa y
con un más alto nivel de formación científica, las facilidades de equipo
y laboratorio han mejorado notoriamente, las bibliotecas se han reno­
vado. Más im portante todavía, empieza a desarrollarse una nueva con­
cepción de cuál es el papel que juega la ciencia en la universidad y a

1 Una nueva confirmación de esa arm onía de intereses entre fundaciones y universidades
aparece en el documento presentado por Reuben Frodin, a la 20* Conferencia Latino­
am ericana de la Universidad de Florida, que tuvo lugar entre el 24 y el 28 de Febrero
de 1970 en Gainesville, Florida. Después de citar a un rector de la Universidad de
Buenos Aires, a un ex-rector de la Universidad de Brasilia y a un ex-decano de la
Universidad Católica de Chile, dice: “Estas voces de los países del A .B . C. constituyen,
yo creo, una síntesis del ‘punto de vista norteamericano’ sobre los problemas y las pro­
mesas de la universidad latinoam ericana” .

— 93
evaluar la actividad académica por standards internacionales de exce­
lencia.
Sin embargo, una ayuda como la señalada tiene algunos inconve­
nientes que quienes se han preocupado del tema no han dejado de se­
ñalar. En palabras de uno de ellos: "A través de esas unidades compro­
metidas en los programas de ayuda y, en mayor o menor grado, de la
dirección central, la Universidad se inserta parcialmente en un sistema
foráneo. Las unidades beneficiadas constituyen un archipiélago extraño
dentro de la Universidad de pertenencia; y en el caso aunque menos fre­
cuente, de que la ayuda englobe a toda la Universidad, ésta aparece
como una isla dentro de un sistema universitario más vasto”. (Scherz,
op. cit., p. 96).
Es difícil saber si una situación como la que describe este autor
habría terminado transformando totalmente el sistema universitario la­
tinoamericano, o si las unidades beneficiadas habrían permanecido per­
manentemente aisladas. Lo cierto es que cambios en el modelo de de­
sarrollo aceptado, el rápido desprestigio ante la juventud de fórmulas
políticas que hasta hace poco consideraban válidas, unidos a la siempre
presente crítica de los grupos marxistas dentro de las universidades,
han conducido no sólo a una actitud francamente negativa hacia la pre­
sencia de las fundaciones en las universidades, sino a movimientos de
reforma universitaria de vastas proyecciones. La crítica a las fundacio­
nes es parte de una revisión más amplia del papel de las universidades
en la sociedad, a un esbozo de cuyas grandes líneas nos dedicaremos a
continuación.

Las Grandes Líneas de la Reforma Universitaria Chilena

Hasta hace pocos años nuestras universidades aparecían ajenas


a toda o casi toda las inquietudes reform istas de estudiantes y docentes
en otros países latinoamericanos. Las características que hemos seña­
lado de la universidad tradicional, aunque levemente minadas por el
proceso de modernización llevado a cabo en algunas facultades (inge­
niería y economía, por ejemplo) estaban todavía presentes y daban a
nuestras universidades un ambiente comparativamente apacible.
Tal era la situación cuando en 1966 encabezadas por la Universi­
dad Católica de Valparaíso, nuestras universidades inician un agitado,
■y a veces violento, proceso de reforma.
¿Qué factores influyen para que se produzcan estos acontecimien­
tos? Un análisis en profundidad del problema requeriría mucho más
tiempo y estudio del que podemos dedicarle en este momento. Aquí sólo
es posible indicar algunos hechos que parecen haber jugado un papel
importante.
Un prim er hecho que llama la atención es que la presión refor­
mista adquiere nueva fuerza con el advenimiento al poder de la Demo­
cracia Cristiana. Llega este partido a gobernar para tratar de imponer
en el país una “Revolución en Libertad” es decir, una transformación
radical pero pacífica de la estructura social chilena. Las ramas univer­
sitarias de esé partido eran mayoritarias en las federaciones de estu­
diantes y parece natural que intentaran adecuar la universidad para que
fuera agente y m otor de la verdadera mutación social que ellos creían
que se iniciaba en Chile. Los esfuerzos ya gastados de los grupos polí­
94 —
ticos de izquierda reciben el impulso proveniente de un sector alta­
mente motivado y con urgencia por realizar cambios.
El diagnóstico de esos grupos es contundente: las universidades
han sido incapaces de desarrollarse a un ritmo adecuado para respon­
der a las exigencias de la sociedad; es más, las universidades van a la
zaga de la sociedad moderna. La necesidad de reform arlas es urgente,
ya que de no hacerlp serán arrolladas por los acontecimientos.
Pero el dinamismo aportado a la vida universitaria por los repre­
sentantes juveniles de un partido que creía iniciar una revolución pa­
cífica es sólo uno de los factores que debemos tom ar en cuenta aquí. De
más vastos alcances en relación con un replanteamiento de la misión
última de la universidad es la crisis del modelo de desarrollo comun­
mente aceptado en la década del 50. Hecho suyo por CEPAL, BID e in ­
fluyentes partidos políticos, ese modelo ve fracasar sus expectativas de
un desarrollo acelerado de América Latina. Una profunda y gran frus­
tración es la consecuencia de descubrir que la distancia entre el mundo
desarrollado y el subdesarrollado se agrandan cada vez más.
La crisis de ese modelo hace surgir otro que pone en el centro del
debate el carácter dependiente de la economía, la política y la cultura
latinoamericana. Como dice uno de los propiciadores de este nuevo en­
foque: “Las sociedades latinoamericanas ingresaron en la historia del
desarrollo del sistema universal de interdependencia, como sociedades de­
pendientes a raíz de la colonización ibérica. Su historia puede ser tra­
zada en gran parte como la historia de las sucesivas modificaciones de
la situación de dependencia, a lo largo de la cual las diversas socia-
dades de la región han venido alcanzando diversas posiciones sin lograr
salir, hasta el momento, de ese marco general”
Con relación al tema de estas páginas, importa poco que ese nue­
vo modelo sea adecuado o no. Lo im portante es que grandes sectores
de la juventud universitaria e influyentes científicos sociales lo aceptan
como verdadero y lo utilizan como guía para su acción tanto interna a
las universidades como externa a ellas. La denuncia y la lucha contra
la dependencia pasa a ser el lema no sólo de los sectores más radicales,
sino también de aquellos que vieron deshacerse sus esperanzas de una
rápida y pacífica transformación de la sociedad.
Otra consecuencia de la frustración producida por el estanca­
miento latinoamericano ha sido la pérdida de la confianza que tenían
importantes sectores de la juventud universitaria y las élites intelectua­
les en la democracia representativa y las reformas graduales como me­
dios adecuados para llevar a nuestras naciones a una situación de in­
dependencia económica, política y cultural.
Aunque no son los únicos, los factores citados son los que más
directamente afectan las relaciones que las fundaciones puedan tener
con las universidades reformadas. Ellos no sólo le dan un carácter de
urgencia a los cambios, sino que ayudan a fijar la dirección hacia la
cual se los quiere orientar. En efecto, la presión por conducir a la uni­
versidad a un papel más activo en el proceso de cambio de nuestra
sociedad, unida a la crisis del modelo lineal de desarrollo, hace que la
universidad pierda el carácter "neutro” que había adquirido p or obso­
lescencia de los antiguos valores, y redescubra su carácter comprome­
tido. Se pide ahora que la universidad sea custodia de la más auténtica

1 Aníbal Quijano Obregón: El Proceso de Urbanización en Latinoamérica. Santiago: CEPAL;


1966, (mimeo., pág. 14).

95
tradición cultural de nuestro pueblo, que ahondando en lo que somos,
pero mirando hacia el futuro, sea luz y guía de la sociedad, que sea
instrumento de liberación tanto personal como social. La Universidad
se convierte en "conciencia lúcida y crítica” y tiene por misión expre­
sar, aclarar é impulsar la cultura nacional;
Imprecisos como son esos conceptos, tienen ellos consecuencias
importantes. En relación con nuestro tema actual, ellas pueden resu­
mirse en que la universidad tiene el deber de combatir y denunciar la
dependencia cultural, que para muchos aparece como la culminación
de la enajenación económica, social y política del pueblo.
El nuevo carácter comprometido que se le atribuye a la univer­
sidad lleva también a que la reforma redefina sus objetivos más es­
pecíficos.
La universidad tradicional tenía como objetivo form ar profesio­
nales. La universidad reformada, sin desconocer la importancia de ese
objetivo, da prioridad a la investigación científica, la creación artística
y la reflexión filosófica y, en el caso de las universidades católicas,
teológica, por sobre la instrumentalización de esos saberes en las téc­
nicas y profesiones. Además, la difusión de los conocimientos a toda
la comunidad nacional pasa a ser uno de los objetivos centrales de una
universidad que quiere ser guía cultural del pueblo.
Para poder realizar esos objetivos es necesario modificar drásti­
camente la organización interna de nuestras universidades. Todas ellas
enfrentan, o han enfrentado, con mayor o m enor éxito la necesidad de
crear una estructura de poder que efectivamente pudiera dirigirlas ha­
cia nuevos rumbos. Para que ese poder sea internamente legítimo debe
resultar de una elección de la comunidad universitaria. Debe, además,
ser de un carácter tal que perm ita la libre expresión de las diversas
corrientes que existen en la universidad. Para que ese poder sea eficaz,
debe contar con un equipo administrativo capaz de im plementar las
decisiones.
Pero una nueva estructura de poder y una administración más
eficiente no bastan para transform ar la vieja universidad. Se requiere
también la transformación de su organización académica. El régimen dé
escuelas y facultades, suficiente para una universidad orientada funda­
mentalmente a la formación de profesionales, es ahora reemplazado por
uu sistema de institutos, escuelas y centros, así como por la puesta del
departamento en la base de la universidad. Este nuevo sistema, unido a
una gran flexibilidad curricular y a la desaparición de la cátedra, tiende
a perm itir el desarrollo de la ciencia y a dar un carácter más dinámico
al proceso de creación y transmisión del conocimiento.

Fundaciones y Universidad Reformada.


Ya antes de las reformas los elementos más radicalizados en
nuestras universidades expresaban acerbas críticas a la acción de las fun­
daciones en ellas. Se decía, por ejemplo, que había una relación directa
entre el monto de la ayuda prestada y la ingerencia en la dirección y
administración de las unidades académicas favorecidas. Se .decía tam­
bién que la política de reemplazo y adiestramiento del personal con­
ducía a una virtual colonización intelectual. Los docentes formados en
universidades norteamericanas eran acusados de aceptar acríticamente
las pautas que idealmente regirían a aquellas.
96 —
Aunque un análisis menos apasionado del efecto que ha tenido
en los donatarios el contacto con las fundaciones habría puesto en evi­
dencia que la relación entre enajenación cultural y contacto con fundar
ciones no es tan clara como se cree, esas críticas revelan que aún en un
período de indefinición valorativa la labor de las fundaciones en nues­
tras universidades ha sido m irada con suspicaciax.
Esa reacción negativa es fortalecida con posterioridad a la re­
forma por la pérdida del consenso acerca del modelo de desarrollo y el
surgimiento de la dependencia como un factor explicativo del estanca­
miento latinoamericano. En una universidad que se pone como meta la
lucha en contra de la dependencia cultural, las fundaciones aparecen
más claramente como potenciales agentes transmisores de una cultu­
ra foránea.
En consecuencia, el parcial descrédito del modelo de cambio so­
cial implícito en la acción de las fundaciones y la aceptación por influ­
yentes sectores universitarios de un modelo alternativo ha venido a
obstaculizar las relaciones entre fundaciones y universidades. A eso hay
que agregar que el carácter mismo de la relación tiende a cambiar. En
la universidad tradicional los contactos se establecían entre las unidar
des académicas directamente beneficiarías y los dadores, sin que ni unos
ni otros tuvieran que preocuparse de cuales eran los planes generales
de desarrollo de las universidades, porque éstos no existían, o si exis­
tían no había los medios para implementarlos. Ahora, en cambio, las
autoridades centrales de la universidad se han rodeado de un equipo
de planificadores y tratan de desarrollar apresuradamente los cuadros
administrativos necesarios para implementar sus decisiones. Son ellas
y no los propios interesados los que determinan prioridades y fijan
metas a corto y largo plazo. Es natural, por consiguiente, que todo in­
tento de una fundación por entenderse directamente con la unidad es­
pecífica, sin tom ar en cuenta esas metas y prioridades, sólo aumente la
desconfianza hacia esas instituciones de asistencia.
Pero así como hay factores que hacen más difícil el diálogo uni­
versidades-fundaciones, así también hay otros que lo favorecen. Desde
luego, aún una descripción tan somera y superficial de los objetivos de
las reformas como la que se ha hecho en estas páginas pone de mani­
fiesto que la organización interna de las universidades trata de adaptar
a nuestras condiciones ciertas técnicas de administración universitaria
que se han desarrollado en Estados Unidos. Ciertos objetivos de la
nueva universidad (mayor flexibilidad curricular, énfasis en la investi­
gación científica, profesorado de jornada completa, etc.) no se apartan
tampoco de los que reconocen como suyos las universidades norteame­
ricanas ni de los que las mismas fundaciones se habían fijado al iniciar
su contacto con nuestras universidades.
No debe desconocerse tampoco el papel que en todo el proceso
de reforma han jugado los docentes que la asistencia de las fundacio­
nes permitió que obtuvieran su formación de post-grado en el extran-
No hay, que yo sepa, estudios sistemáticos sobre el impacto que tienen los estudios en
Estados Unidos y Europa en los graduados de nuestras universidades. Una reciente pu­
blicación sobre la extensión y los efectos de la investigación norteamericana en Chile
dejó al descubierto que los científicos chilenos entrevistados tenían una actitud suma­
mente crítica, indiferentemente del país en que hubieren hecho estudios de post-grado.
Véase Richard P . Schaedel, “ The Extent and Effect of U. S. based research in Chile:
1960-1968” , en Responsabilities of the Foreign Scholar to the Local Scholarly CommunUy.
Editado por Richard N. Adams (The Council on, Educational Cooperation with Latin
América, Education and World Affair: 1969).

— 97
jero. El proceso de reforma se inició en las escuelas y facultades más
tradicionales, ya que era allí donde más claramente se podía notar la
inadecuación entre las demandas de la sociedad y las mediocres res­
puestas que la universidad podía ofrecer. Pero pasado el prim er mo­
mento y frente a la necesidad de llevar a la práctica los principios re­
formistas, el manejo de las universidades ha pasado, de hecho cuando
no de derecho, a quienes por pertenecer a unidades académicas más mo­
dernizadas tenían ya experiencia y habían resuelto al nivel de sus pro­
pias escuelas y facultades los problemas que ahora enfrentaba la uni­
versidad como un todo.
No debe sorprender, entonces, que el manejo de las universidades
reformadas se encuentre en manos de personas que no es prim era vez
que toman contacto con fundaciones. Tampoco debe sorprender que,
cualquiera que sean los valores últimos que crean debe tra ta r de en­
cam ar la universidad, exista entre los docentes que han tenido parte de
su formación en Estados Unidos, una afinidad que resulta de haber
compartido similares experiencias y tener una visión, si no semejante al
menos no conflictiva acerca de los objetivos próximos de una reforma
universitaria.
Lo anterior pone de manifiesto que, a pesar de las reacciones
ideológicas que ellas despiertan, las fundaciones han jugado un papel
no despreciable, aunque indirecto, en el proceso de reforma por el que
están pasando nuestras universidades. Que este papel sirva de base para
un nuevo planteamiento de las relaciones dependerá en gran parte de
la capacidad que demuestren las fundaciones para comprender adecua­
damente las nuevas condiciones y adaptarse a ellas.
Un punto básico es comprender que los dirigentes universitarios
negociarán con las fundaciones sólo cuando la ayuda que ellas ofrez­
can pueda ser puesta al servicio de los fines últimos de la universidad.
Además, las peticiones que se harán a las fundaciones tenderán a ser
justificadas en términos de planes de desarrollo y a ser tramitadas di­
rectamente por representantes de la autoridad central, o por dirigentes
de unidades académicas debidamente autorizados. La iniciativa de las
fundaciones tenderá, por consiguiente, a ser reemplazada por la inicia­
tiva de las propias universidades.
Pero, ¿es posible cumplir la prim era condición, es posible que
las fundaciones puedan hacer aportes que no aumenten la dependencia
cultural de nuestro país, que la universidad justificadamente rechaza?
No me atrevería a dar una respuesta segura, pero me parece que un
cambio en la orientación de los programas que han favorecido hasta el
momento contribuirá a que esto sea posible.
Las medidas concretas que se tomen respetando ese punto fun­
damental deberán asegurar dos cosas: que las universidades mantengan
el control sobre sus actividades, y que no se favorezca la enajenación
cultural. A continuación mencionaremos (sólo a título ilustrativo) al­
gunas medidas concretas que podrían tomarse en esa dirección.

I. Política con respecto a estudios de post-grado.

Los programas de ayuda a las universidades hasta ahora han par­


tido del supuesto de que no existen en Latinoamérica centros capaces
de dar formación de post-grado a nuestros futuros científicos. Por eso se

98 —
ha creado todo un sistema de becas de estudios en Estados Unidos y,
a veces, en Europa.
Sin negar que ese supuesto fue correcto en una época, pareciera
que ahora ya existe un núcleo suficientemente grande de científicos
como para perm itir el funcionamiento de centros regionales de investi­
gación y docencia. Su creación haría posible que los futuros científicos
de nuestros países recibieran su formación de post-grado de profesores
que conocen los últimos adelantos de su disciplina, pero que al mismo
tiempo están preocupados de dar respuesta a los desafíos propios de
nuestro continente.
Esta reorientación de los estudios de post-grado obviamente no
podría significar un cortar vínculos con la comunidad científica mun­
dial. Entenderlo así sería m atar de raíz toda posibilidad de un ulterior
desarrollo de la ciencia en Latinoamérica. La creación de esos centros
universitarios de estudios de post-grado traería, sin embargo, una serie
de consecuencias provechosas. Desde luego, contribuiría a debilitar un
cierto “academicismo” que tiende a desarrollarse entre nuestros inves­
tigadores, es decir, una tendencia a adecuar los temas que investigan a
los intereses predominantes en los grandes centros científicos. Esta de­
pendencia de los grandes centros con respecto a la selección de los te­
mas tiene el doble efecto de hacer que, por un lado, nuestra ciencia se
conecte a problemas que nuestra sociedad no enfrenta y, por otro, nues­
tra propia problemática no sea utilizada como impulso y aguijón de
creatividad.
Una segunda consecuencia sería lim itar el impacto de la cultura
norteamericana en nuestros graduados. Mientras más jóvenes y con
menos experiencia personal son expuestos a esa cultura, más alta es
la probabilidad de que la acepten a-críticamente. A contrario sensu, si se
especializan en algún aspecto específico de su disciplina en un centro
mundial sólo cuando ya han seguido estudios avanzados en su propio
país o en otro país latinoamericano, y cuando ya han tenido la expe­
riencia de investigar en nuestra realidad, lo probable es que no se pro­
duzca alienación o desarraigo y que sus nuevos conocimientos puedan
ser utilizados creativamente.
Las fundaciones podrían contribuir a financiar la creación de
esos centros y, una vez creados, a redirigir hacia ellos su política de
becas.

II. Política de Intercambio de Profesores


Prácticamente todos los convenios con fundaciones incluyen un
ítem destinado a financiar la venida de profesores visitantes que per­
mitan elevar el nivel de la enseñanza mientras los profesores locales se
perfeccionan en el extranjero. Un balance de esa experiencia arroja un
saldo francamente negativo. Salvo contadísimas excepciones, los cien­
tíficos de gran categoría no pueden (o no quieren) pasar un período
significativo de tiempo en una universidad extranjera que ofrece pocas
o ninguna de las facilidades en equipo, biblioteca, etc., a que están acos­
tumbrados. Los que aceptan venir son, en general, profesores de un
nivel discreto y a veces francamente mediocre.
El impacto positivo de esas visitas es, en el mejor de los casos,
poco perceptible. Ignorantes de las costumbres del país que los hospeda,
sin dominio del idioma la mayoría de las veces, acostumbrados a un sis­
— 99
tema universitario distinto, no logran comunicarse de manera adecuada
con alumnos ni profesores, se convierten en una carga y no en ayuda
para el director de la unidad que los recibe.
La experiencia con ese tipo de profesores visitantes aconseja reem­
plazarlos, en cuanto sea posible, por profesores latinoamericanos.
Manteniendo ese ítem en los convenios con fundaciones podría utili­
zarse para propiciar un activo intercambio entre profesores de distin­
tos centros universitarios de América del Sur.
En resumen, la política con respecto a profesores visitantes de­
bería ser contratar primordialmente latinoamericanos y sólo por excep­
ción científicos de otras latitudes.

III. Cooperación con organismos nacionales de desarrollo científico.

En nuestro país así como en otros países latinoamericanos han


surgido en los últimos años organismos supra-universitarios dedicados
a la coordinación y planificación de la investigación científica y tecno­
lógica. La Comisión Nacional de Investigación Científica es uno de esos
organismos. En algunos casos existen organismos análogos dentro de
alguna universidad, como sucede con el Fondo de Investigaciones de
la Universidad Católica. Constituidos los comités directivos de esas or­
ganizaciones por destacados científicos, son garantía de que los recur­
sos para investigar se orientarán de acuerdo a prioridades nacionales
y no foráneas.
Nos parece altamente conveniente que la acción de las fundacio­
nes en el futuro se canalice a través de esas organizaciones. Los fondos
por ellas proporcionados se sumarían así a los de origen nacional y
serían distribuidos por la Comisión Nacional o el Fondo de Investiga­
ciones mediante concurso. Las fundaciones todavía podrían desarrollar
sus propias políticas, señalando el área a que desean se destine esos
fondos, pero no serían ellas las que determinarían qué investigador
específico los va a recibir. El control estaría en manos nacionales.
Los tres puntos arriba mencionados (creación de centros regio­
nales de enseñanza de post-grado, énfasis en profesores visitantes de
latinoamérica y colaboración con organismos nacionales) ilustran al­
gunas de las medidas que pueden tomarse para hacer compatibles la
ayuda económica de las fundaciones, que nuestras universidades cier­
tamente necesitan, con los valores últimos que pretenden informar el
quehacer de la nueva universidad. Como esas podrían mencionarse mu­
chas otras que revelan que no hay un conflicto irreductible entre el
nuevo espíritu reform ista y la presencia de las fundaciones.
Sin embargo, lo fundamental es que las fundaciones reconozcan
la legitimidad de la aspiración latinoamericana a salir de la situación en
que se encuentra este continente, la legitimidad también de que los
líderes intelectuales se preocupen de buscar alternativas para superar
esa situación que pueden ser distintas de las que han elegido otros países,
por último el derecho y el deber que tienen las universidades de ser
intérpretes de los más auténticos valores nacionales.

100 —
El emplazamiento del escritor latinoamericano
Antonio Avaria
Profesor del CEREN y de la E s­
cuela de Periodismo de la Uni­
versidad de Chile.

En el curso del Encuentro Latinoamericano de Escritores (Santiá-


go-Viña del Mar, agosto de 1969), asistimos a un fenómeno inesperado:
una parte del público —específicamente estudiantes universitarios— lan­
zó acusaciones a las figuras visitantes. Entarimados, los escritores fueron
objeto de una requisitoria moral: ¿por qué escribían en París o Londres
y no en su patria? ¿Por qué no luchaban junto a esos pueblos que ellos
mismos definían elocuentemente como sometidos y explotados? ¿Hasta
cuándo esos libros alienados, que el pueblo no puede leer? ¿Por qué acep­
taban los agasajos del Hotel O’Higgins y de los funcionarios del poder
político? ¿Cómo no esgrimían el fusil, si sostenían la necesidad impos­
tergable de la revolución?
Se les emplazaba porque eran escritores y —paradójicamente—
se les pedía que dejaran de serlo. Para estos muchachos ya no era po­
sible "desenvainar la pluma como una espada” (en el decir romántico),
a pesar de que el propio Lenin afirmó del poeta: la poesía es su militancia.
¿Muere hoy la literatura puesta en libros y la única poesía se da
en la canción protesta o el artefacto publicitario y las mejores novelas
europeas son las películas de Fellini, Bergman, Godard? ¿Acaso los escri­
tores latinoamericanos de la última hora no disfrutan y no sirven al sis­
tema capitalista de la dominación de clases y no mantienen su docilidad
a la corte burguesa, que les asigna el papel de entretenerla? ¿Acaso por
el mero acto de escribir no se hacen cómplices de la violencia institu­
cionalizada? Por otra parte, el analfabetismo —mayoría absoluta de nues­
tro continente— viene a corroborar que la literatura abre y cierra su
círculo dentro de la burquesía.
Angel Rama (Uruguay) escogió con cuidado sus referencias. Sí, el
escritor proviene de las capas medias de la sociedad y no negamos la
lucha de clases, pero no define al hombre su origen sino su posición
frente a la sociedad: Marx, Fidel Castro y Guevara se ganaron así el de­
recho a defender las causas de los desheredados. Marx mismo da una
respuesta al meditar sobre Homero: una obra concebida dentro de un
círculo aristocrático llega a ser la epopeya popular de una nación. En
eso debió pensar Lenin al replicar a los comisarios que pedían el incen­
dio del Museo de l’Ermitage: lo que fue negado a la mayoría, será ahora
de todos. Tolstoi el aristocrático, el terrateniente, el católico, represen­
taba la antitesis del ideario de Octubre, pero también Lenin —en el dis­
— 101
curso fúnebre— explica que este escritor supo ver profundamente al mu-
jik ruso y por eso la Revolución le dará los millones de lectores que
no tuvo cuando su clase era la dominante.
Apoyemos a Rama con otro ejemplo más reciente. Cuba Revolu­
cionaria ha puesto en la prim era fila nacional y mundial a uno de los
escritores más complejos, barrocos y "decadentes” de la prosa contem­
poráneos: José Lezama Lima, autor de “Paradiso”; y ediciones popu­
lares de otros novelistas latinoamericanos se agotan en la isla en menos
de una semana (una edición no popular —éstas son de cien mil— de 20
mil ejemplares de "Cien años de soledad” duró menos de quince días;
en tres años, no se ha vendido en Chile la mitad de esa cifra).
El Primer Congreso de Escritores Soviéticos, en 1954, infundió
una falacia que hasta hoy provoca profundos efectos negativos y perple­
jidad en las conciencias humanistas de todo el mundo; superada por la
propia teoría marxista, aún condiciona a muchos la tram pa de la "lite­
ratura proletaria”. Se ensayó, se impartió el consejo, se dictó la orden
de escribir "para el pueblo”. Todos esos intentos —también los chilenos
de buena parte de la Generación del 38— dieron en fracasos estruen­
dosos. El arte y la literatura soviéticos, que iban en la vanguardia de
Europa en la década del veinte, se hicieron académicos, ochocentistas y
anodinos, suprimieron la imaginación y la crítica, endulzaron sus insul­
sas historias optimistas con idéntica ingenuidad a la de la peor literatura
de consumo del puritanismo capitalista. En una frase banal: literatura
rosa a diestra y siniestra. Obligarse a un lenguaje supuestamente popu­
lar, "descender” al pueblo, es una actitud paternalista. No corresponde
a los escritores, sino al poder político poner los bienes culturales (y el
poder) al alcance del pueblo. Un buen análisis de las limitaciones del rea­
lismo socialista se encuentra justamente en "El socialismo y el hombre
en Cuba”, de Ernesto Che Guevara. Y Carlos Fuentes puede decir, con
toda razón: "El socialismo nació de una disidencia: el asentimiento le
es m ortal” (en "La nueva novela latinoamericana”, Mortiz, México, 1969).
Parecería que hemos cargado la mano con saña a la política cul­
tural soviética, cerrando los ojos a una realidad irredargüible que Ilya
Ehrenburg supo puntualizar: "El gran milagro de la literatura soviética
es el lector soviético”. Pero no nos engañemos: los escritores no produ­
jeron ese milagro. Por el contrario, ese lector bien se merecía una ver­
dadera literatura, la cual, si Alexander Solzhenitsin dice la verdad (ver
su documento reproducido por la revista chilena Arbol de Letras, N? 2,
febrero 1968), sólo ha quedado en los archivos de los censores, porque
las publicaciones literarias han sido "sistemáticamente m utiladas”. Re­
sulta necio im partir recetas al escritor; altérese la constelación social y
emergerá naturalmente una nueva literatura y se verá asimismo que al­
gunos creadores intelectuales estaban anticipando una cultura diferente.
Por otro lado, ya tiene bastante el escritor con una imposición radical,
la de ser escritor (una profesión que no busca, que no puede elegir),
como para que encima le den molido con consejas o dictámenes que
desnaturalizan el oficio de escribir.
Queda en pie la cuestión inicial: ¿Por qué la requisitoria, por qué
la sospecha de que el escritor pueda ser un valido de estos regímenes que
hermanan tan cordialmente las voluntades de las oligarquías criollas con
el imperialismo? El argentino David Viñas (1929, autor de "Los dueños
de la tierra”. "Cayó sobre su rostro” ) miembro del Partido Comunista
Revolucionario, creador de una consigna que no fue aceptada por la ma­
yoría (tal vez porque fuese tomada literalmente: “El máximo ejemplo
102 —
de escritor latinoamericano es el Che” ), acorralado por su grupo estu­
diantil de protesta, se vio obligado a replicar que, de mantenerse ese en­
juiciamiento, tampoco el guerrillero podría usar metralletas fabricadas
en Pittsburgh. “Ustedes no tienen derecho —contestó lapidariamente Ma­
rio Monteforte Toledo (Guatemala)— a juzgarnos de prevaricato, a in­
sinuar que nos vendemos por una vitrina de librería, sin conocer nues­
tra conducta y nuestra historia. A mi hermano lo m ataron delante mío,
de un balazo en la frente, y desde hace trece años no puedo pisar mi pa­
tria”. La mejor defensa vino al final y fue dada por un carpintero chileno,
en el casino de la Universidad Católica de Valparaíso: yo creo que los
compañeros estudiantes son injustos con los compañeros que han venido
de tan lejos, por ignorancia, eso es natural porque los diarios hablan
del perro de Adamo y nunca de los escritores; a los estudiantes les pasó
lo mismo que a nosotros con ellos; decíamos qué vienen a hacer aquí
estos pelucones mijitos de su papá, que estudian para patrones y ahora
vienen a hablar con nosotros los obreros de la construcción; poco a po­
co nos dimos cuenta que estaban con nosotros en la pelea, pero para
eso tuvimos antes que conocerlos. Yo siento que los compañeros se va­
yan, y siento sobre todo que no estén aquí los libros de ellos para com­
prar alguno si no es muy caro, y leerlo cuando vuelva del trabajo recor­
dando que es de un compañero extranjero que conocí esta tarde.
Estas manifestaciones del público chileno parecen confirmar la
opinión de Mario Benedetti: desde el último lustro, el escritor latinoame­
ricano va consiguiendo audiencia y "se da el caso curioso de que el ciu­
dadano medio le lleve menos la cuenta de sus traiciones y contradiccio­
nes al político profesional que al intelectual, quizá porque para éste
reserva aún una porción de esperanza, y para aquél en cambio sólo
guarda desdén e indiferencia” ("Letras del continente mestizo”, Arca
Montevideo 1967). La vigilancia estricta sobre la conducta del escritor
sería la contrapartida natural del crecimiento de la gravitación de éste
en nuestras sociedades. Esta condición conformaría a los escritores como
"una nueva energía de izquierda”, según sugirieron en su momento los
comentarios nacionales de la revista MENSAJE.
El optimismo de esta posición es exagerado, pero constituye el
análisis certero de una tendencia. Es cierto que ante nuestras realidades
el escritor ha radicalizado su pensamiento y la mayoría “sólo ve la pers­
pectiva de la revolución” (Carlos Fuentes en la obra suya citada), pero
en cuanto a su importancia profesional, socio-política, debe decirse que
ésta, si se consolida, será al margen de los mecanismos actuales de poder
("con la sola excepción de Cuba” : repetimos la fórmula de la Declaración
de los escritores reunidos en Viña del Mar, porque la extraordinaria re­
volución cultural en marcha en ese país es hasta ahora un fenómeno abso­
lutamente solitario).
Cabe, sin embargo, una incómoda sospecha. ¿Se emplaza al escri­
tor verdaderamente en vista de la trascendencia social de su obra? ¿De­
tenta un poder real o es un payaso de las bofetadas? En la medida que
va siendo expulsado de la élite y arrinconado en las capas bajas de la
burguesía, la eficacia de su palabra sufre un deterioro constante. Los
"Relatos de un cazador” de Turgueniev contribuyeron efectivamente a
la abolición de la esclavitud en Rusia y ya se sabe que John Steinbeck
modificó la política agraria de su país, que Upton Sinclair hizo lo mis­
mo con las normas que controlaban los frigoríficos y mataderos de
Chicago. Hoy la fotografía de un oficial norteamericano disparando en­
tre los ojos a un vietcong maniatado, o el gran reportaje periodístico

— 103
que comprueba el bombardeo de la población civil, son los mecanismos
de denuncia que remueven las conciencias de Estados Unidos y del mun­
do. Ya no es la novela, sino el cine, la televisión, la prensa, los medios
propios de la comunicación colectiva, los estimulantes de la acción po­
lítica. La función de denunciar una injusticia —tan preeminente en la
novela naturalista— amenaza muerte por ineficacia. Todavía más; otra
necesidad permanente del hombre —soñar mundos posibles— está sien­
do absorbida en grado creciente y totalitario por las expresiones masivas
recién aludidas, desplazando una función básica de la novela tradicional.
No debe sorprendernos demasiado que el talento creador europeo vaya
hoy al cine, la investigación científica, la sociología, el estructuralismo,
y que la generalidad de sus novelistas no resista comparación con la su­
perior envergadura de los escritores latinoamericanos de esta hora.
Mientras otros intelectuales —periodistas, psicólogos, sociólogos,
economistas— se incorporan a la élite dirigente constituyéndose en gru­
pos con poder y organización, los escritores se reúnen en desgastadas,
más o menos académicas Sociedades de Escritores, de modesta labor
gremial, carente en absoluto de proyección social política. Si emiten de­
claraciones, éstas no provocan eco nacional alguno. Es el caso penoso
de Chile, donde la gravitación social del escritor es un espejismo de po­
der, la mera nostalgia de una época —el siglo XIX— en la cual era ver­
daderamente un hombre político. ¿Es necesario recordar que la palabra
de Sarmiento y de Bello, de Lastarria, Pérez Rosales, Vicuña Mackenna,
Irisarri, Heredia, Marti, determinó algunas grandes decisiones latinoame­
ricanas? En el panorama actual de nuestra América, la capacidad polí­
tica del escritor sólo se despliega en la isla de Cuba y también —vestigio
de una revolución mayormente traicionada— en México. "La Revolución
Cubana —explica Alejo Carpentier en agosto de 1961, ante el Primer
Congreso de Escritores y Artistas Cubanos— ha dado un sentido nuevo
a nuestros destinos”. .. “hemos vuelto a ser como los intelectuales del
siglo pasado” (en "Tientos y diferencias”, Arca, Montevideo 1967).
Debidamente certificadas —resulta ocioso traer aquí las pruebas—
las muertes del realismo burgués y del realismo socialista, sustituidas las
funciones documentalista, de denuncia, de protesta y hasta de amena en­
tretención, la nueva novela latinoamericana asumirá una elevada misión
antropológica y poética, que Carlos Fuentes ha sabido sintetizar: "en­
contrar y levantar sobre un lenguaje los mitos y las profecías de una
época”. Más detalladamente: descubrir nuevas estructuras de sentido
en las relaciones sociales, revelar los mitos de nuestro inconsciente co­
lectivo, restituir a la lengua su función creadora, subversiva, introducir
la duda donde no la hay, soñar —ahora sí, porque son conjurados para
ser vividos— mundos posibles.

El Premio: la buena cara del boom


El Premio Nobel de Literatura 1967 ha consagrado la prim era con­
tribución de Latinoamérica a la novela del mundo. No se trata exclusiva­
mente de premiar un nombre, sino un extraordinario ciclo novelesco del
cual Miguel Angel Asturias es iniciador. (Jorge Luis Borges y Juan Car­
los Onetti también son adelantados eximios, pero las obras de Asturias
corresponden mejor a la imagen que los europeos esperan de nosotros).
La apoteosis de Julio Cortázar no es un fenómeno chileno, sino occiden­
tal; nunca antes un hombre castellano había tenido toda la prim era pá­
gina del suplemento literario del New York Times, como se hizo con
104 —
"Rayuela”, del escritor argentino, como se acaba de hacer con "Cien afios
de soledad” de García Márquez. La narración latinoamericana ha pasado
de la arqueología (esos manuales para estudiantes norteamericanos, esas
colecciones francesas dedicadas a La Cruz del Sur, para especialistas y
curiosos) a la historia contemporánea del arte. "Sobre héroes y tum­
bas", novela de Ernesto Sábato, fue en 1967 la revelación del año lite­
rario francés, a juzgar por los comentarios de ese país, que sitúan "Ale-
xandra” (es el título en traducción) a un nivel más alto —en calidad ba­
rroca y tabulación novelesca— que el renombrado "Tambor de hojalata"
del alemán Guenter Grass. Uno de los libros más inteligentes del pensa­
miento actual, "Las palabras y las cosas”, de Michel Foucault, se abre
y se inspira en un texto de Jorge Luis Borges; la difusión de éste —pri­
mer demoledor sistemático de los realismos en nuestra lengua— va en
constante aumento, como lo demuestra la importante revista "L'Herne”
al preparar uno de sus monumentales y consagratorios volúmenes con
el estudio de la ficciones de uno de los escritores más originales de la
literatura de hoy. Borges ha sido mencionado frecuentemente para el
Premio Nobel, junto a Neruda y Alejo Carpentier, el autor cubano de
"Los pasos perdidos” (para Priestley, la mejor novela de la década del
50, según declarara en su viaje por Chile). La obra descomunal, apasio­
nada, lírica y renovadora de Leopoldo Marechal goza ahora del aprecio
continental que merece; su "Adán Buenosayres” es la objetivación culta
de un caos moral, un retrato metafísico del hombre argentino y un ejem­
plo de los límites inabarcables de la expresión novelesca. Significativa­
mente, en la obra de estos cuatro argentinos —Marechal, Borges, Sábato
y Cortázar— el elemento telúrico es apenas incidental. En este sentido
—junto a los montevideanos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti— son
los menos "americanos” de nuestros novelistas para los ojos europeos:
bucean en la angustia, el desarraigo cultural, persiguen su identidad his­
tórica y una pasión lúcida, ética, les lleva a indagar en la conciencia del
ser argentino, del ente hispanoamericano. ¡ Qué anticuado nos parece hoy
el artificio de Hermann Hesse frente a los juegos de ironía y verdad de
estos autores! "Rayuela” también es —como "Juego de abalorios”— un
juego con los elementos de la cultura, pero mientras Hesse nos da una
obra plagada de símbolos innecesariamente (así nos parece ahora) eso­
téricos, y un mero enunciado de problemas harto banales, y una alegoría
artificiosa, Cortázar escribe una rica aventura espiritual donde la angus­
tia —materia poética y obsesión humana central, como en “Residencia
en la tierra” de Pablo Neruda— promueve un lenguaje inédito sin con­
cesiones.
La de arriba es sólo una faz de la nueva novela que cada día con­
sigue más audiencia entre los lectores de América y el mundo. A los dos
años de su prim era publicación, “Cien años de soledad” llevaba 300 mil
ejemplares en castellano, el más importante premio italiano y el título
"al m ejor libro extranjero” publicado en Francia; los libros de Sábato,
Cortázar, Vargas Llosa, sobrepasan las cien mil copias. Ha cambiado
para algunos la situación típica del escritor de nuestras tierras, que es­
cribía prácticamente para fantasmas, pues la mayoría de sus compa­
triotas no sabía —no sabe aún— leer y la minoría burguesa culta sólo
buscaba, en la literatura, una distracción para m atar ocios y preparar el
sueño. Ha crecido la escolaridad universitaria, hay mejores estímulos
editoriales, los libros traspasan algunas fronteras; el intelectual y el ar­
tista empiezan a llamar la atención periodística. Por otra parte, el im­
pacto de la experiencia cubana —inseparable de los escritores que la
— 105
apoyan— ha contribuido al interés sobre la producción intelectual de
América Latina.
En el período de entreguerras, la preocupación de los lectores
fue a la gran novela norteamericana de Faulkner, Hemingway, Dos Pas-
sos, Scott Fitzgerald, Wolfe; en los últimos años el eje se traslada, cada
vez más, a Hispanoamérica. Los europeos han comentado, a propósito
de un libro de Carpentier: "es una novela que nosotros ya no podemos
escribir”. En España misma, casi todos los grandes premios literarios
recientes han sido otorgados a americanos. Dos colombianos recibieron
el Nadal, y los premios de la Editorial Seix-Barral (los más prestigiosos
del ámbito castellano) parecen privanza de las antiguas colonias: "La
ciudad y los perros” lanzó desde Barcelona los nombres del peruano Ma­
rio Vargas Llosa, del cubano Guillermo Cabrera Infante, del mexicano
Vicente Leñero; los chilenos Carlos Droguett, Jorge Edwards y Jorge
Guzmán han sido finalistas de este concurso internacional de novela que
en sus últimas convocatorias eligió "Cambio de piel”, del mexicano Car­
los Fuentes y "País portátil”, de Adriano González León, de Venezuela.
(Lamentablemente, el fallo de 1970 —que debió recaer según el jurado,
en "El obsceno pájaro de la noche” del chileno José Donoso— no pudo
verificarse oficialmente por causas internas de la casa editorial).
Borges compartió con Samuel Beckett el Premio Internacional de
Editores y Mario Vargas Llosa obtuvo —con "La casa verde”— el “Ró-
mulo Gallegos”, que es el premio de novela mejor dotado del mundo
(ventidós mil dólares). Las novelas de Carpentier ("El reino de este
mundo”, “Los pasos perdidos”, "El acoso”, "El siglo de las luces” ) apa­
recen —a menudo simultáneamente— en varios idiomas y bajo los me­
jores sellos editoriales. Esta es otra circunstancia relevante y nueva: las
más importantes casas editoras se disputan a los autores latinoamerica­
nos. El Nobel a un guatemalteco —Asturias— distingue a toda una lite­
ratura y destaca su vigencia.
¿Qué es lo que sólo los latinoamericanos pueden dar? La historia
irracional, bárbara y dulce, mágica y sangrante de América; su riqueza
de mitos, expresivos de realidades sociales; la imaginación fabulesca, la
reestructuración del lenguaje, la pasión moral, la violencia. ¿Dónde se
encuentra un sueño más alucinante y bello, más hondamente afincado
en una realidad y en una obsesión, mejor escrito que "Pedro Párano”
del mexicano Juan Rulfo? Es un libro de los muertos, es un poema so­
cial, es un documento atroz, estremecido de lirismo; es la dimensión me­
xicana en la órbita de un mito universal. Es el caso también de "Al filo
del agua”, la deslumbrante novela de otro mexicano, Agustín Yáñez y
las novelas mejores de Carlos Fuentes: "La región más transparente”,
“La muerte de Artemio Cruz” y "Cambio de piel”. ¿Quién posee un estilo
más rico y fulgurante que Alejo Carpentier? Su lengua es un derroche
de elevadísima retórica, inigualado por el castellano peninsular. Sus via­
jes al fondo de la civilización americana son instrumentos lúcidos para
comprender nuestra cultura; su pupila, empero, es más europea que ame­
ricana. No es el único cubano en contribuir a la formación de una novela
nueva: el caso singular de José Lezama Lima es prueba de una riqueza
inagotable de nombres: “Paradiso” se publicó hace tres años y se tra­
duce a once idiomas; Julio Cortázar lo ha puesto a la altura de “El hom­
bre sin cualidades” de Robert Musil y “La muerte de Virgilio” de Her-
mann Broch: "No soy un crítico; algún día, que sospecho lejano, esta
suma prodigiosa encontrará su Maurice Blanchot, porque de esa raza
deberá ser el hombre que se adentre en su larvario fabuloso. Me pro­
106 —
1

pongo solamente señalar una ignorancia vergonzosa y romper por ade­


lantado una lanza contra los malentendidos que la seguirán cuando Lati­
noamérica oiga por fin la voz de José Lezama Lima”.
No acaban aquí los nombres: el mapa literario más exigente no
puede olvidar a Augusto Roa Bastos, de Paraguay; la novela "Hijo de
hombre” (el premio mejor otorgado de Editorial Losada) supera todos
los regionalismos é inscribe —como “Los ríos profundos” y "Todas las
sangres” del peruano José María Arguedas— el drama de la expoliación
del hombre en el dolor universal. Arguedas realiza la proeza de trasladar
al castellano la íntima visión del mundo quechua. Hace dos años murió
Joao Guimaraes Rosa —el prim er novelista del Brasil, prim er país con
tradición narrativa de América— dejando una obra definitiva (Gran Ser-
tao). Por su experimentación formal (véanse las "obras abiertas” de
Cabrera Infante, Sánchez, Cortázar, Sarduy), por la amplitud de regis­
tros expresivos, por la riqueza de invención, la libertad imaginativa y la
pasión moral, Latinoamérica es el laboratorio de la novela contemporá­
nea. Y justamente una novela del guatemalteco Miguel Angel Asturias,
Premio Nobel de Literatura 1967, pone fecha de nacimiento (1946, "El
señor Presidente” ) a esta narrativa. En los últimos veinticinco años, la
ficción novelesca se desplaza, cada vez más firmemente, a la cruz del sur.

