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EL UNIVERSO

VISION CIENTIFICA, DIALECTICO-


MATERIALISTA

CRITICA DE LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD


Y DE
LA TEORIA DEL BIG-BANG

Gabriel Robledo Esparza

México 2018

1
Dedicatorias

A Rosalina Ahumada,
Rosalina, Gabriela y Gabriel Robledo Ahumada

A Miguel Angel Sánchez Jiménez

2
INDICE

CAPÍTULO I
La formación de la concepción científica del universo

CAPÍTULO II
La teoría de la relatividad

CAPÍTULO III
Historia de la transformación de Lorentz

CAPÍTULO IV
El experimento de Fizeau, la energía cinética y los rayos catódicos

CAPÍTULO V
La relatividad general

CAPÍTULO VI
Consideraciones del universo como un todo

CAPÍTULO VII
La matemática y la geometría de la relatividad especial

CAPÍTULO VIII
El tiempo y el espacio según Minkowski

CAPÍTULO IX
La segunda ecuación de Einstein

CAPÍTULO X
La expansión del Universo

CAPÍTULO XI
La teoría del big bang

CAPÍTULO XII
Los teoremas de Hawking y Penrose

CAPÍTULO XIII
La concepción científica del universo

CAPÍTULO XIV
La contribución del marxismo a la concepción científica del universo

APÉNDICE 1
Extracto de las obras de George Lemaitre: The Primeval Atom y L’hypothese de l’atome
primitive

APÉNDICE 2
Extractos sobre la expansión del universo y la formación de los elementos

APÉNDICE 3
Extracto de “The large structure of the Universe” de Hawking y Hills

3
APÉNDICE 4
La ontología hegeliana

BIBLIOGRAFIA

4
Introducción

El modelo cosmológico que prevalece en la actualidad entre la comunidad científica


internacional para explicar el origen, evolución y destino del universo es el de la llamada
teoría del “big bang”. Su predominio es indiscutible, y no hay en el mundo científico la
más mínima disidencia importante acerca de su validez, si acaso únicamente pequeñas
discrepancias sobre cuestiones secundarias del esquema general.
Las bases de esta cosmovisión se encuentran en: 1) los portentosos adelantos de la física
atómica y corpuscular, los cuales permitieron a la cosmología moderna, en el estudio del
universo observable, principalmente en el de nuestra galaxia, conocer a profundidad la
naturaleza de las nebulosas de materia rarificada, el proceso de su condensación para
formar estrellas y planetas, el agrupamiento de estas nebulosas y astros en galaxias, la
organización de las galaxias en unidades mayores, etcétera, y la necesaria extinción de
todas estas formaciones y su regresión a materia desagregada para iniciar un nuevo ciclo
sideral; y 2) la teoría de la relatividad general de Alberto Einstein.
La teoría del “big bang” tiene entonces un núcleo racional (la moderna cosmología, cuyo
objeto es el universo “observable” y su campo de comprobación la “Vía Láctea”) y una
envoltura anticientífica (la teoría einsteiniana de la relatividad).
Toda la racionalidad de esta teoría es anulada por las erróneas concepciones de Einstein.
La relatividad einsteiniana niega la geometría de Euclides y la mecánica de Newton, cuyos
conceptos de tiempo y espacio son declarados inoperantes, y en su lugar se hacen valer
un tiempo y un espacio relativos. Un mismo evento puede desarrollarse en tiempos y
espacios distintos simultáneamente, según la posición de los observadores; hay por tanto
varios tiempos y espacios diferentes con existencias paralelas.
El tiempo y el espacio, en la versión einsteiniana, son influidos por los campos
gravitacionales y éstos a su vez por aquellos, alterándose mutuamente; el tiempo y el
espacio se contraen y se curvan por efecto de la acción de los campos gravitacionales.
Llevada al extremo, la teoría de la relatividad einsteiniana sostiene que hay múltiples
tiempos y espacios distintos, uno para cada punto de la realidad objetiva.
Las tesis de Einstein sobre el tiempo y el espacio son anticientíficas, absurdas,
descabelladas y disparatadas, una verdadera estafa intelectual cuya esencia es la total
desnaturalización de los claros, sencillos y elementales conceptos del tiempo y del espacio
que la mecánica clásica había establecido.
El tiempo, como unidad de medida y flujo temporal es uno sólo: el giro de 360 grados del
globo terrestre sobre su eje y la continuidad de esos giros que determinan el pasado (los
realizados anteriormente al actual), el presente (el giro actual) y el futuro (los que
sucederán al actual).
El espacio es también uno como unidad de medida y continente universal: es una parte
determinada del meridiano terrestre y el continente tridimensional del universo visible
medido por aquélla. El tiempo y el espacio son geo y homocéntricos.
La teoría del “big bang” es, al igual que su progenitora, la teoría de la relatividad de
Einstein, errónea, descabellada y anticientífica; toda la racionalidad de la cosmología
moderna es anulada y desvirtuada por el efecto desnaturalizador que sobre ella ejercen
los grotescos postulados relativistas, los cuales dan lugar a una “cosmovisión” absurda,
ridícula, anticientífica.

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La concepción verdaderamente científica del universo empezó a gestarse con el trabajo de
Copérnico, quien tras la apariencia del sistema solar (geocentrismo) encontró su verdad
(heliocentrismo); Kepler continuó por ese camino y descubrió la naturaleza elíptica de las
órbitas planetarias; Newton, por su parte, estableció el principio general de la gravitación
universal, la ley conforme a la cual los cuerpos se atraen mutuamente, y al aplicarla al
movimiento planetario pudo llegar al conocimiento de que las órbitas de los planetas
están determinadas por la acción recíproca de dos fuerzas contrarias, la de atracción o
centrípeta y la de repulsión o centrífuga, e intuyó que esas dos fuerzas son las que
gobiernan todos los fenómenos de la naturaleza.
Posteriormente, Kant y Laplace formularon su visionaria hipótesis, plenamente
confirmada después por medio de los elementos proporcionados por la cosmología
cuántica, del origen del sistema solar: de una nebulosa indiferenciada, por una serie de
procesos regidos por el principio newtoniano de atracción y repulsión, la materia se
condensa en un cuerpo central y varios planetas que giran en torno al mismo.
La moderna cosmología, a su tiempo, desentrañó todas las transformaciones que en el
espacio infinito producen el paso de la materia desagregada en sus partículas elementales
a la materia en sucesivos estados de agregación que desembocan en sistemas planetarios
como el nuestro. La formación de las estrellas a partir de las partículas elementales, su
evolución y su extinción fueron sucesos precisa y exactamente dilucidados por las
notables investigaciones cosmológicas; pero estos avances no se pudieron traducir en la
formulación de una cosmovisión racional debido al peso muerto de la teoría relativista
einsteiniana, que impedía la integración de los aportes de la física moderna a una
concepción científica del universo.
Al lado de la ciencia, impulsada por ella y al mismo tiempo agente promotor de la misma,
se desenvolvía la ciencia de las ciencias, la filosofía.
Esta, en su desarrollo, había arribado al punto superior en el que, en la filosofía de Hegel,
aunque en una forma invertida, logró establecer la ontología más completa jamás forjada,
la cual, obviamente, era en esencia una cosmovisión.
La materia infinita y su movimiento eran presentados por Hegel como una sustancia y un
proceso meramente espirituales, pensamientos puros.
Marx y Engels rescatan el principio primordial del materialismo que estipula que la
materia es la sustancia y el pensamiento únicamente el resultado de una fase específica
de la evolución de aquella; lo primordial es el ser y lo secundario o derivado, el
pensamiento; el pensamiento es el ser pensante.
Pertrechados con este principio, ponen la filosofía hegeliana sobre sus pies, desechan su
envoltura metafísica y liberan el contenido racional, que está constituido, en lo
fundamental, por una gnoseología y una ontología (la gnoseología y la ontología científicas
por excelencia).
La Ciencia de la Lógica1 es el tratado en el que Hegel expone su gnoseología y su
ontología. Los fundadores de la filosofía marxista tomaron el método dialéctico, corazón
de la filosofía hegeliana, desarrollado en las secciones La doctrina del ser y La doctrina de
la esencia de la obra citada, lo aplicaron al desentrañamiento de las leyes de la evolución
1

G.W.F. Hegel, Ciencia de la Lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo Mondolfo.
Solar, S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, 2a. Edición castellana, 1968
S. W. Hawking, F. R. S., Lucasian Professor of Mathematics in the University of Cambridge and
Fellow of Conville and Caius College and G. F. R. Ellis, Professor of applied Mathematics, University
of Cape Town, The large scale structure of space-time Cambridge University Press, Cambridge, New
York, Port Chester, Melbourne, Sydney, 1973

Hegel, G.W.F., Ciencia de la Lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo
Mondolfo. Solar, S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, 2a. Edición castellana, 1968.

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de la sociedad humana y encontraron que el régimen de la propiedad privada había de
transformarse necesariamente en el socialismo y el comunismo, que es su esencia
negativa; la tarea de la filosofía consistía en la conducción de ese proceso por el cual la
especie habría de recuperar su naturaleza humana, que la propiedad privada le había
sustraído. Sin embargo, estos pensadores no avanzaron en la tarea de desarrollar
materialistamente la exuberante riqueza conceptual de la dialéctica hegeliana, ni, lo que a
nosotros interesa más en este momento, en la de poner en términos materialistas la
cosmovisión totalizadora y exhaustiva que Hegel había expuesto, cubierta con una
envoltura mística, en su ontología.
La formación de la visión científica del universo se encuentra, en el momento actual, en
este punto: 1) se ha completado una primera parte de la misma con los trabajos de
Copérnico, Kepler, Newton, Kant y Laplace; la cosmología racional ha aportado los
elementos para la confirmación de la teoría de Kant-Laplace y su extensión hasta
constituir una visión totalizadora del universo “observable”, pero ha sido desviada de lo
que sería su camino natural para llegar a la concepción científica del universo como un
todo por la acción deformadora de la teoría anticientífica de la relatividad einsteiniana,
que es el fundamento de su contrahecho engendro, la teoría del “Bing Bang”.
La tarea de la ciencia es, por tanto, desembarazar a la cosmología del pesado fardo que
impide su desarrollo, la nefasta teoría de la relatividad de Einstein y la teoría del “big
bang”, realizar el “enderezamiento” de la ontología hegeliana para ponerla sobre pies
materialistas e integrar estos dos elementos en la cosmovisión científica dialéctico-
materialista.
La expresión concentrada de la visión científica, dialéctico-materialista, del universo
infinito es la siguiente:
-el universo es una totalidad infinita de materia, formada por infinitas partes -de las
cuales nuestra isla cósmica (el universo observable, como se expresan los astrónomos y
cosmólogos) es sólo una de ellas-,
-ese universo infinito existe, simultanea y sucesivamente, como ser que se interna en sí
mismo para producir su esencia, esencia que surge a la existencia y adquiere la categoría
del ser y en todas las fases de estos dos procesos,
-la totalidad existente se encuentra en un movimiento constante del ser a la esencia y de
la esencia al ser,
–la materia en su máxima desagregación, formada por partículas elementales separadas
en grado extremo por la repulsión, y la materia inorgánica, son el ser que deviene materia
condensada por la atracción y materia orgánica pensante, que son su esencia,
-la materia altamente condensada y la materia orgánica pensante, que son la esencia
surgida a la existencia, el ser esencial, tienen en sí mismas la máxima separación y la
materia inorgánica como el otro en el que se han de transformar,
-en sus distintas partes, el todo infinito se encuentra, sucesiva y simultáneamente, en
todas las fases de ese movimiento, de tal suerte que hay infinitos lugares en el universo
en los que la materia sumamente fraccionada y la materia inorgánica existen en el punto
de partida o en alguna etapa del tránsito hacia la materia cohesionada y la materia
orgánica pensante y otros tantos en los que éstas existen como tales o en algún momento
de su negación, del despliegue de su esencia que es la vuelta al punto de origen.

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CAPITULO I

La formación de la concepción científica del universo

El “sistema del mundo”


Copérnico dio el paso esencial para la fundación de la visión científica del universo. Su
trabajo teórico fue una verdadera revolución intelectual que hizo pasar el conocimiento
desde la superficie hasta el interior de la realidad, de la apariencia a la esencia. El
sistema del mundo aparecía como un conjunto de astros colocados en diversas esferas
celestes que giraban en círculos en torno a la tierra, la cual era considerada como el
centro inmóvil del universo. El estudio pormenorizado de los movimientos planetarios
aparentes, que realizaron los astrónomos anteriores a y coetáneos de Copérnico, llegó a
un punto muerto en el cual quedaban sin contestar cuestiones fundamentales: no había
forma alguna de explicar las regresiones de los planetas en sus carreras a través de la
bóveda celeste ni los grandes cambios en su luminosidad; el último expediente con el cual
se intentó salvar estos obstáculos fue la hipótesis de los epiciclos, órbitas circulares que
presuntamente describían los planetas en el espacio, pero esta teoría introdujo aún más
complicaciones en la concepción geocéntrica del mundo.
Es entonces cuando se hacen presentes la audacia y la potencia intelectuales de
Copérnico.
Su intrepidez lo lleva a abandonar la teoría geocéntrica, la cual se apoyaba firmemente en
la solidez del sentido común y el dogma religioso, y postular lo que era una verdadera
herejía en todos los sentidos: un sistema del mundo que tiene como centro el sol, en torno
al cual giran en órbitas circulares los planetas conocidos.
El poderío de la facultad cognoscitiva de Copérnico se manifiesta en la titánica labor
mental que realiza: retener hasta el último detalle del farragoso y complicado esquema
geocéntrico, analizar los datos acumulados de los movimientos planetarios aparentes
recolectados por los astrónomos, transformar cada uno de los detalles de la concepción
geocéntrica en su otro, es decir, en el desplazamiento real y forjar una representación
total del sistema del mundo.

La teoría de la Gravitación Universal

La piedra basal de la visión científica del mundo fue colocada por Sir Isaac Newton con su
teoría de la gravitación universal.
La concepción de Newton tiene como antecedente inmediato los descubrimientos de
Kepler expresados en sus tres leyes; en la primera de ellas, el astrónomo alemán expone
la naturaleza del movimiento de traslación de los planetas, al cual describe como una
elipse en uno de cuyos focos se encuentra el sol; en la segunda establece que una línea
que una al planeta y el sol recorrerá áreas iguales en tiempos iguales; y en la tercera, que
el cuadrado del período orbital de un planeta es directamente proporcional al cubo del eje
semi-mayor de su órbita.
El voluminoso acervo de datos acerca de las posiciones, distancias entre ellos y
movimientos de los planetas y sus satélites y el cuerpo central acumuladas a través de los
siglos mediante las acuciosas observaciones de Tolomeo, Galileo Galilei, Kepler, Tycho
Brahe, etcétera, permitieron a Newton determinar la existencia de un sistema planetario,

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que tiene por centro al sol y del que forman parte la tierra y los demás planetas, y
explicar, minuciosa y exhaustivamente, las leyes conforme a las cuales estos elementos se
desplazan en el espacio estelar; de una gran importancia, y lo que constituye la más
valiosa aportación de Newton a la concepción científica del universo, es el descubrimiento
de la gravitación universal como la causa última de la estructura del sistema solar y de
los movimientos planetarios.
Newton establece, en su obra principal, “Principios matemáticos de Filosofía Natural” 2, los
siguientes principios:
La masa de los cuerpos es el producto de la densidad por el volumen de la materia.
La cantidad de materia es la medida de la misma que resulta de su densidad y magnitud
conjuntamente.
Definiciones, Definición I
La cantidad de movimiento es el producto de la masa por la velocidad.
La cantidad de movimiento es la medida del mismo que resulta de la velocidad y de la
cantidad de materia conjuntamente.
Definiciones, Definición II
La materia posee una fuerza innata, por la cual los cuerpos se mantienen en el estado de
reposo o de movimiento rectilíneo en que se encuentran. Es una fuerza que pertenece a la
materia en general y, por tanto, a los cuerpos en que ésta se aglomera.
“Fuerza intrínseca de la materia es la potencia de resistir por la que un cuerpo cualquiera
persevera, en cuanto de él depende, en su estado de reposo o de movimiento uniforme en
dirección rectilínea”. Definiciones, Definición III 3
El reposo y el movimiento rectilíneo sólo pueden ser alterados por una fuerza exterior que
actúe sobre los cuerpos poniéndolos en movimiento o modificando el que se realiza en
forma recta.
“Fuerza impresa es acción ejercida sobre un cuerpo para mudar su estado de reposo o de
movimiento rectilíneo uniforme”. Definiciones. Definición IV.
“Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme en una línea
recta, a menos que sea compelido a cambiar este estado mediante fuerzas sobre él
impresas”.
Axiomas, o leyes del movimiento, Ley I.
La fuerza centrípeta es una especie de las “fuerzas impresas” y es aquella por la que un
cuerpo es atraído hacia un punto central.
“Fuerza centrípeta es aquella por la que los cuerpos son atraídos, impelidos o que de
alguna manera tienden hacia un punto cualquiera como centro.”
Definiciones, Definición V.
En seguida define Newton las diversas medidas de las fuerzas centrípetas: la cantidad
absoluta, la cantidad de aceleración y la cantidad motriz
“La cantidad absoluta de una fuerza centrípeta es la medida, ya sea mayor o menor, de la
eficacia de la causa por la que ella se propaga desde el centro hacia las regiones
circundantes.”
Definiciones, Definición VI.
“La cantidad de aceleración de una fuerza centrípeta es la medida de la misma,
proporcional a la velocidad, que en un tiempo dado genera.”
Definiciones, Definición VII.
“La cantidad motriz de la fuerza centrípeta es la medida de la misma proporcional al
movimiento que ella genera en un tiempo dado”
Definiciones, Definición VIII.

2
Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, Auctore Isaaco Newtono, Equite Aurato, Editio Ultima,
Cui accedit Analysis per Quantitatum Series, Fluxiones ac Differentias cum enumeratione
Linearum Tertii Ordinis, Amstælodami, Sumptibus Societatis, M. D. CCXXIII
The Mathematical principles of Natural Philosophy. by Sir Isaac Newton, translated into English by
Andrew Motte, to wich is added Newton’s System of the world, First American Edition, Carefully
revised and corrected, with a life of the author, by N W Chittenden, M. A., New York, Published by
Daniel Adee 45 Liberty Street, 184

3
Las citas del libro de Newton son una traducción del texto de la edición norteamericana de 1846
compulsada con la edición latina de 1723.

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Newton ha determinado dos fuerzas fundamentales de la materia: la que llama fuerza
“intrínseca” y la fuerza centrípeta, por el momento sólo conceptualmente colocadas una al
lado de la otra.
Las acciones (fuerzas impresas) se producen entre los cuerpos materiales; una acción
entre dos cuerpos comprende la acción que ejerce un cuerpo sobre el otro y la reacción
del cuerpo recipiente sobre el primero; la reacción tiene el mismo valor que la acción pero
en sentido contrario.
“A una acción hay siempre una reacción contraria e igual; o sea, las acciones de dos
cuerpos entre sí son siempre mutuamente iguales y se dirigen hacia partes contrarias”.
Axiomas, o Leyes del Movimiento, Ley III.
En la Sección Segunda de su obra principal, Newton acomete la labor de comprender la
naturaleza de las fuerzas centrípetas.
Los cuerpos que giran en torno a un centro, cuyos radios al punto central describen áreas
proporcionales a los tiempos, son atraídos por una fuerza centrípeta dirigida del punto al
cuerpo.
“Las áreas que cuerpos giratorios describen por los radios que hacia el centro inmóvil
conducen la fuerza, se encuentran en un mismo plano inmóvil y son proporcionales a los
tiempos [en que son descritas].”.
Libro I. Sección II. Proposición I. Teorema I.
“Cor. 1. La velocidad de un cuerpo atraído por un centro inmóvil, en el espacio vacío (sin
resistencia), es recíprocamente como la perpendicular trazada desde el centro hasta la
tangente que toca la órbita.”
“Cor. 4. Las fuerzas por las que los cuerpos, en espacios vacíos de resistencia, son
desviados de sus movimientos rectilíneos y llevados por órbitas curvilíneas, son una a la
otra como los senos versos de los arcos descritos en tiempos iguales; senos versos que
tienden al centro de fuerza y cortan por la mitad las cuerdas de esos arcos cuando son
disminuidos al infinito”.
“Todo cuerpo que se mueve en una línea curva cualquiera descrita en un plano y por un
radio llevado a un punto, ya sea inmóvil o yendo hacia adelante con un movimiento
rectilíneo uniforme, y describe, alrededor de ese punto, áreas proporcionales a los tiempos,
es atraída por una fuerza centrípeta dirigida a ese punto.”
Libro I. Sección II. Proposición II. Teorema II.
“Todo cuerpo que por un radio trazado al centro de otro cuerpo, como quiera que se mueva,
describe áreas alrededor de este centro proporcionales a los tiempos, es atraído por una
fuerza compuesta de la fuerza centrípeta que tiende a ese otro cuerpo y por todas las
fuerzas acelerativas por las que este otro cuerpo es impelido.”
Libro I. Sección II. Proposición III. Teorema III.
En la sección tercera Newton determina la ley de la fuerza centrípeta cuando el cuerpo en
su movimiento describe una elipse.
“Si un cuerpo gira en una elipse, se requiere la ley de la fuerza centrípeta que tiende al foco
de la elipse… la fuerza centrípeta es recíprocamente en la doble razón de la distancia del
foco al cuerpo.”
Libro I. Sección II. Proposición XI. Problema VI.
Una vez que Newton ha establecido todas estas definiciones, proposiciones, teoremas y
leyes, las aplica a la determinación de lo que llama el “sistema del mundo”.
El “sistema del mundo” está formado por un cuerpo central inmóvil, seis planetas que
giran en el mismo sentido, casi en el mismo plano, en distintas órbitas alrededor de ese
centro, planetas que dan vueltas en torno a tres de los planetas primarios (Tierra, Júpiter
y Saturno, que son también centros inmóviles), y los cometas.
Los planetas primarios y los planetas secundarios (satélites) giran en órbitas elípticas en
torno a sus respectivos centros situados en uno de los focos de la elipse.
El período de descripción de la órbita de los planetas y sus satélites está en la proporción
de 1.5 respecto de sus distancias al centro.
Si se traza un radio de los planetas y satélites a sus respectivos centros, aquel describirá
áreas proporcionales a los tiempos de descripción.
Los planetas y satélites se mantienen en sus órbitas y se apartan perpetuamente del
movimiento rectilíneo por una fuerza que tiende al centro del sol en un caso y de los
respectivos planetas en el otro y que es recíproca al cuadrado de sus distancias al centro.

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El movimiento de los planetas, satélites y cometas se puede conservar por muchísimo
tiempo.
En todos los cuerpos existe la gravedad y ésta es proporcional a la cantidad de materia
que ellos contienen.
La fuerza de atracción entre dos cuerpos es directamente proporcional a la cantidad de
materia que contienen y recíproca al cuadrado de sus distancias al centro.
“Los planetas que giran alrededor de Júpiter describen, por radios trazados al centro de
Júpiter, áreas proporcionales a los tiempos de descripción; y los tiempos de sus períodos
son en la proporción de 1.5 respecto de sus distancias al centro.
“Los planetas que giran en torno de Saturno, describen, por radios trazados al centro de
Saturno, áreas proporcionales a los tiempos de descripción; y los tiempos de sus períodos
son en la proporción de 1.5 respecto de sus distancias al centro.”
“Los cinco planetas primarios, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno describen órbitas
alrededor del sol”.
“El tiempo del periodo de los cinco planetas primarios está en la proporción de 1.5 respecto
de su distancia media al sol”. Libro III. Fenómenos, o Apariencias. Fenómeno IV.
“Los planetas primarios, por radios trazados a la tierra, describen áreas de ninguna manera
proporcionales a los tiempos; por los radios trazados al sol, recorren áreas proporcionales a
los tiempos.”
Libro III. Fenómenos, o Apariencias. Fenómeno V.
“El radio trazado de la luna al centro de la tierra describe áreas proporcionales a los
tiempos.”
Libro III. Fenómenos, o Apariencias. Fenómenos I, II, III, IV, V y VI.
"Las fuerzas que perpetuamente apartan del movimiento rectilíneo y retienen en sus órbitas
a los planetas que giran en torno a Júpiter tienden al centro de Júpiter y son recíprocas al
cuadrado de sus distancias al centro.”
“Las fuerzas que perpetuamente apartan del movimiento rectilíneo y retienen en sus órbitas
a los planetas primarios tienden al sol y son recíprocas al cuadrado de sus distancias al
centro.”
“La fuerza que retiene a la Luna en órbita tiende a la tierra y es recíproca al cuadrado de la
distancia de aquella al centro.”
“La luna gravita hacia la tierra y la fuerza de gravedad la aparta siempre del movimiento
rectilíneo y la retiene en su órbita.”
“Los planetas que giran alrededor de Júpiter gravitan hacia Júpiter; los que giran en torno
a Saturno, hacia Saturno; los que se mueven alrededor del sol, hacia el sol; y por sus
fuerzas de gravedad son desviados siempre del movimiento rectilíneo y los retienen en sus
órbitas curvilíneas.”
“En los planetas, todos los cuerpos gravitan, y sus pesos, siendo iguales las distancias al
centro del Planeta, son proporcionales a la cantidad de materia que cada uno contiene.”
“La gravedad existe en todos los cuerpos y es proporcional a la cantidad de materia que los
mismos contienen.”
“Si en dos esferas que gravitan mutuamente una hacia la otra, la materia es homogénea en
todas las regiones igualmente distantes del centro, el peso de cada esfera respecto de la otra
será recíprocamente como el cuadrado de la distancia entre sus centros”.
“El movimiento de los Planetas en los cielos se puede conservar por muchísimo tiempo”.
Libro III. Proposiciones I. Teorema I, II. Teorema II, III. Problema III, IV. Teorema IV, V.
Teorema V, VI. Teorema VI, VII. Teorema VII, VIII. Teorema VIII, y X. Teorema X.
“El centro del sistema del mundo es inmóvil”.
Libro III. Proposiciones. Hipótesis I.
“El centro común de gravedad de la tierra, el sol, y todos los planetas es inmóvil.”
“El sol es agitado por un movimiento perpetuo, pero nunca se aleja mucho del común
centro de gravedad de todos los planetas”.
“Los planetas se mueven en elipses que tienen su foco común en el centro del sol; y por los
radios trazados a este centro, ellos describen áreas proporcionales a los tiempos de
descripción”.
Libro III. Proposiciones XI. Teorema XI, XII. Teorema XII y XIII. Teorema XIII.
En la exposición de su teoría, Newton sigue el camino inverso al del proceso de
investigación: en éste, organiza y ordena todos los datos disponibles acerca de los
movimientos de los cuerpos del sistema solar y descubre las leyes y las fuerzas que los
determinan y después eleva estos resultados a la categoría de regularidades y causas que

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operan en la materia en general; al contrario, en su obra fundamental empieza con la
definición de las fuerzas que actúan sobre la materia y de ahí deduce lo que acontece con
los planetas y el astro central.
El verdadero e inconmensurable mérito de Newton, lo que hace época en el terreno de la
ciencia, es su consideración de las fuerzas que originan el movimiento de los planetas y el
sol como potencias que actúan sobre la materia en general y, en el caso de la que llama
fuerza ínsita, son inherentes a ella. Y esto es también lo que marca la gran diferencia
entre Kepler y Newton y pone en evidencia el enorme adelanto que la teoría de la
gravitación universal significó en el desarrollo de la ciencia: Kepler descubrió la
naturaleza y regularidad del movimiento de los planetas en torno al sol, mientras que
Newton penetró más allá de la apariencia y desarrolló una hipótesis genial de las causas
del mismo y la hizo extensiva a todo el mundo material.
Newton establece que el movimiento de los planetas en el sistema solar es la resultante de
la acción de dos fuerzas, una central que atrae el cuerpo planetario hacia el sol y otra que
lo impele en el sentido de la tangente a la órbita que pasa por un punto cualquiera de la
misma; llevada al límite, la resultante es en cada instante un punto de la órbita elíptica
que recorre el planeta. En un lugar situado en el trayecto del afelio al perihelio de la
elipse, las dos fuerzas son iguales; a partir de ahí la fuerza centrípeta es cada vez mayor y
la velocidad del planeta uniformemente acelerada, mientras que la fuerza tangencial
disminuye en la misma proporción en que la otra aumenta; en el perihelio, aquella
alcanza su valor máximo y desde aquí decrece, y la velocidad del planeta es
uniformemente retardada, hasta que de nuevo se iguala con la fuerza centrífuga. Más
adelante, la fuerza tangencial se incrementa y al llegar al afelio registra su monto más
alto; en su evolución posterior, se reduce hasta llegar a equipararse otra vez con la fuerza
de atracción central.
La fuerza centrífuga del movimiento orbital de los planetas es una “vis ínsita”, de acuerdo
a la clasificación de Newton (Definición III), a la cual considera como inherente a la
materia; la fuerza centrípeta, por otra parte, pertenece a la categoría de las “fuerzas
impresas”, cuya descripción hace Newton en la Definición IV.
Con todos estos elementos teóricos que ha desarrollado, Newton establece un método de
cálculo matemático-geométrico que permite medir las masas, la cantidad de movimiento,
la velocidad y la aceleración de desplazamiento, las orbitas, etcétera, de los planetas,
determinar las distancias entre ellos y respecto al sol, las fuerzas que ejercen y padecen y
otros muchos datos con los que le es dado forjar una imagen plena del “sistema del
mundo” (del sistema solar).
El gran adelanto de Newton es el tratamiento que da al movimiento orbital de los planetas
como una contradicción, como el resultado de dos fuerzas en conflicto; la limitación de su
teoría es que concibe esas fuerzas como exteriores al cuerpo de los planetas e
independientes una de la otra.

La crítica de Hegel a la teoría de Newton

Hegel, en su “Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas” 4, hace una crítica despiadada,


excesiva de la teoría de Newton.
Con base en el hecho cierto de la falta de mayor profundidad dialéctica en los postulados
de la teoría de Newton, Hegel desacredita por completo el trabajo científico del geómetra,
al que incluso califica de superfluo, pues argumenta que en las leyes de Kepler se
encuentran contenidos, y en una forma más alta, los mismos principios que Newton
presenta como sus aportaciones originales a la ciencia de la mecánica.
Las leyes del movimiento absoluto libre, fueron descubiertas, como es sabido, por Kepler;
descubrimiento que le dio gloria inmarcesible. Kepler las demostró, en el sentido de que

4
Hegel, Georg Wilhelm Friederich, Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio, Para uso de
sus clases, Edición, introducción y notas de Ramón Valls Plana, Alianza Editorial, S. A., Madrid,
2005

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encontró la expresión universal de los datos empíricos. Más tarde, ha llegado a ser un dicho
común que Newton fue el primero que encontró la demostración de aquellas leyes. Jamás
una gloria ha pasado de un modo más injusto de un descubridor a otro…
Sobre este punto he de hacer notar lo que sigue:
1) Que los matemáticos reconocen que las fórmulas newtonianas se pueden deducir de las
leyes de Kepler. La deducción enteramente inmediata es simplemente ésta: En la tercera ley
de Kepler, lo constante es A3/T2. Expresándolo A.A2/T2 y llamando con Newton «gravedad
universal» a A/T2, se halla la expresión newtoniana del efecto de la llamada gravedad en
razón inversa al cuadrado de las distancias.
2) Que la demostración newtoniana de la proposición [que dice] que un cuerpo sometido a
la ley de la gravitación se mueve elípticamente alrededor del cuerpo central, lleva a una
sección cónica en general, mientras la proposición principal que debía demostrarse consiste
precisamente en que la órbita de ese cuerpo no es un círculo, ni cualquier otra sección
cónica, sino únicamente la elipse. Directamente en contra de aquella demostración (Princ.
Math. 1.1 Sect.II. prop. I) hay que recordar de todas maneras algunas cosas; su análisis ya
no necesita la base de la teoría newtoniana. Las condiciones que hacen que la órbita del
cuerpo sea una determinada sección cónica son constantes en la fórmula analítica y su
determinación se reduce a una circunstancia empírica, a saber, a una situación particular
del cuerpo en un instante temporal determinado y a la intensidad contingente de una
impulsión que este cuerpo haya recibido originariamente; de este modo la circunstancia que
determina que la línea curva sea elíptica cae fuera de la fórmula que debía demostrarse y en
ningún momento se piensa en demostrarla.5
De acuerdo con Hegel, la teoría de Newton no va más allá de las leyes de Kepler, pues en
ella se deja de lado lo que es el verdadero problema, es decir, no que el camino de los
planetas sea una elipse (una sección cónica) sino cuáles son las circunstancias que
determinan que el movimiento planetario describa precisamente esa figura geométrica.
Esta acusación es infundada, porque Newton supera a Kepler justamente con sus
proposiciones acerca de las causas del movimiento elíptico de los planetas, es decir, de los
principios dialécticos (si bien una dialéctica que se detiene en la esencia positiva del
fenómeno) de la concurrencia de dos fuerzas contrarias, la fuerza centrípeta y la fuerza
centrífuga, que mediante su relación mutua determinan el movimiento planetario; ya en
un párrafo anterior señalamos los límites dentro de los cuales está constreñida la
mecánica newtoniana.
3) Que la ley newtoniana de la llamada fuerza de la gravedad viene igualmente dada sólo
desde la experiencia y mediante inducción.
No hay más que ver si no la diferencia siguiente: lo que Kepler ha expresado de manera
sencilla y elevada en forma de leyes del movimiento celeste, lo ha transformado Newton en la
forma propia de la reflexión de la fuerza de la gravedad y precisamente de la misma
gravedad que en la caída [de los cuerpos] da la ley de su magnitud. Si bien la fórmula
newtoniana es cómoda e incluso necesaria para el método analítico, se trata únicamente de
una diferencia en la formulación matemática; desde hace tiempo el análisis matemático
sabe cómo deducir la expresión newtoniana y las proposiciones conexas con ella a partir de
la forma de las leyes de Kepler (me atengo en este asunto a la elegante exposición que se
encuentra en Francoeur, Traite élém. de Mécanique, Liv. II. Ch. II, n. IV). Simplemente, la
manera antigua de demostrar representa un confuso tejido de líneas [propias] de la mera
construcción geométrica a las que se otorga un significado físico de fuerzas autosuficientes,
partiendo de varías determinaciones vacías de las ya citadas fuerza acelerante y fuerza de
inercia, sobre todo de la relación entre la (así llamada) gravedad misma con las fuerzas
centrípeta y centrífuga, etc.6
En la cita anterior, Hegel argumenta que las tesis de Newton constituyen tan sólo una
transformación matemática de las leyes de Kepler, otra forma de expresión de las mismas
mediante la utilización del concepto reflexivo de “fuerza”; en realidad, Kepler sólo reduce
el movimiento planetario a una figura geométrica, en tanto que Newton, que así da un
salto cualitativo en el conocimiento de la mecánica celeste, desarrolla una teoría sobre las
causas de esa trayectoria específica de la traslación de los planetas (elipse), en la que
expone la naturaleza e interacción de las fuerzas contradictorias que la determinan. Este

5
Ibid., Mecánica Absoluta, pp. 333-334
6
Ibid., pp. 334-335

13
descubrimiento de Newton es el antecedente necesario de la teoría de la causa esencial,
no solamente formal, del propio movimiento planetario.
Aparte de la fundamentación del tratamiento analítico, cuyo desarrollo [posterior], por lo
demás, ha convertido en superfluas, e incluso ha eliminado, muchas cosas que pertenecían
a sus principios esenciales y a su fama, se reconoce que la aportación de contenido que
Newton hizo a la sustancia de las leyes de Kepler es el principio de la perturbación; un
principio cuya importancia hay que mencionar aquí por cuanto descansa sobre la tesis de
que la llamada atracción es un efecto de todas las partes singulares de los cuerpos en
cuanto materiales. Y en ello reside que la materia en general se pone el centro. La masa del
cuerpo particular, consiguientemente, ha de considerarse como un momento en la
determinación local del cuerpo, y los cuerpos del sistema, en su conjunto, se ponen su sol;
pero también los mismos cuerpos singulares, con arreglo a la situación relativa que
alcanzan unos respecto de otros en virtud de su movimiento general, configuran una
referencia momentánea de la gravedad de unos sobre otros y se relacionan entre sí, no
meramente bajo la referencia espacial abstracta, a saber, la distancia, sino que uno con
otro se ponen un centro particular; éste en parte se disuelve de nuevo, sin embargo, dentro
del sistema general, pero en parte permanece subordinado a ese sistema, por lo menos
cuando esta relación es permanente (como ocurre en las perturbaciones mutuas de Júpiter
y Saturno).7
Hegel da cuenta del reconocimiento general que tiene el principio de la perturbación en
las órbitas elípticas descubierto por Newton; lo califica como una aportación de contenido
que éste hace a las leyes de Kepler. Con esto, Hegel abjura de su anterior reprobación de
la obra newtoniana, pues precisamente el principio de la perturbación se deriva de la
concepción de Newton que atribuye a la materia en general la fuerza de gravedad, tanto a
las partículas materiales, como a los cuerpos celestes, a las masas en la superficie de los
planetas y a la materia en el interior de los cuerpos, de tal suerte que partículas, cuerpos
celestes, masas superficiales y materia interior tienen cada uno su centro de gravedad en
sí mismos y en los otros y son centros de sí mismos y de los otros; de acuerdo con esto, la
fuerza gravitatoria es una compleja relación entre partículas, masas y cuerpos que se
atraen mutuamente por fuerzas gravitatorias. Las perturbaciones en las órbitas de los
planetas, satélites, etcétera, es decir, sus desviaciones de la figura elíptica perfecta, no
podían en forma alguna ser explicadas por las leyes de Kepler, que se atenían en todo a la
figura geométrica ideal, sino solamente por la teoría de Newton, que introduce el concepto
de fuerza gravitatoria, que es la que ejercen entre sí los planetas y el sol, por lo que las
órbitas de los cuerpos planetarios están determinadas primeramente como una elipse por
la relación mutua entre la fuerza atractiva del sol y la fuerza acelerativa propia del
planeta (la fuerza centrífuga) y después modificadas por diversas perturbaciones
provocadas por la gravitación de unos planetas sobre otros.
Si ahora, de acuerdo con lo dicho, ofrecemos algunos rasgos fundamentales del modo cómo
las determinaciones principales del movimiento libre están conexas con el concepto,
[conviene advertir desde luego que] este punto no podrá desarrollarse detalladamente en
orden a su fundamentación y, por ende, habrá que abandonarlo en seguida a su suerte. El
principio, de todas maneras, es que la demostración racional solamente puede descansar
sobre las determinaciones conceptuales del espacio y tiempo, o sea, de los momentos cuya
relación (no empero extrínseca) es el movimiento. ¡Cuándo llegará por fin la ciencia a cobrar
conciencia de las categorías metafísicas que utiliza y llegará a poner en la base el concepto
de la COSA, en vez del suyo propio!
En primer lugar, que el movimiento en general sea un movimiento que vuelve sobre si,
reside en la determinación de la particularidad y singularidad de los cuerpos en general (§
269), de tener en parte un centro en sí mismos y tener EXISTENCIA autosuficiente y a la
vez tener en parte su centro en otro. Son éstas las determinaciones conceptuales que
subyacen a las representaciones de una fuerza centrípeta y una fuerza centrífuga, pero se
falsean como si cada una de ellas EXISTIERA de manera autosuficiente de por sí, cada una
fuera de la otra, y actuara independientemente, de modo que sólo concurrieran
extrínsecamente en sus efectos y, por tanto, de manera contingente. Son, como ya hemos
dicho, las líneas que deben trazarse para la determinación matemática y que se han
convertido en realidades físicas efectivas.

7
Ibid., pp. 335-336

14
Este movimiento es además uniformemente acelerado (y, en cuanto movimiento que vuelve
sobre sí, cambiándose en uniformemente retardado). En el movimiento en cuanto libre
intervienen también espacio y tiempo en cuanto aquello que son, es decir, como distintos,
para hacerse valer en la determinación cuantitativa del movimiento y no comportarse como
en la velocidad abstracta, o sea, simplemente uniforme. En la llamada explicación del
movimiento uniformemente acelerado o retardado a partir del aumento y disminución
reciprocas de la magnitud de la fuerza centrípeta y centrífuga, llega al máximo la confusión
que introduce la asunción de tales fuerzas autosuficientes. Según esa explicación, en el
movimiento de un planeta desde la lejanía hacia la cercanía del sol, la fuerza centrífuga es
menor que la centrípeta; contrariamente, en la cercanía del sol la fuerza centrífuga, de
nuevo e inmediatamente, debe ahora hacerse mayor que la centrípeta; y para el movimiento
desde la cercanía a la lejanía del sol se hacen intervenir las fuerzas de manera semejante en
relación inversa. Se ve que una tal inversión repentina de la postulada preponderancia de
una de las dos fuerzas, que se cambia en sometimiento bajo la otra, no ha sido sacada en
forma alguna de la naturaleza de las fuerzas. Muy al contrario, lo que se debía haber
concluido es que la preponderancia conseguida por una fuerza no solamente tendría que
mantenerse, sino que tendría que alcanzar la completa anulación de la otra; y entonces el
movimiento, o bien tendría que terminar en el reposo, es decir, en la caída del planeta en el
cuerpo central, o bien, en virtud de la preponderancia de la fuerza centrífuga, tendría que
continuarse en línea recta. El razonamiento simple que se hace es: Puesto que el cuerpo,
desde su cercanía del sol, se aleja de suyo más de él, la fuerza centrífuga se hace, por
consiguiente, nuevamente mayor; puesto que el cuerpo en el afelio está máximamente
alejado del sol, esa fuerza es entonces máxima. Ese monstruo metafísico de una fuerza
centrífuga y una fuerza centrípeta autónomas se presupone; y sobre tales ficciones del
entendimiento resulta luego que no se puede ejercitar ninguna comprensión; no se puede
preguntar cómo esa fuerza, siendo autónoma, tan pronto se hace más débil que la otra
desde sí, como se hace luego más fuerte o permite que eso ocurra, suprime después otra
vez su preponderancia o se la deja arrebatar.—Si se observa más detenidamente este
crecimiento y disminución recíprocos, carentes en sí de fundamento, damos entonces con
unos puntos, en la distancia media entre los ábsides, en los que las fuerzas están en
equilibrio. La subsiguiente salida de este equilibrio de fuerzas es algo tan inmotivado como
aquella repentina inversión. Fácilmente se ve que con explicaciones de tal suerte, el remedio
a un inconveniente mediante otra determinación introduce una confusión mayor. —Una
confusión semejante ocurre cuando se explica el fenómeno de que el péndulo en el ecuador
oscila más lentamente. Tal fenómeno se atribuye a la fuerza centrífuga que debe ser allí
mayor; de manera igualmente fácil se podría atribuir el fenómeno a la fuerza de gravedad
aumentada, la cual detiene al péndulo con más fuerza con arreglo a la línea vertical de
reposo.
Ahora bien, por lo que se refiere a la forma de la órbita sólo se puede entender que la órbita
de un movimiento simplemente-uniforme sea circular. Y es desde luego pensable, como se
dice, que un movimiento uniformemente acelerado o retardado transcurra también
circularmente. Pero que algo sea pensable o posible significa solamente que se puede
representar abstractamente, prescindiendo del carácter determinado de la cosa en cuestión
y, por consiguiente, esa representación no solamente es superficial, sino errónea. El círculo
es la línea cerrada en la que todos los radios son iguales; esto es, esta línea está
perfectamente determinada por el radio; sólo hay una y ella es la determinidad entera. Pero
en el movimiento libre, en el cual intervienen la determinación espacial y la temporal
distintamente, o sea, bajo una relación cualitativa entre ellas, necesariamente surge esta
relación dentro de lo espacial mismo, como una diferencia suya, la cual por consiguiente
exige dos determinaciones. Por ello, la forma de la órbita cerrada se hace esencialmente
elipse. —La determinidad abstracta que constituye el círculo se manifiesta igualmente en
que el ángulo o arco comprendido entre dos radios es independiente de ellos o es una
magnitud enteramente empírica en relación con los radios. Sin embargo, en el movimiento
determinado por el concepto hay que abarcar en una sola determinidad la distancia
respecto del centro y el arco que se recorre en un tiempo; ambos deben constituir un todo y
los momentos del concepto no se encuentran de manera contingente uno junto a otro; así
resulta una determinación espacial de dos dimensiones, el sector. De este modo, el arco es
esencialmente función del radio vector e implica, en cuanto desigual en tiempos iguales, la
desigualdad de los radios. Que la determinación espacial aparezca, en virtud del tiempo,
como una determinación de dos dimensiones, como determinación de una superficie,
depende de lo que ya se dijo más arriba (§ 267), a propósito de la caída, sobre poner la

15
misma determinidad como exponente, una vez como tiempo en la raíz, y otra vez como
espacio en el cuadrado. Aquí, sin embargo, cerrándose sobre sí misma la línea del
movimiento, lo cuadrado del espacio está limitado a sector. —Estos son, como se ve, los
principios universales sobre los que descansa la ley de Kepler de que en tiempos iguales se
barren sectores iguales.
Esta ley atañe solamente a la relación entre el arco y el radio vector, y el tiempo en este
caso es unidad abstracta bajo la cual se comparan distintos sectores porque el tiempo es lo
determinante en cuanto unidad. Pero la relación siguiente es la del tiempo no en cuanto
unidad, sino como quantum en general, como tiempo del recorrido respecto de la magnitud
de la órbita o, lo que es lo mismo, respecto de la distancia del centro. En la caída vimos
relacionarse tiempo y espacio como raíz y cuadrado, es decir, vimos que el movimiento
semilibre está desde luego parcialmente determinado por el concepto, pero por otra parte
está extrínsecamente determinado. Sin embargo, en el movimiento absoluto, en el campo de
la masa libre, aquella determinidad [por el concepto] alcanza su totalidad. En cuanto raíz, el
tiempo es una magnitud meramente empírica y en cuanto cualitativo es solamente unidad
abstracta. Pero como momento de la totalidad desarrollada, el tiempo es a la vez unidad en
sí misma determinada, totalidad de por sí, en ella se produce y se refiere a sí mismo. En
cuanto carente de dimensiones en sí mismo, el tiempo en su producción llega solamente a
la identidad formal consigo, es decir, al cuadrado; el espacio, por el contrario, en cuanto
exterioridad positiva, alcanza la dimensión del concepto, es decir, el cubo. La realización del
tiempo retiene también de esta manera su distinción originaria. Esta es la tercera ley de
Kepler, la relación entre el cubo de las distancias y el cuadrado de los tiempos; una ley que
es tan grandiosa porque expone de manera tan sencilla e inmediata la razón de la cosa. La
fórmula de Newton, por el contrario, por la que aquella ley se transforma en una ley de la
fuerza de la gravedad, muestra la tergiversación e inversión propias de una reflexión que se
queda a mitad de camino.8
Hegel llega por fin al corazón de su crítica a la teoría de Newton. En relación con el
concepto, es decir, con la plena representación dialéctica del fenómeno, las fuerzas
determinantes del movimiento planetario, la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga, son
tomadas por la mecánica newtoniana como fuerzas independientes y exteriores al cuerpo
sobre el que actúan; la insuficiencia de las proposiciones newtonianas es puesta de
relieve por Hegel cuando éste lleva hasta sus últimas consecuencias la relación entre las
dos fuerzas mencionadas: de acuerdo con la construcción geométrica de Newton, en el
perihelio de la elipse la fuerza centrípeta alcanzará su valor máximo y superará
ampliamente a la fuerza centrífuga, por lo que su destino final sería necesariamente la
caída al centro de atracción; igualmente, en el afelio se presenta la situación opuesta, que
tendría que desembocar en la huída del planeta hacia el espacio estelar. Sin embargo,
inexplicablemente, es decir, sin justificación en el modelo geométrico de Newton,
súbitamente, en el perihelio, la fuerza centrípeta empieza a disminuir y la fuerza
centrífuga a crecer en la misma proporción, o, lo que es lo mismo, la primera se va
convirtiendo inopinadamente (recordemos que para Newton las dos fuerzas son distintas,
independientes una de la otra y, al menos la fuerza atractiva, exterior al cuerpo impelido)
en la segunda; igualmente, en el afelio se produce el fenómeno inverso. La mecánica
newtoniana no explica estos sucesos, únicamente los registra.

La atracción y repulsión newtonianas como una propiedad general de la


materia
En el prefacio a The Mathematical Principles… Newton expresa su expectativa de que
todos los demás fenómenos naturales se rijan por los mismos principios mecánicos que él
descubrió en el estudio del sistema planetario y consigna que a su juicio hay muchos
indicios de que la materia posee una propiedad general por la que las partículas se atraen
mutuamente y forman distintos cuerpos o se repelen y las figuras constituidas se
disgregan [ea omnia ex viribus quibusdam pendere posse, quibus corporum particulæ per
causas nondum cognitas vel in se mutuo impelluntur e secundum figuras regulares

8
Ibid., pp.336-339

16
cohærent, vel ab invicem fugantur e recedunt]9; la futura tarea de los filósofos es entonces
conocer la naturaleza y el funcionamiento de esas fuerzas.
Ojalá que los demás fenómenos naturales se puedan derivar de argumentos del mismo
género que los principios mecánicos. Porque muchas cosas me mueven a tener no pocos
indicios de que todo puede depender de algunas fuerzas, por las cuales las partículas
corporales, por causas aún desconocidas, se impelen mutuamente una hacia la otra y
felizmente se cohesionan en figuras regulares, o al contrario, recíprocamente se repelen y
separan; los filósofos han intentado infructuosamente conocer la naturaleza de tales
fuerzas. Espero, sin embargo, que a este modo de filosofar o a otro más verdadero, los
principios aquí sentados proporcionen suficientes luces. 10
En su obra Exposición del sistema del mundo Laplace formula un resumen genético de las
principales hipótesis expuestas por Newton en sus “Principios matemáticos…”.
En 1666, Newton, retirado en el campo, dirigió por primera vez su pensamiento hacia el
sistema del mundo. La gravidez de los cuerpos en la cima de las más altas montañas, poco
más o menos igual que en la superficie de la tierra, le hizo conjeturar que la misma se
extendía hasta la luna y que, combinada con el movimiento de proyección del satélite, haría
que éste describiera una órbita elíptica alrededor de la tierra.
Para verificar esta hipótesis era necesario conocer la ley de la disminución de la gravedad.
Newton consideró que si la gravedad terrestre retiene a la Luna en su órbita, los planetas
deberían también ser mantenidos en sus órbitas por la gravedad del sol y demostró esto por
medio de la ley de las áreas que son proporcionales a los tiempos. O resulta de la relación
constante, encontrada por Kepler, entre los cuadrados de los tiempos de las revoluciones de
los planetas y los cubos de los ejes mayores de sus órbitas, que su fuerza centrífuga, y
consecuentemente su tendencia hacia el Sol, disminuye en razón de los cuadrados de las
distancias a este astro. Newton transfirió entonces a la Tierra esta ley de la disminución de
la fuerza de gravedad. Partiendo de los experimentos de Galileo sobre la caída de los
cuerpos, determinó la altura a la que la Luna, abandonada a sí misma, descendería hacia la
tierra en un corto intervalo de tiempo. Esta altura es el seno verso del arco que describe en
el mismo intervalo, seno que el paralaje de la Luna expresa en partes del radio de la Tierra;
de tal suerte, para comparar la ley de la gravedad recíproca al cuadrado de las distancias
con observaciones era necesario conocer la magnitud del radio. Pero Newton, que sólo tenía
entonces una estimación errónea del meridiano terrestre, obtuvo un resultado diferente de
lo que él había esperado; y al sospechar que algunas fuerzas desconocidas se unían con la
gravedad de la Luna, abandonó sus ideas. Algunos años después, una carta del Dr. Hook lo
indujo a investigar la naturaleza de la curva descrita por proyectiles alrededor del centro de
la Tierra. Picard venía de medir en Francia un grado del meridiano; Newton encontró,
utilizando esta medida, que la Luna era retenida en su órbita por la sola fuerza de
gravedad, la cual se supone recíproca al cuadrado de la distancia. De acuerdo con esta ley
encontró que la línea descrita por los cuerpos en su caída es una elipse en la cual el centro
de la Tierra ocupa uno de los focos; consideró enseguida lo que Kepler había reconocido por
la observación, que las órbitas planetarias son igualmente elipses en uno de cuyos focos el
Sol está situado; tuvo la satisfacción de ver que la solución que él había obtenido por
curiosidad se aplicaba a los más grandes objetos de la naturaleza. Escribió las
proposiciones relativas al movimiento elíptico de los planetas, y habiéndolo comprometido el
Dr. Halley a publicarlos compuso su obra Principios matemáticos de la Filosofía natural, que
apareció en 1687. Estos detalles, los cuales conocemos gracias al Dr. Pemberton,
contemporáneo y amigo de Newton, y que han sido confirmados por su testimonio, prueban
que este gran geómetra había descubierto para 1666 los teoremas principales sobre la
fuerza centrífuga, que Huygens publicó seis años después, al final de su trabajo De
Horologio Oscilatorio; es altamente probable, en efecto, que el autor del Método de las
Fluxiones, del cual parece que entonces estaba en posesión, pudo fácilmente descubrir
estos teoremas.

9
Auctoris Praefatio ad Lectorem, Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, Auctore Isaaco
Newtono, Equite Aurato, Editio Ultima, Cui accedit Analysis per Quantitatum Series, Fluxiones ac
Differentias cum enumeratione Linearum Tertii Ordinis, Amstælodami, Sumptibus Societatis, M. D.
CCXXIII.
10
The Autor’s preface, xviii, The Mathematical principles of Natural Philosophy. by Sir Isaac Newton,
translated into English by Andrew Motte, to wich is added Newton’s System of the world, First
American Edition, Carefully revised and corrected, with a life of the author, by N W Chittenden, M.
A., New York, Published by Daniel Adee 45 Liberty Street, 1846.

17
Newton llegó a la ley de la gravedad por medio de la relación existente entre los cuadrados
de los tiempos de las revoluciones de los planetas y los cubos de los ejes de sus órbitas,
supuestas circulares. El demostró que esta relación tiene lugar generalmente en las órbitas
elípticas y que eso indica una gravedad igual de los planetas hacia el sol, suponiéndolos a
una misma distancia de su centro. La misma igualdad de la gravedad hacia el planeta
principal existe en todos los sistemas de satélites; Newton la verificó para los cuerpos
terrestres por medio de experimentos muy precisos varias veces repetidos y de ellos resultó
que el desarrollo del gas, de la electricidad, del calor y de las afinidades en la mezcla de
varias sustancias contenidas en un recipiente cerrado no alteran el peso del sistema, ni
durante ni después de la mezcla.
Generalizando entonces sus investigaciones, este gran geómetra demostró que un proyectil
se puede mover en una sección cónica cualquiera a causa de una fuerza dirigida hacia su
foco, recíproca al cuadrado de las distancias. Investigó las diferentes propiedades del
movimiento en estas especies de curvas; determinó las condiciones necesarias para que la
curva sea un círculo, una elipse, una parábola o una hipérbole, condiciones que dependen
enteramente de la velocidad y primitiva posición del cuerpo.
Dados la velocidad, la posición y la dirección inicial del movimiento, Newton asigna la
sección cónica que el cuerpo puede describir y por la cual consecuentemente debería
moverse, lo cual contestaba el reproche que le hizo John Bernouilli de no haber demostrado
que las secciones cónicas son las únicas curvas que puede describir un cuerpo solicitado
por una fuerza recíproca a los cuadrados de las distancias. Estas investigaciones, aplicadas
al movimiento de los cometas, convencieron a Newton de que estos astros se desplazan
alrededor del sol siguiendo las mismas leyes que los planetas, con la única diferencia de
que sus elipses son muy alargadas; proporcionó los medios para determinar por
observación los elementos de estas elipses.
La comparación del tamaño de las órbitas de los satélites y de la duración de sus
revoluciones con las mismas cantidades relativas de los planetas le permitió conocer las
masas y densidades respectivas del sol y de los planetas acompañados de satélites y la
intensidad de la fuerza de gravedad en sus superficies.
Al considerar que los satélites se mueven alrededor de sus planetas muy cercanamente,
como si los planetas estuvieran inmóviles, descubrió que todos estos cuerpos obedecen a la
misma fuerza de gravedad hacia el Sol.
La equivalencia de acción y reacción no permitió a Newton dudar que el Sol gravita hacia
los planetas y éstos hacia sus satélites; y asimismo que la tierra es atraída por todos los
cuerpos que descansan sobre ella. Extendió en seguida esta propiedad a todas las partes de
la materia y estableció como un principio que todas las moléculas de materia atraen a todas
las otras en relación a sus masas y recíprocamente al cuadrado de la distancia a la molécula
atraída.
Este principio no es simplemente una hipótesis que satisfacen los fenómenos que son
susceptibles de ser explicados de otra manera, como se satisfacen de diversas maneras las
ecuaciones de un problema indeterminado. Aquí el problema es determinado por las leyes
observadas en los movimientos celestes, de los cuales este principio es un resultado
necesario. La gravedad de los planetas hacia el sol es demostrada por la ley de las áreas
proporcionales a los tiempos; su disminución en razón inversa al cuadrado de las
distancias es probada por la forma elíptica de las órbitas planetarias; y la ley de los
cuadrados de los tiempos de las revoluciones proporcionales a los cubos de los ejes mayores
muestra con evidencia que la gravedad solar actúa igualmente sobre todos los planetas,
supuestos a la misma distancia del sol y cuyos pesos serían por consecuencia en razón de
sus masas. La igualdad de la acción y la reacción hace ver que el sol gravita a su vez hacia
los planetas proporcionalmente a sus masas divididas por los cuadrados de sus distancias
a este astro. Los movimientos de los satélites nos prueban que ellos gravitan a la vez hacia
el sol y sus planetas, los cuales gravitan recíprocamente entre ellos; de suerte que existe
entre todos los cuerpos del sistema solar una atracción mutua proporcional a sus masas y
recíproca al cuadrado de sus distancias. En fin, su figura esférica y el fenómeno de la
gravedad en la superficie de la tierra, no permitieron ninguna duda de que esa atracción no
pertenece solamente a los cuerpos considerados en masa, sino que es propia de cada una
de sus moléculas.
Habiendo llegado a este principio, Newton [en vit] deriva los grandes fenómenos del sistema
del mundo. Al considerar la gravedad en la superficie de los cuerpos celestes como el
resultado de la atracción de todas sus moléculas, Newton encontró estos resultados
notables, a saber: que la fuerza atractiva de una esfera o de un estrato esférico, hacia un

18
punto situado fuera de él, es la misma que si su masa estuviera comprimida en su centro; y
que un punto situado dentro de un estrato esférico, o en general de cualquier estrato que
termine en dos superficies elípticas, similares y similarmente situadas, es igualmente
atraída de todas partes.
El probó que el movimiento de rotación de la tierra tenía que haberla achatado en los polos
y determinó la ley de la variación de los grados de los meridianos y de la gravedad
suponiendo este planeta homogéneo.
Newton vio que la acción del Sol y de la Luna en la esfera terrestre debe producir un
movimiento angular en su eje de rotación que provoca la retrogradación de los equinoccios,
eleva las aguas del océano y da lugar en esta gran masa líquida a las oscilaciones que se
conocen bajo el nombre de flujo y reflujo del mar.
Finalmente, él estaba convencido de que las irregularidades del movimiento de la luna son
producidas por la acción combinada del Sol y la Tierra. Pero con la excepción de lo que
concierne al movimiento elíptico de los planetas y los cometas, la atracción de los cuerpos
esféricos, y la intensidad de las fuerzas atractivas del Sol y de los planetas que están
acompañados por satélites, todos sus descubrimientos fueron solamente esbozados por
Newton. Su teoría de la forma de los planetas está limitada por la suposición de su
homogeneidad. Su solución del problema de la precesión de los equinoccios, aunque muy
ingeniosa, es, a pesar del aparente acuerdo de los resultados con la observación, defectuosa
en muchos aspectos De la gran cantidad de perturbaciones de los movimientos celestiales él
únicamente consideró las del movimiento lunar, de las cuales la más importante, la
evección, escapó a su investigación. El ha establecido perfectamente la existencia del
principio que descubrió, pero el desarrollo de sus consecuencias y ventajas han sido el
trabajo de los sucesores de este gran geómetra. La imperfección del cálculo infinitesimal en
su nacimiento no le permitió resolver completamente los difíciles problemas que la teoría
del sistema del mundo presenta; y ha estado a menudo obligado a dar únicamente
conjeturas, que permanecen inciertas hasta que son verificadas por un análisis riguroso. No
obstante estos defectos inevitables, la importancia y extensión de sus descubrimientos, el
gran número de originales y profundas concepciones, las cuales han sido el germen de las
más brillantes teorías de los geómetras del último siglo, todo esto, presentado con mucha
elegancia, asegura a la obra Principios matemáticos de la Filosofía natural la preeminencia
sobre todas las otras producciones del espíritu humano. 11
Newton establece los principios básicos de la ciencia moderna, vale decir, de la ciencia
que es factor de la negación del régimen feudal y de la constitución y desarrollo del
régimen capitalista, pero que al mismo tiempo procrea los elementos de la concepción
revolucionaria del mundo, aquella bajo cuya luz habrá de producirse el derrocamiento del
capitalismo y la instauración del socialismo. Su aportación primordial, que está basada
por completo en el reconocimiento de la dialéctica como la forma fundamental de
movimiento de la materia y método indispensable del conocimiento, discurre por dos
vertientes: (a) el desarrollo de una potente herramienta matemática, el cálculo, que es la
introducción de la dialéctica de lo finito y lo infinito a las matemáticas, y el cual, con las
evoluciones naturales, constituye todavía hoy en día el instrumento insustituible para el
conocimiento científico y (b) la formulación de la hipótesis genial, plena de dialéctica, de
la naturaleza del movimiento planetario, al cual determina como el resultado de la
relación entre dos fuerzas antagónicas, la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga, que es
una manifestación especial de la propiedad general de la materia de atracción y repulsión
entre sus partes constitutivas, cualidad que Newton intuye y cuyo completo
esclarecimiento en todos los campos de la naturaleza espera sea realizado por la filosofía
del futuro.
El sistema solar es el ser existente; es, por tanto, el ser que se interna en sí mismo para
producir su esencia y la esencia que ha surgido a la existencia.
Newton da cima a la labor científica de descubrir, tras la apariencia, la esencia positiva, el

11
Laplace, M. Le Comte, Chancelier du Sénat-Conservateur, Grand-Officer de la Légion d’Honneur;
Grand’Croix de l’ordre de la Réunion; Membre de l’Institut impérial et du Bureau des Longitudes de
France; des Sociétés royales de Londres et de Gottingue; des Academiés des Sciences de Russie, de
Danemarck, de Suède, de Prusse, d’Italie, etc., Exposition du Système du Monde, quatrième édition,
revue et augmenté par l’Auteur, Paris, M me Ve Courcier, Imprimur-Libraire pour les Mathématiques,
quai des Augustins, no. 57, 1813, pp. 415-419

19
fundamento del sistema planetario, la ley de la gravitación universal.
Una vez completada esta tarea, se abre ante la ciencia el camino de la determinación de la
esencia negativa del sistema solar, es decir, del proceso por el cual deviene como tal ser
determinado y de su destino cuando su negación surja como otro ser determinado.
Este trabajo es el que realizan Kant y Laplace con su teoría del origen del sistema solar.

La teoría del cielo de Kant

En su libro Historia Natural y Teoría del cielo, Kant hace en primer lugar un apretado
recuento de la teoría de Newton, de la cual destaca la visión que logra de una
organización sistemática del mundo planetario; tomando este resultado como punto de
partida, Kant extiende ese principio al universo infinito y adelanta la hipótesis de que
también las múltiples estrellas que se encuentran en nuestra isla cósmica constituyen un
sistema organizado, la llamada Vía Láctea, y que las numerosas aglomeraciones de
cuerpos celestes que se encuentran más allá de la Vía Láctea, son igualmente
organizaciones regulares ellas mismas y se encuentran en una relación ordenada entre
sí.
En la segunda parte de su obra, Kant se propone determinar “el estado primitivo de la
naturaleza, la formación de los cuerpos siderales, las causas de su movimiento y su
relación sistemática, tanto dentro de la estructura planetaria en especial como también
con respecto a la creación”.12
Su punto de partida es el sistema del mundo newtoniano. Seis planetas giran en torno al
sol en órbitas excéntricas (elipses), diez satélites giran en torno a tres de esos planetas
también en órbitas elípticas; el sol, los planetas y sus satélites giran igualmente en torno
a su propio eje. El sentido del movimiento de traslación y rotación de los planetas y sus
satélites es el mismo que el de rotación del sol alrededor de su eje y todos ellos se dan en
el plano de la eclíptica (determinado por el ecuador del sol).
El sistema solar existe y se mueve en el vacío; no hay entre sus componentes ningún tipo
de materia que pudiera actuar sobre los mismos y producir, dirigir o desviar sus
movimientos.
La estructura del sistema solar y la concordancia en los movimientos de sus partes hacen
suponer, por tanto, una causa material originaria que los ha producido.
Este impulso debe provenir de una masa de materia, que llenó primitivamente la totalidad
del espacio ocupado actualmente por el sistema solar, la cual adquirió un movimiento que
necesariamente produjo al sol como astro central y a los planetas y sus satélites dotados
de sus desplazamientos característicos.
Kant sostiene el supuesto de que las materias de las que ahora está formado el sistema
solar se encontraban, al principio de los tiempos, “disueltas en sus elementos primitivos y
llenaban en esta forma todo el espacio del edificio dentro del cual giran ahora esos
cuerpos…”13
Los elementos primitivos poseían las propiedades más sencillas y generales, pero éstas
tenían en sí mismas la tendencia a alcanzar una organización más perfecta. La materia
primordial estaba formada por una diversidad de especies que en virtud de sus
diferencias se movían y así el caos se organizaba.
Se inicia dentro del caos la formación de puntos en donde se acumulan las partículas de
mayor fuerza de atracción.
Estas partículas más densas y con mayor fuerza atractiva atraen a toda la materia de
menor peso específico contenida en la esfera que las rodea.
La acumulación de materia resultante es atraída a la vez por una acumulación mayor, y

12
Kant, Emanuel, Historia Natural y Teoría General del Cielo, Ensayo sobre la constitución y el
origen mecánico del universo, tratado de acuerdo a los principios de Newton, Con el estudio de
Pedro S. Laplace, Origen del sistema solar, Traducción de Pedro Merton, Lautaro, Buenos Aires,
1946.
13
Ibídem, p. 67

20
así sucesivamente.
De este modo se formarían diversos conglomerados en torno a un centro de mayor
densidad y fuerza atractiva.
La caída hacia el centro sería contrarrestada por una fuerza de repulsión inherente a la
materia, por lo que la caída vertical se transforma en un movimiento curvilíneo alrededor
del centro.
Hay un punto en un espacio muy grande en donde la atracción de los elementos es más
intensa.
Hacia este punto caerán las partículas menos densas dispersas en esa extensión.
Como consecuencia de ello, se forma un cuerpo en ese punto central; al crecer, este
cuerpo tiene mayor fuerza atractiva y entonces obliga a las partículas dispersas a
reunírsele, con lo cual su masa se incrementa constantemente.
En un momento determinado de este proceso, la fuerza atractiva del cuerpo central se
trueca en repulsión y las partículas que caen hacia él son proyectadas en movimientos
laterales que lo circundan.
Se generan grandes flujos de partículas que describen órbitas en torno al centro, primero
entrecruzándose sus movimientos, por lo que se estorban las unas a las otras, y con
posterioridad desplazándose paralelamente.
Esto se logra mediante la limitación del movimiento de las partículas hasta que todas se
mueven en una misma dirección, sin interponerse una a la otra, y a través de la
reducción del movimiento de caída, por lo cual todas se mueven lateralmente en órbitas
paralelas alrededor del sol.
Las partículas están sometidas entonces a una fuerza de caída y una fuerza propulsora
iguales, en equilibrio, lo que da como resultado su movimiento en libres círculos a la
altura en que se hallan.
De las partículas dispersas una gran cantidad se integra a este movimiento circular
paralelo y una cantidad mayor es vencida por la atracción y cae hacia el cuerpo central.
Las partículas terminan desplazándose en una misma órbita, aquella que está situada en
el plano del ecuador del cuerpo central; todas las partículas que se mueven en órbitas
distintas caen al círculo alineado con el ecuador solar o al mismo astro central.
En estos círculos (anillos) las partículas inician un nuevo proceso atracción-repulsión
para dar origen a los planetas.
…Pues como los elementos que se mueven alrededor del sol en círculos paralelos, tomados
en diferencias no demasiado grandes de distancia al sol, se hallan, debido a la igualdad del
movimiento paralelo casi en reposo mutuo entre sí, la atracción de los elementos de
superior fuerza específica de atracción que se hallan en la misma región, produce enseguida
la considerable influencia de iniciar la reunión de las partículas más próximas para formar
un cuerpo que a medida que crezca su volumen, extiende su atracción y mueve los
elementos de una vasta zona para que contribuyan a su formación. 14
La formación de los planetas con base en las partículas elementales que recorren círculos
paralelos, explica perfectamente el hecho de que al estar aquellos compuestos por masas
de tales unidades materiales, deben tener el mismo movimiento, la misma velocidad y la
misma dirección que éstas.
La formación de los planetas en este sistema tiene frente a cualquier otra posible teoría la
ventaja de que el origen de las masas presenta también el origen de los movimientos y la
ubicación de los círculos en un mismo tiempo, más aún, que tanto las desviaciones de la
máxima exactitud de estas determinaciones como sus coincidencias se hacen evidentes de
un solo golpe de vista. Los planetas se forman de aquellas partículas que en la altura en
que se hallan suspendidas, tienen movimientos exactamente circulares: por consiguiente,
las masas compuestas por ellas, han de continuar los mismos movimientos con la misma
velocidad y en la misma dirección15.
Las partículas más pesadas, que en su caída se habrían acercado más al cuerpo central
antes de que la repulsión obrase para producir el movimiento circular-lateral, darían
lugar a los planetas más cercanos al sol; al contrario, las partículas más livianas
14
Ibídem, pp. 71-72
15
Ibídem, p 72

21
alcanzarían el equilibrio entre la atracción y la repulsión en un punto más alejado del
cuerpo central y darían entonces origen a los planetas más distantes. Por la misma
causa, los planetas más cercanos al astro central son los que tienen una densidad (masa)
mayor que aquellos que se encuentran a una mayor distancia.
Debido a que la materia que forma originariamente la masa del cuerpo central no posee
diferencias de densidad muy acusadas, la densidad media de su masa es menor que la de
los primeros planetas, que se formaron con la materia más densa.
Kant no desarrolla una hipótesis del proceso de formación de los planetas a partir de los
anillos de partículas elementales que giran paralelamente; únicamente indica la
necesidad de que esta transformación se realice y que sea conforme a los principios de la
atracción newtoniana, es decir, a través de la concentración en un punto de los elementos
más pesados y la atracción por ellos de los menos densos; aunque Kant no lo dice
expresamente, si se aplican sus razonamientos se deduce que todos estos elementos
girarían paralelamente en torno al centro, formando un cuerpo de capas superpuestas que
se mueve en torno a su propio eje en el mismo sentido en que lo hace alrededor del sol. En
una nota, Kant advierte que la materia de los círculos que giran en torno al cuerpo
central se aglutina primeramente gracias a la fuerza de cohesión, y una vez que han
alcanzado un tamaño considerable, obra en ellos plenamente la atracción newtoniana.

El origen del Sistema Solar según Laplace


El origen del sistema solar no puede encontrarse sino en un fluido de inmensa extensión.
Para que los planetas hayan adquirido un movimiento circular alrededor del sol es
necesario que ese fluido lo rodease como una atmósfera.
Esa atmósfera, a causa de un calor excesivo, se expande hasta mucho más allá de los
límites actuales del sistema solar; al sobrevenir el enfriamiento, se contrae a sus límites
actuales.
En su forma primitiva, el sol debió tener el mismo aspecto de las nebulosas que mediante
el telescopio se observan: un núcleo más o menos brillante circundado por una
nebulosidad; al condensarse la nebulosa en el núcleo éste se transforma en estrella.
Es posible, mediante la imaginación, remontarse hasta las formas primitivas de estas
nebulosas y llegar a una nebulosa sumamente difusa, en la cual el núcleo se habría
difuminado totalmente.
Tal es, en efecto, el primer estado de las nebulosas que Herschell ha observado, con un
cuidado particular, a través de sus telescopios, y en las que ha seguido los progresos de la
condensación, no en una sola de ellas, los cuales sólo podrían hacerse sensibles para
nosotros al transcurso de los siglos, sino en su conjunto, al igual como en un extenso
bosque se puede seguir el crecimiento de los árboles por los individuos de diversas edades
que en él se encuentran. Observó primeramente la materia nebulosa expandida en cúmulos
diversos, por las diferentes partes del cielo, en donde ocupaba una gran extensión. Vio
algunos de estos cúmulos de materia tenue condensada en torno de uno o varios núcleos
poco brillantes. Y otras nebulosas, cuyos núcleos brillan relativamente más que la
nebulosidad que las rodea. Las atmósferas de tales núcleos se separarán por una
condensación ulterior, lo que da como resultado múltiples nebulosas formadas de núcleos
brillantes más cercanos, rodeado cada uno de una atmósfera: algunas veces, la materia
nebulosa se condensa de una manera uniforme y producen las nebulosas que se
denominan planetarias. Finalmente, un grado de condensación más grande transforma
estas nebulosas en estrellas. Las nebulosas clasificadas desde este punto de vista filosófico,
indican, con una grado de verosimilitud extremo su transformación futura en estrellas, y el
estado anterior de nebulosidad de las estrellas existentes. Las consideraciones siguientes
vienen a apoyar las pruebas obtenidas de estas analogías. 16
Las estrellas son, entonces, condensaciones de materia originariamente difusa en
extremo.
Los grupos de estrellas, como las Pléyades, son el resultado de la condensación de las
nebulosas en varios núcleos.
16
Laplace, M. Le Comte, Exposition du Système du Monde, p. 431

22
La condensación de las nebulosas en dos núcleos forma estrellas muy próximas que giran
una en torno a la otra.
Así, volvemos, por el progreso de la condensación de la materia nebulosa, a la consideración
del sol como envuelto antiguamente en una vasta atmósfera, consideración a la que hay que
remontarse, como se ve, para el examen de los fenómenos del sistema solar. Una
coincidencia tan remarcable, siguiendo rutas opuestas, da a la existencia de este estado
anterior del sol una probabilidad fuertemente aproximada a la certeza. 17
El sistema solar tiene como antecedente necesario una nebulosa integrada por materia
extremadamente difusa.
Por un proceso de condensación y enfriamiento, esta nebulosa se convierte en una masa
de materia dotada de un movimiento de rotación.
Ese movimiento rotatorio determina que el ecuador de esa masa forme un plano que pasa
por el centro de gravedad común.
La masa de materia continúa en su proceso de condensación y enfriamiento; al
contraerse, se separa en un núcleo que conserva su rotación y varios anillos que también
retienen el movimiento anterior.
La materia de los anillos se acumula en derredor de varios centros y adquiere un
movimiento giratorio en el mismo sentido que el de su traslación.
Los cúmulos de materia que forman los distintos anillos se concentran, por la atracción
mutua, en uno sólo, que es entonces un planeta en formación.
Al final, tenemos ya todos los elementos que en su evolución llegarán a constituir el
sistema solar: una masa central de materia, antecedente del sol, y aglomeraciones de
materia que se desplazan en órbitas en torno suyo, las cuales preceden a los planetas
plenamente formados.
Los satélites de los diversos planetas siguen, todas las proporciones guardadas, el mismo
proceso de formación por el que han pasado los planetas.
Laplace, al igual que Kant, intenta explicarse el surgimiento del sistema solar siguiendo
rigurosamente la mecánica newtoniana.
En la nebulosa originaria, las partículas materiales elementales se condensan, forman un
centro y adquieren un movimiento de rotación en torno al mismo de acuerdo con las leyes
newtonianas de atracción-repulsión de las masas.
Igualmente, la formación del núcleo y de los anillos y la conversión de éstos en masas
esféricas que rotan sobre su propio eje obedece en todo a los principios de la mecánica de
Newton.
Las tesis de Kant y Laplace acerca del origen del sistema solar constituyen una intuición
genial.
La principal hazaña intelectual de estos dos pensadores consiste en: (1) la reducción que
hacen de la materia a sus elementos constitutivos: las partículas elementales que, con ese
carácter, enormemente separadas una de otra, son la sustancia desde donde se inicia el
proceso de formación del sistema solar, (2) la consideración de la materia como una
sustancia que tiene a su otro en sí misma y que por tanto su ser es el paso necesario de
una forma a otra que es su esencia, como es el caso de la transformación de la materia
extremadamente difusa en cuerpos de materia condensada y altamente organizada y (3) la
explicación de la dialéctica de las fuerzas fundamentales que determinan el movimiento
de la materia: la repulsión, que lleva a la desintegración de la materia en sus partículas
elementales y que es al mismo tiempo atracción y en ella se transforma y la atracción,
que, gravada con la repulsión, produce su integración en unidades mayores (átomos,
moléculas, sustancias, compuestos, cuerpos celestes, etcétera), condensación que tiene
en sí misma la repulsión.
Kant estudia principalmente el proceso de condensación de la nebulosa primigenia hasta
el punto en que han quedado plenamente establecidos el núcleo y los anillos precursores
de los planetas. Laplace, por su parte, pone el acento en la descripción de la
transformación de tales aros de materia en las esferas giratorias que son los planetas.
Entre los dos formulan una teoría integral del origen del sistema solar.
17
Ibídem, p. 432

23
Kant y Laplace desarrollan los aspectos generales de la hipótesis del surgimiento y
evolución del sistema solar (ya los hemos señalado dos párrafos atrás) y esto es su
primordial contribución a la concepción científica del universo; los detalles de este
proceso sideral están en ellos aún muy oscuros, incompletos y en algunas de sus partes
son una aplicación forzada, por decir lo menos, de los principios newtonianos.
Si todas las moléculas de una acumulación de materia luminosa se reúnen a la larga, por el
efecto de su condensación, en una sola masa líquida o sólida, esta masa adquirirá un
movimiento de rotación cuyo ecuador será el plano primitivo del máximo de sus áreas, el
cual pasará por el centro común de gravedad; y la rotación será tal que la suma de las
áreas proyectadas sobre este plano se conservará la misma que en el origen; de donde se
sigue que si todas las moléculas parten del estado de reposo, los cuerpos que ellos formen
al final serán inmóviles. Pero eso no sería así si estas moléculas formasen varios núcleos
que pudieran entonces tener sus movimientos de rotación, siempre que esos movimientos
dirigidos en sentidos diferentes, fuesen tales que la suma de las áreas descritas por los
radios vectores de todos estos cuerpos, alrededor de un punto cualquiera, sean
constantemente nulas. Ya que no es verdad, como lo han avanzado varios filósofos, que la
atracción mutua de un sistema de cuerpos primitivamente inmóviles, debe a la larga
reunirlos en estado de reposo alrededor de su centro común de gravedad. Si imaginamos,
en efecto, tres cuerpos sin movimiento, de los cuales dos son mucho más grandes que el
tercero; fácilmente se ve que se puede atribuir a este último cuerpo una infinidad de
situaciones tales que después de la reunión de los dos primeros continuará circulando sin
cesar en torno de su centro común de gravedad. El caso de un sistema de moléculas
primitivamente en reposo, abandonado a su atracción mutua, que termine por formar una
masa inmóvil, es infinitamente poco probable. La fuerza viva del sistema, nula en principio,
se incrementa por la aproximación de las moléculas, y deviene más grande si los
movimientos del sistema no son afectados por cambios bruscos. Los únicos elementos que
deben ser siempre nulos, son los movimientos del centro de gravedad y la suma de las áreas
descritas alrededor de ese punto, para todas las moléculas proyectadas sobre un plano
cualquiera. Así, la atracción sola es suficiente para explicar todos los movimientos del
universo.
Pero ¿cómo es que la atmósfera solar determina los movimientos de rotación de los planetas
y los satélites? Si estos cuerpos han penetrado profundamente en esta atmósfera su
resistencia debe hacerlos caer en el sol; se puede entonces conjeturar que los planetas se
han formado en sus límites sucesivos por la condensación de las zonas de vapores, las
cuales se han debido enfriar, abandonados en el plano de su ecuador.
Recordemos los resultados a los que hemos llegado en el décimo capítulo del libro anterior.
La atmósfera del sol no puede extenderse indefinidamente: su límite es el punto en donde la
fuerza centrífuga debida a su movimiento de rotación está balanceada con la fuerza de
atracción; ahora bien, a medida que el enfriamiento estreche la atmósfera y se condensen
en la superficie del astro las moléculas que son vecinas, el movimiento de rotación
aumenta; ya que en virtud del principio de las áreas, la suma de las áreas descritas por el
radio vector de cada molécula del sol y de su atmósfera, proyectadas sobre el plano de su
ecuador, es siempre la misma, la rotación debe ser más rápida cuando estas moléculas se
acercan al centro del sol. La fuerza centrífuga debida a este movimiento, se hace así muy
grande; el punto en donde la gravedad es igual a aquella es más cercano al centro.
Suponiendo esto, lo cual se admite naturalmente, que la atmósfera se extendía en una
época cualquiera, hasta ese límite; ella ha debido, en su enfriamiento, abandonar las
moléculas situadas en este límite y en los límites sucesivos establecidos por el crecimiento
de la rotación del sol. Estas moléculas abandonadas deben continuar circulando en torno
de este astro, ya que su fuerza centrífuga está balanceada por su gravedad. Pero esta
igualdad no tiene lugar en relación con las moléculas atmosféricas situadas sobre las
paralelas al ecuador solar, las cuales se unen, por su pesantez, a la atmósfera, en la
medida en que se condensan y ellas no cesan de pertenecer, en tanto que por su
movimiento ellos se acercan a este ecuador.
Consideremos ahora las zonas de vapores sucesivamente abandonadas. Estas zonas han
debido, según toda verosimilitud, formar, por la condensación y atracción mutua de sus
moléculas, diversos anillos concéntricos de vapores, que circulan en derredor del sol. La
fricción mutua de las moléculas de cada anillo ha debido acelerar unas y retardar otras,
hasta que aquellas hayan adquirido un mismo movimiento angular. De esta manera, las
velocidades alcanzadas por las moléculas más alejadas del centro del astro deben ser más
grandes.

24
La causa siguiente ha debido contribuir aún más a esta diferencia de velocidades. Las
moléculas más distantes del sol, y que por los efectos del enfriamiento y condensación se
reúnen para formar la parte superior del anillo, describen siempre áreas proporcionales a
los tiempos, ya que la fuerza central de la que están animados se dirige constantemente
hacia este astro; ahora bien, esta constancia de las áreas exige un incremento de la
velocidad en la medida en que ellas son atraídas. Se ve que la misma causa ha debido
disminuir la velocidad de las moléculas que se elevan hasta el anillo para formar su parte
inferior.
Si todas las moléculas de un anillo de vapores continúan condensándose sin desunirse,
formarán a la larga un anillo líquido o sólido. Pero la regularidad que esta formación exige
de todas las partes del anillo y de su enfriamiento, hacen a este fenómeno extremadamente
raro. Igualmente, el sistema solar sólo ofrece un único ejemplo tal, el de los anillos de
Saturno. Casi siempre, cada anillo de vapores se parte en varias masas que, moviéndose
con velocidades muy poco diferentes, continúan circulando a la misma distancia alrededor
del sol. Estas masas toman una forma esferoide, con un movimiento de rotación dirigido en
el sentido de su revolución, ya que sus moléculas inferiores tienen una velocidad menor que
las superiores; en consecuencia, ellas han formado otros tantos planetas en estado de
vapores. Pero si una de ellas se ha vuelto bastante poderosa, para reunir sucesivamente,
por su atracción, a todas las otras en torno a su centro, el anillo de vapores se habrá así
transformado en una sola masa esférica de vapores, que circula en derredor del sol, con
una rotación dirigida en el sentido de su revolución. Este último caso es el más común; sin
embargo, el sistema solar nos ofrece el primer caso en los cuatro pequeños planetas que se
mueven entre Júpiter y Marte, a menos que se suponga, con Olbers, que ellos formaban
primitivamente un solo planeta que una fuerte explosión dividió en varias partes animadas
de velocidades diferentes.
Ahora, si nosotros seguimos los cambios que un enfriamiento ulterior ha debido producir
en los planetas formados de vapores, la constitución de los cuales hemos esbozado,
veremos nacer en el centro de cada uno de ellos un núcleo que se incrementa sin cesar, por
la condensación de la atmósfera que los envuelve.
En este estado el planeta se parece perfectamente al sol en su fase de nebulosa, la cual
acabamos de considerar; el enfriamiento ha debido entonces producir, en los diversos
límites de su atmósfera, fenómenos parecidos a los que hemos descrito, es decir, anillos y
satélites que circulan alrededor de su centro, en el sentido de su movimiento de rotación, y
girando en el mismo sentido sobre sí mismos. La distribución regular de la masa de los
anillos de Saturno, en torno a su centro, y en el plano de su ecuador, resulta naturalmente
de esta hipótesis, y sin ella deviene inexplicable: estos anillos me parecen ser las pruebas
siempre subsistentes de la extensión primitiva de la atmósfera de Saturno y de sus
retracciones sucesivas. Así, los fenómenos singulares de la poca excentricidad de las órbitas
de los planetas y de sus satélites, la poca inclinación de sus órbitas respecto del ecuador
solar y la identidad de los movimientos de rotación y revolución de todos estos cuerpos con
el de la rotación del sol, se derivan de la hipótesis que proponemos y le dan una gran
verosimilitud.
Si el sistema solar estuviese formado con una perfecta regularidad, las órbitas de los
cuerpos que lo componen serían círculos cuyos planos así como los diversos ecuadores y
los anillos coincidirían con el plano del ecuador solar. Pero sabemos que la gran variedad
que debe haber entre las diversas partes de estas grandes masas han producido las
excentricidades de sus órbitas y las desviaciones de sus órbitas respecto del plano del
ecuador.18

La posición del materialismo dialéctico (de la filosofía marxista) ante la


mecánica de Newton y la hipótesis Kant-Laplace
Después de hacer notar el defecto principal de la teoría de Newton, Hegel no sigue
adelante hacia el establecimiento del concepto del movimiento planetario; sin embargo,
mediante la aplicación de la dialéctica hegeliana y con base en los adelantos científicos de
la teoría cosmológica de Kant-Laplace, encuentra Engels los elementos necesarios para
determinar la verdadera naturaleza de la traslación de los cuerpos celestes.
Ibídem, pp. 433-436
18

25
Los planetas tienen en sí mismos, como una característica de la materia que los forma, la
fuerza que impele su movimiento de rotación en torno a su eje y la de traslación que los
lleva en una trayectoria curva que es una órbita en torno al sol. La forma específica de la
órbita está determinada por la relación entre las fuerzas de gravitación mutuas (atracción
y repulsión del sol respecto del planeta y de éste relativamente a aquel), pero la necesidad
del desplazamiento del planeta en una curva cerrada y la fuerza para realizarlo se
encuentran en su interior, son intrínsecas al mismo.
Cuando dos cuerpos actúan el uno sobre el otro, dando como resultado el desplazamiento
de lugar de uno de ellos, este desplazamiento de lugar sólo puede consistir en un
acercamiento o en un alejamiento. O los cuerpos se atraen o se repelen. O bien, para decirlo
en los términos en que se expresa la mecánica, las fuerzas que entre ellos actúan son
fuerzas centrales que operan en dirección de la línea de entronque de sus centros. Hoy,
consideramos ya como evidente el que esto ocurra y que ocurra por doquier y sin excepción
en el universo, aunque algunos movimientos nos parezcan complicados. Se nos antojaría
un contrasentido suponer que dos cuerpos que actúan el uno sobre el otro y cuya mutua
acción no tropieza con la interferencia o la acción de un tercer grupo, hubieran de
desarrollar esta acción por un camino que no fuese el más corto y el más directo, en la
dirección de las dos rectas que unen sus centros. Pero, como es sabido, Helmholtz
(Erhaltung der Kraft, Berlín, 1847, sección I y II) ha aportado también la prueba matemática
de que la acción central y la constancia de la cantidad de movimiento se condicionan
mutuamente y de que el admitir otras acciones que no sean centrales conduce a resultados
en los que el movimiento podría ser creado o destruido. La forma fundamental de todo
movimiento es, según esto, la aproximación o el alejamiento, la contracción o la expansión;
en una palabra, la vieja contraposición polar de atracción y repulsión.
Hay que advertir expresamente que la atracción y la repulsión no se conciben, aquí, como lo
que se llama “fuerzas”, sino como simples formas de movimiento. No en vano Kant concebía
ya la materia como la unidad de atracción y repulsión Qué ocurre con las “fuerzas”, lo
veremos más adelante.
Todo movimiento consiste en el juego alternativo de atracción y repulsión. Pero el
movimiento sólo puede darse cuando cada atracción singular se ve compensada por la
correspondiente repulsión en otro lugar distinto. De otro modo, uno de los lados acabaría
predominando con el tiempo sobre el otro, con lo que el movimiento cesaría, a la postre. Eso
quiere decir que todas las atracciones y todas las repulsiones se compensan mutuamente
en el universo. Por consiguiente, la ley de la indestructibilidad y la increabilidad del
movimiento cobra, así, la expresión de que todo movimiento de atracción en el universo se
ve complementado por un equivalente movimiento de repulsión, y viceversa; o, como lo
expresaba la filosofía antigua –mucho antes de que las ciencias naturales formulasen la ley
de la conservación de la fuerza o de la energía-, de que la suma de todas las atracciones
operadas en el universo es igual a la suma de todas las repulsiones.
Quedan siempre en pié, sin embargo, dos posibilidades de que un día cese todo
movimiento: una es la de que la atracción y la repulsión acaben equilibrándose, de hecho,
alguna vez; otra, la de que toda la repulsión se apodere definitivamente de una parte de la
materia, y toda la atracción en la parte restante. Pero ambas posibilidades deben ser
desechadas de antemano, desde el punto de vista dialéctico. Desde el momento en que la
dialéctica ha demostrado ya, partiendo de los resultados de nuestra experiencia de la
naturaleza hasta el día de hoy, que todas las contraposiciones polares se hallan siempre
condicionadas por el juego cambiante de los dos polos opuestos el uno sobre el otro, de que
la separación y la oposición entre estos dos polos sólo existe dentro de su cohesión y, a la
inversa, su unión solamente en su separación, su cohesión solamente en su oposición, no
cabe ni hablar de un definitivo equilibrio entre repulsión y atracción ni de una definitiva
adscripción de una forma de movimiento a la mitad de la materia y de la otra a la mitad
restante; es decir, ni de la mutua acción ni del absoluto divorcio entre los dos polos. Sería lo
mismo que si, en el primer caso, se exigiera que se equilibraran entre sí el polo Norte y el
polo Sur del campo magnético o que, en el segundo caso, el limar la aguja magnética en el
centro de ambos polos creara, de una parte, una mitad septentrional sin polo Sur y en la
otra una meridional sin polo Norte. Pero, si la imposibilidad de admitir tales hipótesis se
desprende de la misma naturaleza dialéctica de la contraposición polar, ello no es obstáculo
para que, gracias a la mentalidad metafísica imperante entre los naturalistas, la segunda de
dichas dos hipótesis siga desempeñando, por lo menos, cierto papel en la teoría física. De
ello hablaremos en su lugar oportuno.

26
Ahora bien, ¿cómo se presenta el movimiento en el juego alternativo de atracción y
repulsión? Como mejor puede investigarse esto es a la vista de las distintas formas del
movimiento mismo. Al final, después de examinarlas todas, se establecerá el balance.
Fijémonos en el movimiento de un planeta en torno a su cuerpo central. La astronomía
escolar al uso explica la elipse descrita, siguiendo a Newton, por la acción combinada de
dos fuerzas, la de la atracción del cuerpo central y una fuerza tangencial que normalmente
impulsa al planeta en el sentido de esta atracción. Admite, pues, además de la forma de
movimiento que se opera de un modo central, otra tendencia de movimiento llamada
“fuerza” que se desarrolla en sentido perpendicular a la línea recta que une los puntos
centrales. Con lo cual esta explicación entra en contradicción con la ley fundamental
mencionada, según la cual en nuestro universo todo movimiento sólo puede operarse en la
dirección de los puntos centrales de los cuerpos que actúan los unos sobre los otros o, para
decirlo en los términos usuales, sólo es causalmente determinada por las “fuerzas” que
actúan en sentido centrípeto. Y, de este modo, introduce en la teoría un elemento que, como
también hemos visto, implica la creación y destrucción del movimiento y que, por tanto,
presupone un creador. Se trata, por consiguiente, de reducir esta misteriosa fuerza
tangencial a una forma centrípeta de movimiento, y esto es lo que hizo la teoría
cosmogónica de Kant-Laplace. Como es sabido, según esta concepción todo el sistema solar
nació de una masa gaseosa extraordinariamente enrarecida y en rotación, mediante su
gradual condensación, de tal modo que, como es natural, el movimiento de rotación de esta
bola de gas cobró su mayor fuerza en el Ecuador: allí se desprendieron de la masa anillos
de gas que luego se condensaron para formar los planetas, los planetoides, etc., girando en
torno del cuerpo central, en el sentido de la rotación originaria. En cuanto a esta rotación
misma, se la explica, generalmente, por el movimiento propio de las distintas partículas de
gas, movimiento operado en las más diversas direcciones, pero de manera que acaba
siempre imponiéndose el movimiento en una determinada dirección, lo que determina el
movimiento giratorio, el cual va necesariamente intensificándose a medida que se contrae la
nebulosa. Pero, cualquiera que sea la hipótesis que se acepte acerca del origen de la
rotación, todas ellas eliminan la fuerza tangencial, para reducirla a una forma especial de
manifestarse de un movimiento centrípeto. Si un elemento del movimiento planetario, el
elemento directamente central, es representado por la gravedad, por la atracción que media
entre él y el cuerpo central, el otro elemento, el elemento tangencial, aparece, en forma
transferida o transformada, como un residuo de la originaria repulsión de las distintas
partículas de la nebulosa. Por donde el proceso de existencia de un sistema solar se
representa, ahora, como un juego alternativo de atracción y repulsión, en el que la
atracción va ganando ventaja poco a poco y cada vez más por el hecho de que la repulsión
se irradia en el espacio cósmico en forma de calor, perdiéndose, por tanto, en medida cada
vez mayor, para el sistema.19
Los grandes hitos en el curso de la conformación de la concepción científica del universo
han sido, hasta este punto de nuestro análisis, las hipótesis de Copérnico, Kepler, Newton
y Kant-Laplace; al final hemos llegado a tener una visión integral del nacimiento,
evolución y consolidación del sistema solar, de los objetos que lo forman, de sus
relaciones mutuas, sus distancias y movimientos y de las fuerzas y leyes que determinan
todo el proceso. El resultado fundamental de esta labor teórica es el establecimiento de
las características y propiedades primordiales de la materia, cuando menos para la que
constituye el sistema solar: se determinó que en el origen la materia se encontraba en un
estado de desagregación en sus partículas elementales, y en su situación actual, en el
punto más alto de sus condensación y organización; que su naturaleza es precisamente
el tener a su otro en sí mismo como su esencia y transformarse en él necesariamente
(nebulosa indiferenciada-sistema planetario); y que las fuerzas inherentes a la materia,
las cuales definen su movimiento, son las de atracción y repulsión.
Esta es una primera aproximación a una cosmovisión científica y está formada por una
hipótesis -la nebulosa originaria de materia elemental y su transformación en un sistema
estructurado de cuerpos, el sistema solar- que se basa en los descubrimientos de
Herschell en su escrutinio sistemático del “universo visible” y por una descripción

19
Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, Editorial Grijalbo, S. A., traducción directa del
alemán de Wenceslao Roces, México, 1982, pp. 48-51

27
rigurosamente científica y exacta del sistema solar, acorde con la mecánica newtoniana.
Esta concepción está limitada al conocimiento del sistema solar y a unas cuantas
hipótesis acerca de nuestra isla cósmica -la “Vía Láctea”- y las agrupaciones estelares
vecinas suyas.
Para forjar una visión científica completa del universo han quedado pendientes, hasta este
punto, las siguientes cuestiones: (1) la hipótesis de la reversión del sistema solar a su
punto de partida, esto es, la nebulosa de materia enrarecida, (2) las propiedades de la
materia infinita, de cuya totalidad el sistema solar es sólo una parte, y las leyes
universales de su movimiento.

28
CAPITULO II

La teoría de la relatividad.

En el período que abarca la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, se
produjo un portentoso desarrollo de la física y de la química. Este florecimiento científico
llevó al conocimiento más profundo de la estructura atómica y corpuscular de la materia
y de las leyes que rigen los procesos físicos y químicos en el nivel atómico y subatómico.
Mediante estos adelantos, la cosmología pudo determinar entonces minuciosamente los
procesos de nacimiento, desarrollo y extinción en su caso de los cuerpos y agregados
siderales -nebulosas, estrellas, planetas, galaxias, etcétera- encontrándose que éstos se
producen bajo una ley específica, por la cual, a partir de nebulosas constituidas por
partículas subatómicas se forman estrellas, que se agrupan en galaxias, en las que se
generan, con la materia prima de las partículas elementales y mediante reacciones
específicas presididas rigurosamente por la dialéctica newtoniana de atracción y
repulsión, elementos químicos cada vez más complejos, sustancias que son compuestos
de una complicación creciente hasta llegar, como en nuestro sistema solar, a la formación
de planetas y la aparición de la vida; y luego, cuando las estrellas cierran su ciclo de
existencia, se disuelven en una nebulosa de partículas elementales. La moderna
astronomía ha confirmado plenamente y enriquecido con los detalles la hipótesis genial
de Kant-Laplace y ha tenido que reconocer la validez del principio de Newton de la
atracción y repulsión como un atributo esencial de la materia; igualmente, se ha
convalidado la tesis hegeliana de la naturaleza de la sustancia infinita que existe
simultánea y sucesivamente como materia desagregada en sus partículas elementales y
materia concentrada en elementos, sustancias y compuestos.
Sin embargo, todas estas conquistas de la física atómica y subatómica y de la moderna
astronomía no fueron utilizadas para completar la concepción científica del universo, la
cual había quedado trunca, como lo señalamos en párrafos anteriores.
En lugar suyo, con base en esos progresos, los físicos forjaron una burda metafísica que
tiene como base la errónea teoría einsteiniana de la relatividad y remata en la disparatada
teoría del “big bang”, concepción ésta que tiene fuertes resabios de la metafísica
aristotélica, recae subrepticiamente en el creacionismo y es presentada por sus autores y
epígonos como una cosmovisión científica.

La teoría de la relatividad

La teoría de la relatividad es la negación franca y decidida de la geometría euclidiana y de


la mecánica de Newton. Einstein declara abiertamente la insuficiencia de los conceptos y
principios de la mecánica clásica para abordar y resolver los problemas que se plantean
en la física molecular y atómica. Los conceptos de tiempo y espacio y el sistema de
coordenadas para el espacio euclidiano (x, y y z) son considerados obsoletos y en su lugar
se postulan un tiempo y un espacio relativos y un sistema de coordenadas del espacio-
tiempo que incorpora una nueva dimensión y, en consecuencia, una nueva coordenada, el
tiempo, t.
El tiempo es a la vez absoluto y relativo.

29
El tiempo es relativo porque es el transcurso de la rotación de la tierra sobre su propio
eje; su unidad de medida es un giro de la tierra de 360 grados que se divide en 24 partes
iguales, las que a su vez se fraccionan en 60 porciones idénticas y éstas lo mismo en
otras 60 (día, horas, minutos y segundos); este tiempo relativo fluye constantemente
(diariamente) en un solo sentido.
Es absoluto porque la totalidad de los fenómenos, seres, objetos, procesos, movimientos,
etcétera, del “universo observable” (que, obviamente, incluye al observador) se producen
en ese flujo y por tanto su existir es mensurable en esas unidades del tiempo relativo; el
tiempo es objetivo, uno y el mismo para todo el universo observable y para todos los
observadores, ya sea la partícula subatómica, el átomo, la molécula, el cuerpo vivo, la
materia pensante, el astro sideral, la nebulosa indiferenciada, etcétera; el tiempo es geo y
antropocéntrico.
Para Einstein, el tiempo sólo es relativo y cambia de acuerdo con la velocidad, el marco
de referencia, la posición del observador, etcétera; por tanto, un mismo “evento” puede
tener varias duraciones diferentes, según el punto de vista desde el cual se le considere,
es decir, su magnitud temporal puede ser t, t+x y t–x simultáneamente.
Esta proposición de Einstein es definitivamente absurda, descabellada, disparatada,
anticientífica.
El espacio es también absoluto y relativo.
El espacio es relativo porque es el continente del planeta tierra; su unidad de medida es
una parte determinada del meridiano terrestre medido entre el Polo Norte y el Ecuador.
Sus dimensiones son las tres que posee el globo terrestre: largo, ancho y profundidad.
Es absoluto porque es el continente del “universo observable” y, por tanto, en él están
contenidos todos los fenómenos y objetos del mismo, trátese de partículas elementales,
átomos, moléculas, materia viviente y viviente pensante, astros o nebulosas siderales,
etcétera. El espacio es objetivo y uno para todo el universo observable.
Einstein, por el contrario, sostiene que el espacio es únicamente relativo; el mismo
espacio puede ser simultáneamente e, e+x y e–x y, además, tener características
peculiares como “contraerse”, “curvarse”, etcétera.
De la misma manera que en lo referente al tiempo, las tesis de Einstein relativas al
espacio son anticientíficas, absurdas, descabelladas y disparatadas.
Los despropósitos de Einstein adquieren su verdadera dimensión cuando se comparan
con los claros, sencillos y racionales conceptos de Newton sobre el tiempo y el espacio.
I. El tiempo absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo y debido a su propia
naturaleza, sin atención a nada externo, fluye uniformemente; recibe también el nombre de
duración: tiempo relativo, aparente y común [vulgar] es una duración sensible y externa
para la medida (ya sea exacta o irregular) del movimiento, la cual es comúnmente [por el
vulgo] utilizada en lugar del tiempo verdadero; tales son la hora, el día, el mes y el año. 20
El tiempo absoluto se distingue del relativo, en astronomía, por la regularización del tiempo
vulgar [Subrayado por GRE]. Los días naturales son desiguales, pero el vulgo los considera
como iguales para la medida del tiempo. Esta desigualdad es corregida por los astrónomos y
con un tiempo auténtico miden los movimientos celestes. Puede ser, que no haya un
movimiento regular que mida el tiempo con exactitud. Todos los movimientos pueden ser
acelerados o retardados, pero el flujo del tiempo absoluto no cambia. También es duración
la perseveración de las cosas en su existencia; ya sea su movimiento acelerado, retardado, o
nulo: en consecuencia, debe ser distinguida de las que son medidas sensibles aquella que
se colige de la ecuación astronómica. 21
II. El espacio absoluto, en su propia naturaleza, sin relación alguna con nada externo,
permanece siempre similar e inmóvil. El espacio relativo es aquel cuya medida de sus
dimensiones es móvil; nuestros sentidos lo determinan por su posición respecto de los
cuerpos y es tomado por el vulgo como un espacio inmóvil; las dimensiones del espacio
subterráneo, aéreo o celestial son definidas por su ubicación respecto de la tierra. Espacio
absoluto y relativo son los mismos en apariencia y magnitud; pero ellos no son siempre
numéricamente iguales. Porque si la tierra, por ejemplo, se mueve, nuestro espacio aéreo, el
cual relativamente y con respecto de la tierra siempre permanece igual, ahora será una
20
Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, Auctore Isaaco Newtono, Definitiones, Scholium, p.6
21
Ibiíd. p. 7

30
parte del espacio absoluto en el cual el aire transita, ahora otra parte del mismo; y así,
absolutamente, perpetuamente mutable.22
De la misma manera que el orden de las partes del tiempo es inmutable, así también es el
orden de las partes del espacio. Sean movidas de sus lugares esas partes, y serán movidas
(por decirlo así) fuera de sí mismos. Porque los tiempos y los espacios son los lugares de sí
mismos y de todas las cosas. En el tiempo, en un orden de sucesión; en el espacio en un
orden de situación de todos los lugares. Es de su esencia que sean lugares; y que los
lugares primarios pudieran ser móviles es absurdo. Estos son entonces los lugares
absolutos; y únicamente las traslaciones de esos lugares son movimientos absolutos.
Porque verdaderamente las partes del espacio no se pueden ver ni distinguir por nuestros
sentidos; en su lugar utilizamos medidas sensibles. A partir de las posiciones y distancias
de las cosas respecto de un cuerpo que consideramos inmóvil, definimos todos los lugares;
después, también estimamos todos los movimientos con respecto a aquel lugar, en cuanto
concebimos al cuerpo transferido por sí mismo. Así, en lugar de los lugares y movimientos
absolutos, en las cosas humanas usamos los relativos sin ningún inconveniente; pero en
las filosóficas debemos abstraernos de los sentidos. De hecho, puede ser que no haya un
cuerpo realmente en reposo, al cual los lugares y movimientos puedan ser referidos. 23

En su libro Relativity: The especial and General Theory24, Einstein declara, de entrada, en
el primer capítulo, que provisionalmente se debe asumir la “verdad” de las proposiciones
geométricas (euclidianas), aunque en una etapa posterior (en la teoría general de la
relatividad) se verá que esta “verdad” es limitada.
En el segundo capítulo, consigna que los sistemas de coordenadas cartesianas, utilizados
por la mecánica clásica para representar los fenómenos de la realidad, están
determinados totalmente por las leyes de la geometría euclidiana. Con esto, califica como
igualmente “limitados”, frente a las proposiciones de la relatividad general que más tarde
enunciará, tanto a la geometría euclidiana como al medio por excelencia para
representarla, esto es, los sistemas de coordenadas cartesianas.
Más adelante, en el capítulo III, cuestiona los conceptos de tiempo y espacio de la
mecánica clásica. El propósito de esta disciplina, dice, es describir el cambio de posición
de los cuerpos en el espacio a través del tiempo.
Pero conforme a los principios de la mecánica clásica, nos dice Einstein, es imposible
determinar exactamente los conceptos de tiempo y espacio.
Y para ilustrar esta dificultad, nos endosa el primero de sus absurdos y ridículos ejemplos,
del cual extrae consecuencias absolutamente falsas.
Un viajero deja caer una piedra desde la ventana del vagón de un tren en movimiento.
Para el viajero, la piedra cae en una línea recta hacia el terraplén en un tiempo
determinado. Para un observador en el terraplén, cae describiendo una parábola y en un
tiempo mayor.
Dependiendo del marco de referencia, la piedra cae en línea recta y en una parábola
(recorre un espacio e y e+Δe) en un tiempo t y t+Δt simultáneamente.
“La piedra recorre una línea recta en relación al sistema de coordenadas rígidamente
adherida al vagón del tren, pero en relación a un sistema de coordenadas firmemente
adherido al piso (terraplén) describe una parábola. Con la ayuda de este ejemplo se ve
claramente que no hay algo así como una trayectoria independiente, sino solamente una
trayectoria relativa a un particular cuerpo de referencia”. 25
La mecánica clásica es impotente para describir este evento porque ella se atiene a un
tiempo y un espacio absolutos, que no admiten este tipo de relatividad.
Esta barbaridad la expone Einstein sin ningún tipo de demostración (matemática o
geométrica) y debe ser creída únicamente porque ha salido de la mente poderosa del
sabio.
La piedra se mueve originalmente con la misma velocidad que el vagón con respecto al
22
Ibíd., p. 6
23
Ibíd p. 7
24
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, New York: Henry Holt, 1920;
Bartleby. Com, 2000.
25
Ibíd III. Space and Time in Classical Mechanics

31
terraplén; al soltarla, el vagón deja de comunicarle su movimiento y queda sujeta a la
fuerza de atracción de la tierra, la cual le imprime un movimiento hacia el terraplén;
descontando la resistencia que oponga el aire, la piedra caerá en línea recta. Y todo esto
será por completo independiente del lugar desde donde se observe el evento; tanto para el
viajero que la ha dejado caer, como para el observador colocado en el terraplén, existe un
solo hecho físico, que ha tenido lugar en un solo tiempo y un solo lugar específicos y que
admite una medición única.
La supina conclusión de Einstein tiene como fundamento un disparate: existen dos
tiempos y dos espacios (distancias) distintos, unos para el viajero del tren y otros para el
observador del terraplén.
Este primer “postulado” será la base de todos los desatinos que en su argumentación
posterior formulará Einstein, hasta llegar a su despropósito mayor: la curvatura del
espacio-tiempo en los campos gravitacionales.
Einstein continúa su razonamiento de la siguiente manera.
Las descripciones de los fenómenos naturales mecánicos pueden hacerse mediante los
sistemas de coordenadas cartesianas que representan a los cuerpos en reposo o en
movimiento rectilíneo uniforme. Las leyes naturales que de aquí se obtengan serán
válidas únicamente en estas circunstancias.
Los cuerpos en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme son considerados como
marcos de referencia unos de los otros; de igual manera, los sistemas de coordenadas
cartesianas que los representan son también marcos de referencia mutuos.
Las leyes naturales que son válidas para un marco de referencia formado por un cuerpo
en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme lo son también para todos los marcos de
referencia del mismo tipo que están en relación con aquel; a esto llama Einstein el
principio de la “relatividad restringida”.
Esto tiene plena validez para los fenómenos mecánicos, pero no rige ya para los “recientes
desarrollos de la electrodinámica y la óptica”. En estos nuevos campos, las leyes
naturales, para ser válidas, deben estar acordes con otros tipos de marcos de referencia y
sus respectivos sistemas de coordenadas, y atenerse en todo a los “principios” que
Einstein habrá de establecer en sus teorías especial y general de la relatividad.
En seguida procede Einstein a ilustrar con varios ejemplos el principio fundamental de su
teoría: el tiempo y la distancia no son absolutos e independientes, sino que tienen valores
distintos dependientes de los marcos de referencia con los que se les relacione.
El segundo ejemplo que en su libro utiliza Einstein para explicar sus aseveraciones es el
siguiente: dentro de un tren en movimiento, a una velocidad v/s con respecto al
terraplén, un pasajero se mueve en el sentido del desplazamiento del ferrocarril a una
velocidad w/s; la velocidad total del pasajero con respecto al terraplén es (v+w)s; en un
segundo, el pasajero habrá recorrido la distancia w en el tren y su posición con respecto
al terraplén se habrá desplazado v+w. La disparatada conclusión que de esto extrae
Einstein es que el movimiento del pasajero tiene a la vez una extensión de w y v+w y que
eso se debe a que la velocidad del movimiento del ferrocarril ha producido una
contracción del espacio para el observador situado en el tren.
Estas circunstancias nos llevan a una segunda objeción que debe ser levantada en contra
de la aparentemente obvia consideración de la sección VI. Esto es, si el hombre en el vagón
cubre la distancia w en una unidad de tiempo –medida desde el tren-, entonces esta
distancia -como se mide desde el terraplén- no es necesariamente igual a w. 26
El hecho objetivo es el desplazamiento w del pasajero, que se produce dentro del tiempo
universal y en un marco de referencia, el ferrocarril, que se mueve a una velocidad v
respecto de la tierra.
El observador en el tren percibe y mide el suceso tal y como éste se presenta: el pasajero
avanza un espacio w en un tiempo t dentro del ferrocarril.
El observador del terraplén, que conoce la velocidad del tren, advierte que el pasajero
inicia su marcha en un punto x del tren coincidente con un punto x’ del terraplén y
26
Ibíd, X. On the Relativity of the Conception of Distance,

32
termina en los puntos y y y’ respectivamente; la distancia x-y es igual a v y la distancia
x’-y’ es igual a la suma v+w, por lo que aquel resta de la distancia x´-y’, que ha medido, el
valor v, que es el espacio recorrido por el tren en el tiempo t, y obtiene como residuo el
espacio w, que es el espacio recorrido por el pasajero dentro del tren.
Ambos observadores, uno directamente y el otro indirectamente, han llegado a la
conclusión de que el pasajero ha cubierto un trayecto w dentro del tren, por lo que la
distancia w es igual, ya sea medida en el tren o desde el terraplén.
En este segundo ejemplo de Einstein, w es la medida del desplazamiento del pasajero en
el vagón (sistema de referencia móvil) en un tiempo t; w está medido en las unidades de
espacio geocéntricas específicas y en las del tiempo que se determinan por la rotación
terrestre. El vagón se mueve en el espacio y el tiempo un valor v y lo hace en relación con
el terraplén, que permanece fijo; el espacio y el tiempo t, constitutivos de v, están medidos
también por las unidades geocéntricas ya mencionadas. Hacia el terraplén, que es el eje x,
se pueden proyectar el punto de origen O’ del movimiento del tren, el punto v, que es la
medida del desplazamiento del marco de referencia móvil y el punto w que es la medida
del movimiento del pasajero en el vagón. x’ será entonces igual a v+w.
Mediante la adición y sustracción de velocidades y espacios, que es el método clásico de
la transformación de Galileo, podemos llegar a la determinación de todos los valores y las
relaciones en juego. El pasajero tiene un movimiento en el espacio en relación con el tren
igual a w y lo realiza a una velocidad w/s; el tren, por su parte, se desplaza, con respecto
al terraplén, un espacio v a una velocidad v/s. El pasajero se mueve, en relación al
terraplén, a una velocidad v+w/s, un espacio igual a v+w.
El hecho que se produce en el tren puede ser observado desde dos perspectivas: en un
caso, un observador-actor solipsista (Einstein, por ejemplo), únicamente apreciará su
propio movimiento dentro del tren y no tomará en cuenta el que realiza el ferrocarril
respecto del terraplén, por lo que postulará entonces la verdad irrebatible de que el
pasajero ha tenido un desplazamiento absoluto igual a w con una velocidad w/s; en el
otro caso, un observador acucioso, también adosado al sistema de referencia móvil,
advertirá que el pasajero ha recorrido, a partir del punto de origen O,O’, la distancia v,
que es lo que el tren avanza con respecto al terraplén en el mismo tiempo s, más la
distancia w, que es lo que el pasajero camina en el propio tren en el mismo tiempo, es
decir, v+w, y lo hace con una velocidad v+w/s. Por su parte, el observador situado en el
terraplén visualiza el evento de una manera completa, tal como lo hace el observador no-
einsteiniano del sistema móvil: movimiento del pasajero igual a v+w, y su velocidad,
v+w/s.
El burdo juego de manos que hace el ilusionista Einstein salta a la vista. En primer
término, concede valor objetivo, realidad plena a los dos escrutinios, al incompleto del
espectador adjunto al sistema de referencia móvil y al completo del veedor colocado en el
sistema de referencia rígido. En seguida, como se trata de apreciaciones divergentes de
un mismo hecho, se saca de la manga la desatinada explicación de la distinta valoración:
en el marco de referencia fijo rigen un tiempo y un espacio específicos y en el móvil otros
completamente diferentes; en este último, la velocidad a que se desplaza provoca una
“contracción” del espacio y “dilatación” del tiempo, esto es, v+w se encoge hasta quedar
disminuido al espacio-tiempo w.
El tercer ejemplo presentado por Einstein es el del rayo de luz que se emite a lo largo del
terraplén de un ferrocarril; por la vía corre paralelamente un vagón a una velocidad w. La
velocidad de la luz en el terraplén es c; de acuerdo con la transformación de Galileo, la
velocidad de la luz en relación con el vagón en movimiento es c-w. Pero esto no es posible,
nos dice el eminente físico, porque la velocidad de la luz es siempre c. Si la velocidad de la
luz es invariante para los dos observadores, entonces el tiempo que transcurre en el tren
es menor que el que contabiliza el observador en el terraplén y así tenemos: x, o sea la
distancia que recorre la luz en el terraplén, es igual a ct, en donde c es la velocidad de la
luz, y x’(<x), la distancia que ese mismo rayo de luz recorre en relaciòn con el observador
en movimiento (que la sana razón y la transformación de Galileo determinan como ct-wt)
esto es, ct’ (t'<t), es la distancia recorrida por la luz de acuerdo a la mirada dirigida desde

33
el tren. Con esto, Einstein trata de, como se dice coloquialmente, matar dos pájaros de
una misma pedrada. Por un lado, intenta justificar su principio de la relatividad
concluyendo que, en el sistema de referencia móvil, en el tren, el espacio-tiempo se ha
contraído, por lo que ct es tal para el terraplén, pero es ct’(t'<t) para el tren; y por el otro,
pretende asombrarnos diciendo que esto sucede así a pesar de o quizá debido a que la
velocidad de la luz es invariante.
Lo que realmente ocurre es lo siguiente: desde el punto O del sistema fijo se emite un
pulso de luz que viaja a lo largo del terraplén con una velocidad c; al mismo tiempo, el
sistema móvil se desplaza paralelamente al sistema de referencia con una velocidad w;
suponemos que en el sistema móvil un observador se encuentra en el punto de origen O’,
en donde permanece estacionado durante todo el proceso. En el transcurso del tiempo t la
luz habrá cubierto un espacio igual a ct, y el observador, uno equivalente a wt, por lo que
x es igual a ct y x1 a wt, en donde x1 es un valor determinado en el eje de las x del sistema
de referencia fijo; el observador fijo determinará x sin ningún problema y el observador
móvil medirá la diferencia que se presenta entre la velocidad de la luz que se mueve en el
terraplén y la de su movimiento propio: c-w, fórmula que expresa la velocidad de la luz en
relación al sistema móvil, pero esto no altera para nada la velocidad real de la luz en el
terraplén ni en la operación mental de comparación con la velocidad del observador móvil.
La torpe conclusión que de esto extrae Einstein es que al relacionar mentalmente la
velocidad de la luz con la propia el observador móvil atribuye a la luz una velocidad
menor que c, lo cual, dice, es físicamente imposible; de ahí entonces, razona el sabio, que
la transformación galileana nos lleve en este caso a una conclusión completamente falsa,
es decir, x’ igual a c-w. Como la velocidad de la luz no puede alterarse, entonces Einstein
recurre al espacio-tiempo, que es maleable por definición, lo ajusta a su fantasiosa
exigencia y entonces hace x’ igual a ct’, en donde t’ es el tiempo después de que la
velocidad del sistema móvil lo ha “contraído”. Pero lo realmente trágico ¿o cómico? de este
asunto es que en el eje de referencia móvil no se desplaza ningún rayo de luz, sino
únicamente el mismo eje y el observador unido a su origen O’, por lo que la variable x’ no
expresa ningún dato de velocidad ni desplazamiento de la luz; la única relación posible, y
la única que el observador móvil puede medir, es la que existe entre su velocidad y la
velocidad de la luz en el sistema fijo. La exigencia de incluir en este ejemplo la errónea
teoría de la relatividad especial y el prejuicio Michelson-lorentziano de la velocidad
invariante de la luz, obligan a Einstein a construir un monstruoso galimatías, del cual
con ímprobos esfuerzos hemos logrado salir indemnes.
Einstein hace iguales el movimiento absoluto de la luz que se produce en el sistema de
referencia fijo y su desplazamiento relativo al sistema de referencia móvil. Al dotar a la
velocidad de la luz de un valor absoluto, el sabio mina irremediablemente los cimientos de
su teoría de la relatividad.
En seguida pondremos números al ejemplo de Einstein.
La señal de la luz se mueve sobre el terraplén.
El ferrocarril se desplaza a 1 km. por segundo.
El observador en el terraplén mide la velocidad de la luz en 300,000 kms. por segundo.
El observador en el ferrocarril registra el hecho de que cada segundo la luz que corre
paralelamente en el terraplén se adelanta 299,999 kms.
Si el observador situado en el ferrocarril sabe de su movimiento y conoce la velocidad de
la luz llegará a la conclusión de que en el terraplén la luz se desplaza a la velocidad que le
corresponde y que, respecto a él, que se mueve a 1 km. por segundo, el haz de luz se
desplaza a 299,999 kms. por segundo, como lo demuestra el hecho de que cada segundo
se aleja 299,999 kms.
Si el observador del ferrocarril no sabe de su propio movimiento ni conoce la velocidad de
la luz, sólo percibe la señal luminosa que respecto a él se desplaza a 299,999 kms. por
segundo.
La observación de que hablamos es la observación científica y su propósito es establecer
las leyes de la naturaleza de una manera exacta.
La primera observación científica es la de la velocidad de la luz. Esta se determina

34
respecto de un observador en estado de reposo en un marco de referencia fijo. Este
resultado de la investigación es un patrimonio de la ciencia, una verdad inobjetable.
Un observador científico particular se encuentra ante un hecho determinado.
En un marco de referencia fijo, dentro del cual él se encuentra como un observador en
reposo, se emite una señal luminosa.
Este observador científico aplica el resultado de la investigación científica, y ya que se
encuentra en reposo en el marco de referencia fijo, infiere que el haz luminoso se desplaza
a 300,000 kms. por segundo, que fue la velocidad determinada para la luz por las
múltiples investigaciones científicas; pero, como también es un investigador acucioso,
hace las mediciones pertinentes y encuentra que la velocidad del pulso luminoso
específico es igual a la que la experiencia científica había determinado.
En su escudriñar por el mundo de los hechos, este científico se encuentra con que
paralelo al marco de referencia fijo en el que se encuentra en estado de reposo, se
desplaza, al momento de emitir el pulso, un objeto a una velocidad x; se propone entonces
conocer cuál es la velocidad del objeto. Sus mediciones le indican que cada segundo el
haz de luz emitido se aleja 299,999 kilómetros del objeto; entonces, ya que la velocidad de
ese pulso, que ya se conoce, es de 300,000 kms. por segundo, la del objeto es 300,000 –
299,999 = 1 kilómetro por segundo, en donde 299,999 kms. por segundo es la velocidad
de la luz respecto del objeto.
Esta velocidad relativa del objeto no afecta para nada su velocidad absoluta, que continúa
siendo la misma, como dato proporcionado por la investigación científica anterior y la
experiencia singular en este caso.
Si el observador científico se encuentra adherido al objeto que se mueve paralelamente al
marco de referencia fijo, calculará las cosas de otra manera.
Primero identificará el pulso que se mueve paralelamente a su desplazamiento como un
rayo de luz; haciendo uso de sus instrumentos medirá la velocidad del movimiento de ese
haz de luz y encontrará que, dada su posición, respecto a sí la luz se mueve a una
velocidad de 299,999 kms. por segundo.
Como observador científico tendrá en cuenta que 1) ese haz ha sido emitido en un marco
de referencia fijo respecto del cual él se mueve a una velocidad x; 2) que el haz de luz, en
el marco de referencia de su emisión, se desplaza a la velocidad de 300,000 kms. por
segundo, que es la que la experiencia científica ha determinado.
Si efectúa una simple operación aritmética encontrará que, si la velocidad de la luz es de
300,000 kms. por segundo en el marco de referencia fijo y la velocidad relativa a sí, que
ha medido, de ese rayo de luz es de 299,999 kms./s, entonces él se está moviendo
relativamente al marco de referencia fijo a 1 km./s.
Einstein pretende que el observador situado en el objeto debe obtener el mismo resultado
en la medición de la velocidad de la luz que el observador en el marco de referencia fijo, es
decir, 300,000 kms./s. Resultaría entonces que, ya que el observador en el objeto se
mueve a 1 km./s respecto del rayo de luz, si mide la velocidad de ese pulso con relación a
sí en 300,000 kms/s, entonces, respecto del marco de emisión deberá tener una velocidad
de 300,001 kms./s, lo cual es absolutamente imposible, ya que científicamente se ha
comprobado que la velocidad absoluta de la luz (es decir, respecto de un marco de
emisión fijo) es de 300,000 kms./s y, además, es contraria al mismo postulado
Einsteiniano de que nada en el universo puede moverse a mayor velocidad que la luz,
desde luego ni la luz misma.
A esto llama Einstein el principio de invariancia de la luz, el cual expresa diciendo que la
velocidad de la luz será la misma para cualquier observador. Hace de este principio uno de
los fundamentos de su teoría especial.
[Confrontar esto con el pasaje de Newton, en sus Principia… en donde pone el ejemplo del
barco que navega en una cierta dirección, etcétera.]
Einstein pretende que cierto fenómeno físico, el desplazamiento de la luz, está exento de
la ley que él mismo ha establecido: todos los fenómenos físicos son relativos. Corregido, su
postulado queda de la siguiente manera: todos los fenómenos físicos son relativos, a
excepción del desplazamiento de la luz, que es absoluto, igual para cualquier observador.

35
La luz es una entidad física como cualquier otra, ya sea el sistema planetario, la galaxia
en la que éste se encuentra, el átomo, la molécula, el cuerpo agregado, la materia viviente,
la especie humana, etcétera; no posee ninguna característica especial que la diferencie de
los demás objetos físicos.
Atribuirle una naturaleza exclusiva distinta de la que tienen el resto de los objetos físicos,
es metafísica pura.
Más adelante veremos cómo este prejuicio teórico se gesta y se desarrolla en los trabajos
de Maxwell, Michelson, Morley y Lorentz y luego Einstein se lo apropia sin pudor y lo
convierte en uno de los pilares de su teoría de la relatividad especial.
El cuarto ejemplo que expone Einstein en el capítulo IX de su citada obra es el de dos
rayos que caen simultáneamente en los extremos de una larga vía férrea, en los puntos A
y B; se determina el punto medio M entre A y B. Al mismo tiempo, un ferrocarril cuyo
punto medio es M', viaja a lo largo de la vía en la dirección A-B y en el instante en que los
rayos caen el punto M' coincide con M. Para el observador ubicado en el punto M las
luces que se originan en los puntos A y B han salido al mismo tiempo y llegan al extremo
opuesto B y A simultáneamente; Para el observador en M', la luz proveniente de B llega
primero y un tiempo después, lo cual depende de la velocidad a la que se mueva el tren,
la que se origina en A; de donde Einstein deduce que para M' los rayos de luz no se han
originado simultáneamente
La caída de los rayos es simultánea en relación con el terraplén, pero no lo es en relación
con el tren, sostiene Einstein.
Esquema de Einstein

Figura No. 1

Explicación de Einstein
Cuando decimos que los rayos A y B son simultáneos con respecto al terraplén queremos
significar: los destellos de luz emitidos en los lugares A y B, donde los rayos se producen, se
encuentran en el punto medio M de la distancia A →B del terraplén. Pero los eventos A y B
también corresponden a las posiciones A y B en el tren. Sea M’ el punto medio de la
distancia A →B en el tren en movimiento. Exactamente cuando los destellos de los rayos
ocurren, este punto M’ coincide con el punto M, pero se mueve hacia la derecha en el
diagrama con la velocidad v del tren. Si un observador situado en la posición M’ en el tren
no posee esta velocidad, entonces él debería continuar permanentemente en M, y los
destellos de los rayos A y B lo alcanzarían simultáneamente, esto es, ellos se encontrarían
justo en donde él está situado. Ahora, en realidad (considerado con referencia al terraplén
del tren él está moviéndose hacia el haz de luz que viene de B, mientras que también está
moviéndose delante del que viene de A. Por tanto el observador verá el rayo de luz emitido
desde B antes de percibir el que se emitió de A. Los observadores que toman el tren como
su cuerpo de referencia deben entonces llegar a la conclusión de que el destello de luz
proveniente de B fue emitido antes que el de A. Entonces, arribamos a este importante
resultado:
Eventos que son simultáneos con referencia al terraplén no son simultáneos con respecto al
tren, y viceversa (relatividad de la simultaneidad). Cada cuerpo de referencia (sistema de
coordenadas) tiene su propio tiempo particular; a menos que estemos especificando a cual
cuerpo de referencia se refiere el enunciado, no hay significado del tiempo de un evento. 27
La afirmación de Einstein es contundente: eventos que son simultáneos con respecto al
terraplén no lo son con respecto al tren, y viceversa (relatividad de la simultaneidad);
cada cuerpo de referencia (sistema de coordenadas) tiene su propio tiempo particular.
El hecho objetivo, independiente de cualquier observador, es la caída simultánea de los
27
Ibídem, IX. The Relativity of Simultaneity.

36
rayos en los puntos A y B del terraplén, suceso que se produce en el espacio y tiempo
geocéntricos. El observador M se encuentra en el marco de referencia del terraplén, que
está fijo en el marco de referencia universal que es la tierra; por lo tanto, su percepción y
medida del evento corresponden por completo a lo que se ha producido en la realidad. El
observador M’, al contrario, se encuentra en un marco de referencia (el tren) que se
desplaza a una determinada velocidad con respecto al terraplén, y en consecuencia, en
relación a la tierra; la percepción que tenga y la medida que haga de la caída de los rayos
estarán afectadas por la velocidad a la que el ferrocarril se desplace; el hecho objetivo de
la simultaneidad será para él un acontecimiento asincrónico, pues la luz del rayo que cae
en B llegará primero a M’ que la del rayo que desciende en A; pero esto es así no porque el
rayo A se haya producido en un tiempo posterior a B, sino porque el observador M´ se ha
desplazado un espacio determinado hacia B después de que las emisiones de luz se han
producido. El observador M’ (siempre que no sean Einstein o algún otro físico relativista)
puede calcular fácilmente, con los datos del instante del tiempo en que percibe cada uno
de los rayos y de la velocidad a la que se desplaza el tren, el instante en el que la luz fue
emitida en ambas fuentes y lo puede hacer no con algún método matemático nuevo,
sofisticado, sino por los medios de la humilde aritmética.
Pongámosle números al elemental ejemplo einsteiniano. Supongamos que los puntos A y
B se encuentran, al nivel de la superficie terrestre, a 600 kilómetros de distancia uno del
otro en línea recta y, en consecuencia, el punto medio M a 300 kilómetros de los
extremos; un objeto -M'- se desplaza, en el mismo marco de referencia en el que se
encuentran A y B, a la velocidad de 150,000 kilómetros por segundo y en él viaja el
observador M’, quien conoce los datos anteriores y tiene conciencia además de que sobre
el terreno, en los puntos A y B, han caído dos rayos sin conocerse en qué tiempo; el
evento se empieza a desarrollar desde el momento en que en su desplazamiento el objeto
M’ coincide con el punto M del terreno. La luz proveniente de B es percibida por M´
cuando han transcurrido 0.0006666 segundos desde que se empató con M, es decir,
cuando la luz ha avanzado 200 kilómetros y el mismo observador 100 kilómetros;
mientras tanto, la luz proveniente de A se ha movido 200 kilómetros en dirección a B. La
luz que se origina en A alcanza a M’ cuando el objeto ha recorrido 300 kilómetros y la luz
de A, 600, es decir a los 0.002 segundos del cruce de M y M’. El observador M’ tiene
entonces la evidencia del instante en que empató con M y la certeza de que percibió la luz
de B a los 0.0006666 segundos después de ese momento y la de A a los 0.002 segundos.
Por un sencillo razonamiento, el observador, huérfano de la sofisticada matemática
moderna de los físicos relativistas, concluye que a partir del instante en que B alcanza a
M’ hasta cuando A es percibido por este observador, pasan 0.0013333 segundos, en los
que la luz de B recorre 400 kilómetros en dirección de A, los cuales, sumados a los 200
que recorrió en los 0.0006666 segundos primeros suman 600; al cabo de dos milésimas
de segundo, la luz de A y la de B habrán llegado al punto opuesto, es decir a B y A y
recorrido ambas 600 kilómetros a partir del instante en que M y M’ coinciden, de donde
se infiere que se han producido simultáneamente.
La falsa conclusión a la que llega Einstein, y que de inmediato aduce como prueba de la
validez de su teoría de la relatividad especial, es que en el objeto el movimiento ha dilatado
el tiempo, por lo que el observador en M’ se apercibe de los rayos de luz asincrónicamente.
En el capítulo X de su trabajo, Einstein aborda el tema de la relatividad en la concepción
de la distancia.
Volviendo a su segundo ejemplo, nuestro autor manifiesta que la distancia A-B que
recorre el pasajero en el tren puede no ser igual medida en el mismo vagón que desde el
terraplén.
…Por tanto, la longitud en el tren medida desde el terraplén puede ser diferente de la
obtenida por la medición en el tren mismo. Esta circunstancia nos lleva a la segunda
objeción que debemos oponer a la aparentemente obvia consideración de la Sección VI: si el
hombre en el vagón cubre la distancia w en una unidad de tiempo –medida desde el tren,-
entonces esta distancia –medida desde el terraplén- no es necesariamente igual a w.28
28
Ibídem, X. On the Relativity of the Conception of distance.

37
Einstein sostiene el siguiente absurdo: la distancia w recorrida por el pasajero en el tren
puede no tener la misma longitud si se mide desde el terraplén, ya que la distancia
cubierta por el pasajero depende del lugar desde donde se haga la medición. Esto es un
verdadero retorcimiento del concepto sano de la relatividad, el cual nos indica que la
distancia que el pasajero recorre está determinada por el sistema de referencia al que se
le relacione: en el tiempo t, el pasajero se desplazará una distancia w en el propio tren y
una distancia w+v en relación al terraplén, y esto es así con independencia de desde
dónde y cómo se le mida; no se trata de una misma distancia que se alarga o se contrae de
acuerdo con el punto de vista adoptado, como lo expresa Einstein, sino de dos distancias
distintas, una medida en relación (no desde) al tren y la otra al terraplén.

La transformación de Lorentz
Una vez que Einstein ha desarrollado ampliamente todos los elementos de su teoría
especial de la relatividad y establecido los notables principios de la contracción del
espacio y la dilatación del tiempo, pasa en seguida a darles una formalidad matemática.
Como es su costumbre, toma acríticamente una producción intelectual de un predecesor
suyo -en este caso Hendrik Antoon Lorentz- la llamada transformación de Lorentz –que,
ya veremos detalladamente, es un verdadero catálogo de errores matemáticos y
geométricos- y la utiliza para intentar dar un barniz de cientificidad a todos los
despropósitos teóricos que ha engendrado.
Einstein sitúa su ejemplo del rayo de luz que se desplaza a lo largo del terraplén y puede
ser considerado en relación al tren (ver supra, ejemplo no. 3) en dos sistemas de
coordenadas cartesianas, cuyos ejes x (x y x’) son paralelos y sus ejes z y z’ coinciden al
momento de iniciarse el movimiento de la luz.29

Figura No. 2

El rayo de luz viaja desde el origen (marcado con una K por Einstein) hasta el punto x del
eje de las x del sistema K en un tiempo t; el sistema K’ se mueve, partiendo del punto de
coincidencia de los ejes z y z’, a lo largo del eje de las x, a una velocidad v, hasta el punto
al que el eje z’ de K’ ha llegado en el mismo tiempo t. Los únicos movimientos detectables
en esta representación son: los del rayo de luz, que en el punto x tiene un valor ct, y el del
sistema K’ que en el punto (x, z’) tiene un valor vt.
Sin embargo, Einstein considera erróneamente que el mismo rayo de luz también se
desplaza por el eje de las x de K’ (x’) y lo hace en un monto menor que en K, o que el
movimiento de K’ (su velocidad) produce una reducción del espacio recorrido por el rayo
de luz en el sistema K y, en consecuencia, del tiempo t del viaje, solamente perceptibles
por el observador de K, y que entonces es posible relacionar de alguna manera el
supuesto movimiento de la luz en K’ o el movimiento de la luz en K como lo percibe el
observador en K’ con el movimiento real de la misma en K. En ambos casos, Einstein ha
descubierto dos hechos físicos portentosos: un rayo de luz sui generis que recorre
simultáneamente un espacio ct en un sistema de referencia y un espacio ct’ en otro, esto
29
Ibidem, Appendix 1, Simple Derivation of the Lorentz Transformation.

38
es, un solo rayo de luz que tiene una doble naturaleza y la despliega en dos espacios
distintos coexistentes; y un rayo de luz que tiene, al mismo tiempo, una medida objetiva
en un sistema de referencia y una medida subjetiva en otro, la cual le es proporcionada
por el observador en movimiento.
Es evidente que por el eje de las x’ del sistema K’ no se desplaza ningún rayo de luz y que
solamente se mueve el sistema mismo y también es incuestionable que ni el movimiento
paralelo de un objeto exterior ni la medición de un observador situado en este mismo
pueden producir una copia del rayo original con el cual coexista; lo único que se puede
relacionar aquí es el movimiento de la luz en el sistema K con el propio desplazamiento
del sistema K’, es decir, ct con vt y establecer la velocidad relativa del pulso de luz que se
mueve en el eje de las x con respecto a la velocidad del sistema K’, esto es, la velocidad
relativa de la luz respecto del sistema móvil K’, que es = c-v.
Einstein da un nombre y un valor a su engendro: x’=ct’; c es la velocidad de la luz que
supuestamente recorre el eje de las x’ del sistema K’ y t’ el tiempo menor que viaja, ya que
de acuerdo con los supuestos establecidos por él mismo, el espacio se ha contraído en la
medida vt del desplazamiento del sistema K’ y entonces a menor espacio, menor tiempo
del recorrido a la misma velocidad.
Con estos elementos, Einstein reedita el artificio matemático de Lorentz. Determina el
movimiento del rayo de luz en el eje de las x de K como x = ct y el fantasmal recorrido del
mismo pulso en el eje de las x’ de K’ como x’ = ct’ y luego reputa estas fórmulas como
ecuaciones que pueden ligarse entre sí para extraer de ellas valores de las diversas
variables que las conforman, expresadas unas en términos de las otras.
Recordemos que la falacia principal de la argumentación de Einstein radica en que
considera que el mismo rayo de luz que recorre el eje de las x hasta el punto x se mueve
también, simultáneamente, en el eje de las x’ hasta llegar al punto en donde x y x’
coinciden, o que la velocidad del observador y su sistema de referencia ha producido el
acortamiento del rayo luminoso y del tiempo de su duración y que por tanto coexisten dos
medidas del mismo, una para el observador del sistema fijo y otra para el del sistema
móvil, e igualmente que la velocidad de la luz es la misma en ambos sistemas, aquel en el
que se produce el rayo de luz y el que sirve de referencia relativa; la luz es, para Einstein,
la única materia del universo cuyo movimiento es solamente absoluto, igual en el sistema
en el que se produce y en relación con otro sistema, la velocidad de la luz es invariante.
A este defecto fundamental de su argumentación se suman los increíbles errores
matemáticos en los que incurre Einstein en su peculiar desarrollo de la transformación de
Lorentz.

Las matemáticas pardas de Einstein

En su “thought experiment”, Einstein establece que en un marco de referencia fijo K se


desplazan un marco de referencia móvil K' y un pulso de luz que es emitido desde el
punto en que los orígenes de K y K' coinciden; ambas trayectorias se representan en los
ejes coincidentes de las x (x y x’) de dos sistemas cartesianos tridimensionales formados
por los ejes x, y, z y x’, y’, z’ (un exceso de Einstein para dar más vistosidad a su
argumentación, porque toda su presunta demostración se podía desarrollar eficazmente
en un tradicional plano bidimensional, o aún en uno unidimensional -dos líneas
superpuestas-). Rayo y marco K' han partido al mismo tiempo de un punto en donde
coinciden los orígenes de los dos sistemas cartesianos. Los valores que se pueden
determinar en el eje de las x del sistema móvil son: x1=0 (K en el esquema de Einstein)
que es el punto de origen del rayo y x3=ct (x para Einstein) que es el punto al cual llega el
rayo en un tiempo t en el marco fijo K, y además, el punto x2=vt (K’ en el esquema
einsteiniano) que es el valor del desplazamiento del marco K' en K en un tiempo t (vt)
cuando el rayo de luz ha llegado a x (ct); en el eje de las x’ se determina el punto x’, que es
aquel al que el rayo de luz llega en el marco K' y que coincide por definición con x de K.
El sistema de igualdades que de aquí se deriva es el siguiente:

39
x=ct (desplazamiento del rayo de luz en el marco K),
x1 (K’) = vt (movimiento del marco K' en el marco K),
x’=ct-vt=x-vt,
x=x’+vt (desplazamiento del rayo de luz cuantificado por la suma del valor del movimiento
del marco K' y el del punto de arribo del rayo de luz en el eje de las x’)
y las posibles relaciones que se pueden cuantificar
ct/vt (recorrido de la luz por cada unidad del movimiento de K') y
vt/ct (desplazamiento de K' por cada unidad del viaje de la luz).
Todas estas igualdades y relaciones son objetivas, válidas con independencia de quién y
desde dónde las midan.
Einstein introduce sus falacias sobre el tiempo y el espacio al hacer x’=ct'; conforme a
esto, el mismo pulso de luz que viaja sobre K recorre en K' un espacio reducido en un
tiempo menor, porque en K' y para el observador a él adosado el espacio y el tiempo se
han alterado a causa del movimiento relativo; de igual manera, la luz posee una cualidad
física especial, por la cual sólo tiene una velocidad absoluta igual en el marco fijo en el
que ha sido emitida (por definición, la tierra) y en relación con cualquier sistema móvil.
Lo absurdo de las proposiciones einsteinianas salta a la vista.
Para un observador situado en el sistema de referencia K (fijo), todos los resultados que
hemos obtenido son evidentes. Desde su puesto mide los desplazamientos del rayo de luz
y del marco K' que se realizan en un tiempo t y no le queda duda de que todas las
igualdades y relaciones arriba determinadas son válidas.
Por su parte, el observador colocado en el sistema de referencia K’, si no es un físico
relativista, sino un verdadero científico, se conducirá de la siguiente manera.
En primer lugar, observará que su marco de referencia está en movimiento con relación a
K y que en ese mismo marco fijo se ha producido y por él se desplaza un rayo de luz. La
velocidad de la luz es un valor que se ha determinado científicamente y que se representa
por c. El observador no-relativista tiene esto en cuenta y sigue adelante en su tarea.
Advierte que por cada unidad de tiempo el rayo de luz se aleja del origen de K' un espacio
determinado; ese espacio recorrido en la unidad de tiempo, cr, es la velocidad de la luz
relativa a la velocidad del marco K' (es decir, cr=c-v); de esa fórmula obtiene c=v+cr y v=c-cr,
y ya que el investigador científico tiene a su disposición los datos de la velocidad de la luz
c y de la diferencia cr entre ésta y la velocidad de K', puede entonces fácilmente encontrar,
con una simple resta, c-cr, la velocidad v del objeto. En este punto, el acucioso
investigador científico ha determinado los valores c y v en la relación entre el movimiento
de K' y el del rayo de luz.
El diligente observador no-einsteiniano ha registrado el momento preciso en que el origen
del marco en movimiento coincide con el inicio del viaje del pulso de luz; igualmente,
conoce por experiencia propia el instante del tiempo que ha seleccionado para hacer sus
mediciones; de esta manera, obtiene el tiempo transcurrido entre esos dos extremos. Este
tiempo t lo multiplica por la velocidad v de K' previamente definida y establece así el valor
vt, esto es, la distancia que ha recorrido el marco K' desde el momento en que se igualó
con el origen del rayo luminoso. Como nuestro observador aún no ha sido inficionado por
la teoría de la relatividad o ya se sacudió su nefasta influencia, sabe que el tiempo
recorrido por el marco K' es idéntico al que el rayo de luz ha consumido en su
desplazamiento y que, por tanto, para fijar la extensión del viaje de la luz basta con
multiplicar su velocidad c por el tiempo t ya establecido; la travesía de la luz tiene, por
tanto, la extensión ct.
Al final de su trabajo, gratamente sorprendido por la sencillez de los razonamientos que
ha utilizado, en los que no ha tenido necesidad de recurrir a las distorsiones conceptuales
de la contracción del espacio y de la dilatación del tiempo, el observador en el sistema de
referencia móvil K’ ha llegado a las mismas conclusiones que su colega, el observador en
el sistema fijo K, es decir, al mismo sistema de igualdades y relaciones, que más arriba
hemos consignado, entre las variables consideradas.
Sin embargo, Einstein, encarnación de la crasa ignorancia, atributo con el que también
dota al observador en el sistema K’, incurre en una grotesca deformación de las variables

40
contenidas en su “thought experiment”: a x’, que de acuerdo con su propio esquema y el
sano sentido común es igual a c-vt , la convierte en ct’, espacio en el cual el mismo rayo
de luz que se mueve en el eje de las x es comprimido únicamente para el observador en
movimiento, y tiempo que el movimiento dilata también sólo para el observador en K’. La
ignorancia y el oportunismo intelectual que lo impelen a sorprender al mundo con
novedosos disparates, llevan naturalmente a Einstein a dotar a un fenómeno físico, el
desplazamiento de un rayo luminoso, de atributos metafísicos; ese único pulso de luz
tiene para Einstein una doble naturaleza: dos longitudes y dos duraciones distintas; en el
sistema K viaja un espacio y un tiempo determinados, pero simultáneamente, el mismo
rayo luminoso tiene en el sistema K’ una extensión espacial y un transcurso temporal
menores a causa del movimiento del marco de referencia.
El sabio por antonomasia, en su infinita potestad, concede a la naturaleza una propiedad
física más, hasta entonces desconocida: el movimiento de un objeto produce una alteración
del espacio y del tiempo en los que se desarrolla otro fenómeno físico distinto y
completamente ajeno a él y, al mismo tiempo, prodigio de los prodigios, le permite conservar
su propia naturaleza.
Las ecuaciones de las que Einstein parte30 son las siguientes: x = ct y x’ = ct’; después,
iguala ambas a 0:
x-ct = 0 (1)
y x’-ct’ = 0 (2);
manifiesta que aquellos puntos del espacio- tiempo que satisfacen la ecuación (1) deben
también satisfacer la (2); esto sólo puede ser así en el caso de la relación
x’-ct’ = λ(x-ct) (3)
-al caer en cuenta de que por definición x’-ct’ es menor que x-ct, inventa entonces un
factor λ, que las hace iguales-. Tenemos aquí una flagrante petitio principii, pues λ, que es
lo que se debería obtener del ejercicio matemático, es un presupuesto del mismo.
Si el rayo de luz es emitido en el sentido negativo de x y x’, entonces la fórmula (3) se
transforma en la siguiente:
x’+ct’ = µ(x+ct) (4),
en donde µ es el factor que iguala ambos términos de la ecuación.
x’-ct’ = λ(x-ct) es la ecuación que constituye la base de la argumentación de Einstein. El
lado derecho representa, a excepción de la constante λ, elementos físicos reales: un rayo
de luz que se desplaza a su velocidad característica, en un espacio y un tiempo
geocéntricos, movimiento que se localiza mediante un sistema de coordenadas
cartesianas, elementos todos que pueden ser expresados en un lenguaje matemático
específico. El lado izquierdo representa una materia que no tiene existencia relativa, una
distancia imaginaria y un recorrido por un espacio y un tiempo inexistentes; materia
luminosa, espacio y tiempo relativistas son un producto de la inopia intelectual de
Einstein, una mera ocurrencia, un chiste de mal gusto. El lado izquierdo de la ecuación
no tiene, por tanto, ninguna entidad física, es la nada física, matemática y geométrica. Por
consiguiente, toda la ecuación carece por completo del más mínimo valor científico.
Esta nulidad absoluta es el fundamento último de la teoría de la relatividad y, a través de
ella, de la cosmología del big bang. Ambas doctrinas quedan por completo desacreditadas
como disciplinas científicas porque su base de sustentación es esa arena movediza, esa
colluvies de errores de principiante, hipótesis peregrinas, suposiciones absurdas y, lo que
veremos en seguida, errores matemáticos de colegial que constituyen la refundición del
factor de Lorentz por Alberto Einstein.
En seguida analizaremos otro ángulo de la decepcionante formación científica de Einstein:
su absoluta negación para la matemática elemental, no se diga para disciplinas más
elaboradas como el cálculo llamado absoluto y el álgebra de vectores y tensores.
Al seguir adelante con sus portentosos cálculos matemáticos, Einstein expresa que si se
suman (o restan) las ecuaciones 3 y 4 y se introducen por conveniencia las constantes a y

30
Idem

41
( λ+ µ ) ( λ−µ )
b en lugar de las constantes λ y μ, en donde a= y b= , se obtienen las
2 2
ecuaciones
x ' =ax−bct
'
c t =act – bx (5).
Ya que x’ = ct’ y x = ct, las fórmulas anteriores se resumen en una sola
'
x =ax−bx.
Es absolutamente ocioso lo que ha hecho el sabio: establecer como distintas dos fórmulas
que son una sola. Pero este es sólo un pecado menor.
Einstein ha sostenido que cuando el rayo se mueve en el sentido negativo del eje de las x
la fórmula 3 se transforma en la siguiente: x’+ct’ = µ(x+ct).
El descuidado físico metido a matemático ha olvidado un pequeño detalle: x y x’ tienen
aquí un valor negativo y deben ser, por tanto, –x y –x’.
La fórmula anterior queda entonces -x’+ct’ = µ(-x+ct).
Si despejamos λ en la ecuación 3 y μ en la ecuación corregida por nosotros, tenemos:
' '
x −ct ' −x + ct ' 0 0
λ= y μ= ; entonces, λ= =0 y μ= =0 .
x−ct −x+ ct 0 0
[En la aritmética común se establece que 0/0 y 0 x 0 no tienen un valor definido. Esto
introduce la idea de que su valor podría determinarse de alguna manera. Pero también
puede considerarse que la regla que expresa que la multiplicación de un número entero
por 0 es igual a 0 rige también para el número entero 0, de tal manera que 0 x 0 igual a
0, de donde se infiere inmediatamente que 0/0 igual a 0. En lo que sigue, adoptaremos,
con la finalidad de dar más claridad a nuestros argumentos, la convención de que 0 x 0 y
0/0 son igual a 0. A quien tenga alguna reserva acerca de ella, le podemos indicar otro
0
razonamiento que nos lleva al mismo resultado: λ= y como dividir por cero es imposible
0
matemática y algebráicamente, entonces sólo queda subsistente el 0 del numerador, esto
es: λ=0 , y lo mismo en el caso de μ, que por la misma razón también es igual a 0. Por
0
último, a quien tenga todavía alguna prevención, le expresamos que es una operación
0
imposible de realizar aritmética y algebraicamente, por lo que ella es la nada, ni más ni
menos que el 0.]
Las ecuaciones de las constantes a y b quedarían de la siguiente manera:
( λ+ µ ) 0+0 ( λ−µ ) 0−0
a= = =0 y b= = =0, a = 0 y b = 0.
2 2 2 2
Este error, que para descargo de la integridad matemática de Einstein todos los colegiales
cometen indefectiblemente, deja sin sustento a toda la argumentación posterior, la cual
es por ello absolutamente nula.
Sin embargo, seguiremos analizando los planteamientos de Einstein porque en ellos
resplandecen todos los defectos, carencias, artimañas, errores, etcétera del matemático
relativista.
Einstein sostiene que el conocimiento de las constantes a y b permitirá tener la solución
del problema planteado (reformular el factor de Lorentz).
Acabamos de establecer los valores que conforme a los mismos supuestos de Einstein
deberían tener las constantes a y b.
Al continuar su argumentación matemática (parda) Einstein utiliza las constantes a y b
que ha sacado de su magín.
bc
Determina el valor de x de la siguiente forma: x= t ; sustituyendo con los valores
a
0c bc
correctos, tenemos: x= t=0 . También establece la medida de v: v= ,(6) fórmula que
0 a

42
0c
con la sustitución apropiada queda v= =0, lo que significa que Einstein coloca como
0
punto de partida de su derivación del factor de Lorentz la indefinición total, la nada, el
simple 0; conforme a esto, toda su argumentación matemática en la materia del factor de
Lorentz posee una ilegitimidad de origen que la hace completamente nula.
La introducción de a y b como constantes en las espurias fórmulas de Einstein es
completamente impertinente; es un desaseo matemático que desmiente una vez más la
pretendida “belleza” de sus ecuaciones.
Habiendo obtenido valores adulterados de a y b, Einstein sigue adelante con sus
disparatados cálculos matemáticos.
La suma y la resta de las ecuaciones (3) y (4) se reduce a un solo resultado, como ya
vimos, el cual, cuando se cambian los coeficientes λ y µ por las literales a y b queda de la
siguiente manera: x ' =ax−bx .
Ya vimos que los valores de las constantes son: a = 0 y b = 0 .
Si sustituimos los valores de a y b en la fórmula anteriormente consignada, el sistema
queda de la siguiente manera:
x’ = (0)x-(0)ct =0,
esto es,
x’ =0,
fórmula que es completamente opuesta a aquella implícita en el planteamiento del
problema: x’ = λx.
En su matemática imaginativa Einstein da a x un valor que él considera distinto de 0,
bc 0c
t , esto es t=0.
a 0
De aquí, el sabio obtiene lo que llama la velocidad del desplazamiento del punto de origen
K’ respecto de K: v = b/ac = 0/0c = 0.
Enredado de nuevo en las cuerdas de sus propios zapatos, Einstein se levanta y
audazmente sigue adelante “razonando” de la siguiente manera:
Si hacemos el tiempo t = 0 en x’ = ax-bct la fórmula queda así: x’ = ax, lo que quiere decir
que a cualquier punto de x corresponde un punto en x’ que es igual al producto ax.
Dice realmente: x’ = 0x = 0.
Si se hace variar una unidad el desplazamiento de x, entonces el movimiento de x’ será: x’
= ax+aΔx, esto es x’ = ax+(a)1, por lo que Δx = 1/a.

“Pero si la instantánea es tomada desde K’ (t’ =0), y si eliminamos t de las ecuaciones (5) [y
6] [x’ = ax-bct y ct’ = act-bx], tomando en cuenta la expresión (6) [v = b/ac], obtenemos
'
( )
v2
x =a 1− 2 x .
c
Lo que propone Einstein es derivar el factor de Lorentz de las ecuaciones (5) y (6), las
cuales se reducen, como hemos visto, a x ' =act −bct . Si en esta última se hace t = 0, se
( λ+µ ) ( λ−µ )
insertan en ella los valores de las constantes a y b, a= y b= (x’ = 0ct(x)-
2 2
0ct(x) =0 ) y se toma en cuenta la expresión v = b/ac (v = 0/0 = un valor nulo, 0) se obtiene

( ) ( )
2
' v2 ( 0)
x =a 1− 2 x ( x ' =0 1− 2 x=el 0 absoluto ¿; a lo que Einstein cree llegar con sus
c c
alucinaciones matemáticas, también un absurdo, es x’ = al factor de Lorentz por el factor
de Lorentz por x, pero lo que realmente establece es x’ =0, lo nulo, la nada .
' ( λ+ µ ) ( λ−µ )
El proceso propuesto por Einstein es el siguiente: x = ct ( x )− ct (x) y tomar
2 2

43
( λ−µ )
2
en cuenta v= ; esto queda, haciendo las operaciones pertinentes, x’=2μc y tomar
( λ+ µ )
c
2
( λ−μ )
en cuenta v= . De estas dos ecuaciones, por medio de la alucinante alquimia
( λ+ μ ) c
relativista, Einstein empieza a hacer brotar la mágica fórmula del factor de Lorentz, la
cual todavía muestra imperfecciones que la habilidad matemática del físico habrá de
2
v
pulir. Literalmente de la nada extrae la relación 2
y así le da vida a uno de los elementos
c

( )
2
' v
esenciales del factor de Lorentz; la ecuación a la que llega Einstein es x =a 1− 2 x , que
c
( λ+ µ )
( )
2
' v
en forma extendida es x = 1− 2 x , la cual es una primera aproximación al factor
2 c
de Lorentz.
“De esto concluimos que dos puntos en el eje de las x y separados por la distancia 1
(relativa a K) estará representada en nuestra instantánea por la distancia

( )
2
' v
Δ x =a 1− . . . .(7a)
c2
“Pero de lo que ha sido dicho, las dos instantáneas deben ser idénticas; por lo que Δx en (7)
[Δx = 1/a] deberá ser igual a Δx’ en (7a), de tal manera que obtenemos
2 1
a=
v 2 . . . . (7b)
1− 2
c
Con la finalidad de acomodar sus dislates matemáticos a la errónea fórmula de Lorentz,
Einstein despliega su último “razonamiento”.

v
2 1
Postula la igualdad de los incrementos de x y x’, 1/a = a 1− 2 , [ ( λ +µ )
c
=
( λ+ µ )
2 ( )
v2
1− 2
c ] ( )
2
2 1
a=
los cuales, mediante las transformaciones necesarias, se convierten en v2 [
1− 2
c

( )
( λ+ µ ) 2
1 1 ( λ+ µ ) 1
= a= =
2
√ v [ 2

2
v2 ] y después en 2
v ].
1− 2 1− 2 1− 2
c c c
Ya hemos visto que todas las ecuaciones de Einstein llevan, con una necesidad
ineluctable, a la nada matemática, al 0, la nulidad total. Esta última ecuación (7b), que
presenta como el resultado último de sus hábiles, brillantes y “bellas” operaciones
matemáticas, tiene fatalmente al mismo resultado. Es, como ya lo vimos, la expresión
1 1
a= ,a=0 ∴ =0

√ √
2 2
perfecta de lo nulo, de la nada: v v .
1− 2 1− 2
c c

44
Apoyado en esta arena movediza, Einstein se aventura a la reformulación de las
ecuaciones de la transformación de Lorentz.
“Las ecuaciones (6) y (7b) determinan las constantes a y b. Al insertar los valores de estas
constantes en (5), obtenemos la primera y la cuarta de las ecuaciones dadas en la sección
XI.”31
1
a 2= 2 ( λ+ µ ) ( λ−µ )
v = b/ac y v determinan a y ; al insertar estas constantes en x’ = ax-
1− 2 2 2
c
bct y ct’ = act-bx se obtienen:
x−vt
x'=


2
v
1− 2
c
y’ = y
z’ = z

v
t− .x
c2
t '=

√ 1−
v2
c
2

a las cuales, mediante transformaciones algebraicas (sustituyendo x por su valor ct en


ambas fórmulas), reduce a las siguientes formas simples:

x '=
( c−v ) t ( 1− ) t
v
c

√ v2 t '=
1− 2
c
√ v2
1− 2
c
[t > t’; en K’ el tiempo se ha reducido, los relojes marchan más lentamente, pero al
aplicarle el factor de Lorentz, aumenta y los relojes marchan más rápidamente]
Cómo Einstein ha podido obtener de ese baturrillo de fórmulas las ecuaciones finales del
factor de Lorentz es uno de los misterios más recónditos de la ciencia moderna.
Es evidente que estas ecuaciones no representan nada, son la expresión más rotunda de
la indigencia matemática de Lorentz y su sucesor Einstein; no tienen ningún valor
matemático o geométrico; constituyen una monumental estafa intelectual.
En la obtención por Einstein de las ecuaciones de transformación de coordenadas, a
través de las cuales establece la nueva forma del factor de Lorentz, encontramos una
situación terriblemente tragicómica.
Einstein sostiene que el movimiento del sistema de referencia K’ ha producido la
contracción de ct a ct’, en donde ct’ = ct – vt; tal cosa es, desde luego, físicamente
imposible; para seguir adelante con su razonamiento, el sabio tendría que haber buscado
la relación entre las distancias ct y ct’ para determinar la fórmula de la reducción
espacial, es decir, la proporción existente entre la distancia real y la distancia
metafísicamente reducida: ct/ct’. La ecuación que debería establecer Einstein sería
entonces: x’ = x – vt; una vez fijada la distancia x – vt, ésta se podría transformar
metafísicamente, dividiéndola entre c, para llegar así al tiempo dilatado t’. Tendría
entonces Einstein dos ecuaciones que expresarían clara e inequívocamente sus
aberraciones físicas de la contracción del espacio y la dilatación del tiempo: x’ = x – vt (x
contraída por el movimiento de K’) y t’ (dilatada igualmente por la traslación de K’) = x – vt
/ c; y todo esto sin necesidad de apelar ni a Maxwell ni a Lorentz.

31
Idem.

45
De lo que se trataba era de saber en qué medida x se contrae por efecto del movimiento de

√ √
2 2
v v
K’ (x relacionada directamente de alguna manera con 1− 2 , por ejemplo: x. 1− 2
c c
x
(disminución de x) o
√ 1−
v 2 (aumento de x)), pero absurdamente (en realidad,
c
2

torpemente), el docto físico enfoca sus innegables facultades a la determinación de la


x−vt


2
afectación que sufre x contraído (x’) por causa del movimiento: v . ¡A la disminución
1−
c2
de x que le atribuye como causa el movimiento de K (x - vt) le añade otra alteración por su
x−vt


2
propia cuenta : v !
1− 2
c
Según vemos, Einstein acumula absurdo sobre absurdo.
Como base de su teoría sitúa la aberración de la contracción del espacio y la dilatación
del tiempo; y para medirlas en su “thoght experiment” canónico, en el cual x’ (x contraído)
= x - vt, en lugar de hacerlo refiriéndose al elemento que va a acortar (x), lo hace sobre lo
que ya la poderosa mente del erudito ha reducido (x’).
Lo cómico viene en seguida. Después de cometer el gran error de tomar a x’ como sujeto de
la medición en lugar de x, ahora el campeón del manejo del espacio y del tiempo, a los
cuales anuncia que va a acortar y a agrandar respectivamente… los aumenta y los reduce,
x−vt
x '=
y no en el objeto que se ha propuesto (x), sino en otro distinto (x’):
√ 1−
v 2 , en donde
c
2


2
v , el denominado factor de Lorentz. El
x – vt (x’) es incrementado en la medida de 1− 2
c
inepto aprendiz de mago equivoca los conjuros y para colmo los aplica a objetos distintos a
los de su propósito original.
Más adelante, en el capítulo dedicado a la historia del factor de Lorentz, veremos cómo, a
pesar de sus errores físicos y matemáticos, Maxwell y Lorentz cuando menos son
congruentes con sus propios planteamientos. Maxwell sostiene que el movimiento de
traslación de la tierra produce un aumento de la extensión del viaje del rayo de luz en el
brazo longitudinal del interferómetro; de acuerdo con esto, establece la ecuación de la

( )
2
v
medida de ese incremento: 2 D 1+ , fórmula en la cual 2D, es decir, la longitud del
V2
doble viaje del rayo de luz en el brazo longitudinal del interferómetro, se incrementa, a
causa del movimiento de traslación de la tierra, en el monto que determina el más lejano

antecesor del factor de Lorentz,


( )
1+
v2
V2
. Por su parte, Lorentz mismo cuantifica la

fantasiosa reducción de las dimensiones de los objetos ocasionada por la traslación de la


1 p2 1 p2
tierra en l . , en donde l es la longitud del objeto y (el progenitor directo del
2 v2 l 2 v2 l
moderno factor de Lorentz) el monto de la reducción de la longitud del objeto.
Esa coherencia interna de sus proposiciones no significa en modo alguno que las

46
hipótesis y los desarrollos matemáticos de Maxwell y Lorentz en esta materia no sean
erróneos de punta a cabo.
En lo que respecta a la alteración del tiempo a causa del movimiento del sistema K, el
doctor Einstein se mete en un berenjenal más espeso aún.
Ya vimos cómo, con su enorme capacidad intelectiva, a puro seso como quien dice, realizó
el prodigio de que el mismo rayo se desplazase simultáneamente por dos espacios
diferentes: x (= ct) en el sistema fijo y x’ (= ct – vt) en el sistema móvil; el mismo rayo
recorre ahora, simultáneamente, una distancia x y otra < x. La mente portentosa del sabio
ha conferido a la luz una naturaleza verdaderamente prodigiosa: ser al mismo tiempo una
materia extendida y contraída, la cual despliega esas milagrosas características suyas
simultáneamente: en el espacio x se desplaza como materia extendida y en el espacio x’
como materia contraída en cierta medida, y los dos movimientos los realiza a una misma
velocidad c. ¡De verdad que todas estos trabajos solamente podían ser realizados por una
mente tan poderosa como la de este Hércules de la física moderna!
Una vez contraído el espacio y mantenida la velocidad de la luz para el rayo contracto, es
evidente que el tiempo que éste emplea en cubrir la distancia x’ es menor que la que él
mismo en su otro ser gasta en completar la distancia x. Y de la misma manera que le
otorga al mismo espacio dos dimensiones, concede al tiempo dos medidas, t y t’, en donde
'
t =t−
v
c2
vct vt v
( )
. x=t− 2 =t− = 1− t , que es el monto de la reducción del tiempo en
c c c
virtud del movimiento del sistema K’. En las propias palabras de Einstein, el tiempo t’ es
más largo que t; el reloj camina más lentamente en K’ que en K.
Al igual que en el caso del espacio, Einstein, con el fin de establecer el monto de la
reducción del tiempo en el sistema K’ ocasionada por su movimiento, no aplica el factor


de Lorentz al tiempo t (t. 1−
c
2
v ) sino al propio tiempo ya reducido
2
(√ )
(1− vc ) t
v
1− 2
c
2
. De esta

manera, tomándose el pelo a sí mismo, llega, por la vía del factor de Lorentz, a lo contrario
de lo que pretendía, es decir, al acortamiento del tiempo y a la aceleración de los relojes.
Es evidente, como ya lo señalamos en varias ocasiones en lo que antecede, que el factor de
Lorentz es la nada física, matemática y geométrica, debido a las torpezas y desatinos de su
reeditor, una risible bufonada y, por la pretensión de ser el fundamento de una nueva
física y una nueva visión del mundo, una verdadera estafa intelectual que se ha
prolongado por más de un siglo.
Einstein, manteniéndose en sus trece, expresa que esta derivación que ha hecho de la
transformación de Lorentz satisface la condición x’²-c²t’² = x²-c²t².
Aquí hay que señalar que en esto Einstein resbala y cae con un error de principiante.
Previamente había establecido que x’-ct’ = λ(x-ct), por lo que x’²-c²t’² no puede ser igual a
x²-c²t² a menos que esta parte de la ecuación se multiplique por el factor λ; en última
instancia, la proposición que establece Einstein, coherente con las de la contracción del
espacio y la dilatación del tiempo, es que lo igual es desigual al mismo tiempo.
Continuando su iluminadora disertación, Einstein nos dice que este resultado se puede
extender a y y z, los otros dos ejes del sistema cartesiano tridimensional.
Si suponemos un rayo de luz que se propaga desde el origen del sistema cartesiano hasta
el punto (x, y, z), entonces la longitud de su desplazamiento r se encontrará por medio de
la siguiente fórmula (teorema de Pitágoras en 3 dimensiones):
√ 2 2 2
r = x + y + z =ct ,
(Einstein admite expresamente que éste es el instrumento matemático-geométrico que
utiliza para refritear el factor de Lorentz y desarrollarlo hasta llegar a la formulación de la
llamada “ecuación de Lorentz”:
Pues tenemos buenas razones para suponer que el espacio de Minkowski 'libre de campo'

47
representa un caso especial permitido por las leyes de la naturaleza, y en general el caso
más sencillo que cabe imaginar. Un espacio semejante se caracteriza, en relación a su
propiedad métrica, por el hecho de que dx12+dx22+dx32 es el cuadrado de la distancia
espacial, medida con una regla unidad, entre dos puntos infinitesimalmente próximos de
una sección espacial tridimensional (teorema de Pitágoras) mientras que dx4 es la distancia
temporal -modificada con una unidad de tiempo conveniente- entre dos sucesos con (x 1, x2,
x3) comunes.32)
Elevando al cuadrado e igualando a 0 los términos de la ecuación, se obtiene
x²+y²+z²-c²t² = 0.
En el sistema de referencia móvil las ecuaciones serán:
( r )' = √ x '2 + y ' 2 + z ' 2=ct y x ' 2 + y ' 2 + z' 2−c2 t' 2=0.
De donde x’²+y’²+z’²-c²t’² = λ(x²+y²+z²-c²t²) y Einstein deduce de aquí que el factor de
Lorentz tiene validez para determinar la relación de las variables x, y, z de un evento en el
sistema de referencia fijo con las correspondientes x’, y’ z’ de un sistema de referencia
móvil. Así,
' y −vt ' z−vt
y= z=

√ √
2 2
v y v .
1− 1−
c2 c2
Tanto las ecuaciones originales de Lorentz como las que con base en ellas enuncia
Einstein son totalmente incorrectas, no expresan ningún tipo de vínculo real entre la
velocidad absoluta de la luz en el sistema fijo y su velocidad relativa respecto al sistema
móvil. No tienen ningún significado mecánico, físico, matemático ni geométrico, no enuncian
ninguna teoría, hipótesis, principio o ley física alguna: son totalmente fútiles.
Y llevadas al último extremo las disquisiciones de Einstein, esas ecuaciones son la
indefinición total, la inexistencia absoluta.
Es precisamente con base en este monstruoso engendro Lorentziano-einsteiniano que
Einstein confecciona su famosa ecuación (no aquella por la cual es conocido
popularmente, e=mc², la cual también es esencialmente errónea, sino la llamada
“ecuación de campo”), por la que intenta someter a una formulación matemática las
fuerzas que determinan la naturaleza y evolución del universo; es evidente que siendo su
fundamento falso y erróneo, tal ecuación constituye también un enorme desatino físico,
matemático, geométrico y, por sus pretensiones totalizadoras, cosmológico y filosófico.
La teoría cosmológica del big bang no es otra cosa que una “solución” a la “ecuación de
Einstein”, por lo que también constituye una abominable aberración teórica, como lo
veremos en la parte correspondiente.
Es evidente que se puede establecer una relación entre el viaje real del rayo de luz en el
sistema de referencia fijo y el viaje imaginario en el sistema de referencia móvil. Esto no
quiere decir, desde luego, que en virtud de las ecuaciones que ligan estas dos variables
pueda cobrar vida lo que no existe. Sólo se expresa que el mismo desatino conceptual se
puede presentar dentro del marco de una consistente derivación matemática.
Si partimos de las fórmulas originales proporcionadas por Einstein: x = ct, x’ = ct’ y x’ = ct-
vt, tenemos lo siguiente: si dividimos ct’ = ct-vt, entre c, obtenemos t’ = t-vt/c, si luego

dividimos ambos lados de la ecuación entre t, llegamos a


t ' t vt
= − = 1−
t t ct
vt
ct ( ) y si

por último multiplicamos los dos miembros de la ecuación por t alcanzamos

( vt
t ' = 1−
ct )
t ; y, por otro lado, de x’ = ct-vt dividida entre ct obtenemos x ' /ct=ct /ct−vt /ct ,

( ) ( )
' '
x vt x vt
que nos da = 1− y puesto que ct = x, llegamos a = 1− , que finalmente
ct ct x ct

32
Einstein, Albert, Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Ediciones Atalaya, S. A.,
Madrid, 1998, p. 83

48
'
queda x = 1−( vt
ct )
x o, lo que es lo mismo, x' = x-vt. La constante de Lorentz adquiriría así

forma y legitimidad matemática, 1−( vt


ct )
, fórmula fórmula que expresaría la relación entre

la velocidad y la extensión de un rayo luminoso en un marco de referencia fijo y aquellas


que establece, sobre el mismo rayo, un observador en movimiento, pero de ninguna
manera significaría lo que Lorentz y Einstein quieren, una relación cualitativa en la que el
movimiento produce la contracción del espacio y la dilatación del tiempo.

La representación geométrica del factor de Lorentz


La parte nuclear de los dislates einsteinianos se encuentra en la adopción del factor de
Lorentz como la medida de la contracción del espacio y la dilatación del tiempo en los
sistemas de referencia móviles.
El corazón de la teoría de la relatividad, el fundamento de la misma, es el instrumento
matemático llamado transformación de Lorentz, el cual se presenta como la negación y
superación de la transformación de Galileo. Einstein acepta esta fórmula en su totalidad,
sin restricción alguna, y la convierte en el basamento de sus tesis y con ello de la
moderna física relativista.
La transformación de Lorentz, que se conceptúa como un portento matemático de la era
moderna, es un catálogo de errores teóricos, geométricos y algebraicos en el que se
resumen los despropósitos en esta materia de Michelson-Morley y Lorentz.
Ya que en los sofisticados sistemas cartesianos de 3 ó más variables no fue posible
representar la relación entre los dos aspectos del movimiento (en el sistema de referencia
fijo y en el sistema móvil), se tuvo entonces que recurrir a un modesto sistema cartesiano
de dos ejes: el de las x, en el cual se consignan los valores del movimiento del sistema de
referencia móvil respecto del sistema de referencia fijo, vt, y el de las y, que contiene los
del movimiento material (rayo de luz, pasajero, etcétera) en el sistema de referencia móvil,
expresados como ct' con el fin de hacer honor al prejuicio teórico de la velocidad
invariante de la luz.
Einstein dotó a las ecuaciones de Lorentz de la “elegancia matemática” de la cual carecían
cuando salieron de las manos de este físico. Si despojamos a la formulación einsteiniana
de sus galas, entonces queda a descubierto la forma más simple, y por tanto más burda,
de obtener el factor de Lorentz: esto es, por medio de la aplicación del viejo teorema de
Pitágoras.
En esta formulación se atribuye, a priori, a la hipotenusa que artificialmente se extiende
entre los valores extremos de vt y ct', el valor del movimiento real, el cual se determina
como ct; se trata, en primer lugar, del clásico petitio principii, dar por supuesto lo que se
debe demostrar (que ct es la hipotenusa del triángulo rectángulo de base vt y altura ct’);
en segundo, se incorpora el prejuicio teórico, rotundamente falso, de la velocidad
invariante de la luz (su velocidad relativa es igual que su velocidad absoluta) y, en tercero,
se da al tiempo un valor distinto (tiempo local, lo denominan) que el tiempo normal,
general.
De acuerdo con esto se establecen las siguientes ecuaciones:
c2t2 = v2t2+c2t’2;
c2t’2 = c2t2-v2t2;
c2t’2 = (c2-v2)t2;

( ) ( )
2 2 2
'2 c v 2 v 2
(t ) = 2
− 2 t = 1− 2 t
c c c

49
(√ )
2
' v .
( t ) = 1− 2
t
c
y
c2t2 = v2t2+c2t’2;
c2t’2 = c2t2-v2t2;
y ya que
c2t’2 = x’2,
entonces

x' 2 c2 t 2−v 2 t 2 ( c −v ) t
( )
2 2 2
v2 2
= = = 1− t ;
c2 c2 c2 c2

x ' =( 1−v /c ) c t ;
2 2 2 2 2

y ya que
x2 = c2t2,
resultan

( )
x '2 = 1−
v2 2
c
2
x y

(√ )
2
v
x ' = 1− 2
x.
c

(√ ) v2
1− 2 es el llamado “factor” de Lorentz, el cual expresa, matemática y
c
geométricamente, en las torpes matemática y geometría Lorentz-einsteinianas, la
contracción del espacio y la dilatación del tiempo.
En esta derivación primigenia, más simple, del “factor” de Lorentz, resaltan nítidamente
los monumentales errores matemático-geométricos de Maxwell y Lorentz, aceptados y
sancionados por Einstein, los cuales son la “base de sustentación” de la teoría de la
relatividad y de su grotesco engendro, la teoría del “big bang”.
De la figura que hemos insertado, cuyo autor es Einstein, se desprende que x = ct’+vt;
para hacer entrar su deforme aberración conceptual en una fórmula matemática que
corresponda a una figura geométrica determinada, nuestros físicos postulan que x2 =
(ct’)2+(vt)2, en donde ct’ y vt son los catetos y x la hipotenusa de un supuesto triángulo
rectángulo que se forma en un sistema de ejes cartesianos. De acuerdo con esto,
√ 2 2
x= ( c t ) + ( vt ) ; pero ya hemos visto que de las mismas definiciones de Einstein se
'

desprende que x es =ct’+vt. Tenemos entonces dos valores que se asignan a x: ct’+vt y
√ ( c t ) +( vt ) , los cuales evidentemente no son iguales. Para poder desarrollar una fórmula
' 2 2

que represente las irracionales tesis de la alteración del espacio y del tiempo como efecto
de la traslación del sistema móvil, se abandona el valor primitivo de x previamente
establecido, se le proporciona uno distinto y sobre éste se construye todo el frágil
andamiaje del “factor” de Lorentz.

50
Esta transmutación de ct’+vt en √ ( c t ) +( vt )
' 2 2
es un ardid matemático-geométrico de la
peor especie, el cual se discurre con el deliberado propósito de llegar a un resultado
preconcebido, a la determinación del factor de algo inexistente, la contracción del espacio
y la dilatación del tiempo.
Toda la argumentación que lleva a la constitución del factor de Lorentz es, por tanto, falsa
tanto matemática como geométricamente y el factor mismo, además de desprovisto de
existencia real, una contrahechura científica de la peor especie.
Es evidente que no hay ninguna relación funcional entre los valores de la parte móvil del
eje de las x y los de la parte fija del mismo.
El error fundamental consiste, sin embargo, como ya lo explicamos anteriormente, en que
Lorentz, igual que Michelson-Morley, aplica un sistema de representación completamente
inadecuado, las coordenadas de un plano cartesiano formado por dos ejes
perpendiculares, a lo que es simple y sencillamente una relación entre dos variables que
se expresa plenamente por medio de dos líneas superpuestas que tienen un mismo punto
de origen y utiliza, con una torpeza increíble, un instrumento geométrico, el teorema de
Pitágoras, con el propósito de determinar algebraicamente las relaciones entre variables
que sólo tienen entre ellas una elemental razón aritmética: vt/ct y ct/vt.
√ 2 2
A partir de este disparate geométrico (ct = ( c t ' ) + ( vt ) ), mediante transformaciones
algebraicas de dudosa legitimidad, Lorentz llega al establecimiento de la constante λ, a la
cual concede un valor universal y con cuyo carácter es reconocida por Einstein.
Sea, como en la argumentación de Michelson Morley, un pulso de luz que se produce en
un sistema de referencia que se mueve en relación a un sistema fijo (ver el esquema
arriba insertado); entonces, vt será la medida del desplazamiento del sistema de
referencia móvil, ct la del movimiento del pulso de luz en relación con el sistema de
referencia fijo y, de acuerdo al supuesto irracional de Michelson y Lorentz sancionado por
Einstein, ct’ expresará el valor del movimiento del pulso de luz en el sistema de referencia
móvil.
La ignorancia geométrica de Lorentz, heredera de la de Michelson y Morley y progenitora
de la de Einstein, forma un triángulo rectángulo con el cateto que es la representación
geométrica en el plano cartesiano de la variable espacio-tiempo x, cuyo valor es igual que
el desplazamiento del marco de referencia móvil respecto del marco de referencia fijo, esto
es, vt, el segundo de los catetos, que representa la variable espacio-tiempo y con valor ct'
medido por el observador situado en el marco de referencia móvil y la hipotenusa, que
corresponde al movimiento apreciado por un observador desde el marco de referencia fijo
y tiene un valor ct. La fórmula general que la ignorancia física postula de la relación entre
estas variables, es la siguiente: (ct)2 = (vt)2+(ct’)'2. Las relaciones del valor de estas variables
las definen Lorentz, y tras de él Einstein, por el teorema de Pitágoras: el cuadrado de la
hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos, y de ahí se extraen las
diversas fórmulas necesarias para resolver las incógnitas que se quiera. Por
transformaciones algebraicas normales, se derivan las ecuaciones de Lorentz que nos dan
la llamada “alteración” del tiempo t→t’ y del espacio x→x’ para el observador del sistema
de referencia móvil.
El error fundamental de las ecuaciones de Lorentz se encuentra en la consideración de la
velocidad de la luz como invariante (esto es, que su velocidad es la misma absoluta y
relativamente) y en el postulado de la existencia de un espacio y un tiempo especiales,
distinto del espacio y el tiempo generales (una aberración).
Con todo esto, ya tiene Einstein a la mano los elementos para reducir el absurdo a una
fórmula matemática (la misma que previamente había desarrollado Lorentz, por lo cual ni
siquiera una mínima originalidad puede atribuirse en esto al padre de la física moderna).
Porque Einstein está tomando acríticamente una formulación completamente errónea de
Lorentz: 1o., los dos catetos, las variables x y y, no están en una relación funcional entre
ellos, en la que los movimientos se impliquen mutuamente y el resultado de su recíproca
determinación sea otro desplazamiento de tal o cual magnitud; las dos variables son
totalmente independientes, ninguna de ellas produce efecto alguno sobre la otra y su

51
única relación es la de coincidencia en un espacio y un tiempo dados; de esta suerte, la
representación del movimiento que se produce en el sistema de referencia móvil y de su
relación con el sistema de referencia fijo no puede ser hecha por medio de ningún sistema
cartesiano ni de otro tipo (a lo sumo, la expresión gráfica de estas dos variables podría ser
un par de líneas superpuestas, una fija y otra móvil, ambas con un mismo origen) ni los
valores de esas variables obtenerse por medio del teorema de Pitágoras; 2o., además, la
variable y está determinada falazmente, pues su velocidad se hace igual a la del
movimiento en el sistema de referencia fijo; así, en el caso del tercer ejemplo de Einstein
se considera que la velocidad de la luz emitida en el sistema de referencia fijo es igual a la
que tiene en relación con el sistema de referencia móvil, esto es, c =c-v.
En resumen, los valores absolutos y relativos de un movimiento del tipo de los que Einstein
pone como ejemplo no pueden ser expresados en ningún sistema de coordenadas
cartesianas o de otro tipo, ni determinarse sus valores por medio del teorema de Pitágoras.
Confrontaremos ahora el factor de Lorentz obtenido por Einstein con un ejemplo
numérico de su “thought experiment”.
Sea un rayo luminoso que se desplaza por el eje de las x de un sistema de coordenadas
fijo (K) a la velocidad c; sea un sistema de coordenadas móvil (K’) cuyo eje de las x' corre a
lo largo del eje de las x del sistema fijo a la velocidad v = 100,000 kms./s. A los dos
segundos, el rayo de luz se encontrará en x = 600,000 kms. y en x' (x' = x-vt) = 400,000
kms.
La primera fórmula de Einstein es:

;
sustituyendo, tenemos, x' = ¡424,264.068713!
De acuerdo con los planteamientos originales de Einstein (ver la última gráfica), el rayo
llega al punto x en el eje de las x del marco de referencia fijo y al punto x' en el eje de las
x' del marco de referencia móvil; los puntos x y x' son absolutamente coincidentes. De
aquí se sigue, por necesidad, que x' es igual a x-vt o, dicho de otra manera, igual a ct-vt.
Lo que el prestidigitador Einstein intenta establecer es el factor por el que se tiene que
multiplicar x para obtener x', esto es, ct para llegar a ct-vt, considerado este último
elemento -al que Einstein denomina ct'- como el mismo ct pero contraído por la velocidad
del marco de referencia móvil. El problema queda planteado así: x' = λx; y lo que se tiene
que determinar es el factor λ. Encontrado este factor, su multiplicación por x tendría que
producir por necesidad la distancia ct-vt -designada por Einstein ct'-. Lo que Einstein
pretende haber encontrado es precisamente ese factor. En el ejemplo que hemos aducido,
la fórmula de Einstein lleva a un resultado asombroso: la distancia ct-vt, por definición
igual que ct', es mayor cuando se le aplica el disparate matemático lorentzeinsteiniano. El
torpe mago ha equivocado los conjuros ¡y en lugar de contraer el espacio, como era su
propósito, lo ha expandido!
La segunda fórmula es:

y si sustituimos por los valores de nuestro ejemplo, obtenemos t' = 1.41421356223, es


decir, que los dos segundos se contraen a 1.41421356223 segundos.
En el mundo físico real, los 400,000 kilómetros, que es el valor de x’ (x’ = ct-vt) establecido
por el propio Einstein, serían recorridos en dos segundos a la velocidad relativa de la luz
(c-v) de 200,000 kilómetros por segundo; en el topos metafísico einsteiniano serían
cubiertos en 1.333333 segundos a la velocidad de la luz, por lo que cada segundo del
sistema de referencia K equivaldría a 0.625 segundos en el sistema K’; por medio de la
aplicación del factor de Lorentz, varita mágica del nigromante Einstein, se obtiene que la

52
distancia x’ es transitada por el rayo de luz en 1.41421356223 segundos, es decir, que
cada segundo de K equivale a 0.707 segundos de K’; el despistado brujo, que fatalmente
es dominado por sus invocaciones, en lugar de dilatar el tiempo lo ha contraído desde
0.625 a 0.707 segundos por cada segundo.
El resultado del “thought experiment” einsteiniano se da de golpes con los supuestos
“teóricos” del mismo. En realidad, lleva a una conclusión diametralmente opuesta a la
que el “sabio” había establecido: conforme a su esotérica fórmula, ¡el espacio se expande
de 400,000 a 424,264 kms. y el tiempo se contrae en K’ de 0.625 a
0.70710678111segundos!

