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CAPITALISMO MODERNO

Y
REVOLUCIÓN
CAPITALISMO MODERNO

REVOLUCIÓN

Gabriel Robledo Esparza

M A R X I S TA

CENTRO DE ESTUDIOS DEL SOCIALISMO CIENTÍFICO


Segunda edición, 2019

D. R. © Gabriel Robledo Esparza, Centro de Estudios del Socialismo Científico


D. R. © Sísifo Ediciones, de esta edición

Fotografía de portada: Mguel Ángel Sánchez M.

ISBN: 978-607-00-0848-1

Impreso en México, 2019


CONTENIDO

Introducción

PRIMERA PARTE
EL ESTADO ACTUAL DEL SOCIALISMO Y LA LÓGICA DE HEGEL

capítulo i
Estado actual del socialismo y de la revolución socialista internacional 19

capítulo ii
La Lógica de Hegel 21

capítulo iii
La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana 35

capítulo iv
La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París 39

capítulo v
Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista 43

capítulo vi
El régimen del capitalismo de consumo 49

capítulo vii
La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo 59

nota critica
El estalinismo 75

Introducción •7
SEGUNDA PARTE
EL NACIMIENTO DE LA TEORÍA REVOLUCIONARIA

capítulo i
Antecedentes de la teoría revolucionaria 83

capítulo ii
Los primeros planteamientos 131

capitulo iii
Los primeros planteamientos (continuación) 147

capítulo iv
Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano 173

capítulo v
La anulación, degeneración y descomposición de los procesos
psíquicos en el régimen de producción capitalista 193

TERCERA PARTE
EL DESENVOLVIMIENTO DEL CAPITALISMO INTERNACIONAL
Y LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA Y EL MOVIMIENTO
REVOLUCIONARIOS

Sección primera
Dialéctica del régimen de producción capitalista

capítulo i
Etapa de la constitución del ser del régimen capitalista 237

capítulo ii
Etapa del desenvolvimiento de la primera fase del régimen capitalista 239

capítulo iii
Etapa de desenvolvimiento de la segunda fase de la esencia
positiva del régimen de producción capitalista 271

8 • Capitalismo moderno y revolución


INTRODUCCIÓN

Los países de Europa oriental vivieron, a partir de 1989, una acelerada transforma-
ción: los gobiernos llamados socialistas o comunistas que en ellos existían fueron
derrocados y en su lugar se establecieron regímenes que se dedicaron abiertamente
a la conformación de una estructura económica capitalista.
Aunque se presentaba como una floración intempestiva, la vuelta al modelo
capitalista de los países de Europa oriental era el resultado de un largo proceso his-
tórico.
En la Rusia soviética, el socialismo ahí instaurado desde 1917 alcanzó el pun-
to superior de su existencia durante la década de los años cincuenta: la producción
era casi en su totalidad colectiva, la economía, sujeta a una dirección centralizada
mediante un plan único, crecía aceleradamente con base en una pujante industria
pesada y el trabajo era un deber moral que tenía por objeto la satisfacción de las
necesidades de la colectividad.
El socialismo se extendió a todos los países que habían quedado bajo la tutela de
Rusia cuando ésta los liberó de las garras del fascismo. Se formó así un sistema
de países socialistas.
Desde esa alta cima, el socialismo (que correspondía a grandes rasgos al con-
cepto marxista de esta formación económico-social, aunque, como veremos después,
sólo en su aspecto formal) inicia su ineluctable declinación.
La economía y la sociedad soviéticas, ante el empuje de una fuerza inconte-
nible que el mismo socialismo había creado, empezaron a sufrir cambios significati-
vos. El socialismo se había instituido con el propósito de satisfacer las necesidades
individuales de los trabajadores, por lo que se mantuvo vivo en la sociedad socialista
el interés individual como el fin último del desarrollo; este interés fue el elemento di-
solvente del régimen socialista. Aunque en el socialismo soviético se había abolido la
propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, sin embargo
quedó intangible la propiedad privada del obrero sobre sí mismo.
El propio desenvolvimiento venturoso del socialismo dio lugar al nacimiento
de un grupo social, procedente de la clase de los trabajadores y que incluía a los
dirigentes del Partido y a los técnicos, intelectuales y científicos, que era de hecho el
conductor de la economía y de los procesos sociales; por contrapartida, la gran masa
de los obreros quedó confinada al trabajo físico y al trabajo mental más simple y

Introducción •9
rutinario. Se conformaron de tal suerte dos grupos antagónicos: una burocracia que
comprendía a los cuadros superiores del Partido y a los técnicos, intelectuales y cien-
tíficos de procedencia obrera y una numerosa clase trabajadora que estaba excluida
de la dirección del proceso productivo.
La burocracia naciente intentó de inmediato convertir la administración de la
economía en la propiedad sobre los medios e instrumentos de producción; la cruen-
ta lucha de Stalin tuvo como razón última de ser la defensa de la propiedad colectiva
de los primeros embates de la burocracia obrera.
Para la década del 60, la burocracia soviética era ya de facto propietaria de los
medios e instrumentos de producción y había organizado la descentralización de
las empresas, la propiedad por grupos y la autogestión e introducido de una manera
muy amplia las relaciones mercantiles y el estímulo material. La propiedad colectiva
y la planificación centralizada fueron definitivamente sustituidas por nuevas formas
de propiedad y dirección de la economía.
La clase obrera soviética, por su parte, quedó sujeta a la explotación de esa
nueva clase dominante surgida de su seno. La relación entre la burocracia y la clase
obrera soviética era simple y llanamente la del trabajo asalariado: aquella se nutría del
trabajo excedente extraído a ésta.
La nueva forma de organización económica que se implantó en la URSS ten-
día ardorosamente hacia la restauración plena del capitalismo; sin embargo, como
la base del poder de la burocracia era precisamente esa forma específica de organi-
zación económico-política en la que no había un retorno definitivo a la propiedad
privada sino sólo un estado de transición hacia ésta desde la propiedad colectiva,
entonces la clase poseedora refrenaba por todos los medios a su alcance la fuerza
que movía al régimen soviético hacia el capitalismo pleno.
Dos tendencias contradictorias se instalaron dentro de la clase dominante so-
viética: una, que cuidaba del mantenimiento del estado de cosas existente, si acaso
introduciendo en él modificaciones graduales, y otra que procuraba el apresura-
miento de las medidas liberalizadoras para llevar rápidamente el régimen sovié-
tico hacia el capitalismo, aunque esta última ocultaba sus verdaderas intenciones
escudándose en un supuesto socialismo democrático y humanista, en el que quería
transformar al “socialismo estalinista gris y opresor”. Estas dos fuerzas fueron las
que, asentadas sobre los firmes cimientos de la explotación de trabajo asalariado,
determinaron por décadas la dialéctica del desarrollo del régimen soviético.
Advirtamos que un sector de la clase gobernante soviética defendía algo que
ni por asomo era el socialismo; se trataba, como hemos visto, de una degeneración
de ese régimen social que había adquirido una forma sui géneris del capitalismo y
que tenía un soporte en la explotación de los obreros soviéticos y la acumulación de
capital. El otro sector —que escondía sus apetitos tras la propuesta de la humani-
zación del socialismo mediante la exaltación del individuo, lo que a fin de cuentas
es el verdadero fundamento del régimen burgués— era el abanderado de la rápida
implantación del capitalismo del tipo existente en el mundo occidental.
Los demás países pertenecientes al campo soviético también vivieron el cam-
bio del socialismo a un capitalismo embozado. Las relaciones entre ellos y Moscú

10 • Capitalismo moderno y revolución


pasaron de la cooperación y la ayuda mutua a la explotación y la dominación por el
oso imperialista.
En los países que giraban en torno a la Unión Soviética se formaron igualmente
dos corrientes dentro de la clase imperante, pero aquí la disidencia tuvo manifes-
taciones más radicales que la acercaron peligrosamente a la completa restauración
capitalista y se enriqueció con la inclusión en sus filas de artistas, escritores, filóso-
fos, etcétera que dieron a su lucha una aureola de poesía y romanticismo. En otros
casos, la oposición incorporaba a sí a la misma clase obrera.
Lo sucedido en Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia y Polonia fue ejemplo
de la potencialidad tan grande de esa tendencia y de la reacción airada del centro del
imperio para evitar su desmembramiento. Más de un intento de las fuerzas recla-
mantes de enseñorearse de esos países, volverlos al capitalismo típico y desintegrar
el sistema del que eran parte fueron brutalmente reprimidos por el ejército ruso.
A mediados de los ochenta, Gorbachov se puso a la cabeza de los contesta-
tarios al iniciar desde el gobierno la fase de regreso definitivo de la economía y la
sociedad soviéticas al capitalismo.
Como era de esperarse, tal decisión dio un gran impulso a la corriente antagó-
nica en los otros países del sistema. Todo el año de 1989 está lleno de movimientos
políticos en la mayoría de los países del este europeo que confluyen en la deposición
de los gobiernos denominados comunistas y en el acceso al poder de los líderes
discrepantes, quienes de inmediato se dan a la tarea de poner en obra sus reivindi-
caciones más sentidas, cuyo eje rector lo es la restauración de la propiedad privada
capitalista. La insurrección de las fuerzas contradictoras en las naciones sojuzgadas
por Moscú, a su vez alentó a los impugnadores del régimen en el interior de la pro-
pia Unión Soviética, quienes arrebataron el poder a Gorbachov y se lo entregaron
a Boris Yeltsin. La antigua URSS se desintegró y en su lugar surgió una Mancomu-
nidad de Naciones que, sin obstáculo al frente, entraron por una ancha calzada al
proceso de plena restauración capitalista.
Debemos dejar bien establecido que las transformaciones habidas en los paí-
ses nombrados socialistas no tienen como contenido la derrota del socialismo, por-
que éste había dejado de existir en esas naciones desde finales de los años 50; se
trataba únicamente del hundimiento de una forma específica del capitalismo que
se denominaba a sí mismo socialismo y comunismo y como tal pasaba a los ojos
del mundo. De igual manera, lo que reemplazó al capitalismo especial existente en
Europa oriental no fue ningún “socialismo democrático” ni algún híbrido colocado
entre los dos sistemas, sino el capitalismo típico del mundo occidental.
Esta situación fue interpretada de varias maneras. La izquierda del mundo
occidental, poseída de una cándida estulticia, saludó entusiastamente estos aconte-
cimientos, pues los consideró como la entrada de lleno de esos países a lo que ella
llamaba “socialismo humanista”. Por fin, aquel socialismo triste y despótico iba a
adquirir un rostro humano.
Por una explicable inversión ideológica, la izquierda veía en el capitalismo
específico existente en los países de Europa oriental un régimen verdaderamente so-
cialista, aunque gravado con una herencia estalinista que no le permitía pasar a una

Introducción • 11
forma superior, más democrática; en la disidencia, avanzada del capitalismo occiden-
tal, encontraba los paladines de la democracia socialista, del socialismo humanista
(utopía ésta a la que aspiraban por igual, en las décadas pasadas, la pequeña bur-
guesía de los países capitalistas y la oposición de las naciones antiguamente socia-
listas antes de volverse descaradamente pro-capitalista y que excluía tanto a la gran
burguesía como a la burocracia obrera y preconizaba el reinado del individuo como tal).
Muy pronto, sin embargo, su voz tuvo que enmudecer ante una realidad
abrumadora: por lo que los sublevados bramaban como ciervos sedientos era por la
propiedad privada capitalista.
Otra corriente de pensamiento echó también las campanas al vuelo, aunque
por un motivo diferente. Partiendo del mismo supuesto que la izquierda, es de-
cir, de la reputación del capitalismo encubierto existente en Europa oriental como
una forma determinada del socialismo, pero a la vez comprendiendo exactamente
la naturaleza pro-capitalista de los grupos que encabezaron la rebelión, arribaron al
convencimiento de que el derrumbe de los regímenes “comunistas” o “socialistas”
era la prueba palpable del fracaso del socialismo marxista y estimaron confirmado
su viejo prejuicio del carácter antihumano de este sistema social. La naturaleza hu-
mana, vulnerada por la dictadura socialista, dijeron, se ha sublevado por fin para
demandar a la historia que corrija su terrible desviación y le reintegre los atributos
que le ha expoliado, sobre todo su valiosa libertad individual. El capitalismo clásico,
sazonado con algunos rasgos humanistas, es el que se acomoda perfectamente a la
naturaleza del hombre. Para ellos no quedaba duda alguna de la historia había de-
cretado la muerte del socialismo.
A pesar de todo, los principios del socialismo marxista tienen ahora mayor
actualidad que nunca. Lo que ha concluido su ciclo vital es esa grotesca deforma-
ción, a fin de cuentas una variedad de la ideología burguesa, que los teóricos de
Europa oriental hicieron pasar impunemente, por muchos años, como el socialismo
marxista.
Desde sus escritos de juventud, Marx definió con una precisión meridiana la
esencia del régimen de producción capitalista.
En su trabajo En torno a la crítica de la filosofía del derecho,1 escrito en 1844, Marx
sostiene ya que en la clase de los proletarios del régimen capitalista se da la pérdida
total del hombre, es decir, la negación absoluta de su naturaleza humana, y en ellos
mismos debe surgir la necesidad de su recuperación mediante la actividad práctica
revolucionaria. En un famoso texto posterior, en La Sagrada Familia,2 Marx determi-
nó lo que es la esencia del régimen de producción capitalista: la aniquilación de la
naturaleza humana de la especie en el proletariado moderno y lo que debe ser, con-
forme a la dialéctica del fenómeno, el resultado del movimiento revolucionario: la
recuperación, a través de la lucha de los trabajadores, de esa naturaleza perdida. En
1
Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París. Contenido en: Carlos Marx,
Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época”, traducción del alemán por
Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S. A., 1967, México, D. F., pp. 3-15.
2
Marx, Carlos, Federico, Engels, La sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, traducción del
alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S. A., 1967, México, D. F., pp. 100-102.

12 • Capitalismo moderno y revolución


los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844,3 que constituyen el guión de una obra
que jamás fue escrita definitivamente, Marx manifiesta que en la relación trabajo
asalariado-capital el trabajador es un ser espiritual y físicamente deshumanizado;
el capital es la forma enajenada que adopta la naturaleza humana del trabajador; el
trabajo engendra al capital como su naturaleza enajenada y el capital produce al
trabajador como un ser despojado de su naturaleza humana. Esta mutua implica-
ción tiene un desenlace conforme a lo siguiente: la separación entre el trabajo y la
naturaleza humana llega al punto en que ésta ha sido arruinada por completo y
convertida absolutamente en su contrario; es aquí en donde ambos polos se exigen
acuciantemente y no pueden continuar existiendo sin lograr su unión. Marx obtiene
la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe resolverse, de
acuerdo a las premisas establecidas, mediante la superación de la enajenación del
trabajo a través de la reapropiación de su naturaleza humana por el trabajador. Esta
desenajenación del trabajo es el contenido del socialismo y del comunismo.
En El capital,4 su obra clásica de madurez, Marx desentraña las formas que
adopta el trabajo en la sociedad capitalista y su relación con la naturaleza del hom-
bre. La producción de plusvalía absoluta y relativa, la maquinización e intensifi-
cación del trabajo, etcétera conducen a la culminación de la deshumanización del
trabajador iniciada desde la época de la disolución de la comunidad primitiva. El ca-
pital desposee al obrero de todas sus capacidades humanas y se las apropia para sí;
el ser humano así disociado de su naturaleza esencial queda sujeto a un movimiento
en el cual todos sus procesos orgánicos, todos sus órganos y funciones entran en
una pendiente de desgaste, descomposición, atrofia y degeneración que tiene como
resultado la devastación de las características biológicas de la especie.
En el consumo masivo, resultado y condición de existencia del capital en su
etapa superior, el trabajador, llevado de la mano por el capital, se prostituye a sí
mismo y pone en sobre tensión sus órganos y procesos orgánicos para desarrollar un
cúmulo de necesidades individuales exacerbadas y obtener una satisfacción magni-
ficada de ellas bajo la égida del principio del placer. Se completa así la deshumani-
zación del trabajador.
Lo que existe actualmente en el mundo occidental y lo que se estableció en los
países de Europa oriental a la caída del “socialismo real”, es el capitalismo, que entró
así en una fase de desarrollo desbocado una vez que fue removido el obstáculo que
representaba la forma primitiva del capitalismo existente en las naciones del bloque
soviético. De lo que se sigue que el proceso de deshumanización de la especie, sufri-
do en primer lugar por su nervio vital que es la clase de los trabajadores, continuará
en ascenso de una manera acelerada.
La situación que está viviendo la clase obrera moderna corresponde fielmente
a aquella que Marx consideraba, desde sus primeros escritos, como la premisa de la
revolución.
3
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977, México,
D.F.
4
Marx, Carlos, El capital, Crítica de la Economía Política, 3 tomos, Versión del alemán por Wenceslao Roces,
Fondo de Cultura Económica, tercera edición, México-Buenos Aires, 1964.

Introducción • 13
La historia, esa vieja calladamente hacendosa, ha querido hacer las cosas cui-
dadosamente; decidió llevar hasta sus últimas consecuencias la deshumanización de
los trabajadores para después colocarlos frente a esa caricatura de sí mismos en que
han quedado convertidos a través de la explotación directa del capital y de la exal-
tación de sus necesidades individuales; reconociéndose como la encarnación de una
monstruosa degeneración de la especie humana, deberán tomar conciencia de la
necesidad de subvertir el orden actual y establecer, ahora sí definitivamente, el so-
cialismo y el comunismo, en donde primero se recuperará la naturaleza humana del
hombre y luego se dará libre curso a sus enormes potencialidades.
El destino de la revolución que el proletariado actual se verá obligado a rea-
lizar es el establecimiento del socialismo y su posterior evolución hacia el comunis-
mo, tal y como Marx y Engels lo previeron en sus elaboraciones teóricas iniciales.
El comunismo es, para Marx, desde ese temprano esquema de 1844, la supre-
sión de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y la
del obrero sobre sí mismo, la reapropiación de la naturaleza humana de la especie,
la reivindicación de la producción y el consumo colectivos y la abolición de las nece-
sidades individuales como el motor de la producción.
Así, nos dice en los Manuscritos..., en el comunismo, supresión positiva de la
propiedad privada,
• el hombre produce al hombre,
• el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez la
existencia de otro hombre, es decir, es un objeto social [colectivo]
• el carácter social [colectivo] es el carácter total del movimiento,
• el hombre crea a la sociedad y la sociedad crea al hombre,
• la actividad y el consumo son sociales [colectivos],
• la apropiación de la naturaleza es social [colectiva],
• la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana en la
sociedad [colectividad],
• la naturaleza se convierte en hombre en la sociedad [colectividad],
• la existencia individual es directamente actividad social [colectividad],
• la conciencia individual es directamente conciencia social [colectiva],
• la conciencia social es la forma teórica de la comunidad real
• la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una manera total
a través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír, olfatear, gustar,
sentir, pensar, juzgar, percibir; todas las cualidades del ser individual son
órganos directamente sociales [colectivos] que se relacionan de una manera
humana con el objeto,
• se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas,
• se realiza la conversión de todos los sentidos en subjetiva y objetivamente
humanos,
• se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u hombre
objetivo al convertirse el objeto en objeto social [colectivo],
• el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad [colecti-
vidad],

14 • Capitalismo moderno y revolución


• todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierte en sus
objetos,
• las fuerzas esenciales del ser humano, que están constituidas por la estructura
industrial, se volverán humanas en sociedad [colectividad]. El desarrollo de
la industria —condicionado por el desarrollo de las ciencias naturales— ha
preparado la emancipación humana, aunque directamente y en forma prepon-
derante les ha correspondido consumar la deshumanización.

El socialismo y el comunismo, a donde la revolución proletaria que viene ha de


arribar, deberán tener, por una necesidad histórica, las características que Marx les
asigna en los Manuscritos...; su fundamento lo será la supresión implacable de la
individualidad de los integrantes de la sociedad y la implantación de una verdadera
colectividad.
La teoría marxista, de acuerdo a lo que hemos visto, tiene plena vigencia en
los días que corren; la realidad del capitalismo coincide totalmente con el concepto
que de ella se ha formado la doctrina de la revolución. Sin embargo, esta teoría ha
sido por completo desplazada, desde hace muchos años, de la base social que la
debe llevar a su materialización, es decir, de la intelectualidad pequeño burguesa
y de las capas superiores del proletariado, y ha quedado reducida a una escondida
existencia en los anaqueles de las bibliotecas.
En las circunstancias descritas, la labor de los revolucionarios consiste en tra-
tar de explicarse teóricamente, como premisa para su acción práctica, todo el pro-
ceso que aquí hemos señalado esquemáticamente del nacimiento del socialismo, su
declinación y la necesidad de su reaparición en una forma superior y definitiva.

Introducción • 15
Primera parte

EL ESTADO ACTUAL DEL SOCIALISMO Y LO LÓGICA DE HEGEL


capítulo i
ESTADO ACTUAL DEL SOCIALISMO
Y DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA INTERNACIONAL.

La moderna clase obrera internacional está dotada de una conciencia y una organi-
zación burguesas; su actividad política consiste en sacar adelante las reivindicacio-
nes de un sector de la burguesía en contra de otro; no posee una conciencia y una
organización revolucionarias ni despliega una lucha que tenga como finalidad el de-
rrocamiento del régimen burgués y la instauración del socialismo; ella se encuentra
por completo sometida a la dominación ideológica y organizativa de la burguesía.
En el mundo, en los días que corren, no hay un solo partido que sostenga los
principios del marxismo-leninismo, ni que tenga al proletariado moderno como su
base social.
La teoría revolucionaria —el marxismo-leninismo— fue derrotada y desalo-
jada de sus posiciones en el terreno de la lucha de clases.
En los países antiguamente socialistas el capitalismo fue restaurado plena-
mente.
El sistema de países socialistas se transformó en un grupo de naciones total-
mente integradas al sistema mundial del capitalismo.
La revolución socialista mundial fue vencida y regresada a su punto de par-
tida y el capitalismo, bajo una forma u otra, extendió de nuevo su dominación, con
fuerza centuplicada, sobre todo el planeta.
Esta situación descrita cierra toda una fase de existencia de la revolución
mundial, durante la cual el progreso de la teoría y el movimiento revolucionarios
del proletariado, que desembocó en la revolución socialista internacional y en la
formación de un sistema de países socialistas, produjo necesariamente su propia
negación.
La tarea de los revolucionarios es intentar comprender la naturaleza de la
etapa actual de la revolución, para lo cual deben aplicar a su estudio el instrumento
cognoscitivo por excelencia del marxismo-leninismo: la dialéctica materialista.
Con la sorpresiva eclosión del capitalismo en los países del este europeo, la
degradación de la teoría revolucionaria a una colección de ideas burguesas expre-
sadas en un desleído lenguaje marxista, que era la ideología oficial de esas nacio-
nes, fue expulsada de sus antiguos dominios; los partidos comunistas occidentales
se convirtieron, primero, en partidos pequeño burgueses o burgueses de izquierda
que se despojaron sin rubores de su vestimenta revisionista y adoptaron una ideo-

Estado actual del socialismo y de la revolución socialista internacional • 19


logía abiertamente burguesa y, por último, se extinguieron simple y llanamente.
Esta degeneración de la ideología marxista quedó reducida a una rareza ideológica
que tiene su campo de acción en pocos y minúsculos cenáculos de intelectuales de
“izquierda”, mientras que la verdadera teoría revolucionaria permanece en estado
criogénico, detenido su desarrollo, en las bibliotecas y sitios web.
Sin embargo, el revisionismo ha dejado una herencia nefasta; en sus diversos
tipos, por decenios, pasó ante los ojos de todo el mundo como la verdadera teoría del
marxismo-leninismo y con ese carácter fue anatematizado por la nueva primavera
del capitalismo en Europa oriental. De tal suerte, el revisionismo ha seguido ganan-
do batallas después de muerto.
Utilizar los elementos de la teoría del marxismo-leninismo para dilucidar el
significado de la etapa actual de la revolución mundial exige, necesariamente, la
crítica despiadada de ese pesado cuerpo muerto que es el revisionismo, la reivin-
dicación de los principios fundamentales del marxismo-leninismo y su desarrollo
creador para aplicarlos a la revelación de la naturaleza de la fase presente de la
revolución.
La dialéctica materialista es la teoría del conocimiento del marxismo-leninis-
mo, el corazón de esta doctrina, por lo que es lo primero que debemos rescatar de la
dominación revisionista y devolverle su naturaleza original.
El contenido fundamental de la dialéctica materialista es el reflejo, en el pen-
samiento, de las formas más generales de la estructura y del movimiento del mundo
objetivo, de las leyes generales de la objetividad, y el postulado del origen de ese
reflejo en la actividad práctica humana.
Las fuentes de la dialéctica materialista fueron: (1) las ciencias empíricas, que
en la época de Marx ya habían agotado las determinaciones del ser del mundo ob-
jetivo y estaban instaladas en el interior del mismo, en su esencia, trabajando por
develarla; (2) la dialéctica hegeliana, que era el reflejo más completo de la objetivi-
dad y que comprendía las leyes generales del ser y la esencia; (3) el materialismo
filosófico, que con Feuerbach había llegado a definir la verdadera relación entre el
ser y el conocer.
Marx y Engels tomaron todos estos elementos y fundaron la dialéctica mate-
rialista; con este instrumento cognoscitivo abordaron la determinación de la esencia
del mundo natural y humano.
Marx y Engels no elaboraron un tratado sistemático de dialéctica sino que
adoptaron íntegra la dialéctica hegeliana, a la cual sólo “pusieron sobre los pies” y
así la emplearon como el método científico del conocimiento.

20 • Capitalismo moderno y revolución


capítulo ii
LA LÓGICA DE HEGEL

La Lógica de Hegel es el tratado de dialéctica más completo jamás escrito. Su primera


parte, la lógica objetiva, comprende las leyes más generales del mundo objetivo,
aunque presentadas como pensamientos sustantivados.
Para Hegel, el ser tiene tres niveles de existencia; el ser determinado inmedia-
to, el ser determinado infinito y la esencia.

Esquema de la Lógica de Hegel

I. Primer nivel de existencia del ser. El ser determinado finito


En la Ciencia de la Lógica Hegel establece la naturaleza del ser determinado.
El “algo” es él mismo y su otro, tiene a su otro en sí mismo y en él se convierte
necesariamente.
El ser determinado finito contiene en sí su destinación, que es otra forma del
mismo ser determinado. El movimiento del ser determinado consiste en constituir el
otro que tiene como su destino. El ser determinado se supera y se conserva en ese
pasar de lo que es a lo que está destinado a ser. El resultado es una naturaleza supe-
rior del ser determinado, en el cual se establece una nueva destinación que tiene que
ser constituida; y así sucesivamente hasta que el ser determinado llega a su plenitud.

II. Segundo nivel de existencia del ser.


El ser determinado infinito
El algo es el ser-dentro-de-sí, la unidad de lo que es y lo que no es pero debe llegar a
ser; el algo perece y da lugar a otro algo; el ser del algo se continúa en el ser del otro
algo; el ser que se continúa en los algos que nacen y perecen es el ser infinito —la
materia con su estructura atómica—.
El ser se interna es sí mismo y produce su esencia.

La Lógica de Hegel • 21
22 •
Cuadro 1
La esencia positiva

Polo positivo Al excluir lo negativo lo engendra Polo negativo


como su otro excluyente.
Contiene al polo negativo en su interior Al excluir lo positivo lo engendra como Contiene al polo positivo en su interior
se convierte constantemente en él por su otro excluyente. y se convierte constantemente en él por
medio de su exclusión. Engendra lo ne- medio de su exclusión. Engendra a lo
F
gativo lo integra a si y lo integra a si y lo A través de su mutua exclusión se engen- positivo y lo integra a sí y lo excluye
excluye de sí. dran como polos positivo negativo indepen- de sí. U
E
dientes. N

Capitalismo moderno y revolución


S
D
E
Produce y excluye lo negativo; Produce y excluye lo positivo; lo en- A
N
lo engendra en su exterior. gendra en su exterior. M
C
E
I Niega a su otro N
A Niega a su otro T
El polo negativo niega Al excluir lo negativo engendrarlo
O
P al positivo y se engen- como su otro excluyente, lo positivo El polo positivo niega al
Pasar este cuadro a la p. 23

O dra a si mismo en él. se niega a sí mismo, se con-vierte en sí negativo y se engendra


mismo en negativo, niega al polo nega- a sí mismo en él. P
S
Se trans- Se niega a sí tivo y se engendra a sí mismo en él. Al O
I
forma en mismo. excluir lo positivo y engendrarlo como Se niega Se trans- S
T
negativo. su otro excluyente, lo negativo se niega a sí forma en I
I
a sí mismo, se convierte en sí mismo en mismo. positivo. T
V positivo, niega al polo positivo se en- I
A gendra a sí mismo en él. V
Polo negativo Al engendrarse mutuamente como O
polo positivo y negativo a través de Polo positivo
Está contenido en el polo positivo su mutua exclusión, se niegan a sí mis-
mo al cambiarse en sí mismos en su Esta contenido en el polo negativo.
otro y niegan a su otro engendrándose
a sí mismos en su otro.
Pasar el texto de esta página a la
página 22
III. Tercer nivel de existencia del ser
El ser determinado tiene también en sí a su otro como su esencia. Al convertirse en su
otro que es su esencia, el algo cesa de ser y su otro (el deber ser de la esfera del ser)
surge a la existencia como un nuevo ser determinado.
La doctrina de la esencia de Hegel es la que acomete la tarea de desvelar la
naturaleza más profunda del ser.
El paso sucesivo de una destinación a otra eleva el ser determinado a una
etapa superior de su existencia. Esa evolución es al mismo tiempo la procreación de
los elementos constitutivos de la esencia, la cual saldrá a la existencia como un ser
determinado distinto. El movimiento de la destinación conduce necesariamente a la
aparición de la esencia.
El ser determinado produce en primer lugar su esencia como su fundamento
de existencia. Es la esencia positiva.

La esencia positiva (contradicción solucionada)


La esencia positiva son los dos polos que contienen cada uno a su contrario en sí
mismo, lo engendran en sí mismo, lo excluyen de sí y lo generan en el exterior como
el otro polo y se procrean a sí mismos en el otro polo a través de esa exclusión.
Esta esencia positiva es el basamento del ser determinado dentro de los lími-
tes de su existencia, antes de su extinción.
La esencia positiva contiene en sí misma, en estado germinal, los elementos del
otro en que fatalmente el algo ha de convertirse.
Una vez que el algo está plenamente constituido con sus tres niveles de exis-
tencia, la esencia despliega su carácter negativo y se inicia el desenvolvimiento de
los elementos de su otro.
La esencia es primeramente el tercer nivel de existencia del ser determinado,
la contradicción polar que determina la existencia del ser; esta esencia se niega a sí
misma y es entonces también aquella que desarrolla en sí los elementos del otro en
que ha de transformarse el algo, es la esencia negativa.
Hegel ha realizado una verdadera revolución en la teoría del conocimiento.
Para la lógica y la teoría del conocimiento anteriores a él la esencia es sólo el fun-
damento, la base de lo que el ser determinado es. En lo que se transforma el algo
una vez que fenece está sujeto a la casualidad y a la arbitrariedad o a una necesidad
basada en la simple regularidad de la aparición de los fenómenos. Hegel descubre
la naturaleza más profunda del cambio: el ser determinado es él mismo y el otro
que le ha de suceder; su esencia contiene en embrión los elementos del otro en que
se ha de transformar y es, con esta naturaleza dual, el fundamento de aquel; el mo-
vimiento de la esencia consiste en el desarrollo de los componentes del otro del ser
determinado hasta concluir con su aparición en la existencia, mediante la negación
de su progenitor, como otro ser determinado específico; durante todo este período,
la esencia negativa es también fundamento del ser determinado actualmente exis-
tente. La necesidad del mundo objetivo adquiere así un significado más hondo: el ser
determinado es tal porque es en sí mismo el otro en que ha de devenir, su ser es pasar a ser
precisamente este otro ser determinado.

La Lógica de Hegel • 23
La relación entre el ser determinado y la esencia negativa es, antes que nada,
la de forma y esencia, en donde ésta es un mero sustrato indeterminado y extrínseco
de aquel pero que está destinado a producir el otro que ha de sustituir al ser que
existe actualmente. Después, la relación pasa a ser la que hay entre forma y materia;
la materia es la esencia que no es aún fundamento ni negación del ser determinado,
sino su base indeterminada, pero que ha dejado de ser extrínseca a él: la materia es
tal por mediación de la forma, se niega a sí misma y se convierte en su otro, en la
forma; ésta es ella sólo por mediación con la materia: se niega y viene a ser su otro,
la materia. Forma y materia son el mismo ser determinado que aún no desarrolla su esencia
como fundamento y negación. Sin embargo, la materia del ser actual es la sustancia con
la que ha de construirse el nuevo ser determinado.
La relación forma-materia pasa a la de forma-contenido. La materia deviene
en contenido. Este es la esencia positiva formada por los polos positivo y negativo,
de los cuales el segundo es el germen del otro del ser inmediato determinado. La
esencia negativa está aquí sólo en estado latente. El contenido del ser actual es el que
ha de producir la forma y el contenido del nuevo ser.
La dialéctica entre polo positivo y polo negativo de la esencia positiva (con-
tenido del ser determinado) da lugar a la reflexión del segundo de ellos, es decir,
a la producción por el polo negativo de la forma del otro que ha de sustituir al ser
inmediato actual, pero sólo de la forma, que en este estadio coexiste con el contenido
de aquel. La esencia positiva ha dado a luz la esencia negativa, esto es, los elemen-
tos del otro del ser determinado, pero únicamente como una forma que conserva el

Cuadro 2
La esencia positiva se niega a sí misma y produce la esencia negativa
Cuarto nivel de existencia del ser, la esencia negativa

FORMA

}
a)

Esencia
Polo
positivo
Polo
negativo
del ser inmediato
actual.
CONTENIDO
} Es despla-
zada por la
forma de la
esencialidad
Fundado
positiva Determinación
del ser inmediato negativa.
actual

}
FORMA
De la esencialidad
La esencia positiva
Esencia negativa, de las de-
genera primeramente,
negativa terminaciones del
mediante la reflexión Fundamento
(solo otro hacia el que ha
de su polo negativo, la formal
la forma de evolucionar pero
forma del otro que ha de
del otro) conservando aun
sucederle.
el contenido del ser
actual.

24 • Capitalismo moderno y revolución


mismo contenido del ser de donde proviene. La nueva forma adquirida por el ser
determinado elimina a la forma precedente.

IV. Cuarto nivel de existencia del ser, la esencia negativa

a) La esencia positiva se niega a sí misma y produce la forma de la esencia negativa


La relación forma-contenido evoluciona hacia la relación fundamento-fundando; el
fundamento son las determinaciones del ser inmediato existente pero bajo la forma

Cuadros 3
Negación de la forma de la esencia negativa

FORMA FUNDADO
b) del ser inmediato (contenido del
Polo Polo actual. ser actual)
Esencia positivo negativo CONTENIDO
positiva Se engendran y
Determinación del se niegan mutua-
ser inmediato actual mente.

FORMA FUNDAMENTO
Esencia De la esencialidad negati- FORMAL
negativa va, de las determinaciones
(solo la del otro hacia el que ha de (fundamento
forma evolucionar pero conser- negativo del ser
del otro) vando aún el contenido del actual)
ser actual.

FORMA ANTERIOR
del ser inmediato
c) actual.
Polo Polo
Esencia positivo negativo CONTENIDO Restaura la for-
positiva Del ser inmediato actual ma anterior del
pero en una fase superior de ser inmediato
su existencia actual.
Anula la forma
FORMA de la esenciali-
Esencia dad negativa.
negativa
(solo la
forma
del otro)

La Lógica de Hegel • 25
de la esencialidad, esto es, del otro que le ha de seguir; lo fundado son las determi-
naciones del ser inmediato presente; el fundamento se niega a sí mismo y engendra
a lo fundado; éste a su vez se niega a sí mismo y produce al fundamento.
El ser determinado inmediato se ha desdoblado en dos: el contenido del ser
determinado inmediato actual que es lo fundado y la forma del ser que ha de sustituirlo,
del otro en que ha de transformarse el ser existente, que es el fundamento.
La esencia ha adquirido así la forma del nuevo ser, pero conserva aún el contenido
del anterior; éste es el paso previo necesario para que ella se establezca como las determi-
naciones específicas del próximo ser inmediato que son la negación del que hoy existe.
Las determinaciones del ser inmediato existente y su forma negativa se dan
un mutuo impulso que resulta en el paso de las primeras a una fase superior de su
existencia; ya investidas con su nueva naturaleza, su acción inicial consiste en la
anulación de la forma de la esencia negativa y la restitución de la forma primitiva.

b) La forma de la esencia negativa es negada


Las determinaciones del ser determinado actual en su nueva fase de existencia son
otra vez sólo la esencia positiva, el fundamento de lo que el ser es; se reanuda la
relación primitiva entre contenido y forma.

c) La esencia positiva es restaurada


El movimiento de recíproca implicación entre forma y contenido de las determina-
ciones del ser inmediato en su nueva naturaleza tiene como resultado la exacerba-
ción de la negatividad del contenido, lo que origina que las determinaciones del ser
inmediato actualmente existente den lugar a otras distintas que son ya elementos
materiales del otro en que éste ha de convertirse y que por el momento carecen de su
naturaleza negativa; estas nuevas determinaciones pasan a ser el fundamento real
(negativo) y aquellas de donde provienen, lo fundado.
El ser determinado existente llega a tener así, como fundamento de su existencia,
su propia negación, los elementos del otro en que fatalmente devendrá.

Cuadro 4
Restauración de la esencia positiva

FORMA
del ser inmediato actual.
d)
Polo Polo CONTENIDO
Esencia positivo negativo Determinaciones del ser inmediato
positiva en su nueva naturaleza; recobraban
su papel de fundamento positivo
de lo que el ser es.

26 • Capitalismo moderno y revolución


Cuadro 5
Producción del contenido de la esencia negativa

FORMA
del ser inmediato
e) actual.
Polo Polo
CONTENIDO Fundado
Esencia positivo negativo
Determinación del ser
positiva
inmediato actual en una
fase superior de su exis-
}
tencia

CONTENIDO
De la esencialidad nega-
Esencia negativa tiva, de las determinacio-
Fundamento
(contenido del nes del otro hacia el que
real
otro) ha de evolucionar pero
conservando aun el con-
tenido del ser actual.
}

La Lógica de Hegel
• 27
d) Producción por la esencia positiva del contenido de la esencia negativa
El ser determinado inmediato tiene ahora la estructura siguiente: las determinacio-
nes del ser determinado actual que son el contenido de la forma correspondiente y las
determinaciones propias del ser determinado en que el existente ha de trocarse, que
son un contenido distinto del anterior y el cual se dará la nueva forma de la esenciali-
dad negativa mediante la negación de la anterior. Aquellas y su forma específica son
lo fundado y éstas son el fundamento real que al producir su forma característica
será el fundamento integral (real y formal).
Las determinaciones del ser actual, que aquí tienen el carácter de un fundado,
comprenden desde luego las determinaciones de la esencia positiva y por lo tanto
constituyen una relación polar (polo positivo y polo negativo) que se rige por los
principios señalados en la parte correspondiente de este estudio; el resultado final
de esa relación es la gestación de las determinaciones del otro del ser actual.
Como al momento de su surgimiento las determinaciones del otro ser deter-
minado carecen de su carácter negativo, son idénticas a las determinaciones del ser
inmediato que les dieron vida, se continúan en ellas, y al hacerlo fijan una diferencia
entre las mismas, lo que da a lo fundado un doble contenido: unas determinaciones
(polo negativo del ser actual) que son la continuación del fundamento real y que por
tanto son las determinaciones del otro en lo fundado y otras determinaciones (polo
positivo del ser presente) que son extrínsecas tanto a aquellas como al fundamento.

e) La forma y el contenido de la esencia negativa son producidos por el polo negativo


de la esencia positiva
Las determinaciones del otro que se encuentran en el fundamento adquieren su ca-
rácter negativo; su negatividad se manifiesta haciendo entrar las determinaciones
positivas de lo fundado, que aparecían como extrínsecas, en una relación positiva de
recíproca implicación con las determinaciones negativas de lo fundado y llevando
a aquellas al seno del fundamento, en donde establecen una relación negativa con
las determinaciones negativas del mismo; en el fundamento surge una réplica de la
relación polar existente en lo fundado, pero de signo distinto porque aquí el polo
negativo ejerce una acción que pretende echar de la existencia al polo positivo que
representa al ser determinado existente en la actualidad para dar lugar al nuevo ser
representado aquí por el otro polo.

f) La esencia positiva, produce, a través del polo negativo, los polos positivo y
negativo del contenido de la esencia negativa
El contenido de la esencia negativa se ha escindido así en dos: el contenido A, que
es el polo positivo y que representa al ser determinado actual en la esencia negativa,
y el contenido B, que es el polo negativo de la misma que pretende anular al ser
actualmente existente.
Al vincularse el polo negativo y el polo positivo de la esencia negativa en una
relación negativa, se unen también el polo positivo y el polo negativo de la esencia
positiva en una relación de engendramiento de B por A.

28 • Capitalismo moderno y revolución


Cuadro 6
El polo negativo de la esencia positiva produce la forma y el contenido de la esencia negativa

}
f)
Forma de ser
inmediato actual
Esencia Fundado
positiva El contenido Doble
Polo Polo del otro en que contenido
positivo negativo el algo se ha
Extrínseco
Contenido A Contenido B de transformar
tanto al polo
negativo como se continua en
fundamento. Contenido las determina-

}
Determinación ciones del ser
Esencia ne- El polo del ser inmedia- inmediato; a
gativa (forma negativo se to actual en una causa de ello, Fundamento
y contenido determina fase superior de el contenido integral
del nuevo ser como el que su existencia de la esencia (real y
pero aún en engendra el positiva se formal)
el seno del contenido escinde en dos un solo
actual.) de la esencia Nueva forma contenidos contenido
negativa De la esenciali- que corres-
dad negativa, de ponden a los
las determina- polos positivo
ciones del otro y negativo.

Cuadro 7
Producción de los polos positivo y negativo del contenido de le esencia negativa

}
g)
Forma del ser inmediato actual
Esencia positiva Fundado
(fundamento positi- Doble contenido
Polo positivo Polo negativo
vo del ser determi- Contenido A Contenido B
nado)

El contenido B (polo negativo) de la esencia positiva genera el contenido del otro; este
contenido adquiere su negatividad e incorpora a su campo el contenido A de la esencia
positiva con el que trataba la lucha que tiene como finalidad aniquilarlo, echarlo de la
existencia para dejar subsistente sólo al nuevo ser inmediato

}
Fundamento inte-
Polo positivo Polo negativo gral
Esencia negativa
Contenido A Contenido B (real y formal)
Un solo contenido
FORMA DEL OTRO

La Lógica de Hegel • 29
El polo negativo de la esencia negativa (contenido B) establece la lucha con
propósitos devastadores contra el polo positivo (contenido A) de la misma; este polo
positivo de la esencia negativa a su vez engendra el polo positivo de la esencia posi-
tiva, el cual produce el polo negativo, que a su tiempo generará el polo negativo de
la esencia negativa.

g) Los dos polos de la esencia positiva engendran a los dos polos del contenido de la
esencia negativa y viceversa.
Al traer el contenido B (polo negativo) de la esencia negativa hacia ésta el contenido
A (polo positivo) de la esencia positiva y vincularse ahí ambos contenidos en una
relación de oposición, dan lugar a la unificación del contenido A (polo positivo) y
el contenido B (polo negativo) de la esencia positiva en una relación de procreación
mutua.
El ser determinado inmediato queda así compuesto de la siguiente forma:
una esencia positiva con dos contenidos (polo positivo y polo negativo) que se ge-
neran recíprocamente y que por la reflexión de su polo negativo da lugar al surgi-
miento del polo negativo de la esencia negativa el cual vincula a sí, trayéndolo a su
dominio, al polo positivo de la esencia positiva, con el cual establece una relación
contenciosa; una esencia negativa integrada por dos contenidos, el polo negativo que
es producto de la reflexión del polo negativo de la esencia positiva y el polo positi-
vo que ha sido traído desde la esencia positiva al terreno de la esencia negativa, en
donde entra en franca lucha con el otro polo y de ahí es lanzado de nuevo al seno de
la esencia positiva.
La dialéctica total que de aquí brota es la siguiente: los polos positivo y nega-
tivo de la esencia positiva se producen uno al otro; este movimiento se traduce en la
reflexión del polo negativo, es decir, en su conversión en el polo negativo de la esen-
cia negativa; este último trae hacia la esencia negativa al polo positivo de la esencia
positiva y entra con él en una relación conflictiva; este polo positivo de la esencia ne-
gativa se transmuta en el polo positivo de la esencia positiva y ahí se reanuda de
nuevo todo el proceso.
Las determinaciones que en el fundamento real constituyen los elementos
del otro en que el algo ha de transformarse y que son uno de sus contenidos (el polo
negativo del mismo), tienen que acreditar su ser negando, con la intención de des-
plazarlas de la existencia, las determinaciones del ser inmediato, del algo existente
que es otro de los contenidos del fundamento (polo positivo).
Las determinaciones extrínsecas e inesenciales que eran uno de los conteni-
dos de lo fundado (su polo positivo) entran, por mediación de la relación fundamen-
tal (es decir, de la vinculación negativa inmediata de los contenidos (polo positivo
y polo negativo) en el fundamento), en relación con el otro contenido de lo fundado
(su polo negativo); esa conexión es positiva, de creación de las determinaciones ne-
gativas de lo fundado.
Queda así perfectamente estructurado el fundamento negativo del ser deter-
minado y bien delimitados los elementos cuya dialéctica ha de llevar a la metamor-
fosis de éste en otro ser determinado.

30 • Capitalismo moderno y revolución


Cuadro 8
Mutuo engendramiento de los polos de las dos esencias

}
h)
Forma del ser inmediato actual
Esencia positiva Fundado
(fundamento positi- Polo positivo Polo negativo Doble contenido
vo del ser determi- Contenido A Contenido B
nado)

El polo negativo de la esencia negativa trae al terreno de esta al polo positivo de la esencia
positiva; al hacerlo vincula a su vez al polo positivo y al polo negativo de la esencia posi-
tiva. Se completa así la estructura de la esencia en sus dos niveles con dos pares de polos
que en su dialéctica han de llevar al surgimiento del nuevo ser determinado por medio de
la navegación del ser determinado anterior.

}
Polo positivo Polo negativo
Esencia negativa
Contenido A Contenido B Fundamento integral
(real y formal)
Un solo contenido
FORMA DEL OTRO

Cuando lo fundado está ya bien formado como el ser determinado inmediato


existente que tiene dos contenidos de los cuales se enlazan engendrando el conteni-
do A (las determinaciones positivas del ser determinado actual) al contenido B (sus
determinaciones negativas) y el fundamento tiene también sus dos contenidos cuyo
nexo consiste en la negación por el contenido B (que son las determinaciones del
nuevo ser inmediato en que se convertirá el que existe) del contenido A ( que son las
determinaciones del ser actual), entonces lo fundado se vuelve condición que produ-
ce el fundamento y que a su vez es producida por éste. Lo fundado es la generación de
los elementos del otro en su interior (contenido B, polo negativo) por el contenido A
(determinaciones del ser inmediato, polo positivo); esta generación es a su vez la del
fundamento como negación en él de las determinaciones del ser inmediato (contenido
A, polo positivo) por las del otro ser (contenido B, polo negativo); el fundamento a
su tiempo produce a lo fundado como condición.
La mutua procreación de la condición y el fundamento da por resultado que
del contenido B de aquella, es decir, de las determinaciones del otro que se encuen-
tran bajo la forma del ser actual, advenga el contenido B del fundamento, esto es, las
determinaciones que son ya un elemento del otro que ha de venir después del ser
actual; de igual manera, las determinaciones del ser inmediato que se encuentran
en el fundamento se transforman en las determinaciones positivas de la condición
(contenido A de lo fundado).
La relación llega a su clímax cuando el polo negativo de la esencia positiva se
ha vuelto en su totalidad el polo negativo de la esencia negativa; por tanto, el polo

La Lógica de Hegel • 31
Cuadro 9
Enfrentamiento del polo negativo y el polo positivo en la esencia negativa

i)

Este polo vuelca todo Polo Polo Este polo vacía todo
Esencia
su contenido en el po- positivo negativo su contenido en el
positiva
lo positivo de la esen- CONTE- CONTE- polo negativo de la
(desaparece)
cia negativa. NIDO A NIDO B esencia negativa

Quedan enfrenta-
Polo Polo
Esencia dos en lucha decisi-
positivo positivo
negativa va el polo positivo y
CONTE- CONTE-
el polo negativo de
NIDO A NIDO B
la esencia negativa.

positivo de la esencia positiva ha desaparecido también pues su razón de ser es el


engendrar y ser engendrado por el polo negativo; todo su contenido se ha incorpo-
rado al polo positivo de la esencia negativa. La esencia positiva desaparece; quedan
enfrentándose en lucha abierta pretendiendo su mutua desaparición el polo negati-
vo (que es el otro del ser inmediato actual) y el polo positivo (que es el ser inmediato
actual pero ya en su papel defensivo ante la acometida del otro polo) de la esencia
negativa.

h) La esencia positiva desaparece y en la esencia negativa se establece la contienda


entre el polo positivo y el polo negativo.

La dialéctica de la relación lleva a que el total de las determinaciones negativas de la


condición (fundado) se transmuten en fundamento (en elementos del otro ser inme-
diato) y que todas las determinaciones del ser inmediato anterior que estaban en el
fundamento se truequen en condición.
Quedan entonces enfrentándose sólo el fundamento que son las determina-
ciones negativas como elementos del nuevo ser inmediato y la condición o fundado
constituida únicamente por las determinaciones del ser inmediato en vías de desa-
parecer. Se establece la lucha decisiva entre ambos elementos.

V. El surgimiento del nuevo ser inmediato a la existencia


En esta última fase del desarrollo de la esencia han quedado totalmente polarizadas
las determinaciones del ser inmediato existente y las del que ha de sustituirlo a su
acabamiento. La condición son las determinaciones del ser inmediato anterior y el
fundamento las del nuevo ser determinado inmediato; éste se encuentra como cosa
en sí, como contenido de los dos momentos que son la condición y el fundamento

32 • Capitalismo moderno y revolución


que están en franca lucha. De la mutua negación de condición y fundamento se pro-
duce el nuevo ser inmediato, la cosa inmediata esencial, que los conserva todavía
como sus momentos. A través de la negación de la condición por el fundamento,
aquella se hace fundamento y desaparece como condición; el ser inmediato ante-
rior perece cuando la condición se vuelve fundamento. En la negación de la con-
dición por el fundamento éste se transmuta en ser inmediato y desaparece como
fundamento; el nuevo ser inmediato nace al transformarse el fundamento en cosa
inmediata esencial. El nuevo ser inmediato es la cosa inmediata esencial que ha surgido a
la existencia mediante la eliminación tanto de sus condiciones como de su fundamento. El
nuevo ser inmediato ha roto el cordón umbilical que lo unía al anterior.
En este punto Hegel da cima a su tarea de reflejar en toda su complejidad el
mundo objetivo; ha develado los tres niveles de existencia del ser determinado (ser
determinado inmediato, ser determinado infinito y esencia como fundamento posi-
tivo de lo existente) y la esencia del ser determinado como el desarrollo del otro en
el que ha de transmudarse a su perecimiento (esencia negativa).
En resumen, conforme a la Lógica de Hegel, el ser tiene 3 niveles de existencia;
el ser determinado finito, el ser determinado infinito y la esencia. El ser determina-
do finito, que es una compleja combinación se la sustancia infinita, se interna en sí
mismo y produce su esencia. Esta está constituida por dos polos contrarios que se
encuentran en una relación de mutuo engendramiento y negación y es el fundamen-
to, la causa última del ser determinado. Este tiene una forma y un contenido que se
corresponden.
La esencia como fundamento y causa última del ser determinado, partiendo
del contenido que le es propio y conservándolo como su base, inicia el desarrollo
de los elementos del otro ser inmediato en que ha de convertirse a su extinción.
Produce una nueva relación entre los mismos polos de la esencia positiva; en ella el
polo negativo actúa como elemento negatorio del actual ser inmediato y constitutivo
del nuevo ser que ha de venir; el polo positivo se desempeña como elemento de la
conservación del ser inmediato existente. Esta relación contenciosa que se da entre
los mismos polos que son el fundamento del ser inmediato, da como resultado el
surgimiento de la forma, pero sólo de la forma del nuevo ser inmediato, la cual se alza
sobre el mismo contenido del ser inmediato anterior; lo que se ha generado, por
tanto, es tan solo la forma del nuevo ser empalmada, por así decirlo, al contenido del
ser anterior. Esta forma del nuevo ser surgiendo del contenido del ser anterior es la
esencia negativa, por ahora sólo formal, de éste.
La aparición de la forma del nuevo ser hace madurar a la esencia del ser
inmediato actual obligándola a pasar a una fase superior de su existencia. En esta
nueva etapa de vida da otra vez lugar al desarrollo de los elementos del nuevo ser
que ha de sucederlo, pero ahora como un par de polos, distintos de los de la esencia
positiva, que pasan a constituir el contenido del nuevo ser inmediato. La esencia ne-
gativa, que es la forma y la materia del nuevo ser inmediato en el seno del que lo
precede, queda constituida también por dos polos entre los que se establece la lucha
definitiva que tiene como resultado la eliminación del ser inmediato anterior y el
surgimiento a la existencia del nuevo ser inmediato.

La Lógica de Hegel • 33
34 •
Cuadro 10
Aparición del nuevo ser en la existencia

V. El surgimiento del nuevo ser inmediato a la existencia.

Momento Momento de la
Polo Positivo
de la cosa cosa inmediata
CONDICIÓN
en sí. esencial.

A través de su negación por el

Capitalismo moderno y revolución


Determinaciones del ser inmediato El ser inmediato anterior perece al
fundamento se convierte en fun-
anterior enfrentadas absolutamen- transformarse la condición en fun-
damento (se integra a el) y desa-
te a las del nuevo ser. damento.
parece como condición.

CONTENIDO COSA COSA


INMEDIATA INMEDIATA
Cosa en sí ESENCIAL ESENCIAL

Es el nuevo ser inmediato que ha


Es el otro en que esta a punto de Es el nuevo ser inmediato que
surgido a la existencia mediante la
transformarse el ser determinado aun tiene como sus momentos a
eliminación tanto de sus condicio-
actual la condición y al fundamento
nes como de su fundamento

Momento Polo negativo Momento de la El nuevo ser inmediato nace al de-


de la cosa cosa inmediata venir el fundamento en cosa inme-
en si FUNDAMENTO esencial diata esencial

Determinaciones del nuevo ser in-


En la negación de la condición se
mediato absolutamente negativas y
convierte en ser inmediato y desa-
enfrentadas a las determinaciones
parece como fundamento.
del ser inmediato anterior
capítulo iii
LA APLICACIÓN POR MARX
Y ENGELS DE LA DIALÉCTICA HEGELIANA

Según dejamos establecido, Marx y Engels hacen suya la dialéctica hegeliana.


Utilizando este instrumento teórico, develan la naturaleza de ser determinado inme-
diato del régimen capitalista, ponen de manifiesto la esencia que es su fundamento
positivo y descubren la esencia que es el otro en que indefectiblemente ha de trans-
formarse, su fundamento negativo.
Para Marx y Engels, quienes en esto siguen rigurosamente a Hegel, el régi-
men capitalista procrea los elementos de su negación, pero primeramente con su
carácter de elementos constitutivos de su propia existencia; son el polo negativo de
su fundamento positivo.
El proletariado es el polo negativo del régimen capitalista generado por éste
como la encarnación de la desposesión de la naturaleza humana por el capital; en
esta fase, tal despojo se manifiesta bajo la forma de la vulneración inmediata de las
condiciones de existencia de los trabajadores (reducción del salario, extensión de la
jornada, intensificación del trabajo, esclavitud fabril, etcétera, lo que da por resulta-
do el hambre, las enfermedades y la muerte prematura de los obreros). La potencia
negatoria del proletariado está encaminada fatalmente a lograr la satisfacción de las
necesidades individuales de sus integrantes en su calidad de elementos del régimen
capitalista; su lucha, por tanto, no trasciende los límites de ese régimen social. Los
avances intelectuales, que también son producidos por el régimen capitalista, dan
lugar a las determinaciones de su negación, que son igualmente la negación teórica
del capitalismo; pero, tal como sucede con la lucha del proletariado, su expresión
teórica no trasciende los linderos del capitalismo.
Las determinaciones negativas del ser determinado del régimen capitalista
pasan a una forma superior y más intensa de la negatividad (la forma más elevada
de la negación de la naturaleza humana en el proletariado por el capital); a causa de
ello se reflejan en sí mismas y producen las determinaciones de la esencia que son los
elementos del otro en que aquel ha de convertirse; ellos constituyen la esencia como
fundamento negativo del capitalismo.
Elementos constitutivos del régimen capitalista lo son las fuerzas y capacida-
des de la especie desarrolladas hasta su forma más alta (polo positivo de la esencia
positiva); estas fuerzas y capacidades son también un elemento negatorio del régi-
men capitalista (polo negativo de la esencia positiva): en su desenvolvimiento, lle-

La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana • 35


van a los individuos de la especie a un proceso de degeneración física y mental que
amenaza con aniquilar por completo su naturaleza humana; esta absoluta deshuma-
nización del hombre, que no tiene paliativo alguno, cuando es asimilada consciente-
mente por los individuos de la especie es el acicate para la destrucción del régimen
capitalista (acción del polo negativo de la esencia negativa sobre el polo positivo de
la misma) y la conversión de la riqueza industrial en el medio para reconstituir la
vida colectiva y la naturaleza biológica del hombre hasta el punto en que vuelvan a
encontrarse en una unidad indisoluble el ser humano plenamente regenerado y sus
capacidades y fuerzas sociales. La exaltación de la individualidad, que es necesaria
para reconocerse el hombre como una verdadera piltrafa e iniciar el camino de su
regeneración, será el punto en que aquella empiece su auto aniquilación y dilución
en la colectividad.
Elemento constitutivo del régimen capitalista lo es el proletariado (polo nega-
tivo de la esencia positiva); esta clase es la que produce la riqueza social (fuerzas y
capacidades de la especie, polo positivo de la esencia positiva) a costa de su creciente
degeneración física y mental; es por tanto la que, al adquirir plena conciencia de este
hecho (cuando deviene en el polo negativo de la esencia negativa), debe realizar la
destrucción del régimen capitalista y, por medio de la anulación de la individuali-
dad de sus miembros (la propiedad privada del obrero sobre sí mismo), restablecer
la colectividad, que es la forma natural de organización de la especie.
Elementos constitutivos del régimen capitalista son la ciencia y la ideolo-
gía que él mismo genera en su proceso de vida (polo positivo de la esencia posi-
tiva). La ciencia, como instrumento del régimen capitalista para el sometimiento
de las fuerzas de la naturaleza al dominio del capital, es un factor primordial en
la degeneración física y mental del hombre que aquel ineluctablemente produce
(polo negativo de la esencia positiva). En su insaciable hambre de riqueza, el capi-
tal exige a la ciencia el penetrar cada vez más profundamente en el conocimiento
de la naturaleza y de la sociedad; la hace ir del ser a la esencia de la naturaleza y
agotar las determinaciones del ser de la sociedad. Con estos elementos, la ciencia
devela la esencia de la naturaleza y la sociedad, descubre el otro del régimen ca-
pitalista, el socialismo y el comunismo que “en cuanto que naturalismo acabado
se iguala al humanismo y como humanismo acabado se iguala al naturalismo... es
la solución genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza...” (Manuscritos...).
La ciencia, en cuanto conciencia de la esencia del régimen capitalista, se convierte en
un elemento negatorio de éste (en el polo negativo de la esencia negativa) y como
hondo conocimiento de la naturaleza deberá ser una parte de la conciencia humana
en el proceso de reapropiación de la naturaleza biológica y la vida colectiva del hom-
bre en el socialismo y, posteriormente, en el comunismo, ha de llegar a constituir
parte de la conciencia humana de la especie.
El desarrollo de la esencia es, por tanto, el proceso por el cual los elementos
constitutivos del régimen capitalista se truecan en elementos negatorios del mismo
y posteriormente devienen en elementos del otro que ineluctablemente lo ha de sus-
tituir. Esta transformación es posible y necesaria porque los elementos componentes
del régimen capitalista son en sí mismos su otro.

36 • Capitalismo moderno y revolución


Los elementos de la esencia negativa del capitalismo que han de llevarlo a ser
su otro son: un proletariado consciente, organizado y activo que tiene pleno conoci-
miento de la verdadera naturaleza de la explotación capitalista —la cual consiste en
la aniquilación de todas las capacidades humanas en los trabajadores— y de la ne-
cesidad histórica de la recuperación de la naturaleza humana a través de la implan-
tación de un régimen económico y político que reivindique, mediante la anulación
implacable de la individualidad, la vida colectiva como el núcleo fundamental de
dicha naturaleza; y una teoría que comprenda fielmente la esencia negativa del régi-
men capitalista y que sea el instrumento para dar conciencia, organizar y conducir
al proletariado a la actividad práctica revolucionaria.
Estos elementos entablan una lucha revolucionaria en contra del régimen
capitalista, la cual tiene por objeto la aniquilación de la burguesía como clase al
despojarla del poder político, la conquista del poder político por el proletariado y la
instauración del socialismo.
En una primera fase, la lucha revolucionaria da como resultado el desarrollo
en una forma más alta del mismo régimen capitalista (del fundado que es el ser
inmediato existente); pero ello a su vez impulsa el desenvolvimiento de las determi-
naciones del otro que él contiene y su reflexión en elementos de la esencia negativa.
Después de un período de mutuo engendramiento y negación del régimen
capitalista y de su otro, la burguesía y el proletariado quedan totalmente polari-
zados, en franca lucha decisiva: el proletariado en su absoluta mayoría es ya un
elemento activo del nuevo régimen y ha dejado de ser elemento constitutivo del
régimen capitalista; la burguesía, por su parte, ya no es la procreadora del proleta-
riado como complemento suyo sino que se encuentra absolutamente enfrentada a él.
El desenlace histórico de esta lucha es la derrota de la burguesía, el estableci-
miento de la dictadura del proletariado, la apropiación por esta clase de los medios
e instrumentos de producción, los que dejan de ser instrumentos de la deshumani-
zación y son ahora medios de la recuperación de la naturaleza humana a través de la
reconstitución de la colectividad (propiedad colectiva sobre los medios e instrumen-
tos de producción, consumo colectivo y abolición definitiva del interés individual,
es decir, de la propiedad privada del individuo sobre sí mismo).
De esta manera, el otro del capitalismo, su esencia, el socialismo, surge a la
existencia.
Marx y Engels, una vez que han develado teóricamente la esencia del régimen
capitalista, emprenden la labor de transformar el polo negativo de esa formación
social, de elemento de su esencia positiva en constituyente de su esencia negativa.
De esta manera, dedican todos sus esfuerzos al desarrollo multifacético y profundo
de la teoría revolucionaria y a su difusión entre los obreros y a la organización de
la lucha del proletariado con la finalidad de convertirla en una lucha revolucionaria
por la conquista del poder político y la implantación del socialismo.
El régimen capitalista, mientras tanto, sigue en este período consolidando y
ampliando su esencia positiva, su base de existencia. La insurrección obrera en París
en 1848 y la comuna en 1871 son transformaciones ocasionales de la negatividad de
la esencia positiva, manifestaciones meramente formales y aisladas de la esencia ne-

La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana • 37


gativa; la insurrección armada del proletariado contra la burguesía, la conquista del
poder político, la formación de órganos de gobierno obrero, etcétera son episodios
meramente esporádicos que no representan el paso generalizado del régimen capi-
talista a su otro, sino que constituyen un resultado marginal del proceso principal
de desarrollo de la contradicción burguesía-proletariado como parte constitutiva de
dicho régimen.

38 • Capitalismo moderno y revolución


capítulo iv
LA DIALÉCTICA DEL RÉGIMEN CAPITALISTA
DESPUÉS DE LA COMUNA DE PARÍS

En los últimos treinta años del siglo diecinueve y los primeros decenios del siglo
veinte, el capitalismo desarrolla en una gran medida su esencia positiva. En la mis-
ma proporción, intensifica la negatividad de sus determinaciones en su papel de ele-
mentos constitutivos del régimen capitalista; es la negación de la naturaleza humana
que se caracteriza por la aniquilación física del sujeto humano a través de la reduc-
ción del salario, la extensión de la jornada, la intensificación del trabajo, la esclavitud
fabril, la insalubridad, las enfermedades y la muerte prematura. La negatividad de
las determinaciones es tan intensa que produce su reflexión, es decir, su tránsito a
elementos de la esencia negativa: el perfeccionamiento de la teoría revolucionaria, la
lucha revolucionaria del proletariado, la conquista del poder político por los traba-
jadores y el establecimiento del socialismo en Rusia, pero todo ello sólo como una forma
(abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción
y establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos) cuyo contenido lo son
todavía las determinaciones del ser, de la esencia positiva del régimen capitalista
(la propiedad privada del obrero sobre sí mismo); tan es así que el proletariado se
ha levantado en armas con el fin de satisfacer sus necesidades elementales y no, ni
mucho menos, para reapropiarse conscientemente su naturaleza humana.
En el período a que nos referimos, el régimen capitalista eleva el carácter ne-
gativo de sus determinaciones de existencia, pero como elementos constitutivos de
ese régimen; la negatividad avanza de tal manera que produce la reflexión de esas
determinaciones, lo que por ahora sólo se traduce en el surgimiento de la forma del
régimen socialista, la cual tiene como contenido las mismas determinaciones de exis-
tencia del capitalismo; quiere esto decir que éstas no han alcanzado la negatividad
superior que lleva necesariamente al surgimiento de otra serie de determinaciones
negativas que son los elementos materiales del nuevo régimen (proletariado cons-
ciente de ser la encarnación de la total anulación de la naturaleza humana y, por
tanto, sujeto de la revolución que debe conducir a la reconstitución de la naturaleza
humana que el capital le ha sustraído).
Después de la revolución rusa se da una relación de mutuo procreamiento y
negación entre el régimen capitalista internacional y la forma del régimen socialista
establecida en aquel país. El capitalismo internacional sigue acrecentando en una
gran medida la negatividad de sus determinaciones de existencia y su reflexión pro-

La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París • 39


duce la implantación del régimen formalmente socialista en un grupo de países de
Europa oriental; se constituye así un sistema de países formalmente socialistas.
El sistema de países capitalistas y el sistema de países formalmente socia-
listas entran en una relación de gestación y negación recíprocas. Aquel da un paso
adelante y se inicia la transformación del capitalismo tradicional en el capitalismo
de consumo; éste tiene como fundamento una revolución en el proceso de maquini-
zación de la producción como método de producción de plusvalía relativa (ciberné-
tica, computación, robótica, etcétera) y el establecimiento del consumo masivo que
presupone la exaltación del individuo propietario de sí mismo; en la producción y
consumo capitalistas modernos se da cima al proceso de anulación de la naturaleza
humana en el proletariado de esos países.
En el sistema de países formalmente socialistas, después de conquistar el
punto más alto de su desenvolvimiento, se produce el fortalecimiento de su conteni-
do capitalista, lo que lleva a la degeneración del socialismo formal, el cual primero
evoluciona hacia una variedad híbrida —socialismo en degeneración, capitalismo
sui generis— que prevaleció en Europa del este por cerca de 50 años y después se
trueca en un régimen capitalista clásico que acaba con el último vestigio de aquella
forma. La esencia negativa meramente formal del régimen capitalista ha sido des-
truida por su contenido capitalista, pero, como contrapartida, el capitalismo ha en-
trado a la fase en que deberá llevar sus determinaciones negativas (explotación del
proletariado) hasta sus últimas consecuencias y en donde, por tanto, su negatividad
será tal que dejarán de ser elementos constitutivos del régimen capitalista, serán re-
pelidas por éste y obligadas a convertirse en las determinaciones del nuevo régimen
que ahora sí tendrá una naturaleza material y formalmente socialista al haber aboli-
do definitivamente y de raíz el interés individual (la propiedad privada del obrero
sobre sí mismo) que es el contenido más recóndito del régimen capitalista.
La teoría revolucionaria quedó constituida en lo fundamental con los trabajos
de Marx y Engels; como ya vimos, ellos estructuran en una unidad armónica el co-
nocimiento del ser determinado, de la esencia positiva y de la esencia negativa del
régimen capitalista y descubren el otro que el capitalismo lleva en su interior y las
fases del proceso de su surgimiento a la existencia. Sin embargo, queda fuera de su
horizonte teórico el que el socialismo tenga que ser por necesidad primeramente una
forma que envuelve a un contenido capitalista.
Lenin y Stalin parten del punto en donde Marx y Engels habían dejado el pro-
greso de la teoría revolucionaria y lo continúan; la perfeccionan en lo que respecta
a la conquista del poder por el proletariado y a la construcción del socialismo, pero
éstos conservan, sin embargo, el carácter de una forma que mantiene un contenido capitalista.
De esta suerte, la revolución y el socialismo que estos dos pensadores llevan
a la práctica no son el vehículo para que el proletariado se reapropie la naturaleza
humana, sino solamente un medio a través del cual los trabajadores satisfacen sus
necesidades elementales como individuos, lo que a fin de cuentas es la meta confe-
sada del régimen capitalista.
Puesto que el propósito fundamental del régimen socialista es la satisfacción
de las necesidades individuales de sus componentes (individuos propietarios pri-

40 • Capitalismo moderno y revolución


vados de sí mismos), se hace al individuo el fundamento de la organización social
y esto lleva necesariamente a la exaltación desmedida de la individualidad. Esta
ineludible conservación y luego inevitable enaltecimiento del individuo, que son
el más caro principio del régimen capitalista, constituyen el cáncer que corroe la
forma del socialismo implantada en Europa del este y que por último la llevan a su
extinción.
Los revolucionarios de la época de Lenin y Stalin, al trabajar teóricamente en
la determinación de la forma del régimen socialista, firmemente asentada, según se
ha visto, en un contenido capitalista, dejaron de lado la parte de la teoría previamen-
te desarrollada referente al aspecto material de la esencia negativa del régimen ca-
pitalista, es decir, el concepto de la explotación que es la absoluta deshumanización
de la especie en el proletariado y del socialismo que implica la reapropiación de la
naturaleza humana perdida, principalmente del ser colectivo del hombre.
El que Marx y Engels no hubieran podido determinar teóricamente la na-
turaleza de simple forma con un contenido capitalista de la primera aparición del
socialismo, el que Lenin y Stalin tuvieran por fuerza que reputar el socialismo como
un medio para satisfacer las necesidades individuales de los trabajadores y dejar de
lado el contenido material de la revolución y del socialismo y, por último, el que el
socialismo formal haya degenerado en una variedad sui generis del capitalismo tra-
jeron la consecuencia necesaria de la revisión de la teoría revolucionaria.
Después de la muerte de Stalin se manifiesta plenamente la degeneración
del socialismo formal; en esta misma época se inicia el proceso de revisión de la
teoría revolucionaria. Al final, nos encontramos con que ésta ha sido sustituida to-
talmente por una variedad de la ideología burguesa: la dialéctica, que era el método
para lograr el conocimiento de la esencia negativa del ser inmediato, ha quedado
reducida a un instrumento para cuando mucho penetrar a la esencia positiva del
mismo, la explotación del proletariado no es ya la anulación en él de la naturaleza
humana del hombre sino solamente la vulneración de sus condiciones de vida y la
negación de su libertad individual, la consigna de la conquista del poder político por
el proletariado es reemplazada por la de la vía parlamentaria al socialismo y éste es
caracterizado como un régimen social en el que se da libre curso al desarrollo de los
individuos, el socialismo humanista.
Este revisionismo moderno al que nos referimos tuvo su época de oro duran-
te el predominio en Europa del este de la variedad degenerada del socialismo for-
mal; fue, en realidad, la ideología oficial de ese régimen social. Ya que esa ideología
provenía de un régimen que había sido formalmente socialista, se le identificaba inme-
diatamente como la versión más pura de la teoría revolucionaria; con el respaldo del
socialismo degenerado de Europa del este, el revisionismo dio la lucha decisiva en
contra de la verdadera teoría revolucionaria y la expulsó de todos los reductos en los
que se había hecho fuerte y finalmente la suplantó. De esta manera, el revisionismo,
una variedad determinada de la ideología burguesa adornada con un ligero barniz de
la teoría revolucionaria, quedó a los ojos del mundo como su formulación más
depurada; mientras tanto, la verdadera teoría de la revolución entró en un estado
de animación suspendida en los empolvados textos de Marx, Engels, Lenin y Stalin.

La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París • 41


A causa de que el tipo degenerado del socialismo formal se puso de lleno en
el camino de la plena restauración capitalista, su ideología también fue desplazada
y sustituida por una variedad descaradamente burguesa; puesto que el revisionismo
estaba considerado como la forma más desarrollada del marxismo-leninismo, su de-
rrota fue conceptuada también como la aniquilación total de la teoría revolucionaria.

42 • Capitalismo moderno y revolución


capítulo v
ESQUEMA DE LA DIALÉCTICA DEL SER
Y LA ESENCIA DEL RÉGIMEN CAPITALISTA

En forma esquemática, podemos decir que el régimen capitalista y su esencia han


pasado por las siguientes etapas:
a) Gestación del ser del capitalismo durante el régimen feudal. El capitalismo es la esencia
negativa del feudalismo.
b) Primer período de vida del ser del capitalismo. Comprende desde su nacimiento hasta
la terminación de la segunda guerra mundial.
(a) Época del capitalismo de libre cambio. El capitalismo se constituye como ser de-
terminado inmediato y produce su fundamento como su esencia positiva. La
esencia positiva del capitalismo está escindida en dos polos: el polo positivo
integrado por la burguesía y su complemento ideológico y el polo negativo
formado por el proletariado y los elementos intelectuales que le correspon-
den en el régimen burgués. La relación entre estos dos polos es de unidad y
lucha; la negatividad del segundo de ellos alcanza su máxima intensidad en
esta relación y da lugar al desarrollo de la lucha del proletariado, que llega
incluso a la insurrección armada y a la momentánea conquista del poder
(París: 1848 y 1871), y al de los elementos intelectuales correspondientes a esa
lucha, que están englobados todos en las doctrinas del “socialismo utópico”;
sin embargo, el contenido y la forma del movimiento obrero son en esta época
de carácter eminentemente burgués, no van más allá de las determinaciones
del ser del capitalismo y su resultado es el perfeccionamiento del régimen
burgués, su elevación a una fase superior de su existencia.
La agudización de la negatividad del polo negativo tiene también en este
período otra consecuencia: las determinaciones negativas del ser determinado
se reflejan en sí mismas y traen al mundo la teoría de lo que es el otro en el
que el capitalismo ha de transformarse y de las condiciones para que esto
suceda. Nace así la teoría revolucionaria, que tiende desde el primer momen-
to a unirse al movimiento obrero con el fin de llevarlo a ser un movimiento
revolucionario que desemboque en la instauración del socialismo, es decir,
en el surgimiento a la existencia de la esencia negativa del capitalismo.
(b) Época del capitalismo monopolista. En esta época continúa en ascenso el des-
envolvimiento del ser determinado del régimen capitalista y de su esencia
positiva. El movimiento obrero crece y se organiza en torno a la lucha por

Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista • 43


las demandas inmediatas de los trabajadores; la teoría revolucionaria inicia
su fusión con el movimiento obrero organizado y dirige a los proletarios
en su lucha cotidiana, a la vez que prepara las condiciones para conducirlos
a la conquista del poder. La negatividad del polo negativo se exacerba, por
un lado al ser llevada la explotación de los trabajadores, bajo la forma de la
vulneración de sus condiciones de existencia, hasta los extremos de un exter-
minio físico masivo y, por el otro, al provocar con esto la rebelión generalizada
de la clase obrera en contra del orden burgués con la finalidad de evitar esa
exterminación; la negatividad exaltada da lugar a que las determinaciones del
ser del capitalismo se reflejen en sí mismas y se produzca entonces un avance
en la teoría revolucionaria, una fusión más íntima de ésta con el movimiento
obrero, la conquista por éste del poder político y la instauración de la forma,
pero sólo de la forma, del otro del régimen capitalista, del socialismo. Se establece
así en Rusia el primer régimen del socialismo formal.
Esta forma del socialismo implantada en Rusia da impulso al desarrollo
del ser determinado y de la esencia positiva del capitalismo en los países del
sistema capitalista, con lo cual crece en ellos la negatividad de su polo nega-
tivo; el capitalismo, a su vez, reobra sobre el socialismo formal, la forma que
su otro ha adoptado. De esta dialéctica resulta la transformación de todo un
grupo de países del este en naciones en las que también impera el socialismo
formal; se estructura así un sistema de países formalmente socialistas.
c) Segundo período del ser del régimen capitalista. La relación entre el capitalismo y
la forma de su esencia negativa hace surgir un resultado doble: por una parte,
en los países capitalistas el polo negativo inicia el tránsito a un nivel superior
de su existencia en el cual la explotación del proletariado se debe manifestar
rotundamente como la anulación de la naturaleza humana (descomposición
y degeneración de todos sus órganos y procesos orgánicos por medio del
trabajo maquinizado y la satisfacción en un alto grado de las necesidades
individuales (no humanas)(consumo masivo) y por la otra, en el sistema
del socialismo formal la forma socialista empieza a ser reabsorbida por su
contenido capitalista, por lo que esos países entran en un proceso, primero
de degeneración del socialismo formal y luego de restauración definitiva del
capitalismo típico (formal y materialmente).
A partir de la caída de los regímenes degenerados del socialismo formal
en Europa del este se inicia una fase de desarrollo incontenible del ser deter-
minado del capitalismo a todo lo largo y lo ancho del planeta. Este nuevo y
poderoso impulso a que se ve sometido el régimen capitalista ha de derivar,
por necesidad, en la culminación del proceso de anulación de la naturaleza
humana, de tal manera que el polo negativo adquiera su máxima negatividad
y procree los elementos materiales de su esencia negativa, del nuevo régimen
social, del socialismo, el cual tendrá ahora sí una existencia tanto formal como
material.
La explotación capitalista tiene dos aspectos fundamentales: uno que se
deriva de las formas de producción de plusvalía absoluta y otro que tiene su

44 • Capitalismo moderno y revolución


origen en los métodos de producción de plusvalía relativa. En una primera
etapa de existencia del capitalismo predomina el primer aspecto, el cual se
caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades individuales de los obre-
ros; esta situación genera, en contrapartida, la lucha por lograr la satisfacción
de las mismas; con base en este aspecto de la explotación se desarrolló la
primera aparición del socialismo, que se constituyó como la forma del nuevo
régimen social pero que conservaba el contenido del régimen anterior.
Este contenido lo eran precisamente las necesidades individuales de los
trabajadores (último reducto de la propiedad privada), las cuales continuaron
siendo el fundamento del régimen formalmente socialista.

En su desenvolvimiento, el socialismo formal dio un fuerte impulso a su contenido


capitalista, el cual adquirió tal fuerza que rompió aquella envoltura socialista y se
dio primero una forma sui generis del capitalismo y posteriormente adquirió la for-
ma clásica del capitalismo occidental.
El propio desarrollo de la forma del socialismo hizo pasar la esencia del ré-
gimen capitalista a una etapa superior. En ella se desenvuelve con mayor fuerza el
segundo aspecto de la explotación, pues se produce una verdadera revolución en
los métodos de producción de plusvalía relativa, esto es, en la maquinización de la
producción, la cual incorpora a sí la cibernética, la computación, la robótica, etcé-
tera y se exalta el consumo hasta niveles altísimos; con esto el proceso de desgaste,
descomposición y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los trabaja-
dores, la anulación de su naturaleza humana, adquieren un poderoso impulso. Las
formas que se derivan de la producción de plusvalía absoluta siguen existiendo y
sus efectos nocivos para la clase obrera son potenciados por las modernas formas de
producción de plusvalía relativa.
De esta naturaleza superior de la esencia del capitalismo brotan necesaria-
mente los elementos materiales del nuevo régimen social.
La esencia positiva del régimen capitalista produce la materia (el contenido)
del polo negativo de la esencia negativa.
En primer lugar, en su forma superior, la esencia del capitalismo lleva a la
más terrible degeneración y descomposición de la naturaleza humana en el prole-
tariado: por otra parte, conduce a una monstruosa exaltación de la individualidad,
la cual es precisamente el vehículo para la absoluta anulación de las capacidades
naturales de la especie.
En segundo lugar, esa enorme depauperación a que se ve reducido el pro-
letariado en la etapa superior del desarrollo de la esencia del capitalismo habrá de
obligar a la intelectualidad pequeño burguesa (que también se ve sometida a la anu-
lación de sus capacidades humanas por medio de la exaltación desmesurada de su
individualidad) a reconocerse como una grotesca caricatura de ser humano y reivin-
dicar y desarrollar la teoría revolucionaria con el fin de llevarla hasta el interior de
la clase obrera para darle conciencia de la forma superior que adopta la explotación
en esta última etapa de capitalismo y de la necesidad imperiosa de realizar la revo-
lución socialista.

Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista • 45


Este proletariado consciente constituirá el contenido material del polo negati-
vo de la esencia negativa. Su característica fundamental será que habrá echado fuera
de sí el contenido que aún conserva durante la primera aparición del capitalismo: el
agente de la revolución, el proletariado, habrá anulado su individualidad y será, en
la lucha, un ser eminentemente colectivo.
Este polo negativo de la esencia negativa, plenamente constituido como un
elemento que material y formalmente pertenece a la nueva organización social, de-
sarrolla la forma más alta de su negatividad y plantea la lucha frontal y decisiva
contra el polo positivo, es decir, contra la burguesía, para expulsar de la existencia al
régimen capitalista y hacer surgir plenamente el socialismo.
El socialismo, en su segunda aparición histórica, tendrá así una naturaleza
acabada, completa, será lo que es tanto formal como materialmente. No habrá en-
tonces ni la más remota posibilidad de regresar hacia el capitalismo: el socialismo se
implantará en toda la faz de la tierra y se abrirá entonces el anchuroso camino que
lleve a la humanidad al comunismo.
A la par con la aniquilación de la forma del socialismo marxista ocurrida en
los últimos años de la década del cincuenta del siglo XX, se originó la moderna revi-
sión de la teoría del marxismo leninismo.
El revisionismo moderno fue la ideología del capitalismo sui generis que se
estableció en los países de Europa oriental después de la caída, sancionada oficial-
mente por el XX Congreso del PCUS, en 1957, del socialismo formal.
Este revisionismo moderno continuó siendo la ideología del tipo de capita-
lismo existente en los países que se llamaban a sí mismos socialistas hasta que en el
otoño de 1989 fueron derrocados los gobiernos de esas naciones.
Con el “socialismo real” (una forma específica del capitalismo) se derrumbó
también su complemento ideológico que era el revisionismo. Este había sido decla-
rado oficialmente como la forma superior del marxismo-leninismo, por lo que su
derrota se consideraba también como la de esta teoría.
Los revolucionarios modernos tienen la obligación de desligar absolutamente
el marxismo-leninismo de esa caricatura suya que fue el revisionismo soviético, el
cual paladinamente se hacía pasar por una forma superior de esa doctrina, y desa-
rrollarlo creadoramente con la finalidad de aplicarlo a las condiciones actualmente
existentes.
La teoría marxista-leninista detuvo abruptamente su desenvolvimiento cuan-
do el socialismo marxista fue derrotado, inmediatamente después de la muerte de
Stalin; de ahí en adelante, hasta 1989, fue sometido a un proceso de metamorfosis
por el cual, debajo de la apariencia de la teoría revolucionaria, se fue deslizando un
contenido capitalista que desplazó finalmente la esencia de la teoría revolucionaria;
en su última fase de existencia, el revisionismo adquirió la forma que le correspon-
día, es decir, la de la ideología del sector II de la burguesía y de la pequeña burgue-
sía internacionales y sólo conservó el nombre (usurpándolo, por tanto) de la teoría
revolucionaria.
En vista de todo esto, para reivindicar el marxismo-leninismo es absoluta-
mente necesario hacer la crítica del revisionismo y llegar de esta manera a la esencia

46 • Capitalismo moderno y revolución


misma de las tesis revolucionarias; con este instrumento teórico en las manos, será
posible acometer la tarea histórica de elucidar la naturaleza de la fase actual del
desarrollo capitalista, en la cual se produjo el nacimiento, la declinación y muerte
del socialismo formal, y las características de la nueva etapa de existencia de ese
régimen social que se ha inaugurado con el desmoronamiento del “socialismo real”
en Europa del este, para, de esta manera, determinar la labor que corresponde a los
revolucionarios en el proceso de reinstauración del socialismo, ahora también en su
carácter material, en la sociedad humana.
Como un prerrequisito para este desenlace histórico es absolutamente nece-
sario reivindicar la teoría revolucionaria mediante su rescate de la asfixia por ese
cuerpo muerto que es el revisionismo, la vuelta a sus formulaciones originales y su
desarrollo creador de acuerdo con las nuevas condiciones de existencia del capita-
lismo.
Reivindicar la teoría revolucionaria requiere abordar el estudio de la consti-
tución de sus elementos fundamentales, clásicos.
En primer lugar, en necesario estudiar sus antecedentes en las explicaciones
que los mismos Marx y Engels hicieron en algunos de sus escritos y pasar más tarde
al análisis de las primeras formulaciones de esa teoría hechas por estos autores en
sus trabajos iniciales.
Posteriormente, se debe acometer el examen, en los textos de los teóricos de la
revolución, del concepto de “naturaleza humana”, porque este es el punto de apoyo
de la noción de la esencia del régimen de producción capitalista como la anulación
absoluta de la naturaleza específica del ser humano, la degeneración y descomposi-
ción de los procesos y órganos de los trabajadores.
El estudio concienzudo de la Lógica de Hegel, con un especial énfasis en la
doctrina de la esencia, ya que ahí se encuentra formulado de una manera precisa el
proceso de tránsito del ser determinado a su otro, del cual a fin de cuentas el paso
del capitalismo al socialismo no es sino un caso especial, es también una tarea ina-
plazable de los revolucionarios.
En la primera parte de este trabajo se intenta hacer una aportación a esa tarea
al abordarse el estudio de la constitución de los elementos fundamentales, clásicos,
de la teoría revolucionaria.
En primer lugar, se estudian sus antecedentes en las explicaciones que los
mismos Marx y Engels hicieron en La Sagrada Familia y en los Manuscritos económico-
filosóficos de 1844; después se pasa al estudio de las primeras formulaciones hechas
por Marx y Engels en: En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho, La cuestión judía,
La Ideología alemana, Crítica de la economía política, La sagrada Familia y Manuscritos
económico-filosóficos de 1844.
El cuerpo principal de esta primera parte del trabajo lo compone el estudio
sobre los Manuscritos económico-filosóficos...; de él se hace un resumen concentrado
que sirve de base para establecer una serie de hipótesis acerca del concepto marxista
de “naturaleza humana”, punto de apoyo éste, a su vez, del concepto de “esencia del
régimen de producción capitalista”.

Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista • 47


En los Manuscritos... da Marx la definición más completa y profunda de lo que
es la esencia del régimen de producción capitalista; de ahí entonces la importancia
que tiene un análisis detenido de los mismos.
La anulación absoluta de la naturaleza específica del ser humano, resultado
necesario del régimen de producción capitalista, queda suficientemente ilustrada
en el análisis que en el capítulo V de la segunda parte de este trabajo se hace de la
degeneración y descomposición de los procesos y órganos de los trabajadores.
En la parte segunda se reseña el proceso dialéctico del desarrollo del régimen
capitalista y de la teoría revolucionaria a través de las dos fases lógico-históricas del
desenvolvimiento de la esencia de esa formación económico-social.

48 • Capitalismo moderno y revolución


capítulo vi
EL RÉGIMEN DEL CAPITALISMO DE CONSUMO

Establecimiento de la “sociedad del bienestar”

Al término de la segunda guerra mundial conquistó el poder el sector II del capi-


talismo internacional, cuyo núcleo esencial estaba formado por la burguesía indus-
trial, principalmente la productora de bienes de consumo.
Desde el puesto de mando logrado, la burguesía del sector II inicia un proce-
so de encauzamiento de recursos hacia sus industrias, en forma preponderante hacia
las que producen bienes de consumo; se origina, por tanto, un crecimiento acelerado
de las mismas.
El mercado de bienes de consumo se abarrota de mercancías que deben ser
vendidas.
Una primera vía de desfogue de esa plétora de bienes de consumo es el ca-
pital variable (salarios) que las industrias que los producen lanzan a la circulación;
otra más la constituye el incremento en el salario y otras prestaciones que los obreros
obtienen como resultado de su lucha económico— política que ha sido promovida
y apoyada por el sector II de la economía internacional; una última es aquella que
nutre la plusvalía que se gasta como renta de los mismos capitalistas del sector II.
El único consumo que tiene aquí una connotación especial es el que se origina
en el incremento del nivel salarial y de prestaciones de los trabajadores; cuando se
rebasa la simple restitución de su capacidad productiva, los obreros son cebados
como los animales para que rindan un trabajo de mayor extensión e intensidad. De
esta manera, aumenta el volumen de la plusvalía que se apropian los capitalistas.
Este consumo tiene un efecto profundo sobre la fisiología de los trabajadores;
los órganos y procesos orgánicos por los cuales se asimilan los bienes son puestos a
funcionar mucho más allá de sus límites naturales-humanos, con lo que se acelera el
proceso preexistente de su descomposición y desgaste excesivo.
Por otro lado, el fortalecimiento de la constitución física de los trabajadores
y el mejoramiento en sus condiciones de vida que trae consigo el incremento del
consumo son punto de apoyo para un avance mayúsculo de la extensión e inten-
sificación del trabajo en el proceso productivo capitalista, lo que a fin de cuentas
resulta en un incremento sustancial del desgaste, descomposición y degeneración

El régimen del capitalismo de consumo • 49


de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en un poderoso impulso a
la anulación de su naturaleza humana.
La acumulación continúa creciendo a pasos agigantados en el sector II de
la economía internacional, nutrida por el aumento del monto de la plusvalía que
en esas industrias se produce y la realización de la misma a través del crecimiento
del consumo. Se establece así, en los países capitalistas desarrollados, la llamada
“sociedad del bienestar”. La constitución y consolidación de la denominada por sus
apologistas “sociedad del bienestar” se produce en el período comprendido entre la
terminación de la segunda guerra mundial y la década de los ochenta del siglo XX.

Nacimiento del capitalismo de consumo

A partir de aquí, la industria productora de bienes de consumo tiene una transfor-


mación radical. Empieza su desarrollo desenfrenado.
El volumen de mercancías que produce, y a las cuales debe darles salida,
aumenta exponencialmente y aún así le queda una gran capacidad financiera que
pugna por aplicarse a la ampliación de sus instalaciones o al desarrollo de nuevas
ramas productivas.
Para lograr la realización de esa ingente cantidad de bienes de consumo y la
apertura del mercado para su capacidad productiva potencial, primero tiene que
desarrollar algunos sectores estratégicos.
Constituye, como ramas específicas de su sector, las industrias del desarrollo
de productos, del mercadeo (mercadotecnia) y de la publicidad, cuya finalidad es
ampliar en una gran medida la diversidad de los bienes de consumo, presentarlos
persuasivamente a los consumidores y establecer los canales para su venta.
Igualmente, crea nuevas ramas productivas o desarrolla otras que en la fase
anterior vegetaban perdidas en el interior del aparato productivo. Tal es el caso de
las industrias del entretenimiento, arte, cultura, alcohol, drogas, turismo, belleza,
sexo, pornografía, prostitución, moda, deporte, salud, educación, comunicación, in-
formación, etcétera, las cuales proporcionan una amplísima variedad y una enorme
cantidad de bienes y servicios de consumo.
Da un gran impulso a las ramas tradicionales de la industria productora de
bienes duraderos y no duraderos de consumo, tales como las de alimentos, electro-
domésticos, artículos electrónicos, automóviles, viviendas, etcétera.
También se forma una rama específica de la banca que se dedica al financia-
miento del consumo masivo, a la par que el mismo capital comercial incursiona en
el terreno del crédito al consumo de sus mercancías.
Por otra parte, en las industrias productoras de medios de producción y de
tecnología se imponen una profunda transformación para adaptarlas a las necesida-
des imperiosas de las industrias productoras de bienes de consumo y la conversión
de la investigación tecnológica y científica en toda una industria, la industria del
conocimiento.

50 • Capitalismo moderno y revolución


La sociedad de consumo y el individuo

El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes de con-


sumo es el individuo consumidor.
En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de
constitución, desenvolvimiento y apoteosis, en el capitalismo, del individuo que es
la negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la esencia natural
del hombre. (Ver: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de
propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2009.)
En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la pro-
piedad privada plena sobre sí mismo.
Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios que
el moderno capitalismo de consumo le pone delante.
En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo de
satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformaciones que en su
fisiología y en su psique produce la propiedad privada; el trabajador, excitado por
esa monstruosa acumulación de cosas, procede, bajo su propia dirección, a mani-
pular su sensoreidad para desarrollar nuevos procesos orgánicos —fisiológicos y
psíquicos— (necesidades y su satisfacción) que correspondan a la plétora de bienes
que la sociedad de consumo seductoramente le presenta.
Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específicas:
• En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfacción-satis-
facción, que primitivamente funcionaba para la integración de la corporeidad
del individuo mediante la satisfacción de sus necesidades, por el de displacer-
placer. La necesidad no tiene ya ningún nexo con la constitución, conservación
o reconstitución biológica del individuo, pues sólo es un medio para desarrollar
una sensación exacerbada de insatisfacción que debe ser apaciguada con una
sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del objeto.
• Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el
funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implica-
dos y, por tanto, el desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los
que residen.
• Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y
los órganos involucrados se traducen necesariamente en su descomposición
irreversible.
• La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el descoyunta-
miento de los mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo autónomo
de sus elementos.
• La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de
satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud
de situaciones de insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran
una sola sensación magnificada de insatisfacción (displacer) que crece des-
mesuradamente, tanto con su parcial aplacamiento por la satisfacción de una

El régimen del capitalismo de consumo • 51


necesidad aislada, lo que sólo es el punto de apoyo para una necesidad mayor,
como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o una gran parte de las
necesidades.
• La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de
las mercancías que produce sean consumidas por el individuo; éste ejerce,
por tanto, una infinidad de acciones de satisfacción enardecida por las cuales
asimila los objetos exteriores. Las acciones mencionadas se consolidan en una
sola situación interminable de satisfacción exaltada, de goce placentero.
• Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad
del individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de
insatisfacción y una satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así
sucesivamente.
• El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de
insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacer-placer)
que proporciona un gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su
organismo.
• El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza francamente libidinal,
lo mismo que los individuos que los consumen.
• El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo de orgas-
mo colectivo sin solución de continuidad, que es el clímax de una excitación
displacentera igualmente permanente.
• El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos orgánicos
y órganos que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea la
sociedad de consumo llevan a su culminación el movimiento de la propiedad
privada por el que se produce la anulación de las características biológicas de
la especie y con ello la de la esencia natural del hombre.
• Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través del cual
se satisfacen todas las necesidades de los individuos en la sociedad capita-
lista moderna, incluidas las necesidades elementales por medio de las que
se conserva y reconstituye la corporeidad de los trabajadores. Esto quiere
decir que los obreros que se encuentran en los niveles salariales más bajos y
los que forman el ejército industrial de reserva, así como los grupos sociales
marginales —los migrantes y las minorías étnicas en los países desarrollados,
los indios americanos, las tribus africanas, etcétera—, están sujetos, aún en
la satisfacción de sus reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese
dispositivo destructor de la naturaleza humana que es la forma específica
desarrollada por la sociedad de consumo de determinación y satisfacción de
las necesidades individuales.

En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mundo de bie-


nes de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el mecanismo de colmar la
necesidad inducida, el cual se basa en la exacerbación de las sensaciones correspon-
dientes de satisfacción e insatisfacción. Pudimos apreciar las funciones que desem-
peñan la burguesía y el proletariado: aquella aguijonea el apetito de los trabajadores

52 • Capitalismo moderno y revolución


y éstos especulan con sus procesos orgánicos para excitar su sensoreidad. Cuando
esta relación llega a su apogeo, engendra otra que tiene un contenido más radical.
El régimen capitalista ofrece como bienes de consumo y los individuos trabajadores
las asimilan como tales, sustancias que producen directamente, en el sistema ner-
vioso, mediante reacciones bioquímicas, las exacerbadas sensaciones de satisfacción
e insatisfacción. Lo característico es que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina,
cocaína, opio, anfetamina o speed, seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y ha-
chís), inhalantes, etcétera) no impresionan primero, como los otros bienes de con-
sumo, ni los sentidos ni la psique de los sujetos, sino que actúan inmediatamente,
como tales sustancias, en los centros nerviosos, en donde provocan la excitación de
las sensaciones.
Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce necesariamente
en un mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos orgánicos de los
trabajadores, en una aniquilación más contundente de su naturaleza humana.
Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas formas
del consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesariamente al con-
sumo masivo de narcóticos, y éste es, por su parte, soporte, apoyo y generador del
consumo masivo de mercancías.
La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es una
rama necesaria y legítima del régimen capitalista moderno.

El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada

El capitalismo de consumo somete a los trabajadores a una forma de esclavitud que


se añade a la esclavitud originaria por la cual los obreros están sujetos con cadenas
indestructibles al capital porque para poder vivir tienen forzosamente que vender
su fuerza de trabajo a los capitalistas.
La sujeción a que somete el capitalismo de consumo a los trabajadores tiene
dos aspectos.
En el primero de ellos se trata de la acción por la cual los capitalistas y su
cohorte de ideólogos, artistas, propagandistas, publicistas, diseñadores, etcétera,
presentan a los trabajadores las mercancías de consumo con una carga abrumado-
ramente libidinal (no necesariamente erótica), que suscita en ellos un deseo enarde-
cido de consumirlas, una compulsión absolutamente incontrolable. Para satisfacer
esa exaltada necesidad deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, pues
sólo así obtendrán los medios necesarios para adquirir los bienes que apaciguarán
su excitada sensoreidad.
En el segundo aspecto, el capital bancario y el capital comercial crean una
nueva rama de negocios que tiene por objeto financiar el consumo de los trabajado-
res, el crédito al consumo.
El adelanto de medios de pago a los obreros para que se procuren un sinfín
de satisfactores, por un lado constituye una atadura de por vida del trabajador al
capital bancario y comercial (en la reciente crisis financiera internacional se puso

El régimen del capitalismo de consumo • 53


al desnudo que, por ejemplo en Estados Unidos, los bancos concedieron créditos hi-
potecarios a pagar hasta en 40 años, con lo cual del inmueble únicamente se transmi-
te en realidad un usufructo precario y la propiedad sólo excepcionalmente, cuando
el trabajador, ya en edad provecta, termina de hacer sus pagos) y por otro, repre-
senta un reforzamiento de la sumisión originaria que ejerce el capital en el proceso
productivo, pues el trabajador, para cumplir con los inagotables compromisos que
asume con la banca y el comercio, no tiene más opciones que trabajar continuamente
para los capitalistas y obtener más ingresos mediante la extensión y la intensifica-
ción del trabajo, lo que a su vez hace aumentar la plusvalía que los obreros producen
y que el capital se apropia sin retribución; igualmente, la extensión e intensificación
del trabajo que esta situación trae consigo tiene como efecto un incremento en gran
medida de la depauperación de los trabajadores.
El capital bancario y el capital comercial, en esta su nueva faceta, perfeccio-
nan hasta el virtuosismo una doble actitud: por un lado, halagan persuasivamente
al individuo trabajador para lograr que se incorpore a la “modernidad” mediante
la adquisición indiscriminada de múltiples créditos al consumo, y por el otro, lo
someten a vejaciones, abusos, hostigamiento, molestias, violencia moral, cargos por
moratoria y por gastos de cobranza, etcétera, con el fin de obligarlo a hacer sus pa-
gos oportunamente y, por último, cuando, lo que es muy común, no puede seguir
cubriéndolos, lo despojan sin contemplaciones del bien objeto del crédito y de la
parte de su patrimonio que sea suficiente para saldar una deuda que para entonces
ya ha alcanzado montos colosales.
Los trabajadores se ven entonces sujetos a los efectos devastadores en sus
cuerpos y sus mentes de dos sentimientos contradictorios: por un lado, la euforia
que el consumo facilitado por el crédito les provoca, y por el otro, la angustia que
los aflige ante el peligro que sobre ellos se cierne de ser despojados de su patrimonio
si no se realizan los pagos pactados y la severa depresión en que se hunden cuando
esa amenaza se cumple.

El capitalismo de consumo y la explotación del trabajador

La explotación del trabajador completa, en la sociedad capitalista de consumo, la


totalidad de su naturaleza.
Es, en primera instancia, la explotación que realiza el capital productivo en
el proceso capitalista de producción y que se caracteriza por la absorción de trabajo
excedente de los obreros por el capital; es, en segundo término, la que efectúan el
capital comercial y el capital bancario a través de la realización masiva de los bienes
de consumo y que en los parágrafos anteriores acabamos de detallar.
El consumo es, en la moderna sociedad capitalista, el eslabón que cierra cons-
trictivamente la cadena de la explotación de los trabajadores por el capital.
En el proceso productivo, a través de las formas de producción de plusvalía
(absoluta y relativa) y de la acumulación de capital, y en el consumo masivo, por
medio de la exacerbación de las necesidades individuales, la depauperación de los

54 • Capitalismo moderno y revolución


trabajadores se sitúa en su nivel más alto que consiste en el desgaste desmedido y la
descomposición absoluta de todos sus órganos y procesos orgánicos, la disolución
definitiva de la colectividad y el establecimiento categórico del individuo como pro-
pietario privado de sí mismo; esto es, la miseria que se caracteriza por la absoluta
anulación de la naturaleza esencial de la especie humana.
La producción y el consumo se engendran mutuamente; en esta recíproca
procreación dan lugar a un progresivo y acelerado agravamiento de la depaupera-
ción de los trabajadores.

El capitalismo de consumo y la producción de mercancías

Los bienes y servicios de consumo que se producen en la sociedad capitalista moder-


na son mercancías; con esta naturaleza poseen todas las características generales que
Marx descubrió mediante el análisis que de ellas hizo en el primer tomo de El Capital.
En su inmensa mayoría son producto de la actividad desarrollada por traba-
jadores asalariados al servicio de empresarios capitalistas, es decir, el resultado de
procesos de producción capitalistas.
Son, por tanto, sustantivaciones de fuerza de trabajo extraída a los obreros
en la actividad productiva que tiene como núcleo fundamental la anulación de las
características humanas de los trabajadores; esa sustantivación de valor que les es
ajena y causa de su deshumanización, al ser empleada como medio de consumo es,
también, con ese carácter, agente de la anulación de la esencia natural-humana de
los obreros.
Por lo que hace al consumo, no hay una diferencia fundamental entre bienes
y servicios; ambas formas que adoptan las mercancías en el régimen capitalista tie-
nen las características esenciales que ya hemos puesto de relieve en todo lo anterior.

La “sociedad del bienestar” y la sociedad de consumo

En las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX, la intelectualidad pequeño
burguesa abordó teóricamente la naturaleza de la “sociedad del bienestar”.
Herbert Marcuse fue quien llevó hasta sus últimas consecuencias, desde el
punto de vista de la pequeña burguesía, la crítica de la “sociedad industrial”.
Marcuse reivindica, frente a la vulneración de la individualidad que la “socie-
dad industrial” perpetra (la “administración total” del individuo por el “aparato de
dominación”), la irrestricta libertad del individuo para determinar sus necesidades
y los satisfactores de las mismas.
La pequeña burguesía, cuyo teórico por excelencia es Marcuse, inicia una ba-
talla en contra de la burguesía con el propósito de derribar los diques que la moral
burguesa impone a la erección definitiva del principio del placer como el contenido
fundamental del mecanismo de determinación y satisfacción de las necesidades del
individuo.

El régimen del capitalismo de consumo • 55


No es una mera coincidencia que la insurrección pequeño burguesa tenga
como su núcleo fundamental la “liberación sexual”, es decir, el dar libre curso a los
apetitos sexuales, aún los más perversos y repulsivos, a los cuales se dota de abso-
luta legitimidad. La liberalización de la sexualidad es el punto de partida para que
la fisiología y la sensoreidad de los individuos se desinhiban totalmente y puedan
desarrollar una capacidad prácticamente ilimitada de generar procesos psíquicosen-
soriales de necesidad exacerbada y satisfacción placentera, que es precisamente lo
que la “sociedad de consumo” requiere.
Como vemos, la pequeña burguesía, con su propuesta de la “nueva sensibili-
dad”, lo que realmente está haciendo es abonar el terreno para el establecimiento de
la “sociedad de consumo”, el sucesor lógico-histórico de la “sociedad del bienestar”.
La psique, la fisiología y la sensoreidad de los individuos han sido dotadas, por la
acción de la pequeña burguesía, de un carácter eminentemente libidinal, conforme
al cual funcionan desmesurada y desarticuladamente en atención al exclusivo pro-
pósito de producir placer, y no uno cualquiera, sino un magno placer exacerbado, en
la asimilación de las mercancías que produce la sociedad de consumo.
Lo que la pequeña burguesía propone como una “sociedad humana”, el desa-
rrollo desenfrenado del individuo, no es otra cosa que la forma superior que adop-
ta el régimen de producción capitalista, en donde el individuo conquista el estatus
superior de propietario privado de su corporeidad, a la que somete a la tortura de
la producción y el consumo capitalistas, con lo que da cima al proceso de desgaste,
descomposición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos y a la anula-
ción de su naturaleza humana (colectiva).
La pequeña burguesía desplegó su actividad contestataria en varios aspectos.
La “nueva izquierda” fue una corriente filosófica que, tras la muerte de Stalin
se propuso, además de desacreditar el marxismo-leninismo, hacer la crítica de la
“sociedad industrial” y proponer la alternativa a la misma que, como ya vimos en lo
que antecede, es una sociedad en donde se forja una “nueva sensibilidad” cuyo cen-
tro es el individuo como tal. Esta corriente amplió, desde el punto de vista “filosófi-
co”, el cuerpo de la ideología burguesa, a la que incorporó la noción de la excelsitud
del individuo como consumidor.
También a los terrenos del arte y la cultura extendió la pequeña burguesía
su labor impugnatoria de la “sociedad industrial”. La literatura, el teatro, el cine, la
música, etcétera, adquirieron un carácter de reclamo y protesta que al mismo tiempo
era una exaltación de la “nueva sensibilidad” del “hombre nuevo” y, desde luego,
de la “nueva sociedad”.
A la par que a su ideología y a la “contestation” artística y cultural, la pequeña
burguesía dio vida a sus propias formas de lucha: por la libertad sexual, el amor y la
paz, la igualdad de género, contra la discriminación sexual, racial o económica, por
la defensa del ambiente, etcétera.
La ideología de la pequeña burguesía se extendió hacia todas las capas de la
población. El proletariado recibió también esta influencia e hizo suyos los postula-
dos y las formas de lucha de esa clase social.

56 • Capitalismo moderno y revolución


En la “sociedad del bienestar”, la burguesía industrial, o burguesía liberal, o
burguesía “no monopolista”, había logrado que la clase obrera asumiera su ideolo-
gía y se organizase con la finalidad de luchar, dentro de los marcos de la sociedad
burguesa, por el mejoramiento de sus condiciones laborales y de vida; es decir, que
había proporcionado al proletariado una ideología y una organización burguesas.
Al mismo tiempo, los partidos obreros de masas, alejados ya definitivamente
del marxismo-leninismo aquellos que lo profesaban casi sólo de nombre, evolucio-
naron hacia la derecha en el espectro político, adoptaron todos posiciones cada vez
más burguesas y vaciaron su contenido proletario para convertirse en partidos de la
pequeña burguesía.
Al inaugurarse la “sociedad de consumo”, en la década de los años 80 del
siglo pasado, el movimiento obrero ha desaparecido literalmente y los antiguos par-
tidos obreros han dejado de serlo y son ahora partidos pequeño burgueses diluidos
en la oposición legal; para efectos prácticos, al inicio del siglo XXI ni el movimiento
obrero ni los partidos obreros de masas tienen ya existencia.
La clase obrera moderna, privada de su ideología (la que naturalmente le
pertenece: el marxismo-leninismo), de sus partidos y de su organización, dotada
con una ideología y una organización burguesas, recibe el embate de la pequeña
burguesía; ésta inyecta su ideología y sus formas de lucha específicas a la clase de
los trabajadores, las que se sobreponen a las que antes había introducido la burgue-
sía y las refuerza. Los trabajadores tienen en la actualidad una conciencia burguesa
perfeccionada por las contribuciones de la ideología de la pequeña burguesía, las
cuales poseen una base firmemente asentada en la fisiología y en la psicología de
los individuos, están organizados de acuerdo con los patrones determinados por la
burguesía y la pequeña burguesía y desarrollan una lucha fundamentalmente por
reivindicaciones burguesas y pequeño burguesas y con los métodos característicos
de la burguesía y la pequeña burguesía.

El régimen del capitalismo de consumo • 57


capítulo vii
LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA
EN EL CAPITALISMO DE CONSUMO

La maquinización de la producción en la sociedad de consumo

La producción de las mercancías de consumo se realiza en su totalidad con métodos


capitalistas.
Las formas capitalistas de producción, dentro de las cuales se producen tam-
bién los bienes y servicios de consumo, han tenido en la sociedad de consumo, en
general, un desarrollo ascendente, tanto en su carácter de formas de aniquilación de
la naturaleza humana de los trabajadores como en el de progenitoras de los elemen-
tos de la reapropiación de esa naturaleza sobre la alta base de la socialización de la
producción.
La racionalización y maquinización de la producción han ido en aumento.

La cibernética

La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un impresionante


desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo de los sistemas y
los mecanismos productivos, en el que ha obtenido los siguientes resultados:
a) En primer lugar, ha permitido que la vigilancia, el control, la comunicación y
la retroalimentación de los sistemas y mecanismos que todavía se realizan ma-
nualmente por los trabajadores se puedan ejecutar con una mayor racionalidad,
coordinación, organización y velocidad y que, por ende, tengan una productividad
más alta;
b) en segundo término, ha sido la base para un perfeccionamiento de los sistemas y
los mecanismos existentes, con lo cual dota a sus procesos de una productividad
más elevada;
c) en tercer lugar, ha sido el punto de apoyo para el desarrollo de nuevos sistemas
y mecanismos que incorporan los principios cibernéticos más adelantados de
control, retroalimentación, racionalidad, comunicación, coordinación y organi-
zación y que son por tanto mucho más productivos;
d) y en último lugar, pero de la mayor importancia, ha sido el acicate fundamental
para la maquinización de las funciones de racionalización, coordinación, comu-

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 59


nicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y
mecanismos, es decir, para la invención y desarrollo de la máquina de máquinas,
la computadora;
e) la máquina cibernética por excelencia, la computadora, ha hecho posible la au-
tomatización más decisiva de los sistemas, procesos y máquinas.

La computación es la disciplina que estudia y desarrolla los programas y las fun-


ciones que por medio de ellos realiza la computadora, el mecanismo específico que
tiene como objeto la racionalización, coordinación, comunicación, organización, vi-
gilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos productivos. Su
desenvolvimiento, impulsado por el de la cibernética, induce a su vez el de ésta; am-
bas se dan un mutuo empuje ascendente. A su vez, las dos estimulan la construcción
de máquinas cibernéticas cada vez más poderosas, las cuales son un gran incentivo
para un desarrollo más vasto de la cibernética y la computación.
Pero la cibernética no reduce su campo de acción a los sistemas y mecanismos
productivos, sino que lo extiende hasta los sistemas, procesos y mecanismos de la
circulación de las mercancías, de la circulación del capital, del consumo, etcétera,
a los cuales somete a sus principios, que cada vez más son funciones de máquinas
(computadoras) que se perfeccionan aceleradamente.
En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran en
toda su extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas magistral-
mente en el tomo primero de El Capital. (Ver: Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la
Economía Política, Tomo I, Capítulo XIII, “Maquinaria y gran industria”, Versión del
alemán por Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires,
1964 y, también: Robledo Esparza, Gabriel, El desarrollo del capitalismo mexicano, Ca-
pítulo IV, “La producción de plusvalía relativa”, Biblioteca Marxista, Sísifo Edicio-
nes, 2007)
Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas son
obreros asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de trabajo y ne-
cesariamente deben venderla al capitalista, quien es el propietario privado de los
medios e instrumentos de producción (en este caso de los métodos y las máquinas
cibernéticas) para obtener un salario que les permita adquirir los medios de sub-
sistencia. Es decir, que se mantiene y se fortifica la relación de esclavizamiento del
trabajo asalariado por el capital.
Los productos del trabajo cibernético son mercancías; son materializaciones
de la fuerza de trabajo de los obreros cuyo valor se mide, como el de cualquier otra
mercancía, por la cantidad de fuerza de trabajo empleada en su producción y ésta, a
su vez, por el gasto de músculos, nervios, cerebro, etcétera, de los trabajadores.
Las mercancías producidas con los métodos cibernéticos son bienes o servi-
cios materiales que han resultado de una relación material (física y/o mental) de los
proletarios (individuos materiales) con los medios e instrumentos de producción
(objetos materiales).
(El “trabajo inmaterial” es una estulta invención de la intelectualidad peque-
ño burguesa; si seguimos su absurda línea de argumentación, tenemos que el “tra-

60 • Capitalismo moderno y revolución


bajo inmaterial”, cuando actúa sobre medios e instrumentos de producción también
“inmateriales”, produce bienes “inmateriales”, es decir, la nada, que al actuar sobre
la nada genera la nada. ¡No cabe duda que la intelectualidad pequeño burguesa ha
conquistado el puesto más alto de la indigencia mental, de la cual, por otro lado, ya
habían dado un revelador adelanto, en la segunda mitad del siglo pasado, la “nueva
izquierda” y el marcusianismo!)
Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccionamien-
to de los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la circulación de
las mercancías y del capital y del consumo son, en principio, formas de producción
de plusvalía relativa empleadas por el capital para incrementar sus ganancias. Por
medio de ellas, al hacer crecer la productividad, se reduce el tiempo de trabajo nece-
sario de los trabajadores y se amplía el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo,
se dilata el volumen del plusvalor que se apropian los capitalistas sin retribución.
También, son medios de elevar la productividad en aquellos sectores en los que no
se produce plusvalía, como el comercio y la banca, y en los que, por tanto, cualquier
aumento del rendimiento del trabajo se traduce en costos menores que en la misma
medida hacen mayor la masa de la plusvalía producida por el capital productivo
que los capitalistas de las ramas económicas improductivas se apropian. Igualmen-
te, son métodos para acelerar el consumo y, en consecuencia, de engrosar el volu-
men de la plusvalía que los capitalistas de este sector obtienen con la realización de
sus mercancías.
Las funciones cibernéticas que se perfeccionan y se incorporan a una máqui-
na fueron originariamente capacidades de los trabajadores; posteriormente, el capi-
tal se las sustrajo y las convirtió en atributos de la máquina y con ello de sí mismo;
con esto el trabajo del obrero ha alcanzado un grado mayor de abstracción y sus
capacidades individuales se han acumulado en el instrumento socializado que es
ahora propiedad del capital.
El perfeccionamiento constante de los métodos y las máquina cibernéticas
hace obligatoria la adaptación de la fisiología de los trabajadores (esto incluye la
capacitación que debe dárseles sobre las modernas tecnologías) a los sistemas, pro-
cesos y máquinas, que son los que tienen ahora a los obreros como una extensión
suya y los someten a las exigencias imperiosas (funcionamiento constantemente ace-
lerado) que les impone la necesidad del capital de producir y acumular plusvalía en
volúmenes cada vez mayores.
El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las má-
quinas cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al trabajo capi-
talista: se realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral de los capitalistas,
tiene como base la separación absoluta entre trabajo y capital, implica la producción,
con los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa, de cantidades ince-
santemente incrementadas de plusvalía, de trabajo obrero no remunerado; “todos
los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se
realizan a expensas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarro-
llo de la producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del
productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 61


a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el
contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso del trabajo en la
medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrom-
pen las condiciones en las cuales trabajan; los someten, durante la ejecución de su
trabajo al despotismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de
su vida en horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora
del capital… Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el por lo con-
trario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, es acumulación
de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y
degradación moral.”1
La plusvalía que los capitalistas obtienen del trabajo asalariado que utiliza los
métodos y las máquinas cibernéticas, en la parte que no es gastado como renta, se
acumula y es utilizado para ampliar la producción, es decir, contratar más obreros
y comprar tecnología y máquinas o para, sin aumentar el número de trabajadores,
adquirir medios e instrumentos de producción más modernos; la masa de plusvalía
que se produce y que hacen suya los capitalistas agranda su monto en una medida
enorme.
Los gigantescos volúmenes de plusvalía que se producen mediante el trabajo
que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas se acumulan y se reinicia el ciclo
en una escala ampliada; con esto se fortalecen la violencia del capital sobre el trabajo
y el esclavizamiento de éste a aquel, se ahonda la separación de ambos, se incremen-
tan la explotación y la mutilación del obrero, se ratifica su condición de apéndice de
la máquina y se priva de una manera más decisiva de contenido al trabajo, que así
adelanta un paso más en su proceso de abstracción.
Los obreros de estos sectores productivos se ven sujetos también a los proce-
sos cíclicos del capital, por los cuales éste atrae y repele alternativamente obreros en
cantidades masivas, de acuerdo con sus necesidades de acumulación y las condicio-
nes impredecibles del mercado; de esta manera, tan pronto los llama a la órbita de la
producción, en donde sufren por fuerza todas los males del trabajo capitalista, como
los rechaza de la misma y los lanza a una situación de espantosa miseria, de hambre,
enfermedades y muerte.
Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético producen
necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los órganos
y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen férreamente su
individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la naturaleza humana de los
trabajadores, se anula su esencia natural humana.
Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural
humana de los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de la re-
constitución de la misma sobre una base más alta.
En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido abso-
lutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee ningún

1
Marx, Carlos, El Capital, t. I, Versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica,
México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1964, pp. 546-547.

62 • Capitalismo moderno y revolución


instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada, únicamente la
capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un simple apéndice del
instrumento maquinizado capitalista. En la medida en que la fuerza de trabajo cobra
mayor abstracción sólo puede funcionar como trabajo cooperativo, cada vez más
socializado
En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo
se separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de
los capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se
constituye como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible
utilizar mediante el trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha
transformado en un instrumento colectivo.
Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la socialización
que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los trabaja-
dores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de la acu-
mulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo de la
especie para la transformación de la naturaleza que detentan en propiedad privada
los capitalistas.
El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores
atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las
capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana,
pero al mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior,
el socialismo, en el cual el proletariado, como fuerza colectiva de trabajo, ha de rei-
vindicar la propiedad del instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la
naturaleza humana de los trabajadores.

La informática

A la par con la cibernética, e íntimamente ligada con ella, en los últimos tiempos ha
tenido un desarrollo mayúsculo la disciplina denominada informática.
El perfeccionamiento de los sistemas, procesos y máquinas productivas, así
como el establecimiento y mejoramiento constante de métodos y máquinas de con-
trol, comunicación, coordinación, retroalimentación, etcétera, han requerido la uti-
lización de cantidades muy voluminosas de datos referentes a los elementos de que
cada uno de ellos está constituido.
Lo primero con lo que nos encontramos es con la generación masiva de datos
acerca de la naturaleza, comportamiento, relación mutua, etcétera de cada uno de
esos elementos. Estos datos deben ser tomados de su fuente, concentrados, almace-
nados, clasificados, organizados, etcétera.
Posteriormente, estos datos tienen que ser gestionados, es decir, solicitados
y enviados al solicitante, en donde serán utilizados para el funcionamiento, con-
trol, coordinación, retroalimentación, etcétera de sistemas, procesos y máquinas; por
último, son remitidos, con la connotación que el proceso les haya dado, de nuevo al
punto de almacenamiento.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 63


Todas las funciones informáticas, que aquí hemos apenas sí delineado, se rea-
lizan primeramente por medios manuales y mecánicos. Más tarde, se convierten
en tareas que realizan máquinas y sistemas de maquinaria muy complejos que tie-
nen como base las máquinas de cómputo. La capacidad de almacenamiento y de
gestión de la información es en la actualidad realmente gigantesca.
El trabajo informático, al igual que el cibernético, es trabajo típicamente ca-
pitalista y tiene, por lo tanto, las características que en éste descubrieron Marx y sus
continuadores y las cuales acabamos de desarrollar en párrafos anteriores.

La comunicación

De la mano con la cibernética y la informática cobró un impulso superlativo la lla-


mada “ciencia de la comunicación”.
En todos los sistemas, procesos y máquinas productivas y en todos los siste-
mas, procesos y máquinas de control, coordinación, comunicación, retroalimenta-
ción, etcétera, se dan relaciones de acción y reacción recíprocas entre ellos, entre los
elementos que los componen, entre todos los anteriores y los elementos subjetivos
(propietarios capitalistas, trabajadores productivos y consumidores) y entre éstos
últimos mismos.
Esas relaciones se establecen a través de la comunicación, es decir, del proce-
so en el cual un emisor envía por un medio específico y utilizando un código deter-
minado un mensaje al receptor y éste lo recibe y tiene una reacción que puede ser
una acción determinada que contenga también una comunicación de respuesta, con
lo que se origina el mismo movimiento en sentido inverso, es decir, partiendo del
receptor que ahora es emisor, y así sucesivamente.
La creciente complejidad que los sistemas, procesos y máquinas adquieren en
la fase superior del capitalismo genera una gran cantidad de datos que deben fluir
en el interior de cada uno y entre ellos mismos, en ambos sentidos a la vez, y a una
vertiginosa velocidad; se imponen entonces el análisis exhaustivo de los procesos de
comunicación, su desarrollo y perfeccionamiento y la maquinización de los mismos.
Aquí también la máquina por excelencia es la computadora.
El trabajo de comunicación, lo mismo que el cibernético y el de informática,
es trabajo capitalista y posee las mismas características que ya pusimos de relieve
anteriormente.

Las redes como sistemas de maquinaria

En este punto, el elevado desarrollo, íntimamente interrelacionado, de la cibernética,


la informática y la comunicación, da origen a las redes compuestas por servidores,
terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que son verda-
deros sistemas de maquinaria.

64 • Capitalismo moderno y revolución


Este desenvolvimiento remata en la constitución de lo que es el primer siste-
ma de maquinaria global, la Web, que virtualmente comprende todos los sistemas de
maquinaria parciales, o sea, todos los servidores, terminales, estaciones de trabajo,
computadoras personales, etcétera, del mundo y que es operada por un obrero co-
lectivo de naturaleza global.
La Web necesita para su cabal funcionamiento de un medio de comunicación
global, lo que a su vez entraña el desarrollo de la industria de las telecomunicacio-
nes.
Como sustento de la Web se establece una infraestructura formada por una
red global de medios de comunicación cuyas funciones son en su totalidad maquini-
zadas. Este sistema de telecomunicaciones es un sistema global de maquinaria cuyo
objeto es, entre otros, la comunicación entre los sistemas de maquinaria que integran
la Web y que también es manejada por un obrero colectivo de carácter global.
Con la “red de redes” y la infraestructura que la sostiene, se ha alcanzado la
consolidación mundial de un instrumento como un sistema global de maquinaria;
en la fase superior del régimen capitalista se producen ya, de manera palpable, los
elementos del régimen que ha de sucederlo, del socialismo: enormes sistemas de
maquinaria, en el caso de la Web y de la infraestructura de comunicación ya de na-
turaleza global, y los obreros colectivos, también de naturaleza global, que son el
germen de la unidad productiva global, esto es, de un sistema de maquinaria único a
nivel mundial que debe constituir el instrumento colectivo del obrero colectivo que
será la especie humana. (consultar Gabriel Robledo Esparza, Proceso de individuación
en el régimen de propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca
Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, pp. 149-153).

La sociedad de consumo y la ciencia y la tecnología

El frenético desarrollo que la racionalización y maquinización de la producción y del


consumo tienen en la sociedad de consumo trae consigo un portentoso desenvolvi-
miento de la ciencia y la tecnología.
Las disciplinas científicas tradicionales se enriquecen con avances impulsa-
dos por la cibernética, la informática, la comunicación, la computación, la automa-
tización, la robótica, etcétera. Notables progresos se dan en ramas como la lógica,
las matemáticas, la estadística, la electrónica, la nanotecnología, la biotecnología,
etcétera.
Lo que caracteriza a la ciencia en esta fase del régimen capitalista es que ha
dejado atrás todos sus prejuicios y se presenta como una actividad industrial más.
De esta manera, sus productos son mercancías y el proceso de producción es típica-
mente capitalista, es decir, se basa en la relación del trabajo asalariado y el capital y
su fundamento es la producción maquinizada con las implicaciones que este hecho
tiene y que en las páginas anteriores hemos mostrado.
El trabajo científico, al igual que el cibernético, informático, etcétera, posee to-
das las particularidades que Marx y los marxistas le atribuyen al trabajo capitalista.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 65


La ciencia goza de un halo de neutralidad. No importa cómo se obtengan los
conocimientos científicos, el prejuicio al uso los considera como “benéficos para la
humanidad” y, a pesar de sus aplicaciones perniciosas que pueden llegar incluso al
genocidio, las coloca al parejo que e incluso sobre los grandes descubrimientos cientí-
ficos de los siglos anteriores al siglo XX.
La labor científica es también una labor del capital; los científicos son, en la
actualidad en su gran mayoría, trabajadores asalariados al servicio del capital.
La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un
sector de la realidad, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, biológicos,
etcétera, con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las instancias in-
feriores.
Esa imagen mental pertenece al capital y es instrumento de explotación del
trabajo asalariado, pues, como ya veíamos, todos los adelantos de la ciencia moder-
na sirven para el perfeccionamiento de los métodos y las máquinas cibernéticas, de
los procesos y mecanismos de la información, la comunicación, la automatización,
etcétera, y todos ellos son empleados por los capitalistas para extraer mayores can-
tidades de plusvalía a los trabajadores y de esa manera someterlos al proceso de
degeneración y anulación de las características de su esencia natural.
La ciencia es, por tanto, un elemento decisivo de la anulación de la naturaleza
esencial de los trabajadores que el régimen de producción capitalista origina nece-
sariamente.
El trabajo científico, conforme se consolida su carácter de trabajo asalariado
y se realiza en mayor medida por medio de máquinas de investigación, experimen-
tación, etcétera, se convierte en trabajo de una abstracción creciente, que sólo puede
ser ejecutado por el obrero colectivo, es decir, por los obreros individuales que tra-
bajan en cooperación.
Al mismo tiempo, al evolucionar la maquinización del trabajo científico y ma-
terializarse en sistemas cada vez más grandes de maquinaria, tiende a convertirse
también en un sistema global de maquinaria (como la Web y las telecomunicaciones)
que es puesto en funcionamiento por un obrero colectivo que tiene cada vez más
un carácter global; instrumento maquinizado global y obrero colectivo global, son
elementos germinales del régimen socialista en que fatalmente se ha de transformar
el régimen capitalista moderno.2

La nueva división internacional del trabajo

El superlativo desarrollo de la industria productora de bienes y servicios de consu-


mo que se registró a partir de la década de los 80 del siglo pasado fomentó el esta-
blecimiento de una nueva división internacional del trabajo.

2
Ver: National Science Board. 2004. Science and Engineering Indicators 2004. Two volumes. Arlington,
VA: National Science Foundation (volume 1, NSB 04-1; volume 2, NSB 04-1A). http://www.nsf.gov/
statistics/seind04/c6/c6s5.htm

66 • Capitalismo moderno y revolución


En los países altamente desarrollados se produjo un cambio radical en su
estructura industrial; su antigua planta productiva se transformó para adaptarse a
las exigencias de la sociedad de consumo: con base en una modernísima tecnología,
cuyo núcleo son, como hemos visto, los adelantos de la cibernética y otras ramas
afines, la producción de medios de producción destinados a la industria de bienes
de consumo y a la misma industria productora de bienes de producción recibió un
impulso poderosísimo; la ciencia y la tecnología tuvieron un imponente adelanto
que las condujo hasta niveles sorprendentes; la producción de bienes de consumo
extremadamente sofisticados recibió un fortísimo empuje.
Las empresas comerciales tuvieron también un cambio sustancial con el fin
de adecuarse a las nuevas circunstancias del consumo masivo y en una significativa
metamorfosis las empresas bancarias y financieras crearon nuevos y más comple-
jos mecanismos crediticios, como los créditos al consumo masivo, para financiar la
transformación industrial, comercial y de consumo emprendida.
Los países altamente desarrollados se especializaron en todas las nuevas fun-
ciones que hemos reseñado y al mismo tiempo promovieron en los países menos de-
sarrollados la producción para la exportación de todas aquellas manufacturas, prin-
cipalmente las de consumo, que antiguamente producía la industria metropolitana.
La industria de los países de menor desarrollo experimentó también un cam-
bio significativo: se convirtió en productora de manufacturas, una gran parte de las
cuales son bienes de consumo, destinadas al mercado metropolitano, para lo cual
realizó una conversión industrial que anulaba el anterior modelo de sustitución de
importaciones.
También estos países se especializan en estas nuevas tareas y se establece una
nueva relación entre metrópolis y neocolonias.
En esta nueva relación, los países desarrollados proporcionan a los de me-
nor desarrollo bienes de producción, alta tecnología, recursos financieros, bienes
de consumo sofisticados, etcétera y éstos a su vez proveen a las metrópolis de los
productos tradicionales (alimentos, materias primas y energéticos) pero también,
en un volumen creciente, de manufacturas de diversa índole, entre las que destacan
los bienes y servicios de consumo. Los extremos de esta relación se dan un mutuo
impulso ascendente.
La constitución de la nueva estructura industrial, comercial y de servicios,
tanto en metrópolis como en neocolonias, exigía el desmantelamiento total del mo-
delo que había implantado la “sociedad del bienestar”, el cual tenía su base en un
crecimiento modesto del consumo, siempre supeditado al de las ramas productoras
de bienes de producción y bienes de consumo de lujo, descansaba en la amplia in-
tervención del Estado en la economía, como regulador e incluso como productor, y
mantenía el proteccionismo en las relaciones externas.
Surgió entonces lo que se ha denominado el “neoliberalismo”, es decir, la
doctrina económico-política que intentaba aniquilar el antiguo orden de cosas, para
lo cual proponía la drástica reducción de la intervención del Estado en la economía,
la desregulación y el libre comercio.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 67


Pertrechada con estas armas teórico-políticas, la oligarquía burguesa de todos
los países, comandada por la de Estados Unidos, se lanzó de llenó al establecimiento
de la nueva forma de organización económica.
Como primer paso para lograrlo, conquistó el poder o se hizo de los repre-
sentantes políticos de la burguesía media o nacionalista (vgr., en México, el Partido
de la burguesía media o nacionalista, el PRI, fue secuestrado por su ala derecha y
entregado a la oligarquía burguesa mexicana; tal es la significación que tiene el as-
censo de Salinas de Gortari al poder y la salida del PRI de la corriente encabezada
por Cuauhtémoc Cárdenas) y desde ahí impuso sus directrices económico-políticas.
En Metrópolis y neocolonias transformó radicalmente la antigua estructura
industrial: obligó a los empresarios a reconvertir sus industrias para adecuarlas al
nuevo modelo industrial (desde luego, aquellos que no lo hicieron, la gran mayoría,
fueron sacados del mercado) y proporcionó un gran impulso a las nuevas ramas
productivas que la sociedad de consumo había generado. Esta acción fue un golpe
mortal para la fracción burguesa propietaria del sector industrial desplazado, pues
significó su ruina económica; igualmente, tuvo como efecto inmediato el despido de
cantidades masivas de trabajadores, que pasaron a engrosar el ejército industrial
de reserva.
Entregó a los empresarios privados las industrias estatales y los fondos de
salud, de jubilación y de retiro de los trabajadores.
Restringió a su mínima expresión los derechos laborales de los trabajadores.
Formó asociaciones regionales de países entre los cuales se redujeron y en
última instancia se eliminaron las protecciones arancelarias y de otros tipos y en ge-
neral se negociaron acuerdos de libre comercio de la más diversa índole. Se empezó
a formar un mercado global dentro del cual circulaban capitales y mercancías con
una libertad casi absoluta.
En último lugar en la enumeración, pero no en importancia, el año de 1989
se derrumbó el sistema de países del capitalismo sui generis en el que se habían con-
vertido las naciones antiguamente socialistas; cierto es que como una de las ver-
tientes de la llamada “guerra fría” la plutocracia burguesa internacional realizó una
sistemática labor de socavamiento de la economía de esos países, pero el impulso
principal de su derruimiento venía del interior mismo del sistema, por lo que su es-
trepitoso desplome fue una grata sorpresa, algo no esperado pero que la burguesía
internacional recibió con gran beneplácito.

