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Centro de Estudios del Socialismo Científico

Publicación de teoría marxista leninista


Núm. 3, mayo de 2011

CAPITALISMO MODERNO,
cRISIS Y REVOLUcIÓN PROLETARIA
C O n T enIdO
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Capitalismo moderno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Crisis y revolución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

REVISTA MARXISTA es una publicación del Centro de Estudios


del Socialismo Científico,

D.R. © Centro de Estudios del Socialismo Científico.

DIREcTOR GENERAL
Gabriel Robledo Esparza

COORDINADOR EDITORIAL
Miguel Ángel Sánchez J.
cescedit@prodigy.net.mx

Hecho en México
PRESENTAcIÓN

El Centro de Estudios del Socialismo Científico fue fundado a inicios de la


década de los años ochenta del siglo pasado por un grupo de estudiosos del
marxismo leninismo.
La formación teórica de sus integrantes se basaba totalmente en los tex-
tos clásicos y no, como era costumbre de la época, en interpretaciones sim-
plificadoras de los mismos. En materia de economía marxista, por ejemplo,
su estudio se hacía en los tres tomos de El Capital, que en aquel entonces
eran terra ignota para la generalidad de los “teóricos” marxistas de nuestro
país. Lo mismo sucedía con las teorías de la lucha de clases, la revolución
proletaria, el partido revolucionario, la implantación y construcción del so-
cialismo, etcétera, para cuya comprensión acudíamos a los planteamientos
originales de Marx, Engels, Lenin y Stalin, principalmente.
Asimiladas en lo fundamental las tesis clásicas del marxismo leninismo,
intentamos encauzar nuestra acción hacia la práctica y para ello busca-
mos en el amplio espectro de organizaciones autodenominadas marxistas
leninistas aquella que, por tener su base teórica en los clásicos, debería por
fuerza orientar correctamente su actividad política hacia el desarrollo de la
revolución socialista en nuestro país.

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Sin embargo, para nuestra sorpresa, absolutamente ninguna de las orga-
nizaciones autonombradas marxistas leninistas existentes en aquella época
en México había cumplido con el prerrequisito necesario para la realización
de la revolución socialista en un país dado: el análisis de la naturaleza del
régimen económico ahí existente mediante la utilización del modelo teórico
configurado por Carlos Marx en su obra mayor El Capital y, al contrario,
todas hicieron suyas las tesis que sobre el carácter del capitalismo mexica-
no sostenían la fracción liberal de la burguesía y la pequeña burguesía; por
necesidad, su actividad práctica se centraba en sacar adelante, en nombre
de la clase obrera, las reivindicaciones de un sector de la burguesía y las de
la pequeña burguesía.
Al seguir la conexión exterior de esas concepciones burguesas y pequeño
burguesas que mantenían las organizaciones supuestamente revolucionarias,
llegamos a su fuente original: el propio movimiento comunista internacional.
El Partido Comunista de la Unión Soviética, por definición proveedor de
la línea táctica y estratégica de la lucha revolucionaria internacional, a par-
tir de su XX Congreso, en el cual condenó a Stalin, aunque sin nombrarlo,
delineó una vía de la revolución, desde luego obligatoria para sus agencias
en los distintos países capitalistas, que tenía como eje rector la subordina-
ción de la lucha del proletariado a los intereses de la fracción radical de
la burguesía media y a los de la pequeña burguesía. Las tesis del Partido
Comunista soviético constituían una violación flagrante de los pronuncia-
mientos clásicos de Marx, Engels, Lenin y Stalin sobre la materia.
Los países socialistas habían entrado en una etapa de su existencia en
la cual en el régimen económico ahí existente se produjo una restauración
de formas capitalistas de producción (descentralización de las empresas,
estímulo material para la producción, crecimiento del mercado, etcétera) y
paralelamente a ello la capa superior de los trabajadores (burocracia esta-
tal, técnicos, científicos, trabajadores calificados, etcétera) se convirtió en
una clase social específica que usufructuaba los medios e instrumentos de
producción y ejercía la explotación, mediante la relación trabajo asalariado-
capital, de la gran masa de los trabajadores soviéticos. Todas estas trans-
formaciones en el régimen soviético fueron presentadas como el resultado
necesario de la evolución del socialismo hacia una fase más alta de su exis-
tencia y su formulación teórica fue considerada como un enriquecimiento
del concepto marxista leninista del socialismo. Desde luego que de lo que se
trataba era de una revisión simple y llana de la noción del régimen socialista
sostenida por la teoría marxista.

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Después de que hubimos encontrado en el propio movimiento comunista
internacional las mismas desviaciones del marxismo-leninismo por noso-
tros apreciadas en los grupos y Partidos presuntamente marxistas leninistas
nacionales, y una vez que llegamos a la conclusión de que aquellas eran la
fuente de éstas, nos quedó suficientemente claro que un verdadero movi-
miento revolucionario marxista leninista nacional e internacional tendría
que ser por fuerza completamente independiente de todas esas corrientes
revisionistas.
De igual manera, quedó en evidencia que la labor inmediata de los co-
munistas no podía ser otra que el quehacer teórico, mediante el cual se
podría desentrañar la naturaleza de la fase actual del capitalismo, la ley
interna que rige este régimen económico-social, lo que permitiría determi-
nar exactamente las características que en ella debería tener la lucha del
proletariado.
En primer lugar, era necesario reivindicar el carácter científico del mar-
xismo leninismo. Para ello había que volver a las tesis originarias de los clá-
sicos y despojarlas de todas las adherencias que el sucio manejo del revisio-
nismo les había dejado. Un terreno especial de recuperación teórica era el
del método científico. La labor teórica de Marx y Engels tuvo como su base
de sustentación el método científico de la dialéctica materialista y ésta, a
su vez, la riqueza intelectual de la dialéctica hegeliana, expuesta magistral-
mente por Hegel en su Ciencia de la Lógica, especialmente en las secciones
“La doctrina del ser” y “La doctrina de la esencia”. Toda la argumentación
teórica de Marx y Engels tiene su fundamento en el esquema hegeliano de
la dialéctica del ser y de la esencia. Por lo tanto, para considerar científica-
mente la fase actual del capitalismo se imponía la necesidad de volver al mé-
todo originario del marxismo, la dialéctica hegeliana puesta sobre sus pies.
Pertrechados con ese instrumento teórico era entonces posible y necesario
analizar críticamente la totalidad del fenómeno del surgimiento, desarrollo
y extinción del régimen capitalista y el reflejo teórico radical de este proce-
so, esto es, la doctrina del marxismo leninismo, para distinguir las distintas
fases por las que han discurrido y el camino de su necesaria evolución.
A lo largo de más de 3 décadas el cESc ha realizado un extenso análisis de
la realidad y perspectivas del movimiento comunista internacional desde
un punto de vista científico; el resultado de su trabajo ha quedado expuesto
en la obra “Capitalismo moderno y revolución” que esta organización ha
editado. Las principales tesis que en este libro se contienen las proponemos
ahora en este Congreso en la primera de nuestras ponencias.

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Entre otros muchos otros temas, el cESc ha desarrollado ampliamente el
relativo a las crisis económicas y su relación con la revolución proletaria.
En la década de los años 90 del siglo pasado publicó un trabajo denominado
La crisis del capitalismo mexicano y hoy en día centra sus esfuerzos en la
composición de un texto sobre la crisis financiera internacional de 1997-
2010 y la revolución proletaria, que pronto saldrá a la luz pública, de la cual
exponemos hoy aquí un resumen.
Saludamos fraternalmente a quienes como nosotros pugnan por man-
tener viva la bandera del marxismo-leninismo y los invitamos a sumarse
a la tarea impostergable de desarrollar exhaustivamente la teoría de la re-
volución, obra tan vasta que sólo un nutrido grupo de pensadores puede
realizar.

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CAPITALISMO MODERNO

Los países de Europa oriental vivieron, a partir de 1989, una acelerada trans-
formación: los gobiernos llamados socialistas o comunistas que en ellos exis-
tían fueron derrocados y en su lugar se establecieron regímenes que se dedica-
ron a la conformación de una estructura política como la que tenían los países
capitalistas, al desarrollo de la producción para el mercado, a la restauración
franca y abierta de la propiedad privada y a la consolidación de las relaciones
capitalistas de producción que de todo esto brotaban necesariamente.
Aunque se presentaba como una floración intempestiva, la vuelta al mo-
delo capitalista de los países de Europa oriental era el resultado de un largo
proceso histórico.
En la Rusia soviética, el socialismo ahí instaurado desde 1917 alcanzó
el punto superior de su existencia durante la década de los años cincuenta:
la producción era casi en su totalidad colectiva, la economía, sujeta a una
dirección centralizada mediante un plan único, crecía aceleradamente con
base en una pujante industria pesada y el trabajo era un deber moral que
tenía por objeto la satisfacción de las necesidades de la colectividad.
El socialismo se extendió a todos los países que habían quedado bajo la
tutela de Rusia cuando ésta los liberó de las garras del fascismo. Se formó
así un sistema de países socialistas.

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Desde esa alta cima, el socialismo (que correspondía a grandes rasgos al
concepto marxista de esta formación económico-social, aunque, como vere-
mos después, sólo en su aspecto formal) inicia su ineluctable declinación.
La economía y la sociedad soviéticas, ante el empuje de una fuerza incon-
tenible que el mismo socialismo había creado, empezaron a sufrir cambios
significativos. El socialismo se había instituido con el propósito de satisfa-
cer las necesidades individuales de los trabajadores, por lo que se mantuvo
vivo en la sociedad socialista el interés individual como el fin último del
desarrollo; este interés fue el elemento disolvente del régimen socialista.
Aunque en el socialismo soviético se había abolido la propiedad privada so-
bre los medios e instrumentos de producción, sin embargo quedó intangible
la propiedad privada del obrero sobre sí mismo.
El propio desenvolvimiento venturoso del socialismo dio lugar al nacimien-
to de un grupo social, procedente de la clase de los trabajadores y que incluía
a los dirigentes del Partido y a los técnicos y científicos, que era de hecho el
conductor de la economía y de los procesos sociales; por contrapartida, la
gran masa de los obreros quedó confinada al trabajo físico y al trabajo mental
más simple y rutinario. Se conformaron de tal suerte dos grupos antagónicos:
una burocracia que comprendía a los cuadros superiores del Partido y a los
técnicos y científicos de procedencia obrera y una numerosa clase trabajado-
ra que estaba excluida de la dirección del proceso productivo.
La burocracia naciente intentó de inmediato convertir la administración
de la economía en la propiedad sobre los medios e instrumentos de produc-
ción; la cruenta lucha de Stalin tuvo como razón última de ser la defensa de
la propiedad colectiva de los primeros embates de la burocracia obrera.
Para la década del 60, la burocracia soviética era ya de facto propietaria de
los medios e instrumentos de producción y había organizado la descentraliza-
ción de las empresas, la propiedad por grupos y la autogestión e introducido
de una manera muy amplia las relaciones mercantiles y el estímulo material.
La propiedad colectiva y la planificación centralizada fueron definitivamente
sustituidas por nuevas formas de propiedad y dirección de la economía.
La clase obrera soviética, por su parte, quedó sujeta a la explotación de
esa nueva clase dominante surgida de su seno. La relación entre la burocra-
cia y la clase obrera soviética era simple y llanamente la del trabajo asalaria-
do: aquella se nutría del trabajo excedente extraído a ésta.
La nueva forma de organización económica que se implantó en la URSS
tendía ardorosamente hacia la restauración plena del capitalismo; sin em-
bargo, como la base del poder de la burocracia era precisamente esa forma

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específica de organización económico-política en la que no había un retor-
no definitivo a la propiedad privada sino sólo un estado de transición hacia
ésta desde la propiedad colectiva, entonces la clase poseedora refrenaba por
todos los medios a su alcance la fuerza que movía al régimen soviético hacia
el capitalismo.
Dos tendencias contradictorias se instalaron dentro de la clase dominante
soviética: una, que cuidaba del mantenimiento del estado de cosas existente,
si acaso introduciendo en él modificaciones graduales, y otra que procuraba
el apresuramiento de las medidas liberalizadoras para llevar rápidamente el
régimen soviético hacia el capitalismo, aunque esta última ocultaba sus ver-
daderas intenciones escudándose en un supuesto socialismo democrático
y humanista, en el que quería transformar al “socialismo estalinista gris y
opresor”. Estas dos fuerzas fueron las que, asentadas sobre los firmes ci-
mientos de la explotación de trabajo asalariado, determinaron por décadas
la dialéctica del desarrollo del régimen soviético.
Advirtamos que un sector de la clase gobernante soviética defendía algo
que ni por asomo era el socialismo; se trataba, como hemos visto, de una
degeneración de ese régimen social que había adquirido una forma sui gé-
neris del capitalismo y que tenía un soporte en la explotación de los obreros
soviéticos y la acumulación de capital. El otro sector —que escondía sus
apetitos tras la propuesta de la humanización del socialismo mediante la
exaltación del individuo, lo que a fin de cuentas es el verdadero fundamento
del régimen burgués— era el abanderado de la rápida implantación del ca-
pitalismo del tipo existente en el mundo occidental.
Los demás países pertenecientes al campo soviético también vivieron el
cambio del socialismo a un capitalismo embozado. Las relaciones entre
ellos y Moscú pasaron de la cooperación y la ayuda mutua a la explotación
y la dominación por el oso imperialista.
En los países que giraban en torno a la Unión Soviética se formaron igual-
mente dos corrientes dentro de la clase imperante, pero aquí la disidencia
tuvo manifestaciones más radicales que la acercaron peligrosamente a la
completa restauración capitalista y se enriqueció con la inclusión en sus
filas de artistas, escritores, filósofos, etcétera que dieron a su lucha una au-
reola de poesía y romanticismo. En otros casos, la oposición incorporaba a
sí a la misma clase obrera.
Lo sucedido en Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia y Polonia fue ejem-
plo de la potencialidad tan grande de esa tendencia y de la reacción airada
del centro del imperio para evitar su desmembramiento. Más de un intento

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de las fuerzas reclamantes de enseñorearse de esos países, volverlos al capi-
talismo típico y desintegrar el sistema del que eran parte fueron brutalmen-
te reprimidos por el ejército ruso.
A mediados de los ochenta, Gorbachov se puso a la cabeza de los contes-
tatarios al iniciar desde el gobierno la fase de regreso definitivo de la econo-
mía y la sociedad soviéticas al capitalismo.
Como era de esperarse, tal decisión dio un gran impulso a la corriente
antagónica en los otros países del sistema. Todo el año de 1989 está lleno
de movimientos políticos en la mayoría de los países del este europeo que
confluyen en la deposición de los gobiernos denominados comunistas y en
el acceso al poder de los líderes discrepantes, quienes de inmediato se dan a
la tarea de poner en obra sus reivindicaciones más sentidas, cuyo eje rector
lo es la restauración de la propiedad privada capitalista. La insurrección de
las fuerzas contradictoras en las naciones sojuzgadas por Moscú, a su vez
alentó a los impugnadores del régimen en el interior de la propia Unión So-
viética, quienes arrebataron el poder a Gorbachov y se lo entregaron a Boris
Yeltsin. La antigua URSS se desintegró y en su lugar surgió una Mancomu-
nidad de Naciones que, sin obstáculo al frente, han entrado por una ancha
calzada al proceso de plena restauración capitalista.
Debemos dejar bien establecido que las transformaciones habidas en los
países nombrados socialistas no tienen como contenido la derrota del socia-
lismo, porque éste había dejado de existir en esas naciones desde finales de
los años 50; se trataba únicamente del hundimiento de una forma específica
del capitalismo que se denominaba a sí mismo socialismo y comunismo y
como tal pasaba a los ojos del mundo. De igual manera, lo que ha empeza-
do a reemplazar al capitalismo especial existente en Europa oriental no es
ningún “socialismo democrático” ni algún híbrido colocado entre los dos
sistemas, sino el capitalismo típico del mundo occidental.
Esta situación ha sido interpretada de varias maneras. La izquierda del
mundo occidental, poseída de una cándida estulticia, saludó entusiasta-
mente estos acontecimientos, pues los consideró como la entrada de lleno
de esos países a lo que ella llamaba “socialismo humanista”. Por fin, aquel
socialismo triste y despótico iba a adquirir un rostro humano.
Por una explicable inversión ideológica, la izquierda veía en el capitalismo
específico existente en los países de Europa oriental a un régimen verdadera-
mente socialista, aunque gravado con una herencia estalinista que no le per-
mitía pasar a una forma superior, más democrática; en la disidencia, avan-
zada del capitalismo occidental, encontraba a los paladines de la democra-

10 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


cia socialista, del socialismo humanista (utopía ésta a la que aspiraban por
igual, en las décadas pasadas, la pequeña burguesía de los países capitalistas
y la oposición de las naciones antiguamente socialistas antes de volverse des-
caradamente pro-capitalista y que excluía tanto a la gran burguesía como a
la burocracia obrera y preconizaba el reinado del individuo como tal).
Muy pronto, sin embargo, su voz tuvo que enmudecer ante una realidad
abrumadora: por lo que los sublevados bramaban como ciervos sedientos
era por la propiedad privada capitalista.
Otra corriente de pensamiento echó también las campanas al vuelo, aun-
que por un motivo diferente. Partiendo del mismo supuesto que la izquier-
da, es decir, de la reputación del capitalismo encubierto existente en Eu-
ropa oriental como una forma determinada del socialismo, pero a la vez
comprendiendo exactamente la naturaleza pro-capitalista de los grupos que
encabezaron la rebelión, arribaron al convencimiento de que el derrumbe
de los regímenes “comunistas” o “socialistas” era la prueba palpable del
fracaso del socialismo marxista y estimaron confirmado su viejo prejuicio
del carácter antihumano de este sistema social. La naturaleza humana, vul-
nerada por la dictadura socialista, dijeron, se ha sublevado por fin para
demandar a la historia que corrija su terrible desviación y le reintegre los
atributos que le ha expoliado, sobre todo su valiosa libertad individual. El
capitalismo clásico, sazonado con algunos rasgos humanistas, es el que se
acomoda perfectamente a la naturaleza del hombre. Para ellos no quedaba
duda alguna de la historia había decretado la muerte del socialismo.
A pesar de todo, los principios del socialismo marxista tienen ahora ma-
yor actualidad que nunca. Lo que ha concluido su ciclo vital es esa grotesca
deformación, a fin de cuentas una variedad de la ideología burguesa, que los
teóricos de Europa oriental hicieron pasar impunemente, por muchos años,
como el socialismo marxista.
Desde sus escritos de juventud, Marx definió con una precisión meridia-
na la esencia del régimen de producción capitalista.
En su trabajo En torno a la crítica de la filosofía del derecho,1 escrito en
1844, Marx sostiene ya que en la clase de los proletarios del régimen capi-
talista se da la pérdida total del hombre, es decir, la negación absoluta de su
naturaleza humana y en ellos mismos debe surgir la necesidad de su recu-
peración mediante la actividad práctica revolucionaria. En un famoso texto

1
Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París. Contenido en: Carlos
Marx, Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época”, traducción del
alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalvo, S. A., 1967, México, D. F., pp. 3-15

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posterior, en La Sagrada Familia,2 Marx determinó lo que es la esencia del
régimen de producción capitalista: la aniquilación de la naturaleza humana
en el proletariado moderno y lo que debe ser, conforme a la dialéctica del
fenómeno, el resultado del movimiento revolucionario: la recuperación, a
través de la lucha de los trabajadores, de esa naturaleza perdida. En los
Manuscritos económicos-filosóficos de 1844,3 que constituyen el guión de
una obra que jamás fue escrita definitivamente, Marx manifiesta que en
la relación trabajo asalariado y capital el trabajador es un ser espiritual y
físicamente deshumanizado; el capital es la forma enajenada que adopta la
naturaleza humana del trabajador; el trabajo engendra al capital como su
naturaleza enajenada y el capital produce al trabajador como un ser despo-
jado de su naturaleza humana. Esta mutua implicación tiene un desenlace
conforme a lo siguiente: la separación entre el trabajo y la naturaleza huma-
na llega al punto en que ésta ha sido arruinada por completo y convertida
absolutamente en su contrario; es aquí en donde ambos polos se exigen acu-
ciantemente y no pueden continuar existiendo sin lograr su unión. Marx ob-
tiene la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe
resolverse, de acuerdo a las premisas establecidas, mediante la superación
de la enajenación del trabajo a través de la reapropiación de su naturaleza
humana por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo es el contenido
del socialismo y del comunismo.
En El Capital,4 su obra clásica de madurez, Marx desentraña las formas
que adopta el trabajo en la sociedad capitalista y su relación con la natura-
leza del hombre. La producción de plusvalía absoluta y relativa, la maquini-
zación e intensificación del trabajo, etcétera conducen a la culminación de
la deshumanización del trabajador iniciada desde la época de la disolución
de la comunidad primitiva. El capital desposee al obrero de todas sus capa-
cidades humanas y se las apropia para sí; el ser humano así disociado de su
naturaleza esencial queda sujeto a un movimiento en el cual todos sus pro-
cesos orgánicos, todos sus órganos y funciones entran en una pendiente de
desgaste, descomposición, atrofia y degeneración que tiene como resultado
la devastación de las características biológicas de la especie.

2
Marx, Carlos, Federico, Engels, La sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, traducción
del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalvo, S. A., 1967, México, D. F., pp 100-
102.
3
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977,
México, D. F.
4
Marx, Carlos, El capital, Crítica de la Economía Política, 3 tomos, Versión del alemán por Wenceslao
Roces, Fondo de Cultura Económica, tercera edición, México-Buenos Aires, 1964.

12 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


En el consumo masivo, resultado y condición de existencia del capital en
su etapa superior, el trabajador, llevado de la mano por el capital, se prosti-
tuye a sí mismo y pone en sobre tensión sus órganos y procesos orgánicos
para desarrollar un cúmulo de necesidades individuales exacerbadas y ob-
tener una satisfacción magnificada de ellas bajo la égida del principio del
placer. Se completa así la deshumanización del trabajador.
Lo que existe en el mundo occidental y que ha cobrado rasgos más defini-
dos en los países de Europa oriental desde 1989, es el capitalismo, que entra
así en una fase de desarrollo desbocado ahora que fue removido el obstá-
culo que representaba la forma primitiva del capitalismo existente en las
naciones del bloque soviético. De lo que se sigue que el proceso de deshuma-
nización de la especie, sufrido en primer lugar por su nervio vital que es la
clase de los trabajadores, continuará en ascenso de una manera acelerada.
La situación a que está llegando la clase obrera moderna corresponde fiel-
mente a aquella que Marx consideraba, desde sus primeros escritos, como
la premisa de la revolución.
La historia, esa vieja calladamente hacendosa, ha querido hacer las cosas
cuidadosamente; decidió llevar hasta sus últimas consecuencias la deshu-
manización de los trabajadores para después colocarlos frente a esa caricatu-
ra de sí mismos en que han quedado convertidos a través de la explotación
directa del capital y de la exaltación de sus necesidades individuales; reco-
nociéndose como la encarnación de una monstruosa degeneración de la
especie humana, deberán tomar conciencia de la necesidad de subvertir el
orden actual y establecer, ahora sí definitivamente, el socialismo y el comu-
nismo, en donde primero se recuperará la naturaleza humana del hombre y
luego se dará libre curso a sus enormes potencialidades.
El destino de la revolución que el proletariado actual se verá obligado a
realizar es el establecimiento del socialismo y su posterior evolución hacia
el comunismo, tal y como Marx y Engels lo previeron en sus elaboraciones
teóricas iniciales.
El comunismo es, para Marx, desde ese temprano esquema de 1844, la su-
presión de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de produc-
ción y la del obrero sobre sí mismo, la reapropiación de la naturaleza humana
de la especie, la reivindicación de la producción y el consumo colectivos y la
abolición de las necesidades individuales como el motor de la producción.
Así, nos dice en los Manuscritos..., en el comunismo, supresión positiva
de la propiedad privada:
—el hombre produce al hombre,

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—el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez
la existencia de otro hombre, es decir, es un objeto social [colectivo]
—el carácter social [colectivo] es el carácter total del movimiento,
—el hombre crea a la sociedad y la sociedad crea al hombre,
—la actividad y el consumo son sociales [colectivos],
—la apropiación de la naturaleza es social [colectiva],
—la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana
en la sociedad [colectividad],
—la naturaleza se convierte en hombre en la sociedad [colectividad],
—la existencia individual es directamente actividad social [colectividad],
—la conciencia individual es directamente conciencia social [colectiva],
—la conciencia social es la forma teórica de la comunidad real
—la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una ma-
nera total a través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír,
olfatear, gustar, sentir, pensar, juzgar, percibir; todas las cualidades del
ser individual son órganos directamente sociales [colectivos] que se re-
lacionan de una manera humana con el objeto,
—se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas,
—se realiza la conversión de todos los sentidos en subjetiva y objetiva-
mente humanos,
—se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u
hombre objetivo al convertirse el objeto en objeto social [colectivo],
—el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad
[colectividad],
—todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierte
en sus objetos,
—las fuerzas esenciales del ser humano, que están constituidas por la
estructura industrial, se volverán humanas en sociedad [colectividad].
El desarrollo de la industria —condicionado por el desarrollo de las
ciencias naturales— ha preparado la emancipación humana, aunque
directamente y en forma preponderante les ha correspondido consu-
mar la deshumanización.
El socialismo y el comunismo, a donde la revolución proletaria que viene
ha de arribar, deberán tener, por una necesidad histórica, las características
que Marx les asigna en los Manuscritos...; su fundamento lo será la supre-
sión implacable de la individualidad de los integrantes de la sociedad y la
implantación de una verdadera colectividad.

14 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La teoría marxista, de acuerdo a lo que hemos visto, tiene plena vigen-
cia en los días que corren; la realidad del capitalismo coincide totalmente
con el concepto que de ella se ha formado la doctrina de la revolución. Sin
embargo, esta teoría ha sido por completo desplazada, desde hace muchos
años, de la base social que la debe llevar a su materialización, es decir, de la
intelectualidad pequeño burguesa y de las capas superiores del proletaria-
do, y ha quedado reducida a una escondida existencia en los anaqueles de
las bibliotecas.
En las circunstancias descritas, la labor de los revolucionarios consiste
en tratar de explicarse teóricamente, como premisa para su acción práctica,
todo el proceso que aquí hemos señalado esquemáticamente del nacimiento
del socialismo, su declinación y la necesidad de su reaparición en una forma
superior y definitiva.

Estado actual del socialismo y


de la revolución socialista internacional

La moderna clase obrera internacional está dotada de una conciencia y una


organización burguesas; su actividad política consiste en sacar adelante las
reivindicaciones de un sector de la burguesía en contra de otro; no posee
una conciencia y una organización revolucionarias ni despliega una lucha
que tenga como finalidad el derrocamiento del régimen burgués y la instau-
ración del socialismo; ella se encuentra por completo sometida a la domina-
ción ideológica y organizativa de la burguesía.
Los pocos Partidos de occidente que aún se llaman a sí mismos comu-
nistas, o que de algún modo declaran al marxismo-leninismo como su base
doctrinaria, son partidos de la oposición burguesa. No constituyen, por tan-
to, ni por su naturaleza lo podrían ser, el instrumento para realizar la tarea
de dar conciencia revolucionaria al proletariado internacional, organizarlo
y dirigirlo hacia la consecución del poder y la construcción del socialismo.
La teoría revolucionaria —el marxismo-leninismo— ha sido derrotada,
desalojada de sus posiciones y primeramente sustituida por el revisionismo
y posteriormente por una doctrina franca y abiertamente burguesa.
En los países antiguamente socialistas se constituyó una forma degene-
rada del socialismo que al mismo tiempo era una estructura capitalista sui
generis; en los días que corren, la mayoría de estas naciones están entrando
de lleno al camino de la restauración total del capitalismo.

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El sistema de países socialistas ya no existe y su lugar lo ha tomado un
grupo de naciones que cada vez se integran más al sistema mundial del ca-
pitalismo.
La revolución socialista mundial ha sido vencida y regresada a su punto
de partida y el capitalismo, bajo una forma u otra, ha extendido de nuevo su
dominación, con fuerza centuplicada, sobre todo el planeta.
Esta situación descrita cierra toda una fase de existencia de la revolución
mundial durante la cual el progreso de la teoría y el movimiento revolu-
cionarios del proletariado, que desembocaron en la revolución socialista
internacional y en la formación de un sistema de países socialistas, produjo
necesariamente su propia negación.
La tarea de los revolucionarios es intentar comprender la naturaleza de
la etapa actual de la revolución, para lo cual deben aplicar a su estudio el
instrumento cognoscitivo por excelencia del marxismo-leninismo: la dialé-
ctica materialista.
Con la sorpresiva eclosión del capitalismo en los países del este europeo,
el revisionismo fue expulsado de una parte de sus antiguos dominios; ya que
en el período previo la mayoría de los partidos comunistas occidentales se
habían convertido en partidos pequeño burgueses o burgueses de izquierda
que se despojaron sin rubores de su vestimenta revisionista y adoptaron
una ideología abiertamente burguesa, el revisionismo quedó reducido a una
rareza ideológica que tiene su campo de acción en unos cuantos países y en
unos pocos partidos de todo el mundo.
Sin embargo, el revisionismo ha dejado una herencia nefasta; en sus di-
versos tipos, por decenios, pasó ante los ojos de todo el mundo como la ver-
dadera teoría del marxismo-leninismo y con ese carácter fue anatematizado
por la nueva primavera del capitalismo en Europa oriental. De tal suerte, el
revisionismo ha seguido ganando batallas después de muerto.
Utilizar los elementos de la teoría del marxismo-leninismo para dilucidar
el significado de la etapa actual de la revolución mundial exige necesaria-
mente la crítica despiadada de ese pesado cuerpo muerto que es el revi-
sionismo, la reivindicación de los principios fundamentales del marxismo-
leninismo y su desarrollo creador para aplicarlos a la revelación de la natu-
raleza de la fase presente de la revolución.

16 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Esquema de la dialéctica del ser
y la esencia del régimen capitalista

En forma esquemática, podemos decir que el régimen capitalista y su esen-


cia han pasado por las siguientes etapas:
a) Gestación del ser del capitalismo durante el régimen feudal. El capitalismo
es la esencia negativa del feudalismo.
b) Primer período de vida del ser del capitalismo. Comprende desde su naci-
miento hasta la terminación de la segunda guerra mundial.
(a) Época del capitalismo de libre cambio. El capitalismo se constituye
como ser determinado inmediato y produce su fundamento como su
esencia positiva. La esencia positiva del capitalismo está escindida
en dos polos: el polo positivo integrado por la burguesía y su comple-
mento ideológico y el polo negativo formado por el proletariado y los
elementos intelectuales que le corresponden en el régimen burgués.
La relación entre estos dos polos es de unidad y lucha; la negatividad
del segundo de ellos alcanza su máxima intensidad en esta relación y
da lugar al desarrollo de la lucha del proletariado, que llega incluso a
la insurrección armada y a la momentánea conquista del poder (Pa-
rís: 1848 y 1871), y al de los elementos intelectuales correspondientes
a esa lucha, que están englobados todos en las doctrinas del “socia-
lismo utópico”; sin embargo, el contenido y la forma del movimiento
obrero son en esta época de carácter eminentemente burgués, no van
más allá de las determinaciones del ser del capitalismo y su resulta-
do es el perfeccionamiento del régimen burgués, su elevación a una
fase superior de su existencia.
La agudización de la negatividad del polo negativo tiene también en
este período otra consecuencia: las determinaciones negativas del
ser determinado se reflejan en sí mismas y traen al mundo la teoría
de lo que es el otro en el que el capitalismo ha de transformarse y de
las condiciones para que esto suceda. Nace así la teoría revolucio-
naria, que tiende desde el primer momento a unirse al movimiento
obrero con el fin de llevarlo a ser un movimiento revolucionario que
desemboque en la instauración del socialismo, es decir, en el surgi-
miento a la existencia de la esencia negativa del capitalismo.
(b) Época del capitalismo monopolista. En esta época continúa en ascen-
so el desenvolvimiento del ser determinado del régimen capitalista
y de su esencia positiva. El movimiento obrero crece y se organiza

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 17


en torno a la lucha por las demandas inmediatas de los trabajado-
res; la teoría revolucionaria empieza a fusionarse con el movimiento
obrero organizado y dirige a los proletarios en su lucha cotidiana, a
la vez que prepara las condiciones para conducirlos a la conquista
del poder. La negatividad del polo negativo se exacerba, por un lado
al ser llevada la explotación de los trabajadores, bajo la forma de la
vulneración de sus condiciones de existencia, hasta los extremos de
un exterminio físico masivo y, por el otro, al provocar con esto la
rebelión generalizada de la clase obrera en contra del orden burgués
con la finalidad de evitar esa exterminación; la negatividad exaltada
da lugar a que las determinaciones del ser del capitalismo se reflejen
en sí mismas y se produzca entonces un avance en la teoría revolu-
cionaria, una fusión más íntima de ésta con el movimiento obrero,
la conquista por éste del poder político y la instauración de la forma,
pero sólo de la forma, del otro del régimen capitalista, del socialismo.
Se establece así en Rusia el primer régimen del socialismo formal.
Esta forma del socialismo implantada en Rusia da impulso al de-
sarrollo del ser determinado y de la esencia positiva del capitalismo
en los países del sistema capitalista, con lo cual crece en ellos la
negatividad de su polo negativo; el capitalismo, a su vez, reobra so-
bre la forma que su otro ha adoptado, el socialismo formal. De esta
dialéctica resulta la transformación de todo un grupo de países del
este en naciones en las que también impera el socialismo formal; se
estructura así un sistema de países formalmente socialistas.
c) Segundo período del ser del régimen capitalista. La relación entre el capi-
talismo y la forma de su esencia negativa hace surgir un resultado doble:
por una parte, en los países capitalistas el polo negativo inicia el tránsito a
un nivel superior de su existencia en el cual la explotación del proletaria-
do se debe manifestar rotundamente como la anulación de la naturaleza
humana (descomposición y degeneración de todos sus órganos y proce-
sos orgánicos por medio del trabajo maquinizado y la satisfacción en un
alto grado de las necesidades individuales (no humanas) del sector de la
aristocracia obrera) y por la otra, en el sistema del socialismo formal la
forma socialista empieza a ser reabsorbida por su contenido capitalista,
por lo que esos países entran en un proceso, primero de degeneración
del socialismo formal y luego de restauración definitiva del capitalismo
típico (formal y materialmente).