La constante de Lorentz como el factor con el que se cuantifica la contracción


del tiempo y la dilatación del espacio.

En el capítulo XII de la obra en estudio, Einstein, después de que en los capítulos


anteriores ha expuesto los diversos ejemplos que a su entender demuestran la relatividad
del tiempo y el espacio (distancia) y habiendo cocinado un refrito de las ecuaciones de
Lorentz, sigue adelante con la determinación de la medida de esa relatividad mediante la
aplicación de la constante de Lorentz.
La relatividad de la distancia la mide de la siguiente manera:
Coloco una regla de un metro en el eje x’ de K’ de tal manera que un extremo (el inicial)
coincida con el punto x’=0, en tanto que el otro extremo (el final de la regla) coincida con el
punto x’=1. ¿Cuál es la longitud de la regla con relación al sistema K? Para saber esto
necesitamos solamente preguntarnos en dónde el principio y el final de la regla caen con
respecto a K en un tiempo particular t del sistema K. Por medio de la primera ecuación de la
transformación de Lorentz los valores de esos dos puntos al tiempo t=0 se pueden mostrar
como sigue:

(√ )
2
v
x (inicio de la regla)= 0. 1− 2
c

(√ )
2
v
x (final de la regla)= 1. 1− 2
,
c
siendo la distancia entre los puntos


2
v .
1−
c2
Pero la regla de un metro se está moviendo con la velocidad v con relación a K. De aquí se
sigue que la longitud de una regla rígida de un metro que se mueve en la dirección
longitudinal con una velocidad v es

(√ )
2
v
1− 2
de metro.
c
La regla rígida es más corta cuando está en movimiento que cuando se encuentra en reposo y
en cuanto más rápidamente se mueve, más corta es. (subrayado por GRE) Para la velocidad
v=0 tendríamos

(√ )
2
v
1− 2
=0 , y para velocidades aún más grandes la raíz cuadrada sería imaginaria. De
c
esto podemos concluir que en la teoría de la relatividad la velocidad c tiene el papel de una
velocidad límite, la cual no puede ser alcanzada ni excedida por cualquier cuerpo real.
Si, por el contrario, consideramos una regla de un metro en reposo en el eje de las x con
respecto a K, entonces encontraremos que la longitud de la regla juzgada desde K’ tiene que

(√ )
2
v
ser 1− 2
; lo que está en acuerdo con el principio de la relatividad que forma la base
c

53
de nuestras consideraciones.
A priori es suficientemente claro que debemos estar en posibilidad de aprender algo acerca
del comportamiento de las reglas y relojes de medición a partir de las ecuaciones de
transformación, ya que las magnitudes x, y, z, t, no son otra cosa que los resultados de
mediciones que se obtienen por medio de reglas y relojes. Si hubiésemos basado nuestras
consideraciones en la transformación de Galileo no habríamos podido obtener una contracción
de la regla como una consecuencia de su movimiento (subrayado por GRE).
La medición de la relatividad del tiempo es presentada en lo que sigue:
Consideremos ahora un reloj que marca segundos y está permanente situado en el origen
(x’=0) de K’. t’=0 y t’=1 son los sucesivos tics de este reloj. La primera y cuarta ecuación de
la transformación de Lorentz da para estos dos tics:
t[‘]=0
y

t[‘]=
1 .
√¿ ¿ ¿
Desde el punto de vista de K, el reloj se está moviendo con la velocidad v; según se juzga de
este cuerpo de referencia, el tiempo que transcurre entre dos tics del reloj no es un segundo

sino 1/
(√ )
1−
v2
c2
segundos, esto es, un tiempo algo más largo. Como consecuencia de su movimiento el reloj
camina más lentamente que cuando está en reposo (subrayado por GRE). Aquí también la
velocidad c juega la parte de un límite de velocidad insuperable. 33
La regla de un metro, unidad de medida del espacio, se reduce, en el sistema de
referencia móvil K’, a causa del movimiento, en la medida de la constante de Lorentz:

(√ )
2
v
1− y el reloj, instrumento que cuantifica el tiempo, camina, en ese mismo sistema,
c2

(√ )
2
v .
más lentamente, debido al movimiento, en un monto igual a 1− 2
c
En una burda metáfora, en la cual sustituye el espacio y el tiempo sustanciales por sus
unidades e instrumentos de medida, Einstein utiliza la fórmula de Lorentz, a la cual
desde luego le ha atribuido el carácter de una constante física, en la determinación de la
magnitud en que el espacio debe contraerse y el tiempo dilatarse a causa del movimiento
relativo.
En lo anterior, Einstein sufre una confusión lamentable entre las unidades de medida del
espacio y el tiempo, los instrumentos de medición respectivos (regla y reloj) y el espacio y
el tiempo sustanciales; las primeras no pueden modificarse de manera alguna por ningún
tipo de movimiento o relación y en todo caso sólo puede hacerse más precisa o exacta su
determinación y aplicación mediante el progreso de los métodos e instrumentos de
medición; cualquier alteración física que reglas y relojes pudieran tener por efecto de la
velocidad, únicamente afectaría su capacidad de realizar eficazmente su función
específica, pero no tendría efecto alguno ni sobre los objetos ni los movimientos medidos,
mucho menos sobre la sustancia del tiempo y del espacio; por su parte, como ya vimos en
las discusiones anteriores, el espacio y el tiempo sustanciales tampoco pueden ser
afectados por el movimiento relativo. Einstein pasa alegremente, sin motivo, de uno a otro
concepto, de las unidades y del instrumento de medición a la sustancia del espacio y el
tiempo, los utiliza indistintamente, los mezcla en forma arbitraria y extrae de ellos
consecuencias que son científicamente falsas en su totalidad.
En el texto transcrito, que es parte del mismo trabajo en el que establece las ecuaciones
fundamentales del factor de Lorentz, Einstein ha abjurado de sus fórmulas originales, en

33
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, XII The behaviour of measuring–rods
and clocks in motion, pp. 42-44

54
las que determinaba el valor de x’ = x dividido entre el factor de Lorentz -lo cual daba
como resultado necesario la dilatación del espacio y la contracción del tiempo- y las ha
sustituido con la que sería la expresión correcta -en los términos de los propios supuestos
einsteinianos-: x’ = x multiplicado por el factor de Lorentz, formulación que sí lleva a la
aberración teórica de Einstein de la contracción del espacio y la dilatación del tiempo; así
se mueve el pensamiento del sabio, entre contradicciones y sinsentidos, a lo largo de to-
dos sus trabajos teóricos.

Como acabamos de ver en páginas anteriores, el factor o constante de Lorentz no expresa


nada en el terreno de la física, es falso y erróneo de principio a fin.
Sin embargo, Einstein lo ha hipostasiado como una constante de validez universal,
aplicable a todos los fenómenos físicos.
Tan sólo es necesario determinar un movimiento material del cual se conoce su velocidad
en un sistema de referencia en reposo, para en seguida aplicar la constante de Lorentz y
expresar esa velocidad en relación a un sistema de referencia móvil que se desplaza a
velocidad v, y viceversa.
Einstein ha dado a su desatino un carácter universal.
Teniendo como base el anticientífico factor de Lorentz (con los aderezos que le ha añadido
el sabio por antonomasia) y las elucubraciones sobre un espacio-tiempo
cuadridimensional, Einstein continúa con el desarrollo de su teoría y de la representación
matemático-geométrica de la misma.

55
CAPITULO III

Historia de la transformación de Lorentz

La fórmula de la transformación de Lorentz, basamento indiscutible de la teoría de la


relatividad einsteiniana, tiene una peculiar historia.
Primero Albert Abraham Michelson en 1881, y después este mismo y Eduard Morley en
1887, diseñaron y llevaron a la práctica un experimento que tenía como finalidad
demostrar la existencia del éter. No ha habido en la historia de la física una sustancia o
materia más elusiva que ésta. Para unos es una materia sutilísima que en reposo llena
totalmente el espacio y en su seno se producen los movimientos de los astros y los
desplazamientos de las ondas electromagnéticas y luminosas, sin afectarlos, solamente
constituyendo el medio en el cual se realizan sus traslaciones; para otros, el éter tiene un
movimiento propio que influye en el de los cuerpos y las ondas y éstos, a su vez, al
moverse actúan sobre aquel.
Michelson, en su trabajo de 1881,The Relative Motion of the Earth and the Luminiferous Ether, y
Michelson y Morley, en el que escribieron en 1887, On the relative Motion of the Earth and the
Luminiferous Ether, se adhieren a la teoría del éter en reposo; tomándolo como un marco de
referencia fijo, postulan que un rayo de luz que se emita en la superficie terrestre, entre
dos puntos definidos, requerirá tiempos distintos para ir de uno a otro y volver, de
acuerdo con la dirección en que se irradie.
Asumiendo entonces que el éter esté en reposo, la tierra moviéndose a través del mismo, el
tiempo requerido por la luz para ir de un punto a otro en la superficie de la tierra dependerá
de la dirección que tenga su viaje.34
En la teoría ondulatoria, de acuerdo con Fresnel, primero, se supone que el éter está en
reposo excepto en el interior del medio trasparente, en el cual, en segundo lugar, se supone
se mueve con una velocidad menor que la del medio en la razón n 2-1/n2, donde n es el
índice de la refracción. Estas dos hipótesis proporcionan una explicación completa y
satisfactoria de la aberración. La segunda hipótesis, no obstante su aparente
improbabilidad, debe ser considerada totalmente probada, primero, por el celebrado
experimento de Fizeau, y segundo, por la confirmación de nuestro propio trabajo. La prueba
experimental de la primera hipótesis es el objeto del presente trabajo. 35
Más exactamente, Michelson sostiene la hipótesis de que un rayo de luz que es
proyectado en la dirección del movimiento de la órbita de la tierra entre dos puntos
separados por la distancia D empleará un tiempo mayor para ir de uno a otro punto y
volver del que se tardaría otro rayo luminoso que se emita en sentido transversal a la
órbita terrestre para cubrir esa misma extensión, o del que consumiría el rayo en un
doble viaje similar suponiendo a la tierra en reposo; el mayor tiempo que consume el rayo
horizontal está directamente relacionado con el movimiento terrestre. El éter en reposo es
aquí considerado como el marco de referencia fijo, en relación al cual se mide el
movimiento de la tierra en su órbita.
En su trabajo de 1881 Michelson establece en primer lugar el marco teórico del
experimento con el que pretende probar sus hipótesis:
1. El éter existe y está en reposo.
34
Michelson, Albert A., Master, U. S. Navy, The Relative Motion of the Earth and the Luminiferous
Ether, American Journal of Science, 1881, 22: 120-129
35
Michelson, Abraham Albert and Morley, Eduard, On the relative Motion of the Earth and the
Luminiferous Ether, American Journal of Science, 1887, 34 (203): 333-345

56
2. En la superficie terrestre, el tiempo en el que la luz recorre el camino de ida y vuelta
entre dos puntos orientados en la dirección de la órbita terrestre, es mayor que el tiempo
en que un rayo de luz va y viene entre dos puntos, separados por una distancia igual,
alineados en sentido transversal al desplazamiento de la tierra.
Marco teórico:
Sea V la velocidad de la luz,
v = la velocidad de la tierra respecto al éter,
D = la distancia entre los dos puntos,
d = la distancia que la tierra se mueve mientras la luz viaja de un punto a otro y
d1 = la distancia que la tierra se mueve cuando la luz se desplaza en sentido opuesto.
Se supone que la dirección de la línea que une los dos puntos coincide con la dirección del
movimiento de la tierra, y sean T = el tiempo requerido por la luz para ir de un punto a otro
y T1 = el tiempo requerido por ella para ir en la dirección opuesta. Por último, sea T 0 el
tiempo requerido para hacer el recorrido si la tierra estuviese en reposo.
En consecuencia,
( D+ d ) d ( D−d ) d 1
T= = y T 1= = .
V v V v
Dv Dv
De estas relaciones encontramos d= y d 1=¿
( V −v ) (V + v )
D D 2T 0 v V ( T −T 1 )
De donde T= y T 1= ; T −T 1= más o menos y v= .
( V −v ) (V + v) V 2T 0
Si ahora fuese posible medir T–T1, ya que V y T0 son conocidos, podríamos encontrar v la
velocidad del movimiento de la tierra a través del éter.
En una carta publicada en “Nature” poco después de su muerte, Clark Maxwell estableció
que T–T1 podría ser calculado midiendo la velocidad de la luz por medio de los eclipses de
los satélites de Júpiter en períodos cuando el planeta se encuentra en diferentes direcciones
de la tierra; ya que para este propósito las observaciones de estos eclipses deben exceder
grandemente en exactitud a aquellos que se habían obtenido. En la misma carta también
se establecía que la razón por la cual algunas mediciones no podrían ser hechas en la
superficie terrestre era que no existía un método para medir la velocidad de la luz que no
implicara la necesidad de hacer a la luz ir de vuelta en su camino, movimiento en que se
perdería casi tanto como se ganaba en el viaje de ida. La diferencia, que depende del
cuadrado de la razón de las velocidades (v/V)2 de acuerdo a Maxwell, es demasiado pequeña
para ser medida.
Lo que sigue intenta mostrar que, con la longitud de onda de la luz amarilla como un
estándar, la cantidad, si existe, es fácilmente medible.
Usando la misma notación anterior tenemos
D D
T= y T 1=¿ .
( V −v ) (V + v)
Todo el tiempo ocupado en ir y volver es
V
T + T 1=2 D 22.
V −v
Si, sin embargo la luz viaja en una dirección de ángulo recto en relación con el movimiento
de la tierra, entonces no sería afectada en absoluto y el tiempo de ida y vuelta será
2D
=2 T 0.
V
La diferencia entre los tiempos T + T1 y 2T0 es
1 1 v2 v
2
2 DV − , τ =2 DV , o casi 2 T 0 2 ..
V 2 ( V 2−v 2 )
2 2 2
V −v V V
En el tiempo τ la luz deberá viajar una distancia
2 2
v v
Vτ =2 V T 0 2
2D 2
V V
Esto es, la distancia actual que la luz viaja es en el primer caso es más grande que en el

57
2
v
segundo por la cantidad 2D .
V2
Considerando solamente la velocidad de la tierra en su órbita, la razón v/V = 1/10,000
aproximadamente y v2/V2 = 1/100,000,000. Si D = 1,200 milímetros, o en longitud de onda
de la luz amarilla: 2,000,000, entonces en términos de la misma unidad
v2
2D = 4/100.
V2
Si, entonces, es construido un aparato de tal manera que se permita a dos rayos de luz, que
han viajado por caminos en ángulo recto uno respecto del otro, interferirse, el rayo que ha
viajado en la dirección del movimiento de la tierra, habrá viajado en realidad 4/100 de
longitud de onda más allá de lo que lo hubiera hecho si la tierra hubiese estado en reposo.
El otro rayo que se encontraba en ángulo recto a ese movimiento no sería afectado.
Si, ahora, el aparato es girado 90º, de tal manera que el segundo rayo se mueve en la
dirección del movimiento de la tierra, su camino se habrá alargado 4/100 de longitud de
onda. El cambio total en la posición de las bandas de interferencia sería 8/100 de la
distancia entre las bandas, una cantidad fácilmente medible. 36
En el trabajo de 1887 Michelson y Morley hacen una formulación matemática que tiene
ligeras diferencias con la de 1881.

Figura No. 4

Sea sa, fig. 1, un rayo de luz que es en parte reflejado en ab, y en parte transmitido en ac,
siendo retornados por los espejos b y c a lo largo de ba y ca. ba es parcialmente transmitido
a lo largo de ad, y es parcialmente reflejado a lo largo de ad. Si entonces los caminos ab y
ac son iguales, los dos rayos interfieren a lo largo de ad. Supongamos ahora, estando el éter
en reposo, que todo el aparato se mueve en la dirección sc, con la velocidad de la tierra en
su órbita, las direcciones y distancias recorridas por los rayos serán entonces alteradas: el
rayo sa es reflejado a lo largo de ab, fig. 2; el ángulo bab siendo igual a la aberración = a,
es retornado a lo largo de ba, (aba‚ = 2a), y se dirige al foco del telescopio, cuya dirección es
inalterada. El rayo transmitido que se mueve a lo largo de ac, es retornado a lo largo de ca,
y es reflejado a a, haciendo cae igual 90-a, y, por lo tanto coincidiendo aún con el primer
rayo. Debe ser remarcado que los rayos ba y ca, no se encuentran exactamente en el
mismo punto a ya que la diferencia es del segundo orden; esto no afecta la validez del
razonamiento. Encontremos ahora la diferencia en los dos caminos aba y aca.
Sean
V = la velocidad de la luz.
v = la velocidad de la tierra en su órbita.

36
Michelson, Albert A., op. cit., pp.120-122.

58
D = la distancia ab o ac, fig. 1.
T = el tiempo que la luz ocupa en pasar de a a c.
T 1= el tiempo que la luz ocupa para retornar de c a a (fig.2)
D D V
Entonces, T = , T 1= . El tiempo total de ida y vuelta es T + T 1=2 D 2 2 y
V −v V +v V −v

( )
2 2
V v
la distancia recorrida en este tiempo es 2D 2 2
=2 D 1+ 2 omitiendo términos de
V −v V
cuarto orden.

√( )
2
v
La distancia del otro camino es evidentemente 2D 1+ 2
o, con el mismo grado de
V

√( )
2 2
v v
precisión 2D 1+ 2
. La diferencia es entonces D 2
. Si ahora todo el aparato es
2V V
girado 90º, la diferencia será en la dirección opuesta; por consiguiente, el desplazamiento de
2
v
las franjas de interferencia deberá ser 2D 2 . Considerando sólo la velocidad de la tierra
V
en su órbita, éste debería ser 2Dx10 -8. Si, como en el caso del primer experimento, D =
2x106 ondas de luz amarilla, el desplazamiento esperado sería 0.04 de la distancia entre las
franjas de interferencia.37

El propósito de Michelson es probar que el éter es una materia sutilísima en reposo, a


través de la cual la tierra se mueve en su órbita alrededor del sol. Para lograrlo requiere
de un marco de referencia fijo con respecto al movimiento terrestre, en relación al cual
sea posible determinar la velocidad de traslación del globo terráqueo. Según Michelson, si
se logra medir la velocidad de la tierra en su órbita se estará así probando que el éter –
marco de referencia de esa medición- existe y está en reposo. Con esto en mente, fragua
una hipótesis y diseña un experimento para comprobarla.
Según sus proposiciones teóricas, un rayo de luz que se desplace entre dos puntos
definidos de la superficie terrestre, en el mismo sentido que el de la traslación de la tierra,
deberá recorrer una distancia mayor por un monto equivalente a la extensión del trayecto
cubierto por el planeta en su órbita solar en el período de tiempo en el que el rayo viaja de
uno a otro de los puntos determinados. Hace D la distancia entre los dos puntos y d la
distancia que recorre la tierra en el tiempo en el que el rayo va de uno a otro extremo de
D.
Su primer postulado matemático es, por tanto, D+d = a la distancia total recorrida por el
haz luminoso entre los extremos de D. Ese espacio es transitado a la velocidad de la luz,
V, por lo que el tiempo T de viaje del rayo de luz es igual a D+d/V.
Su segunda proposición expresa que un rayo de luz que se desplace en sentido contrario
a la traslación de la tierra recorrerá una distancia total igual a D-d, por lo que el tiempo T1
que emplea en su viaje será igual a D-d/V.
De acuerdo con esto, el viaje en el sentido de la traslación terrestre será 2d mayor que el
viaje en el sentido contrario y la suma de los dos será 2D.
Michelson necesitaba comparar la distancia recorrida por el rayo de luz en el sentido de la
traslación de la tierra con el movimiento de un pulso luminoso que no estuviera afectado
por aquella, para de esta manera poder determinar la distancia recorrida por el planeta y
la velocidad de su desplazamiento. Su hipótesis fundamental es que la suma del recorrido
en el sentido del y contrario al movimiento orbital de la tierra es mayor que la suma de
dos movimientos idénticos no influenciados por la traslación del planeta.
Para fundamentar su hipótesis se vale, en su escrito de 1881, de dos recursos teóricos: 1)
supone una tierra en reposo, sin movimiento orbital, por lo que las distancias recorridas

37
Michelson, Abraham Albert and Morley, Eduard, op. cit., pp.35-36

59
por los rayos de luz en los viajes opuestos serán igual a D y los tiempos utilizados igual a
D/V en uno y otro sentido y 2) estima que un rayo de luz que viaje de ida y vuelta en
dirección transversal a la órbita terrestre no se verá influido por la traslación del planeta
y entonces las distancias serán igual a D y los tiempos a D/V.
En sus razonamientos teóricos utiliza indiscriminadamente estos dos expedientes.
Michelson ha cometido hasta aquí dos errores teóricos fundamentales.
El primero de ellos consiste en que considera que el movimiento del rayo de luz y la
traslación de la tierra son independientes uno del otro, pero tienen su origen en el mismo
punto fijo del éter. Una vez que el rayo ha sido emitido sigue su curso a una velocidad
determinada, mientras que la tierra, por su parte, se desplaza a otra velocidad; según
esto, la tierra lleva consigo en su movimiento los puntos extremos entre los que se
desplaza el pulso luminoso, pero no así al rayo mismo; de esta suerte, el extremo final se
va alejando en una medida determinada y el rayo tiene que “alcanzarlo” en un punto más
adelantado del marco de referencia fijo que es el éter.
Los puntos terminales de la distancia D están firmemente adheridos a la tierra por la
fuerza de gravedad que ésta ejerce sobre ellos; es por eso que se desplazan
simultáneamente con ella. El rayo de luz es una especie de materia que también está
sujeta a la atracción de la tierra, por lo que igualmente es arrastrado por el movimiento
orbital del planeta, de tal manera que se mueve a su velocidad específica V dentro del
espacio D y al mismo tiempo, junto con este espacio, se desplaza a la velocidad v al parejo
con la tierra en su órbita. La distancia que la luz recorre en cualquier sentido sobre la
superficie de la tierra será siempre, por necesidad, igual a D, la velocidad a la que lo hace
igual a V, la velocidad característica de la luz, y el tiempo de su recorrido igual a D/V.
El segundo error teórico de Michelson se encuentra en la suposición de que el espacio
total recorrido por el rayo de luz en el sentido del movimiento de la órbita terrestre es
mayor que la distancia viajada transversalmente por la luz en los movimientos de ida y
vuelta entre dos puntos separados por la distancia D.
De acuerdo con los mismos supuestos de Michelson – viaje de ida igual a D+d y viaje de
vuelta, D-d-, el viaje en el sentido de la traslación terrestre será 2d mayor que el viaje en
el sentido contrario, pero la suma de los dos será 2D, por lo que no habrá diferencia con
lo que sucede cuando se considera a la tierra en reposo o con el movimiento transversal.
Michelson mismo ha dejado sin materia sus hipótesis y experimentos.
Michelson utiliza, en sus devaneos teóricos, dos pares de fórmulas:
D+ d D−d D D
T= , T 1= y T= , T 1= .
V V V −v V +v
D+ d
Del primer par, T = es el tiempo que la luz tarda en hacer el recorrido entre los
V
D−d
puntos extremos de D en la dirección de la órbita terrestre y T 1= aquel en el que el
V
pulso luminoso se traslada en el sentido opuesto, de uno a otro extremo de D.
D+d es la distancia que recorre la luz que se desplaza entre los extremos de D. D es la
distancia que existe entre esos dos puntos terminales y d la que el espacio D se mueve
durante el recorrido D+d de la luz a causa de la traslación terrestre. El rayo debe recorrer
una distancia d adicional a D para poder alcanzar el punto final de D, el cual se ha ido
alejando por efecto del movimiento orbital de la tierra.
El viaje de ida es 2d mayor que el de vuelta y éste es 2d menor que aquel, por lo que
ambos se compensan y la suma de los mismos es igual a 2 D/V .
El tiempo total recorrido por el rayo de luz en ambos sentidos es 2 D/V , la distancia total,
2D, y la velocidad a la que viaja es la de la luz, (300,000 kms./s).
El tiempo del doble viaje transversal o el longitudinal con la tierra en reposo de la luz lo
determina Michelson como 2T0.
Por tanto, 2 D/V =2 T 0, es decir, que el tiempo de ida y vuelta del desplazamiento
longitudinal de la luz en el segmento D es igual que el tiempo de ida y vuelta en el sentido

60
transversal, aun considerando el movimiento orbital de la tierra.
De estas fórmulas de Michelson no hay forma de obtener ninguna diferencia entre los
tiempos del viaje total de la luz en el sentido longitudinal y transversal, ya sea que se
considere a la tierra en reposo o en su viaje orbital.
De acuerdo con los supuestos y las fórmulas establecidos por el propio Michelson no hay
diferencia alguna entre la suma de los viajes de ida y vuelta de un rayo de luz que tienen
lugar entre los puntos extremos de un segmento D situado en la superficie de la tierra y
orientado en el sentido del movimiento orbital del planeta y la de aquellos que se realizan
en un segmento de la misma extensión considerando a la tierra en reposo u orientado
transversalmente a la órbita terrestre. Michelson mismo ha dejado sin materia sus hipótesis
y experimentos.
Con una audacia admirable, Michelson, sin reconocer la inanidad de sus especulaciones
y, al contario, tomándolas como verdades irrefutables, con base en ellas se lanza a
explorar otro camino por el cual pretende encontrar a toda costa la diferencia deseada.
Michelson pone en funcionamiento el segundo par de fórmulas que ha establecido:
D D
T= y T 1= .
V −v V +v
Se trata todavía de determinar el tiempo de ida y vuelta del rayo de luz por el camino
longitudinal bajo la influencia del movimiento de traslación de la tierra para compararlo
con el mismo viaje en el cual se supone a la tierra en reposo, o con el viaje transversal, al
que se reputa como no afectado por el movimiento del planeta.
En la fórmula original, T es el tiempo que consume el rayo de luz en su traslado de uno a
otro extremo del segmento D. Este viaje es la suma de las distancias D y d, es decir, de la
extensión que hay entre los términos del segmento D y la que la tierra recorre en el
tiempo en que el rayo alcanza el extremo oriental. La velocidad a la que el rayo se mueve
en este espacio es la de la luz.
D
En la nueva fórmula, T = , Michelson sustituye el total de la distancia recorrida por
V −v
el rayo en su camino de ida con la parte D del mismo y le atribuye una velocidad, V-v,
menor que la de la luz; esta fórmula de ninguna manera mide ni el tiempo empleado, ni la
distancia recorrida, ni la velocidad alcanzada por el rayo de luz en su camino de ida . El
tiempo T en el primer juego de fórmulas y el tiempo T en el segundo son, de acuerdo con
Michelson, el tiempo que consume el pulso de luz en su camino de ida en el segmento D
situado sobre la superficie terrestre; por tanto, para él ambos son iguales. Pero en el
desarrollo de sus ecuaciones, Michelson entra en contradicción consigo mismo y hace a
D+d = D y a V = V-v. Encaramado sobre este absurdo matemático y ontológico, Michelson
sigue adelante tratando de encontrar la diferencia que ha postulado.
Originalmente T1 es el tiempo empleado por el rayo de luz en su desplazamiento desde el
extremo oriental del segmento D hasta el punto final opuesto. Como ese movimiento es en
sentido contrario a la órbita de la tierra, entonces la distancia recorrida por el rayo para
llegar al término contrario de D es la propia extensión de este segmento menos la
distancia que en el mismo lapso de tiempo recorre la tierra en su órbita. La velocidad del
rayo es, como en el caso anterior, la de la luz.
D
En la fórmula que ahora propone Michelson, T 1= , la distancia recorrida por el rayo
V +v
en su camino de regreso es mayor que aquella primitivamente establecida: D-d, y la
velocidad a la que lo hace, más grande que la velocidad de la luz. Es evidente, por lo
tanto, que el tiempo T1 tiene un valor distinto en las dos fórmulas presentadas por
Michelson y que la segunda se da de golpes con los supuestos e hipótesis que el propio
físico había establecido. En efecto, presenta como iguales a D y D-d y a V y V+v.
El absurdo se extiende aún más porque de todo lo anterior se deduce que D = D+v = D-v y
V = V-v = V+v.
En el segundo grupo de fórmulas, D está tomada como la distancia entre dos puntos de
un segmento determinado que se encuentra en la superficie terrestre, con independencia

61
de que se desplace en ella o no un rayo de luz; mientras que en el primero es una parte del
desplazamiento D (+-) d de un rayo de luz entre los extremos del mismo segmento. De la
misma manera, en el segundo grupo la velocidad absoluta a la que se mueve el rayo de
luz en los dos sentidos es mayor o menor que la de la luz (V+v y V-v).
Con una gran antelación, Michelson desarrolla unos de los elementos de la descabellada
teoría de Einstein: el espacio y la velocidad tienen más de una medida simultáneas: el
espacio es al mismo tiempo D y D+-d y la velocidad, V y V+-v. De aquí se deduce, aunque
Michelson no lo expresa así, que el tiempo tiene también valores simultáneos distintos,
como más tarde lo “demostrará” prolijamente el sabio por antonomasia, Albert Einstein.
Las nuevas fórmulas no expresan, por tanto, de manera alguna lo que el autor les
atribuye, es decir, los tiempos de los viajes de ida y vuelta del rayo longitudinal, los cuales
habían sido determinados previamente por él mismo mediante las distancias D+d y D-d y
la velocidad V de la luz, aunque de ellas, como ya vimos, obtuviera la conclusión errónea
de que la suma de ellos era mayor que 2T0 por efecto de la traslación de la tierra.
A partir de las últimas fórmulas estudiadas, verdaderos engendros de la ciencia física y
espurias en relación con las propias presuposiciones de Michelson, éste establece una
serie de ecuaciones que lo llevan a encontrar una supuesta diferencia entre los viajes
longitudianles en ambos sentidos del rayo de luz.
V V2
La suma de T y T1 es igual a 2 D y la distancia recorrida en ese tiempo, 2 D
V 2−v 2 2
V −v
2

.
La suma de los tiempos transversales (o longitudinales sin tomar en cuenta la traslación
terrestre), T0 y T0, es 2T0.
Por lo tanto, la diferencia de tiempos τ que tan afanosamente busca Michelson, la obtiene
de la siguiente manera:
V 1 1 v2
τ = 2T0 - 2 D = 2 DV − o, mejor aún, τ =2 DV 2 2 , o, más
V 2−v 2 V 2−v 2 V 2 V ( V −v 2 )
2 2
categóricamente, casi 2 T 0 v / V y la de las distancias recorridas longitudinal y
transversalmente:
2 2
v v
Vτ =2 V T 0 2 =
2 D 2.
V V
Esta cantidad es la supuesta diferencia entre la distancia total recorrida en el viaje de ida
y vuelta del rayo de luz en la dirección de la órbita terrestre y aquella que transita,
también en un doble sentido, transversalmente al desplazamiento orbital de la tierra o el
que realiza en un globo terráqueo en reposo.
En su trabajo de 1887 Michelson realiza un refinamiento de sus erróneas fórmulas; es
decir, eleva a un nivel superior sus desatinadas expresiones matemáticas.
Partiendo de la misma fórmula que utilizó en los razonamientos anteriores, llega a las
siguientes conclusiones:
2
V
La distancia recorrida en los tiempos T+T 1 es 2 D 2 2
, la cual se puede expresar
V −v
también como 2 D 1+
( ) v2
V2
; evidentemente la distancia total del camino transversal es 2D

√( )
2
v
1+ 2 , esto es, dos veces la hipotenusa del ángulo rectángulo aab.
V
En el trabajo de 1887, a diferencia de lo que hizo en el de 1881, Michelson considera que
el rayo que efectúa el viaje transversal lo realiza oblicuamente, de ida para encontrarse
con el espejo b, el cual ha avanzado la distancia d que la tierra se ha movido en su órbita,
y de vuelta para alcanzar el espejo a, el cual ha llegado al punto a que marca la distancia

62
2d que la tierra se ha desplazado desde el origen del rayo de luz. Entonces, ahora, el
tiempo del viaje transversal no es ya 2T0 ni la distancia recorrida 2D, como en el primer

√( )
2
v y la diferencia entre el viaje de ida horizontal y el transversal ya
escrito, sino 2D 1+ 2
V
v2 v2
no sería 2 D 2 , como lo determinó en 1881, sino D 2 .
V V
V
Esta última diferencia la obtiene Michelson de las mismas fórmulas espurias, 2 D 2 2
V −v
2
V
y 2D 2 2
y de la corrección que hace a la fórmula del viaje transversal.
V −v
Las dos diferencias obtenidas por Michelson, una en 1881 y otra en 1887, son por
completo inexistentes si se parte de los mismos supuestos e hipótesis del físico. No se
desprenden de los tiempos y distancias de ida y vuelta definidos por el autor, sino de
otros tiempos y distancias (ayunos de cualquier sustento en las leyes físicas, tal y como lo
son los originales) introducidos subrepticiamente para obtener un resultado
preconcebido.
Con la finalidad de validar sus hipótesis y confirmar sus cálculos teóricos, Michelson
diseñó un experimento específico y construyó un aparato ad hoc para llevarlo a cabo.
Fabricó un interferómetro con dos brazos perpendiculares uno al otro, de 11 metros de
largo cada uno, con libertad de movimiento para orientarlo en cualquier dirección. En el
brazo longitudinal colocó dos espejos, uno al principio, en un ángulo de 45º, y otro al
final, verticalmente, y en el brazo transversal puso otro al término del mismo, igualmente
en ángulo recto. Frente al primer espejo instaló un telescopio. En línea con el brazo
longitudinal, y enfocado hacia el primer espejo, situó un emisor de luz de sodio.
Un rayo de luz es enviado hacia el primer espejo situado en el brazo longitudinal y ahí se
divide en dos; uno de los rayos que resultan de la división es reflejado en dirección del
espejo que está en el brazo transversal, de donde regresa al espejo de origen, al cual
atraviesa, para después llegar al telescopio. El otro rayo proveniente de la división
traspasa el primer espejo y llega al espejo final del brazo longitudinal, de donde es
reflejado de vuelta hacia el espejo de origen, el cual lo refleja al telescopio. Al terminar su
viaje de ida y vuelta, la longitud de onda de los dos rayos es registrada por el telescopio.
Ya que los brazos tienen la misma longitud, los dos rayos recorrerán el camino de ida y
vuelta en el mismo tiempo y las franjas que registre el telescopio, expresión de su longitud
de onda, coincidirán plenamente... a menos que algo altere el camino de alguno de ellos e
incida en su desplazamiento, lo cual se registrará como un desfasamiento (interferencia)
de sus longitudes de onda.
De acuerdo con las consideraciones teóricas de Michelson, si se mantiene uno de los
brazos del interferómetro en el mismo sentido que el movimiento orbital de la tierra y el
otro en una posición transversal, cuando se emite un rayo de luz los dos rayos
resultantes harán sus viajes de ida y vuelta en tiempos distintos, cubriendo distancias
diferentes; la causa de estas divergencias residiría en el desplazamiento del globo
terrestre, el cual puede ser medido por el desfasamiento de la longitud de onda del rayo
horizontal respecto del rayo vertical; esta interferencia fue calculada teóricamente por
Michelson y debería tener un valor de 0.04 de longitud de onda de la luz de sodio.
En 1881 Michelson realizó el experimento y no encontró ninguna interferencia en las
longitudes de onda de los dos rayos de luz.
En 1887 lo repitió en unión de Morley y llegó al mismo resultado: los tiempos invertidos y
las distancias recorridas por los dos rayos de luz son siempre los mismos, cualquiera que
sea la dirección en la que se haya colocado el interferómetro.
De esta manera quedaban sin prueba las hipótesis adelantadas desde 1881 por
Michelson: por este medio no se podía demostrar la existencia del éter ni medir la
velocidad orbital de la tierra.

63
En el experimento Michelson-Morley el interferómetro está firmemente adherido a la
superficie de la tierra y participa de la inercia del planeta; el marco de referencia de la
prueba lo es el globo terráqueo mismo y el desplazamiento de los rayos se realiza entre
puntos determinados, fijos, de la superficie terrestre.
La tierra se mueve en torno al sol, que es su marco de referencia fijo, y con relación a él
se determinan el curso y la velocidad de su movimiento.
El rayo de luz está sometido a la atracción de la tierra y participa de la inercia de su
movimiento orbital; de tal suerte, se mueve, a la velocidad específica V que le corresponde,
a lo largo del brazo longitudinal de interferómetro, y al mismo tiempo, junto con éste, se
traslada a la velocidad v a la par con la tierra en su órbita solar . La distancia que la luz
recorre en ambos sentidos en el brazo longitudinal del interferómetro será siempre
necesariamente igual a D, la velocidad a la que lo hace, a V, la velocidad característica de
la luz, y el tiempo de su recorrido, a D/V.
El éter es algo completamente indeterminado, sin ningún punto fijo que pueda servir de
marco de referencia, ni para el movimiento de la tierra ni para el desplazamiento de los
rayos de luz del experimento.
Por lo tanto, el experimento Michelson-Morley carece absolutamente de materia, es
totalmente ineficaz para probar lo que sus diseñadores se propusieron. El éter es
completamente inasible; en él es imposible fijar un punto de referencia frente al cual
medir la velocidad de la tierra o la de los rayos del interferómetro. Igualmente, no se
puede determinar la velocidad de la órbita terrestre por medio de la velocidad de la luz en
el interferómetro, ni la de ésta utilizando aquella.
El experimento Michelson-Morley se basa en supuestos teóricos absolutamente falsos, los
cuales son también el fundamento de la teoría de la relatividad.
La notable incongruencia del experimento Michelson-Morley radica en el hecho de que
sólo puede intentar probar sus hipótesis en el marco de referencia del propio
interferómetro, ya que el éter, que sería el segundo marco de referencia, no tiene punto
fijo alguno que pudiera utilizarse como tal.
Conforme a los supuestos establecidos por Michelson, y mediante cálculos correctamente
realizados, encontramos que los viajes de ida y vuelta en el interferómetro de los dos haces
en que se divide el rayo de luz original son en teoría, por necesidad, iguales, y que, en
consecuencia, deben de llegar simultáneamente al telescopio y, por tanto, no producen
interferencia alguna en sus longitudes de onda.
El experimento de Michelson, de acuerdo con las hipótesis y los principios teóricos por él
mismo establecidos, era completamente superfluo, ya que haciendo los cálculos correctos
tendría por fuerza que llegarse teóricamente a la conclusión de que mediante el mismo
era imposible saber nada del éter ni del movimiento orbital de la tierra.
En resumen, el experimento Michelson-Morley se basa en supuestos teóricos falsos,
intenta probar hipótesis que son por definición imposibles e incurre en errores
matemáticos y geométricos elementales.
Sus conclusiones principales son: (1) con este instrumento no se puede probar la
existencia del éter ni su influencia en la velocidad de la luz, (2) de la misma manera, es
imposible medir con él la velocidad de la órbita terrestre y (3) la luz tiene, en la superficie
terrestre, una velocidad invariante, independiente de la velocidad de la fuente y de la
dirección de su desplazamiento.
Nos hemos detenido en este antecedente inmediato de la fórmula de Lorentz porque en él
se contienen todas las falacias, los errores teóricos y las pifias matemáticas que después
serán reproducidos y ampliados por Lorentz, de quien los tomará Einstein para dar
fundamento “científico” a su teoría de la relatividad.
Esa diferencia inexistente entre el viaje total del rayo de luz que se traslada
longitudinalmente a la órbita terrestre en relación con el que lo hace transversalmente,
obtenida por medio de artilugios matemáticos con los que se intenta probar una teoría
absolutamente falsa, es tomada por Lorentz como fundamento de su famosa
“transformación”; sobre esta discrepancia imaginaria levanta todo un edificio “teórico” que
intenta explicar el null result del experimento de su sabio colega ¡por una contracción del

64
brazo longitudinal del interferómetro causada por la velocidad de desplazamiento orbital de
la tierra!; esa contracción es, desde luego, igual a la diferencia entre los dos viajes
completos del pulso de luz. Lorentz toma lo que en bruto le proporciona Michelson y lo
pule hasta configurar todo un cuerpo de fórmulas matemáticas que ahora se utilizan para
soportar la hipótesis de que la contracción a nivel molecular e incluso atómico del
material de que está hecho el interferómetro es el resultado de la velocidad a la que se
mueve la tierra en su órbita. De ahí extrae una “ley física general”: el movimiento origina
una contracción de la materia en el sentido en que ésta se desplaza; ese encogimiento
tiene básicamente las dimensiones que Michelson determinó para la diferencia de los
viajes de luz, y se establece mediante las fórmulas matemáticas por él desarrolladas, con
las debidas correcciones y ampliaciones realizadas por Lorentz.
La irreal diferencia postulada por Michelson es el fundamento de la teoría de Lorentz
sobre la contracción de los cuerpos ponderables por efecto de la velocidad a la que se
desplazan y de todo el ingenio matemático –las llamadas “transformación de Lorentz” y la
“métrica lorentziana”- elaborado con la finalidad de dar certeza a esa hipótesis; asentados
en esta base ilusoria, la teoría y el artificio matemático de Lorentz son también, en toda su
extensión, falsos y erróneos.
La teoría de la relatividad se edifica firmemente sobre y alrededor de la “transformación de
Lorentz” y la “métrica lorentziana”; éstas constituyen el músculo y el nervio de las
absurdas hipótesis y torpes desarrollos matemáticos de la teoría de la relatividad y de la
denominada “ecuación de campo de Einstein”; por lo tanto, la teoría de la relatividad y la
“ecuación de campo de Einstein” son también falsas y erróneas de principio a fin, tal y
como su progenitora, la teoría de Michelson.
La teoría del “big bang” es postulada como una solución a la “ecuación de Einstein”, por
lo que igualmente adolece de las carencias de sus predecesoras; es decir, es falsa y
errónea en su totalidad.
Toda una rama de la física, la física relativista, se ha convertido en una industria de la
sociedad de consumo.
Una verdadera legión mundial de “investigadores”, que trabajan para empresas públicas o
privadas, dedican sus “nobles” esfuerzos a rumiar toda la basura teórica y matemática de
la teoría de la relatividad, de la “ecuación de Einstein” y de la teoría del “big bang”, a
“enriquecer” estas “maravillosas” producciones “científicas” y popularizarlas con la
finalidad de hacerlas aptas para ser asimiladas por los consumidores. La imaginación y la
fantasía más estultas han sido los instrumentos predilectos de esta industria moderna,
cuyo representante más conspicuo es Stephen Hawking; aquí se han borrado
definitivamente las fronteras entre la verdadera ciencia y la ciencia ficción, produciendo
un verdadero engendro intelectual, cuya naturaleza se mueve entre la ignorancia más
vasta y la soberbia desmedida.
Michelson y Morley desarrollan una formulación matemática que, además de tener el vicio
de origen de su fundamentación teórica, incurre en garrafales errores aritméticos,
geométricos, algebraicos, etcétera.
Las fórmulas de partida en la argumentación de Michelson en 1861 son las siguientes:
D+ d d d
T= = y T 1= D−d = 1 en las cuales D es la distancia entre los dos espejos de
V v V v
cada uno de los brazos del interferómetro, d la distancia que recorre la tierra en el tiempo
que la luz cubre la distancia D, T el tiempo que tarda el rayo de luz en su viaje de ida
entre los dos espejos del brazo horizontal, T1 el tiempo de vuelta del rayo de luz, T0 el
tiempo que el rayo de luz consume en el viaje de ida o de vuelta cuando la tierra está en
reposo, V la velocidad de la luz y v la velocidad del movimiento orbital de la tierra.
Las fórmulas elementales del movimiento son: e=vt, v=e/t y t=e/v, en donde e es el
espacio, v la velocidad y t el tiempo.
El tiempo que emplea la luz en recorrer el espacio entre los dos espejos del brazo
horizontal del interferómetro en el sentido de la traslación de la tierra es igual a la
distancia que hay entre ellos dividida entre la velocidad de la luz: T = D/V.

65
El tiempo del recorrido de la tierra es igual al espacio que transita durante el viaje del
rayo de luz dividido por la velocidad orbital de la tierra: t = d/v. De donde se obtiene: D/V
= d/v, T = t.
Se trata de dos movimientos distintos, pero simultáneos: cada metro que la luz avanza en
el interferómetro en 1/300,000,000 de segundo, (3.333e -9 segundos) la tierra se mueve
0.0001 metros.
T = 11 metros / 300,000,000 metros por segundo = 0.00000000366 segundos (3.666e -8
segundos); t = 0.0011 metros / 30,000 metros por segundo = 0.00000000366 segundos
(3.666e-8 segundos).
Si por algún milagroso acaso se pudiera fijar un punto en el éter en el que coincidieran el
inicio del viaje del rayo de luz en el interferómetro y el del movimiento simultáneo de la
tierra, entonces, en el interferómetro el rayo de luz viajaría una distancia D en un tiempo
T y, simultáneamente, en relación con ese punto etéreo, la tierra con todo su contenido, el
interferómetro y el rayo de luz incluidos, se habrá movido la distancia d en el mismo
tiempo T. El tiempo que el rayo de luz del interferómetro tarda en pasar, en el éter, desde
el punto de origen hasta aquel en el que llega al segundo espejo del brazo longitudinal,
D+ d
será , en donde D+d es la distancia total que recorre el rayo de luz en el marco de
V +v
referencia etéreo y V+v la velocidad total de su desplazamiento. T = 11 metros + 0.0011
metros / 300,000,000 metros por segundo + 30,000 metros por segundo =
0.00000000366 segundos (3.666e-8 segundos).
El conjunto de fórmulas para el viaje de ida del rayo de luz en el brazo horizontal del
interferómetro queda entonces de la siguiente manera:
-En el marco de referencia del interferómetro (tierra):
T = D/V.
-En relación con el hipotético marco de referencia del éter:
D+ d
T= y
V +v
t = d/v.
Michelson realiza una burda trasposición de los términos de las dos fórmulas:
D+ d
En T = , la distancia D de los dos espejos en el interferómetro, que es la que viaja la
V
luz en el desplazamiento de ida, es sustituida por D+d, que es la distancia que el rayo de
luz recorre en relación al hipotético éter. Michelson hace iguales cantidades distintas: D =
D+d. Sobre este absurdo construye todo el andamiaje matemático que sustenta sus
hipótesis.
D+ d d Dv
En seguida, Michelson establece la igualdad = ; y de ahí infiere que d= .
V v V −v
Desde luego que estas dos últimas fórmulas son espurias, como aquella de la que proceden.
El tiempo T1 que el rayo de luz emplea en su viaje de regreso por el brazo horizontal del
interferómetro, en sentido contrario al movimiento terrestre, es:
T1 = D/V.
En relación con el supuesto éter:
D−d
T 1= y
V −v
t= d/v.
Igual que en el caso del viaje de ida, Michelson hace una mezcla de las dos fórmulas del
movimiento de vuelta del rayo de luz en el interferómetro.
D−d
En T 1= , Michelson sustituye la distancia D del interferómetro con D-d, que es la
V
distancia relativa del rayo de vuelta con relación al éter, y la velocidad V en el
interferómetro con la velocidad V-v relativa al éter; establece el absurdo de que D = D-d y V

66
= V-v. Con base en este error conceptual y matemático, Michelson extrae las siguientes
conclusiones:
D−d d 1 y d = Dv , las cuales son también completamente erróneas.
T 1= = 1
V v V +v
De las ecuaciones que arriba establecimos del movimiento de ida y vuelta del rayo de luz
en el brazo horizontal en relación con el hipotético marco de referencia del éter,
D+ d
T= y
V +v
D−d
T 1=
V −v
se infiere que T −T 1=2
d
v ()
y T + T 1=
D+d
V +v ( +
D−d
V −v )(
=2
D
V ) ( )
, lo que significa que, en

relación con el marco de referencia del supuesto éter, el viaje de ida es 2d más largo que
el de vuelta, pero que la suma de ambos es igual que el viaje de ida y vuelta en el marco
de referencia terrestre.
Por definición de Michelson, el viaje de ida y vuelta del rayo de luz en el brazo vertical del
D
interferómetro es 2 .
V
Sin freno por el camino de la desnaturalización de los conceptos y principios teóricos que
él mismo había establecido, Michelson llega a las siguientes conclusiones:
2T 0 v
T −T 1= y
V
T1
V =VT−
2T 0
y expresa que si se pudiera medir T-T1 sería posible encontrar la velocidad del movimiento
de la tierra a través del éter; propone mostrar que con la longitud de onda de la luz
amarilla como estándar, esa cantidad, si existe, es medible.
D
Para la medición, desarrolla una serie de ecuaciones, en las que, a partir deT =
V −v
D
y T 1= llega a establecer la diferencia entre la suma de los viajes de ida y vuelta del
V +v
rayo de luz en el brazo horizontal cuando se toma en cuenta el movimiento orbital de la
tierra y la que se obtiene de los mismos considerando a la tierra en reposo

(
(T+T1)-2T0, o lo que es lo mismo 2 D
V
V 2−v 2 )

2D
V
= casi (?)
v2 .
2 D 2.
V
Según Michelson, el experimento debería demostrar que, a causa del movimiento orbital
de la tierra, el rayo que corre por el brazo horizontal del interferómetro en el sentido del
movimiento terrestre, viaja de ida y vuelta una distancia mayor que la que recorre en el
brazo vertical; esa diferencia entre ellos se podía cuantificar mediante la fórmula que
arriba consignamos y registrar en el espectrograma de los rayos de luz, el cual daría
cuenta de la interferencia entre sus longitudes de onda.
Esta parte de la argumentación teórico-matemática de Michelson descansa, al igual que
lo ya analizado, en un garrafal error de concepto.
En las ecuaciones de inicio hace una mezcla arbitraria de los movimientos de los rayos de
luz en el marco de referencia del interferómetro y en el hipotético marco del éter. Hace
iguales a V y V-v y a V y V+v e intercambia en cada caso el primer por el segundo
término. Y sobre este error de principiante construye el endeble y frágil edificio de sus
conclusiones teóricas. Era, pues, de absoluta necesidad que el experimento diseñado para
probar las hipótesis de Michelson tuvieran un resultado negativo, un “null result”, que no

67
2
v
mostrara por ningún lado la diferencia 2 D entre los dos haces de luz del
V2
interferómetro; se trataba, en suma, de un experimento ocioso.

La contracción de Lorentz

Ante el fracaso (null result) del experimento Michelson-Morley, se produjo entre los físicos
teóricos un movimiento dirigido a explicar las causas de ese estrepitoso traspiés, pero
conservando todos los supuestos teóricos falsos y los errores matemáticos y geométricos
originales.
Así, intentaron explicar el descalabro emitiendo una nueva hipótesis, tan fantasiosa como
las de Michelson-Morley: el rayo de luz horizontal en el sentido del movimiento de la tierra
no había recorrido en su totalidad el camino de ida y vuelta determinado por la teoría,
2
v
mayor en 2 D que el doble viaje del rayo transversal, porque el desplazamiento de la
V2
tierra en su órbita había producido la contracción del brazo horizontal del interferómetro
¡exactamente en la misma medida en que el rayo horizontal debía exceder al vertical!
Con base en esta explicación insólita, se formula una hipótesis general: la materia
(partículas elementales, átomos, moléculas, cuerpos terrestres, etcétera) se contrae
longitudinalmente en el sentido de su movimiento, en proporción directa a su velocidad y
v2
en la medida 2 D 2
.
V
Y todos los gurús de la física dedican entonces su inconmensurable energía mental al
desarrollo de la teoría de esa contracción en todos los niveles de existencia de la materia
en movimiento y a diseñar múltiples y complicados experimentos para validarla. Es decir,
¡para comprobar la vigencia real del disparate teórico-matemático de Michelson-Morley!
El que más empeño puso en esta edificante tarea fue Hendrick Antoon Lorentz.
En sus trabajos The Relative Motion of the Earth and the Aether (1892) y Aether Theories
and Aether Models (1901-1902), Lorentz fija su postura frente a las hipótesis y el
experimento de Michelson.
Después de hacer una suscinta reseña del experimento y manifestar su total acuerdo con
los postulados teóricos de Michelson -únicamente señala una deficiencia en ellos: en el
viaje del rayo de luz por el brazo vertical no se toma en cuenta la traslación de la tierra- y
con el tratamiento matemático y geométrico a él dado, expone su explicación para el
resultado nulo: el movimiento orbital de la tierra ha contraído el brazo horizontal del
interferómetro en una extensión igual al exceso en éste del camino de la luz con respecto
al del rayo que se desplaza por el brazo vertical o de ambos rayos cuando se considera a
2
v
la tierra en reposo, esto es, en2 D 2
.
V
La causa de la contracción la hace residir en las fuerzas moleculares de la materia, las
cuales originan el encogimiento de los “cuerpos ponderables” en el sentido de su
movimiento.
Maxwell encontró que si el éter permanece en reposo, entonces el movimiento de la tierra
debe tener una influencia en el tiempo requerido por la luz para viajar de ida y vuelta entre
dos puntos considerados fijos a la tierra. Si l es la distancia entre los puntos, V la velocidad
de la luz y p la de la tierra, entonces el tiempo relevante es dado por (si la línea de puntos es
paralela a la dirección del movimiento):
2l

( )
2
p (1)
V 1+ 2
V
y si es perpendicular a ella:

68
2l

(
V 1+
p2
2V 2 ) (2),

Haciendo una diferencia de


2
p
l 3 . (3)
V
Michelson usó un aparato con dos brazos de igual longitud, perpendiculares uno al otro,
con espejos al final perpendiculares a su dirección. Un fenómeno de interferencia ocurría
cuando (desde el radio de la intersección) un rayo viajaba de ida y vuelta a lo largo de un
brazo y el otro haz igualmente a lo largo del otro. El instrumento completo, incluyendo la
fuente de luz y el telescopio de observación, podía ser rotado alrededor de un eje vertical, y
el tiempo de observación era escogido de tal manera que se podía colocar un brazo o el otro
en la dirección del movimiento de la tierra. Asumamos, por conveniencia, que tal es el caso,
entonces –si la teoría de Fresnel es correcta- debido al movimiento de la tierra los rayos que
viajasen de ida y vuelta en la dirección de la tierra deberían de sufrir un cierto retraso
determinado por (3) con respecto al otro rayo. Cuando se rotase 90º, todos los cambios de
fase serían alterados por una cantidad que, expresada en unidades de tiempo, podría ser
dada por la doble magnitud de (3). Pero ningún desplazamiento de las franjas de
interferencia pudo ser observado.

He buscado por un largo tiempo la explicación de este experimento fallido y eventualmente
sólo he encontrado un camino para reconciliar ese resultado con la teoría de Fresnel. Este
camino consiste en la asunción de que la línea que une los dos puntos de un cuerpo sólido
no conserva su longitud cuando éste se mueve paralelamente a la dirección de la traslación
de la tierra (subrayado por GRE) y después es colocado normal (perpendicular) a ella. Si por
ejemplo la distancia en el último caso es l y en el primer caso l(1- α), entonces la primera
expresión (1) y la segunda (2) tienen que ser multiplicadas por 1-α.
p2
Si omitimos a 2 , obtenemos
V
2l

(
V 1+ 2
p2
V −a ) .

La diferencia con (2) –y así toda la objeción- será removida cuandoα=p²/V².


Un cambio de esta naturaleza en la longitud de los brazos en el primer experimento de
Michelson, y en el tamaño de la plancha de piedra en el segundo, no es realmente
inconcebible.
Ciertamente, ¿qué determina el tamaño y forma de un cuerpo sólido? Aparentemente la
intensidad de las fuerzas moleculares; cualquier causa que las modifique podría modificar
la forma y el tamaño del cuerpo. Ahora podemos asumir al presente que las fuerzas
eléctricas y magnéticas actúan por medio del éter. No es antinatural suponer lo mismo para
las fuerzas moleculares, pero entonces puede haber una diferencia, ya que la línea que
conecta dos partículas, que se mueven juntamente por el éter, se está moviendo paralela o
perpendicularmente a la dirección del movimiento. Se puede ver fácilmente que un efecto
del orden p/v no puede ser esperado, pero que un efecto del orden p²/V² no está excluido y
es exactamente lo que necesitamos.
Ya que no sabemos nada acerca de la naturaleza de las fuerzas moleculares, es imposible
verificar la hipótesis. Solamente podemos –por supuesto introduciendo hipótesis más o
menos verosímiles- calcular la influencia del movimiento de la materia ponderable en las
fuerzas eléctricas y magnéticas. Quizá tenga valor mencionar que cuando el resultado
obtenido para las fuerzas eléctricas es transferido a las fuerzas moleculares, éste da
exactamente el mismo valor α que obtuvimos arriba.
Sea A un sistema de puntos materiales, que poseen ciertas cargas eléctricas y están en
reposo relativo respecto del éter, y B es el mismo sistema de puntos cuando ellos se están
moviendo en la dirección del eje de las x con la velocidad colectiva p a través del éter.
Mediante las ecuaciones desarrolladas por mí se puede deducir a través de qué fuerzas las
partículas en el sistema actúan unas sobre las otras. El resultado puede ser expresado de

69
la manera más simple si introducimos un tercer sistema C que está en reposo, como A, pero
difiere de éste por la mutua posición de los puntos. El sistema C puede ser obtenido desde
A por una mutua expansión, por la cual todas las dimensiones en la dirección del eje de las
2
p
x son1+ 2
veces más grandes, mientras que las dimensiones perpendiculares se
2V
mantienen sin cambios.
En lo que concierne a la relación entre las fuerzas en B y C se sigue que los componentes en
la dirección del eje de las x son las mismas que en C, mientras que los componentes
2
p
perpendiculares al eje de las x son1− veces más grandes que en C.
2V2
Queremos transferir esto a las fuerzas moleculares e imaginar un cuerpo sólido como un
sistema de puntos materiales, en equilibrio por la influencia de sus mutuas atracciones y
repulsiones. El sistema B deberá ser un cuerpo moviéndose a través del éter. Las fuerzas
que actúan sobre sus puntos materiales se eliminan unas a las otras. Se sigue de ahí que
no puede ser el caso en A, pero sin embargo, en el sistema C todos los componentes de
fuerza perpendiculares al eje de las x están cambiados si nos desplazamos de B a C, pero el
equilibrio no será alterado ya que ellos han cambiado en la misma proporción. De esta
manera, podemos ver que cuando B es el estado de equilibrio del cuerpo durante en
desplazamiento en el éter, C es el estado de equilibrio cuando el desplazamiento no existe.
Se llega así exactamente a la alteración de las dimensiones que anteriormente mostramos
era necesaria para explicar el experimento de Michelson.
Por supuesto que no podemos atribuir gran importancia a este resultado; la transferencia a
las fuerzas moleculares de lo que hemos encontrado para la fuerzas eléctricas puede ser
demasiado riesgoso para algunos.
Sin embargo, si queremos hacer esto, continúa aún sin decisión si el movimiento de la
tierra reduce las dimensiones en una dirección –como se supuso antes- o alarga la longitud
perpendicular a él, por medio de cuya suposición hemos encontrado el mismo resultado.
De cualquier manera parece ser indiscutible que los cambios en las fuerzas moleculares y
2
p
consecuentemente del tamaño de los cuerpos del orden de 1− son posibles. El
2V2
experimento de Michelson pierde entonces su poder de verificación de la cuestión para la
cual fue diseñado. Si asumimos la teoría de Fresnel, entonces su significado recae más bien
en el hecho de que nosotros podemos aprender algo acerca del cambio de dimensiones.
Ya que p/V= 1/10,000, entonces p²/2V² es 200 millonésimas. Una contracción del diámetro
de la tierra en esta proporción sería de 6 cms. No podemos hablar acerca de la observación
de un cambio en la longitud de 200 millonésimas cuando comparamos reglas de 1 metro, y
aún si algún método de observación permitiera eso, entonces este método sería la
yuxtaposición de dos reglas, pero nunca podríamos detectar los cambios discutidos cuando
ellos ocurran en la misma dirección para ambos. El único remedio es comparar la longitud
de dos reglas perpendiculares una a la otra y si queremos hacer esto por observación de un
fenómeno de interferencia (con un rayo de luz que viaje de ida y vuelta a lo largo del primer
brazo y el otro rayo a lo largo del segundo), entonces deberemos volver al experimento de
Michelson. La influencia del cambio en la longitud, sin embargo, sería compensada por el
cambio de fase que es determinado en la expresión (3). 38

Aberración de la luz
7. Experimento de Michelson
Hemos eliminado todos los términos que tienen p2/v2. Ver fórmula 5.
En ciertos experimentos, sin embargo, la acuciosidad puede ser llevada tan lejos que estos
términos de segundo orden tengan que ser tomados en cuenta. Tal es el famoso
experimento de Michelson que ya había sido sugerido por Maxwell. Sean A y B dos puntos
fijos en la tierra, y ésta moviéndose con una velocidad p a lo largo de AB. ¿Qué tiempo toma
la luz para un viaje de ida y vuelta? Esto dependerá de si el éter se mueve junto con la

38
Lorentz, H. A., The Relative Motion of the Earth and the Aether (1892) translated from Dutch by
Wikisource. In Dutch De relatieve beweging van de aarde en den aether, Amsterdam, Zittingsverlag
Akad v. Wet., 1, p. 74

70
tierra o no. En el primer caso, el tiempo en cuestión será independiente de la velocidad p,
pero en el segundo caso la velocidad de la luz con relación a la tierra sería v-p en una
dirección y v+p en la dirección contraria y, en consecuencia, el tiempo requerido para un
viaje completo de ida y vuelta [up to fourth-order terms].
2
l l 2l p
+ = +2l 3 .
v− p v + p v v
Ya que Michelson determina este tiempo por medio de un fenómeno de interferencia, la
influencia del segundo término [de la velocidad de la órbita terrestre] será perceptible aún
que represente solamente una fracción del período de vibración. Veamos cuan largo debe
ser l para que produzca un efecto observable. El cambio de la franja de interferencia debido
a un retraso de 1/10 del período de vibración T sería perfectamente detectable.
Para este propósito tenemos
p2 1
2l = ,
v 3
10 T
por lo que si λ es la amplitud de onda de la luz,
2
λ v 7
2 l= . 2 =10 λ=600 cms . ó l = 3 metros.
10 p
En el experimento de Michelson a un rayo que viaja ida y vuelta una cierta distancia en la
dirección del movimiento de la tierra se le hace interferir con un rayo viajando la misma
distancia hacia arriba y abajo en una dirección perpendicular.
...
El experimento consiste en girar 90º todo el aparato, incluyendo la fuente de luz y el
telescopio y comparar las franjas de interferencia en la orientación nueva y en la original. El
efecto de la diferencia de fase es entonces el doble. Ningún desplazamiento de las franjas de
interferencia fue observada.
Consideremos la teoría de este experimento más meticulosamente. Tenemos que comparar
los tiempos tomados por la luz para viajar por dos diferentes caminos entre los puntos A y
B (Fig. 9).

Figura 9

Figura No. 5
Ya hemos visto que si sólo se retienen términos de primer orden debemos tomar en cuenta
que el camino de la luz entre A y B es ligeramente cambiado por el movimiento. De hecho, el
camino de la luz podría ser identificado con aquel que corresponde a una tierra fija
solamente cuando nos confinamos a términos del orden de p/v. Ahora, sin embargo, el
pequeño cambio en el camino que implica términos de segundo orden no debe ser
despreciable. Pero puede ser fácilmente demostrado que aún con la inclusión de efectos de
segundo orden el tiempo de propagación de A a B puede ser calculado con suficiente
ds
exactitud extendiendo la integral ∫ w , con w dado por (6) a lo largo del camino de la luz
que correspondería a una tierra fija. Hagamos, por ejemplo, ACB (fig. 9), el camino de la luz

71
con la tierra en reposo, y ADB el camino actual de la luz para la tierra en movimiento.
ds
Entonces la integral ∫w tendría que ser evaluada para el camino ADB. Pero ya que el

valor de estas integrales es un mínimo, entonces diferirá de aquella tomada a lo largo del
camino ACB solamente por una cantidad del segundo orden tal como CD en las
desviaciones de los dos caminos. Y ya que, como se mencionó, esta desviación es en sí
misma del orden p2/v2, entonces la diferencia entre los integrales extendidos sobre ACB y
ADB será del orden p4/v4, y en consecuencia puede ser ignorada.
Lo mismo tiene validez para los otros rayos de luz, como se indica en la figura formada por
la línea sin letras.
ds
El tiempo de propagación desde A a B, τ = ∫w , puede ser calculado ahora como en el

artículo 6, desarrollando 1/w en una serie de potencias de p/v y delimitándonos a los


primeros tres términos.
Entonces, τ = τ1+τ2+τ3, donde, por (6)
ds
τ1 = ∫v ,
1

τ 2=∫ k
( pcosӨ
2
v1 )
ds ,

(la cual no tiene influencia en la diferencia de fase), y


2 2
1 k p (
τ3 = ∫ 1+ cosӨ ) ds.
2
3
2 v1
En el experimento de Michelson podemos hacer k = 1, y p es, por la teoría de Fresnel, la
velocidad de la tierra. Al cambio de fase debido al giro del aparato la integral τ2 no
contribuye nada, de tal manera que solamente τ3 tiene que ser tomada en cuenta, en donde
Ө=0º ó 180º para el primero, y Ө=90º ó 270º para el segundo de los rayos. Si l es el doble
camino, entonces, como ya vimos,
2( p l )
2
t 3= 3
v
para el primer rayo y
2
p l
t 3= 3
v
para el segundo rayo. Entonces también el segundo es afectado de alguna manera por el
movimiento de la tierra.

Como Michelson despreció la influencia del movimiento de la tierra sobre el tiempo de la luz
a lo largo del camino ABA’ [brazo vertical], en su primer experimento estimó el efecto
teorético dos veces más grande. En este caso la distancia l era de 1.2 metros, de tal manera
que era esperado un cambio de 1/10 de franja. La teoría correcta dio solamente 1/20 de
ancho de franja, lo cual estaba más abajo del umbral de observación confiable.Michelson
repitió entonces el experimento con la modificación de que cada uno de los dos rayos pasó
varias veces entre los espejos. De esta manera, el camino de la luz fue incrementado a 22
metros y pudo tener un desplazamiento de 4/10 de ancho de franja (un estimado en el cual
también se tomó en cuenta el movimiento del sistema solar). Pero aún así el resultado del
experimento fue negativo, en contradicción con la teoría Fresnel. Se debe tener en mente
que la validez de esta teoría no está limitada al caso de un éter en reposo como un todo,
sino que se extiende también a tipos de movimiento del éter para los cuales existe un
potencial de velocidad.
Este experimento podría también discrepar de cualquier teoría que atribuye a la velocidad
relativa del éter y de la tierra un valor no sensiblemente menor que la velocidad de
traslación de la tierra. En lo que sigue, sin embargo, solamente tendremos en mente la
teoría de Fresnel.
8.- Contracción en la dirección del movimiento
Podemos explicar el resultado negativo del experimento Michelson asumiendo que la

72
longitud de los brazos del aparato es cambiada al girarlos en un ángulo recto. Se puede
asumir que este cambio es justamente el que da a τ3 el mismo valor para ambos rayos. Esto
revela una contracción del camino en la dirección del movimiento en relación con el camino
perpendicular, tal que el tiempo correspondiente de la luz debería ser más corto por p 2l/v2.
2 2
p 1 p
El camino se acortará entonces l 2 , y por tanto l por . Esta dependencia de las
v 2 v2 l
dimensiones de la orientación con respecto del movimiento de la tierra no es tan extraña
como podría parecer. De hecho, las dimensiones están determinadas por fuerzas
moleculares, y ya que éstas son transmitidas a través del éter, sería más sorprendente si
este estado de movimiento no tuviera influencia sobre las dimensiones de los cuerpos. La
naturaleza de las fuerzas moleculares no es conocida por nosotros. Sin embargo, si
suponemos que ellas [las fuerzas moleculares] son transmitidas a través del éter de la
misma manera que las fuerzas eléctricas, podemos develar una teoría de esta contracción y
entonces encontrar en su medida exactamente lo que se requiere para la explicación del
“null effect” del experimento de Michelson. Esta contracción debería ser, para el diámetro
39
de la tierra, de 6.5 cms. Y para una regla de 1 metro 1/200 de micrón.
En sus trabajos de 1899 y 1904, Simplified theory of electrical and optical phenomena in
moving Systems40 y Electromagnetical phenomena in a system moving with any velocity
less than that of light41., se propone estudiar la influencia de la traslación de la tierra en
los fenómenos eléctricos y ópticos y adelanta la hipótesis de que las dimensiones de los
cuerpos sólidos son alterados por su movimiento a través del éter.
§1.El problema de determinar la influencia ejercida en los fenómenos eléctricos y ópticos
por una traslación, tal como la que todos los sistemas tienen en virtud del movimiento
anual de la tierra, admite una solución comparativamente simple, en la medida en que
solamente es necesario tomar en cuenta aquellos términos que son proporcionales a la
primera potencia de la razón entre la velocidad de traslación w y la velocidad de la luz c.
Casos en los cuales cantidades de segundo orden, es decir, del orden de v²/c² pueden ser
perceptibles, presentan más dificultades. El primer experimento de esta clase es el bien
conocido de Michelson con el interferómetro, cuyo resultado negativo nos condujo a
Fitzgerald y a mí a la conclusión de que las dimensiones de los cuerpos sólidos son
ligeramente alteradas por su movimiento a través del éter
Algunos experimentos nuevos, en los cuales un efecto de segundo orden es buscado, han
sido publicados recientemente. Raleigh y Brace han examinado la cuestión de si el
movimiento de la tierra puede causar que un cuerpo sea doblemente refractado. A primera
vista esto debe ser esperado si el mencionado cambio de dimensiones es aceptado. Ambos
físicos, sin embargo, han obtenido un resultado negativo.. 42

...Hace algunos años, yo intenté formular una teoría de este tipo. Creo ahora estar
capacitado para tratar esto con mayores resultados. La única restricción respecto de la
velocidad es que ésta deberá ser menor que la de la luz. 43

Lorentz declara estar preparado para la tarea de acometer la solución del problema de la
influencia del movimiento terrestre en los fenómenos eléctricos y ópticos y enseguida
desarrolla lo que a su juicio es la teoría y el bagaje matemático necesarios para ello.
§3.Empezaré con las ecuaciones fundamentales de la teoría de los electrones. Sea D el
desplazamiento dieléctrico en el éter, H la fuerza magnética, ρ la densidad-volumen de la

39
Lorentz, H. A., Aether Theories and Aether Models, (1901-1902), Lectures on Teoretical Physics,
Volume I, Autorized Translation by I. Silverstein, PH. D. and A. PH. Trivelli, Macmillan and Co.
Limited, London, 1927. Pp. 19-23
40
Lorentz, Hendrik, Simplified Theory of Electrical and Optical Phenomena in Moving Systems (1899),
Proceedings of the Royal Netherlands Academy of Art and Sciences, 1899 1: 427-442.

41
Lorentz, H. A., Electromagnetic Phenomena in a System moving with any velocity less than that
of light, Reprinted from the English version in Proceedings of the Academy of Sciences of
Amsterdam, 6, 1904,
42
Ibídem., p. 11.
43
Ibídem., p. 13.

73
carga de un electrón, v la velocidad de un punto de esa partícula y F la fuerza
ponderomotiva, esto es, la fuerza calculada por unidad de carga, la cual es ejercida por el
éter en el elemento-volumen de un electrón. Entonces, si usamos un sistema fijo de
coordenadas,
¿ D= ρ,÷H=0
curl H=
1 ∂D
c ∂t (
+ ρv , )
−1 ∂ H
curl D=
c ∂t ,
1
F=D+ [ v . H ] (2)
c
Debo ahora suponer que el sistema como un todo se mueve en la dirección de x con una
velocidad constante v y debo denotar por u cualquier velocidad que un punto de un electrón
puede tener en adición a esto, así que
v x =v+ ux , v y =u y , v z=uz
§4. Debemos transformar estas fórmulas mediante un cambio de variables. Poniendo
2
c 2
2 2
=β ,
c −v
y entendiendo por l otra cantidad númerica para ser determinada posteriormente, tomo
como nuevas variables independientes
x ' =βlx , y ' =ly , z ' =lz ,
l v
t ' = t−βl 2 x
β c
y defino 2 nuevos vectores D’ y H’ [D’ es el desplazamiento dieléctrico de D considerado con
el aumento de velocidad u y en relación con un nuevo sistema de variables x’, y’, z’, t’
mediante el factor β y la cantidad l].
El coeficiente l es considerado una función de v, cuyo valor es 1 para v = 0, y el cual, para
valores pequeños de v, difiere de la unidad no más que por una cantidad de segundo orden.
La variable t’ puede ser llamada el “tiempo local”; ciertamente , para β = 1, l = 1 deviene
idéntica con la que ya anteriormente denoté por este nombre.
Si finalmente nosotros ponemos
1
ρ '= ρ,
β l2
2
β u x =u ' x , β u y =u ' y , β u z =u' z ,
considerando estas últimas cantidades como los componentes de un nuevo vector u’, las
escuaciones toman la siguiente forma

¿ ' D '= 1−( c


v u 'x
2 )
ρ' ,÷' H '=0

curl ' H '= (


1 ∂ D'
c ∂t '
+ ρ ' u ' , (9))
−1 ∂ H '
curl ' D ' = ,
c ∂t '
2 1 v
F x =l { D' x + ( u ' y H ' s−u ' z H ' y ) + 2 ( u ' y D ' y +u ' z D' z ) ¿ ,
c c
2
l 1 v
F y = { D' y + ( u' z H ' x −u ' x H ' z )− 2 u ' x D ' y ¿ , (10)
β c c
2
l 1 v
F z = {D ' z + ( u ' x H ' y −u ' y H ' x )− 2 u ' x D ' z ¿ ,
β c c

74
El significado de los símbolos div’ y curl’ en (9) es similar que el de div y curl en (2);
solamente las diferenciaciones con respecto a x, y, z son reemplazadas con las
correspondientes con respecto a x’, y’ z’. 44
§5. Con la finalidad de obtener la solución de (11) y (12) en una forma simple, debemos
tomar x’, y’, z’ como las coordenadas del punto ρ ' en un espacio s, y adscribir a este punto,
por cada valor de t’, los valores de ρ ' , u, ɸ’, A’, pertenecientes al punto correspondiente ρ '
(x, y, z) del sistema electromagnético.45
§6. El resultado puede ser puesto en una forma simple si comparamos el sistema en
movimiento ∑, el cual ocupa nuestra atención, con otro sistema electrostático ∑’ que
permanece en reposo, y en el cual ∑ se ha transformado si las dimensiones paralelas al eje
de las x son multiplicadas por βl , y las dimensiones que tienen la dirección de y o de z, por
l –una deformación para la cual ( βl ,l , l¿ es un símbolo apropiado. En este nuevo sistema,
al que podemos suponer situado en el espacio s’ arriba mencionado, tenemos que dar a la
densidad el valor ρ ’, determinado por (7), de tal manera que las cargas de los elementos
correspondientes son las mismas en ∑ y ∑’. Entonces podremos obtener las fuerzas que
actúan sobre los electrones del sistema ∑ si primero determinamos las fuerzas
correspondientes en ∑’ y en seguida multiplicamos sus componentes en la dirección del eje

de las x por l2, y sus componentes perpendiculares a ese eje por


l2 .
β
Esto es expresdo convenientemente por la fórmula

( )
2 2
2 l l
F ( ∑ )= l , 2
, F (∑') (21)46
β β
§7. Tiene que ser remarcado que las fórmulas para un sistema sin traslación están
implicadas en lo que precede, Para tal sistema las cantidades con acentos devienen
idénticas a aquellas correspondientes sin acento; también β = 1 y l = 1. Los componentes
de (27) son al mismo tiempo aquellos de las fuerzas eléctricas que son ejercidas por una
partícula polarizada sobre otra.47
§8. Hasta aquí solamente hemos usado las ecuaciones fundamentales sin ninguna otra
nueva suposición. Ahora debemos suponer que los electrones, a los que yo considero
esferas de radio R en estado de reposo, tienen sus dimensiones cambiadas por efecto de la
traslación; las dimensiones en la dirección del movimiento se redujeron βl veces y aquellas en
dirección perpendicular l veces (subrayado por mí GRE).
Nuestra suposición equivale a decir que en un sistema electrostático ∑, moviéndose con una
velocidad w, todos los electrones son elipsoides aplanados con sus pequeños ejes en
dirección del movimiento (Subrayado por mí GRE). Si ahora, con el propósito de aplicar el
teorema del § 6, sometemos el sistema a la deformación (βl , l, l), debemos tener de nuevo
electrones esféricos de radio R. Por tanto, si alteramos la posición relativa de los centros de
los electrones en Σ aplicando la deformación (βl , l, l), y si, en los puntos así obtenidos
colocamos los centros de los electrones que permanecen en reposo, obtendremos un
sistema, idéntico al imaginario sistema Σ’, del cual hemos hablado en el § 6.
En segundo lugar supongo que las fuerzas entre partículas sin carga, igual que aquellas
entre tales partículas y electrones, están influenciadas por una traslación exactamente en el
mismo sentido que las fuerzas eléctricas en un sistema electrostático. En otros términos,
cualquiera que sea la naturaleza de las partículas que componen los cuerpos ponderables,
en la medida en que no se mueven en relación unos a los otros, tendremos entre las fuerzas
actuando en un sistema (Σ’) sin traslación y el mismo sistema (Σ) con traslación, la relación
específicada en (21), si, como corresponde a la posición relativa de las partículas, Σ’ se
obtuvo de Σ por la deformación (βl , l, l), o Σ de Σ’ por la deformación (1/ βl , 1/l, 1/l).
Vemos por esto que, cuando la fuerza resultante es 0 para una partícula en Σ’, lo mismo
debe ser verdad para la partícula en Σ. Consecuentemente, si hacemos abstracción de los
efectos del movimiento molecular, suponemos que cada partícula de un cuerpo sólido está
en equilibrio bajo la acción de la atracción y repulsión ejercidos por sus vecinos, y si
44
Idem.
45
Ibídem., pp. 14-16.
46
Ibídem., p. 16.
47
Ibídem., p. 18.

75
tomamos como un hecho que hay una sola configuración de equilibrio, podemos concluir
que el sistema Σ’, si le es impresa la velocidad w, por sí mismo se transformará en el
sistema Σ. En otras palabras, la traslación producirá la deformación (1/ βl , 1/l, 1/l).
Fácilmente se ve que la hipótesis que se ha adelantado en conexión con el experimento de
Michelson está implícita en lo que se ha dicho. Sin embargo, la presente hipótesis es más
general porque la única limitación que se impone al movimiento es que su velocidad sea
menor que la luz.48

§9. Estrictamente hablando, la fórmula (28) únicamente puede ser aplicada en el caso de
un movimiento rectilíneo uniforme. En estas circunstancias –ya que (29) es siempre
verdadero- la teoría de los movimientos rápidamente cambiantes de un electrón es más
complicada, principalmente porque la hipótesis de §8 podrían implicar que la dirección y
cantidad de la deformación están cambiando constantemente. Es muy probable que la
forma del electrón esté determinada únicamente por la velocidad existente en el momento
considerado.
Por tanto, en los fenómenos en los que hay una aceleración en la dirección del movimiento,
el electrón se comporta como si tuviera una masa m 1, y en aquellos en los cuales la
aceleración es normal al curso, como si fuera m 2. Estas cantidades m1, y m2, pueden ser
llamadas propiamente las masas electromagnéticas “longitudinal” y “transversal” del
electrón. Debo suponer que no hay otra masa, ya sea “verdadera” o “material”. 49
§10. Esto nos lleva a suponer que las influencias de una traslación sobre las dimensiones (de
los electrones por separado y de los cuerpos ponderables como un todo) es confinada a
aquellos que tienen la dirección del movimiento, las cuales devienen β veces menores que
aquellos que están en estado de reposo. Si esta hipótesis es agregada a las que ya hemos
establecido, podemos estar seguros que dos estados, uno en el sistema en movimiento, el
otro en el mismo sistema mientras está en reposo, correspondiéndose como lo asentamos
arriba, ambos pueden ser posibles. Además, esta correspondencia no está limitada a los
momentos eléctricos de las partículas. En puntos correspondientes que están situados en el
éter entre las partículas o en aquellos que rodean los cuerpos ponderables podemos
encontrar en tiempos correspondientes el mismo vector D’ y, como se muestra fácilmente, el
mismo vector H’. Podemos sumarizar diciendo: Si en el sistema sin traslación existe un
estado de movimiento en el cual, en un lugar definido, los componente de P, Dy H son
ciertas funciones del tiempo, entonces el mismo sistema después de que ha sido puesto en
movimiento (y, por tanto, deformado) puede ser el asiento de un movimiento en el cual, en
el lugar correspondiente de P’, D’ y H’ son las mismas funciones del tiempo local.
Este es un punto que requiere consideraciones más amplias. Los valores de las masas m 1, y
m2, habiendo sido deducidos de la teoría del movimiento cuasi estacionario, suscitan la
pregunta de si estamos justificados en aplicarlos en el caso de las rápidas vibraciones de la
luz. Ahora, en un examen acucioso se encuentra que el movimiento de un electrón puede
ser tratado como cuasi-estacionario si cambia muy poco durante el tiempo que le toma a
una onda de luz viajar una distancia igual al diámetro. Esta condición es totalmente
cumplida por los fenómenos ópticos, porque el diámetro de un electrón es extremadamente
pequeño en comparación con la longitud de onda. 50
.
Sin agarradera alguna en la realidad física, y sólo como una ocurrencia generada por el
fracaso del experimento de Michelson, Lorentz se saca de la manga el argumento
mediante el cual explica que aquel descalabro se debe a la contracción del brazo
horizontal causada por el movimiento orbital de la tierra, reducción que sería igual que el
exceso esperado del rayo de luz que se ha desplazado por esa articulación del
interferómetro.
Lorentz enuncia dos hipótesis: (1) el movimiento produce una contracción de la materia
en el sentido del desplazamiento; esta reducción se da inicialmente en la misma
estructura atómica de la materia y se extiende a los “cuerpos ponderables” (como el brazo
del interferómetro) y (2) el movimiento orbital de la tierra se suma a o se resta de el
movimiento de la materia terrestre que se efectúa en la misma dirección que el de la
órbita terrestre.
48
Ibídem., p. 21.
49
Ibídem., pp. 21-23
50
Ibídem., pp. 23-24

76
En el trabajo del que hemos hecho extensas transcripciones, Lorentz enfoca sus esfuerzos
al desarrollo de la teoría de la contracción en la dirección del movimiento de las partículas
elementales, los átomos, los campos electro-magnéticos, los sistemas electrostáticos, las
fuerzas eléctricas, magnéticas, etcétera y configura un modelo, basado en las ecuaciones
de Maxwell, desprovisto absolutamente de cualquier punto de contacto con la realidad.
Es, simple y sencillamente, un modelo especulativo que recoge, sostiene y magnifica los
monstruosos errores teóricos, geométricos, matemáticos y ¡aritméticos! De Michelson y
Morley.
Los electrones, dice Lorentz, se contraen en el sentido del movimiento, por lo que
adquieren una forma elipsoidal y su eje se inclina en la dirección del movimiento. Los
átomos, las moléculas, las fuerzas internas, igualmente sufren una deformación por el
movimiento. El “cuerpo ponderable” reúne todas esas contracciones y sus dimensiones se
reducen también.
Lorentz parte del mismo prejuicio teórico que es el fundamento de la hipótesis de
Michelson-Morley: el movimiento de traslación de la tierra se agrega a o se deduce de
todos los movimientos que se producen en el globo terrestre en el sentido horizontal
(paralelo al ecuador).
Al contrario de Michelson, considera que no se puede detectar la influencia de la
traslación de la tierra en un rayo de luz mediante cualquier experimento óptico realizado
con una fuente terrestre. [de ahí el resultado nulo del experimento de Michelson], pero si
es posible hacerlo en los movimientos del resto de la materia (partículas, átomos, campos,
sistemas,“cuerpos ponderables”), cuya velocidad es menor que la de la luz.
Aquí precisamente radica el nudo del embrollo einsteiniano: la luz tiene una naturaleza
distinta que la del resto de la materia; en los confines de la tierra, su velocidad es siempre
igual en cualquier dirección que se desplace, mientras que los movimientos de las otras
formas de la materia, los cuales se realizan a una velocidad menor que la luz, si reciben la
influencia del movimiento orbital de la tierra, la que se debe agregar o sustraer al
movimiento propio; las especulaciones de Lorentz tienen como finalidad determinar esa
acción del desplazamiento orbital de la tierra en los movimientos materiales con velocidad
inferior a la de la luz.
Es evidente que la luz es una materia como las demás y está sujeta a todas las leyes del
mundo físico; la materia terrestre (partículas (fotones, protones, neutrones, etcétera),
átomos, moléculas, fuerzas, campos, “cuerpos ponderables”), en la que se incluyen la luz
que se produce en el planeta y sus fuentes, llevan en sí el movimiento orbital de la tierra,
por lo que cuando efectúan un movimiento propio, en cualquier sentido, éste es al mismo
tiempo un movimiento de traslación terrestre. Se trata de un sólo movimiento que tiene
dos aspectos: en el ejemplo de la luz del interferómetro, que se desplaza en el medio
constituido por la atmósfera terrestre, el rayo producido por la lámpara se mueve a una
velocidad determinada por el impulso que le proporciona su fuente y por la refracción del
medio y con ella recorre el brazo del artefacto, cualquiera que sea la dirección a la que
éste se encuentre alineado; ese mismo movimiento es también un desplazamiento
respecto del sol, a una velocidad cierta –la velocidad de la tierra respecto del sol-. En el
brazo del interferómetro la luz se desplaza a la velocidad que su emisor le ha impreso -
300,000 kms. Por segundo sin descontar la refracción causada por la atmósfera terrestre-
y la tierra, con respecto al sol, a 30 kms. Por segundo; cada metro que la luz avanza en
1/300,000,000 de segundo (3.333e-9 segundos), la tierra se mueve 0.0001 metros. Se
trata, como vemos, del mismo movimiento –el desplazamiento de la luz a la velocidad que
le ha proporcionado la fuerza emisora- referido a dos marcos: uno, la tierra, que es el
lugar en donde el movimiento se origina y desarrolla, y otro, el sol, en torno al cual se da
el movimiento orbital del planeta. No son dos movimientos que se sumen o resten, sino
uno sólo que tiene dos aspectos distintos.
El error teórico fundamental, que se origina con Maxwell y se prolonga hasta Einstein a
través de Michelson y Lorentz, radica en la consideración del movimiento de las materias
terrestres en el sentido de la órbita del planeta como la suma o la resta del movimiento de
la órbita terrestre al propio; de esta suerte, en el ejemplo que acabamos de poner, la

77
velocidad de la luz en el interferómetro sería, en la dirección del movimiento de la órbita
terrestre, igual a 300,030 kms. Por segundo, en sentido contrario, a 299,970 kms. Por
segundo y en la dirección transversal a 300,000 kms. Por segundo.
Con base en los resultados de los experimentos con el interferómetro, y sin tener indicio
físico alguno que la confirmara, Lorentz lanza al mundo su hipótesis de que la causa del
fallo es la contracción del brazo horizontal producida por la traslación terrestre. Tomando
esta hipótesis como algo cierto, en seguida se aventura a especular acerca de las
alteraciones que el movimiento orbital de la tierra debe producir en el microcosmos
(partículas, átomos, moléculas, campos eléctricos y magnéticos, etcétera) y encuentra
(sólo fantasiosamente y apoyado en todos los supuestos erróneos que hemos señalado
acuciosamente) que aquí está el núcleo de las contracciones de los “cuerpos ponderables”,
pues todos estos elementos se deforman con el movimiento, adquiriendo una forma
elipsoidal, en tanto que su eje se inclina en el sentido del movimiento. Montado por
completo en el tobogán de la especulación, Lorentz expresa el principio general: la materia
se contrae siempre en el sentido de su movimiento y esa reducción tiene una medida
específica: el factor de Lorentz.
Esta conclusión, puramente ilusoria, es la base sobre la cual Einstein construye sus
aberraciones teóricas, como lo veremos más adelante.
Lorentz introduce un modelo de representación de sus conjeturas basado en un sistema
ampliado de coordenadas cartesianas. Se trata de un modelo cuadridimensional
constituido por tres ejes que representan tres variables, x, y y z y una variable implícita, t,
el tiempo.
El sistema de coordenadas cartesianas es un instrumento utilizado para representar
gráficamente, por medios geométricos, principalmente movimientos espaciales y
relaciones funcionales entre dos o más variables.
Pero resulta que en toda su argumentación Lorentz hace igual a 0 las variables y y z, por
lo que su modelo de coordenadas queda reducido en la práctica a un sólo eje, el de las x,
que en este caso se compone de dos partes, una fija –el sistema de referencia fijo- y una
móvil –el sistema de referencia móvil-; en la segunda representa el suceso tal y como se
produce en el sistema de referencia móvil, y en la primera, la relación de aquel con el
sistema en reposo (el éter, el sol, etcétera).
Es evidente que no hay ninguna relación funcional entre los valores de la parte móvil del
eje de las x y los de la parte fija del mismo; por ejemplo, en el experimento Michelson la
traslación de la tierra no tiene ninguna influencia en el movimiento de la luz en el
interferómetro y, de poder confrontar con la realidad por medio de algún experimento las
elucubraciones Lorentzianas, comprobaríamos que tampoco en este caso ni el orbitar
terrestre ni el movimiento mismo tienen efecto alguno sobre las dimensiones de las
partículas, los átomos, las moléculas y los cuerpos ponderables.
El error fundamental consiste, sin embargo, como ya lo explicamos anteriormente, en que
Lorentz, igual que antes Maxwell y Michelson-Morley, aplica un sistema de representación
completamente inadecuado, las coordenadas de un plano cartesiano formado por dos ejes
perpendiculares, a lo que es simple y sencillamente una relación entre dos variables que
se expresa plenamente por medio de dos líneas superpuestas que tienen un mismo punto
de origen
La relación fundamental es la que existe entre la medición del observador negligente
situado en el marco de referencia móvil y la del observador acucioso que se encuentra en
el marco de referencia fijo, y ella se puede cuantificar por una simple razón aritmética en
la que una de ellas sea el numerador y la otra el denominador. De esta manera, si se tiene
la medición fragmentada de un evento y el valor del desplazamiento del sistema móvil, se
puede calcular el valor total del evento y, al contrario, partiendo de éste es posible llegar a
la medición incompleta.
La chapucera metafísica einsteiniana llega, mediante la transformación de Lorentz, a la
determinación de la “expansión” en un caso y la “contracción” en el otro del tiempo y el
espaciocomo un fenómeno físico dotado de existencia real. El absurdo se magnifica si
llegamos a la conclusión obligada: el espacio contraído y el tiempo dilatado coexisten con

78
el espacio-tiempo normal; aquí entramos de lleno a la ciencia ficción, separada, si es que
lo está, de la ciencia oficial apenas por una delgadísima membrana, en donde
encontramos las ventanas del espacio-tiempo, los mundos paralelos, los viajes en el
tiempo (al pasado o al futuro), etcétera. De esta naturaleza es el ejemplo clásico,
enunciado con una gran seriedad, del viaje interestelar que consume unos cuantos meses
de la vida de los viajeros, quienes regresan gozando aún de su lozanía, pero que al volver
encuentran a sus compañeros terrestres lastimosamente avejentados.
La enunciación matemático-geométrica de la teoría de Lorentz tiene su base más firme en
las fórmulas de Michelson relativas a los viajes longitudinal y transversal de los rayos de
luz en el interferómetro por él construido. Ya vimos cómo, para establecer la diferencia
apócrifa entre esos desplazamientos, Michelson fija las fórmulas del tiempo total de ida y
V
vuelta en el sentido longitudinal, 2 D , y de la distancia recorrida en este tiempo,
V −v 2
2

V2
2D 2 2 , y de ahí, por sucesivas transformaciones, determina la diferencia mencionada
V −v
v2
como D 2 . Esta misma fórmula es la que Lorentz utiliza para medir la supuesta
V
contracción del brazo longitudinal del interferómetro de Michelson.
Con la finalidad de dotar a sus elucubraciones de una apariencia de cientificidad, Lorentz
decide introducir todo un aparato matemático-geométrico en el desarrollo de las mismas.
En primer lugar, postula la existencia de dos grupos de tres variables en un espacio
tridimensional y una variable independiente que se pueden representar en dos sistemas
de coordenadas cartesianas: x, y, z y t y x’, y’, z’ y t’. La deformación de los cuerpos
ponderables se puede conocer si se realiza la transformación de un sistema en el cual se
toma a la tierra en reposo y otro en el cual se le considera en el movimiento orbital. Este
cambio se realiza aplicando a las variables del sistema originario el factor de la diferencia
c2
de Michelson, que en Lorentz toma la forma de 2 2
, y a la cual adjudica la notación
c −v
β2. De esta manera, la contracción de los cuerpos ponderables se expresa de la siguiente
manera: x’ = xβ, y’ = y, z’ = z y t’ = tβ.

Este “factor de Lorentz” es el que acríticamente toma Einstein para convertirlo en la


medida de sus fantasiosas contracción del espacio y dilatación del tiempo.
El proceso cognoscitivo de Lorentz es asaz tortuoso. Sin que previamente hubiese tenido
ante sí un cúmulo de fenómenos físicos en los cuales se presentaran evidencias de
cambios en la extensión de los cuerpos ponderables presuntamente relacionados con el
movimiento orbital de la tierra, lo que hubiera exigido un análisis teórico de los mismos y,
en última instancia, su integración en un modelo matemático, se aventuró, sólo porque el
fracaso del experimento de Michelson exigía una explicación, a sacarse de su caletre un
supuesto fenómeno físico consistente en la deformación de los cuerpos en la dirección del
desplazamiento de la órbita terrestre, el cual hizo extensivo a toda la materia en el sentido
de su movimiento. Una vez inventada esa contracción, y ya que ésta constituía la
explicación del “null result” del experimento de Michelson, tomó de éste íntegras sus
fórmulas matemáticas, que son erróneas y sin fundamento, como ya tuvimos oportunidad
de verlo, y las aderezó con un par de sistemas de coordenadas cartesianas de tres
variables, aparato de representación excesivo puesto que la única variable que cambia en
esos planos es la x; con este instrumental en mano, hace una petitio principii: toda la
materia terrestre se encuentra sujeta a una deformación provocada por el movimiento de
traslación del planeta y el modo teórico de probarla es aplicando en forma inversa el factor
de deformación a la materia en su estado actual para llegar a conocer lo que sería su
forma original en un estado de reposo que únicamente se puede encontrar en la
imaginación. De esta manera, su petición de principio es inatacable, porque la única

79
manera de probar que no es cierta sería manteniendo la tierra en reposo y observar
entonces la forma que la materia adquiriría al cesar la fuerza causante de su
deformación. Es este un método sui generis, una verdadera novedad en el campo de la
ciencia física, el cual será llevado posteriormente hasta alturas insospechadas por Alberto
Einstein.
Lorentz aplica su método de transformación –el cuál más adelante sería conocido por la
ciencia física como “la transformación de Lorentz”- a dos sistemas electromagnéticos que
poseen todas las características que determinó Maxwell; uno de ellos se encuentra en
reposo y el otro en movimiento. Mediante puro razonamiento matemático, y empleando
concienzudamente su novísimo método científico, transforma las fórmulas originales de
Maxwell del campo electromagnético, mediante el uso inverso del factor β, en lo que serían
en el caso de encontrarse dicho campo en un estado de reposo.
De la misma manera, postula que en los átomos constitutivos de la materia, lugar en
donde se encuentra el origen de todas las deformaciones, las órbitas de los electrones son
elipsoidales, acortadas en el sentido del movimiento; mediante el uso del factor de
transformación encuentra, teóricamente, que en estado de reposo esas órbitas deben ser
circulares.
La contracción atómica y molecular, que pretendidamente Lorentz ha probado
teóricamente de manera suficiente, es el fundamento de la superchería de la contracción
de la materia en el sentido de su movimiento y, por tanto, de la deformación de la materia
terrestre en la dirección del movimiento orbital de la tierra.
Es importante detenernos en este modus operandi de Lorentz porque nos muestra
claramente la manera en que más tarde la física relativista se apropia de las verdaderas
conquistas científicas y las deforma para adaptarlas a sus concepciones anticientíficas y
absurdas.
Las ecuaciones de Maxwell son la expresión matemática de la grandiosa teoría de este
verdadero sabio acerca del electromagnetismo. Su concepción expresa la verdadera
naturaleza de las fuerzas electromagnéticas, determinándolas como campos eléctricos y
magnéticos que, dialécticamente, se engendran y se niegan mutuamente. Lorentz
desvirtúa las ecuaciones de Maxwell al “transformarlas” mediante el uso de su factor; las
convierte en una caricatura de su forma original, sin valor científico alguno. Más tarde,
Einstein se encargará de completar esta labor al someter las ecuaciones de Maxwell a una
“revisión” de acuerdo con los postulados erróneos y absurdos de la teoría de la
relatividad.
La ciencia física moderna, en lo que tiene de racional y verdadero, ha debido avanzar
arrastrando ese peso muerto que es la física relativista; primero, tiene que llegar a la
verdad científica abriéndose paso a través de la dogmática relativista que permea todo el
campo de la ciencia física; después, puesto que cada producción realmente científica es
tomada por el relativismo para “corregirla” con sus despropósitos, la verdadera ciencia
tiene que rescatarla de sus garras con ímprobos esfuerzos. Y así sucesivamente. La
ciencia física no puede deshacerse del relativismo porque este constituye un verdadero
cuerpo dogmático, al que todos los físicos rinden necesariamente su profesión de fe.
En suma, la teoría de Lorentz de la contracción física de los cuerpos ponderables
atribuible a la velocidad de su movimiento es errónea y absurda de principio a fin. Tiene
su origen en una “ocurrencia” del físico ante el fracaso de otra “ocurrencia” de su colega
Michelson y utiliza como instrumento matemático una fórmula también equivocada que
tiene fundamentos teóricos absolutamente falsos.
El factor de la contracción y la transformación de sistemas de coordenadas, ambas
constitutivas de la teoría de Lorentz, son el núcleo de la llamada “métrica lorentziana”;
ésta, a su vez, es elemento fundamental de la teoría de la relatividad y de la ecuación
einsteinianas y, a través de ellas, de la teoría del big bang y de todas las “cosmovisiones”
que se declaran “soluciones a la ecuación de Einstein”. Toda la física relativista moderna
y las cosmovisiones einsteinianas tienen como fundamento los descomunales errores,
absurdos, aberraciones, etcétera de las teorías de Michelson y Lorentz y son, por tanto,
falsas y anticientíficas de principio a fin.

80
81
CAPITULO IV

El experimento de Fizeau, la energía cinética y los rayos catódicos

Después de cocinar el refrito del factor de Lorentz e investirlo del carácter de una
constante física, Einstein se lanza a la búsqueda de campos para su aplicación.

El experimento de Fizeau
En el afamado experimento de Fizeau encuentra Einstein una confirmación plena de los
postulados de la relatividad especial, y a las conclusiones del físico, a las cuales considera
acertadas, únicamente les adiciona el factor de Lorentz para que adquieran su plena
naturaleza científica.
En su trabajo On the Effect of the Motion of a Body upon the Velocity with which it is
traversed by Light51, M. Hipholyte Fizeau hace el siguiente planteamiento:
Muchas teorías han sido propuestas con el propósito de presentar el fenómeno de la
aberración de la luz de acuerdo con la teoría ondulatoria..

Estas hipótesis pueden ser reducidas a las siguientes tres, haciendo referencia al estado en
el cual el éter debe ser considerado existiendo en el interior de un cuerpo transparente.
Primera, el éter se adhiere o está fijo a las moléculas del cuerpo y, en consecuencia, sigue a
éste en todos sus movimientos; segunda, el éter es libre e independiente, y
consecuentemente no es llevado con el cuerpo en sus movimientos; o, tercera, solamente
una porción del éter es libre y el resto permanece fijo a las moléculas del cuerpo y por tanto
sigue sus movimientos.
Las siguientes consideraciones me llevaron a intentar un experimento cuyo resultado
prometía, así lo pensaba yo, hacer luz sobre esta cuestión.
Se observará que, de acuerdo con la primera hipótesis, la velocidad con la cual la luz
atraviesa un cuerpo debe cambiar con el movimiento de ese cuerpo. Si los movimientos del
cuerpo y el rayo se dan en la misma dirección, la velocidad de la luz debe incrementarse
con la velocidad total del cuerpo.
Si el éter es perfectamente libre, la velocidad de la luz no debe ser alterada por el
movimiento del cuerpo. Por último, si el cuerpo al moverse solamente lleva consigo una
porción del éter, entonces la velocidad de la luz debe ser incrementada por una parte
fraccional de la velocidad del cuerpo y no por el total de la velocidad, como en el primer
caso. Esta consecuencia no es tan evidente como las dos anteriores, ya que Fresnel ha
demostrado que es apoyada por consideraciones mecánicas de naturaleza muy probable.
La cuestión entonces se reduce a la determinación con acuciosidad del efecto del movimiento
de un cuerpo sobre la velocidad con la cual la luz lo atraviesa (subrayado por GRE).

Para medir la relación de la velocidad de la luz con la de un medio al que atraviesa,


Fizeau diseñó un mecanismo experimental específico. Estaba formado éste,
principalmente, con dos tubos paralelos de aproximadamente 1.5 metros de largo. En
ellos hacía circular agua, en sentidos opuestos, a una velocidad aproximada de 7 metros
por segundo. Por un extremo se expedía un pulso de luz que era dividido en dos rayos, los
cuales viajaban uno en cada tubo. Al llegar al final, los rayos eran reflejados y

51
Ibídem., p. 28

82
regresaban, por el tubo contrario, al punto de partida, en donde se registraba su patrón de
interferencia. Cada rayo haría un viaje doble (ida y vuelta) ya sea a favor o en contra de la
corriente. El rayo que realizaba el doble trayecto en la misma dirección que el movimiento
del agua debería hacerlo, de acuerdo con la hipótesis de Fizeau, a una velocidad mayor
(v’+u) que la del rayo que se trasladaba en contra (v’-u) (v’ es la velocidad de la luz en el
medio en reposo y u la velocidad del agua).
Los parámetros en juego son la velocidad de la luz en el vacío y en el medio en que se
desplaza y sus respectivos espectros. El resultado del experimento debería ser la
dilucidación de si la velocidad del medio se sumaba a la de la luz y en qué medida lo
hacía. Esto lo debería reflejar el patrón de interferencia.
El experimento de Fizeau estaba bien concebido. Su resultado, superados los inevitables
problemas técnicos, debería mostrar, en efecto, una diferencia entre los caminos de los
dos rayos.
En realidad, el problema planteado por Fizeau tiene una solución sencilla y racional,
conforme con los principios físicos. Los fotones se desplazan interactuando con las
partículas del medio en movimiento; éstas, cuando medio y luz se mueven en el mismo
sentido, arrastran consigo a los fotones durante el tiempo que se realiza la transición
hacia otra partícula y así sucesivamente; la velocidad del medio se suma a la de la luz; y
lo contrario sucede cuando se desplazan en sentidos opuestos.
Fizeau obtiene los siguientes resultados:
El aparato arriba descrito fue empleado únicamente para experimentos con agua en
movimiento: con algunas modificaciones, podría ser también utilizado con aire; pero mis
experimentos con aire en movimiento habían sido previamente hechos con un aparato
ligeramente diferente... Yo probé que el movimiento del aire no producía un desplazamiento
apreciable de las franjas.
Para el agua hay un desplazamiento evidente. Las bandas están desplazadas hacia la
derecha cuando el agua retrocede desde el observador en el tubo a su derecha, y se
aproxima a él en el tubo a su izquierda. El desplazamiento de las bandas es hacia la
izquierda cuando la dirección de la corriente en cada tubo es opuesta a la que hemos
definido.
Durante el movimiento del agua las bandas permanecen bien definidas y se mueven
paralelas a sí mismas, sin el más mínimo desorden, a través de un espacio aparentemente
proporcional a la velocidad del agua. Aún con una velocidad de 2 metros por segundo, el
desplazamiento es perceptible; para velocidades entre 4 y 7 metros el desplazamiento es
perfectamente medible.
En otro experimento, cuando una banda ocupó cinco divisiones del micrómetro, el
desplazamiento sumó 1.2 divisiones hacia la derecha y 1.2 divisiones hacia la izquierda,
siendo la velocidad del agua 7.059 metros por segundo. La suma de los dos
desplazamientos fue, por tanto, igual a 2.4 divisiones, o cerca de la mitad del ancho de una
banda.
Acerca de la fiabilidad de los resultados de su experimento, Fizeau ya había hecho las
prevenciones correspondientes.
Es cierto que la velocidad con la cual la luz se propaga es inmensamente superior a
cualquiera que podamos impartir a un cuerpo, de tal manera que cualquier cambio en la
primera velocidad debe ser en general inapreciable. Sin embargo, mediante la combinación
de las circunstancias más favorables, parece posible (subrayado por GRE) someter a una
prueba decisiva cuando menos a dos medios, el aire y el agua, a los cuales, gracias a la
movilidad de sus partículas es posible proporcionarles una gran velocidad.
Fizeau desarrolla una serie de ecuaciones que dan forma matemática a sus hipótesis, su
experimento y a los resultados de éste.
Con la finalidad de calcular los desplazamientos de las bandas bajo la suposición de que el
éter está unido a las moléculas de los cuerpos de tal manera que participan de sus
movimientos, sean
v la velocidad de la luz en el vacío,
v’ la velocidad de la luz en el agua cuando ésta se encuentra en reposo,
u la velocidad del agua suponiendo que ésta se mueve en una dirección paralela a la de la
luz. De ahí se sigue que
v’ + u es la velocidad de la luz cuando el rayo y el agua se mueven en la misma dirección, y

83
v’ – u cuando ellas se mueven en direcciones opuestas.
Si ∆ es el retardo requerido y E la longitud de la columna de agua que es cruzada por cada
rayo, tenemos, de acuerdo con los principios demostrados en la teoría de la interferencia de
la luz,

( )
2
v v u v
∆=E − , o.∆=2 E
v '−u v ' +u v v ' 2−u2
Ya que u es solamente la 33 millonésima parte de v, esta expresión puede, sin error
apreciable, ser reducida a
2
u v
∆=2 E . 2
v v'
v
Si m= es el índice de refracción del agua, tenemos la fórmula aproximada
v'
u 2
∆=2 E m
v
Ya que cada rayo atraviesa el tubo dos veces, la longitud E es el doble de la longitud real de
los tubos. Llamando a esta última L = 1.4875 metros, la fórmula precedente deviene
u
∆=4 L m2
v
y una vez hecho el cálculo numérico, encontramos
∆ = 0.0002412 milímetros.
Esta es la diferencia en la extensión de los viajes que, bajo la actual hipótesis, debe existir
entre los dos rayos.52
En el capítulo XIII. Theorem of the addition of Velocities. The experiment of Fizeau, de su
obra ya citada, Relativity: The Special and General Theory, Einstein se propone mostrar la
superioridad de “la transformación de Lorentz” sobre “la transformación de Galileo”.
...En este punto hemos sido iluminados por el más importante experimento realizado hace
más de medio siglo, y el cual ha sido repetido desde entonces por algunos de los más
experimentados físicos, de tal manera que no puede haber dudas de sus resultados. El
experimento se refiere a la siguiente cuestión. La luz viaja en un líquido en reposo con una
particular velocidad. ¿Qué tan rápidamente viaja en la dirección de la flecha en el tubo T
(ver el diagrama de la figura 3) cuando el líquido mencionado fluye a través del tubo con
velocidad v?

Figura No. 3
De acuerdo con el principio de relatividad tenemos que tomar por cierto que la propagación
de la luz siempre tiene lugar con la misma velocidad w con respecto al líquido, ya sea que
éste se encuentre en movimiento con referencia a otros cuerpos o no. La velocidad de la luz
relativa al líquido y la velocidad de éste relativa al tubo son entonces conocidas, y lo que
requerimos es la velocidad de la luz relativa al tubo.
Es claro que de nuevo tenemos ante nosotros el problema de la sección VI. El tubo juega la
parte del terraplén o del sistema de coordenadas K, el líquido la del carro o del sistema de

52
Fizeau , M. H , On the effect of the motion of a body upon the velocity with which it is traversed by
light, The London, Edinburgh and Dublin Philosophical Magazine and Journal of science (Fourth
Series), April 1860, XXXII. Translated from the Annales de Chimie et de Physique for December
1859. The original memoir was presented to the Parisian Academy os Sciences, Sept. 29, 1851; and
a traslation of the brief abstract published in the comptes Rendus was given in the Phil Mg. For
december 1851, p. 568. Phil Mag. S. 4. Vol. 19. No. 127. April 1860.

84
coordenadas K’, y finalmente, la luz la del hombre caminando a lo largo del carro, o la del
punto en movimiento de la presente sección. Si denotamos la velocidad de la luz relativa al

[ ]
v+w
W=
tubo como W, entonces ella es dada por la ecuación A [ W =v +w ... ] o B vw , de
1+ 2
c
acuerdo si la transformación de Galileo o la de Lorentz corresponden a los hechos. El
experimento [de Fizeau] decide en favor de la ecuación (B) derivada de la teoría de la
relatividad, y la coincidencia es, verdaderamente, muy exacta. De acuerdo con las recientes
y más excelentes mediciones de Zeeman, la influencia de la velocidad de flujo v sobre la
propagación de la luz es representada por la fórmula (B) en un 100 porciento.
Fizeau nunca se planteó determinar, con su experimento, la velocidad de la luz con
respecto al tubo en el cual se desplazaba. Su único propósito era establecer si la luz se
movía con independencia del flujo del medio, pues entonces su velocidad habría sido la
misma si aquel hubiese estado en reposo o en movimiento, o si de alguna manera (por la
unión del éter con las partículas del medio) la luz era arrastrada por el medio y entonces
su velocidad se incrementaría con la de éste.
Ya hemos visto que Fizeau cree haber demostrado su segunda hipótesis: el éter está
íntimamente unido a las partículas del medio y, por tanto, la luz es arrastrada por éste; la
velocidad de la luz respecto de la del medio que se encuentra en reposo se incrementa en
la medida de la velocidad de éste. Ahora sabemos que, descartada la existencia del éter, la
física moderna acepta como válido el resultado de los experimentos de Fizeau, pero
explicándolo como una interacción de los fotones con las partículas del medio.
Einstein considera que el experimento de Fizeau es científicamente correcto, el más
importante, por el cual ha sido iluminado en su arduo camino para establecer la teoría de
la relatividad especial; por lo tanto, los resultados del mismo son para Einstein
absolutamente correctos, al igual que todo el aparato matemático utilizado.
Explícitamente declara que el experimento de Fizeau es un argumento en favor de la
validez de la transformación de Lorentz, el alma de la relatividad especial, y en contra de
la transformación de Galileo. Del reconocimiento del valor científico del experimento de
Fizeau y de sus resultados intenta Einstein, taimadamente, derivar la validez de su
espantajo teórico.
Pero en seguida se dedica a desvirtuar sistemáticamente los argumentos de Fizeau para
acomodarlos a su descabellada teoría.
Fizeau no considera como objeto de investigación la velocidad de la luz en relación con el
tubo, reputado éste como sistema de referencia en reposo.
Einstein, por el contrario, le concede un papel principal, porque así puede acomodar
convenientemente sus desatinos relativistas.
Fizeau llega a la conclusión de que la velocidad de la luz se incrementa con el movimiento
del medio en el monto de la velocidad de éste.
Einstein sostiene el argumento completamente falso de que la velocidad de la luz es la
misma en el medio en reposo que en el medio en movimiento.
Einstein asevera que son conocidas la velocidad de la luz, w, con respecto al líquido
(invariante, como lo exige la teoría de la relatividad, ya sea que el medio se encuentre en
reposo o en movimiento) y la velocidad de la luz, v, con relación al tubo.
Lo que se requiere, dice Einstein, es conocer la velocidad de la luz relativamente al tubo.
De acuerdo con los supuestos fijados por él mismo, la cuestión se resuelve fácilmente, sin
necesidad de apelar a ningún elemento relativista. Si la velocidad de la luz no se altera
por el movimiento del medio y sólo se reduce por la refracción específica, entonces esta
velocidad reducida será siempre la misma en relación con el tubo; únicamente se
requeriría aplicar la fórmula elemental del índice de refracción a la luz que se desplaza a
través del medio.
Pero esta solución es de una simplicidad rotunda frente a los sofisticados desarrollos
relativistas.
Einstein identifica la situación que se ha planteado a sí mismo con el problema que ha

85
resuelto en la sección VI. El tubo de aquella es el terraplén de éste, el agua en
movimiento, el carro de ferrocarril, y el rayo de luz, el hombre que camina en el carro. En
el pueril ejemplo de la sección VI, Einstein llega a la conclusión de que la distancia que el
hombre recorre en un segundo medida en el vagón es distinta si se mide desde el
terraplén. Más adelante, con base en este y en otros ejemplos del mismo jaez, el sabio
explicará esta paradoja mediante el retorcido argumento de que la velocidad ha contraído
el espacio y dilatado el tiempo y cuantificará esas contracción y dilatación mediante el
factor de Lorentz: los valores del tiempo y el espacio computados en el vagón se dividen
entre ese factor y así se obtienen el espacio y el tiempo tal y como se miden desde el
terraplén; los valores registrados desde el terraplén deben multiplicarse por el factor de
Lorentz para conocer sus equivalentes en el vagón. Al aplicar este “razonamiento” al
experimento de Fizeau, se encuentra lo que de acuerdo al relativismo deberían ser las
relaciones entre la velocidad de la luz, w, la del agua, v, y el tubo por el cual transitan: en
el agua, w será medido por

√( )
2
v
v+ w . 1− 2
c
(el multiplicador es el clásico factor de Lorentz, sancionado por Einstein en el Capítulo XI,
The Lorentz Transformation, de la obra que comentamos); desde el tubo, w se determinará
por
v+w


2
v .
1−
c2
A lo largo de nuestro trabajo demostramos palmariamente el carácter anticientífico de las
concepciones de Einstein acerca de la relatividad, el tiempo y el espacio y,
adicionalmente, la naturaleza errónea de los elementales desarrollos matemáticos y
geométricos que utilizó para supuestamente probar sus dislates teóricos. Es por eso que
las fórmulas que presenta con base en el experimento de Fizeau, las cuales contienen
todos esos disparates e inexactitudes, son totalmente ineficaces para expresar las
relaciones de los elementos que el físico francés pone en juego.
La fórmula propuesta por Einstein (ver párrafos anteriores), a la cual califica como
avalada plenamente por el experimento de Fizeau, no corresponde, en ninguno de sus
términos, a aquellas establecidas por este último como andamiaje matemático de su
investigación (igualmente, ver párrafos anteriores). De la misma manera, su
representación en ella del factor de Lorentz es incorrecta, pues elimina la extracción de
raíz y cambia el signo del segundo de los términos de – a +. Es decir, que ni siquiera
formalmente su ecuación se apega a las exigencias de su propia teoría.
Por otra parte, es sumamente extraño (¿o cómico?) que el paladín de la relatividad
coloque como fundamento de su teoría ¡una invariante (absoluta) velocidad de la luz!, que
sin embargo puede ser W y w al mismo tiempo, y que todavía se maraville de que a pesar
de esta paradoja sus desatinos tengan validez (obviamente sólo para él mismo).
Con este ejemplo, lo único que ha hecho Einstein es desacreditar completamente su
teoría de la relatividad y el principio de la velocidad invariante de la luz, introduciendo un
verdadero caos en sus planteamientos teóricos.
Por otro lado, aquí se nos permite ver claramente el “modus operandi” de “Tricky”
Einstein.
Toma un experimento realizado de acuerdo con todas las exigencias de la ciencia física
por un connotado físico; este ensayo, su fundamentación teórica y sus resultados gozan
entre la comunidad científica de una aceptación sin restricciones y se les considera como
una valiosa aportación al dominio de la física.
Se adhiere totalmente a estas ponderaciones y además declara que los aportes de Fizeau
vienen a demostrar la validez de las tesis de la relatividad especial.
Luego, adultera impúdicamente los fundamentos teóricos, las hipótesis, los resultados y

86
la herramienta matemática del experimento de Fizeau y los sustituye por todos los
prejuicios del relativismo y por el infaltable “factor de Lorentz”.
En las citas que en seguida se insertan se advierten clara y contundentemente las
inexactas, anticientíficas, absurdas y traídas de los cabellos tesis de la relatividad
especial de Einstein.
La regla rígida es entonces más corta cuando está en movimiento que cuando está en reposo
y en cuanto más rápido se mueva más corta será.
Si hubiéramos basado nuestras consideraciones en la transformación de Galileo no
habríamos obtenido una contracción de la regla como consecuencia de su movimiento.
Como una consecuencia de su movimiento el reloj marcha más lentamente que cuando está
en reposo. 53
Poseído de una locura verdaderamente monstruosa, Einstein se erige en el supremo
discriminador de lo que es y no es la ciencia y le dicta a la naturaleza cómo deben ser sus
leyes: tienen que ajustarse necesariamente a la transformación de Lorentz, es decir, a las
absurdas y traídas de los cabellos tesis de la relatividad que se resumen todas en el
postulado de la absoluta maleabilidad del tiempo y del espacio. Armado de este
chocarrero instrumento (la teoría especial de la relatividad), Einstein concede, desde su
alto sitial, certificados de cientificidad a diestra y siniestra a las ansiosas, expectantes y
modestas ideas que aspiran a convertirse en leyes naturales inobjetables.
Nuestra línea de pensamiento en las páginas precedentes puede ser explicada de la
siguiente manera. La experiencia ha llevado a la convicción de que, por un lado, el principio
de relatividad es verdadero y que, por otro lado, la velocidad de transmisión de la luz en el
vacío tiene que ser considerado igual a una constante c. Uniendo estos dos postulados
obtenemos la ley de transformación para las coordenadas rectangulares x, y, z y el tiempo t
de los eventos que constituyen los procesos naturales. En esta conexión no hemos obtenido
la transformación de Galilei, sino, difiriendo de la mecánica clásica, la transformación de
Lorentz. La ley de la transmisión de la luz, cuya aceptación es justificada por nuestros
actuales conocimientos, ha jugado un papel importante en este proceso de pensamiento.
Una vez en posesión de la transformación de Lorentz, sin embargo, podemos combinarla
con el principio de relatividad, y completar la teoría de la siguiente manera: toda ley general
de la naturaleza debe estar constituida de tal manera que es transformada en una ley de la
misma forma cuando, en lugar de las variables del espacio tiempo x, y, z y t del sistema
original de coordenadas K, introducimos variables del espacio-tiempo nuevas x’, y’, z’, t’ de
un sistema de coordenadas K’. En esta conexión, la relación entre las magnitudes
ordinarias y las acentuadas (‘) es dada por la transformación de Lorentz. O, resumiendo: las
leyes generales de la naturaleza son covariantes con respecto a transformaciones de
Lorentz. Esta es una condición matemática definida que la teoría de la relatividad demanda
de una ley natural, y en virtud de esto, la teoría se convierte en un valioso instrumento en
la búsqueda de las leyes generales de la naturaleza. Si se encontrase una ley general de la
naturaleza que no satisface esta condición, entonces cuando menos uno de los dos
principales supuestos de la teoría sería refutado. 54
En el capítulo XV. General Results of the Theory de su libro55, Einstein continúa
pregonando el carácter de verdadero portento científico, superior en todo a la modesta
mecánica newtoniana, de su teoría de la relatividad especial.
Es claro, de acuerdo con nuestras consideraciones previas, que la teoría de la relatividad
especial ha brotado de la electrodinámica y la óptica. En estos campos la relatividad
especial no ha alterado apreciablemente las predicciones de la teoría, pero ha simplificado
considerablemente la estructura teorética, esto es, la derivación de leyes, y –lo que es
incomparablemente más importante- ha reducido considerablemente el número de
hipótesis independientes que forman la base de su teoría. La teoría especial de la relatividad
ha hecho a la teoría de Maxwell-Lorentz tan verosímil que habría tenido que ser aceptada
por los físicos aún si los experimentos hubieran decidido menos inequívocamente en su
favor.
La mecánica clásica necesita ser modificada antes de poder ponerse en línea con las
demandas de la teoría de la relatividad especial. Sin embargo, esta modificación afecta

53
Ibíd, Pp.246-257
54
Ibid, XII. The Behaviour of Measuring-Rods and Clocks in Motion.
55
Ibid, XIV.The Heuristic Value of the Theory of Relativity

87
principalmente sólo las leyes de los movimientos rápidos, en los cuales las velocidades de la
materia v no son muy pequeñas comparadas con la velocidad de la luz. Tenemos
experiencia de movimientos de tal rapidez solamente en el caso de electrones e iones; para
otros movimientos las variaciones respecto de las leyes de la mecánica clásica son
demasiado pequeñas para hacerse evidentes en la práctica.
Ya en el goce de su papel de conciencia histórica de la ciencia física, les enmienda la
plana a Maxwell y Newton.
Las geniales fórmulas de Maxwell, por las cuales este verdadero sabio somete al dominio
científico las leyes del campo electromagnético, son tomadas por Einstein y deformadas
completamente mediante la “corrección” de todas y cada una de ellas con el factor de
Lorentz.56
En la búsqueda de campos de aplicación para su teoría relativista, nos conduce al terreno
de la energía cinética57.

La energía cinética. La primera ecuación de Einstein: E = mc 2

En la mecánica clásica, la energía cinética de un cuerpo está dada por la siguiente

fórmula: Ek =
mv2 . Einstein propone entonces que se aplique la transformación de Lorentz
2
a la fórmula clásica para darle la forma que le corresponde en la teoría de la relatividad
2
mc
Ek =

√ v2 .
especial y llega al resultado siguiente:
1− 2
c
Einstein declara que el resultado con carácter general más importante al que ha llegado
la teoría especial de la relatividad se refiere al concepto de masa.
Y en seguida pone en obra uno más de sus afamados “tought experiments”.
En primer lugar, establece que la ley de la conservación de la energía, de acuerdo con la
teoría especial de la relatividad, debe tener validez no sólo en el sistema de coordenadas
fijo (K), sino en cualquier otro sistema de coordenadas (K’) en movimiento rectilíneo
uniforme con respecto al primero. Nos señala que el factor de Lorentz es decisivo en la
transición de un sistema a otro.
Después de esta introducción, Einstein procede a realizar la transformación de una
cantidad de energía de un sistema de coordenadas a otro.
Un cuerpo que se mueve con la velocidad v y absorbe una cantidad de energía E0 en la
forma de radiación sin sufrir una alteración en la velocidad en el proceso, tiene, como
E0

√ v2 .
consecuencia, su energía incrementada por la cantidad
1−
c2
Esto es así porque primero ha representado la energía en el sistema de coordenadas fijo y
luego lo ha hecho en el sistema de coordenadas móvil. Y como ya ha impuesto a la ciencia
el nefasto prejuicio del factor de Lorentz, al cual ha dotado de la calidad de una constante
física, entonces sólo lo aplica a este caso especial y obtiene la representación metafísica de
la energía.
Pero se trata de una cantidad específica de energía que la radiación lleva consigo, la cual
se mide mediante procedimientos físicos determinados y es por completo independiente
del sistema de coordenadas desde el que se le observe.
La energía total es, para Einstein

56
Ibid, XV. General Results of the Theory.
Ver: Einstein, Albert, On the electrodynamics of moving bodies, Doc. 23, Volume 2: The Swiss Years:
57

Writings, 1900-1909 (English Translation supplement), The collected Papers of Alberto Einstein, English
Translation, Anna Beck traslator, pp. 140-171

88
2
mc + E0
ET =


2
v .
1− 2
c
El “tought experiment” consiste escuetamente en lo que sigue: un objeto se desplaza en el
espacio con un movimiento rectilíneo uniforme; en su viaje recibe y absorbe un haz de
radiaciones que posee una energía cuantificada en E0. El problema planteado se cifra en
determinar la energía del objeto antes y después de la asimilación de la energía de las
2
radiaciones. La energía del objeto en movimiento se obtiene por la fórmula Ek =
mv ; la
2
masa está dada por la relación entre densidad y volumen; la velocidad se conoce por
medio de la relación entre el espacio recorrido y el tiempo empleado en hacerlo, lo cual se
logra estableciendo un sistema de referencia, un sistema de coordenadas cartesianas,
aunque del mismo sólo se utilizará un eje, digamos el de las x; los valores así establecidos
se sustituyen en la ecuación de la energía cinética y se tiene entonces la energía del
objeto en movimiento, a la cual simplemente se suma la energía de las radiaciones y así
resulta la energía total después de la recepción,
2
mv
ET = + E0 .
2
Si se construye otro sistema de coordenadas que acompañe al objeto en su movimiento,
entonces los valores obtenidos en el experimento no se alteran en absoluto por esta
operación mental, pues ella no tiene ninguna trascendencia física; igualmente como
sucedió con el sistema de coordenadas fijo, el cual fue utilizado para medir un
movimiento sobre el cual no tuvo ninguna clase de influencia. El hecho objetivo: el objeto
en movimiento, la masa y la velocidad del mismo, el haz de radiaciones y su contenido de
energía y la traslación de ésta al objeto, no es afectado en nada por los procedimientos
matemático-geométricos utilizados para su medición y representación, ni por la situación de
cualquier observador.
En este “tought experiment” se pone de relieve con claridad meridiana el perverso
mecanismo que utiliza Einstein para inficionar la ciencia física con sus tesis
anticientíficas.
La corrupción que Einstein realiza de la ecuación de la energía cinética mediante el
“factor de Lorentz” tiene como su fundamento la famosísima “ecuación de Einstein” E =
mc2 (distinta de la “ecuación de campo”, pero igual de errónea). A ella se llega si a la
fórmula de Einstein
mc 2 + E0
ET =


2
v
1−
c2
le sustraemos la energía de la radiación y la proveniente del movimiento. Como residuo
queda E = mc2, que es algo así como la energía del cuerpo en reposo.
Esta fórmula ha adquirido una enorme, desmesurada fama, no sólo en la comunidad
científica, sino entre la gente común. Se considera que ella es la expresión más alta de la
excelencia que la ciencia física ha alcanzado con la teoría de la relatividad y, desde luego,
prueba fehaciente del genio de su creador, Alberto Einstein, la mente más poderosa que
jamás haya producido la humanidad.
Sin embargo, esta primera “ecuación de Einstein” tiene un origen y una naturaleza más
prosaicos. Constituye una desnaturalización, mediante la aplicación del “factor de
Lorentz”, de la ecuación de la mecánica clásica relativa a la energía mecánica de un
cuerpo en reposo,
Hay consenso entre los exégetas de Einstein (explicar, comentar, interpretar, etcétera, los
textos de Einstein es toda una profesión, muy lucrativa, que ha ejercido una nutrida
porción de los físicos por más de una centuria) acerca del origen y primeras

89
formulaciones de la “genial” “ecuación de Einstein”.
La primera derivación la encontramos en el trabajo de Einstein Does the inertia of a body
depend upon its energy content?58, publicado en 1905.
En seguida insertaré un amplio extracto de este trabajo, el cual servirá para la
argumentación posterior.
Los resultados de una investigación electrodinámica publicada por mí recientemente en
esta revista nos conducen a una conclusión muy interesante, la cual aquí será deducida.
Me basé en las ecuaciones de Maxwell-Hertz para el espacio vacío y también en la expresión
de la energía electromagnética del espacio, e igualmente en el principio siguiente:
Las leyes que gobiernan los cambios de estado de los sistemas físicos no dependen de a
cuál de dos sistemas de coordenadas que se mueven en traslación uniforme paralelamente
uno al otro estos cambios de estado estén referidos (principio de relatividad). Basado en
estos principios fundamentales yo derivé los siguientes resultados, entre otros.
Sea un sistema de ondas planas de luz, referido a un sistema coordenado (x, y, z) que posee
la energía l; sea que la dirección del rayo (la onda normal) forme el ángulo j con el eje x del
sistema. Si introducimos un nuevo sistema de coordenadas (x, h, z), el cual se traslada
paralelamente con velocidad uniforme con respecto al sistema (x, y, z), y cuyo origen se
mueve a lo largo del eje de las x con velocidad v, entonces la cantidad de luz arriba
mencionada –medida en el sistema (x, h, z)- posee la energía
v
1− cosϕ
V
l ' =l

√ [ ]
2
v
1−
V
en donde V denota la velocidad de la luz. Haremos uso de este resultado en lo que sigue:
Hay un cuerpo en reposo en el sistema (x, y, z), cuya energía referida al mismo es E0. La
energía del cuerpo con respecto al sistema (x, h, z), el cual se mueve con velocidad v como
arriba, sería H0. Sea que este cuerpo emita simultáneamente ondas de luz con energía L/2
(medida con relación a (x, y, z) en una dirección que forma un ángulo j con el eje de las x y
una cantidad igual de luz en la dirección opuesta. Todo el tiempo, el cuerpo permanece en
descanso con respecto al sistema (x, y, z). Este proceso debe satisfacer el principio de
energía, y este debe ser verdadero (de acuerdo con el principio de relatividad) con respecto a
ambos sistemas de coordenadas. Si E1 y H1 denotan la energía del cuerpo después de la
emisión de la luz, como se mide con relación a los sistemas (x, y, z) y (x, h, z),
respectivamente, obtenemos, usando la relación arriba indicada,

E0 =E1 +
[ ]
L L
+
2 2
,

[√[] ]
v v
1− cosϕ 1+ cosϕ
L V L V
H 0=H 1+ +


2 2 =

[ ]
2 2
v v
1− 1−
V V

L
H1+

√ [ ]
2
v
1−
V
Sustrayendo, extraemos de esta ecuación

[√ ]
1
( H 0 −E0 )− ( H 1−E1 ) =L −1

[ ]
2
v .
1−
V

58
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, XV. General Results of the Theory.

90
Las dos diferencias de la forma H−E que se dan en esta expresión tienen un significado
físico simple. HyE son los valores de la energía del mismo cuerpo, referidos a los dos
sistemas de coordenadas en movimiento relativo, el cuerpo permaneciendo en reposo en
uno de los sistemas (sistema (x, y, z)). Entonces, es claro que la diferencia H−E puede
diferir de la energía cinética de los cuerpos K con respecto al otro sistema (sistema ( x, h, z))
solamente por una constante aditiva C, la cual depende de la elección de las constantes
aditivas de las energías HyE . Podemos entonces poner

[√ [ ] ]
1
K 0 −K 1=L −1
2
v .
1−
V

La energía cinética del cuerpo con respecto a (x, h, z) decrece como un resultado de la
emisión de luz que es independiente de las características del cuerpo. La diferencia K 0 −K 1
depende de la velocidad exactamente como la energía cinética del electrón (loc. cit.
Parágrafo 10).
Despreciando cantidades del cuarto y superiores órdenes, podemos poner
2
L v
K 0 −K 1= 2
V 2
De esta ecuación se sigue directamente: Si un cuerpo libera la energía L en la forma de
L
radiación, sus masas decrecen por 2 . Ya que obviamente aquí es inesencial que la energía
V
perdida por el cuerpo se transforma en energía de radiación más que en otra clase de
energía, somos conducidos a la conclusión más general.
La masa de un cuerpo es una medida de su contenido de energía; si la energía cambia por
L, la masa cambia en el mismo sentido por L/9.10 20, si la energía es medida en ergs y la
masa en gramos.
Quizá se probará posible verificar esta teoría usando cuerpos cuyo contenido de energía es
variable en un alto grado (vgr. Sales de radio).
Si la teoría concuerda con los hechos, entonces la radiación transmite inercia entre cuerpos
emisores y absorbentes.
El escenario de su “thought experiment” es un conjunto de dos sistemas de coordenadas
ortonormales, uno en reposo y el otro en movimiento rectilíneo uniforme a lo largo del eje
de las x del primero. Establece en primer lugar una premisa que, advierte, después
utilizará en el desarrollo de sus argumentos. En el sistema en reposo se produce un rayo
de luz que se desplaza en una línea que parte del origen y forma un ángulo φ con el eje de
las x. En el sistema fijo la energía del pulso luminoso es l y en el sistema en movimiento
es l incrementado por el factor de Lorentz,
v
1− cosϕ
V
l


,

[ ]
2
v
1−
V
en donde V es la velocidad de la luz.
Es el mismo argumento bobo, por no decir estulto, que acabamos de examinar: un
fenómeno físico tiene una doble naturaleza, física y metafísica a la vez; se pretende que la
primera sea representada tal cual es en un sistema de coordenadas fijo y que la segunda
sea producida por el sistema de coordenadas móvil; en éste, sin tener ninguna relación
física con el objeto, el movimiento incrementa la energía del mismo en el monto del factor
de Lorentz.
Einstein ha llevado hasta la excelencia su método de trasposición de lo físico a lo
metafísico. Se apropió de una fórmula de transformación de coordenadas que había sido
desarrollada a partir de un fenómeno físico específico. Después dotó a su ecuación del

91
carácter de una constante física universal. Ahora, ante cualquier fenómeno físico postula
que su verdadera naturaleza sólo puede ser conocida si aquel es referido a un sistema de
coordenadas en movimiento. La determinación de las propiedades y las características
supuestamente verdaderas de un objeto se hace a través de un proceso de
transustanciación de lo físico a lo metafísico. A un fenómeno físico cualquiera, cuya
naturaleza la verdadera ciencia ha develado suficientemente, el relativismo obtuso,
obviando incluso su propio protocolo de transformación, sólo aplica la fórmula milagrosa
del factor de Lorentz y fija así la entidad metafísica del mismo.
Se estableció entonces una extraña simbiosis entre la verdadera ciencia y la caricatura
relativista de ciencia. La ciencia física, gravada por el culto inevitable al relativismo, va
desvelando los diversos aspectos de la realidad; por su parte, el nefasto relativismo
desvirtúa sistemáticamente aquellos logros aplicándoles el factor de Lorentz y toda la
legión de errores y falacias de las teorías de Einstein. Durante los últimos cien años la
ciencia física ha avanzado superando constantemente los obstáculos que la metafísica
relativista le opone.
El rayo de luz se produce en un espacio determinado, el cual se puede delimitar por un
sistema de coordenadas cartesianas que tenga su origen en el mismo punto en el que el
rayo inicia su viaje. La energía del rayo se determina por la fórmula canónica (clásica) de
la energía cinética; en el sistema de coordenadas se pueden representar la velocidad y la
posición del rayo, pero no el otro elemento de la ecuación, esto es, la masa del mismo. La
determinación de la masa del fotón es algo por completo externo al sistema de
coordenadas. Por tanto, la energía del pulso de luz no se puede representar en el sistema
de coordenadas fijo.
Se forja mentalmente otro sistema de coordenadas, desprovisto de toda materialidad, al
cual se dota con una movimiento rectilíneo uniforme y se le adosa, también mentalmente,
un observador. Este sistema no tiene ninguna relación física con ni influencia material
alguna sobre la trayectoria, la velocidad, la masa ni la energía del rayo luminoso.
La energía del pulso luminoso es, por tanto, una y la misma, no importa a qué sistema de
coordenadas esté referida para su representación.
La premisa que ha sentado Einstein es, como dejamos establecido, absolutamente falsa.
De donde se sigue que todo lo que de ahí deriva, cuyo remate es la primera “ecuación de
Einstein”, E = mc2, es también falso y erróneo.
En los sistemas de coordenadas previamente establecidos desarrolla ahora Einstein el
meollo de su “experimento mental”.
Coloca un objeto en el origen del sistema fijo y lo hace emitir dos rayos de luz en sentidos
opuestos, los cuales tienen una cierta inclinación en relación con el eje de las x (ángulo
φ); se plantea el problema de la determinación de la energía del objeto antes y después de
la emisión.
Denomina H y E a la energía del objeto en relación con el sistema de coordenadas fijo y
móvil respectivamente, H 1 y E1 a esa misma energía después de la emisión y H 0 y E 0
antes de la emisión.
En el sistema fijo, la energía antes de la emisión, E0 , es igual a la energía después de la
emisión, E1 , más la suma de la energía emitida en ambos sentidos, cantidad que Einstein
denota como L. Esta es la verdad física del fenómeno. Es evidente que aquí no intervienen
para nada los parámetros del sistema de coordenadas que se ha establecido: no hay una
determinación de la posición o de la medida de la energía que se pueda expresar en las
coordenadas x, y y z del sistema fijo. Por tanto, no hay materia para hacer transformación
alguna a ningún otro tipo de coordenadas.
En el ilusorio sistema móvil, la energía antes de la emisión, H 0, es igual a la energía
después de la emisión, H 1, más la suma de la energía emitida en ambos sentidos, L, pero
mistificadas por el factor de Lorentz. Es evidente que no se ha operado ningún tipo de
transformación entre ambos sistemas: sólo se ha aplicado mecánicamente el factor de
Lorentz. Por cierto que Einstein tiene aquí un lapsus imperdonable, ya que H 0 y H 1 son la

92
mismas energías E0 y E1, pero incrementadas por el factor de Lorentz, por lo que H 0 es
E0 E1

√ [ ]
y H 1 igual a
√ [ ]
igual a 2 2 . Sus ecuaciones deberían quedar entonces de
v v
1− 1−
V V
la siguiente manera:

[√[] ]√ []
v v
1− cosϕ 1+ cosϕ E1 + L
E0 E1 L V L V
= + +

√ √ √
2
2 2 2 = v
[ ] [ ] [ ]
2 2 2
v v v v 1−
1− 1− 1− 1− V
V V V V
Después de todas esas manipulaciones, Einstein continúa con el desenvolvimiento de su
“thought experiment”.
Habiendo establecido las diferencias de energía del objeto entre el sistema fijo y el sistema
móvil antes y después de la emisión, determina la diferencia entre esas diferencias:
L
H 0−E 0−( H 1 −E1 )= −1


2
. v
1− 2
V
Esta última diferencia es, para Einstein, la energía cinética de los pulsos de luz.
Hace de las diferencias H 0−E 0 y H 1−E 1 las energías cinéticas K 0 y K 1 del objeto antes y
después de la emisión (¡NB: de un objeto que está inmóvil en el sistema de coordenadas
fijo!) y de las diferencias de éstas la energía cinética de los pulsos de luz.
L
K 0 −K 1= −1

√ [ ]
2
v .
1−
V
Se trata de una más de las burdas mistificaciones del sabio. En la humilde mecánica
clásica, la energía cinética del objeto se establece mediante la relación de su masa y su
velocidad; pero en el experimento einsteiniano se sostiene que aquella se mide por el
vínculo entre la masa ¡y la velocidad del sistema de coordenadas móvil, el cual tiene una
existencia meramente virtual y es totalmente exterior al objeto, y no por el propio
movimiento de éste! La energía cinética de los rayos se determina por la relación que
existe entre sus masas y la velocidad a la que se desplazan. Pero en la fórmula que
Einstein ha extraído, por medio de su matemática parda, de sus anteriores
elucubraciones, ¡la energía cinética de un objeto se define por medio de la velocidad del
sistema de coordenadas móvil, por algo que tiene una existencia meramente virtual, sin
relación física alguna con la energía de los pulsos de luz y no por su propio movimiento!
De aquí, por medio de tortuosas manipulaciones matemáticas, Einstein llega a la
determinación final de la relación entre masa y energía:
2
L v
K 0 −K 1=
V2 2
De aquí se sigue, dice Einstein, que si un cuerpo libera la energía L en la forma de
L L
radiación, su masa decrece por 2 ; esto es,
M = 2 , y, trasponiendo términos, L=M V 2,
V V
2
que en la notación moderna queda E=mc , energía igual a masa por velocidad de la luz al
cuadrado.
Como ya hemos visto, esta ecuación tiene su origen en el absurdo de medir la energía
cinética de un objeto, no por su movimiento real, sino por el movimiento imaginario de un
sistema de coordenadas. Esta determinación se realiza mediante la aplicación del “factor
de Lorentz”, fórmula cuya naturaleza irracional y matemática y geométricamente errónea

93
ya hemos explorado suficientemente.
En consecuencia, E=mc 2es la nada física, matemática y geométrica. No existe ninguna
relación necesaria entre la masa de un objeto y la velocidad de la luz que determine la
energía del mismo. c 2 no es ninguna constante física, sino el resultado de las
aberraciones matemáticas y geométricas más notables de todos los tiempos. Es el invento
de una mente totalmente desquiciada a causa de la sed de notoriedad que pretende
sorprender al mundo con las teorías más disparatadas.
La primera “ecuación de Einstein” establece la pretendida ley general conforme a la cual
la energía de un objeto cualquiera (lo mismo el cuerpo celeste que la partícula sub-
atómica) está determinada por su masa multiplicada por la velocidad de la luz al
cuadrado.
El despropósito de este “principio” físico salta a la vista. En primer lugar, no hay ninguna
relación física entre la masa de un objeto y la velocidad de la luz. En segundo, no existe
una energía general, común a todos los objetos.
La luz es una materia como cualquier otra; de ella se sabe que tiene una velocidad que no
es superada por la de ningún otro objeto conocido, lo cual no quiere decir que no puedan
existir en el universo observable objetos con velocidades mayores que la de la luz. A causa
de esta singularidad, la nigromancia relativista ha dotado a la luz de propiedades
sobrenaturales: al contrario de lo que sucede con los objetos comunes y corrientes, la luz
tiene una misma velocidad absoluta y relativa, su velocidad es un límite absoluto para la
velocidad de todos los objetos y sirve de materia de expresión de la energía que contienen.
La luz, como un objeto físico cualquiera, posee masa, y como objeto en movimiento,
energía cinética, Es un haz de fotones, con una masa determinada, que se desplaza a una
velocidad cierta. Su energía es energía mecánica y se expresa en la fórmula
2
mc
Ek = .
2
Si ésta se aplica a cualquier otra masa (desde la partícula sub-atómica hasta el cuerpo
celeste) sólo se obtendrá su energía cinética (mecánica) y únicamente para cuando se
desplace a la velocidad de la luz. Ese es el absurdo que el relativismo quiere hacer pasar
como la cúspide de la ciencia física.
La energía de un objeto es su capacidad de desarrollar trabajo. La energía mecánica es la
capacidad de desarrollar un trabajo específico, un movimiento mecánico, La energía
química produce reacciones químicas. La energía eléctrica, campos eléctricos. La energía
magnética, campos magnéticos. La energía de radiación, radiaciones electromagnéticas.
La energía nuclear, la formación de núcleos atómicos. La energía de ionización, la unión
de un electrón a su átomo. La energía gravitacional, la formación de campos
gravitacionales. La energía termal, la movilidad de moléculas y átomos. La energía
calorífica, la transferencia de energía calorífica. Etcétera.
Multiplicar la masa de un compuesto físico por la velocidad de la luz no nos dirá
absolutamente nada acerca de la medida de su capacidad de producir reacciones
químicas; igualmente, la multiplicación de la masa de las partículas subatómicas por c 2
no indicará de manera alguna la medida en que aquellas forman núcleos atómicos; y así
sucesivamente.
Después de que la fórmula E=mc 2 quedó perfectamente cimentada en la ignorancia
relativista, los continuadores del maestro formaron una iglesia para rendirle el culto
debido.
El trabajo de los exégetas discurrió por dos vías.
Por la primera, se produce una exaltada competencia para establecer la forma más
novedosa de derivar la ecuación. Los más disparatados “tought experiments” se diseñan
para extraer, de las situaciones físicas más absurdas, la milagrosa fórmula.
Por la segunda, se desarrolla una febril actividad para determinar, con esta fórmula, la
energía contenida en la partícula sub-atómica, en el núcleo atómico, en el átomo, en la
sustancia, en los cuerpos celestes, en las formaciones estelares, en los objetos vivientes,

94
etcétera. Las más retorcidas ecuaciones y los cálculos más descabellados se utilizan para
transformar las más variadas formas de energía real en la ilusoria energía relativista.
En un papel de 1907, On the relativity principle and the conclusion drawn from it 59 Einstein
aborda el mismo problema de la equivalencia de masa y energía.
IV. Sobre la mecánica y termodinámica de los sistemas
§ 11. Sobre la dependencia de la masa respecto de la energía
dE=β .dE '
[El diferencial de energía (diferencia de energía entre el ingreso bajo la forma de energía
electromagnética a un sistema cerrado (no hay influencia de otras fuerzas, sólo de las
electromagnéticas) y el residuo después de su transformación en trabajo y calor) en un
sistema de referencia en reposo, es igual al mismo diferencial observado desde un sistema
móvil multiplicado por el factor de Lorentz.]
Primero que todo, de esta ecuación concluimos que la energía de un sistema con
movimiento uniforme que no es afectado por fuerzas externas es función de dos variables,
esto es, E0 del sistema relativo a un sistema de referencia que se mueve con él, y la
velocidad traslacional q del sistema y obtenemos
dE 1
=


d E0 2
q .
1− 2
C
E0
M =μ+ 2
C
Este resultado es de extraordinaria importancia teorética porque la masa inercial y la
energía de un sistema físico aparecen en él como cosas de la misma clase. Con respecto a la
inercia, una masa μ es equivalente a un contenido de energía de magnitud μ c 2…
De acuerdo con nuestro resultado, la ley de la constancia de la masa aplica a un sólo
sistema físico cuando su energía permanece constante; esto es entonces equivalente al
principio de la energía.
Se ha asumido tácitamente que un cambio así en la masa puede ser medido por el
instrumento que usualmente utilizamos para la medición de las masas, esto es, por la
balanza y entonces que la relación
E0
M =μ+ 2
C
tiene valor no solamente para la masa inercial sino también para la masa gravitacional, o,
en otras palabras, que la inercia y peso de un sistema son estrictamente proporcionales
bajo todas las circunstancias. Tenemos que asumir, por ejemplo, que la radiación encerrada
en una cavidad poseé no solamente inercia, sino también peso. 60

En otro trabajo, On the development of our views concerning the nature and constitution of
radiation61 Einstein expresa lo siguiente sobre el mismo tema.

Este camino llevó a la así llamada teoría de la relatividad, de cuyas consecuencias me


gustaría mencionar solamente una, porque ella trae consigo una cierta modificación de las

59
Einstein, A. Does the inertia of a body depend upon its energy content?, The collected papers of
Albert Einstein, Volume 2: The Swiss Years Writtings, 1900-1909, pp.172-174. {Annalen der Phisik
18 (1905): 639-641]
60
Einstein Albert, On the relativity principle and the conclusion drawn from it, The collected
Papers of Albert Einstein, Volumen 2. Doc. 47. The Swiss Years: Writings 1900-1909 (English
translation supplement). English Translation. Anna Beck Traslator. Peter Hanas Consultant. John
Stachel Editor. [Jahrbuch der Radioactivitat und Elektronik 4 (1907): pp. 411-462

61
Einstein Albert, op. Cit., pp. 285-288

95
L
ideas de la física. (NB) Resulta que la masa inercial de un cuerpo decrece por cuando el
c2
cuerpo emite la energía de radiación L. Se puede llegar a esto del siguiente modo.
Consideremos un cuerpo sin movimiento, flotando libremente, que emite en dos direcciones
opuestas la misma cantidad de energía en la forma de radiación. El cuerpo permanece en
reposo. Si E0 denota la energía del cuerpo antes de la emisión, y L la cantidad de radiación
emitida, entonces tenemos, de acuerdo con el principio de energía E 0 =E1 + L.
Observamos ahora el cuerpo, igual que la radiación que emite, desde un sistema de
coordenadas con relación al cual el cuerpo se mueve con velocidad v. La teoría de la
relatividad provee entonces los medios para calcular la energía de la radiación emitida
conforme al nuevo sistema de coordenadas. El valor obtenido para esto es
1
L '=L .

√ v 2 .62
1− 2
c
El nuevo sistema de coordenadas es un lugar físico en el espacio (un sistema físico) en la
vecindad en la que el objeto se desplaza; desde el nuevo sistema de coordenadas se
observa el fenómeno físico que consiste en la emisión de radiaciones en sentidos opuestos
por el cuerpo en movimiento.
El lugar físico (sistema físico) en reposo relativo puede tener o no influencia física sobre la
actividad del objeto. Si la tiene, entonces ella se reflejará inmediatamente en las medidas
y las características de la emisión. Por lo tanto, E 0 , E 1 y L tienen, en el tiempo τ, un valor
determinado en el que está incluida la influencia del lugar físico (sistema físico) móvil, si
es que ella existe.
La medición de los valores E0 , E1 y L puede hacerse en el sistema de coordenadas que se
establece in situ o en el objeto móvil mismo, o desde cualquier otro sistema de
coordenadas cartesianas, fijo o en movimiento. La medición in situ será más o menos
exacta, dependiendo de la precisión de los instrumentos empleados y su resultado será
determinado por la fórmula ya expuesta, E0 =E1 + L (la energía antes de la emisión es
igual a la suma de la energía restante en el objeto después de la emisión más la que se
emitió en forma de radiación). La medición desde, pongamos por caso, un sistema
material en reposo relativo respecto del objeto en movimiento, utilizando los mismos
instrumentos que en el caso anterior, tendrá que descontar las alteraciones debidas a la
velocidad y dirección de su propio movimiento; una vez hecho esto acuciosamente, las
mediciones desde el sistema en reposo coincidirán por fuerza con las que se hicieron in
situ. No existe relación física alguna de parte del sistema cartesiano en reposo que pueda
ocasionar una alteración en la naturaleza física del objeto emisor y por tanto tampoco en la
energía que posee antes y después del tiempo t, ni en la cantidad de radiación emitida.
La ecuación einsteiniana
1
L '=L .
v2
c √
2
1−
es absolutamente errónea; a fin de cuentas L '=L . Toda la argumentación que de ahí en
adelante desarrolla Einstein es, por tanto, absoluta y totalmente equivocada, una
desnaturalización de los principios newtonianos.
Einstein esboza dos escenarios:
1) un objeto en reposo que emite radiaciones (rayos de luz) en direcciones opuestas. En el
62
Einstein Albert, On the development of our views concerning the nature and constitution of
radiation, The collected Papers of Albert Einstein, Volumen 2. Doc. 60. The Swiss Years: Writings
1900-1909 (English translation supplement). English Translation. Anna Beck Traslator. Peter
Hanas Consultant. John Stachel Editor. [Deutsche Physikalische Gesellschaft, Verhandlungen 7
(1909): 482-500. Also I Physikalische Zeitschrift 10 (1909): 817-826].

96
lapso t 1−t 0 emite radiaciones por un valor energético de L y la energía E0 previa a la
emisión pasa a E1 después de la emisión.
La ecuación correspondiente es
E0 =E1 + L (la energía de la radiación).
Todas las mediciones son hechas in situ. El observador está completamente integrado al
objeto. El propósito de Einstein es poner esta situación como punto de comparación con
el mismo objeto en movimiento.
2) El mismo objeto, pero ahora en movimiento; en un espacio aledaño se encuentra un
sistema físico, en reposo relativo, al cual se dota de un sistema de coordenadas
cartesianas.
Es evidente que si el movimiento al que ahora se somete el objeto tiene un efecto sobre la
cantidad y la calidad de las emisiones, el mismo será integrado inmediatamente en la
medición que se hace in situ.
El observador en el sistema físico fijo, previo el descuento de las alteraciones en la
percepción que produce el movimiento del objeto, capta exactamente la misma situación
(en cantidad y calidad) que el observador in situ.
Einstein plantea entonces realizar el cálculo de la energía de la radiación emitida con
relación al nuevo sistema de coordenadas.
En primer lugar, Einstein hace una aseveración aventurada: la cantidad de emisión de
radiación del objeto está relacionada con su velocidad de desplazamiento. Esto es
esencialmente falso. La emisión de radiaciones es el resultado de un proceso atómico
interno del objeto independiente por completo de la velocidad a la que se desplaza. El
monto de las emisiones y los cambios en el mismo obedecen absolutamente a esos
procesos internos.
Dicho más crudamente, el movimiento de un objeto no produce las emisiones.
En segundo lugar, Einstein sostiene que las emisiones de radiaciones de un objeto en
movimiento disminuyen su energía y por tanto su masa, lo cual es cierto; pero a esto
agrega que esa disminución de energía y masa se debe al movimiento del objeto y que ella
puede calcularse por medio del factor de Lorentz en la siguiente forma:
En el sistema de coordenadas anejo al objeto en reposo, el proceso de emisión se expresa
así:
E ' 0 =E ' 1 + L' ,
fórmula que implica el efecto de la velocidad del objeto sobre la emisión y su medición por
el factor de Lorentz.
Explícitamente
1 1 1
E0 =E1 +L

√ √ √
2 2 2
v v v
1− 2 1− 2 1− 2
c c c
1
L
Por tanto, la energía perdida por el objeto a causa de la emisión,

Einstein, una función de la velocidad del objeto.


√ 1−
v 2 , es, para
c
2

El argumento principal para la demeritación del “thought experiment” einsteiniano es el


de que no hay una relación de causalidad entre las emisiones de radiación y el
movimiento y la velocidad del objeto.
Pero, además, como ya hemos visto, el factor de Lorentz es una fórmula que no tiene
ningún sustento físico y es también una aberración matemática y geométrica.
Es por eso que cualquier consecuencia que se obtenga mediante su aplicación es
completamente falsa, errónea, desde los puntos de vista físico, matemático y geométrico.
Es por esto que E0 , E1 y L son los mismos cualquiera que sea el sistema desde el que se
les cuantifica, es decir, en reposo, móvil, acelerado, etcétera.

97
Sigue Einstein
v
Por sustracción y omitiendo términos de cuarto u orden superior en , obtenemos
c
1 L 2
E ' 0 −E0=E ' 1−E1 + v.
2 c2
Sin embargo E ' 0 −E0 no es otra cosa que la energía cinética antes de la emisión de la luz y
E ' 1− E1 no es otra cosa que su energía cinética después de la emisión. 63
Einstein ha tomado E0 de su hipotético objeto en reposo y E ' 0 de su también hipotético
mismo objeto, ahora en movimiento, en su relación con un observador colocado en un
sistema material en reposo; no es posible obtener una diferencia real ni hipotética entre
las dos situaciones completamente ajenas una a la otra; una medición se hace en un
objeto en reposo y otra en el mismo en movimiento, pero el objeto sólo puede estar en
reposo o en movimiento. Si está en reposo, la diferencia se toma entre E ' 0 −E0 , lo que nos
da como resultado L; si está en movimiento, también la diferencia entre E0 de la primera
hipótesis y E 0 de la segunda es inexistente.
E0 −E ' 0 son las energías del objeto antes de la emisión de radiaciones en los casos 1 y 2,
respectivamente. Por lo tanto, ninguna relación entre ellas (suma, resta, etcétera) puede
resultar en una cantidad de emisión cualquiera, como sería la constitutiva de la que
Einstein denomina energía cinética del objeto, o sea la cantidad de energía contenida en
las radiaciones.
La diferencia entre E ' 0 y E0 es, de acuerdo con los obtusos razonamientos de Einstein,

una 1−
√ v 2 ésima parte de E . Pero ya sabemos que el término E ' es espurio, no tiene
c
2 0 0

ninguna existencia, por lo que la diferencia tampoco tiene realidad alguna. Lo único que
existe es E0 .
El lado derecho de la ecuación dice que la diferencia E ' 1− E 1, que es por definición

√ 1 L 2 v2
2
v v
1− 2 , más , esto es, la mitad de la diferencia entre L ' y L, que es la 2 2 ésima
c 2 c2 c
parte de L , es igual a E ' 0 −E0 .
E ' 1es algo inexistente por lo que la diferencia E ' 1− E1 tampoco existe.
Por ningún lado se encuentra la ecuación de la energía cinética del objeto ni antes ni
después de la emisión.
Para ser congruente consigo mismo, la ecuación de Einstein debería haber sido
E ' 0 −E0=( E ' 1−E1 ) + ( L '−L ),
es decir,
1 1 1
E0 −E0 =E1 −E1+ L −L

√ √ √
2 2
v v v2
1− 2 1− 2 1− 2
c c c
fórmula que también es falsa, pero que tiene congruencia con los supuestos hipotéticos
de Einstein.
En la parte derecha de su ecuación
1 L 2
E ' 0 −E0=E ' 1−E1 + v
2 c2
Einstein hace otra formulación de la energía cinética del objeto.

63
Ibíd., p.385

98
1
L


2
Mediante una operación matemática poco ortodoxa, convierte a v , que es la
1− 2
c
expresión einsteiniana de la supuesta energía cinética del objeto correspondiente a la
1 L 2
emisión realizada, en
2 c2
v , que es la fórmula de la energía cinética de Newton 1 m v 2
2 ( )
2
impertinentemente combinada con la espuria fórmula de Einstein E=mc (aquí vemos
claramente cuál es la fuente de la celebradísima ecuación de Einstein y, por tanto, de


2
v , que a su vez se
dónde deriva su errónea formulación: viene de algo inexistente, 1−
c2
originó en una serie de grotescas ocurrencias (de Michelson y Morley, Lorentz y el mismo
Einstein) que llevaron a la elevación de c 2 a la categoría de constante física fundamental,
en sustitución del término newtoniano v 2.
Si M 0denota la masa del cuerpo antes de la emisión, y M 1su masa después de la emisión,
se puede poner, despreciando términos mayores que la segunda potencia
1 1 1 L
M 0 v 2= M 1 v2 + 2 v 2
2 2 2c
L
M 0=M 1 + 2 .
c
Entonces, la masa inercial de un cuerpo decrece con la emisión de luz. La energía emitida
debe ser reconocida como parte de la masa del cuerpo. De aquí se concluye que cada
absorción o liberación de energía trae consigo, respectivamente, un incremento o
decremento de la masa del cuerpo involucrado.
Energía y masa aparecen como cantidades equivalentes de la misma manera en que el calor
y la energía mecánica lo hacen.
La teoría de la relatividad ha cambiado por tanto nuestros puntos de vista sobre la
naturaleza de la luz en la medida en que no concibe a la luz como una secuencia de estados
de un medio hipotético, sino más bien como algo que tiene una existencia independiente,
justamente como la materia. Además, esta teoría comparte con la teoría corpuscular de la
luz la característica distintiva de la transferencia de masa inercial desde los cuerpos
emisores y receptores. Considerando nuestra concepción de la estructura de la luz, en
particular de la distribución de la energía en el espacio irradiado, la teoría de la relatividad
no cambia nada.

Aún sin profundizar en consideraciones teóricas se puede notar que nuestra teoría de la luz
no puede explicar ciertas propiedades fundamentales del fenómeno de la luz. 64

Einstein nos trajo al terreno de la energía cinética para demostrarnos que aquí también
rigen los principios de la relatividad.
En su afán de demostrar la validez y excelsitud de su teoría, Einstein la aplica a tontas y
a locas, a la menor provocación, a todo lo que se mueva, incluso negando los mismos
fundamentos de su concepción. En efecto, la teoría especial de la relatividad se basa en la
existencia de dos sistemas de referencia, uno fijo y otro móvil, dos observadores, uno en
cada uno de los marcos de referencia, y en la comparación de sus observaciones y su
reducción a una fórmula matemática, la transformación de Lorentz, la cual nos indica
que uno de los observadores cuantifica el evento en un monto y el otro en uno distinto y
determina la relación que hay entre ambas medidas (la constante de Lorentz) con lo cual
llega a la absurda conclusión de que en uno de ellos el tiempo, el espacio o ambos se han
contraído o expandido a causa de la velocidad (lo cual, ya lo demostramos en
argumentaciones previas, es una soberana tontería). En el ejemplo que aduce de la

64
Ibíd. p. 385.

99
energía cinética no presenta Einstein ninguno de estos elementos; no hay dos marcos de
referencia, dos observadores, dos medidas, etcétera; se trata de un evento que se tiene
como único marco de referencia a sí mismo, por lo que no hay posibilidad de ponerlo en
relación con ningún otro ni, por lo tanto, obtener las diferentes medidas, sus relaciones
mutuas, etcétera, es decir, todo lo que exige la teoría que él mismo ha fundado. Este
ejemplo que nos proporciona Einstein es todo un fiasco, pues ni siquiera es una
aplicación consecuente de su falsa teoría.
En realidad, Einstein ha hipostasiado la constante de Lorentz, y en consecuencia,
mediante ella dota a cualquier evento, haya o no dos marcos de referencia, dos
observadores, etcétera, de dos naturalezas: una, en la cual el espacio y el tiempo son los
que el sentido común percibe y otra, que tiene la pretensión de ser la verdad tras la
apariencia, en la que el espacio y el tiempo se han contraído o expandido de acuerdo con
la transformación de Lorentz.

Los rayos catódicos y los rayos beta


Einstein llama en su auxilio a otro fenómeno físico para apuntalar su frágil teoría.
Los rayos catódicos y los rayos beta, que son emitidos por sustancias radiactivas, son
electrones con carga eléctrica negativa que tienen muy poca inercia y una gran velocidad.
En el estudio de sus movimientos se adelantó la hipótesis, nunca comprobada, de que los
elementos constitutivos de estas partículas sufrían una contracción, en el sentido de su
movimiento, que estaba determinada por la constante de Lorentz; se trataría, como se ve,
de una contracción física real de los elementos constitutivos del electrón que, desde luego,
implicaría una reducción del espacio que ocupan. Pero Einstein, fiel a su engendro
teórico, expresa que “la teoría de la relatividad conduce a la misma ley del movimiento,
sin que se requiera una hipótesis especial cualquiera de la estructura y comportamiento
del electrón”, es decir, que para la relatividad lo que ahí existiría sería una contracción del
espacio en el que están contenidos los electrones y, consecuentemente, de los elementos
que los forman, cualquiera que sea su constitución física. ¡La metafísica einsteiniana
intenta imponerle sus dogmas a la realidad física!
Con este ejemplo pone Einstein fin a sus elucubraciones acerca de la relatividad especial
y prepara sus armas intelectuales para acometer la enorme tarea de dar forma teórica a la
relatividad general.
En esta parte de su trabajo, Einstein ha establecido el principio fundamental de la
relatividad especial: el espacio se contrae y el tiempo se dilata en relación con los cuerpos
que se mueven uniformemente por una línea recta.
Para probar su aserto ha aducido una colorida variedad de ejemplos absurdos, en los que
mezcla irreflexivamente la realidad objetiva con la subjetividad, la medición exacta con la
apreciación personal de un observador, etcétera.
En el primer ejemplo (ver supra) un solo hecho, la caída de la piedra desde el tren hasta el
terraplén, que objetivamente puede ser totalmente vertical o parabólica en alguna medida
(dependiendo de cuánto se reduzca y cuándo cese la inercia del movimiento horizontal
que le proporciona el tren y de la resistencia que el medio le oponga), pero que solamente
puede ser una de esas dos cosas, es considerado por Einstein como susceptible de tener
dos naturalezas, vertical y parabólica al mismo tiempo, dependiendo esto de si el evento
se observa desde el tren o desde el terraplén. Al hecho físico se le despoja de toda
objetividad propia y se le dota de una doble objetividad proveniente de la subjetividad
(óptica) del observador. Con este ejemplo no entra Einstein todavía al terreno de la
relatividad especial, pues no argumenta nada que demuestre que el tiempo y el espacio se
han contraído para el observador del tren, y de ahí la trayectoria recta de la piedra,
mientras que para el del terraplén se mantienen el tiempo y el espacio normales, por lo
que el camino del objeto que cae es también el normal; únicamente ha establecido el
principio general de que no hay fenómenos físicos independientes, sino que todos son
relativos:
Con la ayuda de este ejemplo se ve claramente que no hay algo así como una trayectoria

100
independiente, sino solamente una trayectoria relativa a un particular cuerpo de
referencia.65
En el segundo ejemplo aportado, tampoco aplica Einstein el prejuicio teórico de la
contracción del espacio y la dilatación del tiempo por efecto del desplazamiento lineal
uniforme del objeto, pero da un importante paso en ese sentido al establecer que la
distancia que recorre el pasajero en el tren no necesariamente es la misma si se mide en el
tren o desde el terraplén, es decir que puede ser menor o mayor según el caso. El pasajero
recorre el espacio w en el tren que se mueve a una velocidad v respecto del terraplén y se
traslada el espacio v+w relativamente al terraplén; y esas distancias siguen siendo las
mismas cualquiera que sea el lugar desde donde se midan: la distancia w recorrida en el
tren es la misma evaluada en el tren o desde el terraplén y v+w no se altera si se
determina desde el terraplén o desde el tren. Einstein da a una misma distancia, la
recorrida por el pasajero en el tren, dos distintos valores, uno objetivo y otro subjetivo,
según que se mida desde uno u otro punto.
Estas circunstancias nos llevan a una segunda objeción que debe ser levantada en contra
de la aparentemente obvia consideración de la sección VI. Esto es, si el hombre en el vagón
cubre la distancia w en una unidad de tiempo –medida desde el tren-, entonces esta
distancia -como se mide desde el terraplén- no es necesariamente igual a w.66
En el tercer ejemplo, Einstein introduce ya sus prejuicios teóricos de la contracción del
espacio y la dilatación del tiempo y de la invariancia de la velocidad de la luz. Un rayo de
luz se mueve a lo largo del terraplén a la velocidad c; paralelo al mismo, el tren se
desplaza a una velocidad v. El autor se propone determinar la velocidad de propagación
de la luz con relación al tren y, cometiendo una torpeza de principiante, identifica este
movimiento con el del pasajero en el tren del ejemplo anterior; el movimiento del pasajero
se realiza efectivamente en el tren, pero la luz se desplaza exclusivamente en el terraplén ,
por lo que no son comparables entre sí en forma alguna; la luz no se traslada a lo largo
del camino del tren, sino únicamente relativamente a él. De esta premisa falsa extrae
Einstein la peregrina conclusión de que a causa del movimiento del tren, en él el espacio
se contrae y, por tanto, en relación con él la luz se desplaza un espacio menor. Hace valer
entonces el principio de la invariancia de la velocidad de la luz, que aquí se traduce en la
proposición irracional de que la velocidad de la luz es la misma en el terraplén, que es en
donde se produce, que en su relación con el movimiento del tren (en donde ningún rayo se
desplaza). Si el espacio es menor y la velocidad de la luz es invariante (tanto en el
terraplén como relativamente al tren la luz se desplaza, según Einstein, a 300,000 kms.
Por segundo), entonces la fórmula de la relatividad, que originalmente la determina
Einstein como (c-v)t, es ahora ct’, en donde t’ es el tiempo originario t pero reducido (este
verdadero milagro bíblico de tomar en sus manos el tiempo y contraerlo, bien lo puede
hacer la inconmensurable potencia intelectual de Einstein) en la misma proporción que se
incrementó la velocidad relativa (de c-v a c).
El cuarto ejemplo de Einstein es un monumento a la estolidez intelectual.
En el afamado terraplén se determinan dos puntos extremos A y B y entre ellos el punto
medio E; se envían dos pulsos de luz simultáneamente desde A y B hacia E. Es evidente
que los dos pulsos llegarán al mismo tiempo al centro de la longitud A-B. Si se fija un
punto E’ en el tren en movimiento en la dirección A-B y se hacen coincidir E y E’ en el
momento en que los pulsos de luz son emitidos, entonces el pulso proveniente de B será
el que llegue primero a E’ y el de A cierto tiempo después, definida esta diferencia por la
velocidad del tren. Esto, que es fácilmente comprensible hasta para un párvulo de la
ciencia física, da pié a una descomunal torpeza del eminente sabio. Expresa gravemente
que los pulsos llegan asincrónicamente a E’ porque en relación con el tren ellos no han
sido producidos simultáneamente. Esto quiere decir, simple y llanamente, que Einstein
considera que un solo hecho físico tiene dos naturalezas al mismo tiempo, para un
65
Ibíd., p. 386
66
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, III. Space and Time in Classical
Mechanics New York: Henry Holt, 1920; Bartleby. Com, 2000.

101
sistema de referencia es simultáneo y para el otro es asincrónico.
Por otra parte, hay en su planteamiento una total ausencia de los conceptos
fundamentales de su teoría de la relatividad: no encontramos por ningún lado la
contracción del espacio ni la dilatación del tiempo referidos al movimiento de los dos
haces de luz. Su ejemplo, además de disparatado, es completamente fútil.
Después de ilustrar al mundo con sus inanes ejemplos, Einstein se apropia del factor o
constante de Lorentz y lo hace el instrumento idóneo para la medición de la relatividad
especial.
Con él en mano, determina la medida de la contracción del espacio y la dilatación del
tiempo que causa la velocidad de los cuerpos y eleva ese factor a la categoría de una
constante universal.
La materia prima de los endebles fundamentos de la teoría de la relatividad especial le fue
proporcionada a Einstein por los desvaríos teóricos de Michelson-Morley y Lorentz.
Michelson estableció:
1) la invariabilidad de la velocidad de la luz en cualquier dirección que fuese emitida en la
superficie terrestre y
2) la errónea forma de cálculo que hace iguales la velocidad absoluta de la luz en el marco
de referencia en el que se emite y la velocidad de la luz en relación con otro marco de
referencia cualquiera (en el ejemplo del interferómetro: V=V+v).
Lorentz, por su parte:
1) sustentó la fantasiosa hipótesis de la contracción física que la traslación de la tierra
produce en los “cuerpos ponderables” que se desplazan en el mismo sentido que el
planeta y señaló como su núcleo la alteración que por esa misma causa tienen las
moléculas, los átomos, las partículas, los campos electromagnéticos, etcétera en
movimiento y
2) dio forma matemática a esa supuesta contracción teniendo como base el cálculo
equivocado de Michelson de la velocidad de la luz en el interferómetro y determinó así la
llamada constante universal de Lorentz.
Toda esta riqueza “teórica” y “conceptual” se presentó ya acabada ante los codiciosos ojos
de “tricky” Alberto, quien, habiendo concebido el plan de una estafa científica mayúscula,
hizo suya esa cornucopia en su totalidad y únicamente le agregó su aberrante concepción
del tiempo y del espacio como sustancias completamente maleables (en lugar de la
contracción física lorentziana postuló las metafísicas contracción del espacio y dilatación
del tiempo) y la ilustró con ejemplos absurdos, infundados, infantiles, increíbles,
ridículos, estultos, totalmente inconsistentes, tanto factual como lógicamente, mezcla
irreflexiva de criterios objetivos y subjetivos, etcétera.
De esta manera sentó Einstein las bases de su teoría de la relatividad, el fraude
intelectual más grande del siglo XX.
Ya vimos cómo el sabio por antonomasia tomó de Lorentz el factor de la supuesta
contracción física de la materia a causa de su movimiento, absurdo éste que utilizó como
fundamento de sus desatinos teóricos de la contracción del espacio y la dilatación del
tiempo. Desatino sobre absurdo da un resultado monstruoso: la teoría especial de la
relatividad.
En su planteamiento original Einstein postulaba que un mismo fenómeno físico tenía una
doble naturaleza: una para el observador situado en un sistema de referencia fijo y otra
para el observador que se encuentra en un sistema de referencia en movimiento rectilíneo
uniforme; esto era así, nos ilustraba, porque en el segundo sistema el movimiento era
causa de la contracción del espacio y la dilatación del tiempo o, dicho de otro modo, de la
contracción de las reglas de medir y la lentificación de los relojes. El sólo enunciado de
estos argumentos pone en evidencia su irracionalidad. Si el movimiento afecta la
extensión de las reglas y el funcionamiento de los relojes, éste es un escollo físico-
mecánico que se puede salvar descontando la diferencia con el espacio y el tiempo reales,
universales; si es el espacio real el que se contrae y el tiempo real el que se dilata,
entonces estamos ante un fenómeno sobrenatural, bíblico, un encogimiento de la esfera
terrestre y la detención de la carrera del sol, acciones que sólo Dios-Einstein puede

102
realizar.
El paso de una naturaleza a otra de un mismo fenómeno físico propone realizarlo el
demiurgo Einstein sólo por medio de una operación mental (matemático-geométrica): la
transformación de un sistema de coordenadas en otro: K (x, y, z, t) en K’ (x’, y’, z’, t’).
Al final, en aquel “tought experiment”, Einstein únicamente “transforma” x y t en x’ y t’.
Einstein ha hipostasiado el factor de Lorentz; le concede vida propia, lo desliga de
cualquier tipo de transformación y lo considera como teniendo valor por sí mismo.
De esta manera, con este instrumento viviente en las manos, llega a las diferentes
producciones físicas racionales y les aplica sin más el rasero metafísico del factor de
Lorentz.
Así, tenemos, por un lado, las ecuaciones racionales de Maxwell referentes al
electromagnetismo, y por el otro, la formulación metafísica de las mismas por Einstein
mediante la aplicación de la constante de Lorentz, las fórmulas de la mecánica
newtoniana y su mistificación einsteiniana, etcétera.
Einstein, una vez que hubo establecido firmemente el edificio de la teoría especial de la
relatividad e iniciado el desarrollo de la teoría general, la cual tenía como núcleo la
disparatada concepción de la curvatura del espacio-tiempo, se consideró suficientemente
pertrechado teóricamente para lanzarse a una empresa descomunal: establecer una ley
general de la estructura y el movimiento de la materia, válida para el microcosmos y el
macrocosmos, y condensarla en una sola ecuación, en la llamada “ecuación de campo de
Einstein”, es decir, literalmente, meter el universo en una cáscara de nuez.
Einstein gozó de una reputación muy especial entre la comunidad científica. Los físicos
estaban seguros de que era un gran matemático, por lo que pasaban por alto su total
alejamiento del trabajo experimental y daban por buenas todas sus aberraciones teóricas,
a las cuales consideraban fundadas en potentes instrumentos matemático-geométricos;
por su parte, los matemáticos perdonaban su notoria debilidad para los números,
señalada pertinentemente por su profesor de matemáticas elementales, e incluso le
prestaban su generoso apoyo, convencidos de la genialidad de sus concepciones físicas.
En la confección de su renombrada ecuación (segunda) tuvo que utilizar dos poderosas
herramientas matemáticas: el cálculo diferencial absoluto y la matemática de tensores,
las cuales habían sido desarrolladas hasta niveles altísimos por la ciencia matemática y
geométrica.
Con el auxilio de connotados matemáticos, Einstein puso en obra toda su reconocida
capacidad intelectiva para desvirtuar estos notables productos del ingenio humano
mediante la aplicación del factor de Lorentz, con lo cual los despojó completamente de su
carácter científico y los dejó aptos para ser empleados en el desarrollo de sus
fraudulentas proposiciones.
Convencido de la potencia de su pensamiento, la cual le había permitido contraer el
espacio y dilatar el tiempo, decidió concederse facultades más amplias y hacer que el
tiempo y el espacio se unieran en una sola sustancia, el espacio-tiempo, y adquirieran la
capacidad de.... ¡curvarse!.
Construyó en su imaginación una relación mutua entre el espacio-tiempo y la materia y
la energía. La materia y la energía ejercen una acción sobre el espacio-tiempo, curvándolo
en alguna medida, y la curvatura del espacio-tiempo, a su vez, actúa sobre las
propiedades de la materia y la energía.
El principio newtoniano de la atracción universal fue sustituido por la fantasía
einsteiniana de la curvatura universal. En cosmología, por ejemplo, los planetas no giran
en torno a un cuerpo central en virtud de la fuerza gravitacional que entre ellos existe,
sino porque el espacio que rodea al astro central tiene una cierta curvatura y esto
determina el curso del desplazamiento de los planetas.
Einstein considera que esa mutua relación imaginaria entre espacio-tiempo y materia y
energía puede ser sometida a una ecuación matemática universal que sea aplicable a todo
lo existente, el micro y el macrocosmos.
En un lado debe contener un instrumento matemático geométrico que defina los
diferentes grados de curvatura que puede poseer el espacio-tiempo; en el otro, los

103
diversos estados en que se pueden encontrar la materia y la energía; y también,
relacionando los dos extremos, la correspondencia necesaria entre ellos (grados y
estados).
Para el lado izquierdo de su segunda ecuación, Einstein toma un instrumento matemático
preexistente, el tensor de Ricci –el cual sistematiza los diversos tipos y grados de
curvatura posibles- y lo deforma totalmente mediante el factor de Lorentz. En el lado
derecho coloca un tensor métrico, por el cual se determinan las propiedades y estados de
la materia (densidad, volumen, presión, diversos estreses, etcétera); este tensor métrico es
también un resultado de la evolución de la ciencia física al cual Einstein distorsiona de la
misma manera mediante el infaltable factor de Lorentz.
En su ecuación (segunda), Einstein incluye el desarrollo del factor de Lorentz realizado
por Minkowski, la llamada “hipergeometría”; como veremos en capítulos posteriores, este
grotesco esperpento matemático-geométrico introduce una total caoticidad en la
determinación del tiempo y del espacio, dando así lugar a la eclosión de una gran
cantidad de absurdos físicos, entre los que destacan la existencia de múltiples
dimensiones y la circularidad del tiempo –la absoluta confusión entre el presente, el
pasado y el futuro-.
La “ecuación de campo de Einstein” pretende ser la fórmula universal en la que se
compendian las propiedades más generales de la materia y la energía, el instrumento por
excelencia para el conocimiento total del universo. Pero, por ejemplo en lo que respecta al
sistema solar, lo único que ella sabe decir es que los planetas se mueven en una órbita
elíptica en torno al sol porque el espacio alrededor del astro central se ha curvado de esa
manera por la acción de la materia solar. Nos encontramos así con una pobrísima
concepción que establece que el sol ejerce una fuerza sobre algo insustancial como es el
espacio-tiempo y ninguna sobre la materia sólida de los planetas, los cuales tienen un
movimiento de origen y naturaleza desconocidos y que casualmente transitan por el
espacio circundante al sol, cuya curvatura determina su trayectoria elíptica.
Estos menguados alcances de la relatividad general einsteiniana contrastan con la
riqueza de la mecánica newtoniana: el sistema del mundo se sustenta en la gravitación
universal, la cual explica la relación entre entes físicos bien determinados por fuerzas
físicas, también exactamente mensurables. Esta concepción científica reconoce sus
antecedentes en los trabajos de Copérnico y Kepler y es el precedente lógico-histórico
necesario de la teoría de Kant-Laplace, la cual describe el origen y desarrollo de los
planetas desde la nebulosa indiferenciada hasta su constitución como cuerpos
circulantes en torno al sol.
La “ecuación de campo de Einstein”, resultado último de la evolución del “factor de
Lorentz”, es la suma y compendio de todas las aberraciones, errores, absurdos y
despropósitos de la teoría einsteiniana de la relatividad; lleva hasta su última expresión el
carácter profundamente anticientífico de estas concepciones y es completamente inútil
para reflejar en la más mínima medida la realidad objetiva. En un capítulo posterior
examinaremos minuciosamente la naturaleza de esta ecuación.