América, novela europea y norteamericana


América, la tierr^ misma de la Utopía, empezó siendo una novela
de Europa. Antes del Descubrimiento, ya nos habían inventado: al otro
lado de un océano donde había sirenas, éramos el Nuevo Mundo, la Tie­
rra de Promisión, la verdadera Arcadia renacentista; luego seríamos El
Buen Salvaje, la América Latina, la Morena, y hemos pasado de El Patio
Trasero a Los Países en Desarrollo, tránsito lingüístico que seguramente
debemos al fantasma tricontinental del Tercer Mundo. Conviene tener
presente estas notas pintorescas, pero reales, porque en alto grado casi
toda nuestra historia ha sido el esfuerzo por asemejarnos a esa novela.
Es un lugar común ( es decir, felizmente —anota con hum or Carlos
Fuentes— un lugar donde todos podemos encontrarnos): hemos sido
noveleros, hemos admirado excesivamente lo foráneo, hemos importado
irreflexivamente —sin verdadera asimilación, ni crítica, ni creación pro­
pia— técnicas, códigos, soluciones. ¿Hasta qué extremos esta explicable
servidumbre ha alienado al escritor, cegándole la percepción de la rea­
lidad? ¿Y de qué manera la reacción contraria —afirmación de lo autóc­
tono, rechazo de lo extranjero— ha llevado a la paralización por el fol­
klore, al fatalismo provinciano, al conservantismo mental, al confor­
mismo?
Manuel González Prada (peruano, 1848-1918), una voz minoritaria,
da un ejemplo de la falsedad de una mera retórica verbal, la vacuidad
de un artículo consagrado por la Constitución Política: "Nuestro tipo
de gobierno no es sino una gran mentira porque un estado en el cual dos
o tres millones de individuos viven fuera de la ley no es digno del nom­
bre de república democrática”.
La realidad de los intelectuales, sin embargo, no es la de los mi­
llones de innominados y sus problemas específicos. Es otra, y se parece
mucho a esa Constitución Política.
Durante el siglo XIX, han soñado una novela europea.
La novela hispanoamericana nació con la Independencia: José
Joaquín Fernández de Lizardi observa la sociedad colonial mexicana con
la crítica de la Ilustración; así en la primera novela de este continente,
107
“El Periquillo Sarmiento” (1816), y en las siguientes: "La Quijotita y su
prim a”, "Don Catrín de la Fachenda”, "Noches tristes y día alegre”, to­
das obras que quieren persuadir de la pedagogía del Setecientos. Cuando
se trata de obtener una mano de obra más capacitada, en lugar de en­
sayar la incorporación de la inmensa mayoría marginada del trabajo y
la vida social, se recurre a la inmigración, "para m ejorar la raza”; Go-
bineau ("Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” ) convence
de la superioridad de la "raza” teutónica, Demolins de la anglosajona.
El problema —o bien, el espejismo fundamental— fue planteado
por Sarmiento: Civilización o Barbarie (es el subtítulo de "Facundo” ).
La barbarie era el cacicazgo, el atraso cultural, la postración mo­
ral, la miseria, la invertebración histórica, las masas indígenas, los ban­
doleros, los caudillos; la barbarie era la realidad. La civilización era la
modernidad, esto es, el pensamiento liberal. El intelectual latinoameri­
cano abrazó calurosamente la causa de la civilización. Sólo después se
ha podido advertir que esa modernidad constituía también una alienación
que consolidaba a las oligarquías criollas y las tiranías militares, satisfa­
ciendo ampliamente las necesidades imperiales de los grandes países ca­
pitalistas. La educación se encaró —sigue encarándose— como proble­
ma cuantitativo, ajena en gran medida a la realidad nacional; la dirige
la oligarquía a través de los servicios culturales enajenados a la moder­
nidad europea o norteamericana. Jean Franco, una de las más lúcidas
latinoamericanistas de Inglaterra y el viejo Mundo, insiste en que los
intelectuales no observaron que "ningún sistema importado podía trans­
form ar a Latinoamérica en un estado moderno mientras la estructura
social fuera feudal y oligárquica” ( “The Modern Culture of Latin Ame­
rica. Society and the Artist”, Pall Malí Pres, Londres 1967) y al elogiar
una de las escasas obras literarias originales del siglo XIX, las "Tradi­
ciones Peruanas” de Ricardo Palma (otra es sin duda el "Martín Fierro” ),
señala que estas crónicas novelescas demuestran que una exitosa obra
de arte “Sólo podía emerger cuando el molde europeo era abandonado
0 transform ado”. El libro de Palma constituye un ensayo auténtico de
dar al pueblo peruano un sentido de continuidad y tradición.
El escritor latinoamericano de hoy se pone en guardia frente a la
mistificación de la modernidad asumida sin transformación creadora,
rechaza ciertamente los porfiriatos paternalistas, ha dejado de creer en
los mitos reconfortantes de la América del Norte "m aterialista y vulgar”
frente a nuestra América “idealista” y ya no adhiere al sutil racismo de la
"hispanidad”. La larga paz retrógrada de Porfirio Díaz sucumbió con la
Revolución Mexicana; el lema contiano Orden y Progreso continúa como
emblema patriótico del Brasil. La responsabilidad obliga al escritor a
replantear la disyuntiva de Sarmiento. Entusiasmado con la revolución
de Mayo en Francia ( “la imaginación al poder), Fuentes propone: Imagi­
nación o Barbarie. Ha cambiado uno de los términos del dilema, el otro
sigue inalterable a la duda. Se nos ocurre —tomando pie en una idea
de Mario Góngora (revista DILEMAS, N? 5)— que esa barbarie” repre­
senta nuestra realidad que aún no conocemos ni valoramos; sobre este
suelo deben plantarse la imaginación creadora y la justicia: en la creación
de una nueva cultura, hemos de aprender de esta barbarie. Ella es nuestra
"condición constitutiva” (Fanón), que debemos modestamente, orgullo-
sámente asumir *.
mayo de 1970.
1 En un artículo próximo expondremos los condicionamientos externos y las formas de esta
“barbarie” que descubren I03 novelistas latinoamericanos más representativos.

108 —
El pensamiento estructuralista y la crisis
en las Ciencias Sociales
por Gonzalo Martner 1

Viene ganando terreno hoy en día la idea de que es necesario lograr


una visualización integrada del contexto en que se dan los cambios y el
desarrollo. Ya no es posible explicar por separado las variables que in­
fluyen en el cambio. Es preciso buscar la integración de disciplinas, mé­
todos y conocimientos para interpretar lo acontecido y proyectar el fu­
turo. Este esfuerzo de coalición de las ciencias sociales lleva al reforza­
miento de los análisis universales e integradores del conocimiento, ca­
paces de explicar el acontecer que vive el hombre.
Pero, en el mundo occidental se ha acostumbrado tradicionalmen­
te a dividir el objeto de estudio de los fenómenos sociales en diversas
ramas científicas separadas. Así han nacido la antropología social, la psi­
cología social, la sociología, la economía, la ciencia política, la ciencia
jurídica, etc. Esta fragmentación de las ciencias sociales ha conducido
a enfoques parciales y a la consolidación de gremios profesionales ais­
lados.
No es raro que en esta tendencia separatista se haya llegado a dar
más importancia al trabajo de los profesionales que al propio objeto de
su estudio. Así por ejemplo fue popular hace algún tiempo definir la so­
ciología "como aquello que hacen los sociólogos”.
Por muchos años la economía, a su vez, se desarrolló separada de
otras ciencias sociales. Con el tiempo, sin embargo, comenzaron a to ­
marse en cuenta factores extraeconómicos en los modelos.
Al respecto se han distinguido tres enfoques2.
1 Gonzalo M artner desempeñó en. 1968 la cátedra de Política Económica en la Escuela de
Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, p ara la cual preparó el trabajo que ahora
publicamos y que contiene ideas personales que no comprometen a los organismos en que
presta sus servicios. H a sido además, economista del Instituto Latinoamericano de Plani­
ficación Económica y Social de las Naciones Unidas, entidad que ha incluido entre sus
textos, su libro titulado “Planificación y Presupuesto por Program as” , publicado par la
Editorial mexicana Siglo XXI. Permaneció durante el año 1966 en la Comisión Económica
p ara Africa y es autor del trabajo “Africa, subó'esarrollo y Revolución” , impreso en Ar­
gentina por editores latinoamericanos. Ha publicado numerosos articulas en revistas es­
pecializadas de América Latina y ha dictado cursos y conferencias en Universidades del
continente.
2 Giovanni Arrighi, “ The Political Economy of Rhodesia” . Novton, The Hague, 1967.

— 109
El criterio ortodoxo, en el cual todas las variables de los modelos,
sean exógenas o endógenas, son económicas, y en el cual los factores
extraeconómicos están considerados en los parámetros.
El enfoque ortodoxo modificado, en el que se incluyen los factores
económicos como variables endógenas y exógenas; los factores extraeco­
nómicos son tomados en cuenta pero sólo como variables exógenas. Este
esquema descubre comportamientos, pero no explica políticas guberna­
mentales, huelgas, guerras u otros eventos de esta clase.
El enfoque totalizante, que incluye como variables endógenas, tan­
to factores económicos como extraeconómicos. En esta tendencia están
Gunnar Myrdal, Kalecki y por cierto Carlos M arx3.
Orientados dentro del criterio expuesto en el tercer enfoque, es cre­
ciente el número de economistas que ahora sigue las reflexiones de
Myrdal cuando dice "en realidad no existe distinción entre hechos co­
rrespondientes a nuestra división tradicional escolástica de las ciencias
sociales en disciplinas separadas. Un análisis realista de los problemas
nunca puede enmarcarse en esas líneas de división. La distinción entre
factores que son "económicos” y los que son "no económicos” es en rea­
lidad una consigna inútil y sin sentido desde el punto de vista de la ló­
gica y debe ser reemplazada por una distinción entre factores “relevan­
tes" e "irrelevantes”, o "más relevantes” y "menos relevantes” 4.
En busca del análisis de lo "relevante” que es esencial para com­
prender el comportamiento de los países en vías de desarrollo, el econo­
mista Paul Barán ha hecho una notable contribución al llamar la aten­
ción sobre el destino de los “excedentes económicos” 5, concepto que ya
es ampliamente conocido.
En Europa con su tradición cultural y filosófica ha resurgido la
investigación científica y crecen los estudios dentro del estructuralismo
haciendo aportes metodológicos de inapreciable valor. Y en el mundo sub-
desarrollado ha nacido un vasto movimiento intelectual hasta cierto pun­
to liderizado por economistas latinoamericanos, que de una manera u
otra procura realizar un análisis global y totalizante. Fruto de estos es­
fuerzos ha sido el surgimiento de lo que se ha dado en llamar “escuela
estructuralista”. Estos esfuerzos han despertado interés en el resto del
mundo y conviene examinarlos con detención.

El estructuralismo como método

En el último tiempo se ha venido formando dentro del análisis


totalizante un pensamiento nuevo que se ha dado en definirlo como es­
tructuralismo. El estructuralismo trata de precisar relaciones dentro de
un sistema.
3 P a ra una discusión acerca de estos enfoques ver Oscar Lange “Political Economy” 1963:
J . K. Galbraith “The afluent Society” (1958); Duncan Black “The Unity of Political and
Economic Science, en The Economic Journal, Sept., 1950: B. Leoni “ The Economic
Approach to Politics” en II Político, Sept., 1961; M. Shubik “Readings in Game Theory and
Political Behaviour” (1954): A. G. Papandreou “ Economics and Social Sciences” en The
Economic Journal, Dec., 1950; Kalecki “ Political aspects of Full Employment” en Poli-
tícál Quaterly, 1943.
4 Ver Gunnar Myrdal “Economic Theory and Underdeveloped Regions” . (1963, p. 10).
5 Ver Paul Barán, “Economía Política del Crecimiento” , Fondo de Cultura Económica, Mé­
xico, 1962. Utilizando elementos de análisis aportados por Barán, Gunder F ranck ha reali­
zado penetrantes estudios sobre las economías subdesarrolladas. Ver de este autor “ Capi­
talismo y Subdesarrollo en América L atina: Ensayos históricos de Chile y Brasil” . 1965.

110 —
1

Algunos autores6 sostienen que quien primero quiso explicar el


mundo por medio de formas puras y universales fue Platón al hablar de
“mundo de cambio, mundo en el cual el ser se mezcla con el no ser”. En
sus últimos diálogos, Platón da una explicación lógica de las relaciones
entre los "géneros” del ser y emplea un método muy similar al que hoy
en día se llama método estructural7.
En resumen, Platón emplea un método de doble vía: la identidad
de las relaciones está constantemente modificada por la diferencia de las
mismas. Esta sería la intención del método estructural: precisar rela­
ciones por medio de una rigurosa aplicación de códigos de semejanza
y diferencia, dentro de un sistema de relaciones.
Los antecedentes metodológicos reseñados son recogidos más tar­
de por Compte quien concibe la historia dividida en los estadios teoló­
gico, metafísico y positivo y para quien la ciencia y la sociología es el sa­
ber de lo estático. Algunos estructuralistas que siguen esta dirección en
efecto, tienden a ver el sistema más que el movimiento; la estructura
más que el cambio. Continuando esta línea Durkheim concibió la socio­
logía como el estudio de las "instituciones” y de sus variables en una so­
ciedad.
Sin embargo, si bien la influencia del positivismo en el estructu-
ralismo es grande, la de Marx es decisiva, cuando afirm a que por debajo
de las estructuras visibles existen estructuras invisibles y condicionantes
de la vida religiosa, política, moral o estética. Concibió, así, una de las
bases fundamentales del estructuralism o: la intención de explicar lo apa­
rente por lo real, lo visible por sus condiciones no visibles y determinan­
tes. Y sostuvo “la apariencia de la producción capitalista esconde el
hecho clave de la explotación del trabajador, del hombre por el hombre”.
Para Marx, según Godelier8, la estructura no sólo es la condición invisi­
ble y necesaria de la realidad sino la condición invisible que precede a
cualquier tipo de génesis o de evolución.
Aunque son diversas sus filosofías, en el marco del método, fueron
grandes las contribuciones de Compte, Durkheim y Marx y contribuyeron
poderosamente al desarrollo del estructuralismo. Los tres establecen que
el sistema es la condición de la historia.
Es grande la influencia que en esta dirección han tenido la socio­
logía, la psicología, la etnología, la lógica y muchas otras disciplinas. To­
das estas aportaciones permitieron intentar una definición del método:
“el estructuralismo se ocupa en analizar conjuntos sincrónicos (es decir,
estables y sistematizados) que constituyen tanto instrumentos de investi­
gación como formas de la realidad. Estas formas suelen presentarse co­
mo formas escondidas”.
A buscar este subsuelo estructural se han dedicado en Francia in­
vestigadores como Lévi-Strauss, Althusser, Godelier, Foucault y otros. Es­
te movimiento enuncia así sus propósitos: “frente al vitalismo, frente al
humanismo, frente al subjetivismo y al existencialismo, la nueva filosofía

6 Ver Ramón Xirau “Estructuralismo: un nuevo Discurso Filosófico” Revista Diálogos


N? 21 mayo-junio 1968. México.
7 Se refiere a la participación de un género en otro y se concluye que “ algunos géneros
participan en algunos otros géneros mientras que algunos de ellos no participan en algunos
otros” . De este modo no hay relación entre el Moviimento y el Ser como la hay igualmente
entre el Reposo y el Ser. Tanto el Movimiento como el Reposo se puede decir que son.
Ver Xirau, en obra citada.
8 Maurice Godelier “ Sistema, estructura y contradicción” . Problemas del Estructuralismo.
Siglo XXI. México, 1966.

— 111
de la estructura declara que no importa tanto la conducta individual de
los hombres como el sistema que condiciona a esta conducta”.
Aunque a otro nivel y otra filosofía, se ha creado en Estados Uni­
dos la llamada escuela institucionalista donde se destacan autores como
Thorstein Veblen, John Dewey, John R. Commons y Wesley C. Mitchell.
Hay que considerar dentro del institucionalismo marxista a Paul Barán,
Paul Sweezy y otros.

El estructurálismo latinoamericano

La aplicación del método estructural surge en América Latina co­


mo un esfuerzo por interpretar el desequilibrio inflacionario. El escenario
de su nacimiento fue Chile en medio de la aguda crisis inflacionista que
vivió el país en 1953 y 1954 (el aumento del costo de la vida subió en ese
año en 84 por ciento).
Un grupo de economistas del Ministerio de Hacienda y del Banco
Central de Chile cooperaron con algunos técnicos de CEPAL en un intento
de buscar las raíces profundas de la inflación chilena. El economista me­
xicano Juan Noyola aportó a los datos e informaciones suministradas
por aquellos un nuevo método interpretativo y redactó un informe que
nunca fue publicado, pero algunos de sus enfoques fueron recogidos en
los informes de CEPAL9.
Más tarde, Juan Noyola continuó en México elaborando el método
y dictó conferencias sobre el tema en distintos centros de estudios10.
Para Noyola existen ciertas “presiones básicas” de tipo estructural que
se expanden a través de los “mecanismos de propagación”. Entre las pre­
siones inflacionarias básicas destaca el estancamiento y la fluctuación
de las exportaciones en relación al aumento demográfico y el deterioro
de la relación de intercambio y de la capacidad para importar; como
asimismo la incapacidad de la producción agrícola para satisfacer la de­
manda de alimentos. Con respecto a los mecanismos de propagación, se­
ñala la influencia del mecanismo fiscal ( que es dependiente del comercio
exterior y crónicamente deficitario); la del mecanismo crediticio, que se
ve forzado a expandir los medios de pago para dotar a la economía de la
liquidez necesaria para seguir el ritmo de los precios, y el mecanismo
de reajuste de precios y salarios, el primero impulsado por los mono­
polios internos y los segundos por la organización sindical.
La Cepal en su Estudio Económico de 195411 planteó algunos ele­
mentos del enfoque estructuralista, explicando el proceso inflacionario
chileno. Atribuyó la inflación a la disminución violenta del ingreso real
con motivo de la gran depresión mundial; a la pugna entre el sector pú­
blico y los distintos grupos del sector privado para mantener su parti­
cipación en el ingreso nacional; a la aptitud tradicional del sector pú­
blico para captar mayor proporción del ingreso real; a la aptitud de los
empresarios para dilatar inflacionariamente la cuantía de sus utilidades
y de la acción sindical en defensa y elevación de los sueldos y salarios; a
la política expansiva para levantar la actividad económica del bajo nivel
a que había sido llevada por la crisis.
En Chile y en el resto de América Latina son los señores Osvaldo
9 Ver Estudio Económico de América Latina para los años 1954 y 1957.
i° Véase Juan Noyola “El desarrollo económico y la inflación en México y otros países la­
tinoamericanas” . Investigación económica, 1956. N? 4.
11 Ver Estudio Económico. 1954.

112 —
Sunkel y Aníbal Pinto quienes han estudiado y dado a conocer con mayor
extensión el pensamiento estructuralista. Desde la CEPAL, ha sido don
Raúl Prebisch quien ha liderizado el enfoque estructuralista12
Aníbal Pinto identifica lo que denomina “factores estructurales"
y “factores inmediatos” l3. Los primeros son principalmente: el equili­
brio político-social de los grupos sociales; la dependencia externa; la ri­
gidez de la estructura y de la producción agraria; la seguridad social
ineficiente y costosa. Entre los factores inmediatos señala: el desequi­
librio fiscal; el desorden monetario; y la carrera precios-ingresos.
En su Informe Económico 1957, la CEPAL explica las tendencias
inflacionarias como consecuencia de factores estructurales que impiden
un crecimiento satisfactorio y con estabilidad, los cuales actúan a través
de ciertos factores de propagación. Los factores estructurales son la
alta propensión al consumo del sector de población con mayor capacidad
de ahorro; la peculiar canalización de las inversiones y la baja tasa de
capitalización; la inestabilidad e inelasticidad de las exportaciones; la
estructura de las importaciones, determinada por la inelasticidad de la
producción agrícola frente a un aumento de la demanda, derivado del
crecimiento de la población y del ingreso, así como por el desarrollo de
ramas industriales a base de materias primas casi íntegramente impor­
tadas; la estructura del gasto público, que lo hace sumamente inflexible
a las oscilaciones del ingreso interno; la regresividad e inelasticidad del
sistema tributario frente al aumento del ingreso y a su distribución, así
como a su alta dependencia de los impuestos que gravan el comercio
exterior.
Los factores de propagación que se reseñan son los reajustes anua­
les de remuneraciones; el déficit fiscal, financiado de m anera expansio-
nista a base de crédito bancario y colocación de obligaciones guberna­
mentales; la expansión crediticia en función del aumento de precios.
En 1959, Osvaldo Sunkel planteó sus puntos de vista identificando
lo que denominó “presiones básicas o estructurales”, "presiones circuns­
tanciales", "presiones acumulativas" y "mecanismos de propagación".
Analiza entre las presiones básicas la inflexibilidad de la oferta; la redu­
cida tasa de formación de capital, insuficiente para absorber el creci­
miento vegetativo de la mano de obra y los contingentes desplazados de
las actividades primarias; las tendencias al deterioro de la productividad
media de la economía; un sector exportador de productividad extraor­
dinariamente alta, del que se desplaza población a otros sectores de p ro ­
ductividad menor y bastante baja; la inestabilidad, inflexibilidad y regre­
sividad del sistema tributario, por lo que ha sido tradicionalmente inca­
paz de reajustar sus rendimientos a las necesidades de la política de gas­
tos públicos. Dentro de las presiones circunstanciales considera el au­
mento general de remuneraciones por eventos políticos; catástrofes na­
cionales, sismos u otras; aumento de los precios de las importaciones,
como factor exógeno; expansión del circulante en el período bélico; ines­
tabilidad externa y crisis del comercio exterior. Dentro de las presiones
acumulativas considera la orientación de las inversiones; las expectati­
vas, surgidas en la persistencia inflacionaria y que han pasado a form ar
parte de los planes de las unidades económicas; efectos negativos en la
productividad; el sistema de subsidio a las importaciones, que fue posi­
12 Ver Raúl Prebisch “H acia una dinámica del desarrollo latinoamericano” . Fondo de Cul­
tu ra Económica, México, 1963 y “ El falso dilema entre desarrollo económico y estabilidad
m onetaria” , Boletín Económico de América Latina, VoL VI, N’ 1, 196L
13 Aníbal Pinto. “Es posible detener la inflación” . Panoram a Económico, 1956.

— 113

8.—
ble m antener mientras el comercio exterior se expandía, pero que al caer
en crisis agravaron el déficit fiscal; el desaliento de las exportaciones,
por el sistema de cambio fijo. Dentro de los mecanismos de propagación
considera el déficit del sector público; reajuste de sueldos y salarios; y
reajustes de precios, debido a mayores costos 14.
El economista Jorge Ahumada distinguió entre factores econó­
micos, procesos coadyuvantes y factores socio-políticos. Los factores eco­
nómicos son determinados por la inestabilidad de las exportaciones, la
demanda de importaciones para el desarrollo de la industria sustitutiva
y la insuficiencia de la producción agropecuaria; elementos todos que
conducen a una sobrevaluación de la moneda nacional y a posteriores
devaluaciones con sus impactos sobre el costo de la vida y la elevación
del costo de producción. Los procesos coadyuvantes están radicados en
los ingresos y gastos públicos, en las remuneraciones y en los medios
monetarios. Los factores socio-políticos provienen de la conjunción de
de grupos sociales con instrumentos defensivos ante los efectos del pro­
ceso inflacionario.
Carlos Matus 15 distingue, por su parte, entre "desequilibrios es­
tructurales”, “presiones básicas”, “mecanismos de resistencia” y "me­
canismos de propagación”. Identifica como desequilibrios estructurales
el hecho de que la inflación es una exteriorización de claros desequili­
brios reales que van más allá del velo monetario, que envuelve y esconde
las transacciones y estructura física de la economía. Las causas de los
desequilibrios reales se encuentran generalmente en problemas de estruc­
tura social y política. Presiones básicas son las incompatibilidades fun­
damentales de una economía que deben resolverse en contra o a favor
de determinados grupos de sectores, dando lugar a la creación de me­
canismos de resistencia o de defensa de los sectores afectados. Mecanis­
mos de resistencia son las formas que toma la lucha entre los grupos
sociales por descargar en otros el peso de una baja en el ingreso real o
la postergación de un aumento, son la expresión de la organización y ca­
pacidad de lucha de los grupos. Mecanismos de propagación son las vías
por las cuales se soluciona temporalmente la lucha entre los sectores, o
la forma en que se hacen aparentemente compatibles las metas reales
de los diferentes grupos, como los medios de pago, déficit fiscales, rea­
justes de sueldos, devaluaciones, ajustes de precios, etc.
Jaime Barrios desarrolló el enfoque de Henri Aujac 16 y explicó la
inflación como consecuencia de la lucha de grupos sociales 17. El autor
de este trabajo, siguiendo el plantamiento de Henri Aujac y Jaime Barrios,
planteó en 1958 diversas categorías para el análisis de la inflación chi­
lena 18, las deformaciones en la estructura social y económica, las pre­
siones inflacionarias básicas y los mecanismos de propagación.
Las deformaciones de la estructura social y económica surgen de
la distribución de la propiedad y de la correlación de fuerzas sociales,
14 Ver Osvaldo Sunkel “La inflación chilena un enfoque heterodoxo” . El Trimestre Econó­
mico, N9 100, pp. 570-599, México, octubre-diciembre de 1958.
is Véase Carlos Matus Romo, apuntes del curso “Método y Análisis de Política Económica” ,
del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, versión 1964.
16 Ver Henri Aujac “Une Hypothese de travail: L’inflation, conséquence monetaire du com-
portement des groupes sociaux” , Economie Appliquée (abril-junio de 1950); en Internatio­
nal Economic Papers, N? 4.
17 Ver Jaim e Barrios: “La inflación chilena como consecuencia de la agudización de la
lucha de clases derivada de desequilibrios estructurales” . Mimeografiado, Santiago, 1958.
18 Ver Gonzalo M artner “La inflación chilena en el pensamiento y en la acción” . Panorama
Económico, 19 de julio de 1958.

114 —
del grado de organización de los intereses antagónicos, del desnivel en la
distribución del ingreso nacional, factores todos los cuales orientan los
recursos productivos hacia ocupaciones que dan origen a una estructura
económica inorgánica. Esta asignación defectuosa de los recursos pro­
ductivos, que impide el aprovechamiento de las tierras, las minas, las
selvas, etc., genera desequilibrios de crecimiento de las ramas de la pro­
ducción. Estos desequilibrios originan las “presiones inflacionarias bá­
sicas”, a las cuales, en América Latina, se suman los que derivan del co­
mercio exterior y la agricultura. Estas presiones básicas se propagan por
todo el cuerpo económico a través de ciertos mecanismos como el fiscal,
monetario, cambiario, etc. Este esquema lo apliqué en 1961 para analizar
la experiencia de Bolivia entre 1950 y 196019.
El enfoque estructuralista fue sistematizado también por el eco­
nomista venezolano Héctor M alavé20 identificando tres elementos signi­
ficativos: las presiones generadoras, los mecanismos monetarios o pro­
pagadores, y los factores correctores. Esta distinción, “acorde con la dia­
léctica de las relaciones causales, permite asignar a cada uno de los ele­
mentos mencionados su verdadera importancia en el diagnóstico estruc­
tural de la inflación. Sólo en tal forma las relaciones esenciales de la in­
flación pueden diferenciarse de sus conexiones externas y superficiales”.
"Las presiones generadoras y los mecanismos monetarios o pro­
pagadores son, respectivamente, la fuente y la manifestación del proceso
inflacionario. Las primeras conforman el elemento de la causalidad ac­
tiva, las fuerzas genéticas del desarrollo del proceso; los segundos cons­
tituyen la forma y el modo de desenvolvimiento del mismo. Aquéllas se
identifican como las causas que, en diferentes planos, engendran la in­
flación; los segundos, como la condición que constituye el medio y la
situación en que el proceso inflacionario existe y se desarrolla. Las pre­
siones generadoras y los mecanismos monetarios difieren en que las pri­
meras tienen rango primario, carácter propio y movimiento autónomo,
en tanto que los segundos poseen rango secundario, carácter subordi­
nado y movimiento inducido”.
Cabe hacer notar que algunos economistas anglosajones han ex­
puesto el pensamiento estructuralista a través de valiosos trabajos entre
los que se destacan los de Dudley Seers, Joseph Grunwald, David Félix
y otros 21.
Puede decirse que el pensamiento estructuralista, formulado para
interpretar la inflación, continúa aún desarrollándose en América Latina
y que es creciente al interés de los centros académicos de otras áreas por
conocer sus fundamentos.
En el terreno de las experiencias prácticas, el estructuralismo ha
sido contrapuesto a los enfoques que explican la inflación como un fenó­
meno esencialmente monetario y financiero y que han dado lugar a nu­
merosos programas de estabilización. Respecto de las ventajas de uno y
19 Ver Gonzalo M artner “ Un análisis estructural de la inflación en Bolivia” , El Trimestre
Económico, N? 116, México, octubre-diciembre de 1962.
20 Ver Héctor Malavé “Análisis estructural de la inflación” . El Trimestre Económico, N’ 139,
México, 1968.
21 Ver el trabajo de Seers “La teoría de la inflación y el crecimiento en las economías sub­
desarrolladas: la experiencia Latinoamericana. El Trimestre Económico XXX, 3, México,
1963. Ver además “La Escuela Estructuralista, estabilización de precios y desarrollo eco­
nómico: El caso chileno” , por Joseph Grunwald, en El Trimestre Económico, N* 111, vol.
XXVin. “ An Altemative View of the M onetarist-Structuralist Controversy”, por David
Félix, en Latin American Issues. Véase también “Structural Imbalances. Social Conflict
and Inflation” , por Félix, en Economic Development and Cultural Change, enero de 1960.

— 115
otro planteamiento la controversia continúa abierta y tom ará tiempo al
poder precisar la validez de una y otra escuela.

E l enfoque estructural del desarrollo

Si bien el método estructuralista ha sido más ampliamente apli­


cado al estudio de la inflación, no es menos cierto que en form a más res­
tringida se le ha venido empleando para examinar los problemas del sub-
desarrollo y el estancamiento en América Latina.
A nuestro juicio, los estudios realizados en Latinoamérica han de
ser completados en el futuro con enfoques acerca de la forma cómo Amé­
rica Latina realiza el aprovechamiento de su espacio económico y esti­
mula la formación y crecimiento de sus polos de desarrollo, a través de
una infraestructura que ha entrado en crisis22. Otro aspecto en el que
habrán de realizarse estudios es en el relativo a un mejor conocimiento
de los diversos estadios de desarrollo en que se encuentran los distintos
países latinoamericanos y de cuales son las políticas y estrategias ade­
cuadas para producir cambios de estructura, acordes con dichos estadios.
Con respecto al enfoque del desarrollo en relación a los distintos
estadios por que atraviesan los países latinoamericanos, el autor de este
trabajo sostiene la tesis de que no es posible percibir la problemática de
la región latinoamericana en forma más precisa si no se examinan las
características típicas que cada país latinoamericano tiene de acuerdo
al estadio de desarrollo por que atraviesa. El análisis realizado hasta aho­
ra ha enfatizado más lo que se podrían llamar las características comu­
nes o generales de los países de América Latina a nivel regional.
En verdad el desarrollo es un proceso histórico que se da en un
contexto de carácter internacional en que, no por casualidad, coexisten
áreas desarrolladas y áreas subdesarrolladas. Ya se ha insistido suficien­
22 Con respecto a la tesis del desarrollo especial de América Latina, se h a sostenido que “la
región latinoamericana se ha desarrollado volviendo las espaldas a su espacio interior y
localizando su actividad económica principal en las proximidades de las costas. Y esto ha
sido así, principalmente por dos razones, de las cuales sólo una mantiene muy parcial­
mente su vigencia. La prim era razón, se refiere a las dificultades atribuíbles a las enfer­
medades tropicales y por lo tanto, a las grandes inversiones necesarias p ara conquistar
el interior central de América. La segunda, alude al hecho que el desarrollo “dependien­
te ” y “ colonial” , inducido desde afuera, como lógica consecuencia tenía que ubicarse
sobre el litoral p ara reducir al mínimo sus costos de transporte hacia los centros más
desarrollados del extranjero” . Se sostiene que la estrategia de desarrollo cuya idea-fuerza
fue la sustitución de importaciones y se conoce en América Latina como “ desarrollo hacia
adentro’, no deja de transparentar una contradicción si se tiene en cuenta que muy es­
casos polos interiores de importancia surgieron como consecuencia de esa política. El con­
tinente siguió y sigue dándole, por un desarrollo de tipo vertical-costero, las espaldas a
su realidad interior. La lógica indicaría que a una estrategia de desarrollo hacia afuera
tenía que corresponder un modelo de desarrollo vertical, es decir, la intensificación pre­
ferente de la economía en las áreas costeras. En cambio, el “desarrollo hacia adentro”
se supone que tendría que originar progresivamente un modelo de desarrollo horizontal,
es decir, un tipo de crecimiento con mucho m ás énfasis puesto en la expansión del espacio
económico ocupado y la conquista entre otras áreas del interior de América Latina me­
diante el desarrollo de “polos interiores de desarrollo” .
“Analizar las ventajas y los problemas del desarrollo vertical versus el desarrollo ho­
rizontal tiene grán importancia para la definición de una estrategia de desarrollo p ara
. América Latina. Si se habla de desarrollo vertical versus desarrollo horizontal, ello debe
entenderse sólo en el plano del análisis conceptual, pues en términos de aplicación a la
realidad Latinoamericana, ambos tipos de desarrollo tendrán que ser complementarios,
pero con una diferenté dosificación de énfasis en uno u otro sentido” . Ver Carlos Matus
“El desarrollo del interior de América Latina: tesis fantasiosa o interrogante fundamen­
ta l?", documento interno de ILPES, 1967.

116 —
temente acerca de este punto, pero lo que parece no haber sido
rado es el problema de identificar las características que las economías
atrasadas tienen en cada estadio de desarrollo.
Explorando exclusivamente en el campo económico y a falta de
otros indicadores globales mejores, los economistas dividen los países
subdesarrollados según su nivel de ingreso por persona. Hecha esta dis­
tribución aprecian distintos estratos: hay economías primitivas de un
nivel de ingreso muy bajo, otras que son semi-primitivas, o sea que ya
han incorporado algunos elementos de desarrollo; otras que son econo­
mías pre-industriales; y otras que ya han comenzado el proceso de in­
dustrialización.
En las economías primitivas, que convencionalmente hemos defi­
nido como aquéllas de menos de 80 dólares per cápita, predomina un
sector agropecuario que ocupa entre un 70 y 90 por ciento de la fuerza
de trabajo y grava entre el 60 y 90 por ciento del producto bruto. En este
estadio se encuentran países como Afganistán, Chad, Etiopía, Nigeria,
Uganda, Tanzania y otros países.
Hay economías de más de 80 y hasta 250 dólares donde ya apa­
recen nuevos sectores productivos, como la construcción, la manufactura
y los servicios, en los que la agricultura pierde importancia relativa
(ocupa ahora entre el 30 y 60 por ciento del producto interno bruto); es
el caso de Paraguay, Bolivia, Haití, Sudán, Egipto, Camerún, Mauritania,
Birmania, Ceylán, Malasia, Cambodia, Tailandia, India, Pakistán, etc.
En etapas siguientes, cuando las economías sobrepasan los 250
dólares por persona y llegan hasta los 500, se acentúa el desarrollo de la
manufactura, la minería, la energía, los transportes, la construcción y los
servicios, disminuyendo el sector agropecuario a menos del 30 por ciento
del PBI (producto interno bruto); es el caso de Chile, Colombia, Mé­
xico, Costa Rica, Grecia, España, Líbano, Turquía, etc.
Ya en etapas más avanzadas, el sector agropecuario suele represen­
ta r desde un 15 a un 7 por ciento del PBI y el sector manufacturero y
los servicios ocupan entre 50 a 70 por ciento; es la situación de Bélgica,
el Reino Unido, Suecia, Australia, Alemania Occidental, Italia, Francia y
Estados Unidos. Pero el desarrollo no necesariamente ha de significar
el predominio de la industria y ser éste el único elemento de análisis del
crecimiento. En Estados Unidos la industria manufacturera da trabajo
a un 25 por ciento de la población activa (menos que Inglaterra), pero
su ingreso per cápita es superior al de Inglaterra. Se sabe que Canadá,
Estados Unidos, Nueva Zelandia y Suecia tienen una proporción mayor
de su población en la agricultura que Inglaterra, pero no obstante su in­
greso per cápita es mayor. Los niveles de productividad pueden alterar
el cuadro y ser necesario analizar factores no tan fácilmente mensurables.
La necesidad de tipificar los diversos estadios de desarrollo es cada
vez más urgente. La integración de todos estos enfoques perm itiría tal vez
la formulación de algunos elementos para configurar lo que podría deno­
minarse una teoría general del desarrollo, que identifique las estructuras
y la dinámica de los cambios en el proceso del crecimiento.

Formulación de una teoría general de desarrollo nacional

La inquietud intelectual de muchos interesados en los problemas


del desarrollo de las áreas atrasadas, los ha ido induciendo a la búsque­
da de una teoría que sea capaz de dilucidar la cuestión de cómo lograr

— Í17
que el poder político se transforme y permita alcanzar un desarrollo
nacional acelerado 23.
La idea de desarrollo nacional involucra que el estado-nación debe
procurar la plena explotación de sus recursos, a través de la formación
de una infraestructura propia, de cuadros técnicos, de una industria na­
cional, etc., que gradualmente alteran la dependencia de las economías
atrasadas de las economías extranjeras dominantes. Se trata en suma,
de un desarrollo interno, orgánico, que sea capaz de construir el sistema
económico nacional, haciéndolo razonablemente independiente en su fun­
cionamiento.
El desarrollo nacional es la consecuencia del desarrollo de proce­
sos íntimamente conectados, a saber, el político, el económico, el social,
y el cultural. El desarrollo nacional, entonces, está dado por la expan
sión de cada una de estas esferas y por el grado de "participación” de
los habitantes de un territorio dado en estos procesos.
El proceso político se da en un conjunto de estructuras y a través
de papeles que conducen a los individuos a procesos integradores. Den­
tro de él es fundamental la existencia de una maquinaria para la adop­
ción de decisiones, que deben ser implementadas por la burocracia ad­
ministrativa.
La participación de la población en el proceso se obtiene de diver­
sas maneras; no sólo basta darle chance de votar periódicamente sino de
integrarse al sistema de tom a de decisiones a través de partidos, sindica­
tos, gremios, agrupaciones especializadas, organismos de promoción po­
pulares, etc.
El proceso económico se da a través de un conjunto de relaciones
productivas que resultan de la organización que se haya adoptado para
la producción y distribución de bienes y servicios. El desarrollo econó­
mico se logra en la medida en que aumenta la producción por persona.
La participación de la población se da en varias formas en la medida en
que el proceso es capaz de crear empleos para la fuerza de trabajo y de
distribuir los bienes y servicios en forma justa dando posibilidades de
satisfacer sus necesidades básicas a la población. En América Latina el
proceso económico será vinculado a las economías extranjeras dominan­
tes y su desarrollo ha excluido a grandes masas de población que viven
a un nivel de subsistencia. Tampoco la maquinaria económica tiene ca­
pacidad para extender la tecnología moderna a los varios niveles del pro­
ceso económico. La maquinaria económica, por lo general, está desar­
ticulada e incompleta y carece de capacidad para explotar enormes re­
cursos naturales y dar ocupación a la población.
El proceso social incluye el conjunto de relaciones de los individuos
entre sí, entre éstos y los grupos, y entre los grupos que éstos forman,
llámense clases sociales, gremios, tribus, sindicatos, y otras formas de
organización. El grado de participación del individuo en estos grupos y
de estos grupos en el conjunto de la sociedad depende del grado de “co­
municación” existente entre ellos. Si un grupo social, por ejemplo, una
tribu indígena, detenta exclusivamente valores particularistas, es muy
difícil que pueda comunicarse con otros grupos sociales, por ejemplo,
partidos políticos que sostengan valores más universalistas. El desarro­
llo social se produce, por la socialización, como consecuencia de la movi­
lización y de la democratización de los grupos sociales. El cambio social

23 Osvaldo Sunkel: “Política nacional de desarrollo y dependencia externa” , Estudios Inter­


nacionales, Vol. I, N? 1.

118 —
se mide a través de las tasas de urbanización, industrialización, secula­
rización, democratización, extensión de la educación, etc.
Identificados algunos rasgos de los procesos políticos, económicos
y sociales procede precisar cómo estos procesos integrados conducen al
desarrollo nacional. Este se alcanzaría en la medida que se acentúe la
acumulación, se mejore el nivel de productividad, se distribuya mejor
el ingreso, la población logre "participar’’ en el proceso de desarrollo; se
amplíe la "comunicación” entre la población y el poder político, se reem­
placen valores particularistas por valores universalistas, se aumente las
tasas de urbanización, industrialización, secularización, democratización,
educación, etc. El desarrollo nacional implica, pues, rom per los patrones
existentes de vida y su reemplazo por patrones nuevos; creados dentro
de un contexto socio-cultural progresivo que no se limite a injertar mo­
dalidades foráneas, sino que a crear nuevos moldes auténticos de vida.
Implica la consolidación de los procesos político, económico y social
propios, con capacidad para funcionar por sí mismos.
Una teoría del desarrollo nacional ha de lograr una integración de
los enfoques de la teoría política, sociológica y económica, dentro de un
contexto histórico determinado. Su objeto es esencialmente interdisci­
plinario. Ella procura formular los principios y los métodos para hacer
posible la interpretación del funcionamiento de los procesos indicados y
señalar, sobre esta base, la estrategia de una política de desarrollo nacio­
nal, apoyada por un conjunto de decisiones normativas, de organizaciones
y de decisiones operativas.
Y la estrategia para lograr el desarrollo nacional ha de contem­
plar los objetivos o propósitos básicos tendientes a modificar los proce­
sos políticos, económicos y sociales, a través de ciertas etapas o fases,
que habrán de variar según las condiciones históricas vigentes. Pero los
grandes propósitos y etapas fijados en la estrategia requieren de me­
canismos sociales y decisiones normativas que permitan su ejecución. Y
de decisiones operativas para hacer funcionar los mecanismos dise­
ñados.
La política de desarrollo nacional es, en resumen, una disciplina
totalizadora de principios, métodos e instrumentos destinados á racio­
nalizar las decisiones del poder político encaminadas a provocar cam­
bios en los procesos mecionados con vistas a provocar el desarrollo
nacional. La política de desarrollo nacional es una herram ienta para
provocar el cambio social deliberado, inducido.
Este cambio puede lograrse por distintos caminos según se trate
de sistemas económicos de tipo capitalista o socialista. En efecto, el
sistema económico es el que crea el contexto a través del cual se ejecuta
la política de desarrollo nacional. Para provocar el desarrollo nacional
se pueden elegir la vía capitalista, la vía no capitalista y la vía socialista.
A través de la prim era los medios de producción pertenecen al sector
privado en forma predominante, aunque algunos recursos están en ma­
nos del Estado. En la vía no capitalista, que es una etapa de transición,
comienzan a incorporarse en forma creciente medios de producción a
la esfera del estado. Y la vía socialista los recursos productivos están
en su mayor parte bajo control estatal, el cual orienta y ejecuta la po­
lítica de desarrollo. Naturalmente que cualquiera que sea la vía que se
elija, en una economía atrasada, emerge como un problema central, a di­
ferencia de lo que ocurre en las economías desarrolladas, el problema
de la formación del sistema económico y de cómo hacerlo funcionar.
Es decir la tarea de construir la infraestructura y echar las bases indus­

— 119
tríales ha de ser enfrentada por un país subdesarrollado como tarea pri­
mordial, en sus estadios iniciales.
La política de desarrollo nacional, como se dijo antes, ha de im­
pulsar un tipo de desarrollo basado en la explotación de los recursos
naturales nacionales, en beneficio de la población del país, ocupando
el esoacio económico interior, creando una infraestructura capaz de
movilizar los recursos naturales y que apoye un proceso creciente de
producción agrícola, minera o industrial. Para lograr los propósitos an­
teriores, se requiere de una organización racional que facilite estos pro­
cesos y la capacitación, en el proceso, de los recursos humanos, con vis­
tas a ser utilizados funcionalmente durante el curso del proceso. Ya no
se trata, en suma, de construir carreteras, dar educación, etc., per se,
es decir, sin una intención final. Se trata de crear ciertos principios
centralizadores, que permiten introducir un desarrollo con intención.
Naturalmente el desarrollo ha de provocarse para satisfacer las
necesidades de la mayoría de la población dentro del contexto de un
conjunto de reformas estructurales planeadas. El reparto justo de los
frutos del desarrollo es, en este esquema, el elemento dinamizador de la
política de desarrollo. Se trata de un esfuerzo nacional tras el objetivo
de retener para el país los excedentes generados por la economía de un
país, y de distribuirlos en beneficio de las mayorías.
Por ello el modelo de desarrollo nacional procura lograr la inde­
pendencia económica, evitando que los recursos internos no sean usados
en beneficio del país. Pero lograr esto implica una serie de fases en el
proceso de desarrollo en virtud del cual el sistema se capacita para los
fines propuestos. En una prim era etapa, puede comenzar por estimular
un sector exportador dinámico y diversificado en cuanto a sus produc­
tos y mercados de ventas; utilizar los excedentes generados (divisas)
en la importación de bienes de capital, combustible, etc. y financiar la
construcción de una infraestructura diseñada no sólo para facilitar la
salida de sus materias primas sino que encaminada a lograr la inter­
conexión del espacio económico nacional y a crear energía, provisión
de agua y servicios básicos. A través de la apertura de fronteras, va
abriendo las posibilidades de un desarrollo más acelerado posterior­
mente.
La creación de infraestructura tiene un propósito, una intención,
hacer posible el proceso productivo. Si ella no sirve a la explotación de
los recursos agrícolas, forestales, pesqueros, mineros, etc. su justifica­
ción sería en función de prestar servicios finales de consumo, de ahí la
conveniencia de graduar la creación de infraestructura con el apoyo si­
multáneo a los sectores productivos básicos y a la prestación de servi­
cios. No se tra ta de construir infraestructura sólo para inducir desarro­
llo; al revés, ella se va construyendo simultáneamente con el aparato
productor, en torno a polos de desarrollo.
El desarrollo nacional implica cambiar moldes educativos, cos­
tumbres y actividades; la educación refleja y sistemática debe orientar­
se a form ar cuadros que las condiciones objetivas del desarrollo hacen
necesarios. No se trata tampoco de dar educación per se, ni cualquiera
educación; se ha de dar educación para apoyar el esfuerzo de desarrollo
nacional, capacitando personal en tareas útiles para el desarrollo, en
las etapas que este cruza.
En seguida, el desarrollo nacional comienza a pasar de una etapa
a otra. Parte del esfuerzo agropecuario se orienta a la mayor produc­
ción de alimentos y materias primas para la exportación, el consumo y

120 —
la industria. La industrialización que se realiza, en una prim era fase,
con el propósito de sustituir importaciones, comienza por lo general con
la creación de industrias tradicionales (textiles, calzado, etc.); sigue con
la industria pesada, (cemento, química, etc.), y se continúa con Iá de
bienes de capital (equipos, maquinaria, etc.) procurándose en todo el
aparato industrial la integración de los procesos.
El desarrollo va robusteciéndose progresivamente; a medida que
crece el ingreso pueden movilizarse más excedentes y aumetarse la acu­
mulación. Un dinamizador básico es, pues, un creciente volumen de aho­
rro de origen interno que se orienta hacia inversiones seleccionadas. Se
procura conformar un patrón de inversiones nacionales adecuado a la
estrategia general de desarrollo postulada. Naturalmente, este patrón
de inversiones puede ser apoyado con recursos externos que no lo alte­
re, no se desvirtúen sino que lo robustezcan en su intencionalidad global.
No hay pues un patrón de inversiones óptimo per se; ha de adecuarse
al estadio de desarrollo por que atraviesa un país y constituye la viga
m aestra para pasar de un estadio a otro. En las primeras etapas las in­
versiones se concentran, por lo general, en infraestructura y luego en
los sectores productivos y sociales.
En todo el curso del proceso, se va produciendo un cambio social
interno; de una sociedad rural y muy estratificada, se va pasando a una
sociedad donde aparece un sector urbano, moderno y creciente. Al cabo
de algún tiempo, la población se habrá desplazado del campo a la ciu­
dad y se habrán creado en las ciudades necesidades de dar vivienda
y proporcionar equipamiento urbano a una población creciente.
El mecanismo económico habrá de ir creando posibilidades de
ocupación útil a la población, incorporando tecnologías que ofrezcan
trabajo. Se puede estimular la incorporación de alta tecnología en acti­
vidades destinadas a las exportaciones y en actividades de apoyo a sec­
tores rezagados. Pero en toda una esfera de la producción y en la infra­
estructura procedería incorporar técnicas que permitan la intensidad
de uso de mano de obra. Por ejemplo, la construcción de carreteras,
tranques, represas, viviendas, etc., pueden hacerse con gran intensidad
de mano de obra. Algunas industrias livianas y pesadas también podrían
utilizar tecnologías de esta clase.
El desarrollo nacional busca la autosuficiencia del sistema eco­
nómico, su creciente independencia frente a potencias dominantes y la
capacidad de autogenerar su desarrollo. Esto no implica el aislamiento
frente al resto del mundo; será necesario aumentar las exportaciones
e im portar más, pero el fruto de esta actividad quedará en el sistema y
con ello podrá vigorizarse interiormente. El desarrollo nacional puede
dar una auténtica y sólida capacidad de negociación a un país en el cam­
po internacional, pasando de ser país-sucursal a ser país-sujeto. El pro­
ceso de desarrollo nacional ha de sostenerse en la medida en que se in­
troduzcan reformas estructurales que hagan posible movilizar el exce­
dente real y potencial de la economía.
Con lo expuesto anteriormente se habrá podido visualizar que una
teoría del desarrollo nacional es algo mucho más amplio que una teoría
del crecimiento económico. En general, el avance que se ha observado
en los centros académicos de países desarrollados se refiere principal­
mente a la formulación de modelos de crecimiento y no tanto a modelos
de desarrollo nacional. La diferencia entre uno y otro estriba en que en
los primeros se trabaja principalmente con variables económicas, dando
especial énfasis a la inversión, en tanto que en los segundos se trabaja
— 121
con variables económicas, sociales y políticas, dentro de un esquema
histórico, en las que se enfatiza no solamente el excedente para inver­
siones sino que el comportamiento de las estructuras económica, social,
política y cultural.
En cierta medida se va agrandando la diferencia entre los d en ­
tistas sociales preocupados del desarrollo nacional y los economistas
preocupados del problema del crecimiento económico, el que se visua­
liza fundamentalmente preocupado de la inversión y de los proyectos
concretos en los que se materializa el esfuerzo de crecimiento. Así como
frente a la inflación se ha producido una brecha entre "estructuralistas”
y "m onetaristas”, frente a los problemas del desarrollo existe también
una brecha intelectual entre los "desarrollistas” y los "proyectistas”.
Cabe señalar, también, que dentro de los técnicos preocupados
por el desarrollo nacional existen diversas corrientes según si postulan
el desarrollo por la vía capitalista, la vía no capitalista y la vía socialista,
a las que ya se hizo referencia.
La teoría del desarrollo nacional ha de basarse en el método es­
tructuralista. Esto significa decir, siguiendo a Jean Pouillon 24 que ha de
haber un enfoque de totalidad y de interdependencia, Como ha dicho
Jean Paul Sartre "el estructuralismo consiste en tom ar en todo caso la
actitud totalizadora” 2S.
En consecuencia, una teoría del desarrollo nacional habrá de sur­
gir a través de un enfoque totalizante en el que se analizan los proble­
mas de la estructura y del cambio.