18 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


A partir de la caída de los regímenes degenerados del socialismo formal
en Europa del este se inicia una fase de desarrollo incontenible del ser deter-
minado del capitalismo a todo lo largo y lo ancho del planeta. Este nuevo y
poderoso impulso a que se ve sometido el régimen capitalista ha de derivar,
por necesidad, en la culminación del proceso de anulación de la naturaleza
humana, de tal manera que el polo negativo adquiera su máxima negati-
vidad y procree los elementos materiales de su esencia negativa, del nuevo
régimen social, del socialismo, el cual tendrá ahora sí una existencia tanto
formal como material.
La explotación capitalista tiene dos aspectos fundamentales: uno que se
deriva de las formas de producción de plusvalía absoluta y otro que tiene
su origen en los métodos de producción de plusvalía relativa. En una pri-
mera etapa de existencia del capitalismo predomina el primer aspecto, el
cual se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades individuales
de los obreros; esta situación genera, en contrapartida, la lucha por lograr
la satisfacción de las mismas; con base en este aspecto de la explotación se
desarrolló la primera aparición del socialismo, que se constituyó como la
forma del nuevo régimen social pero que conservaba el contenido del régimen
anterior.
Este contenido lo eran precisamente las necesidades individuales de los
trabajadores (último reducto de la propiedad privada), las cuales continua-
ron siendo el fundamento del régimen formalmente socialista.
En su desenvolvimiento, el socialismo formal dio un fuerte impulso a
su contenido capitalista, el cual adquirió tal fuerza que rompió aquella en-
voltura socialista y se dio primero una forma sui generis del capitalismo y
posteriormente adquirió la forma clásica del capitalismo occidental.
El propio desarrollo de la forma del socialismo hizo pasar a la esencia del
régimen capitalista a una etapa superior. En ella cobra una mayor impor-
tancia el segundo aspecto de la explotación y se manifiesta una tendencia a
que ésta se realice a través de la satisfacción en un alto grado de las necesi-
dades individuales de las capas superiores del proletariado, lo cual implica,
necesariamente, una monstruosa intensificación del trabajo; el consumo
desenfrenado y el trabajo intenso dan un poderoso impulso al proceso de
descomposición y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los
trabajadores, a la anulación de su naturaleza humana.
De esta naturaleza superior de la esencia del capitalismo brotan necesa-
riamente los elementos materiales del nuevo régimen social.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 19


La esencia positiva del régimen capitalista produce la materia (el conte-
nido) del polo negativo de la esencia negativa.
En primer lugar, en su forma superior, la esencia del capitalismo lleva a la
más terrible degeneración y descomposición de la naturaleza humana en el
proletariado: por otra parte, conduce a una monstruosa exaltación de la in-
dividualidad, la cual es precisamente el vehículo para la absoluta anulación
de las capacidades naturales de la especie.
En segundo lugar, esa enorme depauperación a que se ve reducido el pro-
letariado en la etapa superior del desarrollo de la esencia del capitalismo
habrá de obligar a la intelectualidad pequeño burguesa (que también se ve
sometida a la anulación de sus capacidades humanas por medio de la exal-
tación desmesurada de su individualidad) a reconocerse como una grotesca
caricatura de ser humano y reivindicar y desarrollar la teoría revolucionaria
con el fin de llevarla hasta el interior de la clase obrera para darle concien-
cia de la forma superior que adopta la explotación en esta última etapa de
capitalismo y de la necesidad imperiosa de realizar la revolución socialista.
Este proletariado consciente constituirá el contenido material del polo ne-
gativo de la esencia negativa. Su característica fundamental será que habrá
echado fuera de sí el contenido que aún conserva durante la primera apari-
ción del capitalismo: el agente de la revolución, el proletariado, habrá anula-
do su individualidad y será, en la lucha, un ser eminentemente colectivo.
Este polo negativo de la esencia negativa, plenamente constituido como un
elemento que material y formalmente pertenece a la nueva organización so-
cial, desarrolla la forma más alta de su negatividad y plantea la lucha frontal y
decisiva contra el polo positivo, es decir, contra la burguesía, para expulsar de
la existencia al régimen capitalista y hacer surgir plenamente el socialismo.
El socialismo, en su segunda aparición histórica, tendrá así una naturale-
za acabada, completa, será lo que es tanto formal como materialmente. No
habrá entonces ni la más remota posibilidad de regresar hacia el capitalis-
mo: el socialismo se implantará en toda la faz de la tierra y se abrirá enton-
ces el anchuroso camino que lleve a la humanidad al comunismo.
A la par con la aniquilación de la forma del socialismo marxista ocurrida
en los últimos años de la década del cincuenta del siglo XX, se originó la mo-
derna revisión de la teoría del marxismo leninismo.
El revisionismo moderno fue la ideología del capitalismo sui generis que
se estableció en los países de Europa oriental después de la caída, sanciona-
da oficialmente por el XX Congreso del PcUS, en 1957, del socialismo formal.

20 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Este revisionismo moderno continuó siendo la ideología del tipo de capi-
talismo existente en los países que se llamaban a sí mismos socialistas hasta
que en el otoño de 1989 fueron derrocados los gobiernos de esas naciones.
Con el “socialismo real” (una forma específica del capitalismo) se de-
rrumbó también su complemento ideológico que era el revisionismo. Este
había sido declarado oficialmente como la forma superior del marxismo-
leninismo, por lo que su derrota se consideraba también la de esta teoría.
Los revolucionarios modernos tienen la obligación de desligar absoluta-
mente el marxismo-leninismo de esa caricatura suya que fue el revisionis-
mo soviético, el cual paladinamente se hacía pasar por una forma superior
de esa doctrina, y desarrollarlo creadoramente con la finalidad de aplicarlo
a las condiciones actualmente existentes.
La teoría marxista-leninista detuvo abruptamente su desenvolvimiento
cuando el socialismo marxista fue derrotado, inmediatamente después de la
muerte de Stalin; de ahí en adelante, hasta 1989, fue sometido a un proceso
de metamorfosis por el cual, debajo de la apariencia de la teoría revolucio-
naria, se fue deslizando un contenido capitalista que desplazó finalmente la
esencia de la teoría revolucionaria; en su última fase de existencia, el revi-
sionismo adquirió la forma que le correspondía, es decir, la de la ideología
del sector II de la burguesía y de la pequeña burguesía internacionales y sólo
conservó el nombre (usurpándolo, por tanto) de la teoría revolucionaria.
En vista de todo esto, para reivindicar el marxismo-leninismo es absolu-
tamente necesario hacer la crítica del revisionismo y llegar de esta manera
a la esencia misma de las tesis revolucionarias; con este instrumento teórico
en las manos, será posible acometer la tarea histórica de elucidar la natura-
leza de la fase actual del desarrollo capitalista, en la cual se produjo el naci-
miento, la declinación y muerte del socialismo formal, y las características
de la nueva etapa de existencia de ese régimen social que se ha inaugurado
con el desmoronamiento del “socialismo real” en Europa del este, para, de
esta manera, determinar la labor que corresponde a los revolucionarios en
el proceso de reinstauración del socialismo, ahora también en su carácter
material, en la sociedad humana.
Como un prerrequisito para este desenlace histórico es imperioso reivin-
dicar la teoría revolucionaria mediante su rescate de la asfixia por ese cuer-
po muerto que es el revisionismo, la vuelta a sus formulaciones originales y
su desarrollo creador de acuerdo con las nuevas condiciones de existencia
del capitalismo.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 21


Reivindicar la teoría revolucionaria requiere abordar el estudio de la
constitución de sus elementos fundamentales, clásicos.
Lo primero; es necesario estudiar sus antecedentes en las explicaciones
que los mismos Marx y Engels hicieron en algunos de sus escritos y pasar
más tarde al análisis de las primeras formulaciones de esa teoría hechas por
estos autores en sus trabajos iniciales.
Posteriormente, se debe acometer el examen, en los textos de los teó-
ricos de la revolución, del concepto de “naturaleza humana”, porque este
es el punto de apoyo de la noción de la esencia del régimen de producción
capitalista como la anulación absoluta de la naturaleza específica del ser
humano, la degeneración y descomposición de los procesos y órganos de los
trabajadores.
El estudio concienzudo de la “Lógica” de Hegel, con un especial énfasis
en la doctrina de la esencia, ya que ahí se encuentra formulado de una ma-
nera precisa el proceso de tránsito del ser determinado a su otro, del cual a
fin de cuentas el paso del capitalismo al socialismo no es sólo un caso espe-
cial, es también una tarea inaplazable de los revolucionarios.

22 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


CRISIS Y REVOLUcIÓN

LA cRISIS FINANcIERA INTERNAcIONAL


DE 1997-2010 Y LA REVOLUcIÓN PROLETARIA

La teoría de la contradicción

El punto de partida teórico para el estudio de las crisis es la determinación de


los elementos que en ellas intervienen como los polos de una contradicción.
Explica Marx que la posibilidad de las crisis del régimen capitalista se
encuentra ya en la naturaleza misma de la mercancía y en el proceso de su
intercambio.
La mercancía es la unidad de características antitéticas: valor de uso y
valor de cambio, trabajo abstracto y trabajo concreto, trabajo social y tra-
bajo individual, forma relativa de valor y forma equivalencial, mercancía
y dinero, medio de cambio y valor de uso, medida de valores y medio de
circulación, y su proceso de cambio es también la unidad de procesos anta-
gónicos: transformación de mercancía en dinero (M-D venta) y de dinero en
mercancía (D-M compra), compra y venta.
En el proceso de circulación, el capital industrial recorre movimientos
antitéticos y adquiere funciones también contradictorias: discurre sucesiva-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 23


mente por los ciclos del capital-dinero, del capital productivo y del capital-
mercancías y en ellos se encuentra simultáneamente; en ese fluir, también
adopta continuamente las formas funcionales contrapuestas: capital dinero,
capital productivo y capital mercancías y se halla en ellas al mismo tiempo.
El capital global se sustantiva en las esferas de negocios específicos que
son el capital bancario, el capital industrial y el capital mercantil, los cuales
son también antagónicos.
Los dos grandes procesos sociales del régimen capitalista son la produc-
ción y el consumo; ellos integran también una contradicción.
El capital social se escinde en dos grupos fundamentales: el sector I, que
produce medios de producción, y el sector II, que produce bienes de consu-
mo; estas dos ramas son también los polos de una contradicción.
El movimiento total del capital se realiza teniendo como eje del mismo
la existencia de una tasa media de ganancia; ésta rige las relaciones entre la
oferta y la demanda globales, la acumulación con alta composición orgáni-
ca y la acumulación con baja composición orgánica, la acumulación y des-
acumulación de capital y la expansión de la producción y la valorización;
cada una de estas relaciones son los extremos de una contradicción.
El sistema internacional del capitalismo se compone de grupos de países
que forman unidades de contrarios: países capitalistas que producen me-
dios de producción de tecnología moderna, la misma tecnología de punta,
servicios financieros complejos, bienes de consumo sofisticados, etcétera;
naciones que producen materias primas, energéticos, alimentos, etcétera; otras
más que producen manufacturas de diverso tipo, en gran medida bienes de
consumo. Las relaciones entre los distintos grupos de países son las de los
extremos de una contradicción.
En un trabajo publicado por el cESc1 se ha reivindicado la Lógica de Hegel
como el instrumento cognoscitivo por excelencia del marxismo.
En su obra cumbre, Hegel desarrolla la naturaleza de la contradicción.
La contradicción de los polos consiste en que forman una unidad en la cual son in-
dependientes entre sí y se excluyen porque cada uno contiene en sí mismo al otro.
Lo positivo es la absoluta contradicción. Al poner la identidad consigo mismo
por medio de la exclusión de lo negativo se convierte a sí mismo en negativo. Al
excluir lo negativo éste queda libre y es exclusivo también. Lo negativo excluye a
lo positivo; lo pone como su otro que lo excluye. Por lo tanto lo engendra como
su otro.

1
Robledo Esparza, Gabriel, La Lógica de Hegel y el Marxismo, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2008.

24 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Lo negativo es la absoluta contradicción. Lo negativo excluye a lo positivo y se
convierte a sí mismo en positivo. Al excluir a lo positivo éste es independiente y
excluye de sí a lo negativo. Al excluir a lo negativo lo pone como su otro que lo
excluye. Por lo tanto lo engendra como su otro.
La absoluta contradicción de lo negativo es al mismo tiempo la absoluta con-
tradicción de lo positivo.
La esencia es la contradicción absoluta. Es la unidad de los polos independien-
tes en donde ellos se excluyen mutuamente porque cada uno tiene al otro en sí
mismo y se convierte en el otro de sí mismo. En esta mutua exclusión se engen-
dran mutuamente como su otro exterior.
La contradicción entre los polos positivo y negativo es absoluta porque cada
uno de ellos además de contener a su contrario en su interior se convierte en él
constantemente y de esta manera se refuerza su independencia del otro. Al ex-
cluirse mutuamente se engendran mutuamente como dos polos absolutamente
independientes.
La esencia es la contradicción solucionada. Al excluirse mutuamente y engen-
drar a su otro fuera de sí mismos a través de su propia conversión en su otro, los
polos positivo y negativo se eliminan a sí mismos, cada uno se transfiere en sí
mismo a su contrario. Cada uno se elimina en sí mismo y se engendra a sí mismo
en su otro. Esta es la contradicción solucionada: en su mutuo excluir los polos
se engendran como otros; pero al mismo tiempo, en ese mutuo excluir que es un
engendrarse como otros, se engendran a sí mismos en su otro.
La contradicción absoluta se soluciona porque al excluirse los polos como ab-
solutamente independientes se engendran a sí mismos en su contrario. La inde-
pendencia se trueca en su mutua complementación.2

El régimen capitalista está estructurado por varias contradicciones que se


desarrollan conforme al modelo que hemos estudiado en el punto anterior.
No consideraremos ahora la contradicción fundamental entre capital y
trabajo; por el momento solamente atenderemos a las que se presentan en
el proceso de circulación de las mercancías y del capital y en el movimiento
del capital en su conjunto.
Esas contradicciones a que nos referimos discurren de la misma manera
en que hemos visto desenvolverse a los contrarios en el modelo general de
la contradicción.
Las relaciones de los polos pasan alternativamente por las fases de plan-
teamiento de la contradicción y solución de la misma y este movimiento en-
tre ellos se resuelve en el paso a etapas superiores de existencia del régimen
capitalista.

2
Robledo Esparza, Gabriel, obra citada, pp. 226-227.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 25


El fundamento de las contradicciones que estamos examinando se en-
cuentra en la naturaleza de la mercancía, que es el producto típico del régi-
men de producción capitalista.

Las contradicciones de la mercancía

En el primer tomo de El Capital, en los tres primeros capítulos de la primera


sección, estudia Marx las principales características de las mercancías.
—La primera determinación de la naturaleza de la mercancía es que está
formada por dos factores antitéticos: valor de uso y valor.
—La segunda es la del doble carácter del trabajo representado por ellas:
trabajo humano concreto y trabajo humano abstracto.
La relación de cambio entre las mercancías es una relación entre las ca-
racterísticas antagónicas de las mismas.
—Una mercancía es la forma relativa del valor y otra es la forma equiva-
lencial y cada una de ellas es ambas cosas a la vez.
—La cuarta característica de la mercancía es que en su materialidad cor-
pórea se expresa el carácter social del trabajo.
—Las mercancías son cada una en sí misma valores de uso y medios de
cambio.
—El mundo de las mercancías se escinde en dos: por un lado el dinero y
por el otro el resto de las mercancías.
—El proceso de cambio de la mercancía se realiza a través de dos fases
antitéticas: M-D y D-M
—La mercancía dinero es mercancía y signo de valor.
—La mercancía dinero tiene dos funciones primordiales antagónicas: es
medio de circulación y es materialización absoluta de riqueza; en la
primera función es un perpetum mobile, en la segunda se inmoviliza
como tesoro.

Las contradicciones en el proceso de


circulación del capital industrial

El proceso cíclico del capital industrial individual se desarrolla a través de


contradicciones entre los ciclos particulares que lo componen, las diversas

26 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


fases de que cada ciclo consta y las distintas formas funcionales que el ca-
pital asume.
Marx ha descrito, en el tomo II de El Capital el proceso cíclico de los capi-
tales industriales individuales en el punto en que sus contradicciones están
solucionadas, es decir, cuando la continuidad y la unidad de los ciclos, las
fases y las formas funcionales se han establecido.

El proceso cíclico del capital industrial y las crisis

La contradicción absoluta, la discontinuidad y la disyunción, no tienen aquí


para el capital individual un origen interno, sino externo. Como parte del
ciclo del capital global, el capital individual puede ver entorpecida su circu-
lación en cualquiera de sus ciclos, fases o formas funcionales debido a que
se dificulta o se detiene el paso fluido de uno a otro por los obstáculos que la
interrupción y la dislocación de aquel le imponen.
El ciclo del capital-dinero se verá obstaculizado e incluso se paralizará
bajo la forma dinero, en la fase D-M (Dinero-Mercancía), si no existen en
el mercado los medios de producción y la fuerza de trabajo suficientes o si
sus precios han sufrido alteraciones sustanciales. Igualmente, si las mer-
cancías producidas no se venden, cualquiera que sea la causa de ello, en-
tonces no se realizará en toda su extensión la fase M-D’ (Mercancía-Dinero
incrementado) del ciclo de ese capital, el cual se mantendrá bajo la forma
de mercancías invendidas, ya sea en parte o en su totalidad. Los ciclos del
capital productivo y del capital-mercancías del capital individual se verán
afectados igualmente por las dificultades con que la realización de las fases
D-M y M-D’ se encuentre.
La suma de los ciclos de los capitales industriales individuales es igual al
ciclo del capital industrial total; éste consta de dos momentos que se impli-
can y se niegan mutuamente: el de la contradicción solucionada, que es la
situación en la cual los ciclos, las fases de los ciclos y las formas funcionales
del capital industrial total se engendran y se excluyen mutuamente en un
proceso fluido que presiden la unidad y la continuidad y el de la contra-
dicción absoluta, en la que los ciclos, las fases y las formas funcionales del
capital industrial se interrumpen y se dislocan, en donde los contrarios se
excluyen pero no se complementan, pues, al igual que en el caso del capital
individual, las fases D-M y M-D’ se realizan imperfectamente o no se produ-
cen en lo absoluto.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 27


El desarrollo del capital industrial total, que es el núcleo en torno al que
gravita toda la organización del régimen de producción capitalista, se da
a través de la alternación de esos momentos señalados: la contradicción
se exacerba y se plantea en sus términos excluyentes; la contradicción se
aplaca, se soluciona y se establece la complementación de los contrarios.
La contradicción se soluciona a través de su exacerbación y se exacerba a
través de su solución.
Todas las contradicciones que se presentan en el proceso cíclico del capital
industrial total tienen su origen en la forma de organización de la sociedad ca-
pitalista, la cual se basa en la existencia de productores privados independientes
de mercancías y en la que por fuerza la producción y la venta de los productos
son mutuamente excluyentes y sólo alcanzan su unidad en el terreno oscuro del
mercado a través de las acciones ciegas de productores y compradores.
Las alternaciones de los momentos del ciclo del capital industrial total
pueden ser tranquilas, darse en pequeños pasos, o, por el contrario, si la
contradicción se exacerba en exceso, serán verdaderos saltos, crisis de me-
nor o mayor envergadura.
La crisis comprende la exacerbación extrema de las contradicciones del
ciclo del capital industrial total y la violenta reconciliación de las mismas.
Como más adelante veremos, el capital, una sustancia con vida propia, se
desplaza presidido por los movimientos de la tasa general de ganancia. De
esta manera, guiados por su hambre insaciable de ganancia, los capitalistas
llevan las contradicciones del ciclo del capital industrial total hasta su más
alto nivel y generan necesariamente las condiciones para el surgimiento y
desarrollo de la crisis.
De la misma manera, el capital bancario, que es la expresión rotunda del
móvil capitalista de la obtención ilimitada de ganancias, contribuye sus-
tancialmente a que la exaltación de las contradicciones del ciclo del capital
industrial sea llevada a niveles del paroxismo y se produzcan por tanto crisis
fortísimas.
Como momentos del proceso cíclico del capital industrial total, el avance
apacible del mismo y las crisis en su desenvolvimiento se niegan y se engen-
dran mutuamente. Las crisis son, por tanto, consustanciales a la existencia
del régimen de producción capitalista.

28 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La circulación del capital global y las crisis

Las tres formas que adopta el capital global de la sociedad son el capital
bancario, el capital industrial y el capital mercantil. Se trata de tres esferas
de negocios que discurren separadamente, pero que se complementan.
El capital bancario, cuyo ciclo se expresa como D-D’ (Dinero-Dinero in-
crementado), está formado por el capital-dinero de una clase especial de ca-
pitalistas que lo utilizan para comprar y vender a los capitalistas industriales
y mercantiles el uso de capital-dinero; en esta función, el capital bancario se
entrelaza con los ciclos del capital industrial y del capital mercantil.3
El capital industrial ya fue objeto de nuestro estudio en párrafos ante-
riores. Las fases de su ciclo y sus formas funcionales están íntimamente
ligadas con las del capital bancario y las del capital mercantil; se establecen
entre ellas relaciones de complementación y oposición.
El capital mercancías, cuyo ciclo, que no está interrumpido por el proce-
so productivo P, se expresa en la fórmula D-M-D’ (Dinero-Mercancía-Dinero
incrementado), es el que una clase especial de capitalistas utiliza para rea-
lizar el proceso de la compra y venta de las mercancías hasta llevarlas al
punto final del consumo. Sus fases y formas funcionales tejen una urdimbre
con las de los ciclos del capital bancario y del capital industrial; su relación
es de exclusión y engendramiento de unas y otras.
Al igual que el ciclo del capital industrial total, el ciclo del capital global,
que se integra con los ciclos del capital bancario D-D’, del capital indus-
trial D-M (T, Mp)…P…M’-D’ (Dinero-Fuerza de trabajo y Medios de Produc-
ción…Proceso productivo…Mercancía-Dinero incrementado) y del capital
mercancías D-M-D’, discurre en dos momentos contradictorios: el de la uni-
dad y la fluida sucesión de sus fases y formas y el de la disyunción y la inte-
rrupción de su curso. La alternancia de los momentos puede ser pausada,
sin alteraciones graves, o constituir una verdadera conmoción económica,
una crisis, que entrañe una desvinculación mayúscula entre los ciclos del
capital bancario y los del capital industrial y del capital comercial y, en su
fase más alta, una sustantivación monstruosa del capital bancario que se
enfrente, absoluta y radicalmente, contra los otros sectores del capital glo-
bal, a los cuales amenaza muy seriamente con llevar a la ruina y junto con
ellos al régimen de producción capitalista.

3
Véase, en este mismo capítulo: El capital bancario y financiero, el agente decisivo de las crisis.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 29


Las contradicciones en la estructura del capital global
de la sociedad y en las relaciones entre los sectores que la forman
La contradicción entre el Sector I y el Sector II de la economía
La contradicción solucionada

En el tomo II de El Capital Marx aborda, en el capítulo XX, la definición de


los dos sectores de la economía capitalista y la determinación de las relacio-
nes entre ellos: el sector I, que produce medios de producción y el sector II,
que produce bienes de consumo.
El sector I es él mismo y su otro pues produce medios de producción
para la producción de medios de producción y medios de producción para
la producción de bienes de consumo en el volumen necesario para la repro-
ducción ampliada; el sector I excluye al sector II, es decir, se especializa en
la producción de medios de producción y al hacerlo se engendra a sí mismo
en su otro pues le proporciona los medios de producción para producir los
medios de consumo necesarios y de lujo que le permitirán reproducir a sus
capitalistas (el consumo de bienes de lujo es una condición de su reproduc-
ción) y a sus obreros en la medida que lo exige la acumulación. El sector II
se produce a sí mismo y a su otro en sí mismo; produce los bienes de consu-
mo necesarios y de lujo que requieren los obreros y los capitalistas de ese sector
para la reproducción simple y ampliada y, además, los bienes de consumo que
solicita el sector I y que le permitirán reproducir a sus capitalistas y obreros
con lo que garantiza la producción ampliada de medios de producción para
producir bienes de consumo; el sector II excluye al sector I, esto es, produce
solamente bienes de consumo y de esta manera se procrea a sí mismo en su
otro pues le suministra los elementos para la reproducción de los obreros y
capitalistas que producen medios de producción de bienes de consumo. El
sector I no sólo tiene al otro en sí mismo bajo la forma de sí mismo (pro-
ducción de medios de producción de bienes de consumo) sino bajo la forma
específica del otro: el subsector de II que produce bienes de consumo de lujo
(IIb) está integrado al sector I, forma de hecho parte del mismo y sigue la
misma suerte que aquel en el proceso de acumulación; de la misma manera,
el sector II tiene al otro en sí mismo bajo la forma del subsector de I que
produce medios de producción de bienes de consumo necesario el cual está
ligado indisolublemente al proceso de acumulación de II.
Con esto, la estructura básica del primer nivel de la contradicción esen-
cial del régimen capitalista está completa; tomándola como fundamento se
realiza el proceso de acumulación global que implica cambios en la compo-

30 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


sición orgánica del capital, movimientos de precios, flujos de mercancías,
dinero y capital, agrupamientos y luchas de clases, etcétera.
Sobre esta base económica se levanta todo un edificio de sectores y ramas
productivas y grupos de capitalistas que remata en la constitución de dos
sectores fundamentales dentro de la clase dominante, a los que tradicio-
nalmente se les llama aristocracia, oligarquía, gran burguesía, burguesía
monopolista, etcétera, a uno de ellos y burguesía nacional, burguesía no-mo-
nopolista, burguesía liberal, burguesía media, etcétera, al otro.

La contradicción absoluta

La organización básica de la economía capitalista, que aquí acabamos de


describir, es sólo un momento en el proceso de reproducción ampliada del
capital en el que rige una determinada composición orgánica del capital so-
cial; su existencia es transformarse en su contrario, es decir, en un desarro-
llo independiente de cada uno de los sectores sin engendrar a su otro en sí
ni fuera de sí. En esta nueva etapa de su existencia, el sector I se reconcentra
en sí mismo y amplía la producción de medios de producción para producir
medios de producción y bienes de consumo de lujo y reduce en la misma
medida la producción de medios de producción de bienes de consumo nece-
sarios, es decir, introduce un cambio en la composición orgánica del capital
social, en el cual reduce radicalmente la proporción en que participa el ca-
pital variable; o, el sector II se interna en sí mismo y produce en cantidades
crecientes sólo los bienes de consumo necesarios para los obreros de II y de
I y recorta en igual proporción la producción de bienes de consumo nece-
sarios y de lujo para los capitalistas, los cuales son una condición para su
reproducción y por tanto para la del capital global en su conjunto y obligan
a I a reducir la producción de medios de producción para producir medios
de producción y bienes de consumo de lujo y a aumentar la de medios de
producción de bienes de consumo necesarios, lo que significa un cambio
opuesto en la composición orgánica del capital global que eleva drástica-
mente la participación en él del capital variable.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 31


La dialéctica total de la contradicción
entre los dos sectores de la economía

La comprensión teórica de las crisis en la sociedad capitalista debe tener


como base el conocimiento de la estructura y la dialéctica interna de ese
régimen de producción.
Los dos sectores que integran al régimen de producción capitalista son el
sector I que tiene como núcleo a las empresas que producen bienes de ca-
pital y el sector II que gravita en torno a las empresas que producen bienes
de consumo.
Las relaciones entre ambos sectores se rigen por las leyes generales des-
cubiertas por Hegel acerca de la contradicción esencial.
Sector I y Sector II son dos polos que son cada uno él mismo y su otro;
el sector I contiene al sector II en su interior y éste a aquel. Cada sector se
produce a sí mismo (se afirma) y produce al otro en sí mismo (se niega). Al
producir su otro en sí mismos se constituyen como polos independientes,
completos en sí mismos que se excluyen (se niegan uno al otro). Cuando
se repelen uno al otro los polos se desarrollan independientemente, lo que
significa que se producen a sí mismos y a su otro en sí mismos; la mutua ex-
clusión es entonces engendrar al otro y producirse a sí mismos en el otro.
Enseguida estudiaremos más detenidamente la relación entre los sectores
del régimen capitalista.
Aunque formando parte de una unidad, los polos existen separadamente
uno del otro.
Suponemos que todo el movimiento se inicia en el sector I; éste, después
de un periodo de mutua complementación con II, se independiza de él, lo
que significa que aquella deja de efectuarse: el sector I no engendra a su otro
en sí mismo ni se produce a sí mismo en su otro. Esto se traduce necesaria-
mente en un crecimiento más rápido de I y en la declinación del progreso
de II.
Sin embargo, como intrínsecamente son complementarios ambos secto-
res, mientras más avanzan en su camino independiente con más fuerza se
atraen uno al otro. Si el nexo entre ambos sectores no se establece antes de
que su desvinculación llegue a su clímax, entonces la necesidad de restau-
rar la unidad alcanza su intensidad máxima y sobreviene la crisis, que es el
restablecimiento violento de la mutua complementación: el sector I vuelve a
engendrar al sector II en sí mismo y a producirse en el sector II.

32 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Es evidente que la reunión de los contrarios se puede realizar también a
través de movimientos económicos que no alcanzan la condición de verda-
deras crisis y, además, que la reconciliación de los polos opuestos implica
necesariamente cambios legislativos, políticos, etcétera, que pueden ir des-
de floridas luchas parlamentarias hasta violentas luchas de clases.
Pero aquí, en la determinación de la causa última de las crisis, sólo hemos
tomado la forma más tempestuosa en que éstas se manifiestan en el terreno
económico, cuando las fuerzas económicas se sustantivan y cobran vida
propia frente a sus elementos personales.
Hay, después de la crisis, un tiempo en el que ambos sectores se producen
uno al otro en una relación más alta de su unidad.
Posteriormente, toca al sector II, que ha sido el elemento activo en la
reinstauración de la unidad, iniciar su desarrollo independiente, el cual se
resuelve en el rompimiento de su correspondencia con I, es decir, en el no
engendramiento de su otro en sí mismo ni de sí mismo en su otro.
Se presenta otra vez el proceso de restitución de la correlatividad entre
los dos sectores implicados que puede eventualmente alcanzar las propor-
ciones de una magna crisis.
Como vimos en párrafos anteriores, el desarrollo independiente de los
sectores puede llevar al crecimiento desorbitado de uno de ellos; mientras
más independiente es y más capital acumula ese sector, más se intensifica
la fuerza que lo impele a la restauración del vínculo original con el otro; al
llegar a su punto más alto este proceso, estalla la crisis que no es sino la re-
unión violenta de los que antes habían discurrido separadamente.
Son, por tanto, dos fases complementarias aquellas a través de las cuales
se realiza la reproducción ampliada del capital social.
En la primera de ellas los sectores se relacionan a través de su exclusión
y procreación mutuas; en la segunda sólo se niegan recíprocamente. Ambas
fases se implican y se suceden una a la otra. En la existencia de esas fases
y en su dialéctica interna se encuentra el germen de las crisis; el proceso de
restauración de la unidad de los contrarios es necesario y puede ser gradual
y provocar sólo pequeñas conmociones en la estructura económica o puede
ser diferido hasta que la reunión sólo pueda lograrse por medio de una ver-
dadera crisis de más o menos grandes dimensiones. Ciertamente que, a fin
de cuentas, las pequeñas conmociones, al acumularse, se transforman nece-
sariamente en las espectaculares y violentas crisis del sistema capitalista.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 33


La antítesis entre monopolio y libre cambio

La concurrencia de los capitales desemboca necesariamente en el monopo-


lio. La producción monopolizada implica la polarización del capital social
en dos sectores fundamentales: sector I, que produce medios de producción
y de consumo de lujo y que concentra una parte sustancial de aquel y sec-
tor II que produce bienes de consumo necesario, etcétera, y que tiene una
cantidad menor del capital global. El monopolio implica también la fijación
de precios altos para los productos del sector I y precios bajos para los del
sector II.
En este caso las condiciones medias no existen como tales sino como el
promedio aritmético entre dos extremos opuestos; por lo tanto, el tiempo
de trabajo socialmente necesario, el valor comercial del producto, la cuota
media de ganancia y el precio de producción, sólo tienen el carácter de pro-
medios entre sus valores extremos en I y II. La tendencia al decrecimiento
constante de la tasa media de ganancia se manifiesta aquí como un descen-
so radical en II y un incremento desmesurado en I.
En esta dramática disyunción entre I y II se encuentra la causa última de
las crisis.
El monopolio implica a su vez la libre concurrencia. Después de un pre-
dominio más o menos largo del sector I se impone una reacción en sentido
contrario de II (basada en el desarrollo de formas de producción que incre-
menten el capital variable y, por tanto, hagan bajar la composición orgánica
del capital y con ello eleven de nuevo la tasa media de ganancia) que lleva
necesariamente al acercamiento de ambos extremos a través de la consti-
tución de unas verdaderas condiciones medias que encarnan en una rama
económica que concentra a la mayor cantidad del capital social y que está
situada entre los dos. Se forman un verdadero valor comercial y una cuota
media de ganancia real. Y así sucesivamente.
La adecuación de I a II es el resultado final de la crisis y el punto de parti-
da de una nueva fase en la cual la separación entre ambos debe desembocar
necesariamente en otra crisis.