104
CAPITULO V

La relatividad general

El principio de la relatividad del espacio-tiempo es la sustancia de la física de Einstein.


Einstein declara que en la segunda parte de su obra 67 realizará una generalización del
principio que ha expuesto en la primera.
En un farragoso capítulo, mediante una sinuosa exposición que corresponde a su
tortuoso pensamiento, Einstein explica la transición desde su teoría especial de la
relatividad a la teoría general.
Era evidente en todo tiempo que, desde el punto de vista de la idea que nos ha guiado,
cualquier movimiento deber ser considerado únicamente como un movimiento relativo.
a. El ferrocarril está en movimiento relativo respecto del terraplén.
b. El terraplén está en movimiento relativo respecto del ferrocarril.
En (a) el terraplén, en (b) el ferrocarril, sirven como cuerpos de referencia en nuestra
expresión sobre el movimiento que se está efectuando.
Las leyes naturales obtenidas de la experiencia haciendo uso del terraplén o del ferrocarril
como cuerpo de referencia tienen exactamente la misma forma en ambos casos.
…Con referencia a K (cuerpo de referencia galileano) las leyes de la naturaleza eran tan
simples como fuera posible. Pero en adición a K, todos los cuerpos de referencia K’...
deberán ser exactamente equivalentes a K para la formulación de las leyes naturales
siempre y cuando se encuentren en un estado de movimiento rectilíneo uniforme y no
rotatorio con respecto a K; todos estos cuerpos de referencia son considerados como
cuerpos de referencia galileanos. La validez del principio de relatividad era supuesta
solamente para estos cuerpos de referencia, pero no para otros.
En contraste con esto deseamos entender por el “principio general de la relatividad”, lo
siguiente: Todos los cuerpos de referencia K, K’, etc., son equivalentes para la descripción
de los fenómenos naturales (formulación de las leyes generales de la naturaleza), cualquiera
que pueda ser su estado de movimiento. 68
La teoría de la relatividad se forjó inicialmente considerando sólo dos sistemas de
referencia, uno móvil y otro fijo, y únicamente el movimiento rectilíneo uniforme; los
sistemas de referencia estaban representados en sistemas de coordenadas cartesianas
que incluían las variables espaciales x, y y z y una variable adicional para el tiempo, t.
Einstein propone hacer una ampliación del campo de aplicación de su teoría y desarrolla
la teoría de la relatividad general.
En ésta se consideran sujetos a los postulados de la relatividad (principalmente al de la
absoluta maleabilidad del tiempo y del espacio) todos los sistemas materiales, fijos o
móviles, cualquiera que sea su forma (plana, esférica, etcétera) sin que ninguno tenga el
privilegio de ser el sistema de referencia por excelencia, todos los movimientos, sean
rectilíneos, curvos, circulares, elípticos, uniformes, acelerados, uniformemente
acelerados, retardados, uniformemente retardados, o cualquier combinación posible de
éstos, todo tipo de espacio, lineal, curvo, abierto, cerrado, esférico, en contracción, en

67
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, X. On the Relativity of the Conception
of Distance, New York: Henry Holt, 1920; Bartleby. Com. 2000.
68
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, Part II: The General Theory of
Relativity, New York: Henry Holt, 1920; Bartleby. Com, 2000.

105
expansión, etcétera y toda clase de tiempo, dilatado, encogido, en retroceso, en
progresión, etcétera.

La teoría de la gravedad y la gravedad terrestre


La primera extensión que realiza Einstein de la teoría especial es con respecto a la fuerza
de gravedad de la tierra.
De entrada desecha la tesis de la acción a distancia, postulada por la mecánica clásica, y
en su lugar establece la proposición de que los cuerpos están circundados por un “campo
gravitatorio”, el cual es parte de su ser tanto como la propia materia que los forma.
El campo gravitacional está relacionado con los cuerpos alejados de sí de acuerdo con la
ley newtoniana de la atracción en proporción directa a sus masas e inversa al cuadrado
de sus distancias. Esto significa que la fuerza de atracción es mayor en cuanto más cerca
se encuentre el cuerpo atraído del atrayente y mayor sea su masa.
Einstein encuentra que el campo gravitacional tiene una “notable” propiedad.
De acuerdo con ella
Los cuerpos que se mueven bajo la sola influencia del campo gravitacional reciben una
aceleración que no depende en absoluto ni del material ni del estado físico del cuerpo. Por
ejemplo, un trozo de plomo y uno de madera caen de la misma manera en un campo
gravitacional (en el vacío).69
Einstein demuestra esta particularidad de la siguiente manera:
De acuerdo con Newton, Fuerza = ma, en donde, dice Einstein, m es la masa inercial, la
cual constituye una constante del cuerpo acelerado; es decir, m permanece igual
cualquiera que sea su velocidad. [Esta es la fórmula general, que vale para cualquier
cuerpo y cualquier tipo de fuerza].
En la caída libre de los cuerpos sobre la superficie terrestre, si la gravitación es la causa
de la aceleración, entonces tenemos:
Fuerza de gravedad = ma, siendo m la masa del cuerpo atraído (a la cual Einstein llama
masa gravitacional) y a la aceleración debida a la intensidad del campo gravitatorio. [Es la
aplicación a un caso concreto de la fórmula general].
De estas dos fórmulas extrae Einstein la siguiente:
Aceleración = masa inercial/masa gravitacional x intensidad del campo gravitacional;
mediante trucos matemáticos (confesión de parte) se hace la razón igual a la unidad, con
lo que ya tenemos: masa inercial=masa gravitacional.
Es verdad que esta importante ley ha sido registrada en la mecánica, pero no ha sido
interpretada. Una interpretación satisfactoria puede ser obtenida si reconocemos el
siguiente hecho: La misma cualidad de un cuerpo se manifiesta de acuerdo con las
circunstancias como “inercia” o como “peso” (literalmente “pesantez”). 70
En la fórmula general de Newton, F = ma (Fuerza = masa por aceleración), m (masa) es la
cantidad de materia medida por su volumen y su densidad conjuntamente. (Newton,
Principia, Definición I).
La inercia, también en la mecánica newtoniana, es la fuerza intrínseca de la materia por
la que un cuerpo de masa x se mantiene en estado de reposo o de movimiento uniforme
en dirección rectilínea.
“Fuerza intrínseca de la materia es la potencia de resistir por la que un cuerpo cualquiera
persevera, en cuanto de él depende, en su estado de reposo o de movimiento uniforme en
dirección rectilínea”. Definiciones, Definición III
Esta fuerza es siempre proporcional al cuerpo al que pertenece; y no difiere de la inactividad
de la masa sino en nuestra manera de concebirla. Por la inercia de la materia, se dificulta
hacer que cualquier cuerpo deje su estado de reposo o movimiento. De donde también esta
vis ínsita puede ser llamada con el nombre más significativo de vis inertiae [inercia o fuerza
de inactividad]. Un cuerpo ejerce esta fuerza solamente en el cambio de estado que en él
provoca otra fuerza impresa; este ejercicio puede ser considerado tanto una resistencia
como un impulso; resistencia, en la medida en que el cuerpo, por mantener su estado, se
69
Ibíd. XVIII. Special and General Principle of Relativity
70
Ibíd., XIX. The Gravitational Field.

106
opone a la fuerza impresa; impulso, en tanto que el cuerpo mismo, al retirar con dificultad
el obstáculo de la fuerza de resistencia, intenta mudar su estado. La resistencia se atribuye
usualmente a cuerpos en reposo y el impulso a los que están en movimiento; pero
movimiento y reposo, como son comúnmente concebidos, son solamente distinguidos
relativamente; ni están esos cuerpos siempre en verdad en reposo, como comúnmente se
supone.71
Newton expresa la forma abstracta, general y más simple de la fuerza intrínseca.
La fuerza intrínseca o inercia es proporcional a la masa; en igualdad de circunstancias,
entre mayor es la masa más grande es la inercia del cuerpo.
La masa del cuerpo es igual en cualquier circunstancia; de la misma manera, la fuerza
intrínseca es siempre la misma, ya sea que el cuerpo se encuentre en reposo o en
cualquier forma de movimiento.
Sobre los cuerpos de masa e inercias determinadas actúan fuerzas de diversa índole
proporcionándoles distintos movimientos: impulso, freno, atracción, repulsión, etcétera.
“Fuerza impresa es acción ejercida sobre un cuerpo para mudar su estado de reposo o de
movimiento rectilíneo uniforme”. Definiciones. Definición IV.
Esta fuerza consiste sólo en la acción; y no permanece en el cuerpo cuando ésta termina. El
cuerpo persevera realmente en cada nuevo estado por la sola fuerza de inercia. Las fuerzas
impresas son de diferentes orígenes, como de la percusión, de la presión y de la fuerza
centrípeta.72
Las fuerzas impresas actúan sobre la masa del cuerpo y la fuerza intrínseca del mismo
sin alterarlas; lo único que cambia es su estado (reposo o movimiento rectilíneo
uniforme).
Por eso es absurdo, como lo hace Einstein, hablar de “masa inercial” y “masa
gravitacional” como algo distinto. La masa de un cuerpo, su única masa, que posee una
fuerza inercial determinada, recibe la acción de una o varias fuerzas que, mediante el
doblegamiento de la inercia, le imprimen un movimiento definido.
En el caso de la gravitación entre planetas, son dos cuerpos con masas y fuerzas
intrínsecas definidas entre los cuales existe una fuerza de atracción mutua; un planeta
ejerce una fuerza de atracción sobre el otro y viceversa.
Esta fuerza gravitacional impresa no altera en lo absoluto la masa y la fuerza intrínseca
del planeta que recibe la acción atractiva (y, desde luego, tampoco las del que la ejerce);
por lo tanto, no existe una masa específica de la atracción gravitacional, como lo pretende
Einstein.
Si se trata de la atracción mutua entre un planeta y un cuerpo en su superficie o en la
inmediata cercanía a ella, llegamos a lo siguiente: el planeta y el cuerpo superficial tienen
masas y fuerzas intrínsecas perfectamente definidas; la fuerza atractiva (una fuerza
impresa) actúa sobre ellos afectando su estado (reposo, movimiento), pero no sus masas
ni sus fuerzas intrínsecas. Tampoco aquí existen una masa inercial ni una masa
gravitacional, sino únicamente la masa del cuerpo.
¿Qué ha hecho Einstein en esta argumentación que desemboca en la igualación de los
distintos “masa inercial” y “masa gravitacional”? Lógicamente (de la lógica formal) ha
expresado una tautología, A = A: la masa inercial es igual a la masa gravitacional, la masa
es igual a la masa, m = m.
Pero ¿cuál es el propósito de esta tarea ociosa del sabio?
Einstein señala que en la caída libre las masas de los cuerpos tienen una propiedad
“notable”. Esto significa, simplemente, que en ese movimiento no rige la ley general de la
atracción de los cuerpos. Conforme a ésta, los cuerpos se atraen de acuerdo a la Ley de
Newton, por lo que en la caída libre los cuerpos de diferente masa deberían de descender
a velocidades distintas en función de sus masas disímiles. Pero “notablemente” la
experiencia nos dice, desde Galileo hasta nuestros días (no ha habido aún un
experimento concluyente sobre este asunto, porque los más exactos registran sin
embargo diferencias infinitesimales proporcionales a sus masas entre las velocidades de

71
Idem
72
Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, Auctore Isaaco Newtono.

107
caída de los distintos cuerpos), que en el vacío todos los cuerpos caen a la misma
velocidad, cualquiera que sea su masa. Tenemos entonces la siguiente situación: en la
gravitación entre los planetas (sol y tierra, por ejemplo) rige en toda su extensión la ley de
la atracción de Newton; en la caída libre de los cuerpos hacia la superficie de un planeta
ésta no tiene validez; y, por último, en la superficie del planeta vuelve a tener vigencia,
como se desprende del peso que los cuerpos tienen en la tierra, que no es otra cosa que
la medida de atracción del planeta sobre sus masas, que es mayor o menor en cuanto
éstas son mayores o menores.
Esta “anomalía” es tomada por la mecánica clásica y el propio Einstein como una
excepción de facto a la ley general de Newton, pero nadie ha intentado siquiera dar una
explicación racional, lógica, convincente de este hecho excepcional.
Adelantemos una hipótesis.
Todos los cuerpos tienen una masa y un campo gravitacional proporcional a ella.
Los cuerpos que caen libremente sobre la superficie terrestre tienen una masa
determinada y un campo gravitacional proporcional a ella; pero en relación con la masa
de la tierra y la intensidad de la acción de su campo gravitatorio cercano a su superficie
las masas y campos gravitacionales de los cuerpos que caen son infinitesimalmente
pequeños, tanto que la fuerza de gravedad de la tierra les proporciona velocidades que
tienen también diferencias infinitesimales, hasta ahora no detectables por instrumento
alguno, por lo que aparecen como prácticamente iguales y así se les considera.
Sea de ello lo que se quiera, la astucia de Einstein aprovecha esta omisión de la ciencia
para deslizar, sin justificación alguna, su falaz teoría de la relatividad.
La masa de los cuerpos tiene una manifestación relativa. En una situación (por ejemplo,
la caída de los cuerpos en la superficie terrestre), la masa aparece como “masa inercial”,
es decir, para Einstein, como una masa cuyos atributos fundamentales, el volumen y la
densidad, no son afectados por la fuerza atractiva de la tierra, sino únicamente su
abstracta naturaleza, su sólo ser que tiene en común con las masas de todos los demás
cuerpos y que es igual en todos ellos, sobre el que la fuerza atractiva ejerce una acción
también abstracta que es la misma para cada cuerpo y produce en ellos el mismo
resultado: una velocidad de caída idéntica cualquiera que sea su masa. En otras
circunstancias: en la relación a distancia entre planetas y en los cuerpos que yacen en la
superficie de un planeta, las masas actúan entre sí con todas sus características, el
volumen y la densidad, por lo que la atracción se atiene a la ley newtoniana y las masas
son entonces, para Einstein, “masas gravitacionales”.
La relatividad se expresaría en lo siguiente: en la caída libre las masas ponen de
manifiesto su inercia (en el sentido einsteiniano); esas mismas masas, situadas en la
superficie, ostentan su atracción gravitatoria.
Esta consideración de la caída libre de los cuerpos como un evento que confirma los
fundamentos de la teoría especial de la relatividad y los extiende para forjar una teoría
general, es otra de las grandes chapucerías intelectuales de Einstein.
La errónea teoría especial de la relatividad supone dos sistemas de referencia, uno fijo y
otro en movimiento rectilíneo uniforme, un evento, dos observadores y dos resultados de
la observación que difieren en tanto que en uno el tiempo y el espacio tienen una medida
y en el otro esta dimensión se ha contraído o expandido a causa de la velocidad y lo ha
hecho de acuerdo con la constante de Lorentz.
La teoría general, por su parte, exige dos o más sistemas de referencia en movimiento de
cualquier tipo, un evento, dos o más observadores y resultados que son distintos de
acuerdo con cada observador y que se determinan de acuerdo con la constante de
Lorentz.
En la caída libre hay un sólo marco de referencia, que es fijo, la tierra, hacia donde se
dirige el cuerpo, y un observador único; no existe otro término (sistema de referencia fijo o
móvil) con el que se pueda establecer una relación, por lo que falta uno de los elementos
esenciales, tanto de la teoría especial como de la general de la relatividad, sin el cual
éstas carecen completamente de objeto. No es posible establecer una doble, triple,
etcétera, medida del tiempo y el espacio en la caída libre del cuerpo desde dos, tres o más

108
observatorios, cuyos datos se puedan comparar y determinar la diferencia entre ellos, es
decir, la distinta medida del espacio recorrido y el tiempo empleado en ello según el
sistema de referencia de que se trate.
Es por eso que este ejemplo aducido por Einstein no abona absolutamente nada a
ninguna de sus teorías, ni a la especial ni a la general de la relatividad; es un ejercicio
completamente vano que únicamente nos muestra la absoluta inopia científica de su
ejecutante.
La marrullería de Einstein es palmaria: toma una situación –una aparente excepción, aún
bajo litigio científico, a la ley general de la gravitación- que no contiene ninguno de los
elementos esenciales de sus dos teorías, la reputa como una forma especial de
comportarse las masas de los cuerpos respecto de la atracción universal, en la que en
realidad no actúan como tales masas, a la que llama inercia (concepto que no tiene nada
que ver con la “fuerza intrínseca” o “vis inertiae” de la mecánica clásica, pues para
Einstein la inercia es un estado en el que la fuerza atractiva deja de actuar sobre las
masas, mientras que para Newton es una característica esencial de la masa sobre la que
se imprime una fuerza, que puede ser la atracción), la pone en relación (relatividad de la
situación) con otra circunstancia en la que la masa sí sufre la acción de la fuerza
atractiva y ya tiene así en su poder la relatividad extendida (general) que abrirá la puerta
a la ciencia moderna. Ya expusimos ampliamente la falsedad de la teoría especial de la
relatividad, característica que también pertenece a la teoría general (de esta forma
ampliada de su teoría, hasta este punto, Einstein sólo ha dado los siguientes elementos:
se consideran múltiples sistemas de referencia F y otros tipos de movimientos distintos
del rectilíneo uniforme y se toman las masas de los cuerpos en sus estados relativos de
indiferencia (que impropiamente Einstein llama “inercia”) y receptividad respecto de la
fuerza atractiva; pues bien, esta extensión que hace Einstein del principio de la
relatividad (falso, como ya sabemos), ni siquiera cumple con las exigencias elementales de
su propia teoría.

El “sobrenatural experimento” de la caja situada en el medio de la nada

Ya en posesión de su “varita mágica” de la relatividad general, Einstein se dispone a


utilizarla para descubrir los insondables secretos del universo, conocimiento hasta ahora
oculto tras la preeminencia de la errónea mecánica newtoniana.
Propone la realización de un “experimento” prodigioso. En un trozo de universo
desprovisto de materia, fuerza atractiva, etcétera, es decir, en medio de la nada, sostenida
por la sola fuerza mental del sabio, que no es poca, se coloca una caja cerrada del tamaño
de una habitación, en la cual se ubica un observador provisto de los instrumentos de
medición y los elementos de experimentación apropiados (caja, observador, instrumentos
y elementos han sido sacados todos de la mente portentosa del científico por
antonomasia); la nada en que se encuentra la caja es un marco de referencia galileano, es
decir, uno en donde se pueden producir el reposo y el movimiento rectilíneo uniforme y en
el cual, por supuesto, está situado también un observador externo; la caja es un cuerpo
de referencia para el observador interno.
Una misteriosa fuerza tira de la caja por la parte superior y le proporciona una
aceleración igual a la que tienen los cuerpos en caída libre en las cercanías de la
superficie terrestre.
El observador interno deja libres cuerpos de masas distintas, los cuales caen hacia el piso
de la caja con una aceleración igual a la que tienen los cuerpos en la caída libre en la
superficie terrestre.
…El observador se convencerá de que la aceleración del cuerpo hacia el suelo de la caja es
siempre de la misma magnitud, cualquiera sea la clase de cuerpo que pueda usar para el
experimento.73
Este observador considerará, según Einstein, al valorar su experimento, que se encuentra

73
Idem.

109
en un campo gravitacional igual que el de la tierra, que una fuerza de gravedad atractiva
como la terrestre actúa sobre él y los cuerpos utilizados en el experimento y que la caja
está en reposo, suspendida de una cuerda, en ese campo gravitacional.
…el hombre en la caja llegará entonces a la conclusión de que él y la caja están en un
campo gravitacional que es constante con respecto al tiempo. Por supuesto que a él lo
confundirá por un momento por qué la caja no cae en este campo gravitacional. Justo
entonces, sin embargo, descubrirá el gancho en la mitad del techo de la caja y la cuerda
unida a él; consecuentemente, llega a la conclusión de que la caja está suspendida en
reposo en un campo gravitacional. 74
El observador externo, por su parte, determinará que lo que produce la aceleración de la
caja y la “caída” de los cuerpos en su interior es la tracción que produce la einsteiniana
fuerza impresa a todo el conjunto.
La caja, en relación con el espacio de referencia galileano, está sujeta a un movimiento
acelerado; pero, también, en su relación consigo misma, está en reposo.
…Aunque la caja está siendo acelerada con respecto al “espacio galileano” primeramente
considerado, podemos sin embargo estimar que se encuentra en reposo. 75
Y de este supuesto doble estado simultáneo de la caja, cuyo conocimiento permite
extender el principio de la relatividad a cuerpos de referencia acelerados unos respecto de
otros, extrae Einstein la conclusión de la validez de su generalización de la relatividad.
Tenemos así buenas bases para extender el principio de relatividad para incluir cuerpos de
referencia que están acelerados unos con respecto de los otros, y como resultado hemos
ganado un argumento poderoso para la generalización del postulado de la relatividad. 76
La potencia mental de Einstein despejó una buena parte del universo de materia y fuerza
atractiva; con esa misma notabilísima capacidad colocó en medio de esa nada un objeto
(caja), la dotó de un habitante, instrumentos de medición y objetos de experimentación y
le imprimió un movimiento acelerado equivalente al de la caída de los cuerpos en la tierra;
igualmente, con esa facultad extraordinaria del sabio convirtió al habitante de la caja en
un observador solipsista, que únicamente se conoce a sí mismo y a su entorno inmediato
e ignora todo el resto del mundo exterior.
Tomemos como ciertos los supuestos “objetivos” que establece Einstein: un pedazo de
universo sin materia ni fuerzas actuantes, es decir, la nada; una caja material colocada
en ese piélago, a la que se le proporciona un movimiento acelerado; y un ser humano real
y reales instrumentos y elementos de experimentación. Lo primero que tenemos que hacer
notar es una contradicción flagrante: un algo que se encuentra en medio de la nada. Ya
Hegel había hecho surgir, en su esquema lógico, el ser concreto de la relación dialéctica
entre el ser y la nada. Nuestro aprendiz de filósofo (más adelante veremos con qué
desfachatez pontifica acerca del origen, naturaleza y destino del universo, haciéndolos
depender de la solución que se de a sus retorcidas fórmulas matemáticas) ha ido más
lejos todavía y de la sola nada ha sacado el ser determinado, el algo, la cajita mágica. En
donde no hay materia ni fuerzas actuantes, nada puede existir; por eso, de entrada,
tampoco existe el marco de referencia “galileano” al que alude Einstein; llevado este
argumento hasta el extremo, igualmente no existen la caja, ni su contenido, ni
movimiento alguno; el ejemplo de Einstein no se refiere a nada real, no prueba
absolutamente nada y no tiene ningún valor científico ni como hipótesis ni como
experimento probatorio de la misma.
Pero reconozcamos por lo pronto al sabio el poder de su intelecto y veamos ahí el espacio
“galileano” y la caja jalada por la fuerza misteriosa.
En su absurdo ejemplo, Einstein comete varias equivocaciones de principiante.
Expresa que al soltar el observador los cuerpos que lleva para sus experimentos estos
caen hacia el piso a igual velocidad, como si se tratase de la caída libre en la superficie
terrestre. Pero esto es completamente falso. Según su peregrina representación, una
74
Einstein, Albert, Relativity: The especial and General Theory, Part II: The General Theory of
Relativity, XX. The equality of Inertial and gravitational Mass as an argument for the Generl
Postulate of Relativity, New York: Henry Holt, 1920; Bartleby. Com, 2000.
75
Idem.
76
Idem.

110
fuerza de tracción mueve a la caja; el piso de ésta transmite el movimiento al observador,
el cual, a su vez, lo hace a los objetos de su experimento; cuando el observador suelta los
objetos, éstos dejan de recibir la fuerza de tracción y por tanto cesa su movimiento,
permanecen inmóviles en el mismo lugar en que la fuerza dejó de actuar; en su viaje, el
piso de la caja se encuentra con los objetos que han quedado inmóviles y, después del
choque, que será más intenso para los que tengan una masa mayor y de menor
intensidad para los de masa reducida, les proporciona la fuerza de tracción que ella
ejerce; los objetos adquieren de nuevo un movimiento determinado por la fuerza de
tracción que jala la caja y ejercerán sobre el piso una presión distinta de acuerdo con el
monto respectivo de sus masas. Los objetos liberados por el observador no caen, quedan
inmóviles y en ese lugar los alcanza el piso de la caja; sus distintas masas determinan
diferentes presiones (peso) sobre el piso de la caja.
Einstein sostiene que el observador interno cree que la caja se encuentra en reposo en un
campo gravitatorio y por tanto la aceleración de los cuerpos en caída es igual cualquiera
que sea su masa; por su parte, el observador externo ve “objetivamente” el asunto y sabe
que la caja se mueve aceleradamente y los objetos dejados a su suerte en su interior
dejan de recibir la fuerza de tracción y se quedan inmóviles en el espacio hasta que el piso
los alcanza y les proporciona su movimiento acelerado.
Entonces, la conclusión que se impone, en la pervertida lógica einsteiniana, es que la caja
está tanto en reposo como en movimiento acelerado y que se encuentra al mismo tiempo
en un campo gravitatorio y en un espacio ausente de gravedad.
¡Y aquí tenemos el principio de la relatividad funcionando en toda su extensión!
Con relación al observador interno, la fuerza que lo mantiene adherido al piso de la caja
es una fuerza gravitatoria; con relación al observador externo, se trata de una fuerza de
tracción. Por lo tanto, infiere la agudeza einsteiniana, la misma fuerza es gravitatoria o de
tracción según el observador, es una fuerza relativa.
Lo que está comparando Einstein, dándoles valor objetivo igual, es lo que un observador
cree que es con lo que otro observador sabe que es; por lo tanto, para Einstein son una
realidad el campo gravitatorio imaginado y la caja experimental; la fuerza actuante es
tanto una fuerza gravitatoria quimérica como una fuerza de tracción verdadera; y las
masas involucradas son al mismo tiempo inerciales y gravitatorias. El prejuicio y la ciencia
son lo mismo; y en el caso de Einstein así lo es literalmente.
Einstein declara que la interpretación del observador interno de lo que sucede con y en la
caja como un fenómeno de aceleración gravitacional se basa en el principio científico de la
igualdad de aceleración que un campo gravitatorio proporciona a los cuerpos que caen, o
lo que es lo mismo, la ley de la igualdad de la masa inercial y la masa gravitacional, a la
que califica como una ley natural.
…más bien debemos admitir que este modo de captar la situación no viola la razón ni las
leyes mecánicas conocidas.
Debemos hacer notar cuidadosamente que la posibilidad de este modo de interpretación
descansa en la propiedad fundamental del campo gravitatorio de dar a todos los cuerpos la
misma aceleración, o, lo que viene a ser lo mismo, en la ley de la igualdad de la masa
inercial y la masa gravitacional. Si esta ley natural no existiese, el hombre en la Caja
acelerada no habría podido interpretar el comportamiento de los cuerpos a su alrededor
bajo la suposición de un campo gravitacional y no estaría justificado, sobre las bases de la
experiencia, suponer que su cuerpo de referencia estuviera “en reposo”. 77
En realidad es un extraño científico este que Einstein ha fabricado; conoce una ley
natural y encuentra que los resultados de sus experimentos están acordes con ella; sin
embargo, su capacidad y sus ansias de conocimiento no lo impulsan a inquirir acerca del
entorno de la caja (materia, fuerzas, etcétera), para de esta manera captar plenamente la
objetividad; en lugar de eso solamente supone que está en un campo gravitacional. Este
observador “científico”, escaso de entendimiento, es, ni más ni menos, el propio Einstein,
quien da a esa suposición de su engendro valor objetivo cuando expresa que el campo de
gravitación existe para el observador interno.

77
Idem.

111
Un campo gravitacional existe para el hombre en la caja a pesar del hecho de que no existe
un campo gravitacional para el sistema de coordenadas primeramente elegido. 78
Ya tuvimos oportunidad de conocer la falacia en que basa Einstein sus argumentaciones:
la existencia de una masa inercial –que para nada corresponde a la inercia newtoniana
que poseen todas las masas- la cual dota a los cuerpos de la propiedad de ser atraídos
por el campo gravitacional con una misma aceleración, con independencia de sus masas.
Sabemos también que ha utilizado ladinamente una aparente excepción, aún sub judice,
a la ley de la gravitación universal para supuestamente demostrar la validez de su teoría
general de la relatividad, aunque aquella no tenga ninguna relación con los postulados de
ésta.
Este ejemplo carece, como el de la caída libre en la superficie terrestre, de los elementos
esenciales para que se le considere como ilustrativo de la relatividad, ya sea especial o
general: no hay en él un evento cuyo movimiento (rectilíneo uniforme o de cualquier otro
tipo) pueda ser determinado desde dos o más observatorios distintos (por definición de
Einstein, el espacio galileano es la nada, por lo que el mismo no puede ser un cuerpo de
referencia, y así sólo quedaría la caja como único sistema de referencia válido) con
diferentes medidas de tiempo y espacio y que estas discrepancias obedezcan a la
velocidad de desplazamiento.
Como todos los ejemplos que ha aducido Einstein, el de la caja en el espacio vacío es
absurdo, inverosímil, alejado completamente de la realidad, construido mediante una
especulación contrahecha, grotesco y en última instancia risible.

La teoría general de la relatividad permite desentrañar las leyes que rigen el


campo gravitacional

Con los dos últimos ejemplos, Einstein considera que ha obtenido los elementos
necesarios para extender la teoría de la relatividad más allá de los límites de su forma
especial: en primer lugar, la introducción de un movimiento distinto del rectilíneo
uniforme, esto es el movimiento uniformemente acelerado, al cual asimila la aceleración
que produce un campo gravitatorio sobre los cuerpos que caen hacia él; en segundo, el
añadido de un cuerpo de referencia en el que no existe la gravedad (el espacio “galileano”
como lo denomina Einstein) al que se relaciona un cuerpo que posee un campo
gravitatorio (la caja).
Pero no sólo eso; el ilustre sabio también ha encontrado la verdadera naturaleza de la
fuerza gravitatoria y las leyes que la rigen, todo ello absolutamente desconocido antes de
él.
Einstein sostiene que la gravitación es una fuerza que tiene una naturaleza general y otra
especial. Por la primera actúa entre los cuerpos en proporción directa a sus masas e
inversa al cuadrado de la distancia; los cuerpos se relacionan entre sí a través del
carácter gravitatorio de sus masas determinado por su volumen y su densidad. Por la
segunda, un cuerpo atrae a otro en una medida determinada, independiente de su
volumen y densidad, esto es, de su masa; un cuerpo ejerce atracción sobre el otro, pero
únicamente en su carácter abstracto de ser-algo, sin atención a sus características físicas
fundamentales, por lo que la fuerza atractiva es la misma para todos los cuerpos,
cualquiera que sea su masa.
La fuerza gravitatoria actúa en dos formas: como tal, los cuerpos se relacionan por medio
de las características físicas de sus masas, a cuya unidad Einstein llama “masa
gravitatoria”; en su forma especial, un cuerpo, por medio de sus características físicas
(volumen y densidad), esto es, de su “masa gravitatoria”, atrae a otro actuando sobre su
ser abstracto (sin atender a sus características físicas), al cual Einstein denomina “masa
inercial”.
Los cuerpos poseen una masa que es gravitacional e inercial al mismo tiempo, pero se
manifiesta relativamente como una o la otra: la masa gravitatoria, en la atracción entre
78
Idem.

112
los cuerpos y la masa inercial, en la caída libre.
Einstein agrega un elemento más a su notable aportación para el conocimiento de la
naturaleza de las fuerzas y campos gravitatorios: la aceleración del movimiento de un
cuerpo en un espacio libre de gravedad produce un campo gravitatorio.
Este galimatías conceptual es el que presenta Einstein como las novedosas bases de la
teoría general de la relatividad.
Desde nuestra consideración de la caja acelerada vemos que una teoría general de la
relatividad debe producir importantes resultados acerca de las leyes de gravitación. De
hecho, la aplicación sistemática de la idea de la relatividad ha proporcionado las leyes que
rigen el campo gravitacional. 79
La aplicación sistemática (por Einstein) de la idea de la relatividad (desarrollada por
Einstein) ha proporcionado las leyes de la gravitación (al gusto de Einstein, no las que se
manifiestan en la realidad), es decir, todo un cuerpo nuevo de ideas que el físico por
antonomasia lanza al mundo para asombro de todos. Ya veremos un poco más adelante
cómo esas nuevas leyes no son otra cosa que la extensión de todos los absurdos y
despropósitos ya expresados en su teoría especial de la relatividad: la distinta medida del
tiempo y del espacio de un mismo evento (su dilatación o contracción) ha evolucionado
hasta el no menos desatinado concepto de la gravitación como la curvatura del espacio-
tiempo.
Einstein inició la argumentación acerca de la expansión de la teoría especial de la
relatividad para convertirse en general con una variación de su ejemplo del ferrocarril. Se
preguntó qué pensaría el observador que viaja de pie en el vagón si súbitamente se
aplican los frenos, y ahora que ya tiene todos los hilos científicos en la mano he aquí su
conclusión sublime:
…Es verdaderamente cierto que el observador en el vagón del ferrocarril sienta un jalón
hacia adelante como un resultado de la aplicación del freno y que reconozca en él la no
uniformidad del movimiento (retardado) del vagón. Pero nada lo obliga a referir este jalón a
una real aceleración (retardación) del vagón. El podría interpretar también su experiencia
así: “Mi cuerpo de referencia (el vagón) permanece en reposo. Con referencia a él, sin
embargo, existe (durante el período de aplicación de los frenos) un campo gravitacional
dirigido hacia adelante que es variable con respecto al tiempo. Bajo la influencia de este
campo, el terraplén junto con la tierra se mueve no uniformemente, de tal manera que su
velocidad original en la dirección hacia atrás se reduce continuamente”. XX. Te equality of
Inertial and Gravitational Mass as an Argument for the General Postulate of Relativity. 80
¡…nada lo obliga a referir este jalón a una real aceleración (retardación) del vagón…
Podría interpretar su experiencia así:… mi cuerpo de referencia permanece en reposo…
existe (durante el período de aplicación de los frenos) un campo gravitacional dirigido
hacia adelante…!
¡Oh, santa simplicidad!
La transición de la teoría especial a la teoría general de la relatividad ha resultado un
completo fiasco, un enredo conceptual inextricable, una absoluta confusión de las ideas,
una total suplantación de la ciencia por la opinión: un campo gravitacional puede crearse
por la pura imaginación de su existencia, la caída libre de los cuerpos es lo mismo que su
absoluta falta de movimiento, un sistema de referencia puede ser simultáneamente un
campo gravitacional y un sistema “galileano”, el reposo es igualmente movimiento
acelerado, el movimiento rectilíneo uniforme es movimiento acelerado curvo, etcétera.
Esta torpe igualación de los contrarios es lo opuesto a una verdadera dialéctica, es una
sofistería de la peor especie.

Inferencias que hace Einstein de su teoría general de la relatividad


Las propiedades del campo gravitacional
En el capítulo XXII de su libro, una vez que ha establecido el puente de unión entre su

79
Idem.
80
Idem.

113
teoría especial y la general, Einstein se propone hacer algunas inferencias de esta última.
En primer lugar, expresa que los elementos “teóricos” alcanzados hacen posible derivar
propiedades del campo gravitacional.
Si conocemos un proceso natural cualquiera que se produce en el espacio-tiempo y
sabemos el lugar que ocupa en un marco de referencia galileano K, entonces es posible
determinar cómo ese proceso aparece desde la óptica del cuerpo de referencia K’, que está
acelerado en relación a K. Dado que ese cuerpo de referencia K’ posee, por el solo hecho de
estar acelerado, un campo gravitacional, entonces la visión desde K’ aprehende las
propiedades gravitacionales de este cuerpo que actúan sobre el proceso natural
considerado.
En el ejemplo de la caja que se mueve en el vacío (éste, un marco de referencia exterior
“galileano” K), el proceso natural, la “caída” libre de los cuerpos, que es un movimiento
acelerado, se produce en su interior (marco de referencia K’). Para K’, por tanto, no
importa lo que la realidad sea, este proceso natural aparece produciéndose en un campo
gravitacional y éste influye sobre aquel determinando la caída de los cuerpos del
experimento con una misma aceleración. ¡La aceleración en un espacio sin gravedad
produce un campo gravitatorio!
Es oportuno señalar aquí otro de los dislates del sabio por excelencia.
El campo gravitatorio de un cuerpo es la franja de fuerza atractiva, extensión suya, que lo
rodea. Todos los cuerpos poseen esa zona de atracción, la cual es directamente
proporcional a su masa. Tal área gravitacional es, por su naturaleza, completamente
independiente del tipo de movimiento que el cuerpo tenga, ya sea rectilíneo uniforme,
retardado o acelerado, o curvo también uniforme, retardado o acelerado, o de que se
encuentre en reposo relativo, aunque, desde luego, pueda verse formalmente influida por
él. De ahí entonces la monstruosa ignorancia de Einstein, quien atribuye a la caja de su
infortunado ejemplo un campo gravitacional generado por la aceleración que tiene con
respecto a un marco de referencia “galileano”.
Es evidente que la caja, por el sólo hecho de ser un objeto material, posee un campo
gravitacional que la envuelve; también es cierto que el observador interno y todos los
objetos que lleva consigo están circundados por su zona atractiva; igualmente es
inobjetable que existen relaciones de mutua atracción entre todos estos elementos; y
también es incuestionable que esas relaciones dan lugar a un campo gravitacional de la
caja con características específicas, desde luego muy distintas a las del que produce un
cuerpo masivo como la tierra. Ese campo gravitacional peculiar no ejerce ni sufre
influencia genética alguna sobre y del movimiento acelerado al que está sometida la caja,
por lo que las propiedades atractivas de ésta no pueden hacerse extensivas a aquel, como
quiere Einstein.
Por otro lado, bajo la absurda hipótesis de que la aceleración produjese un campo
gravitatorio, éste no sería, en el ejemplo aducido, una réplica inversa de la gravitación
terrestre, sino uno especialmente determinado por las masas de la caja y de los cuerpos
en ella contenida.
Las consideraciones de la sección XX muestran que la teoría general de la relatividad nos
pone en posición de derivar propiedades del campo gravitacional de una manera puramente
teórica. Supongamos, por ejemplo, que conocemos el “curso” en el espacio-tiempo de un
proceso natural cualquiera, así como la forma en la cual se sitúa en el espacio galileano
relativo a un cuerpo de referencia galileano K. Por medio de operaciones puramente
teoréticas (esto es, simplemente por medio del cálculo) estaremos en posibilidad de
encontrar cómo este proceso natural conocido aparece visto desde el cuerpo de referencia K’
que está acelerado en relación a K. Pero como existe un campo gravitacional con respecto a
este nuevo cuerpo de referencia K’, nuestra consideración también nos enseña cómo el
campo gravitacional influencia el proceso estudiado.
Por ejemplo, aprendimos que un cuerpo que se encuentra en un estado de movimiento
uniforme rectilíneo con respecto a K (de acuerdo con la ley de Galileo) está realizando un
movimiento acelerado y en general rectilíneo con respecto al cuerpo de referencia K’ (chest).
Esta aceleración o curvatura corresponde a la influencia sobre el cuerpo en movimiento del
campo gravitacional que corresponde a K’. Es conocido que un campo gravitacional influye

114
en el movimiento de los cuerpos en esta forma, de tal manera que la consideración no nos
aporta algo esencialmente nuevo.81

La trayectoria curva de los rayos solares en los campos gravitacionales


Otra inferencia que extrae Einstein de sus primeras aproximaciones a la teoría general de
la relatividad es que los rayos de luz se desplazan en trayectorias curvilíneas en los
campos gravitacionales.
Insiste el autor en su argumento de la relatividad del movimiento, el cual puede ser, el
mismo, uniforme y rectilíneo para un observador situado en un marco de referencia
“galileano” y acelerado (o retardado) y curvilíneo para un observador colocado en un
campo gravitacional.
Establece que todos los cuerpos ejercen una fuerza de atracción sobre los rayos de luz
que se mueven a través de sus campos gravitatorios, lo que produce una curvatura en su
trayectoria y un cambio en su velocidad (retardación). En los objetos comunes a nuestro
alcance esos cambios no son perceptibles debido a su infinitesimal pequeñez. Pero a nivel
cosmológico sí es observable y mensurable la curvatura de los rayos de las estrellas
llamadas fijas cuando pasan por las cercanías del sol. Se ha determinado que para los
rayos de luz estelar que pasan en forma rasante por el sol es de 1,7 segundos de arco.
Sin embargo, obtenemos un nuevo resultado de importancia fundamental cuando
extendemos la misma consideración a un rayo de luz. Con respecto al cuerpo de referencia
galileano K el rayo es transmitido rectilíneamente con la velocidad c. Fácilmente puede ser
demostrado que la trayectoria de ese mismo rayo de luz no es más una línea recta cuando
la consideramos con referencia a la caja acelerada (cuerpo de referencia K’). De aquí
concluimos que, en general, los rayos de luz se propagan en trayectoria curvilínea en los
campos gravitacionales. En dos aspectos este resultado es de gran importancia.
En primer lugar, puede ser comparado con la realidad. Aunque un examen detallado de la
cuestión muestra que la curvatura de los rayos de luz requerida por la teoría general de la
relatividad es extremadamente pequeña para los campos gravitacionales a nuestra
disposición en la práctica, su magnitud estimada para los rayos de luz que pasan en
incidencia rasante por el sol es, sin embargo, de 1.7 segundos de arco. Esto se manifiesta
de la siguiente manera. Vistas desde la tierra, ciertas estrellas fíjas aparecen en la vecindad
del sol, y son entonces observables durante un eclipse total de sol. En este tiempo esas
estrellas aparecen desplazadas hacia afuera del sol por la cantidad arriba indicada en
comparación con su posición aparente en el cielo cuando el sol es situado en otra parte del
firmamento. El examen de la verdad o falsedad de esta deducción es un problema de gran
importancia, cuya pronta solución se espera de los astrónomos. 82
Lo que llama poderosamente la atención es el grotesco método de razonamiento
einsteiniano: primero, mediante torcidos caminos especulativos, ejemplos absurdos,
etcétera, llega a conclusiones absolutamente falsas; después, toma un proceso natural,
cuyas propiedades esenciales han sido establecidas en lo general y probadas
experimentalmente, y lo presenta bañado con la luz reveladora de los descubrimientos
fraudulentos, de tal manera que ahora, gracias a los que ampulosamente llama
postulados de la teoría general de la relatividad, tiene un significado más preciso y más
pleno.
Einstein nos remite al proceso natural de la propagación de la luz.
Experimentalmente se ha demostrado que en el vacío (ausencia de materia y gravedad) la
luz se propaga rectilíneamente y con una velocidad invariante; de aquí, a contrario sensu,
se formula la hipótesis de que en los campos gravitacionales la luz se desplaza
curvilíneamente y con velocidad variable. La única prueba de la validez de esta última
proposición es la desviación que sufren los rayos de luz provenientes de las estrellas fijas
81
Einstein, Albert, The Special and General Theory, XX. The equality of Inertial and Gravitational
Mass as an Argument for the General Postulate of Relativity, Relativity Translated by Robert W.
Lawson, New York: Henry Holt, 1920. New York: Bartleby. Com, 2000.

82
Einstein, Albert, Op. cit. XXII. A few Inferences from the General theory of Relativity.

115
en su paso rasante por el sol.
Pues bien, Einstein invierte todo el proceso: primero “descubre” que un campo
gravitacional se origina con la aceleración de los cuerpos (una total falsedad, como ya
vimos), después, que ese campo gravitacional produce la “creencia” de que existe un
proceso natural determinado (la caída libre con aceleración igual de todos los cuerpos,
por ejemplo) y, por último, que ese proceso natural imaginado se materializa realmente en
la existencia, dotado ahora de nuevas propiedades que le ha impreso la teoría general de
la relatividad. La validez científica de la hipótesis de la trayectoria curva y velocidad
variante de la luz en los campos gravitacionales es fincada por Einstein en el postulado
falso de su chapucería teórica cuando propone extender las consideraciones que hizo
respecto de su experimento con la caja etérea a las propiedades de un rayo de luz; con
esto pretende demostrar que, con referencia a la caja acelerada, su trayectoria ya no es
recta ni su velocidad invariante y que, por eso mismo, por ese valor que le proporciona el
“postulado” de la relatividad general, se puede expresar la ley general de que “los rayos de
luz se propagan en trayectoria curvilínea en los campos gravitacionales.”
En segundo lugar, nuestro resultado muestra que, de acuerdo con la teoría general de la
relatividad, la ley de la constancia de la velocidad de la luz en el vacío, la cual constituye
una de las dos asunciones principales en la teoría especial de la relatividad y a la que nos
hemos referido frecuentemente, no puede reclamar una validez ilimitada. Una curvatura de
los rayos de luz solamente puede tener lugar cuando la velocidad de la propagación de la
luz varía con la posición. Ahora, podemos pensar que como consecuencia de esto, la teoría
especial de la relatividad y con ella la teoría de la relatividad toda habría caído en el polvo.
Pero en realidad este no es el caso. Lo único que podemos concluir es que la teoría especial
de la relatividad no puede reclamar un campo ilimitado de validez; tiene vigencia en la
medida en que se elimine la influencia de los campos gravitacionales en el fenómeno
(ejemplo de la luz).83

La teoría general de la relatividad y la naturaleza del espacio-tiempo


La teoría general de la relatividad hace posible, según Einstein, conocer cuál es la
influencia que un campo gravitacional ejerce sobre un proceso natural cuyas leyes ya
eran sabidas cuando la gravitación estaba ausente.
Pero más importante que eso, nos señala el autor, es el hecho de que la teoría general de
la relatividad permite establecer la naturaleza de los mismos campos gravitatorios.
El principio fundamental que rige en esta materia es que los campos gravitatorios están
determinados por el tipo y magnitud de los movimientos de los cuerpos y por las
variaciones del espacio-tiempo.
El propósito de la teoría general de la relatividad es formular una ley general de la
relación entre el movimiento de los cuerpos, el tiempo y el espacio en que se mueven y el
campo gravitatorio existente.
En el ejemplo de la transmisión de la luz…. Hemos visto que la teoría general de la
relatividad nos capacita para derivar teoréticamente la influencia de un campo gravitacional
en el curso de un proceso natural, las leyes del cual son ya conocidas cuando un campo
gravitacional está ausente. Pero el problema más atractivo, para cuya solución la teoría
general de la relatividad proporciona la llave, concierne a la investigación de las leyes que
rigen en el campo de gravitación mismo. Consideremos esto un momento.
Nosotros estamos familiarizados con dominios del espacio-tiempo que se comportan
(aproximadamente) al modo “Galileano” respecto de un cuerpo de referencia
adecuadamente elegido, esto es, dominios en los que los campos gravitacionales están
ausentes. Si ahora referimos ese dominio a un cuerpo de referencia K’ que tiene un
movimiento de cualquier clase, entonces con relación a K’ existe un campo gravitacional
que es variable con respecto al espacio y el tiempo. El carácter de este campo dependerá por
supuesto del movimiento elegido para K’. De acuerdo con la teoría general de la relatividad,
la ley general de los campos gravitacionales debe ser satisfecha por todos los campos
gravitacionales obtenidos de esta forma. Aunque de ninguna manera todos los campos
gravitacionales pueden ser producidos de este modo, podemos todavía tener la esperanza de
83
Idem.

116
que la ley general de la gravitación sea derivable de campos gravitacionales de una clase
especial.84
Encontramos aquí también la consabida sustantivación de los extravíos teóricos de
Einstein: la naturaleza de los campos gravitatorios sólo encuentra su plena explicación
mediante la utilización de los instrumentos que él ha forjado en su absolutamente
errónea teoría general de la relatividad.
En la teoría especial de la relatividad, Einstein llegó a la conclusión de que existiendo dos
sistemas de referencia relacionados, uno fijo y el otro en movimiento rectilíneo uniforme,
un proceso natural que se verifica en el segundo de ellos se ve afectado por la velocidad a
que éste se desplaza respecto del primero con una contracción del espacio y una
dilatación del tiempo en los que se produce (únicamente perceptible para el observador
situado en el segundo sistema), en una medida que se determina por la transformación de
Lorentz.
Las alteraciones del espacio-tiempo de un proceso natural son atribuidas por Einstein, en
la teoría especial, a la sola acción de la velocidad del segundo sistema de referencia.
En esta parte de la teoría general, Einstein sienta las bases para la extensión de la
función del tiempo y del espacio en los procesos naturales; tiempo y espacio ya no sólo
son modificados por la acción de la velocidad del proceso natural, como en la teoría
especial, sino que ahora tienen vida propia, son sustancia, constituyen verdaderas
fuerzas que determinan las propiedades de los procesos naturales, forman el campo
gravitatorio de los cuerpos. Han pasado de ser un objeto pasivo a constituirse en un sujeto
activo.
Es evidente que esta extensión del principio de la relatividad es tan falsa como el
postulado del que procede. El tiempo y el espacio no constituyen elementos materiales
sobre los cuales los procesos naturales puedan influir, ni, mucho menos, factores
objetivos que determinen las propiedades de la materia, por ejemplo su fuerza gravitatoria
(campo); el tiempo es, simple y llanamente, la duración de un proceso natural que se
mide convencionalmente en las unidades que se fijan de acuerdo con un movimiento tipo,
en este caso la rotación de la tierra, y está comprendido en el tiempo sideral, es decir,
aquel, computado de igual manera, en el que se producen los procesos naturales del
“universo observable”, a los cuales pertenece el giro terrestre; igualmente, el espacio es el
continente tridimensional de los procesos naturales y su magnitud se establece de
acuerdo con el patrón de las medidas de un meridiano terrestre, el cual se aplica a todos
los fenómenos del “universo observable”.
Einstein inició su argumentación acerca de la teoría general rechazando enérgicamente el
supuesto de la mecánica clásica de la acción instantánea a distancia de la fuerza de
gravedad y también la existencia del éter, sustancia imponderable que se suponía llenaba
el espacio y a través del cual se transmitían las diversas fuerzas entre los cuerpos; sin
embargo, en el desarrollo de sus postulados recae en una metafísica todavía más ingenua
al dotar al tiempo y el espacio de un carácter sustantivo, una existencia material desde la
cual determinan las propiedades de los procesos naturales o por ellos son determinados.
Como ya lo establecimos anteriormente, todos los cuerpos tienen, en el espacio que los
rodea, un campo gravitacional que es el continente de la fuerza de atracción de los
cuerpos; ésta, es una extensión de la fuerza de atracción interna que les da cohesión. Las
características fundamentales de esta fuerza de atracción entre los cuerpos están
determinadas por la naturaleza de la fuerza cohesionante, ya que es la misma que se
proyecta al exterior, y por su masa; su acción consiste en atraer hacia el cuerpo todo lo
que se encuentra dentro de su campo gravitacional o que en él ingrese. La magnitud de la
fuerza de atracción está en proporción inversa a la distancia de un punto cualquiera del
campo gravitacional al cuerpo atrayente, por lo que tiene su valor máximo en la superficie
del cuerpo, desde donde va disminuyendo hasta llegar a ser = 0 en el límite exterior del
campo gravitacional.
La fuerza gravitacional es atracción y al mismo tiempo repulsión. La fuerza de atracción
cohesionante es también una fuerza de repulsión, exactamente la necesaria para que la
84
Idem.

117
separación de la materia se mantenga en los parámetros dentro de los cuales sus
propiedades se manifiestan plenamente; de la misma manera, la atracción constitutiva
del campo gravitacional es inmediatamente una fuerza repulsiva que conserva las
relaciones mutuas de los cuerpos en el punto en que el sistema que integran lo requiere
de acuerdo con su naturaleza.
La atracción se convierte en repulsión y viceversa. En una relación dialéctica, la fuerza de
atracción interna se transforma, bajo ciertas circunstancias, en repulsión, y ésta, a su
vez, en atracción. Los procesos internos de los cuerpos se desarrollan a través de estas
transmutaciones alternadas entre la atracción y la repulsión. De la misma manera, la
fuerza de atracción entre los cuerpos se cambia en fuerza repulsiva y ésta, a su vez, en
aquella; estas conversiones determinan las relaciones mutuas entre los cuerpos y sus
movimientos.
En el sistema planetario, el cuerpo solar está rodeado por un amplio campo gravitacional
que es una continuación de la fuerza gravitacional interna. Los planetas también poseen
su propio campo gravitacional y su situación y movimiento respecto del sol están
determinados por la fuerza de atracción del cuerpo central, la repulsión que ésta es en sí
misma y la fuerza gravitacional de los planetas, ya que la relación exacta entre todos
estos aspectos es la que hace posible que el planeta se conserve en órbita, sin caer hacia
el centro ni escaparse al espacio infinito. El movimiento de los planetas en sus órbitas se
realiza por medio de la transformación alternada de la atracción en repulsión y viceversa;
en el perihelio, la fuerza de atracción se trueca en repulsión y ésta lleva al cuerpo
planetario hasta el afelio; aquí, la repulsión se cambia en atracción y el planeta se
desplaza entonces hacia el perihelio, y así sucesivamente, en un movimiento elíptico. Esto
es así, como ya hemos dicho, porque atracción y repulsión son ellas mismas y su otro y
en él se convierten y de él devienen constantemente.
La fuerza gravitacional se ejerce en un espacio que comprende el volumen del sol y el de
los planetas y su extensión que son sus campos gravitacionales; es esa fuerza extendida
en el espacio la que produce la relación entre el astro central y los planetas y la que
determina el movimiento de éstos en una órbita elíptica; es también la que definiría la
trayectoria de cualquier cuerpo extraño que ingresase en el sistema solar, como por
ejemplo un rayo de luz proveniente de alguna lejana estrella. El espacio es sólo el
continente de esta fuerza y no tiene ningún efecto material sobre la naturaleza ni la
magnitud de la misma. Igualmente, la fuerza atractiva no tiene influencia alguna sobre el
espacio ni el tiempo.
El campo gravitacional del sol y los planetas forma una capa esférica precisamente
porque es la extensión de un cuerpo esférico; en consecuencia, la parte del espacio que
ese campo ocupa es también esférica; pero eso de ninguna manera quiere decir que la
gravitación haya curvado el espacio, sino que un objeto curvo ha llenado un espacio que
en sí mismo es informe e infinito. Es por eso que no es la forma del espacio, el cual no
tiene ninguna propia, sino el movimiento genético y el campo de gravedad curvo los que
producen el movimiento elíptico de los planetas; este orbitar es generado por la fuerza que
se extiende por el campo gravitacional, el cual tiene una cierta curvatura que le ha
proporcionado la fuerza de gravedad del astro central.
El movimiento de los planetas en órbitas elípticas tiene sus causas, primero, en el impulso
que les ha proporcionado su génesis a partir de la nebulosa giratoria que se condensa en
un cuerpo central y anillos rotatorios de materia que posteriormente se convierten en
cuerpos sólidos, en planetas, y, segundo, en la fuerza gravitacional que el cuerpo central y
sus satélites han adquirido precisamente en el proceso de su formación. Este movimiento
planetario se da en una parte preexistente del espacio que es el continente de nuestra
galaxia; esta parcela espacial es únicamente el lugar en donde aquel desplazamiento se
produce y su papel sólo consiste en ser el receptáculo del mismo, sin influir para nada en
su naturaleza y desarrollo. Por su parte, los procesos planetarios tampoco (ni los campos
gravitacionales, por tanto) tienen efecto material alguno sobre el espacio, como no sea el de
producirse en él.
El tiempo de los procesos naturales es su duración medida por la unidad temporal,

118
acuciosamente fijada, que es igual a un giro de 360 o de la tierra sobre su propio eje; éste
es el reloj universal, tanto del macrocosmos como del microcosmos. La rotación terrestre
es la unidad de medida del tiempo, contra la cual se confrontan todos los procesos del
universo para determinar su duración, y también el motor del tiempo que fluye
produciendo el presente, el pasado y el futuro universales: esta rotación de la tierra que
está transcurriendo ahora es la que determina el presente, el hoy; las anteriores, el
pasado; y las posteriores, el futuro del “universo conocido”; en este tiempo que corre de
tal modo se dan todos los procesos naturales.
Este tiempo así considerado no está sujeto a ningún cambio en su naturaleza provocado
por los distintos elementos materiales y procesos que existen y ocurren en el universo; es
el mismo para las partículas elementales, los átomos, las moléculas, las sustancias
químicas, los seres vivos, el sistema planetario, la galaxia, la totalidad del “universo
conocido” y para las reacciones atómicas y químicas, la vida, los movimientos planetarios,
la formación de las estrellas, la constitución de las galaxias, etcétera. Todo se mide con él
y en él existe.
Los cuerpos y los campos y las fuerzas gravitacionales que integran el sistema planetario
solar existen y se ejercen en el tiempo geocéntrico y con él se mide la duración de sus
procesos y movimientos. Ni el campo ni las fuerzas gravitacionales tienen influencia
alguna sobre el tiempo; no pueden ocasionar alteración de ningún tipo que cambie su
naturaleza de unidad de medida y motor del flujo temporal basada en la rotación
terrestre. No pueden alargarlo, ni contraerlo, ni deformarlo, ni en forma alguna afectar su
ser. Por otro lado, el tiempo tampoco puede determinar las características de los procesos
naturales que tienen lugar en los campos gravitacionales, ni como unidad de medida ni
como flujo temporal.
En su teoría especial de la relatividad, Einstein concluye que el movimiento rectilíneo
uniforme del marco de referencia en el que se producen determinados fenómenos físicos
provoca, para el observador móvil, la contracción del espacio y la dilatación del tiempo en
los que ellos se desenvuelven. En la teoría general, Einstein sostiene que en los marcos de
referencia acelerados, a los cuales equipara con un campo gravitacional, y en los campos
gravitacionales propiamente dichos, el espacio y el tiempo son afectados por la fuerza
gravitacional y con ellos los fenómenos naturales que ahí se dan.
La pretensión de Einstein de que los campos gravitacionales influyen sobre el espacio y el
tiempo, alterándolos de alguna manera, o de que el espacio y el tiempo, a su vez, actúan
sobre los procesos naturales que se producen en los campos gravitacionales
determinándolos, es, por todas las razones que hemos expuesto, absolutamente
descabellada y absurda.

Interpretación física del tiempo y del espacio en la teoría general de la


relatividad
El método argumentativo de Einstein se mueve en un incesante círculo vicioso: anuncia a
bombo y platillo el desarrollo de una nueva teoría que viene a revolucionar el
conocimiento humano, después informa que procede a enumerar los “postulados”
fundamentales de la misma, y luego hace un paréntesis para discutir algún asunto que a
su juicio permitirá que el lector comprenda más plenamente los nuevos principios; al
terminar su digresión, pregona de nuevo la majestuosidad de sus tesis, notifica que ahora
sí expondrá las ideas fundamentales de su teoría, y otra vez alguna cuestión metodológica
o de otro tipo atrae su atención desviándola del propósito manifestado; y así sin solución
de continuidad. Es por eso que en sus dos trabajos principales, Relativity The Special and
General Theory y The Foundation of the General Theory of Relativity, no encontramos una
exposición sistemática, exhaustiva de los postulados de la teoría general de la relatividad,
sino un revoltijo de temas secundarios, reiterativos, sin orden ni concierto; han tenido
que ser sus exégetas quienes, mediante una tortuosa labor, descubriesen lo que su
maestro quiso decir.

119
En el Capítulo XXIII de su Relativity… Einstein anuncia que procederá a exponer acerca
de la interpretación física del tiempo y del espacio; pero fiel a su método discursivo, antes
de ello vuelve a rumiar sobre el tema de la naturaleza del tiempo y el espacio en la
relatividad especial para señalar la insuficiencia de esta concepción frente a la más
completa y profunda de la relatividad general (la cual, desde luego, nunca va a enunciar).
Propone entonces investigar, mediante reglas y relojes, lo que sucede con el tiempo y el
espacio en un disco plano que gira uniformemente en torno a su centro.
Inventa un sistema de referencia K, libre de gravedad, en el cual se encuentran, en
reposo, el cuerpo de referencia R y el observador OK, y un sistema de referencia K’
formado por el cuerpo de referencia R’, que es un disco con movimiento giratorio
uniforme, en el cual se encuentra el observador OK’, en reposo en relación con el disco; el
cuerpo de referencia R’ tiene un radio r y una circunferencia C.
El punto de partida es la absurda consideración del disco como un objeto que tiene un
campo gravitacional generado por su movimiento circular.
El observador OK’ se propone encontrar definiciones exactas sobre la significación de los
datos del tiempo y el espacio en referencia al disco R’ y para ello realiza experimentos en
él.
Coloca relojes en el centro y en la orilla del disco, los cuales están en reposo respecto del
mismo.
Desde el punto de vista del observador OK, el reloj del centro no tiene velocidad, el de la
orilla está en movimiento por la rotación y, por el resultado de la sección XII (del libro de
Einstein), el primero funciona con más lentitud que el segundo (petitio principii). El modesto
sabio considera que sus excentricidades teóricas son principios físicos dotados de una
validez inobjetable y que por ello se pueden aplicar automáticamente a los problemas
teóricos, sin necesidad de justificación alguna. En este caso ha echado mano de su
notable descubrimiento: el movimiento altera el funcionamiento de los relojes.
Si se situase un observador en el centro del disco, apreciaría la situación igual que el
observador OK. [Einstein no dice nada del observador OK’ (en dónde está situado,
etcétera), únicamente le hace el encargo de realizar el experimento].
La conclusión general que de esto infiere Einstein, y que se supone que es la misma a la
que llega el observador OK, es que, en el disco, o más generalmente, en todo campo
gravitacional, un reloj irá más rápido o más lento de acuerdo con la posición en que esté
situado.
Por esta razón, dice Einstein, no es posible obtener una definición razonable del tiempo
con la ayuda de relojes que estén en reposo con respecto al cuerpo de referencia.
El observador OK mide con su regla estándar la circunferencia del disco en movimiento,
pero al hacerlo, esta regla se reduce y es menor que la unidad debido a que de acuerdo
con la sección XII (petitio principii) los cuerpos en movimiento sufren un acortamiento en la
dirección del movimiento (regla y circunferencia del disco se acortan, en consecuencia);
pero si OK utiliza su regla para medir el radio del disco, ella no sufrirá alteración alguna
en su extensión, pues su longitud no está sujeta a la acción de la velocidad de rotación
del disco.
Si OK mide primero la circunferencia y luego el radio del disco, la relación entre el
diámetro y aquélla no será π, sino menor que π.
Es por esto, dice Einstein, con una pedantería académica por demás ridícula, que las
proposiciones de la geometría euclidiana no pueden aplicarse exactamente al disco en
rotación, ni en general en un campo gravitacional, y la idea de una línea recta, pontifica el
sabio, también pierde su significado.
Siguiendo por este mismo camino de denostación de la vieja geometría euclidiana, de los
sistemas de coordenadas cartesianas y, en general, de la mecánica newtoniana, muy
inferiores, según Einstein, a sus luminosas revelaciones científicas contenidas en las
teorías especial y general de la relatividad, el sabio nos ilustra diciendo que el sistema de
coordenadas x, y, z tampoco es útil ya para definir la situación espacio-temporal del disco
y de la misma manera no se puede asignar un significado exacto a las leyes naturales
(esto es, mientras no estén acordes con los supuestos postulados científicos de Einstein).

120
Una vez agotada esta digresión, el autor, como es su costumbre, promete solemnemente a
sus lectores que ahora sí, después de hacer un “ingenioso” rodeo, los postulados de la
relatividad general (que aún no expone) podrán ser aplicados en toda su extensión.
Este ejemplo aducido por Einstein tiene la misma naturaleza que la de todos los que
concibe con su desatada imaginación: o están alejados por completo del asunto que se
plantea, o a él se refieren pero sus resultados prueban exactamente lo contrario de lo que
se ha propuesto, los supuestos en que se basan y los procesos y movimientos que
describen son absolutamente fantasiosos, alejados por completo de la realidad, pero
también ridículos, pueriles, etcétera.
Hay en este ejemplo einsteiniano un lastimoso embrollo. Einstein confunde
deplorablemente el tiempo con el artefacto utilizado para medirlo (mecánico, eléctrico,
electrónico, atómico, etcétera) y la extensión espacial con el instrumento que se usa para
cuantificarla (regla física, atómica, etcétera) y emplea sus conceptos indistintamente, sin
rigurosidad alguna, intercambiándolos caprichosamente.
En el ejemplo, el tiempo que un punto de la circunferencia exterior del disco consume en
completar un giro de 360o, el mismo que el punto central permanece inmóvil, transcurre
en el flujo temporal formado por la sucesión de los días terrestres y es susceptible de ser
medido por la unidad igualmente determinada. El reloj físico (mecánico, eléctrico,
electrónico, atómico, etcétera) colocado en el círculo máximo del disco ha sido
previamente sincronizado con el reloj colocado en el centro del disco y los dos están
igualados con el reloj que convencionalmente representa la unidad de medida universal.
Einstein asegura que, al completarse el giro del disco, el reloj colocado en el último círculo
funcionará más lentamente para el observador externo y tendrá una discrepancia con el
reloj colocado en el centro (que está sincronizado con el reloj convencional); el tiempo que
marca el reloj situado en el círculo último del disco para un giro completo es menor que el
tiempo computado en el reloj central. El que el reloj del círculo máximo marque un tiempo
inferior que el del centro obedece, nos dice Einstein, a que el movimiento circular, más
rápido en la orilla del disco, hace más lento el discurrir del tiempo y, en consecuencia, el
funcionamiento del reloj; entonces, la unidad de medida ya no es la reconocida
universalmente, ni el transcurrir temporal el flujo determinado por la rotación terrestre, el
tiempo se ha dilatado.
Josué85, con la finalidad de lograr sus propósitos militares, pidió a Jehová que detuviera
el sol y la luna; y el ser supremo así lo hizo. Einstein ha superado esa hazaña de la
divinidad, pues un simple mortal, aunque quizá el más “inteligente” de todos los que han
existido, con sólo su imaginación (una forma del pensamiento) logró en su ejemplo, si
bien no detener el curso de los astros, cuando menos (y no es poco) hacer más lenta la
rotación de la tierra, medida y motor universal del tiempo, y de esta manera reducir el
valor de la unidad para calcularlo y hacer más lento su deslizamiento. Y su proeza es aún
más notable porque, mientras con uno de sus poderosos brazos (metafóricamente
hablando, porque ya sabemos que lo que utiliza es su inconmensurable energía mental)
frenaba la rotación terrestre, con el otro mantenía el curso normal del giro terrestre; es
decir, que este digno precursor del género de la ciencia ficción forjó, a puro seso, dos
mundos paralelos con dos tiempos distintos.
Supongamos, como quiere Einstein, que el reloj de su fantasioso experimento ha
funcionado más lentamente. Puesto que una reducción de su marcha (un fenómeno físico
concreto) no puede deberse a la acción del tiempo (como unidad de medida o flujo
temporal), entonces deberá tener causas físicas que afecten el material de que está hecho,
el movimiento de su mecanismo, los procesos electrónicos o atómicos que determinan su
funcionamiento, etcétera y nos encontraríamos así ante el problema físico de conocer de
qué manera la velocidad del movimiento giratorio actúa materialmente sobre la
constitución y la estructura física del reloj dando lugar a una modificación en su marcha
normal.
La regla que utiliza el observador externo y la que se ha colocado en el centro del disco

85
Idem.

121
son una réplica exacta de la regla aceptada universalmente que tiene su base en la
longitud del meridiano terrestre; de acuerdo con la ley de la teoría especial de la
relatividad, es decir, con las supercherías pseudocientíficas de Einstein, la regla que se
coloca en la orilla del disco, que en principio es igual que las otras dos, al término del
primer giro sufrirá una reducción de su longitud por la misma causa que la
circunferencia del disco se habrá acortado en una medida proporcional a su velocidad,
reducción que podemos conocer a través de la transformación de Lorentz. De acuerdo con
esto, Einstein extrae la estulta conclusión de que como el observador situado en el centro
del disco mide el radio con la regla universal y el observador de la orilla con la regla
contraída por el campo gravitacional, entonces el diámetro ya no está en la relación de
3.1416 a 1 con el círculo máximo, sino en una proporción menor. Einstein nos dice, sin
inmutarse lo más mínimo, el siguiente disparate: 1) mi ley, el principio de la relatividad
especial por mi descubierto, ocasiona que la velocidad impresa a un cuerpo produzca una
contracción del mismo en la dirección del movimiento; 2) esta misma causa da lugar a
una disminución de la longitud de la regla que utilizamos para medir el cuerpo; 3) en
consecuencia, el espacio también se ha reducido en la misma proporción.
Si suponemos que por causa de una cierta acción física provocada por la velocidad el disco
se contrae en cierta magnitud desde la circunferencia en dirección al centro, esta
reducción no afecta en nada el espacio en el que ese fenómeno se desenvuelve, ni como
unidad de medida ni como continente universal; por el contrario, los reafirma como tales,
pues ese encogimiento sólo puede ser computado con la unidad convencional de medida
espacial que tiene validez universal y la cantidad que disminuye el espacio que ahora
ocupa el cuerpo es al mismo tiempo el volumen del espacio que se agrega a la separación
existente entre el cuerpo y los objetos adyacentes; al final del proceso la extensión
absoluta será la misma y únicamente estará distribuida de diferente manera entre los
cuerpos y las separaciones entre ellos.

Continuo euclidiano y no euclidiano


Einstein llega a la conclusión de que el continuum euclidiano y el sistema de coordenadas
cartesianas, a los que en una versión ampliada había utilizado para representar las
variables consideradas en la teoría especial (x, y, z y t), son claramente insuficientes para
simular los elementos de la teoría general, por lo que era imperioso desarrollar un nuevo
modelo matemático-geométrico que permitiese la caracterización plena de los mismos.
De la misma manera que en la teoría especial descaradamente se apropió de la
transformación de Lorentz y la hizo suya, así, aquí, en la teoría general, Einstein toma los
adelantos de connotados matemáticos y, desfigurándolos despiadadamente, los incorpora
a su engendro teórico.
Los resultados fundamentales que alcanzó Einstein en su teoría general fueron el
forjamiento del concepto del espacio-tiempo –un continuum de cuatro dimensiones-, la
hipótesis de la relación mutua entre el espacio-tiempo y la materia y el asombrado
descubrimiento teórico de la deflexión de la luz por la gravedad. Haciendo uso de su
enorme poder mental, el sabio llegó a la conclusión de que la acción de la materia sobre el
espacio-tiempo consistía en la curvatura de este continuo, como sin duda lo demostraba
la desviación de los rayos luminosos por la gravedad de los astros.
Se impuso entonces la necesidad de representar este exuberante nuevo mundo físico
forjado por la mente brillante de Einstein en un modelo que incorporase todas sus
características específicas: el continuo cuadridimensional, la curvatura del espacio-
tiempo, etcétera. Es decir se trataba de definir un continuo no euclidiano.
Lo primero que debía hacerse era determinar un nuevo sistema de coordenadas que fuera
congruente con el continuum curvo que se postulaba.
Gauss, mientras tanto, había trabajado las matemáticas de las superficies curvas.
Exploró la representación de un continuum bidimensional mediante un sistema de
coordenadas curvas, dispuestas como abscisas y ordenadas, puestas una al lado de la

122
otra y separadas por una distancia infinitamente pequeña ds; lo característico de este
modelo es que en él cada punto del continuum así localizado representa un evento, y una
sucesión de puntos en el sistema de coordenadas su movimiento.
Riemann parte de este sistema de coordenadas gaussianas y lo extiende de tal manera
que pueda representar un continuo n-dimensional por medio de las coordenadas x, y, z…
n; en este nuevo sistema, los eventos pueden ser representados por puntos contiguos
(determinados por las coordenadas x, y, z… n), separados por espacios infinitesimalmente
pequeños, de tal manera que la distancia entre ellos se expresa diferencialmente (ds) y
está fijada por las variaciones infinitesimalmente pequeñas dx, dy, dz… dn de las
coordenadas n-dimensionales; el movimiento de estos eventos se representa también por
movimientos infinitesimalmente pequeños de los puntos. Las distancias y movimientos de
estos puntos se calculan por medio de las vetustas fórmulas de Pitágoras y las no menos
venerables del cálculo diferencial de Newton.
Estas dos aportaciones de los matemáticos se ajustan plenamente a las necesidades del
engendro einsteiniano: con ellas se puede representar un continuo multidimensional
(cuando menos el inexistente espacio-tiempo cuadridimensional) y su fantasiosa
curvatura.
Con todos estos elementos, Einstein establece la fórmula fundamental del movimiento en
el continuum no euclidiano:
2
d s =g μν d x μ d x ν (μ: 1, 2, 3, 4, ν: 1, 2, 3 4).
En donded x μ d x ν es la invariante del movimiento y g μν la métrica del espacio-tiempo, la
cual incluye desde luego la curvatura del continuo.
Esta ecuación la considera Einstein como la fundamental de la descripción del espacio-
tiempo y a la cual se deben ajustar los fenómenos físicos para poder ser considerados
como realmente existentes.
A la evolución de los sistemas de coordenadas representativas de la realidad objetiva,
Einstein colabora de la manera acostumbrada: se los apropia sin más y los desvirtúa de
acuerdo con sus intereses.
Considera el sistema de coordenadas de Minkowski, al cual ha utilizado para representar
los eventos de acuerdo con la relatividad especial, insuficiente para caracterizarlos desde
la óptica de la relatividad general; la causa de esto la hace residir en el hecho de que en
ese sistema el continuum se representa por puntos discretos, ampliamente separados, lo
que hace imposible, dice, tener un concepto preciso del tiempo y el espacio y, por tanto,
también, asignar un significado exacto a las leyes naturales.
Toma entonces la extensión Riemanniana del sistema de Gauss y, desnaturalizándola por
completo, le asigna una informe constitución, a la que muy apropiadamente denomina
“molusco”; en ésta, se anula lo discreto y se pone la continuidad, de tal manera que a
cada punto del “molusco”, inmediatamente contiguo al otro, corresponden un reloj y una
regla específicos. Asevera Einstein que con este instrumento es posible representar
apropiadamente la realidad objetiva, la cual está constituida por puntos sin solución de
continuidad, cada uno de los cuales existe en un espacio y un tiempo determinados que
tienen variaciones infinitesimales de uno a otro de los puntos contiguos. La realidad
objetiva es un continuum de múltiples puntos que se encuentran, cada uno de ellos, en
un espacio y un tiempo específicos, de naturaleza distinta (en realidad sólo de curvatura
diferente).
El desatino cometido por Einstein en su teoría especial de la relatividad al expresar que
para un mismo evento hay dos tiempos y espacios distintos, es elevado a la enésima
potencia en su alegato sobre la relatividad general, en el cual manifiesta que hay múltiples
tiempos y espacios distintos, tantos como puntos contiguos posea la realidad objetiva.
Aquí termina Einstein el “ingenioso rodeo” (así lo califica él, modestamente) que hubo de
dar para llegar a la exposición de los postulados de su teoría de la relatividad general.

Formulación exacta del principio de la relatividad general.

123
En el capítulo XXV de su obra, Einstein asevera estar en posibilidad de formular
exactamente el principio fundamental de su teoría de la relatividad general.
Anteriormente, en el capítulo XVIII, había adelantado una forma provisional del mismo:
“Todos los cuerpos de referencia K, K’, etcétera, son equivalentes para la descripción de
los fenómenos naturales (formulación de las leyes generales de la naturaleza), cualquiera
que sea su movimiento”, a la cual califica como insuficiente en vista de todos los
argumentos, ya comentados ampliamente por nosotros en su momento, que adujo en los
capítulos siguientes. Indica que la formulación más completa, la que incorpora todos los
desarrollos posteriores, es la siguiente: “Todos los sistemas de coordenadas Gaussianas
[Gaussianas-Riemannianas, debió decir] son esencialmente equivalentes para la
formulación de las leyes generales de la naturaleza.”86
Hay en Einstein una confusión reiterada entre lo que es la realidad objetiva y los medios e
instrumentos para medirla y representarla; así, ya vimos cómo utiliza indistintamente, y
los hace equivalentes, absolutamente intercambiables, el concepto del fenómeno físico del
tiempo y el instrumento empleado para su medición y la noción del espacio y la “regla”
con la que se determina su extensión; de la misma manera, sustituye a uno con el otro,
indiscriminadamente, mediante su igualación, la realidad objetiva y los sistemas de
coordenadas ideados para representarla.
Así, no es la realidad objetiva la que está sujeta a la relatividad general, sino su
representación matemático-geométrica, los sistemas de coordenadas Gaussianas, de tal
manera que son éstas las que dotan de su carácter de verdad científica a las leyes de la
naturaleza.
El gran poder que tiene el principio general de la relatividad descansa en la limitación que
impone a las leyes de la naturaleza como consecuencia de lo que hemos visto arriba. 87
Más adelante, cuando intenta clarificar el principio fundamental de su teoría, no tiene
menos que acudir a la realidad objetiva para encontrar ahí las manifestaciones de la
relatividad general.
…cuerpos de referencia no rígidos son usados como un todo no solamente moviéndose en
cualquier dirección, sino sufriendo libremente alteraciones durante su movimiento. Los
relojes, para los cuales la ley del movimiento es de alguna clase, sin embargo irregular,
sirven para la definición del tiempo. Tenemos que imaginarnos cada uno de estos relojes fijo
a un punto en el cuerpo de referencia no rígido. Estos relojes satisfacen solamente una
condición, que las “lecturas” que se observan simultáneamente en relojes adyacentes (en el
espacio) difieren uno del otro en una indefinidamente pequeña cantidad. Estos cuerpos de
referencia no rígidos, que pueden ser llamados apropiadamente “molusco de referencia”,
son en lo fundamental equivalentes a un sistema de coordenadas cudridimensional
gaussiano elegido arbitrariamente. Lo que da al “molusco” una cierta comprensibilidad en
comparación con el sistema de coordenadas de Gauss es la (realmente sin reservas)
retención de la existencia separada de las coordenadas espaciales. Cada punto en el
molusco es tratado como un punto espacial y cada punto material que se encuentra en
reposo relativamente a él, también como en reposo, en la medida en la que el molusco es
considerado como cuerpo de referencia. El principio general de la relatividad requiere que
todos estos moluscos puedan ser usados como cuerpos de referencia con igual derecho e
igual éxito en la formulación de las leyes generales de la naturaleza; las leyes mismas deben
ser totalmente independientes de la elección del molusco. 88
El principio general de la relatividad, rescatado de la oscuridad conceptual de su creador,
puede expresarse diciendo que la realidad objetiva está integrada por cuerpos informes,
compuestos por una multitud de puntos espaciales contiguos que están separados por
distancias infinitamente pequeñas; cada uno de esos puntos posee un tiempo y un espacio
específicos, es decir, curvaturas diferentes. Estos cuerpos informes son un continuum
cuadridimensional de múltiples puntos cuyo tiempo y espacio (curvatura) varían en
cantidades infinitamente pequeñas de uno a otro de los puntos adyacentes; constituyen,
por tanto, también un continuo cuadridimensional de numerosos espacios y tiempos que

86
Josué 10:13, Antiguo Testamento.
87
Einstein, Albert, Op. cit. XXVIII. Exact formulation of the General Principle of Relativity.
88
Idem.

124
varían infinitesimalmente. Los cuerpos informes einsteinianos pueden representarse
perfectamente por los sistemas de coordenadas gaussiano-riemannianas.
Si por el momento dejamos de lado la primitiva concepción de la realidad objetiva como
“moluscos” (cuerpos informes), encontramos aquí la esencia de la estafa científica de
Einstein: la completa desnaturalización de los claros, sencillos y elementales conceptos del
tiempo y del espacio. Más adelante veremos cómo esa deformación es el ariete utilizado
para el asalto a las fortificaciones de la ciencia y la filosofía que se consuma con la toma
de la plaza por la anticientífica teoría relativista de Einstein y la estulta, por decir lo
menos, teoría del “big bang”.

La solución del problema de la gravitación sobre las bases del principio


general de la relatividad

Una vez que de nuevo quedó Einstein a un paso de formular “más precisamente” el
postulado fundamental de su teoría (lo que hemos presentado como tal no es algo que
expresamente haya expuesto Einstein, sino una inferencia nuestra obtenida del oscuro
fárrago de sus argumentos) se dispone, en el capítulo XXIX 89, a resolver el problema de la
gravitación de acuerdo con el principio general de la relatividad.
Desde luego podemos adelantar que en este caso tampoco podrá cumplir sus
ofrecimientos y que ese “problema” no quedará resuelto, al menos explícitamente.
En el capítulo XXII Einstein había hecho algunas inferencias de su principio general de la
relatividad a partir de la transformación de un sistema de referencia galileano a otro en el
cual existía un campo gravitacional (atribuido absurdamente por nuestro autor al
movimiento acelerado de un cuerpo); en el análisis de ese supuesto campo gravitacional,
Einstein encuentra algunas características del mismo que a su juicio sólo pueden
entenderse plenamente por medio de su teoría general de la relatividad. La primera de
ellas postula la equivalencia de la masa inercial y la masa gravitatoria, lo que determina la
caída de los cuerpos con una misma aceleración en cualquier campo gravitatorio; la
segunda, la proposición de que los rayos de luz se desplazan en trayectorias curvilíneas en
los campos gravitacionales; la tercera, que los campos gravitatorios son estructuras del
espacio-tiempo determinadas por las masas de los cuerpos.
En esta parte de su trabajo, Einstein plantea que la teoría general de la relatividad debe
desembarazarse de ese caso especial en el que su naturaleza se manifiesta a través de la
transformación de un sistema de referencia galileano (sin gravedad) a otro gaussiano-
riemanniano (con un campo gravitatorio curvo) y establecer el caso general, es decir, la
ley general del campo gravitacional. Y como es su costumbre, nos deja expectantes
esperando la revelación del sabio, la cual no llega a producirse, pues únicamente da
algunas indicaciones de los requisitos que debe llenar la generalización de la ley del
campo gravitacional, la principal de las cuales es que debe satisfacer igualmente el
postulado general de la relatividad (el que, ya sabemos, no ha llegado a expresar y
nosotros formulamos expurgando sus caóticas divagaciones).
Utilizando ese mismo expediente, podemos establecer que la ley general estipula que las
características del campo gravitatorio se pueden obtener sin necesidad de partir de un
sistema galileano (sin gravedad), sólo mediante la aplicación directa de un sistema de
referencia gaussiano-riemanniano (espacio-tiempo curvo).
En este punto ha dado cima Einstein a la hercúlea tarea (mental) de fraguar, para
asombro del mundo, la portentosa teoría de la relatividad en sus dos partes, la especial y
la general.
En la discusión anterior hemos abordado los temas de la teoría general de la relatividad.
Ahí constatamos que Einstein replica el mecanismo del que se valió para establecer la
teoría especial.
En primer lugar, sienta los prejuicios teóricos que han de servir de basamento para su
edificio conceptual. En seguida, se apropia de diversas producciones de la ciencia física y
89
Idem.

125
de las matemáticas, las deforma sistemáticamente y así distorsionadas las aplica al
desarrollo de su teoría. Por último, adereza todo esto con ejemplos absurdos y pueriles.
El primer principio que Einstein establece es el de la naturaleza de la fuerza de gravedad
terrestre. La fuerza de gravedad, en la mecánica clásica, es un campo que rodea al
cuerpo. Su intensidad está determinada por su masa y por la distancia; en las
inmediaciones del cuerpo es más intensa y decrece hasta desaparecer conforme el
alejamiento es mayor. Su característica fundamental es atraer a los otros cuerpos en
relación directa a sus masas e inversa al cuadrado de la distancia. La interacción de los
cuerpos se realiza a través de las características físicas de sus masas: volumen y
densidad.
Pero la fuerza de gravedad terrestre también tiene, según Einstein, una “notable”
propiedad: en la caída libre los cuerpos son atraídos a la superficie del planeta con una
aceleración que no se aplica sobre la masa física del cuerpo, sino sobre su masa
“inercial”, por lo que el aumento de la velocidad es el mismo, cualquiera que sea la
densidad y el volumen del cuerpo atraído.
La fuerza de gravedad terrestre es una, pero, según el prejuicio teórico sostenido por la
ciencia física, Galileo y Newton incluidos, actúa de distinta manera según que se ejerza
sobre los cuerpos siderales circundantes, los cuerpos en caída libre y los cuerpos
yacentes en la superficie terrestre. En el primero y último casos opera en toda su
extensión la atracción de acuerdo con las masas y las distancias; en el segundo, la fuerza
gravitatoria imprime una misma aceleración a todos los cuerpos, cualquiera que sea su
masa.
De conformidad con esto, Einstein descubre en la masa de los cuerpos una doble
naturaleza: su carácter gravitatorio y su propiedad “inercial”, los cuales se manifiestan,
relativamente, “de acuerdo a las circunstancias”.
La inercia es la fuerza intrínseca de los cuerpos que los mantiene en reposo o en un
movimiento rectilíneo uniforme; su medida es proporcional a la masa y se obtiene
mediante la cuantificación de la fuerza que es necesario imprimir al cuerpo para moverlo
desde el reposo, agregar velocidad al movimiento rectilíneo en curso o modificarlo.
En el movimiento orbital de la luna, por ejemplo, el astro, impulsado por la fuerza
centrífuga, tiende inercialmente a seguir un movimiento en línea recta; la atracción
terrestre es la que rompe la inercia del satélite y lo obliga a seguir la órbita elíptica. La
medida de la inercia del movimiento uniforme en dirección rectilínea está dada por la
intensidad de la gravedad en ese punto específico del espacio, determinada, como se sabe,
por las masas del planeta y su satélite y la distancia entre ambos.
En la caída libre, el cuerpo se encuentra en reposo en el punto en el que inicia su
desplazamiento; la inercia que posee en este momento es vencida por la fuerza de
gravedad terrestre, la cual le imprime de inmediato un movimiento rectilíneo acelerado.
En ambos casos la fuerza gravitatoria de la tierra actúa sobre las masas del satélite y de
los objetos, respectivamente, doblegando su inercia con una fuerza que está determinada
por las masas físicas (volumen y densidad) y la distancia.
Aquí resaltan plenamente la ignorancia y la temeridad de Einstein.
Para él, en un caso la gravedad terrestre actúa sobre la masa gravitacional y en el otro
sobre la masa inercial. Pero ya vemos que en ambas situaciones la fuerza gravitacional
obra sobre las masas físicas de los cuerpos para imponerse a su inercia y remontarse
sobre ella, proporcionándoles un determinado movimiento.
Con el ánimo de pasmar al mundo y hacerle saber que la teoría de la relatividad va a
poner orden en todo el embrollo teórico de la mecánica clásica, Einstein postula que el
primer principio de la relatividad general es el siguiente: la misma cualidad de un cuerpo se
manifiesta [en el campo gravitatorio], de acuerdo con las circunstancias [es decir,
“relativamente”] como “inercia” o como “peso”. Esta es la primera proposición “científica”
que la teoría de la relatividad emite acerca de la naturaleza de la gravedad, la cual, como
ha quedado demostrado, es completamente falsa.
El prejuicio teórico de la igualdad de la velocidad de descenso, desde una misma altura,
en el vacío, de cuerpos de masas distintas, proviene directamente de Galileo Galilei.

126
En su obra Discorsi e Dimostrazioni Matematice, intorno à due nuoue scienze Attenenti alla
Mecanica & i Movimenti Locali90, Galileo acomete la tarea de desentrañar las leyes de la
caída libre de los cuerpos.
Las posiciones de Galileo constituyen una negación directa de las ideas sostenidas por
Aristóteles en su tratado Acerca del Cielo; en él, según Simplicio, uno de los interlocutores
en los diálogos del Discorsi, el estagirita había establecido que cuerpos de diferente peso
se mueven en uno y el mismo medio con diferentes velocidades, las que están una a la
otra en la misma razón que sus pesos, de tal manera que, por ejemplo, un cuerpo que es
diez veces más pesado que el otro se moverá también diez veces más rápido.
[Galileo se refiere al siguiente pasaje de “Acerca del Cielo” de Aristóteles:
Ahora bien, que es imposible que exista un peso infinito se hará manifiesto a partir de lo
que sigue. En efecto, si tal peso se mueve tal (distancia) en tanto tiempo, tal otro (mayor) lo
hará en menor tiempo, y los tiempos estarán en razón inversa a los pesos; v. g.: si un peso
mitad (se mueve) en tanto tiempo, un peso doble lo hará en la mitad de ese tiempo… 91 ]
Mediante una serie de argumentos plenos de sofismas, Galileo llega a una conclusión: “…
es altamente probable (subrayado por GRE) que en el vacío todos los cuerpos deben caer a
la misma velocidad”92
Se trata de una mera dialéctica demostrativa, basada en silogismos falsos, a la manera de
los sofistas, y no de una deducción fincada en los principios de una teoría científicamente
comprobada.
En boca de otro de los participantes en los diálogos de que está compuesta su obra,
Galileo desafía abiertamente a Aristóteles.
Es posible –nos dice- probar, por medio de un corto y conclusivo argumento, que un
cuerpo más pesado no se mueve más rápidamente que uno más ligero.
Su discurso se desenvuelve de la siguiente manera.
Uno y el mismo cuerpo, moviéndose en un único medio, tiene una velocidad fija
determinada por la naturaleza.
Tomemos dos cuerpos con velocidades naturales diferentes.
Si los dos cuerpos se unen:
-el más rápido será retardado por el más lento;
-el más lento será acelerado por el más veloz.
Tenemos que una piedra grande se mueve a la velocidad de ocho y una más pequeña con
una velocidad de cuatro.
Unidas hacen una piedra más grande que la que se movía a la velocidad de ocho.
Si la de menor velocidad retarda a la de mayor velocidad, entonces las dos piedras unidas
no se moverán a la suma de las dos velocidades, sino a una menor.
Las dos piedras unidas tienen más peso que la piedra mayor sola.
En consecuencia, un cuerpo más pesado (las dos piedras unidas) se mueven
[proporcionalmente] con más lentitud que el más ligero (la piedra mayor sola).
Lo que demuestra que es falsa la afirmación de Aristóteles.
Simplicio, el sostenedor de las tesis aristotélicas en los diálogos de la obra de Galileo, le
contesta que la piedra pequeña, cuando se agrega a la más grande, incrementa el peso de
esta última y, por lo mismo, su velocidad.
Por medio de otro de los dialogantes, Galileo replica que Simplicio está en un error porque
no hace la distinción entre cuerpos pesados en movimiento y en reposo.
Una piedra colocada en una balanza (en reposo, por tanto) adquiere más peso cuando se
coloca otro peso encima de ella.
Cuando está en movimiento de caída libre, el peso que se coloca sobre la piedra grande no

90
Idem
91
Galileo Galilei Linceo, Filosofo e Matematico primari del Serenissimo Gran Duca di Toscana.
Discorsi e Dimostrazioni Matematice, intorno à due nuoue scienze Attenenti alla Mecanica & i
Movimenti Locali. Con una Appendice del centro di grauità d’alcuni Solidi. IN LEIDA, Apprestfo gli
Elfevirii. M. D. C. XXXVIII
92
Aristóteles, Acerca del Cielo. Meteorológicos., Introducción, Traducción y Notas de Miguel Candel,
Editorial Gredos, Madrid, 1996, p. 66.

127
incrementa su peso porque aquel no se une al de la piedra sino que cae junto con ella [NB
Aquí se encuentra el núcleo del sofisma].
Por esto, durante la caída libre y natural la piedra pequeña no presiona sobre la grande y
consecuentemente no incrementa su peso.
El peso de la más grande sólo sería incrementado si la piedra más grande se mueve más
rápido que la más pequeña.
Pero se ha concluido que cuando la piedra más pequeña se mueve más lentamente,
retarda la velocidad de la más grande, por lo que la combinación de las dos se movería
más lentamente. Lo que es contrario a la proposición de Aristóteles.
En consecuencia, la piedra más grande y la pequeña se mueven a la misma velocidad
porque tienen la misma gravedad específica.
Galileo sienta una premisa falsa y arbitraria: si se unen dos cuerpos con velocidades
naturales diferentes, el más veloz será retardado por el más lento y éste, acelerado por el
más veloz.
La unión de dos cuerpos que caen a velocidades distintas da lugar a la formación de un
nuevo cuerpo cuyo peso o masa es la suma de los pesos o las masas de cada uno de ellos.
Esa unión, que Galileo realiza mentalmente, en la realidad aristotélica sólo puede ser la
que se produce cuando, en la caída libre, el cuerpo más grande da alcance al de menor
tamaño (en el caso contrario, la de menor tamaño nunca alcanzaría a la de mayor
tamaño). El resultado es un cuerpo de un tamaño mayor, igual que la suma de los dos
cuerpos originarios. En la mecánica de Aristóteles, ese cuerpo mayor tendrá una velocidad
mayor, proporcional a su nuevo peso o masa.
Como vemos, Galileo construye una prolongación espuria de la teoría aristotélica: la unión
del cuerpo de menor peso al de peso mayor retardará necesariamente la velocidad de éste
último. Desde luego que Aristóteles nunca, en ninguna parte, expresó esta idea.
Una vez que le atribuye este despropósito, Galileo concluye que, dado que con el
razonamiento aristotélico se llega a dos conclusiones contrarias: los cuerpos mayores se
mueven tanto más velozmente como con velocidad retardada, ambas son falsas por
necesidad.
De ahí, sin transición lógica alguna ni soporte en las leyes de la física o de la mecánica,
Galileo llega abruptamente a una conclusión: la piedra más grande y la más pequeña
descienden a la misma velocidad debido a que poseen la misma gravedad específica.
Lo que Galileo intenta decir con esto es que a una altura determinada todos los cuerpos
están sujetos a una fuerza de gravedad de la misma intensidad; y, concluye, ya que la
potencia de atracción es igual en esa altura para cualquier cuerpo, sea su peso mayor o
menor, aquella les proporcionará una velocidad igual.
Pero la fuerza de gravedad igual se ejerce sobre cada uno de los puntos de masa del objeto,
por lo que la fuerza total es la suma de las fuerzas aplicadas a cada uno de ellos. Esto
significa que una masa mayor concentra una fuerza atractiva más grande, y viceversa. La
gravedad igual (específica como la llama Galileo) tiene una acción diferente sobre masas
distintas.
Lo que postula Galileo es que la gravedad específica actúa sobre el ser abstracto de los
cuerpos, sobre su sólo ser, vacío de lo que le proporciona sus características como ser
corpóreo, esto es, su volumen y densidad conjuntamente.
Hasta aquí, Galileo sólo ha utilizado una burda sofistería para intentar probar un
prejuicio teórico; y desde luego que no lo ha logrado ni hubiera podido hacerlo.
Una vez que ha establecido el prejuicio teórico de la velocidad de descenso igual de todos
los cuerpos, cualquiera que sea su peso, Galileo se da a la tarea de probarlo con
experimentos diversos.
Siguiendo en esto las ideas de Aristóteles, Galileo realizó experimentos del descenso,
desde una misma altura, de cuerpos de pesos diferentes en medios de resistencias
distintas, específicamente en el agua y el aire. Encontró que las discrepancias en la
velocidad de los cuerpos eran más grandes en el agua que en el aire, es decir, que la
diferencia de velocidad entre cuerpos de diferentes gravedades específicas es más
marcada en los medios más resistentes. Y, en consecuencia, expresa Galileo “llegué a la

128
conclusión de que en un medio totalmente privado de resistencia todos los cuerpos
deberían caer con la misma velocidad”.93
SALV. …Nuestro problema es encontrar qué pasa a cuerpos de peso diferente moviéndose
en un medio sin resistencia, tal que la única diferencia en la velocidad es aquella que
proviene de la diferencia de peso. Ya que ningún medio, excepto uno enteramente libre de
aire y otros cuerpos, que es tan tenue, puede dar a nuestros sentidos la evidencia que
estamos buscando, y ya que ese medio no está disponible, debemos observar qué pasa en
los medios más raros y menos resistentes en comparación con lo que sucede en los medios
más densos y más resistentes. Porque si encontramos que es un hecho que la variación de
velocidad entre cuerpos de gravedad específica distinta es cada vez menor en la medida en
que el medio se vuelve más blando, y si finalmente en un medio de extrema tenuidad, aún
no el vacío perfecto, encontramos que, no obstante una gran diversidad de gravedad
específica [peso], la diferencia en velocidad es muy pequeña y casi inapreciable, entonces
estamos justificados en creer que es altamente probable que en el vacío todos los cuerpos
deben caer con la misma velocidad.94
[Este argumento que utiliza Galileo está tomado íntegramente de Lucrecio, quien en su
obra De reum natura, dice:
[Porque cuando por el agua y el aire enrarecido caen éstos [los cuerpos], por causa de su
peso aceleran el movimiento. Pero los cuerpos naturales de agua y el tenue aire no
pueden oponer igual resistencia a las cosas, por lo que la rapidez con la que caen los más
pesados es mayor; al contrario, en ninguna parte ni en ningún tiempo puede el vacío
oponer resistencia a las cosas, lo cual les permite continuar de acuerdo a su naturaleza;
todo lo cual debe en el quieto vacío dar un movimiento igual a pesos desiguales.”] 95
SALV. …Permíteme explicarte una vez más que la variación de velocidad observada en los
cuerpos de gravedad específica diferente no es causada por esta diferencia sino depende de
circunstancias externas y, en particular, de la resistencia del medio, de tal manera que si
ésta es removida, todos los cuerpos caerán a la misma velocidad; y este resultado yo lo
deduzco principalmente del hecho que tú has admitido, el cual es muy verdadero, esto es,
que en el caso de cuerpos que difieren ampliamente en peso, sus velocidades difieren más y
más conforme se incrementa el espacio que recorren, algo que no ocurriría si el efecto
dependiese de las diferencias en las gravedades específicas. Ya que estas gravedades
específicas se mantienen constantes, la razón entre las distancias recorridas debe
mantenerse constante, mientras que el hecho es que esta razón se incrementa cuando el
movimiento continúa. Entonces, un cuerpo muy pesado en una caída de un codo no se
anticipará más de una décima pare de este espacio; pero en una caída de 12 codos el
cuerpo pesado sobrepasará al otro por un tercio, y en una caída de 100 codos por 90/100,
etcétera.96
Al contrario de todos los físicos y mecánicos posteriores, Galileo tiene el cuidado de no
considerar como un hecho físico indubitable la caída de los cuerpos con igual velocidad
en el vacío; cauteloso en extremo, sólo expresa que es “altamente probable” que así sea.
La prueba definitiva de la validez de esta hipótesis únicamente podría obtenerse, dice
Galileo, haciendo los experimentos en un espacio desprovisto de cualquier medio, en el
vacío, al que en aquella época era imposible encontrar en la naturaleza o producir
artificialmente.
El experimento de Galileo no lleva a ninguna conclusión de carácter científico.
No se trata de una hipótesis que tenga su base en una teoría acerca de la naturaleza
física o mecánica de los cuerpos (las leyes de su atracción mutua, por ejemplo), de la cual
el descenso libre constituye un caso especial del que, mediante inferencias hechas de
experimentos, se puede acreditar su consonancia o no con los principios. Su carácter de
excepción tendría que ser sustentado también en la naturaleza física o mecánica

93
Galileo Galilei, Dialogue Concerning Two New Sciences, Translated by Henry and Alfonso Salvio,
Macmillan, 1914.

94
Ibídem, p.117
95
Ibídem, p.118
96
Titus Lucretius Carus (97-55 a. c.), De rerum natura, Liber secundus, versos 230-239,
Bibliotheca Augustana, ed. K. Büchner, Wiesbaden, 1966, versión electrónica: Ulrich Harsh, 1998.

129
determinada por la masa de los cuerpos.
Es, simplemente, una colección de hechos de los que se deduce una conclusión
arbitraria; de ellos se puede legítimamente hacer una inferencia distinta: en el vacío, los
cuerpos descenderán a una velocidad proporcional a su peso, pero las diferencias entre
las velocidades de cuerpos de masas distintas con los que se puede experimentar serán
infinitesimalmente pequeñas, de tal suerte que no pueden ser detectadas con exactitud.

Galileo realiza también experimentos con dos péndulos de la misma extensión, que tienen
en su extremo cuerpos de masas distintas (una esfera de plomo y otra, de las mismas
dimensiones, de corcho). Encuentra que, sacados los dos péndulos del reposo
simultáneamente y en el mismo punto de la circunferencia, sus períodos están siempre
sincronizados, y que, debido a la resistencia del medio, los arcos recorridos disminuyen
constantemente, en mayor medida el del objeto de menor masa, hasta que ambos vuelven
al reposo en la vertical.
Aunque no lo dice expresamente, Galileo presenta sus experimentos con péndulos como
argumentos a favor de su postulado de la velocidad de caída igual de los cuerpos en el
vacío.
Estos experimentos no agregan nada a lo que antes había establecido sobre este punto.
Ni con sus sofismas primero, ni con sus experimentos después, ha podido Galileo probar
su hipótesis, por lo que, con honestidad, ha calificado su realidad como “altamente
probable”.
Sin embargo, haciendo caso omiso de esta prevención, los físicos y mecánicos posteriores,
Newton incluido, basados en la indudable autoridad científica del filósofo linceo, han
dado por una verdad irrebatible lo que para éste es solamente algo probable.
En su obra monumental, Principios Matemáticos de Filosofía Natural, Newton sólo hace
una pequeña referencia a la hipótesis galileana, reputándola implícitamente como cierta.
La cantidad de aceleración de una fuerza centrífuga es la medida de la misma, proporcional a
la velocidad que genera en un tiempo dado.
Entonces, la fuerza de la misma piedra imán es más grande a una distancia menor y menor
a una distancia más grande; también la fuerza de gravedad es más grande en los valles,
menor en las cimas de las grandes montañas; y aún menos (como será mostrado
posteriormente) a las más grandes distancias del cuerpo de la tierra; pero a iguales
distancias, es la misma en todas partes; porque (haciendo abstracción de la resistencia del
aire) acelera igualmente todos los cuerpos que caen, ya sean pesados o ligeros, grandes o
pequeños. [NB]97
Cuando un cuerpo está cayendo, la fuerza uniforme de su gravedad actuando igualmente,
imprime, en iguales partículas de tiempo, iguales fuerzas sobre este cuerpo, y por tanto
genera velocidades iguales; y en todo el tiempo imprime una fuerza total y genera una
velocidad total proporcional al tiempo.98
Para la mecánica y la ciencia física posteriores a Galileo constituía una verdad probada la
caída en el vacío a una velocidad igual de los cuerpos de distintos pesos; por eso, en lugar
de buscar un soporte teórico, por ejemplo en la teoría de la gravitación universal, que
explicara este fenómeno, se prefirió considerarlo como una curiosidad natural, una
excepción caprichosa a las leyes de la gravedad (una “propiedad notable” de los cuerpos
en el descenso libre, dice Einstein). Todos los esfuerzos de los sabios se dedicaron
entonces al diseño y ejecución de múltiples experimentos destinados a probar la tesis de
Galileo, tarea en la que todavía siguen enfrascados, sin obtener, como no podía ser de
otra manera, resultado positivo alguno.
En realidad, la naturaleza de la caída de los cuerpos en el vacío no tiene ningún interés
teórico o práctico; la mecánica y la ciencia física avanzaron enormemente a pesar de
llevar el prejuicio galileano como lastre, y la actividad práctica industrial, que tiene su
base en el portentoso desarrollo tecnológico moderno, no ha necesitado para nada del
esclarecimiento de esa singularidad física.
Sin embargo, habiendo mantenido una modesta existencia como un dogma científico (si
97
Galileo Galilei, op. cit., p.119
98
Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, Auctore Isaaco Newtono, Definitiones, Definitio VII.

130
así podemos llamarlo), Einstein le dio un impulso poderoso, una nueva vida, al convertirlo
en el fundamento de la teoría general de la relatividad.
El segundo principio que la relatividad general aporta a la ciencia física es el siguiente: el
movimiento acelerado de los cuerpos produce un campo gravitatorio.
La prueba de esta aserción la aporta Einstein con el más que desafortunado ejemplo de la
cajita mágica que colocó en medio de la nada, el cual ya ha sido analizado detalladamente
por nosotros en parágrafos anteriores.
La relatividad la hace descansar Einstein, en este ejemplo, en la doble naturaleza de lo
que acontece en la caja, según que sea observado desde un marco de referencia galileano
exterior o desde la caja misma. En el segundo caso, el observador “llegará a la conclusión
de que se encuentra en un campo gravitacional” en el que “la aceleración del cuerpo hacia
el suelo de la caja es siempre de la misma magnitud, cualquiera que sea la clase de
cuerpo que pueda usar para el experimento”. El campo gravitacional supuestamente
creado por el movimiento de la caja existe, para la tosca dialéctica einsteiniana,
subjetivamente en la “conclusión” del observador y, por medio de esa apreciación, como
un campo pleno de objetividad.
Y, desde luego, Einstein pondera estos dislates suyos como la última Thule de la ciencia
física, como el instrumento científico que “ha proporcionado las leyes que rigen el campo
gravitacional”.
El tercer principio que Einstein atribuye a su teoría general de la relatividad lo expresa
diciendo que a través del movimiento acelerado, el cual crea un campo gravitatorio virtual
(es decir, que existe únicamente para el observador), se pueden establecer las leyes de los
campos gravitatorios reales.
Así, la teoría general de la relatividad proporciona la explicación plena de un fenómeno
astronómico observado. La luz proveniente de las estrellas fijas sufre una desviación en
su trayectoria hacia la tierra cuando pasa por las inmediaciones del sol. Gracias a la
teoría de la relatividad general se puede asegurar con fundamento científico que el campo
gravitacional del sol curva el rayo de luz en su viaje hacia la tierra. De aquí extrae Einstein
la ley general de que la luz viaja en una trayectoria curvilínea en los campos
gravitacionales.
Desde luego que este “descubrimiento” no es ningún mérito de la teoría de la relatividad.
Es, en primer lugar, un hecho observado por los astrónomos en su escrutinio del espacio
sideral. En segundo, es un fenómeno perfectamente explicable con los postulados teóricos
de Newton: se trata de un suceso gravitatorio entre dos cuerpos de naturaleza distinta, el
planeta central y la materia luminosa, el cual puede ser determinado por la ley de la
atracción de acuerdo con las masas y las distancias.
En la obra magna que hemos mencionado, más de cien años antes que Einstein, Newton
se refiere en los siguientes términos a la fuerza de gravedad y su relación con la luz.
Libro II. Del movimiento de los cuerpos,
Sección XVI. Del movimiento de cuerpos muy pequeños cuando son agitados por fuerzas
centrípetas que tienden a las diversas partes de un cuerpo grande.
Proposición XCVI. Teorema L:
Suponiéndose lo mismo, y que el movimiento antes de la incidencia es más rápido que
después; Digo que si la línea de incidencia se inclina continuamente, el cuerpo se reflejará al
fin, y el ángulo de reflexión será igual al ángulo de incidencia.

Escolio
Estas atracciones guardan una gran semejanza con las reflexiones y refracciones de la luz
hechas en una proporción dada de las secantes, como descubrió Snellius; y
consecuentemente en una razón dada de los senos, como fue exhibido por Des Cartes.
Porque ahora es cierto a partir de los fenómenos de los satélites de Júpiter, confirmado por
las observaciones de diferentes astrónomos, que la luz se propaga en sucesión, y requiere
unos siete u ocho minutos para viajar desde el sol a la tierra. Además, los rayos de luz que
hay en nuestro aire (como recientemente descubrió Grimaldus, por la entrada de luz en una
habitación oscura a través de un pequeño orificio, que también probé) en su paso cerca de
los ángulos de los cuerpos, ya sean transparentes u opacos (como los bordes circulares y
rectangulares de monedas de oro, plata y latón, o de cuchillos, o pedazos rotos de piedra o

131
vidrio), están doblados o flexionados alrededor de esos cuerpos como si fueran atraídos por
ellos (subrayado por GRE) ; y aquellos rayos que en su paso se acercan más a los cuerpos
son los más desviados, como si fueran más atraídos; lo cual yo mismo también he
observado cuidadosamente. Y los que están a distancias aún mayores están menos
inclinados; y los que están a distancias aún mayores están un poco inclinados en sentido
contrario y forman tres franjas de colores.

En la figura s representa el filo de un cuchillo, o cualquier tipo de cuña AsB; y gowog,


fnunf, emtme, dlsld, son rayos inflexos hacia el cuchillo en los arcos owo, nvn, mtm, lsl;
cuya inflexión es mayor o menor según su distancia al cuchillo. Ahora bien, puesto que esta
inflexión de los rayos se realiza en el aire sin el cuchillo, se sigue que los rayos que caen
sobre el cuchillo primero se inflexionan en el aire antes de tocar el cuchillo. Y el caso es el
mismo de los rayos que caen sobre el vidrio. La refracción, pues, no se hace en el punto de
incidencia, sino gradualmente, por una continua inflexión de los rayos; lo cual se hace en
parte en el aire antes de que toquen el vaso, en parte (si no me equivoco) dentro del vaso,
después de haber entrado en él; como se representa en los rayos ckzc, biyb, ahxa,
incidiendo sobre r, q, p, y flexionándose entre k y z, i e y, h y x. Por lo tanto, por la analogía
que hay entre la propagación de los rayos de luz y el movimiento de los cuerpos, no me
pareció mal añadir las siguientes Proposiciones para usos ópticos; sin considerar en
absoluto la naturaleza de los rayos de luz, o indagando si son cuerpos o no; pero sólo
determinando las trayectorias de los cuerpos que son extremadamente parecidas a las
trayectorias de los rayos.
99

Nada aporta, ni podía hacerlo, la teoría de la relatividad al conocimiento de este fenómeno


gravitatorio.
El cuarto principio enunciado por Einstein expresa que en todo campo gravitatorio un reloj
irá más lentamente y una regla será menor que en un campo ausente de gravedad, lo que
causa la deflexión de los rayos solares.
Si esta es una metáfora para decir que el tiempo se dilata y el espacio se contrae por
efecto del movimiento, ella es terriblemente desafortunada, pues pretende explicar un
hecho absolutamente falso; si, como parece ser , Einstein cree que el movimiento
realmente hace más lento el funcionamiento de los relojes (sean estos mecánicos,
electrónicos, atómicos, etcétera) y encoge las reglas (cualquiera que sea el material del
que estén hechas), nos encontramos ante una estolidez irremediable.
Como ya hemos tenido oportunidad de ver, ni las unidades de medida, ni los
instrumentos de medición, tampoco el espacio ni el tiempo sustanciales sufren alteración
alguna a causa del movimiento.
Newton atribuye la deflexión de la luz en un campo gravitatorio a una fuerza física que
proviene de un objeto material, en tanto que Einstein lo remite a un fluido metafísico que
emana de la materia, el cual altera las reglas y los relojes (es decir, el espacio y el tiempo)
y a través de ellos influye en el pulso luminoso
El ejemplo con el que Einstein intenta ilustrar el cuarto soporte (etéreo) de su teoría
general de la relatividad adolece de los mismos defectos que caracterizan a los `”thought
experiments”, plenos de “agudeza mental”, con los que nos ha instruido en los capítulos
anteriores de su libro.
Diseña mentalmente un objeto muy peculiar: un disco abstracto, sin ninguna
característica física, que gira en torno a su centro, impulsado por una fuerza
99
Ibídem, Axiomata sive Leges Motus, Lex III, Corollarium VI, Scholium

132
completamente desconocida, en un espacio totalmente indeterminado; en ese disco virtual
se colocan varios relojes y reglas reales, materiales, a lo largo de uno de sus radios,
empezando por el punto más exterior del mismo y llegando hasta el que coincide con el
centro. Además, en un acto de acrobacia circense, al lado de cada regla y reloj,
suspendidos en el vacío o, si se quiere, colocados sobre el disco virtual, Einstein ubica un
observador por cada instrumento de medición.
Este fantasmal disco no posee volumen ni densidad, por lo que tampoco tiene gravedad;
pero esto no es obstáculo para el “gran” Einstein, quien le proporciona mentalmente un
movimiento giratorio y de esta manera genera un campo gravitatorio sin base material
alguna.
Al término de la primera vuelta se ha producido el milagro: los respectivos observadores
comprueban que el reloj situado en la circunferencia camina más lentamente que el del
centro y la regla colocada más exteriormente tiene una longitud menor que aquella que
está adosada al centro.
Como todos los que anteriormente ha utilizado, el que ahora nos ocupa tiene como
finalidad demostrar un despropósito teórico, se basa en supuestos que son físicamente
imposibles, esgrime argumentos lógicamente descoyuntados y llega a conclusiones
totalmente falsas.
El quinto principio teórico que da fundamento a la teoría general de la relatividad es el
siguiente: la realidad objetiva está constituida por múltiples puntos sin solución de
continuidad, cada uno de los cuales existe en un tiempo y un espacio determinados que
tienen variaciones infinitesimales de uno a otro de los puntos contiguos. El sistema de
coordenadas que representa este continuum es la extensión Riemanniana del sistema de
coordenadas de Gauss.
El sistema de coordenadas Gauss-Riemmann es utilizado originalmente para representar
la curvatura de una superficie mediante el transporte paralelo.
Einstein lo hace suyo y lo deforma completamente. Lo dota de cuatro coordenadas –
además de las clásicas x, y, z incluye el tiempo t como una coordenada más- las cuales
corresponden a un continuo cuadridimensional que es imposible físicamente; este engendro
einsteniano es completamente inoperante para representar nada físico.
Ya que se trata de una alteración extrema de las fórmulas originales, por medio de la
transformación que Einstein les ha hecho no se puede encontrar la curvatura de nada;
pero, además, ya que el espacio-tiempo es una entelequia, nada, ninguna fórmula puede
determinar la curvatura de lo que no tiene entidad física.
Igualmente, los puntos que forman el continuo einsteiniano tampoco tienen existencia
real, pues son localizados con ese instrumento ineficaz que es el sistema de coordenadas
cuadridimensional.
Einstein, una vez que ha corrompido la fórmula original de Gauss-Riemman, la utiliza,
bajo la forma del tensor de Ricci, para integrar la parte izquierda de su ecuación de
campo, aquella en la que pretende dar vida a un modelo general del sistema material,
aplicable tanto al macro como al microcosmos. Es evidente que esta “ecuación de campo
de Einstein” es errónea por naturaleza, ya que su punto de partida, como hemos visto, es
incorrecto matemática y geométricamente.
En resumen, el quinto principio teórico de la teoría general de la relatividad constituye una
deformación aberrante del sistema de coordenadas gauss-riemann y del instrumento
matemático que lo acompaña, y es totalmente erróneo.
En el capítulo XXV de su trabajo, Einstein da forma a lo que llama “formulación exacta
del principio de la relatividad general”: todos los sistemas de coordenadas Gaussianas son
esencialmente equivalentes para la formulación de las leyes generales de la naturaleza.
Esto quiere decir que para dar a un hecho determinado la categoría de una ley general de
la naturaleza es necesario que el mismo se haya sometido a las despóticas exigencias
fijadas por Einstein, esto es, que pueda ser explicado por medio de la fórmula
einsteiniana que es una degeneración del sistema de coordenadas gauss-remmanianas.
Debe ser abordado como un sistema de múltiples puntos separados por distancias
infinitesimales, cada uno de los cuales existe en un tiempo y un espacio propios, distintos,

133
o, en las palabras de Einstein, tiene adosados un reloj y una regla particulares y posee una
curvatura específica determinada. Es evidente que el carácter de una ley general de la
naturaleza no se puede otorgar a ningún hecho mediante su sometimiento a la distorsión
relativista del sistema gauss-riemman.

Caracterización de la teoría de la relatividad

Estamos ya en posibilidad de hacer una caracterización general de la teoría de la


relatividad de Einstein.
Es, antes que nada, una teoría anticientífica; su postulado primordial es una aberrante
desnaturalización de los conceptos científicos del tiempo y del espacio.
Es la continuación de una serie de trabajos teóricos de Maxwell, Morley, Michelsen y
Lorentz; los de Maxwell han sido tomados por Einstein, desvirtuados y así integrados a su
teoría (la supuesta demostración por Maxwell de la invariancia de la velocidad de la luz);
los de Morley, Michelsen y Lorentz, plagados de errores aritméticos, algebraicos,
geométricos y por completo apartados de los principios elementales de la física, son
acogidos por él en su totalidad, acríticamente, y los hace parte fundamental de su teoría
en el “factor” de Lorentz.
Es la asimilación de los trabajos matemático-geométricos de, entre otros, Gauss y
Riemann y su deformación con todas las perversiones de la teoría de la relatividad y los
errores del factor de Lorentz para así estructurar una matemática y geometría relativista
que tiene su expresión más alta en la llamada “ecuación de campo” de Einstein.
Es un conjunto de “thougth experiments” cuyo propósito es demostrar aberraciones
teóricas, tienen como base supuestos físicamente imposibles, se utilizan en ellos
argumentos desprovistos de toda lógica y el resultado final son conclusiones
absolutamente falsas. Se trata de ejemplos absurdos, en los que se confunden la realidad
objetiva con la subjetividad, la medición exacta con la apreciación subjetiva de un
observador, infundados, infantiles, increíbles, ridículos, estultos, totalmente
inconsistentes, tanto factual como lógicamente, no se refieren a nada real, no prueban
absolutamente nada y no tiene ningún valor científico ni como hipótesis ni como
experimentos probatorios de las mismas, las hipótesis en que se basan y los procesos y
movimientos que describen son absolutamente fantasiosos, alejados por completo de la
realidad, pero también ridículos, pueriles, etcétera.
Es una estafa intelectual en toda la línea:
-todo el aparato matemático-geométrico utilizado por Einstein para la formulación de la
teoría de la relatividad fue tomado íntegramente de diversos físicos, matemáticos y
geómetras;
-el trabajo de Einstein consistió en desnaturalizar las ecuaciones racionales de los
verdaderos sabios de la física y la mecánica y así desvirtuados emplearlos para dar
cuerpo a sus ocurrencias de la contracción del espacio, la dilatación del tiempo y la
curvatura del espacio-tiempo, continuum éste por él inventado;
-en el desarrollo de sus ecuaciones siempre estuvo montado sobre los hombros de otros
matemáticos y físicos, quienes le proporcionaban ya acabados los elementos de sus
erróneas formulaciones;
-el propósito fundamental de la actividad criminal de Einstein fue siempre denostar a los
verdaderos científicos y a sus producciones teóricas en el campo de la física para, en
contraste, presentar sus dislates como la auténtica ciencia y su persona como el sabio
por antonomasia;
-con el torcida intención de imponer a la comunidad científica internacional una teoría
completamente falsa, se crea, mediante un verdadero fraude intelectual, una
personalidad científica con un individuo que en sí no tiene ningún mérito (tómese en
cuenta que ha sido el único físico de la historia que no realizó un solo experimento para
poner a prueba sus hipótesis y que sus habilidades matemáticas eran nulas, como lo
ponen de manifiesto sus garrafales errores aritméticos, matemáticos y geométricos
cometidos en la formulación de sus ecuaciones y la reprobación de su competencia en

134
esas disciplinas por su maestro de matemáticas elementales).
En su torno se formó una verdadera iglesia, con Mesías, Profeta, dignatarios, oficiantes,
rebaño, dogmas de fe, etcétera, que tiene como finalidad suprema mantener viva la
religión relativista.

135
CAPITULO VI

Consideraciones del universo como un todo

Al término de la formulación de su teoría de la relatividad (especial y general), Einstein


está persuadido de que ha hecho una gran revolución en la ciencia físico-mecánica,
cuando menos de la misma envergadura que la de Copérnico.
Una vez que supuestamente ha derruido la mecánica clásica, alzándose sobre esas ruinas
Einstein erige a su teoría como el nuevo canon para la construcción de una cosmología
científica.
Tomemos nota de que la pretensión einsteiniana implica que la guía para la
determinación de la naturaleza del universo sea esa grotesca, absurda y anticientífica
teoría de la relatividad –a la cual el mundo debe ajustarse ceñidamente- y el instrumento
ofrecido para llevar a cabo esa labor, el armatoste matemático que tiene como
fundamento el factor de Lorentz –catálogo de gravísimos errores aritméticos, algebraicos y
geométricos- y remata en la enrevesada, errónea y pretenciosa “ecuación de campo de
Einstein”. Es evidente que el resultado no podía ser otra cosa que esa ridícula y por
completo ayuna de ciencia teoría del Big Bang.
En su labor de dar las directrices bajo las cuales se deberá establecer la naturaleza del
“universo como un todo”, Einstein empieza considerando que la primera respuesta que se
viene a la mente es que el universo, respecto del espacio y el tiempo, es infinito.
Expresa que esta concepción común no corresponde a la que se desprende de la teoría de
Newton: el universo es un todo finito, tiene un centro y un límite después del cual se
encuentra el vacío.
El universo estelar sería así una isla finita en un océano de espacio infinito. 100
Por medio de razonamientos que tienen su sello característico –infantiles “thought
experiments”- Einstein aniquila olímpicamente la visión newtoniana del universo que ha
fabricado.
Porque lo cierto es que Newton nunca, en ninguna parte, expuso explícita o
implícitamente una teoría totalizadora del universo; el propósito de sus investigaciones
era la determinación de lo que él llamó “el sistema del mundo”, es decir, el sistema solar
conocido en aquella época (sol, planetas primarios, planetas secundarios y cometas). Lo
único con aire “totalizador” que Newton expresó fue su intuición de que todos los
fenómenos materiales obedecían a las fuerzas de atracción y repulsión; manifestó su
expectativa de que las leyes conforme a las cuales estas fuerzas actuaban fueran
descubiertas en el futuro por los científicos.
Después de haber atribuido a Newton una concepción del universo que nunca expuso, y
tras hacerla añicos con su proverbial inteligencia, Einstein propone una nueva vía para
abordar el problema de la totalidad del cosmos.
La visión cosmológica de Newton llevaba necesariamente, explica Einstein, a un conflicto
con las leyes del pensamiento. Sin embargo, por otro camino, abierto por la moderna
geometría no euclidiana, se puede evitar este obstáculo y dudar entonces de la infinitud
del espacio sin contradecir a la lógica.
Y, como es su inveterada costumbre, para probar su aserto Einstein nos asesta una serie
de sus “thought experiments”.

100
Ibídem, p. 246.

136
En el primero de ellos “piensa” un mundo bidimensional, con habitantes también de dos
dimensiones; este mundo plano sería infinito.
En el segundo, el mundo es también bidimensional, pero no una superficie plana, sino
esférica. El universo sería entonces finito pero sin límites.
En el tercero, y tomando como base el espacio esférico tridimensional “descubierto por
Riemann”, el universo es una esfera finita (de un volumen finito) y no tiene límites.
Se presenta entonces para los astrónomos y físicos la disyuntiva entre un universo
infinito (el del sentido común) y uno finito bajo la forma de un universo esférico (el de la
“moderna geometría no-euclidiana”).
La teoría de la relatividad tiene, afortunadamente, la solución para este dilema.
Einstein argumenta de la siguiente manera.
De acuerdo a la teoría general de la relatividad, las propiedades geométricas del espacio
están determinadas por la materia.
Podemos conocer la estructura geométrica del universo si sabemos cuál es el estado
general de la materia.
Las velocidades de las estrellas son pequeñas comparadas con las de la luz. (?)
Por lo que (?), como una gruesa aproximación, podemos llegar a una conclusión de la
naturaleza del universo como un todo si se trata a la materia como si estuviera en reposo.
Los campos gravitacionales que produce la materia tienen influencia sobre los relojes y
las reglas. [Es decir, generan diferencias en las reglas y relojes, las cuales dependen del
punto material en que estén situados.]
Por lo tanto, la estructura geométrica del universo no puede ser euclidiana. [Porque en el
universo euclidiano todos los relojes marcan el mismo tiempo y las reglas tienen la misma
medida.]
Pero es posible que sea cuasieuclidiana (?), porque según los cálculos la métrica del
espacio circundante sólo es influenciada en una medida pequeñísima por masas aún de
la magnitud del sol. [Esto es, el desfasamiento de los relojes y la diferente extensión de las
reglas serían muy pequeños.]
El universo sería como una superficie irregularmente curvada en sus partes individuales
que no se aparta sensiblemente de un plano. Sería un universo infinito.
Este universo cuasieuclidiano no puede existir porque el promedio de la densidad de la
materia sería necesariamente cero, esto es, no habría materia en ninguna parte.
Los resultados de los cálculos (¿realizados con los instrumentos matemáticos de la teoría
de la relatividad?) indican que si la materia se distribuye uniformemente el universo
tendría que ser esférico o elíptico.
Pero la distribución de la materia es irregular, por lo que sus partes individuales se
desviarían en alguna medida de lo esférico; el universo sería entonces cuasi-esférico (?),
finito y sin límites.
La teoría (¿de la relatividad?) proporciona una conexión entre la extensión del universo y
la densidad de la materia. [El universo sólo puede tener una extensión en la que la
densidad de la materia sea mayor que 0.]
En un escrito de divulgación de fecha posterior 101, Einstein da cuenta de los adelantos
habidos en la hipótesis cosmológica basada en la teoría general de la relatividad.
De acuerdo con los cálculos de Friedman es posible la existencia de un universo con una
densidad de la materia mayor que 0 en expansión constante.
Hubble demostró que las rayas espectrales emitidas por las nebulosas extragalácticas
muestran un corrimiento al rojo que crece regularmente con la distancia. Este
corrimiento se interpreta como una expansión de todo el sistema estelar, tal y como las
ecuaciones de campo de la gravitación de Friedman lo exigen.
Este universo en expansión ha de tener un origen en el tiempo.
La teoría del universo en expansión, junto con los datos empíricos de la astronomía, no
permiten una decisión sobre la finitud o infinitud del universo.
El punto al que ha llegado la hipótesis cosmológica de la teoría de la relatividad, como lo

101
Einstein, Albert, op. cit, Part III, XXX. Cosmological difficulties of Newton’s Theory.

137
atestigua Einstein en este opúsculo, es el siguiente: el universo es cuasi-esférico o cuasi-
elíptico, ha tenido un origen y está en constante expansión. Y, curiosamente, el relativismo
no podía pronunciarse en ese entonces sobre la finitud o infinitud de un universo que no
existía, tuvo un principio en la nada y fuera del tiempo, ha creado su materia y su propio
tiempo y espacio y se expande en la nada atemporal.
Aquí se encuentra, precisamente, el punto de partida de la teoría del big bang.
La teoría cosmológica de Einstein, obtusa y embrolladamente expuesta –como es la
costumbre del sabio- en sus dos trabajos de divulgación citados, tiene un vicio de origen:
es la continuación de la anticientífica teoría de la relatividad y el resultado de la
aplicación del erróneo ingenio matemático llamado “ecuación de campo de Einstein”, el
cual tiene su fundamento en el “factor” de Lorentz, compendio éste de monumentales
pifias aritméticas, algebraicas y geométricas.
Siguiendo el consabido patrón, Einstein inicia su “razonamiento” haciendo una extensión
arbitraria de las ideas de Newton al atribuirle una cosmología que éste nunca desarrolló.
El primer universo que “piensa”, un mundo plano con habitantes bidimensionales, es, por
decir lo menos, una suposición estulta: un universo que es una tabla, sin espesor,
infinitamente extensa a lo largo y lo ancho y que tiene arriba y abajo suyo una nada
también infinita.
No se trata de la ingenua intuición de algún antiguo filósofo griego, sino de una
posibilidad que se desprende de la nueva geometría no-euclidiana; por fortuna, Einstein
la descarta, y de esa manera le evita a la realidad el trabajo de ajustarse a las exigencias
del físico por antonomasia.
La segunda opción cosmológica que la geometría no-euclidiana presenta, no menos
aberrante que la primera, es la de un mundo también bidimensional: una superficie sin
grosor, esférica, pero sin contenido, finita, pero sin límites.
En este punto ha dado Einstein un paso firme en el camino de desacreditar la idea de la
gente común de un universo infinito. La ciencia moderna, la geometría no-euclidiana,
proporciona los elementos necesarios para elevarse sobre este prejuicio popular y llegar
así a la verdad en este asunto; por lo pronto, hace músculo explorando algunas
posibilidades de cómo podría ser la estructura geométrica del universo. El prejuicio de
esta posición einsteiniana radica en que adjudica a la ciencia física, enriquecida por la
geometría no euclidiana y la teoría de la relatividad, el papel de juzgadora de última
instancia acerca de la naturaleza y estructura del universo. Sea finito o infinito, esférico,
elíptico o de alguna otra forma, sostenido en sus esquinas por cuatro elefantes, etcétera,
su verdadero ser sólo podrá ser determinado por una fórmula matemática (ecuación de
Einstein, por ejemplo) acorde con la geometría no euclidiana y la teoría de la relatividad, es
decir, con esos descarríos anticientíficos cuya verdadera índole ya hemos señalado con
suficiente amplitud.
En este ejercicio, Einstein postula la posibilidad geométrica (geometría no euclidiana) de
un universo finito, pero sin límites. La esfera-mundo que el ingenio einsteiniano ha
construido es una mera superficie esférica abstracta, sin espesor, que envuelve a la nada,
es decir, la nada que encierra a la nada; concedamos la existencia de algo así: tal esfera
estaría contenida en sí misma, esto es, sería auto limitada, tendría por tanto un límite. La
geometría no euclidiana se desacredita a sí misma a través de su principal impulsor.
La tercera posibilidad se basa en el notable “descubrimiento” por Riemann de un espacio
tridimensional: un universo material, esférico, tridimensional, finito y sin límites.
La geometría no-euclidiana, gracias al hallazgo de Riemann (¡las tres dimensiones de la
geometría clásica!), proporciona a la realidad la última opción a la cual ajustar su
naturaleza.
Quedan a la cosmología moderna dos caminos: el del universo infinito del sentido común,
o el mundo esférico de la geometría no-euclidiana, dilema que resolverá puntualmente la
teoría general de la relatividad.
Después de haber fortalecido su inteligencia con estos ejercicios, el sabio se propone
ahora utilizar todo el arsenal de la teoría de la relatividad para entrar a fondo a la
dilucidación de este asunto.

138
De acuerdo con la teoría general de la relatividad, la gravedad ejerce su acción sobre la
materia determinando la métrica del espacio y del tiempo: a cada punto material
corresponde un espacio y un tiempo específicos, o como dice Einstein, un reloj y una
regla específicos. En atención a esto, el universo, cualquiera que fuese su forma y
extensión, no podría ser euclidiano, es decir, no estaría regido por un tiempo y un espacio
de validez general.
Aquí ha deslizado Einstein la pretensión relativista: la estructura del universo tendrá que
ser, de entrada, un agregado de materia cuya métrica espacial y temporal será distinta
para cada uno de sus puntos. Es decir, tiene que ceñirse ajustadamente al absurdo de la
relatividad del tiempo y el espacio, cuyo carácter anticientífico ya hemos puesto
reiteradamente en evidencia.
Sin embargo, señala Einstein con absoluta determinación, se ha encontrado que las
fuerzas de gravedad entre las partes materiales son realmente tan pequeñas que las
diferencias espaciales y temporales entre sus puntos constitutivos son infinitesimales.
El universo puede ser, de acuerdo con esto, cuasieuclidiano.
La teoría de la relatividad prescribe que el universo debe estar formado por materia en la
que existan en una medida infinitesimal las diferencias métricas gravitacionales entre los
puntos que la forman.
Este universo cuasi-euclidiano podría ser una tabla plana de un grosor finito, pero de una
extensión infinita a lo largo y lo ancho.
La densidad de la materia en ese universo sería 0; no habría materia en él y por lo tanto
no podría existir.
Los cálculos –iluminados por la teoría general de la relatividad- indican que en un
universo esférico –autorizado por la geometría no-euclidiana-, si la materia se
distribuyese uniformemente, su densidad media sería necesariamente mayor que 0. La
existencia de un universo así sería posible.
Pero la materia se distribuye irregularmente en el universo observable, por lo que, en
lugar de una esfera, el universo entero sería, entiéndalo quien pueda, una cuasiesfera, en
la cual la densidad media sería mayor que 0. [Para ser congruente consigo mismo,
Enstein debería de haber permitido al universo tomar la forma de su “molusco”.)
En la parte final del primer trabajo de difusión popularizada de su teoría, Einstein
formula la definición relativista del universo: una acumulación cuasiesférica de materia
que posee una densidad promedio mayor de 0, cuasieuclidiana porque en cada uno de los
puntos infinitesimales que la constituyen rigen un reloj y una regla específicos
(euclidianos) pero entre ellos existen diferencias infinitesimales que forman un agregado
no euclidiano, finita y sin límites.
En el segundo ensayo popular (fechado en 1916, pero que tiene datos de años posteriores)
Einstein agrega una connotación muy importante a la cosmovisión relativista.
Hubble encontró, mediante la espectrografía, que la luz proveniente de las estrellas más
lejanas registraba un corrimiento hacia el rojo.
Con esto se dio por un hecho que el universo en su totalidad estaba en expansión.
Se hicieron proyecciones hacia atrás en el tiempo y en el espacio y se supuso que el
universo –la materia, el espacio y el tiempo- debió haber tenido un origen; y desde
entonces se convirtió en el deporte preferido de los físicos la actividad de determinar cómo
y cuándo había sido el principio del mundo y cuál su evolución, a partir de ese punto de
inicio, hasta la actualidad.
Con todo este material aportado, la teoría general de la relatividad dejó abierto el camino
para el surgimiento de la más ridícula, infantil, grotesca y, sobre todo, anticientífica
cosmovisión, la teoría del big bang.
La proposición de la expansión del universo es la hipótesis más absurda que jamás se
haya planteado. Tiene como fundamento un mayúsculo e inexplicable error de párvulos:
la absurda hipótesis de que el espectro de los rayos estelares puede reflejar un movimiento
recesivo de un cuerpo sideral, la cual es por completo errónea.
En efecto, en el mismo instante de tiempo t0 la radiación iniciaría su viaje hacia la tierra y
el astro continuaría su camino. De ahí en adelante ambos desplazamientos serían

139
totalmente independientes uno del otro y en sentido contrario. No habría manera alguna
de que el movimiento del astro influyese sobre la radiación y afectase su amplitud y
frecuencia de onda, que es lo que el espectro registra, porque no habría ya ninguna
relación física entre ambos.
Se pretende estultamente que un movimiento en un sentido x sea reflejado por algo que
se mueve en el sentido opuesto –x y con el cual no hay ya ningún tipo de interacción; la
reducción de la frecuencia y el aumento de la amplitud de onda que la radiación
experimenta tiene su causa precisamente en su movimiento en dirección -x, por lo que es
absolutamente imposible que aquellos cambios se presenten como resultado del
movimiento de algo completamente ajeno y que se mueve en una dirección
diametralmente opuesta.
Sin embargo, para Hubble y sus seguidores esto es precisamente lo que sucede. Mediante
una acción metafísica, dotan a un objeto de la capacidad de influir sobre otro que le es
completamente ajeno y al movimiento del primero, que es en un sentido, convertirse en
uno de sentido totalmente contrario.
Ningún movimiento recesivo sideral podría ser determinado por medio de los cambios del
espectro de las radiaciones.
La teoría de la expansión del universo basada en las mediciones espectrales es total y
absolutamente falsa. El registro espectral de la luz recoge, mediante la
determinación del corrimiento al rojo, la distancia que ha recorrido la luz desde su punto
de partida; en un viaje de varias decenas e incluso cientos de años luz esto se traduce en
un desplazamiento de las líneas negras del espectro de algunas millonésimas de
milímetro.
Pues bien, la torpeza de Hubble lo lleva a trasponer los términos y considerar que el
corrimiento al rojo que proviene de la distancia recorrida desde el astro hasta el lugar de
destino, en este caso la tierra, es la expresión de una inexistente recesión de unos
cuantos miles de kilómetros por segundo.
Esta descabellada hipótesis implica varios absurdos:
1) que el corrimiento al rojo debido a la enorme distancia recorrida es la expresión de un
movimiento (imaginario) al que se le atribuye una extensión que en comparación es
infinitamente pequeña;
2) que en el espectro no aparecería el corrimiento ocasionado por la distancia mayúscula
pero sí el de la inexistente longitud infinitamente menor;
3) que el espectro registraría lo que el astro recorrió en el primer segundo posterior a su
separación de la radiación y no lo que éste viajó a lo largo de decenas ó centenas de años
luz y
4) que el espectro puede captar el desplazamiento del astro; pero éste y el pulso luminoso
que emite se separan instantáneamente y no hay medio físico por el cual la velocidad de
recesión se refleje en el rayo.
La manida hipótesis, convertida en verdad científica inobjetable por la ignorancia
relativista, de la expansión del universo es completa y absolutamente falsa.
Los supuestos e implicaciones absurdos de la cosmovisión relativista fundada por
Einstein son los siguientes:
1) una nada total; no un vacío infinito, sino una nada sin materia, ni espacio, ni tiempo;
2) dentro de ella, un punto que es también la nada y que sin embargo contiene in nuce el
origen y desarrollo del universo;
3) el origen de la materia, el espacio y el tiempo a partir de la nada;
4) el desenvolvimiento y expansión del universo a través de la nada;
5) el universo como una acumulación de materia formada por puntos materiales que
tienen una métrica gravitacional (tiempo y espacio) específica cada uno de ellos;
6) el universo como una cuasiesfera (?) que “flota” en la nada;
7) un universo finito, pero sin límites [la finitud misma es un límite];
8) un universo que se expande constantemente a través de la nada;
9) la pretensión estulta de que es la física relativista, a través de sus erróneas fórmulas
matemáticas, la que va a decir la última palabra acerca de la naturaleza del universo.

140
Ya veremos posteriormente en forma detallada cuál es la verdadera naturaleza de la
ecuación de campo de Einstein: G μν =8 π T μν , en donde T μν es el tensor de estrés de energía y
1
Gμν =R μν – g R es el tensor de Einstein formado por el tensor de curvatura de Ricci, R μν, el
2 μν
tensor métrico, g μν y el escalar de curvatura R.
Se trata de una igualdad cuya absoluta irracionalidad radica en que algo que no tiene
entidad física, la energía y momento abstractos de la materia, medidos por un tensor que
es una mescolanza de varios tensores físicos desnaturalizados, es presentado ejerciendo
una acción mediante la cual curva el espacio-tiempo –continuo metafísico inventado por
Einstein y Minkowski- que es inexistente, sin materialidad alguna. Esta extensión
imaginaria, completamente irreal, es considerada como un factor que produce efectos
sobre la materia, determinando su movimiento.
Es la cúspide de la irracionalidad einsteiniana: una ecuación, elaborada utilizando una
burda adulteración del cálculo absoluto por cuyo conducto se han mixtificado valiosos
tensores matemáticos, físicos y mecánicos (de Ricci, Maxwell, Newton, etcétera), con la que
se pretende cuantificar, mediante el uso de un instrumento sin valor físico-matemático
alguno, un efecto inexistente que procede de un agente irreal y actúa sobre un continuo
cuadridimensional imaginario.
Es evidente que con este armatoste no se puede conocer absolutamente nada; desde
luego, es completamente impotente para tener una visión científica del universo, pero es
el instrumento adecuado para producir toda clase de concepciones aberrantes y ridículas,
entre las que destaca por derecho propio la teoría del big bang.
Newton, con su famosa frase: “Física, cuídate de la metafísica”, prevenía a la ciencia
moderna del ataque agónico de la metafísica aristotélica; Hegel, a su tiempo, parodiando a
Newton, alertó a la filosofía sobre los excesos de la ciencia física moderna, la cual,
alzándose sobre sus modestos orígenes, pretendía erigirse en la ciencia de las ciencias, en
la nueva filosofía (materialismo mecanicista): “Metafísica, cuídate de la física”, advirtió el
filósofo; en ese mismo sentido, hoy podemos decir: “Filosofía (dialéctico-materialista),
cuídate de la física (relativista)”.

141
CAPITULO VII

La matemática y la geometría de la relatividad especial

Einstein dio inicio a sus torcidas especulaciones proponiendo dos sistemas de


coordenadas cuadridimensionales, (x, y, z, t y x’, y’, z’, t’), uno fijo y otro móvil, en los
cuales hizo igual a 0 las variables y, z y y’, z’. Por lo tanto, las fórmulas respectivas para
situar espacialmente, en un sistema cartesiano tridimensional, el desplazamiento de un
rayo de luz con origen x = 0, y = 0, z = 0 y x’ = 0, y’ = 0, z’ = 0, quedarían de la siguiente
√ √ √
manera: distancia recorrida por la luz en el sistema fijo = x 2+ y 2 + z 2 = x 2+ 0+0 = x 2 =
x, y como la extensión del rayo luminoso es igual a ct, entonces x = ct. Un razonamiento
similar nos lleva a: distancia recorrida en el sistema móvil = x’; en este caso, para la física
normal, ya que la longitud del viaje del rayo luminoso es = ct-vt, x’ = ct-vt, pero para la
metafísica einsteiniana, que encoge el espacio y alarga el tiempo, x’= ct’.
De esta manera obtiene Einstein los elementos para el “remake” del “factor de Lorentz”: x
= ct y x’= ct’.
En los dos sistemas tridimensionales (supuestamente cuadridimensionales) no era
posible extraer nada más del rayo físico x, ni del rayo metafísico x’; únicamente mediante
la consideración, no como coordenadas espaciales, sino variables físicas representables
en un sistema de coordenadas cartesianas (no espaciales), de los elementos involucrados:
ct, vt y ct’, se podía dar cuerpo a las alucinaciones teóricas de Einstein. Ya vimos
anteriormente cómo de una manera sencilla, mediante la aplicación del teorema de
Pitágoras, operación que está implícita en la churrigueresca argumentación matemática
que se basa en las constantes a y b, etcétera, se llega a los mismos resultados erróneos de
Einstein; la visión mediática de Einstein lo lleva a construir una alambicada estructura
matemática, plagada de graves errores aritméticos, algebraicos y geométricos, con la que
deslumbra a la comunidad científica y al público en general, alejando de la vista sus
crasos errores.
Los desaciertos matemáticos y geométricos de Einstein son “pecata minuta” frente al error
teórico fundamental: la consideración de un espacio que se contrae y un tiempo que se
dilata en un marco de referencia móvil y que son ellos mismos, simultáneamente, el espacio
y el tiempo normales.
Más adelante, Einstein vuelve al esquema original de los sistemas tridimensionales, pero
ahora asignando valores a todas las variables:
x²+y²+z²(=c²t²) y x’²+y’²+z’²(=c²t’²)
que llevan a la localización espacial del rayo de luz, ct en el marco de referencia fijo y ct’
en el marco en movimiento.
La primera ecuación es impecable matemática y físicamente.
La segunda es la transformación metafísica de la primera. Es la aplicación de la
aberración física que adjudica al espacio la cualidad de contraerse y al tiempo la de
dilatarse y el barroco desarrollo matemático, colmado de errores de principiante, que al
final se resuelve en una utilización por completo fuera de lugar del teorema de Pitágoras y
que, en su confrontación con la realidad, paradójicamente lleva con fatalidad a resultados
absolutamente contrarios a las hipótesis de Einstein: ¡a la extensión del espacio y la
contracción del tiempo!
En la física racional, x’ = x-vt, y’ = y-vt, z’ = z-vt, la distancia recorrida por el rayo en el
espacio tridimensional = (c-v)t y t el tiempo empleado en el desplazamiento.

142
( c−v ) t y −vt z−vt
x'= y'= z'=

√ √ √
2
En la física mística, v2 , v , v 2 , la distancia = ct’ y
1− 2 1− 2 1− 2
c c c

t '=
( 1− ) t
v
c


2
son el resultado de la aplicación del “factor de Lorentz” a las ecuaciones
v
1− 2
c
racionales, y la expresión matemáticamente embrollada y errónea de las falacias físicas de
la contracción del espacio y la dilatación del tiempo que, ya hemos visto, irónicamente se
transmutan, al acercarlas a la realidad, en la extensión del espacio y la contracción del
tiempo. La ecuación mística es completamente inane, la nada matemática y geométrica,
una torpe quimera de las calenturientas mentes de Lorentz y Einstein.
Einstein iguala ambas ecuaciones de la siguiente manera:
x’²+y’²+z’²-c²t’² = λ(x²+y²+z²-c²t²)
Este que hemos visto es el esquema fundamental del “thought experiment” de Einstein.
El núcleo del mismo está constituido por dos hechos físicos figurados:
1) el desplazamiento de un rayo de luz ya sea en un espacio situado en un marco de
referencia móvil K’ o en un espacio situado en un marco de referencia fijo K frente al cual
se mueve un marco de referencia K’;
2) El desplazamiento de un marco de referencia K’ con respecto al marco de referencia K,
dentro del cual, o paralelo a él en el marco de referencia K se mueve un rayo de luz. El
meollo del experimento es el establecimiento de la medida del rayo de luz en el sistema de
referencia fijo y en el sistema de referencia móvil, respectivamente.
Aunque Einstein no especifica con claridad a cuál de las dos situaciones se refiere y de
hecho pasa de una a otra indistintamente, los resultados son iguales para ambas. Para
nuestro análisis utilizaremos la versión en la que el rayo se desplaza en el mismo marco
de referencia móvil, o, dicho de otro modo, en la que el marco de referencia móvil se
mueve superpuesto al marco de referencia fijo.
El rayo se desplaza en el marco de referencia K’ y éste a su vez lo hace en el marco de
referencia K.
El marco de referencia K’ se mueve a una velocidad v respecto de K.
El problema a resolver es: ¿cuál es la velocidad del rayo de luz en el marco móvil K’ y
respecto de K?
La velocidad de la luz ha sido determinada como c = 300,000 kms./s en el vacío y
respecto de un sistema de referencia fijo, la tierra, vgr.
Un rayo de luz que se emite en cualquier parte de la superficie terrestre, en cualquier
dirección, tendrá siempre la velocidad c, evidentemente en relación con la tierra
considerada como marco de referencia fijo. Igualmente, un rayo de luz de una fuente
sideral tendrá, en principio, la velocidad c, porque siempre será medida desde la tierra, la
cual actuará como marco de referencia fijo.
En el experimento pensado por Einstein, ya sea que el rayo se desplace a lo largo de K o
de K’, tendrá siempre la velocidad c respecto de K.
Así, tendremos que el punto de K al que llega la luz después del tiempo t de haber
iniciado su movimiento en los orígenes coincidentes O y O’ de K y K’, marcado por
Einstein como x, es evidentemente = a ct, cualquiera de los marcos en los que se produzca
su avance.
El punto que Einstein determina como x’ es, o el punto de K’, marco que se mueve
paralelamente a K, coincidente con x de K, que es el punto que el rayo alcanzó, en el
tiempo t, en K o el punto al que el rayo de luz ha llegado en K’ cuando se ha emitido en
este mismo marco.
En el primer caso, por K’ no se mueve ningún rayo, por lo que es ocioso inquirir acerca de
su velocidad en él; x se determinará como el punto de K al que arriba un rayo de luz en el

143
tiempo t en su desplazamiento por ese mismo marco de referencia, por lo que x = ct; x’ se
determinaría como el punto de K’ que coincide con x de K y que es igual a ct-vt.
En el segundo caso, el rayo parte de OO’ y se desplaza a lo largo de K’. En un tiempo t
(supongamos un segundo), el rayo ha avanzado hasta x’ que empata con x en K, y K’ se ha
movido a la velocidad v en el marco de referencia fijo K, de tal modo que el origen O’ de K’
llega al punto de K en donde se iguala con el punto de K’= vt.
El rayo de luz se ha desplazado desde el inicio en OO’ a la velocidad c en relación al marco
de referencia fijo K (la tierra). Al mismo tiempo que el pulso luminoso lo hace a una
velocidad c respecto de K, el marco K’ se desplaza, en ese mismo marco fijo, a una
velocidad v. Por lo tanto, la velocidad del rayo de luz en el marco K’ es la propia de la luz,
c, respecto del marco fijo K, menos la velocidad v del marco K’, de donde se infiere que x’
= ct-vt.
El prejuicio einsteiniano sostiene que el rayo de luz camina a la misma velocidad c tanto
en K como en K’. Esto daría como resultado que x’ sería igual a vt+ct, esto es, el absurdo
de que vt+ct = ct. Aquí es precisamente en donde se pone en acción el “ingenio” de
Einstein, quien haciendo igual la velocidad de la luz en los dos marcos se ve obligado a
reducir el tiempo t a t’ en el marco K’.
Realiza así varios portentosos aportes a las ciencias físicas: la luz sólo tiene una velocidad
absoluta, con total independencia de si se desplaza en un marco de referencia fijo o uno
móvil, el espacio recorrido por la luz tiene dos medidas distintas simultáneamente y el
tiempo transcurre más lentamente en un marco que en otro.
De nuestra argumentación extraemos las siguientes formulaciones:
x = ct; x’ = ct-vt; x’ = (c-v)t,
velocidad de la luz en el marco K = c,
velocidad de la luz en el marco K’ = c-v y
velocidad del marco K’ = v.
Einstein resume sus “descubrimientos científicos” en las siguientes fórmulas:
x = ct,
x’ = ct’ y
ct = ct’+vt,
en las que incorpora los dislates ya señalados: la velocidad absoluta de la luz, la
contracción del espacio y la dilatación del tiempo.
De hecho toda la argumentación posterior de Einstein es nula en su totalidad porque
constituye un desarrollo de su falacia principal x’ = ct’, en la que suplanta a c-v con c y a t
con t’; con estos elementos reconstruye la famosa transformación de Lorentz.
Como un paso previo, Einstein establece el entorno matemático-geométrico en el que
situará su formulación: el continuo cuadridimensional con las coordenadas x, y, z de las
tres dimensiones espaciales y la variable t del tiempo. Un movimiento cualquiera, ds, por
ejemplo, puede representarse en estas cuatro variables.
Sin embargo, Einstein no utiliza para nada ese artificio geométrico; ni siquiera hace uso
de un sistema de coordenadas cartesianas normal. Solamente utiliza dos líneas
superpuestas o paralelas, una fija y otra móvil, y de ahí parte en sus elucubraciones.
En la línea x establece x = ct, en la línea x’, x’ = ct’ y de la relación de ambos se tiene ct =
ct’+ vt.
Con estos elementos hace una serie de malabarismos matemáticos, los que ya hemos
estudiado prolijamente, para llegar a las llamadas ecuaciones de la transformación de
Lorentz. Estas ecuaciones son falsas tanto por su origen en las falacias einsteinianas
sobre el tiempo y el espacio contenido en sus fórmulas básicas: x = ct, x’ = ct’ y ct = ct’ +
vt, como en el propio desarrollo de las mismas que está pletórica de garrafales errores
matemáticos y geométricos.
Lo que subyace en toda la argumentación matemática de Einstein es el teorema de
Pitágoras y la utilización de un simple sistema de coordenadas cartesianas.
Su fórmula espuria ct = ct’ + vt se expresa como la relación entre las variables x(ct’) y y(vt)
en donde la relación x = (f)y se expresa como ct, o, de acuerdo con el teorema de

144
√ 2 2
Pitágoras, ct= ( c t ' ) + ( vt ) . Pero ya sabemos que no hay ninguna relación funcional entre
ct’ y vt ya que ct’ es una variable inexistente; además, la hipotenusa ct, que debería ser el
resultado de la valorización de las variables x y y es un valor presupuesto que determina
a las variables x y y.

(√ )
2
v , proviene tanto de la
La confirmación einsteiniana del factor de Lorentz: 1−
c2
absurda derivación matemática de Einstein como del desenvolvimiento de las variables en
un sistema de coordenadas cartesianas, que es el sustrato matemático-geométrico.
Una vez que Einstein ha dejado firme la restauración del factor de Lorentz, continúa su
labor de dar una forma general a esta ecuación.
En el continuo cuadridimensional, la ecuación quedaría así
(ct)² = x²+y²+z²
en donde (ct)² sería la hipotenusa de acuerdo con la aplicación del teorema de Pitágoras a
un espacio tridimensional (d2 = a2 + b2 + c2).
La ecuación para el marco de referencia móvil sería:
(ct’)² = x’²+y’²+z’²
Esta es una transformación del marco K al K’, en el cual el fenómeno físico se mantiene
invariante. Se puede transitar de uno a otro sistema sin que se altere el fenómeno físico
mensurado. (Desde luego, a excepción del tiempo y el espacio en el que se producen, que,
en el sistema K’ uno se dilata y el otro se reduce. La ecuación de K’ se obtiene aplicando
el espurio factor de Lorentz a las coordenadas de K. No puede asombrar por tanto que
haya una equivalencia entre ambas ecuaciones, ya que la diferencia entre las dos es
cubierta por el factor de Lorentz).
x²+y²+z² = (ct)²
Denota la trayectoria de un rayo de luz en un espacio tridimensional, determinada por los
valores de x, y, z. Se trata de un caso de la aplicación del teorema de Pitágoras en tres
dimensiones. Esto no tiene nada de raro. El tiempo y el espacio permanecen inalterables.
La ecuación proporciona la extensión y dirección del rayo de luz en el espacio
tridimensional. El tiempo está implícito en ct².
x’²+y’²+z’² = (ct’)²
Las variables espaciales x, y y z se han alterado, por el movimiento, para el observador en
K,’ en la medida del factor de Lorentz: x’, y’ y z’; ct se ha transformado en ct’; ésta, por
tanto, tiene para el observador en K’ una extensión distinta (menor) y el tiempo utilizado
en recorrerla es también menor que en K. Para el relativismo, se trata exactamente del
mismo pulso de luz. Puesto que la variación de x, y y z es proporcional, entonces la
trayectoria del pulso de luz es la misma.
La transformación tridimensional de la ecuación de K a la de K’ es la conversión de la
realidad a la metafísica einsteiniana del espacio-tiempo relativo. Esta es toda la ciencia y
la tarea de Einstein y sus secuaces: convertir la realidad en metafísica, K en K’ mediante
la utilización del factor de Lorentz. Así se desvirtúan las ecuaciones de Newton, Maxwell,
etcétera.
Estas fórmulas se transforman en las siguientes:
x²+y²+z² -(ct)² = 0
x’²+y’²+z’² -(ct’)² = 0
y diferenciando
dx²+dy²+dz²-c2dt² = 0
dx’²+dy’²+dz’²-c2dt’² = 0.
De aquí Einstein y adláteres dan un salto mortal. Incorporan c2t² como una dimensión
más, creando así un espacio cuadridimensional, y añaden una coordenada más a la
representación geométrica respectiva.
Se establece entonces
s2 = x²+y²+z²-c2t²
y se declara que c t² es la coordenada que representa al tiempo y s 2 un evento físico
2

145
cualquiera (un rayo de luz que se emite, vgr.)
Recordemos que x²+y²+z²-c2t² es siempre igual a 0.
Conocido el valor de 3 variables es posible determinar el de la 4a.
Así, en c2t² = x²+y²+z², c2t² se determina conociendo el valor de x, y y z
igualmente los valores de
x² =c2t²-y²-z²,
y² = c2t²-x²-z² y
z² = c2t²-x²-y².
Para cada valor de x, y, z hay un valor correspondiente de ct con el cual se cumple la
igualdad; para cada valor de x²+y²+z² hay un valor igual de c2t². Por lo tanto, cuando en la
fórmula
s2 = x²+y²+z²-c2t²
se da un valor a x, y y z, la suma de los cuadrados de los mismos será por necesidad igual
a c2t² y en consecuencia el valor de s2 será siempre, fatalmente, igual a 0.
Si se diferencia la ecuación se tiene
ds2 = dx²+dy²+dz²-dc2t²,
o lo que es lo mismo
ds2 = -dx²-dy²-dz²+dc2t².
Según los teóricos relativistas, con esto se ha fundado una hipergeometría, la geometría
del hiperespacio, que viene a negar y superar a la humilde, empequeñecida geometría de
Euclides.
La segunda parte de la ecuación se divide en dos: la que determina el espacio en el que el
evento (“element interval”) se produce y aquella que fija el tiempo en que se produce.
Entonces, si la primera parte es mayor que la segunda (lo cual es absolutamente
imposible, ya que por definición las dos partes son iguales), ds 2 es “como espacio”, si es
menor, entonces ds2 es “como tiempo” y si son iguales, es “nulo”; es decir, se determinará
así una localización exclusivamente espacial en un mismo tiempo, una localización
exclusivamente temporal de un mismo espacio, etcétera.
Y así, sobre esta base absolutamente falsa, sobre el 0, sobre la nada físico-matemática-
geométrica, se construye todo el artificio de la ecuación de Einstein y de sus diversas
soluciones, que más tarde dan lugar a la anticientífica, farragosa y estulta cosmología de
Penrose y Hawking.
Se inaugura así todo el risible aparato de los conos del tiempo (pasado y futuro) que lleva
necesariamente a la estulta tesis de la “singularidad” en la que se crean el tiempo y el
espacio del universo.
La ecuación
ds2 = -dx²-dy²-dz²+c2t²
(el 0, la nada) es el punto de partida de la formulación matemático-geométrica de la
relatividad general, la cual alcanza su épica cúspide con la ecuación de Einstein, para sus
múltiples seguidores una producción casi divina.

146
CAPITULO VIII

El tiempo y el espacio según Minkowski

La concepción “filosófica” de Einstein acerca del tiempo y del espacio encuentra su


expresión geométrica en los postulados de Minkowski de una nueva geometría no
euclidiana, de una hipergeometría.
En su trabajo clásico, Space and Time102, Minkowski anuncia, en primer término, para
abrir boca, el portento matemático y geométrico que está a punto de dar a luz, para
asombro del mundo.
En el más puro estilo einsteiniano, expresa, con una patética modestia:
Caballeros: Las visiones del espacio y el tiempo que quiero presentarles surgen desde los
dominios de la física experimental y en ello radica su fuerza. De ahora en adelante el tiempo
en sí mismo [absoluto] y el espacio en sí mismo [absoluto] irán reculando completamente
para quedar convertidos en meras sombras y únicamente un tipo de unión entre los dos
continuará todavía siendo independiente en sí mismo. 103
En seguida establece las definiciones básicas de su “teoría”.
El punto mundo es un punto en el espacio en un tiempo dado: x, y, z, t.
El mundo es el múltiple de todos los posibles sistemas de valores x, y, z, t.
La sustancia es algo perceptible que existe en donde quiera y en cualquier tiempo.
La línea mundo de un punto mundo sustancial se puede reconocer a través del tiempo.
El movimiento del punto sustancial en un tiempo dt es igual a dx, dy y dz.
Una curva en el mundo es el curso del punto sustancial en el mundo [sucesivos
movimientos dx, dy, dz en sucesivos dt], una línea mundo cuyos puntos pueden ser
relacionados a la coordenada t desde -∞ hasta +∞.
Todas las leyes de la física pueden ser expresadas como relaciones entre líneas mundo.
Si la línea mundo es dividida por un punto aleatorio en donde x, y, z, t = 0, la sección
superior sería t > 0 y la inferior t < 0.
El origen del sistema tridimensional de coordenadas (x, y, z) sería el punto de origen de la
coordenada del tiempo.
Si se mantiene fijo el origen del espacio, entonces es posible someter a los ejes x, y, z en t
= 0 a rotaciones arbitrarias en torno al origen que correspondan a transformaciones
lineales de la expresión x2+y2+z2.
También se puede reemplazar x, y, z, t por xα-t, yβ-t, zγ-t, en donde α, β, γ son unas
constantes cualquiera.
A la coordenada del tiempo se le puede dar entonces una dirección arbitraria t’ en la
mitad del mundo que es igual a t > 0.
El problema que se alza entonces frente a la capacidad intelectiva de Minkowski es, en
sus propias palabras, el siguiente: Cómo conciliar la ortogonalidad del sistema de
coordenadas con una línea del tiempo de dirección cambiante. O, dicho de otra manera,
cómo concertar la racionalidad de las coordenadas cartesianas tridimensionales con el
absurdo del espacio-tiempo cuadridimensional.
El interrogante que se le presenta a Minkowski no es tanto de concepto, sino matemático-
geométrico; ninguna duda tiene el maestro de Einstein acerca de la verdad de los
102
Einstein, Albert, La estructura del espacio en conexión con la teoría de la relatividad general, Sobre
la teoría de la relatividad, diciembre de 1916, pp. 87-88. www.informatica.com.ar.
103
Minkowski, Hermann, Space and Time, Minkowski's Papers on Relativity, Translated by Fritz
Levertoff and Vesselin Petkov, Edited by Veselin Petkov, Free version, Minkowski Institute Press.

147
desatinos de su alumno: la contracción del espacio y la dilatación del tiempo, y en última
instancia, la hipergeometría que funda tiene como propósito principal dotar a los
disparates de su más adelantado pupilo de un vistoso ropaje matemático y geométrico.
Un sistema de coordenadas tiene como finalidad específica la localización espacial de un
punto, ya sea en un plano bidimensional o en un espacio tridimensional; no importa lo
que físicamente el punto sea, lo único que tiene interés es su representación en un
sistema de coordenadas, el cual por definición es espacial, y el espacio por necesidad es
tridimensional.
Minkowski parte del imperativo que le impone su teoría del espacio-tiempo de crear un
sistema de coordenadas con cuatro dimensiones, algo que es una imposibilidad física.
Propone la adopción de un sistema de coordenadas basado en un hiperboloide de dos
hojas.

Figura No. 6
La ecuación con la que Minkowski inicia su argumentación es la siguiente:
c2t2-x2-y2-z2 = 1.
La ecuación canónica del hiperboloide de dos hojas es:
+x2/a2+y2/b2-z2/c2+1 = 0;
este es el instrumento matemático por el cual se puede definir un punto en un cuerpo
tridimensional que es el resultado de la revolución de una hipérbole, y2-x2 =1, en torno de
su eje mayor.
Pero Minkowski desnaturaliza por completo este cuerpo geométrico al agregarle una
dimensión más, ct, que no tiene ningún lugar, ni matemático ni geométrico, en el
hiperboloide.
En la figura geométrica del hiperboloide, que por definición es un cuerpo tridimensional,
no se puede representar ninguna otra dimensión además de las clásicas x, y, z.
Inmediatamente abandona Minkowski sus ambiciosas pretensiones y se conforma, como
después lo hará Einstein, con un espacio bidimensional en el que hace a las variables y y
z igual a 0 y trabaja sólo con ct, x y el brazo superior de la hipérbole de 2 hojas, al que
atribuye el valor c2t2-x2 = 1.
Hay aquí también un enorme error de concepto; c2t2 (velocidad por tiempo) es una medida
de espacio y no una variable como y en la forma clásica de la ecuación de la hipérbola, ni
una de tiempo como Minkowski pretende que sea.
El artilugio de Minkowski es un contrahecho sistema de coordenadas que tiene sólo dos,

148
una vertical que representa el tiempo pero en la cual se utiliza una variable que simboliza
un espacio: ct, velocidad por tiempo, y una horizontal que corresponde a sólo una de las
tres dimensiones espaciales.
Hay en este deforme sistema de coordenadas otro burdo error. Ya señalamos que la
coordenada del tiempo es una mezcla híbrida del tiempo y el espacio, ct; pues bien, la
coordenada x, que es espacial por definición, también implica necesariamente el tiempo t.
Esta perniciosa duplicidad introduce en el modelo minkowskiano un verdadero embrollo,
del cual no puede salir nada racional, ni, desde luego, como pretende nuestro físico, una
nueva visión, plena de cientificidad, del tiempo y el espacio.
El portento anunciado por Minkowski de un nuevo sistema coordenado que incluiría una
nueva dimensión, el tiempo, t, junto a las tradicionales del espacio, y que reflejaría una
naturaleza desconocida, por él descubierta, del espacio y el tiempo, queda reducida a una
ridícula representación bidimensional que, por un lado tiene una coordenada que
representa el tiempo, pero en una forma híbrida (ct), es decir, por medio de un espacio, y
por otro una que sólo representa una de las dimensiones espaciales y que en sí misma
incorpora al tiempo. Resaltan, frente al clásico sistema cartesiano de 3 coordenadas, la
pobreza (únicamente una coordenada espacial) y el sucio juego de manos (sustituir el
tiempo con el espacio) del sistema de Minkowski.
A las dos coordenadas agrega Minkowski una hipérbole de dos caras -es lo que queda del
pretencioso hiperboloide que representaría al mundo-. Esta figura geométrica, también
bidimensional, tiene en este punto de la argumentación de Minkowski el papel de una
curva de referencia que proporciona, en el punto en que es cortada por la línea del tiempo
t', en un cambio de coordenadas x→x', t→t', en el cual el ángulo que tienen las
coordenadas primas (') en relación con las originales representa la velocidad de su
desplazamiento, la tangente que determina el nuevo tiempo t y la nueva distancia x del
evento B visto desde la perspectiva del observador en movimiento.
Esto es, desde luego, un artificio por completo fuera de lugar. Se ha establecido con el
exclusivo propósito de dar forma geométrica al desatino relativista de la contracción del
espacio y la dilatación del tiempo, los cuales, como ya vimos, constituyen un magno
disparate, un error descomunal, faltos por completo de carácter científico.
La ecuación que es el punto de partida de las cavilaciones de Minkowski, c2t2-x2-y2-z2 = 1,
es una variación de una vieja conocida nuestra, c2t2 = x2+y2+z2, en la cual ct es la distancia
recorrida por un rayo de luz en el tiempo t, en un espacio tridimensional, extensión que

se obtiene por medio del teorema de Pitágoras: ct= x 2+ y 2+ z 2 .
Si a c2t2 = x2+y2+z2 la convertimos en c2t2-x2-y2-z2, ésta última es siempre por definición =
0. Bajo ninguna circunstancia puede ser igual a ninguna otra cantidad. De donde se
sigue que desde aquí no se puede ir adelante por ningún camino matemático ni
geométrico, pues la ecuación c2t2-x2-y2-z2 = 1 lleva necesariamente a lo siguiente: por
definición, c2t2-x2-y2-z2 = 0; si c2t2-x2-y2-z2 = 1, en consecuencia, 0=1 (1= 0), resultado
obtenido por Minkowski que está en perfecta consonancia con la proclividad de su
prominente alumno a reducir, mediante sus artilugios matemático-geométricos, todas sus
formulaciones al 0, a la nada matemática, a la simple inexistencia.
En estricto rigor, ya que esta errónea ecuación minkowskiana-einsteiniana es el único
fundamento de la hipergeometría fundada por Minkowski, esta disciplina es también
esencialmente falsa, sin sustento matemático ni geométrico; es, también, simple y
sencillamente la nada.
Sin embargo, aunque podríamos ahora mismo dar por terminado el análisis de este
esperpento que es la hipergeometría minkowskiana, debemos seguir adelante porque ella
ha sido dotada de la cualidad de una materia plenamente científica, de una nueva
geometría, y se le ha colocado en un alto sitial, junto a las producciones verdaderamente
científicas del ingenio humano. Es necesario, entonces, denunciar meticulosamente la
brutal impostura.
Veamos ahora la evolución del esquema de Minkowski. Primero, propone como escenario
del espacio-tiempo ideado por Einstein un sistema simple de dos coordenadas

149
ortogonales, t (ct) y x en el cual inserta un cuerpo geométrico casi desconocido, un
hiperboloide de dos hojas; luego, abandona abruptamente su proposición original y
sustituye el hiperboloide con la hipérbole de dos hojas que es su generatriz; después,
termina utilizando una sola de las hojas, la cual se define por la ecuación y2-x2 = 1(en
donde las constantes a y b de la ecuación canónica tienen el valor de 1),
El sistema básico de la “hipergeometría” de Minkowski está constituido por dos
coordenadas ortogonales, x y y, de las cuales la segunda representa el tiempo t por medio
de un híbrido, ct; es evidente que en este reducido y simplísimo sistema no sólo no se
pueden representar los valores de cuatro coordenadas, x, y, z y t, como quiere Mikownski,
pero ni siquiera los de las tres coordenadas clásicas de un sistema cartesiano
tridimensional; cada punto de los cuatro cuadrantes únicamente podrá ser definido por el
valor de la coordenadas x y t correspondientes, lo que simple y llanamente significa que
su localización espacial plena quedará por completo fuera del sistema. Ni el tiempo ni el
espacio representados por el esquema básico de Minkowski tienen una naturaleza
distinta de la que la física clásica les ha atribuido, y el sistema representativo no va más
allá de ser un elemental gráfico bidimensional. Un punto mundo corresponde a la
situación de un evento en relación únicamente con el eje de las x y en un tiempo que se
encuentra determinado en el eje t; una línea mundo es una sucesión de puntos mundo
cercenados (unidimensionales) que puede ser una línea paralela al eje de las x (eventos
simultáneos), o al del tiempo (un evento en reposo), una línea recta con una inclinación
cualquiera o una curva que expresan una evolución renqueante (bidimensional) de un
punto mundo en el tiempo y en el espacio unidimensional, con movimiento uniforme o
acelerado, respectivamente.
En su esquema básico, que es un sistema de referencia en reposo, sin ninguna relación
con algo físico (la tierra, por ejemplo), respecto de lo cual se encontraría inmóvil, sino un
producto exclusivamente mental, Minkowski coloca un punto mundo B en el punto (1,1) de
su sistema de coordenadas. En seguida, concibe otro sistema mikownskiano de
coordenadas, tan o más falto de sustento físico que el anterior, que se traslada, en el
mismo espacio-tiempo, a una velocidad determinada v, en un movimiento rectilíneo
uniforme, y en él sitúa a un observador. La línea mundo del punto mundo B es una recta
paralela al eje t y la del observador en movimiento se puede representar con una línea que
parte del origen y tiene una inclinación determinada por la velocidad.
Para el observador adherido al punto B, el valor de este lugar geométrico en el eje de las x
será siempre el mismo con el paso del tiempo; para el observador en movimiento, su
propia posición en x irá cambiando con el transcurso del tiempo, pero el valor x del punto
B será siempre igual.
Conforme a las definiciones teóricas y al sistema cojo de coordenadas propuestos por
Minkowski, de acuerdo a las cuales se trazan las líneas mundo de su ejemplo, el tiempo y
el espacio tienen la misma naturaleza que en la mecánica clásica y el punto B se encuentra
siempre en el mismo lugar, ya sea para el observador en reposo o para el que se desplaza
con cualquier tipo de movimiento y velocidad.
Hasta aquí, Minkowski no ha podido acreditar la anunciada novedad conceptual del
espacio y del tiempo y sólo ha desarrollado un contrahecho y mutilado sistema de
coordenadas que, a pesar de todo, confirma lo que Minkowski se empeña en negar: la
plena validez de la teoría clásica sobre el tiempo y el espacio.
El propósito fundamental de Minkowski es dotar a las aberraciones de su adelantado
alumno Alberto Einstein (sobre la contracción del espacio y la dilatación del tiempo) de un
ingenio matemático-geométrico que les de la apariencia de una racionalidad que no
tienen.
A lo más que había llegado su pupilo era al diseño de un esquema de dos sistemas de
coordenadas cartesianas tridimensionales, que en la práctica quedaban reducidas a sólo
dos ejes horizontales superpuestos, x y x', en los cuales representaba las ecuaciones del
erróneo factor de Lorentz.
Minkowski da un audaz paso adelante. En su esquema básico de coordenadas injerta una
hipérbole de dos hojas, cuya ecuación canónica es y2/a-x2/b = 1.

150
Para establecer la conexión tomamos un parámetro positivo c y vemos la estructura c2t2-x2-
y2-z2 = 1

Fig. 1

Figura No. 6

"Minkowski1" by Hermann Minkowski - Raum Zeit (Minkowski). Licensed under Public Domain via
Wikimedia Commons -
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Minkowski1.png#/media/File:Minkowski1.png

Esta consiste de dos hojas separadas por t = 0 por analogía con un hiperboloide de dos
hojas. Consideramos la hoja en la región t > 0 y ahora tomaremos estas transformaciones
lineales homogéneas de x, y, z, t en cuatro nuevas variables x', y' z' t' de tal manera que la
expresión de esta hoja en las nuevas variables tiene la misma forma. Obviamente, la
rotación de espacio alrededor del origen pertenece a estas transformaciones. Una total
comprensión del resto de estas transformaciones puede ser obtenida considerando aquellas
para las cuales y y z permanezcan sin cambios.
Dibujamos en la figura 1 la intersección de esta hoja con el plano de los ejes x y t, esto es, el
brazo superior de la hipérbola c2t2-x2 = 1 con sus asíntotas. Después dibujamos desde el
origen O un radio vector arbitrario OA' de este brazo de la hipérbola ; entonces agregamos la
tangente al punto A' de la hipérbola para intersectar la asíntota derecha B'; desde OA'B'
completamos el paralelogramo OA'B'C'; finalmente, ya que lo necesitaremos después,
extendemos B'C' para intensectar el eje de las x en D'. Si ahora consideramos OC' y OA'
como ejes para nuevas coordenadas x', t' con la escala de unidades OC'=1, OA'=1/c,
entonces este brazo de la hipérbola también obtiene de nuevo la expresión c2t'2-x'2 = 1, t' > 0,
y la transición de x, y, z, t a x', y', z', t' es una de las transiciones en cuestión. Estas
transformaciones más los arbitrarios desplazamientos del origen del espacio y del tiempo
constituyen un grupo de transformaciones que aún dependen del parámetro c y al cual yo
llamo Gc.
Si incrementamos c hasta el infinito de tal manera que 1/c converja a 0, es claro de
acuerdo a la figura que el brazo de la hipérbola tiende más y más hacia el eje de las x, que
el ángulo entre las asíntotas se hace más grande, y en el límite esta transformación especial
se convierte en una en donde el eje de las t' puede ir en cualquier dirección hacia arriba y x'
se aproxima a x cada vez más cercanamente. Tomando esto en cuenta se hace claro que el
grupo Gc en el límite c = ∞, que es el grupo G∞, es exactamente el grupo completo que está
asociado con la mecánica newtoniana... 104

En la gráfica original de su esquema, insertada anteriormente, Minkowski establece un


sistema básico de dos coordenadas ortogonales en un espacio bidimensional; el eje
vertical t representa el tiempo y el eje horizontal x una sola de las tres dimensiones

104
Ibídem, p, 39.

151
espaciales. En ese diagrama, localiza el punto mundo B en las coordenadas (1(t), 1(x, que
también “representa” a y y z).
En seguida plantea el problema cardinal de la física relativista: la transformación de un
sistema de coordenadas en otro, x, y, z, t, que se encuentra en reposo, en x', y' z' t', que
se desplaza a la velocidad v con respecto al primero y, desde luego, la del punto mundo B
en B'; esto es, la determinación de la localización espacial y temporal del punto mundo B
en el sistema de coordenadas x', y' z' t'.
En esta esquematización, queda completamente indefinida la dirección del movimiento
del segundo sistema de coordenadas, aunque su punto de partida coincide con el origen
del primero.
La completa indeterminación de la dirección del movimiento, que está íntimamente ligada
con la falta de especificación de las coordenadas y y z (un valor determinado de x puede
corresponder a un número infinito de valores de t, y y z), hace imposible cualquier tipo de
cambio de coordenadas; no hay manera alguna de fijar las coordenadas de B en términos
de las coordenadas del sistema en movimiento.
Supongamos que en su “thought experiment” Minkowski estableció tácitamente la
dirección del movimiento del segundo sistema a lo largo del eje de las x del primer
sistema. En este caso, x' será por definición igual a x-vt, es decir, que la localización de B
en x' (B') estará separada de la localización de B en x por la distancia vt que el segundo
sistema ha avanzado en la dirección x-x' en el tiempo t. En las luminosas palabras de
Minkowski, la línea mundo del punto mundo B será una línea paralela al eje del tiempo
que va desde (1(x), 0(t)) hasta (1(x), 1(t)) y la línea mundo del punto mundo B' será la
misma de B pero desplazándose hacia la izquierda en el sistema de coordenadas en
reposo.
Del estrafalario sistema de Minkowski, de acuerdo con sus propios conceptos y
presuposiciones, a través de los retorcidos vericuetos de su argumentación, lo único que
es posible extraer es lo siguiente: el punto mundo B posee una determinada naturaleza
física y una localización espacio-temporal específica en el sistema de coordenadas fijas; el
sistema de referencia móvil no tiene ninguna influencia, física ni de ningún otro tipo, sobre
la cualidad ni la localización de B.
Minkowski expresa que mediante su esquema se pueden hacer transformaciones de las
coordenadas fijas a las coordenadas de cualquier sistema móvil siempre y cuando la
velocidad de este último sea menor que la de la luz. En su “tought experiment”, produce
un sistema de coordenadas completamente inmaterial, que no está anexado a ningún
objeto físico. Este sistema fantasmagórico tiene un desplazamiento a través del espacio, lo
cual implica que ocupa espacios sucesivos en tiempos consecutivos; el absurdo supuesto
de Minkowski es que el incorpóreo sistema se desplaza en un medio material y con su
movimiento contrae y dilata las porciones infinitesimales del espacio y el tiempo que
recorre en su traslación espacial y temporal. La “hipótesis” de Minkowski requiere
necesariamente de un espacio y un tiempo completamente elásticos, que primero se
contraen y se dilatan y luego recobran sus dimensiones normales, una vez que el sistema
avanza un tramo infinitesimal en su locomoción. Es en este sentido que Minkowski dice
que existen múltiples espacios y tiempos.
...De aquí en adelante tendríamos entonces en el mundo no más el espacio, sino un infinito
número de espacios análogamente como hay un infinito número de planos en el espacio
tridimensional. La geometría tridimensional viene a ser entonces un capítulo en la física
cuadridimensional. Ahora se ve porque dije al principio que el espacio y el tiempo
retroceden hasta convertirse en meras sombras y solamente existirá un mundo en sí
mismo.105
Al igual que su pupilo más conspicuo, Minkowski pretende que el espacio y el tiempo no
son lo que la mecánica clásica siempre consideró, sino que tienen una naturaleza
distinta, la cual había permanecido oculta para la ciencia hasta que vinieron estos
Júpiter tonantes del relativismo a desvelarla.
En las partes correspondientes de este trabajo hemos dejado establecido reiteradamente
105
Ibídem, pp.41-42.

152
lo anticientífico, absurdo y grotesco que es este “concepto” relativista del espacio-tiempo.
Aquí solamente señalaremos que el propósito fundamental de Minkowski es dotar a los
disparates einsteinianos de una vestidura matemático-geométrica pretendidamente
científica.
Ya vimos cómo nuestro físico estableció el marco general de su sistema de coordenadas,
el cual resultó ser un verdadero fiasco, un disminuido sistema de sólo dos coordenadas,
completamente inoperante para representar cualquier fenómeno físico. Posteriormente
produjo un sistema de coordenadas metafísico, sin objeto material alguno, al que hizo
desplazarse en un espacio real.
Desde luego que todo esto es suficiente para desacreditar por completo y sin apelación la
geometría minkowskiana, la cual se evidencia así como un gran fraude científico.
Sin embargo, seguiremos analizando detalladamente las restantes proposiciones
anticientíficas de Minkowski porque junto con las anteriores constituyen el basamento de
la cosmología relativista que tiene su máxima expresión en la teoría del “bing bang”.
Cumplida la primera parte de su edificante tarea, Minkowski se abocó, pertrechado con
su enorme poder intelectual, a diseñar la geometría de la transformación del sistema
básico en reposo en un sistema móvil, cuyas coordenadas son, respectivamente, x, y, z, t
y x', y' z' t' .
La ecuación “canónica” de la transformación de coordenadas lorentzeinseiniana es, como
lo habíamos establecido, la siguiente:

x '=
( c−v ) t ( 1− ) t
v
c


2 t '=


v
1− 2 v
2

c 1− 2
c

Lo que Minkowski intentará en la continuación de su trabajo es dar una forma geométrica


a este axioma matemático.
Su primer paso en ese sentido es injertar en su modelo básico de coordenadas la
representación de la constante c, esto es, de la velocidad de la luz, considerada esta
materia en la teoría de la relatividad como lo absoluto, como lo único cuyo movimiento no
tiene relación con ningún otro, como el único cuerpo “que no da sombra”.
Para ello, atribuye una métrica especial a las dos coordenadas: a la del tiempo, le da a
cada unidad de medida un valor de 0.00000003333 segundos o de 1 segundo y a la del
espacio, de 1 metro o 300,000,000 de metros, de tal manera que las unidades de cada
coordenada coincidan exactamente con las de la otra.
Con el pensamiento, que en él es un instrumento poderosísimo, Minkowski hace surgir,
desde un punto determinado, dos rayos de luz que se desplazan en sentidos opuestos; la
representación geométrica de este ejercicio mental sería, en un sistema de coordenadas
tridimensional, una línea sobre el eje de las x, la cual tiene un valor positivo hacia la
derecha del origen y negativo hacia la izquierda.
En el derrengado sistema de coordenadas de Minkowski, esos dos rayos se representan
como dos líneas, una en cada uno de los cuadrantes superiores, que parten del origen y
tienen una inclinación de 45⁰.
Es evidente que estas líneas no representan ninguna realidad física.
Añade después la hoja de una hipérbole cuya ecuación es t2/a-x2/b = 1, en donde las
constantes a y b son las mismas unidades de las coordenadas t y x, por lo que la fórmula
queda así: t2-x2 = 1.
Esta hipérbole puede ser, en el sistema de Minkowski, el gráfico de la línea mundo de un
punto mundo en movimiento curvilíneo; sin embargo, no representa nada físico
específicamente, ni constituye un elemento geométrico que defina de manera alguna el
espacio y el tiempo especiales que el físico está empeñado en mostrar.
En lo que sigue veremos el papel que Minkowski hace desempeñar a este ingenio
geométrico en la determinación del sistema de coordenadas x', y' z', t'.