Análisis del subdesarrollo y del estancamiento


Conviene a esta altura, utilizar las ideas planteadas antes para
presentar un esquema de análisis del subdesarrollo y estancamiento de
América Latina, bajo el enfoque estructuralista.
Este esquema metodológico representa un esfuerzo que el autor
hace para sistematizar un diagnóstico de la problemática del desarrollo
de América Latina, a la luz de los conceptos ya expuestos sobre el de­
sarrollo nacional y dentro de una perspectiva global. El estructuralismo
desde el punto de vista metodológico, se ha desarrollado principalmente
en relación a los estudios de inflación, pero no con respecto a la proble­
mática dél desarrollo latinoamericano. La visión que se dará a continua­
ción se basa en un enfoque pragmático, de contacto directo con la rea­
lidad que percibe el observador en terreno. Se basa en la idea expuesta
por Sartre de que “la estructura sólo puede comprenderse por la praxis”.
El análisis estructural del desarrollo procura analizar un sistema
de relaciones dentro de una visión de totalidad26 que comprenda cate­
gorías sociopolíticas y económicas. Estas categorías conforman tres as­
pectos básicos que pueden considerarse para analizar los problemas del
desarrollo: los factores condicionantes del desarrollo (o estructurales),
los mecanismos impulsores de desarrollo y los mecanismos obstaculiza-
24 Ver Pouillon. “Presentación: “ Un ensayo de definición” en Problemas del Estructuralis­
mo, Siglo XXI, México, 1966.
25 Citado por Pouillon,, obra citada p. 5.
26 Al respecto S artre ha dicho: “ el estructuralismo es por esencia totalizador y lo que
tra ta de totalizar no son necesariam ente simetrías, recurrencias, sino también oposi­
ciones y desequilibrios, no p ara desvanecerlos sino p ara comprender el vínculo que los
sostiene” . Citado por Pouillon, obra citada, p. 16.

122 —
dores del desarrollo. Del juego de estas categorías se produce "una re­
sultante” que muestra la situación en que se encuentra el proceso de
desarrollo, en un momento dado27.

Los factores condicionantes del desarrollo


Estos son constantes que derivan de la estructura económica, so­
cial y política de un país o región, y que influyen decisivamente sobre el
proceso de desarrollo. Naturalmente, estos factores no están siempre
a la vista y es preciso descubrirlos, investigando lo subyacente en el
sistema económico. Por lo general, los aspectos estructurales que con­
dicionan el desarrollo son invisibles y muchas veces difíciles de men­
surar en toda su magnitud. Para comprenderlos se requiere del análisis
cualitativo e interpretativo, a partir de los datos disponibles, muchas
veces insuficiente. Este tipo de análisis procura destacar "lo relevante”,
lo esencial, dejando de lado la cuantificación de lo que es secundario.
En este sentido, es un análisis intencionado en busca de un diseño de
una imagen de los factores estructurales.
Los factores estructurales que son más frecuentes en los países
latinoamericanos, en la época actual son la resultante de factores condi­
cionantes, impulsores y frenadores que actuaron en etapas pasadas y
son aspectos como: una gran potencialidad del espacio económico; un
rápido crecimiento demográfico inorgánicamente distribuido en el es­
pacio económico; una pronunciada dependencia externa; cierta incapa­
cidad secular para crear una tecnología propia adaptada a la constela­
ción de recursos disponibles; una deformada organización económica;
un elevado grado de concentración de la tierra, las fábricas, y los recur­
sos naturales; escasez de capital social técnico; desequilibrio entre los
estratos de desarrollo; estratificación social muy pronunciada y de gran
rigidez; integración en los bloques económicos mundiales. Por cierto, la
intensidad de la presencia de estos elementos es variable y no concu­
rrente en toda la región y en cada país.
Los factores estructurales mencionados influyen sobre ciertos me­
canismos institucionales, sociales y económicos que expanden y propa­
gan en su dinámica a la vida económica, social y política de cada país.
Estos mecanismos ponen en movimientos excedentes económicos y los
asignan a distintos usos que expanden el sistema en su conjunto o par­
cialmente.
Algunas de las fuerzas dinamizadoras del desarrollo que han
tenido vigencia en muchos países latinoamericanos son, por ejemplo, los
aumentos de las exportaciones y de la capacidad para importar; el creci­
miento del gasto público y de las inversiones nacionales; el proceso de
industrialización en función de la sustitución de importaciones; los cam­
bios en las actitudes de los grupos sociales; la absorción de tecnologías
avanzadas; la ampliación de los mercados internos, la expansión de
fronteras económicas, el mejoramiento de los stándares educacionales,
etc. Estos mecanismos actúan con distinto grado de intensidad en cada
proceso de desarrollo y por lo general no operan simultáneamente con
la misma velocidad en cada estadio de desarrollo o época. El apoyo a una
fuerza dinamizadora de las mencionadas es una “alternativa” de desa­
rrollo y la relación de una alternativa o de un conjunto combinado de

27 Este análisis excluye el caso de Cuba.

— 123
ellas, configura un "patrón de desarrollo”; así se suele hablar del patrón
de desarrollo hacia afuera, cuando se enfatiza la alternativa de creci­
miento de las exportaciones.
Los mecanismos obstaculizadores frenan los impulsos de desarro­
llo, exterminándolos, contrarrestándolos, conduciendo a tasas de creci­
miento menores que las esperadas o al estancamiento. Los mecanismos
frenadores del desarrollo suelen ser el lento crecimiento del comercio
exterior y el deterioro de los términos del intercambio; una mayor pro­
pensión a exportar capitales; un aumento de la propensión a consumir
en el sector público y/o privado; la desnacionalización de las empresas
criollas; la incorporación de tecnologías ahorradoras de mano de obra;
la marginalización de contingentes poblacionales; la desocupación y sub-
ocupación crecientes de mano de obra: la falta de aprovechamiento de
las complementariedades regionales; el desarrollo excesivo del aparato
de comercialización; la concentración del crédito bancario; la estrechez
del mercado interno; la inadecuada estructura del estado; la rigidez del
aparato de dominación, etc. El grado en que estos factores negativos
actúan es también variable y dependen de los factores estructurales ya
mencionados 28.
Las acciones y reacciones que producen los mecanismos impulso­
res y obstaculizadores en el contexto estructural conduce a una situación
resultante: el estancamiento, el desarrollo dependiente, etc.

La concepción de estrategias de desarrollo

Frente a la responsabilidad que tienen los países en vías de desa­


rrollo de acelerar su crecimiento, Ignacy Sachs ha sostenido que "esta
tarea se llevará a cabo con mayor facilidad si estos países extraen las
lecciones adecuadas de su propio pasado, así como de las experiencias
de otros países con mayor desarrollo, que les permita elegir una "estra­
tegia para el desarrollo" que proporcione la forma más segura y menos
costosa, desde un punto de vista social, de movilizar sus recursos huma­
nos y materiales 29.
En América Latina ha venido creciendo el interés por desarrollar
metodologías que permitan formular técnicamente estrategias de desa­
rrollo. En este sentido, Helio Jaguaribe30 ha sostenido la necesidad de
formular "un propósito deliberado y coherente según determinados mo­
delos básicos”. Concibe tres modelos básicos que son viables en las con­
diciones de América Latina y de la mayoría de los países del tercer mun­
do: el nacional-capitalismo; el capitalismo de estado y el socialismo de-
sarrollista.
En América Latina, constituyen modelos del prim er grupo el na­
cional-capitalismo de México, Venezuela y Chile; de capitalismo de es­
tado, Bolivia con el MNR; y de socialismo desarrollista, Cuba con Castro.
Siguiendo a Sachs, podría decirse que en algunos países de Amé­
rica Latina lo que se ha venido buscando es un tipo de "democracia na­
cionalista” y que las estrategias de desarrollo que algunos países han
formulado en ios últimos años se inspiraban implícitamente en la idea
28 Un examen de los factores antes mencionados se h ará posteriormente.
29 Ver Ignacy Sachs “ Obstáculos al desarrollo y planificación” , Ed. Nuestro Tiempo, Mé­
xico, 1967.
30 Ver Helio Jaguaribe “Brasil: ¿Estabilidad social por el colonial-fascismo?” , en “Brasil
Hoy”, Editorial Siglo XXI, México, 1968.

124 —
al asignar al estado un rol principal en la conducción del desarrollo na­
cional, por la vía de un capitalismo de estado de carácter nacionalista31.
Las experiencias que se han obtenido con la formulación de estrategias
de desarrollo en diversos países de América Latina han permitido ir
decantando paulatinamente principios y técnicas para form ular estrate­
gias de desarrollo de largo plazo32.
Vinculando aquellas experiencias y los enfoques estructuralistas
del desarrollo que hemos expuesto en la sección anterior, se podría de­
finir la formulación de estrategias como un estudio que en aproximacio­
nes sucesivas, y partiendo de un diagnóstico interpretativo que vincule
las diversas estructuras imperantes en un sistema económico y social,
establece una imagen-objetivo del nivel de desarrollo al que se quiere
llegar, va analizando las distintas opciones de desarrollo, evaluando sus
ventajas y desventajas, y siguiendo una trayectoria que sea compatible
con una cierta constelación de fuerzas sociales.
Una estrategia de desarrollo significa, en consecuencia, analizar
cualitativamente los factores condicionantes del desarrollo, sean éstos
de origen económico, histórico, político o social; identificar los elemen­
tos o fuerzas estimulantes al desarrollo y que le dan dinámica al siste­
ma; captar y medir los factores que obstaculizan y crean barreras al
desarrollo, y definir la situación resultante a la que se desea llegar, la
que pasa a ser la imagen-objetivo de la situación en el futuro. El análi­
sis examina las alternativas de cambios a introducir, los posibles patro­
nes de desarrollo que la selección de un conjunto de ellas puede confi­
gurar, y la estrategia define una acción a través de “proyectos naciona­
les” encaminados a dar dinamismo a ciertas fuerzas de cambio y a redu­
cir, neutralizar o eliminar las fuerzas obstaculizadoras del desarrollo.
La profundidad en los cambios que se postulen dependerá naturalmen­
te de la capacidad de acción que tengan los grupos que respaldan una
estrategia. Examinaremos a continuación con mayor detalle los distin­
tos aspectos involucrados en el concepto estrategia.
Una estrategia de desarrollo comprende varios elementos funda­
mentales 33. Es preciso, en prim er lugar, conocer a fondo "el punto ini­
cial'', es decir, diseñar una imagen realista de la situación existente en
el presente, para lo cual se realiza un diagnóstico utilizando las cate­
gorías explicadas en la sección anterior y que se concreta en una imagen
"de la situación resultante". En segundo lugar, procede definir una ima­
gen prospectiva del funcionamiento y estructura del sistema económico-
social en el futuro, sea a un plazo de veinte, quince o diez años. Luego,
procede establecer hipótesis acerca de las posibles trayectorias para Ue-
gar desde la situación inicial a la situación final. Para estos efectos, ha­
brán de examinarse las distintas alternativas u opciones que pueden se­
guirse. En cuarto lugar, conviene examinar los posibles "proyectos na­
cionales” de desarrollo que perm itirían hacer viable cada una de las
alternativas. Estos proyectos nacionales pueden ser de tipo económico
(por ejemplo una gran represa hidroeléctrica, un conjunto de carreteras
31 Son conocidos los procesos de desarrollo nacional emprendidos desde el estado par Bis-
m arck y Adenauer en Alemania, por los Meiji en Japón, por Lenin y Stalin en la Unión
Soviética, por Mao en China, por Napoleón III y de Gaulle en Francia, por CromweD en
Inglaterra, y otros ensayos.
32 En América Latina, quien m ás ha trabajado en el diseño de metodologías para formu­
la r estrategias de desarrollo ha sido el economista Carlos Matus, desde el Instituto La­
tinoamericano de Planificación.
33ILPES: “ Reflexiones en torno a los problemas actuales de la planificación en América
Latina” , Santiago, 1968.
troncales, un complejo industrial, etc.), o bien, pueden ser proyectos so­
ciales (una reforma educacional, una reforma institucional, cambios en
la distribución del ingreso, etc.), o bien, proyectos integrados de tipo
socio-económico, como ser una reforma agraria, un conjunto de obras
de propósitos múltiples, u otros. En quinto lugar se requiere de un con­
junto de políticas económicas y sociales básicas que permitan la modi­
ficación del sistema económico-social en cuanto a su institucionalidad
y a los procedimientos de funcionamiento. Conviene examinar breve­
mente algunos aspectos de estas categorías.
Con respecto a la imagen inicial de la estructura y funcionamien­
to del sistema económico-social, ya se ha explicado la riqueza de análisis
que ofrece el método estructuralista aplicado a la problemática del de­
sarrollo.
En relación a la definición de una imagen prospectiva, cabe se­
ñalar que su diseño ha de procurar corregir deficiencias que pueden re­
ferirse a una muy desigual distribución del ingreso, una lenta tasa de
crecimiento, un aumento del desempleo y la marginalización, una amplia
dinámica inflacionista, un aumento de la brecha de desarrollo con otros
países, etc.
Para enjuiciar la imagen pronosticada, resulta de gran utilidad
tener una teoría del desarrollo nacional que facilite identificar aproxi­
madamente para un país el tipo de nivel de desarrollo al que se puede
llegar dentro de diez o veinte años, de acuerdo con el estadio de desarro­
llo en que se encuentra una economía en el punto inicial. Esto no signifi­
ca hacer una proyección automática o mecánica, sino crear puntos de
referencia para enjuiciar la imagen pronosticada y la imagen prospec­
tada, tratando de ser realistas en el diseño del tipo de estructura a la
que se puede llegar. Ya se explicó en una sección anterior en qué con­
sisten algunos de los elementos del desarrollo nacional que habrían de
tomarse en cuenta. Así, por ejemplo, la imagen prospectada para países
en estadios de desarrollo como los que se encuentran Bolivia, Paraguay
y Haití, ha de ser muy diferente a aquélla que se diseñe para países en
estadios de desarrollo como Argentina y Uruguay.
Definir una imagen del nivel de desarrollo que se quiere alcanzar
y del tipo de estructura económica y social que lo hará posible, es fun­
damentalmente un problema de diseño más que de cálculo. Naturalmen­
te, la imagen prospectada ha de incluir ingrediente tecnológicos, econó­
micos, sociales y políticos y basarse en ciertos supuestos o premisas de
desarrollo histórico. El diseño de la imagen es, en consecuencia, tarea
del análisis totalizante acompañado con imaginación y capacidad crea­
dora. No es, en consecuencia, sólo el resultado del cálculo, dicho en otras
palabras, se requiere más que nada un trabajo de "arquitectura del fu­
turo” y menos de una “ingeniería económica”.
El tercer problema es el de determinar una trayectoria de cam­
bios, para llegar desde la imagen inicial a la imagen prospectada. Defi­
nir una trayectoria implica también un análisis interdisciplinario, en el
que habrá que dilucidar el contexto histórico en el que se darán los cam­
bios, precisando los grupos que liderizarán las transformaciones, la fac­
tibilidad socio-política de las reformas, el tipo de liderato que se reque­
rirá y la forma cómo podrá sacar provecho de las contradicciones, la
claridad e implicaciones que presenta el abanico de acciones posibles y
las resultantes que aislada y conjuntamente han de producir. La trayec­
toria se hará posible en la medida en que, a través de ciertos instrumen­
tos (reformas, impuestos, nacionalizaciones, crédito, etc.) manejados

126 —
1

por ciertos entes sociales (el estado, las empresas, los sindicatos, las tri­
bus, las comunidades, etc.) vayan produciéndose transformaciones en
los distintos segmentos del sistema económico, que vayan permitiendo
estimular los factores "propulsores de desarrollo” que se mencionaron
en la sección anterior, y a la vez eliminar o reducir los efectos de los
"factores obstaculizadores”, de manera que la resultante de la combina­
ción dialéctica de estas medidas sea llegar a la imagen prospectada.
Con respecto al problema de seleccionar proyectos nacionales en
torno a los cuales apoyar la trayectoria, cabe señalar que ellos en los
primeros estadios de desarrollo son por lo general de carácter “ desequi­
librante”. Piénsese, en efecto, en las repercusiones desequilibrantes que
tiene en un país primitivo de menos de cien dólares per cápita la cons­
trucción de una gran represa hidroeléctrica, o una gran fábrica de ce­
mento o una industria siderúrgica. Los proyectos nacionales, por lo ge­
neral, simbolizan todo un esfuerzo de inversión que crea una gran ca­
pacidad potencial de desarrollo ulterior. Por ejemplo, han tenido carác­
ter de proyectos nacionales en países subdesarrollados obras como la
represa de Asuán para Egipto, la represa del río Volta para Ghana, la
industria siderúrgica para Argelia, la industria del cobre para Chile, la
construcción de Brasilia para Brasil, la explotación del petróleo para
México, etc. En los países en vías de desarrollo, en consecuencia, es muy
difícil lograr un desarrollo armónico y equilibrado por las propias ta­
reas de construcción del sistema económico a que se ven abocados estos
países. Parece ser que las posibilidades de desarrollo armónico y equili­
brado son más viables para países industrializados, donde ya existe una
gran cantidad de unidades económicas (fábricas, fincas, minas, etc.), y
una infraestructura muy amplia. Finalmente, se precisa de un esquema
de política económica y social que vaya transformando el marco institu­
cional y el funcionamiento del sistema económico.
Como ha podido observarse anteriormente, la riqueza de análisis
que supone la formulación de una estrategia de desarrollo nacional es
enorme y excede muy lejos las capacidades y posibilidades de las cien­
cias sociales compartimentadas.

Crisis de las ciencias sociales compartimentadas

Es necesario a esta altura volver nuevamente a la discusión del


análisis social compartimentalizado contra el análisis totalizante. Ya
en las secciones anteriores se destacó la importancia del análisis totali­
zante dentro de la escuela estructuralista y cómo resulta fundamental
para una teoría del desarrollo nacional y para la formulación de estrate­
gias de desarrollo. Sin embargo, la mayor parte de la enseñanza y de la
investigación en ciencias sociales en la América Latina sigue insistiendo
en un tratam iento de las ciencias sociales como compartimientos es­
tancos.
Conviene a este respecto señalar la opinión de Celso Furtado quien
ha sostenido que "la formación de las modernas sociedades industriales
se comprende más fácilmente al estudiarlas simultáneamente desde el
ángulo del desarrollo de sus fuerzas productivas y de la transformación
de las estructuras sociales y del marco institucional, dentro de los cua­
les operan esas fuerzas. El alejamiento creciente de esos dos enfoques,
causado por la falsa especialización de las ciencias sociales, es respon­
sable por las dificultades que hoy enfrentamos, para plantear los pro­
— 127
blemas de desarrollo, con respecto a los cuales pierden validez los tra­
dicionales criterios que perm itían diferenciar las variables económicas
de las no económicas. Los obstáculos que ese inadecuado enfoque meto­
dológico opone a la captación de una realidad social en cambio, aumen­
tan en el caso del estudio de las estructuras subdesarrolladas, en las
cuales la diferenciación de lo específicamente económico se encuentra
muchas veces en fase no muy avanzada” 34.
La inasistencia en la falsa especialización de las ciencias sociales
ha llevado progresivamente a un callejón sin salida a estas disciplinas
en su capacidad para interpretar los fenómenos del subdesarrollo. Jun­
to a la esterilidad que se viene observando en los hombres de ciencia
que se dedican al análisis social parcelado, se une la alienación de que
hacen gala muchos cientistas sociales para interpretar la realidad lati­
noamericana.
Sectores de clases medias emergentes han tenido acceso a la edu­
cación universitaria y se han especializado en ciertas ciencias sociales
cuyos estudios han perfeccionado en universidades de países desarro­
llados, donde han recibido un entrenamiento muy intensivo en metodo­
logías de medición de fenómenos sociales aislados. Tal es el caso, por
ejemplo, de economistas entrenados en el análisis microeconómico, pero
que carecen de una formación histórica, sociológica y política que les
perm ita ubicar el uso de sus herramientas de análisis en un contexto
más amplio. Cosa parecida ocurre con los sociólogos entrenados en téc­
nicas de encuestas sobre microproblemas y que no dominan metodolo­
gías de análisis macrosocial. Este tipo de especialización conduce a la
incapacidad de interpretación general y a la falta de perspectivas para
hacer análisis que incluyan parámetros y variables económicas, sociales,
políticas y culturales, reduciéndose su labor científica, por lo general,
a la mera cuantificación de lo irrelevante.

Crisis de la " teoría económica” y de los economistas


Es cada vez más patente en los países en vías de desarrollo la
crisis por que atraviesa la teoría económica tradicional, fundada princi­
palmente sobre los principios de la racionalidad y el equilibrio econó­
mico. El principio de la racionalidad económica se basa en la idea de
que los agentes económicos actúan racionalmente, es decir, persiguen
finalidades coherentes entre sí, y emplean medios apropiados para las
finalidades perseguidas. La teoría neoclasista, con base en estos plantea­
mientos, ha sostenido la existencia de un empresario racional, un con­
sumidor racional, un mercado racional, etc., en los que las decisiones
se adoptan a través de un razonamiento que evalúa las ventajas y des­
ventajas de sus decisiones. Estos conceptos han sido suficientemente
refutados por Oscar Lange35 y otros economistas.
En torno a la idea de racionalidad económica, Godelier sostiene
que “a prim era vista, otras palabras se congregan en tom o a los tér­
minos racionalidad económica> como si estuvieran atraídas unas hacia
otras en un campo semántico común: eficacia, eficiencia, rentabilidad,
rendimiento, productividad, minimización de costos, utilidad máxima,
satisfacción máxima, decisión óptima, elección, cálculo, previsión, ges­
34 Ver Celso Furtado: “ Subdesarrollo y estancamiento en América L atina” , Eudeba, Ed.
Univ. de Buenos Aires.
35 Ver Oscar Lange: “ Economía Política” . Fondo de Cultura Económica. México, 1962.

128 —
tión y organización del trabajo, de la empresa, de la rama, de la econo­
mía nacional, desarrollo, crecimiento equilibrado, progreso, reparto, jus­
ticia, etc. Se percibe fácilmente el vínculo que existe entre temas como
eficacia, rendimiento, utilidad, satisfacción y bienestar, pero la cadena
se rompe cuando se plantea la siguiente pregunta: ¿En beneficio de
quién se busca la eficacia?” 36. Sin duda, Godelier ha puesto el dedo en
la llaga al plantear la pregunta transcrita, pues los economistas tradi­
cionales parecen más interesados en los problemas de eficiencia en las
unidades productivas que en los problemas generales del reparto de los
frutos del desarrollo. Para ellos, lo im portante está en hacer crecer la
economía, aumentando la inversión e introduciendo innovaciones tecno­
lógicas que maximicen el ingreso. En general, su enfoque tiende a ser
de carácter microeconómico.
Pero para los países en vías de desarrollo, el problema funda­
mental no es tanto el de la eficacia por sí misma en las unidades produc­
tivas ya existentes o por crearse, sino que más bien el problema de mo­
vilizar el excedente económico potencial de la economía, a fin de cons­
tru ir con independencia el sistema económico, con vistas a satisfacer las
necesidades de la mayoría de la población. El enfoque microeconómico
y parcialista resulta insuficiente, por consiguiente, para entender los
problemas del subdesarrollo y diseñar las tareas que hay que realizar
para construir un sistema económico.
La pretendida racionalidad económica en una economía primiti­
va o precapitalista es inexistente. En efecto, baste pensar en las “econo­
mías de archipiélago”, donde los pequeños polos de desarrollo existentes
no están interconeetados, o donde el área monetizada de la economía es
aún muy reducida. ¿Qué decir además de la racionalidad del consumi­
dor o del productor rural en Africa, en Asia y en muchos países latino­
americanos? ¿Y qué decir de la racionalidad de sistemas económicos
desvertebrados, compuestos sólo de pequeños compartimientos estancos?
En cambio, podría admitirse que existe una mayor racionalidad en sis­
temas económicos desarrollados, donde la gran multitud de unidades eco­
nómicas funciona dentro de ciertas leyes económicas, aunque con toda
clase de contradicciones.
La teoría económica tradicional se ha formulado precisamente
en los países industrializados en el mundo capitalista, y muchos eco­
nomistas de países subdesarrollados la han absorbido de ese ambiente y
han aceptado la validez de los principios de racionalidad y equilibrio
económicos.
Esta teoría económica tradicional ha sido injertada en la ense­
ñanza, la investigación y la mentalidad de una m ultitud de economistas
en las áreas subdesarrolladas. Utilizando instrumental refinado, estos
economistas tratan de profundizar cada vez más en problemas parciales,
a veces de insignificante importancia, procurando cuantificar magnitu­
des de muy escasa significación para captar las posibles implicaciones
en el desarrollo. Este tipo de economista constituye un verdadero "bár­
baro” dentro de las ciencias sociales y su contribución científica y téc­
nica suele ser insignificante en relación a la intensidad de su entrena­
miento. Constituyen, por lo general, inteligencias mal aprovechadas.
Frente a este tipo de economista, se viene configurando un grupo
de economistas desarrollistas cada vez más consciente de la convenien-
36 Ver M aurice Godelier: “Racionalidad e irracionalidad en la economía”. Kriitnrial Siglo
XXI, México, 1968.

— 129

9.—
d a del análisis totalizante y que ya ha hecho importantes contribucio­
nes en el pensamiento económico latinoamericano.

Crisis de la sociología y de los sociólogos


Dentro del campo de la sociología existen también tendencias de
pensamiento que hacen estériles algunos análisis compartimentalizados.
Desde luego, existe toda una corriente de sociólogos preocupados
de la cuantificación de microproblémas sociales, a través de técnicas co­
mo encuestas y otros tipos de métodos. Su orientación es, por lo general,
de tipo cuantitativista y sus mediciones suelen carecer de una verdadera
significación para comprender el comportamiento de una sociedad en
vías de desarrollo.
Sin embargo, frente a esas orientaciones de la sociología y a ese
tipo de trabajo de los sociólogos han venido surgiendo en América La­
tina lo que podría denominarse la sociología del desarrollo y los soció­
logos desarrollistas, profundamente empapados en la idea de análisis
totalizante y con una visión prospectiva que los ubica frente al rol que
desempeña cada segmento de la actividad social.
No obstante los desviacionismos de que adolecen algunos exper­
tos en cuestiones sociales, a nuestro juicio los sociólogos latinoameri­
canos han ido evolucionando gradualmente hacia el estudio de la pro­
blemática del desarrollo nacional dentro de una visión más totalizante
que otros dentistas sociales y han hecho importantes contribuciones pa­
ra la interpretación de nuestra realidad, a pesar de que la sociología ca­
rece aún del suficiente instrumental metodológico y analítico en com­
paración, por ejemplo, con la economía. Esta últim a gracias a los avan­
ces en la metodología, se ha ido enredando cada vez más en el perfeccio­
namiento de sus técnicas y ha ido perdiendo visión de los fenómenos
fundamentales, reduciendo su capacidad interpretativa.
En cambio, el sociólogo, con un instrumental analítico y metodo­
lógico menos desarrollado y una visión más totalizadora, ha logrado
avances de gran interés para la apreciación de la realidad latinoameri­
cana, Tal vez, lo que podría criticarse es que frente a la riqueza de sus
diagnósticos, el sociólogo no ha logrado aún herramientas de “planifi­
cación del desarrollo social”.

Crisis de los sectoriálistas sociales


Existen muchos expertos en sectores sociales que tienden a per­
filar el sector de sus preocupaciones como una especie de “panacea” pa­
ra enfrentar los problemas del desarrollo. Esta tendencia es frecuente
en especialistas en educación, que por lo general tienden a magnificar
la importancia relativa del proceso de educación institucionalizado y sis­
temático, atribuyéndole la facultad milagrosa de poder resolver las con­
diciones de atraso. Es frecuente verificar en ellos una gran confianza
en el slogan de que "sólo la educación podrá conducir al desarrollo”.
Este enfoque no considera para nada la ubicación de la educación
sistemática dentro de una teoría general del desarrollo, en la que esta
actividad desempeña roles estratégicos muy diferenciados según los es­
tadios de desarrollo por que atraviesa un país. Dentro del contexto de
una teoría del desarrollo nacional, en las primeras etapas del desarro-
130 —
1
lio adquiere una prioridad fundamental la formación de una actividad
económica de exportación y la construcción de infraestructura vincu­
lada al comercio exterior y al desarrollo rural, donde vive la mayoría
de la población.
La educación adquiere mayor relevancia en su forma instituciona­
lizada y sistemática en otros estadios de desarrollo, especialmente en los
períodos preindustriales y de industrialización propiamente tales, en
los que la tecnología más intensiva supone conocimientos de más alto
nivel en la población. En suma, estos especialistas en educación estiman
que el papel de la educación es similar y decisivo en todas las etapas del
proceso de desarrollo, sin atender a las características que presenta cada
estadio de desarrollo y los requerimientos que demanda.
Deformaciones mentales parecidas suelen encontrarse en los es­
pecialistas en salud pública y en seguridad social. Suelen ellos sobrees­
tim ar su actividad y asignar importancia a su sector sin relación a las
responsabilidades a que podría estar llamado en cada etapa del desarro­
llo. Es decir, no construyen el modelo de análisis de esta ram a social
dentro del contexto de una teoría del desarrollo nacional, en la que se
interconecten las repercusiones que otros sectores producen dentro del
propio y en las que se precisen los impactos de un sector sobre los otros.

Crisis de la planificación y de los planificadores


Mucho se ha escrito y hablado acerca de la crisis de la planifica­
ción en el mundo subdesarrollado37. En particular son conocidas las ar­
gumentaciones acerca de los obstáculos políticos, institucionales y ad­
ministrativos que enfrentan los planes de desarrollo que se han formu­
lado en América Latina; es decir, se conoce ya el caudal de consideracio­
nes de carácter "objetivo" que ha frenado las experiencias de planifica­
ción económica y social. Pero poco se ha dicho acerca de las limitaciones
que las ciencias y técnicas de la planificación empleadas han tenido; es
decir, no se han examinado sino excepcionalmente los aspectos “subje­
tivos" que han comprometido el éxito de la planificación38.
La mayoría de los planes de desarrollo que han formulado en
América Latina han partido de ciertos supuestos, y dentro de una con­
cepción teórica importada desde el exterior, aunque con adaptaciones.
En gran medida, las teorías sobre planificación que se han divulgado,
tienen como trasfondo el pensamiento keynesiano, el modelo Harrod-
Domar, el modelo Leontief y otros esquemas metodológicos que permi­
tieron en una prim era instancia la elaboración de diagnósticos en Amé­
rica Latina y la formulación de proyecciones, y que después (a partir
de 1960) se detallaron a nivel de planes de desarrollo a largo plazo.
Muchos de estos planes se basaron en principios como la racio­
nalidad y el equilibrio, y buscaron el objetivo de lograr “un desarrollo
armónico". A través de la utilización de modelos macroeconómicos, se
procuró dar a los planes el máximo de coherencia a las metas entre sí,
y a éstas en relación a los medios. Se trató en todo momento de lograr
la "racionalidad formal” de los programas, prescindiendo un poco de
los aspectos relacionados con la llamada “racionalidad m aterial” o subs­
tantiva. Pero estos esquemas racionales de acción habrían de ser lleva­
37 Ver U P E S : “Discusiones sobre planificación” , Editorial Siglo XXI, México, 1966.
38 Ver ILPES: “Reflexiones en tomo a los problemas actuales de la planificación en Amé­
rica Latina” , obra citada.

— 131
dos a la práctica por mecanismos institucionales irracionales dentro de
sistemas económicos irracionales. Se pensaba que quienes tenían a su
cargo la tom a de decisiones, podrían tom ar medidas, con base en los
planes, que fueran racionales y en la dirección propuesta por los planes.
Sin duda, el principio de la racionalidad formal con que fueron concebi­
dos los planes se estrelló contra los intereses de los grupos sociales y las
estructuras de poder, impidiéndose así el cumplimiento de la intencio­
nalidad final en ellos contenida.
Con base en lo£ principios de racionalidad formal y de coherencia
en el comportamiento del sistema económico, la planficación trató de
tener un carácter universalista, es decir, de abarcar todos los sectores
económicos y sociales, procurando identificar su interdependencia para
fijar una acción que atacara simultáneamente a todos los segmentos
del sistema económico. En este sentido, muchos planes fueron comple­
tísimos desde el punto de vista de cubrir muchas áreas de actividad, y
demoraron años en formularse, pero no precisaron con claridad las ca­
racterísticas de la imagen deseada del sistema económico a la que ha­
bría que llegar y mucho menos los problemas "de la trayectoria". Por
lo general se proponían políticas, acciones y proyectos para todos los
sectores, sin perfilar con mayor profundidad las políticas y los proyectos
nacionales estratégicos, dentro de los sectores prioritarios.
El principio anterior llevó a un esfuerzo de previsión y cálculo
bastante ambicioso; se trató de cuantificar cada una de las magnitudes
del sistema económico y de medir cada uno de los esfuerzos realizados
a través del plan. El volumen estadístico y el esfuerzo de cuantificación
que se observa en los planes es reflejo de una formación cuantitativista
del ingeniero y del economista, transformados en planificadores, y que
dio lugar a un avance metodológico bastante im portante en América
Latina en lo referente a técnicas de planificación, pero no condujo a fa­
cilitar la operatividad de la planificación, por cuanto los instrumentos
para modificar las magnitudes mensuradas no estaban preparados para
la tarea. Se produjo así un gran esfuerzo de cuantificación inoperante.
Otro aspecto al que se dió gran énfasis fue la idea del desarrollo
equilibrado. La racionalidad formal, el enfoque universal, y la cuantifi­
cación tenían por objeto lograr un desarrollo con equilibrio. Se partía
de la base que los distintos segmentos del sistema económico podrían
ser movilizados en forma compatible, sin estrangulamientos, de manera
de producir un avance de conjunto, en el que se eliminaran las hipertro­
fias de algunos sectores y las insuficiencias de otros. Pero el sistema eco­
nómico irracional y más bien históricamente ha tendido a crecer " a sal­
tos", de modo que la maduración de proyectos de infraestructura o de
carácter industrial hacen posible el desencadenamiento por arrastre de
expansiones del sistema económico. Es decir, el desarrollo por lo general
ha sido desequilibrado e inarmónico, y los planes de desarrollo no trata­
ron de sacar provecho de ciertas fuerzas dinamizadoras existentes, para
provocar a través del plan “saltos hacia adelante”, inducidos, sino que
más bien propendieron a cuantificar pequeños crecimientos en las distin­
tas esferas del sistema económico procurando un desarrollo armónico sin
grandes sobresaltos.
El paso de la situación resultante en el punto inicial de un plan de
desarrollo a la imagen final prospectada, implica una trayectoria que quie­
bra el equilibrio existente en el punto de partida para llegar a un nuevo
tipo de equilibrio en el punto final diseñado por el plan.
Si se examinan los supuestos en que se ha basado la planificación

132 —
1

mencionada, se puede percibir que ellos provinieron esencialmente de


la teoría económica tradicional y que solamente fueron ajustados algu­
nos parámetros a la realidad latinoamericana. En estos planes no existe
análisis sociológico ni socio-político, habiéndose limitado a incluir me­
tas y proyectos para los sectores (educación, salud y vivienda).
Sobre estos aspectos ya existe conciencia entre los planificadores
y se encaminan esfuerzos para reform ular los supuestos y principios de
la planificación dentro del área latinoamericana. La revisión de los prin­
cipios y técnicas de planificación habrá de hacerse dentro del contexto
de una teoría general del desarrollo nacional que perm ita la formula­
ción de diagnósticos totalizantes de carácter interpretativo, tal como
se explicó en secciones anteriores, y la formulación integrada de estrate­
gias de desarrollo para el largo plazo que se ejecuten en sus diversas fa­
ses a través de planes de mediano plazo y planes operativos anuales.
En este proceso de revisión de conceptos, lo que ha de tratar de
hacerse con la planificación es asignarle una responsabilidad realista,
en la conducción del proceso de desarrollo. En economías primitivas, en
las que procede iniciar la construcción del sistema económico y social,
habrá que utilizar la planificación principalmente como herram ienta de
diseño del tipo de país a que se quiere llegar en un tiempo determinado
y de identificar los proyectos nacionales (en especial de infraestructura
y de exportaciones) que permitan la construcción del sistema económi­
co. En este estadio de desarrollo, la visión global o macroeconómica
ha de tener por objeto principal identificar los proyectos estratégicos y
las políticas económicas necesarias, pero la gran responsabilidad de la
planificación se encuentra en el diseño de planes para los sectores es­
tratégicos y programas de inversiones.
En estadios de desarrollo más avanzados, cuando ya surgen mu­
chas unidades productivas, fábricas, minas, fincas, etc, la planificación
global va adquiriendo mayor responsabilidad como disciplina de coor­
dinación para regular el sistema económico, y comienza a perder rele­
vancia relativa el programa de inversiones en infraestructura, pasando
a ganar importancia relativa la programación de los sectores sociales.
Finalmente, en las economías ya industrializadas, el análisis glo­
bal resulta fundamental y cobra gran importancia la coordinación de
políticas económicas para asegurar su compatibilidad.
En sus primeras fases, o sea, al comienzo del proceso de desarro­
llo, los planes provocan desarrollos desequilibrados y buscan dar un
"salto adelante”; en cambio, cuando las economías ya se industrializan,
los planes procuran buscar un desarrollo armónico y equilibrado.
Conforme a las explicaciones de secciones anteriores, podría de­
cirse que existen a lo menos tres tipos de planificación dentro del con­
texto de la teoría del desarrollo nacional. En las primeras etapas del
desarrollo existe una "planificación para el crecimiento”, que busca la
ejecución de proyectos nacionales estratégicos para la construcción de
infraestructura y de actividad exportadora. En etapas siguientes, es con­
veniente crear una "planificación para el desarrollo” que incluya políti­
cas económicas, programas sociales, programas de industrialización, etc.
debidamente integrados y que propenden a finalizar la construcción del
sistema económico-social. Finalmente, en economías desarrolladas, exis­
te más bien una "planificación para lá expansión”, en la que se busca
la coordinación y el mejor funcionamiento del sistema económico para
expandir todas las esferas del sistema económico-social aumentando sus
tasas de incremento del producto por persona.
— 153
Mientras en las primeras fases del desarrollo la planificación po­
ne énfasis en la medición de realizaciones en términos de infraestruc­
tura que se miden en unidades físicas (tantos kilómetros de carreteras,
tantas unidades de energía hidroeléctrica, tantas toneladas de cemen­
to, etc.) para simbolizar la construcción del sistema económico, en eta­
pas ulteriores se ha de poner el acento en la medición del proceso de
desarrollo a través de agregados como el producto nacional y otros. En
economías primitivas, el desarrollo no se mide tanto por el aumento del
ingreso per cápita como por la magnitud del esfuerzo que se hace para
construir el sistema económico. Estos proyectos tienen un período de
maduración lento y sólo después de un tiempo determinan la expansión
del ingreso por persona. En las primeras etapas de desarrollo, las tasas
de capitalización suelen ser altas, pero su impacto sobre el nivel de in­
greso es retardado. Esto hace necesario evaluar los resultados de la pla­
nificación no en términos de la mera tasa de crecimiento del ingreso per
cápita o de la tasa de inversiones.
Los planificadores han de ser, en consecuencia, profundos cono­
cedores de la teoría del desarrollo nacional y tener una formación tota­
lizante que les perm ita enfocar la problemática del desarrollo en un con­
texto más amplio que la ingeniería económica. Esta formación puede
dar origen a un nuevo tipo de planificador que deje de ser un mero cuan-
tificador operativo de ciertos crecimientos y se transform e en un plani­
ficador intencionado, comprometido con el desarrollo, con capacidad
de diálogo con las estructuras de poder y con fuerza suficiente para par­
ticipar en el proceso de toma de decisiones vinculadas al plan y en la
ejecución, revisión y evaluación de los planes.

Crisis de la ciencia administrativa y de los administradores

La necesidad de formular y ejecutar planes para acelerar el de­


sarrollo ha puesto de manifiesto la conveniencia de revisar algunos con­
ceptos de la ciencia administrativa. Esta se formuló principalmente en
los países industriales como una consecuencia de los esfuerzos por dar
eficacia al sistema. En su esencia, la ciencia administrativa recoge la
idea de racionalidad e incluso algunos la denominan administración ra­
cional. El centro de sus preocupaciones es la eficiencia.
Los principios y técnicas de la administración han sido recogidos
por los países en vías de desarrollo, sin un examen a fondo de la validez
que los conceptos de racionalidad y eficiencia tienen para los países atra­
sados, sino que por el contrario, se ha aceptado de lleno su aplicación
dentro de sistemas económico-sociales que son irracionales y cuyo prin­
cipal objetivo a corto plazo no es el de lograr un tipo de eficiencia pa­
recida al de las empresas en sociedades industriales, donde lo que inte­
resa primordialmente es aumentár la productividad por hombre ocu­
pado.
De los análisis y diagnósticos que realizan los expertos en ciencia
administrativa surgen reformas, por lo general, inspiradas en la idea de
racionalidad y que han de funcionar dentro de un sistema nacional y po­
lítico que es de por sí irracional. En este sentido, es frecuente apreciar
enormes esfuerzos por diseñar reformas de la estructura de la adminis­
tración pública, haciendo una “distribución racional de funciones”; es
decir, se aplican rigurosamente métodos de racionalidad formal, y se
produce un vacío respecto de la "racionalidad substantiva” a la que di-

134 —
chas reformas ha de aplicarse, lo que conduce a la imposibilidad mu­
chas veces de adoptar las transformaciones sugeridas.
Se suelen acompañar las reformas a la estructura administrativa
de cambios en los sistemas administrativos y existe una tendencia al
efecto de perfeccionar los mecanismos institucionales de regulación de
los insumos. Así, por ejemplo, se tratan de fijar normas para establecer
el sistema de abastecimiento, el sistema de personal, los servicios gene­
rales, etc., pero poco se hace respecto de la mejor forma de organizar
aquellos insumos en función de objetivos, metas y propósitos, es decir,
se da una exigua atención al problema de definir los "productos" a ge­
nerar. Estos últimos deberían definirse en función de la estrategia ge­
neral de desarrollo y de los planes de mediano y corto plazo, siguiendo
los énfasis fijados en aquéllos.
La reforma administrativa, en consecuencia, debería comenzarse
en aquellas áreas de la administración que son estrátégicas para el cum­
plimiento de los planes. Así, por ejemplo, si un plan enfatiza la construc­
ción de infraestructura, la reforma administrativa debería concentrarse
fundamentalmente en elevar el rendimiento del Ministerio de Obras Pú­
blicas y empresas que se ocupan de la infraestructura.
No suele ocurrir de la m anera descrita, por cuanto muchas veces
los expertos en administración pública prefieren hacer un ataque hori­
zontal a las fallas de la administración pública, abordando simultánea­
mente pequeñas reformas y avances en la totalidad de los organismos
públicos, dando gran énfasis algunas veces a la regulación del servicio
civil, tratando de introducir un sistema sobre la base del mérito. Esta
aproximación, que suele atentar contra las posibilidades reales de países
atrasados, donde el concepto del mérito es inexistente, como valor na­
cional, suele conducir a la esterilización de los esfuerzos de reforma*
administrativa.
Por otra parte, son conocidas las fallas de que adolecen los admi-
tradores públicos en los países en vías de desarrollo y la incapacidad de
los gobiernos para retener su mejor personal y utilizarlo en actividades
estratégicas. Todos estos factores conduciendo a una profunda crisis
en la investigación, la enseñanza y la praxis administrativa.