34 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La contradicción entre el Sector I y Sector II,
fundamento de la polarización de todas las ramas,
sectores y esferas económicas y de todos los elementos políticos
e ideológicos de la sociedad capitalista en dos grandes Sectores

El desarrollo del régimen de producción capitalista es contradictorio. En


una primera fase crecen la gran industria y el gran comercio apuntalados
por un sistema bancario y financiero que se perfecciona constantemente;
el propio desenvolvimiento de este sector crea las premisas de su negación
en sí mismo y en su otro, es decir, en la pequeña y la mediana industria y
en el pequeño y mediano comercio. Al llegar a un punto determinado, el
sector I prácticamente se desboca y su crecimiento se torna desorbitado:
las instalaciones industriales se incrementan desmesuradamente, el comer-
cio aumenta desproporcionadamente y, con ellos, la banca se hipertrofia
también. Es aquí en donde el desenvolvimiento de I alcanza su clímax y a
la vez empieza su fase descendente: el núcleo de la estructura económica,
la planta industrial de I, se hace incapaz de absorber las grandes masas de
capital dinero que se acumulan en el comercio y en la banca; se forma una
plétora de capital-dinero que ya no puede ser aprovechado por la industria,
ni, por tanto, constituir elemento de la acumulación real; esta fabulosa can-
tidad de capital-dinero se convierte ahí en materia prima para la actividad
especulativa de los capitalistas, la cual se concentra en el aparato financiero
del sistema. La especulación se exacerba de tal manera que incluso el ca-
pital industrial es desafectado de su función principal y convertido en ca-
pital-dinero para alimentarla. Sobreviene entonces la crisis: la producción
se desploma, la planta industrial se paraliza, el comercio quiebra y toda la
actividad económica se centra en la especulación, a la que concurren todos
los capitalistas (incluso el Estado) y la cual se convierte en la ocupación
principal de los bancos.
En el exterior, mientras tanto, el desarrollo de I ha provocado la ruina
de la pequeña y mediana industria, del pequeño y mediano comercio, de la
banca pequeña y mediana y de los sectores estatales correspondientes. Los
recursos financieros, incluso los generados en II, se han concentrado en el
aparato financiero de I con la finalidad de apoyar el crecimiento de este
sector; el sector II, al ser despojado de dichos recursos, se ve privado de los
medios para financiar su propio desarrollo y entra en una fase de descapita-
lización aguda. Por último, en el período de especulación desenfrenada, el

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 35


sector I no sólo vulnera los intereses del sector II, sino que amenaza con lle-
var a la ruina a sus propias instalaciones industriales. La crisis se desboca.
El exceso de producción en I, da lugar a la fase descendente del ciclo:
menores precios, bajos ingresos, quiebra masiva de empresas, insolvencia
de los deudores y agotamiento definitivo de la materia prima de la especu-
lación, quebranto decisivo de los bancos, etcétera.
Surge entonces, con necesidad ineluctable, en el seno del propio régi-
men de producción capitalista y con el doble propósito de impedir su des-
trucción y de dar impulso a una nueva fase de su desarrollo ascendente, la
actividad político-económica para imponer una reordenación financiera y
económica.
Esa reordenación financiera, que puede llegar incluso, dependiendo de
la gravedad de la crisis, a la “nacionalización” de la banca (es decir, a la ab-
sorción por el Estado burgués de la función bancaria), tiene dos finalidades
esenciales, una inmediata y otra mediata: (a) impedir la ruina definitiva
de I reduciendo las funciones bancarias a sus límites “normales”, “racio-
nales” por medio de la eliminación de la especulación o, en el caso de que
ya haya sobrevenido la quiebra del sistema financiero, realizar su rescate
y evitar con ello la autodestrucción del régimen capitalista y (b) reorientar
los recursos financieros hacia II para sacarlo de su postración e impulsar
su crecimiento.
El primer objetivo, es decir, la preservación del sector I de la burguesía
implica, desde luego, la de un elemento constitutivo del régimen de pro-
ducción capitalista, y con ello la de su fundamento esencial, es decir, la
explotación del trabajo asalariado y el proceso de depauperación de los tra-
bajadores.
El segundo objetivo consiste en salvar de la ruina y llevar adelante a otro sec-
tor del régimen de producción capitalista que también tiene su base de existen-
cia, necesariamente, en la explotación y depauperación de los trabajadores.
La preservación de un sector de la economía capitalista a través de la
reducción de su desarrollo desbocado y la defensa e impulso a otro sector
de esa economía capitalista, objetivos todos de la reordenación bancaria,
tienen como resultado adecuar entre sí las partes integrantes del régimen
de producción capitalista, perfeccionándolo y llevándolo hacia metas supe-
riores de su existencia.
Las funciones bancarias no pierden ni un ápice de su naturaleza de fun-
ciones del capital, y por tanto de instrumentos de proceso de explotación y
depauperación de los trabajadores, por el hecho de que sean rígidamente

36 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


reglamentadas o pasen de manos de un sector de la burguesía a los del
Estado burgués, ni porque sean reducidas a su expresión más “racional” y
reorientadas hacia otro sector capitalista; por el contrario, estas funciones
reafirman y hacen explícita aquí su verdadera esencia de instrumentos de
explotación del trabajo asalariado.
El resultado de la reordenación bancaria (que puede llegar al extremo de
una nacionalización) debe ser, necesariamente, el perfeccionamiento del ré-
gimen de producción capitalista existente en un país y, como consecuencia
de ello, la centuplicación de la explotación de sus trabajadores.
El rescate bancario, esto es, el salvamento del sistema bancario de su rui-
na que realiza el poder público mediante la absorción de los pasivos de los
bancos, se presenta como una necesidad después de los grandes ciclos de
acumulación de I principalmente, los cuales culminan siempre con grandes
crisis financieras. La historia económica de 1840 hasta la fecha está llena de
múltiples episodios de esta naturaleza que han tenido como escenario a los
más diversos países del mundo.
La nacionalización de la banca, que significa la asunción de la función
bancaria por el Estado, es una reivindicación constante del sector II; en las
épocas de dominación del sector I tiene el sentido que hemos estudiado en
páginas anteriores y cuando predomina el sector II tiene como finalidad eli-
minar un obstáculo para su desarrollo más libre y a fondo. La realización de
esta reivindicación en una u otra etapa está sujeta a múltiples condiciones e
implica una verdadera lucha entre los dos sectores de la economía; el resul-
tado final, de acuerdo a estas condiciones y a la fuerza de los contendientes,
puede ser una nacionalización bancaria más o menos radical, es decir, que
implique un triunfo completo de II o sólo una transacción entre éste y la
burguesía financiera.
La crisis económica es la súbita y violenta reconciliación de los polos
opuestos que hasta entonces habían discurrido separadamente.
Los contrarios, en una etapa de su existencia, se complementan y se en-
gendran mutuamente; esta unidad se rompe necesariamente dando paso a
la separación y desarrollo independiente de los polos de la contradicción;
uno de ellos crece desproporcionadamente con base en la negación de su
otro y al mismo tiempo crea los elementos de su propia negación los cuales
primero tienen una vida subterránea y finalmente salen a la superficie de
una manera impetuosa produciendo una crisis.
La crisis comprende por tanto lo siguiente: a) culminación del proceso de
negación del polo opuesto y b) negación violenta del polo que ha tenido un

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 37


crecimiento desbordado, lo cual se produce dentro de un movimiento tem-
pestuoso de los elementos del régimen económico que, como fuerzas natu-
rales irrefrenables, crean una vorágine destructiva que arrasa con todo.
La crisis es el medio a través del cual se establece la unidad de los con-
trarios. Como resultado necesario de ella se produce una drástica reducción
del polo que ha crecido desmesuradamente, una reorientación de su desen-
volvimiento para que se restaure la relación de complementación y mutuo
engendramiento con su otro y un impulso al polo opuesto con el fin de que
asuma el papel dirigente en el proceso de restablecimiento de la unidad.
El desarrollo superabundante de uno de los contrarios ha significado un
salto cualitativo en su naturaleza esencial; al restituirse la unidad, esa nue-
va naturaleza superior se extiende hasta el polo opuesto completando así la
transformación radical de la totalidad del régimen económico. La crisis es en-
tonces el vehículo a través del cual aquel se eleva hacia estadios superiores.
Esta unidad y lucha de contrarios, cuya dialéctica acabamos de reseñar,
es la actividad de una sustancia con movimiento propio por completo inde-
pendiente de la conciencia y de la voluntad de los individuos. En la fase de
auge de uno de los sectores económicos éste crea los elementos teóricos y
personales que requiere para su venturosa evolución; para los economistas
y los políticos así engendrados, aparece como si ellos fueran los demiurgos y
conductores de la realidad económica porque su pensamiento y su acción,
por ella procreados, tienen en ese momento la eficacia deseada; en la fase
depresiva del ciclo son sujetos, al igual que el sector económico que repre-
sentan, a una despiadada negación y sus teorías y sus acciones se estrellan
contra una reluctante realidad, fuera por completo de control, produciendo
los efectos contrarios a los que se proponían; por último, en la fase de crisis,
son lanzados inmisericordemente al fondo del abismo por las fuerzas que
ellos consideraban haber domeñado y sometidos a un proceso de aniquila-
ción mental y moral que los convierte en verdaderos guiñapos; los otrora
altivos conductores de la realidad económica son ahora sus ignominiosos
esclavos.
Cuando después de la necesaria dominación del sector opuesto se pone a
la orden del día la restauración del sector despojado del poder por la crisis,
también se hace imperioso el resurgimiento de las doctrinas y de los hom-
bres que a él corresponden y que habían permanecido en estado de anima-
ción suspendida.
Monetarismo y librecambio por un lado y Keynesianismo con toda su
cauda de subvariedades como el Kaleckianismo y el marxismo oportunista

38 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


por el otro, desarrollo estabilizador y desarrollo compartido, conservadores
y liberales (éstos junto con todos sus aliados, los grupos y partidos de iz-
quierda) han sufrido este movimiento cíclico de ascensión a la cúspide, caí-
da estrepitosa, anonadamiento total y renacimiento de sus cenizas a que los
somete ineluctablemente el régimen de producción y que está determinado
totalmente por las vicisitudes del sector económico al que pertenecen.
El concepto que de la crisis tienen estas corrientes de pensamiento y gru-
pos políticos corresponde por completo a la situación que guardan en el ré-
gimen de producción capitalista como representantes de un sector definido
del mismo; así, para aquellos a quienes la crisis ha arrastrado a la sima des-
truyendo su obra de artificio, el fracaso de su “proyecto económico” se debe
a imprevisibles e incontrolables obstáculos exteriores (ya sean variables
económicas internas o elementos de la economía internacional), a conspi-
raciones de los líderes del otro sector económico (del “populismo” echeve-
rrista o de la oligarquía, vgr.) y, en última instancia y en un dramático mea
culpa, a errores personales en la aplicación de una política esencialmente
correcta; para los del sector opuesto, la crisis es el resultado de una política
económica contraria a los principios inmutables de la “ciencia económica”
o a los “intereses populares”, de errores personales de los gobernantes o de
obstáculos exteriores nacionales e internacionales (como las “agresiones”
del mercado mundial o de la banca internacional en contra de la economía
mexicana). En un caso se postula la justeza de una política económica que
ha sido anulada y transformada en su contrario por elementos exteriores a sí
misma; en el otro la política económica seguida es precisamente la causa di-
recta de la crisis y ésta se ha agudizado por efecto de los factores externos.

La cuota de ganancia, vehículo de las crisis


La ley del valor y la cuota de ganancia
El precio de costo y la ganancia

El valor de toda mercancía producida con métodos capitalistas es


M=c+v+p (= capital constante + capital variable + plusvalía).
El valor c + v es el equivalente del capital desembolsado. Este valor está
destinado por el capitalista a hacer revertir el capital a sus elementos mate-
riales para reiniciar el ciclo. Este valor es lo que al capitalista cuesta produ-
cir la mercancía, es el precio de costo de la misma.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 39


El precio de costo no es el costo total de la mercancía, pues éste engloba
todo el trabajo invertido en la producción, es decir, incluye también el tra-
bajo no retribuido, la plusvalía (p).
Llamando pc al precio de costo, tenemos que la fórmula original del valor
de la mercancía se transforma en la siguiente: M = pc + p, o sea, = al precio
de costo más la plusvalía, al que se denomina precio de producción.
En esta fórmula aparece como si el remanente de valor fuera un incre-
mento de todo el capital desembolsado (c + v), porque no se hace ninguna
diferencia funcional entre los elementos del mismo y se considera entonces
que la plusvalía brota tanto del capital variable como del capital constante.
Así considerada, como resultado del capital total desembolsado, la plus-
valía reviste la forma transfigurada de la ganancia.
La fórmula M = pc + p, que se derivaba de M = c + v + p, se transforma en
M = pc + g, o sea, = a precio de costo más la ganancia.
La plusvalía es un residuo de la suma total de trabajo contenida en la
mercancía después de cubrir la suma de trabajo retribuido que en ella se
encierra (precio de costo)
Este remanente guarda con el capital total una relación que se expresa
por el quebrado p/C, en la cual p es la plusvalía y C el capital total; esta rela-
ción es la cuota de ganancia.
La cuota de plusvalía medida por el capital variable (p/v) se llama cuota
de plusvalía; la cuota de plusvalía medida por el capital total desembolsado
p/C se llama cuota de ganancia. En ambos casos se trata de una misma mag-
nitud, pero medida en relaciones distintas.
Plusvalía y ganancia, cuota de plusvalía y cuota de ganancia, son tam-
bién los polos de una contradicción. Como tales, sus relaciones se rigen
plenamente por las leyes generales y particulares que hemos destacado en la
parte correspondiente de este trabajo. La contradicción se establece por el
hecho de que aunque es un mismo objeto, la masa de trabajo excedente que
el capitalista extrae a los obreros tiene, sin embargo, una doble naturaleza:
es, por un lado, plusvalía, el resultado del proceso capitalista de producción,
pero al mismo tiempo, por el otro, es ganancia, que sólo puede acreditarse
en el proceso de circulación.

La cuota de ganancia

En el régimen capitalista existe una cuota general de ganancia que rige para
todas las ramas industriales.

40 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Con base en una ganancia media preexistente, el capitalista individual,
que se mueve por el hambre insaciable de ganancia, busca tener una ganan-
cia extraordinaria, ya sea reduciendo el salario de sus obreros, alargando la
jornada o incrementando la productividad.
Cuando la cuota de ganancia de unas ramas sube a un nivel muy superior
al de la media (por una demanda inusitadamente alta) los capitales fluyen
hacia ellas y hacen que se incremente la producción de esa mercancía, baje
su precio y se reduzca la cuota de ganancia, hasta volver al punto de donde
partió. Cuando la cuota de ganancia baja a un nivel inferior al de la media
(por un exceso de oferta de la mercancía o una reducción de la demanda)
los capitales se retiran de ellas con lo cual se reduce la producción y se eleva
así la cuota de ganancia, que se acerca al nivel medio.
La cuota media de ganancia existe como el centro en torno al cual giran
las cuotas de ganancia de las distintas ramas industriales. Se impone como
el resultado del constante movimiento de compensación entre ambos ex-
tremos (cuotas altas y cuotas bajas de ganancia) y existe realmente como
tal cuando coincide con la cuota de ganancia de los capitales que tienen las
condiciones medias.
Los movimientos en las cuotas de ganancia que giran en torno a la cuota
media de ganancia permiten la realización del movimiento global del capi-
tal: producción de la cantidad socialmente necesaria de una mercancía a
través de los movimientos de la oferta y la demanda.
El móvil último de los capitalistas individuales y del régimen capitalista
como un todo es el incremento constante de la ganancia (plus trabajo obrero).
De acuerdo con esta exigencia imperiosa del régimen económico, el ca-
pital, como sustancia con vida propia, se desplaza entre las distintas indus-
trias, ramas industriales y sectores económicos en busca de la cuota más
alta de ganancia.
En este movimiento, actúa sobre las contradicciones que hemos estudia-
do y potencia en una forma extraordinaria las desproporciones y disyuncio-
nes entre sus polos, con lo que da lugar a que éstas alcancen una magnitud
enorme, y luego, a que la unidad y continuidad se restituyan mediante una
violenta tempestad económica.

Los valores comerciales y el tiempo socialmente necesario

El tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se materializa en las


mercancías producidas en las condiciones medias cuando ellas constituyen

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 41


la gran masa del producto de la rama. Se deben dar condiciones excepcio-
nales para que las mercancías producidas en las condiciones peores o mejo-
res regulen el valor comercial.
La rama de producción en la que rige un valor comercial dado está formada
por un grupo de empresas que producen la mayor parte de las mercancías de
la misma bajo condiciones medias, otro grupo que produce una parte menor
bajo condiciones inferiores (con un costo de producción más alto que la me-
dia) y otro que produce también marginalmente en condiciones superiores
(con un costo de producción más bajo que la media). Las empresas que pro-
ducen en condiciones peores, puesto que tienen que vender al precio de pro-
ducción determinado por el valor comercial y éste es menor que su valor indi-
vidual, pierden una parte de la plusvalía por ellas producida; por el contrario,
los que producen en condiciones mejores, si venden al precio de producción
obtienen una mayor cantidad de plusvalía que la que han producido.
El volumen de mercancías que se produce al precio comercial que coincide
con el precio de producción y por tanto con el valor comercial es la cantidad
de esa mercancía socialmente necesaria; es decir, el volumen de mercancías
que contiene el tiempo de trabajo global que la sociedad está dispuesta a
destinar a esa mercancía específica. Cuando la demanda de una mercan-
cía aumenta, su precio comercial sube, la cuota de ganancia se eleva y los
capitales fluyen hacia esa rama de producción; la cantidad producida se
incrementa hasta el punto en que satisface la demanda excedente. La rama
produce ahora la nueva cantidad de mercancías socialmente necesaria. Una
vez cubierta la demanda excedente, los precios comerciales bajan hasta co-
incidir con el precio de producción y a través de él con el valor comercial y
la cuota de ganancia desciende al nivel medio; en todo este movimiento el
precio de producción y el valor comercial han permanecido inalterables.
Exactamente el proceso contrario se produce en el caso de un descenso
de la demanda. Al final, la cantidad socialmente necesaria de una determi-
nada mercancía ha descendido a un nuevo nivel.
En el primer caso, el precio comercial se ha movido hacia el valor indi-
vidual más alto y atrae a esa rama capitales que de otra manera, dados sus
altos costos de producción (baja composición orgánica), no habían tenido
oportunidad de concurrir; igualmente, ese alto precio comercial habrá alen-
tado a la ampliación de la planta existente.
En el segundo caso, es el valor individual más bajo el que rige el precio
de producción, lo que obliga a los capitales de altos costos a emigrar a otras
ramas de la producción.

42 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Un incremento en la oferta tendrá el mismo efecto que una disminución
de la demanda y una disminución en la oferta el efecto contrario.
En todos estos movimientos permanecen invariables: una cuota media
de ganancia, un precio de producción y un valor comercial determinados.
Esto quiere decir que tales cuotas y valores son los centros en torno a los
cuales giran los precios comerciales, los precios de producción y los valores
individuales de las mercancías.
La dinámica interna del régimen capitalista se manifiesta en los cambios
que se producen en la oferta y la demanda y en los precios de las mercancías
en las distintas ramas y sectores productivos. El mercado es el lugar en don-
de se expresan las necesidades de todas y cada una de las ramas y sectores
económicos a través de los movimientos de los precios, los cuales reflejan la
medida de la oferta y la demanda de los distintos bienes.
Cuando se presenta una demanda más alta que lo normal de una mer-
cancía, lo cual obedece a las exigencias de la estructura interna y de la evo-
lución del régimen económico, suben los precios de la misma y la cuota de
ganancia de la rama que la produce se eleva. La cuota de ganancia más alta
atrae capital a las ramas o sectores de que se trate, la producción se acre-
cienta hasta la medida en que la demanda lo exige, los precios descienden a
su nivel anterior, la cuota de ganancia recupera su nivel previo y al final una
parte del capital social se ha desplazado al lugar en donde la dinámica del
régimen capitalista lo requiere.
Si la demanda se reduce, se da el proceso inverso: los precios caen, la cuo-
ta de ganancia baja, el capital se retira, la producción se contrae, etcétera.

La contradicción entre la oferta y la demanda


y la incubación de las crisis

Oferta y demanda son los extremos de una contradicción.


La relación entre sus extremos discurre en primer término a través de
su mutua negación y engendramiento recíproco, lo cual sucede de una ma-
nera más o menos fluida y sin interrupciones graves. Es así como Marx la
ha representado en la parte del 3er. tomo de El Capital que acabamos de
reseñar.
Pero fatalmente, la tranquila relación entre los contrarios se convierte en
una contradicción absoluta.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 43


La demanda se dispara, los precios crecen a niveles altísimos, la cuota de
ganancia se eleva desmedidamente y el capital social se traslada a chorro
lleno a la rama, ramas o sectores correspondientes.
La producción aumenta ilimitadamente, sin tener ya relación alguna con
la demanda que la originó; la sobrepasa varias veces y aún sigue creciendo,
sin que se avizore el fin de su incremento.
La sobreproducción es avivada por la especulación. Los productores ca-
pitalistas, el comercio, la banca y las finanzas apuestan a un crecimiento
ilimitado de la demanda y actúan en consecuencia, llevando la acumulación
al paroxismo; el crédito se expande de una manera incontrolable.
De la mano con la especulación vienen el fraude, la estafa, el engaño, el
despojo, etcétera, crímenes que adquieren un alto vuelo en la última fase del
proceso de acumulación desenfrenada.
Al llegar a su punto superior, la excesiva acumulación se trueca en su
contrario, en una gran desacumulación, pero lo hace de una manera rápida
y catastrófica: los precios descienden bruscamente, la cuota de ganancia
se reduce abruptamente, el capital dinero y el crédito dejan de fluir súbi-
tamente, se presenta de inmediato la quiebra de una multitud de empresas
productoras, de casas comerciales y en el caso más dramático, de los ban-
cos que tan liberalmente hicieron préstamos, es decir, en pocas palabras, se
produce la crisis.
La reducción repentina y en un gran volumen de la producción trae como
consecuencia inmediata el despido de masas de obreros y el descenso radi-
cal del salario. La sobrepoblación obrera se incrementa en una gran medida
y la miseria de la clase de los trabajadores llega a extremos desastrosos.
La desacumulación se continúa hasta un nivel muy inferior respecto del
punto en donde la producción empata con la demanda.
Desde ahí empieza el movimiento ascensional que, por último, ajusta la
producción con la demanda, lleva los precios al punto de equilibrio y per-
mite la producción de la cantidad de mercancías en la que se contiene el
tiempo de trabajo socialmente necesario.
Los extremos de la contradicción han vuelto al punto desde donde debe ini-
ciarse de nuevo el ciclo de su desarrollo, la contradicción se ha solucionado.

44 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La contradicción entre la tendencia decreciente
de la cuota de ganancia y los elementos que la frenan

El movimiento global del capital se desarrolla en dos fases que se suponen y


se engendran mutuamente: una, de acumulación con cambios hacia arriba
en la composición orgánica (aumento del capital constante mayor que el del
capital variable) del capital total de la sociedad que implica un descenso de
la cuota de ganancia y un aumento mayúsculo del capital empleado y de su
concentración y centralización y otra, en la que se detiene el aumento de la
composición orgánica e incluso se revierte y desciende en alguna medida y
en donde, por consecuencia, se frena el descenso de la cuota de ganancia. El
resultado es una cuota de ganancia que sólo baja muy lentamente, porque
sus descensos son compensados mediata e inmediatamente en alguna medi-
da por los factores que propician el aumento de la misma.
Estas dos fases del movimiento del capital global de la sociedad son los
polos de una contradicción. En la descripción que hasta este punto ha he-
cho Marx de la misma encontramos las características que Hegel atribuía a
lo que llamaba la contradicción solucionada. Los dos extremos se suponen
y se engendran mutuamente a través de su mutua negación y afirmación;
sus relaciones son fluidas y el paso de una a la otra se realiza sólo con per-
turbaciones menores.
La fase de acumulación con aumentos en la composición orgánica del ca-
pital se desarrolla aceleradamente y los elementos que contienen el descenso
de la cuota de ganancia son ampliamente superados, por lo que se presenta
un fuerte y sostenido descenso de la cuota de ganancia. El equilibrio entre
las dos fases de la acumulación se rompe y se presenta irremediablemente
la crisis que es el medio por el cual la contradicción se soluciona.
En lo que antecede, Marx ha expuesto la situación que se produce cuan-
do el polo de la acumulación con aumento en la composición orgánica del
capital crece desmesuradamente y hace descender rápida y sensiblemente
la cuota de ganancia. La sobreproducción, la especulación y las crisis, son
la secuencia necesaria de la evolución del régimen capitalista cuando se
presenta esa decisiva caída de la cuota de ganancia. En lo que sigue, Marx
nos da la explicación de porqué y cómo se presentan necesariamente la so-
breproducción, la especulación y las crisis cuando la fase de acumulación
con una alta composición orgánica se desmanda.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 45


La antítesis entre la expansión
de la producción y la valorización

La expansión de la producción en el régimen capitalista sólo tiene como lími-


tes el volumen de capital existente y la masa de obreros explotables; la valori-
zación del capital, por su parte, se enfrenta a restricciones muy concretas en
la necesaria proporcionalidad que deben guardar la producción y el consumo
en las diferentes ramas y sectores productivos y en la capacidad de consumo
de la sociedad. Mientras la producción puede crecer hasta niveles altísimos,
el consumo únicamente tiene la capacidad de aumentar dentro de márgenes
muy estrechos, por lo que se presenta una necesaria desproporción entre el
incremento de la producción y la realización de las mercancías producidas.
El incremento ilimitado de la producción se impone fatalmente al régi-
men de producción capitalista porque el descenso de la cuota de ganancia,
consustancial a la acumulación de capital, trae consigo la necesidad de una
acumulación mayor para cuando menos mantener el anterior nivel del vo-
lumen de ganancia.
En lo anterior, Marx nos ha presentado lo que sucede con el movimiento
general del capital cuando el descenso constante de la cuota de ganancia
no es compensado por los factores que normalmente lo contrarrestan y, por
tanto, se produce una acumulación muy voluminosa de capital que tiene
por objeto resarcir con el volumen de ganancia lo que se ha perdido por la
disminución de su cuota. El resultado es una sobreacumulación de capital,
una sobreproducción de mercancías, una especulación galopante y por úl-
timo la violenta crisis.
Marx explica de la siguiente manera el mecanismo de esas crisis generales:

Exceso de capital y exceso de población.


El descenso de la cuota de ganancia da lugar a que el volumen mínimo que
requiere un capital para valorizarse sea cada vez mayor. Concentración de la
producción.
Esto lleva a que una multitud de capitales que no alcanzan ese mínimo no
puedan valorizarse. Se forma una plétora de capital ocioso.
El destino de este capital no utilizado es la aventura, la especulación, com-
binaciones turbias a base de crédito, manejos especulativos con acciones y,
por ultimo, la crisis económica.
La plétora de capital se refiere al capital en el que el descenso de la cuota de
ganancia no se ve compensada por su masa y éstos son los capitales recientes,
de nueva creación.

46 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Esa plétora de capital se pone a disposición de los grandes capitalistas a
través del crédito, en donde se convierte en capital ocioso.
La plétora de capital obedece a las mismas causas que producen la sobrepo-
blación obrera.
La superproducción de capital implica la sobre acumulación de capital.
Existirá súper producción absoluta de capital cuando el capital adicional
para la producción capitalista sea = 0.
Esto es, cuando el capital aumenta en tales proporciones con respecto a la
población obrera que ya no es posible ni extender el tiempo absoluto de trabajo
ni ampliar el tiempo de trabajo sobrante rendido por esta población obrera.
Cuando el capital adicional no produjese la misma masa de plusvalía o que
incluso produjere menos que antes de su aumento:
— se presentaría una fuerte y súbita baja de la cuota de ganancia debido
al alza del valor en dinero del capital variable (a causa de la subida de
los salarios) y el consecuente descenso en la proporción entre el trabajo
sobrante y el trabajo necesario;
— una parte del capital quedaría total o parcialmente ociosa y la otra se
valorizaría a una cuota más baja de ganancia por la presión del capital
ocioso u ocupado sólo a medias;
— la baja de la cuota de ganancia estaría acompañada por una disminución
absoluta de la masa de ganancia;
— se desataría una lucha entre los capitalistas para deshacerse de las pérdi-
das y cargarlas al competidor;
— además de los nuevos capitales, quedaría ociosa una parte de los capi-
tales antiguos, pues sus poseedores los retendrían sin trabajar para no
presionar al descenso de la cuota de ganancia;
— la concurrencia se convierte en una lucha entre hermanos enemigos para
reducir la parte alícuota que en las pérdidas les corresponda a cada uno;
la fuerza y la astucia son las armas de esta guerra.
Al llegar a este punto se presenta un proceso de restauración de las antiguas
condiciones de acumulación.
Hay una inmovilización e incluso anulación parcial de capital hasta cubrir
el importe de todo el capital adicional o cuando menos de una parte de él.
La pérdida se distribuye de una manera muy desigual entre los capitalistas:
unos capitales se destruyen, otros experimentan una pérdida simplemente re-
lativa o una depreciación puramente transitoria.
El equilibrio se restablecerá mediante la inmovilización e incluso la destruc-
ción del capital en una mayor o menor medida.
Una parte de los medios de producción, del capital fijo y circulante, dejará
de actuar como capital.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 47


Una parte de las empresas se paralizará.
Los medios e instrumentos de producción dejan de funcionar como tales.
La destrucción más aguda se presenta en los valores del capital (acciones,
obligaciones, etcétera). Sus ingresos (ganancia, interés, etcétera) descienden y
con ellos el valor del principal que tomándolos como su base se calcula. [Caída
de la Bolsa, etcétera].
Una parte del oro y la plata queda inmovilizada, no funciona como capital.
El precio de las mercancías baja y con ello se deprecia el capital que represen-
tan.
La reproducción resulta embrollada y paralizada por la baja de los precios.
Estas perturbaciones en los precios afectan la función del dinero como me-
dio de pago.
Se interrumpe en cien lugares la cadena de obligaciones de pago.
Se agudiza la bancarrota del sistema de crédito.
Se llega de este modo a agudas y violentas crisis, a súbitas y profundas de-
preciaciones y a una perturbación y paralización reales del proceso reproduc-
ción, que determina su descenso.
En este punto entran en juego otros factores que conducen a la reanudación
del proceso de acumulación.
La paralización de la producción dejará ociosa a una parte de la clase obre-
ra; la parte que trabaja se verá presionada para aceptar salarios más reducidos;
la cuota de plusvalía, el trabajo excedente, aumentará entonces. Habrá un
incremento de la cuota de plusvalía.
El exceso de población que se produce en las épocas de prosperidad, presio-
na aquí también para el descenso de los salarios.
La baja de los precios y la lucha de la competencia obligan a los capitalistas
a elevar el valor individual de su producto total por encima de su valor general
por medio del empleo de nuevas máquinas, nuevos procesos, etcétera que ha-
gan disminuir la proporción del capital constante en relación con el variable.
Se incrementa la población sobrante. Se eleva la cuota de ganancia.
La paralización de la producción prepara una ampliación posterior de la
producción dentro de los límites del régimen capitalista.
Se reanuda de nuevo el ciclo.
Una parte del capital recobra su antiguo valor, se extienden las condiciones
de producción, se amplía el mercado, aumenta la capacidad productiva. (Re-
sumen del apartado 3 del capítulo XV del tomo III de El Capital)4

4
Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, tomo III, Fondo de Cultura
Económica, Tercera Edición, México, 1965, pp. 248-253.

48 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Marx ha considerado, en relación con la cuota de ganancia, tres contra-
dicciones que en su desenvolvimiento llevan al régimen capitalista a esta-
dios superiores de su existencia a través de fases de una relativamente tran-
quila implicación de sus polos y etapas de crisis más o menos violentas, en
las cuales los contrarios se niegan absolutamente.
La primera contradicción es entre producción y consumo. La cuota de
ganancia actúa como medio para adecuar la producción al consumo de
acuerdo con las exigencias del desenvolvimiento del régimen capitalista de
producción en la etapa específica de su existencia en que se encuentre.
La segunda contradicción es entre la tendencia al descenso de la cuota de
ganancia y los factores que la contrarrestan, o, lo que es lo mismo, entre la
acumulación con una composición orgánica en ascenso y la acumulación
con una composición orgánica descendente.
Por último, la contradicción entre la expansión de la producción y la valo-
rización, que es la contradicción superior del régimen capitalista de produc-
ción y, por tanto, la que lo lleva a las crisis generales más devastadoras.
El movimiento formal de los capitales —que se aprecia nítidamente en el
auge y crisis petrolera de los años 80, en la constitución y derrumbe de las
economías exportadoras de Asia y en los ciclos de la economía mexicana—
es el siguiente: un descenso constante de la oferta o una sostenida elevación
de la demanda de una mercancía (petróleo o manufacturas para el mercado
global, por ejemplo) provocan un aumento considerable y mantenido por
un largo tiempo del precio de esos bienes; la cuota de ganancia de las ramas
que los producen aumenta considerablemente sobre el nivel de la cuota me-
dia de ganancia; los capitales acuden en torrente a esta órbita de inversión,
incluso desvinculándose de otras esferas productivas; la capacidad instala-
da de esa industria crece en una medida monstruosa (además de los tradi-
cionales productores, muchos países más se convirtieron en productores de
petróleo en la década de los ochenta del siglo pasado y literalmente decenas
de países se transformaron, a partir de la década de los cincuenta, en pro-
ductores de manufacturas de exportación, hasta rematar con la última ge-
neración de los mismos que comprende a México, Brasil, Argentina, Chile,
etcétera y a la que se han ido sumando los países antiguamente socialistas);
el volumen de mercancías producidas se expande en una proporción enor-
me y los mercados se saturan de ellas; la producción, que aumenta vertigi-
nosamente, excede inconmensurablemente a la demanda estacionada o que
crece a un ritmo mucho menor.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 49


Esta desproporción mayúscula entre producción y consumo, inherente
al régimen capitalista de producción, es la causa de las crisis cíclicas que lo
estremecen hasta sus entrañas.
La crisis se caracteriza por una reducción de los precios, un descenso en
las ventas, una disminución decisiva de los ingresos de las empresas y países
productores, un descenso drástico y después la evaporación de las ganan-
cias e incluso del capital y una paralización del ciclo del capital por la cual
el capital-mercancías no se convierte en capital-dinero ni este en capital-
productivo y que lleva necesariamente a la quiebra del sistema financiero,
del comercio y de la industria.
Al final de la crisis la cuota de ganancia de esa industria ha descendido
a su mínimo nivel —muy por abajo de la cuota media de ganancia de la
economía en general— o incluso la ganancia ha desaparecido y se presenta
una desacumulación de capital. Desde este punto se inicia el proceso por el
cual, una vez que se ha destruido, simple y llanamente, una buena cantidad
de capital (trabajo obrero acumulado), remontan los precios de las mercan-
cías, suben las ganancias, se incrementa la inversión, se eleva nuevamente
la producción, etcétera, hasta que se alcanza de nuevo el nivel medio que
prevalece en la economía.
Este movimiento del capital, que lleva a la economía hasta el paroxismo
de la acumulación desenfrenada para después hundirla en las simas oscuras
y profundas de la crisis, es el movimiento de una sustancia con vida propia,
sobre la cual los individuos no tienen ningún control y a quienes, por el
contrario, arrastra detrás de sí con una fuerza irresistible; de ahí entonces
la profunda ingenuidad de quienes pretenden desarrollar una política, cual-
quiera que esta sea, para evitar el estallido de las crisis o revertir su curso
cuando ya han empezado su acción devastadora.
De qué manera la sustancia económica posee una potencia arrolladora
e incontrastable, se pone en evidencia cuando sus presuntos conductores
intentan acciones contrarias al sentido en que aquella se desplaza.
Tal cosa sucedió en la economía mexicana en los días turbulentos de sep-
tiembre de 1998, cuando el vendaval de la crisis financiera internacional la
azotó con una furia incontenible. Las reducciones del circulante, la venta
de dólares en el mercado abierto y el incremento de las tasa de interés, me-
didas cuyo objetivo era aminorar la demanda de dólares y evitar su salida
del sistema financiero nacional, tuvieron inmediatamente un efecto exacta-
mente contrario, pues produjeron el retiro del capital foráneo de la Bolsa
de Valores y con ello la caída a plomo de la misma, una enorme demanda de

50 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


dólares y una devaluación cercana al 25% (el dólar llegó a cotizarse hasta a
$10.70).
La crisis financiera internacional que se ha desarrollado desde fines de
1997 también nos ha dado un enorme catálogo de acciones presuntamente
preventivas o correctivas de los descalabros económicos, realizadas por los
mismos países sujetos a los furores de la crisis global o por los organismos
internacionales encargados de las finanzas internacionales (FMI, BM, etcéte-
ra), que fatalmente produjeron los resultados contrarios a los esperados y
sirvieron de combustible para alimentar la alta incandescencia de la confla-
gración económica.
Las crisis se pueden catalogar, de acuerdo con la argumentación de Marx,
de la siguiente manera:
1) Crisis que resultan del movimiento normal de adecuación de la oferta y
la demanda en una o varias ramas de la producción interna o global y en
los sectores fundamentales de la industria nacional o internacional.
2) Crisis nacionales o globales que tienen su origen en la relación entre la
fase de acumulación con una composición orgánica del capital alta y la
de una acumulación con una composición orgánica baja, o lo que no es
sino lo mismo, entre la fase en la que predomina la tendencia al descenso
de la cuota de ganancia y aquella en la que se imponen los factores que la
contrarrestan; en última instancia también se resuelven en una disyunción
entre la producción y el consumo.
3) Crisis nacionales o globales que se suscitan cuando la oposición entre
la expansión de la producción y la valorización llega al punto en el cual
el descenso de la cuota de ganancia no puede ser compensado ya por el
incremento de su masa, es decir, cuando hay una sobreproducción de
capital.
La crisis mundiales de 1927 y 2008 pertenecen a esta última categoría;
son crisis generales del sistema capitalista.