El derrumbe del “socialismo realmente existente”

La caída del “socialismo real” fue el último resultado de un largo proceso histó-
rico.
Al finalizar la segunda guerra mundial, con la liberación de varios países de
Europa oriental por el ejército rojo y la conjunción de insurrecciones proletarias en
esos países, se formó el sistema de países socialistas.

68 • Capitalismo moderno y revolución


El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialismo
marxista, cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la Rusia Soviéti-
ca al término de la Primera Guerra Mundial.
De este socialismo ya hemos adelantado sus características fundamentales:
tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura, por medio de la
cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción
y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mismos; la burguesía fue sometida
al poder del estado proletario y por último definitivamente eliminada como clase
social. La transformación revolucionaria de la propiedad privada de los medios e
instrumentos de producción en propiedad colectiva y la formación del estado prole-
tario, fueron los ejes fundamentales del socialismo soviético.
Sin embargo, el socialismo soviético se implantó únicamente como una for-
ma que conservaba un contenido capitalista. (Para la comprensión lógica de este
concepto “una forma socialista con un contenido capitalista”, consultar: Robledo
Esparza Gabriel, La Lógica de Hegel y el marxismo, Libro segundo, La doctrina de la
Esencia, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009).
El móvil último de la revolución proletaria y del socialismo de la primera
fase del régimen capitalista era la reconstitución, conservación y desarrollo de las
capacidades y facultades (que se manifestaban como necesidades) individuales de
los trabajadores, que el régimen capitalista había vulnerado dramáticamente.
Sólo hay que ver, por ejemplo, los informes de Stalin sobre los planes quin-
quenales y éstos mismos, para comprender los verdaderos alcances del sistema so-
cialista soviético. En ellos, el sujeto final de todo el sistema económico, de la gran-
diosa colectivización de los medios e instrumentos de producción, es el individuo
trabajador, al que se le debía proporcionar el mayor “bienestar” posible, satisfacer
abundantemente sus necesidades individuales; este es el mismo ofrecimiento que
hacía la “sociedad del bienestar” a sus trabajadores. (Consultar: Stalin, J. V., Obras,
t. 13, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1955, pp. 56-85, 180-226 y 295-397).
Tenemos así un portentoso instrumento de propiedad colectiva (la industria
soviética y la de los demás países socialistas presentaban, en el punto superior de su
desenvolvimiento, casi el mismo grado de desarrollo que la industria de los países
capitalistas) que al desplegar toda su potencia la pone al servicio del individuo. El
contenido capitalista, que subsiste y se perfecciona en interacción con el instrumento
colectivo, está compuesto por lo siguiente: la permanencia del trabajo asalariado, la
existencia del mercado de bienes de consumo, el mantenimiento y fortalecimiento
del consumo privado, la conservación y desarrollo de la familia y del hogar indivi-
duales, el impulso al transporte individual (automóviles), el reconocimiento de la
personalidad de los trabajadores, es decir, de su individualidad como el centro de
capacidades y necesidades específicas, que los hace distintos y únicos, o dicho de otro
modo, la declaración de la propiedad privada del trabajador sobre sí mismo, sobre
su conciencia y su corporeidad, la educación individualizada y como individuos y el
arte y la cultura como manifestación y goce de la individualidad.
El desenvolvimiento de la forma socialista genera el de su contenido capita-
lista y viceversa. Su mutuo engendramiento se trueca en su recíproca negación.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 69


Se inicia así, en la década de los años 50 del siglo pasado, la degeneración del
régimen socialista.
En el seno de la clase obrera, con la materia prima de los técnicos, científicos
y obreros altamente calificados que el propio régimen socialista ha creado, se forma
una clase social específica; ésta da impulso al contenido capitalista que ahí existe y se
erige en su legítima representante. Al avanzar la descomposición del régimen socia-
lista, la acción de su contenido capitalista rompe la unidad del instrumento colectivo
y las partes en que se disgrega son tomadas en propiedad por los integrantes de la
nueva clase; los medios e instrumentos de producción se fraccionan en una multitud
de empresas, entre las que se forma un mercado cada vez más amplio.
En lugar del socialismo formal se establece un régimen que es una degenera-
ción suya y al mismo tiempo un régimen de transición hacia la restauración plena
del capitalismo.
Los medios e instrumentos de producción son ahora propiedad de esta nueva
clase, la cual la ejerce a través de la propiedad de los técnicos, científicos y burócratas
de alto nivel sobre la empresa en que trabajan. Se trata de una propiedad por grupos.
Por un proceso económico-natural, la dirección de la empresa se concentra en
un número cada vez menor de personas que adquieren la calidad de empresarios y
el resto de los trabajadores se convierten en asalariados al servicio de aquellos.
El crecimiento del mercado promueve el surgimiento y desarrollo de una pe-
queña producción de mercancías que pronto da el paso necesario y se transmuta en
mediana y gran producción de mercancías, ya de sello típicamente capitalista.
Los productores capitalistas y los empresarios que poseen en grupos las em-
presas antiguamente socialistas se levantan en contra de la burocracia obrera que
todavía defiende el modelo de la propiedad por grupos; después de un largo perío-
do de lucha, en 1989 logran derrotarla y establecen su dominio indiscutible en todos
los países antiguamente socialistas, los que ingresan en tropel al ancho mundo del
régimen de producción capitalista.
Un enorme mercado de bienes, capitales y mano de obra se abrió entonces
para el capitalismo internacional.
El movimiento revolucionario y su resultado inexcusable, la instauración del
socialismo y la formación de un grupo de países socialistas, fueron presididos por
la teoría marxista, la cual fue llevada al seno de la clase de los trabajadores por los
partidos revolucionarios.
La teoría marxista es la concepción científica de la naturaleza del régimen de
producción capitalista.
El núcleo de la misma es la proposición, basada en las doctrinas del ser y de la
esencia de la Lógica de Hegel, de que el capitalismo tiene en sí mismo los elementos
de su otro como integrantes de su propia naturaleza y de que el ineluctable surgir de
éste a la existencia es el resultado del desenvolvimiento de aquellos.
De conformidad con esto, Marx y Engels encuentran lo siguiente en el régi-
men de producción capitalista:
• El capitalismo es un modo de producción que tiene su fundamento en la propie-
dad privada;

70 • Capitalismo moderno y revolución


• se da en él un desarrollo portentoso de las fuerzas productivas, las cuales son
única y exclusivamente materializaciones de fuerza de trabajo de los obreros;
• éste movimiento se desenvuelve a través de la maquinización constante de la
producción, o lo que es lo mismo, de su creciente socialización, la cual está gra-
vada por su contrario, la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de
producción, que impone un freno a la socialización total de la producción (la
constitución de un instrumento de producción colectivo de la especie);
• el incremento de las fuerzas productivas en el régimen de producción capita-
lista se realiza a costa de generar la absoluta depauperación de los productores
directos, los trabajadores asalariados, la cual consiste en la abolición total de su
naturaleza humana en las condiciones de trabajo y de vida características de este
tipo de sociedad;
• esa completa depauperación de los trabajadores, el conocimiento científico de la
misma y la poderosa tendencia a la socialización de la producción constituyen el
motor del cambio revolucionario por el cual el proletariado se ve imperiosamente
obligado a abolir la propiedad privada, establecer la propiedad colectiva sobre
los medios e instrumentos de producción y restaurar la naturaleza humana de la
especie, es decir, a instaurar el socialismo;
• la depauperación de los trabajadores se manifiesta, en las primeras etapas de
existencia del capitalismo, como la aniquilación física y moral del individuo
trabajador;
• por tanto, la colectivización de los medios e instrumentos de producción tiene
como finalidad expresa reconstituir, salvaguardar y posteriormente desarrollar
al individuo trabajador.

La teoría marxista tiene, en esta etapa, como núcleo, una concepción dual de la na-
turaleza humana.
Por una parte se encuentra el trabajador socializado por la producción, que
ha perdido su individualidad en el trabajo capitalista y que está apto por tanto para
la propiedad y el trabajo colectivos que son el contenido del socialismo marxista
que se propugna. La revolución socialista debería entonces llevar hasta sus últimas
consecuencias la formación de un verdadero obrero colectivo en la órbita de la pro-
ducción.
Fuera de ésta, el trabajador tiene, como individuo, una vida familiar, social,
etcétera, que el capitalismo vulnera sistemáticamente. La teoría marxista reivindica
entonces la reconstitución, defensa y enriquecimiento de la vida familiar e individual
de los trabajadores. Su bienestar es el propósito fundamental del régimen socialista.
La naturaleza humana que el socialismo marxista pretende recobrar con la re-
volución proletaria es, en consecuencia, la siguiente: una naturaleza completamente
colectiva de los trabajadores en el ámbito de la producción, lo que implica su ab-
soluta desindividuación, la total anulación de su individualidad, y una naturaleza
individual fuera de la órbita de la producción, en los lugares que realiza las restantes
actividades vitales, lo que se traduce en el impulso al individuo como tal.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 71


El propio desarrollo del socialismo y la evolución del capitalismo posterior
a la segunda guerra mundial desacreditaron completamente esta concepción de la
naturaleza humana.
En el régimen socialista, el estímulo al individuo en el entorno familiar y so-
cial condujo necesariamente a su exaltación; monstruosamente engrandecido, minó
la organización colectiva de la producción, la sustituyó posteriormente con una for-
ma más acorde consigo, la autogestión y la propiedad por grupos, y por último
restauró el capitalismo típico en los países antiguamente socialistas.
En el capitalismo, en la sociedad de consumo, se aportó la prueba práctica
de que la glorificación del individuo y la familia desemboca necesariamente en la
descomposición y anulación, en el individuo, de todas las características biológicas
de la especie, a la cual se desposee así de su naturaleza humana.
En 1989, al mismo tiempo que se festejaba la caída del “socialismo real”, tam-
bién alborozadamente se decretó la muerte de la teoría del socialismo marxista.
Sin embargo, para los revolucionarios, lo que estas circunstancias imponen es
un estudio concienzudo, científico, del proceso necesario del surgimiento, apogeo y
caída del socialismo.
Para ello es ineludible volver al estudio de los clásicos (Marx, Engels, Lenin
y Stalin) y retrotraerse a las fuentes en que abrevaron, especialmente la Lógica de
Hegel, en la que se contiene el método científico por excelencia, el que permitió a
los revolucionarios anteriores desentrañar la naturaleza del capitalismo en la etapa
en la que ellos actuaban y conducir a los trabajadores a la conquista del poder y a la
construcción de la primera fase del socialismo.
Como punto nodular se debe tomar la determinación de un concepto más
alto de lo que es la naturaleza humana.
El régimen capitalista, en su forma superior de manifestarse, provee los ele-
mentos para realizar esa tarea: la exorbitante exaltación del individuo que es inhe-
rente a la sociedad de consumo provoca una degeneración y anulación mayúsculas
de la naturaleza biológica humana de los trabajadores; ello significa que el mismo
régimen económico está destruyendo, más allá de la órbita de la producción, las
bases biológicas del individuo y preparando y exigiendo así su naturaleza colectiva.
La reivindicación del marxismo en su próxima etapa de existencia será, por
tanto, la colectivización de todas las funciones vitales del trabajador, lo que presu-
pondrá la anulación sin concesiones del individuo como tal, la abolición de la pro-
piedad privada del individuo trabajador sobre sí mismo.
La naturaleza humana que se formará por medio del proceso revolucio-
nario será totalmente colectiva, tanto en la producción como en el consumo; será
anulada esa dicotomía establecida en la fase anterior del socialismo, por la que la
especie humana tenía una naturaleza colectiva en la producción e individual en el
consumo.
La reivindicación que planteará el marxismo en su nueva fase de existencia
será la colectivización total de la actividad humana, tal y como existió en la comu-
nidad primitiva, en donde la propiedad, la producción y el consumo eran de na-
turaleza colectiva; su divisa será: la recuperación de la naturaleza verdaderamen-

72 • Capitalismo moderno y revolución


te humana de la especie. (Para la discusión de los conceptos de “individuación”,
“desindividuación” y “naturaleza verdaderamente humana” ver: Robledo Esparza,
Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Biblioteca Marxista,
Sísifo Ediciones, México, 2009).

La acumulación de capital en la sociedad de consumo

Exultante, la burguesía internacional decretó, al derrumbe del “socialismo real”, el


“fin de la historia” y procedió a inaugurar el reinado eterno del capital.
Dentro de este marco, con una demanda que aumenta vertiginosamente,
unos precios en rápido ascenso y una tasa de ganancia cada vez más alta, se inició,
bajo el nuevo patrón industrial, un florecimiento acelerado de todas las industrias y
del consumo masivo.
En la economía de todos los países las empresas existentes registran un cre-
cimiento impetuoso y se forman una cantidad astronómica de grandes, medianas
y pequeñas empresas nuevas, que explotan las jóvenes ramas que la sociedad de
consumo ha establecido.
La producción y el consumo a ella agregado se acrecientan en una medida
colosal y los mercados se expanden velozmente: las empresas forman, entre ellas
mismas, un mercado que se dilata ininterrumpidamente y la masa salarial (no nece-
sariamente el nivel de los salarios) y la de la plusvalía que los capitalistas de todos
los tamaños gastan como renta, en ampliación constante, inducen el agrandamiento
sin medida del mercado de bienes de consumo.
Se instaura una feroz competencia entre todos los elementos de la moderna
sociedad de consumo, presidida por los dos “valores” cardinales del capitalismo
contemporáneo: la obtención a toda costa, en el menor tiempo posible, de la más
alta tasa de ganancia y el logro del placer más extremado en el consumo de bienes
y servicios. Lo que estos móviles tienen de característico es la potencia inconmen-
surable que adquieren en la sociedad de consumo, pues en ella se sacralizan literal-
mente la actividad empresarial, la ganancia irrestricta y el consumo placentero; en
la “sociedad del bienestar” la actividad empresarial privada y el lucro inmoderado
se detenían ante el dique que formaban las esferas productivas que pertenecían al
capital estatal, la misma competencia estatal y la abrumadora regulación que el Es-
tado ejercía en el terreno económico, y el consumo masivo encontraba un obstáculo
insalvable en la férrea oposición que amplios sectores dominantes de la burguesía
enfrentaban a la extensión ilimitada del principio del placer. Rotos los diques, supe-
rados los obstáculos y vencidas las oposiciones en una verdadera “guerra santa”, se
asientan en la sociedad de consumo, con una fuerza avasalladora, poseídos de una
violencia inaudita que ejercen en todos los frentes (económicos, políticos, militares,
etcétera), los principios de la ganancia irrestricta y del placer exaltado.
Este acrecentamiento de la producción y del consumo exige volúmenes ma-
yúsculos de recursos para acumular.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo • 73


En las empresas industriales y de servicios la acumulación se realiza en un
principio con sus propios medios.
Ante el crecimiento inmoderado de la demanda y, por tanto, de los precios
y las ganancias, las empresas, puestas ante el dilema de entrar a la vorágine de la
búsqueda de ganancias sin límite o ser desplazadas por la competencia, tienen que
recurrir, para ampliar su producción, a otras fuentes de capital.
El paso obligado siguiente es la salida a Bolsa de las empresas. En los últimos
30 años, en todos los países del mundo, una enorme cantidad de empresas llevó a la
Bolsa de Valores sus acciones y otros valores; en concordancia con ello, las Bolsas de
Valores tuvieron en este lapso un desarrollo colosal: crecieron exponencialmente, di-
versificaron sus servicios, digitalizaron y mecanizaron sus funciones, etcétera; al pare-
jo con ellas se hizo mayor el número de las Casas de Bolsa y, por lo mismo, el volumen
del capital global destinado a la emisión, colocación y compra y venta de valores. El
monto y la velocidad de circulación del capital se elevaron hasta altísimos niveles.
En último término, pero de la mayor importancia, las empresas solicitan prés-
tamos bancarios con la finalidad de ampliar su producción. En el período que consi-
deramos, esta actividad del capital bancario se expandió de una manera portentosa:
la cantidad y la rapidez de circulación del capital bancario de préstamo, así como
la digitalización y la maquinización de las funciones de la banca registraron un au-
mento imponente.
Los recursos para la realización de la superabundante cantidad de bienes de
consumo provienen en primer lugar de las acrecidas masas de salarios y de plus-
valía que se gasta como renta que ha generado la floreciente actividad económica.
También tienen su origen en el trabajo extraordinario y más intenso que la
sociedad de consumo obliga a realizar a los trabajadores con la finalidad de que
obtengan mayores ingresos para adquirir bienes de consumo.
Pero lo verdaderamente característico de la sociedad de consumo es el crédito
al consumo.
Las empresas comerciales y los bancos abren crédito a los trabajadores para
que adquieran bienes de consumo de la más diversa índole (casa, automóvil, me-
naje de casa, electrodomésticos, electrónicos, vestido, viajes, diversión, alimentos,
educación, salud, etcétera), los cuales pagarán, junto con altísimos intereses, a lo
largo de su vida productiva e incluso más allá de la misma. Los obreros permanecen
esclavizados de por vida a las exigencias del capital mercantil y bancario y a través
de éstos al régimen capitalista en general. Los obreros hipotecan toda su vida al capital.
El crédito al consumo, que prácticamente se extendió hacia todas las clases
trabajadoras, se convirtió en una próspera rama de negocios del capital mercantil y
del capital bancario.
Otra fuente de recursos para la acumulación en la sociedad de consumo se
encuentra en los fondos de seguridad social, de retiro y de jubilación de los traba-
jadores, los cuales fueron privatizados y utilizados para financiar a las empresas a
través del mercado de valores.

74 • Capitalismo moderno y revolución


nota critica
EL ESTALINISMO

La consideración del socialismo que existió en Europa del este a partir de 1917 como
una forma con un contenido capitalista, nos da la pauta para comprender con más exac-
titud la naturaleza de ese período particularmente controvertido de la historia del
régimen soviético que fue la etapa de gobierno de José Stalin.
En el cuerpo principal de este trabajo hemos sostenido la tesis de que el so-
cialismo surgió inicialmente como una forma que conservaba un contenido capita-
lista; en efecto, de un capitalismo que vivía los inicios de su existencia en donde la
explotación se manifestaba concentradamente en la no-satisfacción de las necesida-
des individuales de los trabajadores (la situación de los obreros y campesinos rusos
sólo constituía una forma especialmente agravada de las condiciones generales de
existencia del proletariado internacional) brotó una primitiva aparición del socialis-
mo. El régimen soviético empezó así su camino ascensional, en cada una de cuyas
fases cumplió con los postulados de la teoría del marxismo-leninismo, hasta llegar
al punto de superior de su existencia, en donde logró, a través de la dictadura del
proletariado, la aniquilación de la burguesía y la pequeña burguesía, la conversión
de una parte sustancial de los medios e instrumentos de producción en propiedad
colectiva, la colectivización casi total de la producción y del consumo y la abolición
del interés individual como el incentivo de la actividad de los trabajadores. Estas
características alcanzadas por el socialismo en la cumbre de su primigenia apari-
ción histórica —comprendida aproximadamente entre el fin de la segunda guerra
mundial y la realización del XX Congreso del PCUS— correspondían por completo
al concepto que de ese régimen social había forjado el marxismo-leninismo en su
proceso de vida teórico-práctica.
Sin embargo, el socialismo marxista-leninista instaurado en Rusia recibió en
herencia, conservó y desarrolló un contenido capitalista. El proletariado ruso vivía,
en el período previo a la revolución, en un estado de insatisfacción creciente de sus
necesidades elementales; la clase obrera estaba formada por individuos, es decir
personas que son propietarios privados de su corporeidad y que, por tanto, tienden
a llenar plenamente esa naturaleza suya —la individuación de los seres humanos,
tan cara a Hegel que la hace el fin último de la historia humana, es un proceso que
se inicia la disolverse la comunidad primitiva y que culmina en el régimen de pro-
ducción capitalista—. El empobrecimiento creciente de los trabajadores hace surgir

Nota crítica. El estalinismo. • 75


inexorablemente en ellos la exigencia de cubrir esas necesidades insatisfechas para
así realizarse como individuos. El marxismo-leninismo toma a ese individuo propie-
tario de sí mismo y lo enfrenta a un dilema: el capitalismo se basa íntegramente en
la disminución constante del nivel de vida de los obreros; por otro lado, es posible la
conquista de un nuevo orden social, el socialismo, en el cual el capital sea abolido
y en consecuencia se garantice la satisfacción plena de las necesidades individuales
de los trabajadores.
El proletariado ruso fue puesto en pié de lucha por los revolucionarios pre-
cisamente al proporcionarle una conciencia que comprendía la oposición entre el
capitalismo y la satisfacción de las necesidades de los obreros y la unidad entre ésta
y el socialismo.
El socialismo marxista-leninista establecido en Rusia inició su existencia te-
niendo en su interior, como su contenido, al individuo propietario de sí mismo que
era el producto y fundamento del régimen capitalista. En su primera aparición el socia-
lismo era una forma con contenido capitalista.
En la última parte de la época llamada estalinista han madurado suficien-
temente la forma y el contenido del socialismo marxista-leninista implantado en
Rusia, régimen social que para entonces se había extendido ya a los países del este
europeo y a China.
La forma del socialismo marxista-leninista tenía, a estas alturas, las caracte-
rísticas que señalamos al iniciar esta nota; pero al mismo tiempo se había fortalecido
su contenido capitalista. Los trabajadores soviéticos, después de llenar sus necesida-
des elementales, pugnaban por la satisfacción de otras más sofisticadas que corres-
pondían a su individualidad en plena eclosión; todo esto chocaba por fuerza con la
forma dentro de la que hasta ahí aquellas se habían desenvuelto. El advenimiento
de nuevas necesidades individuales y su satisfacción abundante ya no cabían en el
marco de una economía centralizada de propiedad colectiva que “despóticamente”
exigía la anulación del interés individual.
En la sociedad soviética madura existían dos grupos sociales específicos: por
un lado, la burocracia obrera, formada por técnicos, científicos, administradores y
cuadros superiores del Partido Comunista y, por el otro, la gran masa de los trabaja-
dores industriales y agrícolas; sobre esta estratificación social ejerció su influencia la
expansión de las necesidades individuales de los trabajadores y la hizo evolucionar
hacia una división de clases en la que la burocracia se constituyó como la clase po-
seedora de los medios e instrumentos de producción y la base obrera como la clase
no-propietaria proveedora de trabajo excedente; en esta situación, el proletariado
soviético entró en una relación con la clase poseedora como la que ya se perfilaba en
el capitalismo del mundo occidental de explotación basada en la constante elevación
del nivel de vida de las capas altas del proletariado; al mismo tiempo, se restituía, a
pasos agigantados, en el resto de los trabajadores soviéticos, la forma de explotación
capitalista que se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades elementales
de los obreros.
Surgieron en la sociedad soviética de los últimos años del gobierno de Stalin
dos fuerzas sociales en conflicto: por un lado, los defensores de la forma del socia-

76 • Capitalismo moderno y revolución


lismo marxista-leninista, con Stalin a la cabeza, y por el otro, quienes promovían el
vigorizamiento del contenido capitalista de ese régimen social. Una verdadera lucha
de clases, violenta y definitiva, se escenificó durante los últimos años del período
estaliniano, de la cual salió derrotado el socialismo marxista-leninista. La muerte de
Stalin sólo vino a dar libre curso a lo que ya existía firmemente asentado en el seno
de la sociedad soviética.
A partir de aquí se inicia el desmantelamiento en la Unión Soviética y en los
demás países socialistas de la forma del socialismo marxista-leninista y su relevo
por una forma sui generis del capitalismo que corresponde plenamente al contenido
capitalista previamente fortalecido.
El XX Congreso del PCUS fue realizado por la fracción antiestalinista recien-
temente instalada en el poder. Aunque ya totalmente identificada con el proceso
de regresión hacia el capitalismo, no pudo declararlo así abiertamente porque el
socialismo marxista-leninista y su dirigente, Stalin, gozaban todavía de un enorme
prestigio entre las masas; fue por eso que en lo referente a la política interna sólo se
hicieron públicas dos cuestiones: una condena al “culto a la personalidad”, sin nom-
brar explícitamente a su destinatario, y un llamado al establecimiento del estímulo
material como medio para incrementar la productividad y el bienestar personal de
los trabajadores. La denuncia de los llamados “crímenes” de Stalin sólo pudo tener
por el momento el carácter de un “informe secreto”.
En lo que el grupo Jruschovista se abrió de capa fue en lo referente a los pro-
blemas de la revolución internacional; revisando de la a a la z las tesis del marxismo-
leninismo, formuló toda una “teoría” de la revolución proletaria que tenía como
eje rector la colaboración de clases: se dio vida al revisionismo más descarado que
contenía aquellos celebrados conceptos de “la crisis general del capitalismo”, “el
papel determinante del socialismo en la arena internacional”, “el tránsito pacífico y
parlamentario al socialismo en los países capitalistas”, “la coexistencia pacífica”, “la
emulación económica entre los dos sistemas sociales”, etcétera.
No fue sino hasta el XXIII Congreso del PCUS cuando se incorporaron a sus
documentos oficiales las reivindicaciones más sentidas del grupo que ahora estaba
en el poder de la Unión Soviética. Quedó así establecida plenamente en la realidad y
en los principios la nueva estructura económico-política de los países antiguamente
socialistas, eufemísticamente llamada por los intelectuales pequeño burgueses de
occidente “socialismo real”. En este régimen social existían dos clases sociales fun-
damentales, la burocracia, nacida de la misma clase obrera, que detentaba la po-
sesión de los medios e instrumentos de producción y la clase de los trabajadores,
excluida de la propiedad y usufructo de aquellos; la relación entre ambas clases era
la de explotación del trabajo asalariado en su versión moderna, es decir, la exacción
de plusvalía paralela a un incremento del nivel de vida determinado por su produc-
tividad de las capas altas de los trabajadores y la explotación de la gran masa de los
trabajadores a través de las formas tradicionales, es decir, de aquellas que implican
la no-satisfacción de sus necesidades elementales. La industria estaba descentraliza-
da en empresas semi-autónomas que se relacionaban a través del mercado y en las
cuales se buscaba primeramente la maximización de los beneficios; las relaciones

Nota crítica. El estalinismo • 77


mercantiles habían ya tomado carta de naturaleza en el capitalismo característico de
Europa oriental.
El resto de la historia es de sobra conocido: el “socialismo real”, que era en
verdad una forma determinada del régimen capitalista, se derrumbó estrepitosa-
mente y dio paso a la forma clásica del capitalismo de occidente.
Después del XX Congreso del PCUS, y al calor de la “desestalinización” que
ahí se inició, se desató entre la intelectualidad pequeño burguesa de occidente, pre-
suntamente marxista, una pasión desbordada por la crítica del régimen soviético;
dilatadas controversias se suscitaron entre los más conspicuos representantes de la
intelligentiza y en ellas se obtuvieron conclusiones que iban desde la determinación
minuciosa del tipo y grado del socialismo que ahí había existido —desde luego para
reducirlo a su mínima expresión o hacerlo pasar como una grotesca deformación de
un “modelo” de socialismo por ellos preconizado— hasta la negación franca de su
existencia en cualquier época del régimen soviético.
En su labor de crítica del régimen soviético y particularmente del período
estaliniano del mismo, la intelectualidad pequeño burguesa de occidente (un coro
de “nulidades graves”) mejor conocida como “la nueva izquierda” y que en forma
arrogante se llamaba así misma marxista, empezó a buscar afanosamente en los tex-
tos del joven Marx la justificación teórica para una concepción del socialismo que
ya tenía plenamente estructurada. Temblando de pavor ante el espectáculo de la
violencia revolucionaria que intentaba infructuosamente suprimir el interés indi-
vidual, la intelectualidad pequeño burguesa de occidente argumentaba que en el
régimen soviético, cualquiera que fuese el tipo y el grado de socialismo ahí existente,
se negaba absolutamente la libertad individual, elemento esencial ésta de la naturale-
za humana; para el intelectual pequeño burgués, compendio y suma del individuo
de la sociedad capitalista, que se considera a sí mismo como el producto superior
de la “creación”, el ombligo del mundo, que ama desmesuradamente todo lo que
constituye su individualidad (su pervertida sensibilidad, su burda imaginación, su
pretendida inteligencia, su cierta estulticia) y cree firmemente que si esas facultades
suyas son vulneradas o abolidas se derrumbaría el universo, la conculcación de esa
libertad era el más nefando de los crímenes.
Por contrapartida, se postulaba que el socialismo —un socialismo “humanis-
ta y democrático”— debería tener como centro de gravitación precisamente el libre
desarrollo del individuo como tal.
Se buscaba en el joven Marx lo que era imposible de encontrar a menos que
se desvirtuara completamente su pensamiento: la idea de que la verdadera natura-
leza humana, reivindicada por el “socialismo humanista”, era la del individuo que,
habiendo prescindido de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de
producción, conservaba sin embargo la propiedad privada sobre sí mismo, sobre
sus facultades y capacidades personales, deseos, apetitos, etcétera y, amo y señor de
los mismos, los potenciaba hasta el infinito; este individuo libre e hipertrofiado es
precisamente el átomo constitutivo del régimen de producción capitalista.
La intelectualidad pequeño burguesa, ese Cuasimodo físico y espiritual, en-
gendro del régimen capitalista, pretende establecer un mundo a su imagen y seme-

78 • Capitalismo moderno y revolución


janza. Todas sus repugnantes deformaciones, sus insanos apetitos, sus aberrantes
necesidades son presentados como componentes de la naturaleza verdaderamente
humana y, por tanto, el desenfrenado florecimiento de los mismos como el conteni-
do esencial del socialismo.
El desenvolvimiento sin sujeciones del individuo es la forma a través de la
cual se realiza en la fase superior del capitalismo, en la sociedad de consumo, la de-
pauperación más profunda del proletariado. A través de la potenciación de las for-
mas clásicas de producción de plusvalía y de intensificación del consumo, extremos
que se dan un mutuo impulso, se completa el proceso de anulación de la naturaleza
humana de los trabajadores que se caracteriza por el desgaste, descomposición y
degeneración de todos sus órganos y procesos orgánicos; es precisamente por medio
de la exaltación de su individualidad como el trabajador es despojado por el capital
de todas sus características humanas.
La tesis de Marx, que ninguno de los integrantes de la “nueva izquierda” ni
de sus actuales seguidores supo ni ha sabido encontrar en ninguno de sus textos, es
diametralmente opuesta a la del socialismo humanista: la naturaleza humana es la
que florece en el individuo que ha recobrado su característica del ser social, que se
ha subsumido por completo en la colectividad; de ahí entonces que el contenido del
socialismo debe ser precisamente la abolición implacable del individuo “libre” e indepen-
diente de la colectividad y la restauración del hombre colectivo.
Como vemos, la crítica del régimen soviético, y sobre todo del período es-
taliniano del mismo, tenía como fundamento una posición eminentemente burguesa:
lo que con tanta vehemencia se cuestionaba era una política que, con indudables
errores, defectos y excesos en su aplicación, representaba la exigencia esencial del
socialismo marxista: el sometimiento del individuo a la colectividad a través de la dictadura
del proletariado.
En la sociedad capitalista moderna, que comprende ahora también a los paí-
ses de Europa oriental, se producen ya las premisas de un resurgimiento del socia-
lismo que lo será tanto en la forma como en el contenido. El reconocimiento de la te-
rrible miseria física y moral, la absoluta depauperación y la irreversible aniquilación
de la naturaleza humana a que son condenados los trabajadores y de que todo esto
es producto exclusivamente de la exacerbación de su individualidad, hará posible
que los obreros nieguen esa conciencia deformada suya desde el momento mismo
de la lucha por el poder y que, al conquistarlo, estén ya dotados de una conciencia
colectiva que será el contenido del régimen socialista por venir.
Una condición previa para la realización de la próxima revolución socialista
es el combate denodado en contra de todas las modernas desviaciones que ha sufri-
do el marxismo-leninismo; un lugar muy especial en esta batalla lo tiene el enfren-
tamiento con las doctrinas de la intelectualidad pequeño burguesa que, impulsada
por un odio visceral a Stalin, tiene ya casi cuatro décadas explorando los textos de
Marx y de Hegel, dando vueltas en torno al concepto del “socialismo democrático
y humanista”, sin haber logrado hacer aportación alguna a la teoría revolucionaria.
Marx y Engels, bien provistos con los instrumentos cognoscitivos que les brin-
daba la filosofía hegeliana, principalmente la Lógica, develaron la naturaleza exacta

Nota crítica. El estalinismo • 79


del capitalismo y su necesaria transformación en el socialismo. Aplicando la doctri-
na de la esencia determinaron que el capitalismo tenía en sí mismo a su otro y que
el desenvolvimiento de aquel era al mismo tiempo el desarrollo de los elementos de
éste; para los fundadores de la teoría revolucionaria la esencia del capitalismo era el
socialismo. La esencia tenía que aparecer, es decir, el socialismo tenía que llegar a la
existencia a través de la negación del régimen de donde provenía. Para Marx, Engels
e incluso Lenin, el socialismo, que se implantaría en la sociedad humana después de
terribles luchas de clases, guerras entre naciones, avances y retrocesos, guardaría
en su interior por mucho tiempo vestigios del régimen anterior ya fuese como una
pequeña propiedad en proceso de extinción o una conciencia individualista de los
trabajadores; pero el propio desarrollo del socialismo crearía las condiciones para que todo
eso fuera erradicado definitivamente del nuevo régimen.
Quedaba por completo fuera de la visión de Marx, Engels, y Lenin que la
primera presentación histórica del socialismo tuviera que ser sólo una forma con un
contenido capitalista y que, por tanto, el perfeccionamiento de esta forma implicase
ineluctablemente el fortalecimiento de aquel contenido. No pasaba por sus mentes,
ni podía hacerlo, que el ascenso progresivo del socialismo en su primer surgimiento
a la existencia tuviera como fundamento a un elemento del capitalismo en constante
expansión.
La historia nos ha puesto ante el hecho puro y simple: el socialismo, después
de llegar a la cúspide (no en los años ochenta, desde luego, sino en la década del cin-
cuenta) sucumbió y fue reemplazado por una variedad específica del capitalismo.
Esta situación es la que debemos explicarnos teóricamente y a partir de ahí encontrar
el camino hacia la nueva fase de la revolución.
En esta tarea tenemos que volver necesariamente al instrumento cognoscitivo
por excelencia del marxismo que es la Lógica hegeliana puesta de pie. Marx y Engels,
con esta misma herramienta, habían determinado el movimiento general de la esen-
cia del capitalismo hacia la existencia, pero no tomaron en cuenta los detalles del
mismo porque la realidad aún no lo exigía. En su Lógica, Hegel establece como una
ley general del movimiento de la materia que el nuevo ser que se gesta en el interior
del que existe actualmente viene a la existencia primeramente como una forma que
mantiene como su contenido y fundamento, vale decir, como su razón suficiente de ser,
al mismo ser de donde proviene; este contenido posteriormente rompe la envoltura
dentro de la que ha vivido, entra en una fase superior de su existencia y se da la for-
ma que le corresponde —su forma anterior conservada y superada—; el ser existente
inicia un nuevo período de vida en el cual produce en su interior los elementos tanto
formales como materiales de su otro que al surgir a la existencia lo hacen negando el
ser de donde provienen y separándose definitivamente de él.
Después de derrotar al socialismo marxista-leninista y a la forma primitiva
del capitalismo que existía en Europa oriental, el capitalismo ha entrado de lleno en
un período de dominación absoluta sobre el planeta; pero en esas mismas circuns-
tancias germinarán necesariamente las semillas de una nueva y definitiva, real y
formal, instauración del socialismo.

80 • Capitalismo moderno y revolución


Segunda parte

EL NACIMIENTO DE LA TEORÍA REVOLUCIONARIA


capítulo i
ANTECEDENTES DE LA TEORÍA REVOLUCIONARIA

En la introducción a este trabajo hemos expresado que el régimen capitalista se in-


terna en sí mismo y crea su esencia negativa, es decir, los elementos materiales e
intelectuales de su negación y de su conversión en otro régimen social.
La negación especulativa del capitalismo es la teoría revolucionaria del proleta-
riado; ésta nace y se desarrolla con base en las mismas producciones teóricas de la
formación social capitalista. Dicho de otro modo, la ciencia y la ideología burguesas
son al mismo tiempo su otro, esto es, el germen de la doctrina de la revolución.
Durante su gestación en el seno del feudalismo, el capitalismo procrea la cien-
cia y la filosofía modernas, que son aquí tanto una condición y resultado necesarios
de la producción industrial como un arma poderosa en contra de la ideología feudal.
En su proceso de vida posterior, el capitalismo da un impulso gigantesco a la
ciencia y a la filosofía, las cuales son ya una palanca imprescindible de su existencia.
La ciencia y la filosofía modernas, hijas, como ya vimos, del capitalismo na-
ciente, tienen en sí el germen de su propia negación: están fatalmente destinadas a
producir la ciencia y la filosofía revolucionarias.
En la fase del capitalismo de libre cambio hay una primera negación del régi-
men capitalista, pero dentro de sus propios límites. A ella corresponden las primitivas
luchas del proletariado moderno que desembocan en la insurrección armada de la
clase obrera francesa en 1848 —la cual, como dice Marx, es una lucha por reivindica-
ciones burguesas— y 1871 y las producciones teóricas que son la semilla de la teoría
revolucionaria y que aún no trascienden los linderos de la ideología burguesa.

1. Antecedentes Filosóficos

En La Sagrada Familia (Capítulo VI, apartado 3, parágrafo d) “Batalla crítica contra el


materialismo francés”)1 Marx y Engels hacen un recuento de los antecedentes de la
filosofía revolucionaria que están desarrollando.

1
Marx, Carlos, y Federico Engels, La Sagrada Familia. y otros escritores filosóficos de la época, versión al
español de Wenceslao Roces, Segunda Edición, 1967, México, Editorial Grijalbo, pp. 191-200.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 83


El materialismo y la metafísica son partes integrantes de la ideología del ré-
gimen capitalista; son los extremos de una contradicción que se desenvuelve a tra-
vés de un proceso de mutua complementación y oposición hasta desembocar en la
unión de ambos polos.
El materialismo inglés y francés del siglo XVIII viene al mundo y adquiere su
madurez en lucha abierta y declarada contra la metafísica, principalmente la de Des-
cartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz y la teología y la escolástica que formaban
la base de sustentación espiritual del régimen feudal y eran un arma poderosa en su
lucha contra el capitalismo naciente.
El materialismo inglés y francés del siglo XVIII es producto necesario del
avance del capitalismo; es una condición y resultado del progreso industrial, ger-
men de la negación de ese régimen social.
El materialismo inglés y francés evoluciona necesariamente hacia el socialis-
mo y comunismo crítico-utópicos; éstos representan la negación teórica del régimen
capitalista, pero que no lo trascienden; son a la vez una negación del materialismo
que es un componente del capitalismo.
El carácter limitado del materialismo y del socialismo y comunismo crítico-
utópicos que son su resultado necesario, es puesto de relieve suficientemente por
Marx y Engels en dos obras importantes: Tesis sobre Feuerbach y Del Socialismo Utópico
al Socialismo Científico. El materialismo y el socialismo y comunismo crítico-utópicos
no revelan, sino por el contrario ocultan con más fuerza la esencia del régimen de
producción capitalista; el resultado último de la acción práctica que de ellos se deri-
va es el mantenimiento del capitalismo, cuando no su perfeccionamiento.
El carácter negatorio del materialismo inglés y francés del siglo XVIII no tiene
aún la suficiente fuerza y profundidad como para llegar a la esencia del régimen
capitalista; se mueve por completo en el terreno del ser del mismo. Sin embargo, es el pun-
to de partida para un salto cualitativo que ha de llevarlo a una fase superior de su
existencia, en donde su acción negatoria incida ahora sí sobre la esencia del régimen
capitalista.
La metafísica —idealismo— del siglo XVIII, que engendra y niega al materia-
lismo y a la vez es engendrada y negada por él, es también un producto necesario
de la existencia del régimen capitalista. El desarrollo de las formas de pensamiento
—reflejo de las formas del movimiento de la materia— provee a la burguesía del
instrumento indispensable para guiar su acción práctica sobre la naturaleza; esta
filosofía es igualmente un arma poderosa de la burguesía en contra de la teología y
la escolástica, pilares éstos del régimen feudal.
El materialismo inglés y francés niega la metafísica de Descartes y seguidores y
la obliga a dar un salto cualitativo. Surge así la metafísica de Kant, Fichte, Shelling
y Hegel que alcanza su forma superior en el sistema de la Metafísica Universal ins-
taurado por Hegel. La filosofía idealista de Hegel representa la formulación más
completa de las leyes del pensamiento y de la evolución de la materia, de la natura-
leza orgánica y de la sociedad humana, pero consideradas como una sustancia con vida
propia, no como un reflejo de la realidad, sino como la única realidad. Es evidente que
este progreso de la filosofía idealista es un resultado necesario del desenvolvimiento

84 • Capitalismo moderno y revolución


del régimen capitalista y que, a la vez, constituye un instrumento poderoso para la
acción práctica —desarrollo industrial— de la burguesía. El perfeccionamiento de
la filosofía idealista se realiza a costa de negar a la filosofía materialista del siglo
XVIII.
La filosofía hegeliana produce, al final de su proceso de vida, su propia nega-
ción, la cual no va más allá de la filosofía burguesa; es Feuerbach quien, desde este
terreno, critica el idealismo de Hegel y reivindica el materialismo.
Esta negación de la filosofía idealista no incide, ni puede hacerlo, sobre la
esencia de la filosofía burguesa. No obstante, esta negación a la que nos referimos es
el punto de apoyo para un salto dialéctico hacia la negación esencial de la filosofía
burguesa.
Marx y Engels dicen, en La Sagrada Familia,2 que la Metafísica Hegeliana, en-
señoreada entonces de la filosofía, debería de ser derrotada por el materialismo per-
feccionado por la especulación. Es decir, que la negación teórica del régimen capitalista,
aquella que debería llegar a su esencia, sólo podría ser realizada por una teoría que
fuera la superación dialéctica del materialismo y el idealismo, esto es, por el materia-
lismo dialéctico.
Marx y Engels toman los elementos del materialismo y el idealismo desarro-
llados primero como elementos constitutivos del régimen capitalista y después como
los de su primitiva y limitada negación y hacen explícito y organizan y sistematizan
el carácter negatorio más profundo que ellos mismos contienen. Esta negación teóri-
ca va ahora a la esencia del régimen de producción capitalista y su finalidad última
es la transformación revolucionaria del régimen existente.

El materialismo

El materialismo mecanicista
La física de Descartes sirve de base al materialismo cartesiano.
En su física, Descartes había conferido a la materia fuerza autocreadora y concebido el
movimiento mecánico como obra de su vida... Dentro de su física, la única sustancia,
el fundamento único del ser y del conocimiento es la materia.3

Es decir, que Descartes concebía en su física a la materia como lo primordial,


como el fundamento del ser y del conocer. El defecto principal de su materialismo
se encuentra en el reconocimiento del movimiento mecánico como la única forma del
movimiento de la materia. Este defecto es más notable en sus seguidores —Leroy,
Cabanis y Lemettrie— quienes explicaban
el alma como una modalidad del cuerpo y de las ideas como movimientos mecánicos.4

2
Marx, Carlos, y Federico Engels, op. cit., pp. 191-192.
3
Ibíd., p. 192.
4
Ibídem.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 85


El materialismo cartesiano (mecanicista) sigue existiendo hasta el siglo XIX
teniendo la base de su vitalidad en el desarrollo de las ciencias naturales mecánicas
y desemboca en la verdadera ciencia de la naturaleza.
Vemos aquí cómo del seno del mismo de la metafísica es engendrado su con-
trario, el materialismo.

El materialismo inglés
La metafísica de Descartes, cuyo postulado fundamental era la existencia de ideas
innatas en la conciencia del hombre, genera como contrapartida otra forma de mate-
rialismo representada por Gassendi y los ingleses Bacon, Hobbes y Locke. Este ma-
terialismo pone el acento en el problema del origen de las ideas, de su proceso de
formación; frente a las ideas “innatas” de la metafísica cartesiana se desarrollan las
tesis de que las ideas que se forma el hombre acerca del mundo exterior son el pro-
ducto de un proceso que parte de las sensaciones (la relación directa del hombre con
la naturaleza a través de los sentidos) y se eleva hasta el pensamiento. Los sentidos
son los que para este materialismo suministran todos los conocimientos: Nihil est in
intellectum quod non fuerit in sensu.

El materialismo francés
Los materialistas franceses (la “Ilustración francesa”, los llama Hegel) son los conti-
nuadores directos de los ingleses y los que
dotaron al materialismo inglés de espíritu, de carne y de sangre, de elocuencia. Le
infundieron el temperamento y la gracia que aún no tenía. Lo civilizaron... Helvétius
(Helvecio) concibe inmediatamente el materialismo con referencia a la vida social.5

Los franceses consideraron, como los ingleses, que la totalidad de las ideas del hom-
bre son sensaciones transformadas; pero no se quedaron en eso y, refiriendo esta tesis
a las relaciones sociales, sostuvieron que todas las concepciones y sentimientos del
hombre son el resultado de la influencia del medio ambiente social; a su vez, el medio
ambiente social dependía del tipo de legislación y de las formas de gobierno. El
Estado, cuyas leyes responden a las exigencias de la razón, puede crear las condi-
ciones necesarias para asegurar una vida moral y hacer que el hombre sea ilustrado.
La ilustración francesa llevó el materialismo hacia un punto superior de su
desarrollo. El materialismo cartesiano había establecido el principio general de la
primacía de la materia, último fundamento del ser y del conocer; los ingleses, par-
tiendo de este principio, lo enriquecieron postulando que las ideas del hombre te-
nían su origen en la experiencia sensible, en la relación directa del hombre con el
mundo exterior a través de sus sentidos y, por último, los franceses lo perfecciona-
ron estableciendo la tesis de que es el ser social el que determina la conciencia social.
Los filósofos materialistas franceses pensaban que el medio ambiente social
era el que determinaba las opiniones de los individuos (es decir, sus ideas, senti-

5
Ibíd., p. 196.

86 • Capitalismo moderno y revolución


mientos, emociones, voluntad, acción, etcétera); por lo tanto, para que el individuo
experimentase verdaderos sentimientos humanos, para que su comportamiento fue-
se verdaderamente humano había que organizar el “medio ambiente” en forma tal
que correspondiese a las exigencias de la naturaleza humana. Según los franceses,
el espíritu humano no es un don de la naturaleza, sino el fruto de la educación, por
la cual entendían el conjunto de influencias del medio sobre la personalidad. Pero el
medio social mismo sólo se halla determinado, según ellos, por el régimen político.
Y estos filósofos apelaban a la razón para que de la cabeza de sus más preclaros hijos
sacara, ya acabado, el sistema social que sería cabal expresión de las necesidades del
hombre.
Como vemos, los materialistas franceses dejaban entrar por la puerta de atrás
lo que habían expulsado por la de adelante: el idealismo; “el medio ambiente es el
que determina las opiniones” y “el medio ambiente social es determinado a su vez
por las leyes y las formas estatales”, habían dicho; entonces, para cambiar el medio
ambiente inhumano era necesario construir, en la mente de los filósofos, una orga-
nización social (leyes y formas estatales) que correspondiese a la naturaleza humana
y una vez terminada en sus detalles no había más que aplicarla. No se buscaba la
solución a los problemas sociales en la sociedad misma, en los elementos que su
desarrollo brindaba.
Esta etapa es pródiga en estudios acerca de la naturaleza humana (recorde-
mos la obra de Rousseau, sobre todo el Discurso acerca de las causas de la desigualdad
humana) y en teorías relativas a la reforma social; todos los argumentos sobre estas
materias son desarrollados por la propia ideología burguesa como base de sustenta-
ción del régimen capitalista y armas para el combate al feudalismo pero, al mismo
tiempo, contienen en germen los elementos de la negación del régimen burgués.
La revolución francesa de 1789, que fue un resultado directo de la labor de-
sarrollada por la ilustración francesa, echó abajo toda la organización feudal de la
sociedad al tiempo que instauró el reinado de la clase burguesa.

El socialismo crítico-utópico
El propio capitalismo crea, en la época posterior a la revolución francesa, los ele-
mentos de una primitiva negación de su naturaleza; la situación a que es llevado el
proletariado naciente a causa del crecimiento de la riqueza capitalista provoca
el surgimiento, a partir del materialismo francés, de una primigenia doctrina socia-
lista y comunista (Owen, Fourier, Cabet, Saint Simon, Dezamy, Gay, etcétera) que
se propone acabar con los males surgidos del desarrollo de la sociedad moderna
estableciendo una forma de organización social acorde con la naturaleza humana
y cuyos lineamientos generales son formulados sacándolos de las cabezas de sus
epígonos por medio de la razón pura; el socialismo crítico-utópico, como fue llama-
do por Marx y Engels, constituye el germen de la negación teórica del régimen de
producción capitalista y es la base del movimiento práctico del proletariado de esa
época. Los razonamientos de los socialistas crítico-utópicos (la crítica de la sociedad
burguesa y los atisbos de la sociedad del futuro) tienen su punto de apoyo en los ar-

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 87


gumentos de los materialistas franceses, a los cuales superan y perfeccionan, y cons-
tituyen el punto de partida de las tesis de la teoría revolucionaria del proletariado.
El socialismo crítico-utópico es la negación del régimen de producción capi-
talista sin traspasar sus confines. No aprehende la esencia del régimen ni determina
por tanto una acción práctica revolucionaria del proletariado; sus postulados, sin
embargo, son elementos que, en un salto cualitativo pasarán a formar parte del ma-
terialismo dialéctico.

La historia política
Después de la revolución francesa, en plena época de la Restauración, un grupo de
escritores políticos (Guizot, Thierry y Mignet) sometieron a un concienzudo estudio
el movimiento que acababan de presenciar. De sus análisis extrajeron la conclusión
de que la sociedad se desarrolla regida por leyes intrínsecas y que sus cambios no
obedecen a la voluntad de tal o cual persona, a los efectos de la legislación, a las
determinaciones estatales o a los dictados de la “razón”, sino a las condiciones ma-
teriales que forman la base de su desarrollo, a la organización de la sociedad civil, a
la lucha de clases; descubrieron que la “sociedad civil” es la que determina la legis-
lación y el Estado.
“Ha sido por el estudio de las instituciones políticas, dice Guizot, que han procurado
conocer el estado de la sociedad, el grado o el género de su civilización. Habría sido
más atinado estudiar primeramente la sociedad misma para conocer y comprender
sus instituciones políticas. Antes de convertirse en una causa, las instituciones son
un efecto; la sociedad las produce antes de ser a su vez modificada por ellas; y en vez
de buscar en el sistema o en las formas de gobierno el estado del pueblo es menester
examinar ante todo el estado del pueblo para saber cuál ha sido y cual ha podido
ser el gobierno... la sociedad, su composición, el modo de ser de los individuos de
acuerdo a su situación social, las relaciones de las diversas clases de individuos,
el estado de las personas, en fin, esta es sin duda, la primera cuestión que llama la
atención del historiador que quiere observar la vida de los pueblos y del publicista
que quiere saber cómo han sido gobernados.”Ensayos sobre la historia de Francia, 10º
ed. pp. 73-74, París, 1860 (la primera edición de estos Ensayos apareció en 1822).6

Las ideas críticas de los historiadores posteriores a la revolución francesa son la con-
tinuación y superación de los materialistas franceses; establecen teóricamente la re-
lación exacta entre la “sociedad civil” y la legislación y el estado, la cual había sido
considerada inversamente por la Ilustración Francesa, y descubren el motor de la
historia moderna de los pueblos: la lucha de clases.
Estos avances teóricos se realizan bajo la influencia del régimen capitalista y
son elementos de su propio desarrollo; pero al mismo tiempo contienen en forma
embrionaria los de la teoría revolucionaria.

6
Plejanov, Jorge, La concepción materialista de la historia de Carlos Marx, versión al español de Ediciones
en Lenguas Extranjeras, Moscú, URSS, Ediciones Roca, S.A.., Primera Edición, 1974, pp. 37 y 38.

88 • Capitalismo moderno y revolución


El idealismo.
En la comunidad primitiva se da el proceso de constitución y consolidación de las
características fundamentales de la naturaleza humana. El conocimiento primitivo,
se encuentra en íntima y armónica unión con todos los elementos de la naturaleza
del hombre.
Al disolverse la comunidad primitiva, esta prístina unidad se rompe; el cono-
cimiento se desgaja del tronco común y se inicia su proceso de sustantivación, por el
cual se convertirá en una potencia ajena y negatoria de la naturaleza humana.
La sustantivación del conocimiento consiste en que, separado de la unidad
primera con todas las fuerzas del hombre, cobra vida propia y se considera a sí mis-
mo como la única realidad.
El conocimiento sustantivado empieza a existir al disolverse la comunidad
primitiva, se desarrolla a lo largo de la historia posterior de la sociedad humana y al-
canza su más alta expresión en la filosofía idealista alemana de Kant, Fichte y Hegel.
La moderna filosofía idealista parte de Descartes, quien en su Metafísica
sostuvo el principio de que el hombre poseía una serie de “ideas innatas”, inde-
pendientes de la experiencia. Esta tesis central, que considera al pensamiento como
una sustancia, como algo preexistente, es la que sirve de base a la moderna filosofía
idealista.
Para nuestros propósitos, sólo nos interesa aquí el remate de toda esta co-
rriente filosófica, es decir, el sistema de Hegel.

La filosofía hegeliana

La clave de la filosofía Hegeliana


En La Sagrada Familia (Capítulo VIII, apartado 4. El misterio revelado de los puntos de
vista),7 Marx y Engels hacen una caracterización de la Fenomenología de Hegel.
En ella —dicen Marx y Engels—
Hegel reemplaza… al hombre por el conocimiento, la realidad humana más variada
aparece simplemente como una forma determinada, como una característica del
conocimiento.8

En la Fenomenología, el conocimiento humano que tiene sus bases materiales,


sensibles, objetivas, es sustituido por el “saber absoluto”, por el conocimiento que
tiene su fundamento en sí mismo y es independiente de la realidad objetiva.
Toda la Fenomenología tiende a demostrar que el conocimiento es la única realidad.9

El conocimiento (la conciencia, la idea) bajo la forma del “espíritu” es una sustancia
con vida propia que en su movimiento genera a la materia, la naturaleza y la socie-
dad humana.

7
Marx, Carlos, y Federico Engels, op. cit., p. 25.
8
Ídem.
9
Ídem.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 89


El “espíritu” es el reflejo en la conciencia humana de la evolución de la ma-
teria, la naturaleza y la sociedad; de ahí entonces que en él se comprendan, de una
forma invertida, las leyes generales de la estructura y el movimiento de la realidad
objetiva.
La filosofía de Hegel llega, pues, al punto superior en que ha desarrollado
las leyes del movimiento de la materia como leyes del pensamiento (dialéctica) y las
leyes de la evolución de la naturaleza y la sociedad como las del “espíritu absoluto”.
En la “Crítica de la filosofía y dialéctica hegelianas en general”, último capí-
tulo de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844,10 Marx expresa los antecedentes
que su doctrina tiene en la filosofía y dialéctica hegelianas en lo que respecta al pro-
ceso de desarrollo del mundo humano.
En la Enciclopedia, nos dice Marx, Hegel comienza
con la Lógica, con el pensamiento especulativo puro, y termina con el conocimiento
absoluto —con el espíritu abstracto autoconsciente, autocomprensivo, filosófico o
absoluto (es decir, sobrehumano)—.11

La “Enciclopedia” es la expresión del desarrollo del espíritu filosófico.


Marx realiza un análisis crítico de los postulados que Hegel expresa en la
Enciclopedia.

Primera posición crítica


La primera posición crítica que Marx toma frente a Hegel es respecto a la naturaleza
del espíritu filosófico, del cual dice que es el espíritu enajenado del mundo que se consi-
dera a sí mismo en forma abstracta.
Para Hegel, el conocimiento, la capacidad natural-humana integrante de la
esencia de la naturaleza del hombre, y los conocimientos que por su intermedio
obtiene la especie, constituyen el contenido de una sustancia con vida propia. Esta
sustancia es el espíritu filosófico —saber absoluto—. La filosofía de Hegel es la re-
presentación de la evolución del espíritu filosófico y está constituida por tres partes
fundamentales: la lógica, la filosofía de la naturaleza y la filosofía del espíritu. La
evolución del espíritu filosófico se inicia con el espíritu en su forma pura, con el
pensamiento abstracto, continúa con el espíritu que sale de su abstracción y se ena-
jena en la naturaleza, y concluye con el espíritu que se hace consciente de sí mismo,
mediante la conformación de la conciencia y la autoconciencia.
En el contexto de lo que Marx analiza lo largo de los Manuscritos..., (ver en
este trabajo: Capítulo III, Los primeros planteamientos (continuación), Los manus-
critos económico-filosóficos de 1844) el espíritu filosófico —saber absoluto— es el
conocimiento humano convertido en una sustancia independiente, una potencia
ajena y opuesta a la esencia natural del ser humano; es el resultado del proceso de
anulación y enajenación de la esencia natural humana que se inicia con la disolución

Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, 1977, México, D.F.,
10

pp. 144-176.
11
Ídem.

90 • Capitalismo moderno y revolución


de la comunidad primitiva. El espíritu filosófico tiene una existencia real como sus-
tancia con vida propia; la causa de su sustantivación se encuentra, como se ha dicho,
en el proceso de enajenación de las potencias esenciales del ser humano. Hegel lo
que hace es expresar racionalmente este hecho —es decir, el conocimiento sustan-
tivado—, concebirlo como la única realidad y dotarlo de conciencia —autoconcien-
cia— en la persona de la filosofía del espíritu.
La facultad intelectual, el pensamiento, y todo aquello que se denomina con-
ciencia social, es decir, el conjunto de conocimientos que la colectividad genera, orga-
niza, conserva y emplea como elementos del proceso de trabajo, forman parte de las
facultades físicas y mentales que en unidad integran la primigenia esencia natural hu-
mana; posteriormente, al disolverse la comunidad primitiva, esas facultades y poten-
cias se desgajan de su tronco original e inician un desarrollo propio, ajeno a la esencia
natural del ser humano e incluso negatorio de ella; se da el proceso de anulación de
la naturaleza humana. Esas facultades y potencias cobran vida propia y se convierten
en la esencia enajenada del ser humano; en el capitalismo, esta enajenación alcanza
su máximo desarrollo y se materializa en la ciencia y en la filosofía. Tarea fundamen-
tal del socialismo y del comunismo es la reapropiación de esas facultades y potencias
con la finalidad de reconstituir la naturaleza esencial del hombre.
Al destruirse la colectividad, el conocimiento (la conciencia social), deja de
ser elemento del proceso de trabajo integrante de la esencia natural humana y se
convierte en algo ajeno y opuesto a ella, que incluso provoca su degeneración y
descomposición.
Adquiere así el carácter de una sustancia, aparentemente con vida propia,
compuesta por las siguientes partes: leyes del pensamiento, acervo de conocimien-
tos sobre los diversos campos de la realidad incorporados en unidades indepen-
dientes y leyes generales sobre la estructura, relaciones mutuas y evolución de los
anteriores elementos, etcétera. El conocimiento sustantivado se nutre, de una mane-
ra inconsciente, de los productos mentales que surgen de la actividad práctica del
hombre; éstos se van filtrando espontáneamente y se elevan hasta llegar a formar
parte del conocimiento enajenado; una vez ahí obran en el sentido de impulsar su
desarrollo interno, haciéndolo pasar a etapas superiores de su existencia.
El conocimiento, en virtud de su naturaleza enajenada, considera tener la
causa de su desarrollo en sí mismo. En el punto superior de su existencia, el cono-
cimiento enajenado cobra conciencia de sí y de toda la historia de su generación y
desenvolvimiento. Es precisamente lo que Marx llama el espíritu enajenado del mundo
que se considera a sí mismo en forma abstracta.
Según Marx, en la Enciclopedia Hegel describe el desenvolvimiento del espíri-
tu filosófico. La evolución del espíritu filosófico comienza con la Lógica.

Segunda posición crítica


La segunda posición crítica de Marx en relación a Hegel consiste en la determinación
de lo que es la Lógica.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 91


Para Marx, la Lógica es el pensamiento enajenado. Es decir, el reflejo abstracto
de la naturaleza y de la vida del hombre que se ha desgajado de la esencia natural
humana y se ha sustantivado.
La naturaleza y la vida del hombre son exteriores al pensamiento abstracto
enajenado; éste las aprehende como tal pensamiento abstracto enajenado. Esto es,
el pensamiento enajenado considera a su fundamento real, la naturaleza y la vida
del hombre, como algo ajeno a sí mismo, como algo que no constituye su base de
existencia.
Las leyes y formas del pensamiento forman parte del conocimiento huma-
no, son la conciencia que el pensamiento tiene de sí mismo como un momento del
proceso del conocimiento integrante de la esencia natural humana. Al desintegrarse
ésta, se producen la sustantivación y la enajenación ya estudiadas; con ello, las leyes
y formas del pensamiento (agrupadas en la disciplina llamada “Lógica”), adquieren
esa misma naturaleza, es decir, son la potencia humana del pensamiento sustantiva-
da, enajenada y negatoria de la esencia natural del hombre.
Hegel considera que el mundo existe realmente y su estructura y movimiento
son el presupuesto del conocimiento. Fuera de la lógica, pero como basamento de
la misma, Hegel postula la existencia real del mundo estructurado en niveles que
van del ser a la esencia y moviéndose en el sentido de convertir a la esencia en un
existente, en el ser.
La lógica no es sino la forma en que el pensamiento se apropia la realidad
siguiendo precisamente esa estructura y ese movimiento que empieza por el ser y
llega a la esencia que es la naturaleza más intima de la realidad. En la fase más alta,
el pensamiento produce el concepto, que es la forma superior de apropiarse mental-
mente el mundo exterior.
El núcleo racional de la lógica de Hegel se encuentra en:
(a) Puesto que Hegel reconoce la existencia y cognoscibilidad del mundo exterior, su
ontología —Lógica objetiva— es el compendio más completo, jamás alcanzado
por la filosofía, de la estructura de la materia y de las leyes de su movimiento.
Para Hegel, la materia está estructurada en dos niveles fundamentales: ser y
esencia, y su movimiento es precisamente aquel por el cual despliega su esencia
a partir del ser hasta convertir la naturaleza esencial en un existente. El ser lleva
en sí su esencia como su otro; ésta, negando al ser, pasa desde un estado propia-
mente germinal hasta su más completa madurez, en donde se hace explícita y
alcanza la naturaleza del ser.
Este ser, a su vez, tiene en sí mismo su otro, es decir, su esencia en estado
germinal que deberá recorrer el mismo camino señalado. Esta es la ley absoluta
del movimiento de la materia. Si detenemos este movimiento en un momento de-
terminado, encontraremos por fuerza a la materia estructurada en dos niveles
fundamentales, el ser y la esencia.
La esencia contiene en sí misma el motor de su movimiento: está integrada
por polos opuestos que en un proceso de mutua complementación y oposición
la llevan desde un estado germinal hasta su madurez. En la introducción ade-
lantamos ya los principios fundamentales de este movimiento, al que Hegel dio
el nombre de dialéctica.

92 • Capitalismo moderno y revolución


Forma de movimiento
Ejemplo
general de la matería
Ser
Nebulosa indiferente

Esencia en estado germinal,
Materia pensante en estado
como el otro del ser
germinal, como su otro

Desarrollo de la nebulosa indiferencias
Desarrollo de la esencia. hacia el movimiento mecánico, físico
Proceso dialéctico y químico. Aparición de la vida
↓ ↓
Esencia
plenamente desarrollada, Vida pensante, forma superior
que es la negación y superación del desarrollo de la materia,
del ser y al mismo tiempo es el que al mismo tiempo es la
↓ ↓
nuevo ser materia pensante
que tiene a la esencia que tiene a la nebulosa
como su otro indiferencia como su otro

(b) Para Hegel, el pensamiento puede penetrar y penetra hasta la inasequible “cosa
en sí” de los kantianos. La realidad es cognoscible y lo es hasta su estructura más
íntima y sus movimientos más complicados. La lógica no es sino el compendio de
las leyes conforme a las cuales el pensamiento se apropia el objeto de la manera
más completa: aprehende primero lo superficial y accidental, es decir, la apa-
riencia del fenómeno, lo que Hegel llama las determinaciones del ser; después
encuentra las características del otro que existe germinalmente en el interior del
ser, es decir, las determinaciones de la esencia; con estos elementos construye el
concepto subjetivo que es la unidad en la oposición de las determinaciones del
ser y la esencia; con el concepto como hipótesis de la naturaleza del objeto, va
hacia éste para su verificación, resultando de ello la elaboración de la idea como
la forma de pensamiento en la cual el concepto, es decir, la hipótesis y el objeto
coinciden plenamente. La “idea absoluta” es el reflejo superior de la realidad
en la conciencia, es la aprehensión nuevamente del ser pero con una riqueza de
determinaciones formando su contenido como resultado de todo el proceso.

El carácter místico de la metafísica de Hegel radica en:


(a) Cada forma del pensamiento: categoría, concepto e idea, son tomados por Hegel no
como medios específicos de reflejarse la realidad en la conciencia humana sino
como el fundamento último de la realidad, como la única y verdadera realidad.
Hegel encuentra que las cosas se desarrollan de acuerdo con el concepto y la
idea que son el reflejo de su movimiento; mediante una trasposición, considera
que son dichos reflejos mentales, el concepto y la idea, los que forman la esencia

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 93


de las cosas y determinan su desenvolvimiento; de aquí entonces que, según
Hegel, la más íntima realidad de las cosas, su verdad, lo sea su concepto o idea,
es decir, el pensamiento.
(b) En virtud de la inversión realizada entre reflejo y cosa reflejada, las formas del
pensamiento se sustantivan y cobran vida propia; pasan a constituir una sustancia
—el pensamiento, el espíritu— que pretende existir desde el inicio de los tiempos
y que se erige en el fundamento último, en el demiurgo de todo lo existente. En
Hegel sólo encontramos la formulación más acabada de este proceso porque, como
ya lo habíamos señalado, el mismo se inicia desde los tiempos de la disolución de
la comunidad primitiva, cuando el conocimiento se desprende de la primigenia
unidad con los demás elementos integrantes de la esencia natural humana; desde
entonces, el pensamiento —el espíritu— tiene una existencia sustantivada, ajena
y opuesta a aquella.
Habiendo perdido todo contacto con la realidad de la que procede, la sus-
tancia espiritual hegeliana pretende existir desde el principio de los tiempos,
dentro de sí misma, en un constante movimiento circular en el que sus partes
se encuentran al mismo tiempo en sucesión y simultaneidad; es decir, es el espíritu
en movimiento interno que al mismo tiempo es ser, esencia, concepto e idea que
a la vez se encuentra en tránsito de una a otra forma.

La lógica de Hegel es, aunque en una forma invertida, la formulación más exacta, no
superada hasta ahora, de las leyes del movimiento de la materia y del pensamiento;
puesta sobre los pies, como dice Marx, constituye una parte integrante de la doctrina
del marxismo con el mismo derecho que los propios textos de Marx, Engels y Lenin, y con
mucho mayor razón porque los clásicos únicamente aplicaron ampliamente el mé-
todo hegeliano en todo su trabajo teórico, pero no desarrollaron algo que pudiera
considerarse como una “lógica marxista”. Marx y Engels utilizaron en todos sus
trabajos teóricos el método que se contiene en la lógica hegeliana, pero no como algo
externo y accidental, sino como aquello que permite penetrar a la esencia del objeto
y que por tanto se convierte en parte integrante de su reflejo mental: El Capital, la
obra cumbre de Marx, es, de la A a la Z, una aplicación de la Lógica de Hegel al
estudio de la economía política; de igual manera, las tesis clásicas de la explotación
y depauperación del proletariado y del establecimiento del socialismo constituyen
una versión de la doctrina hegeliana de la esencia en el terreno de la historia de la
sociedad humana.
Como dejamos dicho, el revisionismo, aunque virtualmente extinto, es lo que
pasa hoy en todas partes como la forma más refinada de la teoría marxista; de ahí
entonces que para la reivindicación de esta última, para dar de nuevo vigencia a las
tesis marxistas, para poner de relieve lo esencial de los planteamientos de Marx y de
Engels, sea legítimo y necesario apoyarse en lo que fue el método utilizado por ellos
para forjar la teoría de la revolución; y no sólo eso, sino que en virtud de que con la
derrota del socialismo y la anulación de la teoría marxista se presenta una situación
inédita para la que no hay respuesta en ninguno de los textos clásicos, sea igual-
mente legítimo y necesario acudir al método en el que abrevaron Marx y Engels. El

94 • Capitalismo moderno y revolución


revisionismo tuvo dos actitudes distintas frente a Hegel: un sector de esa corriente
ideológica experimentó un terror pánico, un miedo cerval ante la filosofía hegeliana;
es el mismo sentimiento que los invadía ante la obra fundamental del marxismo, El
Capital de Carlos Marx, que es para ellos terra ignota; acostumbrados a seguir la línea
de menor resistencia intelectual que significa el adoptar sin reservas los prejuicios
teóricos de la pequeña burguesía y darles una leve mano de barniz marxista, la sola
lectura, no se diga el estudio de la obra hegeliana, reclamaría un esfuerzo mental que
por definición no estaban capacitados para realizar; otro sector del revisionismo, por
el contrario, se acercaba a Hegel de la misma manera que a El Capital, es decir, con el
propósito de encontrar puntos de apoyo para el prejuicio teórico pequeño burgués
que era el fundamento de su doctrina económico-social: el socialismo humanista.
La dialéctica, como método del conocimiento, es una generalización de las
leyes del movimiento de la materia que nos auxilia a conocer en toda su extensión
y profundidad la totalidad del ser o una parcela determinada de la realidad; su ca-
racterística fundamental, que la distingue claramente de la lógica formal y de la
ontología anterior, es que considera que todos los fenómenos tienen tres niveles de
existencia: el del ser determinado, el de la esencia positiva y el de la esencia nega-
tiva y que su movimiento consiste en internarse en sí mismo, producir su esencia
y dar lugar así al otro que tiene en su interior en estado germinal; el conocimiento
del objeto, para ser un fiel y completo reflejo suyo, debe también seguir ese camino:
partir del ser determinado, llegar a la esencia y descubrir el otro que aquel tiene en
su interior y en el que ha de transformarse ineluctablemente; es evidente que la ne-
cesidad de esa transformación no se la da al objeto el método del conocimiento sino
su propia naturaleza y el pensamiento únicamente puede aprehenderla con mayor
o menor exactitud.
El método dialéctico es el alma del marxismo-leninismo; su divisa es siempre
calar hasta lo más hondo del objeto para encontrar la esencia del mismo, esto es, el
otro que existe en su interior y en el que ha de convertirse indefectiblemente; es
el método científico por excelencia y se alza sobre las ruinas de la lógica formal y de
la gnoseología a ella inherente, las cuales únicamente aprehenden la superficie del
objeto y su relación con una esencia interna, inmóvil que es el fundamento, la causa
última del ser encerrado en sí mismo; para ellas, el objeto es una multitud de deter-
minaciones superficiales inconexas que sólo reconocen una relación lineal de causa
a efecto con otra multitud de determinaciones igualmente desvinculadas que son
la razón suficiente de las primeras. La lógica formal es el método del conocimiento
característico de la ideología burguesa; ésta se solaza muy especialmente en esa pre-
tendida cientificidad de considerar a esas determinaciones formales como variables
que pueden ser sometidas a un modelo matemático lo más complicado posible y de
ahí extraer las hipótesis del movimiento del objeto teniendo como límite absoluto la
naturaleza actual del mismo. El revisionismo toma directamente este método cog-
noscitivo del arsenal de la ideología burguesa y únicamente lo adereza con las dos o
tres simplificaciones que con fines didácticos hicieron Marx y Engels de la dialéctica;
así pertrechados, acometen la tarea de realizar un análisis “revolucionario” de la
realidad.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 95


El revisionismo tiene un cuidado muy especial en desvirtuar la teoría marxis-
ta del conocimiento y es por eso que niega que la Lógica de Hegel, puesta sobre sus
pies, sea una parte integrante de aquella, el corazón mismo de la dialéctica materia-
lista; en lugar de ella introduce una variedad cualquiera de la gnoseología burguesa.
No sólo es una conclusión en nuestra argumentación, sino una premisa suya, la
consideración de la dialéctica hegeliana, “puesta sobre los pies” por el marxismo,
como el único método científico.
La teoría marxista fue sustituida, a la caída del socialismo que aquí hemos
denominado formal, por el revisionismo; un terreno especialmente afectado por esa
transformación lo fue el del método del conocimiento revolucionario de donde, en
primer lugar, expulsó a la dialéctica hegeliana que era el núcleo del mismo y la
sustituyó por una vulgarización extrema de las famosas tres leyes enunciadas por
Engels en más de uno de sus trabajos; posteriormente, debajo de esta delgadísima y
frágil capa pseudo marxista, se introdujo toda una versión de la teoría burguesa del
conocimiento.
La lógica hegeliana tiene dos aspectos claramente diferenciados: su carácter
místico y su naturaleza racional.
En su cualidad sobrenatural es la descripción de las características y del desa-
rrollo del pensamiento puro, una sustancia suprahumana que conforme a la filosofía
hegeliana es el fundamento de la naturaleza y del espíritu.
En su condición racional es el reflejo en la conciencia humana de las leyes más
generales de la estructura y del movimiento de la realidad objetiva. La lógica formal
también era el reflejo de la objetividad, pero únicamente de la superficie de la misma,
de tal manera que estaba constituida por abstracciones vacías, categorías fijas y rígi-
das y superficiales representaciones del ser que tenían el sello de la accidentalidad;
la lógica de Hegel —la dialéctica— es el reflejo de los dos niveles de existencia del
mundo objetivo: el ser, que tiene en sí mismo a su otro que es la esencia, y la esencia
que es el otro del ser y que tiene en sí al ser como su otro, y del movimiento que va
del ser a la esencia y de ésta al ser; es la más completa y profunda representación del
ser y la esencia del mundo. En atención a esto, la dialéctica hegeliana está integrada
por un cuerpo de categorías y conceptos fluidos, cuya naturaleza fundamental es
la contradicción y la necesidad y que producen abstracciones llenas de contenido
(concretos del pensamiento) que reflejan la riqueza de determinaciones del ser y de
la esencia y de su paso de uno a otro.
En la lógica de Hegel, el ser existente es el ser determinado y su destinación.
Es ser que se interna en sí mismo y produce su esencia y esencia que surge a
la existencia.
El ser existente es simultánea y sucesivamente ser y esencia; es ser esencial.
Lo que aparece en la existencia es el ser inmediato esencial.
Este es de nuevo el ser en general, pero ahora con una gran riqueza de deter-
minaciones: es una totalidad de cosas en sí que forman dos mundos, el de lo feno-
ménico y el del ser en si, es decir, el del ser inmediato y el de la esencia, que están en
indisoluble unidad y que son cada uno él mismo y su otro. El mundo fenoménico es
también un mundo en sí, un mundo de leyes.

96 • Capitalismo moderno y revolución


Hay una relación esencial entre los dos mundos que forman la totalidad. Esta
relación es primero la del todo y las partes, después la de la fuerza y su extrinseca-
ción y por último la de lo interior y lo exterior.
La relación de lo interior y lo exterior es la relación esencial entre ser y esen-
cia. Es la realidad.
El ser inmediato esencial es la realidad que es el ser absoluto (la absoluta
unidad (identidad) de ser y esencia, de mundo fenoménico y mundo en sí, de lo
interior y lo exterior, de la forma y el contenido, etcétera) que al mismo tiempo es
la necesidad absoluta (la unidad de la necesidad formal (accidentalidad) y de la ne-
cesidad real) y el ser inmediato esencial que contiene sus propias determinaciones
(ser determinado inmediato) y las de la esencia en sus fases de constitución (funda-
mento) y de surgimiento a la existencia (condiciones y ser inmediato esencial) en
forma simultánea, coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente, trastrocándose
constantemente unas en las otras (el ser en esencia y la esencia en ser).
La realidad que es lo absoluto absoluto es la unidad de la accidentalidad y la
necesidad, es la necesidad absoluta.
Es la realidad que comprende al ser existente que tiene la esencia como lo
que está destinado a ser, lo que ya es en acto y lo que está surgiendo a la existencia.
En la realidad absoluta el ser absoluto es la necesidad absoluta.
La realidad que es lo absoluto absoluto es la absoluta identidad de la exterio-
ridad y la interioridad, de lo real y lo posible, del ser y la nada, de la accidentalidad
y la necesidad.
La realidad absoluta es la necesidad absoluta, el movimiento desde la posibi-
lidad formal hasta la necesidad real.
La realidad absoluta como necesidad absoluta es la sustancia.
La realidad absoluta como accidentalidad absoluta es la sustancia.
La realidad absoluta es la relación que tiene la sustancia consigo misma.
Es la relación de la sustancia con sus accidentes.
El ser inmediato existente es la sustancia.
La sustancia es la necesidad (esencia) absoluta.
El concepto de la necesidad que desarrolla Hegel en su lógica es, desde luego,
una parte integrante de la teoría marxista del conocimiento; y aplicándolo a la rea-
lidad del régimen capitalista es como los clásicos extraen la conclusión de la inevi-
table, fatal, ineluctable transformación de esa forma de organización de la sociedad
en el socialismo.
La lógica objetiva de Hegel, que abarca las dos primeras partes de su lógica,
el ser y la esencia, contiene la descripción más detallada, minuciosa, exhaustiva e
integral que se haya hecho por filósofo alguno, anterior o posterior a aquel, de la
estructura fundamental y de las leyes más generales del movimiento de la materia;
esta lógica objetiva es, al mismo tiempo que el reflejo omnicomprensivo del mundo
objetivo, un método que puede y debe aplicarse en los más variados campos del
conocimiento para obtener el concepto exacto de su objeto, ya que éste, como parte
de la realidad, se rige también por aquellas leyes generales.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 97


En el último capítulo de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 continúan
Marx y Engels su labor de fijar su posición frente a la Filosofía de Hegel.
La primera fase de existencia del espíritu filosófico, es decir, de la conciencia
que sobre sí mismo tiene el conocimiento sustantivado, es aquella en la que aparece
y tiene sus primeros desarrollos la ciencia de la Lógica, esto es, la conciencia del pen-
samiento sobre sí mismo.
El espíritu es el resultado del desarrollo del pensamiento enajenado.
El movimiento del espíritu filosófico pasa de la Lógica a la Filosofía de la
naturaleza.

Tercera posición crítica


La tercera posición crítica de Marx en relación con la doctrina de Hegel, la adopta res-
pecto de la filosofía de la naturaleza.
La naturaleza —dice Marx— es exterior al pensamiento abstracto enajenado;
éste aprehende la naturaleza como tal pensamiento abstracto enajenado.
En la comunidad primitiva, la naturaleza es la fuente de las facultades natu-
rales humanas y el campo en el cual se ejercitan y fortalecen; el pensamiento, como
facultad humana específica, está en íntima y armónica unión con la naturaleza: pro-
duce, a través de la actividad práctico-humana, los reflejos mentales del mundo ex-
terior y los integra en un acervo de conocimientos del mismo como instrumento
para la realización de las potencias de la esencia natural humana en su acción sobre
la naturaleza. Al disolverse la comunidad primitiva, la naturaleza se hace ajena a
la esencia natural humana y se convierte en un elemento de su negación; el pen-
samiento se disocia de todos los demás factores constitutivos de la esencia natural
humana, se hace ajena a ella y se transforma en un vehículo para su anulación; el
pensamiento y la naturaleza, enajenados de la esencia natural humana, pierden su
unidad primitiva y cada una de ellas se desarrolla por su cuenta, relacionándose
sólo extrínsecamente; el pensamiento produce, en esa relación externa los reflejos
mentales correspondientes a la naturaleza exterior y los integra en un cuerpo de co-
nocimientos que forman parte del conocimiento humano enajenado; el conocimien-
to de la naturaleza adquiere así las características ya estudiadas que corresponden
al conocimiento enajenado: es una sustancia con vida propia, ajena y opuesta a la
esencia natural humana, que en apariencia tiene su causa en sí misma, con indepen-
dencia de la actividad práctica (producción).
En su segunda fase de existencia, el espíritu filosófico (autoconciencia) toma
el acervo de conocimientos sobre la naturaleza elaborados por el pensamiento ena-
jenado, los dota de orden y sistema y los integra en el cuerpo que forma el conoci-
miento enajenado; dicho de otra manera, descubre las leyes generales que rigen a los
diversos fenómenos y campos de la naturaleza, las concatenaciones existentes entre
ellos y la evolución de esa totalidad y las lleva a formar parte del conocimiento sus-
tantivado y ajeno a la naturaleza humana. Este conocimiento de la naturaleza, que
desemboca en la ciencia y la filosofía modernas, es un elemento más del proceso de
anulación de la esencia natural humana.

98 • Capitalismo moderno y revolución


Esto es, el pensamiento enajenado aprehende a su fundamento real, la natu-
raleza y la vida del hombre, como algo ajeno a sí mismo, como algo que no constitu-
ye su base de existencia.
El pensamiento abstracto enajenado —el pensamiento puro— va incorporan-
do a su sustancia los distintos campos del conocimiento humano que también tienen
el carácter de entes sustantivos desprendidos de la esencia natural del ser humano;
al final del proceso nos encontramos a la totalidad del conocimiento humano estruc-
turado como el conjunto de las potencias intelectuales del ser humano desgajadas de
su esencia natural, es decir, formando parte de la esencia enajenada de la naturaleza
humana (ciencia, filosofía, etcétera). El espíritu es el reflejo abstracto del desarrollo
de la naturaleza y de la sociedad humana que se ha separado de su unidad origina-
ria con los demás elementos de la esencia de la naturaleza humana y que constituye
ahora la esencia enajenada del ser humano; ese reflejo se ha sustantivado y cobrado
vida propia, en apariencia independiente de la base real que le dio vida.
El conocimiento de las leyes de la naturaleza (mecánica, física, química, vida
orgánica) y de la evolución y concatenación universales es también un conocimiento
enajenado.
En la unidad originaria, el conocimiento —mágico— de la naturaleza está ín-
tima, directa e indisolublemente ligado con la actividad práctica que es expresión de
la naturaleza de la especie. Al destruirse esta unión, el conocimiento de la naturaleza
se sustantiva, cobra vida propia y se considera a sí misma la única realidad.
Conforme a Hegel, el espíritu, en su proceso de vida interno, adopta la forma
de la idea absoluta. Esta contiene a su otro en su interior como su esencia germinal;
su otro es la naturaleza. La idea engendra a la naturaleza como su otro y de esa ma-
nera se exterioriza, es decir, sale de sí para desplegarse externamente, tomando la
forma de la materia en movimiento.
En esta existencia exterior, la idea recorre todas las fases que la constituyen
y que ya nos son conocidas: ser, esencia, concepto e idea en sus formas materiales
transfiguradas correspondientes que tienen como último resultado la aparición de
la vida orgánica pensante, es decir, de la especie humana. La naturaleza, postula
Hegel, se desenvuelve de una manera caótica, accidental; el espíritu tiene que ejercer
una enorme fuerza para introducir en ese caos el orden y la necesidad. La idea vive,
en la naturaleza, una vida degradada, pues aunque es la esencia última de la misma
no puede reconocerse conscientemente en ella; es decir, que ni el concepto ni la idea
pueden tener conciencia de sí en esta vida enajenada dentro de la naturaleza. El es-
píritu no es libre en la naturaleza.
La labor de la filosofía es descubrir detrás de la caoticidad y accidentalidad
de la naturaleza la obra ordenadora y sistematizadora del espíritu; es decir, dotar al
conocimiento de la naturaleza de las características de necesidad y causalidad.
El nódulo racional de los postulados hegelianos lo hallamos en la presupo-
sición básica de la que parte. Para él, la naturaleza exterior existe y es cognoscible
hasta en sus más recónditos niveles; de esta manera, para desarrollar este supuesto y
llevarlo hasta sus últimas consecuencias, Hegel ha debido apropiarse, en una forma
enajenada, de los resultados de las ciencias positivas modernas, los cuales han sido

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 99


obtenidos en la actividad práctica, en la industria, y producir a partir de ahí la ima-
gen mental correspondiente. Las leyes de la evolución y concatenación universales
toman en Hegel, por ello, su forma más acabada: encontramos en primer lugar la ley
general de movimiento de la materia, su tendencia intrínseca a evolucionar desde
las formas primitivas de movimiento (nebulosa indiferenciada) hasta alcanzar el es-
tadio superior, es decir, la materia pensante, pasando por una serie de grados inter-
medios, cada uno de los cuales procede del anterior y engendra al que le sigue; esta
ley intrínseca de la materia corresponde por completo a la ley expuesta por Hegel de
la evolución del ser hasta la esencia que deviene en un nuevo ser.
En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, Hegel devela las leyes
de la estructura de la materia, la cual está formada por niveles que van del ser a la
esencia.
La inversión mística, la metafísica de Hegel, radica en lo siguiente:
(a) Es evidente que el pensamiento —el ser pensante— es el resultado último del
desarrollo de la naturaleza; el pensamiento, por tanto, sólo puede ser el reflejo
—reflejo activo— de ese desarrollo anterior y de la estructura actual que es su
consecuencia; en una grosera transustanciación Hegel toma ese reflejo y lo sitúa
como la esencia de lo reflejado, como la más íntima realidad de lo existente, como
lo existente de verdad.
(b) Dotado de vida propia, sustantivado, el reflejo de la naturaleza, es decir su con-
cepto y su idea, se transforman en manos de Hegel en el productor de lo reflejado;
la naturaleza es engendrada por el espíritu.
(c) La naturaleza es intrínsecamente una materia caótica en la que reinan el azar y la
accidentalidad; el espíritu, a través del concepto y de la idea, ejerce su acción para
conducir a la naturaleza por el camino de la necesidad y la causalidad. Hegel le
escamotea así a la naturaleza su característica esencial: el desarrollo a través de
la férrea necesidad que se impone por medio de la accidentalidad y se la atribuye
al espíritu, quien es el encargado de introducirla a una naturaleza reluctante. La
transposición que realiza Hegel es aquí también clara y evidente.
(d) La naturaleza es cognoscible sin límite alguno; esto es así, según Hegel, porque el
conocimiento y la naturaleza están formados por la misma sustancia espiritual; de
tal suerte, el espíritu, al aprehender la naturaleza, se descubre en ella a sí mismo.

Ya hemos señalado cómo después de la disolución de la comunidad primitiva el co-


nocimiento se separa de los demás elementos de la naturaleza humana y se sustan-
tiva; igualmente, la actividad productiva se desgaja del tronco común y se convierte
en negatoria de aquella naturaleza; ambas, conocimiento y praxis, siguen caminos
separados.
El conocimiento se separa de la unidad originaria existente en el proceso de
trabajo colectivo— conciencia colectiva-proceso de trabajo colectivo; sigue un cami-
no propio, independiente y sólo mantiene relaciones extrínsecas con el proceso de
trabajo. La liga que anteriormente había entre el individuo y el proceso de trabajo y
la conciencia colectiva se ha roto; por lo tanto, para él la conciencia social (es decir,
el conjunto de conocimientos existentes en un momento dado) es algo ajeno, una

100 • Capitalismo moderno y revolución


potencia exterior preexistente. El conocimiento es, en consecuencia, una potencia
de la naturaleza del hombre con vida y movimiento propios, independiente y ajena
a los individuos; la causa de esta sustantivación radica, como ya señalamos, en su
separación de todos los demás elementos de la naturaleza humana; su función es-
pecífica, el reflejo de la realidad, la hace ahora de una manera enajenada, a través de
una relación extrínseca con la actividad práctica; va, de este modo, de la actividad
práctica a la ciencia, de ésta a la filosofía y luego recorre inversamente este camino.
El conocimiento ya no es un elemento de la naturaleza humana; por el con-
trario, se ha convertido en una potencia de su negación; su propiedad característica
cambia y se transforma en ideología. Ahora es realizado por un grupo de personas
pertenecientes a la clase dominante (o por ella asimiladas) y su finalidad es mante-
ner y desarrollar el régimen de explotación existente. La materia prima y el producto
de la actividad de los pensadores son las imágenes mentales. Todo esto no tiene
nada de místico pero contiene en germen los elementos que después deben evolu-
cionar en ese sentido:
(a) El objeto mental y los métodos y reglas para su obtención se presentan ante el
individuo como teniendo una existencia en sí y por sí, con independencia de la
actividad práctica.
Este es el punto de partida para la posterior consideración del conocimiento
como un sujeto supra humano distinto de las potencias naturales humanas, con
vida propia, existente desde el principio de los tiempos.
(b) La actividad cognoscitiva se presenta para el individuo como la aplicación de esos
métodos y reglas del pensamiento, preexistentes y ajenos, a la develación de la
naturaleza del objeto, la construcción de la imagen mental correspondiente y su
incorporación al conocimiento sustantivado; aquí es el punto de apoyo para la
consideración del conocimiento como la facultad de un sujeto suprahumano, distinto
de las potencias naturales humanas, de poder penetrar por si mismo en la naturaleza del
objeto y de producir como objetos mentales la sustancia que lo constituye.

La conciencia está separada de la actividad práctica; al perder el individuo la rela-


ción con la conciencia pierde también la conciencia de la relación entre el conoci-
miento y la actividad práctica; para explicarse entonces el conocimiento del objeto
dando de lado a la actividad práctica, considera que el conocimiento sustantivado
es una sustancia espiritual suprahumana, existente desde el principio de los tiempos y que es
el fundamento y demiurgo de la realidad; esa sustancia produce el mundo y el conocimiento
del mismo.

El concepto
En la actividad productiva enajenada y, por lo que hace al régimen capitalista, en la
industria, se establece la relación directa entre el hombre y su objeto. Esta actividad
productiva consiste en la aplicación de una serie de conocimientos preexistentes,
producto de la práctica humana anterior, materializados en determinados instru-
mentos de producción, capacidades humanas, procesos productivos y característi-

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 101


cas del objeto; a su vez, la actividad práctica humana es fuente de una serie de cono-
cimientos acerca de las características del objeto, los instrumentos de producción, las
capacidades humanas y los procesos productivos. Estos conocimientos se obtienen,
en el régimen capitalista, en el proceso de explotación y son literalmente arrancados
por el capital a los trabajadores; su naturaleza es la parcialidad y la inmediatez.
Los conocimientos generados en la práctica industrial (o en la producción en
general) son absorbidos por una instancia superior al servicio del capital atendida
por un grupo especial de trabajadores, independientes o asalariados; su labor con-
siste en elaborar y perfeccionar constantemente una imagen mental de la actividad
productiva específica: los instrumentos, capacidades, procesos y objeto. Esta imagen
es producto de la actividad práctica y, a la vez, el instrumento a través del cual esta
actividad práctica se realiza.
Dicha imagen mental tiene las siguientes características:
(a) En virtud de la enajenación del conocimiento, pertenece al capital; es decir, no
tiene la característica de instrumento de la actividad práctica integrante de la
naturaleza humana. El capital es una potencia humana enajenada, negatoria de
la naturaleza humana; de ahí que uno de sus elementos, la imagen mental del
proceso industrial, sea también ajena y negatoria de dicha naturaleza.
(b) es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital y resultado de
ese proceso explotador;
(c) está reducida a un solo aspecto de la realidad por lo que es incompleta, inconexa,
casual, etcétera;
(d) tanto en ésta como en la anterior instancia la enajenación y sustantivación son la
base de su mistificación.

El mecanismo real es el siguiente: en la actividad práctica productiva el hombre ob-


tiene los elementos para forjar la imagen mental de la realidad; con ella como instru-
mento proyecta en su cerebro la actividad práctica a realizar; de nueva cuenta actúa
sobre la realidad para llevar a cabo ese proyecto y obtiene de ahí nuevos elementos
con los cuales enriquece la imagen mental preexistente; adscrito a un grupo especial
de trabajadores y separado del trabajo manual, el pensamiento inicia aquí su proce-
so de mistificación: soslaya u oculta el proceso de formación de los elementos de la
imagen mental y la considera existente por sí misma; luego se instala en ese terreno
y, trabajando sólo con imágenes mentales, proyecta la transformación de la realidad;
es por eso que para el pensador (trabajador intelectual, filósofo, etcétera) la imagen
mental aparece como un sujeto vivo suprahumano, distinto de las facultades humanas, de
cuya naturaleza participa, que puede aprehender por sí mismo el mundo exterior y
la actividad transformadora de la realidad como brotando directamente de la ima-
gen mental y realizándose a través del individuo. Aquí encontramos la base para la
posterior consideración del pensamiento como demiurgo de la realidad. Al quedar
libres los conocimientos de sus lazos con los demás elementos de la esencia natural
humana, tienen una enorme volatilidad que los impele hacia el cielo filosófico de
manos del capital.

102 • Capitalismo moderno y revolución


La ciencia
Esta imagen mental, propiedad del capital, se eleva hacia una instancia superior del
conocimiento enajenado, la ciencia.
La labor científica es también una labor del capital; los científicos son tra-
bajadores independientes o, cada vez más, trabajadores asalariados al servicio del
capital.
La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un
sector de la realidad con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las
instancias anteriores, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, atómicos, bio-
lógicos, etcétera.
Esa imagen mental tiene las siguientes características:
(a) pertenece al capital con todas las implicaciones que este hecho trae consigo;
(b) es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital y resultado de
la misma;
(c) abarca todo un sector de la realidad;
(d) su alejamiento de la industria, que es el núcleo de la actividad práctica humana,
es mayor que el de los niveles cognoscitivos anteriormente considerados; su
mistificación es también de un grado mayor.

La ciencia recibe sólo imágenes mentales elaboradas que constituyen su materia pri-
ma; con ellas trabaja tratando de integrarlas en una síntesis superior, en una imagen
mental más amplia, más completa y más sistematizada; el producto de su función
está constituido también por imágenes mentales como hipótesis, teorías, etcétera
con las que forma la imagen mental más adecuada del sector de la realidad corres-
pondiente. La materia prima de su actividad no le es proporcionada directa y explí-
citamente por la industria ni sus productos van a ella en la misma forma; sólo por
un proceso indirecto de sublimación en un caso y decantación en el otro se establece
la comunicación entre la ciencia y la industria. La ciencia se satisface encerrada en sí
misma: produce pensamientos sin que su fin remoto ni próximo sea la acción sobre
la realidad en ningún sentido.
En suma, la ciencia utiliza como materia prima y produce imágenes mentales
que integra en un cuerpo de pensamientos sobre un sector de la realidad; para ella,
lo que realmente existe, puesto que es con lo que trabaja y el resultado de su trabajo,
es el pensamiento; de ahí que se refuerce la mistificación del pensamiento en esta
área específica de su acción: (1) se robustece su pretensión de ser la realidad más
íntima de los objetos, (2) igualmente se hace más fuerte la creencia de que es una
sustancia que puede conocer la realidad en virtud de una mística facultad que posee,
sin necesidad de pasar por el proceso productivo y (3) su resultado real es producir
y perfeccionar un cuerpo de pensamientos, una sustancia espiritual.
De la imagen mental desarrollada por la ciencia se desprende hacia abajo
conocimientos que, al llegar a la actividad práctica industrial, comprueban o no su
validez y la de la hipótesis de donde parten; a su vez, de la prosaica realidad, de
la producción, brota una serie de conocimientos que se van elevando hasta llegar a la
ciencia en donde sirven de base a nuevas hipótesis, teorías, etcétera.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 103


La filosofía
La ciencia evoluciona hacia una fase más alta del conocimiento enajenado, el pensa-
miento filosófico.
Este es, desde luego, también una función del capital realizada de una mane-
ra indirecta a través de pequeños productores intelectuales.
La filosofía se nutre con los elementos que le proporcionan todas las ciencias;
su trabajo consiste en forjar una imagen mental de la realidad.
Esa imagen tiene las siguientes características:
(a) pertenece al capital;
(b) es el basamento último de la función explotadora del capital y a la vez resultado
de la misma;
(c) abarca la totalidad de la realidad, las leyes generales del conocimiento y del ser;
introduce en los elementos que le brindan las ciencias positivas las característi-
cas de esencialidad, necesidad y causalidad y las engarza en el esquema de la
concatenación universal;
(d) es el nivel del conocimiento más alejado de la actividad productiva cuya misti-
ficación alcanza el más alto grado. Su labor se desarrolla tomando como base las
imágenes mentales sectoriales que le proporcionan las ciencias y el resultado de
la misma es una imagen mental que comprende la totalidad del ser y del conocer;
una vez forjada, esa imagen se levanta en contra de su humilde y lejano origen,
es decir, de la actividad productiva y se declara a sí misma como una sustancia
independiente que tiene una existencia desde el comienzo de los tiempos y que
es el fundamento y demiurgo de la realidad y del conocimiento. Se postula
como existiendo primero en sí misma, luego exteriorizándose en la naturaleza
y, por último, recobrándose a sí misma en el espíritu; es en esta fase en la que
alcanza la forma superior de manifestarse y en la que pretende poseer en sí y por
sí la capacidad de dotar a los conocimientos que le proporcionan las instancias
inferiores de las características de esencialidad, necesidad y causalidad mediante
su sometimiento a la forma del concepto y la idea, de la misma manera que su
forma enajenada se había impuesto sobre la caoticidad y accidentalidad de la
naturaleza, dotándola de orden y concierto; al ejercer esa facultad intrínseca, el
espíritu filosófico recoge todos los conocimientos que le proporciona el saber
de nivel inferior y llega, a través de ellos, a reconocer en la realidad la obra del
concepto y de la idea, es decir, la obra de sí mismo bajo otra de sus formas. En
suma, el pensamiento filosófico, debido a la enajenación de la naturaleza respec-
to del hombre, se convierte en una sustancia independiente de todos los demás
elementos de la naturaleza humana y se erige por sí mismo en el pretendido
creador de la realidad y fundamento último de la misma y en el depositario de
la facultad del conocimiento, con independencia absoluta de la actividad prác-
tica; el pensamiento filosófico ignora así todo el complicado proceso por el cual
los conocimientos se van formando lentamente en la misma actividad práctica
industrial, es decir, en la producción, suben luego trabajosamente por los demás
peldaños del saber y desembocan finalmente en el saber filosófico; de la misma
manera, da de lado al proceso inverso, es decir, aquel por el cual el conocimien-

104 • Capitalismo moderno y revolución


to adelantado por el pensamiento filosófico como hipótesis o teoría del mundo
desciende hasta la práctica para recibir ahí la sanción definitiva; la facultad que
se arroga el espíritu filosófico de poder dotar a los conocimientos inferiores de
las características que les permiten reflejar con exactitud creciente la realidad
tiene su origen en la práctica industrial, pues es la industria la que ha penetrado
realmente hasta los niveles más íntimos de la estructura de la materia y la que
ha reproducido los movimientos más complicados de la misma.

El conocimiento tiene su origen y su confirmación en la actividad práctica industrial.


La filosofía de la naturaleza de Hegel participa también del doble carácter
que posee su lógica: una corteza mística y un contenido racional.
El aspecto misterioso radica en que Hegel considera la naturaleza como un
producto enajenado del pensamiento puro y, por tanto, la evolución de aquella
como el desarrollo no consciente de éste.
Su racionalidad estriba en que es el reflejo en la conciencia humana de las
leyes de la evolución, en nuestra isla cósmica, desde la materia inorgánica hasta la
materia orgánica y de ésta desde sus formas inferiores hasta la materia pensante;
y se trata de las leyes dialécticas, no metafísicas, que tienen como fundamento la
contradicción y la necesidad. Es, por tanto, la más rica de las representaciones de la
evolución concreta de la materia que la muestra elevándose por diversos grados de
desarrollo cada uno de los cuales está contenido en el anterior y contiene a su vez al
que le sigue.
De esta representación surgen las determinaciones más generales de la lógica
dialéctica y ésta, a su vez, es un instrumento para penetrar más profundamente en
las leyes de la evolución de la materia. La filosofía de la naturaleza de Hegel es la
representación, forjada con el instrumento de la lógica, de la evolución de la natu-
raleza desde la materia inorgánica hasta la materia orgánica y la materia pensante.
La naturaleza se desenvuelve, de acuerdo con Hegel, hasta el punto en que
aparece la vida y surgen los seres pensantes. Aquí empieza el tránsito del espíritu
filosófico hacia su tercera forma de existencia, la filosofía del espíritu.
El cuadro evolutivo que presenta Hegel en esa parte de la Enciclopedia se atie-
ne a los adelantos científicos que se habían conquistado en su época, por lo que no
incluye muchos de los conocimientos que ahora poseen las diversas disciplinas cien-
tíficas. También, inexplicablemente, Hegel no expresa lo que estaba implícito en su
Lógica: la estructura de la materia como materia desagregada —en estado corpuscu-
lar— y materia agregada —sistemas solares, seres vivos—, su existencia en cantidad
infinita y en forma simultánea en el espacio infinito y su paso incesante de una a la
otra —de la nebulosa indiferenciada a los sistemas planetarios y en éstos a la vida y
los seres pensantes- y la regresión de los cuerpos celestes al estado corpuscular.
El filósofo establece que el espíritu en su forma abstracta, como pensamiento
puro, sale de sí y se enajena en la naturaleza; esto significa que toma el material bru-
to que le proporcionan las ciencias, que tiene el carácter de lo superficial, accidental
e inconexo —las notas distintivas del ser determinado finito—, y mediante la utili-
zación de las categorías de la lógica dialéctica, lo concibe como una sustancia dotada

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 105


del orden y la necesidad, en la que existen simultánea y sucesivamente el ser y la
esencia y todas las fases de la transformación alternada de uno en el otro.
La representación filosófica de la naturaleza anterior a Hegel tenía como lími-
te el punto a donde habían llegado las ciencias naturales, es decir, el conocimiento
únicamente del ser de la realidad, del que quedaba fuera el saber de la esencia. He-
gel propone una imagen de la evolución del mundo que se sustenta en las categorías
de la lógica dialéctica: ser y esencia, y en las relaciones sustanciales necesarias entre
ambas. La visión de la naturaleza que así se obtiene es más rica y exacta que la de la
filosofía anterior, aunque con las deficiencias y limitaciones que ya señalamos.
Hegel presenta la sustitución de la antigua concepción de la naturaleza por
la que él propugna como la actividad que el espíritu filosófico ejerce sobre el mundo
para obligarlo a conducirse dialécticamente.

Cuarta posición crítica


La cuarta posición crítica de Marx frente a Hegel es la determinación de que el espíritu filo-
sófico o saber absoluto, que es el resultado superior de la evolución del pensamiento abstracto
enajenado, es la conciencia enajenada (abstracta) que de sí mismo y de su evolución tiene el
espíritu —autoconciencia—. El desarrollo del pensamiento enajenado, que comprende
las diferentes fases del conocimiento humano, se da de una manera inconsciente, sin
que la conciencia enajenada sepa el porqué de su existencia; en la fase superior de
su proceso de vida, la conciencia enajenada adquiere conciencia de sí misma y de su
proceso de surgimiento —de su proceso abstracto enajenado de autogeneración—,
es decir, se convierte en autoconciencia desenajenada. [Marx hace una mordaz crí-
tica a esta autoconciencia omnisciente, absoluta y todopoderosa que realiza incons-
cientemente la mayoría de sus funciones fundamentales y que sólo post festum viene a
enterarse, es decir, a tener conciencia, de lo que ha hecho].
Para Hegel, los únicos productos de la actividad humana son las entidades
espirituales —pensamientos— y la esencia natural del hombre es la autoconciencia,
es decir, el espíritu que se piensa a sí mismo y a su generación y evolución como tal
espíritu.
La conciencia produce estas entidades espirituales como reflejo directo de la
realidad.
La conciencia, ya hemos visto, son las potencias espirituales del ser humano
que han sido desprendidas del tronco de la esencia de la naturaleza humana, se han
sustantivado y han tenido un desarrollo autónomo; esta conciencia, así enajenada,
realiza su función de apropiación de la realidad objetiva creando las entidades men-
tales correspondientes; éstas se van agregando al cuerpo sustantivo de la sustancia
enajenada.
La autoconciencia, esencia natural del ser humano según Hegel, existe en pri-
mera instancia como una conciencia abstracta, vacía de todo contenido, como pen-
samiento abstracto, como potencia.
Al desplegar sus potencias de desarrollo y ejercer sus facultades intrínsecas
aprehende la realidad objetiva y construye las entidades mentales correspondien-
tes; pero al hacer esto ha debido concentrarse en el objeto, perdiendo en ello su

106 • Capitalismo moderno y revolución


característica esencial, es decir, la conciencia de sí misma, que es sustituida por la
conciencia del objeto. Este es, cabalmente, el contenido del proceso de enajenación
de la autoconciencia (enajenación del ser humano) tal y como la concibe Hegel. En
esta enajenación se van produciendo una serie de elementos sustantivos, entidades
espirituales, por el momento expresión de la autoenajenación de la autoconciencia.
La enajenación de la autoconciencia llega al punto en el cual se exige imperiosamente
la revocación de la enajenación. Es decir, la autoconciencia enajenada, la esencia natural hu-
mana perdida, reivindica la reapropiación de su facultad fundamental, la conciencia de sí, y la
incorporación como elementos suyos —de su sustancia— de todas las entidades espirituales
producidas durante el proceso.
La autoconciencia desenajenada no es, pues, sino el conjunto de las potencias
y productos intelectuales del ser humano sustantivados y desgajados de la unidad
primitiva de la esencia natural — de la verdadera esencia natural ya estudiada— que
han cobrado conciencia de sí en la cabeza del filósofo, el cual ha introducido en ellas
orden y concierto, las ha sistematizado de acuerdo con el principio de su evolución.
“...Toda la historia del proceso de enajenación y todo el proceso de la revocación de
la enajenación no es, pues, otra cosa que la historia de la producción del pensamiento
abstracto (es decir, absoluto); del pensamiento lógico, especulativo. La enajenación,
que forma pues, el verdadero interés de la enajenación y de la eliminación de la
enajenación, la oposición de en sí y para sí, de conciencia y autoconciencia, de
objeto y sujeto; es decir, la oposición, dentro del pensamiento mismo, entre el
pensamiento abstracto y la realidad sensorial o sensorialidad real. Toda otra
oposición y movimiento de estas oposiciones no es sino la forma exterior, la capa, la
forma esotérica de estas oposiciones que son las que importan, y que constituyen el
significado de estas oposiciones profanas...”12

La enajenación no es, para Hegel, el hecho real de que el hombre objetive sus fuer-
zas esenciales en oposición a sí mismo, en forma no humana; es, por el contrario, el
hecho de que objetive las entidades espirituales, que son el reflejo de esas fuerzas
esenciales enajenadas, en oposición al pensamiento abstracto, a la autoconciencia.
Puesto que para Hegel todas las fuerzas esenciales enajenadas del ser huma-
no son sólo entidades espirituales y, puesto que también para él la naturaleza esen-
cial del hombre es el espíritu —la autoconciencia—, la revocación de la enajenación,
la apropiación de las fuerzas esenciales enajenadas del hombre, es una apropiación
que se da en el pensamiento puro —en la autoconciencia—, es la apropiación de esos
objetos como pensamientos —como entidades espirituales, como fases del espíri-
tu— y por la vía del pensamiento —de la autoconciencia—.
Pese a su idealismo, la filosofía de Hegel tiene un núcleo racional, que es el
punto de partida de la teoría marxista: la concepción de la constitución y de la rea-
lización de la esencia natural humana como el proceso de autogeneración, enajena-
ción y revocación de esa enajenación de las potencias esenciales del hombre; si bien
Hegel considera la esencia natural humana como constituida por la autoconciencia
—la conciencia consciente de sí misma—, las potencias humanas como las entidades

12
Marx, Carlos, op. cit., p. 152.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 107


espirituales que son su reflejo enajenado y el proceso de enajenación y revocación de
la enajenación como la enajenación y desenajenación del pensamiento abstracto, del
espíritu, de la autoconciencia.
Marx toma esta concepción de Hegel como su punto de arranque y, ponién-
dola sobre los pies, considera a la historia del hombre como el proceso a través del
cual, en primera instancia, produce los elementos esenciales de su naturaleza: ca-
pacidades físicas y mentales del individuo, fuerza colectiva de trabajo, conciencia
social, etcétera, todas como elementos objetivos, naturales —naturales humanos—;
en su desarrollo, esos elementos objetivos, producto de la acción práctico-consciente
del hombre, se separan de la esencia natural del hombre, entran en oposición objeti-
va, real con ella, la aniquilan y se convierten en la esencia enajenada del ser humano,
una esencia enajenada real, objetiva; la separación entre el ser humano y su esencia
llega a tal punto de hostilidad que se hace imperiosa la reapropiación de esos ele-
mentos por el hombre para reconstituir su esencia natural; esa reapropiación es una
acción objetiva, práctico-consciente, del hombre. El papel de la conciencia —del ser
consciente— es reflejar todo este proceso real, objetivo, como prerrequisito para la
acción práctico— consciente enfilada a recobrar la esencia natural del hombre.
En el capítulo final de la Fenomenología, “Saber Absoluto”, se hace una con-
densación de la obra, se establece la relación de la Fenomenología con la dialéctica
especulativa y se expone la conciencia de Hegel en relación a ambas y su relación
recíproca.
Hegel parte del postulado de que la esencia natural del ser humano es la au-
toconciencia.
La función esencial de la autoconciencia es apropiarse entidades mentales
(pensamientos, representaciones e imágenes mentales, etcétera), organizarlas, siste-
matizarlas e incorporarlas a su sustancia.
Para realizar esta función esencial, la autoconciencia debe primero producir
esas entidades mentales.
En el proceso de engendrar las imágenes mentales, la autoconciencia las
elabora directamente a partir del objeto exterior; esta actividad no es su función
esencial, que como decimos, consiste en relacionarse con entidades mentales —es-
pirituales—, sino la negación de la misma. De ahí entonces que la autoconciencia
se enajene —es decir, realice una función que no es de su esencia— y produzca los
objetos mentales como corporización de esa esencia enajenada.
La autoconciencia restaura su naturaleza esencial perdida al apropiarse los
objetos mentales creados por ella en el proceso de su enajenación e incorporarlos a
su sustancia; reasume así su función esencial anteriormente señalada.
En la primera fase del proceso, la autoconciencia establece la objetividad, una
objetividad enajenada.
Como potencia separada de la primigenia esencia natural del ser humano, la
conciencia —el hombre consciente— elabora los pensamientos, las imágenes menta-
les en relación directa con el objeto.
Al reapropiarse su naturaleza esencial, la autoconciencia supera —niega— la
objetividad y restaura la no objetividad del objeto, su naturaleza espiritual, o más
bien dicho, su verdadera objetividad que es el espíritu.

108 • Capitalismo moderno y revolución


La conciencia, como potencia separada de la esencia natural del ser humano,
se apropia las entidades previamente elaboradas y las incorpora a su sustancia.
La objetividad no puede ser, para Hegel, otra cosa que la autoconciencia ena-
jenada.
El ser humano es un ser natural, objetivo; sus capacidades y potencias son
fuerzas naturales y objetivas que actúan sobre el mundo objetivo, natural; la obje-
tividad del mundo exterior es establecida a través de la acción teórico-práctico del
ser humano.
La autoconciencia, por el contrario, establece la objetividad cuando crea en-
tidades mentales; el objeto es para ella, precisamente, aquella entidad que sólo es la
imagen del objeto real.
El objeto —la imagen mental producida por la autoconciencia enajenada—
es negatividad pura; en su movimiento niega su objetividad —su carácter de imagen
mental del objeto real— porque esa objetividad no es sino la negación de la verda-
dera esencia del ser humano, la autoconciencia, es decir, negación de la función de
apropiarse entidades espirituales e incorporarlas a su sustancia; es una objetividad
enajenada.
Al negarse el objeto, se supera su naturaleza objetiva —imagen mental— y
se reapropia su verdadera naturaleza, como parte integrante de la autoconciencia,
como entidad mental ya producida y que ahora se incorpora a la sustancia de la au-
toconciencia. Se restaura la verdadera objetividad de la autoconciencia.
El proceso de apropiación del objeto por la conciencia mediante la creación de
imágenes mentales del mismo es, para Hegel, la negación de la naturaleza esencial
de la autoconciencia; todo el acervo de imágenes mentales creadas por la conciencia
es la objetivación de la esencia natural de la autoconciencia; la negación de la nega-
ción es la recuperación por la autoconciencia de su esencia a través de la superación
de la enajenación; esta superación se realiza negando la objetividad enajenada del
objeto y restaurando su verdadera objetividad, es decir, transformando al objeto en
parte de la autoconciencia.
El proceso real es el siguiente: el ser humano ejercita sus capacidades objeti-
vas esenciales — físicas y mentales— creando un mundo objetivo que es la negación
de su esencia natural humana; este es el proceso de enajenación de su naturaleza
esencial; tal mundo objetivo está constituido por sus propias capacidades físicas y
mentales ahora ajenas —negatorias, opuestas— a su esencia natural; la desenajena-
ción es la fase del proceso a través de la cual el ser humano recupera su esencia
natural al reapropiarse sus fuerzas esenciales materializadas en el mundo objetivo
que ha producido. Este proceso no tiene nada de misterioso y se realiza a través de
relaciones naturales, objetivas, entre el hombre —ser objetivo— y la naturaleza.
Hegel se establece de lleno dentro del proceso real de la enajenación, sin lle-
gara aprehender su verdadera naturaleza:
a) En primer término, toma uno de los elementos que constituyen la enajenación
real del ser humano, la capacidad intelectiva sustantivada, como la esencia natural
del ser humano; es decir, a uno de los elementos negatorios de la esencia natu-
ral como la propia esencia.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 109


b) En segundo lugar, concibe la actividad de esa potencia enajenada de la esencia
natural del ser humano apenas sí como el propio proceso de enajenación de dicha
esencia.
c) En tercer lugar, concibe el proceso de constitución y desarrollo de la capacidad
intelectiva sustantivada, es decir, de este elemento de la negación real de la esencia
natural humana, como el movimiento de reapropiación de la esencia natural del
ser humano. La desenajenación es, en Hegel, el proceso por el cual se constituye y
desarrolla uno de los elementos de la anulación real de la esencia natural humana;
es decir, por el cual se afirma y confirma la enajenación real del hombre.

El aspecto positivo de la filosofía de Hegel radica en que descubre el movimiento


formal de la historia del hombre: constitución de su esencia natural, enajenación y
reapropiación de la misma. No obstante, como hemos visto, lo que Hegel considera
como la esencia natural del hombre y su enajenación y desenajenación es precisa-
mente lo contrario de los que ellos son en la realidad.
Marx y Engels toman como punto de apoyo ese reflejo abstracto e invertido
del movimiento real, lo ponen sobre los pies y lo dotan de contenido, con lo cual
establecen el proceso real de la historia humana, la cual debe desembocar, necesaria-
mente, en el comunismo, que es la fase en la que el hombre se reapropia sus fuerzas
esenciales.
La dialéctica —la negación de la negación— adquiere también así su signi-
ficado real, revolucionario: es la negación de la naturaleza antihumana del mundo
del hombre y a la vez la restauración de su naturaleza esencial, la reconstitución de
la esencia natural humana, la reapropiación de las fuerzas esenciales del hombre.
En resumen:
El espíritu es, para Hegel, el conocimiento enajenado del pensamiento, la na-
turaleza y la historia humana.
El espíritu, que existía en sí mismo desde la eternidad, se exterioriza en la na-
turaleza al final de cuyo desarrollo produce al ser pensante; en él empieza el espíritu
a cobrar conciencia de sí mismo.
La especie humana posee, como característica esencial, la facultad del pensa-
miento y la autoconciencia; dicha facultad la ha desarrollado en primera instancia
como pensamiento del objeto en su inmediatez y superficialidad y como conciencia
de la conciencia que conoce lo inmediato y superficial —autoconciencia en la fase de
su constitución—; la autoconciencia engendra a su otro, es decir, a la conciencia
del objeto que ahora penetra a un nivel más profundo de la esencia del mismo; la
autoconciencia, esto es, la certeza de sí mismo, se ha enajenado en su otro, la con-
ciencia del objeto y a través de él construye una sustancia espiritual —la esencia
de las cosas— por el momento ajena y negatoria de aquella otra sustancia original;
por último, la autoconciencia recobra su naturaleza esencial, es decir, la certeza de
sí misma de la conciencia pero en una forma superior, haciendo suya la sustancia
espiritual —la esencia de las cosas— previamente desarrollada.
La autoconciencia recobra su naturaleza esencial mediante la revocación de
la enajenación; concibe de nuevo al ser en su inmediación y simplicidad pero conte-
niendo en su interior todo el desarrollo anterior.

110 • Capitalismo moderno y revolución


Esta reapropiación por la autoconciencia de su naturaleza esencial es, al mis-
mo tiempo, el retorno del espíritu a sí mismo después de su enajenación a través
de la naturaleza; es la vuelta al comienzo de donde partirá de nuevo todo el mismo
proceso.
El núcleo racional de las ideas de Hegel lo encontramos en lo que sigue:
(a) la tesis de que el desenvolvimiento de la naturaleza desemboca necesariamente
en la aparición del ser pensante, es decir, de la especie humana; para Hegel, la
existencia de la especie humana no es un hecho accidental, que podría haber
acontecido o no; por el contrario, es el resultado ineluctable del desarrollo de la
naturaleza; esta tesis es aún más profunda: en última instancia, significa que
la materia tiene como su esencia más íntima al pensamiento, es decir, al ser pen-
sante y que, por tanto, su movimiento lleva siempre por necesidad a la aparición,
bajo determinadas circunstancias, de la materia pensante;
(b) la idea de que la naturaleza del hombre ha tenido un proceso de vida que pasa
por las fases de: (1) su constitución, (2) su enajenación y (3) la revocación de la
enajenación y su reapropiación;
(c) el hecho de que el desarrollo del conocimiento humano históricamente ha seguido
la vía que va de la apariencia a la esencia de las cosas.

La metafísica de Hegel radica en los puntos siguientes:


(a) la pretensión de que la forma superior de existencia de la naturaleza, es decir
la naturaleza pensante, no es sino una fase del desenvolvimiento espiritual del
propio pensamiento enajenado y sustantivado; el resultado es puesto como su
propio generador;
(b) la consideración del pensamiento y la autoconciencia como lo específicamente
humano; la actividad enajenada, es decir, separada de los demás elementos de
la naturaleza del hombre, por la cual el ser humano produce e integra en una
sustancia espiritual las imágenes del mundo exterior con absoluta independencia
de la actividad practica que actúa sobre la realidad transformándola, es tomada como
la típica actividad humana, como la actividad distintiva de la especie;
(c) la idea de que la historia de la constitución, enajenación y revocación de la
enajenación de la autoconciencia es la historia real de la especie humana; la
autoconciencia es, por un lado, sólo una de las potencias humanas y además
en estado de enajenación (es decir, separada del resto de facultades integrantes
de la naturaleza humana); su actividad consiste en producir e integrar en una
sustancia las imágenes mentales de la esencia de las cosas; encerrada en sí misma, su
materia prima son los conceptos y las ideas y el resultado de su trabajo lo son
los conceptos y las ideas estructurados en una forma sistemática; se alimenta de
pensamientos y produce pensamientos; no tiene ninguna relación directa y explicita
con la actividad practica humana. Por otro lado, el producto de la autoconciencia es
sólo un reflejo de la realidad no obtenido directamente de la misma a través de
la actividad práctica, ni destinada directamente a realizar dicha actividad; esto
quiere decir que, además de que la auto-conciencia es una potencia enajenada
de la verdadera humanidad, es sólo una de dichas potencias.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 111


Es Feuerbach el que, mediante la crítica de la metafísica hegeliana, de la corteza mís-
tica de su filosofía, al restaurar el materialismo pone la base para que Marx y Engels
se deshagan de aquella envoltura idealista de la filosofía hegeliana, la sustituyan por
el principio materialista de la primacía del ser sobre la conciencia —la conciencia
no es más que el ser consciente— y conserven el rico contenido racional de aquella.
Queda así estructurada la base fundamental de la teoría del materialismo dialéctico
que es el núcleo de la doctrina marxista.
En esta su forma primitiva, el materialismo dialéctico comprende lo siguien-
te: el principio fundamental de la primacía del ser sobre la conciencia, el recono-
cimiento de la actividad práctica humana como el único criterio de la verdad, la
exhaustiva y pormenorizada recopilación de las leyes generales de la estructura y
del movimiento de la materia que se contiene en la lógica hegeliana y que es al mis-
mo tiempo el más completo método del conocimiento científico, la representación
abstracta de la evolución de la naturaleza y el reflejo abstracto también, del desen-
volvimiento de la especie humana
Marx y Engels, con base en aquel principio esencial, conservan íntegra la dia-
léctica hegeliana como método del conocimiento; no realizan ninguna formulación
nueva de la misma, sino que se atienen rigurosamente a la versión de Hegel. Engels
efectúa un fallido intento de hacer una exposición de la dialéctica hegeliana en un
lenguaje materialista; el resultado fue ese esbozo de trabajo que se conoce como
“Dialéctica de la naturaleza”,13 en el cual se contiene la famosa y excesivamente sim-
plificada explicación de las “tres leyes de la dialéctica” que es, para el revisionismo
de todas las épocas, la suma y compendio de la dialéctica materialista.
Armados con los principios materialistas y con la dialéctica hegeliana, Marx
y Engels acometen la tarea de llenar de contenido los dos esquemas hegelianos de
la evolución de la naturaleza y de la especie humana. En lo que se refiere al ámbito
de la historia natural, es realmente poco lo que investigan los dos teóricos revolu-
cionarios; de ellos, es Engels el que más atención pone a esta área del conocimiento
y lo hace únicamente para ordenar y sistematizar, con base en el principio materia-
lista y de acuerdo con el esquema hegeliano, el abundante acervo de conocimientos
proporcionado por las ciencias positivas, que eran impulsadas por la producción
capitalista.
En donde realizan el grueso de su labor teórico-revolucionaria es en el ámbito
de la historia humana y lo hacen aplicando a este sector del conocimiento la tesis no-
dal del materialismo, la dialéctica hegeliana, y el esquema hegeliano de la evolución
de la humanidad. Desarrollan así las leyes fundamentales de la estructura y evolu-
ción de las sociedades humanas, forjando los conceptos de formación económico-
social, base económica y superestructura política e ideológica, fuerzas productivas y
relaciones de producción, clases sociales, lucha de clases, revolución social, etcétera;
pasan después, equipados con los mismos instrumentos y con esas primeras leyes
fundamentales, al estudio del régimen de la propiedad privada para encontrar en

Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, traducción directa del alemán por Wenceslao Roces, Editorial
13

Grijalbo, S.A., México, 1982.

112 • Capitalismo moderno y revolución


él la clave de la evolución de la especie humana, que consiste en la pérdida, en esa
formación económico-social, de las características esenciales de la especie pero, al
mismo tiempo, en la producción de los elementos para su restauración en una forma
más alta en una formación económico-social que debe suceder a la de la propiedad
privada, en el comunismo; continúan, utilizando todo ese bagaje teórico acumula-
do, con el análisis específico de la última fase de la propiedad privada, el régimen
de producción capitalista, al que dedican una parte sustancial de su labor teórica y
por medio del cual determinan al detalle cómo se da culminación en él al proceso
de anulación de la naturaleza humana de la especie y la manera en que se crean las
premisas para el cambio revolucionario hacia la sociedad comunista; se descubren
las leyes de la economía y de la lucha de clases de la sociedad capitalista.
Con fundamento en todo lo anterior, Marx y Engels adelantan las hipótesis
del proceso de cambio revolucionario del capitalismo al socialismo y de ahí al co-
munismo.
En diversos pasajes de sus distintas obras reconocen Marx y Engels la rela-
ción que guarda su doctrina con la filosofía hegeliana. Enseguida citaremos los más
representativos de ellos.
Pero de la descomposición de la escuela hegeliana brotó además otra corriente, la
única que ha dado verdaderos frutos, y esta corriente va asociada primordialmente
al nombre de Marx.
  También esta corriente se separó de la filosofía hegeliana replegándose sobre las
posiciones materialistas. Es decir, se decidió a considerar el mundo real —la naturaleza
y la historia— tal como se presenta a cualquiera que lo mire sin quimeras idealistas
preconcebidas; se decidió a sacrificar implacablemente todas las quimeras idealistas que
no concordasen con los hechos, enfocados en su propia concatenación y no en una
concatenación imaginaria. Y esto, sólo esto, es lo que se llama materialismo. Sólo
que aquí se tomaba realmente en serio, por vez primera, la concepción materialista
del mundo y se la aplicaba consecuentemente —a lo menos, en sus rasgos funda-
mentales— a todos los campos posibles del saber.
  Esta corriente no se contentaba con dar de lado a Hegel: por el contrario, partía de
su lado revolucionario, del método dialéctico, descrito más arriba. Pero bajo su forma
hegeliana este método era inservible. En Hegel, la dialéctica es el autodesarrollo
del concepto. El concepto absoluto no sólo existe desde toda la eternidad —sin que
sepamos dónde—, sino que es, además, la verdadera alma viva de todo el mundo
existente. El concepto absoluto se desarrolla hasta llegar a ser lo que es, a través de
todas las etapas preliminares que se estudian por extenso en la Lógica y que están
contenidas todas en un dicho concepto; luego, se “enajena” al convertirse en la
naturaleza, donde, sin la conciencia de sí, disfrazado de necesidad natural, atraviesa
por un nuevo desarrollo hasta que, por último, recobra en el hombre la conciencia
de sí mismo; en la historia, esta conciencia vuelve a elaborarse a partir de su estado
tosco y primitivo, hasta que por fin el concepto absoluto se recobra de nuevo por
completo en la filosofía hegeliana. Como vemos en Hegel, el desarrollo dialéctico
que se revela en la naturaleza y en la historia, es decir, la concatenación casual del
progreso que va de lo inferior a lo superior, y que se impone a través de todos los
zigzags y retrocesos momentáneos, no es más que un clisé del automovimiento del
concepto; automovimiento que existe y se desarrolla desde toda una eternidad, no se

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 113


sabe dónde, pero desde luego con independencia de todo cerebro humano pensante.
Esta inversión ideológica era la que había que eliminar. Nosotros retornamos a las
posiciones materialistas y volvimos a considerar los conceptos de nuestro cerebro
como las imágenes de las cosas reales, en vez de reputar las cosas reales como
imágenes de tal o cual fase del concepto absoluto. Así, la dialéctica quedaba reducida
a la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como
del pensamiento humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la esencia, pero
distintas en cuanto a la expresión, en el sentido de que la mente humana puede
aplicarlas conscientemente, mientras que en la naturaleza, y hasta hoy también, en
gran parte, en la historia humana, estas leyes se imponen de un modo inconsciente,
bajo la forma de una necesidad exterior, en medio de una serie infinita de aparentes
casualidades. Pero, con esto, la propia dialéctica del concepto se convertía
simplemente en el reflejo consciente del movimiento dialéctico del mundo real, lo
cual equivalía poner la dialéctica hegeliana cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir la
dialéctica, que estaba cabeza abajo, poniéndola de pie. Y, cosa notable, esta dialéctica
materialista, que era desde hacía varios años nuestro mejor instrumento de trabajo y
nuestra arma más afilada, no fue descubierta solamente por nosotros, sino también,
independientemente de nosotros y hasta independientemente del propio Hegel, por
un obrero alemán Joseph Dietzgen.
  De tal manera volvía a ponerse de pie el lado revolucionario de la filosofía
hegeliana y se desprendía al mismo tiempo de la costra idealista que en Hegel
impedía su consecuente aplicación... ”14 “Entretanto, junto a la filosofía francesa del
siglo XXIII, y tras ella, había surgido la moderna filosofía alemana, que fue coronada
por Hegel. El principal mérito de esta filosofía es la restitución de la dialéctica como
forma suprema del pensamiento...
...
...
...
...
  La filosofía alemana moderna alcanzó la cumbre en el sistema de Hegel, en el
que por vez primera —y ese es su gran mérito— se concibe todo el mundo de la
naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante
movimiento, cambio, transformación y desarrollo, y se intenta además poner de
relieve la íntima conexión que preside este proceso de movimiento y desarrollo.
Contemplada desde este punto de vista, la historia de la humanidad no aparecía
ya como un caos árido de violencias absurdas, todas igualmente condenables ante
la razón filosófica, hoy ya madura, y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino
como el proceso de desarrollo de la propia humanidad, que el pensamiento debía
seguir ahora en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos, y demostrar la
existencia de las leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera
creerse obra del azar.”15
  Recuérdese que la crítica que las ciencias naturales oponen a Hegel, en aquello

14
Engels, Federico, Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana. en: Carlos Marx, Federico
Engels, Obras Escogidas, T. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 376-
378.
15
Engels, Federico, Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, en Carlos Marx, Federico Engels, Obras
Escogidas, T. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 301-304.

114 • Capitalismo moderno y revolución


en que está certeramente orientada, sólo versa sobre estos dos aspectos: el punto de
partida idealista y la construcción arbitraria de un sistema que se da bofetadas con
los hechos.
  Pues bien, descontando todo esto, queda todavía en pie la dialéctica hegeliana.
Corresponde a Marx —frente a los “gruñones, petulantes y mediocres epígonos que
hoy ponen cátedra en Alemania culta” —el mérito de haber destacado de nuevo,
adelantándose a todos los demás, el relegado método dialéctico, el entronque de su
pensamiento con la dialéctica hegeliana y las diferencias que la separan de ésta, a
la par que en El Capital aplicaba este método a los hechos de una ciencia empírica, la
economía política...”16
  Las leyes de la dialéctica se abstraen, por tanto, de la historia de la naturaleza
y de la historia de la sociedad humana. Dichas leyes no son, en efecto, otra cosa
que las leyes más generales de estas dos fases del desarrollo histórico y del mismo
pensamiento. Y se reducen, en lo fundamental, a tres:
  ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa;
  ley de la penetración de los contrarios;
  ley de la negación de la negación
  Las tres leyes han sido desarrolladas por Hegel, en su manera idealista, como
simples leyes del pensamiento: la primera, en la primera parte de la Lógica, en la teoría
del Ser; la segunda ocupa toda la segunda parte, con mucho la más importante de
todas (NB) de su Lógica, la teoría de la Esencia; la tercera, finalmente, figura como
la ley fundamental que preside la estructura de todo el sistema. El error reside en
que estas leyes son impuestas, como leyes del pensamiento, a la naturaleza y a la
historia, en vez de derivarlas de ellas. De ahí proviene toda la construcción forzada
y que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el mundo, quiéranlo o no, tiene que
organizarse con arreglo a un sistema discursivo, que sólo es, a su vez, producto de
una determinada fase de desarrollo del pensamiento humano. Pero, si invertimos
los términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista
parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente sencillas y
claras como la luz del sol.”17
  Lo que hay de grande en la Fenomenología de Hegel y en su resultado final —la
dialéctica de la negatividad. Como el principio motor y engendrador— es, por tanto,
de una parte, el que Hegel conciba la autogénesis del hombre como un proceso,
la objetivación como desobjetivación, como enajenación y como superación de
esa enajenación, el que capte, por tanto, la esencia del trabajo y conciba al hombre
objetivado y verdadero, por ser el hombre real, como resultado de su propio trabajo;
el comportamiento real, activo, del hombre ante sí mismo como ser genérico o la
manifestación de sí mismo como un ser genérico real, es decir, como ser humano, sólo
es posible por el hecho de que crea y exterioriza realmente todas sus fuerzas genéricas
—lo que, a su vez, sólo es posible mediante la actuación conjunta de los hombres,
solamente como resultado de la historia— y se comporta ante ellas como objetos, lo
que, a su vez, hace posible, solamente y ante todo, la forma de la enajenación.
 ...
  Provisionalmente, anticiparemos tan sólo esto: Hegel adopta el punto de vista de la
economía política moderna. Concibe el trabajo como la esencia, como el ser del hombre
16
Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, traducción directa del alemán por Wenceslao Roces, Editorial
Grijalbo, S.A., México, 1982, pp. 27-28.
17
Ibíd., p. 41.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 115


que se hace valer; sólo ve el lado positivo del trabajo, pero no su lado negativo. El
trabajo es el devenir para sí del hombre dentro de la enajenación o en cuanto hombre
enajenado. El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es el abstractamente intelectual.
Por tanto, lo que en general constituye la esencia de la filosofía, la enajenación del
hombre que se sabe, o la ciencia enajenada que se piensa, es lo que Hegel reconoce como
esencia suya...18
  Se trata, ahora, de resumir los momentos positivos de la dialéctica hegeliana, dentro
de la determinación de la enajenación.
  a) La superación como movimiento objetivo, que se hace retornar a sí la exteriori-
zación.— <Es ésta la visión, expresada dentro de la enajenación, la visión enajenada
en la objetivación real del hombre, en la real apropiación de su esencia objetiva por
la negación de la determinación enajenada del mundo objetivo, por su superación,
en su existencia enajenada, como el ateísmo, en cuanto a superación de Dios,
es el devenir del humanismo teórico, y el comunismo, como superación de la
propiedad privada, la reivindicación de la vida humana real como su propiedad,
es este devenir del humanismo práctico, o el ateísmo es el humanismo conciliado
consigo mismo mediante la superación de la religión, y el comunismo mediante
la superación de la propiedad privada. Sólo con la superación de esta mediación
—que es, sin embargo, una premisa necesaria— se llega al humanismo que comienza
positivamente consigo mismo, al humanismo positivo. >
  Pero en ateísmo y el comunismo no son ninguna evasión, ninguna abstracción,
ninguna pérdida del mundo objetivo engendrado por el hombre, de sus fuerzas
esenciales nacidas y manifestadas para la objetividad, ninguna pobreza que retorna
a la sencillez no natural, no desarrollada. Son, por el contrario, por vez primera, el
devenir real, la realización realmente devenida para el hombre de su esencia, y de
su esencia en cuanto real.
  Por tanto, Hegel, al concebir el sentido positivo de la negación referida a sí misma
—aún cuando, una vez más, de modo enajenado—, concibe la autoenajenación, la
exteriorización de la esencia, la desobjetivación y desrealización del hombre como
autoadquisición, cambio de esencia, objetivación y realización. <En una palabra,
concibe el trabajo —dentro de la abstracción— como la conciencia genérica y la vida
genérica en gestación.>19

De lo expuesto se desprende claramente que la relación entre el marxismo y la filo-


sofía hegeliana es compleja y profunda.
En las obras de Hegel: La ciencia de la Lógica y Enciclopedia de las ciencias filosó-
ficas, encontramos, una vez que se retira la corteza mística para dejar al descubierto
su contenido racional, una primera concepción científica del universo que comprende las
leyes generales del movimiento de la materia y la estructura y evolución del mundo
material.
La tarea de la filosofía marxista en este tema consiste en formular, con base
en la filosofía hegeliana puesta sobre los pies, en las concepciones de los científicos

18
Marx, Carlos, La dialéctica y la filosofía hegelianas, en La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de
la primera época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo,
S.A., México, 1967, pp. 55-56.
19
Ibídem, p. 64.