Crisis de la ciencia política y de los políticos


La ciencia política es casi inexistente en los países en vías de de­
sarrollo, donde lo que se ha desarrollado bajo tal nombre no suele ser
otra cosa que el derecho constitucional. No obstante, la investigación en
ciencias y técnicas políticas ha avanzado enormemente en los países desa­
rrollados, mientras los países atrasados mantienen un inquietante nivel
de empirismo que los hace a veces ser políticamente más subdesárrolla-
dos que económicamente.
Por lo general, las instituciones políticas en los países en vías de
desarrollo fueron establecidas como un injerto por los poderes coloniales,
y no obstante la independencia que han logrado, en lo sustancial, el mun­
do subdesarrollado preserva la institucionalidad heredada. Las luchas
que generan las aspiraciones populares, y que se expresan a través de
los partidos, los parlamentos, los sindicatos y las tribus, han hecho nau­
fragar en muchos países el sistema de democracia representativa, pro­
vocando una crisis institucional que se agudiza y que tiene hondas con­
secuencias en el desarrollo político.
La crisis suele conducir a regímenes de fuerza cuyo objetivo final
es controlar el orden público y en los que se produce un "vacío de po­
der” en la maquinaria de promoción del desarrollo económico-social,
paralizando muchas veces la dinámica que deberían tener.
Junto a la crisis de los sistemas políticos se viene produciendo
también la crisis de los políticos. Estos deberían ser los rectores del
análisis totalizante y hacer posible la adopción de decisiones coherentes
con las estrategias que se formulen. Desgraciadamente, la formación del
político tradicional ha impedido que quienes deben orientar el gran
proceso del desarrollo nacional carezcan muchas veces de capacidad para
hacer un análisis totalizante que sea objetivo y profundo, lo que ha con­
ducido a muchos a afirm ar que el gran problema de muchos países en
vías de desarrollo estriba en la carencia de liderato.
La forma como se encamine la solución de esta crisis y la medida
en que se cree una ciencia política para el desarrollo, utilizada por un
nuevo tipo de líderes, serán las que decidan a la larga las posibilidades
de perfeccionamiento de las estructuras de poder y su adecuación a las
responsabilidades que plantea el desarrollo nacional. Aquí reposa uno
de los asuntos cruciales para superar la crisis del estancamiento latino­
americano.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

El avance científico se proyecta hacia el análisis de sistemas, de


estructuras y de cambios y por ello se requiere de la integración de mé­
todos para facilitar el análisis totalizante terminando con la parcelación
de las ciencias sociales.
El estructuralismo es un tipo de análisis global que se utiliza
con crecientes y fructíferos resultados en el análisis de fenómenos como
la inflación y el desarrollo, y ha creado una corriente de pensamiento de
vastas perspectivas para la comprensión del subdesarrollo, las relaciones
de dependencia y muchos otros aspectos que interesan a los estudiosos
de las ciencias sociales.
Mientras se robustece el pensamiento estructuralista y se afinan
los criterios de interpretación de los fenómenos latinoamericanos, se
hace cada vez más ostensible la crisis de las ciencias sociales comparti-
mentadas y sus análisis aislados, descriptivos, carentes de un enfoque
histórico y que centran su interés en pequeños segmentos de la realidad.
El análisis integrado ha de ser una modalidad de vertebración
de los métodos aportados por las ciencias sociales y ha de perm itir un
enriquecimiento de la interpretación del acontecer latinoamericano. En
la enseñanza y la investigación social se impone hacia el futuro el robus­
tecimiento del examen interdisciplinario, superando la etapa de la par­
celación de métodos y conocimientos.
Las ciencias sociales han de comenzar a revitalizarse en la medida
en que un proceso de interacción refuerce sus análisis combinados, plas­
mados en un enfoque totalizante, objetivo que podrá ser conseguido
en la medida en que las universidades y los centros de investigación
vayan logrando integrar los estudios sociales, eliminando la dispersión
de recursos que impera en estas materias.

136 —
La teoría clásica del imperialismo,
el subdesarrollo y la acumulación socialista
Franz Hinkelarmnert
Profesor del CEREN y Escuela
Sociología Universidad Católica
de Chile.

La teoría clásica, del imperialismo, el subdesarrollo y la acumulación


socialista.

El objetivo de este estudio es demostrar que la teoría clásica del


imperialismo refleja todavía un visión del mundo, que es típica del siglo
XIX. Si bien enfoca ya los fenómenos, que después se transform an en
los rasgos específicos del subdesarrollo, esta teoría no se m uestra capaz
de dar una base sólida al análisis dé estos fenómenos. Por eso no con­
cibe todavía una polarización entre desarrollo y subdesarrollo y no pue­
de explicar el propio fenómeno de la acumulación socialista. Vamos a
enfocar esta acumulación socialista como un proceso dé liberación del
subdesarrollo, que solamente tiene su explicación en cuánto se ha com­
prendido antes la problemática del subdesarrollo.

La teoría clásica del imperialismo

La teoría clásica del imperialismo surge a fines del siglo XIX y


penetra el pensamiento marxista durante las primeras décadas del si­
glo XX. Sus principales autores son Hobson, Bucharin, Rosa Luxemburg,
Hilferding, Lenin, etc. Si bien todos estos autores tienen enfoques pro­
pios, podemos constatar una cierta base común, cuyo análisis nos puede
demostrar tanto los méritos como los límites de estas teorías.
Un rasgo común notable de todos estos autores es su enfoque del
sistema capitalista desde el punto de vista del centro desarrollaido. Se
trata de autores que viven en los centros del mundo capitalista, y que
tratan la problemática del imperialismo desde el punto de vista de los
centros. Viven la fuerza expansiva del capitalismo en los centros, viven
las crisis económicas de los centros y experimentan la vinculación aue
estos fenómenos tienen con la periferia dependiente explotada por los
centros. En este contexto ubican sus teorías. La necesidad de mercados
en la periferia, la necesidad de inversiones de capitales, etc., llegan a ser
las explicaciones de procesos que ocurren en el propio mundo capitalista
desarrollado. Pero, lo que ocurre en el propio mundo subdesarrollado,
no es analizado más allá del efecto de explotación de tales países.
El enfoque centralista de estas teorías va acompañado por la in­
terpretación de la relación entre centro y periferia como una relación
de explotación. Este efecto de explotación sin duda existe, pero no se
percibe que la expansión del sistema capitalista sobre el mundo entero
tiene efectos que van mucho más allá de la pura explotación y que tienen
consecuencias mucho más profundas que las que tendría una explotación
y extracción en favor de los centros desarrollados. Se trata de consecuen­
cias, que determinan un futuro estancamiento y subdesarrollo de tales
países. Pero precisamente este hecho, la teoría clásica del imperialismo
no lo percibe. Eso lleva a la ortodoxia marxista a una profunda sospecha
frente a todos los análisis del subdesarrollo. El concepto del subdesa­
rrollo todavía hoy se usa muy raras veces y con mucha cautela. Hay hasta
autores, que niegan al concepto del subdesarrollo su carácter científico
y lo denuncian como un concepto puramente ideológico.
Enfocando la relación centro-periferia como una relación de ex­
plotación principalmente, se concibe el sistema capitalista como una to­
talidad homogénea, en la oue existe en todas partes una contradicción
de clases, pero ninguna polarización de otra índole. Esta homogeneidad
del sistema capitalista se expresa en la idea, de aue el sistema capitalista
se desarrolla como un gran sistema mundial. Si bien se reconoce desni­
veles de desarrollo se trata a estos desniveles como fenómenos de una
pura significación cuantitativa. La categoría para denominarlos es la ca­
tegoría del atraso. Marx en el prólogo a la prim era edición de "El Capi­
tal”, va expresa esta concepción, cuando dice, que los países más atrasa­
dos tienen la imagen de su propio futuro en los países más adelantados *.
Esto vale hasta para la concepción de la revolución socialista. Es una
revolución mundial que parte de los países desarrollados y que dará las
pautas para los países más atrasados. De hecho, no se les concede a éstos
últimos un papel propio en la historia. Es la concepción de una dialéctica
que avanza únicamente por su lado positivo. Todos estos rasgos mencio­
nados culminan y se hacen evidentes en la falta de una distinción clave,
que el análisis de la dinámica de los centros desarrollados y la dinámica
industrializadora hacia la periferia. O, en otras palabras, entre la dinámica
continuada y acumulativa del sistema mundial establecido y la posibili­
dad del sistema capitalista de servir como vía de industrialización de
nuevas regiones.
En este punto se hace más clara la vinculación de la teoría clásica
del imperialismo con la conciencia histórica del siglo XIX. Para ese siglo,
la sociedad capitalista es esencialmente desarrollista e industrializadora.
Eso vale tanto para los teorías de inclinación burguesa como para las
teorías socialistas. El capitalismo para éstas últimas tiene la función his­
tórica de desencadenar unas fuerzas productivas totalmente nuevas. El
socialismo viene solamente después. Es una necesidad por el simple he­
cho de que el capitalismo desata unas fuerzas productivas demasiado
grandes para poder dominarlas. La sociedad socialista es la sociedad de
la madurez del desarrollo, mientras la sociedad capitalista es intrínsica-
mente desarrollista y tiene su derecho histórico de existir en esta su
1 Un autor como Balibar mantiene esta posición, que seguramente presenta una de las p a r­
tes débiles del análisis de Marx. Habla de una “ edad” de producción determinada por la
composición orgánica del capital. Una concepción de este tipo no permite un, análisis d'e
la dicotomía desarrollo/subdesarrollo.
Ver Althusser Balibar: “P a ra leer El Capital” . México 1969, Nota 129 pág. 327.

138 —
1
función intrínseca. En la ortodoxia marxista todavía se mantienen los
restos de esta convicción, cuando se cree, que la revolución socialista es
legítima solamente después de haber ocurrido la revolución burguesa.
La visión que la teoría clásica tiene del mundo capitalista vincula
por tanto estrechamente la dinámica del sistema en los centros desarro­
llados con la dinámica del sistema en la periferia. Para esta teoría se
trata de un solo problema. Avanzando el centro, la periferia puede se­
guir. Aparentemente la realidad del desarrollo del sistema capitalista
durante el siglo XIX le da la razón a esta concepción. A la industriali­
zación inglesa sigue la industrialización de Francia, de Alemania, de Es­
tados Unidos, del Japón, etc. Hay una dinámica en los centros y hay a
la vez una dinámica expansiva que se expresa en el surgimiento de nue­
vas industrializaciones en nuevas regiones.
El tipo ideal de la dependencia imperialista es la dependencia
colonial. Allí hay una dominación abierta y directa, y la explotación es
en gran parte visible como un pago de tributos. Pero ni siquiera en esta
relación colonial se concibe como necesario un impedimento para el
desarrollo. Según estas concepciones, la exportación de capital hacia la
periferia significa su desarrollo destacando solamente, que a través de
la explotación colonial, este desarrollo ocurre en último término en favor
de los centros del mundo capitalista. Por supuesto hay también concien­
cia, de que la dominación colonial puede desembocar en un impedimento
para el desarrollo. Pero se trataría de un impedimento consciente, pre­
concebido. Se trata de la prohibición para el desarrollo de ciertas indus­
trias por miedo de perder ciertos mercados para la industria del centro.
Eso vale, por ejemplo, para el caso de prohibición del desarrollo de la
industria textil en la India, que era una medida de los ingleses para im­
pedir el surgimiento de una competencia en este campo a fines del siglo
XIX. Pero la teoría clásica del imperialismo no tiene dudas que se trata
de barreras artificiales para la industrialización y que una revolución
burguesa sería una medida suficiente para desencadenar las fuerzas de
desarrollo latentes del sistema capitalista también en esas regiones. Y si
no las puede desencadenar, será siempre el efecto de un estancamiento
del sistema total.
En este último sentido hay un cierto pesimismo en determinados
autores de la teoría clásica del imperialismo, sobre todo por parte de
Bucharin y Lenin. El optimismo burgués al contrario desarrolla sueños
ilimitados de la evolución del mundo imperialista. Estos tienen su ex­
presión extrema en la visión de un mundo que se industrializa en base
a los capitales del centro, permitiendo al centro convertirse en un pen­
sionado gigantesco que vive de las rentas que recibe por sus capitales
invertidos en la colonia industrializada. Es una teoría optimista del estan­
camiento de los centros, que pueden vivir ahora a expensas del trabajo
de las colonias.

Algunas tesis de Lénin

En este contexto es interesante, comentar dos tesis de Lenin, que


muestran una apertura hacia los problemas propios de la periferia y que
precisamente por este hecho demuestran a la vez las limitaciones de la
teoría clásica del imperialismo. La apertura específica de Lenin hacia
los problemas de la periferia es comprensible. Como ruso él ha vivido
— 139
estos problemas y no puede dejar de reflexionarlos. Pero, por otro lado,
el impacto de toda una tradición de pensamiento se hace notar y el
mismo Lenin no puede todavía deshacerlo.
En prim er lugar se trata de su tesis del pudrimiento del capita­
lismo en su etapa monopólica. Ya en su libro sobre el capitalismo en
Rusia había comprobado el estancamiento de las fuerzas expansivas del
capitalismo en Rusia. En su tesis del pudrim iento del sistema capitalista
total generaliza esta experiencia a todo el capitalismo en general. No se
da cuenta que de hecho está surgiendo una polarización dentro del sis­
tema capitalista, en la cual la fuerza dinámica se concentra en los cen­
tros ya desarrollados, mientras los países todavía no desarrollados se
convierten definitivamente en países subdesarrollados, perdiendo el sis­
tema capitalista su capacidad de servir como una vía de desarrollo y de
industrialización. En realidad ocurre en este mismo momento en que
Lenin propaga su tesis del pudrimiento, un cambio de la eficiencia del
sistema capitalista. Este sistema s& polariza entre un mundo desarrollado
y un mundo subdesarrollado y el pudrimiento del sistema se hace notar
en un solo polo, el polo subdesarrollado. Una gran parte de los esquemas
explicativos del siglo XIX pierden su validez en este momento, pero la
teoría del imperialismo todavía se muestra incapaz para reflexionar este
cambio.
De hecho se trata de un cambio, después del cual los países capita­
listas ya desarrollados pueden seguir su vía de desarrollo a pesar de todas
las crisis que enfrentan. Los países subdesarrollados al contrario empie­
zan a experimentar un estancamiento, que no pueden superar, y que la
misma mantención del sistema capitalista les impone. Las revoluciones
burguesas, que después ocurren en estos países por lo tanto llegan tarde.
Llegan en un momento en el cual la estructura capitalista ha perdido su
capacidad de industrializar y no logran efectuar un cambio parecido a lo
que lograron las revoluciones burguesas en el siglo XIX. Frente a esta
situación, todo el movimiento de liberación colonial se frustra, en cuan- <
to desemboca en estructuras capitalistas. Estas estructuras mismas im­
piden ahora el desarrollo. Si bien desaparecieron los impedimentos in­
tencionales del desarrollo, surgen ahora impedimentos y obstáculos lio
intencionales que frustran todos los esfuerzos.
La tesis de Lenin no da cuenta de este cambio. Después, cuando
surge la prim era industrialización socialista acompañada por la tesis
del socialismo en un solo país, tampoco la teoría marxista-soviética com­
prende la verdadera significación de su experiencia. Entiende la indus­
trialización socialista de la Unión Soviética más bien como un sustituto
de la industrialización capitalista, que era necesaria por razones más
bien políticas de la sobrevivencia del sistema socialista. Todavía hoy el
movimiento marxista de la línea soviética sigue esta interpretación. Se
concibe la existencia de una alternativa real entre vía capitalista y vía
socialista de desarrollo, frente a la cual hay la posibilidad de una opción.
La política de los frentes populares es la última expresión de esta convic­
ción. Se mantiene siempre la tesis, de que una clase capitalista progre­
sista puede echar las bases del desarrollo capitalista de los países sub­
desarrollados. La revolución socialista no está m irada como la única al­
ternativa para el desarrollo del mundo subdesarrollado. Puede esperar
por lo tanto, para ocurrir después. No hay conciencia de que en el siglo
XX la vía capitalista de desarrollo se convirtió definitivamente en una
vía de subdesarrollo y que la opción real y eficaz para el desarrollo aho­
ra es opción socialista.

140 —
La otra tesis de Lenin, que interesa en este contexto, en su tesis
del eslabón más débil. Se trata de un replanteo de la teoría de la revo­
lución mundial, que tradicionalmente se había concebido como una revo­
lución que se origina en los países más altamente desarrollados del
mundo capitalista. Lenin ahora cambia esta concepción, dándose cuenta
de que el sistema capitalista en el mundo capitalista desarrollado había
logrado un nivel bastante alto de estabilidad. Pero no se aparta realmen­
te de la teoría tradicional. Compara ahora el sistema capitalista mundial
con una cadena, que tiene eslabones de diferente fuerza. En la revolución
mundial se trata según él de rom per esta cadena. Si se rompe en una
parte, toda la cadena está rota. Hay que romperla por lo tanto en sus
eslabones más débiles, que son precisamente los países menos desarro­
llados.
Lenin concede en esta teoría cierto papel histórico a los países de
la periferia. Pero en el fondo todo eso es aparente. Pueden lanzar la pri­
m era chispa de la revolución mundial, pero la revolución socialista mis­
m a se decide en los centros desarrollados.
Es notable, cómo Lenin también en esta tesis mantiene su con­
cepto de la homogeneidad del sistema capitalista mundial, a pesar de
todos los cambios que él introduce en las concepciones tradicionales
del pensamiento marxista. También para él, los países más atrasados tie­
nen la imagen de su futuro en los países más adelantados, y la historia
avanza por su lado positivo.

La reproducción continúa del subdesarrollo por la estructura capitalista

Nos tiene que interesar primero, como, lo que se percibe durante el


siglo XIX como atraso económico, se convierte en subdesarrollo. Ya vi­
mos que la concepción de una periferia atrasada se puede apoyar durante
todo el siglo XIX en la apariencia de una fuerza expansiva e industriali­
zadora del sistema capitalista mundial. Es p o r tanto necesario discutir
las causas de la destrucción de esta apariencia y de surgimiento de un
subdesarrollo definitivo al cual el sistema capitalista ya no puede en­
contrar salida.
Vamos a partir de la discusión de otro rasgo típico de la teoría
clásica del imperialismo. Se trata del hecho que toma como tipo ideal
de dependencia imperialista la dependencia colonial concibiendo otros
tipos de esta misma dependencia como semi-coloniales. Los países semi-
coloniales son países formalmente soberanos, que de hecho se encuentran
en una situación colonial. Se pensaba este tipo, sobre todo en el caso de
China, pero también en el caso de Rusia y de la mayoría de los países
latinoamericanos. Pero esta inclusión de los países soberanos de la peri­
feria en el tipo colonial m uestra otra vez la limitación del enfoque en
general. Lo típico de la dependencia imperialista se ve en la situación
colonial y la dependencia de los países soberanos de la periferia parece
existir por su semejanza con la situación colonial. Para un cierto nú­
mero de estos países eso puede ser cierto, como por ejemplo, para China
durante el siglo XIX hasta después de la prim era guerra mundial o para
Centroamérica. Pero es mucho más problemático para el resto de los paí­
ses de Latinoamérica o para Rusia.
La diferencia descansa en el hecho, de que la dominación colonial
— 141
se basa en la fuerza directa y siempre presente del país colonizador. La
dominación sobre el país soberano-dependiente se efectúa al contrario
preferentemente a través de una alianza de clases entre la clase domi­
nante del país dominante y la clase dominante del país dependiente. Eso
es muy claro en el caso de Latinoamérica. Las clases dominantes se
forman allí en alianza con los centros imperialistas del mundo capita­
lista, y a través de esta alianza se forma la estructura económica corres­
pondiente. Solamente en casos, extremos podría haber intervención di­
recta por parte del país dominante, pero hasta en este caso de interven­
ción se trata de estabilizar una estructura de clases favorable al país
dominante con características propias de estabilidad social y política.

La transformación del mundo no industrializado en periferia

Desde el punto de vista del subdesarrollo, este tipo de dependencia


es más im portante que la dependencia colonial. La dependencia colonial
descansa sobre una dominación arbitraria y sobre una explotación que
toma más bien la forma del pago de tributos. Eso no ocurre en el caso
del país soberano-dependiente del siglo XIX. Allí ocurre otro fenómeno
que para el futuro de todos los países dependientes es el realmente de­
cisivo. Se trata de una transformación profunda de la estructura eco­
nómica, a raíz del intercambio comercial con el mundo capitalista desa­
rrollado. Los países soberano-dependientes entran en una relación de
comercio libre, la cual destruye por un lado su producción manufactu­
rera tradicional sin reemplazarla por una producción moderna e indus­
trial correspondiente y asegura por otro lado, el pago de la importación
de los productos manufacturados importados —que reemplazan la ma­
nufactura tradicional— por la venta de materias primas a los centros.
Por lo tanto, se posterga la industrialización del país soberano depen­
diente. Bajo la condición del comercio libre no hay posibilidad para efec­
tuar tal industrialización por la razón que la competencia extranjera es
siempre superior a cualquier industria naciente. Por supuesto, una trans­
formación de este tipo no es negativa como tal y en cada caso. Una in­
dustria moderna siempre existe en núcleos de alta concentración, que
necesitan proveerse de m ateria prima. Y las regiones periféricas, que pro­
ducen esta m ateria prim a —sea en la agricultura o en la producción
minera—, siempre tienen que vivir de un intercambio entre m ateria pri­
ma y productos manufacturados del centro. Se trata de una relación
económica perfectamente racional y necesaria.
Pero lo que ocurre durante el siglo XIX, no es de ninguna manera
racional. La capacidad destructiva de las industrias del centro, a través
del comercio libre, va mucho más allá del tamaño económicamente racio­
nal de la periferia de los centros. En el caso del tamaño económicamente
racional de la periferia, esta se puede desarrollar como periferia en el
mismo nivel que el centro. Pero esta periferia que se forma durante el
siglo XIX, tiene un tamaño mucho mayor. Eso tiene su explicación en
el impedimento a la industrialización de estas regiones por el comercio
libre. La destrucción de las producciones tradicionales manufactureras
no encuentra ningún contrapeso. Se determina simplemente por la rela­
ción entre la capacidad para im portar de estas regiones —resultado de
la venta de m ateria prima—, y la producción manufacturera tradicional
de estas regiones dependientes. Esta producción tradicional puede ser

142 —
reemplazada en el grado en que lo permite la capacidad para importar.
Pero como la productividad del trabajo de los centros es inmensamente
mayor que la productividad del trabajo de las industrias tradicionales de
la periferia, la destrucción de esta producción tradicional es también
inmensamente grande. Así, centros desarrollados relativamente pequeños
pueden destruir la estructura económica tradicional de regiones inmen­
sas que comprenden la mayor parte del mundo.
Este fenómeno se ve en términos puros en los países formalmente
soberanos, pero dependientes. El caso de Brasil, Paraguay y Chile lo de­
muestra en la segunda m itad del siglo XIX. El comercio libre convierte
a estos países en particular y a América Latina en general, en una peri­
feria no industrializada, que no puede alim entar su desarrollo en forma
equilibrada. No tienen ninguna posibilidad de alcanzar el nivel eco­
nómico del centro conservando su situación de periferia. Por supuesto,
esta explicación no es explicación de las causas mismas de los fenóme­
nos descritos. El comercio libre no es la causa de esta transformación,
es solamente su herramienta. Lo que constatamos es que, el comercio li­
bre, es el instrumento de esta transformación. No nos compete aquí dis­
cutir las causas que explican porqué clases altas pequeñas de los países
soberano-dependientes efectúan esta entrega total de sus países a la do­
minación extranjera y porqué tienen el poder para hacerlo. Eso sería
objeto del historiador. Lo que podemos constatar es, que —haciendo
eso— entra en vigencia el instrum entarlo del comercio libre con sus res­
pectivos efectos.
Para el futuro de los países dependientes en general, esta trans­
formación en periferia con el intercambio m ateria prim a/bienes manu­
facturados y el impedimento correspondiente para la propia industria­
lización, es decisiva. En el caso de los países soberano-dependientes salta
a la vista. Pero ocurre igualmente en el tipo colonial de la dependencia.
Solamente está disfrazado por la dominación directa y arbitraria y la ex­
plotación en forma del pago de tributos. En cierto grado la dependencia
colonial es también una forma de imposición del comercio libre entre
centro desarrollado y país periférico. Solamente hay limitaciones adi­
cionales. El comercio libre se efectúa exclusivamente en relación con el
país colonial y no con todos los centros desarrollados del mundo capi­
talista.
La teoría clásica del imperialismo vio por supuesto también el he­
cho de que ocurría esta transformación. Pero la trató como secundaria.
Se centró mucho más en los fenómenos más visibles de la dependencia
colonial, en la arbitrariedad de la dominación y en la explotación directa.
La transformación en periferia es más bien un subproducto de la depen­
dencia bajo el punto de vista de esta teoría y parece un proceso reversi­
ble después de haber logrado la independencia a través de una revolución
burguesa.
Por ese es precisamente su error fundamental. La transformación
en periferia no posterga simplemente la industrialización capitalista,
sino la imposibilita. Compromete realmente el futuro de estos países, lo
que salta a la vista después de haber ocurrido la liberación de los países
colonializados. Las condiciones de una posible industrialización cambia­
ron profundamente en el comienzo del siglo XX, y los países atrasados
de la periferia se transform aron en países subdesarrollados. El tren de
la industrialización capitalista había salido sin ellos, y no había otro.
Ocurrió así la deformación de los proyectos capitalistas de la industriali­
zación y del desarrollo.

— 143
La revolución de las condiciones de la industrialización
E sta revolución de las condiciones de la industrialización2 tiene
precisamente que ver con la destrucción de las producciones manufac­
tureras tradicionales. Durante el siglo XIX estas producciones fueron
destruidas en todo el mundo, tanto en los centros desarrollados como
en las nuevas periferias. Pero en los centros cumplieron una función de­
cisiva para la industrialización, antes de desaparecer. Los medios tradi­
cionales de producción formaron allí el trampolín para la producción
de los medios modernos industriales de producción. Estos medios mo­
dernos no caen del cielo. Son medios tradicionales los que los produ­
cen antes de ser reemplazados y destruidos. La prim era máquina a vapor
no es construida por máquinas que estaban disponibles para la construc­
ción de máquinas todavía no inventadas. Es el nuevo conocimiento técni­
co y la decisión de aplicar nueva maquinaria que hacen posible la cons­
trucción de los equipos modernos a partir de equipos heredados de la so­
ciedad tradicional.
Esto es más claro en el caso de la industrialización de Inglaterra.
Pero no vale menos para la industrialización de Francia o Alemania. Las
nuevas industrias que se forman, no tienen porqué im portar desde In­
glaterra sus equipos. Lo que importan son conocimientos técnicos y
ejemplares únicos de la maquinaria inglesa para copiarlos. Pero lo que
cuenta es que los pueden copiar. Son técnicamente capaces para hacerlo
a partir de los medios tradicionales de producción que ya tienen. Si bien
estos medios modernos reemplazan rápidamente los medios tradicionales,
lo hacen solamente después que los medios tradicionales han suministra­
do los equipos modernos. En este sentido se mantiene durante del siglo
XIX una vinculación estrecha entre medios tradicionales y medios mo­
dernos de producción.
Esta es la razón por la cual durante el siglo XIX los proyectos capi­
talistas de industrialización pueden funcionar de una manera relativa­
mente fácil. En el caso de Francia, Alemania y EE. UU., es suficiente
tener en el país en vías de emancipación un gobierno antifeudal y pro­
capitalista y hacia el exterior —y eso significaba hacia Inglaterra— una
protección aduanera suficiente para perm itir la transformación de los
medios tradicionales de producción en medios modernos. Esta protec­
ción aduanera era necesaria porque en este período la nueva industria
funcionaba con costos considerablemente más altos que los de Inglate­
rra. Bajo condiciones del comercio libre no habría sobrevivido este pe­
ríodo inicial.
Pero lo esencial de los medios modernos de producción es su con­
tinuo proceso acumulativo de perfeccionamiento de la productividad del
trabajo. En este proceso toman una forma siempre más complicada que
exige un grado de elaboración técnica siempre más alto. Medios tradi­
cionales de producción no experimentan un proceso parecido. El progre­
so de la industrialización capitalista introduce p o r lo tanto una distancia
siempre mayor entre los medios tradicionales de producción y los me­
dios modernos. La vinculación entre los dos se hace siempre más débil.
Para la industrialización capitalista de Alemania y EE. UU. todavía la
protección aduanera es suficiente para perm itir la transformación de
medios tradicionales en medios modernos. A final del siglo XIX eso ya
es más complicado. El último caso de una industrialización capitalista
2 Ver también Bairoch, Paul: Revolución industrial y subdesarrollo. México, 1967.

144 —
1
importante —el caso del Japón— necesita ya medidas mucho más radi­
cales. En este caso ya encontramos fuera de la protección aduanera un
fomento industrial por parte del Estado, con exclusión consciente del
capital extranjero y apoyo estatal directo para las industrias nacientes.
Pero todavía en este caso se logra la transformación de medios tradicio­
nales en modernos. Ya en la últim a década del siglo XIX encontramos
producciones de generadores y motores eléctricos en el Japón cuyo equi­
pamiento és-producido en su mayor parte en el mismo Japón. La pura
introducción del conocimiento técnico correspondiente es suficiente para
fomentar la producción respectiva, a pesar de que se trata de la produc­
ción más moderna de aquel tiempo.
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, esta vinculación
entre medios tradicionales y medios modernos se corta. La distancia en­
tre los dos que va en aumento durante todo el siglo XX, produce la se­
paración definitiva. Los medios de producción modernos ya no pueden
salir del propio esfuerzo de los países no industrializados. No es suficien­
te, para producir un bien, tener los conocimientos técnicos correspondien­
tes y la voluntad de producirlo. Más y más los medios de producción mo­
dernos se pueden producir solamente a partir de medios modernos pre­
existentes. En un sentido totalmente nuevo los medios tradicionales de
producción pierden su valor. Antes desaparecieron después de haber pro­
ducido los medios modernos que los reemplazan. Ahora desaparecen
sin más.
Pero en gran parte del mundo periférico ya han desaparecido an­
tes de producirse este corte definitivo entre medios tradicionales y mo­
dernos. Para todos estos países, este corte significa ahora que su poster­
gación de la industrialización durante del siglo XIX ya no es reversible.
Podrían reconstruir sus medios tradicionales de producción, pero eso
ya no les sirve. Este hecho es evidente. Mientras el Japón al final del
siglo XIX todavía puede copiar las técnicas más modernas de su tiempo
usando sus medios tradicionales de producción, hoy una actuación seme­
jante sería absurda. La electrónica moderna y la técnica atómica no tiene
que ver con medios tradicionales de producción. Si no hay las instalacio­
nes modernas para levantar producciones de este tipo, un país periférico
tiene que renunciar simplemente a estas producciones. Su única alterna­
tiva sería im portar en su totalidad los equipos correspondientes. Y eso
vale igualmente para otras producciones. Todo el mundo se rió cuando
los chinos intentaron usar técnicas tradicionales para suplir la falta de
altos hornos modernos. Pero el hierro de los altos hornos tradicionales
ya sale con una calidad tan inferior, que no puede ser usado en el proceso
moderno de la industrialización. Este resultado de hecho no era ridículo
sino trágico. Mostró el corte definitivo entre medios tradicionales y me­
dios modernos. Hace cien años este hierro habría servido. Pero hoy ya
rio. Los países periféricos ahora dependen totalmente de los medios mo­
dernos de la producción. Pero el fracaso de los altos hornos de las co­
munas chinas mostró también otra cosa. Yá no hay trám ite gradual hacia
la industrialización. Esta necesita medidas específicas. Pero estas medi­
das escapan a las posibilidades de una estructura capitalista. Quedó en
claro a la vez que se acabó la vía capitalista de industrialización. Lo
que se necesita ahora es un salto.
Pero antes de entrar en la discusión de la especificidad de la acu­
mulación socialista, hay que demostrar primero, cómo aparece la defor­
mación de los proyectos capitalistas de industrialización y cómo resultan
en una continua reproducción del subdesarrollo.

— 145

10.—
La deformación de los proyectos capitalistas de industrialización

Ya vimos, que después del corte definitivo entre medios tradicio­


nales y modernos la industrialización se puede basar únicamente en la
importación casi completa del equipamiento industrial. En eso consiste
la diferencia básica entre la industrialización del siglo XIX y la del si­
glo XX. La significación para la industrialización de la capacidad para
im portar cambia totalmente. Antes, la importación de medios de produc­
ción era algo suplementario; ahora llega a ser la base del proceso. La
parte im portada de las inversiones industriales sube rápidamente hasta
el 100%. Por consiguiente, el proceso de la industrialización ya no puede
arrastrar a la sociedad entera. Será parcial, porque la capacidad para
im portar nunca puede llegar a las cantidades de un proceso rápido de
transformación de la sociedad en términos de la tecnología moderna.
Aunque no neguemos las dificultades adicionales que surgen de la necesi­
dad de una mano de obra siempre más complicada, que ahora necesita
técnicos de mucha especialización y de mucha experiencia, nos vamos
a fijar más bien en la problemática de las cantidades de fondos de in­
versión para la importación. A nuestro entender esto por sí solo puede
explicar la dificultad de la industrialización en el siglo XX.
Esta capacidad para im portar y sus limitaciones hace ahora apa­
rente y evidente la revolución de las condiciones de la industrialización.
De eso se derivan los problemas de las balanzas de pago. Como el esfuer­
zo de industrialización en cada momento va más allá de las posibilidades
de importación, no hay solución posible para éstos problemas de la ba­
lanza de pago. El tamaño posible de la industria naciente ahora no se
determina por la necesidad del país o por su decisión propia de realizar
este proceso, sino más bien por la capacidad para im portar, que no de­
pende directamente del país subdesarrollado.
La industrialización deformada de los países subdesarrollados to­
ma de esta manera una forma que mantiene el antiguo esquema de in­
tercambio m ateria prim a/productos manufacturados. Este esquema —re­
sultado de la imposición del comercio libre en el siglo XIX—, cambia
solamente su forma, pasando por diferentes etapas.
La prim era etapa mantiene muy visiblemente el antiguo esquema
de intercambio. Se sustituye la importación de bienes finales manufac­
turados por la importación de medios de producción para producir estos
bienes. La capacidad para im portar sigue dependiendo de la venta de
m ateria prima, pero la producción de los bienes finales le da a la capa­
cidad para im portar un efecto multiplicador. Ahora ya no se importan
textiles, sino la maquinaria para producir textiles. Se puede emplear
una cierta fuerza de trabajo del país subdesarrollado para term inar el
bien final, pero de ninguna m anera se crea una dinámica económica pro­
pia. Se prepara solamente un estancamiento en un nivel más alto de la
renta per cápita. Este estancamiento ocurre en el momento en que la
capacidad para im portar se agota en el suministro de medios de produc­
ción para bienes finales. Este agotamiento del empuje dinámico de las
importaciones de bienes de producción ocurre a más tard ar en el mo-
ttiento en que la reposición de capital en la producción de los bienes
finales es tan grande como la misma capacidad, p ara im portar. En este
momento la expansión del sector industrial se detiene. La industria se
transform a en enclave, el enclave industrial.
Se trata de un estancamiento muy especial. No se detiene la misma

146 —
dinámica de la industria que se ha transformado en enclave. Se detiene
más bien la fuerza expansiva de la industria —el sector moderno—, en
términos relativos. Se estanca la mano de obra empleada en el enclave.
Ya no se expande la proporción de la mano de obra total de la sociedad
empleada en la industria, a pesar de que la situación de industrialización
es todavía deficiente. Habría llegado a un grado satisfactorio solamente
en el caso de poder alimentar la tecnificación de la sociedad total a un
nivel moderno.
Pero este estancamiento y la transformación de la industria mo­
derna en enclave industrial se produce mucho antes de haber alcanzado
este nivel de madurez. Ahora la fuerza expansiva de la industria se detie­
ne, pero sigue la dinámica en el interior del enclave industrial. Eso ya
es claro, si analizamos la misma condición del surgimiento del enclave
industrial. Dijimos que se produce en el momento en el cual la reposi­
ción de capital en la industria copa toda la capacidad de im portar medios
de producción. Para entender el efecto dinámico de esta reposición de
capital hace falta evitar el concepto estático de la reposición de capital.
En esta concepción estática la reposición de capital asegura solamente
la producción al mismo nivel que antes de la reposición. Pero este con­
cepto presupone que se reemplazan medios de producción gastados por
medios física y económicamente iguales. Se tra ta de una de las tantas
ficciones falsas de la teoría estática del capital. De hecho, solamente en
casos muy contados se reemplaza un medio de producción gastado por
uno físicamente idéntico. Normalmente la reposición se hace por medios
de producción más modernos. Y los medios de producción más modernos
tienen una productividad del trabajo más grande que los anteriores.
Ejemplos hay de miles. Un alto horno, construido hace 30 años, que se
reemplaza hoy por uno nuevo jamás será física, técnica o económicamen­
te idéntico al anterior. Un mercado de altos hornos idénticos a los cons­
truidos hace 30 años ya no existe y no tendría ningún sentido que exis­
tiera. La reposición de medios de producción se hace por maquinaria de
hoy. Como esta maquinaria tiene una productividad del trabajo mucho
más alta que la anterior, resulta de la reposición un efecto dinámico.
El enclave industrial, que continuamente repone su capital, mantiene su
dinámica de crecimiento.
Pero no por eso es expansivo. Se encuentra en una situación de
estancamiento dinámico. Crece hacia el interior del enclave, y se estanca
en su relación con la sociedad fuera del enclave industrial. Así se explica
la coexistencia de un sector moderno y de un sector marginado dentro
de las sociedades subdesarrolladas de hoy. Pero hay un malentendido
posible, que hace falta evitar. El sector moderno no es la parte desarro­
llada de esta sociedad, mientras la parte marginada representa el sub­
desarrollo. Es precisamente al revés. El sector moderno es el sector sub­
desarrollado, que reproduce continuamente el subdesarrollo en la socie­
dad entera. Una industria desarrollada tiene por excelencia fuerza ex­
pansiva. Tiene una capacidad de producir medios de producción más
allá de lo que necesita para la pura reposición de su capital. Solamente
por esta razón puede desarrollar regiones enteras sin convertirse en en­
clave industrial. Eso precisamente no puede hacerlo el sector moderno
de la sociedad subdesarrollada y por eso es el verdadero foco del sub­
desarrollo de estos países. El problema del desarrollo descansa por eso
más en una reestructuración del sector moderno que del sector margi­
nado y la reforma del sistema industrial es más importante que la re­
forma agraria aunque ambas sean necesarias.
— 147
Hay dos condiciones básicas que explican el surgimiento del es­
tancamiento dinámico:
1? La determinación de la capacidad para im portar por la venta de
m ateria prim a hacia los centros desarrollados. Pero esta venta es limi­
tada. Los países desarrollados no compran m ateria prim a en cualquier
cantidad. Al contrario. Se puede suponer que el consumo de m ateria pri­
ma es una función de la técnica aplicada en los centros desarrollados y
muy poco sensible a los precios. Esta técnica determina un tope máximo
de posible consumo de m ateria prima. Una oferta de m ateria prim a que
se acerca a este tope máximo, va a tender más bien a bajar los precios
de ésta en vez de subir la venta. En este punto la elasticidad de la de­
manda de m ateria prim a en los centros se acerca a cero.
Si tenemos en cuenta que después del corte definitivo entre me­
dios tradicionales de producción y medios modernos, la industrialización
del mundo subdesarrollado depende exclusivamente de sus importacio­
nes de equipos, este tope máximo determina a la vez el tamaño máximo
de la industria en el mundo subdesarrollado. Este tamaño máximo de la
industria entonces puede variar solamente con el efecto multiplicador
que los países subdesarrollados pueden dar a la importación de equipos.
Según las etapas de su industrialización será distinto. Será más pequeño
en la etapa de la substitución de la importación de bienes finales y va
a subir en la etapa de la substitución de la producción de medios de
producción.
2° La imposibilidad de la substitución de la exportación de mate­
ria prim a por exportaciones de productos manufacturados. Si hubiera
esta substitución, la dinámica propia de la industrialización de los países
subdesarrollados crearía las bases de su fuerza expansiva. Pero esta po­
sibilidad se da solamente en casos muy aislados. Cuando la tecnología
es muy fácil y los salarios extremadamente bajos, ciertos países subde­
sarrollados logran entrar en los mercados del centro con la venta de bie­
nes finales. Así ciertos países de Asia lograron conquistar mercados para
su industria textil. Pero cuando la sustitución de importaciones avanza,
y por lo tanto el nivel general de salarios en el enclave industrial aumen­
ta, esta posibilidad prácticamente no existe. Eso vale en general para to­
dos los países importantes de América Latina. El propio avance de su
industrialización ha destruido su posibilidad de la “sustitución fácil”
de la exportación de m ateria prim a por bienes manufacturados. En estos
países hoy día ya se trata de la sustitución de la importación de medios
de producción de alta tecnología. Es mucho más difícil entrar en los cen­
tros desarrollados con productos de este tipo. Las razones son diversas.
Vamos a mencionar solamente dos:
a) La dependencia tecnológica hace necesario recurrir en este pla­
no a una tecnología extranjera de difícil manejo. Hace falta colaboración
técnica y —-lo que cuenta más—, licencias, etc., para la aplicación de esta
tecnología. Estas licencias no son solamente caras, sino se dan casi ex­
clusivamente bajo la condición de la no-exportación de los bienes pro­
ducidos hacia los mercados de los centros desarrollados. Aunque el pro­
ducto de alta tecnología se produzca en el país subdesarrollado, y aun­
que sea de una calidad competitiva para los mercados del centro, no se
puede exportar.
b) Pero esta no es la única razón, y quizás ni la más importante.
Más importante todavía parece ser el hecho, de que la producción de
alta tecnología en los países subdesarrollados no alcanza casi nunca la
calidad suficiente para ser exportada a los mercados del centro. En la
148 —
industria moderna una producción puede lograr un alta calidad solamen­
te si todas las otras producciones que suministran los insumos de esta
producción tienen también esta alta calidad. Hay una interdependencia
económica tanto en lo que se refiere a la calidad de la producción como
a la determinación de su cantidad. Hay muchas razones para no poder
alcanzar esta calidad suficiente: falta de ventajas de aglomeración, falta
de especialización del trabajo, tamaño de los mercados, la situación ins­
titucional en general en lo que se refiere a la situación legal, la irraciona­
lidad de la burocracia, la falta de una ética del trabajo, etc.

La ayuda económica para el desarrollo

Por todas estas razones es difícil suponer que la fuerza expansiva


de la industrialización de los países subdesarrollados pueda surgir de
una sustitución de las exportaciones de m ateria prim a por bienes manu­
facturados. Pero si se excluye esta posibilidad, esta fuerza expansiva
solamente puede ser un producto de otros factores. Se podría pensar
únicamente en una ayuda económica suficientemente grande, a muy largo
plazo, en una reestructuración de la industrialización dentro del propio
mundo subdesarrollado. El objetivo de esta reestructuración tendría
que ser dar a las importaciones de equipo un multiplicador tal.que la
industrialización pueda arrastrar a la sociedad entera. Eso equivale a
una disminución del coeficiente de importación de tal grado que la in­
dustrialización se pueda expandir por la sociedad entera.
Para hablar de la ayuda económica habría que aclarar prim ero
lo que se va a entender por este concepto. No se puede form ar este con­
cepto sencillamente por lo que los países desarrollados llaman ayuda
por lo que sale en sus presupuestos estatales bajo el nombre de
ayuda. Tenemos que form ar el concepto a partir de la tarea de desarro­
llo de los países subdesarrollados. Ayuda es entonces un traspaso de fon­
dos que permite superar la situación de estancamiento dinámico que se
produce por la transformación de la industria en enclave industrial. A
la vez se podría llamar ayuda a un traspaso de fondos que perm ite man­
tener un cierto tamaño del enclave industrial en el caso de fallar las
exportaciones de m ateria prim a o declinar de una m anera tal que no per­
mitan ni siquiera la alimentación del tamaño de la industria que se ha
logrado. Pero una ayuda económica cumple con estos objetivos sola­
mente si permite un déficit en la balanza comercial del comercio exterior.
Solamente en este caso una ayuda económica es real, en todos los otros
casos es puramente nominal. Un caso casi ideal para ejemplificar esta
definición es el caso de Chile. Desde hace algunos años Chile tiene una
balanza comercial más o menos equilibrada. Pero tiene una balanza de
pagos con un déficit muy alto. Toda la ayuda exterior, sea de gobierno a
gobierno o de inversión privada, etc., sirve únicamente para cubrir el
déficit de la balanza de pagos. Se emplea para la conversión de ganan­
cias de empresas extranjeras en dólares y nada más. De hecho se trata
de un traspaso de fondos entre el gobierno norteamericano e inversionis­
tas norteamericanos con propiedad en Chile. Pero por concepto de ayuda
no entra nada. Todas las importaciones se pagan con exportaciones. Esta
ayuda nominal es un puro producto del respeto a la propiedad privada.
Si se supone la desaparición de esta propiedad extranjera, Chile vive
igual como ahora sin ninguna ayuda económica y sin ninguna inversión
— 149
extranjera adicional. Esta ayuda económica es una ayuda para conservar
un sistema de propiedad existente, pero ninguna ayuda para el desarrollo.
Chile es en este sentido un caso extremo, pero muchos países lati­
noamericanos se acercan a la situación chilena. La parte más grande de
la llamada ayuda económica a Latinoamérica es de esta índole, es ayuda
nominal. Permite solamente la conversión de ganancias en divisas para
poderlas sacar hacia los países del centro. De hecho se trata de pagos
internos en el interior del mundo desarrollado. Esta situación es clara­
mente un producto de los mecanismos de la entrega de ayuda. Como se
entrega en créditos, la deuda se acumula. Con balanzas comerciales pre­
carias, un cierto monto de ayuda se va a convertir en un período perfec­
tamente previsible en ayuda nominal. O, para expresarlo al revés: una
cierta corriente de ayuda real solamente se puede mantener en el curso
de los años si la ayuda pagada sube proporcionalmente con la tasa de
servicio del capital. Si este aumento no ocurre, la corriente de ayuda se
convierte en ayuda nominal. Y Latinoamérica llega hoy día al momento,
en el que toda la corriente de ayuda financiera se está convirtiendo en
ayuda nominal. Se trata de una máquina autodestructora que está ha­
ciendo explosión.
Hay conciencia de eso, pero solamente en los países subdesarrolla­
dos. Sin embargo, a estos países no les sirve para nada que ellos tengan
esta conciencia. Los países desarrollados deciden sobre esta situación,
mientras los países subdesarrollados pueden solamente protestar. No
tienen nada que decidir. Y los países desarrollados no m uestran ninguna
inclinación hacia el cambio de esta situación. Además, es muy difícil que
la puedan cambiar. Son países capitalistas y la relación de créditos es
una de las relaciones básicas de un sistema capitalista. Créditos tienen
que ser pagados mientras los países subdesarrollados no pueden pagar
ningún crédito sino a plazos extremadamente largos.
Comprobamos entonces que el sistema capitalista no tiene los ins­
trumentos para entregar sumas grandes de ayuda económica a los países
subdesarrollados. Teóricamente es posible que los cree, pero es difícil
imaginar que verdaderamente lo haga. Las medidas necesarias van en
contra de las mismas bases del concepto capitalista de la convivencia
social; que es un concepto del "do ut des”. Sin embargo, más allá de la
problemática de los mecanismos de la entrega de la ayuda, hay el pro­
blema de la disposición a dar una ayuda significativa. Por supuesto es
posible en casos de países pequeños. Pero este "camino puertorriqueño”
será siempre una excepción. Si se toma en consideración el tamaño del
mundo subdesarrollado en total, es obvio que una ayuda significativa
tiene que alcanzar montos inmensos. Y la disposición de los países desa­
rrollados para entregar sumas de ese tamaño es extremadamente dudosa.
Si bien la solución del problema del desarrollo puede decidir sobre la
misma existencia del sistema capitalista en sus centros, los pueblos de
estos países y las mismas clases capitalistas dirigentes no tienen con­
ciencia de la gravedad de la situación. Pero sin esta conciencia la ayuda
económica jamás puede alcanzar cantidades satisfactorias. Como los paí­
ses desarrollados no sufren el subdesarrollo, ellos lo pueden aguantar
fácilmente, las sumas que se gastan para la guerra en contra de ciertos
países subdesarrollados que se rebelan jamás se van a gastar para la cons­
trucción de dichos países. Por lo tanto, un plan racional de industriali­
zación del mundo subdesarrollado no se puede basar jamás en una gran
corriente de ayuda económica. Esta puede tener solamente una función
adicional al esfuerzo propio, llegando a tener suma importancia en casos
150 —
1

especiales (cuellos de botella). Pero la misma superación del estanca­


miento dinámico en el esfuerzo de desarrollo, tiene que buscarse en otra
línea.