El capital bancario y las crisis

En el tomo II de El Capital estudia Marx la naturaleza del capital como una


sustancia con automovimiento que recorre un ciclo de vida a través del cual
se incrementa constantemente.
En este movimiento el capital adopta, sucesiva y simultáneamente, las
formas de capital dinero, capital productivo y capital mercancías.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 51


Las funciones del capital dinero están determinadas por la naturaleza
del dinero como tal y por la forma de capital que adopta en el régimen de
producción capitalista.
El dinero es materialización de trabajo abstracto; en el régimen de pro-
ducción capitalista el trabajo abstracto materializado en el dinero es trabajo
obrero excedente, plusvalía arrancada al trabajador sin retribución.
La plusvalía es extraída a los obreros en el proceso productivo, en la fábri-
ca capitalista. La extracción de plusvalía tiene como presupuesto y conse-
cuencia la creciente maquinización de la producción y ésta es el instrumen-
to a través del cual se produce la depauperación geométricamente acelerada
de la clase de los trabajadores, es decir, la degeneración y descomposición
de sus cuerpos y sus mentes, la aniquilación de su naturaleza humana.
El dinero es, por tanto, en la sociedad capitalista, materialización de tra-
bajo obrero excedente que es obtenido a través de la explotación del trabajo
asalariado.
El dinero, como materialización de trabajo abstracto, es medida de valo-
res, medio de circulación (M-D-M), materialización absoluta de valor y, por
lo tanto, medio de atesoramiento de valor y medio de pago. Estas funciones
del dinero surgen directamente de la circulación simple de mercancías.
El desarrollo de las primeras funciones del dinero trae aparejada nece-
sariamente la aparición de comerciantes en oro y plata, quienes más tarde
habrían de transformarse en los modernos banqueros.
El comerciante en metales preciosos compra oro y plata a sus producto-
res y lo vende a otros productores de mercancías, quienes pueden utilizarlos
como materia prima para la fabricación de artículos de lujo o amonedarlos
para emplearlos como dinero. En el proceso de intercambio, el comerciante
va acumulando una fortuna en metales preciosos.
El comerciante en metales preciosos se convierte en comerciante en di-
nero al servir de mediador al intercambio internacional. Los comerciantes
de un país necesitan monedas del país extranjero al que van a comerciar y,
a su vez, los comerciantes extranjeros necesitan dinero nacional para hacer
sus transacciones en el país huésped. El comerciante en metales preciosos
compra moneda extranjera y la vende a los nacionales que van a otros paí-
ses y vende moneda nacional a los comerciantes extranjeros. O bien, puede
vender a los comerciantes nacionales oro y plata en estado puro con el cual
hacer sus pagos en el extranjero. El comerciante en las mercancías oro y
plata se convierte en cambista, es decir, en comerciante en dinero.

52 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


...El negocio del cambista y el comercio de lingotes de oro y plata son de este modo
las formas primitivas del comercio de dinero y surgen de la doble función del dine-
ro, de una parte como moneda nacional por otra parte como dinero universal.5

El atesoramiento de dinero es un momento necesario de la circulación


simple de mercancías; los productores de mercancías y los comerciantes
que de ellos brotan mantienen una parte de su dinero como reserva para
hacer compras con posterioridad; además, una parte de la riqueza que ob-
tienen de la producción y el intercambio la atesoran bajo la forma de dine-
ro. Estas reservas y tesoros son depositados con los comerciantes en dinero,
quienes se obligan a restituirlas al requerimiento del depositante.
Al desarrollarse la circulación simple de mercancías y acentuarse la
disyunción entre compra y venta, los productores directos y los comercian-
tes tienen necesidad de adelantos de dinero para hacer sus compras mien-
tras refluye el dinero que han lanzado a la circulación; el comerciante en
dinero lo proporciona en préstamo, documentando éste en una promesa de
pago (letra de cambio, pagarés, etcétera).
Las funciones de depósito y préstamo de dinero, que brotan directamente
de la circulación simple de mercancías y que son realizadas por el comer-
ciante en dinero, constituyen la base de las funciones más desarrolladas de
la banca propiamente dicha.
Al profundizarse la disyunción entre compra y venta, los productores de
mercancías y los comerciantes venden sus mercancías a cambio de una pro-
mesa de pago en un cierto plazo y, a su vez, compran extendiendo a cambio
promesas de pago.
Las promesas de pago son dinero-crédito y circulan como tal haciendo
las funciones de medio de pago. Los comerciantes en dinero descuentan
esta promesa de pago a los productores y comerciantes proporcionándoles
a cambio dinero en efectivo. El comerciante en dinero, a su tiempo, hace
efectiva la promesa de pago y el dinero en efectivo revierte a sus arcas.
Estas funciones de descuento y cobro de promesas de pago, que también
brotan de la circulación simple de mercancías, es la base de un grupo de
funciones de la banca.
Los comerciantes en dinero son depositarios de las reservas de dinero de
sus clientes y, por lo tanto, hacen cobros y pagos en sus nombres; se convier-
ten en cajeros de los mismos. Esta función es también el antecedente de una
función típicamente bancaria.

5
Marx, Carlos. El Capital. Crítica de la Economía Política. Tomo III, FcE, México, 1965, p. 309

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 53


Los comerciantes en dinero concentran los depósitos, retiros, pagos, co-
bros, préstamos, promesas de pago, etcétera, de una gran cantidad de pro-
ductores y comerciantes; de esta manera muchos de los pagos, cobros, etcé-
tera entre sus clientes, son realizados por el comerciante en dinero con sólo
hacer los asientos correspondientes en los libros y compensar los créditos y
los cargos recíprocos; se ahorra así dinero en efectivo. Esta función es parte,
bajo una forma más desarrollada, de la actividad bancaria.
Todas estas funciones del dinero que hemos estudiado surgen directa-
mente de la circulación simple de mercancías. Al instaurarse el régimen de
producción capitalista, las funciones del dinero se convierten en funciones
del capital y los comerciantes en dinero se transforman en banqueros, es
decir, en comerciantes en capital.
Ya señalamos anteriormente en este mismo punto cuál es la naturaleza
del dinero en el régimen de producción capitalista. Con ello en mente pasa-
remos a analizar las funciones del capital-dinero en el ciclo del capital.
El ciclo del capital se puede expresar esquemáticamente en la siguiente
fórmula:
Mp
D-M= =-P-M’-D’
Ft
El capitalista desembolsa su dinero, el cual se encuentra depositado en
las arcas del banquero.
Mediante una orden de pago (cheque, etcétera) librada contra su ban-
quero, el capitalista compra los medios de producción necesarios para su
empresa (terrenos, maquinaria, equipo, materias primas, etcétera); poste-
riormente, va retirando de su banco las sumas necesarias para hacer los
pagos de salarios (compra de fuerza de trabajo).
En el proceso productivo, al poner en contacto los medios de producción
y la fuerza de trabajo, se obtiene como resultado un producto-mercancías
con más valor que el de los elementos que lo produjeron (M’).
El capitalista vende las mercancías que son la expresión del valor valo-
rizado del dinero adelantado; éste refluye de esa manera a sus manos, de
donde pasa de nuevo a depositarse a las arcas del banquero.
El dinero se ha transformado en capital, es decir, en valor que se valoriza
a través del proceso productivo.
En este ciclo de un capital individual vemos que todo su movimiento tie-
ne como finalidad la valorización del valor adelantado en forma de dinero a

54 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


través de la explotación del trabajo asalariado en el proceso productivo (-P-).
Por lo tanto, lo mismo las funciones del dinero que en este ciclo se aprecian:
depósito de valor y medio de compra, como las funciones de los comerciantes
en dinero (depósito del dinero en sus arcas, pago de cheques librados contra
esos depósitos, etcétera), son funciones del capital y, por lo mismo, el presu-
puesto o el resultado necesario de la explotación del trabajo asalariado.
El capitalista puede comprar a crédito una parte de sus Mp (materias
primas, vgr); como contrapartida emite una promesa de pago para cuando
espera obtener de sus ventas los ingresos suficientes con que cubrirla; el
vendedor descuenta este documento en su banco.
El dinero-crédito (letra de cambio, etcétera) y el descuento del mismo por
el banquero son funciones del capital porque permiten al capitalista obtener
los medios materiales para el proceso productivo en el cual el valor se valo-
riza a través de la explotación del trabajo asalariado.
Una vez concluido el proceso productivo, el capitalista vende las mercan-
cías que son la expresión del valor valorizado (M’); a cambio puede recibir
dinero en efectivo, con lo cual su capital estará en posibilidad de reiniciar
inmediatamente su ciclo (D); o bien, recibir una promesa de pago que su
banquero descontará permitiéndole también hacer revertir su capital a la
forma dinero, punto de partida de un nuevo ciclo. La forma crédito del dine-
ro y su descuento por el banquero constituyen funciones del capital, puesto
que son el vehículo para su reversión a la forma dinero, bajo la cual puede
iniciar un nuevo ciclo; éste, según es sabido, tiene como núcleo el proceso
productivo basado en la explotación del trabajo asalariado.
Al final de cada ciclo el capitalista ha hecho revertir su capital a la forma
dinero pero en un monto mayor a aquel con el que lo inició, es decir, que
al terminar el ciclo tendrá bajo la forma dinero al capital adelantado y la
plusvalía que éste ha producido en su movimiento: D-D’ (D + incremento de
D). Para que la plusvalía pueda actuar como un nuevo capital es necesario
que adquiera una cuantía determinada; mientras esto sucede, el capitalista
la deposita en su banco.
En cada banco se depositan las plusvalías producidas por una multitud
de empresas industriales; así reunidas, forman una voluminosa masa de ca-
pital en potencia que pugna por valorizarse. El banquero concede en prés-
tamo el capital-dinero a empresarios que van a iniciar un nuevo negocio o a
ampliar el que ya tienen; se convierte así en comerciante en capital: dispone
del dinero depositado en sus arcas pagando un cierto interés anual al de-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 55


positante y lo presta a un empresario con el fin de utilizarlo como capital-
dinero, quien debe pagarle un interés más alto.
El banquero compra y vende el uso del dinero como capital.
Esta función del dinero (atesoramiento de la plusvalía, del trabajo exce-
dente arrancado a los obreros sin retribución) y de los banqueros (compra
y venta del uso del dinero como capital), son, evidentemente, funciones del
capital; ponen en funcionamiento nuevos capitales que, en su ciclo, tienen
como fundamento el proceso productivo, el cual es un proceso de explota-
ción del trabajo asalariado. Esta función de los bancos permite ampliar más
rápidamente la producción capitalista y, por tanto, someter a la explotación
asalariada a una mayor cantidad de obreros.
La disyunción existente en la circulación simple de mercancías entre
compra y venta, que anunciaba ya la posibilidad de las crisis, se ahonda y
se convierte en la disyunción entre la producción y el consumo, la cual, al
desarrollarse, lleva ineluctablemente a las crisis. La función de los bancos
como comerciantes en capital hace posible que la producción crezca de ma-
nera desmedida, sin relación alguna con la demanda existente o potencial,
siendo determinado su aumento sólo por la cantidad creciente de capital
excedente que hay en el sistema bancario. Aquí encontramos uno de los
pilares más sólidos de la especulación.
La reversión del valor-capital a la forma dinero se realiza en pequeñas
partidas sucesivas; mientras el capitalista reúne el valor de reposición de su
capital fijo y se hace necesaria la renovación del capital circulante (materias
primas y fuerza de trabajo), aquellas partidas de dinero son depositadas en
los bancos. Crece así inconmensurablemente la masa de capital prestable y,
con ello, el volumen y la extensión de la producción capitalista, es decir, de
la explotación del trabajo asalariado.
Algunos capitalistas obtienen parte de sus Mp (maquinaria, equipo, tec-
nología, materias primas) en el exterior; requieren por tanto de moneda
extranjera para hacer sus pagos.
Otros capitalistas venden sus mercancías en el extranjero y obtienen a
cambio divisas que en parte depositan como tal moneda extranjera y en
parte cambian por moneda nacional. Los banqueros nacionales reciben en
depósito la moneda extranjera, la compran a los exportadores y la venden a
los industriales nacionales para que con ella realicen sus pagos. La función
bancaria de depósito y compra-venta de moneda extranjera es una función
del capital, es decir, una función que permite la realización del ciclo del ca-
pital que tiene como fundamento el proceso productivo que es un proceso

56 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


de explotación del trabajo asalariado. Lo mismo puede decirse cuando el
capitalista obtiene un préstamo del exterior en moneda extranjera, el cual
deposita en los bancos nacionales; y otro tanto sucede con la inversión ex-
tranjera directa que también se hace en moneda extranjera que se deposita
en los bancos nacionales, ya sea materialmente o como dinero-crédito.
El capitalista gasta como renta una parte de la plusvalía generada en su
empresa; de estos gastos una porción variable se realiza en mercancías ex-
tranjeras de lujo. El banquero vende moneda extranjera para hacer los pagos
correspondientes. La venta de moneda extranjera que realizan los banque-
ros a los capitalistas industriales para que hagan los pagos de mercaderías
extranjeras de lujo es una función del capital porque el consumo de lujo del
capitalista es una condición necesaria de la reproducción del capital social y
a través de ello del desarrollo del ciclo de cada capital individual; esto, como
ya hemos visto, tiene como su eje a la explotación del trabajo asalariado.
El capitalista individual vende sus mercancías a un comerciante al por
mayor, quien después las hace llegar al comercio al menudeo, de donde
son adquiridas por el consumidor. El comercio al por mayor constituye un
campo especial de los negocios en el cual se invierte un valor capital con la
finalidad de valorizarlo; la valorización de este capital se logra a través de
la compra-venta de mercancías sin que el capital-dinero de comercio como
tal recorra el ciclo del capital productivo: la forma de su movimiento es:
D-M-D’, la cual no se ve interrumpida por el proceso productivo —P-. La
plusvalía que se apropia el comerciante no es generada en el ciclo de su
capital, sino que es una deducción de la plusvalía producida por los capi-
talistas industriales; de la misma manera, los obreros del comercio no son
productores de plusvalía.
Los comerciantes depositan en los bancos sus reservas de capital-dinero
exigidas por el desarrollo normal del ciclo de su capital y las ganancias reali-
zadas periódicamente y concentran en ellos sus cobros y pagos. Los bancos,
por su parte, abren una línea especial de préstamos de capital-dinero a los
comerciantes para que (1) a través de promesas de pago futuro realicen la
compra de las mercancías a los capitalistas industriales, (2) amplíen sus
operaciones comerciales (ampliación de instalaciones, explotación de nue-
vas líneas, etcétera) y (3) establezcan un nuevo comercio.
Aquí, al igual que en el caso del capital industrial, el empresario emplea en
una gran medida recursos ajenos canalizados a través del sistema bancario.
Esto hace posible el crecimiento extensivo del régimen de producción capi-
talista en una medida mayor que si los capitalistas utilizasen sólo recursos

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 57


propios, pero, al mismo tiempo, contiene los elementos de la especulación
(creación de empresas industriales y comerciales absolutamente superfluas,
destinadas al fracaso) que lleva en sí los gérmenes de las crisis.
Las funciones del capital-dinero de comercio y de los bancos que los con-
centran son funciones del capital porque permiten al capital industrial rea-
lizar la última fase de su ciclo M’-D’ que lo pone en posibilidad de reanudar
un nuevo ciclo; al mismo tiempo lo descargan del pesado fardo de comer-
cializar sus propios productos y, en consecuencia, crean las condiciones
para que pueda dedicarse íntegramente a su función primordial que es la
producción de plusvalía a través del proceso productivo. Dichas funciones
son, pues, la condición necesaria para la elevación de la productividad del
capital industrial, la cual, como ya hemos visto, se basa en la explotación
crecientemente intensiva y extensiva del trabajo asalariado.
Los bancos son negocios que valorizan su capital a través de la realiza-
ción de todas las funciones del capital-dinero aquí descritas. El banquero
desembolsa su capital D, con una parte del cual adquiere edificios, máqui-
nas contables, enseres y fuerza de trabajo y con otra realiza directamente
las funciones del capital-dinero; a la vez, compra y vende el uso del dinero
como capital, es decir, toma en depósito el dinero de los capitalistas y lo
presta para que sea utilizado por otros capitalistas como capital. La ganan-
cia del banquero, que es un capitalista que ha invertido su capital para valo-
rizarlo en una esfera específica de negocios, proviene de la parte propia de
su capital cuyo uso como capital-dinero vende, de las comisiones que cobra
por los servicios que presta, de la compra y venta de metales preciosos y de
moneda extranjera, del descuento de documentos y de la diferencia entre el
“precio” del dinero que toma en préstamo de sus depositantes y el “precio” a
que lo vende a los capitalistas. En suma, los banqueros concentran y admi-
nistran el capital dinero de todos lo capitalistas.
Los negocios bancarios surgen como un resultado necesario del régimen
de producción capitalista y son a la vez una palanca poderosísima para su
desarrollo ascendente. El capital bancario se constituye como una forma
sustantivada del capital social supeditada al desarrollo del capital indus-
trial, pues éste es el núcleo esencial del capital global de la sociedad, en
donde se arranca directamente la plusvalía al proletariado y, por tanto, en
donde se valoriza realmente todo el capital social. Esto es así aunque pre-
cisamente en virtud de la sustantivación del capital bancario, éste aparezca
como siendo independiente, opuesto e incluso francamente enseñoreado
del capital industrial.

58 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Los bancos pueden formarse con los capitales excedentes de grupos de
capitalistas industriales y comerciales y, a su vez, pueden ser el punto de
partida para la constitución de grupos industriales y comerciales determi-
nados. La simbiosis entre el capital bancario y capital industrial se produce
a pesar de su independencia y precisamente por medio de ella.
En las fases superiores del régimen de producción capitalista el empresa-
rio individual cede el paso a los capitalistas asociados, al capitalista colecti-
vo; surge y se desarrolla la sociedad anónima.
La sociedad anónima es una asociación de capitalistas individuales que
unen sus capitales para formar un solo capital de volumen mayor. A través
de esta concentración de capitales crecen la magnitud de los establecimien-
tos industriales, la escala de la producción y la extensión de los mercados;
el régimen capitalista crece en extensión y profundidad. Aquí también se
encuentra el germen de las crisis, pues el capital adquiere una enorme ca-
pacidad de crecimiento que tiene que chocar por fuerza con la limitación de
los mercados, o, en el mejor de los casos, con la menor tasa de crecimiento
de éstos en relación con la de la producción.
Las funciones de la banca anteriormente estudiadas tienen ahora también
como sujeto al capitalista colectivo; son funciones de esta forma superior
del capital que se basa en la asociación de capitalistas. En consecuencia, la
banca confirma y refuerza su papel de elemento integrante del proceso de
explotación del proletariado.
Las sociedades anónimas, a través del financiamiento bancario, concen-
tran también grandes cantidades de capital ajeno, el cual forma una gran
parte de su capital de trabajo.
En la sociedad anónima (prototipo de las asociaciones de capitalistas) se
da la separación entre la propiedad y la función del capital. La propiedad
es incorporada a títulos de transmisión relativamente sencilla, que son los
que quedan en poder del capitalista, y la función del capital encomendada
a gerentes y administradores de diverso tipo. La sustantivación del capital
adquiere así un nuevo punto de apoyo: ya no sólo es posible el tránsito del
valor a través de las fases del ciclo del capital, sino que ahora puede circular
con facilidad entre los diversos capitalistas o asociaciones de capitalistas
por medio de los títulos de propiedad (acciones) correspondientes sin afec-
tar para nada el funcionamiento de la empresa; surge la posibilidad y la ne-
cesidad de la concentración de grandes cantidades de capital en manos de
unos pocos capitalistas y del control de grandes cantidades de empresas con
la sola posesión de una parte mínima de sus acciones. La función del capita-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 59


lista o de las asociaciones de capitalistas consiste ahora en concentrar esas
enormes cantidades de capital a través de la compraventa de acciones y diri-
girlo en masa a las ramas de producción más rentables. Se forman grandes
consorcios industriales que son el germen de las asociaciones monopolísti-
cas. Los capitalistas tienen ahora como campo de acción las grandes ramas
de la producción y sus actividades consisten en manipular, a través de las
acciones y otros tipos de títulos representativos del capital, enormes masas
de capital, realizando combinaciones, fusiones, juegos bursátiles, etcétera,
que tienen todas como finalidad acrecentar el capital propio aún a costa
de despojar a los demás capitalistas. El régimen de producción capitalista
adquiere con esto una capacidad inmensa de crecimiento.
Es evidente que aquí, por necesidad, la actividad del capitalista linda ya
con el fraude y la especulación; sus acciones, por tanto, ineluctablemente
derivan, más tarde o más temprano, hacia esos campos. Por otro lado, se
potencia la capacidad de disponer de capital ajeno, lo que da como resultado
el reforzamiento de los elementos de la especulación y, con ello, de las crisis.
Crecimiento desorbitado de la producción. Consumo reducido, etcétera.
Las formas primitivas de comercio con títulos representativos del ca-
pital son tres fundamentalmente: (a) compra de títulos como una forma
de invertir recursos excedentes, obteniendo a cambio periódicamente una
determinada ganancia, (b) venta de títulos como medida para ampliar el
capital de una empresa y (c) compra y venta de títulos como instrumento
para realizar los grandes movimientos de capital ya señalados: combinacio-
nes, fusiones, etcétera, cuya finalidad es organizar la producción de ramas
enteras de acuerdo con los intereses de unos cuantos capitalistas. Junto a
estas formas surge necesariamente una más que deriva de la inversión de
un capital-dinero en la compra y venta de acciones con el fin de valorizar-
lo; la actividad de este capitalista consiste en vender títulos representativos
del capital a precios mayores que aquellos a los que compró; su función no
tiene ya nada que ver, ni remotamente, con la producción y, de hecho, está
fincada única y exclusivamente en la especulación.
Los bancos adquieren nuevas funciones: se convierten en intermediarios
en el comercio de acciones, obligaciones y toda suerte de títulos representa-
tivos del capital, destinan recursos para financiar las actividades bursátiles
de los capitalistas y ellos mismos dedican una parte de su capital a la com-
pra y venta de valores y al financiamiento de su circulación. Estas nuevas
funciones de la banca son también funciones del capital puesto que a través
de ellas se da impulso a la forma superior del régimen capitalista basada

60 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


en las asociaciones de capitalistas, que a su vez tiene su fundamento en la
explotación del trabajo asalariado. Esas funciones contienen en sí el germen
de la especulación y de la crisis.
El capital bancario se halla formado: 1) por dinero contante, oro o billetes, 2) por
títulos y valores. Estos pueden dividirse, a su vez, en dos partes: valores comer-
ciales, letras de cambio pendientes de vencimiento y cuyo descuento constituye
el verdadero negocio del banquero, y valores públicos, como los títulos de la
Deuda Pública, los certificados del Tesoro, las acciones de todas clases, en una
palabra, los valores que rinden un interés, pero que se distinguen esencialmente
de las letras de cambio. Entre ellos pueden incluirse también las hipotecas. El ca-
pital formado por estos elementos materiales se divide, a su vez, en dos partes: el
capital de inversión del banquero mismo y los depósitos, que forman su banking
capital o capital prestado. Y en los bancos de emisión hay que añadir, además,
los billetes de banco...6

El desarrollo del comercio de títulos representativos del capital lleva ne-


cesariamente a la creación de capital ficticio; es decir, a atribuir a algo que
de por sí no es capital un valor determinado, emitir un título que lo repre-
sente y lanzarlo al mercado de valores (por ejemplo, los títulos representa-
tivos de la deuda pública). Igualmente, con el comercio de valores se desa-
rrollan también las prácticas fraudulentas y especulativas de los propios ca-
pitalistas industriales, quienes aprenden rápidamente a realizar emisiones
fraudulentas de títulos, a manipular el mercado de valores para provocar
movimientos artificiales de los precios, etcétera.
Es prudente reiterar aquí lo que hemos venido sosteniendo a lo largo
de este análisis de la banca: las funciones de los comerciantes en dinero y
capital no sólo tienen como premisa y resultado necesarios la explotación
de trabajo asalariado, sino que la materia prima de sus actividades, dine-
ro y capital, no son otra cosa que plusvalía (trabajo obrero no retribuido)
acumulada. Por tanto, la propia fuerza de trabajo del obrero materializada
en el capital es manipulada masivamente por los bancos para profundizar
y extender el régimen de producción capitalista, es decir, para mantener e
incrementar la explotación del trabajo asalariado y, con ello, el proceso de
depauperación acelerada de la clase obrera.
El capital-dinero que el sistema financiero (Bancos, Casas de Bolsa, Ca-
sas de cambio, etcétera) concentra, procede de estas fuentes: es la forma
transitoria que adquieren el capital comercial y el capital industrial antes
de revertir a su forma material, es ganancia acumulada que aún no tiene el

6
Marx, Carlos, op. cit., t. III, p. 437.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 61


volumen necesario para su inversión en la industria de la cual procede, es
una renta que el capitalista va a gastar en el futuro, es capital ficticio en la
acepción que arriba hemos definido y es capital propio de los banqueros.
El capital-dinero es una forma sustantivada del capital; esto quiere de-
cir que en manos del banquero pierde por completo el rastro de su origen
y cobra vida propia. El banquero lo puede utilizar para la realización de
la función que corresponde, es decir, devolverlo al capitalista comercial o
industrial para que prosiga el ciclo de su capital (conversión en capital mer-
cancías o en capital productivo), amplíe sus instalaciones, gaste su renta,
etcétera; también lo puede destinar a financiar las compras de los capita-
listas industriales y comerciales mientras el capital-dinero de sus ventas
revierte a sus bolsillos, a una extensión de la planta industrial y comercial,
a la compra de valores públicos, o al financiamiento de la adquisición de
bienes de consumo duradero, todo ello en un monto que está determinado
por la diferencia entre las cantidades que normalmente se depositan en sus
arcas y las que se sustraen de ellas, el cual es un volumen que la práctica se
encarga de fijar; pero no sólo eso puede hacer.
La banca puede también destinar los grandes montos de capital-dinero
que detenta al financiamiento del desarrollo monstruoso de una rama eco-
nómica específica (vgr. la producción petrolera, las manufacturas de expor-
tación), de tal suerte que aquel se va desafectando de sus funciones nor-
males (es decir, que no revierta ya hacia los capitalistas que lo depositaron
en los bancos) hasta quedar por completo desvinculado de su antigua base
productiva y se traslada a chorro lleno hacia las ramas que ahora son más
rentables. La mayor parte del capital-dinero de la economía se concentra en
estos sectores económicos, ya sea a través de financiamientos directos de
la banca o de la salida de las empresas a la Bolsa; la tasa de interés real se
eleva hasta niveles altísimos, las ganancias de la Bolsa ascienden vertigino-
samente y, más temprano que tarde, la especulación se enseñorea de toda
la economía.
La sustantivación del capital-dinero como capital-bancario completa la
obra del proceso de formación y funcionamiento de una tasa media de ga-
nancia en el régimen capitalista.
La necesaria disyunción entre producción y consumo, que es inherente al
régimen de producción capitalista, deriva también ineluctablemente en una
desproporción mayúscula entre producción y consumo. La tasa de ganancia
que se eleva sobre el nivel medio es la guía que conduce al capital hacia las
ramas en las que existe un exceso de demanda o una oferta reducida de un

62 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


bien o un conjunto de bienes que son estratégicamente necesarios para el
capitalismo en una fase específica de su desarrollo (petróleo o manufactu-
ras de exportación, vgr.); la tasa de ganancia mucho más alta que la media
lleva también hacia arriba a la tasa de interés y ésta atrae de una manera
irresistible al capital-dinero que poseen los banqueros, el cual se traslada,
primero en pequeñas cantidades y después en volúmenes inmensos, a las
ramas que la cuota de ganancia ha convertido en privilegiadas.
Este movimiento del capital sustantivado incrementa en una medida gi-
gantesca la capacidad instalada de la rama de que se trata y eleva la pro-
ducción a niveles altísimos, muy por encima de la demanda que permanece
estacionaria o crece a un ritmo mucho menor.
Los banqueros, verdaderamente poseídos por ese demonio interior que
es el hambre insaciable de ganancia y dueños del mecanismo por el que el
capital se convierte en una sustancia que pare dinero, olvidan completa-
mente sus propósitos iniciales (es decir, desarrollar aquella rama que pre-
senta atractivas ganancias) y se dedican en cuerpo y alma al fraude y a la
especulación, es decir, a financiar industrias inexistentes, apostar a la Bolsa
y al tipo de cambio, etcétera.
La superproducción que ha traído consigo la inversión desenfrenada col-
ma en exceso los mercados hasta el punto en el cual los precios inician un
movimiento descendente. Los ingresos menguan, los créditos se tornan in-
cobrables, las empresas quiebran y los bancos sufren rudos quebrantos.
Al final del ciclo el sistema financiero se derrumba y es necesario que
alguien venga a su rescate.
Como precisamente el sistema bancario es el que está en el proscenio, el
prejuicio popular señala a los banqueros como los causantes, por su avidez,
de la catástrofe económica.
Todo este movimiento del capital sustantivado tiene su causa en la natu-
raleza esencial del régimen de producción capitalista; no es algo accidental
o que obedezca a errores que se cometen en la conducción de la economía
o a la perversión de sus actores; es el proceso ineluctable de una sustancia
con vida propia.
Con estos antecedentes, se comprende ahora perfectamente la ingenui-
dad de quienes quieren hacer residir las causas de la crisis en presuntos pro-
blemas de estructura, organización o conducción de los sistemas bancarios
de los países que se han visto envueltos en la reciente crisis financiera in-
ternacional y que, por tanto, tienen a la mano una ingenua receta para que
no vuelva a suceder lo mismo. No menos cándida es la pretensión de que

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 63


las causas de las crisis radican en determinadas políticas que las naciones
desarrolladas han seguido en el comercio y la producción globales y de que,
en consecuencia, el abandono de las mismas y la instrumentación de otras
medidas que sirvan de apoyo a las economías emergentes ahuyentarán de-
finitivamente el fantasma de las crisis cíclicas.
Esta estructura y funciones del capital bancario que hemos estudiado son
las mismas que se encuentran en la base del sistema financiero internacio-
nal moderno. A ellas se han agregado recientemente otras nuevas entidades,
como los fondos de inversión, los fondos de pensiones, los hedge funds, etcé-
tera, nuevos instrumentos crediticios como los Mortgage Backed Securities
(Títulos garantizados con hipotecas), Asset Backed Securities (Títulos garan-
tizados con activos), Collateralized Debt Obligations (Títulos garantizados
con deuda) y Credit Default Swaps (Garantías en caso de incumplimiento de
deuda) y nuevos procesos crediticios como el arbitraje y la securitización,
fundamento ésta última de todas estas novedades en el campo de las finan-
zas y que consiste en la reunión de los créditos (hipotecarios, automotrices,
tarjetas de crédito, etcétera) en grandes conjuntos y la emisión de un título
que los represente y mediante el cual pueden ser fácilmente negociados y
tener una circulación más amplia y más rápida.
Estas entidades, instrumentos y procesos crediticios son también factores
del capital por medio de los cuales se realiza su movimiento global que tiene
como núcleo la explotación del trabajo asalariado y la depauperación abso-
luta de los trabajadores, la anulación decisiva de su naturaleza humana.

CRISIS Y REVOLUcIÓN

La dialéctica que aquí hemos expuesto de las contradicciones del régimen


de producción capitalista nos lo muestra en un proceso de desarrollo eco-
nómico que transcurre alternativamente entre la relativa tranquilidad y la
violencia tempestuosa de la crisis.
Al final de cada ciclo, que comprende las dos fases mencionadas, el régi-
men capitalista ha dado un paso adelante y desde esta cima inicia una nue-
va etapa que, a través de ese movimiento contrapuesto, lo eleva a un punto
más alto de su existencia, y así sucesivamente.
La contradicción principal del régimen capitalista, la que existe entre la
burguesía y el proletariado, madura en esta sucesión de fases, primero como
el fundamento positivo del régimen y luego, mediante la producción de sus

64 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


elementos negativos, en su carácter de fundamento negativo del mismo, el
cual exacerba su negatividad hasta que provoca la subversión del capitalis-
mo por la clase obrera con el fin de establecer el socialismo.
La exasperación de la negatividad de la contradicción principal del régi-
men capitalista es el resultado del movimiento total del capital y no sólo del
de una de sus fases.
La revolución proletaria es, por tanto, el desenlace necesario del propio
ciclo total del capital.