116 • Capitalismo moderno y revolución


anteriores y en los adelantos de las ciencias modernas, una visión científica del uni-
verso.
La concepción científica, dialéctico-materialista, del universo está formada
por los siguientes elementos.
—La teoría de la mecánica del sistema solar desarrollada por Copérnico, Ke-
pler y Newton.
—La teoría del origen del sistema solar explicada por Kant-Laplace, la cual,
con las correcciones y agregados que se imponen en atención a los adelantos de la
física atómica y corpuscular, sigue teniendo vigencia en lo fundamental.
—La moderna teoría del nacimiento, evolución y extinción de las formacio-
nes galácticas, que tiene su base precisamente en los adelantos de la física racional
moderna (no, desde luego, en la anticientífica teoría de la relatividad).
—Los principios materialistas desarrollados por los filósofos griegos y poste-
riores, hasta el remate de su evolución en el materialismo feuerbachiano.
—El materialismo dialéctico formulado por Marx y Engels.
—La Filosofía de Hegel, remate de la evolución histórica del conocimiento
humano, compendio de las leyes del ser y del conocer, puesta sobre los pies, como
señalaron Marx y Engels; es decir, tomando el contenido materialista una vez que se
extrae de la capa metafísica que lo cubre.
Hegel enuncia la visión objetiva del mundo que es el núcleo de su filosofía en
La ciencia de la Lógica, su obra cumbre, en la Segunda Sección, La apariencia (o sea: el
fenómeno) y en la Tercera sección, La realidad, del Libro II, La doctrina de la esencia, y en
el libro III, La doctrina del concepto y en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas.
La filosofía es la instancia superior del conocimiento humano; es una imagen
mental que comprende la totalidad del ser y del conocer y se forma con las imágenes
parciales que le proporcionan todas las ciencias; su función histórica es la estructu-
ración de la concepción científica del universo, considerado éste como una totalidad
infinita.
La etapa superior de esta evolución del conocimiento es la filosofía de Hegel,
en la que el saber humano alcanza el punto más alto de su desarrollo, aunque bajo la
forma enajenada del “espíritu absoluto”.
Tomando en cuenta todos estos elementos, la concepción científica del uni-
verso se expresa de la siguiente manera:
El universo es la realidad, la sustancia absoluta de la ontología hegeliana.
El universo es el ser existente, la realidad absoluta, una sustancia, la materia, de
extensión infinita.
El universo es el devenir de una multiplicidad de algos que nacen, perecen y
se transforman en otros; son seres determinados finitos.
Los algos tienen una cualidad; el algo tiene su otro, su negación, fuera de sí,
en otro algo que posee otra cualidad; la cualidad del ser determinado tiene su otro
(negación) en sí mismo, son dos momentos del algo (que permanece) y el paso de
uno a otro es la variación del algo; el otro de la cualidad del algo es su destinación;
ésta es la cualidad a la que llega el algo merced al rellenamiento de su cualidad
originaria; la variación del algo tiene lugar en su constitución; los cambios en la

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 117


constitución del algo, llevados al límite, afectan la destinación del algo y la convier-
ten en el deber ser del algo, es decir, en lo que el algo primigenio debe convertirse
necesariamente.
El universo es una sustancia infinita formada por unos (átomos, partículas
subatómicas) y el vacío.
Los unos tienen el vacío en sí mismos y en su exterior, son unidades de atrac-
ción y repulsión y se relacionan entre sí a través de la atracción y la repulsión.
El universo es el ser que se interna en sí mismo y produce su esencia.
El universo es esencia.
La esencia es la contradicción polar.
Como contradicción polar es el fundamento positivo del ser que es el fundado.
La esencia es el fundamento negativo del ser; en este carácter produce los
elementos de la negación del ser y los de la constitución de su otro.
La esencia es la lucha entre los polos que la forman y la eliminación del polo
positivo.
La esencia es el surgimiento del nuevo ser a la existencia mediante la nega-
ción del fundamento y las condiciones.
La esencia es el ser esencial que ha surgido a la existencia.
El universo, la sustancia, es la unidad, en el ser esencial, de existencia y esencia, el
incesante trastrocarse de una en la otra.
El universo existe simultanea y sucesivamente como ser y esencia, ser que
se interna en sí mismo para producir su esencia, esencia que surge a la existencia y
adquiere la categoría del ser, y en todas las fases de estos dos procesos.
El universo, la totalidad existente, se encuentra en un movimiento constante
del ser a la esencia y de la esencia al ser.
En el universo la materia en su máxima desagregación (la sustancia existien-
do como un conglomerado de partículas elementales separadas en grado extremo
por la repulsión —una nebulosa indiferenciada—), y la materia inorgánica, son el ser
que deviene materia condensada por la atracción y materia orgánica pensante, que
son su esencia.
La materia altamente condensada y la materia orgánica pensante, que son la
esencia surgida a la existencia, el ser esencial, tienen en sí mismas la máxima separa-
ción y la materia inorgánica como el otro en el que se han de transformar,
En sus distintas partes, el universo se encuentra, sucesiva y simultáneamente,
en todas las fases de ese movimiento, de tal suerte que hay infinitos lugares en los
que la materia sumamente fraccionada y la materia inorgánica existen en el punto
de partida o en alguna etapa del tránsito hacia la materia cohesionada y la materia
orgánica pensante y otros tantos en los que éstas existen como tales o en algún mo-
mento de su negación, del despliegue de su esencia, que es la vuelta al punto de
origen.
El universo es una totalidad infinita de materia inmersa en un espacio y un
tiempo infinitos.
El universo está formado por una infinitud de agrupaciones de materia lla-
madas galaxias, las cuales se encuentran simultáneamente en alguna fase de su evo-
lución.

118 • Capitalismo moderno y revolución


Las galaxias tienen un proceso de vida que pasa por las siguientes etapas: la
materia que las forma se encuentra originariamente en un estado de gran desagrega-
ción de sus partículas elementales; esa mutua repulsión de las partículas se trueca en
atracción, por cuya causa, a través de un largo proceso de condensación, se forman
cuerpos estelares que evolucionan conforme a un patrón definido de crecimiento y
maduración que eventualmente puede llevar a la formación de sistemas planetarios
y en éstos a la aparición de la materia viviente y, en última instancia, a la formación
de materia pensante; las estrellas de las galaxias declinan y se convierten en cuerpos
sumamente masivos que poseen una gran fuerza de atracción; todas o la mayoría de
las estrellas que componen una galaxia entran en decadencia y su mutua atracción
las lleva a formar un solo cuerpo masivo que tiene una fuerza atractiva centuplicada;
esa enorme atracción es al mismo tiempo una gigantesca repulsión, y en ella se true-
ca; el gran cuerpo en que se ha transformado la galaxia, de enorme masa y poderosa
fuerza atractiva, se convierte en una nebulosa de partículas elementales separadas
por una potente fuerza repulsiva; desde este punto, mediante la conversión de la
repulsión en atracción, se inicia de nuevo todo el movimiento reseñado.
Las galaxias que en infinito número pueblan el universo se encuentran, si-
multánea y sucesivamente, en alguna de las fases de la evolución que acabamos de
reseñar.
Las transformaciones de cada una de las galaxias se producen en un espacio
específico, vecino de los espacios que ocupan las demás galaxias, y en un tiempo
también determinado, que es la continuación del tiempo sideral pasado y el antece-
dente del tiempo sideral futuro, medido geocéntricamente, como hasta ahora lo han
hecho la física y la astronomía (en segundos, minutos, horas, días, años, etcétera),
o con algún movimiento regular astronómico (por ejemplo el ciclo de vida de una
galaxia en especial), el que a fin de cuentas tendría que traducirse al tiempo geocén-
trico.
El espacio que ocupan las galaxias es el continente de la materia de que están
formadas y de los procesos que en ésta se dan. El ser de la materia galáctica y sus me-
tamorfosis existen y se desenvuelven en ese ámbito, cuya única característica física
es la de ser el receptáculo de aquellos. Ese espacio galáctico no se crea, ni se expande,
ni se contrae, ni se curva, ni, desde luego, tampoco se destruye. Es una parte locali-
zada del espacio infinito que contiene al universo infinito.
El tiempo de existencia de las galaxias es el mismo que aquel en el cual discu-
rren todos los fenómenos del universo; objetivamente es el giro constante del globo
terráqueo sobre su propio eje que determina el hoy, el ayer y el mañana, o el ciclo de
una galaxia especial que fija la actualidad, el pasado y el futuro. El tiempo galáctico
es el mismo tiempo universal. Ese tiempo no se crea, ni se dilata, ni se contrae, ni
mucho menos se destruye. Es una manifestación local del tiempo universal.
El universo es el ser existente esencial, una multiplicidad de cosas en sí, de algos
que son esencia surgida a la existencia y esencia hacia la que apunta el ser.
Estos algos tienen en la sustancia una existencia esencial, poseen cualidades
que son propiedades específicas de las materias que los forman, cuyos destinación,
rellenamiento, constitución y deber ser están presididos por leyes.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 119


Las cosas en sí integran dos mundos que son uno y el mismo, un mundo fe-
noménico sujeto a la finitud y a la accidentalidad y un mundo en sí y por sí, regido
por leyes, entre los cuales existe una relación esencial que es primero la del todo y las
partes: las partes son el mundo fenoménico y el todo es el mundo en sí y por sí, pero
el todo es a su vez parte y la parte es también el todo, por lo que la sustancia es la uni-
dad del mundo fenoménico y del mundo en sí que es al mismo tiempo todo y parte.
La relación esencial entre los dos mundos es también la de la fuerza y su
exteriorización: la fuerza es la que el todo ejerce sobre las partes y éstas son las que
solicitan la fuerza al todo; pero como el todo es parte y la parte es el todo, la fuerza
es tanto ejercida como solicitada por el todo y las partes; la sustancia es el todo y las
partes, parte y todo y fuerza y exteriorización de la misma.
La relación esencial última es la de lo interior y lo exterior: el mundo feno-
ménico es lo exterior y el mundo en sí y por sí es lo interior, pero lo en sí y por sí se
convierte en exterior como la esencia que surge a la existencia y lo fenoménico se
transforma en interior porque el ser inmediato se interna en sí y produce su esencia,
por lo que lo exterior y fenoménico es al mismo tiempo interior y en sí y por sí y
viceversa; la sustancia es interior y exterior.
El universo es el todo y las partes, fuerza y exteriorización de la misma y exterioridad
e interioridad.
La unidad del mundo fenoménico y del mundo en sí, de la existencia y la
esencia es la realidad.
El universo es la realidad.
La realidad es la absoluta identidad de la esencia y la existencia en la esencia
y de la esencia y la existencia en el ser.
La realidad es la absoluta realidad.
El universo es la absoluta realidad.
La absoluta realidad es la absoluta necesidad.
Es el ser existente esencial, el ser absoluto, dominado por la accidentalidad,
que tiene en sí su esencia como posibilidad, como realidad en acto y como necesidad
real.
El universo es la absoluta necesidad.
El Universo es también la absoluta accidentalidad.
El universo es la absoluta necesidad y la absoluta accidentalidad
El universo es el ser existente.
En el universo, bajo la forma del ser existente, coexisten el ser que tiene la
esencia como posibilidad, el que tiene la esencia en acto, produciéndose, y el que
tiene la esencia como el otro que ha negado el fundamento y las condiciones.
En el universo, bajo la forma del ser existente, hay un paso constante del ser
que tiene la esencia como posibilidad al que tiene la esencia en acto y al que ha sur-
gido a la existencia y, viceversa, un incesante trastrocarse de la esencia en ser.
La necesidad es la más importante determinación de la sustancia (materia):
el movimiento del ser a la esencia y de la esencia al ser se produce a través de la
ineluctable necesidad; la necesidad se manifiesta en la accidentalidad y ésta en
la necesidad.

120 • Capitalismo moderno y revolución


El universo que es el ser inmediato esencial quedó determinado en todo lo anterior
como la realidad que es el ser absoluto (la absoluta unidad (identidad) de ser y esencia, de
mundo fenoménico y mundo en sí, de lo interior y lo exterior, de la forma y el contenido,
etcétera) que al mismo tiempo es la necesidad absoluta (la unidad de la necesidad formal
(accidentalidad) y de la necesidad real) y el ser inmediato esencial que contiene sus propias
determinaciones (ser determinado inmediato) y las de la esencia en sus fases de constitución
(fundamento) y de surgimiento a la existencia (condiciones y ser inmediato esencial) en forma
simultánea, coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente, trastrocándose constantemente
unas en las otras (el ser en esencia y la esencia en ser), la sustancia finita, la accidentalidad
absoluta, o sea, la multiplicidad de algos, cuyo existir es el devenir, el surgir a la existencia,
el perecer y el dar lugar a otros algos; y todo esto existiendo en una materia universal con
propiedades generales que se manifiesta en la sustancia finita de los seres determinados que
poseen cualidades específicas.
La materia infinita, la sustancia del universo, se encuentra simultanea y sucesi-
vamente en la forma física de partículas elementales separadas por la repulsión (nebu-
losa indiferenciada de Kant-Laplace) y en la de agregados de las mismas unidas por la
atracción (cuerpos planetarios, como los del sistema solar) que eventualmente evolu-
cionan hasta la materia pensante, y en todas las fases del paso de una a la otra forma.
En nuestro planeta la esencia de la sustancia infinita indiferenciada, la mate-
ria pensante, ha surgido a la existencia.
La especie humana (materia pensante) es el otro, la esencia negativa de la ma-
teria inorgánica; el desenvolvimiento de ésta lleva necesariamente a la aparición de
su esencia, a la conversión de la materia pensante (especie humana) en un existente.

El pseudomarxismo y la dialéctica
Una corriente de pensamiento supuestamente marxista pretende que hay una dia-
léctica de Marx distinta de la dialéctica de Hegel y que toda la rica y exhaustiva
exposición de la ley general del movimiento que está comprendida en la Lógica de
Hegel (la dialéctica del ser y de la esencia) es sólo idealismo y misticismo.
Ya hemos visto que Marx y Engels reconocen explícitamente que es la dia-
léctica hegeliana, despojada de su envoltura idealista, la que utilizan en sus trabajos
teóricos (ver las citas arriba transcritas); pero para ciertos “marxistas”, el contenido
racional que Marx dice conservar de la dialéctica hegeliana es el que expresa en
una frase suya: “en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe abriga a
la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa; porque crítica y revo-
lucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin
omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada.” Al
interpretar oficiosamente a Marx, el revisionismo castra la doctrina marxista: por
un lado, propone que lo verdaderamente revolucionario del marxismo, su principio
fundamental, es el concepto del devenir heraclitiano, con lo cual hace retroceder al
marxismo, en filosofía, más de 20 siglos; por otro, desecha la dialéctica hegeliana
con todas sus abundantes determinaciones de la realidad al considerar que aplicarla
al conocimiento del objeto es misticismo y dogmatismo porque se lleva al proceso
cognoscitivo un prejuicio que impide que aquel sea visto en su estado puro, fáctico;

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 121


de esta manera, hace regresar al marxismo, en este aspecto, muy atrás de la filosofía
hegeliana, para recaer en la experiencia inmediata e ingenua, en la empiria, que son
el fundamento de la antigua metafísica. De acuerdo con esto, Marx y Engels eran,
ni más ni menos, unos místicos que, poseídos de una virtud sobrenatural, de una
inteligencia sobre-humana, con la sola creencia en el principio de que todas las cosas
llevan el germen de su negación en sí mismas, pudieron extraer de la materia bruta
de los hechos, a fuerza de estrellar en ella sus cabezas, la teoría científica que explica
al mundo y a la sociedad humana.
En suma, para estos autonombrados marxistas, el marxismo es una doctrina
que tiene sólo dos principios: el de la primacía del ser (del ser práctico, de la “pra-
xis”) sobre la conciencia y el del devenir, armado con los cuales se enfrenta directa-
mente a los objetos para reproducirlos en el pensamiento; por lo tanto, desposeída
de la dialéctica hegeliana, a la doctrina de la revolución sólo le quedan como instru-
mentos del conocimiento la filosofía heraclitiana, la experiencia inmediata e ingenua
que es el fundamento de la metafísica, la metafísica misma (principio de identidad,
etcétera), el empirismo que busca la verdad en la experiencia que está presente en
la percepción externa e interna y que es la base de la filosofía crítica (kantismo), la
propia filosofía crítica (categorías fijas e inmóviles que sólo pueden aprehender lo
singular, casual, yuxtapuesto, accidental, etcétera; la contradicción y la necesidad
están en el pensamiento, no en la realidad objetiva; la “cosa en sí”, la esencia, no
es cognoscible), el saber inmediato, sustentador del cartesianismo, que postula que
únicamente lo particular e inmediato es aprehensible a través de categorías y con-
ceptos y que lo general es cognoscible sólo por medio de un acto de fe, el cartesia-
nismo para el cual el conocer es también un acto de fe: cogito ergo sum y el supremo
método de la dialéctica que consiste en el arte de discutir posiciones opuestas hasta
llegar a encontrar la verdad.
Esta corriente teóricamente espuria pretende hacer retroceder al marxismo a
las posiciones filosóficas anteriores a la filosofía hegeliana, en alguna parte incluso
hacia la filosofía griega.
La revisión moderna de la teoría marxista se originó al mismo tiempo que el
socialismo soviético era sustituido por el llamado “socialismo real”; fue la fracción
radical de la intelectualidad pequeño burguesa la que, tratando de darle a sus intere-
ses de clase un sustento teórico que fuera distinto del que tenían los de la burguesía
y los de las otras capas de la pequeña burguesía, volvió los ojos a la teoría marxista
para tomar de ella aquello que a sus propósitos convenía.
La teoría marxista es la concepción científica de la evolución de la sociedad
humana; como tal, aprehende su objeto a partir de su ser y se interna, por pasos
sucesivos, hasta llegar a la esencia del mismo, pero considerada ésta en su aspec-
to negativo, es decir, como el germen del otro en que aquel ha de transformarse
ineluctablemente. El marxismo trabaja primero sobre las determinaciones del ser
del régimen capitalista, después penetra a las de la esencia positiva, es decir, a las
que son el fundamento de su existencia y por último se adentra en las de la esencia
negativa. El conocimiento marxista es un movimiento que sólo se detiene cuando
llega al corazón mismo del objeto, a la esencia negativa; en su camino va dotando de

122 • Capitalismo moderno y revolución


orden y concierto, para poner de relieve al otro que contienen en su interior, primero
a las determinaciones del ser y luego a las de la esencia positiva que ya la ciencia
social anterior, pertrechada con las armas de la lógica formal, se había encargado
de develar, aunque de una manera incompleta y confusa y en un lenguaje disímil
y contradictorio; sólo después de todo esto, la ciencia marxista se introduce en la
esencia negativa de su objeto.
La intelectualidad pequeño burguesa posee una naturaleza de clase típica-
mente burguesa y su instrumento del conocimiento es, por necesidad, la lógica for-
mal, que es el alma de la metafísica; conservando esa naturaleza y ese bagaje gnoseo-
lógico, su fracción radical busca una afilada arma con que enfrentarse a la burguesía,
encontrándose en su indagación con la teoría marxista plenamente desarrollada.
Sin abandonar sus intereses de clase ni el método del conocimiento que a
ellos corresponde, la intelectualidad pequeño burguesa radical toma la organiza-
ción y sistematización que el marxismo hace de las determinaciones del ser y de
la esencia positiva y la preparación que de ellas se realiza para que conduzcan el
conocimiento necesariamente hacia la esencia negativa y las somete a la camisa de
fuerza de la gnoseología burguesa, las reduce a la naturaleza de la lógica formal y
la metafísica y las despoja de esa inquietud que las llevaba fuera de sí mismas y las
deja confinadas a los límites del ser existente; de esta manera, castra el contenido
revolucionario de la doctrina marxista porque deja fuera del conocimiento la esencia
negativa al detenerse en las esferas del ser y de la esencia positiva. Ese trabajo, que
consiste en reducir la teoría marxista a las determinaciones de la lógica formal y de
la metafísica y que es lo único que ha realizado la intelectualidad pequeño burguesa
radical en las últimas décadas, es considerado por ellos como un desarrollo creador
del marxismo.
El marxismo, en su análisis del régimen capitalista de producción, hace una
aplicación exhaustiva y detallada de la doctrina de la esencia contenida en la lógi-
ca hegeliana, después, desde luego, de haber desembarazado a ésta de su “cáscara
idealista”; aprehende las determinaciones del ser y la esencia positiva, busca en ellas
y encuentra su carácter reflexivo, la dinámica de su movimiento que las lleva necesa-
riamente a transformarse en las determinaciones de la esencia negativa y llega así al
conocimiento pleno de su objeto: la esencia negativa del régimen capitalista consiste
en que en él se alcanza la fase superior de la anulación de la naturaleza humana y al
mismo tiempo en que ahí se fraguan los elementos de una forma más alta, colectiva,
de las capacidades de la especie, que son los gérmenes de un nuevo régimen econó-
mico, el socialismo, el cual tiene las características que necesariamente se gestan en
el seno de su progenitor, el régimen capitalista, y no las que la desenfrenada imagi-
nación de la intelectualidad pequeño burguesa les atribuye.
En su nefasta labor, el revisionismo abjura de la exuberante dialéctica he-
geliana y la sustituye por una supuesta dialéctica marxista que está integrada por
unas cuantas fórmulas abstractas sacadas de la lógica hegeliana (como las famosas
tres leyes) y sometidas al proceso que ya conocemos de reducción a la lógica formal
y la metafísica, por las propias determinaciones de la lógica formal y la metafísica
traducidas a un lenguaje marxista, por el principio del devenir heraclitiano, por la

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 123


experiencia inmediata e ingenua, por el empirismo, por los postulados de la filosofía
crítica, por el saber inmediato basado en la fe, etcétera, es decir, por toda la enorme
variedad de posiciones gnoseológicas de la ideología burguesa que tienen como co-
mún denominador el mantenerse empantanadas en el conocimiento del ser y de la
esencia positiva.
En el terreno de la teoría económica política del marxismo, el revisionismo
se caracteriza entonces porque sustituye la teoría marxista, que cala hasta la esencia
negativa del régimen capitalista, por una variedad de la ideología burguesa que no
transgrede los límites del ser y la esencia positiva del mismo; pero este revisionismo
encuentra su punto de apoyo en el revisionismo a que se ha sometido a la teoría
marxista del conocimiento, la que tiene su fundamento sustancial en la dialéctica
hegeliana, al reemplazarla por una forma de la teoría del conocimiento desarrollada
por la filosofía burguesa que sólo puede aprehender, de una manera formal y meta-
física, las determinaciones del ser y la esencia positiva.
La revolución de que está grávido el capitalismo moderno sólo podrá reali-
zarse si los revolucionarios pueden llegar teóricamente a comprender la esencia del
régimen de producción capitalista, y esto exige que previamente se reivindique la
teoría marxista en sus aspectos económico y político para que sea el instrumento de
ese conocimiento incisivo; tal reivindicación únicamente es posible a condición
de que se rescate la parte medular de la filosofía marxista, la dialéctica materialista
que tiene como su centro a la dialéctica hegeliana en toda su extensión y profundi-
dad, tal y como está expuesta por Hegel en su Lógica bajo los títulos de “Doctrina del
ser”, “Doctrina de la esencia” y “Doctrina del concepto” ya que nada más así podrá
recobrar el marxismo su carácter de ciencia revolucionaria que sabe llegar hasta las
honduras de la esencia del mundo.
La filosofía de Hegel es un elemento constitutivo de la ideología del régimen
de producción capitalista; es, por un lado, una poderosa arma en contra de la esco-
lástica y la teología, bases de sustentación del régimen feudal y, por otro, un resul-
tado y punto de apoyo del desenvolvimiento de la ciencia burguesa y, con ello, del
progreso de la industria capitalista. Al mismo tiempo, la filosofía hegeliana contiene
los elementos de su negación, que a la vez son los de la negación del régimen de
producción capitalista; estos son los que pasarán a formar parte de la teoría revolu-
cionaria del proletariado.

Feuerbach.
En su historia, que comprende desde las ideas materialistas de los griegos hasta los
postulados de Feuerbach, el materialismo estableció una serie de principios, de los
cuales en seguida hacemos un breve resumen.
Todo lo que existe es materia en movimiento. Esta totalidad —el universo—
es infinita en el tiempo y en el espacio. La materia en movimiento se transforma
constantemente mediante procesos materiales (mecánicos, fiscos, químicos, biológi-
cos, etcétera) que son producidos por la fuerza y la energía propios de la materia. No
existe nada fuera de la materia en movimiento (no una sustancia espiritual, ni algo

124 • Capitalismo moderno y revolución


parecido) ni fuerza ni energía exteriores a ella que la determinen. La materia es en sí
misma la realidad existente y la posibilidad y la necesidad de la transformación de
esa realidad. La materia es ser y deber ser. El movimiento de la materia está regido
por leyes, por la necesidad. La materia tiene una estructura corpuscular (átomos,
etcétera) que existe como tales partículas desagregadas (nebulosas indiferenciadas)
y como agregados que forman sustancias, compuestos y cuerpos de distinta natura-
leza. La materia posee dos fuerzas fundamentales que determinan su movimiento:
la atracción y la repulsión. El movimiento de la materia es evolutivo e involutivo:
las nebulosas de materia inorgánica difusa evolucionan hacia la materia inorgánica
condensada, ésta hacia la materia orgánica, la cual, a su vez, deviene materia pen-
sante; desde este estado suyo, la materia vuelve al punto de su existencia de corpús-
culos dispersos. El universo material, infinito y eterno, está formado por un infinito
número de galaxias que contienen un infnito número de sistemas planetarios, en
muchos de los cuales, por necesidad, la materia ha alcanzado la naturaleza de mate-
ria pensante. El pensamiento es una forma específica de la estructura y movimiento
de la materia. En la especie humana la materia ha llegado al punto más alto de su
organización. El pensamiento es el reflejo de la materia en sí misma. Para el materia-
lismo pre-marxista, el pensamiento tiene un origen meramente sensorial; el hombre
lo obtiene mediante su relación con el mundo exterior a través de los sentidos.
Según Marx el gran aporte de Feuerbach consiste en:
1) Dar la prueba de que la filosofía no es sino la religión expresada en pensamientos
y racionalmente expuesta, y que por tanto ha de ser igualmente condenada como
otra forma y manera de existencia de la enajenación del hombre.
  2) Haber establecido el verdadero materialismo y la verdadera ciencia, ya que Feuerbach
también hace de la relación social del hombre al hombre el principio básico de la
teoría.
  3) Su oposición a la negación de la negación, que afirma ser lo positivo absoluto, lo
positivo que se afirma a sí mismo, lo positivo fundado en sí mismo20

Feuerbach demuestra que la filosofía es la enajenación de una facultad humana, el


conocimiento, y su sustantivación en un ente con vida propia que se opone, domina
y sujeta a los seres humanos.
En oposición a esta enajenación, establece al hombre y su relación con los
demás hombres como la sustancia del proceso del conocimiento y a éste como un
predicado de la misma. Establece, como dice Marx, el verdadero materialismo y la
verdadera ciencia.
Critica, por tanto, la mistificación que Hegel hace de la dialéctica, oponiendo
a aquella el verdadero papel de la negación como un proceso que no sólo afirma la
naturaleza del fenómeno, sino que también y principalmente la niega y la supera,
transformándolo cualitativamente .Las tesis de Feuerbach constituyen una primera
negación de la filosofía burguesa, pero que no excede sus límites; al mismo tiempo,
al restaurar el materialismo, aunque en una forma incompleta, prepara el salto cua-

20
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, 1977, México,
D.F., p. 148.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 125


litativo hacia la dialéctica materialista que es el nódulo mismo de la teoría revolu-
cionaria.
El materialismo, avalado por la ciencia, llegó, antes de Feuerbach, al punto
superior en el que niega a Dios (el pensamiento, el espíritu) como sustancia absoluta
y deja con subsistencia únicamente la materia, de la cual el pensamiento es sólo un
estado o movimiento específico. Considera que con esta negación ha concluido su
labor histórica.
Sin embargo, para Feuerbach éste es sólo el punto de partida para una fase
más alta de existencia del materialismo.
Lo que Feuerbach se plantea no es si Dios existe físicamente o no, sino cuál
es la naturaleza del Dios que tiene una existencia real en la conciencia de la especie.
El razonamiento de Feuerbach es el siguiente:
La religión es la esencia humana enajenada.
La esencia humana es:
Pensamiento. Reflejo de la realidad en la mente del hombre. Conocimiento.
Voluntad. Actividad práctica transformadora de la naturaleza.
Amor. Sentimiento que une a los hombres.
Por un proceso inconsciente la humanidad separa de sí y dota de vida propia
a su esencia.
Los atributos de su esencia así separados y sustantivados se los concede a un
ser imaginario, a Dios.
Dios resulta así el pensamiento absoluto, la voluntad universal, el amor total.
La relación que Feuerbach encuentra entre la esencia humana y su forma ena-
jenada es la siguiente: en cuanto más desarrolla la especie sus atributos característi-
cos, más se empobrece y más enriquece a la potencia que ha creado, de tal manera
que en última instancia ella es la nada y su contraparte lo es todo.
Feuerbach introduce aquí un concepto que será el pilar para que en el mate-
rialismo se produzca, con Marx y Engels, un giro radical, por el que se constituye
como materialismo dialéctico.
Se trata del concepto de enajenación, conforme al cual la realización de las
facultades naturales humanas de la especie es al mismo tiempo la enajenación de
las mismas y su reunión para la constitución de un otro distinto al sujeto original.
La relación entre ambos extremos se caracteriza por la anulación en la especie de sus
facultades humanas —de su naturaleza humana— y la acumulación de sus atribu-
tos, ahora desnaturalizados, en el otro que de ellos se nutre. La especie engendra y
fortalece la potencia que la domina y aniquila.
Aunque no lo reconocen así, Marx y Engels toman de Feuerbach el concepto de
enajenación y lo enriquecen mediante la aplicación de la doctrina hegeliana de la
esencia.
El pensamiento es, según Feuerbach, una de las determinaciones de la esencia
de la especie. La filosofía es la parte de la conciencia de la especie que considera al
pensamiento como tal.
En la filosofía absoluta, de la cual la filosofía especulativa de Hegel es el pro-
ducto más alto, el pensamiento absoluto, la abstracción total, es Dios.

126 • Capitalismo moderno y revolución


La razón, facultad esencial de la especie, es convertida en la esencia de un ser
espiritual y abstracto, Dios, distinto de la humanidad.
Es decir, que la filosofía especulativa tiene como objetivo reconocer, realizar
y actualizar a Dios como la esencia de la razón
La razón es la facultad esencial de la especie humana; constituye su esencia.
Dios es esa misma facultad humana, pero separada del hombre y considerada
como un ser independiente.
La razón humana transfigurada en atributo de un ser independiente es consi-
derada después como la esencia de la razón humana.
La labor de la filosofía especulativa consiste en reconocer, realizar y actuali-
zar a Dios (la razón humana transfigurada en un ser independiente) como la esencia
de la razón; esto es, de una sola de las facultades de la especie.
Es el retorno al hombre de su esencia bajo la forma de un ser independiente,
que ahora determina su esencia racional.
La filosofía de Hegel es el último resultado de la filosofía moderna.
En su filosofía el único ser verdadero es el pensamiento absoluto, Dios.
La Filosofía de Hegel despoja a la especie humana de su naturaleza esencial,
de su capacidad de producir conceptos, juicios, silogismos, etcétera, de la realidad y
se la atribuye al pensamiento absoluto, a Dios, en donde estas categorías son formas
existentes en sí y por sí, formas absolutas.
Feuerbach concluye que la filosofía absoluta enajena al hombre de su propia
esencia.
La filosofía, incluida la de Hegel, es una forma de enajenación de la naturale-
za esencial de la especie.
La negación de la misma es el presupuesto para la instauración de la verda-
dera naturaleza humana del pensamiento, labor que tiene que ser realizada sin duda
por la filosofía marxista.
El concepto de enajenación introducido por Feuerbach es la piedra de toque
para el inicio de la transformación del antiguo en el nuevo materialismo. Desplaza
la vetusta discusión filosófica relativa a la determinación de la supremacía ya sea
del ser o del pensamiento. Ahora se trata de conocer la naturaleza misma del pensa-
miento, de la razón humana, en su proceso de realización y enajenación, su condi-
ción de potencia que domina y rebaja a la especie.
Marx y Engels adoptan íntegra la crítica que hace Feuerbach de la “filosofía
absoluta” y suscriben en su totalidad la determinación materialista del pensamiento
que realiza el autor, pero igualmente señalan las limitaciones que tiene el materia-
lismo restaurado.
En las “Tesis sobre Feuerbach”,21 Marx define el materialismo feuerbachiano
—y en general, todo el materialismo anterior— como un materialismo “contempla-
tivo”: su conocimiento se detiene en el objeto como tal, sin tomar en cuenta su natu-
raleza de producto de la actividad sensorial humana.

Marx, Carlos, Tesis sobre Feuerbach, en: Carlos Marx, Federico Engels, Obras Escogidas, tomo IV, Editorial
21

Ciencia del Hombre, 1973, Buenos Aires, Argentina, pp. 9-11.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 127


Para Feuerbach, la actitud teórica es la única auténticamente humana (la acti-
vidad esencial de la especie), y la práctica es concebida y plasmada en su forma “su-
ciamente judaica”, es decir, como la acción sobre la naturaleza y los otros individuos
presidida por un interés individual. El materialismo de Feuerbach “no comprende
la actividad revolucionaria práctico-crítica”.
Feuerbach no concibe el pensamiento como el producto de la praxis humana,
que la verdad y terrenalidad del pensamiento humano se obtienen en la actividad
práctica, en la producción, en la industria.
El materialismo feuerbachiano hace suya la teoría que postula que los hom-
bres son producto de las circunstancias y de la educación y que, por tanto, para
cambiar la condición de la humanidad son necesarias unas circunstancias y una edu-
cación distintas, verdaderamente humanas, las cuales deben ser establecidas por un
visionario que saque de su cabeza el nuevo orden plenamente estructurado. Este
materialismo no entiende que la transformación de la sociedad humana únicamente
puede ser realizada como práctica revolucionaria.
Feuerbach determinó la religión y la filosofía como formas enajenadas de la
esencia humana. Descubrió el secreto de su verdadera naturaleza. Pero a pesar de
ello la religión y la filosofía siguen existiendo como tales; el sólo conocimiento de sus
características fundamentales no lleva a la revocación de la enajenación.
La enajenación y sustantivación de la esencia humana bajo la forma de la reli-
gión y la filosofía tiene su base en una forma de organización social específica, cuyo
fundamento es la escisión de la propiedad y el trabajo, la cual se vuelve concreta en
la división de clases antagónicas.
Para eliminar la enajenación de la esencia de la especie es necesario acabar
con la contradicción social que es su fundamento. Y esto sólo se logra comprendien-
do la contradicción y revolucionándola prácticamente.
El materialismo de Feuerbach, al igual que el anterior, sólo llega al conoci-
miento de los individuos en la sociedad civil; el nuevo materialismo (el materialismo
dialéctico) tiene como objeto la sociedad humana, o la humanidad socializada.
Marx cierra sus tesis con esta sentencia: Los filósofos no han hecho más que inter-
pretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Las “Tesis sobre Feuerbach” expresan de una manera concentrada los princi-
pios fundamentales del materialismo dialéctico: el pensamiento es un producto de
la actividad práctica de la especie; la sociedad humana sólo puede ser transformada
por medio de la actividad revolucionaria práctico-crítica.
Estos principios ilustran plenamente sobre el carácter revolucionario del ma-
terialismo dialético.
El conocimiento y desarrollo de los mismos, en unión con los demás elemen-
tos del materialismo dialéctico, es el prerrequisito para que la especie, por medio de
la acción práctica revolucionaria, revoque la enajenación y reintegre su esencia a sí
misma.
Este proceso es parte del movimiento por el cual la especie se constituye ple-
namente como una organización de la materia orgánica pensante cuyo contenido es
la transformación constante de materia inorgánica en materia orgánica.

128 • Capitalismo moderno y revolución


Las críticas de Feuerbach a la filosofía hegeliana, la restauración del principio
fundamental del materialismo y la crítica a la mistificación hegeliana de la dialéctica
son prerrequisitos necesarios para el nacimiento de la teoría revolucionaria.

2. La Economía Política
En “La Sagrada Familia” (Capítulo IV, apartado 4, Glosa marginal No. 1),22 Marx y
Engels hacen un esbozo de la crítica de la economía política (llamada por ellos en ese
tiempo todavía “economía social”), labor que habrían de continuar hasta rematar en
“El Capital”. Sus tesis fundamentales son las siguientes:
La economía política clásica considera a la propiedad privada como el funda-
mento inatacable de la sociedad moderna. Acepta las condiciones de la propiedad
privada como condiciones “humanas y sociales”. En realidad, esas apariencias se
contradicen con los hechos económicos. Entonces, la economía política estima que
esos hechos encuentran su explicación en una forma determinada de la propiedad
privada, a la que hay que suprimir o modificar. Dentro de esta contradicción se
mueven sin poder salir de ella.
La labor teórica de la economía política —Adam Smith y David Ricardo, prin-
cipalmente— produce los elementos necesarios para el conocimiento del régimen de
producción capitalista en función de su conservación y perfeccionamiento; aunque
va más lejos que la economía vulgar —la cual se detiene en la apariencia más super-
ficial del fenómeno— sin embargo no puede ni quiere llegar a la esencia del mismo.
Estos elementos constitutivos del régimen de producción capitalista son germinal-
mente elementos de su negación, es decir, elementos de la teoría económica marxista
(tal es el caso, principalmente, de la teoría del valor desarrollada por los economistas
clásicos).
Proudhon, en su obra ¿Qué es la propiedad?, inicia la crítica de la economía
política en el terreno mismo de la economía política. Opone la “apariencia humana”
de las relaciones económicas a su realidad y en ellas las disuelve; establece que los
supuestos falseamientos de la “apariencia humana” de las relaciones económicas
son el resultado necesario de la existencia de la propiedad privada, fundamento de
la sociedad burguesa y que, por tanto, la inhumanidad de las relaciones económicas
burguesas tiene su origen en la propiedad privada en general y no en una forma
determinada de la misma.
Las tesis de Proudhon son la negación teórica de la economía política bur-
guesa que no pasa de los linderos de ésta; al mismo tiempo, constituyen el punto
de partida para el desarrollo de la economía política marxista, la cual es la negación
teórica de la economía burguesa y, con ello, del régimen de producción capitalista.

Marx, Carlos, y Federico Engels, La Sagrada Familia. y otros escritores filosóficos de la época, versión al español
22

de Wenceslao Roces, Segunda Edición, 1967, México, Editorial Grijalbo, pp. 96-99.

Antecedentes de la teoría revolucionaria • 129


capítulo ii
LOS PRIMEROS PLANTEAMIENTOS

1. “En torno a la crítica de la Filosofía del derecho”, (Introducción)1

El primer trabajo teórico de Marx, realizado en 1843, fue una revisión crítica de la
filosofía del derecho. En él llega a la conclusión fundamental de que tanto las rela-
ciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas
ni por la llamada evolución general del espíritu humano sino por las condiciones
materiales de vida, la llamada sociedad civil, y la anatomía de la sociedad civil había
que buscarla en la economía política. Así lo dice Marx expresamente en el Prólogo a
la Crítica de la Economía Política.2
En este primer planteamiento de Marx encontramos la herencia de Feuer-
bach, quien había establecido que la filosofía, entre cuyas ramas se encuentra la fi-
losofía del Estado y del Derecho, no era otra cosa que el conocimiento enajenado. El
espíritu, conforme a Feuerbach, no tiene vida propia sino derivada de la base huma-
na que es su fundamento. En suma, aplicado por Marx a la crítica de la Filosofía del
Derecho y del Estado, el postulado de Feuerbach se transforma en el principio de
que no es la evolución del espíritu humano (espíritu absoluto de Hegel) lo que explica la
naturaleza del derecho y del Estado, sino que estos encuentran su explicación en
la sociedad civil, la que a su vez la tiene en la economía política.
También se manifiesta la influencia de los historiadores franceses, continua-
dores de los materialistas de esa misma nacionalidad, quienes se explicaban la natu-
raleza del Estado y del derecho en la sociedad civil y la de ésta en la lucha de clases.
Con base en este principio fundamental, Marx desarrolla posteriormente los
elementos esenciales del materialismo histórico.
A la par con el establecimiento de los principios fundamentales del materia-
lismo histórico, Marx hace, en el trabajo que comentamos, una aplicación de ellos al
análisis del régimen de producción capitalista.

1
Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París, contenida en. Carlos Marx,
Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época”, traducción del alemán por
Wenceslao Roces, Segunda Edición, Editorial Grijalbo, S.A., 1967, México, D.F., pp. 3-15.
2
Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, Editora Nacional, 1973, México, D. F., pp. 6-7.

Los primeros planteamientos • 131


Parte del punto al que ha llegado la filosofía. La filosofía alemana, heredera y
continuadora de la filosofía de Hegel, ha realizado la crítica de la religión, que es la
premisa de toda crítica. Una vez terminada la crítica del cielo, es necesario realizar
la crítica de la tierra, es decir, acabada la crítica de la religión es necesario realizar la
crítica del derecho y del estado.
La filosofía alemana del derecho y del estado había llegado, con la filosofía
hegeliana, al punto superior de su desarrollo; al contrario del régimen económico-
político de Alemania, que apenas si se encontraba en el punto focal de 1789.
La filosofía alemana era contemporánea de los pueblos más adelantados eco-
nómica y políticamente; no así la realidad económica alemana.
En los pueblos modernos, después de lograda la emancipación política, se
planteaba la emancipación humana como el siguiente paso de la revolución.
Expresa Marx que el papel que a Alemania correspondía en este proceso
era el de realizar la crítica de la filosofía del Estado y del Derecho modernos como
prerrequisito para obtener el conocimiento de la realidad económica y política que
preparase la acción revolucionaria; las armas de la crítica deberían preparar la crítica de
las armas.
La sociedad moderna había engendrado una clase con cadenas radicales, una
clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa... una cla-
se que es, en una palabra, la pérdida total del hombre. Esta disolución de la sociedad
como una clase especial es el proletariado.
La condición para la emancipación humana (la recuperación total del hom-
bre) es que la filosofía, en su labor crítica ya señalada, prenda en ese “candoroso
suelo popular” y se haga uno con el movimiento que desarrolla el proletariado mo-
derno.
La filosofía no puede llegar a realizarse sin la abolición del proletariado y el
proletariado no puede llegar a abolirse sin la realización de la filosofía.
Marx capta aquí la esencia del régimen de producción capitalista: el engen-
dramiento de una clase social, el proletariado, que es la pérdida total del hombre y,
como consecuencia, la necesidad histórica de que esta clase realice la acción práctica
revolucionaria, iluminada por la filosofía crítica, mediante la cual se logre la recupe-
ración total del hombre.
Como prerrequisito para esta tarea debe hacerse una crítica de toda la ideolo-
gía existente, la que empieza con la crítica de la filosofía del derecho y del estado. Se
forjará así el arma de la crítica.
Basado en el principio materialista previamente desarrollado, Marx aplica
dialécticamente, es decir, negándolas y conservándolas al mismo tiempo, las ideas
de Hegel acerca de la naturaleza humana y de la historia de su desenvolvimiento.
Marx sostiene que en el régimen capitalista se da, en la clase de los proleta-
rios, la pérdida total del hombre, es decir la anulación absoluta de su naturaleza y ahí
mismo surge, ineluctablemente, la necesidad de su recuperación mediante la acción
práctica revolucionaria; es, como vemos, un “enderezamiento” de la tesis hegeliana
del desarrollo de la autoconciencia como esencia natural del ser humano a través de
su constitución, enajenación (pérdida) y recuperación.

132 • Capitalismo moderno y revolución


Para llegar a la esencia del régimen de producción capitalista, Marx ha em-
pleado de una manera rigurosa el método dialéctica de Hegel.
En resumen, en este trabajo Marx descubre, aunque de una manera incipiente
aún:
1) Los principios fundamentales de la teoría crítica, es decir, del materialismo his-
tórico;
2) la esencia del régimen de producción capitalista;
3) el papel revolucionario del proletariado moderno;
4) el papel de la teoría en todo este proceso y
5) la necesidad del desarrollo del arma crítica.

Este primitivo planteamiento de Marx constituye la primera negación teórica del régi-
men de producción capitalista que llega a la esencia del mismo. Se basa, como ya vimos,
en todos los elementos negatorios desarrollados por el propio régimen capitalista,
puestos de pie y sistematizados por Marx.

2. Sobre la Cuestión Judía3

En “Sobre la Cuestión Judía”, escrito en septiembre y octubre de 1843, Marx esta-


blece la diferencia entre la mera emancipación política y la emancipación humana,
agregando al contenido ya señalado de ésta una connotación muy importante:
Toda emancipación es la reducción del mundo humano de las relaciones, al hombre
mismo.
  La emancipación política es la reducción del hombre, de una parte, a miembro
de la sociedad burguesa, al individuo egoísta, independiente y, de otra parte, al
ciudadano del Estado, a la persona moral.
  Solo cuando el hombre individual real cobra en sí al ciudadano abstracto y se
convierte, como hombre individual, en ser genérico en su trabajo individual y en
sus relaciones individuales; sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado
sus “forces propres” como fuerza social y, cuando, por tanto, no desglosa ya de
sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la
emancipación humana.30

En este punto establece Marx cuál es el contenido fundamental de la tarea


histórica de “recuperación total del hombre”: cuando el hombre individual se convierte
en ser genérico, cuando en sus relaciones individuales ha reconocido y organizado sus fuerzas
individuales como fuerzas sociales.
Esto es, también, de una manera nebulosa e imprecisa todavía, el enunciado
de la naturaleza del régimen de producción socialista y del comunismo.

3
Marx, Carlos, Sobre la Cuestión Judía, 1843, Zurich, contenida en: Carlos Marx, Federico Engels, “La
Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época”, traducción del alemán por Wenceslao Roces,
Segunda Edición, Editorial Grijalbo, S.A... 1967, México, D.F., pp. 16-44.

Los primeros planteamientos • 133


3. La ideología alemana4

En la primavera de 1845, cuando Engels se reunió con Marx en Bruselas, juntos rea-
lizaron un trabajo teórico con la finalidad de
“despejar el contraste de nuestra manera de ver con la ideología de la filosofía
alemana, respecto de ponernos en regla con nuestra conciencia de antaño...”5

El resultado de la colaboración de Marx y Engels fue un manuscrito que no pudo ser


publicado en su época, al cual actualmente se conoce como La ideología alemana, en
donde exponen una primera versión de los principios fundamentales del materialis-
mo histórico y los aplican a la determinación de un primitivo esquema del desarrollo
de la sociedad humana y de su desenlace necesario, esto es, el establecimiento del
comunismo.

Conclusiones

1.— En la primera parte de este trabajo, Marx y Engels establecen los conceptos fun-
damentales del materialismo histórico:
Modo de producción: una forma de organización de los individuos humanos
provistos de una organización corpórea específica apta para la producción de sus
medios de vida.
Relaciones de producción: el intercambio que se establece entre los individuos,
el cual está determinado por la producción.
Fuerzas productivas, cuyo desarrollo está determinado por la división del tra-
bajo (separación del trabajo comercial e industrial del trabajo agrícola, esto es, del
campo y de la ciudad, separación del trabajo industrial del comercial y separación
en el interior de estas ramas en diversos sectores).
El nivel de las fuerzas productivas determina la estructura interna de una nación.
A cada fase de la división del trabajo corresponde una fase determinada de
la propiedad.
La propiedad es la relación de los individuos con respecto al material, el ins-
trumento y el producto del trabajo.
Formas de propiedad: tribual, antigua comunal y estatal que tiene como centro
a la ciudad y la feudal o por estamentos.
Superestructura social y política. Relaciones sociales y políticas que contraen
entre sí los individuos.
Superestructura ideológica. Conciencia. Ideas, representaciones y pensamien-
tos de los individuos humanos que primero se presentan como emanaciones de su

4
Marx, Carlos, Federico Engels, La Ideología Alemana, Ediciones de Cultura Popular, S. A., México, D.
F., 1974 (Primera edición en español: Ediciones Pueblos Unidos, S. A., Montevideo, Uruguay, 1958. Se
utiliza, por autorización expresa, la traducción directa del alemán de Wenceslao Roces.)
5
Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, edición citada, p. 9.

134 • Capitalismo moderno y revolución


comportamiento material y más tarde aparecen invertidos, es decir, como si los pen-
samientos determinaran su actividad material.
2.— En la parte siguiente, nuestros autores amplían los conceptos desarro-
llados sobre el materialismo histórico y los aplican a un primer acercamiento a la
historia humana y a su necesario desenlace.
En la producción y reproducción de su vida los hombres contraen determi-
nadas relaciones. A un determinado modo de producción corresponden determina-
das relaciones de producción. Las relaciones de producción son también una fuerza
productiva.
La historia de la humanidad es la historia de la industria (de la producción) y
del intercambio (de las relaciones de producción).
La conciencia se manifiesta bajo la forma del lenguaje.
El aumento de la producción provoca la división del trabajo. La división del
trabajo:
— se da ya en el acto sexual,
— después se produce una división “natural” en atención a las particulares dotes
físicas de cada individuo,
— la división social del trabajo se presenta con la separación del trabajo físico y
mental; ésta es la base de la sustantivación de la conciencia.

Con la división social del trabajo se distribuyen desigualmente el trabajo y sus pro-
ductos, esto es, la propiedad (privada).
La primera forma de propiedad es la esclavitud.
La división del trabajo implica la contradicción entre el interés individual y
el interés común.
Con la división del trabajo los actos y los productos del hombre se erigen en un poder
ajeno y hostil al individuo, que se sustraen a su control y lo sojuzgan.
La vida individual es precaria frente a la consolidación de los productos en
un poder material ajeno y hostil.
El interés común cobra vida propia e independiente en el Estado; este interés
es ajeno al interés de los individuos.
Las luchas en el Estado son luchas de clases.
La clase que quiere implantar su dominación debe conquistar el poder polí-
tico.
El poder social, la fuerza de producción multiplicada que tiene su origen en
la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo,
es un poder ajeno a ellos, que no pueden dominar, independiente de los actos de los
hombres y que incluso dirige esta voluntad y estos actos.
Para acabar con esta “enajenación” es necesario:
— que este poder sea insoportable y
— que engendre una masa de la humanidad como desposeídos en contradicción con
un mundo de riqueza y cultura (que es aquella fuerza de producción multiplicada
y sus productos que existen como propiedad privada),

Los primeros planteamientos • 135


Esto presupone un alto desarrollo de las fuerzas productivas.
La masa desposeída debe conquistar el poder del Estado con el propósito de
reapropiarse el mundo de riqueza y cultura mediante el establecimiento del comu-
nismo.
El comunismo no es un “ideal” ni un estado que deba implantarse, sino el
movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual.
El proletariado sólo puede existir en un plano histórico-universal.
El comunismo sólo puede llegar a ser realidad como existencia histórico-uni-
versal. La revolución comunista implica la abolición de la propiedad privada.
En el comunismo, la dependencia total se convierte en el control y la domina-
ción consciente sobre los poderes.
3.— Enseguida, Marx y Engels acometen la tarea de determinar la relación
entre la base económica y la superestructura ideológica. A este punto le conceden
una importancia crucial porque es precisamente aquí en donde ponen de relieve la
contraposición entre la visión idealista de la historia y el método materialista que
están forjando.
El principio fundamental de la concepción materialista de la historia es que
con base en la sociedad civil (modo de producción) se explican el nacimiento y la
acción del Estado y de los diferentes productos teóricos y formas de la conciencia
como la religión, la moral, la filosofía, etcétera.
Todas las concepciones históricas anteriores han hecho caso omiso de esta
base real de la historia o la han considerado como algo accesorio.
La filosofía hegeliana de la historia, que gira en torno a pensamientos puros,
es la última consecuencia, llevada a su expresión más pura, de esta historiografía
alemana.
Limitaciones de Feuerbach:
— sólo ve al hombre como “objeto sensible” y no como “actividad sensible”,
— no concibe a los hombres dentro de su trabazón social dada, bajo las condiciones
de vida existentes que han hecho de ellos lo que son,
— no llega, por tanto, hasta el hombre realmente existente, hasta el hombre activo,
sino que se detiene en el concepto abstracto “el hombre”,
— no reconoce más “relaciones humanas” “entre el hombre y el hombre” que las
del amor y la amistad, y además, idealizadas.

Por tanto, en la medida en que Feuerbach es materialista, no aparece en él la historia,


y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista.
Las ideas dominantes son la expresión ideal de las relaciones materiales do-
minantes. Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de la época.
La división del trabajo se manifiesta en la clase dominante de tal suerte que
una parte de esta clase la forman sus pensadores (ideólogos) y otra parte adopta una
actividad pasiva y receptiva ante las ideas e ilusiones que la primera crea.
La existencia de ideas revolucionarias presupone la existencia de una clase
revolucionaria. Proceso de sustantivación de los productos de la conciencia:
1).— Separación de las ideas dominantes de su base material.

136 • Capitalismo moderno y revolución


2).— Introducir un orden en estas ideas demostrando que hay una trabazón
mística entre ellas.
3).— Se les convierte en una persona (“autoconciencia”) o en una serie de per-
sonas representantes “del concepto” en la historia: pensadores, filósofos e ideólogos,
a los que se les concibe como los fabricantes de la historia.
4.— Más adelante, Marx y Engels utilizan todas las herramientas teóricas has-
ta aquí desarrolladas para estudiar detalladamente el proceso de tránsito del régi-
men feudal al régimen capitalista, mostrando la evolución histórica que va desde el
régimen artesanal y parcelario hasta la gran industria maquinizada.
La gran industria maquinizada engendra una masa de fuerzas productivas
que encuentra una traba insuperable en la propiedad privada.
Estas fuerzas productivas tienen, bajo la propiedad privada, para la mayoría,
el carácter de fuerzas destructivas.
La gran industria crea una clase con intereses comunes que ha perdido toda
nacionalidad y que se desentiende del viejo mundo y se enfrenta a él.
La gran industria hace insoportable para el obrero su relación con el capita-
lista y con el propio trabajo.
Por ello, los proletarios desarrollan un movimiento de clase en contra de estas
condiciones en que viven.
La gran industria maquinizada es la forma superior de la propiedad privada.
La propiedad privada evoluciona desde la propiedad mobiliaria (esclavos,
etcétera), hasta la propiedad privada capitalista (propiedad privada pura).
El Estado sólo existe en función de la propiedad privada.
El Estado moderno pertenece a los propietarios privados, quienes lo han
comprado a través de la deuda pública.
Para ciertas fases industriales, la propiedad privada es necesaria (industria
extractiva y pequeña industria y agricultura anterior).
En la gran industria maquinizada, por el contrario, surge una contradicción
entre el instrumento y la propiedad privada, es decir, que la propiedad privada se
convierte en una traba para el desarrollo de la industria.
Esto hace que surja la posibilidad de la abolición de la propiedad privada.
La gran industria maquinizada reduce a todos los individuos a dos formas
simples: la propiedad privada y el trabajo.
El intercambio no es entre individuos como tales, es decir, individuos libre-
mente asociados, sino entre el trabajo asalariado y el capital (obreros y capitalistas).
En la gran industria maquinizada, las fuerzas productivas aparecen como
totalmente independientes y separadas de los individuos.
Esto es así porque los individuos se encuentran diseminados y en contrapo-
sición unos con los otros.
Las fuerzas productivas solamente pueden ser reales y verdaderas, esto es,
humanas, en la cohesión y el intercambio entre estos individuos, es decir, en la co-
lectividad.
Las fuerzas productivas son una totalidad que adopta una forma material.
Los individuos se relacionan con ellas de dos maneras:

Los primeros planteamientos • 137


— para unos de ellos no son sus propias fuerzas, sino de la propiedad privada; por
tanto, sólo pueden relacionarse con ellas como propietarios privados;
— para la mayoría de los individuos, aquellas se les han enajenado y los han con-
vertido en individuos abstractos, con lo que los han puesto en condiciones de
relacionarse entre sí como individuos humanos (reales, verdaderos, colectivos).

La única relación que esta mayoría de individuos tiene con las fuerzas productivas
y su propia existencia es el trabajo; en la industria maquinizada el trabajo ha perdi-
do toda apariencia de actividad propia y sólo conserva la vida de los trabajadores
empequeñeciéndola.
En el régimen capitalista:
— el individuo trabajador sólo puede crear su vida material a través del trabajo,
— su propia actividad (actividad como individuo colectivo) no se pone en funcio-
namiento en el trabajo.

Por lo tanto, en el régimen capitalista la creación de la vida material del obrero se


realiza empequeñeciéndolo y por medio de una actividad que no es propia.
Los individuos trabajadores han llegado a tal punto, en el régimen capitalista,
que necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas para asegurar su
propia existencia y poder ejercer su propia actividad.
La apropiación de esa totalidad de fuerzas productivas es el desarrollo de
una totalidad de capacidades individuales.
Unicamente los actuales proletarios, completamente excluidos de su propia
actividad, son quienes pueden realizar esa apropiación.
La apropiación sólo puede realizarse:

— por una asociación universal de los proletarios y


— por una revolución que derroque el modo de producción e intercambio existente
y la organización social correspondiente, que desarrolle el carácter universal y
la energía que se necesita para esa revolución y despoje a los proletarios de todo
cuanto pueda quedar de su posición en la sociedad anterior [de la propiedad
privada sobre sí mismos].

El comunismo es el movimiento real por medio del cual los proletarios se apropian
de la totalidad de las fuerzas productivas.
El comunismo derruye las relaciones de producción y de intercambio ante-
riores, somete las fuerzas productivas a los hombres asociados y desarrolla las con-
diciones de esta asociación.

138 • Capitalismo moderno y revolución


4. Crítica de la economía política6

En el Prólogo a la Crítica de la Economía Política, Marx hace un resumen de los puntos


principales del materialismo histórico y declara que a ellos había llegado ya en los
años en que emprendió la revisión crítica de la filosofía del derecho hegeliana, es
decir, en esa época pródiga en profundos desarrollos teóricos comprendida entre
1843 y 1848, año éste en el que culmina la primera fase de la formación de la teoría
marxista con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista
...El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía
para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción
social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias,
independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un
grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productoras materiales. El conjunto
de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad,
la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que
corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción
de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en
general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el
contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el curso
de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión
jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta
entonces. De formas evolutivas de las fuerzas productoras que eran, estas relaciones
se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución
social. El cambio que se ha producido en la base económica trastorna más o menos
lenta o rápidamente toda la colosal superestructura. Al considerar tales trastornos
importa siempre distinguir entre el trastorno material de las condiciones económicas
de producción —que se debe comprobar fielmente con ayuda de las ciencias físicas
y naturales— y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas y filosóficas; en
una palabra, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia
de este conflicto y lo resuelven. Así como no se juzga a un individuo por la idea
que él tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de trastorno por la
conciencia de sí misma; es preciso, por el contrario, explicar esta conciencia por
las contradicciones de la vida material, por el conflicto que existe entre las fuerzas
productoras sociales y las relaciones de producción. Una sociedad no desaparece
nunca antes de que sean desarrolladas todas las fuerzas productoras que pueda
contener, y las relaciones de producción nuevas y superiores no se sustituyen jamás
en ella antes de que las condiciones materiales de existencia de esas relaciones hayan
sido incubadas en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad no se
propone nunca más que los problemas que puede resolver, pues, mirando de más
cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando las
condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentran en estado de existir.
Esbozados a grandes rasgos, los modos de producción asiáticos, antiguos, feudales
y burgueses modernos pueden ser designados como otras tantas épocas progresivas
de la formación social económica. Las relaciones de producción son la última forma

6
Marx, Carlos, Op. cit.

Los primeros planteamientos • 139


antagónica del proceso de producción social, no en el sentido de un antagonismo
individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de
existencia de los individuos; las fuerzas productoras que se desarrollan en el seno
de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales para
resolver este antagonismo. Con esta formación social termina, pues, la prehistoria
de la sociedad humana.7

Los sujetos de la evolución histórica son, para Marx, los modos de producción.
Un modo de producción lo constituyen las fuerzas productivas, que son la
fuerza humana de trabajo y los medios e instrumentos de producción (una extensión
de aquella), las relaciones de producción, que son las que contraen los hombres en
el proceso de producción, es decir, las relaciones de propiedad y la conciencia social
que sobre este fundamento se levanta (superestructura ideológica en las sociedades
en donde existe la propiedad privada).
El modo de producción es la forma de organización social mediante la cual el
hombre desarrolla su esencia natural.
La esencia natural del ser humano es el trabajo.
El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a
través de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transforma-
ción de la naturaleza.
Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del
ser humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de produ-
cir los medios necesarios para reconstituirlas.
Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemen-
te, es decir, representando en la conciencia del hombre todos los elementos y las
fases de la actividad productiva como prerrequisito para la acción.
El modo de producción tiene como fundamento las fuerzas productivas y las
relaciones de producción.
Ambas constituyen los dos polos de una contradicción.
Las fuerzas productivas —medios e instrumentos de producción y fuerza de
trabajo— son la materialización de las facultades y las capacidades humanas. El pro-
ceso productivo es el ejercicio de esas facultades.
Las relaciones de producción son las que contraen entre sí los hombres en el
proceso productivo, relaciones de propiedad.
Las fuerzas productivas, que expresan un cierto grado de desarrollo de las
facultades y capacidades humanas, engendran las relaciones de producción (de pro-
piedad) que les corresponden.
En su movimiento, las fuerzas productivas procrean en su seno los elemen-
tos de una forma superior que, a su vez, produce los de unas nuevas y más altas
relaciones de producción (propiedad). Las viejas relaciones de producción, de ser el
vehículo para el desarrollo de las fuerzas productivas, se transforman en una traba
para el mismo: se abre una época de revolución social.

7
Ibid, pp. 7-8.

140 • Capitalismo moderno y revolución


Se establece un nuevo modo de producción formado por las fuerzas producti-
vas en un punto superior de su desarrollo y unas más altas relaciones de producción
que le corresponden.
Los puntos extremos de este proceso son:
a) El período de constitución de las capacidades y facultades humanas de la especie,
es decir, del nacimiento de las fuerzas productivas; éstas crean las relaciones de
producción que les corresponden: propiedad colectiva sobre los medios e instru-
mentos de producción, fuerza de trabajo y conciencia colectivas.
b) Las capacidades y facultades humanas constituidas en la fase anterior entran de
lleno en un desarrollo ascendente, aunque de una manera contradictoria: su per-
feccionamiento implica primero su materialización en un instrumento individual
y después una desposesión de aquellas a los individuos y su conversión en capa-
cidades y facultades colectivas, que en la fase superior del régimen capitalista se
materializan en la industria maquinizada, a la que se aplica una reunión de fuerzas
individuales de trabajo sustantivadas, sujetas a un proceso de degeneración y
atrofia de sus características humanas. Se crean las relaciones de producción que
corresponden a esta etapa: propiedad privada sobre los medios e instrumentos
de producción, ausencia de propiedad o propiedad precaria derivada de la gran
propiedad, exacción de trabajo excedente de los productores directos por los
propietarios de los medios e instrumentos de producción, sujeción de la mayoría
de los integrantes de la sociedad a los propietarios privados, etcétera.
c) Las capacidades y facultades humanas llegan al punto superior de su desarro-
llo: se han convertido en una unidad mecanizada y socializada que es operada
por el obrero colectivo, a cuyos integrantes se ha suprimido la individualidad
antinatural de que todo el desarrollo anterior los había dotado. Se reivindican,
aunque en una forma más alta, las relaciones de propiedad, la fuerza de trabajo
y la conciencia colectivas.

Los modos de producción sustentados en la propiedad privada están integrados por


una base y una superestructura.
La base está formada por las fuerzas productivas y las relaciones de produc-
ción.
La superestructura está compuesta por el derecho, el Estado y la conciencia
social sustantivada (ideología)
Las relaciones entre base y superestructura son las siguientes:
Ambas constituyen los polos de una contradicción: la base es la estructura
económica de la sociedad, y la superestructura jurídica, política y las formas de con-
ciencia social se alzan sobre ella.
La estructura económica produce sus propios elementos: fuerzas productivas
y relaciones de producción, y a la vez, los de su opuesto, es decir, las formas jurídi-
cas, estatales e ideológicas correspondientes.
Se abre una fase de mutua complementación: la base produce la superestruc-
tura que le corresponde y ésta a su vez influye sobre la base, propiciando su desa-
rrollo.

Los primeros planteamientos • 141


La mutua complementación da paso a una fase de oposición y lucha: en la
base se gesta un cambio cualitativo (negación de su naturaleza anterior), es decir,
una nueva base económica que entra en lucha con la anterior. En la superestructura
surgen también los elementos que representan a la forma social en germen, los cua-
les entran en oposición y lucha contra los elementos de la superestructura generada
por la anterior base económica.
Conforme avanza la gestación de la nueva base económica en el seno de la an-
tigua, en la misma medida arrecia la lucha entre ambas; igualmente, se desarrollan
los elementos negatorios de la antigua superestructura que son, a la vez, constituti-
vos de la que debe sustituirla.
Los elementos de la nueva superestructura niegan a la vieja superestructura y
ejercen su influencia sobre la base para ayudar al parto de la nueva base económica.
Las etapas históricas de este proceso son las siguientes:
a) En la comunidad primitiva, la formación económica basada en la propiedad y
el trabajo colectivos no está escindida en los dos elementos considerados: base
y superestructura; todos sus elementos constitutivos forman una unidad indiferen-
ciada; no existen ni el derecho ni el Estado ni una conciencia social sustantivada.
b) Al disolverse la comunidad primitiva y aparecer la propiedad privada, las
formaciones económicas que en ella se asientan se dividen en dos polos, base
y superestructura, dando lugar al surgimiento del derecho y del Estado y de la
ideología como una conciencia social sustantivada; a lo largo de la existencia de
la propiedad privada (desde el esclavismo hasta el régimen capitalista), se da el
proceso dialéctico de unidad y lucha de contrarios entre base y superestructura.
c) En la sociedad comunista, al abolirse la propiedad privada, es anulada la super-
estructura que a ésta le corresponde y desaparecen por tanto el Estado, el derecho
y la conciencia social sustantivada; la formación económico-social vuelve a su
primitiva unidad.

El motor último de la dinámica de los modos de producción se encuentra en las


fuerzas productivas.
Cada modo de producción surge a la existencia como la negación de un modo
de producción anterior y a su vez es negado por un nuevo modo de producción. Al
desarrollarse engendra primeramente su esencia positiva, la contradicción polar que
es el fundamento de su existencia y que contiene en germen su esencia negativa, el
otro modo de producción en que se ha de transformar fatalmente; posteriormente,
produce su esencia negativa, esto es, los elementos del nuevo modo de producción;
por último, estos elementos llegan a la existencia estableciendo el ser del nuevo
modo de producción. Y así sucesivamente.
El fin último de la evolución de los modos de producción es el perfecciona-
miento de las capacidades y facultades humanas; en una primera fase se generan
esas capacidades y facultades como características fisiológicas del individuo huma-
no directamente socializadas que tienen como complemento instrumentos de pro-
ducción rudimentarios; posteriormente, se destruye la colectividad y los hombres
inician un desarrollo individual y autónomo de sus facultades y capacidades y de

142 • Capitalismo moderno y revolución


sus instrumentos de producción que implica la anulación de sus características natu-
rales-humanas adquiridas en el período anterior y una forma de producción basada
en la exacción de trabajo excedente y en la sujeción de una parte de la sociedad a
otra; en otra fase, los instrumentos de producción adquieren un desarrollo inde-
pendiente hasta convertirse en la moderna industria maquinizada que constituye
ahora el conjunto de las capacidades y facultades humanas pero enfrentadas a los
individuos, que se ven inmersos en un proceso de atrofia, degeneración y anulación
de sus características naturales-humanas; finalmente, se realiza la fusión entre las ca-
pacidades y facultades humanas materializadas en una unidad industrial y la fuerza
humana de trabajo, desindividualizada y socializada. Los modos de producción que
se suceden necesariamente en la historia humana, son los siguientes: la comunidad
primitiva, la comunidad asiática, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el
socialismo.
Estas tesis, en cuyo desarrollo se ha hecho una rigurosa aplicación de la dialéc-
tica hegeliana, constituyen lo que Marx llamó el “hilo conductor de sus estudios”,
son el punto de partida para la evolución posterior de su teoría.

5. La Sagrada Familia (Capítulo IV,


apartado 4, Glosa Marginal Crítica No. 2)8

En este trabajo, Marx y Engels aplican las tesis desarrolladas en sus escritos anterio-
res a la lucha teórica en contra de los seguidores de la filosofía hegeliana, quienes
continuaban sus campañas especulativas contra la filosofía de la religión de Hegel.
En esta polémica enriquecen y perfeccionan sus ideas expresadas en los tra-
bajos anteriores.
Marx y Engels parten de los resultados obtenidos por Proudhon: el recono-
cimiento de que la miseria tiene su origen en la existencia y desenvolvimiento de la
propiedad privada. De ahí en adelante establecen las leyes que rigen el desarrollo
de esta antinomia.
El proletariado y la propiedad privada son antinómicos y constituyen un
todo; son dos formas del mundo de la propiedad privada.
La esencia negativa de la propiedad privada radica en que en ella se hace ajena
al hombre su naturaleza específica.
La propiedad privada capitalista es la forma superior que adopta este tipo de
propiedad.
La clase burguesa y la clase proletaria están sujetas al mismo estado de des-
posesión; es decir,
que ambas han perdido las características naturales de la especie humana.
Fase de mutua complementación.

8
Marx, Carlos, Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época,
traducción del alemán por Wenceslao Roces, Segunda Edición, Editorial Grijalbo, S.A... 1967,
México, D. F., pp. 99-103.

Los primeros planteamientos • 143


La propiedad privada está obligada a mantenerse a sí misma y a su contrario.
Es el lado positivo del fenómeno.
La relación de mutuo engendramiento entre propiedad privada y proletaria-
do produce como resultado necesario el reforzamiento de la anulación de la natura-
leza humana, tanto en el proletariado como en la burguesía.
El propio movimiento de la propiedad privada crea los elementos de su ne-
gación:
a) En su punto superior, la enajenación se manifiesta en la miseria “en adelante
ineluctable, imposible de paliar, absolutamente imperiosa”.
b) La clase burguesa vive la apariencia de una existencia humana que es la base de
su poder; se afirma en el lado positivo del fenómeno.
c) El proletariado se ve ineluctablemente empujado entonces, por la contradicción
que existe entre su naturaleza humana (en potencia) y sus condiciones de vida,
que son la negación franca, neta y absoluta de esa naturaleza humana, a rebelarse
contra ese estado de cosas.

Cambio revolucionario
El proletariado está entonces obligado a trabajar por su supresión y por la de la
propiedad privada.

Condiciones para el cambio revolucionario


La propiedad privada, en su movimiento, produce al proletariado en cuanto prole-
tariado, es decir, a la miseria consciente de su miseria física y moral.
Dicho de otro modo, produce el movimiento obrero, la teoría revolucionaria
y la fusión de ambos.
De esta manera, el proletariado consciente (armado de la teoría revoluciona-
ria) ejecuta la sentencia que el asalariado dicta contra sí mismo al producir la miseria
propia y la riqueza ajena. El proletariado desarrolla una lucha revolucionaria contra
la propiedad privada que desemboca en la supresión de ambos contrarios.
Y entonces, el proletariado habrá desaparecido tanto como el contrario que lo
condiciona, la propiedad privada.

En este trabajo, Marx y Engels, situados ya de plano en la esencia del régimen


de producción capitalista, profundizan el análisis de su naturaleza mostrando con
más claridad el movimiento implícito que debe llevar a la abolición de ese régimen
social y a la instauración de uno superior. Es notable la herencia de la economía po-
lítica clásica y de su crítico principal, Proudhon, pues la argumentación de Marx y
Engels empieza precisamente en el punto al que aquella había llegado en el análisis
de la propiedad privada.
También salta a la vista que Marx utiliza aquí, de una manera rigurosa, en la
consideración de los contrarios existentes en el régimen de producción capitalista y
de sus relaciones mutuas, el método dialéctico y la teoría de la esencia hegelianos.

144 • Capitalismo moderno y revolución


Los elementos constitutivos de la teoría revolucionaria que Marx y Engels
desarrollan en este trabajo son los siguientes:
1) La determinación de la esencia (de las determinaciones negativas del ser deter-
minado del régimen capitalista cuando alcanzan su máxima negatividad y se ven
obligadas a producir los elementos materiales del otro) del régimen de producción
capitalista como la negación de la naturaleza humana; esto sólo había sido expresado
en el trabajo anterior como la “pérdida total del hombre en el proletariado”.
2) La determinación del origen de la negación de la naturaleza humana en la pro-
piedad privada en general; la propiedad privada capitalista es la forma superior
de la propiedad privada, en consecuencia, la negación de la naturaleza humana
alcanza su punto superior en el régimen de producción capitalista.
3) La determinación de los contrarios existentes en el interior del régimen capitalista
y de la dialéctica de su desarrollo.
4) La determinación de las condiciones y fases que debe seguir la lucha revolucio-
naria del proletariado y
5) La determinación del resultado final de esa lucha.

Aquí Marx y Engels llegan de primera intención a lo que es la esencia negativa del
régimen de producción capitalista: la anulación de la naturaleza humana en el pro-
letariado moderno y a lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el
resultado del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha revo-
lucionaria del proletariado, de esa naturaleza perdida.
En un escrito posterior (Manuscritos económico-filosóficos) Marx y Engels
desarrollan el concepto de “naturaleza humana”, que ellos llaman “esencia natural
humana”, y lo que son los procesos de pérdida y recuperación de la misma.
Lo que importa subrayar es que en estos primeros trabajos Marx y Engels tra-
zan los rasgos esenciales de la teoría y el movimiento revolucionarios, los cuales serán
desarrollados al detalle más tarde.
La esencia de la explotación capitalista la asocian Marx y Engels incondi-
cionalmente a la forma en que se manifiesta primitivamente. En su desarrollo, la
esencia del capitalismo evoluciona en un sentido ascendente (perfeccionándose) y al
mismo tiempo cambia la forma en que se manifiesta.

Los primeros planteamientos • 145


capitulo iii
LOS PRIMEROS PLANTEAMIENTOS
(CONTINUACIÓN)

Los manuscritos económico-filosóficos de 18441

A. Introducción
El revisionismo moderno realizó cabalmente su labor de revisar la teoría revolucio-
naria y sustituirla por una forma embozada de la ideología burguesa.
En esta tarea llegó hasta el núcleo mismo de las concepciones revolucionarias,
la noción de la esencia de la explotación capitalista, a la que reemplazó con las ideas que
una parte de la burguesía y la pequeña burguesía sostienen acerca de las formas
primitivas o imperfectas a través de las cuales dicha esencia se exterioriza.
En sus elaboraciones más acabadas, el revisionismo emplea un lenguaje y con-
ceptos típicamente marxistas cuando revisa las tesis revolucionarias sobre esta materia.
En sus manifestaciones más descaradas, el revisionismo hace suyos ciertos
conceptos burgueses referentes a la naturaleza del régimen capitalista que obtiene
directamente del arsenal de la ideología burguesa (de la parte de ella que corres-
ponde al sector “liberal” de la burguesía) y pequeño burguesa; tales conceptos reco-
nocen su origen en los economistas clásicos, quienes lograron determinar al detalle
algunas formas de la explotación capitalista, a las que confundieron por necesidad
con su esencia, ante la cual se detuvo impotente su análisis.
De igual manera, el revisionismo oculta y sustituye por su formulación bur-
guesa las tesis revolucionarias referentes al Partido y proceso necesarios para la
conquista del poder por el proletariado y a la naturaleza del socialismo y el comu-
nismo.
Para el revisionismo, el socialismo es un régimen en el cual se anulan las for-
mas primitivas e imperfectas de la explotación capitalista, pero se mantienen vivas
y en ascenso su esencia y la forma perfecta que le corresponde. En efecto, el “socia-
lismo humanista y democrático”, cuya instauración ha sido el sueño dorado del re-
visionismo, estaría constituido por una diluida base de organización colectiva de las
funciones más generales de la sociedad, un nivel superior de organización en grupos
sociales (universidades, “colectivos”, etcétera) en los que existiría la “propiedad por
1
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977. México,
D.F.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 147


grupos” y la “autogestión”, un último nivel de desarrollo de los individuos en cuanto tales
y, aunado a esto, un proceso incontenible de perfeccionamiento de la esencia de la
explotación capitalista. El revisionismo toma la forma superior, perfecta, en que se ma-
nifiesta la esencia de la explotación capitalista (a través de la satisfacción y desarrollo
de las necesidades individuales) y la considera ¡como lo característico del régimen socia-
lista, que por definición supone la anulación de la explotación capitalista!
Los clásicos del marxismo-leninismo determinaron con exactitud cuál es la
esencia de la explotación capitalista; en justa correspondencia con ello, delinearon
los procesos necesarios (Partido, propaganda, agitación, conciencia revolucionaria,
lucha teórica, económica y política, conquista del poder por el proletariado, etcétera)
para el derrocamiento del régimen capitalista y la instauración del socialismo; igual-
mente, estableció a grandes rasgos la naturaleza específica del régimen socialista y
del comunismo, meta última éste de la revolución proletaria.
Los primeros movimientos revolucionarios del proletariado guiados por el
marxismo-leninismo (en Rusia, principalmente) se realizaron en una fase de exis-
tencia del capitalismo en la cual predominaban, con una fuerza enorme, las formas
primitivas e imperfectas de la explotación; en torno a ellas se estructuró todo el apa-
rato revolucionario atacando la fase de la esencia que correspondía a aquella forma;
el propio proceso revolucionario hizo pasar la esencia del régimen de producción
capitalista a una fase superior.
Al conquistar el proletariado ruso el poder instauró un régimen formalmente
socialista basado en su dictadura y en la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción. La conciencia del proletariado era también formalmente
colectiva, organizada en derredor de la necesidad de abolir aquellas formas mencio-
nadas y reforzada por factores externos que impusieron un “comunismo de guerra”;
pero en su núcleo esencial, la conciencia del proletariado ruso siguió presa de las de-
terminaciones que brotaban de su esencia capitalista (vida latente de las necesidades
individuales) dado que el movimiento revolucionario no había llegado al punto de
transformar la conciencia íntimamente capitalista del proletariado en una conciencia
socialista, es decir, en una conciencia que tuviera como finalidad específica la aboli-
ción de la individualidad capitalista de los trabajadores.
Durante la 2ª. Guerra mundial, el socialismo así establecido se desarrolló ace-
leradamente y se extendió a otros países a través de la guerra revolucionaria de libe-
ración; de esta manera quedó integrado formalmente el sistema de países socialistas.
Ese mismo proceso ascendente de vida del socialismo dio impulso al des-
envolvimiento de las necesidades individuales de los trabajadores; dotada de una
fuerza inconmensurable, la esencia capitalista en su nueva fase de existencia fue cre-
ciendo en el seno de los países socialistas hasta lograr destruir la organización colec-
tiva de la sociedad y sustituirla por formas sui géneris de organización y producción
capitalistas (propiedad por grupos, autogestión, etcétera). Se produjeron entonces
la degeneración del socialismo existente en esos países y el restablecimiento más o
menos profundo del capitalismo, hasta llegar, en nuestros días, a la restauración del
capitalismo típico.
Se cerró así toda una primera fase de existencia del socialismo.

148 • Capitalismo moderno y revolución


Como vemos, la teoría y el movimiento revolucionarios habían abandonado,
mucho antes de que se produjera la vuelta al capitalismo en el mundo socialista,
el análisis de la esencia de la explotación capitalista y de la naturaleza exacta del
socialismo y del comunismo, el desarrollo de los conceptos de los clásicos en estas
materias, la denuncia entre el proletariado de dicha esencia y la formación de una
conciencia revolucionaria que contuviese todos estos elementos.
Sobre esta base, el revisionismo actuó contribuyendo por su cuenta a reforzar
la ocultación de la esencia de la explotación capitalista y su reemplazo por una for-
ma determinada de la misma.
En la actualidad se abre una nueva etapa del desarrollo del socialismo, ésta
sí, ahora, antesala directa del comunismo. En ella los revolucionarios, mediante los
métodos y con los instrumentos preconizados por el marxismo-leninismo, deberán
dirigir su acción hacia la dotación al proletariado de una conciencia que compren-
da, además de los aspectos formales de la explotación capitalista, la esencia de ésta
y, además de la necesidad de la forma colectiva de la organización social, la de la
anulación implacable de la individualidad de sus miembros como una condición
para la existencia de aquella. De esta manera, la acción práctico-consciente de los
trabajadores estará encaminada a la formación de un régimen formal y materialmente
socialista que no pueda ya por ningún concepto recular hacia el capitalismo, sino que
sea la base más firme para el advenimiento del comunismo.
Para abrir el acceso a esa nueva fase del socialismo es necesario desplegar una
lucha inflexible contra el revisionismo —que revisó meticulosamente todas las parte
integrantes de la teoría revolucionaria— reivindicando en todos los campos las tesis
clásicas del marxismo-leninismo; pero no sólo eso es necesario, sino también realizar
una labor creadora cuyo objetivo sea detallar aquellos aspectos de la teoría que los
clásicos sólo dejaron esbozados en sus aspectos generales
Esta parte de nuestro trabajo tiene precisamente ese doble propósito: resta-
blecer las formulaciones clásicas de la teoría de la esencia de la explotación capi-
talista y con ellas las de la naturaleza característica del socialismo y el comunismo
y trabajarlas más detalladamente con la finalidad de preparar así la nueva etapa
de la revolución mundial. Consta de tres apartados: (a) resúmenes, extractos y ci-
tas textuales de los Manuscritos económico filosóficos de Carlos Marx con comentarios
nuestros (apartados B, C y D) y un estudio sobre su estructura (apartado E), (b) unas
Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano y (c) unas Notas para una crítica
de la teoría de Freud en las cuales se estudia la anulación, degeneración y descomposi-
ción de los procesos psíquicos en el régimen de producción capitalista.

B. Primer manuscrito
En este primer manuscrito hace Marx un resumen de los economistas clásicos res-
pecto del salario, la ganancia, la acumulación de capital y las relaciones entre todos
esos conceptos; organiza, sistematiza y lleva hasta sus últimas consecuencias las
proposiciones de los clásicos, pero sin transgredir los límites del régimen capitalista.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 149


SALARIO
El salario se determina por la lucha antagónica entre capitalista y obrero. El triunfo
corresponde necesariamente al capitalista.
Esto es así porque:
• El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero.
• El obrero no puede subsistir mucho tiempo sin el capitalista.
• Los capitalistas se agrupan en asociaciones para defender sus intereses.
• Las asociaciones de los obreros están prohibidas y cuando las forman les aca-
rrean graves consecuencias.
• Los capitalistas y los terratenientes tienen, además de sus rentas, ingresos por
ganancias industriales.
• Los obreros sólo tienen ingresos por sus salarios y no reciben ningún tipo de
ganancia industrial, ni renta de la tierra ni intereses sobre capitales.
• Esto es la base de la intensidad de la competencia entre los obreros.

La situación desventajosa del obrero se deriva de la separación necesaria entre el


capital, la propiedad de la tierra y el trabajo. Esa separación es fatal para el obrero.
El salario que pagan los capitalistas al obrero gira en torno al precio natural
del trabajo.
El precio natural del trabajo es aquel que provee para la subsistencia del obrero
y de su familia, para que no perezca la raza de los obreros.
El trabajo es una mercancía como cualquier otra y por lo tanto su demanda
gobierna necesariamente su producción.
Si la oferta sobrepasa a la demanda entonces una gran parte de la población
no tendrá trabajo y se hundirá en la pobreza y el hambre.
Si la oferta es mayor que la demanda se reducirá el precio comercial del sala-
rio por debajo de su precio natural. Los demás factores de la producción, cuando su
precio comercial desciende por debajo de su precio natural, pueden emigrar a otras
ramas productivas con lo que al descender la oferta el precio comercial se acercará al
precio natural, restableciéndose el equilibrio entre la oferta y la demanda. En el caso
del trabajo esto es prácticamente imposible porque:
...1) donde existe una considerable división del trabajo es extremadamente difícil
para el obrero dirigir su trabajo hacia otras vías; 2) porque a causa de su relación de
subordinación al capitalista es el primero que sufre.2

Las fluctuaciones del mercado afectan menos a la renta del suelo y a la ganancia
industrial que al salario del obrero.
Si el capitalista mantiene el precio de sus mercancías por arriba de su precio
natural obtiene un provecho adicional, pero el obrero que trabaja en su fábrica no
recibe ninguna ventaja de ello.
El precio del trabajo es mucho más constante que el precio de las subsistencias y fre-
cuentemente se encuentran en relación inversa.

2
Ibídem, p. 14.

150 • Capitalismo moderno y revolución


En épocas de carestía el alza de precios provoca una contracción de la deman-
da de mercancías; esto, a su vez, da como resultado que disminuya la demanda de
trabajo con lo que disminuyen los salarios. Por otro lado, debido a los altos precios
de las subsistencias los salarios suben por su tendencia a nivelarse con el precio
natural del trabajo. Los aumentos y las disminuciones se compensan equilibrándose
por tanto los salarios.
En épocas de abundancia el aumento de la producción genera un incremento
en la demanda de obreros; el salario sube. Por otro lado los precios de las subsisten-
cias bajan y con ellos el salario. Ambos movimientos se compensan.
El obrero no sólo tiene que obtener los medios necesarios para su subsistencia
sino que tiene también que buscar trabajo, es decir, la oportunidad de desplegar sus
capacidades físicas y mentales.
La sociedad se puede encontrar en tres situaciones fundamentales distintas,
las que se analizan en relación con la suerte que en ellas tienen las condiciones de
vida de la clase obrera:
(1) Disminución de la riqueza social. La clase que más cruelmente sufre con la caída de
la prosperidad social es la clase obrera.
(2) Riqueza social en aumento. Esta es la condición favorable al obrero.

Aumenta la producción; se incrementa la demanda de obreros; sube el salario. Al su-


bir el salario el obrero trata de obtener más ingresos trabajando tiempo extraordinario.
Trabaja en exceso y acorta su vida. De esta manera da paso a nuevos contingentes
de trabajadores. El sacrificio de una parte de sus miembros es la condición para el
aumento de la ocupación de la totalidad de la clase obrera.
El enriquecimiento progresivo de la sociedad se basa en el aumento de los
capitales y las rentas. Este aumento tiene las consecuencias siguientes:
El crecimiento de la riqueza supone el aumento de la acumulación; la acumu-
lación es concentración de trabajo de los obreros en manos de los capitalistas; por lo
tanto el crecimiento de la riqueza se basa en el despojo de lo que el obrero produce
y en su concentración en manos de otra persona; los medios de trabajo y de subsis-
tencia del obrero se concentran en manos de los capitalistas.
La acumulación del capital aumenta la división del trabajo:
• La división del trabajo aumenta el número de obreros.
• A su vez el número de obreros aumenta la división del trabajo.
• La división del trabajo incrementa la acumulación.
• Por la acumulación de capital y la división del trabajo el obrero llega a depen-
der más y más del trabajo para su subsistencia y de un trabajo cada vez más
unilateral, mecanizado.
• La dependencia del trabajo hace depender al obrero de las fluctuaciones del
mercado, de la aplicación del capital y del capricho del rico.
• El aumento de las personas que dependen únicamente del trabajo determina
la competencia entre ellos y hace disminuir su precio.
• Los dueños del dinero se ven forzados a hacer negocios con él. La competencia
entre los capitalistas arruina a los capitalistas medios y pequeños y los lanza

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 151


a las filas del proletariado aumentando la competencia entre ellos y haciendo
descender su precio.

En consecuencia, las condiciones más favorables tienen los siguientes resultados


para los obreros:
• Trabajo extraordinario.
• Muerte prematura.
• Decadencia hasta convertirse en máquinas.
• Relación de servidumbre respecto del capital.
• Aumento de salarios que:
• Presupone y envuelve la acumulación de capital; enfrenta cada vez más al
obrero el afán de enriquecerse sacrificando su espíritu y su cuerpo.
• Aumento de la división del trabajo que acentúa más y más su unilateralidad
y dependencia.
• Incremento de la competencia entre los hombres y las máquinas.
• La máquina se enfrenta al obrero como competidora.
• Sobreviene la sobreproducción que lanza obreros al arroyo y hace descender
sus salarios.

(3) Riqueza social en su punto culminante.


• El salario y el interés del dinero serían muy bajos.
• La competencia entre los obreros sería tan grande que los salarios descenderían
en gran proporción, viéndose reducidos a lo necesario para mantener el mismo
número de obreros. El excedente de obreros tendría que morir.
• En resumen: en el estado decreciente de la sociedad, miseria progresiva; en el
estado progresivo, miseria compleja; en el estado culminante, miseria estacio-
naria.

Según Adam Smith, una sociedad no es dichosa si la mayor parte de sus miembros
padecen; el estado de mayor riqueza obliga a la mayoría a padecer; en consecuencia
la economía política procura la desventura de la sociedad.
La comparación que hace el economista entre lo que teóricamente es el obrero
y lo que es en la práctica se enlista en el cuadro de la página siguiente.

Teóricamente Prácticamente
El producto íntegro del trabajo pertenece al El obrero sólo recibe la parte menor y estrictamente
obrero. indispensable del producto; sólo lo necesario para
subsistir, no como hombre, sino como esclavo
y para perpetuar, no la especie humana, sino la
clase esclava de los obreros.
Todo se compra con trabajo. El capital es trabajo El obrero se ve obligado a venderse él mismo, su
acumulado. propia humanidad.
La renta del terrateniente es, en la mayor parte la 3ª. El salario del obrero sólo alcanza para evitar, en
Parte de la renta del suelo; la ganancia del capitalista el mejor de los casos que se le mueran 2 de cada
industrial es el doble del interés del dinero 4 hijos.

152 • Capitalismo moderno y revolución


Teóricamente Prácticamente
El trabajo es lo único que acrecienta el valor de los La propiedad privada activa, el terrateniente y el
productos de la naturaleza capitalista, son seres ociosos que sin trabajar se
apropian de los productos del trabajo
El trabajo es el único precio constante del trabajo. No hay nada más fortuito que el salario.
La división de trabajo aumenta el poder productivo La división del trabajo empobrece al obrero y lo
del trabajo, la riqueza y el refinamiento sociales. reduce a la condición de máquina.
El trabajo se convierte en capital acumulado y con Al acumularse el capital se hace al obrero más
esto aumenta la creciente prosperidad social. dependiente del capitalista.
El interés del obrero nunca se opone al de la La sociedad siempre se opone al interés del obrero.
Sociedad
El salario es una deducción que la tierra y el La renta y la ganancia son deducciones sacadas de
capital permiten que vaya a las manos del obrero. los salarios.

El trabajo, en cuanto que su propósito es el puro


aumento de riqueza, es dañino y pernicioso.

Remontándose por arriba de la economía política, Marx propone responder


a dos preguntas:
(1) ¿Qué significa en la evolución de la humanidad esta reducción de la mayor parte
del género humano al trabajo abstracto?
(2) ¿Cuáles son los errores que cometen los reformadores sociales que, o quieren elevar
los salarios y de este modo mejorar su situación de la clase obrera, o consideran
la igualdad de salarios (como Proudhon) como finalidad de la revolución social?

Conforme a la economía política el trabajo se presenta sólo como actividad para ob-
tener salarios.
Wilhelm Schulz:
Salario mayor para las ocupaciones que suponen talentos específicos o repa-
ración más prolongada; salario menor para las actividades mecánicas, monótonas en
las que una persona puede entrenarse fácil y rápidamente. Esta clase de trabajo es el
que abunda en el estado actual de organización del trabajo.
El promedio encubre las diferencias salariales.
El cálculo del monto del salario también debe de considerar la seguridad de su
permanencia.
Esta disminuye constantemente.
Igualmente el cálculo del salario debe tomar en cuenta las horas trabajadas
antes y ahora. En general ha aumentado en los últimos 25 años.
Si aumentan el salario puede ser, sin embargo, que las necesidades sociales
hayan aumentado en mucho mayor proporción por lo que en realidad el salario ha-
brá disminuido relativamente.
Pero la economía política ve al obrero sólo como un animal de trabajo; como
una bestia estrictamente reducida a sus necesidades corporales.
La productividad del trabajo crece enormemente con las nuevas maquinarias
más modernas.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 153


Sin embargo esto ha traído consigo un aumento de la duración del trabajo
esclavo.
La simplificación del trabajo sustituye el trabajo de los obreros adultos por el
de las mujeres y niños.
El trabajo asalariado es agotador y destroza el cuerpo y lisia moral e intelec-
tualmente.
Los hombres son condenados a ocupaciones tan bajas, a una degradación tan
devastadora y cruel que por comparación el estado de salvajismo parece una condi-
ción regia.
London: (1842)
• Incremento de la prostitución.
• Incremento de la población. En cuanto mayor la pobreza, mayor la población.
• La teoría del trabajo como mercancía es la teoría de servidumbre disfrazada.
• El actual régimen económico rebaja simultáneamente el precio y la remune-
ración del trabajo; perfecciona al obrero y degrada al hombre.
• Las máquinas lanzan al arroyo a los obreros. Etcétera.

LA GANANCIA DEL CAPITAL


El capital. Es el trabajo acumulado en reserva. Da al capitalista poder de dirección
sobre el trabajo y sus productos.
La ganancia del capital.
Es completamente diferente del salario.
La ganancia del capital es regulada por el valor del capital empleado, sin
atender al trabajo de inspección y dirección que, por otra parte, es realizado por
funcionarios a sueldo del capitalista. Es decir, que la ganancia del capitalista nada
tiene que ver con su trabajo personal sino que está en función del valor del capital
invertido.
El capitalista emplea a los obreros para obtener de la venta del valor que pro-
duce un excedente sobre lo que les adelantó como salario.
El capitalista no tendría interés en invertir grandes capitales si su ganancia no
fuera proporcional al volumen del capitalista.
Los capitalistas obtienen una ganancia tanto de los salarios como de las mate-
rias primas cuyo valor adelantan.
¿Cuál es el nivel normal de la ganancia? Existen múltiples dificultades para
determinarlo.
En general debe ser mayor que el interés del dinero. Cuanto mayor es la ga-
nancia que se puede obtener, más alta la tasa de interés y al contrario.
La tasa de ganancia más baja es aquella que cubre un poco más de lo necesa-
rio para compensar las pérdidas ocasionales del capital.
La tasa de ganancia superior es aquella en la cual el precio de la mayor parte
de las mercancías consume el total de la renta del suelo y reduce el salario.
La ganancia puede aumentar también cuando el capitalista mantiene el pre-
cio de mercado por sobre el precio natural:

154 • Capitalismo moderno y revolución


• A través del secreto industrial.
• Por medio de monopolios.
• Por circunstancias fortuitas.
• Por el mayor grado de elaboración de las mercancías, que reduce la parte de
la renta del suelo.
• Mientras mayor volumen del capital mayor es la masa de la ganancia.
• Mediante el abaratamiento de los medios de circulación.
• Por la división del trabajo.

El poder del capital sobre el trabajo y los móviles del capitalista


El lucro es el único móvil del capitalista.
“Los planes y proyectos de los poseedores de capital regulan y dirigen todas
las operaciones más importantes del trabajo, y el objeto que se proponen todos esos
planes y proyectos es la ganancia”3

La acumulación de capitales y la competencia entre los capitalistas


Marx establece, con citas de los economistas, los puntos principales acerca de la
acumulación de capital: acumulación, concentración y centralización de capital, baja
de la tasa de ganancia, ruina de los pequeños y medianos capitalistas, restauración
del monopolio.

LA RENTA DEL SUELO


La renta del suelo es una deducción que hace el propietario del suelo de la ganancia
del capitalista agrario (arrendatario capitalista). La sociedad queda reducida a dos
clases sociales fundamentales: capitalistas y obreros.

EL TRABAJO ENAJENADO
En esta parte de los Manuscritos Marx se da a la labor de descubrir la esencia de la
relación trabajo asalariado-capital.
Partiendo de las premisas de la economía política, con sus propias palabras,
se ha demostrado que:
(a) El obrero degenera en mercancía y se convierte en la más miserable de las mer-
cancías;
(b) la miseria y el envilecimiento del obrero están en razón inversa al poderío y
magnitud de su producción;
(c) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la restauración
del monopolio;
(d) la sociedad se divide en dos clases fundamentales; la de los propietarios y la de
los obreros no propietarios.

3
Ibídem, p. 36.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 155


La economía política tiene como fundamento la propiedad privada, pero no la explica.
No prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada: la codicia,
la separación del trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y
desvalorización del hombre, monopolio y competencia, etcétera.
Comprender esa conexión esencial es la tarea a realizar. Argumentación:
Se parte de un hecho económico actual:
• El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más
mercancías produce.
• La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización
del mundo de las cosas.
• El trabajo no sólo produce mercancías; se produce a sí mismo y al obrero como
mercancía y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.

Este hecho expresa que:


• El objeto que produce el trabajo se le enfrenta como un ser extraño, como un
poder independiente.

En consecuencia:
• El objeto, el producto del trabajo es el propio trabajo que se ha fijado en un objeto,
que se ha hecho cosa.
• Su propio trabajo se enfrenta al obrero como un ser extraño, como un poder
independiente.
• La objetivación del trabajo es su realización.
• La realización del trabajo es la desrealización del trabajador. En la expresión más
rotunda de esta contradicción el obrero es desrealizado hasta llegar a la muerte
por inanición.
• La objetivación del trabajo es la pérdida del objeto y servidumbre a él. Hasta tal
punto lo es que el obrero no solo es despojado de los objetos más necesarios para su
vida sino que su trabajo mismo se convierte en un objeto del que solo se apodera con
grandes esfuerzos.
• La apropiación es el extrañamiento, la enajenación. Esto se manifiesta en el hecho
de que mientras más objetos produce el obrero menos puede poseer y más cae
bajo el dominio de lo que produce: del capital.
• El mayor desgaste del obrero se traduce en un mundo objetivo extraño más
poderoso que él crea frente a sí; mientras más grande es ese mundo objetivo
más pobre es el obrero y menos le pertenece como suyo.
• El trabajador pone su vida en el objeto pero desde ese momento su vida no le
pertenece sino al objeto.

Todo esto tiene su origen en el hecho de que el obrero está relacionado con el pro-
ducto de su trabajo como objeto extraño. El trabajo del obrero existe fuera de él como
algo extraño a él que se convierte en poder en sí mismo, que se le opone como algo
hostil y ajeno.

156 • Capitalismo moderno y revolución


Se examinará ahora el proceso de objetivación del trabajo, es decir, la producción
del obrero.
• El trabajo, para objetivarse, necesita de la naturaleza; ella le provee medios de
vida en un doble sentido: (1) como material para realizar su trabajo (2) como
medios de subsistencia.
• En virtud de la relación del trabajo con su producto como un objeto extraño, la
naturaleza (el mundo sensorial externo) va dejando de ser un objeto que pertenece
al trabajo en los dos sentidos arriba expresados. La naturaleza se enajena del trabajo.
• Se establece una doble servidumbre del trabajo respecto del objeto:
1’ recibe un objeto de trabajo, es decir, recibe trabajo.
2’ recibe medios de subsistencia. Esta servidumbre llega a su expresión superior:
el ser humano sólo como obrero puede mantenerse en calidad de sujeto físico,
y sólo es obrero en cuanto sujeto físico.
La economía política oculta la enajenación inherente a la naturaleza del trabajo no
considera la relación directa entre el obrero (trabajo) y la producción. Es decir, que no con-
sidera que la privación en que viven los obreros, los tugurios en que se ven obliga-
dos a morar, la deformidad de sus cuerpos y sus espíritus, su calidad de accesorios
de las máquinas, su falta de trabajo, su estupidez y cretinismo, sean producidos
directamente por el trabajo.
Si el producto del trabajo del obrero es algo extraño a él, el trabajo, la acti-
vidad productiva, debe ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad, la
actividad de la enajenación.
La enajenación del trabajo se manifiesta en:
— El trabajo es externo al trabajador porque:
No se afirma sino que se niega en él.
No desarrolla una libre energía física y espiritual sino que mortifica su cuerpo
y arruina su espíritu. [Anula sus facultades físicas y mentales]
Su trabajo no es voluntario sino forzado. (Es la condición para mantener su
existencia física]
No es la satisfacción de una necesidad sino solamente un medio para satisfacer
las más apremiantes necesidades fuera del trabajo.
El trabajo no es suyo, sino de otro. Es su autoenajenación. El trabajador se siente
libre sólo cuando realiza sus funciones animales: comer, beber, engendrar, habita-
ción y atavío; y en sus funciones humanas [la facultad de trabajar] se reduce a un
animal. Lo animal se convierte en humano y lo humano en animal.
Ya se analizó el producto como producto enajenado del obrero y la actividad
productiva como su autoenajenación; ahora se pasará a analizar una tercera caracte-
rística del trabajo enajenado.
—El hombre es un ser genérico porque: [o: La esencia del ser humano consis-
te en que:]
La naturaleza exterior (orgánica e inorgánica) es el cuerpo de la especie huma-
na. La naturaleza exterior constituye una parte de la vida humana y de su actividad:
1) es un medio directo de vida y 2) es el material, el objeto y el instrumento de su
actividad humana. La vida de especie, la esencia del ser humano, consiste físicamente

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 157


en que el hombre vive de la naturaleza y en que el ámbito del que vive es más uni-
versal que el de cualquier otra especie. La naturaleza forma parte de la conciencia
humana como objeto de las ciencias naturales y como objeto de arte. La naturaleza
pertenece al hombre en forma colectiva.
La actividad vital del hombre es la transformación consciente de la naturale-
za. El hombre hace de su actividad vital el objeto de su voluntad y de su conciencia
(a diferencia del animal). La esencia del hombre consiste en que tiene una actividad vital
consciente. Esta actividad vital en su forma natural se realiza colectivamente.
La manifestación y afirmación del hombre es la producción práctica de un
mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza exterior. Su producción es universal,
reproduce a toda la naturaleza y a la medida de cualquier especie.
El trabajo enajenado hace ajena al hombre su esencia humana porque:
(1) enajena la naturaleza del hombre al enajenar aquella del trabajo (ver páginas
anteriores) ya que el trabajo es la esencia de la especie humana y
(2) enajena del hombre la actividad vital consciente al hacer ajeno al hombre el trabajo
(ver páginas anteriores).

Al hacer ajena al hombre su esencia humana hace ajeno al hombre respecto del hom-
bre porque la esencia humana sólo se realiza en la comunidad; al enajenar aquella
del hombre disuelve la comunidad: hace ajeno al hombre del hombre mismo.
Si el producto y la actividad productiva son ajenos al hombre, ¿a quién perte-
necen? Desde luego, pertenecen a otros hombres.
Si el producto y la actividad productiva son ajenos al obrero pertenecen a otro
hombre que no es obrero.
Si la actividad del obrero constituye un tormento para él es fuente de placer
para el no obrero. Si el obrero se relaciona con el objeto de su trabajo como con un
objeto poderoso, independiente, hostil y extraño se está relacionando con él de for-
ma que otro hombre independiente de él, poderoso, hostil, extraño a él es el dueño
de este objeto.
Si el obrero se relaciona con su actividad como una actividad que lo sojuzga
se está relacionando con ella como la actividad al servicio de otro, bajo las órdenes,
la compulsión y el yugo de otro.
Mediante el trabajo enajenado, el hombre:
• Produce su relación con el objeto como un objeto extraño y hostil.
• Produce su relación con el acto de la propia producción como un acto extraño
y hostil.
• Produce la relación en que los otros hombres se encuentran con su producto
(apropiación).
• Produce la relación en la que está con estos otros hombres y
• Al enajenarse de su propia actividad posesiona al extraño de la actividad que
no le es propia.
• En suma: el trabajo enajenado crea la relación del trabajo con el patrono o capi-
talista, un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño, produce la propiedad
privada.

158 • Capitalismo moderno y revolución


Conforme a la Economía Política el análisis partió de la propiedad privada como fuente
del trabajo enajenado; ahora nos encontramos con que el trabajo enajenado produce la pro-
piedad privada.
Sólo en la última fase de su desarrollo revela la propiedad privada el secreto
de su existencia: es el producto del trabajo enajenado y es el medio por el cual el trabajo se
enajena.
Con estos elementos se resuelven varias antinomias:
La economía política parte del trabajo como de la verdadera sustancia de la
producción y no le da nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Esta contra-
dicción es la contradicción del trabajo enajenado consigo mismo. Proudhon falla a
favor del trabajo.
El salario y la propiedad privada son idénticos; en consecuencia un aumento
forzado de los salarios no acabaría con la enajenación del trabajo; la igualdad de sa-
larios sólo transforma la relación actual del obrero con su trabajo en la de todos los
hombres con el trabajo. El salario es una consecuencia directa del trabajo enajenado
y el trabajo enajenado la causa directa de la propiedad privada.
De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se deriva que la
emancipación de la sociedad de la propiedad privada, de la servidumbre, etcétera,
toma la forma política de la emancipación de los trabajadores porque ella contiene
la emancipación universal del hombre y porque toda relación de servidumbre tiene
como base la relación del obrero con la producción.
Se plantean aquí dos problemas:
(1) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la propiedad
verdaderamente humana, social y
(2) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo?

C. Segundo Manuscrito
Con base en el concepto de “esencia natural humana” Marx analiza ahora la relación
trabajo asalariado-capital.

La relación de la propiedad privada


En el trabajador se da el hecho subjetivo de que el capital es el hombre que se ha
perdido totalmente a sí mismo.
En el capital se da el hecho objetivo de que el trabajador es el hombre que se
ha perdido totalmente a sí mismo.
El trabajador produce el capital; el capital le produce a él; se produce, pues,
a sí mismo y el hombre, en cuanto trabajador, en cuanto a mercancía, es el resultado
de todo el movimiento.
El hombre sólo existe en esta relación como trabajador. Su esencia humana
[propiedades humanas] existe enajenada bajo la forma de capital.
La producción no produce solamente al hombre como mercancía la mercancía-hombre,
el hombre en función de mercancía; lo produce en esta calidad como un ser espiritual
y físicamente deshumanizado.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 159


  La relación de la propiedad privada contiene latentes la relación de la propiedad
privada en cuanto a trabajo, la misma relación como capital y las relaciones mutuas
de ambos. Existe la producción de la actividad humana en cuanto a trabajo, esto
es, una actividad extraña a sí misma, al hombre y a la naturaleza y, por tanto, a
la conciencia y al flujo de la vida: la existencia abstracta del hombre como simple
trabajador que, por consiguiente, puede caer todos los días de su vacío pleno al vacío
absoluto, en la no-existencia social y por consiguiente real. Por otra parte, está la
producción del objeto de la actividad humana como capital, en el que se ha extinguido
toda determinación natural y social del objeto y ha perdido la propiedad humana
su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política y social, no
se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también permanece
él mismo en los más diversos modos de existencia natural y social y es indiferente
respecto de su contenido real. Esta oposición lleva a su culminación, y necesariamente
la culminación, la cúspide y la decadencia de toda la relación,4
  La relación de la propiedad privada es trabajo, capital y la relación entre ambos.
El movimiento que estos elementos han de recorrer es el siguiente: Primeramente:
Unidad inmediata y mediata de ambos.
  Capital y trabajo primero aún unidos, luego separados y extrañados, pero
exigiéndose y aumentándose recíprocamente como condiciones positivas.
  Oposición de ambos. Se excluyen recíprocamente; el trabajador sabe que el capitalista
es la negación de su existencia y viceversa; cada uno de ellos trata de arrebatar su
existencia al otro.
  Oposición de cada uno de ellos consigo mismo. Capital igual trabajo acumulado igual
trabajo. Como tal descomponiéndose en sí mismo y sus intereses, así como éstos a su
vez se descomponen en intereses y beneficios. Sacrificio total del capitalista. Cae en la
clase obrera así como el obrero —aunque sólo excepcionalmente— se hace capitalista.
  Trabajo como momento del capital, sus costos. El salario, pues, sacrificio del capital.
  El trabajo se descompone en sí mismo y en salario. El trabajador mismo, un capital, una
mercancía. Colisión de oposiciones recíprocas.5

D. Tercer Manuscrito
Marx desarrolla aquí la idea de que el comunismo es el desenlace necesario del des-
envolvimiento de la contradicción; propiedad privada-trabajo.

La propiedad privada y el trabajo


La naturaleza subjetiva de la propiedad privada —propiedad privada dinámica para
sí, como sujeto, como persona— es el trabajo...6
La esencia subjetiva de la propiedad privada es el trabajo. En las fases an-
teriores del desarrollo de la propiedad privada este hecho permanece oculto y se
considera a la propiedad privada como una cosa, como algo exterior al hombre. En el
régimen capitalista se dan las premisas para que la economía clásica descubra, tras
la apariencia material de la propiedad privada, su esencia subjetiva. Es así como

4
Ibídem, pp. 85 y 87.
5
Ibídem, p. 92.
6
Ibídem, p. 93.

160 • Capitalismo moderno y revolución


una de las principales aportaciones de la economía clásica es el reconocimiento del
trabajo como esencia de la propiedad privada.
La economía clásica empieza con la apariencia de reconocer al hombre; en su
desarrollo, al reconocer al trabajo como la única fuente de riqueza, niega al hombre
y se convierte en una teoría de carácter antihumano. Su cinismo aumenta conforme
se desarrolla la industria.
Toda riqueza se ha convertido en riqueza industrial, la riqueza del trabajo; y la industria
es trabajo concluido, tal como el sistema industrial es la cualidad de la manufactura
—del trabajo— en su madurez, y tal como el capital industrial es la forma objetiva
concluida de la propiedad privada.
  Vemos cómo sólo ahora puede la propiedad privada consumar su dominio sobre
el hombre y convertirse en su forma más general en un poder histórico-mundial.7

La propiedad privada y el comunismo


La oposición no propiedad-propiedad sólo puede ser aprehendida en su conexión
activa, en su relación interna, cuando se entiende como la antinomia de capital y
trabajo.
Por tanto, aunque existente desde la disolución de la comunidad primitiva,
la esencia de la propiedad privada sólo puede ser captada en la fase superior de su
desarrollo, en el régimen de producción capitalista.
Es también en esta fase durante la cual dicha contradicción avanza inexora-
blemente hacia su resolución.
La superación de la enajenación sigue el mismo camino que la autoenajenación:
1) Se considera a la propiedad en su aspecto objetivo, pero teniendo como su fuente
al trabajo; por lo tanto, la superación de la enajenación debe ser la superación del
capital en cuanto tal (Proudhon). Esta consideración sirve de base a la primera for-
ma que adopta el comunismo, movimiento éste de superación de la enajenación.
  Esta primera forma del comunismo es sólo una generalización y consumación
(no-superación) de la relación trabajo asalariado-capital. Pregona la conversión de
todos los hombres en trabajadores asalariados y del capital en propiedad privada
de la comunidad y la igualdad de los salarios. La abolición del capital en cuanto
tal significa literalmente la destrucción de aquello que no sea posible poseer por
todos como propiedad privada; significa, por tanto, la destrucción de todas las
fuerzas esenciales del ser humano desarrolladas durante el capitalismo y la
reducción de todos los hombres al mínimo nivel de vida; es una regresión a
la simplicidad antinatural del hombre pobre y sin necesidades que no sólo no ha
superado la propiedad privada, sino que ni siquiera la ha podido alcanzar.
La comunidad es sólo una comunidad de trabajo, y una igualdad de salarios que paga
el capital comunal: la comunidad como fuente universal. Los dos lados de la relación
son elevados a una universalidad imaginaria: el trabajo como un ámbito en el que se
coloca todo el mundo, y el capital como la universalidad reconocida y el poder de la
comunidad.8
7
Ibídem, p. 98.
8
Ibídem, p. 100

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 161


2) El comunismo a) todavía de naturaleza política: democrático o despótico b) con
la superación del Estado, aún incompleto y todavía afectado por la propiedad
privada (es decir, por la enajenación del hombre). En ambas formas el comunismo
es la reintegración del hombre a sí mismo, la superación de la autoenajenación
humana; pero puesto que aún no ha aprehendido la cualidad positiva de la pro-
piedad privada al igual que la naturaleza humana de la necesidad, permanece
esclavo de ella y corrompido por ella. Ha aprehendido el concepto, pero no su
contrariedad.9
3) El comunismo como la superación positiva de la propiedad privada.

El desarrollo de la contradicción trabajo asalariado-capital desemboca necesariamente


en su superación, en el comunismo.
El comunismo es, por tanto:
La superación positiva de la propiedad privada como autoenajenación humana
[El restablecimiento de la propiedad común],
a) la auténtica apropiación de la concretidad humana por y para el hombre,
b) un retorno completo del hombre hacia el hombre como ser social (es decir, huma-
no): retorno pleno y realizado dentro de todo el desarrollo previo,
c) en cuanto que naturalismo acabado se iguala al humanismo y como humanismo
acabado se iguala al naturalismo,
d) es la solución genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre el
hombre y el hombre, la verdadera resolución de la lucha entre la existencia y la
esencia, entre la objetivación y la autoconfirmación, entre la libertad y la necesi-
dad, entre el individuo y la especie;
e) es el enigma resuelto de la historia y sabe que él es la solución;
f) es la anulación de la autoenajenación humana.

Toda la historia es, por tanto, el hecho real de su génesis (el del origen de su existen-
cia empírica) como su conciencia racional: es el proceso aprehendido y conocido de
su devenir...10
El movimiento revolucionario [el proceso por el cual la relación trabajo asa-
lariado-capital desemboca en el comunismo] encuentra su base empírica y científica
en el desarrollo de la propiedad privada, más exactamente en el de la economía.
La propiedad privada material es el reflejo sensorial de la vida humana ena-
jenada [Es la propia esencia humana enajenada]. El desarrollo de la propiedad pri-
vada (producción y consumo) es el reflejo sensorial del proceso de enajenación del
hombre. La religión, la familia, el Estado, la ley, la moralidad, el arte, la ciencia,
etcétera, son modos particulares de producción y, por tanto, formas particulares de
la enajenación humana. La supresión positiva de la propiedad privada como la apro-
piación de la vida humana es la supresión positiva de toda enajenación; la supresión
positiva de la propiedad privada es la supresión de la enajenación económica en pri-
mer lugar, y como consecuencia, de todas las demás formas de enajenación humana.
9
Ibídem, p. 102.
10
Ídem.

162 • Capitalismo moderno y revolución


En el comunismo, supresión positiva de la propiedad privada:
• el hombre produce al hombre
• el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez
de la existencia del otro hombre,
• el carácter social [colectivo] es el carácter total del movimiento,
• el hombre crea a la sociedad y la sociedad crea al hombre,
• la actividad y el consumo son sociales [colectivos],
• la apropiación de la naturaleza es social [colectiva],
• la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana en la
sociedad [colectividad],
• la naturaleza se convierte en hombre [reunión del hombre y la naturaleza] en
la sociedad [colectividad],
De este modo la sociedad [colectividad] es la unidad consumada en cualidad del
hombre y naturaleza —la verdadera resurrección de la naturaleza—, el naturalismo
del hombre y el humanismo de la naturaleza realizados a plenitud.11

• la existencia individual es directamente actividad social [colectiva],


• la conciencia individual es directamente conciencia social [colectiva],
• la conciencia social es la forma teórica de la comunidad [colectividad] real,
• la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una manera total
a través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír, olfatear, gustar,
sentir, pensar, juzgar, percibir; todas las cualidades del ser individual son
órganos directamente sociales [colectivos] que se relacionan de una manera
humana [colectiva] con el objeto,
• se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas,
• se realiza la conversión (o restauración) de todos los sentidos en subjetiva y
objetivamente humanos [colectivos],
• se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u hombre
objetivo al convertirse el objeto en objeto social [colectivo],
• el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad [colectividad],
• todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierten en
sus objetos,
• las fuerzas esenciales del ser humano [sus capacidades productivas], que están
constituidas por la estructura industrial, se volverán humanas (serán reapro-
piadas por el hombre) en sociedad [colectividad]. El desarrollo de la industria
—condicionado por el desarrollo de las ciencias naturales— ha preparado la
emancipación humana aunque directamente y en forma preponderante les ha
correspondido consumar la deshumanización,
• las ciencias naturales se convertirán en la base de la ciencia humana,
• las ciencias de la naturaleza incluirán a la ciencia del hombre lo mismo que
la ciencia del hombre incluirá a las ciencias de la naturaleza: habrá una sola
ciencia,

11
Ibídem, p. 104.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 163


• el hombre es el objeto inmediato de la ciencia de la naturaleza,
• la naturaleza es el objeto inmediato de la ciencia del hombre.

El socialismo es la autoconciencia positiva del hombre, ya no mediatizada a tra-


vés de la anulación religiosa, así como la vida real es la realidad positiva del hombre,
ya no mediatizada a través de la propiedad privada, a través del comunismo.
El comunismo es la posición en cuanto negación de la negación, y es entonces
la fase de hecho necesaria para la próxima etapa del desarrollo histórico en el pro-
ceso de emancipación y recuperación humanas. El comunismo es la forma necesaria
y el principio dinámico del futuro inmediato, pero tal comunismo no es objetivo del
desarrollo humano, la estructura de la sociedad humana.
Las facultades físicas y mentales individuales del ser humano se fraguaron en
un largo período de tiempo —el cual se mide por millones de años— y alcanzaron su
perfeccionamiento en la que podemos llamar la última fase de su desarrollo biológi-
co y la primera de su desarrollo social que es la comunidad primitiva, forma de or-
ganización que se prolongó por miles de años; a la comunidad primitiva la sucede el
régimen de la propiedad privada que culmina con la formación económico-social
capitalista; en relación con todo el período de constitución y perfeccionamiento de
la naturaleza biológica del hombre, el régimen de la propiedad privada es tan sólo
un instante que tiene como sujetos a los seres humanos ya plenamente formados
biológicamente, y si acaso hay alguna evolución en sus capacidades individuales
naturales humanas es sólo como el último resultado de un impulso proveniente de
aquel largo movimiento anterior que se pierde en la noche de los tiempos.
Lo característicamente humano en la comunidad primitiva lo constituyen las
facultades biológicas de los individuos y la naturaleza colectiva de las mismas. La
propiedad privada desgaja al individuo de la colectividad. Inmediatamente se inicia
una existencia más o menos autónoma de los individuos que tiene como resultado
el desarrollo antinatural de las facultades biológicas del hombre (ya sea mediante
su exaltación o por su represión) que conquista su punto culminante en el régimen
capitalista en donde todas esas facultades se encuentran en un estado de descom-
posición y degeneración; lo típicamente humano del individuo, que maduró y se
consolidó plenamente durante la comunidad primitiva, se ha perdido en el reinado
de la propiedad privada.
En una evolución paralela, y precisamente por medio del desarrollo antinatu-
ral de las capacidades individuales de los seres humanos, la especie va creando nue-
vas capacidades cuya peculiaridad radica en que ahora tienen un carácter colectivo,
no individual y que van incorporando las distintas fuerzas de la naturaleza al ser de
aquella hasta conquistar la totalidad de la naturaleza exterior e interiorizársela en la
forma de la estructura industrial capitalista.
No tiene nada de místico ni de misterioso este despliegue dual de la especie:
creación de sus capacidades sociales a costa de la aniquilación de las capacidades de
sus individuos. Pero tampoco es difícil de comprender el desenlace que está implíci-
to en todo ese movimiento: para que la especie pueda subsistir y desarrollar en toda
su extensión sus nuevas capacidades adquiridas es necesario que se restauren las

164 • Capitalismo moderno y revolución


facultades biológicas humanas de los individuos, es decir, ni más ni menos que
aquellas que poseían en el régimen de la comunidad primitiva; y para que esto sea
posible es imprescindible que se nieguen y se destruyan todas aquellas facultades
antihumanas que tomaron el lugar de las verdaderamente humanas. Esto quiere
decir que la propiedad privada, habiendo preparado todos los elementos para el
ingreso de la especie en la etapa superior de su existencia, no ha aportado nada a la
naturaleza humana de los individuos sino que, por el contrario, se las ha sustraído
de una manera escandalosa.
NECESIDAD, PRODUCCION Y DIVISION DEL TRABAJO
...Bajo la propiedad privada... cada cual especula para crear en otro una nueva
necesidad, de manera de conducirlo a un nuevo sacrificio, a colocarlo en una nueva
dependencia, seducirlo con un nuevo modo de deleite y con ello con la ruina
económica... El aumento en la cantidad de objetos es acompañado de la extensión del
dominio de los poderes alienados a los cuales está sujeto el hombre, y cada producto
nuevo representa una nueva potencialidad de mutuo engaño y saqueo. El hombre se
hace cada vez más pobre en cuanto tal; su necesidad de dinero es mayor si quiere
vencer los poderes hostiles...
  Por tanto la necesidad de dinero es la necesidad que produce el moderno sistema
económico y la única que produce. La cantidad de dinero en grado creciente es su
único atributo efectivo; así como reduce todo a su forma abstracta, del mismo modo
reduce a sí mismo en el curso de su propio desarrollo a algo puramente cuantitativo.
El exceso y la intemperancia se convierten en su verdadera medida. Se refleja esto
subjetivamente en que la extensión de los productos y necesidades se reduce a
un esclavismo ingenioso y siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados,
antinaturales e imaginarios...
  Esta enajenación se refleja en que produce refinamiento de las necesidades y de
sus medios; y un embrutecimiento bestial, una simplificación completa, grosera,
abstracta de la necesidad; o mejor, en que simplemente se renace en su opuesto...
El desarrollo de las necesidades de la burguesía, que son lo contrario de las
necesidades humanas (caprichos inhumanos, refinados etcétera), se basa en la
anulación de toda necesidad de los trabajadores. De este modo la multiplicación
de las necesidades y de los medios para satisfacerlas engendra la ausencia de las
necesidades y de medios, demuestra la economía política... Esto lo prueba:
  1) Al reducir las necesidades del obrero al nivel más simple y miserable de
subsistencia física y la reducir su actividad al más mecánico movimiento abstracto.
Dice entonces: El hombre no tiene necesidad, ni de actividad, ni de goce. Porque aún
a esto lo llama vida humana y existencia humana.
  2) Al contar con el más bajo nivel de vida (existencia) como norma general —
porque es aplicable a la mayoría de los hombres—, convierte al obrero en un ser
insensible que carece de toda necesidad, así como al hacer de su actividad una
pura abstracción de toda actividad. Por tanto, para él todo lujo del obrero le parece
censurable y todo aquello que vaya más allá de la necesidad más abstracta —sea
en el ámbito del goce pasivo o en una manifestación de la actividad—, le parece
un lujo. La economía política, esa ciencia de la riqueza es por tanto la ciencia de la
negación, de la privación, de la economía, del ahorro: y alcanza al punto de privar al
hombre hasta la necesidad de aire puro o del ejercicio físico. Esta ciencia de la industria

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 165


ampulosa es simultáneamente la ciencia del ascetismo, y su auténtico ideal es el avaro
ascético, parásito y extorsionador, y el esclavo ascético pero productivo...12

(Controversia entre los economistas: una escuela recomienda el lujo y execra del
ahorro; otra recomienda el ahorro y execra del lujo. La primera admite que es nece-
sario el lujo para producir trabajo (es decir, ahorro absoluto); el segundo recomienda
el ahorro para producir riqueza (es decir, lujo).
La falta de necesidad (su anulación) como fundamento de la economía políti-
ca se refleja contundentemente en su teoría de la población. Hay demasiada gente. Aún
la existencia de los obreros es puro lujo...
[La economía política tiene como fundamentos:
(a) La prostitución de las necesidades (mediante su desarrollo desorbitado) en las
clases poseedoras y
(b) La anulación de toda necesidad en la clase de los trabajadores] La producción
para el rico es refinada, velada, ambigua, apariencia.

La producción para los trabajadores es tosca, directa, franca, la cosa auténtica.


La industria especula tanto sobre el refinamiento como sobre la grosería de las
necesidades. La riqueza bajo la forma de despilfarro, etc., es decir, bajo la forma de
la renta de la tierra, evoluciona hacia la riqueza y su disfrute como una función del
capital.
...El capitalista industrial también goza. Por ningún motivo retorna a la sencillez
antinatural de la necesidad; pero su placer es sólo secundario —recuperación—, que
se subordina a la producción; al mismo tiempo es un placer calculado y económico.
Porque lo carga a los costos del capital y lo que se despilfarra en su placer no
debe exceder a lo que será reemplazado por beneficio a través de la reproducción
del capital. El placer está pues subordinado al capital, y el individuo que goza,
subordinado al individuo que acumula capital.13
El fundamento de la sociedad es la sociedad civil, la que está formada por indi-
viduos, cada uno de los cuales es una totalidad de necesidades que se relacionan con
los otros como medios para satisfacerlas.
La división del trabajo es la forma social que adquiere el trabajo enajenado,
es decir, el trabajo que se desarrolla con la finalidad de satisfacer las necesidades de
los individuos. La división del trabajo es la forma enajenada que adquiere la esencia
natural de la especie humana.
Diversas tesis de los economistas clásicos acerca de la división del trabajo:
Adam Smith: La división del trabajo es la consecuencia necesaria, lenta y gradual
de la propensión al cambio de los productos. [Esta propensión es una característica
natural-humana]
La diferencia de los talentos naturales no es tanto la causa como el efecto de la
división del trabajo.
El motivo del intercambio es el egoísmo.
12
Ibídem, pp. 116-119.
13
Ibídem, p. 129.

166 • Capitalismo moderno y revolución


Skarbek: El derecho de propiedad exclusiva es indispensable para el estableci-
miento del intercambio entre los hombres.
Mill: el intercambio desarrollado, el comercio, es una consecuencia de la división
del trabajo.
La economía política concuerda en su totalidad, no obstante, en que la división del
trabajo y la riqueza de producción, división del trabajo y acumulación de capital, se
interrelacionan mutuamente; así como concuerda en que solamente la propiedad
privada liberada —liberada a sí misma— pueda producir la más útil y completa
división del trabajo”.14
  El examen de la división del trabajo y del intercambio es de sumo interés, porque se
trata de pautas perceptibles de la actividad humana y de potencialidad humana esencial,
como actividad y fuerza de la especie.
  Afirmar que la división del trabajo y el intercambio se originan en la propiedad privada
equivale a afirmar que el trabajo es la causa de la propiedad privada... Precisamente
en el hecho de que la división del trabajo y el intercambio son corporizaciones de la
propiedad privada, reside la doble prueba, por una parte de que la vida humana
necesita de la propiedad privada para su realización y por otra que es necesaria la
supresión de la propiedad privada.
 La división del trabajo y el intercambio son dos características relacionadas con las
que la economía política presume del carácter social de su ciencia y en el mismo
sentido dan vigencia a la contradicción en ella: el establecimiento de la sociedad a
través de intereses antisociales, particulares.15

EL DINERO Y SUS CONSECUENCIAS SOCIALES.


El dinero es el lazo de la unión entre el hombre y su esencia enajenada.
Ya hemos señalado que la parte de los Manuscritos en donde Marx desarrolló
el concepto de “esencia” natural humana, base de su argumentación en ese trabajo
y nódulo de toda su obra posterior, se perdió para siempre. Dicho concepto sirvió a
Marx como punto de partida e hilo conductor para la redacción del segundo y tercer
manuscritos; las características que en ellos adjudica al comunismo como “supera-
ción positiva de la propiedad privada” son, de acuerdo a sus tesis, la reivindicación
de la naturaleza esencial del hombre perdida durante la existencia de la propiedad privada;
de ellas, mediante un trabajo de reconstrucción, es posible extraer el concepto de
esencia natural humana desarrollado por Marx en los manuscritos y utilizado como
base de sustentación de sus siguientes trabajos.
En el capítulo que sigue realizamos un intento de reconstrucción de este in-
sustituible elemento teórico.

E. Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844


Marx hace un resumen de las formulaciones de los economistas clásicos respecto del
salario, capital y renta del suelo.

14
Ibídem, p. 135.
15
Ibídem, p. 137.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 167


Encuentra que la economía política ya había llegado a establecer muchas de-
terminaciones de lo que son el salario y el capital y las relaciones mutuas entre ambos.
Conforme a la economía clásica:
(a) la esencia subjetiva del capital es el trabajo (el capital es trabajo acumulado);
(b) las relaciones entre trabajo y capital son contradictorias; se oponen y se comple-
mentan, engendrándose mutuamente;
(c) la miseria y degeneración física y espiritual de los trabajadores están en relación
inversa al poderío y magnitud de su producción, de la acumulación de capital;
(d) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la restauración
del monopolio;
(e) la sociedad se divide en dos clases fundamentales: la de los capitalistas y la de
los obreros, cuyos intereses son opuestos;
(f) el basamento de la sociedad actual es la propiedad privada: propiedad privada
del obrero sobre su fuerza de trabajo y propiedad privada del capitalista sobre
los medios de trabajo y de vida.

La economía clásica no llegó a tener una gran claridad en sus concepciones y se


debatía en contradicciones para ella insolubles; sus conclusiones apenas si lograban
insinuarse a través de las brumas teóricas en que estaban envueltas. Marx tomó este
material y lo dotó de orden y claridad, lo sistematizó; en este sentido —y sólo en
este— Marx es el último y más brillante de los economistas clásicos.
Con base en las ideas de los clásicos se habían desarrollado también los gérme-
nes de la doctrina del socialismo y el comunismo; en efecto, se consideraba que si el
trabajo era la fuente de toda la riqueza, el obrero debería recibir el producto íntegro
de su trabajo —Proudhon— o un incremento sustancial en sus salarios. Surgen el
socialismo y el comunismo primitivos.
Marx, con base en su doctrina del materialismo dialéctico e histórico, em-
prende la tarea de desentrañar la esencia de la relación trabajo asalariado-capital.
Establece que la “economía política” (economía clásica) tiene como funda-
mento la propiedad privada, pero no la explica, es decir, no aprehende la esencia de
la misma ni puede, por tanto, comprender la conexión esencial entre la propiedad
privada y la relación trabajo-capital.
Marx considera que para develar la esencia de la relación trabajo asalariado-
capital es necesario llegar a la esencia de la propiedad privada.
Para penetrar en la esencia de la propiedad privada analiza la forma que éste
tiene de manifestarse en la fase específica de su desarrollo que es la propiedad pri-
vada capitalista.
En el régimen de la propiedad privada capitalista, dentro de la relación tra-
bajo-capital, el trabajador se convierte en mercancía; la desvalorización del mundo
humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas; el traba-
jador no sólo produce mercancías sino que se produce a sí mismo como mercancía.
Penetrando en este hecho Marx encuentra la esencia del mismo:
(a) El producto es ajeno al trabajador,
(b) el producto es su propio trabajo que se ha hecho cosa y que se le enfrenta como
un ser extraño e independiente, como una potencia hostil,

168 • Capitalismo moderno y revolución


(c) la objetivación del trabajo es la pérdida del objeto,
(d) la cosificación del trabajo es la realización del trabajo,
(e) la realización del trabajo es la desrealización del trabajador,
(f) el trabajo se convierte en objeto,
(g) en virtud de la pérdida del objeto la naturaleza se enajena del trabajo,
(h) todo esto tiene su causa en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece
a su ser.
(i) El trabajo es externo al trabajador porque:
—no se afirma sino que se niega en él,
—no se desarrolla su libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo
y arruina su espíritu,
—su trabajo no es voluntario sino forzado,
—no es la satisfacción de una necesidad sino sólo un medio para satisfacer las
más apremiantes necesidades,
—el trabajo no es suyo, sino de otro.
(j) El producto y el trabajo son ajenos al trabajador porque el trabajo hace ajeno al hombre
de su esencia humana.