153
En el marco básico de su sistema de coordenadas, una vez colocado el referente
geométrico de la constante c (las dos líneas con inclinación de 45⁰) y la insustancial hoja
de hipérbole, Minkowski fija un punto mundo estacionario B cuyas coordenadas son (x, t).
En seguida determina un sistema de coordenadas en movimiento (x', t'), el cual parte del
origen y al tiempo t0 coincide en todas sus partes con el sistema en reposo; el sistema
móvil es representado en el sistema en reposo por dos líneas rectas que corresponden,
una al eje de coordenadas t', y otra, al eje x', las cuales obtiene de una manera muy
peculiar: en sus propias palabras, para localizar la coordenada t' “dibujamos desde el
origen O un radio vector arbitrario [subrayado por GRE] OA' de este brazo de la hipérbola;
entonces agregamos la tangente al punto A' de la hipérbola...”.
El radio vector OA' no es tan arbitrario como pretende Minkowwski; en realidad, conforme
a la lógica interna de su esquema, es la representación, en el sistema fijo, del
desplazamiento del sistema móvil; en el lenguaje “filosófico” del físico, es la línea mundo
de la estructura de coordenadas en movimiento, la cual define a través de la tangente del
ángulo formado por AOA', que es igual a x/t y expresa la velocidad v del sistema móvil. Es
claro que de esta manera no se establece el eje t' del sistema móvil, como pretende
Minkowski, sino la línea mundo del sistema como un todo, y también es evidente que para
determinar eso que él llama t' no es necesaria para nada la hoja de hipérbole, la cual es
completamente superflua, pues al mismo resultado se puede llegar con sólo el
conocimiento de los valores x y t del sistema móvil en el fijo, con lo cual es posible
encontrar la tangente del ángulo Ot-Ox y, por tanto, la velocidad de la estructura.
En resumen, hasta aquí Minkowski nos ha deslumbrado con la configuración del
esquema básico de un sistema de coordenadas absolutamente inoperante, mutilado,
deforme, caricaturesco, totalmente ineficaz para representar la realidad física, la inclusión
en él de dos líneas mundo que simbolizan dos rayos de luz que discurren en sentidos
opuestos y que también son por completo innecesarias, la implantación de una figura
geométrica desconocida, un hiperboloide de dos hojas que después se degrada a una hoja
de hipérbole, la cual es decididamente inaplicable en este caso, la determinación del eje
de coordenadas t' mediante el procedimiento de utilizar la velocidad del sistema móvil
como la tangente que proporciona la inclinación de t' en relación con t, pero que en
realidad sólo da la posición de todo el sistema móvil, y no del eje t', en el sistema en
reposo.
Una vez que Minkowski ha trazado el ficticio eje de coordenadas t', lo hace intersectar a la
hipérbole; después toma el punto de cruce y dibuja la tangente correspondiente. A esta
línea le atribuye el carácter de coordenada x' del sistema móvil; a partir de aquí, a una
línea paralela a la anterior, que tiene, respecto del eje x del sistema fijo, la misma
inclinación que t' con relación a t, le asigna el papel de eje x' del sistema de coordenadas
móvil.
La representación del sistema de coordenadas x', t' en x, t es por entero incongruente con
los supuestos básicos de Minkowski (los cuales, hemos demostrado suficientemente, son
absolutamente anticientíficos): 1) la línea mundo de la traslación del sistema móvil es
investida de una naturaleza que de ninguna manera tiene, ser el eje t' del mismo; 2) el eje
x' es determinado con base en ese eje t' inexistente, por lo cual tampoco tiene entidad
alguna. En consecuencia, en esta situación es imposible que el sistema x', t' se establezca;
el principal objetivo de la hipergeometría de Minkowski, esto es, transformar unas
coordenadas en otras en las que se represente la supuesta naturaleza distinta del tiempo
y el espacio (que el espacio se encoja y el tiempo se dilate) no puede ser logrado de
ninguna manera.
La maravilla científica que debería de asombrar al mundo, la develación de una
naturaleza oculta del tiempo y el espacio, ha desembocado en la invención de un mísero
sistema representativo que ni siquiera alcanza a configurar el espacio y el tiempo
normales y que, por el contrario, los deforma grotescamente, y en el tejido de un nido de
insolubles contradicciones.
Minkowski continúa con su deslumbrador “thought experiment” y ahora se afana en la
localización geométrica de los eventos B y B'; para ello hace que el punto B esté colocado

154
en (1, 1) de la línea C derecha (que representa un rayo de luz que parte del origen) y B' en
la intersección de la tangente que pasa por el punto A' de la hipérbole con la misma línea
C, de tal manera que BB'=OB. El punto B' tiene las coordenadas A'(t', que en realidad es v
= x/t), C'(1') (que es el conjugado de A'). OB representa la distancia desde el origen hasta
el evento B medida por la velocidad de la luz; OB' la distancia desde el mismo punto de
partida al evento B' (es decir, al mismo evento B pero en su localización respecto al sistema
de coordenadas móvil); la sección BB' es la representación geométrica, según Minkowski,
de la transformación de coordenadas de t, x a t', x'; de esta suerte, de acuerdo con las
ecuaciones “canónicas” de la transformación de coordenadas, C' (x') es igual a

x−vt
√ 1−v 2
c
2
; x-vt tiene una representación geométrica plenamente identificable en el

esquema de Minkowski, aunque éste no lo señale en forma alguna: es la parte de la línea


AB que está situada hacia la derecha del punto de cruce con la línea mundo del sistema
móvil, esta última erróneamente denominada eje t'; sin embargo, la otra parte de la


2
ecuación,
1−v que es la que determina el paso de x a x' (de B a B'), no tiene ninguna
c2
representación geométrica en el sistema minkowskiano.
De la totalidad de los fenómenos naturales, a través de sucesivamente mejores
aproximaciones, es posible deducir con más precisión un sistema de referencia x, y, z, t,
espacio y tiempo, por medio del cual estos fenómenos pueden ser representados de acuerdo
con ciertas leyes. Pero este sistema de referencia es no menos ambiguamente determinado
por el fenómeno. Se puede cambiar arbitrariamente el sistema de referencia de acuerdo con
las transformaciones del grupo Gc sin cambiar la expresión de las leyes de la naturaleza en el
proceso (subrayado por GRE).
Por ejemplo, de acuerdo con la figura representada arriba se puede llamar t' al tiempo pero
entonces necesariamente, en conexión con esto, definir el espacio por el “múltiple” de tres
parámetros x', y, z en los cuales las leyes de la física tendrían entonces exactamente las
mismas expresiones ya sea por medio de x', y, z, t' o de x, y, z, t. De aquí en adelante
tendríamos no más el espacio sino un infinito número de espacios, análogamente como hay
un infinito número de planos en el espacio tridimensional. La geometría tridimensional
viene entonces a ser un capítulo en la física cuadridimensional. Ahora se ve por qué dije al
principio que el espacio y el tiempo retroceden hasta convertirse en meras sombras y
solamente existirá un mundo en sí mismo.106
Minkowski ha formado un hacinamiento de extraños e inútiles trebejos matemático-
geométricos con los cuales pretende establecer una forma general de transformación de
las coordenadas de un sistema de referencia fijo en las de uno en movimiento, pero con la
restricción de que en este último el espacio y el tiempo sufren necesariamente una
alteración que no afecta a las leyes físicas mismas; ordena estos elementos al buen tun
tun y asevera que ahí se encuentra plenamente manifestada la geometría de esa
mutación. Ya vimos anteriormente que con esa hipergeometría Minskowski no habría
podido ni siquiera localizar el punto en el que estaba parado. Pero la estulta soberbia
relativista primero da por hecho aquello que ni siquiera ha intentado y después se jacta
de que aquél no hacer le ha permitido poner a la vista la verdadera naturaleza del tiempo
y el espacio, esto es, el espacio-tiempo, una sustancia maleable, compuesta por infinitos
tiempos y espacios, tantos como transformaciones de coordenadas sea posible hacer.
...Si por cualquier punto mundo x, y, z, t hay una línea mundo que pasa por él y la
encontramos paralela a algún radio vector OA' de la previamente mencionada hoja
hiperboidal, podemos introducir OA' como un nuevo eje del tiempo y con los nuevos
conceptos de espacio y de tiempo así dados, la sustancia en el punto mundo en cuestión
aparece en reposo. Ahora queremos introducir este axioma fundamental:
Con un marco apropiado de espacio y tiempo la sustancia existente en cualquier punto mundo
puede ser siempre considerado como estando en reposo.
Este axioma significa que en cualquier punto mundo la expresión
c2dt2-dx2-dy2-dz2

106
Ibídem, p.43.

155
es siempre positiva, lo cual es equivalente a decir que cualquier velocidad v es siempre más
pequeño que c. Entonces c sería un límite superior para todas las velocidades sustanciales
y este es precisamente el profundo significado de la cantidad c. En este entendimiento el
axioma es a primera vista algo desagradable. Se debe notar, sin embargo, que una
mecánica modificada, en la cual la raíz cuadrada de esta expresión diferencial de segundo
orden entra, está ganando campo, de tal manera que los casos con velocidad superluminal
jugarán solamente un papel como el de las figuras con coordenadas imaginarias en
geometría.107
….
Después de considerar que ha dado cima a su cometido de ilustrar geométricamente la
transformación de coordenadas, con lo que supuestamente habría mostrado en forma
gráfica la veracidad de los dislates einsteinianos de la contracción del espacio y la
dilatación del tiempo, Minkowski sigue adelante con su misión de revelar los misterios
eleusinos del espacio y el tiempo.
A través del postulado del mundo un tratamiento idéntico de las cuatro cantidades
identificadas x, y, z y t es posible. Quiero explicar ahora de qué manera, como resultado de
esto, hemos obtenido una mejor comprensión de las formas bajo las cuales las leyes de la
física se presentan. Especialmente el concepto de aceleración adquiere un acusado carácter
prominente.
Usaré un modo geométrico de expresión, el cual se presenta inmediatamente cuando
implícitamente se ignora z en el triple x, y, z. Un punto mundo arbitrario puede ser como el
origen del espacio-tiempo. El cono
c2t2-x2-y2-z2 = 0
con O como el ápice consiste en dos partes, una con valores t<0, y la otra con valores t>0.

"Minkowski2"Fig. 2
by Hermann Minkowski - Raum Zeit (Minkowski). Licensed under Public Domain via
Wikimedia Commons -
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Minkowski2.png#/media/File:Minkowski2.png
Figura No. 7
El primero, el cono de luz del pasado de O consiste, podemos decir, de todos los puntos
mundo que “envían luz a O”; el segundo, el cono de luz del futuro de O consiste de todos los
puntos mundo que “reciben la luz de O”. El área limitada únicamente por el cono de luz del
pasado puede ser llamada antes de O, mientras que el área limitada solamente por el cono
de luz del futuro, después de O. Situada después de O se encuentra la ya considerada hoja
hiperboloidal
F = c2t2-x2-y2-z2 = 1, t>0.
El área entre los conos está llena con las estructuras hiperboloidales de una estructura
-F = x2+y2 +z2 -c2t2 = k2
para todos los valores positivos constantes de k2.
Esenciales para nosotros son las hipérboles con O como centro localizadas en las

107
Ibídem, pp. 42-43.

156
estructuras laterales. Los brazos individuales de estas hipérbolas pueden ser llamados
brevemente hipérboles internas con centro O.
Tal hipérbola sería pensada como la línea mundo de un punto sustantivo, el cual
representa su movimiento que se incrementa asintóticamente a la velocidad de la luz c para
t = -¥ y t = +¥.
Si ahora nosotros llamamos, por analogía con los vectores en el espacio, a una línea directa
en el “múltiple” x, y, z, t un vector, tenemos que distinguir entre los vectores como-tiempo,
con direcciones desde O a +F = 1 t>0, y los vectores como-espacio con direcciones desde O a
-F = 1.
El eje del tiempo puede ser paralelo a cualquier vector de la primera clase. Cada punto
mundo entre el cono de luz del futuro y el cono de luz del pasado de O puede ser
considerado, mediante la elección del sistema de referencia, como simultáneo con O, así
como anterior a O ó posterior a O. Cada punto mundo dentro del cono de luz del pasado es
necesariamente siempre anterior a O. La transición al límite c = ¥ correspondería a un
pliegue completo de la sección con forma de cuña entre los conos en el “múltiple” plano t =
0. En las figuras esta sección está hecha con diferentes anchos.
Descomponemos cualquier vector, tales como esos desde O a x, y, z, t en cuatro
componentes. Si las direcciones de dos vectores son, respectivamente, la de un radio vector
OR desde O a una de las superficies ±Fy la de una tangente RS al punto R en la misma
superficie, los vectores son llamados normales uno al otro. De acuerdo con esto
c2tt1-xx1-yy1-zz1 = 0
es la condición para que los componentes x, y, z, t y x1, y1, z1, t1 sean normales uno al otro.
Las unidades de medida de las magnitudes de los vectores en diferentes direcciones pueden
ser fijadas asignando siempre al vector como espacio desde O a -F = 1 la magnitud 1, y a un
vector como tiempo desde O a +F = 1, t>0 la magnitud 1/c.
Imaginemos un punto mundo P(x, y, z, t) a través del cual pasa la línea mundo de un punto
sustancial; entonces la magnitud del vector como tiempo dx, dy, dz, dt a lo largo de la línea
será
dτ = 1/c √c2dt2-dx2-dy2-dz2
La integral ∫dτ = τ de esta magnitud, tomada a lo largo de la línea mundo desde un punto
de partida fijo Po al variable punto final P, la llamamos el tiempo propio del punto sustancial
en P. En la línea mundo consideramos x, y, z, t, esto es, los componentes del vector OP,
como funciones del tiempo propio τ, denotando sus primeras derivadas con respecto a τ por
˙x, ˙y, ˙z, ˙t; sus segundas derivadas con respecto a τ, ẍ, ÿ, z, ẗ, y llamamos a los vectores
correspondientes, la derivada del vector OP con respecto a τ el vector de velocidad en P y la
derivada del vector de velocidad con respecto a τ el vector de aceleración en P.
Ya que
c2˙t2-˙x2-˙y2-˙z2 = 0
se sigue que
c2˙tẗ-˙xẍ-˙yÿ-˙zz = 0
esto es, el vector de velocidad es el vector como tiempo de magnitud 1 en la dirección de la
línea mundo P, y el vector de aceleración en P es normal al vector de velocidad en P, éste,
ciertamente, es un vector como espacio.

157
Fig. 3
"Minkowski34" by Hermann Minkowski - Raum Zeit (Minkowski). Licensed under Public
Domain via Wikimedia Commons -
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Minkowski34.png#/media/File:Minkowski34.png
Figura No. 7
Ahora tenemos, como se puede ver fácilmente, un brazo específico de la hipérbole, el cual
tiene tres puntos infinitamente adyacentes en común con la línea mundo en P, y cuyas
asíntotas son generadas de un cono de luz del pasado y un cono de luz del futuro (ver
figura 3). Este brazo de la hipérbole será llamado la curvatura de la hipérbola en P. Si M es
el centro de esta hipérbole, tenemos aquí una hipérbole interna con centro M. Sea p la
magnitud del vector MP, así reconocemos el vector de aceleración en P como el vector en la
dirección MP de magnitud c2/p.108

En esta parte de su disertación, Minkowski utiliza el mismo esquema básico: un sistema


fijo bidimensional de coordenadas cartesianas con ejes perpendiculares t (y) (vertical) y x
(horizontal).
Establece, como punto de partida, de la misma manera que en la argumentación anterior,
una figura geométrica tridimensional, en este caso un cono cuyo vértice se encuentra en
el origen y su superficie es generada por la rotación del doble triángulo rectángulo que
forman el eje t, las coordenadas del eje x y las líneas c colocadas en los dos cuadrantes
superiores del sistema, las cuales tienen 45o de inclinación respecto de los dos ejes. En la
parte inferior del plano cartesiano el físico coloca una réplica invertida de ese cono y, tras
denominar al origen t = 0, da a la parte superior el valor t > 0 y a la inferior t < 0.
La ecuación canónica del cono es y2/b2+z2/c2 = x2/a2; esto quiere decir que cualquier
punto en el cono es definido por esa relación entre tres coordenadas espaciales. Pero lo
que Minkowski propone en su ecuación es una figura inexistente, un cono
cuadridimensional que puede ser definido con cuatro coordenadas, Con esa fórmula no es
posible localizar ningún punto en cono alguno; no existe un cono, ni, en general, un sólo
cuerpo geométrico, que posea cuatro dimensiones. Cualquier cosa que a Minkowski se le
ocurra representar en este par de conos cuadridimensionales que ha inventado quedaría
108
Ibídem, p. 43.

158
irremediable y totalmente distorsionada; la imagen geométrica sería una monstruosa
deformación de la realidad.
Al cono de la parte superior le da Minkowski la denominación de “cono de luz del futuro”
y lo define como “todos los puntos mundo que “envían luz a O””; al de la parte inferior le
da el nombre de “cono de luz del futuro” y lo reputa como constituido por “todos los
puntos mundo que “reciben la luz de O””.
En el cono de la parte superior y en los espacios situados entre ambos conos ubica
sendas hojas hiperboloidales, también dotadas de cuatro dimensiones, que al igual que el
cono, no pueden de manera alguna representar figura geométrica tridimensional alguna.
Llama a estas hojas “hipérbolas internas con centro O” y les concede una importancia
extrema en su esquema. Geométricamente las considera como líneas mundo que
representan un movimiento que se incrementa asintóticamente a la velocidad de la luz c
para t = -∞ y t = +∞. Es una línea mundo que viene del pasado, en donde inició su
trayectoria con una velocidad que al principio es prácticamente la de la luz y
posteriormente desciende hasta alcanzar en t = 0 su punto mínimo; desde ahí empieza a
incrementarse y se proyecta hasta el futuro, en donde adquirirá de nuevo la velocidad de
la luz. Se trata de un movimiento que en su primera parte es constantemente
desacelerado y en la segunda constantemente acelerado.
Pero es evidente que estas líneas mundo (hipérbolas internas), no tienen ningún papel
aún en el abstruso sistema minkowskiano; son, simple y sencillamente, un elemento
incluido con el único propósito de hacer más fastuoso (y también más ininteligible) el
esquema de Minkowski.
Esta parte de la “hipergeometría” de Minkowski es muy importante, porque en ella se
basa directamente toda la artificiosa construcción, hecha por los paladines de la teoría del
“big bang”, de los períodos de la supuesta evolución del universo, desde su origen hasta el
estado actual del mismo.
Se califica a esta representación gráfica como un instrumento cognoscitivo que aporta los
elementos necesarios (y muy poderosos, se vanaglorian los físicos relativistas) para
establecer la verdadera y real causalidad entre los diversos “puntos mundo” (por ejemplo,
entre las diversas fases de la evolución del universo).
En esta nueva función del esquema minkowskiano el origen del sistema es un evento
determinado; de ahí parten a todos los puntos del plano cartesiano vectores que
representan los posibles movimientos del suceso mismo o de sus efectos físicos en el
espacio-tiempo. Estas traslaciones pueden ser hacia los puntos de los conos superior e
inferior y reciben el nombre de vectores “como-tiempo”; o pueden dirigirse hacia los
espacios interconos y entonces se les da el apelativo de vectores “como espacio”.
Los vectores “como-tiempo” representan los movimientos, ya sea del mismo suceso o de
sus efectos físicos, que tienen una velocidad igual o menor que la de la luz; los vectores
“como espacio”, que caen en los interconos, simbolizan aquellas traslaciones con
velocidades superiores a las de la luz. Es evidente, conforme a la lógica interna del
sistema minkowskiano y a uno de sus postulados fundamentales, el cual expresa que
nada se mueve a una velocidad mayor que la de la luz, que los vectores “como espacio” no
tienen existencia alguna, son la nada física; sin embargo, contradiciéndose a sí mismo,
Minkowski les da el tratamiento de entes físicos.
La causalidad se establece entonces de la siguiente manera: únicamente los movimientos
del evento y de sus efectos que parten de t = 0 a lo largo de t > 0 y se desplazan con
velocidades iguales o menores que la de la luz pueden producir resultados en el futuro
(pueden ser causa de (afectar a, enviar luz a) eventos futuros); igualmente, solamente los
movimientos con velocidades iguales o menores que la de la luz y que proceden de t < 0
pueden ser causa de o afectar al evento.
Todo esto no es otra cosa que una grosera tautología. Si los movimientos con velocidades
mayores que la de la luz son imposibles físicamente, entonces en la sustancia del mundo
las relaciones de la supuesta causalidad entre los eventos únicamente pueden darse a
través de desplazamientos con velocidades iguales o menores que la de la luz.
Esta es la profunda verdad que nos prometió Minkowski: un algo puede ser la causa de

159
otro algo y algo puede ser causado por otro algo, siempre que la influencia causal se
ejerza con movimientos que tengan velocidades menores o iguales que la de la luz. El
evento está colocado en el centro de una esfera de influencia; este influjo es recibido de
(cono de luz del pasado) y ejercido sobre (cono de luz del futuro) todos los eventos que
están contenidos en ese globo.
Esta absoluta indeterminación es calificada por la estulticia relativista como un nuevo y
poderoso método del conocimiento, con el cual es posible penetrar en todos los arcanos
del mundo, del tiempo y del espacio.
La noción de causalidad propuesta por Minkowski es absolutamente superficial, pues se
basa en la relación externa entre los eventos; es totalmente inoperante para describir la
realidad, ya que carece del nexo interno fundamental, la necesidad, que define la relación
causa y efecto.
La causalidad minkowskiana no es tal, sino una enumeración de eventos ordenados de
acuerdo con criterios basados en abstrusas fórmulas matemáticas y geométricas
erróneamente construidas e ineficaces para reflejar los vínculos entre los eventos.
El concepto de causalidad de Minkowski es definitivamente anticientífico, de un
primitivismo e insustancialidad evidentes, muy por debajo de las nociones sobre esta
materia desarrolladas por la antiquísima filosofía griega. En realidad, para nada se refiere
a la categoría extensamente explorada por la filosofía a lo largo de su historia, sino a una
relación completamente superflua entre sucesos indeterminados. Se trata de una
“ocurrencia”, una “chanza” que viene a complementar las deleznables “puntadas” y
”chirigotas” de su alumno Einstein.
La filosofía, ciencia de las ciencias y terra ignota para todos los físicos, pero en especial
para los relativistas, con Einstein a la cabeza, llegó, al final de su camino, con la ontología
y la dialéctica -ésta, el método científico por excelencia- de Guillermo Federico Hegel, a la
plena comprensión de los conceptos de causalidad, accidentalidad, posibilidad,
necesidad, etcétera. Ver el Apéndice No. 4, en el que se hace un resumen de los conceptos
de accidentalidad, necesidad y causalidad como atributos de la realidad sustancial, y La
Lógica de Hegel y el marxismo de Gabriel Robledo Esparza, en donde estas categorías se
tratan más ampliamente.
Las vacuas concepciones minkowskianas adquieren su verdadero tamaño liliputiense
cuando se colocan frente a la exuberancia de las determinaciones de la lógica hegeliana.
La pretensión del relativismo ignorante y soberbio -cuya manifestación más acusada es la
cosmología relativista (teoría del big bang)- de que por medio de la “hipergeometría” de
Minkowski se puede conocer, aplicando una fórmula matemática específica y utilizando
un instrumento geométrico determinado, el origen y la evolución del universo, se ve
reducida a la nada ante la ontología y la lógica hegelianas, las cuales constituyen toda una
visión científica del universo. La metafísica perfeccionada por la especulación, esto es, el
materialismo dialéctico, que es el resultado último del desarrollo de la filosofía, deberá
derrotar a la física moderna, atendiendo así a la advertencia hegeliana: metafísica, cuídate
de la física.
La sustancia mundo minkowskiana puede ser integrada en un sólo par de conos de luz y,
también, puesto que ella está compuesta por múltiples puntos mundo, a cada uno de
ellos es posible adosar un par de conos del tiempo. De ahí se deriva la posibilidad de
numerosas relaciones entre los dos conos generales y los pares de conos particulares y
entre estos mismos (traslapes, superposiciones, roces, etcétera), las cuales son materia de
toda una disciplina matemático-geométrica que mantiene sumamente ocupada a la
ignorancia relativista produciendo miles de variaciones, correcciones, agregados, etcétera
a las aberraciones originales de Minkowski.
Minkowski pasa ahora a dar a las líneas mundo el tratamiento de vectores. Un vector de O
a R intersecta la parte derecha de +F en el punto en que su velocidad es igual que la
velocidad de OR; se traza la tangente RS a ese punto y entonces OR y OS son dos vectores
normales uno al otro. Esa normalidad la expresa Minkowski en la fórmula c 2 tt1 −xx1 −yy1
−zz1 = 0, que es la condición que deben cumplir los vectores con componentes x, y, z, t y
x1, y1, z1, t1 para ser normales uno respecto al otro.

160
La medida de los vectores se realiza asignando siempre el valor de 1 a un vector como
espacio y de 1/c a uno como tiempo.
Minkowski sostiene que es posible medir, con esas unidades que ha establecido, la
distancia entre dos puntos de un vector línea mundo.
La fórmula que propone es la siguiente:
1 2 2
dτ =,
c
√ c dt −dx 2−dy 2−dz 2
esto es, una aplicación del teorema de Pitágoras a un “evento” de la “sustancia mundo” de
cuatro dimensiones.
En primer lugar, no existe ningún ente (“evento”) en el universo que posea cuatro
dimensiones; a lo largo de este trabajo hemos dejado en evidencia el craso e interesado
error del relativismo que concede al tiempo el carácter de una dimensión adicional a las
tres realmente existentes. En consonancia con esto, no existe ninguna extensión del
teorema de Pitágoras que comprenda esa dimensión añadida; la única ampliación
racional es aquella que la matemática posterior ha hecho al desarrollar una fórmula para
las tres dimensiones.
En segundo lugar, la forma canónica del teorema de Pitágoras en tres dimensiones es: h 2
= a2 + b2 + c2, la hipotenusa (diagonal de un cuadrilátero formado por las líneas a, b y c)
al cuadrado es igual a la suma de los cuadrados de a, b y c; la suma de los cuadrados es
una condición esencial para la validez del teorema; sin este elemento, el resultado de la
operación es completamente erróneo. Minkowski presenta una ecuación en la cual,
además de integrar un entorno cuadridimensional inexistente, incluye la resta de los
cuadrados de a, b y c (x, y y z) a la cuarta dimensión. La fórmula es completamente
ineficaz para su propósito de obtener la distancia entre dos puntos de una línea mundo en
un sistema de coordenadas pues carece de uno de los elementos esenciales para ello.
En tercer lugar, el esquema de Minkowski es un sistema que tiene únicamente dos
coordenadas, t y x, por lo que su fórmula queda por fuerza reducida a la ecuación
1 2 2
dτ =
c
√ c dt −dx 2.
Este enunciado matemático posee las siguientes característica: (1) integra una dimensión
inexistente, c2dt2, y (2) señala una sustracción, −dx 2; ambas son absolutamente
incompatibles con la fórmula canónica del teorema de Pitágoras en dos dimensiones: h 2 =
a2 + b2 y, por tanto, es imposible computar con aquel la distancia entre dos puntos en un
sistema de coordenadas. Si a la inexistencia de c 2dt2 le damos el valor de 0, entonces

tenemos que dτ es igual a


1
c √ 2 1
0−dx =¿ −dx ¿, un resultado que está muy a tono con la
c
propensión de la relatividad einsteiniana a obtener siempre, con fatalidad ineludible, esta
solución en todas sus ecuaciones, lo cual ya hemos tenido la oportunidad de documentar
suficientemente a lo largo de este trabajo.
El esquema de Minkowski posee una interesante peculiaridad. En el eje del tiempo
representa unidades que no son sólo temporales, sino también espaciales: el tiempo en
que la luz recorre un espacio determinado (año luz, por ejemplo); y en el eje de las x se
representa un desplazamiento espacial definido por el tiempo (vt).
La línea mundo minkowskiana está plenamente representada, espacial y temporalmente,
por el sólo eje de las x; x es siempre igual a vt, por lo que en la fórmula -x (espacio) = vt, t
(tiempo) = x/v-, y en la representación -el eje de las x- están contenidos por necesidad el
espacio y el tiempo. El sistema de coordenadas de Minkowski tiene como su eje central la
reexpresión del tiempo y el espacio, plenamente representados en el eje de las x, en los
valores del eje t; esto resulta necesariamente en una completa desnaturalización del
tiempo y del espacio, en la constitución de un monstruoso engendro matemático
geométrico que no tiene ningún significado físico. Las líneas mundo de Minkowski así
determinadas no representan absolutamente nada.
Esta enorme aberración es tomada íntegramente por Einstein y hace de la fórmula de

161
Minkowski
ds2 =c2dt2 −dx2 −dy2 −dz2
el punto de partida y el fundamento de la parte general de su teoría de la relatividad:
De acuerdo con la teoría especial de la relatividad, la expresión
ds2 =−dX21 −dX22 −dX23 + dX24...
tiene un valor que es independiente de la orientación del sistema local de coordenadas y es
verificable por medio de mediciones del tiempo y el espacio. A la magnitud del elemento
lineal correspondiente a puntos del continuo cuadridimensional en proximidad infinita la
llamamos ds. Si el ds correspondiente a los elementos dX 1... dX4 es positivo, seguimos a
Minkowski llamándola como tiempo; si es negativa, la llamamos como espacio.109
Einstein es la fuente en donde abrevan los paladines del “big bang”. Estos colocan como
el fundamento de sus concepciones la totalidad de los extravíos teóricos del egregio
maestro y su adelantado alumno referentes al tiempo y al espacio. El resultado no podía
ser otro que ese informe amasijo de errores, despropósitos, desatinos y disparates
matemáticos, geométricos, físicos y cosmológicos que es la teoría del “big bang”.
La desnaturalización del teorema de Pitágoras al sustituir la suma de los catetos por la
resta de los mismos ha sido considerada por la pléyade relativista, a lo largo de casi un
siglo, como una genialidad (“ocurrencia”) de Minkowski que provee el elemento
matemático-geométrico clave para el conocimiento pleno de la verdadera naturaleza del
tiempo y del espacio y, con ello, el instrumento necesario para la determinación de las
características esenciales del universo, las fases de su evolución desde el instante de su
“nacimiento” hasta el momento actual y su “destino final”.
La burda adulteración del teorema de Pitágoras realizada por Minkowski da cima a su
tarea de forjar una herramienta, pretendidamente matemático-geométrica, con la cual el
relativismo puede prácticamente jugar con el tiempo y el espacio y, a través de ellos, con la
materia misma: el tiempo y el espacio se pueden contraer, dilatar, curvar, alterar, evadir,
invertir, desdoblar, fraccionar, duplicar, etcétera, de acuerdo con la desmandada
imaginación relativista y, eso sí, mediante una retorcida e ininteligible fórmula que exhibe
en toda su extensión la supina ignorancia matemático-geométrica de esos físicos de
pacotilla.
El esquema de Minkowski ha contemplado, hasta este punto, únicamente movimientos
rectilíneos uniformes; después de establecer la estructura de los conos de luz, utiliza este
mismo entorno geométrico para desarrollar las fórmulas del movimiento curvo variable, el
cual incluye el movimiento acelerado. Con ese propósito se sirve de las que llama, a una,
hoja hiperboloidal F = c2t2-x2-y2-z2 = 1 y a la otra, estructura hiperbólica -F = x2+y2 +z2 -c2t2 = k2.,
de las cuales ya hemos hecho las observaciones pertinentes con anterioridad, las que se
resumen en la aseveración de que de ninguna manera son ellas las ecuaciones de un
cuerpo geométrico tridimensional como el hiperboloide porque poseen cuatro variables
dimensionales y por tanto nada se puede obtener de ellas ni matemática ni
geométricamente; Minkowski coloca una línea mundo curva en su esquema y establece
en ella un punto P que intersecta a una hoja hiperboloidal; Minkowski sostiene que es
posible determinar la velocidad y la aceleración del punto P utilizando la primera y la
segunda derivadas de la ecuación de la hipérbole. Pero ya hemos visto que no se requiere
para nada la hipérbole en la determinación del punto P, sino únicamente la inclinación de
la línea mundo, por lo que su inclusión en el esquema no tiene ninguna función aún en el
sistema de Minkowski; es una gala inútil con la que el físico ha adornado su ignorancia.
La montaña minkowskiana parió un ratón einsteiniano. El aparatoso esquema, pleno de
sofisticadas figuras geométricas, con el cual Minkowski pretendía dar forma visible a la
torpe e irracional teoría del espacio y el tiempo maleables que se expanden y contraen a
voluntad del necio investigador, quedó reducido a un contrahecho bosquejo que no
registra absolutamente nada de la realidad, a no ser la terrible inopia científica del
relativismo. Es normal que la estulticia relativista considere su basura intelectual como el
luminoso descubrimiento de ciertas características de la realidad física que habían
quedado ocultas para el común de los mortales y que esta revelación sea reputada como

109
Ibídem, pp. 45-48

162
el producto de una inteligencia casi sobrehumana, posiblemente divina. Esta auto
sobrevaloración de los físicos relativistas los ha llevado a dedicar, por más de un siglo,
sus más nobles esfuerzos a interpretar, limpiar, pulir, corregir, desarrollar, perfeccionar,
etcétera, los disparates geométricos de Minkowski, produciendo un verdadero engendro,
la “hipergeometría”, que es una vasta colección de sofisticadas y enrevesadas fórmulas
matemáticas y representaciones geométricas, cada nueva versión de ellas más complicada
y abstrusa que la anterior, las cuales conservan y magnifican los dislates originales de
Minkowski.
Es precisamente este monstruoso ente, la llamada “geometría de Minkowski”, el que
constituye uno de los más sólidos fundamentos de la teoría del “big bang”. Para ella, el
nacimiento, evolución y posible destino del universo se dan en un tiempo y un espacio
minkowskianos; no es difícil entonces imaginar las espantosas deformaciones, las
absurdas mistificaciones y los tremendos errores teóricos en los que incurre la cosmología
relativista, ni la verdadera caricatura que elabora del universo real, grandioso en su
infinitud.

163
CAPITULO IX

La segunda ecuación de Einstein

Una vez que ha establecido firmemente el edificio de la teoría especial de la relatividad y


que Minkowski le ha proporcionado el armatoste de la “hipergeometría”, Einstein da un
nuevo impulso a su tortuosa fantasía y, entusiasta, se apresta a urdir otro embrollo
físico. Extiende el alcance de sus elucubraciones con el fin de establecer una teoría
“general” de la relatividad y formular, con base en ella, una ecuación omnicomprensiva,
adecuada para la descripción de las propiedades de la materia, el espacio y el tiempo y
sus relaciones mutuas en cualquier lugar y en cualquier época, la que se ha dado en
llamar “la ecuación” de Einstein.

La relatividad general
En la teoría de la relatividad especial se consideró la relación entre el espacio, el tiempo y
la materia en un objeto al que se observa desde dos puntos, un sistema de coordenadas
fijo y otro en movimiento rectilíneo uniforme; el objeto se colocaba, según las necesidades
de la argumentación, ya sea en el sistema de coordenadas fijo o en el móvil.
El trabajo de Hércules que ahora se echa a cuestas Einstein consiste en el estudio de la
relatividad en el caso de otros movimientos distintos del rectilíneo uniforme. Su propósito
declarado es incluir todos los movimientos posibles y las más distintas velocidades.
Al final, reduce su análisis a un sólo tipo de movimiento, el uniformemente acelerado,
entre los que se incluye la gravitación.
Establece la hipótesis de que la caída libre de los cuerpos, característica esencial de la
gravedad terrestre, es una forma específica de movimiento acelerado, la cual se puede
explicar por las leyes que rigen el movimiento acelerado en general.
Hay, sostiene Einstein, una equivalencia absoluta entre el movimiento uniformemente
acelerado y la acción de la gravedad sobre un cuerpo en caída libre hacia la superficie
terrestre.
En el ejemplo de la “caja misteriosa” en levitación, el cual ya hemos analizado
suficientemente en el Capítulo , Einstein sostiene que para el observador dentro de la
caja es imposible saber si se encuentra sujeto a un movimiento acelerado o a una fuerza
de gravedad; la prueba decisiva para la roma inteligencia einsteiniana es que, según el
sabio, los objetos caen con la misma aceleración, con independencia de la masa de los
mismos, en la caja sujeta a una aceleración por tracción hacia arriba a la velocidad g, que
en la misma caja en reposo en la superficie terrestre, lo cual, según demostramos en el
lugar citado, es completamente falso.
En páginas anteriores hemos dado cuenta de dos “thought experiments” que Einstein ha
realizado, desde su escritorio, para aportar la prueba de la validez de lo que él llama
“principio de equivalencia”.
El primero de ellos, suficientemente analizado por nosotros, es el ya mencionado de la
“caja ingrávida”; el segundo, al que también ya hemos abordado, el del “disco mágico”,
que al girar transforma la relación entre diámetro y circunferencia del círculo en π+.
En lo que sigue trataremos de seguir la evolución del pensamiento einsteiniano en esta

164
materia a lo largo de sus escritos.
En la segunda mitad del período 1905-1910, Einstein da inicio a sus elucubraciones
sobre la relatividad general. En varios de sus escritos aborda el tema desde varios puntos
de vista.

El principio de equivalencia
La tarea primordial del sabio es, en esta etapa, establecer el que llama “principio de
equivalencia”.
Transcribiremos primero lo que expresa Einstein en su papel On the relativity principle
and the conclusion drawn from it110
V. Principio de relatividad y gravitación
§ 17. sistema de referencia acelerado y campo gravitacional.
Consideramos dos sistemas Ʃ1 y Ʃ2 en movimiento. Sea Ʃ1 acelerado en la dirección de los
ejes de las x, y sea γ la magnitud (temporalmente constante) de esa aceleración. Ʃ2 debe
estar en reposo, pero localizado en un campo gravitacional homogéneo que imparta a todos
los objetos una aceleración -γ en la dirección del eje de las x.
Tan lejos como sabemos, las leyes físicas con respecto a Ʃ1 no difieren de aquellas respecto
a Ʃ2; esto está basado en el hecho de que todos los cuerpos son acelerados igualmente en
un campo gravitacional. En el estado presente de nuestra experiencia no tenemos razón
para asumir que los sistemas Ʃ1 y Ʃ2 difieren uno de otro en cualquier respecto, y en la
discusión que sigue debemos entonces asumir la completa equivalencia física de un campo
gravitacional y una aceleración correspondiente del sistema de referencia.
Esta asunción extiende el principio de relatividad al movimiento traslacional uniformemente
acelerado del sistema de referencia. El valor heurístico de esta asunción descansa en el
hecho de que permite el reemplazo de un campo gravitacional homogéneo por un sistema de
referencia uniformemente acelerado, siendo este último caso hasta cierto punto más
asequible al tratamiento teórico.
Es decir, que Einstein pretende obtener las leyes de la gravitación precisamente mediante
la elisión de la gravedad.
§ 18 Espacio y tiempo en un sistema de referencia uniformemente acelerado.
Consideraremos primero un cuerpo cuyos puntos materiales individuales, en un tiempo
dado t del sistema sin aceleración S, no poseen velocidad relativa a S, sino una cierta
aceleración. ¿Cuál es la influencia de esta aceleración γ en la forma de los cuerpos con
respecto a S? Si una influencia tal está presente, consistirá de una tasa constante de
dilatación y posiblemente en las dos direcciones perpendiculares a ella, ya que un efecto de
otra clase es imposible por razones de simetría.
Las dilataciones causadas por la aceleración (si existen) deben ser funciones de γ; entonces
ellas pueden ser omitidas si uno se constriñe al caso en el que γ es tan pequeño que los
términos de la segunda o más alta potencia en γ puedan ser omitidos. Ya que vamos a
restringirnos a este caso, no tenemos que asumir que la aceleración tiene alguna influencia
en la forma del cuerpo. p. 303
Consideremos ahora un sistema de referencia ∑, uniformemente acelerado con relación al
sistema sin aceleración S en la dirección del eje x de éste. Los relojes y reglas de medición
de ∑, examinados en reposo, deben ser idénticos a los relojes y reglas de medición de S. La
coordenada de origen de ∑ debe moverse a lo largo del eje de las x de S y los ejes de ∑ deben
ser perpetuamente paralelos a los de S. En todo momento existe un sistema S’ sin
aceleración cuyos ejes coordenados coinciden con los ejes coordenados de ∑ en el momento
en cuestión (a un tiempo dado t’ de S’). Si las coordenadas de un punto evento que ocurre
en este tiempo t' de S' son ξ, η, ς respecto de ∑, entonces
x' = ξ [ξ de ∑ corresponde a x' de S' al momento t' de S']
y' = η [η de ∑ corresponde a y' de S' al momento t' de S']
z' = ς [ς de ∑ corresponde a z' de S' al momento t'de S']
Debemos imaginar que los relojes de ∑ están puestos al tiempo t' de S', por lo que su lectura
110
Einstein, Albert, The foundation of the General Theory of Relativity, The collected papers of Albert
Einstein, Volume 6, The Berlin Years, 1914-1917, A. J. Kox, Martin J. Klein, and Robert
Schulmann, Editors, Jósef Illy and Jean Eisenstaedt, Contributing editors, Rita Fountain and
Anette Pringle, Editorial Assistants, Englich Translation of Selected Texts, Alfred Engel, traslator,
Engelbert Schucking, Consultant, Princenton University Press, 1997, p. 155.

165
es en ese momento igual a t'. ¿Qué del ritmo de los relojes en el siguiente elemento de
tiempo τ?
Primero que todo, debemos tener en mente que un efecto específico de la aceleración sobre
el ritmo de los relojes de ∑ no se toma en cuenta porque tiene que ser del orden y 2.
Entonces, ya que los efectos de la velocidad alcanzada durante τ sobre el ritmo de los relojes
es despreciable y las distancias viajadas por los relojes durante el tiempo τ relativas a las
viajadas por S' también son del orden τ 2, es decir, despreciables, las lecturas de los relojes
de ∑ pueden ser reemplazadas totalmente por las lecturas de S' para el elemento de tiempo
τ.
…con relación a ∑, la luz en el vacío se propaga durante el elemento de tiempo τ con la
velocidad universal c . Si definimos simultaneidad en el sistema S', el cual es
momentáneamente en reposo relativo a ∑, y si los relojes y reglas que se usen para medir el
tiempo y la longitud son idénticos a aquellos usados para la medición del tiempo y el
espacio en los sistemas no acelerados, entonces, el principio de la constancia de la
velocidad de la luz puede ser usado aquí también para definir la simultaneidad si uno se
restringe a recorridos de la luz muy cortos.
Imaginamos ahora que los relojes de ∑ son ajustados, en la manera descrita, al tiempo t = 0
de S en el cual ∑ es instantáneamente en reposo relativo a S. La totalidad de lecturas de los
relojes ∑ ajustados de esta manera es llamado el “tiempo local” σ del sistema ∑. Es evidente
de inmediato que el significado físico del tiempo local σ es el siguiente. Si se utiliza el tiempo
local σ para la evaluación temporal de los procesos ocurridos en los elementos espaciales
individuales de ∑, entonces las leyes obedecidas por esos procesos no pueden depender de
la posición de esos elementos espaciales, es decir, de sus coordenadas, y no solamente los
relojes sino también los otros instrumentos de medición usados en los distintos elementos
espaciales son idénticos.
Sin embargo, no debemos simplemente referirnos al tiempo local σ como el “tiempo” de ∑,
porque de acuerdo a la definición dada arriba, dos puntos eventos que ocurren en
diferentes puntos de ∑ no son simultáneos cuando sus tiempos locales σ son iguales.
Porque si al tiempo t = 0 dos relojes de ∑ son sincrónicos con respecto a S y están sujetos a
los mismos movimientos, entonces ellos permanecen por siempre sincronizados con
respecto a S. Sin embargo, por esta razón, de acuerdo con § 4 [es decir, sin ningún
argumento físico, únicamente mediante la aplicación del hipostasiado factor de Lorentz,
elevado por la metafísica einsteiniana a la categoría de una constante física] ellos no corren
sincrónicamente con respecto al sistema de referencia S' instantáneamente en reposo con
relación a ∑ pero en movimiento relativo a S, y, de acuerdo con nuestra definición, ellos no
corren tampoco sincrónicamente con respecto a ∑.
Definimos ahora el “tiempo” τ del sistema ∑ como la totalidad de las lecturas del reloj
situado en la coordenada de origen de ∑, las cuales son, de acuerdo con la anterior
definición, simultáneas respecto de los eventos que deben ser evaluados.
Debemos determinar ahora la relación entre el tiempo τ y el tiempo local σ de un punto de
evento. Se sigue de la primera de las ecuaciones que dos eventos son simultáneos con
respecto a S' y también con respecto a ∑ si
v v
t 1− x =t 2− 2 x 2
2 1
c c
en donde los subescritos 1 y 2 se refieren a uno u otro evento respectivamente.
…tenemos entonces que poner
x 2−x 1=x ' 2−x ' 1=ξ 2−ξ 1
t 1=σ 1 t 2=σ 2
v=γt =γτ
De tal manera que obtenemos, de la ecuación anterior
γτ
σ 2−σ 1= ( ξ2−ξ1 )
c2
Si movemos el primer punto de evento a la coordenada de origen, de tal manera que σ 1=τ
y ξ 1 ¿ 0, obtenemos, omitiendo el subescrito para el segundo punto evento,

166
[El tiempo en un campo gravitacional].
[ ]
σ =τ 1+
γξ
c
2 .

De acuerdo con § 17, la ecuación (30) [anterior] es también aplicable a un sistema de


coordenadas en el cual un campo gravitacional homogéneo está actuando. En este caso
tenemos que poner ф=γξ , en donde ф es el potencial gravitacional, por lo que
obtenemos

[ ]
σ =τ 1+
ф
c
2

[La acción del campo gravitacional dilata el tiempo de σ a τ].


§ 19 El efecto del campo gravitacional sobre los relojes
Si un reloj que muestra el tiempo local se localiza en un punto p con potencial

gravitacional ф, entonces... su lectura sería


(1+ cф )
2 veces más grande que el

tiempo τ, esto es, corre


(1+ cф )
2 veces más rápido que un reloj idéntico localizado en la

coordenada de origen. Supóngase un observador localizado en algún lugar en el espacio que


percibe las indicaciones de dos relojes por cierto medio, por ejemplo, óptico. Como el tiempo
∆τ que transcurre entre los instantes en los cuales una indicación del reloj ocurre y
el cual es percibido por el observador es independiente de τ, para un observador

situado en cualquier parte del espacio, el reloj en el punto p corre 1+


( ) ф
c
2 veces

más rápido que el reloj en la coordenada de origen. En este sentido podemos decir que los
procesos ocurridos en el reloj y, más generalmente, cualquier proceso físico se produce más
rápidamente entre más grande es el potencial gravitacional en la posición del proceso que
se está realizando
Es una lamentable confusión entre el mecanismo que mide el tiempo y el tiempo mismo.
Los procesos físicos pueden alterar el funcionamiento de los relojes, pero no el tiempo.
Existen “relojes” que están presentes en localidades con diferentes potenciales
gravitacionales y cuyos ritmos pueden ser controlados con gran precisión: estos son los
productores de líneas espectrales. Se puede concluir de esto que la longitud de onda de la
luz que viene de la superficie del sol... es más grande por cerca de una parte en dos
millones que la de la luz producida por la misma sustancia en la tierra. p.307
[Ejemplo absurdo, totalmente fuera de lugar. La diferencia en la longitud de onda no se
debe a ningún efecto gravitacional, sino a la distancia recorrida por la luz solar].
§20. El efecto de la gravedad sobre los fenómenos electromagnéticos
Estas ecuaciones también tienen la misma forma que las ecuaciones correspondientes del
espacio no-acelerado o libre de gravedad, sin embargo c es aquí reemplazado por el valor

[ ] [ ]
c 1+
γξ
c
2
ф
=c 1+ 2
c
.

De esto se sigue que aquellos rayos que no se propagan a lo largo del eje ξ son curvados por
el campo gravitacional; puede ser fácilmente visto que el cambio de la dirección es por la
γ
cantidad 2 seno de φ por centímetro del desplazamiento de la luz, en donde φ denota el
c
ángulo entre la dirección de la gravedad y la del rayo de luz.
Con la ayuda de estas ecuaciones y las ecuaciones que relacionan la fuerza del campo y la
corriente eléctrica del punto, las cuales son conocidas desde la óptica de los cuerpos en
reposo, podemos calcular el efecto del campo gravitacional sobre los fenómenos ópticos en
los cuerpos en reposo. Se debe tener en mente, sin embargo, que las ecuaciones arriba
mencionadas desde la óptica de los cuerpos en reposo rige para el tiempo local σ.
Infortunadamente, el efecto del campo gravitacional terrestre es tan pequeño de acuerdo a

167
γx
nuestra teoría (a causa de la pequeñez de ) que no hay perspectivas de una comparación
c2
de los resultados de la teoría con la experiencia 111
Einstein ha hecho una verdadera mescolanza entre los diversos sistemas de referencia: en
reposo (S), en movimiento uniformemente acelerado (∑) y un sistema S' que coincide en
todo con ∑, pero que es distinto a él; un verdadero galimatías einsteiniano.
El propósito de Einstein en esta parte de su trabajo es establecer la equivalencia teórica
de los sistemas acelerados con los campos gravitacionales.
Lo primero que intenta hacer es aplicar el “factor de Lorentz” al movimiento acelerado en
lo que respecta al tiempo y el espacio.
De acuerdo con la teoría especial, el cambio de coordenadas de un evento, de un sistema
de coordenadas en reposo a otro en movimiento rectilíneo uniforme, se realiza con las
siguientes fórmulas:

x '=
( c−v ) t ( 1− ) t
v
c


2 t '=


v
1− v2
c
2
1−
c2

Es evidente que para realizar el paso de un sistema en reposo a otro uniformemente


acelerado, únicamente es necesario sustituir, en la formula anterior, la velocidad
rectilínea uniforme con la forma que expresa la velocidad incrementada por la
v 0 +at
aceleración, v= Las fórmulas de transformación en el movimiento uniformemente
2
acelerado quedarían de la siguiente manera, si seguimos al pie de la letra las
prescripciones del doctor Einstein.
1
x−
2
( v 0 t+a t )
2

x'=


1 ,
( v 0 +at )2
2
1− 2
c
y '= y ,
z ' =z ,

( )
1
( v +a t )
2 0
1− t
c
t '=


.
1 2

2
( v 0 +at )
1−
c2
Si los sistemas acelerados son como campos gravitatorios, entonces, haciendo al eje de
las x coincidente con la línea de fuerza gravitacional, de acuerdo con los propios
supuestos de Einstein, las ecuaciones de transformación del movimiento gravitacional
quedarían así

111
Albert Einstein, On the relativity principle and the conclusion drawn from it, The collected Papers of
Albert Einstein, Volume 2: The Swiss Years: Writings 1900-1909 (English translation supplement)
Doc. 47. English Translation. Anna Beck Translator. Peter Hanas Consultant. John Stachel, Editor.
[Jahrbuch der Radioactivitat und Elektronik 4 (1907): pp. 411-462

168
1
−x−
2
( v0 t + g t )
2

x '=


2
1 y
2
( v 0 +g t )
1− 2
c

( )
1
( v +g t )
2 0
1− t
c
t '=


.
1 2
( v +¿ )
2 0
1−
c2
en donde g es la aceleración debida a la fuerza de gravedad.
Einstein niega los instrumentos teóricos que ha desarrollado previamente y se lanza a un
agitado mar que contiene una mezcla informe de elementos matemáticos y geométricos,
los cuales maneja a su antojo para llegar a la conclusión ya adelantada de la dilatación
del tiempo por efecto de la aceleración y, en consecuencia, también a causa de la fuerza
de gravedad.
En su “experimento mental” (¡otro más!) establece, con la sola fuerza de su pensamiento,
tres sistemas de coordenadas cartesianas, denominadas respectivamente, S, que se
encuentra en reposo, ∑, que tiene un movimiento acelerado con respecto a S y S', cuyos
ejes coordenados coinciden en todo momento con los ejes coordenados de ∑.
Adscribe un tiempo específico a cada uno de los sistemas de coordenadas, t a S, t' a S' y σ
a ∑; al instante posterior a t' lo denomina τ.
t es el tiempo en el sistema S, t' es el tiempo en el sistema en movimiento rectilíneo
uniforme S'; S y S' se encuentran en el mismo tiempo geocéntrico y, como ya lo hemos
demostrado suficientemente, el desplazamiento físico no produce ningún efecto en el
ámbito temporal en el que los sistemas están y se mueven; por tanto, los tiempos t y t' de
Einstein son lo mismo, el tiempo t geocéntrico. Como inmediatamente después se verá, se
sostiene que el sistema ∑ coincide en todo momento y en todas sus partes con S' por lo
que t, t' y σ son iguales, el t geocéntrico; τ, la unidad temporal posterior a t' es también la
unidad t del tiempo geocéntrico, por lo que la unidad que mide t, t', σ y τ, es el segundo, la
unidad temporal geocéntrica.
A los ejes del sistema S los nombra x, y, z, a los de ∑, ξ, η, ζ y a los de S', x', y', z'.
Postula que al tiempo t' de S' los valores de ∑ (ξ, η, ζ) son iguales que los de S' (x', y', z').
El problema que se plantea Einstein es la determinación del comportamiento de los
relojes (el tiempo) en un sistema de coordenadas ∑ en movimiento acelerado respecto al
sistema S, es decir, la relación existente entre t, t´ y σ al momento τ inmediatamente
posterior a t', o, dicho de otro modo, la relación entre el tiempo τ y el tiempo local σ.
Acabamos de determinar que este es un problema completamente ficticio, sin ninguna
base científica, y que lo único que lo sustenta es la suprema estulticia del genio que
considera que sus aberraciones son grandes avances científicos.
Puesta de relieve la falsedad absoluta de los supuestos fundamentales de los que parte,
se sigue por necesidad que todos los desarrollos que realiza y las conclusiones a las que
llega son también totalmente erróneos, sin sentido físico alguno y que en lugar de abonar
a su hipótesis de la equivalencia de los sistemas acelerados y los campos gravitacionales
la desacredita por completo.
En el sistema S coloca dos puntos-evento que se encuentran en determinados lugares del
eje de las x y en tiempos específicos, de tal suerte que su relación con el sistema S' sea

169
v
t ' 1=t 1− x1 y
c2

v
t ' 2=t 2− x 2.
c2
La condición para que t'1 y t'2 sean sincrónicos, simultáneos en S', esto es, para que t' 1 =
t'2, es que
v v
t 1− x =t 2− 2 x 2.
2 1
c c
El prototipo de todos los sabios que en el mundo han sido, utiliza aquí una petitio principii
completamente falsa: existen dos tiempos distintos, t y t', y para fijar la diferencia aplica
la fórmula que ha forjado en su teoría especial, pero sin incluir el radical lorentziano

√ 1−
v2
c
2
, aunque reteniendo la disparidad espuria entre t y t' y determinándola de una

manera absurda, restando a t1 y t2, la parte v/c2 de los puntos x1 y x2, respectivamente.
Esto es así porque ha aplicado aquí acríticamente sus fórmulas de la transformación de
coordenadas, las cuales había desarrollado a propósito de la extensión (x) del viaje de un
rayo de luz y no de la posición x de un punto material.
Además, el elemento c2 fue el resultado de aplicar el teorema de Pitágoras al problema
clásico de la relatividad especial de la transformación de coordenadas en el
desplazamiento de un rayo de luz; en el “experimento mental” que analizamos se trata de
la posición de un punto material, en cuya determinación nada tiene que ver la velocidad de
la luz. La utilización de c2 obedece a la arrogancia del sabio que considera los resultados
de sus disparatadas elucubraciones como constantes de la naturaleza por él felizmente
descubiertas y las cuales después atribuye a tontas y a locas a cualquier fenómeno físico
que se le pone enfrente.
De la ecuación de igualdad de los tiempos t1 y t2, un verdadero engendro físico-
matemático-geométrico, por medio de deleznables manipulaciones algebraicas, Einstein
llega al resultado que ya había adelantado: en el sistema Σ el tiempo local del mismo, σ, es
menor que τ, el elemento de tiempo posterior a t', de acuerdo con la ecuación

σ =τ 1+
[ ] γξ
c
2 .

Desde luego que esta ecuación no tiene ningún valor, pues, según hemos establecido,
todos los tiempos que en su ofuscada mente ideó Einstein, t, t', σ y τ, son física y
astronómicamente iguales, por lo que la desigualdad postulada en este trabajo del
eminente sabio es absolutamente inválida. Además, como siempre le sucede, este
resultado que ha obtenido es por completo contrario a los supuestos de los que ha
derivado su argumentación; ha igualado los sistemas de coordenadas S' y Σ, de donde se
desprende que sus unidades temporales t' y σ son también, por necesidad, iguales y, por
lo consiguiente, el elemento temporal posterior a ellos, τ, tiene también igual valor en los
dos sistemas; sin embargo, con una astucia matemática encomiable, hace a τ = t' y < σ,
habiendo previamente postulado la igualdad de t' y σ. Para la abstrusa mentalidad
einsteiniana, τ es simultáneamente igual y menor que t'.
Desde la perspectiva del mismo discurso einsteiniano, el factor de Lorentz utilizado en la
anterior ecuación adolece cuando menos de tres errores.
1) Es la suma a la unidad de una relación y no la raíz cuadrada de la resta de una
relación a la unidad, como en la fórmula original, y el numerador de la relación es la
multiplicación de dos factores distintos y no el cuadrado de la velocidad del sistema de
referencia móvil.
2) Pero en lo que se manifiesta en toda su magnitud la inepcia matemática de Einstein es
en la configuración del numerador de esta ecuación. El factor original de Lorentz,

170
ajustado para la aceleración del sistema móvil, debería ser, en el lenguaje relativista,

√ ( )
2
1
( v +at )
2 0 , es decir, que el numerador de la relación sería, como en la ecuación del
1− 2
c
movimiento rectilíneo uniforme, una velocidad al cuadrado; pero en lugar de seguir su
propio camino, el antiguo escolar reprendido por su profesor de matemáticas elementales
introduce una fórmula irracional, la multiplicación de una velocidad (aceleración γ ) por una
distancia (ξ ), una operación estéril, sin resultado alguno posible, la clásica suma de peras
y manzanas. Formalmente, desde el punto de vista de la matemática básica, esta
ecuación del tiempo en el movimiento acelerado es por completo incorrecta; anula por
completo toda la argumentación que con base en ella despliega Einstein posteriormente.
3) En la relatividad especial, la transformación de coordenadas se hacía entre dos
sistemas distintos, uno fijo y otro móvil, el segundo de los cuales se desplazaba a lo largo
del eje de las x del primero; en la nueva versión, a la que ha dado vida el Dr. Frankestein
de la física, el cambio de coordenadas se hace entre dos sistemas, S' y Σ, que son iguales
punto por punto y se mueven simultáneamente, sobreimpuestos uno al otro; son uno y el
mismo. En su alucinante viaje especulativo, Einstein ha realizado las siguientes
intrépidas acciones mentales: ha creado dos entes distintos, después los ha convertido en
uno sólo, y por último ha restablecido la diferencia sin abandonar la igualdad.
Firmemente apoyado en el prejuicio que ha establecido de la equivalencia entre los
sistemas acelerados y los campos gravitacionales, Einstein extiende a la gravitación los
resultados referentes al movimiento acelerado obtenidos en su apasionante aventura de
pensamiento que estamos analizando.
Y esto lo hace a su manera típica: toma la fórmula conseguida, le proporciona el carácter
de ley física inobjetable, y ya investida con esta naturaleza la aplica a un fenómeno que se
desarrolla en circunstancias completamente distintas.
La conclusión a la que ha llegado Einstein es que la aceleración ha “hecho marchar más
rápido” el reloj en el sistema de coordenadas Σ.
Sin transición alguna, iguala el potencial gravitacional, es decir, la gravedad multiplicada
por la distancia al centro de fuerza, al que podría llamarse “potencial de aceleración”, esto
es, la aceleración multiplicada por la distancia ξ recorrida por el sistema Σ, y el resultado,
ф=γξ , lo sustituye en la fórmula previamente obtenida, la cual queda de la siguiente
manera σ =τ 1+
[ ] ф
c
2 , ecuación que es también inconsistente matemáticamente, como la

del tiempo en el movimiento acelerado, pues implica la multiplicación de una velocidad


por una distancia, una operación contra natura, híbrida, imposible de producir resultado
alguno, y físicamente un verdadero bodrio sin valor científico ninguno.
Esto significa, para el inefable sabio, que en el punto p de un campo gravitacional la

lectura del reloj es


(1+ cф )
2 veces más grande que el tiempo τ, o, dicho de otro modo, el

reloj en p corre
(1+ cф )
2 veces más rápido que un reloj idéntico colocado en la coordenada

de origen.
Ya hemos dejado establecido con precisión el carácter irracional de la pretensión
einsteiniana de la existencia de varios tiempos adscritos a los distintos sistemas de
coordenadas. También hemos expresado enfáticamente que hay un sólo tiempo, físico-
astronómico-geohomocéntrico, que rige para el universo “observable”, tanto para el micro
como para el macrocosmos y, desde luego, también para todos los sistemas de
coordenadas que el ingenio relativista pueda inventar.
De acuerdo con esto, la estulta proposición de Einstein, en la que sostiene que los
campos gravitacionales aceleran la marcha de los relojes, es una aberración, una

171
absoluta imposibilidad física.
Pero, además, esa conclusión contradice flagrantemente los mismos supuestos
anticipados por el físico. En el tratamiento del movimiento acelerado echó mano de tres
sistemas de coordenadas y la aceleración de los relojes se remitió al movimiento acelerado
de una de aquellas estructuras; en lo que se refiere a la gravitación, únicamente hay un
sistema de coordenadas determinado por la línea de fuerza gravitatoria y no se encuentra
en movimiento, sino en reposo. En el caso del movimiento acelerado, los puntos evento se
encuentran en el sistema en reposo; en el movimiento gravitatorio el propio objeto es el
que está en movimiento acelerado en un sistema de referencia fijo. En el análisis del
movimiento acelerado hizo una barroca transformación de coordenadas de x, y, z a ξ, η, ζ
y x', y', z'; en lo referente a la gravitación, no realizó ningún tipo de transformación y sólo
suponemos que utilizó un único sistema de coordenadas y de éste un eje solamente, al
cual hemos denominado x; la dilatación del tiempo por efecto gravitatorio la obtiene por
medio de la aplicación directa de la fórmula elaborada para el movimiento acelerado no
gravitacional. Tenemos, entonces, dos resultados: en uno, la dilatación del tiempo se ha
obtenido por medios metafísicos, a través del movimiento de un ente producido
mentalmente, un determinado sistema de coordenadas, cuyo desplazamiento acelerado
produce el funcionamiento más rápido de los relojes, seguramente incorpóreos; en el otro,
un movimiento real, la caída libre de un cuerpo en un campo gravitatorio, ocasiona la
alteración física de los relojes, los cuales funcionan más rápidamente y, en consecuencia,
el tiempo se dilata.
El taumaturgo de la física ha perfeccionado su método experimental: por medios mentales
solamente produce sistemas de referencia acelerados que alteran relojes intangibles, y
con ello, el tiempo real, haciéndolo más rápido; también especulativamente hace surgir
relojes etéreos a cuyos mecanismos altera una fuerza física real, la gravedad, lo que a su
vez modifica el tiempo real, dilatándolo.
Einstein especifica que los eventos registrados en el sistema S son dos posiciones; en lo
que sigue intentaremos poner sobre los pies el experimento mental einsteiniano y dotarlo
de sentido físico, considerando primero dos eventos y después dos movimientos.
Σ y S' se desplazan sobre el eje x del sistema S, por lo que tanto el tiempo como el espacio
de las dos primeras son los mismos que los del último; es decir, Σ, S' y S coexisten en las
mismas dimensiones espacial y temporal. El tiempo y el espacio son los mismos para los
tres sistemas.
Los eventos e1 y e2 son dos posiciones que se registran simultáneamente en S, de tal
manera que sus tiempos, t1 y t2, son iguales; su posición en S son dos puntos distintos en
el eje de las x, x1 y x2. Los tiempos t y las distancias x son medidos con el tiempo y el
espacio geocéntricos y, en obsequio a la estulticia einsteiniana, por relojes y reglas a ellos
ajustados.
Σ y S' se desplazan sobreimpuestos (ya que en todo momento coinciden sus ejes
1
coordenados) a la velocidad v, (v0 + at), a lo largo del eje de las x de S. Los puntos de los
2
ejes ξ y x' de los sistemas Σ y S' que coinciden con los que tienen los eventos en el eje x de
1
S, al tiempo t (t1 y t2 son simultáneos) son, ξ1 y x'1 = x 1− ( v t +a t 2) y ξ2 y x'2 =
2 0
1
x 2− ( v t +a t 2 ) .
2 0
Las posiciones e1 y e2 se registran en S' en tiempos distintos t1 y t2.
Entonces, las ecuaciones correspondientes, considerando que t1 y t2 son distintos,
1 1
quedan así: ξ1 y x'1 = x 1− ( v 0 t 1+ a t 1 ) y ξ2 y x'2 = x 2− ( v 0 t 2 +a t 2) .
2 2
2 2
Si los eventos e1 y e2 son dos movimientos rectilíneos uniformes (no acelerados) en el
sentido positivo a lo largo del eje de las x de S, los cuales tienen su origen en x, ξ y x' = 0
con una duración distinta t1 y t2 y una velocidad v, entonces x1 = vt1 y x2 = vt2; por lo

172
1 1
que ξ1 y x'1 = x 1−
2
( v 0 t 1+ at 1) y ξ2 y x'2 = x 2− ( v 0 t 2 +a t 2) .
2
2
2

Por último, si e1 y e2 son dos movimientos rectilíneos con aceleración constante, tenemos:
1 1 1
x 1=
2
( v 0 (1) t 1 +a 1 t 1) , x 2= ( v 0 (2) t 2 + a2 t 2 ), ξ1
2
2
2
y x'1 = x 1−
2
( v 0 t 1+ at 1) y ξ2 y x'2 =
2

1
x 2− ( v 0 t 2 +a t 2) .
2
2
La fuerza de gravedad produce una aceleración en la caída libre de un objeto hacia el
centro de fuerza. La aceleración de la gravedad puede ser representada, en la caída libre,
en un sistema de coordenadas que tenga a la línea de la fuerza acelerativa que actúa
sobre el objeto como el eje vertical x. Si se trata de la gravedad terrestre, entonces el
tiempo t es el tiempo geocéntrico en cualquier punto del globo y la aceleración g el
incremento de la velocidad de caída por unidad de tiempo en el campo gravitacional de la
tierra (por cierto que no es, como la considera la mecánica clásica y el propio Einstein, un
valor constante, sino variable en función del incremento de la fuerza de gravedad en la
medida en que el objeto se acerca al centro de fuerza).
Si denotamos en el eje de las x el punto de partida de la caída libre como x1 y el punto
final de la misma como x2, tendremos entonces que la distancia entre los dos puntos es
1
x = x2 - x1 = ( v t + g t 2 ) . Para la representación de la caída libre de los cuerpos en un
2 0
campo gravitacional únicamente es necesario un sistema de coordenadas cartesianas y de
éste únicamente se utiliza el eje que coincide con la línea de fuerza atractiva, al cual
arriba hemos denominado eje x. El tiempo t es sólo uno, el mismo que rige para el sistema
de coordenadas y el campo gravitatorio; el tiempo geocéntrico transcurre igual para la
totalidad del campo gravitatorio.
Primera formulación de la teoría del campo gravitatorio
En suma:
1.- Las diferencias de potencial gravitatorio dan lugar a que en un mismo campo la
gravedad haga caminar más rápidamente un reloj que otro. La medida de la diferencia es
el factor de Lorentz.
Para Einstein se trata de un fenómeno físico que tiene implicaciones metafísicas. La
gravedad hace caminar más rápidamente los relojes y con ello dilata el tiempo general,
universal. La gravedad tiene un doble efecto, de acuerdo con el sistema de referencia
desde el que se le considere; esto es, en el sistema K es el efecto físico, normal y en K' es
el efecto metafísico, pero siempre tratándose de la misma gravedad y el mismo objeto o
proceso afectado.
2.- La gravedad produce la curvatura de los rayos luminosos (y en general de todas las
radiaciones electromagnéticas) en una medida que está determinada por el factor de
Lorentz.
En un papel de 1911, On the influence of Gravitation on the Propagation of Light 112,
Einstein continúa explorando los terrenos de la teoría de la gravedad como parte de la
teoría de la relatividad general.
§ 1. Una hipótesis relativa a la naturaleza física del campo gravitacional
En un campo gravitacional homogéneo (aceleración debida a la gravedad γ) existe un
sistema de coordenadas K en reposo, el cual está orientado de tal manera que las líneas de
fuerza del campo gravitacional corren en la dirección del eje de las z negativo. En un
espacio libre de campos gravitacionales situemos otro sistema coordenado K' que se mueve
con una aceleración uniforme (aceleración γ) en la dirección del eje de las z positivo. Para no
complicar innecesariamente el análisis, dejaremos de lado por lo pronto la teoría de la
relatividad y consideraremos, en lugar de eso, los dos sistemas de acuerdo con la
cinemática convencional, y los movimientos que ocurran de acuerdo con la mecánica
tradicional.
Puntos materiales no sujetos a las acciones de otros puntos materiales se mueven con
112
Ibídem. pp. 301-310

173
relación a K así como a K' de acuerdo con las ecuaciones
d2 xv d2 y v d2 zv
=0 , =0 =−γ
dt2 dt2 dt2
Para el sistema acelerado K', esto se deriva directamente del principio de Galileo, pero para
el sistema K en reposo en un campo gravitacional homogéneo, esto se sigue de la
experiencia de que todos los cuerpos se mueven con la misma aceleración constante en tal
campo (subrayado por GRE). Esta experiencia de la idéntica caída de todos los cuerpos en el
campo gravitacional es una de las experiencias más universales que la observación de la
naturaleza nos ha proporcionado; sin embargo, a esta ley no se le ha dado un lugar
apropiado en los fundamentos de nuestro edificio físico.
Pero llegamos a una muy satisfactoria interpretación de la ley empírica [la aceleración igual
de los cuerpos en campos gravitatorios] si asumimos que el sistema K y K' son físicamente
equivalentes, esto es, si asumimos que el sistema K podría igualmente ser concebido como
ocurriendo en un espacio libre de un campo gravitacional; pero en este caso, debemos
considerar K como uniformemente acelerado. Dada esta concepción, no se puede hablar
más de aceleración absoluta del sistema de referencia, entonces se puede hablar de un
sistema de velocidad absoluta en la teoría ordinaria de la relatividad. Con esta concepción,
la caída igual de todos los cuerpos en un campo gravitacional es evidente por sí mismo .
(Subrayado por GRE)113.
Einstein sostiene que puntos materiales que se desplazan en un espacio libre de fuerzas
gravitacionales tienen, en relación con un sistema de coordenadas acelerado, la misma
aceleración del sistema y recorren la misma distancia, en el tiempo t. Puntos materiales
en un campo gravitacional (sujetos por tanto a una aceleración) se desplazan a la misma
velocidad y recorren distancias iguales en tiempos iguales.
Se trata de puntos materiales con masa y energía idénticas. En el primer caso, ellos se
mueven de cualquier manera en el sistema fijo, pero, según Einstein, tienen, de acuerdo
con el principio galileano, una aceleración igual [pero en sentido contrario] que el sistema
de referencia acelerado. En el segundo caso también se trata de puntos materiales con
masa y energía idénticas para cada uno, a los que se aplica la fuerza gravitatoria, la cual
produce en ellos una aceleración constante y los hace recorrer distancias iguales en
tiempos iguales.
Einstein ha hecho una más de sus incontables trapacerías teóricas. Advirtiendo que se
atiene en su análisis a la cinemática convencional y a la mecánica tradicional, pone en
juego, en su “thought experiment”, puntos materiales (una abstracción), un sistema de
coordenadas fijo (en un campo gravitacional) y un sistema de coordenadas acelerado
(ambos también productos exclusivamente mentales). Coloca uno frente al otro los dos
sistemas y en un lugar indefinido a los puntos materiales en movimiento. Pretende
extraer consecuencias de la relación de los puntos materiales con un sistema (en
movimiento constantemente acelerado en un espacio sin campos gravitacionales) que
sean igualmente válidas para su vínculo con el otro sistema (en reposo en un campo
gravitacional). El subterfugio que utiliza Einstein consiste en que pone uno frente a otro a
dos fenómenos completamente distintos. En uno, los puntos materiales, cualquiera que
sea su movimiento o que se encuentren en estado de reposo, son referidos a un sistema
constantemente acelerado y es este movimiento, no el propio de los objetos, el que
obtusamente se considera como atributo suyo y el que va a ser el punto de comparación,
esto es, un movimiento que de ninguna manera poseen los puntos materiales en cuestión.
En el otro, es el propio movimiento de los objetos en caída libre el que se considera. De la
primera parte de su experimento, el sabio extrae la amañada conclusión de que los
puntos materiales se desplazan a una misma velocidad acelerada, pues les ha atribuido
estultamente la del sistema acelerado. A partir de aquí, inmediatamente establece que
esta conclusión es aplicable a la caída libre de puntos materiales en un campo

113
Albert Einstein, On the influence of Gravitation on the Propagation of Light, The collected Papers of
Albert Einstein, Volume 3: The Swiss Years: Writings 1909-1911 (English translation supplement)
Doc. 23. English Translation. Anna Beck Translator. Don Howard, Consultant. Edited by Martin J.
Klein, A. J. Kox, Jürgen Renn, and Robert Schulman [Annalen der Physik 35 (1911): 898-908]

174
gravitacional y, remata: lo cual proporciona el carácter de evidente por sí mismo al principio
de la caída igual de los cuerpos. El mecanismo es el siguiente: establece un hecho
completamente falso: el movimiento acelerado de los puntos materiales que en realidad es
el de un sistema de coordenadas acelerado; de ahí extrae la conclusión de que los puntos
están sujetos, no obstante el movimiento que realmente poseen, a un movimiento
acelerado en relación con el sistema acelerado y que éste es su movimiento característico
e independiente de sus masas y de las fuerzas que las impelen; no lo expresa así, pero se
sigue de toda su argumentación que, en este tenor, objetos de diferente masa tienen la
misma aceleración, pues absurdamente se les atribuye la del sistema acelerado (para la
mecánica newtoniana, de acuerdo con F = ma y a = F/m, una aceleración igual de masas
iguales se obtiene de la aplicación de una fuerza idéntica y la distancia transitada es la
misma para todos los puntos; pero, igualmente, masas distintas sujetas a diferentes
fuerzas tienen aceleraciones desemejantes y recorren espacios variables; de ninguna
manera, ni de acuerdo con la mecánica newtoniana ni con el sentido común, masas
distintas sujetas a fuerzas iguales tienen aceleraciones iguales); este postulado, que el
sabio alardea ha establecido sin salirse de los límites de la física convencional y
tradicional newtoniana (en realidad le ha atribuido a Newton horrores teóricos que nunca
enunció y que tampoco se desprenden del cuerpo de principios de la doctrina de este sí
verdadero sabio), es utilizado por Einstein para darle sustento pretendidamente científico
a lo que hasta ahí había sido considerado como un hecho de la experiencia sin
explicación científica alguna: la caída igual de todos los cuerpos en los campos
gravitacionales. Es evidente que la zafia argumentación de Einstein no proporciona
ningún carácter científico a ese “principio”; al contrario, lo deja igual como estaba
anteriormente, huérfano de cualquier soporte teórico.
En un capítulo previo hemos demostrado la falsedad del “principio” de la caída igual de
los cuerpos, la falta absoluta de justificación para el mismo en la ciencia física y la total
contradicción en que se encuentra con todos los postulados de la mecánica racional.
Para Einstein, interesado en probar mediante cualquier artimaña sus disparates, la
aceleración igual en la caída libre de puntos materiales idénticos se explica, no por los
sanos principios físicos, sino por “la más universal de las experiencias que la observación
de la naturaleza nos ha proporcionado”, “la caída igual de todos los cuerpos”; el
despropósito einsteiniano radica en que extiende lo que es cierto para puntos materiales,
que por definición tienen masas iguales, a cuerpos con masas distintas, que son a los que
se refiere la llamada ley de la caída igual de los cuerpos (prejuicio galileano aceptado
acríticamente por Newton); considera que así se hace evidente por sí misma esta ley “a la
que no se le ha dado un lugar apropiado en los fundamentos de nuestro edificio físico”;
esto último significa que no se ha proporcionado soporte en la ciencia física a lo que sólo
es una hipótesis, no comprobada ni comprobable, que contradice todos los principios
científicos ampliamente confirmados experimentalmente de la mecánica; aceptar su validez
es abdicar de la ciencia física y colocar en su lugar los prejuicios más aberrantes.
Este absurdo físico es “probado” por Einstein, en otro trabajo del cual en seguida
transcribimos la parte correspondiente, por medio de un argumento en el que esplende
toda la estulticia relativista: coloca objetos de diversas masas suspendidos en su lugar
etéreo favorito, aquel en el que no hay materia, ni gravedad, ni nada; a su lado, hace
surgir dos productos mentales que también se encuentran fuera del mundo material, un
sistema de coordenadas en reposo y otro que se mueve con relación al primero con una
aceleración constante; entonces, la estulta conclusión de Einstein es que ¡objetos de
diversas masas, los cuales no están dotadas con ningún movimiento, tienen una misma
velocidad acelerada en relación con el sistema de coordenadas móvil! Y esto tiene que ser
así en la lógica torpe de Einstein para que concuerde con el prejuicio teórico de la
aceleración igual de los cuerpos en caída libre, cualquiera que sea su masa.
Sea K un sistema inercial. Masas que están suficientemente alejadas una de la otra y de
otros cuerpos están entonces, con respecto a K, libres de aceleración. Debemos también
referir estas masas a un sistema de coordenadas K’, uniformemente acelerado con respecto
a K. Con relación a K’ todas las masas tienen aceleraciones iguales y paralelas [NB. Esto es

175
así, según Einstein, porque situados frente al sistema acelerado, los objetos sin movimiento
se alejan relativamente de K’ y lo hacen precisamente a la velocidad de este sistema de
coordenadas; de ahí la estulta conclusión que esos cuerpos se muevan a la misma velocidad
con independencia de sus masas, como curiosamente también sucede en la caída libre.
GRE]; con respecto a K’ ellas se comportan justamente como si un campo gravitacional
estuviese presente y K’ no tuviese aceleración. 114
En el caso de la partícula en el sistema K (un campo gravitacional), nos encontramos con
una fuerza acelerativa determinada (potencial gravitacional) que actúa sobre la masa de
los cuerpos en los mismos términos que se desprenden de la fórmula precitada, F = ma;
esto es, ya que la fuerza ejercida es la misma, la medida de la masa determina la
aceleración del objeto que cae, la cual es mayor en cuanto más grande es la masa. En la
caída libre los cuerpos descienden con una aceleración determinada por sus masas:
cuerpos con masas distintas caen con velocidades diversas. Esta es la conclusión
físicamente correcta, acorde con todos los principios de la mecánica.
Sin embargo, para Einstein tiene más valor científico, en realidad un valor científico
fundamental, pues lo hace el basamento teórico de su doctrina de la relatividad general,
“la extremadamente extraña y confirmada experiencia de que todos los cuerpos en el
mismo campo gravitacional caen con la misma aceleración...”.115
¡Una “extremadamente extraña experiencia” convertida en el fundamento de la teoría
pretendidamente científica mas ponderada de los últimos 150 años! Sobre este cimiento
tan feble se ha levantado un contrahecho edificio, la teoría de la relatividad general,
construida con garrafales errores físicos, matemáticos y geométricos, supuestos
absurdos, ejemplos infantiles y una soberbia intelectual inversamente proporcional a la
validez científica de sus hipótesis.
Esta argucia de Einstein tiene como finalidad dar la apariencia de una teoría
científicamente razonable a los extravíos de su relatividad general. El punto de partida es
la distinción conceptual entre masa inercial y masa gravitacional. Esa diferencia la hace
residir en un distinto comportamiento de la misma masa en situaciones distintas; cuando
la masa se mueve en ausencia de un campo gravitacional, entonces la inercia de los
cuerpos los lleva a tener la misma velocidad que el sistema uniformemente acelerado al que
se les refiere, no obstante cuales sean su masa y movimiento específicos; en un campo
gravitacional, la característica gravitacional de la masa, sostiene Einstein, da como
resultado que cuerpos de masa distinta, afectados por fuerzas atractivas diferentes (mayor
la que actúa sobre la masa mayor), se muevan con aceleraciones iguales y recorran las
mismas distancias (un verdadero sin sentido físico que es el cimiento del llamado
“principio de equivalencia”, éste, a su vez, el corazón mismo de la teoría einsteiniana de la
gravitación).
El juego de manos es evidente: intenta desacreditar la mecánica newtoniana para
sustituirla libremente con la “mecánica relativista”, pero para ello utiliza el mismo
prejuicio galileano, incidentalmente avalado por Newton, de la caída igual de los cuerpos;
con esto, niega todo el enorme caudal de contenido científico de la mecánica clásica y sólo
deja de ella, y lo hace el fundamento de su aberrante alucinación, una hipótesis menor,
falsa y sin ningún sustento teórico, a la que Newton sólo concedió una mínima
importancia, y eso de una manera ocasional.
Lo verdaderamente asombroso es que la “nueva” teoría gravitatoria únicamente tiene dos
febles elementos: la decantada hipótesis galileana de la caída igual de los cuerpos en un
campo gravitatorio y el pretendido descubrimiento (teórico) einsteiniano de la deflexión
(curvatura) de los rayos luminosos a causa de la gravitación.
Es notable el contraste entre el exuberante contenido científico de la mecánica
newtoniana y la indigencia intelectual de la “teoría” gravitacional de la relatividad general.
La montaña relativista parió un enjuto ratón. La llamada presuntuosamente por Einstein

114
Ibídem, pp.379- 380.
115
Einstein, Albert, Four Lectures on the Theory of Relativity. Held at Princenton University in May
1921. The Collected Papers of Albert Einstein. Volume 7. The Berlin Years: Writtings. 1918-1921.
Doc.71. English Translation. Alfred Engel, Translator. Engelbert Schucking. Consultant. P.317 .

176
nueva teoría de la gravitación no ha aportado absolutamente nada al desarrollo de la
ciencia física y sí, por el contrario, ha sido el punto de partida para la perpetración del
fraude científico más estentóreo de que se tenga noticia, el cual se ha prolongado por más
de cien años.
La hipótesis de la caída igual de los cuerpos no tuvo mayor desarrollo en manos de los
relativistas; esencialmente fue utilizada para darle “brillo y esplendor” a los dislates
einsteinianos que en la imaginación relativista sustituyeron a la mecánica newtoniana. La
proposición de la curvatura gravitacional de los rayos luminosos fue empleada para
sustentar el lado izquierdo de la segunda ecuación de Einstein. Integrada al tensor de
Ricci, permitió establecer los parámetros de la llamada curvatura del espacio tiempo a
través del grado de deflexión que experimenta un hipotético rayo de luz al transitar por el
espacio-tiempo curvado por la fuerza gravitatoria generada por cierta cantidad de materia
y energía, expresada ésta por los diversos tensores contenidos en el lado derecho de la
ecuación. Desde luego que esa segunda ecuación es una mala copia, una
desnaturalización brutal de la ecuación de Poisson; ésta es considerada como la ecuación
canónica del campo gravitacional newtoniano, la cual por tanto incluye y es fiel a todos
los principios teóricos de la mecánica científica. El súmmum de la “ciencia” relativista
consiste en sustituir la atracción newtoniana por la curvatura del espacio tiempo y, por
ejemplo, calcular las órbitas planetarias por fórmulas abstrusas que a fin de cuentas dan
resultados iguales o parecidos a los de la mecánica clásica, sin aportar nada nuevo en
este terreno.
Einstein da un salto al vacío. En lo que respecta al campo gravitacional, abandona el
supuesto necesario de que las masas de los puntos materiales son iguales y adopta el
prejuicio galileano (que ya hemos estudiado detenidamente) de la aceleración igual a
cuerpos con masas distintas.
Esto es totalmente falso y este craso error es el fundamento de todo el andamiaje de la
teoría de la gravitación de la relatividad general.
Einstein sostiene que son idénticos los efectos físicos de la aceleración en un espacio sin
fuerza de gravedad que los que se producen en un campo gravitatorio.
El propósito del trabajo que analizamos es establecer la total equivalencia de los sistemas
acelerados no gravitacionales y los sistemas gravitacionales. Hemos visto, con el
suficiente detalle y la diligencia requerida, que el “experimento mental” y las fórmulas que
de él se derivan, demuestran fehacientemente la absoluta falsedad de ese principio. Con
ello se despoja de cualquier base racional a la teoría de la relatividad general y, en
consecuencia, a todo lo que de ella se deriva, principalmente a la “ecuación de Einstein” y
a las distintas soluciones a la misma, especialmente la que proporciona la teoría del “big
bang”
En lo que sigue, Einstein continúa explorando las situaciones en las que puede encontrar
la supuesta equivalencia entre los sistemas acelerados y los campos gravitacionales.
§ 2. Sobre la gravedad de la energía
La teoría de la relatividad ha mostrado que la masa inercial de un cuerpo se incrementa con
E
su contenido de energía en E, entonces el incremento en la masa inercial es 2 , en donde c
c
denota la velocidad de la luz. ¿Pero, hay también un incremento en la masa gravitacional
correspondiente a este incremento en la masa inercial? Si no, entonces un cuerpo caería
con aceleración diferente en el mismo campo gravitacional, dependiendo de su contenido de
energía.
El muy satisfactorio resultado de la teoría de la relatividad, de acuerdo con la cual el
principio de conservación de la masa se une con el principio de la conservación de la
energía, no sería posible mantenerlo porque la vieja formulación del principio de la
conservación de la masa tendría de hecho que ser abandonado para la masa inercial, pero
mantenida para la masa gravitacional.
Esto debe ser considerado muy desafortunado. Por otro lado, la teoría ordinaria de la
relatividad no nos proporciona argumento alguno del cual pudiéramos concluir que el peso
de un cuerpo depende de su contenido de energía. Pero nosotros mostraremos que la
energía de la gravitación es una consecuencia de nuestras hipótesis de la equivalencia de

177
los sistemas K y K'.116
En seguida Einstein hace un nuevo desarrollo de lo que ya expuso en el documento No.
60 del volumen 2, On the development of our views concerning to the nature and
constitution of radiation117.
Consideremos dos sistemas materiales S1 y S2 que están dotados con instrumentos de
medición y situados en el eje de las z de K a una distancia h uno del otro, de tal manera
que el potencial gravitacional en S2 es mayor por γ.h que el de S1. Supongamos que S2 ha
enviado una cierta cantidad de energía E hacia S1 en la forma de radiación. Sean las
energías en S1 y S2 medidas con un conjunto de aparatos que son completamente idénticos
cuando son llevados al mismo lugar en el sistema z y entonces comparados uno con otro.
Nada puede ser asegurado a priori acerca del proceso de esta transmisión de energía,
debido a que no conocemos cómo el campo gravitacional influye sobre la radiación y los
instrumentos de medición en S1 y S2.
Pero de acuerdo con nuestra suposición de equivalencia entre K y K', podemos reemplazar
el sistema K, que está situado en un campo gravitacional homogéneo, con el sistema K' libre
de gravedad, el cual se mueve con aceleración uniforme en la dirección positiva del eje de
las z, al cual los sistemas materiales S1 y S2 están firmemente adheridos.

y
S2

x
S1

Figura No. 8

Evaluaremos el proceso de transferencia de radiación desde S2 a S1 desde un sistema no


acelerado K0. Al momento cuando la energía de radiación E2 ha sido emitida desde S2 a S1,
la velocidad de K' con respecto a K0 será cero. La radiación llegará a S1 después de que un
116

Einstein, Albert, Fundamental Ideas and Methods of the Theory of relativity, Presented in Their
development, The Collected Papers of Albert Einstein. Volume 7. The Berlin Years: Writtings. 1918-
1921. Doc.31, English Translation. Alfred Engel, Translator. Engelbert Schucking. Consultant. p.
136
117
Einstein Albert, On the influence of Gravitation on the Propagation of Light, The collected Papers of
Albert Einstein, Volume 3: The Swiss Years: Writings 1909-1911 (English translation supplement)
Doc. 23., pp. 380-381

178
tiempo h/c haya transcurrido (en una primera aproximación). Pero en este momento la
velocidad de S1 con respecto a K0 será γ.h/c = v. Entonces, de acuerdo a la teoría de la
relatividad ordinaria, la radiación que ha llegado a S 1 no tendrá la energía E2 sino la energía
más grande E1, la cual se relaciona con E2, en una primera aproximación, por la ecuación

( vc )=E (1+ γhc )


E1=E 2 1+ 2 2 .118

Superándose a sí mismo (lo cual no es cualquier cosa), con base en los postulados a los
que llegó en el trabajo mencionado, expone unos enrevesados razonamientos mediante los
cuales llega a lo siguiente:
Para evaluar los resultados, en la energía de dos cuerpos, de la emisión de radiación de
uno hacia otro en un campo gravitacional, reemplaza éste con un sistema libre de
gravedad que se mueve aceleradamente; esto es posible porque para la relatividad general
los efectos físicos de ambos sistemas son equivalentes. Introduce un sistema de referencia
en reposo desde el cual se observa y mide la energía del emisor y recipiente antes y
después de la emisión. Al final del proceso, la energía recibida por el objeto receptor E 1 es
mayor que la energía emitida por el emisor E2 . Y no lo es como resultado de algún proceso
físico que hubiese aumentado la energía de las radiaciones en el camino, sino porque así
aparece para el observador en el sistema de referencia fijo debido al movimiento del
sistema acelerado sobreimpuesto a aquel en que se produce la emisión-recepción, y lo es
en la medida en que lo determina... ¡el factor de Lorentz! (o algún sucedáneo del mismo,
también inventado por Einstein).
El “thought experiment” es desarrollado por Einstein de la siguiente manera.
Establece tres sistemas de coordenadas: un sistema K, fijo, en un campo gravitacional
con gravedad λ, otro, K’, acelerado con aceleración γ, en un espacio libre de gravedad, y
uno más, K0, fijo en su relación con K’.
Los tres sistemas están representados gráficamente en uno sólo (ver gráfico).
Considera la existencia de dos sistemas materiales, S1, el cual posee una energía E1, y S2,
con una energía E2, a los cuales coloca originalmente en el eje de las z del sistema K. Los
objetos están separados por la distancia h.
Sin explicación alguna, retira los objetos materiales del sistema K, en el cual los había
colocado originalmente, y los traslada al sistema K’.
Hace que simultáneamente se inicie el movimiento acelerado de K’ en el sentido positivo
del eje de las z y la emisión de un haz de radiaciones desde S2 hacia S1, en el sentido
negativo.
Al final del viaje del haz de radiaciones, Einstein encuentra los siguientes valores: tiempo
del traslado del haz de luz de S2 a S1, h/c, velocidad de desplazamiento del sistema
acelerado, γ.t (h/c).
Manifiesta Einstein que “de acuerdo a la teoría ordinaria de la relatividad”, esto es, la
teoría de la relatividad especial, el movimiento acelerado del sistema K (a cuyo eje z los
sistemas materiales están firmemente adheridos) produce cambios físicos en la energía de
los objetos, concretamente un aumento de la misma entre el momento de partida de la
emisión y el de llegada a S2.
La medida de ese aumento está dada por una variación del factor de Lorentz que Einstein
obtiene mediante una chapucería algebraica, como es su inveterada costumbre.

En la fórmula que arriba insertamos, establece la igualdad entre (1+ vc ) y (1+ γch )
2 , es

decir, entre v y γh y c y c2; la velocidad v que el sistema acelerado alcanza cuando la

118
Einstein, Albert, On the development of our views concerning the nature and constitution of
radiation, The collected Papers of Albert Einstein, Volume 2: The Swiss Years: Writings 1900-1909
(English translation supplement) Doc. 60. English Translation. Anna Beck Translator. Peter Havas,
Consultant. Edited by John Stachel, David C. Cassidy, Jürgen Renn, and Robert Schulman. In:
Physikalische Zeitschrift 10 (1909): 817-825

179
1
emisión llega a S2 es ( v + at ) y de ninguna manera γh, operación que ya hemos visto es
2 0
irracional y no tiene ningún resultado posible; igualmente, bajo ninguna circunstancia c
es igual a c2; por lo tanto, esos dos elementos de la ecuación no son iguales y, en
consecuencia, la ecuación es errónea algebraicamente. En su forma original, el factor es
una raíz cuadrada que se extrae a un binomio que es la resta a la unidad de una fracción
formada con la velocidad v al cuadrado como numerador y la de la luz, c al cuadrado,
como denominador. En el sucedáneo del factor de Lorentz que Einstein ha implementado
para este experimento, se trata de la suma a la unidad de la fracción formada por γh y c2.
Esta ecuación está deducida algebraicamente en forma incorrecta y además difiere
sustancialmente del factor de Lorentz originalmente determinado.
Esta pifia algebraica echa por tierra todo el aparato matemático que el físico utiliza y, por
ende, demerita definitivamente la totalidad de su “experimento mental”.
En la teoría de la relatividad especial, el factor de Lorentz es la constante que determina
la diferencia entre el espacio y el tiempo en un sistema de coordenadas fijo y estas
mismas dimensiones en un sistema en movimiento; este factor se aplica, desde luego,
únicamente al espacio y al tiempo en el que se producen los eventos físicos y no a las
otras características físicas de los objetos.
La teoría de la relatividad especial fue configurada por Einstein mediante la superación y
la negación de la teoría de Lorentz,
Ante el fracaso del experimento Michelson-Morley, Lorentz discurrió que el “null result”
tenía su causa en que el movimiento de traslación de la tierra había acortado el brazo del
interferómetro en la misma medida que Michelson esperaba que el rayo de luz se redujera
en su viaje en sentido contrario al movimiento de la tierra en su órbita. Una hipótesis
físicamente absurda, rechazada rotundamente por la experiencia, una mera ocurrencia, es
presuntamente convalidada con una no menos absurda hipótesis de la alteración de las
dimensiones físicas de los objetos a causa del movimiento y en la misma medida que la
imaginación y la matemática párvula de Michelson habían determinado.
Einstein intuye que en todo este sin sentido físico hay suficiente materia prima para
elaborar una nueva teoría física que sorprenda y maraville al mundo.
Para ello, deja los terrenos de la prosaica realidad y se eleva a la dimensión de la
metafísica pura; atribuye el cambio físico Michelson-Lorentziano (en el rayo y en el
interferómetro) a alteraciones en el tiempo y el espacio, esto es, a que en el sistema móvil
el espacio y el tiempo se han contraído y dilatado respectivamente. La medida de esas
alteraciones no es otra que aquella que se determinó en las físicamente absurdas
hipótesis, jocosas ocurrencias, de Michelson y Lorentz.
En el “thought experiment” que atendemos, Einstein deja de lado el planteamiento
original de su teoría de la relatividad especial y vuelve a la hipótesis lorentziana de la
alteración física, pero ahora atribuida al movimiento acelerado. Sin embargo, retiene el
mismo factor que cuantifica esas transformaciones, la constante de Lorentz, a la que
ahora presenta de una manera un tanto diferente.
En la relatividad especial el movimiento rectilíneo uniforme genera la contracción del
espacio y la dilatación del tiempo. En la relatividad general el movimiento acelerado
produce la alteración de los procesos físicos (por ejemplo, el incremento de la energía de
las radiaciones).
Einstein ha puesto en funcionamiento un método de investigación científica muy peculiar.
Primero se sacó del magín la hipótesis absurda de la contracción del espacio y la
dilatación del tiempo, después la dotó de un aparato matemático conformado con las
ocurrencias físico-matemáticas de Michelson y Lorentz, en seguida concedió al producto
de ese pitorreo, al factor de Lorentz, el carácter de una constante física de validez
universal y, por último, se dedicó a promover al conjunto de esas patrañas como una
doctrina científica plenamente válida que incluso superaba ampliamente a la mecánica
newtoniana.
Para el año de 1911, fecha del escrito de Einstein, bajo el impulso de su inagotable

180
egolatría y con la entusiasta colaboración de una legión de seguidores, la teoría de la
relatividad había crecido enormemente (desarrollos, ampliaciones, refinamientos,
correcciones, etcétera, todos ellos girando en torno al cuerpo central formado por las
ocurrencias físicas y garrafales errores matemático-geométricos de Michelson, Lorentz y
del propio Einstein) y se había posesionado ya de un amplio sector del espacio de la
ciencia física, el cual no le correspondía.
El trabajo teórico de los relativistas, con Einstein a la cabeza, consistió entonces en
aplicar los despropósitos de su “erudición” física a los más diversos fenómenos que se
presentasen ante ellos. El método utilizado era muy simple: atribuirle a un evento una
característica determinada, producto exclusivamente de la retorcida imaginación de los
investigadores, sin tener ningún apoyo en evidencia física alguna, y luego demostrarla
mediante el empleo de todas las patrañas relativistas, principalmente el “factor de
Lorentz”, al cual la ignorancia de esta pseudociencia le había concedido ya la cualidad de
una “constante física”.
De esta manera quedaba perfectamente legitimado el producto de la torcida imaginación
relativista e ingresaba a la ciencia física con el carácter de una verdad irrefutable, el cual
algún día la experiencia se encargaría de refrendar.
Es mediante este procedimiento presuntamente científico que en el “thought experiment”
que nos ocupa Einstein dota a su presuposición del incremento de la energía de un haz
de radiaciones a causa de la aceleración de la condición de una realidad inobjetable, de
una verdad científica.
Esta primera parte de la prueba de la equivalencia entre el movimiento acelerado y la
fuerza de gravitación es todo un fraude físico matemático, no tiene ninguna entidad, es la
nada físico-matemática.
En consecuencia, el principio de equivalencia es completa y absolutamente falso.
La verdad de este “thought experiment” es que la energía de las radiaciones que llegan a
E1 tiene por fuerza que haber disminuido en función de la distancia, ya que su
movimiento es, por definición, un gasto de su energía característica. Esta es la verdad
física del fenómeno.
Después de desentrañar el desempeño físico del haz de radiaciones en un sistema
uniformemente acelerado en un espacio sin gravedad, Einstein continúa su trabajo
utilizando todos los resultados ahí obtenidos para la determinación de lo que sucede con
los rayos en un campo gravitatorio.

De acuerdo con nuestra asunción, exactamente la misma relación debe regir en el caso en
donde este mismo proceso tiene lugar en el sistema K que no está acelerado pero está
provisto de un campo gravitacional. En este caso podemos reemplazar γh con el potencial
ф del vector de gravitación en S2 si la arbitraria constante de ф en S1 es puesta igual a
cero. Entonces tenemos

( )
E1=E 2 1+
E2
c
2
ф
Esta ecuación expresa el principio de energía para el proceso bajo consideración. La energía
E1 que arriba a S1 es más grande que la energía E2 (medida por la misma clase de
instrumentos) que fue emitida en S2, por el potencial de la masa E 2/c2 en el campo
gravitacional. Entonces, para que el principio de energía sea satisfecho, un potencial de
energía gravitacional correspondiente a la masa (gravitacional) E/c 2 debe ser adscrita a la
energía E antes de su emisión a S2. Nuestra asunción de la equivalencia de K y K' [sistema
no acelerado y sistema gravitacional] remueve entonces la dificultad mencionada al
principio de esta sección, la cual, la teoría ordinaria dejaba sin resolver. 119 p. 382
Einstein ha establecido lo que publicita como leyes físicas inobjetables, obtenidas por
medio de una teoría que posee un carácter científico plenamente justificado y pertenece

119
Einstein Albert, On the influence of Gravitation on the Propagation of Light, The collected Papers of
Albert Einstein, Volume 3: The Swiss Years: Writings 1909-1911 (English translation supplement)
Doc. 23., p. 381

181
ya al acervo de conocimientos de la humanidad, como la física newtoniana, por ejemplo.
Es por eso que ante cualquier fenómeno lo único que hace es aplicar automáticamente
aquellos supuestos principios físicos por él descubiertos, sin verse en la necesidad de
realizar ningún tipo de análisis.
Entusiasmado por lo que la potencia de su pensamiento ha logrado, Einstein se propone
metas más elevadas. En esta fase de su evolución intelectual desecha todo el andamiaje
utilizado en la primera parte de su experimento y, sin necesidad de sistemas de referencia
móviles, en forma directa, con sólo su enorme energía mental, genera cambios físicos en
los objetos que caen libremente en un campo gravitacional: la energía de un haz de
radiaciones que se desplaza libremente hacia el centro de fuerza de un campo gravitatorio
es mayor en el punto de llegada que en el punto de partida. Esto lo ha logrado sin tener
que apoyarse para nada en las leyes físicas de la gravitación, de tal manera que hubiese
derivado la reducción de energía de alguna propiedad física del campo gravitacional en
relación con el objeto, sino únicamente aplicando al caso lo que prescribe la necedad
relativista: la transformación de un fenómeno físico mediante la superposición a su

naturaleza real de una cualidad metafísica que lo hace cambiar en una

ésima parte su naturaleza específica (según el gusto y las necesidades de la


√ 1−
v2 ó
c
2
√1+
v2
c
2

argumentación); así, por ejemplo, en el “experimento” bajo consideración, la cantidad de


energía de las radiaciones experimenta esa variación exclusivamente metafísica.
Los factores de la metamorfosis de la naturaleza física en la cualidad metafísica de los
fenómenos, cuyo origen espurio ya quedó establecido plenamente en el segundo capítulo
de este trabajo, son presentados por Enstein como constantes físicas que se utilizan en el
macro y microcosmos, y también en el inframundo (viajes a través del tiempo, etcétera),
para llegar a la verdadera naturaleza de las cosas, a sus atributos metafísicos que se
ocultan tras de su índole física.
Este infortunado “thought experiment” einsteiniano, al igual que el anteriormente
examinado, echa por tierra el principio de equivalencia, lo despoja de todo carácter
científico, de su pretendida naturaleza de principio físico de validez universal, y con ello
deja sin fundamento a la teoría de la relatividad general.
Enstein sigue adelante en su propósito de ilustrar el principio de equivalencia, el cual,
desde luego, para él es una verdad científica inapelable.
§3. Tiempo y velocidad de la luz en el campo gravitacional
Si la radiación emitida en S2 hacia S1 en el sistema uniformemente acelerado K’ tiene la
frecuencia v2 con respecto a un reloj localizado en S2, entonces a su llegada a S1 su
frecuencia con respecto a un reloj idénticamente constituido localizado en S1 no será más
v2, sino, en una primera aproximación,

( )
v1 =v 2 1+
γh
c
2 .

Si ahora introducimos el sistema de referencia no acelerado K0 con relación al cual K’ no


tiene velocidad al momento en que la luz es emitida, entonces la velocidad de S1 con
respecto a K0 será γ(h/c) al tiempo en que la radiación arribe a S1 y de esto obtenemos
inmediatamente, con la ayuda del principio de Doppler, la relación que dimos arriba.
De acuerdo con nuestra hipótesis de la equivalencia de los sistemas K y K’, esta ecuación
también tiene validez para el sistema coordenado K, el cual está en reposo y en un campo
gravitacional uniforme, si la transmisión de radiaciones descrita tiene lugar en él. Entonces,
de esto se sigue que un rayo de luz emitido en un potencial gravitacional dado en S2, el cual
posee a su emisión la frecuencia v2 –comparada con un reloj localizado en S2- tendrá una
diferente frecuencia v1 a su llegada a S1, si esta frecuencia es medida por un reloj
idénticamente constituido localizado en S1. Sustituimos γh con el potencial gravitacional Ф
de S2, con respecto a S1 como el punto cero, y asumimos que nuestra relación, la cual fue
derivada para el campo gravitacional homogéneo tiene validez igualmente para campos
constituidos de manera diferente; entonces tenemos,

182
( )
v1 =v 2 1+
Ф
c2
.Este resultado (válido como una primera aproximación de acuerdo a

nuestra derivación) permite, para empezar, la siguiente aplicación. Sea v0 la frecuencia de


una fuente de luz elemental, medida por un reloj U que es leído en el mismo lugar. Esta
frecuencia es entonces independiente del lugar en el cual ambos, la fuente de luz y el reloj
estén colocados. Podríamos imaginar que ambos están situados en la superficie del sol (ahí
es en donde nuestro sistema S2 se localiza). Una parte de la luz emitida llega a la tierra (S1),
en donde medimos la frecuencia v de la luz que llega por medio de un reloj U, el cual tiene
exactamente la misma constitución que el reloj arriba mencionado. De acuerdo con (2a),
tendremos entonces

( Фc )
v=v 0 1+ 2 ,

En donde Ф es la diferencia del potencial gravitacional (negativa) entre la superficie solar y


la tierra. Entonces, de acuerdo a nuestra concepción, las líneas espectrales de la luz solar
deben correrse hacia el rojo si las comparamos con las correspondientes líneas espectrales
de las fuentes de luz terrestres, cambio relativo que monta
v 2−v −Ф
= 2 =2.10−6.
v0 c
Si las condiciones bajo las cuales las líneas solares son generadas fuesen conocidas
exactamente, este cambio sería accesible a la medición. Sin embargo, ya que factores
adicionales (presión, temperatura) ejercen influencia sobre la posición del centro de
densidad de las líneas espectrales, es difícil establecer si la influencia del potencial
gravitacional que ha sido derivada anteriormente realmente existe.
A primera vista, las ecuaciones (2) y (2ª) parecen afirmar algo absurdo. Si la transmisión de
luz de S2 a S1 es continua, entonces ¿cómo puede el número de períodos por segundo que
arriban a S1 ser diferente del de los que fueron emitidos en S2? Pero la contestación es
simple. No podemos simplemente considerar v2 y v1 como frecuencias (números de períodos
por segundo) porque no tenemos aún definido un tiempo en el sistema K. v2 denota el
número de períodos referido a la unidad de tiempo del reloj U en S2, y v1 el número de
períodos referido a la unidad de tiempo del reloj idénticamente constituido en S1. No hay
nada que nos obligue a asumir que los relojes U, los cuales están situados en diferentes
potenciales, deben ser concebidos como funcionando al mismo ritmo. Al contrario, debemos
ciertamente definir el tiempo en K de tal manera que el número de crestas y depresiones de
onda entre S2 y S1 sea independiente del valor absoluto del tiempo, porque el proceso bajo
consideración es estacionario por naturaleza. Si no se satisface esta condición, arribaríamos
a una definición del tiempo mediante cuya aplicación el tiempo influiría explícitamente en
las leyes de la naturaleza, lo cual seguramente sería antinatural e inconveniente. Entonces,
los relojes en S1 y S2 no dan ambos el “tiempo” correctamente. Si medimos el tiempo en S1
Ф
con el reloj U entonces debemos medir el tiempo en S 2 con un reloj que corre 1+ veces más
c2
lento que el reloj U cuando se compara con el anterior en una y la misma localidad . Porque,
cuando es medida con ese reloj, la frecuencia del rayo de luz considerado arriba es, en su
emisión en S2,

( Фc )
v 2 1+ 2 ,

y es entonces, de acuerdo con (2a), igual a la frecuencia v1 del mismo rayo de luz a su
arribo a S1.
De esto se sigue una consecuencia de significación fundamental para esta teoría. Esto es, si
la velocidad de la luz es medida en diferentes lugares en el sistema acelerado libre de
gravedad K’ por medio de relojes U idénticamente constituidos, los valores obtenidos son los
mismos. De acuerdo con nuestra suposición básica, lo mismo rige también para K. Pero, de
acuerdo con lo que ha sido dicho, debemos usar relojes de la misma constitución para
medir el tiempo en puntos de diferente potencial gravitacional. Para medir el tiempo en un
punto cuyo potencial gravitacional es Ф en relación con la coordenada de origen, debemos

183
emplear un reloj que, cuando es movido a la coordenada de origen corra
( )
1+
Ф
c2
veces más

lento que el reloj con el cual el tiempo es medido en la coordenada de origen. Si c0 es la


velocidad de la luz en la coordenada de origen, entonces la velocidad de la luz en un punto
con potencial gravitacional Ф estará dada por la relación

( )
c=c 0 1+
Ф
c2
.

El principio de la constancia de la velocidad de la luz no rige en esta teoría en la


formulación en la que es normalmente usada como base de la teoría ordinaria de la
relatividad.120
En esta parte de su trabajo, Einstein utiliza los mismos elementos y el mismo proceso de
emisión de radiaciones de su “thought experiment”.
Además del incremento de energía debido a la aceleración y la gravedad, Einstein
pretende que la frecuencia de las radiaciones se acrecienta por las mismas causas y en
igual medida.
Sin causa física alguna, sin un indicio siquiera, mediante el método metafísico que
acabamos de describir, se atribuye una característica inexistente a un evento
determinado.
El movimiento uniformemente acelerado del sistema K’ en relación con K0 tiene una
velocidad igual a la aceleración multiplicada por el tiempo, esto es, γ.h/c en el sentido
positivo del eje z; esa misma velocidad y dirección es la que tiene el conjunto de sistemas
materiales S1 y S2. La emisión de radiaciones se desplaza de S2 a S1 a la velocidad c, en
sentido contrario al sistema de coordenadas K’ y a los objetos en él situados. Toda la
estructura, incluido el rayo de luz en movimiento, se traslada en el sentido negativo de z a
la velocidad γ.h/c. El movimiento de todo el sistema no tiene relación física alguna
(distinta del recorrido conjunto) con el viaje del rayo de luz de S2 a S1; no altera en forma
alguna ni la masa, ni la energía, tampoco la frecuencia de las radiaciones.
Las radiaciones poseen una energía que en su fuente les ha proporcionado un proceso
atómico por el cual la fuerza de atracción que mantiene unidas las partículas sub-
atómicas se ha trocado en una enorme fuerza repulsiva que expele a los fotones fuera del
cuerpo emisor a una velocidad y con una frecuencia proporcionales a aquella potencia.
El proceso de vida del fotón es precisamente el gasto de esa energía repulsiva en su
movimiento específico; en su camino, la velocidad y la frecuencia de las vibraciones van
disminuyendo en proporción directa al trabajo realizado, es decir, al espacio recorrido. La
partícula tiene un destino incierto: puede continuar su camino hasta que agota la energía
repulsiva en un lugar lejano del espacio en donde, bajo determinadas circunstancias,
volverá a someterse a la fuerza de atracción que lo integrará a una nueva estructura
atómica; en su periplo puede encontrar medios de naturaleza distinta que ocasionarán su
reflexión, refracción o la detención de su movimiento; en los dos primeros casos, la
velocidad y la frecuencia descenderán de una manera significativa y en el último su
movimiento de traslación cesará. En otras circunstancias, su interacción con otros
objetos ocasionará transformaciones químicas o atómicas diversas, en las que la energía
de la partícula sufrirá también un desgaste o una metamorfosis.
Las partículas subatómicas son masas sujetas a diferentes fuerzas. Si una fuerza actúa
sobre una partícula en el sentido de su movimiento, le transmite una cierta aceleración,
lo que incrementa su velocidad; si lo hace en sentido opuesto, entonces reducirá
proporcionalmente su velocidad.
Las partículas que se desplazan en el sistema K’ únicamente están sujetas al proceso de
gasto de energía por su movimiento, por lo que su velocidad y la frecuencia de sus
vibraciones no pueden sino disminuir. No están influenciadas por fuerza externa alguna en
virtud de la cual pudieran acelerar su movimiento y, en consecuencia, la frecuencia de
sus vibraciones. Si, de acuerdo con las erróneas ideas de Michelson, la traslación de toda

120
Ibídem p. 382.

184
la estructura ejerciera una fuerza sobre las radiaciones en sentido inverso al de su
trayecto, entonces tampoco habría un aumento de la velocidad, sino, evidentemente, una
reducción de la misma y de la frecuencia de las ondas.
El propio Einstein descarta la influencia física al considerar el cambio de frecuencia como
el resultado de la marcha más lenta o más rápida de los relojes, esto es, a la dilatación o
la contracción del tiempo.
Einstein sostiene que la frecuencia v de la luz que se mueve entre dos objetos, emisor y
receptor, es mayor cuando llega a su destino que cuando inició su viaje. La fórmula de
Einstein es

( γhc )
v1 =v 2 1+ 2 (1)

v1 es la frecuencia del rayo al momento de llegar al receptor, v2, la frecuencia al instante

( γhc )
de la salida y 1+ 2 , la versión ad hoc del factor de Lorentz.

Estas ecuaciones son, como ya lo hemos señalado reiteradamente, matemáticamente


incorrectas, irracionales de punta a cabo.
Según Einstein, el aumento de la frecuencia es debido al movimiento del sistema en
donde se da la emisión, únicamente es percibido por un observador que se encuentra en
un sistema en reposo K 0 y su monto está determinado por ¡el factor de Lorentz! (o algún
sustituto parecido). No se considera ningún fenómeno físico como la causa de este
incremento; es, solamente, como ya lo vimos antes, la torpe imaginación relativista la que
ha fraguado este engaño.
Estas proposiciones de Einstein constituyen verdaderos desatinos físicos. La frecuencia
de las ondas electromagnéticas es una función de la frecuencia con que son emitidas y la
distancia que recorren. La frecuencia va disminuyendo desde el nivel que tiene en el
punto de emisión hasta el que registra en el de recepción, el cual es una función de la
distancia recorrida.
En la traslación de la onda luminosa desde S2 hasta S1, que son dos puntos fijos en el
sistema de coordenadas móvil, la frecuencia de la misma disminuye en una proporción
determinada por la distancia recorrida. Bajo ninguna circunstancia puede aumentar.
El efecto Doppler, al cual acude Einstein en busca de apoyo, consiste en que, habiendo
una fuente de ondas fija, la frecuencia de las mismas aumenta para el observador que se
acerca al origen y disminuye para el que se aleja; cuando el observador está en reposo, si
la fuente electromagnética se aleja, la frecuencia disminuye, y si se acerca, aumenta.
Pero lo que queda como fundamento del efecto Doppler es el principio general conforme al
cual la frecuencia de una onda electromagnética disminuye con el aumento de la distancia
a la que se encuentra la fuente emisora.
De nuevo, con este ejemplo, se desploma estrepitosamente uno de los pilares del
“principio” de equivalencia y con él el fundamento todo de la teoría de la relatividad
general.
Einstein sostiene que como las leyes físicas son las mismas en un sistema acelerado que
en un campo gravitacional, entonces la fórmula de la frecuencia v tiene también el mismo
valor, con los cambios pertinentes, en ambos sistemas.
La fórmula corregida para el campo gravitatorio es

( Фc )
v1 =v 2 1+ 2 (2a)

en donde Ф es el potencial gravitatorio.


Esto es, en un campo gravitatorio la frecuencia de una onda luminosa se incrementa en
función de su aceleración hacia el centro de fuerza en la medida del factor de Lorentz (en
la versión apropiada para esta situación). La ecuación es, como ya sabemos,
matemáticamente errónea e intenta ilustrar una aberración física concebida por el sabio.
Con base en esta fórmula, Einstein se plantea otra cuestión. Sean S2 el sol y S1 la tierra.

185
La frecuencia de las emisiones del sol hacia la tierra registrarán un corrimiento hacia el
rojo (es decir, un descenso de la frecuencia de las ondas luminosas), de acuerdo con la
fórmula

( Фc )
v=v 0 1+ 2 (2)

en donde Ф es la diferencia del potencial gravitatorio entre la superficie solar y la tierra.


Sostiene Einstein que a primera vista las fórmulas (1) y (2) son absurdas.
La racionalidad de las mismas las explica así:
Se pregunta primero cómo es posible, ya que la transmisión de luz de S2 a S1 es continua,
que el número de períodos que arriban por segundo a S1 sea diferente que los emitidos en
S2
Ni por casualidad se le ocurre que se deba a la distancia recorrida, lo que implica un
descenso de su energía motriz y, por tanto, de las frecuencia y amplitud de las ondas
electromagnéticas. En lugar de eso, lo hace descansar en un incomprensible absurdo.
Todo se debe a que los relojes U, igualmente construidos, que están adosadas a S2 y S1, y
situados en diferentes potenciales gravitatorios, no marchan al mismo ritmo.
Esta parte del “thought experiment” es, como todas las argumentaciones de Einstein, un
enrevesado galimatías.
Identifica S2 con la superficie solar y S1 con la superficie terrestre. Adosa un reloj al lugar
de emisión y otro, idénticamente constituido, al punto de recepción. Denomina v0 a la
frecuencia de la luz medida en el sol y v, en la tierra. Mediante la aplicación de la fórmula
obtenida en la discusión anterior, sin contar con ninguna evidencia física, basado
únicamente en todos los prejuicios relativistas y utilizando una constante de Lorentz
metamorfoseada, matemáticamente inconsistente, Einstein llega a la conclusión de que la
frecuencia de las radiaciones es distinta en el punto de su llegada a tierra que en el punto
de emisión en el sol por una magnitud determinada a través del metamorfoseado factor de
Lorentz, en el cual el diferencial gravitacional es la diferencia negativa entre la gravedad
solar y la terrestre.
Como la diferencia es negativa, razona Einstein, entonces la frecuencia final es menor que
la inicial, lo cual se manifiesta como un corrimiento hacia el rojo de las líneas espectrales
de la luz recibida en comparación con las líneas de una fuente terrestre (se supone que la
frecuencia del rayo emitido en el laboratorio terrestre es la misma que la de los rayos
provenientes del sol al momento de ser radiados).
Hay una contradicción entre la frecuencia de las radiaciones en el sistema acelerado y en
el campo gravitacional: en el primero, la frecuencia de las radiaciones aumenta al final de
la distancia recorrida, y en el segundo, disminuye (hay un corrimiento al rojo). Esto
evidentemente destruye la pretendida equivalencia de los sistemas acelerados y
gravitacionales, lo que implica la aniquilación de las bases de la teoría de la relatividad
general.
Einstein considera que sus hallazgos contradicen el principio físico (así lo reputa él)
conforme al cual la frecuencia de las radiaciones no se altera en el viaje entre S2 y S1.
Esto, ya lo sabemos, es toda una aberración, porque el proceso de vida de las radiaciones
consiste precisamente en gastar su energía en su movimiento de traslación característico,
lo que implica el descenso constante de su frecuencia.
Al sabio no le preocupa en absoluto que sus hipótesis sean abiertamente contradictorias y
que se anulen una a la otra: en los sistemas acelerados sin gravitación las radiaciones
ganan energía en su movimiento, y por tanto su frecuencia aumenta; en los sistemas
gravitacionales su frecuencia crece también, pero en el caso de la luz solar que viaja a la
tierra decrece por la diferencia de potencial gravitacional entre el sol y el planeta.
Lo único que tiene en mente es que sus crasos errores aparentemente contradicen a sus
absurdos principios.
Pero su probado ingenio le permitirá fácilmente deshacer este entuerto.
La aparente paradoja la resuelve Einstein mediante la siguiente argumentación.

186
El tiempo en K (sistema gravitacional) aún no se ha definido.
En K’ (sistema acelerado) el tiempo es medido por dos relojes idénticamente constituidos,
situado uno en S2, el cual cuantifica la frecuencia v2, y otro en S1, que evalúa la
frecuencia v1.
Seguidamente, analiza el tiempo en el sistema K. En este sistema, S2 y S1 están situados
en distintos potenciales gravitatorios.
Nada obliga a suponer que ambos relojes funcionan al mismo ritmo. (NB: están
constituidos idénticamente, pero nada garantiza que caminen con igual ritmo).
En el sistema K’ los relojes en S2 y S1 no “dan el tiempo” correctamente.
Ф
El tiempo se mide en S2 y S1 con un reloj U. El reloj en S1 camina 1+ veces más lento que
c2
en S2 a causa de la aceleración. Además de que el tiempo o los relojes no caminan unos
más lentos que otros en parte alguna, la fórmula utilizada para determinar su lentitud o
rapidez de funcionamiento es matemáticamente irracional, incorrecta sin remedio.
Para que la frecuencia sea igual en S2 y S1, entonces el tiempo en S2 debe medirse con un
Ф
reloj (evidentemente no el reloj U) que camine 1+ 2 veces más lento que el empleado para
c
medirlo en S1.
De esta manera, v1 y v2 tendrán el mismo monto, esto es, la misma frecuencia, y así no se
violará el principio físico (absolutamente falso) de la igualdad de los períodos en la
emisión y la recepción de las radiaciones.
La conclusión que de esto se extrae (de la igualdad de los períodos) es, por necesidad, la
igualdad de la velocidad de la luz.
En un sistema acelerado, la velocidad de la luz es igual en cualquier punto del
desplazamiento de la radiación.
Ya que se ha preestablecido la equivalencia entre los sistemas acelerado y gravitacional,
entonces, expresa Einstein, en un campo gravitacional sucede lo mismo que en el sistema
acelerado: la luz tiene en cualquier punto la misma velocidad.
Sin embargo… como ya se determinó que la frecuencia en S1 se mide con un reloj

igualmente constituido que el de S2, pero que corre


(1+ Фc )
2 veces más lento, entonces la

velocidad de la luz no es igual en todo el trayecto de las radiaciones, sino constantemente

incrementada por
(1+ Фc )
2 .

La consecuencia obligada es, para Einstein, que la velocidad de la luz en un campo


gravitacional se mide por un infinito número de relojes que marchan a un ritmo cada vez
más lento conforme la radiación se acerca al centro de fuerza.
Tenemos aquí a la marrullería einsteiniana brillando en todo su esplendor:
Tanto en los sistemas acelerados como en los gravitacionales la luz se desplaza a una
velocidad igual, de acuerdo con el principio físico correspondiente (principio establecido
exclusivamente por Einstein, el cual es absolutamente falso, como ya lo hemos visto),
pero debido a la aceleración y a la gravedad, los relojes marchan a un ritmo cada vez más
lento, por lo que la frecuencia registrada (crestas por segundo) tiene un valor
constantemente creciente, lo que implica que la velocidad de la luz aumente también
proporcionalmente. Que los relojes marchen a un ritmo cada vez más lento significa para
Einstein que el tiempo se dilata con el movimiento y que el mecanismo de los relojes,
igualmente constituidos, sufre también una alteración que ajusta su ritmo al tiempo
dilatado.
En el caso específico de la luz solar, ya que la diferencia del potencial gravitacional es a
favor de la gravitación solar y de signo contrario a la gravedad terrestre, entonces la
marcha de los relojes se acelera (en lugar de retardarse) y la frecuencia de los rayos
decrece en su camino a la tierra. En consecuencia, la luz solar llega a la tierra con una

187
frecuencia menor que aquella con la que salió de la superficie del astro central, lo que
significa que su velocidad ha ido descendiendo constantemente en su camino, pero, desde
luego, no por alguna causa física, sino por la metafísica dilatación o contracción del tiempo
y de la marcha alterada de los relojes.
En resumen, para Einstein:
1. En los sistemas acelerados las radiaciones tienen intrínsecamente la misma frecuencia
al momento de partir de su emisor y cuando alcanzan su destino.
2. Sin embargo, por causa de la aceleración, el reloj del lugar de llegada marcha más lento
que el del punto de arranque.
3. La medición con el reloj de arribo arroja una frecuencia mayor de las ondas radiadas.
4. Ese incremento de las vibraciones se calcula mediante la aplicación de una variante del
factor de Lorentz.
5. La velocidad de la luz, como radiación que es, tiene una velocidad igual a lo largo de su
desplazamiento en los sistemas acelerados.
6. Pero la reducción del ritmo de los relojes por efecto de la aceleración ocasiona que la
frecuencia de las ondas luminosas y su velocidad aumenten en la magnitud del factor de
Lorentz.
7. De acuerdo al principio de equivalencia, un sistema acelerado es exactamente
equivalente a un campo gravitacional.
8. Por lo tanto, en el campo gravitacional igualmente las radiaciones tienen la misma
frecuencia a todo lo largo de su viaje y también registran el aumento de su frecuencia a
causa de la marcha más lenta de los relojes debido a la gravedad.
9. En el caso especial de la luz solar, a causa de la diferencia de gravedad favorable a la
del sol, los relojes tienen un efecto inverso, pues ahora marchan más rápido que en su
lugar de origen y por eso mismo miden una frecuencia reducida que se manifiesta en el
espectro como un corrimiento hacia el rojo.
10. En la relatividad especial rige el principio de la constancia de la velocidad de la luz.
En la relatividad general se establece un nuevo principio, el de la velocidad variable de la
luz en función de la aceleración y la gravedad.
11. Los cambios en la frecuencia de las radiaciones en los sistemas acelerados y
gravitacionales no se deben a ninguna causa física, sino a la potencia de la metafísica
einsteiniana, que puede tranquilamente, con la mano en la cintura, dilatar o contraer el
tiempo, acelerar o retardar el funcionamiento de los relojes sin intervenir en su mecanismo,
etcétera.
De acuerdo a la modesta física de filiación newtoniana, en los sistemas acelerados, ya que
las radiaciones no reciben fuerza alguna que las acelere pues únicamente están sujetas al
gasto de energía que su movimiento requiere, su frecuencia y su velocidad descienden
constantemente en función de la distancia recorrida. En los sistemas gravitacionales, las
radiaciones que inciden sobre el centro de fuerza tienen, además de su velocidad, una
aceleración producida por la fuerza atractiva, por lo que su velocidad se incrementa en la
medida de la aceleración de la gravedad. La fórmula simple es: c = c0 + gt.
Hemos asistido, en este “thought experiment” de Alberto Einstein, al desfile de todas sus
inepcias teóricas, argucias bobas, errores de párvulo (aritméticos, algebraicos y
geométricos), distorsiones extremas de los rudimentos de la lógica, a la manifestación
insolente del desprecio absoluto a la verdadera ciencia, a la ensoberbecida consideración
de sí mismo como el único sabio, el sabio por antonomasia, y de sus ridículos farfulleos
teóricos como el valioso contenido de la “nueva ciencia”.
El último ejemplo que hemos estudiado, como los que lo anteceden, no acredita
absolutamente nada en relación con el principio de equivalencia, lo deja completamente
huérfano de cualquier sustento teórico, lo hace ver como lo que es, la nada teórico-física.
Su derrumbe es, al mismo tiempo, el estrepitoso desplome de la teoría de la relatividad
general, la cual, en su caída, arrastra inevitablemente a su monstruoso engendro, la
teoría del “big bang”.
Habiendo establecido que la luz, radiación que en los campos gravitacionales se desplaza
con una única velocidad c en un sentido normal hacia el centro de fuerza, puede tener una

188
velocidad mayor o menor bajo la influencia de la gravedad debido a que la gravedad
ocasiona el funcionamiento alterado de los relojes y con ello el aumento de la velocidad y la
frecuencia de las radiaciones, e igualmente, a que en la luz que viaja del sol a la tierra la
diferencia de gravedad favorable a la del sol ocasiona que, por el contrario, también a
causa de la perturbación de la marcha de los relojes, que la velocidad y la frecuencia
disminuyan (un corrimiento al rojo del espectro) y pertrechado con todos los descarríos
teóricos en que ha incurrido para justificar sus descabelladas y necias hipótesis, el
tartufo de la ciencia física se aventura a aplicar sus conocimientos al problema de la
curvatura de los rayos de luz que atraviesan el espacio cercano a un cuerpo estelar
masivo.
§4 Curvatura de los rayos de luz en el campo gravitacional
A partir de la proposición ya probada de que la velocidad de la luz en el campo gravitacional
es una función del lugar, uno puede fácilmente deducir, vía el principio de Huygens, que los
rayos de luz que se propagan a través de un campo gravitacional deben experimentar
deflexión. Sea ε un plano con la misma fase de un plano de una onda de luz en el tiempo t,
y P1 y P2 dos puntos en este plano a una unidad de distancia aparte cada uno del otro.
Caigan P1 y P2 en el plano del papel, el cual es elegido de tal manera que, cuando se toman
a lo largo de la normal al plano, la derivada de Ф, y entonces también de c, se desvanecen.
Obtenemos el plano correspondiente de fase igual –o, mejor dicho, su intersección con el
plano del papel- al tiempo t + dt dibujando círculos con radios c1dt y c2dt alrededor de los
puntos P1 y P2, respectivamente y trazando la tangente a estos círculos, en donde c1 y c2
denotan las velocidades de la luz en P1 y P2 respectivamente. El ángulo de deflexión del rayo
de luz en el camino cdt es entonces
( c 1−c 2 ) ∂c
= dt
1 ∂ n'
si tomamos el ángulo de deflexión como positivo cuando el rayo de luz se curva en la
dirección del incrementado n’

ε
Figura No. 9
entonces, el ángulo de deflexión por unidad de longitud del desplazamiento de los rayo de
luz será
−1 ∂ c
,
c ∂ n'
o de acuerdo a (3)
−1 ∂Ф
.
c 2 ∂ n'
Finalmente, obtenemos para la deflexión α que el rayo de luz experimenta en el lado n’ en
un camino arbitrario (s) la expresión:
−1 ∂Ф
2 ∫
α= '
ds (4)
c ∂n
Podríamos haber obtenido el mismo resultado mediante la consideración directa de la
propagación de un rayo de luz en el sistema K’ uniformemente acelerado y transfiriendo los
resultados al sistema K, y desde ahí al caso de un campo gravitacional arbitrariamente
constituido.
De acuerdo a la ecuación (4), un rayo de luz viajando más allá de un cuerpo celestial sufre
una deflexión en la dirección del potencial gravitacional decreciente, y entonces, en la
dirección hacia el cuerpo celestial, la magnitud de la deflexión sería

189

ϑ=
2
1 kM kM
2 ∫
α= 2
cosϑ . ds=2 2
c ϑ =−π r c ∆
2
en donde k representa la constante gravitacional, M la masa del cuerpo celestial, y Δ la
distancia del rayo de luz desde el centro del cuerpo celestial. Por consiguiente, un rayo de
luz viajando de paso por el sol tendría una deflexión de 4.10 -6 = 0.83 segundos de arco. Esta
es la cantidad por la cual la distancia angular de la estrella desde el centro del sol parece
incrementarse debido a la curvatura del rayo. Ya que las estrellas fijas en las porciones del
cielo que están adyacentes al sol se tornan visibles durante los eclipses totales del sol, es
posible comparar esta consecuencia de la teoría con la experiencia. En el caso del planeta
Júpiter, el desplazamiento que se espera es cerca de 1/100 de la cantidad indicada. Es
grandemente deseable que los astrónomos tomen la cuestión planteada aquí, aún si las
consideraciones aquí presentadas pueden parecer insuficientemente sustentadas o aún
aventuradas.
Porque aparte de cualquier teoría, debemos preguntarnos si una influencia de los campos
gravitacionales sobre la propagación de la luz puede ser detectada con los instrumentos
actualmente disponibles.

s
Figura No. 10
Praga, Junio 1911. (Recibida el 21 de junio de 1911) 121

En su fórmula de la deflexión de la luz, Einstein utiliza la falsa constante c 2 y el espurio


factor de Lorentz, con el consabido resultado: la desnaturalización de los sanos principios
físicos newtonianos. Newton había registrado también este fenómeno de la curvatura de
la luz al pasar junto a un objeto masivo en función del potencial gravitacional.
Einstein retiene todos los prejuicios y las contradicciones de sus anteriores
argumentaciones, y por lo tanto considera que el rayo que atraviesa el espacio vecino a un
cuerpo masivo reduce su velocidad, y en consecuencia curva su trayectoria en dirección
hacia ese objeto; y todo esto es así, reza el manido argumento einsteiniano, a causa de
que la gravedad altera el funcionamiento de los relojes en ese espacio.
Desde luego que la medida de la desviación es, but of course, el travestido factor de
Lorentz.
La fórmula general de la velocidad de la luz en un campo gravitatorio a la que Einstein

había llegado, c=c 0 1+


Ф
c ( )
2 , matemáticamente inconcebible, se transforma, en el caso

especial de la deflexión, en c 2=c1 1− 2


Ф
(
c n' )
, igualmente gravada por su imposibilidad

matemática, en donde c1 es la velocidad de la luz antes de la deflexión, c2 la velocidad


después de la deflexión, Ф el potencial gravitacional (γh) y n’ la inclinación del rayo
después de la deflexión respecto de la trayectoria original del mismo.
En consecuencia, cuando un rayo de luz traspasa el espacio contiguo a un objeto masivo,
ingresa entonces a una región en la que los relojes marchan a un ritmo distinto, lo cual da
como resultado que la velocidad del pulso luminoso descienda y que, seguidamente, su
camino se curve en la dirección del objeto.
No es entonces una fuerza específica, la gravitación, la cual es atractiva por definición, lo
que determina la disminución de la velocidad de la luz y su curvatura hacia el cuerpo
masivo, sino la alteración en los relojes que es producida por la gravedad. Esto es, una
fuerza física que da lugar a un resultado metafísico.
121
Ibídem. pp. 383-385

190
Por medio de la alquimia matemática, disciplina que Einstein domina ampliamente, a
través de sucesivos pasos zigzagueantes, los cuales definitivamente no se enlazan
kM
discursivamente, transforma la fórmula que ha establecido en otra, α =2 , que se
c2 ∆
acerca más a la física newtoniana, pero que aún conserva un fuerte resabio de la
trapacería relativista, el elemento c2 considerado como una constante física, lo cual hace a
esta ecuación por completo ineficaz; en esta ecuación, α es la magnitud de la deflexión, k
la constante gravitacional, M la masa del cuerpo y Δ la distancia al rayo de luz desde el
centro del cuerpo.
Es precisamente con este revoltillo físico-matemático que Einstein hace el cálculo de la
deflexión que deberían tener los rayos provenientes de objetos estelares que rasan el sol
en su paso hacia la tierra.
Mediante un gran despliegue propagandístico, remite la prueba de la justeza de sus
cálculos, a la cual liga la validez de todos sus delirios (locuras) relativistas, a una
observación astronómica que se realizaría con motivo de un eclipse de sol. Todavía se
discute actualmente cuál fue el mecanismo que se utilizó para la comisión del fraude con
el que se hicieron coincidir las observaciones de Eddington y los cálculos de Einstein. Sin
embargo, a partir de esta estafa, a través de una acometida mediática de gran
envergadura que salió de los límites de los cenáculos científicos y se extendió hacia
amplias capas de la población medianamente ilustrada, la doctrina relativista
supuestamente recibió la sanción de la experiencia y, con ella, la de toda la comunidad
científica, la cual la acreditó definitivamente como una concepción plena de cientificidad,
como el saber científico por excelencia.
Ya vimos que para obtener un resultado medianamente creíble de sus cálculos de la
desviación de la luz, Einstein tuvo que acudir a refugiarse en la aborrecida mecánica
newtoniana, a la cual desnaturalizó con el agregado de una lacra relativista, la supuesta
constante física c2.
Lo característico es que se haya querido hacer depender de la exactitud de esa fórmula la
legitimidad y la verdad de la doctrina relativista.
Sea cual fuere el resultado de esta o cualquier otra fórmula que la estulticia del
relativismo obtuso invente, nada podrá proporcionar veracidad ni valor científico alguno a
las barbaridades físicas y absurdos teóricos que son el fundamento de esa doctrina: la
contracción del espacio, la dilatación del tiempo, etcétera.
Esta última parte del trabajo de Einstein constituye también, como lo hemos demostrado,
la negación resuelta y amplia de la invención einsteiniana del “principio de equivalencia”.
En seguida analizaremos otro trabajo de Einstein 122 en el que continúa intentando
mostrar la equivalencia entre los sistemas acelerados y los campos gravitacionales.
§1. Espacio y tiempo en el campo acelerado.
Sea el sistema de referencia K (coordenadas x, y, z) que está en un estado de aceleración
uniforme en la dirección de la coordenada de las x… De acuerdo con la hipótesis de
equivalencia, un tal sistema K es estrictamente equivalente a un sistema en reposo en el
cual se encuentra un campo gravitacional estático, libre de masa*, de una clase específica…
Ahora imaginemos que el sistema K (x, y, z, t) es observado desde un sistema de referencia
no acelerado (con potencial gravitacional constante) ∑ (ξ, η, ζ, τ). Postulamos que el eje de
las x coincide permanentemente con el eje ξ y que el eje de las y es permanentemente
paralelo al eje η, mientras que el eje z es permanentemente paralelo al eje ζ.
Imaginamos que el tiempo es medido en el sistema ∑ de tal manera que la velocidad de la
luz es igual a 1.
Entonces, tenemos las sustituciones que se estaban buscando para valores suficientemente
pequeños de t. Si despreciamos la tercera y más altas potencias de t, las ecuaciones
ac 2
ξ¿ x+ t,
2
η ¿ y,

122
Ibídem., pp. 385-387

191
ζ ¿ z,
τ ¿ ct (4)
rigen, donde la velocidad de la luz, c en el sistema K, la cual puede depender sólo
de x pero no de t, es dada por la relación que hemos derivado c=c 0+ ax . (5)

La constante c0 depende del ritmo del reloj con el cual medimos el tiempo en el origen de K.
El significado de la constante a es obtenido de la siguiente manera: la primera y cuarta
ecuaciones de (4) llevan, a la luz de (5) a la siguiente ecuación de movimiento para el origen
a 2
(x=0) de K, ξ¿ τ . Entonces, a/c0 es la aceleración del origen de K con respecto de las
2c o
unidades de tiempo en las que la velocidad de la luz es igual a 1.
§2. La ecuación diferencial del campo gravitacional estático,
Del escrito previo emerge que existe una relación entre c y el potencial gravitacional en el
campo gravitacional estático, o, en otras palabras, que el campo es determinado por c. De
acuerdo con (5) y el principio de equivalencia, en el campo gravitacional correspondiente al
campo acelerado considerado en § 1, la ecuación

x = ct’
Figura No. 11
d2 c d2 c d2 c
∆ c= 2 + 2 + 2 =0 (5a) es satisfecho, y es natural para nosotros visualizar esta
dx d y dz
ecuación como válida en todo campo gravitatorio estático libre de materia. En todo caso,
esta es la más simple cuestión que es compatible con (5). 123 pp. 98-99

Las fórmulas que siguen son pertinentes para la argumentación posterior:


v 0 +at
v=
2
2
v 0 t +a t
s=
2
2 2
|v| =|v 0| +2. a . s
en donde
s = distancia (desplazamiento)
v0 = velocidad inicial
v = velocidad final
a = aceleración uniforme
t = tiempo.
Si seguimos fielmente los supuestos de Einstein, la aceleración del sistema de referencia
móvil no afecta en nada los cálculos que ha hecho para el caso del movimiento uniforme
no acelerado. Lo único que cambia es que se reduce el espacio que el rayo de luz recorre
en el sistema móvil a una velocidad creciente.
De acuerdo con esto, las ecuaciones del movimiento acelerado serían

123
Einstein, Albert. The speed of light and the Statics of the gravitational Field. The collected papers
of A. Einstein. Volume 4. Doc. 3. The Swiss years: Writings 1912-1914 Edited by Martin J. Klein, A.
J. Kox, Jürgen Renn, and Robert Schulman (English translation supplement). Translated by Ana
Beck. [Annalen der Physik 38 (1912): 355-69

192
( )
1
1
ξ− ( v 0 τ + a τ )
2 (v +aτ)
2 0
2 1− τ
x=


c
y t=


2 ,
1
( v +aτ )
2 0 1
2

1− ( v +aτ )
2 0
2
c 1− 2
c
de donde se obtienen

√)
2
1


2
τ 2
( v 0+ aτ )
1
( v 0 +aτ ) τ = . 1−

(
1 2 1 c2 ,
ξ=x + ( v 0 τ +a τ ) . 1−
2
2 2 (v +aτ )
2 0
c 1−
c
que es la misma alteración de la distancia que había obtenido en el caso de los sistemas K
y K' – OK y OK' y que ahora se manifiesta en el caso OΣ – OK. Pero intempestivamente
cambia toda su argumentación para que las ecuaciones queden
ac 2 1 2
ξ ¿ x+ τ =x + act
2 2
ac 2
x=ξ− t y τ = ct
2
La diferencia con las fórmulas que conforme a los mismos supuestos estableció Einstein,
son los siguientes:
Fórmulas de acuerdo con los supuestos Fórmulas en la forma nueva
originales de Einstein
1
ξ− ( v t + a τ2)
2 0
x=


1 2
1 2 x=ξ− act
( v +aτ ) 2
2 0
1−
c2
En esta fórmula la distancia recorrida por el sistema En esta otra
móvil es
1 1
( v τ +a τ 2 )
2 0 2
act
2

Que es la distancia real, a la cual


se corrige por el factor de Lorentz. Aquí la distancia real está corregida
por la velocidad de la luz que actúa
como una constante que debe tener
el valor c=c 0+ ax . c tiene un va-
lor variable en función del valor de x.
Recordemos que Einstein considera la distancia real que recorre la luz en el sistema
móvil, ya sea en el caso del movimiento rectilíneo uniforme o en el del movimiento
acelerado, como la misma que recorre la luz en el sistema fijo, pero contraída por el
movimiento; ya que la velocidad de la luz es siempre la misma, el tiempo empleado en
aquel desplazamiento es menor, por lo que el movimiento también ha dilatado el tiempo.
El fenómeno físico tiene para Einstein dos naturalezas al mismo tiempo, las cuales
corresponden a cada uno de los sistemas, el fijo y el móvil. La luz se desplaza,
coetáneamente, en uno y otro sistema, a la misma velocidad c; en el sistema fijo recorre

193
una distancia determinada y, simultáneamente, en el móvil, una distancia menor en un
tiempo dilatado, porque el movimiento ha contraído el espacio y dilatado el tiempo en este
último.
El mismo espacio es, en el sistema fijo = x, y en el móvil, x' < x; el mismo tiempo es = t y t'
< t, respectivamente.
La diferencia la establece el propio movimiento.
En los sistemas en los cuales K’ tiene un movimiento rectilíneo uniforme, la distancia
recorrida en el sistema móvil es igual a x', o, expresado de otra manera, = ct-vt, y en los
−1 0 2
sistemas en los cuales K’ tiene movimiento acelerado, igual a x’ = ct (v t+at ) .
2
La velocidad relativa de la luz es, cuando se trata del movimiento rectilíneo uniforme, = c -
1
v; en el caso del movimiento acelerado, = c - ( v + a t ) . En esta última situación, la
2 0
velocidad relativa de la luz es constantemente menor en la medida que la aceleración hace
aumentar la velocidad del sistema móvil. La velocidad absoluta de la luz sigue siendo la
misma, c.
Lo característico de la metafísica einsteiniana es que para ella el ct del movimiento
rectilíneo uniforme es, él mismo, ct-vt. Por lo tanto el mismo rayo de luz recorre,
simultáneamente, las dos extensiones. Y ya que de acuerdo con el principio de la
invariancia de la velocidad de la luz ésta se desplaza a igual velocidad en las dos
distancias, entonces el tiempo en que el rayo recorre la más corta de ellas es menor que,
aunque simultáneo al que recorre la mayor.
En virtud de su potencia taumatúrgica, Einstein ha logrado realizar las siguientes
acciones sobrenaturales: 1) dar dos dimensiones simultáneas a un mismo espacio y 2)
dar dos extensiones al tiempo en un mismo intervalo temporal.
Ahora, la interrogante que se presenta es ¿qué sobrehumanas proezas realizará sobre el
tiempo y el espacio cuando en su esquema fundamental el sabio tome en cuenta el
movimiento constantemente acelerado?
Cualquiera pensaría que, siendo congruente consigo mismo, debería hacer una aplicación
consecuente de sus ecuaciones fundamentales, para llegar a lo siguiente:
1
x− ( v t +a t 2 )
2 0
x'=


1 2,
2
( v 0 +at )
1− 2
c
y '= y ,
z '=z ,

( )
1
( v +a t )
2 0
1− t
c
t '=


,
1 2
( v +at )
2 0
1− 2
c
fórmulas en las cuales nos encontraríamos con el espacio y el tiempo crecientemente
reducido uno y dilatado el otro.
Sin embargo, haciendo gala de la misma audacia que lo llevó a la alteración metafísica del
tiempo y el espacio, Einstein emprende un camino novedoso.
Igualmente que un día tuvo la ocurrencia de que el espacio y el tiempo podían, a
voluntad, reducirse y dilatarse, pero conservando sus dimensiones originales, y con base
en ello desarrolló un inextricable cúmulo de ecuaciones obtenidas mediante operaciones

194
aritméticas, matemáticas y geométricas completamente plagadas de errores de párvulo,
falsedades, inconsecuencias, etcétera, y basadas en despropósitos, disparates y
desatinos ajenos por completo a cualquier principio físico, ahora su estro (recordemos que
la idea fundamental de la teoría general de la relatividad asaltó su mente bajo la forma del
profundo pensamiento de que si él estuviese en caída libre no podría distinguir si se
encontraba en reposo o descendiendo en un campo gravitacional) le inspiró la nueva
chanza: en el movimiento acelerado y en los campos gravitacionales la luz tiene una
velocidad variable. Iluminado con esta revelación, Einstein hace de nuevo una de las
suyas: concibe una serie de “thoughts experiments” disparatados, enrevesados, confusos,
absurdos, en los que se mezclan inconexamente los más diversos sistemas de
coordenadas (fijos, en movimiento uniforme rectilíneo, en movimiento uniformemente
acelerado), los tiempos más variados (tiempo local, tiempo normal, etc.) y los más
sorprendentes instrumentos de medición, los cuales son producidos mentalmente y
pueden ser, a voluntad del físico, más cortos o más largos, más rápidos o más lentos que
sus prototipos, los cuales también son un producto exclusivamente cerebral. Estos
“toughts experiments” son desarrollados con la herramienta infaltable del físico: su
“matemática parda”, la cual ya hemos caracterizado suficientemente en toda nuestra
argumentación y que se resume en la completa ignorancia e ineptitud matemática de
Einstein y en la flagrante mala fe con la que utiliza sus engendros algebraicos, o los que le
proporcionan sus colegas, como Minkowski, para dar la apariencia de un producto de la
ciencia a sus desvaríos teóricos.
1 0
La fórmula real de la distancia recorrida por el sistema móvil acelerado es ( v t +a t 2) y
2
1
la de la velocidad ( v + at ) ; Einstein, abandonando sus ecuaciones
acelerada
2 0
1 2
fundamentales, inventa otra del movimiento acelerado del sistema móvil, act , en la
2
cual desvirtúa por completo la determinación de la aceleración, pues la transforma de a
en ac; este último término es completamente irracional, la multiplicación de una
aceleración por una velocidad.
La ecuación einsteiniana de la transformación de coordenadas para el caso de un
ac 2
desplazamiento constantemente acelerado del sistema móvil es x=ξ− t , la cual
2
( act ) t
podemos también formular de la siguiente manera x=ξ− (x corresponde a x’ y ξ a x
2
del ejemplo original de Einstein). En esta última ecuación se expresa que la velocidad del
sistema móvil es igual a la aceleración que se imprime a ct y no a v; el absurdo,
verdaderamente descomunal, del atolondrado sabio, es que, con su mente poderosa, le
proporciona aceleración a una distancia (ct), algo que no tiene absolutamente ningún
sentido físico. La multiplicación de la aceleración por la velocidad de la luz c es una
operación completamente irracional, sin resultado posible alguno, una cruza híbrida,
totalmente estéril.
Como en todas las proposiciones que establece Einstein, esta es también la nada
matemática y geométrica, no contiene un solo elemento que pueda determinar la
aceleración del sistema móvil.
Einstein ha advertido que en su “thought experiment” la velocidad de la luz está
considerada como la unidad respecto de la unidad del tiempo que rige en el sistema fijo;
pero esto no cambia los términos de la cuestión, porque la unidad del tiempo tendría que
ser ahora 1/300,000 de segundo.
Sin embargo, Einstein tiene que echar mano de este truco barato para intentar acreditar
el prejuicio que le introyectó su numen chocarrero: el “principio” de la variabilidad de la
velocidad de la luz en el movimiento constantemente acelerado, el cual expresa en la

195
siguiente fórmula: c=c 0+ ax ; esto significa que la velocidad de la luz en un punto
determinado de su desplazamiento es igual a su velocidad en el origen más la aceleración
multiplicada por la distancia recorrida ct (x), de tal manera que si la aceleración del
sistema móvil es, por ejemplo, 100 kms. por segundo y la distancia recorrida por el rayo
de luz en dos segundos igual a 600,000 kms., entonces ax será igual a 60,000,000 y
conforme a la ecuación einsteiniana, c = 300,000 + 60,000,000 = ¡60,300,000 kms. por
segundo! Si sustituimos la velocidad de la luz por la unidad, tendríamos que c = 1 +
60,000,000/300,000 = 201, en donde 1 es lo mismo que 300,000 kms. por segundo y 200
igual que 60,000,000, resultado que es idéntico al obtenido anteriormente.
La ecuación: c=c 0+ ax es una verdadera aberración física y matemática, un descomunal
despropósito, una tontería superlativa. Implica una operación matemática irracional: la
multiplicación de una distancia por una velocidad (ax). Es la clásica suma de peras y
manzanas. Recordemos que para la humilde mecánica newtoniana las fórmulas clásicas
son: distancia = velocidad x tiempo, velocidad = distancia/tiempo y tiempo =
distancia/velocidad; multiplicar la distancia por la velocidad no produce ningún resultado
racional.
La fórmula racional del tiempo en el sistema de referencia móvil con aceleración

constante es: t’ = 1
( v 0 t+ a t2 ) /1
2 2
( v 0 +at ) = t. En la metafísica relativista, τ = ct (t =ct’) de

donde se obtiene t’ = t/c; el tiempo en el sistema móvil es igual que el tiempo normal,
geocéntrico, dividido por la velocidad de la luz. De entrada, se trata, como en lo anterior,
de una operación irracional; nadie hasta ahora, excepto nuestro héroe de la ciencia física,
ha podido sumar peras y manzanas, es decir, dividir el tiempo entre una velocidad. Si
hacemos abstracción de este pequeño inconveniente y realizamos las operaciones
indicadas, tenemos: t’ = t/300,000 = 1/300000, es decir ¡que el tiempo en el sistema móvil
es la 300,000 ésima parte del tiempo geocéntrico!; si damos a la velocidad de la luz el
valor de la unidad, como propone Einstein, llegaremos a lo siguiente: t’ = t/1 = t, fórmula
que indica lo que bajo ninguna circunstancia aceptaría Einstein, porque eso significaría
renegar de su teoría, que t’ = t, fórmula que es igual a la que al principio de este parágrafo
consignamos. La fórmula de la transformación de la coordenada (?) t en t’, τ = ct, es
también completamente irracional, es la determinación del tiempo por una distancia.
No hay en la argumentación ni en las ecuaciones de Einstein absolutamente nada que
permita la determinación del papel de la aceleración del sistema móvil en la velocidad de
la luz.
El método de Einstein es característico: primero establece los supuestos de su “thought
experiment” y adelanta las conclusiones pertinentes; después, se mete en un enredo
matemático-geométrico para proporcionarle formalidad a sus planteamientos teóricos, del
cual resulta un engendro que no demuestra las hipótesis ni valida las conclusiones y que,
además, en un verdadero galimatías matemático-geométrico, plagado de errores de
principiante.
Esta es la arena movediza en que se basa toda la armazón de la teoría de la relatividad y,
en consecuencia, de la teoría del big bang.

El campo gravitacional

ac 2
Estos resultados de la teoría de Einstein, x=ξ + t y τ =ct , relativas a los sistemas
2
acelerados son, por el que él llama pomposamente el “principio de equivalencia”,
aplicables a la teoría de la gravitación. La gravedad puede ser considerada una fuerza
acelerativa y entonces sólo es necesario sustituir la aceleración a por el potencial
gravitatorio Φ; el “campo de aceleración” es sólo un caso especial del campo gravitacional.
De acuerdo con la hipótesis de la equivalencia, un sistema K en estado de aceleración
uniforme en la dirección del eje de las x es estrictamente equivalente a un sistema en

196
reposo en el cual hay un campo gravitacional estático libre de masa de una clase
específica.
El principio de la constancia de la velocidad de la luz es válido solamente para sistemas
galileanos con movimiento rectilíneo uniforme. En un campo acelerado o gravitacional
estático ella no rige más; ahora se impone la ley del cambio de la velocidad de la luz en
función de la aceleración del sistema de referencia móvil.
Ya vimos que las ecuaciones einsteinianas referentes a la aceleración de un campo de
referencia móvil son la nada matemática y geométrica, no tienen ninguna validez, ni en el
terreno de la matemática ni en el de la física; pues bien, aplicadas a la gravitación, dan,
por necesidad, un resultado igual de catastrófico; son, en el campo gravitatorio,
igualmente erróneas e inanes.
En un campo gravitacional, la aceleración debida a la gravedad está en relación con la
inclinación del rayo luminoso respecto de la recta que une la fuente de emisión con el
centro de fuerza del cuerpo hacia el cual se dirige. El rayo que viaja directo entre el
cuerpo emisor y el centro de fuerza del receptor agrega a su velocidad c la aceleración
debida a la gravedad: c = c0 + gt. Conforme el rayo de luz se aparta del centro, es menor la
fuerza de gravedad que sobre él se ejerce, por lo que la aceleración gravitatoria va siendo
menor; cuando el fotón pasa frente al cuerpo atrayente pero fuera de su campo
gravitatorio, o habiéndose desplazado en éste lo ha traspuesto, entonces recobra su
velocidad normal. El incremento de la velocidad de la luz en un campo gravitacional está
determinado por la inclinación del pulso luminoso respecto de la línea recta que une al
emitente con el centro de fuerza del receptor y por la fuerza de gravedad de este último.
En esta nueva incursión en el terreno de la física parda, tampoco aporta nada Einstein
para la justificación de su hipótesis de la equivalencia de los sistemas uniformemente
acelerados y los campos gravitatorios.

La segunda ecuación de Einstein: la ecuación del campo gravitacional

Después de que proclamó haber descubierto, mediante la relatividad general, la verdadera


naturaleza de la gravitación, Einstein decidió continuar iluminando al mundo con el
portento de su notable, única inteligencia. Se propuso entonces desarrollar todos los
inventos y descubrimientos por él aportados a la ciencia física y matemática en su teoría
de la relatividad, con el fin de, basado en ellos, elaborar una fórmula matemática
ecuménica que pudiera definir la materia y el movimiento en cualquier tiempo y lugar.
Acabamos de ver el fiasco que resultó la determinación por Einstein de la naturaleza de la
gravitación: para él no se trata de una relación entre objetos materiales, sino del vínculo
que hay entre los objetos reales y los instrumentos destinados a medir el espacio y el
tiempo, es decir, las reglas y los relojes; la gravedad altera la marcha de los relojes y la
longitud de las reglas, y por este medio transmuta el tiempo y el espacio; los objetos que
se encuentran en un campo gravitacional no se relacionan directamente con el objeto que
lo produce, sino con el espacio-tiempo que lo rodea, y su naturaleza y movimiento están
determinados por la métrica del campo, es decir, por la alteración que la gravedad ha
producido en el espacio-tiempo.
La gravitación es, para Einstein, la relación mutua de, por una parte, objetos físicos, con,
por la otra, un ente metafísico, el espacio-tiempo, producto exclusivo éste de la mente
calenturienta del sabio. Se trata de una doble metafísica: una relación supranatural entre
la materia y los instrumentos de medición y otra de la misma índole entre esos
instrumentos metafísicos y el espacio y el tiempo; para el confuso caletre de Einstein se
trata de algo indiscernible: los cambios en los instrumentos producen transformaciones
en el espacio y el tiempo o éstas dan lugar a modificaciones en los instrumentos.

La gravitación es, para Einstein, la relación mutua de, por una parte, objetos físicos, con,
por la otra, un ente metafísico, el espacio-tiempo, producto exclusivo éste de la mente
calenturienta del sabio.

197
Einstein llegó a las siguientes notables conclusiones:
-La gravedad altera el funcionamiento de los relojes; un reloj localizado en un punto p con

potencial gravitacional ф corre


(1+ cф )
2 veces más rápido que un reloj idéntico localizado

en la coordenada de origen.
-La gravedad, además de los procesos ocurridos en el reloj, acelera cualquier proceso
físico, los cuales son más rápidos entre mayor es el potencial gravitacional.

- La gravedad incrementa la velocidad de la luz en la medida c 1+


[ ] ф
c2
cuando el rayo se

desplaza por la línea que corre hacia el centro de fuerza; el incremento es menor en
cuanto mayor es el ángulo entre la dirección del rayo y la de la gravedad y es nulo cuando
el rayo se mueve paralelamente al centro de fuerza.
-La gravedad curva hacia el centro de fuerza los rayos que se desplazan en direcciones
separadas por el ángulo φ de la línea de fuerza gravitacional.

-La gravedad hace aumentar la energía de las radiaciones en E2 1+


( cф )
2 , en donde E2 es

la energía antes de la emisión.


-La gravedad hace que todos los cuerpos se muevan, con independencia de su masa, con
la misma aceleración constante en el campo gravitacional.

-La gravedad ocasiona que la frecuencia de las radiaciones aumente en v 2 1+


( ) Ф
c2
, en

donde v2 es la frecuencia en el punto de emisión.


-Las gravedades terrestre y solar dan lugar a que las radiaciones procedentes del sol

tengan una frecuencia menor que la de la emisión al llegar a la tierra por v 0 1+


( ) Ф
c
2 , en

donde Ф es la diferencia negativa entre las dos gravedades (-Ф ).


-La gravedad produce la alteración del movimiento de los relojes (lo hace más lento) y esto
se traduce en que las frecuencias que miden sean más rápidas.
Einstein ha prometido en múltiples ocasiones desvelar, mediante los postulados de la
relatividad general, la verdadera naturaleza de la gravitación, e infinidad de veces la ha
considerado como plenamente expuesta en los trabajos con que, un día sí y otro también,
abrumaba a los Annalen der Physik; su point d’honneur consistía en la ponderación de
sus despropósitos como la nueva ciencia físico-mecánica, la cual viene a superar y volver
obsoletas a la física clásica y la mecánica newtoniana. Literalmente, en su imaginación,
mandó al basurero de la historia a Kepler, Galileo y Newton.
Pero ya vemos que lo único que sabe decirnos de la gravedad es que altera el
funcionamiento de las reglas y los relojes, que en general acelera todos los procesos
físicos y que proporciona una aceleración igual a todos los cuerpos en caída libre.
Esto significa, en primer lugar, que la gravedad transmuta el espacio y el tiempo; para
Einstein, la gravedad produce un espacio-tiempo específico, una métrica metafísica que
tiene su origen en las características físicas de los objetos.
Esto que postula Einstein como el fundamento de la moderna ciencia física es una
aberración de la peor especie; ni el espacio ni el tiempo son sustancias sobre las cuales se
pueda ejercer acción física alguna.
La gravedad no puede alterar el tiempo, el cual es el flujo de una duración típica de un
movimiento o un proceso, siempre de la misma extensión, que se repite sin solución de
continuidad y se utiliza para medir la duración de todo lo que acontece en el universo
“observable”, ni, tampoco, modificar la operación de comparar (medir) las duraciones
singulares con la duración tipo.
La gravedad igualmente no puede afectar al espacio, el cual es un continuo
tridimensional, informe, de extensión infinita, que contiene todos los objetos y

198
movimientos del universo infinito; de ese continuo se toma una extensión tipo, la cual se
emplea para medir todos los espacios particulares que forman el universo “observable”; la
gravedad no influye sobre la función comparativa (medición) de la extensión tipo.
Reglas y relojes son instrumentos que ponen en relación la unidad de medida (refractaria
a la gravedad) con el objeto de la medición. Las reglas y relojes, como instrumentos de
medición, son invulnerables a la acción de la gravedad. Cualquier disparidad que se
presente entre el prototipo universal de medida y el instrumento individual deberá tener
su causa en imperfecciones físicas de este último, el cual, una vez corregidos sus
defectos, recobrará su función específica. Las alteraciones de los instrumentos de medir
únicamente afectan su desempeño como tales, pero en nada influyen sobre el espacio y el
tiempo universales, ni en las unidades de medida correspondientes.
En segundo lugar, la gravedad no acelera todos los procesos físicos, como sostiene
Einstein. La masa, energía, frecuencia, etcétera de los cuerpos, partículas y radiaciones no
son alteradas por la gravedad.
En tercero, la gravedad no proporciona una aceleración igual a todos los cuerpos en caída
libre.
Por último, la gravedad no incrementa la velocidad de la luz a causa de la marcha más
lenta de los relojes en regiones con mayor potencial gravitacional.
Todo lo que Einstein ha presentado como atributos de la moderna teoría gravitatoria, que
él y nadie más ha desarrollado felizmente, y que viene a sustituir en toda su extensión a
la mecánica y física newtonianas, es en realidad un catálogo de imposibilidades y
aberraciones físicas absolutas, sin ningún contenido científico, la nada teórica.
A esta falla fundamental tenemos que agregar los infaltables errores matemáticos y
geométricos, ni siquiera justificables en un colegial y que ponen en evidencia la absoluta
ignorancia e impericia de Einstein en esta materia, con los que pretende demostrar y
justificar sus absurdas proposiciones.
Una mención especial merecen sus “thoughts experiments”. Ellos son la negación más
rotunda del método científico. Constituyen un batiburrillo, una mescolanza informe de
sistemas de referencia, tiempos, espacios, ejes coordenados, etcétera, suposiciones (que
no hipótesis) irreales, que contradicen todas las leyes físicas establecidas, en algunos
casos, definitivamente, meras ocurrencias, las cuales combina de la forma más
caprichosa, todos estos elementos manejados a su antojo, a su leal saber y entender.
Basta señalar que Einstein es el único físico que nunca realizó un experimento, en una
época en la que era obligado, y así lo hacían todos los demás físicos, que a cada hipótesis
enunciada siguiera la acción de justificarla experimentalmente.
Einstein pretende reducir esta novedosa teoría de la gravedad, que es la nada física, a
una ecuación matemática de validez universal.
Es evidente que cualquier formulación que se le ocurra al sabio vendrá gravada con el
defecto principal de su teoría: la absoluta nulidad, el carácter plenamente anticientífico de
todas y cada una de sus proposiciones. Su ecuación será también nula y anticientífica de
pleno derecho.
Lo primero que se propone realizar es la determinación del ámbito en que la gravedad
actúa.
Establece que el entorno en que los objetos y la gravedad existen es un medio
cuadridimensional, formado por las tres dimensiones espaciales clásicas y una más, que
únicamente el relativismo puede percibir, el tiempo. De entrada se previene de cualquier
objeción argumentando que el simple sentido común encuentra imposible imaginar una
extensión cuadridimensional, y que para comprender ésta es necesaria una fuerza de
pensamiento excepcional que, desde luego, sólo el relativismo posee.
Le da el crédito a Minkowski de haber sido el primero en dotar de forma matemática al
desatino de la cuadridimensionalidad del espacio. Ya hemos analizado exhaustivamente
la llamada hipergeometría minkowskiana y en ese examen pudimos establecer que la
proposición de la existencia de una cuarta dimensión constituye un absurdo físico y que
todo el artilugio inventado por el maestro de tan aventajado alumno para dar cuerpo a
esta insensatez es también un engendro matemático-geométrico sin valor alguno

199
…La generalización de la teoría de la relatividad ha sido facilitada considerablemente por
Minkowski, un matemático que fue el primero en reconocer la equivalencia formal de las
coordenadas espaciales y la coordenada del tiempo, y utilizó esto en la construcción de la
teoría.124
En este trabajo, a modo de introducción a la formulación de su segunda ecuación,
Einstein repite los mismos argumentos que adujo cuando se propuso demostrar el
principio de equivalencia.
Sea K un sistema de referencia galileano, esto es, un sistema relativamente al cual (en la
región cuadridimensional bajo consideración) una masa suficientemente distante de otras
masas, se está moviendo uniformemente en una línea recta. Sea K’ un segundo sistema de
referencia que se está moviendo relativamente a K en una traslación uniformemente
acelerada. Entonces, relativamente a K’, una masa suficientemente distante de otras masas
tendría un movimiento acelerado tal que su aceleración y dirección de aceleración son
independientes de la composición material y estado físico de la masa.
…la relación arriba mencionada entre las masas libremente movibles y K’ puede ser
interpretado igualmente bien en la siguiente forma. El sistema de referencia K’ no tiene
aceleración, pero el territorio del espacio-tiempo en cuestión se encuentra bajo la influencia
de un campo gravitacional, el cual genera el movimiento acelerado de los cuerpos con
relación a K’.
Esta visión es hecha posible para nosotros gracias a la enseñanza de la experiencia de la
existencia de un campo de fuerza, esto es, el campo gravitacional, el cual posee la notable
propiedad de impartir la misma aceleración a todos los cuerpos…
Se verá a partir de estas reflexiones que de acuerdo con la teoría general de la relatividad
podemos llegar a la teoría de la gravitación, ya que estamos en la posibilidad de “producir”
un campo gravitacional solamente mediante el cambio del sistema de coordenadas. Será
también obvio que el principio de la constancia de la velocidad de la luz en el vacío debe ser
modificado, ya que nosotros fácilmente reconocemos que el camino del rayo de luz con
respecto a K’ debe ser en general curvilínea, si con respecto a K la luz es propagada en línea
recta con una velocidad constante definida.125
Son los mismos argumentos falsos, físicamente insostenibles, que ya hemos analizado: en
una región sin gravedad, las masas tendrán una aceleración independiente de su
composición material, en un campo gravitacional todos los cuerpos caen con la misma
aceleración y la luz será curvilínea con respecto a un sistema acelerado, y todo esto
aderezado con el disparate de que un mismo hecho tiene dos naturalezas, una que se
hace evidente para un sistema de coordenadas y otra distinta para un sistema diferente;
por lo tanto, es posible producir un campo gravitacional con el sólo cambio de
coordenadas.
Establecidos estos firmes fundamentos, que definen exuberantemente el campo
gravitacional, Einstein procede a determinar el entorno cuadridimensional en el que
aquella existe.
§ 3. El continuo espacio-tiempo. Requerimiento de covarianza general para las ecuaciones que
expresan las leyes generales de la naturaleza.
En la mecánica clásica, al igual que en la teoría de la relatividad, las coordenadas del
espacio y del tiempo tienen un significado físico directo. Decir que un punto evento tiene el
valor x1 en la coordenada X1, significa que la proyección del punto evento sobre el eje X1,
determinada por reglas rígidas y de acuerdo con las reglas de la geometría euclidiana, es
obtenida mediante la medición con una regla dada (la unidad de longitud) x1 veces desde el
origen de las coordenadas a lo largo del eje X1. Para decir que un punto evento tiene el valor
x4 = t en la coordenada X4, significa que un reloj estándar, hecho para medir el tiempo en
un período definido como unidad, y el cual está en reposo con relación al sistema de
coordenadas y coincide prácticamente en el espacio con el punto evento, tendrá una medida
de x4 = t periodos a la realización del evento.
Esta visión del espacio y el tiempo ha estado siempre en las mentes de los físicos, aunque,
124
Ibídem., pp. 95-99
125
Einstein, Albert, The Foundation of the General Theory of relativity, The collected papers of Albert
Einstein, Volume 6, The Berlin Years: Wrigtings, 1914-1917, A. J. Kox, Martin J. Klein, and Robert
Schulmann, Editors, Jozsef Illy and Jean Eisenstaedt, Contributing Editors, Rita Fountain and
Annette Pringle, editor Assistants, English Translation of Selected Texts, Alfred Engel, Translator,
Engelbert Schucking, Consultant, Doc. 30, pp. 146-200, Princenton University Press, 1997. P. 146.

200
como una regla, no han sido conscientes de ello. Esto es claro para la parte que estos
conceptos juegan en las mediciones físicas… Pero ahora mostraremos que debemos ponerla
aparte y reemplazarla por una visión más general, con el propósito de estar preparados para
llevar adelante el postulado de la relatividad general, si la teoría especial de la relatividad
aplica en el caso especial de la ausencia de un campo gravitacional.
En un espacio libre de cambios gravitacionales introducimos un sistema de referencia K (x,
y, z, t) y también un sistema de coordenadas K’ (x’, y’, z’, t’) en rotación uniforme con
relación a K. Estén los orígenes de los dos sistemas, lo mismo que sus ejes Z en
coincidencia permanente. Mostraremos que para una medición del espacio-tiempo en el
sistema K’, la definición anterior del significado físico de longitudes y tiempos no puede ser
mantenida. Por razones de simetría es claro que un círculo alrededor del origen en el plano
X, Y de K puede al mismo tiempo ser considerado como un círculo en el plano X’, Y’ de K’.
Suponemos que la circunferencia y el diámetro de este círculo han sido medidos con una
unidad de medida infinitamente pequeña comparada con el radio, y que tenemos el cociente
de los dos resultados. Si este experimento fuese realizado con una regla en reposo
relativamente al sistema galliano K, el cociente debería de ser π. Con una regla en reposo
con relación a K’, el cociente deberá ser mayor que π. Esto es entendido fácilmente si
enfocamos la totalidad del proceso de medición desde el sistema “estacionario” K, y
tomamos en consideración que la regla aplicada a la periferia sufre una contracción
lorentziana, mientras que la que se utiliza a lo largo del radio no. Entonces, la geometría
euclidiana no se aplica en K’. La noción de coordenadas definida arriba, la cual presupone
la validez de la geometría euclidiana, no funciona en relación con el sistema K’. Igualmente,
no estamos en capacidad de introducir un tiempo correspondiente a los requerimientos
físicos en K’ indicado por relojes en reposo con relación a K’. Para convencernos de esta
imposibilidad, imaginemos dos relojes de idéntica constitución situados uno en el origen de
las coordenadas, y el otro en la circunferencia del círculo, y ambos vistos desde el sistema
estacionario K. Por un resultado familiar de la teoría especial de la relatividad, el reloj en la
circunferencia –visto desde K- camina más lentamente que el otro, porque el primero está
en movimiento y el segundo en reposo. Un observador en el origen común de las
coordenadas, capaz de observar el reloj en la circunferencia por medio de la luz, lo vería
entonces retrasado respecto del reloj a su lado. Como él no preparará su mente para
considerar que la velocidad de la luz a lo largo del camino en cuestión depende
explícitamente del tiempo, interpretará sus observaciones como mostrando que el reloj en la
circunferencia “realmente” va más lentamente que el reloj en el origen. Por lo tanto
estaremos obligados a definir el tiempo de tal manera que el ritmo de un reloj depende del
lugar en que esté.
Entonces llegamos a este resultado: en la teoría general de la relatividad espacio y tiempo
no pueden ser definidos de tal manera que las diferencias de las coordenadas espaciales
puedan ser directamente medidas por la regla unidad, o las diferencias en la coordenada
del tiempo por un reloj estándar.
El método hasta hoy empleado para colocar coordenadas en el continuo espacio-tiempo de
una manera determinado se viene abajo y parece que no hay otra forma que nos permitiera
adaptar sistemas de coordenadas al universo cuadridimensional de tal manera que
pudiésemos esperar de su aplicación una formulación particularmente simple de las leyes
de la naturaleza. Entonces, no hay otra cosa sino considerar todos los sistemas imaginables
de coordenadas, en principio, como igualmente apropiados para la descripción de la
naturaleza. Esto viene a requerir que:
Las leyes generales de la naturaleza deben ser expresadas en ecuaciones que sean válidas
para todos los sistemas de coordenadas, esto es, covariantes con respecto de cualquier
sustitución (generalmente covariantes).
Es claro que una teoría física que satisfaga este postulado será también apropiada para el
postulado de la general de la relatividad. Ya que la suma de todas las sustituciones en
todo caso incluye aquellas que corresponden a todos los movimientos relativos de sistemas
de coordenadas. Que este requerimiento de general covarianza, el cual quita al espacio y al
tiempo el último remanente de objetividad física, es natural, será visto a partir de la
siguiente reflexión. Todas nuestras verificaciones en el espacio-tiempo invariablemente
equivalen a una determinación de coincidencias en el espacio-tiempo. Si, por ejemplo, los
eventos consisten meramente en el movimiento de los puntos materiales, entonces por
último nada más será observable que los encuentros de dos o más de esos puntos. Además,
los resultados de nuestras mediciones no son otra cosa que verificaciones de esos
encuentros de los puntos materiales de nuestros instrumentos de medición con otros

201
puntos materiales, coincidencias entre las manecillas de un reloj y puntos en el círculo del
reloj, y la observación de puntos-evento sucediendo en el mismo lugar y al mismo tiempo.
La introducción de un sistema de referencia no sirve para otra cosa que facilitar la
descripción de la totalidad de esas coincidencias. Atribuimos al universo cuatro variables
espacio-tiempo x1, x2, x3, x4 de tal manera que para todo punto-evento hay un sistema
correspondiente de valores de las variables x1… x4. A dos puntos-evento coincidentes
corresponde un sistema de valores de las variables x1… x4, esto es, la coincidencia es
caracterizada por la identidad de las coordenadas. En lugar de las variables x1… x4
introducimos funciones de ellos x’1, x’2, x’3, x’4 como un nuevo sistema de coordenadas, de
tal manera que los sistemas de valores estén hechos para corresponder uno al otro sin
ambigüedad, la igualdad de todas las cuatro coordenadas en el nuevo sistema también
servirá como una expresión de la coincidencia espacio-tiempo de los dos puntos-evento.
Como todas nuestras experiencias físicas pueden ser reducidas en última instancia a tales
coincidencias, no hay una razón inmediata para preferir ciertos sistemas de coordenadas a
otros, esto es, arribamos al requerimiento de covarianza general.
§4. La relación de de las cuatro coordenadas en la medición del espacio y el tiempo

Para regiones cuadridimensionales infinitamente pequeñas la teoría de la relatividad en su
sentido estricto es apropiada, si las coordenadas son adecuadamente elegidas.
Para este propósito debemos escoger la aceleración del infinitamente pequeño (“local”)
sistema de coordenadas de tal manera que no exista un campo gravitacional; esto es posible
para una región infinitamente pequeña. Sean X1, X2, X3, son las coordenadas del espacio y
X4 la coordenada relativa al tiempo medido en la unidad apropiada.*
*La unidad de tiempo es escogida de tal manera que la velocidad de la luz en el vacío medida en el
sistema “local” de coordenadas sea igual a la unidad.
Si una regla rígida es imaginada como la unidad de medida, las coordenadas, con una
orientación dada del sistema, tiene un significado directamente físico en el sentido de la
teoría especial de la relatividad. Por la teoría de la relatividad la expresión
2 2 2 3 2
d s =−d X 1 −d X 2−d X 3 +d X 4 … (1)
tiene entonces un valor que es independiente de la orientación del sistema local de
coordenadas y es comprobable por mediciones del espacio y el tiempo. A la magnitud del
elemento lineal correspondiente a puntos del continuo cuadridimensional en proximidad
infinita, la llamamos ds. Si el ds perteneciente al elemento d X 1 … d X 4 es positivo,
seguimos a Minkowski llámándolo como-tiempo; si es negativo, lo llamamos como-espacio.
Al “elemento lineal” en cuestión, o a los dos puntos-evento infinitamente próximos, también
corresponderán diferenciales definidos dx1 … dx4 de las coordenadas cuadridimensionales
de cualquier sistema de referencia elegido. Si este sistema, lo mismo que el sistema “local”,
es dado para la región bajo consideración, el dXν les permitirá ser representados aquí por
expresiones lineales homogéneas definidas de los dxσ:
d X ν =∑ a νσ d x σ . (2)
σ
Insertando esta expresión en (1), obtenemos por mediciones con reglas y relojes
d s =∑ g στ d x σ d x τ ,
2
(3)
τσ
En donde los gστ serán funciones de los x σ. Estos no pueden más ser dependientes de la
orientación y el estado del sistema “local” de coordenadas, ya que d s 2es una cantidad
verificable de puntos eventos infinitamente próximos en el espacio-tiempo, y definidos
independientemente de cualquier elección particular de coordenadas. Los gστ van a ser
elegidos aquí de tal manera que gστ = gτσ; la sumatoria se extiende sobre todos los valores de
σ y τ, de tal manera que la suma consiste de 4 x 4 términos, de los cuales doce son iguales
en pares.
El caso de la teoría ordinaria de la relatividad surge del caso así considerado, si es posible,
en razón de la particular relación de los gστ en una región finita, para elegir el sistema de
referencia en la región finita de tal manera que los gστ asumen los valores constantes
−1 0 0 0
0 −1 0 0 (4)
0 0 −1 0
0 0 0+1

202
Encontraremos más adelante que la elección de tales coordenadas no es, en general, posible
para una región finita.
Considerando (2) y (3) se sigue que las cantidades gτσ deben de ser consideradas desde el
punto de vista físico como las cantidades que describen el campo gravitacional en relación
al sistema de referencia. Si asumimos la teoría especial de la relatividad para aplicar a una
cierta región cuadridimensional con las coordenadas propiamente escogidas, entonces los
gστ tienen los valores dados en (4). Un punto material libre se mueve entonces, relativamente
a estos sistemas, con movimiento uniforme en una línea recta. Entonces, si introducimos
nuevas coordenadas del espacio tiempo x1, x2, x3, x4, por medio de cualquier sustitución que
escojamos, los gστ en este nuevo sistema no serán más constantes, sino funciones del
espacio y del tiempo. Al mismo tiempo el movimiento del punto material libre se presentará
a sí mismo en las nuevas coordenadas como un movimiento curvilíneo no uniforme, y la ley
de este movimiento será independiente de la partícula en movimiento. Podríamos entonces
interpreta este movimiento como uno bajo la influencia de un campo gravitacional.
Encontramos entonces la ocurrencia de un campo gravitacional conectado con una
variabilidad del espacio tiempo de los gστ. Así, también, en el caso general, cuando no somos
más capaces de, por medio de una adecuada elección de coordenadas, aplicar la teoría
especial de la relatividad en una región finita, podemos rápidamente llegar al punto de vista
de que los gσν describen el campo gravitacional.
Entonces, de acuerdo con la teoría general de la relatividad, la gravitación ocupa una
posición excepcional con respecto a otras fuerzas, particularmente las electromagnéticas, ya
que diez funciones que representan el campo gravitacional, al mismo tiempo definen las
propiedades métricas del espacio medido. 126
En seguida insertaremos amplias citas de varios trabajos de Einstein en las que se
aprecia claramente el camino seguido por el sabio, quien, firmemente apoyado en su
maestro Minkowski y en colaboración con Grossman, su asesor en ciencias matemáticas
(que para Einstein eran terra ignota), va estructurando su famosa y vacua ecuación del
campo gravitacional.
Después de las citas haremos un análisis exhaustivo del discurso einsteiniano en esta
materia.
§ 1. Ecuaciones de movimiento del punto material en el campo gravitacional estático
De acuerdo con la teoría corriente de la relatividad, en ausencia de fuerzas un punto se
mueve de acuerdo con la ecuación
δ {∫ ds }=δ { √−d x 2−d y 2−d z 2+ c2 d t 2 }=0 (1)
Esta ecuación establece que el punto material se mueve rectilínea y uniformemente. Esta es
la ecuación de movimiento en la forma del principio de Hamilton; por lo que podemos poner
δ { Hdt }=0 (1a)
en donde
−ds
H= m
dt
es postulado, si m designa la masa en reposo del punto material. De esto obtenemos, en la
forma familiar, los momentos Jx, Jy, Jz, y la energía del punto en movimiento:
∂H x'
J x =m =m ; etc. (2)
∂x √c ¿
2
2−¿q

2
∂H ∂H δH c
E= x ' + ' y '+ −H =m 2 2 .
dx ' dy δz ' √ c −q
Este modo de representación difiere del ordinario solamente por el hecho de que en esta
última Jx, Jy, Jz y E contienen también un factor c. Pero ya que c es constante en la teoría
ordinaria de la relatividad, el sistema dado aquí es equivalente al ordinario. La única
diferencia es que J y E poseen dimensiones distintas que las del modo ordinario de
representación.
Yo he mostrado en escritos previos que la hipótesis de la equivalencia conduce a la
consecuencia de que en un campo gravitacional estático la velocidad de la luz c depende del
potencial gravitacional. Esto me lleva a ver que la teoría corriente de la relatividad nos da

126
Ibídem, pp.150-151.

203
solamente una aproximación a la realidad; esta se podría aplicar en el caso límite, en donde
las diferencias en el potencial gravitacional en la región del espacio-tiempo bajo
consideración no son tan grandes. Adicionalmente, yo encontré de nuevo (1) y (1a) como las
ecuaciones de movimiento de un punto de masa en un campo gravitacional estático; sin
embargo, c no es concebido como una constante sino más bien como función de las
coordenadas espaciales que representan una medida del potencial gravitacional. De (1a)
obtenemos de la manera familiar las ecuaciones del movimiento
∂c
−mc
d
dt {√ mx
2
c −q
2 }
=
∂x .
√c 2−q2
Es fácil ver que el momento es representado por la misma expresión de arriba. En general,
las ecuaciones (2) rigen para el punto material que se mueve en el campo gravitacional. 127

Fundamentos físicos de una teoría de la gravitación 128


[En el caso de la teoría ordinaria de la relatividad]
Por la palabra “masa” de un cuerpo se denotan dos cosas: por una parte, la resistencia
inercial del cuerpo y, por el otro lado, la característica constante que es el factor
determinante del efecto del campo gravitacional sobre el cuerpo. Es uno de los más notables
hechos empíricos que estas dos masas, la inercial y la gravitacional, concuerden
exactamente una con la otra…129
Esta ley empírica puede ser expresada también en la siguiente forma. En un campo
gravitacional todos los cuerpos caen con la misma aceleración. Esto sugiere la idea de que,
de acuerdo con su influencia sobre los procesos mecánicos y otros procesos físicos, un
campo gravitacional puede ser reemplazado por un estado de aceleración del cuerpo de
referencia (sistema de coordenadas). Esta concepción no se sigue con necesidad de los
experimentos mencionados, pero es de gran interés heurístico… Ya que el curso de un
proceso físico relativo a un sistema de referencia puede ser determinado teoréticamente,
esta hipótesis de equivalencia nos permite predecir la influencia de un campo gravitacional
sobre procesos físicos de toda clase. La prueba experimental de las conclusiones alcanzadas
debe entonces mostrar si la hipótesis subyacente era correcta.
En la forma indicada, llegamos a la conclusión de que la velocidad con la cual un proceso
físico se desenvuelve en un campo gravitacional es tan grande como lo sea el potencial
gravitacional en la localidad en la que el sistema físico está situado. Por esta razón, las
líneas espectrales de la luz solar experimentarían un pequeño cambio hacia el rojo en el
espectro en comparación con las correspondientes líneas espectrales de las fuentes
terrestres de luz, esto es, un cambio de cerca de dos millonésimas de longitud de onda.
Otra consecuencia de esta hipótesis de equivalencia es la curvatura de los rayos de luz en
un campo gravitacional, la cual es de 0.84 segundos de arco para un rayo de luz que pasa
cerca del sol y no es inaccesible a pruebas experimentales [¿cerca? Completamente
indefinido]. Esta curvatura de la luz implica que la velocidad de la luz no es constante, sino
que depende, en cambio, de la localización. Esto nos obliga a generalizar la teoría espacio y
tiempo, conocida como teoría de la relatividad, ya que la última estaba basada en la
asunción de la constancia de la velocidad de la luz.
De acuerdo a la teoría de la relatividad, un punto material aislado se mueve rectilínea y
uniformemente de acuerdo con la ecuación
δ (∫ ds )=0,
en donde

127
Ibídem. p. 151-174.
128
Einstein, Albert, Outline of a generalized Theory of Relativity and of a Theory of Gravitation, The
Collected Papers of Albert Einstein, volume 4, The Swiss Years, Writings, 1912-1914, Edited by
Martin J. Klein, A. J. Kox, Jürgen Renn, and Robert Schulman, English Translation, Anna Beck,
Translator, Don Howard, Consultant, doc. 13, Teubner, Leipzig, 1913)
129
Einstein, Albert, Physical Foundation of a Theory of Gravitation, The collected papers of Albert
Einstein, Volume 4, The Swiss Years: Wrigtings, 1912-1914, Edited by Martin J. Klein, A. J. Kox,
Jürgen Renn and Robert Schulmann, English Translation, Anna Beck, Translator, Don Howard,
Consultant, Doc. 16, pp. 192-197, Princenton University Press, 1997. [Naturforschende
Gesellschaft in Zürich. Vierteljahrsschrift 58 (1914): 284-290]

204
2 2 2 2 2 2
d s =−d x −d y −d z + c d t ,
y c denota la velocidad de la luz (constante).
Las tres peanas de la teoría general de la relatividad son:
1. La existencia de dos masas distintas pero iguales: la masa inercial y la masa
gravitacional de un mismo cuerpo. En determinadas circunstancia la masa actúa
inercialmente, en otras, gravitacionalmente.
2. La caída igual de los cuerpos en el campo gravitatorio (en el vacío) con abstracción de
sus masas distintas,
3. Principio de equivalencia de un sistema de referencia acelerado con un campo
gravitacional.
La hipótesis de equivalencia permite la conclusión de que en un campo gravitacional
estático (de una clase especial) un punto material se mueve de acuerdo con la ecuación de
arriba, en la cual, ahora, sin embargo c es una función de la localidad y es determinada por
el potencial gravitacional. De este caso especial del campo gravitacional, se puede arribar al
caso general pasando a mover sistemas de coordenadas por medio de la transformación de
coordenadas. En este camino se reconoce que la única generalización invariante teorética
de la indicada ley suficientemente incluyente consiste en asumir que el “elemento lineal ds”
tiene la forma
d s 2=∑ gik d x i d x k
ik
en donde gik son funciones de X1, X2, X3y X4, mientras que las primeras tres coordenadas
caracterizan la posición, y la última el tiempo, y la ecuación del movimiento tiene de nuevo
la forma
δ (∫ ds )=0.
Si uno considera que en esta vista, en lugar del acostumbrado elemento lineal de la teoría
general de la relatividad,
d s 2=∑ dx2i
i
Tenemos el más general
d s =∑ gik d x i d x k
2

ik
como el invariante absoluto (escalar), entonces uno ve inmediatamente cómo se logra una
generalización de la gravitación que incluye a la gravitación sobre la base de la hipótesis de
la equivalencia. Mientras que en la teoría original de la relatividad la independencia de las
ecuaciones físicas respecto del sistema de referencia especial está basado en la postulación
del invariante fundamental
d s =∑ dxi
2 2

i
nosotros estamos interesados en la construcción de una teoría en la cual el elemento lineal
más general de la forma
d s 2=∑ gik d x i d x k
ik
juega el papel de invariante fundamental. Los conceptos del análisis vectorial necesarios
para este propósito los provee el método del cálculo diferencial absoluto…
De la idea esbozada anteriormente se sigue que las 10 cantidades gik caracterizan el campo
gravitacional; ellos reemplazan el potencial gravitacional φ de la teoría de la gravitación
newtoniana, y forman el tensor covariante fundamental de estas cantidades gik, consiste,
entre otras, en el hecho de que ellas determinan el comportamiento de reglas y relojes.
El método de cálculo diferencial absoluto nos permite generalizar los sistemas de
ecuaciones de cualquier proceso físico, como ocurría en la teoría de la relatividad original,
de tal manera que ellas se integren al esquema de la nueva teoría. Los componentes gij del
campo gravitacional siempre aparecen en estas ecuaciones. El significado físico de esto es
que las ecuaciones proveen información acerca de la influencia del campo gravitacional
sobre los procesos en la región bajo estudio. La ley del movimiento de un punto material
previamente indicada puede servir como el más simple ejemplo de esta clase. De otro modo,
deberíamos confinarnos a la formulación de la ley más general conocida por los físicos, esto
es, la ley que corresponde a la ley de la conservación del movimiento y la energía en la

205
teoría original de la relatividad. Como es bien conocido, se tiene un tensor simétrico Tμν,
cuyos componentes, los componentes del estrés, producen los componentes del momento y
los de la densidad del flujo de energía y de la densidad de energía. Estas cantidades pueden
ser especificadas para los fenómenos en cualquier dominio. Las leyes de la conservación del
momento y la energía, están contenidas en las ecuaciones
∂ T σν
∑ xν
(1)

(ν,σ = 1, 2, 3, 4)
ya que mediante la integración con respecto a las coordenadas espaciales sobre todo el
sistema, se pueden obtener las otras ecuaciones de la conservación
d
dt
(∫ T σ 4 dτ )=0 (1a)

en donde dτ denota el elemento tridimensional del volumen.