Crisis y revolución en los primeros movimientos


revolucionarios del proletariado

En los albores del movimiento revolucionario, la acción del proletariado


estaba fuertemente supeditada a la ocurrencia de las crisis.
El propio Marx, en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, explicaba
la lucha del proletariado francés en esa época por las crisis económicas y
condicionaba el resurgimiento de la misma a la presentación de una nueva
crisis.
El otro gran acontecimiento económico que aceleró el estallido de la revolución
fue una crisis general del comercio y de la industria en Inglaterra; anunciada ya en el
otoño de 1845 por la quiebra general de los especuladores de acciones ferroviarias,
contenida durante el año 1846 gracias a una serie de circunstancias meramente
accidentales —como la inminente derogación de los aranceles cerealistas—, estalló,
por fin, en el otoño de 1847, con las quiebras de los grandes comerciantes en pro-
ductos coloniales de Londres, a las que siguieron muy de cerca las de los Bancos
agrarios y los cierres de fábricas en los distritos industriales de Inglaterra. Todavía
no se había apagado la repercusión de esta crisis en el continente, cuando estalló la
revolución de Febrero.
La asolación del comercio y de la industria por la epidemia económica hizo to-
davía más insoportable el absolutismo de la aristocracia financiera. La burguesía
de la oposición provocó en toda Francia una campaña de agitación en forma de
banquetes a favor de una reforma electoral, que debía darle la mayoría en las Cáma-
ras y derribar el ministerio de la Bolsa. En París, la crisis industrial trajo, además,
como consecuencia particular, la de lanzar sobre el mercado interior una masa de
fabricantes y comerciantes al por mayor que, en las circunstancias de entonces, no
podían seguir haciendo negocios en el mercado exterior. Estos elementos abrieron
grandes tiendas, cuya competencia arruinó en masa a los pequeños comerciantes
de ultramarinos y tenderos. De aquí un sinnúmero de quiebras en este sector de la
burguesía de París y de aquí su actuación revolucionaria en Febrero.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 65


El crédito público y el crédito privado estaban, naturalmente, quebrantados. El
crédito público descansa en la confianza de que el Estado se deja explotar por los
usureros de las finanzas. Pero el viejo Estado había desaparecido y la revolución
iba dirigida, ante todo, contra la aristocracia financiera. Las sacudidas de la última
crisis comercial europea aún no habían cesado. Todavía se producía una bancarro-
ta tras otra.
Así, pues, ya antes de estallar la revolución de Febrero el crédito privado estaba
paralizado, la circulación de mercancías entorpecida y la producción estancada. La
crisis revolucionaria agudizó la crisis comercial. Y si el crédito privado descansa
en la confianza de que la producción burguesa se mantiene intacta e intangible en
todo el conjunto de sus relaciones, de que el orden burgués se mantiene intacto e in-
tangible, ¿qué efectos había de producir una revolución que ponía en tela de juicio
la base misma de la producción burguesa —la esclavitud económica del proletaria-
do—, que levantaba frente a la Bolsa la esfinge del Luxemburgo? La emancipación
del proletariado es la abolición del crédito burgués, pues significa la abolición de
la producción burguesa y de su orden. El crédito público y el crédito privado son el
termómetro económico por el que se puede medir la intensidad de una revolución.
En la misma medida en que aquellos bajan, suben el calor y la fuerza creadora de la
revolución.
Los mismos síntomas se presentan en Francia desde 1849, y sobre todo desde
comienzos de 1850. Las industrias parisinas tienen todo el trabajo que necesitan, y
también marchan bastante [294] bien las fábricas algodoneras de Ruán y Mulhouse,
aunque aquí, como en Inglaterra, los elevados precios de la materia prima han en-
torpecido este mejoramiento. El desarrollo de la prosperidad en Francia se ha visto,
además, especialmente estimulado por la amplia reforma arancelaria de España y
por la rebaja de aranceles para distintos artículos de lujo en México; la exportación
de mercancías francesas a ambos mercados ha aumentado considerablemente. El
aumento de los capitales acarreó en Francia una serie de especulaciones, para las
que sirvió de pretexto la explotación en gran escala de las minas de oro en Cali-
fornia. Surgieron sociedades, que con sus acciones pequeñas y con sus prospectos
teñidos de socialismo apelaban directamente al bolsillo de los pequeños burgueses
y de los obreros, pero que, en conjunto y cada una en particular, se reducían a esa
pura estafa que es característica exclusiva de los franceses y de los chinos. Una de
estas sociedades es incluso protegida directamente por el Gobierno. En Francia,
los derechos de importación ascendieron en los primeros nueve meses de 1848 a
63 millones de francos, de 1849 a 95 millones de francos y de 1850 a 93 millones de
francos. Por lo demás, en el mes de septiembre de 1850 volvieron a exceder en más
de un millón respecto a los del mismo mes de 1849. Las exportaciones aumentaron
también en 1849, y más todavía en 1850.
La prueba más palmaria de la prosperidad restablecida es la reanudación de
los pagos en metálico del Banco por ley del 6 de agosto de 1850. El 15 de marzo

66 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


de 1848 el Banco había sido autorizado para suspender sus pagos en metálico. Su
circulación de billetes, incluyendo los Bancos provinciales, ascendía por entonces
a 373 millones de francos (14.920.000 libras esterlinas). El 2 de noviembre de 1849,
esta circulación ascendía a 482 millones de francos, o sea, 19.280.000 libras esterli-
nas: un aumento de 4.360.000 libras. Y el 2 de septiembre de 1850, 496 millones de
francos, o 19.840.000 libras: un aumento de unos 5 millones de libras esterlinas. Y
no por esto se produjo ninguna depreciación de los billetes; al contrario, el aumento
de circulación de los billetes iba acompañado por una acumulación continuamente
creciente de oro y plata en los sótanos del Banco, hasta el punto de que en el verano
de 1850 las reservas en metálico ascendían a unos 14 millones de libras esterlinas,
suma inaudita en Francia. El hecho de que el Banco se viese así en condiciones de
aumentar en 123 millones de francos (o 5 millones de libras esterlinas) su circula-
ción, y con ello su capital en activo, demuestra palmariamente cuánta razón tenía-
mos al afirmar en uno de los cuadernos anteriores que la aristocracia financiera,
lejos de haber sido derrotada por la revolución, había salido de ella fortalecida. Este
resultado se hace todavía más palpable por el siguiente resumen de la legislación
bancaria francesa de los últimos años. El 10 de junio de 1847, se autorizó al Banco
para emitir billetes de 200 francos; hasta entonces, los billetes más pequeños eran
de 500 francos. Un decreto del 15 de marzo de 1848 declaró moneda legal los bi-
lletes del Banco de Francia y descargó al Banco de la obligación de canjearlos por
oro o plata. La emisión de billetes del Banco se limitó a 350 millones de francos.
Al mismo tiempo se le autorizó para emitir billetes de 100 francos. Un decreto del
27 de abril dispuso la fusión de los Bancos departamentales con el Banco de Fran-
cia; otro decreto del 2 de mayo de 1848 elevó su emisión de billetes a 442 millones
de francos. Un decreto del 22 de diciembre de 1849 hizo subir la cifra máxima de
emisión de billetes a 525 millones de francos. Finalmente, la Ley del 6 de agosto
de 1850 restableció la canjeabilidad de los billetes por dinero en metálico. Estos
hechos: el aumento constante de la circulación, la concentración de todo el crédito
francés en manos del Banco y la acumulación en los sótanos de éste de todo el oro
y la plata de Francia, llevaron al señor Proudhon a la conclusión de que ahora el
Banco podía dejar su vieja piel de culebra y metamorfosearse en un Banco popular
proudhoniano. Proudhon no necesitaba conocer siquiera la historia de las restric-
ciones bancarias inglesas de 1797 a 1819, le bastaba con echar una mirada al otro
lado del Canal para ver que eso que él creía un hecho inaudito en la historia de la
sociedad burguesa no era más que un fenómeno burgués perfectamente normal,
aunque en Francia se produjese ahora por vez primera. Como se ve, los supuestos
teóricos revolucionarios que llevaban la voz cantante en París después del Gobierno
provisional eran tan ignorantes acerca del carácter y los resultados de las medidas
adoptadas como los señores del propio Gobierno provisional.
Lo mismo que el período de la crisis, el de prosperidad comienza más tarde en el
continente que en Inglaterra. En Inglaterra se produce siempre el proceso origina-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 67


rio: Inglaterra es el demiurgo del cosmos burgués. En el continente, las diferentes
fases del ciclo que recorre cada vez de nuevo la sociedad burguesa se producen en
forma secundaria y terciaria. En primer lugar, el continente exporta a Inglaterra
incomparablemente más que a ningún otro país. Pero esta exportación a Inglaterra
depende, a su vez, de la situación de Inglaterra, sobre todo respecto al mercado ul-
tramarino. Luego, Inglaterra exporta a los países de ultramar incomparablemente
más que todo el continente, por donde el volumen de las exportaciones continenta-
les a estos países depende siempre de las exportaciones de Inglaterra a ultramar en
cada momento. Por tanto, aún cuando las crisis engendran revoluciones primero
en el continente, la causa de éstas se halla siempre en Inglaterra. Es natural que en
las extremidades del cuerpo burgués se produzcan estallidos violentos antes que
en el corazón, pues aquí la posibilidad de compensación es mayor que allí. De otra
parte, el grado en que las revoluciones continentales repercuten sobre Inglaterra
es, al mismo tiempo, el termómetro por el que se mide hasta qué punto estas revo-
luciones ponen realmente en peligro el régimen de vida burgués o hasta qué punto
afectan solamente a sus formaciones políticas.
Bajo esta prosperidad general, en que las fuerzas productivas de la sociedad bur-
guesa se desenvuelven todo lo exuberantemente que pueden desenvolverse dentro
de las condiciones burguesas, no puede ni hablarse de una verdadera revolución.
Semejante revolución sólo puede darse en aquellos períodos en que estos dos facto-
res, las modernas fuerzas productivas y las formas burguesas de producción incurren
en mutua contradicción. Las distintas querellas a que ahora se dejan ir y en que
se comprometen recíprocamente los representantes de las distintas fracciones del
partido continental del orden no dan, ni mucho menos, pie para nuevas revolucio-
nes; por el contrario, son posibles sólo porque la base de las relaciones sociales es,
por el momento, tan segura y —cosa que la reacción ignora— tan burguesa. Contra
ella rebotarán todos los intentos de la reacción por contener el desarrollo burgués,
así como toda la indignación moral y todas las proclamas entusiastas de los demó-
cratas. Una nueva revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis.
Pero es también tan segura como ésta.7

Así, las revoluciones proletarias de 1848 y 1871 y las reacciones subse-


cuentes de la burguesía están indisolublemente ligadas a las crisis económi-
cas en el continente europeo y en Inglaterra y a los períodos de prosperidad
económica que a éstas les siguieron.

7
Marx, Carlos, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850.

68 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Las crisis, la revolución socialista de 1917
y la formación del sistema de países socialistas

La revolución rusa de 1917 y la constitución, al término de la segunda gue-


rra mundial, del sistema socialista internacional fueron también el resulta-
do de dos magnas crisis del capitalismo internacional.
En este largo período de lucha de clases, que podemos dar por concluido
con los acontecimientos históricos del año de 1989, el régimen de produc-
ción capitalista ha completado todo un ciclo de su desarrollo.
La esencia del régimen capitalista tiene una forma y un contenido deter-
minados.
La forma de la esencia del régimen capitalista está constituida por la re-
lación trabajo asalariado-capital, cuyo núcleo es la exacción de trabajo ex-
cedente de la clase obrera por la burguesía y la acumulación de ese plus
trabajo en poder de los capitalistas.
El contenido es el proceso de anulación de la naturaleza humana de los
trabajadores que se da a través de la relación trabajo-asalariado y capital.
La forma y el contenido se implican mutuamente.
En la primera fase de la esencia del capitalismo la anulación de la natu-
raleza humana de los obreros tiene el carácter de la negación radical de sus
necesidades que llega al punto en que linda con su aniquilación física, moral
e intelectual. La restauración, conservación y elevación de las capacidades
productivas individuales de los trabajadores, es decir, la satisfacción de sus
necesidades individuales, es la reivindicación fundamental en esta época.
El nacimiento de la teoría revolucionaria ocurre precisamente en este
tiempo; la sustancia fundamental de esta doctrina se refiere justamente a
ese carácter con que se manifiesta el contenido en este período histórico;
el modo más radical del contenido también es tomado en cuenta por la
doctrina marxista, pero como una mera indicación, sin proporcionarle un
desarrollo explícito.
Todo el desenvolvimiento posterior de la teoría y el movimiento revolu-
cionarios, hasta llegar al establecimiento del socialismo y la estructuración
de un régimen de países socialistas, tiene como eje rector únicamente el
limitado carácter específico que en esta fase adopta el contenido de la esen-
cia del régimen capitalista, esto es, la anulación de la naturaleza humana
de los obreros por la negación drástica de la satisfacción de sus necesidades
individuales; el modo más extenso de la anulación de la naturaleza humana
de los trabajadores, que comprende también la que se produce a través de la

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 69


satisfacción de las necesidades individuales de los proletarios, queda com-
pletamente fuera de las consideraciones teóricas y de las acciones prácticas
de los revolucionarios.
En consonancia con todo esto, el socialismo que se implanta en este lapso
es también de carácter formal porque sólo es la negación de la forma espe-
cífica que aquí adopta la esencia del régimen capitalista y deja intangible,
vivo, el contenido que se determina como el proceso de anulación de la na-
turaleza humana de los trabajadores.
La revolución proletaria, la conquista del poder por los trabajadores, la
abolición de la propiedad privada y la institución de la propiedad colectiva
que se dan en este socialismo formal tienen como objetivo satisfacer las
necesidades individuales de los trabajadores.
Las crisis que periódicamente se presentan en esta larga etapa a la que nos
referimos agravan en una enorme medida el proceso de aniquilación física,
moral e intelectual que sufren los trabajadores y los obligan a organizarse
y enfrentarse abiertamente a la burguesía. Esa oposición es radical porque
el régimen capitalista es reluctante como un todo a cualquier otra situación
que no sea la creciente y descarnada explotación y el brutal esclavizamiento
de los obreros. Se produce, de parte de los trabajadores, un rechazo total y
violento al régimen capitalista tal y como se presenta en esta época.
La intelectualidad revolucionaria, que también crece y se desarrolla du-
rante las crisis, presenta ante los obreros la única alternativa que existe
para terminar con esa situación: la revolución proletaria, el derrocamiento
de la burguesía, el establecimiento del poder obrero y la construcción del
socialismo.
Por lo tanto, en cada crisis económica de este período se acelera inmen-
samente el proceso de depauperación de los trabajadores, su organización
para la lucha, el desarrollo de la teoría revolucionaria, la fusión de ambos
en una conciencia y un movimiento revolucionarios y se produce el acceso
a más altas formas de lucha, hasta desembocar en la insurrección armada,
la conquista del poder y el establecimiento del socialismo.
La insurrección obrera de 1848, la Comuna de París de 1871, la revolu-
ción bolchevique y la guerra revolucionaria de liberación de los países del
este fueron, en su fase definitiva, el resultado de otras tantas crisis económi-
cas, las dos últimas de carácter mundial.
Pero esos movimientos revolucionarios no podían haberse dado si no hu-
biese habido una evolución preparatoria en las fases previas al estallamien-
to de las crisis.

70 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Así, la conquista del poder por los obreros rusos en 1917 no pudo suceder
sin la previa labor teórica y práctica de la socialdemocracia rusa y del par-
tido bolchevique.
Sin embargo, en este ciclo que concluye en 1989 los movimientos revolu-
cionarios están completamente determinados por el hecho de que el capi-
talismo niega rotundamente la satisfacción de las necesidades individuales
de los trabajadores y, por tanto, el socialismo en el que rematan tiene como
objetivo restaurar la naturaleza biológica de los trabajadores a través de la
satisfacción precisamente de sus necesidades individuales, lo que sólo es
posible mediante el derrocamiento de la burguesía, la toma del poder por la
clase obrera, la abolición de la propiedad privada sobre los medios e instru-
mentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre
los mismos.
El movimiento obrero, núcleo fundamental de la lucha revolucionaria del
proletariado internacional en esta época, crece y se desarrolla hasta conver-
tirse en poderosos movimientos de masas, dirigidos por Partidos Obreros,
que se enfrentan abiertamente a la burguesía.
Este movimiento revolucionario del proletariado internacional discurre
por dos vertientes que se suponen y se engendran mutuamente.
Por un lado, una parte de la clase obrera internacional, dirigida por sus
partidos de clase, despliega una potente lucha económico-política por sus
reivindicaciones fundamentales, participa en los Parlamentos y en otros ór-
ganos de gobierno, etcétera, y en última instancia pretende llegar al poder
por la vía parlamentaria. Por otro, un sector distinto realiza una lucha po-
lítico-insurreccional que está dirigida al derrocamiento de la burguesía por
medio de la violencia y a la conquista del poder por los trabajadores.
Los gobiernos burgueses de los países en los que actúan estas dos formas
de la lucha de los trabajadores tienen dos respuestas distintas; en algunos
de ellos, las exigencias de los trabajadores, que giran todas en la satisfacción de
sus necesidades individuales, son reconocidas, aunque de mala gana, y ape-
nas sí atendidas (legislación laboral, social, etcétera), sin que, por otra par-
te, la burguesía deje de utilizar la violencia policiaco-militar y la coerción
ideológica para acrecentar su dominación, mientras que en otros lugares
los capitalistas se niegan rotundamente a hacer concesión alguna y por el
contrario incrementan monstruosamente la explotación de los obreros y la
violencia sobre ellos.
En los países del primer grupo se fortalece la tendencia del movimien-
to revolucionario que propugna la lucha económico-política, mientras que

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 71


en los del segundo cobra una importancia decisiva la que adopta la lucha
político-insurreccional.
El gran impulso que a ambas formas proporciona la guerra interimperia-
lista de 1917 da lugar, necesariamente, por un lado, en los países capitalistas
más adelantados, a un vigoroso movimiento obrero de masas, y por otro, en
Rusia, país capitalista de menor nivel de desarrollo, a la primera revolución
socialista de la historia.
La revolución socialista rusa y su concreción en el estado proletario gene-
ran, necesariamente, en los países capitalistas más desarrollados, un forta-
lecimiento de la lucha de los obreros; como consecuencia de ello se robuste-
cen todas las políticas de los gobiernos burgueses encaminadas a endurecer
la sujeción económica, política, organizativa e ideológica de los trabajado-
res al régimen burgués. La acción de la burguesía comprende tanto el látigo
(violencia policiaco-militar) como el azúcar (relativas y condicionadas me-
joras en la situación de trabajo y de vida de los obreros, legislación laboral
y social, participación de los proletarios en la actividad parlamentaria y
electoral, etcétera).
Lo característico de esta actitud de la burguesía es que, presionada por
algunos de sus sectores (por la burguesía industrial, principalmente la que
produce bienes de consumo, tanto nacional como internacional) se ve obli-
gada a reconocer como legítimas las reivindicaciones de los obreros y la
lucha por conquistarlas (excepción hecha, desde luego, de aquella que por
la vía violenta conduzca al socialismo).
Con base en esa aceptación, la burguesía despliega una abrumadora pro-
paganda ideológica para tratar de convencer a los obreros de que sus inte-
reses individuales corresponden, como los de cualquier otro individuo, por
completo a la verdadera naturaleza humana y que su satisfacción creciente
es posible dentro del régimen capitalista; su objetivo es lograr cambiar la
conciencia de los trabajadores, mediante la sustitución de la idea de que el
régimen capitalista es absolutamente contrario a sus necesidades (que es la
primera que hace surgir en ellos la naturaleza explotadora del régimen ca-
pitalista) por la de que es precisamente dentro de sus límites en donde éstas
se pueden satisfacer de una manera progresiva. El propósito de la burguesía
es perfeccionar su dominación sobre los trabajadores añadiendo al imperio
económico y político el organizativo e ideológico; es decir, que intenta dotar
al proletariado de una ideología y una organización burguesas.
Al terminar la segunda década del siglo XX, el movimiento obrero llegó al
punto superior en el que, en la lucha por las reivindicaciones que provienen

72 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


de las necesidades que como individuos tienen los trabajadores, produjo
un gran movimiento de masas que se desplazó por dos vertientes: por una
parte, en algunos países capitalistas desarrollados, elevó la lucha obrera a
un alto nivel, en donde impuso a la burguesía el reconocimiento de sus in-
tereses de clase y logró en alguna medida la satisfacción de los mismos; por
otra parte, en la Rusia Zarista, mediante la lucha político-insurreccional,
estableció el primer régimen socialista de la historia.
En ambos frentes, el fin último de la lucha era la satisfacción de los in-
tereses y las necesidades individuales de los trabajadores. En una parte del
sistema capitalista, por medios económicos y políticos, y en el otro, median-
te la radical y violenta subversión de la sociedad burguesa, se fortalece la
naturaleza de los trabajadores como individuos.
En el período siguiente se produce la reacción de la burguesía internacio-
nal que, en sus dos sectores fundamentales, lleva de nuevo la explotación
de los trabajadores al extremo. Los dos grupos de naciones en las que se es-
cinde el campo imperialista se enfrentan en una violenta lucha que al final
adquiere el carácter de una guerra mundial; a la guerra interimperialista
se suma la agresión armada por uno de los grupos de países burgueses en
pugna en contra de Rusia soviética. En los países capitalistas desarrollados
la explotación de los trabajadores toma la forma más drástica que es la ani-
quilación física que trae consigo la guerra; en Rusia, la guerra de agresión
imperialista hunde al proletariado en las simas del hambre, las enfermeda-
des y la muerte.
Otra vez se presenta la acción del movimiento obrero internacional, que
tiene dos resultados fundamentales: el robustecimiento del movimiento
obrero en los países capitalistas desarrollados y la transformación socialista
de los países limítrofes a la Rusia soviética, la que se logra por la conjunción
de la insurrección interna de los obreros y otras fuerzas democráticas y la
guerra revolucionaria de liberación realizada por el ejército rojo.
Al lado de estos resultados esenciales se gesta en las colonias un fuerte
movimiento democrático-burgués de liberación nacional, cuyo fruto es un
grupo de países capitalistas gobernados por la burguesía o la pequeña bur-
guesía y dos países, China y Cuba, en los cuales triunfa la pequeña burgue-
sía radical, clase que da al régimen económico-político que ahí se establece
el carácter de un socialismo pequeño burgués.
A partir de aquí empieza un desarrollo característico de los dos sistemas
en que se han dividido las naciones del mundo: el sistema de países capita-
listas y el sistema de países socialistas.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 73


En el sistema capitalista, los países más desarrollados entran, después
de la segunda guerra mundial, en un período de crecimiento económico
acelerado.
El movimiento obrero llega en ellos a su punto culminante. La lucha de
los trabajadores obtiene logros sustanciales en la satisfacción de sus nece-
sidades individuales. Cada conquista de los obreros es el punto de apoyo
para la reivindicación de nuevas necesidades individuales cuya satisfacción
es el propósito del movimiento en la fase que sigue. Y así sucesivamente.
El resultado de todo esto es el fortalecimiento de la individualidad de los
trabajadores. El individuo que así se forja es aquel en el que se disuelve de-
finitivamente la colectividad y en el que, por tanto, se presenta la anulación
más decisiva de la naturaleza humana de los trabajadores.
Las dos grandes crisis que se tradujeron en el establecimiento del socialis-
mo en Rusia, la formación del sistema de países socialistas y la fortificación
del movimiento obrero en los países capitalistas, fueron el resultado de la
lucha de clases internacional, conforme a la cual se enfrentaron dos grandes
grupos de naciones que representaban a dos clases sociales determinadas.
Dos son los caminos por los que surge la clase de los capitalistas del régi-
men feudal. En el primero de ellos, los terratenientes feudales se convierten
inicialmente en arrendadores de tierras y después en terratenientes capita-
listas; en el segundo, los pequeños productores de mercancías y pequeños
comerciantes evolucionan hasta llegar a ser productores capitalistas típicos.
En cada país, dependiendo de una serie de circunstancias, el paso del feu-
dalismo al capitalismo se produce por cualquiera de las dos vías o por un
compromiso entre ambas, Así, un grupo de países se caracteriza porque ahí
el capitalismo surgió por la vía Junker, es decir, a partir de los terratenientes
feudales que se transforman en empresarios capitalistas, y en otro conjunto
de naciones el capitalismo ha nacido por la vía farmer, ya que tiene su ori-
gen en los pequeños productores de mercancías.
Así como en el interior de un país la clase capitalista se divide en dos
sectores: la oligarquía, que es la heredera legítima de los terratenientes feu-
dales, y la burguesía industrial, media, democrática, nacionalista, etcétera,
que reconoce como sus ancestros a los pequeños productores de mercan-
cías, en el ámbito internacional en un grupo se reúnen los países que han
arribado al régimen capitalista por la vía Junker y sus aliados, el cual entra
en colisión con otro que está formado por naciones que llegaron al capita-
lismo por la vía farmer y sus asociados.

74 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Las dos guerras mundiales, dos magnas crisis económicas, políticas y mi-
litares, tienen como contenido el enfrentamiento de estos dos grupos de
naciones a los que nos hemos referido y la causa del mismo se encuentra
en el desarrollo desorbitado de la oligarquía internacional que vulnera los
intereses del otro grupo de naciones capitalistas, en las cuales predomina
la burguesía industrial. El resultado final de ambas conflagraciones es el
triunfo de las naciones señoreadas por la burguesía industrial.
Al término de la segunda guerra mundial la burguesía industrial interna-
cional impone su dominación sobre la oligarquía internacional e inicia un
proceso por el cual reduce drásticamente el desarrollo exorbitante de ésta y
promueve ampliamente su propio crecimiento.
Un sector muy extenso de la burguesía industrial, el que produce bienes
de consumo, tiene intereses que se identifican con los de los trabajadores
como individuos; es, por tanto, el promotor de una ideología que compren-
de la aceptación de la legitimidad de las reivindicaciones de los trabajado-
res, la justicia de su satisfacción y la certeza de que ésta puede ser obtenida
dentro de los límites del régimen burgués; en un doble frente, esgrime sus
concepciones en contra de la plutocracia para obligarla a que las admita y
sobre la clase obrera para constreñirla a que las haga suyas y deseche cual-
quier veleidad revolucionaria.
La burguesía inicia así su trabajo de dotar al proletariado de una ideolo-
gía burguesa.
Los partidos obreros (comunistas, socialistas, etcétera), incorporan sis-
temáticamente a sus programas las reivindicaciones de la burguesía indus-
trial que coinciden con los intereses individuales de los trabajadores.
De este modo comienza su transformación en partidos de la oposición
burguesa.

Establecimiento de la “sociedad del bienestar”

Hemos adelantado la conclusión de que al término de la segunda guerra


mundial conquistó el poder el sector II del capitalismo internacional, cuyo
núcleo esencial estaba formado por la burguesía industrial, principalmente
la productora de bienes de consumo.
Desde el puesto de mando logrado, la burguesía del sector II inicia un
proceso de encauzamiento de recursos hacia sus industrias, en forma pre-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 75


ponderante hacia las que producen bienes de consumo; se origina, por tan-
to, un crecimiento acelerado de las mismas.
El mercado de bienes de consumo se abarrota de mercancías que deben
ser vendidas.
Una primera vía de desfogue de esa plétora de bienes de consumo es el
capital variable (salarios) que las industrias que los producen lanzan a la
circulación; otra más la constituye el incremento en el salario y otras pres-
taciones que los obreros obtienen como resultado de su lucha económico-
política que ha sido promovida y apoyada por el sector II de la economía in-
ternacional; una última es aquella que nutre la plusvalía que se gasta como
renta de los mismos capitalistas del sector II.
El único consumo que tiene aquí una connotación especial es el que se
origina en el incremento del nivel salarial y de prestaciones de los trabaja-
dores; cuando se rebasa la simple restitución de su capacidad productiva,
entonces los obreros son cebados como los animales para que rindan un tra-
bajo de mayor extensión e intensidad. De esta manera, aumenta el volumen
de la plusvalía que se apropian los capitalistas.
Este consumo tiene un efecto profundo sobre la fisiología de los trabaja-
dores; los órganos y procesos orgánicos por los cuales se asimilan los bienes
son puestos a funcionar mucho más allá de sus límites naturales-humanos,
con lo que se acelera el proceso preexistente de su descomposición y des-
gaste excesivo.
Por otro lado, el fortalecimiento de la constitución física de los traba-
jadores y el mejoramiento en sus condiciones de vida que trae consigo el
incremento del consumo son punto de apoyo para un avance mayúsculo de
la extensión e intensificación del trabajo en el proceso productivo capitalis-
ta, lo que a fin de cuentas resulta en un incremento sustancial del desgaste,
descomposición y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los
trabajadores, en un poderoso impulso a la anulación de su naturaleza hu-
mana.
La acumulación continúa creciendo a pasos agigantados en el sector II de
la economía internacional nutrida por el aumento del monto de la plusvalía
que en esas industrias se produce y la realización de la misma a través del
crecimiento del consumo. Se establece así, en los países capitalistas desa-
rrollados, la llamada “sociedad del bienestar”. La constitución y consolida-
ción de la denominada por sus apologistas “sociedad del bienestar” se pro-
duce en el período comprendido entre la terminación de la segunda guerra
mundial y la década de los ochenta del siglo XX.

76 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


NAcIMIENTO DEL cAPITALISMO DE cONSUMO

A partir de aquí, la industria productora de bienes de consumo tiene una


transformación radical. Empieza su desarrollo desenfrenado.
El volumen de mercancías que produce, y a las cuales debe darles salida,
aumenta exponencialmente y aún así le queda una gran capacidad financie-
ra que pugna por aplicarse a la ampliación de sus instalaciones o al desarro-
llo de nuevas ramas productivas.
Para lograr la realización de esa ingente cantidad de bienes de consumo
y la apertura del mercado para su capacidad productiva potencial, primero
tiene que desarrollar algunos sectores estratégicos.
Constituye, como ramas específicas de su sector, las industrias del de-
sarrollo de productos, del mercadeo (mercadotecnia) y de la publicidad,
cuya finalidad es ampliar en una gran medida la diversidad de los bienes de
consumo, presentarlos persuasivamente a los consumidores y establecer los
canales para su venta.
Igualmente, crea nuevas ramas productivas o desarrolla otras que en la
fase anterior vegetaban perdidas en el interior del aparato productivo. Tal
es el caso de las industrias del entretenimiento, arte, cultura, alcohol, dro-
gas, turismo, belleza, sexo, pornografía, prostitución, moda, deporte, salud,
educación, comunicación, información, etcétera, las cuales proporcionan
una amplísima variedad y una enorme cantidad de bienes y servicios de
consumo.
Da un gran impulso a las ramas tradicionales de la industria productora de
bienes duraderos y no duraderos de consumo, tales como las de alimentos,
electrodomésticos, artículos electrónicos, automóviles, viviendas, etcétera.
También se forma una rama específica de la banca que se dedica al fi-
nanciamiento del consumo masivo, a la par que el mismo capital comercial
incursiona en el terreno del crédito al consumo de sus mercancías.
Por otra parte, en las industrias productoras de medios de producción y
de tecnología se imponen una profunda transformación para adaptarlas a
las necesidades imperiosas de las industrias productoras de bienes de con-
sumo y la conversión de la investigación tecnológica y científica en toda una
industria, la industria del conocimiento.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 77


La sociedad de consumo y el individuo

El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes


de consumo es el individuo consumidor.
En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de
constitución, desenvolvimiento y apoteosis, en el capitalismo, del individuo
que es la negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la
esencia natural del hombre.8
En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la
propiedad privada plena sobre sí mismo.
Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios
que el moderno capitalismo de consumo coloca ante él.
En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo
de satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformacio-
nes que en su fisiología y en su psique produce la propiedad privada; el tra-
bajador, excitado por esa monstruosa acumulación de cosas, procede, bajo
su propia dirección, a manipular su sensoreidad para desarrollar nuevos
procesos orgánicos —fisiológicos y psíquicos— (necesidades y su satisfac-
ción) que correspondan a la plétora de bienes que la sociedad de consumo
seductoramente le presenta.
Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específi-
cas:
— En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfac-
ción-satisfacción, que primitivamente funcionaba para la integra-
ción de la corporeidad del individuo mediante la satisfacción de sus
necesidades, por el de displacer-placer. La necesidad no tiene ya nin-
gún nexo con la constitución, conservación o reconstitución biológi-
ca del individuo, pues sólo es un medio para desarrollar una sensa-
ción exacerbada de insatisfacción que debe ser apaciguada con una
sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del
objeto.
— Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen
consigo el funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales
y psíquicos implicados y, por tanto, el desgaste acelerado de los mis-
mos y de los órganos en los que residen.

8
Véase: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Cuadernos
de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009.)

78 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


— Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgá-
nicos y los órganos involucrados se traducen necesariamente en su
descomposición irreversible.
— La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el des-
coyuntamiento de los mismos, lo que resulta en un monstruoso de-
sarrollo autónomo de sus elementos.
— La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inago-
tables de satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se ge-
nera una multitud de situaciones de insatisfacción exasperada, las
que a fin de cuentas integran una sola sensación magnificada de in-
satisfacción (displacer) que crece desmesuradamente, tanto con su
parcial aplacamiento por la satisfacción de una necesidad aislada, lo
que sólo es el punto de apoyo para una necesidad mayor, como por
la imposibilidad de satisfacer una, varias, o una gran parte de las
necesidades.
— La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran can-
tidad de las mercancías que produce sean consumidas por el indivi-
duo; éste ejerce, por tanto, una infinidad de acciones de satisfacción
enardecida por las cuales asimila los objetos exteriores. Las acciones
mencionadas se consolidan en una sola situación interminable de
satisfacción exaltada, de goce placentero.
— Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la
sensoreidad del individuo, por lo que exige una exacerbación mayor
de la sensación de insatisfacción y una satisfacción que proporcione
un placer redoblado. Y así sucesivamente.
— El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación perma-
nente de insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas
(displacer-placer) que proporciona un gigantesco impulso al desgas-
te y descomposición de su organismo.
— El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza franca-
mente libidinal, lo mismo que los individuos que los consumen.
— El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo
de orgasmo colectivo sin solución de continuidad, que es el clímax
de una excitación displacentera igualmente permanente.
— El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos
orgánicos y órganos que intervienen en la satisfacción de las nece-
sidades que crea la sociedad de consumo llevan a su culminación el
movimiento de la propiedad privada por el que se produce la anula-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 79


ción de las características biológicas de la especie y con ello la de la
esencia natural del hombre.
— Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través
del cual se satisfacen todas las necesidades de los individuos en la
sociedad capitalista moderna, incluidas las necesidades elementales
por medio de las que se conserva y reconstituye la corporeidad de los
trabajadores. Esto quiere decir que los obreros que se encuentran en
los niveles salariales más bajos y los que forman el ejército industrial
de reserva, así como los grupos sociales marginales –los migrantes y
las minorías étnicas en los países desarrollados, los indios america-
nos, las tribus africanas, etcétera–, están sujetos, aún en la satisfac-
ción de sus reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese
dispositivo destructor de la naturaleza humana que es la forma espe-
cífica desarrollada por la sociedad de consumo de determinación y
satisfacción de las necesidades individuales.
En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mun-
do de bienes de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el meca-
nismo de colmar la necesidad inducida, el cual se basa en la exacerbación
de las sensaciones correspondientes de satisfacción e insatisfacción. Pudi-
mos apreciar las funciones que desempeñan la burguesía y el proletariado:
aquella aguijonea el apetito de los trabajadores y éstos especulan con sus
procesos orgánicos para excitar su sensoreidad.
Cuando esta relación llega a su apogeo, engendra otra que tiene un con-
tenido más radical. El régimen capitalista ofrece como bienes de consu-
mo y los individuos trabajadores las asimilan como tales, sustancias que
producen directamente, en el sistema nervioso, mediante reacciones bio-
químicas, las exacerbadas sensaciones de satisfacción e insatisfacción. Lo
característico es que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina, cocaína,
opio, anfetamina o speed, seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y
hashish), inhalantes, etcétera) no impresionan primero, como los otros bie-
nes de consumo, ni los sentidos ni la psique de los sujetos, sino que actúan
inmediatamente, como tales sustancias, en los centros nerviosos, en donde
provocan la excitación de las sensaciones.
Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce necesaria-
mente en un mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos or-
gánicos de los trabajadores, en una aniquilación más contundente de su
naturaleza humana.