La esencia de la propiedad privada capitalista es el trabajo enajenado, es decir, el


trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana.
La esencia de la propiedad privada en general es el trabajo enajenado, esto es,
el trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana.
En este contexto, aunque Marx no lo dice explícitamente, es evidente que la
relación entre trabajo asalariado y capital queda reducida a un caso particular de
la relación entre trabajo y propiedad privada y que aquella es la última y más aguda
forma que adopta la enajenación del trabajo.
Para establecer la esencia de cada etapa del desarrollo de la propiedad priva-
da (esclavismo, feudalismo y capitalismo) es necesario descubrir la forma específica
que adopta en cada una de ellas el trabajo enajenado en relación con la esencia hu-
mana.
El análisis partió de la propiedad privada como fuente del trabajo enajenado:
ahora nos encontramos con que el trabajo enajenado produce la propiedad privada.
En el plan de Marx estaba considerado el entrar luego a estudiar lo que es
la esencia humana y las causas por las cuales ésta se vuelve ajena al hombre; estos
problemas están planteados de la siguiente manera en los manuscritos:
(a) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la propiedad
verdaderamente humana, social y
(b) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo?

La parte del manuscrito en donde Marx desarrolla detalladamente la solución a es-


tos problemas se perdió y nunca ha sido encontrada.
Existen, sin embargo, elementos suficientes para reconstruir el pensamiento
de Marx. En el texto se da una amplia explicación de lo que, conforme al espíritu del
marxismo, es el concepto de esencia humana.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 169


De una manera sintética podemos decir que para Marx la esencia natural hu-
mana está constituida por las características biológicas de la especie adquiridas a
través del trabajo y por la propiedad, la producción y el consumo colectivos.
Una vez establecido lo que es la esencia humana, Marx pasa a analizar lo que
en este texto enriquecido (analíticamente) es la relación trabajo asalariado-capital
y encuentra que:
(a) El trabajador es un ser despojado de todas sus características humanas, es un ser
espiritual y físicamente deshumanizado.
[La deshumanización llega al punto en que todos los procesos orgánicos,
todos los órganos y funciones de los trabajadores entran en un proceso de atrofia
y degeneración que lleva a la aniquilación de las características naturales de la
especie humana. Este proceso es causado por las formas específicas que adopta
el trabajo en la sociedad capitalista: producción de plusvalía absoluta y relativa,
maquinización e intensificación del trabajo, etcétera, y por la forma específica
que en ella adopta el consumo (consumo masivo, sociedad del bienestar).]
(b) El capital es la forma enajenada que adopta la esencia humana del trabajador.
(c) El trabajo engendra al capital como su esencia humana enajenada y el capital
engendra al trabajador como un ser despojado de su esencia humana.

Este mutuo engendramiento debe llevar a un desenlace conforme a lo siguiente:


(a) La separación entre el trabajo y su esencia humana llegan al grado en que la
naturaleza esencial del hombre se ha anulado por completo y convertido abso-
lutamente en su contrario.
(b) Dicha separación debe llegar hasta donde ambos polos se exijan acuciantemente
y no puedan continuar existiendo sin lograr su unión.

Marx llega a la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe


resolverse, conforme a las premisas establecidas, superando la enajenación del tra-
bajo a través de la reapropiación de su esencia natural (humana) por el trabajador.
Esta desenajenación del trabajo a través de la reapropiación de la esencia na-
tural (humana) por el trabajo es el contenido del comunismo.
El comunismo es la abolición (o superación positiva) de la propiedad privada.
Marx hace una descripción más o menos detallada de lo esencial del comu-
nismo (Ver texto).
Marx termina con un análisis de lo que son las necesidades en la sociedad ca-
pitalista por oposición a las necesidades en el comunismo, de la división del trabajo
como fundamento de aquellas necesidades y del dinero como lazo de unión entre el
hombre y su esencia enajenada.
Este trabajo de Marx es el antecedente necesario de su posterior trabajo teó-
rico. En él descubre la esencia del régimen capitalista de producción y su ineluctable
transformación, conforme a la dialéctica interna de esa esencia, en el socialismo y el
comunismo. En El Capital desarrolla al detalle la naturaleza del régimen capitalista
para extraer de ahí, también minuciosamente, la táctica y la estrategia del cambio
revolucionario, conservando siempre como su base los descubrimientos teóricos he-

170 • Capitalismo moderno y revolución


chos en aquel primitivo estudio. Es evidente que la más profunda y cabal compren-
sión de El Capital, sobre todo en estos tiempos de dominio absoluto del revisionismo
moderno, sólo puede obtenerse teniendo como punto de partida las tesis desarrolla-
das por Marx en esta su obra de juventud.
El revisionismo, que requiere por un lado una base en la teoría burguesa para
fundamentar todas sus concepciones económicas, puesto que éstas son burguesas
en el fondo, y por otro mantener la apariencia de que esa base es la teoría económica
marxista, toma de ésta la parte en que Marx organiza y sistematiza las tesis de los
clásicos y la hace pasar como la esencia del régimen capitalista. El revisionismo,
igual que la economía clásica, no comprendió la esencia de la propiedad privada,
ni la conexión esencial entre la propiedad privada y la relación trabajo asalariado-
capital; es decir, no entendió que la esencia de la propiedad privada es la anulación
de la esencia natural del hombre, ni mucho menos lo que ésta sea.
Igualmente, el revisionismo no alcanzó a saber cuál es la forma que adopta en
la actualidad la ley de la depauperación creciente en relación con la anulación de la
esencia natural del hombre ni, por supuesto, lo que es el comunismo como reapro-
piación de la esencia natural del hombre.
Para el revisionismo, la depauperación se manifiesta, en las sociedades de
bajo desarrollo capitalista, como hambre, desnutrición, insalubridad, violencia, an-
tidemocracia, dominio del gran capital sobre el mediano y el pequeño, etcétera y
en las sociedades desarrolladas como la sumisión del proletariado (y de la pequeña
burguesía) al “aparato de dominación total” que arruina la preciosa individualidad
de las personas.
Para el revisionismo, en consecuencia, el socialismo y el comunismo tienen
el significado, ya sea de una elevación general de las condiciones de vida, ya de la
abolición del gran capital dejando subsistente la propiedad de la pequeña burguesía
(socialismo “humanista”), ya del establecimiento de la propiedad por grupos (auto-
gestión o “socialismo realmente existente”), etcétera.
No cabe duda de que el revisionismo, que se llama heredero del marxismo-
leninismo, no sólo no lo es, sino que no pudiendo siquiera ser el continuador de la
economía clásica, ha caído al miserable nivel de la economía vulgar.
La táctica y la estrategia que los revisionistas proponían para establecer en
los diversos países las caricaturas de socialismo y comunismo que pregonaban son
también meras caricaturas de los métodos clásicos preconizados por Marx, Engels,
Lenin y Stalin para la realización de la revolución proletaria, métodos que los clási-
cos habían derivado de la esencia misma del régimen capitalista de producción y que rigen
por tanto en donde quiera que exista esta formación económico-social. En realidad,
el revisionismo sólo fue la avanzada teórica y práctica de un sector determinado de
la burguesía (la llamada burguesía media, burguesía no-monopolista, burguesía li-
beral, burguesía nacionalista, etcétera) y de la pequeña burguesía, cuyos intereses
formulaba teóricamente e impulsaba prácticamente; el revisionismo devino necesaria-
mente en oportunismo.

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844 • 171


capítulo iv
NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE ESENCIA
NATURAL DEL SER HUMANO

En este capítulo nos proponemos desarrollar el concepto de la esencia natural humana,


el cual, aún siendo el eje central en la argumentación de Marx en los Manuscritos…,
no aparece en ellos explícitamente porque probablemente su exposición se hacía
en la parte extraviada de este documento. Sin embargo, lo que conocemos de los
Manuscritos… nos permite hacer un intento de reconstrucción de lo esencial del pen-
samiento de Marx.
La esencia natural del ser humano, su característica esencial como especie, es
el trabajo.
El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a
través de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transforma-
ción de la naturaleza.
Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del
ser humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de produ-
cir los medios necesarios para reconstituirlas.
Las necesidades del ser humano están integradas tanto por el ejercicio de sus
facultades físicas y mentales como por la reconstitución de las mismas.
Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemen-
te, es decir, representando en la conciencia del hombre todos los elementos y fases
de la actividad productiva como prerrequisito para la acción.

A. Base biológica del trabajo

La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos,


sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología, sus propias necesida-
des están en relación directa y necesaria con su esencia natural que es el trabajo; son
producto del trabajo y los medios a través de los cuales se realiza la actividad vital
humana. Las características biológicas de la especie son, por tanto, parte integrante de
la esencia natural humana.
La medida de todas las características biológicas y de las necesidades natu-
rales de la especie humana es una premisa y resultado del trabajo; es, por tanto, un
elemento más de la esencia humana. Esto quiere decir que las funciones naturales tienen

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 173


límites bien determinados, más allá de los cuales se convierten en lo contrario de lo
que por su naturaleza son.
Las características biológicas de la especie y su medida han sido dadas por un
largo proceso —el de la constitución de la esencia natural del hombre— que abarca
un enorme período de tiempo (para algunos cuando menos once millones de años).
En sus obras “El origen del hombre”1 y “El papel del trabajo en la transformación
del mono en hombre”,2 Darwin y Engels describen minuciosamente las distintas ca-
racterísticas físicas y mentales que van adquiriendo las especies progenitoras del
ser humano y son otros tantos avances en la constitución de las capacidades de
la especie humana. Esta evolución desemboca en la formación biológica del ser
humano como tal, cuyas características específicas (es decir, las que lo distinguen
como especie) son: (1) una constitución física, una disposición corpórea apta para
la producción de sus medios de vida, esto es, para hacer producir a la naturaleza
conforme a sus fines (lo que es diametralmente opuesto a la actividad meramente
apropiatoria, recolectora, de las especies inferiores) y (2) el pensamiento, o sea la
facultad de representación del objeto y de las capacidades físicas del sujeto en el
interior del mismo como medio para dirigir su actividad hacia la transformación y
la apropiación de, lo cual es lo contrario de la vida fundamentalmente instintiva de
las especies inferiores.
Las características físicas específicas del ser humano según Engels y Darwin,
son:
— Posición erecta, por la cual las extremidades inferiores se especializan en la loco-
moción y las superiores quedan libres, en posibilidad de adquirir otras funciones.
— Las manos como instrumento por excelencia para la transformación y apropiación
del objeto.
— Los sentidos altamente desarrollados para captar con mayor precisión los objetos
exteriores.
— El cerebro, como centro rector de los procesos anímicos, plenamente desarrollado,
con una enorme capacidad de energía nerviosa para sus funciones específicas.
— Todos los cambios (fisiológicos, funcionales, orgánicos, etcétera) que en el organis-
mo traen consigo los cuatro anteriores en virtud de las leyes de la correlación del
crecimiento.

La especialización de las manos del mono en ciertas funciones distintas de la loco-


moción (al trepar a los árboles, al recoger y comer sus alimentos, etcétera) crea y
fomenta la tendencia a la adopción de la posición erecta; la consecución de esta, a su
vez, deja las manos libres para adquirir mayor destreza y habilidad en sus funciones
tradicionales y para desarrollar nuevas funciones; la postura erecta se convierte en
una necesidad del mono antropoide. La mayor habilidad y destreza de las manos,

1
Darwin, Charles, El origen del hombre y la selección en relación al sexo, Editorial Diana, S. A., México,
1971
2
Engels, Federico, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, en Carlos Marx/
Federico Engels, Obras escogidas, tomo VII, editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina,
1973.

174 • Capitalismo moderno y revolución


así como las nuevas funciones que ellas van adquiriendo al penetrar más profun-
damente en la naturaleza del objeto, determinan un gran progreso de los sentidos
(vista y tacto, fundamentalmente); el mono antropoide adquiere un conocimiento
más completo de las características del objeto exterior que se apropia y de las ca-
pacidades físicas de su organismo que puede poner en obra para esa apropiación.
Todas estas transformaciones redundan en cambios de la estructura de la mano que
la hacen más apta para sus nuevas funciones. El cerebro del mono recibe, a través de
los sentidos, una mayor cantidad de datos acerca de un mayor número de objetos y
fenómenos exteriores, los cuáles debe clasificar, organizar y almacenar para su utili-
zación futura; además, debe coordinar y dirigir todas las nuevas funciones orgánicas
destinadas a la apropiación de los objetos; es evidente que en estas circunstancias las
funciones del cerebro se amplían y perfeccionan. Todo este proceso, por el cual se
van constituyendo las características específicas del ser humano, es el resultado de
la actividad del mono para satisfacer sus necesidades elementales.
El desarrollo de las características específicamente humanas y del objeto son
los dos extremos de una contradicción que se engendran mutuamente y cuyas re-
laciones son de unidad y lucha; el perfeccionamiento de las capacidades del mono
antropoide hace más extenso y profundo el campo de la naturaleza que es objeto de
su actividad, es decir, provoca la ampliación del objeto; por su parte, el crecimiento del
campo de acción de su actividad impulsa hacia un punto más alto las capacidades
del mono.
Son características mentales específicas del ser humano, de acuerdo con En-
gels y Darwin:
—la memoria de acontecimientos pasados,
—previsión,
—razón e
—imaginación,

las que se traducen en la capacidad de hacer abstracciones, formar conceptos gene-


rales, tener conciencia, etcétera.
El mejoramiento de estas capacidades, al llegar a un punto determinado, hace
necesario el establecimiento del lenguaje, el cual a su vez se convierte en un potente
acelerador del proceso de perfeccionamiento de las capacidades mentales.
El desenvolvimiento de las capacidades mentales del ser humano tiene su
origen en la actividad práctica cotidiana realizada sobre la naturaleza con el fin de
satisfacer sus necesidades y es, al mismo tiempo, el medio para que el ser humano
perfeccione, amplíe y profundice su actividad práctica.
Esta es la característica especial que lo distingue de las restantes especies
animales superiores, las que, en lo fundamental, aunque habiendo llevado más o
menos a un alto nivel las características mencionadas, regían su actividad por los
instintos, no producían sus medios de vida ni instrumentos, ni habían estructurado
el lenguaje.
El paso del mono al hombre se caracteriza porque las facultades mentales,
que ya existían en germen, toman un gran impulso que las hace elevarse hasta nive-

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 175


les altísimos, siempre en torno a la actividad práctica tendiente a obtener los medios
de vida. Al final de este proceso quedan constituidos los elementos mentales de la
naturaleza biológica del hombre.

B. Base social del trabajo

La forma de organización social colectiva es la que sirve de base al trabajo. Esta se


integra por una fuerza colectiva de trabajo, la propiedad colectiva sobre los medios
e instrumentos de producción, una actividad productiva y una de consumo colec-
tivas, una organización y dirección colectivas del trabajo colectivo y una conciencia
colectiva. El trabajo y la naturaleza biológica, elementos constitutivos de la esen-
cia natural del ser humano, tienen como condición imprescindible de su existencia
la forma de organización colectiva; ésta es también integrante de la esencia natural
del ser humano. La vida colectiva es premisa y resultado de la esencia natural del ser
humano.
La constitución de las características fundamentales de la esencia humana se
dio dentro de los marcos de una forma de organización colectiva; en una relación de
mutuo impulso, se perfeccionaron tanto la esencia humana como la vida colectiva
de la especie.
La forma de organización social colectiva tiene como fundamento la sub-
sunción del individuo en la colectividad; la conciencia y la actividad individuales
pertenecen a y están determinados plenamente por una conciencia y una actividad
colectivas.
La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus
órganos, sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología tienen una
naturaleza directamente colectiva porque la colectividad fue el elemento primordial
para su constitución y su desarrollo primigenio en la comunidad primitiva.

C. El proceso del trabajo

El proceso del trabajo se compone de las siguientes instancias:


(a) Representación, en la conciencia de la comunidad, de sus necesidades vitales, sus
fuerzas y capacidades, las fuerzas totales de la naturaleza y los objetos, medios y
procesos que se requieren para satisfacer aquellas necesidades.
(b) Organización y dirección colectivas de la acción práctica de la comunidad, que
son la expresión de una voluntad colectiva cuya motivación proviene de la fase a).
(c) Actividad práctica colectiva sobre la naturaleza (realizada a través de la fuerza
colectiva de trabajo): producción (apropiación) y consumo comunes, mediada
por y a su vez mediadora de a) y b).
(d) Representación mental, en la conciencia individual-social, de la necesidad vital del
individuo, de las necesidades vitales de la comunidad, de su fuerza individual
de trabajo, de la fuerza colectiva de trabajo, de la subsunción de aquella en ésta, de

176 • Capitalismo moderno y revolución


las fuerzas totales de la naturaleza y del plan de organización y dirección colec-
tivas. Esta representación en el individuo está plenamente determinada por la
representación en la conciencia colectiva. La conciencia individual está subsumida
en e indiferenciada de la conciencia colectiva.
(e) Impulso psíquico a la acción que se manifiesta como un deber incuestionable
derivado de la voluntad superior de la colectividad; la voluntad individual se
encuentra subsumida en e indiferenciada de la voluntad colectiva.
(f) Actividad práctica individual encaminada a la apropiación del mundo exterior
(producción y consumo) en colectividad con los demás individuos de la comuni-
dad; la acción individual está subsumida en la actividad colectiva. La fuerza de
trabajo individual subsumida en e indiferenciada de la fuerza colectiva de trabajo.
Esta actividad individual es mediada por y a su vez mediadora del movimiento
de a) a e).

El sujeto del proceso de trabajo es la colectividad. La conciencia, impulso a la acción


y actividad individuales son directamente sociales; no tienen autonomía, pues son
sólo la encarnación o manifestación de la conciencia, voluntad y acción colectivas.
El individuo no tiene por tanto existencia propia sino una existencia derivada de la
colectividad, quien es el verdadero sujeto del proceso.
El resultado del paso a) a b) es el desarrollo del sujeto —de su capacidad de
transformación consciente de la naturaleza— y el del objeto —que significa la con-
versión de áreas más extensas y profundas de la naturaleza en campos del dominio
humano—.
El proceso del trabajo, tal y como ha sido descrito, es también un elemento
constituyente de la esencia natural del ser humano.
La esencia de la naturaleza humana está compuesta, según ha quedado esta-
blecido, por la naturaleza biológica, la base social y el proceso de trabajo. Estos tres
elementos se condicionan mutuamente, de tal manera que no pueda existir ninguno
de ellos sin los otros ni la esencia natural humana sin la concurrencia de los tres.
Todos los elementos que forman la esencia natural del ser humano se cons-
tituyeron y perfeccionaron en un largo período de tiempo (once millones de años
según algunos) y se consolidaron en la época de los albores de la historia humana,
durante la comunidad primitiva.

D. Desarrollo histórico del trabajo y de sus condiciones de existencia

Las características esenciales de la naturaleza humana se consolidaron dentro de la


comunidad primitiva.
En ella cada individuo actúa como órgano de una entidad superior, la co-
lectividad; su fuerza de trabajo está subsumida en una fuerza de trabajo colectiva; la
producción y reproducción de su vida son funciones sociales.
1. El individuo actúa conforme a su esencia natural y desarrolla sus fuerzas y capaci-
dades individuales:

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 177


a) Produce, usa y perfecciona sus instrumentos (que pueden ser de producción
o de consumo) a través del proceso de trabajo reseñado anteriormente; el
instrumento es una extensión de su corporeidad física y al mismo tiempo un
órgano de la fuerza colectiva de trabajo. Por tanto, su actividad individual es
un componente de la actividad social.
A través de esta actividad:
— Perfecciona sus capacidades físicas y mentales y con ello la esencia biológica
del individuo y la base de las mismas.
—Generaliza la producción y uso del instrumento perfeccionado, desarrollan-
do así las capacidades físicas y mentales, la esencia biológica de la especie;
las capacidades del individuo se convierten en características de la especie.
—Crea un acervo de conocimientos relativos a la producción y uso de ins-
trumentos y, en consecuencia, sobre sus fuerzas naturales y las fuerzas de la
naturaleza, el que se convierte en patrimonio común de la especie.
b) Produce, usa y perfecciona el instrumento colectivo (redes, vgr.)
c) Produce directamente su vida mediante la asimilación (consumo) de los
objetos que le son proporcionados por la comunidad; lo hace por medio de
una acción como la descrita en el análisis del proceso del trabajo; produce y
reproduce por tanto su esencia orgánica (biológica, fisiológica, etcétera) ya
descrita y con ello las bases de su actividad esencial y de su vida colectiva.
La medida fisiológica del consumo está dada por la estructura biológica y la
de ésta por el proceso de trabajo y la organización social.
d) Actúa, fusionando con las de los otros individuos su fuerza de trabajo y su
instrumento, para apropiarse los productos de la naturaleza (recolección) e
incluso para hacerla producir (formas primitivas de agricultura y ganadería).
Igualmente, para producir otras condiciones de existencia: vivienda, vgr.
En fases superiores, también la producción de sus instrumentos llega a ser
social pues se establece para ello una primitiva división del trabajo entre los
miembros de la tribu. Da así a su fuerza de trabajo individual el carácter de
una fuerza de trabajo directamente social, colectiva. Pone en obra en forma
armónica, promoviendo de esta manera el perfeccionamiento de todos estos
aspectos de la esencia natural humana, el proceso de trabajo, su base biológica
y su sustento social colectivo.
La fuerza productiva es en esta época aún muy pequeña: las fuerzas y
capacidades físicas del individuo, su mezquino instrumento que representa
el dominio apenas sí de la epidermis de la naturaleza y las fuerzas y capa-
cidades de la cooperación. Las fuerzas y procesos naturales que el hombre
aprovecha o pone en marcha para producir son también las más sencillas y
superficiales.
e) El individuo actúa colectivamente de acuerdo con lo establecido en la descrip-
ción del proceso del trabajo. Fomenta así las condiciones de la vida colectiva
(organización social colectiva) que son la base del trabajo humano y de la
naturaleza biológica del hombre.

178 • Capitalismo moderno y revolución


2. La colectividad actúa de acuerdo a la esencia natural de la especie organi-
zando y dirigiendo conscientemente la producción y el consumo sociales conforme
a las instancias del proceso del trabajo ya reseñadas. Organiza y dirige la vida co-
lectiva como un todo, con lo que garantiza las bases del proceso de trabajo y de la
estructura biológica del individuo.
La esencia natural de la especie humana se forjó, como vemos, a través de la
organización colectiva de la sociedad; es por eso que la vida colectiva constituye tam-
bién una característica imprescindible de la esencia natural del hombre.
En todo el período señalado la esencia natural del individuo y de la especie
se desenvuelven y perfeccionan en un movimiento armónico de mutuo engendra-
miento.
La evolución ascendente de la esencia natural del individuo y de la especie
llega a un punto en el que da como resultado (en virtud del incremento de la produc-
tividad) la disolución de la tribu en familias (gens):
• se inicia así la anulación de las condiciones colectivas de vida, elementos in-
tegrantes de la esencia natural del ser humano;
• igualmente, comienza el desarrollo autónomo de las capacidades y de los ins-
trumentos individuales, desgajados éstos de su base social colectiva e incluso
opuestos a ella;
• empieza, como consecuencia de lo anterior, un proceso de anulación y dege-
neración de todos los elementos y condiciones de la esencia natural humana.

Este movimiento remata en la constitución de una sociedad de pequeños producto-


res, antecedente inmediato de la sociedad capitalista.
En la sociedad capitalista las capacidades e instrumentos individuales, pro-
ducto de toda la época anterior, se incorporan a la máquina; se multiplican y profun-
dizan las fuerzas naturales que forman el campo de acción de la fuerza de trabajo
(Ver El Capital, t. I, Capítulo XIII, Maquinaria y gran industria).

E. La esencia natural del ser humano en la sociedad capitalista

1. Base material
El régimen de producción capitalista está constituido por una masa de medios e
instrumentos de producción y bienes de consumo cuya propiedad está fraccionada
entre cierto número de individuos que forman una exigua minoría de la sociedad,
por una multitud de individuos que carecen de propiedad sobre los medios e instru-
mentos de producción y únicamente la tienen sobre su fuerza de trabajo, por la re-
lación que entre ambos grupos sociales se establece en la esfera de la producción, es
decir, la exacción a los trabajadores de trabajo excedente y su acumulación crecien-
te como capital en manos de los capitalistas, por la determinación de los productos
como mercancías, por la naturaleza de los instrumentos de producción como máqui-
nas complejas que realizan funciones físicas y mentales y por el carácter del trabajo
de los obreros que es totalmente abstracto, sin contenido alguno.

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 179


2. Base social
La organización social capitalista está integrada por una clase de propietarios priva-
dos independientes que detentan individualmente fracciones de los medios e instru-
mentos de producción, por una masa de fuerzas individuales de trabajo autónomas
e independientes entre sí y por una multitud de conciencias y voluntades individua-
les también independientes, autónomas y sustantivadas.
Existe en el capitalismo una comunidad formada por la asociación de los ca-
pitalistas privados. Esta comunidad tiene, como tal, la propiedad sobre las condicio-
nes generales de la existencia y reproducción del régimen de producción capitalista.
También existen una conciencia y una voluntad de esa comunidad que son la re-
presentación de las condiciones generales de existencia del régimen de producción
capitalista y la determinación de mantenerlas y desarrollarlas. En una palabra, esa
comunidad es el Estado capitalista.
Esta forma de organización social es la antítesis de la forma colectiva, base
y fundamento de la esencia natural del ser humano, tal y como ya lo explicamos
anteriormente. Es, en sí, la negación de uno de los elementos de la naturaleza esen-
cial del hombre y, por tanto, de ésta en su totalidad. En efecto, genera, desarrolla e
impulsa necesariamente la anulación del trabajo humano y la descomposición y dege-
neración de las características biológicas del hombre, es decir, provoca la anulación
de la esencia natural del ser humano.

3. Proceso de trabajo
El proceso de trabajo tiene, en el régimen de producción capitalista, las siguientes
instancias:
• El obrero es un ser apremiado por sus necesidades vitales individuales, autó-
nomas y sustantivadas. El motor de su actividad es la satisfacción individual
de esas necesidades. La fuerza individual de trabajo es sustantivada, tiene
vida propia, es decir, no es parte indiferenciada de una fuerza colectiva de
trabajo que satisface las necesidades sociales de la especie. La conciencia del
individuo, igualmente, no es una parte indiferenciada de la conciencia colectiva
que se representa las necesidades sociales, sino una conciencia individual que
se representa las necesidades individuales como punto de partida y finalidad
de su actividad.
• Las fuerzas y capacidades individuales del trabajador son un medio para
satisfacer sus necesidades individuales sustantivadas. No constituyen una
porción indiferenciada de las fuerzas y capacidades sociales de la especie que
actúa orgánicamente fundida con los demás trabajadores para la realización
del trabajo colectivo y la satisfacción de las necesidades sociales. La conciencia
individual del obrero se representa esas fuerzas y capacidades individuales
como de su propiedad y al servicio de sus necesidades individuales.
• Los medios e instrumentos de producción fraccionados entre los propietarios
privados son una propiedad ajena al obrero con la que tiene que relacionarse
diariamente para obtener los medios de subsistencia necesarios. No son un

180 • Capitalismo moderno y revolución


todo único propiedad de la colectividad que satisface precondicionadamente
las necesidades de sus integrantes. El trabajador se representa en su conciencia
a sí mismo y a los medios de producción como entes separados y ajenos.
• La actividad por la cual se relacionan las capacidades del obrero con la parte
de la máquina o proceso a la que está adscrita es la manifestación de su fuerza
individual de trabajo. No es la actividad individual fundida indisolublemente
con las demás fuerzas de trabajo formando una fuerza colectiva que actúa como
un todo sobre la totalidad de los medios e instrumentos de producción.
• La cooperación forzada por el capital entre varios obreros individuales para
actuar sobre los medios e instrumentos de producción detentados por un
propietario privado no es la unión natural-humana que brota directa y espon-
táneamente de la vida colectiva y que al mismo tiempo es su presupuesto.
• La fuerza de trabajo del obrero es una mercancía enajenable que se intercam-
bia por el equivalente de sus medios de subsistencia. No se trata de la fuerza
individual de trabajo diluida en la fuerza colectiva (inalienable, por tanto) que
recibe los medios de vida a través de la colectividad.
• El resultado del trabajo del obrero es un objeto que pertenece al propietario de
los medios e instrumentos de producción. No es el producto indiferenciado
de una fuerza colectiva de trabajo que entra al fondo colectivo, ya sea como
medio de producción o medio de consumo.
• El capitalista, por su parte, es poseedor de sus necesidades vitales individuales
sustantivadas, entre las que sobresale la necesidad imperiosa de acumular.
• La forma de satisfacerlas es a través de la exacción de trabajo excedente, es
decir, de la explotación de los trabajadores.
• Para él las necesidades vitales del obrero individual son el medio para esta-
blecer la unión entre la fuerza individual de trabajo y la parcela de los medios
e instrumentos de producción que le pertenecen.
• Las fuerzas y capacidades individuales de los obreros son los instrumentos
mediante los cuales se valoriza el capital.
• Su capital (medios e instrumentos de producción) es una propiedad cuya fina-
lidad es incrementarse incesantemente a través del intercambio con el trabajo
vivo.
• La actividad productiva del obrero es para el capitalista el uso de uno de los
elementos del capital productivo de su propiedad.
• Su actividad principal es como organizador y director del proceso productivo,
en la cual emplea necesariamente la violencia física y moral para reunir las fuer-
zas de trabajo individuales de los obreros y obligarlos a realizar las funciones
productivas que les asigna.
• La fuerza de trabajo de los obreros es, para el capitalista, una mercancía que
existe en el mercado junto a las demás mercancías.
• Otra instancia más del proceso capitalista de trabajo es la organización y di-
rección del trabajo privado como una función del capitalista individual o de
sus empleados a sueldo. Esta función se basa, por necesidad, en la violencia
física y moral que se ejerce sobre el obrero individual quien, precisamente en

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 181


virtud de su autonomía e independencia, tiende a sustraerse a la voluntad del
capitalista. La violencia moral consiste también en el halago a los placeres de
los obreros como un medio de someterlos a la disciplina del trabajo asalariado.
• El obrero y el capitalista se representan en su conciencia individual todas es-
tas instancias y desarrollan la actividad práctica individual a que aquella los
impulsa.
• El obrero la realiza para, en cooperación forzada por el capital con otros obre-
ros, relacionarse con la fracción de medios e instrumentos de producción que
pertenecen al capitalista privado que los contrata y efectuar la función cuyo
resultado es producir bienes en los que se materializa un valor valorizado
(proceso de valorización del capital). Se trata de una fuerza de trabajo indivi-
dual, sustantivada y autónoma, que es puesta a funcionar por el capital (por un
propietario privado) reuniéndola con las otras fuerzas individuales de trabajo
y con la parte de los medios de producción de su propiedad para producir
bienes que le son ajenos. No es la fuerza individual fundida en una fuerza
colectiva que actúa sobre medios e instrumentos de producción colectivos.
• En esta actividad el obrero produce trabajo excedente que se apropia el capi-
talista, quien lo convierte en trabajo acumulado y lo emplea como medio para
extraer más trabajo excedente. No es la actividad individual indiferenciada de
la actividad colectiva a través de la cual el individuo produce y reproduce en
colectividad los medios e instrumentos colectivos de trabajo y el fondo colectivo
de consumo.
• Esta actividad se basa en la maquinización de la producción. La maquiniza-
ción capitalista de la producción genera directamente la anulación, atrofia y
descomposición de los procesos y la estructura orgánica de los individuos. No
es la actividad en colectividad a través de la cual se manifiestan y reproducen
las características biológicas de la especie.

El capitalista organiza y dirige el proceso de trabajo que se realiza con los elementos
productivos de su propiedad. La base de esta actividad del capitalista es, por necesi-
dad, la férrea violencia física y moral ejercida sobre los obreros individuales.
• Otros elementos más del proceso capitalista del trabajo son:
La organización y dirección de la actividad práctica de la comunidad de los
capitalistas privados y la acción práctica de la comunidad, a través del Estado, para
mantener y desarrollar las condiciones generales de existencia del régimen de pro-
ducción capitalista.

4. Base biológica del trabajo en la sociedad capitalista


Ya vimos que la naturaleza biológica del hombre se constituyó y perfeccionó en
interacción con la forma de organización social colectiva y el proceso colectivo de
trabajo; la comunidad primitiva fue el estadio social en el que todos estos factores se
consolidaron como integrantes de la esencia natural humana.

182 • Capitalismo moderno y revolución


Al disolverse la comunidad se desintegraron la organización colectiva de la
sociedad y el proceso colectivo del trabajo; se instauraron en su lugar el régimen de
la propiedad privada, la organización social con base en el propietario privado y el
proceso privado de trabajo.
Este movimiento culmina con el establecimiento del individuo (pequeño pro-
ductor agrícola, industrial, intelectual y artístico) como el basamento de la sociedad;
remata, por tanto, en la época de la disolución del régimen feudal.
A lo largo de este desarrollo, la naturaleza biológica del hombre, privada de
sus pilares de sustentación (organización social colectiva y trabajo colectivo), se ve
sometida a un proceso de degeneración conforme a lo siguiente:
a) Capacidades físicas y mentales.
Al desintegrarse la colectividad, las capacidades físicas y mentales del ser
humano quedan libres y se desarrollan autónoma e independientemente con cada
individuo.
Su destino cambia radicalmente: ya no están enlazadas directamente a la co-
munidad, sino que ahora sirven directamente al individuo, quien ya no existe en la
colectividad. Por lo tanto, no son ya el resultado ni la premisa de la esencia natural
humana, sino el efecto de la descomposición de la misma y elementos para su anu-
lación. Es decir, cambia su destino del natural-humano al antinatural-no humano.
Como el lazo de unión entre las distintas capacidades del individuo es tam-
bién la colectividad (organización social y proceso de trabajo), al disolverse ésta se
rompe la unidad armónica entre aquellas, las cuales se desarrollan autónoma e in-
dependientemente.
El destino de cada una de las capacidades ya no está ligado armónicamente
al de las demás ni, por tanto, a través de esa unidad, con la colectividad y la esencia
natural del ser humano. Su destino es ahora antinatural y no humano.
b) Procesos y funciones orgánicas y fisiológicas.
Son la otra cara de las facultades físicas y mentales del ser humano. Experi-
mentan, por tanto, el mismo proceso que aquellas:
• se desarrollan autónomamente con cada individuo,
• cambia su destino del natural-humano al antinatural-no humano y
• se desintegra la unidad armónica entre ellas existente y se trastroca su destino.
c) Órganos y estructura orgánica.
Los órganos y la estructura orgánica son el basamento de los procesos y fun-
ciones orgánicas y fisiológicas y, por tanto, de las capacidades físicas y mentales del
ser humano.
Al producirse el proceso de individualización, sustantivación, disgregación
y funcionamiento antinatural y no-humano de las capacidades físicas y mentales
se quita la base para el funcionamiento normal, humano de los órganos principales.
Puesto que la naturaleza de estos órganos y sus relaciones recíprocas determinan
toda la estructura del cuerpo humano, su funcionamiento anti-natural provoca, por
una especie de ley invertida de la correlación, la descomposición de dicha estructura
y su conversión en antinatural y no-humana.

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 183


Al iniciarse el proceso de disolución de la esencia natural del ser humano se
sientan las premisas para el desarrollo autónomo de los individuos, la atrofia o hi-
pertrofia, de acuerdo con el desarrollo individual, de las capacidades físicas y men-
tales del ser humano individual, la adscripción de cada una de las facultades físicas
y mentales a individuos distintos con la consiguiente anulación de todas las demás,
la atrofia e hipertrofia de los procesos orgánicos y fisiológicos, la descomposición
de la unidad armónica entre los distintos procesos y funciones, la degeneración de
los órganos fundamentales, la descomposición de toda la estructura orgánica del ser
humano individual y, en suma, la degeneración y descomposición de la naturaleza
biológica del ser humano.
El régimen de pequeños productores dueños de sus propios medios e instru-
mentos de producción constituye, tal y como lo llevamos explicado, el remate de la
primera fase de un proceso de degeneración y descomposición de la esencia natural
humana que tiene su culminación en la sociedad capitalista; es, por tanto, un régi-
men antinatural y no-humano.
En él se lleva hasta sus últimas consecuencias el desarrollo de las capacida-
des individuales y, por tanto, de los instrumentos individuales. Se produce en él el
proceso que hemos expuesto de degeneración y descomposición de la naturaleza
biológica del hombre.
A partir de la pequeña producción de mercancías se engendra el régimen de
producción capitalista.
Los métodos de producción de plusvalía relativa son el medio para realizar
la supeditación real del obrero al capital. La supeditación real del obrero se lleva
a cabo por el paso de sus capacidades físicas y mentales individuales (altamente
perfeccionadas en la etapa anterior) de su corporeidad física hacia el capital. El mé-
todo superior de producción de plusvalía relativa es la producción maquinizada; en
la máquina se concentran todas las capacidades físicas y mentales que le han sido
sustraídas al obrero. Los elementos de su antigua esencia se han materializado en
la máquina; la industria es la suma total de los elementos de la esencia natural de la
especie humana, por ahora ajenos a ella.
A través de la maquinización de la producción se consuman el proceso de
anulación de la naturaleza biológica del ser humano, integrante de su esencia na-
tural:
• las capacidades físicas y mentales, que sufrieron un proceso de degeneración
durante todo el período de la propiedad privada anterior al capitalismo, pasan
del obrero a la máquina, subsistiendo en el individuo una capacidad abstracta,
sin contenido, que se reduce a cuidar, alimentar, etcétera a la máquina que
ahora reúne todas aquellas capacidades concretas. Se arruinan definitivamente,
en el individuo, todas las capacidades físicas y mentales antiguas integrantes de
la esencia natural-humana;
• los procesos orgánicos fisiológicos, que se encuentran ya en una fase adelantada
de su degeneración, son privados también de contenido y orientados hacia el
servicio de la máquina, quedando sujetos al funcionamiento de la misma y
convertidos en sus apéndices; con esto se da cima al proceso de desintegra-

184 • Capitalismo moderno y revolución


ción de la primitiva unidad de los mecanismos biológicos del trabajador y se
provoca la anulación de unos y la exaltación desmedida de otros, de acuerdo
con las necesidades de la máquina correspondiente; se pierde por completo
la medida original de los procesos orgánicos;
• como consecuencia de lo anterior, se llega al punto superior en el proceso de
degeneración y descomposición de los órganos y de la estructura orgánica
de los trabajadores.

La actividad realizada por el obrero se materializa en trabajo abstracto que, cobran-


do vida propia, se acumula como capital que incrementa el cuerpo vivo que ahora
son las antiguas capacidades del obrero. El capital sólo vive a costa de absorber el
trabajo abstracto del obrero; de ahí entonces que esta actividad, antinatural en esen-
cia, engendre los elementos y las condiciones para su mantenimiento y desarrollo
como tal actividad anulatoria de la esencia natural humana; hay una relación de
generación recíproca entre ambos extremos de la contradicción cuyo resultado es
un ahondamiento de la degeneración y descomposición de la naturaleza esencial
del hombre.
El capital, en virtud del hambre insaciable de trabajo obrero que posee, ab-
sorbe cantidades cada vez mayores de trabajo abstracto. El resultado de esto es el re-
fuerzo inconmensurable de la relación estudiada y una intensificación y aceleración
del proceso degenerativo que ya hemos apuntado.
El obrero asimila los objetos y las condiciones que garantizan su reproduc-
ción como ser vivo (alimentos, salud, habitación, etcétera). Esta acción tiene como
resultado la conservación del obrero en aptitud para seguir la actividad productiva
antinatural que hemos descrito; por tanto, tal asimilación es la condición para man-
tener y ahondar la descomposición de la estructura y las funciones orgánicas del
individuo, es decir, la anulación de su esencia natural humana.
En el caso de que el obrero no reciba los objetos ni las condiciones necesarias
para la reposición diaria de su naturaleza degenerada y en degeneración, habrá un
desgaste mayor de la fuerza de trabajo, lo que se traducirá en hambre, enfermeda-
des, etcétera, fenómenos que, además de sus efectos directos sobre la salud inmedia-
ta de los trabajadores, proporcionan un fuerte impulso a la degeneración y descom-
posición del organismo humano.
Cuando, en las sociedades industriales avanzadas, el consumo masivo toma
carta de naturaleza, los órganos, funciones y procesos orgánicos de la asimilación
trabajan mucho más allá de los límites fisiológicos que les impone la naturaleza bio-
lógica esencial del hombre. Se refuerzan la degeneración y descomposición del or-
ganismo humano.
La unión del individuo con los medios de producción a través de la colecti-
vidad y el trabajo colectivo, son elementos fundamentales de la esencia natural del
hombre. El obrero está separado de los medios de producción y de vida y de los
demás trabajadores. Esta separación es el resultado de toda una evolución histórica
que se inicia en la época de la disolución de la comunidad primitiva y remata en el
régimen de producción capitalista; representa la anulación de una condición funda-

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 185


mental para la reproducción y desenvolvimiento de la esencia natural del hombre,
por lo que trae consigo la conversión del trabajo en la actividad antinatural ya estu-
diada y la degeneración biológica del individuo y de la especie.
Dada esa separación, el trabajador, para poder conservar su existencia físi-
ca, es decir, la vida antinatural a que es condenado por el capital, se ve obligado a
buscar, lograr y mantener cotidianamente, en forma individual, la reunión con los
elementos que se le han hecho ajenos, realizando para el capital, en cooperación for-
zada con otros trabajadores, la actividad antinatural que es la negación del trabajo
humano.
Genera, de este modo, una enorme tensión psíquico-física encaminada hacia
la obtención de los capitalistas, bajo esta base antinatural, de los elementos para la
reconstitución de su naturaleza biológica en degeneración (alimentos, salud, habita-
ción, etcétera). La satisfacción de las necesidades elementales no es ya una función
social, colectiva. Los capitalistas ejercen, a su vez, una presión (violencia) psíquico-
física desmesurada sobre el trabajador individual para obligarlo a realizar la activi-
dad antinatural del trabajo enajenado en cooperación con otros trabajadores.
Esta sobre tensión y presión psíquico-física a que se ve sometido el trabajador
individual colabora también, en virtud de que hace funcionar todos los procesos or-
gánicos más allá de sus límites naturales y fuera de su destino natural, a la descom-
posición de la estructura y las funciones orgánicas de los individuos y de la especie;
se anula también desde este frente a la esencia natural del hombre.
El individuo es separado también de las condiciones de su reproducción bio-
lógica; la sexualidad se convierte de una manifestación de su naturaleza humana en
un poderoso medio para su anulación. La conversión de la necesidad sexual huma-
na al principio del placer trastoca todos los mecanismos sexuales de la reproduc-
ción, transformándolos en vehículos de la degeneración de la esencia biológica del
hombre.
Los trabajadores son determinados como individuos por el régimen de pro-
ducción capitalista; cada uno de ellos es un centro de multitud de intereses concretos
cuya satisfacción exige un impulso a la acción que choca con obstáculos internos y
externos. Todo el proceso psíquico-físico de la vida individual tiene por base una
relación desnaturalizada (no colectiva) del individuo con los demás individuos y
con los medios e instrumentos de producción e implica, por tanto, un desgaste des-
medido de los órganos y procesos vitales que se traducen en la descomposición ace-
lerada de sus cuerpos y sus mentes. Pero, además, es opuesta a la forma de trabajo
abstracto que es inherente al régimen capitalista, por la cual el obrero se limita a
vigilar el funcionamiento de la máquina que es la que realiza el trabajo concreto de
que se trata. Por tanto, existe una absoluta contraposición entre la constitución psí-
quico-física individual de que ha dotado al obrero el régimen capitalista y la forma
de trabajo abstracto que este mismo le exige, de tal manera que se requiere de una
enorme violencia física y moral para unir la individualidad concreta del obrero a la
abstracción de la forma de trabajo capitalista, las cuales se repelen drásticamente;
esa contraposición lleva a los mismos resultados que ya hemos señalado: desgaste y
descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores.

186 • Capitalismo moderno y revolución


Esta oposición que señalamos nos muestra dos cosas: a) en el régimen capi-
talista se ha alcanzado la absoluta contradicción de la propiedad privada, esto es, el
obrero como el propietario de sí mismo (individuo, persona) y la completa desin-
dividualización y despersonalización del trabajo capitalista; el revisionismo saca de
aquí la peregrina conclusión de que por un lado es necesario reducir al individuo
a límites “normales”, “racionales” y, por el otro, ajustar los medios e instrumentos
de producción, altamente socializado, a ese individuo “normal” y “racional” me-
diante la “autogestión”, la “propiedad por grupos” y la dotación de un contenido
individual para el trabajo capitalista; b) la maquinización y la socialización de la
producción han puesto la base para la constitución de un instrumento colectivo que
es la forma más alta que adoptan las capacidades de la especie; esta forma exclu-
ye drásticamente al individuo y la vida individual determinados por la propiedad
privada en su fase superior de existencia que es el régimen capitalista y presupone
precisamente la previa anulación de la individualidad.
La individuación y desindividualización que el régimen capitalista produce
necesariamente en el trabajador lo somete a un estrujamiento entre ambos extremos
que se traduce en la aceleración del proceso de aniquilación de sus características
naturales-humanas.
La maquinización y socialización de la producción y la desindividualización
del trabajo que ellas implican, son los gérmenes, aún gravados de su contrario —la
parcelización de las fuerzas productivas en propiedades privadas independientes y
la individualización de los trabajadores— de la forma superior que en el comunismo
adquieren ambas: una colectivización total de los medios e instrumentos de produc-
ción y del individuo trabajador.
El régimen capitalista supone y engendra una pequeña producción comple-
mentaria de la gran producción; su fundamento lo es el pequeño productor, categoría
en la que englobamos tanto a los pequeños productores de mercancías propiamente
dichos como a los intelectuales, artistas, etcétera, quienes son poseedores de medios
de producción tales como su “inteligencia”, su “sensibilidad”, etcétera.
La actividad que realiza el pequeño productor es antinatural (la negación del
trabajo humano constituyente de la esencia natural del hombre): 1º., porque está
desgajada de la vida y de la organización colectivas de la comunidad, soporte del
trabajo humano y de la esencia biológica del individuo y 2º., porque las antiguas ca-
pacidades físicas y psíquicas tienen ahora un desarrollo autónomo, individual, desme-
surado, es decir que sale de los límites estrictos fijados por las bases biológica y social
del trabajo. En vista de tales circunstancias, la actividad productiva del pequeño
productor provoca directamente la degeneración y descomposición del organismo
del individuo.
El capitalista, a través de la absorción de fuerza de trabajo de la clase obrera,
su acumulación como capital y su empleo como medio para absorber trabajo vivo
produce directamente la anulación del trabajo humano y la degeneración y descom-
posición de las características biológicas de la especie y conserva y refuerza la forma
de vida y organización social privada, capitalista, que es el fundamento de aquellas
anulación, degeneración y descomposición mencionadas.

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 187


5. La industria moderna y la esencia natural humana
La industria moderna está formada por las antiguas capacidades físicas y mentales
del ser humano que, en un movimiento histórico, han llegado a independizarse del
individuo, a concentrarse y a materializarse en un cuerpo vivo propiedad de los
capitalistas; éste se nutre con el trabajo absorbido a la clase de los trabajadores. El
aparato industrial es el vehículo para la deshumanización del hombre moderno, es
decir, que su existencia y expansión tienen como fundamento y resultado la consu-
mación del proceso de anulación de la naturaleza esencial del ser humano. Pero al
mismo tiempo, puesto que son sus propias capacidades naturales, sólo que transfigu-
radas y ahora ajenas a él, la industria moderna representa las fuerzas esenciales del
hombre, las cuales debe reapropiarse para poder así restaurar, sobre una base más
alta, su esencia natural humana.
El engendramiento recíproco entre los dos procesos señalados (el desarrollo
de la industria y la deshumanización del hombre) llega al punto en el cual la tensión
entre ambos extremos es tal que sólo puede resolverse con la restauración de la uni-
dad primitiva.
La depauperación creciente se acerca con peligro a una degeneración total e
irreversible de la especie humana y esa situación amenazante tiene su origen en el
desarrollo incesante y autónomo, bajo la forma de capital, de sus antiguas capaci-
dades naturales, es decir, de su esencia natural ahora enajenada y existente bajo la
forma del complejo industrial.
En estas mismas condiciones se crean ineluctablemente las premisas para la
reapropiación de su esencia natural por el ser humano:
1º. La maquinización y la socialización crecientes de la producción constituyen el
germen de la forma superior de la naturaleza humana, es decir, de las capacida-
des humanas como un instrumento colectivo, como una unidad productiva no
parcelada, sujeta a la dirección de la colectividad.
2º. La desindividualización del trabajo capitalista (trabajo abstracto) es el germen de
la forma superior del trabajo humano como trabajo social directamente aplicado
a un instrumento colectivo. Es también, por tanto, el germen de la anulación del
individuo y de la vida individual de los trabajadores y de la reconstitución de
las características biológicas de la especie.
3º. La negación de la naturaleza humana de los trabajadores adquiere en la última
fase del capitalismo un carácter agudo; su descomposición física y mental entra
en un pendiente descendente.
4º. La polaridad entre la naturaleza y la vida individual de los trabajadores y las
exigencias de la producción socializada de un trabajo abstracto y colectivo se
magnifica, por lo que se vuelve más acuciante la pretensión del aparato industrial
de desembarazarse de aquellas.
5º. La degeneración de la esencia humana se manifiesta en la última fase del régimen
capitalista de una manera aguda, directa y explícita, sin la mediación de las formas
primitivas de la explotación capitalista que ocultaban la raíz del fenómeno.
6º. El socialismo ha recorrido una fase de su existencia durante la cual, en virtud de
haberse dado en una etapa muy primitiva del capitalismo, colectivizó el régimen

188 • Capitalismo moderno y revolución


social con la finalidad de garantizar e impulsar la satisfacción de las necesidades
individuales de los trabajadores, con lo cual generó al individuo como tal; en su evolu-
ción posterior, el crecimiento desorbitado de las necesidades individuales rompió
en pedazos la antigua organización social colectiva y obligó a la restauración de
formas capitalistas como la propiedad por grupos, la autogestión, etcétera, lo que
resultó por necesidad en un sustancial avance en la degeneración de la naturaleza
esencial del hombre en esos países; más tarde, ese proceso de exaltación del indi-
viduo llevó al pleno restablecimiento del capitalismo, lo cual habrá de ocasionar
una más profunda vulneración de las características fundamentales de la especie
humana.
7º. En las sociedades industriales modernas, las tradicionalmente capitalistas y
las que antaño fueron “socialistas”, se ha aportado la prueba práctica de que el
desarrollo del individuo como tal —sueño dorado del oportunismo moderno—,
aún cuando sus condiciones generales de existencia sean colectivas, deviene
necesariamente en la degeneración de las características naturales de la especie
y en la destrucción de la colectividad.
8º. La exaltación de las necesidades individuales genera, como contrapartida nece-
saria, el placer antinatural, un malestar y una inquietud crecientes, una inconmen-
surable insatisfacción que es el elemento psíquico constituyente de la energía
revolucionaria.
9º. Al establecer prácticamente, en la realidad, la relación directa entre el desarrollo
del individuo y la anulación de la esencia natural del hombre, se hace posible
contar con los elementos para dar conciencia a los trabajadores de la esencia de
la explotación capitalista, la cual se realiza, en su forma superior, precisamente a
través de la satisfacción y exaltación de las necesidades individuales. Es decir, que se
crean las premisas que permiten dar conciencia de la verdadera naturaleza de las
necesidades individuales.

F. El comunismo y la esencia natural del ser humano

El comunismo es el estadio social que resulta de la reapropiación de su naturaleza


esencial por el ser humano. En el comunismo:
• El proceso de trabajo tiene, en lo formal, la misma naturaleza que posee en el
régimen de la comunidad primitiva: el sujeto del mismo es la colectividad,
lo cual significa que la fuerza productiva y la conciencia individuales están
subsumidas y disueltas en la fuerza de trabajo y en la conciencia colectivas.
La producción y el consumo son sociales. Esto quiere decir que se ha termi-
nado con la situación existente en el régimen capitalista, conforme a la cual
el obrero individual era sometido a la exacción de su fuerza de trabajo por el
capital y al consumo antinatural, con lo que se provocaba su extenuación y la
degeneración y descomposición de sus funciones y órganos fundamentales; los
órganos y procesos orgánicos (físicos y psíquicos) sustentadores del trabajo y
del consumo tienen en el comunismo sus funciones y dimensiones naturales

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 189


en virtud de la subsunción del individuo en la colectividad. Por su contenido,
el proceso de trabajo es radicalmente distinto del que se da en la comunidad
primitiva; en ésta, la actividad productiva, que es una manifestación directa de
sus capacidades naturales realizada a través de instrumentos individuales que
son una extensión de la corporeidad del individuo o por medio de instrumentos
colectivos poco desarrollados, es al mismo tiempo la actividad que reconstituye
las características biológicas de la esencia natural humana; en el comunismo, en
virtud de que ha habido un movimiento previo de concentración de las capaci-
dades e instrumentos individuales en la máquina, se disocian en el tiempo las
dos partes de la actividad productiva antes unidas; por un lado, en el manejo
del instrumento colectivo realiza la actividad productiva que es el ejercicio
de las capacidades físico psíquicas y, por el otro, se despliega la actividad,
realizada también a través del instrumento colectivo, que tiene como finalidad
directa la reconstitución cotidiana de las características biológicas naturales
del individuo. Dicho de otro modo, en la comunidad primitiva la producción
es, en una unidad, el ejercicio de las características biológicas humanas del
individuo y la reconstitución de las mismas y tiene como finalidad producir
los bienes que mediante la asimilación permitan aquella reconstitución; en el
comunismo, la actividad productiva tiene dos fases claramente diferenciadas:
una, a través de la cual se producen los bienes necesarios, y otra, por cuyo
intermedio se reconstituye la propia naturaleza biológica del individuo.
• La constitución biológica de los individuos corresponde por completo a la
que es componente de la esencia natural del ser humano y que se estableció
durante el largo período de existencia de la comunidad primitiva; está en re-
lación directa con (es el presupuesto de) el proceso de trabajo y la base social
colectiva del mismo.
• La base social del trabajo es la organización social colectiva de la producción y el
consumo. El fundamento de esta organización es la propiedad colectiva, cuyas
características esenciales son las siguientes:
a) Estructura industrial basada en el trabajo maquinizado, consolidada en una
unidad sujeta a un plan central establecido y dirigido colectivamente.
b) Actividades productiva y de consumo colectivas por medio de la estructura
industrial consolidada.
c) Planificación colectiva, central y unitaria de la producción y el consumo
colectivos.

Las fuerzas individuales disueltas en la fuerza colectiva de trabajo han perdido las
características de “individualidad” con las que las había dotado el régimen capitalis-
ta; en este sentido, la vida y la organización colectivas características del comunismo
tienen su base en la previa anulación de la individualidad como tal. Esto es posible en
virtud de que en este régimen social las necesidades individuales son satisfechas
precondicionadamente por la sociedad, evitándose así su desarrollo antinatural.
Esta forma de organización colectiva es el presupuesto y el resultado del tra-
bajo y de la constitución biológica del ser humano en el comunismo y, por tanto,

190 • Capitalismo moderno y revolución


elemento integrante inseparable de la esencia natural humana que en este régimen
se manifiesta plenamente.

G. El socialismo y la esencia natural del ser humano

El socialismo es la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo; es la etapa


del desarrollo social en la que se realiza la reapropiación de la esencia natural del
ser humano.
En esta fase son aplicables todas las prescripciones del marxismo-leninismo
respecto de la revolución socialista y la construcción del socialismo.
El socialismo ha completado toda una etapa de su desarrollo, la cual se inició
con la revolución de octubre de 1917 y terminó con la restauración plena del capita-
lismo que se está produciendo actualmente en los países antiguamente socialistas.
En este período, el socialismo se estableció en Rusia mediante un movimiento
revolucionario guiado por la teoría del marxismo-leninismo; a través de la guerra re-
volucionaria de liberación se fue extendiendo a un grupo de países hasta consolidar
un sistema de países capitalistas.
El socialismo fue instaurado en una fase primitiva del régimen capitalista; en
ella predominaban formas también primitivas de manifestarse la explotación de los
trabajadores que correspondían a las primeras fases de desarrollo de su esencia. El
movimiento revolucionario dirigido por los Partidos Comunistas de aquella época
se basó fundamentalmente en la dotación al proletariado de una conciencia sobre
las formas primitivas de manifestarse la explotación capitalista, las cuales por el
momento correspondían a la fase de desarrollo de la esencia; la acción práctica del
proletariado tuvo como resultado fundamental el hacer pasar al régimen capitalista
a una etapa superior de su existencia, en la cual llegaron a una fase más elevada
su esencia y la forma a través de la cual ésta se manifiesta. El régimen económico-
político que en esos países se instauró fue formalmente socialista: propiedad colectiva
sobre los medios e instrumentos de producción, dictadura del proletariado, etcétera;
pero ya que el movimiento revolucionario no había estado conscientemente dirigido
a la anulación de la esencia misma de la explotación capitalista tal y como se manifiesta
en su fase superior, esto es, la propiedad privada del obrero sobre sí mismo, ella
se mantuvo latente en la conciencia de los trabajadores a través del desarrollo del
interés individual; posteriormente, estas circunstancias evolucionaron hasta romper
la forma colectiva de organización y, primero, establecer formas capitalistas como la
propiedad por grupos, la autogestión, etcétera y, después, llegar a la total restaura-
ción capitalista en el sistema socialista, quedando en la actualidad algún país que
mantiene la forma anquilosada del primitivo socialismo en vías de extinción (Cuba,
vgr.).
Hoy se abre una nueva etapa del socialismo, está sí, ahora, precursora di-
recta del comunismo. En ella los revolucionarios, mediante los métodos y con los
instrumentos preconizados por el marxismo-leninismo (Partido, lucha teórica, pro-
paganda, organización, agitación, lucha económica, lucha política y conquista del

Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano • 191


poder), deberán llevar su acción hacia la dotación al proletariado de una conciencia
que comprenda, además de los aspectos formales de la explotación capitalista, la fase
actual de su esencia y, además de la necesidad de la forma colectiva de la organización
social, la de la anulación implacable de la individualidad de sus miembros (de la
propiedad privada sobre sí mismos) como una condición para la existencia de aque-
lla. De esta manera, la acción práctico-consciente de los trabajadores estará encami-
nada a la formación de un régimen formal y materialmente socialista que no pueda ya
por ningún concepto volver hacia el capitalismo sino que sea la base más firme para
el advenimiento del comunismo.
En la segunda fase del socialismo se produce la restauración de las caracterís-
ticas fundamentales de la esencia del ser humano a través de la reapropiación de su
esencia natural enajenada que es la industria:
a) La base social colectiva es restablecida tanto formalmente, merced a la instaura-
ción de la dictadura del proletariado, la propiedad colectiva sobre los medios
e instrumentos de producción y el consumo colectivos, como materialmente en
virtud de la abolición de la propiedad privada del obrero sobre sí mismo y el
establecimiento de la propiedad colectiva sobre el individuo, esto es, la anulación
de la conciencia individual capitalista y el establecimiento de la conciencia individual
social.
b) La naturaleza biológica es restaurada en su totalidad: la estructura orgánica, las
funciones y procesos orgánicos, la medida de esas funciones y procesos son resta-
blecidos en sus características naturales. Todas las fuerzas industriales se vuelcan
ahora a ese fin exclusivo: regenerar las capacidades físicas y mentales humanas llevadas
por el capitalismo al borde de su aniquilación irreversible. Pero para poder cum-
plir con esa función, la estructura industrial debe sufrir una profunda transfor-
mación que vaya mucho más allá de la forma que adoptó en la primera etapa del
socialismo, pues ahí se encontraba gravado por la no-anulación de la esencia de
la explotación capitalista y, por tanto, impregnada de muchas características
de la estructura industrial capitalista.
c) El proceso de trabajo es devuelto a sus cauces naturales al restaurar la base biológica
y social de la esencia natural-humana.

192 • Capitalismo moderno y revolución


capítulo v
LA ANULACIÓN, DEGENERACIÓN Y DESCOMPOSICIÓN
DE LOS PROCESOS PSÍQUICOS EN EL RÉGIMEN
DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA

Notas para una crítica de la teoría de Freud1

Para el marxismo clásico, la característica fundamental del régimen capitalista es


que en él se da cima al proceso inherente a la propiedad privada de anulación, dege-
neración y descomposición de la naturaleza esencial del hombre.
La reivindicación revolucionaria que de aquí se desprende es el estableci-
miento del socialismo y del comunismo como las formas de organización social en
las que ha de restaurarse la naturaleza esencial de la especie humana.
El capitalismo tiene al socialismo en su interior como su otro; esto quiere de-
cir que el capitalismo es tal porque lleva en su entraña los gérmenes del socialismo
y su evolución histórica consiste precisamente en el desarrollo de los mismos hasta
llegar a la aparición del nuevo régimen social.
En una primera fase de existencia del capitalismo, el socialismo ha aparecido
pero como una forma solamente que mantiene en su interior un contenido capitalis-
ta. Tal ha sido el caso del socialismo que se implantó en Rusia en 1917, el cual des-
pués se extendió a diversos países y por último se extinguió a lo largo de un proceso
que se inicia con la muerte de Stalin.
El contenido capitalista que se conservó y desarrolló durante la primera apa-
rición del socialismo fue el individuo capitalista, propietario privado de sí mismo.
Esta pervivencia del capitalismo en el socialismo fue la causa de la disolución
del nuevo régimen; a la vez, fue el punto de apoyo para un desarrollo más profun-
do del régimen capitalista internacional, que ha entrado así a una fase superior de su
existencia, en la cual se producen, en una forma más alta, los gérmenes de una nueva
aparición del socialismo.
La condición inexcusable para la reinstauración del socialismo es la anulación
de ese individuo capitalista, propietario privado de sí mismo y el establecimiento
del hombre colectivo. La forma y el contenido del régimen socialista tendrán así la
misma naturaleza.

1
Freud, Sigmund, “Esquema del Psicoanálisis”, (escrito en 1910), en: Obras Completas, volumen II, traducción
directa del alemán, Editorial Biblioteca nueva, Madrid, 1986.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 193


Freud estudia, en su teoría psicoanalítica, precisamente a este individuo ca-
pitalista del que hacemos mérito y reputa sus procesos psíquicos como los caracte-
rísticos de la especie; esos procesos mentales pueden exceder los límites de lo “nor-
mal” y entonces entra en función el psicoanálisis para desentrañar las causas de
su carácter morboso y, en lo posible, reintegrarlos a los confines de la normalidad.
Para Freud, los procesos psíquicos normales del individuo capitalista son una
manifestación de la verdadera naturaleza humana del hombre y no, como es la reali-
dad, una expresión de la anulación, degeneración y descomposición de los procesos
psíquicos de la especie causadas directamente por la propiedad privada, de la cual
es la más alta forma de existencia el régimen de producción capitalista.
Es, entonces, una exigencia teórica para el desarrollo de la lucha revolucio-
naria en esta etapa superior de vida del régimen capitalista, la crítica marxista de la
teoría psicoanalista de Freud, porque ello nos permitirá conocer en su forma pura
el prejuicio burgués sobre la naturaleza humana, que es el que sostiene Freud y el
mismo que se mantuvo intocado, sin crítica alguna, durante la primera fase de exis-
tencia del socialismo, y determinar el concepto marxista de la naturaleza humana,
el cual tiene su centro de gravedad en el carácter absolutamente colectivo del indi-
viduo humano.
En nuestro trabajo de crítica de la teoría de Sigmund Freud utilizaremos el
brillante resumen de sus tesis que él mismo ha hecho en “Esquema del Psicoanálisis”,
(escrito en 1910), que se encuentra en el volumen II de sus Obras Completas.

Historia

El psicoanálisis nació en 1900 con la publicación de la obra de Freud: Interpretación


de los sueños.
Antecedentes del psicoanálisis:
Nació con la finalidad de comprender algo de la naturaleza de las enfermeda-
des nerviosas llamadas “funcionales” (Neurosis, Histeria).
...Los neurólogos de aquella época habían sido formados en la sobreestimación
de los hechos químico-físicos y patológico anatómicos, y a lo último se hallaban
bajo la influencia de los descubrimientos de Titzig y Ferrier, Goltz y otros, que
parecían demostrar una íntima vinculación, quizá exclusiva de ciertas funciones a
determinadas partes del cerebro. Con el factor psíquico no sabía que hacerse: no
podían aprehenderlo; lo abandonaban a los filósofos, a los místicos y a los curanderos;
y en consecuencia, no se abría acceso ninguno a los secretos de la neurosis, sobre
todo a los de la enigmática “histeria”, la cual constituía el prototipo de la especie
toda... 2

Se consideraba que las enfermedades nerviosas “funcionales” obedecían a trastor-


nos químico-físicos y patológico-anatómicos.
En el caso de las parálisis histérica

2
Ibídem, p. 101.

194 • Capitalismo moderno y revolución


...se consideraba suficiente la fórmula de que dependían de ligeros trastornos
funcionales de las mismas partes del cerebro, cuya grave lesión provocaba la
parálisis orgánica correspondiente.3

No se pensaba que las enfermedades nerviosas funcionales pudieran tener un origen


meramente psíquico.
La terapia que se empleaba para esas enfermedades era: medidas de carácter
general: prescripción de medicamentos, tentativas, —inadecuadas— de influencia-
ción psíquica, etc.; específicas: electricidad. Todo esto era, sin embargo, infructuoso.
En 1880-90 se dio un gran viraje en este campo, cuando los fenómenos del hip-
notismo se situaron en el primer plano de la atención de los científicos. Se reconoció
la autenticidad de estos fenómenos y de su estudio se derivaron dos enseñanzas
fundamentales:
a) Que ciertas alteraciones somáticas eran producto de determinados procesos psíquicos
y que
b) Existían procesos anímicos inconscientes
... Lo “inconsciente” era ya tiempo atrás, como concepto teórico, objeto de discusión
entre los filósofos; pero en los fenómenos del hipnotismo se hizo por vez primera
corpóreo, tangible y objeto de la experimentación4

Los fenómenos hipnóticos presentaban una gran similitud con las manifestaciones
de algunas neurosis.
El hipnotismo sirvió para penetrar más profundamente en el estudio de las
neurosis y principalmente en las histerias.
Charcot supuso que ciertas parálisis surgidas después de un trauma (acciden-
te), eran de carácter histérico; por medio del hipnotismo produjo en sus pacientes este
tipo de traumas, provocando directamente los síntomas histéricos correspondientes.
Janet demostró por medio del hipnotismo que las manifestaciones patológicas
de la histeria dependían estrictamente de ciertas ideas inconscientes (ideas fijas).
...Janet caracterizó la histeria por una supuesta incapacidad constitucional de man-
tener en conexión los procesos psíquicos, de la cual resultaba una disociación de la
vida anímica...5

El psicoanálisis no surge, sin embargo, de los estudios de Charcot y Janet, sino de


los trabajos del médico vienés José Breuer, quien en 1881 logró estudiar y restablecer
con ayuda del hipnotismo a una muchacha enferma de histeria.
Descubrimientos de Breuer (en el estudio de una muchacha enferma de histeria):
1) Logró relacionar perfectamente los síntomas histéricos con una determinada
situación en la que se había encontrado la paciente. En esa situación descubrió
Breuer la causa de todos los fenómenos patológicos de la paciente.
2) Los síntomas habían nacido cuando un impulso a la acción no había sido llevado a cabo,
sino omitido por causas distintas a las de su origen.

3
Ídem.
4
Ídem.
5
Ibídem, p. 102.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 195


  En lugar de las acciones omitidas habían surgido los síntomas.
  Breuer equiparó los motivos de la génesis de los síntomas (las acciones omitidas)
con los traumas de Charcot.
3) Descubrió que esos motivos, al igual que los traumas, habían quedado perdidos para la
memoria del paciente, mientras que los síntomas permanecían inmodificables.
  Se aportó así una prueba más de la existencia de procesos anímicos inconscientes.
4) Terapéutica empleada por Breuer. Por medio de la hipnosis llevar al paciente al
recuerdo de los traumas olvidados y hacerlo reaccionar ante ellos con intensas
manifestaciones de afecto. De esta manera desaparecía el síntoma que había na-
cido precisamente por no realizarse el acto omitido (como sustituto del mismo).

Colaboración de Breuer y Freud.


Publicaron juntos, en 1895, Estudios sobre la histeria, obra en la cual esbozan
una teoría cuya síntesis expresa Freud a continuación:
...el síntoma histérico nacía cuando el afecto de un proceso anímico intensamente
afectivo era desviado de la elaboración consciente normal y encaminado así por
una ruta indebida. En el caso de la histeria, dicho afecto se resolvía en inervaciones
somáticas inhabituales (conversión), pero podía ser dirigido en otro sentido y
descargado por medio de la reviviscencia del suceso correspondiente durante la
hipnosis (derivación por reacción). A este procedimiento le dimos el nombre de
catarsis (limpieza, liberación del afecto represado).
  “El método catártico es el antecedente inmediato del psicoanálisis, y a pesar de
todas las ampliaciones de la experiencia y de todas las modificaciones de la teoría,
continúa hallándose contenido en ella como nódulo central. Pero no era más que un
nuevo camino para la influenciación médica de ciertas enfermedades nerviosas, y
nada hacía sospechar que pudiera llegar a ser objeto del interés general y de violenta
oposición6

En este punto termina la colaboración de Breuer y Freud y éste sigue adelante por
su cuenta.

Aportaciones de Freud a la teoría del psicoanálisis

Conversión de la catarsis en psicoanálisis.


1) Freud abandonó el hipnotismo como medio auxiliar para el análisis de los pro-
cesos psíquicos y para la terapia de los síntomas patológicos. Causas: era muy
bajo el índice de los pacientes a quienes podía hipnotizar satisfactoriamente y los
resultados terapéuticos de la Catarsis no eran definitivos y dependían en mucho
de la relación personal entre el paciente y el médico.
2) Adoptó el método de asociación libre.
...consistente en comprometer al sujeto a prescindir de toda reflexión consciente
y abandonarse en un estado de serena concentración, al curso de sus ocurrencias

6
Ibídem, pp. 102-103.

196 • Capitalismo moderno y revolución


espontáneas (involuntarias). Tales ocurrencias las debía comunicar al médico, aún
cuando en su fuero interno surgieran objeciones de peso contra tal comunicación;
por ejemplo las de tratarse de algo desagradable, nimio o impertinente...7

Freud eligió el método de asociación libre porque:


a) Consideró que en realidad todas las “ocurrencias espontáneas” del paciente
deberían estar determinadas por el material inconsciente.
b) Estimó que a través de esas “ocurrencias espontáneas”, interpretándolas, podría
llegarse hasta los traumas y motivos olvidados por el sujeto.
...Dicho material no aportaba los elementos olvidados mismos, pero sí tan claras y
abundantes alusiones a ellos, que el médico podía ya adivinarlas (reconstruirlas) con
el auxilio de ciertos complementos y determinadas interpretaciones...8

La libre asociación y el arte interpretativo lograban el mismo resultado que antes el


hipnotismo.
El método de la asociación libre aparentemente tenía la desventaja, frente al
hipnotismo, de que no llevaba directa e inmediatamente hasta los motivos olvida-
dos de los síntomas; pero en contraposición, brindaba una ventaja que lo hacía su-
perior al hipnotismo:
Se descubrió que la labor de traer a flote los motivos olvidados de los síntomas chocaba
con una resistencia muy intensa.
Esto se reflejaba claramente en las objeciones que tenía el paciente para revelar
las “ocurrencias” que surgían en su mente cuando se abandonaba libremente a sus
pensamientos.
Freud dedujo que existía un proceso anímico (ciertas fuerzas anímicas) que
pugnaban por mantener aquellos elementos patógenos en el olvido (inconscientes)
y que ese mismo proceso anímico había obrado a su tiempo poderosamente para
reprimir los impulsos anímicos originales —cuyos sustitutos eran los síntomas— y
llevarlos al inconsciente.
Se estableció así la teoría de la represión.
Síntesis de la “teoría de la represión”:
...Las impresiones y los impulsos anímicos, de los que ahora eran sustitución los
síntomas, no habían sido olvidados sin fundamento alguno o, según la tesis de Janet,
a consecuencia de una incapacidad constitucional para la síntesis, sino que habían
sufrido, por la influencia de otras fuerzas anímicas, una represión, cuyo resultado y
cuya señal eran precisamente su apartamiento y su exclusión de la memoria. Sólo a
consecuencia de esta represión se habían hecho patógenos; esto es, se habían creado,
por caminos inhabituales, una expresión como síntoma.9
Freud encontró que había un proceso dialéctico de lucha de contrarios psíquicos en
los estados patológicos.

7
Ibídem, p. 103.
8
Idem.
9
Ibídem, p. 104.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 197


Dos impulsos anímicos (o fuerzas anímicas) contrarios, uno que impele a la
realización del acto y otro a su represión, eran los factores fundamentales que entra-
ban en juego en los estados patológicos objeto de estudio.
“Como motivo de la represión, y con ellos como causa de toda enfermedad
neurótica, habíamos de considerar el conflicto entre dos grupos de tendencias aní-
micas”.
Naturaleza de las fuerzas anímicas en conflicto:
a) Los impulsos anímicos que impelen a la acción son impulsos de egoísmo y de crueldad,
que en general pueden ser considerados malos; pero, sobre todo, impulsos optativos
sexuales, muchas veces de naturaleza repulsiva o ilícita.
b) Los impulsos represivos provienen de motivos éticos y estéticos y parten regularmente
de la personalidad consciente (del yo) del paciente.

Cuando la represión no actúa en el sentido correcto o no es lo suficientemente po-


derosa, surgen los síntomas patológicos como sustituto de la actividad prohibida.
Así, pues, los síntomas patológicos eran un sustitutivo de satisfacciones prohibidas,
y la enfermedad parecía corresponder a una doma incompleta de lo inmoral que el
hombre integra.10

Freud descubrió el magno papel que desempeñan en la vida anímica los impulsos
optativos sexuales.
El estudió la evolución del instinto sexual, llegando a formular una teoría
sexual. Puntos fundamentales de dicha teoría:
a) La teoría partió de la observación de que
“...las vivencias y los conflictos de los primeros años infantiles desempeñan un
papel insospechadamente importante en la evolución del individuo y dejan tras de
sí disposiciones imborrables para la edad adulta...”11

b) Encontró después que esas vivencias y conflictos estaban relacionadas en gran


parte con una vida sexual infantil (la que hasta entonces había sido pasada por
alto por todos los investigadores)
c) Freud llegó a la conclusión de que el nódulo de toda la vida sexual infantil
se encontraba en la complicada relación afectiva del sujeto con sus padres,
el llamado complejo de Edipo; por tanto, también la raíz de toda neurosis se
encontraba en dicha relación.
d) De acuerdo con estos descubrimientos se amplió el concepto de lo sexual
para poder integrar en un todo los fenómenos de la vida sexual normal de los
adultos y las desviaciones de los perversos.

Así fue como nació el psicoanálisis a partir del estudio de las neurosis, principal-
mente de la histeria.
Síntesis que hace Freud acerca del psicoanálisis de las neurosis:

10
Idem.
11
Idem.

198 • Capitalismo moderno y revolución


...El psicoanálisis fue adueñándose paulatinamente, en este intervalo, de una
teoría que parecía procurar información suficiente sobre la génesis, el sentido y la
intención de los síntomas neuróticos y un fundamento racional para el esfuerzo
médico encaminado a la supresión de la enfermedad. Reuniré de nuevo los factores
que constituyen el contenido de tal teoría. Tales factores son: la acentuación de la
vida instintiva (afectividad), del dinamismo anímico y de la plenitud de sentido y
determinación incluso de los fenómenos psíquicos aparentemente más oscuros
y arbitrarios, la doctrina de conflicto psíquico y de la naturaleza patógena de la
represión, la concepción de los síntomas patológicos como satisfacciones sustitutivas
y el descubrimiento de la significación etiológica de la vida sexual, y muy
especialmente de los brotes infantiles de la misma. En sentido filosófico, esta teoría
tuvo que adoptar el punto de vista de que lo psíquico no coincide con lo consciente,
y que los procesos psíquicos son, en sí, inconscientes y sólo por la función de ciertos
órganos (instancias, sistemas) son hechos conscientes. Como complemento de esta
enumeración, añadiré que entre las actitudes afectivas de la infancia resaltaba la
complicada relación afectiva del sujeto infantil con sus padres, el llamado complejo
de Edipo, en el cuál se descubría, cada vez más patentemente el nódulo de todo caso
de neurosis...12

La aplicación del psicoanálisis a los procesos anímicos normales.


a) En la búsqueda de las causas de los síntomas patógenos se descubrieron pro-
cesos anímicos fundamentales que no solo explicaban la vida anímica patológica,
sino que deberían encontrarse también en la base de la vida humana anímica
normal.
...Sus resultados —del psicoanálisis— no atañían ya tan solo al sector de la vida
anímica patológica, sino también al de la función normal, para cuya comprensión
habían de ser imprescindibles.13

1) Los resultados del estudio de los procesos anímicos patológicos (el psicoanálisis)
fueron aplicados a una serie de fenómenos anímicos de las personas normales
como los actos fallidos (olvidos y equivocaciones orales y escritas, etcétera) y los
sueños.
Actos fallidos:
2) Se encontró que los actos fallidos tenían un sentido y nacían a consecuencia de la
perturbación de una intención consciente por otra, retenida y a veces directamente in-
consciente.
  Se comprobó una vez más la existencia de procesos anímicos que, no siendo cons-
cientes, son sin embargo, eficaces y se procuran una exteriorización por lo menos como
inhibiciones y modificaciones de otros actos intencionales.
Sueños:
3) En el análisis de los sueños, Freud llegó a la conclusión de que detrás del contenido
manifiesto de los mismos se escondía una idea latente.
4) La idea latente del sueño es siempre un impulso optativo (deseo), que es repre-
sentado como cumplido en el presente.
12
Ibídem, pp. 104-105.
13
Ibídem, p. 105.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 199


5) La realización del deseo no adquiere en el sueño una expresión reconocible, salvo
en los casos de los niños pequeños y cuando surge bajo la presión de necesidades
somáticas imperativas.
6) Esto es así porque la idea latente del sueño es sometida a un proceso de deforma-
ción por las fuerzas represivas del yo, las que en el sueño funcionan como censura
onírica actuando aquí más débilmente que durante la vigilia.
7) La mejor fórmula del sueño: el sueño es una satisfacción (disfrazada) de un deseo
(reprimido).
... De este modo nace el sueño manifiesto, tal como es recordado al despertar, deformado,
hasta resultar irreconocible, por las conversiones de la censura onírica; pero que el
análisis puede desenmascarar y revelar como expresión de una satisfacción o del
cumplimiento de un deseo, como una transacción entre dos grupos de tendencias
anímicas en pugna, idénticamente a como descubrimos que sucedía en el síntoma
histérico... El estudio de aquel proceso que transforma el deseo onírico latente en el
contenido manifiesto del sueño (la elaboración onírica) nos ha procurado lo mejor
que sobre la vida anímica inconsciente sabemos.
  Ahora bien: el sueño no es un síntoma patológico, sino una función de la vida
psíquica normal. Los deseos cuyo cumplimiento presenta son los mismos que en la
neurosis sucumben frente a la represión. El sueño debe la posibilidad de su génesis
simplemente a la circunstancia favorable de que durante el estado de reposo, que
paraliza la motilidad del hombre, la represión se debilita, convirtiéndose en la
censura onírica. Pero cuando la formación del sueño traspasa ciertas fronteras,
el sujeto le pone fin y despierta sobresaltado. Se demuestra, pues, que en la vida
psíquica normal existen las mismas fuerzas, y las mismas relaciones entre ellas, que
en la patología. A partir de la interpretación de los sueños, reunió el psicoanálisis una
doble significación: no era ya sólo una nueva terapia de las neurosis, sino también
una nueva psicología; aspiraba a ser tenida en cuenta, no sólo por los neurólogos,
sino por todos los hombres consagrados a las ciencias del espíritu.14

Conceptos auxiliares del psicoanálisis


A. Concepto de la libido
1’ Libido del objeto: La energía (concebida como cuantitativamente variable y mensurable)
de los instintos sexuales orientados hacia el objeto (en el sentido ampliado por la teoría
analítica).
2’ Libido del yo: energía de los instintos sexuales orientados hacia el propio sujeto (libido
Narcisista).

El estudio de las acciones recíprocas entre estas dos fuerzas ha podido explicar una
gran cantidad de procesos anímicos normales y patológicos.
Se estableció, con base en el concepto de la libido, la diferencia entre las “neu-
rosis de transferencia” y las afecciones narcisistas.
Es cierto que la teoría psicoanalítica de la libido no está aún acabada ni aclarada aún
en relación con una teoría de los instintos...15

14
Ibídem, p. 106.
15
Ibídem, p. 108.

200 • Capitalismo moderno y revolución


El principal campo de acción del psicoanálisis es la psiquiatría. Otros campos de apli-
cación del psicoanálisis:
1. Las funciones psíquicas de comunidades humanas y pueblos: psicología colectiva.
2. Las religiones: son neurosis obsesivas mitigadas por su generalidad.
3. En la “justificación” de las ideas “filosóficas” de Freud:
Si prescindimos de los impulsos internos poco conocidos, podemos decir que el
motor capital de la evolución cultural del hombre ha sido la necesidad real exterior,
que le negaba la satisfacción cómoda de sus necesidades naturales y le abandonaba
a magnos peligros. Esta negación exterior le obligó a la lucha con la realidad, lucha
cuyo desenlace fue en parte una adaptación y en parte un dominio de la misma, pero
también la colaboración y la convivencia con sus semejantes, a lo cual se enlazó ya
una renuncia a varios impulsos instintivos que no podían ser satisfechos socialmente.
Con los progresos siguientes de la cultura crecieron también las exigencias de
la represión. La civilización se basa, en general, en la renuncia de los instintos, y
cada individuo tiene que repetir personalmente en su camino, desde la infancia
a la madurez, esta evolución de la Humanidad hasta la resignación razonable. El
psicoanálisis ha mostrado que son, predominante, si no exclusivamente, impulsos
instintivos sexuales los que sucumben a esta represión cultural. Parte de ellos integra
la valiosa cualidad de poder ser desviados de sus fines más próximos y ofrece así
su energía, como tendencias “sublimadas”, a la evolución cultural. Pero otra parte
pervive en lo inconsciente en calidad de impulsos optativos insatisfechos y tiende a
lograr una satisfacción cualquiera, aunque sea deformada.16

Crítica de la teoría de Freud. Los instintos y la vida anímica

Freud considera que el hombre de la sociedad capitalista es el hombre superior, re-


sultado de toda la evolución anterior de la humanidad. La naturaleza físico-psíquica
del mismo es, para Freud, la verdadera naturaleza del hombre y sus procesos psíquicos
los procesos psíquicos normales, los que forman parte de sus características típica-
mente humanas.
El hombre por excelencia de Freud es, desde luego, el individuo de la socie-
dad capitalista, sujeto único de sus estudios psicoanalíticos; el mecanismo psíquico
de los integrantes de la sociedad capitalista es fundamentalmente igual, cualquiera
sea la clase a la que pertenecen (burguesía, pequeña burguesía o proletariado) por lo
que en la crítica de Freud seguiremos considerando como sujeto, lo mismo que él, al
hombre medio de la sociedad capitalista; sólo al final haremos algunas precisiones
acerca del funcionamiento de dicho mecanismo respecto del proletariado como clase
explotada.
El nódulo de la teoría de Freud radica en la tesis de que en el hombre de la
sociedad capitalista perviven una serie de instintos animales, principalmente de na-
turaleza sexual.

16
Ibídem, p. 110.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 201


Los instintos son tendencias internas del organismo animal surgidas en inte-
racción con el mundo exterior para obligar al individuo a realizar las funciones de
su conservación y reproducción. Dichas tendencias están en íntima e indisoluble
conexión con los diversos sentidos y con el mecanismo insatisfacción-satisfacción
a través de los cuales se asimilan los objetos que sirven a esas funciones naturales.
La necesidad natural se manifiesta a través de los sentidos internos y externos
como una sensación de insatisfacción que es elevada hasta el punto en que obliga a
la realización de una conducta determinada; una vez realizada ésta se produce en
el organismo una sensación opuesta, de satisfacción, que aplaca la excitación previa
de las sensaciones.
Los sentidos, procesos orgánicos, etcétera están en relación directa con ese
movimiento; por él están determinadas y a él sirven.
En las fases más primitivas del desarrollo biológico del hombre (cuando se
inicia la constitución de su morfología como ser humano), el individuo lleva una exis-
tencia puramente instintiva, es decir, realiza sus funciones naturales (buscar comida,
techo y pareja) bajo el impulso acuciante de la necesidad inmediata. El resorte para la
acción es la exaltación de esa necesidad hasta el punto en que obliga a la búsqueda del
satisfactor (ejemplo típico es la época del celo en los animales). La transformación
del mono en hombre implica necesariamente el nacimiento y desarrollo del pensa-
miento. Ahora el individuo reconoce el nexo existente entre el mundo y sus necesidades
elementales y actúa conscientemente para proveer a la satisfacción de las mismas. Es
evidente que en estas circunstancias los instintos sufren una transformación radical,
pues el reconocimiento consciente de las necesidades determina que aquellos dejen de
ser palanca para la acción, con lo que se anula el enardecimiento de las necesidades
respectivas; también es evidente que los procesos especiales mediante los cuales el in-
dividuo se apropia del objeto (por el hambre la comida y por la libido el sexo) siguen
existiendo, pero despojados de su carácter exacerbado, precisamente porque ahora se
provee conscientemente a la satisfacción de sus necesidades respectivas. Precisamente
las primeras formas humanas de organización tienen como objetivo fundamental garanti-
zar al individuo, a través de la comunidad, la satisfacción de sus necesidades elemen-
tales. La producción, la reproducción humana y la defensa de los individuos frente a
los ataques de otras comunidades se tornan actividades conscientes rígidamente re-
glamentadas y organizadas. Como vemos, las primeras formas de organización huma-
na se alzan sobre las ruinas de los instintos como tales y se basan en la actividad consciente
de sus integrantes. En estas sociedades encontramos que el individuo mantiene un
perfecto equilibrio entre sus sentidos, su actividad mental y su actividad productiva y
reproductiva como medios para la satisfacción de sus necesidades naturales.
El movimiento ascensional de las fuerzas productivas lleva necesariamente
a la disolución de la comunidad primitiva y al establecimiento de las sociedades
clasistas. En ellas la fuerza colectiva de trabajo se fracciona en una multitud de fuer-
zas parciales de trabajo sustantivadas hasta llegar a una completa atomización. De
la misma manera se inicia un movimiento por el cual van cobrando sustantividad,
independencia y autonomía las necesidades individuales, los procesos orgánicos co-
rrespondientes y los órganos y estructuras orgánicas que les sirven de base.

202 • Capitalismo moderno y revolución


El régimen capitalista es la etapa superior de desarrollo de las sociedades
clasistas y en donde todos estos procesos alcanzan su culminación.
El individuo queda aquí por completo separado de los medios e instrumen-
tos de producción y de vida; el lazo de unión entre sus necesidades naturales y su
satisfacción, es decir, la colectividad, ha sido totalmente destruido. En consecuencia,
para el individuo aparecen por un lado sus necesidades (las que anteriormente eran
sociales y por tanto asunto de la colectividad) y por el otro, completamente ajenos a
ellas, los medios para satisfacerlas. Se produce la más radical sustantivación, inde-
pendencia y autonomía de las necesidades.
Esta separación determina en primer lugar que ahora el individuo tome a
su cargo lo que anteriormente correspondía a la colectividad: debe representar en su
conciencia la necesidad individual, absolutizándola, y los medios para satisfacerla;
luego, efectuar la acción práctica correspondiente en oposición a las necesidades de
los demás individuos y sobre un objeto ajeno y hostil.
La necesidad se convierte en un estado sin solución de continuidad, puesto
que la separación del individuo respecto de su objeto es constante.
Las sensaciones y procesos orgánicos, que en la comunidad primitiva se ac-
tivaban en relación con una necesidad inmediata y luego retornaban a su estado de
potencia, adquieren también la característica de trabajar sin solución de continui-
dad, en ininterrumpida tensión provocada por la separación entre las necesidades
y su objeto.
El pensamiento del individuo asume ahora las tareas que anteriormente rea-
lizaba la colectividad a través de la conciencia colectiva.
El primer resultado de este proceso es el funcionamiento antinatural y an-
tihumano de las sensaciones y procesos orgánicos y psíquicos, lo que ocasiona la
degeneración de la esencia biológica del hombre.
Las necesidades individuales sustantivadas adquieren una enorme poten-
cia de desarrollo cuantitativo y cualitativo; su número y variedad crecen ilimita-
damente.
En virtud de la separación entre la necesidad y el objeto, que se hace más
decisiva conforme progresa el régimen capitalista, y del aumento ilimitado en canti-
dad y calidad de las necesidades, se restaura la exacerbación de las sensaciones y procesos
orgánicos, la que, conforme anotábamos, es la forma instintiva en que el animal es
impelido a realizar la acción vital. Vemos aquí que: (1) el régimen capitalista revive
un proceso puramente animal —lo humano lo trueca en animal— y (2) al hacerlo
resurgir lo rebaja más allá de los límites del reino animal, pues la fiera sólo exaspera
sus sentidos ante una necesidad inmediata y los pacifica al satisfacerla, mientras
que el individuo del régimen capitalista vive en un estado constante de excitación
psíquico-sensorial, la cual no es calmada sino acicateada por la satisfacción de las
necesidades inmediatas; lo animal es también desvirtuado y anulado por el régimen
capitalista. El capital hace salir al hombre de la escala zoológica.
La relación insatisfacción-satisfacción se sustantiva, transformándose, de un
medio para lograr la conservación y reproducción de los individuos, en un fin en sí
mismo que requiere de nuevas y más sofisticadas necesidades para su funcionamiento:

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 203


evoluciona hacia el mecanismo displacer-placer; éste se basa en la estimulación de las
sensaciones de insatisfacción y satisfacción: el displacer es una sensación sumamente
avivada de insatisfacción que requiere de una satisfacción magna de la misma; la nece-
sidad concreta es sólo un medio para satisfacer la necesidad abstracta de obtener placer.
En la oposición polar displacer-placer se da la inversión completa de la rela-
ción entre las sensaciones y las necesidades humanas y la apropiación del objeto. La
actividad vital del individuo se convierte en un medio para satisfacer la necesidad
absoluta de obtener placer, es decir, una sensación agrandada proveniente de todos
los órganos y procesos orgánicos.
Resumiendo: (a) en el régimen capitalista se da cima al proceso de sustanti-
vación y autonomización de las necesidades individuales; (b) en virtud de ello las
necesidades individuales cobran una fuerza inconmensurable de desarrollo; (c) este
estado de necesidad sin solución de continuidad genera una multitud de impulsos
psíquicos a la acción; (d) la antítesis psicofísica insatisfacción-satisfacción evolucio-
na hacia la forma displacer-placer; se da la completa inversión de la relación en-
tre las necesidades individuales y los procesos orgánicos que son el vehículo para
satisfacerlas: de medios se convierten en fines; (e) ese estado de necesidad mantiene
todos los procesos orgánicos de la apropiación del objeto en interminable tensión,
funcionando más allá de cualquier límite natural; la hipertrofia de las sensaciones,
característica del mecanismo displacer-placer, también mantiene todos los procesos
orgánicos correspondientes en sobre tensión y provoca su desgaste y descompo-
sición; (g) los impulsos a la acción del hombre capitalista medio no son apetitos
provenientes de una naturaleza animal que perviven en el hombre; por el contrario,
son el resultado necesario del régimen de producción capitalista que: (1) restaura
un proceso puramente animal, (2) lo hace salir de los límites del reino animal y
(3) vulnera la estructura biológica del individuo retrotrayéndola a un nivel inferior
al más bajo de la escala zoológica.
En la sociedad capitalista todo es enajenable y el hombre individual aspira
a apropiarse de todo lo que existe. Pero al mismo tiempo el orden económico sólo
permite que esa apropiación se realice dentro de ciertos límites y conforme a cier-
tas reglas. Este tipo de organización social, por un lado exalta sin límite alguno los
apetitos de sus integrantes y por otro pone barreras muy concretas a la realización de
los mismos.
Este movimiento contradictorio dentro de la sociedad capitalista es la causa
del desarrollo ilimitado de los instintos y de su represión hasta el punto en que así
conviene al capital. Ambos factores, los instintos y su represión, se suponen y se en-
gendran recíprocamente, dándose un mutuo impulso ascendente.
El pensamiento, reflejo activo de la realidad, recoge en su seno esta contradic-
ción y a la vez reobra sobre ella.
La mente humana elabora las representaciones de todos los apetitos que bro-
tan en el individuo del régimen capitalista y dicta la orden para su satisfacción; pero
al mismo tiempo forja los “principios éticos y estéticos” (reflejo de los límites que
impone el régimen económico a los apetitos que él mismo impulsa) y ordena la re-
presión de esos apetitos permitiendo su satisfacción sólo en un grado muy reducido.

204 • Capitalismo moderno y revolución


La represión de las “necesidades instintivas” provoca una exaltación de las
mismas, su reelaboración más exacerbada por el cerebro y una presión centuplica-
da sobre éste para que ordene de nuevo se provea a su satisfacción. Pero, parale-
lamente, el cerebro debe reelaborar, dándoles una potencia mayor, los “principios
éticos y estéticos” y debe ejercer un esfuerzo gigantesco para imponerlos sobre los
“instintos” previamente exaltados.
El desarrollo de los apetitos, determinado por el del régimen capitalista, sus-
cita la represión de los mismos, la que a su vez da lugar a un desarrollo mayor de
aquellos, los cuales ahora requieren una represión más grande, y así sucesivamente.
Este movimiento, generado y potenciado por el desenvolvimiento del régi-
men capitalista, tiene las siguientes consecuencias para el organismo de las personas:
  1) La sobrexcitación de las necesidades elementales pone en sobre tensión los órganos
en donde residen y los sistemas a través de los cuales se satisfacen, provocando
de esta manera su desgaste acelerado y su descomposición respecto de sus funciones
naturales. Esta sobreexcitación, a su vez, presiona antinaturalmente sobre el cerebro
para que asimile las percepciones correspondientes, las prepare, proporcione
teóricamente los medios para satisfacer las necesidades y ordene la acción co-
rrespondiente, con lo que este órgano también sufre un proceso de desgaste y
descomposición.
  2) El enconamiento de las necesidades supone una satisfacción enardecida de las mis-
mas; la relación insatisfacción-satisfacción es sustituida por la de displacer-placer.
Este tipo de satisfacción tiene los mismos efectos que la necesidad respectiva sobre
los órganos y los sistemas correspondientes al igual que sobre el cerebro.
  3) El acrecentamiento ilimitado de las necesidades individuales se realiza con base
en el funcionamiento del proceso descrito en los apartados 1 y 2, reforzándose
así los efectos nocivos sobre el organismo humano. Pero aquí hay que agregar
algo: la creación de nuevas necesidades se basa en la conversión de todos los
órganos, las funciones, los sentidos y las sensaciones del organismo humano en
fuentes de las mismas, con lo que éste se pone en sobre tensión, potenciándose
así el proceso de su desgaste y descomposición.
  4) La lucha entre las dos tendencias contradictorias (los “instintos” y su represión),
que se realiza de una manera cada vez más violenta en el cerebro, origina nece-
sariamente su desgaste acelerado, su degeneración y la descomposición de sus
mecanismos fundamentales.
  5) El resultado de esa lucha puede ser el desplazamiento del “deseo instintivo” hacia
el inconsciente y su mantenimiento en esa órbita, lo que requiere el despliegue
de una gran energía mental puesto que aquel propende a procrear una fuerza
interna cada vez mayor; esta función antinatural que realiza el cerebro deviene en
su descomposición acelerada.
  6) Puede ser que la fuerza represiva no sea lo suficientemente vigorosa y que en-
tonces el “deseo instintivo” se busque una forma sustitutiva de realizarse:
a) provocando un estado patológico en cualquier otra parte del organismo, o
b) repercutiendo directamente sobre el cerebro, produciendo la descomposición
de todos los procesos anímicos (neurosis, psicosis, etcétera).

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 205


  7) Puede ser también que la lucha se siga escenificando sin solución de continuidad,
tanto en el inconsciente como en el consciente del individuo, alternativa o simul-
táneamente, lo que, como es obvio, agrega a los efectos tradicionales la agravante
de ser un proceso constante, cotidiano, que se traduce en una vulneración más
decisiva del cerebro humano.
  8) Entre más “necesidades individuales” desarrolle el individuo, más sobrecargado
estará el cerebro de “contiendas anímicas”.
  9) Por su parte, el pensamiento se convierte también en un instrumento del proceso
al especular sobre nuevas necesidades, con lo que da un nuevo impulso al movi-
miento para llevarlo a una fase superior, cuyo resultado es la aceleración de la
descomposición del cerebro.
10) Si el resultado de la lucha entre las tendencias anímicas encontradas es la represión,
entonces los “instintos” cobrarán un gran impulso en su vida “subterránea”, con
los resultados consabidos para el organismo humano.
11) Si lo es la derrota definitiva de los “principios éticos y estéticos”, entonces la
necesidad individual encuentra en su propia satisfacción el impulso hacia
una necesidad y una satisfacción mayores, con las consecuencias conocidas para
el organismo humano.

Como vemos, el régimen capitalista determina necesariamente, a través de los procesos psí-
quicos, un proceso acelerado de desgaste, degeneración y descomposición de todos los órga-
nos, funciones, sentidos, sensaciones, etcétera del organismo humano.
Freud considera que el “hombre normal” no es aquél que tiene “apetitos”,
sino el que teniéndolos, y en proporción creciente, sabe dominarlos y los reduce a
las proporciones prescritas por la ética y la estética.
4. En la explicación de los mitos, la literatura y la psicología del artista.
Hemos visto que en una parte de la actividad mental humana está dedicada al
dominio del mundo exterior real. A esto añade el psicoanálisis que otra parte,
singularmente estimada, de la creación psíquica se halla consagrada al cumplimiento
de deseos, a la satisfacción sustitutiva de aquellos deseos reprimidos que desde los
años infantiles viven insatisfechos en el alma de cada cual...
  A estas creaciones, cuya conexión con un inconsciente inaprensible fue siempre
sospechada, pertenecen los mitos, la poesía y el arte; la labor de los psicoanalistas ha arrojado
realmente viva luz sobre los dominios de la mitología, la literatura y la psicología del artista.
  Tal ha sido principalmente la obra meritoria de Otto Rank. Se ha demostrado
que los mitos y fábulas son, como los sueños, susceptibles de interpretación: se han
seguido los intrincados caminos que conducen desde el impulso del deseo inconsciente hasta
la realización de la obra de arte; se ha aprendido a comprender la acción efectiva de la obra de
arte sobre el sujeto receptor; se ha explicado la afinidad interior del artista con el neurótico
y sus diferencias y se ha indicado la relación entre su disposición, sus vivencias casuales y
su obra. La valoración de las dotes artísticas de la obra de arte y la explicación de las
dotes artísticas son problemas ajenos al psicoanálisis. Más parece que el psicoanálisis
está en situación de decir la palabra decisiva en todos los problemas relativos a la vida
imaginativa del hombre.17
17
Idem.

206 • Capitalismo moderno y revolución


Crítica de la teoría de Freud. Los deseos y su represión

Freud señala una característica fundamental de los deseos reprimidos durante la in-
fancia: siguen viviendo dentro del sujeto adulto, aunque en una forma inconsciente, exigien-
do su satisfacción. La energía mental que consumen las dos tendencias contradictorias
(deseo y represión) se sigue gastando continuamente, aunque ahora la lucha entre
ellos se produce en el inconsciente de las personas. Es evidente que el cerebro del
hombre capitalista “normal” está sobrecargado, en su subconsciente, de una gran canti-
dad de “pares de contrarios” que consumen un enorme volumen de energía mental,
con resultados desastrosos para la estructura y funcionamiento del sistema nervio-
so. La regeneración del cerebro humano —órgano que bajo el régimen capitalista de
producción sufre una acelerada degeneración progresiva— requiere de la abolición
de esa lucha enconada entre los “pares de contrarios” anímicos, lo cual, a su vez,
supone la abolición de esos mismos “contrarios”; la “reivindicación” revolucionaria
en esta materia es: abolición de las necesidades individuales como el fundamento de la
vida social a través de su satisfacción consciente precondicionada por la colectividad.

5. En la explicación del papel del complejo de Edipo como generador de las instituciones de
la religión, el derecho, la ética y todas las formas estatales.
Pero, además, el psicoanálisis no ha descubierto, para nuestro asombro, cuán ingente
papel desempeña en la vida anímica del hombre el llamado Complejo de Edipo; esto
es, la relación afectiva del niño con sus padres. Tal asombro se mitiga cuando
averiguamos que el complejo de Edipo es la correlación psíquica de dos hechos
biológicos fundamentales: de la prolongada dependencia infantil de los hombres y
de la forma singular en que su vida sexual alcanza, entre los tres y los cinco años,
una primera culminación, pasando luego por el período de latencia y renovándose al
iniciarse la pubertad. Ulteriormente se nos reveló que en un tercer trozo, altamente
serio, de la actividad mental humana, aquel que ha creado las magnas instituciones
de la religión, del derecho, la ética y todas las formas estatales, apunta en el fondo a
facilitar al individuo el vencimiento de su complejo de Edipo y a derivar su libido,
desde sus vinculaciones infantiles a las vinculaciones sociales definitivamente
deseables. Las aplicaciones del psicoanálisis a la ciencia de las religiones y a la
sociología (Freud, Th. Reik y Opfister) que han conducido a este resultado, se hallan
aún en sus comienzos y son insuficientemente estimadas, pero es indudable que
estudios ulteriores ratificarán la exactitud de sus conclusiones.18

Crítica de la teoría de Freud

El Doctor Freud resbala aquí por una pendiente peligrosa. Nuestro psicólogo es un
Júpiter Tonante en cuando se reduce a analizar los fenómenos psíquicos del hombre de
la sociedad burguesa, pero desbarra y desciende a la categoría de un simple aficiona-
do cuando pretende extenderse hasta el estudio de las formas de pensamiento en

18
Idem.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 207


las sociedades primitivas, de las formas ideológicas como el derecho y la religión
y de las instituciones sociales como el Estado. La causa fundamental de ello es evi-
dente: Freud no tenía una concepción científica (materialista-dialéctica) del mundo; por el
contrario, todas sus ideas están impregnadas de un materialismo vulgar de la peor
especie que frecuentemente se convierte en idealismo repulsivo. Freud toma como
objeto de su estudio al hecho psíquico en sí mismo, tal como éste se da en la sociedad
burguesa; no analiza para nada la estructura económica de esa sociedad: el estado de
las fuerzas productivas que en ella se desenvuelven, las relaciones de producción
(relaciones de propiedad y formas de producción y de distribución) que le son in-
herentes ni las relaciones de clase que con base en ellas se establecen; tampoco exa-
mina la superestructura política, jurídica e ideológica que de ahí brota, ni estudia,
por tanto, la determinación específica que ejercen esa estructura y superestructura de
la sociedad sobre el contenido, la forma y el desarrollo del hecho psíquico. De ahí enton-
ces las flagrantes inversiones en las que incurre Freud: (1) considera el mecanismo
psíquico del hombre de la sociedad burguesa, que está fijado absolutamente por la
estructura económica de la misma, como el del “hombre en general”, del hombre de
todas las épocas; por eso sólo sabe decir barbaridades cuando aplica el “método psi-
coanalítico” al estudio del fenómeno psíquico en las formaciones sociales primitivas;
(2) Freud reputa a la sociedad burguesa como la forma superior de organización so-
cial, en donde florece en todo su esplendor la naturaleza humana del hombre; de ahí
que tenga al mecanismo psíquico del hombre de la sociedad burguesa como la forma
superior de la actividad mental del ser humano; encubre así el carácter específico del
fenómeno psíquico dentro de la sociedad capitalista, que consiste en que por su con-
tenido, su forma y su desarrollo es directamente un menoscabo del sistema nervioso
que se manifiesta en el desgaste acelerado, la degeneración y la descomposición del
cerebro y de los demás órganos nerviosos y en el trastrocamiento de todos los pro-
cesos psíquicos; (3) de acuerdo con Freud, la naturaleza biológica (y en consecuencia
los instintos y las necesidades) del hombre de la sociedad burguesa es la naturaleza
biológica del hombre en general, igual para los hombres de cualquier época; el único
cambio que reconoce es la represión de los instintos animales (que pasan a tener una
vida latente) por las necesidades que impone la exigencia de la vida en sociedad; la
medida del progreso social es para Freud el grado en que se han reprimido esos ins-
tintos animales y la energía así liberada se ha desviado hacia actividades superiores
(culturales, intelectuales, etcétera); con ello da de lado a la influencia decisiva que la
estructura económica capitalista ejerce sobre la constitución biológica del hombre,
la cual es tan profunda que provoca la restauración de los instintos animales, que ad-
quieren así una forma más aguda aún que en la etapa del desarrollo biológico del
hombre, la represión de esos instintos animales por ella misma exaltados, la alteración
de todos los procesos del organismo y la degeneración y descomposición de los
órganos fundamentales del ser humano, entre ellos, naturalmente, aquel en el cual
reside la capacidad intelectiva del hombre; (4) por último, y ya de plano poseído
de una euforia intelectual incontrolable, Freud se pasa abiertamente al idealismo:
considera que las formas ideológicas como el derecho y la religión y las instituciones del
Estado son producto del desarrollo de los fenómenos psíquicos, específicamente

208 • Capitalismo moderno y revolución


del complejo de Edipo. Freud fue, ni que dudarlo, un titán del pensamiento y sus gran-
des descubrimientos hicieron época provocando una verdadera revolución en la cien-
cia de la Psicología; sus finos análisis nos han permitido llegar a la esencia misma del
funcionamiento de la psique del hombre de la sociedad burguesa y, debidamente inte-
grados a la visión marxista del mundo, nos dan la clave para comprender la forma en
que el régimen capitalista de producción vulnera progresivamente el sistema nervioso
del ser humano. Es el de Freud el caso típico del hombre de ciencia que es un genio en
la rama de su especialidad, pero que más allá de ella, por falta de una concepción cien-
tífica del mundo, es un simple aficionado que cae en los absurdos más disparatados.
Pero quizá haya sido necesario que así sucediera para que la ciencia de la Psicología
tomara ese impulso grandioso que le conquistó un lugar dentro del conjunto de las
demás ciencias. Por lo demás, no debemos olvidar nunca que las posiciones filosó-
ficas de Freud eran franca y abiertamente burguesas; en todos sus trabajos justifica
y defiende el régimen capitalista de producción, declarando paladinamente que la
finalidad del psicoanálisis es la adaptación del individuo a ese sistema de producción.

EL PSICOANÁLISIS ES UNA PSICOLOGÍA DEL “ELLO”


...Si se acepta la diferenciación por mí propuesta poco ha, que divide el aparato
anímico en un yo vuelto hacia el exterior y dotado de conciencia y una ello inconsciente
dominado por sus necesidades instintivas, el psicoanálisis deberá ser considerado
como una psicología del ello (y de su acción sobre el yo). Puede, pues, procurar en
todo sector científico aportaciones complementarias de los de la psicología del yo. Si
estas aportaciones contienen con frecuencia precisamente lo más importante de un
estado de hechos, ello corresponde tan sólo a la importancia que para nuestra vida
integra el inconsciente psíquico, que tanto ha permanecido ignorado.19

2) SISTEMÁTICA

I. DEFINICIÓN DEL PSICOANÁLISIS.


Psicoanálisis es el nombre: 1º. De un método para la investigación de procesos anímicos
capaces inaccesibles de otro modo. 2º. De un método terapéutico de perturbaciones
neuróticas basado en tal investigación; 3º. De una serie de conocimientos psicológicos
así adquiridos, que van constituyendo una nueva disciplina científica.20

II. CUADRO PATOLÓGICO DE LA ENFERMA ATENDIDA POR BREUER Y TERA-


PÉUTICA EMPLEADA.
El cuadro patológico se componía de parálisis motoras, inhibiciones y trastornos de
conciencia... empleó con ella el hipnotismo, y comprobó que una vez que la sujeto
comunicaba durante la hipnosis los afectos y las ideas que la dominaban volvía al
estado psíquico normal. Por medio de la repetición consecuente del mismo trabajoso
procedimiento, consiguió libertarla de todas sus inhibiciones y parálisis...21
19
Ibídem, p. 111.
20
Idem.
21
Idem.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 209


III. RESULTADOS DE LAS INVESTIGACIONES DE BREUER Y FREUD.
...En aquellas nuestras hipótesis apareció desde un principio, en primer término,
el factor afectivo: los síntomas histéricos deberían su génesis al hecho de que un
proceso psíquico cargado de intenso afecto viera impedida en algún modo su
descarga por el camino normal conducente a la conciencia y hasta la motilidad, a
consecuencia de lo cual el afecto así represado tomaba caminos indebidos y hallaba
una derivación en la innervación somática (conversión). A las ocasiones en las que
nacían tales representaciones patógenas les dimos Breuer y yo el nombre de traumas
psíquicos, y como pertenecían muchas veces a tiempos muy pretéritos, pudimos decir
que los histéricos sufrían predominantemente reminiscencias. La catarsis era entonces
llevada a cabo en el tratamiento por medio de la apertura del camino conducente a la
conciencia y a la descarga normal del afecto. La hipótesis de la existencia de procesos
psíquicos inconscientes era, como se ve, parte imprescindible de nuestra teoría...22

IV. DIFERENCIAS ENTRE BREUER, FREUD Y JANET.


Breuer suponía que las representaciones patógenas ejercían acción traumática
porque habían nacido en estados hipnoides, en los cuales la función anímica sucumbe
a ciertas restricciones. En cambio, yo rechazaba tal explicación, y creía reconocer que
una representación se hace patógena cuando su contenido repugna a las tendencias
dominantes, provocando así la defensa del individuo (Janet había atribuido a los
histéricos una incapacidad constitucional para la síntesis de sus contenidos psíquicos)...23

V. RENUNCIA A LA HIPNOSIS. LA ASOCIACIÓN LIBRE. LA REGLA TÉCNICA


FUNDAMENTAL. EL PSICOANÁLISIS COMO ARTE DE INTERPRETACIÓN.
(Ver páginas anteriores)
VI. LA INTERPRETACIÓN DE LOS ACTOS FALLIDOS Y CASUALES.
1) A través del psicoanálisis se demostró que “...ciertos actos psíquicos muy fre-
cuentes de los hombres normales, actos para los cuales no se había hallado aún
explicación psíquica ninguna, debían equipararse a los síntomas de los neuróticos,
entrañando, como ellos, un sentido ignorado por el sujeto mismo, pero que podía
ser descubierto sin gran trabajo por la labor analítica...”24
2) diversas especies de dichos actos: “...el olvido temporal de palabras y nombres
perfectamente conocidos; el olvido de propósitos; las equivocaciones, tan fre-
cuentes, en el discurso, la lectura y la escritura; la pérdida y el extravío temporal
de objetos; ciertos errores; los accidentes aparentemente casuales, y, por último,
ciertos tics o movimientos habituales hechos como sin intención y por juego, y
las melodías que se tararean sin pensar, etcétera...”25
3) El psicoanálisis mostró todo esto “...como rigurosamente determinado y recono-
cido como manifestación de intenciones retenidas de la persona o como conse-
cuencia de la interferencia de dos intenciones, una de las cuales era permanente
o momentáneamente inconsciente...”26
22
Idem.
23
Idem.
24
Ibídem, p. 114.
25
Idem.
26
Idem.

210 • Capitalismo moderno y revolución


4) resultados de esta ampliación del campo de acción del psicoanálisis:
...El perímetro de la determinación psíquica quedó así insospechadamente ampliado
y disminuido el abismo supuesto sobre el suceder psíquico normal y el patológico..
En muchos casos se logró fácil atisbo en el dinamismo de las fuerzas psíquicas
que habíamos de suponer detrás de tales fenómenos. por último, logramos así un
material apropiado como ninguno otro para aceptar la existencia de actos psíquicos
inconscientes, incluso aquellos para quienes la hipótesis de un sistema psíquico
inconsciente resultaba algo inaceptable y absurdo...27

Crítica de la teoría de Freud. Los actos fallidos y casuales

Esto nos revela de qué manera los “pares de contrarios” psíquicos se encuentran
en un estado de constante tensión, en lucha continua, consumiendo cantidades gi-
gantescas de energía psíquica mientras permanecen en el inconsciente del individuo; la
fuerza de los deseos reprimidos se manifiesta en la vida cotidiana como la tendencia
hacia su exteriorización; irrumpen en la vida consciente bajo la forma de equivoca-
ciones, olvidos, errores, tics, etcétera, aparentemente casuales. En el inconsciente
del hombre normal se produce una lucha tremenda, destructora del sistema nervioso
en general, entre cada uno de una multitud de pares de contrarios psíquicos, cuya
cantidad aumenta conforme es más rica la vida anímica del individuo, vale decir, en
tanto más desarrollada se encuentra la sociedad burguesa. No sólo se trata aquí de
los deseos reprimidos desde las épocas de la infancia y la pubertad, sino de todos y
cada uno de la enorme multitud de “deseos insatisfechos” (reprimidos) que la pro-
pia sociedad burguesa genera durante la vida diaria del individuo “normal”; como el ser
humano es en la sociedad burguesa un ser individualizado al máximo, entonces toda
su actividad debe darse a través de la concepción de propósitos (deseos) que chocan
con la actividad de los demás individuos, por lo que son necesariamente moderados
hasta el punto en que las relaciones de poder existentes lo imponen. Esta cotidiana
contienda de opuestos, como de suyo se comprende, recarga de trabajo al sistema
nervioso del individuo y da lugar a su degeneración progresiva. Es propio de la
estulticia burguesa considerar esta actividad psíquica característica del hombre de
la sociedad burguesa como la actividad psíquica típicamente humana, precisamente
porque considera al hombre burgués como el tipo humano por excelencia. Es evi-
dente que el prejuicio burgués confunde aquí la forma con el contenido: en cualquier
tipo de sociedad el hombre habrá de representar sus necesidades como propósito
de su actividad, pero sólo en la sociedad burguesa esos propósitos chocarán con la
realidad provocando la represión. Y esto es así necesariamente ahí en donde las ne-
cesidades son llevadas más allá de sus límites naturales y en donde la satisfacción in-
cluso de las necesidades elementales es dejada a cargo del individuo como tal, quien
debe entrar en competencia con los demás individuos para lograrlo. En la sociedad
comunista debe desaparecer esta cotidiana “lucha de contrarios” al ser reducidas las

27
Idem.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 211


necesidades a sus límites naturales (humanos) y al organizar su satisfacción precon-
dicionada por la sociedad, al contrario de la reivindicación pequeño burguesa que
exige la estimulación de las necesidades individuales. Como una acotación margi-
nal, diremos aquí lo siguiente: el propósito declarado del psicoanálisis es mantener
los “deseos reprimidos” dentro de los límites de lo “normal”, es decir, sin que se
manifiesten en neurosis, psicosis, etcétera; esto quiere decir que para ello los princi-
pios “éticos y estéticos” introyectados al individuo por la sociedad burguesa deben
adquirir una fuerza enorme, lo que supone el empleo de cantidades gigantescas de
energía psíquica, con el desgaste y degeneración correspondientes del sistema ner-
vioso. O sea, que la situación que el psicoanálisis considera “normal” es aquella en
la cual se vulnera más decisivamente el aparato anímico del hombre. Por otro lado,
no olvidemos que a cada refrenamiento de los deseos corresponde, necesariamente,
una exasperación de los mismos con una mayor intensidad. Una nueva teoría —pro-
veniente de los intelectuales de la pequeña burguesía urbana— postula un tipo de
sociedad —no comunista— en donde se deje libre el campo a las necesidades instintivas
de los individuos. Esa teoría es el marcusianismo. Aparte de que una situación tal
generaría por sí sola su contrario, o sea, la represión, sus efectos sobre el sistema
nervioso del ser humano serían idénticos, cuando no superiores a los mecanismos
anteriormente descritos. El principio del placer sería la base inexcusable de una tal
sociedad: el hombre tendría que especular constantemente acerca de nuevas nece-
sidades y nuevos satisfactores cada vez más refinados para halagar aquel principio
que se desarrollaría desmesuradamente; el placer es representado necesariamente
en el cerebro, por lo cual, al convertirse en una situación sin solución de continuidad
de intensidad creciente, presionaría grandemente sobre este órgano; la exigencia de
un placer de intensidad cada vez mayor obligaría al cerebro a accionar enérgicamen-
te sobre los demás componentes del sistema nervioso para que extremaran su fun-
cionamiento; por último, cada nivel de satisfacción placentera alcanzado embotaría
a fin de cuentas la capacidad receptiva del cerebro, por lo que sería necesario iniciar
de nuevo el ciclo con un impulso a las necesidades, un aumento de la intensidad del
placer, etcétera; el resultado de todo esto sería, evidentemente, un desgaste y dege-
neración progresivos del sistema nervioso humano. Desde luego que una situación
permanente de este tipo no sería posible de ningún modo, pues estructurada nece-
sariamente en torno a una forma cualquiera de producción capitalista (y no es otra
cosa lo que proponen los marcusianos en su fórmula del “socialismo humanista”)
provocaría ineluctablemente la correspondiente limitación necesaria para evitar el
caos del sistema. Esto no excluye que una situación de esta naturaleza tenga una
vigencia transitoria, más o menos larga, dentro de los límites mismos de la sociedad
burguesa; o que, como en las modernas “sociedades de consumo”, se “liberen” algu-
nas formas de manifestación del instinto sexual, descargando al inconsciente de la tarea
de su represión, pero transfiriendo a la vida consciente del individuo —dominada
por todos los mecanismos represores directos del sistema— el trabajo agotador de
realizarlas prácticamente. Estas manifestaciones del instinto sexual, que son libera-
das de su cautividad en el inconsciente y postuladas como legítimas y que pasan a
ocupar el proscenio de la vida anímica, son aquellas referentes a la promiscuidad

212 • Capitalismo moderno y revolución


sexual, al homosexualismo, a la realización pública y masiva de la actividad sexual,
etcétera; esa liberación fue necesaria para el desarrollo venturoso de la “sociedad de
consumo”, pues ella requería, para promover el consumo masivo, de la liberación
de una enorme energía libidinal que hasta entonces había permanecido reprimida en el
inconsciente y que a lo sumo se manifestaba en las formas subterráneas de la prosti-
tución, etcétera. Una vez logrado su objetivo, vuelven a funcionar los elementos res-
trictores de la sociedad para encaminar esa energía libidinal liberada del inconsciente
hacia los propósitos del régimen burgués (integración al aparato productivo y de
consumo masivo), conteniendo de nuevo, en aras de la familia y la propiedad pri-
vada burguesas, aquellas manifestaciones del instinto sexual previamente liberadas
que adquieren otra vez su carácter inconsciente y buscan un desarrollo subterráneo.

VII. LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS.


La aplicación de la técnica de la asociación libre a los sueños abrió un nuevo acceso
a los abismos de la vida psíquica.
Lo más y mejor que de los procesos desarrollados en los estratos psíquicos
sabemos nos ha sido descubierto por la interpretación de los sueños.
Análisis de los sueños:
1) Elementos de los sueños:
a) El sueño recordado o contenido onírico manifiesto.
b) Las ideas oníricas latentes que son descubiertas por medio de la interpretación
y
c) El proceso por el cual estas últimas se transforman en el primero se llama
elaboración del sueño.
2) Su elaboración: las ideas latentes (que son llamadas también restos diurnos por su
relación con la vida despierta) son condensadas de un modo singular, deformadas
por medio del desplazamiento de intensidades psíquicas y dispuestas para su
representación en imágenes visuales; por último, son sometidas a una elaboración
secundaria que intenta dar al producto algo como sentido y coherencia.
3) Teoría dinámica de la producción de los sueños.
a) Fuerza motriz del sueño: no son las ideas latentes o restos diurnos, sino una
tendencia inconsciente, reprimida durante el día, con la que pudieron enla-
zarse los restos diurnos y que se procura, con el material de las ideas latentes,
el cumplimiento de un deseo.
b) Por lo tanto, el sueño es cumplimiento de un deseo.
c) La deformación de las ideas latentes en la elaboración del sueño nos demuestra
que existe una censura onírica y que esta es una manifestación de las mismas
fuerzas psíquicas que durante el día había reprimido el impulso optativo
consciente.
4) Fondo común de los fenómenos psíquicos normales y de los anormales.
...la labor analítica ha mostrado que el dinamismo de la producción onírica es el
mismo que actúa en la producción de síntomas. Aquí como allí descubrimos una
pugna entre dos tendencias, una inconsciente, reprimida por lo demás, que tiende
a lograr satisfacción —cumplimiento de deseos—, y otra repelente y represora,

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 213


perteneciente probablemente al yo; y como resultado de este conflicto hallamos un
producto transaccional —el sueño—, el síntoma en el cual han encontrado ambas
tendencias una expresión incompleta. La importancia teórica de esta coincidencia
es evidente. Como el sueño no es un fenómeno patológico, tal coincidencia nos
prueba que los mecanismos psíquicos que generan los síntomas patológicos están ya
dados en la vida psíquica normal, que la misma normatividad abarca lo normal y lo
anormal y que los resultados de la investigación de los neuróticos y de los dementes
no pueden ser indiferentes para la comprensión de la psique normal.28

Crítica de la teoría de Freud. La teoría de los sueños


El psicoanálisis nos aporta una prueba más de cómo el régimen capitalista de pro-
ducción vulnera decisivamente el sistema nervioso de los individuos. El período
de sueño es la parte de la vida diaria del hombre durante la cual, teóricamente (es
decir, de acuerdo con su conformación biológica), debe poner en reposo todos sus
órganos y procesos fundamentales con el fin de recobrar la energía perdida durante
el resto del día. Pero resulta que el cerebro del hombre continúa, aún en ese estado,
trabajando a marchas forzadas, elaborando sueños que sirvan, como los síntomas en
los estados psíquicos patológicos, de satisfacciones sustitutivas de los deseos repri-
midos. El aparato psíquico del hombre se encuentra, durante el período del sueño,
sobrecargado por el trabajo que supone mantener en estado latente los pares de
contrarios que de otra manera asaltarían la conciencia del individuo interrumpiendo
su reposo, por la energía que requiere el mantener en equilibrio las fuerzas de esos
opuestos y por la que se emplea en la preparación de los sueños cuando la potencia
de aquellos es tal que debe buscarse una transacción entre sus tendencias opuestas a
través de la satisfacción ideal del deseo reprimido. Como vemos, el estado de “repo-
so” es el que representa una mayor actividad para el cerebro, con lo que el desgaste
y la degeneración del sistema nervioso se extienden a todos los momentos de la vida
del hombre, se convierte en un proceso perenne. El exceso de trabajo con que se recarga
el cerebro durante la producción de los sueños lo comprenderemos mejor si toma-
mos en cuenta que éste debe: (a) condensar las ideas latentes, (b) deformarlas, (c) darles
la forma de imágenes visuales y (d) infundir una cierta coherencia a este resultado. Los
sueños nos demuestran una vez más la existencia de una borrascosa vida incons-
ciente en la que se escenifican luchas violentas entre poderosas fuerzas contrapues-
tas que no dejan de actuar, sino que más bien adquieren un nuevo impulso, durante
el período del descanso nocturno (sueño). Para el apologista del régimen burgués, el
estado del sueño con las características aquí descritas es un estado “normal” del ser
humano. Y así lo es en realidad, pero sólo en relación con las necesidades de explo-
tación del régimen capitalista de producción. La estulticia del psicoanalista burgués lo
hace ver en los sueños una sabia previsión de la naturaleza que así permite que el
cerebro se descargue de las tensiones acumuladas durante el día. En relación con la
constitución física y psíquica del hombre tal y como ésta se presenta como resultado
de su desarrollo biológico, el sueño es, en la sociedad burguesa, un estado patológi-

28
Ibídem, p. 115.

214 • Capitalismo moderno y revolución


co que se caracteriza por el funcionamiento excesivo del sistema nervioso y que se
traduce en un desgaste y descomposición acelerada del mismo, todo lo cual tiene
su causa en el régimen capitalista de producción, que sólo sabe existir devastando
todos los órganos y procesos fundamentales del organismo humano, llevando a la
ruina, en unas cuantas decenas de años, lo que es el resultado de millones de años de
labor paciente de la naturaleza. En la sociedad comunista deberá desaparecer toda
esa actividad psíquica desplegada durante el período del sueño (deberán desapare-
cer también, desde luego, los sueños) y recobrar este estado su verdadero papel de
restaurador de las energías gastadas durante la vigilia.

VIII. LA SIGNIFICACIÓN ETIOLOGÍCA DE LA VIDA SEXUAL.


1) Al continuar la investigación de los sucesos traumáticos de los que parecían
derivarse los síntomas histéricos, aplicando el método de asociación libre, se
descubrió que en la raíz de toda producción de síntomas existían impresiones traumáticas
procedentes de la vida sexual más temprana.
  El trauma sexual sustituyó al trauma trivial, y éste último debía su significación
etiológica a su relación simbólica o asociativa con el primero y precedente.
  Se dedujo entonces que las neurosis eran, en general, manifestaciones de pertur-
baciones de la vida sexual: las llamadas neurosis actuales (neurastenia y neurosis
de angustia, las que eran causadas por abusos actuales en la vida sexual y curadas
con sólo la evitación de los mismos), la manifestación (químicamente facilitada) de
daños presentes, y las psiconeurosis, la manifestación (psíquicamente elaborada) de
daños muy pretéritos de la función sexual.
  La sexualidad infantil. El psicoanálisis descubrió la existencia de la sexualidad in-
fantil, encontrando que la función sexual del niño coincidía casi con el principio
de su vida extrauterina. Hasta entonces esto había pasado desapercibido.
La sexualidad infantil mostraba en algunos aspectos un cuadro distinto al de los
adultos y sorprendía por integrar numerosos rasgos de aquello que en los adultos es
calificado de perversión. Hubo necesidad de ampliar el concepto de lo sexual hasta
hacerle abarcar más que la tendencia a la unión de los dos sexos en el acto sexual o
a la provocación de determinadas sensaciones de placer en los genitales. Pero esta
ampliación quedaba recompensada por la posibilidad de comprender unitariamente
la sexualidad infantil, la normal y la perversa.29

3) La evolución de la libido. Al descubrir la existencia de la sexualidad infantil, el


psicoanálisis pudo integrar toda una teoría de la evolución de la libido, cuyos
puntos fundamentales son los siguientes:

a) El instinto sexual —la libido—, está integrado por una serie de instintos
parciales.
b) Esos instintos parciales tienen primero una existencia independiente y sólo
posteriormente, de una forma paulatina, van uniéndose para formar deter-
minadas organizaciones.

29
Ibídem, p. 116.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 215


c) El instinto sexual ya integrado puede a su vez descomponerse en los instintos
parciales que lo forman.
d) Las fuentes de los instintos parciales son los órganos somáticos, especialmente
los de las zonas erógenas.
e) Pero no sólo esos órganos y zonas, sino todos los procesos funcionales im-
portantes del soma procuran también aportaciones a la libido.
f) Los instintos parciales se procuran primeramente una satisfacción independiente.
Sólo después se sintetizan y se centran.
g) Fases de desarrollo de la libido a través del desarrollo de los instintos parciales:
a’ Fase oral. En ella el interés primordial del niño de pecho es la zona bucal.
b’ Fase sádico-anal. En ella resaltan especialmente el instinto parcial del sadismo
y la zona anal.
c’ Ultima fase: la genital. En ella se realiza la síntesis de la mayoría de los
instintos parciales bajo la primacía de las zonas genitales.
h) Cuando la evolución de alguno de los instintos se detiene en una de sus
fases primitivas, entonces se produce una fijación de la libido, que da una
materia prima inapreciable como disposiciones a ulteriores transgresiones
de las tendencias reprimidas y que integran una determinada relación con
el desarrollo ulterior de las neurosis y perversiones.
i) Todos los instintos pasan por una fase de intensa satisfacción auto erótica.
j) No todos los instintos parciales son igualmente utilizables para la organiza-
ción genital; algunos de ellos (por ejemplo, los anales), son dados de lado,
reprimidos o sufren complicadas transformaciones.
k) Entre los 2 y los 5 años, los instintos parciales del niño se unen en una sínte-
sis superior, en torno a tendencias claramente sexuales cuyo objeto es, en el
varón, la madre. Surge así el complejo de Edipo.
l) El complejo de Edipo está constituido además de la elección de objeto que
recae en la madre, por una actitud de rivalidad y hostilidad hacia el padre.
m) El complejo de Edipo entraña una gran importancia para la estructuración
definitiva de la vida erótica. El hombre normal vence el complejo de Edipo;
el neurótico permanece constantemente vinculado a él.
n) Después del período de sexualidad infantil sobreviene un período de latencia
durante la cual son establecidas las restricciones éticas como dispositivos
protectores contra los impulsos optativos del complejo de Edipo.
ñ) Después del período de latencia, en el período de la pubertad se desarrollan
los instintos sexuales hasta su plena intensidad.
...Pero tanto la dirección de esta evolución como todas las disposiciones a ella
inherentes están ya determinadas por la anterior floración temprana infantil de la
sexualidad. Esta evolución en dos fases, interrumpida por el período de latencia
de la función sexual, parece ser una peculiaridad biológica de la especie humana y
contener la condición de la génesis de la neurosis...30

30
Ibídem, p. 117.

216 • Capitalismo moderno y revolución


Crítica de la teoría sexual de Freud. La teoría sexual
Lo que Freud llama instintos parciales de la sexualidad, que nacen y se forman durante
la niñez del individuo, no son, en esencia, sino los mecanismos fisiológicos y psí-
quicos a través de los cuales maduran y se hacen conscientes las necesidades fisio-
lógicas fundamentales y su satisfacción. Pero el funcionamiento de este mecanismo
adquiere formas específicas, derivadas de la organización del régimen económico,
que actúan sobre la naturaleza biológica de ese mecanismo, modificándola.
Como ya lo hemos señalado repetidamente, la base fundamental del régimen
capitalista es el ser humano individualizado. El individuo actúa sobre el mundo
exterior tomándolo como objeto de sus necesidades y se representa a éstas como
el motor de su actividad. Con ello, da lugar al crecimiento hipertrofiado de las ne-
cesidades individuales, a la desmedida exasperación de las sensaciones y procesos
psíquicos a ellas y a su satisfacción asociadas y a su represión hasta los niveles pres-
critos por el régimen capitalista. Toda esta situación se traduce necesariamente en el
desgaste, degeneración y descomposición de los órganos y funciones orgánicas, esto
es, en la anulación de la naturaleza biológica del hombre.
Este proceso de individualización principia desde que el ser humano viene al
mundo; la familia es el lugar en donde comienza.
En el seno de la familia, por tanto;
a) se inicia la “educación” del niño que tiene como finalidad llevarlo a ser un
individuo en toda la extensión de la palabra; los padres, y en general la familia,
se convierten en los agentes más poderosos para, desde esta temprana edad,
matar en germen la naturaleza esencial del ser humano y conducirlo de la
mano por el camino de su degeneración y deshumanización;
b) las necesidades fisiológicas fundamentales se ven sujetas de inmediato a lo
siguiente:
— la educación para su satisfacción (1) está a cargo de individuos y (2) tiene
como propósito establecer la individualización del ser humano;
— de ahí que deban ser sometidas al movimiento ya estudiado: (1) exacerbación
de las necesidades y de su satisfacción, (2) establecimiento del mecanismo
displacer-placer y (3) represión;
— la sensualidad del infante se desgaja de su función natural (o sea, de su
papel de medios para lograr la satisfacción consciente de las necesidades
fisiológicas) y se convierte en un fin en sí misma.