El gran empuje
Destacamos así la posibilidad de influir sobre la capacidad de im­
portaciones, tanto a través de una substitución de la exportación de ma­
teria prim a por bienes manufacturados como por una ayuda externa
significativa. Tenemos que ver ahora la posibilidad de aum entar el efecto
multiplicador que ejerce la industrialización sobre la capacidad para im­
portar. Naturalmente, este efecto va en aumento cuando la industriali­
zación pasa de la sustitución de la importación de bienes finales de fácil
producción hacia la sustitución de las importaciones de productos de
alta tecnología y de medios de producción.
Esta sustitución de importaciones de bienes de alta tecnología y
de medios de producción se la llama muchas veces "la sustitución difícil”,
porque enfrenta la economía con problemas hasta ahora desconocidos.
La teoría del desarrollo equilibrado y del gran empuje (big push) se de­
dicó a reflexionar especialmente esta problemática. Según esta teoría,
los proyectos industriales en esta etapa tienen que ser muy grandes dado
que no puede haber un desarrollo del siglo XIX. Cada uno de estos pro­
yectos tienen que tener un tam año tal, que solamente puede producir y
encontrar demanda si a la vez surgen otros proyectos grandes, pero
complementarios. Si se da esta complémentaridad, un proyecto sustenta
el mercado del otro y como conjunto pueden sobrevivir. Si no surge este
conjunto, ninguno de los proyectos puede existir en forma aislada. Esta
necesidad es consecuencia de la técnica moderna y algo específico del
momento histórico presente. El desarrollo tiene que enfrentarse a esta
necesidad realizando un salto de industrialización en planos muy di­
ferentes, pero correspondientes. Una vez realizado este salto, el nuevo
núcleo industrial se puede convertir en un núcleo de expansión a partir
del cual la industrialización puede arrastrar a la sociedad entera.
Si bien no dudamos de los argumentos básicos de esta teoría —la
necesidad de un salto con proyectos industriales grandes y complemen­
tarios—, sí dudamos del realismo del planteo de este esfuerzo coordinado.
Quedan abiertas dos preguntas básicas:
1? El big push se puede realizar solamente en base a una ayuda
económica externa fabulosa. Se llega a la conclusión curiosa de que el
fin del proceso de industrialización —la independencia económica— se
puede lograr solamente pasando por una fase de la dependencia total.
Y si los países desarrollados no dan la ayuda, el big push simplemente
no tiene lugar. No es el país subdesarrollado quien decide sobre el comien­
zo de un proceso de industrialización, sino es más bien el centro desarro­
llado del mundo capitalista, cuya buena voluntad m arca todos los pasos
de este proceso. Lo absurdo de las sumas necesarias para un desarrollo
económico mínimo salta a la vista, si citamos un resumen que Celso
Furtado hace de unos cálculos de Kaldor: “Las dificultades con que se
enfrentarán los países subdesarrollados para asegurarse un flujo adecua­
do de importaciones serán, con toda seguridad, muy grandes en las pró­
ximas décadas. Si se admite, por ejemplo, que las exportaciones de pro­
ductos primarios hacia los mercados tradicionales crecen a la tasa anual
del 3%, y que las exportaciones hacia los países socialistas aumentan a
— 151
una tasa tan alta como un 90%, y que las exportaciones de manufacturas
de los países subdesarrollados alcanzan la extraordinaria tasa acumula­
tiva anual de 10%; suponiendo todavía estables los términos del inter­
cambio, y aún más, tomando como base de cálculo una tasa de interés
de apenas 3% anual para los financiamientos externos, aún reuniendo
todos estos supuestos nada fáciles de concretar, para que el conjunto de
los países subdesarrollados pueda mantener un nivel de importaciones
que crezca anualmente al 6 %, el déficit acumulado de sus balanzas de
pagos arrojaría la inimaginable cifra de un billón trescientos sesenta y
seis millones de dólares entre los años 1960-2000. Tal suposición exigiría
que la participación de los países subdesarrollados en el comercio mun­
dial de manufacturas aumentase del 6,2% (dato real para 1960) al 30,8%
en el año 2000 ” 3.
Si la situación numérica es así, mejor no hablar del desarrollo.
Sería un puro autoengaño creer poder alcanzar una pequeña parte de
estos objetivos. Sería un sueño fatal, que jamás se puede cumplir. Sería
entregar la suerte del mundo subdesarrollado a la gracia de unos países
desarrollados que no tienen la más mínima intención de colaborar ma­
yormente en la tarea del desarrollo del mundo subdesarrollado, trátese
ahora de países capitalistas o socialistas.
2° La segunda duda se refiere a la suposición no argumentada, de
que un esfuerzo coordinado, como lo plantea la teoría del crecimiento
equilibrado, va a resultar necesariamente en un núcleo de expansión, que
puede sustentar una continuación de la industrialización futura. Podemos
suponer de que haya una ayuda externa suficiente para realizar un es­
fuerzo coordinado de este tipo. Pero suponemos además que esta ayuda
externa se termina en un plazo en que la industrialización del mundo
subdesarrollado no se ha realizado todavía totalmente.
Si bien ahora hay complementariedad entre los proyectos, ésta
jamás puede ser total. La dependencia de la capacidad para im portar
sigue. Si ahora la capacidad para im portar sigue basándose en la venta
de m ateria prima, el estancamiento dinámico se va a producir de nuevo
en el nuevo nivel ahora alcanzado. Pero para eso el coeficiente de impor­
tación debe haber bajado lo suficiente para que se pueda sostener el
nuevo .nivel industrial. Si no se logra basar la expansión en una exporta­
ción de bienes manufacturados de alta tecnología —y es muy poco pro­
bable que se logre—, el estrangulamiento de la industria tiene que vol­
ver necesariamente. Se produce ahora en el punto en que la capacidad
para im portar equipos, junto con la producción de equipos en el país, es
igual a la necesidad de reposición del capital gastado en el sistema in­
dustrial entero.
Pero el análisis de este último argumento nos lleva ya a la discu­
sión de la estructura de las inversiones en el mismo sistema capitalista.
De las limitaciones de esta estructura de inversiones resulta el análisis
de la acumulación socialista.

La acumulación socialista
La mayor desventaja de las teorías del desarrollo y de la industria­
lización nos parece consistir en su punto de partida. Parten de un núcleo
de industrialización incipiente ya existente en el país subdesarrollado y
conciben el desarrollo como una simple expansión de este núcleo. De
3 Furtado, Celso: Teoría y política del desarrollo económico. México 1968, pág. 317, nota.

152 —
esta manera no se discute la misma estructura económica de esta indus­
tria incipiente, sino se deducen las condiciones necesarias para su am­
pliación. El resultado es siempre el mismo: una dinámica expansiva de
la industria incipiente solamente es posible si hay una ayuda económica
significativa, estabilización de los términos de intercambio y facilida­
des para el acceso a los mercados de los centros desarrollados. Como
hacen falta fondos para la industrialización y como la misma industria
incipiente no es capaz de facilitarlos, éstos tienen que venir del extran­
jero. El problema principal es, convencer a los países desarrollados para
que acepten una política de este tipo. Puede haber las más variadas ideas
sobre el camino de industrialización a seguir. Pero siempre se parte del
reconocimiento de esta dependencia total y absoluta.
Es difícil plantear en este ambiente teórico general una teoría de
la acumulación socialista. No se puede presentar más que un ensayo. Esta
teoría todavía no se encuentra en forma elaborada. Hay casos de acumu­
lación socialista: la Unión Soviética, China, Cuba, pero no hay la teoría
de estos procesos de acumulación y de industrialización. Hay conceptua-
lizaciones que hablan de algún tipo de acumulación prim itiva en el so­
cialismo, entendiéndola en analogía a la acumulación primitiva que Marx
descubrió en la raíz histórica del sistema capitalista. Pero se tra ta más
bien de una manera de hablar, sin entrar en una discusión sistemática
de lo que significan las estructuras socialistas en este proceso de acumu­
lación. Sin embargo, la discusión del problema del subdesarrollo requiere
de un análisis más profundo de las estructuras socialistas en el proceso
de la acumulación socialista. Por eso nos parece necesario lanzarnos en
esta tarea, aunque el resultado puede ser solamente sumamente provi­
sorio.
El fenómeno que llama la atención y que hay que explicar es el
siguiente. Mientras en los países subdesarrollados de estructura capita­
lista se produce el estrangulamiento de la industrialización y la consi­
guiente transformación de la industria naciente en enclave industrial,
en los países socialistas —que también parten de una situación de sub­
desarrollo— no se producen fenómenos parecidos. Si bien estos países
sufren la misma situación en cuanto al corte ocurrido entre medios de
producción tradicionales y medios modernos, el proceso de industrializa­
ción no tiene ninguna tendencia a estancarse. Además, esta industrializa­
ción socialista se lleva a cabo con una dependencia mínima de financia-
mientos externos y consiguientes importaciones de equipos del exterior.
Eso vale por lo menos para países socialistas con espacios económicos
grandes como la Unión Soviética y China, mientras un caso como Cuba
—un país socialista pequeño— es algo diferente.
Este hecho es muy evidente, a pesar de que ni en el caso de la
Unión Soviética ni de China faltan simplemente los financiamientos ex­
ternos. En la industrialización soviética son realmente mínimos. Hay
algunos créditos de parte de Alemania e Inglaterra al final de los años
veinte, pero son créditos a mediano plazo con intereses astronómicos.
Había créditos alemanes que alcanzaron intereses de más del 30% anual.
Si bien estos créditos tenían importancia no la tenían p or su tamaño ab­
soluto, sino por la posibilidad de solucionar cuellos de botella que se
produjeron en las primeras fases de esta industrialización. La industria­
lización china tenía una ayuda más im portante de parte de la Unión So­
viética, pero esta ayuda no llegó nunca a tamaños parecidos a las im­
portaciones de equipos modernos, por ejemplo, por parte de Latinoamé­
rica. Terminada esta ayuda, después de un período de más o menos diez
— 153
años, se produjo una crisis, que se podía superar en medio año y a partir
de la cual la industrialización china se lleva a cabo en base a su propio
esfuerzo. Pero un estrangulamiento de la industrialización parecido a La­
tinoamérica no se produjo jamás.
La teoría de la acumulación socialista tendría que explicar porqué
sociedades socialistas son capaces de hacer esto, mientras las sociedades
capitalistas fracasan continuamente en sus esfuerzos de industrialización.
La mayor movilización popular o el mayor entusiasmo en el trabajo co­
mo tal no pueden explicar nada. Hay que saber porqué esta mayor mo­
vilización puede traducirse en una mayor industrialización y en un mayor
crecimiento de equipos industriales modernos. La movilización popular
como tal no soluciona impasses de la balanza de pagos y los consiguientes
estrangulamientos. Pero en el caso de la estructura socialista se superan
estos problemas. Por eso tenemos que buscar las razones más bien en las
estructuras económicas que se implantan y no en las movilizaciones po­
pulares que se realizan.
Por lo tanto hace falta analizar estos nuevos elementos de la es­
tructura socialista para poder comprender lo que significa en términos
de la estructura económica, la acumulación socialista. Para hacer esto,
vamos a empezar con el análisis del proceso de acumulación en la es­
tructura capitalista.

El equilibrio en la acumulación capitalista


Con este fin, hay que introducir algunos conceptos de análisis. Los
vamos a tom ar de los esquemas de reproducción de Marx, pero en forma
cambiada. Podemos distinguir entonces en el proceso de la inversión in­
dustrial tres secciones. La sección B sería la sección de la producción de
bienes materiales finales (de consumo). Esta sección no incluye los ser­
vicios, sino únicamente los bienes materiales finales, no im porta si pasan
directamente al consumidor o si se entregan a través de una producción
adicional de servicios. La sección A sería la sección en la cual se producen
los medios de producción que se invierten en la sección B. Es la sección
de la producción de bienes de producción para la producción de bienes
materiales finales. La sección A-l sería el lugar de la producción de las
inversiones, que se hacen en la sección A y a la vez el lugar de la repro­
ducción del capital de la misma sección A-l. Es la sección de la produc­
ción de los medios de producción para producir medios de producción.
Para la dinámica económica evidentemente este sector de la economía
es el más importante. Constituye una sección circular, un subcírculo den­
tro del círculo general entre producción y consumo. En esta sección se
producen medios de producción nuevos en base a medios de producción
antiguos en una escala siempre más amplia. Lo mismo no vale para la
sección A. Esta produce bienes de producción, pero estos no sirven para
la reproducción de la producción de bienes de producción. Para dar so­
lamente algunos ejemplos:
En la sección B se ubicaría la producción de textiles, automóviles,
viviendas, artefactos de casa, etc. En la sección A se ubicaría la produc­
ción de las máquinas de tejer, del equipamiento de las fábricas de auto­
móviles, etc. En sección A-l, por fin, se ubica la producción de la misma
maquinaria que produce estos equipamientos de la sección A. Pero como
la sección B y la sección A están creciendo, también la sección A-l tiene
que crecer. Produce su propio crecimiento que como mínimo tiene que
154 —
llegar siem pre a tasas de crecim iento suficientes para poder alim entar
la necesidad de equipos para el crecimiento de las secciones B y A. La po­
sibilidad de crecer de la sección A-l limita de esta m anera la posibilidad
de crecer de las secciones B y A. Un ejemplo para imaginarse el funcio­
namiento de este círculo reproductivo en la sección A-l sería un círculo
entre la producción de hierro y la producción de maquinaria para pro­
ducir el hierro. Circuitos de este tipo constituyen la producción de la
sección A-l y alimentan a la vez la inversión que se lleva a cabo en la
sección A. Para el efecto de nuestro análisis referimos estas secciones
B, A y A-l únicamente a la producción industrial con medios modernos
de producción. Eso es posible por el hecho del corte entre medios tradi­
cionales de producción y medios modernos.
Dada una estructura capitalista de mercados libres, el principio del
rendimiento igual del capital en todos sus usos determina una cierta
relación entre estas 3 secciones. Estas no pueden desarrollarse cada una
autónomamente, sino solamente en función de la demanda en los mer­
cados. Esto significa que en último término se pueden desarrollar sola­
mente en función del crecimiento de la sección B. La sección A evidente­
mente puede tener solamente un tamaño adecuado para efectuar la repo­
sición de capital en la sección B más la inversión neta que asegura un
crecimiento de la producción en B. Una vez instalados los nuevos equipos
en la sección B, estos pueden producir solamente para el consumo. Entre
la sección A-l y la sección A existe una relación similar. La sección A-l
produce la reposición de capital y la inversión neta de la sección A. que
por su parte es función del tamaño y del crecimiento de la sección B.
Además produce la reposición del capital y la inversión neta de la sec­
ción A-l, siendo éstas también una función del tamaño y del crecimien­
to de la sección A y por lo tanto en último término del tamaño y del
crecimiento de la sección B.
La dependencia de los mercados determina por lo tanto una re­
lación fija e invariable entre las secciones B, A y A-l. Para aclarar esta
relación, podríamos dar un ejemplo numérico, que está construido sobre
supuestos sumamente simples. Suponemos un coeficiente de capital a =
2 , una vida útil del equipo de Vu = 20 años, y una tasa de crecimiento
de la sección B de c = 10%. Si se supone una producción de la sección
B igual a 100, se da el siguiente tamaño de las secciones A y A -l:

Período 1er. período 2*> periodo


Sección A-l A B A-l A B
9+1,285+ 2,57
Producción 12,85 30 100 14,13 33 110
Capital 25,6 60 200 28,17 66 220
1,285 + 2,57 3+ 6 10 + 20
Inversión 3,85 9 30

Con el supuesto de un coeficiente de capital a = 2 el capital de


cada sección es siempre el doble de la producción de ésta, mientras la
reposición de capital es siempre igual al cuociente capital/vida útil ( 1/20
del capital de cada sección) y la inversión neta igual al doble de la pro­
ducción adicional.
— 155
De esta manera el tamaño de la sección A y A-l resulta ser una
función del tamaño de la producción de B, del coeficiente de capital de
la vida útil del equipo y de la tasa de crecimiento en la sección B, Sec­
ción A, A-l = F (B, a, va, c).
Pero como solamente la inversión neta en A-l alimenta los circui­
tos reproductivos del capital, podríamos definir un coeficiente de la
reproducción del capital que expresa la relación entre la inversión neta
en la sección A-l y la suma total de la inversión neta en el circuito eco­
nómico total:
I
A-l
Coeficiente de la reproducción de capital =
I + I + I
A-l A B
2,57
En nuestro ejemplo tendría el ta m a ñ o ----------------------- = 0,085
2,57 + 6 + 20
En este caso, menos de una décima parte de la inversión se em­
plea para inversiones reproductivas, todas las otras inversiones se en­
caminan inmediatamente hacia el consumo. Eso significa, que tienen que
convertirse forzosamente después del período técnico de producción res­
pectivo en consumo de bienes finales. No significan ahorro a largo plazo,
sino son anticipaciones inmediatas de un consumo futuro aumentado.
Si ahora se produce un estrangulamiento del sector industrial por el he­
cho que la capacidad para im portar tiene un tope determinado y a la vez
el coeficiente de importación de las inversiones es alto, toda esta estruc­
tura se inmoviliza sin poder tener una dinámica expansiva en dirección
hacia un empleo relativo más amplio de la mano de obra de toda la eco­
nomía. No obstante, la dinámica interna del sector industrial puede man­
tenerse, pero sin tener una fuerza expansiva.
La rigidez de esta estructura se debe al hecho de ser una estruc­
tura de mercado con igualdad de rendimiento del capital en todas las
secciones. El tamaño del núcleo dinámico y expansivo de la economía
— de la sección A-l—, no se puede determinar directa y autónomamente,
sino solamente a través de la manipulación del tamaño de la sección B.
En último término se puede ejercer una influencia sobre A-l exclusiva­
mente por una influencia sobre la tasa de crecimiento de la sección B.
Esta rigidez no im porta si la sección A-l tiene un tamaño adecuado
para alimentar un crecimiento de la sección B que asegure la expansión
de la industria entera. En las condiciones del subdesarrollo este caso
se puede dar únicamente si la sustitución de las importaciones llega no
solamente a la sección A, sino también a la sección A-l, sector de la repro­
ducción del capital. Pero esta reproducción es lo verdaderamente difícil.
No es posible sin una tecnología propia y sin instalaciones correspon­
dientes en la sección A-l. Pero estas instalaciones siempre serán de alta
tecnología, por lo tanto, están sometidas a las necesidades de esta tec­
nología. Tienen que tener empresas de tamaños grandes y necesitan una
especie de gran empuje para poder nacer. Hay un problema propio en
el salto de la industrialización desde la sección A hacia la sección A-l.
Pero este gran empuje hacia la sección A-l es solamente posible
si hay a la vez un empuje de las mismas dimensiones en la sección A
y la sección B. Siguiendo las cifras supuestas de nuestro ejemplo, el coe­
ficiente de la reproducción del capital ( = 0,085) obliga a invertir equi­
libradamente en la estructura entera. Si se quiere invertir para el empuje
156 —
n

de la sección A-l una cantidad de 8,5, obligadamente se tiene que in­


vertir a la vez una cantidad de 91,5 en las secciones A y B. Para obtener
la fuerza reproductiva de estos 8,5, hay que canalizar hacia el consumo
una suma mucho más grande, (91,5) que no va a tener el más mínimo
efecto expansivo sobre la base económica. Por eso el gran empuje den­
tro de la estructura capitalista necesita una ayuda económica astronó­
mica para dejar un efecto bastante modesto. Con su decisión de mante­
ner el equilibrio, la estructura capitalista desemboca en una dependen­
cia total del extranjero y de hecho en la frustración del desarrollo.
Pero hay todavía una consecuencia de la mantención de la estruc­
tura capitalista, que es igualmente desastrosa. La falta de una dinámica
reproductiva en la producción del capital obliga a la importación de los
equipo y técnicos desde los países desarrollados y por lo tanto de la téc­
nica más moderna. Otras instalaciones no se venden. Esta alta tecnología
es siempre superior en el interior del país subdesarrollado en relación
a los sectores no industrializados y puede constantemente destruir cual­
quier intento de producción con medios más anticuados, que sin embargo
estarían al alcance de la posibilidad productiva y reproductiva de los sec­
tores económicos todavía no industrializados. En el interior del país sub­
desarrollado las leyes del mercado destruyen entonces todos los esfuer­
zos productivos de sectores no industrializados o los lim itan considera­
blemente con el efecto de convertir esos sectores en sectores marginados
de la vida económica del país.
Frente a estas limitaciones habría que analizar la acumulación
socialista, porque a nuestro entender tiene herramientas estructurales
que le permiten superar los estrangulamientos mencionados.

Acumulación socialista versus acumulación capitalista


Con la marginación del criterio de los mercados y del rendimiento
igual del capital en todas las secciones de la producción industrial, la
acumulación socialista logra la capacidad de determinar autónomamente
el tamaño de la inversión en la sección A-l 4. No necesita determinarlo
indirectamente a través de la determinación de la tasa de crecimiento
de la sección B. Haciendo eso, puede multiplicar la capacidad expansiva
de las inversiones industriales. En el caso límite tiene la capacidad de
llevar el coeficiente de la reproducción del capital hacia un valor de uno,
es decir, una concentración de toda la inversión neta sobre la sección
A-l. En este caso las inversiones en la sección A y B se limitan a la sola
reposición del capital. Pero en caso de necesidad se puede renunciar hasta
a la reposición del capital en la sección A y B. Lo que determina ahora
el límite de la producción de A-l es la capacidad técnica de invertir en la
sección A-l. Esta ahora se desarrolla como un circuito cerrado en el que
unos medios de producción producen continuamente nuevos medios de
producción en una escala siempre más amplia. La importación se puede
lim itar a cubrir cuellos de botella y el circuito entero se puede dirigir
hacia una autarquía siempre más grande para bajar el coeficiente de
importación. Un estrangulamiento de la fuerza expansiva industrial ja­
más se puede dar, porque este circuito cerrado puede siempre recurrir
a técnicas más primitivas en el caso de no tener todavía acceso a las
técnicas más modernas. En el caso límite teórico de una falta completa
de equipos modernos y de una imposibilidad total de importación de
4 Ver Hinkelammert, Franz: Der Wachstumsprozess in der Sowjetwirtschaft. Berlín, 1961.

—» 157
equipos, podría hasta recorrer todos los pasos de la industrialización del
siglo XIX partiendo de equipos de técnica tradicional hasta llegar a la
técnica más moderna. Ni teóricamente se puede construir el caso de un
estrangulamiento externo de la acumulación socialista, si se supone un
espacio suficientemente grande para perm itir una autarquía económica
con aprovechamiento de la técnica moderna. Esta concentración de la
inversión sobre la sección A-l es la prim era condición para la acumula­
ción socialista. Dos condiciones adicionales ya van implícitas a esta
condición principal, pero hace falta explicitarlas.
Primero: se trata de la necesidad de separar la industrialización
en la sección A-l de los mercados externos. La importación de equipos
para A-l no se puede hacer tampoco sobre criterios de la igualdad del
rendimiento del capital dentro de la sección A-l. El criterio para el uso
de equipos importados tiene que ser más bien la posibilidad o imposi­
bilidad de producirlas en el país. Un cálculo de costos no puede tener
gran importancia para eso. Solamente en casos muy extremos puede
servir. En todos los otros casos la guía puede ser solamente el principio
general de no destruir ninguna técnica relativamente primitiva —a pesar
de sus costos más altos—, que es compatible con la industrialización de
la sección A-l.
Segundo: se tra ta de una separación rígida entre la producción
industrializada y los sectores no industrializados. La concentración de
la inversión de equipos modernos en la sección A-l no significa de nin­
guna manera el abandono de estos sectores ni tampoco necesariamente
una baja del consumo. Significa el fomento de estos sectores en base a
equipos de técnica tradicional o de técnicas nuevas, cuya construcción
sea posible con los equipos primitivos de la técnica tradicional. En base
a estas inversiones no industriales esta producción puede ser fomen­
tada por la asesoría técnica, la movilización de las masas, etc. Solamente
en casos extremos va a recurrir a la técnica de producción industrial,
por ejemplo, en una agricultura más bien tradicional el empleo de pro­
ductos industriales que tienen un rendimiento extraordinario como cier­
tos abonos, insecticidas, etc. Pero en ningún caso se tra ta de una indus­
trialización del campo, sino de medidas adicionales a un fomento de la
produpción de sectores no industrializados, que se desarrollan principal­
mente por su esfuerzo propio.
Todas estas indicaciones generales sobre la estructura básica, en
la cual se basa la acumulación socialista, se refieren a espacios económi­
cos grandes. La situación cambia ciertamente cuando se trata de países
con espacios económicos pequeños. En tales países es inevitable la inte­
gración económica en un espacio económico mayor. Como consecuencia
es también posible que se produzca el estrangulamiento por el comercio
exterior. Pero por eso no es imposible la acumulación socialista con es­
tructura propia. Se da ahora más bien a partir del sector de exporta­
ciones, que hasta cierto grado siempre puede ser un sustituto de la pro­
ducción en el sector A-l. Pero la acumulación socialista enfrenta ahora
todas las dificultades que son resultado de la integración por el comercio
exterior en un espacio económico mayor. De todas maneras se pueden
indicar las líneas de ordenamiento de la estructura económica en una
situación tal. La posibilidad del desarrollo descansa ahora, a la vez en
una promoción de la producción del sector A-l como de las exportacio­
nes. La promoción de A-l es posible solamente como una integración en
una producción complementaria del espacio económico mayor y tiene
que cumplir desde el prim er momento con las exigencias de calidad y de
1

costos de este conjunto en total. Es por lo tanto especialmente difícil


y en ciertos casos hasta imposible. Bajo condiciones de este ultimo ti­
po, el desarrollo puede descansar solamente sobre una industrialización
progresiva, de materias primas del país, y toda la planificación econó­
mica tendría que concentrarse sobre esto.
La división de mercados hay que tratarla ahora análogamente a la
acumulación socialista en espacios económicos grandes. Las importacio­
nes de equipos tienen que concentrarse sobre este sector de promoción
central. Por otro lado, hace falta establecer igualmente una división de
mercados entre la producción reproductiva (que ahora no es la sección
A-l sino el sector exportador que se industrializa) y los mercados de
otras producciones. En cuanto a éstos últimos vale otra vez el criterio
de la minimización del uso de equipos modernos y de la promoción de la
producción dentro del marco de equipos tradicionales y con asesoría
técnica moderna.
Pero este tipo de acumulación socialista tiene sus límites serios.
No puede ser jamás la solución de un gran número de países subdesa­
rrollados. Su posibilidad queda más bien limitada a países que tienen
una riqueza natural extremadamente grande que les dé la posibilidad de
desarrollarse como periferia. Como toda región desarrollada tiene que
tener necesariamente periferias, siempre habrá también países perifé­
ricos totalmente desarrollados. No obstante, eso no puede ser una so­
lución para el conjunto de los países subdesárrollados, porque este con­
junto jamás puede desarrollarse en forma de periferia. Eso no excluye
que algunos lo pueden.
Hablando entonces del conjunto de los países subdesarrollados,
la posibilidad de la acumulación socialista descansa en la necesidad de
poder actuar en espacios económicos grandes. Se trata de una necesidad
que puede restringir seriamente las posibilidades de la acumulación so­
cialista en América Latina, a no ser que la acumulación socialista se
implante simultáneamente en un conjunto de países del continente.

El sistema capitalista y la acumulación socialista

Una vez elaborado el esquema teórico de la acumulación socialista


es posible discutir su relación con la existencia del sistema capitalista.
La diferencia tradicional entre sistema capitalista y sistema socialista
se hace en base a la dicotomía economía de mercado-economía planifi­
cada. Los economistas tienden a m arginar la discusión del sistema de
propiedad y reemplazarla por la discusión de sistemas de dirección. Los
problemas del sistema de propiedad parecen secundarios puesto que un
sistema de propiedad capitalista puede ser planificado y u n sistema de
propiedad socialista puede constituirse como una economía socialista de
mercado, (por ejemplo, el caso de Yugoslavia). En estos términos, la
estructura económica sería suficientemente aclarada por el análisis de
estos sistemas de dirección. Estructuras capitalistas y estructuras socia­
listas se entienden a partir del mismo equilibrio económico, en función
del cual constituyen distintos sistemas de dirección. Pero en el propio
plano del sistema económico la diferencia entre los dos sería puramente
cuantitativa, dado que el sistema socialista tendría algunos elementos
más de planificación y el sistema capitalista algunos menos.
Si nuestra tesis de la acumulación socialista es correcta, toda esta
dicotomía es falsa. El sistema capitalista y el sistema socialista serían

— 139
cualitativamente distintos. El sistema capitalista está orientado de por
sí y sin escape a una acumulación en términos de equilibrio entre las
secciones A-l, A y B. Puede tener más elementos de controles o también
más elementos de planificación, pero esta orientación fundamental de­
termina toda la estructura económica que puede existir con este sistema
de dirección. No tiene opciones más allá de este equilibrio. La ideología
de este sistema defiende este punto de vista negando cualquier tipo de
equilibrio que no sea determinable dentro de una estructura de mercados.
La tesis de la acumulación socialista sostiene al contrario de que
hay equilibrios económicos —situaciones económicas óptimas—, que no
pueden realizarse dentro de una estructura de mercados, pero que sí
pueden ser realizados en estructuras de otro tipo. Estas estructuras so­
cialistas no prescinden simplemente de los mercados, pero los marginan
y subordinan. Una estructura socialista tal tiene opciones que se le es­
capan a estructuras capitalistas. Por supuesto, tiene también la opción
de una economía de mercados. Pero no se lim ita a esta opción. En caso
de necesidad tiene otras. El sistema capitalista, en cambio, no las tiene.
En caso de necesidad de otras opciones desarrolla simplemente el sub­
desarrollo. Otra alternativa no tiene.
En términos de nuestro análisis esto significa, que el sistema ca­
pitalista no puede determinar autónomamente el coeficiente de la repro­
ducción del capital. Una estructura socialista en cambio es capaz de ha­
cer eso. Tiene por lo tanto un margen de libertad más grande que la
estructura capitalista.
En este sentido la planificación socialista no se puede confundir
con la planificación capitalista. Y la posibilidad de su realización descan­
sa sobre la existencia de un sistema de propiedad socialista. Por lo tanto,
la determinación del sistema de propiedad es previa a la determinación
del sistema de dirección.
En cuanto a la solución del problema del subdesarrollo, las con­
secuencias son muy claras. La mantención del sistema capitalista es a
la vez la reproducción del subdesarrollo y la superación del subdesarrollo
es posible solamente como superación del sistema capitalista como sis­
tema de propiedad. En el mismo sentido se podría decir que el subdesa­
rrollo no es una categoría independiente al lado de la dicotomía capita­
lismo/socialismo y de las luchas de clases, sino es al contrario la apa­
riencia que toma esta dicotomía. La lucha por el desarrollo se revela en­
tonces como una apariencia de la lucha de clases en el plano internacional.

160 —
Proposiciones para un pronunciamiento
de la facultad de medicina
de la Universidad de Chile
sobre el control de la natalidad (1)
Francisco Mardones S.
Consejero Estudiantil Facultad
de Medicina,

De acuerdo a lo solicitado, nos atendremos a pedir a esta Junta


aprobar un método de trabajo que permita una clarificación sobre este
difícil tema. Para ello señalaremos brevemente algunos de los hechos
que son hitos fundamentales en esta cuestión y, por lo tanto deben in­
vestigarse.
1?— En 1965 se planteó en Chile llevar a cabo una campaña de
planificación familiar con criterio médico, es decir, se pretendía cubrir:
a) A las mujeres con alto riesgo de aborto;
b ) Los casos en que fuera necesario proteger nuevos embarazos
(como es el caso de la madre desnutrida y aquélla cuyo ingreso familiar
es muy exiguo, lo que hace prever un hijo desnutrido si se engendra in­
mediatamente);
c) Y las causas médicas.
El SNS calculó que un 15% de las mujeres en edad fértil cumplían
estos requisitos. El SNS tendría el control directo y la CONDUCCION
TOTAL de este programa.
2°— Estos programas de planificación familiar han sido descritos
por el Dr. Bernard Berelson, presidente del Consejo de Población, New
York (Fundación Rockefeller) en febrero de 1969 como un prim er paso
hacia el control de la natalidad: “Este problema es más urgente en los
países en vías de desarrollo, en los que el rápido aumento de la población
retarda el desarrollo social y económico... ¿Por qué ha sido la Planifi­
cación Familiar el prim er paso hacia el control de la población? Posi­
blemente porque desde el punto de vista político es lo más aceptable,
ya que al estar estrechamente ligada a la protección matemo-infantil,
indudablemente se la percibe como una medida de salud y al ser volun-
1 Planteamiento hecho en abril del presente año a la Facultad de Medicina de la Universidad
de Chle por el Consejero Estudiantil señor Francisco Mardones S. y aceptado por unani­
midad por dicha Facultad, formándose una Comisión de Académicos y Estudiantes que se
abocaría a la recopilación de antecedentes sobre el tema.

— 161

ii.—
taria, se puede justificar como una contribución a la afectiva libertad
personal de las parejas. Dentro de estos conceptos su práctica va estre­
chamente ligada a valores aceptados y, por lo tanto, es políticamente
factib le... Para los fines de este estudio asumamos que los programas
nacionales de planificación familiar, basados principalmente en la anti­
concepción voluntaria, no son "suficientes’', definiéndose esta palabra no
necesariamente como un crecimiento nulo en algún presente prolongado,
sino como el descenso rápido y sustancial de las tasas de natalidad. La
expresión "suficientes” evade la cuestión de la meta final, pues simple­
mente exige una reducción más rápida del crecimiento demográfico que
la actualmente en proceso o en proyecto y dentro de lo posible, entre más
acelerada, mejor. Para dar idea de un orden general de magnitud basta
con indicar que la finalidad inmediata es reducir a la m itad el índice de
natalidad en los países en vías de desarrollo en los próximos diez o vein­
te años; digamos, de 40 nacimientos anuales por 1.000 habitantes a 20-25”.
En este sentido, estudiantes de Medicina, en una investigación
sobre planificación familiar realizada, plantean lo siguiente “Nosotros
pensamos que, en efecto, detrás del uso masivo de los métodos anticon­
ceptivos, hay dos tipos de criterio superpuestos: uno, de orden médico,
tendiente a prestar atención terapéutica y preventiva a los problemas
bio-psicológicos derivados de la fecundidad de la pareja humana y a los
médico-sociales, como el aborto y; otro, de orden demográfico y político,
tendiente a dar, sobre todo en los países “subdesarrollados", en conjunto
con otras medidas políticas, las condiciones del llamado “despegue eco­
nómico” que pongan aceleradamente a estas naciones en un pie de mejor
comparación con las llamadas “sociedades desarrolladas”, rebajando la
barrera de separación y alejamiento mutuo. Las técnicas médicas anti­
concepcionales, independizadas del criterio médico, albergan el serio pe­
ligro de servir a ciegas y en forma desmedida e inhumana, a enfoques po­
líticos que no han sido sometidos a un serio análisis científico. La posi­
bilidad o imposibilidad de convergencia entre los criterios médicos y
político es el problema que nos preocupa y por el cual hemos buscado
hacer la investigación que sigue como un pequeño aporte a la clarifica­
ción de esta difícil cuestión. Nuestra hipótesis de trabajo parte en este
caso dpi hecho de que hemos puesto en tela de juicio los objetivos tra­
dicionales de los programas de planificación familiar, que, tal como se
están aplicando actualmente, más bien nos parecen sistemas destinados
a la reducción drástica de la natalidad, derivados de un criterio econo-
micista y no planes tendientes a crear un real conocimiento de la respon­
sabilidad de la pareja humana en la procreación y de su relación con
la dignificación del hombre y la sociedad. En este concepto de PATER­
NIDAD RESPONSABLE el que, a nuestro juicio, debería ser alcanzado
por las poblaciones sometidas a programas de planificación fam iliar”.
3?— Investigaciones realizadas por estudiantes de Medicina del
Sexto Año 1969 (Pobl. Parque Sta. Mónica), por Josefina Losada de
Masjúán y por Querubina Henríquez de Paredes señalaron que en las po­
blaciones marginales del Gran Santiago se está ya en una cobertura del
40% de las mujeres en edad fértil, con métodos eficaces. También últi­
mos estudios realizados por CELAP señalan un 60% de corbetura en
poblaciones marginales.
4?— Con fecha 18 de diciembre de 1968, se firmó entre el SNS
y la Asociación Chilena de Protección de la Familia (financiada por la
IPPF: International Parenthood Planning Family) un "convenio desti­
162 —
1

nado a regularizar y a establecer sobre bases legales y reglamentarias un


programa cooperativo sobre regulación de natalidad en todo el territorio
nacional. Las acciones de este programa se realizarán a través de los or­
ganismos locales de salud, dependientes del SNS, encauzando a ese nivel
la cooperación financiera y administrativo-técnica de la Asociación". Uno
de sus artículos dice así: “Art. 4°: Los aportes de la Asociación consisti­
rán en bienes durables o de consumo y en REMUNERACIONES PARA
EL PERSONAL DEL SERVICIO POR HORAS TRABAJADAS, corres­
pondientes a labores efectuadas en horarios distintos al que tenga contra­
tado con el servicio.
5°— Una parte im portante de la contracepción que se realiza es
financiada (pagándole en forma directa al médico por D IU 1 colocado o
contracepción realizada) por la Rockefeller Foundation u organismos
privados que funcionan con un importante aporte foráneo (Asociación
Chilena de Protección de la Familia). Se efectúa este tipo de acciones
en locales del SNS (locales del Estado chileno).
Aquí también es im portante señalar que el pago directo por acto
médico, hace que se concentre el recurso médico progresivamente en
este tipo de acciones, sin que medie una educación e información ade­
cuada a las pacientes.
6?— Personeros de los EE. UU. han hecho declaraciones como las
siguientes:
Frederick Osborn (miembro del Consejo de Población Mundial,
N. Y.): “El peligro aumenta por la desigualdad entre las naciones "po­
seedoras” y “desposeídas” ( . . . ) . Los países "poseedores" tienen un am­
plio margen al que pueden acudir para m ejorar la educación, proporcio­
nar capital para invertir en nuevas fábricas y m ejorar en todos los sen­
tidos el nivel de vida. En los países “desposeídos”, la gente debe gastar
lo que posee para satisfacer sus necesidades más primarias. No hay mar­
gen para alcanzar educación, adiestramiento en técnicas modernas, cons­
trucción de nuevas fábricas o m ejorar la agricultura y los transportes.
Todo lo que producen lo necesitan para m antener la vida. Considerando
que las naciones “poseedoras”, incluyendo Rusia y Japón, forman en la
actualidad menos del 33% de la población mundial y pronto formarán
no más del 25% estas desigualdades son un peligro. Cuando China, India
y otros países menos industrializados dispongan de armas modernas,
atómicas y de otra índole, la minoría de las naciones actualmente indus­
trializadas estará en peligro a causa del número, la pobreza y la intran­
quilidad de las “desposeídas”. Si la civilización occidental fuese atrope­
llada por las masas desesperadas de un mundo superpoblado, surgiría
el Obscurantismo.
Joseph S. Clarke (discurso en el Senado de EE. UU., 14 de junio,
1965); “A.I.D. debería promover la formulación de programas de plani­
ficación voluntaria de la familia como una necesaria condición para en­
frentar la marea creciente de bocas hambrientas y a las aspiraciones in­
satisfechas en esos países y así evitar que la ayuda americana se desper­
dicie en un tonel sin fondo. A.I.D. debería moverse desde su actitud de
activo proselitismo de la causa del Family planning, en los muchos paí­
ses donde esto podría ser apropiado”.
Lauchlin Currie (Programa de Conferencias del P.R.B., Popula-
tion Reference Bureau Inc., Cong. N? 1, Bogotá, 9 de noviembre, 1966):
1 Dispositivos mtra-uterinos.