80 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas for-
mas del consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesa-
riamente al consumo masivo de narcóticos, y éste es, por su parte, soporte,
apoyo y generador del consumo masivo de mercancías.
La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es
una rama necesaria y legítima del régimen capitalista moderno.

El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada

El capitalismo de consumo somete a los trabajadores a una forma de escla-


vitud que se añade a la esclavitud originaria por la cual los obreros están
sujetos con cadenas indestructibles al capital porque para poder vivir tienen
forzosamente que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas.
La sujeción a que somete el capitalismo de consumo a los trabajadores
tiene dos aspectos.
En el primero de ellos se trata de la acción por la cual los capitalistas y
su cohorte de ideólogos, artistas, propagandistas, publicistas, diseñadores,
etcétera, presentan a los trabajadores las mercancías de consumo con una
carga abrumadoramente libidinal (no necesariamente erótica), que suscita
en ellos un deseo enardecido de consumirlas, una compulsión absolutamen-
te incontrolable. Para satisfacer esa exaltada necesidad deben vender su
fuerza de trabajo a los capitalistas, pues sólo así obtendrán los medios nece-
sarios para adquirir los bienes que apaciguarán su excitada sensoreidad.
En el segundo aspecto, el capital bancario y el capital comercial crean
una nueva rama de negocios que tiene por objeto financiar el consumo de
los trabajadores, el crédito al consumo.
El adelanto de medios de pago a los obreros para que se procuren un sin-
fín de satisfactores, por un lado constituye una atadura de por vida del tra-
bajador al capital bancario y comercial (en la reciente crisis financiera inter-
nacional se puso al desnudo que, por ejemplo en Estados Unidos, los bancos
concedieron créditos hipotecarios a pagar hasta en 40 años, con lo cual del
inmueble únicamente se transmite en realidad un usufructo precario y la
propiedad sólo excepcionalmente, cuando el trabajador, ya en edad provec-
ta, termina de hacer sus pagos) y por otro, representa un reforzamiento de
la sumisión originaria que ejerce el capital en el proceso productivo, pues el
trabajador, para cumplir con los inagotables compromisos que asume con
la banca y el comercio, no tiene más opciones que trabajar continuamente

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 81


para los capitalistas y obtener más ingresos mediante la extensión y la in-
tensificación del trabajo, lo que a su vez hace aumentar la plusvalía que los
obreros producen y que el capital se apropia sin retribución; igualmente, la
extensión e intensificación del trabajo que esta situación trae consigo tiene
como efecto un incremento en gran medida de la depauperación de los tra-
bajadores.
El capital bancario y el capital comercial, en esta su nueva faceta, per-
feccionan hasta el virtuosismo una doble actitud: por un lado, halagan per-
suasivamente al individuo trabajador para lograr que se incorpore a la “mo-
dernidad” mediante la adquisición indiscriminada de múltiples créditos
al consumo, y por el otro, lo someten a vejaciones, abusos, atosigamiento,
molestias, violencia moral, cargos por moratoria y por gastos de cobranza,
etcétera, con el fin de obligarlo a hacer sus pagos oportunamente y, por
último, cuando, lo que es muy común, no puede seguir cubriéndolos, lo
despojan sin contemplaciones del bien objeto del crédito y de la parte de su
patrimonio que sea suficiente para saldar una deuda que para entonces ya
ha alcanzado montos colosales.
Los trabajadores se ven entonces sujetos a los efectos devastadores en sus
cuerpos y sus mentes de dos sentimientos contradictorios: por un lado, la
euforia que el consumo facilitado por el crédito les provoca, y por el otro,
la angustia que los aflige ante el peligro que sobre ellos se cierne de ser des-
pojados de su patrimonio si no se realizan los pagos pactados y la severa
depresión en que se hunden cuando esa amenaza se cumple.

El capitalismo de consumo
y la explotación del trabajador

La explotación del trabajador completa, en la sociedad capitalista de consu-


mo, la totalidad de su naturaleza.
Es, en primera instancia, la explotación que realiza el capital productivo
en el proceso capitalista de producción y que se caracteriza por la absorción
de trabajo excedente de los obreros por el capital; es, en segundo término,
la que efectúan el capital comercial y el capital bancario a través de la reali-
zación masiva de los bienes de consumo y que en los parágrafos anteriores
acabamos de detallar.
El consumo es, en la moderna sociedad capitalista, el eslabón que cierra cons-
trictivamente la cadena de la explotación de los trabajadores por el capital.

82 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


En el proceso productivo, a través de las formas de producción de plus-
valía (absoluta y relativa) y de la acumulación de capital, y en el consumo
masivo, por medio de la exacerbación de las necesidades individuales, la de-
pauperación de los trabajadores se sitúa en su nivel más alto que consiste en
el desgaste desmedido y la descomposición absoluta de todos sus órganos y
procesos orgánicos, la disolución definitiva de la colectividad y el estableci-
miento categórico del individuo como propietario privado de sí mismo; esto
es, la miseria que se caracteriza por la absoluta anulación de la naturaleza
esencial de la especie humana.
La producción y el consumo se engendran mutuamente; en esta recíproca
procreación dan lugar a un progresivo y acelerado agravamiento de la de-
pauperación de los trabajadores.

El capitalismo de consumo
y la producción de mercancías

Los bienes y servicios de consumo que se producen en la sociedad capitalis-


ta moderna son mercancías; con ese carácter, poseen todas las característi-
cas generales que Marx descubrió mediante el análisis que de ellas hizo en
el primer tomo de El Capital.9
En su inmensa mayoría son producto de la actividad desarrollada por
trabajadores asalariados al servicio de empresarios capitalistas, es decir, el
resultado de procesos de producción capitalistas.
Son, por tanto, sustantivaciones de fuerza de trabajo extraída a los obre-
ros en la actividad productiva que tiene como núcleo fundamental la anula-
ción de las características humanas de los trabajadores; esa sustantivación
de valor que les es ajena y causa de su deshumanización, al ser empleada
como medio de consumo es, también, en ese carácter, agente de la anula-
ción de la esencia natural-humana de los obreros.
Por lo que hace al consumo, no hay una diferencia fundamental entre
bienes y servicios; ambas formas que adoptan las mercancías en el régimen
capitalista tienen las características esenciales que ya hemos puesto de re-
lieve en todo lo anterior.

9
Véase: Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, tomo II, segunda parte, “La esencia
de la teoría marxista del valor”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008).

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 83


La “sociedad del bienestar” y
la sociedad de consumo

En las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX, la intelectualidad
pequeño burguesa abordó teóricamente la naturaleza de la “sociedad del
bienestar”.
Herbert Marcuse fue quien llevó hasta sus últimas consecuencias, desde
el punto de vista de la pequeña burguesía, la crítica de la “sociedad indus-
trial”.
Marcuse define al capitalismo moderno que existe en las sociedades altamen-
te desarrolladas como el régimen de la administración total. De acuerdo con sus
puntos de vista, se trata de una forma de organización social en la cual las carac-
terísticas fundamentales del capitalismo empiezan a llegar al punto superior de su
desarrollo. La maquinización de la producción avanza a pasos agigantados por el
camino de la automatización, la productividad del trabajo se incrementa en una es-
cala gigantesca, la monopolización de la producción deviene en el capitalista global
(público o privado) que administra tanto el proceso productivo (al instrumento y al
obrero totales) como las demás funciones económicas de la sociedad y las órbitas
política, cultural, etcétera, la miseria puede y empieza a ser erradicada de capas
cada vez más amplias de la población pues se proporcionan niveles de vida más
altos incluso para la clase obrera, el beneficio privado es, en forma cada vez más
abierta, el móvil único de la producción, la dominación capitalista se consolida
como una dominación total en la cual el individuo se encuentra sujeto a la opinión
pública controlada, a la propaganda y a la administración en cualquier parte o mo-
mento de su existencia.
En este tipo de sociedades, al mismo tiempo se produce un derroche demencial
de fuerzas productivas, una obsolescencia planificada y una movilización perma-
nente de los hombres y las fuerzas productivas para la eventualidad de una guerra
de aniquilación total; además, existe un consenso entre todas las clases y grupos
sociales que la forman para llevar hasta sus últimas consecuencias estas tendencias
que en ella empiezan a aparecer.
En el interior de la misma sociedad capitalista desarrollada y en los países de
menor desarrollo capitalista prevalecen aún la pobreza y la indigencia.
Marcuse afirma que la abundante productividad del capitalismo ha hecho posi-
ble la elevación del nivel de vida de amplias capas del proletariado en los países in-
dustriales desarrollados. Eso ha permitido que la clase obrera se integre al sistema
de explotación capitalista; esa integración no es un fenómeno meramente superfi-
cial, ideológico, sino que se ha convertido en una “segunda naturaleza” del hombre;
tiene un fundamento esencialmente biológico.

84 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


El sistema, a través de la manipulación de las necesidades individuales y de la con-
versión del trabajo en un falso placer, por medios tecnológicos principalmente, ha
desarrollado en la clase obrera el instinto de conservación del régimen capitalista.
En consecuencia, como su instinto, su naturaleza biológica ya no lo obliga a rebe-
larse contra el sistema, el proletariado ha perdido su carácter de clase revolucionaria.
Junto al proletariado integrado al sistema capitalista se encuentran los margi-
nados como las minorías raciales y nacionales y el neo-proletariado, es decir, los
intelectuales, técnicos, artistas, etcétera.
En las minorías raciales y nacionales y en los explotados de las colonias, que vi-
ven en situaciones infrahumanas en las cuales sus necesidades elementales, vitales,
no son satisfechas, es en donde renace el instinto de sublevación que ha perdido la
clase obrera.
El neo-proletariado (intelectuales, técnicos, artistas, etcétera), si bien no se en-
cuentra en las condiciones miserables de los grupos mencionados en el párrafo
anterior, sí puede, por ser quien maneja los instrumentos del conocimiento en la
sociedad burguesa, tomar conciencia de la situación existente, investigar cuáles son
sus verdaderas necesidades y rebelarse contra el sistema.
Todas estas circunstancias obligan —expresa Marcuse— a poner al día las tesis
del marxismo respecto de la revolución socialista y del régimen socialista; deben
redefinirse todos los conceptos que contienen esas tesis.
En primer lugar, el proletariado ya no es la clase naturalmente revolucionaria;
en la oposición al sistema han surgido otras fuerzas distintas (minorías raciales y
nacionales y neo-proletariado) que si bien no representan ya una fuerza revolucio-
naria, pueden llegar a serlo.
Estos grupos marginados, en su oposición al sistema generan una “sensibilidad”
y unas necesidades que son la negación de la “sensibilidad” y las necesidades que
impone el capitalismo y representan el germen de una “nueva sensibilidad” y “nue-
vas necesidades” que tendrán pleno desarrollo en la “sociedad libre”.
Puesto que el aparato de dominación total ha logrado crear en la clase obrera un
instinto de conservación del régimen capitalista y como ninguna revolución triunfa-
ría sin la participación de aquélla es necesario, con el fin de prepararla para la lucha,
darle una “nueva sensibilidad” (amor, paz, erotismo, sensualidad, placer lúdico, se-
reno, etcétera) ya desarrollada por los marginados y que al convertirse en instintiva
constituyera la base para la determinación de nuevas necesidades, éstas sí verdade-
ramente humanas que vendrían a sustituir a las necesidades impuestas por el capita-
lismo. Para llegar a ello, los intelectuales deben ir hacia los obreros con el fin de, por
medio de seminarios públicos y otros instrumentos afines, darles conciencia de la
necesidad de cambiar sus instintos, su sensibilidad. No hay, pontifica Marcuse, ne-
cesidad de un partido revolucionario, pues los agentes del cambio deben ser peque-
ños grupos autónomos con un alto grado de movilidad y flexibilidad. La actividad de
estos grupos autónomos sólo puede tener una base firme cuando el sistema empiece

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 85


a desintegrarse por sí mismo. Mientras esto no suceda, la lucha de los grupos opo-
sicionistas no puede desembocar en el socialismo (el socialismo marcusiano, según
veremos); la lucha de clases se mantendría dentro del marco capitalista.
El papel de los grupos autónomos de revolucionarios consiste en desarrollar pri-
mero su “nueva sensibilidad” en oposición a la impuesta por el capitalismo, estruc-
turar una escala de “nuevas necesidades” (individuales, desde luego) por oposición
a las necesidades determinadas por el capitalismo; después, trasladar esa nueva
sensibilidad a la clase obrera y ayudarla a investigar sus “verdaderas necesidades
humanas”; esta actividad no puede por sí sola llevar al “socialismo”; únicamente
la desintegración espontánea del sistema creará las premisas para que, a través de
acciones anárquicas de los obreros, se produzca el cambio revolucionario.
El régimen que la revolución debe instaurar ya no es el sombrío socialismo de
Marx, que con la colectivización de la producción y el consumo anulaba el libre desen-
volvimiento de los individuos (cercenaba su imaginación, les negaba un placer lúdico,
sensual, sereno como motor de su actividad, etcétera); la “sociedad libre” es el tipo de
organización social en donde, bajo una forma de colectivización sui géneris (sociali-
zación de las funciones más generales de la producción, propiedad por grupos de los
medios e instrumentos de producción, autogestión, etcétera) el hombre pueda hacer
valer su individualidad y alcance el goce supremo de un placer lúdico, sereno y sensual
que presida sus necesidades instintivas de paz, amor, erotismo, belleza, etcétera.
Marcuse parte de la tesis según la cual en la sociedad de consumo las necesi-
dades de los hombres se han convertido en un medio empleado por el aparato de
dominación total para absorber hasta su última gota de capacidad de consumo;
de este modo, se crea una serie infinita de necesidades superfluas que atormentan
al hombre en la búsqueda de su satisfacción y que de hecho hacen centrar toda su
actividad en el logro de la misma; además, las simples necesidades biológicas, aqué-
llas cuya satisfacción es la condición indispensable para seguir viviendo, se vuelven
un objeto de especulación de parte del “aparato tecnológico de dominio”, creando
satisfactores cada vez más sutilizados, etcétera. Estas necesidades, que son creadas
y administradas por el “aparato tecnológico de dominación”, no son, dice Marcuse,
necesidades verdaderamente humanas; en consecuencia, en aquellos sectores que
no han sido integrados al aparato de dominación (estudiantes, artistas, intelectua-
les) surge una nueva sensibilidad en directa oposición a aquella otra administrada,
distorsionada, deshumanizada de la sociedad de consumo, sensibilidad que hace
brotar nuevas necesidades, éstas sí verdaderamente humanas. El autor considera
que esa nueva sensibilidad se gesta en los grupos hippies, beatniks, etcétera, cuya
“cultura” es la negación franca de la cultura de la sociedad de consumo.10

10
Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo Moderno y Revolución, t. III, Biblioteca Marxista,
Sísifo Ediciones, México, 2008, pp. 214-216.

86 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Marcuse reivindica, frente a la vulneración de la individualidad que la
“sociedad industrial” perpetra (la “administración total” del individuo por
el “aparato de dominación”), la irrestricta libertad del individuo para deter-
minar sus necesidades y los satisfactores de las mismas.
La pequeña burguesía, cuyo teórico por excelencia es Marcuse, inicia una
batalla en contra de la burguesía con el propósito de derribar los diques que
la moral burguesa impone a la erección definitiva del principio del placer
como el contenido fundamental del mecanismo de determinación y satis-
facción de las necesidades del individuo.
No es una mera coincidencia que la insurrección pequeño burguesa ten-
ga como su núcleo fundamental la “liberación sexual”, es decir, el dar libre
curso a los apetitos sexuales, aún los más perversos y repulsivos, a los cua-
les se dota de absoluta legitimidad. La liberalización de la sexualidad es el
punto de partida para que la fisiología y la sensoreidad de los individuos se
desinhiban totalmente y puedan desarrollar una capacidad prácticamente
ilimitada de generar procesos psíquico-sensoriales de necesidad exacerbada
y satisfacción placentera, que es precisamente lo que la “sociedad de consu-
mo” requiere.
Como vemos, la pequeña burguesía, con su propuesta de la “nueva sen-
sibilidad”, lo que realmente está haciendo es abonar el terreno para el es-
tablecimiento de la “sociedad de consumo”, el sucesor lógico-histórico de
la “sociedad del bienestar”. La psique, la fisiología y la sensoreidad de los
individuos, han sido dotadas, por la acción de la pequeña burguesía, de un
carácter eminentemente libidinal, conforme al cual funcionan desmesurada
y desarticuladamente en atención al exclusivo propósito de producir placer,
y no uno cualquiera, sino un magno placer exacerbado, en la asimilación de
las mercancías que produce la sociedad de consumo.
Lo que la pequeña burguesía propone como una “sociedad humana”, el
desarrollo desenfrenado del individuo, no es otra cosa que la forma superior
que adopta el régimen de producción capitalista, en donde el individuo con-
quista el estatus superior de propietario privado de su corporeidad, a la que
somete a la tortura de la producción y el consumo capitalistas, con lo que da
cima al proceso de desgaste, descomposición y degeneración de sus órganos
y procesos orgánicos y a la anulación de su naturaleza humana (colectiva).
La pequeña burguesía desplegó su actividad contestataria en varios as-
pectos.
La “nueva izquierda” fue una corriente filosófica que, tras la muerte de
Stalin se propuso, además de desacreditar el marxismo-leninismo, hacer la

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 87


crítica de la “sociedad industrial” y proponer la alternativa a la misma que,
como ya vimos en lo que antecede, es una sociedad en donde se forja una
“nueva sensibilidad” cuyo centro es el individuo como tal. Esta corriente
amplió, desde el punto de vista “filosófico”, el cuerpo de la ideología bur-
guesa, a la que incorporó la noción de la excelsitud del individuo como
consumidor.
También a los terrenos del arte y la cultura extendió la pequeña burguesía
su labor impugnatoria de la “sociedad industrial”. La literatura, el teatro, el
cine, la música, etcétera, adquirieron un carácter de reclamo y protesta que
al mismo tiempo era una exaltación de la “nueva sensibilidad” del “hombre
nuevo” y, desde luego, de la “nueva sociedad”.
A la par que a su ideología y a la “contestation” artística y cultural, la
pequeña burguesía dio vida a sus propias formas de lucha: por la liber-
tad sexual, el amor y la paz, la igualdad de género, contra la discriminación
sexual, racial o económica, por la defensa del ambiente, etcétera.
La ideología de la pequeña burguesía se extendió hacia todas las capas
de la población. El proletariado recibió también esta influencia e hizo suyos
los postulados y las formas de lucha de esa clase social.
En la “sociedad del bienestar”, la burguesía industrial, o burguesía liberal,
o burguesía “no monopolista”, había logrado que la clase obrera asumiera
su ideología y se organizase con la finalidad de luchar, dentro de los marcos
de la sociedad burguesa, por el mejoramiento de sus condiciones laborales
y de vida; es decir, que había proporcionado al proletariado una ideología y
una organización burguesas.
Al mismo tiempo, los partidos obreros de masas, alejados ya definiti-
vamente del marxismo-leninismo aquellos que lo profesaban casi sólo de
nombre, evolucionaron hacia la derecha en el espectro político, adoptaron
todos posiciones cada vez más burguesas y vaciaron su contenido proletario
para convertirse en partidos de la pequeña burguesía.
Al inaugurarse la “sociedad de consumo”, en la década de los años 80 del si-
glo pasado, el movimiento obrero ha desaparecido literalmente y los antiguos
partidos obreros han dejado de serlo y son ahora partidos pequeño burgueses
diluidos en la oposición legal; para efectos prácticos, al inicio del siglo XXI ni
el movimiento obrero ni los partidos obreros de masas tienen ya existencia.
La clase obrera moderna, privada de su ideología (la que naturalmente
le pertenece: el marxismo-leninismo), de sus partidos y de su organización,
dotada con una ideología y una organización burguesas, recibe el embate de
la pequeña burguesía; ésta inyecta su ideología y sus formas de lucha espe-

88 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


cíficas a la clase de los trabajadores, las que se sobreponen a las que antes
había introducido la burguesía y las refuerza. Los trabajadores tienen en la
actualidad una conciencia burguesa perfeccionada por las contribuciones
de la ideología de la pequeña burguesía, las cuales poseen una base firme-
mente asentada en la fisiología y en la psicología de los individuos, están
organizados de acuerdo con los patrones determinados por la burguesía y la
pequeña burguesía y desarrollan una lucha fundamentalmente por reivindi-
caciones burguesas y pequeño burguesas y con los métodos característicos
de la burguesía y la pequeña burguesía.

La maquinización de la producción
y la sociedad de consumo

La producción de las mercancías de consumo se realiza en su totalidad con


métodos capitalistas.
Las formas capitalistas de producción, dentro de las cuales se producen
también los bienes y servicios de consumo, han tenido en la sociedad de
consumo, en general, un desarrollo ascendente, tanto en su carácter de for-
mas de aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores como en
el de progenitoras de los elementos de la reapropiación de esa naturaleza
sobre la alta base de la socialización de la producción.
La racionalización y maquinización de la producción han ido en aumento.

La cibernética

La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un impresio-


nante desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo
de los sistemas y los mecanismos productivos, en el que ha obtenido los
siguientes resultados:
a) En primer lugar, ha permitido que la vigilancia, el control, la comunica-
ción y la retroalimentación de los sistemas y mecanismos que todavía se
realizan manualmente por los trabajadores se puedan ejecutar con una
mayor racionalidad, coordinación, organización y velocidad y que, por
ende, tengan una productividad más alta;
b) en segundo término, ha sido la base para un perfeccionamiento de los
sistemas y los mecanismos existentes, con lo cual dota a sus procesos de
una productividad más elevada;

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 89


c) en tercer lugar, ha sido el punto de apoyo para el desarrollo de nuevos
sistemas y mecanismos que incorporan los principios cibernéticos más
adelantados de control, retroalimentación, racionalidad, comunicación,
coordinación y organización y que son por tanto mucho más producti-
vos;
d) y en último lugar, pero de la mayor importancia, ha sido el acicate fun-
damental para la maquinización de las funciones de racionalización,
coordinación, comunicación, organización, vigilancia, control y retroa-
limentación de los sistemas y mecanismos, es decir, para la invención y
desarrollo de la máquina de máquinas, la computadora;
e) la máquina cibernética por excelencia, la computadora, ha hecho posible
la automatización más decisiva de los sistemas, procesos y máquinas.
La computación es la disciplina que estudia y desarrolla los programas y
las funciones que por medio de ellos realiza la computadora, el mecanismo
específico que tiene como objeto la racionalización, coordinación, comuni-
cación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas
y mecanismos productivos. Su desenvolvimiento, impulsado por el de la ci-
bernética, induce a su vez el de ésta; ambas se dan un mutuo empuje ascen-
dente. A su vez, las dos estimulan la construcción de máquinas cibernéticas
cada vez más poderosas, las cuales son un gran incentivo para un desarrollo
más vasto de la cibernética y la computación.
Pero la cibernética no reduce su campo de acción a los sistemas y me-
canismos productivos, sino que lo extiende hasta los sistemas, procesos y
mecanismos de la circulación de las mercancías, de la circulación del ca-
pital, del consumo, etcétera, a los cuales somete a sus principios, que cada
vez más son funciones de máquinas (computadoras) que se perfeccionan
aceleradamente.
En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran
en toda su extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas
magistralmente en el tomo primero de El Capital.11
Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas
son obreros asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de tra-
bajo y necesariamente deben venderla al capitalista, quien es el propietario
privado de los medios e instrumentos de producción (en este caso de los mé-
11
Véase: Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Tomo I, Capítulo XIII, “Maquinaria y
gran industria”, Versión del alemán por Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos
Aires, 1964 y, también: Robledo Esparza, Gabriel, El desarrollo del capitalismo mexicano, Capítulo IV, “La
producción de plusvalía relativa”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, 2007).

90 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


todos y las máquinas cibernéticas) para obtener un salario que les permita
adquirir los medios de subsistencia. Es decir, que se mantiene y se fortifica
la relación de esclavizamiento del trabajo asalariado por el capital.
Los productos del trabajo cibernético son mercancías; son materializa-
ciones de la fuerza de trabajo de los obreros cuyo valor se mide, como el de
cualquier otra mercancía, por la cantidad de fuerza de trabajo empleada en
su producción y ésta, a su vez, por el gasto de músculos, nervios, cerebro,
etcétera, de los trabajadores.
Las mercancías producidas con los métodos cibernéticos son bienes o
servicios materiales que han resultado de una relación material (física y/o
mental) de los proletarios (individuos materiales) con los medios e instru-
mentos de producción (objetos materiales).
(El “trabajo inmaterial” es una estulta invención de la intelectualidad pe-
queño burguesa; si seguimos su absurda línea de argumentación, tenemos
que el “trabajo inmaterial”, cuando actúa sobre medios e instrumentos de
producción también “inmateriales”, produce bienes “inmateriales”, es decir,
la nada, que al actuar sobre la nada genera la nada. ¡No cabe duda que la
intelectualidad pequeño burguesa ha conquistado el puesto más alto de la
indigencia mental, de la cual, por otro lado, ya habían dado un revelador
adelanto, en la segunda mitad del siglo pasado, la “nueva izquierda” y el
marcusianismo!)
Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccio-
namiento de los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la
circulación de las mercancías y del capital y del consumo son, en principio,
formas de producción de plusvalía relativa empleadas por el capital para
incrementar sus ganancias. Por medio de ellas, al hacer crecer la productivi-
dad, se reduce el tiempo de trabajo necesario de los trabajadores y se amplía
el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo, se dilata el volumen del plus-
valor que se apropian los capitalistas sin retribución. También, son medios
de elevar la productividad en aquellos sectores en los que no se produce
plusvalía, como el comercio y la banca, y en los que, por tanto, cualquier
aumento del rendimiento del trabajo se traduce en costos menores que en la
misma medida hacen mayor la masa de la plusvalía producida por el capital
productivo que los capitalistas de las ramas económicas improductivas se
apropian. Igualmente, son métodos para acelerar el consumo y, en conse-
cuencia, de engrosar el volumen de la plusvalía que los capitalistas de este
sector obtienen con la realización de sus mercancías.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 91


Las funciones cibernéticas que se perfeccionan y se incorporan a una má-
quina fueron originariamente capacidades de los trabajadores; posterior-
mente, el capital se las sustrajo y las convirtió en atributos de la máquina y
con ello de sí mismo; con esto el trabajo del obrero ha alcanzado un grado
mayor de abstracción y sus capacidades individuales se han acumulado en
el instrumento socializado que es ahora propiedad del capital.
El perfeccionamiento constante de los métodos y las máquina cibernéti-
cas hace obligatoria la adaptación de la fisiología de los trabajadores (esto
incluye la capacitación que debe dárseles sobre las modernas tecnologías) a
los sistemas, procesos y máquinas, que son los que tienen ahora a los obre-
ros como una extensión suya y los someten a las exigencias imperiosas (fun-
cionamiento constantemente acelerado) que les impone la necesidad del
capital de producir y acumular plusvalía en volúmenes cada vez mayores.
El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las
máquinas cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al
trabajo capitalista: se realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral
de los capitalistas, tiene como base la separación absoluta entre trabajo y
capital, implica la producción, con los métodos de producción de plusvalía
absoluta y relativa, de cantidades incesantemente incrementadas de plus-
valía, de trabajo obrero no remunerado; “todos los métodos encaminados
a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se realizan a expen-
sas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarrollo de la
producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del
productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo
rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura
de su trabajo el contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del
proceso del trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como
potencia independiente; corrompen las condiciones en las cuales trabajan;
los someten, durante la ejecución de su trabajo al despotismo más odioso
y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en horas de trabajo;
lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del capital… Por
eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, es
decir, en la clase que crea su propio producto como capital, es acumulación
de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de igno-
rancia y degradación moral.”12 Marx, Carlos, op. Cit., t. I, pp. 546-547.

12
Marx, Carlos, El Capital, t. I, Versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura
Económica, México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1964, pp. 546-547.

92 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La plusvalía que los capitalistas obtienen del trabajo asalariado que uti-
liza los métodos y las máquinas cibernéticas, en la parte que no es gastado
como renta, se acumula y es utilizado para ampliar la producción, es decir,
contratar más obreros y comprar tecnología y máquinas o para, sin aumen-
tar el número de trabajadores, adquirir medios e instrumentos de produc-
ción más modernos; la masa de plusvalía que se produce y que hacen suya
los capitalistas agranda su monto en una medida enorme.
Los gigantescos volúmenes de plusvalía que se producen mediante el tra-
bajo que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas se acumulan y se
reinicia el ciclo en una escala ampliada; con esto se fortalecen la violencia
del capital sobre el trabajo y el esclavizamiento de éste a aquel, se ahonda
la separación de ambos, se incrementan la explotación y la mutilación del
obrero, se ratifica su condición de apéndice de la máquina y se priva de una
manera más decisiva de contenido al trabajo, que así adelanta un paso más
en su proceso de abstracción.
Los obreros de estos sectores productivos se ven sujetos también a los
procesos cíclicos del capital, por los cuales éste atrae y repele alternativa-
mente obreros en cantidades masivas, de acuerdo con sus necesidades de
acumulación y las condiciones impredecibles del mercado; de esta manera,
tan pronto los llama a la órbita de la producción, en donde sufren por fuer-
za todas los males del trabajo capitalista, como los rechaza de la misma y
los lanza a una situación de espantosa miseria, de hambre, enfermedades y
muerte.
Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético produ-
cen necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los
órganos y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen
férreamente su individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la na-
turaleza humana de los trabajadores, se anula su esencia natural humana.
Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural
humana de los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de
la reconstitución de la misma sobre una base más alta.
En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido ab-
solutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee
ningún instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada,
únicamente la capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es
un simple apéndice del instrumento maquinizado capitalista. En la medida
en que la fuerza de trabajo cobra mayor abstracción sólo puede funcionar
como trabajo cooperativo, cada vez más socializado

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 93


En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo
se separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propie-
dad de los capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento
por la cual se constituye como una masa de sistemas de maquinaria a la que
ya sólo es posible utilizar mediante el trabajo abstracto socializado. El ins-
trumento individual se ha transformado en un instrumento colectivo.
Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la sociali-
zación que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la
cual los trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de
maquinaria, de la acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el
instrumento colectivo de la especie para la transformación de la naturaleza
que detentan en propiedad privada los capitalistas.
El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus segui-
dores atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el
despojo de las capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de
su naturaleza humana, pero al mismo tiempo se crean los elementos de un
régimen económico superior, el socialismo, en el cual el proletariado, como
fuerza de trabajo colectiva, ha de reivindicar la propiedad del instrumento
colectivo y proceder a la reconstitución de la naturaleza humana de los tra-
bajadores.

La informática

A la par con la cibernética, e íntimamente ligada con ella, en los últimos


tiempos ha tenido un desarrollo mayúsculo la disciplina denominada
Informática.
El perfeccionamiento de los sistemas, procesos y máquinas productivas,
así como el establecimiento y mejoramiento constante de métodos y máqui-
nas de control, comunicación, coordinación, retroalimentación, etcétera,
han requerido la utilización de cantidades muy voluminosas de datos refe-
rentes a los elementos de que cada uno de ellos está constituido.
Lo primero con lo que nos encontramos es con la generación masiva de
datos acerca de la naturaleza, comportamiento, relación mutua, etcétera de
cada uno de esos elementos. Estos datos deben ser tomados de su fuente,
concentrados, almacenados, clasificados, organizados, etcétera.
Posteriormente, estos datos tienen que ser gestionados, es decir, solici-
tados y enviados al solicitante, en donde serán utilizados para el funcio-
namiento, control, coordinación, retroalimentación, etcétera de sistemas,

94 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


procesos y máquinas; por último, son remitidos, con la connotación que el
proceso les haya dado, de nuevo al punto de almacenamiento.
Todas las funciones informáticas, que aquí hemos apenas sí delineado,
se realizan primeramente por medios manuales y mecánicos. Más tarde, se
convierten en tareas que realizan máquinas y sistemas de maquinaria muy
complejos que tienen como base las máquinas de cómputo. La capacidad
de almacenamiento y de gestión de la información es en la actualidad real-
mente gigantesca.
El trabajo informático, al igual que el cibernético, es trabajo típicamente
capitalista y tiene, por lo tanto, las características que en éste descubrieron
Marx y sus continuadores y las cuales acabamos de desarrollar en párrafos
anteriores.