Para que la familia burguesa pueda realizar cabalmente la tarea que la sociedad le ha
encomendado, los hijos les son entregados en propiedad privada.
Nos encontramos aquí con que el ser humano, en cuanto viene al mundo, se
ve sometido a la acción destructiva que el régimen capitalista ejerce a través de la
familia al subvertir necesariamente las funciones fundamentales del organismo del
infante, convirtiéndolas de funciones naturales en fuentes de placer, iniciándose así
desde esa temprana época el proceso de desgaste antinatural, degeneración y descompo-
sición de los órganos y procesos fundamentales del ser humano.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 217


En una sociedad humanizada, en el comunismo, la propiedad privada sobre
los medios e instrumentos de producción y sobre los hijos habrá sido abolida. La
educación para la satisfacción de las necesidades fisiológicas fundamentales estará
en manos de la sociedad, la cual dará la justa medida a la sensualidad del indivi-
duo como medio para la satisfacción natural-humana de aquellos; los hijos habrán
sido rescatados de la tiranía, el capricho, la ignorancia, los prejuicios y la pretendida
“cientificidad” de los padres y de esos antros repugnantes, en donde toda inmorali-
dad tiene su asiento, que son los hogares.
El infante aprende pronto a manejar sus sensaciones independientemente de su
función natural, organizándolas en torno a la excitación de los genitales; se abre una
etapa, entre los 3 y los 5 años, de intensa autosatisfacción a través de la masturba-
ción. Inmediatamente entra en funciones la represión por los padres de esta actividad
infantil hasta lograr reducir la sensibilidad del niño a los límites naturales. Durante
esa fase de exaltación desorbitada de su sensibilidad, el niño empieza a relacionar
su placer con la fuente de la cual provienen la estimulación y la satisfacción de sus
necesidades, es decir, con sus padres, estableciéndolos como objeto de su actividad
libidinal, fenómeno que impone su impronta a toda la vida emotiva del niño. Se
desarrolla así lo que Freud llama complejo de Edipo, el cual se rige por leyes distin-
tas, derivadas de las relaciones que se establecen dentro del matrimonio entre los
dos sexos, según que el niño sea varón o hembra. Se produce lo que se denomina
“enamoramiento” del niño respecto del padre del cual proviene, presuntamente,
la satisfacción de las necesidades y las sensaciones placenteras correspondientes y
en contrapartida se genera una animadversión en contra de aquel a quien se consi-
dera el obstáculo a aquella satisfacción. Debemos dejar suficientemente claro que
ese “enamoramiento” del infante, que tiene como núcleo la obtención de placer a
través de la manipulación de sus genitales y la representación de la figura de la
persona amada, no está relacionada en forma alguna con la actividad reproductiva;
es decir, que el infante no concibe al objeto de su amor en relación con el acto sexual.
Esto no excluye, desde luego, lo que es un elemento importantísimo e inseparable
del complejo de Edipo; cierto tipo de escarceos entre padres e hijos que se encubren
tras el manto de un casto amor filial, pero que son en esencia un avivamiento de las
sensaciones de los infantes buscada conscientemente por ellos mismos. Ya veíamos
cómo la trasposición de los mecanismos a través de los cuáles se desenvuelven las
funciones fisiológicas de los niños y la sensibilidad infantil tenía su origen en la es-
tructura de la familia y ésta a su vez en la forma de organización social, es decir, en
el capitalismo. Sobre esta base, es absolutamente necesario que surja el complejo de
Edipo como resultado del desenvolvimiento del infante dentro de los marcos de la
familia de la sociedad capitalista. En la sociedad comunista, en donde la educación
infantil será una función colectiva que se sustentará en firmes bases científicas y
desaparecerá el hogar de la familia individual típica del capitalismo, no habrá la más
mínima posibilidad de que se den situaciones tan escandalosas y bochornosas como
el complejo de Edipo. Sólo quienes, como Freud, conciben la forma de organización
social existente como la fase superior y perfecta de la sociedad y, en consecuencia, a
la familia individual como la forma superior de convivencia de los seres humanos,

218 • Capitalismo moderno y revolución


sólo ellos pueden considerar, contra todo sentido común, a este primitivo desarrollo
de la sensualidad humana y al complejo de Edipo como características biológicas de la
especie y no, como lo que son, manifestaciones de las modificaciones a que son sometidas
las características biológicas de la especie por el régimen de explotación capitalista. Hemos
dicho que al llegar la sensualidad infantil a su fase superior, es decir, al punto en
el cual se establece la autosatisfacción a través de la manipulación de los genitales,
esta actividad es refrenada por los padres; de igual manera se ejerce una represión
de ambas hacia una zona especial de la psiquis del niño que queda fuera de la con-
ciencia del sujeto. Se estructura así, de una manera firme y definitiva, el inconsciente,
que había empezado a formarse ya en la fase anterior. Ya tuvimos oportunidad de
investigar a qué resultados conduce esta disociación de la vida psíquica del hombre
y aquí solo diremos que la vulneración del cerebro y del sistema nervioso que se
deriva del apaciguamiento de los “instintos” previamente exaltados por el propio
régimen de producción empieza en una época muy temprana de la vida del hombre
y se prolonga hasta el fin de la misma, con lo que se comprueba que el capitalismo
condena a los individuos a vivir postrados en una situación interminable de enfer-
medad. Agreguemos también que desde esta época se va modelando al niño como
un ser individual, por lo que su vida anímica cotidiana se desenvuelve a través de
la lucha devastadora de contrarios psíquicos, muchos de los cuales van pasando al
inconsciente, en donde se mantienen por toda la vida merced a un proceso de sedi-
mentación; desde este otro punto se dañan también el cerebro y el sistema nervioso
en la forma en que vimos en páginas anteriores.
En resumen, en el régimen capitalista de producción, durante la infancia de
los individuos, se da un proceso por el cual se desarrollan sus sensaciones mucho
más allá de las funciones naturales que les corresponden, convirtiéndose en fines
en sí mismos, se estructura una primitiva relación entre esas sensaciones excitadas
y un objeto exterior, en este caso uno de los progenitores, y se genera una primitiva
tendencia a la conversión de todos los órganos y procesos funcionales en fuentes de
sensaciones placenteras, con independencia e incluso en oposición a sus funciones
naturales. Estos procesos no son, como asegura Freud, una primitiva manifestación
del instinto de reproducción, sino una degeneración de las funciones del ser humano
impuesta por el régimen de explotación capitalista.
Reprimidas estas degeneraciones, pasan al inconsciente, en donde se mantie-
nen en un estado de latencia por varios años, hasta que son reavivados en la forma
que pasamos a exponer.
La necesidad sexual —es decir, la verdadera función reproductiva del ser huma-
no— empieza a manifestarse en el individuo entre los 12 y 14 años. La naturaleza
de esta necesidad es, en lo fundamental, idéntica a la de las necesidades fisiológicas de
la época infantil; se exterioriza como un tipo determinado de sensaciones proceden-
tes de la zona genital que exigen la realización de un acto que proporciona otro tipo
de sensaciones con las que se anuncia que la función sexual ha quedado concluida.
Este sencillo mecanismo biológico, producto de toda la evolución anterior de la es-
pecie humana y que aparece ya plenamente organizado durante la comunidad pri-
mitiva, sufre importantes transformaciones provocadas por la sociedad capitalista,

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 219


conforme a las cuales se intensifican las sensaciones genitales de insatisfacción y
satisfacción convirtiéndose en sensaciones de displacer y placer que se sustantivan de
su función natural, adquiriendo el carácter de fines en sí mismas, con lo que se recarga
el trabajo de los centros nerviosos respectivos y del cerebro y se integran a la satis-
facción sexual una amplia gama de sensaciones placenteras procedentes de otros
órganos y funciones distintas de los de la reproducción, los cuales también se ven
abrumados de trabajo mucho más allá de sus límites naturales.
En la sociedad capitalista el ser humano se encuentra separado de los medios
e instrumentos de producción y de sus condiciones de trabajo y de vida. La necesi-
dad sexual también tiene su objeto artificialmente separado de sí.
Esto trae como consecuencia que el individuo adolescente, cuando maduran
sus órganos sexuales, se encuentre en un estado constante de insatisfacción sexual,
lo que se traduce en la irritación de las sensaciones correspondientes hasta hacerlas
desembocar en un estado constante de displacer.
La sociedad pone límites muy rígidos a través de la familia, etcétera, a la satis-
facción, por medio del acto sexual, de esa necesidad aguda del adolescente.
La vehemente necesidad sexual encuentra una satisfacción sustitutiva en el auto-
erotismo. La satisfacción es plenamente una sensación regida por el principio del placer.
La vigorosa necesidad sexual del adolescente revive e incorpora todos los
procesos placenteros desarrollados durante la niñez.
Esta eclosión de la sensualidad del adolescente gira totalmente en torno al
principio del placer; la necesidad sexual nace directamente como un placer; las sen-
saciones adscritas a la sexualidad se sustantivan y cobran vida propia, desvincula-
das por completo de su función natural de reproducción humana, y ya sustantivadas
integran en su torno a casi la totalidad de las sensaciones orgánicas, convirtiendo de
hecho a todo el organismo en un órgano sexual.
La agudización de las sensaciones originalmente vinculadas a la función re-
productiva, su conversión al principio del placer y la sustantivación de éste trans-
formándolo en un sujeto con vida propia, ajeno por completo a la función de la que
proviene y que incluso somete a su dominio a todos los demás procesos orgánicos,
trae consigo necesariamente una absoluta indeterminación del órgano y del objeto sexual.
Ese monstruoso órgano sexual que es el organismo del adolescente exige im-
periosamente satisfacciones placenteras; y tiende, por tanto, a conseguirlo en la for-
ma que sea.
En esta etapa de la vida del individuo de la sociedad capitalista se fomentan,
junto con la tendencia a la satisfacción de la necesidad sexual a través de la cópula
“normal”, todas las poderosas tendencias hacia el incesto, la homosexualidad y todo
tipo de desviaciones sexuales.
La represión social-familiar actúa de nuevo con mayor fuerza para encauzar
la actividad del adolescente por el camino “correcto”. De pasada diremos que la res-
tricción actúa, tal y como ya lo sabemos, enviando hacia el inconsciente todo lo que
considera anormal (incesto, homosexualidad, desviaciones, etcétera); desde aquí,
todas estas fuerzas, que tienen su fuente de vida en el mismo régimen capitalista,
actúan ejerciendo presión sobre la conciencia para obtener su realización.

220 • Capitalismo moderno y revolución


La represión logra desterrar de la conciencia al inconsciente las fuerzas que
impelen hacia la actividad sexual indiscriminada en todos los sentidos; enfila por
tanto la actividad del individuo a la satisfacción de la necesidad sexual a través de
la cópula con un individuo del sexo opuesto que no pertenece al primer círculo de la
familia consanguínea y después de cumplir con los requisitos, sobre todo económi-
cos, que el régimen exige, o sea, a través del matrimonio, que es un acto de cambio
que fundamentalmente tiene como finalidad la satisfacción de la necesidad sexual
previamente avivada en extremo y la procreación de acuerdo con las necesidades
del capital.
En el lapso que hay entre la represión de la sexualidad indiscriminada y la
práctica “normal” de la sexualidad, las fuerzas aquellas siguen obrando activa y po-
derosamente en el inconsciente, acumulando una enorme energía potencial.
La actividad sexual “normal” hacia la que es encaminado el adolescente, tie-
ne las siguientes características:
a) Se basa en una necesidad sexual sin solución de continuidad y en excitación
creciente.
b) Esto implica la exasperación de las sensaciones displacenteras de los órganos
genitales.
c) Por lo tanto, la satisfacción es también una satisfacción exacerbada, placentera.
d) Se asienta firmemente en el mecanismo displacer-placer.
e) Está completamente separada de la función reproductiva; ésta es sólo un re-
sultado residual.
f) Su finalidad es obtener la mayor cantidad de placer en sus órganos sexuales
a través de la utilización de los órganos correspondientes del sexo opuesto.
h) En virtud de estar fincada en el principio del placer, tiende necesariamente a
incorporar una serie de procesos orgánicos, distintos de los específicamente
sexuales, productores de placer. Al mismo tiempo, la tendencia a la sexualidad
indiferenciada ejerce presión desde el inconsciente y el freno represor actúa
con una fuerza mayor para contener el proceso dentro de los límites normales.
i) Establece al individuo del sexo opuesto como instrumento para obtener pla-
cer, es decir, como objeto de excitación de sus procesos orgánicos placenteros,
como una fuente de sensaciones placenteras para la vista, el tacto, el oído, el
gusto, el olfato, etcétera, y los genitales, todo el organismo del sexo opuesto
se convierte en fuente de excitación para obtener placer.
k) Especula con los procesos orgánicos placenteros del individuo del sexo opuesto;
obtiene placer de la producción de placer.
l) La necesidad de obtener placer se convierte, por la relación dialéctica entre la
estimulación y la represión, en una situación sin solución de continuidad.
m) Revive, pero ahora centrada en el sexo opuesto y en individuos ajenos al núcleo
familiar, la indeterminación del objeto; se desarrolla una fuerte tendencia a
satisfacer la virulenta necesidad sexual con todas las personas del sexo opues-
to: a esta tendencia se opone la represión que debe multiplicar su fuerza para
mantener los apetitos dentro de límites “normales”.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 221


n) La sujeción de esta tendencia origina que esa satisfacción indeterminada tenga
vida sólo en el consciente del individuo, chocando antes de su realización con
los obstáculos puestos por aquella.
o) Se escenifica en el individuo una lucha constante entre dicha tendencia y su
aplacamiento.
p) A esto se aúna la presión que la primitiva tendencia indiferenciada de la ado-
lescencia sigue ejerciendo sobre el individuo, exigiendo su realización.
q) De ahí que con férrea necesidad deban presentarse, como producto necesario
del matrimonio la infidelidad, el incesto, las “perversiones sexuales”, etcétera
que son manifestaciones de las dos tendencias indiferenciadas que ya se estu-
diaron.

Como vemos, la necesidad sexual adopta, a causa de la estructura económica del ré-
gimen de producción capitalista, características específicas que obran sobre su natu-
raleza biológica, modificándola: (a) revive y se incorpora procesos de producción de
placer procedentes de otros órganos y funciones del organismo; por lo tanto, deter-
mina que las sensaciones que brotan de todos los órganos y procesos del organismo
readquieran su forma exacerbada de manifestarse y reafirma el carácter antinatural
de dichas sensaciones, las cuales no sólo se independizan de sus funciones específi-
cas sino que pasan a servir a órganos y procesos completamente ajenos a los de su
origen, en donde son exaltados desmesuradamente; (b) las sensaciones provenientes
de la excitación de los genitales, características de la función reproductiva del hom-
bre, son convertidas al principio del placer, con lo que se independizan de su función
natural; (c) establece al complemento sexual como un objeto de placer, con lo que se
ponen las bases para la indeterminación absoluta de ese objeto; (d) hace inevitable la
represión de los procesos (a), (b) y (c), con lo cual proporciona un mayor impulso al
desenvolvimiento de los mismos.
Freud concibe ese desarrollo de los que él llama “instintos sexuales parciales”,
del “instinto sexual genital” y de la apropiación indeterminada del objeto, como ma-
nifestaciones biológicas de la función reproductiva humana que deben ser contenidas
dentro de ciertos límites en aras de la “civilización” (eufemismo empleado para de-
signar a la sociedad burguesa), cuando no son sino degeneraciones de las funciones
naturales del ser humano impuestas por el régimen capitalista de producción.
Las consecuencias de los procesos descritos en relación con la constitución
orgánica del ser humano, son las siguientes: (a) en primer término, sobreviene un
desgaste acelerado de los órganos en los que radican las sensaciones, los cuales fun-
cionan mucho más allá de sus límites naturales bajo la égida del principio del placer;
(b) los mecanismos nerviosos a través de los cuales se producen las sensaciones pla-
centeras con una intensidad creciente, sufren también un proceso de desgaste; (c) el
cerebro, centro nervioso en donde se reflejan con potencia creciente los procesos de
producción de placer, se desgasta igualmente a una velocidad vertiginosa; todos los
órganos, mecanismos, funciones y procesos del ser humano se ven sometidos a una
degeneración absoluta en relación con su naturaleza biológica, la cual ha sido lograda
a través de millones de años de labor paciente de la naturaleza y que se ve en peligro

222 • Capitalismo moderno y revolución


de ser destruida en unos cuantos decenios; (e) esos órganos, mecanismos y funcio-
nes del ser humano son sometidos a un proceso de descomposición irreversible dentro
del régimen capitalista de producción; (f) la represión de la sexualidad, inherente
a la esencia del régimen de producción capitalista, da origen a una exaltación de la
sexualidad que tiene los resultados consabidos para la estructura orgánica del ser
humano; (g) en el inconsciente, el preconsciente y el consciente del ser humano se
escenifica una lucha devastadora, cada vez más violenta, entre las tendencias con-
tradictorias del enconamiento y apaciguamiento de la sexualidad que desemboca en
el desgaste acelerado, la degeneración y descomposición del cerebro.
En las primeras fases del régimen capitalista, el mecanismo represor funciona
en toda su extensión, provocando como contrapartida el florecimiento de la pros-
titución pública y privada; esta situación es altamente perniciosa para la sociedad
burguesa porque amenaza con acabar con uno de sus pilares más sólidos, la familia,
en el seno de la cual el amor conyugal se ha visto reducido a la expresión mínima del
placer, en tanto que éste se eleva hasta alturas insospechadas en los prostíbulos, en
las alcobas de los amantes y en las otras mil formas de la prostitución privada. Por
otro lado, la sociedad burguesa, al convertirse en “sociedad de consumo”, requiere
la liberación de todos los mecanismos productores de placer para obligar a los indi-
viduos a consumir sin descanso y a proporcionar más trabajo excedente mediante la
conversión del trabajo en un placer. Surge entonces, en la fase superior de la sociedad
burguesa, una tendencia al relajamiento de las restricciones sexuales con la finali-
dad de liberar la energía libidinal y (1) encauzarla hacia las relaciones conyugales
haciéndolas más liberales, o lo que no es sino lo mismo, llevando la prostitución al seno
del hogar, (2) emplearla como medio para que el hombre trabaje y consuma más.
Como se ve claramente, los mecanismos represores, relajados de una parte, tienen
sin embargo que actuar más rígidamente en otros aspectos en los que se ven presio-
nados por aquel crecimiento irrestricto del principio del placer: siguen funcionando
las limitaciones al comercio sexual incestuoso y al comercio sexual extraconyugal
que se derivan del derecho de propiedad proveniente del matrimonio y, sobre todo,
continúa en pie el hecho de que el ejercicio de la función sexual en su nueva forma
ampliada sólo puede realizarse mediante actos de cambio que se rigen en absoluto por
las leyes económicas de la sociedad capitalista.
La necesaria liberación de la sexualidad en la “sociedad de consumo” cristali-
za en el establecimiento franco y abierto, dentro de un sector de la sociedad (peque-
ña burguesía urbana), de la prostitución, la degeneración, el vicio, es decir, de las
peores manifestaciones del principio del placer, como actividades legítimas, como
las únicas actividades legítimamente humanas. El desarrollo desmesurado del principio
del placer dentro de esta clase social tiene por objeto servir de polo de atracción para
acelerar la liberación de la sexualidad de todos los miembros de la sociedad.
El desbocamiento del principio del placer y su establecimiento como fin le-
gítimo de la existencia humana, tienen sobre el organismo de los individuos los
efectos devastadores que ya señalamos anteriormente; aquí sólo aludiremos a as-
pectos específicos que habían quedado sin analizar. Al convertir el trabajo en una
actividad libidinal (placentera), el régimen capitalista cierra más constrictivamente

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 223


las cadenas sobre la clase obrera, pues aumenta la intensidad y la extensión del tra-
bajo, con lo que provoca una aceleración en el ya de por sí veloz proceso de desgaste,
degeneración y descomposición del organismo de los trabajadores. Al propiciar el
consumo incesante de cantidades crecientes de bienes, el régimen capitalista obliga
a los obreros a desplegar más trabajo (intensiva y extensivamente) para poder ad-
quirir la masa de mercancías existentes en el mercado; el propio consumo, que no es
sino la apropiación de objetos a través del mecanismo del placer, provoca necesariamen-
te el desgaste, degeneración y descomposición del organismo de los trabajadores a
causa del funcionamiento antinatural de todos los procesos orgánicos; por último,
la especulación sobre nuevas necesidades y satisfactores, que se realiza a través del
mecanismo psíquico de lucha violenta entre pares de contrarios, determina el des-
gaste, degeneración y descomposición del cerebro humano.
En la sociedad comunista deberá abolirse la familia individual y la educación infantil
se organizará sobre base científicas, proporcionándole un carácter social, colectivo y estable-
ciéndose formas de convivencia colectivas; además, la necesidad sexual deberá satisfacerse
precondicionadamente por la sociedad. De esta manera se quitarán las bases para el nacimien-
to y desarrollo de la función sexual como un proceso que incorpora en sí a todos los órganos y
funciones del organismo como fuente de placer. Volverá entonces a recobrar la función sexual
sus características biológicas originales.

Adendum sobre la teoría sexual

En el régimen de la propiedad privada, la colectividad ha sido abolida y en su lugar


queda el individuo puro y simple. En este contexto, la necesidad sexual es una nece-
sidad individual que se rige por el principio del placer: es una necesidad exacerbada
que requiere una satisfacción también exacerbada.
La necesidad sexual tiene primero un desarrollo interno que comprende la
exacerbación de la necesidad y la autosatisfacción placentera.
El individuo dota a sus órganos y procesos orgánicos de la facultad de de-
sarrollar una necesidad sumamente avivada y una satisfacción magnificada, pla-
centera de la misma. Esta substantivación de la corporeidad y la sensoreidad de
los individuos, producida directamente por la propiedad privada, es antinatural y
antihumana; es una verdadera prostitución de la naturaleza humana del hombre.
El individuo se hace a sí mismo objeto de sus apetitos, especula con sus órganos y
procesos orgánicos para obtener de ellos una sensación placentera.
En este sentido, la sexualidad se manifiesta primeramente como homosexua-
lidad, porque el objeto de la sexualidad es el propio organismo del sujeto, es decir,
alguien de su mismo sexo.
El individuo establece las características físicas del individuo del sexo opues-
to como un objeto para la satisfacción placentera de su necesidad exacerbada. Al
mismo tiempo, da a sus atributos físicos el carácter de objeto para la satisfacción
sexual del otro individuo.

224 • Capitalismo moderno y revolución


La heterosexualidad es el goce de los propios procesos orgánicos mediante la
utilización de otra corporeidad; tiene por tanto, como su fundamento más íntimo a
la homosexualidad en su expresión más degradante, es decir, aquella que toma a su
propio organismo como objeto; la homosexualidad clásica no es sino una variante de
la homosexualidad implícita en la relación heterosexual; la heterosexualidad tiene
en sí mismo a su otro que es la homosexualidad.
Esta doble objetivación de la corporeidad y la fisiología del individuo es tam-
bién antinatural y antihumana, es una prostitución, elevada a la segunda potencia,
de la naturaleza humana.
La relación sexual tiene como propósito la apropiación del objeto, la cual es
primeramente mental y la satisfacción del apremio sexual, que es autista. Posterior-
mente, la apropiación es real; la satisfacción se obtiene por medio de la utilización de
los órganos, procesos orgánicos y fisiológicos del objeto sexual.
Cuando está plenamente constituido, el mecanismo sexual implica a ambos:
una apropiación mental que es el antecedente de una apropiación real; ésta, a su vez,
avanza a través de excitaciones parciales hasta llegar al clímax erótico.
La relación sexual es un acto de cambio privado, un do ut des. Te proporciono
mi corporeidad y mi sensoreidad para que satisfagas tu exacerbada necesidad se-
xual y tu haces lo mismo para mí.
El presupuesto y el resultado de la relación sexual es un estado de constante
insatisfacción exacerbada interrumpido por breves puntos climáticos de placer.
Las características físicas del objeto sexual poseen una gradación de menos a
más de acuerdo con la intensidad del placer que proporcionen. El summum de esta
gradación es la belleza física. La forma superior de la relación sexual es la que se
establece entre dos personas con atributos físicos superiores. Tal es el caso de los
amantes de Verona, Romeo y Julieta, quienes son jóvenes y hermosos.
Los atributos físicos sustantivados como objeto para satisfacer la necesidad
sexual exaltada tienen un determinado valor de cambio. Mientras mayor sea el pla-
cer que proporcionen y, por tanto su belleza, mayor será su valor de cambio. Así
sucede con la argiva Helena, prototipo universal de la belleza.
El valor de cambio de los atributos físicos está en principio dirigido a obtener
un equivalente en los atributos físicos del complemento sexual; pero, inmerso en el
mundo infinito de las mercancías, también se puede cambiar adicionalmente por
una variedad inmensa de las mismas: bienes, riquezas, posición social, etcétera.
Igualmente, el poseedor de bienes, riquezas, posición social, etcétera, puede
sumar ese valor al de sus atributos físicos y obtener en el intercambio un objeto se-
xual de características extraordinarias.
La persona que intercambia su corporeidad por la corporeidad del otro más
un determinado volumen de objetos o relaciones valiosos, concede a éstos un carác-
ter libidinal; quien adiciona a sus características físicas una cierta cantidad de bienes
considera a éstos como una extensión de su sexualidad.
Las mercancías, además de ser materializaciones sustantivadas de fuerza hu-
mana de trabajo, incorporan en sí mismas funciones fisiológicas de los individuos,
poseen una naturaleza libidinal.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 225


La relación sexual tiene como núcleo el intercambio de corporeidades; para
ello, las características físicas del individuo deben sustantivarse, convertirse en algo
enajenable, en un valor de cambio para su poseedor originario que en su destinata-
rio se transformará en un valor de uso erótico; este otro individuo, a su vez, dará el
mismo carácter a sus atributos físicos. A ese nódulo del intercambio sexual se suman
todas las relaciones libidinales que están mediadas por los bienes o las posiciones so-
ciales. Las diversas mezclas y las distintas proporciones en que todos estos elemen-
tos entran en la conformación de la relación sexual dan lugar a una infinita variedad
de situaciones en que los individuos se pueden encontrar. De ahí las incontables
posibilidades de la temática que aborda la literatura romántica y erótica.
Se pueden, por tanto, intercambiar, en una relación que tiene como núcleo a
la relación sexual, atributos físicos, bienes, posiciones sociales, servicios personales,
protección económica, virtudes morales, cualidades intelectuales y espirituales, et-
cétera, en variadísimas mezclas en las que puede incluso llegar a quedar oculta la
relación fundamental.
Una enumeración, que no agota la totalidad de esas posibilidades, es la si-
guiente:
— Un intercambio de características físicas superiores (belleza) entre individuos de
las clases poseedoras, como en el romance de Romeo y Julieta.
— Un intercambio entre una belleza femenina excepcional y un individuo físicamente
insignificante pero poseedor de una riqueza o una posición social relevantes, que
es la situación que se presenta en el matrimonio de Carlos y Diana.
— Un intercambio entre una mujer sin prendas físicas notables pero poseedora de
bienes o posición social privilegiada y un varón únicamente dotado de belleza
física.
— Un intercambio entre dos poseedores de fortuna y relaciones en el cual la presencia
o ausencia de cualidades físicas introduce variantes a la dialéctica fundamental
que es la que existe entre las cosas.
— Un intercambio entre dos desposeídos en el que entran en juego la existencia o no
de cualidades físicas y al cual se añaden relaciones de servidumbre y de potestad
de pater familias.

Todos los enumerados son casos extremos; entre ellos existe un infinito número de
variaciones posibles.
La familia es la célula de la sociedad; en ella se produce y reproduce a los ele-
mentos personales del régimen de producción, que en los polos de la estratificación
social son los obreros y los propietarios de los medios e instrumentos de producción.
La familia se integra por una pareja y sus hijos; las parejas se forman con base en
la atracción sexual y se establece como relación fundamental el intercambio sexual
entre sus componentes. A la par que esta relación se dan otras que se refieren espe-
cíficamente a la función económica de los individuos: en la pareja proletaria se inter-
cambia la protección económica del varón por los servicios personales de la mujer,
los cuales comprenden también la procreación de los hijos, futuros proletarios; en la
pareja de propietarios se intercambian la manutención de la mujer por la dirección

226 • Capitalismo moderno y revolución


de los trabajos del hogar, la procreación de los herederos y la representación so-
cial. La relación con los hijos es también un intercambio de prestaciones de diversa
índole: manutención actual por apoyo económico posterior y sostenimiento en la
vejez, el sustento por la obligación de preservar la propiedad, etcétera. La familia es,
por tanto, el lugar en donde se realizan todas aquellas transacciones de intercambio
que implican prestaciones sexuales, económicas, de servicios personales, etcétera,
que tienen valores muy diversos y que coexisten en su interior en una abigarrada
combinación.
En la familia se inicia el desarrollo de la sexualidad de los individuos; es por
ello que los primeros objetos teóricos de la necesidad sexual lo son ineluctablemente
los integrantes de ese núcleo parental y esto inevitablemente da lugar a que se pre-
sentan los llamados complejos de Edipo, de Electra y toda clase de tendencias inces-
tuosas. A esto debemos agregar el hecho de que en los integrantes de la familia cuya
sexualidad ya ha madurado pervive la indeterminación objetual, lo que los impele
también a tener idealmente como objetos a los demás miembros de la familia. Estos
deseos incestuosos son mantenidos a raya por una poderosa represión familiar, so-
cial y religiosa y enviados al subconsciente, dejando en la conciencia únicamente los
objetos sexuales que están fuera del grupo familiar.
Las cualidades físicas del individuo transfiguradas como medios para satisfa-
cer una necesidad sexual exacerbada producen una sustancia con movimiento pro-
pio que baña a todo lo que existe en el mundo de la propiedad privada, las personas,
las cosas y las relaciones; la sociedad en la que reina la propiedad privada llevada
hasta su extremo, la sociedad capitalista, es una sociedad totalmente libidinal, una
sociedad en la que la relación del individuo con los otros individuos y con los me-
dios de producción y de vida es absoluta y totalmente libidinal, gratificante en grado
extremo para su sensoreidad.
La notable economía de la naturaleza impuso a los mismos órganos dos o
más funciones distintas; así, aquel en el cual radica la sexualidad humana es tam-
bién el que realiza la función excretora. La sustantivación de las cualidades físicas
para realizar el intercambio sexual implica por tanto la transfiguración de lo sucio y
repulsivo en lo excelso y placentero. Inter faeces amamos. O, más propiamente dicho,
amamos las heces; el sexo es escatológico por definición.
“El hombre le acarició las nalgas con la mano, percibiendo lenta y sutilmente las
curvas y la plenitud de la redondez. Con la caricia del gutural acento dialectal, el
hombre dijo:
  “—“Tienes un trasero muy bonito. Tienes el culo más bonito del mundo ¡Es el culo
de mujer más hermoso que existe! ¡Y es todo él mujer, no cabe la menor duda! ¡No,
no eres una de esas chicas con el culo como dos botones, que parecen más chicos
que chicas! ¡Tienes un trasero realmente suave y redondeado, como los que gustan
a los hombres en el fondo de sus tripas! ¡Es un trasero como para levantar en vilo al
mundo!
  “Y mientras hablaba, él estuvo acariciando en exquisito movimiento el culo
redondeado, como si un fuego sutil y resbaladizo pasara de las nalgas de Connie a
las manos del hombre. Y las puntas de los dedos del hombre tocaron las dos entradas

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 227


secretas del cuerpo de Connie, una y otra vez, con su suave y menudo cepillo de
fuego.
  “—Y me gusta que esto cague y que esto mee. ¡No quiero a una mujer que no
cague ni meee! “Connie no pudo evitar un brusco estallido de pasmada risa, pero el
hombre siguió, impertérrito:
  “—¡Esto es de verdad, esto es verdad! ¡Eres de verdad, e incluso un poco puta!
Esto caga y esto mea. Y he puesto la mano en las dos cosas, y me gustas por tener
eso. Me gustas por eso. Esto es un culo de mujer tal como debe ser, orgulloso de si
mismo. ¡No, no está avergonzado de sí mismo, no!
  “Puso con firmeza y presión la mano en los lugares secretos de Connie de una
manera que parecía un íntimo saludo. Dijo:
  “—Me gusta... ¡Me gusta! Y si sólo viviera diez minutos, y tocara tu culo y llegara
a conocerlo, me parecería que hubiera vivido toda una vida ¡Con sistema industrial o
sin él! Este es uno de los momentos más grandes de mi vida.”31

La relación sexual tiene como eje absoluto a la necesidad exacerbada del individuo;
la satisfacción placentera es lo primordial y el objeto con que esto se logra es secun-
dario. De ahí que la necesidad sexual sea en principio indeterminada y que, por
tanto, admita teóricamente como objeto al mismo cuerpo del individuo, al de un
individuo del sexo opuesto, al de un individuo del mismo sexo, al de un pariente
consanguíneo, al de un niño, al de un adolescente, al de un adulto, al de un an-
ciano, etcétera, aunque la realidad le imponga límites a esos deseos acuciantes y
solo permita que se realicen de acuerdo con ciertas reglas, la violación de las cuales
constituye toda la gama de las llamadas conductas sexuales desviadas; igualmente,
la necesidad sexual es insaciable por definición, por lo que, por un lado incorpora
cada vez a más órganos y procesos orgánicos al binomio displacer-placer y por el
otro pronto agota el objeto sobre el que actúa y tiende inmediatamente a desplazarse
a otro objeto, primero mentalmente y luego de facto.
El individuo de la sociedad en donde impera la propiedad privada se apropia
realmente de su objeto sexual y al mismo tiempo se encuentra haciendo una evalua-
ción, una apropiación teórica de otros objetos, hacia los que eventualmente puede
dirigir su acción, abandonando momentánea o definitivamente al objeto primitivo.
La infidelidad teórica o real es una consecuencia necesaria de la forma que adquiere la
sexualidad en el régimen de la propiedad privada. La fidelidad tiene a su otro, a
la infidelidad en sí mismo; cuando las relaciones económicas y sociales hacen im-
posible la trasmigración real del individuo de un objeto a otro, entonces, mientras
realmente se efectúa la apropiación sexual del objeto primitivo, idealmente se está
tomando a otro objeto distinto.
En las sociedades en donde impera la propiedad privada —el régimen capita-
lista tiene como fundamento la propiedad privada llevada hasta sus últimas conse-
cuencias— la necesidad sexual y su satisfacción tienen la característica fundamental
de ser antinaturales y no-humanas; lo que ahora se nos impone como necesario es

31
Lawrence, D. H., El amante de lady Chatterley, Seix Barral, Colección Summa Literaria, Barcelona,
1986, p. 208.

228 • Capitalismo moderno y revolución


determinar cuáles deberían ser los atributos de la necesidad sexual para que ésta
tuviera la cualidad de lo natural-humano.
En primer lugar, presupone la desindividualización del ser humano; estable-
cido esto, la necesidad sexual debe ser reducida a su mínima expresión, desexacer-
bada, devuelta a sus límites naturales, biológicos; la satisfacción es despojada del
carácter de una búsqueda del individuo para darse una gratificación placentera y se
le dota de la naturaleza de una función social determinada externamente al indivi-
duo por reglas que fija la colectividad; con ello, se elimina el proceso de objetivación
de la corporeidad y la sensoreidad de los individuos que era indispensable para la
realización de la función sexual en el régimen de la propiedad privada.

IX. LA TEORÍA DE LA REPRESIÓN.


...La reunión de estos conocimientos teóricos con las impresiones inmediatas de
la labor analítica conduce a la concepción de las neurosis que, expuesta a grandes
rasgos, sería la siguiente: las neurosis son la expresión de conflictos entre el yo y
aquellas tendencia sexuales que el yo encuentra incompatibles con su integridad o
con sus exigencias éticas. El yo ha reprimido tales tendencias; esto es, les ha retirado
su interés y les ha cerrado el acceso a la conciencia y la descarga motora conducente
a la satisfacción. Cuando en la labor analítica intentamos hacer conscientes estos
impulsos inconscientes, se nos hacen sentir las fuerzas represoras en calidad de
resistencia. Pero la función de la represión falla con singular facilidad en cuanto a
los instintos sexuales. Cuya libido represada se crea, partiendo de lo inconsciente,
otros exutorios, retrocediendo a fases evolutivas y objetos anteriores y aprovechando
las fijaciones infantiles, o sea los puntos débiles de la evolución de la libido, para
lograr acceso a la conciencia y conseguir derivación. Lo que así nace es un síntoma, y,
por tanto, en el fondo, una satisfacción sustitutiva sexual; pero tampoco el síntoma
puede sustraerse por completo a las fuerzas represoras del yo y, en consecuencia,
tiene que someterse —lo mismo que el sueño— a modificaciones y desplazamientos
que hacen irreconocible su carácter de satisfacción sexual. El síntoma recibe así el
carácter de un producto transaccional entre los instintos sexuales reprimidos y los
instintos del yo represores de un cumplimiento de deseos simultáneo para ambas
partes, pero también para ambas igualmente incompleto. Tal sucede estrictamente
con los síntomas de la histeria, mientras que en los de la neurosis obsesiva la parte
de la instancia represora logra más intensa expresión por medio de la formación de
productos de reacción (garantías contra la satisfacción sexual).32

X. LOS PILARES MAESTROS DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA.


“...La hipótesis de la existencia de procesos psíquicos inconscientes, el reconocimiento
de la teoría de la resistencia y de la represión, la valoración de la sexualidad y del
complejo de Edipo, son los contenidos capitales del psicoanálisis y los fundamentos
de su teoría...”33

32
Sigmund Freud, op. cit., pp. 117-118.
33
Ibídem, p. 118.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 229


XI. NUEVOS PROGRESOS DEL PSICOANÁLISIS.
El narcisismo.
...Su progreso técnico más importante ha sido la aplicación de la teoría de la libido
al yo represor. Se llegó a representar el mismo yo como un depósito de libido —de-
nominado narcisista—, del cual parten las cargas de libido de los objetos y al cual
pueden las mismas retornar. Con ayuda de esta representación se hizo posible llegar
al análisis del yo y llevar a cabo la diferenciación clínica de las psiconeurosis en
neurosis de transferencia y afecciones narcisistas. En las primeras (histeria y neurosis
obsesiva) hay disponible una medida de libido tendente a su transferencia a otros
objetos, la cual libido es utilizada para la práctica del tratamiento analítico. Las
perturbaciones narcisistas (dementia praecox, paranoia y melancolía) se caracterizan,
en cambio, por la retractación de la libido de los objetos y son, por tanto, apenas
accesibles a la terapia analítica...34

XII. LIBIDO DEL OBJETO Y LIBIDO DEL YO.


...Un progreso decisivo resultó cuando nos arriesgamos al análisis de la demencia
praecox y otras afecciones psicóticas y empezamos con ello a estudiar el yo, al cual
hasta entonces sólo conocíamos como instancia represora y resistente. Descubrimos
que el proceso patógeno de la dementia praecox consistía en que la libido era retirada
de los objetos y retraída al yo, siendo los ruidosos fenómenos correspondientes la
consecuencia de los vanos esfuerzos de la libido por hallar el camino de retornos
a los objetos. Es pues, posible que la libido de los objetos se transformara en carga
del yo, e inversamente. Otras reflexiones mostraron que el yo podía ser considerado
como un gran depósito de libido, del que afluía la libido a los objetos y que se hallaba
siempre dispuesto a acoger la libido retornada de los objetos. Así, pues, los instintos
de conservación eran también de naturaleza libidinosa, eran instintos sexuales que
en vez de los objetos exteriores habían tomado por objeto al propio yo. Por nuestra
experiencia clínica conocíamos personas que se conducían singularmente, como si
estuvieran enamoradas de sí mismas, y habíamos dado a esta perversión el nombre
de narcisismo. Denominamos, pues, a la libido de los instintos de auto conservación
libido narcisista y reconocimos una amplia medida de tal amor propio como el estado
primario normal. La fórmula primera de las neurosis de transferencia precisaba,
pues, ahora, no de una rectificación, pero sí de una modificación; en lugar de un
conflicto entre instintos sexuales e instintos del yo hablamos mejor de un conflicto
entre la libido del objeto y la libido del yo, o puesto que la naturaleza de los instintos
era la misma, entre las cargas del objeto y el yo.35

XIII. RECONOCIMIENTO DE DOS CLASES DE INSTINTOS EN LA VIDA ANÍMICA.


...Amplias reflexiones sobre los procesos que constituyen la vida y conducen a la
muerte muestran probable la existencia de dos clases de instintos, correlativamente a
los procesos opuestos de construcción y destrucción en el organismo. Unos de estos
instintos, que laboran silenciosamente en el fondo, perseguirían el fin de conducir a la
muerte el ser vivo; merecerían, por tanto, el nombre de instintos de muerte y emergerían,
vueltos hacia el exterior por la acción conjunta de los muchos organismos elementales

34
Ibídem, pp. 122-123.
35
Ibidem pp. 122-123.

230 • Capitalismo moderno y revolución


celulares, como tendencias de destrucción o de agresión. Los otros serían los instintos
sexuales o instintos de vida, libidinosos (el Eros), mejor conocidos analíticamente,
cuya intención sería formar con la sustancia viva unidades cada vez más amplias,
conservar así la perduración de la vida y llevarla a evoluciones superiores. En el ser
animado, los instintos eróticos y los de muerte habrían constituido regularmente
mezclas y aleaciones, pero también serían posibles disociaciones del conflicto o de
la interferencia de ambas clases de instintos, venciendo los de destrucción con la
muerte y los de la vida (el Eros) con la reproducción.36

Crítica de la teoría de Freud.


Encontramos de nuevo aquí otra forma en que se manifiesta el error fundamen-
tal de Freud: considerar como manifestaciones de la naturaleza biológica del hombre
a las tendencias a la violencia, la destrucción y la agresión (englobando todo esto en lo
que absurdamente llama “instintos de muerte”), cuando no son sino el producto de la es-
tructura económica de la sociedad capitalista. En este punto valen todas las consideraciones
que hemos hecho al estudiar los “instintos de vida” en páginas anteriores. Solo seña-
laremos que la exaltación y represión de las necesidades individuales, la reviviscencia
de la forma instintiva de satisfacerlas, la exaltación del mecanismo del placer como
forma de llenar esas necesidades y la concurrencia entre los individuos para satisfacer-
las generan necesariamente el odio y la violencia, no como instintos biológicos, sino como
resultado ineluctable de las contradicciones económicas existentes en la sociedad capitalista.
Calcúlese la enorme estulticia de personas como Marcuse, quienes desean
el establecimiento de una sociedad en donde sólo exista un placer lúdico, sensual,
sereno como único sentimiento del hombre, sin que existan los polos contrarios a los que
va íntima y necesariamente unido, es decir, sin que existan el displacer, el odio, la violencia,
la agresión, etcétera.
La naturaleza de los instintos.
Sobre el terreno de esta teoría puede decirse que los instintos son tendencias intrínsecas
de la sustancia viva a la reconstitución de un estado anterior, o sea históricamente
condicionados, de naturaleza conservadora, y como manifestación de una inercia o
una elasticidad de lo orgánico. Ambas clases de instintos, el Eros y el instinto de
muerte, actuarían y pugnarían entre sí desde la primera génesis de la vida.37

La crítica de Freud y la revolución proletaria

Ya dejamos establecido que Freud toma como sujeto de estudio al hombre medio
capitalista, sea cual fuere la clase social a la que pertenece; partiendo de ese mismo
punto hemos demostrado que el régimen capitalista produce necesariamente la de-
generación y descomposición de los órganos y procesos psíquicos de todos los indi-
viduos y que lo hace precisamente a través de lo que Freud considera la estructura
psíquica del “hombre normal”.

36
Ibídem, p. 123.
37
Ídem.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 231


La vulneración del mecanismo psíquico humano tiene sus comienzos en la
época de la disolución de la comunidad primitiva. Al desintegrarse la colectividad,
las necesidades individuales se desprenden del tronco común originario (necesida-
des colectivas) se sustantivan y adquieren independencia y autonomía. Como re-
sultado de todo esto se originan los procesos ya estudiados de establecimiento de la
necesidad como un estado sin solución de continuidad, de su exacerbación y repre-
sión y de la formación de la vida psíquica correspondiente que se caracteriza por la
existencia de multitud de pares de contrarios anímicos en constante lucha.
El régimen de producción capitalista tiene como su premisa y resultado una
individualización cada vez más decisiva de sus integrantes la que se traduce en la
intensificación y profundización del proceso psíquico descrito; en consecuencia,
la ruina de los órganos y procesos psíquicos adquiere en este régimen su forma más
acusada.
Burguesía y proletariado están integrados por individuos; por lo tanto, toda
su actividad se realiza a través del mecanismo psíquico que ya hemos estudiado.
Esto quiere decir que su acción práctica tiene como resultado necesario la devasta-
ción de la estructura psíquica de sus componentes. Siendo idéntico el funcionamien-
to de la psíque tanto en los individuos que forman la clase burguesa como en el pro-
letariado, adquiere, sin embargo, un contenido diferente en ambos dado el distinto
papel que desempeñan en el régimen capitalista.
La primera diferencia que anotamos radica en que la organización psíquica
descrita tiene en la burguesía como contenido fundamental la necesidad absoluta de
acumular, en tanto que en el proletariado, la satisfacción de sus necesidades ele-
mentales; esto no quiere decir, desde luego, que las necesidades elementales de la
burguesía no sean satisfechas en la misma forma que su necesidad principal, ni que
el proletariado no sienta surgir en su pecho el “noble impulso” a la acumulación.
Ajenos a la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de produc-
ción, burguesía y proletariado se relacionan con ellos de manera opuesta.
La burguesía posee en propiedad privada los medios e instrumentos de pro-
ducción; éstos no son otra cosa sino, por un lado fuerza de trabajo de los proletarios
materializada y, por el otro, las capacidades esenciales de la especie que le han sido
sustraídas por el capital. El capitalista despliega la actividad necesaria para absor-
ber del proletariado lo que es la sustancia de la propiedad privada (trabajo obrero)
y conservarla e incrementarla en competencia violenta con los demás capitalistas;
dicha función explotadora la realiza a través del mecanismo psíquico que ha sido objeto de
nuestro estudio.
El proletariado sólo tiene en propiedad privada su fuerza de trabajo, la cual
únicamente en estado de potencia permanece bajo la propiedad del obrero, pues
para ponerla en ejercicio debe venderla al capitalista; el producto, que es una mate-
rialización de su fuerza de trabajo, pertenece al capitalista, es decir, que los medios de
producción y de vida que el obrero produce le son ajenos; el producto es, también,
la materialización de las facultades esenciales de la especie que el obrero enajena de
sí en el proceso productivo y que se convierten así en propiedad del capitalista; el
trabajo produce directamente en el obrero la destrucción de su naturaleza biológica

232 • Capitalismo moderno y revolución


humana, la degeneración y descomposición de su cuerpo y de su mente. Esta acti-
vidad del proletariado, por la cual enajena su fuerza de trabajo, el producto de su
trabajo y sus capacidades esenciales y aniquila su naturaleza biológica, la realiza a
través del mecanismo psíquico ya analizado.
La relación que se establece entre burguesía y proletariado se caracteriza por-
que en ella los capitalistas sólo viven para extraer a los obreros cantidades crecientes
de trabajo excedente (materia prima del capital) para lo cual los mantienen bajo la
esclavitud del trabajo asalariado; con ello producen la anulación de la esencia huma-
na en el proletariado, al tiempo que acumulan los elementos materiales de la misma
bajo la forma enajenada del capital. Por su parte, el obrero vive aherrojado al capital
produciendo trabajo excedente que se apropia el capitalista; al hacer esto origina la
negación de su esencia natural y su objetivación como potencia ajena. Burguesía y
proletariado realizan sus funciones específicas a través del movimiento psíquico ya descrito.
En suma, la explotación capitalista se lleva a cabo a través de la dinámica psí-
quica cuyo resultado es el menoscabo creciente de los órganos y procesos anímicos
de los individuos.
A la degeneración y descomposición de la estructura psíquica de los trabaja-
dores que proviene de la forma característica de su funcionamiento en la sociedad
capitalista se suma la que es ocasionada directamente por el capital en la órbita pro-
ductiva cuando, por un lado anula las capacidades intelectuales de los trabajadores
y convierte a sus despojos en apéndices de las máquinas y, por otro, se las sustrae y
las materializa en el capital. La atrofia de sus capacidades mentales, determinada
ineluctablemente por el capitalismo, da lugar necesariamente a la degeneración de
los órganos y procesos orgánicos en donde aquellos radican. Sobre este terreno pre-
parado por el capitalismo en el seno de la producción misma obra la primera ten-
dencia mencionada. Desde estos dos frentes actúan, dándose un mutuo impulso
ascendente, las fuerzas que generan la acelerada ruina de la naturaleza biológica de
los trabajadores.
En su actividad práctica, la burguesía genera la individualización creciente
de los componentes de la sociedad capitalista y con ello fomenta la base para el desa-
rrollo del proceso psíquico que se caracteriza por provocar la anulación y descompo-
sición de sus órganos y funciones psíquicas; realiza la explotación de los trabajadores
a través de ese proceso por el cual refuerza los efectos anteriormente producidos; y
directamente, en la órbita productiva, ocasiona la anulación y descomposición de los
órganos y facultades mentales de los trabajadores.
La burguesía está irremisiblemente obligada a mantener y perfeccionar el ré-
gimen capitalista y la relación de explotación a él inherente y en ella “se siente bien
y tiene la apariencia de una existencia humana”; es el polo positivo del fenómeno.
El proletariado es el nervio vital de la sociedad, la inmensa mayoría de sus
componentes; la burguesía, al actuar conforme a su naturaleza produce en él, a tra-
vés del movimiento anímico que nos ocupa y directamente al anular y sustraer sus
capacidades físicas y mentales, la degeneración y descomposición de su naturaleza
biológica; con ello destruye uno de los elementos fundamentales de la esencia natural de la
especie humana.

Notas para una crítica de la teoría de Freud • 233


El proletariado está irrevocablemente destinado a terminar con esa relación
porque, entre otras cosas, en él se materializa, producida por la burguesía, la aniqui-
lación, que amenaza ser irreversible, de la especie humana.
En la órbita de la producción, el capital ha desposeído al trabajador de sus
capacidades mentales; de la misma manera que ahora realiza un trabajo abstracto,
sin contenido, la actividad mental que lo acompaña es también abstracta y sin conte-
nido; se da entonces necesariamente en estas circunstancias la atrofia de los órganos
y procesos mentales de los trabajadores. Como contrapartida a este embotamiento
de sus facultades mentales, el obrero desarrolla durante sus horas de trabajo una
intensa vida anímica en la que se produce una incesante contienda entre los clásicos
pares de contrarios que ya definimos y que tienen en este caso como contenido to-
dos los deseos, los anhelos, los problemas, las necesidades, las insatisfacciones del
individuo que se refieren a sus condiciones de vida y de trabajo; esta vida anímica
en que necesariamente cae el obrero en su tiempo de trabajo, tiene la naturaleza de
un estado de ensoñación, de semiinconsciencia durante el cual, como en el sueño,
hay un proceso sin solución de continuidad de enfrentamiento de deseo y represión
y de forjamiento de satisfactores sustitutivos; el inmoderado desgaste y la degenera-
ción acelerada a que con esto se ven sometidos los órganos del entendimiento y los
procesos mentales de los obreros se suman a los que provienen de las otras fuentes
ya estudiadas.
La evasión que la vida anímica aneja al trabajo produce en el obrero tiene un
límite muy concreto en la prosaica realidad; el estado de ensoñación en que se en-
cuentra el obrero es roto bruscamente por las exigencias del trabajo forzado capita-
lista; este despertar produce en el obrero una repulsión y un odio profundo contra el
trabajo que lo ha sacado intempestivamente de sus quimeras, los cuales sólo supera
con una nueva inversión en el mundo de la fantasía.
Atento como siempre a lo que puede elevar sus ganancias, de la observación
de este hecho el capital extrae la conclusión de que si hace placentero el trabajo al
obrero éste abandonará su reluctancia para trabajar y será más productivo. En este
punto empiezan a regir las leyes ya estudiadas del principio del placer: el trabajo pla-
centero por un lado provoca el desgaste y degeneración de la fisiología de los proce-
sos mentales de los trabajadores y, por el otro, da lugar a una exigencia de un placer
cada vez mayor, lo que a fin de cuentas hace renacer, de una manera magnificada su
odio y repulsión al trabajo, con lo que se reinicia el ciclo descrito.

234 • Capitalismo moderno y revolución


Tercera parte

EL DESENVOLVIMIENTO DEL CAPITALISMO INTERNACIONAL


Y LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA Y EL MOVIMIENTO
REVOLUCIONARIOS

Sección primera
Dialéctica del régimen de producción capitalista
capítulo i
ETAPA DE LA CONSTITUCIÓN
DEL SER DEL RÉGIMEN CAPITALISTA

En el seno del régimen feudal se gestan los elementos de su negación (esencia) que
a la vez lo son de la constitución del régimen económico-político que habrá de su-
cederlo. La burguesía y el proletariado nacen y se desarrollan en la entraña misma
del feudalismo; como esencia negativa de este régimen económico-social, bajo la
conducción de una de ellas, de la burguesía, lo niegan y llevan al nuevo modo de
producción, al capitalismo, a hacer su aparición en la existencia. Surge así el ser del
régimen capitalista.
El capitalismo aparece primero como una mera forma que tiene como con-
tenido a los mismos elementos materiales constitutivos del feudalismo. Se trata de
una fase en la cual se generalizan e intensifican las relaciones mercantiles, cuando
surge y se desarrolla ampliamente el capital mercantil, pero sin alterar la estructura
interna del régimen feudal.
Esta primitiva forma del capitalismo se interna en sí misma y produce los
elementos de su esencia positiva: burguesía y proletariado, que son al mismo tiempo
los de la esencia negativa del feudalismo; éstos se enfrentan abiertamente a los ele-
mentos positivos del régimen feudal, los derrotan y devienen a la existencia como la
forma y el contenido del régimen capitalista, el ser del mismo.
El ser del régimen capitalista es en sí mismo su otro, incorpora al otro a sí
mismo y pasa a ser otro sin dejar de ser él mismo. El régimen capitalista está consti-
tuido por dos elementos fundamentales: burguesía y proletariado. La primera es el
elemento positivo del fenómeno y el segundo, el negativo. La burguesía, al desarro-
llarse, engendra a su otro, al proletariado y lo incorpora al régimen de producción
capitalista. El proletariado, a su vez, niega a la burguesía y la hace pasar a una etapa
superior de su existencia: la lleva a ser lo que no es pero debe ser de acuerdo con
su naturaleza. El ser del régimen capitalista se convierte en otra forma de sí mismo.
Estas transformaciones progresivas del ser del capitalismo sin dejar de ser
él mismo se producen a partir de su nacimiento del seno del régimen feudal, hasta
llegar a su plena maduración en la época del capitalismo monopolista.
En El capital, Marx describe el proceso de nacimiento del capitalismo del in-
terior del régimen feudal.
El hecho que expresa la disolución del régimen feudal y al mismo tiempo la
transformación de sus elementos en la materia constitutiva del régimen capitalista,

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 237


lo es la proliferación de los pequeños productores de mercancías y la formación con
ello de un amplio mercado interno.
Conforme crece el mercado, de entre la masa de los campesinos se empiezan
a destacar los comerciantes y los campesinos ricos que amplían sus posesiones me-
diante el arriendo de tierras y el empleo de trabajo asalariado con el propósito de
aumentar la producción que destinan al mercado. La relación fundamental del régi-
men capitalista, trabajo asalariado-capital, se generaliza en el campo al formarse una
clase social capitalista que vive de extraer trabajo excedente a un proletariado agrí-
cola que crece explosivamente; la demanda de tierras para arriendos se incrementa
y el terrateniente, que ahora tiene que comprar fuerza de trabajo para el cultivo de
las tierras señoriales y los bienes de consumo que anteriormente le proporcionaban
gratuitamente los siervos, ve en ella la posibilidad de obtener ingresos mayores:
expulsa de sus tierras a los campesinos-siervos y la ofrece a los comerciantes y pe-
queños productores capitalistas de mercancías agrícolas; de esta manera, además,
crece inconmensurablemente el mercado de trabajo.
El movimiento económico producido por la proliferación de la pequeña pro-
ducción de mercancías agrícolas, por un lado ha hecho surgir a la pequeña burgue-
sía agraria y por otro ha obligado a los terratenientes a comercializar sus tierras;
éstos se han convertido en hijos de los tiempos, no sin antes ver rota por la violencia
(ejercida por la pequeña burguesía) su resistencia al cambio.
La mercantilización de la producción agrícola ejerce su influencia sobre la pro-
ducción artesanal; obliga a su incremento y con ello provoca la proliferación de los pe-
queños productores de mercancías industriales. Se inicia la formación de los pequeños
comerciantes en estos efectos y de los pequeños productores capitalistas (es decir, que
emplean trabajo asalariado); se disuelven los gremios y se generaliza la relación típica
del capitalismo: trabajo asalariado-capital. Se constituye una burguesía industrial que
vive de extraer trabajo excedente a la clase de los proletarios que se integra con los
antiguos oficiales de los gremios, los siervos que el capitalismo agrícola ha lanzado
a las ciudades y los campesinos pobres que el campo expulsa sin contemplaciones.
La pequeña producción capitalista de mercancías agrícolas e industriales evo-
luciona hacia la manufactura y luego ésta deviene en la gran industria maquinizada.
Mientras tanto, los terratenientes se han enriquecido en el arriendo de tierras,
la intermediación comercial y financiera, etcétera.
Los terratenientes se convierten en productores capitalistas y arremeten contra
los productores capitalistas provenientes de los pequeños productores de mercancías.
Se entabla una lucha entre estos dos sectores del régimen capitalista, cuyos
resultados pueden ser cualquiera de los siguientes:
a) Triunfo de los terratenientes y, como consecuencia, establecimiento de la vía
Junker del desarrollo capitalista; es decir, que los terratenientes se convierten
definitivamente en productores capitalistas que arrasan a los capitalistas prove-
nientes de la pequeña burguesía.
b) Triunfo de los capitalistas provenientes de los pequeños productores; someti-
miento de los terratenientes y disminución de su poder económico y político.
c) Compromiso entre ambos sectores.

238 • Capitalismo moderno y revolución


capítulo ii
ETAPA DEL DESENVOLVIMIENTO
DE LA PRIMERA FASE DEL RÉGIMEN CAPITALISTA

A partir de la revolución francesa se desarrolla impetuosamente el ser del régimen


capitalista. Al mismo tiempo, éste produce su esencia positiva (los dos polos que
lo constituyen), la cual madura a pasos agigantados. La esencia positiva tiene dos
aspectos. En uno de ellos el capital anula al proletario como su complemento, como
su fuente de plusvalía, a través de las formas clásicas de producción de plusvalía
absoluta: reducción del salario, extensión de la jornada, intensificación del ritmo de
trabajo, despotismo fabril, etcétera, todo lo que trae consigo el desgaste inmoderado
de la fuerza de trabajo, la miseria física y moral, el hambre, las enfermedades y la
muerte prematura de los trabajadores. En el otro, el capital destruye la naturaleza
humana del proletariado por medio de los métodos característicos de producción de
plusvalía relativa que desembocan en la maquinización de la producción: produce
así la degeneración y descomposición de todos los órganos, sistemas y procesos or-
gánicos de los trabajadores a quienes convierte en la encarnación de lo no-humano.
En la etapa inicial de existencia del capitalismo predomina el primero de los
aspectos mencionados y el segundo permanece en un plano secundario, oculto por
la preeminencia de aquel. En este período, el polo negativo de la esencia positiva
se exacerba y genera la lucha contra el polo positivo con la finalidad de satisfacer
las necesidades individuales de los trabajadores, de reconstituir su ser como com-
plemento del capital; incluso, cuando el enardecimiento del polo negativo es más
intenso, provoca la aparición de los primeros elementos formales de la esencia ne-
gativa, como la teoría de la revolución, las primeras insurrecciones del proletariado,
etcétera y, en última instancia, el surgimiento de la forma del otro del capitalismo,
el socialismo; pero todo esto teniendo como núcleo el imperativo de llenar las nece-
sidades individuales de los obreros, por lo cual se conserva intacta su naturaleza de
elementos del régimen capitalista.
En una etapa posterior, el primero de los aspectos señalados reduce sensible-
mente sus efectos e incluso empieza a ser sustituido por la tendencia a satisfacer en
una cierta medida las necesidades individuales (desde luego no-humanas) de los
trabajadores, lo cual constituye directamente una anulación de su naturaleza hu-
mana; el segundo aspecto enunciado cobra en este período una intensidad creciente
que determina la acelerada y completa degeneración y descomposición del organis-
mo de los trabajadores.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 239


Dentro de la primera etapa se comprende el desarrollo del capitalismo desde
la revolución francesa de 1789 hasta la segunda guerra mundial; la otra ha empeza-
do su existencia precisamente a partir de este punto.

A) Época del capitalismo de libre cambio (1789-1872)

1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista


Como fenómeno histórico-universal, el capitalismo inicia su existencia con la re-
volución francesa de 1789; surge a la luz en el continente europeo, después de una
larga vida intrauterina, en franca lucha contra el régimen feudal existente.
Los resultados fundamentales de esta contienda son los siguientes:
— la burguesía logra la abolición de la servidumbre y de los gremios y obtiene así
un impulso poderoso para el desarrollo industrial capitalista;
— derrota a la reacción feudal y convierte a los terratenientes en hijos de los tiempos:
primero como intermediarios de la producción capitalista y luego como verda-
deros productores capitalistas.

Quedan así, al final del período, formados los dos sectores fundamentales del
régimen capitalista recién nacido:
— el sector integrado por los capitalistas provenientes de los pequeños productores
de mercancías y
— el que forman aquellos que tienen su origen en los terratenientes feudales (o, en
general, en la aristocracia feudal).

En este período se destruyen las formas económicas precapitalistas y se esta-


blece el reinado del capitalismo industrial y de la libre competencia; el capitalismo se
extiende a los principales países de Europa y a los Estados Unidos de Norteamérica.
La dialéctica de la lucha de clases a través de la cual se da este proceso que
hemos reseñado, la estudia detalladamente Marx en sus escritos políticos Las luchas
de clases en Francia de 1848 a 1852, El 18 Brumario de Luis Bonaparte y La Guerra Civil en
Francia. La aristocracia y la plutocracia de los países capitalistas, iniciados ya en ese
torturador principio del auri sacra fames, extienden sus tentáculos hacia las regiones
atrasadas del planeta para saquearlas literalmente a través del robo descarado, de la
imposición de tributos y secundariamente por medio del comercio. Para ello, esos
países son conquistados militar y políticamente y se establece ahí un gobierno colo-
nial dependiente directa o indirectamente de la metrópoli. El efecto de esta primera
acometida es doble: por un lado, tiene que apoyarse necesariamente en las clases do-
minantes del país colonizado (terratenientes feudales y grandes comerciantes), con
lo que afianza al más poderoso bastión del régimen feudal existente; pero por otro,
inicia, a través del comercio, la disolución de la economía campesina autoconsuntiva
y de la producción artesanal (otros de los pilares del régimen feudal) y provoca el

240 • Capitalismo moderno y revolución


desarrollo de una pequeña producción de mercancías que sienta las bases del capi-
talismo colonial.
A la sombra de la aristocracia, la burguesía industrial de las metrópolis em-
pieza a introducir sus manufacturas en las colonias; lleva así a la ruina a la industria
doméstico rural y a la industria artesanal urbana, a la vez que promueve un creci-
miento más rápido de la producción mercantil. La burguesía industrial se da cuenta
de que “no se puede seguir inundando un país de productos manufacturados a me-
nos de ponerlo en condiciones de que venda a cambio algunas mercancías”.1
Junto con este interés de mantener e incrementar la venta de sus manufactu-
ras, existe la necesidad de crear nuevas fuentes de materias primas para alimentar
el crecimiento de sus industrias; de esta suerte, la burguesía industrial de las me-
trópolis impulsa la producción capitalista en las colonias con el fin de asegurar un
mercado creciente para sus productos y materias primas para sus industrias, lo que
a su vez genera un desarrollo más vasto del capitalismo colonial en general.
La burguesía metropolitana inicia así el establecimiento del mecanismo fun-
damental del moderno imperialismo: intercambio de materias primas coloniales
por manufacturas metropolitanas; en esta labor entra en conflicto con la aristocracia
metropolitana que pretende mantener la vieja forma del imperialismo. El régimen
capitalista que surge en las colonias va recorriendo las mismas fases que el capita-
lismo típico y, al igual que en los países europeos, choca con las relaciones feudales,
que en este caso son apuntaladas por la metrópoli, creándose así las bases para una
revolución democrático burguesa.
Es precisamente esta pequeña y mediana burguesía agraria e industrial, pro-
ducida por la misma intervención imperialista, la que encabeza la lucha en contra
de los terratenientes feudales y sus aliados extranjeros; en cierta medida, y con de-
terminadas condiciones, esta burguesía nativa encuentra un punto de apoyo en la
burguesía industrial metropolitana.
La finalidad última del movimiento es la expulsión de los imperialistas del
territorio nacional, el fraccionamiento de la propiedad territorial para así contar con
la materia prima indispensable para su desarrollo, el rescate del mercado exterior
para la propia burguesía nativa y la reivindicación del mercado interno para ella
misma. En esta lucha arrastra detrás de sí a las demás clases sociales, entre ellas al
proletariado urbano y rural y al campesinado pobre, presentando su interés como
el interés general.
Es a finales del período que estudiamos cuando han madurado los elementos
para el desarrollo de la revolución democrático burguesa y antiimperialista en las
colonias, la cual brotará incontenible en el período siguiente.

2. Negación del régimen capitalista dentro de los límites de su ser


La incorporación del proletariado al ser del régimen capitalista se realiza en las
primeras etapas de esa formación económica a través de las formas de producción

1
Marx, Carlos, La Compañía de las Indias Orientales, su historia y resultados, en Carlos Marx y Federico
Engels, “Acerca del Colonialismo”, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 52.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 241


de plusvalía absoluta que comprenden la sumisión de los obreros al capital, la ex-
tensión de la jornada, la intensificación del trabajo, la reducción del salario, la des-
trucción del hogar obrero con el ingreso de las mujeres y los niños a la explotación
asalariada, la violencia, el despotismo y la esclavitud ilimitada en las fábricas, el
predominio de la producción de bienes de capital y de consumo de lujo, la restric-
ción del consumo obrero, la abstención del gobierno para realizar gastos sociales en
vivienda, salud, educación, etcétera, la violencia y represión políticas, todo lo cual se
traduce en una situación de desgaste excesivo, hambre, insalubridad, enfermedades
y muerte prematura de los trabajadores; igualmente, se inicia el desarrollo de las
formas de producción de plusvalía relativa (división del trabajo y maquinización
de la producción) que es la forma superior de anulación de la naturaleza humana de
los trabajadores.
A la par con el desarrollo ascendente del capitalismo se producen necesaria-
mente los primeros elementos de su negación, aunque ésta esté contenida dentro de
los límites de su esencia positiva:
a) Lucha económico-política de los trabajadores:
— Organización obrera en sindicatos para luchar por reivindicaciones inme-
diatas, como reducción de la jornada, aumento del salario, prohibición del
trabajo femenil e infantil, etcétera.
— Actividad política de los obreros en el campo de la vida estatal para de esta
forma sacar adelante de una manera más efectiva sus reivindicaciones. Cons-
tituye la base de sustentación de los partidos burgueses liberales.
Estas reivindicaciones son burguesas en el fondo y su realización plena se traduce,
necesariamente, en el perfeccionamiento del régimen de producción capitalista.
b) Lucha político-insurreccional.
— La burguesía desarrolla la lucha armada en contra del régimen feudal. Detrás
de sí lleva a todas las demás clases sociales (proletariado, pequeña burguesía,
campesinado, etcétera) al presentar su interés como el interés general del
“pueblo”.
— Arrastrado a la vorágine de la lucha insurreccional armada, el proletariado
se educa rápidamente en esa escuela y a la vez empieza a diferenciar sus
intereses de los de la burguesía; primero los coloca al lado de los de aquella
pero como distintos y después los contrapone a ellos.
— El proletariado presenta a la burguesía sus intereses diferenciados como
reivindicaciones que son exigidas en un tono cada vez más airado.
— Por último, la clase obrera echa mano del mismo expediente que la burgue-
sía utilizó contra la aristocracia feudal: la rebelión armada, para obligarla a
satisfacer sus intereses.
— Este es el primer enfrentamiento violento entre las dos clases modernas. El
proletariado es sometido a sangre y fuego por la burguesía.
Las reivindicaciones que el proletariado hace valer frente a la burguesía son,
como dice Marx, burguesas en el fondo.

242 • Capitalismo moderno y revolución


La primera lucha insurreccional del proletariado es la negación del régimen
capitalista dentro de sus límites y por ello da un gran impulso al ser del capitalismo.
c) Lucha teórica:

— El materialismo inglés y francés desemboca en el socialismo inglés y francés


(socialismo utópico). Esta es la negación teórica del régimen capitalista en su
propio campo. Proporciona apoyo a la lucha obrera del mismo período.
— La filosofía alemana alcanza su punto culminante con Feuerbach. Su crítica
a la filosofía constituye la negación de la filosofía burguesa en su mismo
terreno.
— La economía política inglesa llega a su nivel superior con Proudhon. Su crítica
es la negación de la economía burguesa en el interior de sí misma y sirve de
base a teorías socialistas de diversa índole.

Esta etapa se cierra en 1852 y se caracteriza porque en ella el capitalismo ha


dado la primera gran batalla, a escala internacional, contra el régimen feudal; con sus
conquistas provoca la reacción furibunda de las clases feudales y, al mismo tiempo,
da lugar a una primera incorporación de las mismas a la maquinaria de explotación
capitalista.
A la par con ello se produce la primera negación del régimen capitalista por
parte del proletariado naciente y sus aliados.
Esa negación primitiva del capitalismo no tiene la finalidad expresa de tras-
cenderlo y se hace dentro de sus propios límites. El resultado es, por tanto, el perfec-
cionamiento del régimen capitalista y la consolidación de su ser en su primera fase.

3. Desarrollo más alto de los elementos constitutivos del régimen capitalista


Después de la derrota de los obreros insurrectos de París en 1848, el capitalismo
entra en una etapa de expansión acelerada a lo largo y lo ancho del planeta. A la vez
que el ser de este régimen se perfecciona, se inicia el proceso de producción de su
esencia negativa.

4. Negación del régimen capitalista por los primeros elementos


formales del otro que ha de sucederlo
La esencia del régimen capitalista es la negación de su ser y el desarrollo del otro que
ha de surgir de su interior a la existencia.
La negación esencial del capitalismo es aquella que lleva a su transformación
en otro régimen económico-social a través de la conversión de sus elementos consti-
tutivos en elementos aniquilatorios suyos y formativos del otro que lo sustituirá en
la existencia.
La esencia positiva del régimen capitalista se ha consolidado en su prime-
ra fase de existencia como resultado de la primitiva negación ejercida por el polo
negativo. Su desarrollo ascendente produce de nuevo, en una forma más alta, los

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 243


elementos de su negación, que son ya los elementos formales del otro en que se ha
de transformar:
a) Lucha económico-política en torno a las reivindicaciones económicas y políticas
de los obreros, desarrollada en una forma superior; fortalecimiento de la organi-
zación sindical y nacimiento de la Internacional.
b) Lucha político-insurreccional. Después de un período recesivo comprendido
entre 1852 y 1871, en este último año se produce en París la primera insurrección
armada del proletariado que logra arrebatarle el poder a la burguesía e instaurar
el poder obrero. La Comuna es la primera negación que constituye ya un germen
formal del otro del régimen de producción capitalista, del socialismo.
c) Lucha teórica. Nacimiento de la teoría revolucionaria del proletariado.
— 1a. Fase. Los primeros planteamientos: labor teórica de Marx y Engels entre
1844 y 1852.
— 2a. Fase. Maduración teórica: trabajos de Marx y Engels entre 1852 y 1880
aproximadamente.

Esta teoría aprehende, en un proceso dialéctico, la esencia del régimen de


producción capitalista.
En esta etapa, el movimiento y la teoría revolucionarios, que han iniciado el
proceso de su fusión, constituyen gérmenes formales del socialismo, pero asentados
en un firme contenido capitalista.
Esta negación no tiene aún ni la fuerza, ni la extensión, ni la profundidad
necesarias para destruir al régimen capitalista e instaurar el socialismo. El resultado
de su acción es, por tanto, impulsar al capitalismo hacia un punto superior de su
existencia.

B) Época del capitalismo monopolista

Con la derrota de la Comuna de París se cierra la época del capitalismo de libre


cambio; al mismo tiempo termina también la época de las revoluciones democrático
burguesas en Europa occidental; la burguesía ha logrado derrotar en lo fundamental
al régimen feudal y los terratenientes feudales han conquistado su derecho a partici-
par en el régimen de producción capitalista, convirtiéndose en uno de sus elementos
componentes.

1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista


El capitalismo da un paso adelante y se convierte en capitalismo monopolista; el
sistema imperialista consolida su primera fase de existencia. Lenin ha descrito ma-
gistralmente en “El imperialismo, fase superior del capitalismo” la transformación
del capitalismo de libre cambio en capitalismo monopolista y la maduración del
imperialismo sobre la base del capital industrial y financiero.
Por un proceso económico-natural, la concentración y centralización del capi-
tal desembocan necesariamente en la constitución de monopolios y de asociaciones

244 • Capitalismo moderno y revolución


monopolísticas. La productividad del trabajo se centuplica creciendo desmesurada-
mente, con la infinitamente potenciada producción de mercancías, la demanda de
materias primas, de productos alimenticios y de mercados.
Los dos sectores de la economía capitalista (el que forman los capitalistas
provenientes de la pequeña producción y el que integran aquellos que tienen su
origen en los terratenientes feudales), en un proceso de mutua complementación y
oposición desarrollan esta forma superior del capitalismo basada en los monopolios.
En cada país capitalista, y de acuerdo con los antecedentes históricos y otras
circunstancias, el resultado de esta lucha puede ser:
— el triunfo de la burguesía industrial y el sometimiento de la antigua aristocracia
feudal; aquella se convierte en la conductora del proceso de monopolización de
la producción;
— un compromiso entre ambas clase, las que se reparten en alguna forma las fun-
ciones económicas necesarias para dar el impulso a la producción monopólica y
— el entronizamiento de la antigua aristocracia feudal con el correspondiente aplas-
tamiento de la burguesía industrial; la producción monopólica se realiza por la
vía Junker.

La burguesía industrial y la aristocracia capitalista metropolitana invierten


sus capitales excedentes en las colonias. Establecen directamente y en gran escala
plantaciones y explotaciones de materias primas, ferrocarriles, telégrafos, plantas de
energía eléctrica, etcétera y al mismo tiempo apoyan a los terratenientes, a los comer-
ciantes (intermediarios comerciales del capital extranjero) y a la capa superior de la
burguesía nativa, quienes instalan también plantaciones, explotaciones e industrias
de diversos tipos que atienden en parte al mercado exterior y en parte al mercado
interno. El capitalismo nativo es elevado así a una etapa superior de su desarro-
llo. En el período anterior de la existencia del capitalismo colonial, la metrópoli ha-
bía mantenido intangible el statu quo de la clase dominante, y sólo indirectamente
había propiciado el desarrollo capitalista de los pequeños productores agrícolas y
urbanos, los que evolucionaron hasta integrar una verdadera burguesía nativa po-
seedora de empresas capitalistas agrícolas e industriales; su desenvolvimiento se
realizó, como ya anotamos, en lucha abierta contra los terratenientes feudales, de-
fensores del antiguo régimen. En la fase que ahora estudiamos, las clases feudales
dominantes fueron convertidas, en cierta medida, en productores capitalistas; pero
algunas formas feudales de explotación siguen en pié y son fortalecidas por la ex-
plotación ejercida por el capital imperialista a través de sus agentes nativos. El desa-
rrollo del capitalismo nacional promovido por la burguesía autóctona es dañado por
el desarrollo capitalista de los grandes hacendados, comerciantes y usureros, el cual
conserva y centuplica los efectos de las formas de explotación feudal. Las colonias
están grávidas de una revolución democrático burguesa, de una revolución campe-
sina y antiimperialista.
Al final del período queda estructurado definitivamente el sistema colonial
del imperialismo. Las colonias son convertidas en fuentes de materias primas y pro-
ductos alimenticios para las metrópolis y en campos de inversión y mercados para

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 245


el capital y las mercancías metropolitanas. La explotación colonial por las metrópolis
tiene los siguientes rasgos característicos: (a) se ejerce a través del robo descarado y
de los tributos confiscatorios; (b) se explota directamente a los proletarios agrícolas
e industriales de la colonia en las empresas establecidas por los extranjeros; (c) se
establece una relación de comercio desigual por la que los productos manufactura-
dos de la metrópoli se venden a un precio exorbitante a la colonia en tanto que los
productos coloniales son comprados a precios excesivamente bajos; (d) los capitales
extranjeros prestados al aparato administrativo de la colonia o a los terratenientes
y sus asociados reciben volúmenes enormes de intereses, regalías y beneficios; (e)
las empresas extranjeras de electricidad, telégrafos, ferrocarriles, etcétera, cobran
cuotas excesivas por los servicios que prestan. Con la ganancia de la explotación
colonial, la burguesía metropolitana crea un cuantioso fondo para sobornar a las
capas altas del proletariado de las metrópolis. Las masas populares de las colonias
están sujetas a una doble explotación. Por un lado, el propio desarrollo capitalista
generado por la intervención imperialista provoca la creciente miseria, degradación
y explotación de los trabajadores coloniales. Por otro, la explotación colonial por las
metrópolis repercute sobre las masas trabajadoras acentuando aún más el deterioro
de sus condiciones de vida, ya sea directamente en las empresas que establece el ca-
pital extranjero o indirectamente por medio de todos aquellos mecanismos a través
de los cuales la metrópoli impone una exacción a sus aliados coloniales, pues éstos
se resarcen reforzando la explotación capitalista y feudal de sus propios trabajado-
res y de la burguesía nativa, la cual a su vez traslada las cargas a sus trabajadores; en
última instancia, el capitalismo colonial y la explotación imperialista de las colonias
determinan, con su acción conjunta, la creciente miseria, esclavizamiento y degra-
dación de los obreros y campesinos coloniales; debido a las características especiales
del desarrollo del capitalismo en las colonias, en ellas la explotación capitalista llega
a escandalosos extremos jamás vividos anteriormente por el régimen capitalista. De
estas circunstancias surge incontenible un movimiento revolucionario democrático-
burgués y anti-imperialista que tiene como objeto derrocar al régimen feudal-colo-
nial y expulsar al imperialismo para despejar el camino del desarrollo capitalista de
la burguesía nativa.
Esta época que hemos descrito del desarrollo del capitalismo a escala univer-
sal se caracteriza por el predominio absoluto del capital financiero, el crecimiento
impetuoso de la producción basada en monopolios, una reacción política extrema,
una relativa organización interna de la producción capitalista, la agudización de la
anarquía en el exterior, la exportación de capitales y el establecimiento de las bases
fundamentales de un sistema colonial capitalista.

2. Desarrollo ascendente de los elementos negatorios del régimen capitalista


que son ya elementos formales de su esencia negativa
Después de la Comuna de París se abre, como ya dijimos, una época de crecimiento
vertiginoso del régimen capitalista sobre la base de la monopolización de la produc-
ción; la burguesía industrial y la aristocracia de origen feudal son las clases con-

246 • Capitalismo moderno y revolución


ductoras de este proceso, en el desenvolvimiento del cual someten a una domina-
ción oprobiosa a la mediana y la pequeña burguesía e intensifican la explotación del
proletariado internacional. En este período aumenta sustancialmente el número de
trabajadores asalariados y su organización y la dirección de su lucha contra la aco-
metida del capital, así como la formación de los Partidos Obreros que conduzcan su
acción política, son las tareas fundamentales de la teoría y el movimiento revolu-
cionarios, dejando de lado, por lo pronto, la preparación de la insurrección armada.
a) Lucha teórica. Últimos desarrollos de Marx y Engels al cuerpo de su doctrina;
aparición de sus primeros continuadores que inician el proceso de enriqueci-
miento de ese cuerpo principal. En lo fundamental, la doctrina de la revolución
ha quedado definitivamente establecida.
b) Lucha económico-política. Organización de los obreros; dirección de su lucha por
reivindicaciones inmediatas; conducción de su acción política para obtener del
Estado burgués la satisfacción de esas reivindicaciones inmediatas; formación de
Partidos obreros independientes de los Partidos burgueses; participación de los
representantes obreros en los parlamentos burgueses, educación del proletariado
en los principios fundamentales de la revolución; dotación al proletariado de una
conciencia revolucionaria. La fusión entre la teoría revolucionaria y el movimiento
obrero se hace más íntima. El fin último de todo el proceso es la conquista del
poder político por el proletariado para establecer el socialismo.

3. Anulación de la teoría y el movimiento revolucionarios por la burguesía


internacional. Surgimiento del revisionismo y del oportunismo
Durante el período que nos ocupa, la mediana y la pequeña burguesía son llevadas
a la ruina económica por la burguesía monopolista; en las condiciones miserables
de vida del proletariado (bajos salarios, jornadas extenuantes, despotismo fabril,
muerte prematura, ausencia de derechos civiles y políticos, etcétera) descubren es-
tos grupos burgueses elementos de su propia ruina; es por ello que desarrollan una
lucha económico-política en contra de la burguesía monopolista a la que integran
las reivindicaciones obreras señaladas, formando al mismo tiempo una ideología
que comprende dentro de sus postulados el del mejoramiento de las condiciones de
vida de los trabajadores; la mediana y la pequeña burguesía despliegan una gran
actividad teórico-práctica con el fin de someter a su dominación ideológica y po-
lítica al movimiento proletario bajo la égida de sus “principios obreros”. Al mis-
mo tiempo, y como resultado de la acción del capital monopólico que centuplica
la explotación de los trabajadores, se impone la tarea inexcusable de la defensa de
sus intereses inmediatos; se produce entonces, necesariamente, la transformación de
la organización, la conciencia y la política proletarias, de elementos negatorios del
régimen burgués que impulsan la lucha por reivindicaciones inmediatas como un
medio para preparar la conquista del poder político y la abolición del capitalismo,
en elementos que, dejando de lado este objetivo final, centran toda su acción en la
lucha por esas reivindicaciones inmediatas, por lo que adquieren así la naturaleza
de elementos constitutivos del régimen capitalista, coincidiendo plenamente con lo
que la mediana y la pequeña burguesía son.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 247


La acción que sobre ellas ejerce la mediana y la pequeña burguesía, y su pro-
pia dialéctica interna, producen necesariamente la anulación de la teoría y el movi-
miento revolucionarios y dan lugar al nacimiento del revisionismo y el oportunismo.
El revisionismo tiene una de sus fuentes en la ideología desarrollada por la
mediana y la pequeña burguesía en torno a las reivindicaciones inmediatas de los
obreros, las cuales son al mismo tiempo condiciones para la satisfacción de las rei-
vindicaciones de estos sectores burgueses en contra de la burguesía monopolista.
Otra de las fuentes del revisionismo se encuentra en la transformación de las
reivindicaciones inmediatas, que forman parte constitutiva de la ideología revolu-
cionaria como medio para la consecución del objetivo final, en el mismo objetivo
final del movimiento.
El revisionismo es, en esencia, la sustitución de la ideología revolucionaria
por la ideología burguesa proveniente de la mediana y pequeña burguesía que in-
tegra las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores como parte de las suyas.
El núcleo del revisionismo se encuentra en la sustitución del concepto de la
esencia del régimen capitalista por las determinaciones de la apariencia del mismo:
a) La esencia del régimen capitalista radica, como ya hemos visto al detalle, en el
hecho de que en él se da el proceso de anulación en el proletariado de la esencia
natural del género humano; para el revisionismo, la esencia del capitalismo
consiste en que este régimen vulnera las condiciones de vida de los obreros
considerados como la parte variable del capital global de la sociedad, es decir,
como la propiedad de los capitalistas que produce valor, en que no satisface las
necesidades individuales de los trabajadores en su carácter de elementos del
capital.
b) Igualmente, la esencia del capitalismo se finca en el hecho de que en su desa-
rrollo crea ineluctablemente la necesidad y los elementos de la recuperación de
la naturaleza humana por el proletariado; para el revisionismo, la finalidad del
movimiento obrero es tan sólo la satisfacción de las necesidades inmediatas de
los trabajadores, la restauración de su capacidad de producir valor, lo que implica
la agudización del proceso de desnaturalización al que se encuentran sometidos.
c) En resumen, el revisionismo sustituye el concepto de la esencia del régimen
capitalista por las determinaciones de la apariencia del mismo.
d) Como resultado de ello se anula la teoría revolucionaria:
— se le destierra de su antiguo campo de acción, es decir, de los partidos obreros
y de amplios sectores del proletariado internacional y
— se le sustituye con la forma de la ideología burguesa proveniente de la me-
diana y la pequeña burguesía desarrollada en la lucha de éstas en contra de
la burguesía y la aristocracia monopolistas.

El oportunismo reconoce las mismas fuentes que el revisionismo; es la po-


lítica realizada por los partidos obreros y el movimiento obrero internacional para
sacar adelante los intereses inmediatos de los trabajadores como parte integrante
de las reivindicaciones de la mediana y pequeña burguesía; los partidos obreros

248 • Capitalismo moderno y revolución


y el movimiento obrero se convierten así en apéndices políticos de determinadas
fracciones de la burguesía; colaboran así al perfeccionamiento del régimen burgués.
El enorme desarrollo de la producción monopólica acentúa la opresión de la
gran burguesía y de la antigua aristocracia terrateniente sobre el proletariado, clase
ésta a la que somete a un proceso despiadado de sobreexplotación.

4. Fase de mutua complementación de los contrarios


Anulada la teoría y el movimiento revolucionarios, puestas en pie de lucha la media-
na y la pequeña burguesía que tienen como brazo ejecutor a un movimiento obrero
“burgués” y recibiendo las metrópolis los chorros llenos de la riqueza producida
por la explotación colonial, se inicia una etapa en la cual se obtienen de la gran bur-
guesía y de la aristocracia terrateniente algunas concesiones para la clase obrera y
los sectores burgueses mencionados; este relativo mejoramiento de las condiciones
de vida de los trabajadores (que llega incluso a traducirse en la formación de lo que
Lenin llamó una “aristocracia obrera”) y de la situación de la mediana y pequeña
burguesía es un nuevo punto de apoyo para el crecimiento acelerado de la produc-
ción monopolística bajo sus dos formas: la que es impulsada por la gran burguesía
industrial y aquella que promueve la antigua aristocracia terrateniente.
La división interna entre los dos sectores monopolísticos brota al exterior y
produce dos grupos entre los países capitalistas desarrollados: uno, en el que se inte-
gran todos aquellos en donde la directora del proceso de monopolización de la pro-
ducción lo es la gran burguesía industrial y otro, formado por los que tienen como
clase dirigente de la producción monopolística a la antigua burguesía terrateniente.
Con el incremento de la producción basada en monopolios crecen las necesi-
dades de mercados, campos de inversión y fuentes de materias primas para ambos
grupos burgueses; se agudiza por tanto su apetito imperialista, lo que produce por
un lado el acentuamiento de la opresión sobre las colonias y semi-colonias que ya
poseen, por otro, la búsqueda de nuevas colonias y, por último, el despojo a sus ad-
versarios de los territorios de ultramar.
Como resultado de la oposición entre ambos sectores del capitalismo interna-
cional, la producción monopolista se orienta en su mayor parte hacia la producción
de los artículos bélicos necesarios para la defensa de sus posesiones y la conquista
de nuevos territorios; la militarización de la economía es la expresión más alta del
predominio de la producción monopólica y de la política imperialista que de ella
brota; de nuevo se estrecha el cerco que la gran burguesía industrial y la antigua
aristocracia terrateniente han tendido sobre la mediana y la pequeña burguesía y se
intensifica la explotación del proletariado, la que ahora se manifiesta de una manera
más aguda por los efectos de la militarización de la economía, la que trae consigo
inflación, déficit de alimentos, trabajo forzado, opresión política, ausencia de demo-
cracia, etcétera. La producción monopólica militarizada lleva a la ruina a la industria
ligera que produce bienes de consumo, alimentos, etcétera.
La producción monopólica militarizada tiene un desarrollo más rápido y pro-
fundo en los países dominados por la antigua aristocracia terrateniente (vía Junker),

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 249


los cuales, encabezados por Alemania, inician una lucha frontal en contra de los
países en los que la clase preponderante es la burguesía industrial monopolista.

5. Resurgimiento de la teoría y el movimiento revolucionarios.


Se produce la forma de la esencia negativa del capitalismo.
Primera revolución socialista
El empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera durante la fase su-
perior del imperialismo y el estado de pre-guerra existente llevan, necesariamente,
por un lado a la radicalización de la intelectualidad pequeño burguesa que inicia la
reivindicación de los principios fundamentales de la teoría revolucionaria y su desa-
rrollo creador para aplicarla a las condiciones existentes y, por el otro, a la rebelión
abierta del proletariado internacional que tiende a convertir la guerra imperialista
en guerra civil contra los explotadores.
La reivindicación de la teoría revolucionaria, encabezada por Lenin, da como
resultados: (a) su perfeccionamiento, pues se desarrollan sistemáticamente las teo-
rías del Partido, de las formas de lucha económica y política, de la insurrección ar-
mada y de la conquista del poder político; (b) como consecuencia de lo anterior
se gesta la formación de nuevos partidos políticos del proletariado opuestos y en
franca lucha contra los partidos socialdemócratas de la IIa. Internacional, los cuales
habían pasado ya al campo enemigo a través del revisionismo y el oportunismo.
La guerra mundial de 1914-1917 fue el resultado necesario de la contradicción
existente entre los dos grupos de países en los que se había escindido el capitalis-
mo internacional: aquellos que caminaban por la vía de la producción monopólica
de mano de la burguesía industrial y los que habían seguido la vía “Junker” de la
monopolización de la producción. En síntesis, la guerra mundial de 1914-17 fue una
lucha entre ladrones imperialistas que tuvo por objeto repartirse el mundo (merca-
dos, fuentes de materias primas, campos de inversiones, etcétera) en proporción a
su poderío económico y militar.
La guerra imperialista de 1914-17 dio un empuje poderoso a los dos procesos
anteriormente señalados: por un lado aceleró el perfeccionamiento de la teoría revo-
lucionaria, por otro fortaleció la tendencia del proletariado internacional a convertir
la guerra imperialista en guerra civil y por último impulsó la fusión de ambos.
La guerra imperialista de 1914-17 ocasionó un deterioro absoluto de las con-
diciones de vida de los trabajadores y de las capas medias de los países capitalistas
y de las colonias; la miseria física, el hambre, las enfermedades y la esclavitud de
amplias capas de obreros, exacerbadas por la guerra, el empleo de los trabajadores
como carne de cañón en el conflicto interimperialista, todo esto, obliga a la rebelión
de los proletarios en contra de los gobiernos burgueses. La guerra imperialista se
convierte en guerra civil; aquel mecanismo que según explicábamos mantenía en
estado de sumisión al proletariado y que consistía en la aplicación de las superga-
nancias de la explotación colonial para el soborno de las capas altas de la clase obre-
ra, deja de funcionar al suspenderse temporalmente la propia explotación colonial
mientras no se decide quién será el nuevo propietario de las colonias y al tener que

250 • Capitalismo moderno y revolución


emplearse los fondos acumulados, provenientes de esa misma fuente, para cubrir
las necesidades de la contienda militar. La guerra civil que se gesta en las metrópo-
lis no puede, en esta etapa, convertirse en una revolución socialista por las razones
que pasamos a enumerar: en los países capitalistas la teoría de la revolución apenas
acababa de ser desarrollada por Lenin; el proletariado europeo, a excepción del ruso,
estaba completamente dominado por el revisionismo de la IIa. Internacional, y por
eso, aunque estuviera en contra de la burguesía, su movimiento no iba encaminado
a la instauración del socialismo sino a llevar adelante los intereses de las fracciones
liberales de aquella clase social; el capitalismo tenía aún un campo de acción vastí-
simo para acabar de perfeccionarse; en las metrópolis apenas sí se habían dado los
primeros pasos en la producción monopolista y faltaba desarrollarla hasta sus últi-
mas consecuencias; tampoco se había integrado a la pequeña burguesía al aparato
de explotación capitalista; en las colonias sólo se habían puesto los cimientos del ca-
pitalismo; por último, en síntesis, el movimiento existente no era promovido ni plan-
teado por la clase obrera, sino que era un proceso de ajuste entre las diversas clases
explotadoras para perfeccionar la explotación sobre la clase de los trabajadores. La
revolución socialista no era posible en las metrópolis por las causas expuestas; en las
colonias tampoco debido a que éstas aún no se desarrollaban suficientemente por la
vía capitalista. En Rusia, país capitalista que no era colonia ni metrópoli, en el cual
convergían todas las contradicciones del capitalismo agudizadas por la persistencia
de fuertes supervivencias feudales y por la guerra, en donde se había llevado a la
práctica la recién elaborada teoría de la revolución en los países capitalistas y el revi-
sionismo de la IIa. Internacional no había hecho aún presa del proletariado porque
no había tenido tiempo de llegar, ahí se produjo necesariamente la primera revolu-
ción socialista de la historia.
La revolución rusa es la negación más decisiva del régimen capitalista, la que
da a luz a la forma, pero solo a ella, de su otro, el socialismo formal.
La revolución socialista rusa desempeñó el papel de catalizador del desa-
rrollo del capitalismo mundial hacia una etapa superior. El primer resultado de la
revolución socialista rusa fue la fusión definitiva, a escala internacional, de la aris-
tocracia capitalista y de la burguesía industrial en una sola clase social burguesa
con intereses comunes que se dedicó sin cortapisas al desarrollo de la producción
monopolista; el segundo fue el incremento de la lucha democrático burguesa en
las colonias, la cual barrió con el feudalismo y paradójicamente desembocó en la
conversión completa y definitiva de toda la clase terrateniente de las colonias, de
señores feudales en grandes productores capitalistas.
Como vemos, todo esto no es otra cosa que el ascenso progresivo del régimen
capitalista en el ámbito internacional. Del lado de la revolución, los bolcheviques
lograron lo siguiente: al obligar al régimen capitalista a reconcentrarse en sí mismo
y acelerar su perfeccionamiento apresuraron el proceso por el cual se creaban las
premisas para la revolución socialista internacional, difundieron metódicamente la
teoría de la revolución socialista y los resultados prácticos obtenidos por ella; de esta
manera prepararon a la clase obrera de Europa Oriental para la conquista del poder;
iniciaron la primera experiencia en el mundo para construir el socialismo.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 251


Después de la primera guerra mundial, la producción monopolista llega
a una nueva fase de existencia. En los países dominados por la burguesía indus-
trial, la producción monopolista entra en una gran crisis interna producida por
la ruina a la que ha reducido a la mediana y la pequeña burguesía (sector II de la
economía) y la sobreexplotación que ha ejercido sobre los trabajadores en el período
anterior; se hace entonces necesario que el Estado intervenga para restablecer la base
de sustentación de la gran burguesía monopolista (sector I) imponiendo una serie de
políticas tendientes a restituir la capacidad de crecimiento del sector II y reconstituir
la fuerza de trabajo de los obreros; el Estado se convierte también en un instrumento
de coordinación entre los dos sectores fundamentales de la economía capitalista. El
desarrollo del sector II y la reconstitución de la fuerza de trabajo sirven de punto de
apoyo a un nuevo crecimiento acelerado de la producción monopolista de la gran
burguesía industrial (sector I).
En los países donde domina la antigua aristocracia terrateniente, ahora con-
vertida en burguesía industrial, la reconstrucción de su economía destruida por la
guerra se basa en una nueva forma de producción monopolista que tiene como pun-
to central la fusión entre la antigua aristocracia terrateniente (sector I) y el Estado y
el aplastamiento despiadado de la mediana y la pequeña industria (sector II); esto
es, en la implantación del fascismo. Bajo esta forma, la producción monopolista se
desarrolla en estos países de una manera mucho más rápida y más profunda que en
el otro grupo de países.
En el sistema colonial, la revolución democrático-burguesa sigue, en este
período, completando su obra. En un proceso contradictorio y de acuerdo con la
dialéctica del mismo y con las características específicas de los países coloniales,
la revolución democrático burguesa colonial se resuelve en tres resultados: (a) se
mantienen en el poder los terratenientes, ahora convertidos en productores capita-
listas; obviamente, este sector del capitalismo nacional recibe un poderoso impulso
en su desarrollo, mientras que el otro sector capitalista (comandado por la burgue-
sía nacional) es mantenido en un lugar secundario; (b) conquista el poder la bur-
guesía nacional, con lo que se da la situación inversa a la del punto anterior y (c) la
pequeña burguesía, aliada con el proletariado, conquista el poder y da a su régimen
una “forma socialista”, aunque en esencia lo que bajo ella se desarrolla es el régimen
capitalista puro y simple (China). El capitalismo colonial da un gran paso adelante y
elimina definitivamente al feudalismo, agotándose ahí las posibilidades de la revo-
lución democrático-burguesa por el simple hecho de que su objeto ya ha sido alcan-
zado: el régimen feudal ha sido destruido. Se inaugura una nueva época en la que,
suprimidas las reminiscencias feudales, los terratenientes y la burguesía nacional
integran una sola clase capitalista cuyas partes componentes son antagónicas entre
sí en virtud de que los intereses capitalistas de ambos son también contradictorios.
Cumplidos los objetivos de la revolución democrático burguesa colonial, sólo queda
a estos pueblos la perspectiva de la revolución socialista. El desarrollo de la revolu-
ción democrático burguesa en las colonias obliga al imperialismo a iniciar su retiro
físico de esos territorios, concederles su independencia política y evacuar de ellos a
sus tropas. El viejo colonialismo ha muerto y en su lugar surge el neocolonialismo.

252 • Capitalismo moderno y revolución


Este proceso que hemos descrito se extiende más allá del período capitalista que nos
ocupa y culmina en la siguiente fase.
Como en el período anterior a la primera guerra mundial, estas contradiccio-
nes del régimen cristalizan en dos grupos de países; por un lado, unas naciones lle-
van hasta sus últimas consecuencias el desarrollo desorbitado de la industria pesada
y establecen así el régimen de dominación del trinomio: burguesía monopolista-
burguesía financiera-Estado, es decir, el fascismo, excluyendo definitivamente del
mismo a la burguesía de la industria ligera; por el otro, y a causa de la acción absor-
bente del fascismo que pretende conquistar a todo el mundo, los demás países impe-
rialistas se ven obligados a establecer una forma de coordinación entre las dos ramas
fundamentales de la producción que les permita desarrollarse progresivamente y
competir con éxito con el fascismo (se desarrollan así las primicias de las “políticas
económicas”, que no son otra cosa sino la actividad del Estado encaminada a coor-
dinar las dos ramas de la producción).
Bajo estas dos formas cobra un gran impulso la demanda de materias primas,
etcétera, y se incrementa el hambre de colonias. Se plantea una nueva redistribución
de las mismas por medio de otra conflagración mundial; la contradicción internacio-
nal entre burguesía integrada y burguesía monopolista desemboca en un conflicto
armado universal.
La guerra mundial de 1940 tiene, todas las proporciones guardadas, las mis-
mas consecuencias que la de 1914-17; las condiciones de vida de los trabajadores se
deterioran hasta niveles increíblemente bajos; los mecanismos establecidos a cuenta
de las superganancias coloniales para sobornar a la clase obrera suspenden su acción
a causa de la guerra; en consecuencia, de nuevo la guerra imperialista se transfor-
ma en guerra civil. La labor revolucionaria de la IIIa. Internacional, que rescató al
proletariado del revisionismo y del oportunismo de la IIa., preparó las bases para
que en esta ocasión la guerra civil se convirtiera a su vez en revolución socialista en
los países capitalistas de Europa Oriental. Se constituyó así, junto con la URSS, todo
un sistema de países formalmente socialistas. La negación del régimen capitalista es
ahora más profunda y extensa.
El papel de este sistema en la arena internacional fue el mismo que el desem-
peñado por la revolución rusa de 1917; su aparición y desarrollo sólo podía influir
como catalizador del régimen capitalista, obligándolo a perfeccionarse y desenvol-
verse, conforme a sus leyes consustanciales, hacia una etapa superior de su existencia.
Aquí, en este punto, al final de la segunda guerra mundial, se agota la pri-
mera fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista, la cual ha
producido la forma, pero sólo la forma de la esencia negativa, es decir, del otro del
capitalismo. Las potencias internas de su desenvolvimiento, así como la acción de
su contrario, han llevado al capitalismo a pasar a la segunda etapa del desarrollo
de su esencia positiva. Termina también la primera época del sistema imperialista.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 253


6. Naturaleza del régimen económico-político establecido
en Rusia por la revolución de 1917 y en los países de Europa
oriental a través de la guerra de liberación de la década de los años 40
Mucha tinta ha corrido, sobre todo en los medios académicos, a propósito de la na-
turaleza del régimen económico que se estableció en Rusia en 1917 y en los países de
Europa oriental en la década de los años 40; desde luego, en la mayoría de los casos,
por no decir que en todos, de lo que se ha tratado es de desvirtuar las verdaderas
características del régimen ahí instaurado para llegar a una serie de conclusiones
que van desde la negativa de que en esos países hubiera habido algún tipo de socia-
lismo en todo el período que se extiende desde 1917 hasta 1989, año este último en
que el sistema formado por esas naciones se desintegró, hasta la aseveración de que
lo que hubo en esos lugares fue un socialismo deformado, el “socialismo realmente
existente”, al que faltaba el toque “humanista” y “democrático” para alcanzar la
perfección, pasando por la tesis de que lo que en realidad había existido en los países
de Europa oriental durante ese largo periodo era un capitalismo de estado típico.
Muchas extensas disquisiciones hubo, también principalmente en la academia, acer-
ca de las causas y circunstancias que habían ocasionado el aborto del socialismo en
una determinada fase del proceso (casi siempre ligada con la muerte de Lenin), o
producido una malformación congénita de ese régimen que nunca pudo remediar,
o, por último, dado a luz un engendro que nada tenía de socialista, un régimen de
capitalismo de estado.
Enseguida abordaremos más detenidamente los temas que aquí hemos enun-
ciado.

a) La teoría del aborto del socialismo


De acuerdo con esta visión de las cosas, después de la muerte de Lenin, y debido a
las circunstancias en que había venido al mundo la primera dictadura del proleta-
riado, se canceló la posibilidad de que en la URSS se construyera el socialismo y en
lugar de ello se estableció una mera caricatura de ese régimen social que se basaba
en la colectivización forzosa y en la dictadura del partido sobre las masas y de un
atrabiliario e ignorante campesino georgiano sobre el partido. Pero esta teoría se
descalifica a sí misma: en efecto, lo que ella determina como verdadero socialismo
por oposición a lo que se edificó en la URSS a partir de 1930 no es sino la concepción
pequeño burguesa de un “socialismo humanista” basado en la “propiedad por gru-
pos” y en la “autogestión”, en el que se garantice el libre desenvolvimiento de las
capacidades individuales de sus integrantes y los trabajadores dediquen sus ocios a
las edificantes tareas de pensar, filosofar, soñar, pintar, versificar y hacerse el amor;
y es precisamente en nombre de esta aberración pequeño burguesa y poseídos de
un verdadero pavor ante el fallido intento estalinista de erradicar de las masas y del
Partido ese repulsivo espíritu individualista pequeño burgués, que el revisionismo
hace el balance de lo que sucedió en la Unión Soviética y llega a la conclusión de
que ahí nunca hubo socialismo. Y, efectivamente, así es. En la Unión Soviética, en
el período de su existencia que se ha dado en llamar estalinista, no se estableció ese

254 • Capitalismo moderno y revolución


decantado socialismo pequeño burgués, sino una primera aproximación, deficiente
y todo, al socialismo proletario.
Nosotros no defendemos de ninguna manera a Stalin. Nuestro interés prin-
cipal radica en determinar científicamente la naturaleza del régimen económico
que se estableció en Rusia en 1917 y las líneas de su desarrollo hasta llegar al de-
rrumbe de lo que se denominó “socialismo real”. Por tanto, nuestro “modelo” de
comparación no es aquel que fue construido por los intereses y apetitos de la pe-
queña burguesía, el “socialismo humanista”, sino el que delinearon Marx, Engels
y Lenin, los clásicos de la teoría revolucionaria. De acuerdo con esto, lo que erigió
el Partido Bolchevique bajo la dirección de Stalin no fue el socialismo en toda su
extensión (formal y materialmente), sino sólo su forma —no “una” forma, sino “su”
forma— dentro de la cual ese régimen conservó un contenido capitalista: el régi-
men soviético de la época estaliniana continuó y concluyó la colectivización de la
producción iniciada desde los tiempos leninistas, es decir, la tarea que constituye
la exigencia principal de la teoría marxista-leninista para la construcción del so-
cialismo; además, elevó constantemente el nivel de vida de los trabajadores para
reconstituir sus capacidades físicas y mentales arruinadas durante el régimen ca-
pitalista; por último, desarrolló la conciencia y la moral colectivas de las masas
reprimiendo en ellas la conciencia y la moral individualistas heredadas del capita-
lismo. Pero el socialismo bolchevique conservó como su elemento constitutivo al
individuo capitalista, al trabajador que tiene una íntima constitución fisiológica y
psicológica y una recóndita conciencia de propietario privado que no fue puesta en
evidencia y denunciada ante los obreros por los revolucionarios, sino, por el con-
trario, utilizada como punto de partida y base de su acción radical. En los tiempos
de la lucha en contra de la burguesía, de la conquista del poder y de la consolida-
ción de la dictadura del proletariado, todas las condiciones de existencia de la clase
obrera rusa generaban espontáneamente entre ellos una solidaridad y una concien-
cia y moral colectivas que se levantaba sobre su naturaleza íntimamente capitalis-
ta, la cual, sin embargo, seguía existiendo en estado de animación suspendida; los
revolucionarios, a través de su Partido, en una relación dialéctica y “democrática”,
estimulaban en la base obrera la libre emisión de iniciativas que en lo general, por
fuerza, coincidían con las necesidades del proceso revolucionario; el Partido las
hacía suyas, las elaboraba teóricamente y las devolvía a la base para ampliarlas y
consolidarlas; masas y Partido marchaban, no sin contratiempos y contradicciones,
unidos por el camino de la revolución. Después de 1930, fortalecida la dictadura
del proletariado en Rusia, se pone a la orden del día la construcción del socialismo.
La fuerza que alcanzaron en el período previo la conciencia y la moral colectivas
son el punto de apoyo para esa nueva tarea de la revolución; en la medida que la
colectivización avanza se produce un mejoramiento de las condiciones de vida de
los trabajadores que, por necesidad, reanima e impulsa su naturaleza capitalista
que hasta ahí había permanecido reprimida por sus intereses colectivos; en el seno
de las masas proletarias se gesta una primitiva división entre aquellos que desean
llevar hasta sus últimas consecuencias la colectivización de la producción y los que
quieren detenerla en un cierto punto e incluso convertirla en una forma de pro-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 255


ducción autogestionaria; esa escisión da lugar a una lucha dentro de la clase de
los trabajadores que es más aguda en cuanto más avanza la colectivización, más
se incrementan los niveles de vida de los trabajadores, más ímpetu adquiere su
naturaleza capitalista y, por tanto, más numeroso es el sector obrero contrario a
la colectivización; en el Partido Bolchevique se refleja la lucha de clases que existe
en el interior de las masas trabajadoras y también se fracciona en dos grupos que
corresponden a los que hay en la base obrera. En atención a todo lo anterior, las
relaciones entre el Partido y las masas obreras sufren un cambio en la forma en que
se desenvolvieron anteriormente; lo que espontáneamente brota ahora de la clase
obrera, en mayor medida conforme más avanza la colectivización, es una concien-
cia y una moral del individuo capitalista que exige una crecientemente poderosa,
violenta y dictatorial acción contraria del otro sector obrero y del Partido Bolchevi-
que para hacer ir adelante a la organización colectiva de la producción; en el mismo
Partido Bolchevique se va estableciendo una dictadura del grupo que preconiza
la colectivización sobre aquellos que se oponen a ella en nombre del individuo
capitalista, la que, a fin de cuentas, deviene en una dictadura personal. Lo que te-
nemos aquí, es, ni más ni menos, una verdadera lucha de clases dentro de la clase
de los trabajadores y al interior de su Partido; la democracia leninista de la etapa
inmediata anterior, tan cara a los revisionistas, ha cedido su lugar a la dictadura re-
volucionaria del proletariado que produce en ellos una repulsión instintiva. Todas
estas líneas de desarrollo del socialismo soviético llegan a su punto culminante en
la década de los años 50; la colectivización de la producción es prácticamente total,
el nivel de vida de los trabajadores es alto y se eleva constantemente y la conciencia
y la moral colectivas se vigorizan enormemente; pero, en virtud de la necesaria es-
timulación del individuo capitalista que cada trabajador tiene dentro de sí, que es
inherente al régimen del socialismo formal, la colectivización y la conciencia y la
moral colectivas son mantenidas en el estadio alcanzado únicamente por medio de
la dictadura violenta de una fracción del partido y del proletariado sobre el total del
partido y de la clase, tanto más virulenta aquella cuanto lo que espontáneamente
surge de la gran masa de los obreros es la reivindicación de un régimen económico
basado en la descentralización, la autogestión y la propiedad por grupos, que es la
antítesis del socialismo marxista.
La continuación de esta historia es conocida de todos: los elementos germi-
nales del otro del socialismo formal maduran y dan origen al capitalismo específico
que se conoció como “socialismo real” y se derrumbó en 1989.
Entonces, para nosotros, el régimen económico que construyó el proletaria-
do ruso bajo la dirigencia del partido bolchevique no es el socialismo en toda su
extensión, tal y como lo habían columbrado Marx y Engels, sino sólo su forma que
está gravada por un contenido capitalista; era forzoso, entonces, que aún la forma
del socialismo que se estableció en la URSS adoleciera de imperfecciones y defectos,
de estigmas del régimen capitalista, etcétera, como por ejemplo sucedió con la es-
tructura industrial que, colectivizada y todo, mantenía unas características que sólo
la hacían apta para restaurar la naturaleza capitalista de los trabajadores y no para
reconstituir sus capacidades naturales humanas; era inevitable que la forma del so-

256 • Capitalismo moderno y revolución


cialismo tuviera a su otro en sí mismo, es decir, a un contenido capitalista. De igual
manera, la estructura y acción del Partido Bolchevique y su relación con las masas
no fueron, durante el período de la construcción del socialismo, las que teóricamente
había definido Lenin porque, debido al fortalecimiento del contenido capitalista que
el progreso de aquel implicaba, las masas obreras se inclinaban espontáneamente
hacia una forma de organización económica contraria a la colectivización que no
era otra cosa sino un régimen capitalista sui generis y, por tanto, en una medida
cada vez mayor debió prevalecer necesariamente la dictadura sobre la democracia;
la verdadera naturaleza de los intereses de los revisionistas se comprende ahora más
claramente, pues la democracia que post festum exigen al partido bolchevique de la
época de Stalin sólo habría ocasionado la acelerada reversión del socialismo formal
hacia el capitalismo sui generis, como efectivamente sucedió después de la muerte
de aquel. En la cima del socialismo bolchevique, la mayoría de la clase obrera y del
Partido ha sido ganada por las ideas contrarias al régimen, por lo que la dictadura de
los elementos socialistas encabezados por Stalin adquiere por fuerza una violencia
enorme, desproporcionada y completamente inútil, que además se han encargado
de magnificar, unidos amigablemente también en esta tarea, la burguesía internacio-
nal y el revisionismo y oportunismo modernos.
Para nosotros, en suma, el socialismo formal es el resultado necesario de una
fase específica del desarrollo del régimen capitalista y no una deformación de un
modelo teórico determinado que no se aplicó correctamente por circunstancias co-
yunturales y/o por las deformaciones de un dirigente y un Partido que traicionaron
los principios de la revolución; haciendo una reducción al absurdo, podemos decir
que, aunque en esta etapa el socialismo se hubiera establecido en los países más
desarrollados, el resultado final habría sido el mismo, pues la naturaleza del capi-
talismo ahí existente —no su grado de desarrollo— era igual que la del de la Rusia
prerrevolucionaria; también entonces habríamos visto el nacimiento, evolución y ex-
tinción de un socialismo formal y, por último, una restauración plena del capitalis-
mo para dar lugar a la fase superior de este régimen social en donde serían llevadas
hasta sus últimas consecuencias sus características esenciales, preparándose así el
paso al socialismo formal y real que es el que el marxismo revolucionario descubrió
desde hace mucho tiempo como la esencia negativa del capitalismo.
La revolución rusa de 1917 y el régimen económico-social que se empezó a
forjar en Rusia a partir de 1930 fueron, la primera una revolución proletaria típica-
mente marxista y el segundo un régimen de socialismo marxista que se produjeron
en circunstancias históricas específicas y por tanto tienen características también
peculiares. La revolución bolchevique cumplió con todas las prescripciones de los
clásicos del marxismo: un partido revolucionario, que era el resultado superior del
movimiento revolucionario marxista internacional, armado con una teoría revolu-
cionaria que es el marxismo enriquecido por el leninismo, se fusiona con la clase
obrera y la dirige a la conquista del poder político para fraguar así un régimen de
dictadura proletaria; éste, después de consolidarse firmemente, inicia la construc-
ción del socialismo preconizado por los clásicos, es decir, fundamentalmente la co-
lectivización de la producción, la planificación y dirección centralizada de la econo-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 257


mía y la elevación del nivel material y cultural del proletariado. Lo característico del
socialismo construido en la URSS radica en que ha conservado sin alterar la íntima
naturaleza capitalista de los trabajadores y esto encuentra su explicación en la fase
histórica de existencia del capitalismo a escala internacional y no, como se pretende,
en lo coyuntural del desarrollo del capitalismo ruso.
Para el revisionismo de todo tipo —recordemos que el trostkismo es tam-
bién una forma del revisionismo—, la revolución rusa no fue una revolución típi-
camente marxista ni el régimen que se implantó en la URSS fue socialista. Pero a
estas declaraciones pretendidamente anonadantes ya tenemos algo que oponer: sus
propias concepciones que ya hemos conocido. Partamos de lo que ellos consideran
que es el socialismo, el modelo “marxistamente puro” que enfrentan al socialismo
estaliniano: se trata, ni más ni menos, de lo que ellos mismos han dado en llamar
“socialismo humanista y democrático” y cuyos pintorescos rasgos ya apreciamos
suficientemente en párrafos anteriores, es decir, del sistema económico-político que
la pequeña burguesía ha construido con su portentosa imaginación; de ahí entonces
que la menor dosis de colectivización, de sometimiento del individuo a la colectivi-
dad, encienda en ellos una santa indignación contra quienes se atreven a desafiar a la
sagrada naturaleza humana del individuo. Sigamos con lo que conceptúan como
la relación perfecta entre el Partido y las Masas y que oponen a la brutal dictadura
estaliniana: la labor del Partido es, según esto, estimular entre las masas la máxima
libertad para que de sus necesidades instintivas, desde luego individuales, surjan las
reivindicaciones que se materialicen en la acción práctica del proletariado, la cual,
evidentemente, debe desembocar en el establecimiento del glamoroso régimen so-
ñado por la pequeña burguesía; es por eso que toda la labor partidaria encaminada
a reprimir la desbocada actividad de las masas en pos de sus intereses individua-
les, a inculcarles la moral del colectivismo proletario y a defender la dictadura del
proletariado y la producción colectivizada, es satanizada como una monstruosa im-
posición que ahoga al individuo. Terminemos con lo que entienden por verdadera
revolución y que oponen al “engendro” leninista de la revolución bolchevique; la
revolución socialista —se designa con este nombre al movimiento que se supone da
acceso a la utopía pequeño burguesa del “socialismo humanista”— debió haberse
realizado primeramente en los países capitalistas más desarrollados pues esto ha-
bría garantizado que inmediatamente podría ponerse toda la estructura industrial
al servicio de la satisfacción de las necesidades elementales de los trabajadores para
seguir, sin solución de continuidad, con la tarea superior de implantar el reino mi-
lenario del amor, la belleza, la sensualidad, etcétera, en donde el individuo, una vez
llenadas sus necesidades físicas más imperiosas, deje volar su loca fantasía y forje
su reino personal, en el que es amo y señor y pueda libremente desenvolver sus
potencias espirituales; a eso se debe que el revisionismo, que es pequeño burgués
por definición, vea con horror una revolución realizada por el proletariado inculto
de un país en donde existe un capitalismo bárbaro, asiático, infradesarrollado y en
el que, por tanto, en lugar de establecer el socialismo —esto es, la risible caricatura
que de ese régimen ha inventado la pequeña burguesía— tiene que empeñarse en
un trabajo inferior, es decir, en industrializar al país mediante una colectivización

258 • Capitalismo moderno y revolución


forzada, violenta, antihumana, postergando hasta las calendas griegas la edificación
del “verdadero socialismo”.
Como ya lo expresamos, no es nuestra intención defender a Stalin o hacer un
panegírico de su papel como dirigente del Partido Bolchevique y del Estado Sovié-
tico; pero no podemos menos que señalar lo que se ha puesto de relieve en toda la
argumentación anterior: la enorme diferencia, la distancia insalvable que hay entre
el partido bolchevique, el gobierno soviético, el dirigente máximo de ambos apara-
tos después de la muerte de Lenin, la revolución proletaria y el socialismo rusos,
que representan la continuación de la teoría y la práctica revolucionarias marxistas,
respecto de la miseria teórica y práctica de la pequeña burguesía que nada ha dado
al mundo salvo el lamentable espectáculo de su incurable estulticia crónica.

b) La teoría de la malformación congénita del socialismo ruso


Esta teoría concede el lugar principal a la coyuntura en la valoración de la revolu-
ción rusa y de los sucesos posteriores que tienen su desenlace con el derrumbe del
llamado “socialismo real”; su sostenedor mas renombrado es Charles Bettelheim.
De entrada debemos decir que la posición que privilegia la coyuntura como
lo decisivo en el acontecer histórico es anticientífica y antimarxista por definición. Y
de esta contextura es la concepción de Bettelheim. No se necesita de un gran esfuer-
zo teórico para reconocer como trasfondo de las elucubraciones de este autor todos
los postulados de la pequeña burguesía que ya tuvimos oportunidad de analizar con
mayor o menor detalle en el punto anterior.
Lo primero que llama poderosamente la atención es que Bettelheim,2 quien
había vivido en la URSS por muchos años y que incluso había aprendido ruso para
poder comprender mejor la economía de esa nación, sólo hasta 1968, y esto a raíz
de la invasión rusa a Checoslovaquia, se apercibió de que lo que existía en ese país
no era el socialismo, sino una forma sui generis del capitalismo. Esto nos revela dos
cosas: primero, que Bettelheim reconoció el no-socialismo de la URSS únicamente
hasta que tuvo ante sus ojos el modelo teórico del socialismo —socialismo humanis-
ta— que propugnaba la pequeña burguesía internacional y al que, según el consenso
de toda la intelectualidad pequeño burguesa de izquierda de aquella época, se di-
rigía el movimiento democratizador de Dubceck; segundo, que el autor que ocupa
nuestra atención había reputado como un régimen socialista —aún reconociendo
en él algunas imperfecciones— al que existía en la Unión Soviética en los años 60,
cuando ya era una organización económico-social franca y abiertamente capitalista. En am-
bas situaciones de su evolución intelectual, Bettelheim no tiene como modelo de
comparación al socialismo marxista-leninista, bolchevique, sino a dos versiones del
socialismo pequeño burgués, el “socialismo humanista” y el llamado “socialismo
realmente existente”.
La revelación intelectual que propicia en Bettelheim la invasión rusa a Che-
coslovaquia lo conduce a indagar, con el instrumental de la teoría del “socialismo

2
Bettelheim, Charles, Las luchas de clases en la URSS, primer período (1917-1923), Siglo XXI Editores, México,
1977.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 259


humanista” que recién ha adquirido, acerca del pasado del régimen soviético hasta
llegar al punto mismo de la revolución bolchevique de 1917. Encuentra que la re-
volución rusa fue, sin lugar a dudas, una revolución proletaria, es decir, realizada
por el proletariado ruso dirigido por su partido de clase, el partido bolchevique;
sin embargo, desde la época de la insurrección armada y durante los primeros años
de la dictadura del proletariado —que también admite se estableció en Rusia como
coronamiento de la revolución proletaria— se gestó y desarrolló un vicio en la ideo-
logía, en la estructura y en la relación del partido con las masas que se prolongó in-
clusive a la época posterior de la colectivización estalinista; hay que hacer notar que
para Bettelheim ese vicio era algo que podía haberse evitado, es decir, que no estaba
inscrito como una necesidad ineluctable en el desarrollo de la revolución rusa, sino
como una mera circunstancia, algo coyuntural que por diversas y múltiples razones
concretas que él se propone descifrar no pudo ser superado por los revolucionarios
rusos y los llevó a cometer graves errores, sobre todo en la construcción del socialis-
mo que, debido a todo eso, nunca se pudo concretar realmente y, por último, condu-
jo a la sociedad rusa a la restauración del capitalismo.
El defecto ideológico a que hace referencia Bettelheim es lo que él llama eco-
nomismo, al cual le da diferentes connotaciones según la etapa de la revolución de
que se trate. Así, en el período de la formación del partido y del inicio de la fusión
de éste con el proletariado, denomina de esta manera a la tendencia que circunscri-
be la lucha a las solas reivindicaciones económicas; la corriente más fuerte dentro
del partido es la que se inclina hacia ese tipo de enfrentamiento con la burguesía y
únicamente la táctica característica de Lenin de apoyarse en las libres iniciativas de
las masas es lo que hace posible que el partido bolchevique adopte una línea revo-
lucionaria que conduce a la conquista del poder por los obreros y al establecimiento
de su dictadura.
También dentro del período del desarrollo y consolidación del poder obre-
ro, que abarca aproximadamente desde la toma del poder hasta la muerte de Le-
nin, Bettelheim encuentra la misma naturaleza economista del partido, aunque
ahora referida a otro tipo de problemas; esto por lo pronto no será objeto de nues-
tra atención.
Más adelante, cuando el partido bolchevique se echa a cuestas la tarea de
la construcción del socialismo, lo cual era perfectamente posible porque en la fase
anterior se habían creado las más firmes premisas para ello, Bettelheim encuentra
de nuevo los elementos de su esquema favorito: el grueso del partido, liderado por
Stalin e imponiéndose dictatorialmente a las masas obreras, opta por la tendencia
economista y en lugar del socialismo desarrolla solamente las fuerzas productivas
mediante una colectivización forzada y violenta. Aquí, Bettelheim se saca de la chis-
tera una peregrina teoría de las formaciones económico-sociales y la atribuye sin
más a la doctrina marxista: su tesis la expresa diciendo que los bolcheviques, con los
planes quinquenales, lo que habían hecho era únicamente impulsar el desarrollo de
las fuerzas productivas y no habían revolucionarizado las relaciones de producción
transformándolas de capitalistas en socialistas, que las relaciones socialistas las ha-
bían establecido jurídicamente pero no en la realidad. Según esto, las relaciones de

260 • Capitalismo moderno y revolución


propiedad y las formas de producción capitalistas que la revolución bolchevique y el
gobierno soviético transformaron en su opuesto no formaban parte de las relaciones
de producción y éstas estaban constituidas únicamente por la división entre trabajo
físico y trabajo mental, la separación entre el campo y la ciudad y la supervivencia
del pago en salario a los obreros; tales divisiones y esa pervivencia eran el contenido
fundamental de las relaciones de producción, según Bettelheim.
Marx expresa tajantemente, en el Prólogo de su obra Crítica de la Economía
Política, la que es su definición clásica de las relaciones de producción:
...Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran
en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más
que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían
movido hasta entonces...3

Marx identifica totalmente las relaciones de producción con las relaciones de


propiedad.
La relación de propiedad característica del socialismo es la propiedad colec-
tiva, es decir, la concentración de la propiedad de los medios e instrumentos de
producción en manos del Estado proletario; desde los primero años del régimen
soviético se inició y desarrolló un proceso, perfectamente contabilizado y registrado
por los organismos correspondientes, de desposesión de la propiedad privada de la
burguesía y de constitución, con los bienes así confiscados, de la propiedad colecti-
va de los trabajadores soviéticos; durante la larga época de funcionamiento de los
planes quinquenales, el régimen soviético avanza aceleradamente en ese proceso de
conversión de la propiedad privada capitalista en propiedad socialista, de tal suerte
que para la década de los años 50 prácticamente en la industria ya sólo existe la
propiedad colectiva y en el campo ésta coexiste con una propiedad cooperativa en
trance de colectivización. En la misma medida en que la propiedad privada se trans-
forma en colectiva, va disminuyendo, hasta prácticamente desaparecer, la relación
trabajo asalariado-capital, puesto que ésta y la propiedad privada capitalista están
íntima e indisolublemente ligadas. El paso de la propiedad privada a la propiedad
socialista es la base para la colectivización de la producción, la unificación de la
estructura industrial y la planificación del proceso productivo. Con fundamento en
todo esto, se desarrolla la industrialización del régimen soviético. Como se ve, es
precisamente la transformación radical de las relaciones de producción capitalistas
el punto de apoyo para la industrialización socialista de la economía soviética. En el
proceso descrito van de la mano, implicándose uno al otro, la conversión de la pro-
piedad privada capitalista en propiedad colectiva, la abolición de la relación trabajo
asalariado-capital, la colectivización de la producción, la unificación de la estructura
industrial, la planificación de la producción y la industrialización socialista.
Si hay alguien que alguna vez haya seguido al pié de la letra las prescripcio-
nes marxistas-eninistas para la construcción del socialismo lo fue el partido bolche-
vique durante la vigencia de los planes quinquenales. La aplicación escrupulosa de
las tesis del marxismo-leninismo se manifiesta en que el partido bolchevique recono-
3
Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, Editora Nacional, México, p. 7.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 261


ce, además de todo lo anterior, la fórmula clásica que Marx consignó en su “Crítica
del Programa de Gotha” conforme a la cual en el socialismo los obreros recibirán del
fondo común los satisfactores de sus necesidades de acuerdo con la cantidad del tra-
bajo aportado a la producción, es decir, que recibirán un estipendio o salario, lo cual
no debe confundirse con la subsistencia de la relación trabajo asalariado-capital por
que ya no existe el segundo de estos términos, y también en que tiene en cuenta la
previsión marxista de que en el socialismo pervivirán la división entre trabajo físico
y trabajo mental y entre el campo y la ciudad mientras se crean los elementos mate-
riales e intelectuales para su abolición y que es sólo hasta en el régimen comunista en
donde, dice Marx, se inscribirá en las banderas de la sociedad el principio “de cada
quién según sus capacidades, a cada quién según sus necesidades” y se suprimirán
las divisiones mencionadas.
El partido bolchevique se negó rotundamente a las exigencias izquierdistas
de intentar sustituir —porque evidentemente eso no se hubiera logrado nunca— en
esta fase del desarrollo del régimen soviético el trabajo remunerado por el trabajo
voluntario independiente de cualquier pago —los fracasados sábados comunistas
por los que tanto lloran los revisionistas—. Sin embargo, cuando ya se había avanza-
do un buen tramo en la construcción del socialismo, los bolcheviques empezaron a
impulsar el trabajo voluntario bajo las formas de la emulación socialista y del trabajo
de choque, lo cual representaba el germen de la forma superior de trabajo que debe-
ría establecerse en el comunismo.
De la misma manera, las contradicciones entre el trabajo físico y mental y
entre el campo y la ciudad empezaron a ser tratados convenientemente con el fin de
preparar las condiciones para su anulación durante el comunismo.
Y precisamente de eso acusa Bettelheim a los revolucionarios rusos, esto es,
de cumplir cabalmente con los postulados del marxismo-leninismo al no pretender
abolir lo que necesariamente tenía que seguir existiendo en el régimen socialista y
sólo podía desaparecer en la sociedad comunista.
Hay, entonces, en Bettelheim, una terrible incomprensión de una idea ele-
mental del marxismo-leninismo, del concepto de relaciones de producción; pero
es una incomprensión interesada, porque así puede introducir de contrabando la
concepción del “socialismo humanista”, contrahecho vástago de la intelectualidad
pequeño burguesa moderna, y confrontar con ella el socialismo estaliniano para des-
calificarlo sin apelación.
En efecto, Bettelheim condena como no-socialista la confiscación creciente
que hace el gobierno bolchevique de la propiedad privada capitalista y su concentra-
ción en manos del estado proletario porque se ha realizado desde arriba, antidemo-
cráticamente, sin la participación libre y voluntaria de las masas; para Bettelheim y para
todos los revisionistas modernos, la apropiación por el proletariado de los medios e
instrumentos de producción debe ser un acto que surja espontáneamente de las ma-
sas, una manifestación libre de la personalidad e individualidad de los proletarios
que tenga en cuenta sus capacidades y necesidades específicas, una realización de
aquellas para que de esa manera la porción de los medios de producción en los que
despliega su fuerza de trabajo, la fábrica, sea su propiedad, su fábrica; esta es, ni más

262 • Capitalismo moderno y revolución


ni menos, la tesis de la autogestión obrera llevada a la práctica por los revisionistas
yugoslavos y reivindicada por la intelectualidad pequeño burguesa durante su le-
vantamiento internacional iniciado en París en 1968.
Bettelheim fustiga la forma de trabajo asalariado que necesariamente con-
serva el régimen soviético, con lo cual se adhiere a la propuesta del “socialismo
humanista” de establecer una forma de trabajo voluntario y libre que sea la expre-
sión y realización de las capacidades individuales de los trabajadores; en lugar de
la actitud racional, sencilla y natural del hombre de la sociedad comunista que des-
pliega sus capacidades directamente en forma social, colectiva, tenemos una actitud
mística, irracional, en la que la pequeña burguesía pretende que el obrero cultive y
desarrolle lo que la historia ya se encargó de eliminar totalmente con la socialización
de la producción, es decir, sus capacidades particulares, personales, individuales y,
además, que lo haga en una forma sensual, placentera, libidinal, lúdica —el trabajo
como juego—; como vemos, la en apariencia terriblemente izquierdista proposición
de abolir, como condición para la existencia del socialismo, la remuneración de los
obreros conforme a la cantidad del trabajo proporcionado a la sociedad, resulta ser
en realidad el vehículo para introducir una reivindicación clásica de la pequeña bur-
guesía; esta clase social lo único que logra, en realidad, es preparar el terreno, aquí,
en esta sociedad burguesa existente, para las tendencias capitalistas que, con el fin
de incrementar la masa de plusvalía que arrancan al proletariado, intentan también
convertir el trabajo asalariado en algo placentero, libidinal y lúdico para el obrero
individual.
Nuestro autor reprocha al régimen soviético el no haber suprimido, como
condición para la construcción del socialismo, la división entre el trabajo físico y
mental; esta exigencia tiene también la apariencia de una propuesta archirevolucio-
naria. Sin embargo, en el fondo se trata de lo mismo: lo que la pequeña burguesía
pretende es convertir a todos los trabajadores en intelectuales pequeño burgueses,
es decir, dotar a los obreros de una facultad intelectiva individual —la inteligen-
cia personal, tan cara a los profesores universitarios— que les permita conocer sus
capacidades y necesidades individuales verdaderamente humanas, su sensibilidad
humana y dirigir su actividad práctica al ejercicio y la satisfacción de aquellas. La
pequeña burguesía sueña con un proletariado que sea un vasto semillero de pensa-
dores, filósofos, poetas, pintores, escritores, actores, artistas en toda la extensión de
la palabra.
La cruda realidad se encargó de echar por tierra todo el andamiaje teórico
de Bettelheim; al mismo tiempo que encontró en la invasión rusa a Checoslovaquia
la piedra de toque para la comprensión de la naturaleza del régimen soviético, vio
en la “revolución cultural” china el método revolucionario por excelencia para evi-
tar que los partidos comunistas sufrieran las desviaciones que según el prejuicio
teórico de la pequeña burguesía había padecido el partido bolchevique. En lugar
de la acción revolucionaria de las masas para encauzar la revolución por el camino
correcto, lo que obtuvo la dirigencia del partido comunista chino fue la formación
de grupos de choque integrados por delincuentes juveniles que, desplegando una
violencia inaudita contra la masa de los trabajadores, aceleraron en lugar de detener

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 263


el proceso de descomposición del socialismo en China, que a partir de ahí se enfiló
directamente hacia un régimen de capitalismo sui generis, como el que existió en la
URSS hasta 1989.
Bettelheim descarta como factores determinantes de la evolución del régimen
soviético al grado de desarrollo alcanzado por el capitalismo en Rusia en el perío-
do anterior a la revolución y al supuesto cerco económico, político y militar que
los países capitalistas tendieron en su derredor a partir del triunfo de la revolución
proletaria; de esta manera, deja como único elemento significativo a la actuación del
partido bolchevique, la cual pudo haber sido de un tal modo —para Bettelheim,
el modo revolucionario— y fue de otro debido a las múltiples circunstancias que
concurrieron en el proceso revolucionario y a las que hay que estudiar concienzu-
damente para obtener las conclusiones correspondientes y evitar los mismos errores
en la revolución futura.
El revisionismo moderno hace una crítica del concepto clásico de socialismo
y en su lugar propone una definición que considera ser la acertada. Para él, el so-
cialismo no es el otro del capitalismo, es decir, no es el proceso de socialización de
la producción, de integración del proletariado como fuerza abstracta de trabajo, de
explotación y depauperación de los obreros como aniquilación de su naturaleza hu-
mana, de desarrollo de la teoría y el movimiento revolucionarios, etcétera, que se da
en el régimen capitalista y que lleva necesariamente, porque ya lo es por su destino,
hacia el socialismo, es decir, a la conquista del poder por el proletariado, a la dicta-
dura de esa misma clase, a la expropiación de la propiedad privada de la burguesía,
a la instauración de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de pro-
ducción, a la colectivización de la producción, etcétera; para nuestros revisionistas,
puede la historia empeñarse en realizar esas tareas una y mil veces, pero si no hay
“democracia” en el partido que dirija ese movimiento, no habrá socialismo a despe-
cho de lo que aquella diga. Ya sabemos lo que para el revisionismo pequeño burgués
significa esa “democracia” que con tanto denuedo defiende: consiste en dejar actuar
libremente a las masas obreras para que ellas impongan soberanamente al régimen
económico y político las características que corresponden a sus verdaderas necesida-
des “humanas”, esto es, organizarlas bajo la dirección de la intelectualidad pequeño
burguesa con el fin de establecer el “socialismo humanista”, que es el régimen en el
cual deben florecer sin restricciones sus capacidades individuales.
El socialismo no es, entonces, para los revisionistas, el movimiento real de la
historia, sino lo que ese movimiento debería haber sido de acuerdo con el modelo
que la intelectualidad pequeño burguesa, desde sus cubículos en la Universidad, ha
forjado a través de la crítica dentro de los límites de la razón pura y que constituye
un verdadero “ideal”, en el sentido ético de la palabra.
Un examen superficial de las tesis revisionistas nos haría creer falsamente que
a su juicio las características del régimen soviético no son socialistas sólo porque no
hubo “democracia” en el proceso, ya sea dentro del partido o en las relaciones entre
el partido y las masas trabajadoras, y que en el caso de que se hubiese corregido esta
“desviación”, aquellos rasgos distintivos, y no otros, habrían adquirido entonces el
rango de verdaderamente socialistas; pero no hay nada más lejos de la verdad. Para el

264 • Capitalismo moderno y revolución


revisionismo, precisamente la falta de “democracia” hizo abortar el proceso desde
el principio, dando lugar a un régimen que no tenía ningún carácter socialista; esto
quiere decir que para ellos la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos
de producción, la colectivización de la producción, la dirección colectiva de la eco-
nomía, la formación del hombre colectivo, etcétera, en ninguna forma y en ninguna
circunstancia tienen naturaleza socialista. ¿Qué es, entonces, el socialismo para los re-
visionistas? Es el régimen del “socialismo democrático y humanista”, retoño teórico
mimado de la intelectualidad pequeño burguesa, que tiene su fundamento en la lla-
mada propiedad por grupos, en la autogestión obrera y en el desarrollo multifacético
de la individualidad de los trabajadores, y que ya tuvo oportunidad de mostrarse a la
faz del mundo en la antigua república Yugoslava; es evidente que esta forma de orga-
nización social únicamente puede implantarse ahí en donde se deje en entera libertad
a las masas obreras para que establezcan un régimen acorde con sus necesidades
individuales, las cuales en el capitalismo brotan directamente de su situación econó-
mica y son capitalistas por definición y en el socialismo formal surgen a la luz cuando
su contenido capitalista se impone sobre la conciencia colectiva de los trabajadores.

c) La teoría del capitalismo de estado en Rusia


Para quienes sostienen esta teoría, lo que se estableció en Rusia después de la re-
volución de 1917 no fue un régimen socialista, sino sólo una forma determinada
del régimen capitalista, un capitalismo de estado típico. El argumento en el que se
finca esta aseveración es irreprochable desde el punto de vista de la ideología de la
pequeña burguesía: para ella, el socialismo es la descentralización de una industria
altamente desarrollada (ésta es la condición indispensable para que sus partes pue-
dan subsistir independientemente en la propiedad por grupos) y la autogestión de
la producción aunadas al libre desenvolvimiento de las capacidades individuales
(pequeño burguesas por definición) de los trabajadores, mientras que el socialismo
soviético se estableció en un país de bajo desarrollo económico y por esa razón tuvo
como eje rector, a lo largo de los planes quinquenales, a la propiedad colectiva, la
férrea centralización de la producción, la dirección también centralizada y colectiva,
basada en planes, de la economía, la anulación drástica de la individualidad capi-
talista de los trabajadores, el impulso decidido a la vida colectiva y el sometimien-
to de la intelectualidad proletaria a las necesidades de la colectividad, todas ellas
precisamente características distintivas del socialismo marxista, proletario; lo que la
intelectualidad pequeño burguesa le reprocha a la revolución rusa es que, debido al
bajo desarrollo alcanzado por el capitalismo en ese país y por el fracaso de la revo-
lución en los países capitalistas más desarrollados, ¡los revolucionarios rusos hayan
tenido que implantar ahí el socialismo marxista y no el monstruo deforme que con
su prodigiosa imaginación han forjado, el socialismo humanista, catálogo de todos
los intereses y prejuicios de la pequeña burguesía!.
El capitalismo de estado no puede ser sino una forma que adopta el mismo
régimen de producción capitalista; en ella, el Estado capitalista adquiere una gran
cantidad de funciones de producción y distribución, pero todas dirigidas hacia el

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 265


apoyo y complementación de la producción privada capitalista, la cual se desarrolla
precisamente con base en ese apoyo y complementación que le brinda el capital pú-
blico, aunque en ciertos momentos parezca que éste suplanta totalmente a aquel; el
capitalismo de estado supone y engendra necesariamente al capitalismo privado; no
es posible que exista un capitalismo en el cual el único capitalista sea un ente político
y no haya capitalistas privados. Esta es, sin embargo, la peregrina teoría de los revi-
sionistas modernos, los cuales sostienen que el estado soviético era un monstruoso
capitalista que al mismo tiempo que excluía a los capitalistas privados mantenía bajo
su dominación a las masas trabajadoras.
El Estado bolchevique desarrolló un proceso de absorción de actividades pro-
ductivas y distributivas que estaba directamente relacionado con la desposesión de
los productores capitalistas privados; cada paso que daba en la colectivización de la
producción se basaba en la aniquilación del sector capitalista correspondiente, hasta
llegar al punto en el cual el grueso de los medios e instrumentos de producción se
encontraban en manos del gobierno proletario y la clase capitalista había sido des-
pojada de ellos y de su poder político; esto quiere decir que en la Unión Soviética la
concentración en el estado proletario de los medios e instrumentos de producción
no tenía como finalidad el apoyo y complementación del capitalismo privado, sino
que se basaba en y tenía como resultado la abolición implacable de la propiedad pri-
vada capitalista; lo que existía en la Rusia soviética no era, por tanto, un capitalismo
de estado, sino un socialismo de corte clásico.
En un golpe de audacia, el revisionismo intenta enmendarle la plana a Lenin
y hace una crítica a la teoría expuesta por éste en su libro El imperialismo fase superior
del capitalismo.
Conforme a las especulaciones del revisionismo, la tesis clásica del marxismo
nos enseña que el capitalismo crea las premisas para la revolución socialista a tra-
vés de la acumulación de capital y del desarrollo de las fuerzas productivas; existe,
según esto, un cierto nivel de la acumulación y de las fuerzas productivas antes del
cual es imposible que el socialismo se produzca en un país; a contrario sensu, cuando
el capitalismo alcanza un determinado grado de madurez, es posible entonces que el
socialismo se instaure en ese lugar. En la época inmediata anterior a la primera gue-
rra mundial, el capitalismo se había desarrollado hasta un punto muy alto en un
grupo de países imperialistas, y junto a éstos existía una gran cantidad de naciones
que eran colonias, semicolonias o países independientes, pero todos con un ínfimo
grado de evolución capitalista. Era obvio, entonces, expresan los revisionistas, que
la revolución socialista sólo podría haberse establecido en los países de más alto
desarrollo capitalista, en los cuales las condiciones materiales estaban ya lo suficien-
temente maduras para ello. Posteriormente, una vez fortalecido el socialismo en los
países más ricos, la revolución se extendería hasta las colonias, neocolonias y países
independientes en donde, con el apoyo de aquellos, se podría establecer el socialis-
mo mediante la acumulación acelerada dirigida por el gobierno de los trabajadores.
Lenin, argumentan los revisionistas, forzando la teoría marxista e intentando
imponer un curso determinado a la historia, se propuso hacer lo que era imposible, es
decir, construir el socialismo en un país sumamente atrasado, en el cual la acumulación

266 • Capitalismo moderno y revolución


y las fuerzas productivas estaban muy por debajo del punto crítico y que además se
encontraba completamente cercado por países en donde el capitalismo se había vigo-
rizado enormemente por medio de la derrota de la revolución que en ellos se gestaba.
Lenin se encuentra en Rusia con un movimiento revolucionario que se palpa
con las manos; pero este no tenía, explican los revisionistas, un carácter socialista,
sino capitalista. Imbuido de sus prejuicios, Lenin trata entonces de fundamentar teó-
ricamente la acción del partido bolchevique en la revolución que se avecina. Desarro-
lla así la teoría del imperialismo, de la cual hace el sujeto principal al capital financie-
ro que, avasallándolo todo, crea las premisas de la revolución socialista en una buena
parte del sistema capitalista, y no sólo en los países más desarrollados, sino también
en aquellos de menor desarrollo pero en los cuales se ha asentado firme y profunda-
mente el capitalismo; el sistema capitalista está formado por un conjunto de países
de disímil desarrollo, en todos los cuales maduran las premisas de la revolución, por
lo cual ésta puede surgir tanto en alguno o algunos de los países imperialistas o en
alguno de sus eslabones más débiles, es decir, en alguno de los países de menor de-
sarrollo capitalista. Si la revolución estalla en una de las metrópolis, entonces ella se
convertirá en la base de sustentación de la revolución en los demás países capitalis-
tas; si, por el contrario, aquella se presenta en el eslabón más débil de todo el sistema,
entonces será el motor para encender la revolución en los países desarrollados en
donde se constituirá la base de apoyo para el primer país revolucionario. De acuerdo
con esto, Lenin considera erróneamente que la revolución que se avecina en Rusia
tiene un carácter socialista y que su realización traerá consigo necesariamente un
gran impulso a la revolución en los países desarrollados, los cuales posteriormente
serán el soporte de la construcción del socialismo en la vieja Rusia.
Sin embargo, continúan expresando los revisionistas, la realidad se impuso
implacablemente a las mistificaciones teóricas de Lenin: en efecto, la revolución rusa
no sólo no produjo la revolución en las metrópolis capitalistas, sino que, por el con-
trario, dio lugar a un avasallador proceso contrarrevolucionario; la revolución rusa
quedó abandonada a sus propias fuerzas y entonces Lenin tuvo que echar mano de
otro subterfugio más: la tesis de la construcción del socialismo en un sólo país que
por añadidura se encontraba en el punto más bajo del desarrollo capitalista.
Es por eso que la cruda realidad se impuso definitivamente; a despecho del
discurso leninista, lo que verdaderamente se estableció en Rusia fue un régimen
de capitalismo de estado que tenía como contenido una acumulación acelerada de
capital y un desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas basados en una colecti-
vización forzosa bajo la dirección dictatorial de un pequeño grupo que se constituyó
en el único capitalista; ningún tipo de socialismo pudo haberse instituido ahí porque
el previo desarrollo capitalista (acumulación de capital y volumen de las fuerzas
productivas) no había alcanzado el mínimo nivel requerido para ello.
En El imperialismo, fase superior del capitalismo,4 Lenin, haciendo una aplica-
ción impecable del marxismo, parte del estudio de las leyes que rigen la producción
4
Lenin, Vladimir Ilich, El imperialismo, fase superior del capitalismo (esbozo popular), en Lenin, Vladimir
Ilich, “Obras Escogidas” en tres tomos. T. I, Instituto de marxismo-leninismo del CC. Del PCUS, Ediciones
en Lenguas Extranjeras, Moscú, s/f, pp. 719-834.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 267


industrial en la fase que vive el capitalismo en los primeros años de este siglo; así,
encuentra que la concentración y la centralización del capital han dado lugar, en
los países capitalistas más desarrollados, a la proliferación de los monopolios y los
cárteles, los cuales controlan la mayor parte de la producción interna y extienden
sus tentáculos hacia los países de menor desarrollo para convertirlos en sus provee-
dores de materias primas, mercados para sus manufacturas y campos de inversión
para su capital excedente. Esta monopolización de la producción se acompaña ne-
cesariamente por un crecimiento acelerado del capital-dinero que funciona como
capital bancario y por un entrelazamiento entre la industria cartelizada y la banca
a cuyo producto designa Lenin con el nombre de capital financiero. Como remate
de todo esto, el Estado se convierte en el instrumento para la realización de la polí-
tica interna y externa del complejo industrial-bancario monopolista. En el interior
de cada país capitalista desarrollado, la monopolización de la producción lleva a
la ruina a la agricultura y a la mediana y pequeña industria, provoca la elevación
escandalosa de los precios de los bienes de consumo necesario, incrementando así
la miseria en que ya se debaten las grandes masas de obreros y origina una reacción
extrema que endurece las condiciones de trabajo y de vida de los proletarios y de
las capas medias.
En el exterior, cada estado capitalista entra en una competencia feroz con los
demás estados capitalistas desarrollados a los que disputa los territorios coloniales
para establecer en ellos sus esferas de influencia; esa competencia se realiza alterna-
tivamente por medios pacíficos y violentos, hasta que se producen confrontaciones
armadas que desembocan necesariamente en una conflagración general en la que
participan todos los estados capitalistas más poderosos.
La economía de los países capitalistas desarrollados se orienta en una gran
parte hacia la producción bélica, agravando así aún más las condiciones de vida de
la población.
La guerra interimperialista trae consigo obligadamente la aniquilación ma-
siva de los proletarios ya que éstos forman el grueso de los ejércitos beligerantes;
igualmente, en el interior de cada país intensifica la explotación a que están sujetos
los trabajadores.
La evolución de la producción monopolizada da lugar, necesariamente, en el
clímax de su desarrollo, a los elementos de la transformación del capitalismo en
socialismo: una gigantesca socialización de la producción, una insoportable y cre-
ciente explotación y depauperación de los trabajadores, una masiva aniquilación
física de la clase proletaria, una oposición radical, irreducible, entre la existencia del
capitalismo y la supervivencia de la clase obrera; paralelamente a todo esto, la teoría
revolucionaria se perfecciona dando lugar a un movimiento proletario de nuevo
tipo que asume inmediatamente la tarea de la conquista del poder y la instauración
del socialismo.
Estas son las grandes líneas de las tesis leninistas acerca del imperialismo
expuestas en la obra mencionada, a las que sólo hemos agregado en el párrafo an-
terior las consecuencias necesarias para la lucha revolucionaria que de ellas se des-
prenden, las cuales fueron llevadas a la práctica por el partido comunista ruso y que

268 • Capitalismo moderno y revolución


Lenin únicamente enuncia de una manera muy velada en su trabajo debido a que,
como él aclara en el prólogo,
...[El folleto] está escrito con vistas a la censura zarista. Por esto, no sólo me vi
precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico —sobre
todo económico—, sino que también hube de formular las indispensables y poco
numerosas observaciones políticas con la mayor prudencia, valiéndome de alusiones,
del lenguaje a lo Esopo, ese maldito lenguaje a que el zarismo obligaba a recurrir a
todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino
a publicaciones de tipo ‘legal’... Resulta doloroso releer ahora, en los días de libertad,
los pasajes del folleto desnaturalizados, comprimidos, apretados en un anillo de
hierro por la preocupación de la censura zarista. Para decir que el imperialismo es la
antesala de la revolución socialista, que el socialchovinismo (socialismo de palabra
y chovinismo de hecho) es una traición completa al socialismo, el paso completo
al lado de la burguesía, que esa escisión del movimiento obrero está relacionada
con las condiciones objetivas del imperialismo, etc., me vi obligado a recurrir a un
lenguaje ‘servil’...