— 163
"Un crecimiento acelerado significa restar recursos al desarrollo... Todo
esto, a su vez, representa pobreza continuada, frustración, odio y envidia,
incapacidad para abordar problemas cuya magnitud aumenta todos los
días, mengua de la fe en la justicia y en la eficacia tanto del sistema de
libre, empresa como de la democracia, naturalmente, una dispersión de
los esfuerzos y la improvisación y demagogia que son sus resultados”.
Kenneth Bollding: “El infanticidio y el aborto son probablemente
los métodos más seguros del control de la población. El infanticidio es
repugnante a una sensibilidad moral desarrollada y difícilmente puede
ser practicado sin destruir ciertos valores intangibles que son importan­
tes para una elevada calidad de vida humana. Sólo tengo una sugerencia
positiva que hacer, una proposición que actualmente parece tan traída
de los cabellos, que creo ocasionará sólo risa al exponerla. Sin embargo,
creo con toda seriedad que un sistema de LICENCIAS PARA TENER
HIJOS, COMERCIABLES, sería el único que combinaría el mínimo de
control social necesario para la solución de este problema con un máxi­
mo de libertad individual y elección ética. A cada m ujer joven, al acer-
carce a la madurez se le presentaría un certificado que diera derecho a
su poseedora a tener, digamos 2,2 niños o cualquier número que asegu­
rara una proporción reproductiva de uno. La unidad de estos certificados
podría ser la "deci-niño” y la acumulación de diez de estas unidades, ya
fueran compradas, heredadas u obsequiadas, perm itiría a una m ujer ma­
dura tener un hijo legítimo. Se podría entonces establecer un mercado
de estas unidades en el que los ricos y los partidarios de la procreación
podrían comprar a los pobres, a las monjas, a las solteras, etc. ( . . . ) .
Este plan tendría la ventaja adicional de desarrollar a la larga una ten­
dencia a la igualdad de ingresos, pues los ricos tendrían muchos hijos
y serían menos ricos y los pobres tendrían pocos hijos y serían menos
pobres".
Mientras tanto, Robert McNamara pretende supeditar los présta­
mos del Banco Mundial a la aplicación de rigurosos planes antinatalistas
en América Latina.
En nuestro país, por otra parte, aparecen también algunas opi­
niones favorables al control de la natalidad:
' P. E. C., 25 de noviembre de 1966, Stgo.: “.. .S e busca equilibrar
las posibilidades reales de la economía de un país con las necesidades
de sus habitantes para incorporar plenamente al grupo de las comunida­
des al pleno desarrollo. Simultáneamente, al desaparecer el hambre, la
escasez de viviendas y las carencias educacionales, desaparecen las pre­
siones sociales y el descontento popular y se anulan prácticamente las
oportunidades para engendrar estados de conmoción y revolución per
se. Un gobierno que busca el progreso social, busca la planificación de
la familia.
Un gobierno que busca el desorden social, impide la planificación
de la familia.
Benjamín Viel (Implicaciones Sociológicas del Crecimiento de la
Población, P.R.B., Tercer Diálogo de Población, Long Island, Nueva York,
27-29 de junio, 1969): "Si el hombre crece con más velocidad, como
hasta ahora lo hace en América Latina, una revolución llevada a cabo por
masas analfabetas y paupérrimas tendrá que ser la consecuencia lógica
del simple hecho demográfico que anotan nuestras estadísticas vitales.
Ellas nos están señalando que la mitad de nuestras poblaciones tienen
menos de 20 años de edad, sin que exista posibilidad alguna de incor­
porar al mercado del trabajo al total de los que cada año alcanzan los
164 —
veinte años. Resulta difícil pensar que tal tensión revolucionaria pueda
encauzarse hacia una evolución normal, cuando la generación intermedia,
que debía servir de elemento neutralizador, ha perdido buena parte de
la fe que tenía en sus propios valores y es mirada por la juventud, por
una parte, como causante del desastre que ella sufre y, por otra, como
ostentador indebido de un poder que no ha sabido emplear. Ante un pa­
norama tan incierto y peligroso resulta realmente difícil de comprender
que sean los elementos más tradicionales de nuestra sociedad los que
combaten con mayor energía a aquéllos que intentamos disminuir nues­
tra excesiva velocidad de crecimiento en la esperanza de disminuir la
tensión intrafamiliar, que lleva a las madres al infanticidio inconsciente
y al aborto, y a la tensión social, que lleva a los hombres a la rebelión
y a la violencia, buscando cambios que sólo serían alcanzables en la paz
y en el diálogo”.
7?— sin embargo, en América Latina se alzan voces que se oponen
a la imposición de programas antinaturalistas:
Reportaje en el "Survey of International Development” Vol. III.
N? 6 junio 15, 1966: “El delegado del Perú, portavoz de los puntos de
vista de otros delegados latinoam ericanos... Explicó que América La­
tina. .. tiene "tierras vacías y recursos no explotados” y si UNICEF mis­
ma va a ser envuelta en el control de la población, las naciones ricas
pueden caer en la tentación de reducir la ayuda económica y concentrarla
en la asistencia a los Servicios de birth-control”.
Correio de Manha, agosto 10, 1966: "El neomaltusianismo es ma­
nipulado por los grandes laboratorios... y casas farm acéuticas... la ac­
titud reaccionaria no es la Iglesia Católica sino la de los planificadores
de la familia, por razones comerciales nacida de los intereses geo-políticos
norteamericanos (así no habrá una prevalencia de poblaciones subde-
sarrolladas o asiáticas o de comunistas norteamericanos) y también nace
del miedo de las reformas estructurales. Brasil, falto de recursos depen­
de para su progreso económico de su fuerza de trabajo. No será con el
control de la natalidad financiado por el Banco Nacional del Desarrollo
y la Alianza para el Progreso o empresas extranjeras que nuestro país
tendrá éxito en desarrollarse por sí mismo; por el contrario será a través
de dramáticas modificaciones de las estructuras sociales y económicas".
Diario El Siglo, Stgo. martes 8 febrero de 1966: "América es pre­
sentada en este plan, como una de las regiones del mundo que constituye
mayor amenaza por su alto índice de explosión demográfica. Sin embar­
go, en América Latina hay países capaces de albergar a un número de
habitantes diez o veinte veces mayor que su población actual. Mas, para
lograr que este albergue responda a las necesidades elementales de la
población humana, hay que trabajar la tierra, explotar y explorar el sub­
suelo; llevar a esas inmensas áreas la maquinaria agrícola, la técnica
industrial, la escuela; en suma, la civilización y la cultura. Pero como esta
es una empresa gigantesca, difícil de realizar, y, además, frenada en mu­
chas formas por las contradicciones y los desajustes de un mundo que
en muchos aspectos está asentado sobre mentiras e hipocresías, mansa­
mente nos avenimos a seguir la línea de la no resistencia y aceptamos el
control de la natalidad como un recurso “heroico" —en el fondo, sólo
resultado del miedo y la desesperación— declarándonos incapaces de
encarar nuestro propio destino y menos aún el de las generaciones del
futuro. El control de la natalidad con toda su secuela de ignominias y
pequeñas miserias; de engañosa apariencia científica y de consumado fa­
riseísmo, sólo será un genocidio legalizado. De antemano estamos conde­

— 165
nando a muerte a millones y millones de seres humanos que bien podrían
venir, si nuestra imprevisión y nuestra cobardía no impidieran prepa­
rarles un sitio aquí, en la tierra, no serían sino hermanos nuestros, hijos
nuestros, cuya misión será contribuir al surgimiento de un mundo libe­
rado por la inteligencia y el trabajo. Un mundo de paz, donde a nadie se
le pueda m atar antes de haber nacido..
Y también fuera de América Latina, aparecen opiniones:
Paulo VI, Discurso ante la Asamblea de la NU, octubre 1965: “Es
en vuestra asamblea en donde el respeto a la vida, aún en lo que concier­
ne al gran problema de la natalidad, debe encontrar su más alta profe­
sión y su más razonable defensa. Vuestra tarea es la de hacer de manera
que el pan sea suficientemente abundante en la mesa de la humanidad
y no la de favorecer un control artificial de la natalidad, que sería irra­
cional, con el propósito de disminuir los invitados al banquete de la
vida”.
Respuesta del Cardenal Patrick O’Boyle, Arzobispo de Washington,
al Presidente Nixon sobre política anticonceptiva: “Hay tres factores
que creo, deben ser evaluados por cada ciudadano consciente, cualquier
ra que sea su juicio sobre el uso de anticonceptivos por parte de las pa­
rejas en particular. Es el de considerar el problema de la política pública,
que es al que me refiero ahora. Primero, los programas públicos de con­
trol de nacimientos no hacen nada para superar la pobreza o la miseria,
fuera de disminuir el número de gente pobre. En teoría está muy bien
imaginar que esta política pueda adoptar este procedimiento simplista
en forma limitada, mientras que ataca vigorosamente la discriminación
racial y otras formas de injusticia, las cuales son las razones más im­
portantes de que exista tanta miseria en medio de nuestra creciente
sociedad, y la razón de que haya un abismo progresivo entre las nacio­
nes ricas y las pobres. Pero en la práctica, la actitud negativa de progra­
mas antinatales se convierte muy fácilmente en una alternativa que reem­
plaza las soluciones positivas de reconstrucción del orden social dentro
de la justicia.
El 25 de junio de 1965, dos meses antes del sermón que he men­
cionado, nuestro presidente en ese entonces, dirigió una alocución en la
ciudad de San Francisco con motivo de la celebración del 20° aniversario
de la N.U., en la cual dijo: "Encaremos en todas las tierras, incluyendo
esta tierra, los crecientes problemas de nuestras crecientes poblaciones
y busquémosle las respuestas a esto que es el máximo reto al futuro del
mundo. Actuemos sobre el hecho de que CINCO DOLARES INVERTI­
DOS EN CONTROL DE POBLACION EQUIVALEN A 100 DOLARES IN­
VERTIDOS EN EL CRECIMIENTO ECONOMICO”. Estos planteamientos
merecen ser examinados. Produjo un furioso rugido en medio de los
países más pobres, especialmente en América Latina. A mi juicio estas
críticas están bien fundadas: sino en todo lo que ellas dicen, sí por lo
menos en cuanto que descubren en este planteamiento un falso sentido
de los valores, consistente en comparar el costo de limitar la pobla­
ción, al costo de darles un servicio, como si la única diferencia importan­
te entre las dos cosas fuera el número de dólares gastados. He oído que
aún muchos de los líderes del control de nacimientos encuentran que
este planteamiento ha sido poco inteligente... desafortunadamente no
porque refleje inadecuadamente su propósito sino más bien, porque lo
refleja de una manera demasiado explícita”.
8?— Sin pretender cuestionar la integridad moral de algunos do­
centes de nuestra Facultad (de los Deptos. en los cuales se realiza control
166 —
\
de natalidad), queremos señalar algunos datos que preocupan a muchos
estudiantes:
a) Se sabe que en Vallenar, luego de la estadía de Internos (Medi­
cina) y estudiantes de Obstetricia, se produjo un aumento de la morbi­
lidad infantil. Esto se interpreta por un reparto indiscriminado de anovu-
latorios, incluyendo puérperas, en las cuales éstos detienen la lactancia.
b ) En Toconao (población del Norte Grande que se está extin­
guiendo porque los jóvenes emigran en busca de trabajo) se tiene noti­
cia de que las estudiantes de Obstetricia están imponiendo el control de
la natalidad. Algunas fuentes han expresado que el Plan Antinatalista
lo controla en forma importante en provincias la Escuela de Obstetricia.
c) Algunos estudiantes han constatado que en esta Facultad se
realizan investigaciones (al parecer financiadas directamente por labo­
ratorios norteamericanos, pues no aparecen consignadas dentro de los
ítems para investigaciones de esta Facultad) que son de inciertos resul­
tados y cuyos riesgos no han sido suficientemente evaluados. Este punto
es sumamente importante, además, porque hay datos que señalan incon­
venientes serios para el uso, tanto de anticonceptivos orales (posible de­
sencadenamiento de diabetes en prediabéticas, eventual relación con cán­
cer, con infecciones urogenitales, con atrofia irreversible de endometrio
por uso continuado de progestágenos inyectables, etc.) como del DIU.
(en este sentido citamos las palabras del doctor A. Guttmacher, Presi­
dente de la Federación de Planificación Familiar, del 7 del VI de 1967
reproducida en."Time” : "Con su alto porcentaje de fracasos, los dispo­
sitivos intrauterinos puede que no sean lo suficientemente buenos para
que los usen sus esposas, señores; pero sí lo son para un programa de
Salud Pública en un país en desarrollo. Y es ahí, en esos países donde
los DIU se usan principalmente: Tawan, Ceylán, India, México.. . ” ). Qui­
siéramos plantear también en este punto la consideración de que las po­
blaciones de los países subdesarrollados podrían estar siendo utilizadas
como campo de investigación farmacológicas con seres humanos, ya que
los reglamentos de los países ricos impiden este tipo de riesgos a sus
habitantes.
Creemos necesario analizar científicamente todos los puntos men­
cionados y algunos otros, porque el problema no se circunscribe sola­
mente al debate sobre las implicancias políticas del "control de la nata­
lidad” a nivel nacional o latinoamericano, sino que también el problema
se introduce en el quehacer cotidiano de los investigadores y docentes
de esta Facultad, poniéndose en evidencia que no cabe aquella actitud
de “neutralidad” de la ciencia (actitud muy expandida aún en medios
universitarios progresistas), como si fuera posible, por el solo hecho de
entrar a un laboratorio, sustraerse al inevitable compromiso político.
Para que este análisis sea cumplido acabadamente, de tal manera
que alcancemos una posición clara al respecto, proponem os:
I .— La realización de la siguiente encuesta en los Deptos. vincu­
lados a este problema (encuesta similar se está realizando en la Facul­
tad de Medicina de Montevideo): I. Número de DIU colocados u otros
métodos anticoncepcionales aplicados hasta la fecha. Edad, número de
hijos, número de abortos, situación socio-económica y otros datos que
se posean sobre las pacientes.
II. Estudio a que se somete la paciente, previa la aplicación del
anticonceptivo.

— 167.
III. Financiación de los trabajos de planificación familiar y costo
de los mismos.
IV. Viajes a provincia, actividades realizadas en provincia, con­
tactos permanentes o transitorios con otras zonas del país.
V. Actividades realizadas en Santiago.
VI. Estadísticas sobre tolerancia a los métodos anticoncepcionales.
VII. Correlación entre usó de anticonceptivos y afecciones diver­
sas, especialmente las infecciones urogenitales, cáncer, etc.
VIII. Trabajos de investigación realizados por los departamentos
en colaboración con laboratorios privados nacionales o extranjeros y
con el SNS.
2.— Llevar a cabo un ciclo de foros, en que se conozca la opi­
nión de:
— Estadísticos
— Demógrafos
— Economistas
— Expertos en Salud Pública
— Obstetras
— Sociólogos
— Estudiantes de Medicina,
— Genetistas.
3.— Abrir la posibilidad de que el Consejo de Facultad conozca
cualquier opinión por escrito de algún miembro de esta Facultad.
4.— Reunir la documentación de los puntos 1, 2 y 3, en una revis­
ta que sirva como recopilación de antecedentes para que los consejeros
se formen una opinión antes de emitir un pronunciamiento frente a las
actividades realizadas en esta Facultad y en el país si se juzga necesario.
5.— A cargo de cumplir estas cuatro etapas, proponemos se cons­
tituya una comisión formada por académicos y estudiantes de esta Facul­
tad, -que con un plazo de tres meses entregue la revista con todos los
datos al Consejo para que éste se pronuncie.
6.— Creemos que la Universidad reformada, conciencia crítica
del proceso histórico nacional, debe pronunciarse sobre este problema
que afecta gravemente a las poblaciones y a las conciencias de nuestro
país y de todo el Tercer Mundo y es precisamente la Facultad de Medici­
na la llamada a cumplir esta tarea.

168 —
Notas bibliográficas

COLECCION ESCRITORES COLONIA­ La presente colección no es una reedi­


LES DE CHILE, realizada con la asesoría ción completa de cada obra dé los escri­
del Instituto de L iteratura Chilena. Edito­ tores coloniales, sino una selección hecha
rial Universitaria, S. A., Santiago, 1969. por especialistas, quienes han mantenido
Prólogo a la colección de César Bunster, el plan que concibió el autor, Obteniendo
Director del Instituto de L iteratura Chi­ así un corpus orgánico de cada una. Los
lena. libros, además, están precedidos por un
prólogo del investigador que tuvo a cargo
N? 1.— Alonso de Ercilla, La Araucana. la selección, con referencias a la biografía
Selección, prólogo y notas de Gui­ del autor y a aspectos literarios o histó­
llermo Araya, Catedrático de la ricos. Incluyen a pie de página notas acla­
Universidad Austral de Chile. ratorias ya sea del lenguaje de la época
N? 2.— Alonso de Gángora Marmolejo, His­ o de referencias históricas o geográficas.
toria de Chile desde su descubri­ Dado que la Colección está bajo la aseso­
miento hasta el año 1575. Selección, ría del Instituto de L iteratura Chilena los
prólogo y notas de Nelson Osorio, prólogos han tendido hacia las explica­
Profesor de la Universidad1 de ciones de carácter literario. Sin embargo,
Chile. las obras mismas escapan a esta intención
N? 3.— Diego de Rosales, Historia Gene­ por ser en general testimonio de la época,
ra l de El Reino de Chile, Flandes importantes documentos pitra estudiar la
Indiano. Selección, prólogo y notas evolución de la sociedad.
de Alfonso Calderón, Profesor e Los dos primeros libros de esta colección
Investigador de la Universidad de —el de Alonso de Ercilla y el de Góngora
Chile. Marmolejo— giran en. torno a la descrip­
N? 4.— Manuel Lacunza, La venida del ción de la guerra de Arauco, tónica cen­
Mesías en Gloria y M ajestad. Se­ tra l de muchos años de Historia de Chile.
lección, prefacio y notas de Mario L a miserable y sacrificada vida de los
Góngora, Profesor e Investigador españoles; la pobreza e ignorancia de esta
de la Universidad de Chile. sociedad: la capacidad de adaptación al
cambio del pueblo araucano, su valía y de­
E l Instituto de L iteratura Chilena, junto terminación por la sobrevivencia; en fin,
a la Editorial Universitaria han tenido la toda una epopeya de vida y m uerte con­
feliz iniciativa de inaugurar una Colección tada por los que fueron en mayor o me­
de Escritores Coloniales de Chile. Su in­ nor grado sus actores, que nos acercan
tención ha sido la de divulgar obras de in­ necesariam ente a la época de donde em er­
dudable valor histórico y literario que por gió convulsionada nuestra nacionalidad.
años han sido desconocidas por el grueso El libro del P . Rosales representa his-
público. Hoy día podemos encontrar sus toriográficamente una etapa m ás evolu­
prim eras y únicas ediciones —puesto que cionada que la crónica épica, la cual pre­
la mayoría de estos libros no han vuelto a fiere las acciones bélicas. E ste cambio,
reeditarse— exclusivamente en las biblio­ realza —como la mayoría de las crónicas
tecas importantes o en las manos de his­ escritas entre fines del siglo XVI y prime­
toriadores y bibliófilos. r a mitad del siguiente— la descripción fí­

— 169
sica m atizada con la intencionalidad con­ y ejercicio della, veremos que muchos no
ventual tan en boga en las cortes virrey- les han hecho ventaja, y que son pocos
nales. De allí sus descripciones botánicas los que con tan gran constancia y firmeza
y zoológicas y las narraciones sobre la han defendido su tierra contra tan fieros
vida, costumbres y creencias de los grupos enemigos como son los españoles” .
araucanos. L a selección y prólogo de la Historia de
E l cuarto libro, la obra de Lacunza, se Chile desde su descubrimiento del año 1575
nos escapa de esta tem ática p ara llevarnos compuesta por el Capitán Alonso de Gón­
al pensamiento culto de fines del siglo gora Marmolejo, fue realizado por el pro­
XVm y comienzos del XIX. Pensamiento fesor de la Universidad de Chile, Nelson
religioso en torno a la explicación de las Osorio.
Sagradas Escrituras, cuya discusión nos Los datos biográficos de Góngora M ar­
permite aclarar ideas de toda una época, molejo son, escasos y dispersos. Sin em bar­
sin mayor color local, pero con un tras- go Osorio —con la ayuda de historiadores—
fondo de rebeldía y protesta, profundamen­ logró ra stre a r una serie de fechas en la
te cristiana enraizada en los Santos libros, documentación de la época. Así estableció
a las injusticias terrenales (expulsión de que había nacido hacia 1522 y que murió
los jesuítas, por ejemplo). en 1576.
Guillermo Araya, Catedrático de la Uni­ Comentando la obra el profesor Osorio
versidad Austral de Chile, tuvo a su cargo dice que “su relación es de una sobriedad
la selección y prólogo de La Araucana extraordinaria y no se observa en ella nin­
de don Alonso de Ercilla. Ha sido tradicio­ gunos de los alardes de erudición,, muchas
nal en Chile el estudio de algunos versos veces ficticia, con que acostumbran ador­
de este poema en, los Liceos y por lo tan­ n ar sus relatos los cronistas contemporá­
to su autor es bastante conocido. No así neos. E stá prácticam ente ausente también
la totalidad de su obra que es práctica­ la tendencia hiperbólica y la presencia de
mente desconocida por el grueso público. elementos sobrenaturales o milagrosos.
La presente selección es una muy buena Tampoco hay en, ella disgresiones morales
m uestra del contenido de este poema. ni juicios éticos que involucran una toma
Don Alonso de Ercilla nació en 1533, en­ de postura crítica ante los hombres que
tró en la corte como paje en 1548, en, 1554 intervienen” .
pasó a las Indias Occidentales y murió en Góngora Marmolejo dedicó su obra al
1594 en España. Fue contemporáneo de limo. Sr. don Juan de Ovando, Presidente
Felipe II y al igual que éste estaba lleno del Real Consejo de Indias. Al igual que
de un impulso vital que lo llevó a cruzar Ercilla —y que casi todos los escritores-
los m ares p ara llegar a estas lejanas tie­ soldados— su intención, fue la de hacer
rras. justicia a los valerosos hombres españoles
En Chile escribe su famoso poema para que luchaban en feroz guerra y en tierras
ser publicado entre 1569 y 1589 dividido en tan apartadas, dejando un documento es­
tres partes. crito, una verdadera historia de los he­
Literariam ente La Araucana ha sido cla­ chos. “Aunque don Alonso de Arcila (E r­
sificada dentro de la épica culta, clasifi­ cilla), caballero que en este reino estuvo
cación form ada por cuanto ésta escapa a poco tiempo en compañía de Don, G arcía
cualquier preestablecido: “ este es un poe­ de Mendoza escribió algunas cosas acae­
m a —nos dice A raya— épico histórico, de cidas en su Araucana, intitulado su obra
conquista, que n arra la confrontación de el nombre de la provincia de Arauco; y por
dos pueblos muy diferentes entre sí cultu­ no ser tan copiosa cuanto fuera necesario
ralm ente” . p ara tener noticia de todas las cosas del
Lo que decidió a don Alonso a la publi­ reino” . . . “ Con esta intención quise llegar
cación de su obra fue básicamente “ el mi obra al cabo, entendiendo muchos se
agravio que algunos españoles recibirían holgarán de saber (que) en el cabo del
quedando sus hazañas en, perpetuo silencio, mundo gente desnuda, b árb ara y sin a r­
faltando quien las escriba, no por ser ellas mas sea belicosa, ardidosa y arriscada
pequeñas, pero porque la tie rra es tan re ­ (arriesgada) por la defensión de su tierra,
mota y apartada y la postrera que los es­ como es la de esta p rovincia..
pañoles han pisado por la parte del Perú, El prólogo y selección de la Historia Ge­
que no se puede tener della casi noti­ neral de El Reino de Chile, Flandes In­
cia. . . ” . E ste poema, verdadera crónica diano, fue encargado a Alfonso Calderón,
de la época fue escrita “ en la misma gue­ profesor e investigador de la Universidad
r ra y en los mismos pasos y sitios. . y de Chile.
tuvo como tem a central no tanto los sa­ El P. Rosales fue un auténtico misionero.
crificios y las virtudes de los soldados es­ Nació en Madrid hacia 1603, estudió filo­
pañoles, —como fue la intención, del au­ sofía y artes en Alcalá. Posteriormente
tor— sino la admiración del poeta por el entró a la Compañía de Jesús, p ara pasar
pueblo araucano, “ tratando sus cosas y va­ como misionero hacia 1628 a Lima y luego
lentías más extendidamente de lo que para a Chile. En Chile aprende el Mapuche, lo
bárbaros se requiere, si queremos m irar cual le permite un contacto m ás verdadero
su crianza, costumbres, modos de guerra y eficaz con los indígenas, facilitándole

170 —
su labor évangeüzadora. De simple misio­ mo, que constituyen un capítulo impor­
nero llegó a ser, por su fortaleza y espí­ tante de la historia interna de la Iglesia” .
ritu de trabajo, Rector de la Concepción, La obra de Lacunza fue largam ente dis­
Viceprovincial de la Orden y Rector del cutida y si bien no fue condenada por la
Colegio de Santiago, Murió en 1677. Iglesia, sí hubo una definición en su contra
Su obra term inada hacia 1674, permane­ por parte de ésta.
ció largos años sin publicar. Fue resca­ “El lacunzismo —continúa Góngora—
tada por Benjamín Vicuña Mackénna y solamente se ha expandido en círculos ecle­
publicada por prim era y única vez en siásticos y entre laicos cultivados, sin co­
1877. b ra r nunca resonancia popular o social,
Rosales fue motivado al escribir su his­ ni en Chile ni en, otros países, a la inversa
toria, por su gran deseo y búsqueda del de tantos otros escatologismos. Cabe pre­
concepto verdad: “De todo lo cual he sido guntarse el motivo de ello. Nos parece
testigo de vista, que es calificación de la que radica en el carácter mismo de la
historia y crédito de la verdad, que es el obra, discusión de textos simbólicos que
alma de ella” . quiere mantenerse siempre crítica y aten­
Su personalidad inmensamente devota y ta al sentido literal; muy despojada de re ­
creyente le llevó a realizar una historia de presentaciones de la fantasía popular” ,...”
carácter providenciaüsta, y por eso —dice no es que falte la fantasía en Lacunza,
Calderón— “junto al relato de combates, pero ella no es popular sino racionalística-
retratos y epopeyas, descripciones de los utópica” . . .
reinos animal y vegetal, narración devota, _ E s importante p ara entender la obra de
surge majestuosamente la glorificación de Lacunza tener algunos antecedentes del
las creaciones de Dios, perfectas, para milenarismo, y a que sus tem as están se­
mayor exaltación del creador” . leccionados por una muy larga tradición
Finalmente, el libro de Manuel Lacunza, anterior. “ Se sabe hoy día muy bien —di­
La Venida del Mesías en Gloria y M ajes­ ce Góngora— que el cristianismo primitivo
tad, cuya selección y prólogo estuvo a fue un movimiento escatológico que vivió
cargo del profesor e investigador de la en la esperanza del inminente advenimien­
Universidad de Chile, Mario Góngora, to glorioso del Cristo, después de que éste
quien utilizó en su trabajo la edición in­ pasó por la muerte y resurrección. La lí­
glesa de 1826, considerada superior a to­ nea de pensadores específicamente mile-
das las demás. El excelente prólogo del narista se define en que no se representa
profesor Góngora, está hecho desde un ese acontecimiento decisivo como un juicio
punto de vista histórico. y un tránsito inmediato a la eternidad, si­
Lacunza nació en Santiago en 1731, in­ no que, antes de ese final, espera un, reino
gresó al Convictorio de San, Francisco J a ­ terrestre de Cristo y sus santos” .
vier en 1741, p ara entrar en 1747 a la Com­ El entusiasmo por la interpretación la-
pañía de Jesús. Se ordenó sacerdote jus­ cunzista del Apocalisis y de las Profestas
tamente un año antes de la expulsión de fue decayendo hacia 1830, salvo en Chile
los Jesuítas de América. P or esta razón y en sectores eclesiásticos muy delimita­
debió pasar el resto de sus días en Imola, dos, aunque el escatologismo surge con
Estado Papal, donde se dedicó al estudio nuevos motivos a raíz de la crisis europea
de las E scrituras y a redactar su gran y mundial de los siglos XIX y XX.
obra. Murió en 1801, esperando la licencia Dos nuevas obras, de la Colección co­
eclesiástica p ara la publicación de su li­ mentada, aparecerán próximamente. La
bro que había terminado íntegramente en prim era son Los Cartas de Pedro de Val­
1790. divia, que son fuente obligada p ara el co­
Su obra, escrita en tres tomos, puede ser nocimiento de los años de conquista y los
considerada como una de las m ás impor­ primeros contactos entre los dos pueblos
tantes producciones del pensamiento chi­ que forjaron la nacionalidad chilena. No
leno. Al igual que casi todas las otras se tra ta en este caso de una selección, sino
obras coloniales, jam ás h a sido reim presa de la edición completa de estos documen­
en el presente siglo, pese a la difusión y tos. E l prólogo, comentario y notas está a
éxito que tuvo en su época. Hacia fines del cargo del profesor de la universidad de
siglo X V m y en las prim eras tres décadas Chile, Mario Ferreccio Podestá.
del siglo XIX se hicieron 3 ediciones en La segunda obra es la de Alonso Gon­
España, 2 ediciones en Inglaterra, 2 edi­ zález, Desengaño y Reparo de la Guerra
ciones en México y 1 edición en Francia. en Chile. La selección, prólogo y notas
Fue traducida al inglés y al francés. Ade­ fue realizada por el profesor e investiga­
más circularon una serie de compendios dor de la Universidad de Chile, Rolando
y extractos. Mellafe. E sta obra tiene un, especial in­
En Chile tuvo un fuerte impacto aun­ terés por cuanto es un documento etno-
que reducido a los grupos intelectuales y histórico y social único en la época. Como
a los religiosos. “Entre 1800 y 1941 —nos bien dice Mellafe, González de N ájera
dice Góngora— encontramos toda una lí­ puede ser considerado el prim er sociólogo
nea de personalidades adictas al lacunzis- que vivió en Chile. Su gran percepción y

— 171
sentido crítico de la sociedad de su época lógico, y discute la base metodológica, que
determ ina a su libro como un documento en los análisis posteriores se pone a prue­
imprescindible para todo aquel que pre­ ba. M attelart confronta allí el análisis fun-
tenda estudiar y comprender el proceso de cionalista del “comunication research” con
la colonia y la posterior evolución de nues­ lo que él llama la lectura ideológica del
tra historia. mensaje. Al análisis funcionalista le re ­
María Teresa González P. procha interesarse únicamente por el con­
Investigadora CEREN. UC. tenido manifiesto del mensaje, restringien­
do este análisis, adem ás a la relación entre
el mensaje transmitido y su receptor. Esta
última restricción tiene que ver con las ra ­
“LOS MEDIOS DE COMUNICACION DE zones del surgimiento del “ comunication,
MASAS” (LA IDEOLOGIA DE LA PREN­ research” . Se debe m ás bien al hecho de
SA LIBERAL EN CHILE), Armand Mat- que proviene del interés de los propios
telart, Mábel Piccini, Michéle Mattelart medios de comunicación que quieren saber,
-CUADERNOS DE LA REALIDAD NA­ hasta qué grado el contenido del mensaje,
CIONAL, N? 3, marzo del 1970 - CEREN. le llega o no al receptor. P or lo tanto, se
tra ta de un origen, a p artir del análisis
El libro, que comentamos, con razón del mercado, en, este plano especifico de
evoca un interés especial. Tiene muchas los medios de comunicación.
cualidades. Es un libro científico de alto Un análisis de este tipo deja de lado dos
nivel, qiie á pesar de eso está al alcance problemas, que los autores después enfo­
del lector no especializado en el campo al can en los análisis específicos que siguen.
cual se refiere. Además, se centra en un Se trata, en prim er lugar, del problema
tem a muy poco discutido. Si bien hay mu­ del poder sobre los medios de comunica­
cha literatura sobre los medios de comuni­ ción, y en segundo lugar, de los mensajes
cación de m asas, hay muy poca sobre el no manifiestos que escapan, necesariam en­
caso específico, a l cual apunta el subti­ te a simple análisis de contenido. P or un
tuló del libro: “La ideología áte la prensa lado un problema de dominación sobre los
liberal en Chile” . Se centra en un campo medios de comunicación, por otro un pro­
específico de los medios de comunicación, blema de estructura de los mensajes. Todo
y se podría añadir: el campo dominante, el análisis posterior se vuelca sobre estas
que de hecho form a la “opinión pública” dos problemáticas comprobando continua­
del país y en relación al cual toda otra mente de que en el fondo se tra ta de una
publicidad tiene una significación m ás bien sola problemática común. La estructura
secundaria, llega solamente a determina­ de dominación sobre los medios de comu­
dos grupos sociales que además ya están nicación corresponde plenamente a la es­
preformados por este núcleo de la prensa tru ctu ra implícita de los mensajes que
liberal, que se autodenomina la prensa in­ transm iten. Aunque m anifiestam ente los
dependiente. mensajes pueden referirse a objetos apa­
A la vez el libro llega en un momento, rentemente ajenos a la estructura de po­
en el cual se hace más y m ás evidente, der de la sociedad y aunque pueden diri­
que el propio plano de las luchas sociales gir una crítica aparente en contra de estos
se estanca, si no se amplían estas luchas poderes, su estructura implícita y no mani­
hacia el plano propiamente ideológico y fiesta mantiene un carácter de ideologiza-
de la formación de la conciencia social. ción de estas estructuras y asegura den­
Es cad'a vez más claro que las luchas eco­ tro del conjunto social una continua repro­
nómicas y sociales no llegan a proyectos ducción de la legitimidad del sistema de
ampliamente compartidos de cambio so­ poder.
cial, si no alcanzan a ser luchas ideoló­ E ste enfoque es sumamente interesante
gicas con, proyectos de cambio de las mis­ y se vincula con enfoques parecidos de
mas herram ientas de formación de la con­ F . B. Fages, A. J. Greimas, Roland Bar-
ciencia social masiva. El estudio que co­ thes, etc. Aunque no faltan análisis de un
mentamos tiene el mérito de sacar a luz tipo sim ilar en, la crítica social anterior
lds mecanismos que la prensa liberal usa, a estos autores, jam ás lograron formular
y cuyo conocimiento previo es condición una metodología consistente como se logró
de la actuación concreta frente a ellos. a p artir de la lingüística actual. Los mis­
Vamos a tra ta r de analizar la argumen­ mos análisis de M arx tienen elementos en
tación principal del estudio antes de en­ este sentido. Pero u na metodología pro­
focar hacia donde, a nuestro entender, piamente dicha solamente podía surgir con
futuros análisis tienen que seguir, para el desarrollo extraordinario de los medios
desembocar en proyectos —o m ás bien de comunicación en los últimos cincuenta
principios básicos de posibles pro y ecto s- años. No sorprende por lo tanto, que la crí­
de superación. tica a los primeros sistemas políticos, que
Todo el enfoque del libro está presentado desenfrenadamente usan y abusan de los
en. el capítulo I, escrito por Armand Mat­ medios masivos de comunicación —los sis­
telart. Se refiere al marco de análisis ideo­ tem as fascistas—, nos presenta los antece­

172 —
sores m ás inmediatos de esta metodología no sorprenden,. Demuestran, que los m e­
estructuralista. Podríamos citar a Karl dios de comuhicación se encuentran en una
K raus y su libro “Los últimos días de la situación de dominación por grupos finan
Humanidad” , o Wilhelm Reich “La sico­ cieros nacionales e internacionales como
logía de m asas del fascismo” . Pero lo dis­ cualquier otro campo de la industria. No
tintivo —y por lo tanto especialmente in­ obstante hay conclusiones interesantes, que
teresante— del trabajo de M attelart es vuelven continuamente en los análisis de
presentar esta metodología en términos los capítulos posteriores. Una de éstas con­
perfectam ente formalizados. clusiones es que la libertad de prensa es
Eso distingue este trabajo de otros aná­ más bien una libertad de la propiedad
lisis del contenido ideológico de la prensa privada en relación a los medios de comu­
liberal, que abundan en toda la trayecto­ nicación. Una segunda conclusión que el
ria de la crítica del sistema capitalista. autor no hace siempre explícita, es, de
Se tra ta de una crítica que se restringe que el entrelazamiento entre estos grupos
igualmente, como el funcionamiento del financieros —nacionales e internacionales-
“comunication research” , al análisis del es tan considerable, que en el caso con­
contenido manifiesto de los mensajes de creto no im porta mucho, si un determina­
esa prensa. Si bien el método que propicia do medio de comunicación es de propiedad
M attelart, de ninguna m anera invalida nacional o extranjera. La identidad entre
análisis de este tipo, pone de manifiesto las clases dominantes del país y de los paí­
las serias limitaciones de dicha crítica. ses extranjeros es tal, que se produce de
Esta crítica se puede neutralizar —en con­ todas m aneras una cierta uniformidad de
tra de sus intenciones— por el uso de los las expresiones.
propios modelos estructurales de la pren­ A estos dos capítulos más bien básicos
sa liberal, afirmando en el lenguaje secunr siguen 3 análisis de casos concretos. En
dario un sistema que ataca en términos el capítulo m Armand M attelart analiza
manifiestos. Insistimos que el método es­ la mitología de la juventud en un diario
tructural de ninguna m anera puede reem­ liberal, refiriéndose concretamente a un
plazar esta crítica manifiesta. Pero le pue­ análisis del diario “El M ercurio” . Se trata
de d ar herram ientas, que eviten esta neu­ de un objeto —la rebelión juvenil—, que
tralización del mensaje manifiesto por el manifiestamente tiene que ver con proble­
modelo estructural contrario, que vehicu- m as de tipo político. E l caso de la reform a
liza este mensaje. Otra limitación que el universitaria es un. caso de cambio estruc­
método usado por M attelart puede superar tural en determinada área de las estruc­
en cuanto a la crítica social tradicional, turas sociales y el caso de la violencia pre­
es igualmente importante. E sta crítica senta una toma de posición de ciertos gru­
siempre tenía un problema frente a los pos políticos que niegan la legitimidad de
mensajes aparentemente objetivos o neu­ la estructura económica, social y política.
tros. Los trabajos de Mabel Piccini sobre M attelart presenta los méritos que el dia­
el cerco de las revistas de ídolos y de rio usa p ara destruir ideológicamente el
Michéle M attelart sobre el nivel mítico de impacto que estos movimientos podrían te­
la prensa seudo-amorosa dem uestran una ner sobre la sociedad. Por un lado la tác­
evidente superioridad del análisis estructu­ tica de la recuperación o dilución, del mo­
ra l sobre el análisis tradicional en esta vimiento de protesta, que se tra ta de rein­
línea. El análisis tradicional más bien in­ teg rar por métodos adaptativos al sistema
siste, de que la dedicación a este tipo de mismo. Por otro lado —y este modelo:
entretenimiento distrae d'e la dedicación violencia —orden es especialmente inte­
activa a las luchas económicas y sociales. resante—, por la expulsión definitiva de
Su concepción no va más allá de lo que se los grupos referidos de la comunidad na­
expresa en el famoso dicho de Bertold cional. Se tra ta de una táctica especial,
Brecht: “Sobre la carne que se cocina en que es necesario en el caso en el que el
la cocina, no se decide en la cocina” . Si diario sabe, que ninguna recuperación o
bien estos autores no desconocen el proble­ dilución es posible.
ma, el método estructural es mucho más Sigue en el capítulo IV un análisis de
capaz de expresar el contenido ideológico Mabel Piccini sobre las revistas de ídolos.
o mítico de estos mensajes aparentemente Estas revistas se presentan como no-polí­
neutros. ticas. El método p ara presentar los me­
Después de estas referencias generales canismos de transmisión del contenido
a la metodología empleada podemos pasar ideológico cam bia por lo tanto, aunque
revista el contenido de los capítulos que si­ mantiene mucha analogía con el análisis
guen al primero. El capítulo segundo se del capítulo anterior. Eso tiene en común
refiere a la estructura del poder inform a­ con el capítulo V, en el cual Michéle Mat­
tivo y la dependencia. Trae datos intere­ telart analiza el nivel mítico de la prensa
santes sobre los grupos que dominan los seudo-amorosa. El análisis del capítulo m
principales medios de comunicación en sobre la protesta juvenil demostró como
Chile y sobre la vinculación con grupos argumento básico, del cual todos los otros
extranjeros. Pero estos datos en el fondo modelos de la prensa liberal se derivan,

— 173
su reducción a un fenómeno natural, ver­ plica un concepto de la libertad distinto
bigracia el enfrentamiento de las genera­ al concepto liberal e igualmente distinto
ciones, que le quita toda su especificidad al simple concepto que la crítica social
y por lo tanto también su criticidad. El dia­ tradicional tiene de la libertad de expre­
rio liberal puede trasladar el problema al sión. Sería un concepto de libertad en el
nivel sicológico-individual, etc. Se reduce sentido de hacer posible a cada lector —re­
un problema específico-social a un proble­ ceptor dé mensajes— la lectura de los sig­
m a general, sicológico. E n los casos del nificados segundos y por lo tanto la eman­
capítulo IV y V es casi al revés. Se parte cipación de la manipulación. Sería un con­
de un problema general —el amor— y se cepto de madurez frente a los mecanismos
le niega su especificidad en relación a la de manipulación.
estructura social. Partiendo de algo apa­ 2? Pero un concepto de libertad en estos
rentemente síquico general, la prensa libe­ términos solamente tiene sentido si se vin­
ra l le niega su especificidad histórico- so­ cula con las condiciones sociales de su
cial. O, si acepta hasta cierto grado este posibilidad. Por un lado se enfrenta con
carácter específico del problema, lo en­ el hecho de la existencia de los medios de
cierra en lo privado, negando cada posi­ comunicación. Cada medio de comunica­
bilidad de conexión entre soluciones de ción, sin duda, tiene su propia especifici­
problemas privados y soluciones de con­ dad', que es a la vez la especificidad de
tradicciones en, el plano de las estructuras los mensajes que puede transm itir. Cabe
sociales. Se tra ta de métodos correspon­ aquí una observación sobre la posición de
dientes, pero diferenciados según el cam­ los autores del libro en cuestión. Si el me­
po de acción de la prensa liberal. dio de comunicación especifica la modali­
Después de haber pasado por los prin­ dad de los mensajes, el fenómeno de la
cipales argumentos del libro, cabe hacer manipulación trasciende la pura vigencia
algunas advertencias. Presentan a la vez del dominio de la prensa liberal. Hay aquí
algunos puntos de vista críticos y aprecia­ una posible crítica, que seguramente se
ciones en cuanto a un futuro desarrollo de va hacer al libro y que los autores sola­
la investigación de las ideologías. Vamos mente podrán contestar con dificultad1. En
a destacar algunos puntos que nos parecen el texto se nota, que tienen conciencia del
claves: problema. Citan diferentes veces la afir­
l 9 E l libro presenta una especie de lec­ mación de Me. Luhan: “El mensaje es el
tura de los significados segundos de los medio de comunicación” , y Michéle Mat­
mensajes transmitidos. Hace falta enten­ telart tra ta brevemente el problema sin
der bien, lo que podría significar eso. encontrar todavía una respuesta definiti­
Hemos aprendido todos, lo que es una lec­ v a (pág. 278-279).
tura de los significados manifiestos. Por Se tra ta en el fondo de la pregunta por
eso nos decimos alfabetos. P ero desde lo que es la especificidad de estos signifi­
cuándo los manipuladores de los medios cados segundos en el tiempo actual. Según
de comunicación han descubierto la lectu­ nuestro parecer faltaría en trar más en este
ra y la escritura de los significados segun­ problema. Los modelos estructurales que
dos, han convertido todo el mundo de los presentan los autores no son históricamen­
lectores en analfabetos en este campo. Ha­ te tan específicos como parecen. En una
ce falta aprender este idioma específico. u otra forma existen en toda la historia
Y si bien nuevos estudios de modelos del humana, desde los sofistas y desde la fa ­
significado segundo pueden aportar mucho, mosa fábula de Agrippa hasta los conser­
se hace m ás importante hacer el aprendi­ vadores de todos los tiempos modernos.
zaje de leer estos significados segundos. Podría ser una tesis posible la de Me Lu­
Nuevos ejemplos pueden ayudar. Pero po­ han. Serían entonces las condiciones téc­
dría haber el peligro de caer en la simple nicas de los medios de comunicación las
multiplicación de los ejemplos en vez de que dan especificidad’ a estos modelos es­
desarrollar una especie de silabario de lec­ tructurales de la conciencia conservadora.
tura de los significados segundos. En cuan­ Armand M attelart se plantea el problema,
to al contenido manifiesto hemos aprendi­ pero excluye la teoría de Me Luhan como
do una vez el principio y podemos después determinismo sensorial y tecnológico, (pág.
descifrar cualquier mensaje. H abría que 22 nota 29). Pero quizás este rechazo es
ver, hasta qué grado esto es posible en prematuro. La tesis de Me Luhan por su­
relación a los significados segundos. Eso puesto puede ser la nueva base del conser­
es importantísimo y puede representar qui­ vadurismo por la constatación de que la
zás la ventaja fundamental de este tipo manipulación es algo intrínseco de los me­
d'e crítica sobre la crítica der los contenidos dios de comunicación modernos como tales.
expresos de la prensa liberal. E sta crítica Y a lo mejor eso será la contestación del
jam ás se agota con el caso específico ha­ diario liberal, que M attelart principalmen­
cia el cual se dirige. Con cada caso nuevo te analiza. Todos manipulan, trátese de
tiene que hacerse de nuevo. E l método es­ los medios de comunicación en países so­
tructural es distinto, porque podría permi­ cialistas o capitalistas, y por lo tanto este
tir un aprendizaje de este idioma. Eso im­ diario tiene una m anera de recuperar la

174 —
misma crítica que le hace M attelart. La social que la propia estructura capitalista
crítica a la ideología de la prensa liberal no resiste. Pero puede tener a la vez la
sería entonces solamente el estudio de un lucidez suficiente frente al peligro de que
determinado caso y valdría para todos los nuevas sociedades, que van a sustituir la
medios de comunicación dentro de todas sociedad liberal —capitalista, evadan la so­
las estructuras Sociales posibles. lución de este problema crucial de la li­
31? Hay en este punto una posibilidad de bertad humana en el mundo de hoy.
una recuperación de la crítica de M attelart Sería, por fin, un proyecto, que se b a­
que se puede anticipar. Pero la contesta­ saría dentro del plano de los medios de
ción nos lleva m ás allá del campo inme­ comunicación en lo que Horkheimer llam a
diato de la investigación de los medios de la crítica de la razón instrum ental y que
comunicación,. Nos lleva al plano de la en el plano específico de los medios de
relación entre el uso de los medios de co­ comunicación, lo podríamos denominar una
municación y la estructura de poder de la crítica de la razón, manipulativa.
sociedad. Los autores tratan este punto
en forma muy limitada. Eso tiene su ex­ Franz Hinkélammert
plicación en el punto de vista crítico fren­
te a la estructura de la prensa liberal,
que no pretende hacer un análisis com­ “ CIENCIA Y TECNOLOGIA PARA EL
pleto de los medios de comunicación den­ DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL
tro de la sociedad. Pero sin duda se tra ta CHILENO” , Plandes, marzo 1970.
del punto más débil de todo el análisis. El
capítulo II se refiere al problema del po­ Si al diagnóstico de una dependencia la­
der sobre los medios de comunicación* tente no sigue el reconocimiento de las
pero se lim ita a la constatación de los po­ fuerzas exactas disponibles p ara la ruptu­
deres económicos que m anejan la propie­ r a de esa dependencia, el diagnóstico en
dad privada en función de la cual se m a­ sí pierde buena parte de su importancia.
nipula la libertad de prensa. Lo que falta De allí el valor de todo esfuerzo destinado
es un concepto de clase, que podría acla­ a establecer el poder nacional en todos sus
r a r el sentido de esta vinculación econó- niveles, dentro de los cuales es, de prime­
mica-financiera. Pero el concepto de cla­ r a prioridad, la determinación del contin­
se —en especial de clase dominarte—, es gente científico-tecnológico del país. Deiv
extremadamente vago. Los autores refle­ tro de ese marco, la publicación de Plan-
jan allí toda una debilidad d'e los análisis des, “ Ciencia y Tecnología p ara el Desa­
críticos en la sociedad moderna, que no lo­ rrollo Económico y Social Chileno” resulta
gran realm ente un concepto de clase con­ un aporte significativo.
sistente. En los análisis del libro en, cues­ E ste volumen contiene un extracto resu­
tión, por lo tanto, el concepto de la clase mido del diálogo científico técnico reali­
dominante queda en el aire y no se trans­ zado con, motivo de un Seminario convo­
forma en algo más bien concreto. cado por Plandes a mediados de 1969. Di­
El objeto de esta recensión no puede ser, cho encuentro surgió de una necesidad ex­
llenar este hueco. Pero algunas indicacio­ presada a mediados de 1968, cuando en un
nes podrían hacerse. A nuestro parecer es Seminario sobre asistencia técnica inter­
muy difícil negar la tesis d'e que la mani­ nacional al desarrollo de nuestro país, se
pulación a través de los significados segun­ señaló que “los planes nacionales de de­
dos sea algo intrínsecam ente vinculado sarrollo deben establecer claram ente las
con los medios de comunicación de m asa políticas de desarrollo científico y tecno­
modernos. Si es así, el cambio de la es­ lógico, lo que involucra uil conocimiento
tructura de clases no puede significar la exacto de la realidad científica y tecnoló­
transformación de medios manipulativos en gica del medio, que a la vez, permite una
medios libres por excelencia. Eso desem­ evaluación real de las necesidades en ese
bocaría en una nueva ideología, detrás de campo, y por ende, de las necesidades y
la cual solamente otras clases dominantes posibilidades de ayuda técnica internacio­
se van a esconder. El enfoque tendría que nal” .
dirigirse más bien a la estructura de poder Coincidió esta inquietud con el plantea­
en un sentido distinto. Volvemos con eso miento de varios sectores nacionales, es­
al punto primero de nuestras apreciacio­ pecialmente de la Comisión Nacional Cien­
nes. Un proyecto tendría que dirigirse a tífica y Tecnológica, en el sentido de de­
una estructura de poder tal, que perm ita term inar una política global, inserta en las
una alfabetización amplia en cuanto a la necesidades del país, en sus proyectos de
lectura de los significados segundos. Sería desarrollo y en la búsqueda de una inde­
un proyecto de neutralización de los mani­ pendencia real, no alcanzada aún. Países
puladores. como el nuestro sufren su marginalidad de
Sería un proyecto radical frente a la la investigación científica avanzada y de la
prensa liberal, porque va igualmente en creación de nuevas formas tecnológicas,
contra de las estructuras de poder que la siendo otro de los elementos que aumenta
sustentan. Exigiría un tipo de racionalidad la brecha entre los países desarrollados
y los del Tercer Mundo. Ello deriva en con­ asegurar una orientación nacional o sec­
secuencias muy elocuentes: por un lado torial de la actividad científica” . AI mismo
el perm anente pago de derechos de paten­ tiempo, es significativa la recomendación
te, p ara poder usufructuar de los adelan­ p ara que “ en la actividad de investigación,
tos tecnológicos; por otro, la actitud de los de que se trata, es decir, si esta es funda­
científicos nacionales atraídos, consciente mental, aplicada o de “desarrollo” , ya que
o inconscientemente, por la actividad cien­ esto perm itirá conocer mejor la orienta­
tífico-tecnológica de los grandes centros ción económico-social de la actividad cien­
mundiales, donde sus trabajos pueden ser tífica” .
publicados y donde la posibilidad de un, El tercer capítulo de esta publicación, se
“grant” tiene una fuerza de atracción a desarrolla bajo el título “La Proyección
veces excesiva. a Nivel Latinoamericano” . Patricio Rojas,
D etrás de toda esta realidad, surge la colocado por requerimientos políticos co­
búsqueda dél potencial propio en estos mo Ministro del Interior, es Presidente de
campos. ¿Cuántos científicos tiene el país? la Comisión Ejecutiva del Consejo Inter-
¿Cuál es su capacidad de desarrollar una americano Cultural. En calidad de tal se
alta tecnología propia? ¿Cuáles son las inserta su trabajo sobre El Panoram a de
fuentes financieras que sustentan la inves­ la Ciencia y la Educación en América L a­
tigación científica nacional? ¿En qué gra­ tina. También se publican los trabajos de
do los respaldos económicos extranjeros esta Comisión discutidos en Viña del Mar
determinan una obligación, una dependen­ sobre “E strategia p ara el Desarrollo Tec­
cia, que liga más al científico con las ne­ nológico” , como igualmente el documento
cesidades y program as de trabajo de un sobre transferencia de tecnología hacia
organismo extranjero en desmedro de la nuestro continente —especialmente los P aí­
vinculación al desarrollo científico nacio­ ses Andinos— discutido en Bogotá en fe­
nal y a los program as que el país recla­ brero de este año.
ma? P a ra estas interrogantes el país no Este libro de Plandes es complementado
tenía respuesta hasta hace poco, y aún no con un artículo del Dr. Jaim e Chiang (Las
las tiene muy claras. Lo concreto es que Universidades en el desarrollo de una po­
a través de encuestas, de censos de estu­ lítica científica Tecnológica nacional) y
dio, se está elaborando el cuadro de la rea­ otro de Enrique Alvarez Vásquez (Político
lidad científica y técnica nacional. Y al Científico-Tecnológico y Desarrollo Econó-
mismo tiempo se multiplican los esfuerzos mico-Social), más una detallada bibliogra­
p ara crear conciencia, p ara pensar en esta fía sobre el tema.
dimensión del desarrollo. En tal sentido, la Como los editores de esta publicación
publicación de Plandes es un buen, elemen­ aseguran que su propósito ha sido “ conr
to de referencia, una síntesis de necesaria tribuir a m antener vivo el interés nacional
consulta. por el problema del desarrollo científico-
Este trabajo contiene tres aspectos fun­ tecnológico” , junto a un aporte esciarece-
damentales: La Política, donde se publican dor lo que debe ser una política en esta
los trabajos de A. Stenmans (Métodos de m ateria y su vinculación con el desarrollo
elaboración de Política Científica), del Dr. nacional, debe estim arse que en. tal sentido
Jaim e Lavados (Contenido y alcance de la este libro de Plandes cumple plenamente
política científica y tecnológica en el caso su objetivo. Que no agota el tema, ni asu­
chileno), de Eduardo Bobadilla (Política me todas sus perspectivas, es también una
realidad.
y Acciones de Fomento para la Investiga­
ción Científica y Tecnológica) y de Joa­ Fernando Reyes Matta
quín Cordua (La Determinación de Priori­ Prof. Esc. Periodismo UC.
dades). Se agrega en este capítulo un an­
teproyecto de integración de actividades
de ODEPLAN, CORFO y CONICYT para CHILE: DESARROLLO ECONOMICO
un program a nacional de tecnología. Y SOCIAL RECIENTE (UN INTENTO
El segundo aspecto es El Potencial. En DE ANALISIS GLOBAL)
este capítulo se da a conocer un extenso
trabajo realizado por el Centro de Planea­ ANUARIO PLANDES 169
miento de la Facultad de Ciencias Físicas
y M atemáticas de la Universidad de Chile, Edición Forum, Santiago de Chile, 1970
con el título de “Descripción y análisis del
sistema científico-tecnológico chileno” . A través de los cuatro paneles y de los
Cuadros estadísticos, juicios comparativos dos documentos que incluye esta publica­
m uestran un prim er enfoque para la defi­ ción se transparentan tres posiciones di­
nición de los estudios futuros en esta ma­ versas. Corresponden, ellas en líneas gene­
teria. Es importante recalcar algunas con­ rales a los modelos de desarrollo alterna­
clusiones de este trabajo, como señalar que tivos que clasifica el economista Gonzalo
"la actividad científica responde a los par­ M artner como de conservación o insisten­
ticulares intereses de los investigadores, cia en un tipo de desarrollo histórico, de
no existiendo mecanismos que permitan desarrollo reform ista que incluye algunos