La comunicación

De la mano con la cibernética y la informática cobró un impulso superlativo


la llamada “ciencia de la comunicación”.
En todos los sistemas, procesos y máquinas productivas y en todos los
sistemas, procesos y máquinas de control, coordinación, comunicación, re-
troalimentación, etcétera, se dan relaciones de acción y reacción recíprocas
entre ellos, entre los elementos que los componen, entre todos los anteriores
y los elementos subjetivos (propietarios capitalistas, trabajadores producti-
vos y consumidores) y entre éstos últimos mismos.
Esas relaciones se establecen a través de la comunicación, es decir, del pro-
ceso en el cual un emisor envía por un medio específico y utilizando un código
determinado un mensaje al receptor y éste lo recibe y tiene una reacción que
puede ser una acción determinada que contenga también una comunicación
de respuesta, con lo que se origina el mismo movimiento en sentido inverso,
es decir, partiendo del receptor que ahora es emisor, y así sucesivamente.
La creciente complejidad que los sistemas, procesos y máquinas adquie-
ren en la fase superior del capitalismo genera una gran cantidad de datos
que deben fluir en el interior de cada uno y entre ellos mismos, en ambos
sentidos a la vez, y a una vertiginosa velocidad; se imponen entonces el aná-
lisis exhaustivo de los procesos de comunicación, su desarrollo y perfeccio-
namiento y la maquinización de los mismos. Aquí también la máquina por
excelencia es la computadora.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 95


El trabajo de comunicación, lo mismo que el cibernético y el de informá-
tica, es trabajo capitalista y posee las mismas características que ya pusi-
mos de relieve anteriormente.

Las redes como sistemas de maquinaria

En este punto, el elevado desarrollo, íntimamente interrelacionado, de la


cibernética, la informática y la comunicación, da origen a las redes com-
puestas por servidores, terminales, estaciones de trabajo, computadoras
personales, etcétera que son verdaderos sistemas de maquinaria.
Este desenvolvimiento remata en la constitución de lo que es el primer
sistema de maquinaria global, la Web, que virtualmente comprende todos
los sistemas de maquinaria parciales, o sea, todos los servidores, terminales,
estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera, del mundo y que
es operada por un obrero colectivo de naturaleza global.
La Web necesita para su cabal funcionamiento de un medio de comu-
nicación global, lo que a su vez entraña el desarrollo de la industria de las
telecomunicaciones.
Como sustento de la Web se establece una infraestructura formada por
una red global de medios de comunicación cuyas funciones son en su to-
talidad maquinizadas. Este sistema de telecomunicaciones es un sistema
global de maquinaria cuyo objeto es, entre otros, la comunicación entre los
sistemas de maquinaria que integran la Web y que también es manejada por
un obrero colectivo de carácter global.
Con la “red de redes” y la infraestructura que la sostiene, se ha alcanzado
la consolidación mundial de un instrumento como un sistema global de
maquinaria; en la fase superior del régimen capitalista se producen ya, de
manera palpable, los elementos del régimen que ha de sucederlo, del socia-
lismo: enormes sistemas de maquinaria, en el caso de la Web y de la infraes-
tructura de comunicación ya de naturaleza global, y los obreros colectivos,
también de naturaleza global, que son el germen de la unidad productiva
global, esto es, de un sistema de maquinaria único a nivel mundial que debe
constituir el instrumento colectivo del obrero colectivo que será la especie
humana.13

13
Véase: 1) Robledo Esparza Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada,
Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, pp. 149-
153, 2) Autor citado, Capitalismo moderno y revolución, tomo I, Cap. II, parágrafo E) “Estructura de

96 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La sociedad de consumo y la ciencia y la tecnología

El frenético desarrollo que la racionalización y maquinización de la pro-


ducción y del consumo tienen en la sociedad de consumo trae consigo un
portentoso desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología.
Las disciplinas científicas tradicionales se enriquecen con avances impul-
sados por la cibernética, la informática, la comunicación, la computación,
la automatización, la robótica, etcétera. Notables progresos se dan en ramas
como la lógica, las matemáticas, la estadística, la electrónica, la nanotecno-
logía, la biotecnología, etcétera.
Lo que caracteriza a la ciencia en esta fase del régimen capitalista es que
ha dejado atrás todos sus prejuicios y se presenta como una actividad in-
dustrial más. De esta manera, sus productos son mercancías y el proceso de
producción es típicamente capitalista, es decir, se basa en la relación del tra-
bajo asalariado y el capital y su fundamento es la producción maquinizada
con las implicaciones que este hecho tiene y que en las páginas anteriores
hemos mostrado.
El trabajo científico, al igual que el cibernético, informático, etcétera,
posee todas las particularidades que Marx y los marxistas le atribuyen al
trabajo capitalista.
La ciencia goza de un halo de neutralidad. No importa cómo se obtengan
los conocimientos científicos, el prejuicio al uso los considera como “be-
néficos para la humanidad” y, a pesar de sus aplicaciones perniciosas que
pueden llegar incluso al genocidio, las coloca al parejo que e incluso sobre
los grandes descubrimientos científicos de los siglos anteriores al siglo XX.
La labor científica es también una labor del capital; los científicos son,
en la actualidad en su gran mayoría, trabajadores asalariados al servicio del
capital.
La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo
un sector de la realidad, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos,
biológicos, etcétera, con las imágenes mentales parciales que le proporcio-
nan las instancias inferiores.
Esa imagen mental pertenece al capital y es instrumento de explotación
del trabajo asalariado, pues, como ya veíamos, todos los adelantos de la
ciencia moderna (NB) sirven para el perfeccionamiento de los métodos y las

los Manuscritos económico-filosóficos de 1844” y Capítulo III, parágrafo 5, “La industria moderna y la
esencia natural humana”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008, pp. 157-163 y180-185, 3)
Ibídem, tomo III, Capítulo II, “Fases de la Evolución de la especie humana”, pp. 162-165).

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 97


máquinas cibernéticas, de los procesos y mecanismos de la información, la
comunicación, la automatización, etcétera, y todos ellos son empleados por
los capitalistas para extraer mayores cantidades de plusvalía a los trabaja-
dores y de esa manera someterlos al proceso de degeneración y anulación
de las características de su esencia natural.
La ciencia es, por tanto, un elemento decisivo de la anulación de la natu-
raleza esencial de los trabajadores que el régimen de producción capitalista
origina necesariamente.
El trabajo científico, conforme se consolida su carácter de trabajo asa-
lariado y se realiza en mayor medida por medio de máquinas de investiga-
ción, experimentación, etcétera, se convierte en trabajo de una abstracción
creciente, que sólo puede ser ejecutado por el obrero colectivo, es decir, por
los obreros individuales que trabajan en cooperación.
Al mismo tiempo, al evolucionar la maquinización del trabajo científico
y materializarse en sistemas cada vez más grandes de maquinaria, tiende a
convertirse también en un sistema global de maquinaria (como la Web y las
telecomunicaciones) que es puesto en funcionamiento por un obrero colecti-
vo que tiene cada vez más un carácter global; instrumento maquinizado glo-
bal y obrero colectivo global, son elementos germinales del régimen socialis-
ta en que fatalmente se ha de transformar el régimen capitalista moderno.

La nueva división internacional del trabajo

El superlativo desarrollo de la industria productora de bienes y servicios de


consumo que se registró a partir de la década de los 80 del siglo pasado fo-
mentó el establecimiento de una nueva división internacional del trabajo.
En los países altamente desarrollados se produjo un cambio radical en
su estructura industrial; su antigua planta productiva se transformó para
adaptarse a las exigencias de la sociedad de consumo: con base en una mo-
dernísima tecnología, cuyo núcleo son, como hemos visto, los adelantos de
la cibernética y otras ramas afines, la producción de medios de producción
destinados a la industria de bienes de consumo y a la misma industria pro-
ductora de bienes de producción recibió un impulso poderosísimo; la cien-
cia y la tecnología tuvieron un imponente adelanto que las condujo hasta
niveles sorprendentes; la producción de bienes de consumo extremadamen-
te sofisticados recibió un fortísimo empuje.

98 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Las empresas comerciales tuvieron también un cambio sustancial con
el fin de adecuarse a las nuevas circunstancias del consumo masivo y en
una significativa metamorfosis las empresas bancarias y financieras crea-
ron nuevos y más complejos mecanismos crediticios, como los swaps y el
crédito al consumo masivo, para financiar la transformación industrial, co-
mercial y de consumo emprendida.
Los países altamente desarrollados se especializaron en todas las nuevas
funciones que hemos reseñado y al mismo tiempo promovieron en los paí-
ses menos desarrollados la producción para la exportación de todas aquellas
manufacturas, principalmente las de consumo, que antiguamente producía
la industria metropolitana.
La industria de los países de menor desarrollo experimentó también un
cambio significativo: se convirtió en productora de manufacturas, una gran
parte de las cuales son bienes de consumo, destinadas al mercado metropo-
litano, para lo cual realizó una conversión industrial que anulaba el anterior
modelo de sustitución de importaciones.
También estos países se especializan en estas nuevas tareas y se establece
una nueva relación entre metrópolis y neocolonias.
En esta nueva relación, los países desarrollados proporcionan a los de
menor desarrollo bienes de producción, alta tecnología, recursos financie-
ros, bienes de consumo sofisticados, etcétera y éstos a su vez proveen a
las metrópolis de los productos tradicionales (alimentos, materias primas
y energéticos) pero también, en un volumen creciente, de manufacturas de
diversa índole, entre las que destacan los bienes y servicios de consumo. Los
extremos de esta relación se dan un mutuo impulso ascendente.
La constitución de la nueva estructura industrial, comercial y de servi-
cios, tanto en metrópolis como en neocolonias, exigía el desmantelamiento
total del modelo que había implantado la “sociedad del bienestar”, el cual
tenía su base en un crecimiento modesto del consumo, siempre supeditado
al de las ramas productoras de bienes de producción y bienes de consumo
de lujo, descansaba en la amplia intervención del Estado en la economía,
como regulador e incluso como productor, y mantenía el proteccionismo en
las relaciones externas.
Surgió entonces lo que se ha denominado el “neoliberalismo”, es decir,
la doctrina económico-política que intentaba aniquilar el antiguo orden de
cosas, para lo cual proponía la drástica reducción de la intervención del
Estado en la economía, la desregulación y el libre comercio.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 99


Pertrechada con estas armas teórico-políticas, la oligarquía burguesa de
todos los países, comandada por la de Estados Unidos, se lanzó de llenó al
establecimiento de la nueva forma de organización económica.
Como primer paso para lograrlo, conquistó el poder o atrajo a los repre-
sentantes políticos de la burguesía media o nacionalista (vgr., en México, el
Partido de la burguesía media o nacionalista, el PRI, fue secuestrado por su
ala derecha y entregado a la oligarquía burguesa mexicana; tal es la signifi-
cación que tiene el ascenso de Salinas de Gortari al poder y la salida del PRI
de la corriente encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas) y desde ahí impuso
sus directrices económico-políticas.
En Metrópolis y neocolonias transformó radicalmente la antigua estruc-
tura industrial: obligó a los empresarios a reconvertir sus industrias para
adecuarlas al nuevo modelo industrial (desde luego, aquellos que no lo hi-
cieron, la gran mayoría, fueron sacados del mercado) y proporcionó un gran
impulso a las nuevas ramas productivas que la sociedad de consumo había
generado. Esta acción fue un golpe mortal para la fracción burguesa pro-
pietaria del sector industrial desplazado, pues significó su ruina económica;
igualmente, tuvo como efecto inmediato el despido de cantidades masivas
de trabajadores, que pasaron a engrosar el ejército industrial de reserva.
Entregó a los empresarios privados las industrias estatales y los fondos de
salud, de jubilación y de retiro de los trabajadores.
Restringió a su mínima expresión los derechos laborales de los trabaja-
dores.
Formó asociaciones regionales de países entre los cuales se redujeron y
en última instancia se eliminaron las protecciones arancelarias y de otros ti-
pos y en general se negociaron acuerdos de libre comercio de la más diversa
índole. Se empezó a formar un mercado global dentro del cual circulaban
capitales y mercancías con una libertad casi absoluta.
En último lugar en la enumeración, pero no en importancia, el año de
1989 se derrumbó el sistema de países del capitalismo sui generis en el que
se habían convertido las naciones antiguamente socialistas; cierto es que
como una de las vertientes de la llamada “guerra fría” la plutocracia burgue-
sa internacional realizó una sistemática labor de socavamiento de la eco-
nomía de esos países, pero el impulso principal de su derruimiento venía
del interior mismo del sistema, por lo que su estrepitoso desplome fue una
grata sorpresa, algo no esperado pero que la burguesía internacional recibió
con gran beneplácito.

100 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


El derrumbe del “socialismo realmente existente”

La caída del “socialismo real” fue el último resultado de un largo proceso


histórico.
Al finalizar la segunda guerra mundial, con la liberación de varios países
de Europa oriental por el ejército rojo y la conjunción de insurrecciones
proletarias en esos países, se formó el sistema de países socialistas.
El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialis-
mo marxista, cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la
Rusia Soviética al término de la Primera Guerra Mundial.
De este socialismo ya hemos adelantado sus características fundamenta-
les: tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura, por
medio de la cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instru-
mentos de producción y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mis-
mos; la burguesía fue sometida al poder del estado proletario y por último
definitivamente eliminada como clase social. La transformación revolucio-
naria de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción
en propiedad colectiva y la formación del estado proletario, fueron los ejes
fundamentales del socialismo soviético.
Sin embargo, el socialismo soviético se implantó únicamente como una
forma que conservaba un contenido capitalista. (Para la comprensión lógi-
ca de este concepto (“una forma socialista con un contenido capitalista”).14
El móvil último de la revolución proletaria y del socialismo de la primera
fase del régimen capitalista era la reconstitución, conservación y desarrollo
de las capacidades y facultades (que se manifestaban como necesidades)
individuales de los trabajadores, que el régimen capitalista había vulnerado
dramáticamente.
Sólo hay que ver, por ejemplo, los informes de Stalin sobre los planes
quinquenales y éstos mismos, para comprender los verdaderos alcances del
sistema socialista soviético. En ellos, el sujeto final de todo el sistema eco-
nómico, de la grandiosa colectivización de los medios e instrumentos de
producción, es el individuo trabajador, al que se le debía proporcionar el
mayor “bienestar” posible, satisfacer abundantemente sus necesidades indi-

14
Véase: Robledo Esparza Gabriel, La Lógica de Hegel y el marxismo, Libro segundo, La doctrina de la
Esencia, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, y para su comprensión lógico-histórica,
ver: Robledo Esparza Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, 3 tomos, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2008).

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 101


viduales; este es el mismo ofrecimiento que hacía la “sociedad del bienestar”
a sus trabajadores.15
Tenemos así un portentoso instrumento de propiedad colectiva (la indus-
tria soviética y la de los demás países socialistas presentaban, en el punto
superior de su desenvolvimiento, casi el mismo grado de desarrollo que la
industria de los países capitalistas) que al desplegar toda su potencia la pone
al servicio del individuo. El contenido capitalista, que subsiste y se perfec-
ciona en interacción con el instrumento colectivo, está compuesto por lo
siguiente: la permanencia del trabajo asalariado, la existencia del mercado
de bienes de consumo, el mantenimiento y fortalecimiento del consumo pri-
vado, la conservación y desarrollo de la familia y del hogar individuales, el
impulso al transporte individual (automóviles), el reconocimiento de la per-
sonalidad de los trabajadores, es decir, de su individualidad como el centro
de capacidades y necesidades específicas, que los hace distintos y únicos, o
dicho de otro modo, la declaración de la propiedad privada del trabajador
sobre sí mismo, sobre su conciencia y su corporeidad, la educación indi-
vidualizada y como individuos y el arte y la cultura como manifestación y
goce de la individualidad.
El desenvolvimiento de la forma socialista genera el de su contenido ca-
pitalista y viceversa.
Su mutuo engendramiento se trueca en su recíproca negación.
Se inicia así, en la década de los años 50 del siglo pasado, la degeneración
del régimen socialista.
En el seno de la clase obrera, con la materia prima de los técnicos, cien-
tíficos y obreros altamente calificados que el propio régimen socialista ha
creado, se forma una clase social específica; ésta da impulso al contenido
capitalista que ahí existe y se erige en su legítima representante. Al avanzar
la descomposición del régimen socialista, la acción de su contenido capi-
talista rompe la unidad del instrumento colectivo y las partes en que se
disgrega son tomadas en propiedad por los integrantes de la nueva clase;
los medios e instrumentos de producción se fraccionan en una multitud de
empresas, entre las que se forma un mercado cada vez más amplio.
En lugar del socialismo formal se establece un régimen que es una dege-
neración suya y al mismo tiempo un régimen de transición hacia la restau-
ración plena del capitalismo.

15
Véase: Stalin, J. V., Obras, t. 13, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1955, pp. 56-85, 180-226 y
295-397).

102 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Los medios e instrumentos de producción son ahora propiedad de esta
nueva clase, la cual la ejerce a través de la propiedad de los técnicos, cien-
tíficos y burócratas de alto nivel sobre la empresa en que trabajan. Se trata
de una propiedad por grupos.
Por un proceso económico-natural, la dirección de la empresa se concen-
tra en un número cada vez menor de personas que adquieren la calidad de
empresarios y el resto de los trabajadores se convierten en asalariados al
servicio de aquellos.
El crecimiento del mercado promueve el surgimiento y desarrollo de una
pequeña producción de mercancías que pronto da el paso necesario y se
transmuta en mediana y gran producción de mercancías, ya de sello típica-
mente capitalista.
Los productores capitalistas y los empresarios que poseen en grupos las
empresas antiguamente socialistas se levantan en contra de la burocracia
obrera que todavía defiende el modelo de la propiedad por grupos; después
de un largo período de lucha, en 1989 logran derrotarla y establecen su
dominio indiscutible en todos los países antiguamente socialistas, los que
ingresan en tropel al ancho mundo del régimen de producción capitalista.
Un enorme mercado de bienes, capitales y mano de obra se abrió enton-
ces para el capitalismo internacional.
El movimiento revolucionario y su resultado inexcusable, la instauración
del socialismo y la formación de un grupo de países socialistas, fueron pre-
sididos por la teoría marxista, la cual fue llevada al seno de la clase de los
trabajadores por los partidos revolucionarios.
La teoría marxista es la concepción científica de la naturaleza del régi-
men de producción capitalista.
El núcleo de la misma es la proposición, basada en las doctrinas del ser y
de la esencia de la Lógica de Hegel, de que el capitalismo tiene en sí mismo
los elementos de su otro como integrantes de su propia naturaleza y de que
el ineluctable surgir de éste a la existencia es el resultado del desenvolvi-
miento de aquellos.
De conformidad con esto, Marx y Engels encuentran lo siguiente en el
régimen de producción capitalista:
— El capitalismo es un modo de producción que tiene su fundamento
en la propiedad privada;
— se da en él un desarrollo portentoso de las fuerzas productivas, las
cuales son única y exclusivamente materializaciones de fuerza de
trabajo de los obreros;

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 103


— éste movimiento se desenvuelve a través de la maquinización cons-
tante de la producción, o lo que es lo mismo, de su creciente socia-
lización, la cual está gravada por su contrario, la propiedad privada
sobre los medios e instrumentos de producción, que impone un fre-
no a la socialización total de la producción (la constitución de un
instrumento de producción colectivo de la especie);
— el incremento de las fuerzas productivas en el régimen de producción
capitalista se realiza a costa de generar la absoluta depauperación de
los productores directos, los trabajadores asalariados, la cual consis-
te en la abolición total de su naturaleza humana en las condiciones
de trabajo y de vida características de este tipo de sociedad;
— esa completa depauperación de los trabajadores, el conocimiento
científico de la misma y la poderosa tendencia a la socialización de
la producción constituyen el motor del cambio revolucionario por el
cual el proletariado se ve imperiosamente obligado a abolir la pro-
piedad privada, establecer la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción y restaurar la naturaleza humana de la
especie, es decir, a instaurar el socialismo;
— la depauperación de los trabajadores se manifiesta, en las primeras
etapas de existencia del capitalismo, como la aniquilación física y
moral del individuo trabajador;
— por tanto, la colectivización de los medios e instrumentos de produc-
ción tiene como finalidad expresa reconstituir, salvaguardar y poste-
riormente desarrollar al individuo trabajador.
La teoría marxista tiene, en esta etapa, como núcleo, una concepción
dual de la naturaleza humana.
Por una parte se encuentra el trabajador socializado por la producción,
que ha perdido su individualidad en el trabajo capitalista y que está apto por
tanto para la propiedad y el trabajo colectivos que son el contenido del so-
cialismo marxista que se propugna. La revolución socialista debería enton-
ces llevar, hasta sus últimas consecuencias, la formación de un verdadero
obrero colectivo en la órbita de la producción.
Fuera de ésta, el trabajador tiene, como individuo, una vida familiar, so-
cial, etcétera, que el capitalismo vulnera sistemáticamente. La teoría mar-
xista reivindica entonces la reconstitución, defensa y enriquecimiento de la
vida familiar e individual de los trabajadores. Su bienestar es el propósito
fundamental del régimen socialista.

104 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La naturaleza humana que el socialismo marxista pretende recobrar con
la revolución proletaria es, en consecuencia, la siguiente: una naturaleza
completamente colectiva de los trabajadores en el ámbito de la producción,
lo que implica su absoluta desindividuación, la total anulación de su indivi-
dualidad, y una naturaleza individual fuera de la órbita de la producción, en
los lugares que realiza las restantes actividades vitales, lo que se traduce en el
impulso al individuo como tal.
El propio desarrollo del socialismo y la evolución del capitalismo poste-
rior a la segunda guerra mundial desacreditaron completamente esta con-
cepción de la naturaleza humana.
En el régimen socialista, el estímulo al individuo en el entorno familiar y
social condujo necesariamente a su exaltación; monstruosamente engran-
decido, minó la organización colectiva de la producción, la sustituyó poste-
riormente con una forma más acorde consigo, la autogestión y la propiedad
por grupos, y por último restauró el capitalismo típico en los países antigua-
mente socialistas.
En el capitalismo, en la sociedad de consumo, se aportó la prueba prác-
tica de que la glorificación del individuo y la familia desemboca necesaria-
mente en la descomposición y anulación, en el individuo, de todas las carac-
terísticas biológicas de la especie, a la cual se desposee así de su naturaleza
humana.
En 1989, al mismo tiempo que se festejaba la caída del “socialismo real”,
también alborozadamente se decretó la muerte de la teoría del socialismo
marxista.
Sin embargo, para los revolucionarios, lo que estas circunstancias impo-
nen es un estudio concienzudo, científico, del proceso necesario del surgi-
miento, apogeo y caída del socialismo.
Para ello es ineludible volver al estudio de los clásicos (Marx, Engels, Le-
nin y Stalin) y retrotraerse a las fuentes en que abrevaron, especialmente la
Lógica de Hegel, en la que se contiene el método científico por excelencia,
el que permitió a los revolucionarios anteriores desentrañar la naturaleza
del capitalismo en la etapa en la que ellos actuaban y conducir a los traba-
jadores a la conquista del poder y a la construcción de la primera fase del
socialismo.
Como punto nodular se debe tomar la determinación de un concepto más
alto de lo que es la naturaleza humana.
El régimen capitalista, en su forma superior de manifestarse, provee los
elementos para realizar esa tarea: la exorbitante exaltación del individuo

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 105


que es inherente a la sociedad de consumo provoca una degeneración y anu-
lación mayúsculas de la naturaleza biológica humana de los trabajadores;
ello significa que el mismo régimen económico está destruyendo, más allá
de la órbita de la producción, las bases biológicas del individuo y preparan-
do y exigiendo así su naturaleza colectiva.
La reivindicación del marxismo en su próxima etapa de existencia será,
por tanto, la colectivización de todas las funciones vitales del trabajador,
lo que presupondrá la anulación sin concesiones del individuo como tal, la
abolición de la propiedad privada del individuo trabajador sobre sí mismo.
La naturaleza humana que se formará por medio del proceso revolucio-
nario será totalmente colectiva, tanto en la producción como en el consumo;
será anulada esa dicotomía establecida en la fase anterior del socialismo,
por la que la especie humana tenía una naturaleza colectiva en la produc-
ción e individual en el consumo.
La reivindicación que planteará el marxismo en su nueva fase de existen-
cia será la colectivización total de la actividad humana, tal y como existió en
la comunidad primitiva, en donde la propiedad, la producción y el consumo
eran de naturaleza colectiva; su divisa será: la recuperación de la naturaleza
verdaderamente humana de la especie. (Para la discusión de los concep-
tos de “individuación”, “desindividuación” y “naturaleza verdaderamente
humana”.16

La acumulación de capital
en la sociedad de consumo

Exultante, la burguesía internacional decretó, al derrumbe del “socialismo


real”, el “fin de la historia” y procedió a inaugurar el reinado eterno del ca-
pital.
Dentro de este marco, con una demanda que aumenta vertiginosamente,
unos precios en rápido ascenso y una tasa de ganancia cada vez más alta, se
inició, bajo el nuevo patrón industrial, un florecimiento acelerado de todas
las industrias y del consumo masivo.
En la economía de todos los países las empresas existentes registran un
crecimiento impetuoso y se forman una cantidad astronómica de grandes,
medianas y pequeñas empresas nuevas, que explotan las jóvenes ramas que
la sociedad de consumo ha establecido.
16
Véase: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de propiedad privada, Biblioteca
Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009).

106 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La producción y el consumo a ella agregado se acrecientan en una me-
dida colosal y los mercados se expanden velozmente: las empresas forman,
entre ellas mismas, un mercado que se dilata ininterrumpidamente y la
masa salarial (no necesariamente el nivel de los salarios) y la de la plusvalía
que los capitalistas de todos los tamaños gastan como renta, en ampliación
constante, inducen el agrandamiento sin medida del mercado de bienes de
consumo.
Se instaura una feroz competencia entre todos los elementos de la mo-
derna sociedad de consumo, presidida por los dos “valores” cardinales del
capitalismo contemporáneo: la obtención a toda costa, en el menor tiempo
posible, de la más alta tasa de ganancia y el logro del placer más extremado
en el consumo de bienes y servicios. Lo que estos móviles tienen de carac-
terístico es la potencia inconmensurable que adquieren en la sociedad de
consumo, pues en ella se sacralizan literalmente la actividad empresarial, la
ganancia irrestricta y el consumo placentero; en la “sociedad del bienestar”
la actividad empresarial privada y el lucro inmoderado se detenían ante el
dique que formaban las esferas productivas que pertenecían al capital esta-
tal, la misma competencia estatal y la abrumadora regulación que el Estado
ejercía en el terreno económico, y el consumo masivo encontraba un obstá-
culo insalvable en la férrea oposición que amplios sectores dominantes de
la burguesía enfrentaban a la extensión ilimitada del principio del placer.
Rotos los diques, superados los obstáculos y vencidas las oposiciones en
una verdadera “guerra santa”, se asientan en la sociedad de consumo, con
una fuerza avasalladora, poseídos de una violencia inaudita que ejercen en
todos los frentes (económicos, políticos, militares, etcétera), los principios
de la ganancia irrestricta y del placer exaltado.
Este acrecentamiento de la producción y del consumo exige volúmenes
mayúsculos de recursos para acumular.
En las empresas industriales y de servicios la acumulación se realiza en
un principio con sus propios medios.
Ante el crecimiento inmoderado de la demanda y, por tanto, de los pre-
cios y las ganancias, las empresas, puestas ante el dilema de entrar a la
vorágine de la búsqueda de ganancias sin límite o ser desplazadas por la
competencia, tienen que recurrir, para ampliar su producción, a otras fuen-
tes de capital.
El paso obligado siguiente es la salida a Bolsa de las empresas. En los
últimos 30 años, en todos los países del mundo, una enorme cantidad de
empresas llevó a la Bolsa de Valores sus acciones y otros valores; en concor-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 107


dancia con ello, las Bolsas de Valores tuvieron en este lapso un desarrollo
colosal: crecieron exponencialmente, diversificaron sus servicios, digitaliza-
ron y mecanizaron sus funciones, etcétera; al parejo con ellas se hizo mayor
el número de las Casas de Bolsa y, por lo mismo, el volumen del capital
global destinado a la emisión, colocación y compra y venta de valores. El
monto y la velocidad de circulación del capital se elevaron hasta altísimos
niveles.
En último término, pero de la mayor importancia, las empresas solicitan
préstamos bancarios con la finalidad de ampliar su producción. En el pe-
ríodo que consideramos, esta actividad del capital bancario se expandió de
una manera portentosa: la cantidad y la rapidez de circulación del capital
bancario de préstamo, así como la digitalización y la maquinización de las
funciones de la banca registraron un aumento imponente.
Los recursos para la realización de la superabundante cantidad de bienes
de consumo provienen en primer lugar de las acrecidas masas de salarios y
de plusvalía que se gasta como renta que ha generado la floreciente activi-
dad económica.
También tienen su origen en el trabajo extraordinario y más intenso que
la sociedad de consumo obliga a realizar a los trabajadores con la finalidad
de que obtengan mayores ingresos para adquirir bienes de consumo.
Pero lo verdaderamente característico de la sociedad de consumo es el
crédito al consumo.
Las empresas comerciales y los bancos abren crédito a los trabajadores
para que adquieran bienes de consumo de la más diversa índole (casa, au-
tomóvil, menaje de casa, electrodomésticos, electrónicos, vestido, viajes,
diversión, alimentos, educación, salud, etcétera), los cuales pagarán, junto
con altísimos intereses, a lo largo de su vida productiva e incluso más allá de
la misma. Los obreros permanecen esclavizados de por vida a las exigencias
del capital mercantil y bancario y a través de éstos al régimen capitalista en
general. Los obreros hipotecan toda su vida al capital.
El crédito al consumo, que prácticamente se extendió hacia todas las cla-
ses trabajadoras, se convirtió en una próspera rama de negocios del capital
mercantil y del capital bancario.
Otra fuente de recursos para la acumulación en la sociedad de consumo
se encuentra en los fondos de seguridad social, de retiro y de jubilación de
los trabajadores, los cuales fueron privatizados y utilizados para financiar a
las empresas a través del mercado de valores.