En suma, la teoría leninista del imperialismo es el resultado de la más orto-


doxa de las aplicaciones del marxismo al estudio del capitalismo tal y como existía
en la época cercana a la primera guerra mundial: Lenin, a partir de la esfera de
acción del capital industrial y siguiendo las leyes de su evolución, describe las trans-
formaciones que sufre el régimen económico hasta llegar a la hipertrofia de una de
sus partes, la producción monopolista entrelazada con la banca, el capital financiero,
que se alza contra sus propias bases de existencia y las socava al causar la ruina de
su complemento necesario, la pequeña y la mediana industria, y, fundamentalmen-
te, al provocar la superexplotación del proletariado y su extinción física masiva en
el conflicto bélico interimperialista. El otro del capitalismo, el socialismo, madura a
ojos vistas en la fase monopolista del desarrollo capitalista.
En este contexto, encontramos que es en Rusia donde aquellas condiciones
revolucionarias se materializan plenamente y dan lugar a la primera revolución pro-
letaria en la historia, la cual, en su evolución, establece un verdadero régimen de
producción socialista. Esto encuentra su explicación en que: (1) Rusia era un país
capitalista que, sin tener un alto desarrollo, había sin embargo alcanzado el punto
de madurez necesario para que germinasen en él los elementos materiales e intelec-
tuales del socialismo (ver al respecto ese intencionalmente olvidado libro de Lenin
El desarrollo del capitalismo en Rusia, en el cual se establece, sin lugar a dudas, y de
acuerdo con los cánones clásicos del marxismo, la indudable naturaleza capitalista
de la economía rusa y el exacto nivel de desarrollo que en ella habían alcanzado la
acumulación de capital y las fuerzas productivas, todo lo cual hacía apto al capitalis-
mo ruso para transformarse en su contrario, el socialismo ruso; el revisionismo tiene
una especial predilección por la tesis de que el socialismo sólo puede construirse
en un país en donde previamente el capitalismo haya desarrollado hasta un nivel
altísimo la acumulación de capital y las fuerzas productivas; esto es así porque el
socialismo que ellos pregonan, el “socialismo humanista”, se basa precisamente en la
parcelización de una estructura industrial mayúscula entre grupos autogestionarios

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 269


y en una superabundancia de bienes de consumo para la satisfacción de necesidades
e intereses individuales de los integrantes de la sociedad exaltados hasta el paroxis-
mo); (2) su participación en el conflicto bélico había llevado al proletariado ruso a su
empobrecimiento acelerado y a su aniquilación masiva, por lo que existía en él un
vivo sentimiento de repudio hacia el régimen que era el causante directo de sus des-
gracias y (3) en el partido bolchevique habían llegado a su más alto grado de desarro-
llo la teoría y la organización revolucionarias, las cuales constituyen un elemento de-
cisivo para la realización de la revolución y la posterior construcción del socialismo.
La revolución rusa fue, por tanto, una revolución proletaria que llevó a la cla-
se obrera rusa al poder y que culminó con el establecimiento en Rusia de un régimen
socialista clásico.
En su vociferante crítica del socialismo soviético —un odio visceral chorrea
por todos los poros de su discurso—, el revisionismo moderno nos da una muestra
más del carácter pequeño burgués de su ideología al denunciar como crímenes ne-
fandos la represión revolucionaria por el estado proletario de todas las manifestacio-
nes de típicos intereses pequeño burgueses en el seno de la intelectualidad obrera:
en efecto, nada indigna más al intelectual pequeño burgués que el saber que sus
colegas rusos fueron reprimidos implacablemente cuando quisieron ejercitar libre-
mente sus preciosas capacidades intelectuales para impulsar la revolución sexual
(una reivindicación pequeño burguesa por excelencia), la cultura humana (en donde
el hombre es el pequeño burgués poseedor de una “rica sensibilidad”), la ciencia
(que es la indagación del sabio pequeño burgués que desde la soledad del claustro
universitario inquiere al mundo sobre sus insondables misterios) y la teoría marxista
(una revisión impúdica de las tesis revolucionarias para introducir en ellas las for-
mulaciones teóricas de los intereses de la pequeña burguesía).
La ceguera que causa al revisionismo su irrefrenable furia antibolchevique lo
lleva a considerar como marxistas a connotados revisionistas o a enemigos abiertos
del marxismo. En efecto, decreta sin más que Whilhelm Reich es marxista y que su
propuesta de la liberación sexual es una reivindicación proletaria; nada más alejado
de la verdad: la teoría de Reich no es sino una variedad del psicoanálisis freudiano
que no contiene ni un átomo de crítica marxista y su eje central, la revolución sexual,
es una reivindicación peculiar de la pequeña burguesía que, por ejemplo en la déca-
da del 60, convirtió en su grito de guerra en su enfrentamiento contra la gran burgue-
sía. La revolución sexual sólo es la cretina proposición de la intelectualidad pequeño
burguesa de que se eliminen todas las represiones sociales para que la energía libi-
dinal pueda desarrollarse libremente bajo la égida del principio del placer, es decir,
pretende que se convierta la vida de los individuos en un orgasmo ininterrumpido.
De la misma manera, concede el “status” de marxistas a verdaderos renega-
dos o enemigos de la teoría revolucionaria como Jean Paul Sartre, paradigma de los
ideólogos de la pequeña burguesía, André Gorz y, por supuesto, Herbert Marcuse,
entre otros. Todos ellos fueron integrantes de la llamada “nueva izquierda”, fracción
de la intelectualidad pequeño burguesa internacional que tras de la abierta liberali-
zación del régimen soviético registrada a partir del XX Congreso del PCUS se dedicó
en cuerpo y alma a revisar el marxismo y a denostar al socialismo bolchevique.

270 • Capitalismo moderno y revolución


Capítulo III
ETAPA DE DESENVOLVIMIENTO DE LA SEGUNDA FASE DE LA
ESENCIA POSITIVA DEL RÉGIMEN DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA

El capitalismo se perfecciona y fortalece, tanto económica como política e ideológica-


mente, y llega, primero, al establecimiento de lo que sus apologistas han denomina-
do la “sociedad del bienestar”, y después a lo que es llamado el “capitalismo de con-
sumo”. La característica fundamental de esta forma superior que adopta el régimen
capitalista es que en ella surge una tendencia poderosa al incremento del consumo,
la cual culmina con el advenimiento del consumo masivo. El consumo adquiere así
un lugar preponderante en el régimen de producción capitalista. La explotación de
significativos grupos de los trabajadores se realiza ahora a través de una constante
elevación de su “nivel de vida”, de una satisfacción mayor de sus necesidades.
Al mismo tiempo, se abre una nueva etapa de existencia del sistema imperia-
lista, la del neoimperialismo y del neocolonialismo.
En la primera fase de su existencia, el capitalismo niega, restringe y cuestiona
las necesidades individuales de los trabajadores; en la segunda, las justifica y las
desarrolla, primero incidental y luego sistemáticamente, como un instrumento de
dominación, explotación y exacción de plusvalía.
La primera etapa del socialismo se sustenta precisamente en las característi-
cas de la primera fase de la esencia: deja vivo, en germen, el más íntimo reducto del
capitalismo, o sea, el interés, la necesidad individual.
En virtud de que la negación del régimen capitalista, que había llegado in-
cluso a la constitución de un sistema de países socialistas, se hizo con relación a una
fase primitiva de su esencia, ella fue una negación incompleta, meramente formal,
que dejó vivos en el régimen socialista los gérmenes de la segunda fase de la esencia
del régimen capitalista.
Tanto la fuerza centuplicada del capitalismo adquirida bajo su nueva forma
de existencia, como los gérmenes de su negación que en sí mismo contenía, llevaron
al socialismo a su anulación abierta y decisiva:
a) El desarrollo de los gérmenes de la segunda etapa del capitalismo, que no habían
sido destruidos, produjo su restauración en los países hasta ese momento socia-
listas.
b) Como resultado necesario, se disolvió el sistema de países socialistas y tomó su
lugar un grupo de naciones del capitalismo restaurado que inició un proceso de
integración con el sistema de países capitalistas tradicionales.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 271


c) La teoría y el movimiento revolucionarios fueron derrotados por la burguesía y
sustituidos por el revisionismo y el oportunismo en su segunda versión histórica.

De esta manera se cerró una primera etapa de existencia del régimen socia-
lista que era, también, la primera negación profunda, esencial, del régimen de pro-
ducción capitalista.

1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen


capitalista en la segunda fase del desenvolvimiento
de su esencia positiva

Después de la segunda guerra mundial, el capitalismo pasa a una forma superior de


su existencia en la que su esencia inicia otra fase de su desarrollo que se caracteriza
por la aparición de la tendencia al crecimiento cada vez mayor de las ramas que pro-
ducen bienes de consumo, la cual desembocará al fin de cuentas en el establecimien-
to del consumo masivo; la explotación y depauperación del proletariado inician el
tránsito hacia las formas más altas de manifestarse, en las que se incluyen las formas
superiores de la maquinización de la producción basadas en la cibernética, la infor-
mática, la computación, la robótica, etcétera y la depauperación específica a causa
del trabajo “agradable” o “placentero” y del consumo compulsivo que constituyen
los últimos momentos del largo proceso de anulación de la naturaleza humana de los
trabajadores que es característico de la propiedad privada y que el capitalismo lleva
hasta sus últimas consecuencias; las dos fracciones fundamentales de la burguesía
internacional, antes separadas, se funden definitivamente en una unidad.
Durante la primera parte de esta segunda posguerra, la cual se extiende des-
de la conclusión del conflicto hasta la octava década del siglo pasado, se establece la
que se dio en llamar la “sociedad del bienestar”.
El capitalismo de los países capitalistas ricos llega a una etapa superior, cuya
característica esencial es que su crecimiento constante se basa en la tendencia a la
elevación del nivel de vida de grupos significativos de los trabajadores, pues el con-
sumo empieza a ser una condición indispensable para el desarrollo del capitalismo
moderno. Sigue obrando ahí la ley de la depauperación progresiva del proletariado,
pero bajo una nueva forma en la que se acelera vertiginosamente el proceso de de-
generación y descomposición del organismo humano y de sus funciones esenciales.
Esta tendencia general alterna con períodos en los que, debido a procesos de ajuste
entre las partes integrantes del capitalismo internacional, el nivel de vida de los
obreros en los países adelantados desciende en una proporción más o menos gran-
de, al tiempo que una gran parte de ellos es lanzada a los receptáculos de la pobla-
ción sobrante; pero este descenso es, al mismo tiempo, la palanca más poderosa para
llevar la tendencia general a un punto más alto de su desarrollo. La reducción del
nivel de vida de los trabajadores y su paso al ejército industrial de reserva, dentro
de las circunstancias descritas, acelera también el proceso de degeneración y des-
composición de sus organismos, pues éstos se ven sujetos a los destructivos efectos

272 • Capitalismo moderno y revolución


que provoca la acción alternada de períodos de consumo excesivo y de abstención
forzada. El movimiento entre las dos fases del ciclo descrito imprime una velocidad
geométrica al proceso de depauperación progresiva del proletariado.
La tendencia señalada a la elevación del nivel vida tiene una limitación en
las cantidades geométricamente crecientes de proletarios que forman la población
sobrante (sobrepoblación latente, sobrepoblación intermitente, etcétera; ver: Marx,
Carlos, El Capital, t. I), quienes viven en condiciones de enorme pobreza; igualmente,
la miseria clásica, aquella que se caracteriza por la penuria extrema de los trabaja-
dores, sigue existiendo y reproduciéndose en la “sociedad del bienestar” en las per-
sonas de los trabajadores inmigrantes de los países pobres que atienden las labores
más agotadoras e inmundas de la economía metropolitana. El pauperismo clásico
es el supuesto y el resultado necesario de la forma superior de la explotación del
proletariado en la “sociedad del bienestar”.
En el interior de cada país, el capitalismo se da a la tarea de crear y perfec-
cionar los mecanismos necesarios para coordinar armónicamente sus dos ramas
principales: el sector I, formado por las grandes empresas financieras, comerciales
e industriales y el sector II, integrado por las pequeñas y medianas empresas. El Es-
tado asume, además de sus funciones tradicionales, aquellas necesarias para llevar
a cabo sus nuevas tareas de “coordinador” entre esas dos ramas de la producción
capitalista; no quiere esto decir que las contradicciones desaparezcan, solamente
significa que se han creado los mecanismos necesarios para que ellas se desarrollen
y resuelvan sin la violencia de épocas anteriores. Los ciclos económicos y su pro-
ducto más peculiar, las crisis, son atenuados por esta nueva forma de organización
del capitalismo; desde luego que al crearse esta vía pacífica de armonización de las
ramas de producción capitalista pierde todo su carácter radical —y aprovechable
por tanto por el proletariado— la burguesía no-monopolista representante de la
industria ligera.
En los países de menor desarrollo económico capitalista (Asia, Latinoamérica,
África, Europa Oriental), por un lado empiezan a descollar ya las modernas formas
de depauperación de los trabajadores, al tiempo que se mantienen en pleno desarro-
llo, produciendo sus catastróficos efectos, las formas clásicas.
Por otro lado, en algunos países se conservan millones de personas que per-
manecen en un estadio anterior del desarrollo social y que no tienen ya lugar alguno
en la estructura económica capitalista (esto es, ni siquiera como población sobrante);
tal es el caso de los indios americanos (por ejemplo, en México, cerca de 10 millo-
nes de indígenas se encuentran completamente al margen del régimen económico,
convertidos en un peso muerto que se incrementa constantemente), de las tribus
africanas, etcétera.
Con todos estos cambios, el capitalismo da un salto poderosísimo en su de-
sarrollo ascendente.
En esta fase de la “sociedad del bienestar” se crean las premisas para el esta-
blecimiento del capitalismo de consumo. Las características fundamentales de esta
etapa superior del régimen capitalista las hemos expuesto en el capítulo VI de este
trabajo. A este lugar remitimos a nuestros lectores.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 273


Líneas atrás hemos expresado la tesis de que en el capitalismo moderno existe
una tendencia a la satisfacción creciente de las necesidades individuales de los traba-
jadores; esa tesis tiene su fundamento en un concepto más amplio desarrollado por
Marx y Engels, el de la explotación y depauperación del proletariado en la sociedad
capitalista, concepto que desde luego nada tiene que ver con los prejuicios que sobre
esta materia sostienen las distintas variedades del revisionismo. Para Marx, la explo-
tación y depauperación del proletariado consisten en la absorción de trabajo exce-
dente de los obreros por el capitalista por medio de la producción maquinizada que
se fundamenta en la esclavitud asalariada y en la desposesión, a través de esa explo-
tación, de todas las capacidades naturales-humanas de los trabajadores, las cuales se
concentran en el capital que es ahora la forma superior de la naturaleza humana de
los proletarios, pero ajena a ellos y causante directa de su deshumanización.
En el capítulo XV del primer tomo de El Capital, denominado “Cambio de
magnitudes del precio de la fuerza de trabajo y de la plusvalía”, establece Marx las
leyes que rigen las relaciones entre el valor de la fuerza de trabajo, su precio y la
plusvalía; todo lo ahí expuesto es pertinente para la comprensión del tema que nos
ocupa. En primer lugar, Marx define lo que es el valor de la fuerza de trabajo: es la
cantidad de trabajo socialmente necesaria para producir los bienes que requiere el
obrero para su subsistencia y reproducción. El concepto de valor de la fuerza de
trabajo implica un conjunto de necesidades de los trabajadores que deben ser satisfe-
chas para que ellos se encuentren en condiciones de proporcionar una determinada
cantidad de plusvalía a los capitalistas, día a día, sin solución de continuidad. Estas
necesidades de los trabajadores son una función del capital; su satisfacción es la con-
dición indispensable para la producción de plusvalía y la acumulación de capital; lo
característico es que el propio obrero es quien individualmente busca la satisfacción
de esas necesidades para integrarse a sí mismo como un elemento del capital, como
un individuo del régimen capitalista, como una persona. El régimen de la propiedad
privada, al separar al individuo de la colectividad, lo hace un propietario privado
de su corporeidad; el régimen capitalista, como la forma superior de manifestarse la
propiedad privada, lleva a su máxima expresión esa característica señalada. El obre-
ro es un propietario privado de sí mismo; es una unidad independiente, autónoma
y consciente de sí misma de determinadas facultades físicas y mentales y de ciertas
necesidades que deben ser satisfechas para lograr su supervivencia y reproducción,
pero que está separada de los medios para lograrlo, los cuales pertenecen al capital;
es su voluntad, comandada por esa conciencia individual, la que lo conduce a rela-
cionarse con el capital, poner en obra aquellas facultades y satisfacer sus necesida-
des; su conciencia y su voluntad están, por tanto, al servicio de su corporeidad que
se erige en un absoluto, en el centro del universo; el individuo que así se forma es to-
mado como el individuo típicamente humano, sus facultades y capacidades, que son
una extensión del capital y negatorias de la naturaleza esencial humana, son conside-
radas como las facultades y capacidades verdaderamente humanas, sus necesidades,
cuya satisfacción permite conservar y reproducir al individuo que es la negación de
la naturaleza humana, son reputadas como las necesidades humanas por excelencia
y, en general, la formación de tal individuo como el fin último de la historia.

274 • Capitalismo moderno y revolución


Esta individuación del trabajador es una premisa y un resultado necesario
del proceso de producción capitalista cuando rige en él la condición expuesta por
Marx, es decir, cuando el salario cubre el valor completo de la fuerza de trabajo.
En seguida Marx realiza el estudio de los casos que son distintos del que consideró
primeramente en su argumentación. El primero de ellos es aquel en el cual el precio
de la fuerza de trabajo es inferior al valor de la misma; la masa de medios de vida
que pone en movimiento el capital variable son insuficientes para la restauración
completa de la fuerza de trabajo y, además, también para su reproducción; el ago-
tamiento de la fuerza de trabajo, la muerte prematura de los obreros, etcétera, son
resultados necesarios de esa situación y todo deviene en una reducción dramática
de la cantidad de plusvalía que se produce en el régimen capitalista. Inicialmente
son los propios obreros los que se ponen en pié de lucha contra las atrocidades del
capital; más tarde, ciertos sectores burgueses, que también se han visto afectados
por el desarrollo sin freno del capitalismo, por ejemplo aquellos que producen bie-
nes de consumo obrero, agregan a sus reivindicaciones en contra de los otros sec-
tores capitalistas las que surgen de la explotación despiadada a que son sometidos
los trabajadores; por último, los movimientos revolucionarios de carácter socialista
toman como base las reivindicaciones obreras que tienen como finalidad restaurar
la capacidad productora de plusvalía de los trabajadores. Existen, por tanto, en la
sociedad capitalista, dos tendencias perfectamente definidas, opuestas y que se im-
plican mutuamente, una de las cuales lleva al precio de la fuerza de trabajo por
debajo de su valor y otra que lo devuelve al punto en el que coinciden precio y
valor e incluso lo conduce más allá, donde se eleva en una determinada proporción
sobre su valor.
Otro de los casos analizados por Marx es aquel en el cual, en virtud del in-
cremento de la productividad del trabajo que necesariamente se da en el régimen
capitalista, sin variar la relación entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía,
pero descendiendo aceleradamente el valor de aquella (es decir, el tiempo de tra-
bajo socialmente necesario para la producción de los bienes de consumo obrero),
aumenta la masa de bienes que se apropia el trabajador, al mismo tiempo que es
mayor el volumen de bienes que mediante la plusvalía adquiere el capitalista; la
propia naturaleza del régimen capitalista crea las condiciones para que un eventual
mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores como apéndices del
capital se produzca sin alterarse para nada la explotación capitalista, sin detenerse
un ápice el proceso de depauperación de los obreros, sin disminuir, sino al contrario
aumentar la materia prima de la acumulación; aquí, como en el caso anterior, es la
propia lucha de los obreros, la presión de determinados sectores de la burguesía
y la acometida del movimiento revolucionario los que contrarrestan la tendencia
natural del capital a hacer descender el precio de la fuerza de trabajo hacia el nivel
de su valor alcanzado gracias al progreso de la productividad del trabajo. Una vez
que las nuevas superiores condiciones de vida de los trabajadores se generalizan y
toman carta de naturaleza en la sociedad capitalista, entonces el valor de la fuerza de
trabajo adquiere un nuevo nivel, más alto que aquel de donde partió, en virtud
de que ahora son un volumen mayor de necesidades las que se satisfacen con el sa-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 275


lario; precio y valor de la fuerza de trabajo coinciden de nuevo en un punto que es
el de partida de un ciclo más.
Otro de los casos analizados por Marx es el de la intensificación del trabajo;
el valor de la fuerza de trabajo aumenta a causa del mayor desgaste de la misma por el
trabajo más intenso; el producto de valor extraordinario de la jornada de trabajo in-
tensivo puede dividirse entre precio de la fuerza de trabajo y plusvalía en la misma
proporción que el producto de valor original, con lo cual precio y valor de la fuerza
de trabajo siguen coincidiendo; sin embargo, después de cierto límite, el desgaste de
la fuerza de trabajo entra en una pendiente descendente de tal manera que el salario
deja de ser conmensurable con el valor de aquella y, lo que es más importante para
el capital, la plusvalía producida se reduce peligrosamente; aquí entran en juego las
mismas fuerzas que en los casos anteriores para detener ese desgaste escandaloso de
la fuerza de trabajo atacando el problema por dos vías: por un lado, reducen el ritmo
de incremento de la intensificación del trabajo y, por otro, aumentan el precio de la
fuerza de trabajo por arriba de su valor y de esa manera ceban al obrero para que
su rendimiento de trabajo excedente no se vea entorpecido por el mayor desgaste
de la fuerza de trabajo inherente a la intensificación del trabajo y ésta pueda llegar
al límite superior que le fija el nivel tecnológico existente; al final, cuando el precio
mayor de la fuerza de trabajo tenga un carácter general, se habrá elevado el valor de
la misma, siendo ambos equivalentes, y guardarán una situación de equilibrio con la
intensidad del trabajo y la tecnología prevalecientes.
El valor de la fuerza de trabajo ha sufrido, en este viaje teórico, grandes va-
riaciones desde el punto de partida en donde lindaba directamente con la aniquila-
ción física del trabajador. En las sociedades capitalistas altamente desarrolladas, en
las cuales hay un plétora de capital-dinero que pugna por invertirse, las ramas que
producen bienes de consumo tienen un enorme crecimiento, por lo que reclaman
un lugar junto a los otros sectores de la producción capitalista; se produce en estas
condiciones una inducción irresistible al consumo masivo que, partiendo de una
relación dada entre plusvalía, precio y valor de la fuerza de trabajo, sólo puede rea-
lizarse por medio de la obtención de un mayor salario a través del trabajo extraor-
dinario y la intensificación del trabajo; el consumo de la clase obrera se convierte así
en una fuente de cantidades ingentes de trabajo excedente. Pero al igual que en los
casos anteriores, todo esto deviene en un desgaste más que proporcional de la fuerza
de trabajo que amenaza con agotar la fuente de la plusvalía; lo mismo que allá, las
fuerzas “compensatorias” actúan en el sentido de reducir la extensión y la intensi-
dad del trabajo y elevar el precio de la fuerza de trabajo para integrar al salario las
nuevas necesidades que ha generado la sociedad de consumo; se logra de nuevo el
equilibrio entre todos los factores considerados: precio y valor de la fuerza de traba-
jo, extensión e intensidad del trabajo y nivel tecnológico de las fuerzas productivas;
desde este punto parte un nuevo ciclo de la producción capitalista.
En todos estos casos estudiados, que son otras tantas fases del desarrollo ca-
pitalista, es el fundamento el obrero individualizado; la individuación del trabajador
en el régimen capitalista es la continuación y remate del proceso de desgajamiento
del individuo respecto de la colectividad iniciado al tiempo de la desintegración de

276 • Capitalismo moderno y revolución


la comunidad primitiva. Las capacidades físicas y mentales individualizadas y en
su carácter de extensiones del capital, las necesidades individuales sustantivadas y
absolutizadas que son una función del capital, la conciencia y la voluntad individua-
les que están al servicio de aquellas capacidades y necesidades, todas estas caracte-
rísticas de los obreros asalariados son conservadas, desarrolladas, magnificadas y
exacerbadas en el proceso de producción capitalista a lo largo de su existencia, ya
sea cuando reduce su nivel de vida por debajo del límite de la supervivencia física,
ya cuando lo eleva sustancialmente por encima de esa frontera o cuando, por último,
hace del consumo masivo la palanca de su crecimiento acelerado; el resultado nece-
sario del desenvolvimiento del régimen capitalista es el obrero con una corporeidad,
una conciencia y una voluntad capitalistas.
Ha habido en el capitalismo internacional dos épocas históricas claramente
diferenciadas: la primera de ellas, que se extendió desde su nacimiento hasta la se-
gunda guerra mundial, se caracteriza porque predomina en ese régimen la tendencia
a desarrollarse con base en la reducción constante de las condiciones de vida de los
trabajadores, en la no-satisfacción de sus necesidades como individuos capitalistas,
lo que a fin de cuentas se materializa en la aniquilación física masiva de los obreros;
el otro de sí mismo que está en sí mismo, esto es, la otra tendencia capitalista, aquella
que pugnaba por elevar las condiciones de vida de los obreros para garantizar su
supervivencia y reproducción como elementos del capital e incluso para cebarlos
como entes productores de plusvalía, existía en relación dialéctica con la primera,
en mutua complementación y oposición, pero aún con una potencia muy reducida;
la satisfacción de las necesidades elementales capitalistas de los obreros de muchos
países del mundo, su sobrevivencia como elementos del capital, se topaba con la ne-
gativa absoluta y violenta del primer tipo de capitalismo y por tanto la única salida
a esa terrible situación de exterminio era la abolición del capital, lo que significaba
simple y llanamente el establecimiento de la propiedad colectiva a través de la dic-
tadura del proletariado; el protagonista de esta revolución era el obrero capitalista,
con una corporeidad, una mentalidad y una voluntad capitalistas forjadas por ese
régimen social y que reclamaba precisamente el que se le despojara de esas caracte-
rísticas capitalistas y lo hacía tan radicalmente que terminaba derrocando al régimen
capitalista e instaurando el socialismo.
La segunda etapa histórica del capitalismo es la que se inicia después de la
segunda guerra mundial; en ella empieza a adquirir legitimidad y fuerza la segunda
tendencia del capitalismo, pero manteniendo como su otro de sí mismo en sí mismo
a aquella de la que hemos hablado largo y tendido en líneas anteriores; la conser-
vación de la vida del obrero y la elevación en cierta medida de sus condiciones de
vida como elemento del capital son reivindicadas por este sector capitalista como
una condición indispensable para la absorción de cantidades crecientes de plusvalía,
pero no sólo eso, sino que en los últimos años se ha abierto paso en la realidad el
mecanismo capitalista de incrementar por medio del consumo compulsivo la masa
de plusvalía absorbida al proletariado y realizada, lo que implica, obviamente, la
elevación constante de sus condiciones de vida como elementos del capital. En el
futuro, este mecanismo adquirirá la preeminencia pero conservando como su otro

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 277


a la tendencia que pugna por reducir drásticamente las condiciones de vida de los
trabajadores, con la que entrará en una relación de unidad y lucha; veremos por tan-
to alternar períodos de consumo desbocado con “décadas de abstinencia forzada”
implicándose mutuamente y llevando al régimen capitalista hacia fases superiores
de su existencia. Se trata entonces de dos épocas históricas claramente definidas en-
tre las que hay una sucesión lógico-histórica y por tanto necesaria: en la primera de
ellas predomina la tendencia capitalista que se basa en la no-satisfacción de las nece-
sidades individuales de los trabajadores; ahí la naturaleza capitalista de los trabaja-
dores aparece como si fuera su naturaleza verdaderamente humana y, por tanto, su
vulneración como la esencia de la explotación capitalista; el socialismo que en este
período se establece tiene como finalidad restaurar y desarrollar esa íntima natura-
leza capitalista de los obreros. En la segunda etapa del capitalismo adquiere cada
vez mayor importancia no sólo la satisfacción de las necesidades elementales de los
trabajadores, sino también el desarrollo de más necesidades individuales, que desde
luego tienen la impronta capitalista, como medio para incrementar la producción y
realización de la plusvalía; se proporciona así la prueba práctica de que la esencia
de la explotación capitalista no radica en la no-satisfacción de las necesidades indi-
viduales capitalistas de los trabajadores porque aquella existe también y además se
desenvuelve hasta sus últimas consecuencias precisamente en la situación contraria,
esto es, cuando el capitalismo satisface en forma creciente las necesidades indivi-
duales en ascenso de los trabajadores. Nos interesa señalar aquí que se trata de dos
fases históricas por las cuales pasa el régimen de producción capitalista y que la
segunda de ellas sucede necesariamente a la primera.
Entre los países capitalistas desarrollados se establece una división del traba-
jo por la cual uno de ellos se convierte en el productor de bienes de capital de una
tecnología cada vez más poderosa que cubre las necesidades del mercado mundial
y los demás se transforman en los proveedores internacionales de bienes de consu-
mo sofisticados y bienes de capital de una tecnología inferior. Esta división genera,
desde luego, relaciones de complementación y oposición entre los países ricos que
puede desembocar en crisis como la monetaria que sacudió al mundo en la década
de los años setenta del siglo xx. La acción mutua entre estas dos partes integrantes
del sistema eleva el capitalismo a etapas superiores de su existencia.
En las colonias concluye en lo fundamental la revolución democrático bur-
guesa antiimperialista. Al término de la misma queda establecido en ellas plena-
mente el régimen capitalista de producción, al que integran dos sectores fundamen-
tales: (a) uno formado por los grandes terratenientes, comerciantes e industriales
capitalistas provenientes de las clases feudales dominantes (pero que, merced al
proceso reseñado, han dejado de ser feudales) que poseen plantaciones, explota-
ciones y fábricas en las que producen materias primas y alimentos para el mercado
metropolitano y bienes de producción y de consumo para el mercado interno; el
capital de este sector crece con base en el capital extranjero, al que está íntimamente
unido; en este proceso de capitalización, este sector negocia con el capital extranjero
para que primero le permita asociarse con él y por último deje definitivamente a
su cargo algunas ramas productivas; el capital imperialista, por su parte, se des-

278 • Capitalismo moderno y revolución


plaza a otras ramas en las que provoca también un proceso de capitalización del
sector aludido y determina su modernización, vale decir que el capital extranjero
acrecienta y moderniza al capital nacional del sector en estudio; (b) un segundo
sector formado por capitalistas agrícolas, comerciales e industriales provenientes
de los pequeños productores de mercancías de la época de la dominación feudal-
imperialista y que producen principalmente bienes de consumo para el mercado
interno; este sector, que también ha nacido al calor de la penetración imperialista
y que crece conforme lo hace el otro sector mencionado, aunque en mucho me-
nor medida, encuentra un obstáculo en el crecimiento desorbitado del capitalismo
nacional que es apoyado por el capital extranjero; estas condiciones de existencia
obligan al sector que nos ocupa a realizar una acción económica y política en contra
de la gran burguesía para detener su crecimiento exorbitante y forzarla a derivar
recursos hacia él con la finalidad de propiciar un desarrollo armónico de los dos
sectores del capitalismo colonial; todas las reivindicaciones de este sector capitalis-
ta nacional giran precisamente en torno a sus intereses económicos, que son contra-
rios a los del otro sector; de ahí entonces que entre sus banderas se encuentre la del
antiimperialismo que significa, simple y llanamente, la exigencia de que el capital
nacional desplace aceleradamente al capital extranjero y lo sustituya en sus funcio-
nes; el programa de este sector burgués incluye, por tanto, la nacionalización de las
empresas extranjeras que explotan recursos naturales, producen bienes y servicios,
etcétera, la protección arancelaria, la sustitución de importaciones, el empleo de
materias primas y energéticos nacionales para el capitalismo nacional, exportación
de bienes manufacturados mediante la complementación de las economías desa-
rrolladas, transmisión libre y barata de la tecnología de los países adelantados a los
“subdesarrollados”, reglamentación de las inversiones extranjeras para excluirlas
legalmente de ciertos sectores económicos a la vez que se les dirige hacia otros cam-
pos para que impulsen en ellos el crecimiento del capitalismo nacional, etcétera.
En torno a estas reivindicaciones se genera una lucha interburguesa entre la gran
burguesía proveniente de los terratenientes y la burguesía que desciende de los
pequeños productores de mercancías, a la que arrastran a las demás clases sociales
de la colonia; con alternativas que llevan al poder a una o a otra fracción burguesa,
se va conformando una tendencia hacia la constitución de una nueva forma del
capitalismo colonial y de una nueva relación entre las metrópolis y las colonias, a
la que aquí denominaremos neocolonialismo; en esencia, el proceso tiende a que el
capital nacional vaya desplazando al capital extranjero de las esferas y funciones
tradicionales y de esta manera lo obliga a que se reconcentre en nuevas funciones
cada vez más complejas, lo que da al mismo tiempo un gran impulso ascendente al
capitalismo nacional y al de la metrópoli; en la forma “pura” del neocolonialismo,
los países desarrollados se dedicarían a la tarea de proporcionar a los países neoco-
loniales modernos bienes de capital, complicada tecnología, alto financiamiento y
bienes de consumo sofisticados, mientras que éstos, por su parte, proporcionarían
a las metrópolis, producidos con su propio capital, materias primas, energéticos y
manufacturas cuya producción es incosteable para ellas y también controlarían la
mayor parte del mercado interno de bienes de consumo y de capital; cada nueva

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 279


esfera de acción que reivindicase para sí el capital nacional neocolonial sería una
carga menos para el capital metropolitano, el cual podría así reconcentrarse en el
desarrollo más amplio de la tecnología moderna, de igual modo que todo progreso
de ésta se traduciría en un adelanto del capitalismo neocolonial. Como se ve, en su
fase superior el capitalismo internacional está estructurado por dos partes inter-
dependientes, las cuales se suponen y se engendran mutuamente. Las relaciones
entre estos dos elementos son de unidad y lucha, por lo que deben necesariamente
presentarse crisis (como las del petróleo, vgr.) de las que el capitalismo interna-
cional sale más fortalecido. De suyo se comprende cuál es la verdadera naturaleza
del antiimperialismo ayer todavía en boga: se trata, simple y sencillamente, de la
lucha de una fracción de la burguesía nacional de las neocolonias en contra de otro
sector burgués de las mismas y del imperialismo ¡para hacer pasar a éste a una fase
superior de su existencia!
Esta relación entre el capitalismo metropolitano y neocolonial, basada en el
proteccionismo, evoluciona, a partir de la octava década del siglo XX, hacia otra que
tiene su fundamento en el libre comercio, a la que se denomina neoliberalismo.
El superlativo desarrollo de la industria productora de bienes y servicios de
consumo que se registró a partir de la década de los 80 del siglo pasado fomentó el
establecimiento de una nueva división internacional del trabajo.
En los países altamente desarrollados se produjo un cambio radical en su
estructura industrial; su antigua planta productiva se transformó para adaptarse a
las exigencias de la sociedad de consumo: con base en una modernísima tecnología,
cuyo núcleo son los adelantos de la cibernética y otras ramas afines, la producción
de medios de producción destinados a la industria de bienes de consumo y a la
misma industria productora de bienes de producción recibió un impulso podero-
sísimo; la ciencia y la tecnología tuvieron un imponente adelanto que las condujo
hasta niveles sorprendentes; la producción de bienes de consumo extremadamente
sofisticados recibió un fortísimo empuje.
Las empresas comerciales tuvieron también un cambio sustancial con el fin
de adecuarse a las nuevas circunstancias del consumo masivo, y en una significativa
metamorfosis, las empresas bancarias y financieras crearon nuevos y más comple-
jos mecanismos crediticios, como los créditos al consumo masivo, para financiar la
transformación industrial, comercial y de consumo emprendida.
Los países altamente desarrollados se especializaron en todas las nuevas fun-
ciones que hemos reseñado y al mismo tiempo promovieron en los países menos de-
sarrollados la producción para la exportación de todas aquellas manufacturas, prin-
cipalmente las de consumo, que antiguamente producía la industria metropolitana.
La industria de los países de menor desarrollo experimentó también un
cambio significativo: se convirtió en productora de manufacturas, gran parte de las
cuales son bienes de consumo, destinadas al mercado metropolitano, para lo cual
realizó una conversión industrial que anulaba el anterior modelo de sustitución de
importaciones.
También estos países se especializan en estas nuevas tareas y se establece una
nueva relación entre metrópolis y neocolonias.

280 • Capitalismo moderno y revolución


En esta nueva relación, los países desarrollados proporcionan a los de me-
nor desarrollo bienes de producción, alta tecnología, recursos financieros, bienes
de consumo sofisticados, etcétera y éstos a su vez proveen a las metrópolis de los
productos tradicionales (alimentos, materias primas y energéticos) pero también,
en un volumen creciente, de manufacturas de diversa índole, entre las que destacan
los bienes y servicios de consumo. Los extremos de esta relación se dan un mutuo
impulso ascendente.
La constitución de la nueva estructura industrial, comercial y de servicios,
tanto en metrópolis como en neocolonias, exigía el desmantelamiento total del mo-
delo que había implantado la “sociedad del bienestar”, el cual tenía su base en un
crecimiento modesto del consumo, siempre supeditado al de las ramas productoras
de bienes de producción y bienes de consumo de lujo, descansaba en la amplia in-
tervención del Estado en la economía, como regulador e incluso como productor, y
mantenía el proteccionismo en las relaciones externas.
Surgió entonces lo que se ha denominado el “neoliberalismo”, es decir, la
doctrina económico-política que intentaba aniquilar el antiguo orden de cosas, para
lo cual proponía la drástica reducción de la intervención del Estado en la economía,
la desregulación y el libre comercio.
Pertrechada con estas armas teórico-políticas, la oligarquía burguesa de todos
los países, comandada por la de Estados Unidos, se lanzó de lleno al establecimiento
de la nueva forma de organización económica.
Como primer paso para lograrlo, conquistó el poder o se hizo de los repre-
sentantes políticos de la burguesía media o nacionalista (vgr., en México, el Partido
de la burguesía media o nacionalista, el PRI, fue secuestrado por su ala derecha y
entregado a la oligarquía burguesa mexicana; tal es la significación que tiene el as-
censo de Salinas de Gortari al poder y la salida del PRI de la corriente encabezada
por Cuauhtémoc Cárdenas) y desde ahí impuso sus directrices económico-políticas.
En metrópolis y neocolonias transformó radicalmente la antigua estructura
industrial: obligó a los empresarios a reconvertir sus industrias para adecuarlas al
nuevo modelo industrial (desde luego, aquellos que no lo hicieron, la gran mayoría,
fueron sacados del mercado) y proporcionó un gran impulso a las nuevas ramas
productivas que la sociedad de consumo había generado. Esta acción fue un golpe
mortal para la fracción burguesa propietaria del sector industrial desplazado, pues
significó su ruina económica; igualmente, tuvo como efecto inmediato el despido de
cantidades masivas de trabajadores, que pasaron a engrosar el ejército industrial de
reserva.
Entregó a los empresarios privados las industrias estatales y los fondos de
salud, de jubilación y de retiro de los trabajadores.
Restringió a su mínima expresión los derechos laborales de los trabajadores.
Formó asociaciones regionales de países entre los cuales se redujeron y en
última instancia se eliminaron las protecciones arancelarias y de otros tipos y en ge-
neral se negociaron acuerdos de libre comercio de la más diversa índole. Se empezó
a formar un mercado global dentro del cual circulaban capitales y mercancías con
una libertad casi absoluta.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 281


El grupo de países formado por las grandes potencias capitalistas que habían
participado en el conflicto armado constituyó un primer sector del régimen capita-
lista resultante de la segunda guerra mundial; a este grupo pertenecían los Estados
Unidos, país que salió súper fortalecido de la contienda y que era ahora la mayor
potencia económica capitalista, y otros países, como Alemania, Francia, Japón, etcé-
tera, cuyas economías habían sido devastadas por la guerra. Entre ellos se estableció
una relación por la cual los Estados Unidos primero desarrollaron una acción para
impulsar la reconstrucción de los otros países del sector, luego apoyaron su desarro-
llo económico y por último los integraron al grupo de las economías capitalistas más
desarrolladas, que tiene por extremos, por un lado a Norteamérica, cuya economía
se especializa en la producción de medios de producción, alta tecnología, la ciencia
moderna, bienes de consumo sofisticados, productos financieros, capital, etcétera, y
por el otro a Francia, Alemania, Japón, etcétera, que proporcionan al mercado nor-
teamericano bienes de consumo duradero y, también, bienes de producción de una
tecnología inferior e incluso la misma tecnología de segundo orden. Las dos partes
de este sector se establecieron como los extremos de una contradicción, los cuales se
engendran y se niegan mutuamente.
Para finales de la década de 1970 esta relación había alcanzado su madurez.
En un mutuo impulso, la economía norteamericana creció por medio del apo-
yo a la reconstrucción y el desarrollo de las economías de los otros países del sector.
Sin embargo, esta relación empezaba ya a convertirse en su contrario: las economías
de los países europeos y del Japón crecían a un ritmo vertiginoso, desbordando el
mecanismo de mutua complementación con la economía norteamericana, y se había
generado ya una drástica oposición en la cual el desarrollo de los países europeos
y del Japón tenía su base en la vulneración del desenvolvimiento de la economía
norteamericana.
La metamorfosis radical de la economía norteamericana, el paso de la “socie-
dad del bienestar” a la “sociedad de consumo”, que implicaba un cambio sustancial
en el modelo industrial, comercial y financiero del capitalismo norteamericano hacia
lo que se ha dado en llamar la “nueva economía”, se realizó, sin embargo, bajo la
égida del sector I de la economía norteamericana (la plutocracia norteamericana),
que fue el que estuvo en el poder durante los gobierno de Reagan y Bush padre, esto
es, en el período comprendido entre 1981 y 1993.
La misma plutocracia norteamericana fue la que condujo el proceso señalado,
que en esencia se centraba en la estructuración de una industria productora de me-
dios de producción, tecnología y bienes de consumo sofisticados que tuviera su base
en los adelantos tecnológicos alcanzados por las industrias militar y espacial en la
etapa anterior (cibernética, informática, etcétera). Recordemos que el galardón más
alto de la “nueva economía”, la red global, la web, es un instrumento originalmente
concebido y desarrollado con fines militares.
Al mismo tiempo, la plutocracia impulsó la transformación de las economías
de los demás países capitalistas con el fin de hacerlos ingresar a la nueva relación
internacional.

282 • Capitalismo moderno y revolución


La revolución pequeño burguesa China fue el último resultado de la revo-
lución democrático burguesa antiimperialista internacional y a la vez el motor del
neocolonialismo, nueva fase del colonialismo.
Después de llegar a la cima de su desarrollo, los países del socialismo formal
de Europa oriental sufrieron el fortalecimiento del contenido capitalista que man-
tenían en su interior, por lo cual, a partir de la década del 60, iniciaron un proceso
de regresión hacia el capitalismo que primeramente dio como resultado el estable-
cimiento de un capitalismo sui generis que tenía como elementos constitutivos a una
pequeña burguesía surgida del propio proletariado y a una clase obrera que sopor-
taba la explotación de que la primera la hacía objeto y después, a partir de 1989,
los hizo entrar en la vía del capitalismo clásico, por la que hoy en día mal que bien
transitan.
Durante la época de existencia del socialismo “pequeño burgués” (del capi-
talismo sui generis existente en Europa oriental), es decir, entre 1960 y 1989, hay una
relación dialéctica entre las dos partes principales del sistema capitalista, es decir,
entre los países capitalistas desarrollados y los países del socialismo “pequeño bur-
gués” que anteriormente, bajo el régimen del socialismo formal, habían alcanzado
un enorme desarrollo económico del cual después se volvió usufructuaria la buro-
cracia obrera; esa relación fue de mutua oposición y complementación y devino, a
fin de cuentas, en la transformación del capitalismo incompleto, deforme de Europa
del este, en el capitalismo típico del mundo occidental. Más tarde, a partir de 1989,
esta estructura del socialismo degenerado —capitalismo sui generis— fue definitiva-
mente destruida y en su lugar se estableció el capitalismo puro y simple.
En síntesis, el capitalismo, que había ganado en profundidad a costa de per-
der terreno, crece tan prodigiosamente dentro de su campo de acción reducido que
pronto recobra sus antiguas posiciones; hasta aquí, como vemos, el capitalismo se
ha desarrollado de una manera constantemente ascendente, se ha perfeccionado en
cada una de sus etapas de vida.
En esta misma fase, el capitalismo intensifica su tendencia natural a la socia-
lización de la producción; irrumpe en lo que hasta entonces había sido un terreno
vedado: la intelectualidad pequeño burguesa; socializa la producción intelectual a
través de las computadoras y otras máquinas que realizan trabajo mental y pretende
socializar las condiciones exteriores de la producción de un grupo especial de esa
fracción de la pequeña burguesía: los artistas y los escritores. La respuesta no se
hace esperar: la pequeña burguesía de las metrópolis se pone en pie de lucha para
defender sus intereses frente a esta acometida burguesa, en lo cual coincide con la
rebelión de la pequeña burguesía de las colonias.
Los frutos de esa lucha de la pequeña burguesía internacional (neocolonial
y metropolitana) no pueden ser sino la expresión de la vulgaridad y la miseria mo-
ral de esa clase social; da a luz tres monstruosos engendros: el socialismo pequeño
burgués de Rusia y sus satélites, la “revolución” de mayo en Francia (o “revolución
de las flores”) y la “revolución” cubana. Como en las anteriores etapas del capitalis-
mo, la contradicción entre la burguesía y la pequeña burguesía cristaliza al exterior
como la contradicción entre dos grupos distintos de países: las “democracias occi-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 283


dentales” por un lado y las “democracias socialistas” por el otro. Después de una
lucha más o menos enconada, pero que presenta las características esenciales de la
clase social atacante, o sea de la pequeña burguesía (amenazas pueriles y constantes
retiradas vergonzosas), la pequeña burguesía socialista hace las paces con la gran
burguesía internacional y se dedica a formar su propio imperio ya integrado al apa-
rato del imperialismo burgués —no era otro el contenido de la doctrina de la coexis-
tencia pacífica promovida por Jruschov a la muerte de Stalin—; las contradicciones
entre estos dos grupos de naciones no se acaban, pero tienden a resolverse por la
vía pacífica. La “rebelión” de la pequeña burguesía continúa en las colonias y en los
países capitalistas hasta agotar todo su ímpetu en la “revolución” cubana, en la “re-
volución” nicaragüense y en la “revolución” de mayo; después de este tragicómico
clímax se inicia el proceso por el cual la pequeña burguesía colonial y metropolita-
na se integra definitivamente al aparato de explotación capitalista; este movimiento
pequeño burgués, ridículo e impotente, se agota aún antes de haber podido tener
alguna utilidad para la revolución proletaria.
En el proceso descrito hemos encontrado que el régimen capitalista de pro-
ducción se ha desarrollado intensiva y extensivamente a través de sus dos fases de
existencia, perfeccionándose como tal régimen de explotación y, por tanto, llevando
sus contradicciones esenciales hasta sus últimas consecuencias.

2. El sistema de países capitalistas y el sistema socialista

El capitalismo tiene al socialismo en su interior como su esencia negativa; la apari-


ción del nuevo régimen social, puesto que no es una transformación total del capita-
lismo (de todos los países del mundo) en su otro, sino solamente parcial, da lugar a
que el socialismo que ha salido al exterior se constituya como un sistema aparte, que
coexiste con el grupo de países capitalistas en una contradicción dialéctica.
El polo del sistema de países capitalistas tiene a su otro en sí mismo como la
acción teórico-práctica del proletariado encaminada a la realización de la revolución
proletaria y la instauración del socialismo; al mismo tiempo, niega a su otro exter-
no en que se ha convertido el régimen socialista. El otro polo, el sistema de países
socialistas, niega al sistema capitalista mediante el impulso que proporciona a la
actividad revolucionaria del proletariado en esos países; de igual manera, tiene a
su otro en sí mismo como el contenido capitalista que existe bajo la forma socialista.
Las relaciones entre los dos sistemas obedecen a la dialéctica que existe entre
ellos considerados como los polos de una contradicción.
El socialismo formal emergió de la segunda guerra mundial enormemente
fortalecido en los aspectos militar, económico y tecnológico y tuvo una notable ex-
pansión en su territorio; la reconstrucción fue el gran impulsor de un crecimiento
económico sin precedentes.
Frente a frente quedaron, en la arena internacional, dos gigantes: el grupo de
países capitalistas, liderado por los Estados Unidos, y el sistema de países socialis-
tas, con Rusia a la cabeza.

284 • Capitalismo moderno y revolución


La primera relación que entre ambos grupos se establece es la de indepen-
dencia. Uno al lado del otro inician esta primera fase de su desenvolvimiento. Hay,
sin embargo, una enorme hostilidad entre ellos: el capitalismo y el socialismo formal
son enemigos naturales.
Esta tensión entre las partes obliga a que en ambas, a la par con la recons-
trucción económica, se de un impulso formidable a la industria militar, la cual entra
así en una nueva etapa de existencia, sobre una base tecnológica mil veces superior,
conquistada durante la guerra.
En un primer momento, la industria militar y la reconstrucción económica se
dan un mutuo impulso ascendente; pronto, sin embargo, los enormes gastos milita-
res empiezan a constituir un freno para el resto de la economía y ponen en peligro la
reconstitución de la fuerza de trabajo, o dicho de otro modo, la existencia venturosa
de la “sociedad del bienestar”, el establecimiento pleno de la cual es la meta decla-
rada de los dos sistemas.
La relación de independencia avanza hacia otra de mutua negación de los
polos.
El sistema socialista ejerce una acción negativa en contra del capitalismo in-
ternacional por medio de su enorme capacidad militar, la que tiene el efecto de un
disuasor de las agresiones imperialistas, y a través del apoyo que proporciona al
movimiento obrero revolucionario de los países capitalistas; por su parte, el sistema
capitalista niega a su otro cuando fortalece su industria militar, lo que le da una gran
capacidad de agresión que sólo espera un pretexto para materializarse en un ataque
aniquilador hacia su oponente, y al desplegar un arsenal de elementos propagan-
dísticos, organizativos, etcétera que utiliza para subvertir desde dentro al régimen
socialista.
En los primeros años de la posguerra, bajo la dirección de Stalin, el bloque
socialista aplicó rigurosamente los principios del marxismo-leninismo en el trata-
miento de las relaciones entre los dos sistemas: fortaleció la capacidad militar de la
URSS con fines exclusivamente defensivos ante la amenaza del imperialismo nor-
teamericano; vigorizó la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de
producción; robusteció el proceso de industrialización socialista con el fin de produ-
cir los bienes necesarios para incrementar el bienestar personal de los trabajadores;
consolidó la dictadura del proletariado y reforzó el papel dirigente del Partido Co-
munista; asistió a los partidos comunistas y movimientos revolucionarios del mun-
do occidental proporcionándoles los elementos ideológicos, teóricos y organizativos
necesarios para el despliegue de la lucha por la revolución socialista en unos casos
y la revolución democrático burguesa bajo la dirección del proletariado y como fase
preparatoria de la revolución socialista en otros, etcétera.
En los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra, este proceso de
fortalecimiento del régimen socialista hizo madurar, al mismo tiempo, su contenido
capitalista, el cual adquirió una gran potencia.
A la muerte de Stalin, la degeneración del socialismo formal había alcanzado
ya dimensiones mayúsculas; en el XX congreso del PCUS sólo se legitimó lo que ya
existía en la realidad: un régimen político regresivo que escamoteó el poder a los

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 285


obreros y lo entregó, junto con el Partido de los trabajadores, a la nueva clase explo-
tadora proveniente de las capas superiores del proletariado soviético, un régimen
económico que desmanteló la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos
de producción y la fraccionó en una propiedad por grupos, y una pequeña produc-
ción capitalista que se había fraguado a lo largo de este proceso de deterioro del
socialismo formal.
En la medida en que el socialismo formal era socavado y sustituido por el
régimen de regresión capitalista del “socialismo pequeño burgués”, la política mar-
xista-leninista en lo referente a las relaciones con el capitalismo internacional fue re-
emplazada por una serie de acciones que respondían completamente a los intereses
del nuevo régimen económico y la nueva clase social gobernante.
En los países del imperialismo burgués, la aristocracia capitalista o pluto-
cracia es la generadora del desbocado crecimiento de la industria militar y de las
empresas monopólicas a ella asociadas; la burguesía se opone a ese aumento desme-
dido y clama por recursos para su propio desarrollo.
Los países del socialismo formal, ya en plena fase de degeneración, por su
parte, están también interesados en contener el crecimiento desbordado de la indus-
tria militar, tanto en su propia economía como en la economía capitalista, pues de
esa manera, por un lado se reduciría sensiblemente la amenaza que sobre ellos pesa
de un ataque del imperialismo norteamericano y, por otro, internamente liberaría
recursos para ser invertidos en la industria civil.
El sistema capitalista organiza las relaciones con los países neocoloniales de
la manera que ya se señaló en párrafos anteriores; también se colocan los cimientos
de una división del trabajo específica entre los países capitalistas desarrollados, en la
cual los Estados Unidos se alzan como la economía líder que establece con sus socios
una relación de mutuo engendramiento y negación.
El sistema de la versión desnaturalizada del socialismo formal también arre-
gla, de acuerdo con el papel dirigente de la URSS, los vínculos entre todos sus inte-
grantes.
Como parte de su estrategia defensiva, la Unión Soviética busca la inteligen-
cia con la burguesía norteamericana (que está enfrentada a la plutocracia capitalista)
y de la burguesía (por ella denominada burguesía nacional o nacionalista) y pequeña
burguesía neocoloniales para lograr sus propósitos de distensión de la situación de
amenaza de guerra devastadora entre los dos sistemas; promete y solicita apoyo a y
de la burguesía norteamericana con el propósito de eliminar juntos el amago de gue-
rra que la plutocracia norteamericana y sus adláteres mantienen sobre el mundo y,
también, obligarla a que reduzca el crecimiento desbocado de la industria militar
y de los monopolios e invierta los excedentes económicos así obtenidos en elevar el
nivel de vida de su población y en industrializar las neocolonias.
De este modo intenta conquistar un clima de paz en el que pueda desarrollar-
se venturosamente por el camino de vuelta hacia el capitalismo que ha emprendido.
El poderío económico y político de la URSS y la naturaleza semi-capitalista
que en ese país se está estableciendo la conducen necesariamente a forjar una re-
lación de dominación sobre el resto de países que están en su esfera de influencia,

286 • Capitalismo moderno y revolución


los cuales también han entrado de lleno en el tobogán de la restauración capitalista.
Igualmente, pretende disputar al imperialismo capitalista, en el terreno económico,
sus neocolonias y los países capitalistas independientes de menor desarrollo econó-
mico; con ese propósito despliega una estrategia de apoyo a las burguesías nacio-
nales de esos países para que aquellos que aún las conservan acaben con supuestas
reminiscencias feudales en sus regímenes económicos (lo que implica la lucha en
contra de la plutocracia nativa) y construyan entonces su propia industria (capitalis-
ta) apalancados por el capital soviético. Frente al imperialismo capitalista, la URSS
organiza un remedo de imperialismo, un imperialismo “pequeño burgués”.
La transformación de la URSS en un régimen semi-capitalista provoca nece-
sariamente el paso de los recién formados estados socialistas a esa misma forma de
organización social, aunque con el agravante de que en estos últimos el proceso es
más rápido y profundo que en el centro del imperio. Dos fuerzas contrarias se ejer-
cen sobre los países socialistas: una, centrípeta, por la cual la URSS atrae férreamente
a los demás países de su órbita y otra, centrífuga, de acuerdo con la cual la mayoría
de los restantes países socialistas tienden a sustraerse del dominio soviético y se
acercan al mundo capitalista. Uno sólo de los países socialistas, Albania, se mantiene
firme en las posiciones del marxismo-leninismo clásico e intenta continuar constru-
yendo el socialismo de acuerdo con los principios revolucionarios (recordemos que,
sin embargo, ese socialismo lo es necesariamente sólo por la forma, pues contiene en
su interior elementos del capitalismo).
La tendencia dispersante se manifiesta palmariamente en la separación de
Yugoeslavia del sistema de países socialistas (ahí fue en donde se estableció la for-
ma más perfecta de la propiedad por grupos y la autogestión y en donde la Liga de
los Comunistas, bajo la dirección de Tito, formuló de una manera más completa la
teoría correspondiente) y en las rebeliones de los sectores de la pequeña burguesía
socialista que deseaban imprimir una velocidad mayor al proceso de liberalización
en Hungría y Checoslovaquia.
La recién adquirida naturaleza de los países antiguamente socialistas les ha
impuesto nuevas necesidades e intereses y los obliga por tanto a desarrollar una po-
lítica completamente antagónica a la acción revolucionaria que habían ejercido en el
período inmediato anterior, previo a la muerte de Stalin, actividad que fue presidida
por el marxismo-leninismo.
Las nuevas circunstancias exigían a los países antiguamente socialistas la for-
mulación de un cuerpo teórico e ideológico justificante de su actividad práctica, la
cual, como hemos visto, era una rotunda negación de la praxis revolucionaria; fue
Jruschov quien, además del libelo difamatorio conocido como Informe Secreto, en el
cual torpemente denostaba a Stalin, presentó en el XX Congreso del PCUS un Infor-
me público que contenía los “principios doctrinarios” de la “teoría” que debía avalar
sus descarríos políticos.
En resumen:
En los países metropolitanos y en los capitalistas que no son neocolonias, el
capitalismo ha pasado por las siguientes fases:

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 287


a) destruyó el régimen económico anterior;
b) orientó hacia la producción capitalista a las clases poseedoras del régimen pre-
existente;
c) se convirtió de capitalismo de libre cambio en capitalismo monopolista;
d) alcanzó la forma superior de capitalismo de consumo;
e) integró a todas las clases sociales explotadoras en función del desarrollo armónico
del capitalismo; fundió en una sola clase a la aristocracia capitalista y a la bur-
guesía; lo mismo hizo con las dos fracciones en que se dividió posteriormente la
burguesía (burguesía del Sector I de la economía capitalista, que produce bienes
de capital modernos y una complicada tecnología y posee un poderoso aparato
bancario y comercial y burguesía del sector II que produce bienes de capital más
modestos y bienes de consumo sofisticados y posee un aparato bancario y co-
mercial de proporciones más reducidas); y, por último, le dio un lugar decoroso
en el festín a su lacayo preferido, la pequeña burguesía;
f) le dio al Estado nuevas funciones acordes con las modernas necesidades de la
explotación capitalista;
g) ha quedado establecido en su forma perfecta, en donde su apariencia coincide
por completo con su esencia.

Al extenderse geográficamente, el capitalismo anidó en los países atrasados,


en donde formó el sistema colonial del imperialismo, el cual evolucionó hasta su
forma moderna del neocolonialismo; su acción en esos lugares ha seguido las etapas
progresivas siguientes:
a) desarrolló las relaciones capitalistas en las colonias;
b) destruyó el régimen económico preexistente;
c) orientó hacia la producción capitalista de las colonias a las clases poseedoras del
régimen anterior;
d) estableció en las colonias un régimen típicamente capitalista;
e) integró a todas las clases sociales de las colonias en el aparato de explotación
capitalista, perfeccionándolo;
f) convirtió a las colonias en parte integrante del régimen internacional del capita-
lismo y en complemento necesario de los países imperialistas; perfeccionó así el
capitalismo internacional.

Después de resentir una pérdida geográfica con la instauración del socialis-


mo en una serie de países como secuela necesaria de cada una de las dos guerras
mundiales, el capitalismo recobró el terreno perdido al establecer en ellos en primer
lugar lo que nosotros llamamos el “socialismo pequeño burgués”, que en realidad
no es sino una especie de capitalismo embozado, y después un régimen capitalista
clásico. Este proceso de regresión del socialismo ha seguido los pasos que a conti-
nuación se enumeran:
a) del propio proletariado surgió un grupo social, la pequeña burguesía intelectual,
que se apropió de los medios e instrumentos de producción y se convirtió en
explotadora de la clase obrera;

288 • Capitalismo moderno y revolución


b) se creó un régimen de producción capitalista sui generis cuya característica funda-
mental es la propiedad por grupos (de explotadores, naturalmente) de los medios
e instrumentos de producción;
c) ese capitalismo sui generis se desarrolló hasta constituir un imperio;
d) que también se convirtió en colonialista;
e) el “socialismo pequeño burgués” se integró al régimen internacional del capita-
lismo y se volvió una de sus partes esenciales a través de la coexistencia pacífica;
f) por último, esta forma degenerada del socialismo formal inició su transformación
en un régimen capitalista típico.

En todas estas etapas y fases del desarrollo ascendente del capitalismo, éste,
como lo hemos subrayado anteriormente, se ha perfeccionado como el régimen de
explotación que es en su esencia; al alcanzar su forma más perfeccionada fortaleció
también la explotación y depauperación del proletariado hasta sus últimas conse-
cuencias en las formas que Marx delineaba ya en la época infantil de este régimen
de opresión. Se ha perfeccionado, centuplicándose, la explotación y depauperación
del proletariado.
Este desarrollo del capitalismo ha creado y perfeccionado en todas partes (es
decir, en metrópolis y neocolonias), las premisas objetivas, materiales, de la revolu-
ción socialista.
Al lado de este proceso de vida del régimen capitalista han evolucionado el
movimiento y la teoría revolucionarios, pasando por una serie de fases ascendentes
que van desde la revolución en 1848 en Francia y la aparición del Manifiesto Comu-
nista, hasta la revolución socialista rusa, la constitución del sistema socialista y los
aportes teóricos de Lenin, Stalin y la IIIa. Internacional; de tal manera, al final de
todo este movimiento histórico el proletariado internacional ha formado la mayor
parte de los instrumentos teóricos y prácticos necesarios para realizar la revolución
socialista a escala internacional. Para que la teoría revolucionaria esté completa, sólo
falta reivindicar el núcleo fundamental de la misma, hoy desvirtuado por el revisio-
nismo, e integrar a ella los nuevos aspectos que ha adquirido el capitalismo interna-
cional en su nueva época (capitalismo de consumo y neocolonialismo).
Así, al final del proceso las premisas intelectuales de la revolución proletaria
(entendidas éstas como la existencia de la teoría revolucionaria debidamente estruc-
turada en todos sus aspectos fundamentales) se habrán perfeccionado, quedando
listas para entrar en acción en todo el sistema capitalista.
El régimen capitalista, en su camino ascendente, habrá forjado definitivamen-
te los elementos que deben derrocarlo. ¡La hora de la liberación sonará entonces!
Frecuentemente hablan los revisionistas de todo tipo acerca de la “nueva eta-
pa” del régimen capitalista o del “viraje” que éste ha dado después de la segunda
guerra mundial, argumentos con los que tratan de justificar su traición al marxismo-
leninismo. Cierto es que el capitalismo ha entrado, en la época a que se refieren
los revisionistas y oportunistas, a una nueva fase de su desarrollo; pero esta etapa
superior de su existencia es aquella en la que sus leyes fundamentales, con las que
vino al mundo hace ya mucho tiempo, han cobrado su forma más acabada y, en

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 289


consecuencia, en donde las tesis fundamentales del marxismo-leninismo sobre la
revolución proletaria alcanzan una validez universal.
La etapa que vive el capitalismo mundial después de la segunda guerra mun-
dial es, en resumen, la siguiente:
a) el capitalismo internacional se ha desarrollado en una forma ascendente, en la cual
conserva y perfecciona en todas y cada una de sus partes integrantes (metrópolis,
neocolonias y países capitalistas que no son ni lo uno ni lo otro) sus fundamentos
esenciales que lo caracterizan como un régimen de explotación voraz;
b) la producción de mercancías se ha elevado a la enésima potencia y la mercantili-
zación se ha extendido hasta los bienes intangibles como la ciencia, la tecnología
y la información;
e) ha crecido, se ha fortalecido y dinamizado el mercado mundial que se había
formado en las fases previas del capitalismo; este mercado comprende el de
mercancías propiamente dicho, el de capitales, el de servicios tradicionales, el
de conocimientos científicos, el de tecnología, el de telecomunicaciones e infor-
mática, etcétera;
f) todos los países concurren a este mercado mundial de una forma cada vez más
fluida, ya sea como oferentes o como compradores y participan en los diferentes
segmentos de acuerdo con la naturaleza especial de su aparato productivo y del
lugar que ocupan en la estructura internacional del capitalismo.
g) la separación entre los medios e instrumentos de producción y los productores
directos se ha reforzado al formarse una clase poseedora internacional que es una
reducida minoría y una clase de desposeídos, los trabajadores del mundo, que
suman cientos de millones; la relación entre los pocos propietarios privados y la
multitud de los trabajadores es la del trabajo asalariado;
h) la maquinización de la producción ha alcanzado su punto superior con la com-
putarización, la automatización, la robotización, la cibernética y la informática;
i) a la par que el mercado mundial se ha dinamizado, se ha constituido la fábrica
mundial; las trasnacionales extienden sus territorios productivos a todos los países
del planeta;
j) la concentración y centralización del capital, su socialización e internacionalización
han ido en aumento;
k) en consecuencia, la explotación y depauperación de la clase obrera internacional
se han agudizado en una escala grandísima;
l) el capitalismo se ha estructurado en todo un sistema mundial compuesto por las
partes que a continuación se detallan:
a’ Sistema de países capitalistas altamente desarrollados (imperialistas), en cuyo
interior se da una división entre un país que se especializa en la producción,
para el mercado internacional, de bienes de capital modernos, una ciencia
omnicomprensiva y una moderna y compleja tecnología, y las restantes nacio-
nes, que producen preferentemente bienes de capital más modestos y bienes
de consumo sofisticados para ese mercado. Las relaciones que se establecen
entre ambas partes del sistema son de unidad (complementación) y lucha:
la economía de estas dos partes del sistema se complementan porque una de

290 • Capitalismo moderno y revolución


ellas proporciona a la otra los medios de producción modernos y ésta a su
vez provee a la primera de otros bienes de capital más sencillos y bienes de
consumo; de esta suerte, al especializarse en la producción de cada uno de
los tipos de bienes mencionados, los dos sectores del sistema se engendran
mutuamente y acceden a una fase superior; la lucha se entabla porque la ac-
ción del país de la industria pesada sobre los demás países produce en éstos
un progreso de sus industrias productoras de bienes de capital y de bienes
de consumo, las que entran en competencia con las de aquel, tanto en los
mercados internos del sistema como en todo el mercado internacional; para
poder enfrentarse a sus competidores, el país líder del sistema se ve obligado a
dar un poderoso empuje a sus industrias mediante un desarrollo más intenso
de la ciencia y la tecnología; los países del polo opuesto, ante esta acometida,
tienen que asimilar la nueva tecnología e impulsar sobre esa base superior
sus industrias productoras de bienes de consumo y de capital, con lo que se
reinicia el ciclo descrito; la lucha entre las dos partes del sistema es, también,
como se ve, un mutuo engendramiento (que discurre a través de crisis) cuyo
resultado es el desenvolvimiento sobre una base científica y tecnológica cada
vez más alta de la industria pesada y la industria productora de bienes de
consumo a escala internacional y, por ende, el perfeccionamiento constante
del régimen capitalista de producción.
b’ Sistema neocolonial del imperialismo, integrado por un grupo de países capi-
talistas que forman mercado y campos de inversión para los productos y los
capitales excedentes del sistema de países desarrollados y que son fuentes de
materias primas, energéticos, productos alimenticios y, de una manera cada
vez más intensa, de manufacturas para esas mismas naciones.
Las dos partes integrantes del sistema general del capitalismo (imperia-
lismo), es decir, los países desarrollados y los países neocoloniales, tienen
entre sí relaciones de unidad y lucha, a través de las cuales se engendran
mutuamente. El capitalismo, al extenderse geográficamente más allá de los
límites de Europa occidental y Estados Unidos, generó el capitalismo en
los países de la periferia, a los cuales convirtió en sus colonias; establecida
esta estructura fundamental (las metrópolis proveedoras de capital y pro-
ductos manufacturados para las colonias y éstas a su vez de materias primas,
energéticos y alimentos para las metrópolis), ambas partes se especializaron
en sus funciones respectivas, con lo que se dieron un poderoso impulso as-
cendente; la intrusión del capitalismo en las colonias da lugar al nacimiento
de un capitalismo nacional que tiene su base en el capital extranjero; el
capital nacional se enfrenta de inmediato a su progenitor, al que le disputa
sus campos de acción, y logra primero la abolición del régimen feudal en
las colonias, la salida de las tropas de ocupación y la nacionalización de la
administración pública; posteriormente reivindica para sí la producción de
las materias primas, energéticos y alimentos para el mercado metropolita-
no y la producción para el mercado interno de algunos bienes manufactura-
dos; y, por último, demanda la utilización de esas materias primas, energéticos

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 291


y alimentos para su propio desarrollo capitalista. En cada una de estas fases,
el capitalismo de la metrópoli se ve obligado a reconcentrarse sobre sí mismo
y pasa a una etapa superior de su existencia que se caracteriza por un gran
desarrollo de la tecnología moderna (por ejemplo, si el petróleo y el carbón
son empleados definitivamente en la industria de las neocolonias, entonces
las metrópolis se verán obligadas a desarrollar la tecnología para el aprove-
chamiento de la energía atómica y solar, acelerando así el perfeccionamiento
del capitalismo metropolitano) y alto financiamiento y complicada tecnología
para las colonias; éstas, por su parte, tienden a convertirse en proveedoras
de ciertos bienes manufacturados —cuya producción es incosteable para
los países desarrollados— para surtir el mercado metropolitano. Estas dos
partes del sistema general del capitalismo, al engendrarse mutuamente (a
través de crisis), se dan un impulso que las lleva a etapas cada vez más altas
del capitalismo.
c’ Sistema de países del “socialismo pequeño burgués”. Estuvo originalmente
formado por un grupo de naciones en las que se estableció el socialismo pero
que posteriormente degeneraron en una restauración sui generis del capitalis-
mo. En su interior se dio una división que, guardadas todas las proporciones,
tenía la misma naturaleza que la establecida entre los integrantes del sistema
de países capitalistas desarrollados; es decir, que Rusia Soviética era, dentro
del sistema del “socialismo pequeño burgués”, un país imperialista. Las rela-
ciones de este sistema con el sistema general del capitalismo, que se hicieron
más amplias conforme se realizaba la política de “coexistencia pacífica”, eran
de unidad y lucha, por las que se engendraban mutuamente ambos sistemas
para formar el sistema mundial del capitalismo. Hubo un proceso de creciente
complementación en el que el sistema de países capitalistas desarrollados
transmitía tecnología moderna a los países del “socialismo pequeño burgués”
y alentaba así en ellos la forma sui generis del capitalismo que ahí existía; por
su parte, estos países exportaban al “mundo occidental” materias primas y
bienes manufacturados. La lucha frontal entre estos dos sistemas se entablaba
en torno al sistema neocolonial; conforme más se desarrollaba el capitalismo
restaurado en los países “socialistas pequeño burgueses”, más apremiante
era su necesidad de contar también con neocolonias y más virulento era su
ataque para arrebatárselas a los países capitalistas desarrollados. Las rela-
ciones contradictorias entre estas dos partes integrantes del sistema mundial
del capitalismo se resolvieron en el perfeccionamiento de ambos, lo que dio
lugar el paso del socialismo en degeneración que ahí existía a un capitalismo
al estilo de occidente. Se produjo así la fusión de ambos sistemas en un gran
sistema mundial del capitalismo.
m) Las relaciones entre las distintas partes del sistema mundial del capitalismo son,
como ya vimos, de complementación y oposición. La lucha que entre ellas se
entable puede llevar hasta la paralización ya de uno ya de otro de los sistemas
enunciados y son desde simples guerras comerciales que desembocan en crisis
como la monetaria y la del petróleo hasta verdaderas guerras militares localizadas

292 • Capitalismo moderno y revolución


preferentemente en los países periféricos. Estos conflictos son enfrentamientos
de las burguesías de los distintos sistemas capitalistas, es decir, luchas interbur-
guesas en el ámbito internacional y tienen como resultado final el adecuamiento
mutuo de esos sistemas mencionados para el mejor logro de su común propó-
sito fundamental: la explotación del proletariado internacional y, desde luego,
la exaltación del capitalismo mundial a un estadio más alto. Existen conflictos
entre las dos partes fundamentales del sistema de países desarrollados, entre este
sistema y el sistema neocolonial y anteriormente entre todos éstos y el sistema
del “socialismo pequeño burgués”, el que también tenía contradicciones en su
interior. A su vez, es ocioso decirlo, hay una lucha encarnizada entre los países
componentes de cada uno de los sistemas y partes del sistema considerados. El
sistema neocolonial era apoyado por los países del “socialismo pequeño burgués”
en su contienda en contra del imperialismo burgués.
La economía de los países imperialistas crece desorbitadamente, con lo que
provoca la declinación de las demás partes del sistema y las lleva a la ruina; la
respuesta de éstas es la lucha económica y política que tiene como finalidad de-
tener el crecimiento desorbitado de aquellas y derivar recursos para su propio
desarrollo como partes integrantes del sistema mundial del capitalismo, con lo
cual proveen así a su perfeccionamiento; esta lucha adopta distintas formas,
según la parte del sistema capitalista de que se trate, llegando hasta el que fue el
“antiimperialismo” burgués de la URSS y sus satélites, de los países del “tercer
mundo” (neocolonias), de la pequeña burguesía internacional y de todos los
partidos comunistas del mundo, el cual únicamente fue el medio para lograr un
venturoso desenvolvimiento del capitalismo neocolonial y perfeccionar así el
sistema internacional del capitalismo.
n) El crecimiento y perfeccionamiento incesantes del capitalismo en todo el planeta
se han basado en la elevación a la enésima potencia de la explotación de la clase
obrera internacional; esa creciente explotación adopta dos formas distintas, entre
las que hay una sucesión lógico-histórica, ya que corresponden a dos etapas suce-
sivas del régimen capitalista. En los países capitalistas desarrollados y en los que
antiguamente existía el “socialismo formal”, en distintos grados y con caracterís-
ticas específicas en cada uno de los sistemas, la expansión de la producción y el
consumo capitalistas se basa en un cierto incremento del nivel de vida de ciertos
sectores de la clase de los trabajadores, lo que es posible gracias al aumento fabu-
loso de la acumulación de capital, al gran incremento de la “productividad” de
los obreros a través de la creciente maquinización, intensificación y extensión del
trabajo físico y mental y a las superganancias provenientes de la explotación neo-
colonial; de esta manera se ha llevado también la explotación a un nivel superior,
en donde desaparecen —muy relativamente, desde luego— las formas primitivas
que adoptaba la explotación capitalista en las fases iniciales del régimen burgués,
lo que deja al descubierto su verdadera esencia inhumana y degradante; es obvio
que en los mismos países capitalistas desarrollados, junto a esta forma superior
de explotación subsisten en amplias capas de la clase obrera las formas primitivas
que se manifiestan en una situación de verdadera miseria física apremiante. Las

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 293


alternaciones del ciclo económico capitalista en el ámbito internacional (auge
y crisis como la monetaria, la del petróleo y la financiera) repercuten sobre las
condiciones de vida de los trabajadores metropolitanos a quienes lanzan desde
las cimas de la prosperidad y la abundancia hasta el abismo de la desocupación
masiva, del paro, de la reducción del salario y de las prestaciones sociales, etcétera;
este estrujamiento de los trabajadores entre dos fuerzas contradictorias se tradu-
ce, necesariamente, en la aceleración del proceso de depauperación a que están
sujetos, lo que en estos niveles significa simple y llanamente la descomposición
y degeneración geométricamente creciente de todos los procesos orgánicos del
individuo. Es evidente, por otra parte, que lo mismo sucede debido a los pequeños
ciclos que se producen en la economía de cada país de estos sistemas, provocados
por la encarnizada competencia que entre ellos existe.
En las neocolonias, debido a su ingreso tardío a la vía capitalista y a la pre-
sión que ejerce la metrópoli con la exacción de tributos por diversos medios, la
explotación capitalista adopta fundamentalmente las formas primitivas más
repugnantes; en las neocolonias, por su especial situación dentro del capitalismo
mundial, el capitalismo debe desarrollarse y lo hace, pero aquí, al contrario que
en las metrópolis, ello no lleva al rápido tránsito hacia las formas superiores de
explotación, sino al mantenimiento y expansión de las demasiado obvias formas
primitivas. Es evidente que conforme el capitalismo avance en estos lugares hasta
convertirlos en países “industriales”, en la misma medida irá cambiando la forma
de explotación del proletariado neocolonial para igualarse a la existente en las
metrópolis, con lo que allá también coincidirá por fin la forma de la explotación
capitalista con la esencia de la misma.
Estos tres grupos de naciones forman lo que podría llamarse el sistema
mundial del capitalismo; en los últimos años se ha ido fraguando una asociación
regional de esos países en unidades mayores que comprenden a uno o varios
países altamente desarrollados y a una cauda de países de menor desarrollo
económico que derriban las barreras que existen entre sí para integrarse más
íntimamente, sin que desaparezca, desde luego, la diferencia fundamental entre
ellos. Esta integración permite que sean más fluidas las relaciones de mutuo
engendramiento y negación existentes entre las partes componentes del sistema
mundial del capitalismo y que el resultado final de ese movimiento entre ellas
sea la conquista de fases superiores del régimen capitalista. Esos grupos regiona-
les más o menos definidos que existen en la actualidad son el de la Comunidad
Económica Europea, la Cuenca del Pacífico y América del Norte, entre los que
ha de suscitarse una competencia feroz en los próximos años.
ñ) Las premisas materiales para la revolución socialista mundial están dadas ínte-
gramente y se perfeccionan conforme avanza el capitalismo, que ha llevado la
proletarización de las masas y la explotación y depauperación de la clase obrera
internacional hasta sus fases más altas.
o) La ideología burguesa se ha perfeccionado con cada adelanto del capitalismo y
alcanzó su sueño más preciado: que el propio obrero coopere conscientemente a
dorar sus cadenas.

294 • Capitalismo moderno y revolución


p) La ideología pequeño burguesa ha progresado gigantescamente al convertirse
en una forma más sutil de mantener al obrero sujeto a la ideología capitalis-
ta en general; en suma, la ideología burguesa, directamente o a través de su
engendro más querido, la ideología pequeño burguesa, ha echado profundas
y fuertes raíces dentro del proletariado (más profundas y más fuertes que en
épocas anteriores).
q) Las premisas teóricas de la revolución existen casi en su totalidad; la mayoría de
las partes de la teoría revolucionaria están ya elaboradas y avaladas prácticamente
por toda la historia del movimiento comunista internacional; la labor que resta
hacer en este sentido es rescatar del revisionismo las partes ya desarrolladas de
la doctrina revolucionaria, unir esas partes que permanecen dispersas en un
todo armónico que actúe concentradamente y elaborar los principios teóricos
correspondientes a la nueva fase del capitalismo internacional.
r) Los conflictos interburgueses en el ámbito internacional se convierten necesa-
riamente, como ya lo hemos explicado, en crisis y guerras localizadas. La etapa
del reparto del mundo entre los imperialistas burgueses mediante guerras que
ineluctablemente desembocan en conflictos armados mundiales ha sido supe-
rada y ahora las contradicciones entre los países capitalistas desarrollados, por
agudas que sean, se resuelven pacíficamente; por otro lado, la lucha que por una
nueva división del mundo se estableció entre el imperialismo burgués y el
imperialismo “socialista pequeño burgués” y que adoptó la forma de guerras
locales en las que no participaban directamente ambos imperialismos, sino que
empleaban como peones de brega a los propios pueblos neocoloniales (Medio
Oriente, África, etcétera) tampoco se convirtieron en un conflicto total entre los
dos grupos. La capacidad del capitalismo moderno para asimilar las crisis es
tan grande en los tiempos que corren que, existiendo un estado de guerra sin
solución de continuidad, éste no ha desembocado en una guerra mundial. Las
crisis y guerras localizadas, que son movimientos de ajuste entre los sistemas
del capitalismo mundial y entre las partes de cada sistema, no pueden llevar es-
pontáneamente, por sí mismas, por grande que sea su extensión y violencia, a la
revolución proletaria; mucho menos, desde luego, al “desplome” catastrófico de
todo el sistema. La revolución proletaria se gesta en el seno de una crisis mayor,
de la cual las perturbaciones señaladas anteriormente son sólo sus manifestaciones
superficiales; el enorme crecimiento progresivo del capitalismo mundial provoca
ineluctablemente la acelerada depauperación absoluta y relativa de la clase obrera
mundial y la lleva a extremos pavorosos, desconocidos anteriormente, en los que
se da un proceso, irreversible dentro del régimen capitalista, de degeneración y
descomposición del organismo humano, de aniquilación de la esencia natural
humana de los trabajadores. Esta profunda y terrible crisis es el verdadero motor
interno de la revolución proletaria. Las otras crisis y guerras limitadas pueden ser
aprovechadas como punto de partida para la revolución socialista, convirtiéndolas
en verdaderas guerras civiles, solamente cuando se hayan formado verdaderos
partidos revolucionarios que realicen las labores teóricas y organizativas nece-
sarias para derrotar al revisionismo y conducir a los obreros a la conquista del

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 295


poder; mientras esto no suceda, aquellas perturbaciones seguirán existiendo sin
que alteren para nada la dominación política de la burguesía.
Una vez que la nueva fase de la revolución mundial se haya iniciado, la
propia lucha revolucionaria de los trabajadores engendrará la crisis general del
capitalismo que los llevará a la conquista del poder. Esta que hemos descrito es
una situación distinta en relación con las etapas anteriores de la revolución, en
las que los comunistas supeditaban su acción a una crisis mundial del capitalis-
mo, que era ineluctable, pero que no dependía de la actividad de aquellos, sino
que la determinaba; en la actualidad, sólo la propia acción de los revolucionarios
originará la crisis general que abrirá el camino al poder.

3. Surgimiento del neo-revisionismo

El desarrollo ascendente del capitalismo moderno ha fortalecido la dominación de la


burguesía e incrementado proporcionalmente la influencia de la ideología burguesa
sobre el proletariado. Tal influencia, que había sido erradicada de los partidos co-
munistas durante la existencia de la IIIa. Internacional, volvió a ellos después de la
segunda guerra mundial, apuntalada por el poderoso desarrollo del capitalismo que
adquiere en esta época un nuevo ímpetu vital y se extiende hasta los mismos países
del socialismo formal, en donde, aunada a la transformación de la intelectualidad
proletaria en propietaria de los medios e instrumentos de producción, y por tanto a
su conversión en una clase social pequeño burguesa que explotaba al proletariado, y
a los restos de ideología burguesa que pervivían en las diferentes esferas de la vida,
ocasionaron una degeneración del régimen socialista en un “socialismo pequeño
burgués”.
Este socialismo en estado de degeneración o capitalismo sui generis, dio a luz,
como justificación de su existencia, la forma más perfecta del revisionismo. Utilizan-
do el mismo lenguaje de los clásicos, e incluso sus mismos conceptos, los revisio-
nistas hicieron pasar por la esencia del régimen capitalista lo que en aquellos es tan
sólo el camino hacia la misma; a partir de ahí estructuraron una teoría —una versión
transfigurada de la ideología burguesa— que revisa todas las tesis del marxismo-
leninismo.
Esto fue posible porque la teoría revolucionaria, en su camino hacia la esencia
negativa del régimen capitalista, hubo de tomar las producciones teóricas anteriores
acerca de la esencia positiva del mismo, dotarlas de orden y concierto, ya que cons-
tituían el embrollo y la oscuridad mismas, y develar su aspecto negativo para así
llegar a la comprensión del otro que aquel guarda en su interior. Es por eso que las
determinaciones del ser y la esencia positiva del capitalismo adquirieron una deno-
minación específica de la teoría marxista que las diferenciaba tajantemente de la que
anteriormente habían recibido de manos de la intelectualidad burguesa.
La “pequeña burguesía socialista” y su aliada incondicional, la pequeña bur-
guesía internacional, representaban, la primera a un régimen capitalista sui generis
que era el resultado de la degeneración de un régimen verdaderamente socialista y la

296 • Capitalismo moderno y revolución


segunda a una hipotética forma del régimen capitalista que excluía el dominio de la
gran burguesía y los aspectos malos que su preeminencia generaba; para sacar ade-
lante sus intereses específicos era necesario desarrollar una ideología que cumpliera
con dos exigencias: una, la radical diferenciación respecto de la ideología burguesa
y, otra, su identificación con la teoría que había llevado al poder a una buena parte
del proletariado internacional y que por eso gozaba de una especial consideración
entre los trabajadores del mundo. En un caso esa necesidad se imponía para poder
desarrollar y mantener la dominación de la “pequeña burguesía socialista” sobre los
trabajadores de los países en los que ella gobernaba, y en el otro, para que la peque-
ña burguesía de los países capitalistas atrajera hacia sí a la clase trabajadora como
aliada en su lucha contra la gran burguesía.
De esta manera, la intelectualidad pequeño burguesa despojó de su nombre
a la teoría revolucionaria y lo adoptó para su ideología; igualmente, tomó los con-
ceptos marxistas de las determinaciones del ser y la esencia positiva para denominar
sus intereses y apetitos capitalistas; al mismo tiempo, denostó, vituperó y por último
lanzó al lugar de los trastos viejos el contenido revolucionario de la teoría marxista,
el que incide en la esencia negativa del régimen capitalista de producción. Fue así
como el revisionismo tomó el lugar de la teoría revolucionaria.
De la misma manera que el régimen soviético había dejado de ser mucho
tiempo atrás socialista incluso en la forma, pero seguía denominándose a sí mismo
como tal, la ideología que se levantó sobre su base económica, que era un tipo de
ideología burguesa, se llamaba a sí misma marxismo-leninismo.
Como es sabido, el socialismo en degeneración de Europa del este fue susti-
tuido, a partir de 1989, por regímenes capitalistas típicos. La caída de los gobiernos
que se autonombraban socialistas trajo consigo necesariamente el derrumbe de la
ideología que era su complemento obligado; como ésta pasaba por ser la más pura
expresión de la teoría de la revolución, entonces en su caída arrastró también a la
doctrina de los clásicos, la cual fue declarada oficialmente muerta.
Es entonces necesario rescatar la teoría revolucionaria de entre las ruinas del
revisionismo; se impone discriminar en esa masa informe lo que corresponde a la
revisión de la doctrina marxista y aquello que constituye la expresión clásica del
pensamiento revolucionario. Para ello es preciso remontarnos a las manifestaciones
más acabadas del moderno revisionismo y con base en ellas realizar la labor impla-
cable de análisis y crítica que nos permita restituir en su forma primigenia a la teoría
revolucionaria.
Analizaremos a grandes rasgos las principales formas de manifestarse estas
desviaciones tomando como base los documentos oficiales de aquellos partidos co-
munistas que fueron los representantes de la corriente revisionista y oportunista
moderna, especialmente del Partido Comunista de la Unión Soviética. Estos docu-
mentos tienen ya una cierta antigüedad, pero sus postulados rigieron la actividad
teórico-práctica de los revisionistas hasta la virtual extinción de esa ideología.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 297


Naturaleza del capitalismo contemporáneo
En el Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX
Congreso,5 Jruschov lanzó al mundo su teoría del capitalismo moderno, al cual carac-
terizó como un régimen en descomposición, sometido a crisis recurrentes cada vez
más violentas, incapaz de aumentar la producción a un ritmo sostenido y asediado
por el sistema socialista, que se había convertido, según el dirigente ruso, en la fuer-
za determinante en las relaciones internacionales, y por un movimiento comunista
y obrero interior altamente combativo que socavaba sus bases de sustentación; ha-
biendo dotado al capitalismo moderno de unos atributos novedosos, el revisionismo
soviético entró de lleno a la construcción de una doctrina armónica y totalizadora
sobre el capitalismo, el movimiento obrero y el socialismo en la época moderna. Esta
“teoría” que no tenía nada original, pues era una mala reedición del revisionismo y
oportunismo de la IIa Internacional y, a fin de cuentas, una variedad de la ideología
burguesa, fue completada con los conceptos vertidos en el Informe del Comité Central
del Partido de la Unión Soviética ante el XXII Congreso6 y en el Programa del Partido
Comunista de la Unión Soviética aprobado por el XXII Congreso.7
En los documentos de los Congresos XX y XXII se llegó también a la conclu-
sión de que, dado el cambio en la naturaleza del capitalismo, ya no era necesario
desplegar una lucha revolucionaria en los términos clásicos para que el proletariado
accediera al poder; en lugar de eso, gracias al debilitamiento del capitalismo produ-
cido por sus contradicciones insolubles y la presión del campo socialista, la lucha
de los trabajadores podía y debía conducirse por la vía de las reformas económicas
graduales y la contienda parlamentaria, con el fin de conquistar el poder a través de
métodos legales. Los partidos comunistas y obreros del mundo occidental tendrían
entonces que ajustar sus postulados ideológicos y sus estrategias de lucha a estas
directrices trazadas por el PCUS.
En los partidos comunistas de los países capitalistas se fue gestando una
visión ideológica que justificaba su acción reformista y que incluso la consideraba
como un vehículo para acercarse gradualmente al socialismo. El revisionismo apare-
ció en estos organismos políticos y por fin Togliatti, del partido comunista italiano,
llevó hasta sus últimas consecuencias las tesis sostenidas por el PCUS, y dio forma
plena en el llamado “camino italiano al socialismo”.
Las tesis de Togliatti constituyen una flagrante revisión del marxismo-leninis-
mo, de los principios revolucionarios; éstos prescriben: el proletariado, bajo la guía
de su Partido, debe conquistar el poder político, establecer su dictadura, aniquilar a
la burguesía como clase, abolir la propiedad privada, instaurar la propiedad, el tra-

5
Jruschov, N. S., Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX Congreso
del Partido, Ediciones en Lenguas Extranjeras, México, 1956, pp. 12-26.
6
Kruschev, N. S., Report of the central committee of the communist party of the Soviet Union to the 22nd party
congress.
7
Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética, aprobado por el XXII Congreso del PCUS el 31 de
octubre de 1961. Oficina de prensa de la Embajada de la URSS. Impreso en México, Librería Madero, S.A.
pp. 31-34.

298 • Capitalismo moderno y revolución


bajo y el consumo colectivos y convertir la estructura industrial en una sola unidad
productiva bajo el dominio de la colectividad.
Estas revisiones del marxismo son francas reivindicaciones de la burguesía
industrial, a las que se les atribuye la naturaleza de desarrollos modernos de la teo-
ría original del marxismo-leninismo. Ellas pronto se diseminaron por toda Europa y
contaminaron a los partidos comunistas de los distintos países.
En los partidos comunistas de Europa, la teoría revolucionaria del proletaria-
do, el marxismo-leninismo, fue suplantado por una forma específica de la ideología
burguesa, aunque a ésta se le atribuyó el nombre de aquélla. La teoría revoluciona-
ria fue desterrada de la escena pública y condenada a una existencia en animación
suspendida.
La nueva forma de organización a la que había llegado el régimen soviético
exigía una formulación teórica que la explicara y justificara.
En el XX Congreso del PCUS, realizado en 1957 sobre la tierra aún suelta de la
tumba de Stalin, Jruschov proporcionó los elementos principales de la nueva ideolo-
gía requerida, los cuales fueron confirmados y ampliados en el XXII Congreso; ellos
pueden sintetizarse de la siguiente manera:
La sociedad socialista había entrado en la fase de la creación de la base mate-
rial del comunismo. Esto significaba que la producción material debía elevarse hasta
el máximo, para que “corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva”,
pues sólo así podría hacerse realidad el principio fundamental del comunismo: ¡de
cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!; para incrementar
la producción dentro de la sociedad socialista era necesario retornar al sistema de
estímulo material de los trabajadores, es decir, al principio de que a mayor produc-
tividad del trabajo mayor salario debería percibir el obrero. El interés material fue
proclamado como el único factor por el cual los trabajadores de una empresa socia-
lista debían trabajar y sobre la cual se efectuaría la remuneración de su trabajo. (Esto
significaba que se establecía como base de la sociedad “socialista” el desarrollo y la
exaltación de las “necesidades” individuales, de la “sensibilidad” y de los instintos
de los obreros.)
Para alcanzar este fin, a la empresa se le reconocía el derecho de crear, de las
ganancias obtenidas, el fondo de remuneraciones. Los trabajadores serían pagados
según el sistema de la participación del obrero en las ganancias y las pérdidas de la
empresa.
Para llevar adelante estos propósitos era necesario realizar reformas al anti-
guo sistema económico de los países socialistas.
La primera medida prevista por estas reformas era la ampliación de la libre
actividad de las empresas económicas, la liberación de las mismas de la dirección y
la planificación centralizadas, la concesión de plena libertad para que se orientaran
y actuasen de acuerdo con las exigencias del mercado, con la única mira de asegurar
las mayores ganancias posibles.
Para alcanzar estos fines, la empresa tendría el derecho de determinar ella
misma, libremente, el volumen de la producción, la rentabilidad del trabajo, la can-
tidad de la mano de obra, el fondo de pago, el costo de los productos, las inversiones

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 299


de capital, etcétera. La empresa tenía que concentrar toda su atención únicamente en
dos índices: la ganancia y la venta de los productos. La ganancia debía representar
el fin principal de la actividad económica de la empresa, mientras que la venta (el
mercado) serviría como medio a través del cual la empresa orientase su actividad
para alcanzar ese fin. La empresa debía producir para vender en el mercado con el
propósito de obtener las mayores ganancias.
La reforma económica preveía una amplia descentralización en la política de
acumulación e inversión de capital. Reconocía a las empresas el derecho de em-
plear de manera independiente gran parte de sus ganancias para la ampliación de la
producción, determinando ellas mismas sus inversiones de capital. Las inversiones
descentralizadas aumentarían en gran proporción.
En lo que respecta a la dictadura del proletariado, se argumentaba lo siguiente:
En los países “socialistas” el régimen socialista está ya perfectamente consoli-
dado; no existe el peligro de la restauración del capitalismo; los pocos enemigos que
tiene carecen de una base social que les permita realizar sus deseos de volver hacia
atrás la rueda de la historia. Por eso, la dictadura del proletariado ya no es necesaria
y el régimen socialista debe “liberalizarse”, hacerse “más humano”, menos “secta-
rio” y más “democrático”.
El partido no debe estar reservado sólo a los comunistas, debe englobar a
todo el pueblo. Las libertades de discusión y de prensa deben ser concedidas a todo
el mundo sin cortapisas, etcétera.
Todas estas tesis, que en su tiempo sostuvo el Partido Comunista de la URSS,
son la expresión ideológica de un hecho esencial: el contenido capitalista del socia-
lismo formal, que éste conservaba necesariamente en su interior como parte de su
naturaleza, había empezado a desenvolverse con una fuerza arrolladora. Su primer
impacto fue asestado al fundamento mismo del régimen del socialismo formal, la
propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, reivindicación
que en El Manifiesto del Partido Comunista se expresaba de la siguiente manera: “El
proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a
la burguesía todo el capital, para centralizar todos (resaltados nuestros) los instrumen-
tos de producción en manos del Estado…” y cuya constitución se había logrado en la
primera fase de su existencia. La proposición de que era necesario descentralizar
la producción y establecer la propiedad por grupos y la autogestión constituía, por una
parte, el reconocimiento de un proceso necesario que ya se había iniciado en el ré-
gimen del socialismo soviético y, por el otro, la revisión de un principio esencial del
marxismo-leninismo, a la cual se reputaba como una continuación revitalizadora
del mismo. De esta manera, la tesis fundamental del marxismo-leninismo era despla-
zada por una revisión flagrante suya que, sin embargo, conservaba su denominación.
También se sostuvo en esos documentos que, en lugar de las prescripciones
clásicas sobre la materia, se debería establecer una relación de coexistencia pacífica
entre el sistema socialista y el grupo de países capitalistas, la cual tendría su funda-
mento en la emulación económica entre los dos sistemas.
Las tareas principales de los países socialistas y la línea fundamental del mo-
vimiento comunista internacional debían ser: 1) la lucha por la paz, por el alivio

300 • Capitalismo moderno y revolución


de la tirantez mundial y por la conjuración de la guerra a través de la política de la
coexistencia pacífica, 2) la emulación económica pacífica.

La coexistencia pacífica
Los países del socialismo pequeño burgués, al trazar la línea táctica del movimiento
comunista internacional, pretendían encaminar la lucha del proletariado interna-
cional hacia la tarea de crear una situación pacífica en la que se perfeccionase el
régimen capitalista en ambos sistemas y se acelerase en consecuencia el proceso de
depauperación de la clase obrera.
La causa última de la posición soviética se encuentra precisamente en la na-
turaleza del régimen económico que ahí existía y en sus intereses de nación imperia-
lista; para el oso ruso era de vital importancia, en el logro de sus fines de expansión
imperialista, poner un freno al crecimiento del poder militar de occidente, a la vez
que fortalecía su propio aparato de guerra; es por ello que estimulaba a la oposi-
ción legal existente dentro del sistema del capitalismo desarrollado, la que tenía su
base social en un sector de la burguesía imperialista cuyos intereses económicos y
políticos eran contrapuestos a los del sector burgués propietario del complejo mo-
nopólico industrial-militar y que veía en la guerra, llevada por su hermana mayor
más allá de sus límites “racionales”, una grave amenaza para su propio desarrollo,
la estimulaba, decimos, para que exigiera que se pusiera fin a la carrera armamen-
tista y se evitasen las aventuras bélicas. Los soviéticos empleaban como instrumento
para poner en marcha ese proceso anti-militarista —que era, al fin de cuentas, una
necesidad de una fracción de la burguesía imperialista, y a través de ella del régimen
capitalista como un todo, para poder conservarse y ascender a una escala superior—
a la clase de los trabajadores. Como se ve, el imperialismo ruso, además de explotar a
sus propios obreros y a los de sus “satélites”, también empleaba a los obreros del
mundo occidental (en la pequeña medida en que ejercía una real influencia sobre
ellos) como instrumento para conseguir sus fines imperialistas.

La emulación económica
Según los neorevisionistas, la tarea principal de los países socialistas consistía en
vencer al capitalismo en el terreno económico mediante la elevación de la produc-
ción hasta alcanzar y sobrepasar la de los países capitalistas; la emulación debía
también extenderse hacia el terreno de los países “subdesarrollados”, en donde, en
competencia pacífica con el imperialismo burgués, mediante la ayuda económica,
técnica y científica, habrían de llevarlos hacia mejores condiciones de vida, auxilián-
dolos en la construcción de su industria moderna.
La “emulación económica pacífica” era la fórmula de que se valía el imperia-
lismo ruso para justificar su propósito de mantener e incrementar la explotación de
los obreros soviéticos y formar su propio sistema de explotación colonial.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 301


Acerca del colonialismo
En lo referente a las características económicas y la evolución política de los países
coloniales y de menor desarrollo económico, los jruschovistas se pronunciaron de la
siguiente manera en los Congresos XX y XXII.
Aseveraron que el sistema colonial estaba en descomposición y que al empuje
de la revolución socialista de octubre habían nacido, en donde antes había colonias,
un grupo de naciones soberanas que iniciaban una vida independiente.
Como ya lo hemos visto, la revolución colonial, democrático burguesa y anti-
imperialista, que en cierta manera fue impulsada por la revolución rusa, tuvo como
resultado fundamental el perfeccionamiento del régimen colonial del imperialismo,
al que hizo pasar a una etapa superior que nosotros hemos llamado neocolonial
y neoimperialista. En ella, los países neocoloniales entran de lleno al desarrollo y
fortalecimiento del capitalismo complementario del capitalismo metropolitano y
quedan así definitiva e íntimamente integrados al sistema general del capitalismo;
se establecen entre ellos y los países capitalistas desarrollados las relaciones que ya
estudiamos en páginas anteriores.
Los revisionistas consideraban que los nuevos estados soberanos, para com-
pletar su independencia política, deberían labrar su independencia económica me-
diante la construcción de su propia industria.
Los comunistas de esos países y su base social proletaria debían apoyar en
esta tarea histórica a la burguesía nacional, impulsándola en su lucha contra la aris-
tocracia feudal, clase que constituía la traba principal para el progreso nacional.
Después de esto, y habiendo conquistado la simpatía de todas las clases so-
ciales oprimidas, los comunistas podrían iniciar el trabajo de preparación de la re-
volución socialista.
Ya expusimos en la parte correspondiente cómo el establecimiento del siste-
ma colonial y luego su transformación en neocolonialismo se basan en un constante
ascenso del capitalismo y de la industria en esos países; existen, sin embargo, dos
formas clásicas de desarrollo capitalista en las neocolonias, la que es dirigida por
la aristocracia capitalista, heredera directa de los terratenientes feudales, y la que
prohija la burguesía, descendiente de la pequeña burguesía agraria; ambas son for-
mas específicas del capitalismo, es decir, del régimen que tiene su fundamento en
la relación de explotación del trabajo por el capital y que produce necesariamente la
depauperación acelerada de los trabajadores.
De todo esto se deduce que la táctica impuesta por la URSS a los partidos
comunistas y obreros de las neocolonias y países de menor desarrollo económico de-
bería tener como resultado necesario el apuntalamiento de una forma de evolución
capitalista en detrimento de la otra.
La causa de esta política internacional de la Unión Soviética se encontraba
en el hecho de que, habiendo ingresado en la senda del desarrollo capitalista (se-
micapitalismo), la “pequeña burguesía” socialista tenía que buscar necesariamente
campos de inversión para los excedentes de capital que provenían de la explotación
del proletariado soviético; la industrialización de los países neocoloniales y subdesa-

302 • Capitalismo moderno y revolución


rrollados era un terreno promisorio para la valorización del capital soviético, el cual
ingresaría a esos territorios en la forma de préstamos, créditos, asistencia técnica,
venta de maquinaria y equipo, etcétera.

Revisionismo en los principios relativos a la construcción del socialismo


Si la política exterior de la URSS y sus satélites y sus planteamientos teóricos con
respecto a la revolución mundial eran revisionistas, es congruente con ello que su
política interna en lo que se refiere a la construcción del socialismo y la creación de
las premisas para el comunismo fuera también una política revisionista. Las tesis en
que se fundaba tal política interna las hemos expuesto detalladamente en el aparta-
do que denominamos “Naturaleza del capitalismo contemporáneo”.
Esta política de la URSS era pura y simplemente revisionismo. Al plantear
que para crear las bases del comunismo se imponía restaurar el estímulo material
en la producción se revisaba el principio del marxismo-leninismo, fundamentado
científicamente, según el cual el socialismo es la etapa en la cual se debe acabar
progresivamente con el estímulo material para el trabajo y sustituirlo por el deber
incuestionable de trabajar en colectividad.
Al considerar como un paso necesario en el proceso de construcción del socia-
lismo la reforma del sistema económico con el fin de conceder autonomía y libertad
de acción a las empresas, esto es, para establecer su descentralización, se revisa la
tesis de los viejos revolucionarios, por la que se explicaba que el socialismo era la
etapa en que se debería terminar el proceso iniciado bajo el capitalismo de socia-
lización y centralización de la producción que culmina con la constitución de una
sola unidad productiva que se desarrolla armónicamente bajo la égida de un plan
central. Cuando los revisionistas modernos hablaban de la necesidad de restablecer
el mercado para llevar adelante el régimen socialista y preparar el advenimiento del
comunismo, revisaban las tesis del marxismo-leninismo, de acuerdo con las cuales
en el socialismo debería acabarse progresivamente con el mercado y sustituir sus
leyes ciegas, que gobiernan la producción en el capitalismo, por la planificación téc-
nica de la misma.
Además, se estableció la prostitución de las necesidades elementales, de la
sensibilidad y de los instintos de los trabajadores, pues se les exaltaba y se especula-
ba con ellos para ampliar constantemente el mercado de bienes de consumo; se revi-
saba así la tesis del marxismo-leninismo conforme a la cual en el socialismo se debe
extirpar totalmente el “interés individual” como motor de la actividad humana.
Las clases sociales no habían dejado de existir en los países socialistas, pues
además de los restos de pequeña burguesía que perduraban en las diversas esferas de
la sociedad, existía aún la división entre el trabajo físico e intelectual y, por tanto, la
división del mismo proletariado en una pequeña capa intelectual que tendía hacia la
ideología burguesa y, en consecuencia, a convertir en “su” propiedad los medios e
instrumentos de producción, y la gran mayoría de los obreros que estaban asignados
al trabajo físico; por estas circunstancias, era necesaria aún la existencia de la dicta-
dura del proletariado, que no significaba otra cosa que la dominación política de

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 303


la gran masa de los obreros sobre los intelectuales proletarios y sobre los restos de la
pequeña burguesía. Es falsa por tanto la tesis de que en un régimen socialista esta-
blecido ya no es necesaria la dictadura del proletariado ni el partido proletario y que
éstos deben convertirse en el gobierno y el partido del ‘pueblo”.
La realización práctica de estos “principios’ llevó a la conversión del régimen
económico y político de los países en donde fue instaurado el socialismo (formal) en
un régimen de socialismo pequeño burgués, en el cual la intelectualidad proletaria
se transformó en una clase que de hecho usufructuaba como de su propiedad los
medios e instrumentos de producción y se veía obligada, para consolidar esa propie-
dad, a instaurar ciertas formas, remozadas y ajustadas a las nuevas circunstancias,
de instituciones capitalistas como el estímulo material, la autonomía y descentraliza-
ción de las empresas, el restablecimiento del mercado, etcétera. Así, aquellos técni-
cos e intelectuales proletarios los encontramos ahora convertidos en pequeños bur-
gueses que, para asegurar su dominio, debían necesariamente organizar el Estado
y el Partido como sus aparatos de ejercicio del poder y abrirlos a “todo el pueblo”,
es decir, a todos los técnicos e intelectuales convertidos en propietarios. El proleta-
riado, esto es, los obreros que eran confinados al trabajo físico, se convirtieron de
nuevo en explotados, en la misma medida en que los intelectuales se transformaban
en pequeños burgueses.

La revisión del concepto del socialismo


En un clima de completo dominio del oportunismo, del revisionismo y del dogma-
tismo en todas sus diferentes facetas, el concepto del socialismo se vio reducido a
una miserable caricatura. Para la gran mayoría de lo que se autonombraban “co-
munistas”, el socialismo era simple y llanamente “una mejora de las condiciones
de vida del proletariado”; los elementos esenciales de esa organización social, que
hacen de ella el vehículo para la completa liberación de la clase obrera, fueron sos-
layados porque así convenía a los intereses de la clase que detentaba el poder en los
países del socialismo pequeño burgués, puesto que proclamarlos habría equivalido
a divulgar a los cuatro vientos que la esencia de ese régimen radicaba en la domina-
ción de la pequeña burguesía sobre el proletariado. La pequeña burguesía mantenía
engañada a la clase obrera, pues sustituía su verdadera liberación por un miserable
aumento en las prestaciones económicas en los centros de trabajo y por una supuesta
emancipación que se basaba en la “autogestión” y en la propiedad por grupos, los
cuales no eran sino formas disfrazadas de relaciones capitalistas.
Por todas esas razones es necesario hacer una definición lo más clara posible
del régimen socialista y poner el acento en aquellos aspectos que se empeñaban en
tergiversar o encubrir los traidores de la revolución.
Según los fundadores de la teoría revolucionaria, el régimen capitalista debe
transformarse ineluctablemente en un régimen económico-social socialista. Esto se
deriva de la naturaleza de las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad.
El socialismo es el período histórico en el cual el proletariado debe realizar
las siguientes tareas:

304 • Capitalismo moderno y revolución


a) Conquistar el poder político del Estado;
b) abolir la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción y con-
vertirlos en propiedad colectiva;
c) centralizar y colectivizar la producción en su totalidad;
d) acabar con la división entre trabajo físico y trabajo intelectual mediante la pro-
moción de la totalidad de la clase obrera hacia la educación técnica y científica y
de la intelectualidad pequeño burguesa hacia el trabajo físico;
e) convertir a la clase obrera en directora del proceso de producción en las unidades
económicas;
f) mientras exista el Estado, la totalidad de los obreros deben ser incorporados a las
actividades estatales;
g) cuando el Estado se convierta en un aparato meramente administrativo, deberá
regir el mismo principio que señalamos en el párrafo anterior;
h) la distribución de los bienes debe ser realizada por los propios obreros a través
de los órganos administrativos correspondientes;
i) la totalidad de los trabajadores deben ser educados para el trabajo y el consumo
colectivos; la sustantivación de las fuerzas individuales de trabajo debe ser abolida
implacablemente mediante su subsunción en una fuerza colectiva de trabajo;
j) debe erradicarse la forma de emplear las necesidades individuales como motor
de la actividad de los individuos; las necesidades individuales deben ser des-
exacerbadas y se ha de proveer su satisfacción por la sociedad de una manera
precondicionada;
k) terminar con la división de la sociedad en clases.

En los países que se autonombraban “socialistas” no existía ya, desde la déca-


da del sesenta, ninguna de las condiciones que hemos enumerado:
a) En ellos, aunque el proletariado conquistó el poder, sin embargo con el transcurso
del tiempo éste fue usurpado por la pequeña burguesía que con el paso del tiempo
se formó con las capas superiores del proletariado, la que en realidad ejercía el
dominio del Estado y había establecido una dictadura sobre el proletariado.
b) Los medios e instrumentos de producción, que en la primera etapa de desarrollo
de esos países, cuando existía una verdadera dictadura del proletariado, eran de
propiedad colectiva, en los últimos tiempos (para ser precisos, desde la muerte
de Stalin hasta nuestros días), pasaron a ser propiedad de la clase que ahora go-
bernaba en esos países. La propiedad de los grandes capitalistas efectivamente
había sido abolida, pero la pequeña burguesía (encabezada por los intelectuales y
técnicos) pasó a ser, a través de la llamada “propiedad por grupos” y por medio
de la autonomía de las empresas, la verdadera detentadora de la riqueza social.
Como veíamos, la propiedad significa la facultad de dirigir el proceso producti-
vo y de distribuir los bienes resultantes de ese proceso; pues bien, quien dirigía
y distribuía en los países “socialistas” era esa casta de intelectuales y técnicos
a que hemos hecho mención, representativos de la pequeña burguesía y no la clase
obrera; por tanto, la propiedad real de la riqueza social pertenecía a la pequeña
burguesía, la cual, como clase poseedora, vivía a costa del trabajo de los obreros.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 305


c) La producción, después de un período de franca centralización y colectivización,
fue fraccionada a través de la descentralización y autonomía de las empresas, lo
que no significaba otra cosa sino que habían pasado a ser propiedad del grupo
que las dirigía (intelectuales y técnicos pequeño burgueses), el cual determinaba
cuánto y cómo se debía producir. Esta autonomía trajo como consecuencia que
se restableciera el mercado, pues no hay otra forma de relacionar entre sí las
diversas empresas y ramas de la producción fraccionada; la competencia, ley
absoluta del régimen capitalista de producción, sentó entonces sus reales en
los regímenes “socialistas”. Igualmente, la producción no obedecía a un plan
centralizado, sino a los apetitos de la camarilla dirigente: en consecuencia, se
producía con miras a obtener los máximos beneficios para ese grupo y no para
armonizar las distintas unidades productivas con la finalidad de satisfacer las
necesidades de toda la sociedad.
d) La división entre el trabajo físico e intelectual quedó subsistente y a causa de
ello se formó una casta de técnicos y científicos que detentaban el poder. La
educación técnica y científica continuó siendo patrimonio de una minoría que
no participaba en el trabajo físico. El proletariado cargó sobre sus espaldas todo
el trabajo material de la sociedad y no tuvo acceso a tal educación ni al trabajo
intelectual.
e) La clase obrera no participaba en la dirección del proceso de producción, ya sea
en el interior de una empresa o en el complejo económico de la nación. La “au-
togestión” obrera, íntimamente ligada a la “descentralización” y “autonomía”
de las empresas “socialistas’, no era sino un mal sucedáneo de la verdadera
dirección del proceso productivo por el proletariado. En efecto, en primer lugar,
la “autogestión” no podía ser otra cosa que la dirección de los técnicos y de los
intelectuales; el proletariado tenía tan sólo una participación nominal en dicha
“gestión”, ya que quienes decidían de hecho eran aquellos que poseían los ele-
mentos necesarios para hacerlo; en segundo lugar, esa pretendida “gestión” de
los obreros en las empresas servía para alejarlos de la gestión económica en el
plano nacional, que quedaba a cargo de los cuadros de la pequeña burguesía.
f) El Estado en los países llamados socialistas era dirigido por una fracción de la
pequeña burguesía (clase dominante): se formó así una casta de burócratas que
manejaban el aparato estatal en función de los intereses de la clase que represen-
taban. El proletariado no tenía acceso al gobierno del Estado.
g) La distribución de los bienes producidos era hecha por la clase que poseía los
medios e instrumentos de producción, esto es, por la pequeña burguesía; en
consecuencia, ella disfrutaba de toda la riqueza social, como anteriormente lo
había hecho la gran burguesía. El proletariado siguió en la condición de fuerza de
trabajo destinada a incrementar la riqueza ajena y por eso sólo recibía lo necesario
para reproducirse como trabajador.
h) Los trabajadores fueron educados en el espíritu de la propiedad privada, del
trabajo para obtener más ganancias, etcétera por lo que se restablecieron com-
pletamente el individualismo y el egoísmo burgueses y se crearon las premisas
para el enriquecimiento de unas personas a costa de otras.

306 • Capitalismo moderno y revolución


i) Las necesidades individuales fueron creadas, mantenidas y exaltadas como móvil
de la actividad de los miembros de la sociedad.