En la teoría general, las siguientes ecuaciones corresponden a (1):
∂ T σν 1 ∂ g μν
∑ = ∑ γ T
∂ x v 2 μντ ∂ x ν μτ σν
(2)
ν
(ν,σ = 1, 2, 3, 4)

Aquí
T σν =√ −g . ∑ g σμ θ μν,
μ
en donde g es el determinante |gij| y γμτ es el subdeterminante adjunto a gμτ dividido por
este determinante; θμν es el tensor simétrico contravariante de segundo grado que
caracteriza el comportamiento de la energía en el dominio del fenómeno bajo consideración.
Las cantidades 𝕿σν tienen aquí el mismo significado que la cantidad Tσν en la teoría original
de la relatividad; los componentes de estrés energía del campo gravitacional no están
contenidos en ellas.
El lado derecho de las ecuaciones (2) desaparece si las cantidades gμν son constantes, esto
es, si no está presente un campo gravitacional. En este caso, la ecuación (2) se reduce a la
ecuación (1) y puede ser entonces llevada a la forma (1a); en otras palabras: el proceso
material satisface las leyes de la conservación totalmente por sí mismo. Al contrario, los gμν
son variables, esto es, si un campo gravitacional está presente, entonces el lado derecho de
las ecuaciones (2) expresa la influencia energética del campo gravitacional sobre el proceso
material. Es claro que las leyes de la conservación no pueden deducirse de la ecuación (2)
en este caso, porque los componentes del estrés de energía de los procesos materiales no
pueden satisfacer ninguna ley de la conservación totalmente por sí mismas, sin los
componentes del campo gravitacional.
El método arriba bosquejado muestra cómo los sistemas de ecuaciones de la física pueden
ser obtenidos cuando la influencia de un campo gravitacional dado sobre los procesos es
tomada en cuenta. Pero esto no resuelve el principal problema de la teoría de la gravedad,
ya que este último consiste en determinar las cantidades gij cuando los procesos materiales
generados de campo (incluido el eléctrico) son considerados como dados. En otras palabras,
la generalización de la ecuación de Poisson

∆ φ=4 πkp (3)


es buscada.
Por una parte, la proporcionalidad entre energía y masa inercial que es obtenida por la
teoría ordinaria de la relatividad, y, por otra, la proporcionalidad empírica de masa inercial
y gravitacional conducen necesariamente a la opinión de que las nuevas cantidades que
determinan el comportamiento energético de un sistema debe también determinar los
efectos gravitacionales del sistema. De esto concluimos que el tensor 𝕿μν debe aparecer en
las ecuaciones de la gravedad que estamos buscando, en lugar de la densidad p de la
ecuación (3). Entonces buscamos ahora las ecuaciones que expresan la igualdad de los dos
tensores, uno de los cuales es el tensor dado 𝕿μν, mientras que el otro viene del tensor
fundamental gμν a través de operaciones diferenciales.
Resulta ahora que las leyes de la conservación de la energía y el momento hacen posible la
derivación de esas ecuaciones. Ya ha sido enfatizado arriba que el proceso material y el
campo gravitacional juntos. De acuerdo con los argumentos arriba presentados, esto
significa que deben existir cuatro ecuaciones de la forma

206

∑ν d x ( T σν +t σν )=0
v
(ν,σ = 1, 2, 3, 4)
Aquí el tσν caracteriza los componentes de estrés de energía del proceso material. En
particular, las cantidades 𝕿σν y tσν deben tener el mismo carácter teorético de invariantes.
Resulta que es posible mostrar por medio de un argumento general que las ecuaciones que
determinan por completo el campo gravitacional no pueden ser covariantes con respecto a
sustituciones arbitrarias. Este descubrimiento fundamental es digno de atención porque
todas las otras ecuaciones postuladas (4) son también covariantes solamente con respecto a
sustituciones lineales, pero no lo son respecto de sustituciones arbitrarias. Entonces,
demandaremos covariancia solamente con respecto a transformaciones lineales de las
ecuaciones de la gravitación que estamos buscando.
Ha resultado que se llega a ecuaciones completamente determinadas si se agregan a estas
consideraciones la demanda de que cuando estas ecuaciones sean aplicadas al caso
especial relevante y se busca una solución aproximada, ellas deben producir la ecuación de
Poisson (3).
Usando el método indicado, se obtienen las siguientes ecuaciones

αβμ α
(
∑ ∂∂x √−g γαβ g σμ ∂ xμν
∂γ
β
) =k ( T σν + t σν ) ; (ν,σ = 1, 2, 3, 4) (5)

Aquí

−2−k .t σν =√−g
( βτϱ
dg dγ
∑ γ βν dxτϱ dxτϱ − 12 ∑ δ σν γ αβ dxτϱ dxτϱ
σ β αβτϱ
dg dγ
σ β
) ; (6)

k es una constante universal que corresponde a las constantes gravitacionales; δ σν es 1 ó 0,


dependiendo de si σ y ν son diferentes o iguales.
Del sistema de ecuaciones (5) que corresponde a la ecuación (3), se puede ver que junto con
los componentes del estrés de energía 𝕿σν del proceso material, aquellos del campo
gravitacional (tσν) aparece como una causa equivalente inductora de campo, una
circunstancia que obviamente debe ser demandada; el efecto gravitacional de un sistema
puede no depender de la naturaleza física de la energía productora de campo del sistema.
Ya que sólo son permisibles sustituciones lineales, ciertos uni, bi y tridimensionales
manifolds son privilegiados, los cuales pueden ser designados como líneas rectas, plano y
espacios lineales.
La teoría aquí esbozada supera un defecto epistemológico que acompaña no solamente a la
teoría original de la relatividad, sino también a la mecánica galileana, y que fue destacado
por E. Mach. Es obvio que no se puede adscribir un significado absoluto al concepto de
aceleración de un punto material, igual que no se puede hacer con el concepto de velocidad.
La aceleración únicamente puede ser definida como aceleración relativa de un punto con
respecto a otros cuerpos. Estas circunstancias hacen que parezca sin sentido adscribir
simplemente a un cuerpo una resistencia a una aceleración (resistencia inercial del cuerpo
en el sentido de la mecánica clásica); en lugar de eso será demandado que la ocurrencia de
una resistencia inercial esté ligada a la aceleración del cuerpo en consideración respecto a
otros cuerpos. Debe ser demandado que la resistencia inercial de un cuerpo podría ser
incrementada por tener masas inerciales no aceleradas en su vecindad; y este incremento
de la resistencia inercial debe desaparecer después si estas masas aceleran al lado del
cuerpo. Resulta que este comportamiento de la resistencia inercial, a la cual podemos
llamar relatividad de la inercia, se sigue de las ecuaciones (5). Esta circunstancia es uno de
los pilares más fuertes de la teoría esbozada. 130
B. Medios matemáticos para la formulación de ecuaciones generalmente covariantes.
La idea fundamental de esta teoría general de los covariantes es la siguientes: sean
definidas ciertas cosas (“tensores”) con respecto a cualquier sistema de coordenadas por un
número de funciones de las coordenadas, llamados “componentes” del tensor. Hay entonces
ciertas reglas por la cuales estos componentes pueden ser calculador para un nuevo
sistema de coordenadas si ellos con conocidos para el sistema original de coordenadas y si
la transformación que conecta los dos sistemas es conocida. Las cosas de aquí en adelante
llamadas tensores son caracterizadas posteriormente por el hecho de que las ecuaciones de

130
Ibídem., p. 192

207
transformación para sus componentes son lineales y homogéneas. De acuerdo con esto,
todos los componentes en el nuevo sistema desaparecen si ellos desaparecen en el sistema
original. Si, entonces, una ley de la naturaleza es expresada igualando todos los
componentes del tensor a cero, este es generalmente covariante. Mediante el examen de las
leyes de la formación de tensores, adquirimos los medios para formular leyes generalmente
covariantes. 131
§ 8. Algunos aspectos del tensor fundamental gμν
El tensor covariante fundamental
En la expresión invariante para el cuadrado del elemento lineal
2
d s =g μν d x μ d x ν ,
la parte que desempeña el dxμ es el de un vector contravariante que puede ser elegido a
voluntad. Ya que g μν=g νμ, se sigue del parágrafo precedente que g μν es un tensor
covariante de segundo grado. Llamamos a éste el “tensor fundamental”. En lo que sigue
deducimos algunas propiedades de este tensor, las cuales, es verdad, aplican a cualquier
tensor del segundo rango. Pero como el tensor fundamental desempeña una parte especial
en nuestra teoría, la cual tiene sus bases físicas en los peculiares efectos de la gravitación,
sucede que las relaciones que se desarrollarán son de importancia para nosotros solamente
en el caso del tensor fundamental.132
C, Teoría del campo gravitacional
§ 13. Ecuaciones de movimiento de un punto material en el campo gravitacional. Expresión
para los componentes de campo de la gravitación.
Un cuerpo libremente móvil, no sujeto a fuerzas externas, se mueve, de acuerdo con la
teoría especial de la relatividad, en línea recta y uniformemente. Este es también el caso, de
acuerdo con la general teoría de la relatividad, para una parte del espacio
cuadridimensional en el cual el sistema de coordenadas K0, puede ser, y es, de tal manera
escogida que ellos tienen los valores constantes especiales dados en (4).
Si consideramos precisamente este movimiento desde cualquier sistema de coordenadas K1,
el cuerpo, observados desde K1, se mueve, de acuerdo a las consideraciones en § 2, en un
campo gravitacional. La ley de movimiento con respecto a K1 resulta sin dificultad de la
siguiente consideración. Con respecto a K0 la ley de movimiento corresponde a una línea
recta cuadridimensional, esto es, a una línea geodésica. Ahora, como la línea geodésica es
definida independientemente del sistema de referencia, sus ecuaciones serán también las
ecuaciones del punto material con respecto a K1. Si ponemos
Γ τμν =−{ μν , τ } (45)
la ecuación del movimiento respecto a K1, deviene
2
d xτ τ d xμ d xν
2
=Γ μν (46)
ds ds ds
Ahora hacemos la asunción, la cual inmediatamente se presenta a sí misma, que este
sistema covariante de ecuaciones también define el movimiento del punto en el campo
gravitacional en el caso en el que no hay sistema de referencia K0, con respecto al cual la
teoría especial de la relatividad tiene validez en una región finita. Tenemos toda la
justificación para hacer esa asunción ya que (46) contiene solamente primeras derivadas de
los g μν entre los cuales aún en el caso especial de la existencia de K0, no hay relaciones.
τ
Si el Γ μν desaparece, entonces el punto se mueve uniformemente en una línea recta. Estas
cantidades entonces condicionan la desviación del movimiento de la uniformidad. Ellos son
los componentes del campo gravitacional. 133
§ 16. La forma general de las ecuaciones de campo de la gravitación
Las ecuaciones de campo para el espacio libre formuladas en § 15 son comparadas con la

131
Ibídem, pp. 192-197
132
Einstein, Albert, The Foundation of the General Theory of relativity, The collected papers of Albert
Einstein, Volume 6, The Berlin Years: Wrigtings, 1914-1917, Doc. 30, pp. 151-198, A. J. Kox,
Martin J. Klein, and Robert Schulmann, Editors, Jozsef Illy and Jean Eisenstaedt, Contributing
Editors, Rita Fountain and Annette Pringle, editor Assistants, English Translation of Selected Texts,
Alfred Engel, Translator, Engelbert Schucking, Consultant, Princenton University Press, 1997. pp.
156-157
133
Ibídem., 163.

208
ecuación de campo
∇ 2 ∅=0
de la teoría de Newton. Nosotros requerimos la ecuación correspondiente a la ecuación de
Poisson
2
∇ ∅=4 πκρ ,
en donde ρ denota la densidad de la materia.
La teoría especial de la relatividad ha conducido a la conclusión de que la masa inerte no es
otra cosa, ni más ni menos, que energía, la cual encuentra su completa expresión
matemática en un tensor simétrico de segundo rango, el tensor de energía. Entonces en la
teoría general de la relatividad debemos introducir un correspondiente tensor de energía de
α
la materia T σ, el cual, como los componentes de energía tσ [ecuaciones (49) y (50)] del
campo gravitacional, tendrán carácter mixto, pero pertenecerán a un tensor covariante
simétrico.
El sistema de ecuaciones (51) muestra cómo este tensor de energía (correspondiente a la
densidad p en la ecuación de Poisson) será introducido en las ecuaciones del campo
gravitacional. Ya que si consideramos un sistema completo (por ejemplo, el sistema solar),
la masa total del sistema y por tanto su acción gravitacional como tal dependerá del total de
energía del sistema y, por eso, de la energía ponderable junto con la energía gravitacional.
Esto permitirá que sea expresado introduciendo en (51), en lugar de los componentes del
σ σ
campo gravitacional únicamente, las sumas t μ +T μ delos componentes de materia y del
campo gravitacional. Entonces, en lugar de (51) obtenemos la ecuación de tensor

∂ xα
( [ 1
]
g σβ T αμβ )=k ( t σμ + T σμ ) − δ σμ ( t+T ) (52)
2
√−g=1,
μ
en donde hemos puesto T =T μ (escalar de Laue). Estas son las ecuaciones generales de
campo de la gravedad en forma mixta.
Debe ser admitido que esta introducción del tensor de energía de la materia no es
justificada por el postulado de la relatividad solamente. Por esta razón hemos aquí deducido
del requerimiento de que la energía del campo gravitacional debe actuar gravitacionalmente
de la misma manera como cualquier otra clase de energía. Pero la razón más fuerte para la
elección de estas ecuaciones descansa en su consecuencia de que la conservación del
momento y la energía, correspondiendo exactamente a las ecuaciones (49) y (49a), son
apropiadas para los componentes del total de la energía… 134
§ 18 Las leyes del momento y de la energía para la materia como una consecuencia de las
ecuaciones de campo.
…Este segundo término es una expresión para el momento, y para la energía, como
transferidos por unidad de volumen y tiempo desde el campo gravitacional a la materia.
…el lado derecho expresa el efecto del campo gravitacional sobre la materia.
D. El fenómeno material
Los medios matemáticos desarrollados en la parte B nos permiten inmediatamente
generalizar las leyes físicas de la materia (hidrodinámica, electrodinámica de Maxwell),
como ellas son formuladas en la teoría especial de la relatividad, de tal manera que encajen
en la teoría general de la relatividad. Cuando esto se ha hecho, el principio general de la
relatividad ciertamente no nos permitirá una más amplia limitación de posibilidades; pero
esto nos hace familiarizarnos con la influencia del campo gravitacional sobre todos los
procesos sin que tengamos que introducir ninguna nueva hipótesis cualquiera.
Entonces, sucede que no es necesario introducir asunciones definidas acerca de la
naturaleza física (en el sentido restringido). En particular puede permanecer abierta la
cuestión de sí la teoría del campo electromagnético en conjunción con la del campo
gravitacional proporcionan una base suficiente a la teoría de la materia o no. El postulado
general de la relatividad no nos dice, en principio, nada acerca de esto. Se verá, durante el
desarrollo de la teoría, si la electromagnética y la doctrina de la gravitación son capaces en
colaboración de estructurar lo que la primera por sí sola no tiene la capacidad de hacer. 135
§ 20. Ecuaciones de Maxwell del campo electromagnético para el espacio libre.

134
Ibídem., p.178-179.
135
Ibídem., pp. 184-185

209
ν
…entonces, el Tσ son los componentes de energía del campo electromagnético. Con la
ayuda de (61) y (64), es fácil mostrar que estos componentes del campo electromagnético en
el caso de la teoría especial de la relatividad dan las bien conocidas expresiones de Maxwell-
Poynting.
Hemos deducido las leyes generales que son satisfechas para el campo gravitacional y la
materia, usando consistentemente un sistema de coordenadas para las cuales −g=1 . √
Hemos logrado de este modo conseguir una considerable simplificación de fórmulas y
cálculos, sin dejar de cumplir con el requerimiento de la covarianza general; ya que hemos
formulado nuestras ecuaciones desde ecuaciones generalmente covariantes por medio de la
especialización del sistema de coordenadas.
No deja de tener un interés formal la cuestión de si con una definición
correspondientemente generalizada de los componentes de energía del campo gravitacional
y la materia, aún sin la especialización del sistema de coordenadas, es posible formular
leyes de la conservación en la forma de la ecuación (56), y ecuaciones de campo de la
gravedad de la misma naturaleza que (52) o (52a), de tal manera que en el lado izquierdo
tengamos una divergencia (en el sentido ordinario), y en el derecho la suma de los
componentes de energía de la materia y la gravedad. He encontrado que en ambos casos
esto es actualmente así. Pero yo no pienso que la comunicación de mis de alguna manera
extensivas reflexiones sobre esta materia podrían ser valiosas, porque después de todo ellas
no nos dan nada que sea materialmente nuevo.136
§ 22. Comportamiento de las reglas y relojes en el campo gravitacional estático. Curvatura
de los rayos de luz. Movimiento del perihelio de una órbita planetaria.
La unidad de la regla de medida aparece entonces un poco recortada en relación con el
sistema de coordenadas por la presencia de un campo gravitacional si se extiende sobre un
radio.
Entonces el reloj va más lentamente si se coloca en la vecindad de masas ponderables. De
esto se sigue que las líneas espectrales de luz que llegan a nosotros desde la superficie de
las grandes estrellas deben aparecer desplazadas hacia el rojo del espectro. 137
Sobre los fundamentos de la teoría general de la relatividad
La teoría, como lo veo ahora, se basa en tres aspectos fundamentales, los cuales, sin
embargo, no son en forma alguna independientes uno del otro. Ellos podrían ser
brevemente esquematizados y caracterizados y entonces iluminados desde unos pocos
aspectos en lo siguiente:
a Principio de relatividad. Las leyes de la naturaleza son meras declaraciones acerca de
coincidencias espacio-temporales; entonces ellas encuentran su sola expresión
generalmente en ecuaciones covariantes.
b Principio de equivalencia. La inercia y la gravedad son fenómenos de naturaleza idéntica.
De esto y de la teoría especial de la relatividad se sigue necesariamente que el simétrico
“tensor fundamental” (gμν) determina las propiedades métricas del espacio, el
comportamiento inercial de los cuerpos en este espacio, lo mismo que los efectos
gravitacionales. Debemos llamar al estado del espacio que es descrito por este tensor
fundamental el campo “G”.
c El principio de Mach. El campo G está totalmente determinado por las masas de los
cuerpos. Ya que la masa y la energía son –de acuerdo con los resultados de la teoría
especial de la relatividad– una y la misma, y ya que la energía es formalmente descrita por
el simétrico tensor de energía (T μν), de ahí se sigue que el campo G es producido y
determinado por el tensor de energía de la materia [subrayado por GRE].
Respecto a (a), Herr Kretschmann hace notar que el principio de relatividad, expresado de
esta manera, no es una declaración acerca de su realidad física, esto es, no acerca del
contenido de las leyes naturales, sino es más una exigencia con respecto a su formulación
matemática.
A causa de que la experiencia física es pertinente solamente para coincidencias, siempre
será posible representar las conexiones causales entre estas coincidencias por ecuaciones
generalmente covariantes. El piensa que es necesario asociar un significado diferente a la
demanda de relatividad. Mientras que es correcto que toda ley empírica puede ser obtenida
[brought] en una forma generalmente covariante, el principio (a) también lleva un
considerable peso heurístico, el cual ha sido probado espléndidamente en el problema de la

136
Ibídem., pp. 187-188
137
Ibídem., pp. 192-193

210
gravitación. El punto es el siguiente. Entre dos sistemas teóricos, ambos compatibles con la
experiencia, se deberá preferir aquel que es el más simple y transparente desde el punto de
vista del cálculo diferencial. Con solo poner la mecánica de la gravitación newtoniana en la
forma de ecuaciones absolutamente covariantes (cuadridimensionales) uno se convencerá
ciertamente de que el principio (a) excluye esta teoría, no en el campo de la teoría sino en el
de la práctica.
El principio (b) fue el punto de partida de toda la teoría, y ha traído consigo [o ha
incorporado] la formulación del principio (a); éste ciertamente no se puede abandonar en la
medida en que uno se mantenga en las ideas básicas del sistema.
El principio de Mach (c) es una historia diferente. La necesidad de sostenerlo de ninguna
manera es compartida por todos los colegas; pero yo siento que es absolutamente necesario
hacerlo. Con (c), de acuerdo con las ecuaciones de campo de la gravitación, no puede haber
campo G sin materia. Obviamente, el postulado (c) está estrechamente conectado a la
estructura del espacio-tiempo como un todo, porque todas las masas del universo
participarían en la generación del campo G.
Originalmente, yo sugerí para las ecuaciones del campo gravitatorio

( 1
Gμν =−k T μν − g μν T
2 ) , (1)

Con la abreviatura
Gμν =∑ g ( μσ , τν ) .
στ

στ
Sin embargo, estas ecuaciones de campo no satisfacen el postulado (c), porque ellas
permiten las soluciones
gμν = constante (para todos los μ y ν)
Tμν = 0 (para todos los μ y ν).
En contradicción con el principio de Mach, las ecuaciones (1) permiten un campo G sin
materia generadora.
El postulado (c), sin embargo –hasta donde puedo ver- será satisfecho si se corrige (1)
mediante la adición del “término λ” para dar forma a las ecuaciones de campo

(1
Gμν − λ g μν =−k T μν − gμν T
2 ) (2)

De acuerdo con (2), un continuo espacio-tiempo, libre de singularidades, y con un tensor de


materia que desaparece en todo lugar, parece no existir. La más simple solución que se
puede pensar es un universo estático, esférico (o elíptico) en sus coordenadas espaciales,
con materia en reposo uniformemente distribuida. Pero no sólo se puede construir en la
mente un mundo que esté acorde con el postulado de Mach; uno puede también imaginar
que nuestro mundo real se aproxima al esférico que hemos mencionado. En nuestro
mundo, la materia no está distribuida uniformemente sino más bien concentrada en
cuerpos celestiales individuales que no están en reposo sino más bien en movimiento
relativo (lento cuando se compara con la velocidad de la luz). Pero es muy posible que la
media de la densidad especial de la materia (“medida naturalmente”) tomada para espacios
que contienen muchas estrellas fijas, es casi una cantidad constante en el universo. En este
caso, la ecuación (1) debe ser corregida con un término adicional con el carácter de nuestro
término λ. El universo entonces sería cerrado en sí mismo, y su geometría se desviaría del
espacio esférico o elíptico solamente en muy poca medida, y sólo localmente, como, por
ejemplo, la forma de la superficie terrestre se desvía de la de un elipsoide. 138
Lectura III139
La teoría general de la relatividad
Equivalencia de la masa inercial y la masa gravitacional
Sea K un sistema inercial. Masas que se encuentran suficientemente alejadas una de otra y
de otros cuerpos están, entonces, con respecto a K, libres de aceleración. Podríamos
también referir esas masas a un sistemas de coordenadas K’ uniformemente acelerado con
138
Ibídem., pp. 197-198
139
Albert Einstein, On the foundations of the general theory, The collected papers of Albert Einstein,
Volume 7, The Berlin Years: Writings, 1918-1921, English Translation, Alfred Engel, Translator,
Engelbert Schuking, Consultant, Edited by Michael Janssen, Robert Schulmann, József Illy,
Christoph Lehner, and Diana Kormos Buchwald, Doc. 4, Received 6 March 1918, Published 24 May
1918, In: Annalen der Physik 55 (1918): 241-244, pp. 33-35

211
respecto a K. Relativamente a K’ todas las masas tienen aceleraciones iguales y paralelas;
con respecto a K’ ellas se comportan justamente como si un campo gravitacional estuviese
presente y K’ no tuviese aceleración.140
…de acuerdo con el principio de equivalencia, K’ puede ser también considerado como un
sistema en reposo, con respecto al cual hay un campo gravitacional (campo de fuerza
centrífuga, y fuerza de Coriolis). Entonces arribamos al siguiente resultado: el campo
gravitatorio tiene influencia y aún determina las leyes métricas del continuo espacio- tiempo
[subrayado por GRE]. Si las leyes de configuración de cuerpos rígidos ideales van a ser
expresadas geométricamente, entonces ante la presencia de un campo gravitacional la
geometría no es euclidiana.141
…En una forma análoga debemos introducir en la teoría general de relatividad coordenadas
arbitrarias x’1, x’2, x’3, x’4, las cuales deben numerar únicamente los puntos del espacio
tiempo, de tal manera que los eventos decisivos estén asociados con valores vecinos de las
coordenadas; dicho de otra manera, la elección de coordenadas es arbitraria. Debemos estar
ciertos del principio de la relatividad en su más amplio sentido si damos una forma a las
leyes de tal manera que sean válidas en todo sistema de coordenadas cuadridimensionales,
esto es, si las ecuaciones que expresan las leyes son covariantes de acuerdo con
transformaciones arbitrarias [subrayado por GRE).
El más importante punto de contacto entre la teoría de Gauss de las superficies y la teoría
general de la relatividad descansa en las propiedades materiales sobre las cuales los
conceptos de las dos teorías, en lo principal, están basados. En el caso de la teoría de las
superficies, el argumento de Gauss es como sigue.
La geometría plana puede estar basada sobre el concepto de distancia, ds, entre dos puntos
infinitamente cercanos. El concepto de esta distancia es físicamente significativo porque la
distancia puede ser medida directamente por medio de una regla rígida. Por medio de una
adecuada elección de las coordenadas cartesianas, esta distancia puede ser expresada por
2 2 2
la fórmula d s =d X 1 +d X 2. Podemos basar sobre esta cantidad los conceptos de línea

recta como la geodésica ( δ ∫ ds=0 ), el intervalo, el círculo y el ángulo, en base a los cuales
la geometría euclidiana está construida. Una geometría [otra geometría] puede ser
construida sobre una superficie continuamente curvada, si observamos que una porción
infinitesimal de la superficie puede ser considerada como un plano, dentro de cantidades
relativamente infinitesimales. Existen coordenadas cartesianas X1 y X2 en una pequeña
porción de la superficie y la distancia entre dos puntos, medida por una regla, es dada por
2 2 2
d s =d X 1 +d X 2.
Si introducimos arbitrariamente coordenadas curvilíneas, x1, x2, en la superficie, entonces
dX1, dX2 pueden ser expresadas linealmente en términos de dx1, dx2. Entonces, en cualquier
parte de la superficie tenemos
2 2 2
d s =g11 d x 1 +2 g12 d x 1 d x 2 + g22 d x 2
en donde g11, g12, g22 están determinados por la naturaleza de la superficie y la elección de
las coordenadas; si estas cantidades son conocidas, entonces es también conocido cómo
redes de reglas rígidas pueden ser colocadas sobre la superficie. En otras palabras, la
geometría de superficies se puede basar en la expresión correspondiente.
Hay relaciones análogas en el espacio-tiempo cuadridimensional continuo de la física. En la
vecindad inmediata de un observador, que cae libremente en un campo gravitacional, no
existe un campo gravitacional. Podemos siempre considerar una región infinitesimalmente
pequeña del espacio tiempo como galileana. Para tal pequeñísima región habrá un sistema
inercial (con las coordenadas espaciales X1, X2, X3 y la coordenada del tiempo X4) con
relación a las cuales vamos a considerar las leyes de la teoría especial de la relatividad
como válidas. La cantidad que es directamente mensurable por nuestras reglas y relojes,
2
d X 1 +d X 2+ ¿ d X −d X
2 2
3
2
4 ¿
o su negativo

140
Einstein, Albert, Four Lectures on the Theory of relativity, Held at Princenton University in May
1921 The collected papers of Albert Einstein, Volume 7, The Berlin Years: Writings, 1918-1921,
Doc. 71, English Translation, Alfred Engel, Translator, Engelbert Schuking, Consultant, Edited by
Michael Janssen, Robert Schulmann, József Illy, Christoph Lehner, and Diana Kormos Buchwald, ,
Received 6 March 1918, Published 24 May 1918, In: Annalen der Physik 55 (1918): 241-244
141
Ibídem., p. 317.

212
2 2 2 2 2
d s =−d X 1 −d X 2−d X 3 +d X 4
es entonces un único invariante determinado para dos eventos vecinos (puntos en el
continuo cuadridimensional), siempre y cuando usemos reglas de medir iguales cuando las
tomamos y las sobreimponemos una a la otra y relojes que se muevan igual cuando son
puestos juntos. En esto es esencial la asunción física de que las distancias relativas de dos
reglas de medir y los ritmos relativos de dos relojes son independientes, en principio, de su
historia previa. Pero esta asunción es ciertamente garantizada por la experiencia; si no
tuviera valor no habría nítidas líneas espectrales, ya que los átomos del mismo elemento
ciertamente no tienen la misma historia, y ya que, bajo la suposición de la variabilidad
relativa de los átomos dependiendo de su historia previa, sería absurdo suponer que las
masas de frecuencias propias de esos átomos siempre hayan sido iguales unas a otras.
Las regiones del espacio tiempo de una extensión finita son, en general, no galileanas, ya
que un campo gravitacional no puede ser hecho a un lado por la elección de coordenadas
en una región finita. Hay entonces, elecciones de coordenadas para las cuales las relaciones
métricas de la teoría especial de la relatividad tengan valor en una región finita. Pero el
invariante de siempre existe para dos puntos vecinos (eventos) del continuo. Este invariante
ds puede ser expresado en coordenadas arbitrarias. Si se observa que el dX local puede ser
expresado linealmente en términos de las diferenciales de coordenadas dx, ds2 puede ser
expresada en la forma
2
d s =g μν d x μ d x ν
Las funciones gμν describen, con respecto al sistema de coordenadas arbitrariamente
escogido, las relaciones métricas del continuo espacio-tiempo y también el campo
gravitacional. Al igual que en la teoría especial de la relatividad, tenemos que discriminar
entre los elementos de línea como-tiempo y como-espacio en el continuo cuadridimensional;
debido al cambio de signo introducido, los elementos como-tiempo tienen un real ds y los
como-espacio, uno imaginario. El ds como-tiempo puede ser medido directamente por un
reloj adecuadamente elegido.
De acuerdo con lo que se ha dicho, es evidente que la formulación de la teoría general de la
relatividad asume una generalización de la teoría de los invariantes y de la teoría de los
tensores; la cuestión se plantea respecto de la forma de las ecuaciones que son covariantes
con respecto a puntos arbitrarios de transformación. El cálculo generalizado de tensores fue
desarrollado por los matemáticos mucho antes que la teoría de la relatividad. Primero
Riemann extendió la línea de pensamiento a un continuo de cualquier número de
dimensiones, con visión profética el vio el significado físico de esta generalización de la
geometría de Euclides. Después siguió el desarrollo de la teoría en la forma del cálculo de
tensores, particularmente por Ricci y Levi-Civita. 142
Estamos ahora en posesión del aparato matemático que es necesario para formular las leyes
de la teoría general de la relatividad… [subrayado por GRE].
Una partícula sobre la cual no actúa ninguna fuerza, se mueve, de acuerdo con el principio
de la inercia, uniformemente en una línea recta. En el continuo cuadridimensional de la
teoría especial de la relatividad (con una coordenada del tiempo real) esta es una línea recta
real. La generalización natural, esto es, la más simple de las líneas rectas que es verosímil
en el sistema de conceptos de la teoría general de invariantes de Riemann, es la línea más
recta, o geodésica. En consecuencia, tenemos que asumir, en el sentido del principio de
equivalencia, que el movimiento de una partícula material, bajo la acción solamente de la
inercia y la gravedad es descrito por la ecuación
2
d xμ μ d xα d xβ
2
+ Γ αβ =0 (90)
ds ds ds
μ
De hecho, esta ecuación se reduce a la de la línea recta si todos los componentes Γ αβ del
campo gravitacional desaparecen,
¿Cómo están conectadas estas ecuaciones con la teoría especial de la relatividad, el g μν
[tensor métrico covariante] igual que el g μν [tensor métrico contravariante], tienen los
valores, con respecto a un sistema inercial (con coordenadas de tiempo real y apropiada
elección del signo de ds2)

142
Ibídem., pp. 320-321

213
−1 0 0 0
0 −1 0 0 (91)
0 0 −1 0
0 0 0+1

[−x 2− y 2−z 2 +ct 2 ]


La ecuación del movimiento es entonces
2
d xμ
2
=0
ds

[ −d 2 x−d 2 y−d 2 z+ d 2 ct
d s2
=0
] .

Podemos llamar a esta la “primera aproximación” al campo gμν. Cuando se consideran


aproximaciones es a menudo útil, como en la teoría especial de la relatividad, usar una
coordenada X4 imaginaria, y entonces, el gμν, en la primera aproximación, adquiere los
valores
−1 0 0 0
0 −1 0 0 (91a)
0 0 −1 0
0 0 0−1

Estos valores pueden ser conectados en la relación


g μν=−δ μν .
Para la segunda aproximación debemos poner entonces
g μν=−δ μν + γ μν
en donde los γμν son considerados como más pequeños que del primer orden. 143

Debemos ahora intentar encontrar las leyes del campo gravitacional. Para este propósito la
ecuación de Poisson,
∆ ∅=4 πKp
de la teoría newtoniana servirá como modelo. Esta ecuación tiene su fundamento en la idea
de que el campo gravitacional se origina en la densidad p de la materia ponderable. Esto
debería ser igual en la teoría general de la relatividad. Pero nuestras investigaciones de la
teoría especial de la relatividad nos han mostrado que en lugar del escalar de densidad de
la materia tenemos el tensor de energía por unidad de volumen [subrayado por GRE]. En este
último no solamente está incluido el tensor de la energía de la materia ponderable, sino
también el de la energía electromagnética. Hemos visto, ciertamente, que en un análisis más
completo el tensor de energía puede ser considerado únicamente como un medio provisional
de representar la materia [subrayado por GRE]. En realidad, la materia consiste de
partículas eléctricamente cargadas, y es considerada en sí misma como una parte, de hecho
la principal, del campo electromagnético. Es solamente la circunstancia de que no tenemos
suficiente conocimiento del campo electromagnético de cargas concentradas lo que nos
compele, provisionalmente, a dejar indeterminada en la presente teoría la verdadera forma
de este tensor. Desde este punto de vista es apropiado al presente introducir el tensor T μν del
segundo rango, de una estructura aún desconocida, la cual provisionalmente combina la
densidad de energía del campo electromagnético y la de la materia ponderable; en lo que
sigue lo denominaremos como el “tensor de energía de la materia” [subrayado por GRE].144
…En la teoría general de la relatividad tenemos que asumir como válida la correspondiente
ν
ecuación covariante general. Si (Tμν) denota el tensor covariante de energía de la materia, Tσ
el correspondiente tensor mixto de densidad, entonces, de acuerdo con (83), requerimos que

143
Ibídem., pp. 321-324.
144
Ibídem., pp. 339-340

214
α
dTσ α β
0= −Γ σβ T σ (95)
d xα
sea satisfecha. Debe ser recordado que al lado de la densidad de energía de la materia debe
ser dada también una densidad de energía del campo gravitacional, de tal manera que no se
puede hablar de los principios de la conservación de energía y momento únicamente para la
materia. Esto se expresa matemáticamente por la presencia del segundo término en (95), el
cual hace imposible la existencia de una ecuación integral de la forma de (49). El campo
gravitacional transfiere energía y momento a “la materia" ya que aquel ejerce fuerzas sobre
ésta y le proporciona energía [subrayado por GRE); esto es expresado por el segundo
término en (95).
Si hay una ecuación análoga a la de Poisson en la teoría general de la relatividad, entonces
esta ecuación debe ser una ecuación de tensor para el tensor gμν del potencial
gravitacional.145
Tenemos que encontrar este tensor diferencial. Este está completamente determinado por
las siguientes condiciones.
1. No puede contener coeficientes diferenciales del gμν más altos que el segundo.
2. Debe ser lineal y homogéneo en estos segundos coeficientes diferenciales.
3. Su divergencia debe desparecer idénticamente.
Las primeras dos de estas condiciones son tomadas naturalmente de la ecuación de
Poisson. Ya que puede ser probado matemáticamente que todos estos tensores diferenciales
pueden ser formados algebraicamente (estos es, sin diferenciación) del tensor de Riemann,
nuestro tensor debe ser de la forma
R μν +a g μν R
en la cual Rμν y R están definidos por (88) y (89) respectivamente. Más adelante puede ser
probado que la tercera condición requiere que a tenga un valor de – ½. Por la ley del campo
gravitacional obtenemos la ecuación
1
R μν − g μν R=−k T μν . (96)
2
La ecuación (95) es una consecuencia de esta ecuación. K denota una constante, la cual es
conectada con la constante de la gravitación newtoniana.
En lo que sigue yo indicaré las características de la teoría que son interesantes desde el
punto de vista de la física, usando en la menor medida posible del método matemático. 146
Del valor numérico de K’ se sigue que

[ K=
8 πK 8 π .6.67 .10−8
c 2
=
9 . 10 20
=.10−27
K es la constante cosmológica de Newton
]
[ K=
k c2
8π ]
Tensor de energía del campo electromagnético.
Antes del desarrollo de la teoría de la relatividad era conocido que los principios de energía
y momento podían ser expresados en una forma diferencial para el campo electromagnético.
La formulación cuadridimensional [es decir, de acuerdo con la teoría especial de la
relatividad] conduce a una importante concepción, la del tensor de energía, el cual es
importante para el posterior desarrollo de la teoría de la relatividad. 147

Cuando se expresa en la última forma, vemos que las tres primeras ecuaciones establecen
el principio del momento; pxx… pzx son los estreses de Maxwell en el campo
electromagnético y (bx, by, bz) es el vector momento por unidad de volumen del campo. La
última de las ecuaciones (47b) expresa el principio de energía; s es el vector de flujo de
energía, y n la energía por unidad de volumen del campo. De hecho, de (48) obtenemos
mediante la introducción de las bien conocidas expresiones de los componentes de la

145
Ibídem., pp. 342-343.
146
Ibídem., p. 343
147
Ibídem., p. 344.

215
intensidad de campo de la electrodinámica. 148
Concluimos de (48) que el tensor de energía del campo electromagnético es simétrico; con
esto está conectado el hecho de que el momento por unidad de volumen y flujo de energía
son iguales uno al otro (relación entre energía e inercia).
Concluimos, por tanto, de estas consideraciones que la energía por unidad de volumen
tiene el carácter de un tensor. Esto ha sido probado directamente únicamente para un
campo electromagnético, aunque reclamamos la validez universal del mismo. Las
ecuaciones de Maxwell determinan el campo electromagnético cuando la distribución de
cargas eléctricas y corrientes es conocida. Pero no conocemos las leyes que gobiernan las
corrientes y cargas. Sabemos, sin embargo, que la electricidad consiste de partículas
elementales (electrones, núcleos positivos pero desde el punto de vista teórico no podemos
comprender esto. No conocemos los factores energéticos que determinan la distribución de
la electricidad en partículas de un tamaño y una carga definidos, y todos los intentos de
completar la teoría en esta dirección han fallado. Si entonces podemos construir sobre las
ecuaciones de Maxwell en general el tensor de energía del campo electromagnético es
conocido fuera de las partículas cargadas. En estas regiones, fuera de las partículas
cargadas, las solas regiones en donde podemos creer que tenemos la expresión completa
para el tensor de energía, tenemos por (47)
∂T μν
=0 .149 .
∂ xν

La ecuación de Einstein del campo gravitatorio es la continuación lógico-histórica de las


ecuaciones de transformación de Lorentz.
Como remate de su teoría de la relatividad especial, Einstein estableció las ecuaciones del
movimiento de un rayo luminoso en un espacio tridimensional:
d x + d y +d z =d c t [ d s ]
2 2 2 2 2 2
(1) y
d x ' + d y ' +d z ' =d c t ' [ d s ' ]
2 2 2 2 2 2
(2).
(1) es la ecuación del desplazamiento de un rayo de luz en un sistema de referencia fijo,

en un espacio tridimensional; en ella d c 2 t 2 es la distancia recorrida por el pulso en el
tiempo dt. (2) es la ecuación del mismo viaje del mismo rayo en un sistema de referencia
con movimiento rectilíneo uniforme relativo al sistema en reposo.
Ya dejamos establecido en la parte correspondiente que la primera ecuación es la
expresión racional del fenómeno considerado y la segunda su formulación metafísica, en
la cual dx’, dy’, dz’ y dct’ son las mismas longitudes dx, dy, dz, y dct pero contraídas las
variables x, y z y dilatada la variable t por el movimiento del sistema móvil y sólo
perceptible esta alteración por un observador anejo al sistema móvil; esa contracción
implica, necesariamente, al considerar la velocidad de la luz igual a c en el sistema móvil,
que en éste el tiempo se dilata.
Igualmente, hemos tenido conocimiento del “thought experiment” del cual Einstein
infiere, de una manera torpe, mediante un “razonamiento” menos que infantil, la
contracción del espacio y la dilatación del tiempo.
De acuerdo con la mecánica racional y la física científica, en un lugar que suponemos en
reposo, desde un punto de origen determinado, se emite un rayo de luz y se pone en
movimiento un objeto; ambos parten simultáneamente y se desplazan rectilíneamente en
igual dirección. El sistema de referencia es el lugar en reposo y en él se desarrollan los
movimientos del rayo de luz y del objeto. El rayo de luz tiene la velocidad c que le es
característica y el objeto una velocidad v, menor que c. Los espacios que recorren el rayo
de luz y el objeto en el tiempo t son ct y vt respectivamente (el primero mayor que el
segundo). Si, al estilo einsteiniano, colocamos observadores en el punto de origen y en el
objeto, el primero de ellos computará las distancias y las velocidades tal como se dan en
el lugar que funciona como sistema de referencia en reposo relativo: ct, vt, c y v; el
segundo observador percibirá una radiación luminosa que respecto a él se desplaza a la

148
Ibídem., p. 350
149
Ibídem., p. 307.

216
velocidad v1; igualmente, utilizando el mismo tipo de aparatos de medición como el de
aquellos con los que puntualmente dota Einstein a sus observadores y que nosotros no
hemos regateado a los nuestros, el segundo observador establecerá que la velocidad a la
que se desplaza respecto del sistema de referencia fijo es v. De acuerdo con esto,
concluirá que la velocidad de la radiación es igual a v+v1. Perspicaz como es nuestro
observador, al contrario de los de Einstein, que son de una torpeza homérica, descubrirá
que la radiación que se mueve paralela a sí es un rayo luminoso, cuya velocidad,
establecida por medios científicos, es c; esto lo llevará a la conclusión de que v+v1 = c. Con
todos estos elementos en la mano, arribará a lo siguiente: las velocidades del rayo de luz y
del objeto respecto al sistema de referencia fijo son c y v, las distancias recorridas en el
tiempo t son ct y vt, respectivamente, y la velocidad de la luz relativa al objeto, v1 = c-v.
Las dos observaciones finalmente coinciden en todo y el segundo observador, además,
agrega el valor relativo de la luz.
Por su parte, Einstein, el metafísico, construye mentalmente dos sistemas de coordenadas
cartesianas ortogonales, tridimensionales, dotados, uno, K, con ejes x, y, z y otro, K’, x’,
y’, z’, desprovistas ambas por completo de materia, de entidad física.
A estos entes meramente especulativos les atribuye encontrarse inicialmente
superpuestos, en un lugar indeterminado fuera del espacio y del tiempo; a K le asigna la
cualidad de mantenerse fijo en esa región que es la nada y a K’, la característica de
desplazarse a lo largo de su eje x’, superpuesto al eje x, a partir del punto de origen
común, con un movimiento rectilíneo uniforme; en este entorno inmaterial introduce
Einstein un objeto material, un rayo de luz, el cual se origina simultáneamente que el eje
x’ y se desplaza sobre el mismo. El rayo se mueve al mismo tiempo en el eje x y en el eje
x’; al tiempo t. en el eje x el rayo de luz recorre la distancia ct y en el eje x’ una menor, ct-
vt; notemos que se trata del mismo rayo que transita en el mismo espacio, el cual, según
el místico, para K tiene una extensión y para K’ otra menor. De acuerdo con la afiebrada
mentalidad einsteiniana, el movimiento de una entelequia, el sistema K’, produce una
compresión sobre el espacio y lo reduce y el rayo viaja la distancia ct-vt, pero igualmente
deja intacto el espacio original porque en K la distancia recorrida es el total de ct. Al llevar a
este punto su alucinante especulación, el sabio echa mano del principio que ha inventado
de la velocidad invariante de la luz y razona que si el espacio en K’ se ha reducido y la
velocidad de la luz es siempre c, entonces el tiempo consumido para transitar ese espacio
acortado es necesariamente menor, pero simultáneamente igual a t.
La hercúlea fuerza metafísica del sabio ha logrado lo siguiente: (1) conservar la extensión
ct de un espacio y al mismo tiempo comprimirlo a ct-vt; mantener el valor t del tiempo y
simultáneamente extenderlo a t’ (aunque esta última hazaña ya tiene precedentes
históricos inobjetables: la bíblica detención, por Jehová, de la carrera celestial del sol).
Esa doble naturaleza del tiempo y del espacio, descubierta por este risible Colón de la
física, presuntamente se manifiesta con simultaneidad y es percibida, la primera de ellas,
solamente por el observador en K y la segunda, por el que se ha adscrito a K’.
En la cúspide de este monumento a la estulticia, coloca Einstein una soberana tontería:
¡el movimiento del intangible sistema K’ altera la longitud de las reglas y la marcha de los
relojes!
La segunda fórmula, d x ' 2+ d y ' 2 +d z ' 2=d c 2 t ' 2, no tiene, por tanto, ningún sustento
físico, carece totalmente de valor científico, es la nada geométrica y matemática.
La teoría de la relatividad ha sido, en su núcleo fundamental, desacreditada
completamente por la consideración de este “thought experiment” bajo la luz de la
mecánica clásica y la física racional.
Sin embargo, estas aberraciones aparecen a los ojos de su engendrador como verdades
físicas irrefutables, como proposiciones con pleno valor científico.
En seguida, Einstein establece las igualdades siguientes:
d x + d y +d z −d c t [ d s ] =¿ 0
2 2 2 2 2 2
(3) y
d x ' + d y ' +d z ' −d c t ' [ d s ' ]=0
2 2 2 2 2 2
(4).
La primera ecuación es irreprochable matemática, geométrica y físicamente, pero la

217
segunda es errónea en todos sentidos.
La primera ecuación es la expresión matemática de una representación geométrica del
movimiento infinitesimal de un punto (la distancia recorrida por el rayo de luz de su
experimento, por ejemplo) en un espacio tridimensional, esto es, de la diagonal del
ortoedro que se forma con los valores x, y, z medidos en los ejes correspondientes de un
sistema cartesiano ortonormal. La distancia ds [ dcdt ] es la raíz cuadrada de la suma de
los cuadrados de los movimientos del punto respecto de cada uno de los ejes
coordenados. Y, desde luego, si a la raíz cuadrada de la suma de los cuadrados de los
desplazamientos dx, dy, dz le restamos la distancia infinitesimal recorrida tenemos como
resultado un valor de 0. O, expresada la relación en su forma cuadrática, el cuadrado de
la diagonal es igual a la suma de los cuadrados de los desplazamientos infinitesimales; de
ahí también se infiere que la resta de un término al otro da por necesidad como resultado
0.
En seguida iguala Einstein las dos fórmulas; partiendo del supuesto de que cada una es
equivalente a 0, entonces ellas son iguales entre sí:
d x + d y +d z −d c t [ d s ]=d x ' + d y ' +d z ' −d c t ' [ d s ' ];
2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2

esto es evidentemente falso dentro de los propios supuestos einsteinianos, aunque sea


2
correcto formalmente. dx’ no es, de acuerdo a Einstein, igual a dx, sino a dx 1−
v y así
c2
sucesivamente con d y ' y dz ' ; cada una es menor que su contraparte del sistema K.

√ √
2 2
Igualmente, dct’ [ds’] no es igual a dct [ds], sino a dct 1−
v , es decir, v veces
2
1− 2
c c
menor. De ahí entonces que ds no sea un invariante, como lo pretende Einstein, ya que al
pasar de uno a otro sistema de coordenadas su valor se altera.
Como según Einstein las dos ecuaciones tienen el mismo valor ds2, entonces continúa
trabajando sólo con la primera de ellas: d x 2+ d y 2 +d z2 −d c2 t 2 [ d s 2 ] =¿ 0.
Convierte la distancia dct (ds) en el desplazamiento infinitesimal del punto en una cuarta
dimensión, el tiempo t.
La ecuación del espacio ds en un continuo cuadridimensional es, de acuerdo a la
matemática y geometría pardas de Einstein, la siguiente:
d s 2=d x 2+ d y 2 +d z 2−d c 2 t 2 [ d s 2 ].
La parte derecha de la ecuación implica que primero se establece el cuadrado de la
distancia infinitesimal recorrida por el punto (o el rayo) en la forma de la suma indicada
de x2, y2, z2 y a ella se le resta esa misma suma ya realizada que se materializa en la
diagonal del ortoedro, también elevada a la segunda potencia, esto es d s 2−d s 2.. El
resultado, evidentemente, es siempre 0, cualquiera que sean los valores de x, y y z. De
esta manera tenemos que la ecuación de transición entre la teoría especial y general de la
relatividad y basamento último de la ecuación de campo de Einstein y, por tanto, de la
teoría del big bang, queda de la siguiente forma
2 2 2
d s =d s −d s =0 ,
lo que nos demuestra una vez más la necesidad de que la matemática einsteiniana
concluya siempre en el cero, en la nada.
Einstein ha doblegado espacio y tiempo; para él, entonces, es un juego de niños torcer el
álgebra y la geometría para que sirvan a sus descabelladas teorías.
En ese contexto, hace valer su ecuación (nula de origen) dándole el carácter de una
matematización de un continuo cuadridimensional.
Para ello, convierte el resultado c2t2 [ds2] en su propio progenitor, en una coordenada más,
en este caso virtual, en la coordenada t del tiempo, por lo que el continuo
cuadridimensional se puede representar en un sistema de coordenadas x, y, z, t [ct]. ct es
dotada por Einstein de una doble naturaleza, es una distancia medida en un sistema de

218
coordenadas tridimensional y es una coordenada que representa el tiempo y se mide a sí
misma en un presunto continuo cuadridimensional. El espacio se convierte en tiempo al
conjuro del brujo relativista.
Es evidente que no existe ningún continuo cuadridimensional; es por eso que para
representar lo que no existe Einstein haya tenido que echar mano de ese truco barato de
la transustanciación del espacio en tiempo.
Si igualamos la ecuación d s 2=d x 2+ d y 2 +d z 2−d c 2 t 2 [ d s 2 ] a 0, y ya que por defnición (de
Einstein) d x 2+ d y 2 +d z2 =d c2 t 2=d s 2, entonces tenemos
d x 2+ d y 2 +d z2 [ d s 2 ] −d c 2 t 2 [ d s 2 ] =0
[ d s 2 ]−[ d s 2 ]=0
resultado que se puede expresar en esta tautología: [ d s 2 ] =[ d s 2 ] y que está en orden con
el fruto reiterado de la teoría einsteiniana, esto es, con la nada, la pura nada.
En este punto, Einstein hace un cambio formal en su ecuación, el cual no altera la
esencia del mismo, para que quede así
−d x −d y −d z +d c t [ d s ] =d s =¿.
2 2 2 2 2 2 2

La ecuación con la que inaugura Einstein su teoría general de la relatividad y que es el


“sólido” fundamento de su famosa ecuación de campo es una contrahechura plagada de
absurdos (imposibilidades) físicos, de trampas y maquinaciones matemático-geométricas
sazonadas con errores de principiante, etcétera; en resumen, desde el punto de vista
físico, matemático, geométrico y la perspectiva del simple sentido común, esa fórmula no
tiene ningún valor científico, es la nada, simple y sencillamente la nada.
Einstein proporcionó al mundo el fundamento, la intuición pura, de la teoría del continuo
espacio-tiempo cuadridimensional, pero quien dio su forma y contenido definitivos fue
Minkowski, el maestro de tan adelantado alumno.
Minkowski funda la llamada “hipergeometría”, una disciplina que según sus apologistas
hace ver a la geometría euclidiana como un ejercicio de escolares.
Ya hemos puesto de relieve con suficiente fuerza el carácter anticientífico de esta nueva
geometría (ver capítulo VIII) y aquí únicamente acudiremos a los argumentos ya
expresados que tienen relación con el tema de la ecuación de campo de Einstein.
Lo que Minkowski se echa a cuestas es la tarea de forjar un artificio matemático-
geométrico que represente el continuo cuadridimensional inventado por su alumno.
Para ello es necesario establecer primero un sistema de coordenadas que incluya la del
tiempo, determinada ésta por Einstein como ct, es decir, como una distancia. Esta forma
matemática y físicamente antinatural de definir esa cuarta coordenada nos previene ya
sobre la ilegitimidad de la misma: no tiene legalidad matemática alguna.
El sistema de coordenadas que Minkowski establece es uno bidimensional, cuyo eje
horizontal es el de las x y el vertical el del tiempo t[ct]. En el primero de ellos se encarna
una sola de las dimensiones que determinan la distancia ct y en la otra el propio
resultado ct, pero en su personificación del tiempo.
El sistema de coordenadas cartesianas para un espacio tridimensional está compuesto
por 3 ejes ortonormales, respecto de los cuales se determina la distancia entre dos puntos
(o el viaje de luz entre dos puntos, como en el ejemplo einsteiniano). Cada eje representa
una de las tres dimensiones y la diagonal del ortoedro así formado la longitud recorrida
por el pulso luminoso.
El sistema de coordenadas utilizado por Minkowski está reducido a dos ejes coordenados,
con lo cual, de tener alguna terrenalidad, representaría el entorno de una manera trunca,
incompleta, muy lejos de la plenitud con la que lo hace el sistema de coordenadas
tridimensional. Esto quiere decir que el sistema minkowskiano no solo no representaría
un entorno cuadridimensional, ni uno tridimensional, sino ni siquiera uno bidimensional,
porque sus ejes simbolizan, de una manera irracional, físicamente imposible, el tiempo
con una distancia (ct) y la distancia con el viaje de un rayo de luz (ct). Ambos ejes
caracterizan exactamente lo mismo.
La hipergeometría minkowskiana, que su mismo progenitor anuncia como una nueva

219
concepción del tiempo y del espacio, queda reducida, si la analizamos con los elementos
que nos brindan la mecánica y la física racionales (clásicas, ambas fielmente euclidianas)
a una miserable ocurrencia, ayuna de cualquier sustento físico, que tiene su base en una
burda desnaturalización de principios físicos elementales, por parte de un físico
relativista de la peor especie.
Uno de los propósitos esenciales de Minkowski es darle un firme basamento al “thought
experiment” einsteiniano del rayo de luz que se desplaza en K y K’, ensayo mental que
tiene su núcleo en la llamada transformación de coordenadas (de x, y, z, t a x’, y’, z’ t’)
porque precisamente esa transformación es la que produce la contracción del espacio y la
dilatación del tiempo.
Con ese propósito como norte, Minkowski busca la forma de introducir este experimento
en su novísimo sistema de coordenadas.
En primer lugar, concibe una réplica exacta del sistema básico, la cual se desplaza
rectilíneamente, con una velocidad uniforme, su eje x’ deslizándose sobre el eje x del
sistema original que se encuentra en reposo. Se trata ahora de determinar lo que sucede
con el tiempo y el espacio en el sistema móvil, esto es, la fórmula de transformación de x,
y, z, t a x’, y’, z’, t’.
Minkowski ha prometido al público expectante la matemática y la geometría del continuo
espacio-tiempo cuadridimensional. Aunque no ha logrado este propósito, es necesario
recompensar a su auditorio con algo espectacular. Propone entonces utilizar un cuerpo
geométrico poco conocido, un hiperboloide, como instrumento matemático-geométrico
La ecuación canónica del hiperboloide de dos hojas es: +x2/a2+y2/b2-z2/c2+1 = 0, con tres
variables, como corresponde a un cuerpo geométrico tridimensional; Minkowski hace una
adaptación muy ad hoc para su teoría e inventa un hiperboloide de cuatro variables,
cuadridimensional, que no existe en ninguna parte en el mundo real, a no ser en la
deforme mentalidad de Einstein, cuya ecuación enriquece la fórmula original con una
variable más, el tiempo. Es de esta enunciación espuria de la cual Minkowski pretende
obtener el parámetro positivo c, es decir, una curva que se desplace en la parte superior
del sistema de coordenadas, de izquierda a derecha en el cuadrante positivo, y de derecha
a izquierda en el cuadrante negativo, empezando con una velocidad cercana a la luz y
llegando a 0 en el valor 1 del tiempo. Sin embargo, esto es imposible aún para una mente
tan poderosa, por lo que tiene que hacer algunas manipulaciones (inmovilizar las
variables y y z) para que solamente quede la figura bidimensional que es la generatriz del
hiperboloide, es decir la hipérbola, llamada geométricamente hipérbole de dos hojas, de la
cual toma la hoja superior, cuya ecuación es y2-x2 =1, que es en realidad el parámetro c
buscado por Minkowski. Las líneas mundo minkowskianas parten del origen y se
desplazan en la parte superior del diagrama cartesiano (cuadrantes 1 y 2); su ecuación
es: ds2 = t2 + x2; es evidente que en este sistema de coordenadas bidimensional que ha
fabricado Minkowski es imposible representar plenamente el desplazamiento de los
eventos mundo, pues las dimensiones y y z han sido eliminadas; únicamente se
representa la dimensión x, pero en función de otra distancia (ct); Minkowski intenta
eliminar esta contradicción haciendo c = 1; esto, sin embargo, no cambia el carácter
desnaturalizado de la variable, pues a fin de cuentas el tiempo tendría que dividirse
también entre c, pero le permite eliminar c de la ecuación y dejar sólo el tiempo real t sin
ajustarlo al valor de c. Minkowski establece las líneas mundo de dos rayos de luz que se
desplazan desde el origen, en un ángulo de 45 o, uno hacia el cuadrante superior derecho
y otro hacia el superior izquierdo; estas líneas mundo forman asíntotas con las dos partes
de la hoja superior de la hipérbola.
Entre esas dos líneas mundo se representan todas las líneas mundo del mundo a partir
de t = 0. Esas líneas mundo comprendidas entre los dos rayos de luz interceptan en un
punto determinado la curva que es el parámetro c [ y 2−x 2=1 ] ; en el punto de intercepción
la velocidad de la línea mundo es igual geométricamente que la inclinación de la tangente
al mismo.
Se trata ahora, con todos estos elementos en la mano, de establecer el mecanismo de

220
transformación de coordenadas, lo que al mismo tiempo implica el de la contracción del
espacio y la dilatación del tiempo.
Minkowski considera el sistema de referencia móvil como una línea mundo; esto significa
que aquel es representado en su totalidad por una línea cuya inclinación está
determinada por su velocidad. Pero a contrapelo de la propia lógica interna de sus
especulaciones, Minkowski estima que esa línea es sólo la del tiempo t’ y que a partir de
ella se debe obtener su recíproca, la línea x’; por operaciones meramente geométricas (por
otro lado, completamente erróneas) se hace la transformación de coordenadas de x, t a x’,
t’; éstas últimas son el mismo espacio y tiempo pero contraído uno y dilatado el otro,
ambos en la medida del factor de Lorentz.
El error garrafal de Minkowski, que se une a la multitud de otros que ha cometido,
consiste en que reduce la línea mundo del sistema móvil a sólo el eje t’ y que con base en
esta suplantación establece el otro eje, x, como siendo otra línea mundo distinta; de esta
manera crea un sistema de coordenadas que es completamente incongruente con los
supuestos de los que ha partido en sus alegatos.
Como fácilmente se comprende, ni siquiera dentro de su propio esquema tiene validez la
supuesta transformación de coordenadas, por lo que necesariamente se viene abajo la
demostración matemático-geométrica de la transformación de Lorentz, esto es, de la
contracción del espacio y la dilatación del tiempo, prometida por Minkowski.
Utilizando esta misma estructura matemático-geométrica que ha ideado, y auxiliándose
ahora con otro cuerpo geométrico tridimensional, el cono, forma idealmente un doble
cono, cuyos vértices se unen en el punto 0 (x), 0 (t), dos de sus alturas inclinadas se
corresponden con las líneas mundo que representan la velocidad de la luz en cada uno de
los cuatro cuadrantes y su altura vertical coincide con el eje t. Con este armatoste
Minkowski pretende establecer las leyes de la causalidad entre las líneas mundo. Desde
luego, para empezar, intenta representar la concatenación de eventos a los que ha
atribuido cuatro dimensiones en un cuerpo geométrico tridimensional, lo que constituye
un verdadero despropósito. Después, como anteriormente lo hizo, termina por reducir el
escenario de su mundo al mismo sistema bidimensional, del cual toma los dos triángulos
unidos en su vértice (0 (x), 0 (t)) formados por las líneas mundo de los rayos de luz
dibujadas en los cuatro cuadrantes. Denomina al origen t = 0, al triángulo superior, t > 0
ó “cono de luz del futuro” y al inferior t < 0 ó “cono de luz del pasado”. A esto añade, en
los espacios entre ambos conos, hojas hiperboloides totalmente inoperantes,
definitivamente superfluas.
Toda la ciencia de este engendro minkowskiano se reduce a lo siguiente: un evento puede
(ausencia absoluta del concepto de causalidad) tener influencia sobre todos los eventos
que se encuentran en el cono de luz del futuro, los cuales por definición se mueven a una
velocidad menor que la de la luz, y un evento pudo ser afectado por todos los eventos que
se encuentran en el cono de luz del pasado, los cuales necesariamente se han movido a
una velocidad menor que la de la luz.
En la parte correspondiente hemos demostrado prolijamente la insustancialidad de esta
concepción minkowskiana de la causalidad, su estatura liliputiense, si es que tiene
alguna, respecto de los conceptos filosóficos, llevados a su máxima expresión por Hegel en
su Lógica, de ser, esencia, necesidad, casualidad, causalidad, causa y efecto, etcétera.
Igualmente, ahí mismo revelamos cómo esta necia concepción abre la puerta a una total
desnaturalización del concepto del tiempo que realizan los relativistas y que tiene su
manifestación más conspicua en el bodrio llamado “teoría del big bang”.
Tanto la formulación de Einstein como la prescripción de Minkowski llevan al mismo
resultado: el establecimiento de la imposible ecuación del movimiento cuadridimensional,
la cual es expresada de la siguiente descabellada manera
d s =−d x −d y −d z + d c t [ d s ]
2 2 2 2 2 2 2

y cuya completa irracionalidad hemos demostrado detalladamente en todo lo anterior.


Esta ecuación es el punto de partida, el fundamento y el elemento principal de la llamada
ecuación de Einstein, a la cual aquí hemos denominado “la segunda” para diferenciarla de

221
E = mc2.
La ecuación de campo de Einstein, que será nuestro próximo objeto de estudio, está
formada por varios tensores (el tensor de energía de la materia, el tensor métrico, el
tensor de Ricci), los cuales, a su vez, son conjuntos de vectores.
La ecuación de campo de Einstein es
Gμν =8 π T μν
en donde T μν
G =R
es el tensor de energía y μν 1 es el tensor de Einstein formado
μν −¿ g μν
R¿
2
por el tensor de curvatura de Ricci, R μν, el tensor métrico, g μν y el escalar de curvatura R.
Los vectores son caracterizaciones en términos matemáticos de diversos movimientos,
estados, cualidades, etcétera de la materia,
La representación matemático-geométrica de los vectores se efectúa por medio de
ecuaciones del tipo d s 2=d x 2+ d y 2 +d z 2. Los tensores son, por tanto, conjuntos de
ecuaciones que tienen este mismo patrón.
La raíz cuadrada de la suma de los cuadrados de tres vectores en el espacio
tridimensional da como resultado la longitud de la diagonal del ortaedro que aquellos
forman. Si representamos esto en un sistema de coordenadas tridimensional ortogonal y
asignamos a los ejes los valores de cada uno de los vectores, entonces la diagonal tiene,

por el teorema de Pitágoras, la longitud d x 2 +d y 2+ d z 2 , o expresado de otra manera,
2 2 2 2
d s =d x + d y +d z .
En álgebra de vectores se procede también de otra manera cuando se incluyen en la
ecuación las unidades de vector. Se trata aquí de una multiplicación de vectores. Si se
multiplica cada vector por su respectiva unidad, obtenemos i x + jy+ kz , y si esta suma se
eleva al cuadrado multiplicando término a término, y ya que las unidades de vector, en
un sistema ortogonal, cuando se multiplican por sí mismas son = 1 y cuando lo hacen por
cualquiera de las otras unidades son = 0, entonces el resultado es d x 2+ d y 2 +d z2 , el
mismo que en la suma de vectores.
Este procedimiento se puede dividir en partes. En una de ellas se multiplican los
coeficientes de los vectores, en la otra, los vectores mismos, y por último, se multiplican
mutuamente. Esto es, (i, j, k) (i, j, k) x (dx+dy+dz) (dx+dy+dz). La primera parte es llamada
la métrica y la segunda el invariante físico de los vectores.
La métrica determina el sistema de coordenadas y el tipo de unidades de vector que se
utilizan. El invariante físico es el valor de la multiplicación de vectores con independencia
de cualquier sistema de coordenadas y su resultado es
2 2 2
dx +d y + d z +2 dxdy+ 2 dydz+2 dzdx .
Para expresar estas relaciones se utilizan dos matrices.
La matriz de la métrica es
ii ij ik 1 0 0
ji jj jk =0 1 0
ki kj kk 0 0 1
La matriz del invariante es
dxdx dxdy dxdz
dydx dydy dydz
dzdx dzdy dzdz
La multiplicación de ambas es
2
1 0 0 dxdx dxdy dxdz d x 0 0
0 1 0 x dydx dydy dydz = 0 dy 2
0 ,
0 0 1 dzdx dzdy dzdz 0 0 d z2
esto es, d s 2=d x 2+ d y 2 +d z 2.
Los matemáticos desarrollaron una notación a base de índices para expresar esta

222
multiplicación de vectores en una forma abreviada:
2
d s =g μν d x μ d x ν ,
en donde g μν es la forma indicial de la métrica de la multiplicación vectorial y d x μ d x ν es la forma
reducida del invariante físico.
μν es la contracción de (i, j, k) (i, j, k) yd x μ d x ν la de
( dx +dy +d z )( dx+ dy+ dz ) [( d x 1 +d x 2 +d x 3) ( d x 1+ d x 2 +d x3 ) ].
Como ya vimos, los tensores son conjuntos de vectores que representan cualidades,
estados y movimientos de la materia que se encuentran en una relación compleja y los
definen de una manera plena y profunda.
Los tensores también son caracterizados en el lenguaje indicial, lo que permite reducir la
complejidad que les es inherente y trabajar algebraica y geométricamente con sus formas
contraídas.
El álgebra de vectores y tensores ha desarrollado igualmente las leyes de la
transformación de coordenadas como un instrumento para llegar, desde diversos frentes,
a la verdadera naturaleza física de los fenómenos.
La física y la matemática del siglo XIX dieron un enorme salto adelante con la invención y
perfeccionamiento del álgebra de vectores y tensores. Su progreso fue la base de los
trabajos de Gauss, Riemann y Ricci, quienes establecieron los métodos tensoriales para la
determinación de diversas curvaturas, y a los de Maxwell, quien redujo a forma tensorial
las leyes del electromagnetismo por él descubiertas.
El primer acercamiento de Einstein a la nueva matemática fue a través de los trabajos de
Maxwell. Este verdadero sabio utiliza legítimamente la transformación de coordenadas,
esto es, la emplea con el fin de determinar de la manera más exacta posible la naturaleza
del fenómeno electromagnético.
Einstein “el astuto” ve aquí la posibilidad de medrar con esto y, desnaturalizando por
completo los conceptos de Maxwell respecto de la velocidad de la luz y su método de
transformación de coordenadas, inventa una transformación por medio de la cual, con
solo el pensamiento, reduce el espacio y dilata el tiempo, acción que constituye el alma de
su engendro de la teoría de la relatividad.
Ya en plena madurez intelectual, ante el reto de nuevas y maravillosas tareas teóricas,
necesitado de los instrumentos indispensables para establecer la ecuación
omnicomprensiva, por medio de la cual pudiera determinar la relación universal entre
materia, espacio, tiempo y energía, vuelve la vista a la matemática vectorial y tensorial, la
cual habíatenido un gran adelanto.
Utiliza entonces el álgebra de vectores y tensores para darle la configuración apropiada a
la ecuación básica de la teoría general de la relatividad, d s 2=−d x 2−d y 2−d z 2+ d c 2 t 2 [ d s2 ]
, que en su forma actual sólo expresa la parte invariante de la fórmula y lo hace en el
lenguaje matemático tradicional. Einstein agrega el término de la métrica y da a la
totalidad la forma indicial, con lo cual aquella fórmula queda de la siguiente manera:
2
d s =g μν d x μ d x ν (μ: 1, 2, 3, 4, ν: 1, 2, 3 4).
Esta estructura matemática es la que sirve de base para la constitución de todos los ten-
sores que integran la llamada ecuación de campo de Einstein.
En sus noches de claro en claro y sus días de turbio en turbio, Einstein dio en pensar que
la materia producía un campo por medio del cual ejercía una acción, no sobre otras
partes de sí misma, sino sobre el tiempo y el espacio, y que éstos, a su vez, actuaban de
cierta manera sobre la materia.
En su teoría general de la relatividad, Einstein había llegado a la conclusión de que la
gravedad era la causa de la deflexión de un rayo de luz hacia el centro de fuerza de un
cuerpo masivo cuando pasaba por las inmediaciones de éste, lo cual no era nada nuevo,
ya que se desprendía lógicamente de la mecánica newtoniana y Newton mismo había
tomado nota de ello, como lo demostramos en una cita de su Principia… que hemos hecho
anteriormente en este mismo trabajo.
La consecuencia lógica que se extrae del fenómeno de la deflexión de la luz es que un

223
objeto material ha ejercido sobre otro de la misma naturaleza, a través del espacio y en un
tiempo específico, una fuerza física de atracción.
Pero para la obnubilación relativista se trata de que un objeto material actúa físicamente,
produciendo cambios físicos (su curvamiento), sobre lo que sólo son el continente de la
materia y la duración de sus movimientos, el espacio y el tiempo, y únicamente a través
de ellos eventualmente afecta al otro objeto guiando su camino por la curvada senda
espacio-temporal.
La deflexión de la luz por efecto de la gravedad le dio a Einstein el motivo para formular
una novedosa teoría del campo gravitacional.
De acuerdo con ésta los cuerpos masivos ejercen una acción sobre el espacio-tiempo
circundante que consiste en la formación de un campo en el que aquel continuo es
curvado (el espacio se curva y los relojes se alteran (el tiempo discurre más lentamente)).
La gravedad es, entonces, la fuerza que produce la curvatura del espacio y la ralentización
del tiempo.
Establecida esta premisa, se presenta ante Einstein la imperiosa necesidad de elevar esta
conclusión al nivel de una propiedad física general de la materia y establecer la ecuación
que la exprese de manera plena.
Para eso tiene que encontrar una fórmula que, por un lado determine las propiedades de
la materia que producen la gravedad o la fuerza activa general y, por el otro, establezca el
grado de curvatura del espacio-tiempo que corresponde a un nivel dado de acumulación
de materia.
El avance científico previo había preparado meticulosamente la materia prima que el
sabio habría de requerir para su gran estafa: el cálculo absoluto (el álgebra de vectores y
tensores), los tensores de Riemann y Ricci, el tensor del campo electromagnético de
Maxwell y el tensor de gravedad de Newton.
El cálculo absoluto es tomado íntegramente por Einstein, quien lo recibe a través de
Grossman, su asesor en la ciencia matemática, y en colaboración con él lo desnaturaliza
totalmente. Tanto el tensor métrico como el tensor físico incluyen ahora la dimensión
ilusoria del tiempo t (ct); representan un continuo cuadridimensional, lo cual, como ya lo
hemos demostrado exhaustivamente, es un total despropósito.
Incidentalmente, diremos que lo único que Einstein aportó al cálculo absoluto fue el
sesudo truco matemático llamado “la convención de Einstein”, por la cual se considera
que la existencia de índices repetidos en una ecuación significa que los elementos que los
tienen deben sumarse; entonces es posible eliminar el símbolo de la sumatoria Σ. En este
trabajo se agotó toda la capacidad matemática del sabio.
El tensor métrico indica, en la mecánica racional, el tipo de sistema coordenado en el que
se representa el tensor invariante y los valores que en él tienen las unidades de vector. Al
introducirse la nueva dimensión espuria, a la cual se le coloca un signo distinto del que
tienen las otras tres, se distorsiona por completo la representación del tensor invariante,
la cual es entonces inoperante para realizar sus funciones de reflejo científicamente
exacto de la naturaleza del fenómeno físico; por el contrario, se le convierte en una
contrahecha y risible caricatura de la realidad.
El tensor de Ricci, por medio del cual se pretende determinar la curvatura del espacio-
tiempo, es sometido a esta maniobra deformante desde dos frentes: cuando se utiliza el
tensor métrico para fijar el sistema de coordenadas al que se va a incorporar el tensor
invariante, y en el momento de especificar los vectores de este último, pues se añade el
inexistente vector del tiempo t (ct) a los tres vectores de las clásicas tres dimensiones; el
resultado, obviamente, es una aberración matemático-geométrica que adultera por
completo la naturaleza del tensor de Ricci, de tal suerte que con esa herramienta es
imposible no sólo establecer la curvatura del espacio-tiempo, sino tampoco ninguna
característica de cosa alguna.
Haciendo gala Einstein de su potestad matemática, además de la deformidad con que de
origen dota a su versión del tensor de Ricci, también lo somete a manipulaciones por las
cuales lo reduce a su expresión mínima (lo contrae) para dejarlo a niveles manejables por
su ineptitud algebraica.

224
Ni el tensor de Ricci original, tampoco la grotesca parodia realizada por Einstein poseen la
potencia de medir algo inexistente como la curvatura del espacio tiempo. El espacio no tiene
ninguna entidad material, y por eso carece igualmente de una superficie definida a la cual
se pueda aplicar el tensor de Ricci (original o adulterado), el cual por definición mide la
curvatura de una superficie física, material. Pero la audacia de nuestro sabio no tiene
límites. En lugar de demostrar cómo es posible medir la curvatura o lo que sea de un ente
sin materialidad, desposeído de corporeidad y por tanto de superficie o interioridad, remite
la verificación de su dicho a “thoughts experiments” con partículas de prueba (es decir,
experimentos exclusivamente mentales) y a las mismas órbitas planetarias, cuya
trayectoria ya había sido definida por Kepler y Newton.
Einstein considera que la teoría de la gravitación de Newton, además de equivocada es
insuficiente. Únicamente toma en cuenta la masa de los cuerpos y una dudosa fuerza
atractiva que entre ellos existe. Se propone entonces establecer una ecuación más
general, en la que en primer lugar se incluya su notable descubrimiento del continuo
espacio-temporal, en segundo, se incorpore la nueva relación entre la materia y ese
continuo, en la que se le da un lugar secundario al nexo entre las diversas porciones
materiales, siempre mediado y determinado por el espacio-tiempo y, en tercero, se tome
como la fuente de esa nueva relación no sólo la masa y la energía gravitacional de la
materia, sino toda forma de energía que ésta contenga y de ella dimane.
Con esta finalidad recurre a las producciones científicas de la mecánica y la física
relativas a diversos campos de la realidad y expresadas en forma de tensores. Se trata de
los tensores del campo electromagnético, de otros tensores de distinto tipo relativos a
diferentes fenómenos físicos y del tensor de la gravedad de Newton.
A todos ellos los engloba bajo la denominación de “tensor de stress de energía y momento”.
Igual que en el caso de la parte izquierda de su ecuación, en el sector derecho somete los
diversos tensores a la misma doble actividad adulterativa: la utilización del tensor métrico
ilegítimo y la distorsión del tensor invariante que proviene de la inclusión en él del cuarto
vector que irracionalmente representa el tiempo con una distancia, t(ct).
El tensor de energía, bajo el pretexto de aplicar la falsa equivalencia de masa y energía de
la ecuación e =mc2, queda convertido así en un amasijo de los más diversos vectores
adulterados, en un amontonamiento sin orden ni concierto de densidades, presiones,
flujos, momentos, estreses, etcétera, los cuales tienen una metafísica naturaleza
cuadridimensional y de los que no se puede obtener absolutamente nada, ningún factor
común, mensurable, que sea el que ejerza una acción, también cuantificable, sobre el
irreal espacio-tiempo.
Al llegar a este punto se plantea al relativismo el problema de relacionar los dos extremos
de su ecuación de campo.
En un lado, el derecho, se encuentra una caricatura de tensor, un amasijo de vectores
malhechos con los que se pretende expresar un conjunto caótico de propiedades,
características, estados, etcétera de la materia en una sola variable por completo irreal, la
energía y momento unificados, producto quintaesenciado de la energía y momento de los
componentes individuales, algo inexistente y, por tanto, de imposible expresión
matemática y geométrica y, desde luego, sin potencia para producir cualquier efecto
físico. Esto quiere decir que la energía y el momento unificados de la parte derecha de la
ecuación no representan ningún ente con existencia real que pueda actuar sobre la
realidad física.
En el lado izquierdo está colocado el llamado tensor métrico, el cual representa una
entidad inexistente, el denominado espacio-tiempo, supuesto destinatario de la actividad
del irreal tensor de energía y momento; en el mismo lugar de la ecuación se localiza una
versión del tensor de Ricci, poderoso instrumento matemático éste cuya validez científica
es nulificada cuando Einstein y sus secuaces lo someten a la distorsión que la ficción del
espacio-tiempo cuadridimensional exige; esta variedad, completamente deformada, del
tensor original, que en esta condición no puede expresar nada físicamente real, es
reputada como la herramienta que se utiliza para medir el efecto del tensor de energía y
momento sobre el espacio-tiempo, el cual se reduce a la curvatura de éste.

225
Conforme a la ecuación de Einstein, el campo creado por cada objeto material no es otra
cosa que el espacio-tiempo curvado por el tensor de estrés de energía y momento, el cual
determina el movimiento de los objetos que por él transitan. El campo energizado imprime
al objeto una trayectoria acorde con la curvatura del espacio-tiempo. La relación directa
entre objeto y objeto está descartada en la ecuación de campo, por lo que se trata aquí de
la relación entre el campo de un objeto y el movimiento en esa extensión de otro objeto. El
campo es, entonces, un medio que opone una fuerza atractiva a la tendencia del objeto a
moverse rectilíneamente; literalmente, lo jala hacia su curva. La trayectoria del objeto
está determinada, de acuerdo con esto, por la resultante de dos fuerzas, la atracción del
medio y la tendencia del objeto a moverse rectilíneamente.
La absoluta irracionalidad de la ecuación de campo de Einstein radica en que algo que no
tiene entidad física, la energía y momento abstractos de la materia, medidos por un tensor
que es una mescolanza de varios tensores físicos desnaturalizados, es presentado
ejerciendo una acción mediante la cual curva el espacio-tiempo -continuo metafísico
inventado por Einstein y Minkowski- que es inexistente, sin materialidad alguna. Esta
extensión imaginaria, completamente irreal, es considerada como un factor que produce
efectos sobre la materia, determinando su movimiento.
Hemos llegado a la cúspide de la irracionalidad einsteiniana: una ecuación, elaborada
utilizando una burda adulteración del cálculo absoluto por cuyo conducto se han
mixtificado valiosos tensores matemáticos, físicos y mecánicos (de Ricci, Maxwell, Newton,
etcétera), con la que se pretende cuantificar, mediante el uso de un instrumento
desvirtuado, un efecto inexistente que procede de un agente irreal y actúa sobre un
continuo cuadridimensional imaginario.
Contrasta fuertemente la absoluta vacuidad, la total ausencia de carácter científico de la
ecuación de campo de Einstein con la plenitud de la teoría de la gravitación universal de
Newton. En ésta última se trata de objetos físicos reales, que ejercen una fuerza auténtica,
definida, que forma campos gravitatorios delimitados, por medio de la cual se relacionan
entre sí de acuerdo con una ley que se expresa en precisos términos matemáticos.
También hay un abismo entre Einstein y Newton en la forma en que cada uno de ellos
valora su propia teoría. Einstein, con la altanería que se sustenta en la suprema
ignorancia y la mayúscula estolidez, considera que el guisote que está cocinando es una
nueva teoría física, científicamente exacta, mil veces superior a la mecánica clásica
galileano-newtoniana, y que es la base para, a su tiempo, determinar la naturaleza del
universo, la cual, desde luego, deberá expresarse en una ecuación tensorial y estar en
todo de acuerdo con los desatinados, absurdos y descabellados “principios” de la teoría de
la relatividad. Por su parte, Newton, a pesar de la grandiosidad de su descubrimiento,
investido con la modestia del sabio, expresa cuáles son los límites de su teoría (el
“sistema del mundo”, la mecánica celeste) y hace votos porque su teoría de la gravitación,
extendida a otros sectores de la realidad, u otra concepción distinta, constituyan la base
sobre la cual los sabios del futuro puedan construir el edificio del conocimiento de todas
las leyes del universo.
Como todo lo que sale de la mente de nuestro ilustre físico, su ecuación de campo es la
nada matemática, geométrica y, por sus absurdas pretensiones totalizadoras, la nada
cosmológica. No tiene ningún significado físico, ni valor científico alguno. Es la nada, no
otra cosa que la nada.
Einstein y su colega Grossman despliegan una ardua actividad para dar brillo y esplendor
a la carcasa inservible que han creado. Buscan, entonces, por medio de manipulaciones
descaradas, que la ecuación de campo que han malparido sea simétrica, es decir,
igualmente fútil en todos sentidos, también invariante (o covariante, como se dice en
lenguaje tensorial), aunque las fórmulas einsteinianas todas, fatalmente, distorsionan y
alteran la percepción de la realidad física, congruentes con las leyes de conservación de la
materia y la energía, etcétera. Cada recurso que utilizan Einstein y Grossman para
maquillar la ecuación de campo contribuye a hacerla más abstrusa, más ininteligible y,
con ello, a reforzar su carácter místico, por lo que sólo los elegidos, los oficiantes de la
iglesia relativista, y no los simples mortales, pueden comprenderla.

226
Una vez que, después de un arduo trabajo mental y de una que otra inspirada e
iluminadora ocurrencia del sabio, el mamotreto ha quedado debidamente armado, y ya
que la “ecuación de campo” de Einstein es una expresión abstracta, la más general, de las
relaciones entre la materia, el espacio y el tiempo, se impone entonces la necesidad de
hacerla descender del cielo a la tierra y acomodarla a las más diversas condiciones
concretas de esos elementos, es decir, hallar “soluciones” a la “ecuación de Einstein”. Los
ilustres doctores de la curia relativista ponen todo su empeño en darle vida al esperpento
matemático que el Sumo Pontífice ha inventado y lo aplican a los más heterogéneos
estados de la materia, e incluso, en un golpe de audacia, a un espacio sin materia. Así, se
fraguan las soluciones para el espacio sin materia, la materia en forma de polvo,
incoherente, en estado fluido, gaseoso, como plasma, etcétera. Y en la cúspide de este
trabajo, se generalizan esos resultados para determinar la naturaleza de la materia en el
universo y su relación con el tiempo y el espacio universales.
Surgen de esta manera las más irracionales cosmologías, de las cuales queda entronizada
en la “ciencia” relativista la más descabellada y absurda de ellas, la teoría del “big bang”.

227
CAPITULO X

La expansión del universo

Los antecedentes de la teoría del big bang

La contribución de Hubble

Una de la primeras formulaciones de la teoría del big bang, muy esquemática aún, la hizo
Hubble en su trabajo The problem of the expanding universe150, datado en 1942.
De acuerdo con esta interpretación, la actual distribución de la nebulosa podría ser justificada
asumiendo que todas las nebulosas estuvieron juntas en un muy pequeño espacio
[subrayado por GRE]. Entonces, en un cierto instante, unos 1,800 millones de años atrás,
la aglomeración explotó, las nebulosas se expandieron en todas direcciones con todas las
velocidades posibles y ellas han mantenido esas velocidades hasta el presente. Las
nebulosas se han alejado a distintas distancias, dependiendo de sus velocidades iniciales, y
nuestras observaciones necesariamente descubren la ley de los cambios al rojo.
De aquí en adelante se convirtió en un actividad intensamente practicada por los físicos,
principalmente los relativistas, el proporcionar, por medios a cual más grotesco, forma y
contenido plenos al monstruoso despropósito de la teoría del “Big Bang”.
Era necesario determinar acuciosa y precisamente la naturaleza y las circunstancias
físicas del punto de partida del universo, es decir, del instante de su nacimiento, y las de
las distintas fases de su evolución, hasta llegar al punto actual de su existencia.
Al mismo tiempo, la física atómica, con el auxilio de la química moderna, había hecho
grandes progresos en la determinación de la naturaleza y estructura de los átomos y
partículas subatómicas.
La ciencia físico-química, teórica y experimental, con base en la actividad práctica
industrial (que incluye, de una manera muy especial, a la industria militar) logró
desintegrar los compuestos materiales en sustancias, éstas en sus elementos, éstos, a su
vez, en las partículas que los constituyen, y éstas en las fracciones sub-sub-atómicas que
las integran. De igual forma, en el laboratorio y en la práctica industrial se obtuvo la
síntesis de partículas, elementos, sustancias y compuestos. Se llegó así al conocimiento
de las condiciones y las formas en que estos procesos de descomposición y condensación
se producen (temperatura, densidad, presión, etcétera).
Los físicos relativistas encontraron en esto la ocasión de dar robusto cuerpo a su teoría de
la expansión del universo.
Se podía presentar el big bang como el inicio del proceso de creación de los elementos, y
la posterior evolución del universo como la fase de la formación de las sustancias y los
compuestos, hasta llegar al estado actual de la materia, que en su manifestación superior
comprende la materia pensante.
La física relativista se embarca entonces en una tarea tan extraordinaria como ociosa:
determinar el tiempo transcurrido desde el cataclismo originario hasta el estado actual
del universo, la naturaleza del estadio inicial en el que se produce la “gran explosión”, las
condiciones existentes en la fase inmediatamente posterior a la conmoción inicial y en las

150
Ibídem., p. 308-309.

228
que le siguen, en lo que respecta al estado de la materia fraccionada que de ella ha
resultado y de las formaciones que más tarde se consolidan, en relación con las leyes de la
física y química atómicas, con el fin de establecer los procesos físicos, su extensión y
tiempo característicos que en cada una de esas etapas se dan.
Nuestros físicos relativistas realizan una monstruosa extrapolación, echando mano de los
supuestos más absurdos y de los “thought experiments” más estultos que sea posible
imaginar, de las leyes establecidas en la teoría y la práctica de la ciencia físico-química
atómica a las supuestas explosión originaria y fases evolutivas que la suceden.
Establecen entonces una periodificación que tiene como punto de partida un universo
poblado con partículas sub-sub-atómicas (quasars), provenientes de la “gran explosión”,
las cuales se encuentran en un estado de extrema agitación, a una temperatura
sumamente elevada; la atracción propiciada por el enfriamiento de la nebulosa originaria
favorece la formación de partículas sub-atómicas, como protones y electrones; un
enfriamiento mayor da lugar a la integración, con las partículas subatómicas, de núcleos
atómicos; un paso más en la evolución del universo es la formación de átomos de
elementos ligeros como helio, litio e hidrógeno; a un descenso mayor de la temperatura
corresponde una atracción también más grande entre las partículas, hasta llegar a la
constitución de estrellas, agrupaciones de estrellas y sistemas planetarios, que son los
lugares en donde se producen los elementos pesados, como carbono, oxígeno, etcétera, y
se forman las diversas sustancias y compuestos.
En la caracterización de cada fase, los físicos relativistas utilizan un procedimiento
grotesco: toman primero las determinaciones de la ciencia físico-química atómica, sin
atender al hecho de que algunas de ellas (muchas, en realidad) son meras hipótesis sin
sustento; después, las trasladan en bruto a la etapa que es el objeto de su interés, la cual
ha sido delimitada mediante la utilización de los parámetros fijados por las teorías de la
expansión del universo y de la relatividad einsteiniana, concentrados los de esta última
en la llamada “ecuación de campo Einstein”, parámetros todos que están determinados
por conceptos, fórmulas y ecuaciones absolutamente falsos, y colmados de garrafales
errores teóricos, aritméticos, algebraicos y geométricos, como lo hemos demostrado
meticulosamente; dentro de esos límites, además de erróneamente establecidos
completamente fantasiosos, el fenómeno terrestre es elevado a la calidad de un
acontecimiento cósmico.
De esta manera, dan vida a las etapas de la evolución de su mítico universo, en cada una
de las cuales el mundo, que tiene un volumen determinado, está colmado de una materia
que posee una cualidad y una cantidad especiales (partículas sub-sub-atómicas,
neutrones, protones, electrones, etcétera, o una mezcla de algunas de ellas) y densidad,
presión y temperatura específicas; el volumen del universo y la densidad, cantidad,
presión y temperatura de la materia en las fases iniciales de la supuesta evolución están
determinados por la cantidad y cualidades de la materia necesaria para producir las
formaciones posteriores (galaxias, etcétera) -para esto, fue obligado establecer el volumen
del universo actual y la densidad de la materia en él comprendida, labor que se realiza
echando mano de los sofismas, mistificaciones teóricas y artificios matemáticos más
execrables (la “ecuación” de Einstein, las “soluciones” a la ecuación de Einstein, los
teoremas de Hawking y Penrose, etcétera)-.
Tenemos entonces dos extremos. Por un lado, un punto de partida inexistente, al que la
ignorancia relativista le da vida en medio de la nada y le proporciona la facultad de
eclosionar en un mundo de partículas materiales, preexistentes en un estado de
condensación infinita o que son creadas por el hecho mismo de una explosión inicial. Por
el otro, un universo actual igualmente producto de la fantasía relativista, al que se le
atribuye una naturaleza específica (volumen y densidad, cantidad, presión y temperatura
de la materia). Se postula que el estado actual es el resultado de la evolución del estado
inicial. Mediante la aplicación de la ecuación de Einstein se va dotando a cada fase de esa
evolución de un estado material determinado que produce un tiempo y un espacio
específicos, los cuales a su vez reobran sobre la materia determinando sus características
fundamentales. Es así como ciertos procesos físicos y los estados que de ellos se derivan

229
son confinados a voluntad a espacios y tiempos infinitesimalmente pequeños o
extremadamente grandes. Se abre con esto un campo infinito para la especulación sobre
la naturaleza del universo inventado, su evolución material, etcétera que se traduce en
una gran variedad de “soluciones” a la ecuación de Einstein que nos dan diversos
universos (abiertos, cerrados, planos, esféricos, finitos pero sin límites, etcétera), distintas
periodificaciones, diferentes tiempos y espacios, etcétera. Lo característico de esto es que
los sabios inconmensurablemente inteligentes, los pro-hombres del relativismo, los
revolucionarios “inventores” del tiempo y el espacio, echan mano por fuerza de las
modestas unidades de tiempo y espacio newtonianos, nano segundos, segundos, minutos,
horas, días, años, etcétera, y décimas, centésimas y millonésimas de milímetro, milímetros,
centímetros, kilómetros y años luz para medir los grandes procesos cósmicos: ¡con el tiempo
y el espacio actuales, geocéntricos y homocéntricos, miden sucesos en los que de acuerdo a
sus presupuestos, no existían ni podían existir el tiempo ni el espacio actuales!.

La expansión del Universo

La teoría de la relatividad produce necesariamente los elementos para la formación de


una teoría cosmológica específica que concuerda plenamente con sus postulados y es su
continuación lógico-histórica.
De una manera natural, la prodigiosa evolución de la ciencia física a partir del punto
medio del siglo XIX, que aportó notables avances en el conocimiento científico pero
prohijó también los más grandes errores teóricos, como lo es la llamada teoría de la
relatividad, dotó a sus agentes de una enormemente elevada consideración de sí mismos:
ya que su notabilísima inteligencia les había permitido desentrañar los más recónditos
procesos físicos del microcosmos, era posible entonces, utilizando esa portentosa
capacidad y las fórmulas y los modelos matemáticos y físicos por ellos desarrollados,
conocer la naturaleza y estructura del universo.
Nos encontramos así ante una abundante producción de cosmologías, una por cada
físico; éstos, haciendo valer su “ecuación” particular, dan al mundo y al universo las más
absurdas, fantasiosas y, por decir lo menos, estultas formas y estructuras.
Como hay una sana competencia entre todos los sabios de la física, entonces, cada uno
de ellos busca afanosamente un novedoso proceso o elemento físico que, al ser
descubierto, es el punto de apoyo para una nueva cosmología que viene a derruir las
anteriormente construidas (recientemente se produjo ese cómico espectáculo, cubierto
acuciosamente por los medios internacionales, cuando se descubrió el bosón de Higgins,
lo que fue pregonado por la ciencia física oficial como el hecho que venía a fundar una
nueva visión de la naturaleza y estructura del universo).
Pero, sin duda, la fantasía cosmológica que se ha convertido en la verdad oficial de la
ciencia física al uso es la que se denomina “teoría del big bang”, que es la “solución” a la
“ecuación” de Einstein más aceptada por la comunidad científica.
La teoría del big bang tiene como su postulado nuclear la hipótesis de la expansión del
universo.
Esta suposición fue expuesta primeramente por William Huggins en su trabajo, publicado
en 1864, que realizó en colaboración con W. A. Miller, On the Spectra of some of the Fixed
Stars151 y después en su opúsculo de 1868, Further Observations of The Spectra of Some of
the Stars and Nebulae, with un attempt to determine Therform whether These Bodies are
Moving towards or from the Earth, Also Observations on the Spectra of the Sun and of
Comet II152, en el cual se inserta una comunicación de Maxwell denominada Sobre la
influencia de los movimientos de los cuerpos celestes en los Indices de Refracción de la luz,
en la que se trata teóricamente este tema. Setenta años más tarde, muy avanzado el

151
Ibídem., p. 309-310
Hubble, Edwin, The problem of the expanding universe American Scientist, a quarterly
152

publication of the society of the sigma XI, devoted to the promotion of research in science, Vol. 30,
april, 1943 No. 2.

230
siguiente siglo, esta hipótesis es tomada de nuevo por la siguiente generación de
astrónomos, ya fuertemente inficionados por la teoría de la relatividad einsteiniana. En
1935, Edwin Hubble y Richard C. Thomas publican un trabajo acerca del corrimiento
hacia el rojo de la luz de las nebulosas Dos métodos de investigar la naturaleza del
corrimiento hacia el rojo de las nebulosas 153 y en 1943 Hubble da a la luz pública su
investigación The problem of the expanding universe154.
El antecedente necesario, lógico e histórico, de la hipótesis de la expansión del universo
que por primera vez expresan abiertamente Huggins y Miller, es la fundamentación
“teórica” de la posibilidad de determinar, mediante el espectro de la luz estelar, si y en qué
medida los objetos estelares con luz propia se acercan a o alejan del planeta. En su
trabajo presentado en 1842, On the colored light of the double stars and certain others
stars of the Heavens155, Christian Andreas Doppler aborda esta tarea y establece las
fórmulas que a su juicio permiten medir el acercamiento o el alejamiento de los cuerpos
estelares a o del observador terrestre. Doppler acepta la teoría corriente de la
espectrografía y sostiene que los rayos de luz están compuestos por ondas de diferentes
magnitudes, tanto en su longitud como en su frecuencia, y que las mismas y sus cambios
pueden ser registrados por el espectrógrafo. Cuando un cuerpo luminoso se aleja de la
tierra, las ondas que llegan tienen frecuencias menores y longitudes mayores en
momentos sucesivos y lo inverso sucede cuando la fuente se aleja de la tierra; tales
cambios son registrados por el espectro de la luz de los objetos estelares y expresan,
mediante las transformaciones adecuadas, su velocidad. La velocidad de recesión o
acercamiento de un astro respecto del globo terrestre está relacionada directamente con el
cambio en la frecuencia de sus ondas registrado al llegar al observador.
La fórmula que Doppler propone para la determinación de la velocidad de acercamiento

del observador a la fuente de luz estacionaria es la siguiente: n =


( a+ α 0 ) (en notación
x a
f'
( c +v 0 )
moderna, = ), en donde n es la frecuencia de la onda al llegar al observador, x la
f c
frecuencia de la onda al salir de la fuente, a la velocidad de la onda y αo la velocidad de
aproximación del observador. De esta fórmula se obtiene la ecuación de la velocidad de la
fuente, αo = a(n-x) (en la forma actual, vo = c(f’-f)).
En el caso de la fuente acercándose a un observador estacionario, Doppler propone la
'
n a f c
fórmula siguiente: = , cuya actualización es: = . De aquí se obtiene la
x ( a−α s ) f ( c−v s )

velocidad de la fuente, que es, α s=a−


n
x
() f
a , ó v s=c − ' c .
f ()
Aunque Doppler no considera el caso, de su fórmula también se puede obtener la
ecuación de la velocidad de la fuente cuando se aleja de un observador estacionario, la

153
Huggins, William and W. A. Miller, On the Spectra of some of the Fixed Stars. Philosophical
Transactions of the Royal Society of London, Vol. 154 (1864), pp. 413-435 Published by: The Royal
Society
154
Huggins, William, Further Observations of The Spectra of Some of the Stars and Nebulae, with
un attempt to determine Therform whether These Bodies are Moving towards or from the Earth, Also
Observations on the Spectra of the Sun and of Comet IIPhilosophical Transactions of the Royal
Society of London, Vol. 158 (1868), pp. 529-564 Published by: The Royal Society
155

Hubble, Edwin and Richard C. Tolman, Two methods of investigating the nature of the nebular
red-shift Carnegie Institution of Washington. Mount Wilson Observatory, California Institute of
Technology, July 1935, pp. 302-337. American Astronomical Society. Provided by the NASA
Astrophysics Data System.

231
cual quedaría de la siguiente manera: α s=a ( nx )−a c ( ff )−c
ó ' .

Doppler no hace ninguna aplicación práctica de sus fórmulas y únicamente presenta


unos pocos casos imaginarios de grandes y pequeños cambios en la frecuencia de la luz
de las estrellas y las correspondientes velocidades de desplazamiento de las fuentes de
luz.
Esta última ecuación que hemos derivado es la que Maxwell y Huggins toman como base,
sin dar a Doppler el crédito correspondiente, para los desarrollos teóricos y aplicaciones
prácticas del principio del corrimiento hacia el rojo. De hecho, las ecuaciones utilizadas
por Maxwell y Huggins son idénticas, salvo pequeños detalles formales, a la que hemos
obtenido de las fórmulas de Doppler.
Las ecuaciones de Doppler adolecen de un defecto principal. En la ecuación del
movimiento del observador hacia la fuente de luz fija, αo = a(n-x), se comete el enorme
error de considerar la diferencia entre n y x, que no tiene una existencia material, como el
valor de una frecuencia de una onda realmente existente; al multiplicar esa diferencia por
la velocidad real de la onda del rayo de luz, no se obtiene la velocidad de nada, es un
resultado completamente irracional. Más adelante analizaremos detalladamente este
absurdo matemático que es el fundamento de la fantasiosa hipótesis de la expansión del
universo.
Huggins y Miller saludan, en el primer trabajo mencionado, el advenimiento del nuevo
método de investigación científica basado en el análisis espectral de la luz, al que
consideran de una enorme utilidad para el conocimiento del plan general y la estructura
del universo observable.
“1. El reciente descubrimiento por Kirchhoff de la conexión entre las líneas negras del
espectro solar y las líneas brillantes de las llamas terrestres… ha colocado en la mano de
los experimentadores un método de análisis que no se vuelve menos cierto por la distancia
de los objetos cuya luz es sometida a examen. El gran éxito de este método de análisis
aplicado por Kirchhoff a la determinación de la naturaleza de algunos de los constituyentes
del sol, hace obvio que sería una investigación del más alto interés, en relación con nuestro
conocimiento del plan general y la estructura del universo visible, intentar aplicar este
nuevo método de análisis a la luz que llega a la tierra procedente de las estrellas fijas. Hasta
ahora, el conocimiento que el hombre posee de estos cuerpos inmensamente distantes ha
sido confinado casi en su totalidad al hecho de que algunas de ellas, cuya observación
muestra que están unidas en sistemas, están compuestas de materia sujeta a las mismas
leyes de gravitación que rigen para los integrantes del sistema solar. A esto debe ser
agregado la muy alta probabilidad de que ellas deben ser cuerpos con luminosidad propia,
análogamente a nuestro sol, y probablemente en algunos casos superando a éste en
brillantez…
IV. Observaciones de las estrellas fijas.
10. El número de estrellas fijas que, con una extensión más o menos grande, hemos
examinado son alrededor de 50. Sin embargo, nuestros esfuerzos se han concentrado en
tres o cuatro de las estrellas más brillantes, y solamente los catálogos de dos de ellas han
sido completados en una gran medida.
Estos espectros son, realmente, tan ricos en líneas como los del sol y con ellos incluso
puede ser más ventajoso comparar los espectros de metales adicionales cuando la estación
es favorable.
11. ALDEBARAN. La luz de esta estrella es de un rojo pálido. Cuando se ve en el
espectroscopio, numerosas líneas fuertes se hacen evidentes, particularmente en las partes
naranja, verde y azul. Las posiciones de cerca de setenta de estas líneas han sido medidas
… Junto a éstas, otras numerosas líneas fuertes son visibles, particularmente en el azul,
pero no han sido medidas debido a la debilidad de la luz…
Hemos comparado el espectro de dieciséis de los elementos terrestres a través de
observaciones simultáneas con el espectro de Aldebarán, seleccionando por supuesto
aquellos en los cuales teníamos razones, por anteriores observaciones, para creer que la
coincidencia sería más probable que se presentara. Nueve de estos espectros exhibieron
líneas coincidentes con ciertas líneas en el espectro de la estrella. Ellos son: calcio, hierro,
bismuto, telurio, antimonio y mercurio.
Otros siete elementos fueron comparados con los de la estrella: nitrógeno, cobalto,

232
aluminio, plomo, cadmio, litio y bario. No se observaron coincidencias.
12. ORION. La luz de esta estrella tiene un tono decididamente naranja. Ninguna de las
estrellas que hemos examinado exhibe un espectro más complejo o notable. Fuertes grupos
de líneas son visibles, especialmente en las partes del rojo, el verde y el azul.
Los espectros obtenidos de dieciséis cuerpos elementales fueron observados
simultáneamente con el espectro de Orión. De cinco de ellos, sodio, magnesio, calcio, hierro
y bismuto, fueron encontradas las líneas estelares correspondientes.
13. PEGASO. El color de esta estrella es un buen amarillo… este espectro, aunque mucho
más débil, es muy cercanamente análogo al de Orión. Nueve fueron los elementos
comparados con el espectro de Pegaso. Dos de ellos, sodio y magnesio, y quizá un tercero,
bario, presentan espectros en los cuales hay líneas que coinciden con líneas del espectro de
la estrella.
14. SIRIO. El espectro de esta brillante estrella blanca es muy intenso… Tres, si no es que
cuatro cuerpos elementales han sido encontrados en el espectro proporcionado cuyas líneas
coinciden con las de Sirio: sodio, magnesio, hidrógeno y probablemente hierro.
15. LYRAE (VEGA). Esta es una estrella blanca que tiene un espectro de la misma clase que
Sirio y tan lleno de finas líneas como el espectro solar. Muchas de éstas las hemos medido,
pero nuestra investigación de esta estrella es incompleta.
Tenemos la certeza de la existencia, en el espectro estelar, de una doble línea en D
correspondiente a las líneas del sodio, de una triple línea en b coincidiendo con el grupo del
magnesio y de dos fuertes líneas de hidrógeno C y F.
16. CAPELLA. Esta es una estrella blanca con un espectro muy parecido al de nuestro sol.
Las líneas son muy numerosas; hemos medido más de veinte de ellas y certificado la
existencia de la doble line de sodio en D…
18. ARCTURU. Es una estrella roja cuyo espectro se asemeja al del sol… hemos medido
más de treinta líneas y tenemos la certeza de la existencia de una línea doble de sodio en
D…
18. POLUX. En el espectro de esta estrella, que es rico en líneas, hemos medido doce de
catorce y observamos coincidencias con las líneas de sodio, magnesio y probablemente
hierro.
CYGNI y PROCYON están ambas llenas de finas líneas. En cada uno de sus espectros
observamos una doble línea coincidente con el sodio D.
19. Las estrellas siguientes han sido también observadas; numerosas líneas son vistas en el
espectro de cada una; y en algunas varias de las líneas fueron medidas; pero no hemos
realizado ninguna comparación con el espectro metálico.
Castor, Ursae majoris, Pegaso, Andrómeda, ésta última presenta un espectro interesante,
Rigel, con un espectro lleno de finas líneas, Orión, Triángulo, Cygni, Casiopea, Geminorum,
Canis majoris, Canis minoris, Spica, Vírgenes, Aquiae, Cor Caroli, Auriga, Regulus, Leonis.
V. Observaciones generales.
20. Sobre el color de las estrellas. Desde las primeras edades se ha notado que ciertas
estrellas, en lugar de aparecer blancas, tienen tintes especiales; y en países en donde la
atmósfera es menos húmeda y brumosa que en la nuestra, este contraste en el color de la
luz de las estrella se dice que es mucho más notable. Varias explicaciones del contraste de
colores, por Sestini y otros, basadas principalmente en la diferencia de las longitudes de
onda correspondientes a los diferentes colores, han sido intentadas, pero sin éxito.
Probablemente en la constitución de las estrellas, como lo revele el análisis espectral,
podamos encontrar las diferencias en el color de la luz estelar.
Ya que el análisis espectral muestra que ciertas de las leyes de la física terrestre rigen tanto
en el sol como en las estrellas, puede haber muy pocas dudas de que la fuente inmediata de
la luz solar y estelar deba ser materia sólida o líquida que se encuentra en un estado
intensamente incandescente como resultado de una temperatura excesivamente alta…
La luz de los cuerpos líquidos o sólidos incandescentes produce un espectro continuo que
contiene rayos de luz de cada refrangibilidad dentro de la porción del espectro que es
visible. Como esta condición de la luz está relacionada con el estado sólido o líquido, y no
con la naturaleza química del cuerpo, es altamente probable que la luz, cuando es emitida
por la fotósfera, o por la superficie emisora de luz del sol y las estrellas, fuera en todos los
casos idéntica.
La fuente de la diferencia del color, entonces, debe ser buscada en la diferencia de los
constituyentes de las atmósferas. La atmósfera de cada estrella debe variar en su
naturaleza en la medida en que los constituyentes de la estrella varían; y la observación ha
mostrado que las estrellas difieren del sol y cada una de ellas de las otras respecto de los

233
elementos de que están constituidos. La luz de cada estrella será entonces disminuida por
la pérdida de aquellos rayos que correspondan en refrangibilidad a las líneas brillantes que
los constituyentes de cada atmósfera serían, en el estado incandescente, capaces de emitir.
En proporción a estas líneas oscuras que son preponderantes en partes particulares del
espectro, serán más débiles los colores en los cuales ellos ocurran y, consecuentemente, los
colores de otras refrangibilidades serán predominantes… Podría ser que la longitud de la
atmósfera estelar a través de la cual la luz pasa es menor, relativamente a la intensidad de
la radiación de la fotósfera y por tanto insuficiente para producir líneas del mismo grado de
negro que si fueran producidas si la atmósfera fuera más densa…
21. Estas observaciones del espectro tienen interés también cuando se relacionan con la
hipótesis nebular del origen cósmico del sistema solar y las estrellas fijas. Porque si se
supone que todos los incontables soles que están distribuidos a través del espacio o,
cuando menos aquellos que brillan para nosotros, existieron una vez en la condición de
materia nebulosa, es obvio que, ya que ciertos constituyentes pueden haber sido esparcidos
a lo largo de sus masas, la composición del material nebuloso debería de haber diferido en
los diferentes puntos; de otra manera, durante el acto de aglomeración, cada sistema
debería haber colectado y condensado proporciones iguales de materiales similares de la
masa circundante. No se puede suponer que la similitud en las propiedades físicas haya
causado la asociación de los diferentes elementos: encontramos, por ejemplo, algunos de los
menos volátiles elementos, como el hierro, asociados con elementos altamente volátiles,
como el mercurio y el telurio, en la misma estrella.
Si lo podemos decir así, parece que existe alguna analogía entre esta distribución irregular
de los elementos en diferentes centros en el espacio y la forma en que los componentes de la
corteza terrestre están distribuidos. Sobre la tierra hay ciertos elementos generalmente
distribuidos, tales como oxígeno, hidrógeno, carbón, silicón, hierro, aluminio y calcio, lo
cual ocurre en todas partes [de la atmósfera]; pero hay otros como plata, estaño, plomo y
otros metales que están acumulados únicamente en puntos particulares.
22. El conocimiento adicional que estas observaciones espectrales nos dan de la naturaleza
y la estructura de las estrellas fijas, parece poner las bases para alguna especulación
legítima en referencia al gran plan del universo visible, y al especial objeto y diseño de esas
numerosas e inmensamente distantes esferas de luz.
La conexión, cerradamente marcada, en la similitud del plan y en el modo de operación, en
aquellas partes del universo que caen dentro del rango del experimento, y así de nuestro
más inmediato conocimiento, hacen que no sea presuntuoso aplicar el proceso de
razonamiento por analogía a aquellas partes del universo que están más distantes de
nosotros..
Las observaciones documentadas en este trabajo parecen aportar alguna prueba de que
una similar unidad de operación se extiende a través del universo, tan lejos como la luz nos
permite tener conocimiento de los objetos materiales. Por lo que podemos inferir que las
estrella, mientras difieren la una de la otra en las clases de materia de que están formadas,
están todas construidas sobre el mismo plan que nuestro sol, y están compuestas de
idéntica materia, al menos en parte, que los materiales de nuestro sistema…
Hay entonces una probabilidad de que esas estrellas, que son análogas a nuestro sol en
estructura, cumplan con un mismo propósito, y estén, como nuestro sol, rodeadas por
planetas, a los cuales sostenga con su atracción y por su radiación ilumine y energice. Y si
materia idéntica que aquella que existe sobre la tierra existe también en las estrellas, la
misma materia podría también probablemente estar presente en los planetas genéticamente
conectados con ellas, como es el caso en nuestro sistema solar.
Es notable que los elementos más ampliamente difundidos a través de la multitud de
estrella son algunos de aquellos más cercanamente conectadas con la constitución de los
organismos vivientes de nuestro globo, incluyendo hidrógeno, sodio, magnesio y hierro. De
oxígeno y nitrógeno nosotros podríamos escasamente esperar tener indicaciones decisivas,
ya que estos cuerpos tienen espectros de diferentes órdenes. Estas formas de materia
elemental, cuando son influenciadas por el calor, la luz y las fuerzas químicas, de todos los
cuales tenemos el conocimiento cierto de que son radiados por las estrellas, ofrecen algunas
de las más importantes condiciones que sabemos son indispensables para la existencia de
organismos vivientes, como aquellos con los cuales estamos familiarizados. En suma,
creemos que las anteriores observaciones espectrales de las estrellas contribuyen en algo
para sentar las bases experimentales sobre las cuales una conclusión, hasta ahora una
pura especulación, pueda apoyarse: que en última instancia las estrellas brillantes son,
como nuestro sol, centros sostenedores y energizantes de sistemas de mundos adaptados

234
para ser la morada de seres vivientes. 156
El análisis espectral, en aquel entonces recién desarrollado por Kirchhoff, permite a los
astrónomos Huggins y Miller, al aplicarlo al estudio de la luz de las estrellas, dar
fundamento a varias hipótesis: la similar constitución material de las estrellas y el sol, el
origen de esos cuerpos siderales en una nebulosa indiferenciada, de la misma manera
que se habría producido el nacimiento del sol, la posibilidad de la existencia de sistemas
planetarios que tendrían su centro en las distintas estrellas, dotados de la materia y las
condiciones para producir la vida y, en suma, la existencia de un sistema universal de
organización y estructura de objetos estelares que estarían constituidos por las mismas
materias y regidos por las mismas leyes mecánicas y físicas.
Con ese poderoso instrumento en sus manos, Huggins decide aventurarse por un terreno
asaz escabroso. Yendo mucho más allá del propósito primitivo del análisis espectral, esto
es, comparar el espectro de la luz solar y estelar con los de las luces producidas en la
tierra por las distintos elementos químicos para determinar cuáles de éstos se encuentran
también en los cuerpos celestes, nuestro astrónomo decide utilizarlo para determinar
otras características de las estrellas, principalmente su desplazamiento en el espacio
sideral.
En el proceso de análisis de los espectros de las diversas estrellas y su comparación con
el del sol y los de los elementos terrestres, Huggins observó que las líneas negras de los
espectros estelares (líneas de absorción de las radiaciones estelares por la propia materia
atmosférica del astro), correspondientes a las líneas brillantes de los espectros de los
elementos terrestres (líneas de emisión de radiaciones producidas en el laboratorio),
registraban, con relación a éstas, un desplazamiento hacia la parte roja del espectro.
En un trabajo “Sobre el espectro de algunas de las estrellas fijas”, compuesto por mi y el
Dr. W. A. MILLER, dimos cuenta del método por medio del cual habíamos tenido éxito
durante los años de 1862 y 1863 en hacer comparaciones simultáneas confiables de las
líneas de sustancias terrestres con las líneas negras del espectro de algunas de las estrellas
fijas. Nosotros estábamos en ese tiempo completamente convencidos de que esas
comparaciones no solamente tenían valor para el más inmediato propósito para el cual
habían sido realizadas, esto es, para obtener información de la constitución de las
atmósferas de las estrellas, sino que ellas podrían posiblemente servir también para
decirnos algo de los movimientos de las estrellas con relación a nuestro sistema. Si las
estrellas se estuviesen moviendo hacia o de la tierra, este movimiento, combinado con el de
la tierra, debería alterar, para un observador en la tierra, la refrangibilidad de la luz emitida
por aquellas, y en consecuencia, las líneas de las sustancias terrestres no coincidirían más
en el espectro con las líneas negras producidas por la absorción de los vapores de las
mismas sustancias existentes en las estrellas.
De acuerdo a la teoría ondulatoria, la luz es propagada con igual velocidad en todas
direcciones, ya sea que el cuerpo luminoso se encuentre en reposo o en movimiento. El
cambio de refrangibilidad tendría entonces su causa en la disminuida o incrementada
distancia que la luz tendría que haber recorrido si el objeto luminoso y el observador
tuvieran un rápido movimiento hacia o de cada uno de ellos. La gran velocidad de la luz con
relación a las conocidas velocidades planetarias y a los probables movimientos de las pocas
estrellas cuya paralaje es conocido, muestran que cualquier alteración de posición que por
esta causa fuese esperada en las líneas del espectro estelar no debería exceder de una
fracción del intervalo entre la doble línea D para esta parte del espectro.

En 1841, Doppler mostró que como la impresión recibida por el ojo o el oído no depende de
la longitud y el período intrínsecos de las ondas de luz y sonido, sino que está determinada
por el intervalo de tiempo en el que ellas afectan el órgano del observador; el color e
intensidad de una impresión de luz o el tono y fuerza de un sonido serán alterados por un
movimiento de la fuente de luz o de sonido, o por un movimiento del observador, hacia o
desde cada uno de ellos.
Doppler intentó, con esta consideración, explicar las notables diferencias de color que
algunas de las estrellas binarias presentan y algunos otros fenómenos de los cuerpos

156
Hubble, Edwin, The problem of the expanding universe American Scientist, a quarterly
publication of the society of the sigma XI, devoted to the promotion of research in science, Vol. 30,
april, 1943 No. 2.

235
siderales. Que Doppler no estaba en lo correcto al hacer esta aplicación de su teoría es
obvio si se considera que aún si pudiera ser concebido que una estrella se moviese a una
velocidad suficiente para alterar su sensibilidad de color para el ojo, ningún cambio de color
sería percibido por razón de que más allá del espectro visible, a ambas extremidades, existe
una provisión de ondas invisibles que serían al mismo tiempo exaltadas hacia o degradadas
de la visibilidad, para tomar el lugar de las ondas que hubiesen sido elevadas o disminuidas
en refrangibilidad por el movimiento de la estrella. No podría entonces haber cambio de
color hasta que la totalidad de estas ondas invisibles de fuerza hubieran sido agotadas, lo
cual sólo sería posible cuando el movimiento relativo de la fuente de luz y el observador
fuese algunas veces más grande que la de la luz.
En 1845, Ballot publicó una serie de experimentos acústicos que respaldaban la teoría de
Doppler en el caso del sonido. En el mismo trabajo, Ballot adelanta algunas objeciones a la
aplicación por Doppler de su teoría a los colores de las estrellas.
Esta publicación fue seguida por algunas otras de Doppler en las que replicaba a las
objeciones que se habían hecho a sus conclusiones. 157

Huggins sostiene la tesis de que la separación entre las líneas negras del espectro estelar
y las brillantes correspondientes del elemento terrestre son la manifestación de una
reducción de la frecuencia y un aumento de la longitud de las ondas que llegan hasta el
observador terrestre.
La hipótesis que Huggins adelanta con base en sus observaciones de la separación de las
líneas negras del espectro estelar respecto de las correspondientes líneas brillantes del
elemento terrestre, es que “si las estrellas se estuviesen moviendo hacia o de la tierra,
este movimiento, combinado con el de la tierra, debería alterar, para un observador en la
tierra, la refrangibilidad de la luz emitida por aquellas, y en consecuencia, las líneas de
las sustancias terrestres no coincidirían más en el espectro con las líneas negras
producidas por la absorción de los vapores de las mismas sustancias existentes en las
estrellas”. Es decir, que el movimiento de la estrella de o hacia la tierra es el que causa la
disminución o aumento de la frecuencia y el incremento o la disminución de la longitud de
las ondas electromagnéticas que viajan desde el astro hasta el observador terrestre.
En un trabajo enviado por Maxwell a Huggins encuentra éste la fundamentación teórica y
matemática de sus elucubraciones.
Sobre la influencia de los movimientos de los cuerpos celestes en los Indices de Refracción de
la luz.
Declaración del Sr. Maxwell de sus opiniones y experimentos, la cual fue recibida por mí el
12 de junio de 1867.
Sea una fuente de luz tal que produce n vibraciones por segundo, y se encuentra a una
distancia de la tierra tal que la luz requiere un tiempo T para llegar a la tierra. Sea la
distancia de la fuente de luz respecto de la tierra alterada, ya sea por el movimiento de la
fuente de luz o por el de la tierra, de tal suerte que la luz que emana de la fuente t segundos
después llegue a la tierra en un tiempo T’.
Durante los t segundos nt vibraciones de la fuente de luz tienen lugar y ellas alcanzan la
tierra entre el tiempo T y el tiempo t+T’, esto es, durante t+T’-T segundos. El número de
t
vibraciones que llegan a la tierra cada segundo no es más n, sino n. ' .
t +T −T
Si v es la velocidad de separación de la fuente de luz con respecto de la tierra y V la
velocidad de la luz entre los cuerpos relativos a la tierra, entonces vt=V(T’-T), y el número de
V
vibraciones por segundo en la tierra sería n. .
V +v
Si Vo es la velocidad de propagación de la luz en el medio luminífero, y si vo es la velocidad
de la tierra,
V=Vo- vo,
Y la longitud de onda será incrementada por una fracción de si mismo igual a

157

Doppler, Christian Andreas. On the colored light of the double stars and certain others stars of the
Heavens, Über das farbige Licht der Doppelsterne und einiger anderer Gestirne des Himmels, 1842.

236
v
V −v 0
.
Ya que vo solamente introduce una corrección que es pequeña comparada aún con la
alteración de la longitud de onda, no podrían ser determinadas por el epectroscopio las
observaciones con nuestros actuales instrumentos, y esto es necesario que sea considerado
en la discusión de nuestras observaciones.
Si, entonces, la luz de la estrella es debida a la combustión de sodio, o de cualquier otro
elemento que produzca vibraciones de un período definido, o si la luz de la estrella es
absorbida por el vapor de sodio, por lo que es deficiente en vibraciones de un período
determinado, entonces la luz, cuando llegue a la tierra, tendrá un exceso o un defecto de
rayos cuyo período de vibración es al del sodio como V+v es a V.
Como un ejemplo, supongamos que la estrella está fija y la tierra se está alejando de la
estrella con la velocidad debida a su movimiento alrededor del sol. El coeficiente de
aberración indica que la velocidad de la luz es cerca de 10,000 veces la de la tierra en su
órbita, y según las observaciones de Angstrom y Ditscheiner que la longitud de onda de la
menos refrangible de las líneas que forman D excede a la otra por cerca de una milésima
parte de sí misma. Por tanto, si las líneas correspondientes a D en la luz de la estrella son
debidas al sodio en la estrella, estas líneas en la luz estelar serán menos refrangibles que
las líneas correspondientes en una flama de sodio terrestre por cerca de una décima parte
de la diferencia entre D1 y D2.
Cuando la tierra se mueve hacia la estrella, las líneas serán más refrangibles que las líneas
terrestres correspondientes por cerca de la misma cantidad.
El efecto del movimiento propio de las estrellas tendría que ser, por supuesto, combinada
con el efecto del movimiento propio de la tierra, con el propósito de determinar la velocidad
de aproximamiento o separación.
Para observar esas diferencias de la luz de las estrellas, un espectroscopio es necesario, esto
es, un instrumento que separe los rayos de diferentes períodos; y es indistinto en cual
dirección la refracción de la luz a través de los prismas tenga lugar, porque el período de la
luz es lo que se va a observar en comparación con el de la flama terrestre.
Hay entonces dos diferentes e independientes materias de experimento. Una es la alteración
en el período de vibración de la luz debido al relativo movimiento de las estrellas y la tierra.
El hecho de tal alteración es independiente de la forma bajo la cual aceptemos la teoría
ondulatoria, y la posibilidad de establecer su existencia depende del descubrimiento de
líneas en el espectro estelar, cuya disposición indicara que su origen es debido a la
existencia de sustancias en la estrella que tienen las mismas propiedad que la sustancias
que se encuentran en la tierra…158
Al inicio de su argumentación, Maxwell compara dos situaciones: una, en la cual no hay
movimiento de la estrella ni de ni hacia el observador terrestre, y otra, en la que la
estrella se aleja a una velocidad v de la tierra; en ambos casos, un rayo de luz se desplaza
desde el astro hasta el planeta; en el primero, la distancia entre los dos cuerpos se cubre
en el tiempo T y en el segundo, sostiene Maxwell, en el tiempo T’. En el primer escenario la
frecuencia y longitud de onda de la luz son las mismas al momento de salir de la fotósfera
de la estrella que cuando arriba a la superficie terrestre, independientemente de la
distancia que haya tenido que recorrer, la cual puede haber sido de varios años-luz, y son
también iguales que las de la luz que produce la flama de la sustancia terrestre. En el
segundo, la frecuencia de onda de salida del rayo de luz es n1, la misma que la del rayo
emitido por la sustancia terrestre, pero la de llegada a la tierra, n2, será menor en cierta
medida, determinada ésta por la velocidad a la que la estrella se aleja de la tierra.
Los supuestos de los que parte Maxwell como verdades demostradas son los siguientes:
1) Por lo que hace a la estrella fija, la luz que de ella emana tiene la misma frecuencia,
igual longitud de onda y semejante velocidad (300,000 kms. por segundo) en el instante
en que inicia su viaje desde el astro y en el de su llegada al observador terrestre; en lo que
toca a la estrella que se aparta, la luz sale del astro con una frecuencia determinada y en
el primer segundo de su alejamiento se produce el cambio de refrangibilidad que
precisamente representa la velocidad de su recesión. Es decir, que en el caso del objeto

158
.- Huggins, William and W. A. Miller, op. cit., pp 413-434.

237
celeste inmóvil el rayo de luz conserva la frecuencia, longitud de onda y velocidad con las
que salió de la fotósfera del astro, digamos, por ejemplo, 4.3 años luz antes si se tratase
de Alpha Centauri A, hasta el momento de su arribo a la tierra, y en el del objeto en
movimiento, las que adquiere en el primer segundo de su trayectoria se mantienen sin
cambios a lo largo del resto de su viaje, esto es, 4.3 años luz más un segundo, que es
cuando se registra en el espectrógrafo.
2) La energía de las partículas (fotones) y el movimiento ondulatorio por el cual se
engendran sucesivamente sus campos magnético y eléctrico, que es precisamente la
manifestación de esa energía, son exactamente iguales en el momento de su salida del
astro y al arribar a la tierra en un caso (emisor inmóvil), y en el segundo (emisor en
movimiento) la energía de los rayos luminosos se reduce en el primer segundo de su
existencia como resultado del alejamiento del cuerpo sideral y luego, así atenuada, se
mantiene sin cambios a todo lo largo de su viaje hasta la tierra (4.3 años luz más un
segundo, si hablamos de Alpha Centauri A).
3) La energía de la partícula, la frecuencia y la longitud de onda a ella asociadas, se
reducen simultáneamente en el primer segundo de su trayectoria, y esto es a causa de
algo completamente exterior a ella (porque una vez emitida la luz no tiene ninguna
relación con el movimiento del emisor). En el primer segundo de su trayectoria de 4.3
años luz, el rayo de luz sufre una drástica transformación que altera su energía,
frecuencia y longitud de onda.
4) Por lo que respecta a la estrella móvil, cada conjunto discreto de fotones tiene este
comportamiento: sale del emisor con una energía, frecuencia y longitud de onda
determinadas y en el primer segundo de su existencia, sin explicación física alguna, se
producen súbitamente las transformaciones que registra el espectro estelar y después se
mantienen inalterables a lo largo de 4.3 años luz más un segundo.
Los razonamientos de Maxwell discurren de la siguiente manera:
1) La menor medida de las vibraciones (frecuencia) de la luz estelar respecto de la luz
terrestre se debe al alejamiento del astro.
2) La velocidad a la que el astro se aleja determina la medida de la reducción de las
vibraciones de su luz.
3) La diferencia entre las vibraciones normales de la luz terrestre y las reducidas de los
rayos provenientes de la estrella móvil, está determinada por la velocidad de alejamiento.
4) Si llamamos n1 a la frecuencia de la luz de la estrella, que es igual a la del elemento
terrestre, y n2 a las vibraciones que el observador terrestre capta de una estrella que se
aleja; y si suponemos la existencia de otra estrella fija (sin movimiento de alejamiento de
la tierra) que se encuentra a la misma distancia de la tierra que la estrella móvil antes de
su desplazamiento, tendremos entonces que el tiempo del viaje de la luz hacia la tierra
desde la estrella fija es T, y desde la móvil, T’, en donde T’ es igual a T+t, siendo t el
tiempo de alejamiento de la estrella (los t segundos después de que la luz emana de la
fuente).
Maxwell, sin embargo, realiza una verdadera mezcolanza de los conceptos que él mismo
ha determinado: T es el tiempo en el sistema fijo y T’ en el sistema móvil; en este último
se incluye t, que es el tiempo que la fuente de luz viaja después del punto a partir del cual
se considera su desplazamiento, que es el mismo desde el que inicia su transitar el pulso
de luz en el sistema fijo; entonces, por definición T’ ¿ T + t . Pero en el desenvolvimiento de
su argumentación, postula que las nt vibraciones de la fuente de luz que tienen lugar
durante los t segundos “alcanzan la tierra entre el tiempo T y el tiempo t+T’, esto es,
durante t+T’-T segundos”; de acuerdo con las propias definiciones de Maxwell, entre T y
t+T+t, o durante t+t, esto es en 2t, lo cual constituye un absoluto contrasentido.
Con base en estos desarrollos Maxwell llega a la conclusión de que la frecuencia de las
t
vibraciones de la luz emitida por el astro móvil en los t segundos no es n sinon . ' ,
t +T −T
t n
es decir ¿ n = ; la disminución de la frecuencia de las vibraciones es siempre del 50 por
2t 2

238
ciento.
5) Lo que Maxwell intenta con estos elementos es establecer la fórmula del cambio de la
frecuencia de n1, es decir, la ecuación de n2.
6) La frecuencia de emisión de las vibraciones de la luz durante el desplazamiento del
astro es n1t; por hipótesis de Maxwell, la frecuencia de la luz estelar que llega a la tierra
no es ya n1, sino una cantidad menor, n2; en el primer segundo de su viaje, la frecuencia
de la luz sufre una reducción determinada por la velocidad de un alejamiento del astro
respecto de la tierra y sólo hasta ahora se manifiesta de esta manera intempestiva.
7) Según Maxwell, las vibraciones llegan a la tierra entre T y t+T’, en el período t+T’-T; por
definición de Maxwell, T’-T = t, por lo que, de acuerdo con esto, el arribo al planeta de las
vibraciones emitidas en el astro sería en el espacio de tiempo inmediatamente anterior a
su llegada igual a t+t.
t
8) La relación cualitativa entre T, T’ y t la determina Maxwell como ' , esto es, t/2t
t+T −T
que es igual a ½. Es la relación entre el tiempo de desplazamiento del astro y dos veces
ese mismo tiempo, una relación de la cual no se puede obtener ningún valor de t. Maxwell
t
pretende darle una forma cualitativa a su fórmula y la pone así: n2 = n1. ' ;
t+T −T
n1
despejando t, se tiene: t = .
n2
9) Maxwell utiliza otro camino para determinar el cambio de la frecuencia de las
vibraciones de la luz en los t segundos del alejamiento del astro.
Otra forma de la ecuación la presenta Maxwell de la siguiente manera:
La velocidad de recesión de la estrella es v y la velocidad de la luz entre la estrella (fija o
móvil) y la tierra es V.
La fórmula que es la base de su discusión matemática la expresa así: vt=V(T’-T)=Vt, que,
conforme a las definiciones de Maxwell, =Vt, de donde se obtiene v=V, esto es, que la
velocidad de recesión del astro es igual a la velocidad de la luz. Sin transición alguna, de
una manera matemáticamente intempestiva, Maxwell da a luz la ecuación de n2:
n1 V
n2 = , en donde V es la velocidad de la luz y V+v la suma de la velocidad de la luz y la
V +v
n1
velocidad de recesión del astro. Al despejar v se obtiene v= V −V .
n2
10) Maxwell ofrece así a Huggins las fórmulas para determinar el tiempo y la velocidad de
recesión del astro con base en el cambio en la refrangibilidad de las vibraciones de su luz
n1 n1
registrado en el espectro respectivo:t= y v= V −V .
n2 n2
Estas “ecuaciones” son utilizadas por Huggins para hacer sus cálculos, como más
adelante veremos.
Los supuestos y razonamientos de Maxwell son absolutamente falsos, sin ningún
sustento en la ciencia ni en la realidad física, y las formulaciones matemáticas de los
mismos están plagadas de errores y despropósitos algebraicos, geométricos, etcétera.
Según Maxwell, las radiaciones emitidas por los astros tienen una energía, frecuencia,
longitud de onda y velocidad inalterables: con ellas salen del cuerpo sideral y se
desplazan por el espacio, sin que sufran cambio alguno, así sea que su viaje se extienda
por muchos años luz. Pero también tienen cambios súbitos e inexplicables conforme a las
leyes físicas en la fracción de tiempo –un segundo, por ejemplo- siguiente a su emisión.
Las radiaciones son emisiones de partículas subatómicas, en este caso fotones, liberados
del interior del átomo cuando éste es sometido a un estado especial de excitación.
La enorme energía de atracción que mantiene a los fotones en el interior del átomo se
trueca en su otro, en una gran energía de repulsión que los impele a salir de ese campo

239
energético.
En las reacciones atómicas que se efectúan en las estrellas se liberan cantidades
gigantescas de fotones de los más distintos elementos; mediante un proceso especial que
se desarrolla en la fotósfera de esos astros, los fotones se unen en haces dentro de los
cuales se organizan de acuerdo con sus frecuencias y longitudes de onda; así
multiplicada su energía individual, salen de la atmósfera estelar e inician su viaje por el
espacio sideral.
La energía que poseen los fotones determina su peculiar movimiento. La partícula
subatómica genera un campo magnético que se trueca en un campo eléctrico; este, a su
vez, crea un campo magnético que también se tornará eléctrico, y así sucesivamente; este
mutuo engendramiento de los campos de la partícula, producto de la acción de su energía
repulsiva, es lo que la hace ir hacia adelante en un movimiento ondulatorio.
El haz de fotones se mueve en conjunto de la misma manera que lo hacen sus
componentes individuales. Su energía es la suma de las energías de las partículas
individuales que lo forman.
El rayo tiene un proceso de existencia que se inicia en la fotósfera de la estrella. Su ser es
transformar la energía (una cantidad finita determinada) que contiene en el impulso que
lo lleva hacia adelante en un movimiento ondulatorio a través de la producción alternada
de campos magnéticos y eléctricos. Su desplazamiento implica un gasto constante de
energía, hasta llegar a su total agotamiento y, por tanto, a la terminación de esta forma
específica de su movimiento.
La energía que poseen los fotones se manifiesta en la frecuencia y amplitud de sus
ondulaciones y en la velocidad de su desplazamiento; por lo tanto, en la medida que
aquella se reduce por su propio ejercicio, disminuye también proporcionalmente la
frecuencia, aumenta la amplitud de las ondulaciones y su velocidad se hace menor, todo
esto en cantidades infinitesimales.
Tales descensos y aumentos son infinitesimalmente pequeños en relación con las
enormes distancias que los rayos viajan; es por eso que sólo son significativas para el ojo
humano, a través del espectro, cuando aquellos se han desplazado varios años luz.
La suposición de Maxwell de un rayo de luz que, en el caso de una estrella fija, tiene la
misma frecuencia, amplitud y velocidad cuando sale de la fotósfera de la estrella que al
momento de arribar a la tierra o, en el caso de una estrella móvil, esas características
suyas se reducen intempestivamente, a causa del desplazamiento, en el instante
inmediato al inicio de su separación cuando ya no tiene ninguna relación física con el
astro recedente y conserve esas características suyas a todo lo largo de su viaje de varios
años luz, es una verdadera aberración teórica, algo que va en contra de los más
elementales principios de la ciencia física y, en última instancia, del sano sentido común.
Constituye un flagrante error teórico el considerar, de acuerdo con los argumentos de
Maxwell, que las características del rayo de luz cambien en la primera fracción de tiempo
de su existencia (un segundo, por ejemplo), y luego que esas nuevas particularidades se
mantengan inalterables en su largo recorrido hasta la superficie terrestre.
Implica, desde luego, que el movimiento del rayo no obedece a las circunstancias
específicas de su origen ni a las características de su naturaleza física (liberación de los
fotones del interior del átomo por la transmutación de la energía atractiva en repulsiva,
movimiento ondulatorio a través del mutuo engendramiento de sus campos como gasto de
la energía que contiene, degradación constante, aunque en una medida
infinitesimalmente pequeña, de su nivel de energía hasta llegar al punto de su total
agotamiento, etcétera), sino a la acción de una potencia metafísica que lo produce y lo dota
de características específicas, a las cuales hace cambiar en el segundo inmediato
posterior a su emisión y luego mantiene inalterable esa nueva naturaleza a lo largo de su
extenso viaje hacia la eternidad.
El sinsentido de la posición maxwelliana salta a la vista. Postula la existencia de una
energía metafísica que tiene la facultad de cambiar intempestivamente y en un corto
tiempo (es decir, sufrir un desgaste por su funcionamiento) y al mismo tiempo la de
autoregenerarse y no sufrir disminución alguna en largos períodos de su ejercicio.

240
El rayo de luz que es expulsado de la fotósfera estelar parte en el mismo instante en que el
astro empieza su desplazamiento. De ahí en adelante son independientes uno del otro: el
rayo realiza su viaje sideral y el astro su camino recesivo. En el primer segundo después
de su separación, la luz habrá recorrido 185,000 millas y, según Huggins en el ejemplo
que más adelante veremos, la estrella Sirio 41.4 millas. En este lapso de tiempo de un
segundo el rayo de luz ya posee todas las características físicas con las que la ha dotado
la actividad atómica de la estrella y no tiene con el astro ninguna relación física por la que
pueda alterarla; de ahí en adelante, los avatares del pulso luminoso estarán determinados
por su propia naturaleza y la del medio por el cual se mueve, pero serán completamente
independientes de la estrella y su movimiento recesivo; no hay manera de que el
desplazamiento del astro altere o modifique la naturaleza física del rayo que ha
producido. Es decir, que es absolutamente imposible que la recesión del astro produzca los
cambios en la refrangibilidad de la luz que registra el espectro.
Por eso es completamente ocioso, sin utilidad teórica o práctica ninguna, el ejemplo del
que se vale Maxwell para hacer sus especulaciones matemáticas. El rayo que expele el
astro en movimiento tiene la misma extensión y las mismas características que el emitido
por la estrella fija; el tiempo que en ambos casos emplea la luz para ir desde el astro
hasta el observador terrestre es T y no, como quiere Maxwell, T y T’ respectivamente, en
donde T’ es igual a T+t (t es el tiempo que el astro recede). Es decir, que se puede
considerar que el astro en recesión estaba inmóvil en el instante en que expelió el rayo.
El verdadero comportamiento de los rayos luminosos de las estrellas se puede determinar
fácilmente, con razonamientos simples basados en las leyes físicas y en un elemental
sentido común.
Los rayos luminosos emitidos por las estrellas poseen ciertas características con las que
las ha dotado el proceso de su formación en el astro.
Esas particularidades son su nivel de energía, la frecuencia y la amplitud de sus
ondulaciones y su velocidad de desplazamiento.
El movimiento peculiar de los fotones que forman el rayo de luz es su traslación
ondulatoria mediante la generación alternada de campos magnéticos y eléctricos.
Ese movimiento es el resultado de la acción de la energía contenida en el corpúsculo sub-
atómico.
A un determinado nivel de energía corresponden una frecuencia, una amplitud y una
velocidad específicos de la partícula.
Pero, igualmente, el movimiento de la partícula, que tiene su causa en el ejercicio de la
energía en ella contenida, implica un gasto constante de la misma.
A lo largo del viaje de la partícula su nivel de energía se va haciendo menor mediante
descensos infinitesimalmente pequeños.
Esta reducción constante de la energía de la partícula se manifiesta como una
disminución de la frecuencia, un incremento de la amplitud de su onda y un descenso de
la velocidad a la que se mueve.
Al final de su recorrido (de 8.6 años luz en el caso de la luz proveniente de la estrella
Sirio), al llegar a la tierra habrá acumulado un cambio total que se registra en el espectro
como un desplazamiento de la línea negra del hidrógeno hacia el rojo. Este corrimiento es,
según los cálculos de Huggins, del orden de 0.190 millonésimas de milímetro (en realidad
Huggins debió decir mil millonésimas de milímetro), el cual se produjo en un viaje de
81.36 millones de millones de kilómetros; esto significa que por cada kilómetro del viaje
de la luz la línea del hidrógeno se desplazó hacia el rojo 2.335e -21 (0.000 000 000 000 000
000 002 335) millonésimas de millonésima de millonésima de millonésima de milímetro.
Si tomamos este último valor como una constante y conocemos la refrangibilidad de una
estrella (por el espectro de su luz), entonces podemos calcular fácilmente la distancia a la
que se encuentra; o, si tenemos el dato de la distancia, es posible determinar la
refrangibilidad que la luz de ese astro debe tener.
También es teóricamente posible calcular el movimiento radial del astro, en el caso de
existir. Sería necesario tener dos mediciones espectrales sucesivas de sus emisiones
luminosas, separadas, por ejemplo, por un segundo; si tomamos los datos del ejercicio de

241
Huggins, después de un segundo de desplazamiento el astro habría avanzado 66.62
kilómetros, lo que se manifestaría en un corrimiento hacia el rojo de la línea de hidrógeno
de su espectro con respecto a la posición que tenía un segundo antes de
1.555577e-19 (0.000000000000000000155557) millonésimas de millonésima de
millonésima de millonésima de milímetro.
El total del desplazamiento hacia el rojo sería el resultado de sumar el valor del
corrimiento inicialmente registrado, 0.000,000,190 milésimas de millonésima de
milímetro, al que se mide cuando ha transcurrido un segundo,
0.000000000000000000155557 millonésimas de millonésima de millonésima de
millonésima de milímetro, cuyo resultado es 0.000,000,190,000,000,000,155,557, en
donde la segunda cantidad es absolutamente indiscernible del total.
De todo lo anteriormente expuesto se desprende que el corrimiento de las líneas negras de
los espectros estelares hacia el rojo es el resultado de la reducción de la frecuencia,
aumento de la amplitud de onda y decremento de la velocidad del rayo luminoso que
tienen su origen en la disminución constante de la energía de las partículas que lo
forman, descensos y aumento que son directamente proporcionales a la distancia por
ellas recorrida. El corrimiento al rojo expresa, entonces, la distancia a la que las estrellas
(u otras fuentes de luz siderales) se encuentran del observador terrestre, medida por el
gasto de la energía de las partículas subatómicas que integran el rayo luminoso.
Es absurdo y descabellado, como ya lo hemos subrayado suficientemente, sostener que el
cambio hacia el rojo de las líneas negras del espectro de la luz estelar se debe a un
movimiento de recesión del astro (o de la galaxia, en su caso) y que la medida de ese
cambio es la de la velocidad de alejamiento de la fuente de luz.
Aquí lo característico es la forma en la que la ciencia física puede dar estos increíbles
traspiés. Y esto es más asombroso porque en esa época el conocimiento científico
mecánico y físico no estaba aún contaminado por la teoría de la relatividad einsteiniana.
Ni siquiera consideran Huggins ni Maxwell la posibilidad racional que está implícita en la
ciencia física de su época y que el sano sentido común avala, es decir, que la
refrangibilidad detectada por el espectro de la luz estelar (sideral, en general) sea el
resultado de la disminución de la energía de las partículas subatómicas que forman el
rayo luminoso ocasionada por su gasto (trabajo) en la producción del movimiento peculiar
del rayo luminoso, ni que, por tanto, esa refrangibilidad sea directamente proporcional a
la distancia del emisor de luz respecto de la tierra. Por el contrario, sin atenerse para
nada a las exigencias de la investigación científica, ni desde luego a las prescripciones del
sano sentido común, postulan el irracional supuesto de que la refrangibilidad de los rayos
siderales es ocasionada por un movimiento recesivo de los astros. Lo único con lo que
cuentan estos físicos teóricos para hacer sus afirmaciones es la refrangibilidad observada
y nada más; únicamente su desbocada imaginación los lleva a dotar a todos los astros de
un movimiento radial recesivo.
Las formulaciones matemáticas de Maxwell, sin importar cuán pulcras puedan ser, que
no lo son, tienen un vicio de origen: tratan de dar forma algebraica y geométrica a algo
que es completamente absurdo e irracional. A esta falla principal, agrega Maxwell a sus
ecuaciones errores elementales, de párvulo.
Sea una fuente de luz tal que produce n vibraciones por segundo, y se encuentra a una
distancia de la tierra tal que la luz requiere un tiempo T para llegar a la tierra. Sea la
distancia de la fuente de luz respecto de la tierra alterada, ya sea por el movimiento de la
fuente de luz o por el de la tierra, de tal suerte que la luz que emana de la fuente t segundos
después llegue a la tierra en un tiempo T’. 159
El mismo planteamiento del thought experiment es absurdo. La fuente de luz se encuentra
a una distancia determinada de la tierra y el rayo luminoso tarda un tiempo T en llegar al
observador terrestre. Esta distancia es alterada por el movimiento de la fuente de luz o de
la tierra y entonces la luz llega al observador en un tiempo T’= T+t. Tal es el planteamiento
de Maxwell. La fuente de luz se encuentra a una distancia determinada, fija, y al mismo
159
Huggins, William, op. cit. pp.529-531

242
tiempo a una que es constantemente alterada por el movimiento del astro o del planeta.
Esta es la condición indispensable, en el esquema maxwelliano, para poder comparar el
tiempo del viaje de la luz en una y otra situación. En un momento determinado el astro
en movimiento se encuentra en un punto espacial definido, a una distancia precisa de la
tierra, por lo que el tiempo que emplea un rayo de luz emitido por aquel es T. En el
instante siguiente, un segundo después, podemos decir, se encuentra a una distancia
41.4 millas más alejada, según el ejemplo de Huggins, por lo que el tiempo total que
consume el rayo en cubrirla es T+t, en donde t = 1 segundo.
O la fuente de luz y la tierra están fijas en un punto determinado del espacio o están en
movimiento. Si es el primer caso, no hay problema alguno: el tiempo de traslación de la
radiación es siempre T. En el segundo caso, se trata de una distancia que primero es fija y
luego es alterada por el movimiento, pues esta es la condición para poder comparar el
tiempo que tarda la luz en una y otra situación.
t
La fórmula ' como factor para determinar la diferencia n2-n1 es completamente
t+T −T
fútil. No se trata de una relación cualitativa con un otro mediante la cual se pueda
expresar el valor de ambos. Es la relación de T consigo mismo, pues, por definición de
Maxwell, T’-T es = t; la fórmula quedaría, en última instancia, así: t/t+t. Es el propio valor
de t en relación con su doble valor: t/2t. Esto nos da como resultado que n2 es siempre
igual a n1 multiplicada por ½, es decir, la relación de t con su doble valor, cualquiera que
sea el valor de t. Según la fórmula de Maxwell, la reducción de la frecuencia será siempre
igual al 50%, cualquiera que sea la velocidad de alejamiento del astro. Maxwell no se
arredra ante este obstáculo que ha levantado ante sí mismo y, sin transición algebraica
alguna, se saca de la manga la ecuación de n2:
n1 t
n2 = , de donde se sigue: t=n1/n2.
t +T ' −T
Para forjar una segunda formulación de la ecuación de n2, Maxwell parte de siguiente
igualdad que establece: vt=V(T’-T). Por definición de Maxwell, T’-T = t, por lo que vt=Vt,
esto es, v=V. La velocidad del astro es igual siempre a 300,000 kms./s.
Mediante otro salto mortal algebraico, Maxwell extrae de esta absurda fórmula la
n1 V n1
ecuación de n2: n2 = de donde v = V −V . V+v carece por completo de significado.
V +v n2
Nada, en la relación que estudiamos, se desplaza a esta velocidad; la luz se mueve, ya sea
desde la estrella móvil o la fija, a una velocidad determinada V (300,000 kms. por
segundo) y el astro lo hace a una velocidad distinta v. Pero no hay entre V y v ninguna
relación que permita ligarlas de manera alguna; son mutuamente opuestas, una se
desplaza en un sentido y la otra en el contrario, una corresponde a la luz y la otra a un
cuerpo estelar.
V n1
Analicemos ahora la ecuación que necesariamente brota de la fórmula anterior: v=
n2−¿V ¿
y que es la que Huggins utiliza en su ejemplo práctico.
Maxwell postula la existencia de una reducción de la frecuencia y un incremento en la
longitud de la onda de la luz producidos al salir del astro emisor y registrados a su arribo
al observador terrestre, los cuales se manifiestan en un corrimiento hacia el rojo de la
línea negra del elemento utilizado. Ese desplazamiento en el espectro es medido y luego
transformado en su equivalente en la longitud de onda del elemento terrestre, el cual se
expresa en millonésimas de milímetro. Esta cantidad es la diferencia entre la longitud de
onda en tierra y la del espectro de la luz estelar. Al restar esta diferencia de la longitud de
onda del elemento terrestre se obtiene la longitud de onda de la luz estelar al llegar a la
tierra. Se tienen entonces dos valores: la longitud de onda del elemento en tierra y la
menor longitud de onda del elemento estelar; divididos cada uno entre la velocidad de la
luz, nos dan la frecuencia de sus vibraciones por segundo, a las cuales, en la notación

243
maxwelliana, corregida un poco por nosotros para hacerla más clara, se les denomina n1 y
n2.
Con estos datos se pueden obtener:
1) De n1-n2, la cantidad de vibraciones que hay de diferencia entre ambas longitudes de
onda. Este residuo no tiene ninguna entidad, no representa las vibraciones ni la longitud
de onda de ningún objeto (partícula); no expresa ninguna velocidad ni distancia alguna;
es, simple y sencillamente, una comparación formal entre dos cantidades. Si esa
diferencia se multiplica por cualquiera de las dos longitudes de onda se obtiene una
cantidad que se expresa en milímetros; pero este monto no corresponde a ningún espacio
físico real, recorrido por un objeto (partícula) real.
2) De n1/n2, que es la relación a la que Maxwell hace el núcleo de su ecuación, se obtiene
lo que cada vibración se redujo en el segundo posterior a su emisión; este resultado no es
la medida de una determinada vibración de una cierta radiación, sino únicamente la
expresión del factor de la reducción de cada vibración en el último segundo de existencia
del rayo luminoso; pero de una manera absurda, en contra todos los principios
matemáticos, Maxwell lo considera la expresión de un movimiento de una radiación y, por
tanto, la multiplica por la velocidad de la luz para obtener la velocidad, en milímetros por
segundo, a la que ese ente irreal supuestamente se desplaza; después, simple y
sencillamente le atribuye esa velocidad al movimiento radial del astro.
La ecuación con la que Maxwell quiere dar forma matemática a su falsa concepción del
desplazamiento hacia el rojo de las líneas negras de los espectros de la luz sideral es
completa y absolutamente incorrecta, pletórica de garrafales errores conceptuales –los
que están en el núcleo de su argumentación- matemáticos y geométricos que desdicen
mucho de las grandes alturas que este físico alcanzó con sus notables contribuciones al
descubrimiento de la dialéctica del movimiento de los campo magnético y eléctrico, que
son el fundamento imprescindible de la física moderna.
Huggins hace una amplia exposición de sus experimentos, los cuales tenían, en primer
lugar, el propósito de demostrar que las líneas negras de las sustancias estelares
correspondían a las líneas brillantes de los elementos terrestres. Compara el espectro de
la estrella Sirio y el del Hidrógeno terrestre y encuentra que en el del astro existe una
línea negra que corresponde a la línea brillante del elemento analizado en la tierra.
Una vez determinada esa coincidencia, continúa adelante con la investigación de la
distancia entre las dos líneas para así establecer si las ondas de la luz de la estrella
habrían sufrido un cambio en su refrangibilidad, lo cual se manifestaría como un
corrimiento de la línea negra hacia el azul o hacia el rojo, es decir, hacia uno u otro lado
del espectro, ya sea que los rayos estelares hubieran disminuido o aumentado su longitud
de onda.
Desde luego que la hipótesis que Huggins intenta demostrar es que los cuerpos estelares
se están desplazando en un movimiento de alejamiento del observador, es decir, de la
tierra y que la velocidad de ese movimiento debe ser registrada en el espectro del astro
como un corrimiento hacia el rojo de la línea negra del hidrógeno.
Como obviamente era imposible determinar con la requerida acuciosidad la coincidencia de
la línea de Sirio con la muy ancha banda de hidrógeno a la presión ordinaria que era
comparada con ella, empleé un tubo de vacío fijo antes del objetivo. En todas estas
observaciones la rendija usada [para el paso de la luz] era lo más estrecha posible. El aire al
tiempo de las observaciones fue más favorable que usualmente, y la línea en Sirio se vio con
mucha nitidez. La línea de la chispa [del hidrógeno terrestre] apareció, en comparación,
muy estrecha, no más que un quinto del ancho de la línea de sirio. Cuando el circuito de la
batería fue completado, la línea de hidrógeno pudo ser vista claramente sobre la línea negra
de sirio, y extendida a alguna distancia de ambos lados del espectro de sirio. La observación
de la comparación de las líneas fue hecha muchas veces, y estoy cierto de que la estrecha
línea de hidrógeno, aunque aparecía proyectada sobre la línea negra de Sirio, no coincidía
con la mitad de la línea, sino que la cruzaba a una distancia del centro, lo cual puede ser
expresado diciendo que la falta de coincidencia era aparentemente igual a cerca de un tercio
o un cuarto del intervalo que separa los componentes de la doble línea D. Era imposible
medir directamente la distancia entre el centro de la línea de hidrógeno y el de la línea en el

244
espectro de Sirio, pero algunas muy cuidadosas estimaciones por medio del micrómetro
dieron un valor para esa distancia de 0.040 de la cabeza del micrómetro. Este valor no tiene
un error mayor que su octava parte.
Fueron hechas también comparaciones en muchas otras noches, algunas veces con el tubo
de vacío antes del objetivo y otras situado sobre el pequeño hoyo en la plancha de caucho
[guttaperch]. En todas estas ocasiones las numerosas comparaciones que fueron hechas
dieron para la línea de Sirio una muy baja refrangibilidad respecto de la línea de hidrógeno,
pero en ninguna ocasión estuvo el aire lo suficientemente estable para una determinación
satisfactoria de la cantidad de diferencia de la refrangibilidad.
No he sido capaz de detectar alguna probable fuente de error en este resultado, y puede ser,
entonces, creo, ser recibido como representando un relativo movimiento de recesión entre
Sirio y la tierra [subrayado por GRE].
La probabilidad de que la sustancia en Sirio que produce esta línea sea realmente
hidrógeno es fortalecida casi hasta la certeza por la consideración de que hay una fuerte
línea en la parte roja del espectro que es también coincidente con la fuerte línea de
hidrógeno. Hay una tercera línea más refrangible que F, la cual coincide con la línea de
hidrógeno en esa parte del espectro.
Debido a que la línea en Sirio es más ancha que la del tubo de vacío, es de importancia
tener una prueba experimental de que esta línea de hidrógeno, cuando se ensancha, lo hace
igualmente en ambas direcciones. Yo hice la comparación de la estrecha línea del tubo de
vacío con la banda más ancha que aparece cuando hidrógeno más denso es empleado…
Bajo estas condiciones terrestres la expansión de la línea puede considerarse que se da en
la misma cantidad en ambas direcciones. Hay una gran probabilidad de que una expansión
igual tenga lugar bajo las condiciones que determinan la absorción de luz por este gas en la
atmósfera de Sirio, por la razón de que la nebulosidad en los bordes de la línea en el
espectro de esta estrella es sensiblemente igual en ambos lados.
……
……
De estas observaciones es posible, pienso, concluir que la sustancia en Sirio que produce
las fuertes líneas es realmente hidrógeno, como fue establecido por el Dr. Miller y por mí en
nuestro anterior trabajo. Además, que el resultado agregado de los movimientos de la
estrella y la tierra en el espacio, al tiempo en el que fueron hechas las observaciones era la
degradación de la refrangibilidad de la línea en Sirio por una cantidad correspondiente a
0.040 del tornillo del micrómetro. Ahora, el valor de la longitud de onda de 0.01 división del
micrómetro en la posición de F es 0.02725 millonésimas de un milímetro. La total
degradación de la refrangibilidad observada es de 0.109 millonésimas de milímetro. Si la
velocidad de la luz es tomada como de 185,000 millas por segundo, y la longitud de onda de
F a 486.50 millonésimas de un milímetro, la alteración observada en el período de la línea
en Sirio indicaría un movimiento de recesión existente entre la tierra y la estrella de 41.4
millas por segundo. [Razonamiento de Huggins: 0.109 / 486.5 x 185,000;
0.000224049331x 185,000= 41.4]
De este movimiento una parte es debida al movimiento de la tierra en el espacio. Como la
tierra se mueve alrededor del sol en el plano de la eclíptica, la dirección de su movimiento
está cambiando a cada instante. Hay dos posiciones, separadas por 180 grados, en donde el
efecto del movimiento de la tierra es un máximo, esto es, cuando se está moviendo en
dirección del rayo visual, ya sea hacia o de la estrella. En otras dos posiciones en su órbita,
a 90 grados de las primeras posiciones, el movimiento de la tierra es en ángulo recto con
relación a la dirección a la luz de la estrella, y entonces no tiene influencia sobre su
refrangibilidad.
El efecto del movimiento de la tierra será mayor sobre la luz de una estrella situada en el
plano de la eclíptica y decrecerá en la media en que la latitud de la estrella se incremente,
hasta que con respecto a la estrella situada en el polo de la eclíptica, el movimiento de la
tierra durante la totalidad de su curso anual será perpendicular a la dirección de la luz que
viene hacia nosotros y, por tanto, no tendrá influencia sobre su período.
….
….
Al tiempo que se estimó la cantidad de la alteración del período de la línea en Sirio, la tierra
se estaba moviendo desde la estrella a una velocidad de cerca de 12 millas por segundo.
Se mantiene sin explicación un movimiento de recesión desde la tierra de 29.4 millas por
segundo, el cual nosotros atribuimos a Sirio.
Puede que no sea innecesario establecer que el movimiento solar en el espacio, si se acepta

245
como un hecho, no afectaría materialmente este resultado, ya que de acuerdo con los
cálculos de Otto Struve el avance del sol en el espacio tiene lugar con una velocidad un
poco más grande que un cuarto de la del movimiento de la tierra en su órbita. Si el ápice
del movimiento solar está situado en Hércules, casi la totalidad del mismo será desde Sirio,
y por tanto disminuirá la velocidad que se debe atribuir a esa estrella.
Es interesante, en conexión con el movimiento de Sirio deducido de las observaciones
prismáticas, hacer mención de las notables desigualdades que se dan en el más grande
movimiento propio de la estrella. En 1851 M. Peters demostró que la parte variable del
movimiento propio de sirio en ascensión recta debe ser representada suponiendo que Sirio
gira en una órbita elíptica, alrededor de algún centro de gravedad, que no es Sirio, en un
período de 50.093 años. Esta hipótesis ha adquirido nuevo interés y parece haber sido
confirmada por observación directa con el descubrimiento por Alvan Clarks de una pequeña
compañera de Sirio.
El profesor Safford y el Dr. Auwers ha investigado las variaciones periódicas del movimiento
propio de Sirio en declinación y han encontrado que esas variaciones, igualmente que
aquellas en ascensión recta, podrían ser reconciliadas con un movimiento orbital elíptico
alrededor de un centro que no es Sirio…..
Al tiempo presente el movimiento propio de Sirio en declinación es menos que su cantidad
promedio por casi la totalidad de la parte que es variable….
Independientemente de las consideraciones conectadas con la parte variable del movimiento
propio de la estrella, no debe ser olvidado que la totalidad del movimiento que puede ser
directamente observado por nosotros es solamente aquella porción de su movimiento total
que se encuentra en ángulo recto con relación al rayo visual. Es precisamente la otra parte
del mismo, la cual podemos escasamente esperar aprender de las observaciones ordinarias,
lo que es revelado por las investigaciones prismáticas. Combinando los resultados de ambos
métodos de investigación podemos quizá esperar obtener algún conocimiento de los
movimientos reales de las estrellas brillantes y de las nebulosas…
…Es posible que en el caso de Sirio tengamos dos movimientos distintos, uno peculiar de la
estrella y un segundo movimiento que tenga en común con un sistema del cual pudiera
formar parte.160
En su investigación, Huggins estudia la línea negra del hidrógeno en el espectro de Sirio y
encuentra que tiene un desplazamiento hacia el rojo de 0.40 del tornillo del micrómetro;
la longitud de onda de 0.01 división del micrómetro en la posición de F es 0.02725
millonésimas de un milímetro, por lo que el total del corrimiento de la línea es de 0.109
millonésimas de milímetro; la longitud de onda del rayo de hidrógeno en la superficie
terrestre es de 486.5 millonésimas de milímetro. Huggins emplea una fórmula un poco
diferente que la de Maxwell pero que en esencia es la misma: v = (n2-n1/n1)V; v = 486.609-
486.5/486.5x185,000 millas por segundo = 0.109/486.5 x 185,000 = 41.44 millas por
segundo.
0.109/486.5 nos indica lo que cada onda del elemento habría aumentado al llegar a la
tierra por cada millonésima de milímetro de la longitud de onda en la superficie terrestre,
extensión que Huggins supone es la misma que la del rayo al momento de partir del astro.
No se trata de la longitud de onda de alguna partícula o radiación, sino de una razón, que
no tiene ninguna existencia física, entre el aumento de una variable y su valor original.
Este valor lo considera Huggins, al igual que Maxwell, la longitud de una onda
perteneciente a una radiación y luego la multiplica por la velocidad de la luz; pretende con
esto obtener otra velocidad, la cual adjudica sin razón física alguna al movimiento
recesivo del astro; pero multiplicar una distancia (la longitud de onda espuria que ha
obtenido) por una velocidad (la de la luz) no produce ningún tipo de resultado inteligible.
Recordemos brevemente las fórmulas elementales del movimiento: d=vt, v=d/t y t=d/v; lo
que Huggins y Maxwell tendrían que haber hecho es aplicar la fórmula de la velocidad,
v=d/t, esto es, dividir la distancia que recorre el astro entre el tiempo que emplea en esa
traslación, pero en lugar de eso, hacen a v=incremento de la longitud de onda/velocidad
de la luz, fórmula absolutamente irracional; evidentemente, el incremento de la longitud
de onda por cada millonésima de la longitud de onda original no expresa en forma alguna
la distancia d que requiere la ecuación canónica, ni la velocidad de la luz el tiempo t

160
Ibid., pp. 532-533

246
también por ella exigido.

Las 41.44 millas por segundo que de acuerdo a estas elucubraciones obtiene Huggins, no
expresan ningún tipo de velocidad..
Huggins deduce de este resultado bruto la velocidad que atribuye al movimiento de la
tierra y llega a la conclusión de que la velocidad neta de desplazamiento recesivo de Sirio
es de 29.4 millas por segundo
Como vemos, la aplicación práctica por Huggins de los desatinos teóricos de Maxwell lleva
a resultados absurdos, reñidos por completo con los elementales principios de la física y
las reglas más sencillas de la matemática y la geometría.
En conclusión, el desplazamiento hacia el rojo de las líneas negras de los rayos de luz
siderales no tiene su causa en un movimiento de recesión de los astros y, por tanto, no
constituye prueba alguna de ese pretendido alejamiento.
Nos hemos detenido minuciosamente en el análisis de los planteamientos de Maxwell y
Huggins porque ellos constituyen la parte esencial de los argumentos que la astronomía y
cosmología relativistas, basadas totalmente en la teoría de la relatividad general de
Einstein, han desarrollado para dar fundamento a la teoría del big bang, la cual pretende
ser la visión científica de la naturaleza, estructura, origen, evolución y destino final del
universo. El meollo de esa cosmovisión es la proposición, presuntamente probada con
rigor científico, de la expansión del universo. Sin este prejuicio teórico, todo ese edificio
construido con una verdadera colluvies de sofismas, falacias, fantasías infantiles,
ficciones retorcidas, alucinaciones, delirios, imaginaciones estólidas, etcétera, se
derrumbaría irremisiblemente.
La consideración errónea de Maxwell y Huggins del desplazamiento hacia el rojo de las
líneas negras de los espectros estelares como un resultado de la recesión de los astros
respecto de la tierra, es el basamento del postulado de Hubble de la expansión del
universo a una tasa determinada, y éste, a su vez, es el cimiento de la teoría del big bang.
En seguida estudiaremos la forma en la que Hubble, sesenta y siete años más tarde que
Maxwell y Huggins, aborda el tema del corrimiento hacia el rojo de la luz estelar en el
espectro; desde luego, conserva en lo fundamental la argumentación de aquellos físicos,
pero también la enriquece con los desatinos de la teoría de la relatividad einsteiniana.
Al quedar firme el prejuicio teórico de que el desplazamiento hacia el rojo de las líneas
negras del espectro de los cuerpos estelares expresa necesariamente un movimiento
radial de los mismos, los astrónomos de las primeras décadas del siglo XX pusieron todo
su empeño en la labor de determinar la distancia a la que esas entidades se encuentran y
la naturaleza exacta de su espectro, esto último con la finalidad de establecer la supuesta
velocidad a la que se mueven radialmente mediante la utilización de la fórmula absurda e
irracional, que desde entonces tomó carta de naturaleza en la ciencia física, v = c.dλ/λ (en
donde v es la velocidad radial de la fuente estelar de luz, c la velocidad de la luz y λ la
frecuencia de una determinada onda del espectro de la radiación luminosa del cuerpo
sideral), ecuación que también se puede enunciar en los siguientes términos: la velocidad
de recesión de los cuerpos siderales con luz propia se obtiene mediante la multiplicación
del corrimiento hacia el rojo de la onda luminosa, denotado éste por la relación entre la
diferencia de la frecuencia al salir de la fuente respecto de la frecuencia al llegar al
observador terrestre (dλ) y la frecuencia original (λ) por la velocidad de la luz.
Con la finalidad de alcanzar sus objetivos, diseñaron complicadísimas y abstrusas
fórmulas, cimentadas en supuestos sumamente cuestionables, que utilizaron en la
estimación de la magnitud e intensidad de la brillantez y la luminosidad de las emisiones
como medio para fijar la distancia de los cuerpos celestes cuando no era posible hacerlo
por otros métodos (paralaje, etcétera). De la misma manera, perfeccionaron las técnicas
fotográficas, mejoraron los espectrógrafos, etcétera y se apoyaron en la cada vez mayor
capacidad de los telescopios, trabajando primero con uno de 100 pulgadas y después con
el de 200 pulgadas de Monte Wilson.
El resultado fue la conformación de una base de datos acerca de la distancia y la
pretendida velocidad de una buena cantidad de nebulosas, clústeres y grupos de

247
nebulosas.
En su trabajo Una relación entre la distancia y la velocidad radial de las nebulosas extra
galácticas161, Hubble, con base en un universo de 24 nebulosas observadas, concluye que
existe una correlación lineal entre las distancias y las velocidades, o dicho de otra
manera, entre las distancias y el corrimiento hacia el rojo de las líneas negras de sus
espectros. Mantiene firme el prejuicio del movimiento radial de las fuentes siderales de
luz, cuya velocidad se manifiesta en la medida del corrimiento al rojo de sus espectros;
pero, además, al relacionar la distancia (presunta) de los cuerpos emisores respecto del
observador terrestre establece que a mayor distancia mayor corrimiento hacia el rojo, por
lo que astutamente infiere que la velocidad de recesión es más grande cuando la distancia
es mayor. Hubble en forma alguna pone en duda la validez del prejuicio teórico que
expresa la relación de causalidad entre la velocidad de recesión de los objetos y el
corrimiento hacia el rojo de los espectros respectivos. Ni como remota posibilidad
considera al corrimiento hacia el rojo un efecto de la distancia recorrida por la luz desde
la fuente hasta el observador terrestre, que en algunos casos puede ser de millones e
incluso de billones de años luz, períodos en los cuales necesariamente tendrían que
haberse reducido, a causa del gasto de energía que los produce, la frecuencia de las
ondas luminosas y la velocidad de las mismas, y, por igual motivo, haberse ampliado su
longitud.
Los datos de la tabla indican una correlación lineal entre distancias y velocidades, ya sea
que las últimas sean usadas directamente o corregidas por el movimiento solar, de acuerdo
a las antiguas soluciones.
Los resultados establecen una relación lineal entre velocidades y distancia en las nebulosas
cuyas velocidades han sido previamente publicadas, y la relación parece dominar la
distribución de velocidades.
Lo relevante, sin embargo, es la posibilidad de que la relación velocidad-distancia pueda
representar el efecto de Sitter, y entonces éstos datos numéricos pueden ser introducidos
en las discusiones acerca de la curvatura general del espacio. En la cosmología de de Sitter,
los desplazamientos del espectro provienen de dos fuentes, una aparente reducción de las
vibraciones atómicas y una tendencia general de las partículas materiales a esparcirse. Esto
último implica una aceleración y, por tanto, introduce el elemento del tiempo. La relativa
importancia de estos dos efectos podría determinar la forma de la relación entre distancias
y velocidades observadas; y en esta conexión puede ser enfatizado que la relación lineal
encontrada en la presente discusión es una primera aproximación que representa un rango
restringido de la distancia.
TABLA 1
NEBULOSAS CUYAS DISTANCIAS HAN SIDO ESTIMADAS POR MEDIO DE LAS ESTRELLAS
QUE CONTIENEN O DE LAS LUMINOSIDADES EN UN CLUSTER.

objeto ms r v mt Mt

S. Mag. .. 0.032 + 170 1.5 -16.0


L. Mag. .. 0.034 + 290 0.5 17.2
N.G.C.6822 .. 0.214 - 130 9.0 12.7
598 .. 0.263 - 70 7.0 15.1
221 .. 0.275 - 185 8.8 13.4
224 .. 0.275 - 220 5.0 17.2
5457 17.0 0.45 + 200 9.9 13.3
4736 17.3 0.5 + 290 8.4 15.1
5194 17.3 0.5 + 270 7.4 16.1
4449 17.8 0.63 + 200 9.5 14.5
4214 18.3 0.8 + 300 11.3 13.2
3031 18.5 0.9 - 30 8.3 16.4
3627 18.5 0.9 + 650 9.1 15.7
4826 18.5 0.9 + 150 9.0 15.7
161
Ibíd., p.53

248
5236 18.5 0.9 + 500 10.4 14.4
1068 18.7 1.0 + 920 9.1 15.9
5055 19.0 1.1 + 450 9.6 15.6
7331 19.0 1.1 + 500 10.4 14.8
4258 19.5 1.4 + 500 8.7 17.0
4151 20.0 1.7 + 960 12.0 14.2
4382 .. 2.0 + 500 10.0 16.5
4472 .. 2.0 + 850 8.8 17.7
4486 .. 2.0 + 800 9.7 16.8
4649 .. 2.0 +1090 9.5 17.0
------
Media -15.5

ms = magnitud fotográfica o brillantez de las estrellas contenidas


r = distancia en unidades de 106 parsecs
Los dos primeros son valores de Shapley
v = velocidades medidas en kms/s.
N. G. C. 6822, 221, 224 y 5457 son determinaciones recientes
de Humason.
mt = La magnitud visual según la corrección de Hopmann.
Los primeros tres objetos no fueron medidos por Holetschek
y los valores de mt representan estimaciones del autor
basadas en los datos tal y como están disponibles.
Mt = Magnitud visual absoluta total computada de mt y r.162

En un trabajo posterior, publicado en 1931, Hubble y Humason, basándose íntegramente


en todos los prejuicios teóricos que ya hemos señalado, analizan los datos de un conjunto
mayor de objetos estelares que el universo estudiado en 1929. Se trata de 24 nebulosas
en 7 clústeres, 4 en un grupo en Piscis, y 18 objetos aislados. De todos estos objetos se
consignan sus velocidades radiales “aparentes”, obtenidas, desde luego, como el dogma
manda, por medio de la medición de los desplazamientos hacia el rojo de sus espectros.
Apoyados en estos datos, Hubble y Humason determinan la velocidad media de recesión
de las nebulosas estudiadas, a la cual dotan del carácter de incremento medio de la
velocidad de desplazamiento radial de todas las nebulosas del universo observable. Este
valor es, según estos autores, de 558 km/s por millón de parsecs. Dicho de otro modo,
especulan que la velocidad de recesión de los objetos estelares se incrementa 558 kms/s
cada millón de parsecs de distancia del observador. Hubble enfatiza que la relación
velocidad-distancia aparece como una característica general de la región observable del
espacio.

Part. I. Distancias de las nebulosas


Las distancias de las nebulosas son derivadas de la aplicación del criterio de la magnitud
absoluta a las estrellas que se encuentran en ellas.
10 nebulosas con distancias derivadas del criterio de magnitud absoluta.
Para las nebulosas en las que las estrellas no pueden ser vistas, los únicos criterios para la
distancia son las dimensiones y magnitudes aparentes de las nebulosas mismas.
La fotometría de imágenes focales de las nebulosas es insatisfactoria…
La media de las más frecuentes magnitudes aparentes de los muchos miembros es una
buena indicación de la distancia de un clúster, y por tanto los clústeres ofrecen las más
grandes distancia que pueden ser indudablemente asignadas a objetos individuales. Si se
desean observaciones de los objetos muy remotos, los miembros más brillantes de los muy
pálidos clústeres deben ser seleccionados.
Parte II. Relación velocidad-distancia
Primera formulación
El criterio de la distancia, aproximadamente en la forma descrita, ha sido conocido desde
hace varios años. Con su ayuda, una relación entre la velocidad radial y la distancia fue

162
Ibíd.. pp. 546-550

249
establecida entre las nebulosas cuyas velocidades eran conocidas. La relación es un
incremento lineal de la velocidad en un monto de cerca de +500 km/s por cada millón de
parsecs de distancia.
Nuevos datos
Cerca de cuarenta nuevas velocidades están ahora disponibles, representando en general
muy débiles y por tanto distantes nebulosas, y la relación velocidad-distancia puede ser
examinada a la luz del nuevo material. Los espectrogramas fueron fotografiados por
Humason y medidos por Humason y Miss MacCormack, con excepción de nueve que fueron
obtenidos por Pease y bondadosamente puestas a nuestra disposición para medida y
discusión. Estos espectros han sido discutidos separadamente, por lo que solamente los
desplazamientos, expresados como velocidades, serán considerados aquí. 163
El opúsculo de Hubble y Humason se basa en el trabajo de observación de este último publicado
bajo la denominación de Apparent Velocity-Shifts in the Spectra of Faint Nebulae. 164
Programa de observación
Las nebulosas seleccionadas para observación son casi igualmente divididas entre clústeres
y objetos aislados. Los clústeres de nebulosas ofrecen la gran ventaja de que distancias
bastante confiables pueden ser derivadas de las luminosidades medias de los muchos
miembros individuales, mientras que las observaciones pueden ser restringidas a los
miembros más brillantes de cada clúster. Entonces la distancia más grande posible para
una aparente luminosidad dada es asegurada. Además, ya que parece no haber correlación
del corrimiento hacia el rojo con la absoluta luminosidad entre las nebulosas cuyas
distancias son conocidas, los miembros más brillantes de un clúster pueden seguramente
ser tomados como la representación del clúster como un todo con respecto a la línea de
desplazamiento.
Las nebulosas solitarias fueron incluidas con la finalidad de probar la posibilidad de una
diferencia sistemática entre ellas y el clúster de nebulosas, y más tarde proporcionar datos
para problemas especiales que implican las distancias. Ya que la luminosidad aparente sólo
provee un criterio estadístico de la distancia era necesario observar suficientes objetos
aislados para formar algunos grupos. Las velocidades medias podrían entonces ser
comparadas con las distancia medias de los grupos.
La tabla I enlista las nebulosas observadas, juntamente con las velocidades aparentes
medidas, tipos espectrales e incertidumbres estimadas. Las incertidumbres son
posiblemente tres veces los errores probables como formalmente se derivan de las pocas
líneas medidas y se cree que son una justa indicación de la veracidad. Ellas dependen de la
escala, la exposición y el número de líneas que podrían ser medidas…

163
Hubble, Edwin, Una relación entre la distancia y la velocidad radial entre las nebulosas extra
galácticas Mount Wilson Observatory, Carnegie Institution of Washington, Communicated January
17, 1929
164
Idem.