176 —
cambios estrúcturales, y de desarrollo au­ gen. de la realidad empírica. Si por una
tónomo por la vía socialista. Coinciden parte consideran en su análisis crítico las
ellos con las opciones políticas que el Di­ graves debilidades en los campos cultu­
putado Luis M aira enuncia como de re­ ral, social y económico, no parecen pon­
edificación capitalista, de estrategia des­ derarlos suficientemente en sus modelos
tinada a obtener un desarrollo basado en de superación. Por ejemplo, al considerar
formas múltiples de propiedad social y de un drástico aumento del área de dominio
estrategia de desarrollo socialista ortodoxo, estatal (no un simple control u orientación
opciones que, con las debidas diferencias público), no consideran que las deficien­
de m atrices y sin una connotación ideoló­ cias de diversa índole propias del subdesa­
gica tan directa equivalen, a las escuelas rrollo-puedan hacer que dicho control no
citadas por el Profesor Rubén Utria como se traduzca en una gestión por y p ara la
modelo de “crecimiento” que define fun­ comunidad, sino que se dirijan en beneficio
damentalmente el desarrollo en términos de nuevas oligarquías técnico-burocráticas.
de ingreso per cápita, el modelo “ en cinco Lo que parece más grave desde el punto
etapas de Rostow y la opción “ estructu- de vista ético es la dificultad, por no decir
ralista” . imposibilidad práctica, de llevar a cabo
Las tres actitudes coinciden en los fines dicha estrategia sin recu rrir a formas au­
generales y abstractos del proceso, pero toritarias de poder político que eliminen
difieren en las metas concretas y en los toda opción libre. Es improbable que la
medios de actuarlo. participación de la comunidad organizada
Todos los participantes caben en alguna vaya a escoger siempre los caminos que
de estas posiciones en mayor o menor parecen aconsejables a los planificadores,
grado. A nuestro parecer, los que suscri­ sobre todo existiendo una inercia y una
ben la prim era califican, el desarrollo tendencia a la diversificación de las ne­
esencialmente como un proceso económico cesidades imposible de controlar en un
consistente en m ejorar la eficiencia del mundo con los medios de comunicación
sistema y aum entar la productividad cen­ actuales.
trando su acción en la elaboración de mo­ Por otra parte, esta opción aparece de­
delos matemáticos que optimicen y racio­ term inada en un, grado excesivo por acti­
nalicen la inversión. Los aspectos sociales, tudes ideológicas, entendiendo por ideolo­
políticos y culturales del subdesarrollo se gía una estructuración de valores sistema­
suponen concordantes con el mejoramien­ tizados unidos por una coherencia formal
to económico o superables a través de me­ puramente intelectual y teórica que indu­
didas complementarias. Sin embargo, jun­ ce a una alteración de la perspectiva de la
to a esta visión lim itativa del' proceso, ex­ realidad em pírica a través de una exce­
presan su pensamiento con una precisión siva simplificación. E sta actitud se expre­
y rigor técnico, que si bien no está abso­ sa también por el uso de términos equívo­
lutamente excento de juicios valóricos, al cos o al menos vagos como los de “pueblo”
menos permiten objetivarlo y justificarlo a o “fuerzas sociales” que permiten las más
través de análisis empíricos. E stas conno­ diversas interpretaciones.
taciones que expresan valores no parecen Al respecto es útil intercalar una nota
estructuradas en un sistema que pueda sobre una faceta de la alienación que no
ser calificado de ideológico en el sentido ha sido hasta aquí suficientemente desta­
que explicitaremos más adelante. El en­ cada. Si alienación en el sentido de Marx,
foque general es esencialmente pragmático Hegel y K ierkegaard significa expropia­
y su opción consiste en una corrección de ción, cesión, abdicación del sujeto a través
la realidad existente a la luz de criterios de la personalidad que se pierde en sus
de rendimiento y eficiencia. objetivaciones, que se hace extraña a sí
Los participantes pertenecientes a la po­ misma, y que implica pérdida de la uni­
sición “ estructuralista” que insisten en la versalidad, entonces uno de los agentes
opción del desarrollo autónomo por la vía principales de la alienación actual es pre­
socialista proponen soluciones indudable­ cisamente la ideología entendida en la
mente más imaginativas (en el sentido po­ forma recientemente descrita.
sitivo de este término) y que intelectual­ Por último, la opción intermedia que se
mente parecen surgir de una lógica irre­ fundamenta en un modelo basado en for­
prochable. Por otra parte, su visión com- mas múltiples de propiedad, que incluye
plexiva del desarrollo como un proceso ciertos cambios de estructura, caracteri­
cultural, social, político y económico pa­ zada por una economía socialista descen­
rece m ás exacto y rico en implicaciones y tralizada, un proceso político de creciente
posibilidades. Asimismo, su diagnóstico democratización y una ideología naciona­
aparece más profundo. Sin embargo, en el lista, parecería a prim era vista como ca­
enunciado de las estrategias se nos antojan paz de resolver en una síntesis equilibra­
excesivamente esquemáticos y ceñidos a da los aspectos más positivos de las anta­
una lógica demasiado formal que no in­ gónicas posiciones anteriores. No h a sido
cluye suficientemente dentro de sus cálcu­ así, sin embargo, y parece no poder serlo.
los las naturales contradicciones que sur­ La ambigüedad en que se debate, antes

— 177
que reforzar los aspectos complementarios, cionales y nacionales aportadas por el Di­
agudiza las oposiciones provocando una putado Cademártori.
situación critica y emulando la eficiencia Además de lo ya examinado, cabe des­
que cualquiera de los dos sistemas aporj tacar que varios temas, algunos desarro­
tan cuando funcionan siguiendo sus reglas llados y otros sólo enunciados, analizados
propias. E sta opción no ha definido taxa­ en profundidad constituirían un positivo
tivamente cuáles serán las diversas for­ aporte a la planificación. Ejemplos de
m as de propiedad, sus características y ellos serían los conceptos de integración
en qué campos precisos se les perm itirá económica interna, nacionalismo y regiona­
actuar. Sólo se ha limitado a vagas indica­ lismo económico, participación en la ca­
ciones que han desarticulado la economía pitalización social y dependencia.
hasta el punto de conducir a una tasa ne­
gativa p ara el crecimiento del producto Claudio A. F erra ri Peña
nacional bruto en los últimos dos años, Profesor Escuela Arquitectura
según las cifras de organismos interna­ Universidad Católica

178 —*
i

Sección teoría

PRESENTACION DE LAS OBRAS DE H. MARCUSE


RESPONSABLE: Prof. de Filosofía social: Rodrigo Vera G.
AUTORES: Rodrigo Vera G., Francisco Vergara E.

Esta sección tiene por objeto presentar excusen y haremos el esfuerzo para redu­
la obra de autores, que hayan hecho o es­ cirlos al mínimo posible.
tén haciendo aportes teóricos significati­ Estas notas bibliográficas están dedica­
vos a la investigación social. Nos parece das a la presentación de la obra del filó­
que todo aporte a la investigación social sofo social, Herbert Marcuse. Además de
es un futuro aporte al análisis científico ser un autor polémico, lo hemos elegido por
de la realidad nacional. sus aportes teóricos indudables e indiscu­
En cada Cuaderno presentaremos la obra tibles. Podremos discrepar de sus posicio­
de un autor. Por una parte, se indicarán nes, pero ello no resta mérito a la bús­
sus obras m ás importantes, sus artículos queda y a los caminos abiertos a la inves­
y publicaciones anexas; y por otra, algu­ tigación social por Herbert Marcuse.
nas publicaciones sobre el autor examina­ Sus obras fundamentales han llegado a
do. Estas notas no serán exhaustivas, no Chile "E l Hombre Unidimensional”, “Eros
contendrán toda la obra del autor, como y Civilización’’. ”Fin de la Utopía” y otras
tampoco todo lo publicado sobre él, pero publicaciones menores han aparecido en
sí contendrán su obra m ás importante, co­ lengua castellana, lo que ha abierto su
mo al mismo tiempo la obra llegada o apa­ esfera de influencia. Si bien es cierto que
recida en Chile, en lengua española o ex­ los análisis sociales de Marcuse se refie­
tranjera. ren fundamentalmente a la Sociedad nor­
En estas notas no se pretende tampoco teamericana y en general a la sociedad
realizar un análisis crítico de la obra pre­ industrial avanzada, dichos análisis no
sentada; sólo se persigue dar ciertos ele­ pueden ser excitados dentro de los aportes
mentos bibliográficos para incitar y faci­ a la investigación social chilena. La sola
litar el comienzo de un estudio. Para aque­ posibilidad que nuestra sociedad tenga co­
llos lectores que buscan en las notas biblio­ mo modelo una sociedad industrial, un " de­
gráficas, resúmenes de libros, juicios crí­ sarrollo” que tenga como utopía la socie­
ticos, posiciones tomadas, estas notas no dad norteamericana nos exige estudiar los
les serán de ninguna utilidad. Ellas no instrumentos de análisis empleados para
obviarán el estudio riguroso para el cono­ dicho tipo de sociedad.
cimiento de una obra. A nuestra manera de
ver, los estudios críticos corresponden al
cuerpo de esta publicación o a una publica­ Breve Biografía:
ción diferente. Pero a pesar que nuestra
intención sea sólo realizar una presenta­ Herbert Marcuse nace en, Berlín en 1898.
ción para el inicio de un estudio, estamos Estudia en las Universidades de Berlín, y
conscientes que algún tipo de juicio crítico Fribourg-en-Brisgau. Pertenece al partido
nos vemos obligados emitir. En tales cir­ social-demócrata dentro del cual critica sus
cunstancias solicitamos a los lectores nos posiciones frente a la revolución alemana

— 179
de 1918. Abandona Alemania en 1933 refu­ 1? Edición en francés; “L ’homme unidi-
giándose en Suiza, p ara pasar después de­ mensionel” Editions de Minuit-1968-
finitivamente a los EE.UU., reemprendien­ P aris, Francia, 281 págs.
do su carrera universitaria. Es profesor 1? Edición en italiano: “L ’uomo a una
de sociología en la Universidad de Colum- dimensione” Ed. Einaudi, 1968 - 266
bia de 1950 a 1952; luego es miembro del págs.; Trad.: Lorenzo Bassi.
Centro de Investigaciones Soviéticas de 1? Edición en castellano: “El hombre
H arvard; de 1956 a 1965 es profesor de unidimensional’’.
ciencias políticas y de filosofía en la Uni­ Editorial: Seix B arral, S. A. Barce­
versidad de Boston. Actualmente enseña lona 1968 - 272 págs.
ciencias políticas en la Universidad de San, Editorial: Joaquín Mortiz - México,
Diego, California. 1968.
D urante la segunda guerra mundial sir­ E sta obra lleva como subtítulo: “Estu­
vió en la Oficina de Servicios Estratégicos dios de la ideología de la Sociedad Indus­
y en la Oficina de (Investigaciones) Inteli­ trial Avanzada” , que es precisamente el
gencia, del departamento de Estado. objeto fundamental de la obra. Los proble­
En los últimos años ha participado en, mas aquí planteados se encuentran enfo­
múltiples actos académicos, ya sea concu­ cados desde diversos puntos de vista a lo
rriendo a Congresos, seminarios y dando largo de toda la obra de H erbert Marcuse
conferencias, especialmente en Europa. a p artir de 1945. El concepto de Unidimen-
Esquematizaremos brevemente el itine­ sionalidad del individuo de la sociedad nor­
rario filosófico de Marcuse. En un primer team ericana le permite enfocar la repre­
período (1928-1932) Marcuse se forma den­ sentación que los individuos realizan de
tro del existencialismo heideggeriano y a sí, de los demás y de sus relaciones con
través del descubrimiento del origen hege- el resto de la sociedad, como un producto
liano del pensamiento heideggeriano, llega
elaborado más de la sociedad industrial.
a desarrollar una de sus prim eras obras; La técnica es un, instrumento productivo
“Hegels Ontologie und die Grundlegung
einer Theorie der Geschichtlickeit” . La que más bien ha servido p ara construir,
orientación de Marcuse estará m arcada dirigir y neutralizar las opiniones y com­
con el sello de Hegel y de Heidegger, uni­ portamientos. El modo de producción de
do a la influencia de Georg Lukacs y K arl la sociedad industrial avanzada es cuali­
tativamente propio en la medida en que
Korsch, pero especialmente de Georg Lu­ llega a eliminar la posibilidad de negación
kacs. Termina este prim er período con la de sí mismo, no por elementos estructura­
aparición de su importante comentario, cu­
ya influencia se mantiene hasta hoy día les, sino por elementos ideológicos. El pro­
de “Los escritos económico-filosóficos de blema central subsiste en el plano de la
objetividad: ¿Tiene el hombre posibilida­
1844 de Carlos M arx” .
En un segundo período (1933-1944) Mar- des de ser libre? ¿Puede el hombre elimi­
cuse rompe con Heidegger y altam ente in­ n ar la opresión y represión que este modo
fluido por el triunfo del fascismo se vincu­ de producción le impone? ¿Puede el hom­
la con los “hegelianos de izquierda” . Se bre m arginarse de un totalitarismo im­
puesto por el desarrollo? ¿Si las contradic­
vincula con la denominada “ Escuela
de F rankfort” , especialmente con Horkh- ciones sociales objetivamente siguen, per­
eimer y Adorno. Su obra más importante maneciendo, son estas contradicciones las
de este período será “Razón y Revolución” que nos harán pensar en una liberación o
y “ Cultura y Sociedad I ” En un tercer pe­ revolución?
ríodo (1945-1968) Marcuse introduce algu­ Es una obra fundamental de H erbert
nos elementos nuevos a la dialéctica, exi­ Marcuse. Aunque es una de las últimas
gidos por el estudio de la sociedad indus­ obras recomendamos comenzar la lectura
trial avanzada. En esta época y requerido por ella. F uera del contenido del análisis,
por dicho estudio, Marcuse interpreta e in­ es una obra fundamental en el esfuerzo
tegra en su pensamiento el psicoanálisis por realizar una sociología crítica, o en
de Freud. Las obras más importantes de forma más amplia, una teoría crítica. Teo­
este período son “Eros y Civilización” y ría crítica que tiene por objeto, no sólo
“El hombre Unidimensional” , publicados describir, aislando, los fenómenos sociales,
por prim era vez en Boston los años 1955 sino por el contrario, comprendiéndolos en
y 1964, respectivamente. su unidad constitutiva, tratando de deter­
m inar las causas que los configuran y por
último, producto de dicho análisis, deter­
I . — O bras de H erbert M a rcu se; m inar las alternativas históricas que la
misma sociedad presenta. En la proyección
1) “EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL” hacia el futuro no se va a tra ta r de cons­
trucciones utópicas o dogmáticas; por el
1? Edición en inglés; “ One dimensional contrario, de alternativas históricas posi­
m an” Beacon, Press Boston. XX 1964. bles, posibilidades fijadas y determinadas
11» Edición en 1969, en la misma edi­ por el conocimiento científico que tenga­
torial, 260 págs. mos de la sociedad.

180 —
E sta obra es además importante dentro una perspectiva de una teoría social y po­
de la obra de H erbert Marcuse por la gran lítica.
incidencia que ha tenido en los medios es­ En esta obra, Marcuse no intenta aplicar
tudiantiles, tanto europeos como norteame­ las categorías sicológicas a situaciones so­
ricanos. La influencia de este libro o de sus ciales y políticas, lo que sería una m era
escritos es una m ateria no totalmente com­ aplicación de conceptos a niveles inade­
probada. Pero lo que es indiscutible es que cuados, sino que su tarea es más bien
esta obra ha dado una explicación, pro­ inversa: “desarrollar la sustancia política
ducto del análisis de la sociedad industrial, y sociológica, partiendo de nociones sico­
a lo que se ha denominado “ Rebelión es­ lógicas” . “De esta m anera a la unificación
tudiantil” , cuya más alta expresión parece del saber sicológico, sociológico y filosó­
ser la “Revolución de Mayo” en Francia. fico, se agrega el área del discurso polí­
tico. En esta forma el problema se plantea
en torno a la unidad teórica en, la cual se
2) “EROS Y CIVILIZACION” construirían los conceptos, ya no producto
de una intuición, sino que por el contrario
V Edición en inglés: “Eros and civili- de un trabajo teórico específico y real.
zation”. A philosophieal inquiry into Marcuse afirm a claram ente que Eros y
Freud. Beacon Press, Boston, 1955. Civilización tiene dicho propósito. “ El pro­
1* Edición en francés: “Eros et Civili- pósito de este ensayo es contribuir a la
sation”. Contribution á Freud. Les filosofía del psicoanálisis-no al psicoanáli­
Editions de Minuit 1967-París. sis en sí mismo. Se mueve exclusivamente
en el terreno de la te o ría .. . ” . Y agrega:
V Edición, en italiano: “Eros e civilitá”, “Con esta teoría, Freud se situó a sí mis­
Ed. Einaudi - 1968, 180 págs. Trad.: mo en la gran tradición de la filosofía y
Lorenzo Bassi. bajo un criterio filosófico. Nuestra preo­
1® Edición en castellano: “Eros y Civi­ cupación no se dirige a lograr una correcta
lización”. o mejor interpretación, de los conceptos
Editorial Joaquín Mortiz, México, freudianos, sino a sus implicaciones filo­
1965. sóficas y sociológicas” .
Editorial Seix B arral, S. A. Barce­ L a misma tem ática de esta obra será de­
lona, 1968, 253 págs. sarrollada en múltiples pequeños trabajos,
dentro de los cuales se sitúa su artículo
denominado “El envejecimiento del Psico­
En esta obra H erbert Marcuse intenta análisis” .
fundam entar la idea de que una civiliza­ E sta obra de H erbert Marcuse se ubica
ción no represiva es una posibilidad real en su pensamiento dentro de sus obras funr
dentro de la civilización establecida en el damentales, tanto por sus aportes teóricos
momento actual. Pero el postular esta po­ como de la incidencia que tiene p ara el
sibilidad real de liberación, Marcuse cons­ resto de su pensamiento posteriormente
tata que las formas de dominación han desarrollado. Esto hace que su lectura sea
cambiado, han llegado a ser técnicas, pro­ fundamental p ara la comprensión, de su
ductivas e incluso, benéficas. A pesar de obra.
ello, el sistema engendra fuerzas que tien­
den a destruir los fundamentos. La auto­
matización es una manifestación, clara, 3) “RAZON Y REVOLUCION”
porque ella permite realizar una inversión
entre el tiempo libre y el tiempo de tra ­ 1» Edición en inglés: “Reason and Re-
bajo, de m anera tal, que el tiempo de volution. Hegel and the rise of social
trabajo puede constituirse en un factor theory”. Beacon Press, Boston, 1941.
m arginal del tiempo libre. Esto significa­ 7» Ed. Ed. 1969, 419 págs.
ría una subversión total de la sociedad 1? Edición en francés: “Raison et Revo-
occidental y es contra esta posibilidad que lution. Hegel et la naissance de la
la sociedad industrial avanzada, en cuan­ theorie sociále”.
to sistema, se moviliza para rechazarla. Les Editions de Minuit - P arís, 464
En el prólogo a la 1? edición de “Eros págs, 1968.
y Civilización” , Marcuse dice: “Este en­ Edición en castellano. Tenemos conoci­
sayo utiliza categorías sicológicas, porque miento que en Venezuela apareció una
han llegado a ser categorías políticas. La versión que desgraciadamente no he­
tradicional frontera entre la sicología por mos podido individualizar.
un lado y la filosofía social y política por
el otro ha sido invalidada por la condición En esta obra Marcuse intenta determinar
del hombre en la era presente. . . “Aquí re­ los orígenes y perspectivas de la teoría so­
side precisam ente uno de los problemas cial. P a ra ello cree necesario realizar una
teóricos más importantes y fundamentales interpretación de la filosofía, hegeliana. En
del pensamiento de Marcuse. Es un inten­ este estudio M arcuse descubre que la filo­
to de unificación del saber, de la psicolo­ sofía, en su propio desarrollo, se ha con­
gía, de la filosofía, de la sociología, desde vertido en, teoría social, y es justamente

— 181
esta transición lo que constituye el terre­ —“A propósito de la crítica del hedonis­
no problemático de la filosofía hegeliana. mo” .
L a comprensión que Marcuse hace de Además contiene un prólogo de H. Mar-
Hegel se centra en el desarrollo del pensa­ cuse de 1964, que presenta interés.
miento dialéctico, que Hegel traduce en su A lo largo de los cuatro artículos se to­
filosofía como la misma negación de la can problemas diferentes que están ade­
filosofía y constituye así el eslabón deci­ más diferentemente planteados. Pero co­
sivo entre la vieja y la nueva forma de mo decíamos, hay una búsqueda teórica
teoría crítica, entre la filosofía y la teoría central. Es el problema de la cultura como
social. dimensión constitutiva del sistema social,
Por lo tanto, el propósito fundamental o si se quiere, de la sociedad en cuanto
de la obra es un intento de fundamentar sistema. Sistema que necesariam ente tien­
desde sus orígenes la teoría social, y cree de a reproducirse, a mantenerse y que
que para ello es esencial una reinterpréta- tiene en la cultura la dimensión de su jus­
ción de Hegel. Esto, dice Marcuse "no es tificación,, de su aparato de legitimación.
por un mero intento de reinterpretar a Pero la justificación que la cultura puede
Hegel, sino por resaltar la importancia de aportar no sólo incumbe al plano moral,
una facultad esencial al hombre que está sino que además incide directam ente en
en peligro de desaparecer: el poder del el plano científico. Es o pretende consti­
pensamiento negativo, es decir, del pensa­ tuirse como una visión cierta de la reali­
miento dialéctico” . Además afirm a Marcu­ dad, lo que es imposible dado el carácter
se, que si bien la filosofía hegeliana ha contradictorio del sistema social.
tenido un impacto fundamental en la teoría Frente a esta ubicación de la cultura,
crítica naciente, no podemos entender la hay ciertos desarrollos culturales más sig­
moderna teoría social sino que “ desde la nificativos que otros. Dentro de éstos Mar-
forma totalmente desarrollada de la filo­ cuse analiza la filosofía como p arte de la
sofía hegeliana y de sus tendencias críti­ cultura y como situada histórico-socialmen-
cas, tales como ellas se dieron en la teoría te. Al analizar la postura cognoscitiva de
m arxista” . la filosofía, también analiza la dinámica
“Razón y Revolución” es una obra fun­ cultural como un fruto dependiente de las
damental de Marcuse y de gran riqueza transformaciones sociales que se van pro­
p ara aquellos dentistas que se preocupan duciendo en pos de una liberación.
del campo teórico. El problema teórico de la misma géne­
sis de la teoría ya no sólo es un problema
teórico, sino que también un problema de
4) "CULTURA Y SOCIEDAD” “praxis social”. Su resolución no está en
una postura meramente racionalista o irra ­
Edición Alemana: “Kultur und Gesel- cionalista, ni idealista o realista; depende
Ischaft”. Suhrkamp Verlag, Frank- esencialmente de la racionalidad total de
furt a. M, 1965. la sociedad entera en un momento determi­
Edición en, Castellano: “Cultura y Socie­ nado del desarrollo del proceso social.
dad”. Editorial Sur, S. A. Buenos E sta recopilación de ensayos es dentro
Aires, 1968, 126 págs. de su obra total, una obra importante de
H. Marcuse como así mismo por los ele­
“Los ensayos reunidos en este libro fue­ mentos que aporta p ara un análisis de la
ron escritos entre los años 1934 y 1938. Son cultura de nuestra realidad nacional en el
el resultado de mi trabajo en el Instituto plano cultural. La inadecuación de la re ­
de Investigaciones Sociales de Nueva York presentación, que la cultura realiza con la
y fueron discutidos con el entonces direc­ realidad tal cual ella es y la gran mayoría
tor del Instituto, mi amigo Max Horkhei- la vive, es un punto de partida riquísimo
m er y sus colaboradores. Los publico nue­ en conocimiento científico de nuestra rea­
vam ente sin modificación alguna” (prólo­ lidad. El carácter “ afirmativo” de la cul­
go de H. H. de 1964). tu ra de la sociedad burguesa engendra
En efecto, en esta obra se reúnen cua­ una contradicción que a medida que la so­
tro ensayos que tienen de común el cen­ ciedad avanza y las fuerzas productivas
trarse en el estudio de la cultura como una se desarrollan, hacen de la cultura una
dimensión de la sociedad de la cual forma expresión más de las contradicciones ob­
parte, como producto de determinaciones jetivas de la sociedad. Estas contra­
histórico-sociales que la configuran y se­ dicciones, se manifiestan en el plano in­
llan su dinamismo. dividual, como la búsqueda de una felici­
El libro comprende los siguientes artícu­ dad que la misma cultura ha estimulado
los: y que la realidad no puede responder. En
—“La lucha contra el liberalismo en la esta carencia de respuesta real surge la
concepción totalitaria del Estado” . visión científica de las relaciones sociales
—“Acerca el carácter afirmativo de la cul­ junto a la alternativa histórica de libera­
tu ra ”. ción. La filosofía m aterialista así sufre
—Filosofía y teoría crítica” . históricamente y asume su compromiso.

182 —
5) "FILOSOFIA Y REVOLUCION” M arcuse separa radicalmente el método
transcendental del método dialéctico: eiv
Es un libro que recoge tres publicacio­ tre el método transcendental y el método
nes diferentes, todas ellas de los primeros dialéctico existe una diferencia de natura­
escritos de H. Marcuse: leza que reside en el hecho que, el primero,
—¿Marxismo transcendental? Estudio de considera las posibilidades, y el segundo,
1930: Transzendentaler Marxismus?, Die las realidades; que el primero realiza un
Gesellsschaft, 1930. análisis de la conciencia y el segundo un
—Los manuscritos económico-filosófico análisis de la realidad; que el primero bus­
de Marx. “Estudio de 1932” . Neue Quellen ca fundar teóricamente la realidad y el
zur Grundlegung des historischen Materia- segundo cam biar prácticam ente la reali­
lismus, Die Gesellschaft, 1932. dad.
—“Sobre la filosofía concreta” . Estudio La gran interrogante de Marcuse es si
de 1929 “Ueber konkrete Philosophie” Ar- una interpretación transcendental que tie­
chiv fü Sozialwissenschaften und Sozialpo- ne su punto de partida en la filosofía kan­
litik, 1929. tiana puede ser válida o ayudar a la teo­
Estos tres estudios han sido reunidos en ría m arxista en su fundamentación. Y para
una publicación alemana de Verlag Philo­ él, este problema tiene un sentido nega­
sophie und Revolution, Berlin-West, 1967. tivo y peligroso p ara la reinterpretación
En 1969 aparece en F rancia traducción di­ de la teoría de la revolución proletaria,
recta de éste, bajo el nombre de: "Philo­ que en la perspectiva de esa reinterpreta­
sophie et Revolution” 1» Edición de 1969. ción desaparece o se desvaloriza el sentido
Editions Denoél/Gonthier, P arís, 156 págs. práctico de la teoría marxista. En Max
Traducción del alemán por Comélius Heim. Adler ve esa reducción de M arx a un mero
Biblioteca Mediations. intento por buscar el a priori particular de
la teoría social.
Es un texto interesante de la prim era
A.— ¿Marxismo Trascendental? época de H. Marcuse. El nivel de desa­
rrollo de la problemática planteada es muy
En este estudio Marcuse intenta descu­ escaso, de ta l m anera que el texto vale
b rir las relaciones que existen entre el fundamentalmente por sus conclusiones, no
marxismo y la filosofía. P a ra ello desea tanto por su análisis.
determ inar las relaciones entre Kant y
Marx, analizar dichas relaciones y confron­
tarlas con los intentos de algunos por es­ B.— Los marxistas económico-filosóficos
tablecer entre la filosofía m arxista y la de Marx
kantiana una relación íntima y racional.
En esta com ente, Marcuse considera y P a ra Marcuse, este texto de M arx es un
analiza a Max Adler. Este estudio preten­ texto fundamental p ara la discusión del ori­
de responder a la afirmación que “ supo­ gen y el sentido inicial del materialismo
ne una ligazón real, íntima entre la filo­ histórico, de la teoría del “socialismo cien­
sofía de Kant y la teoría de M arx y vé tífico” sobre un “nuevo” terreno; “ellos
en el método transcendental el fundamen­ además, permiten tra ta r el problema de la
to de esa ligazón” . relación entre M arx y Hegel de una mane­
El artículo plantea la discusión del mo­ ra más amplia y fecunda” .
do siguiente: P a ra Marcuse los manuscritos constitu­
En la prim era parte, interroga a la fi­ yen, una crítica filosófica de la economía
losofía transcendental para saber si ella política y una reflexión sobre ella en el
ofrece y puede ofrecer una fundamenta- sentido de fundarla en la búsqueda de
ción crítica verdadera de la experiencia una teoría de la revolución. Son textos
social. En la segunda, examina cómo Max fundamentales en cuanto p ara Marcuse,
Adler funda esa tesis y si ese fundamento ellos contendrían todas las categorías m ar­
está de acuerdo al sentido de la filosofía xistas en su sentido originario. Pero el
transcendental. En la tercera parte ve si texto pretende probar que Marx no dio una
es posible dar un, fundamento epistemoló­ base económica a su teoría, después de
gico a la experiencia social e indica cómo haber dado una base filosófica. El proceso
Marx alcanza al ser y el hecho social me­ no es el tradicional que la filosofía ilumi­
diante la dialéctica materialista. na desde lo alto el conocimiento científico.
Marcuse llega a una conclusión radical P or el contrario los textos en cuestión pro­
de que por su misma naturaleza la filoso­ barían que todas esas etapas presentan
fía transcendental es incapaz de construir una base filosófica, sin perjuicio de su
un fundamento a la experiencia social, base revolucionaria.
porque este método excluye desde su mis­ Marcuse intenta, además, a p artir de los
mo principio la realidad. . . concreta, la manuscritos, elucidar las relaciones com­
única base posible de la experiencia so­ plejas existentes entre teoría política y
cial: . .pretender dar a la experiencia teoría económica, y entre estas teorías y
social un fundamento trascendental es un la praxis revolucionaria, "relación que só­
absurdo” . lo un análisis de la situación inicial del

— 183
materialismo histórico nos permite com­ todos o complementarlos p ara llegar a des­
prender” . cubrir la realidad a p artir de un aporte
El estudio de los manuscritos p ara Mar- filosófico.
cuse revela las influencias evidentes de
Hegel en Marx, especialmente en la géne­
sis del trabajo alienado. En el trabajo alie­ 6) “EL FIN DE LA UTOPIA”
nado se comprobaría cómo surge del “co­
razón” mismo de la filosofía Hegeliana, Edición castellana: “El final de la Utopía”
especialmente la “Fenomenología del Es­ Ediciones Ariel: Barcelona, 1968, 181 págs.
píritu en Relación con los Manuscritos.
Marcuse fija particular atención al con­ Trad.: Manuel Sacristán
cepto de esencia humana, clave para com­ Editorial: Siglo XXI, México, 1968
prender el concepto de trabajo alienado. Edición francesa: “La fin del utopie”
Es un texto fundamental para comprenr Editions du Seuil, Coll. Combats, 1968.
der la dialéctica, o la interpretación dia­
léctica que Marcuse utiliza. Se ubica así Este libro reúne una serie de interven­
M arcuse entre aquellos que sostienen la ciones realizadas por M arcuse durante los
continuidad, unidad de la obra de Marx actos de los días 10, 11, 12 y 13 de julio
desconociendo toda posible ruptura. de 1967 en la Universidad de Berlín. Son
dos conferencias con discusión: “El fin
C.— Sobre la filosofía concreta de la Utopía” y “El problema de la vio­
lencia en la oposición” . Además hay dos
El existencialismo heideggeriano preten­ discusiones sobre otros dos tem as: “Moral
de asumir la existencia, el sentido del hom­ y política en la sociedad opulenta” y
bre tal como este se encuentra en la vi­ “Vietnam: El Tercer Mundo y la oposi­
vencia humana. El intento fenomenológico ción en las metrópolis” . En estas discu-
debe responder a la vivencia filosófica de ciones participan además Rudi Dutschke,
la pregunta del ¿por qué? Dentro de este P eter Gang, Wolfgang Lefevre, Peter
marco, Marcuse investiga la posibilidad Furth, Profs. Lówenthal, Claessens,
que todo esto se realiza y no sólo se pos­ Schwan, etc.
tule. Marcuse cree posible que la fenome­ En la prim era: “El final de la utopía”
nología pueda llegar a realizarse como una Marcuse intenta una refutación de las
fenomenología completa, en la medida que ideas y teorías que han utilizado la utopía
pueda llegar a asumir al hombre en su to­ como denuncia de posibilidades histórico-
talidad histórico-social. Todo el hombre es sociales. En los momentos actuales pode­
miembro de la sociedad. “La sociedad no mos atribuirle al final de la utopía el sen­
es ni un sujeto que existe al margen del tido de final de la historia en la medida
individuo ni la suma de los individuos, pe­ que las nuevas posibilidades de una socie­
ro, en un sentido concreto, la sociedad es dad humana y de su mundo circundante
cada individuo en sí mismo, ella es el modo no son ya imaginables como continuación
de existencia concretamente histórico del de las viejas, no se pueden presentar en
individuo. Es pues precisam ente cuando el mismo continuo histórico. Entre una so­
la filosofía quiere tomar en serio su preo­ ciedad libre y las actuales sociedades no
cupación por el individuo cuando ella no libres, existe una diferencia cualitativa, lo
tiene el derecho de prescindir del mundo que hace, según Marx, que toda la historia
donde la existencia del individuo se reali­ transcurrida sea la pre-historia de la hu­
za. El individuo no existe como individuo manidad.
sino que en una situación determinada . . . “ el concepto de Final de la Utopía
del medio, en una situación determinada implica la necesidad de discutir al menos
del ser social. Esto no es jam ás fortuito una nueva definición del socialismo . . .”
p ara él, de tal forma que pudiéramos o “ Considerar al menos la idea de un ca­
deberíamos “hacer abstracción” para ac­ mino al socialismo que vaya de la ciencia
ceder a la existencia “propia” del indivi­ a la Utopía, y no, como aun creyó Engels,
duo. EUa es la realidad de su existencia de la utopía a la ciencia. “Por último es
misma, y es solamente a través de ella importante señalar que la utopía a su vez
que es posible dirigirse a él, alcanzarlo es un concepto histórico y por lo tanto en
en verdad” . constante reformulación.
Es un texto que deja abierto ciertos ca­ E ste texto como su discusión tiene un
minos para investigar, desde la dialéctica, valor político interesante sobre todo por­
el pensamiento de Heidegger y Kierke- que dicha conferencia fue pronunciada en
gaard, o si se quiere, para investigar la momentos que la utopía, en el sentido an­
congruencia teórica entre la intención fi­ tes señalado, estaba presentando posibi­
losófica del existencialismo y la actividad lidades de superarse o realizarse.
desarrollada. En el segundo texto: “El problema de la
Dentro de la obra de Marcuse es un violencia en la oposición” M arcuse señala
texto de referencia de la prim era época una pauta teórica fundamental p ara abor­
en que está preocupado por integrar mé­ dar el tem a: “Ninguna oposición, puede

184 —
contemplarse hoy m ás que en el marco cree descubrir que detrás el conflicto con­
global; como fenómeno aislado está fal­ temporáneo entre capitalismo y comunis­
seada de antemano” . mo existe un conflicto real entre dos for­
Analiza en prim er lugar la contestación mas de una y misma compleja sociedad
estudiantil de una conceptualización políti­ industrial; en otras palabras, existe una
ca de “nueva izquierda” y “ vieja izquier­ misma base común técnica que se mantie­
d a” , constituyendo la nueva un conjunto ne igual, ya sea en una economía socia­
de grupúsculos constestarios del sistema, lista o en, una de propiedad privada de los
aun no unificados en una lucha. L a unión medios de producción. En este conflicto
de ellos es un problema político central, la sociedad soviética, p ara Marcuse, se
que la teoría tendría que elucidar tratando encuentra inserta en los mismos proble­
de hacer conciencia: “Despertar la con­ mas de la sociedad industrial occidental,
ciencia de la horrorosa política de un, sis­ problemas que se van convirtiendo en pro­
tem a cuyo poder y cuya presión aumen­ blemas de competencia, pero ahora, en
tan con la am enaza de destrucción total; términos técnicos” . . . . la co-existencia del
un sistema que utiliza las fuerzas produc­ capitalismo avanzado y del socialismo
tivas de que dispone para explotar y opri­ avanzado envuelve una competencia entre
mir; un sistema que para proteger su los dos sistemas, no sólo en términos de
abundancia equipa al mundo llamado li­ eficiencia y de crecimiento y cohesión in­
bre con dictaduras militares y policíacas” . terna, sino también en términos de su
E sta “liberación de la conciencia . . . sig­ habilidad p ara consumir progreso técnico” .
nifica empero más que discusión” y de En el desarrollo de la misma idea Mar-
este problema central en la cual se inte­ cuse agrega: “ Una corta reflexión nos
gra la teoría y práctica política, Marcuse m ostrará que tal desarrollo podrá trans­
desarrolla la necesidad de considerar estos form arse de un progreso cuantitativo (téc­
nuevos grupos que emergen como una real nico) a un cambio cualitativo de la cultura
fuerza revolucionaria. Los estudiantes y m aterial e intelectual, en una sociedad cua­
los negros a la cabeza en la sociedad nor­ litativamente diferente de las presentes
teamericana. sociedades soviética como de las occiden­
Es un texto breve y polémico en cuanto tales” . “En términos escatológicos, la so­
que pone en duda la fuerza revoluciona­ ciedad soviética contiene una sociedad
ria del proletariado, tema que Marcuse re­ cualitativamente diferente” . De esta for­
tom ará en múltiples publicaciones. m a un progreso técnico competitivo puede
Las otras dos discusiones tienen un va­ obligar a un cambio en la dirección del
lor coyuntural que por la brevedad poseen progreso técnico, lo que obligaría a la so­
escaso valor analítico. ciedad soviética a cambiar totalmente.
La obra en su conjunto presenta un va­ Dentro de este mismo marco, Marcuse
lor político para el análisis de los movi­ se plantea un problema con bastante pro­
mientos estudiantiles europeos y norte­ yección, se tra ta del problema ético en
americanos. la Unión Soviética. “ Sin embargo, la total
industrialización contemporánea con las
técnicas y métodos de trabajo contempo­
7) “EL MARXISMO SOVIETICO” ráneos proveen un denominador común que
hace cuestionable el contraste abstracto
Edición en inglés: 1? “Soviet M arxism” entre las éticas occidentales y soviéticas” .
Columbia University Press, New York; Marcuse ve en la ética soviética una re ­
Routledge and Kegan Paul, London, captura de los ideales tradicionales de la
1958. sociedad occidental-libertad, justicia y el
total desarrollo del individuo-condensado
Vintage Edition, 1961, Random House, New en la fórmula: A cada uno de acuerdo a
York. sus habilidades, a cada uno según sus ne­
Edición en Castellano: Revista de Occi­ cesidades. E sta fórmula, según Marcuse,
dente, Madrid. reestablecen al individuo como el último
punto de referencia de las normas éticas;
Marcuse realiza un análisis crítico del lo que conduce al libre desarrollo del in­
marxismo soviético y un análisis crítico dividuo es bueno.
tiene p ara Marcuse el siguiente objetivo: Así, p ara Marcuse, el instrumentalismo
“Aunque el actual estado de las cosas ético de la ética soviética oculta un abso­
no es ni normal ni necesario, existen al­ lutismo ético, la ética de clase es condu­
ternativas que su presencia y prevalencia cida al desarrollo de la “hum anitas” . En
niegan. Un análisis crítico tiene la tarea esta forma, la ética soviética posee un ele­
de mantener estas alternativas en la men­ mento o connotación trascendental y la
te, no importa cuan utópicas ellas puedan imagen del futuro parece tener la misma
aparecer en el statu-quo” . función del elemento trascendental de la
Uno de los temas centrales de su expo­ ética occidental, y en esa misma imagen
sición es la convergencia entre la sociedad tenemos un sustituto real soviético de la
soviética y la sociedad occidental. Marcuse religión. Pero, a pesar de eso, hay dice
Marcuse, una diferencia esencial entre la la felicidad. Libertad y Felicidad p ara
ética soviética y la occidental. E sta es M arcuse son los motores del individuo a
una ética histórica y el camino p ara su los cuales la sociedad tendrá, tarde o tem­
realización es un proceso histórico, resul­ prano, que responder. Con esta preocu­
tado de un desarrollo social concreto y po­ pación central, con gran, pesimismo en
lítico. “ . . . la moralidad represiva debe ciertos escritos, no llega a vislum brar la
ser reducida con la progresiva reducción combatividad de los individuos que obje­
de la escasez” . El desarrollo productivo y tivamente no tienen ni libertad, ni felici­
la coexistencia pacífica posibilitan, tal re ­ dad, pero que son dominados en el campo
ducción. Si el régimen soviético no res­ de sus representaciones a través de un
ponde a esa tendencia objetiva de bienes­ aparato productivo altam ente tecnificado.
ta r con un cambio de la moral represiva, Es por esto que no es casual que Marcuse
aum entará la irracionalidad y esa “irra ­ haya llegado a escribir este ensayo sobre
cionalidad podrá debilitar la fibra moral una de sus preocupaciones fundamentales
de la sociedad soviética” . “La racionali­ y una realidad que p ara Marcuse tiene
dad política de la ética soviética milita una enorme significación teórica. L a re­
contra tal stock, prueba moral del indivi­ volución no es más que un paso, una
duo y sosteniendo la idea de que las po­ acción política que se engloba en el pro­
tencialidades para el desarrollo humano ceso de liberación. Este proceso de libe­
podrán crecer de acuerdo con el desarrollo ración no es un proceso que tenga reali­
productivo social de la sociedad soviética. dad, ni viabilidad más que en la esfera
“Todo lo cual lleva a Marcuse a intuir o de la acción política. Como síntesis seña­
concluir, que la presión ideológica parece lamos un párrafo de la Introducción de la
así tender en la misma dirección de la obra:: “P or qué el mundo de la libertad
presión técnico-económica, especialmente, humana no puede ser construido por las
a la relajación de la represión. sociedades establecidas por mucho que
“El Marxismo Soviético” es una impor­ afinen y racionalicen su dominio. Su es­
tante obra de Marcuse, donde vemos la tructura clasista y los controles perfeccio­
aplicación teórica de los aportes freudia- nados que requieren p ara m antener aque­
nos para analizar las sociedades indus­ lla, generan necesidades, satisfacciones y
trialm ente avanzadas. Tiene además la ca­ valores que reproducen la servidumbre de
racterística propia de los análisis de Mar- la existencia humana. E sta servidumbre
cuse de centrar su análisis en ideologías. “voluntaria” (voluntaria en tanto que es
inyectada en, los individuos), que justifica
a los amos benévolos, solo puede romperse
8) “ENSAYO SOBRE LA LIBERACION mediante una práctica política que alcan­
ce las raíces de la contención y la satisfac­
Edición en inglés, título original: An Essay ción en la infraestructura humana; una
on Liberation”. práctica política de metódico desprendi­
1? Beacon Press, Boston, Mass EE. UU. miento y rechazo del orden establecido,
1969. con m iras a una radical transvaluación de
Edición en Francés: Vers la liberation” los valores. Semejante práctica implica un
1969. rompimiento con lo familiar, con las for­
mas rutinarias de ver, oir, sentir y com­
Editions de Minuit, Paris, France. prender las cosas, a fin de que el orga­
Edición en Castellano: "Ensayo sobre la nismo pueda volverse receptivo a las for­
liberación”. mas potenciales de un mundo no agresivo
P Ed. Junio de 1969. Editorial Joaquín y ajeno a la explotación” .
Mortiz, S. A. A lo largo de toda su obra está el pro­
Trad. de Juan García Ponce, Revisada blema de la libertad, o si se quiere, en,
por J. G. T. sentido más estricto, de una exigencia de
liberación y felicidad. A p artir de “ Eros y
Es una de las últimas publicaciones de Civilización” comienza la búsqueda en un
H erbert Marcuse, y en tanto tal es más dinamismo interno al ser humano, en la
bien una síntesis de ideas anteriormente esfera del instinto de libertad. Localiza la
expuestas que están reunidas por él bajo exigencia de liberación en, un dominio irre-
la denominación de “liberación” . Es una nunciable y a lo más, sólo postergable en
recopilación de ideas contenidas especial­ su satisfacción, en el dominio del instinto.
mente en “ Eros y Civilización” , “ El hom­ Así lo expresa nuevamente en esta obra:
bre Unidimensional” y ‘Tolerancia Repre­ “Anterior a toda conducta ética de acuerdo
siva” . Por otra parte esta obra aclara una con criterios sociales específicos, anterior
serie de implícitos de Marcuse, lo que ha­ a toda expresión, ideológica, la moralidad
ce, p ara conocer la obra de Marcuse, una es una “ disposición” del organismo, enrai­
buena obra introductoria. zada quizás en el impulso erótico que con­
Desde los primeros escritos de Marcuse trarresta la agresividad, p ara crear y pre­
se ve que un ideal central de su análisis servar “ unidades cada vez mayores” de
es el rol que le cabe a la libertad como a vida. Tendríamos entonces, de este lado