Esta que hemos esbozado aquí fue la situación que realmente existió en los
países llamados “socialistas”, el socialismo real, en los 30 años posteriores a la muer-
te de Stalin. Nosotros no hemos inventado nada; todas y cada una de las caracterís-
ticas que les hemos atribuido no eran sino la realización de principios que lanzaban
a los cuatro vientos como la concepción de un “socialismo más humano, más demo-
crático”.
Para nosotros, que sabemos qué se oculta tras esa frase hueca del “socialismo
humanista y democrático”, es evidente que el régimen económico-político existente
en los países de Europa oriental —llamados países socialistas— era una degenera-
ción del régimen socialista de producción en un socialismo pequeño burgués. La
clase social dirigente era la pequeña burguesía, la cual ejercía el poder a través de sus
representantes más conspicuos: los intelectuales, los técnicos, etcétera. El proletaria-
do era una clase explotada que no participaba en el poder y si lo hacía era en función
de los intereses de la pequeña burguesía y no de los propios trabajadores. Las carac-
terísticas principales de ese régimen social son: la vuelta hacia instituciones y formas
económicas del capitalismo —aunque sin llegar a la restauración de la propiedad
de la burguesía sobre los medios e instrumentos de producción— como el estímulo
material, la producción para el mercado, la descentralización de las empresas, la
propiedad por grupos, la autogestión, etcétera y una política contrarrevolucionaria
(apoyo velado o abierto al imperialismo y sabotaje a la revolución mundial).
Para quienes el desarrollo de la sociedad corresponde a un esquema fijo de
etapas sucesivas sin errores o retrocesos posibles resultará difícil comprender por
qué el proletariado pasó, en los países del socialismo pequeño burgués, a ser, de
una clase dominante, una clase explotada y sojuzgada. De la misma manera, quie-
nes conciben el proceso revolucionario como un acto de voluntad independiente de
las condiciones económicas y políticas, nunca podrán entender la complejidad del
fenómeno enunciado.
Trataremos de desentrañar las causas del mismo partiendo del hecho incon-
trovertible de que el régimen económico-político que existió en esos países durante
sus últimos 30 años de vida fue el socialismo pequeño burgués puro y simple, y no
alguna variedad “creadora” del viejo socialismo, como lo pretendían los revisionis-
tas modernos.
La dirección del proceso por el cual el proletariado conquista el poder y co-
mienza la construcción del socialismo no puede recaer sino en la fracción de la in-
telectualidad pequeño burguesa que se radicaliza —es decir, se proletariza— hasta
el punto de hacer suyos los intereses y objetivos de la clase obrera. Esta fracción,
después de la conquista del poder, debe guiar al proletariado hacia dos objetivos
fundamentales: a) la incorporación de la clase obrera a la dirección de la actividad
del Estado y de la producción, promoviendo para ello la educación técnica y cien-
tífica de las capas de vanguardia de la clase obrera y b) la sujeción de las restantes
capas de la pequeña burguesía (pequeños comerciantes, pequeños productores e

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 307


intelectualidad pequeño burguesa) a la dictadura del proletariado, de quienes debe
obtener no sólo su simpatía y cooperación para la construcción del socialismo, sino
lograr su transformación en verdaderos proletarios. En esta etapa, la necesidad prin-
cipal del régimen revolucionario es crear una gran cantidad de científicos y técnicos
proletarios, promovidos de las capas de vanguardia de la clase obrera, que asuman
la dirección del Estado y de la producción. De esta suerte, aquella fracción dirigente
se niega a sí misma como intelectualidad pequeño burguesa y se transforma en in-
telectualidad proletaria. La división entre el trabajo físico y el intelectual no puede
ser en esta etapa todavía erradicada; por el contrario, toma un gran incremento con
la particularidad de que la ciencia y la técnica están ahora en manos de las capas
superiores del proletariado; éste, dirigido por su Partido Comunista, debe pasar a la
tarea de acabar con esa división.
La formación de una intelectualidad proletaria se realiza en medio de una
enconada lucha de clases, pues en el interior del país que construye el socialismo
quedan capas sociales burguesas y pequeño burguesas que tratan no sólo de recon-
quistar el poder sino de atraer bajo su influencia a ese estrato del proletariado que
ahora dirige el Estado y la producción; esa misma capa dirigente, aunque extraída
del proletariado, conserva todavía rasgos muy acusados de la ideología burguesa,
los que se acentúan por el hecho de que ahora ella tiene en sus manos los medios e
instrumentos de producción y es de hecho quien determina todo el desarrollo del
proceso productivo y de distribución. Aunada a todo esto encontramos la influencia
del capitalismo internacional que no cede un ápice en su intento de destruir al régi-
men socialista que nace y emplea para ello todos sus instrumentos propagandísticos
y la infiltración misma de sus agentes.
Se origina así, en la intelectualidad proletaria, una tendencia a convertirse en
una clase social separada y opuesta a las capas restantes del proletariado; dicha inte-
lectualidad trata de mantener el desarrollo socialista en la etapa en que ella es amo y
señor del proceso y se niega a pasar adelante hacia el comunismo, e incluso, en el caso
de que esa tendencia triunfe, se llega a la restauración de diversas formas de organi-
zación económica capitalista. La propia intelectualidad proletaria se convierte en una
clase burguesa que nosotros hemos caracterizado como pequeña burguesía socialista.
La intelectualidad obrera de Rusia se convirtió en una clase dominante que
lentamente escamoteó al proletariado la propiedad de los medios e instrumentos
de producción; llegó así a ser una clase poseedora, es decir, una clase burguesa que,
como tal, vivía del trabajo de quienes eran los productores directos, los proletarios.
Esa fracción extraída del proletariado y convertida posteriormente en clase domi-
nante fue tomando posiciones en todo el aparato estatal bolchevique y en el mismo
Partido comunista, de tal forma que cuando Stalin quiso pasar adelante hacia una
etapa superior de la construcción del socialismo se encontró con la tenaz y decidida
oposición de la mayoría de esos intelectuales; no otro es el significado de esa época
que se conoce vulgarmente como “dictadura estalinista”, durante la cual Stalin y
una verdadera minoría trató de llevar a Rusia adelante por la senda del socialismo,
hacia el establecimiento de las premisas del comunismo, lo cual era ya imposible de-
bido a que la corriente contrarrevolucionaria había organizado su dominio a todo lo

308 • Capitalismo moderno y revolución


ancho y lo largo de la Rusia soviética. Los desesperados intentos de Stalin por volver
al país al cauce correcto se materializan en una abierta lucha de clases en la que la
minoría revolucionaria ejerce el derecho irrenunciable del proletariado de reprimir
violentamente a sus enemigos de clase; pero la relación de fuerzas era absolutamente
desfavorable a Stalin y sus seguidores, por lo que, aún sin que hubiera sobrevenido
su muerte, habría sido a fin de cuentas derrotado y la reacción se habría entroni-
zado en Rusia, tal y como sucedió efectivamente. A la luz de los acontecimientos
modernos, cuando es evidente la traición del socialismo de parte de los países que
usufructuaron el honroso título de socialistas, emerge más gigantesca que nunca la
figura del verdadero revolucionario sin tacha que fue José Stalin. Ahora se compren-
de perfectamente contra quién se ejercía en aquella época la violencia revolucionaria
y a nombre de quién se hacía: en contra de los intelectuales que trataban de socavar
las bases del socialismo y en nombre del proletariado revolucionario que luchaba por
conservar las conquistas del nuevo régimen y seguir adelante hacia el comunismo.
La causa fundamental de la regresión hacia el capitalismo en la Unión Sovié-
tica radica en que el socialismo se instauró durante la primera etapa de existencia
del capitalismo internacional, en la cual éste produjo necesariamente los elementos
de su negación, pero sólo en su aspecto formal, por lo que el socialismo que ahí se
estableció fue únicamente una forma que mantenía un contenido capitalista; este
contenido fue vigorizado por el propio desarrollo ascendente de la forma socialista,
hasta llegar al punto en que la rompe en pedazos y se da la nueva forma capitalista
que le corresponde y que es con la que entra a la segunda fase de su existencia. Por
esta razón, el movimiento revolucionario ruso estuvo dirigido en contra de la forma
que el contenido capitalista adoptaba en esa primera fase —una restricción drástica
de la satisfacción de las necesidades capitalistas de los obreros— y el proletariado
ruso no tuvo la oportunidad de desentrañar —por más que los revolucionarios se
empeñasen en denunciárselo— el núcleo esencial de la explotación del capital. La
exaltación de sus necesidades individuales, que como expediente de lucha brotaba
ineluctablemente por oposición a la vulneración constante que de las mismas hacía
el capital, constituía un dique infranqueable a la comprensión de la esencia de la
explotación capitalista; en efecto, después de la conquista del poder quedó latente en
el subconsciente de la clase obrera el imperativo de desarrollar y satisfacer sus nece-
sidades individuales. Esto sólo podía ser erradicado a través de la acción consciente
del partido proletario encaminada a realizar una profunda educación ideológica de
los trabajadores, el cual debería poner en obra todos los dispositivos necesarios que
evitasen el entronizamiento de la intelectualidad nacida del seno de la clase obrera,
la cual hallaba en aquella herencia burguesa su más firme apoyo; pero esto no fue
hecho por el PCUS debido a que aún la historia no ponía de relieve, sin embozos, la
esencia del régimen capitalista, lo que tendría que ser la labor de una nueva y ahora
sí última etapa de su existencia. De ahí entonces que el proletariado ruso haya tenido
que vivir todo ese proceso (regresión al capitalismo) en el que se lleva al régimen
burgués hasta sus últimas consecuencias y en el que la clase obrera experimenta en
carne propia la explotación capitalista en su forma superior y más inhumana de ma-
nifestarse, es decir, la explotación que realiza a través del desarrollo y satisfacción

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 309


en una gran medida de las “necesidades individuales”; este ascenso del capitalismo
hacia sus fases superiores provee por sí mismo los elementos necesarios para evitar
en el futuro una regresión del socialismo.
La intelectualidad extraída de las capas avanzadas del proletariado en los
países del socialismo pequeño burgués, para convertirse en una verdadera clase po-
seedora, es decir, en pequeña burguesía, debió necesariamente organizar la produc-
ción en tal forma que quedase garantizado el usufructo privilegiado de los medios e
instrumentos de producción y de los medios de vida; para ello, actualizó y transfor-
mó conforme a sus necesidades algunas de las instituciones del capitalismo, como
la descentralización de las empresas, la propiedad por grupos, el estímulo material,
etcétera, instituciones éstas que le permitieron elevarse a la categoría de clase po-
seedora, detentadora de una propiedad que excluía la propiedad personal, la cual
indefectiblemente la habría llevado hacia la completa restauración del capitalismo.
Esta caricatura del socialismo se movía pues dentro de los dos extremos de la contra-
dicción: no podía dejar de incorporar a la economía algunos rasgos del capitalismo
y, a la vez, estos rasgos la llevaban de la mano hacia el capitalismo. Como clase do-
minante consciente de que su poder radicaba precisamente en la exclusión de la gran
propiedad capitalista, debía frenar constantemente aquella tendencia de que habla-
mos, tratando de mantenerse en el justo término medio. En sus momentos de gloria,
la “pequeña burguesía socialista”, aunque no pudo suprimir esa tendencia que nacía
espontáneamente de su propia organización económico-política, si logró dominarla
perfectamente, como lo demostró en los casos de Hungría y Checoslovaquia.
Anotemos que, además, el régimen del socialismo pequeño burgués llevó al
poder a la “intelectualidad tecnocrática”, dejando fuera de él a capas de la pequeña
burguesía como los filósofos y los escritores, los poetas, los pintores y toda esa ex-
crecencia social; estas capas pugnaban por incorporarse al régimen de explotación
pequeño burgués y servían de base firme a la tendencia pro-capitalista que existía en
el seno de los países “socialistas”.

El socialismo “humanista”
Esta teoría de los intelectuales pequeños burgueses no es nada nuevo; ya los yugos-
lavos se habían encargado, con mucha antelación, de perfeccionarla y llevarla a la
práctica. Estudiaremos a grandes rasgos los principios fundamentales del socialis-
mo “humanista” que fueron expuestos detalladamente en ese monumento al revi-
sionismo moderno que es el Programa de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia
adoptado por el VII Congreso de la Liga de los Comunistas Yugoslavos que se cele-
bró del 22 al 26 de abril de 1958, en Lubljana; el revisionismo moderno no es sino el
ejecutor de las disposiciones emanadas de ese congreso.
Primera etapa del desarrollo socialista de Yugoslavia.8

8
Esta síntesis de los puntos fundamentales del “camino italiano“ hacia el socialismo ha sido tomado
de: Chung-Kuo Kung Ch’an Tang, Una vez más sobre las discrepancias entre el camarada Togliatti y nosotros.
Algunos problemas importantes del leninismo en el mundo contemporáneo. Por la Redacción de la revista
Hangqi. Publicado en el número 3-4, 1963. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekin, 1963, pp. 66-100.

310 • Capitalismo moderno y revolución


Era necesario, pues, mediante medidas políticas y mediante la presión revolucio-
naria, recurrir a intervenciones enérgicas del Estado en el campo de las relaciones
económicas... Esta situación no podía ser sino una fase transitoria... El uso excesivo
de los medios administrativos revolucionarios, a la larga habría exasperado fatal-
mente las relaciones internas, desnaturalizando la acción de las fuerzas socialistas
permitiendo el afianzamiento de la burocracia. Por consiguiente, apenas desaparecida
la necesidad social objetiva de semejante papel del Estado, los comunistas y todos
los elementos socialistas conscientes, que son los iniciadores y los promotores del
progreso, tienen el deber de intensificar su acción política con el objeto de crear y
desarrollar formas democrática s que permitan a la clase obrera y a los trabajadores
en general tomar directamente en sus manos la gestión de sectores cada vez más
vastos de las cuestiones sociales en la economía y demás campos.”

En esta obra se hace extracto de los siguientes documentos fundamentales so-


bre la vía italiana: Informe de Togliatti ante la Sesión Plenaria del CC, “El camino Italiano
al Socialismo”, junio de 1956; Informe de Togliatti ante el X Congreso, “Elementos para
una declaración programática del PCI”, aprobado por el VIII Congreso, diciembre
de 1956; Tesis para el X Congreso del PCI; Artículos de A. Pesanti en Rinascita del 19 de
mayo y del 9 de junio de 1962, etcétera.
Los comunistas de Yugoslavia comprendieron a tiempo la necesidad histórica de
efectuar nuevos cambios... impidieron que el Estado se desarrollara, que robusteciera
y extendiera sus funciones...
  El Estado se transformará en una forma de organización social encargada de
diversas funciones de interés común... se transformará en el instrumento de la
autogestión social. El Estado socialista es de nuevo tipo. Debe permitir que un
debilitamiento se produzca con la mayor independencia posible de los promotores
del papel del Estado.
  ...Los progresos del sistema democrático socialista restringen el papel de la
administración del Estado en la gestión de la economía, en los campos culturales
y educativo, en el de la salud, de la política social, etcétera. La dirección de estas
actividades se transfiere cada día más a diversos órganos sociales de gestión,
autónomos y coordinados merced a una organización democrática apropiada. Los
órganos del Estado siguen ejerciendo toda una serie de funciones referentes a la
planificación de la economía, a la gestión de ciertos fondos sociales, a la fijación de
las proporciones y de las relaciones generales de la distribución de los recursos. Sin
embargo, en el ejercicio de tales funciones, intervienen cada vez menos como órganos
sociales comunes de los colectivos de trabajo de las empresas y de las comunidades
territoriales de los trabajadores, productores y consumidores a la vez.

Le quedan al Estado algunas funciones políticas que van cambiando de for-


ma: organización del sistema político, reglamentación general de la economía, man-
tenimiento del orden, inspección, seguridad, justicia, defensa nacional, etcétera.
La sustancia social de este proceso (socialización de los medios de producción) es
el desarrollo de la autogestión del pueblo trabajador en la comuna, el distrito, de la
república federal y la Federación, con una nítida delimitación de derechos y deberes
entre todos estos órganos...

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 311


  La propiedad social de los medios de producción permite impedir que el
propietario privado y, en último análisis, el Estado se interponga entre el productor
y los medios de producción. El productor asume la función social de gestor de la
producción y participa activamente en la distribución del producto social. El Estado
como poder político interviene cada vez menos en la producción directa.
  ...Esta situación del productor en las actuales condiciones de la edificación
del socialismo —como, por lo demás, la nueva relación en que se encuentra con
respecto a la producción— deriva del hecho de que el obrero, de asalariado que
era se ha transformado en gestor directo de la producción y de la distribución, y
que al cumplir esta función, satisface diariamente sus intereses personales: mayor
utilidad, elevación del nivel de vida individual y general. Como quiera que la
producción tiene carácter mercantil, los productores asociados en los colectivos
de trabajo constituyen necesariamente organizaciones económicas, ejercen sus
derechos sociales y cumple sus obligaciones referentes a la gestión de la producción,
estableciendo entre ellos relaciones comerciales. Así, el interés personal de los
productores no está condicionado únicamente por los resultados obtenidos en cada
puesto de trabajo, sino también por la actividad de todo el colectivo de trabajo,
por la actividad de la empresa, por la importancia de sus fondos, por el desarrollo
económico de la comuna, por las condiciones económicas generales, por la situación
del mercado, por la comunidad social en su conjunto y su política económica, etc. El
interés individual estimula sin cesar el trabajo individual e incita a los productores a
participar activamente en los consejos obreros, en los órganos de la comuna y en los
consejos de los productores— y, por su intermedio, en todo el mecanismo del poder
y de la autogestión social.
  Partiendo desde este punto de vista la Liga de los Comunista de Yugoslavia
estima que el productor y el colectivo obrero deben tener el máximo de autonomía
en su actividad, es decir, en la producción y en la utilización de ciertos fondos de
las empresas, dentro de los límites de los intereses generales expresados en el plan
social que orienta el desarrollo económico, y en las demás decisiones de los órganos
sociales. Esto significa que los productores y los colectivos de trabajo pueden,
dentro de los límites fijados por el plan y por la ley dirigir personal y libremente
la producción, que pueden asociarse, unirse y cooperar con otras organizaciones
según las necesidades de la producción y que pueden dar libre curso a su iniciativa
creadora con miras a aumentar la productividad del trabajo y de la producción
general. En el sistema de autogestión socialista, deben estar en condiciones de poder
decidir realmente la creación y distribución global del producto social. Solo así
podrían adquirir plena conciencia de los inevitables procesos materiales, de liberarse
a sí mismos y de transformarse en los dueños de su destino, adoptando su actividad
profesional y social de los medios de producción, de una orientación consciente y
planificada del desarrollo económico y del carácter mercantil de la producción que
caracteriza la actual base del desarrollo de las fuerzas productivas.”
  La nueva organización social del trabajo elabórase sobre la base de ese sistema
de planificación y distribución económicas, aún la orientación social planificada y
la libre iniciativa socialista del productor. El interés social se garantiza mediante
un mínimo de medidas de planificación y de reglamentación, al paso que el interés
individual exige que el productor participe según su aporte al ingreso obtenido y
que disponga de un campo de acción suficiente para desplegar su iniciativa personal
en materia económica.

312 • Capitalismo moderno y revolución


  ...En sus planes, las empresas deciden libremente las principales cuestiones
referentes a la producción, los intercambios, los diferentes fondos, las inversiones,
la utilización del potencial, su renovación y su reemplazo regular, los ingresos
individuales de los obreros, la asociación con otras empresas...

Libertad de asociación de las empresas (dentro de las normas del plan), en


cámaras y asociaciones económicas.
...Liberado el trabajador se transforma, en efecto, en un creador y gestor independiente,
lo que se aviene con su interés material y político, y con el interés de la sociedad...

El carácter y el papel del mercado:


Este mercado, relativamente libre a la par que controlado, debe ser uno de los
instrumentos del plan social y de la política económica.
  Estimulando la iniciativa de todos los promotores de la actividad económica,
este mercado influye en la producción, en su estructura y, sobre todo, favorece el
desarrollo de las fuerzas productivas...
  Los obreros solo pueden ser libres cuando controlen directamente la gestión
de la producción y de la distribución. En esta tarea, la clase obrera no puede ser
reemplazada por ningún régimen de control del estado.
  La base de la democracia socialista es la autogestión social.9

Lo que hemos transcrito in extenso concuerda fielmente con los puntos de


vista de la intelectualidad pequeño burguesa moderna (para corroborarlo véanse los
escritos de Mallet, Gorz, Marcuse, Sartre, Fuentes, etcétera). Al analizar la relación
fundamental sobre la que descansaba esta forma de organización social establecida
en Yugoslavia, la copropiedad y la autogestión en las fábricas, encontramos:
(a) Los “colectivos” o fábricas tenían en esencia las mismas características que la em-
presa privada del régimen capitalista; eran unidades independientes de medios
e instrumentos de producción que se valorizaban a través del intercambio con
el trabajo vivo; su objetivo fundamental era incrementarse como tales unidades
independientes a través de la acumulación privada de la plusvalía de los obre-
ros que en ellas trabajaban; la apropiación de la ganancia (es decir, la plusvalía
que pasaba a ser propiedad exclusiva del colectivo) era el motor de su funcio-
namiento; los productores directos se relacionaban con los colectivos a través
del salario, pues recibían lo necesario para subsistir a cambio de la fuerza de
trabajo; el plustrabajo que les era arrancado servía para incrementar el capital
de la fábrica, la cual empleaba la plusvalía así obtenida para sus fines privados
(ampliar la producción, capitalizar, etcétera); el mercado era el lugar en donde
necesariamente esas unidades independientes se relacionaban entre sí.
(b) Existían en los “colectivos” dos grupos distintos de personas: los trabajadores, ya
sean manuales o intelectuales, y los dirigentes técnicos altamente calificados; todas
las funciones de dirección de cada colectivo, tanto en su actividad interna como

9
El camino Yugoslavo; Programa de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia adoptado por el III Congreso,
celebrado del 22 al 26 de abril de 1958 en Lubljana. Prensa Latinoamericana, S.A., Santiago, Chile, pp.
137-193.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 313


en su relación con las demás factorías, requerían conocimientos grandemente
especializados y complejos que, obviamente, sólo podía poseer ese segundo gru-
po de dirigentes técnicos; entonces, ellos eran los que en realidad usufructuaban
la propiedad del colectivo, pues eran quienes determinaban todo lo relativo a
su marcha, se apropiaban de la plusvalía y la capitalizaban, ordenaban, según
estudios sobre el mercado, qué, cuánto y cómo se debía producir, establecían la
relación entre los salarios y la ganancia de acuerdo con procedimientos técnicos
especiales, eran quienes, de acuerdo con reglas técnicas complicadas, determina-
ban cuándo, cómo y dónde se debía invertir la plusvalía capitalizada (obtenida
de los obreros de su “colectivo”), etcétera. El que los obreros participasen en la
autogestión de las empresas “socialistas” significaba que el trabajador, al igual
que en el régimen capitalista, estaba interesado en el desarrollo venturoso de la
fábrica, pues mientras más ganancias obtuviera ésta, más alto sería su salario y
que estaba también interesado en perfeccionar su actividad individual porque,
al igual que en las empresas capitalistas, a mayor trabajo mayor salario; es decir,
que la autogestión es el sueño dorado de la burguesía que en realidad en gran
parte ya ha llevado a la práctica: que el proletariado coopere motu proprio y gus-
tosamente a dorar y apretar sus propias cadenas; los obreros de cada colectivo
cumplían la tarea de “vigilar”, a través de la “autogestión”, que la tecnocracia
no se durmiera en sus laureles frente a la competencia de las demás empresas y
que sus intereses como obreros no fueran vulnerados por la codicia excesiva de
aquella

Conforme a la relación fundamental, base de la forma de organización eco-


nómica de Yugoslavia, que es la misma a la que aspiran los intelectuales pequeño
burgueses para sus respectivos países, deducimos que en esencia es igual a la que
existe en el capitalismo, aunque con la particularidad de que la propiedad de los
medios e instrumentos de producción no es individual en este caso, sino por grupos
de técnicos e intelectuales; todo lo demás es idéntico, pues permite la explotación de
la clase obrera, la relación capital-trabajo asalariado, etcétera.
El verdadero socialismo consiste en la propiedad colectiva sobre los medios
e instrumentos de producción como un todo, lo cual se ilustra mejor al considerar
que los comunistas plantean que la producción de cada fábrica debe pasar a formar
un fondo social, el cual se manejará conforme a un plan central de acuerdo con las
necesidades de toda la sociedad y no de una sola fábrica; de la misma manera, la dis-
tribución de los bienes de consumo se hará partiendo de ese fondo social teniendo
como medida la cantidad de trabajo aportado por cada trabajador, pero no lo que
cada empresa haya producido en particular.
Otra característica del socialismo es que los obreros, a través del Partido y del
Gobierno de la dictadura proletaria, mantienen sometida a la tecnocracia para evitar
que se erija en la clase dominante.
En síntesis, en Yugoslavia teníamos el siguiente panorama: los obreros (ma-
nuales e intelectuales) formaban la base de toda la organización social; su fuerza
de trabajo servía para incrementar la propiedad de los técnicos y científicos (tec-

314 • Capitalismo moderno y revolución


nocracia) que integraban la fracción que ejercía el poder en nombre de toda la pe-
queña burguesía; la fracción de la pequeña burguesía formada por los pequeños
productores, comerciantes, etcétera, se encontraba en segundo término, apenas sí
un poco arriba del proletariado y decisivamente debajo de todas las demás capas
de su clase; los intelectuales y artistas estaban colocados entre la capa anteriormente
mencionada y la superior. Cada fracción de la pequeña burguesía encontraba en tal
forma de organización el terreno para su libre desarrollo: la tecnocracia satisfacía
su necesidad de dirigir la producción en su propio provecho, para lo cual sustituía
a la burguesía en la propiedad sobre la riqueza social y en su papel de explotador de
la clase obrera; los pequeños productores, como complemento necesario de la gran
producción, recibían de sus compadres un tratamiento especial, que aunque no era
todo lo bueno que ellos quisieran, representaba de igual manera una mejoría respec-
to al terrible despotismo al que se encontraban sujetos en el régimen de la burgue-
sía; los artistas e intelectuales podían echar a volar libremente su imaginación para
llevar a los consumidores (entre los que se contaba a los proletarios) mercancías (de
cualquier clase que éstas fueren, materiales o espirituales) cada vez más sofisticadas,
rebuscadas, etcétera para crear nuevas necesidades o diversificar las ya existentes,
además de cumplir con su misión ideológica tradicional de justificar el régimen exis-
tente y de halagar al poeta e intelectual que cada pequeño burgués lleva siempre
dentro de sí y lograr por fin hacer asimilar a toda la sociedad la basura de arte que
producían, el cual no era sino la expresión de todo ese mundo subterráneo de la so-
ciedad burguesa que en el socialismo pequeño burgués cobraba perfecta expresión,
franca y abierta. Esta forma de organización, al potenciar hasta el infinito el interés
individual de cada uno de sus miembros, creaba las premisas de su propia nega-
ción: en cuanto se establecía en un país del sistema socialista surgía inevitablemente
la tendencia para restaurar la forma capitalista de producción bajo la dirección de la
burguesía, es decir, para restituir la propiedad privada individual sobre los medios e
instrumentos de producción; la pequeña burguesía se movía entre los dos extremos
de la contradicción: debía exaltar el espíritu individualista de los miembros de la so-
ciedad y reprimirlo cuando amenazase una restauración de la burguesía; aquí, pre-
cisamente en este equilibrio inestable, es en donde radicaba el cáncer que más tarde
socavaría al régimen del socialismo pequeño burgués; el germen del descontento
se encontraba en la fracción de artistas e intelectuales que, aunque integrados al
régimen “socialista”, estaban en un lugar secundario en relación con la tecnocracia y
eran los primeros que sufrían en sus intereses pues eran quienes en primer lugar se
inclinaban hacia la restauración; como se ve, esto no significaba en forma alguna que
esta fracción de la pequeña burguesía fuese revolucionaria; en realidad, su papel en
el tipo de sociedad que estudiamos consistía en ir acuciando a la tecnocracia, verda-
dera directora de la misma, para que no racionalizase demasiado las cosas y dejase
un campo libre a la imaginación y a la sensibilidad, pues su existencia y desarrollo
son una condición inexcusable para el mantenimiento del régimen de la pequeña
burguesía; cuando en esta tarea iba más allá de los límites que garantizaban su segu-
ridad frente al acoso de la restauración burguesa, la tecnocracia tensaba las riendas
para poner las cosas en su lugar; cuando, posteriormente, la sociedad sufría de un

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 315


estancamiento por la falta de su complemento espiritual, los artistas e intelectuales
volvían a sacar la cabeza y comenzaba de nuevo el ciclo descrito.
Los países de Europa oriental, con Rusia a la cabeza y a excepción de Yugos-
lavia, instauraron un régimen verdaderamente socialista en el cual el proletariado
era la clase dirigente; por un proceso que ya hemos explicado anteriormente, la mis-
ma tecnocracia proletaria le arrebató el poder a toda la clase obrera y estableció un
régimen en el que ella era el grupo dominante; todo el movimiento de desestaliniza-
ción, liberación y democratización que se realizó desde la muerte de Stalin compren-
día, en parte, la culminación del proceso —iniciado desde la época de Stalin— de
estructuración de la base económica y política de la dominación de la tecnocracia y,
en parte, la integración de los pequeños productores y de los artistas e intelectuales
para formar junto con aquella la clase social que ejerciese la dominación sobre el
proletariado: la pequeña burguesía “socialista”.

4. Otras versiones del revisionismo moderno

a) El revisionismo albanés
En la década de los ochenta apareció, con la pretensión de ser la reivindicación de
la teoría revolucionaria, una nueva versión del revisionismo. Nos referimos a los
postulados del partido comunista albanés y de su dirigente, Enver Hoxha.
Albania fue uno de los países en donde se estableció el socialismo al término
de la segunda guerra mundial; cuando en el sistema de países socialistas se produjo
la restauración capitalista, sólo Albania continuó sosteniendo la forma de organiza-
ción socialista.
Ya hemos visto que el socialismo implantado en Europa oriental correspon-
día a una primera fase del desarrollo de ese régimen económico-social a escala uni-
versal y que por tanto era imperfecto y llevaba su negación en sí mismo; es por eso
que si bien en Albania no se produjo la regresión hacia el capitalismo, sí se mantuvo
en ese país la forma primitiva del socialismo que ya había agotado todas sus posibi-
lidades de desarrollo histórico-universal; convertida en un verdadero anacronismo,
aferrada a un socialismo ya superado por la historia, no podía ser ni el abanderado
teórico ni el promotor práctico de la nueva fase de existencia de la teoría y el movi-
miento revolucionarios que debe llevar a la implantación universal del socialismo en
su forma superior; por el contrario, intentó encabezar a escala mundial un proceso
de restauración de aquella forma primitiva del socialismo, empeño en el que obtuvo
el más estrepitoso fracaso y en el que por necesidad hizo suyos los postulados del
revisionismo, al que supuestamente combatía.
En su obra principal, El imperialismo y la revolución,10 Enver Hoxha sigue al
pie de la letra las tesis del revisionismo soviético que en páginas anteriores hemos
transcrito y comentado:

10
Hoxha, Enver, El imperialismo y la revolución, Casa Editora “8 Nentori”, Tirana, 1979.

316 • Capitalismo moderno y revolución


El triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre dio el primer golpe demoledor
al imperialismo, a todo el sistema capitalista mundial. Marcó el comienzo de la crisis
general del capitalismo, que fue profundizándose constantemente...
 ...
  El sistema capitalista fue profundamente estremecido por la Segunda Guerra
Mundial, que rompió por completo su equilibrio. Alemania, Japón e Italia, como
potencias vencidas, salieron de la guerra con una economía arruinada. Perdieron las
posiciones políticas y militares que antes ocupaban. Otros Estados imperialistas, como
Gran Bretaña y Francia, no obstante salir victoriosos de la guerra, se habían debilitado
económica y militarmente tanto, que su papel de gran potencia estaba por los suelos.
  Con el desmoronamiento del sistema colonial se profundizó aún más la crisis
general del capitalismo. Debido a este desmoronamiento surgieron una serie de
nuevos Estados nacionales, mientras que en los países que permanecieron en su si-
tuación de colonias o semicolonias, creció el movimiento libertador contra el yugo
imperialistas.11
  Como conclusión, podemos afirmar que en la situación actual del imperialismo
en general, del imperialismo norteamericano, del socialimperialismo soviético y de
los otros imperialismos, el imperialismo, cualquiera que sea su matiz, se encuentra
en la fase de su debilitamiento y putrefacción, y que la vieja sociedad, a través de
la revolución, será destruida desde sus cimientos y reemplazada por una sociedad
nueva, por la sociedad socialista...
  ...todo el imperialismo mundial como sistema social, a causa de las contradicciones
internas que lo corroen y de las luchas de liberación y revolucionarias de los pueblos,
ya no tiene ese poder de dominación exclusiva de antes. Esta es la dialéctica de la
historia y confirma la tesis marxista-leninista de que el imperialismo está en descenso,
en decadencia, en descomposición...
  La tendencia del capitalismo y del imperialismo a debilitarse, es hoy la tendencia
principal en la historia universal.12
  ...El capitalismo ha entrado en la fase de su putrefacción. Esta situación suscita la
revuelta de los pueblos y los empuja a la revolución. La lucha de los pueblos contra
el imperialismo y contra las camarillas capitalistas burguesas crece de diferentes
formas, con diversa intensidad. Esto se verificará antes en los países que constituyen
el eslabón más débil de la cadena capitalista y donde la conciencia y la organización
de la clase obrera han alcanzado un alto nivel, donde el problema es tratado con una
profunda comprensión política e ideológica.
  El imperialismo ha intensificado la opresión y la bárbara explotación de los
pueblos. Pero al mismo tiempo también los pueblos del mundo se hacen cada vez
más conscientes de que ya no se puede vivir en la sociedad capitalista, donde las
masas trabajadoras son oprimidas y explotadas con una intensidad no menor a la de
antes de la guerra.
  El imperialismo, a pesar de sus esfuerzos y de los de sus adeptos, ni ahora ni
tampoco más tarde puede encontrar estabilidad en la lucha que lleva a cabo por
sentar su hegemonía sobre los pueblos. No pude encontrarla porque se ha despertado
la conciencia de la clase obrera y de las masa trabajadoras oprimidas que quieren
liberarse, y además a causa de las inevitables contradicciones interimperialistas.

11
Ibídem, pp. 12-14.
12
Ibídem, pp. 135-136

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 317


  Los pueblos ven, y más tarde lo verán mejor, que el imperialismo y el capitalismo
mundial no se apoyan sólo en la fuerza económical militar, política e ideológica de
las dos superpotencias, sino también en las clases ricas que mantienen sojuzgados
a los pueblos de sus países, que los explotan y los aterrorizan a fin de que no se
levanten para conquistar la verdadera libertad e independencia.
  Las amplias masas de los diversos países del mundo han comenzado asimismo
a comprender que la actual sociedad burgués-capitalista, el sistema explotador del
imperialismo mundial, deben ser derrocados. Para los pueblos esto no es sólo una
aspiración, en muchos países también han empuñado las armas.13
 ¿Qué demuestra el análisis de la situación actual del mundo? El Partido del
Trabajo del Allbania, partiendo de la teoría leninista de la revolución, concluye que
hoy la situación en el mundo es en general revolucionaria, que en muchos países esta
situación ha madurado o está madurando rápidamente, mientras que en otros este
proceso está en desarrollo.
  Cuando decimos que hoy la situación es revolucionaria tenemos en cuenta que el
mundo de nuestros días está en movimiento hacia grandes estallidos. En general,
la situación actualmente semeja un volcán en erupción, un fuego abrasador, cuyas
llamas devorarán precisamente a las clases dominantes, opresoras y explotadoras.
El mundo capitalista y revisionista está sumergida en una grave crisis económica y
política, financiera y militar, ideológica y moral. La presente crisis, que ha sacudido
todas las estructuras y superestructuras del régimen burgués y revisionista, ha
recrudecido y profundizado aún más la crisis general del sistema capitalista.
  Las consecuencias de la crisis se presentan muy serias y desastrosas sobre todo en el
terreno de la economía. A partir de 1974 ha comenzado la profundización de la crisis
económica más grave de las aparecidas en el período posterior a la Segunda Guerra
Mundial. Esto ha ocasionado una disminución en proporciones considerables de la
producción industrial: en el Japón 20%, Gran Bretaña 15%, Estados Unidos de América
14%, Francia e Italia 13%, República Federal Alemana 10%, etc. La crisis ha dado
lugar a una depresión muy profunda. En muchos países capitalistas las capacidades
productivas no aprovechadas en algunas ramas clave de la economía oscilan entre un
25 y 40 por ciento, y esta situación se viene prolongando desde hace años. Por esta
razón ha quedado estancada la producción industrial. Los stocks de “excedentes” de
mercancías que no encuentran salida alcanzan cantidades extraordinarias.14
  Es precisamente esta situación actual de crisis general del capitalismo, que tiende
a profundizarse de continuo, la que nos lleva a sacar la conclusión de que la situación
revolucionaria se ha dado o se está dando en la mayoría de los países capitalistas
y revisionistas y que esta situación, por consiguiente, ha puesto la revolución a la
orden del día.15
  El desarrollo capitalista en América Latina se ha quedado en general atrasado,
también por el hecho de que aún subsisten bastantes residuos de los latifundios, que
no se han despojado por completo de su carácter feudal, y por eso algunos de los
países latinoamericanos tienen un atraso tan acentuado como lo de Asia y África...16
En un momento en que los capitalistas y los terratenientes nativos no pueden vivir a

13
Ibídem, pp. 146-148.
14
Ibídem, pp. 157-158.
15
Ibídem, p. 164.
16
Ibídem, p. 208.

318 • Capitalismo moderno y revolución


no ser que lo hagan bajo la tutela y con el apoyo del imperialismo norteamericano, la
idea de la revolución como el único medio indispensable para asegurar la liberación
nacional y social, penetra cada vez más profunda y ampliamente en la conciencia del
proletariado, del campesinado trabajador, de la intelectualidad progresista y de las
masas de la juventud de estos países.17
  En lo que atañe a la tradición combativa de los pueblos de América Latina, en
ella predomina el aspecto positivo, revolucionario, que constituye un factor muy
importante y que hace falta utilizar lo mejor y más ampliamente posible en la
preparación y el desarrollo de la revolución...
  Para realizar estas grandes tareas, los partidos marxista-leninistas de la clase
obrera desempeñarán un papel decisivo. Estos partidos no sólo han sido creados ya
en casi todos los países de América Latina, sino que la mayoría de ellos han dado
importantes pasos hacia adelante en el trabajo por preparar al proletariado y a las
masas populares para la revolución... han elaborado una línea política correcta y
acumulado una experiencia de lucha bastante grande para materializar esta línea,
convirtiéndose en portadores de toda la tradición revolucionaria del pasado, para
utilizarla y desarrollarla en adelante a favor del movimiento obrero y de liberación,
con el fin de preparar a las masas y lanzarlas a la revolución.
 ...
  Ahora que los pueblos han despertado y ya no aceptan vivir bajo el yugo
imperialista y colonial, que exigen la libertad, la independencia, el desarrollo y el
progreso; ahora que crece el odio popular contra los opresores extranjeros e internos,
ahora que África, América Latina y Asia se han transformado en una caldera en
ebullición...18
  La crisis general del capitalismo, como hemos explicado anteriormente, va pro-
fundizándose cada vez más. Esto hace que el proletariado, las clases y los pueblos
oprimidos ya no soporten la explotación, exijan que cambie su vida, que sea
derrocado el sistema burgués y suprimido el neocolonialismo, el imperialismo...19
  En los países de África, América Latina, Asia, etc., con escaso desarrollo económico-
social y más dependientes del capital extranjero y donde las tareas democráticas y
antiimperialistas de la revolución revisten particular importancia, el proletariado
puede tener como aliados al campesinado medio y al sector de la burguesía que
no está ligado al capital extranjero y que aspira a un desarrollo independiente del
país. La vinculación de esta parte de la burguesía con la revolución democrática y
antiimperialista depende de la estrategia y de una táctica justa del proletariado, y de
si el partido revolucionario de la clase obrera maniobra ágil y prudentemente. El
proletariado con su partido puede convencer, de esta forma, no sólo a la pequeña
burguesía, sino también a ese sector de la burguesía del que hablamos para que se
ponga bajo su dirección y se levante para suprimir la dominación extranjera y a la
grande y feroz burguesía capitalista, instrumento del imperialismo, que oprime y
explota, que desmoraliza al pueblo y adultera sus sentimientos puros, su cultura
secular.20

17
Ibídem, p. 212.
18
Ibídem, pp. 214-215.
19
Ibídem, p. 223.
20
Ibídem, p. 233.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 319


b) El revisionismo chino
El último resultado de la segunda guerra mundial fue la revolución agraria en los
países de Asia: China, Vietnam y Corea.
Como una consecuencia necesaria de la dominación imperialista, en esos paí-
ses se formó una numerosa y potente pequeña burguesía agraria que inmediatamen-
te entró en conflicto con los gobernantes imperialistas y sus aliados, los terratenien-
tes feudales.
China vivía bajo un régimen económico y social que se encontraba en las pri-
meras fases del feudalismo, apenas sí un poco más adelante del modo de producción
asiático, en el que había vivido por cerca de 20 siglos; la irrupción imperialista rom-
pió en pedazos aquella sociedad y liberó una fuerza social portentosa, la pequeña
burguesía agraria; ésta clase social inició un desarrollo impetuoso que la enfrentó a
los terratenientes feudales y a sus amos imperialistas.
La conjunción de todos estos factores: la radicalización de la pequeña burgue-
sía agraria china, proporcional a la opresión imperialista y a la violencia de la explo-
tación de los terratenientes feudales, la derrota del imperialismo japonés, el avance
gigantesco de la Unión Soviética, la vecindad con esta potencia, la existencia de una
teoría y una práctica acabadas que habían sido perfeccionadas previamente por la
Unión Soviética y abarcaban los temas de la formación del partido, la conducción
de un movimiento revolucionario, la insurrección armada, la conquista del poder, la
colectivización de los medios e instrumentos de producción, etcétera, dieron lugar a
la revolución pequeño burguesa china y a un régimen económico-político específico,
cuya característica esencial era la dictadura de la pequeña burguesía agraria ejercida
mediante la dirección de un partido comunista; bajo la dominación de esta clase
social se formó la gran industria nacional de propiedad colectiva.
El partido comunista chino dio vida a una concepción ideológica en la que se
reflejaban las características específicas del nacimiento y desarrollo de la revolución
y el régimen económico chinos. La lucha de la pequeña burguesía agraria, realizada
bajo la dirección del partido comunista, en alianza con los recién nacidos grupos
sociales del proletariado industrial y de la pequeña burguesía urbana, cuya estrate-
gia fundamental es la insurrección armada campesina que avanza desde el campo
hacia la ciudad, fue calificada como una variante de la revolución socialista típica,
tal como se había presentando en Rusia; la industrialización que el régimen chino
emprendió dentro de un marco de propiedad colectiva fue reputada también como
una aplicación de los principios del socialismo marxista-leninista.
Con estos elementos se lanzó al mundo una nueva teoría “revolucionaria”, el
maoísmo, la cual tenía dos vertientes.
Por una de ellas hacía suyas las tesis del marxismo-leninismo referentes al ca-
rácter de la revolución como un movimiento armado dirigido por un partido comu-
nista, cuyas metas eran la conquista del poder político, la instauración de la domina-
ción de la clase beligerante y sus aliados y la constitución de la propiedad colectiva
sobre los medios e instrumentos de producción industriales.

320 • Capitalismo moderno y revolución


Por la otra, introducía revisiones y correcciones a los principios del mar-
xismo-leninismo, pero los presentaba como su continuación, como una evolución
necesaria dentro de su naturaleza revolucionaria para adaptarlos a las condiciones
económico-políticas de las colonias: la insurrección armada debería ser de los cam-
pesinos y avanzar del campo a la ciudad, el partido se formaría con elementos de
la intelectualidad pequeño burguesa y su base social sería la pequeña burguesía
agraria (campesinado) y los trabajadores agrícolas, y la colectivización se aplicaría
sobre la industria que el estado de la pequeña burguesía construyese, pues nada
había preexistente que pudiera calificarse como una gran industria y ser materia de
esa acción.
El primer grupo de proposiciones maoístas identificaba formalmente esta teo-
ría con las correspondientes prescripciones del marxismo-leninismo; es por eso que
el régimen chino adoptó la denominación de “socialista” y al proceso por el cual se
constituyó le dio el nombre de “revolución socialista”.
Pero el segundo conjunto de tesis maoístas, las que daban contenido a su
postura, eran la negación rotunda del pretendido carácter marxista-leninista de las
mismas: en la formulación clásica, la clase que es el sujeto del movimiento revolucio-
nario es el proletariado industrial, la clase obrera, el partido que dirige ese proceso
está formado por cuadros de la intelectualidad pequeño burguesa y también en gran
medida por trabajadores, la lucha revolucionaria tiene como culminación la insu-
rrección armada de los proletarios en las ciudades, la toma del poder por esta misma
clase y sus aliados y el establecimiento de su dictadura, y la acción económica tiene
su eje en la desposesión de la propiedad privada de los capitalistas industriales y la
formación con ella de una industria estatal de propiedad colectiva.
La concordancia formal de las tesis maoístas con los postulados del marxis-
mo-leninismo establecía una relación de supuesta continuidad de aquellas con los
principios aplicados por el partido bolchevique en el desarrollo de la revolución
rusa, la construcción del socialismo y la formación del sistema de países socialistas,
preceptos que fueron negados y sustituidos por su contrario a la muerte de Stalin. El
maoísmo tenía la apariencia de una doctrina revolucionaria. Esta exterioridad lo co-
locó en oposición abierta con las teorías revisionistas que Jruschov y sus seguidores
propugnaban y por ello se adjudicó el lugar de abanderado legítimo del marxismo-
leninismo.
Por su contenido, el maoísmo era, sin embargo, al igual que el jruschovismo,
una negación y revisión francas del marxismo-leninismo.
Al tiempo que la Unión Soviética diseminaba por el mundo las revisiones
del marxismo-leninismo que había fraguado en los Congresos XX y XXII del PCUS,
también la República Socialista China inundaba el planeta con su teoría igualmente
revisionista, pretendiendo que el camino de la revolución en las colonias y en general
en todos los países capitalistas, debería ser el mismo que ella había recorrido.
La revolución china fue un movimiento de la pequeña burguesía agraria,
clase social mayoritaria que había surgido de un sistema económico claramente
pre-capitalista; en China no se habían formado aún las relaciones de producción

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 321


capitalistas, las cuales todavía se encontraban en un estado meramente germinal, ni
tampoco, en consecuencia, existían ahí una burguesía y un proletariado modernos.
En la mayoría de los demás países coloniales la situación era muy distinta: el
capitalismo se había desarrollado en ellos hasta niveles muy considerables y la re-
volución democrático burguesa ya había concluido o estaba a punto de terminar. La
pequeña burguesía agraria estaba colocada en un segundo plano, detrás de la bur-
guesía agraria, y su peso político ya no era determinante. Lo que aquí se dirimía no
era la vía del paso del feudalismo al capitalismo, sino la forma que debería adoptar
el desenvolvimiento de un régimen capitalista preexistente.
Por todo ello, además de Vietnam y Corea, en donde las condiciones econó-
micas eran similares a las existentes en China, ningún otro país colonial pudo seguir
la senda propuesta por el maoísmo.
Como lo expresamos en puntos anteriores, las clases contendientes en la so-
ciedad neocolonial eran la aristocracia capitalista, la burguesía industrial, la burgue-
sía agraria, la pequeña burguesía agraria, la pequeña burguesía urbana, el proleta-
riado industrial y los jornaleros agrícolas.
La pequeña burguesía agraria agotó su papel revolucionario en las revolucio-
nes china, vietnamita y coreana; en los demás países neocoloniales esta clase social
pasó a un segundo término y la iniciativa quedó a cargo de la burguesía. Esta última,
después de enfrentarse agresivamente a la plutocracia nativa, llega con ella a un
acuerdo de convivencia por el cual, una vez que mezquinamente han sido satisfe-
chas algunas de sus reivindicaciones más importantes, abandona la lucha radical y
deja a sus aliados, la pequeña burguesía agraria y rural, el proletariado y los jorna-
leros agrícolas, abandonados a su suerte.
La pequeña burguesía urbana de los países neocoloniales y de menor desa-
rrollo económico toma entonces la dirección del movimiento, al que llaman “revo-
lucionario”, el cual tiene por objeto lograr la satisfacción de las necesidades, como
elementos capitalistas, de la pequeña burguesía urbana y agrícola y, en último lugar,
si es posible, dar algunas migajas del festín al proletariado y a los jornaleros.
Los resultados de esta lucha internacional son la revolución cubana y el mo-
vimiento guerrillero, ya sea de inspiración cubana o china, de los años sesenta y
setenta del siglo pasado, que se extiende desde Latinoamérica hasta África y pasa
por los mismos países capitalistas desarrollados.
La revolución china fue, como ya lo hemos señalado, la culminación de la
revolución democrático burguesa colonial; la pequeña burguesía urbana y rural, que
arrastraba detrás de sí a un proletariado poco numeroso, fue, bajo la dirección del
Partido Comunista Chino, la clase social que realizó la revolución china y la que, por
tanto, conquistó el poder una vez que este movimiento llegó a su punto superior; la
revolución china no tenía por objeto instaurar el socialismo sino dar libre curso a las
relaciones capitalistas oprimidas doblemente por el feudalismo y el imperialismo; el
Partido Comunista Chino apoyó este movimiento y logró llegar a la conducción del
mismo siguiendo dos líneas estratégicas: (1) dar impulso a la revolución democrá-
tico burguesa colonial con el fin de convertirla en una aliada de la revolución socia-
lista metropolitana y (2) preparar el terreno para la fase socialista de la revolución

322 • Capitalismo moderno y revolución


colonial; para lograr ambos propósitos contaba con el apoyo del sistema de países
socialistas, por lo que esperaba dar el paso hacia el socialismo desde arriba, es decir,
desde el poder, transformando el régimen pequeño burgués ahí instaurado en un
régimen socialista.
Esta pretensión entrañaba necesariamente una modificación de los principios
fundamentales del marxismo-leninismo: en primer lugar, no era el proletariado di-
rigido por su partido el que encabezaría la revolución socialista, sino la pequeña
burguesía urbana y rural, que arrastraba tras de sí al proletariado, y bajo el mando
de un partido sólo formalmente comunista; en segundo lugar, la revolución socialis-
ta no consistía en la conquista del poder político por el proletariado y la destrucción
del aparato político de la burguesía, sino en la transformación del propio régimen
pequeño burgués en el poder, bajo la tutela del partido, en un régimen socialista.
La justificación de estas revisiones al marxismo leninismo se hacía descansar
en lo siguiente:
(1) el capitalismo estaba en descomposición, (2) la fuerza determinante en la arena
internacional era el socialismo; (3) la revolución socialista en los países desarro-
llados continuaba en ascenso por la vía clásica; de ahí entonces que, debilitado el
imperialismo y fortalecido el socialismo, era posible que los partidos comunistas
de las colonias pudieran, con el apoyo del sistema de países socialistas, dirigir la
lucha antiimperialista y antifeudal de la pequeña burguesía colonial, alinearla en
el plano internacional con el socialismo, llevarla al poder e instaurar el capitalismo
colonial y, por último, conducirla de la mano hacia el socialismo.

La propia dialéctica de la revolución democrático burguesa llevaba necesa-


riamente a la radicalización de la pequeña burguesía y al paso de la dirección de ese
movimiento antiimperialista a esa clase social.
Por fuerza deberían coincidir entonces la pequeña burguesía radical y los
países socialistas en su lucha contra la burguesía internacional; necesariamente ten-
drían que convertirse en aliados.
Por otro lado, los países socialistas no veían ni podían ver los elementos de la
negación de la primera fase de existencia del socialismo y por lo tanto creían firme-
mente que ellos y la revolución socialista en los países metropolitanos eran la fuerza
decisiva en la arena internacional, mientras que el capitalismo entraba en franca des-
composición; es por eso que se desarrolló una teoría de la revolución colonial que
era una revisión del marxismo, basada en la creación de agencias del Partido Co-
munista en los países coloniales para que asumieran la dirección del movimiento de
la pequeña burguesía, la llevaran al poder y, después, la convirtieran en socialista.
Esta revisión, que no era considerada tal por sus promotores, tenía como base
de sustentación los argumentos señalados: el papel decisivo del socialismo a esca-
la internacional y la descomposición y debilitamiento del capitalismo; además, se
consideraba aplicable sólo a una parte secundaria del capitalismo internacional, a
las colonias, y no, ni mucho menos, a su núcleo fundamental, es decir, a los países
metropolitanos y altamente desarrollados, en donde seguían vivas las tesis clásicas
del marxismo-leninismo.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 323


En la revolución china confluyen todos estos elementos y dan como resultado
la conquista del poder político por la pequeña burguesía china guiada por su partido
comunista; de inmediato se da libre curso al desarrollo del capitalismo en China.
Cuando el Partido Comunista y la fracción más radical de la pequeña burguesía
intentan realizar la segunda fase de la revolución, es decir, el paso al socialismo, ya
han aflorado a la superficie, en Europa oriental, los elementos negatorios del régi-
men socialista y la URSS y los demás países socialistas se encaminan firmemente
por el camino de la regresión hacia el capitalismo y de la revisión descarada del
marxismo-leninismo. Uno de los pilares de la revolución socialista internacional en
la forma como la habían intentado los chinos se derrumbaba estrepitosamente; la
condición fundamental para que la revisión del marxismo-leninismo que constituía
la teoría de la revolución colonial elaborada por la IIIa. Internacional y por los chinos
se materializara había dejado de tener existencia; amén de que, aunque esa condi-
ción hubiese seguido vigente, la dialéctica más elemental nos indica que el capitalis-
mo tendría por fuerza que haberse reconcentrado en sí mismo, fortalecerse y dar una
lucha sin cuartel antes de ser definitivamente derrotado, por lo que las tesis clásicas
acerca de la revolución tendrían en esta situación el mismo valor que antiguamente.
La fracción radical de la pequeña burguesía china inició entonces una cruza-
da en contra del revisionismo y oportunismo soviéticos, a los cuales opuso las tesis
revisionistas y oportunistas que ellos habían llevado a la práctica, tarea en la cual se
les unieron en esta época los albaneses.
Los chinos trataron de impulsar en las colonias el tipo de revolución que ellos
habían realizado presentándola como el nuevo tipo de revolución socialista, ade-
cuado a las condiciones entonces existentes, conforme a las cuales, decían, el foco
de la revolución había pasado de las metrópolis a las colonias. Además de que en la
práctica obtuvieron un estrepitoso fracaso, pues sólo pudieron poner en pie de lu-
cha a unos cuantos puñados de “locos sueltos”, intelectuales pequeño burgueses, su
“teoría” constituía una revisión flagrante del marxismo-leninismo, como ya tuvimos
oportunidad de explicarlo.
En lo interno, la pequeña burguesía china y el Partido Comunista se dividie-
ron en dos sectores: uno que representaba la tendencia hacia el desarrollo abierto del
capitalismo y otro que propugnaba por el paso hacia el socialismo por la vía de la
imposición desde arriba al proletariado de formas colectivas de producción.
La historia moderna de China se cifra por entero en la lucha entre estos dos
sectores de la pequeña burguesía. En la etapa inmediata posterior a la conquista del
poder, la fracción radical de la pequeña burguesía impuso al proletariado chino un
“comunismo de guerra”, a la vez que contuvo dentro de ciertos límites el desarrollo
del capitalismo; posteriormente, el sector capitalista adquiere un poderoso impulso
que lo sitúa en el primer plano, por lo que desplaza hacia un segundo lugar a la
pequeña burguesía radical y su proyecto “socialista”; ésta, reaccionando violenta-
mente, recobra el poder a través de aquel movimiento conocido como “revolución
cultural”. Más tarde, a la muerte de Mao, el sector conservador de la pequeña bur-
guesía retoma las riendas del poder.

324 • Capitalismo moderno y revolución


En esta lucha, ambos sectores se transforman y adecúan entre sí hasta de-
venir en una pequeña burguesía socialista, al estilo de la que existía en los países
antiguamente socialistas; se estableció entonces la forma de organización económico
política del socialismo pequeño burgués, que ya hemos analizado anteriormente, la
cual evolucionó necesariamente hacia el capitalismo típico, que es el cual existe en
la actualidad. Nos encontramos así con la grotesca paradoja que significa un régi-
men económico-político capitalista dirigido por un “Partido Comunista”. Bajo la
égida de esta organización, China ha llegado a convertirse en una super potencia ca-
pitalista. La pequeña burguesía agraria terminó convertida en una gran burguesía.

c) El revisionismo cubano
La revolución cubana fue un movimiento de la pequeña burguesía urbana, dirigida,
como decía Marx a propósito de un acontecimiento similar, por unos cuantos “locos
sueltos”; esta clase se fabrica una base social en la exigua pequeña burguesía agra-
ria y tiene como meta la realización de todas las aspiraciones de las diversas clases
opuestas a la débil plutocracia nativa.
La pequeña burguesía cubana da forma a una teoría acorde con la naturaleza
de su movimiento.
En primer lugar, hace suyos, aplicándolos extralógicamente, principios toma-
dos del arsenal de la teoría del marxismo-leninismo: la lucha armada como medio
de acceder al poder, la dictadura de la clase insurrecta para conservarlo, la despo-
sesión de los medios e instrumentos de producción a los propietarios privados y su
concentración bajo la potestad del estado (en este caso se trata de una agroindustria)
y la creación (pues no existía) por el estado de una industria que es de propiedad
colectiva.
Después, tras esa apariencia revolucionaria, introduce las revisiones al mar-
xismo-leninismo que la caracterizan: no es necesario un partido que organice y guíe
al movimiento revolucionario, pues éste puede ser planeado, dirigido y ejecutado
por un puñado de héroes, míticos superhombres, que con base en su voluntad in-
doblegable y su intelecto poderoso inciten, con el ejemplo, a las masas a la lucha;
la clase destinada a realizar la revolución no es el proletariado, sino una pequeña
burguesía (urbana y rural) sin formación teórica ni experiencia política previa (las
cuales, se pretende, las adquirirán durante el desarrollo de la lucha armada); el pro-
letariado urbano y los jornaleros agrícolas son clases minoritarias que no pueden
darle contenido al proceso revolucionario y, por tanto, son pequeños grupos sociales
que la pequeña burguesía incorpora como sus aliados y actúan bajo su dirección;
la nacionalización y concentración en manos del estado de una agroindustria y la
creación de una industria típica son el contenido de la colectivización socialista de
los medios e instrumentos de producción, etcétera.
El régimen cubano, después de más de 50 años de existencia, sólo puede con-
tabilizar como sus logros la estatización y desarrollo de la rama agroindustrial pre-
ponderante, el establecimiento, también por el estado “socialista”, de la industria
turística, íntimamente ligada con la prostitución y otras actividades ilegales, y un

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 325


notable impulso a la educación y la salud de los trabajadores. Nada que tenga si-
quiera un átomo de socialismo existe, ha existido ni existirá en la isla caribeña.
Nos encontramos ante un caso típico de capitalismo de estado, regido por
la pequeña burguesía urbana, el cual ni siquiera ha podido avanzar al punto que
alcanzó la revolución china: la construcción de una poderosa industria estatal de
propiedad colectiva que, ya sabemos, después se convirtió en patrimonio grupal y
por último fue de dominio individual, típicamente capitalista, igual como sucedió
en la URSS.
El régimen económico-político cubano es un verdadero anacronismo. No es,
como hemos visto, ni por asomo socialista; pero tampoco es un capitalismo típico,
sino una forma primitiva suya, por la cual ya pasaron hace muchos años otros países
mal llamados socialistas, como China, aunque con resultados más brillantes; el siste-
ma cubano está postrado en una situación de estancamiento crónico, sin posibilidad
de evolución alguna.
La revolución y el régimen cubanos han producido un material inagotable
que a nivel internacional nutre la chabacana sensiblería de la pequeña burguesía
y de los sectores radicales de la burguesía. El apoyo a la revolución cubana, la so-
lidaridad con el pueblo y los dirigentes cubanos, el culto a Fidel y al Ché, la lucha
egregia del pueblo cubano contra el imperialismo norteamericano, los míticos ade-
lantos médicos y en las disciplinas deportivas, el paisaje isleño y las épicas aventu-
ras eróticas de los turistas, son el alimento (melcocha) espiritual que, por ejemplo,
sustenta moralmente a la pequeña burguesía y a la burguesía latinoamericanas en
su lucha contra el imperialismo, proporcionándoles la fortaleza de ánimo necesaria
para enfrentarlo.
En todo este proceso reseñado hemos visto cómo los regímenes soviético, yu-
goslavo, albanés, chino y cubano y los partidos comunistas de todo el orbe, en co-
rrespondencia con las condiciones económicas y políticas que se vivían después de la
segunda guerra mundial: la degeneración o el estancamiento del socialismo formal,
la revolución de la pequeña burguesía agraria y urbana, el movimiento de las bur-
guesías nacionales de los países neocoloniales y de menor desarrollo económico, la
nueva etapa del capitalismo en los países desarrollados denominada “sociedad del
bienestar”, etcétera, negaron rotundamente los principios del marxismo-leninismo
que hasta entonces habían tenido vigencia plena y los suplantaron con un conjunto
de tesis que en última instancia constituían una forma determinada de la ideología
burguesa; lo característico es que a este cuerpo de ideas espurias continuaron dán-
dole el nombre de marxismo-leninismo y lo declararon como un perfeccionamiento
de su carácter revolucionario.
Esta adulteración del marxismo-leninismo continuó existiendo hasta que se
produjo, en 1989, el derrumbe del “socialismo real”; junto con el certificado de de-
función de la forma degenerada del socialismo formal fue extendida, por una bur-
guesía alborozada, la constancia de la muerte de la versión revisionista del marxis-
mo-leninismo y, por extensión, de los principios verdaderamente revolucionarios,
que para entonces habían sido completamente desplazados de la escena pública y
mantenidos, por el revisionismo, en un estado de vida latente.

326 • Capitalismo moderno y revolución


La burguesía dio cristiana sepultura tanto a la adulteración del marxismo-
leninismo como a su núcleo verdaderamente revolucionario, y en ese sepulcro olvi-
dado yacen, conjuntamente, hasta nuestros días.
La historia se repite; la primera vez se presenta como epopeya o tragedia,
la segunda como comedia, como caricatura de aquella. Así sucedió en la historia
moderna del socialismo: a finales de la década del 50 se produjo en latinoamérica,
concretamente en Cuba, una rebelión de la pequeña burguesía que fue una carica-
tura de la revolución china; como sucede en estos casos, aquellos rasgos que en el
modelo tienen la justa medida, en la caricatura adquieren las dimensiones de lo gro-
tesco y de lo estulto; mientras que la revolución china fue un grandioso movimiento
histórico dirigido por una vigorosa pequeña burguesía que constituía la avanzada
del capitalismo en las regiones coloniales, la cubana fue una caricatura de revolu-
ción encabezada por la pequeña burguesía que es un sub-producto, el detritus del
régimen capitalista ya firmemente establecido.
Una vez que el régimen capitalista se asienta sobre sus propios pies, engen-
dra una pequeña burguesía (urbana y rural) tributaria del gran capital; esta clase
social entra en contradicción con su progenitor, la gran burguesía, y emprende con-
tra ella una lucha que tiene como finalidad última obtener un lugar decoroso en el
festín de la explotación del proletariado internacional; si no nos dejamos deslumbrar
por las “frases revolucionarias”, encontraremos tras de ellas la verdadera naturaleza
explotadora de esta clase social. Fue precisamente esta pequeña burguesía, clase
explotadora por excelencia, la que con Fidel Castro y Ché Guevara, comandando a
un puñado de locos sueltos, recibió el poder que les cayó del cielo en una Cuba en
estado de descomposición económica y social. Una vez con el poder en sus manos,
la pequeña burguesía cubana inició el proceso de difusión de su ideología y méto-
dos presuntamente revolucionarios, con lo que puso en pie de guerra a la pequeña
burguesía latinoamericana en especial e internacional en general.
En lo interno, la “revolución” cubana llevó al poder a la pequeña burguesía,
clase que estableció su dominación sobre el proletariado cubano; en una primera
fase de su existencia, el régimen cubano impuso al proletariado una especie de co-
munismo de guerra, el cual se diluyó gradualmente hasta llegar a la consolidación,
como en Europa oriental y en china, de un régimen de socialismo pequeño burgués.
En lo exterior, provocó la cómica revuelta (caricatura de revolución) de la pe-
queña burguesía internacional que desembocó en todos los casos en su integración
absoluta al régimen de producción capitalista.
Su resultado último fueron las “revoluciones” nicaragüense, salvadoreña y
colombiana, que tuvieron, todas las proporciones guardadas, la misma naturaleza
que la cubana.

El dogmatismo cubano
En seguida pasamos analizar de una manera más sistemática el revisionismo (dog-
matismo) cubano.
Ya hemos establecido cómo el desarrollo ascendente del capitalismo moder-
no genera la super-explotación intensiva del proletariado neocolonial. Esa explota-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 327


ción es la causa del deterioro de las condiciones de vida de los obreros y campesinos
de esos lugares, de su depauperación creciente, lo que crea una situación potencial-
mente revolucionaria. En tales condiciones, la táctica correcta de los revolucionarios
consiste en desarrollar la lucha del proletariado para la conquista del poder político
y la instauración del socialismo. Como en las décadas de los años 60-70 los llamados
partidos comunistas eran oportunistas y no impulsaban la lucha revolucionaria del
proletariado, sino que apoyaban a la burguesía neocolonial, era necesario entonces
crear nuevos partidos comunistas que organizasen la lucha teórica y práctica de los
obreros por la implantación del socialismo.
Junto a esta tesis, que es la única correcta conforme a los principios del mar-
xismo-leninismo, surgió la doctrina izquierdista que sostenía que no era necesaria
la creación de un partido y que un puñado de audaces guerrilleros podía catalizar
a las masas de tal modo que las condujera a la victoria y a la conquista del poder.
Esto no es otra cosa que blanquismo, pues se suplanta la lucha de las masas dirigidas
por su partido político, con la conjuración de unos cuantos intelectuales pequeño
burgueses sin partido. Quienes propugnaban estas tesis pretendieron haber hecho
una “revolución en la revolución”, pero en realidad habían roto con los principios
clásicos del marxismo-leninismo, que según ellos eran sólo dogmas con los que ha-
bía que terminar.
La “revolución en la revolución” no se circunscribía, según sus promotores, a
la subversión de las tácticas comunistas en los países neocoloniales. Abarcaba tam-
bién a los países imperialistas, a las metrópolis; como aquí también los partidos co-
munistas existentes eran oportunistas y las formas de lucha tradicionales no prospe-
raban debido a la represión del gobierno burgués y además las condiciones de vida
de amplias capas de obreros eran tan miserables como las de los trabajadores colo-
niales y era igualmente imperiosa su liberación, los comunistas debían lanzarse de
inmediato a la lucha, sin pararse a pensar en sutilezas teóricas o a formar partidos;
las guerrillas urbanas eran la forma en que esa lucha debía desarrollarse. Bastaba so-
lamente que un pequeño grupo bien organizado empezara la lucha armada y todo el
pueblo, incluido el proletariado, se uniría a ellos para llevar adelante la revolución.
Esta teoría era evidentemente una restauración del blanquismo en una forma nueva.
...Educados en la escuela de la conspiración y mantenidos en cohesión por la rígida
disciplina que esta escuela supone, los blanquistas partían de la idea de que un
grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en
condiciones, no sólo de adueñarse en un momento favorable del timón del Estado
sino que, desplegando una acción enérgica e incansable, sería capaz de sostenerse
hasta lograr arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno
al puñado de caudillos...21

La actitud de quienes sostenían tales principios era dogmática, pues apoyán-


dose en la tesis cierta del marxismo-leninismo de que sólo por medio de la fuerza

21
Engels, Federico, en la “Introducción” a la obra de Carlos Marx, La Guerra Civil en Francia, contenidos
en: Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas en dos tomos, t. I, Ediciones en Lenguas Extranjeras,
Moscú, p. 501.

328 • Capitalismo moderno y revolución


puede el proletariado conquistar el poder, pretendían ejercerla en cualquier lugar,
bajo cualquier circunstancia y en el momento presente.
Este dogmatismo encontraba su razón de ser en la ideología de la pequeña
burguesía, la cual se deriva a su vez de la posición que esta clase ocupa en el mundo
capitalista actual. Al incrementarse el capitalismo moderno y con él la miseria en
las neocolonias, la situación de la pequeña burguesía empeora vertiginosamente,
se torna cada vez más insegura y produce en ella un clima de desesperación. Esto
empuja a los pequeños burgueses a rebelarse contra el sistema, pero sin apoyarse en
las masas y en una teoría y un partido revolucionarios, sino solamente en la acción
de unos cuantos “héroes legendarios”.
Como se demuestra con lo expuesto sobre el neocolonialismo, en esta etapa
del imperialismo las condiciones esenciales de la explotación colonial, que son las
que determinan la necesidad de la formación del partido, de su fusión con la clase
obrera, la fase previa de propaganda y organización, la alianza proletariado urbano-
proletariado rural, etcétera, no han cambiado, sino, al contrario, han sido llevados
hasta sus últimas consecuencias; de ahí entonces que esa posición dogmática que
examinamos haya sido esencialmente reaccionaria, pues siguen siendo necesarios
todos aquellos pasos enumerados y se impone su realización de una manera más
metódica, compleja y profunda.
Los neoblanquistas consideraban que se habían producido cambios que lle-
vaban al régimen capitalista y al colonialismo precisamente hasta sus últimas conse-
cuencias y extraían de ahí la peregrina conclusión de que los medios que en la etapa
anterior del imperialismo se requerían para hacer la revolución socialista eran ya
obsoletos y debían ser sustituidos por nuevos instrumentos. De esta suerte, como los
partidos comunistas habían sido convertidos en apéndices de la burguesía interna-
cional, ya no era necesario un partido para hacer la revolución; como el imperialis-
mo y las burguesías habían aumentado su poder militar hasta el infinito, un puñado
de locos sueltos podía desquiciar al ejército profesional y conquistar el poder; como
la burguesía internacional había llevado hasta la más alta perfección su dominación
organizativa e ideológica sobre el proletariado, no era necesario rescatar a éste y
llevarlo bajo el ala de la ideología y la organización obreras (ni eran necesarias una
organización y una ideología proletarias), sino esperar que esa férrea dominación
se desplomase como un castillo de naipes al influjo de los conjuros de los Mesías.
Es cierto que tales planteamientos son absurdos, pero sin embargo expresan los in-
tereses de una clase social específica: la pequeña burguesía, que había vuelto por
sus fueros (convertida por el momento en enemiga del proletariado) sobre una base
superior. La tesis que late bajo las argumentaciones de los neoblanquistas es la si-
guiente: cuando el proletariado se ponía en pie de lucha instintivamente, cuando
la burguesía no había establecido todavía tan abrumadoramente su dominación y
apenas se estaba enseñando a gobernar, entonces, Marx, Engels y Lenin idearon
aquel aparato complicado de Partido, propaganda, agitación y organización de la
clase obrera y postularon que la revolución debería ser la obra de las masas cons-
cientes; cuando se ha perfeccionado hasta el infinito la dominación burguesa, ese
aparato es inservible y debe ser sustituido por un grupo de “locos sueltos”; ¡si Fidel

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 329


Castro y Ché Guevara hubiesen vivido un siglo antes, cuántos problemas se habría
ahorrado la humanidad!; ¡a qué pequeña estatura quedan reducidos, frente a estos
“gigantes de la revolución”, las pobres figuras de Marx, Engels, Lenin y Stalin!. Pero
no nos engañemos; como lo demostraremos algunas páginas más adelante, el pesa-
do “aparato” de: Partido, propaganda, agitación, organización, ideología proletaria,
etcétera, es necesario en atención a la esencia misma del régimen burgués que se
pretende subvertir y no al capricho o a la “luminosa” idea repentina de algún pe-
queño burgués despistado; por eso mismo, como la esencia del régimen capitalista
moderno se ha perfeccionado, es igualmente necesario ese “aparato” tan odiado por
los neoblanquistas y más ardua y complicada su estructuración. Agreguemos que
nadie más que Fidel Castro y Ché Guevara podían haber llevado con tal propiedad
el papel de representantes de la pequeña burguesía internacional: la locura de esta
clase encarnó a las mil maravillas en esos dos personajes mesiánicos.
En seguida analizaremos al detalle la teoría neoblanquista de los cubanos y
determinaremos en qué consisten las revisiones que desde esta posición se hacen a
los principios del marxismo-leninismo.

Las tesis neoblanquistas de los cubanos


La formulación más acabada de esta doctrina la encontramos en el folleto de Regis
Debray, “Revolución en la Revolución”, cuyo contenido coincide perfectamente con
las ideas que presidieron la actividad práctica del Partido Comunista Cubano en
materia de revolución internacional. Lo primero que salta a la vista es la terrible
desproporción existente entre el grandioso trabajo teórico y la riquísima experien-
cia (Marx, Engels, Lenin, Stalin y la Ia. y IIa. Internacionales, la Comuna de París,
los Partidos Socialdemócratas, la revolución bolchevique, la IIIa. Internacional y los
Partidos Comunistas) que habían servido de base a la estructuración de la teoría
de la revolución proletaria y la miseria teórica y práctica (Debray, Che y Fidel y la
revolución cubana) que se pretendía fuese el fundamento de una nueva doctrina de
la revolución.
Movería a risa, si no fuera en realidad una trágica traición al proletariado in-
ternacional y un obstáculo a su desarrollo, esta pretensión descabellada. Descubrir
el camino de la revolución socialista y guiar a la clase obrera por esa vía, es decir,
fundar y desarrollar la ciencia de la revolución, ha costado al proletariado mundial
años y años de paciente labor teórica y práctica; ha requerido la entrega absoluta de
titanes del pensamiento y la acción revolucionaria como los ya mencionados y, sobre
todo, ha costado sangre, sudor y lágrimas a millones y millones de obreros de va-
rias generaciones; y cuando esa ciencia está ya estructurada en lo fundamental, sus
principios comprobados y enriquecidos en la práctica viva de más de una centuria,
cuando ya es posible hablar de una verdadera revolución porque el instrumento
teórico está por fin casi perfeccionado y las condiciones materiales en su punto óp-
timo, es cuando un puñado de conjurados, que conquistan el poder por un golpe de
suerte, y un profesorcito de última categoría, educado éste en esa basura que hacen
pasar por marxismo en las Universidades y escuelas burguesas “marxistas” de la
talla de Louis Althausser, pretenden haber descubierto unos nuevos principios re-

330 • Capitalismo moderno y revolución


volucionarios. La novedad de esa teoría, por cierto, se reduce a dar una formulación
moderna, acorde con las circunstancias actuales, a la vieja doctrina del blanquismo.
Una revolución pequeño burguesa por su forma y su esencia, que ha podido pre-
sentarse a sí misma como socialista gracias a una serie de circunstancias, principal-
mente a que llevó al poder a la fracción más radical de la pequeña burguesía cubana
y puso en pie de guerra a la pequeña burguesía internacional —en especial a la
latinoamericana—, y que necesariamente se ha desarrollado hasta convertir a Cuba
en un país socialista pequeño burgués, al estilo de los de Europa oriental; una revo-
lución pequeño burguesa, decíamos, y un intelectual pequeño burgués empapado
de prejuicios marxistas vertidos en 50 páginas de tonterías escritas con un espíri-
tu de autosuficiencia (desprecio absoluto a la ciencia) muy típico de esa clase de
“sabios”, eran los que pretendían echar abajo el edificio centenario del marxismo-
leninismo. El neoblanquismo presupone, como su piedra angular, la tesis de que la
revolución mundial no se ha llevado a cabo por errores teóricos y prácticos de los
dirigentes, quienes se han pasado años y años empleando fórmulas equivocadas
sin descubrir, por su negligencia, el “ábrete sésamo” que a los cubanos les cayó del
cielo; esta forma de concebir las cosas excluye de por sí cualquier clase de ciencia y
permite entronizar en su lugar el prejuicio y la superstición políticas de la peor espe-
cie, puesto que son los prejuicios y la superstición de la clase que es el detritus de la
sociedad moderna, la pequeña burguesía.
La revolución proletaria es un proceso en el que se conjugan dos fenómenos
que antes habían transcurrido separados: el desarrollo de la ciencia del marxismo-
leninismo y el movimiento obrero; el neoblanquismo es la negación de toda ciencia,
como sus propios promotores lo han aceptado, y por lo mismo no puede llevar por
ningún concepto hacia la revolución proletaria.
Los principales puntos de la doctrina que criticamos los transcribimos literal-
mente del libro de Debray:
La enseñanza esencial del presente
I. ¿Qué hay que fortalecer hoy, el Partido o la Guerrilla, germen del ejército popular?
¿Cuál es el eslabón decisivo? ¿Dónde poner el esfuerzo principal?
  Tal es, hoy, la cuestión sobre la cual se dividen los militantes en los países,
vanguardia de la América Latina, donde operan las guerrillas.
  Mañana se planteará entre los militantes de otros países.
  Fidel Castro dice simplemente que no hay revolución sin vanguardia; que esa
vanguardia no es, necesariamente, el Partido marxista-leninista; y que los que
quieren hacer la revolución tienen el derecho y el deber de constituirse en vanguardia,
independientemente de esos partidos.
  Los primeros dirigentes del partido vieron la luz el 26 de julio de 1953, en el Mon-
cada. El partido tiene la misma edad que la revolución. Va a cumplir 14 años.
Moncada, núcleo del ejército rebelde, núcleo del partido; en torno de ese núcleo y
solamente porque existía ya ese núcleo con su dirección político-militar propia.
II. ¿Cómo se forma el Partido de vanguardia? ¿Puede el Partido, en las condiciones
existentes en la América Latina, crear el ejército popular o es el ejército popular el
que debe crear el Partido de vanguardia?

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 331


  ¿Quien es el núcleo de quién?.
  Muchos Partidos Comunistas tuvieron, pues, en la América Latina, un falso
arranque hace 30 ó 40 años, por razones incontrolables, creando así una situación
compleja. Ahora bien, los Partidos son instrumentos de la lucha de clases. Ahí donde
el instrumento no sirve ya, ¿debe detenerse la lucha de clases o deben forjarse nuevos
instrumentos? Cuestión imbécil; ésta decisión no pertenece a nadie. La lucha de
clases —sobre todo en la América Latina actual— bien puede ser frenada, limitada,
desviada, pero no se detendrá. Entonces las clases populares se inventan sus
vanguardias, se las arreglan con lo que encuentran, y el deber de los revolucionarios
es precipitar esta formación. ¿Pero la formación de qué exactamente?
  La revolución latinoamericana y su vanguardia, la revolución cubana, hace así
un aporte decisivo a la experiencia revolucionaria internacional y al marxismo-
leninismo:
  En ciertas condiciones, la instancia política no se separa de la instancia militar:
ambas forman un todo orgánico. Esta organización es la del ejército Popular cuyo
núcleo es el ejército guerrillero. El partido de vanguardia puede existir bajo la
forma propia del foco guerrillero. La guerrilla es el Partido en gestación. Esta es la
desconcertante novedad inaugurada por la Revolución Cubana.
  Se trata sin duda de un aporte. Se podría juzgar esta situación excepcional como
fruto de una coyuntura única y sin alcance. Al contrario: la evolución reciente de los
países que se hallan en la vanguardia de la lucha armada en el continente la confirma
y la refuerza...
  Así, para que el pequeño motor ponga realmente en marcha al gran motor de las
masas, sin lo cual su acción es limitada, es necesario, primero, que sea reconocido por
las masas como su único intérprete y su único guía, so pena de dividir y debilitar las
fuerzas del pueblo. Para que se opere ese reconocimiento es preciso que la guerrilla
asuma todas las funciones del mando, políticas y militares. Todo movimiento
guerrillero que quiera llevar al fin la guerra del pueblo, convertirse, si es necesario,
en ejército regular y comenzar una guerra de movimientos y posiciones deberá, en la
América Latina, llegar a ser la vanguardia política indiscutida, con lo esencial de su
dirección incorporada a su mando militar.
 ¿Cómo se justifica esta herejía? ¿Con qué título puede el movimiento guerrillero
reivindicar para sí, vertebralmente, esa responsabilidad?.
  A título de la alianza de clases que sólo él puede sellar, la misma que tomará el
poder y lo administrará, la misma cuyos intereses son los del socialismo; la alianza
obrero-campesina. El ejército guerrillero sella esta alianza en la acción, él mismo lo
es en persona. Cuando se arroga las prerrogativas de dirigente político, ese ejército
no hace sino ser consecuente con su contenido de clase, previendo los peligros de
mañana. Sólo él puede garantizar después de la victoria que el poder popular no
será desnaturalizado. Si en el curso mismo de la guerra emancipadora no asume las
funciones de dirección política mucho menos podrá asumirlas al final de la guerra, y
la burguesía, de seguro, con todo el apoyo imperialista necesario, sabrá aprovechar
la situación.
  La alianza obrero-campesina halla a menudo su punto de unión en un grupo de
revolucionarios de extracción burguesa, en el que se recluta una buena parte de la
comandancia guerrillera. Aún si esa posibilidad es hoy reducida por la polarización
extrema de las clases sociales en presencia, está lejos de haber sido abolida.

332 • Capitalismo moderno y revolución


  Tal es la ley de las “equivalencias-sustituciones” en países de alguna manera
colonizados: una clase obrera demasiado poco numerosa o ganada por la influencia
de su aristocracia sindical reformista, un campesinado aislado y humillado,
aceptan a ese grupo de origen burgués como su Dirección Política. En el curso de
la lucha armada que los despierta y moviliza, se produce una especie de delegación
provisional de poderes.
  A la inversa, para asumir esa misión, ese vicariato histórico, y no usurpar una
función que no es sino consentida, esa pequeña burguesía debe, según la expresión
de Cabral, “suicidarse como clase para resucitar como trabajador revolucionario,
enteramente identificado con las aspiraciones más profundas de su pueblo”. El
lugar y el momento más favorables para ese suicidio es la acción guerrillera. Aquí,
el pequeño grupo de iniciadores, venidos de la ciudad, hace la experiencia cotidiana
de una realidad agraria encontrada por primera vez, se incorpora poco a poco a sus
necesidades, comprende desde el interior sus aspiraciones, su programa de acción.
¿Dónde mejor que en el ejército guerrillero en formación podría operarse esa muda
de piel y esa resurrección?
 ¿Se ha observado que casi todos esos movimientos guerrilleros no tienen
comisarios políticos ni los reclaman? la mayor parte de los combatientes proceden
de las filas comunistas. Son las primeras guerrillas socialistas que no han adoptado
el sistema de comisarios políticos. Ese sistema no parece corresponder a la realidad
latinoamericana.
  Si lo que hemos dicho no está desprovisto de sentido, esa ausencia de técnicos en
asuntos políticos viene a sancionar la ausencia de técnicos en asuntos militares: los
guerrilleros son unos y los otros, indisolublemente...
  Resumamos. No comprender a cabalidad la novedad teórica e histórica de esta
situación puede llevar a equivocaciones peligrosas, en el seno mismo de la lucha
armada. Considerar al Partido existente como distinto y superior al Partido de nuevo
tipo que crece con la guerrilla, conduce lógicamente a dos actitudes.
  Una: subordinar la guerrilla al Partido. El sistema de los comisarios políticos
es un efecto de esta subordinación. Supone que el ejército guerrillero es incapaz
de dirigirse a sí mismo y que debe ser orientado desde fuera; es decir, supone la
existencia de un dirigente y un orientador revolucionario en una vanguardia previa
a la guerrilla. Este supuesto, desgraciadamente, no responde a la realidad.
  Otra: calcar el Partido sobre la guerrilla, o sea construir el ejército popular sobre
el modelo tradicional del Partido. Hemos visto un efecto de este sistema en la
preferencia dada a las organizativas sobre las tareas operativas, en la creencia de
que el órgano puede crear la función...
  A situación nueva, métodos nuevos. Es decir, cuidarse de no adoptar, por
equivocación o tradición, formas de acción que no son las propias de este contenido
nuevo.
  Cualquiera puede ahora responder al dilema inicial.
  En algunos lugares de América, dialécticamente, a largo plazo, no habrá que
escoger entre partido de vanguardia y ejército popular. Pero en lo inmediato hay un
orden de tareas históricamente fundamentado. El ejército popular será el núcleo del
partido y no a la inversa. La guerrilla es la vanguardia política “in nuce” y sólo de su
desarrollo puede nacer el verdadero Partido.
  Por ello hay que desarrollar la guerrilla para desarrollar la vanguardia política.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 333


  Por ello en la coyuntura actual el acento principal debe ponerse en el desarrollo
de la guerra de guerrillas y no en el fortalecimiento de los partidos existentes o en la
creación de nuevos partidos.
  Por ello, en estos mismo lugares, el trabajo insurreccional es hoy el trabajo político
número uno.

Algunas consecuencias para el futuro


Ahora bien, cualquiera puede hoy esbozar las consecuencias generales de ese aporte
de Cuba a América Latina.
I. Lo decisivo para el futuro es la apertura de focos militares y no de “focos” políticos.
II. Sin lucha armada no hay vanguardia definida. Donde quiera que no hay lucha
armada, existiendo condiciones para ello, es que aún no existe vanguardia
política...
III. No escapa a nadie que hoy, en la América Latina, la lucha contra el imperialismo
es decisiva. Si es decisiva, todo lo demás es secundario...
  En torno de esta línea de acción se reúnen hoy los que en América Latina tienen
las armas en la mano. Hacia ellos convergen todas las formaciones a medida que se
acercan a la lucha armada. Este encuentro no debe nada al azar. Debe menos todavía
al complot. No se han dado el santo y seña, como afectan creerlo las oligarquías. Este
encuentro es simplemente racional. En una situación histórica dada puede haber
mil maneras de hablar de la Revolución, pero hay una concordancia necesaria entre
todos los que se han decidido a hacerla.22

Hasta aquí Debray.


Antes de proceder al análisis de estos conceptos haremos dos consideracio-
nes importantes: 1o., como la teoría “neoblanquista” dejó el ámbito local latinoa-
mericano y se elevó a la categoría de forma general de la revolución socialista en el
mundo, es decir, como la vía propuesta por la pequeña burguesía para la revolución
proletaria internacional, tanto en las metrópolis como en las neocolonias, al estudiar
sus puntos fundamentales nos referimos a esa misma forma general; 2o., partimos
del supuesto, empíricamente demostrable, de que lo que existe actualmente en todo
el mundo es el capitalismo en cualquiera de sus formas de manifestarse y que por
tanto las leyes básicas de ese sistema continúan vigentes en toda su extensión. Como
hemos demostrado en la parte general, el capitalismo moderno se caracteriza pre-
cisamente porque ha llevado hasta sus últimas consecuencias el desarrollo de su
esencia.

El capitalismo en general y el capitalismo contemporáneo


Los clásicos de la teoría revolucionaria demostraron que el régimen capitalista crea
la necesidad histórica de su subversión por la clase obrera para ser transformado en
un régimen superior, el socialismo; en la actualidad, al haber pasado el capitalismo
a una etapa más alta, esa necesidad sigue vigente y las condiciones que acercan la
necesidad al terreno de la posibilidad se han desarrollado de tal manera que para

22
Debray, Regis, ¿Revolución en la Revolución?, Política, año VII, No. 163, 1-14 de febrero de 1997.

334 • Capitalismo moderno y revolución


todos los pueblos del mundo no existe ya otra alternativa que la revolución socia-
lista realizada por el proletariado; los neoblanquistas, haciendo abstracción de estas
consideraciones científicas que deben presidir la actividad de los verdaderos revolu-
cionarios, propugnaban por una revolución socialista que no es dirigida ni realizada
por la clase obrera, con lo que de hecho estaban negando —coincidiendo en esto con
el marcusianismo— el papel del proletariado como la clase revolucionaria que debe
subvertir la sociedad moderna. Claro es que esta posición corresponde por comple-
to a los intereses de la pequeña burguesía, la cual no puede establecer en ninguna
parte el socialismo, sino un régimen que garantice sus propias reivindicaciones de
clase frente a la gran burguesía, para lo cual necesita mantener bajo su férula, como
clase explotada, al proletariado; esta es la razón por la que los grupos castristas y
marcusianos de todo el orbe, como representantes natos de la pequeña burguesía,
eludieron sistemáticamente la tarea de organizar al proletariado para asumir la di-
rección de la lucha; además, el carácter no proletario (anti-proletario sería más co-
rrecto) del movimiento de la pequeña burguesía, era confesado abiertamente por
ésta al propugnar por una revolución socialista distinta de la que tradicionalmente
habían promovido los comunistas; la diferencia esencial salta a la vista: los castristas
(neoblanquistas) pretendían llevar al poder a la pequeña burguesía, los comunistas a
la clase obrera.
Como pasamos a demostrarlo en seguida, la necesidad histórica de la subver-
sión de la sociedad burguesa por el proletariado se deriva directamente de la esencia
misma del régimen capitalista; dado que ésta subsiste en la actualidad y de una ma-
nera más perfeccionada, es evidente que esa necesidad histórica existe todavía y la
revolución proletaria sigue siendo la única forma de llegar al socialismo.

Fases de la evolución de la especie humana


Según dejamos establecido, el capitalismo crea las premisas para su subversión por
el proletariado.
El capitalismo constituye la etapa superior del régimen de la propiedad pri-
vada y éste es una fase determinada del desarrollo de la especie humana. La especie
humana (materia pensante) es el otro, la esencia negativa de la materia inorgánica;
el desenvolvimiento de ésta lleva necesariamente a la aparición de su esencia, a la
conversión de la materia pensante (especie humana) en un existente.
La materia pensante (especie humana) tiene como características específicas
la realización de su actividad vital en forma consciente y la incorporación a su ser de
todas las fuerzas de la naturaleza exterior.
El desarrollo de la especie humana pasa por las siguientes fases bien delimi-
tadas:
a) Fase de su constitución, que es al mismo tiempo la de la negación más alta de
la materia inorgánica. En este período se constituyen las características funda-
mentales de la naturaleza humana: (a) capacidades físicas y mentales específicas
(naturaleza biológica del hombre) destinadas a la realización de la actividad vital
consciente y a la incorporación de la naturaleza exterior; (b) fuerza colectiva de

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 335


trabajo y (c) proceso de trabajo que es al mismo tiempo la producción y el ejerci-
cio de las facultades humanas de los individuos de la especie, pero engarzadas
en la fuerza colectiva de trabajo. El ser de la especie lo constituyen en esta época
la comunidad de seres vivos, su fuerza colectiva de trabajo, sus instrumentos
individuales, sus precarios instrumentos colectivos y apenas sí la superficie de
las fuerzas de la naturaleza.
  Esta fase de constitución de la naturaleza característica de la especie humana
lleva dentro de sí los elementos de su negación, que a la vez son los de una fase
superior de su existencia.
b) Primera fase del desarrollo de la naturaleza esencial de la especie. Dentro de la
comunidad primitiva se produce un perfeccionamiento de las capacidades indi-
viduales de los integrantes de la especie humana que al final lleva necesariamente
a los siguientes resultados: (a) destrucción de la fuerza colectiva de trabajo, (b)
inicio del proceso de anulación y degeneración de la naturaleza biológica del
hombre, (c) transformación del proceso colectivo de trabajo en un proceso familiar
e individual y (d) destrucción del ser primigenio de la especie y establecimiento
en su lugar de otra forma distinta, compuesta por las familias o los individuos,
sus fuerzas individuales de trabajo, sus instrumentos individuales, una parcela
de las fuerzas de la naturaleza y la comunidad de las familias y los individuos
con sus condiciones generales de existencia y reproducción; en pocas palabras,
surge y se desarrolla la propiedad privada. Se incorpora al individuo y a la co-
munidad de individuos, y a través de ellos a la nueva forma alcanzada por el ser
de la especie, una porción más grande de las fuerzas de la naturaleza, aunque
parceladas y ajenas entre sí sus partes integrantes.
  En este período, las características de la especie (actividad vital consciente y
asimilación de la naturaleza exterior) se siguen desarrollando ascendentemente,
aunque en una forma distinta que en la fase anterior, es decir, ahora a través de
las familias o los individuos opuestos entre sí y desgajados de la colectividad
y teniendo como antecedente y resultado necesarios la anulación creciente de
aquellos elementos de la naturaleza humana dentro de los cuales se formaron las
características de la especie: fuerza colectiva de trabajo, conformación biológica
del ser humano y proceso humano de trabajo.
  Durante el período de la propiedad privada, al tiempo que se producen los ele-
mentos de esta etapa de la existencia de la especie humana se crean los elementos
de su negación que simultáneamente son el germen de una forma superior suya.
En la primera parte del régimen de la propiedad privada, las capacidades de la
especie se desarrollan hasta el virtuosismo en los individuos que la componen; el
punto más alto de este proceso se alcanza con el establecimiento de un régimen
basado en la existencia de una multitud de productores privados independientes,
dueños de sus propios instrumentos de producción. A partir de aquí se inicia la
última etapa de existencia de la propiedad privada, el régimen de producción
capitalista. En ésta se consuma el proceso de anulación de la naturaleza esencial
del hombre y las capacidades de la especie son quitadas al individuo e incorpo-
radas al capital como capacidades sociales. En este momento el ser de la especie

336 • Capitalismo moderno y revolución


está compuesto de la siguiente manera: una clase de propietarios privados de los
medios e instrumentos de producción, una multitud de fuerzas individuales de
trabajo sustantivadas, desposeídas de toda capacidad y violentamente reunidas
para trabajar sobre las parcelas de medios e instrumentos de producción (capaci-
dades de la especie) propiedad de los capitalistas, los medios e instrumentos de
producción parcelados entre los propietarios privados, relacionadas entre sí
de una manera extrínseca y constituyendo cada una de ellas una concentración de
medios e instrumentos de producción que sólo pueden ser empleados por el
trabajo colectivo.
c) Fase superior del desarrollo de la especie humana. El capitalismo deviene necesa-
riamente en su otro, el socialismo, dando paso así a la forma superior de existencia
de la especie humana. En este período son reivindicados todos aquellos elementos de
la naturaleza humana perdidos en la época de la propiedad privada: (a) una
fuerza colectiva de trabajo formada por las fuerzas individuales despojadas de su
sustantividad, que indiferenciadas se han fundido en una unidad, (b) la natura-
leza biológica humana, (c) el proceso humano de trabajo que adquiere ahora una
forma más elevada de existencia, en la cual las capacidades de la especie tienen
una naturaleza social y el sujeto de la misma lo es la fuerza colectiva de trabajo.
El ser de la especie lo componen: la fuerza colectiva de trabajo, las capacidades
sociales de esa fuerza colectiva y la totalidad de las fuerzas de la naturaleza que
se han hecho interiores a la especie.

La materia pensante (especie humana) ha llegado a la fase superior de su exis-


tencia; en su interior, en forma germinal, contiene a su esencia como a su otro, como
a la materia inorgánica; es decir que, fatalmente, tras un reinado más o menos largo
de la especie humana sobre la faz de la tierra, deberá venir una fase descendente que
culmine con su extinción, lo que sólo anunciará la reversión de la materia viviente
hacia la materia inorgánica.
El capitalismo tiene en su interior a su esencia como su otro; el desarrollo de
este régimen social lleva necesariamente a la aparición de su esencia, es decir, a la
conversión de su otro, el socialismo, en un existente.
En su proceso de vida, el capitalismo engendra sus elementos constitutivos,
los cuales son al mismo tiempo elementos de su negación; conforme esta formación
económica llega a estadios superiores, en la misma medida se perfeccionan y forta-
lecen sus elementos negatorios.
Cuando el capitalismo alcanza el punto más alto de su existencia, sus elemen-
tos negatorios, que son a la vez elementos de la aparición del otro existente en su
interior, han madurado lo suficiente para exigir el cambio cualitativo.
La esencia del régimen capitalista consiste, por un lado en la anulación de
la esencia natural humana y, por el otro, en el desarrollo de los elementos para su
reapropiación por la especie humana.
El proceso de anulación de la naturaleza humana de la especie llega, en la fase
superior del régimen capitalista, a lo siguiente:

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 337


— destrucción completa de la comunidad (colectividad) y establecimiento de la
forma más exacerbada de la individualidad;
— descomposición y degeneración de todos los procesos orgánicos y de los órganos
de los trabajadores;
— anulación, irreversible dentro del régimen capitalista, de la esencia biológica de
la especie;
— despojo al trabajador de todas sus capacidades físicas y mentales, las que se
incorporan a la maquinaria y a través de ella al capital.

Los elementos de la naturaleza humana que le son sustraídos al trabajador


se acumulan en el polo opuesto, bajo la forma del capital. Este sólo puede existir
y desarrollarse produciendo la anulación acelerada de la naturaleza humana en el
proletariado. La clase obrera es el sujeto pasivo de esta relación en tanto que la bur-
guesía es el sujeto activo.
Esta relación de mutuo engendramiento entre el proletariado y el capital que
es esa misma esencia natural pero ajena y opuesta a él se produce a través del sis-
tema de trabajo asalariado, es decir, de la producción y acumulación de plusvalía.
El proceso de anulación de la naturaleza humana en el capitalismo es al mis-
mo tiempo el de la creación de los elementos para su reapropiación por la especie en
una forma superior:

en primer lugar, reduce al individuo a simple fuerza abstracta de trabajo, sin


ninguna capacidad específica; esto constituye la base para: (a) la formación de
una fuerza colectiva de trabajo en la que las fuerzas individuales no tengan
sustantividad alguna y (b) la conversión de esa fuerza colectiva de trabajo en el
sujeto de las capacidades esenciales de la especie;
en segundo lugar, transforma las capacidades esenciales de la especie en capacida-
des colectivas, sociales (sistema industrial basado en la producción maquinizada);
por último, hace imperiosa esa reapropiación porque de no realizarse se llegaría
al punto en que la anulación biológica fuese absolutamente irreversible, lo que
provocaría la aniquilación definitiva de la especie humana.

El proletariado, fuerza activa de la revolución socialista


El agente de la transformación revolucionaria aquí delineada es el proletariado. En
esta clase social se materializa la deshumanización de la especie, se manifiesta ple-
namente la aniquilación de su naturaleza humana. Es por ello que está irrevocable-
mente destinada a realizar la tarea histórica de la recuperación de la humanidad de
la especie sobre la alta base que ha dejado el desarrollo anterior de la sociedad.
Las tareas del proletariado son las siguientes: (a) unificación de las capacida-
des de la especie que en el capitalismo se encuentran bajo la forma de la estructura
industrial parcelada en propiedades privadas, (b) restablecimiento de la colectivi-
dad, lo que requiere: la desustantivación de las fuerzas individuales de trabajo, la
recuperación de la naturaleza biológica-humana de los individuos y la formación de

338 • Capitalismo moderno y revolución


una naturaleza colectiva de los individuos, (c) reapropiación por la colectividad así
restaurada de las capacidades de la especie humana.
Para la realización plena de sus tareas revolucionarias, el proletariado debe
adquirir una profunda conciencia de las características esenciales de la especie hu-
mana, de las fases de su evolución, de la cualidad específica de la propiedad priva-
da, de la naturaleza del capitalismo como régimen depredador de las características
humanas de la especie, pero también como la formación económico-social en donde
se crean las premisas para el establecimiento de la forma superior de existencia de la
especie (la socialización de sus capacidades y la fuerza abstracta de trabajo), de que
como clase social específica constituye una materialización de esa deshumanización
que se produce tanto cuando no se satisfacen como cuando se llenan más o me-
nos abundantemente sus necesidades individuales, de que el capitalismo hace del
obrero individual el último reducto de la propiedad privada y que lo exalta como
propietario privado de su corporeidad, igualmente cuando le niega los satisfactores
más elementales como en aquellas situaciones en las cuales se los proporciona en
un volumen mayor o menor, de que por todas esas circunstancias está obligado a
efectuar la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista, de que como
prerrequisito para la realización de la revolución socialista debe negar en sí mismo
al individuo capitalista y forjar la conciencia y la moral del hombre colectivo, de
que la revolución proletaria es la puerta de entrada a la primera fase del proceso
de rehumanización de la especie, la cual constituye la meta no sólo de toda la his-
toria humana, sino de la evolución de la materia orgánica, de que el socialismo se
caracteriza porque en él se organizan las capacidades de la especie como una uni-
dad, se estructura la colectividad por medio de la restauración de la naturaleza bio-
lógico-humana de los trabajadores y de la transformación del individuo trabajador
en un ser colectivo (despojado por completo de su individualidad capitalista) y se
realiza la fusión del hombre colectivo con sus capacidades esenciales, de que el co-
munismo es el período de la evolución en el cual la especie humana existe en su
forma superior, en donde el sujeto lo es la colectividad que tiene en sí a todas las
fuerzas de la naturaleza como sus capacidades esenciales, de que la única vía hacia
el socialismo es la revolución proletaria, es decir: la conquista del poder político por
el proletariado consciente, el establecimiento de su dictadura, la abolición de la pro-
piedad privada, la aniquilación de la individualidad capitalista de los trabajadores,
la instauración de la propiedad colectiva, etcétera.
Sin una conciencia tal y como la que hemos descrito, es imposible que el pro-
letariado realice su labor histórica.
Como ya habíamos explicado, el capitalismo internacional tiene dos fases de
desarrollo lógico-históricas. En la primera de ellas predomina la forma de la explo-
tación del proletariado por la burguesía que se caracteriza por la no-satisfacción de
las necesidades de los trabajadores como productores de plusvalía y por la negativa
violenta y aniquiladora de ciertos sectores de la burguesía a satisfacerlas. Es en esta
época cuando nace el marxismo, que es el reflejo teórico de la evolución de la especie
humana; esta doctrina comprende el conocimiento de: (a) la naturaleza del capita-
lismo como la última fase de la existencia de la propiedad privada y de ésta como el

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 339


régimen en el cual se realiza la deshumanización de la especie a la vez que se crean
las premisas para la plena y más alta humanización de la misma, (b) la revolución
proletaria como el medio necesario para lograr el paso de la deshumanización aguda
a la rehumanización de la especie, (c) el socialismo como el régimen social en don-
de se produce la rehumanización de la especie que comprende la constitución del
individuo como un ser social y, por lo mismo, la aniquilación de la individualidad
capitalista de los trabajadores y (d) el comunismo como la existencia llena de la for-
ma superior de la humanidad de la especie. El marxismo se despliega hacia su des-
tinatario natural, el proletariado, con el cual intenta fundirse para realizar la labor
histórica que teóricamente ha aprehendido; la clase de los trabajadores se encuentra,
a lo largo de toda esta etapa, enfrascada en una disputa a muerte con la burguesía
en torno a su mera supervivencia física como clase productora de plusvalía; es a este
proletariado al que se une la teoría revolucionaria para conducirlo por el camino del
socialismo. El marxismo, una vez que ha establecido sus fundamentos teórico-filo-
sóficos, se lanza de lleno a la tarea de dirigir al proletariado hacia la revolución so-
cialista: desarrolla entonces todos los problemas teóricos de la táctica y la estrategia
para la conquista del poder, pero deja en el mismo punto aquel fundamento del que
había partido, sin continuar con su profundización, ampliación y perfeccionamien-
to. El leninismo toma esta situación tal cual, eleva al virtuosismo la teoría de la con-
quista del poder por el proletariado y la lleva a su materialización en la revolución
de 1917; esta revolución se ha realizado dando conciencia a los trabajadores única-
mente de la oposición irreconciliable entre su individualidad capitalista y el régimen
capitalista y del carácter del socialismo como el régimen que satisface las exigencias
de aquella individualidad. La revolución de octubre la hizo un proletariado que no
tenía conciencia de la esencia de la explotación y depauperación capitalista ni por
tanto de la del socialismo y a quien, por el contrario, los mismos revolucionarios le
habían inyectado una conciencia de la explotación y miseria capitalistas que se de-
finían como la no-satisfacción de sus necesidades individuales, como el hambre, las
enfermedades, la muerte prematura, el desempleo, la falta de viviendas, la violencia
física y moral en las fábricas, etcétera y del socialismo como una colectivización que
tiene como finalidad cubrir aquellas necesidades. El proletariado desarrolla en la lu-
cha y después de ella una conciencia, una moral y una acción colectivas que niegan,
pero que sin embargo conservan como su base, a la individualidad capitalista que es
su naturaleza esencial; el ser colectivo de los trabajadores existe pero teniendo como su
fundamento al individuo capitalista. El leninismo también forja y aplica la teoría de
la construcción del socialismo; se trata de la colectivización de la producción que está
gravada por su contrario, por el individuo capitalista que no ha sido destruido en
el proletariado; la colectividad existe en función del individuo aunque en algunos
momentos parezca negarlo radicalmente. Es por eso que, aunque al revisionismo mo-
derno le parezca paradójico, la colectivización leninista, que aparentemente niega
al individuo capitalista, al contrario, no únicamente lo mantiene como su base, sino
que lo engendra con una potencia inconmensurable. Stalin es el que da el impulso
final a la teoría y a la práctica de la colectivización socialista con las características
aquí descritas; al final de su dictadura, el contenido capitalista del régimen socialista

340 • Capitalismo moderno y revolución


ha madurado lo suficiente como para romper la envoltura colectiva que le había sido
impuesta: toda la violencia revolucionaria ejercida por Stalin no es sino un trágico
intento de conservar algo (la colectivización socialista) que ya había sido destruido
desde sus cimientos.
Después de la caída del que aquí hemos denominado socialismo formal, el
capitalismo internacional ingresa a una nueva fase de su desenvolvimiento cuyas
características ya hemos enumerado en páginas anteriores y de las cuales sólo nos
interesa aquí señalar algunos aspectos fundamentales:
(a) el franco desarrollo de la segunda forma de existencia del capitalismo da la base
para que se pueda conceptuar la satisfacción de las necesidades individuales capi-
talistas de los trabajadores como otra manifestación de la esencia de la explotación
capitalista y, por tanto, brinda así los elementos para la plena comprensión de
ésta; (b) con el incremento del consumo se presentan las condiciones para llegar
a aprehenderlo como una forma específica de la explotación capitalista y (c) en
el consumo masivo se hace el obrero a sí mismo lo que el capital le causa en la
órbita de la producción, con lo cual se pone de manifiesto que el trabajador es el
último reducto de la propiedad privada capitalista y que como tal se provoca su
propia deshumanización acelerada. Con la conciencia de todo esto, que la teoría
revolucionaria se encargará de llevarles, los trabajadores, que se ven a sí mismos
como unas verdaderas piltrafas, como una trágica caricatura de seres humanos,
deberán abjurar de su individualidad capitalista y desplegar la lucha en contra
del régimen burgués para la instauración de la forma superior del socialismo.

La energía revolucionaria del proletariado


La relación existente entre el proletariado y su esencia natural-humana enajenada
en el capital produce en los trabajadores una sensación exacerbada de insatisfacción,
un malestar creciente y una enorme tensión psíquico-física que sólo son paliados
momentáneamente por la satisfacción anti-natural y antihumana de necesidades de
la misma índole para ser de nuevo potenciadas en una forma exorbitante.
Todo esto se traduce en el desarrollo, dentro del proletariado, de un sistema
polar de sentimientos: por un lado, uno de frustración y odio reconcentrado con-
tra sí mismo, sus semejantes y las condiciones de su existencia; por otro, uno de
“satisfacción instintiva”, crecientemente placentera, inhumana y antinatural de las
necesidades de ese mismo tipo. Estos dos sentimientos se engendran mutuamente y
crecen desorbitadamente.
Esta progresiva tensión psíquico-física, esta energía potencial del proletaria-
do que se incrementa inconmensurablemente con la acumulación de capital, es un
elemento imprescindible de la negación del régimen de producción capitalista y de
la aparición de su otro, el socialismo.
El capitalismo engendra igualmente todos los demás elementos de su nega-
ción y de la aparición del socialismo: una teoría revolucionaria, un grupo social que
es el portador natural de la misma y el movimiento de fusión de ambos entre sí y con
la clase obrera. La necesidad del Partido y de la organización, propaganda y agita-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 341


ción dentro de la clase obrera está implícita en la dialéctica del proceso de negación
del régimen capitalista y de conversión de su otro en un existente.
El capitalismo es el régimen económico en el cual los medios e instrumentos
de producción y los medios de vida pertenecen en propiedad a una clase que cons-
tituye una minoría de los miembros de la sociedad, la burguesía; dichos medios e
instrumentos de producción y de vida son producto del trabajo de la gran mayoría
de la población, los proletarios, que no tienen en propiedad nada más que su fuerza
de trabajo y deben venderla a la clase dueña de la riqueza social con el fin de obtener
a cambio los bienes para subvenir a sus necesidades. La creación, conservación e
incremento de la riqueza social se basan, en la sociedad capitalista, en la explotación
del trabajo de la clase obrera. Los obreros trabajan sobre los instrumentos de produc-
ción que son propiedad del capitalista y éste se apropia todo lo producido; reintegra
después al obrero lo necesario para que continúe vivo, en aptitud de trabajar, y se
reproduzca engendrando más trabajadores. El aumento de la riqueza social se basa
en la extracción de cantidades cada vez mayores de plusvalía (trabajo excedente) a
los obreros y, en consecuencia, en el aumento de la depauperación y esclavización
del proletariado. La esencia del régimen capitalista determina que cada progreso
del capital se derive directamente de una vulneración de las condiciones de vida de
los trabajadores y que a su vez prepare una acometida mucho más poderosa contra
éstas; el capital sólo puede desarrollarse —tanto en el capitalismo de tipo “manches-
teriano” como en las modernas sociedades de consumo, igual cuando no satisface
las necesidades elementales de los trabajadores como cuando las colma en un eleva-
do nivel— a costa de un desgaste cada vez mayor de la fuerza de trabajo y de una
anulación más decisiva de las facultades físicas y mentales de los obreros, con lo que
provoca la descomposición y degeneración, irreversibles dentro del capitalismo, de
sus organismos y sus mentes; el capital crece a costa de devastar aceleradamente la
fuerza de trabajo, arruinando las funciones fisiológicas fundamentales de los tra-
bajadores, a los que convierte en la negación viviente de la naturaleza humana. El
aumento del capital trae como consecuencia el incremento del proletariado y, por lo
tanto, el crecimiento extensivo de la depauperación. El avance del capital lleva a la
reducción de los obreros necesarios para producir la misma cantidad de mercancías,
por lo que de este modo crea una sobrepoblación relativa de obreros desocupados
que viven en condiciones infrahumanas; el capitalismo establece una jerarquización
de los diversos trabajos, de los cuales los más bajos en esa escala son los remune-
rados con salarios muy por debajo del mínimo para subsistir; los obreros que se
ocupan de estos trabajos forman, con mucho, una gran parte de la clase obrera de un
país determinado y el capitalismo reduce constantemente el trabajo a los niveles mí-
nimos de que hablamos al convertir el trabajo complejo en trabajo simple por medio
del empleo cada vez más generalizado de las máquinas y de la división del trabajo.
En conclusión, la depauperación de la totalidad de la clase obrera se incrementa con
el desarrollo del capital y el aumento de la riqueza social.
Pero el capitalismo no trae sólo la depauperación de los trabajadores, sino
también su sojuzgamiento, su esclavización al despotismo del capital; igualmente
acarrea la miseria moral de la clase obrera.

342 • Capitalismo moderno y revolución


La riqueza social monopolizada por una minoría no es otra cosa que el traba-
jo, convertido en medios e instrumentos de producción y medios de vida, de la in-
mensa mayoría de la sociedad, de los proletarios, que no poseen en propiedad sino
su fuerza de trabajo, la cual tienen que vender para poder obtener lo necesario para
vivir y reproducirse. Todo el mundo de riqueza que existe en la sociedad burguesa,
que ha sido creado solamente por la actividad productiva de la clase obrera y que
es su propia sangre, sus músculos, su cerebro, carne de su carne, no le pertenece. Se
encuentra así, en la sociedad capitalista, separada de sus propios productos, desga-
jada de lo que no es sino otra forma de manifestar su propia naturaleza, separada
del mundo que le pertenece porque lo ha hecho con sus manos. La burguesía, por
el contrario, sin haber creado un solo átomo de la riqueza social, disfruta de ella, se
la apropia en su totalidad y se adueña del trabajo acumulado de millones de traba-
jadores.
El capitalismo, al incrementar las fuerzas productivas, socializa el proceso
de producción. Los instrumentos, que en la edad media existían diseminados por
toda la sociedad, son concentrados y convertidos de instrumentos individuales en
instrumentos sociales. La producción, que anteriormente era la actividad que rea-
lizaba cada pequeño propietario con sus miserables instrumentos individuales, se
transforma en una actividad en la que por fuerza tiene que participar toda la colecti-
vidad conjuntamente, pues los instrumentos han cobrado una forma y proporciones
tales que ya no es posible que los manejen individuos aislados. La dirección de la
producción social está a cargo de empleados a sueldo del capital; los propietarios de
los medios e instrumentos de producción no tienen ningún papel productivo; aquí
se manifiesta claramente lo irracional de la propiedad privada sobre los medios e
instrumentos de producción en la sociedad capitalista.
Una de las leyes de la producción capitalista es su reproducción sobre una
base cada vez más amplia. Primero invade todas las ramas de producción de un
país y luego el mundo entero. Así, aumenta el número de proletarios y los concentra
en núcleos cada vez más grandes y mejor organizados. La depauperación aumenta
necesariamente con el número de esclavos del capital.
Todas las circunstancias en que se manifiestan la depauperación, la esclavi-
zación y lo inhumano de las condiciones de vida de la clase obrera, la llevan nece-
sariamente a indignarse y rebelarse contra ese estado de cosas. Y como el régimen
capitalista en su desarrollo los reproduce en forma ampliada, siempre hay, para la
clase obrera, motivos para su indignación y rebeldía.
Conforme a los principios clásicos de la teoría, de estas características esen-
ciales se deriva el papel revolucionario de la clase obrera. El capitalismo se basa en la
separación absoluta entre el productor directo y los medios de producción y de vida
propiedad de la clase burguesa; a causa de esta situación, la necesidad de mantener
la existencia física obliga al proletariado a obtener los medios de vida a través del in-
tercambio, con el burgués, de fuerza de trabajo por salario. La actividad productiva
del obrero no se realiza espontáneamente, sino impuesta por la necesidad física de
mantenerse con vida; el trabajo es ajeno al proletario, es decir, no es parte de su pro-
pia naturaleza, sino algo exterior a ella; en consecuencia, para realizar la actividad

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 343


productiva, el proletario debe ser acuciado por la necesidad, la cual se manifiesta en
una insatisfacción e inquietud constantes (“su inquietud en sí, la propiedad privada
disuelta y que se disuelve”), en una falta, que significa para el obrero un malestar
ininterrumpido, sensación que se renueva cada día, puesto que su base material, es
decir, la separación del trabajador respecto del mundo objetivo, es permanente. Este
malestar, siempre renovado y ampliado conforme se acumula, se expresa en una
constante tensión psíquica, en una especie de energía potencial que presiona desde
dentro al obrero: es el motor de su actividad; tal sensación de malestar, tal tensión
psíquica, son una consecuencia y condición indispensables de la existencia del capi-
talismo; éste la reproduce y amplía durante su desarrollo porque reproduce y am-
plía la separación del obrero respecto de su trabajo. Esta situación en que el obrero
vive separado de sus condiciones de existencia trae consustancialmente una inse-
guridad absoluta respecto a la forma y momento en que se relacionará con ellas, es
decir, respecto a si tendrá en un momento determinado trabajo y por tanto comida,
techo, etcétera, inseguridad que es fuente también de una sensación de malestar en
el obrero. La misma actividad productiva, el trabajo, como algo ajeno al productor,
que no es parte de su naturaleza, es fuente también de una sensación de malestar,
de incomodidad. El trabajo implica sacrificio y mortificación. Esta sensación, que se
agrega a la anterior, es también reproducida y ampliada con el desarrollo del capi-
talismo.
Desde las dos fuentes enumeradas la organización capitalista engendra den-
tro de la clase obrera un odio sordo y potente, una frustración siempre renovada,
informe en su esencia, pero que se expresa perfectamente en el estado constante de
“zafarrancho de combate” en que se encuentra el obrero contra todo y contra todos,
incluso contra sí mismo.
Cuando los clásicos de la teoría revolucionaria expresan que la clase obrera
es revolucionaria por naturaleza se refieren a que, entre otras razones, a causa de la
situación en que se encuentra dentro de la sociedad burguesa genera en su seno una
energía potencial que es el presupuesto indispensable para un movimiento radical,
y no han querido decir que la clase obrera desarrollará automáticamente (espon-
táneamente) un movimiento revolucionario. Esa “energía potencial” es la base de
cualquier actividad política de la clase obrera; por consiguiente, la energía motriz
de un movimiento revolucionario está en germen en esa “inquietud en sí” que he-
mos explicado y que es inherente al régimen capitalista.
Hemos supuesto que el proletario encuentra siempre la posibilidad de inter-
cambiar su fuerza de trabajo por un salario y que éste es suficiente para reprodu-
cir aquella día tras día; pero en la sociedad burguesa (en la actualidad incluso en
los países altamente desarrollados, como EE.UU.) existe una cantidad gigantesca
de proletarios que no tienen trabajo o que no ganan lo suficiente para reproducirse
diariamente; en estas circunstancias tienen que aumentar la inconformidad, el odio,
la frustración y la “inquietud’ de la clase obrera y es obvio que esa energía laten-
te que hemos analizado aflora a la superficie en formas violentas, de una manera
generalizada en los días de entusiasmo juvenil de la clase obrera, esporádica pero
seguramente en la sociedad moderna.

344 • Capitalismo moderno y revolución


También hemos partido del supuesto de que el nivel de necesidades de los
obreros es inmutable; pero las mismas exigencias del desarrollo capitalista prohijan
en el proletariado nuevas necesidades y una subvariedad de satisfactores altamen-
te especializados para cualquier necesidad individual (las simples necesidades de
comer, vestir, etcétera, se convierten en fuentes de mil formas, cada una más sutil
que la otra, y en una serie infinita de satisfactores de las mismas); cada nueva nece-
sidad, como acicate de la voluntad del proletariado, es fuente de esa situación que
explicábamos arriba, por lo que contribuye así a aumentar y a afianzar el malestar,
la inconformidad, la frustración, el odio reprimido, en una palabra, la energía latente
de la clase obrera.
La sociedad burguesa no sólo confirma las necesidades esenciales y no esen-
ciales de bienes de consumo y las desarrolla hasta el infinito, sino que también hace
nacer en el proletario la necesidad acuciante de la propiedad privada sobre los me-
dios e instrumentos de producción; pero la esencia misma del capitalismo determi-
na que esa necesidad, promovida y exaltada constantemente como requisito de la
existencia de la sociedad burguesa, sea también constantemente reprimida porque
una consecuencia ineluctable del capitalismo es el aumento del proletariado y su
mantenimiento en la situación de clase desposeída; es decir, que la esencia del ca-
pitalismo es el monopolio de la burguesía sobre la riqueza social. En esta situación,
a la que es conducido necesariamente el proletariado por el régimen capitalista, la
inconformidad, la frustración, el malestar y el odio reprimido son elevados a su más
alta expresión creando así la base material para el desarrollo del movimiento obrero
hacia la revolución socialista.
El desarrollo del capital se basa en el creciente despojo del productor directo
(obrero), de tal manera que éste se va viendo reducido en la misma medida en que
aumenta el capital; pierde primero sus medios e instrumentos de producción y de
vida, después sus facultades físicas y mentales y, por último, como remate de todo
esto, la marcha normal de los procesos internos fundamentales de su organismo es
trastocada y arruinada irreversiblemente. Cada pérdida genera en el obrero, como
contrapartida, la necesidad imperiosa de recobrar lo que le ha sido arrebatado por
el capital. Esa constante desvalorización del obrero, que es fuente de la supervalori-
zación del capital, se traduce para él, por fuerza, en un abrumador malestar físico y
psíquico derivado de la descomposición y degeneración de su organismo y produce,
necesariamente, inquietud, frustración, odio reconcentrado, etcétera, es decir, una
energía latente que es la premisa imprescindible de la energía revolucionaria del
proletariado. Cierto es que esa energía latente se encuentra en la actualidad cana-
lizada hacia la preservación y desarrollo del sistema capitalista, pero eso es así por
la ausencia de una ideología revolucionaria que dé conciencia al obrero de que el
capital, ya sea que no le permita satisfacer sus necesidades más elementales o que
se las llene en cierta medida, produce necesariamente la depauperación progresiva
de la clase de los trabajadores. En las llamadas “sociedades de consumo” (aquellas
que se encuentran en la fase superior del capitalismo), esa energía latente de la clase
obrera es dirigida hacia el desarrollo exorbitante de sus “instintos” y de su “sen-
sibilidad” y a la satisfacción de las necesidades que de aquí brotan, provocándose

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 345


así un incremento gigantesco de su explotación; de esta manera, el malestar de los
trabajadores es paliado momentáneamente a costa de desarrollar los elementos que
después deben potenciarlo inconmensurablemente.
En el régimen capitalista se da cima al proceso de individuación de los traba-
jadores que se ha iniciado al momento de la disolución de la comunidad primitiva
y de la aparición de la propiedad privada. El resultado último de este movimiento
es la constitución del trabajador como una persona con un destino propio, es decir,
como un centro autónomo e independiente de necesidades físicas y espirituales que
exigen ser satisfechas para la realización del individuo y que pretende como objeto
a todas las fuerzas de la sociedad y la naturaleza; el individuo tiene que postular
sus necesidades y capacidades e intentar satisfacerlas y ponerlas en obra frente a un
objeto que le es ajeno porque pertenece a la clase de los capitalistas y en oposición
a una multitud de individuos que también ambicionan lo mismo; las necesidades y
capacidades chocan con un muro infranqueable y son enviadas de nuevo al núcleo
de la persona, en donde son magnificadas y desde donde son lanzadas a una nueva
aventura, y así sucesivamente, hasta que eventualmente logran su satisfacción; a
cada nuevo avivamiento de la necesidad se produce el mismo proceso para intentar
su satisfacción; si las necesidades primeras son satisfechas, este sólo hecho impulsa
al individuo hacia el desarrollo de otras nuevas y más sofisticadas que serán some-
tidas a la misma dialéctica. Estas características distintivas de la individuación capi-
talista de los trabajadores producen la depauperación más profunda de los mismos:
invierten la relación natural entre la estructura psicofisiológica del individuo y la
colectividad al convertir lo que por su naturaleza es una extensión de ésta en algo
que se sustantiva de la misma y que provoca por tanto la degeneración y descom-
posición de los procesos físicos y mentales de los trabajadores y de los órganos en
donde ellos radican. La constitución, exaltación y anulación de la personalidad de
los trabajadores, características de la fase superior del régimen capitalista, produ-
cen en ellos un estado constante de inquietud, ansiedad, insatisfacción, frustración,
odio, etcétera que constituye el contenido de la energía potencial del proletariado
que debe guiarlo hacia la destrucción del régimen capitalista.
El capitalismo se caracteriza porque es una ley ineluctable de su desarrollo el
incremento de la riqueza social en manos de la burguesía con base en el aumento de
la explotación, esclavización, depauperación y degradación de la clase obrera (afian-
zamiento y desarrollo de la ausencia de propiedad); es una condición indispensable
de la existencia del régimen capitalista el que la propiedad se incremente a base de
fortalecer y aumentar la no-propiedad del proletariado, con la consiguiente repro-
ducción y aumento de la miseria, odio, esclavización, depauperación, degradación,
etcétera. Al establecer la propiedad privada como causa directa de la miseria del
proletariado y al condenar a la clase obrera a la ausencia definitiva de propiedad
privada sobre los medios e instrumentos de producción, el capitalismo crea las pre-
misas objetivas necesarias para que la clase de los trabajadores sea la destinada a ter-
minar con la propiedad privada y establecer la propiedad colectiva sobre los medios
e instrumentos de producción; aquí radica otra de las razones por las cuales la clase
obrera es considerada como la clase revolucionaria de la sociedad burguesa, pues la

346 • Capitalismo moderno y revolución


esencia de su naturaleza la hace apta para abolir la propiedad privada y adoptar la
propiedad colectiva, pero esto es sólo una posibilidad que, como en el caso anterior,
no se hace efectiva automáticamente, como lo demuestra palpablemente la vuelta
de los países de Europa oriental a la propiedad privada capitalista; el proletariado
es la única clase social que posee, en la sociedad burguesa, la característica de clase
completamente desposeída; no así la pequeña burguesía rural y urbana, que es una
clase esencialmente propietaria y cuya oposición al régimen burgués, por radical
que sea, sólo tiene como objetivo la preservación y el desarrollo de su propiedad. En
resumen, como el capitalismo se basa en la ausencia de propiedad privada del pro-
letariado y esta circunstancia la reproduce constantemente como su producto más
peculiar, la clase obrera está en condiciones de tomar en sus manos, en una forma
colectiva, la riqueza social; pero no sólo la ausencia de propiedad es razón para fun-
damentar esa posibilidad, sino también el hecho de que los trabajadores son quienes
están en constante contacto con los medios e instrumentos de producción.
El régimen capitalista se basa en la separación del trabajador directo de sus
condiciones de vida, las que se convierten en propiedad privada de la burguesía;
esta separación no es una característica accidental del régimen capitalista, sino pre-
cisamente la relación fundamental que lo define, sin la cual dejaría de ser capitalis-
mo para convertirse en cualquier otra cosa; en esta relación esencial descubrimos
nosotros los elementos materiales necesarios para la subversión de la sociedad bur-
guesa: una clase social desposeída, el proletariado, cuyas condiciones de vida son la
fuente constante de una energía latente que es la materia prima indispensable para
la subversión; el hecho de que esa clase es la mayoría absoluta de la sociedad, sobre
la que descansa la totalidad de la producción y que por esa razón “su brazo podero-
so puede detenerlo todo”; la relación inextricable entre la propiedad privada y esa
energía latente del proletariado, puesto que la existencia de aquella es la condición
del desarrollo de ésta; la socialización de la producción, que prepara a los medios
e instrumentos de producción para ser apropiados colectivamente; y, por último, el
mecanismo formal por el cual esa clase se convierte en la única apta para apropiarse
colectivamente la riqueza, debido a su naturaleza de clase completa y definitiva-
mente privada de propiedad sobre los medios e instrumentos de producción. Es
claro, entonces, que los comunistas no dicen que el proletariado es la clase revolu-
cionaria de la sociedad burguesa “porque consideren a los proletarios como dioses”,
sino porque las condiciones de vida a que los condena sin apelación el régimen ca-
pitalista son el caldo de cultivo de los elementos base material de la subversión de
la sociedad burguesa. Estas características que hemos analizado son las condiciones
materiales indispensables de la revolución proletaria, pero no crean directamente
la necesidad de la misma por la sencilla razón de que no llevan por sí mismas al
proletariado a reconocer la causa de su situación en la existencia de la propiedad
privada; esta necesidad sólo puede venir de fuera, como conciencia y organización
que canalicen la energía latente de la clase obrera en contra de la propiedad privada,
es decir, de la sociedad burguesa.
El papel del proletariado como la única clase potencialmente revolucionaria
en la sociedad capitalista deriva, como hemos visto, de la misma esencia de ésta; el

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 347


capitalismo moderno no sólo no es distinto del analizado por Marx, Engels, Lenin
y Stalin, sino que además ha llevado hasta las últimas consecuencias sus leyes fun-
damentales: la separación entre el productor directo y los medios e instrumentos de
producción ha llegado en la actualidad a su máxima expresión, la concentración
de la riqueza social bajo la propiedad privada de la burguesía ha rematado en todo
un grandioso sistema internacional de monopolios, el proceso de proletarización ha
avanzado hasta convertir a la mayoría de la población en obreros, tal como lo había
previsto Marx, la depauperación física y mental de los trabajadores ha avanzado
hasta el punto en que se ha socavado radicalmente, acercándose peligrosamente a
su destrucción, el precioso equilibrio interno de todos los procesos fundamentales
del organismo humano y la estructura y funcionamiento de los órganos esenciales del
cuerpo humano, la depauperación moral ha llegado hasta el entronizamiento defi-
nitivo del interés individual en su forma más repugnante (exaltación de todos los
sentidos y las sensaciones humanas mucho más allá de sus funciones naturales, a los
que se convierte en fines en sí mismos que contribuyen, también desde este frente, a
la degeneración física y mental de los individuos) y la socialización de la producción
ha culminado con esa nueva revolución industrial cuyo centro de gravedad lo son
la computación, la informática, la cibernética y la robótica que han maquinizado
también el trabajo intelectual; esto significa que el papel del proletariado como clase
potencialmente revolucionaria no sólo no se ha extinguido, sino que se ha confir-
mado y delineado definitivamente en el moderno capitalismo. En la época del naci-
miento del capitalismo el proletariado debía compartir con la burguesía el carácter
de clase revolucionaria, pues la existencia de un régimen anterior, el feudalismo, le
daba a ésta ese carácter; pero conforme el capitalismo se establecía como el régimen
dominante y eliminaba de la escena al feudalismo, en la misma medida la burgue-
sía perdía su carácter revolucionario, hasta llegar a la situación actual, en donde,
borrado de la faz de la tierra al viejo régimen al haberlo obligado a fundirse con el
capitalismo (es decir, al convertir sus elementos integrantes en elementos capita-
listas) la burguesía ha perdido definitivamente su relativo carácter revolucionario,
por lo que el proletariado ha quedado como única clase revolucionaria dentro de la
sociedad burguesa moderna. El capitalismo, en su nueva etapa, confirma el papel
del proletariado como la única clase potencialmente revolucionaria. La negación de
esta verdad evidente sirve de base a dos doctrinas distintas, pero unidas en lo fun-
damental: el castrismo y el marcusianismo.

La energía del proletariado y la conciencia


y la organización revolucionarias
La energía latente de la clase obrera, siempre desbordante, se funde inmediatamente
después de nacer con la ideología burguesa y, sobre esta base, la clase capitalista
encauza la potencia revolucionaria del proletariado hacia la lucha anti-feudal; esta
ideología, que sólo es una forma nueva de la vieja y bien cimentada ideología de las
clases explotadoras y tiene por tanto tras de sí el apoyo de una experiencia varias
veces milenaria, hace presa fácil de la clase obrera y la somete a los designios de la
clase burguesa.

348 • Capitalismo moderno y revolución


El capitalismo no sólo da a luz las premisas materiales indispensables para
su subversión, sino que crea también los elementos teóricos de ese cambio radical.
Como lo hemos asentado repetidamente, las premisas materiales no llevan por sí
mismas a la revolución proletaria; ellas podrían existir hasta la consumación de los
siglos sin que nada sucediera. Para que la revolución del régimen burgués se con-
vierta en una necesidad histórica es indispensable que el proletariado adquiera con-
ciencia de la necesidad imperiosa del cambio y se organice para realizarlo. El propio
capitalismo desarrolla las condiciones que hacen ineluctable el que esa conciencia y
esa organización, con las que no nace el proletariado, surjan en la sociedad burguesa
y con él se fusionen.
Las premisas teóricas y el impulso para su unión con la clase obrera son fruto
del desenvolvimiento del capitalismo:
En primer lugar, lleva la ciencia hasta alturas insospechadas y con ello se pro-
ducen los elementos intelectuales necesarios para desentrañar las leyes que rigen a
la sociedad moderna.
Por otro lado, engendra dentro de la pequeña burguesía un estrato social dedi-
cado al trabajo intelectual que se mueve entre los polos de una contradicción insal-
vable: conforme se desarrollan las fuerzas productivas, en la misma medida se prole-
tarizan los componentes de esa capa (por el empleo generalizado de computadoras,
etcétera), y a la vez, siguen siendo indispensables para el capital los intelectuales
que trabajan individualmente, con sus propios “instrumentos de producción”, a la
manera de los artesanos, como los pintores, poetas, escritores, técnicos altamente
calificados, científicos, etcétera. Esta capa social, en proceso constante de proletari-
zación, participa de la misma naturaleza esencial de la clase obrera, pues también
es un grupo social explotado, degradado y envilecido por el capital (de una parte,
la fracción que se proletariza lo es por las amplias razones que ya hemos expuesto
anteriormente, y de otra, los pequeños productores intelectuales lo son porque su
propiedad sufre ataques constantes y se reduce en la misma proporción en que crece
el gran capital; la situación de estos últimos es similar a la del proletariado: a) su pe-
queña propiedad (y ellos mismos como pequeños propietarios) está separada de la
gran propiedad capitalista, de la que recibe una existencia derivada y precaria; el in-
telectual debe establecer cada día la relación que lo mantiene con vida como peque-
ño propietario, en lucha contra la tendencia avasallante del gran capital y contra los
demás pequeños propietarios; esta situación de inseguridad es la fuente principal
de un malestar creciente; b) sus capacidades individuales, es decir, su pequeña pro-
piedad, son exaltadas y reprimidas alternativamente por el régimen burgués, lo que,
obviamente, origina en los intelectuales pequeño burgueses una incomodidad y un
malestar exasperantes; c) la especialización en el trabajo intelectual trae consigo, por
un lado, al exaltar una sola capacidad mental, el desgaste del cerebro y la anulación
de la rica gama de las restantes facultades intelectuales, y por el otro, al excluir el tra-
bajo físico, la degeneración física de los pequeños productores intelectuales; d) todo
lo anterior origina, como en el proletariado, la degeneración acelerada, física y men-
tal, de sus organismos, con el consiguiente aumento del malestar y de la “inquietud”
de los trabajadores intelectuales; e) en el ámbito del consumo son sujetos a la tiranía

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 349


de nuevas y cada vez más sofisticadas necesidades individuales, y f) se exalta su
necesidad de propiedad sobre los medios e instrumentos de producción, quedando
sujeta por tanto a la misma tensión que origina el malestar, el odio, la frustración, et-
cétera que se canalizan en una energía latente similar a la del proletariado). El hecho
mismo de que ese estrato social se caracteriza porque vende a la burguesía su fuerza
de trabajo o su trabajo intelectual, nos da ya la pauta para comprender las diferen-
cias fundamentales que guarda con la clase obrera: a) en primer lugar, aunque una
gran parte de este estrato se proletariza rápidamente, en la misma medida siguen
siendo necesarios y se multiplican aquellos que trabajan con sus propios instrumen-
tos de producción, por lo que, como pequeños propietarios privados, pertenecen por
derecho propio a la pequeña burguesía, b) en segundo lugar, aquellos intelectuales
que se proletarizan forman el estrato más alto de la jerarquización de la fuerza de
trabajo, por lo que, de hecho, están íntimamente ligados con la pequeña burguesía; y
c) por último, su naturaleza de trabajadores intelectuales determina que su energía
latente se canalice directamente hacia la indagación de las causas de su situación
dentro de la sociedad capitalista. Cierto es que, a causa de su composición, este
estrato se orienta primero hacia la estructuración de la teoría que se deriva direc-
tamente de su carácter pequeño burgués, es decir, a la creación de la ideología que
expresa la necesidad de proteger y desarrollar su pequeña propiedad; pero como la
conservación y desarrollo de esa pequeña propiedad es precisamente la causa de su
situación como clase oprimida y de su malestar constante, cada conquista suya sólo
puede conducir a la agudización de la opresión y el malestar; una pequeña parte de
este sector de la pequeña burguesía, después de una serie de “conquistas’ de su clase
que empeoran sus condiciones de vida, llega necesariamente a la conclusión de que
la solución a sus problemas no se encuentra en la pequeña propiedad y es obligado
por estas circunstancias a buscar cuáles son el verdadero problema y la verdadera
solución. De esta capa social surgen necesariamente las personas que, asimilando los
progresos de la ciencia en todos los campos, forjan los instrumentos para descubrir
la ley interna de la sociedad capitalista y llegan a la conclusión de que su posición en
este régimen reconoce su causa, lo mismo que la del proletariado, en la propiedad
privada capitalista. Estos intelectuales pequeño burgueses descubren la situación
especial que guarda la clase obrera en la sociedad capitalista, su potencial revolu-
cionario y, mediante el análisis de sus propias inhumanas condiciones de vida, en-
cuentran que tienen la misma causa y la misma solución que las del proletariado,
llegando así a concebirse como los portadores de la conciencia de la necesidad de la
revolución proletaria.
El capitalismo, entonces, no sólo engendra al proletariado como clase poten-
cialmente revolucionaria, sino que crea también la doctrina de la revolución y los
elementos humanos que deben transmitirla a sus ejecutores materiales.
Cuando los comunistas hablan de la necesidad histórica de la revolución pro-
letaria se refieren a que el capitalismo, por un lado genera fatalmente en su seno a
una clase que es, en potencia, la negación de ese régimen y, por otro, obliga inelucta-
blemente a una parte de los intelectuales pequeño burgueses a estructurar la teoría
de esa revolución y llevarla al proletariado para despertarlo a la vida revolucionaria.

350 • Capitalismo moderno y revolución


La “inquietud en sí” de la intelectualidad pequeño burguesa, a la que la condena
irremisiblemente la sociedad burguesa y que es su condición de existencia como tal
intelectualidad, determina la necesidad histórica de la estructuración de la doctrina
revolucionaria y de su introyección al proletariado; este proceso lo explicamos en un
punto posterior.