250
251
La presente lista da velocidades de 24 nebulosas en 7 clústeres, 4 en un grupo en Piscis, y
18 objetos aislados.
Mediciones
En el promedio, las velocidades dependen de las medidas de tres líneas. Estas son
generalmente H y K y la banda G (λ 4303), con ocasionalmente uno o más de las líneas Hδ
(λ 4101), Hγ (λ 4340), λ 4384 Fe, y Hβ (λ 4861), de acuerdo con la densidad de los
espectrogramas en la región de las líneas. 165
Hasta aquí Humason
En seguida continúan las citas de la publicación de Hubble y Humason
Por lo que, independientemente de la teoría, se sigue que la razón del corrimiento al rojo a
la distancia es constante, ya que la luminosidad intrínseca de la nebulosa es
estadísticamente constante; de otra manera, la razón varía inversamente a la raíz cuadrada
de la luminosidad intrínseca.
Relación velocidad-distancia
La constancia de Mn se cree está bien establecida, por lo que las magnitudes aparentes de
las nebulosas son aceptadas como medidas de la distancia. La interpretación de los
cambios al rojo como velocidades actuales, sin embargo, no tienen la misma confianza, y el
término “velocidad” será usado en el sentido de velocidad “aparente”, sin prejuicio acerca de
su significado definitivo. En este sentido, la relación entre velocidad y distancia es
claramente lineal y la inclinación es determinada por el valor numérico de Mn.
Introduciendo el valor adoptado de Mn=-13.8 pg en la ecuación (3), tenemos
log v/d=-3.253,
v=d/1790=558 km/s por millón de parsecs.

…por tanto, la relación velocidad-distancia aparece como una característica general de la
región observable del espacio.166
Ante el surgimiento de otras teorías que explican de manera distinta a la oficial la
naturaleza del corrimiento hacia el rojo de los espectros de la luz nebular, Hubble, en su
trabajo Two methods of investigating the nature of the nebular red-shift 167 hace gala de una
burda marrullería. Reconoce que hay otras teorías distintas a la que explica el
corrimiento al rojo como el resultado de la recesión de los objetos siderales y declara que
tiene la mente abierta para considerarlas. Sin embargo, mientras que a esta última le
atribuye el carácter de “la explicación más obvia”, a las otras las desfavorece al manifestar
que los investigadores que sostienen la posibilidad de que el desplazamiento se pueda
deber a “alguna otra causa, conectada con el largo tiempo o gran distancia involucrados
en el paso de la luz desde la nebulosa hasta el observador”, no dan cuenta
detalladamente de su mecanismo; sin embargo, les hace una graciosa concesión y pide a

165
Hubble, Edwin and Milton L. Humason The velocity-distance relation among extra-galactic nebulae.
Astrophysical Journal, vol. 74, 1931, p. 43.
166
Humason, M. L., Apparent Velocity-Shifts in the Spectra of Faint Nebulae, Astrophysical Journal,
vol. 74, p.35, 1931

167
Humason, M. L., Apparent Velocity-Shifts in the Spectra of Faint Nebulae.

252
la comunidad científica que sus argumentos no sean rechazadas prematuramente.
La teoría que define el corrimiento hacia el rojo como el resultado del movimiento radial
de los objetos siderales es validada por Hubble cuando manifiesta que ha sido
“comúnmente adoptada en los tratamientos extensivos del movimiento nebular que se
han hecho con la ayuda de la teoría relativista de la gravitación y también en el más puro
tratamiento cinemático propuesto por Milne”, es decir, por las teorías de más peso en el
campo de la ciencia física.
Por otro lado, a las teorías alternativas que sostienen que el corrimiento hacia el rojo no
se debe al movimiento de recesión, las desacredita al considerar que su explicación
requeriría quizá de nuevos principios físicos.
El primer método de investigación de la naturaleza del corrimiento hacia el rojo de las
nebulosas tiene como su base un modelo cosmológico relativista de expansión del
universo, que es el más aceptado en la ciencia física moderna.
El segundo lo hace funcionar Hubble en un universo estático, como el que Einstein
concibió, el cual ha sido desechado definitivamente por la ciencia física oficial.
En esta misma adhesión de la teoría del corrimiento hacia el rojo a una u otra cosmología
va implícito que la teoría oficial tenga todo el soporte de la cosmovisión preponderante,
aquella que postula la expansión del universo, y las otras teorías carguen con el peso
muerto de la visión einsteniana del universo estático y sean arrastradas por él.
En realidad, lo que ha hecho Hubble en este trabajo es refrendar la validez del principio
del corrimiento al rojo como resultado del movimiento radial de los objetos siderales y,
subrepticiamente, cuando aparentemente los reconoce y les da un lugar en el debate
científico, descalificar las explicaciones teóricas del desplazamiento hacia el rojo que no le
atribuyen a éste el ser producto del movimiento radial de los objetos estelares.

Dos métodos de investigar la naturaleza del corrimiento hacia el rojo de las nebulosas.
La naturaleza del problema.
I. Introducción
La luz que llega de las nebulosas extragalácticas exhibe un corrimiento hacia el rojo en la
posición de sus líneas espectrales que es aproximadamente proporcional a la distancia de la
nebulosa emisora. La explicación más obvia [NB. GRE] de este descubrimiento es
considerarlo como directamente correlacionado con un movimiento recesivo de la nebulosa,
y esta suposición ha sido comúnmente adoptada en los tratamientos extensivos del
movimiento nebular que se han hecho con la ayuda de la teoría relativista de la gravitación
y también en el más puro tratamiento cinemático propuesto por Milne. Sin embargo, la
posibilidad de que el desplazamiento se pueda deber a alguna otra causa, conectada con el
largo tiempo o gran distancia involucrados en el paso de la luz desde la nebulosa hasta el
observador no debería ser rechazada prematuramente [NB: GRE]; y algunos investigadores
ciertamente han sugerido algunas otras causas, aunque sin dar cuenta detalladamente de
su mecanismo.
Mientras está disponible futura evidencia, nosotros deseamos mantener una mente abierta
con respecto a la más satisfactoria explicación del corrimiento hacia el rojo y en una
presentación de descubrimientos meramente observacionales, continuar con el uso de la
frase “aparente” velocidad de recesión. Sin embargo, nos inclinamos a la opinión de que si
el cambio hacia el rojo no se debe al movimiento de recesión, su explicación probablemente
implicará algunos nuevos principios físicos. [Subrayado por GRE].
2. Plan del tratamiento
El propósito del presente artículo es proporcionar una detallada consideración de los
métodos de investigación de la naturaleza del corrimiento al rojo, lo que, en principio,
podría ser usado para distinguir entre el movimiento recesivo y alguna de las otras
explicaciones que pueden ser ofrecidas para interpretar el cambio. El primero de estos
métodos depende de las relaciones entre las dimensiones de las nebulosas y las
luminosidades observadas que podrían esperarse bajo estas mismas circunstancias. La
naturaleza teorética general de los dos métodos ha sido evidente por algún tiempo, y la
principal función práctica del presente artículo es la de investigar las complejidades
introducidas en el tratamiento de las actuales observaciones por factores tales como la
indefinición de los diámetros de las nebulosas conectadas con el decrecimiento gradual de
la brillantez de la superficie desde el centro hasta el exterior, la necesidad de relacionar las

253
luminosidades teóricas con las magnitudes fotográficas observadas y el efecto en el número
de las nebulosas producido por una amplia difusión en los valores actuales de las
magnitudes absolutas de las nebulosas.
La parte I del artículo presenta las relaciones que se deben revelar en el caso de que el
desplazamiento hacia el rojo se deba a la recesión. En el tratamiento del problema el actual
universo es representado por un modelo de expansión homogénea que obedece a las leyes
relativísticas de la gravitación. La elección de este modelo es recomendada por algunas
consideraciones. El modelo es gobernado por los principios de la relatividad general, los
cuales son conocidos como la más adecuada descripción del fenómeno gravitacional a
nuestra disposición [available]. Estos principios, sin embargo, son bastante definidos y
proveen la base suficiente para calcular las relaciones necesarias para las pruebas
propuestas de la naturaleza del corrimiento al rojo.
El tipo general de modelo es familiar y, mediante la asignación de valores apropiados a los
diferentes parámetros en las ecuaciones que describen el tipo, una amplia variedad de
casos estarán disponibles para comparar con las observaciones. Además, ha sido probado
por los trabajos de Robertson, Kermack y McRae y del mismo Milne que uno de esos casos
especiales conduce a importantes propiedades observables que son aproximadamente las
mismas predichas por el modelo cinemático de Milne –una circunstancia que hace menos
necesario dar un tratamiento separado a este modelo-.
La parte II del artículo presenta relaciones similares para el caso de que el corrimiento
hacia el rojo de las nebulosas se deba a causas distintas que la recesión. Al tratar este
segundo problema –a falta de una teoría detallada y satisfactoria de las otras causas para el
cambio al rojo- por supuesto no es muy claro justamente qué modelo se debería tomar
como una representación del actual universo. Por definición usamos actualmente [actually]
un modelo estático del universo de Einstein, combinado con el supuesto de que los fotones
emitidos por una nebulosa pierden, por un proceso desconocido, [NB. GRE] energía en su
viaje hacia el observador, pérdida que es lineal con la distancia y lleva a un decrecimiento
de la frecuencia sin una deflexión transversal apreciable y, en particular, sin una reducción
de la tasa de arribo al observador. Como una objeción al uso de este escenario debe ser
remarcado que el modelo de Einstein es conocido como inestable y sujeto a expansión o
contracción si sufre un disturbio; y, desde luego, la improbabilidad de una clase de
mecanismos que permitirían una distribución estática estable de las nebulosas debe
también ser resaltado. Nuestra elección de modelo es, sin embargo, actualmente adaptado a
nuestros intereses presentes, ya que deseamos investigar la posibilidad de que la causa
principal del cambio al rojo puede que no sea la recesión; y entonces podemos usar con
propiedad el universo estático de Einstein como un caso límite del modelo, en el cual el
efecto de la expansión o contracción sería despreciable comparado con el debido a la actual
(desconocida) causa del corrimiento al rojo.

La fórmula teorética
De acuerdo con esta forma del elemento lineal, el corrimiento hacia el rojo en la longitud de
onda que llega desde una nebulosa distante es dado por la fórmula
λ+dλ/λ=e½(g2-g1), en donde g1 es el valor de g(t) al tiempo que la luz observada deja la
nebulosa y g2 el valor de esa función al tiempo de arribo al observador, considerados
ambos, fuente y observador sustancialmente en reposo…
[Determina, con base en esta fórmula, la ecuación de los diámetros angulares de nebulosas
esencialmente similares localizadas a diferentes valores de la coordenada radial r, pero que
se observan simultáneamente.
[Lo mismo hace con la luminosidad bolométrica de tales nebulosas similares, medida fuera
de la atmósfera terrestre en ergs por centímetro cuadrado por segundo.
[Finalmente, establece la fórmula para determinar el número de nebulosas en un rango de
coordenada dr dado.]
Reexpresión de las fórmulas para usar con las observaciones.
Ahora haremos la reexpresión de las fórmulas adelantadas en formas adaptadas para la
aplicación a la discusión de los resultados de las observaciones.
Forma empírica de la función g(t). Las observaciones actuales de las nebulosas no han
llegado aún a un punto que permita una decisión entre las teoréticamente posibles formas
de la función g(t) que tengan que ser investigadas. Bastante progreso se ha hecho, sin
embargo, para mostrar que esta función puede ser tomada como aproximadamente lineal
en t sobre un largo intervalo de tiempo en la vecindad del presente. Por tanto, podemos
expresar la función en la forma de series de potencias,

254
g(t)=2(kt+lt2+mt3+….) desarrolladas en torno al tiempo de observación t2=0, el cual es tomado
por conveniencia como el punto de partida para las mediciones temporales… las cantidades
k, l, m…, son consideradas como constantes empíricas…
El corrimiento hacia el rojo como una función de la posición coordenada.
Sustituyendo en nuestra expresión original del corrimiento al rojo, podemos ahora escribir
z= dλ/λ = e-kt1-lt12-mt13-…
en donde t1 es el tiempo de partida de la luz desde la nebulosa en consideración.
Esta expresión relaciona el corrimiento hacia el rojo con el tiempo de partida de la luz desde
la fuente t1, pero puede ser cambiada rápidamente en formas que relacionen el corrimiento
al rojo con la posición coordenada de la fuente r con el observador en el origen.

La fórmula teorética en ausencia de recesión.
Ahora vamos a la determinación de los resultados que se esperan en el caso de que el
corrimiento al rojo se deba alguna causa distinta de la recesión.
Ya que no hay un movimiento sistemático de la nebulosa en este modelo, debemos asumir
que existe otra causa desconocida para el corrimiento hacia el rojo. En la ausencia del
conocimiento del mecanismo de esta causa, debemos tomar el corrimiento fraccional hacia
el rojo como proporcional a la distancia a la nebulosa…
Asumimos que la causa desconocida del corrimiento al rojo actúa haciendo decrecer la
energía asociada con cada fotón pero no lo desvía apreciablemente de su camino
geodésico…
...se asume que la nueva causa para el cambio hacia el rojo hace decrecer la energía de los
fotones sin afectar su tasa de arribo…
Reexpresión de las fórmulas para el uso con observaciones en ausencia de recesión
Parte III. Estado presente del trabajo de observación
II. Investigación de la estructura de las imágenes de las nebulosas
Las observaciones preliminares de los grupos de nebulosas que se han hecho en Monte
Wilson han estado en concordancia con la ecuación (55). Aún dentro de cualquier grupo las
dimensiones y magnitudes de las nebulosas están conectadas por una relación
aproximadamente lineal de la forma (55), presumiblemente debido a alguna dependencia de
la total luminosidad respecto de las dimensiones; y entonces desplazándonos de un grupo a
otro más distante la misma relación se mantiene sin cambio apreciable en el valor de la
constante. Esta verificación de una relación que se podría esperar esté soportada por
ambas teorías puede servir para dar un sentimiento incrementado de confianza en nuestra
imagen general de las nebulosas y los grupos de nebulosas como objetos extra galácticos
que se encuentran a diferentes distancias de nosotros, pero no nos permiten distinguir
entre las dos explicaciones sugeridas del corrimiento hacia el rojo.

Ya que todas las cantidades en estas fórmulas son mensurables, la bastante distinta
dependencia del corrimiento al rojo z= dλ/λ para las dos teorías podría ser detectable, en
última instancia, mediante la determinación de la distribución de las anteriores distancias
entre las nebulosas individuales de grupos a diferentes distancias.
Desafortunadamente, este programa de posible investigación se vuelve muy difícil por la
necesidad de ir a grupos de nebulosas que se encuentran a grandes distancias con la
finalidad de obtener corrimientos al rojo suficientemente grandes.
12. Determinación del conteo de nebulosas
Trataremos ahora del método de investigación del corrimiento al rojo por medio de la
determinación del conteo nebular a sucesivos límites de magnitudes aparentes.
La anterior larga discusión de las dificultades e incertidumbres que afectan el tratamiento
de los conteos de nebulosas ha sido necesaria para enfatizar el carácter provisional de
algunas conclusiones acerca de la naturaleza del corrimiento al rojo que pueden ser
obtenidas de tales conteos en la actualidad. Las conclusiones tentativas que se desprenden
de un análisis de los cinco estudios realizados a las diferentes magnitudes arriba
mencionadas pueden ser expresadas brevemente.
En primer lugar, es muy cierto que los conteos no pueden ser representados por la simple
fórmula (57) la cual corresponde a objetos estacionarios en el espacio euclidiano sin nada
de corrimiento al rojo, y que para conseguir concordancia, un término correctivo, Δ m1, el
cual se incrementa con la distancia, debe ser sustraído de las magnitudes límite m1, como
en la ecuación (56). Por lo tanto, por último, podemos decir que el corrimiento al rojo parece
reducir la luminosidad de las nebulosas distantes en la manera general que debería ser
teoréticamente inevitable.

255
En el caso de la teoría de la no recesión, que predice pequeños efectos debidos al
corrimiento al rojo, se ha obtenido un acuerdo aproximado con los datos siempre y cuando
descartemos la posibilidad de una apreciable absorción de luz en el camino desde las
nebulosas, y entonces tomar para la corrección Δ m1 valores calculados por la ecuación (58’)
con la ayuda de un K1 correspondiente a la alta temperatura de cerca de 6000º, y al mismo
tiempo despreciar cualesquier posibles efectos de la curvatura espacial. En la otra mano, en
el caso de la teoría de la recesión, la cual predice grandes efectos del corrimiento hacia el
rojo, una cierta concordancia con los datos parece ser obtenible, de acuerdo con la ecuación
(58), solamente haciendo uso también de los posibles efectos de la curvatura espacial que
corresponde a la aparición del tercer término en la expresión de la corrección Δ m1.
Nuestras conclusiones acerca del estado presente del conteo nebular pueden ser resumidas
diciendo que debe ser posible explicar los resultados sobre las bases ya de un modelo
estático homogéneo con alguna causa desconocida para el corrimiento hacia el rojo o de un
modelo homogéneo de expansión con la introducción de efectos de la curvatura espacial, la
cual puede parecer inesperadamente grande pero puede no ser imposible. Esta declaración
debe ser hecha con un carácter muy tentativo, sin embargo, y puede necesitar serias
modificaciones a la luz de futuros conteos, de nuevos datos auxiliares para tratar los
conteos, o de mejores análisis de los datos actúales.
13. Conclusiones
Para dar fin a esta larga exposición es necesario hacer algunos señalamientos. Es notorio
que ambos tipos de explicación del corrimiento hacia el rojo que hemos examinado han sido
tratados con la ayuda de modelos en los cuales se asume que están llenos con una
distribución uniforme de las diferentes clases de nebulosas, teniendo propiedades
suficientemente independientes de tiempo para permitir que las nebulosas a todas las
distancias sean consideradas como iguales al tiempo en que su luz observada fue emitida.
Por lo que respecta a la asumida uniformidad de la distribución nebular, la posibilidad
teorética de probar la naturaleza del corrimiento al rojo por las mediciones en la
distribución superficial de la luminosidad nebular puede de nuevo ser recalcados, porque
los resultados de una prueba de esta naturaleza podrían ser menos dependientes de la
asumida homogeneidad del modelo que aquellas derivadas de los conteos nebulares.
Acerca de la posibilidad de asumir las actuales desviaciones de la distribución uniforme
para explicar el inesperadamente grande conteo nebular a grandes distancias, nada
convincente puede ser adelantado en contra de tal asunción. Sin embargo, el análisis ya
publicado de los muy extensos conteos nebulares para m=19.4 y m=20.0 no muestra
evidencia de descenso [lack] de la uniformidad en las diferentes direcciones. Entonces, para
hacer uso de la no-homogeneidad como una explicación en la presente conexión, debemos
tener que suponernos como localizados cerca del centro de una distribución nebular
esféricamente simétrica con una densidad que se incrementa gradualmente hacia el
exterior, lo cual parece ser una hipótesis ad hoc.
Por lo que respecta a la asignación de propiedades constantes a las nebulosas en largos
períodos de tiempo, debe ser señalado que en el caso de las mediciones más distantes, a
m=21.0, el “promedio” de las nebulosas involucradas debe haber emitido la luz que es
ahora observada en un tiempo del orden de 3x10 8 años en el pasado. Si la explicación
recesional del corrimiento al rojo fuese adoptada, este período sería de tal manera
cercanamente comparable con el tiempo de la expansión cósmica –posiblemente del orden
de 109 a 1010 años- que la asignación de propiedades constante no debe parecer justificada,
y en este caso debemos de tratar el exceso de conteo asumiendo grandes luminosidades
para las nebulosas en los tiempos antiguos. Por otro lado, con la teoría no recesional, no
habría nada que indicase una escala de tiempo corto para la evolución nebular, la cual
ciertamente podría parecer ser una ventaja para esa teoría.
En conclusión, se puede repetir que la principal función del presente artículo ha sido el
proveer una formulación para los dos métodos teoréticos de investigación de la naturaleza
del corrimiento hacia el rojo que podría ser aplicable bajo las actuales circunstancias, por lo
que lo extenso del artículo es debido a la complejidad real de esas circunstancias. En
adición parece de interés dar algunas frases sobre el presente estado de los datos para las
pruebas, aunque su completa presentación y análisis deben ser reservados para tiempos
venideros. También parece deseable expresar una posición de mente abierta respecto de la
verdadera causa del corrimiento hacia el rojo nebular, y señalar las indicaciones de que esa
curvatura espacial puede tener que jugar una parte en la explicación de los datos existentes

256
sobre las nebulosas.168
En un trabajo publicado en 1942169, Hubble aborda de una manera más completa el
problema del corrimiento hacia el rojo y su relación con la expansión del universo.
En primer lugar, delimita la región observable del universo. Las más débiles nebulosas
detectables con el telescopio de 100 pulgadas de Monte Wilson se encuentran a 500
millones de años luz de la tierra. Una esfera de ese radio es la región observable del
espacio. En esta esfera se hallan diseminadas cerca de 100 millones de nebulosas, las
cuales se encuentran solitarias, en grupos y en clústeres y están distribuidas
homogéneamente en el espacio. La separación de las nebulosas entre sí es en promedio
de dos millones de años luz; el espacio entre ellas es transparente.
Podemos ahora presentar un grueso esquema de nuestra muestra del universo.
Las más débiles nebulosas que pueden ser detectadas con el más grande telescopio en
operación (el reflector de 100 pulgadas de Monte Wilson) son cerca de dos millones de veces
más débiles que la más débil estrella que se puede ver a simple vista. Ya que conocemos el
promedio de intensidad luminosa de esta nebulosa, podemos calcular su distancia media -
500 millones de años luz-. Una esfera con este radio define la región observable del espacio.
En toda esta esfera se encuentran diseminadas cerca de 100 millones de nebulosas en
varios estadios de su desarrollo evolutivo. Estas nebulosas son, en promedio, cien millones
de veces más brillantes que el sol y algunos miles de millones de veces más masivas.
Nuestro propio sistema estelar es una nebulosa y es presumiblemente una espiral abierta
bien desarrollada. Las nebulosas se encuentran, como se ha dicho, solitarias, en grupos y
en cúmulos, pero a gran escala las irregularidades locales se eliminan y toda la región
observable es aproximadamente homogénea. La separación entre las nebulosas cercanas es
de cerca de dos millones de años luz y el espacio entre las nebulosas es sensiblemente
transparente.170
Hubble incluye como una característica de la región observable el corrimiento hacia el
rojo de la luz de las nebulosas, que también recibe la denominación de la relación
velocidad-distancia.
En este punto hace un pequeño resumen de la teoría de la espectrografía, que es correcto
en lo general. Sin embargo, en la exposición desliza los prejuicios teóricos que son la base
de la teoría de la expansión del universo.
La ley de los cambios hacia el rojo
Otra característica general de la región observable se encuentra en la ley de los cambios
hacia el rojo, algunas veces denominada relación velocidad-distancia. Esta característica
introduce la materia del análisis del espectro. Es bien conocido que, en general, la luz de
cualquier fuente está compuesta de muchos colores individuales o longitudes de onda.
Cuando la flama compuesta pasa a través de un prisma u otro instrumento apropiado, los
colores individuales se separan en una secuencia ordenada, conocida como espectro. El
prisma desvía las ondas de luz de acuerdo con su longitud. La deflexión es menor para las
extendidas ondas del rojo y más grande para las cortas ondas del violeta. Por consiguiente,
la posición en el espectro indica la longitud de onda de la luz que cae en cada lugar
particular del mismo.
Los sólidos incandescentes, y algunas otras fuentes, radian luz de todas las longitudes de
onda posibles, y su espectro, llamado espectro de emisión, está formado por varios colores
aislados separados por espacios en blanco. Los patrones son bien conocidos, por lo que los
gases en una lejana fuente de luz pueden ser identificados por sus espectros. El sol
presenta una tercera clase de espectro conocida como espectro de absorción. El cuerpo
principal del sol suministra un espectro continuo. La pesada atmósfera que rodea al cuerpo

168
Hubble, Edwin y Milton L. Humason The velocity-distance relation among extra-galactic nebulae.
169
Hubble, Edwin and Richard C. Tolman, Two methods of investigating the nature of the nebular red-
shift Carnegie Institution of Washington. Mount Wilson Observatory, California Institute of
Technology, July 1935, pp. 302-337. American Astronomical Society. Provided by the NASA
Astrophysics Data System.

170
Hubble, Edwin and Richard C. Tolman, Two methods of investigating the nature of the nebular
red-shift Carnegie Institution of Washington. Mount Wilson Observatory, California Institute of
Technology, July 1935, pp. 302-337. American Astronomical Society. Provided by the NASA
Astrophysics Data System.

257
principal del sol es gaseosa y por tanto debe exhibir un espectro de emisión. Actualmente,
la atmósfera, debido a que es más fría que el cuerpo principal, absorbe del fondo continuo
aquellos colores que de otra manera debería emitir. Por eso, el espectro solar es un espectro
continuo sobre el cual se superpone un patrón de espacios o líneas oscuras. Estas líneas
oscuras identifican los gases en la atmósfera solar e indican las condiciones físicas bajo las
cuales existen.
Las nebulosas son sistemas estelares y su espectro se parece al del sol. Las líneas oscuras
debidas al calcio, hidrógeno, hierro y otros elementos en la atmósfera de las estrellas son
identificadas con absoluta confianza. En el caso de las nebulosas más cercanas, estas
líneas están cerca de sus posiciones normales como se determinan en el laboratorio o el sol.
En general, sin embargo, medidas acuciosas revelan ligeros desplazamientos, ya sea hacia
el rojo o al violeta de las posiciones normales exactas. 171
Considera que los pequeños desplazamientos de las líneas negras de los espectros de las
estrellas (a los cuales califica como cambios Doppler), son producidos por rápidos
movimientos radiales de los astros e indican las velocidades de las estrellas en la línea de
observación, las cuales son una fracción de la velocidad de la luz.
Tales pequeños desplazamientos característicos de los espectros de las estrellas se sabe que
son producidos por movimientos rápidos en la línea de observación [NB. GRE]. Si una
estrella se aproxima rápidamente al observador, las ondas de luz son comprimidas [crowded
together] y acortadas y todas las líneas del espectro aparecen ligeramente hacia el lado
violeta de las posiciones normales. Inversamente, la rápida recesión de una estrella alarga y
estira las ondas de luz, y las líneas espectrales están hacia el rojo de sus posiciones
normales.
La medida de estos desplazamientos (son llamados cambios Doppler) indican las
velocidades de las estrellas en la línea de observación. Si las longitudes de onda son
alteradas en una cierta fracción de las normales, la estrella se está moviendo a una
velocidad que es una fracción de la velocidad de la luz [NB. GRE]. 172
Mediante el análisis espectral de la luz de los cuerpos siderales y con base en la
interpretación rotundamente errónea de la naturaleza del corrimiento al rojo, Hubble llega
a la conclusión de que las estrellas se están alejando del observador terrestre a una
velocidad entre 10 y 15 millas por segundo y las nebulosas a 150 millas por segundo; con
estos mismos instrumentos determina que nuestra galaxia gira alrededor de su centro a
la tasa de una rotación cada 200 millones de años y que las nebulosas que se encuentran
a 250 millones de años luz de nosotros se alejan a velocidades promedio de 25,000 millas
por segundo, 1/7 de la velocidad de la luz.
De esta manera se ha encontrado que las estrellas se están alejando a velocidades promedio
entre 10 y 30 millas por segundo, y, ciertamente, que el sistema estelar, nuestra propia
nebulosa, está rotando en torno a su centro a la majestuosa tasa de una revolución en
quizá 200 millones de años. Similarmente, las nebulosas se alejan en el espacio a
velocidades primarias del orden de 150 millas por segundo. Tales velocidades son, por
supuesto, fracciones de la velocidad de la luz, y los correspondientes cambios Doppler, los
cuales pueden ser hacia el violeta o el rojo, son escasamente perceptibles. 173

Se trata de una notoria inversión de los términos, en la que la explicación racional, acorde
en todo con los principios fundamentales de la física, de que el corrimiento hacia el rojo
tiene su causa en la disminución del nivel de energía de las partículas luminosas
ocasionada por su viaje desde enormes distancias y a lo largo de períodos dilatados de
tiempo, es sustituida por la absurda teoría (“la explicación más obvia”, según Hubble) de
que este fenómeno se debe a una inexistente velocidad radial de los objetos siderales, que
no es captada por ningún instrumento ni por observador alguno, y que sin razón se
deduce solamente del desplazamiento de las líneas negras hacia la región roja del
espectro. La ciencia avanza siempre desde la apariencia hacia la esencia de las cosas. Tal
fue lo que sucedió con el paso de la teoría geocéntrica a la heliocéntrica. Pero aquí no se
171
Hubble, Edwin, The problem of the expanding universe, Mt. Wilson Observatory, American
Scientist, A quarterly publication of the society of the sigma XI devoted to the promotion of research
in science. Vol. 30, april, 1942, No. 2
172
Ibidem.
173
. Ibídem.

258
trata de una apariencia que haya ocultado la realidad de un fenómeno y luego ésta haya
sido desvelada por la investigación científica; es la torpe ceguera del sabio ensoberbecido
(la mayoría de los físicos modernos lo son) que no le permite ver lo que la realidad pone
tercamente ante sus ojos.
La creciente dimensión de los desplazamientos hacia el rojo conforme más lejanos se
encuentran los objetos celestes, no indica otra cosa que el aumento de la distancia de los
mismos respecto del observador terrestre.
Esa inversión teórica del fenómeno del corrimiento hacia el rojo lleva a Hubble y a todos
sus seguidores a atribuir al movimiento de las estrellas y las nebulosas velocidades
absurdas, absolutamente imposibles físicamente, de hasta 25,000 millas por segundo, las
cuales, se profetiza, conforme se avance en el estudio de nebulosas más alejadas aún que
los 500 millones de años luz que Hubble da de radio al universo observable, alcanzarán
velocidades mucho más cercanas a la de la luz. Para poner las cosas en perspectiva,
recordemos que las velocidad de desplazamiento de nuestro planeta en su orbitar en
torno al sol es de sólo 30 kms/s. Atribuir a un objeto sideral del universo observable una
velocidad cercana a la de la luz es un verdadero despropósito, una monstruosa barbaridad.
La inferencia que necesariamente hace Hubble de este supuesto alejamiento de los
objetos siderales es que en el pasado éstos debieron estar todos juntos en un espacio muy
pequeño y que en ese punto se produjo una enorme explosión que dio inicio al
movimiento de expansión de las nebulosas.
Pero el espectro de las nebulosas distantes muestra otro aspecto tan conspicuo como
extraordinario. Las líneas negras de absorción se encuentran desplazadas hacia el rojo en
relación a su posición normal. Superpuestas sobre los pequeños desplazamientos rojos o
violeta que representan los movimientos individuales, se encuentra un sistemático cambio
hacia el rojo que se incrementa directamente con la distancia de la nebulosa observada. Si
una nebulosa es dos veces más lejana que otra, el corrimiento hacia el rojo será dos veces
mayor; si la distancia es n veces mayor, el desplazamiento hacia el rojo será n veces mayor.
Esta relación es conocida como la ley del desplazamiento hacia el rojo; parece ser una
característica general de la región observable del espacio.
Si estos sistemáticos cambios al rojo son interpretados como los familiares cambios
Doppler, se sigue que las nebulosas están alejándose de nosotros en todas direcciones a
velocidades que se incrementan directamente con las distancias momentáneas. La tasa de
incremento es de cerca de 100 millas por segundo por cada millón de años luz de distancia,
y las observaciones han sido llevadas a cerca de 250 millones de años luz, en donde los
cambios al rojo corresponden a velocidades de recesión cercanas a 25,000 millas por
segundo, 1/7 de la velocidad de la luz.
De acuerdo con esta interpretación, la actual distribución de la nebulosa podría ser justificada
asumiendo que todas las nebulosas estuvieron juntas en un muy pequeño espacio
[subrayado por GRE]. Entonces, en un cierto instante, unos 1,800 millones de años atrás,
la aglomeración explotó, las nebulosas se expandieron en todas direcciones con todas las
velocidades posibles y ellas han mantenido esas velocidades hasta el presente. Las
nebulosas se han alejado a distintas distancias, dependiendo de sus velocidades iniciales, y
nuestras observaciones necesariamente descubren la ley de los cambios al rojo.
Este patrón de historia parece tan extraordinario que algunos observadores lo ven con una
reserva excusable y tratan de imaginar explicaciones alternativas para la ley de los cambios
al rojo. Hasta el presente, ellos han fallado [NB. GRE]. Otras formas son conocidas por las
cuales los desplazamientos hacia el rojo pueden ser producidos, pero todos ellos introducen
efectos adicionales que podrían ser conspicuos y actualmente no son encontrados. Los
cambios al rojo representan efectos Doppler, la recesión física de la nebulosa o la acción de
un hasta la fecha no reconocido principio en la naturaleza [NB. GRE]. 174
Con esto pone Hubble la base para el desarrollo de la más grotesca de las concepciones
del universo, la teoría del “big bang”.
En seguida pasa Hubble a analizar el lugar que tiene la teoría del corrimiento hacia el rojo
en la teoría cosmológica.
La teoría cosmológica corriente en aquella época, antecesora de la teoría del big bang,
descansaba, según Hubble, en dos principios fundamentales.

174
. Ibídem

259
Uno, establecido por la teoría general de la relatividad, el cual expresa que la geometría
del espacio está determinada por la materia que contiene; en su forma más cruda se
enuncia diciendo que el espacio es curvo en la vecindad de la materia. La curvatura
general del espacio permite conocer cuál es la forma y extensión del universo. La
curvatura general del universo, si es positiva o negativa, y su valor numérico, se pueden
determinar por medio de la observación.
Otro, el principio cosmológico, el cual declara que el universo es homogéneo e isotrópico.
Estos dos principios dan lugar a modelos del universo que no son concluyentes; conforme
a ellos el universo puede estar en equilibrio o en desbalance a causa de pequeñas
perturbaciones, contrayéndose o expandiéndose, sin poder precisar la dirección en que lo
hace ni la tasa de ese movimiento.
Para poder establecer cuál de estos modelos posibles es el que corresponde a nuestro
universo es necesario recurrir a la observación empírica.
La ley del corrimiento al rojo es la comprobación empírica de que el universo se está
expandiendo a una tasa determinada.
Este hecho demuestra la validez de los modelos cosmológicos que postulan un universo
en expansión, los cuales están acordes con el principio de la teoría general de la
relatividad y el cosmológico de la homogeneidad e isotropía del universo.
Teoría cosmológica
La teoría corriente se inicia con dos principios fundamentales: la relatividad general y el
principio cosmológico. La relatividad general establece que la geometría del espacio es
determinada por el contenido del espacio y formula la naturaleza de la relación. Puesto
crudamente, el principio establece que el espacio es curvo en la vecindad de la materia y
que la medida de la curvatura depende de la cantidad de materia. A causa de la
distribución irregular de la materia en nuestro mundo, la estructura en pequeña escala del
espacio es altamente compleja. Sin embargo, si el universo es suficientemente homogéneo a
gran escala, podemos adoptar una curvatura general para el universo, o para la región
observable como un todo, tal y como hablamos de la curvatura general de la superficie
terrestre, descontando las montañas y los océanos. La naturaleza de la curvatura espacial,
si ésta es positiva o negativa, y su valor numérico, es materia de una investigación
empírica.
El segundo, o principio cosmológico, es puramente una suposición –el simple postulado de
que, a gran escala, el universo aparecerá igual desde cualquier posición que sea explorado-.
En otras palabras, no hay posición especial en el universo, no hay centro ni fronteras. Si
desde la tierra vemos el universo expandirse en todas direcciones, entonces cualquier otro
observador, sin importar en donde esté situado, verá también al universo expandirse de la
misma manera. El postulado, se puede agregar, implica que, a gran escala, el universo es
homogéneo e isotrópico –el mismo donde quiera y en todas direcciones-.
La moderna teoría cosmológica intenta descubrir los tipos de universo que son compatibles
con los dos principios, el de la relatividad general y el cosmológico. Profundos análisis del
problema llevan a la siguiente conclusión. Tales universos son inestables. Ellos podrían
estar momentáneamente en equilibrio, pero la más pequeña perturbación podría destruir el
balance; y esas perturbaciones podrían darse. Por eso estos mundos posibles no son
estacionarios. Ellos se están ya sea contrayendo o expandiendo, aunque la teoría en su
forma actual no indica ni la dirección ni la tasa de cambio. En este punto, los teóricos se
vuelven hacia los reportes de los observadores. La ley empírica de los cambios hacia el rojo
fue aceptada como una evidencia visible de que el universo se está expandiendo de una
manera particular y a una tasa conocida. Esto sustenta la concepción de un universo en
expansión de la relatividad general. 175
En los modelos del universo en expansión la curvatura disminuye mientras el universo se
expande; los astros o grupos de nebulosas no se expanden, únicamente se alejan unos de
los otros.
El universo que habitamos, que es un universo en expansión, puede ser plenamente
determinado si se conocen tres medidas: la tasa de expansión, la densidad media de la
materia en el espacio y la curvatura actual.
Las investigaciones empíricas se han dirigido hacia este punto. En seguida Hubble hace
una valoración de los avances logrados.
. Ibídem.
175

260
En tales universos la curvatura disminuye rápidamente en la medida en que la expansión
progresa. Además, la naturaleza de la expansión es tal que los ensamblajes gravitacionales
mantienen sus identidades. En otras palabras, los cuerpos materiales o grupos y clústeres
de nebulosas no se expanden, sino que mantienen sus dimensiones permanentes mientras
sus vecinos se separan de ellos en todas direcciones.
Algunos tipos de universos en expansión son posibles y algunos de ellos pueden ser
especificados por la naturaleza de la curvatura, ya sea positiva o negativa. De hecho, el
universo particular que habitamos podría ser identificado si tenemos información suficiente
y precisa de tres cantidades mensurables, la tasa de expansión, la densidad media de la
materia en el espacio y la curvatura espacial al presente. Investigaciones empíricas
recientes han sido dirigidas hacia estos problemas, y los resultados serán brevemente
descritos en la siguiente sección de esta discusión. 176
Dos resultados de la observación están acordes con la teoría: se han acopiado datos que
demuestran que el universo es homogéneo y que los astros y los grupos de cuerpos
celestes mantienen sus dimensiones mientras que el universo se expande (la ley del
corrimiento hacia el rojo no tiene validez dentro del grupo local).
Comparación de la teoría y las observaciones
Debemos empezar con dos resultados que están completamente de acuerdo con la teoría. El
primer resultado concierne al supuesto de homogeneidad; el segundo, a la conclusión de
que los grupos mantienen sus dimensiones mientras el universo se expande…
…Este hecho re enfatiza la homogeneidad en gran escala de la región observable.
Las velocidades radiales de los miembros del Grupo Local… sugieren que la ley del
corrimiento hacia el rojo probablemente no opera dentro del grupo. Esta conclusión es una
evidencia positiva que soporta la validez de la teoría. Si el universo se está expandiendo, el
grupo mantiene sus dimensiones, como lo requiere la teoría. El resto de la información
recientemente acumulada no es favorable a la teoría. Esto es tan perjudicial que, de hecho,
la teoría, en su forma presente, sólo puede ser mantenida asumiendo que los resultados de
las observaciones incluyen errores sistemáticos ocultos. Esta última posibilidad persistirá
hasta que la investigación pueda ser repetida y mejorada. Sin embargo, un cuidadoso
reexamen de los datos disponibles sugiere que no hay una explicación adecuada de las
discrepancias.177
Una de las cuestiones que la observación debe resolver es determinar si el corrimiento al
rojo representa o no un alejamiento de la fuente de luz.
El problema principal radica en que es el mismo procedimiento el que permite establecer
tanto la distancia de los cuerpos celestes como su desplazamiento radial.
La distancia se determina por la brillantez aparente del cuerpo; conforme más alejado se
encuentra éste, más tenuemente brillará. Esto se explica porque la corriente de partículas
luminosas se va haciendo más rala conforme la distancia crece y por tanto llega al ojo del
observador con menor intensidad (menor frecuencia y mayor longitud de onda). El
alejamiento del cuerpo sideral también se manifiesta en la tenuidad de la luz que de él
proviene, es decir, en el adelgazamiento de la corriente de partículas luminosas y, por
tanto, en la reducción de la frecuencia y el incremento de la longitud de onda. En ambos
casos, en la medición de la distancia y del desplazamiento, se utiliza el mismo medio, el
corrimiento hacia el rojo del espectro de la fuente luminosa sideral.
La complicación se presenta cuando se trata de discriminar si el corrimiento al rojo indica
una distancia o un alejamiento.
El mismo planteamiento de esta disyuntiva tendría que haber abierto los ojos de Hubble,
para terminar así con la ceguera teórica que lo afectaba. Son absoluta y totalmente
inconmensurables el “raleamiento” de las partículas que tiene su causa en la distancia que
la corriente debe recorrer para llegar al observador terrestre desde su lejana fuente y la
disminución de aquellas debida al supuesto desplazamiento del cuerpo celeste. Uno es la
disminución de la intensidad del rayo luminoso debida a un viaje de billones de
kilómetros, y el otro, una reducción que tiene su causa en un desplazamiento de unos
cuantos cientos de kilómetros, este último infinitesimalmente pequeño en relación con la
extensión del recorrido total de la corriente de partículas.

Ibídem.
176

Ibídem.
177

261
La medición del corrimiento al rojo se hace en una imagen instantánea del espectro; por
lo tanto, no comprende otra cosa que la reducción de la intensidad debida a la distancia.
El corrimiento al rojo sólo se correlaciona, por tanto, con la distancia recorrida por el rayo
luminoso. Si se quisiese encontrar la reducción que obedece a un supuesto
desplazamiento del cuerpo luminoso, tendrían que hacerse dos mediciones distintas en
momentos sucesivos (separadas, por ejemplo, por un tiempo de un segundo). El
corrimiento al rojo que tiene su origen en ese supuesto desplazamiento radial sería tan
pequeño que no podría ser detectado de manera alguna, apareciendo ambas mediciones
como idénticas.
Suponiendo, lo cual no es así, que en una sola medición del corrimiento al rojo se
integrasen ambos fenómenos, la reducción ocasionada por la distancia y aquella
producida por el desplazamiento radial, sería imposible, por la pequeñez infinitesimal de
la última, separar ésta de aquella. En páginas anteriores hemos hecho un ejercicio, con
base en el ejemplo de Huggins, para determinar de qué ínfimo tamaño sería el corrimiento
al rojo producido por el desplazamiento radial; a él remitimos al lector.
En sus conclusiones, Hubble hace un revoltillo entre las proposiciones teóricas relativas
al corrimiento al rojo y las observaciones empíricas realizadas con el propósito de
confirmar la teoría. En un momento concede plena validez a la teoría pero considera que
las observaciones son insuficientes y contradictorias; en el siguiente, estima que las
observaciones empíricas desacreditan a la teoría y abren la puerta a unos nuevos
principios de la naturaleza.
La interpretación del corrimiento hacia el rojo
Las investigaciones fueron diseñadas para determinar si el corrimiento al rojo representa o
no una recesión actual. En principio, el problema puede ser resuelto: un rápido alejamiento
de la fuente de luz atrasa [arrears] más débilmente que una similar pero que permanece
estacionaria a igual distancia momentánea. La explicación de este bien conocido efecto es
muy simple cuando un rayo de luz es considerado como una corriente de cuantos discretos.
El rápido alejamiento ralea la corriente de cuantos, por lo que menos cuantos por segundo
llegan al ojo, y la intensidad, o tasa de impacto es necesariamente reducida en una fracción
que es meramente la velocidad de alejamiento dividida por la velocidad de la luz –en otras
palabras, el corrimiento hacia el rojo expresado como una fracción de las longitudes de
onda normales de la luz en cuestión-. El alejamiento a un décimo de la velocidad de la luz,
reduce la brillantez aparente en un 10%, a un cuarto, un veinticinco por ciento.
Para velocidades de unas pocas millas o de cientos de millas por segundo, el factor de
oscurecimiento es despreciable. Pero para las nebulosas extremadamente distantes, donde
el alejamiento aparente alcanza decenas de miles de millas por segundo, los efectos son lo
bastante grandes como para ser realmente observados y medidos. Por lo tanto, si las
distancias de las nebulosas fueran conocidas con bastante exactitud podríamos medir su
aparente debilitamiento y decir de inmediato si están o no alejándose a las tasas indicadas
por el corrimiento hacia el rojo.
Desafortunadamente el problema no es tan simple. El único criterio general para
determinar las grandes distancias es la muy aparente debilidad de la nebulosa que
deseamos considerar. Por lo tanto, la prueba propuesta implica un círculo vicioso y el factor
de oscurecimiento sólo conduce a error en la apreciación de la distancia. Sin embargo, un
escape posible a este círculo vicioso se encuentra en el siguiente procedimiento: Ya que las
luminosidades intrínsecas de las nebulosas son conocidas, el debilitamiento aparente
provee dos escalas de distancias, dependiendo de si asumimos que la nebulosa está
estacionaria o alejándose. Si, entonces, analizamos nuestros datos, si hacemos un mapa de
la región observable, usando primero una escala y después la otra, encontraremos que la
escala equivocada conduce a contradicciones o, por último, a graves dificultades. Estos
intentos se han hecho y una escala conduce a problemas. Esta es la escala que incluye los
factores del oscurecimiento en el alejamiento, la cual asume que el universo se está
expandiendo. [NB. Es la que presenta contradicciones y dificultades].
Formas alternativas de la ley del corrimiento al rojo
…Las observaciones se han extendido hasta cerca de los 240 millones de años-luz, donde el
corrimiento al rojo es cerca del 13 por ciento de las longitudes normales de la luz recibida.
Ya que la correspondiente velocidad de alejamiento es la misma fracción de la velocidad de
la luz [13%], las nebulosas en los más distantes “clústeres” observados, si se están alejando
actualmente, aparecerán 13% más débiles de lo que aparecerían si estuviesen

262
estacionarias. La diferencia es pequeña, pero afortunadamente las mediciones pueden ser
hechas con bastante exactitud.
Los resultados pueden ser establecidos simplemente. Si las nebulosas están estacionarias
la ley del corrimiento al rojo es sensiblemente lineal; los cambios al rojo son un múltiplo
constante de las distancias. En otras palabras, cada unidad de luz contribuye con la misma
cantidad de desplazamiento hacia el rojo.
Por otro lado, si las nebulosas se están alejando, y los factores de oscurecimiento son
aplicados, la escala de las distancias es alterada, y la ley de cambio al rojo no es más lineal.
La tasa de expansión se incrementa más y más rápidamente con la distancia. El significado
de este resultado es claro cuando la imagen es revertida. La luz que llega a nosotros dejó la
distante nebulosa mucho tiempo atrás, en el oscuro pasado –cientos de millones de años-.
Cuando decimos que la tasa de expansión se incrementa con la distancia, estamos diciendo
que hace mucho tiempo el universo se estaba expandiendo mucho más rápidamente de lo
que ahora lo hace; que, en los últimos millones de años, la tasa de expansión ha ido
haciéndose más lenta. Por lo tanto, la así llamada “edad del universo”, el intervalo de
tiempo desde que la expansión comenzó, es mucho más corto que los 1,800 millones de
años sugeridos por una ley lineal de cambio al rojo. Si las mediciones son confiables, el
intervalo sería menos que 1,000 millones de años –una fracción de la edad de la tierra y
comparable con la historia de la vida sobre la tierra-. La naturaleza de la expansión es
permisible y, de hecho, especifica ciertos tipos de mundos posibles. Pero la escala del
tiempo probablemente no es aceptable. O las mediciones no son confiables, o los cambios
hacia el rojo no representan la expansión del universo.
La distribución a gran escala de las nebulosas
Bajo el supuesto de que el cambio al rojo no representa actualmente el alejamiento, la
distribución a gran escala es sensiblemente homogénea –el promedio del número de
nebulosas por unidad de volumen de espacio es el mismo para cada una de las esferas…
suficientes datos pueden ser extraídos de los reportes para determinar una densidad media
sobre grandes áreas que se extienden quizá 100 millones de años luz, y el resultado es
sustancialmente acorde con aquellos de las anteriores investigaciones. Todos estos datos
llevan a la muy simple concepción de un universo sensiblemente infinito y homogéneo del
cual la región observable es una parte muy insignificante.
La curvatura del espacio es una característica esperada de un universo en expansión y,
junto con la forma precisa de la ley del cambio hacia el rojo, especifica un tipo particular de
mundo posible. Entonces, si las medidas fuesen confiables deberíamos concluir que el
problema cosmológico inicial había sido resuelto; que ahora conocíamos la naturaleza del
universo que habitamos. Pero la situación no es tan simple. De la misma manera que las
desviaciones de lo lineal en la ley del corrimiento hacia el rojo indican un universo que es
extrañamente joven, así, las aparentes desviaciones de la homogeneidad indican un
universo que es extrañamente pequeño y denso.
El signo de la curvatura requerido para restaurar la homogeneidad es positivo, por lo que el
universo es “cerrado”; tiene un volumen finito aunque, por supuesto, no tiene límites. La
medida de la curvatura indica el volumen del universo: cerca de cuatro veces el volumen de
la región observable. Tal universo podría contener tal vez 400 millones de nebulosas. La
masa total sería mucho más grande que lo que puede ser atribuido sólo a las nebulosas.
Conclusión
Entonces las correcciones con base en el oscurecimiento conducen a una clase particular
de universo, pero uno que la mayoría de los estudiosos rechazaría como altamente
improbable. Aún más, las extrañas características de este universo son meramente las
correcciones basadas en el oscurecimiento expresadas en otros términos. Omítanse los
factores de tenuidad y las singularidades desaparecen. Nos quedamos con el simple y
familiar concepto de un universo infinito. Todas las dificultades son transferidas a la
interpretación del cambio hacia el rojo, el cual no puede significar entonces los familiares
cambios de velocidad.
Dos últimos puntos deben ser mencionados. En primer lugar, la referencia de los cambios
al rojo a algún principio hasta la fecha desconocido de ninguna manera destruye la teoría
de la expansión del universo. Ella únicamente aparta a la teoría de un contacto inmediato
con las observaciones. Podemos aún suponer que el universo se está expandiendo o
contrayendo, pero a un ritmo tan lento que no puede ahora ser separado de los gruesos
efectos de los cambios al rojo superpuestos.
En segundo lugar, las conclusiones obtenidas de las investigaciones empíricas envuelven
los supuestos de que las mediciones son confiables y los datos representativos. Estas

263
cuestiones han sido cuidadosamente reexaminadas en los años pasados. Varias revisiones
menores se han hecho, pero los resultados finales permanecen sin cambios en lo
sustancial. Por el criterio usual de errores probables, los datos parecen ser suficientemente
consistentes para su propósito. Sin embargo, las operaciones son delicadas, y los más
significativos datos se encuentran en los límites de los grandes telescopios. Bajo estas
condiciones, es siempre posible que los resultados puedan ser afectados por errores
sistemáticos ocultos. Aunque no se han encontrado evidencias de tales errores, la
posibilidad existe hasta que las investigaciones puedan ser repetidas con técnicas
mejoradas y telescopios más poderosos. En última instancia, el problema podría ser puesto
fuera de duda por el reflector de 200 pulgadas destinado a Palomar. El rango de este
telescopio, y los correspondientes rangos de las correcciones con la tenuidad, podría ser de
cerca del doble de los examinados en las presentes investigaciones. Factores del 25 por
ciento en la brillantez aparente de las nebulosas a los límites del espectrógrafo, y del 40 al
50 por ciento a los límites de la fotografía directa podrían evitar los errores si ellos
realmente existen.
Mientras tanto, sobre la base de la evidencia ahora disponible, las aparentes discrepancias
entre la teoría y la observación deberían ser reconocidas. Una elección se presentó, desde
los días de Copérnico, entre un extrañamente pequeño universo finito y un universo
sensiblemente infinito más un nuevo principio de la naturaleza. 178
Once años más tarde, en 1953, en su papel The law of red-shifts179, todas las dudas y
vacilaciones de Hubble han sido superadas y la ley del corrimiento al rojo es expuesta con
mayor contundencia.
Los resultados a que Hubble llega después de cerca de treinta años de observaciones son,
principalmente, los siguientes:
-Los corrimientos al rojo se consideran velocidades radiales y éstas se miden de acuerdo
con la fórmula c.dλ/λ, en donde c es la velocidad de la luz y λ la frecuencia del rayo
luminoso.
-El cambio al rojo es lineal (proporcional a la distancia) hasta una distancia de
aproximadamente 250 años luz.
-Los cambios al rojo se incrementan a una tasa cercana a los 530 kms/s cada millón de
parsecs.
-La ley del cambio al rojo no rige en el grupo local (en nuestra galaxia).
-Los cambios al rojo no pueden ser distinguidos de los cambios Doppler.
-Las velocidades radiales no son meramente “aparentes” sino reales.
En sus últimas observaciones con el telescopio de 200 pulgadas, Humason obtuvo
espectros de tres clústeres situados más allá del límite que había alcanzado con el
telescopio de 100 pulgadas, los cuales dieron velocidades de 50,000, 54,000 y 61,000
kms/s.
Propongo discutir la ley de los cambios al rojo –la correlación entre la distancia de las
nebulosas y los desplazamientos en sus espectros. Esta es una de las dos características
conocidas de la parte del universo que puede ser explorada y que parecen concernir al
comportamiento del universo como un todo. Por esta razón es importante que la ley sea
formulada como una relación empírica entre los datos observados que proporciona el
telescopio más grande. Entonces, en la medida que la precisión se incrementa, el conjunto
de posibles interpretaciones permitidas por las incertidumbres en las observaciones será
reducido correspondientemente. Finalmente, cuando una formulación definitiva sea
alcanzada, libre de errores sistemáticos y con razonablemente pequeños errores probables,
el número de interpretaciones se reducirá a un mínimo.
El camino hacia esa formulación definitiva es ahora claro y las investigaciones están en
marcha en Monte Wilson y Monte Palomar. Debo discutir este programa en algún detalle
después de esbozar la historia de la ley de los cambios al rojo como un fondo conveniente.
Hay tres fases en esta historia, y son, la del descubrimiento que termina con una cruda
formulación en 1928-29, la de la rápida extensión y formulación mejorada con base en las
100 pulgadas en 1929-36, y los actuales intentos de alcanzar el límite de las 200 pulgadas
con la formulación definitiva, fase que comienza cerca de dos años atrás.
I. La primera fase (descubrimiento)

Ibídem.
178

Ibídem.
179

264
A. Velocidades radiales.
El descubrimiento emerge de una combinación de velocidades radiales medidas por Slipher
en Flagstaff con distancias obtenidas en Mount Wilson.
..Slipher trabajó casi solo y diez años más tarde, cuando se dedicó a otros problemas, había
contribuido con 42 de las 46 velocidades nebulares entonces disponibles. La lista estaba
completamente dominada por grandes velocidades positivas mayores que +1,800 km/s de
NGC584.
B. Distancias de las estrellas más brillantes
El problema fue finalmente resuelto cuando las estrellas más brillantes en las nebulosas
espirales e irregulares fueron establecidas como indicadores apropiados de distancias y
fueron calibradas por las Cepheids en unas pocas de las nebulosas más cercanas.
Este nuevo desarrollo empezó en 1923-24 cuando las Cepheids fueron encontradas en M 31
y M 33. Las variables que indicaron las distancias de las espirales confirmaron las
resoluciones esperadas y fueron identificadas como sistemas estelares extragalácticos.
Continuando por este camino, las estrellas pronto fueron reconocidas en muchas de las
más conspicuas espirales, y los límites superiores de brillantez de esas estrellas se
revelaron como sustancialmente constantes. Fue este límite superior de las tres o cuatro
estrellas más brillantes en los grandes sistemas estelares el que fue usado como una
medida de la distancia. Cuando, en 1928, fue aplicado a las nebulosas con velocidades ya
medidas, la ley del cambio al rojo, o, como también fue llamada, la relación velocidad-
distancia, surgió inmediatamente en una forma aproximada a la presente. La ley fue
establecida tan lejos como el clúster Virgo, o aproximadamente 7 millones de años luz,
como una relación aproximadamente lineal, de acuerdo con la cual las velocidades de
recesión se incrementan a una tasa del orden de 500 kms/s por millón de parsecs de
distancia.
II. La segunda fase (reconocimiento)
A. Las aventuras de Humanson entre los clústeres
La segunda fase fue totalmente un proyecto de Mount Wilson, y se extiende entre 1928 y
1936. Humason reunió los espectros de las nebulosas y yo intenté estimar sus distancias.
B. Resultados de la segunda fase
Cuando la segunda fase terminó, los siguientes resultados pudieron ser alcanzados.
(1) La ley del cambio hacia el rojo resultó ser lineal (dentro de las incertidumbres de las
estimaciones de las distancias) hasta [out to] aproximadamente 250 millones de años luz, y
los corrimientos al rojo, expresados como velocidades (c. dλ/λ), se incrementaron a una tasa
cercana a los 530 kms/s por millón de parsecs.

(2) La ley del cambio hacia el rojo no opera dentro del Grupo Local.
IV. La tercera fase (intentos de una formulación definitiva con el reflector de 200 pulgadas).
Debido a que esta fase representa un intento de formulación definitiva de la ley, debo ser
un poco más preciso en el uso de los términos. Corrimiento al rojo, por ejemplo, debe ser
usado para las fracciones, dλ/λ, por las cuales los detalles en el espectro son cambiados.
Los cambios no pueden ser distinguidos de los cambios Doppler; ellos son constantes en
cualquier espectro dado dentro de los errores de medición, siendo las pruebas más
confiables aquellas hechas sobre las líneas de emisión en el espectro de gran escala desde
Hα a λ3727. El término “velocidad aparente” será descartado y reemplazado por “velocidad”
que significa c. dλ/λ, o corrimiento al rojo expresado en una escala de velocidades. El
procedimiento no es formalmente correcto pero es conveniente.
…Durante la primera estación que un espectrógrafo pudo ser utilizado en el telescopio de
200 pulgadas (1950-51), Humason obtuvo espectros en tres clústeres más allá del límite
alcanzado con el telescopio de 100 pulgadas. Estos espectros dieron velocidades del orden
de 50,000, 54,000 y 61,000 kms/s, respectivamente, siendo el último el clúster Hydra, el
cual había sido tratado infructuosamente con el telescopio de 100 pulgadas… Humason ha
observado ahora grupos de tres clústeres, cada uno a 25,000 kms/s, a 40,000, a 50,000 y
dos clústeres a 58,000… El confía que más grandes velocidades, por arriba de un cuarto de
la velocidad de la luz, pueden ser registradas cuando tales clústeres sean localizados.
4. Efectos del cambio al rojo en las magnitudes aparentes. Los efectos totales de los
cambios al rojo sobre las luminosidades aparentes dependen de su interpretación. El mero
hecho de que observemos los cambios indica claramente que cada cuanto de luz de la
nebulosa nos llega con energía reducida. Cualquiera que sea la interpretación del
corrimiento al rojo, debemos aceptar la pérdida de energía por los cuantos individuales (o
rechazar la relación fundamental E.λ=constante) y debemos corregir las magnitudes

265
aparentes de acuerdo con ello…180

Ibídem.
180

266
CAPITULO XI

La teoría del big bang

Una vez establecido firmemente el prejuicio de la expansión del universo y la necesidad de


que éste hubiese tenido su origen en una aglomeración de materia en un espacio muy
pequeño que explota para producir la expansión de la materia, se convierte en todo un
estulto deporte de los físicos el calcular con la mayor exactitud lo siguiente: el tiempo
(terrestre, desde luego, porque lo miden en años) transcurrido entre la concentración de
la materia y el estado actual del universo, la dimensión del punto de concentración de la
materia y su densidad, la naturaleza de la explosión, los avatares, desde el primer nano
segundo posterior a la explosión hasta el momento presente, de la materia así expelida y
el tiempo que debe transcurrir para su recondensación en un nuevo punto de partida.
Afortunadamente para los físicos de la gran explosión, la misma astronomía, en una de
sus vertientes, había producido, con base en los descubrimientos de la física atómica , un
panorama muy completo de los procesos, que se producen conforme a leyes bien
determinadas, de nacimiento, desarrollo y extinción de las estrellas, el cual comprende su
origen, a partir de nebulosas de materia sumamente rarificada e indiferenciada
(nebulosas interestelares), su evolución y eventual constitución en sistemas planetarios y
su decaimiento (hasta terminar en los famosos “agujeros negros”) y la vuelta fatal a su
condición de materia desagregada, desde donde se inicia de nuevo todo el movimiento.
Este esquema fue obtenido como un resultado residual de las investigaciones de los
astrónomos, pues éstos, contaminados por la teoría del big bang, lo que buscaban en los
sistemas estelares era la confirmación de sus prejuicios teóricos, por lo que cada estado
observado de las estrellas era transmutado en una fase de la evolución del universo
relativista; la física atómica realizaba la tarea de descubrir una nueva partícula y un
nuevo proceso sub-atómico y la astronomía relativista se encargaba de atribuirlos a todo
un período de la vida del universo expansivo y proporcionar a éste la concatenación
debida con las demás etapas. Las probables fases del proceso de vida de una estrella o
conjunto de estrellas son extrapoladas y aplicadas por los sostenedores del “big bang” a lo
que ellos consideran la totalidad del universo. De acuerdo con esto, la primitiva explosión
produce una enorme cantidad de partículas elementales, a partir de las cuales se inicia el
proceso de formación de estrellas y sistemas estelares (galaxias, nebulosas, etcétera), en
el cual se dan todas las fases a las que hemos hecho alusión, que debido al impulso
inicial se van expandiendo a una cierta velocidad por el espacio. Lo característico es que
las mismas etapas de vida de las estrellas son atribuidas al universo como un todo.
Si bien la astronomía ha logrado establecer una secuencia racional del proceso de vida de
las estrellas, en el estudio de las agrupaciones de las mismas (galaxias) ha tenido un largo
estancamiento debido a la influencia nociva de la teoría del big bang. Las galaxias más
lejanas son consideradas como las más cercanas al momento del nacimiento del universo;
por ello, sus características se reputan como las que tenía el universo en sus etapas
primitivas. Por otro lado, las galaxias más cercanas a la nuestra serían el resultado
último de la evolución del universo. Así, se establece un esquema progresivo con su
origen en las galaxias más lejanas, que serían las formas primitivas de formación y
organización, y se avanza por grados hasta llegar a las más cercanas, las cuales
representarían la forma superior de existencia de estas agrupaciones estelares.

267
Es evidente que esta representación de la astronomía relativista es completamente
errónea: entre las distintas galaxias situadas a diferentes distancias de la nuestra no hay
una relación de causalidad, sino una de coexistencia en un espacio infinito. En un lugar
astronómico a una distancia determinada de nuestra galaxia se encuentran cientos de
miles de galaxias que presentan simultáneamente todos los grados evolutivos de estas
agrupaciones siderales.
Los físicos de la gran explosión encuentran un nuevo campo para hacer brillar su
incuestionable capacidad intelectual. La física atómica continúa su desarrollo avasallador
y descubre nuevas partículas, nuevos procesos sub-atómicos, etcétera, que desde luego
dan más luz sobre las transformaciones estelares y los diversos períodos de existencia de
las estrellas; entonces, los físicos adscritos a la rama mitológica de esta ciencia toman ese
descubrimiento, lo declaran un hito en la ciencia física que va a cambiar radicalmente la
concepción del universo y ponen todo su empeño en readecuar su esquema para
acomodarlo a esta novedad científica. Desde luego que presentan esta nueva formulación
de la naturaleza, origen y evolución del universo como un producto de su notable
inteligencia que se ha plasmado en una nueva y poderosa ecuación que describe a
cabalidad el mundo físico.
La fusión de este engendro teórico con la teoría de la relatividad es un fenómeno
absolutamente necesario. La relatividad einsteiniana postula un tiempo y un espacio
determinados plenamente por la materia. Los físicos de la gran explosión llevan este
infundio hasta sus últimas consecuencias.
Stephen Hawking, el más conspicuo representante de los físicos que propugnan la teoría
del “big bang”, admite sin reservas que ésta tiene su base más firme en los
descubrimientos de Hubble relativos a la naturaleza del corrimiento al rojo de las líneas
negras de los espectros de los cuerpos siderales, especialmente, el principio de que esos
desplazamientos tienen su causa en el movimiento radial de los objetos estelares, lo que
lleva de la mano a la conclusión de la necesaria expansión del universo.
La cosa más obvia acerca del espacio es que éste se extiende sin límites… el universo se
extiende ilimitadamente en el espacio.
A pesar de que el universo parece ser el mismo en cada posición del espacio,
definitivamente está cambiando en el tiempo. Esto no fue conocido sino hasta los primeros
años del siglo veinte. Antes de esto, se pensaba que el universo era esencialmente constante
en el tiempo. Parecía que había existido por un tiempo infinito, pero esto llevaba a
conclusiones absurdas. Si las estrellas habían estado radiando por un tiempo infinito, ellas
tendrían que haber calentado el universo hasta igualar su temperatura. Durante la noche el
cielo sería tan brillante como el sol porque toda línea de visión terminaría ya en una
estrella, ya en una nube de polvo que habría sido calentada hasta que estuviera tan
candente como las estrellas.
La observación que todos hemos hecho de que el cielo en la noche es oscuro, es muy
importante. Implica que el universo no puede haber existido por siempre en el estado que
hoy lo vemos. Algo tuvo que haber sucedido en el pasado para hacer que las estrellas
empezaran a brillar en un tiempo finito anterior, lo que significa que la luz de las estrellas
más distantes no haya tenido tiempo aún de llegar a nosotros. Esto explicaría porque el
cielo en la noche no brilla en todas direcciones.
Si las estrellas han estado ahí por siempre, ¿por qué empezaron repentinamente a brillar
hace unos pocos billones de años? ¿Cuál fue el reloj que les dijo que era tiempo de brillar?
Como hemos visto, esto desconcertó a aquellos filósofos, como Immanuel Kant, quienes
creían que el universo había existido desde siempre. Pero para mucha gente, esto era
consistente con la idea de que el universo había sido creado, tal y como es ahora, solamente
unos cuantos miles de años atrás.
Sin embargo, discrepancias con esta idea empezaron a aparecen con las observaciones de
Vesto Slipher y Edwin Hubble en la segunda década del siglo veinte. En 1923, Hubble
descubrió que muchas zonas de luz, llamadas nebulosas, eran de hecho otras galaxias,
vastas colecciones de estrellas como nuestro sol pero a una gran distancia. Debido a que
aparecían pequeñas y con poco brillo, las distancias tendrían que haber sido tan grandes
que a su luz le debería haber tomado millones o aún billones de años para llegar hasta
nosotros. Esto indicaba que el comienzo del universo no podía haber sido justamente unos
pocos miles de años atrás.

268
Pero la segunda cosa que Hubble descubrió fue aún más notable. Los astrónomos habían
aprendido que mediante el análisis de la luz de otras galaxias era posible medir si ellas se
estaban moviendo hacia nosotros o alejándose. Para su gran sorpresa, ellos encontraron
que casi la totalidad de las galaxias se están alejando. Aún más, entre más lejos están ellas
de nosotros, más rápidamente se están alejando. Fue Hubble el que reconoció las
dramáticas implicaciones de este descubrimiento: a gran escala, todas las galaxias se están
alejando unas de las otras. El universo se está expandiendo.
El descubrimiento de la expansión del universo fue una de las grandes revoluciones
intelectuales del siglo veinte. Se presentó como una sorpresa total y cambió completamente
la discusión del origen del universo. Si las galaxias se están separando, ellas debieron estar
juntas en el pasado. A partir del presente ritmo de expansión, podemos estimar que
debieron estar muy juntas hace aproximadamente diez o quince billones de años. Como lo
describimos en el último capítulo, Roger Penrose y yo estábamos en la posibilidad de
mostrar que la teoría general de la relatividad de Einstein implicaba que el universo y el
tiempo mismo deberían de haber tenido un principio en una tremenda explosión. Aquí
estaba la explicación de por qué el cielo es oscuro por la noche: ninguna estrella podría
haber brillado más de diez o quince millones de años, el tiempo que ha pasado desde la
gran explosión. 181
Stephen Hawking atribuye el mérito de ser los fundadores de la teoría del “big bang” a sí
mismo y a su colega Roger Penrose.
Roger Penrose y yo demostramos que la teoría de la relatividad general de Einstein
implicaba que el universo debería haber tenido un principio, y posiblemente un fin.
…Si la teoría clásica de la relatividad general era correcta, los teoremas sobre la
singularidad que Roger Penrose y yo probamos, muestran que el principio del tiempo
debería haber sido un punto de infinita densidad y curvatura infinita del espacio-tiempo…
182

El trabajo de este par de físicos consistió en realizar la unión de los “descubrimientos” de


Hubble con la teoría de la relatividad general de Einstein, es decir, la amalgama de dos
engendros teóricos en una sola y monstruosa aberración científica, la teoría del “big
bang”.
En el escudriñamiento de los fenómenos estelares, los astrónomos habían logrado
descubrir lo que constituye la fase terminal de la evolución de las estrellas, es decir, su
transformación en los llamados “agujeros negros”; en éstos, la materia estelar alcanza el
máximo de su condensación y, por tanto, adquiere una enorme fuerza gravitatoria que
impide la salida de radiaciones al exterior, por lo que su existencia no puede ser
observada por los medios tradicionales; de ahí su denominación de “agujeros negros”. De
una manera inconsciente, sin proponérselo, los astrónomos agregaron una fase más al
esquema de la evolución estelar, la cual se inicia con la existencia de una nebulosa
indiferenciada de partículas elementales que, mediante sucesivas condensaciones, se
continua con la formación de los cuerpos estelares y eventualmente de los sistemas
planetarios y termina como un cuerpo de materia incandescente con una enorme
densidad y una fuerza colosal de atracción gravitatoria. En la dialéctica del fenómeno
estaba inherente la próxima fase del proceso, es decir, la transformación de aquella
enorme energía de atracción condensatoria en una fuerza igual de repulsión que mediante
una más o menos violenta separación llevaría a la materia a un estado de desagregación
de sus partículas elementales, desde el cual se iniciaría de nuevo toda la evolución estelar
en esta parcela del universo. La atracción sería y llevaría en sí misma la repulsión, en la
cual, bajo determinadas condiciones, se transformaría. Esto quiere decir que al mismo
tiempo, en otros lugares del universo, la materia se encontraría simultáneamente en cada
una de las fases de la evolución estelar, coexistiendo con esta etapa específica de
formación violenta de la nebulosa indiferenciada a partir de la materia estelar altamente
condensada en un agujero negro determinado.
Hawking y Penrose, provistos de ese poderoso instrumento que es la matemática torpe
181
The law of red-shifts, George Darwin Lecture, delivered by Dr. Edwin Hubble on 1953 May 8, No.
6, 1953, pp. 659, 666, Vol. 113. American Astronomical Society. Provided by the NASA Astrophysics
Data System.
182
The law of red-shift George Darwin Lecture, delivered by Dr. Edwin Hubble

269
que utilizaron: Lorentz para obtener su famoso factor, Einstein para revestir de aparente
racionalidad su teoría de la relatividad o dar vida a su errónea ecuación cosmológica,
Huggins, Maxwell y Hubble para dotar de existencia al imaginario movimiento radial de
los objetos estelares, etcétera, llevan al extremo la naturaleza de los agujeros negros y
fabrican una ecuación mediante la cual reducen el universo, en su origen, a un punto de
materia infinitamente densa que contiene en sí un espacio-tiempo infinitamente
comprimido, es decir, hacen del universo un monstruoso agujero negro. Despojada de sus
presuntuosas galas, la ecuación Hawking-Penrose se reduce a una simple regresión sin
límite inferior, a una escueta corrida de computadora hacia el supuesto pasado.
Sin justificación alguna, sin principio físico que lo explique, ese punto material
infinitamente denso que contiene en su interior un espacio-tiempo infinitamente
comprimido y se encuentra en medio de la nada, en donde no hay tiempo ni espacio,
explota al conjuro de los sabios físicos y sus componentes se desagregan y se crean su
propio espacio y tiempo. El espacio y el tiempo tienen su origen -no existían con
anterioridad- precisamente en esa gran explosión. La materia, el espacio y el tiempo se
producen a sí mismos y se desenvuelven en un entorno que es la nada, la ausencia de
materia, espacio y tiempo. Aquí es en donde se encuentra el punto de unión entre los
postulados de Hubble y los principios de la relatividad de Einstein. Los fundadores de la
teoría del big bang conservan y superan la superchería teórica einsteiniana de un tiempo
y un espacio relativos para cada observador, un tiempo que se dilata y un espacio que se
contrae y se curva, un tiempo y un espacio específicos, distintos, para cada punto de la
realidad material y sostienen el desatino de la creación, a partir de la nada, del tiempo y
del espacio. Es la estulticia einsteiniana elevada a la enésima potencia.
Hawking se jacta de que su espuria ecuación (“teoremas”, llama a los elementos de la
misma) constituye el fundamento de una visión científica del origen del universo que echa
por tierra el principio materialista de un universo infinito en el tiempo y en el espacio, al
cual rechaza con un olímpico desprecio. De la misma manera, hace objeto de su mordaz
sarcasmo a la doctrina religiosa que sostiene el dogma de la creación del mundo
(universo) por un ser superior a partir de la nada.
No es difícil encontrar la exacta identidad entre la gran explosión, provocada única y
exclusivamente por la poderosa imaginación de los físicos relativistas, que desde la nada
da origen al universo (a la materia, el espacio y el tiempo) y lo hace evolucionar inmerso
en una nada que va ocupando en avances sucesivos, con la voluntad de un ente superior
que, también a partir de la nada, crea y gobierna al mundo.
La teoría del big bang es una concepción del universo desembozada y descaradamente
teísta.
Es absolutamente necesario mantener en la mente lo que sigue: la teoría del big bang es
la conservación y superación de dos grandes desatinos (teóricos, matemáticos,
geométricos): los principios de Hubble acerca de la naturaleza de los corrimientos hacia el
rojo de los espectros estelares, los que implican por necesidad la expansión del universo,
y la teoría de la relatividad de Einstein.
En páginas anteriores hemos demostrado acuciosamente la falsedad de las hipótesis de
Hubble, hechas suyas acríticamente por los físicos de la gran explosión. Los corrimientos
al rojo de las líneas negras de los espectros siderales no tienen su origen en el movimiento
radial recesivo de los astros y no expresan ninguna expansión del universo.
Por otro lado, ya ha quedado suficientemente demostrada la absoluta falsedad de los
postulados einsteinianos acerca de la naturaleza del tiempo y del espacio, frente a la cual
hemos sostenido que tiempo y espacio son homo y geocéntricos: el continente universal
tridimensional medido por el meridiano terrestre y el transcurso del universo computado
por el giro diario de la tierra en torno a su propio eje. No existen tiempos ni espacios
distintos, sino un único espacio y un solo tiempo que, desde la perspectiva del ser
humano, con los pies firmemente asentados sobre la tierra, rigen para todo el universo
observable. Es igualmente falsa, pero además sumamente grotesca y ridícula, la
proposición de los físicos de la gran explosión de que el tiempo y el espacio se pueden
contraer hasta quedar reducidos prácticamente a la nada y también que a partir de este su

270
no-ser se pueden generar y expandir a la par que la materia del universo.
El único puntal de la teoría del big bang es la teoría del corrimiento hacia el rojo de
Hubble. Sin este sostén, se derrumba necesariamente. Las hipótesis de Hubble son
equivocadas, por lo que la teoría del big bang no tiene ningún fundamento, ni en la
ciencia ni en la observación científica. La teoría del big bang es la nada científica.
Si los fundamentos de la teoría del big bang son erróneos, si no ha habido una expansión
del universo, entonces es completamente ociosa, fútil, la tarea de determinar el origen de
algo que no ha tenido principio ni tendrá fin.
El único resultado de este ejercicio vano es el haber llevado hasta sus últimas
consecuencias, a los niveles más excelsos de la ridiculez, los despropósitos y absurdos de
la teoría de la relatividad sobre el tiempo y el espacio.
A qué extremos de estulticia ha llegado esta teoría lo podemos constatar al leer lo que
Hawking expresa acerca del tiempo y del espacio y que es algo en lo que cree firmemente:
la existencia de “gusanos del tiempo”, a través de los cuales el ser humano se puede
trasladar al pasado o al futuro, la realidad de espacios de más de 3 dimensiones, las
cuales, si exprimimos bien las fórmulas relativistas, pueden llegar a ser 12 ó más,
etcétera.
Colocados en esta peana levantada por Hawking y Penrose, una legión de físicos
relativistas adheridos al engendro teórico de la gran explosión se dedican prolijamente a
llenar el esquema general que ha quedado establecido: el punto de partida -el gran
agujero negro-, la gran explosión, la producción de los objetos estelares, la expansión de
este universo y la posible extinción del mismo. Con el auxilio de la física atómica, que
constantemente descubre nuevas partículas sub-atómicas y proporciona nuevos
conocimientos sobre la naturaleza de las mismas, sus movimientos e interacciones y la
parte racional de la astronomía, que apoyada en estos mismos adelantos ordena y
sistematiza las fases de existencia de las estrellas, los físicos de la gran explosión realizan
un ejercicio de especulación fantasiosa para determinar al detalle lo que pasó en la
misma gran explosión y en los siguientes nano segundos, segundos, minutos, horas, días,
años, cientos, miles y millones de años, etcétera, y establecer acuciosa y exactamente las
etapas y fases de la evolución del universo hasta su estado actual.
Se ha formado toda una rama de la ciencia física, atendida por un nutrido número de
físicos relativistas, que tiene por objeto desarrollar diligentemente todos los absurdos,
desatinos, extravagancias, barbaridades y despropósitos de la teoría del big bang. Hay en
esta rama una notable producción de modelos matemáticos, geométricos, etcétera,
enrevesados en grado extremo, todos ellos con base, sin embargo, en su totalidad en el
viejo y modesto cálculo diferencial e integral, que son utilizados para dar a los risibles
postulados de la teoría del big bang una apariencia de racionalidad. Sin embargo, toda
esta aparatosa estructura matemática y geométrica es errónea en toda su extensión
porque tiene su base en los equivocados desarrollos matemáticos y geométricos de
Michelson, Morley, Lorentz, Doppler, Huggins, Maxwell, Minkowski, Einstein y Hubble,
errores que ya hemos señalado suficientemente en el curso de nuestra argumentación.
Además de su vicio de origen, este artilugio está plagado de pifias matemático-
geométricas elementales cometidas por sus propios autores.
La visión científica del universo esplende por su sencillez frente a la retorcida, falsa y
estólida teoría del big bang.
El universo es una totalidad infinita de materia inmersa en un espacio y un tiempo
infinitos.
El universo está formado por una infinitud de agrupaciones de materia llamadas galaxias,
las cuales se encuentran simultáneamente en alguna fase de su evolución.
Las galaxias tienen un proceso de vida que pasa por las siguientes etapas: la materia que
la forma se encuentra originariamente en un estado de gran desagregación de sus
partículas elementales; esa mutua repulsión de las partículas se trueca en atracción, por
cuya causa, a través de un largo proceso de condensación, se forman cuerpos estelares
que evolucionan conforme a un patrón definido de crecimiento y maduración que
eventualmente puede llevar a la formación de sistemas planetarios; las estrellas de las

271
galaxias declinan y se convierten en cuerpos sumamente masivos que poseen una gran
fuerza de atracción; todas o la mayoría de las estrellas que componen una galaxia entran
en decadencia y su mutua atracción las lleva a formar un solo cuerpo masivo que tiene
una fuerza atractiva centuplicada; esa enorme atracción es al mismo tiempo una
gigantesca repulsión, y en ella se trueca; el gran cuerpo en que se ha transformado la
galaxia, de enorme masa y poderosa fuerza atractiva, se convierte en una nebulosa de
partículas elementales separadas por una potente fuerza repulsiva; desde este punto se
inicia de nuevo todo el movimiento reseñado.
Las galaxias que en infinito número pueblan el universo se encuentran, simultánea y
sucesivamente, en alguna de las fases de la evolución que acabamos de reseñar.
Las transformaciones de cada una de las galaxias se producen en un espacio específico,
vecino de los espacios que ocupan las demás galaxias, y en un tiempo también
determinado, que es la continuación del tiempo sideral pasado y el antecedente del
tiempo sideral futuro, medido geocéntricamente, como hasta ahora lo han hecho la física
y la astronomía (en nano segundos, segundos, minutos, horas, días, años, etcétera), o con
algún movimiento regular astronómico (por ejemplo el ciclo de vida de una galaxia en
especial), el que a fin de cuentas tendría que traducirse al tiempo geocéntrico.
El espacio que ocupan las galaxias es el continente de la materia de que están formadas y
de los procesos que en ésta se dan. El ser de la materia galáctica y sus metamorfosis
existen y se desenvuelven en ese ámbito, cuya única característica física es la de ser el
receptáculo de aquellos. Ese espacio galáctico no se crea, ni se expande, ni se contrae, ni
se curva, ni, desde luego, tampoco se destruye. Es una parte localizada del espacio
infinito que contiene al universo infinito.
El tiempo en que existen las galaxias es el mismo que aquel en el cual discurren todos los
fenómenos del universo; objetivamente es el giro constante del globo terráqueo sobre su
propio eje que determina el hoy, el ayer y el mañana, o el ciclo de una galaxia especial que
fija la actualidad, el pasado y el futuro. El tiempo galáctico es el mismo tiempo universal.
Ese tiempo no se crea, ni se dilata, ni se contrae, ni mucho menos se destruye. Es una
manifestación local del tiempo universal.

El nacimiento de la teoría del big bang

En lo inmediato anterior quedó establecido que el principio fundamental de la teoría del


big bang es completamente falso: no existe ningún indicio de que el llamado universo
observable se esté expandiendo y, por lo tanto, queda sin sustento alguno la tesis,
también constitutiva de esa concepción, de su origen en un remoto punto
infinitesimalmente pequeño del espacio-tiempo y su posterior desarrollo hasta llegar a su
estado actual.
La teoría cosmológica del big bang carece por completo de fundamento científico, es
errónea de principio a fin y constituye una escandalosa estafa intelectual.
De hecho, sólo con nuestra argumentación previa ha sido probada fehacientemente la
naturaleza rotundamente anticientífica de la teoría del big bang.
Sin embargo, los físicos promotores de este desatino han vestido sus tesis con nuevas
galas: la consideración de esta cosmología como una solución a la llamada “ecuación de
Einstein” y la hipótesis de la radiación cósmica proveniente del “big bang”, con lo que han
pretendido dotar a sus despropósitos de una mayor fortaleza científica.
Esto nos obliga a tratar estos dos temas con detenimiento.
Es evidente, de entrada, que si no hay una expansión, el origen y evolución del universo
no podrían representarse por ninguna ecuación, así fuera la de Einstein, el sabio por
antonomasia, ni, tampoco, puede haber habido un estado inicial que produjese
radiaciones de cualquier tipo perceptibles actualmente.

La cosmología relativista

272
Para la década de los años cuarenta del siglo pasado, la hipótesis de la expansión del
universo, establecida fundamentalmente por Hubble, como vimos en la parte
correspondiente de este trabajo, había adquirido la naturaleza de una verdad irrefutable.
A partir de entonces empezó a fraguarse en las mentes de los físicos más conspicuos la
“brillante” idea de que lo que actualmente se encontraba en estado de expansión debería
de haber tenido su inicio en una lejana época, en la que todos los cuerpos celestes
hubiesen estado juntos en un espacio muy pequeño, y que esa condensación de materia
se habría fraccionado, mediante un acontecimiento cataclísmico -una “gran explosión”-,
en partículas infinitesimalmente pequeñas, formándose con ellas una enorme nebulosa
desde la cual partiría todo el movimiento de constitución del sistema galáctico del
presente.
El establecimiento de los fundamentos de la teoría “científica” del “big bang”, es decir, de
la cosmología metafísica, estuvo a cargo, como no podía ser menos, de un metafísico por
excelencia, de un sacerdote católico, de Abbé George Lemaitre. Su labor consistió,
simplemente, en traducir los dogmas religiosos a la metafísica relativista. En donde la
religión dice: “dios creó”, la dogmática Lemaitrana parafrasea: “la gran explosión”,
etcétera.
Lemaitre inicia su trabajo con la adecuación de los modelos cosmológicos relativistas,
tanto los que constituyen una “solución” a la “ecuación de Einstein” como el que el propio
Einstein derivó de su engendro matemático-geométrico, a la “verdad científica irrefutable”
de la “expansión del universo”, concepto que precisa manifestando que no es una
expansión de la materia, sino del espacio que lo contiene.
I. Introducción
De acuerdo con la teoría de la relatividad, un universo homogéneo puede existir de tal
manera que todas las posiciones en el espacio sean completamente equivalentes; no hay
centro de gravedad. El radio del espacio R es constante; el espacio es elíptico, esto es, de
curvatura positiva I/R2; las líneas rectas que partan de un punto volverán a su origen
después de haber hecho un viaje de extensión πR; el volumen del espacio tiene un valor
finito π2R3; las líneas rectas son cerradas y van a través de todo el espacio sin encontrar
límite alguno.
Dos soluciones han sido propuestas. La de Sitter ignora la existencia de materia y supone
una densidad igual a cero. Esto conduce a especiales dificultades de interpretación a las
que nos referiremos más tarde, pero es de extremo interés en la explicación de una manera
natural de las velocidades de recesión de las nebulosas extra-galácticas observadas como
una simple consecuencia de las propiedades del campo gravitacional sin tener que suponer
que estamos en un punto del universo distinguido por sus propiedades especiales.
La otra solución es la de Einstein. En ella se pone atención al hecho evidente de que la
densidad de la materia no es cero, y ello lleva a una relación entre esta densidad y el radio
del universo. Esta relación prevé la existencia de masas enormemente grandes, mayores
que cualquiera conocida en ese tiempo. These have since been discovered, the distances
and dimensions of extra-galactic nebulae having become known. De acuerdo con la fórmula
de Einstein y datos recientemente observados, el radio del universo se ha calculado algunos
cientos de veces más grande que el más distante de los objetos que pueden ser fotografiados
por nuestros telescopios.
Cada teoría tiene sus propias ventajas. Una de ellas es el acuerdo con las velocidades
radiales de las nebulosas observadas, la otra con la existencia de materia, dando una
relación satisfactoria entre el radio y la masa del universo. Parece deseable encontrar una
solución intermedia que combine las ventajas de ambas.
A primera vista, una solución intermedia parece no existir. Un campo gravitacional estático
para una distribución uniforme de la materia sin “stress” interno tiene solamente dos
soluciones, la de Einstein y la de Sitter. El universo de Sitter's está vacío y el de Einstein ha
sido descrito como “conteniendo tanta materia como pueda contener”. Es notable que la
teoría no puede proveer una solución entre estos dos extremos.
La solución de la paradoja es que la solución de Sitter realmente no llena todos los
requerimientos del problema. El espacio es homogéneo con curvatura positiva constante; el
espacio-tiempo es también homogéneo, es perfectamente equivalente para todos los
eventos. Pero la partición del espacio-tiempo en espacio y tiempo trastorna la
homogeneidad. Las coordenadas usadas introducen un centro. Una partícula en reposo en
el centro del espacio describe una geodésica del universo; una partícula en reposo en

273
cualquier otra parte que el centro no describe una geodésica. Las coordenadas escogidas
destruyen la homogeneidad y producen resultados paradójicos que aparecen en el llamado
“horizonte” del centro. Cuando usamos coordenadas y una partición correspondiente del
espacio y el tiempo de una clase que preserve la homogeneidad del universo, se encuentra
que el campo no es más estático; el universo deviene de la misma forma que el de Einstein,
con un radio no más constante variando con el tiempo de acuerdo con una ley particular.
Con la finalidad de encontrar una solución que combine las ventajas de la de Einstein y la
de Sitter, somos llevados a considerar un universo de Einstein en donde al radio del espacio
o del universo se le permita variar de una manera arbitraria.
….....
“6. Conclusión
Hemos encontrado una solución tal que
(1o.) La masa del universo es una constante relacionada a la constante cosmológica por la
relación de Einstein
√λ = 2π2/KM = I/R0.
(2o.) El radio del universo se incrementa sin límite desde un valor asintótico de R 0 para t = -
∞.
(3o.) Las velocidades de recesión de las nebulosas extragalácticas son un efecto cósmico de
la expansión del universo. El radio inicial R 0 puede ser computado por las fórmulas (24) o
(25) o por la fórmula aproximada
R0 = rc/v√3.
Esta solución combina las ventajas de las soluciones de Einstein y de Sitter.
Nótese que la más grande porción del universo está siempre fuera de nuestro alcance. El
rango del telescopio de Monte Wilson de 100 pulgadas es estimado por Hubble como siendo
del orden de 5 x 10 7 parsecs o cerca de R200. El efecto Doppler correspondiente es de 3,000
km./sec. Para una distancia de 0.087R éste es igual a la unidad, y todo el espectro visible
es desplazado hacia el infrarrojo. Es imposible ver imágenes borrosas de nebulosas o soles,
ya que aún que no hubiese absorción estas imágenes serían desplazadas algunas octavas
en el infrarrojo y no serían observadas.
Falta aún determinar la causa de la expansión del universo. Hemos visto que la presión de
la radiación trabaja durante la expansión. Esto parece sugerir que la expansión ha sido
impulsada por la radiación misma. En un universo estático la luz emitida por la materia
viaja alrededor del espacio, vuelve a su punto de partida y se acumula indefinidamente.
Parece que este puede ser el origen de la velocidad de expansión R'/R, la cual Einstein
asume que es cero y que en nuestra interpretación es caracterizada como la velocidad radial
de las nebulosas extragalácticas.183
El prejuicio que permea la argumentación del padrecito Lemaitre es que la naturaleza del
universo se puede determinar mediante la utilización de un modelo matemático-
geométrico, concretamente de uno que sea una solución de la “ecuación de Einstein”. La
única vez que la matemática y la geometría han desempeñado un papel primordial en el
establecimiento de las características, estructura y leyes del sistema solar y,
posteriormente, del “universo observable” ha sido cuando Newton y sus continuadores
fundaron y desarrollaron la mecánica y la física clásicas. La herramienta matemática
utilizada en esos trabajos fue el cálculo infinitesimal, inventado por Newton y
perfeccionado después por una legión de matemáticos; con este instrumento se pudo dar
un empuje decisivo a la geometría euclidiana para llevarla a niveles más altos de su
desarrollo. La mecánica y la física clásicas y el cálculo infinitesimal y la geometría
euclidiana superada (pero conservada), son la base indispensable del conocimiento cada
vez más profundo del “universo observable” y de la actividad práctica ejercida en la
exploración del espacio y los viajes espaciales por la industria aeroespacial.
La mecánica y la física clásicas, sostenidas por las herramientas matemático-geométricas
correspondientes, constituyen el núcleo de la concepción científica del universo. Otros
elementos más de la misma lo son la teoría de Kant-Laplace y la moderna física atómica.
Pero lo que permite establecer -haciendo suyos aquellos componentes que hemos
enunciado- de una manera totalizadora, la verdadera naturaleza del universo es la
filosofía dialéctico-materialista. El materialismo (la corriente moderna que pasando por

183
Hawking, Stephen, The Universe in a nutshell, Bantam Dell, Random House, Inc., New York, 2007,
pp. 69-79

274
Giordano Bruno desemboca en Feuerbach) perfeccionado por la especulación (la filosofía
idealista de Hegel), esto es, el materialismo dialéctico, cuyos fundamentos fueron fijados
por Marx y Engels, tiene como su contenido esencial una ontología que es un compendio
de la naturaleza, estructura y leyes del universo en su totalidad.
No es necesario someter el universo a ninguna clase de fórmula o ecuación matemática
para conocer plenamente su naturaleza; ésta se puede expresar perfectamente con los
conceptos que nos proporciona el materialismo dialéctico, los cuales ya adelantamos en
varias partes de este trabajo y que posteriormente detallaremos.
El relativismo, del cual Lemaitre es un conspicuo representante, pretende que mediante
una fórmula o ecuación matemática, que sea precisamente un desarrollo de la “ecuación
de campo de Einstein”, es posible establecer cuál es la naturaleza del Universo, la que
puede ser una u otra, según que tal o cual expresión matemático-geométrica sea, de
acuerdo al prejuicio relativista, más exacta y completa que otra. Así, el universo puede ser
plano, esférico, finito pero sin límites, estático, en expansión, etcétera. Pero para esta
estulta ignorancia relativista lo único que no puede ser el universo es lo que realmente es,
una infinitud de materia inmersa en un tiempo y un espacio infinitos.
Para el relativismo la naturaleza del universo tiene por fuerza que ser determinada por
una fórmula que constituya una “solución” a la “ecuación de Einstein”.
En el capítulo anterior hemos visto con bastante detalle el verdadero carácter de la
ecuación de campo de Einstein; ahí establecimos su naturaleza anticientífica, la
imposibilidad absoluta de obtener por medio de ella cualquier conocimiento de la
realidad, desde luego, tampoco del universo como un todo. De ahí se infiere que toda
argumentación matemático-geométrica que se derive de esa fórmula, cualquier solución a
la misma, es igualmente anticientífica e ineficaz.
El padrecito Lemaitre se apoya en dos de tales soluciones, la de De Sitter y la del propio
Einstein, con la finalidad de justificar cosmológicamente el argumento fundamental de la
teoría de la gran explosión, esto es, la expansión del universo.
Para ello tiene que demostrar matemática y geométricamente que el modelo derivado de la
ecuación de Einstein permite la existencia de un universo en expansión.
Considera que ni la solución de De Sitter ni la de Einstein mismo cumplen con esa
expectativa, por lo que desarrolla una nueva versión que integra lo bueno de aquellas dos.
Con base en su híbrida solución, Lemaitre llega a las siguientes conclusiones:
1. El universo es un espacio cerrado elíptico.
2. El universo es homogéneo.
2. La masa del universo es constante.
3. El radio del universo se incrementa sin límite.
4. Las velocidades de recesión de las nebulosas extragalácticas son un efecto de la
expansión del universo.
Estas conclusiones las ha obtenido Lemaitre única y exclusivamente de sus ecuaciones,
las cuales, por su filiación, esto es, por reconocer su origen en la ecuación de campo de
Einstein, no tienen validez alguna; de ahí entonces que las consecuencias de ellas
extraídas sean también por necesidad absolutamente falsas. Pero no sólo eso, sino que
están en contradicción con la evidencia empírica que demuestra que su hipótesis
fundamental de la expansión del universo es falsa, lo cual acabamos de demostrar
minuciosamente en el capítulo anterior.
Igualmente, esos resultados expresan algo que es completamente imposible de verificar, la
forma del universo como un cuerpo elíptico. Ya De Sitter había llegado al convencimiento
de que no era posible en forma alguna la determinación de la curvatura del universo, pero
su desaliento se disipó rápidamente cuando, mediante un truco matemático –así lo
denominó con descaro inaudito-, esto es, incluyendo la constante arbitraria λ en las
ecuaciones correspondientes, pudo entonces establecerse esa elusiva curvatura.
Una vez que Lemaitre ha sentado la premisa falsa esencial de su argumentación, se
adentra en la estructuración completa de su dogma creacionista.
Su razonamiento es muy simple: si el universo se está expandiendo, entonces ese
movimiento debe haber tenido su inicio en un pasado más o menos remoto.

275
Ese origen no puede ser otro, para este dogmático, que el átomo primitivo.
Lemaitre es considerado el padre de la teoría del big bang.
Después de haber injertado el invento de Hubble de la expansión del Universo en el
cuerpo de la ecuación de campo de Einstein, dedica todo su poder mental a la
determinación de cuándo y cómo se ha iniciado esa dilatación.
Postula que el universo tuvo su inicio en un átomo primigenio, del cual brotaron,
mediante desintegración radiactiva, las partículas de las que después se formaron los
elementos y las sustancias, en un proceso que pasa por la constitución de nebulosas, su
agrupamiento en clusters, el choque entre ellas, la producción de estrellas y, por último,
la conformación de sistemas planetarios, hasta llegar a la aparición de la vida.
Más tarde, Penrose y Hawking darán forma plena a esta aberración dogmático-religiosa
en sus famosos teoremas, en los cuales, partiendo también de la ecuación de campo de
Einstein, mediante verdaderas acrobacias matemático-geométricas, en abstrusas,
ininteligibles e incorrectas ecuaciones, establecen que la fórmula einsteiniana “permite”
teóricamente la existencia de “singularidades” físicas, una de las cuales sería la
condensación de toda la materia en un punto de infinitas pequeñez y densidad, desde el
cual, mediante un acontecimiento intempestivo (una “gran explosión”), empezaría la
existencia del universo en un movimiento expansionista que implicaría la creación de la
materia, el espacio y el tiempo.
No es posible soslayar la identidad del dogma religioso de la creación del mundo con la
teoría del nacimiento del universo a partir de un punto infinitamente pequeño y denso. El
punto de origen está inmerso en la nada; de hecho él mismo es la nada. Y desde este
punto inexistente, desde esta nada, se inicia el surgimiento del universo. En la religión,
igualmente, una fuerza inmaterial, inexistente, un dios, crea, de la nada, el mundo. Es la
nada que se produce a sí misma. Es por eso que el teólogo Lemaitre se siente a sus
anchas en el terreno de la metafísica relativista.
En el Apéndice No. 1 hacemos un extracto de las obras de Lemaitre The primeval Atom184
y L’hypothèse de l’atome primitive185. En lo que sigue analizaremos lo que en estos
trabajos expone el padre de la teoría del big bang.
El argumento que forma la base de sustentación del discurso de Lemaitre es el relativo a
la expansión del universo; según lo hemos demostrado concienzuda y fehacientemente,
esta hipótesis es completamente errónea.
Con los pies firmemente asentados en esta arena movediza, el religioso dirige después su
razonamiento a la determinación del origen del universo, de su proceso de expansión
siguiente y de su estado actual.
El universo actual es, nos dice el cura, cerrado, elíptico, finito, pero sin fronteras.
El universo es, como su nombre lo indica, único, lo único que existe.
Por tanto, se trata de una esfera que existe en la nada.
Este universo finito, sostiene el prelado, no tiene fronteras.
Es evidente que si algo tiene un fin, éste es la frontera con otro algo, o, como quiere su
excelencia, con la nada.
Desde luego, si algo existe inmerso en la nada, ello es también, por definición, la nada.
Únicamente a algo sin entidad puede mantener en su seno el no ser, la nada.
El universo cerrado lemaitriano se derrumba sobre sí mismo: es físicamente imposible la
existencia de un ser inmerso en el piélago de la nada.
Algo que no existe no puede ser medido, por lo que todos los esfuerzos relativistas por
cuantificar el universo einsteiniano-lemaitriano es un bordar en el vacío, con
independencia del hecho ya probado de que la ecuación de campo de Einstein, que es el
184
Hawking, Stephen, The illustrated a brief history of time, Updated and expanded edition, Random
House, Inc., New York, 2007, pp. 44 y 171

185
Lemaitre Abbé G., A homogeneous Universe of Constant Mass and Increasing Radius accounting for
the Radial Velocity of Extra-galactic Nebulae, Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, Vol.
91, pp. 483-490, 03-1931 SAO/NASA Astrophysics Data System (ADS)

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instrumento matemático-geométrico utilizado para esa tarea, no tiene ningún valor
científico.
Lemaitre asimila la forma de su universo a un cuerpo esférico, en cuya superficie rigen las
leyes de la geometría elíptica.
En esta rama de la geometría se desarrollan los métodos para determinar, en la superficie
de una esfera, los conceptos geométricos de punto, línea, triangulo y cuadrilátero. En esta
geometría los puntos son duales, puntos antípodas, las líneas son círculos máximos, los
ángulos internos de los triángulos no suman 180 grados, etcétera. Con estas nociones es
imposible definir el universo Lemaitriano. No hay ningún medio práctico con el cual fijar
dos puntos antípodas en la superficie inexistente de un universo inventado, esto es, dos
puntos que se encuentran separados por dos radios de la esfera, cada uno de los cuales
puede ser de cerca de un billón de años luz, por lo que la distancia total entre ellos sería
de aproximadamente dos billones de años luz, según la afiebrada imaginación del
padrecito. Aunque una esfera material así existiese, sería imposible físicamente, por más
trucos matemáticos y geométricos que se utilizasen, establecer en sus bordes un punto y
su antípoda y, mucho menos, fijar la línea del círculo máximo que las une ni, por lo
consiguiente, la extensión de la misma; no habría forma alguna de acceder a su superficie
y realizar todas las mediciones necesarias para establecer su forma y dimensiones; no
existiría ningún fenómeno físico en esa superficie que se hiciese perceptible, directa o
indirectamente, al conocimiento humano, aún si supusiésemos miles y miles de
generaciones dedicadas a esta tarea, y que permitiese obtener la representación más o
menos exacta del universo de Lemaitre. Un universo tal sería incognoscible.
Este universo inexistente está en constante expansión. Su ser asimila la nada que lo rodea
y la convierte en ser. La nada se alimenta de la nada.
El postulado de Lemaitre es físicamente imposible: ningún ser puede absorber a la nada,
integrarla a sí mismo y convertirla en ser.
La socarronería relativista deduce que la expansión del universo debe de haber tenido un
origen; llevando hacia atrás el movimiento expansionista, se llegaría a un punto en donde
el radio del universo sería 0, es decir, el mundo no existiría. A partir de ahí, de la nada, se
habría producido el nacimiento del universo, el cual tendría primero la extensión
infinitesimalmente pequeña y la constitución de un átomo, dentro del cual estarían
contenidos toda la materia, el tiempo y el espacio que después se desenvolverían en el
universo en expansión hasta llegar al universo actual.
Lo que Lemaitre, el Pedro de la iglesia del big bang sostiene, es una imposibilidad física
absoluta: el átomo material primitivo brotando de la nada; el tiempo y el espacio
surgiendo de lo intemporal y etéreo, de la nada. Es decir, la nada produciendo la nada.
Lemaitre ha hecho surgir de la nada el átomo primigenio. Ahora, hará brotar del átomo
primero el universo actual: otra vez la nada emergiendo de la nada.
La primera fase de ese proceso consiste en convertir el contenido del átomo original en la
materia prima para la formación del universo.
En esa época, la ciencia física se adentraba por el sendero de la teoría atómica. La
radioactividad era el fenómeno en boga. De ahí entonces que a Lemaitre le asaltara la
luminosa idea de que la materia primigenia estaba formada por partículas que provenían
de la desintegración del contenido del primer átomo.
La radioactividad y la radiación son fenómenos que se presentan en la materia
plenamente constituida; uno, es la desintegración de los distintos elementos que liberan
espontáneamente, en diversos plazos, algunas de las partículas que los forman
(neutrones, electrones, etcétera), y el otro, el resultado de procesos atómicos masivos
(combustión estelar, por ejemplo) que eyectan cantidades enormes de partículas, pero
ambos tienen como presupuesto la materia condensada.
Para aplicar esta novedad física a su modelo cosmológico, Lemaitre tiene entonces que
suponer que en el átomo primigenio se encuentra toda la materia del universo, pero en
forma condensada, miniaturizada, bajo la forma de las diversas especies de elementos,
sustancias y compuestos que existen en el mundo actual, y concluir entonces que por
desintegración radioactiva y radiación se constituye la sustancia primigenia de partículas

277
elementales, de cuya evolución resultará el universo existente.
El taumaturgo Lemaitre ha logrado lo siguiente: establecer la nada, hacer surgir de ella el
átomo primigenio (que también es la nada), el cual contiene en su interior, en proporción
infinitamente reducida, toda la materia, todo el espacio y todo el tiempo del universo
presente, transmutar este engendro en partículas subatómicas, aumentar el radio de esa
esfera haciendo interior la nada exterior, es decir, alimentándola de la nada, etcétera.
Llegamos así a estas conclusiones evidentes: el universo einsteiniano-lemaitreano no tiene
existencia, es físicamente imposible, es la nada, simple y sencillamente la nada; si tal
universo no existe, entonces tampoco ha tenido un comienzo y, por tanto, el átomo
primigenio tampoco existió, su ser, constitución y desenvolvimiento postulados por Lemaitre
son físicamente imposibles, nunca tuvieron entidad, son la nada.
El pastor de almas ha establecido los extremos de su cosmología: el universo actual
cerrado, elíptico, finito, pero sin fronteras y el átomo primevo; esto es, en un lado la
inexistencia, la nada, y en el otro también la inexistencia, la nada.
Fijados estos dos puntos, se impone entonces llenar el espacio entre ellos. Lemaitre
sostiene que en su mundo imaginario se han desahogado tres etapas, hasta llegar al
estado existente del universo. En una primera fase de expansión, en la que predomina la
repulsión, se produce, mediante la radioactividad y la radiación, la conversión de toda la
materia miniaturizada contenida en el átomo primero en partículas elementales. Una vez
que esto se ha alcanzado, sigue un período de equilibrio entre la repulsión y la atracción,
por lo que la expansión se detiene y una parte de la materia que existe en la forma de
nebulosas que llenan todo el espacio se condensa en estrellas, las cuales a su vez se
agrupan en galaxias, mientras que otra fracción se mantiene en su estado de
pulverización. Así ha quedado perfectamente estructurado el universo einsteiniano-
lemaitriano, el cual se conserva el mismo en la fase actual de existencia. En la tercera
etapa, que es la que el universo vive al presente, se reanuda su movimiento
expansionista.
Todos los momentos de la evolución del universo de Einstein y Lemaitre son meramente
especulativos, son fantasías puras, no tienen existencia real, son, de nuevo, la nada,
solamente la nada.
En cada estación Lemaitre le ha atribuido a su universo una extensión determinada de su
radio, cierta densidad de la materia, tal temperatura de su contenido, etcétera, desde
luego, mediante supuestos absurdos e irreales, dando valores a lo que es en absoluto
físicamente imposible de medir, como ya lo establecimos anteriormente. En este quehacer
hace una mezcla de sus absurdas hipótesis, de sus torpes elucubraciones, de algunas
mediciones estelares hechas con la misma limitada espectrografía que llevó a la
conclusión errónea de la expansión del universo y de algunos restringidos adelantos a los
que había llegado la teoría cosmológica relativos a la constitución real de las estrellas y de
las galaxias en el llamado “universo observable”; obtuvo como resultado la primera
versión del big bang, una teoría irracional, anticientífica, contrahecha, descabellada y en
algunos aspectos ingenuamente estólida.
En el segundo ciclo de existencia del universo fantasioso de Lemaitre, la condensación de
las nubes de partículas no abarca la totalidad de las mismas. En algún punto este
proceso no se produce más y una porción de la materia se mantiene en el estado de
máxima fragmentación y dispersión. Estas nubes liberan radiaciones que son las que en
la tierra se perciben como “rayos cósmicos”, es decir, partículas que llegan a la superficie
terrestre con una energía muy disminuida y no tienen su origen en un cuerpo celeste
determinado. Lemaitre no dice en qué lugar se encuentran esas nubes, si distribuidas
aleatoriamente en los intersticios del universo o situados en los bordes del mismo,
formando quizá una capa esférica.
De acuerdo a la moderna teoría de la formación de las galaxias, ellas provienen de la
condensación de nubes de partículas elementales; estas fracciones materiales tienen una
tendencia intrínseca a vencer su mutua repulsión y agruparse en elementos, sustancias,
compuestos, etcétera, formando estrellas, planetas, galaxias, etcétera. Esto las provee de
un movimiento que las inclina hacia el centro de atracción. Únicamente en forma residual

278
pueden algunas de ellas escapar a la influencia atractiva y viajar por el espacio desde la
nube original con una energía sumamente reducida por la fuerza cohesionante que está
en su naturaleza; su velocidad y alcance son entonces sumamente limitados.
El relativismo ve en la existencia de los rayos cósmicos la oportunidad de reforzar la
argumentación de la teoría del big bang respecto del origen del universo. Los considera
entonces como un vestigio de la desintegración del átomo original, según Lemaitre, o de la
explosión primera, conforme a las versiones más refinadas de esa concepción, por ejemplo
la de Penrose-Hawking.
Para ello es necesario que la materia que brota del átomo primitivo se divida en dos, una
parte que entra en el proceso de condensación y otra que preserva su estado de
dispersión. Las partículas de las nebulosas que se conservan como tales tienen una
enorme energía y, por tanto, cuando son eyectadas viajan a grandes velocidades y cubren
enormes distancias. Son estas partículas aquellas que llegan a la superficie terrestre y se
registran como “rayos cósmicos”; constituyen la evidencia incuestionable del origen del
universo en la desintegración del átomo primero o en la gran explosión, según el gusto.
El argumento principal de este razonamiento se expresa diciendo que el producto de la
desintegración o explosión originarias es una multitud de nubes de partículas sub-
atómicas que inmediatamente se ven sujetas a una fuerza atractiva que provoca un
proceso de condensación; a partir de ahí se forman las estrellas, planetas, etcéteras, los
cuales se organizan en galaxias.
Ya quedó establecido que tanto la existencia del universo lemaitriano-einsteiniano, como
la de su presunto origen, son imposibilidades físicas absolutas, no existen ni existirán
jamás; lo que no existe no puede dejar huella ni vestigio alguno.
Pero no sólo eso, pues también sería imposible, en caso de que el universo tuviera esa
absurdas naturaleza y principio, comprobarlos fácticamente: nada podría llegar a la
percepción terrestre, pues un universo sin bordes definidos no tendría una superficie que
fijara su condición esférica, por lo que ésta sería incognoscible, además de que por su
lejanía de billones de años luz, cualquier manifestación física de la supuesta epidermis
del mundo estaría fuera del alcance del conocimiento de la especie humana, por más
generaciones sucesivas que llegasen a existir; su inicio, situado igualmente en un tiempo
alejado billones de años luz de los tiempos actuales, sería también incognoscible en los
mismos términos anteriores. Nada de lo que existiese en el momento presente sería
idénticamente igual a lo que hubiese existido billones de años-luz atrás: la dialéctica de la
materia consiste en el paso constante del ser a la esencia; la esencia es la negación del
ser, es decir, su transformación en el otro que existía germinalmente en su interior; cada
fase de la evolución de la materia es la negación de la anterior y, aunque la supera y la
conserva, evidentemente no es la misma. No es posible que una parte de la materia se
mantenga sin transformación indefinidamente, prácticamente desde la fundación de los
tiempos hasta los días que corren.
Al toparse de bruces con un hecho físico real, con la radiación cósmica, aquella que
proviene de fuentes muy lejanas que no pueden ser determinadas por los métodos
corrientes, principalmente la espectrografía, Lemaitre ve la calva oportunidad de
utilizarlos para dar veracidad a sus obtusas especulaciones.
Enriquece entonces su cosmología con una nueva determinación. En la segunda fase de
la evolución del universo, la materia fraccionada en partículas se divide en dos partes.
Una de ellas, siguiendo fielmente los dictados de su naturaleza, se transforma en
elementos, sustancias, compuestos, etcétera, es decir, en materia condensada, y la otra,
negándose a comportarse de acuerdo con su cualidad, se mantiene tercamente en la
forma de partículas dispersas contenidas en nubes que se encuentran en el borde del
universo. De este reservorio es el lugar de donde escapan las radiaciones que billones de
años luz más tarde serán captados por los ingenieros de la Bell como “ruidos estáticos”.
Utilizando un manido truco sofista, el relativismo toma un hecho cierto, cuya naturaleza
está plenamente determinada, y lo considera como teniendo un origen y una cualidad
distintos, fijados por su tortuosa imaginación. Da por supuesto precisamente lo que
debería demostrar pero es indemostrable, es decir, la naturaleza esférica y finita del

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universo, su origen en una desintegración o explosión, su escisión en materia condensada
y radiaciones, la supervivencia por un tiempo indefinido de esas radiaciones, su eyección
como tales de las nubes remanentes, su viaje hasta la tierra y su percepción por la
compañía telefónica Bell. Hace una petitio principii.
El relativismo necio invierte completamente los términos. Debería en primer lugar haber
probado la realidad de su universo y todo lo consiguiente y luego mostrar el nexo
necesario con las radiaciones registradas. Sin embargo, haciendo las cosas al contrario,
establece la existencia de las radiaciones y de ahí deriva la objetividad de su ficción
cosmológica.
Por otro lado, lo que el relativismo propone es francamente ridículo. Las radiaciones
proceden del borde de la esfera y recorren radios de la misma. Para que lleguen a un
lugar con la misma intensidad es necesario que éste se encuentre en el centro mismo del
universo. Precisamente la igualdad de la magnitud de las radiaciones que llegan a la
tierra es el argumento fundamental para considerarlas como provenientes de la coraza del
universo.
De ahí entonces que el relativismo postule, a querer y no, de nuevo el geocentrismo; el
relativismo es una reedición del Ptolomeismo.
Si las nubes de partículas supervivientes han quedado distribuidas al azar, en los
intersticios del universo, entonces sólo llegarían a la tierra aquellas radiaciones que no
encuentren algún cuerpo estelar que se interponga en su camino, y éstas arribarían a la
superficie de nuestro planeta con distintas intensidades, dependiendo de la distancia a la
que se encuentren respecto de nosotros. No podría haber radiaciones de igual intensidad
que proviniesen de cualquier punto del universo circundante, como el estulto prejuicio del
relativismo lo exige.

La formación de los elementos

Lemaitre es considerado el progenitor de la teoría del big bang. Estableció lo que


podríamos llamar el esquema general de esta cosmología, cuyos extremos son la explosión
originaria y la expansión actual.
La tarea de sus continuadores consistió en llenar el bosquejo lemaitriano con los detalles
correspondientes.
Alpher, Gamow, Bethe y Herman 186 187 188 189fueron quienes iniciaron lo que hasta la fecha
ha sido una divertida y lucrativa ocupación: dar cuerpo al universo metafísico de
Lemaitre.
En lo que sigue, estudiaremos los planteamientos de estos connotados físicos contenidos
en sus trabajos fundamentales, de los cuales ofrecemos amplios extractos en el Apéndice
186
Lemaitre Georges, The Primeval Atom, From Georges Lemaitre, The Primeval Atom: an Essay on
Cosmogony, translated by Betty H. and serge a. Korff, D. van Nostrand Co., New York, 1950,
Chapter V. reprinted by kind permission of the publishers, D. van Nostrand Co., Inc. en Theories of
the Universe, The Library of Scientific Thought. General Editor: Paul Edwards,New York University,
Milton K. Munitz, editor, Theories of the Universe, from Babylonian Myth to Modern Science, The
free press, glencoe, Illinois and the Falcon’s wing Press, 1957, pp. 339-353

187
Lemaitre Georges, L’hypothèse de l’atome primitive, Extrait de la Revue des Questiones
scientifiques, 20 juillet 1948, Publications du laboratoire d’astronomie de Louvain, John G.
Wolbach Library, Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics. Provided by the NASA
Astrophysics Data System, pp. 325-339

188
Gamow, G., El universo en expansión y el origen de los elementos, The George Washington
University, Washington D. C., September 13, 1946, Physcis Roeview, 70 572

189
Gamow, G. The origin of Elements and the Separation of Galaxies, George Washington University,
Washington DC, June 21, 1948, Nature 162, 680-682 (30 October 1948) | doi:10.1038/162680a0

280
No. 1.
La base de nuestra argumentación ya ha quedado establecida en el análisis del papel de
Lemaitre; las conclusiones a las que ahí llegamos tienen aquí plena vigencia.
El relativismo tiene ante sí la tarea de determinar la naturaleza de la materia que emana
del átomo primitivo, o en una expresión más moderna, de la singularidad -punto material
de densidad, presión, temperatura y pequeñez infinitos-, de las transformaciones que
llevan a esta materia a la formación de estrellas, galaxias, sistemas planetarios, etcétera,
hasta alcanzar el estado actual de su existencia, de los tiempos que cada una de las
etapas de ese proceso consumen y de las condiciones que en cada una de esas fases se
presentan, tales como densidad, temperatura, presión, cohesión, fragmentación, etcétera
de la materia.
Se considera que del estado actual de la materia en el universo es posible derivar su
naturaleza originaria al momento de la gran explosión. La idea central es que la primera
condición de la materia al emerger de su condensación infinita es la de su máximo
fraccionamiento en partículas. La posterior evolución consiste en la condensación de la
materia en nucleídos y átomos (Hidrógeno y Helio); posteriormente, con estos insumos, se
constituyen las estrellas, en cuyo interior se forman todos los elementos más pesados,
sustancias, etcétera; las estrellas se agrupan en galaxias.
En el presente universo existe una cantidad determinada de todos esos productos que
presuntamente se fraguaron en el lejano comienzo y en las subsecuentes reacciones
atómicas y químicas; se denomina abundancia al monto de cada elemento que existe en
el universo en los tiempos que corren en su relación con la suma de la totalidad de los
mismos o con la cantidad de otro elemento determinado.
De esta determinación de las abundancias se puede llegar al conocimiento de los procesos
y etapas de la formación de los elementos, consideradas éstas últimas como fases de la
evolución del universo a través de su expansión; se ponen, además, en juego otros
factores, como la relación genética entre los diversos elementos, las condiciones de
densidad, presión, temperatura, cohesión atómica, etcétera, establecidas por la
observación o la experimentación terrestres.
Los procesos de formación de los elementos y de su posterior combinación para producir
sustancias y compuestos deben por fuerza estar contenidos entre los extremos de la
radiación o explosión originaria y el universo actual. Este tiempo está determinado
totalmente por la tasa presente de expansión del universo. Este índice es proyectado
hacia atrás y nos da la medida en que la expansión se ha debido comportar en el pasado,
hasta llegar así al punto mismo de partida.
La supuesta expansión actual del universo ha sido cuantificada en diversos montos por
diversos físicos; cada ajuste realizado da un resultado distinto en cuanto a la edad del
universo.
En esta extensión temporal arbitraria y fluctuante se acomoda entonces toda la sucesión
de reacciones químicas y atómicas que presuntamente han llevado a la constitución
vigente de la materia. Del tiempo total de que se dispone, y tomando en cuenta el que
cada reacción consume y la temperatura y densidad a la que se produce, mediante una
absurda extrapolación se van asignando tiempos específicos a cada uno de ellas –tiempos
geocéntricos, es decir, segundos, minutos, años, años luz, etcétera-.
Y al final, la especulación relativista habrá construido su irracional universo y fijado las
fases y tiempos de su evolución.
Desde luego que esta no es una labor concluida. Un tropel de físicos relativistas se ha
dedicado diligentemente, en los últimos setenta años, a corregir, pulir, refutar, restaurar,
ampliar, negar, reafirmar, precisar, desglosar, etcétera el bodrio cosmológico que
fraguaron Einstein y Lemaitre y perfeccionaron Penrose y Hawking.
El punto de partida del alegato relativista es el prejuicio de la expansión del universo. Ya
hemos demostrado por extenso la falsedad de este argumento, el cual se basa en una
interpretación errónea y absurda de la medición espectrográfica de la longitud y
frecuencia de onda de las radiaciones de los objetos estelares. Esta utilización
desacertada se suma al hecho de que la espectrografía es una técnica que no tiene aún

281
toda la exactitud que se pretende y su valor radica más en que en todo caso ilustra la
naturaleza de las radiaciones, pero no prueba definitivamente nada acerca de ellas.
La inexistencia de la expansión del universo quita toda base de sustentación a la
cosmología relativista -einsteiniana, lemaitriana y hawkiana-, por lo cual ésta es falsa,
irreal en su totalidad. No existe ese universo elíptico que haya tenido un principio en un
átomo o en un punto material singular, ni sus elementos creados mediante los procesos,
los tiempos y condiciones de densidad, temperatura, etcétera que esa absurda cosmología
postula.
La abundancia de los elementos en el universo real -no einsteiniano, no relativista-, es
imposible de medir; es infinita la diversidad de elementos y la cantidad que de cada
elemento existe en esa extensión infinita.
Pero suponiendo que el universo fuese como el que el obtuso relativismo reivindica,
tampoco sería posible precisar la cantidad de elementos existentes en ninguna etapa de
su existencia.
La abundancia de elementos en el universo observable (galaxias y partículas, átomos y
polvo cósmico interestelares) únicamente se puede medir por medio de la espectrografía.
Pero con este instrumento sólo se tiene acceso a las capas más exteriores de las estrellas
y objetos interestelares, quedando fuera de su visión los estratos interiores y el propio
núcleo, los cuales contienen la mayor parte de la materia que las constituye. Y dado que
la estelar es la mayor parte de la materia del universo observable, la espectrografía es
entonces incapaz de reflejar la composición elemental del mismo.
Agreguemos a esto el hecho de que la espectrografía es un instrumento aún muy
deficientemente desarrollado, por lo que da lugar necesariamente a conclusiones
aberrantes, como la de la expansión del universo.
El terco relativismo no se arredra ante estos pequeños obstáculos y entonces supone que
el elemento que identifica en la superficie estelar es el resultado de la transformación de
otro u otros elementos, los cuales existen en el interior en una cierta proporción en
relación con aquel, razón que cumple las exigencias de la química atómica (fijadas por
medio del laboratorio o la especulación teórica); con estos elementos en la mano y
aplicando fórmulas estadísticas específicas se obtiene la abundancia de los elementos
progenitores, la cual se suma a la del producto y, ahí está, la abundancia de los
elementos en el universo espurio ha quedado plenamente establecida. Esta abundancia
reflejaría únicamente aquella que existiría en el universo observable, por lo que quedaría
fuera de esa contabilidad la enorme cantidad de materia restante que llena el universo
elíptico relativista.
Suponiendo lo imposible, la existencia del universo relativista, la obtención de la
abundancia de los elementos que lo componen sería absolutamente irrealizable a causa
de la intrínseca falibilidad del único medio que se podría utilizar para ello, la
infradesarrollada espectrografía, pues sus resultados serían superficiales e incompletos,
aún en el caso de que fuesen ciertos; sería entonces una abundancia meramente
especulativa.
Esa abundancia absolutamente irreal no tendría la capacidad de reflejar el proceso de
formación de los elementos debido a la retorcida relación que se establece entre ellos para
acomodarlos al esquema preconcebido de tiempos y condiciones de las distintas
reacciones generatrices químico-atómicas.
Después de estos pequeños e inocuos tropezones, la abundancia imaginaria de los
elementos en el universo ficticio de la cosmología relativista ha sido precisada. Desde
luego que su validez tiene su base en 1 % de hechos comprobados y 99 % de hipótesis, la
mayoría de ellas no formuladas racionalmente.
El relativismo pasa ahora a establecer la relación entre la abundancia actual de los
elementos, tan defectuosamente determinada, y el origen del universo. Sostiene que, de
alguna manera, la abundancia existente permitirá desvelar el proceso de formación de los
elementos en las primeras fases de la evolución del universo que la imaginación relativista
ha concebido.
El supuesto fundamental es el paso desde la fragmentación hacia la condensación de la

282
materia. El punto de partida es una nebulosa formada por partículas elementales. Los
“quarks” se integran en unidades mayores, neutrones, protones y electrones, éstos, a su
vez, en el nucleído Hidrógeno, el cual se condensa en formaciones estelares, en donde su
“quema” da lugar al nucleído Helio. En las estrellas continúa el proceso de condensación
de la materia y formación de los restantes elementos.
Al término, en el universo actual se encontrarán todos los elementos formados en la
evolución anterior, ya sea en estado libre o constituyendo sustancias y compuestos. Las
relaciones entre la abundancia de cada elemento y la de la totalidad de ellos o la de uno
en particular remiten al proceso de su creación.
La química atómica ha establecido, con más o menos precisión, en parte
experimentalmente, en parte en forma teórica, los insumos y las reacciones que dan lugar
a los distintos elementos; esto comprende cantidades, temperaturas, tiempos, etcétera.
La moderna astrofísica, en lo que tiene de racional cuando logra superar las trabas de la
cosmología relativista –la cual es parte inseparable suya-, ha desarrollado un modelo del
proceso de la formación de los elementos en relación con la evolución estelar,
primordialmente en la Vía Láctea. Ha encontrado que en la actualidad las diversas
estrellas se encuentran cada una en una etapa determinada del proceso de producción de
elementos a partir del Hidrógeno y el Helio y ha establecido teóricamente la concatenación
entre esas fases formativas, con lo que esboza un esquema de la probable evolución
estelar en la Vía Láctea y, por extensión, de las galaxias en general.
La cosmología relativista, atenta siempre a todo el conocimiento científico que se produce
con la finalidad de apropiárselo descaradamente, desnaturalizarlo y, una vez que lo ha
desvirtuado brutalmente, utilizarlo para formular sus despropósitos teóricos, toma los
aportes de la química atómica y la parte racional de la astrofísica y los somete a las
absurdas exigencias de la cosmología relativista.
Lo primero que establece es el marco dentro del cual realizará su trabajo. Esto es, postula
el universo elíptico en expansión que tiene su origen en un átomo infinitamente denso,
caliente y pequeño. Determina, proyectando la tasa de expansión hacia atrás, el tiempo
que se ha consumido y el espacio que se ha formado desde el inicio hasta el momento
presente. Dentro de esta extensión temporal y espacial debe, literalmente, acomodar los
procesos y las concatenaciones que le proporcionan la química atómica y la astrofísica.
En un verdadero juego, manipula las reacciones químicas, cantidades, temperaturas,
densidades, etcétera, distorsionándolas para que se ajusten al espacio de tiempo
predeterminado y a la secuela importada de la astrofísica, ahora considerada como
produciéndose en el universo todo; de esta acrobacia metafísica resulta, por necesidad,
un adefesio monstruoso, contrahecho, formado por reacciones químicas adulteradas,
fantasiosas, tiempos absurdos para los movimientos siderales (centésimas de segundo,
segundos, minutos, horas, de un tiempo geocéntrico que se utilizan inconsecuentemente
para medir supuestos procesos cósmicos absolutamente inconmensurables), densidades
inventadas, expansiones del espacio caprichosas, equilibrios arbitrarios, cohesiones y
fragmentaciones atómicas inconcebibles, etcétera.
¡El torpe relativismo ni siquiera a su propio engendro puede dar una naturaleza y una
estructura medianamente coherentes!
Todo este espectáculo físico-circense ha sido presidido por la ecuación de campo de
Einstein, cuyo valor científico más alto radica en que de ella se puede extraer cualquier
conclusión que se quiera.

La radiación cósmica de fondo


Previsoramente, Gamow, en los trabajos que ya hemos examinado, había separado la
materia en materia propiamente dicha y radiaciones y confería a estas últimas
características sobre-naturales, metafísicas, como las de conservarse siempre iguales al
margen de las transformaciones generales de la materia, concentrarse en un lugar de
existencia imposible, en una capa esférica en el borde indeterminado e indeterminable del

283
universo, viajar eternamente en movimientos radiales hacia el centro del mundo o en
traslaciones a través de los círculos máximos, volviendo siempre al punto de partida,
etcétera. La prevención gamowiana tenía por objeto justificar con otro argumento más la
veracidad de la teoría cosmológica relativista. Era posible encontrar partículas y
elementos fósiles que se hubiesen conservado sin cambio desde el momento de la gran
radiación o explosión, los cuales constituirían la prueba fehaciente de ese acontecimiento.
Ya adelantamos algo sobre la naturaleza irracional y anticientífica de esta pretensión. En
lo que sigue transcribiremos los trabajos en los que este argumento toma su forma
moderna; son los papeles de Penzias y Wilson y Dicke, Peebles y Wilkison; después de ello
ampliaremos las consideraciones que sobre este tema ya hemos expresado en el análisis
de los conceptos de Gamow.
Fueron Penzias y Wilson quienes alborotaron la estulticia relativista con el
descubrimiento de una radiación de cuerpo negro, isómétrica (que registraba la misma
intensidad desde cualquier punto de la bóveda celeste), sin variaciones estacionales, con
un valor cercano a los 3.5o K y con un origen mucho más allá de los cuerpos celestes
conocidos.

Las mediciones de la temperatura efectiva de la estática del cenit por la antena de bocina
receptora de 20 pies (Crawford, Hogg, y Hunt 1961) en el Laboratorio de Crawford Hill,
Holmdel, New Jersey, a 4080 Mc/s, han resultado en un valor de cerca de 3.5 o K más alto
de lo esperado. Este exceso de temperatura es, dentro de los límites de nuestras
observaciones, isotrópico, no polarizado, y libre de variaciones estacionales (Julio, 1964-
Abril, 1965). Una posible explicación para el exceso observado de temperatura del ruido es
la que han dado Dicke, Peebles, Roll, y Wilkinson (1965) en una carta anexada en esta
publicación.
La temperatura total medida por la antena en el cenit es 6.7 o K, de los cuales 2.3 o K son
debidos a la absorción atmosférica. La contribución debido a las pérdidas óhmicas en la
antena y a la resonancia es 0.9o K.190
Esta radiación no era atribuible a ningún cuerpo en el universo “observable”, por lo que
se imputó a una fuente muy lejana, en realidad situada en los confines del universo, en
su borde mismo, la cual, sorprendentemente, constituía un remanente de la explosión
originaria que milagrosamente se mantenía en su estado primigenio.
En el mismo Astrophysical Journal en el que se daba cuenta de ese portentoso
descubrimiento, Dicke, Peebles y Wikinson hacen la primera interpretación relativista del
mismo.
Uno de los problemas básicos en cosmología es el de la singularidad, característica de las
soluciones cosmológicas familiares de la ecuación de campo de Einstein. También es
desconcertante la presencia en exceso de materia sobre antimateria en el universo, porque
se piensa que los bariones y leptones se conservan. Entonces, en el marco de la teoría
convencional no podemos entender el origen de la materia o del universo. Podemos
distinguir tres intentos principales de resolver estos problemas.
1. La asunción de creación continua (Bondi y Gold 1948; Hoyle 1948), la cual evita la
singularidad postulando la existencia de un universo en expansión por todos los tiempos y
una continua pero lenta creación de materia nueva en el universo.
2. La asunción (Wheeler 1964) de que la creación de nueva materia está íntimamente
relacionada con la existencia de la singularidad, y que la solución de ambas paradojas
puede ser encontrada en un tratamiento cuántico mecánico adecuado de las ecuaciones de
campo de Einstein.
3. La asunción de que la singularidad es el resultado de una sobre idealización, el
requerimiento de estricta isotropía o uniformidad, y que esto podría no ocurrir en el mundo
real (Wheeler 1958; Lifchitz y Khalatnikov 1963).
Si esta tercera premisa es aceptada tentativamente como una hipótesis de trabajo, lleva
consigo una posible solución a la segunda paradoja, porque la materia que vemos ahora a
nuestro alrededor representa el mismo contenido de bariones de la expansión previa de un
universo cerrado, oscilando por siempre. Esto nos releva de la necesidad de entender el
190
Alpher, Ralph A. and Robert C. Herman, Remarks on the Evolution of the expanding Universe
Applied Physics Laboratory, The Johns Hopkins University, Silver spring, Maryland (Received
December 27, 1948)

284
origen de la materia en cualquier tiempo finito en el pasado. En este escenario es esencial
suponer que al tiempo del máximo colapso la temperatura del universo excedería 10 10 oK,
para que las cenizas del ciclo previo fuesen procesadas como hidrógeno requerido para las
estrellas en el próximo ciclo.
Aún sin estas hipótesis tiene interés inquirir acerca del universo en estos primeros tiempos.
Desde este más amplio punto de vista es necesario no limitar la discusión a los modelos
cerrados oscilantes. Aún si el universo tuvo un origen singular debería haber sido
extremadamente caliente en sus primeras etapas.
¿Podría el universo ser llenado con radiación de cuerpo negro desde este posible estado de
alta temperatura? Si así es, es importante notar que en la medida en que el universo se
expande, el corrimiento cosmológico al rojo serviría para enfriar adiabáticamente la
radiación, mientras se conserva el carácter termal. La temperatura de radiación variaría
inversamente al parámetro de expansión del universo.
Es posible esperar la presencia de radiación termal, proveniente de la bola de fuego, si
podemos trazar la expansión del universo hacia atrás hasta un tiempo cuando la
temperatura era del orden de10 10 oK (~mec2). En ese estado, esperaríamos encontrar que la
abundancia de electrones se ha incrementado sustancialmente, debido a la producción
termal del par-electrón, a una densidad característica de la temperatura solamente.
Inmediatamente se verifica que, cualquiera que sea la historia precisa del universo, la
longitud de absorción del fotón se volvería corta con esta alta densidad del electrón, y el
contenido de radiación del universo se habría ajustado rápidamente a una distribución del
equilibrio termal debido a los procesos de creación-par y aniquilación. Este ajuste requiere
un corto intervalo de tiempo comparado con el tiempo característico de la expansión del
universo, ya sea que se trate del cosmológico de la relatividad general o de la teoría de la
rápida evolución de Brans-Dicke (Brans y Dicke 1961).
El anterior argumento del equilibrio puede ser aplicado también a la abundancia de
neutrones. En la época en que T>1010 oK, la abundancia de electrones y protones altamente
termales sería suficiente para asegurar una abundancia de electrones tipo neutrinos en
equilibrio termal, asumiendo la presencia de procesos de producción de pares de neutrino-
antineutrino. Esto significa que una distribución estrictamente termal de neutrinos y
antineutrinos, en equilibrio termal con la radiación, habría sido emitida en la fase de alta
contracción. Posiblemente, aún la radiación gravitacional podría estar en equilibrio termal.
Sin algún conocimiento de la densidad de la materia en la bola de fuego primordial no
podemos establecer la actual temperatura de la radiación. Sin embargo, un límite superior
aproximado es proveído por la observación de que la radiación de un cuerpo negro a una
temperatura de 40 oK proporciona una densidad de energía de 2x10 -29 gm cm3 muy
aproximada al total máximo de energía compatible con la constante de Hubble y el
parámetro de aceleración. Evidentemente, sería de considerable interés intentar detectar
esta primitiva radiación directamente.
Dos de nosotros (P. G. R. y D. T. W) hemos construido un radiómetro y una antena de
recepción capaces de una medida absoluta de radiación termal a una longitud de onda de 3
cms. La elección de la longitud de onda fue dictada por dos consideraciones, una, que a
longitudes de onda muy cortas la absorción atmosférica sería un problema, y otra, que a
longitudes de onda mayores las emisiones galácticas y extragalácticas serían apreciables.
Extrapolando de la radiación de fondo observada a longitudes de onda mayores (~100 cms.)
de acuerdo con el espectro de la ley de fuerza característica de la radiación del sincrotrón...
podemos concluir que el total de la radiación de fondo a 3 cms. debido a las fuentes
galácticas y extragalácticas no debería exceder de 5x10 -3 oK cuando se toma el promedio de
todas las direcciones. La radiación a 3 cms. de las estrellas es <10-9 oK. La contribución a la
radiación de fondo debido a la atmósfera se espera que sea aproximadamente de 3.5 oK, y
esto puede ser medido acuciosamente ajustando la antena (Dicke, Beringer, Kyhl, Vane
1946).
Mientras que nosotros no obtuvimos resultados con nuestros instrumentos, recientemente
supimos que Penzias y Wilson (1965), de los laboratorios Bell Telephone, han observado
radiación de fondo a una longitud de onda de 7.3 cms. Intentando eliminar (o contabilizar)
toda contribución al ruido a la salida de su receptor ellos terminaron con un residuo de 3.5 o
± 1 oK. Aparentemente esto podría ser debido a radiación de origen desconocido entrando a
la antena.
Es evidente que son necesarias más mediciones para determinar un espectro y esperamos
continuar nuestro trabajo a 3 cm. Esperamos también ir a una longitud de onda de 1 cm.
Entendemos que mediciones a longitudes de onda mayores que 7 cms. pueden ser llevados

285
por Penzias y Wilson.
Una temperatura mayor que 1010 oK durante la fase de alta contracción del universo es
implicada fuertemente por una temperatura actual de 3.5 o para la radiación de cuerpo
negro. Hay dos casos razonables para considerar. Asumiendo una cosmología oscilatoria
libre de singularidad, creemos que la temperatura debe haber sido suficientemente alta
como para descomponer los elementos pesados del ciclo previo, ya que no hay evidencia
observacional de cantidades significativas de elementos pesados en las partes exteriores de
las estrellas más viejas de nuestra galaxia. Si la solución cosmológica tiene una
singularidad, la temperatura se elevaría mucho más allá de los 10 10 oK al aproximarse a la
singularidad (ver, p. ej. Fig. 1).
Ha sido señalado por uno de nosotros (P. J. E. P.) que la observación de una temperatura
tan baja como 3.5o K, juntamente con la abundancia estimada de helio en la protogalaxia,
da alguna evidencia importante acerca de las cosmologías posibles (Peebles, 1965).[
Esto es así de la siguiente manera. Considerando de nuevo la época T>> 1010 oK, vemos que
la presencia de electrones y neutrinos termales habrían asegurado una abundancia casi
igual de protones y neutrones. Una vez que la temperatura ha caído tan bajo que la foto
disociación de deuterio no es tan grande, los neutrinos y protones pueden combinarse para
producir deuterio, el cual a su vez rápidamente se transforma [burns] en helio. Este fue el
tipo de proceso imaginado por Gomow, Alpher, Herman y otros (Alpher, Bethe y Gamow
1948; Alpher, Follin y Herman 1953, Hoyle y Tayler 1964). Evidentemente la cantidad de
helio producida depende de la densidad de la materia en el tiempo en que la formación de
helio se hizo posible. Si en este tiempo la densidad de los nucleones era suficientemente
grande, una cantidad apreciable de helio podía haber sido producida antes de que la
densidad cayera tan bajo para que las reacciones se produjesen. Entonces, desde un límite
superior a la posible abundancia de helio en la protogalaxia, podemos poner un límite
superior a la densidad de la materia al tiempo de la formación de helio (lo cual ocurre a una
temperatura suficientemente definida, casi independendiente de la densidad) y entonces,
dada la densidad de la materia en el actual universo, tenemos un límite inferior en la actual
temperatura de la radiación. Este límite varía como la raíz cúbica de la actual densidad
media asumida de la materia.
Mientras que poco es confiablemente conocido acerca del posible contenido de helio de la
protogalaxia, un límite superior razonable consistente con la actual abundancia de
observaciones es 25 porciento helio por masa. Con este límite, y asumiendo que la
relatividad general sea válida, entonces si la actual temperatura de radiación fuese 3.5 o K,
concluimos que la densidad de la materia en el universo podría no exceder de 3x10 -32 gm
cm3 (ver Peebles 1965, para un detallado desarrollo de los factores que determinan este
valor). Este es un factor 20 abajo de la densidad promedio estimada de la materia en la
galaxia (Oort 1958), pero esta estimación no es lo suficientemente confiable para ser válida
en esta densidad baja.
Conclusiones
Mientras todos los datos no estén en la mano, proponemos presentar aquí las conclusiones
posibles que se pueden establecer si consideramos tentativamente que las mediciones de
Penzias y Wilson (1965) indican una radiación de cuerpo negro de 3.5 oK. También
asumimos que el universo puede ser considerado isotrópico y uniforme y que la actual
densidad de energía en radiación gravitacional es una pequeña parte del todo. Wheeler
(1958) ha señalado que la radiación gravitacional podría ser importante.
Con el propósito de obtener resultados numéricos definitivos consideramos que la edad
actual [del universo], según el corrimiento al rojo de Hubble, es de 10 10 años.
Asumiendo la validez de las ecuaciones de campo de Einstein, la discusión anterior y los
valores numéricos imponen severas restricciones al problema cosmológico. Las
conclusiones posibles son discutidas convenientemente bajo dos rubros: la asunción del
universo ya sea como un espacio abierto o uno cerrado.
Universo abierto. De las observaciones actuales no podemos excluir la posibilidad de que la
total densidad de la materia en el universo esté sustancialmente por debajo del valor
mínimo de 2x10-29 gm cm3 requerido por un universo cerrado. Asumiendo que la relatividad
general es válida, hemos concluido de la discusión de la conexión entre la producción de
helio y la actual temperatura de radiación que la densidad material actual en el universo
debe ser ≤ 3x10-32 gm cm3, un factor de 600 más pequeño que el límite para un universo
cerrado. La densidad de la energía de la radiación termal es aún más pequeña, y de acuerdo
con la anterior argumentación esperamos que lo mismo sea verdad para los neutrinos.
Aparentemente, con la asunción de la relatividad general y una temperatura primordial

286
consistente con los actuales 3.5o K, estamos forzados a adoptar un espacio abierto, con
muy baja densidad. Esto descarta la posibilidad de un universo oscilante. Además, como
Einstein (1950) señaló, este resultado es inequívocamente no-Machiano en el sentido de que
con una tal baja densidad de masa no se puede asumir razonablemente que las
propiedades inerciales locales del espacio son determinadas por la presencia de materia
más que por alguna propiedad absoluta del espacio.
Universo cerrado. Este podría ser el tipo de universo oscilante visualizado en los
señalamientos introductorios, o podría ser un universo en expansión desde un estado
singular. En el marco de la presente discusión la densidad de masa requerida en exceso de
2x10-29 gm cm3 podría no ser debida a la radiación termal o a neutrinos, y se debe presumir
que es debido a la materia ordinaria, quizá gas intergaláctico uniformemente distribuido o
en grandes nubes (pequeñas protogalaxias) que no han generado aún estrellas (ver Fig. 1).
Con este gran contenido de materia, el límite puesto a la temperatura de radiación por el
bajo contenido de helio del sistema solar es muy severo. La temperatura actual de cuerpo
negro se espera que exceda 30 oK (Peeble 1965). Un camino que hemos encontrado
razonablemente capaz de decrecer este límite inferior a 3.5 o K es introducir un escalar de
campo de cero masa en la cosmología. Es conveniente hacer esto sin invalidar la ecuación
de campo de Einstein, y la forma de la teoría para la cual la interacción escalar aparece
como una ordinaria interacción de materia (Dicke 1962) ha sido empleada. La ecuación
cosmológica (Brans y Dicke 1961) fue integrada originalmente sólo para un frío universo,
pero una reciente investigación de las soluciones para un universo caliente indican que con
el campo escalar el universo se habría expandido a través del rango de temperatura T~ 109
0
K tan rápidamente que esencialmente no se habría formado el helio. La razón para esto es
que la parte estática del campo escalar contribuye con una presión justamente igual a la
densidad de energía del campo escalar. Por contraste, la presión debida a la radiación
electromagnética incoherente o a partículas relativistas es un tercio de la densidad de
energía. Entonces, si nos movemos hacia atrás a un universo altamente contraído,
encontraríamos que la densidad de energía del campo escalar excede a todas las otras
contribuciones, y que esta energía del campo escalar rápidamente incrementada provoca
que el universo se expanda a través de la altamente contraída fase mucho más rápidamente
de lo que lo haría si el campo escalar desapareciera. El elemento esencial es que la presión
se aproxima a la densidad de energía, en más que un tercio de ésta. Cualquier otra
interacción que pudiera causar esto, tal como el modelo de Zel'dovich (1962), evitaría
también una apreciable producción de helio en el altamente contraído universo.
Retornando al problema planteado en el primer parágrafo, concluimos que es posible poner
la conservación del barión en un camino razonable si el universo es cerrado y oscilatorio.
Para evitar una producción catastrófica de helio, o la densidad actual de la materia debería
ser <3x10-32 gm cm3, o existir alguna forma de energía [energy content] con una presión
muy alta, como el escalar de cero masa, capaz de moverse rápidamente en el universo
durante el período de formación del helio. Para tener un espacio cerrado se necesita una
densidad de energía de 2x10 -29 gm cm3. Sin un escalar cero-masa, o alguna otra interacción
“fuerte”, la energía no podría estar en la forma de materia ordinaria y se puede presumir
que sea radiación gravitacional (Wheeler 1958).
Otra posibilidad para cerrar el universo, con la materia proveyendo el contenido de energía,
es la asunción de que el universo contiene una abundancia neta de electrón tipo neutrino
(en exceso respecto de los antineutrinos) grandemente mayor que la abundancia de
nucleones. En este caso, si la abundancia de neutrinos fuese tan grande que esos neutrinos
degenerasen, la degeneración habría forzado un pequeñísimo equilibrio de la abundancia de
neutrones en el primitivo altamente contraído universo, removiendo entonces la posibilidad
de que reacciones nucleares llevasen a la formación de helio. Sin embargo, la razón
requerida de leptón a barión debe ser >109.

287
Fig. 1. Posible historia termal del universo. El cuadro muestra la historia termal previa del
universo asumiendo un modelo cosmológico homogéneo, isotrópico, conforme con la
relatividad general (un campo no escalar), la actual densidad de la materia de 2x10-29 gms.
cm3 y la actual radiación termal de una temperatura de 3.5 o K. La escala horizontal inferior
puede ser considerada simplemente la distancia propia entre dos galaxias con movimiento
común [two chosen fiducial co-moving galaxies (points)]. La escala horizontal superior es el
tiempo propio de la tierra. La línea marcada “temperatura” se refiere a la temperatura de la
radiación termal. La materia permanece en equilibrio termal con la radiación hasta que el
plasma se recombina al tiempo indicado. Posteriormente la expansión siguiente enfría la
materia no limitada gravitacionalmente [not gravitationally bound] más rápido que la
radiación. La densidad de masa en la radiación es p r. La actual pr es sustancialmente
menor que la densidad de masa en la materia p m, pero, en el universo temprano p r excede a
pm. Hemos indicado el tiempo cuando el universo exhibió una transición desde las
características de un modelo de radiación a otro lleno de materia.
Viendo hacia atrás en el tiempo, en tanto la temperatura se aproxima a los 10 10 oK los
electrones devienen relativísticos, y la creación termal del par-electrón incrementa
agudamente la densidad de la materia. A temperaturas algo más grandes que 10 10 oK estos
electrones podrían ser tan abundantes que asegurasen una abundancia de neutrino termal
y una razón abundante neutrón-protón termales. Una temperatura de este orden sería
requerida también para descomponer los núcleos provenientes del ciclo previo en un
universo oscilante. Nótese que los nucleones son aquí no-relativísticos.
Los neutrones termales decaen hacia el límite de la derecha de la región indicada de
formación de helio. Hay un límite en el lado izquierdo de esta región porque a más altas
temperaturas la foto disociación remueve el deuterio necesario para formar helio. La
dificultad con este modelo es que la mayor parte de la materia terminaría transformada en
helio.191
La cosmología relativista trabaja con una serie de modelos, de los cuales, uno de ellos, si
se ajusta a los requerimientos de la ecuación de Einstein y si, mediante extrapolaciones
fantasiosas de los procesos químico-atómicos y de las condiciones en que éstos se
producen, obtenidos experimentalmente, por la observación terrestre o mediante la
especulación teórica, se ciñe a las fases inventadas de una expansión del universo
191

Aller, Lawrence H., The abundance of the elements, the observatory of the University of Michigan,
Ann Arbor, Michigan. Interscience Publishers, Inc., New York Interscience Publishers Ltd., London,
1961

288
inexistente, será el que alcance el reconocimiento pleno de esta ciencia infusa y se le
declare la verdad del universo.
Dicke, Peebles y Wilkinson dejan abierta la posibilidad de que el universo encaje en uno u
otro de esos modelos, lo cual depende de la comprobación o no de los supuestos en que
cada uno de ellos se basa.
Sea éste un universo cerrado o abierto, que se haya originado en una singularidad o
exista desde siempre, que la materia sea ahora la misma cantidad que en el origen o haya
sido creada lenta pero continuamente, etcétera, lo que tienen en común estos modelos
como su base de sustentación es el prejuicio de la expansión sideral.
En cualquiera de esos modelos, en una fase inicial de la expansión, la materia en
formación debió tener una temperatura que rondaba los 1010 oK.
En este punto se da una separación entre la materia bariónica y la radiación.
La radiación deja de interactuar con la materia y se mantiene como tal indefinidamente.
Se vuelve “trasparente” y puede pasar entre los átomos sin alterarlos ni ser modificada
por ellos.
La conservación de la naturaleza originaria de la radiación es un supuesto vital para la
cosmología relativista. Es la oportunidad de tener un testimonio fidedigno del principio
del mundo, y desde luego que no duda en proporcionársela a sí misma mediante este
truculento expediente.
Dicke, Peebles y Wilkinson buscaban ya por su cuenta, en el firmamento infinito, las
radiaciones que, por su origen y tiempo de existencia, hubiesen sido emitidas en aquella
lejana época en que la materia en general tendría una temperatura cercana a los 10 10 oK y
el tiempo de existencia y radio del universo fueran infinitamente pequeños. En uno u otro
modelo de los que nuestros físicos contemplaban, la presunta existencia de esas
radiaciones constituía la prueba inobjetable de que en el universo, al igual que en las
capas geológicas, quedaban fósiles que mostraban el estado y condiciones en que se
encontraba al menos una parte de la materia en las épocas primigenias.
Esto era de particular importancia para las teorías que tenían como su cimiento la
existencia de una singularidad como punto de partida (de entre ellas, quedó al fin como
dueña del campo la teoría del big bang) porque esa materia fósil (radiaciones)
proporcionaba la evidencia de las características de la materia en la etapa
inmediatamente posterior a la explosión inicial y, por tanto, dotaba de veracidad a la
misma singularidad, a las fases y los tiempos de la evolución cosmológica, a las
transformaciones químicas y atómicas postuladas, en suma, le daba un sustento
poderosísimo a la obtusa cosmología relativista.
Así estaban las cosas cuando los ingenieros de la Bell, Penzias y Wilson, en el desempeño
de su trabajo, se toparon con esa misteriosa radiación de 3.5 oK que remitía su origen
exactamente a la inventada fase previa de los 1010 oK de temperatura.
Desde entonces la cosmología relativista emitió el certificado de verdad científica
irrefutable a la naturaleza de fósil cosmológico de la radiación de cuerpo negro de 3.5 oK
y, por extensión, a la singularidad de origen, a la edad y medida del universo, a las fases
de su evolución, a los procesos de formación de los elementos y sustancias, etcétera, y su
trabajo posterior consistió solamente en refinar las especulaciones infundadas para hacer
que todo engarzara de una manera más perfecta.
El WMAP fue un programa destinado a captar las radiaciones cósmicas desde un satélite,
evitando así las alteraciones en su percepción debidas a la atmósfera terrestre. Desde
luego que por este medio se confirmaron y pulieron todos los prejuicios relativistas, desde
aquel de la naturaleza fósil de las radiaciones de valor en torno a 3.5 oK, hasta los de la
existencia de una abundancia específica de los elementos y de la naturaleza de las
reacciones químico-atómicas en el origen y evolución del falso universo relativista.
En la Figura 1 del papel de Dicke, Peebles y Wilkinson se concentran todas las falacias de
la cosmología relativista.
La escala horizontal inferior representa el tamaño del radio del universo ficticio, desde 0
hasta el que tiene en la actualidad, es decir, desde su nacimiento hasta nuestros días.
Esto no tiene ningún sentido porque su punto de apoyo es el hecho falso de la expansión

289
del universo. La división en partes del radio actual para determinar las fases de la
expansión del universo carece, por tanto, como ésta, completamente de realidad alguna.
En la escala horizontal superior se consigna el tiempo de existencia del universo
maquinado, desde su nacimiento, t0, hasta los días que corren. Este tiempo se obtiene
tomando la tasa de expansión actual (inexistente) y proyectándola hacia atrás en el
tiempo hasta llegar al momento en que la expansión es 0. Ya que la expansión del
universo no existe, entonces ni el tiempo total de vida del universo ni cualquier división
de esa extensión tienen realidad alguna.
En la escala vertical izquierda se colocan las pretendidas temperaturas del universo
imaginario, desde la que tiene en el momento de la explosión originaria hasta la que
registra en el tiempo presente. Estas temperaturas son espurias, inexistentes, porque su
fuente, el universo elíptico, tampoco existe.
En la escala vertical derecha se expresa la densidad de la materia a lo largo del período de
existencia del universo. Esto también es una invención del relativismo, una conclusión a
la que llega mediante la extrapolación de una densidad del universo observable obtenida
con meras especulaciones acerca de las masas de los cuerpos celestes y de la materia
interestelar y aplicada, con base en el principio de la evolución estelar del paso desde la
materia enrarecida hasta la materia condensada, de una manera que se ajusta a sus
necesidades de dar cuerpo a la falacia cosmológica.
En la misma escala horizontal inferior se plasma el proceso de creación de los elementos
en relación con la escala del radio del universo, evolución que se puede conectar también
con las escalas del tiempo, densidad y temperatura.
El radio del universo se incrementa, con el paso del tiempo, desde la explosión originaria,
mientras que la temperatura y la densidad descienden, o, dicho de otro modo, en tanto
más corto es el tiempo que ha pasado desde la explosión originaria, más pequeño, denso
y caliente es el universo.
De acuerdo con la irracional cosmología relativista, cuando el radio del universo tiene un
valor cercano a la 10-10 ésima parte del radio actual, la materia se encuentra en un estado
de desagregación, formada por electrones relativísticos, protones, neutrones, neutrinos y
otras partículas sub-atómicas que han alcanzado esa naturaleza a partir de un estado
previo de mayor fragmentación en quarks, leptones, etcétera, que es como se presenta la
materia al momento de la explosión originaria, la cual se produce cuando el radio se
encuentra infinitamente cercano al 0.
En una extensión desde aproximadamente la 10 -9 hasta la 10-8 ésima parte del radio
actual aquellas partículas se combinan para formar nucleídos de Helio. En el período
comprendido entre una longitud del radio de 10 -8 a 10-4 ésima parte del radio, a partir del
helio formado en la etapa anterior se constituyen nucleídos más complejos que son
elementos diversos con más protones y mayor peso atómico; cuando las partículas se
transforman en nucleídos emiten radiaciones de cierto tipo; igualmente, el tránsito de los
nucleídos más elementales a los más complejos implica la emisión de radiaciones; éstas,
a su vez, actúan sobre las partículas elementales y los nucleídos para transformarlos en
otros; hay una mutua implicación entre la llamada materia bariónica y las radiaciones: su
ser es transformarse uno en el otro. En el esquema relativista que estudiamos, este
proceso de mutua implicación cesa al llegar el radio del universo a la 10-3 ésima parte de
su extensión actual; a partir de entonces, la materia y la radiación entran en equilibrio, se
confinan en espacios distintos y sólo existen uno al lado del otro, sin relaciones mutuas.
De esta época, y de algún lugar indeterminado (de la cáscara o de los intersticios del
universo), provienen las radiaciones que llegan hasta los asombrados oídos de los
ingenuos relativistas.
Las particiones que se hacen no tienen realidad alguna porque se refieren a algo
inexistente, el radio del universo elíptico inventado por la cosmología relativista; esa
división obedece a la necesidad de acomodar una evolución imaginada a un espacio y un
tiempo ficticios; la naturaleza de los procesos químico-atómicos que se colocan en esas
parcelas, determinada por la experimentación o la teoría, ha sido burdamente alterada
para ajustarla a las necesidades de la argumentación relativista; las temperaturas y las

290
densidades de la materia en los distintos estadios evolutivos figurados son también
especificaciones arbitrarias. Ni el universo elíptico, ni los procesos químico-atómicos, la
densidad y temperatura de la materia en ese universo, ni el origen y actualidad del mismo
tienen entidad alguna, son completamente irreales, inexistentes en su totalidad.
La adulteración más burda es la que la cosmología relativista hace de la relación entre lo
que se denomina materia bariónica y radiación; esa mistificación ya la hemos analizado
en lo anterior.
Estultamente, la cosmología relativista pretende que la radiación deja en algún momento
de interactuar con el resto de la materia y se mantiene indefinidamente en ese estado, en
un lugar impreciso, desde donde se desplaza caprichosamente, a lo largo y lo ancho del
universo, hasta llegar a las antenas de la Bell. Esta pretensión es, en realidad, una
monstruosa violación a las más elementales leyes de la física atómica y pone de
manifiesto el modus operandi clásico del relativismo: la desnaturalización y retorcimiento
de todas las leyes de la física y de la química para ajustarlas a sus absurdas
proposiciones.
Los diligentes continuadores del doctor Einstein padecen necesariamente el mismo
síndrome que su maestro: todo lo que argumentan con el fin de demostrar sus desatinos
se trueca necesariamente en su contrario, en un razonamiento que los desacredita
totalmente.
En este caso, se plantea que las radiaciones fosilizadas provienen de los tiempos en los
que el radio del universo rondaba la 10 -10 ésima parte del radio actual y la materia tenía
una temperatura cercana a los 10 10 oK, y que desde entonces esas reliquias existen en esa
forma, la más cercana al estado que la materia tenía inmediatamente después de la
explosión originaria; pero el punto en el cual la radiación queda congelada, esto es,
cuando deja de convertirse en materia y ésta, a su vez, en radiación, es, de acuerdo con
la gráfica de Dicke, Peebles y Wilkinson, al alcanzar el radio del universo la extensión de
la 10-3 ésima parte del universo actual y la temperatura de la materia los 10 4 oK. Como se
ve, ni siquiera con sus propios supuestos y razonamientos puede la cosmología relativista
obtener los preciados residuos de la explosión originaria, puesto que esas radiaciones que
supuestamente se esparcirían por el universo y llegarían a la tierra, pertenecerían, bajo
esta hipótesis, a una etapa muy avanzada de la evolución sideral.
¿Qué es, entonces, la radiación cósmica de fondo?
Suponiendo sin conceder, como dicen los juristas, que el ruido captado por los ingenieros
de la Bell fuese en realidad una manifestación de radiaciones provenientes de materia
sideral (la duda es pertinente en atención a los enormes yerros que la espectrografía y la
radioastronomía han cometido, de los cuales no es el menor la confusión, cuando se mide
el corrimiento estelar al rojo, entre lo que éste expresa fundamentalmente, es decir, la
distancia del objeto astronómico, con un movimiento radial del mismo), entonces
podemos considerar que, dada la isotropía de aquellas y la homogeneidad de la materia
de extensión infinita que circunda nuestro planeta, delimitada ésta en un espacio esférico
cuyo radio sería el que correspondiese al tiempo de enfriamiento de la radiación desde
una temperatura original de 1010 oK hasta 3 oK, en los límites de esa esfera se estuviesen
produciendo múltiples fenómenos estelares que implicasen la formación de elementos a
esa alta temperatura (desde luego, coexistiendo con todas las otras fases de la evolución
estelar, incluso con agujeros negros), de donde provendrían las sutiles radiaciones
captadas en la superficie terrestre.
En suma, la radiación cósmica de fondo, suponiendo la veracidad de su existencia, no
constituye, bajo ningún concepto, un vestigio fósil de un estadio primigenio de un universo
inexistente. Su consideración como tal es el último elemento del fraude científico más
grande que se haya perpetrado jamás, constituido por la teoría de la relatividad y la teoría
del big bang.

291
CAPITULO XII

Los teoremas de Hawking y Penrose

Una vez establecidos los elementos fundamentales de la cosmología relativista, esto es, la
teoría de la relatividad con su remate en la ecuación de campo de Einstein, la hipótesis de
Hubble de la expansión del universo y la consideración de la radiación cósmica como un
remanente fósil de la explosión originaria, se imponía dotar a este engendro, denominado
teoría del big bang, de un sustento matemático-geométrico aparatoso, complicado,
realmente inextricable que, partiendo del prejuicio conforme al cual la matemática es la
ciencia de las ciencias, en cuyas fórmulas y ecuaciones se encuentra la verdad del
universo, le proporcionase sin apelación el carácter de una verdad científica
absolutamente inobjetable. De esta tarea se hicieron cargo dos “mentes brillantes”:
Penrose y Hawking.
Este último, indigno sucesor de la cátedra de Newton, es el que, con más tablas
mediáticas, ha popularizado los desatinos de la teoría del big bang, convirtiéndolos en el
nuevo sentido común de las masas.
En el apéndice No. 2 incluimos un extenso extracto de la principal obra de Hawking, The
large scale structure of space-time 192, escrita en colaboración con Ellis, en la cual se
expone exhaustivamente el andamiaje matemático-geométrico de la teoría del big bang.
La finalidad del trabajo de Hawking y Ellis es la determinación de la gran estructura del
espacio-tiempo, esto es, del espacio-tiempo del universo.
En la introducción de su trabajo declaran que sus argumentos se basan en la teoría
general de la relatividad de Einstein, la cual ha llevado a dos notables predicciones: el
destino final de las estrellas es formar un “hoyo negro” que contiene una singularidad y el
universo tiene su origen en una singularidad.
Su intención es desarrollar estos dos resultados, para lo cual, advierten, aplicarán los
conocimientos teóricos sobre las curvas “como-tiempo” (de partículas) y nulas (de
radiaciones luminosas) y las relaciones de causalidad que se establecen en el espacio-
tiempo.
Igualmente, anuncian que con el mismo propósito utilizarán el concepto de gravedad
establecido por la teoría de la relatividad general. La gravedad afecta en la misma forma a
cada partícula, como lo estableció Galileo, quien descubrió que los cuerpos caen con igual
velocidad; las partículas gravitacionales se unen y generan un campo que es mayor
conforme más grande es el cuerpo formado; la gravedad tiene una propiedad que
desempeña un papel fundamental en la estructura del universo: produce deflexión en los
rayos de luz. Por todo esto, es la gravedad la que configura la estructura causal del
universo y, por tanto, los eventos del espacio-tiempo que pueden estar relacionados
causalmente entre sí.
Los autores describirán varias soluciones exactas de la ecuación de Einstein; esta fórmula
es una expresión abstracta de la relación entre materia y energía por un lado y el espacio-
tiempo por el otro; mediante ella podría establecerse la estructura del universo, es decir,

192
Penzias A. A., R. W. Wilson, A measurement of excess antenna temperature at 4080 Mc/s,
Astrophysical Journal, Vol. 142, pp. 419-421, May 13, 1965, Bell Telephone Laboratories, Inc.
Crawford Hill, Holmdel, New Jersey

292
la relación entre toda la materia y la totalidad del espacio-tiempo. Las soluciones a la
ecuación de Einstein son distintas, dependiendo de los presupuestos de que se parte,
principalmente de la naturaleza física del universo. Así, las soluciones pueden ser para
un espacio vacío, un campo electromagnético, un fluido perfecto, una mezcla de
electromagnetismo y materia fluida, principalmente.
Su propósito es también establecer teoremas sobre la ocurrencia de singularidades en el
espacio-tiempo en el universo.
Una singularidad es un punto del espacio-tiempo en el cual los valores de las ecuaciones
que precisan el continuum son indefinidos o infinitos, esto es, un lugar en donde las leyes
físicas normales dejan de tener vigencia.
Lo que los autores pretenden en última instancia es determinar matemática y
geométricamente si la ecuación de campo de Einstein acepta las singularidades, cuya
existencia se ha postulado, y cuál es la naturaleza de las mismas.
Establecen de partida lo que consideran dos hechos indubitables: la existencia de hoyos
negros en el universo, es decir, regiones del mismo en las que las leyes físicas conocidas
no tienen ya vigencia, una singularidad, y de un punto material infinitamente pequeño,
denso, caliente y curvo, también una singularidad, que es el origen del universo.
Los hoyos negros son lugares siderales en los que se encuentran estrellas en su fase de
extinción. Por medios indirectos, ya que no se detectan radiaciones que broten del astro,
se determina su volumen y masa aproximados. Son estrellas cuya masa es igual, por
término medio, a cerca de 2 veces la del sol. En esa etapa de su declinación han
consumido casi todo su combustible atómico y por tanto producen muy pocas radiaciones
y éstas poseen una energía sustancialmente reducida; las radiaciones inician su camino
hacia el espacio exterior de la estrella, pero cuando la fuerza de gravedad supera la
energía del fotón, entonces se detienen y eventualmente caen sobre la superficie estelar;
nada sale ya del cuerpo celeste.
En un momento determinado, la actividad nuclear cesará en la estrella y, por
consecuencia, también la radioactividad. Se afirmará definitivamente su carácter de
cuerpo muerto.
Son dos sucesos destacados en este proceso.
Primero, el arribo de las radiaciones de la estrella a la distancia promedio después de la
cual no siguen adelante en su viaje. Con ella se forma una coraza esférica virtual, a la
cual Penrose, considerando absurdamente que tiene una existencia real, llama “trampa o
superficie retenedora”.
Segundo, la cesación definitiva de la producción de radiaciones y por tanto de su emisión.
Ninguno de estos dos eventos constituye una singularidad. Los dos tienen valores
definidos, finitos, dentro del rango de vigencia de las leyes físicas.
La retención de las radiaciones dentro de la coraza virtual y su eventual caída a la
superficie de la estrella corresponden a un fenómeno físico mensurable, finito, que se
desarrolla entre la fuerza gravitatoria del astro y la energía del fotón. Sólo al relativismo
necio puede parecerle sobrenatural, singular, este sencillo y comprensible fenómeno físico
y bordar en torno de él un galimatías conceptual y matemático, un verdadero enredo
metafísico. El primer hecho en el que Hawking y Ellis hacen descansar sus argumentos,
es decir, la existencia de hoyos negros como una singularidad, no tiene objetividad
alguna, es completamente irreal.
El punto original es nulo por partida doble.
El punto singular, de infinita pequeñez, densidad, temperatura y curvatura, es decir, sin
valores determinados, es, precisamente a causa de esa indeterminación, la nada, carece
por completo de realidad física.
Por otro lado, el relativismo deriva la necesidad de la existencia del punto original de la
expansión radial del universo, cuya palmaria irrealidad ya hemos demostrado
prolijamente; el lugar primigenio, nulo en sí mismo, tampoco tiene sustantividad debido a
su nexo de causalidad con lo que no existe. Si la expansión del universo no es, tampoco
tiene éste su origen en un punto inmaterial.
El segundo hecho que Hawking y Ellis proponen como fundamento de sus

293
especulaciones, igual que el primero, no tiene realidad alguna, es simplemente la nada.
Los autores se han propuesto una tarea muy ambiciosa: determinar la gran estructura del
universo, y al final, estos ratones de montaña han gastado todas sus ratoniles facultades
en un roer ocioso, en una nimiedad: establecer si una mínima parte del universo, una
estrella en decadencia, o si un punto inexistente son singularidades físicas que la errónea
ecuación de campo de Einstein admite.
Para sacar adelante su propósito, primero declaran la validez absoluta, inobjetable de la
ecuación de campo de Einstein, y luego consideran, con la finalidad de encontrar aquella
en la que las singularidades se expliquen plenamente, las diversas soluciones que a esa
abstrusa fórmula se han dado.
Ya estudiamos por extenso, en el capítulo IX, la ecuación de campo de Einstein. Ahí
establecimos su verdadera naturaleza de instrumento absolutamente inservible para
reflejar la realidad física.
Su lado izquierdo es una desnaturalización, mediante la inclusión de la cuarta dimensión
t, de tensores que originalmente tenían el propósito de determinar la curvatura de una
superficie; ellos se aplican, así desvirtuados, a algo sin materialidad, inexistente, el
espacio-tiempo, por lo que su función es fijar la curvatura de la nada.
El lado derecho constituye una deformación, mediante su sumisión al “factor de Lorentz”,
de varios tensores, como los electromagnéticos de Maxwell, los de la mecánica
newtoniana, los físicos de densidad, momento, estrés, etcétera; con estos tensores así
deformados se hace una mixtura, un verdadero mazacote, del cual se pretende extraer un
efluvio físico, mensurable con la fórmula, también einsteiniana e igualmente inoperante, e
= mc2. Esa emanación ejerce una acción metafísica sobre el inexistente espacio-tiempo,
causándole un curvamiento imaginario.
La imposibilidad de determinar el tensor de energía-momento es reconocida plenamente
por Hawking y Ellis, aunque, a la manera típicamente einsteiniana, los físicos ofrecen una
salida a esta situación mediante una treta de sofista.
En el universo actual el tensor de energía-momento estará formado de contribuciones desde
un gran número de campos de materia diferentes. Por tanto sería imposiblemente
complicado (?) describir el tensor energía momento exacto aún si se conociera la forma
precisa de la contribución de cada campo y las ecuaciones de movimiento que lo gobiernan.
De hecho, se tiene una idea muy lejana del comportamiento de la materia bajo condiciones
extremas de densidad y presión (subrayado por GRE). Entonces parece que hay muy poca
esperanza de predecir la ocurrencia de singularidades en el universo a partir de las
ecuaciones de Einstein ya que no se conoce el lado derecho de las ecuaciones. Sin embargo,
hay ciertas desigualdades que es físicamente razonable asumir para el tensor de energía-
momento.193
Es físicamente imposible establecer la curvatura del espacio-tiempo, es decir, una
característica de algo que no tiene entidad, que no posee superficie, ni bordes, etcétera.
Pero el relativismo osado no se detiene ante obstáculo tan nimio, y con un aplomo
admirable propone que esa particularidad se reconozca y se mida por sus efectos, esto es,
por las trayectorias de las partículas y los fotones en los campos gravitacionales. El
camino que estas fracciones materiales sigan indicará la curvatura del espacio-tiempo
causada por la gravedad.
Como la realidad no da muchas oportunidades de analizar el comportamiento que en las
diversas radiaciones provoca la gravedad –Einstein únicamente registra la deflexión de la
luz de las estrellas fijas a su paso rasante sobre la superficie solar-, entonces el
relativismo toma el ancho camino de la especulación descarada. Somete teóricamente las
radiaciones a las contorsiones físicas más extravagantes para hacerlas transitar por la vía
que a sus intereses conviene.

193
Dicke, R. H., P. J. E. Peebles, D. T. Wilkinson, Cosmic Black-body Radiation, Astrophysical
Journal, Vol. 142, pp. 414-419 07, 1965, may 7, 1965, Palmer Physical Laboratory, Princenton,
New Jersey.

294
Recordemos que el espacio-tiempo es una entelequia, no existe, y que la energía-momento
es también la nada y que por tanto no puede tener ningún efecto sobre la materia. Es por
eso que las radiaciones únicamente obedecen a las vetustas leyes de la gravitación
universal de Newton y se desplazan de acuerdo a su movimiento inercial y la acción
gravitatoria de las masas.
Hawking y Hills pretenden que conociendo las trayectorias relativistas de las partículas y
los fotones se puede establecer la posibilidad de la existencia de singularidades en el
espacio-tiempo, concretamente, de los hoyos negros y el átomo primigenio.
Los rayos de la estrella en vías de extinción encuentran, según los autores, una trampa
que la rodea; las radiaciones provenientes del astro son retenidas y devueltas a la
superficie. Este fenómeno es el que se intenta explicar como una singularidad (es decir,
que en ella las ecuaciones que la expresan no tienen resultados definidos o que éstos son
infinitos) y para esto se impone visualizar los movimientos de esas radiaciones a la luz de
la hipergeometría, adefesio que construyó Minkowski para su pupilo Einstein.
El origen del universo en una singularidad, esto es, en un punto de infinita pequeñez,
densidad, temperatura y curvatura, en algo que no puede tener existencia física (todos los
lugares del universo, desde la partícula subatómica hasta la galaxia, tienen una
dimensión, una densidad, una temperatura y una curvatura determinadas, finitas),
también únicamente puede ser comprendido mediante los principios de la hipergeometría,
a través del comportamiento de las curvas como-tiempo y nulas en el mundo
minkowskiano.
En varias partes de los capítulos anteriores hemos abordado con suficiente extensión la
hipergeometría minkowskiana. Ahí llegamos a la conclusión de que sus líneas-mundo, es
decir, la representación de los movimientos materiales en un mundo imaginario de cuatro
dimensiones, las curvas como-tiempo y nulas (movimientos con velocidades menores e
iguales que la de la luz, respectivamente), no tienen ningún valor matemático ni
geométrico, no pueden caracterizar las traslaciones reales de los objetos. El sistema de
coordenadas minkowskiano es una deforme y pobre estructura de sólo dos coordenadas,
ambas espurias (el eje vertical, en el que el espacio se representa como un espacio, ct, y el
eje horizontal, en el cual se representan tres dimensiones en una sola). Las curvas
minkowskianas deben poder expresarse en otros sistemas de coordenadas. Se considera a
la otra estructura como siendo enteramente una línea-mundo; después se le despoja de
esa dualidad y se le deja sólo como el eje del tiempo, y a su conjugada se le atribuye ser el
eje de las x. El nuevo sistema se desplaza en relación con el anterior, al cual se le
considera fijo, y entonces se hacen las transposiciones correspondientes, de t a t’ y de x a
x’, utilizando la fórmula del factor de Lorentz; el espacio y el tiempo se han contraído y
dilatado respectivamente en el nuevo sistema de coordenadas. Como vemos, de un
sistema falso se obtiene otro igualmente erróneo, y a través de ambos se recae en el
extravío principal del relativismo: la contracción del espacio y la dilatación del tiempo.
Esta ficción de Minkowski de la existencia y naturaleza de las curvas como-tiempo y
nulas –para la metafísica relativista, lo que su exaltada imaginación fragua como una
fórmula matemática y geométrica engendra una contundente realidad- es tomada y
desarrollada por una cohorte de físicos relativistas, quienes, mediante toscas acrobacias
dialécticas obtienen un enredado galimatías que presentan como el último grito de la
ciencia.
Con todos estos elementos tejidos en torno a los despropósitos denominados curvas
como-tiempo y nulas, el relativismo ha fabricado un caótico revoltijo de tiempos, espacios,
curvas como-tiempo, nulas y como-espacio, de tal suerte que aplicando con energía el
seso, se pueden encontrar curvas que volviendo en redondo lleguen al punto de partida y
encuentren que aún no han iniciado su viaje; la ciencia ficción al uso se ve como un
infante frente a los portentos que en esta materia el relativismo alcanza: viajes en el
tiempo, mundos paralelos, ´mundos multidimensionales, etcétera.
Hawking y Hills someten a estudio el efecto de la curvatura del espacio-tiempo sobre las
familias de curvas como-tiempo y nulas, las cuales representarían flujos de fluidos o
historias de fotones. Establecen las fórmulas para determinar las tasas de cambio de la

295
vorticidad, shear estrés y expansión de las geodésicas. Postulan que las desigualdades del
tensor de energía-momento dan lugar a que la materia tienda a causar convergencia de
las curvas como-tiempo y nulas.
El relativismo obtuso pone en relación varias inexistencias: el espacio-tiempo (el
continuum cuadridimensional), las curvas geodésicas (líneas mundo minkowskianas que
son una representación irreal de las verdaderas trayectorias de flujos y fotones) y la
acción que el tensor de energía-momento (caricatura éste de la constitución real de la
materia) ejerce. Atribuye al tensor energía-momento la generación de una curvatura
específica en el espacio-tiempo, a través de la cual se determinan las características de
las geodésicas que representan los desplazamientos de flujos y partículas.
Todo esto es, como ya lo establecimos, completamente irreal. Ni el continuo, ni las curvas,
ni el tensor tienen materialidad alguna. Se abre el ancho campo de la especulación más
exacerbada, en el cual se manipulan todos los fantasmagóricos elementos que en esta
materia ha aportado el relativismo.
Del comportamiento de las curvas geodésicas en el campo de la razón pura, Hawking y
Ellis, mediante un acto totalmente circense, extraen las conclusiones que necesitan para
justificar sus prejuicios teóricos. Las líneas mundo (curvas geodésicas) que representan
las radiaciones de una estrella en extinción o las que corresponden a la evolución del
universo, al igual que las partículas y los fotones, convergen en un punto, el de extinción y
el de origen, respectivamente.
[La estrella sigue una línea-mundo desde su formación hasta su extinción. Para que su
acabamiento constituyese una singularidad sería necesario, de acuerdo a la imaginación
relativista, que al final hubiese alcanzado la naturaleza de un punto infinitamente denso,
caliente y curvo, sin actividad radioactiva alguna; sin embargo, la estrella de Hawking y
Hills es una masa con un volumen y densidad finitos, que aún produce radiaciones,
aunque éstas no puedan proyectarse al espacio exterior. Que un astro así emita
radiaciones lo excluye por completo de la definición de singularidad que han dado los
físicos; mucho menos el comportamiento de las radiaciones –su convergencia- le
proporciona al objeto sideral el carácter de singularidad]
La gravedad actúa plenamente en ambos casos: en los hoyos negros, la enorme densidad,
que es igual a una gigantesca gravedad, mantiene las radiaciones en el astro, es decir,
después de intentar su liberación al espacio exterior son retenidos y convergen en el
objeto sideral en declinación; en el punto primigenio, una densidad infinita, que es al
mismo tiempo una gravedad infinita, hace convergir en él las futuras líneas mundo de la
evolución del universo ¡antes de que se produzcan!
En las dos situaciones, el relativismo se desacredita a sí mismo. Si el astro emite
radiaciones, aunque sin la energía suficiente para salir al espacio exterior, entonces tiene
una densidad, temperatura y gravedad definidas, finitas, no es una singularidad; la
demostración niega la presuposición de que se parte. Si la estrella es un punto de
convergencia del que brotan fotones que posteriormente son retenidos y devueltos al lugar
de origen, entonces esa concurrencia no puede ser indicio de la singularidad del hoyo
negro, porque este es un objeto con características finitas, plenamente mensurable. Por
otro lado, el punto primordial –inexistente, según sabemos- es considerado como una
conjunción de líneas mundo que aún no existen.
Hay en esto una terrible confusión. El concepto de singularidad es esencialmente
matemático. Cuando el valor de una relación de variables tiende hacia un monto sin
alcanzarlo jamás, esto se expresa diciendo que es infinito -infinitamente grande o
infinitamente pequeño-; pero a cada valor finito de las variables corresponde un valor
finito de la relación. Lo que los matemáticos quieren decir con esto es que existe una
cantidad infinita de valores finitos de la relación, pero no que el valor de la misma sea
infinito, lo cual no tiene ningún sentido. Hawking y Ellis, acendrados relativistas y por
tanto neófitos matemáticos como su maestro Einstein, incapaces de comprender la
trasposición metafórica que hay en esto, consideran que las entidades físicas que son
representadas matemáticamente pueden tener, bajo ciertas circunstancias, propiedades
de un valor infinito (infinita densidad, infinita temperatura, infinita curvatura, etcétera),

296
ser entes infinitos en un entorno en el que el resto de los objetos tienen valores finitos
(densidad, temperatura, curvatura, etcétera, determinados, mensurables); la infinita
ignorancia relativista los califica entonces como singularidades.
El punto primordial, del cual brotan las hasta ese momento convergentes curvas-mundo
geodésicas de la evolución del universo, es, según la metafísica relativista, una
singularidad, esto es, algo que no tiene materialidad alguna.
La ecuación de campo de Einstein fue concebida como una fórmula físico-matemática que
representase la forma más general de la relación entre la materia, el espacio y el tiempo.
Pero, como ya lo sabemos, se trata de la materia, el tiempo y el espacio desnaturalizados
por los tensores inventados por Einstein con base en la deformación de diversos tensores
válidos producidos por la ciencia física y mecánica.
La generalidad de la fórmula implica que se puedan encontrar soluciones distintas para la
misma, dependiendo del contenido que se de al tensor de energía-momento.
Precisamente el buscar diversas soluciones a esta ecuación irracional se convirtió,
inmediatamente después de que Einstein la diera a luz, en una entretenida diversión
intelectual para una serie de profundos pensadores. Se trabajó entonces en determinar la
relación entre el llamado espacio-tiempo y el espacio vacío, un campo electromagnético,
un fluido perfecto, una mezcla de un campo electromagnético y un fluido perfecto,
etcétera, con la finalidad de establecer cuál de esos resultados se prestaba mejor para
expresar la relación entre la totalidad de la materia del universo y el espacio-tiempo
universal.
Los alcances de estos esfuerzos estaban determinados por los antecedentes que hemos
consignado: la ecuación de campo de Einstein y la hipergeometría minkowskiana,
anticientíficas hasta la médula. Con su trabajo obtuvieron solamente fórmulas de
grotescos espacios, tiempos y universos, cruzados por caprichosas curvas geodésicas.
Después de hacer un viaje a través de todas las soluciones que hasta entonces se habían
desarrollado, Hawking y Ellis conceden el valor más alto a la solución Robertson-Walker.
En ella el tensor energía-momento tiene la forma de un fluido perfecto, el cual puede ser
considerado como una aproximación a la materia del universo; éste se puede contraer o
expandir. La densidad de la materia decrece en la medida que el universo se expande y
era mayor en el pasado, incrementándose sin límites mientras el punto originario tiende a
0. Todas las líneas mundo de las partículas intersectan en un punto, la densidad y el
espacio-tiempo devienen infinitos en el punto S = 0. Se trata de una clásica singularidad.
Nuestros autores sostienen que esta singularidad es la característica más notable de las
soluciones Robertson-Walker. Lo más atractivo de esta solución para nuestros amigos es
que las características de este modelo podrían implicar que el universo físico tuvo un
principio en un tiempo finito anterior; de hecho, adelantan que al final concluirán que
hay buena evidencia de que el universo físico fue singular en el pasado.
Este punto singular se excluye, por definición, del espacio-tiempo.
En su propósito de encontrar los fundamentos teóricos de las singularidades, Hawking y
Ellis emprenden la tarea de determinar las relaciones de causalidad existentes entre los
distintos eventos en el espacio-tiempo. Para ello, analizan las interacciones entre las
curvas geodésicas que en él se desenvuelven.
El punto de arranque para el establecimiento de la causalidad es el postulado de que
entre dos puntos de un manifold sólo se puede enviar una señal si ellos pueden ser unidos
por una curva que no sea como-espacio, es decir, que sea como-tiempo o nula.
El espacio-tiempo es orientable en el tiempo y en el espacio ya que es posible definir en él
continuamente una división de vectores no como-espacio en dos clases, las direccionadas
hacia el futuro y las direccionadas hacia el pasado.
Para los conjuntos S y U, el futuro cronológico de S relativo a U es el conjunto de todos los
puntos en U que pueden ser alcanzados desde S por una curva como-tiempo dirigida al
futuro en U; esta curva es una curva causal.
Para los conjuntos S y U, el pasado cronológico de S relativo a U es el conjunto de todos los
puntos en U que pueden ser alcanzados desde S por una curva como-tiempo dirigida al
pasado en U, que es por eso una curva causal.