186 —
todos los “valores” , un fundamento instin­ orden social depende de lo que el hombre
tivo para la solidaridad entre los seres hu­ haga con los medios de producción” . “Así,
manos: una solidaridad que ha sido efec­ si no son usados p ara el desarrollo y gra­
tivamente reprim ida de acuerdo con los tificación del individuo libre, significa so­
requerimientos de la sociedad clasista, m eter a los hombres a “ una universalidad
pero que ahora aparece como una de las hipostasiada” .
condiciones previas de la liberación” . Marcuse centra la teoría m arxista en el
El texto con esta problemática central individuo libre como sujeto real de la his­
va analizando cómo, a pesar de los múl­ toria, así: “ el individuo es la meta. Esta
tiples mecanismos de defensa del sistema tendencia individualista es fundamental,
de consumo y producción de necesidades, en cuanto interés, en la teoría m arxista” .
existe una manifestación de rechazo pro­ Dentro de este marco M arcuse realiza
ducto del instinto de libertad que surge y un análisis del proceso de trabajo y del
tiene algunas expresiones políticas. El pe­ fenómeno del trabajo, desde el "Capital” .
dirle a los movimientos de protesta la fi­ En cuanto a la posibilidad de cambio,
nalidad o la sociedad de reemplazo, es Marcuse concluye que la transformación
también una forma de prolongar la domi­ de la sociedad actual tiene en su nega­
nación. La solidaridad en pos de la libera­ ción una posibilidad de liberación.
ción es suficiente y necesaria garantía en Termina la obra con un intento de re­
la sola disyuntiva: cambio o statu-quo, li­ sumir las cualidades que especifican a la
beración o prolongación “voluntaria” de dialéctica m arxista de la hegeliana. P a ra
la opresión. term inar afirmando, que según M arx, la
En resumen, obra de síntesis de las po­ teoría correcta es la “conciencia de una
siciones de H erbert Marcuse respecto a práctica que se propone cam biar al
una tem ática central de su obra. La reco­ mundo” .
mendamos como obra introductoria al mis­ E sta es una breve publicación de Mar-
mo Marcuse. cuse y que no se encontraría dentro de
sus publicaciones más importantes. Sin
perjuicio de eso, es una obra de divulga­
9) “MARX Y EL TRABAJO ALIENADO” ción de la teoría dialéctica frente al aná­
lisis y comprehensión del proceso de tra­
Edición en inglés, título original: “Marx: bajo, que tiene hasta nuestros días y en
Alienated labor”. nuestra sociedad, bastante actualidad.
2? edición, Londres, Routledge and Kegan
Humanities Press Inc., Nueva York.
10) “TOLERANCIA REPRESIVA”
Edición en Español: "M arx y el trabajo
alienado”. Edición en Inglés: “REPRESSIVE TOLE-
Carlos Pérez Editor, S. A. 1969, Bs. Aires, RANCE”.
Argentina.
Es un breve ensayo que aparece publica­
Trad.: Marcelo Pérez Rivas. do en un libro de tres autores bajo el
107 páginas. nombre de "A critique of puré tole-
ranee”. Aparecen en este libro ade­
En esta obra Marcuse realiza un análi­ más del de Marcuse; un ensayo de
sis del trabajo alienado y del proceso de Robert Paul Wol} "Beyond Tolerartce”;
trabajo, partiendo desde la interpretación y de Barrington Moore, jr. “Toleran-
que realiza el joven Marx, especialmente ce and the Scientific Outlook. "E n esta
de los Manuscritos. ocasión, por razones obvias nos centra­
P a ra Marcuse el análisis del trabajo remos a señalar sólo la problemática
dentro del sistema capitalista tiene una del ensayo de H. Marcuse.
profunda fundamentación, ya “ que sobre­
pasa los límites de la estructura de las Editorial: Jonathan Cape, Thirty Bedjord
relaciones económicas y llega hasta el con­ Square, London, 1969, págs. 93-138.
tenido humano concreto” . “En esta forma,
la teoría m arxista se coloca, según Mar- En un análisis de la tolerancia como
cuse, en una posición de rechazo de la una actitud propia del sistem a social.
ciencia económica burguesa” y coloca en Marcuse pretende desmitificar, a través
su lugar la interpretación de que las re­ de un, análisis científico, una pretensión
laciones económicas son relaciones existen- de considerarlo como un fenómeno aislado
ciales entre los hombres. “ Y Marcuse del contexto global. En dicho análisis glo­
agrega, que este contenido, existencial “ha bal la tolerancia se comprueba contradic­
pasado al prim er plano de la teoría eco­ toria con la necesidad del sistema de ase­
nómica, que se convertiría así en una teo­ gurar su reproducción o mantención. Así
ría crítica. “ Y es por eso que la sóla so­ la tolerancia, que es un fin en sí misma,
cialización de los medios de producción es según Marcuse, se ve utilizada precisa­
sólo “un simple hecho económico” y “ su mente, p ara impedirla. La tolerancia, por
pretensión de ser el principio de un nuevo ser producto de un sistema, y aún m ás de

— 187
un sistema represivo, se convierte en una “Marx y el mundo occidental” en la Uni­
contradicción en sus términos que la en­ versidad de Notre Dame en 1966 (Uni-
contramos de hecho presente y actuando versity of Notre Dame, 1967) y el semi­
en las sociedades industrialmente avanza­ nario sobre “las transformaciones de ca­
das. “La tolerancia ha sido pervertida” . rácter y el papel de la clase obrera” en
“La tolerancia significa intolerancia” . La Korcula, Yugoslavia, en 1964 (Revue In­
tolerancia, es sociedades como las anali­ ternationale du Socialisme N? 8, 1965). Se
zadas, no es más que otra cosa que neu­ incluyen sus recientes declaraciones al dia­
tralizar todo conflicto, neutralizar tanto rio “Le Monde” (selección semanal del
“de la izquierda como de la derecha” . 16 al 22 de mayo, 1968) y, en apéndice, un
Dentro de este enfoque no podemos ha­ artículo de André Gorz (Crítica m arxista
blar de tolerancia en abstracto, no pode­ N® 2, 1965) sobre la última obra de Mar-
mos hablar de tolerancia sin intentar si­ cuse, “El hombre unidimensional” .
tuarla dentro del sistema que necesaria­
mente la utiliza para mantenerse. Marcu­
se señala ciertas “intuiciones” políticas. A —“ Industrialización y Capitalismo
“Las condiciones en las cuales la toleran­ en Max W eber” .
cia puede jugar de nuevo un rol de libe­
ración y de humanización no han sido aún Es un valioso trabajo de Marcuse que
creadas” . “La tolerancia que es un ele­ analiza con motivo de la obra de Max
mento de vida, el llamado de una socie­ Weber “Economía y Sociedad” , la posi­
dad libre, no será nunca un regalo del bilidad postulada por la ciencia natural
poder existente; sólo puede bajo las actua­ de la “neutralidad” en ciencias sociales.
les condiciones de tiranía de la mayoría, La idea de “Razón” buscada por Weber,
ser ganada en el esfuerzo sostenido de las aunque sea muy congruente con la cultura
minorías radicalizadas, deseosas de que­ occidental que la encarnaría, no es sufi­
b rar esta tiranía y de trab a jar para la ciente a juicio de Marcuse para probar y
emergencia de una libre y soberana m a­ fundamentar la posibilidad de una neutra­
yoría-minoría intolerante, militantemente lidad. “Precisamente el análisis que Max
intolerante y desobediente a las reglas de Weber ha hecho del capitalismo industrial
comportamiento que toleran la destrucción m uestra que el concepto de neutralidad, o
y la supresión” . más bien de impotencia científica frente a
Este ensayo dentro de la obra de Mar- los valores e ideales, es insostenible. La
cuse es importante. Aunque es la misma pura concepción filosófica y sociológica, al
temática del “El hombre Unidimensional” m argen de los valores, se convierte en su
tiene una lucidez en cuanto a la proyección propio desarrollo en una crítica de los va­
política necesaria que se desprende del lores, e inversamente, conceptos científicos
análisis. Si bien es una proyección anár­ puros y vacíos de todo valor, revelan su
quica, es una proyección política posible. propio sistema de valores ocultos. Se con­
Este ensayo en cuanto a su influencia en vierten en una crítica de los datos a la luz
la acción política estudiantil, parece ser de lo que esos datos imponen al hombre y
uno de sus escritos más influyentes. Ha al mundo. “Lo que debería ser” se revela
sido citado por Rudi Dutschke en innume­ en “lo que es” . El dinamismo inagotable
rables ocasiones, como así mismo en las del concepto lo pone al descubierto” . Y en
contestaciones francesas. Por último, es un otro pasaje agrega". . .su teoría de una
texto interesante en cuanto aborda uno de ciencia que en el interior de sí misma esta­
los valores que sustentan las sociedades ría libre de todo valor, se reveló como lo
llamadas “democráticas” , modelo de las que era en la práctica: un intento de “libe­
sociedades en vías de desarrollo, algunas r a r ” a la ciencia p ara la aceptación de va­
de ellas también llamadas democráticas. lores represivos, cuyo origen se encuentra
En este sentido es un aporte más de Mar- fuera de la ciencia” .
cuse al análisis de la ideología de una Dentro de esta problemática, Marcuse
sociedad. va analizando los postulados científicos de
Weber, que se esconde dentro de forma­
lismos que suponen una opción política por
11) “LA SOCIEDAD INDUSTRIAL Y EL un capitalismo y su sistema propio de de­
MARXISMO” . fensa. Por ejemplo, el concepto de razón,
núcleo fundamental de la neutralidad
Edición en español: Editorial Quintaría, Weberiana, tiene ciertas características
Buenos Aires, 1969. que hacen el concepto de razón un ele­
Traducción: Alberto José Massolo. mento más de dominación, a saber: 1.—
Metematización progresiva de toda expe­
“Este volumen recoge los textos de tres riencia y de todo conocimiento, que a par­
conferencias pronunciadas por H erbert tir de sus espectaculares éxitos en las
Marcuse en distintas circunstancias: el co­ ciencias naturales, se orienta a la conquis­
loquio sobre el centenario de Max Weber ta de las ciencias sociales y por último a
en 1964 (reproducida en “New Left Re- la del propio modo de vida (cuantificación
view” N? 30, 1965), el simposio sobre universal). 2.—Insistencia en la necesidad

188 —
1

de la experiencia y de la prueba raciona­ la evolución del capitalismo se desarrolla


les tanto en la organización, de la ciencia una doble contradicción a) entre la produc­
como en la de la vida. 3.—Constitución y tividad creciente del trabajo y el perma­
consolidación de una organización univer­ nente incremento de la riqueza social, por
sal y especializada de funcionarios, que un lado, y su uso represivo y destructivo,
tiende hacia “ un control de toda nuestra por el otro; b) entre el carácter social de
existencia, al cual sería imposible sustraer­ los medios de producción (que no son ins­
se” . “Este último elemento era para Max trumentos de trabajo individuales sino co­
Weber el resultado crucial de todo el lectivos) y su propiedad y control priva­
proceso” . dos. 4.— El capitalismo puede resolver es­
La razón formal tiene sus propios lími­ ta contradicción sólo temporariamente por
tes, por ser ella también, quiéralo o no, medio del aumento del derroche, los gas­
una práctica histórica . . . no se puede de­ tos superfluos y la destrucción de las fuer­
ducir de ella ni el fin de la construcción zas productivas. La ca rre ra competitiva
científica y técnica, ni el contenido de esta por los beneficios derivados de la produc­
construcción (su sujeto y su objeto). Ellos ción arm am entista conduce a una vasta
quiebran desde el comienzo un dominio concentración del poder económico, a una
que es anterior a la concepción de la razón agresiva expansión exterior, a conflictos
formal, libre de todo valor. En la raciona­ con, otros poderes imperialistas y finalmen­
lidad capitalista, tal como es analizada te a un ciclo recurrente de guerra y de­
que delimitan, el contenido de la razón, presión 5.— Solamente se puede romper
por M. Weber, estos elementos prim eros este ciclo si las clases trabajadoras, que
aparecen como hechos históricos. 1.— El soportan el embate de la explotación, se
proveer a las necesidades humanas —fin apoderan del aparato productivo y lo co­
mismo de la economía— se obtiene en el locan bajo el control colectivo de los mis­
interior del marco de las posibilidades de mos productores” .
ganancia calculadas de manera privada, Marcuse a p artir de estas nociones fun­
es decir el beneficio de una empresa o de damentales analiza la sociedad norteameri­
un empresario individual. 2.—La existen­ cana y llega a dudar de la última en cuan­
cia de los hombres depende entonces de to a factibilidad próxima y previsible. P a ­
las posibilidades de beneficio de la em­ ra Marcuse no existe en este momento una
presa capitalista-dependencia que se en­ clase revolucionaria capaz de resolver las
carna perfectam ente en el “trabajo libre” contradicciones de las cuales participa. El
que está a disposición del em presario” . desarrollo tecnológico, sin, ser por esencia
Todo esto lleva a afirm ar a Marcuse lo un arm a represiva, ha neutralizado el ca­
que según él Weber luego comienza a ver, rácter revolucionario de la clase trab aja­
que la verdad por el sólo hecho de serlo dora. Es a p artir de estos hechos que Mar-
es crítica. “La verdad llega a ser crítica, cuse propone comenzar el análisis de la
acusación y la acusación llega a ser una sociedad norteamericana. El marxismo, da­
función de la verdadera ciencia” . do su carácter científico debe replantarse
Es un buen trabajo sobre un tem a que esta noción fundamental p ara el desarro­
tiene para nosotros gran actualidad: ¿neu­ llo político.
tralidad de la ciencia? ¿Apoliticismo de Es un texto de síntesis de algunos as­
la máquina? pectos y debatidos de Marcuse. Algunos ad­
versarios llegaron a sostener que negaba
la existencia de clases en USA. Muy por el
B .—“La Obsolescencia del Marxismo” contrario, en este artículo las reafirm a,
pero en cuanto a su potencial político, se
La introducción de este artículo sitúa encuentra neutralizado por el aparato tec­
los problemas planteados dentro de la teo­ nológico en, que participan. Este mismo
ría m arxista y también de la teoría dia­ problema será absorbido nuevamente en
léctica que Marcuse trabaja. “El título de el artículo siguiente.
mi ponencia no pretende sugerir que el
análisis del sistema capitalista hecho por
M arx es anticuado; por el contrario, pien­ C.—“Las perspectivas del Socialismo en
so que se han confirmado las nociones más las Sociedades Industriales A vanzadas”
fundamentales de su análisis, que pueden
resum irse en las siguientes proposiciones: La problemática es sim ilar a la anterior,
1.— En el capitalismo, las relaciones so­ parte de las mismas nociones básicas res­
ciales entre los hombres se rigen más por pecto a la teoría m arxista y la duda nueva­
el valor de cambio que por el valor de mente surge de la quinta noción. “E sta­
uso de las mercancías y servicios que ellos mos en una sociedad clasista, pero en la
producen, es decir que su posición está re ­ cual la clase obrera y a no representa la
gida por el mercado. 2.— En esta sociedad negación de lo que existe". Estamos en
de cambio, la satisfacción de las necesi­ una sociedad “ totalitaria porque en ella se
dades humanas tiene lugar sólo como un han completado la asimilación de vida pri­
residuo de la producción rentable. 3.— En vada y de vida pública, de exigencias in­

— 189
dividuales y de exigencias sociales". El tentando m ostrar el contenido social y po­
pesimismo de Marcuse surge nuevamente lítico de los conceptos fundamentales del
al no encontrar al sujeto capaz de realizar psicoanálisis” .
la Revolución. El cambio o evolución, del E ste pequeño párrafo introductorio del
modo de producción nos hacen profundizar mismo Marcuse nos m uestra la problemá­
la teoría de análisis de Marx. “La inter­ tica que desarrolla. Desgraciadamente es
pretación de la oposición, la absorción del un texto muy breve, pero riquísimo en las
potencial revolucionario, no sólo es un fe­ dimensiones de investigación teórica que
nómeno superficial, sino que encuentra su abre.
fundamento m aterial en el mismo proceso
productivo, en el propio cambio del modo
de producción” . 13.— “ ¿HUMANISMO SOCIALISTA? ’’
E s un texto breve que sistematiza pro­
blemas tratados. Es un texto menor den­ Edición en español, aparecida en obra
colectiva "Humanismo Socialista”. Erich
tro de la obra de Marcuse.
Fromm y otros. Editorial: PA1DOS, Bs. Ai­
res, 2? Ed. Título original en inglés “So-
cialist Humanism”. Versión castellana:
D.—“Sobre el Poder Estudiantil”
Eduardo Goligorsky. Págs. 124 y 135.
(diálogo con “Le Monde”)
“ . . .el desarrollo posbélico de las socie­
Es una entrevista en la cual se le formu­ dades capitalistas y comunistas en condi­
lan una serie de preguntas cuyas respues­ ciones de coexistencia sugiere la necesidad
tas son breves y generales. Hay preguntas de revisar las perspectivas del humanis­
interesantes como: ¿Qué piensa usted de mo socialista con la m irada puesta en, la
lo que se llam a por analogía con el “poder capacidad técnica y la productividad de
negro” el “poder estudiantil” ? Su respues­ dichas sociedades. Este ensayo sólo pro­
ta es de gran vaguedad. pone algunas observaciones acerca de tales
problemas” .
Las observaciones son muy breves y po­
1 2 .- “EL ENVEJECIMIENTO DEL co fundamentadas, parecieran centrarse
en el contenido humanista del socialismo
PSICOANALISIS” no como un imperativo moral o de justi­
ficación, sino que por el contrario producto
Edición en español: En publicación co­ de una práctica económica y política, co­
lectiva “Marcuse Polémico”, págs. 31-68; mo parte de la base misma de la cultura
Editorial Jorge Alvarez, Bs. Aires, 1968. m aterial. No sólo como un fin moral, sino
que por el contrario, como producto de
“Este ensayo está consagrado al destino una necesidad humana, de un hombre his­
de ciertas tesis fundamentales de la teo­ tóricamente situado en un modo de pro­
ría de Freud y de sus continuadores, tanto ducción, determinado.
ortodoxos como revisionistas. Sostengo que Texto menor de Marcuse, aunque el hu­
han envejecido en la medida que ha en­ manismo es una preocupación importante
vejecido su objeto, es decir, “ el individuo” dentro de su pensamiento. La premisa de
en tanto encarnación del ello, del yo y del que la URSS y USA son sociedades que no
super yo dentro del marco de la realidad proporcionan los medios p ara realizar el
social. La evolución de la sociedad actual humanismo socialista, lo lleva a plantear
ha reemplazado el modelo freudiano por sus observaciones sin. referencia directa
un átomo social cuya estructura psíquica a un modo de producción, lo que las hace
ha dejado de tener las cualidades que de gran vaguedad.
Freud le asignaba al objeto del psicoaná­
lisis ha sobrevivido a través de sus diver­
sas escuelas y se extendió a innumerables 1 4 . - “CAMBIANDO EL MUNDO.
áreas de la sociedad pero con la transfor­ REPLICA A KARL MILLER”
mación de su objeto creció el abismo entre
la teoría y la terapéutica, y esta última Edición en castellano en obra colectiva,
se encuentra en una situación en la que Marcuse Polémico”. Editorial Jorge Alva­
parece prestar más ayuda al orden esta­ rez. Bs. Aires, 1968: págs. 111-127.
blecido que al individuo. L a verdad del
sicoanálisis no se ve resquebrajada por “La crítica de “One Dimensional Man” ,
esto; al contrario el envejecimiento de su escrita bajo el seudónimo de K arl Miller,
objeto revela la medida en que el progreso no merece una réplica si no hubiera apare­
ha sido de hecho una regresión, en la rea­ cido en Montly Review, una revista dedi­
lidad. Es así como el psicoanálisis ilumina cada al desarrollo del pensamiento socia­
con una luz nueva la política de la socie­ lista independiente” .
dad industrial adelantada. Las críticas de K arl Miller se reducirían
“En este ensayo discutiré el aporte del por una parte a su nivel teórico que no le
psicoanálisis al pensamiento político, in­ ha permitido asumir los hechos relevantes

190 —
de todo análisis; y por otro, las consecuen­ Así, verá las condiciones de ese cambio
cias políticas que sus análisis provocan, cualitativo y la dialéctica de la liberación
llámase pesimismo, llámase fatalismo. que nos perm ita una sociedad libre.
A ambas críticas responde Marcuse acla­ La segunda conferencia: “La Rebelión
rando sus planteamientos y afirmando su de P arís” , es una conferencia realizada
cientificidad. La lucha de los negros en por Marcuse el día 23 de mayo, a poco de
USA y la lucha de liberación en el Tercer haber llegado de P arís en que estuvo entre
Mundo son luchas de importancia, pero el 6 y el 12 de mayo de 1968. Marcuse da
que no aseguran, a corto plazo, una reso­ a conocer justamente sus impresiones de
lución de las contradicciones del sistema. los sucesos que vio entre esos días y a los
Las fuerzas revolucionarias están latentes, cuales se h a denominado “la revolución
tendrán que encontrar su expresión. Exis­ de mayo” , frente a un centenar de alum­
ten ya algunas. No se tra ta de señalar nos y docentes de la Universidad de Cali­
plazos. fornia en San Diego.
Concluye su defensa Marcuse “ Tener M arcuse resalta el carácter espontáneo
miedo de ser demasiado negativo, el deseo de esta revolución estudiantil que encontró
comprensible de ser un poco más optimista respuesta en toda la sociedad francesa. Y
y descubrir fuerzas revolucionarias, son m uestra como características esenciales de
buenas intenciones que alimentan ilusiones, ese movimiento el de ser una “ revolución
desvían y debilitan a la oposición, al tiem­ cultural” “puesto que la protesta está
po que favorecen al régimen establecido” . apuntada hacia todo el Establecimiento
Es un, artículo de descargo de Marcuse cultural, incluyendo la m oral de la socie­
a otro artículo que aparece en la misma dad existente” .
publicación “Marcuse Polémico” . Desgra­ “Perspectivas de la Nueva Izquierda Ra­
ciadamente los problemas teóricos son su­ dical” , es una conferencia efectuada por
perficialmente planteados; los problemas Marcuse el 5 de diciembre de 1968 en el
políticos se comentan, por lo tanto, en el teatro Fillmore E ast de New York, reunión
problema de “ver las cosas de diferente organizada por el periódico neoyorquino
m anera” . independiente y radical “Guardián” , a pro­
Es un artículo secundario de Marcuse. pósito del vigésimo aniversario de su pu­
blicación.
Aquí M arcuse pretende d a r una “ imagen
15.— “LA SOCIEDAD CARNIVORA” realista de la Izquierda am ericana tal co­
mo él la ve. Marcuse esquematiza los ob­
Esfe libro recopila cuatro conferencias jetivos de su intervención por un “inten­
de Marcuse con el título de "La sociedad to de batir y aclarar el blanco de la estra­
carnívora”, publicado por editorial Galer­ tegia de la Nueva Izquierda, los métodos
na, Bs. Aires, 1969. Traducción de Miguel y, finalmente, la organización de la Nueva
Grinberg. Izquierda. R esalta en esta intervención de
M arcuse la crítica al Partido y al centra­
Las cuatro conferencias son: lismo revolucionario, y contrapone a esa
“Liberándose de la sociedad opulenta” , organización tradicional “ una especie de
“La Rebelión de P a rís” , “Perspectivas de algo que yo quisiera denominar, y lo digo
la Nueva Izquierda Radical” y “ Exijamos seriamente, espontaneidad organizada” .
lo imposible” . P or último, “Exijamos lo imposible” , es
La prim era, “Liberándose de la sociedad una conferencia dada él 25 de marzo de
opulenta" es el texto de una conferencia 1969 por M arcuse a los estudiantes cana­
dada por Marcuse en, un congreso inter­ dienses en Vancouver. M arcuse analiza allí
nacional en torno al tem a “Dialéctica de esquemáticamente las características fun­
la Liberación” , llevado a cabo en Londres damentales de la sociedad unidimensional
del 15 al 30 de julio de 1967, en la Round que ha desarrollado en su libro “El hombre
House de Chalk Farm . unidimensional".
E sta conferencia pretende explicar las
características específicas que toma un
proceso de liberación dentro de una socie­ 16.— LIBERTAD Y AGRESION EN LA
dad opulenta y no en una sociedad pobre, SOCIEDAD TECNOLOGICA”
ni en una sociedad que se está desintegran­
do, sino al contrario en una sociedad que Edición castellana aparecida en un obra
desarrolla y satisface en gran escala las colectiva con el título de "La sociedad in­
necesidades tanto m ateriales como cultu­ dustrial contemporánea”, publicado por
rales del hombre. Dentro de este problema editorial siglo XXI, México, 1969. Traduc-
general. Marcuse sitúa la necesidad de cim: Margarita Prieto y Julieta Campos.
una ruptura entre la nueva y la antigua
sociedad; aquí hablará de “ ruptura his­ Este artículo está compuesto por tres
tórica” y de “cambio cualitativo” con toda conferencias dictadas por Marcuse en la
intención en vez de usar el concepto de E scu d a de Ciencias Políticas de la Univer­
revolución que le parece gastado. sidad de México, a i enero de 1966.

— 191
El artículo en general pretende realizar Son tres entrevistas realizadas en los
una descripción de las características fun­ momentos mismos de los movimientos de
damentales de la sociedad tecnológica. P a ­ mayo en Francia. Las tres constituyen una
r a m ostrar las formas de represión y agre­ importante documentación p ara analizar
sividad tecnológicos que se generan dentro esos movimientos y p ara la vinculación que
de ella, tanto interna como externamente. tendría el pensamiento de Marcuse a par­
Luego, en la segunda conferencia, Mar- tir del juicio mismo de Marcuse.
cuse analiza la enajenación, especialmente
la “ enajenación objetiva” y el carácter es­
pecífico que este fenómeno toma en la so­ II.—A l g u n a s p u b lic a c io n e s so b re H e rb e rt
ciedad industrial M a rc u se
P or último, en la tercera conferencia,
que resume este artículo, Marcuse trata 1 — JEAN - MICHEL PALMIER
de m ostrar el carácter de las fuerzas an­ “SUR MARCUSE”
tagónicas que operan en la sociedad opu­
lenta. Edición en francés: Union Générale
Plantea, a raíz del análisis que realiza d ’éditions, París, 1969. Col.: Le monde en
de la sociedad industrial, la necesidad de 10-18; 184 págs.
una reformulación de los conceptos marxis-
tas, en términos de la situación internacio­ Este libro tiene como subtítulo “Presen­
nal: de “ m anera de realizar una reconci­ tación de H erbert Marcuse” y no pretende
liación entre la teoría m arxista y la rea­ ser más que eso. De las presentaciones
lidad” . que tenemos conocimiento, sin duda es una
de las mejores. Su pretensión no es otra
que esa, afirm a en su prólogo. “ . . .el pre­
17.— “ENTREVISTA CON HERBERT sente ensayo no pretende recorrer el iti­
MARCUSE” nerario de Herbert Marcuse de una mane­
r a integral, solamente quiere presentar sus
Artículo aparecido en la revista Punto escritos” . Esta presentación es desde afue­
Final, en el número 67 del 5 de noviembre ra de Marcuse y no logra profundizar en
de 1968, Chile: y es la traducción de una ningún momento los aportes teóricos que
entrevista a M arcuse efectuada por Gun- Marcuse señalaría a la teoría dialéctica.
ther Busch, publicada en la revista ingle­ Por ejemplo, el autor ignora en absoluto
sa “New L eft R eview ” . el rol del pensamiento negativo que es un
elemento clave en la filosofía de H erbert
E sta entrevista se traduce en tres pre­ Marcuse. Prescinde de desarrollar además,
guntas efectuadas a Marcuse, que son por elementos importantes, como por ejemplo,
un lado un preguntar qué sentido tiene hoy la relación que M arcuse atribuye contra­
en día hablar de revolución, si la clase dicción de clases y la contradicción entre
obrera ha sido disuelta y desaparecido su Eros y Tanatos.
poder revolucionario, y por otro, parece Sin perjuicio de esto su presentación es
existir una cierta convergencia m utua de lúcida. En primer lugar, describe a gran­
capitalismo y socialismo, en los sistemas des rasgos el itinerario de Marcuse, cenr
más avanzados. Y por último, se le pregun­ trándolo fundamentalmente en la prim era
ta a Marcuse, si el capitalismo ha podido parte, en el “Marxismo Soviético” . Luego,
manipular sus contradicciones, absorbiendo señala la relación de Marx, Freud y Hei-
todo intento revolucionario. ¿Qué significa degger con Marcuse. E sta relación es
hablar de revolución en este contexto? Es­ quien sabe la parte más interesante desa­
tas son las interrogantes planteadas a Mar- rrollada por Palm ier, p ara una persona
cuse. El las contesta esquemáticamente. que se inicia en Marcuse. Luego hace una
exposición de “Ecos y Civilización” con
una buena comprehensión y un deseo cons­
1 8 . - “MARCUSE Y LA JUVENTUD” tante de referencia a la realidad europea.
Posteriormente analiza “El hombre unidi­
Tres entrevistas incluidas en publicación mensional” , sin, hacer referencia directa
conjunta “M arcuse Polém ico” . Editorial: al texto, con una comparación interesante
Jorge A lvarez, Bs. Aires, 1968. entre la realidad europea con la norteame­
ricana. Por último señala algunas pautas
—La Internacional de los 20 años. Decla­ generales para un estudio posterior de la
raciones a Mauro Calamandrei. Publica­ relación de H erbert M arcuse con la “re ­
da en “L’Express” , mayo 1968. vuelta de estudiantes” .
—Los individuos subordinados a la produc­ P a ra una persona que no tenga iniciación
ción. Declaraciones a Michel Bosquet. filosófica será un texto de gran utilidad
Junio 1968. p ara comprender a Marcuse. P a ra perso­
—Si son violentos es que están, desespera­ nas que tengan algún trabajo en dicho
dos. Declaraciones a P ierre Viansson campo le puede aportar una visión global
Ponté. Junio 1968. de la obra sin, mayor análisis teórico.

192 —
2.— J. M. CASTELLET “LECTURA DE miento y la problemática de Marcuse. Esos
MARCUSE” artículos son: Marcuse pour quoi faire?
de Agnes Guillou, La pensée de Herbert
Edición en español, Editorial Seix Barral, Marcuse por Lucien Galmonn, Eros et Lo-
Colección Biblioteca breve de bolsillo, Bar­ gos por Henri Lefebvre, Le mesonge des
celona, 1969. Edición original en lengua Choses por M arc Nacht, Le critique de
catalana, publicada por Ediciones 62, S. A.; Hegel por Alain de Libera, Le marxisme
144 págs. sovietique ou de Thanatos a Eros, Notes
sur Marcuse et la Psychanalyse por Jean
El intento de esta presentación “es re­ Laplanche, Comment Lire Marcuse, por
sumir algunas ideas entre las más repre­ Jean P ierre Cotten; Le mouvement de Mai,
sentativas del pensamiento de H erbert Christian Descamps; Entretien sur Mar-
Marcuse. . . ” y con ellas dar una visión cuse avec deux etudiantes: Brigitte Croi-
general de su obra. Es una pretensión de sier? Une consciense toute neuve, y Mi-
presentar desde afuera, con “ objetividad” chele Pascua Lespoir du moide mai.
la obra de Marcuse. Pero desgraciadamen­ Recomendamos la lectura de esta revista
te esta pretendida objetividad es puesta a todo lector que desee tener una visión
en cuestión a lo largo de la obra. Preten­ de conjunto del pensamiento de Marcuse.
diendo ser una lectura a partir del autor Los artículos en general, no pretenden ser
mismo, se realiza una lectura con las pre- más que presentaciones o esquemas de los
concepciones del Sr. Castellet. Un autor problemas que posee la obra de Marcuse.
dialéctico que quiera ser presentado no Así, no se encontrarán aquí grandes tra ­
puede ser presentado ignorando su calidad bajos sobre Marcuse, no es la intención de
de tal. Lo que resulta, con gran sutileza, la revista, sólo es la de presentarnos en
una tergiversación de la obra de Marcuse, sus facetas más variadas a Marcuse, para
reduciéndola a un esfuerzo libertario y que deje de ser un desconocido, porque
utópico más, como hay muchos. Nos pare­ ya no lo es.
ce que el gran error del señor Castellet es Deseamos resaltar especialmente los a r­
considerar una obra filosófica o teórica, tículos de Goldmann y de Cotten, por ser
como una obra literaria. Considera la obra los más interesantes.
de Marcuse a un nivel de creación poé­ El artículo de Goldmann, realiza un rá ­
tica. Segundo gran error, antes señalado, pido análisis del desarrollo del pensamien­
una filosofía dialéctica, supone para su to de Marcuse desde su situación intelec­
exposición, su comprensión. Tercer gran tual dependiente de Heidegger y Hegel y
error, visualisar la obra de Marcuse a par­ sus contactos con Luckacs y Bloch, y su
tir de una clase que tiene que ignorar, paso posterior por la Escuela de Francfort,
aún en una obra que la considera, la lucha con Adorno, Horkheimer y Benjamín; has­
de clases. ta sus críticas de las sociedades industria­
Es una obra que presenta a Marcuse les y su influencia en las luchas estudian­
como un ingenuo, idealista, fanático de la tiles.
revolución y del cambio. Un filósofo tradi­ Goldmann nos da en su artículo un claro
cional, o un filósofo social en la fila cari­ análisis del itinerario filosófico, intelectual
caturesca de los socialistas utópicos, que y político de Marcuse.
tanto M arx y Engels combatieron y junto El artículo de Cotten sobre Cómo leer a
a los cuales Marcuse pretendía combatir. Marcuse, resalta también porque plantea
Nos parece la obra un intento más de la interrogantes fundamentales: ¿Qué es real­
prensa o intelectualidad del statu-quo para mente la filosofía de Marcuse?, ¿cómo se
presentar al pensamiento dialéctico y o sus puede leer a Marcuse? ¿Si posee realmen­
“pensadores” en un intento de moralizar te el discurso de M arcuse una unidad, una
al mundo tras “ideas” muy lindas, pero problemática?
que no tienen ninguna facticidad. El artículo de Cotten se plantea a un ni­
En síntesis, una obra con una “objetivi­ vel epistemológico del discurso de Marcu­
dad” muy relativa. P a ra aquellos que quie­ se, resaltando la complejidad de ese dis­
ran conocer a Marcuse se les recomienda curso por su intento de unir varias cien­
ir a su misma obra, o a un texto más se­ cias como sicología, sociología, filosofía y
rio, que podría ser el de Palmier, ante­ política. Y p ara Cotten es justamente ese
riormente señalado. intento de unificación del saber lo que
plantea el problema de la coherencia y uni­
ficación del pensamiento de Marcuse.
3.— “MARCUSE CET INCONNU”
“MARCUSE ESE DESCONOCIDO”
4.— ROBERT STEIGERWAD =
El número 36 de la revista “La Nef” , de EL APOSTOL DE LA TERCERA VIA”
enero-marzo de 1969, está enteram ente de­
dicado a Marcuse, y está compuesta por (contribución a la crítica de las teorías
nueve artículos que juntos realizan una de Herbert Marcuse). Revista Internacio­
muy interesante presentación del pensa­ nal N? 8.

— 193
E s un articulo seno y documentado, con
una interpretación acababa y quien. sabeasoM? p p uoi;sano bj o^usuiBuas jBjap
demasiado acabada de la obra de Marcu­ mundo como elemento histórico condicio­
se, que lo lleva a afirm ar posiciones o im­ nante” . Al final de su crítica Rivano re ­
plícitos que Marcuse no consideró. E l au­ sume sus intenciones frente a Marcuse:
tor es un autor que domina y comprende “sólo nos interesaba m ostrar que Marcu­
el pensamiento dialéctico, lo que hace del se no está deseoso —ni mucho m e n o s-
articulo un comentario de interés. de subordinar su enfoque a la concepción
L a exposición de Marcuse realizada por m arxista; m ostrar que su énfasis sobre las
Steigerwld está realizada p ara demostrar doctrinas metasicológicas de Freud hacen
que Marcuse no es “ ortodoxo” . Centra su más que cuestionables dicha subordina­
crítica en un reemplazo de la dinámica de ción m ostrar que hay en el autor que co­
lucha de clases, por una dinámica de los mentamos un deleite cataclísmico con m a­
instintos. El problema y la discusión sobre tices siniestros; que ap arta con una alta­
este enfoque es pertinente. Pero lo que nería que Gorz toda significación histó­
también es cierto que Marcuse en ningún rica del subdesarrollo; que no saca las
momento pretende desconocer la lucha de narices de una sociedad un tanto particu­
clases, sólo afirm a que el potencial revo­ lar; que no desciende de los ademanes
lucionario se encuentra neutralizado y que omnicluyentes y sabelotodo de gente del
la opresión de la sociedad tecnológica ase­ pasado; que empuja con m aneras elegantes
gura que la dinámica de clases será m ate­ —el modo de Gorz y Althueser— el resto
rializada. de los papeles toda la ideología revolucio­
naria; m ostrar, en suma que se tra ta
Por otra parte, el autor pasa por alto
—también en, su caso— de un intelectual
que Marcuse pretenda proponer un enfo­ del desarrollo de pies a cabeza (una mez­
que teórico a una sociedad determinada cla de lucidez y m ala fe) idéntico y dife­
como la norteamericana. Sus tesis no pre­
tenden tener una validez universal como rente al intelectual del tercer mundo (una
mezcla de lucidez y de impotencia)” .
pareciera atribuirle el comentarista. Mar-
cuse se sitúa a un nivel determinado de Podemos así ver lo duro de las críticas
búsqueda y es en ese nivel que hay que cri­ de Rivano, pero también quizás su exa­
ticarlo, o bien criticar el mismo nivel en geración y superficialidad.
que se sitúa.
6.— Crítica a Marcuse realizada por Karel
Por último, la discusión de “principios” Kosif en su libro Dialéctica de lo Con­
es incompatible con el pensamiento de
Marcuse, y aún más, para Marcuse, el creto, dentro del artículo la proble­
conocimiento de la realidad no es reduc- mática de El Capital, de Marx, entre
tible a principios. las págs. 189 a 195, de la edición cas­
tellana: Ed. Grijaldo. México, 1367.
En síntesis, un buen comentario de Mar-
cuse, a pesar de su brevedad. Algunas de
las críticas que señala, son discutibles. Kosik se refiere marginalmente a Mar-
cuse dentro de su artículo La problemática
de El Capital, en una crítica general que
5.— Crítica a Marcuse por Juan Rivano realiza sobre las tesis planteadas sobre
en su libro Cultura de la Servidumbre la supresión de la filosofía. Y Marcuse se
en las págs. 199 a 220, impreso en sitúa p ara Kosik entre esos que ven la
Edit. Santiago Chile, 1969. supresión de la filosofía en su transform a­
ción en “teoría dialéctica de la sociedad” .
Rivano pretende m ostrar a p artir funda­ Así, Kosik critica duramente clasifican-
mentalmente de “Eros y Civilización” y do de oscura y ambigua la interpretación
el “Hombre unidimensional” , que existe que Marcuse realiza del marxismo, cues­
una convergencia entre Freud y Marcuse
tionando los argumentos centrales de la
y una divergencia entre Marcuse y Marx,
“divergencia que no parece incompatibili­ interpretación m arcusiana del marxismo:
dad, aunque ningún intento se observa pa­ el primero, de que “uno de los argumen­
ra atenuarla o simplemente, eliminarla” . tos de la supresión dialéctica de la filo­
Rivano, intenta confrontar los postulados sofía en la ciencia social es la afirmación
esenciales de la posición de Marcuse con de que la inversión m aterialista de Hegel
la doctrina de m arxista. Y llega a la con­ no representa el paso de un aposición fi­
clusión que Marcuse elabora solamente una losófica a otra, y por tanto, una continua­
“dialéctica de la civilización” desde un ción de la filosofía.
punto de vista freudiano y no marxista. Y el segundo argumento de Marcuse, lo
Critica, luego Rivano duramente a Mar- que “todos los conceptos filosóficos de la
cuse por “ encerrarse en, las condiciones de teoría m arxista con categorías sociales y
la sociedad norteam ericana (de una parte económicas, m ientras que las categorías
de esa sociedad) para pensar al mundo sociales y económicas hegelianas son con­
en su totalidad” . Y por no “ querer consi- ceptos filosóficos” .

194 —
7 . - "MARCUSE POLEMICO” utopía, que M arcuse concebiría, en rela­
ción con un principio de interpretación de
Edición en español: Editorial Jorge Al­ los movimientos d e i Nanterre.
varez, Buenos Aires, 1968; 166, págs. Serge Mallet: “El ídolo de los estudian­
Trad.: Liliana Isler. tes rebeldes” págs. 7-30.
Es uná presentación de M arcuse a p artir
Es una obra que contiene algunas con­ de su posible influencia en los Movimientos
ferencias de H erbert Marcuse, además de de mayo, y por otra parte, en la posible
artículos sobre Marcuse de Serge Mallet, interpretación de todos los movimientos
E rich Fromm, K arl Miller, y Henri Le- de estudiantes de Europa.
febvre.
Erich Fromm: “Implicaciones humanas
del ezquierdismo instintivista. Una respues­ 8. - LE MONDE: HERBERT MARCUSE:
ta a H erbert Marcuse” 69-90. “PHILOSOPHIE DE LA REPRESION”
Se tra ta de una respuesta que Fromm Supplement au numeró 7512-8 de mar­
hace al artículo de Marcuse “las implica­ zo, 1969.
ciones sociales del revisionismo freudia-
no” . La discusión se centra fundamental­ Son artículos muy cortos de:
mente en dos m aneras de comprender a Jean Marie Domenach: “ Forcé et Fai-
Freud, en cuanto a sus implicaciones so­ blesse d’une contestation” .
ciales. Uno afirm ará que Freud hace una Roger Garaudy: “Le vertige du grand
crítica a la Sociedad capitalista, el otro refus” .
a la civilización en. cuanto tal. De esta dis­ Jean Laplenche: “Instinct et Societé” .
crepancia surge la diversa función del ins­ “Entretien avec Jean-Michel Palm ier:
tinto, del amor, etc “Entre M arx et Sigmund F reud” .
Kerl Miller: "De todas m aneras, el asun­ A pesar de la brevedad de los comen­
to es cam biar el mundo “Págs. 93-110. tarios, la publicación es de gran valor, en
Es una crítica centrada fundamental­ cuanto a la agudeza de todos los enfoques.
mente en el posible cambio utópico, que
propondría Marcuse. Es una duda por la 9.-H ERICH O N , EMMANUEL “ Compte
tesis de M arx que Marcuse habría dejado Rendus de “L’homme Unidimension-
de lado. Por otro algunas consecuencias nel” . Revue “L’homme et la societé
políticas que llevaría la posición de Mar- “ Abril-Mayo-Junio-1968, N’ 8.
cuse.
En el mismo libro, Marcuse replica a
K arl Miller. 10.— ANDRE GORZ: “El hombre Unidi­
Henri Lefebvre: “Función utópica del mensional de Marcuse” .
pensamiento” págs. 151-166. Breve comentario en libro “la socie
Ciertas observaciones sobre el rol de la dad industrial y el marxismo” .

— 195
ESTUDIOS INTERNACIONALES
Revista del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile
Director: Daniel Moore

Consejo de Redacción: Alain Joxe, Darcy Ribeiro, Osvaldo Sunkel, Claudio Véliz

Año IV Julio-Septiembre 1970 N° 14

S U M A R I O

Alain Joxe y Cecilia Cadena

ARMAMENTISMO DEPENDIENTE:
CASO LATINOAMERICANO

Cornelius F. Murphy, Jr.

COACCION ECONOMICA Y TRATADOS DESIGUALES

John Gittings

LA NUEVA GUERRA EN INDOCHINA

Stephen Hymer y Robert Rowthorne

LAS CORPORACIONES MULTINACIONALES Y EL OLIGOPO-


LIO INTERNACIONAL: LOS AMERICANOS DESAFIADOS

lan Bellany

AUSTRALIA Y SU NUEVA POLITICA NUCLEAR


DOCUMENTOS
RESEÑA DE LIBROS

Dirigirse a: Revista ESTUDIOS INTERNACIONALES


Casilla 14187 — Sucursal 21,
Santiago de Chile

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