Dialéctica entre la energía revolucionaria del proletariado


y la conciencia y la organización revolucionarias
Los elementos objetivos y subjetivos de la revolución tienen todo un proceso de
desarrollo:
La energía latente del proletariado se desborda desde el momento de su na-
cimiento; en una primera etapa de su existencia es despertada y dirigida política-
mente por la burguesía para encauzar a la clase obrera a la lucha antifeudal; pos-
teriormente se independiza y se enfrenta abiertamente a su antigua aliada, ya sea
en la forma de un tradeunionismo instintivo o de un levantamiento espontáneo; es
precisamente aquí donde la intelectualidad pequeño burguesa es obligada, por el
mismo proceso que pone en pie de lucha al proletariado, a estructurar los funda-
mentos esenciales de la doctrina revolucionaria y cuando ésta se funde rápidamente
con el movimiento preexistente; el éxito que el marxismo tiene en esta etapa se debe
no tanto a que sea una doctrina científicamente exacta y la ideología que expresa
las verdaderas necesidades históricas del proletariado, sino a que, siendo todo esto,
además encuentra ya en pie a un potente movimiento instintivamente revoluciona-
rio. La ideología burguesa, con una experiencia varias veces milenaria, sólo tiene
que desplegar todos los recursos acumulados y acomodarlos a la nueva situación
para someter al proletariado a su dominación, apagando así los primeros brotes
revolucionarios; esta misma sublevación de la clase obrera obliga a la burguesía a
perfeccionar sus instrumentos de dominación, tanto ideológicos como organizati-
vos; en cambio, la ideología revolucionaria nace sin tener tras de sí ninguna clase
de experiencia, a causa de lo cual debe desarrollar desde un punto muerto, en un
movimiento ascendente, todos los elementos que le permitan disputar a la burgue-
sía la influencia sobre la clase obrera, lo cual es un proceso largo y complicado. Es
esta una verdadera lucha en la cual la teoría revolucionaria tiene la peor posición,
pues la clase explotadora, como clase dominante, emplea su poder tanto para di-
fundir masivamente sus ideas y organizar al proletariado como para impedir que
los revolucionarios hagan lo mismo. A cada paso adelante que da la revolución,
la burguesía responde con una centuplicación de los mecanismos de dominio sobre la
clase obrera; además, en cada etapa del capitalismo surgen nuevos problemas que
deben ser integrados a la teoría revolucionaria y que, mientras no lo son, dan lugar
al desarrollo sin trabas de la ideología burguesa.
Las revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de
éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen
iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas
revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 351


se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente
los resultados de su períodos impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones
proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se
interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía
terminado para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda
y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus
primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la
tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden
constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se
crea una situación que no permita volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
 ¡Hic Rhodus, hic salta!23

Al final del proceso nos encontramos con que al desarrollarse el capitalis-


mo conforme a sus propias leyes, al ahondar sus contradicciones fundamentales
y convertirse en un sistema mundial debe necesariamente elevar a la enésima po-
tencia la energía latente del proletariado, llevar hasta sus últimas consecuencias la
dominación ideológica, política y organizativa de la burguesía sobre el proletariado,
perfeccionar en todos sus aspectos la teoría revolucionaria y preparar dentro de la
intelectualidad pequeño burguesa el clima necesario para que una gran parte de sus
miembros se vea fatalmente impelida a fundirse con la clase obrera, llevándole la
teoría y la organización revolucionarias.
Inmediatamente después del primer brote revolucionario del proletariado la
burguesía dedica toda su atención al perfeccionamiento de su aparato de domina-
ción; durante la fase de lucha radical, la clase obrera se ha puesto en pie, no incons-
cientemente, sino promoviendo reivindicaciones que la burguesía misma se había
encargado de infundirle para conducirla contra el régimen feudal y que por radica-
les que pareciesen no podían ser sino burguesas en el fondo; el proletariado quería
hacer valer, contra la burguesía, el perfeccionamiento del régimen burgués. Esto sig-
nifica que la energía latente del proletariado sólo puede manifestarse políticamente
cuando éste cobra conciencia de la necesidad de hacerlo; es decir, que la voluntad de
la clase obrera tiene que ser determinada necesariamente por su conciencia. Cuando
el movimiento obrero radical es ahogado en sangre, la burguesía se da de lleno a la
tarea de continuar la obra comenzada: dotar a la clase obrera de una ideología y una
organización burguesas para garantizar definitivamente que la acción de esta clase
se desarrolle pacíficamente por la vía del perfeccionamiento del régimen burgués.
El cometido principal de la burguesía es hacer asimilar a la clase obrera la idea de la
necesidad de la existencia del régimen capitalista, de la posibilidad de su perfeccio-
namiento y del carácter de forma de organización natural de la sociedad que posee;
es hacer consciente al obrero de que su interés individual es el mismo que el interés
general del régimen capitalista y que, por tanto, su conservación y perfeccionamien-
to son su labor indeclinable; es educar a los trabajadores en el espíritu del interés
individual y de la propiedad privada, convirtiendo el afán de lucro y la repugnante
exaltación de sus sentidos, de su sensibilidad y de sus instintos en el único motor de

23
Marx, Carlos, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte en: Carlos Marx, Federico Engels, Obras escogidas
en dos tomos, tomo I, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, pp. 253-54.

352 • Capitalismo moderno y revolución


su existencia; es, por último, organizar a la clase obrera en instituciones que tengan
como finalidad canalizar su acción hacia el perfeccionamiento del capitalismo. El ob-
jetivo fundamental de la burguesía es lograr que la clase obrera asimile de tal forma
la ideología burguesa que la haga carne de su carne y sangre de su sangre, que su
conciencia burguesa esté plenamente garantizada por un “subconsciente burgués”,
por así decirlo. Para lograrlo, la burguesía despliega un aparato poderosísimo que
en su actividad abarca todos los niveles de la clase obrera y que tiene por objeto
realizar una sistemática propaganda durante todos los momentos de la vida de los
trabajadores, sobre todos los puntos de vista que aquella quiere imponerle y organi-
zarla en torno a los principios de la ideología burguesa.
En resumen, la burguesía asume la tarea de estructurar una conciencia y una
organización burguesas del proletariado. Ya hemos visto cómo el éxito de esta labor
está asegurado de antemano (aunque desde luego no sin una lucha encarnizada con
la ideología proletaria) por la experiencia histórica que tiene tras de sí la burguesía
(su ideología no es sino la continuación y remate de la ideología de la propiedad
privada, la cual tiene más de cuarenta siglos de existencia) y el punto muerto desde
el que debe partir la ideología revolucionaria, lo cual da a ésta una debilidad intrín-
seca que sólo puede ser eliminada en su propio desarrollo. La clase obrera no puede
actuar sino en el sentido que la impela su conciencia; para lograr que guíe su activi-
dad hacia otro distinto que el que le indica su conciencia burguesa es necesario que
ésta sea sustituida por una conciencia proletaria, revolucionaria.
Después de un necesario extravío juvenil (primitiva posición de Marx y En-
gels frente a la revolución del 48 en Francia) la ideología revolucionaria llegó a la
conclusión de que para lograr la conquista del poder político por el proletariado era
indispensable que su voluntad estuviera determinada por la conciencia de la ne-
cesidad de esa reivindicación, para lo cual, a su vez, era necesario desalojar a la
ideología burguesa de la conciencia proletaria, bastión tras bastión, en una lucha en-
carnizada que removiese sus profundas raíces; era necesario, además, sustituir la
conciencia burguesa de la clase obrera por una conciencia proletaria, prerrequisito
indispensable de la acción revolucionaria; era indispensable, en fin, romper las orga-
nizaciones burguesas del proletariado y cambiarlas por organizaciones proletarias.
Para realizar esta tarea, los portadores de la ideología revolucionaria deberían llevar
a todas las capas de la clase obrera las ideas sobre la revolución, hacer propaganda
acerca de ellas y agitar y organizar en su torno hasta convertirlas en carne de su car-
ne y sangre de su sangre; sólo después de esto podría el proletariado conquistar el
poder. En resumen, los clásicos de la teoría revolucionaria descubrieron que el pro-
letariado sólo puede actuar movido por las determinaciones de su conciencia, que
ésta es en la sociedad capitalista burguesa por definición, que para llevar al proleta-
riado hacia la subversión del régimen del capital es necesario erradicar la ideología
burguesa del seno de la clase obrera y sustituirla por la conciencia proletaria y que
todo esto sólo puede realizarse a través de una enorme tarea que requiere un trabajo
lento y sistemático de propaganda, agitación y organización. Esto era perfectamente
cierto para la época propiamente infantil del capitalismo; en la actualidad, cuando la
dominación ideológica y organizativa de la burguesía ha llegado a su máxima per-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 353


fección (precisamente porque el régimen capitalista ha llegado a su estado superior,
“perfecto”, de existencia, en donde, por ejemplo en las “sociedades de consumo”,
declara y cumple que es su misión desarrollar, exaltar y satisfacer las “necesidades
individuales” de los proletarios y en donde, por tanto, coincide el “interés indivi-
dual” de los trabajadores con el interés general del capital), es más válida que nunca
la necesidad de transformar la conciencia y la organización de la clase obrera como
requisito indispensable para que ésta produzca un movimiento revolucionario. Lo
único que cambia es que ahora la ideología revolucionaria no se encuentra con un
movimiento obrero ya desarrollado, sino que tiene que crearlo desde sus propias
bases. ¡Hic Rhodus, hic salta!.
La esencia de las tesis castristas se comprende ahora fácilmente: su plantea-
miento fundamental en esta materia lo expresan diciendo que la teoría no es necesa-
ria para hacer una revolución y que las masas se harán conscientes durante la lucha
armada, y posteriormente, cuando los “revolucionarios” estén ya en el poder; esto
precisamente cuando la dominación ideológica y organizativa de la burguesía ha
llegado a su más alta perfección y cuando la ideología revolucionaria está completa
en lo esencial, a punto para ser empleada en dar conciencia a la clase obrera y con-
ducirla al poder.

Las condiciones en las que la subversión proletaria debe producirse


Hemos expuesto las razones por las cuales la subversión de la sociedad burguesa
por el proletariado es una necesidad histórica ineluctable.
Las condiciones bajo las cuales tal subversión debe producirse son las si-
guientes:
a) Dominación ideológica y organizativa (además de económica, evidentemente)
de la burguesía sobre el proletariado;
b) aparato policiaco-militar para mantener la dominación de la burguesía;
c) esta dominación, que se perfecciona constantemente, hace imposible que el pro-
letariado por sí mismo llegue a la conciencia de su papel histórico y emprenda
un movimiento revolucionario;
d) esa conciencia debe ser introducida desde fuera, desde el campo de la intelec-
tualidad pequeño burguesa, pues ésta es la que por su contacto con la ciencia
moderna está en posibilidad de explicarse el papel histórico del proletariado y
los medios necesarios para realizarlo y la que debe transmitir sus conocimientos
a la clase obrera.

La meta fundamental de la revolución es la conquista del poder político por el


proletariado. Condición indispensable para ello es la destrucción del aparato estatal
burgués y el establecimiento de la dictadura del proletariado. Para esto es absoluta-
mente necesaria la derrota del ejército burgués por el proletariado.
Para lograr la meta trazada y partiendo del supuesto de la absoluta domina-
ción ideológica y organizativa de la burguesía sobre el proletariado, es necesario dar
previamente conciencia a la clase obrera de la naturaleza del régimen capitalista de

354 • Capitalismo moderno y revolución


producción, de su situación dentro de él, de su misión histórica y de las formas y
etapas necesarias para llevarla al cabo; además, se impone organizarlo para la reali-
zación de esas tareas. Es obvio que esto implica que antes de la conquista del poder,
y como premisa necesaria para ello, la dominación ideológica y organizativa de la
burguesía sobre el proletariado debe ser desplazada y sustituida por la ideología y
la organización proletarias.
La conquista del poder sin realizar estas tareas sólo puede ser producto de un
golpe de suerte y excluye de por sí, desde luego, cualquier clase de ciencia. Un movi-
miento de este tipo no puede ser una revolución socialista ni llevar a la clase obrera
al poder; tal es el caso de la revolución cubana, la cual fue realizada por la pequeña
burguesía con la finalidad de instaurar su dominación de clase; en Cuba, la clase
obrera sólo ha cambiado de amo y continúa siendo explotada, ahora por la pequeña
burguesía cubana, adquiriendo esa explotación un carácter tanto más escandalosa
cuanto que se realiza en nombre del socialismo.

Conversión de la conciencia burguesa del proletariado


en una conciencia revolucionaria
Es pues tarea de los comunistas transformar la conciencia del proletariado de una
conciencia burguesa en una conciencia revolucionaria, es decir, proletaria; además,
promover ahí donde no exista la lucha de la clase obrera dándole un contenido revo-
lucionario y convertir la lucha reformista y tradeunionista que ya da el proletariado
en algunos casos en una lucha revolucionaria que lleve a la conquista del poder.
Los comunistas deben de dar conciencia al proletariado de la naturaleza
aniquiladora de las características humanas de la especie del régimen económico-
político existente en sus países, de su carácter de semillero de la formación econó-
mico-social en donde se establezca la forma superior de existencia de la especie, el
socialismo y el comunismo, de su pasado, de su presente y de las perspectivas de su
desarrollo, deben darle conciencia de su situación como clase explotada dentro de la
organización social actual, en la que es el sujeto de la deshumanización (depaupera-
ción) más aguda que tiene el fundamento en su individualidad hipertrofiada y que
existe igualmente cuando se restringe la satisfacción de sus necesidades que cuando
se le llenan copiosamente, de su papel revolucionario como fuerza que necesaria-
mente debe derrocar al gobierno burgués y construir el socialismo que es el primer
paso para la rehumanización de la especie, de las condiciones inevitables para rea-
lizar esta tarea histórica, la cual tiene como prerrequisito la anulación de su propia
individualidad capitalista y que comprende ineludiblemente el derrocamiento del
régimen existente, la conquista del poder político, el establecimiento de su dictadu-
ra, la abolición de la propiedad privada, la instauración de la propiedad colectiva y
la restauración de la naturaleza colectiva del individuo.
Los comunistas deben hacer comprender al proletariado la naturaleza exacta
de la lucha que actualmente libran bajo la dirección de la propia burguesía y de los
partidos oportunistas, mostrándoles su esencia reformista y tradeunionista; debe-
rán hacer conciencia en los obreros de la necesidad de ejercer formas de lucha ver-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 355


daderamente revolucionarias, explicándoles exhaustivamente cuáles son ellas y las
condiciones indispensables para llevarlas a la práctica; tienen la obligación de hacer
plenamente consciente a la clase obrera de la irreducible oposición existente entre
la teoría revolucionaria y las desviaciones de derecha (revisionismo y oportunismo)
y de izquierda (castrismo), así como de las teorías desviacionistas, presuntamente
marxistas, de la pequeña burguesía (marcusianismo); de que la lucha armada inme-
diata (Debrayismo, que ha renacido treinta años después con las guerrillas mexica-
nas) es una teoría esencialmente reaccionaria y que la forma más radical de lucha se
produce en la etapa superior del movimiento revolucionario y es el resultado de la
toma de conciencia de las masas, a través de un largo proceso de educación política,
de la necesidad ineluctable de este tipo de lucha.

Cambio de la lucha reformista de la clase obrera en lucha revolucionaria


Los comunistas deben promover la lucha de la clase obrera y transformarla de tra-
deunionista y reformista en revolucionaria; deben despertar el espíritu combativo de
la clase obrera promoviendo, organizando y dirigiendo el movimiento de los traba-
jadores en todos sus aspectos; deben, en contraposición a la ideología burguesa que
mantiene subordinado al movimiento obrero por medio de la teoría de la identidad
de intereses entre el capital y el trabajo, organizar todas las manifestaciones de la
lucha de clases del proletariado, en todos los niveles, en torno a la idea de la nece-
sidad del derrocamiento del orden burgués, de la conquista del poder político por
el proletariado, de la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instru-
mentos de producción y de la instauración del socialismo. La conquista del poder
como finalidad última debe estar presente en todos los momentos del combate de
la clase obrera y ésta debe desarrollarlo, desde sus más modestas expresiones hasta
sus formas más altas y radicales, precisamente con el fin de preparar las condiciones
necesarias para lograr el objetivo final. Es decir, que el fin consciente de la lucha del
proletariado debe ser la conquista del poder y que es tarea de los comunistas orga-
nizar y dirigir a la clase obrera en esta labor.
Los comunistas deben organizar y dirigir al proletariado en su lucha coti-
diana; pero para que esta batalla no sea del tipo reformista y tradeunionista, sino
revolucionaria, deben reunirse las siguientes condiciones:
a) Debe estar encaminada a despertar, desarrollar y fortalecer el espíritu de combate
del proletariado;
b) a dar conciencia al proletariado de su situación de clase explotada, de la natura-
leza exacta del régimen burgués y de la necesidad de trabajar incansablemente,
en todas las formas, para derrocar al capitalismo;
c) a unir al proletariado en torno a las ideas del socialismo científico;
d) a anular la individualidad capitalista de los obreros y desarrollar su naturaleza
colectiva;
e) a organizar de una manera más amplia (masiva) a la clase obrera para la lucha
contra la burguesía, bajo la dirección de los comunistas y de los principios de la
ideología proletaria;

356 • Capitalismo moderno y revolución


f) a satisfacer las necesidades e intereses inmediatos del proletariado, pero no
aquellos que consisten en “elevar su nivel de vida”, satisfacer sus necesidades
individuales capitalistas, sino los que constituyen ya una reapropiación parcial de
su naturaleza humana colectiva y que son exigidos acuciantemente por la mons-
truosa y creciente deshumanización a que los somete el capitalismo moderno;
g) la lucha debe tener como resultado una organización más amplia del proletaria-
do en torno a la dirección de los comunistas, una clarificación de su conciencia
del objetivo final y de los medios necesarios para alcanzarla, un aumento de su
combatividad y la preparación de todas las condiciones para el paso a una forma
superior de lucha;
h) en síntesis, para que la lucha del proletariado sea revolucionaria debe llevarle en
cada una de sus etapas al desarrollo y profundización de la conciencia de la nece-
sidad de la subversión de la sociedad burguesa, de su papel como fuerza motriz
dirigente de ese movimiento y de las condiciones indispensables para lograrlo;
debe conducirlo también a un nivel de organización cada vez más elevado, hasta
llegar al punto en que esté preparado para la conquista del poder.

Los comunistas deben guiar al proletariado, según las circunstancias del caso,
desde las formas más modestas de lucha hasta las más radicales, desde las etapas
inferiores del movimiento hasta la cúspide del mismo.
Para realizar las tareas planteadas, los comunistas deben aplicar creadora-
mente las tesis leninistas sobre la materia, las cuales, como hemos visto, tienen plena
vigencia en la fase actual del capitalismo internacional.

La necesidad del Partido proletario


Para dar conciencia y organizar al proletariado bajo las condiciones anteriormente
consignadas, es absolutamente necesario que exista un grupo de personas dedicadas
exclusivamente a esa tarea, formado por los intelectuales pequeño burgueses pro-
letarizados, los obreros intelectualizados y los obreros avanzados; este grupo debe
proceder de y penetrar a todas las capas de la clase obrera con el fin de hacer pro-
paganda, agitar y organizar al proletariado para la conquista del poder. Este grupo
es el Partido Político del proletariado y tiene como objetivo fundamental llevar a la
clase obrera al poder; por eso, su aspiración principal es la de formar el núcleo de su
organización con la mayor cantidad posible de obreros revolucionarios.
Marx y Engels determinaron que para cumplir con su objetivo histórico de
crear una nueva sociedad en la que termine la explotación del hombre por el hom-
bre, una sociedad socialista en la que los medios e instrumentos de producción per-
tenezcan a la colectividad y la producción sea también para ella, el proletariado debe
conquistar el poder político, destruir el aparato estatal de la burguesía, instaurar la
dictadura sobre la burguesía y las demás clases sociales, proscribir la propiedad pri-
vada sobre los medios e instrumentos de producción e instaurar la propiedad social
sobre los mismos. Tiene que hacer una revolución.
La doctrina del marxismo, enriquecida posteriormente por pensadores como
Lenin y Stalin, establece que, para lograr esos objetivos, el proletariado debe cons-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 357


tituirse en un partido político independiente, integrado por los obreros más cons-
cientes y los intelectuales que abracen la causa de los trabajadores. Ese partido debe
estar organizado de tal manera que pueda dirigir sistemáticamente la lucha de la
clase obrera hasta llevarla a la conquista del poder. Para ello debe, de una manera
científica, hacer propaganda y agitación entre los obreros y organizarlos con el obje-
tivo de darles conciencia de la naturaleza del régimen de explotación capitalista, de
su situación dentro de este régimen y de la misión histórica que les corresponde; la
finalidad de la propaganda y de la agitación es convertir a los obreros en luchado-
res conscientes por el socialismo, por eso, no sólo la denuncia del régimen es tarea
del partido proletario, sino también la dirección de la lucha en todos sus niveles,
económica y política, legal e ilegal, etcétera, y en todos los momentos de su desa-
rrollo. El partido debe centrar sus mejores esfuerzos en la lucha contra los partidos
y corrientes burgueses que mantienen al proletariado bajo la hegemonía de la ideo-
logía burguesa, con el fin de rescatar a los obreros de sus garras y llevarlos hacia el
comunismo.
El partido debe ser la vanguardia de la clase trabajadora y estar integrado por
los obreros más activos y conscientes. Ellos encarnan las experiencias esenciales de
la lucha de todo el proletariado. Basado en la teoría revolucionaria del marxismo y
representando día a día los interese generales y permanentes de toda la clase, el Par-
tido personifica la unidad de los principios, de los deseos y de la acción revoluciona-
ria del proletariado. Es una organización revolucionaria que se mantiene unida por
una disciplina de hierro y las más estrictas reglas revolucionarias del centralismo de-
mocrático; alcanza esta posición por ser la conciencia de clase de la vanguardia del
proletariado, por su devoción a la revolución, por su capacidad de mantener íntimo
contacto con las masas proletarias y por lo correcto de su dirección política, la cual
es delimitada y clarificada constantemente por la experiencia de las masas mismas.
En la fase actual del capitalismo se alcanza el grado supremo de la anulación
de la naturaleza humana de los trabajadores; en ella encontramos la suma y com-
pendio de la negación de las características naturales humanas que se ha desarro-
llado a lo largo de la existencia histórica de la propiedad privada: devastación de la
estructura biológica de la especie humana, aniquilación de sus facultades físicas y
mentales, desgaste y degeneración de sus órganos fundamentales, trastrocamiento
de todos sus procesos orgánicos, etcétera, y la demolición de la naturaleza y la vida
colectivas del hombre, las cuales constituyen el elemento primordial de su cualidad
humana y ahora son reemplazadas por su individuación absoluta. Las exacerbadas
naturaleza y vida individuales de los seres humanos en la fase superior del capita-
lismo constituyen el remate del proceso de aniquilación por la propiedad privada de
su naturaleza esencial y, al mismo tiempo, una poderosa palanca para impulsar ese
proceso hasta niveles inconcebibles.
Son precisamente todas estas características, potenciadas hasta el infinito, las
que reúne en sí el individuo del régimen capitalista, quien se erige así en el último
reducto de la propiedad privada: es un propietario privado de su corporeidad, de su
conciencia y de su voluntad, elementos que constituyen el contenido de su persona-
lidad como sujeto absoluto. Como propietario privado de sí mismo, es el resultado

358 • Capitalismo moderno y revolución


último de la evolución del régimen de la propiedad privada, manifestación superior
de la negación de la naturaleza humana y, al mismo tiempo, el motor de una mayor
aniquilación de las características humanas de la especie. Es la joya que corona a la
propiedad privada.
La revolución proletaria, como el movimiento de reapropiación de la natu-
raleza humana de la especie, tiene entre sus tareas principales la anulación total de
la individualidad y la restauración de la naturaleza colectiva de los seres humanos.
Por lo tanto, los revolucionarios modernos deben sumar a las reivindicacio-
nes tradicionales del movimiento comunista, es decir, a la abolición de la propiedad
privada sobre los medios e instrumentos de producción y al establecimiento de la
producción y el consumo totalmente colectivos, la de la supresión drástica de la pro-
piedad privada sobre sí mismo del individuo capitalista, es decir, la anulación plena
de su individualidad. Esto requiere ineluctablemente de la disolución de la familia
individual, lo cual a su vez implica la abolición de la paternidad y la filiación indi-
viduales y su reemplazo por la paternidad y la filiación colectivas. Una condición
indispensable para que todo esto se produzca es el derruímiento del hogar privado
capitalista y su sustitución por la edificación colectiva que integra en sí el lugar de
producción, de consumo y de reproducción del ser humano. La actual estructura
urbana deberá ser demolida desde sus cimientos para construir el albergue del ser
humano socializado; el transporte individual tendrá que ser completamente elimi-
nado y el transporte colectivo reducido a los límites de las necesidades de la socie-
dad rehumanizada.
En atención a todo lo anterior, los revolucionarios deben incluir entre sus
tareas la realización de una enorme labor teórica que tenga por objeto desarrollar
todos los puntos relativos a la individuación capitalista de los trabajadores, que es
la manifestación última de la esencia de la propiedad privada y el resultado y la
causa de la pérdida total de las características naturales de la especie en la clase
obrera, y las cuestiones referentes a la necesaria eliminación de la individualidad de
los trabajadores y la imprescindible restauración de su naturaleza y vida colectivas.
Los revolucionarios deberán de hacer la crítica teórica de todas las manifestaciones
en que ha cristalizado, durante el largo período de existencia de la propiedad priva-
da —de cuarenta a cincuenta siglos como mínimo—, la actividad de los individuos
sustantivados, tales como las producciones culturales, artísticas, arquitectónicas, ur-
banísticas, etcétera, develando su verdadera naturaleza de expresiones de la esencia
inhumana de la propiedad privada que, a su vez, sirven de instrumentos para una
mayor deshumanización de la especie; además, están obligados a esclarecer ante los
obreros cuáles son las actividades y producciones verdaderamente humanas que en
la sociedad comunista habrán de establecerse. De la misma manera, deben hacer la
crítica demoledora de la sensibilidad y de los sentimientos de los individuos que el
prejuicio pequeño burgués deja como un residuo “humano” después de descontar
lo que reputa como las deformaciones que impone el capital a su “verdadera natu-
raleza humana”, determinándolos como manifestaciones inequívocas de la degene-
ración y desnaturalización de sus características humanas; en contrapartida, es su

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 359


obligación esclarecer teóricamente cuál es la sensibilidad verdaderamente humana
que los individuos deberán adquirir en la sociedad comunista.
Con base en esa intensa actividad teórica, los revolucionarios estarán obli-
gados a realizar entre la clase obrera una vigorosa y penetrante propaganda de los
postulados desarrollados acerca de la naturaleza de la antihumana individuación
del ser humano por la propiedad privada y del carácter antinatural y negatorio de la
cualidad humana de la sustantivación que de la individualidad de los trabajadores
efectúa el régimen capitalista en la fase superior de su existencia.
A la par que se dota a la clase obrera de la conciencia de esta extensión de
las formas de la depauperación a que está sujeta en el régimen capitalista y de las
reivindicaciones adicionales que a ellas corresponden, los revolucionarios deben or-
ganizar a los trabajadores para que luchen también por las demandas que se refieren
al establecimiento de las condiciones que permitan la abolición definitiva del indi-
viduo en los trabajadores, la anulación de la propiedad privada del obrero sobre sí
mismo y la reasunción de las características colectivas de la especie.
La clase obrera, provista de una conciencia revolucionaria que ahora com-
prende el conocimiento de la forma más elevada de la explotación capitalista que
consiste en el mantenimiento y exacerbación de la inhumana individualidad que les
confiere la propiedad privada, y pertrechada con una determinación indoblegable
de realizar todas las acciones necesarias, incluida la supresión total de la individuali-
dad de los trabajadores, guiada por su partido político desarrollará la lucha decisiva
para conquistar el poder, establecer su dictadura e implantar el socialismo.
El partido político del proletariado deberá estar formado por intelectuales
radicalizados y obreros elevados a la condición de teóricos del socialismo que hayan
erradicado definitivamente de sí mismos la individualización característica del régi-
men capitalista y cuya única ocupación sea la realización de la revolución proletaria.
¿De dónde se deriva la necesidad histórica de la formación de un Partido de
la clase obrera como condición inexcusable para que ésta pueda conquistar el poder
e instaurar el socialismo?
Evidentemente de las mismas condiciones generales que en el capitalismo
crean las premisas objetivas y subjetivas de la revolución proletaria; dejamos esta-
blecido que como requisito indispensable para la realización de la revolución pro-
letaria es necesario sustituir la ideología y organización burguesas de la clase obre-
ra por la ideología y organización revolucionarias; esto implica que la mayoría de
la clase obrera tome conciencia de la naturaleza exacta del régimen capitalista, de la
necesidad de su derrocamiento y de su papel como clase que debe subvertirlo y
establecer su dictadura sobre las demás clases, instaurando el socialismo; significa
también que el proletariado debe organizarse para llevar al cabo esas reivindicacio-
nes. Para realizar todas estas tareas indispensables se requiere la elaboración de una
teoría que desentrañe las particularidades del capitalismo y de la ideología burguesa
en un determinado país, la estructuración de un programa de acción del proletaria-
do que exprese sus reivindicaciones esenciales y trace la táctica y la estrategia para
la conquista del poder y, por último, la actividad práctica que lleve esa teoría y ese
programa a la clase obrera. Sólo un grupo de intelectuales y obreros, que actúen

360 • Capitalismo moderno y revolución


coordinadamente bajo una misma dirección, penetrando en todas las capas de la
clase obrera y fundiéndose con ella por medio de células de proletarios que reali-
cen sistemáticamente una propaganda, agitación y organización masivas, es el que
puede cumplir con los requisitos enumerados —tomando en cuenta que la ideología
burguesa se posesiona hasta de las fibras más íntimas de la conciencia del prole-
tariado— y el que por tanto, a través de este proceso, debe llevar a la clase obrera
la conciencia de la necesidad de la destrucción violenta del régimen burgués. Este
grupo es lo que en el lenguaje técnico de la revolución se llama “Partido”. Desde otro
punto de vista, la necesidad de la estructuración del Partido se deriva del imperativo
de la lucha radical de la clase obrera como único medio para conquistar el poder:
el proletariado, hemos dicho, sólo puede actuar por las determinaciones de su con-
ciencia; la conciencia de la necesidad de la subversión armada específica, que tiene
como finalidad la destrucción del régimen capitalista, la conquista del poder por el
proletariado y la instauración del socialismo; obviamente, para que la conciencia de
la necesidad de la acción extrema esté dirigida a esos tres objetivos fundamentales
es preciso que previamente el proletariado adquiera la conciencia de los mismos y se
organice en torno a ellos, lo cual sólo es posible, como lo hemos demostrado, a través
de un Partido Revolucionario.
Esta que hemos expuesto es la esencia de la teoría marxista-leninista sobre
el partido proletario; las desviaciones de izquierda (castrismo), las sintetizamos en
seguida:
a) Es posible que la clase obrera conquiste el poder sin necesidad de que exista un
partido que dirija la lucha ni, evidentemente, el proceso de desplazamiento de
la ideología y organización burguesas del seno del proletariado.
b) La conquista del poder se puede lograr por medio de un grupo armado (guerrilla
rural o urbana) que destruya desde fuera, por medio de la acción militar inme-
diata y directa la dominación burguesa sobre las clases explotadas, debilitando el
aparato militar burgués e incitando a las masas a la lucha exclusivamente a través
del ejemplo. Así se creará un ejército popular que conquiste el poder. Durante
el mismo proceso, antes o después de la conquista del poder, eventualmente se
formará el partido.
c) La posibilidad se presenta no como una alternativa entre la forma antigua y la
nueva, sino como la única posibilidad en las condiciones actuales.

Las bases sobre las que hacen descansar esas desviaciones, son las siguientes:
La necesidad de la existencia del Partido y del desarrollo de la lucha ideológi-
ca y organizativa previamente a la conquista del poder no responde a la esencia del
régimen capitalista, sino a características accidentales de Asia o Europa; en América
hay condiciones distintas (geográficas, económicas y políticas) que hacen posible y
necesaria la vía distinta propugnada.
Existen los prerrequisitos de la revolución de tal suerte que se da la condición
indispensable para que funcione el fenómeno de la catálisis, es decir, que es posible
crear las condiciones subjetivas por medios del ejemplo (focos).

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 361


En relación con lo anterior, se parte del supuesto de que la dominación de
la burguesía sobre el proletariado es puramente económica y policiaco-militar y no
ideológica y organizativa.
Cuando se acepta que existe este último tipo de dominación se dice que la
misma es sólo una capa delgada que no ha llegado a penetrar profundamente en las
clases explotadas y que por tanto puede ser rota fácilmente por la energía revolucio-
naria latente de las masas. El papel de la guerrilla es presentar a los explotados una
alternativa para dar curso a su energía revolucionaria latente.
El proletariado tiene por sí —se dice— una energía revolucionaria que se ma-
nifiesta automáticamente, en cuanto se presenta la alternativa mencionada.
Se sostiene que el proletariado se alzará en armas sin saber por qué ni para
qué, en cuanto exista la alternativa de la lucha armada.
Otra de las bases de la que parten es la consideración de que las clases explo-
tadas están por completo bajo la dominación (ideológica organizativa) de la bur-
guesía y que es imposible por tanto penetrar en ellas para crear su partido, darles
conciencia y organizarlas; por eso, sólo es posible seguir la vía de la lucha armada.
Se pretende que hay superioridad táctica de la guerrilla frente al ejército re-
gular de la burguesía.
Toda una forma de fundamentar el problema es la siguiente: es cierto que el
proletariado se encuentra completamente sujeto a la burguesía y que la revolución
sólo puede ser obra de la propia lucha de la clase obrera, que es necesario el Partido,
etcétera, pero en las condiciones actuales, para romper más fácilmente el asfixiante
cerco ideológico y organizativo tendido por la burguesía en torno al proletariado, y
tomando en cuenta la alta centralización de la industria, es posible desquiciar la eco-
nomía burguesa a través de las acciones terroristas que paralicen los nervios vitales
de la producción (comunicaciones, etcétera), debilitando el cerco mencionado lo que
permitirá una más cómoda y rápida introducción de la ideología y organización re-
volucionarias al proletariado y un desarrollo más acelerado de la lucha de clases. La
actividad de los “revolucionarios” debe dirigirse paralelamente en los dos sentidos.
Los errores teóricos de los fundamentos de las tesis revisionistas de izquier-
da, son evidentes: El primero y fundamental: la necesidad del Partido y de todo
el proceso previo a la fase final de la revolución no se deriva, como ya vimos, de
un carácter accidental del capitalismo, sino de su esencia misma, de la tendencia
del capitalismo a penetrar fuertemente (ideológica y organizativamente) en lo más
recóndito de las clases explotadas y de la facilidad con que ellas mismas asimilan
y hacen suyos los principios ideológicos burgueses (línea de menor resistencia). En
la actualidad, en todo el mundo, y en especial en Latinoamérica, esa tendencia se
ha hecho más fuerte, infinitamente más fuerte, y ha creado lo que Marcuse llamó
la sociedad de la “Administración total”, en donde las clases explotadoras han lo-
grado por fin que los explotados acepten gustosos y cooperen “voluntariamente”
a perfeccionar el régimen capitalista de producción. Es lógico entonces que con
mayor razón sea necesario el mismo proceso propugnado por los clásicos: Partido,
toma de conciencia y organización y que el mismo tenga que ser más profundo
y complejo. Las características que por ejemplo Debray señalaba como típicas de

362 • Capitalismo moderno y revolución


Lationamérica (baja densidad de población en el campo, ausencia de intervención
militar directa, etcétera) y sus opuestos, que los consideraba como la causa de la
necesidad de la formación del Partido y del proceso político previo a la fase radical
de la revolución no son circunstancias esenciales de la explotación colonial, sino
formas secundarias que adopta ésta en sus distintas etapas y que sólo nos hacen
saber que el proceso de creación del Partido, etcétera, deberá ahora ser más arduo,
complejo y profundo que antes, pero que no nos autoriza a extraer de ahí nuevas
consecuencias tácticas puesto que lo esencial no ha cambiado y al contrario, ha lle-
vado a su máxima expresión su naturaleza.
Es cierto que existen los prerrequisitos para la revolución en todo el mundo
capitalista, pero aquí hay que hacer una clara distinción entre las precondiciones
objetivas y subjetivas de la revolución. Es evidente que existen las primeras y que
se agudizan o “perfeccionan” conforme pasa el tiempo, pero no podemos decir lo
mismo de las segundas; y en estas últimas no podemos incluir el descontento de la
clase obrera, que existe siempre, aunque canalizado incluso hacia el perfecciona-
miento del capitalismo; tal descontento así considerado pertenece a las condiciones
objetivas. Las condiciones subjetivas, o sea la conciencia y organización de la clase
obrera para la conquista del poder, no existen en ninguna parte espontáneamente,
sino que su creación es precisamente la tarea principal de un Partido proletario. La
teoría según la cual es posible crear la condiciones subjetivas por medio de la acción
militar se basa en la tesis falsa de que la conciencia y la organización pueden brotar
espontáneamente de la misma clase obrera; además, se descansa también en el error
de que al destruir o debilitar el aparato militar de la burguesía, automáticamente se
destruye o debilita la sujeción ideológica y organizativa.
La dominación de la burguesía sobre el proletariado no es puramente econó-
mica y policiaco-militar, sino eminentemente ideológica y organizativa; la máxima
aspiración de la burguesía, que se convierte en una tendencia del régimen capitalis-
ta, es lograr que la explotación se base exclusivamente en resortes ideológicos y or-
ganizativos y sólo excepcional y suplementariamente en la fuerza policiaco-militar.
Este es un hecho inobjetable que nos lo demuestra el constante perfeccionamiento
de la ideología burguesa.
Como hemos insistido, la dominación de la burguesía sobre el proletariado
penetra firmemente hasta alcanzar todas las fibras de la conciencia y de la acción
del proletariado a través de una educación que viene de muchas generaciones atrás.
Como es obvio, para dar conciencia al proletariado de la necesidad de conquistar el
poder mediante el derrocamiento de la burguesía y la subversión de toda la sociedad
burguesa y organizarlo en torno a esos objetivos, es necesario derrotar previamente,
en el seno de la clase obrera, a la ideología y organización burguesas y sustituirlas
con las que corresponden al proletariado.
El argumento según el cual a causa de la completa dominación burguesa es
imposible penetrar en las clases explotadas y que por tanto se impone la lucha ar-
mada inmediata, demuestra palpablemente la estulticia de quienes la sostienen: pre-
cisamente cuando se agudizan las condiciones que hacen necesario el partido y el
proceso previo a la conquista del poder es cuando se abandona esa tarea.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 363


Las consecuencias de la realización práctica de las tesis “neoblanquistas” son:
En primer lugar, el grupo “revolucionario” se integra con el “detritus” de la
pequeña burguesía, es decir, con toda esa cauda de fracasados, desesperados, frus-
trados, etcétera, que ven en la lucha guerrillera o en el terrorismo no otra cosa que la
salida para su situación personal; su espíritu individualista los lleva a despreciar su
fusión con las masas, lo cual sería la única forma en que realmente lograrían trans-
formarse en revolucionarios; bajo estas circunstancias, los guerrilleros tienen que ser
necesariamente un grupo de vedetes que hacen declaraciones a diestra y siniestra,
participan en congresos internacionales aparatosos e ineficaces, aparecen entrevista-
dos en las revistas de moda y decretan, desde sus “refugios de caza”, la desaparición
del capitalismo. En síntesis, los guerrilleros no pueden ser, por ningún concepto, re-
volucionarios. Como veremos más adelante, en realidad son contrarrevolucionarios;
se consideran a sí mismos una élite que está sobre las masas.
La acción militar genera como una consecuencia necesaria el fortalecimiento
del aparato ideológico y organizativo de la burguesía sobre el proletariado, pues ese
campo lo dejan libre los “revolucionarios” y, a la vez, previene a la burguesía acerca
de donde debe apretar el cerco; hace caer al proletariado en un “compás de espera”
mientras se dilucida la lucha entre guerrilleros y ejército; deja a los trabajadores ab-
solutamente en manos de la burguesía y aplaza el movimiento revolucionario de la
clase obrera convirtiéndose así en contrarrevolucionaria.
El interés de clase que se encuentra detrás de la teoría que hemos estudiado
es el de la pequeña burguesía urbana.
Las causas de su éxito aparente en la década 60-70 se pueden sintetizar rá-
pidamente en los siguientes términos: el empobrecimiento de sus condiciones de
vida bajo el ascenso del capitalismo, que la obligó a rebelarse contra la burguesía y
el predominio de la corriente oportunista en el movimiento comunista internacional
que trajo necesariamente una recesión en la lucha del proletariado y la abjuración
de la necesidad de la forma superior de lucha lo que llevó a la pequeña burguesía
al primer plano y determinó que reivindicara, para su propio interés, ese principio
revolucionario.

La verdadera naturaleza de la revolución cubana


Hasta aquí estudiamos la teoría neo-blanquista de la revolución en su aspecto for-
mal; no hemos entrado para nada al análisis del contenido de esa revolución que
propugnaban los cubanos y que es el que desarrollaron en su país; en la parte
que sigue nos detendremos en ese tema.
La clase que postula la revolución-conjura es, como lo hemos dejado estable-
cido a lo largo de este trabajo, la pequeña burguesía urbana de las colonias; vimos,
cuando analizamos la teoría de los revisionistas burgueses (PCUS y cía.), que el ca-
pitalismo neocolonial llevaba a la constitución de la pequeña burguesía urbana, la
cual tenía como núcleo fundamental a los intelectuales y los técnicos cuyo número
aumentaba con el crecimiento de la industria colonial; además, decíamos que sur-
gía en el mismo régimen una clase de pequeños productores agrícolas capitalistas
necesarios para la marcha ascendente de todo el sistema; expresamos también que

364 • Capitalismo moderno y revolución


la satisfacción de los intereses de estos dos grupos de la pequeña burguesía llevaba
al perfeccionamiento del capitalismo neocolonial y de todo el régimen neocolonial
del imperialismo; estos dos grupos de la pequeña burguesía (urbana y rural) entran
inmediatamente en conflicto con las clases explotadoras principales de las colonias
y oponen a ellas sus intereses particulares; sus reivindicaciones son, fundamental-
mente, por lo que se refiere a la pequeña burguesía, las mismas de la burguesía
liberal nacional (reforma agraria, industrialización y nacionalización de industrias
extranjeras) las que, como sabemos, se traducen necesariamente en el perfecciona-
miento del régimen capitalista neocolonial y del sistema neocolonial imperialista;
por parte de la pequeña burguesía agraria su reivindicación parcial es la reforma
agraria, cuyo desenlace ya conocemos; en su movimiento, la pequeña burguesía pre-
siona a la burguesía liberal para que cumpla con su cometido histórico; ésta, después
de tímidas reclamaciones, termina echándose en brazos de la oligarquía (hacenda-
dos y gran burguesía comercial e industrial); convencida la pequeña burguesía de
que la burguesía liberal no realizará las reivindicaciones comunes, se lanza a la lucha
decisiva, tratando de conquistar el poder para realizar aquellos postulados que, lo
repetimos por enésima vez, llevan al perfeccionamiento del capitalismo colonial y
del imperialismo. En Cuba, este proceso alcanzó su forma más acabada al conquistar
el poder la pequeña burguesía urbana que de inmediato convirtió al proletariado
urbano y rural en su base de sustentación; se sustituyó así como clase explotadora a
la burguesía nacional y a los hacendados capitalistas; perfeccionó hasta sus últimas
consecuencias el capitalismo neocolonial e hizo cambiar de amo a la isla del Caribe,
transformándola en una neocolonia del imperialismo ruso; no podía haber sido de
otro modo porque la cubana no fue una revolución proletaria, sino pequeño burgue-
sa; de ahí que la clase obrera siga siendo en Cuba una clase explotada. Después de la
revolución pequeño burguesa cubana se dio en Latinoamérica una doble situación:
por un lado, la pequeña burguesía de todo el continente se puso en pie de lucha; por
el otro, la reacción imperialista tensó todas sus fuerzas para contener la avalancha
“revolucionaria”; triunfó, obviamente, quien debería triunfar, es decir, el imperialis-
mo y las burguesías nacionales; después de esto, la propia burguesía liberal latinoa-
mericana realizó por diferentes vías y a distintos ritmos, aquellas reivindicaciones
que la pequeña burguesía y los “heroicos guerrilleros” habían puesto en el tapete;
se abrió así una nueva etapa de lucha “antiimperialista” encabezada por la burgue-
sía liberal latinoamericana y dirigida por algunos países del continente; la pequeña
burguesía en su gran mayoría adoptó la línea de la reforma, aceptando el papel de
lacayo preferido del capitalismo neocolonial e integrándose a éste en toda su exten-
sión; los “locos sueltos” se convirtieron al terrorismo, última fase anterior a su total
extinción. Al final de este ciclo y a causa de la acción “revolucionaria’ de la peque-
ña burguesía y de la burguesía latinoamericanas, el movimiento volvió a su punto
de partida: la dominación económica y política de las oligarquías latinoamericanas
(caso Chile, Uruguay, Argentina, etcétera); después de ello se presentó un nuevo
ascenso de la pequeña burguesía que alcanzó su punto culminante con la revolución
nicaragüense, caricatura ésta de la revolución cubana, el cual a su vez despertó a las
burguesías nacionales de Argentina, Chile, Brasil, etcétera.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 365


La conclusión fundamental que extraemos de todo esto es la siguiente: las
reivindicaciones de la pequeña burguesía, como lo demuestra su realización por la
revolución cubana, son en esencia los mismos postulados de la burguesía nacional y
se traducen, a su cumplimiento, en el perfeccionamiento del régimen del capitalismo
neocolonial y del sistema neocolonial del imperialismo.

d) El revisionismo de derecha pequeño burgués


La intelectualidad pequeño burguesa radical ha sido siempre el semillero de militan-
tes de los partidos comunistas; así sucedió desde la fundación del partido bolchevi-
que hasta la formación de los partidos comunistas al cobijo de la IIIa. Internacional.
Al iniciarse el proceso de mistificación del marxismo-leninismo, muchos in-
telectuales pequeño burgueses advirtieron la verdadera naturaleza revisionista de
los partidos comunistas y empezaron a buscar el camino de la reivindicación de los
principios revolucionarios. Renegaron primeramente del revisionismo soviético y
se refugiaron en el maoísmo; una vez que comprobaron la cualidad también revi-
sionista de las teorías de Mao, se convirtieron al castrismo; cuando se hizo evidente
la burda alteración del marxismo-leninismo que la teoría cubana de la revolución
representaba, volvieron los ojos a quienes se decían los genuinos continuadores de
Marx, Engels, Lenin y Stalin y promotores del más puro modelo del socialismo for-
mal, el partido comunista albanés.
Moviéndose en un círculo perverso, la intelectualidad pequeño burguesa
recorría constantemente el siguiente movimiento: negaba su posición anterior por
revisionista y anunciaba la formación ahora sí del verdadero partido o grupo revolu-
cionario bajo los auspicios de la auténtica teoría revolucionaria; repudiaba ésta ver-
sión también por revisionista y proclamaba su adhesión a los genuinos principios de
la revolución, encarnados por tal o cual corriente, y así sin solución de continuidad.
Mientras tanto, la realidad permanecía intangible ante estas embestidas etéreas de
la “razón pura”.
En este juego execrable ha gastado su tiempo la intelectualidad pequeño bur-
guesa desde la época de la consolidación del revisionismo moderno hasta los días
que corren.
Cuando a sus espaldas se gesta y materializa un poderoso movimiento social
popular (pequeño burgués por definición), o un régimen de la pequeña burguesía
radical que proclama la instauración del “socialismo”, etcétera, la intelectualidad
pequeño burguesa se prosterna ante estas manifestaciones informes y contrahechas
de los intereses y apetitos de la pequeña burguesía, a las que saluda como un prole-
gómeno de la revolución, y se adhiere a ellas incondicionalmente.
En el momento histórico en que se produce el entronizamiento del socialismo
real (décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado), la situación del movimiento y la
teoría revolucionarios es la siguiente.
El socialismo formal está en proceso de extinción y es rápidamente sustitui-
do por un régimen semicapitalista al que se denomina “socialismo real”; el sistema
de países socialistas, apenas iniciada su existencia como naciones en las que se ha
implantado el socialismo formal, entran en un rápido proceso de degeneración que

366 • Capitalismo moderno y revolución


lleva a la restauración capitalista; los partidos comunistas de los países antiguamen-
te socialistas se transforman, de directores del proceso de construcción del socialis-
mo, en promotores de la aniquilación de la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción y su transformación en propiedad grupal e individual;
los partidos comunistas del mundo capitalista dejan de ser los abanderados de la
revolución socialista en esos países y son ahora organizaciones políticas represen-
tativas de la pequeña y mediana burguesía; el movimiento obrero es sometido al
control organizativo de la burguesía; los trabajadores son dotados de una ideología
típicamente burguesa, basada íntegramente en el individualismo capitalista; la teo-
ría revolucionaria ha sido desterrada por completo del ámbito social y en su lugar
se ha formado una ideología específica, una variación de la ideología burguesa que
sin embargo es llamada marxismo-leninismo; la intelectualidad pequeño burguesa
no tiene ya la calidad de depositaria de la teoría revolucionaria y se halla sujeta a un
movimiento de vaivén infecundo entre las diversas revisiones del marxismo-leninis-
mo; los países distintos de la Unión Soviética y de los de Europa oriental, que tam-
bién se autonombraron socialistas, como China, Vietnam y Corea, son regímenes de
la pequeña burguesía agraria que han colectivizado su agricultura y con base en ella
han iniciado la creación de una industria nacional; la pequeña burguesía urbana no
ha querido quedarse atrás en este devenir histórico y ha fundado también su propio
reino, esa excrecencia ridícula y pretenciosa que fue llamado el “socialismo cubano”,
cuya única base y contenido único es la colectivización de una agroindustria; por
último, todos los nominados “movimientos populares” son acciones políticas de la
pequeña burguesía.
Por otra parte, el capitalismo ingresó en una etapa superior de su existencia
en la que su dominio económico, político e ideológico adquiere una fuerza centu-
plicada.
En los años sesenta del siglo XX surgió en el panorama de la lucha de cla-
ses de los países altamente desarrollados un fenómeno que es necesario tomar en
cuenta para la cabal comprensión de las perspectivas de la revolución proletaria
mundial. En la segunda mitad de la década del 60 se inició un poderoso movimiento
encabezado por los intelectuales y los estudiantes en el que se hermanaron las más
disímiles corrientes políticas, que iban desde la democracia cristiana hasta el castris-
mo y el maoísmo. Lo característico de este movimiento al que aludimos era que el
propósito expreso de los distintos grupos sociales que lo integraban lo constituía la
instauración del “socialismo” en esos países. Sin embargo, el socialismo que preten-
dían y los medios que preconizaban para establecerlo no eran, ni mucho menos, los
estipulados por la teoría del marxismo-leninismo.
Ellos querían la transformación del régimen capitalista en un “socialismo de-
mocrático y humanista”; los medios que proponían para alcanzar ese objetivo eran
diametralmente opuestos a la lucha revolucionaria del proletariado prescrita por los
principios clásicos de la revolución; según esto, la clase obrera había dejado de ser
revolucionaria y en contrapartida se habían radicalizado las capas marginadas de la
“sociedad de consumo”, como eran los intelectuales y los estudiantes; en consecuen-
cia, la acción revolucionaria debía partir de estos “neo-proletarios”, cuyo movimien-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 367


to sería el “detonador” para arrastrar a la lucha a la clase obrera, contienda que des-
de luego no tenía como finalidad la conquista del poder político por el proletariado
sino la toma de los centros de trabajo, en donde los propios obreros organizarían la
producción, dejando en manos de la burguesía toda la maquinaria estatal mientras
se creaban en la base los órganos del nuevo gobierno que lentamente desalojasen
de sus posiciones a la clase dominante; claro es que el papel de dirigentes de este
proceso se lo adjudicaban graciosamente a sí mismos los intelectuales. Junto a esta
corriente, que era la dominante en el movimiento al que hacemos mención, actuaron
pequeños grupos radicales inspirados principalmente en la doctrina de la revolu-
ción cubana; estos grupúsculos aprovecharon la situación creada por aquella co-
rriente para tratar de trasplantar a las sociedades capitalistas altamente desarrolla-
das la táctica que había puesto de moda la revolución cubana. La intención última de
estos grupos era la conquista del poder para implantar el socialismo; a la represión
violenta de la burguesía proponían enfrentar la lucha armada de un puñado de locos
sueltos que lograse catalizar a todas las clases sociales opuestas a la que detentaba el
poder y encauzarlas a esa forma superior de lucha.
Desde luego que el movimiento que analizamos no era, ni mucho menos, una
acción revolucionaria del proletariado. Constituía la lucha independiente de una clase
social que por primera vez había salido a la palestra con sus propias reivindicaciones
y que intentaba llevar tras de sí a la clase obrera; nos referimos a la pequeña burgue-
sía, que estaba encabezada por sus representantes más conspicuos, los intelectuales
y los estudiantes. La causa de su acción independiente la encontramos en el propio
desarrollo del capitalismo que en su fase moderna de existencia había deteriorado
las condiciones de vida de esa clase social, convirtiendo a los antiguos profesionistas
liberales en asalariados del gran capital. El papel cada vez más importante que la
ciencia y la técnica tienen en la producción ha obligado al régimen capitalista a au-
mentar la cantidad de técnicos y científicos, a quienes ha sometido a los dictados de
esa organización económica; tal sujeción genera en la pequeña burguesía la necesi-
dad de liberarse de ella, por lo que forzosamente se opone a la gran burguesía; dicho
antagonismo toma las formas más variadas, según la capa de esa clase social que la
enarbole; así, fue característica de una parte de esa clase social la “filosofía hippie”
que reivindicaba el “amor libre” (lo que no significa otra cosa que propugnar por la
promiscuidad sexual y el homosexualismo), la vida sin sujeción a norma alguna en
contraposición al constreñimiento a patrones de vida predeterminados a los que so-
mete al hombre la sociedad burguesa, el repudio al trabajo porque en las sociedades
de consumo es algo contrario a la naturaleza del hombre que aniquila su libertad de
creación; su forma de “lucha” era la “canción protesta” y su objetivo último un mun-
do en donde sólo existiesen “el amor, el LSD y las flores”; eran el “lumpen” de la
pequeña burguesía. Pero hay otra capa de esta clase social (íntimamente ligada con
la anterior) más seria en sus reivindicaciones y que expresa su protesta políticamen-
te; es ésta la que dirigió los movimiento que “convulsionaron” al mundo capitalista
en aquellos años y cuyo programa ya hemos esbozado líneas arriba.
Las diferencias de esta clase social con la burguesía llegan a ser tan grandes
que, incluso, en nombre de un socialismo caricaturesco, le disputan muy seriamente

368 • Capitalismo moderno y revolución


el poder; debido a su esencia de clase pretenden conquistar el poder político por me-
dio de una “revolución dentro de los límites de la razón pura”; la “imaginación” es
el arma terrible que esgrimen contra el orden establecido. La burguesía hace acopio
de los más variados expedientes, principalmente “del látigo y del azúcar”, es decir,
de la represión y de las reformas para someter a la pequeña burguesía en rebelión.
Esta clase, que por la interrelación que existe entre sus diversos sectores (pequeños
productores, pequeños comerciantes, intelectuales y estudiantes) es una clase po-
seedora en su conjunto y por tanto una clase esencialmente burguesa, se integra al
aparato de explotación capitalista y renuncia a sus veleidades “socialistas” difirien-
do hasta las calendas griegas “la lucha final contra este régimen de opresión”. Una
mínima parte de la pequeña burguesía no claudica ante la gran burguesía y sigue
adelante hasta desembocar en la formación de guerrillas urbanas, las que, indefec-
tiblemente, se convierten en grupos de terroristas sin base social alguna, sin partido
y sin programa político definido que son fácilmente aniquilados o neutralizados.
Cuando la pequeña burguesía, en el proceso que hemos esbozado, toma con-
ciencia de que es impotente en su lucha contra la burguesía, vuelve angustiada los
ojos a la clase obrera, de la que trata de obtener ayuda. Pero sus principios son tan
grotescos y traídos de los pelos y su acción política se mueve de tal forma dentro de
los límites de la “razón pura”, alejada por completo de las necesidades prácticas e
inmediatas del proletariado, que realmente no logra atraer sino a una fracción harto
reducida de la clase obrera. Así, por ejemplo, la celebrada unión entre obreros e inte-
lectuales practicada en Francia durante la “revolución de mayo” de 1968 no era otra
cosa que la conversión de los lugares de trabajo y reunión de los obreros en aulas
universitarias y seminarios públicos y, por tanto, no significaban sino el trasplante al
movimiento obrero de todo el cretinismo y la estupidez de los profesores universi-
tarios y de los intelectuales pequeño burgueses, quienes llamaban a la clase obrera a
la discusión y al diálogo para construir en la imaginación la sociedad del futuro, con
todos sus detalles, mientras que la sociedad real, a la que en todo caso había que des-
truir para dar nacimiento a un nuevo orden de cosas, seguía existiendo firmemente
enraizada, poniendo en acción los dispositivos necesarios para garantizar esa exis-
tencia. “La imaginación ha tomado el poder”; esta frase apareció constantemente en
los muros de París y nada podía haber pintado mejor de una pieza a la “revolución
de las flores” que este epigrama que ella se hizo a sí misma. Mientras más la imagi-
nación se enseñoreaba de la pequeña burguesía y de reducidos grupos de obreros,
en tanto con más insistencia se decretaba la abolición del régimen existente, más
seguía la sociedad real apuntalando los pilares en los que se sostenía y haciendo
más fuerte la influencia que sobre la aplastante mayoría de la clase obrera tenía a
través del Partido comunista francés, modelo típico éste de partido oportunista y,
por tanto, colaborador hasta la ignominia de la burguesía francesa.

La “nueva izquierda”, soporte teórico-político del revisionismo pequeño burgués


La década del 60 fue testigo de la entrada al ámbito internacional de una nueva fuer-
za política. Su denominación genérica —Nueva Izquierda—, así como sus orígenes

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 369


se remontan a la época “gloriosa” de la lucha álgida en contra del “estalinismo” o
“culto a la personalidad” en los países socialistas y en los partidos comunistas, es
decir, al período en el que empezaron a florecer todas las corrientes revisionistas
que después cobraron sus formas definitivas. Los frutos más representativos de esta
“Nueva Izquierda” fueron: las teorías deslumbradoras sobre el Poder Estudiantil
y el Poder Negro y los mismos movimientos estudiantiles que convulsionaron al
mundo en aquellos días.
La “Nueva Izquierda” sometió a revisión todas las tesis de la revolución y
estructuró una teoría propia —que cambiaba en algunos aspectos secundarios se-
gún las diversas fracciones que la integraban, pero que en el fondo tenía los mismos
rasgos esenciales—. Lo fundamental de los nuevos principios descubiertos era lo
siguiente: en los países altamente desarrollados (sociedades de consumo) el prole-
tariado había perdido su carácter revolucionario al ser “integrado” al “régimen de
dominación total” y aceptar sin discusión el régimen existente, por lo que realizaba
sólo una lucha por reivindicaciones económicas; los partidos llamados revolucio-
narios y las teorías en que se basaban eran prácticamente inoperantes para hacer
la revolución y formaban parte de la “oposición legal” al régimen y en esa clase de
oposición tenían su modus vivendi: por otro lado, los intelectuales (la “intelligentzia”),
es decir, los profesores universitarios, los profesionistas liberales, los malos escrito-
res, etcétera y los estudiantes eran quienes por su contacto con la ciencia y los ins-
trumentos del conocimiento se daban perfecta cuenta del estado real de la sociedad,
en donde las formas primitivas de la explotación del proletariado habían dejado de
existir tomando su lugar formas nuevas que se centraban todas en la anulación de la
preciosa individualidad de los trabajadores; por todas esas circunstancias, el prole-
tariado no podía por sí solo realizar la transformación revolucionaria de la sociedad
y era necesario entonces que esa “intelligentzia” que había llegado a la cumbre de la
sabiduría descendiese hacia él y le alumbrase el camino hacia la liberación; la táctica
consistía en que esa “intelligentzia”, con su brazo material que eran los estudiantes,
actuase de “detonador” para que el proletariado despertase de su ya largo sopor, se
pusiese en pie y, hombro con hombro con quienes lo habían sacado de su letargo,
realizase la revolución, dirigida, claro es, por la intelectualidad pequeño burguesa
y sus retoños queridos, los estudiantes; para esto no era necesario un partido revo-
lucionario ni una teoría científica coherente y armónica basada en la realidad, sino
sólo la actividad espontánea individual que excluía la sujeción a direcciones dogmá-
ticas y fosilizadas; el objeto no era la toma del poder, sino la “autogestión” obrera
(huelga más autogestión), pues las fábricas son el lugar en donde se centra la esencia
del régimen capitalista de producción y, ganadas éstas, la burguesía habría sido
derrotada; lo importante es que los obreros se conviertan en dueños de los medios
e instrumentos de producción y los “auto-gestionen” en su propio beneficio; así, la
descentralización y la autonomía son condiciones indispensables tanto de la lucha
para conquistar las fábricas como para construir la sociedad revolucionaria del futu-
ro. Claro es que para estos sapientísimos señores el problema del poder efectivo del
Estado (el ejército, la policía, la administración pública, los jueces y magistrados, et-
cétera, que son los puntales sobre los que descansa el poder de la burguesía) no entra

370 • Capitalismo moderno y revolución


aquí para nada, pues al hacer sus elucubraciones ellos partían del supuesto de que
triunfando los obreros en la fábrica todo lo demás se derrumbaría como un castillo
de naipes; de aquí también que no se encontrase entre los elementos del problema la
cuestión relativa a la lucha armada que, por definición, no era el medio por el cual se
llevaría a efecto la “revolución” que proponían.
Es evidente que esta teoría de la “Nueva Izquierda” no era otra cosa que re-
visionismo puro y simple y que, presentándose a sí misma como revolucionaria, era
en realidad contrarrevolucionaria. En efecto, en primer lugar, se consideraba al pro-
letariado como un sujeto incapaz que requería la tutela de esos escritorzuelos e inte-
lectualoides frustrados; esa capitis deminutio en que se pretendía mantener a la clase
obrera es absolutamente contraria a la tesis revolucionaria que prescribe que deben
ser los propios obreros quienes conscientemente realicen la transformación radical
de la sociedad capitalista; esto quiere decir que no es ningún detonador, sino el tra-
bajo cotidiano y gris dentro de la clase obrera el que prepara las condiciones para
su toma de conciencia (la cual es un proceso lento que no se puede dar en un solo
movimiento), la realización de la lucha radical y la conquista del poder. En segundo
lugar, se sustituye la forma más alta de confrontación para derrocar a la burguesía
y su aparato estatal-militar con la conquista de las fábricas y la implantación de la
“autogestión” obrera. Estas tesis no eran nada nuevo; constituían, en esencia, los
principios doctrinarios que sostenían los Partidos Comunistas colaboradores hasta
la ignominia de sus burguesías; lo nuevo era la clase social que ahora las sostenía y
la forma elaborada con que pretendían pasar por ultrarevolucionarias. Esa clase a
que nos referimos es la pequeña burguesía.
¿Por qué esta clase pasó en aquellos tiempos a ocupar la palestra en la lucha
contra la burguesía y el régimen capitalista? Porque en la etapa actual del imperialis-
mo, en la que todas las contradicciones del sistema se han agudizado enormemente,
la explotación de la pequeña burguesía por el gran capital se ha elevado hasta el
infinito. Esto la obliga a rebelarse. Pero al fin de cuentas la pequeña burguesía es
también clase poseedora o, al menos, como en el caso de los intelectuales y los artis-
tas, un grupo que tiene una posición social muy por encima del proletariado y que se
la debe a la actual forma de organización de la sociedad; por eso no puede, aunque
aparentemente así suceda, querer un verdadero cambio revolucionario de la socie-
dad; de ahí que los medios que propone para hacer la revolución sean en esencia
recursos para conservar el régimen existente en sus rasgos fundamentales y que la
imagen que se forja del mundo del futuro coincida en todo y por todo con el mode-
lo del “socialismo humanista”. En fin, que la pequeña burguesía quiere conquistar
el poder para, por un lado, liberarse de la opresión del gran capital y, por el otro,
mantener al proletariado sujeto a interdicción (como sucedía en todos los países en
donde existía el socialismo pequeño burgués) y explotarlo también al igual que lo
hace la burguesía, aunque de una manera “más humana”.
Esta clase social, con sus “nulidades graves”, sus escritores y sus intelectuales
de “vanguardia”, es decir, con sus “Mafias”, se mueve dentro de una contradicción
insoluble: para instaurar su dominación debe derrocar a la burguesía y esto no pue-
de hacerse, en las condiciones actuales, sin que sea el proletariado quien dirija y

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 371


realice la revolución; pero al ser el proletariado la fuerza motriz de un movimiento
radical, la pequeña burguesía tiene que someterse a su dominio y quedar bajo su
dictadura. Esta es la razón por la que los teóricos de la pequeña burguesía eluden
las condiciones verdaderamente necesarias para instaurar el socialismo y llevar al
proletariado al poder. Quieren una revolución dentro de los “límites de la razón
pura” con el fin de crear un reino a su imagen y semejanza, donde toda vulgaridad
tenga su asiento.

La rebelión de la pequeña burguesía internacional


Al término de la segunda guerra mundial el capitalismo entró en una etapa de creci-
miento acelerado sin paralelo alguno en su historia; de tal magnitud fue este impul-
so ascendente que se ganó sin discusión el título de “segunda revolución industrial”,
pues realmente fueron prodigiosos los adelantos que en la técnica de la producción
se lograron. Esto, desde luego, no significa que lo que existía entonces en los países
altamente desarrollados no fuera el capitalismo; por el contrario, es el propio capi-
talismo el que ahí encontramos, elevado a una etapa superior de su existencia; por
consecuencia, también las contradicciones fundamentales de este sistema de pro-
ducción, ya estudiadas al detalle por los teóricos del marxismo-leninismo, seguían
siendo las mismas, con la peculiaridad de que habían llegado a agudizarse de una
manera antes jamás conocida.
La composición de la pequeña burguesía y su situación en las relaciones de
producción habían cambiado también radicalmente a causa del salto dado por el
régimen capitalista. La ciencia y la técnica alcanzaron un lugar primordial en la pro-
ducción pues pasaron a ser, de meros auxiliares secundarios, el verdadero motor del
funcionamiento y desarrollo de la industria. Aumentó, en consecuencia, la cantidad
de técnicos, científicos e intelectuales requeridos por la economía capitalista moder-
na. También la estética, como exaltación de los sentidos humanos con el fin de incre-
mentar el consumo masivo base de la actual etapa del capitalismo, alcanzó un lugar
preponderante. Por ello creció la cantidad de artistas, poetas, escritores, etcétera,
encargados de embellecer el proceso productivo capitalista y el resultado de éste, el
producto-mercancía. Estos grupos han sufrido un proceso singular con el progre-
so del capitalismo; empezaron siendo integrados por los productores intelectuales,
artistas, escritores, etcétera independientes; luego éstos fueron sometidos al capital
como asalariados suyos que conservaban sus instrumentos de producción (su in-
teligencia, su imaginación, etcétera) y, por último, los proletarizó definitivamente
al introducir máquinas que realizan trabajo mental (computadoras, por ejemplo);
paralelamente a este proceso, y en parte provocado por él mismo, se registra dentro
de la sociedad capitalista moderna un gran incremento de la pequeña producción
intelectual realizada por productores intelectuales independientes. Muchos de estos
productores intelectuales independientes y asalariados que realizan trabajo mental
son, al mismo tiempo, pequeños productores de mercancías o pequeños comerciantes.
Quienes son productores independientes o han perdido esa calidad y pugnan
por recobrarla, pertenecen por pleno derecho a la pequeña burguesía; los que han

372 • Capitalismo moderno y revolución


sido definitivamente proletarizados, puesto que sus servicios son recompensados
con altísimos salarios, muy por encima del nivel medio, no se identifican con el
proletariado, sino con la clase que está más cercana a ellos, la pequeña burguesía,
cuya ideología adoptan; y, por último, aquellos que reúnen dos naturalezas en una,
productores o trabajadores intelectuales por un lado y pequeños productores de
mercancías o pequeños comerciantes por el otro, son también, por necesidad, inte-
grantes de la pequeña burguesía.
Encontramos, entonces, que la estructura de esta clase social ha variado en
relación con la etapa anterior del capitalismo pues ha sido enriquecida ahora por
la sangre nueva de los intelectuales y los artistas, quienes les proporcionan los ele-
mentos teóricos, políticos y estéticos necesarios para su acción independiente en la
sociedad contemporánea.
La pequeña burguesía moderna aparece integrada por tres sectores funda-
mentales: el que encabezan los intelectuales y del que forman parte también los ar-
tistas, los escritores, los poetas, los técnicos, los científicos, los profesionistas y la
burocracia estatal y de las empresas privadas; el de los pequeños productores y co-
merciantes; y aquel que es el desecho natural de aquellos dos y que se encuentra en
transición de la pequeña burguesía hacia el proletariado.
No podemos considerar a los estudiantes como formando un sector especial
dentro de la pequeña burguesía, sino, más bien, como pequeños burgueses in nuce,
en período de gestación.
En estas condiciones empezaron a crearse las premisas para la rebelión de la
pequeña burguesía:
— la intelectualidad, los científicos y los técnicos, que son quienes en gran medida
dirigen en nombre y a cuenta de la burguesía el proceso productivo, político
y social, por un lado vieron reducidos sus ingresos en relación con el enorme
crecimiento de la riqueza de la burguesía y por otro, en la misma proporción
que aumentó su papel dirigente en la economía nacional, sintieron cada vez más
opresiva la tutela despótica de la burguesía;
— la principal “capacidad natural” de los artistas, poetas y escritores, es decir, su
imaginación, fue exaltada hasta niveles muy altos pero dentro de los límites es-
trechos que dictatorialmente le impuso la burguesía; aunado a esto, también sus
ingresos fueron relativamente menores que los de la burguesía;
— las condiciones de vida de los técnicos medios, los profesionistas y la burocracia
estatal y privada descendieron relativamente y se acentuó la opresión de que
eran objeto por la burguesía;
— los ingresos de los pequeños productores y comerciantes se redujeron relativa-
mente respecto del aumento desmesurado de la riqueza social en las décadas
anteriores y su sujeción a la burguesía se hizo más constrictiva;
— el sector más bajo de la pequeña burguesía, que tiende a proletarizarse, es obvio
que también se vio afectado por el recrudecimiento de sus condiciones de vida.

La rebelión de la pequeña burguesía germinaba en el caldo de cultivo de la


prosperidad económica.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 373


La impugnación de la sociedad industrial
La revolución humanista y el socialismo humanista
¿Cuáles eran las reivindicaciones de la pequeña burguesía internacional?
a) La intelligentzia
La élite intelectual y artística de los países capitalistas desarrollados aspi-
raba al derrocamiento de la gran burguesía y a la instauración del “socialismo
humanista”.
Este grupo superior de la intelectualidad empezó a formular de una mane-
ra sistemática los principios teóricos de su doctrina a partir del XX Congreso del
Partido Comunista de la URSS, el cual dio el espaldarazo y reconocimiento legal
al revisionismo que anteriormente sólo existía como una corriente subversiva en el
campo socialista; sentada oficialmente la tesis de que el marxismo-leninismo debería
ser revisado en sus aspectos fundamentales, los prohombres de la intelectualidad
pequeño burguesa de todo el orbe se dieron a la tarea de derribar piedra por piedra
el edificio centenario de la ideología revolucionaria y empezaron a levantar sobre
sus ruinas las concepciones de una “nueva teoría” de la revolución.
Las proposiciones fundamentales de esta “nueva teoría” eran dos: (1) las so-
ciedades industriales o de consumo tienen una naturaleza distinta a la del clásico
régimen capitalista de producción, por lo que son obsoletos los análisis de Marx,
Engels y Lenin que fueron realizados sólo en relación con éste; los nuevos problemas
que plantea la moderna sociedad industrial requieren de nuevas soluciones distin-
tas de la clásica revolución proletaria estipulada por el marxismo-leninismo; (2) la
forma de organización social en que debe desembocar el movimiento actual no es el
socialismo que vislumbraron Marx, Engels y Lenin sino una especie híbrida entre el
capitalismo y el socialismo: el socialismo humanista.
La primera parte de la “nueva teoría”, es decir, la crítica que de la sociedad
burguesa hace la pequeña burguesía, se desarrolló dentro de los marcos de esa mis-
ma sociedad; los “impugnadores” del régimen capitalista fueron Mallet, Gorz, Mar-
cuse, etcétera, pero sin discusión quien la llevó hasta sus últimas consecuencias fue
Herbert Marcuse. La “intelligentzia” de todo el mundo occidental encontró en los
países “socialistas” de Europa oriental la teoría y la práctica del “socialismo huma-
nista” ya acabados en sus rasgos fundamentales y en proceso de perfeccionamiento,
por una parte como régimen realmente existente en Yugoslavia y por otra como
oposición al “socialismo real” de los demás países de Europa oriental.
La crítica de la sociedad burguesa por la pequeña burguesía no es sino la ex-
presión teórica de sus intereses de clase; su impugnación se expresa en los términos
siguientes:
Las modernas sociedades industriales (sociedades de consumo) han logrado
erradicar de su seno, en gran medida, la miseria característica de las sociedades pre-
industriales y de las primeras etapas de la misma sociedad industrial; actualmente
se observa en los países desarrollados un aumento fabuloso de la productividad que
se traduce en la extensión del bienestar hacia capas cada vez más amplias de la po-
blación; las fuerzas que en las primeras etapas de la sociedad industrial, impulsadas

374 • Capitalismo moderno y revolución


por la miseria más imperiosa, luchaban por la transformación radical de la organiza-
ción social, en el momento presente han abandonado las barricadas de la oposición
para integrarse a las fuerzas que antes y ahora han formado el elemento conservador
del régimen existente, unidas en el común propósito de incrementar la prosperidad.
Aparentemente esta sociedad es absolutamente racional, pero de hecho es completa-
mente irracional. En efecto, la creciente productividad está gravada por su contrario
(y tiene su base en él): un creciente perfeccionamiento y empleo de los medios de
destrucción y la institucionalización del desperdicio; la amenaza de una devasta-
dora guerra en que se empleasen las armas de destrucción masiva actúa como una
fuerza de cohesión que une a todas las clases sociales en el propósito de proteger
a la sociedad del enemigo exterior. Paradójicamente, la preparación para la guerra
es la condición indispensable para el aumento de la productividad y por tanto de la
prosperidad nacional. La sociedad industrial ha extendido el bienestar a todos sus
miembros pero, a cambio de eso, por medio de un aparato tecnológico de produc-
ción y distribución, los poderes existentes determinan en qué forma los hombres
deben satisfacer sus necesidades vitales y les crean una seria infinita de necesidades
superfluas, “no humanas”, convirtiéndolos en objeto de manipulación a través de la
propaganda y de los medios de comunicación masivos; el hombre moderno come, se
viste, se divierte, ama, piensa, etcétera, conforme lo determina el aparato tecnológico
de dominación que lo convierte en un ser atormentado por nuevas necesidades y
nueva formas —constantemente cambiantes— de satisfacer las viejas necesidades;
es, en realidad, un objeto manipulado (administrado) convenientemente a través de
los medios más modernos de propaganda para hacerlo consumir irrefrenablemente.
Toda su vida, hasta los más mínimos detalles, incluyendo su ocupación, le viene
dada por ese monstruo sagrado que es el aparato productivo moderno altamente
tecnificado, sin que tenga la más mínima oportunidad de participar en las decisiones
sobre su propio destino. La creciente productividad y la extensión del bienestar en
la sociedad de consumo descansan en la represión de las verdaderas necesidades y
facultades humanas individuales de sus miembros.
Esta fue, en esencia la contestation de la pequeña burguesía.
El interés de clase que representa esta doctrina salta a la vista: la moderna so-
ciedad burguesa, al igual que sus viejos modelos clásicos, se basa fundamentalmen-
te en las relaciones que existen entre dos clases sociales antagónicas: burguesía y
proletariado; la esencia del régimen capitalista radica en el hecho de que los medios
e instrumentos de producción pertenecen en propiedad privada a la clase burguesa,
mientras que la clase obrera sólo posee en propiedad su fuerza de trabajo; el capital
—medios e instrumentos de producción propiedad de la burguesía que son fuerza
de trabajo obrero materializada— se mantiene e incrementa a través de la explota-
ción del trabajo asalariado; el resultado de este proceso es la acumulación inmensa
de capital y la depauperación acelerada de los trabajadores, que en su última fase
se traduce en la aniquilación total de su naturaleza humana; ésta es la contradicción
fundamental del régimen capitalista. Existen otras clases sociales que también son
oprimidas por la burguesía, entre las que consideramos principalmente a la pequeña
burguesía.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 375


Como queda dicho, la forma principal de explotación existente en la sociedad
burguesa es la extracción que de su fuerza de trabajo hace al proletariado la burgue-
sía y la anulación por ésta de la esencia natural humana de los trabajadores; en las
sociedades industriales modernas, la explotación de la clase obrera se extiende hasta
la órbita del consumo, terreno en el que coinciden las demás clases oprimidas de la
población; este segundo momento de la explotación capitalista se caracteriza por lo
siguiente: la especulación que hace la burguesía con las necesidades más imperiosas
de los seres humanos y la creación de nuevas necesidades para absorber hasta el
máximo su capacidad de consumo convirtiéndolos en seres sujetos a los dictados del
gran capital en la adquisición de sus medios de vida, ya sean esenciales o superfluos,
todo con el fin de obtener las máximas ganancias de la realización del capital (venta
de los productos); la imposición por la burguesía de formas de vida, pensamiento y
acción que tienden a mantener vivo y a incrementar el interés egoísta e individual
de la ganancia y el lucro en todos los miembros de la sociedad; es decir, en pocas
palabras, que el régimen capitalista crea, desarrolla y satisface las necesidades indi-
viduales de sus miembros con la finalidad de conservar e incrementar el régimen de
producción que se basa en la explotación del trabajo asalariado.
El proletariado ve así incrementada en dos sentidos su explotación: (1) por
una parte, la compulsión al consumo que en esta fase de su desarrollo genera el
régimen capitalista lo obliga a desplegar un volumen mayor de trabajo de una in-
tensidad creciente para obtener ingresos más altos con los cuales sufragar sus abru-
madores gastos en bienes de consumo, lo cual, desde luego, acelera el proceso de
anulación de su naturaleza humana que constituye la esencia de la explotación capi-
talista, (2) por otra, el consumo mismo es una vulneración de la estructura fisiológica
de los trabajadores que deviene a fin de cuentas en una anulación más profunda de
sus características naturales-humanas.
La crítica marxista de la sociedad burguesa se centra en las relaciones de pro-
ducción capitalistas, principalmente en las relaciones de propiedad y de clase que
forman su núcleo fundamental; denuncia el hecho de que en este régimen los me-
dios e instrumentos de producción y los medios de vida (la riqueza social), que son
el producto del trabajo de la clase obrera —que forma la mayor parte de la pobla-
ción—, pertenecen en propiedad a una insignificante minoría, es decir, a la burgue-
sía y que el incremento de la riqueza social inherente al desarrollo del capitalismo
trae consigno un aumento absoluto y relativo de la miseria de la clase productora;
la tesis central del marxismo-leninismo se expresa diciendo que la propiedad priva-
da capitalista es el resultado y la causa de la explotación y de la miseria de la clase
obrera. Además, la crítica marxista se enfoca en contra de la subsistencia misma
de las necesidades y capacidades individuales como el motor del desarrollo social,
pues la satisfacción en mayor o menor medida de aquellas y el desarrollo desmedido
de éstas son el medio a través del cual modernamente se realiza la explotación del
proletariado y se consuma el proceso de degeneración física y mental de la especie
humana.
La crítica pequeño burguesa, por el contrario, desplaza el centro de la impug-
nación hacia otro aspecto del régimen capitalista; de la relación esencial de explota-

376 • Capitalismo moderno y revolución


ción, es decir, de la exacción de la fuerza de trabajo de la clase productora, de una
desposesión cada vez más amplia de sus capacidades humanas por la burguesía y
del consumo aniquilador de la naturaleza humana, lo traslada hacia las formas que
el consumo adopta a los ojos de otras clases sociales, la pequeña burguesía principal-
mente; desplaza la impugnación desde la órbita de la producción a la del consumo,
de la explotación a la enajenación. La pequeña burguesía no impreca a la sociedad
burguesa por el hecho de que la riqueza que usufructúa la burguesía se mantenga e
incremente a base de la explotación de la clase trabajadores, porque exista la propie-
dad privada capitalista, sino porque en la sociedad industrial el hombre (pequeño
burgués) se ha convertido en un objeto de manipulación del aparato tecnológico de
dominación (administración total) que predetermina a aquel sus necesidades y los
satisfactores correspondientes, reprimiendo así sus necesidades y facultades indivi-
duales “verdaderamente humanas”. Los mismos términos usados revelan la trans-
formación efectuada: “sociedad industrial o de consumo” por “régimen capitalista
de producción”, “aparato tecnológico de dominación” por “régimen de explotación
capitalista”, “enajenación” por “explotación”, “hombre” donde debe decir “peque-
ño burgués”, “poderes existentes” en sustitución de “clase poseedora”, etcétera. En
síntesis, la crítica de la pequeña burguesía se enfila hacia la forma en que las nece-
sidades individuales son impuestas y manipuladas por el “aparato de dominación”
pero no, ni mucho menos, contra la esencia misma de esas necesidades (motor de la
actividad del hombre) la cual es la base de la explotación de la clase obrera.
La causa de este desplazamiento radica en el hecho de que la pequeña bur-
guesía ocupa un lugar distinto que el proletariado en el régimen capitalista de pro-
ducción y por lo tanto tiene intereses y problemas distintos a los de éste; la pequeña
burguesía es una clase esencialmente poseedora, íntimamente unida por lazos muy
poderosos con la gran burguesía; participa, por lo mismo, en la explotación de la
clase obrera y no puede impugnar la esencia misma del sistema; su crítica se centra
en aquellos problemas propios que representan un punto de disputa con la gran
burguesía. La pequeña burguesía no “siente’ tanto la extracción que de su fuerza
de trabajo o de sus beneficios hace la burguesía, más bien la atormenta el hecho de
haber sido transformada en un grupo de seres manipulados (administrados) por el
aparato productivo para extraerles hasta la última gota de su capacidad de consu-
mo, es decir, que centra su atención en aquellas formas de opresión derivadas de
la forma fundamental de explotación que son comunes a todos los miembros de la
sociedad distintos de la burguesía.
Como las formas derivadas de opresión que representan el problema funda-
mental de la pequeña burguesía son, con las variantes naturales, formas de explota-
ción sufridas por todas las clases de la sociedad capitalista distintas de la burguesía,
entonces aquella puede presentar su interés particular, de clase, como el interés ge-
neral de la sociedad.
La crítica proletaria propone como solución a la situación que impugna —
solución que se desprende como una necesidad ineluctable del propio desarrollo
de la sociedad— la conquista del poder político por el proletariado, la instauración
de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción (conside-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 377


rados como un todo) mediante su expropiación a la burguesía y la construcción de
las premisas para el comunismo. Esto implica, necesariamente, la anulación de las
necesidades y capacidades individuales como motor de la actividad humana y su
sustitución por necesidades sociales, de la especie.
Por el contrario, la contestation pequeño burguesa sirve de base a la solución
que prescribe la “revolución humanista” que lleve al poder a la pequeña burguesía;
contra la administración y la dominación total del aparato técnico de producción, los
teóricos de la pequeña burguesía proponen: la desespecialización, la generalización
y la autogestión de la enseñanza superior, la descomercialización de la información y
la cultura, la descentralización y la multiplicación de los centros democráticos de
decisión; la ampliación de las autonomías locales, provinciales y regionales; la mul-
tiplicación de los centros y de los equipos autodirigidos, todo esto producto de un
movimiento dirigido por grupos autónomos de revolucionarios que conquisten el
poder bajo la fórmula: huelga más autogestión.
Todo esto significa que la pequeña burguesía propone la sustitución de un
régimen en el cual las necesidades y capacidades individuales son impuestas y ma-
nipuladas por un aparato coercitivo de dominación, por una sociedad en donde
esas necesidades individuales florezcan espontánea y libremente; es decir, se niega
la forma de la sociedad capitalista para restaurar su esencia de régimen inhumano
de explotación. Pero como hemos visto, la finalidad de la sociedad socialista no es el
entronizamiento de las necesidades individuales sino, precisamente, la liberación y
desarrollo de las necesidades y capacidades sociales de la especie.
Veamos cuál es el mar de fondo de estos “novísimos” conceptos.
La autogestión, que es propuesta como sustituto de la conquista del poder
político por el proletariado, no significa otra cosa que la consideración de las dife-
rentes esferas de la producción, del consumo y de las superestructuras ideológicas,
políticas y culturales como campos de acción privativos de las personas directamen-
te interesadas en ellas; es decir, que los asuntos de la fábrica deben ser decididos por
los propios obreros, técnicos y burócratas que en ellas trabajan, los de los distintos
grupos de consumidores por sus propios integrantes, los de los diversos grupos
culturales autónomamente por sus miembros, los de una circunscripción territorial
por los habitantes de la misma y, lo que es más importante, los que se refieren a la
dirección de la economía nacional como un todo por los directamente interesados,
es decir, por los técnicos, científicos e intelectuales que en la situación actual dirigen
no en nombre propio sino en el de la burguesía; es evidente que en la “autogestión”
dirigiría (a nivel de las empresas individuales y de la economía nacional) quien tie-
ne capacidad de hacerlo, es decir, los técnicos y burócratas de las empresas y el
proletariado quedaría en una situación igual a aquella en que se encuentra dentro
de la sociedad capitalista; una vez eliminada la propiedad de la burguesía —lo que
constituye el sueño dorado de nuestros intelectuales— la reivindicación de la direc-
ción del proceso productivo trae consigo necesariamente la propiedad de la pequeña
burguesía sobre los medios e instrumentos de producción y el mantenimiento de la
explotación de la clase obrera; en realidad, en esto sólo hay una sustitución de explo-
tadores y un terrible engaño a la clase obrera.

378 • Capitalismo moderno y revolución


Tales son los términos en que se conciben, por la pequeña burguesía, la im-
pugnación al régimen capitalista y la “nueva sociedad” que ha de brotar de la acción
“revolucionaria” de los elementos integrantes de las sociedades de consumo. Como
vemos, no es difícil encontrar bajo la piel de oveja al lobo pequeño burgués.
El “socialismo humanista”, que es la “alternativa” que “trasciende” a la socie-
dad industrial o de consumo no fue, ni mucho menos, una invención de la pequeña
burguesía del mundo occidental; la pequeña burguesía que en los países socialistas
despojó del poder al proletariado la dio a luz y la puso en práctica en Yugoslavia,
desde donde fue importada por la oposición que surgió en los antiguos países socia-
listas cuando el “socialismo realmente existente” —una forma sui generis del capita-
lismo— sustituyó al socialismo soviético.
Al desentrañar la forma especial en que es oprimida la pequeña burguesía
en la sociedad capitalista y al agudizarse dicha opresión a causa del incremento
fabuloso de la propiedad de la burguesía, la élite intelectual cohesiona en su torno a
todos los demás sectores de aquella con los que forma un frente unido de lucha que
la reconoce como su más fiel representante.
b) Los pequeños productores y comerciantes
El sector de la pequeña burguesía integrado por los pequeños productores y
comerciantes no participó en la misma medida que la burguesía en la apropiación de
la riqueza social. La ideología natural de este sector, por la propia posición que guar-
da en el régimen capitalista de producción, es el reformismo; no importa que por
un momento haya sido arrastrado por la intelectualidad al apoyo de sus quimeras
descabelladas, pues el núcleo de sus posiciones ideológicas siguió siendo siempre,
como se manifestó en la contraofensiva de la burguesía francesa en la revolución de
mayo, la simple reforma de la sociedad capitalista.
c) Las capas inferiores de la pequeña burguesía
Por último, las capas más bajas de la pequeña burguesía, íntimamente entre-
lazadas con los estratos superiores del proletariado, sirvieron de base material a la
ideología ultraizquierdista de los grupos pro-chinos y pro-cubanos; hay que hacer
notar cómo la ideología de esos grupos, que en su forma original preconizaban la
lucha armada para la conquista del poder, se vieron obligados a adoptar las mismas
posiciones de la pequeña burguesía tanto en su crítica a la sociedad capitalista como
en las formas de lucha que desarrollaron, yendo siempre a su zaga.
La posición de los grupos pro-cubanos se explica perfectamente si partimos
de sus principios acerca de la revolución conjura; la situación estaba hecha como
por encargo; sólo restaba impulsar el movimiento de las masas y, por sorpresa, unos
cuantos locos sueltos podrían tomar el poder; para ello no era necesario, desde lue-
go, un programa y un partido verdaderamente revolucionarios, sino la existencia de
un pequeño grupo que, con base en las masas, llevara adelante el movimiento hasta
la conquista del poder. Cayeron presos por completo de la trampa que les tendió
la pequeña burguesía y, de paso, demostraron la inoperancia de las tesis cubanas
respecto de la revolución.
La rebelión de la pequeña burguesía internacional se materializó en varios
movimientos que se realizaron en los últimos años de la década del 60 y en los pri-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 379


meros de la del 70 del siglo XX en varios países del mundo; se cuentan entre ellos
la “revolución” de mayo de 1968 en Francia, que es el modelo clásico, la revuelta
estudiantil de México, también en 1968, la revolución de los claveles en Portugal y
una gran cantidad de movilizaciones estudiantiles en Inglaterra, Estados Unidos,
Alemania, etcétera.

La fundamentación “filosófica” del revisionismo


de la pequeña burguesía: el marcusianismo
Ya habíamos señalado que la rebelión internacional de la pequeña burguesía en los
años 60-70 del siglo XX tuvo como antecedente un movimiento intelectual desarro-
llado por el grupo social que se denominó a sí mismo con el apelativo de “nueva iz-
quierda”. Varios autores pertenecientes a esta corriente de pensamiento abordaron
distintos aspectos de la novedosa teoría que habían traído al mundo, pero sólo uno
de ellos le dio fundamento y sistema, y la convirtió en toda una “filosofía”; Herbert
Marcuse se dedicó en cuerpo y alma a desarrollar la “filosofía” de la pequeña bur-
guesía moderna.
Marcuse define el capitalismo moderno que existe en las sociedades altamen-
te desarrolladas como el régimen de la “administración total”. De acuerdo a sus
puntos de vista, se trata de una forma de organización social en la cual las carac-
terísticas fundamentales del capitalismo empiezan a llegar al punto superior de su
desarrollo. La maquinización de la producción avanza a pasos agigantados por el
camino de la automatización, la productividad del trabajo se incrementa en una es-
cala gigantesca, la monopolización de la producción deviene en el capitalista global
(público o privado) que administra tanto el proceso productivo (al instrumento y
al obrero totales) como las demás funciones económicas de la sociedad y las órbitas
política, cultural, etcétera, la miseria puede y empieza a ser erradicada de capas cada
vez más amplias de la población pues se proporcionan niveles de vida más altos
incluso para la clase obrera, el beneficio privado es, en forma cada vez más abierta,
el móvil único de la producción, la dominación capitalista se consolida como una
dominación total en la cual el individuo se encuentra sujeto a la opinión pública
controlada, a la propaganda y a la administración en cualquier parte o momento de
su existencia.
En este tipo de sociedades, al mismo tiempo se produce un derroche demen-
cial de fuerzas productivas, una obsolescencia planificada y una movilización per-
manente de los hombres y las fuerzas productivas para la eventualidad de una gue-
rra de aniquilación total; además, existe un consenso entre todas las clases y grupos
sociales que la forman para llevar hasta sus últimas consecuencias estas tendencias
que en ella empiezan a aparecer.
En el interior de la misma sociedad capitalista desarrollada y en los países de
menor desarrollo capitalista prevalecen aún la pobreza y la indigencia.
Marcuse afirma que la abundante productividad del capitalismo ha hecho
posible la elevación del nivel de vida de amplias capas del proletariado en los países
industriales desarrollados. Eso ha permitido que la clase obrera se integre al sistema
de explotación capitalista; esa integración no es un fenómeno meramente superfi-

380 • Capitalismo moderno y revolución


cial, ideológico, sino que se ha convertido en una “segunda naturaleza” del hombre;
tiene un fundamento esencialmente biológico.
El sistema, a través de la manipulación de las necesidades individuales y de
la conversión del trabajo en un falso placer, por medios tecnológicos principalmente,
ha desarrollado en la clase obrera el instinto de conservación del régimen capitalista.
En consecuencia, como su instinto, su naturaleza biológica ya no lo obliga a
rebelarse contra el sistema, el proletariado ha perdido su carácter de clase revolu-
cionaria.
Junto al proletariado integrado al sistema capitalista se encuentran los mar-
ginados como las minorías raciales y nacionales y el neo-proletariado, es decir, los
intelectuales, técnicos, artistas, etcétera.
En las minorías raciales y nacionales y en los explotados de las colonias, que
viven en situaciones infrahumanas en las cuales sus necesidades elementales, vita-
les, no son satisfechas, es en donde renace el instinto de sublevación que ha perdido
la clase obrera.
El neo-proletariado (intelectuales, técnicos, artistas, etcétera), si bien no se
encuentra en las condiciones miserables de los grupos mencionados en el párrafo
anterior, sí puede, por ser quien maneja los instrumentos del conocimiento en la
sociedad burguesa, tomar conciencia de la situación existente, investigar cuáles son
sus verdaderas necesidades y rebelarse contra el sistema.
Todas estas circunstancias obligan —expresa Marcuse— a poner al día las te-
sis del marxismo respecto de la revolución socialista y del régimen socialista; deben
redefinirse todos los conceptos que contienen esas tesis.
En primer lugar, el proletariado ya no es la clase naturalmente revoluciona-
ria; en la oposición al sistema han surgido otras fuerzas distintas (minorías raciales
y nacionales y neo-proletariado) que si bien no representan ya una fuerza revolucio-
naria, pueden llegar a serlo.
Estos grupos marginados, en su oposición al sistema generan una “sensibili-
dad” y unas necesidades que son la negación de la “sensibilidad” y las necesidades
que impone el capitalismo y representan el germen de una “nueva sensibilidad” y
“nuevas necesidades” que tendrán pleno desarrollo en la “sociedad libre”.
Puesto que el aparato de dominación total ha logrado crear en la clase obre-
ra un instinto de conservación del régimen capitalista y como ninguna revolución
triunfaría sin su participación es necesario, con el fin de prepararla para la lucha,
darle una “nueva sensibilidad” (amor, paz, erotismo, sensualidad, placer lúdico, se-
reno, etcétera) ya desarrollada por los marginados y que al convertirse en instintiva
constituyese la base para la determinación de nuevas necesidades, éstas sí verda-
deramente humanas, que vendrían a sustituir a las necesidades impuestas por el
capitalismo. Para llegar a ello, los intelectuales deben ir hacia los obreros con el fin
de, por medio de seminarios públicos y otros instrumentos afines, darles conciencia de
la necesidad de cambiar sus instintos, su sensibilidad. No hay, pontifica Marcuse,
necesidad de un partido revolucionario, pues los agentes del cambio deben ser pe-
queños grupos autónomos con un alto grado de movilidad y flexibilidad. La activi-
dad de estos grupos autónomos sólo puede tener una base firme cuando el sistema

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 381


empiece a desintegrarse por sí mismo. Mientras esto no suceda, la lucha de los gru-
pos oposicionistas no puede desembocar en el socialismo (el socialismo marcusiano,
según veremos); la lucha de clases se mantendría dentro del marco capitalista.
El papel de los grupos autónomos de revolucionarios consiste en desarrollar
primero su “nueva sensibilidad” en oposición a la impuesta por el capitalismo, es-
tructurar una escala de “nuevas necesidades” (individuales, desde luego) por oposi-
ción a las necesidades determinadas por el capitalismo; después, trasladar esa nueva
sensibilidad a la clase obrera y ayudarla a investigar sus “verdaderas necesidades
humanas”; esta actividad no puede por sí sola llevar al “socialismo”; únicamente
la desintegración espontánea del sistema creará las premisas para que, a través de
acciones anárquicas de los obreros, se produzca el cambio revolucionario.
El régimen que debe instaurar la revolución ya no es el sombrío socialismo
de Marx, que con la colectivización de la producción y el consumo anulaba el libre
desenvolvimiento de los individuos (cercenaba su imaginación, les negaba un placer
lúdico, sensual, sereno como motor de su actividad, etcétera); la “sociedad libre” es
el tipo de organización social en donde, bajo una forma de colectivización sui generis
(socialización de las funciones más generales de la producción, propiedad por gru-
pos de los medios e instrumentos de producción, autogestión, etcétera) el hombre
pueda hacer valer su individualidad y alcance el goce supremo de un placer lúdico,
sereno y sensual que presida sus necesidades instintivas de paz, amor, erotismo,
belleza, etcétera.
Marcuse parte de la tesis según la cual en la sociedad de consumo las nece-
sidades de los hombres se han convertido en un medio empleado por el aparato
de dominación total para absorber hasta su última gota de capacidad de consumo; de
este modo, se crea una serie infinita de necesidades superfluas que atormentan al
hombre en la búsqueda de su satisfacción y que de hecho hacen centrar toda su
actividad en el logro de la misma; además, las simples necesidades biológicas, aque-
llas cuya satisfacción es la condición indispensable para seguir viviendo, se vuelven
un objeto de especulación de parte del “aparato tecnológico de dominio”, creando
satisfactores cada vez más elaborados, etcétera. Estas necesidades, que son creadas
y administradas por el “aparato tecnológico de dominación”, no son, dice Marcuse,
necesidades verdaderamente humanas; en consecuencia, en aquellos sectores que
no han sido integrados al aparato de dominación (estudiantes, artistas, intelectua-
les) surge una nueva sensibilidad en directa oposición a aquella otra administrada,
distorsionada, deshumanizada de la sociedad de consumo, sensibilidad que hace
brotar nuevas necesidades, éstas sí verdaderamente humanas. El autor considera
que esa nueva sensibilidad se gesta en los grupos hippies, beatniks, etcétera, cuya
“cultura” es la negación franca de la cultura de la sociedad de consumo.
Para desarrollar convenientemente la crítica a estas posiciones de Marcuse
daremos un vistazo a ojo de pájaro a la “nueva sensibilidad” que en aquella época
se gestaba en la pequeña burguesía. Esa “nueva sensibilidad” no podía salir de los
marcos de la sociedad burguesa; por lo tanto, debía negar sus necesidades materia-
les, morales y culturales sólo para restaurarlas en una forma más aguda (descarada).
Así, las restricciones que hipócritamente imponía la “sociedad de consumo” a la

382 • Capitalismo moderno y revolución


actividad sexual que ella misma estimulaba hasta el infinito y que tenía su válvula
de escape en toda esa vida subterránea de la degeneración sexual que es su comple-
mento necesario, era negada en esta su forma “inmoral” y restaurada en la práctica
abierta y descarada del amor libre, del homosexualismo, de las desviaciones y del
desenfreno sexuales, de la drogadicción, etcétera; la cultura burguesa, que era im-
puesta por el aparato de dominación convertida en un prejuicio popular, fue repu-
diada en esa forma y restaurada en su esencia de cultura de clase en dos sentidos:
por un lado, con la vuelta de la poesía, la lírica, etcétera a aquellas formas rotundas,
simples y esquemáticas en donde se expresaban sin ambages ni mistificaciones las
“necesidades” del hombre individualista que nacía a la vida; por otro lado, con las
manifestaciones culturales un tanto más elaboradas como la novela, el teatro y el
cine “de vanguardia” en sus diversas subvariedades que constituían también una
negación del prejuicio popular de la cultura y restauraban el carácter de “privilegio”
de minorías que ésta había perdido: además de su íntima esencia de apologista de
las “necesidades” pequeño burguesas, establecía un puente de comunicación con la
cultura burguesa que negaba.
La meta, el objetivo último de toda esta corriente ideológica que se desa-
rrolló dentro de la pequeña burguesía era la consecución del “reino milenario del
amor, la felicidad y las flores”; pero tal es, también, la finalidad última del régi-
men de producción capitalista; la única diferencia es que el capitalismo adula el
egoísmo burgués de cada uno de sus miembros prometiéndoles todo dentro de la
sociedad de consumo; por el contrario, los representantes de la “nueva sensibili-
dad” adulan su propio homúnculo egoísta interior prometiéndose a sí mismos que
esas mismas necesidades serán cubiertas fuera del orden establecido; es decir,
que negaban las necesidades del hombre burgués para restaurarlas inmediatamen-
te bajo otra forma.
Como vemos, Marcuse considera que esas “nuevas necesidades” y esa “nue-
va sensibilidad” que empezaban a gestarse en la sociedad burguesa y que eran la
expresión de las necesidades y la sensibilidad desarrolladas por una clase social
específica, la pequeña burguesía, en contra de las necesidades y la sensibilidad im-
puestas por el aparato de dominación total, y que a fin de cuentas constituían la
restauración de esas mismas necesidades y sensibilidad antinaturales y deshumani-
zadas bajo una nueva forma, Marcuse considera, decíamos, que son la expresión in
nuce de las necesidades y la sensibilidad verdaderamente humanas.
Las consecuencias políticas de esta proposición de Marcuse eran, en verdad,
muy reveladoras. El proletariado y toda la sociedad en general (dirigidos, obvia-
mente, por la pequeña burguesía) debían luchar contra la administración total para
que esas tendencias que en aquel entonces se encontraban reprimidas salieran a luz
y florecieran en cada una de las esferas de la vida social, lo que permitiría que se
materializaran las necesidades y la sensibilidad verdaderamente humanas (autoges-
tión en la clase obrera, propiedad por grupos de la pequeña burguesía, etcétera.). Es
verdaderamente ilustrativo el que en aquella célebremente famosa “revolución de
mayo” de 1968 en Francia toda la “actividad revolucionaria” de los parisinos con-
sistiera precisamente en esa tarea pedante y académica de buscar a toda costa cuáles

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 383


eran las “necesidades” que brotaban de la “sociedad liberada”; lo que en realidad
sucedía era que la pequeña burguesía trataba de inyectar a toda la sociedad su creti-
nismo, sus propias necesidades y su sensibilidad.
El fin último de las tesis de Marcuse en esta materia, que se desprende de la
forma que tiene de enfocar el problema: ocultamiento de la esencia de la explota-
ción capitalista y focalización de la atención en las formas accesorias y secundarias
en que coinciden todas las clases oprimidas de la sociedad burguesa, es desviar la
atención del proletariado de sus necesidades políticas y económicas (la conquista
del poder y el sometimiento de la producción a su dirección) hacia un supuesto
renacimiento de las verdaderas necesidades humanas; tienden, por tanto, a sustituir
la lucha revolucionaria con la actividad académica consistente en la búsqueda de
sus verdaderas necesidades, las cuales, por otro lado, la pequeña burguesía ya tiene
preparadas en un modelo a su imagen y semejanza.
En la sociedad capitalista desarrollada, el aparato burgués de dominación
utiliza las necesidades individuales (vitales o no) de todos los demás miembros de
la sociedad como medio para mantenerlos sojuzgados; en el proletariado, inerme a
causa de la ausencia de una ideología revolucionaria, esa actividad de la burguesía
sirve para aherrojarlo más fuertemente al capital y mantener oculta la necesidad
vital que se deriva de sus condiciones de existencia: la conquista del poder político
y la reivindicación de la propiedad sobre toda la riqueza social. La pequeña burgue-
sía, clase poseedora en su totalidad —las capas que se asemejan al proletariado por
la forma en que sirven al capital (trabajo asalariado) se identifican material y espi-
ritualmente con la pequeña burguesía a causa de los altos salarios que perciben y
por la propiedad real que detentan sobre algunos elementos técnicos, científicos
y culturales necesarios para la producción burguesa—, también es sojuzgada por la
burguesía; estos pequeños propietarios de algunos de los elementos intelectuales,
culturales y materiales de la sociedad burguesa son sometidos al dominio del capital
que los convierte así en sus servidores; pero el pequeño burgués se mueve dentro de
una contradicción insalvable: su pequeña propiedad origina en él un exaltado espí-
ritu individualista, mucho más exaltado conforme más en peligro se halla su propie-
dad frente a los ataques del gran capital y, por otro lado, la sociedad burguesa anula
esa individualidad al someter al pequeño burgués a las necesidades prepotentes de
la sociedad burguesa. Esta contradicción no puede desembocar sino en una hostili-
dad abierta de la pequeña burguesía contra la gran burguesía y tiene como finalidad
restaurar esa individualidad que ha perdido con el desarrollo del capitalismo. Eso
por un lado; por el otro, y dentro de los marcos mismos de la sociedad burguesa, la
pequeña burguesía, perdida su individualidad en el ámbito de la producción mate-
rial y espiritual burguesa, tiene por fuerza que hacerla valer fuera y al lado de ella,
en un submundo que crea, igual a sí misma, submundo que no podemos analizar
aquí detenidamente pero del que son sus pilares más sólidos las drogas, la degene-
ración sexual, la basura artística de las “mafias” y de las vanguardias, los hippies,
la mediocridad, el cretinismo y la vulgaridad. Como vemos, ese es el grito de la
pequeña burguesía: recuperación de la individualidad perdida; pero ¿qué es, sino el
culto al hombre individual y la fe en la capacidad creadora del hombre individual

384 • Capitalismo moderno y revolución


el fundamento “moral” de la misma sociedad burguesa? La pequeña burguesía pre-
tende hacer valer su individualidad excluyendo la individualidad de la burguesía.
Mientras el proletariado puede y debe luchar —su posición en la sociedad
burguesa lo hace posible y lo obliga a ello— por acabar con ese “sucio e indecente”
estado de cosas donde el interés privado, las necesidades individuales, el hombre
egoísta siguen siendo el motor de todo el desarrollo, la pequeña burguesía, también
a causa de su posición en la sociedad actual, lucha activamente por hacer valer pre-
cisamente esa individualidad en contra de la individualidad de la burguesía. Aquí,
el filósofo, el teórico de esta clase social y de su movimiento solamente debe traducir
estas necesidades y requerimientos a un lenguaje tan pedante e intrincado que obli-
gue a dar inmediatamente por cierto lo que ahí se dice, antes que sufrir el suplicio
de tratar de comprenderlo.
La pequeña burguesía aspira a una forma de organización social en don-
de por principio de cuentas sea abolida la dominación de la gran burguesía; una
vez logrado esto, las capacidades naturales (instintivas, dice Marcuse) de todos los
miembros de la sociedad deberán florecer libremente y harán brotar la verdadera
individualidad del ser humano; así, si mi capacidad natural e instintiva es ser mal
poeta o mal filósofo, o técnico en cualquier rama de la producción, u obrero, etcétera,
esa mi capacidad natural e instintiva se desarrollará libremente cuando yo deje de
hacer malos versos para mi amo burgués y los haga para fastidiarme a mí mismo,
para mi éxtasis personal, cuando deje de realizar actividades tecnológicas para el ex-
plotador capitalista y trabaje sólo para la fábrica que poseo en unión de mis colegas
técnicos, cuando deje de trabajar para enriquecer al burgués y lo haga para labrar
yo mismo las cadenas que me aten a la nueva clase explotadora; además, una vez
libre del poder de dominación, yo, mal poeta, mal filósofo, técnico u obrero podré
hacer valer mi individualidad también dejando volar mi imaginación e inventando
mil y una necesidades y formas de satisfacerlas en lugar de que me las imponga el
aparato de dominación; ahora seré yo mismo quien determine qué ropa debo usar,
qué habré de comer, qué programas de televisión veré, etcétera. En lo económico, la
descentralización, la propiedad por grupos, las asociaciones de consumidores, etcé-
tera; en lo político, la comunidad democrática cerrada, autónoma (descentralización
municipal, etcétera); en lo cultural, el grupo pequeño de seres de “sensibilidad afín”,
etcétera; esto es, qué duda cabe, la vuelta, bajo una forma nueva, de la sociedad me-
dieval dividida en sus gremios y sus corporaciones y basada en sus artesanos que
en ese régimen encontraban el campo propicio para hacer florecer “sus capacidades
naturales e instintivas”. Esto es perfectamente explicable: la sociedad burguesa so-
cializa en alto grado la producción y desde luego también las capacidades humanas,
a las que convierte de individuales en sociales, y despoja al proletariado de cual-
quier capacidad natural e instintiva individual que no sea su fuerza de trabajo (au-
tomatización de que habla Marcuse); pero, sin embargo, a la vez es incapaz de llevar
hasta sus últimas consecuencias ese proceso y deja un campo muy grande para la
acción de la “capacidad individual” de personas como los científicos, los técnicos,
los intelectuales, los pequeños productores, quienes, por tanto, representan dentro
de la sociedad burguesa un “anacronismo”, pero sin duda un anacronismo absolu-

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 385


tamente indispensable. La ideología del pequeño artesano de la edad media renace
en esta clase producto de la más alta etapa del desarrollo capitalista. La sociedad
con que sueña la pequeña burguesía tiene el mismo fundamento que la sociedad
capitalista: la teoría burguesa de la necesidad eterna de la división de la sociedad
en clases a causa de la existencia de capacidades naturales e instintivas que hacen
naturalmente distintos a los individuos; por eso, para la pequeña burguesía lo único
que no es una capacidad natural del hombre es ser gran burgués; de ahí en adelante
todas las demás clases y grupos sociales son una necesidad natural y eterna de la
sociedad: obreros, campesinos, técnicos, intelectuales, poetas, filósofos, etcétera son
caegorías que no pueden dejar de existir so pena de que se acabe la sociedad; obvio
es, entonces, que si en la sociedad que propone la pequeña burguesía existen las
clases sociales deba existir también la explotación, la exacción de plusvalía al prole-
tariado por la pequeña burguesía y esto es lo que hubo realmente ahí donde, como
en los países antiguamente socialistas, la pequeña burguesía nacida de la propia
clase obrera llegó al poder.
La lucha de la pequeña burguesía contra la gran burguesía puede ser mera-
mente reformista y pretender sólo que se suavice el yugo del gran capital y acaso
también obtener algunas reformas económicas que le den cierta autonomía y des-
centralización a los diferentes grupos de pequeños burgueses o pretender de plano
el derrocamiento del aparato burgués de dominación y su sustitución por el gobier-
no de la pequeña burguesía; lo que esta clase social se planteé como objetivo depen-
de de una serie de circunstancias, pero lo único que realmente puede alcanzar es lo
primero, porque para hacer lo segundo es necesaria una revolución socialista y esa
sólo la puede llevar a cabo la clase obrera. Las causas de la lucha independiente de
la pequeña burguesía y del perfeccionamiento de sus armas teóricas durante la déca-
da del 60 del siglo XX fueron: a) reflujo de la lucha revolucionaria del proletariado,
b) incremento de la explotación burguesa sobre la pequeña burguesía y c) cambio de
la estructura de la clase de la pequeña burguesía: los técnicos e intelectuales pasan a
formar una parte sustancial de la misma llevando los elementos teóricos necesarios
para su rebelión independiente.

El núcleo de la Filosofía marcusiana


El problema cardinal de la “filosofía” Marcusiana es el que se refiere a la “sensibi-
lidad” del “hombre nuevo” en la “sociedad libre”; en todos sus escritos machaca
constantemente sobre este tema, y llega, a fuerza de repetirlo, a formular algunas
tesis que tienen una cierta lógica interna y que, por tanto, nos dan un rayo de luz
para tratar de escrutar las nebulosas concepciones del “filósofo”. La sensibilidad
del ser humano no puede ser otra cosa que la forma que tiene de relacionarse con el
mundo objetivo, con las fuerzas productivas, con la realidad exterior; dicho de otro
modo, es la forma como recibe las excitaciones del exterior, las elabora y las transfor-
ma en actividad hacia el mundo. En las sociedades clasistas, la forma específica de
organización social existente genera una “sensibilidad” específica del ser humano,
a la cual ya se ha encargado de poner de relieve en toda su extensión la ciencia de

386 • Capitalismo moderno y revolución


la Psicología. Esta forma de “ver el mundo”, o sea, de transformar en el cerebro del
hombre las “excitaciones” que recibe del exterior, está por completo impregnada
del espíritu de esa sociedad: la propiedad privada y el interés individual. El comu-
nismo, como etapa superior del desarrollo social, se basará en una nueva “sensibi-
lidad” del ser humano, en una nueva forma de concebirse el hombre a sí mismo y
al mundo exterior. Ni qué decir se tiene que esa “nueva sensibilidad” deberá ser
diametralmente opuesta a la que ha llegado a su clímax en la sociedad burguesa.
La base de la nueva sensibilidad será la propiedad colectiva de los medios e instru-
mentos de producción, la sustitución de las necesidades individuales por las nece-
sidades sociales como motor de la actividad humana y la abolición implacable de la
individualidad, es decir, de la propiedad privada del obrero sobre sí mismo. El odio
y el amor, la “necesidad” de libertad, la moralidad, la belleza, el virtuosismo indivi-
dual, los complejos (de culpa, de Edipo, etcétera), las perversiones sexuales (reales
o soñadas), los “sentimientos”, toda esa basura que mueve al hombre en la sociedad
burguesa deberán desaparecer ante formas completamente nuevas, sociales, de mo-
tivar la actividad de los individuos.
Y ¿cuál es para Marcuse la “nueva sensibilidad”?. Es, en esencia, el sueño del
pequeño burgués de todas las épocas: la subsistencia de las condiciones que hacen
posible el predominio de las necesidades y las capacidades individuales de los seres
humanos, el reino del homúnculo atomizado que es el más alto galardón de la so-
ciedad burguesa; pero como todo pequeño burgués (y Marcuse no es otra cosa que
el embrollador teórico de todas las necesidades, perversiones y aberraciones de la
pequeña burguesía), el sueño dorado de nuestro filósofo es el mantenimiento de esa
situación sin que subsistan los efectos malos, repulsivos, que necesariamente trae
un orden de cosas semejante; es, en esencia, la aspiración más querida del pequeño
burgués oprimido a lo largo de mucho tiempo por la gran burguesía. Así, el amor,
que es un sentimiento degradante y antihumano que se genera precisamente en la
sociedad clasista y que tiene como su contrapartida al odio, es proclamado como el
principio supremo de la “nueva sensibilidad”; la “libertad”, que es el polo opuesto
de la sujeción y que sólo tiene razón de ser en una sociedad clasista, es concebida
como uno de los más caros sentimientos del “hombre nuevo”; la paz, inseparable de
la guerra, pasará, según Marcuse, a ser el más fuerte sentimiento íntimo del hombre;
en suma, ninguno de esos sentimientos y necesidades “eternos” del hombre puede
existir sin su contrario, se suponen mutuamente. Todos estos sentimientos del hom-
bre actual dejarán de tener su base y por tanto deberán desaparecer en la sociedad
comunista.
Queremos con esto decir que una sociedad en donde los sentimientos indi-
viduales de amor, paz, erotismo, etcétera, son su base de sustentación, es, por más
que se diga otra cosa, una sociedad en donde existe cada uno de los contrarios de los
polos mencionados.
Y así es, en realidad, la forma de organización social que Marcuse imagina
como “sociedad libre”: la parcelación de las fuerzas productivas en esferas privadas
de acción (propiedad por grupos o autogestión de los Yugoslavos), exaltación hasta
el infinito de las capacidades individuales (desde luego de los intelectuales, artistas

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 387


y técnicos principalmente) con la formación de gremios de las más diferentes es-
pecialidades de estos artesanos del absurdo, con la adoración metafísica, religiosa
de sus mezquinos instrumentos de producción (su sensibilidad artística, su ima-
ginación, su inteligencia o su cretinismo), con la fetichización de las fábricas como
propiedad privada de un grupo de personas, etcétera. Claro es que esta “sociedad”
así concebida tiene que generar como su producto más peculiar una “sensibilidad”
como la que Marcuse delinea para su “sociedad libre” y que, a fin de cuentas, no es
sino la misma “sensibilidad” que existe en la sociedad burguesa.
La “nueva sensibilidad” de Marcuse no es, bien mirado, sino la conservación,
en un régimen de dominación de la pequeña burguesía, del hombre separado de
sí mismo y de sus fuerzas esenciales, es la reposición, en una forma distinta, de la
forma degradante en que el hombre de la sociedad capitalista se relaciona con sus
semejantes y con la naturaleza; es concebir a los otros como objeto de su amor, es
decir, de su interés privado, como objeto de su erotismo, es decir, de su placer indi-
vidual, etcétera.
Para Marcuse, en esencia, el sentimiento que debe presidir la actividad del
hombre “nuevo” es un placer sensual, lúdico, sereno (en suma, un orgasmo inin-
terrumpido); y ¿qué es el placer sino el fundamento último del régimen capitalista,
la esencia misma del hombre egoísta base de la sociedad burguesa? La estulticia de
Marcuse se expresa claramente en el hecho de pretender que exista el placer sin su
correlato necesario, el displacer.
El placer (base fundamental del interés individual), es decir, el halago y exal-
tación de los sentidos como mecanismo para relacionar al hombre con sus objetos
y los demás hombres, ha sido hasta hace poco una necesidad imprescindible del
desarrollo social, el motor del mismo; pero hoy día ha llegado a convertirse en una
traba insuperable y en el punto de apoyo más firma del régimen capitalista; dos
conquistas del progreso económico, la constante mecanización de las funciones que
anteriormente requerían la intervención directa de los sentidos humanos, y la posi-
bilidad de la satisfacción precondicionada de las necesidades biológicas elementales,
hacen perfectamente prescindible el mecanismo del placer para el desarrollo de la
existencia del hombre; en el socialismo, a través de la socialización de la producción
y del consumo se irá acabando paulatinamente con esa “sensibilidad” hasta que, en
el comunismo, haya desaparecido por completo. ¡Y precisamente Marcuse erige al
placer en el fundamento último de la sociedad libre que propone!
El régimen capitalista de producción genera, como su producto más peculiar,
los “instintos” de belleza, amor, paz, erotismo, etcétera; son, en realidad, el producto
necesario de las contradicciones existentes en la sociedad burguesa; son manifes-
taciones del mecanismo, ya enunciado, del placer como forma de relacionarse el
hombre con la naturaleza que es elevado a su máxima expresión por el régimen de
explotación capitalista. Marcuse considera a esos “instintos” como el fundamento de
la “sociedad libre”, con lo que declara abiertamente que ésta no es sino el régimen en
el que se alcanza la forma más alta de la esencia del capitalismo. En el comunismo
(verdadera “sociedad libre”), estos “instintos” tan queridos de Marcuse deben des-
aparecer, pues sólo tienen lugar ahí donde el hombre está separado de su objeto y

388 • Capitalismo moderno y revolución


no puede, por tanto, relacionarse con él sino a través del placer, es decir, del interés
individual.
En síntesis, lo que Marcuse propone es una sociedad en donde, eliminados
los “aspectos malos” del régimen actual, persista sola, y elevada a la enésima poten-
cia, una sensibilidad libidinal que convierta toda la actividad del hombre en un acto
sexual único, en un orgasmo ininterrumpido.

El método de Marx y el método de Marcuse


El método de Marx es el que está contenido en la Lógica de Hegel. Marx parte del
ser determinado del régimen capitalista y, siguiendo la dialéctica de esta formación
económico-social, se interna en la misma, descubre su esencia positiva y luego su
esencia negativa, esto es, el otro que se gesta en su interior y que ha de aparecer en
la existencia, el socialismo.
Este devenir del capitalismo en su otro está completamente determinado por
la necesidad. Esto quiere decir que el capitalismo es tal sólo porque tiene en su in-
terior, como su fundamento, los elementos del otro en que se ha de convertir y su
movimiento es el desarrollo ineluctable de esos elementos hasta la constitución del
nuevo ser determinado, del socialismo.
Marx descubre, en el estudio del capitalismo, los elementos que lo constitu-
yen y el otro que tienen en sí mismos; vislumbra los grandes hitos del proceso de su
conversión en su otro y las características esenciales que el nuevo régimen habrá de
tener.
A partir del momento de su constitución, los elementos del régimen capitalis-
ta pasan por varias etapas, en cada una de las cuales van acentuando su negatividad,
es decir, su otra naturaleza; al final, la negatividad exacerbada de los mismos lleva a
la destrucción del antiguo régimen y al nacimiento del nuevo.
La genialidad de Marx, apoyada en la genialidad de Hegel, lo llevan a descu-
brir la naturaleza negativa de los elementos constituyentes del régimen capitalista
y el proceso de su conversión en elementos constitutivos del socialismo desde las
primeras etapas del desarrollo de los mismos.
Marcuse, que desconoce absolutamente lo que son la dialéctica hegeliana y
el materialismo dialéctico, considera que la naturaleza negativa de los elementos
del capitalismo y su tránsito hacia el socialismo están asociados únicamente a las
primeras etapas de su evolución. Cuando en su desarrollo ascendente el capitalismo
hace pasar sus elementos formativos a nuevas etapas de su existencia, en las cuales
exacerban en un grado más alto su negatividad, lo que los acerca a su conversión en
el otro que son en sí mismos, al socialismo, Marcuse, esa rotunda nulidad filosófica,
expresa que, puesto que los elemento del capitalismo tienen una naturaleza distinta
de la que ostentaban en sus etapas primigenias, carecen ya de su negatividad carac-
terística y que, por lo tanto, no pueden transformarse en el socialismo que preconi-
zaban Marx y sus seguidores.
Poniendo en extrema tensión sus innegables dotes intelectuales, Marcuse se
da entonces a la tarea de determinar cuáles son las características de los elementos

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 389


del capitalismo en esta su nueva etapa de existencia y cuál la naturaleza del régimen
social que de aquí puede brotar.
Desde luego que no tuvo que ir muy lejos, como ya lo vimos en toda nuestra
anterior argumentación, para encontrar la respuesta a sus interrogantes; únicamente
tuvo que volver la vista a la ideología pequeño burguesa que ya tenía preparados los
conceptos de “sociedad de la administración total” y de “socialismo humanista” para
caracterizar a la moderna sociedad capitalista y al eventual resultado de su evolución.
El método de Marcuse no se dirige hacia el conocimiento de la negatividad de
los elementos del capitalismo, sino que se enfoca al aspecto positivo de los mismos,
en donde el “filósofo” descubre los rasgos que niegan los intereses de la pequeña
producción capitalista; en concordancia con esto, el régimen que de aquí debe bro-
tar no es otra cosa que una forma del régimen capitalista en la que se le de el lugar
adecuado a la pequeña burguesía o, en los sueños de opio de esta clase, conquiste el
poder y someta a su dominio a la burguesía.

e) Las formulaciones modernas del revisionismo de la pequeña burguesía


El “neo marcusianismo”
En los últimos años ha sido forjada, por la intelectualidad pequeño burguesa, una
teoría que pretende haber descubierto una nueva naturaleza del capitalismo mo-
derno, nuevas fuerzas sociales en el interior del mismo y un nuevo destino de la
sociedad humana, distinto del que previeron Marx y Engels.
Varios han sido los “pensadores” que han derrochado su inteligencia en esta
tarea, pero destacan entre ellos Michael Hardt y Antonio Negri, quienes han expre-
sado sus ideas detalladamente en su obra Imperio.
La novedad de sus tesis se cae al primer análisis: todos sus conceptos tienen
una correspondencia exacta con los de la teoría marcusiana. La posmoderna “socie-
dad de la información” es la “sociedad de la administración total” marcusiana, los
“trabajadores del sector de servicios” son los “neoproletarios” de la era moderna,
el “trabajo inmaterial” es el “trabajo mental”, etcétera.
La crítica al marcusianismo posmoderno es la misma que se ha hecho al mar-
cusianismo clásico y la explicación metodológica que hemos desarrollado a propósi-
to de aquel tiene aplicación en el caso de éste.
Hardt y Negri consideran, al igual que Marcuse, que el capitalismo ha entra-
do en una nueva etapa en la que sus elementos han adquirido una naturaleza distin-
ta de la que le asignaban los clásicos del marxismo; a causa de ello, todo lo que éstos
preveían como el destino del régimen capitalista, es decir, la revolución proletaria y
el establecimiento del socialismo, no tiene ya validez.
Como en el caso de Marcuse, la posición de Hardt y Negri expresa los intere-
ses de la moderna pequeña burguesía.

390 • Capitalismo moderno y revolución


Etapa de la negación definitiva de la esencia
del régimen de producción capitalista.
Segunda etapa del régimen socialista

(Perspectivas de la Revolución Mundial)


El capitalismo internacional ha devenido en su otro; su esencia, es decir, el desa-
rrollo de sus elementos constitutivos como elementos negatorios que son al mismo
tiempo integrantes de su naturaleza, ha completado toda una fase de su existencia.
La esencia ha aparecido. El capitalismo se ha transformado en su otro, en el
socialismo, pero solamente en la forma; conserva, por tanto, un contenido capitalista.
Sin embargo, la esencia apenas sí ha agotado una etapa de su desenvolvimiento; su
misma negación la ha obligado a pasar a una fase superior que ya se contenía en es-
tado germinal en la anterior y que era aquel contenido capitalista que se conservaba
bajo la forma socialista. La esencia despliega de nuevo ahora sus elementos constitu-
tivos, anula a los antiguos elementos negatorios (teoría y movimiento revoluciona-
rios) y convierte a su otro, el socialismo, también en elemento constitutivo de su na-
turaleza. La esencia desaparece. Estos elementos constitutivos de la forma superior
del régimen capitalista deberán engendrar ineluctablemente su carácter negatorio
para dar lugar así a la definitiva aparición de la esencia, es decir, a la transformación
definitiva del capitalismo internacional en el socialismo.
En la segunda fase de su esencia, que es la que actualmente vive el capita-
lismo internacional, todos los elementos constitutivos de este régimen —a la vez
germen de su negación y transformación en su otro— llegan al punto superior de
su existencia.
Al mismo tiempo, desarrollan en una forma más alta su carácter negatorio.
El perfeccionamiento del mecanismo de producción de plusvalía y acumu-
lación de capital se traduce necesariamente en la depauperación más profunda del
proletariado internacional, la cual se caracteriza porque llegan a su punto superior
los procesos de degeneración y descomposición de los órganos y estructura orgánica
de los trabajadores y la anulación de su naturaleza colectiva, es decir, la negación de
la esencia natural humana en el proletariado.
El desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista interna-
cional produce necesariamente la forma superior de anulación de la esencia natural-
humana del proletariado, la cual constituye la base de sustentación de la negación,
más alta y por tanto definitiva, de ese régimen económico-social.
De esta misma situación surge centuplicada la energía potencial del prole-
tariado —insatisfacción constante, etcétera—, que por el momento es un elemento
constitutivo del régimen capitalista, ya que éste la canaliza hacia la intensificación y
extensión del trabajo y el consumo masivo.
Como un producto necesario de esta fase de existencia de la esencia del capi-
talismo internacional, la teoría y el movimiento revolucionarios han sido anulados
completamente e incluso convertidos, a través del revisionismo y el oportunismo, en
elementos integrantes de ese régimen económico-social.

Segunda fase de la esencia positiva del régimen de producción capitalista • 391


Pero, en igual forma, al poner ante los ojos de la intelectualidad pequeño bur-
guesa, sin velo alguno, la esencia más íntima del régimen capitalista, se ha creado la
necesidad y la posibilidad de la reivindicación de la teoría revolucionaria, de su de-
sarrollo creador y del renacimiento del movimiento obrero para así dar libre curso a
la energía negatoria del régimen capitalista, hasta ahora represada, y dirigirla hacia la
destrucción definitiva del capitalismo internacional y la instauración de la forma
superior del socialismo.
Encontramos cómo, al final del proceso, todos los elementos, tanto objetivos
como teóricos, están dados: el capitalismo extendió sus tentáculos a todos los rin-
cones del globo y estableció un sistema imperialista de explotación colonial que ha
creado las premisas de la revolución socialista, no sólo en las metrópolis, sino tam-
bién en las colonias; parejamente con esto, la ideología proletaria ha desarrollado
todos los aspectos teóricos de la revolución mundial (teoría de la revolución y de la
edificación del socialismo); de tal suerte que los comunistas tienen ya a la mano los
instrumentos necesarios para empezar la tarea de realizar la revolución mundial,
tantas veces augurada y solamente ahora a punto de convertirse en realidad.
La nueva etapa del imperialismo ha traído consigo una situación potencial-
mente revolucionaria en las metrópolis y neocolonias; la condición indispensable
para que la revolución salga adelante es la formación de nuevos Partidos Comu-
nistas en los países desarrollados y en las colonias y neocolonias que deben basarse
en la doctrina del marxismo-leninismo y en los aportes a esta doctrina de la IIIa.
Internacional y de José Stalin y ser completamente independientes de las fracciones
pequeño burguesas izquierdistas. Estos nuevos Partidos deben dedicarse a la tarea
de guiar a la clase obrera hacia los principios del marxismo-leninismo revoluciona-
rio como un preparativo para la lucha por la conquista del poder.
La situación revolucionaria que se ha generado en el mundo al entrar de lleno
el imperialismo a su nueva etapa no ha traído consigo, ni podía hacerlo, la lucha
revolucionaria del proletariado. Muy por el contrario, puso en pie a la pequeña bur-
guesía, tanto de las metrópolis como de las colonias, la cual, por medio de sus for-
mas de lucha consustanciales —oportunismo de la peor especie en las metrópolis y
neoblanquismo en las colonias—, trató de sacar adelante, en contra de la burguesía,
sus propios intereses de clase que no son desde luego los mismos que los del prole-
tariado. Mientras tanto, la clase obrera ha seguido sometida a la burguesía interna-
cional y solamente una fracción realmente ridícula de ella atendió al canto de sirena
de la pequeña burguesía, pero sólo por un tiempo reducido, para volver después al
redil de donde había salido.
A causa de su enfrentamiento con la gran burguesía, la lucha de la pequeña
burguesía a escala internacional sometió a engaño a quienes, habiendo echado por
la borda las concepciones oportunistas de los Partidos Comunistas de la época, la
concibieron como la primera fase de un proceso que debía llevar a la instauración
del socialismo y a la que, por tanto, había que apoyar para conducirla hasta sus úl-
timas consecuencias.
Nada más lejos de la verdad; la rebelión pequeño burguesa tuvo límites
muy precisos que le marcaba su propia naturaleza de clase, los cuales no iban más

392 • Capitalismo moderno y revolución


allá, a fin de cuentas, de las reformas que le permitiesen incorporarse al régimen
de explotación imperialista. Por eso, las organizaciones que habiéndose estructu-
rado en torno al repudio de las posiciones revisionistas buscaban la vía verdadera
de la revolución, al querer transformar los movimientos de la pequeña burguesía
en movimientos proletarios cometieron, quisieranlo o no, un crimen en contra del
proletariado, al que dejaron abandonado a su suerte, entre las garras de la burgue-
sía internacional. No podía ser de otra manera por dos razones fundamentales:
en primer lugar, apoyar y llevar adelante el movimiento de la pequeña burguesía en
nombre del proletariado no significaba otra cosa que pretender que la clase obrera
hiciese suyos, dejando de lado sus propios intereses, los de la pequeña burguesía y
para la organización que planteaba cuestiones semejantes significaba abdicar de su
tarea fundamental de organizar y dirigir la lucha del proletariado por sus reivindi-
caciones y en cambio promover la lucha de una clase social que, bajo las condiciones
actuales, sólo persigue sus propios intereses de clase explotadora; al actuar así —en
el caso de que las teorías disparatadas de la pequeña burguesía hubieran atraído a
unos cuantos obreros— se organizaba a los trabajadores para que sirvieran a esa
clase social como carne de cañón; en segundo lugar, se dejaba libre el campo a la
burguesía, la que aprovechaba estas circunstancias para perfeccionar su dominación
sobre el proletariado.
Sólo la propia lucha de la clase obrera —independiente de los movimientos
pequeño burgueses— puede llevarla a la conquista del poder.
Otro de los fenómenos que debemos tomar en cuenta es el referente a la lucha
que la pequeña burguesía dio en las neocolonias. El blanquismo, o sea la insurrec-
ción armada inmediata de un puñado de intelectuales sin la formación del partido
revolucionario y su fusión con las masas, es su postulado fundamental.
Para el desarrollo venturoso de la revolución es necesario organizar la lucha
de la clase obrera en un movimiento independiente de la pequeña burguesía.
La revolución mundial inicia una nueva etapa. La importancia de la misma
salta a la vista si nos fijamos en sus objetivos: la implantación del socialismo a escala
mundial, y si atendemos a las fuerzas que deben ser derrotadas para lograr esos
fines: el sistema mundial del capitalismo, el imperialismo. Tales tareas teóricas y
prácticas, desmesuradas para unos pocos individuos o para un solo Partido, única-
mente pueden ser obra de la concentración de los esfuerzos de todos los marxistas-
leninistas del mundo en un organismo internacional, en una nueva Internacional
Comunista. Evidentemente, las condiciones no están aún maduras para su estable-
cimiento, pero todo se encamina hacia ello y tarde o temprano las necesidades de
la revolución mundial lo harán posible e indispensable. Cuando este suceda, habrá
llegado la hora final de todos los explotadores del mundo.

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Capitalismo moderno y revolución,
de Gabriel Robledo Esparza,
del Centro de Estudios del Socialimo Científico (CESC),
en coedición con Sísifo Ediciones para su Biblioteca Marxista,
se terminó de imprimir en noviembre de 2019
en los talleres de SM, Servicios Gráficos.
La composición tipográfica fue realizada por Leticia Pérez
en tipos Palatino de 12:14, 10:12, 9:12, 8:10;
y la revisión de pruebas por el autor,
con la coordinación de Miguel Ángel Jiménez.

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