297
Para que la causalidad rija es necesario que las curvas causales sean exclusivamente
como-tiempo y nulas.
Con gran solemnidad los relativistas declaran que hay una relación de causalidad entre
dos eventos cuando los une una curva como-tiempo o nula. Es decir, el profundo
pensamiento de que hay una relación causal entre dos eventos cuando uno “alcanza” con
una curva como-tiempo o nula al otro. Y esta vacuidad es cacareada como un nuevo
concepto de la causalidad, que sepulta para siempre las nociones de causalidad,
necesidad, etcétera, forjados por los más connotados filósofos y que encontraron su
formulación más completa en la Lógica de Hegel.
Desde luego está de más decir que no hay ninguna conexión discursiva entre estos
desleídos conceptos y el tema principal de la explicación y justificación de las
singularidades.
Pertrechados con todo este nutrido y abstruso bagaje, Hawking y Hills llegan al punto
final de su viaje teórico, es decir, al discernimiento de la naturaleza de las singularidades.
Definen una singularidad del espacio-tiempo como un punto en donde el tensor métrico
es indefinido o no adecuadamente diferenciable.
Esta definición implica que los puntos singulares son eliminados del espacio-tiempo y
éste queda libre de singularidades, es decir, que en toda su extensión el tensor métrico es
definido y adecuadamente diferenciable.
De esta manera, la singularidad permanece oculta tras la totalidad del espacio–tiempo y
éste es entonces no-singular.
No es posible en estas circunstancias identificar una singularidad en el espacio-tiempo.
Es necesario establecer una forma de reconocer las singularidades sin recurrir al criterio
de su definición y diferenciabilidad.
Para ello, Hawking y Ellis echan mano a las consabidas curvas geodésicas como-tiempo y
nulas. Cada punto del espacio-tiempo se encuentra situado en una curva geodésica –su
línea mundo- que se prolonga desde el pasado hacia el futuro; a todo lo largo de su
trayecto, la curva es definida y plenamente diferenciable; la totalidad del espacio-tiempo
es la suma de todas las líneas-mundo, por lo que también es totalmente definido y
diferenciable.
Una singularidad se puede identificar entonces por la ruptura de la continuidad de la
curva geodésica en un punto determinado.
…Debemos entonces adoptar el punto de vista de que la integridad de las geodésicas “como-
tiempo” y nulas es la mínima condición para que el espacio-tiempo sea considerado libre de
singularidades. Por lo tanto, si un espacio-tiempo es “como-tiempo” o nulo geodésicamente
incompleto, debemos decir que tiene una singularidad. 194
En los hoyos negros, las radiaciones son atrapadas en la trampa esférica de Penrose y en
consecuencia cesa su desplazamiento hacia el exterior –futuro-, se rompe la continuidad
de sus líneas-mundo. La estrella agonizante es, por esa razón, una singularidad.
En el punto originario, las líneas-mundo del universo no tienen continuidad hacia el
pasado; nos encontramos también aquí ante una singularidad.
Lo que define entonces a una singularidad es la falta de integridad de sus líneas-mundo –
curvas geodésicas como-tiempo y nulas-.
Como ya se hizo costumbre en el relativismo, sus argumentos niegan directamente las
descabelladas concepciones que pretenden probar. La estrella que expira continúa
desplazándose sobre su línea-mundo, cualquiera que sea la suerte que sigan las
radiaciones que de ella emanen, las cuales tendrán sus propias líneas-mundo; esto es, la
integridad de la línea-mundo del astro no se interrumpe cuando genera un hoyo negro,
por lo que no constituye una singularidad en los términos en que ésta es definida por
Hawking y Ellis.
194
S. W. Hawking, F. R. S., Lucasian Professor of Mathematics in the University of Cambridge and
Fellow of Conville and Caius College and G. F. R. Ellis, Professor of applied Mathematics, University
of Cape Town, The large scale structure of space-time Cambridge University Press, Cambridge, New
York, Port Chester, Melbourne, Sydney, 1973

298
El relativismo también adolece de otro grave defecto. Cuando hay congruencia entre las
aseveraciones que hace y las pruebas que aporta para acreditarlas, la objetividad se
levanta airadamente en su contra y le restriega la irrealidad de los supuestos en que basa
sus argumentos.
El átomo primordial lemaitriano no tiene existencia física, como ya ha sido
suficientemente evidenciado en este trabajo, por lo que no puede constituir de ninguna
manera una singularidad. No hay líneas-mundo que puedan convergir en o fluir de algo
inexistente, ser incompletas, etcétera.
Desde luego que Hawking y Hills conservan su concepción básica de la singularidad como
un punto sin definición y no diferenciable.
entonces se puede considerar una singularidad como un punto en donde las ecuaciones de
Einstein (y presumiblemente las otras leyes físicas conocidas en la actualidad) se rompen. 195
La conclusión última a la que llegan estos físicos relativistas es que el universo tuvo su
origen en una singularidad.
En cualquier caso, los teoremas de la singularidad indican que la teoría general de la
relatividad predice que los campos gravitacionales serían extremadamente grandes. Que
esto sucedió en el pasado es apoyado por la existencia y el carácter de cuerpo oscuro de la
radiación de fondo de microondas, pues esto sugiere que el universo tuvo una temprana
fase muy caliente.196
Los resultados que hemos obtenido apoyan la idea de que el universo empezó en un tiempo
finito anterior. Sin embargo, el punto de creación, la singularidad, está fuera del alcance de
las leyes de física que actualmente se conocen. 197
El trabajo de Hawking y Hills constituye un despropósito enorme.
Anunciaron que determinarían “la estructura a gran escala del universo” y en realidad el
objeto de su tratamiento fue sólo una diminuta parte de esa totalidad, los hoyos negros
siderales y un inexistente punto originario.
Basaron su labor en una teoría anticientífica, la teoría de la relatividad einsteiniana, y en
su complemento, la hipergeometría minkowskiana, igualmente ayuna de cientificidad.
Utilizaron un instrumento, la ecuación de campo de Einstein, engendro matemático-
geométrico que es el resultado de la desnaturalización de fórmulas físicas y mecánicas
racionales y tiene la finalidad de determinar la relación entre dos inexistencias, el
espacio-tiempo y la energía-momento de la materia.
Emplearon las “soluciones exactas” a la ecuación de campo de Einstein, desarrolladas por
varios conspicuos físicos, las cuales son, como era de esperarse, una conservación y
superación de aquella fórmula. Al concretarse la ecuación de campo de Einstein en
modelos específicos de la realidad, incluyendo en ellos la totalidad del universo, se forjó
entonces un monstruoso cuerpo de absurdos desarrollos matemáticos y geométricos
estructurados mediante un verdadero juego caótico, meramente especulativo, con todos
los elementos considerados: tensores desvirtuados, continuos inexistentes, tiempos
distorsionados, curvas geodésicas ilusorias con movimientos caprichosos, etcétera.
Con todos estos componentes a su disposición, Hawking y Ellis hacen su propia
aportación a la metafísica relativista. Mediante “teoremas” retorcidos, llegan a la
conclusión de que los “hoyos negros” y el punto originario del universo –el átomo
primigenio de Lemaitre- son singularidades en el espacio-tiempo universal.
La importancia del trabajo de estos reconocidos físicos radica en que proporciona a la
teoría del big bang una supuesta justificación inobjetable por medio de complicados y
abrumadores desarrollos matemático-geométricos, los cuales reclaman su validez
únicamente en base a su intrincada y laberíntica complejidad.
En realidad, la labor de Hawking y Hills ha consistido en fabricar un refrito con todo lo
que los relativistas anteriores habían hecho en esta materia, y su única contribución
novedosa fue la introducción, de una manera torpe, del concepto matemático de
singularidad para caracterizar el origen del universo relativista.

195
Ibídem., pp. 88-89.
196
Ibídem., p. 258.
197
Ibídem., p. 287.

299
Este trabajo es la base para dar a la teoría del big bang la sanción definitiva. De aquí en
adelante este adefesio es considerado por la comunidad científica, casi sin excepciones,
como la verdad de la naturaleza del universo.

300
CAPITULO XIII

La concepción científica del universo


(Esbozo)

La concepción científica, dialéctico-materialista, del universo está formada por los


siguientes elementos.
-La teoría de la mecánica del sistema solar desarrollada por Copérnico, Kepler y Newton.
-La teoría del origen del sistema solar explicada por Kant-Laplace, la cual, con las
correcciones y agregados que se imponen en atención a los adelantos de la física atómica
y corpuscular, sigue teniendo vigencia en lo fundamental.
-La moderna teoría del nacimiento, evolución y extinción de las formaciones galácticas,
que tiene su base precisamente en los adelantos de la física racional moderna (no, desde
luego, en la anticientífica teoría de la relatividad).
-Los principios materialistas desarrollados por los filósofos griegos y posteriores, hasta el
remate de su evolución en el materialismo feuerbachiano.
-El materialismo dialéctico formulado por Marx y Engels.
-La Filosofía de Hegel, remate de la evolución histórica del conocimiento humano,
compendio de las leyes del ser y del conocer, puesta sobre los pies, como señalaron Marx
y Engels; es decir, tomando el contenido materialista una vez que se extrae de la capa
metafísica que lo cubre.
Hegel enuncia la visión objetiva del mundo que es el núcleo de su filosofía en La ciencia
de la Lógica, su obra cumbre, en la Segunda Sección, La apariencia (o sea: el fenómeno) y
en la Tercera sección, La realidad, del Libro II, La doctrina de la esencia, y en el libro III,
La doctrina del concepto.198
La filosofía es la instancia superior del conocimiento humano; es una imagen mental que
comprende la totalidad del ser y del conocer y se forma con las imágenes parciales que le
proporcionan todas las ciencias; su función histórica es la estructuración de la
concepción científica del universo, considerado éste como una totalidad infinita.
La etapa superior de esta evolución del conocimiento es la filosofía de Hegel, en la que el
saber humano alcanza el punto más alto de su desarrollo, aunque bajo la forma
enajenada del “espíritu absoluto”.
En los apartados anteriores se habían abordado únicamente algunas partes de este todo:
el sistema solar, la “Vía Láctea”, las galaxias contenidas en el “universo visible”, etcétera;
ahora es la filosofía la que toma todas esas partes y las integra en una unidad para forjar
la visión científica del universo.
Tomando en cuenta todos estos elementos, la concepción científica del universo se
expresa de la siguiente manera:
El universo es la realidad, la sustancia absoluta de la ontología hegeliana.
El universo es el ser existente, la realidad absoluta, una sustancia, la materia, de
extensión infinita.
El universo es el devenir de una multiplicidad de algos que nacen, perecen y se
transforman en otro; son seres determinados finitos.
Los algos tienen una cualidad; el algo tiene su otro, su negación, fuera de sí, en otro algo
que posee otra cualidad; la cualidad del ser determinado tiene su otro (negación) en sí
mismo, son dos momentos del algo (que permanece) y el paso de uno a otro es la
variación del algo; el otro de la cualidad del algo es su destinación; ésta es la cualidad a la
que llega el algo merced al rellenamiento de su cualidad originaria; la variación del algo
tiene lugar en su constitución; los cambios en la constitución del algo, llevados al límite,
198
Ibídem., p. 363.

301
afectan la destinación del algo y la convierten en el deber ser del algo, es decir, en lo que
el algo primigenio debe convertirse necesariamente.
El universo es una sustancia infinita formada por unos (átomos, partículas subatómicas)
y el vacío.
Los unos tienen el vacío en sí mismos y en su exterior, son unidades de atracción y
repulsión y se relacionan entre sí a través de la atracción y la repulsión.
El universo es el ser que se interna en sí mismo y produce su esencia.
El universo es esencia.
La esencia es la contradicción polar.
Como contradicción polar es el fundamento positivo del ser que es el fundado.
La esencia es el fundamento negativo del ser; en este carácter produce los elementos de la
negación del ser y los de la constitución de su otro.
La esencia es la lucha entre los polos que la forman y la eliminación del polo positivo.
La esencia es el surgimiento del nuevo ser a la existencia mediante la negación del
fundamento y las condiciones.
La esencia es el ser esencial que ha surgido a la existencia.
El universo, la sustancia, es la unidad, en el ser esencial, de existencia y esencia, el
incesante trastrocarse de una en la otra.
El universo existe simultanea y sucesivamente como ser y esencia, ser que se interna en
sí mismo para producir su esencia, esencia que surge a la existencia y adquiere la
categoría del ser, y en todas las fases de estos dos procesos.
El universo, la totalidad existente, se encuentra en un movimiento constante del ser a la
esencia y de la esencia al ser.
En el universo la materia en su máxima desagregación (la sustancia existiendo como un
conglomerado de partículas elementales separadas en grado extremo por la repulsión –
una nebulosa indiferenciada-), y la materia inorgánica, son el ser que deviene materia
condensada por la atracción y materia orgánica pensante, que son su esencia.
La materia altamente condensada y la materia orgánica pensante, que son la esencia
surgida a la existencia, el ser esencial, tienen en sí mismas la máxima separación y la
materia inorgánica como el otro en el que se han de transformar,
En sus distintas partes, el universo se encuentra, sucesiva y simultáneamente, en todas las
fases de ese movimiento, de tal suerte que hay infinitos lugares en los que la materia
sumamente fraccionada y la materia inorgánica existen en el punto de partida o en alguna
etapa del tránsito hacia la materia cohesionada y la materia orgánica pensante y otros
tantos en los que éstas existen como tales o en algún momento de su negación, del
despliegue de su esencia, que es la vuelta al punto de origen.
El universo es una totalidad infinita de materia inmersa en un espacio y un tiempo
infinitos.
El universo está formado por una infinitud de agrupaciones de materia llamadas galaxias,
las cuales se encuentran simultáneamente en alguna fase de su evolución.
Las galaxias tienen un proceso de vida que pasa por las siguientes etapas: la materia que
las forma se encuentra originariamente en un estado de gran desagregación de sus
partículas elementales; esa mutua repulsión de las partículas se trueca en atracción, por
cuya causa, a través de un largo proceso de condensación, se forman cuerpos estelares
que evolucionan conforme a un patrón definido de crecimiento y maduración que
eventualmente puede llevar a la formación de sistemas planetarios y en éstos a la
aparición de la materia viviente y, en última instancia, a la formación de materia
pensante; las estrellas de las galaxias declinan y se convierten en cuerpos sumamente
masivos que poseen una gran fuerza de atracción; todas o la mayoría de las estrellas que
componen una galaxia entran en decadencia y su mutua atracción las lleva a formar un
solo cuerpo masivo que tiene una fuerza atractiva centuplicada; esa enorme atracción es
al mismo tiempo una gigantesca repulsión, y en ella se trueca; el gran cuerpo en que se
ha transformado la galaxia, de enorme masa y poderosa fuerza atractiva, se convierte en
una nebulosa de partículas elementales separadas por una potente fuerza repulsiva;
desde este punto, mediante la conversión de la repulsión en atracción, se inicia de nuevo

302
todo el movimiento reseñado.
Las galaxias que en infinito número pueblan el universo se encuentran, simultánea y
sucesivamente, en alguna de las fases de la evolución que acabamos de reseñar.
Las transformaciones de cada una de las galaxias se producen en un espacio específico,
vecino de los espacios que ocupan las demás galaxias, y en un tiempo también
determinado, que es la continuación del tiempo sideral pasado y el antecedente del
tiempo sideral futuro, medido geocéntricamente, como hasta ahora lo han hecho la física
y la astronomía (en segundos, minutos, horas, días, años, etcétera), o con algún
movimiento regular astronómico (por ejemplo el ciclo de vida de una galaxia en especial),
el que a fin de cuentas tendría que traducirse al tiempo geocéntrico.
El espacio que ocupan las galaxias es el continente de la materia de que están formadas y
de los procesos que en ésta se dan. El ser de la materia galáctica y sus metamorfosis
existen y se desenvuelven en ese ámbito, cuya única característica física es la de ser el
receptáculo de aquellos. Ese espacio galáctico no se crea, ni se expande, ni se contrae, ni
se curva, ni, desde luego, tampoco se destruye. Es una parte localizada del espacio
infinito que contiene al universo infinito.
El tiempo de existencia de las galaxias es el mismo que aquel en el cual discurren todos
los fenómenos del universo; objetivamente es el giro constante del globo terráqueo sobre
su propio eje que determina el hoy, el ayer y el mañana, o el ciclo de una galaxia especial
que fija la actualidad, el pasado y el futuro. El tiempo galáctico es el mismo tiempo
universal. Ese tiempo no se crea, ni se dilata, ni se contrae, ni mucho menos se destruye.
Es una manifestación local del tiempo universal.
El universo es el ser existente esencial, una multiplicidad de cosas en sí, de algos que son
esencia surgida a la existencia y esencia hacia la que apunta el ser.
Estos algos tienen en la sustancia una existencia esencial, poseen cualidades que son
propiedades específicas de las materias que los forman, cuyos destinación, rellenamiento,
constitución y deber ser están presididos por leyes.
Las cosas en sí integran dos mundos que son uno y el mismo, un mundo fenoménico
sujeto a la finitud y a la accidentalidad y un mundo en sí y por sí, regido por leyes, entre
los cuales existe una relación esencial que es primero la del todo y las partes: las partes
son el mundo fenoménico y el todo es el mundo en sí y por sí, pero el todo es a su vez
parte y la parte es también el todo, por lo que la sustancia es la unidad del mundo
fenoménico y del mundo en sí que es al mismo tiempo todo y parte.
La relación esencial entre los dos mundos es también la de la fuerza y su exteriorización:
la fuerza es la que el todo ejerce sobre las partes y éstas son las que solicitan la fuerza al
todo; pero como el todo es parte y la parte es el todo, la fuerza es tanto ejercida como
solicitada por el todo y las partes; la sustancia es el todo y las partes, parte y todo y
fuerza y exteriorización de la misma.
La relación esencial última es la de lo interior y lo exterior: el mundo fenoménico es lo
exterior y el mundo en sí y por sí es lo interior, pero lo en sí y por sí se convierte en
exterior como la esencia que surge a la existencia y lo fenoménico se transforma en
interior porque el ser inmediato se interna en sí y produce su esencia, por lo que lo
exterior y fenoménico es al mismo tiempo interior y en sí y por sí y viceversa; la sustancia
es interior y exterior.
El universo es el todo y las partes, fuerza y exteriorización de la misma y exterioridad e
interioridad.
La unidad del mundo fenoménico y del mundo en sí, de la existencia y la esencia es la
realidad.
El universo es la realidad.
La realidad es la absoluta identidad de la esencia y la existencia en la esencia y de la
esencia y la existencia en el ser.
La realidad es la absoluta realidad.
El universo es la absoluta realidad.
La absoluta realidad es la absoluta necesidad.
Es el ser existente esencial, el ser absoluto, dominado por la accidentalidad, que tiene en

303
sí su esencia como posibilidad, como realidad en acto y como necesidad real.
El universo es la absoluta necesidad.
El Universo es también la absoluta accidentalidad.
El universo es la absoluta necesidad y la absoluta accidentalidad
El universo es el ser existente.
En el universo, bajo la forma del ser existente, coexisten el ser que tiene la esencia como
posibilidad, el que tiene la esencia en acto, produciéndose, y el que tiene la esencia como
el otro que ha negado el fundamento y las condiciones.
En el universo, bajo la forma del ser existente, hay un paso constante del ser que tiene la
esencia como posibilidad al que tiene la esencia en acto y al que ha surgido a la existencia
y, viceversa, un incesante trastrocarse de la esencia en ser.
La necesidad es la más importante determinación de la sustancia (materia): el movimiento
del ser a la esencia y de la esencia al ser se produce a través de la ineluctable necesidad;
la necesidad se manifiesta en la accidentalidad y ésta en la necesidad.
El universo que es el ser inmediato esencial quedó determinado en todo lo anterior como la
realidad que es el ser absoluto (la absoluta unidad (identidad) de ser y esencia, de mundo
fenoménico y mundo en sí, de lo interior y lo exterior, de la forma y el contenido, etcétera)
que al mismo tiempo es la necesidad absoluta (la unidad de la necesidad formal
(accidentalidad) y de la necesidad real) y el ser inmediato esencial que contiene sus propias
determinaciones (ser determinado inmediato) y las de la esencia en sus fases de
constitución (fundamento) y de surgimiento a la existencia (condiciones y ser inmediato
esencial) en forma simultánea, coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente,
trastrocándose constantemente unas en las otras (el ser en esencia y la esencia en ser), la
sustancia finita, la accidentalidad absoluta, o sea, la multiplicidad de algos, cuyo existir es
el devenir, el surgir a la existencia, el perecer y el dar lugar a otros algos; y todo esto
existiendo en una materia universal con propiedades generales que se manifiesta en la
sustancia finita de los seres determinados que poseen cualidades específicas.
La materia infinita, la sustancia del universo, se encuentra simultanea y sucesivamente
en la forma física de partículas elementales separadas por la repulsión (nebulosa
indiferenciada de Kant-Laplace) y en la de agregados de las mismas unidas por la
atracción (cuerpos planetarios, como los del sistema solar) que eventualmente
evolucionan hasta la materia pensante, y en todas las fases del paso de una a la otra
forma.
Surgimiento a la existencia de la materia pensante (la esencia de la materia inorgá-
nica)199
En nuestro planeta la esencia de la sustancia infinita indiferenciada, la materia pensante,
ha surgido a la existencia.
La especie humana (materia pensante) es el otro, la esencia negativa de la materia inorgá-
nica; el desenvolvimiento de ésta lleva necesariamente a la aparición de su esencia, a la
conversión de la materia pensante (especie humana) en un existente.
La materia pensante (especie humana) tiene como características específicas la realiza-
ción de su actividad vital en forma consciente y la incorporación a su ser de todas las
fuerzas de la naturaleza exterior.
El desarrollo de la especie humana pasa por las siguientes fases bien delimitadas:
a) Fase de su constitución, que es al mismo tiempo la de la negación más alta de la materia
inorgánica. En este período se constituyen las características fundamentales de la natura-
leza humana: (a) capacidades físicas y mentales específicas (naturaleza biológica del hom-
bre) destinadas a la realización de la actividad vital consciente de incorporación a su ser
de la naturaleza exterior; (b) fuerza colectiva de trabajo y (c) proceso de trabajo que es al
mismo tiempo la producción y el ejercicio de las facultades humanas de los individuos de
la especie, pero engarzadas en la fuerza colectiva de trabajo. El ser de la especie lo consti-
tuyen en esta época la comunidad de seres vivos, su fuerza colectiva de trabajo, sus ins-

199
Ibídem., p. 364.

304
trumentos individuales, sus precarios instrumentos colectivos y apenas sí la superficie de
las fuerzas de la naturaleza.
Esta fase de constitución de la naturaleza característica de la especie humana lleva den-
tro de sí los elementos de su negación, que a la vez son los de una fase superior de su
existencia.
b) Primera fase del desarrollo de la naturaleza esencial de la especie. Dentro de la comuni-
dad primitiva se produce un perfeccionamiento de las capacidades individuales de los in-
tegrantes de la especie humana que al final lleva necesariamente a los siguientes resulta-
dos: (a) destrucción de la fuerza colectiva de trabajo, (b) inicio del proceso de anulación y
degeneración de la naturaleza biológica del hombre, (c) transformación del proceso colecti-
vo de trabajo en un proceso familiar e individual y (d) destrucción del ser primigenio de la
especie y establecimiento en su lugar de otra forma distinta, compuesta por las familias o
los individuos, sus fuerzas individuales de trabajo, sus instrumentos individuales, una
parcela de las fuerzas de la naturaleza y la comunidad de las familias y los individuos con
sus condiciones generales de existencia y reproducción; en pocas palabras, surge y se de-
sarrolla la propiedad privada. Se incorpora al individuo y a la comunidad de individuos, y
a través de ellos a la nueva forma alcanzada por el ser de la especie, una porción más
grande de las fuerzas de la naturaleza, aunque parceladas y ajenas entre sí sus partes in-
tegrantes.
En este período, las características de la especie (actividad vital consciente de asimilación
de la naturaleza exterior) se siguen desarrollando ascendentemente, aunque en una for-
ma distinta que en la fase anterior, es decir, ahora a través de las familias o los indivi-
duos opuestos entre sí y desgajados de la colectividad y teniendo como antecedente y re-
sultado necesarios la anulación creciente de aquellos elementos de la naturaleza humana
dentro de los cuales se formaron las características de la especie: fuerza colectiva de tra -
bajo, conformación biológica del ser humano y proceso humano de trabajo.
Durante el período de la propiedad privada, al tiempo que se producen los elementos de
esta etapa de la existencia de la especie humana, se crean los elementos de su negación
que simultáneamente son el germen de una forma superior suya.
En la primera parte del régimen de la propiedad privada, las capacidades de la especie se
desarrollan hasta el virtuosismo en los individuos que la componen; el punto más alto de
este proceso se alcanza con el establecimiento de un régimen basado en la existencia de
una multitud de productores privados independientes, dueños de sus propios instrumen-
tos de producción. A partir de aquí se inicia la última etapa de existencia de la propiedad
privada, el régimen de producción capitalista.
En ésta se consuma el proceso de anulación de la naturaleza esencial del hombre y las
capacidades de la especie son quitadas al individuo e incorporadas al capital como capa-
cidades sociales. En este momento, el ser de la especie está compuesto de la siguiente
manera: una clase de propietarios privados de los medios e instrumentos de producción,
una multitud de fuerzas individuales de trabajo sustantivadas, desposeídas de toda capa-
cidad y violentamente reunidas para trabajar sobre las parcelas de medios e instrumentos
de producción (capacidades de la especie) propiedad de los capitalistas, los medios e ins-
trumentos de producción parcelados entre los propietarios privados, relacionadas entre sí
de una manera extrínseca y constituyendo cada una de ellas una concentración de me-
dios e instrumentos de producción que sólo pueden ser empleados por el trabajo colecti-
vo.
c) Fase superior del desarrollo de la especie humana. El capitalismo deviene necesaria-
mente en su otro, el socialismo, dando paso así a la forma superior de existencia de la es-
pecie humana. En este período son reivindicados todos aquellos elementos de la naturale-
za humana perdidos en la época de la propiedad privada: (a) una fuerza colectiva de tra-
bajo formada por las fuerzas individuales despojadas de su sustantividad, que indiferen-
ciadas se han fundido en una unidad, (b) la naturaleza biológica humana, (c) el proceso
humano de trabajo que adquiere ahora una forma más elevada de existencia, en la cual
las capacidades de la especie tienen una naturaleza social y el sujeto de la misma lo es la
fuerza colectiva de trabajo. El ser de la especie lo componen: la fuerza colectiva de traba-

305
jo, las capacidades sociales de esa fuerza colectiva y la totalidad de las fuerzas de la natu-
raleza que se han hecho interiores a la especie.
La materia pensante (especie humana) ha llegado a la fase superior de su existencia; en
su interior, en forma germinal, contiene su esencia como su otro, como la materia inorgá-
nica; es decir que, fatalmente, tras un reinado más o menos largo de la especie humana
sobre la faz de la tierra, deberá venir una fase descendente que culmine con su extinción,
lo que sólo anunciará la reversión de la materia viviente hacia la materia inorgánica.
La evolución de la materia inorgánica hasta la materia orgánica pensante
La materia de nuestra Galaxia se encuentra, inicialmente, en el principio de los tiempos,
en un estado corpuscular. Protones, electrones, neutrones, neutrinos, quarks, etcétera, se
encuentran libres en el estado primigenio de la materia. Este lleva a su otro en sí mismo
como su esencia. Su desarrollo consiste en llevar su esencia a la existencia.
Tránsito a la organización atómica
Los corpúsculos se organizan en átomos mediante el proceso de nucleogénesis. Es el esta-
do atómico de la materia. Los elementos como tales, se encuentran libres: O, H, C, etcéte-
ra. Este estado lleva a su otro en sí mismo y su evolución consiste en hacer salir la esen -
cia a la existencia.
Tránsito a la organización molecular
Los átomos se agrupan en moléculas. Se forman sustancias: H2O, CO2, etcétera. Intensa
actividad química. Paso dialéctico de su ser a su esencia, a su otro.
Tránsito a la organización molecular superior. Coacervados (Oparin)
Las sustancias formadas (a las que para efectos de la argumentación posterior denomina-
mos “sustancias primigenias”) se relacionan entre sí dando lugar a reacciones químicas
que producen nuevas sustancias (compuestos de las sustancias primeras), y así sucesiva-
mente, hasta llegar al punto en que se efectúan reacciones químicas muy complejas y se
producen compuestos que tienen una estructura y una organización determinados; al fi-
nal, estos compuestos se desintegran y sus componentes se disuelven en el medio exte-
rior. La reunión de las sustancias activas es primero casual y espontánea y después su -
cede con cierta regularidad; su unidad se rompe cuando se ha agotado la energía química
que contienen. En su evolución, las unidades moleculares despliegan los elementos de su
otro y lo traen a la existencia.
Tránsito a la materia orgánica. La vida. La célula
El proceso de tránsito de la materia inorgánica a la materia orgánica
La fotosíntesis es el proceso que actualmente provee la totalidad de la materia orgánica
con la que se integran los seres vivos del planeta.
Este proceso tiene como contenido fundamental la transformación continua de la materia
inorgánica en materia orgánica.
Esta transformación es el resultado final de la evolución de la materia en nuestra isla cós-
mica.
La materia inorgánica se desarrolla hasta producir las especies químicas con las propie-
dades más complejas.
Estas especies llevan a su otro en sí mismo y lo hacen salir a la existencia. Producen una
sustancia que desarrolla reacciones químicas, estructuras y órganos por medio de los
cuales asimila las sustancias del medio exterior, las integra a su ser, se produce a sí mis -
mo y expele las sustancias que son el desecho de toda esta actividad.
Al final, tenemos una unidad molecular cuyo función es la producción sistemática, cons-
tante y en cantidades crecientes de la sustancia básica, la cual es la especie química que
tiene concentradas en ella las propiedades más altas que la materia ha adquirido en su
evolución; para alcanzar esto, dicha sustancia ha desarrollado una serie de procesos quí-
micos, estructuras y órganos que permiten la absorción de determinadas sustancias del
medio general, su transformación final en la misma sustancia vital y la integración con
ésta de las estructuras y órganos específicos para reanudar el proceso de su producción y
convertirlo en continuo.

306
Así, produce, entre otras cosas, una membrana, un núcleo que contiene una sustancia
que almacena la información de todos los procesos químicos y que los controla y otra sus-
tancia que asimila energía de una fuente exterior para acelerar las reacciones químicas
internas. De la misma manera, desarrolla un proceso por el cual se duplica la sustancia
que contiene la información y los códigos para el control de los procesos químicos y con
base en esa duplicación se produce una nueva unidad molecular con las mismas caracte-
rísticas y la misma disposición funcional que la unidad primitiva; la unidad molecular se
reproduce.
Es evidente que al final de toda esta evolución dicha sustancia no es la misma que al
principio; es ahora una sustancia plenamente enriquecida con múltiples características y
funciones, la cual realiza numerosas y complejas reacciones químicas.
Este proceso de asimilación, integración y desasimilación de materia y de reproducción de
la unidad molecular que lo realiza y que tiene como resultado la producción de una sus-
tancia específica, la sustancia básica, es lo que se llama el proceso vital, la vida. La uni-
dad molecular que tiene esta estructura y realiza tales funciones es la célula. La materia
que integra esta unidad molecular es materia viva, materia orgánica.
Las capacidades que ha adquirido la materia inorgánica en esta fase de su evolución de
formar unidades moleculares individuales con una composición determinada de sustan-
cias químicas que se dan una estructura específica (citoplasma, núcleo, nucléolo, mem-
brana, etcétera), de integrar a su estructura esas sustancias mediante un proceso de asi-
milación y desasimilación, de crecer y desarrollarse por medio de este proceso y de produ-
cir réplicas de sí mismos, la convierten, en estas unidades, en materia orgánica, y a la ac-
tividad que desarrollan, en actividad vital. La materia ha pasado a la fase de existencia
celular.
El reino vegetal y el reino animal
Los organismos unicelulares se reproducen en gran escala en el caldo de cultivo del me-
dio exterior. Se origina una división entre ellos: unos continúan obteniendo las sustancias
inorgánicas del medio exterior y transformándolas en sustancia orgánica y otros adquie-
ren la capacidad de asimilar los primeros, integrando a su ser la sustancia orgánica ya
producida. Esta división es la base de la diferenciación entre el reino vegetal y el reino
animal.
Los organismos unicelulares tienen en su interior a su otro como su esencia. Esta surge a
la existencia.
Tránsito a la organización pluricelular
Las células individuales se unen para formar organismos que son primero una colonia y
después constituyen estructuras diferenciadas con células especializadas en distintas
funciones. Estos organismos pluricelulares reproducen en una escala mayor las mismas
funciones que realizaban las células individuales, es decir, obtienen del medio exterior las
sustancias necesarias, las transforman y las integran a su ser para su conservación, cre-
cimiento y desarrollo, al tiempo que desechan los residuos de este proceso.
Las células diferenciadas forman órganos que realizan una función determinada del pro-
ceso arriba señalado.
Los individuos son ahora seres pluricelulares que poseen órganos diferenciados que fun-
cionan coordinadamente para la realización total del proceso vital, son plantas y anima-
les.
La evolución de los reinos vegetal y animal
Las plantas, en interacción con los animales, siguen desarrollando su capacidad funda-
mental de producir materia orgánica con base en la materia inorgánica. Su evolución es
en el sentido de ir perfeccionado los procesos para realizar sus funciones y en el de am-
pliar incesantemente la variedad de sustancias que asimilan del medio exterior y las dis-
tintas y más complejas sustancias que producen para integrar su ser.
El punto más alto de este desenvolvimiento lo encontramos en la etapa que precede inme-
diatamente a la aparición de la especie humana sobre la faz de la tierra.
Los animales evolucionan y adquieren órganos y sistemas cada vez más complejos para
tomar las materias del mundo exterior e incorporarlas a su organismo. En un proceso que

307
se extiende a lo largo de millones y millones de años, desarrollan órganos y funciones úti-
les para la percepción del mundo exterior, tales como el oído, la vista, el tacto, el olfato y
el gusto; igualmente, los sistemas y los órganos correspondientes para llevar las sustan-
cias al interior del organismo, digerirlas (ponerlas en estado de ser integradas a su consti-
tución orgánica), asimilar esas sustancias transformadas (es decir integrarlas al organis-
mo) y eliminar los desechos de estos procesos; es así como forman un aparato digestivo,
un aparato excretor, un sistema respiratorio que tiene como órgano fundamental los pul-
mones y un sistema circulatorio formado por las venas, las arterias y el corazón; también,
los animales desarrollan un sistema óseo y muscular que les permite desplazarse libre-
mente por el medio exterior, con lo que amplían inconmensurablemente su campo de ac-
ción para obtener los elementos necesarios para vivir; además, se proveen de un aparato
reproductor altamente perfeccionado.
Enumerado en último término, pero de importancia primordial, los animales adquieren
un sistema nervioso, formado por los nervios, la médula espinal, el bulbo raquídeo, el ce -
rebelo y el cerebro, que es el encargado de coordinar todas las complejas funciones de los
perfeccionados órganos del animal.
Los animales se reúnen en diversas formas de asociación, con una clara tendencia, en las
especies superiores, a la colectivización de muchas actividades, como la caza, la defensa,
etcétera.
Las especies animales se escinden en dos grupos fundamentales: (1) aquellas que se espe-
cializan en alimentarse de vegetales y que son los que realizan la primera asimilación de
la materia orgánica directamente de sus productores y (2) los que se alimentan de los
miembros del primer grupo y que, por tanto, toman la materia orgánica ya en un grado de
elaboración más alto, dotada de un gran valor proteínico.
En el punto superior del desenvolvimiento de las especies vegetales y animales, nos en-
contramos con un sistema, integrado por partes interactuantes, producido por la misma
materia inorgánica en su proceso evolutivo, el cual tiene como eje central un enorme or-
ganismo, de cobertura global, cuyo movimiento consiste en la absorción de cantidades in-
gentes de materia inorgánica y de energía provenientes de múltiples fuentes, su transfor-
mación e incorporación a dicho organismo y la expulsión al medio general de los desechos
de este proceso; de esta suerte, su ser se conserva como tal y se desarrolla ascendente-
mente. Este organismo tiene su negación en sí mismo y su evolución consiste en hacer
aparecer su esencia en la existencia.
El mecanismo de la evolución de las especies que hasta aquí hemos esbozado es el que
describe Darwin en el Capítulo II de la parte primera del tomo I de su obra “El origen de las
especies por la selección natural”. Partiendo de un punto determinado del desarrollo de las
especies, en la descendencia de las mismas se presenta una enorme cantidad de varieda-
des individuales, de las cuales, por medio de la selección natural, algunas de ellas se con-
servan y se transmiten a las generaciones posteriores; en estas nuevas generaciones, la di-
ferencia individual es reforzada y desarrollada y transmitida a las generaciones que si-
guen, y así sucesivamente, hasta que se constituye una variedad proveniente de la especie
madre; continuando por este camino, en la nueva generación de la variedad se acentúa la
variación originaria, desarrollándola hasta el punto en que se constituye un organismo dis-
tinto por completo de los que forman la especie madre de la cual procede. Esta nueva espe-
cie sigue el mismo proceso señalado.
Este mismo fenómeno se encuentra en el origen mismo de la vida: las condiciones físico-quí-
micas del planeta provocaban una enorme variedad de reacciones químicas, de las cuales
algunas se fueron consolidando hasta formar las primeras agrupaciones de materia orgáni-
ca y los primeros organismos unicelulares; luego, las variaciones entre estos organismos
dieron lugar a variedades cada vez más complejas hasta formar las primeras especies de
plantas y animales unicelulares, posteriormente especies de organismos pluricelulares, y
así sucesivamente. De esta suerte, las especies que existen en la actualidad son el resulta-
do del desarrollo de especies que existieron en tiempos inmemoriales.
La fase superior de la evolución de las especies. El surgimiento de la especie huma-
na

308
De las especies animales superiores se va destacando una que, reuniendo en sí todos los
progresos de la evolución previa (véase parágrafo anterior), da un salto adelante en sus
características específicas.
En los primeros tiempos de su evolución era una especie frugívora, es decir, que obtenía su
principal alimento directamente del reino vegetal; en ella habían llegado al punto más alto
de su desarrollo las especies animales que integraban la materia orgánica constitutiva suya
asimilando la materia orgánica que les proporcionaban las plantas; de ellas obtenían los
glúcidos y los lípidos, de los que, una vez descompuestos en su sistema digestivo, produ -
cían sustancias proteínicas que eran absorbidas por su organismo.
En un avance cualitativo en su desarrollo, esta especie se convierte en omnívora, incluyen-
do en su dieta la carne; de esta manera, adquiere la capacidad de descomponer las sustan-
cias proteínicas que le proporcionan los animales de las especies inferiores y convertirlas en
proteína de una calidad superior, que enriquece la albúmina de todas las células del orga-
nismo, haciéndolas aptas para las nuevas funciones que se van gestando y que son ya las
características de la especie humana. En particular, propicia el crecimiento y perfecciona-
miento del sistema nervioso, principalmente del cerebro.
En su relación con el mundo exterior, dotados ya sus integrantes de capacidades, faculta-
des, órganos, sistemas y estructuras complejos y perfeccionados, empiezan a captar la ge-
neralidad de los objetos, las regularidades de la naturaleza sobre la que actúan, a conser -
var todo esto en su sistema nervioso como reflejo de la realidad exterior, a utilizar esas
imágenes como guía para la acción práctica, a emplear una parte específica de su cuerpo
como instrumento fundamental para la obtención de sus alimentos y otros materiales ne-
cesarios para su subsistencia y a articular los sonidos provenientes de su garganta para
designar los objetos exteriores. En este proceso consolidan su organización colectiva has-
ta extenderla a todas sus actividades.
En el punto más alto de esta evolución, encontramos a la especie humana con su confor-
mación biológica completa.
Ha adquirido la posición erguida y sus extremidades superiores se convierten en los prin-
cipales instrumentos para su actividad práctica.
El cerebro ha perfeccionado sus funciones hasta llegar al punto en que produce concep-
tos de la realidad exterior. Ha surgido el pensamiento.
La articulación de sonidos vocales es ahora la expresión de un concepto. Se ha desarrolla-
do el lenguaje, la forma material del pensamiento.
La actividad práctica es la acción sobre el mundo exterior mediada por la conceptualiza-
ción del mismo. El pensamiento es un instrumento para la acción del hombre sobre la na-
turaleza. Ha surgido el trabajo
Mediante la colectivización, todas las capacidades individuales adquieren una naturaleza
social.
Las capacidades individuales son directamente colectivas: su corporeidad, su actividad
práctica, su pensamiento, su lenguaje, etcétera.
Se forma una conciencia social que comprende un cúmulo de conocimientos sobre los ob-
jetos y las regularidades de la naturaleza.
Las primeras formas de la actividad práctica humana son la caza, la pesca y la recolec -
ción.
De ahí se eleva hacia las formas más altas de la ganadería, la agricultura y los oficios.
La esencia natural del ser humano, el trabajo, es la forma superior en que la materia inor -
gánica se transforma a sí misma en materia orgánica.
La especie humana, utilizando todas las capacidades que ha adquirido y mediante la repre-
sentación mental del mundo exterior, transforma la naturaleza produciendo instrumentos
con los medios que ella le brinda y haciendo producir a las especies inferiores (vegetales y
animales) los elementos para la integración de su organismo, es decir, hace producir a las
plantas diversas sustancias y la materia orgánica que después asimila directamente o la
proporciona a los animales herbívoros que ella misma reproduce, quienes la transforman
dándole un valor proteínico más alto, y de ellos la toma para constituir y reconstituir su pro -
pio ser.

309
La naturaleza esencial de la comunidad primitiva, primera organización social de la especie
humana, es decir, el proceso específico de asimilación de la materia exterior en la fase más
alta de la evolución de la materia inorgánica hacia la materia orgánica, es convertida en su
contrario, en un movimiento por el cual la manifestación más encumbrada de aquella trans -
formación, la especie humana, es llevada a una situación de anulación y degeneración de
sus características naturales, aquellas que hasta ahí le permitieron ser el vehículo para la
realización de aquel proceso característico y que en su forma desvirtuada se han convertido
en un insalvable obstáculo para el mismo.
La industria moderna representa, por un lado, la negación de la especie humana como el
punto más alto del desarrollo de la materia inorgánica hacia la orgánica; pero, por otro,
constituye el instrumento de la transformación universal de la naturaleza por la especie y
anuncia el advenimiento de una forma superior de integrar la materia exterior al organismo,
en la que las capacidades humanas maquinizadas y socializadas serán reapropiadas por
el hombre, que habrá restaurado su naturaleza biológica colectiva.
La conciencia social ha sido desustantivada y recobra por tanto su naturaleza esencial: un
conjunto de conocimientos sobre la realidad obtenidos por la especie humana a través de la
actividad práctica desarrollada en la satisfacción de sus necesidades, el cual se utiliza
como instrumento para actuar sobre la realidad con el fin de obtener los medios para satis-
facer sus necesidades.
Al instaurarse el comunismo se habrá dado cima, en lo fundamental, al proceso de transfor-
mación de la materia inorgánica en orgánica. Un organismo de cobertura global, dirigido
conscientemente por la especie superior que ha recobrado sus características naturales y
que actúa mediante una estructura industrial unificada formada por todas las materias
(elementos, sustancias, etcétera) y fuerzas de la naturaleza (atómicas, mecánicas, físicas,
químicas, etcétera) y que acciona sobre todas las materias y fuerzas de la naturaleza, asi-
mila cantidades enormes de materia inorgánica y de fuerzas de la naturaleza de la más va-
riada índole, las transforma en materia orgánica y otras materias y las integra a su ser. La
especie superior restaura las características naturales de las especies animales inferiores y
de las especies vegetales, que el capitalismo había vulnerado en un grado extremo al haber-
las sometido a una sobreexplotación continuada.
En nuestra isla cósmica se ha producido el paso de la sustancia infinita indiferenciada y
sumamente fraccionada –la nebulosa de la teoría Kant-Laplace- a la materia condensada
en estrella y planetas y, paralelamente, el de la materia inorgánica a la materia orgánica
pensante. La parte complementaria de este movimiento es la reversión de la materia
orgánica pensante a la materia inorgánica y de la materia condensada a la materia en
estado corpuscular. Esta es la ley general de la evolución de la materia.
La concepción científica, dialéctico-materialista, del universo, cuyo núcleo esencial lo
integran el materialismo pre-marxista, el materialismo dialéctico y la ontología hegeliana,
constituye una parte, la más importante, de la conciencia de la especie. Esta contiene,
además, el cúmulo de conocimientos científicos que el hombre ha obtenido a través de la
actividad práctica sobre la naturaleza.
Sin embargo, todos estos elementos no tienen la unidad con la que aquí los hemos pre -
sentado. La ontología hegeliana es considerada una mera curiosidad intelectual y no tiene
relación explícita alguna ni con la ciencia en general, ni con la cosmología al uso. La cos -
mología moderna discurre por dos caminos distintos: en uno de ellos, incorpora los ade-
lantos de la física atómica y corpuscular y presenta una imagen más o menos exacta de la
naturaleza de las formaciones celestes (galaxias, principalmente); por el otro, sin embar-
go, en la concepción de la totalidad del universo adopta las teorías anticientíficas de la re-
latividad y del “bing bang”.
La ciencia está dividida en parcelas aisladas, con un desarrollo independiente, unidas só-
lo por una metafísica común.
Este desgarramiento de la conciencia de la especie y su total sometimiento a la metafísica
es el reflejo del desgajamiento que existe en la base económica.
En esta fase de la existencia de la especie humana el régimen económico se encuentra en
absoluta contradicción consigo mismo. Su desenvolvimiento se basa en la existencia de

310
productores privados independientes que extraen trabajo excedente a los trabajadores,
provocando en ellos la anulación decisiva de su naturaleza humana (relación trabajo asa-
lariado-capital) y de esta manera la de toda la especie humana, y de una conciencia frac-
cionada en partes totalmente ajenas unas a las otras.
Esto implica que los elementos fundamentales del proceso evolutivo de la materia pensan-
te en nuestro planeta, la especie humana y la conciencia que le corresponde, han adquiri-
do un carácter absolutamente contrario a su naturaleza esencial: la especie ha entrado en
una pendiente descendente de pérdida de sus características humanas y la conciencia se
ha fragmentado en grado extremo. El acceso de la materia pensante a su existencia plena
es obstaculizado por la degeneración de la especie y la segmentación de su conciencia.
El capitalismo evoluciona necesariamente hacia un régimen económico superior, en el
cual se restaura la naturaleza colectiva de la organización social y de la conciencia de la
especie. La especie recobra su naturaleza humana y su conciencia es ahora una unidad
orgánica de todas las producciones intelectuales de la especie. La materia pensante ha al-
canzado a cabalidad su naturaleza esencial.

311
CAPITULO XIV

La contribución del marxismo a la concepción científica del universo


La especie humana es el resultado último del proceso que se produce en nuestro sistema
solar de tránsito de la materia inorgánica a la materia pensante.
Está formada por una multitud de seres vivientes pensantes, una conciencia general y
una reunión más o menos concentrada de instrumentos.
El elemento humano utiliza la conciencia general y los instrumentos en el ejercicio de su
acción característica sobre la naturaleza, mediante la cual realiza el proceso de
transformación de materia inorgánica en materia orgánica e integración de ésta a sí
mismo, en donde se convierte en materia orgánica pensante.
La primera forma de organización de la especie humana es la de la comunidad primitiva.
Dentro de este marco todos los factores se dan un mutuo impulso ascendente, con el cual
se perfecciona constantemente su función específica.
En su evolución posterior, entran en contradicción y rompen su unidad, adquiriendo un
movimiento autónomo que se basa en la anulación del elemento humano y el crecimiento
desproporcionado de los otros componentes. El agente fundamental de la conversión de la
materia engendra, con su propia actividad, a los otros participantes, los cuales provocan
su deshumanización –materia pensante sujeta a una degeneración radical de sus
características biológicas primordiales-.
La fase actual de existencia de la especie humana es la etapa superior de la forma de
organización social capitalista, la cual, a su vez, es el punto superior de la evolución del
régimen de propiedad privada establecido al término del período histórico de la
comunidad primitiva.
En ella alcanza su apogeo el proceso descrito de anulación del factor fundamental del
proceso de metamorfosis de la materia inorgánica en materia orgánica pensante.
Pero al mismo tiempo se crean las premisas para que la masa humana recobre
conscientemente el dominio sobre la conciencia general y los instrumentos y se establezca
plenamente, en su forma superior, el mecanismo de transmutación de materia inanimada
en materia viva inteligente.
En esta conformación última de la especie, el elemento humano estará formado por una
colectividad de seres pensantes, completamente desindividualizados, una conciencia
general colectiva -cuyas partes estarán unidas orgánicamente y bajo la sujeción de la
colectividad-, y un instrumento también colectivo.
El advenimiento de esta última época deberá ser el resultado de la actividad consciente de
la masa humana sobre sí misma y los demás elementos de la especie, dirigida a la
realización del cambio que las cosas exigen acuciantemente.
El prerrequisito de la actuación de los seres pensantes es el conocimiento de la estructura
y las leyes más generales del ser y del universo, de donde se derivan la estructura y leyes
de la materia que forma la galaxia y el sistema solar en que vivimos; de ahí se extraen el
concepto de la naturaleza de la especie humana y la noción de la necesidad de la acción
práctico consciente de los seres humanos encaminada a la consumación del surgimiento
pleno a la existencia de la esencia de la materia inorgánica, esto es, la materia pensante
definitivamente estructurada en un régimen económico social colectivo de la especie

312
humana.
La formulación teórica de la estructura y de las leyes más generales del ser es la tarea que
realiza la filosofía.
Es todo un proceso que se inicia con la filosofía griega y tiene su remate en la filosofía
marxista; esta última es la que coloca los cimientos de la concepción científica del ser, cuyo
edificio completo está aún por construirse mediante la continuación de la tarea señalada
por Marx y Engels –y que ellos sólo realizaron parcialmente- de poner sobre pies
materialistas la exuberante filosofía idealista hegeliana.
La filosofía sigue el mismo camino que la gnoseología. Es el estudio del ser
indeterminado, del devenir, del ser determinado finito, del ser determinado infinito (la
sustancia infinita), de la esencia, de la realidad absoluta y de la sustancia. A la par,
determina las formas mentales que son el reflejo en la conciencia general de todas
aquellas características del ser. Se trata de un reflejo activo que tiene su origen en la
producción, es decir, en la acción directa de la especie sobre la naturaleza. Los
conocimientos prácticos que aquí se forman se elevan hasta el terreno de las ciencias, en
donde adquieren el carácter de lo abstracto y general; de ahí los toma entonces la
filosofía.
A lo largo de su existencia anterior a Hegel, la filosofía desarrolla las determinaciones del
ser, empezando por las del ser indeterminado, para continuar después con las del ser
determinado, el ser infinito, la sustancia infinita, la realidad absoluta, la sustancia,
etcétera, y las determinaciones del pensar, esto es, las categorías lógicas, la sustancia
pensante (el yo), etcétera. Esta evolución se produce mediante un proceso en el cual las
determinaciones se escinden en dos grupos, en uno de los cuales se unen aquellas que
consideran las formas mentales, el pensamiento, como un reflejo de la realidad en la
mente humana, mientras que en otro se aglutinan las que dan al pensamiento el carácter
de una realidad primordial, sustancial, el demiurgo de todo lo existente. La filosofía
progresa mediante una relación dialéctica entre las determinaciones materialistas y las
idealistas: ambas categorías se engendran y niegan mutuamente, proporcionándose una
a la otra un impulso ascendente. Algunos filósofos desarrollan exclusivamente los
principios que pertenecen a una determinada corriente, por lo que son catalogados sin
duda ya sea como materialistas o idealistas; otros, reúnen en sus doctrinas elementos de
las dos corrientes, por lo que escapan a esa clasificación dual. La concreción de las dos
corrientes y la relación dialéctica entre ambas se da precisamente a través de las diversas
doctrinas de los filósofos.
Los conocimientos de las ciencias empíricas influyen sobre la filosofía, impulsando su
desarrollo, y el progreso de la ciencia de las ciencias, a su vez, incita el de las ciencias de
la naturaleza.
En este período se producen todos los elementos de la determinación del ser y las formas
mentales que le corresponden.
Pero todos estos componentes tienen una existencia sin orden ni concierto, yuxtapuestos
unos a los otros y su límite es, como dice Hegel, el conocimiento intelectual, cuya barrera
infranqueable está constituida por la incognoscible “cosa en sí” de Kant.
Al final de esta etapa, las ciencias empíricas dan un salto cualitativo y penetran a un
nivel más profundo de la realidad, a la esencia de las cosas.
El materialismo, rebasado por las ciencias empíricas, se detiene en su forma meramente
mecanicista, y el idealismo, también ajeno a las ciencias de la naturaleza, no va más allá
de la formulación más detallada y completa, realizada por Kant, de las formas mentales
que reflejan la naturaleza del ser, ni supera las incompletas y defectuosas concepciones
de Spinoza y Leibniz sobre la sustancia absoluta.
El idealismo
Hegel toma todo lo que han dado la filosofía y las ciencias empíricas y organiza
racionalmente las determinaciones del ser y del pensar, descubre la negatividad que ellas
tienen y las lleva hasta el terreno de la esencia, que es la negación del ser; determina la
realidad absoluta como una sustancia que es, simultáneamente, ser y esencia y,
sucesivamente, el movimiento de tránsito del ser a la esencia y de la esencia al ser; la

313
realidad absoluta es ser que se interna en sí mismo para desarrollar su esencia y esencia
surgida a la existencia y todos y cada uno de los pasos seguidos por la sustancia en este
movimiento. De esta manera, forja, en su Ciencia de la Lógica, la ontología más completa
que jamás ningún filósofo anterior había fraguado.
La piedra de toque de la filosofía hegeliana, lo que constituye una verdadera revolución en
la historia del pensamiento, es la determinación de la esencia como el otro del ser y de la
realidad como una sustancia que es ser y esencia y el paso de una a otra determinación.
En la parte objetiva de su Lógica200, Hegel ha hecho una identificación total entre las
determinaciones de la realidad absoluta y las del pensamiento. Las determinaciones
ontológicas de la realidad absoluta son también formas del pensamiento.
La Lógica objetiva de Hegel, aislada de sus presupuestos metafísicos, es el reflejo
omnicomprensivo de la realidad absoluta (sustancia absoluta).
Sin embargo, por las exigencias metafísicas de su sistema, tiene que presentar la realidad
absoluta, la sustancia, como producto de una extensión de ella misma, el espíritu
absoluto, esto es, el pensamiento absoluto. Es por ello que Hegel retiene necesariamente
el teísmo como uno de los pilares de su filosofía: el espíritu absoluto, el pensamiento, es
Dios.
La teoría marxista tiene a la filosofía hegeliana como uno de sus antecedentes necesarios.
La filosofía de Hegel es el remate de toda la evolución del pensamiento filosófico, desde
Heráclito hasta Kant.
Hegel, de acuerdo con su sistema idealista, presenta las leyes de la naturaleza y evolución
de la materia como si fueran las pertenecientes a una sustancia inmaterial, el espíritu
absoluto.
La filosofía idealista de Hegel representa la formulación más completa de las leyes del
pensamiento y de la evolución de la materia, de la naturaleza orgánica y de la sociedad
humana, pero consideradas como una sustancia con vida propia, no como un reflejo de la
realidad, sino como la única realidad.
El conocimiento (la conciencia, la idea) bajo la forma del “espíritu” es, para Hegel, una
sustancia con vida propia que en su movimiento genera la materia, la naturaleza y la
sociedad humana.
El “espíritu” es el reflejo en la conciencia humana de la evolución de la materia, la
naturaleza y la sociedad; de ahí entonces que en él se comprendan, de una forma
invertida, las leyes generales de la estructura y el movimiento de la realidad objetiva.
La filosofía de Hegel llega, pues, al punto superior en que ha desarrollado las leyes del
movimiento de la materia como leyes del pensamiento (dialéctica) y las leyes de la
evolución de la naturaleza y la sociedad como las del “espíritu absoluto”.
La lógica objetiva de Hegel, que abarca las dos primeras partes de su lógica, el ser y la
esencia, contiene la descripción más detallada, minuciosa, exhaustiva e integral que se
haya hecho por filósofo alguno, anterior o posterior a aquél, de la estructura fundamental
de la materia y de las leyes más generales de su movimiento; esta lógica objetiva es, al
mismo tiempo que el reflejo omnicomprensivo del mundo, un método que puede y debe
aplicarse en los más variados campos del conocimiento para obtener el concepto exacto
de su objeto, ya que éste, como parte de la realidad, se rige también por aquellas leyes
generales.
El nódulo racional de los postulados hegelianos lo hallamos en la presuposición básica de
la que parte. Para él, la naturaleza exterior existe y es cognoscible hasta en sus más
recónditos niveles; de esta manera, para desarrollar este supuesto y llevarlo hasta sus
últimas consecuencias, Hegel ha debido apropiarse, en una forma enajenada, de los
resultados de las ciencias positivas modernas, los cuales han sido obtenidos en la
actividad práctica, en la industria, y producir a partir de ahí la imagen mental
correspondiente.

200
G.W.F. Hegel, Ciencia de la Lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo Mondolfo.
Solar, S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, 2a. Edición castellana, 1968

314
El pensamiento filosófico es la fase más alta de la evolución del conocimiento enajenado.
La filosofía se nutre con los elementos que le proporcionan todas las ciencias; su trabajo
consiste en forjar una imagen mental de la totalidad.
Esa imagen tiene las siguientes características:
a) abarca la totalidad de la realidad, las leyes generales del conocimiento y del ser;
introduce en los elementos que le brindan las ciencias positivas las características de
esencialidad, necesidad y causalidad y las engarza en el esquema de la concatenación
universal;
b) es el nivel del conocimiento más alejado de la actividad productiva cuya mistificación
alcanza el más alto grado. Su labor se desarrolla tomando como base las imágenes
mentales sectoriales que le proporcionan las ciencias y el resultado de la misma es una
imagen mental que comprende la totalidad del ser y del conocer; una vez forjada, esa
imagen se levanta en contra de su humilde y lejano origen, es decir, de la actividad
productiva, y se declara a sí misma como una sustancia independiente que tiene una
existencia desde el comienzo de los tiempos y que es el fundamento y demiurgo de la
realidad y del conocimiento. Se postula como existiendo primero en sí misma, luego
exteriorizándose en la naturaleza y, por último, recobrándose a sí misma en el espíritu; es
en esta fase en la que alcanza la forma superior de manifestarse y en la que pretende
poseer en sí y por sí la capacidad de dotar a los conocimientos que le proporcionan las
instancias inferiores de las características de esencialidad, necesidad y causalidad
mediante su sometimiento a la forma del concepto y la idea, de la misma manera que su
forma enajenada se había impuesto sobre la caoticidad y accidentalidad de la naturaleza,
dotándola de orden y concierto; al ejercer esa facultad intrínseca, el espíritu filosófico
recoge todos los conocimientos que le proporciona el saber de nivel inferior y llega a través
de ellos a reconocer en la realidad la obra del concepto y de la idea, es decir, la obra de sí
mismo bajo otra de sus formas. En suma, el pensamiento filosófico, debido a su
enajenación de la naturaleza del hombre, se convierte en una sustancia independiente de
todos los demás elementos de la naturaleza humana y se erige por sí mismo en el
pretendido creador de la realidad y fundamento último de la misma y en el depositario de
la facultad del conocimiento, con independencia absoluta de la actividad práctica; el
pensamiento filosófico ignora así todo el complicado proceso por el cual los conocimientos
se van formando lentamente en la misma actividad práctica industrial, es decir, en la
producción, suben luego trabajosamente por los demás peldaños del saber y desembocan
finalmente en el saber filosófico; de la misma manera da de lado al proceso inverso, es
decir, aquél por el cual el conocimiento adelantado por el pensamiento filosófico como
hipótesis o teoría del mundo desciende hasta la práctica para recibir ahí la sanción
definitiva; la facultad que se arroga el espíritu filosófico de poder dotar a los
conocimientos inferiores de las características que les permite reflejar con exactitud
creciente la realidad tiene su origen en la práctica industrial, pues es la industria la que
ha penetrado realmente hasta los niveles más íntimos de la estructura de la materia y la
que ha reproducido los movimientos más complicados de la misma.
Es Feuerbach el que, mediante la crítica de la metafísica hegeliana, de la corteza mística
de su filosofía, al restaurar el materialismo pone la base para que Marx y Engels se
deshagan de aquella envoltura idealista de la filosofía hegeliana, la sustituyan por el
principio materialista de la primacía del ser sobre la conciencia —la conciencia no es más
que el ser consciente— y conserven el rico contenido racional de aquélla. Queda así
estructurada la base fundamental de la teoría del materialismo dialéctico, que es el
núcleo de la doctrina marxista.
El materialismo
En su historia, que comprende desde las ideas materialistas de los griegos hasta los
postulados de Feuerbach, el materialismo estableció una serie de principios, de los cuales
en seguida hacemos un breve resumen.
Todo lo que existe es materia en movimiento. Esta totalidad –el universo- es infinita en el
tiempo y en el espacio. La materia en movimiento se transforma constantemente
mediante procesos materiales (mecánicos, f’iscos, químicos, biológicos, etcétera) que son

315
producidos por la fuerza y la energía propios de la materia. No existe nada fuera de la
materia en movimiento (no una sustancia espiritual, ni algo parecido) ni fuerza ni energía
exteriores a ella que la determinen. La materia es en sí misma la realidad existente y la
posibilidad y la necesidad de la transformación de esa realidad. La materia es ser y deber
ser. El movimiento de la materia está regido por leyes, por la necesidad. La materia tiene
una estructura corpuscular (átomos, etcétera) que existe como tales partículas
desagregadas (nebulosas indiferenciadas) y como agregados que forman sustancias,
compuestos y cuerpos de distinta naturaleza. La materia posee dos fuerzas
fundamentales que determinan su movimiento: la atracción y la repulsión. El movimiento
de la materia es evolutivo e involutivo: las nebulosas de materia inorgánica disfusa
evolucionan hacia la materia inorgánica condensada, ésta hacia la materia orgánica, la
cual, a su vez, deviene materia pensante; desde este estado suyo, la materia vuelve al
punto de su existencia de corpúsculos dispersos. El universo material, infinito y eterno,
está formado por un infinito número de galaxias que contienen un infnito número de
sistemas planetarios, en muchos de los cuales, por necesidad, la matería ha alcanzado la
naturaleza de materia pensante. El pensamiento es una forma específica de la estructura
y movimiento de la materia. En la especie humana la materia ha llegado al punto más
alto de su organización. El pensamiento es el reflejo de la materia en sí misma. Para el
materialismo pre-marxista, el pensamiento tiene un origen meramente sensorial; el
hombre lo obtiene mediante su relación con el mundo exterior a través de los sentidos.
El materialismo, avalado por la ciencia, llegó, antes de Feuerbach, al punto superior en el
que niega a Dios (el pensamiento, el espíritu) como sustancia absoluta y deja con
subsistencia únicamente a la materia, de la cual el pensamiento es sólo un estado o
movimiento específico. Considera que con esta negación ha concluido su labor histórica.
Sin embargo, para Feuerbach éste es sólo el punto de partida para una fase más alta de
existencia del materialismo.
Lo que Feuerbach se plantea no es si Dios existe físicamente o no, sino cuál es la
naturaleza del Dios que tiene una existencia real en la conciencia de la especie.
El razonamiento de Feuerbach es el siguiente:
La religión es la esencia humana enajenada.
La esencia humana es:
Pensamiento. Reflejo de la realidad en la mente del hombre. Conocimiento.
Voluntad. Actividad práctica transformadora de la naturaleza.
Amor. Sentimiento que une a los hombres.
Por un proceso inconsciente la humanidad separa de sí y dota de vida propia a su
esencia.
Los atributos de su esencia así separados y sustantivados se los concede a un ser
imaginario, a Dios.
Dios resulta así el pensamiento absoluto, la voluntad universal, el amor total.
La relación que Feuerbach encuentra entre la esencia humana y su forma enajenada es la
siguiente: en cuanto más desarrolla la especie sus atributos característicos, más se
empobrece y más enriquece a la potencia que ha creado, de tal manera que en última
instancia ella es la nada y su contraparte lo es todo.
La religión, por lo menos la cristiana, consiste en el comportamiento del hombre para consigo
mismo o, mejor dicho: para con su esencia, pero considerando a esa esencia como si fuera de
otro. La esencia divina no es otra cosa que la esencia humana o, mejor dicho: la esencia del
hombre sin límites individuales, es decir, sin los límites del hombre real y material, siendo esta
esencia objetivada, o sea, contemplada y venerada como si fuera otra esencia real y diferente
del hombre. Todas las determinaciones de la esencia divina son por ello determinaciones de la
esencia humana (3).
Es esencialmente necesario observar -y este fenómeno es sumamente notable porque
caracteriza la esencia más íntima de la religión- que cuanto más humana es la esencia de
Dios, tanto más grande es aparentemente la diferencia entre él y el hombre, quiere decir
tanto más es negada por la reflexión sobre la religión o sea por la teología la identidad, o sea
la unidad del ser humano y divino y tanto más es rebajado lo humano tal como es objeto de
la conciencia del hombre (7). La causa de ello es: porque lo que es positivo en la imaginación

316
o determinación de la esencia divina, es exclusivamente humano: por eso la imaginación del
hombre tal como es objeto de la conciencia, sólo puede ser negativa y adversa. Para
enriquecer a Dios el hombre debe empobrecerse: para que Dios sea todo, el hombre ha de ser
una nada. Pero por eso tampoco necesita ser algo para sí mismo porque todo lo que él se
adjudica no va perdido para Dios, sino que queda conservado en él. El hombre tiene su
esencia en Dios ¿cómo podría tenerla en sí y para sí mismo? ¿Por qué sería necesario poner o
tener dos veces la misma cosa? Lo que el hombre se quita, lo que él no tiene en sí, lo disfruta
en un modo incomparablemente más alto y más amplio en Dios.
Por eso donde de la negación de la sensualidad se construye un ser especial, un sacrificio
agradable para Dios, allí se da el valor más alto precisamente a la sensualidad y la
sensualidad renunciada es, sin quererlo, restablecida, por el hecho de que Dios se coloca en
lugar del ser sensual al cual se ha renunciado.
La religión prescinde del hombre y del mundo pero sólo puede prescindir de las verdaderas o
supuestas deficiencias y restricciones, o sea, de lo que son los defectos del mundo; pero no de
la esencia, o sea de la parte positiva del mundo, ni tampoco de la humanidad. Por eso la
religión debe nuevamente ocuparse en la abstracción y negación de lo que prescinde o por lo
menos cree prescindir. De este modo la religión en forma inconsciente pone todo en la idea de
Dios; lo que ella conscientemente niega -siempre que aquello que niega sea algo esencial, algo
verdadero, algo que no puede negarse-. De este modo el hombre niega en la religión su
inteligencia: él por sí mismo no sabe nada de Dios, sus ideas son solamente mundanas y
terrestres; sólo puede crear lo que Dios le revela. Pero en cambio, los pensamientos de Dios
son ideas humanas, ideas terrestres; él idea planes, al igual que un hombre se amolda a las
circunstancias y a las fuerzas intelectuales del hombre, al igual que un maestro se adapta a
la inteligencia de sus alumnos; él calcula exactamente el efecto de sus dones y revelaciones;
él observa al hombre en todo lo que hace, sabe todo, también lo más vil, lo más detestable y
lo más humano. En una palabra, el hombre, frente a Dios, niega su saber y su pensamiento,
para colocar éste su saber y su pensamiento en Dios. El hombre renuncia a su persona y, en
cambio, le es Dios el Ser omnipotente, ilimitado, un Ser personal. El niega el honor humano;
el yo humano, pero en cambio le es Dios un ser egoísta que sólo piensa en sí mismo, que sólo
busca su propio honor, su propio provecho, su propio bienestar. Dios es la satisfacción
propia del egoísmo que mira de soslayo a todas las demás cosas; Dios es la satisfacción
suprema del egoísmo (10), la religión niega además lo bueno como una cualidad del ser
humano; pues para ella el hombre es malo, corrompido, incapaz de hacer algo bueno; pero,
en cambio, Dios es exclusivamente bueno, Dios es el ser bueno 201.
Feuerbach introduce aquí un concepto que será el pilar para que en el materialismo se
produzca, con Marx y Engels, un giro radical, por el que se constituye como materialismo
dialéctico.
Se trata del concepto de enajenación, conforme al cual la realización de las facultades
naturales humanas de la especie –es decir, de la forma más alta de la naturaleza, la
naturaleza pensante- es al mismo tiempo la enajenación de las mismas respecto del
sujeto original y su reunión para la constitución de un otro distinto. La relación entre
ambos extremos se caracteriza por la anulación en la especie de sus facultades humanas
-de su naturaleza humana- y la acumulación de sus atributos, ahora desnaturalizados,
en el otro que de ellos se nutre. La especie engendra y fortalece la potencia que la domina
y aniquila.
Aunque no lo reconocen así, Marx y Engels toman de Feuerbach el concepto de
enajenación y lo enriquecen mediante la aplicación de la doctrina hegeliana de la esencia.
Esta labor es meticulosamente realizada en los Manuscritos económico-filosóficos de Marx.
Feuerbach establece la relación entre el hombre y dios.
Dios es el conjunto de las facultades humanas enajenadas de la especie y atribuidas a un
ser distinto, imaginario. El pensamiento (la razón), la voluntad (la actividad práctica) y el
amor (la relación entre los hombres), atributos todos de la especie, son considerados, por
un proceso social inconsciente, como no originarios, sino derivados de un ser distinto que
es el pensamiento, la actividad y el amor totales; esas facultades omnímodas se
materializan en una religión, que es la que rige el pensamiento, la actividad y las
201
. Ver: Robledo Esparza, Gabriel, La evolución de la materia. Tránsito de la materia inorgánica a la materia
orgánicay de esta a la sociedad humana, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2009.

317
relaciones de los hombres.
Por medio de un movimiento elemental, la especie produce a su otro que le es ajeno y éste
se convierte en una potencia que domina, nulifica y produce dolor y sufrimiento a los
hombres. Ambos extremos se implican mutuamente.
El pie adelante de Feuerbach respecto del materialismo anterior se encuentra en el
descubrimiento de que Dios, tanto el dios incorpóreo, espiritual, como el dios de carne y
hueso, son una enajenación de la esencia humana.
Su limitación radica en que retiene la forma ideológica de la relación y no se adentra a la
determinación de la base material de la misma.
Marx toma el esquema feuerbachiano y lo utiliza para obtener el conocimiento último de
la especie humana.
Establece que la especie humana es la forma más alta que adquiere la naturaleza. El
hombre es naturaleza y su actividad se realiza sobre la naturaleza.
En el ejercicio de sus facultades características, esto es, del trabajo, la especie produce a
la propiedad privada como su esencia enajenada.
La esencia de la propiedad privada en general es el trabajo enajenado, esto es, el
trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana y la convierte en propiedad
privada, el trabajo que al engendrar a la propiedad privada produce su propio
empobrecimiento, depauperación que en última instancia se traduce en la constante y
creciente anulación de su naturaleza humana, y el crecimiento proporcional de la
propiedad privada, la cual existe sólo a condición de nutrirse del trabajo y provocar su
aniquilación.
El trabajo produce la propiedad privada como su esencia alienada y la propiedad privada
produce el trabajo que hace ajena a si mismo su esencia.
La relación entre la especie y su forma enajenada evoluciona en tal forma que hace
imperiosa la reapropiación de su naturaleza esencial mediante la transformación práctica
que implica la abolición de la propiedad privada y la restauración de la propiedad
colectiva, es decir, la implantación del comunismo mediante un movimiento
revolucionario
Para Marx, el comunismo, en cuanto que naturalismo acabado se iguala al humanismo, y
como humanismo acabado se iguala al naturalismo, es la solución genuina del conflicto
entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre, la verdadera resolución de
la lucha entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la autoconfirmación, entre
la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie
La naturaleza se convierte en hombre [re-unión del hombre y la naturaleza] en la
sociedad [colectividad],
De este modo, la sociedad [colectividad] es la unidad consumada en cualidad del hombre y
naturaleza –la verdadera resurrección de la naturaleza-, el naturalismo del hombre y el
humanismo de la naturaleza realizados a plenitud.202
El materialismo alcanza aquí su forma superior, el materialismo dialéctico. Su contenido
fundamental está constituido por: 1) la determinación de la base material de la
enajenación de la especie y b) el papel de la actividad práctica de la especie como
elemento esencial del conocimiento humano y del proceso de reapropiación de la
naturaleza esencial humana.
El pensamiento es, según Feuerbach, una de las determinaciones de la esencia de la
especie.
La filosofía es la parte de la conciencia de la especie que considera al pensamiento como
tal.
En la filosofía absoluta, de la cual la filosofía especulativa de Hegel es el producto más
alto, el pensamiento absoluto, la abstracción total, es Dios.
La razón, facultad esencial de la especie, es convertida en la esencia de un ser espiritual y
abstracto, Dios, distinto de la humanidad.
202
Hegel, G.W.F., Ciencia de la Lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo
Mondolfo.Solar, S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, 2a. Edición castellana, 1968.

318
Dios en tanto ser espiritual y abstracto es la esencia de la razón, a la cual la teología y el
teísmo representan como un ser independiente.
La esencia de la filosofía especulativa no es más que la esencia de Dios, racionalizada,
realizada y actualizada. La filosofía especulativa es la teología verdadera, consecuente y
racional. 203
Es decir, que la filosofía especulativa tiene como objetivo reconocer, realizar y actualizar a
Dios como la esencia de la razón
La razón es la facultad esencial de la especie humana; constituye su esencia.
Dios es esa misma facultad humana, pero separada del hombre y considerada como un
ser independiente.
La razón humana transfigurada en atributo de un ser independiente es considerada
después como la esencia de la razón humana.
La labor de la filosofía especulativa consiste en reconocer, realizar y actualizar a Dios (la
razón humana transfigurada en un ser independiente) como la esencia de la razón; esto
es, de una sola de las facultades de la especie.
Es el retorno al hombre de su esencia bajo la forma de un ser independiente, que ahora
determina su esencia racional.
Dios es la esencia pensada y representada de la razón; la razón humana es la esencia
pensante. [NB].
Las propiedades o predicados esenciales del ser divino son las propiedades o predicados
esenciales de la filosofía especulativa.
Dios es espíritu puro, ser puro, actividad pura –actus purus- [pensamiento puro, absoluto] sin
pasiones ni determinaciones de origen exterior, ni sensibilidad ni materia.
La filosofía especulativa es este espíritu puro, esta actividad pura, realizados bajo la forma del
acto de pensar; es el ser absoluto como pensamiento absoluto. 204
El teísmo, por ejemplo el del cristianismo, postula que todas las determinaciones de la
especie se separan del sujeto original y se reúnen en un sujeto distinto, que es una
persona dotada de razón, voluntad y sensibilidad. Dios es un ser personal magnificado
que posee todos los atributos de la especie, pero con un carácter potenciado.
El panteísmo considera que Dios no es ni una persona sobrenatural ni una sustancia sino
el mismo mundo existente; Dios es todas las cosas (ser y pensamiento).
La filosofía especulativa toma uno sólo de los atributos de la especie, la razón, y la
convierte en una sustancia, en pensamiento puro, absoluto, despojado de toda
materialidad, la determina como Dios.
En el teísmo, Dios, como ser personal, crea el mundo real.
En la teología especulativa, se sustituye la creación material del mundo por un acto
especulativo, teórico que realiza el pensamiento absoluto, Dios.
La teología especulativa, por el contrario, transforma ese acto sensible, que contradice la
esencia del pensamiento, en un acto lógico o teórico: transforma la producción material del
objeto en creación especulativa, a partir del concepto.205
En la teología especulativa Dios contiene en sí mismo el mundo material bajo la forma de
conceptos, de categorías lógicas.
Como realización de Dios, la filosofía especulativa es al mismo tiempo la posición y la
supresión o negación de Dios; a la vez teísmo y ateísmo.
Ateísmo porque establece como el ser absoluto a un ser espiritual, completamente abstracto;
por tanto, niega al Dios personal, concreto.
Teísmo porque restablece a Dios bajo la forma de un ser impersonal, abstracto.
El Panteísmo niega al Dios personal y al Dios abstracto, pero lo afirma como el Dios existente
en todas las cosas.
203
Feuerbach, Ludwig, La esencia del cristianismo, Crítica filosófica de la religión. Traducción Franz
Huber.

204
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, S.A.,
1977. México, D.F.p. 103

205
Feuerbach Ludwig, La filosofía del porvenir. Crítica de la filosofía de Hegel, Versión al español de
Victoria Pujolar, Ediciones Roca, S,A,, México, D. F., 1976, p. 14.

319
El idealista se expresa en términos subjetivos; piensa su idealismo en el objeto (fuera de la
sustancia y de Dios, no hay nada, todas las cosas no son más que determinaciones de
Dios).206
En el teísmo, Dios y el mundo real son dos entidades distintas, separadas.
Mientras que en la filosofía especulativa Dios es una sustancia de la cual las cosas no son
más que determinaciones suyas; no existe un ser personal divino, como en el teísmo, ni
la realidad divinizada del panteísmo.
La filosofía moderna no ha probado más que la divinidad del entendimiento, no ha reconocido
el ser divino, absoluto, más que en el entendimiento abstracto.
La filosofía moderna ha surgido de la teología.
No es otra cosa que la resolución y transformación de la teología en filosofía.
La contradicción de la filosofía moderna, del panteísmo en particular, es que niega la teología
desde el punto de vista de la teología; transforma de nuevo en teología la negación de la
teología.207
La filosofía de Hegel es el último resultado de la filosofía moderna.
En su filosofía el único ser verdadero es el pensamiento absoluto, Dios.
Esta misma contradicción es particularmente característica de la filosofía hegeliana,
La filosofía hegeliana hace del ser inmaterial, del puro objeto, del puro ser del entendimiento,
el único ser verdadero y absoluto: Dios.
La materia es, para Hegel, una cosa metafísica, un puro ser del entendimiento. 208
Los filósofos anteriores a Hegel concebían a Dios como independiente de la naturaleza.
Ellos mismos realizaban el trabajo abstractivo por el cual, a partir del mundo material,
llegaban a la abstracción máxima, el pensamiento absoluto, al cual determinaban como
Dios.
En Hegel, el ser absoluto, el pensamiento absoluto, coloca en sí mismo, por su propia
actividad abstractiva, a la materia como pensamientos o categorías lógicas.
Dios existe como pensamiento absoluto, se enajena de sí mismo y produce la materia
como categorías lógicas que incorpora a su sustancia. Al final de este proceso, se recobra
a sí mismo como pensamiento absoluto que contiene a la materia como parte integrante
suya bajo la forma de categorías lógicas.
La diferencia radica en la forma de determinación de la relación entre el ser material sensible
y el ser inmaterial.
Los filósofos y teólogos anteriores concebían el ser verdadero y divino como un ser desligado y
emancipado de la naturaleza y de lo sensible o materia.
El trabajo de abstracción de lo sensible para llegar al ser que en si mismo esta liberado de lo
material, que es la abstracción absoluta, son ellos mismos quienes lo realizan.
En Hegel, por el contrario, esta actividad subjetiva es la autoactividad del ser divino.
De esta manera, la libertad del absoluto respecto a la materia, que sólo es presuposición y
representación, deviene realidad y verdad.
La única forma de situar a Dios en esta liberación de la materia es poniendo la materia en
Dios.
Y la única forma de colocar la materia en Dios es que éste mismo lo haga, que se sitúe él
mismo como materia, como no-Dios.
La materia no es un contrario que precede en forma inexplicable al yo y al espíritu; es la
autoalienación del espíritu, de Dios.
De esta forma se da a la materia misma espíritu y entendimiento.
Pero también se le sitúa como un ser nulo y sin verdad.
[El espíritu absoluto se enajena de sí mismo y produce el mundo, pero como pensamientos,
categorías lógicas; después, al final de su evolución material, se recobra a sí mismo en el saber
absoluto, que es otra de sus fases de existencia.]
La filosofía de Hegel sitúa la materia en Dios, lo que equivale a negar a Dios.
Es lo mismo que suprimir la teología y reconocer la verdad del materialismo. NB
El materialismo se encuentra implícito en la filosofía hegeliana, aunque en una forma
encubierta.
Pero al tiempo que niega la teología, la presupone, pues es Dios el mismo espíritu absoluto

206
Ibídem, p. 22
207
Ibídem, p. 26
208
Ibídem, pp. 31-34

320
que se enajena en la materia y se recobra en el saber absoluto, es decir, en el espíritu que se
conoce a sí mismo.
Es decir, es Dios que se niega a sí mismo y luego se establece de nuevo a sí mismo.
Al colocar la materia en sí mismo Dios se niega a sí mismo, es la primera negación. Al
establecerse de nuevo a sí mismo niega su anterior negación; es la negación de la negación.
Esa negación de la negación es la vuelta al punto de partida, en el seno de la religión
cristiana.
El secreto de la dialéctica hegeliana consiste en negar la teología en nombre de la filosofía para
después negar la filosofía en nombre de la teología.
Hegel no disimula ni oscurece esta contradicción, sino porque hace de la negación de Dios,
del ateísmo, una determinación objetiva de Dios, porque determina Dios como un proceso, y
el ateísmo como un momento de este proceso. 209
El idealismo subjetivo, Kant y Fichte, colocan al mundo material fuera del sujeto
cognoscente del yo, del espíritu, de Dios.
Por el contrario, el idealismo objetivo de Hegel lo pone en Dios.
La esencia divina es la esencia del hombre, pero liberada de los límites de la naturaleza.
De igual manera, la esencia del idealismo absoluto es la esencia del idealismo subjetivo
liberado de los límites, racionales esta vez, de la subjetividad, es decir, de lo sensible o del
orden de los objetos en general.
El idealismo subjetivo pone el mundo sensible, al cual se enfrenta en el proceso del
conocimiento, fuera del sujeto cognoscente, del yo, del espíritu, de Dios; el idealismo objetivo
(Hegel) lo coloca en Dios.
La filosofía hegeliana se puede deducir inmediatamente del idealismo kantiano y fichteano
[idealismo subjetivo].
Pero el sujeto que no tiene ya cosa que le sea ajena ni, en consecuencia, límites en sí mismo,
no es un sujeto “finito”, no es ya el yo enfrentado a un objeto; es el ser absoluto llamado Dios
en el lenguaje del pueblo o de la teología. Es el mismo sujeto, sin duda, el mismo yo que en el
idealismo subjetivo, pero sin limitaciones; es el yo, pero un yo que no tiene aspecto de serlo;
un ser subjetivo que como tal ya no se llama “yo”.
El pensamiento privado de la determinación que hace de él un acto de pensamiento, un acto de
la subjetividad [un pensamiento humano], tal es la esencia de la Lógica de Hegel. 210
La Filosofía de Hegel despoja a la especie humana de su naturaleza esencial, de su
capacidad de producir conceptos, juicios, silogismos, etcétera, de la realidad y se la
atribuye al pensamiento absoluto, a Dios, en donde estas categorías son formas
existentes en sí y por sí, formas absolutas.
La determinación humana es el pensamiento humano, la conciencia de la especie.
Hegel despoja a esa determinación de su carácter específicamente humano, la deja en el sólo
pensamiento abstracto y le atribuye una personalidad propia: el espíritu absoluto, Dios,
distinta del hombre.
Las formas de la subjetividad estudiadas en la Lógica subjetiva: el concepto, el juicio, el
silogismo, etcétera, no son formas del pensamiento humano, sino formas objetivas, existentes
en sí y por sí, formas absolutas.
De ahí que la filosofía absoluta aliene y desposea al hombre de su propia esencia, de su propia
actividad.211
[NB El corazón de la teoría de la enajenación.]
La nueva filosofía piensa lo concreto no en abstracto, sino concretamente, tiene por verdad lo
real en su realidad.
La nueva filosofía es la verdad de la filosofía de Hegel, de la filosofía moderna en general.
Necesidad histórica y génesis de la nueva filosofía a partir de la antigua.
Según Hegel el concepto concreto, la idea es, primero, tan sólo una abstracción y no existe
más que en el elemento del pensamiento: es el Dios teológico de antes de la creación del
mundo, pero racionalizado.
La idea se realiza al igual que Dios se expresa: se hace mundo y realidad.
Hegel es la historia de la teología transformada en un proceso lógico.
La realización de la idea es ser real, existir; la existencia es el criterio de la verdad.
Tan solo es verdad lo que es real.

209
Ibídem, pp. 43-45
210
Ibídem, pp. 45-46
211
Ibídem, pp. 46-48

321
El pensamiento se realiza quiere decir, precisamente: se niega y cesa de ser puro
pensamiento.
El pensamiento se realiza; quiere decir: se hace objeto de los sentidos.
Lo sensible es, pues, la realidad de la idea.
Si se exige del pensamiento que se realice y devenga sensible es sólo porque se presupone
inconscientemente que la realidad y la cualidad sensible independiente del pensamiento son
la verdad del pensamiento.
Pero como, a pesar de todo, se parte conscientemente de la verdad del pensamiento, no se
expresa la verdad de lo sensible sino posteriormente, no se hace de la cualidad sensible más
que un atributo de la idea.212
Feuerbach concluye que la filosofía absoluta enajena al hombre de su propia esencia.
La filosofía, incluida la de Hegel, es una forma de enajenación de la naturaleza esencial de
la especie.
La negación de la misma es el presupuesto para la instauración de la verdadera
naturaleza humana del pensamiento, labor que tiene que ser realizada sin duda por la
filosofía marxista.
El concepto de enajenación introducido por Feuerbach es la piedra de toque para el inicio
de la transformación del antiguo en el nuevo materialismo. Desplaza la vetusta discusión
filosófica relativa a la determinación de la supremacía ya sea del ser o del pensamiento.
Ahora se trata de conocer la naturaleza misma del pensamiento, de la razón humana, en
su proceso de realización y enajenación, su condición de potencia que domina y rebaja a
la especie.
Marx y Engels adoptan íntegra la crítica que hace Feuerbach de la “filosofía absoluta” y
suscriben en su totalidad la determinación materialista del pensamiento que realiza el
autor, pero igualmente señalan las limitaciones que tiene el materialismo restaurado.
En las “Tesis sobre Feuerbach”213, Marx define el materialismo feuerbachiano –y en
general, todo el materialismo anterior- como un materialismo “contemplativo”: su
conocimiento se detiene en el objeto como tal, sin tomar en cuenta su naturaleza de
producto de la actividad sensorial humana.
Para Feuerbach, la actitud teórica es la única auténticamente humana (la actividad
esencial de la especie), y la práctica es concebida y plasmada en su forma “suciamente
judaica”, es decir, como la acción sobre la naturaleza y los otros individuos presidida por
un interés individual. El materialismo de Feuerbach “no comprende la actividad
revolucionaria práctico-crítica”.
Feuerbach no concibe el pensamiento como el producto de la praxis humana, que la
verdad y terrenalidad del pensamiento humano se obtienen en la actividad práctica, en la
producción, en la industria.
El materialismo feuerbachiano hace suya la teoría que postula que los hombres son
producto de las circunstancias y de la educación y que, por tanto, para cambiar la
condición de la humanidad son necesarias unas circunstancias y una educación
distintas, verdaderamente humanas, las cuales deben ser establecidas por un visionario
que saque de su cabeza el nuevo orden plenamente estructurado. Este materialismo no
entiende que la transformación de la sociedad humana únicamente puede ser realizada
como práctica revolucionaria.
Feuerbach determinó la religión y la filosofía como formas enajenadas de la esencia
humana. Descubrió el secreto de su verdadera naturaleza. Pero a pesar de ello la religión
y la filosofía siguen existiendo como tales; el sólo conocimiento de sus características
fundamentales no lleva a la revocación de la enajenación.
La enajenación y sustantivación de la esencia humana bajo la forma de la religión y la
filosofía tiene su base en una forma de organización social específica, cuyo fundamento es
la escisión de la propiedad y el trabajo, la cual se vuelve concreta en la división de clases
antagónicas.
Para eliminar la enajenación de la esencia de la especie es necesario acabar con la

212
Ibídem, pp. 49-51
213
Ibídem, pp. 51-52

322
contradicción social que es su fundamento. Y esto sólo se logra comprendiendo la
contradicción y revolucionándola prácticamente.
El materialismo de Feuerbach, al igual que el anterior, sólo llega al conocimiento de los
individuos en la sociedad civil; el nuevo materialismo (el materialismo dialéctico) tiene
como objeto la sociedad humana, o la humanidad socializada.
Marx cierra sus tesis con esta sentencia: Los filósofos no han hecho más que interpretar
de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Las “Tesis sobre Feuerbach” expresan de una manera concentrada los principios
fundamentales del materialismo dialéctico: el pensamiento es un producto de la actividad
práctica de la especie; la sociedad humana sólo puede ser transformada por medio de la
actividad revolucionaria práctico-crítica.
Estos principios ilustran plenamente sobre el carácter revolucionario del materialismo
dialéctico.
El conocimiento y desarrollo de los mismos, en unión con los demás elementos del
materialismo dialéctico, es el prerrequisito para que la especie, por medio de la acción
práctica revolucionaria, revoque la enajenación y reintegre su esencia a sí misma.
Este proceso es parte del movimiento por el cual la especie se constituye plenamente
como una organización de la materia orgánica pensante cuyo contenido es la
transformación constante de materia inorgánica en materia orgánica.

La filosofía hegeliana ha desarrollado el esquema formal de la naturaleza y evolución del


universo.
De acuerdo con Hegel, el ser fundamental es el espíritu absoluto, una sustancia espiritual
(pensamiento absoluto) que existe como tal y luego se enajena en la naturaleza (tomada
ésta como pensamientos, categorías lógicas); bajo esa forma evoluciona hasta llegar al
pensamiento, que a su vez avanza hasta recobrar la conciencia de la fuente de donde
procede, el pensamiento absoluto; se restablece así como la sustancia espiritual absoluta.
El espíritu absoluto se ha enajenado en la naturaleza y después ha revocado esa
enajenación para recobrarse a sí mismo.
La sustancia hegeliana, el espíritu absoluto, existe en primera instancia como
pensamiento puro: categorías, conceptos e ideas
La sustancia espiritual absoluta existe aquí como pensamiento puro que es, sucesiva y
simultáneamente, ser determinado, esencia, ser y esencia, ser que se interna en sí mismo
para producir su esencia y esencia surgida a la existencia y todas y cada una de las fases
y elementos de esos procesos.
La sustancia espiritual absoluta sale de sí y produce la materia sumamente fraccionada y
desagregada -la nebulosa de Kant Laplace-que después se condensa en formaciones
estelares, cuerpos planetarios, etcétera, hasta llegar a la formación de la materia orgánica
que deviene materia pensante.
La sustancia espiritual absoluta es la materia infinita que es realidad absoluta, esto es,
sucesiva y simultáneamente, ser determinado, esencia, ser y esencia, ser que se interna
en sí mismo para producir su esencia y esencia surgida a la existencia y todas y cada una
de las fases y elementos de esos procesos.
La filosofía hegeliana es una formulación materialista de la naturaleza y de las leyes del
universo, pero aún cubierta con una delgada capa de metafísica e idealismo. La filosofía
marxista tiene ante sí la tarea irrenunciable de realizar el retiro de la cáscara idealista y
exponer y desarrollar el contenido materialista de la filosofía hegeliana.
El verdadero aporte revolucionario de la filosofía marxista, que sobrepasa con mucho al
materialismo feuerbachiano, es el principio por el cual se considera a la praxis humana
como el criterio más alto de la verdad.
El conocimiento humano (ciencia, filosofía), la conciencia de la especie, es el producto de
su actividad (la producción, la industria) y, a la vez, un instrumento para la realización
del trabajo humano.
La esencia de la especie es la actividad consciente mediante la cual transforma la
naturaleza.

323
Con todos estos elementos –la filosofía materialista anterior a Feuerbach, el concepto de
enajenación de Feuerbach, la doctrina hegeliana de la esencia y de la enajenación y
desenajenación del espíritu absoluto, el esquema de Hegel del universo, desembarazado
de su envoltura mística, y el principio del origen en la práctica humana de la conciencia
de la especie- se ponen las bases del materialismo dialéctico, disciplina que es el
fundamento de la filosofía marxista.
Sin embargo, la filosofía marxista únicamente ha colocado los cimientos y una parte del
edificio de la plena estructuración de la conciencia colectiva de la especie, dejando sin
desarrollar la riqueza ubérrima del propio método científico, la dialéctica, y de la ontología
contenida en la Lógica objetiva de Hegel.
Marx y Engels, con base en aquel principio esencial, conservan íntegra la dialéctica
hegeliana como método del conocimiento; no realizan ninguna formulación nueva de la
misma, ningún desarrollo propio, sino que se atienen rigurosamente a la versión de
Hegel. Engels efectúa un fallido intento de hacer una exposición de la dialéctica hegeliana
en un lenguaje materialista; el resultado fue ese esbozo de trabajo que se conoce como
Dialéctica de la naturaleza, en el cual se contiene la famosa y excesivamente simplificada
explicación de las “tres leyes de la dialéctica” que es, para el revisionismo de todas las
épocas, la suma y compendio de la dialéctica materialista.
Armados con los principios materialistas y con la dialéctica hegeliana, Marx y Engels
acometen la tarea de llenar de contenido los dos esquemas hegelianos de la evolución de
la naturaleza y de la especie humana. En lo que se refiere al ámbito de la historia natural,
es realmente poco lo que investigan los dos teóricos revolucionarios; de ellos, es Engels el
que más atención pone a esta área del conocimiento y lo hace únicamente para ordenar y
sistematizar, con base en el principio materialista y de acuerdo con el esquema hegeliano,
el abundante acervo de conocimientos proporcionado por las ciencias positivas, las cuales
eran impulsadas por la producción capitalista.
En donde realizan el grueso de su labor teórico-revolucionaria es en el ámbito de la
historia humana y lo hacen aplicando a este sector del conocimiento la tesis nodal del
materialismo, la dialéctica hegeliana y el esquema hegeliano de la evolución de la
humanidad. Desarrollan así las leyes fundamentales de la estructura y evolución de las
sociedades humanas, forjando los conceptos de formación económico-social, base
económica y superestructura política e ideológica, fuerzas productivas y relaciones de
producción, clases sociales, lucha de clases, revolución social, etcétera; pasan después,
equipados con los mismos instrumentos y con esas primeras leyes fundamentales, al
estudio del régimen de la propiedad privada para encontrar en él la clave de la evolución
de la especie humana, que consiste en la pérdida, en esa formación económico-social, de
las características esenciales de la especie pero, al mismo tiempo, en la producción de los
elementos para su restauración en una forma más alta en una formación económico-
social que debe suceder a la de la propiedad privada, en el comunismo; continúan,
utilizando todo ese bagaje teórico acumulado, con el análisis específico de la última fase
de la propiedad privada, el régimen de producción capitalista, al que dedican una parte
sustancial de su labor teórica y por medio del cual determinan al detalle cómo se da
culminación en él al proceso de anulación de la naturaleza humana de la especie y la
manera en que se crean las premisas para el cambio revolucionario hacia la sociedad
comunista; se descubren las leyes de la economía y de la lucha de clases de la sociedad
capitalista.
Por lo que respecta a la ontología contenida en la filosofía hegeliana, ni Marx, Engels o
los marxistas posteriores la desarrollaron suficientemente para dar cima a la
construcción de la concepción científica del universo, la cual se había detenido en las
tesis de Newton y la hipótesis de Kant-Laplace.
Engels, en sus trabajos relativos a la ciencia de la naturaleza, reconoce plenamente el
carácter científico de la cosmovisión newtoniana-kantlaplaceana, se adhiere
incondicionalmente a sus postulados y la confronta y enriquece con los adelantos de las
ciencias naturales de su época; esboza, muy esquemáticamente, una hipótesis de la
naturaleza de la materia pensante como esencia (sin denominarla así) de la materia

324
inorgánica y de ésta como el otro (sin llamarla de esta manera) de aquella y de la
universalidad de este carácter dual de la sustancia material y de su movimiento
dialéctico. Sin embargo, no recoge el rico contenido de la ontología que el filósofo germano
plasmó en su Lógica, por lo que su contribución no pasa de un reforzamiento de lo hecho
por Newton, Kant y Laplace y de un adelanto de nebulosas e incompletas hipótesis acerca
de la naturaleza, estructura y movimiento del universo material.

Partiendo de masas nebulosas incandescentes y que giran en torbellino –las leyes de cuyo
movimiento tal vez se descubran ahora, una vez que las observaciones acumuladas a lo
largo de varios siglos nos suministren claridad acerca del movimiento propio de los astros-
se formaron por condensación y enfriamiento los innumerables soles y sistemas solares de
nuestra isla cósmica, enmarcados por los anillos más lejanos de estrellas de la Vía Láctea.
Todo parece indicar que esta evolución no se operó en todas partes con la misma rapidez La
existencia de cuerpos oscuros, no puramente planetarios, es decir, de soles apagados
dentro de nuestro sistema solar, va imponiéndose cada vez más en la astronomía “Mädler);
y, de otra parte, de nuestro sistema sideral forman parte integrante (según Secchi) manchas
nebulosas gaseiformes, que representan una serie de soles aún no plasmados, sin que esté
excluida la posibilidad de que otras nebulosas, según sostiene Mädler, sean otras tantas
remotas islas cósmicas independientes, cuyo grado relativo de desarrollo habrá de revelar el
espectroscopio.
Laplace ha demostrado, de un modo no superado hasta ahora, cómo de una masa nebulosa
ha llegado a desarrollarse un sistema solar; después de él, la ciencia no ha hecho más que
confirmar sus conclusiones.
En los distintos cuerpos así formados –soles, planetas y satélites- rige en un principio la
forma de movimiento de la materia a que damos el nombre de calor. Con una temperatura
como la que todavía hoy tiene el sol no puede hablarse de la posibilidad de combinaciones
químicas entre los elementos; hasta qué punto el calor se trueque, aquí, en electricidad o
magnetismo lo dirán las sistemáticas observaciones solares; lo que ya desde ahora puede
asegurarse es que los movimientos mecánicos efectuados en el sol brotan exclusivamente
del conflicto entre el calor y la gravedad.
Los distintos cuerpos se enfrían más rápidamente cuando más pequeños son. Los primeros
en enfriarse son los satélites, los asteroides y los meteoros, y así, vemos que nuestra luna
hace ya mucho tiempo que está extinguida. Más lentamente se enfrían los planetas, y el
enfriamiento más lento de todos es el del cuerpo central.
Con el progreso del enfriamiento, va pasando cada vez a primer plano la acción mutua de
las formas físicas de movimiento que se truecan las unas en las otras, hasta llegar, por fin,
a un punto a partir del cual comienza a abrirse paso la afinidad química y en el que los
elementos químicos hasta ahora indiferentes van diferenciándose químicamente unos tras
otros, adquieren propiedades químicas y se combinan entre sí. Estas combinaciones varían
constantemente con el descenso de la temperatura, que influye de distinto modo no sólo en
cada elemento, sino en cada combinación determinada de elementos, con la transición, al
enfriarse, de una parte de la materia gaseiforme al estado líquido, primero, y luego el estado
sólido, y con las nuevas condiciones así creadas.
El período durante el cual el planeta se halla cubierto en su superficie por una corteza
sólida y por acumulaciones de aguas coincide con aquel en que su calor propio va cediendo
cada vez más al calor que sobre él irradia el astro central Su atmósfera pasa a ser escenario
de fenómenos meteorológicos, en el sentido que hoy damos a esta palabra y su superficie se
convierte en palestra de cambios geológicos entre los que las estratificaciones provocadas
por precipitaciones atmosféricas van predominando cada vez más sobre los resultados
exteriores del núcleo interior fluido y candente, que van debilitándose poco a poco.
Cuando, por último, la temperatura se equilibra hasta el punto de que, por lo menos en
una parte considerable de la superficie, no rebasa ya los límites en que puede vivir la
albúmina, se forma, siempre y cuando que se den las demás premisas químicas favorables,
el protoplasma vivo. Aún no sabemos cuáles son esas condiciones previas, lo que no debe
sorprendernos, ya que ni conocemos, hasta ahora, la fórmula química de la albumina, ni
siquiera sabemos cuántos cuerpos albuminoides de diferente composición química existen,
y sólo hace aproximadamente diez años que nos es conocido el hecho de que todas las
funciones esenciales de la vida, la digestión, las secreciones, el movimiento, la contracción,
la reacción a los estímulos y la procreación, se deben precisamente a la albúmina carente
de estructura.

325
Hubieron de pasar probablemente miles de años antes de que presentaran las condiciones
en que, dándose el siguiente paso de avance, pudo esta albúmina informe crear la primera
célula, mediante la formación del núcleo y la membrana. Pero, al aparecer la primera
célula, se sentó al mismo tiempo, la base para la formación de todo el mundo orgánico;
primeramente, se desarrollaron, según podemos conjeturar a base de toda la analogía del
archivo paleontológico, innumerables especies de protisas acelulares y celulares, de las que
sólo ha llegado a nosotros el Eozoon Canadense, partiendo de las cuales algunas se
diferenciaron gradualmente para formar las primeras plantas y otras para dar vida a los
primeros animales. Y, partiendo de los animales primarios, se desarrollaron, principalmente
por un proceso de ulterior diferenciación, las innumerables clases, órdenes, familias,
géneros y especies animales y, por último, la forma en que el sistema nervioso alcanza su
grado más alto de desarrollo, la de los animales vertebrados y, entre éstos, finalmente, el
animal vertebrado en el que la naturaleza cobra conciencia de sí misma: el hombre. 214
Sin embargo, “cuanto nace es digno de perecer”. Podrán pasar millones de años, cientos de
miles de generaciones podrán nacer y morir, pero llegará inexorablemente el día en que, al
agotarse el calor del sol, no alcance para fundir los hielos que avanzan desde los polos, en
que los hombres, que irán concentrándose más y más junto al Ecuador, no encuentren
tampoco allí el calor necesario para vivir, en que poco a poco vayan borrándose hasta los
últimos rastros de vida orgánica y la tierra, convertida en una bola muerta y helada como la
luna, gire, hundida en profundas tinieblas y en una órbita cada vez más estrecha en torno
al sol, también enfriado, para precipitarse, por último, en los espacios cósmicos. Otros
planetas caerán antes que ella y otros la seguirán en su caída; en vez del sistema solar,
armónicamente ordenado, luminoso y lleno de calor, una esfera fría y muerta recorrerá su
camino solitario por los espacios. Y la misma suerte reservada a nuestro sistema solar
habrán de experimentarla, más tarde o más temprano, todos los demás sistemas de nuestra
isla cósmica y el resto de las innúmeras islas cósmicas, incluso aquellos cuya luz jamás
llegará a la tierra mientras viva sobre ella un ojo humano capaz de captarla.
¿Y qué ocurrirá cuando semejante sistema solar acabe de recorrer el ciclo de su vida y se
enfrente a la suerte reservada a todo lo finito, es decir, la muerte? ¿Seguirá el cuerpo
muerto del sol rodando por toda una eternidad, como un cadáver, a través del espacio
infinito y se hundirán para siempre todas las fuerzas naturales antes diferenciadas en
infinita muchedumbre en la sola y única fuerza de movimiento de la atracción? “¿O bien –
como se pregunta Secchi- se contienen en la naturaleza fuerzas capaces de retrotraer el
sistema muerto al estado inicial de la nebulosa candente, para infundir otra vez en él una
nueva vida? No lo sabemos”.
No lo sabemos, ciertamente a la manera como sabemos que 2x2=4 o que la atracción de la
materia aumenta o disminuye en proporción al cuadrado de la distancia. Pero, en las
ciencias naturales teóricas, que van elaborando su concepción de la naturaleza, dentro de
lo posible, hasta formar un todo armónico y sin la cual ni el empírico más ayuno de ideas
daría hoy vueltas sin moverse del sitio, nos vemos obligados con mucha frecuencia a
manejar magnitudes imperfectamente conocidas, y la lógica del pensamiento tiene que
acudir siempre en ayuda de la insuficiencia del conocimiento. Es así como las modernas
ciencias naturales se han visto obligadas a tomar de la filosofía la tesis de la
indestructibilidad del movimiento, sin la cual no podrían existir. Ahora bien, el movimiento
de la materia no es el simple desplazamiento de lugar: es el calor y la luz, la tensión
eléctrica y magnética, la combinación y disociación química, la vida y, por último, la
conciencia. Decir que a la materia, a lo largo de toda su existencia ilimitada en el tiempo,
sólo por una única vez y durante un tiempo insignificante en comparación con su
eternidad, se le depara la posibilidad de diferenciar su movimiento, desplegando con ello
toda la riqueza de ese movimiento, para quedar reducida antes y después, por toda una
eternidad, a un simple desplazamiento de lugar, vale tanto como afirmar que la materia es
mortal y el movimiento perecedero. La indestructibilidad del movimiento no puede
concebirse de un modo puramente cuantitativo; hay que concebirla también de un modo
cualitativo; una materia cuyo desplazamiento puramente mecánico de lugar encierra,
indudablemente, la posibilidad de transformarse, bajo condiciones propicias, en calor,
electricidad, acción química y vida, pero que no puede engendrar por sí misma aquellas
condiciones, esa materia ha perdido el movimiento; y un movimiento que no cuenta ya con
la capacidad necesaria para transformarse en las diferentes formas de manifestarse que le
son propias, tiene sin duda, todavía, la dynamis [posibilidad], pero carece de la energeia

214
Ibídem, pp. 67-69

326
[acción], lo que quiere decir que se halla ya, en parte, destruido. Y ambas cosas son
inconcebibles.
Lo que sí puede afirmarse es que hubo un tiempo en que la materia de nuestra isla cósmica
transformó en calor una masa tal de movimiento –sin que hasta hoy sepamos de qué clase-,
que gracias a ello pudieron desarrollarse los 20 millones de estrellas que, por lo menos
(según Mädler), pertenecen a nuestros sistemas solares y cuya gradual extinción es
igualmente segura. ¿Cómo se operó dicha transformación? Tampoco nosotros sabemos,
como no lo sabe el padre Secchi, si el futuro caput mortuum de nuestro sistema solar
volverá a convertirse algún día en materia prima de nuevos sistemas solares. Pero, si no
queremos recurrir en este punto a la idea del creador, no tenemos más remedio que llegar
a la conclusión de que la materia prima candente de los sistemas solares de nuestra isla
cósmica surgió, por una vía natural, mediante las transformaciones operadas por el
movimiento, inherentes por naturaleza a la materia móvil, y que sus condiciones tendrán
también que reproducirse por obra de la materia misma, aunque sea a la vuelta de millones
y millones de años, de un modo más o menos fortuito, pero con la fuera de la necesidad que
es inherente también a lo casual.
La posibilidad de semejante transformación es reconocida en medida cada vez mayor. Va
abriéndose paso la idea de que los cuerpos cósmicos tienden en definitiva a chocar los unos
con los otros hasta se calcula la cantidad de calor que se desarrollará en estas colisiones.
Partiendo de ella se explican por la vía más fácil el súbito relucir de nuevas estrellas y la luz
cada vez más clara que, también súbitamente, despiden otras que ya conocemos de antiguo
y de que nos habla la astronomía.
Con arreglo a esto, vemos no sólo que nuestro grupo planetario gira alrededor del sol y
nuestros soles dentro de la isla cósmica en que moramos, sino también que toda nuestra
isla cósmica sigue moviéndose dentro del espacio del cosmos en un equilibrio temporal y
relativo con las demás islas cósmicas, ya que incluso el equilibrio relativo de los cuerpos
que giran libremente sólo puede concebirse dentro de un movimiento mutuamente
condicionado; y hay muchos que admiten que la temperatura del espacio cósmico no es en
todas partes la misma. Por último, sabemos que, exceptuando una parte insignificante, el
calor de los innumerables soles de nuestra isla cósmica desparece en el espacio y se
esfuerza en vano en por elevar la temperatura del espacio cósmico aunque sólo sea en una
millonésima de grado de la escala Celsius. ¿Qué se ha hecho de toda esta enorme cantidad
de calor? ¿Ha desaparecido para siempre en el intento de calentar el espacio o ha dejado
prácticamente de existir y sólo sigue existiendo teóricamente en el hecho de que el espacio
cósmico se ha calentado en una fracción decimal de grado que comienza con diez o más
ceros? Esta hipótesis equivale a negar la indestructibilidad del movimiento; admite la
posibilidad de que, mediante la colisión sucesiva de los cuerpos cósmicos, todo el
movimiento mecánico existente se transforme en calor y éste se irradie en el espacio
cósmico, con lo que, pese a la “indestructibilidad de la fuerza”, habría dejado de existir todo
movimiento en general. (Y ello revela, dicho sea de pasada, cuán erróneo es hablar de
indestructibilidad de la fuerza, en vez de indestructibilidad del movimiento.) Llegamos,
pues, a la conclusión de que por un camino, que la investigación de la naturaleza
considerará algún día como su cometido señalar, el calor irradiado en el espacio cósmico
tendrá necesariamente la posibilidad de llegar a transformarse en otra forma de
movimiento, en la que podrá llegar a concentrarse y manifestarse. Con lo cual desaparecerá
la principal dificultad con que tropieza la posibilidad de que los soles extinguidos se
conviertan de nuevo en la nebulosa candente.
Por lo demás, la sucesión eternamente repetida de los mundos en el tiempo infinito no es
más que el complemento lógico de la coexistencia de los innumerables mundos en el
espacio infinito, tesis ésta cuya necesidad se ha impuesto incluso al cerebro antiteórico de
un Draper.215
La materia se mueve en un ciclo perenne, ciclo que probablemente describe su órbita en
períodos de tiempo para los que nuestro año terrestre ya no ofrece una pauta de medida
suficiente; en el que el tiempo del más alto desarrollo, el tiempo de la vida orgánica y, más
aún, el de la vida consciente de sí misma y de la naturaleza, resulta medido tan brevemente
como el espacio en el que se hacen valer la vida y la autoconciencia; en el que toda
modalidad finita de existencia de la materia, ya sea Sol o nebulosa, animal concreto o

215
Marx, Carlos y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época,
versión al español de Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, México, 1967, pp. 96-
99.

327
especie animal, combinación o disociación química, es igualmente perecedera y en el que
nada hay eterno fuera de la materia en eterno movimiento y de las leyes con arreglo a las
cuales se mueve y cambia.
Pero, por muchas veces y por muy implacablemente que este ciclo se opere también en el
tiempo y en el espacio; por muchos millones de soles y de tierras que puedan nacer y
perecer y por mucho tiempo que pueda transcurrir hasta que lleguen a darse las
condiciones para la vida orgánica en un sólo planeta dentro de un sistema solar; por
innumerables que sean los seres orgánicos que hayan de preceder y que tengan que perecer
antes, para que de entre ellos puedan llegar a desarrollarse animales dotados de cerebro
capaz de pensar y a encontrar por un período breve de tiempo las condiciones necesarias
para su vida, para luego verse implacablemente barridos, tenemos la certeza de que la
materia permanecerá siempre la misma a través de todas sus mutaciones, de que ninguno
de sus atributos puede llegar a perderse por entero y de que, por tanto, por la misma férrea
necesidad con que un día desaparecerá de la faz de la tierra su floración más alta, el
espíritu pensante, volverá a brotar en otro lugar y en otro tiempo. 216
El marxismo, desde sus orígenes, dejó de lado la tarea de desarrollar el método científico
y la exuberante ontología contenidos en la Lógica de Hegel. Los elementos extraídos de la
filosofía hegeliana por los fundadores de esta doctrina fueron suficientes para forjar el
instrumento teórico que utilizaron en la primera instauración del socialismo. Sin
embargo, el socialismo formal que se estableció en la primera década del siglo XX tenía en
sí mismo el germen de su negación, y para la novena década había revertido totalmente
hacia el capitalismo. Este inesperado desenlace de la revolución dictó la sentencia de
muerte sobre la teoría revolucionaria, la cual fue lanzada alborozadamente al basurero de
la historia. Se inició lo que fue saludado como el reinado eterno del capital. En los últimos
años se ha ido abriendo paso, dentro de la intelectualidad pequeño burguesa, la idea de
que el capitalismo moderno tiene las características fundamentales que le asignaron los
clásicos y que como era de esperarse, éstas han pasado a una fase superior de su
existencia, en donde se manifiestan palmariamente el proceso de depauperación creciente
de los trabajadores asalariados y el movimiento de maduración de los elementos
determinantes del cambio hacia una forma de organización socialista que lo sea tanto en
la forma como en el contenido; también han llegado a la conclusión de que para el
renacimiento de la teoría revolucionaria, prerrequisito de una nueva fase de la revolución
socialista, es necesario asimilar en toda su extensión y profundidad la Lógica de Hegel en
su carácter de método científico del conocimiento; esto permitirá conocer las causas del
derrumbe de la primera aparición del socialismo y determinar la línea de acción para la
instauración del socialismo formal y material del que está preñado el capitalismo
moderno.
La concepción científica del universo sufrió, en cierta manera, la misma suerte que la
teoría marxista. Su evolución se detuvo en la hipótesis Kant-Laplace y en las valiosas
precisiones e intuiciones de Engels, pero no avanzó hasta la integración de una
cosmovisión que comprendiera el universo en su totalidad e incluyese en forma
exhaustiva las leyes generales de su naturaleza y movimiento, pues esto únicamente se
podría haber logrado incorporando la ubérrima ontología hegeliana contenida en La
Ciencia de la Lógica.
La filosofía marxista tiene como tarea inminente la formulación definitiva de la conciencia
de la especie. Esto comprende la develación completa de la ontología materialista
contenida en la filosofía hegeliana mediante la remoción de la cáscara idealista que la
cubre, la integración en una unidad armónica de todas las partes de la conciencia social
de la especie (ontología, conocimientos científicos, técnicos, etcétera), la determinación de
la acción práctica de la especie y la dirección de la misma en el propósito de instaurar el
régimen social en el cual cumpla a cabalidad su misión histórica de transformación de
materia inorgánica en materia orgánica pensante.
Para una comprensión más completa de la relación de la filosofía hegeliana con el
marxismo, ver: Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, t. I,
216
Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, Editorial Grijalbo, S. A., traducción directa del
alemán de Wenceslao Roces, México, 1982, pp. 13-15

328
Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, Centro de Estudios del Socialismo Científico,
México, 2008 y La Lógica de Hegel y el marxismo, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones,
Centro de Estudios del Socialismo Científico, México, 2009.

329
Apéndice No. 1
Extracto de las obras de Georges Lemaitre The Primeval Atom
y L’hypothèse de l’atome primitive

The Primeval Atom


La hipótesis del átomo originario es una hipótesis cosmogónica que presenta el universo
actual como el resultado de la desintegración radioactiva de un átomo.
…Vamos ahora a imaginar que el universo todo existe en la forma de un núcleo atómico que
llena un espacio elíptico de radio conveniente de una manera uniforme.
…debemos admitir que, cuando el universo tenía una densidad de 10 -27 gramos por
centímetro cúbico, el radio del espacio era de cerca de un billón de años luz, esto es, 10 27
centímetros. Entonces la masa del universo es 10 54 gramos. Si el universo originalmente
tenía una densidad igual a la del agua, su radio estaba entonces reducido a 10 18
centímetros, esto es, un año luz. En él, cada protón ocupaba una esfera de un angstrom, es
decir, 10-8 centímetros. En un núcleo atómico, los protones son contiguos y sus radios son
10-13, esto es cerca de 100,000 veces más pequeños. En consecuencia, el radio del universo
correspondiente es 1013 centímetros, es decir, una unidad astronómica.
Formación de nubes
Describimos el átomo primigenio como llenando un espacio que tiene un radio muy
pequeño (astronómicamente hablando). Entonces, no hay lugar para electrones
superficiales, el átomo originario es algo del tamaño de un isótopo de un neutrón. Este
átomo es concebido como habiendo existido por un instante solamente, de hecho, era
inestable y tan pronto como vino a la existencia se dividió en partes, las cuales a su vez se
dividieron de nuevo; entre estas partes que salieron volando había electrones, protones,
partículas alfa, etcétera. Resultó un incremento en el volumen, la desintegración del átomo
fue entonces acompañada por un rápido incremento en el radio del espacio, al cual
llenaban, siempre uniformemente, los fragmentos del átomo original. Cuando estas partes
fueron muy pequeñas, cesaron de dividirse; algunos de ellos, como el uranio, se desintegran
lentamente ahora, con una vida promedio de cuatro billones de años, dejándonos una
pequeña muestra de la desintegración universal del pasado. [NB]
En esta primera fase de la expansión del espacio, empezando asintóticamente con un radio
de prácticamente 0, tenemos partículas de velocidades enormes (como un resultado del
retroceso al tiempo de la emisión de los rayos) las cuales están inmersas en radiación, cuya
total energía es, sin duda, una notable fracción de la energía de masa de los átomos.
El efecto de la rápida expansión del espacio es la atenuación de esta radiación y también la
disminución de las velocidades relativas de los átomos. Este último punto requiere alguna
explicación. Imaginemos que un átomo tiene, a lo largo del radio de la esfera en la cual
estamos representando el espacio cerrado, una velocidad radial que es más grande que la
velocidad normal de la región en la que se encuentra. Entonces este átomo sale más rápido
desde el centro que la partícula material ideal, la cual tiene velocidad normal. Entonces el

330
átomo alcanzará, progresivamente, regiones en donde su velocidad es menos anormal, y su
velocidad propia, esto es, el exceso sobre la velocidad normal, disminuiría. Los cálculos
muestran que la velocidad propia varía de esta forma en razón inversa al radio del espacio.
Debemos entonces esperar una atenuación notable de las velocidades relativas de los
átomos en el primer período de expansión. De tiempo en tiempo, por último, como un
resultado de oportunidades favorables, las colisiones entre los átomos llegarán a ser
suficientemente moderadas como para no dar lugar a transformaciones atómicas o
emisiones de radiación sino que estas colisiones serán elásticas, controladas por electrones
superficiales, como en la teoría de los gases. Entonces obtendremos, al menos localmente,
un principio de equilibrio estadístico, esto es, la formación de nubes gaseosas. Estas nubes
gaseosas tendrán aún considerables velocidades, en relación una con la otra, y ellas
estarán mezcladas con radiaciones que son ellas mismas atenuadas por la expansión.
Son estas radiaciones las que perduran hasta nuestro tiempo en la forma de rayos
cósmicos, mientras que las nubes gaseosas habrán dado lugar a las estrellas y a las
nebulosas por un proceso que tiene que ser explicado.
La importancia de los Clusters de nebulosas
Estamos ahora en una posición de continuar la descripción que habíamos empezado de la
expansión del espacio que siguió a la desintegración del primer átomo. Hemos mostrado
cómo, en un primer período de rápida expansión, se deben de haber formado nubes
gaseosas, animadas por grandes, características velocidades. Vamos ahora a suponer que la
T
masa M es ligeramente más grande que .
√3
El segundo miembro de la ecuación de Friedmann podrá entonces ser más pequeño, pero
no podrá desaparecer. Entonces, podemos distinguir tres fases en la expansión del espacio.
La primera rápida expansión será seguida por un período de desaceleración, durante el cual
la atracción y la repulsión virtualmente estarán en equilibrio. Finalmente, la repulsión
definitivamente prevalecerá sobre la atracción y el universo entrará en la tercera fase, la de
la reanudación de la expansión bajo la acción dominante de la repulsión cósmica.
Consideremos la fase de lenta expansión con más detalle. Las nubes gaseosas
indudablemente no están distribuidas de una manera perfectamente uniforme.
Consideremos en una región suficientemente pequeña, y solamente desde el punto de vista
de la mecánica clásica, el conflicto entre las fuerzas de repulsión y atracción que casi
produce el equilibrio. Fácilmente vemos que como un resultado de fluctuaciones locales de
la densidad, habrá regiones en donde la atracción finalmente prevalecerá sobre la
repulsión, no obstante que hemos supuesto que, para el universo como un todo, es lo
contrario lo que tiene lugar. Estas regiones en las cuales la atracción ha prevalecido caerán
sobre sí mismas, mientras que el universo entrará en un período de renovada expansión.
Obtendríamos entonces un universo formado por regiones de condensaciones que están
separadas una de la otra…
Notemos que, aunque esto ocurre pocas veces, será posible para grandes regiones en donde
la densidad o la velocidad de expansión difieren poco del promedio mantenerse entre la
expansión y la contracción y permanecer en equilibrio, mientras el universo ha reanudado
la expansión. ¿Podrían estas regiones no ser identificadas con los clusters de nebulosas, los
cuales están formados por algunos cientos de nebulosas localizadas a distancias relativas
unas de las otras, las cuales son una docena de veces más pequeñas que aquellas de una
nebulosa aislada? De acuerdo con esta interpretación, estos clusters están formados de
nebulosas que están retardadas en la fase de equilibrio; ellos representan un ejemplo de la
distribución de la materia como existió en todas partes, cuando el radio del espacio era una
docena de veces más pequeño de lo que lo es al presente, cuando el universo estaba
pasando a través del equilibrio.
El movimiento propio de las Nebulosas
Ahora debemos volver a la cuestión de la formación de nebulosas en las regiones de
condensación. Hemos visto que las velocidades características, o las velocidades relativas de
las nubes gaseosas que cruzan una y otra en el mismo lugar, han de haber sido muy
grandes. Ya que algunas de ellas, a causa de una densidad que es un poco más grande,
forman un núcleo de condensación, habrían tenido la capacidad de retener las nubes que
tenían la misma velocidad que este núcleo. La velocidad propia de la nube así formada será
entonces determinada por la velocidad del núcleo de condensación. La nebulosa formada
por medio de tal mecanismo debe tener grandes velocidades relativas. De hecho esto es lo
que se observa en los clusters de nebulosas. En el que ha sido mejor estudiado, el de Virgo,

331
la dispersión de las velocidades alrededor de la velocidad media es de 650 kilómetros por
segundo. La velocidad propia debe haber sido la velocidad propia de todas las nebulosas al
momento de su paso a través del equilibrio. Para una nebulosa aislada, esta velocidad ha
sido reducida a cerca de 1/12, como resultado de la expansión, por el mismo mecanismo
que hemos explicado con referencia a la formación de nubes gaseosas.
La formación de estrellas
La densidad de las nubes es, en promedio, la densidad de equilibrio, 10 -27. Con esta
densidad de distribución, una masa como la del sol ocuparía una esfera de un ciento de
años luz de radio. Estas nubes no tienen tendencia a contraerse. Para que una contracción
debida a la gravitación pueda iniciarse, su densidad debería ser incrementada
notablemente. Esto es lo que puede ocurrir si dos nubes se colisionan con gran velocidad.
Entonces la colisión será una colisión inelástica, la cual daría lugar a ionización y emisión
de radiación. Las dos nubes se aplanarán una a la otra, mientras permanecen en contacto,
la densidad será fácilmente doblada y la condensación se iniciará definitivamente. Es claro
que un sistema solar o una simple o múltiple estrella pueden originarse en tal
condensación, a través de mecanismos conocidos. Aquello que caracteriza el mecanismo
hacia el que nos dirigimos es la grandeza de las dimensiones de las nubes gaseosas, cuya
condensación formará una estrella. Estas circunstancias tienen en cuenta la magnitud del
momento angular, el cual es conservado durante la condensación y cuyos valores solamente
podrían ser cero o despreciable si las circunstancias fueron ajustadas en una manera
totalmente improbable. La más mínima rotación inicial debe dar lugar a una rotación
energética en un sistema concentrado, una rotación incompatible con la presencia de un
solo cuerpo pero asumiendo ya sea múltiples estrellas girando una alrededor de la otra o,
simplemente, una estrella con uno o algunos grandes planetas girando en la misma
dirección.
La distribución de las densidades en las nebulosas
Aquí está la manera en la que podemos representarnos la evolución de las regiones de
condensación. Las nubes empiezan cayendo hacia el centro y describiendo un movimiento
de oscilación siguiendo un diámetro desde una parte y otra del centro. En el curso de estas
oscilaciones ellas se encontrarán uno con el otro con velocidades de algunos cientos de
kilómetros por segundo y dará lugar al surgimiento de estrellas. Al mismo tiempo, la
pérdida de energía debida a estas colisiones inelásticas modificará la distribución de las
nubes y estrellas ya formadas de tal manera que el sistema será condensado más tarde.
Parece probable que este fenómeno podría ser sometido a análisis matemático. Ciertas
hipótesis tendrían naturalmente que ser introducidas, de tal manera que simplificasen el
modelo y así hacer posibles los cálculos y también eliminar artificialmente los fenómenos
secundarios. Hay pocas dudas de que existe un camino para obtener entonces la ley de la
distribución final de las estrellas formadas mediante el mecanismo arriba descrito. Ya que
la distribución de brillantez es conocida para las nebulosas y de ella se puede deducir las
densidades en esas nebulosas, se ve que un cálculo de esa naturaleza es susceptible de
conducirnos a una decisiva verificación de la teoría.
Distribución de las estrellas supergigantes
Si las espirales tienen este origen, de ahí se sigue que las estrellas se forman por el
encuentro de nubes en dos muy distintos procesos. En el primer caso, y especialmente en
la región central, las nubes se encuentran en su movimiento radial, y este es el fenómeno
que hemos invocado para la nebulosa elíptica… Pero al lado de este relativamente rápido
proceso, debe haber un proceso más lento de formación de las estrellas, que empieza con
las nubes que escapan de la región central como un resultado de su momento angular.
Estas se encontrarán en un movimiento de un lado a otro del plano de la espiral. La
existencia de estos dos procesos, con diferentes edades, es quizá la explicación del hecho de
que las estrellas supergigantes no se encuentran en la nebulosa elíptica o en el núcleo de
las espirales, sino que únicamente se les observa en la región exterior de las espirales. De
hecho, es conocido que las estrellas radian energía que proviene de la transformación de su
hidrógeno en helio. Las estrellas supergigantes radian tanta energía que solo pueden
mantener su radiación durante un ciento de millones de años. Se debe entender, entonces,
que, para las estrellas más viejas, las supergigantes pueden extinguirse por falta de
combustible, mientras que ellas aún brillan en donde se han formado recientemente.
La uniforme abundancia de los elementos
…Hemos visto que la teoría da cuenta de la formación de estrellas en las nebulosas. Esto
también explica una circunstancia muy notable, la cual puede ser demostrada por el
análisis del espectro estelar. Esto se refiere a la composición cuantitativa de la materia, o la

332
relativa abundancia de varios elementos químicos, los cuales son los mismos en el sol, en
las estrellas, en la tierra y en los meteoritos. Este hecho es una consecuencia necesaria de
la hipótesis del primer átomo. Productos de la desintegración de un átomo son encontrados
naturalmente en muy definidas proporciones, determinadas por las leyes de las
transformaciones radioactivas.
Rayos Cósmicos
Finalmente, dijimos al principio que las radiaciones producidas durante la desintegración,
en el primer período de expansión, podrían explicar los rayos cósmicos.
Esos rayos están dotados con una energía de algunos billones de electrón volts. No
conocemos otro fenómeno actual que pueda ser capaz de tales efectos. A lo que esos rayos
se parecen más es a la radiación producida durante las actuales desintegraciones
radioactivas, pero las energías individuales puestas en juego son enormemente grandes.
Todo esto es acorde con rayos de origen super radioactivo. Pero no es solamente por su
cualidad que estos rayos son notables, lo son también por su cantidad total. De hecho, es
fácil, a partir de la densidad observada, la cual es dada en ergs por centímetro, deducir su
densidad de energía dividiendo por c, y después su densidad en gramos por centímetro
cúbico dividiéndolo por c2.
Entonces encontramos 10-34 gramos por centímetro cúbico, cerca de 1 diezmilésima de la
presente densidad de la materia que existe en la forma de estrellas. Parece imposible
explicar una energía que represente 1 parte en diezmil de toda la energía existente, si esos
rayos no hubieran sido producidos por un proceso que puso en juego toda la materia
existente. De hecho, esta energía, al momento de su formación, debe haber sido al menos
diez veces más grande, ya que una parte suya estaba lista para ser absorbida y el resto
había sido reducido como un resultado de la expansión del espacio. La intensidad total
observada por los rayos cósmicos es entonces justamente cercana a la que debería
esperarse.
Conclusión
El propósito de toda teoría cosmogónica es buscar idealmente condiciones simples en las
que se podría haber iniciado el mundo y desde las cuales, por el funcionamiento de fuerzas
físicas reconocidas, este mundo, en toda su complejidad, puede haber resultado.
Creo que he mostrado que la hipótesis del átomo primigenio satisface las reglas del juego.
Ella no apela a ninguna fuerza que no sea ya conocida. Explica el mundo actual en toda su
complejidad. Por una sola hipótesis se explican las estrellas organizadas en galaxias dentro
de un universo en expansión, tanto como aquellas excepciones locales, los clusters de
nebulosas. Finalmente, explica este poderoso fenómeno, los rayos ultra penetrantes. Estos
son realmente cósmicos, testifican la actividad primigenia del cosmos. En su curso a través
de un espacio maravillosamente vacío, durante billones de años, ellos nos han traído
evidencia de la edad super radiactiva, de hecho, ellos son una suerte de rayos fósiles que
nos dicen lo que estaba pasando cuando las estrellas aparecieron. Deberá contener
No pretendo ciertamente que esta hipótesis del átomo primigenio ya está probada, y yo sería
muy feliz si esto no apareciera a ti algo absurdo o imposible. Cuando las consecuencias que
de ella resultan, especialmente la que concierne a la ley de la distribución de densidades en
las nebulosas, estén disponibles en suficiente detalles, entonces indudablemente será
posible declararse uno definitivamente a favor o en contra 217

L’hypothèse de l’atome primitive


La materia es radioactiva. La radioactividad es un fenómeno de gran importancia desde el
punto de vista cosmogónico, porque este es un fenómeno que se agota y por lo tanto un
fenómeno que ha debido ser más importante anteriormente.
El radio tiene una vida media de seiscientos años. Si podemos encontrar ahora radio en
nuestra vieja tierra es porque existe un cuerpo radiactivo de vida más larga, el ancestro del
radio, el uranio. Este se consume en promedio en 4.4 miles de millones de años y da lugar a
toda una serie de productos entre los que se encuentra el radio.
Dejando de lado los detalles de estas transformaciones, podemos decir que finalmente el
uranio se descompone en un átomo de plomo y ocho de helio. Estos últimos son eyectados
con grandes velocidades y constituyen los rayos alfa.
Si existe un mineral de uranio con cuatro mil millones de años de antigüedad, deberá
contener la misma cantidad de plomo que de uranio. Un mineral así no existe. Se entiende
que la observación del contenido de plomo de los minerales de uranio que se encuentra en

217
Engels, Federico, op. cit., pp. 17-20

333
los diversos estratos geológicos podría fijar su duración; se encontraría así que hay unas
rocas viejas de diez mil millones de años.
Pero el uranio mismo, ¿de dónde viene? ¿Tendrá él mismo un ancestro desaparecido?
¿Existe desde hace mucho más que cuatro mil millones de años? ¿Pero, entonces en qué se
convierte el plomo producido? No hay mucho más plomo que uranio.
Más recientemente se ha considerado que la radioactividad, lejos de ser un fenómeno
especial de algunas familias de cuerpos, es un fenómeno general.
Esto no es así con el plomo, el cual es un elemento estable producido por la desintegración
de un cuerpo radioactivo. Al lado de la radioactividad natural existe la radioactividad
artificial, la cual muestra que todos los cuerpos estables pueden ser el producto de la
desintegración de cuerpos radioactivos que es posible producir artificialmente. Estos
cuerpos no existen más, sin duda porque no tienen en su ascendencia un ancestro que
como el uranio tenga una vida media suficiente, pero se puede artificialmente hacer
recorrer en sentido inverso los estados que recorrieron los elementos de familias
radioactivas naturales.
La hipótesis según la cual todos los cuerpos actuales resultaron de transformaciones
radioactivas ha encontrado recientemente una cierta base experimental.
Esta hipótesis, sin embargo, ha sido propuesta cuando esos hechos experimentales no eran
aún conocidos, partiendo de consideraciones de uno u otro tipo.
Se sabe que si la energía se conserva en cantidad total, tiene sin embargo una tendencia a
degradarse, es decir, a modificarse de una forma unilateral, de tal forma que una cierta
cantidad, “la entropía”, aumenta en todo sistema cerrado.
El caso más simple y más fundamental es aquel en el cual se aplican estas nociones a las
radiaciones de los cuerpos negros acompañados de un mínimo de materia necesaria para
realizar los equilibrios termodinámicos.
Se encuentra en este caso que la entropía de la radiación negra es medida por el número de
fotones que la constituyen y que durante sus combinaciones irreversibles, la energía, cuyo
monto se mantiene el mismo, se reparte en una cantidad muy grande de paquetes
elementales, de cuantos, de fotones distintos.
Desde el punto de vista cuántico, el principio de la degradación de la energía aparece por lo
tanto como un principio de la pulverización de la energía.
Las transformaciones radioactivas proporcionan otro ejemplo de transformaciones
irreversibles, en donde un núcleo atómico se fracciona en nuevos fragmentos; la
pulverización de la energía previamente condensada.
Estos dos ejemplos extremos permiten afirmar que la trasposición al lenguaje cuántico del
principio de la degradación de la energía, es que la materia existe en paquetes de energía o
cuantos distintos y que, en el juego natural de transformaciones, la energía total, siempre la
misma, se encuentra finalmente repartida en un número creciente de fragmentos.
Considerando un origen fotónico de la materia, Jeans ha sugerido de esta manera como un
comienzo posible, la radiación electromagnética de muy corta longitud de onda, eso
presentaría sin duda, él dice, las posibilidades necesarias. Pero quien dice la más corta
longitud de onda, dice también gran frecuencia y ya que la energía individual de los fotones
es proporcional a su frecuencia, los fotones de gran energía individual se encuentran en
cantidades pequeñas.
Estas consideraciones conducen a visualizar como condición inicial de donde el universo
actual pudo evolucionar por el juego de leyes físicas y mecánicas conocidas, esa que he
llamado la hipótesis del átomo primitivo.
De acuerdo con esta hipótesis, el universo habría comenzado en un estado en donde la
energía total estaría concentrada en un solo cuanto, en un solo paquete de energía que no
se puede representar de otra manera que como un núcleo atómico.
La tendencia de la materia a pulverizarse no sería así otra cosa que la inestabilidad
radioactiva del átomo primitivo; los fragmentos, ellos mismos radioactivos, se desintegrarían
a su vez como lo harían los miembros sucesivos de las familias naturales de cuerpos
radioactivos. La fragmentación se detendría cuando arribase a elementos más estables, o a
los cuerpos de larga vida media, como el uranio.
Existe actualmente una tendencia a conferir a los núcleos atómicos una cierta estructura y
una cierta complejidad. La física del núcleo está aún en la infancia, y no parece establecer
que el núcleo sea realmente un complejo de partículas elementales. Sin embargo, si esta
tendencia debe prevalecer, es suficiente considerar al átomo primitivo como teniendo un
máximo de concentración y un mínimo de entropía. Esto sin duda conduciría a la
producción de un radio que no sería todo un hecho nulo, pero que tendría algunos minutos

334
de luz y que por tanto, astronómicamente hablando, sería todo un hecho negligible en vista
de las dimensiones actuales del universo.
Una hipótesis como la del átomo primitivo se enfrenta a objeciones, las que a primera vista
parecieran serle fatales.
En primer lugar, en donde está, este átomo, durante su desintegración y cómo comprender
que teniendo el fenómeno un origen tan estrictamente localizado, podamos obtener
finalmente un universo que las observaciones astronómicas muestran que es globalmente
homogéneo.
Una segunda dificultad es causada por las radiaciones que acompañan a las
transformaciones radioactivas, radiaciones que no pueden dejar de producirse y, sin duda,
con una energía mucho más grande todavía, por las transformaciones que deben poner en
juego masas atómicas muy considerables. ¿Qué ha pasado con estos rayos?, ¿no
deberíamos poder observarlos?
Finalmente, la tercera dificultad, cómo concebir que, a partir de la desintegración primitiva,
obtengamos en un tiempo que no es mucho más grande que la vida media del uranio, el
universo actual formado de estrellas organizadas en galaxias.
Vamos a tratar de explicar cómo estas tres dificultades se resuelven. La primera se explica
mediante las concepciones geométricas introducidas en 1854 por Riemann. Riemman hace
la observación muy simple de que no existe ninguna conexión lógica entre las dos nociones
siguientes: la de un volumen de medida finita y la de una extensión exterior. La conexión
que el sentido común establece entre estas dos nociones, lógicamente independientes, es
debida únicamente a la intuición geométrica que adquirimos de las experiencias
geométricas sobre las cuales se funda nuestro buen sentido. En otros términos, rechazamos
la posibilidad de un espacio sin límite que tenga sin embargo un volumen finito, no porque
sea absurdo, sino porque nunca habíamos visto nada semejante.
Como no tenemos ninguna intuición directa de un espacio de millones o de mil millones de
años luz, y como las propiedades geométricas pueden muy bien depender de sus
dimensiones, de tal forma que la similitud geométrica no sería más que una aproximación
para las figuras más pequeñas, las únicas a las que nosotros conocemos, podría muy bien
ser que el espacio real fuese de un volumen finito y no tuviese fronteras.
Podríamos así concebir que llevando a todas direcciones una longitud, digamos de diez mil
millones de años luz, habríamos encontrado, con uno u otro de estos radios, dirigidos en
todas direcciones, todas las nebulosas que existen. Fuera del espacio así delimitado, no hay
nada. Pero entonces, me dirán, a dónde llegará uno de esos radios de diez mil millones de
años luz si queremos prolongarlo. La solución de los geómetras es la siguiente: ese radio
chocará con su extremidad contra la extremidad de un radio semejante dirigido en la
dirección opuesta. Es difícil de imaginar esto con una imaginación que sólo ha podido
entrenarse con los volúmenes minúsculos a la escala humana. Pero no hay ninguna
dificultad en concebir que dos emisarios que recorran diez mil millones de años luz en
ambas direcciones opuestas se encuentren finalmente nariz con nariz. Si representamos en
pequeño, a la escala humana, lo que acabamos de afirmar para el espacio total, somos
conducidos a representar todo el espacio en el interior de una pequeña esfera; en una
frontera los puntos reales son representados dos veces, como sobre un planisferio los
puntos del meridiano de 180 grados son representados dos veces en los bordes de la carta.
Nuestra carta esférica del espacio es limitada por una frontera, el borde de la carta. Cuando
alcanzamos este borde y parecemos forzados a salir de la carta si queremos continuar
avanzando, basta con que recordemos que este punto del borde que alcanzamos representa
también el punto opuesto de la esfera y podemos, pasando a esta otra representación del
mismo punto, continuar el viaje caminando hacia el interior.
La línea recta formada por los dos radios opuestos de diez mil millones de años luz es
entonces fundida en una sola línea cerrada que tiene como longitud total o “viaje de la
línea”, veinte o treinta mil millones de años luz. Por razones técnicas designamos bajo el
nombre de radio del espacio el tercio del viaje de la línea.
Es concebible que el viaje de la línea, o lo que es lo mismo, el radio del espacio, varíe con el
tiempo. Obtenemos entonces lo que se denomina un espacio de radio variable. Supongamos
que el radio aumenta con el tiempo. Las nebulosas que son repartidas en el espacio y lo
rellenan uniformemente van pues a separarse unas de otras. Si, por ejemplo, a lo largo del
viaje de una línea son alineadas veinte mil nebulosas que dividen esta línea en partes
iguales, entonces, cuando la longitud de la línea aumenta, la distancia entre las nebulosas
individuales tiene que aumentar en la misma proporción. Reencontramos el fenómeno
astronómico de la dilatación del sistema de las nebulosas, y ahora lo interpretamos como

335
una indicación de que el radio finito del espacio está aumentando.
Antaño, el radio del espacio fue más pequeño. Nada nos impide suponer que en el momento
en que el átomo primitivo se desintegró, el radio del espacio era extremadamente pequeño,
de tal modo que este átomo, que nosotros nos hemos representado como teniendo sólo una
decena de minutos de luz de radio, rellenaba todo el espacio, el radio del cual no era muy
grande. Astronómicamente hablando, nosotros diremos que el radio del espacio parte de
cero al momento en el que el átomo comienza a desagregarse. Los fragmentos que resultan
de esta desintegración pueden pues rellenar uniformemente el espacio de radio creciente y
cuando la desintegración progresa y el radio aumenta, la materia continúa rellenando
uniformemente todo el espacio. Concebimos pues cómo de la desintegración del átomo
primitivo, puede resultar un universo globalmente homogéneo.
Tal es la explicación de la primera dificultad.
La segunda dificultad es relativa a lo que ha pasado con las radiaciones emitidas durante
las desintegraciones sucesivas.
En primer lugar, podemos mostrar que la intensidad de estas radiaciones es reducida en
una proporción igual a la que hay entre el radio del espacio al instante de la emisión y el
radio en el instante de la observación.
Todos los primeros rayos están perdidos entonces para la observación; los rayos que nos
alcanzan corresponden a un compromiso entre la energía de emisión, que disminuía sin
duda a medida que se adelantaba la fragmentación, y el factor de reducción que aumentaba
a medida que aumentaba el radio del espacio.
Parece que esta radiación puede ser identificada con los rayos cósmicos. Esto está de
acuerdo con la calidad de los rayos cósmicos, de los cuales una parte al menos tiene una
intensidad individual que sobrepasa todo fenómeno, incluso nuclear, actualmente existente.
Esto parece indicar que ellos corresponden a fenómenos actualmente agotados.
Desde el punto de vista cuantitativo, debemos comparar la intensidad total de los rayos
cósmicos con la de toda la materia, ya que fue toda la materia, que está organizada
actualmente en estrellas, la que les dio origen antaño.
Einstein ha mostrado que la energía es equivalente a la materia y ha dado una fórmula
simple que permite decir cuántos gramos pesa un ergio, la unidad de energía. Podemos
pues transformar en gramos por centímetro cubico las cifras dadas por los físicos para la
intensidad de la radiación cósmica en ergios por centímetro cuadrado. (hay que dividir entre
c3). Encontramos que es 10-34 gramos por cm3; de otra parte encontramos 10 -30 gramos para
la materia de las nebulosas, a la cual suponemos repartida uniformemente por todo el
espacio. Para un factor de reducción debido a la expansión de una centena o mil,
encontramos que los rayos son uno o diez por ciento de la energía material. Es lo que hay
que esperar para la radiación de transformaciones análogas a las transformaciones
radiactivas actuales.
La densidad de 10-30 gramos / cm3 ha sido obtenida basándose en la distancia media de las
nebulosas y en la observación espectroscópica de la rotación alrededor de su centro de
algunas de las más brillantes entre ellas. La masa es entonces estimada suponiendo que la
atracción gravitacional que ejerce sobre un punto del borde es suficiente para compensar la
fuerza centrífuga debida a la rotación que tendería a hacerle escapar en el espacio.
Para aclarar el tercer punto, debemos hablar de la teoría de la relatividad.
Einstein mostró que la teoría de la gravitación de Newton era una aproximación de una
teoría más profunda, donde la materia aparece como una manifestación del carácter no
euclidiano del espacio o más bien del espacio-tiempo.
Esta teoría es confirmada por la observación de pequeñas desviaciones a la ley de Newton
que prevé la teoría, de las cuales la más célebre es una pequeña perturbación del planeta
Mercurio, por la cual Leverrier se había arriesgado antaño a predecir la existencia de un
planeta, del cual había calculado sus elementos y le había dado el nombre de Vulcano, pero
no se mostró fiel a la matemática. Esta perturbación es una consecuencia de la nueva
teoría. [NB la perturbación (un fenómeno físico) es el resultado de algo únicamente mental,
una teoría]
La teoría de la relatividad hace prever ahora que otra fuerza puede estar presente, al lado de
la atracción en razón inversa del cuadrado de la distancia: esta otra fuerza, contrariamente
a la primera, aumentaría con la distancia. Ella podría ser totalmente insensible en la
observación de los planetas, y manifestarse sólo cuando las distancias son muy grandes,
esto es, a la escala cósmica. Esta fuerza depende de una constante a la cual se dio el
nombre de constante cosmológica. La teoría no indica ni su tamaño ni su signo (ella no
indicaba tampoco la de la constante de atracción universal). El caso interesante es aquel en

336
donde la nueva fuerza sería una repulsión, porque entonces ella puede contrabalancear la
atracción newtoniana y conducir a un equilibrio entre ambas fuerzas.
Es posible calcular la constante cosmológica si se conoce la densidad de la materia. Para el
valor 10-30 gr / cm3 tomando el más alto, y para el valor de la expansión en diez mil millones
de años, encontramos que la repulsión cósmica predomina actualmente sobre la atracción
gravitacional y que estas dos fuerzas estuvieron en equilibrio cuando el radio del espacio
era una decena de veces más pequeño que ahora. Estos cálculos dan para el radio actual el
valor de cerca de diez mil millones años de luz, tomando también el valor más alto.
Así como en los cúmulos de nebulosas la distancia entre las nebulosas es cerca de diez
veces más pequeña que en las nebulosas aisladas, somos conducidos a interpretar esos
cúmulos como regiones que están todavía parcialmente en equilibrio.
Hay, sin embargo, una dificultad que proviene de las grandes velocidades de las nebulosas
de esos cúmulos, velocidades que parecerían deber hacer disiparse el sistema. Pero por otra
parte, el cúmulo constituye un centro de atracción para las nebulosas exteriores y éstas
pueden, en cierta medida, reemplazar las nebulosas que se escapan.
Somos conducidos así a suponer que el radio del espacio, partiendo prácticamente de cero,
aumentó con una velocidad cada vez menor y alcanzó y sobrepasó lentamente el valor de
mil millones de años, en donde atracción y repulsión se equilibraron; la expansión prosiguió
luego a un ritmo acelerado.
Es este paso lento a través del equilibrio el que va a darnos la solución a nuestra tercera
dificultad. En efecto, este equilibrio es inestable. Bastan pequeñas desviaciones locales de
las densidades y velocidades, en las condiciones medias que aseguran este equilibrio, para
que, localmente, la expansión se ralentice y en lugar de ser seguida de una recuperación de
la expansión, lo sea por una contracción. Localmente la materia recae hacia un centro
accidental de condensación, mientras que en su conjunto el sistema recupera su
expansión. Las condensaciones locales se separan entonces unas de otras como lo hacen
las nebulosas extragalácticas.
El desarrollo ulterior de la teoría depende de la idea de lo que puede hacerse del estado de
la materia en el momento en que se producen estas condensaciones locales que deben
interpretarse como nebulosas extragalácticas.
Hay que encontrar para este estado intermedio las condiciones que hayan resultado de la
desintegración inicial y de las cuales pueda resultar el mundo actual.
Creo que se debe representar, en este estado intermedio, la materia como formada de nubes
gaseosas, animadas unas con relación a otras de muy grandes velocidades.
Estas nubes tienen la densidad de equilibrio y tienen apenas la tendencia a contraerse. Si,
al contrario, dos de estas nubes vinieran a encontrarse, se aplastarían una a la otra
mientras que la energía cinética se disiparía en radiaciones; una vez que la contracción se
iniciara, la atracción gravitacional, dominando la repulsión cósmica, transformaría el
sistema en una estrella, o, si el momento angular fuese suficiente, en un sistema de
estrellas y satélites.
Estos choques entre nubes se producirán en todas las regiones de condensación en donde
las nubes se precipitan unas sobre otras. Esto tendrá dos consecuencias. En primer lugar,
una parte notable de las nubes se transformará en estrellas. En segundo lugar, a
consecuencia de la disipación de energía, en el momento de los choques entre nubes, el
sistema podrá adquirir un alto de grado de condensación central.
La suposición de que las nubes son animadas de grandes velocidades relativas es necesaria
para explicar que, en el cúmulo de nebulosas, las nebulosas individuales son animadas con
grandes velocidades.
Debemos en efecto concebir que una nube anormalmente densa pueda servir de núcleo de
condensación, alrededor del cual va a formarse una nebulosa. Este núcleo no podrá
retener, entre las nubes que pasan cerca, sino a las que tienen casi la misma velocidad
suya, las otras escaparán de su atracción. La velocidad de las nebulosas es, entonces, una
manifestación de la velocidad de aquellas a partir de las cuales son formadas.
Las ideas que acabamos de indicar son susceptibles de un estudio cuantitativo. Debemos
poder deducir de eso las condiciones iniciales de formación de una nebulosa, al retener un
núcleo central todas las nubes hasta la velocidad de escape. Este problema es fácil y es
resuelto. Pero todavía hay que seguir el efecto de los choques entre las nubes sobre su
repartición y el grado de concentración de la nebulosa que forman.
Este aspecto del problema es mucho más difícil y la solución está lejos de ser encontrada.
Si este cálculo pudiera ser efectuado, proporcionaría una distribución teórica de las
densidades en una nebulosa. Así como la distribución real es conocida por la observación

337
fotométrica de las nebulosas extragalácticas, la comparación de ambos resultados,
astronómico por una parte, teórico de la otra, podría proporcionar una confrontación
decisiva de la teoría con los hechos.
Ahora que nosotros nos dimos cuenta que el estado intermedio de la materia, o el estado
pre estelar, consistía en nubes de gases animadas de grandes velocidades, debemos
examinar si podemos darnos cuenta del origen de estas nubes en el ámbito de nuestra
teoría.
La cuestión consiste en comprender cómo puede formarse un gas, a partir de los productos
de desintegraciones sucesivas del átomo primitivo y de sus fragmentos. Al principio
debemos tener núcleos atómicos animados de velocidades enormes, como los rayos alfa
lanzados por el radio, que son núcleos del helio. Hasta los núcleos más masivos deben,
como los rayos canaux, poseer grandes velocidades de regresión. Seguramente estas
partículas deben encontrarse a veces; pero los choques más violentos no pueden ser, como
en los gases, choques elásticos; estos choques destructores deben provocar simplemente
nuevas transformaciones nucleares. ¿Cómo pudo separarse esta radiación en una parte que
queda de la radiación y se observa como rayos cósmicos y una parte que ha formado las
nubes gaseosas de donde nacieron las estrellas y las nebulosas?
Es un fenómeno ligado a la expansión del espacio que proporciona un elemento de solución
a este problema. Este fenómeno es muy parecido a la atenuación de las radiaciones a
consecuencia de la expansión, el cual hemos mencionado repetidas veces en nuestra
exposición.
Para darnos cuenta de eso, recuperemos nuestra imagen de puntos igualmente repartidos
sobre las líneas nacidas de un mismo centro y de las longitudes iguales a la mitad del viaje
de la línea.
Todos estos puntos se alejan del centro de la representación con velocidades tanto más
grandes cuanto más alejados se encuentran.
Ellos representan la velocidad normal del universo en expansión.
Ahora supongamos que un átomo tenga una velocidad anormal. Supongamos, por ejemplo,
que está en el centro, donde según nuestra representación la velocidad normal es nula, y
que, al contrario, esté animado de una gran velocidad. Entonces, si se aleja del centro
siguiendo uno de los radios, llegará a regiones cada vez más alejadas, en donde la velocidad
normal no es más nula, la gran velocidad con la cual se desplaza se hará cada vez menos
anormal. Sin embargo, él no saldrá de la representación.
Si alcanza el borde, volverá por la dirección opuesta. Si vuelve al centro, lo hará con una
velocidad muy inferior a la que poseía al partir..
La velocidad única será, de hecho, reducida en la razón de la expansión, es decir, la razón
de los valores del radio del espacio a la partida y al arribo.
En las primeras fases de la expansión, este fenómeno debió reducir considerablemente las
velocidades propias, es decir, la diferencia entre la velocidad individual y la velocidad
normal en el lugar donde pasa la partícula.
Podemos pues comprender que a consecuencia de esta atenuación de la dispersión de las
velocidades, los átomos tengan alguna posibilidad de encontrarse alguna vez, con
velocidades relativas bastante débiles para que el choque sea elástico, y si esto sucede
bastante a menudo e incluye un número suficiente de átomos, para que se forme
localmente un gas.
Comprendemos que él se forme sólo de nubes gaseosas, porque el fenómeno que invocamos
es muy poco probable que se haya producido por todas partes a la vez.
Comprendemos también que estas nubes son animadas de grandes velocidades unas con
relación a otras, ya que provienen de partículas rápidas, viajando casi con la misma
velocidad, pero pudiendo tener un gran velocidad común.
He aquí cual es el estado presente de la hipótesis del átomo primitivo, tal vez te parezca
digna de ser tomada en consideración y de ser puesta en marcha desde un punto de vista
técnico. Sin duda también, juzgará prudente suspender tu juicio, en espera de que una
confrontación crucial pueda darse con los hechos.
No podemos acabar esta exposición, sin considerar un momento el mismo origen que
nuestra teoría da al universo, el instante inicial, la fragmentación inicial. El instante
cuando nacía el espacio con un radio que partía de cero, el instante cuando nacía la
multiplicidad de la materia.
Este origen nos parece, en el espacio-tiempo, como un fondo que desafía nuestra
imaginación y nuestra razón, oponiéndoles una barrera que no pueden salvar. El espacio-
tiempo nos parece semejante a un vaso cónico. Progresamos hacia el futuro siguiendo las

338
generatrices del cono hacia el borde exterior del vidrio. Hacemos el camino en el espacio
recorriendo un círculo normalmente hacia las generatrices. Cuando se remonta con el
pensamiento la corriente de los tiempos, nos acercamos al fondo de la copa, nos acercamos
de este instante único, que no tiene ayer, porque ayer no existía el espacio.
Comienzo natural del mundo, el origen por el cual el pensamiento no puede concebir una
preexistencia, ya que es el espacio mismo el que comienza y no podemos concebir nada sin
espacio. El tiempo parece poder ser prolongado a voluntad hacia el pasado así como hacia
el futuro. Pero el espacio puede comenzar, y el tiempo no puede existir sin espacio,
podríamos decir entonces, que el espacio estrangula el tiempo, e impide extenderlo más allá
del fondo del espacio-tiempo.
Pero este origen es también el comienzo de la multiplicidad. Es un instante cuando la
materia es un solo átomo, un instante en donde las nociones estadísticas que suponen la
multiplicidad no encuentran ningún empleo. Podemos preguntarnos si en estas condiciones
la misma noción de espacio no se desvanece en el límite y sólo adquiere progresivamente
sentido a medida que la fragmentación se acaba, y que los seres se multiplican.
¿Debemos lamentarnos de que nuestras nociones más familiares se desvanezcan cuando
ellas se aproximan al último término que no deben sobrepasar? Yo no lo pienso así.
Para terminar no puedo hacer nada mejor que recordar las palabras de René Descartes con
las que comencé y las cuales se aplican sin duda también al átomo primitivo: Mundus est
fabula. 218

218
Engels, Federico, op. cit., p. 20

339
Apéndice No. 2

Extractos de los trabajos El universo en expansión y el origen de los


elementos de G. Gamow, Remarks on the Evolution of the expanding
Universe de Ralph A. Alpher and Robert C. Herman, The origin of
Elements and the Separation of Galaxies de G. Gamow, The origin of
Chemical Elements de R. A. Alpher, H, Bethe y G. Gamow y The
abundance of the elements de Lawrence H. Aller

El universo en expansión y el origen de los elementos


Hay un acuerdo general en el presente de que la relativa abundancia de varios elementos
químicos está determinada por las condiciones físicas existentes en el universo durante las
primeras etapas de su expansión [ya estaba fuertemente arraigado el prejuicio de la
expansión del universo], cuando la temperatura y la densidad eran lo suficientemente altas
para asegurar apreciables tasas de reacción tanto para los núcleos ligeros como para los
pesados.
En todos los intentos publicados en esta dirección, se supone que la curva de la
abundancia que se observa representa algún estado de equilibrio determinado por las
energías de cohesión nuclear [binding energy] a unos niveles muy altos de temperatura y
densidad. Este punto de vista encuentra, sin embargo, serias dificultades en la
comparación con los hechos empíricos. Ciertamente, ya que la energía de cohesión es, en
una primera aproximación, una función lineal del peso atómico, una teoría de tal equilibrio
debería conducir necesariamente a un rápido decrecimiento exponencial de la abundancia a
través de toda la secuencia natural de los elementos. Es conocido, sin embargo, que
mientras actualmente tiene lugar un decrecimiento de los elementos de la primera mitad de
los elementos químicos, la abundancia de los núcleos más pesados permanece casi
constante.
Se han hecho intentos para explicar esta discrepancia mediante la asunción de que los
elementos fueron formados a temperaturas más altas, y que su abundancia fue “congelada”
cuando el ajuste de los elementos más livianos estaba teniendo lugar. Tal explicación
puede, sin embargo, ser desacreditada si se recuerda que a las temperaturas y densidades
en cuestión (cerca de 1010ºK y 106 g/cm3) las transformaciones nucleares son mayormente
causadas por el proceso de absorción y reevaporación de los neutrones libres, de tal manera
que sus proporciones son esencialmente las mismas para los elementos livianos y los
pesados. Entonces parece que el único camino para explicar la curva-abundancia
observada descansa en la suposición de alguna clase de proceso desequilibrado que tiene
lugar en un limitado intervalo de tiempo.
La conclusión anterior encuentra un fuerte apoyo en el estudio del proceso de expansión
mismo. De acuerdo con la teoría general del universo en expansión [R. Tolman. Relativity,
Thermodynamics and Cosmology (Oxford Press, New York, 1934] la dependencia del tiempo
( 1/ 2)
de cualquier dimensión lineal l está dado por la fórmula dl /dt=( 8 π G/3 pl 2−G2 /R2 )
(1)
en donde G es la constante de Newton, p la densidad media y R (real o imaginaria) una
constante que describe la curvatura del espacio. Debe notarse que la expresión anterior
representa una analogía relativista de la familiar fórmula clásica

( )
2 ( 1/ 2)
4πl G
v= 2. p . −2 E (2)
3 l

340
para la velocidad de expansión inercial de una esfera gravitatoria de polvo con el total de
energía E por unidad de masa. Los valores imaginarios y reales de R corresponden a una
expansión ilimitada (en el caso de una velocidad de superescape), y a una expansión que en
última instancia sería convertida en una contracción por las fuerzas de gravedad (velocidad
de subescape). Usando algunos números definidos, consideremos en el presente estado del
universo (considerado bastante uniforme) un cubo conteniendo, digamos un g de materia.
Ya que la actual densidad media del universo, p actual ≈ 10 -30 g/cm3, el lado de nuestro
cubo sería l actual ≈1010 cm. De acuerdo con Hubble la tasa actual de expansión del
universo es 1.8 x 10 -17 cm/seg por cm, por lo que (dl/dt) actual ≈ 1.8 x 10-7 cm/sec.
Sustituyendo los valores numéricos en (1) obtenemos
1.8 x 10-7 = (5.7 x 10-17 -G2/R2)1/2 (3)
mostrando que en el estado actual de expansión el primer término bajo el radical (que
corresponde a la energía potencial de gravedad) es despreciable por su pequeñez comparado
con el segundo término. Para el valor numérico del radio de curvatura (constante), de (3)
obtenemos R = 1.7 x 1017 √ ( −1 ) cm o cerca de 0.2 de año luz imaginario.
En la historia pasada del universo, cuando l era considerablemente pequeño y p
correspondientemente grande, el primer término de (1) jugaba un importante papel que
físicamente correspondía al efecto desacelerador de la gravedad sobre la expansión original.
La transición desde el efecto desacelerador a la libre expansión tuvo lugar en la época
cuando los dos términos fueron comparables, esto es, cuando I (sic) estaba a una milésima
parte de su valor actual. La combinación gravitacional de materia en estrellas, clústeres de
estrellas y galaxias probablemente debió haber tenido lugar en esta época.
Aplicando nuestra fórmula (2) con G2/R2 = -3.3 x 10-14 para la temprana época en que el
promedio de densidad de las masas en el universo era del orden de 10 5 g/cm3 (como se
requería por las condiciones para la formación de elementos) encontramos que en ese
tiempo l ≈ 10-2 cm y dl/dt ≈ 0.01 cm/sec. Esto significa que en la época en la cual la
densidad media del universo era del orden de 10 5 g/cm3 la expansión debe haber alcanzado
una tasa tan grande que esta alta densidad se redujo en un nivel de magnitud en solamente
cerca de un segundo... se debe ser muy cuidadoso al extrapolar la fórmula de expansión
hasta una época tan temprana, pero, por otro lado, esta fórmula representa nada menos
que el enunciado de la ley de la energía en la expansión inercial en contra de la fuerza de la
gravedad.
Volviendo a nuestro problema de la formación de los elementos, vemos que las condiciones
necesarias para reacciones nucleares rápidas habrían existido solamente por un tiempo muy
corto, de tal manera que puede ser bastante peligroso [arriesgado (?)] hablar acerca de un
estado de equilibrio que se debió haber establecido durante este período. Es también
interesante notar que el período de tiempo calculado durante el cual pueden haber tenido
lugar transformaciones nucleares rápidas es considerablemente más corto que el período de
decaimiento β de neutrones libres, el cual presumiblemente es del orden de magnitud de
una hora. Entonces, si los neutrones libres estuvieron presentes en grandes cantidades al
principio de la expansión, la densidad media y la temperatura de la materia en expansión
deben haber descendido a valores comparativamente bajos antes de que estos neutrones
hubieran tenido tiempo de concentrarse en protones. Podemos anticipar que los neutrones
que formaban esta nube comparativamente fría fueron gradualmente coagulando en más
grandes y más grandes complejos neutrales, los cuales más tarde se convirtieron en varias
especies atómicas a través de procesos subsecuentes de emisión β. Desde este punto de
vista el decrecimiento de abundancia relativa a lo largo de la secuencia natural de los
elementos debe ser entendido como teniendo su causa en el gran tiempo que fue requerido
para la formación de complejos neutrónicos pesados por medio de los procesos sucesivos de
capturas radioactivas. La actual abundancia de hidrógeno debe haber resultado de la
competencia entre el decaimiento β de los neutrones originales el cual los estaba
convirtiendo en protones inactivos, y el proceso de coagulación a través del cual estos
neutrones estaban siendo incorporados en unidades nucleares más pesadas.
Es de esperar que el posterior desarrollo más detallado de las ideas arriba presentadas nos
permita entender las curvas de abundancia observadas de los elementos químicos y nos dé
al mismo tiempo información evaluable relativa a las etapas tempranas del universo en
expansión.219

219
Lemaitre Georges, The Primeval Atom, From Georges Lemaitre, The Primeval Atom: an Essay on
Cosmogony, translated by Betty H. and serge a. Korff, D. van Nostrand Co., New York, 1950,
Chapter V. reprinted by kind permission of the publishers, D. van Nostrand Co., Inc. en Theories of

341
Remarks on the Evolution of the expanding Universe

La ecuación relativista de la energía para un universo en expansión de materia y radiación


no interconvertibles se integra en este trabajo. El resultado de lo anterior, junto con un
conocimiento de las condiciones físicas que prevalecieron durante el proceso de la
formación de elementos en las primeras etapas de la expansión, es utilizada para
determinar la dependencia del tiempo de la distancia propia tanto como las densidades de
la materia y la radiación. Estas relaciones son empleadas para determinar el diámetro
galáctico medio y la masa cuando se formó como 2.1 x 10 3 años luz y 3.8 x 107 masas
solares respectivamente. Las separaciones galácticas son computadas siendo del orden de
106 años luz al tiempo presente.
Introducción
Con la información experimental y teorética con que se cuenta es posible dar una
descripción tentativa de la estructura y evolución del universo. Investigaciones de modelos
cosmológicos de varios tipos han sido desarrolladas, las cuales explican muchas de las
características del universo observado. No parece ser posible completar estas
especulaciones principalmente por la falta de suficientes datos físicos. Estudios recientes
del origen y abundancias relativas de los elementos han proporcionado nueva información
relativa al estado físico del universo en los tiempos muy primitivos durante los cuales los
elementos fueron aparentemente formados. De acuerdo con esta teoría el ylem (la sustancia
primordial a partir de los cuales los elementos fueron formados) consistía de neutrones a
una densidad y temperatura muy altas. Los protones fueron formados por el decaimiento de
neutrón, y la sucesiva captura de neutrones llevó a la formación de los elementos. Con la
finalidad de predecir las relativas abundancias de los elementos observadas, es necesario
estipular la magnitud y la dependencia del tiempo de la temperatura y densidad de la
materia durante el período de la formación de los elementos.
Sobre las bases de una versión simplificada de la teoría de la captura de neutrón, la que
implica solamente la construcción de deuterones, Gamow ha examinado el estado del
universo en los tempranos tiempos y trazado la evolución del universo mediante la
formación de galaxias. Por razones que discutiremos más tardes, la formulación de Gamow
presenta ciertas dificultades.
Hemos reformulado este problema desde un punto de vista algo diferente, siguiendo
algunas de las ideas básicas de Gamow. Esta reformulación, que es el principal propósito
de este papel, implica el uso del modelo cosmológico general no estático relativístico con
conocimiento de las condiciones físicas de la materia y la radiación que prevalecen ahora y
también aquellos que son requeridos para predecir las abundancias relativas de las
especies nucleares formadas durante los estadios más antiguos del universo. Como una
consecuencia, es posible obtener la dependencia funcional de ambas, la densidad de la
materia y de la radiación, respecto del tiempo.
II. Formulación del problema
El modelo del universo en expansión que discutiremos es uno en el cual existe una mixtura
homogénea e isotrópica de radiación y materia, asumiendo que no son interconvertibles.
Esta mixtura es tratada como un fluido perfecto.
[La energía relativística del fluido, determinada por medio de la ecuación de Einstein. La
densidad de masa de la materia es igual a la densidad de la materia más la densidad de la
radiación. No hay interconversión de materia y radiación. El radio de curvatura del universo
en el origen se obtiene proyectando hacia atrás la tasa de expansión de Hubble; con base en
ella y en la densidad actual de la materia y radiación se establece la densidad de la materia
y la radiación en el origen y en cualquier punto de la evolución de universo] 220

The origin of Elements and the Separation of Galaxies

the Universe, The Library of Scientific Thought. General Editor: Paul Edwards,New York University,
Milton K. Munitz, editor, Theories of the Universe, from Babylonian Myth to Modern Science, The
free press, glencoe, Illinois and the Falcon’s wing Press, 1957, pp. 339-353
220
Lemaitre Georges, L’hypothèse de l’atome primitive, Extrait de la Revue des Questiones
scientifiques, 20 juillet 1948, Publications du laboratoire d’astronomie de Louvain, John G.
Wolbach Library, Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics. Provided by the NASA
Astrophysics Data System, pp. 325-339

342
La venturosa explicación de las principales características de la curva de la abundancia de
los elementos químicos por la hipótesis del “inacabado proceso de formación” (G. Gamow,
Phys. Rev. 70 572 (1946)) nos permite obtener cierta información relativa a las densidades y
temperaturas que deben de haber prevalecido en el universo durante las primeras etapas de
su expansión. Queremos discutir aquí algunas interesantes conclusiones cosmogónicas que
pueden tener su base en estas informaciones.
Ya que el proceso de creación debe haber empezado con la formación de los deuterones
desde los neutrones primordiales y los protones en los que algunos de esos neutrones han
decaído, concluimos que la temperatura a este tiempo debe haber sido del orden T 0 ≅ 109 o K
(que corresponde a la energía de disociación de núcleos de deuterio), así que la densidad de
radiación σ T4/c2 fue del orden de magnitud de la densidad del agua. Si, como mostraremos
más tarde, esta densidad de radiación excedió la densidad de la materia, la expresión
relativista de la expansión del universo debe ser escrita de la siguiente forma

( )
4 1
d 8π G σ T 2
l gl= 2 (1)
dt 3 c
en donde l es una distancia arbitraria en el espacio en expansión y el término que contiene
la curvatura es despreciado a causa del alto valor de la densidad. Debido a que la
expansión adiabática T es inversamente proporcional a l, podemos reescribir (1) en la
siguiente forma
T2 8 πGσ
( )
1
−d
lgT = 2
(2)
dt c 3
o, integrando:

( ) . cl
1
2 3
T = 2
. (3)
32 πGσ
Para la densidad de la radiación tenemos
p 3 1
rad .=¿ . ¿ (4)
32 πG l 2
Estas fórmulas muestran que el tiempo t0, cuando la temperatura desciende lo suficiente
para permitir la formación de deuterio, fue de algunos minutos. Asumíamos que en este
tiempo la densidad de la materia (protones más neutrones) era pmat.0. Ya que, en contraste
con la radiación, la materia se conserva en el proceso de expansión, pmat. iba decreciendo en
la medida en que l-3 ~ T3 ~ t-2/3. El valor de pmat0 puede ser estimado a partir del hecho de
que durante el período de tiempo ∆t de cerca de 102 sec. (el cual es fijado por la tasa de
expansión) cerca de la mitad de las partículas originales se combinaron en deuterones y
núcleos pesados. Entonces escribimos
v∆tnσ ≅ 1
en donde v = 5 x 108 cm/sec., es la velocidad termal de los neutrones a 10 9 oK, n es la
densidad de las partículas, y σ ≅ 10-29 cm2 la sección de cruce de captura de los rápidos
neutrones en hidrógeno. Esto nos da n≅ 1018 cm-3 y pmat.o≅ 10-6g/cm3, confirmando nuestra
previa asunción de que la densidad de la materia era despreciablemente pequeña
comparada con la densidad de radiación. (Entonces tenemos pmat.o.∆ t ≅ 10-4g.cm-3. sec. y no
10+4g.cm-3sec. como fue dado incorrectamente en el trabajo anterior a causa de un error
numérico en los cálculos).
Ya que prad.t-2, mientras que pmat. t-2/3 la diferencia de un factor de 10 6 que existió al tiempo
de 109 sec. debe haber desaparecido cuando la edad del universo era de 10 2. (106)2 = 1014
sec. ≅ 107 años. En este tiempo la densidad de la materia y la densidad de la radiación eran
ambas iguales [(106)2]-2 = 10-24g/cm3. La temperatura en esta época debe haber sido del
orden de 109/106 ≅ 103 oK.
La época cuando la densidad de radiación cayó por debajo de la densidad de la materia tuvo
un importante significado cosmogónico ya que es solamente en ese tiempo cuando el
principio de Jean de la “inestabilidad gravitacional” podría empezar a trabajar. De hecho,
nosotros esperaríamos que tan pronto como la materia tomara el rol principal, la sustancia
gaseosa homogénea previamente existente comenzó a presentar la tendencia a dividirse
[breaking up] en nubes separadas que fueron más tarde empujadas aparte por la progresiva
expansión del espacio. La densidad de estas nubes individuales de gas debe haber sido
aproximadamente la misma que la densidad del universo al momento de la separación, esto

343
es, 10-24g/cm3. El tamaño de las nubes estaba determinado por la condición de que el
potencial gravitacional en su superficie era igual que la energía cinética de las partículas de
gas.
Entonces, tenemos
3 4 3 GmH 4 π G mHp 2
kT = R p = R.
2 3 R 3
con T ≅ 103 y p≅ 10-24; esto da R ≅ 1021cm ≅ 103 años luz.
El hecho de que la densidad y el radio arriba calculados correspondan cercanamente
[closely] a los valores observados para las galaxias estelares sugiere fuertemente que
tenemos aquí una imagen correcta de la formación de las galaxias. De acuerdo con esta
imagen, las galaxias fueron formadas cuando el universo tenía una edad de 10 7 años, y
originalmente era enteramente gaseoso. Esto puede explicar su conformación regular, que
evoca la de los cuerpos gaseosos rotatorios, la cual debe haber sido retenida aún después
de que todo ese difuso material fue utilizado en el proceso de la formación de las estrellas
(como, por ejemplo, en las galaxias elípticas que consisten totalmente de estrellas
pertenecientes a la población II).
Puede también ser señalado que la temperatura correspondiente a la formación de galaxias
individuales a partir de la mixtura previa de la materia y radiación, es cercana a la de los
puntos de condensación de muchos elementos químicos. Por lo tanto, debemos concluir que
algún tiempo antes o poco después de la formación de las galaxias gaseosas su material se
separó en las fases gaseosa y condensada (dusty). Las partículas de polvo, estando
originalmente distribuidas de manera uniforme a través de toda la nube, fueron más tarde
reunidas en pequeñas condensaciones por la presión de radiación en el sentido de la teoría
de la formación de las estrellas de Spitzer-Whipple. De hecho, aunque aún no había
estrellas, había aún bastante radiación de alta intensidad que era un remanente del
primitivo estado del universo en expansión, cuando la radiación, y no la materia, era la que
dominaba.221

The origin of Chemical Elements


Como fue puntualizado por uno de nosotros, varias de las especies nucleares deben haberse
originado no como resultado de un equilibrio correspondiente a unas ciertas temperatura y
densidad, sino más bien a consecuencia de un proceso continuo de formación detenido por
[arrested by] una rápida expansión y enfriamiento de la materia primordial. De acuerdo con
esta imagen debemos imaginar el primitivo estado de la materia como un gas de neutrones
altamente comprimido (un fluido nuclear neutral sobrecalentado) que empezó a decaer en
protones y electrones cuando la presión del gas descendió como el resultado de la
expansión universal. La captura radiactiva de los restantes neutrones por los protones
nuevamente formados debe haber conducido primero a la formación de núcleos de deuterio,
y las subsecuentes capturas de neutrones resultaron en la formación de núcleos cada vez
más pesados. Se debe recordar que, debido al comparativamente poco tiempo disponible
para este proceso, la formación de núcleos más pesados debe haberse producido justo
arriba de la última franja de los elementos estables (elementos Fermi de corta vida), y la
actual distribución de frecuencia de varias especies atómicas fue alcanzada solamente algo
más tarde como el resultado de ajuste de sus cargas eléctricas por el decaimiento β.
Entonces la inclinación de la curva de la abundancia no debe estar relacionada con la
temperatura del gas de neutrones original, sino más bien con el período de tiempo
permitido por el proceso de expansión. También, la abundancia individual de varias
especies nucleares debe depender no tanto de su estabilidad intrínseca [(mass defects)]
como de los valores de sus secciones cruzadas de captura de neutrones. La ecuación que
gobierna ese proceso de formación puede ser aparentemente escrita en la forma
dni
=f ( t ) ( σ i−1 ni−1−σ i ni ) i=1 , 2, … 238 , (1)
dt
en donde ni y σi son los números relativos y las secciones de cruce de captura [capture cross

221
Gamow, G., El universo en expansión y el origen de los elementos, The George Washington
University, Washington D. C., September 13, 1946, Physcis Roeview, 70 572

344
sections] de los núcleos de peso atómico i, y en donde f (t) es un factor que caracteriza el
decrecimiento de la densidad con el tiempo.
Podemos subrayar en primer lugar que el proceso de formación fue aparentemente
completado cuando la temperatura del gas de neutrones era aun tan alta, que de otra
manera la abundancia observada habría sido fuertemente afectada por las resonancias en
la región de los neutrones lentos. De acuerdo con Hughes, las secciones de cruce de
captura de neutrón de varios elementos (para energías de neutrón de cerca de 1 Mev) se
incrementan exponencialmente con números atómicos de la mitad superior del sistema
periódico, permaneciendo aproximadamente constante para los elementos más pesados.
Usando estas secciones de cruce, integrando las ecuaciones (1) cómo se muestra en la
figura 1 se encuentra que la relativa abundancia de varias especies nucleares decrece
rápidamente para los elementos más ligeros y permanece aproximadamente constante para
los más pesados que la plata. Con el propósito de hacer encajar la curva calculada con las
abundancias observadas es necesario asumir que la integral de pndt durante el período de
formación es igual a 5 x 104 g sec./cm3.
Por otro lado, de acuerdo con la teoría relativista de la expansión del universo, la
dependencia de la densidad en el tiempo es dada por p ≅ 106/t2. Ya que la integral de estas
expresiones diverge a t = 0, es necesario asumir que el proceso de formación empezó en un
cierto tiempo t0 satisfaciendo la relación:

( )
8 6
10
∫ t
2
4
dt ≅ 5 ×10 ,
t0
Lo cual nos da t0 20 sec. y p0 2.5 x 105 g sec./cm3. Este resultado puede tener dos
significados: (a) para las altas densidades existentes antes de este tiempo, la temperatura
del gas de neutrones era tan alta que no tuvo lugar agregación alguna, (b) la densidad del
universo nunca excedió el valor 2.5 x 10 3 g sec./cm3, lo cual posiblemente se entienda si
usamos el nuevo tipo de soluciones cosmológicas que envuelven el momento angular del
universo en expansión (el universo rotatorio). 222

The abundance of the elements


1.5. Formación de los elementos en las estrellas
La formación de los elementos en las estrellas aparece como un proceso compuesto de
muchas fases. Todas las estrellas convierten hidrógeno en Helio, algunas producen
elementos pesados, pero únicamente las estrellas más masivas pueden producir elementos
de la parte superior de la tabla periódica. Ciertos nucleídos pesados parecen ser producidos
solamente bajo condiciones catastróficas y un solo mecanismo no explicaría la producción
de todos los elementos existente. De hecho, un número de mecanismos discretos han sido
propuestos, como sigue:
1. Una Estrella de composición normal y masa suficiente puede construir helio por medio
de la reacción protón-protón en el núcleo estelar y subsecuentemente, en el estadio de la
quema de la superficie, por medio del ciclo carbón-nitrógeno. En las estrellas más masivas,
el helio es formado enteramente por el ciclo carbono-nitrógeno.
2. Carbono, oxígeno y neón pueden ser producidos mediante la quema de helio en los
densos núcleos de las estrellas grandemente evolucionadas a temperaturas que exceden los
100,000,000º. Si la temperatura se eleva a 400,000,000º, otros elementos pueden ser
producidos mediante la reunión de núcleos de carbono junto con otro y con oxígeno y otros
núcleos, etcétera.
Si la temperatura se eleva hasta 5 x 10º y la densidad a 10 5 g/cm3, los núcleos serán
desintegrados con bastante libertad. Se llegará a una situación de equilibrio en la cual los
elementos en la vecindad del hierro en la tabla periódica se pueden formar.
4. Los elementos más allá del pico del hierro no pueden ser formados en cantidades
suficientes mediante los procesos que ocurren bajo estrictas condiciones de equilibrio.
Muchos de ellos parecen ser formados solamente por la captura de neutrones por átomos
pesados en una escala de tiempo muy lenta.

222
Alpher, Ralph A. and Robert C. Herman, Remarks on the Evolution of the expanding Universe
Applied Physics Laboratory, The Johns Hopkins University, Silver spring, Maryland (Received
December 27, 1948)

345
5. Otros nucleídos (algunas veces denominados como isobares sin cubierta [o escudo])
pueden ser producidos a través de la captura de neutrón en una escala de tiempo muy
rápida, esto es, una en la cual un nucleído que ha capturado un neutrón, la mayoría de las
veces capturará un segundo neutrón antes de que haya tenido una oportunidad de sufrir
decaimiento beta. Intensos flujos de de neutrones son presumiblemente producidos
solamente en eventos catastróficos, tal como una explosión de supernova.
6. Isobares ricos en protones son producidos por efectos de foto disociación.
7. Litio, Berilio y boro son destruidos en el interior de las estrellas. Presumiblemente ellos y
también el deuterio son producidos por efectos de expulsión [expallation] en las flamas
solares, las partículas son presumiblemente aceleradas a muy altas velocidades,
correspondiendo quizá a energía de rayos cósmicos. Posiblemente esta actividad como flama
puede ser más frecuente en las estrellas magnéticas y ciertos otros objetos que en el sol.
8. Las abundancias anómalas de las tierras raras observadas en las atmósferas de las
estrellas magnéticas pueden ser igualmente producidos por la aceleración de protones en
regiones locales en sus atmósferas.
La impresión general que se obtiene es que los elementos más pesados se formaron
mediante procesos que tendían a favorecer a los nucleídos con un exceso de neutrones, y
los elementos más ligeros a través de procesos que formaron los núcleos deficientes en
neutrones. Un proceso de captura de neutrón seguido por decaimiento beta podría explicar
los núcleos ricos en neutrones, pero no los isobares blindados. En el rango intermedio entre
el hierro y el estroncio, los nucleídos A impares caen en una curva suave, mientras que los
nucleídos A pares muestran un comportamiento irregular. Por otro lado, si se dibujan
líneas conectando los núcleos con el mismo exceso de neutrones, se encontrará una suave
dependencia. Esto es, en regiones entre los números de los nucleones en donde los escudos
son cerrados, la energía cohesionante será una función suave del número de masa para
nucleídos con el mismo exceso de neutrones. Suess y Urey consideran la suavidad de este
patrón como indicativo de una conexión esencial entre la energía cohesionante y la
abundancia cósmica. La curva de abundancia de la A impar no muestra correlación de
abundancias con los excesos de neutrones.
8-3. Cameron's Abundance Compilation and Nucleogénesis
The abundance table proposed by Cameron is of interest in that it represents a systematic
attempt to construct a scale on the basis of theories of nucleogénesis. Unfortunately, the
relevant physical parameters, neutron capture, and photodisintegration cross sections, etc.,
as well as the conditions in the element-building crucible are insufficiently known to permit
a calculation of reliable theoretical abundances. The treatment is not fully satisfactory from
another point of view. Several of the abundances adopted by Cameron are in disaccord with
astronomical data.
8-4. An Abundance Compilation Based Primarily on Astrophysical Data
Capítulo 10
Teorías del origen de los elementos
10-1. Introducción
Que la relativa abundancia de los elementos contiene algunas pistas sobre su origen ha
sido largo tiempo sospechado. Varias teorías que toman en cuenta la distribución han sido
propuestas y algunas de ellas serán revisadas aquí. Todas empiezan con los átomos de
hidrógeno o neutrones como los ladrillos básicos de la construcción.
Las teorías del equilibrio (Chandrasekhar and Heinrich 1942; Klein, Beskow, and
Treffenberg 1946) postulan que la distribución de los elementos fue establecida bajo
condiciones de muy altas temperaturas y densidad y luego “congelada”. Subsecuentemente,
el material fue esparcido por una violenta explosión de tal manera que no hubo tiempo para
que los núcleos reaccionaran para formar un nuevo equilibrio. La distribución final fue
establecida por subsecuentes desintegraciones beta. Bajo densidades de un ciento o un
millar de millones de veces mayores que la densidad del agua y a temperaturas mayores
que un millar de millones de grados, las reacciones nucleares son tan violentas que
concentraciones relativas de los diferentes nucleídos, neutrones, protones, rayos beta, y la
densidad de los rayos gama dependerán de la temperatura y densidad, energías
cohesionantes de los varios nucleídos, pesos estadísticos de los diferentes estados
isoméricos, etcétera. En una situación de equilibrio detallada los procesos nucleares no
necesitan ser conocidos, nada más que los mecanismos particulares colisionales y
radiativos [¿radioactivos?] es necesario que sean conocidos para calcular el equilibrio de
ionización del interior de las estrellas.
El fracaso de las teorías del equilibrio llevó a Gamow y colaboradores a sugerir una teoría

346
del no-equilibrio para la formación de los elementos. Se supone que al principio de la
expansión del universo todo el material estaba comprimido en un gas de neutrones,
llamado el ylem. En la medida que el gas se expande, los neutrones se descomponen en
protones y electrones, los protones capturan neutrones y construyen núcleos complejos a
través de sucesivas asimilaciones y desintegración beta. Todo el proceso de la construcción
de elementos tiene lugar en menos de un par de horas. [NB. Completamente absurdo].
Cálculos detallados han sido realizados por Alpher y Herman (1950), quienes han señalado
tanto las dificultades como los éxitos de la teoría.
En esta teoría, la abundancia de un nucleído dependerá inversamente de su sección de
cruce de la captura de neutrones. Si un núcleo captura un neutrón fácilmente éste será
transformado rápidamente en uno u otro nucleído. En una situación de un flujo estable, la
siguiente igualdad será cierta, viz.,
n(A)σ(A) = n(A+1)σ(A+1)
en donde σ es la sección de cruce del neutrón capturado y n es la concentración.
Consecuentemente, los nucleídos con secciones de cruce de captura bajas tenderán a
construir una concentración más grande, y viceversa. Esta predicción de la teoría de la
captura de neutrón es corroborada por la gran abundancia de nucleídos con secciones de
cruce de captura bajas.
A las temperaturas ambiente, las secciones de cruce de neutrón varían caprichosamente
con Z, pero las energías de muchos kev que se cree prevalecieron en el ylem, las secciones
de cruce se elevan uniformemente con A hasta cerca de A = 100. De ahí en adelante las
secciones de cruce permanecen aproximadamente constantes con A. Hay, sin embargo,
ciertas notables excepciones. En los números de neutrón 50, 82, y 126, que corresponden
al cierre de los escudos de neutrones, las secciones de cruce descienden a valores muy
bajos. Estos números mágicos de los átomos muestran gran abundancia, mientras que, de
acuerdo con Suess y Urey, los núcleos que corresponden al cierra de los escudos de
protones no muestran tal abundancia máxima.
A pesar de estas atractivas características de la teoría de Gamow, un gran número de serias
objeciones deben ser levantadas en su contra.
1. No hay mecanismo para producir los llamados isobares blindados. Inicialmente, sólo
núcleos ricos en neutrones se formarían y entonces decaerían por emisiones alfa al primer
isobar rico en neutrones. Los llamados isobares blindados que tienen pocos neutrones no
podrían formarse. Entonces el requerimiento de la teoría de Gamow de una rápida captura
de neutrones no permite la formación de nucleídos con pequeños números de neutrones.
2. El pico del hierro no puede ser explicado por una teoría de la captura de neutrón. Los
nucleídos que están construidos por captura de neutrón, el cual subsecuentemente decae
en isotopos de hierro, no tienen inusualmente pequeñas secciones cruzadas de neutrón.
Alguna versión de la teoría del equilibrio debe ser invocada para explicar el pico del hierro.
Las dificultades 1 y 2 son inherentes en cualquier teoría de captura de neutrón y no están
confinadas a la versión de Gamow.
3. La fatal objeción a la teoría de Gamow descansa en el hecho de que masas 5 y ocho son
inestables. Un neutrón no puede ser agregado al helio para formar un núcleo estable, por
ejemplo. Esto requeriría tres colisiones para salvar este espacio y esto no puede ocurrir a
las densidades que se supone existieron en el ylem primordial.
Entonces, la teoría de Gamow debe ser abandonada aunque ciertas características
esenciales de ambas y la teoría del equilibrio están retenidos en las necesariamente más
elaboradas teorías que las han reemplazado.
10-3. Formación de los elementos en las Estrellas
La única teoría del origen de los elementos que ofrece una promesa de éxito es aquella
según la cual los elementos han sido manufacturados por una variedad de reacciones
nucleares que se producen en las estrellas. Aunque fueron hecho intentos tan temprano
como 1930 por Atkinson, un trabajo moderno sobre la materia fue iniciado por Hoyle (1946,
1954). Esta hipótesis ha sido desarrollada particularmente por los Burbidges, Fowler, and
Hoyle (1957) y por Cameron. Un impresionante conjunto de evidencias… ha sido reunido
para sustentar esta idea. Las estrellas más jóvenes tienden a tener una razón más alta de
metales y elementos pesados que las estrellas viejas, mientras que las estrellas en estadios
avanzados de evolución muestran la influencia de reacciones nucleares que se producen en
su interior.
Se supone que las primeras estrellas pueden haber estado constituidas solamente de
hidrógeno. Ellas funcionaban convirtiendo el hidrógeno en helio por medio de la cadena
protón-protón. Cuando todo el hidrógeno se hubiese consumido en el interior profundo, la

347
estrella puede haber quemado helio en carbono y construido los elementos O, Ne, Na y Mg.
Subsecuentemente, la estrella evolucionaría suave o catastróficamente hacia el estadio de
enana blanca. Si el material de la envoltura se mezcla con el núcleo en el curso de la
evolución, protones pueden ser capturados por C, Ne, etcétera, para formar nucleídos como
C13 y Ne21 y si la estrella es suficientemente masiva, elementos pesados pueden ser
construidos, quizá muchos de ellos en un último momento catastrófico si la estrella se
convierte en supernova.
En cada evento, cuando una estrella suficientemente masiva evoluciona desde la secuencia
principal a través del estadio de gigantes hasta la fase final de enana blanca, algo de su
masa es devuelta al medio interestelar. La cantidad actual de material devuelta y su
composición dependerán presumiblemente de la masa de la estrella. Las estrellas más
masivas no solamente devolverán una gran fracción de sus masas al medio interestelar,
sino también el material devuelto contendrá probablemente una gran proporción de
elementos pesados.
En lo que el material circula entre las estrellas y el medio interestelar, más y más átomos
pesados se agregarán, pero la proporción de elementos más pesados que el helio permanece
muy pequeña. La población extrema de estrellas tipo II, particularmente sub-enanas, se
formaron en una etapa muy temprana cuando la proporción de metales era mucho menor
de lo que es al presente. De acuerdo con esto, aún las estrellas más viejas son objetos de la
segunda generación a menos que ellas fueran formadas de material que ya estuviese
sembrado con núcleos pesados. Entonces, se presume que el sol es una estrella de al
menos tercera generación y debemos postular que muchas estrellas deben haber vivido y
muerto antes del origen del sistema solar. Si alguna de las actuales estimaciones de las
edades de los viejos clusters (esto es más viejos que ~ 10 10 años) es aceptada, aparecerá que
hay algunos millones de milenios entre la formación de las estrellas más viejas en el
sistema galáctico y el nacimiento del sistema solar.
Si aceptamos la hipótesis de que todos los elementos han sido construidos a partir del
hidrógeno, los Burbidges, Flower y Hoyle (1957) encuentran que ocho diferentes procesos
deben ser postulados para explicar las características de la curva de abundancia:
1. El hidrógeno se quema para producir helio
2. El helio se quema para producir C, O, Ne, y quizá Mg
3. Procesos de partículas alfa en los cuales Mg 24,Si28, S32, Ar36 y Ca40 son producidos por
sucesivas adiciones de núcleos de helio a O 16 y Ne20, las partículas alfa siendo liberadas por
reacciones de partículas pesadas, sin embargo
4. El proceso e de equilibrio el cual se sugirió como explicación del pico del hierro
5. El proceso s en el cual neutrones son producidos y capturados a una tasa relativamente
lenta
6. El proceso r, en el cual los neutrones son capturados en una escala de tiempo rápida
~0.01 a 10 segundos
7. El proceso p, en el cual isótopos ricos en protones son producidas
8. El proceso x, el cual es invocado para la producción de los elementos ligeros (Fig. 10-1).
La contracción inicial desde un estado pre-estelar es colocada en la secuencia principal
cuando el hidrógeno empieza a quemarse. Cuando todo el hidrógeno en el núcleo se ha
convertido en helio… el núcleo continúa contrayéndose hasta que la temperatura y
densidad llegan lo suficientemente alto para que el helio se queme. Entonces, cuando el
helio ha sido transformado en carbono, oxígeno y neón una contracción gravitacional
posterior tendrá lugar. Reacciones que envuelven carbono, oxígeno y neón ocurrirán y una
gran cantidad de nucleídos serán formados. La estrella puede continuar extrayendo energía
hasta que los elementos del pico de hierro sean formados, más allá del punto en que no
más energía pueda ser obtenida por reacciones nucleares. De aquí en adelante la estrella
puede obtener energía radioactiva solamente por medio de una contracción gravitacional, la
cual puede producir inestabilidad. Durante el curso de estos eventos, son producidos
lentamente neutrones durante la ordenada evolución de la estrella y quizá muy
rápidamente durante sus fases catastróficas. Estas partículas desempeñan un importante
papel en la construcción de los elementos, aunque no en la producción de energía.

348
Fig. 10-1. Schematic diagram of nuclear processes by which synthesis of elements
in stars takes place. (Reproduced from E. M. Burbidge, G. R. Rurbidge,
W. A. Fowler, and F. Hoyle, Revs. Modern Phys.t 29, p. 552, 1957.)

10.4 Quema de hidrógeno


Consideremos primero las reacciones involucradas en una composición de hidrógeno puro.
El helio puede ser producido solamente por la cadena protón-protón. A muy bajas
temperaturas y en un estadio en el que pocas He 4 han sido apenas producidas, la cadena
producida de eventos es
H1+H1 → H2+β++ν o H1(ρ, β++ν) H2
H2+H1 → He3+γ o H2(ρ, γ) He3

349
He3+He2 → He1+2H1 o He3(He3, 2ρ) He4
El total de energía producida, Q, es 26.2 Mev. Hay un 2 por ciento de energía perdida en la
producción del neutrino, ν, cuando éste y el electrón positivo β+ son formados junto con el
deuterón, H2.
Este primer paso de la cadena protón-protón, H 1(ρ, β++ν) H2 no ha sido nunca verificado
experimentalmente a causa de su extremadamente baja sección cruzada. La tasa de
reacción es computada por la teoría… La constante sucesión de desintegraciones beta y el
tiempo de vida del neutrón libre han sido determinados con la más grande exactitud de tal
manera que la tasa de formación de helio ahora puede ser computada con incrementada
confianza.
El deuterón captura un protón para formar He 3 y entonces dos núcleos de He 3 para formar
una partícula alfa y dos protones.
A altas temperaturas (i.e., T>1.3 x 10 7 ºK) y grandes concentraciones de helio, la cadena
protón-protón es completada de una manera diferente, viz.:

He2 + He4 → Be7 + γ


Be7 + β → Li7 o menos Be7 + ρ → B8 +γ
Li7 + ρ → 2 He4 probablemente B8 →Be8 + β+ +ν
Be 8
→2He4
Q = 25.6 Mev Q = 19.1 Mev
Pérdida del 4 por ciento Pérdida del 29 porciento
Nótese que los átomos Be7 son rápidamente destruidos por la captura de electrón o captura
de protón. Si la temperatura central de la estrella de hidrógeno es mayor que 20 millones de
grados, la captura de protón que produce B 8 probablemente prevalecerá y la estrella
perderá mucha energía en la forma de neutrinos (Fowler 1958). Si la temperatura es
suficientemente baja (< 8,000,000 ºK) el proceso termina en He 3 y He4 no es formado. La
reacción protón-protón depende de la temperatura menos abruptamente que de la otra
reacción principal de combustión del Hidrógeno, el ciclo del carbono. El sol deriva su
energía principalmente de la cadena protón-protón, aunque alguna contribución viene del
ciclo del carbón
Si el carbono se presenta en la mixtura original, H puede ser consumido por el bien
conocido ciclo carbono-nitrógeno (Bethe 1939; Von Weizsäcker 1938).
C12 + H1 → N13 + γ N14 + H1 → O15 + γ
N13 → C13 + β + ν O15 → N15 + β+ + ν
C + H → N14 + γ
13 1
N15 + H1 → C12 + He4
Por repetidas capturas de protón, el C 12 es transmutado sucesivamente a C 13, N14, N15, y
finalmente reaparece como C12, siendo el resultado neto del proceso la conversión de cuatro
protones en un átomo de helio. Desde el punto de vista de la construcción de los elementos
es de interés notar que si sólo C12 está presente inicialmente, serán producidas C 13, N14, y
N15. Las relativas proporciones de C12, C13 y N14 dependen de la temperatura; una
producción de valores numéricamente precisos depende del actual valor de la sección
cruzada de captura de protones. Los dos pasos más lentos en el ciclo CN son las reacciones
C12(ρ,γ) y N14(ρ,γ), cuyas tasas han sido medidas experimentalmente a energías mucho más
altas que aquellas que ocurren en las estrellas. Entonces las tasas son extrapoladas para
las energías bajas.
A estas altas temperaturas, como parece ocurrir en las capas superficiales de hidrógeno
ardiente de las estrellas gigantes rojas, O17 es producido por O 16 + H1 → F17 + γ; F17 → O17
+ β+ + ν, pero la mayor parte del O17 es destruido por la reacción exotérmica O17 + H1 →
N14 + α + 1.20 Mev. Una pequeña cantidad debe conservarse para explicar la razón O 17/O16
observada en la tierra.
Es de interés que Ne21 pueda ser construido en un ciclo neón-sodio análogo al del ciclo del
carbono.
….
Las temperaturas requeridas para la operación del ciclo neón-sodio son tan altas que por
los tiempos en que esas temperaturas fueron alcanzadas en una estrella podríamos
anticipar que todo el hidrógeno habrá sido usado.
10.5 Quema de Helio y las reacciones de las partículas alfa
Después de que el hidrógeno en el núcleo de una estrella haya sido convertido en helio en
su totalidad, no pueden tener lugar transformaciones nucleares posteriores hasta que la
temperatura y la densidad se hayan incrementado grandemente. Entonces ocurre el
fenómeno de la “quema” del helio para formar carbono, oxígeno y otros elementos pesados.

350
Debemos suponer que podríamos juntar dos partículas alfa para formar Be 8, pero Be8 es
inestable. Experimentos han mostrado que cuando es producido artificialmente en
reacciones nucleares decae rápidamente en dos partículas alfa, aunque con una liberación
de 94 kev de energía.
…Antes de que un núcleo dado Be8 se desintegre, podría capturar otra partícula alfa y
formar C12…
…el B12 experimenta una descomposición beta con una vida media de 0.020 segundos hacia
un estado de excitación de C12. El núcleo C12 inmediatamente se desintegra en tres
partículas alfa o (menos frecuentemente) decae al estado estable del C 12. Si el C12 puede
descomponerse en tres partículas alfa, entonces, inversamente, la reunión de tres
partículas alfa para formar C12 es posible y ya que algunos de estos núcleos C 12 decaen a
aquellos C12 normales existe un medio de síntesis de elementos para llenar el espacio entre
el helio y el carbono en el caliente y denso núcleo de ciertas estrellas. Durante la fase de
gigantes rojas de la evolución de las estrellas, esta quema de helio puede ser una fuente
importante de generación de energía… La fase de combustión del helio probablemente toma
107 o 108 años.
Subsecuentes capturas de partículas alfa pueden producir O 16, Ne20 y quizá una pequeña
cantidad de Mg24. Es difícil predecir las cantidades de estos nucleídos porque ninguno de
sus cruces de sección es conocido mejor que un factor de 10. Las tasas dependen
marcadamente de la temperatura. De aquí que diferentes estrellas puedan producir muy
diferentes razones de carbono, oxígeno, neón y magnesio.
…si el helio es destruido rápidamente a altas temperaturas y densidades, como debería
esperarse en las estrellas masivas, el principal resultado sería C 12, mientras que en las
estrellas menos masivas, O16 y Ne20 son los principales nucleídos formados.
Eventualmente, cuando todo el helio haya sido convertido en carbón, oxígeno y neón el
núcleo de la estrella se contrae aún más. A una temperatura de cerca de 1.3 x 10 9 ºK, el
neón, carbono y oxígeno serán destruidos.
La primera reacción que ocurre es la foto desintegración de Ne 20 por los rayos gama de alta
energía entonces presentes.
Aunque la energía es absorbida desde el gas en producción de las partículas alfa, ella es
liberada en la producción de Mg 24 de tal manera que hay una salida neta de energía. A estas
temperaturas las partículas alfa pueden construir Mg 24 en Si28 y S32. Cada nucleído
producido en el proceso alfa depende de la concentración de su predecesor y entonces la
abundancia del núcleo declina con Z incrementándose.
A altas temperaturas, otras reacciones destruirán el neón, carbono y oxígeno y muchas
partículas ligeras (partículas alfa, protones y neutrones) serán producidas.
Podemos esperar que en las etapas en las que se produce la destrucción del oxígeno y el
neón, elementos tales como F, Na, al, P, Cl and K serán construidos en cantidades que no
podemos predecir precisamente. La escala de tiempo del proceso alfa es del orden de 100 a
10,000 años.
Si la masa inicial y el momento angular de la estrella lo permiten, el núcleo se contraerá
hasta que finalmente T exceda 3 x 109 ºK. Detailed reactions can then no longer be followed.
10-6 El proceso de equilibrio
La evolución de la Estrella más allá del punto en donde la temperatura central alcanza 3 x
109 K es muy rápida. En este tiempo la tasa de procesos nucleares es mejorada en gran
medida y se alcanza un equilibrio entre los núcleos, protones libres y neutrones… A
cualquier temperatura y densidad la concentración de nucleídos dependerá de sus energías
de cohesión, el número y distribución de sus estados de excitación, y los apropiados pesos
estadísticos de acuerdo con la fórmula ya establecida. Cuando la escala del tiempo es
suficientemente grande los procesos beta ocurrirán suficientemente rápido para establecer
un equilibrio entre protones y neutrones. A densidades y temperaturas relevantes para los
procesos de formación de elementos en las estrellas, el decaimiento de los neutrones libres
no influye mucho en el equilibrio.
Si la escala de tiempo de los eventos es suficientemente corta para que los neutrones y
protones logren el equilibrio, entonces la razón de la total densidad del conjunto más los
neutrones libres sobre el total de densidad de protones debe tener un valor fijo determinado
por el estado del gas al principio de la etapa final. Durante estas fases terminales, la
mayoría de los decaimientos beta no tienen tiempo de producirse. Por otro lado, aquellos
nucleídos cuya abundancia está determinada por reacciones nucleares rápidas continúan y
mantienen el equilibrio de las abundancias.
La temperatura del gas se eleva en la medida en que el punto de explosión se acerca y las

351
ecuaciones del equilibrio continúan rigiendo. Después de la explosión del núcleo, el gas se
enfría rápidamente y las abundancias son afectadas por un corto tiempo. La densidad de la
radiación gamma disminuye a tal tasa que las partículas alfa libres, neutrones y protones
que son producidas por reacciones de foto-eyección en tan pocas cantidades que no afectan
seriamente las abundancias de los nucleídos pesados. Estos se “congelan” a una
temperatura y densidad que difiere de una especie nuclear a otra. Muchos de esos núcleos
que son dejados atrás son inestables contra el decaimiento beta y la distribución final de
abundancia está determinada después que estos procesos sean tomados en cuenta.
Entonces se presume que las estrellas que producen estos elementos exploten como
supernovas y distribuyan los productos de la reacción a través del espacio. En cada evento,
una explicación del pico del hiero parece requerir que alguna clase de una situación de
equilibrio existió en algún lugar en el universo antes de que el sistema solar fuese
formado…
…Los nucleídos de cobre, níquel y titanio muestran grandes discrepancias en el sentido de
que la teoría del equilibrio predice abundancias que son muy pequeñas.
10-7 Proceso de captura de neutrón. [Formación de elementos pesados]
De enorme importancia para el proceso de formación de elementos es la producción de
neutrones en las estrellas durante los estadios avanzados de su evolución… mecanismos
específicos mediante los cuales elementos intermedios y pesados pueden haber sido hechos
en las estrellas si los neutrones se hubiesen producido en suficientes cantidades.
Considérese una reacción entre C13 y una partícula alfa…
C13 + α → O16 + n
También, O17 y Ne21 pueden liberar neutrones por las reacciones
O17 + α → Ne20 + n
Ne21 + α → Mg24 + n
Esta última reacción [Ne 21] es favorecida por Fowler y sus asociados como la principal
fuente de neutrones en las estrellas.
Los neutrones que son liberados no pueden combinar con las partículas alfa para formar
núcleos estables. Ellos toman energías cinéticas apropiadas de la temperatura local
(correspondientes a cerca de 10 Kev) y son capturados predominantemente por los núcleos
más pesados a una tasa que depende de su abundancia y de las secciones cruzadas de
captura de los neutrones. Bajo las condiciones anticipadas en el interior de las estrellas
gigantes rojas, el intervalo de tiempo que transcurrirá entre sucesivas capturas de neutrón
por un núcleo pesado será del orden de los 5 o 10 años hasta millares de año.
Consecuentemente, núcleos con períodos de vida cortos, del orden de unos días o pocos
años experimentarán decaimiento beta, e isobares con grandes excesos de neutrones no
serán formados…
Supongamos que el interior de una estrella contiene los elementos en su abundancia
“estándar” y que a esta mixtura son agregados neutrones en cantidades variables. Los
núcleos de los elementos existentes serían convertidos en otros más pesados; el
mejoramiento en los números de estos elementos pesados dependería de las secciones
cruzadas de captura y el número de neutrones. Sólo relativamente pequeños cambios
ocurren en los elementos situados por debajo del hierro porque sus abundancias se
encuentran cercanas en proporción inversa a sus secciones cruzadas de captura de
neutrones. Además, muchos de ellos son tan abundantes que solamente una pequeña
fracción de los átomos son afectados por la captura de neutrón.
10.8 El problema de la síntesis de Deuterio, Litio, berilio y boro
Los elementos ligeros, deuterio, litio, boro y berilio, no pueden ser producidos por
reacciones termonucleares en el interior de las estrellas ya que ellos (H2) son
inevitablemente formados en el interior o (B, Be, Li) se desintegran en partículas alfa.
10.9 formación de elementos en las atmósferas de las estrellas
Fowler y los Burbidges (1955) sugieren que la gran abundancia de ciertos elementos
pesados en las estrellas A magnéticas fueron producidas en sus atmósferas, más que en
sus interiores, ya que estas estrellas no parecen diferir mucho de la principal secuencia
normal de las estrellas A.
10-10. Conclusiones
La teoría de la formación de los nucleídos en las estrellas parece explicar las principales
características de la distribución de abundancia de los elementos. Se muestra que es
posible empezar con una estrella de sólo hidrógeno que transformará el hidrógeno en helio y
eventualmente helio en carbón, oxígeno, neón, y magnesio. En la siguiente generación, el
nitrógeno y otros elementos ligeros pueden ser formados, y si la estrella es lo

352
suficientemente masiva para desarrollar un núcleo productor de hierro o justificar una
expansión de supernova, todos los elementos pueden ser formados. Las estrellas más viejas
conocidas, las subenanas, todas contienen hierro y metales pesados aunque en cantidades
mucho menores que el sol. Aparentemente, estos elementos fueron formados en estrellas
masivas o supernovas que los precedieron. La edad de los más viejos sistemas estelares
parece ser del orden de 1010 años, o dos veces la edad del sistema solar, el cual se formó
con los restos de estrellas muertas largo tiempo atrás. Cada estrella que evoluciona desde la
secuencia principal en la fase de gigante o supergigante devuelve algo de su sustancia al
medio interestelar. En las galaxias espirales o irregulares, nuevas estrellas nacen
continuamente del gas y polvo interestelares. En la población de tipo II, en los clusters
globulares y en los sistemas elípticos, las estrellas aparentemente mueren gradualmente; no
hay un mecanismo eficiente a través del cual el gas que es devuelto al espacio interestelar
lleve a la formación de nuevas estrellas. En algunos sistemas elípticos tales formaciones
pueden ocasionalmente ocurrir, pero es muy raro, por lo que no tiene un gran efecto en la
evolución general. En la población del brazo de espiral, la formación de elementos pesados
parece continuar en tanto continúa el reciclaje entre las estrellas y el gas.
Entonces, la evolución del universo observable implica una transformación gradual del
hidrógeno en helio y elementos pesados, pero muchos, quizá los más de estos átomos
pesados están sellados para siempre en las densas estrellas enanas blancas, desde dónde
nunca pueden ser extraídos. Solamente el material diseminado en el medio interestelar vive
en el flujo principal de la evolución de las estrellas y nebulosas. 223

223
Gamow, G. The origin of Elements and the Separation of Galaxies, George Washington University,
Washington DC, June 21, 1948, Nature 162, 680-682 (30 October 1948) | doi:10.1038/162680a0

353
Apéndice 3

Extracto de “The large structure of the Universe”


de Hawking y Hills.224

Prefacio
La materia de este libro es la estructura del espacio-tiempo en escalas de longitudes desde
10-13 cm, el radio de una partícula elemental, hasta 10 28 cm., el radio del universo…
basamos nuestros argumentos en la teoría general de la relatividad de Einstein. Esta teoría
lleva a dos notables predicciones acerca del universo: primero, que el destino final de las
estrellas masivas es su colapso detrás de un evento en el horizonte [event horizont] para
formar un “hoyo negro”, el cual contendrá una singularidad; y segundo, que hay una
singularidad en nuestro pasado que constituye, en algún sentido, un comienzo del
universo. Nuestra discusión está encaminada al desarrollo de estos dos resultados. Ellos
dependen primeramente de curvas “como tiempo” y nulas en el espacio-tiempo, y en
segundo lugar, del estudio de la naturaleza de las varias relaciones causales en todo
espacio-tiempo. Consideramos estas materias detalladamente. Adicionalmente
desarrollamos la teoría del desenvolvimiento del tiempo en las soluciones a las ecuaciones
de Einstein, dados los datos iniciales. La discusión es complementada con un examen de
las propiedades globales de una variedad de soluciones exactas de las ecuaciones de campo
de Einstein, muchas de las cuales muestran algunos comportamientos inesperados.
El papel de la gravedad
El punto de vista de la física más generalmente aceptado al momento es que se puede
dividir la discusión del universo en dos partes. Primero, está la cuestión de las leyes locales
satisfecha por los varios campos físicos. Ellas están expresadas usualmente en la forma de
ecuaciones diferenciales. En segundo lugar, se encuentra el problema de las condiciones de
límites para estas ecuaciones, y la naturaleza global de sus soluciones. Esto implica pensar
acerca del borde del espacio-tiempo en algún sentido. Estas dos partes no pueden ser
independientes. Ciertamente se ha sostenido que las leyes locales son determinadas por la
gran estructura del universo… Nosotros adoptaremos una menos ambiciosa aproximación:
tomaremos las leyes físicas locales que han sido experimentalmente determinadas y
veremos lo que estas leyes implican acerca de la estructura a gran escala del universo.
Hay por supuesto una gran extrapolación en el supuesto de que las leyes físicas que se
determinan en el laboratorio deben tener aplicación en otros puntos del espacio-tiempo en
donde las condiciones pueden ser muy diferentes. Si ellas fallan podemos decir que había
algún otro campo físico que estaba comprendido en las leyes físicas locales pero cuya
existencia no ha sido aún detectada en nuestros experimentos, porque ellas varían muy
poco en una región tal como el sistema solar. De hecho la mayoría de nuestros resultados
serán independientes de la naturaleza detallada de las leyes físicas, porque ellos solamente
involucrarán ciertas propiedades generales tales como la descripción del espacio-tiempo por
una geometría pseudo Riemanniana y la definición positiva de la densidad de energía.
Las interacciones fundamentales conocidas al presente en física pueden ser divididas en
224
Alpher, R. A., , Applied Physics Laboratory, The John Hopkings University, Silver Spring,
Maryland, and H. Bethe, Cornell University, Ithaca, New York and G. Gamow, The George
Washington University, Washington, D. C., The origin of Chemical Elements February 18, 1948,
Physical Review, Vol. 73, Number 7, april 1948.

354
cuatro clases: las interacciones nucleares fuertes y débiles, electromagnetismo y gravedad.
De estas, la gravedad es por mucho la más débil (la razón Gm 2/e2 de la fuerza gravitacional
a la eléctrica entre dos electrones es cerca de 10 -40). Sin embargo, ella tiene el papel
principal en la determinación de la estructura a gran escala del universo. Esto es así porque
las interacciones fuertes y débiles tienen un rango muy corto (10 -13 cm. o menos) y aunque
el electromagnetismo es una interacción de rango largo, la repulsión de cargas iguales es
casi balanceada, para cuerpos de dimensiones macroscópicas, por la atracción de cargas
opuestas. La gravedad, por otro lado, parece ser siempre atractiva. Entonces los campos
gravitacionales de todas las partículas en un cuerpo se unen para producir un campo que,
para cuerpos suficientemente grandes, domina sobre todas las otras fuerzas.
No solamente es la gravedad la fuerza dominante en una gran escala, sino que es una
fuerza que afecta a cada partícula en la misma forma. Esta universalidad fue reconocida
primeramente por Galileo, quien encontró que dos cuerpos cualesquiera caen con la misma
velocidad. Esto ha sido verificado con una muy alta precisión en los experimentos de
Eotvos, y por Dicke y sus colaboradores (Dicke (1964)). También se ha observado que la luz
es desviada por los campos gravitacionales. Ya que es sabido que no hay señales que
puedan viajar más rápido que la luz, esto significa que la gravedad determina la estructura
causal del universo, esto es, determina cuales eventos del espacio-tiempo pueden ser
relacionados causalmente a otros.
Estas propiedades de la gravedad conducen a severos problemas, porque si una cantidad de
materia suficientemente grande se concentrase en alguna región, podría desviar tanto la luz
que de ella sale que de hecho la estaría arrastrando hacia atrás al interior del cuerpo. Esto
fue reconocido en 1798 por Laplace, quien señaló que un cuerpo de cerca de la misma
densidad que el sol pero 250 veces su radio podría formar un campo gravitacional tan
fuerte que ninguna luz podría escapar de su superficie. Que esto haya sido predicho
tempranamente es tan sorprendente que damos una traducción del ensayo de Laplace en
un apéndice.
Se puede expresar con más precisión el arrastre hacia atrás de la luz por un cuerpo masivo
usando la idea de Penrose de una superficie cerrada por una trampa. Consideremos una
esfera T rodeando el cuerpo. En un instante determinado T emite un rayo de luz. Un cierto
tiempo después t, los frentes de ondas entrantes y salientes a y de T formarán esferas T 1 y
T2 respectivamente. En una situación normal el área de T 1 será menor que la de T (porque
esta representa la luz entrante) y el área de T 2 será más grande que la de T (porque
representa la luz saliente). Sin embargo, si una cantidad de materia suficientemente grande
es colocada dentro de T, las áreas de T 1 y T2 serán ambas menores que la de T. La superficie
T es denominada entonces una superficie cerrada como trampa. En la medida que t se
incrementa, el área de T2 se hará más y más pequeña debido a que la gravedad se conserva
atractiva, esto es, debido a que la densidad de la energía de la materia no deviene negativa.
Ya que la materia en el interior de T no puede viajar más rápido que la luz, será atrapada
dentro de una región cuyos límites decrecen hacia cero dentro de un tiempo finito. Esto
sugiere que algo equivocado está sucediendo. Podemos de hecho mostrar que en tal
situación una singularidad del espacio-tiempo debe ocurrir, si ciertas condiciones
razonables se mantienen.
Se puede pensar de una singularidad como un lugar en donde las leyes físicas actuales se
rompen. Alternativamente, se puede pensar que ella es una parte representativa del borde
del espacio-tiempo, pero una parte que está a una distancia finita más que en el infinito.
Desde este punto de vista, las singularidades no son tan malas, pero aún se tiene el
problema de las condiciones de los límites. En otras palabras, no sabemos qué vendrá
después de la singularidad.
Hay dos situaciones en las cuales esperamos que haya una suficiente concentración de
materia para producir una superficie cerrada retenedora. La primera es el caso del colapso
gravitacional de las estrellas cuya masa es más de dos veces la del sol, lo cual se predice
que ocurra cuando ellas hayan agotado su combustible nuclear. En esta situación
esperamos que la estrella colapse a una singularidad que no es visible a los observadores
externos. La segunda situación es la de la totalidad del universo mismo. Observaciones
recientes del fondo de microondas indican que el universo contiene suficiente materia para
causar una superficie cerrada contenedora en una reversión del tiempo. Esto implica la
existencia de una singularidad en el pasado, al principio de la presente época de expansión
del universo. Esta singularidad es en principio visible para nosotros. Debe ser interpretada
como el comienzo del universo.
En este libro estudiaremos la estructura a gran escala del universo sobre las bases de la

355
teoría general de la relatividad de Einstein. Las predicciones de esta teoría están en
concordancia con todos los experimentos realizados…
En el capítulo 3 se hace una formulación de la teoría general de la relatividad en términos
de los tres postulados acerca de un modelo matemático para el espacio-tiempo. Este modelo
es un manifold M con una métrica g de distintivo Lorentz. El significado físico de la métrica
es dado por los primeros dos postulados: aquellos de la causalidad local y de la
conservación local de la energía-momento. Estos postulados son comunes a ambas, la
teoría general y especial de la relatividad y son apoyados por la evidencia experimental para
la última teoría. El tercer postulado, las ecuaciones de campo para la métrica g está menos
bien establecida experimentalmente. Sin embargo, la mayoría de nuestros resultados
dependen solamente de la propiedad de las ecuaciones de campo de que la gravedad es
atractiva para densidades positivas de la materia. Esta propiedad es común a la relatividad
general y algunas modificaciones de la misma tales como la teoría Brans-Dicke.
En el capítulo 4 discutimos la significación de la curvatura considerando sus efectos en
familias de geodésicas como tiempo y nulas. Estas representan la trayectoria de pequeñas
partículas y de rayos de luz, respectivamente. La curvatura puede ser interpretada como
una fuerza diferencial o de marea que induce una relativa aceleración entre geodésicas
vecinas. Si el tensor energía-momento satisface ciertas condiciones positivas definidas, esta
fuerza diferencial siempre tiene un efecto neto de convergencia sobre familias de geodésicas
no rotatorias. Se puede mostrar mediante el uso de la ecuación de Raychaudhuri que esto
conduce entonces a puntos focales o conjugados donde las geodésicas vecinas intersectan.
Para ver la significación de estos puntos focales, consideremos una superficie S de una
dimensión en un espacio bidimensional euclidiano. Sea p un punto que no se encuentra
sobre S. Entonces habrá alguna curva desde S a p que sea más corta que o tan corta como
cualquier otra curva desde S a p. Claramente esta curva será una geodésica, esto es, una
línea recta, e intersecará a S ortogonalmente. En la situación mostrada en la figura 2, hay
de hecho tres geodésicas ortogonales a S que pasan a través de p. Una forma de reconocer
esto (Milnor (1963)) es notando que las geodésicas vecinas ortogonales a S a través de u y v
intersecan la geodésica a través de r en un punto focal q entre S y p. Entonces, juntando el
segmento uq al segmento qp, se puede obtener una curva desde S a p la cual tiene la misma
extensión que la línea recta rp. Esto demuestra que rp no es la curva más corta desde S a p.
De hecho la curva más corta será xp o yp.
Se pueden llevar estas ideas hasta el manifold M de un espacio-tiempo de cuatro
dimensiones con la métrica g de Lorentz. En lugar de líneas rectas se pueden considerar
geodésicas y en vez de considerar la curva más corta se considera la curva como tiempo más
larga entre un punto p y la superficie S como espacio (porque a causa de la marca Lorentz
de la métrica no habrá una curva como tiempo más corta sino probablemente habrá una
curva de este tipo más larga). Esta curva más larga deberá ser una geodésica que intersecta
S ortogonalmente, y puede no haber punto focal de geodésicas ortogonal a S entre S y p.
Resultados similares pueden ser probados para geodésicas nulas. Estos resultados son
usados en el capítulo 8 para establecer la existencia de singularidades bajo ciertas
condiciones.
En el capítulo 5 describimos un número de soluciones exactas a las ecuaciones de Einstein.
Estas soluciones no son realistas ya que todas ellas poseen simetrías exactas. Sin embargo
ellas proveen ejemplos útiles para los capítulos posteriores e ilustran diferentes
comportamientos. En particular, casi todos los modelos cosmológicos altamente simétricos
poseen singularidades del espacio-tiempo. Por un largo tiempo se pensó que estas
singularidades deberían ser simplemente un resultado del alto grado de simetría y que no
estarían presentes en modelos más realistas. Será uno de nuestros principales objetivos
mostrar que este no es el caso.
En el capítulo 6 estudiamos la estructura causal del espacio-tiempo. En relatividad especial
los eventos que pueden ser causalmente afectados por un evento dado o pueden afectar a
éste causalmente son los internos de los conos de luz del pasado y del presente
respectivamente. Sin embargo, en la relatividad general la métrica g, que determina el cono
de luz, será en general distinta punto por punto y la topología del manifold M del espacio-
tiempo no necesita ser el euclidiano espacio R 4. Esto permite muchas más posibilidades.
Por ejemplo se pueden identificar puntos correspondientes sobre las superficies S1 y S2 en la
figura 3 que producen uno como espacio con topología R3xS1. Esto podría contener curvas
como tiempo cerradas. La existencia de tal curva podría llevar a rompimientos de la
causalidad por los que uno podría viajar a su pasado. Consideraremos de manera principal
solamente espacio-tiempos que no permitan tales violaciones a la causalidad. En tales

356
espacio-tiempos, dada cualquier superficie como espacio S, hay una región máxima de
espacio-tiempo (llamada el desenvolvimiento Cauchy de S) que puede ser predicho a partir
del conocimiento de los datos sobre S. Un desenvolvimiento Cauchy tiene una propiedad
(“hyperbolicity global) que implica que si dos puntos en él pueden ser unidos por una como
curva, entonces existe una curva tal más larga entre los puntos. Esta curva será una
geodésica.
La estructura causal del espacio-tempo puede ser usada para definir un límite o borde del
espacio-tiempo. Esta frontera representa a ambos, el infinito y la parte del borde del
espacio-tiempo que se encuentra a una distancia finita, es decir, los puntos singulares.
En el capítulo 8 discutimos la definición de las singularidades del espacio-tiempo. Esto
presenta ciertas dificultades porque no se pueden considerar los puntos singulares como
siendo parte del manifold espacio-tiempo M.
Nosotros probamos entonces cuatro teoremas que establecen la ocurrencia de
singularidades del espacio-tiempo bajo ciertas condiciones. Esas condiciones caen dentro
de tres categorías. Primero, es el requerimiento de que la gravedad deba ser atractiva. Esto
puede ser expresado como una desigualdad en el tensor energía-momento. Segundo, hay el
requerimiento de que exista suficiente materia presente en alguna región para prevenir que
algo escape de esa región. Esto ocurrirá si hay una superficie cerrada como trampa o si la
totalidad del universo es él mismo cerrado espacialmente. El tercer requerimiento es que no
debe haber violaciones a la causalidad. Sin embargo, este requerimiento no es necesario en
uno de los teoremas. La idea básica de las pruebas es usar los resultados del capítulo 6
para probar que debe haber las más largas curvas como tiempo entre ciertos pares de
puntos. Entonces se muestra que si no hubiese singularidades, habría puntos focales que
implicarían que no habría más largas curvas entre pares de puntos.
En seguida describimos un procedimiento sugerido por Schmidt para la construcción de un
límite al espacio-tiempo que represente los puntos singulares del espacio-tiempo. Este
límite puede ser diferente que esta parte del límite causal (definido en el capítulo 6) que
representa singularidades.
En el capítulo 9, mostramos que la segunda condición del teorema 2 del capítulo 8 podría
ser satisfecha por las estrellas cercanas de masa 1½ veces la masa solar en la etapa final de
su evolución. Las singularidades que ocurran están probablemente ocultas detrás de un
horizonte de evento, y por tanto no son visibles desde fuera. Para un observador externo,
esto aparece como si hubiera un “hoyo negro” en donde la estrella estaba. Discutimos las
propiedades de tales hoyos negros y mostramos que ellos probablemente pertenezcan
finalmente a una de la soluciones de la familia Kerr. Asumiendo que este es el caso, se
pueden colocar ciertos límites superiores a la cantidad de energía que puede ser extraída de
los hoyos negros. En el capítulo 10 mostramos que las segundas condiciones de los
teoremas 2 y 3 del capítulo 8 podrían ser satisfechas, en un sentido de reversión del tiempo,
en el universo como un todo. En este caso las singularidades están en nuestro pasado y
constituyen el principio de todo o parte del universo observable.
Geometría diferencial
2.1 Manifolds
Un manifold es esencialmente un espacio que es localmente similar al espacio euclidiano y
puede ser cubierto por áreas de coordenadas. Esta estructura permite la diferenciación que
es definida, pero no distingue intrínsecamente entre diferentes sistemas de coordenadas.
Entonces los únicos conceptos definidos por la estructura del manifold son aquellos que
son independientes de la elección de sistema de coordenadas.
2.2 Vectores y tensores
Campos de tensor son el conjunto de objetos geométricos de un manifold definidos de una
manera natural por la estructura del manifold. Un campo de tensor es el equivalente a un
tensor definido a cada punto del manifold, por lo que primero definimos los tensores en un
punto del manifold, partiendo del concepto básico de un vector en este punto.
3
Relatividad general
3.2 Los campos de la materia
Habrá varios campos en M, tales como el campo electromagnético, el campo de neutrino,
etcétera, los cuales describen el contenido de materia del espacio-tiempo. Estos campos
obedecerán ecuaciones que pueden ser expresadas como relaciones entre tensores en M, en
el cual todas las derivadas con respecto a la posición son derivadas covariantes con
respecto a la conexión simétrica definida por la métrica g. Esto es así porque las únicas
relaciones definidas por la estructura de un manifold son relaciones de tensor y la única

357
conexión definida está dada por la métrica. Si hubiese otra conexión en M, la diferencia
entre las dos conexiones sería un tensor y podría ser considerado como otro campo físico.
Similarmente, otra métrica en M podría ser considerado como un campo físico más.
La teoría que se obtiene depende de qué campos de materia se incorporen en ella. Se podría
por supuesto incluir todos aquellos campos que han sido observados experimentalmente,
pero se podría postular la existencia de campos aún no detectados.
Postulado (a): Causalidad local
Las ecuaciones que gobiernan los campos materiales deben ser tales que si U es un
vecindario normal convexo y p y q son puntos en U entonces una señal puede ser enviada
en U entre p y q si y sólo si p y q pueden ser unidos por una curva C1 que cae toda en U,
cuyo vector tangente es en donde quiera no cero y es o como-tiempo o nula; se denominará
a tal curva no como-espacio. (Nuestra formulación de la relatividad excluye la posibilidad de
partículas tales como tachones, los cuales se mueven en curvas como-espacio.) Que la
señal sea enviada de p a q o de q a p dependerá de la dirección del tiempo en U.
3.4 Las ecuaciones de campo
Las ecuaciones Rab=8π (Tab - ½Tgab) + Λab
son llamadas las ecuaciones de Einstein y son a menudo escritas en la forma equivalente
(Rab – ½Rgab) + Λgab = 8πTab.
Como los lados son simétricos, forman un set de diez pares de ecuaciones no-lineales
parcialmente diferenciales en la métrica y en sus derivadas primera y segunda. Sin
embargo, la divergencia covariante de cada lado se desvanece idénticamente, esto es
(Rab – ½Rgab + Λgab):b = 0
y
Tab:b = 0
rigen independientemente de las ecuaciones de campo. Entonces las ecuaciones de campo
realmente proporcionan sólo seis ecuaciones diferenciales independientes para la métrica.
Este es de hecho el número correcto de ecuaciones para determinar el espacio tiempo, ya
que a cuatro de los diez componentes de la métrica les pueden ser dados valores arbitrarios
mediante el uso de los cuatro grados de libertad para hacer transformaciones de
coordenadas. Otra manera de ver esto es que dos matrices g1 y g2 en un manifold M define
el mismo espacio-tiempo si hay un dimorfismo θ que lleva g a g. Entonces las ecuaciones de
campo definen la métrica solamente por encima de una clase de equivalencia bajo
dimorfismos, y hay cuatro grados de libertad para hacerdimorfismo.
4. La significación física de la curvatura
En este capítulo consideramos el efecto de la curvatura del espacio tiempo sobre las
familias de curvas como-tiempo y nulas. Estas podrían representar líneas de flujo de fluidos
o las historias de fotones. En los parágrafos 4.1 y 4.2 derivamos las fórmulas de la tasa de
cambio de la vorticidad, shear y expansión de tales familias de curvas; la ecuación de la
tasa de cambio de la expansión… desempeña un papel central en las pruebas de los
teoremas de las singularidades del capítulo 8. En el parágrafo 4.3 discutimos las
desigualdades generales del tensor de energía-momento las cuales implican que el efecto
gravitacional de la materia tiende siempre a causar convergencia de curvas como-tiempo y
nulas. Una consecuencia de estas condiciones de energía es, como se ve en el parágrafo 4.4,
que la existencia de puntos conjugados implica la existencia de variaciones de curvas entre
dos puntos, las cuales transforman una geodésica nula en una curva como-tiempo, o una
geodésica como-tiempo en una más larga curva como-tiempo [wich take a null geodesic into
a timelike curve, or a timelike geodesic into a longer timelike curve].
4.1 Curvas como-tiempo
Esta ecuación, conocida como la desviación o ecuación de Jacobi, proporciona la
aceleración relativa, esto es, la segunda derivada del tiempo de la separación de dos curvas
infinitesimalmente vecinas medidas en Hq. Vemos que ésta depende solamente del tensor
Riemann si las curvas son geodésicas.
En la teoría newtoniana la aceleración de cada partícula es dada por el gradiente del
potencial ɸ y entonces la aceleración relativa de dos partículas con separación Za es ɸ; abZb.
Entonces el término del tensor Riemann RabcdVbVd es análogo al newtoniano ɸ; ac. El efecto
de este término “fuerza de marea” puede ser visto, por ejemplo, considerando una esfera de
partículas cayendo libremente hacia la tierra. Cada partícula se mueve en una línea recta
hacia el centro de la tierra pero aquellas más cercanas a la tierra caerán más rápido que las
más lejanas, Esto significa que la esfera no permanece una esfera sino que se distorsiona
para formar un elipsoide con el mismo volumen.
4.2 Curvas nulas

358
El tensor de Riemann afectará la tasa de cambio de separación para curvas nulas de la
misma manera que la de las curvas como tiempo. Por simplicidad consideraremos
únicamente geodésicas nulas. Estas podrían representar las historias de fotones; el efecto
del tensor de Riemman será distorsionar o concentrar pequeños haces de rayos de luz.
4.3 Condiciones de energía
En el universo actual el tensor de energía-momento estará formado de contribuciones desde
un gran número de campos de materia diferentes. Por tanto sería imposiblemente
complicado (?) describir el tensor energía momento exacto aún si se conociera la forma
precisa de la contribución de cada campo y las ecuaciones de movimiento que lo gobiernan.
De hecho, se tiene una idea muy lejana del comportamiento de la materia bajo condiciones
extremas de densidad y presión. Entonces parece que hay muy poca esperanza de predecir
la ocurrencia de singularidades en el universo a partir de las ecuaciones de Einstein, ya
que no se conoce el lado derecho de las ecuaciones. Sin embargo, hay ciertas desigualdades
que es físicamente razonable asumir para el tensor de energía-momento.
5. Soluciones exactas
Cualquier métrica del espacio-tiempo puede en un sentido ser considerada como
satisfaciendo las ecuaciones de campo de Einstein:
Rab - ½Rgab + Λab = 8πTab
(en donde nosotros usamos las unidades del capítulo 3), porque, habiendo determinado el
lado izquierdo de la ecuación mediante el tensor métrico del espacio-tiempo ( M, g), se puede
definir Tab como el lado derecho de la ecuación. El tensor material así definido tendrá en
general propiedades físicas poco razonables; la solución será razonable solamente si el
contenido material es razonable.
Se puede considerar una solución exacta a la ecuación de Einstein un espacio-tiempo (M, g)
en el cual las ecuaciones de campo estén satisfechas con Tab, el tensor energía-momento de
alguna especificada forma de materia que obedezca los postulados (a) (causalidad local) del
capítulo 3, y uno de los de condiciones de energía de 4.3. En particular, se pueden buscar
soluciones exactas para el espacio vacío (Tab = 0), para un campo electromagnético (T ab tiene
la forma (3.7)), para un fluido perfecto (Tab tiene la forma (3.8)), o para un espacio que
contiene un campo electromagnético y un fluido perfecto. A causa de la complejidad de las
ecuaciones de campo no se pueden encontrar soluciones exactas excepto en espacios de
gran simetría. Las soluciones exactas son también idealizadas porque en cualquier región
del espacio-tiempo es posible que se contengan muchas formas de materia, mientras que
únicamente se pueden obtener soluciones exactas más bien para un contenido de materia
simple. Sin embargo, las soluciones exactas dan una idea de las características cualitativas
que se pueden encontrar en la relatividad general y de esta manera de las propiedades
posible de las soluciones realistas de las ecuaciones de campo. Los ejemplos que daremos
muestran tipos de comportamiento que serán de interés en los capítulos siguientes.
Discutiremos soluciones con referencia particular a sus propiedades globales. Muchas de
esas propiedades globales han sido descubiertas recientemente, aunque las soluciones han
sido conocidas en una forma local desde hace tiempo.
Postulado (c): Ecuaciones de campo
Las ecuaciones de campo de Einstein (3.15) son válidas en M.
Las predicciones de esas ecuaciones de campo están de acuerdo, dentro de los errores
experimentales, con las observaciones que han sido hechas hasta ahora en la deflexión de
la luz y el avance del perihelio de Mercurio, aunque la cuestión de sí existe un campo
escalar de rango grande que deba ser incluido en el tensor de energía-momento permanece
abierta al tiempo presente.

5.1 Espacio-tiempo de Minkowski


El espacio tiempo de Minkowski (M, η) es el más simple espacio-tiempo vacío en la
relatividad general y es, de hecho, el espacio tiempo de la relatividad especial.
Matemáticamente, es el manifold R 4 con una métrica plana η de Lorentz. En términos de las
coordenadas naturales (x1, x2, x3, x4) en R4, la métrica η puede ser expresada en la forma
ds2 = -(dx4)2+(dx1)2+(dx2)2+(dx3)2.
Suprimiendo dos dimensiones, se puede representar el universo estático de Einstein como
el cilindro x2+y2=1 incrustado en un espacio Minkowski tridimensional con métrica ds2 = -
dt2+dx2+dy2 (el universo estático total de Einstein puede ser incrustado como el cilindro
x2+y2+z2+w2 = 1 en un espacio euclidiano de cinco dimensiones con métrica ds2 = -
dt2+dx2+dy2+dz2+dw2).
5.2 Los espacio-tiempos de Sitter y anti de Sitter.

359
Se ve que el espacio de Sitter tiene, en contraste con el espacio Minkowski, un como-
espacio infinito para líneas como-tiempo y nulas, ambas en el futuro y en el pasado. Esta
diferencia corresponde a la existencia en el espacio-tiempo de partículas y horizontes de
evento para familias de geodésicas de observadores.
En el espacio de Sitter, considérese una familia de partículas cuyas historias son geodésicas
como-tiempo; éstas deben originarse en el infinito como espacio Ј - y terminar en el infinito
como-espacio Ј+. Sea p un evento en la línea-mundo de una partícula O en esta familia, esto
es, algún tiempo en su historia (tiempo propio medido a lo largo de la línea-mundo de O). El
cono nulo del pasado de p es el conjunto de eventos en el espacio-tiempo que pueden ser
observados en el espacio-tiempo en ese tiempo. Las líneas–mundo de algunas otras
partículas son visibles para O. Sin embargo, pueden existir partículas cuyas líneas-mundo
no intersecten este cono nulo y por tanto no son aún visibles para O. En un tiempo
posterior O puede observar más partículas, pero aún existen partículas no visibles para O
en este tiempo. Decimos que la división de las partículas vistas por O en p y aquellas no
vistas por O en p, es el horizonte de partícula para el observador O en el evento p; ellas
representan la historia de aquellas partículas que caen dentro de los límites de la visión de
O. Nótese que esto es determinado solamente cuando las líneas-mundo de todas las
partículas en la familia son conocidas. Si alguna de las partículas cae en el horizonte,
entonces el evento p es el evento al cual el cono de creación de luz de la partícula intersecta
la línea-mundo de O. En el espacio de Minkowski, por el contrario, todas las otras
partículas son visibles en cualquier evento p en la línea-mundo de O si ellas se mueven en
geodésicas como-tiempo. En la medida en que se consideran solamente familias de
geodésicas de observadores, se puede pensar en la existencia del horizonte de partícula
como una consecuencia de un pasado nulo infinito como-espacio (ver la figura 18)
Todos los eventos fuera del cono nulo del pasado de p son eventos que no son y nunca han
sido observables por O arriba del tiempo representado por el evento p. Hay un límite para la
línea-mundo en Ј+. En el espacio-tiempo de Sitter, el cono nulo del pasado de este punto
(obtenido por un proceso limitado en el actual espacio-tiempo, o directamente desde el
espacio-tiempo conforme) es un límite entre eventos que en algún tiempo fueron
observables por O, y aquellos que nunca serán observables por O. Llamamos a esta
superficie el evento horizonte futuro de la línea-mundo. Este es el límite del pasado de la
línea mundo. En el espacio-tiempo de Minkowski, por otro lado, el cono nulo limitante de
cualquier observador geodésico incluye la totalidad del espacio-tiempo, por lo que no hay
eventos que un observador geodésico no pueda ver. Sin embargo, si un observador se
mueve con aceleración uniforme, su línea-mundo puede tener un horizonte de evento
futuro. Se puede pensar en la existencia de un horizonte de evento futuro para un
observador geodésico como siendo una consecuencia de que Ј+ sea como espacio (ver figura
19).
Considérese el horizonte de evento para el observador O en el espacio-tiempo de Sitter y
supóngase que en algún tiempo propio (evento p) en su línea-mundo, su cono de luz
intersecta la línea mundo de la partícula Q. Entonces Q es siempre visible para O en el
tiempo posterior a p. Sin embargo, hay en la línea-mundo de Q un evento r, el cual es un
evento perfectamente ordinario en su línea-mundo. Entonces O ve una parte finita de la
historia de Q en un tiempo infinito; expresado más físicamente, cuando O observa a Q ve un
corrimiento al rojo que se aproxima al infinito, en tanto que O observa puntos en la línea-
mundo de Q que se aproxima a r. Correspondientemente, Q nunca ve más allá algún punto
en la línea-mundo de O y ve puntos cercanos en la línea-mundo de O solamente con un
corrimiento al rojo muy grande.
En cualquier punto de la línea-mundo de O, el cono nulo del futuro es el límite del conjunto
de eventos en el espacio-tiempo que O puede influenciar en ese tiempo y posteriormente.
Para obtener el máximo conjunto de eventos en el espacio-tiempo que O pueda en todo
tiempo influenciar, tomamos el cono de luz del futuro del punto límite de la línea-mundo en
el infinito pasado Ј -; esto es, tomamos el límite del futuro de la línea mundo (el cual puede
ser considerado como el cono de creación de luz de O). Este tiene una existencia no trivial
para un observador geodésico solamente si el infinito pasado Ј – es como espacio (es de
hecho entonces el horizonte de evento de O). Es claro, de la discusión anterior que en el
universo estático, que no tiene un pasado nulo infinito para geodésicas como-tiempo y
nulas y un futuro infinito como-espacio, cualquier observador fundamental tiene un
horizonte de evento futuro pero no un horizonte de partícula pasado.
Se pueden obtener otros espacios que son localmente equivalentes al espacio de Sitter
mediante la identificación de puntos en el espacio de Sitter. La más simple de esas

360
identificaciones es la de los puntos antípodas p, p’ (ver figura 16) en el hiperboloide. El
espacio resultante no es orientable en el tiempo; si el tiempo se incrementa en la dirección
de la flecha en p, la identificación antípoda implica que debe incrementarse en la dirección
de la flecha en p’, pero no se puede extender continuamente esta identificación de conos
nulos del futuro y del pasado sobre la totalidad del hiperboloide.
5.3 Espacios Robertson-Walker
Hasta ahora no hemos considerado la relación de las soluciones exactas con el universo
físico. Siguiendo a Einstein, se puede hacer la pregunta: ¿se pueden hallar espacio-tiempos
que sean soluciones exactas para alguna determinada forma de materia y que al mismo
tiempo sea una buena representación de las propiedades a gran escala del universo
observable? Si es así podemos decir que tenemos un “modelo cosmológico” razonable o
modelo del universo físico.
Sin embargo, no estamos capacitados para hacer modelos cosmológicos sin alguna mezcla
de ideología. Desde el tiempo de Copérnico hemos sido constantemente reducidos a un
planeta mediano que gira en torno a una estrella mediana en el borde exterior de una
galaxia promedio, la cual es ella misma simplemente una de un grupo local de galaxias.
Ciertamente somos ahora tan democráticos que no podríamos decir que nuestra posición en
el espacio es especialmente distinguida de alguna manera. Podemos, siguiendo a Bondi
(1960), llamar a esta asunción el principio Copernicano.
Una interpretación razonable de este de alguna manera vago principio es entenderlo como
implicando que, cuando lo vemos en una escala apropiada, el universo es aproximadamente
homogéneo espacialmente.
Por espacialmente homogéneo queremos decir que hay un grupo de isometrías que actúan
libremente en M, y cuyas superficies de transitividad son como espacios de tres superficies;
en otras palabras, cualquier punto en una de estas superficies es equivalente a cualquier
otro punto sobre la misma superficie. Por supuesto, el universo no es exactamente
espacialmente homogéneo; hay irregularidades locales, tales como estrellas y galaxias. Sin
embargo, parece razonable suponer que el universo es espacialmente homogéneo a una
escala suficiente.
Mientras se pueden construir modelos matemáticos que llenen todos estos requerimiento de
homogeneidad (ver la sección siguiente), es difícil probar la homogeneidad directamente por
medio de la observación, ya que no hay una forma simple de medir la separación entre
nosotros y los objetos distante. Esta dificultad es reducida por el hecho de que podemos, en
principio, con bastante facilidad observar isotropías en observaciones extragalácticas (esto
es, podemos ver si estas observaciones son o no las mismas en diferentes direcciones), y las
isotropías están estrechamente conectadas con la homogeneidad. Estas investigaciones
observacionales de isotropía que han sido llevadas bastante lejos apoyan la conclusión de
que el universo es aproximadamente simétrico alrededor de nosotros.
En particular, ha sido mostrado que las fuentes de radio extragalácticas están distribuidas
aproximadamente en forma isotrópica, y que la recientemente observada radiación de
microondas de fondo, donde ha sido examinada, es altamente isotrópica (ver el capítulo 10
para su posterior discusión).
Es posible anotar y examinar la métrica de todos los espacio-tiempos que son simétricos
esféricamente; ejemplos particulares son las soluciones Schwarzschild y Reissner.
Nordström (ver 5.5); sin embargo estos son espacios asintóticamente planos. En general
pueden existir cuando mucho dos puntos en un espacio esféricamente simétrico desde los
cuales el espacio se vea esféricamente simétrico. Mientras estos pueden servir como
modelos de espacio-tiempo cercano a un cuerpo masivo, ellos solamente podrían ser
modelos del universo consistente con la isotropía de nuestras observaciones si estamos
localizados cerca de una verdaderamente especial posición. Los casos excepcionales son
aquellos en los cuales el universo es aproximadamente esféricamente simétrico alrededor de
cada punto (como es aproximadamente esféricamente simétrico alrededor de nosotros).
Como ha sido mostrado por Walker (1944), la exacta simetría esférica alrededor de cada
punto implicaría que el universo es homogéneo espacialmente y admite un sexto grupo de
parámetros de isometrías cuyas superficies de transitividad son tres superficies como
espacio de constante curvatura. Tal espacio es llamado espacio Robertson-Walker (o
Friedmann) (el espacio Minkowski, el espacio de Sitter y el espacio anti-de Sitter son todos
casos especiales de los espacios generales Robertson-Walker). Nuestra conclusión es,
entonces, que estos espacios son una buena aproximación a la geometría en gran escala del
espacio-tiempo en la región que podemos observar.

361
La simetría de las soluciones Robertson-Walker requieren que el tensor momento-energía
tenga la forma de un fluido perfecto… Este fluido puede ser pensado como una
aproximación suave a la materia del universo; entonces la función S(t) representa la
separación de las líneas de fluir vecinas, esto es, de las galaxias cercanas.
…En otras palabras, la ecuación de campo implica entonces que el universo se está
expandiendo o contrayendo. Observaciones de otras galaxias muestran, como primero
encontraron Slipher y Hubble, que ellas se están alejando de nosotros, y así se indica que la
materia en el universo se está expandiendo actualmente.
De (5.10) se sigue que la densidad decrece en la medida en que el universo se expande e
inversamente que la densidad era más alta en el pasado, incrementándose sin límites en la
medida en que S tiende a 0. Esta es entonces no meramente una singularidad de las
coordenadas (como por ejemplo en el universo anti-de Sitter expresado en coordenadas
(5.9); el hecho de que la densidad es infinita muestra que algún escalar definido por el
tensor de curvatura es también infinito. Esto es lo que hace a la singularidad mucho peor
que en la situación newtoniana correspondiente; en ambos casos las líneas-mundo de todas
las partículas intersectan en un punto y la densidad deviene infinita, pero aquí el espacio-
tiempo deviene singular en el punto S = 0. Debemos entonces excluir este punto del
manifold del espacio-tiempo, ya que ahí podrían ser válidas leyes físicas no conocidas.
Esta singularidad es la característica más notable de las soluciones Robertson-Walker. Esto
ocurre en todos los modelos en los que µ + 3p es positivo y Λ es negativo, cero o con un no
muy grande valor positivo. Esto podría implicar que el universo (o cuando menos esa parte
de la cual no tenemos ningún conocimiento físico) tuvieron un principio en un tiempo finito
anterior. Sin embargo, este resultado ha sido deducido aquí de los supuestos de exacta
homogeneidad espacial y simetría esférica. Mientras estos pueden ser razonables
aproximaciones en una escala suficientemente grande en el tiempo presente, ciertamente
ellas no rigen localmente. Se puede pensar que, cuando uno sigue la evolución del universo
atrás en el tiempo, las irregularidades locales crecerían y podrían prevenir la ocurrencia de
una singularidad, provocando que el universo “rebotara”. Si esto podría pasar y si
soluciones físicamente realistas con inhomogeneidades podrían contener singularidades, es
la cuestión central en cosmología y constituye el principal problema del que trata este libro;
se concluirá que hay buena evidencia para creer que el universo físico de hecho fue singular
en el pasado.

También, la máxima densidad en estos modelos no podría haber sido mucho más grande
que la presente densidad. Esto haría difícil entender fenómenos tales como el fondo de
radiación de microondas y la abundancia cósmica del helio, los cuales apuntan a una fase
muy caliente y muy densa en la historia del universo.
5.4 Modelos cosmológicos espacialmente homogéneos.
Hemos visto que hay singularidades en cualquier espacio-tiempo Robertson-Walker en el
cual µ0, p0 y Λ no es demasiado grande. Sin embargo, no se podría concluir de esto que
habría singularidades en modelos del mundo más realistas que tengan en cuenta que el
universo no es homogéneo e isotrópico. De hecho no se espera encontrar que el universo
pueda ser exactamente descrito por alguna solución exacta asequible. Sin embargo, se
pueden encontrar soluciones exactas, menos restringidas que las Robertson-Walker, que
podrían ser modelos razonables del universo y ver si en ellos ocurren o no singularidades; el
hecho de que esas singularidades ocurran en tales modelos da un indicio de que la
existencia de las mismas puede ser una propiedad general de todos los espacios-tiempo que
se consideren modelos razonables del universo.
Un caso simple de tales soluciones son aquellas en las cuales el requerimiento de la
isotropía es abandonado, pero el de la homogeneidad espacial (el estricto principio
copernicano) es retenido (aunque el universo parece aproximadamente isotrópico en el
tiempo presente, debe haber habido grandes anisotropías en una lejana época).
Supóngase que se considera la reversión en el tiempo del modelo y la continuamos hacia la
singularidad. La contracción que inicialmente es casi isotrópica devendrá muy anisotrópica
con el paso del tiempo.
Entonces, el colapso en la dirección z se detendría, y en tiempos suficientemente tempranos
sería reemplazada por una expansión, cuya tasa sería indefinidamente grande para tiempos
suficientemente tempranos. En las direcciones x y y, por otro lado, el colapso continuaría
monótonamente hacia la singularidad. Entonces, si se considera la dirección hacia
adelante del tiempo en el modelo original, se tiene una singularidad “pura”: la materia se
colapsa a lo largo del eje de las z desde el infinito, se detiene y entonces empieza a

362
reexpandirse, mientras que en las direcciones x y y la materia se expande monótonamente
todo el tiempo. Si se pudieran recibir señales desde tiempos suficientemente tempranos en
este modelo, se podría ver un máximo corrimiento al rojo en la dirección de z, siendo
observada la materia en los tiempos más temprano en esta dirección con corrimientos al
rojo progresivamente más pequeños y después con incrementos de los cambios al azul por
tiempo indefinido.
Si se sigue en el tiempo la reversión del modelo, la tasa de colapso en las direcciones y y x
se hace asintóticamente lenta hasta bajar a cero, mientras que la tasa de colapso en la
dirección de x se incrementa indefinidamente. En el modelo original se tiene una
singularidad de “panqueque”: la materia se expande monotónicamente en todas direcciones,
partiendo de una tasa de expansión indefinidamente alta en la dirección de x pero desde
tasas de expansión cero en las direcciones y y z. Altos cambios hacia el rojo serían vistos
indefinidamente en la dirección x, pero habría corrimientos hacia el rojo limitados en las
direcciones y y z.
De hecho, si todas las líneas de flujo fuesen a pasar a través de una superficie
bidimensional, se podría esperar que la densidad de la materia llegara a ser infinita. Hemos
visto ahora que una rotación o aceleración a gran escala no pueden, por sí mismos, impedir
la ocurrencia de singularidades en un modelo de universo que obedezca el estricto principio
copernicano. En posteriores teoremas veremos que las irregularidades son en general
incapaces de evitar la ocurrencia de irregularidades en los modelos del mundo.
5.5 Las soluciones Schwarzschild y Reissner-Nordström.
Esto abre la interesante posibilidad de que se pueda viajar a otro universo pasando a través
de los agujeros producidos por las cargas. Desafortunadamente, parece que no se podría
volver de nuevo a nuestro universo para reportar lo que se hubiese visto en el otro lado.
En todos estos casos la singularidad es “como-tiempo”. Esto significa que, al contrario que
en la solución Schwarzschild, las curvas nulas y “como-tiempo” pueden siempre evitar
alcanzar las singularidades. De hecho, las singularidades parecen ser repulsivas: las
geodésicas “como-tiempo” no las alcanzan, pero sin embargo las curvas “como-tiempo” y las
geodésicas radiales nulas si pueden.
5.6 La solución Kerr
5.7 El universo de Gödel
5.8 El espacio Taub-NUT
5.9 Posteriores soluciones exactas
6 Estructura causal
Por el postulado (a) del parágrafo 3, una señal puede ser enviada entre dos puntos de M
solamente si ellos pueden ser unidos por una curva que no sea “como-espacio”. En este
capítulo investigaremos las propiedades de estas relaciones causales estableciendo un
número de resultados que serán usados en el capítulo 8 para probar la existencia de
singularidades.
6.1 Orientabilidad
En nuestra vecindad del espacio tiempo hay una bien definida flecha del tiempo dada por la
dirección de incremento de la entropía en sistemas termodinámicos cuasi-aislados. No es
suficientemente claro qué relación existe entre estas flechas y otras definidas por la
expansión del universo y por la dirección de la radiación electrodinámica…
…Físicamente parecería razonable suponer que hay una flecha termodinámica local de
tiempo definida en cada punto del espacio-tiempo, pero sólo se requeriría que fuese posible
definir continuamente una división de vectores no como-espacio en dos clases, a las cuales
arbitrariamente etiquetamos direccionadas hacia el futuro y el pasado. Si este es el caso,
podríamos decir que el espacio-tiempo es orientable en el tiempo…
…En particular, si se asume que el espacio-tiempo es orientable en el tiempo entonces
también es orientable en el espacio.
6.2 Curvas causales
Tomando el espacio-tiempo como siendo orientable en el tiempo según se explicó en la
sección previa, uno puede dividir los vectores no “como-espacio” en cada punto en
direccionados al futuro y al pasado. Para los conjuntos S y U, el futuro cronológico I+(S, U)
de S relativo a U puede entonces ser definido como el conjunto de todos los puntos en U que
pueden ser alcanzados desde S por una curva como-tiempo dirigida al futuro en U. (Por una
curva queremos decir siempre una de extensión no-cero, no un punto singular. Entonces I+
(S, U) puede no contener a S.) I+(S, M) será denotado por I+(S), y es un conjunto abierto, ya
que p∊M puede ser alcanzado por una curva como-tiempo dirigida al futuro desde S
entonces existe una pequeña vecindad de p que puede ser también alcanzada.

363
Esta definición tiene una réplica en la cual “futuro” es reemplazado por “pasado”, y el + por
-; para evitar repeticiones, debemos considerar los resultados y las definiciones duales
como evidentes por sí mismos.
El futuro causal de S relativo a U está denotado por J+(S, U); este es definido como la unión
de S∩U con el conjunto de todos los puntos en U que pueden ser alcanzados desde S por
una curva no como-espacio dirigida al futuro en U.
6.3 Límites acrónicos.
6.4 Condiciones de causalidad
El postulado (a) del parágrafo 3.2 requirió solamente que la casualidad pudiera regir
localmente; la cuestión global fue dejada abierta. Entonces no descartamos la posibilidad de
que a gran escala pudiera haber curvas “como tiempo” cerradas (esto es, S 1’s). Sin embargo,
la existencia de tales curvas parecería que conduce a la posibilidad de paradojas lógicas:
uno puede imaginar que con un cohete adecuado podría viajar en redondo en una de esas
curvas y, llegando atrás antes de su partida, podría impedirse a sí mismo partir en el
primer lugar. Por supuesto que esto es una contradicción solamente si asumimos una
noción simple de la libre voluntad; pero esto no es algo que pueda ser ya que nuestra
filosofía de la ciencia está basada en el supuesto de que se es libre de realizar cualquier
experimento. Sería posible formar una teoría en la cual hubiese curvas “como-tiempo”
cerradas en las cuales el concepto de libre albedrío fue modificado (ver, por ejemplo
Schmidt (1966)) pero uno estaría mucho más listo a creer que el espacio-tiempo satisface lo
que llamamos la condición cronológica: esto es, que no hay curvas “como tiempo” cerradas.
Se debe guardar en mente la posibilidad que pueda haber puntos (quizá en donde la
densidad o curvatura fue muy alta) de espacio-tiempo en donde dicha condición no rija.
Por este resultado parecería razonable asumir que el espacio-tiempo no es compacto. Otro
argumento en contra de la falta de compactación es que cualquier manifold
cuadridimensional en el cual hay una métrica de Lorentz no puede ser simplemente
conectado… Entonces, un espacio-tiempo compacto es realmente un manifold no compacto
en el cual puntos han sido identificados. Esto parecería físicamente razonable no para
identificar puntos sino para considerar el manifold cubierto como representando el espacio-
tiempo.
Debemos decir que la condición de causalidad rige si hay curvas no cerradas no-“como
espacio”.
Esto demuestra que en las soluciones físicamente realistas, la casualidad y las condiciones
cronológicas son equivalentes.
Así como se descartan curvas cerradas no-“como espacio”, parecería razonable excluir
situaciones en las cuales hubiese curvas no-“como espacio” que retornasen arbitrariamente
cerca al origen de la primera curva, y así sucesivamente.
Corolario
Las condiciones distintivas del pasado y el futuro deberían también regir en M ya que ellos
están implicados por la causalidad fuerte.
Cercanamente relacionado a estas tres condiciones de más alto grado de causalidad está el
fenómeno del encarcelamiento.
Una curva no-“como espacio” γ que es inextendible en el futuro puede hacer una de tres
cosas cuando se le sigue hacia el futuro: puede
(i) entrar y permanecer dentro de un conjunto compacto S,
(ii) no permanecer dentro de algún conjunto compacto pero continuamente reentrar un set
compacto S,
(iii) no permanecer dentro de ningún conjunto compacto S y no reentrar ningún ser más
que un finito número de veces.
En el tercer caso γ puede ser pensada como yendo fuera al borde del espacio-tiempo, esto
es, ya sea al infinito o una singularidad. En el primero y segundo casos debemos decir que
γ es futuro total y parcialmente encarcelado en S, respectivamente.
Proposición 6.4.7
Proposición 6.4.8
6.7 La existencia de geodésicas
6.8 El límite causal del espacio-tiempo
6.9 Espacios simples asintóticos
7 El problema Cauchy en la Relatividad General
8 Singularidades del espacio-tiempo
8.1 La definición de las singularidades.
Por analogía con la electrodinámica se podría pensar que es razonable definir una

364
singularidad del espacio-tiempo como un punto en donde el tensor métrico es indefinido o
no fue adecuadamente diferenciable. Sin embargo, el problema con esto es que se podría
simplemente suprimir estos puntos y decir que el manifold remanente representa la
totalidad del espacio-tiempo, el cual sería entonces no-singular de acuerdo con esta
definición. Ciertamente parecería inapropiado considerar estos puntos singulares como
formando parte del espacio-tiempo, ya que las ecuaciones normales de la física no regirían
para ellas y sería imposible hacer ninguna medición. Definimos el espacio-tiempo en el
parágrafo 3.1 como un par (M, g) en donde la métrica g es Lorentziana y adecuadamente
diferenciable y nos aseguramos de que puntos regulares no fueran omitidos del manifold M
junto con los puntos singulares requiriendo que (M, g) podría no ser extendido con la
diferenciabilidad requerida.
El problema de definir si un espacio-tiempo tiene una singularidad deviene ahora el de
determinar si algunos puntos singulares han ido suprimidos. Se podría esperar poder
reconocer esto por el hecho de que el espacio-tiempo era incompleto en algún sentido.
…Debemos entonces adoptar el punto de vista de que la integridad de las geodésicas “como-
tiempo” y nulas es la mínima condición para que el espacio-tiempo sea considerado libre de
singularidades. Por lo tanto, si un espacio-tiempo es “como-tiempo” o nulo geodésicamente
incompleto, debemos decir que tiene una singularidad.
La ventaja de tomar la imperfección como tiempo y/o nula como indicativa de la presencia
de una singularidad es que sobre estas bases se puede establecer un número de teoremas
acerca de su ocurrencia. Sin embargo, la clase de espacio-tiempos con imperfección como
tiempo y/o nula no incluye todas aquellas que se pudieran considerar singulares en algún
sentido.
Por ejemplo, Geroch (1968b) ha construido un espacio-tiempo que es geodésicamente
completo pero que contiene una curva “como tiempo” inextendible de aceleración limitada
[bounded] y extensión finita. Un observador en un cohete adecuado y con una cantidad
finita de combustible podría recorrer esta curva. Después de un intervalo de tiempo finito él
no podría más ser representado por un punto del manifold del espacio-tiempo. Si se va a
decir que hay una singularidad en un espacio-tiempo en el cual un observador que cae
libremente llega a un fin intempestivo, podríamos presumiblemente hacer lo mismo para un
observador en un cohete espacial. Lo que se necesita es alguna generalización del concepto
de un parámetro afín a todas las curvas C1, geodésicas o no. Se puede entonces definir una
noción de integridad requiriendo que cada curva C1 de extensión finita medida por un
parámetro de esos tenga un punto final.
Uno siente intuitivamente que una singularidad debe implicar que la curvatura deviene
ilimitadamente grande cerca de un punto singular.
8.2 Teoremas de la singularidad
El primer teorema acerca de las singularidades que no implica alguna asunción de simetría
fue dada por Penrose (1965c). Fue diseñado para probar la ocurrencia de una singularidad
en una estrella que colapsa dentro de su radio Schwarzchild. Si el colapso fuese
exactamente esférico, la solución podría ser integrada explícitamente y una singularidad
ocurriría siempre. Sin embargo no es obvio que este sería el caso si hubiese irregularidades
o una pequeña cantidad de momento angular. Ciertamente en la teoría newtoniana la más
pequeña cantidad de momento angular podría prevenir la ocurrencia de densidad infinita y
provocar que la estrella se reexpandiera. Sin embargo Penrose mostró que la situación era
muy diferente en la relatividad general: una vez que la estrella hubiese pasado adentro de la
superficie Schwarzchild (la superficie (r = 2m) no podría salir de nuevo. De hecho, la
superficie Schwarzchild es definida solamente para una solución exactamente
esféricamente simétrica, pero el criterio más general usado por Penrose es equivalente para
una tal solución y es aplicable también a soluciones sin simetría exacta. Esto es, que podría
existir una superficie cerrada como trampa T. Por esto se quiere decir un C 2 cerrado (esto
es, compacto, sin límites) dos superficies “como-espacio” (normalmente, S 2) tal que las dos
familias de geodésicas nulas ortogonales a T son convergentes a T… Se puede pensar en T
como siendo un campo gravitacional fuerte que aún los rayos de luz que se producen son
arrastrados hacia atrás y son, de hecho, convergentes. Como nada puede viajar más rápido
que la luz, la materia dentro de T es atrapada dentro de una sucesión de dos superficies de
áreas cada vez más pequeñas y así parece que algo debe estar equivocado.
Parece ser que lo que el teorema nos dice es que en una estrella colapsante ocurrirán ya sea
una singularidad o un horizonte Cauchy. Este es un resultado muy importante ya que en
cualquier caso nuestra capacidad de predecir el futuro se viene abajo. Sin embargo esto no
contesta la pregunta de si las singularidades se producen en soluciones físicamente

365
realistas.
Teorema 2 (Hawking and Penrose (1970))
Mientras que este teorema establece la existencia de singularidades bajo condiciones muy
generales, tiene sin embargo la desventaja de no mostrar si la singularidad es en el futuro o
en el pasado. En el caso (ii) de la condición (4), cuando hay una superficie “como espacio”
compacta, no se tiene razón para creer que ella sería en el futuro mejor que en el pasado,
pero en el caso (i) cuando hay una superficie cerrada atrapada, se podría esperar que la
singularidad estuviese en el futuro, y en el caso (iii) cuando el pasado del cono nulo empieza
a reconvergir, se podía esperar que la singularidad estuviese en el pasado. Se puede
mostrar que hay una singularidad en el pasado si la condición (iii) es de alguna manera
fortalecida que podamos decir que todo “como-tiempo” dirigido al pasado así como las
geodésicas nulas de p empiezan a reconvergir dentro de una región compacta en J-(p).
Teorema 3 (Hawking(1967)
Los teoremas 2 y 3 son los más útiles sobre las singularidades ya que se puede demostrar
que sus condiciones son satisfechas en un número de situaciones físicas… sin embargo,
podría ser que lo que ocurrió no fue una singularidad, sino una curva cerrada “como
tiempo”, violando las condiciones de causalidad. Esto sería mucho peor que la mera falla en
una predicción que era la alternativa después del teorema 1, y es nuestra opinión personal
que sería físicamente más objetable que una singularidad. Sin embargo, a uno le gustaría
conocer si las violaciones a la causalidad prevendrían la ocurrencia de singularidades. El
siguiente teorema muestra que ello no puede ser así en ciertas situaciones. Esto significa
que tenemos que tomar las singularidades seriamente y esto nos da la confianza de que, en
general, las rupturas de la casualidad no son el camino.
Teorema 4 (Hawking (1967))
Las condición (2) puede ser interpretada diciendo que el universo es espacialmente cerrado
y la condición (3) que se está contrayendo (o expandiendo).
8.3 La descripción de las singularidades
Los anteriores teoremas prueban la ocurrencia de singularidades en una gran clase de
soluciones pero dan poca información acerca de su naturaleza. Para investigar esto más
detalladamente se necesitaría definir qué se quiere decir por el tamaño, la forma,
localización, etcétera de una singularidad. Esto sería justamente fácil si los puntos
singulares fuesen incluidos en el manifold del espacio-tiempo. Sin embargo, sería imposible
determinar la estructura del manifold en estos puntos mediante mediciones físicas. De
hecho, habría muchas estructuras del manifold que coincidirían con las regiones no
singulares pero que diferirían de los puntos singulares.

En el primer caso la singularidad sería una de tres superficies, en el segundo caso un solo
punto.
8.4 El carácter de las singularidades
En esta sección y en la siguiente discutiremos el carácter de las singularidades
pronosticadas por el teorema 4. Consideramos este teorema más que los otros porque con él
se puede obtener más información acerca de las singularidades que con los otros.
Esperamos, sin embargo, que las singularidades predichas por los otros teoremas tendrán
propiedades similares.
Primero está la cuestión de qué tan mala debe ser la ruptura de la diferenciabilidad.
Si esta conjetura es correcta para las singularidades “genéricas” (esto es, excepto para
aquellas que provienen de un conjunto de condiciones iniciales de medida cero), entonces
se puede considerar una singularidad como un punto en donde las ecuaciones de Einstein
(y presumiblemente las otras leyes físicas conocidas en la actualidad) se rompen.
8.5 No conclusión por aprisionamiento
En el parágrafo 8.1 propusimos la imperfección b como una definición de la singularidad.
La idea era que una curva incompleta b correspondía a un punto singular que había sido
dejado fuera del espacio-tiempo.
Esta cuestión es importante porque, como argüiremos en el capítulo siguiente,
interpretamos los teoremas precedentes como indicando no que esta imperfección geodésica
necesariamente ocurre, sino que la Relatividad General deja de tener vigencia en los
campos gravitacionales muy fuertes.
Este resultado muestra que un observador cuya historia fue una curva no “como espacio” b
incompleta aprisionada en un espacio-tiempo genérico sería separado por fuerzas sin límite
de gran curvatura en un tiempo finito. Sin embargo, otro observador podría viajar a través
de la misma región sin experimentar ninguno de esos efectos.

366
A uno le gustaría descartar esta clase de situación en la cual las curvas incompletas son
totalmente apresadas en una región compacta. Esta clase de comportamiento podría ocurrir
en un número infinito de regiones diferentes del espacio-tiempo. Entonces, no se puede
describir esto diciendo que todas las curvas incompletas están totalmente retenidas en un
conjunto compacto. En lugar de eso se querría describirlo diciendo que un conjunto de
curvas incompletas, que son compactas en algún sentido, están totalmente contenidas en
una región compacta de M...
Teorema 5
9
Colapso gravitacional y hoyos negros
En este capítulo probaremos que estrellas de más de cerca 1½ veces la masa solar
colapsarían cuando hubieran agotado su combustible nuclear. Si las condiciones iniciales
no son muy asimétricas, las condiciones del teorema 2 serían satisfechas y entonces habría
una singularidad. Esta singularidad, sin embargo, está probablemente oculta a la vista de
un observador externo, el que únicamente ve un “hoyo negro” en donde la estrella se
encontraba. Derivamos un número de propiedades de tales hoyos negros y demostramos
que ellos probablemente se ajustarán a una solución Kerr.
En el parágrafo 9.1 discutimos el colapso estelar, mostrando cómo se podría esperar que
una superficie cerrada aprisionada se formase alrededor de una estrella esférica
suficientemente grande en una tardía etapa de su evolución. En el parágrafo 9.2 discutimos
el horizonte de evento que parece más probable para formar alrededor de un cuerpo
colapsante de tal naturaleza. En el parágrafo 9.3 consideramos el estado final estacionario
al cual la solución fuera del horizonte correspondería. Parece ser que probablemente sea
una de las soluciones de la familia Kerr. Asumiendo que este es el caso, se pueden poner
ciertos límites a la cantidad de energía que puede ser extraída de tales soluciones.
9.1 Colapso estelar
La vida de una estrella típica consiste de una extensa (10 9) fase cuasi-estática en la cual
está quemando combustible nuclear y apoyándose a sí misma en contra de la gravedad por
la presión térmica y de la radiación. Sin embargo, cuando el combustible nuclear se agote la
estrella se enfriará, la presión se reducirá y ella se contraerá. Ahora supóngase que esta
contracción no puede ser detenida por la presión antes de que el radio alcance una
extensión menor que el radio Schwarzschild (veremos abajo que esto parece probablemente
para estrellas más grandes que una cierta masa). Entonces, ya que la solución fuera de la
estrella es la solución Schwarzschild, habrá entonces una superficie cerrada aprisionada T
alrededor de la estrella, y así, por el teorema 2, ocurrirá una singularidad siempre y cuando
la causalidad no sea violada y la condición apropiada de energía se mantenga. Por supuesto
que en este caso, porque la solución exterior es la solución Schwarzschild, es obvio que
debe haber una singularidad. Sin embargo, el punto es que aún si la estrella no es
exactamente simétrica esféricamente, una superficie cerrada aprisionada aún se podrá
presentar siempre y cuando las desviaciones de la simetría esféricas no sean muy
grandes…
Las dos principales razones por las que una estrella puede apartarse de la simetría esférica
es que ella puede estar rotando o puede tener un campo magnético. Se puede tener alguna
idea de qué tan grande la rotación puede ser sin prevenir la ocurrencia de una superficie
aprisionada considerando la solución Kerr. Esta solución puede ser pensada como
representando la solución exterior para un cuerpo con masa m y momento angular L = am.
Si a es menor que m entonces hay superficies cerradas aprisionadas, pero si a es más
grande que m no será así. Entonces se puede esperar que si el momento angular de la
estrella fuese mayor que el cuadrado de su masa, sería posible detener la contracción de la
estrella antes de que una superficie cerrada aprisionada se desarrollara. Otra manera de
ver esto es que si L = m2 y el momento angular es conservado durante el colapso, entonces
la velocidad de la superficie de la estrella sería cercana a la velocidad de la luz cuando la
estrella estuviera en su radio Schwarzschild. Muchas estrellas tienen un momento angular
más grande que el cuadrado de sus masas (para el sol, L ~ m 2). Sin embargo es razonable
esperar alguna pérdida del momento angular durante el colapso a causa del frenado
impuesto por los campos magnéticos y la radiación gravitacional. La situación es entonces
que en algunas estrellas, y probablemente en la mayoría, el momento angular no detendría
la formación de superficies cerradas aprisionadas y, por tanto, de una singularidad.
En un colapso cercano a lo esférico un campo magnético B de ciertas dimensiones dentro
de una estrella se incrementará como la densidad de la materia p a la 2/ 3 potencia.
Entonces la presión magnética es proporcional a p4/3. Esta tasa de incremento es tan lenta

367
que si la presión magnética no es importante inicialmente en el mantenimiento de la
estrella, entonces nunca será lo suficientemente fuerte para tener un efecto significativo en
el colapso.
Para ver porque una estrella agotada de más de cierta masa no puede soportarse a sí
misma contra la gravedad, daremos una discusión cualitativa (basada en un trabajo no
publicado de Carter) de la ecuación de la temperatura cero del estado de la materia.
En la materia caliente hay presión producida por los movimientos termales de los átomos y
por la radiación presente. Sin embargo, en la materia fría a densidades menores que la de la
materia nuclear (~1014 gm cm-3), la única presión significativa resultará del principio de
exclusión mecánico cuántico…
Para pequeños cuerpos fríos, la propia gravedad puede ser despreciada y la presión de
degeneración será balanceada por fuerzas electrostáticas atractivas entre las partículas
vecinas cercanas arregladas en una especie de cuadrícula.
Para los grandes cuerpos la propia gravedad será importante y comprimirá la materia
contra la disminución de la presión.
La historia de la vida de una estrella caerá en una línea vertical en la figura 56, a menos
que se dirija a perder una cantidad significativa por algún proceso. La estrella se
condensará a partir de una nube de gas. En la medida que ésta se contrae, la temperatura
se elevará debido a la compresión del gas. Si la masa es menos que cerca de 10 -2ML, la
temperatura nunca subirá lo suficientemente alto para iniciar reacciones nucleares y la
estrella eventualmente radiará su calor y se mantendrá en un estado en el cual la gravedad
está balanceada por la presión de degeneración de los electrones no-relativísticos. Si la
masa es más grande que aproximadamente 10 -2ML, la temperatura se elevará lo
suficientemente alto para empezar una reacción nuclear que convierta hidrógeno en helio.
La energía producida por esta reacción compensará la energía perdida por radiación y la
estrella pasará un largo período (~10 10(ML/M)2 años) en equilibrio casi estático. Cuando el
hidrógeno en el núcleo se haya agotado el núcleo se contraerá y la temperatura se elevará.
Posteriores reacciones nucleares pueden ahora tener lugar, convirtiendo el helio del núcleo
en elementos más pesados. Sin embargo, la energía disponible por esta conversión no es
muy grande, y por tanto el núcleo no puede permanecer en esa fase por mucho tiempo. Si
la masa es menos que ML, la estrella puede llegar eventualmente a un estado de enana
blanca, en el cual sea soportada por la presión de degeneración de los electrones no-
relativísticos, o posiblemente a uno de estrella de neutrones en el cual sea soportada por la
presión de degeneración de los neutrones. Sin embargo, si la masa es más que un poco
mayor que ML, no hay un estado de equilibrio a baja temperatura. Por tanto, la estrella
debe, ya sea mantenerse dentro de su radio Schwarzschild o conseguir expulsar suficiente
materia para que su masa se reduzca a menos que ML.
La expulsión de materia ha sido observada en supernovas y nebulosas planetarias, pero la
teoría no es aún muy bien entendida. Cálculos han sugerido que estrellas mayores de 20 ML
pueden probablemente ser capaces de deshacerse de la mayor parte de sus masas y quedar
como una enana blanca o una estrella de neutrones de masa menor que ML… Sin embargo,
no es realmente creíble que una estrella de más de 20ML pudiera lograr perder más del 95
% de su materia, pérdida por la que se esperaría que la parte interior de la estrella
colapsaría dentro de su radio Schwarzchild.
Para sumarizar, parece que ciertamente algunos, y probablemente muchos cuerpos de
masa > ML eventualmente colapsarán dentro de su radio Schwarzschild y así dar lugar a
una superficie cerrada entrampada.
9.2 Agujeros negros
¿Qué podría parecer un cuerpo colapsante a un observador O que permaneciese a una gran
distancia del mismo? Se puede contestar esto si el colapso fuese exactamente simétrico
esféricamente, ya que la solución afuera del cuerpo sería la solución Schwarschild. En este
caso, un observador O’ en la superficie de la estrella podría cruzar dentro de r = 2m en
cierto tiempo, digamos una hora, medida por su reloj. Sin embargo, después de que pase r =
2m él no será visible para el observador O, quien permanece fuera de r = 2m (Figura 57).
Sin embargo, por mucho que el observador O espere, el nunca verá a O’ en un tiempo
mayor que 1 hora medida por el reloj de O’. En lugar de eso, él verá el reloj de O’
aparentemente aproximarse con lentitud y asintóticamente a una hora. Esto significa que la
luz que él recibe desde O’ habrá tenido un cambio de frecuencia hacia el rojo cada vez más
grande y, como consecuencia, un decrecimiento cada vez más grande de su intensidad. Por
lo tanto aunque la superficie de la estrella nunca desaparezca de la vista de O’, pronto
brillará tan débilmente que será invisible en la práctica. De hecho O vería primero el centro

368
del disco de la estrella debilitado y entonces esta región debilitada se esparciría hacia afuera
hasta el extremo… La escala de tiempo para la disminución de intensidad es del orden
necesario para que la luz viaje una distancia 2m.
Uno se quedaría con un objeto que, para todo propósito práctico, es invisible. Sin embargo,
éste tendría aún la misma masa Schwarzschild y produciría aún el mismo campo
gravitacional, como lo hacía antes del colapso. Se podría detectar su presencia por sus
efectos gravitacionales, por ejemplo sus efectos en las órbitas de los objetos cercanos, o por
la deflexión de la luz que pasase cerca de él. Es posible también que un gas cayendo en un
objeto tal provocase una onda de choque, la cual podría ser una fuente de rayos X u ondas
de radio.
La característica más relevante del colapso esféricamente simétrico es que la singularidad
se produce dentro de la región r < 2m, desde donde ninguna luz puede escapar al infinito.
Entonces, si se continúa afuera de r = 2m nunca se podría ver la singularidad pronosticada
por el teorema 2. La quiebra de la teoría física que ocurre en la singularidad no puede
afectar la capacidad de predecir el futuro en la región asintóticamente aplanada del espacio-
tiempo.
Se puede preguntar si este es el caso si el colapso no es exactamente simétrico
esféricamente. En la sección previa usamos el teorema de la estabilidad de Cauchy para
demostrar que pequeñas desviaciones de la simetría esférica no detendrían la ocurrencia de
superficies cerradas aprisionadas. Sin embargo, el teorema de la estabilidad de Cauchy en
su forma presente sólo dice que una perturbación suficientemente pequeña en los datos
iniciales producirá una perturbación en la solución que es pequeña en una región
compacta. Se puede argüir de acuerdo con esto que una perturbación de la solución
permanecerá pequeña por arbitrariamente gran tiempo.
Esperamos que en general la ocurrencia de singularidades conducirá a horizontes Cauchy
y, por tanto, a una quiebra de la capacidad para predecir el futuro. Sin embargo, si las
singularidades no son visibles desde fuera, podría uno todavía tener la capacidad de
predecir en la región exterior asintóticamente plana.
En un colapso esférico se obtiene un espacio cuyo futuro es predecible asintóticamente. La
cuestión es si esto sería aún el caso para un colapso no esférico. No se puede contestar esto
completamente. Cálculos de la perturbación… parecen indicar que pequeñas
perturbaciones de la simetría esférica no dan origen a singularidades desnudas.
Adicionalmente… se ha tratado y fallado en obtener contradicciones que mostrarían que en
algunas situaciones el desenvolvimiento de un espacio cuyo futuro sea predecible
asintóticamente fue inconsistente. Su fallo no prueba por supuesto que la predictibilidad
asintótica regiría, sino que la hace más creíble. Si esto no rige, no se puede decir nada
definitivo acerca de la evolución de ninguna región de un espacio que contenga una estrella
colapsante, como nueva información podría salir de la singularidad. Debemos proceder
entonces bajo la asunción de que la predictibilidad asintótica del futuro rige incluso para
desviaciones suficientemente pequeñas de la simetría esférica.
Aunque se está primeramente interesado en espacios que tienen pasados asintóticamente
simples, será conveniente considerar en la siguiente sección espacios con futuro
asintóticamente predecible que no tienen esta propiedad, sino que por grandes períodos
pueden aproximarse cercanamente a espacios que lo tienen. Un ejemplo de esto es el
colapso esféricamente simétrico que consideramos al principio de esta sección. Una vez que
la superficie de la estrella ha pasado adentro del horizonte de evento, la métrica de la región
exterior es la de la solución de Schwarzschild, y no es afectada por la suerte de la estrella.
9.3 El estado final de los hoyos negros.
En la última sección asumimos que se puede predecir el futuro lejano de una estrella
colapsante. Demostramos que esto implica que la estrella esté dentro de un horizonte de
evento que oculte las singularidades a un observador externo. Materia y energía que
cruzasen el horizonte de evento podrían ser perdidas para siempre para el mundo exterior.
Se esperaría entonces que hubiese una cantidad limitada de energía disponible para ser
radiada al infinito en la forma de ondas gravitacionales. Una vez que la mayor parte de esta
energía hubiese sido emitida, se podría esperar que la solución fuera del horizonte se
aproximase a un estado estacionario. En esta sección estudiaremos entonces las soluciones
a los agujeros negros que son exactamente estacionarias, con la expectativa de que las
regiones exteriores representarán muy cercanamente los estados finales de las soluciones
fuera de los objetos colapsados.
Las soluciones estacionarias que estamos considerando aquí no tendrán pasados
asintóticamente simples, ya que ellos representan solamente el estado final del sistema y no

369
la más temprana etapa dinámica. Sin embargo, consideraremos solamente las futuras
propiedades de estas soluciones, y no sus propiedades pasadas. Estas no podrían ser las
mismas, pues no hay una razón a priori por la que ellas debieran ser reversibles en el
tiempo, ya que de hecho sería una consecuencia de los resultados que podamos probar que
ellos son reversibles en el tiempo.
Consideraremos ahora el caso en donde el estado final de la solución exterior es
estacionario pero no estático. Esperaríamos que este fuera el caso cuando el objeto que
colapsa inicialmente estaba rotando.

La discusión anterior indica que un hoyo negro realístico nunca será exactamente
estacionario mientras está rotando, como el universo no será exactamente axisimétrico
alrededor de él. Sin embargo, en la mayoría de los casos la tasa de lentificación de la
rotación del hoyo negro es extremadamente baja… Entonces es una buena aproximación
despreciar las pequeñas asimetrías producidas por la materia a una distancia del hoyo
negro y considerar el hoyo negro en rotación como encontrándose en un estado
estacionario. Consideraremos ahora las propiedades de un hoyo negro axisimétrico en
rotación.
10.1 La expansión del universo
En el parágrafo 9.1 demostramos que muchas estrellas eventualmente colapsarían y
producirían superficies cerradas aprisionadas. Si se traslada uno a la gran escala, se puede
ver la expansión del universo como el tiempo inverso de un colapso. Entonces uno podría
esperar que las condiciones del teorema 2 fueran satisfechas en la dirección inversa del
tiempo en una escala cosmológica, siempre y cuando el universo sea en algún sentido
suficientemente simétrico y contenga una cantidad suficiente de materia para dar lugar a
superficies cerradas aprisionadas. Daríamos dos argumentos para mostrar que ciertamente
este parece ser el caso. Ambos argumentos están basados en las observaciones de las
microondas de fondo, pero las asunciones hechas son diferentes.
Observaciones de radiofrecuencia entre 20 cms. y 1 mm indican que hay un fondo cuyo
espectro parece estar muy cercano a uno de un cuerpo negro a 2.7 o K. Este fondo parece
ser isotrópico dentro de un 2 %. El alto grado de isotropía indica que no puede proceder de
dentro de nuestra propia galaxia (nosotros no estamos situados simétricamente en el plano
de la galaxia) sino que debe ser de origen extragaláctico. A estas frecuencias podemos ver
fuentes discretas cuyas distancias, conocidas por otras evidencias, son del orden de 10 27
cm., por lo que sabemos que el universo es transparente a esta distancia a esta longitud de
onda. Esta radiación producida por fuentes a distancias mayores que 10 27 cm deben
haberse propagado libremente hasta nosotros desde al menos tal distancia.
Posibles explicaciones del origen de la radiación son:
(1) La radiación es radiación de cuerpo negro proveniente de una etapa temprana caliente
del universo;
(2) la radiación es el resultado de la superposición de un gran número de fuentes discretas
distantes indeterminadas;
(3) la radiación viene de granos intergalácticos que termalizan otras formas de radiación
(quizá infraroja)
De estas explicaciones, (1) parece ser la más verosímil. (2) parece improbable, ya que no
parece haber suficientes fuentes con el espectro necesario para producir una fracción
apreciable de la radiación observable en este rango de frecuencia. Además, la isotropía de
poca escala de la radiación implica que el número de fuentes discretas tendrían que ser
muy grandes (del orden del número de galaxias) y la mayoría de las galaxias no parecen
radiar apreciablemente en esta región del espectro. (3) también parece ser improbable, ya
que la densidad de los granos interestelares que sería necesaria es ciertamente muy grande.
Aunque (1) parece la más probable, no basamos nuestros argumentos en ella ya que
hacerlo implicaría presuponer que el universo tuvo una temprana etapa caliente.
El primer argumento envuelve la asunción del principio copernicano de que no ocupamos
una posición privilegiada en el espacio-tiempo. Interpretamos esto como implicando que la
radiación de fondo de microondas debería aparecer igualmente isotrópica a cualquier
observador cuya velocidad relativa a las galaxias cercanas sea pequeña. En otras palabras,
suponemos que hay una congruencia como-tiempo geodésica en expansión (en expansión
porque las galaxias se están separando unas de otras, geodésica porque ellas se mueven
sólo bajo la gravedad con la unidad vector tangente V a), representando el movimiento
promedio de las galaxias, relativo al cual la radiación de microondas aparece casi isotrópica.
Del principio copernicano se sigue también que la mayor parte del fondo de microondas se

370
ha propagado libremente hasta nosotros desde una distancia muy grande (~3 x 10 27 cm).
Esto es así porque la contribución al fondo proveniente de un escudo esférico de espesor dr
y radio r alrededor de nosotros sería aproximadamente independiente de r, ya que la
cantidad producida en el escudo sería proporcional a r2 y la reducción de intensidad debida
a la distancia sería inversamente proporcional a r2. Este sería el caso hasta que el
corrimiento al rojo de las fuentes sea apreciable, la evolución de la fuente se produzca, o los
efectos de la curvatura sean insignificantes. Estos efectos sin embargo solamente se darán
a una distancia del orden del radio de Hubble 10 28 cm. Entonces, el grueso de la radiación
habrá viajado libremente hasta nosotros desde una distancia ⪞1027 cm. P. 351
Hasta ahora hemos asumido que la radiación de microondas es exactamente isotrópica.
Este no es, por supuesto, el caso; y esto corresponde al hecho de que el universo no es
exactamente un espacio Robertson-Walker. Sin embargo, la estructura a gran escala del
universo podría ser cercana al modelo de Robertson-Walker, por lo menos atrás en el
tiempo cuando la radiación fue emitida o por último esparcida. (Se puede de hecho usar las
desviaciones de la radiación de microondas de exacta isotropía para estimar cuan grandes
son las desviaciones respecto de un universo Robertson-Walker). Para una esfera
suficientemente grande, la existencia de irregularidades locales no afectarían
significativamente la cantidad de materia en la esfera y entonces podría no afectar la
existencia de una superficie aprisionada que nos rodeara en el tiempo presente.
El argumento anterior no dependió del espectro de la radiación de microondas, sino que
implicó la asunción del principio copernicano. El argumento que ahora daremos no
envuelve el principio copernicano, sino a una cierta extensión dependiente de la forma del
espectro. Asumiremos que la naturaleza aproximada de cuerpo negro del espectro y el alto
grado de escala pequeña de isotropía de la radiación indica que ha sido al menos
parcialmente termalizada por repetidas dispersiones. En otras palabras, debe haber
suficiente materia en cada geodésica nula dirigida al pasado desde nosotros para causar
que la opacidad sea alta esa dirección. Ahora mostraremos que esta materia será suficiente
para hacer a nuestro pasado cono de luz reconvergir. P. 354
Debido a su generalidad, el teorema 2 no nos dice si la singularidad será en nuestro pasado
o en el futuro de nuestro pasado. Aunque parece ser obvio que la singularidad estaría en
nuestro pasado, se puede construir un ejemplo en el cual esté en el futuro… p. 355
Sin embargo, la singularidad está en el futuro. Por supuesto esto es un ejemplo inaceptable,
pero muestra que se tiene que ser cuidadoso. Nosotros daremos entonces un argumento
basado en el teorema 3, el cual indica que el universo contiene una singularidad en nuestro
pasado, siempre y que el principio copernicano rija. El teorema 3 es similar al teorema 2,
pero requiere que todas las geodésicas como-tiempo dirigidas al pasado desde un punto
empiecen a reconvergir, en lugar de todas las geodésicas nulas. Esta condición no es
satisfecha en el ejemplo proporcionado anteriormente, aunque sí es satisfecha por las
geodésicas dirigidas al futuro desde cualquier punto. P. 356
Entonces, la posición es como sigue. Asumimos el principio copernicano y el de que la
radiación de microondas ha sido emitida ya sea antes de un tiempo t2 tal que S(tp)/S(t2) 300,
o antes del tiempo correspondiente a la profundidad óptica del universo siendo la unidad, si
esta es menor que t2. En el primer caso, la condición (2) del teorema 3 será satisfecha por la
densidad de radiación, y en el último caso por la densidad del gas. Entonces, si las
condiciones usuales de energía y causalidad rigen, podemos concluir que habría una
singularidad en nuestro pasado (esto es, habría una geodésica no como espacio dirigida al
pasado desde nosotros que es incompleta).
Supongamos que se toma una superficie como espacio que intersecta nuestro pasado cono
de luz y toma un número de puntos en esta superficie; ¿se puede decir que hay una
singularidad en cada uno de sus pasados? Esto sería el caso si el universo es
suficientemente homogéneo e isotrópico en el pasado para convergir todas las geodésicas
como tiempo dirigidas al pasado desde esos puntos. En vista de la íntima conexión entre la
convergencia de geodésicas como tiempo y las superficies cerradas aprisionadas,
esperaríamos que este fuera el caso si el universo es homogéneo e isotrópico a este tiempo
en la escala de la longitud Schwarschild (3/8µ)1/2.
Tenemos evidencia directa de la homogeneidad del universo en nuestro pasado de las
mediciones de Penzias, Scharml y Wilson (1969), quienes encontraron que la intensidad del
fondo de microondas es isotrópico dentro del 4 % para un ancho de rayo de 1.4 x 10 -3
grados cuadrados. P. 358
Entonces, las observaciones indican que las irregularidades en la temperatura con un
tamaño angular de 3’ de arco tienen amplitudes relativas de menos del 1 %, y que no hay

371
fluctuaciones locales de la velocidad de la materia, en la misma escala, de 1 % más grande
que la velocidad de la luz. Una región sobre la superficie que tuviese un diámetro angular
de 3’ de arco correspondería a una región que tuviese un diámetro actual de cerca de 10 7
años luz. Si la superficie de la unidad de profundidad óptica está a un cambio hacia el rojo
alrededor de 1000 (esto es lo más que podría ser), la longitud Schwarzschild a este tiempo
correspondería a una región cuyo presente diámetro fuese alrededor de 3 x 10 8 años luz.
Entonces, parecería que cada punto sobre la superficie de la unidad de profundidad óptica
tendría una singularidad en su pasado.
Más evidencia indirecta sobre el grado de homogeneidad del universo en las tempranas
etapas se desprende del hecho de que las observaciones del contenido de helio de un
número de objetos está de acuerdo con los cálculos de la producción de helio hechas por
Peebles (1966), y Wagoner, Fowler y Hoyle (1968), quienes asumieron que el universo era
homogéneo e isotrópico a una temperatura de cerca de 10 9 oK… Entonces si se acepta que
hay una densidad suficientemente uniforme de helio en el universo (hay algunas dudas
acerca de esto), y que esto helio fue producido en los estadios primeros del universo, se
concluye que el universo era efectivamente isotrópica y por tanto homogéneo cuando la
temperatura era de 109 oK. Se puede esperar entonces que ocurra una singularidad en el
pasado de cada punto en este tiempo.
Entonces, si se acepta que hay una densidad bastante uniforme en el universo (hay algunas
dudas acerca de esto), y que este helio fue producido en las etapas primeras del universo,
se puede concluir que el universo efectivamente fue isotrópico y por tanto homogéneo
cuando la temperatura era de 10 9 oK. Se puede esperar entonces que una singularidad se
produzca en el pasado de cada punto en este tiempo.
Misner (1968) ha demostrado que si la temperatura llega a 2 x 10 10 oK una gran viscosidad
surge de las colisiones entre electrones y neutrinos. Esta viscosidad disminuiría las
inhomogeneidades cuyas longitudes correspondiesen a los valores presentes de 100 años
luz, y reduciría la asintropía a un valor comparativamente pequeño. Entonces, si se acepta
esto como la explicación de la presente isotropía del universo (y esto es muy atractivo), se
podría concluir que habría una singularidad en el pasado de cada punto cuando la
temperatura fuese cercana a los 1010 oK. P. 359
10.2 La naturaleza e implicaciones de las singularidades
Se esperaría aprender algo acerca de la naturaleza de las singularidades que están
probablemente por ocurrir mediante el estudio de las soluciones exactas con
singularidades. Sin embargo, aunque hemos demostrado que la ocurrencia de
singularidades no es evitada por pequeñas perturbaciones de las condiciones iniciales, no
es claro que la naturaleza de la singularidad que se presente será similarmente estable.
Aunque hemos demostrado en el parágrafo 7.5 que el problema Cauchy es estable bajo
pequeñas perturbaciones de las condiciones iniciales, esta estabilidad aplica solamente en
regiones compactas del desarrollo Cauchy, y una región que contiene una singularidad es
no compacta a menos que la singularidad corresponda a una no conclusión por
aprisionamiento [imprisoned incompleteness). De hecho, podemos dar un ejemplo en el cual
la naturaleza de la singularidad no es estable. Considérese una nube de polvo
esféricamente simétrica que colapsa a una singularidad. La métrica dentro del polvo será
similar a una parte del universo Robertson-Walker, mientras que afuera será la métrica
Schwarzchild. Adentro y fuera del polvo, la singularidad será como espacio. Supóngase
ahora que se agrega una carga eléctrica de pequeña densidad al polvo. La métrica exterior
al polvo viene a ser ahora parte de la solución Reissner-Nordström para e2 < m2 (figura 63
(ii)). Habrá una singularidad dentro del polvo, pues una densidad de carga suficientemente
pequeña no evitará la ocurrencia de una densidad infinita. La naturaleza de la singularidad
dentro del polvo presumiblemente dependerá de la distribución de la carga. Sin embargo, el
punto importante es que una vez que la superficie del polvo haya pasado un punto p dentro
de r = r+ lo que sea que pase dentro del polvo no puede afectar la porción sq de la
singularidad como tiempo.
Si uno ahora incrementa la densidad de la carga de tal manera que sea mayor que la
densidad de la materia, es posible para la nube pasar a través de dos horizontes en r = r+ y
r = r- y reexpandirse en otro universo sin que ocurra ninguna singularidad dentro del polvo,
aunque hay una singularidad como tiempo fuera del polvo, como ciertamente debe ser por
el teorema 2…
Este ejemplo es muy importante pues muestra que puede haber singularidades como
tiempo que pueden pasar a través de un “agujero de gusano” hacia otra región del espacio-
tiempo. Por supuesto que se podría no esperar a tener tal densidad de carga en una estrella

372
colapsante, pero ya que la solución Kerr es muy similar a la de Reissner- Nordström se
podría esperar que el momento angular produjese semejante “agujero de gusano”. Se puede
especular entonces que anteriormente a la fase presente de expansión del universo hubo
una de contracción en la cual las inhomogeneidades locales se hicieron grandes y
ocurrieron singularidades aisladas, pero la mayor parte de la materia evitó las
singularidades y se re expandió hasta llegar al presente universo que observamos.
El hecho de que las singularidades deben ocurrir dentro del pasado de todo punto en un
tiempo temprano, cuando la densidad es alta, pone límites a la separación de las
singularidades. Podría ser que el conjunto de geodésicas que alcanzan estas singularidades
(esto es, que son incompletas) fuese un set de medida cero. Entonces uno podría argüir que
las singularidades serían físicamente insignificantes. Sin embargo este no sería el caso
porque la existencia de tales singularidades produciría un horizonte Cauchy y entonces
también una quiebra de la capacidad de predecir el futuro. De hecho esto podría proveer un
camino de superar el problema de la entropía en un modelo de mundo oscilante ya que en
cada ciclo la singularidad podría inyectar entropía negativa.
Hasta aquí, hemos explorado las consecuencias matemáticas de tomar un manifold Lorentz
como el modelo para el espacio-tiempo y requiriendo que las ecuaciones de campo de
Einstein (con Λ = 0) tengan vigencia. Hemos demostrado que de acuerdo con esta teoría
habría singularidades en nuestro pasado asociadas con el colapso del universo y
singularidades en el futuro asociadas con el colapso de las estrellas. Si Λ es negativo, las
conclusiones anteriores no serían afectadas. Si Λ es positivo, observaciones de la tasa de
cambio de la expansión del universo… indican que Λ no puede ser más grande que 3x10 55
cm-2. Un valor así de Λ podría tener un efecto en la expansión de todo el universo, pero sería
completamente anulado por la densidad positiva de la materia en una estrella en colapso.
Entonces no parece que un término Λ pudiera permitirnos evitar encarar el problema de las
singularidades.
Pudiera ser que la relatividad general no provee una descripción correcta del universo.
Hasta ahora únicamente ha sido probada en situaciones en las que las desviaciones del
espacio plano son muy pequeñas (radio de curvatura del orden de 10 12 cm). Entonces es
una tremenda extrapolación aplicarla a situaciones como estrellas colapsando, en donde el
radio de la curvatura es menor que 106 cm. Por otro lado, los teoremas acerca de las
singularidades no dependen de la totalidad de las ecuaciones de Einstein, sino solamente
de la propiedad de que RabKaKb fuese no negativa para cualquier vector Ka; entonces ellos se
aplicarían también a cualquier modificación de la relatividad general… en la cual la
gravedad es siempre atractiva.
Parece ser un buen principio que la predicción de una singularidad por una teoría física
indica que la teoría se cae, es decir, que no proporciona más una correcta descripción de
las observaciones. La cuestión es: ¿cuándo la relatividad general no sirve ya? Se esperaría
que esta teoría no tuviera validez de cualquier modo cuando los efectos del cuanto
gravitacional fueran importantes; para argumentos dimensionales parece que esto no
pasaría hasta que el radio de curvatura alcanzara el orden de 10 -33 cm. Esto correspondería
a una densidad de 1094 gm cm-3. Sin embargo, se puede cuestionar si un manifold Lorentz
es un modelo apropiado para el espacio-tiempo en escalas de distancia de este orden. Hasta
ahora los experimentos han demostrado que asumiendo una estructura de manifold para
distancias más grandes que 10-15 cm se dan predicciones en consonancia con las
observaciones… pero puede ser que una quiebra ocurra para distancias entre 10 -15 y 10-33
cm. Un radio de 10-15 cm corresponde a una densidad de 10 58 gm cm3, la cual para todo
propósito práctico podría ser considerada como una singularidad. Entonces se podría
construir una superficie por el procedimiento de Schmidt (parágrafo 8.3) alrededor de
regiones en donde el radio de curvatura es menos que, digamos, 10 15 cm. En nuestro lado
de esta superficie una imagen de manifold del espacio-tiempo sería apropiada, pero en el
otro lado una descripción de cuanto aún desconocida sería necesaria. Materia cruzando la
superficie podría ser pensada como entrando o dejando el universo, y no habría razón para
que lo que entra balanceara lo que sale.
En cualquier caso, los teoremas de la singularidad indican que la teoría general de la
relatividad predice que los campos gravitacionales serían extremadamente grandes. Que
esto sucedió en el pasado es apoyado por la existencia y el carácter de cuerpo oscuro de la
radiación de fondo de microondas, pues esto sugiere que el universo tuvo una temprana
fase muy caliente.
Los teoremas sobre la existencia de singularidades podrían quizá ser refinadas, pero según
nosotros ellos son ya adecuados. Sin embargo, ellos nos dicen muy poco acerca de la

373
naturaleza de las singularidades. A uno le gustaría conocer qué clase de singularidades
podrían ocurrir en situaciones genéricas en la relatividad general.
Especulación y discusión sobre la materia de este libro no es nueva. Laplace esencialmente
predijo la existencia de agujeros negros.
La creación del universo a partir de la nada ha sido argumentada, sin llegar a una decisión,
desde tiempos antiguos; véase por ejemplo la primera antinomia de la razón pura de Kant y
los comentarios sobre el mismo. Los resultados que hemos obtenido apoyan la idea de que
el universo empezó en un tiempo finito anterior. Sin embargo, el punto de creación, la
singularidad, está fuera del alcance de las leyes de física que actualmente se conocen.

374
Apéndice 4
La ontología Hegeliana

El ser y la nada
En la "Ciencia de la Lógica" 225, Hegel inicia su estudio con las abstracciones vacías que son
el ser y la nada; éstas son idénticas, extrínsecas, sin relación una con la otra. Por todo ello
carecen de objetividad: no existe el ser absoluto excluyente del no-ser (ser de los eléatas) ni
existe la nada absoluta, excluyente del ser (la nada de la filosofía oriental).
La identidad del ser y la nada es la identidad de los diferentes: el ser es diferente de la nada
y la nada es diferente del ser, ambos son completamente diferentes. En virtud de esa
diferencia el ser que está en unión con la nada existe desapareciendo en ésta y la nada que
está en unión con el ser existe desapareciendo en él; este desaparecer de uno en el otro es
el devenir.
El devenir
En el devenir el ser y la nada están inseparados e inseparables; en cuanto cada uno de ellos
está en unidad con su otro no existen, es decir, existen pero como desapareciendo uno en el
otro, como eliminados, como momentos. Sin embargo, puesto que ser y nada son diferentes,
cada uno existe en el devenir en unidad con su otro; el devenir es entonces la diferencia de
dos unidades: la unidad del ser con la nada y la unidad de la nada con el ser. El devenir se
halla así en una doble determinación: en la una es la nada como inmediata que traspasa al
ser y en la otra es el ser como inmediato que traspasa a la nada. Esta diferencia de las dos
unidades en el devenir es el nacer y el perecer. El devenir es, entonces, la diferencia de las
unidades de la nada con el ser y del ser con la nada y el desaparecer en cada unidad de uno
en el otro, es decir, el movimiento del nacer al perecer.
Nacer y perecer son lo mismo, el devenir. Pero estas direcciones del devenir son diferentes,
por ello se compenetran y se paralizan mutuamente. En la dirección del perecer el ser
traspasa a la nada pero la nada es inmediatamente lo opuesto de sí mismo, el traspasar al
ser, el nacer. En la dirección del nacer, la nada traspasa al ser pero el ser es
inmediatamente lo opuesto de sí mismo, el traspaso a la nada, el perecer. Cada uno, el ser y
la nada, se eliminan en sí mismos y en su opuesto. El equilibrio del nacer y del perecer es el
devenir mismo. Este equilibrio es el desaparecer del ser en la nada y de la nada en el ser.
El pensamiento -Hegel- no está satisfecho con el deslizarse entre sus manos del objeto y lo
retiene en el desaparecer del ser en la nada y de la nada en el ser; se transforma en el
desaparecer del desaparecer, es decir, en la detención del devenir en el momento del ser; es
el traspasar del devenir al ser determinado.
El ser determinado
El ser determinado es el mismo ser del devenir pero tomado en su inmediación; ya no es el
vacío e incesante paso de la nada al ser y del ser a la nada que no aporta ningún
conocimiento del objeto; ahora se trata del ser que existe en un cierto momento y que ha
sido tomado por el pensamiento para aprehender las características que se manifiestan en
su existencia.
Este ser determinado está en unidad con el no-ser; pero el no-ser es aquí algo extrínseco
que el pensamiento agrega al concepto del ser-determinado y que no pertenece todavía a su
contenido. Dicho de otra manera, el ser determinado es lo que aparece en un cierto
momento en la existencia y está en unidad con su no-ser que permanece oculto para el
pensamiento.
El ser determinado tiene ciertas características específicas, una cualidad; esta categoría -la

225
Aller, Lawrence H., The abundance of the elements, the observatory of the University of Michigan,
Ann Arbor, Michigan. Interscience Publishers, Inc., New York Interscience Publishers Ltd., London,
1961

375
cualidad- es más concreta que la de ser determinado y sirve para aprehender la naturaleza
del objeto en el momento de su existencia. La cualidad está en unidad con su negación,
pero ésta, al igual que el no-ser en la determinación anterior, es sólo producto de una
reflexión extrínseca del pensamiento y no se encuentra contenida aún en el concepto; la
negación de la cualidad es sólo una presuposición del pensamiento y no aparece por tanto
todavía en ella.
El ser determinado contiene también la determinación de la nada, pero ésta permanece
oculta y sólo más tarde va a mostrarse frente a aquel.
Esta determinación del ser existente como no-ser es la cualidad.
La cualidad son las características que manifiesta el ser en el momento de su existencia.
La realidad es la cualidad existente y su negación es un simple dejar de ser. El pensamiento
no queda satisfecho con esta abstracción y la niega buscando en el ser lo que tiene de
permanente, lo que es su verdad.
El algo es ser en sí, es decir, el ser determinado que se ha convertido en igual a sí mismo
(en sustrato) a través de la eliminación del simple dejar de ser y el establecimiento de su
negación como un otro.
El algo tiene una doble determinación: es un ser determinado, un ente determinado y es al
mismo tiempo un otro. El ser un ser determinado y un otro son dos momentos del algo (que
permanece) y el paso de uno a otro es la variación del algo. El devenir se ha vuelto concreto.
Esta categoría es muy importante porque refleja en el pensamiento una característica
esencial de la objetividad. El ente determinado, el algo, el objeto, es otro en sí mismo; el ser
otro en sí mismo es lo que determina el cambio en el algo (su negación) pero al mismo
tiempo la conservación del algo; el algo es lo que cambia y lo que permanece en el cambio;
es la unidad en movimiento de determinaciones opuestas.
Esta categoría es el alma de la dialéctica hegeliana, es la contradicción que se ha vuelto
concreta.
En el camino de la mayor determinación de las categorías lógico-dialécticas, Hegel ha
arribado al algo como ser en sí. El ser en sí está constituido por dos momentos: el en-sí y el
en-él. El en-sí es el ser en-sí que se conserva en su implicación con otro; el en-él es el ser-
para-otro del ser en-sí, es decir, el ser-en-sí en su relación con otro. El en-sí y el en-él son
los dos momentos de una contradicción que existe en lo más recóndito del ser determinado,
el ser-en-sí, y que es el motor de su movimiento. El en-él es el ser-para-otro, el momento del
ser-en-sí que está en relación con el otro del algo y que es el otro dentro del algo. El en-sí es
el momento en que el ser-en-sí se retrae de su relación con otro y vuelve a sí, se hace igual
a sí mismo.
El ser en sí
El en-él niega al en-sí e incorpora por su conducto al otro en el algo. El ser en sí a través del
en-él, del ser-para-otro, está en relación con el otro del algo y lo incorpora a sí; tiene el otro
en sí mismo y se convierte en otro.
A su vez el en-sí niega al en-él y se reafirma como igual a sí mismo que sólo es un momento
que se convierte en su contrario, en el en-él, que se relaciona con el otro y lo hace suyo.
La cualidad reaparece aquí, pero en una forma superior. Al principio era la característica
inmóvil y carente de negación del objeto. En esta parte de la Lógica de Hegel la cualidad es
el ser en-sí, es decir, la cualidad que está en relación con otro y que incorpora al otro en sí
misma, es decir, que es el otro en sí misma. Ahora la cualidad es la contradicción viva; en
ella misma tiene su ser y no-ser y su existencia es el movimiento entre ambos extremos.
Pero el no-ser es aquí el ser-otro; el movimiento tiene por lo tanto como resultado el
interiorizar el otro en el algo. De esta suerte, la cualidad es un rellenamiento, es decir, el
proceso por el cual su otro es y se hace también momento suyo. La cualidad que es el ser-
en-sí formado por sus dos momentos, el en-sí y el en-él, es la destinación del algo. Su
rellenamiento, como ya vimos, es el hacer suyo su otro.
Esta categoría hegeliana del ser-dentro-de-sí refleja la naturaleza más íntima del ser del
objeto.
El ser-en-sí era el algo que se conservaba en el cambio. Al rellenar su destinación (al pasar
de la potencia al acto) el algo cambiaba, pero sólo lo hacía su constitución, su alterable
superficie, mientras que su ser-en-sí se conservaba en ese cambio. El ser-dentro-de-sí es el
algo que tiene a su otro dentro de sí y que está en proceso de cambio para llegar a ser otro.
El movimiento, el cambio, la contradicción son descubiertos en el corazón del algo.
El algo tiene al otro en sí mismo como un movimiento de integración del otro exterior y está
en proceso de cambio para ser otro. El algo es ahora de nuevo un ser determinado pero ya
no como un algo que tiene su otro fuera de sí, sino que lo tiene en sí mismo; es un ser-

376
dentro-de-sí [encerrado en sí]. El algo es, como al principio, exterior a los otros algos; pero
esta nueva indiferencia respecto de los otros algos no es inmediata como anteriormente,
sino que está mediada por la eliminación (negación) del ser-otro exterior y la interiorización
del otro en el algo como un momento suyo.
En el principio del análisis el algo y el otro eran extrínsecos; cada uno era la negación del
otro, el no-ser del otro; el algo tenía su otro fuera de sí. Al profundizar en la consideración
del objeto la especulación descubre que el algo es una relación con otro, un otro en sí
mismo, la integración del otro a sí mismo y la transformación en otro. Este algo rico en
determinaciones, extrínseco a los otros algos que tienen su misma naturaleza, es decir que
son otros en sí mismos, este ser-dentro-de-sí es ahora el objeto del pensamiento
especulativo.
Hasta aquí Hegel nos condujo a la consideración de la relación del algo con su otro.
En esta parte someterá a estudio la relación del algo con los otros algos.
El algo, como ser-dentro-de-sí, es al mismo tiempo la incorporación del otro a su interior, es
decir, la negación del ser en sí y la eliminación del otro exterior, esto es, la negación del ser
otro, la negación de la negación que es la restauración del ser en sí.
El algo como ser-dentro-de-sí es la negación del ser-otro, el no-ser del ser otro, el cesar del
otro en él; a su vez, el otro como algo que es un ser dentro de sí, es la negación del ser-otro,
el no-ser del ser-otro y el cesar del otro en él. Cada uno de ellos, algo y otro, como ser-
dentro-de-sí, es el término del otro.
Hegel ha dado en esta parte de su obra importantes pasos para acercarse a la objetividad.
El algo, como ser-dentro-de-sí, tiene una destinación y un término: es un otro en sí mismo,
integra al otro en sí mismo y traspasa al otro que es él mismo; el algo se conserva en este
cambiar y pasar a otro. El algo tiene un término, es decir, por un lado una frontera dentro
de la cual existe y que lo separa del otro exterior y por el otro un momento después del cual
deja de existir, perece; el algo es la unidad del ser y del no-ser considerado éste como el
término de su existencia. El algo perece pero de él surge otro algo; este nuevo algo está
ligado con el precedente por una relación de necesidad; el anterior algo es la unidad de lo
que es y lo que no es pero debe llegar a ser [ver: Aristóteles, Metafísica]; aquello en lo que el
algo va a transformarse, el otro algo, está ya implícito en el ser del algo como su deber ser.
La sucesión de algos finitos que nacen y perecen tiene como fundamento un ser
determinado infinito que es la substancia que se conserva a través de todos los cambios. En
suma, Hegel llega a la determinación del objeto como un algo mudable y finito que debe
perecer y transformarse en otro finito y que tiene como fundamento una sustancia infinita.
La sustancia infinita
Enseguida Hegel pasa a desentrañar la verdadera relación que hay entre lo finito y lo
infinito, o dicho de otro modo, entre el ser determinado finito y el ser determinado infinito
que es su fundamento.
Lo que ha planteado Hegel es la existencia, hasta aquí, de dos niveles de la objetividad: el
campo de la finitud, del ser determinado existente inmediato y el de la infinitud, del ser
infinito que tiene también una existencia inmediata. Detrás del nacer y perecer de los seres
finitos (las leyes de cuyo movimiento se han desentrañado en todo lo anterior) se encuentra
existiendo en ellas, en forma inmediata también, la sustancia infinita [la materia] y su
estructura es ahora el objeto de estudio de Hegel. El macrocosmos y el microcosmos están
poblados de seres determinados finitos y éstos están formados de una sustancia infinita
que tiene una estructura elemental que se caracteriza por su inmutabilidad; tal es la
estructura atómica de la materia. El átomo es la unidad de existencia de la materia tanto en
el macro como en el microcosmos.
El ser-para-sí, la sustancia infinita es, por tanto, real, existente.
El ser infinito y sus momentos son, pues, existentes inmediatos.
El ser infinito inmediato que es lo uno, es decir, aquel ser que no está determinado por
ningún otro, que es la infinita referencia a sí, la eliminación de su otro, esta sustancia
infinita está formada por múltiples unidades.
El uno y el vacío son lo mismo, ambos existen en un solo ser; el uno y el vacío son distintos
por lo que se constituyen en momentos del ser-para-sí; el uno y el vacío se separan, se
vuelven exteriores y el uno existe fuera del vacío y viceversa.
El elemento de la sustancia infinita es el átomo [en esta época tendría que decirse “el
corpúsculo sub-atómico”]; esta estructura del ser determinado tiene características
específicas. Por definición, como elemento del ser que permanece a través de todos los
cambios, es inmutable. Los diversos elementos químicos están formados por átomos; el
átomo a su vez está formado por partículas en movimiento que le dan una intensa vida

377
interna y son la base de sus relaciones con el exterior.
El uno o el átomo tiene una existencia inmediata; como ser infinito es el no-ser del ser
determinado finito. De esta suerte, es el no-ser finito, la nada, que en esta determinación es
el vacío.
El ser determinado finito tiene su no-ser como el ser otro, el integrar a otro a su ser, el
pasar a otro y, por último, como el perecer, el dejar de ser. Pero mientras el ser finito existe
excluye de sí mismo el no-ser como la nada; es, por decirlo así, un ser "lleno". El elemento
del ser determinado infinito, lo uno, el átomo, tiene el no-ser como la nada en sí mismo, es
un ser vacío.
El átomo está formado por partículas infinitesimalmente pequeñas y por un espacio vacío,
constituyente suyo, en el cual éstas actúan y se mueven. El ser del átomo lo componen
tanto las partículas sub-atómicas como el vacío en el cual se desenvuelven; el ser del átomo
es la unidad del ser y el vacío: el átomo es idéntico al vacío.
El ser y el vacío existen, son momentos de lo uno, del átomo. El átomo existe sucesiva y
simultáneamente como sus partículas y el vacío; la existencia del átomo es la interacción
entre las partículas y el vacío (lo que la moderna física llama "campos"), entre el ser y la
nada en esta determinación más concreta. El vacío es la negatividad que determina al ser.
El uno y el vacío son distintos; en virtud de ello se separan y se mantienen exteriores; el
átomo existe al lado del vacío que es la no existencia del átomo. El ser determinado infinito,
la sustancia infinita, está formada por átomos que actúan y se mueven en el vacío. El vacío
como no-ser exterior del átomo existe y está también en interacción con éste, es la
negatividad que lo determina.
La sustancia infinita está formada por una multitud de unos que son unidades del ser y la
nada y que están en relación unos con otros de tal manera que el ser de uno se continúa en
el otro y viceversa. Los unos no son elementos aislados, encerrados en sí mismos, sino
unidades en íntima relación, tan íntima que en realidad el otro no es sino la continuación
del uno, parte de su ser. Hegel dice que esta relación, por la cual el uno se rechaza a sí
mismo y se continúa en otro uno, no es la misma estudiada a propósito del ser determinado
finito, en donde la relación con el otro es el ser el otro en sí mismo y el convertirse en otro;
en esta relación más alta el uno tiene al otro fuera de sí mismo y no lo incorpora a sí o se
transforma en él, sino que lo engendra de sí como una continuidad suya.
A esta relación de los múltiples unos la llama Hegel repulsión. Los unos se rechazan a sí
mismos fuera de sí y producen a los otros unos.
Esto significa simple y sencillamente que el ser del uno se prolonga en el ser de otro uno.
Pero esta continuación en el otro tiene como premisa la repulsión de sí mismo, es decir, la
separación del otro en el que se continúa. La repulsión de sí mismo se transforma en la
repulsión con respecto a los otros; esta última es la repulsión exterior.
Así considerados, los múltiples unos se repelen unos a otros; son unidades de la sustancia
infinita que prolongan su ser una en la otra pero que lo hacen a través de su mutua
repulsión. El ser-otro, la prolongación del ser del uno en el otro no se realiza como una
incorporación o extensión del ser del otro al uno sino como una acción recíproca de los
unos a través del vacío.
En este punto Hegel ha adelantado un paso más en el desentrañamiento del ser-para-sí, es
decir, de la sustancia infinita. Ha llegado a la conclusión de que la sustancia infinita está
constituida por una pluralidad de unos que al mismo tiempo están en una relación infinita
consigo mismos por la cual se conservan inmutables y a través del vacío (su no-ser) y por
esa misma relación consigo mismos, ahora negativa, prolonga su ser en una multiplicidad
infinita de unos que se repelen permaneciendo exteriores entre sí.
La pluralidad de los unos es la infinitud como contradicción.
La sustancia infinita está formada por una multiplicidad de unos; éstos son una unidad del
uno como tal y del vacío. Los unos están separados entre sí y mantienen una relación
mutua. Los unos prolongan su existencia en los otros unos y al mismo tiempo son una
prolongación de la existencia de aquellos.
Al existir en conexión con los otros unos, al prolongar su ser en ellos, el uno se conserva
como tal en sí mismo; pero al mantenerse como uno en sí mismo se separa de los otros
unos, los repele de sí; ésta es la repulsión de los unos, la cual se produce a través de la
extensión del ser de los unos en los otros.
El uno existe en sí mismo, separado de los otros unos; pero al mismo tiempo es la
continuación del ser de los otros unos. Como extensión del ser de los otros unos en él, el
uno los atrae a sí; esta es la atracción de los unos que se realiza por medio de su
separación.

378
La repulsión es la exclusión de los unos que se da por medio de la continuación del ser de
los unos en los otros; este existir de los unos en los otros que se excluyen es la atracción.
Por tanto la repulsión se trueca en atracción, ésta es un momento de aquella y la repulsión
es en sí misma atracción.
La atracción es la continuación del ser de los unos en los otros por medio de su exclusión
mutua; esta exclusión es la repulsión de los unos. En consecuencia, la atracción se trueca
en repulsión, ésta es un momento de la primera y la atracción es el otro de sí mismo en sí
mismo, es la repulsión.
Los unos son la unidad de la atracción y la repulsión.
Este trabajo de la especulación se da en el terreno del ser; en el período comprendido entre
su nacimiento y su perecer el objeto tiene dos niveles de existencia: como ser determinado
finito (cuya naturaleza fue ya elucidada en el capítulo referente al ser determinado o la
existencia) y como ser determinado infinito, como sustancia infinita, que empezó a ser
considerada a partir del capítulo referente al ser-en-sí y que continuarán siendo analizados
por Hegel en los capítulos siguientes de su obra.
La especulación, sin embargo, no está satisfecha con el resultado que ha conseguido;
aunque sabe perfectamente que el nuevo ser procede del anterior y que no es sino una
manifestación de la sustancia infinita, desconoce en absoluto cómo se gesta el nuevo ser en
el seno del anterior y cómo se produce su nacimiento.
La esencia
En un significativo paso adelante en su labor de reflejar fielmente la objetividad, Hegel se
adentra en el objeto y descubre la esencia del mismo, es decir, el ser en que necesariamente
devendrá y el proceso a través del cual la esencia (es decir el nuevo ser) surge a la
existencia, al terreno ya conocido del ser determinado finito y del ser determinado infinito.
El ser determinado inmediato, cuyos dos primeros niveles de existencia ya estudiamos, se
interna en sí mismo y se convierte en esencia. La esencia es, en esta fase, el tercer nivel de
existencia del ser determinado, aunque ya uno de sus polos es el germen del otro ser
determinado en que aquel ha de convertirse; los tres niveles transcurren paralelamente, los
dos primeros engendrando al tercero y éste a su vez engendrando a aquellos.
El ser determinado como esencia se divide en dos polos; primeramente estos dos polos son
diversos y extrínsecos: en un momento son idénticos y diferentes en el otro. Más tarde cada
polo integra al otro en él; es él mismo y su otro. Enseguida, la oposición se determina: un
polo es lo positivo y otro lo negativo. El polo positivo es la cualidad originaria del algo y el
polo negativo la cualidad opuesta que niega la primera pero dentro de los límites del terreno
del ser determinado; sin embargo, este polo está destinado a convertirse en elemento del
otro ser que sucederá al actual. La oposición se determina aún más: el polo positivo
contiene al negativo en sí mismo y por eso es tal polo positivo; el polo negativo contiene al
polo positivo en sí mismo y por eso es tal polo negativo.
La oposición se convierte en contradicción: cada polo contiene en su interior al otro y por
tanto son independientes en su unidad, se excluyen mutuamente, son contrarios. La
contradicción entre los polos positivo y negativo es absoluta porque cada uno de ellos
además de contener a su contrario en su interior se convierte en él constantemente y de
esta manera refuerza su independencia del otro. Al excluirse uno al otro se engendran
mutuamente como dos polos absolutamente independientes. La contradicción absoluta se
soluciona porque al excluirse los polos como absolutamente independientes se engendran a
sí mismos en su contrario. La independencia se trueca en su mutua complementación.
El ser determinado queda así completamente definido por Hegel en sus tres niveles: es el
algo con una cualidad que es otra cualidad en sí misma y que es el desenvolvimiento de sí
misma a través de la incorporación de la otra cualidad a sí por medio del rellenamiento de
la constitución del ser, lo que da por resultado la destinación del algo, el ser otro dentro de
sí, el ser que está destinado a ser algo que está en sí. Este ser determinado tiene una
cualidad que es una compleja combinación de cualidades determinada por la naturaleza de
la sustancia infinita como tal y en la que el rellenamiento de la cualidad y el paso de una a
otra cualidad se da a través de cambios cuantitativos.
Este mismo ser determinado está integrado por dos polos que contienen cada uno a su
contrario en sí mismo, lo engendran en sí mismo, lo excluyen de sí y lo engendran en el
exterior como el otro polo y se engendran a sí mismos en el otro polo a través de esa
exclusión; la unidad y lucha de contrarios es la esencia del ser determinado como tal, es lo
que constituye el fundamento de la cualidad del algo, de su rellenamiento y de los cambios
cuantitativos que llevan a la sustitución de una cualidad por otro, al perecer de un algo y
su transformación en otro. Esta esencia no es aún elemento del otro en que el algo ha de

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transformarse; es únicamente el basamento del ser determinado dentro de los límites de su
existencia, antes de su perecimiento; sin embargo, uno de sus polos está destinado a ser
elemento constitutivo del otro y es ya un germen del mismo en el seno del actual ser
determinado. Una vez que el algo está plenamente constituido con sus tres niveles de
existencia se inicia el desarrollo de los elementos del otro en que se ha de transformar. La
esencia empieza a desarrollar en su interior el en sí y por sí de las determinaciones del ser
inmediato, es decir, los elementos de su otro.
La esencia ha quedado constituida en dos niveles. En el primero de ellos se encuentran los
polos positivo y negativo como ser-puesto; son el aspecto positivo de la contradicción. En el
segundo de ellos se encuentran los otros de cada uno de los polos, es decir, el polo negativo
dentro del polo positivo y el polo positivo dentro del polo negativo; son el ser en sí, el
aspecto negativo de la contradicción. El aspecto positivo de la contradicción engendra y
niega al aspecto negativo de la misma; igual cosa sucede a su vez con el aspecto negativo.
Una vez que esta estructura ha sido establecida, la esencia desarrolla una nueva relación
con las determinaciones de donde surgió; les proporciona como contenido que llena lo que
antes era sólo una forma las determinaciones del aspecto positivo de la contradicción y
entonces el ser determinado inmediato se escinde en dos niveles de existencia: la esencia
formada por las determinaciones del aspecto negativo de la contradicción, que es el
fundamento del ser, y lo fundado, que son las determinaciones del aspecto positivo de la
contradicción; el fundamento es la causa o razón suficiente de lo fundado; ambos forman el
ser determinado inmediato existente.
Estos dos niveles de existencia a que ha llegado el ser determinado inmediato (su existencia
interior y exterior) se producen y se niegan recíprocamente.
En este punto ha conseguido Hegel la configuración plena del ser determinado existente
antes de iniciar su camino hacia la transformación en otro ser determinado inmediato; la
esencia tiene aquí el carácter de fundamento de lo que existe y no se ha desenvuelto todavía
como elemento del otro que ha de suceder al ser que existe actualmente.
Hegel se interioriza aún más en la naturaleza del ser y logra develar una determinación más
precisa del mismo. Cuando el ser determinado se interna en sí mismo y produce su esencia
que es la contradicción, está al mismo tiempo estableciendo los gérmenes del ser que ha de
sucederlo cuando perezca: efectivamente, el polo negativo no sólo es el que en la
contradicción engendra y niega al polo positivo conservándose y desarrollándose de esta
manera a sí mismo y a su contrario como elemento constitutivo del ser actual, sino que es
al mismo tiempo elemento germinal del otro que debe venir después del que hoy existe y,
por lo tanto, elemento negatorio de este último.
El ser determinado logra así su estructura más perfecta: es la unidad de dos polos opuestos
existentes y la de sí mismo y del otro en que ha de transformarse, aunque este sólo se
encuentra por el momento en estado de potencia.
Alcanzada esta naturaleza descrita, el ser determinado inicia el camino de su conversión en
otro ser determinado.
La esencia como fundamento de la existencia del ser determinado evoluciona hacia la
esencia que es el fundamento negativo del ser determinado; la esencia es ahora el ser en sí
y por sí del ser determinado, el otro en que ha de convertirse, su negación, pero a la vez su
fundamento como existente. En su nuevo papel la esencia es primeramente la unidad del
ser puesto y del ser en sí y por sí; posteriormente se diferencia internamente y se escinde en
forma y esencia: la forma es el ser puesto, las determinaciones inmediatas y la esencia el
ser en sí y por sí de ellas, su naturaleza generadora del otro.
Hegel ha logrado discernir los tres niveles de existencia del ser determinado, el último de los
cuales es la esencia; ésta es el fundamento positivo del ser determinado inmediato y su
naturaleza es la contradicción polar. Después de esto Hegel avanza aún más en el camino
de la objetividad y encuentra que esta esencia se transforma en el fundamento negativo del
ser determinado, es decir, en su causa de ser y en su negación, en su otro en el que ha de
devenir. Esa transformación parte del punto en el cual lo negativo de la esencia, el ser en sí
y por sí es sólo una base indeterminada, indiferenciada y extrínseca del ser determinado;
después esa base extrínseca se convierte en la materia de la forma del ser determinado: la
forma determina a la materia y ésta se determina a sí misma a través de la forma. La
esencia, que aquí está como materia, no es aún el fundamento negativo de los tres niveles
de existencia del ser determinado sino una sustancia indeterminada que recibe de ellos,
que son la forma, la determinación y que les proporciona la materia para esa forma. La
esencia de los tres niveles de existencia del ser determinado no desarrolla aún las
características de fundamento negativo, es, igual que la esencia en su primera forma, aún el

380
fundamento positivo del ser determinado inmediato. Sin embargo, esta materia como
esencia es la sustancia de dónde se ha de formar el nuevo ser en el que se convertirá el ser
actual.
La relación entre el ser inmediato y el ser en sí y por sí de la esencia transita de la relación
forma-materia a la relación forma-contenido; las determinaciones del ser inmediato son lo
común a forma y materia, el contenido de su relación; como contenido de la relación forma-
materia las determinaciones del ser inmediato tienen dos aspectos: son las determinaciones
del ser inmediato como tal y la reflexión (negación) de las mismas, pero son ambas cosas en
una misma determinación. La relación forma-contenido evoluciona a la relación
fundamento-fundado; el fundamento son las determinaciones del ser inmediato pero
tomadas en su aspecto reflexivo, en su carácter negativo, como esenciales; lo fundado son
las determinaciones del ser inmediato tomadas en su carácter de tales, como no esenciales;
el fundamento se niega a sí mismo y engendra a lo fundado; éste a. su vez se niega a sí
mismo y engendra al fundamento; cada uno es y se convierte en el otro.
La esencia ha adquirido aquí su carácter negativo aunque sea sólo como un aspecto del ser
determinado; es la forma del nuevo ser en que se ha de convertir el que actualmente existe
pero conservando el contenido de éste; esta primera aparición como forma es el paso previo
necesario para que la esencia se establezca como determinaciones específicas del en sí y por
sí que son la negación del ser determinado inmediato.
Hegel ha hecho aquí otro de sus geniales descubrimientos con el cual deja muy atrás a la
lógica formal, tradicional. La esencia es el fundamento del ser existente. Pero al mismo
tiempo es en potencia el otro en que ha de transformarse a su caducidad. La esencia es la
materia de las determinaciones del ser inmediato existente. Pero igualmente es la materia
de donde surgirán las determinaciones del nuevo ser inmediato que substituirá al anterior.
La esencia es el contenido de las determinaciones del ser inmediato existente, pero de la
misma manera es el contenido de la forma que es lo primero que se constituye del nuevo
ser. La esencia es el fundamento, la materia y el contenido del ser existente y paralelamente
es el otro en potencia, la sustancia del otro y el contenido de donde brota la forma del ser
inmediato que sustituirá al que hoy existe. La esencia ha ido desarrollando en este proceso
su negatividad que existía solamente en potencia hasta convertirse en una negatividad
activa, engendradora del otro.
La relación forma-materia pasa a la de forma-contenido. La materia deviene en contenido.
Este es la esencia positiva formada por los polos positivo y negativo, de los cuales el
segundo es el germen del otro del ser inmediato determinado. La esencia negativa está aquí
sólo en estado latente. El contenido del ser actual es el que ha de producir la forma y el
contenido del otro que ha de sucederlo.
La dialéctica entre el polo positivo y el polo negativo de la esencia positiva (contenido del ser
determinado) da lugar a la reflexión del segundo de ellos, es decir, a la producción por el
polo negativo de la forma del otro que ha de sustituir al ser inmediato actual, pero solo de la
forma que en este estadio coexiste con el contenido de aquel. La esencia positiva ha dado a
luz a la esencia negativa, esto es, a los elementos del otro del ser determinado, pero
únicamente como una forma que conserva el mismo contenido del ser de donde proviene.
La nueva forma adquirida por el ser determinado elimina la forma precedente.
Hegel ha realizado una verdadera revolución en la teoría del conocimiento. Para la lógica y
la teoría del conocimiento anteriores a él la esencia es sólo el fundamento, la base de lo que
el ser determinado es. En lo que se transforma el algo una vez que fenece está sujeto a la
casualidad y a la arbitrariedad o a una necesidad basada en la simple regularidad de la
aparición de los fenómenos. Hegel descubre la' naturaleza más profunda del cambio: el ser
determinado es él mismo y el otro que le ha de suceder; su esencia contiene en embrión los
elementos del otro en que se ha de transformar y es, con esta naturaleza dual, el
fundamento de aquel; el movimiento de la esencia consiste en el desarrollo de los
componentes del otro del ser determinado hasta concluir con su aparición en la existencia,
mediante la negación de su progenitor, como otro ser determinado específico; durante todo
este período la esencia negativa es también fundamento del ser determinado actualmente
existente.
La necesidad del mundo objetivo adquiere así un significado más hondo: el ser determinado
es tal porque es en sí mismo el otro en que ha de devenir, su ser es pasar a ser precisamente
ese otro ser determinado.
El ser determinado inmediato queda así compuesto de la siguiente forma: una esencia
positiva con dos contenidos (polo positivo y polo negativo) que se generan recíprocamente y
que por la reflexión de su polo negativo da lugar al surgimiento del polo negativo de la

381
esencia negativa el cual vincula a sí, trayéndolo a su dominio, al polo positivo de la esencia
positiva con el cual establece una relación contenciosa; una esencia negativa integrada por
dos contenidos, el polo negativo que es producto de la reflexión del polo negativo de la
esencia positiva y el polo positivo que ha sido traído desde la esencia positiva al terreno de
la esencia negativa en donde entra en franca lucha con el otro polo y de ahí es lanzado de
nuevo al seno de la esencia positiva.
La dialéctica total que de aquí brota es la siguiente: los polos positivo y negativo de la
esencia positiva se producen uno al otro; este movimiento se traduce en la reflexión del polo
negativo, es decir, en su conversión en el polo negativo de la esencia negativa; este último
trae hacia la esencia negativa al polo positivo de la esencia positiva y entra con él en una
relación conflictiva; este polo positivo de la esencia negativa se transmuta en el polo positivo
de la esencia positiva y ahí se reanuda de nuevo todo el proceso.
Las determinaciones que en el fundamento real constituyen los elementos del otro en que el
algo ha de transformarse y que son uno de sus contenidos (el polo negativo del mismo),
tienen que acreditar su ser negando, con la intención de desplazarlas de la existencia, las
determinaciones del ser inmediato, del algo existente que es otro de los contenidos (polo
positivo) del fundamento.
Las determinaciones extrínsecas e inesenciales que eran uno de los contenidos de lo
fundado (su polo positivo) entran, por mediación de la relación fundamental (es decir, de la
vinculación negativa inmediata de los dos contenidos (polo positivo y polo negativo) en el
fundamento), en relación con el otro contenido de lo fundado (su polo negativo); esa
conexión es positiva, de creación de las determinaciones negativas de lo fundado.
Queda así perfectamente estructurado el fundamento negativo del ser determinado y bien
delimitados los elementos cuya dialéctica ha de llevar a la metamorfosis de éste en otro ser
determinado.
La relación llega a su clímax cuando el polo negativo de la esencia positiva se ha vuelto en
su totalidad el polo negativo de la esencia negativa; por lo tanto, el polo positivo de la
esencia positiva ha desaparecido también, pues su razón de ser es el engendrar y ser
engendrado por el polo positivo; todo su contenido se ha incorporado al polo positivo de la
esencia negativa. La esencia positiva desaparece; quedan enfrentados en lucha abierta
pretendiendo su mutua desaparición el polo negativo (que es el otro del ser inmediato actual)
y el polo positivo (que es el ser inmediato actual pero ya en su papel defensivo ante la
acometida del otro polo) de la esencia negativa.
En esta última fase del desarrollo de la esencia han quedado totalmente polarizadas las
determinaciones del ser inmediato existente y las del que ha de sustituirlo a su
acabamiento. La condición son las determinaciones del ser inmediato anterior y el
fundamento las del nuevo ser determinado inmediato; éste se encuentra como cosa en sí,
como contenido de los dos momentos que son la condición y el fundamento que están en
franca lucha. De la mutua negación de condición y fundamento se produce el nuevo ser
inmediato, la cosa inmediata esencial, que los conserva todavía como sus momentos. A
través de la negación de la condición por el fundamento ella se convierte en fundamento y
desaparece como condición; el ser inmediato anterior perece cuando la condición se vuelve
fundamento. En la negación de la condición por el fundamento éste se transmuta en ser
inmediato y desaparece como fundamento; el nuevo ser inmediato nace al transformarse el
fundamento en cosa inmediata esencial. El nuevo ser inmediato es la cosa inmediata
esencial que ha surgido a la existencia mediante la eliminación tanto de sus condiciones como
de su fundamento. El nuevo ser inmediato ha roto el cordón umbilical que lo unía al anterior.
La apariencia (o sea: el fenómeno)
Hegel ha concluido la parte medular de su Lógica. En su labor especulativa encontró que el
ser determinado inmediato se interna en sí mismo y produce su esencia, primero como su
fundamento positivo y después como su negación, y que mediante la negación de su
fundamento y sus condiciones un nuevo ser surge a la existencia como ser inmediato
esencial.
Este ser inmediato esencial, que brota de la negación del fundamento y las condiciones del
anterior ser determinado inmediato, es el nuevo objeto de estudio en la Lógica de Hegel.
El ser inmediato esencial tiene una doble naturaleza: es el ser determinado finito pero al
mismo tiempo es la esencia que ha surgido a la existencia.
En la primera parte de la Lógica, el ser determinado finito tenía también un carácter dual:
era él mismo y su otro, la esencia, la cual debería ser producida por su internamiento en sí
mismo.
Con esta nueva determinación del ser inmediato esencial cerrará Hegel el círculo de la

382
dialéctica del ser: el ser determinado inmediato se convierte en su esencia y la esencia surge
a la existencia como ser determinado inmediato. El ser determinado inmediato tiene una
doble connotación: es esencia por su destino y como resultado.
El ser determinado inmediato está férreamente definido por esta doble necesidad: es la
esencia del ser determinado inmediato del que procede y tiene en su interior la esencia que
ha de surgir a la existencia como el nuevo ser determinado inmediato.
La existencia
El ser es esencia y la esencia es ser. Así resume Hegel el movimiento dialéctico que acaba de
describir en la parte hasta aquí estudiada de su Lógica.
En el punto hasta el que ha llegado, Hegel vuelve al lugar de donde partió, el ser
determinado finito, el algo.
El algo se presenta como un ser inmediato, sin relación con su fundamento y sus
condiciones, puesto que precisamente ha surgido de la negación de las mismas.
Pero este algo tiene una nueva connotación, es un algo esencial, un algo surgido de la
esencia. Se completa de esta manera su naturaleza: el algo es esencia (ser en sí) y la esencia
(ser en sí) es un algo.
En esta doble significación el algo es la cosa en sí.
El algo es la cosa en sí porque tiene en su interior el en sí, la esencia como su otro.
Igualmente el algo es la cosa en sí porque es el en sí que es la esencia surgido a la
existencia.
En este terreno hasta el que ha llegado la especulación hegeliana se ve claramente la
enorme diferencia que existe entre la filosofía de Kant y la de Hegel.
Hegel ha dado término en este punto al estudio de la lógica objetiva.
La cualidad del algo se considera ahora como la propiedad de la cosa en sí.
La propiedad de la cosa en sí se continúa en las otras cosas en sí, es una materia.
La cosa en sí está constituida por materias.
La sustancia que es el sustrato de los algos son, bajo esta nueva perspectiva, las materias
que forman la cosa en sí.
Lo existente está integrado por cosas en sí que están compuestas por materias.
En la primera parte del análisis hegeliano, en la doctrina del ser, el algo que es tiene una
cualidad y ésta constituye una combinación especial de las sustancias que forman la
sustancia infinita. Lo que el algo es, su cualidad, está determinada por las sustancias que
la forman; pero esa determinación es meramente casual, accidental. Cuando el algo es
considerado en su carácter de algo esencial, de esencia venida a la existencia, entonces la
cualidad tiene una nueva significación, es propiedad, es decir, una característica esencial,
necesaria, inherente a la materia que forma el algo.
Lo esencial son entonces las materias que constituyen la cosa en sí y ésta es lo inesencial.
El algo es un único ser que existe en sí, es decir, es la esencia que ha devenido en ser y es
una reunión de materias esenciales en un algo inesencial, por eso la cosa en sí es
apariencia.
En seguida pasa Hegel al estudio de un mundo de cosas en sí que son apariencia porque
son la reunión de materias esenciales en un ser inesencial.
La ley del fenómeno
El mundo fenoménico y el mundo existente en si.
Resolucion de la apariencia
Los algos que aparecen en la existencia son cosas en sí constituidas por materias que
poseen propiedades específicas; las materias y sus propiedades son lo esencial y las cosas
en sí lo inesencial.
Las cosas en sí así consideradas son la apariencia, el fenómeno
Estas cosas en sí, que tienen una existencia esencial porque son la esencia surgida a la
existencia, conservan sin embargo la naturaleza de lo inmediato y accidental, sujetas al
nacer y al perecer, son como los algos que Hegel estudia en la Doctrina del ser en donde la
cualidad del algo contiene la destinación y el deber ser: es otra cualidad en sí misma,
rellena su cualidad con su otro, es decir, varía, y al perecer se transforma en otro algo; pero
de qué algo proviene y en que algo se convertirá queda por completo fuera de esta
aproximación del intelecto al objeto, es completamente casual y arbitrario.
Las cosas en sí forman un mundo fenoménico.
El hecho de ser las cosas en sí algos esenciales, surgidos de la esencia, da una nueva
significación a la destinación y al deber ser del algo; de la misma manera que la cualidad de
la cosa en sí es una propiedad intrínseca (esencial) de la materia, la destinación y el deber
ser son ahora momentos necesarios del algo cuya naturaleza proviene de la esencia; el

383
deber ser del algo es el nuevo algo que necesariamente surgirá a la existencia a su
perecimiento, es la esencia del mismo. La constitución del algo y el paso a su otro es una
ley.
La base del fenómeno es la ley.
Las cosas en sí forman un mundo en donde la destinación y el deber ser del algo, la
constitución y el paso de un algo a otro están regidos por leyes.
Las cosas en sí forman un mundo existente en sí y por sí, regido por leyes, un mundo de
leyes.
El mundo de las cosas en sí es, por tanto, un mundo fenoménico (en donde la destinación y
el deber ser del algo tienen un carácter accidental) y un mundo en sí y por sí (en donde la
destinación y el deber ser del algo tienen un carácter necesario que se deriva de su
naturaleza de existente esencial).
La relacion esencial
La relacion del todo y de las partes
La relacion de la fuerza y de su extrinsecacion
Relacion de lo externo y lo interno
Hegel ha llegado a la conclusión de que el mundo de las cosas en sí es un mundo
fenoménico y un mundo en sí y por sí.
Ahora se estudia la relación que se establece entre esos dos mundos, a la cual Hegel llama
la relación esencial.
La relación esencial es la unión de esencia y existencia.
Esta relación tiene un lado que es una totalidad, la cual es sólo fenómeno, ser inmediato.
Esta totalidad es ella misma y su otro.
Su otro es también un todo.
Su otro es el lado que es ser en sí, esencia.
Este lado es también él mismo y su otro.
La relación esencial es la unidad de la totalidad que es ser inmediato y de la totalidad que
es ser en sí, en la cual cada una de ellas es ella misma y su otro.
Esa unidad es también una totalidad.
El todo y las partes.
La relación esencial es primeramente la que existe entre el todo y las partes.
El todo es determinado como el ser en sí, como la unidad; las partes, como el ser inmediato,
como la multiplicidad.
El todo es una unidad inmediata del ser y del ser en sí que tiene como momento suyo a las
partes.
El todo consiste en las partes.
El todo es igual que las partes.
Las partes son una unidad inmediata del ser y del ser en sí que tiene como momento suyo
al todo.
Las partes son el todo.
Las partes son iguales al todo.
El todo son las partes y las partes son el todo.
Pero, además, el todo tiene en sí mismo a la parte; es todo y parte al mismo tiempo.
La parte tiene el todo en sí misma; es parte y todo al mismo tiempo.
Cada uno es por la mediación del otro, es él mismo y su otro.
Con esta última determinación se pasa a la otra forma de la relación esencial que es la
relación de la fuerza y su extrinsecación.
La fuerza y su extrinsecación.
La relación entre el mundo fenoménico y el mundo en sí y por sí es en primera instancia la
del todo y las partes, en donde el todo tiene la determinación del en sí y las partes la del
ser, aunque cada uno es la unidad de sí mismo y su otro porque cada uno es momento del
otro.
Esta relación se supera y se establece otra en la que el todo y las partes tienen cada uno al
otro en sí mismo, son cada uno él mismo y su otro.
En esta relación el todo es el ser en sí que posee la fuerza que actúa sobre las partes que
son el ser inmediato.
Las partes son el ser inmediato sobre las cuales la fuerza del ser en sí actúa.
En ambos casos, la fuerza es extrínseca al todo y las partes.
Pero la fuerza no es algo extrínseco al todo, esto es, al ser en sí, sino que es su propia
naturaleza.
El todo, el ser en sí, es la fuerza.

384
Tampoco es algo extrínseco a las partes.
Las partes son la fuerza.
La fuerza que es el ser en sí del todo es solicitada por la fuerza que es el ser de las partes.
Es, por tanto, una fuerza pasiva.
Hay un empuje de la fuerza que solicita sobre la solicitada. Es su extrinsecación.
La fuerza que solicita es activa.
La fuerza que solicita está también en la solicitante; es el otro de la misma que está en ella
misma.
Por lo tanto, la fuerza solicitada a su vez solicita a la otra que la solicite.
Esta última es también pasiva.
La fuerza solicitada ejerce un empuje sobre la solicitante. Es su extrinsecación.
La fuerza solicitada es activa.
La fuerza se exterioriza en su extrinsecación porque también es interior.
La exteriorización de la fuerza es inmediatamente su interiorización.
Lo notable en la concepción de Hegel es la identificación que hace del ser con la fuerza.
(Aquí cabría el ejemplo de la relación entre campo y partícula.)
Relación entre lo interior y lo exterior.
La relación esencial tiene, por último, la forma de la relación entre lo interior y lo exterior.
Lo interior se determina como la forma de la esencia y lo exterior como la forma del ser.
Pero ambas tienen una base llena de contenido.
Esta base es la cosa absoluta que es la unidad de lo interior y lo exterior.
Así, la forma de la esencia y la forma del ser son lo exterior y la cosa absoluta es lo interior.
La cosa absoluta les queda extrínseca a la forma de la esencia y a la del ser.
En la cosa absoluta lo interior y lo exterior son lo mismo.
Pero en la forma de la esencia y del ser la interioridad y exterioridad son determinadas
como opuestos; es cada una inmediatamente la otra y lo es por ser ella misma.
Lo interior es exterior porque es interior.
Lo exterior es interior porque es exterior.
Lo interior es inmediatamente lo exterior.
Lo exterior es inmediatamente lo interior.
Exterior e interior son idénticos, tienen cada uno al otro en sí mismo, son el otro en sí
mismos y traspasan constantemente el uno al otro.
Exterior e interior no son sino determinaciones del ser y de la esencia.
Por lo tanto, lo que está en su esencia es por eso ser inmediato y lo que es ser inmediato por
eso mismo existe en su esencia.
La esencia y el ser son cada uno en sí mismo él y su contrario.
Esta unidad del ser y la esencia como unidad de lo interior y lo exterior es la realidad.
Hegel continúa con el examen del ser existente esencial, que es la esencia que ha surgido a
la existencia.
La realidad
Lo absoluto
La exposicion de lo absoluto.
El atributo absoluto
El modo de lo absoluto
En lo anterior Hegel llega a la determinación de la realidad como la unidad de la esencia y
la existencia.
Una vez que ha establecido la existencia de un mundo fenoménico y un mundo en sí y por
sí y de exponer la relación esencial entre esos dos mundos, Hegel pasa al estudio de la
unidad de los mismos.
Esa unidad es la realidad.
En la realidad, el mundo fenoménico y el mundo en sí aparecen como lo exterior que tienen
su base y subsistencia en la absoluta identidad indiferenciada del ser y de la esencia, que
es interior.
El mundo fenoménico y el mundo en sí son formas que tienen su base y subsistir en la
absoluta identidad de los mismos, es decir, en lo absoluto.
Lo absoluto es la absoluta unidad del ser y de la esencia.
Es la identidad de lo exterior y lo exterior.
Es la forma y el contenido absolutos.
Las determinaciones del ser y de la esencia tienen a lo absoluto como algo extrínseco que es
su fundamento.
Estas determinaciones tienen, por tanto, a lo absoluto como un atributo suyo.

385
Poseen el atributo de lo absoluto.
Pero este atributo de lo absoluto deviene en un simple modo, algo que desaparece con la
finitud de las determinaciones del ser y de la esencia.
Este resultado es así porque la determinación de lo absoluto ha sido extrínseca y no el
producto de su propio movimiento.
Partiendo de la identidad absoluta, lo absoluto desarrolla su actividad reflexiva y se
manifiesta en las determinaciones del ser y de la esencia.
Ahora el ser absoluto, que es la absoluta identidad del ser y de la esencia en la exterioridad,
es la propia manifestación de la absoluta identidad del ser y de la esencia en la interioridad,
que es lo absoluto absoluto.
El ser existente esencial, que es la esencia surgida en la existencia, es el ser absoluto,
manifestación de lo absoluto absoluto
El ser absoluto, manifestación de lo absoluto absoluto, es la realidad.
La realidad
Accidentalidad (contingencia) o realidad, posibilidad y necesidad formales
La realidad ha sido determinada por Hegel como el ser absoluto, el ser inmediato esencial
que es la manifestación de lo absoluto.
El ser inmediato esencial es la unidad del ser y de la esencia; sus determinaciones se
encuentran bajo la forma del ser.
El ser en sí, la esencia, es en el ser inmediato esencial una mera posibilidad.
La realidad es, por tanto, posibilidad.
La posibilidad formal es negada y se establece en la realidad la relación fundamental del ser
en sí (fundado y fundamento).
La posibilidad es ahora necesidad, es decir, está determinada a ser esencia y ha iniciado el
proceso de su constitución.
Pero la posibilidad y la necesidad son aquí meramente formales; son lo que el ser inmediato
esencial está destinado a ser pero no es aún.
Por lo tanto, la posibilidad y la necesidad tienen el carácter de la accidentalidad, de la
contingencia; el ser en sí del ser inmediato esencial es posible y no es posible a la vez, su
esencia puede ser ésta o la otra, etcétera.
La necesidad es accidentalidad y la accidentalidad es necesidad.
[La realidad es primero el ser que es la manifestación de lo absoluto.
[Esta realidad es el ser inmediato.
[El ser inmediato tiene en unidad al ser y el ser en sí (la esencia).
[El ser en sí que está en la realidad es la posibilidad.
[La realidad es posibilidad.
[La posibilidad es la determinación del ser en-sí en la realidad.
[Pero las determinaciones del ser-en-sí de la realidad tienen la forma del ser-puesto.
[Por tanto, son también no-posibles, imposibles.
[Por el mismo motivo, son posibles ellas y su contrario.
[Así, la posibilidad (es decir, el que las determinaciones sean en sí y por sí, destinadas
a ser esencia) es en la realidad meramente accidental.
[La unidad de la realidad y la posibilidad es la accidentalidad.]
[La realidad es la posibilidad.
[La unidad de la realidad y la posibilidad es la accidentalidad.
[La identidad de la realidad y la posibilidad es la necesidad.
[La accidentalidad es la necesidad.]
[Ya que la posibilidad es idéntica a la realidad, entonces las determinaciones del
en sí de ésta son inmediatamente posibles y reales y por tanto necesarias.]
Necesidad relativa, o bien realidad, posibilidad y necesidad reales
El ser inmediato esencial es también el ser que se está internando en sí mismo para
convertirse en esencia.
Bajo la forma del ser se desarrollan las determinaciones de la esencia: el fundamento, las
condiciones, etcétera.
La realidad no es ahora sólo formal sino real.
El en sí del ser inmediato esencial existe como su fundamento y sus condiciones; su
posibilidad es real.
El fundamento y las condiciones, que son el en sí del ser inmediato esencial, apuntan ya
hacia el surgimiento de la esencia a la existencia como una necesidad real.
La posibilidad real es la necesidad real.
La realidad real es la necesidad real.

386
La unidad de la accidentalidad, esto es, de la realidad en la que la posibilidad y la necesidad
son meramente formales y de la necesidad real, en la cual la posibilidad y la necesidad son
ya el fundamento y las condiciones del ser inmediato esencial, es la necesidad absoluta.
La realidad formal es existencia inmediata, accidentalidad; ella transita hacia la posibilidad
formal, que es el en sí como pura posibilidad; ésta pasa a ser la necesidad formal, es decir,
el desarrollo del ser en sí como la relación fundamental (fundamento y fundado); la realidad
formal deviene realidad real, la múltiple existencia que contiene al ser en sí como sus
condiciones de existencia, por lo que el ser en sí es posibilidad real; esta posibilidad real
avanza hacia la necesidad real que es el surgimiento del en sí a la existencia a través de la
negación de sus condiciones. El punto de partida de todo este movimiento fue la existencia
inmediata, la accidentalidad; ahora el resultado del mismo, la necesidad, vuelve a su origen,
la accidentalidad, la existencia inmediata.
Esta necesidad a la que ha llegado Hegel en su viaje especulativo es la necesidad absoluta,
la unión de la accidentalidad (realidad, posibilidad y necesidad formales) y la necesidad
(realidad, posibilidad y necesidad reales) en el ser inmediato. Así, la realidad absoluta es
aquella que es necesidad absoluta, ser absoluto inmediato que contiene la esencia como (1)
pura posibilidad, (2) necesidad formal, -relación entre el fundado y el fundamento-, (3)
posibilidad real –conjunto de las condiciones de existencia del ser en sí- y (3) necesidad real
–negación de las condiciones del ser en sí y surgimiento de éste a la existencia-. El ser
existente absoluto es simultánea y sucesivamente ser y esencia en las diversas fases de su
desarrollo, es la necesidad absoluta.
[Es decir, que cuando las condiciones están completas, la posibilidad real se convierte en la
realidad, es decir, en la esencia que ha surgido a la existencia eliminando sus condiciones.]
[Esto es, que cuando se eliminan las condiciones y la esencia surge a la existencia, la
posibilidad se convierte en realidad.]
[Porque en la realidad, en el mundo del ser inmediato esencial, las condiciones y
circunstancias del ser en sí ya no son meramente formales, sino reales, existen ya como
inmediatos. El ser inmediato esencial ha pasado del momento en que es la esencia surgida
a la existencia, sin ninguna otra determinación (en donde la realidad, la posibilidad y la
necesidad son meramente formales), al punto en que la esencia, el ser en sí, inicia su paso
a la existencia.]
Necesidad absoluta
La relacion absoluta.
La necesidad absoluta es la unión de la necesidad formal y de la necesidad real.
Es el ser que contiene sus propias determinaciones (ser determinado inmediato) y las de la
esencia en sus fases de constitución (fundamento) y de surgimiento a la existencia
(condiciones y ser inmediato esencial), todas en la forma del ser; las contiene
simultáneamente, coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente, transformándose
constantemente unas en las otras (el ser en esencia y la esencia en ser) bajo el imperio de
una férrea necesidad.
La necesidad absoluta es el ser absoluto que al mismo tiempo es reflexión en sí, esencia.
Es puro ser y pura esencia.
Es simple inmediación que es absoluta negatividad.
Es ser absoluto que es absoluta reflexión (esencia).
El ser absoluto es esencia absoluta.
El ser absoluto es una multiplicidad de existentes, de algos.
Estos son cada uno lo necesario en sí mismos.
Al mismo tiempo su relación mutua es lo accidental.
Pero como lo inmediato es al mismo tiempo reflexión, esencia, la mutua relación de los
algos es también absolutamente necesaria.
Los algos de la multiplicidad son necesarios en sí mismos, esencia, pero al mismo tiempo
son inmediatos, existentes.
Como inmediatos existentes, los algos perecen y dan lugar a un otro.
Son apariencia que es el devenir de la reflexión, el traspasar del ser en la nada.
Y son también apariencia que es el devenir del ser, el traspasar de la nada en el ser.
Esta multiplicidad de algos, el ser absoluto, es la absoluta identidad de la exterioridad y de
la interioridad, de la accidentalidad y la necesidad, de lo real y lo posible, del ser y la nada.
La identidad, mediante su negación, del ser consigo mismo en el ser absoluto que es la
necesidad absoluta en la multiplicidad de los algos, es la sustancia.
El ser absoluto es también la accidentalidad absoluta; ésta es la negación del ser absoluto
que es necesidad absoluta.

387
La accidentalidad absoluta que es la negación del ser absoluto es también sustancia.
El ser es la relación de la sustancia consigo misma como necesidad y accidentalidad, la
relación de la sustancia con sus accidentes.
El ser inmediato existente es la sustancia.
La sustancia es la necesidad (esencia) absoluta.
La relación absoluta
El ser inmediato esencial quedó determinado en todo lo anterior como la realidad que es el
ser absoluto (la absoluta unidad (identidad) de ser y esencia, de mundo fenoménico y
mundo en sí, de lo interior y lo exterior, de la forma y el contenido, etcétera) que al mismo
tiempo es la necesidad absoluta (la unidad de la necesidad formal (accidentalidad) y de la
necesidad real) y el ser inmediato esencial que contiene sus propias determinaciones (ser
determinado inmediato) y las de la esencia en sus fases de constitución (fundamento) y de
surgimiento a la existencia (condiciones y ser inmediato esencial) en forma simultánea,
coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente, trastrocándose constantemente unas en
las otras (el ser en esencia y la esencia en ser).
El ser absoluto es la necesidad absoluta.
El ser absoluto es una multiplicidad de existentes, de algos, que son lo necesario en sí
mismos y se relacionan necesariamente entre sí.
Los algos de la multiplicidad del ser absoluto son esencia y al mismo tiempo existentes
inmediatos.
Como existentes, son finitos, tienen un devenir, perecen y dan lugar a otros.
Son apariencia.
Este devenir es la reflexión de los algos, el ir de su posibilidad a la realidad y de su realidad
a la posibilidad.
Como multiplicidad de existentes inmediatos, los algos son la absoluta accidentalidad.
El ser absoluto es también la accidentalidad absoluta.
La necesidad absoluta es la accidentalidad absoluta.
El ser absoluto es la necesidad absoluta y la accidentalidad absoluta.
El ser absoluto que es la identidad consigo mismo en su negación es sustancia.
El ser absoluto como accidentalidad absoluta es igualmente sustancia.
Aquí ha vuelto Hegel, aunque sobre una base superior, al concepto de sustancia que había
desarrollado en la Doctrina del ser.
En esa parte de su argumentación, la sustancia infinita estaba determinada como el ser que
se conserva en todos los cambios del ser determinado finito, la cual posee las propiedades
más generales de la materia y existe bajo la forma del ser finito con sus propiedades
específicas. Los seres finitos, los algos son, de acuerdo con Hegel, sustancias finitas
formadas por combinaciones determinadas de la sustancia infinita.
Pero después de esto, no había nada más en el concepto de sustancia infinita establecido en
la Doctrina del ser.
Ahora que Hegel está considerando el ser inmediato esencial, el que es el resultado del
surgir de la esencia a la existencia, vuelve a aquella noción primitiva y le agrega nuevas
determinaciones.
Además de una materia con propiedades generales que se manifiesta en los seres finitos
con cualidades específicas, la sustancia es también lo siguiente:
–la unidad entre el mundo fenoménico y el mundo en sí, el todo y las partes, la fuerza y su
extrinsecación, lo interior y lo exterior, el ser y la esencia y el incesante trastrocarse de los
unos en los otros;
–la necesidad absoluta, es decir, la posibilidad y la necesidad formales (accidentalidad) y la
posibilidad y la necesidad reales (necesidad absoluta); esto comprende las determinaciones
del ser y las de su internación en sí mismo para producir su esencia y las de la esencia y las
de su surgimiento a la existencia, todas ellas existiendo simultánea y sucesivamente y
trocándose las unas en las otras;
–la sustancia finita, la accidentalidad absoluta, o sea, la multiplicidad de algos, cuyo existir
es el devenir, el surgir a la existencia, el perecer y el dar lugar a otros algos;
–y todo esto existiendo en una materia universal con propiedades generales que se
manifiesta en la sustancia finita de los seres determinados que poseen cualidades
específicas.
El ser inmediato existente es, por tanto, ser absoluto, necesidad absoluta y accidentalidad
absoluta; es sustancia (infinita y finita).
La sustancia es ella misma y sus accidentes.
La sustancia se relaciona consigo misma en su negación.

388
La relación absoluta
La relación de la sustancia consigo misma es la relación absoluta.
La relación absoluta es la última relación entre el ser y la esencia.
La relación de sustancialidad
La relación absoluta es primero la de sustancialidad.
La sustancia es la unidad del ser y la esencia.
La sustancia como unidad del ser y la esencia es el aparecer y el ser puesto de ellos.
El aparecer es la sustancia.
El aparecer son los accidentes.
El aparecer que es la accidentalidad es el devenir (el surgir y el perecer), de los accidentes
como el paso de la posibilidad a la realidad.
Es, por tanto, el aparecer, en el algo inmediato, de las categorías del ser y las
determinaciones reflexivas.
Este movimiento del aparecer de la sustancia en los accidentes es producido por la potencia
de la sustancia.
Es una potencia creadora que hace surgir los accidentes del ser en sí y de la posibilidad de
otros accidentes.
También es una potencia destructiva porque para hacer surgir los accidentes tiene que
destruir aquellos de los que proceden.
La relación de causalidad
La relación absoluta es, en segundo término, la relación de causalidad.
La sustancia, como potencia creadora, produce los accidentes, es la causa de los mismos.
La sustancia al producir los accidentes se pone a sí misma como efecto.
La sustancia que es potencia creadora es ella misma causa y efecto.
La causalidad formal
La causa es lo originario y el efecto lo derivado.
La sustancia como potencia absoluta expone al ser en sí en el accidente; por lo tanto es la
causa del mismo.
El accidente en el que es expuesto el ser en sí de la sustancia es el efecto.
La sustancia como potencia es la necesidad; la causa es la necesidad.
El efecto es también necesario porque la causa lo es.
En consecuencia, el efecto no contiene nada que no se halle en la causa ni esta nada que
no esté en su efecto.
Esto constituye la identidad de la causa con el efecto.
En la identidad de la causa y el efecto la causa se apaga en el efecto y éste se apaga con la
causa.
Lo que queda es ser inmediato, al cual le es extrínseca la relación de causalidad.
La relación de causalidad determinada
En lo anterior, Hegel tomó en consideración la relación de causalidad entre la sustancia y
los accidentes, a la cual denominó causalidad formal.
En lo que sigue dirigirá su atención a la relación de causalidad en los accidentes mismos.
En la causalidad formal se llegó al punto en el que causa y efecto son idénticos.
Pero al ser idénticos quedan extrínsecos al contenido que son los accidentes, en él se
agotan.
Sin embargo, la causalidad se reconstituye en los accidentes que ahora son independientes
y libres de la causalidad formal.
El accidente, que es sustancia finita, es causa porque es el en sí de otro accidente que de él
ha de surgir y es al mismo tiempo efecto porque ha surgido de otro accidente que es su
causa.
Pero la naturaleza de causa y efecto también puede repartirse entre los accidentes que
coexisten.
Así, de acuerdo a su forma, un accidente es causa y otro es efecto.
De esta manera, son dos accidentes distintos la causa y su efecto.
Los accidentes que son uno causa y otro efecto, son cosas con múltiples determinaciones.
Son la sustancia finita causal.
En los accidentes tienen por tanto, la causalidad extrínseca a sí mismos pero también la
tienen en sí mismos.
La primera es la causalidad de la sustancia infinita y la segunda la de la sustancia finita.
La causalidad está también presupuesta en los accidentes.
Acción y reacción

389
Frente a la causalidad de la sustancia infinita, los accidentes, que son la sustancia finita,
son una sustancia pasiva; son el efecto que tiene una causa extrínseca, en la potencia de la
sustancia infinita.
Pero al mismo tiempo, esa sustancia pasiva posee una potencia [violencia] propia por la que
ejerce una acción sobre otra sustancia finita; por tanto, la sustancia finita que es pasiva
frente a la sustancia infinita es activa frente a otra sustancia finita, que es pasiva. La
sustancia finita activa es la causa y la sustancia finita pasiva el efecto.
La sustancia finita que es pasiva es al mismo tiempo activa y como tal actúa sobre la
sustancia que actuó sobre ella, que ahora es sustancia finita pasiva.
Ante la acción de la sustancia finita activa, la sustancia finita pasiva ejerce una reacción
sobre aquella.
La acción recíproca
Hay una relación de acción recíproca entre sustancias finitas que son cada una la unidad
de sustancia pasiva y sustancia actuante.
La acción de la sustancia finita activa es la causa; la sustancia finita pasiva recibe la acción
como un efecto; este efecto provoca la reacción de la sustancia pasiva que es una acción
sobre la sustancia finita primeramente actuante; la causa es así causa de sí misma y el
efecto, efecto de sí mismo.
Los accidentes son sustancias finitas que son pasivas y activas al mismo tiempo y entre las
que hay una relación de causalidad de acción recíproca.
Estas sustancias finitas que son los accidentes son independientes de la sustancia infinita
que es su causa formal; son libres porque han quedado desligadas de su causa formal y de
la necesidad de la causalidad formal; la necesidad se ha elevado a libertad.
El ser inmediato esencial existente se ha determinado, al final, como una sustancia
absoluta que es en sí misma sustancia infinita, activa, que es la causa formal y sustancias
finitas pasivas que son el efecto de aquella y entre las cuales hay una relación de
causalidad real por la que son activas y pasivas al mismo tiempo y existe entre ellas una
relación de acción recíproca.

390
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