108 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La nueva estructura del sistema
financiero internacional

Fue en la década de los años 80 del siglo XX cuando se inició el paso, en el


régimen capitalista internacional, de la llamada “sociedad del bienestar” a
la que se denomina “sociedad de consumo”.
Conducido por sus leyes específicas, descubiertas y desarrolladas teóri-
camente por Carlos Marx, el régimen capitalista internacional entró en una
nueva etapa de su existencia, en la que se produjo una verdadera revolución
tecnológica que trajo consigo profundos cambios en la estructura y en los
procesos industriales, comerciales y financieros del capitalismo mundial.
Teniendo como punto de apoyo todas esas transformaciones señaladas,
se inició una etapa de acumulación desbordada de capital a nivel global,
con la consabida consecuencia de un gran incremento de la depauperación
de todos los trabajadores del mundo.
En la medida en que a escala internacional se daban todos los cambios
que la nueva naturaleza de las fuerzas productivas capitalistas requería, el
aparato productivo y comercial se convirtió en una enorme factoría en la
que se producían y se hacían circular cantidades cada vez más grandes de
plusvalía, las cuales, aunadas a la porción del capital variable que los tra-
bajadores ahorraban, adquirían, en el proceso de circulación del capital, la
forma del capital-dinero.
El sistema bancario y financiero es el que se encarga de acopiar y concen-
trar el capital-dinero y de canalizarlo hacia la producción y el comercio con
la finalidad de mantener y ampliar el proceso productivo capitalista; tiene
la función de conducir el tránsito del capital-dinero a capital productivo y
capital comercial y de reunirlo en sus arcas cuando el capital-mercancías se
convierte en capital-dinero, y así sucesivamente.
Las vastas innovaciones introducidas en la estructura productiva y de
consumo de la “sociedad de consumo” implicaron también grandes cam-
bios en el sistema bancario y financiero con el fin de adecuarlo a las nuevas
circunstancias existentes.
El móvil principal de los capitalistas individuales y el motivo propulsor
del movimiento global del capital es la obtención de una ganancia. Pero
no de un monto cualquiera de ganancia, sino una cantidad ilimitada de
ganancia. Cuando, debido a las fluctuaciones de la tasa media de ganancia,
o a los movimientos locales de la ganancia en las distintas ramas y sectores
industriales, etcétera, la ganancia se reduce, entonces el hambre de ganan-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 109


cia de los capitalistas y del sistema económico como un todo se exacerba, se
potencia de una manera inconmensurable; cuando, por el contrario, la ga-
nancia aumenta, el hambre de ganancia se exaspera impulsada precisamen-
te por el anterior incremento de los beneficios. En el régimen capitalista, el
móvil y motivo propulsor que lo anima es un hambre insaciable de ganancia
que encuentra en sí misma el resorte para su incremento constante.
Al consolidarse el proceso de acumulación típico de la sociedad de con-
sumo se produce en primera instancia un ascenso sostenido de la ganancia
en las diversas esferas productivas, en la actividad comercial y en las opera-
ciones bancarias y financieras; este aumento actúa como un poderoso imán
que atrae imperiosamente todos los recursos dinerarios de la economía que
pugnan por valorizarse a las altas tasas que se han establecido.
En primer término, son captados por el sistema bancario y financiero,
con la finalidad de dirigirlos hacia la actividad productiva y comercial,
aquellos recursos que permanecen atesorados en los fondos de salud, retiro,
jubilación, etcétera de los trabajadores. En lugar de permanecer inactivos
en alguna partida del presupuesto estatal o depositados en los bancos co-
merciales, son lanzados al tráfago del comercio de acciones, bonos y otros
valores.
También, son “bursatilizados” activos estatales constituidos por bienes
existentes o ingresos futuros por diversos pagos de derechos y servicios. De
esta manera, recursos que por su propia naturaleza no están en el mercado,
son convertidos en títulos que pueden ser comercializados e hipotéticos ac-
tivos se convierten en valores actuales que entran al mercado bursátil.
Estas dos fuentes de recursos amplían de una manera sustancial los fon-
dos para alimentar el proceso de acumulación en marcha en la economía
capitalista.
Con la acumulación de capital crece hasta altísimos montos la masa de
capital-dinero que no tiene un vínculo inmediato con la actividad producti-
va y comercial y se acumula como simples depósitos en la banca comercial.
Estos activos monetarios son también solicitados por la fuerza centrípeta de
la acumulación de capital y derivados hacia la producción y el comercio por
departamentos especializados de la misma banca comercial, por la banca
de inversión o por instituciones especiales, como fondos de pensiones, fon-
dos mutuales, hedge funds, etcétera.
Anteriormente, este tipo de capital-dinero se captaba de una manera di-
ferente. Los departamentos especiales de la banca comercial y la banca de
inversión ofrecían títulos de deuda a los poseedores de capital-dinero exce-

110 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


dente con una tasa de interés sustancialmente más alta que la que se pagaba
por los depósitos y, por otro lado, proveían de préstamos a largo plazo a la
industria y al comercio; los títulos de la deuda tenían una circulación muy
restringida. Por su parte, las industrias obtenían recursos a través de las
aportaciones de sus socios y de los préstamos comerciales y a largo plazo de
los bancos; los títulos representativos del capital no tenían una amplia circu-
lación y, por tanto, las Bolsas de Valores estaban muy poco desarrolladas.
A partir de la década del 80 del siglo pasado, el paroxismo de la acumula-
ción obliga a las empresas privadas, a los gobiernos, a las empresas estatales
y paraestatales, etcétera, frente al imperativo de ampliar constantemente
sus operaciones, a obtener cantidades superlativas de recursos; además de
los medios tradicionales de los préstamos bancarios, todas ellas desarrollan
un proceso sistemático de salida a la Bolsa para captar capital; los bancos
se ven forzados a crear departamentos especiales que se dedican a la emi-
sión, compra y venta de títulos, la banca de inversión florece y se establecen
instituciones sui generis, como los fondos mutuales, fondos de pensiones y
hedge funds que se dedican exclusivamente a la compra y venta de títulos.
La actividad bursátil se intensifica en un grado extremo y las Bolsas de Va-
lores del mundo crecen de manera exponencial.
La intermediación financiera adquiere un auge inusitado y desarrolla
nuevos mecanismos e instrumentos para captar los enormes recursos que
se generan en la economía y redirigirlos hacia el aparato productivo, comer-
cial y de servicios.
Lo primero que tiene que lograr es ofrecer ganancias más altas y con me-
nos riesgos que la banca tradicional.
Para ello, inicia la práctica de reunir en un portafolio, en grandes canti-
dades, valores de distinta naturaleza, muy diversificados en sus plazos de
vencimiento, tasa de interés, tasa de ganancia y nivel de riesgo, pretendien-
do lograr un equilibrio entre todos estos factores para alcanzar la máxima
ganancia con el menor riesgo posible y ofrecerlos así a los poseedores del
capital-dinero que vegetan en otras ramas del sector financiero. Con ese
fin, se desarrollan modelos matemáticos, basados fundamentalmente en
elementales principios de econometría y estadística, que se emplean para
procesar los datos históricos del comportamiento de los distintos valores
bursátiles y con base en ellos se proyecta el probable desempeño futuro de
los títulos; los portafolios se integran de acuerdo con lo que los modelos
estadísticos y econométricos establecen.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 111


Toda una rama de la teoría económica se funda entonces, la Moderna Teo-
ría del Portafolio (MPT, Modern Portfolio Theory), que tiene como profundo
principio científico y filosófico el de “no poner todos los huevos en la misma
canasta” y en cuya evolución ha dado portentosos frutos “científicos”, como
la teoría del arbitraje de los precios (APT, Arbitrage Price Theory) y el modelo
matemático correspondiente, el modelo de cálculo del precio de los activos
de capital (cAPM, Capital Asset Pricing Model), cuyo método esencial es el
cálculo de la covarianza (betas) de cada activo con respecto a un índice del
mercado general, la teoría del cálculo del precio de las opciones (option pri-
cing theory), y último en la enumeración pero no en importancia, lo que es
la base teórica de toda esta eclosión de la ciencia económica, la ingenua, por
decir lo menos, hipótesis de los mercados eficientes (efficient market hypo-
thesis). Esta “ciencia de los cohetes” (rocket science), como mordazmente la
llaman sus críticos embozadamente neokeynesianos, se mueve dentro de los
límites de los conceptos matemáticos más simples, y su único mérito es haber
sometido a fórmulas matemáticas elementales el burdo instinto del capital de
la ganancia irrestricta, su hambre insaciable de ganancia. Varios de los eco-
nomistas que han medrado con esta pseudociencia se han hecho acreedores
al premio Nobel de economía, tanto por sus escuálidas y simplonas produc-
ciones “teóricas”, como por su acendrado espíritu lacayuno que los lleva a
poner su “inteligencia” incondicionalmente al servicio del capital; si de algún
crédito gozaba aún este menoscabado galardón, lo ha perdido irremisible-
mente cuando se ha premiado a estos sirvientes del capital y al concederse al
señor Obama, el guerrero del imperio, el premio Nobel de la paz.
A la par con la invención del portafolio bursátil, se estructuran también
novedosas instituciones que los forman y los administran. Surgen los llama-
dos fondos financieros (fondos mutuales, fondos de pensiones, hedge funds,
etcétera), los cuales se encargan de reunir cuantiosos recursos en la forma de
capital-dinero e invertirlos en la adquisición de cantidades masivas de valo-
res, los cuales son manejados bajo el principio de la obtención de la máxima
ganancia (la cual, desde luego, debe ser sustancialmente mayor que la que
ofrecen las instituciones crediticias tradicionales) con el menor riesgo.
Su actividad se basa en las leyes que rigen a los “grandes números”, es
decir, en las medidas centrales y en las desviaciones que de las mismas se
observan en los datos relativos a los miles de valores que administran, para
de esa manera prever su evolución futura; también, en modelos matemáti-
cos conforme a los cuales se calcula el riesgo de insolvencia o de otro evento
(VAR) que afecte a los valores del portafolio; igualmente, en fórmulas que

112 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


permitan calcular los valores reales de los activos en relación con su precio
de mercado.
Los Fondos adquieren un portafolio inicial y luego compran y venden los
valores, de acuerdo con lo que el sistema de análisis computarizado deter-
mine, con el propósito de mantener la ganancia en el nivel más alto posible
y los riesgos de la inversión en el punto más bajo compatible con aquella.
Hasta aquí, los Fondos financieros se han mantenido dentro de los lími-
tes de un apetito normal de ganancia; sin embargo, tienen ya en sí mismos
el germen de lo que es el hambre insaciable de ganancia, que será el princi-
pio rector de su evolución posterior.
El hambre insaciable de ganancia empuja a los Fondos financieros por
varios caminos.
En primer lugar, extienden su campo de acción hacia la compra y venta de
créditos de la más diversa especie: hipotecas, créditos para automóviles, cré-
ditos estudiantiles, créditos en tarjetas, futuros, swaps, opciones, etcétera.
En segundo lugar, la compra y venta de valores deja de tener el carácter
de una función accesoria cuya finalidad esencial es integrar y conservar un
portafolio para los inversionistas; ahora los valores se compran para “em-
paquetarse” y venderse; por tanto, la ganancia se obtiene no de los títulos en
sí, sino de su compra y venta.
En tercer lugar, para algunos tipos de Fondos (los hedge funds, princi-
palmente), la compra y venta de valores no tiene como propósito integrar
un portafolio cuyos activos produzcan las mayores ganancias con el menor
riesgo, sino comprar y vender valores con el fin de obtener ganancias de las
discrepancias entre sus valores reales y sus precios de mercado (arbitraje):
se compra un stock cuando sus precios de mercado son bajos pero su valor
real es más alto (existe una desviación de la medida central) y hacia éste
deberá convergir aquel en un cierto tiempo (la vuelta a la medida central),
según los cálculos del modelo estadístico, y se vende cuando alcanza de
nuevo su valor real; esta versión ampliada del modelo original del portafolio
se forma con stocks de valores de largo y corto plazo, los cuales se venden
y se compran de acuerdo con las determinaciones del modelo matemático;
como vemos, aquí la especulación es ya el alma de las transacciones. Dado
que las diferencias entre los precios de mercado y los valores reales (su
medida central) son relativamente pequeñas y tienden a acortarse precisa-
mente cuando se efectúan las compras y ventas de las mismas, entonces,
para obtener ganancias significativas es necesario negociar masas enormes
de valores y esto sólo es posible hacerlo con cuantiosos recursos que úni-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 113


camente se pueden obtener apalancando el capital propio del fondo con
voluminosos montos de capital de préstamo. La diferencia entre el costo
del capital de préstamo y la ganancia que se obtiene con el arbitraje de los
valores que con él se adquieren es la ganancia neta que se agrega a la que el
fondo recibe por su capital.
En cuarto lugar, una parte de los Fondos, entre los cuales de manera
principal se encuentran los hedge funds, se constituyen, se organizan y fun-
cionan en una forma específica, permitida por la legislación, por medio de
la cual se eluden las leyes y los mecanismos de fiscalización a que todas las
demás instituciones crediticias están sometidas; esta evasión es en principio
legal, pero a ella se agrega la violación flagrante y sistemática de las pocas
regulaciones que les son aplicables. Las restricciones legales a que están su-
jetas las instituciones crediticias tradicionales (pago de impuestos, severas
limitaciones al nivel de apalancamiento, elevados montos y alta calidad de
colaterales, vastas provisiones de capital para garantizar las operaciones pa-
sivas, etcétera) ocasionan gastos excesivos o reducen sensiblemente las ga-
nancias, por lo cual la tasa de ganancia de los fondos no regulados se eleva
en una gran medida sobre la de los que si están sujetos a la normatividad.
Un Hedge fund típico está abierto sólo a un limitado rango de inverso-
res profesionales o ricos. Con base en esto se les provee con exenciones en
muchas jurisdicciones de regulaciones que gobiernan las ventas en corto,
los derivados, el apalancamiento, el pago de comisiones y la liquidez de los
intereses. Esto, junto con las comisiones por resultados y la estructura open-
ended diferencia los Hedge Funds de los Fondos de Inversiones ordinarios.
Los Hedge Funds utilizan fundamentalmente: ventas en corto, derivados
y apalancamiento. Dominan campos especiales como derivados con altos
rendimientos y deudas en conflicto.
La industria manejaba, en el punto más alto, en el verano del 2008, cerca
de 2.5 billones de dólares.
Varios son los argumentos que esgrimen las autoridades financieras17 para
justificar la necesidad de eximir de las regulaciones normales a los fondos
tales como los hedge funds: el fundamental es que se trata de agrupaciones
magnas de capital, en las que participan con grandes capitales (en algunos
de ellos el mínimo de inversión es de un millón de dólares por socio) profe-
sionales de la actividad financiera y personas sumamente ricas, por lo que

17
Véase: Testimony of Chairman Alan Greenspan Private-sector refinancing of the large hedge fund,
Long-Term Capital Management Before the Committee on Banking and Financial Services, U.S. House of
Representatives October 1, 1998).

114 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


es innecesaria en este caso la aplicación de las regulaciones que tienen por
objeto proteger a los inversionistas legos en la materia y a aquellos cuya
inversión es probablemente su único capital; en segundo lugar, se arguye
que la actividad característica de estos fondos, es decir, el comprar y vender
títulos para obtener ganancias del diferencial entre sus precios de mercado y
sus valores reales, al fin de cuentas llevará a una estabilización del mercado
con precios lo más cercanos e incluso iguales a los valores de los objetos del
comercio, lo que dará fluidez a los recursos que se mueven desde el sector
financiero hacia la industria y el comercio; por último, la justificación ideo-
lógica de todo esto la expresan diciendo que si acaso los Funds especiales
fuesen sometidos a regulaciones más estrictas, entonces dejarían de ser ren-
tables sus actividades, eventualmente desaparecerían y se cegaría así una de
las principales fuentes de la prosperidad económica de una nación.
La transformación y extensión del sistema financiero, que han sido indu-
cidas por el desenvolvimiento de la estructura industrial y comercial sobre
las bases de la nueva etapa de existencia del capitalismo, forman con ella
una contradicción. Los polos de la antítesis se engendran uno al otro; la
industria y el comercio característicos del capitalismo de consumo han pro-
creado un sector financiero específico; aquellos producen y realizan canti-
dades astronómicas de valor bajo la forma de capital-dinero y éste las capta
y las reencauza hacia la producción y el comercio de la sociedad de consu-
mo en un proceso incesante por el cual ambos extremos se impulsan hasta
altísimos niveles. El motor de este movimiento es el hambre de ganancia de
los capitalistas, la cual hasta aquí se caracteriza por mantenerse dentro de cier-
tos límites, “normales”, por decirlo así; pero en la misma orgía de ganancias
que el crecimiento económico trae consigo y en el descenso de la cuota
general de ganancia que necesariamente se presenta en la fase más alta del
ciclo, se encuentran los motivos para la elevación del hambre de ganancia
de los capitalistas a un hambre insaciable, ilimitada. Cuando esto sucede en
forma generalizada, la contradicción entre el capital bancario por un lado
y el capital industrial y comercial por el otro pasa a una fase de absoluta
oposición entre ellos, en la cual ya no se engendran más mutuamente sino
que sólo se niegan una a la otra. Por un lado, el sistema financiero, ávido de
ganancias, sigue impulsando sin restricciones la producción y el comercio,
y estas actividades son conducidas, por capitalistas completamente obnu-
bilados por la torturante hambre insaciable de ganancias, mucho más allá
de los límites de una demanda que ha agotado completamente su capacidad
de expansión; por otro, el capital bancario y financiero se dedica en gran

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 115


parte a actividades especulativas, como la de comprar y vender títulos para
obtener ganancias de las discrepancias de los precios comerciales de los ac-
tivos, por lo que una porción significativa del capital-dinero no revierte ya
a las órbitas de la producción y el comercio. En esta situación maduran las
condiciones para que una crisis se presente.
Como vimos en apartados anteriores, lo primero que la nueva estructura
productiva y comercial genera es una gran expansión de la actividad de
emisión de valores y de su colocación en la Bolsa. Teniendo esto como base,
se produce una extensión del anterior aparato bancario y financiero, al que
se anexan instituciones financieras (Fondos mutuales, Fondos de retiro,
hedge funds, etcétera) que se dedican exclusivamente a la compra y venta
de títulos así como a su reunión en Portafolios, en los que las diferencias
individuales se compensan para crear valores y riesgos medios, y ofrecer-
los a los inversionistas. Las ganancias de quienes invierten en estos fondos
provienen de los ingresos, ya sean fijos o variables, que los diversos títulos
del portafolio producen, y las compras y ventas de los mismos únicamente
tienen como finalidad buscar el equilibrio entre los ingresos y los riesgos,
guiándose por el principio rector de obtener la máxima ganancia con el me-
nor riesgo. Los pilares que sustentan a estos fondos, son dos: 1) la más alta
tasa de ganancia que garantizan para el capital-dinero, en mucho superior
a las que paga la banca tradicional y 2) su estrecha vinculación con los mo-
dernos aparatos productivo y comercial, a los cuales hacen llegar gruesos
volúmenes de capital-dinero, actividad que las antiguas instituciones credi-
ticias eran incapaces de realizar.
Los Fondos amplían sus fuentes de recursos y se nutren con los fondos de
retiro, jubilación, etcétera de los trabajadores; estos acervos se encuentran
originalmente ya sea en las arcas del gobierno, en donde se incrementan a
tasas bajísimas y son utilizados para financiar el déficit público, o en los
bancos comerciales, de los cuales reciben intereses muy reducidos; al cons-
tituirse en fondos financieros que se dedican a la formación y administra-
ción de un portafolio, por un lado, reciben, al menos teóricamente, mayores
ingresos que los que obtenían cuando estaban en las cajas del gobierno o de
los bancos comerciales y, por otro, que es lo principal, sirven para financiar
la expansión del aparato productivo y comercial mediante la compra de los
títulos que se cotizan en la Bolsa.
El campo de acción de los Fondos se expande por medio de la integración
a sus Portafolios de créditos de la más diversa especie, tales como hipotecas,
créditos automotrices, créditos estudiantiles, créditos en tarjetas, etcétera.

116 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Los Fondos compran a los bancos comerciales estos créditos y los introdu-
cen en sus Portafolios o forman Portafolios especiales con ellos. Con este
mecanismo se acelera la conversión del capital dinero en capital productivo:
los bancos comerciales venden los créditos a los intermediarios financieros
y con los recursos así obtenidos aquellos pueden reiniciar inmediatamente,
en una escala más alta, el ciclo productivo; su capital tiene una rotación
mucho más elevada; se incrementa así el nivel de la acumulación de capital
y la producción crece geométricamente.
Esta actividad de los Fondos es un acicate poderosísimo para el desarro-
llo de un campo específico de la “nueva economía”: el financiamiento al
consumo masivo. Los bancos comerciales son empujados, por la naturaleza
misma de la producción (capitalismo de consumo) y por la demanda de
créditos que ejercen los Fondos financieros, a incrementar en una medida
descomunal el otorgamiento de créditos al consumo. La banca tradicional
es sometida a las exigencias de la nueva estructura económica.
Hay muchos otros activos que producen flujos de efectivo, incluyendo
préstamos para casas construidas, préstamos y arrendamiento de equipo,
arrendamiento de aeronaves, cuentas pendientes de comercio, planes de
préstamos para locales de comercio y regalías. Los intangibles constituyen
otra clase emergente de activos.
El hambre de ganancias que ha presidido todo este movimiento econó-
mico se transmuta, lenta pero seguramente, en un hambre insaciable. To-
dos los elementos que participan en el mismo son llevados más allá de los
límites que demarcan el proceso de mutua implicación y se convierten irre-
misiblemente en su contrario. La intermediación financiera, que provee de
abundantes recursos a la actividad industrial y comercial, hace llegar la pro-
ducción mucho más allá de su correspondencia con la demanda efectiva, los
préstamos al consumo se conceden en un volumen excesivo en relación con
la capacidad de pago de los consumidores y los Fondos se convierten en en-
tidades que concentran abultadas sumas de dinero destinadas a la compra
y venta especulativa de valores.
El hambre insaciable de ganancias se apodera de todos los participantes
en el proceso económico, y en la cúspide del mismo están las empresas in-
dustriales, comerciales y de servicios, los bancos comerciales y de inversión,
los bancos centrales, los gobiernos, los mismos Fondos, etcétera, los cuales
invierten sus recursos libres en los hedge funds, aquellos fondos que se de-
dican exclusivamente a la especulación con los precios y los valores de los
activos (arbitraje), apalancan las operaciones de los mismos con extensos

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 117


créditos, les conceden en arriendo los valores en los que han invertido sus
ganancias, etcétera, lo que fortalece inconmensurablemente la especulación
con los valores.
Tenemos entonces un doble resultado: por una parte, un exceso de inver-
sión que se traduce en una sobreproducción que no encuentra salida y, por
otra, un incremento desmedido de la especulación.

Del arbitraje a los CDOs, MBSes y CDSes

Para el año 2002, una vez que, a través de las crisis correspondientes, que-
daron ajustados entre sí las distintas ramas, sectores, etcétera de la sociedad
de consumo, se establece una fluida relación entre todos esos elementos.
En estas circunstancias del capitalismo mundial, el consumo masivo re-
cibe un poderosísimo impulso.
Una proporción sustancial del capital se invierte, por diversas vías, en las
industrias que producen bienes de consumo; por su parte, los bancos co-
merciales y las empresas comercializadoras destinan montos cada vez más
gruesos al financiamiento del consumo masivo.
Esta tendencia progresiva del consumo choca, en un cierto momento, con
la traba que constituyen los flujos de capital, que son insuficientes para ha-
cer crecer a una tasa mayor la producción y el financiamiento de la compra
de los bienes.
En 1998, el sistema financiero internacional, después del rescate de Long
Term Capital Managment, abandonó provisionalmente la senda de la especu-
lación galopante basada en el arbitraje y redujo ésta a límites congruentes
con una cierta estabilidad.
Aún antes de este acontecimiento se había venido gestando una forma
más alta de obtener recursos de capital para financiar la sociedad de con-
sumo, método que cobra un mayor vuelo después de que el mercado se
pacifica en 1998.
Los créditos al consumo (para comprar casas habitación, automóviles,
servicios educativos, usar tarjetas de crédito, etcétera), son concedidos por
la banca comercial a través de sus departamentos especializados o por ban-
cos que se dedican específicamente a este negocio; el mecanismo tradicio-
nal de su funcionamiento consistía en la captación de recursos por el banco
a través de instrumentos de inversión y luego su traslado como préstamo a
los diversos consumidores; el banco recibía en pagos parciales los intereses

118 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


de los préstamos y la parte correspondiente del principal; estos ingresos
eran utilizados para cubrir los intereses de los bonos y otros papeles que
había emitido y constituir el fondo de amortización de los mismos.
Es evidente que, bajo los supuestos anteriores, el período de tiempo nece-
sario para que el banco recobrase el valor capital adelantado y la ganancia
correspondiente era muy largo y mientras esto no sucediese ese capital no
podía ser utilizado para financiar nuevos créditos al consumo; la única al-
ternativa posible era acudir de nuevo al mercado a colocar papeles de diver-
sa índole y aumentar por este medio el capital de préstamo en un determi-
nado volumen; estos recursos quedaban igualmente inmovilizados durante
un dilatado lapso de tiempo.
Los bancos comerciales estaban abrumados por las funciones de captar
recursos, conceder y administrar los préstamos, recolectar los pagos de los
acreditados, dar el servicio a la deuda contraída y reintegrar el principal
de la misma; esto sucedía en un mercado en donde cada vez era más difícil
competir con tasas atractivas en la colocación de los bonos y otros papeles
de los que obtenían los medios para cumplir su función específica y, ade-
más, en una situación de gran demanda de créditos para el consumo.
El hambre insaciable de ganancia, que en el capital bancario y financiero
adquiere el carácter de una imperiosa y acuciante necesidad, se exacerba
en estas condiciones descritas. El capital bancario orientado a la órbita del
consumo se ve sometido a la acción de dos fuerzas que ejercen sus efectos
concertadamente: una muy lenta rotación del capital propio y del que cap-
tan en los mercados, condicionada por el largo plazo de la redención de las
deudas de los consumidores, lo cual se traduce en una tasa menor de ganan-
cia que la media, ya que ésta se determina por la rotación media del capital
en su conjunto, y una torturante demanda de créditos al consumo que crece
aceleradamente, espoleada por el epicureísmo que sienta sus reales en la
sociedad de consumo.
La salida obligada de esta situación es la búsqueda desesperada de los
medios para aumentar la rotación del capital, con lo cual se pretende elevar
la tasa de ganancia del mismo y a la vez cubrir la voluminosa demanda in-
satisfecha de créditos al consumo.
Se inicia entonces un proceso de “modernización” de la banca que culmi-
na con la estructuración y desarrollo de las funciones, mecanismos y pro-
ductos bancarios característicos de la última fase de la actual crisis finan-
ciera internacional: los MBSes (Mortgage Backed Securities), los ABSes (Asset

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 119


Backed Securities), los cDOs (Collateralized Debt Obligations), los cDSes (Co-
llateralized Debt Swaps), etcétera.
El sector financiero de la sociedad de consumo se desenvuelve en dos
fases perfectamente diferenciadas.
En la primera de ellas se establece el mecanismo que consiste en la emi-
sión masiva de acciones, bonos y otros instrumentos de captación de capital
por empresas, gobiernos, entidades gubernamentales, etcétera, con la fina-
lidad de obtener recursos para impulsar su crecimiento, y su adquisición de
manera principal por entidades especiales, como los diversos fondos, entre
los que destacan los “hedge funds”, las que concentran cantidades enormes
de capital líquido que invierten en la compra y venta de títulos, con los que
integran portafolios que les proporcionan jugosas ganancias por medio del
“arbitraje”. Esta interacción entre el nuevo sistema financiero por una parte
y el sector industrial estadounidense y las economías nacionales por la otra
llega a su punto culminante con el desbordamiento de aquel a causa de la
especulación desmedida, la sobreproducción de los países exportadores y de
las empresas “punto com” y la monstruosa centralización de capital de la que
es ejemplo típico el caso de la empresa Enron y que llevan, respectivamente,
a la crisis de Long Term Capital Managment, cuyo salvamento por el gobierno
norteamericano pone fin a la incontrolable especulación que amenazaba la
existencia de todo el sistema capitalista internacional, y a las crisis de los
países asiáticos, de las empresas “punto com” y de Enron y WorldCom.
La segunda fase es aquella en la que la securitización de los débitos, prin-
cipalmente de los créditos al consumo, se convierte en el medio principal
para financiar al sector industrial.

La “securitización” de los créditos al consumo

La securitización de los créditos al consumo fue el mecanismo mediante el


cual el sistema financiero norteamericano cumplió su función de impul-
sar hasta su extremo el desarrollo industrial y comercial del capitalismo de
consumo; igualmente, fue el medio por el cual finalmente se engendró a si
mismo como una monstruosa acumulación de capital-dinero cuya única
función era incrementarse incesantemente, la cual provocó la paralización
y la posterior reversión del crecimiento industrial y comercial.

120 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Fannie Mae, pionera de la securitización

Es en este contexto en el que Fannie Mae, una de las dos grandes empresas
apoyadas por el gobierno federal que se dedican a la adquisición de créditos
hipotecarios de la banca comercial, empezó a desarrollar, en la década de
los años 80 del siglo pasado, un nuevo instrumento crediticio que le iba a
permitir captar más recursos de los que obtenía por la emisión de bonos y
notas de corto plazo y la venta de grupos indiscriminados de créditos. La
llamada “ingeniería financiera” fue puesta en acción y su resultado fue el
diseño del producto que más tarde permitiría a todo el sistema financiero
internacional un crecimiento desbordado: la “securitización” de los créditos
hipotecarios.

Los Mortgage Backed Securities,


MBSes (Títulos garantizados con hipotecas)

Fannie Mae desarrolló la práctica de emitir títulos que tenían como sustrato
grupos de créditos hipotecarios organizados y catalogados de acuerdo con
su grado de riesgo, determinado éste mediante la utilización de métodos
estadísticos y econométricos, su plazo de vencimiento, etcétera, llamados
Mortgage Backed Securities, MBS; los principios fundamentales en los que
descansaba esta actividad eran: (1) que los portafolios en venta se integra-
ban buscando un equilibrio entre el riesgo —que de partida se diluía, hasta
hacerse insignificante, en el promedio de los numerosos riesgos individua-
les— los intereses y principal que devengaban y su precio y (2) que, incor-
porados en los títulos emitidos, y cuidadosamente estructurados de acuerdo
con su nivel de riesgo medido acuciosamente, los créditos hipotecarios ten-
drían mayor liquidez, podrían comprarse y venderse con una facilidad infi-
nitamente mayor y a un rango más amplio de inversionistas; la circulación
del capital en este campo tendría una velocidad acrecentada y su rotación
sería más rápida. En la forma anterior, los créditos se inmovilizaban en el
portafolio de Fannie Mae o en manos de los inversionistas que los adquirían
y ahí se detenía su circulación; la rotación del capital se mantenía en niveles
excesivamente bajos.
Fannie Mae adquirió así una capacidad notablemente extraordinaria para
apoyar, como institución de segundo piso, un explosivo crecimiento del cré-
dito al consumo de la banca comercial.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 121


La securitización de los créditos hipotecarios y de otros créditos al consu-
mo, es decir, su incorporación en grupo a un título, se convirtió en una prác-
tica generalizada entre las instituciones financieras de los Estados Unidos
que imprimió su sello a toda la actividad crediticia durante la fase previa al
desencadenamiento de la crisis financiera.

Los Asset Backed Securities,


ABSs (Títulos garantizados con activos)

El modelo de securitización desarrollado por las GSEs (Fannie Mae y Freddie


Mac) fue utilizado para impulsar el crecimiento de otros sectores dedicados
al financiamiento de la adquisición de bienes de consumo. Se lanzaron al
mercado títulos garantizados con otras clases de activos, tales como présta-
mos para adquirir automóviles, préstamos en tarjetas de crédito, hipotecas
“non-conforming” e hipotecas comerciales, etcétera, denominados genéri-
camente Asset Backed Securities (ABSes). Los principios fundamentales en
los que descansaba la emisión de estos títulos eran los mismos que daban
sustento a los Mortgage Backed Securities (MBSes): la incorporación en un tí-
tulo de amplia y rápida circulación de una multitud de créditos individuales
que por sí mismos poseían una muy baja o nula capacidad de ser comercia-
lizados y la reducción sustancial del riesgo por medio de su dilución en el
promedio de miles de créditos y por la estructuración ponderada de los por-
tafolios (“pools”) mediante la cual se lograba un equilibrio entre los riesgos
altos y bajos para obtener un riesgo promedio lo menor posible.
Por medio de la securitización, ampliada a todo aquello que produzca
ingresos periódicos, el sector financiero de la sociedad de consumo logró
captar cantidades superlativas de capital-dinero que circularon a una ma-
yor velocidad y, a través del crédito al consumo que la banca comercial
pudo conceder ahora en cantidades astronómicas, consiguió que el capital
mercantil realizase en forma acelerada e incesantemente repetida el capital-
mercancías en el que el capital industrial de las ramas productoras de bie-
nes de consumo estaba materializado.
La realización rápida y renovada, sin solución de continuidad, del capital-
mercancías de la sociedad de consumo hizo posible que el capital industrial
de esas ramas productivas rotara a una velocidad mayor y que por tanto ob-
tuviese un monto superior de ganancias; con estos recursos y los que gracias
a su alta rentabilidad pudieron lograr de la emisión de valores bursátiles o de

122 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


préstamos bancarios, las industrias productoras de bienes de consumo entra-
ron a un período de acumulación en gran escala y de producción creciente.
Se forjó entonces un entrelazamiento muy estrecho del capital financiero
con el consumo masivo y, a través de éste, con la producción de bienes de
consumo masivo. Todos estos elementos entraron en una relación de mutuo
engendramiento por el cual el crecimiento exorbitante de uno implicaba el
del otro, y viceversa; el resultado fue un incremento inmenso del capital fi-
nanciero, del capital mercantil y del capital industrial que tuvo como centro
de gravitación el consumo masivo.

Los Collateralized Debt Obligations,


cDOs (Obligaciones garantizadas con débitos)

Mediante la securitización, el sistema financiero propició el trasvasamiento


de una parte sustancial del capital-dinero hacia las ramas que producen
bienes de consumo, principalmente a la industria de la construcción de ca-
sas habitación; hubo, por tanto, un gran incremento en la producción en
esta rama industrial y con base en él se dio un impulso poderoso a toda la
economía.
La acelerada marcha de la sociedad de consumo en todos los frentes avivó
el hambre de ganancia de los capitalistas, pero en una forma agravada la de
los representantes del capital financiero.
Teniendo como base el novedoso instrumento de la securitización, el sis-
tema financiero se dedicó a la tarea de perfeccionar este mecanismo con la
finalidad de obtener una tasa y un volumen mayores de ganancia.
La securitización tiene como su objetivo fundamental el establecimiento
de un mercado secundario de activos de diversa naturaleza; esto permite,
en primer lugar, que a través de la compra de los créditos securitizados una
cantidad enorme de recursos frescos se haga llegar a la banca de primer
nivel y, a través de ella, a las ramas productivas correspondientes y, en se-
gundo, que el capital (comercial, industrial y financiero) tenga una tasa más
alta de rotación y que, en consecuencia, se incrementen la cuota y la masa
de ganancia del capital total y, en especial, desde luego, las de aquel sector
que conduce este proceso, el sistema financiero de la economía.
Sin embargo, el flujo de recursos cesa precisamente en el punto en el cual
los bonos producto de la securitización son vendidos que es en donde tam-
bién, por fuerza, se detiene su circulación.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 123


En su incesante búsqueda de niveles cada vez más altos de ganancia, el capi-
tal financiero amplía el proceso de securitización en los siguientes aspectos:
1) los diversos participantes en el mercado financiero (compañías de segu-
ros, fondos mutuales, fideicomisos, fideicomisos de inversión, bancos
comerciales, bancos de inversión, fondos de pensiones, hedge funds, banca
privada y vehículos de inversión estructurados (SIV)) adquieren conjun-
tos (pools) de créditos (MBSes, ABSes, etcétera) a través de una entidad de
propósitos especiales creada ex profeso y que está por completo fuera de
su hoja de balance;
2) esta entidad especial emite notas o bonos que representan a los activos
subyacentes;
3) los activos tienen una sola calificación de riesgo, pero son divididos en
porciones (tranches), de las que se emiten notas o bonos específicos a los
que se asignan niveles diferentes de riesgo –y, por tanto, tasas de interés
diferentes— determinados por el orden en que se deben aplicar las dis-
minuciones del flujo de efectivo cuando se presenta el incumplimiento
de los deudores originarios y las pérdidas que puedan tener los activos
subyacentes; así, las notas que representan las porciones superiores son
pagadas con los flujos de efectivo de los activos subyacentes antes que
las porciones medias e inferiores y las disminuciones y las pérdidas son
soportadas primero por las inferiores y las medias y sólo al final por las
superiores; igualmente, los intereses más altos son pagados a los posee-
dores de las notas de las porciones inferiores y los más bajos a los de las
superiores;
4) los emisores de cDOs contratan seguros (credit default swaps) para el caso
de que se presenten incumplimientos en el pago de los intereses y del
principal de los créditos subyacentes;
5) los emisores venden las notas o bonos a bancos, compañías de seguros,
fondos de inversión, hedge funds e individuos ricos;
6) los adquirentes de notas o bonos garantizados con créditos (cDOs) son,
ahora sí, por lo general, los últimos tenedores de los créditos subyacentes,
pues no hay un mercado secundario de cDOs, aunque algunos emisores
asuman el compromiso de recompra, bajo ciertas circunstancias, de los
títulos que lanzan a la circulación; los créditos originarios han pasado
del banco emisor a la entidad de segundo nivel que los securitiza y de
ésta al vehículo de propósito especial que los vende en la forma de cDOs
al tenedor final.

124 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Las características especiales con que el capital financiero dota en los
cDOs a los créditos securitizados, son las siguientes:

1) la creación de niveles de riesgo por completo desvinculados del riesgo


que realmente poseen los créditos subyacentes y la comercialización de
esas categorías de riesgos;
2) la incorporación en los cDOs de un seguro específico (credit default swap,
cDS) contra el incumplimiento de los pagos de los deudores.

En la fase inmediata anterior, la securitización había llevado hasta sus úl-


timas consecuencias el manejo del conocimiento de los niveles de riesgo de
los distintos valores; los portafolios (pools) se integraban, previa medición
del riesgo lo más exacta posible realizada mediante sofisticados instrumen-
tos estadísticos y econométricos, con acervos de activos en los que, también
utilizando modelos matemáticos específicos, se establecía un equilibrio de-
terminado entre el riesgo y el flujo de efectivo de los créditos subyacentes. El
riesgo era un factor objetivo preexistente que podía ser conocido con menor
o mayor precisión, pero que no podía ser manipulado en forma alguna.
Los cDOs tienen como uno de sus principios fundamentales precisamente
la creación del riesgo (riesgo sintético), su diversificación en cuando menos 3
niveles y su venta a los inversionistas; no se comercian ya activos que tienen
un riesgo determinado, sino riesgos que tienen como sustrato ciertos activos.
El riesgo real de los activos pasa a un segundo plano en la consideración de
los emisores y adquirentes de los bonos garantizados con débitos.
La diversificación del riesgo sintético, que como decimos da lugar a cuan-
do menos tres niveles de riesgo con sus respectivas distintas tasas de interés
(la más baja de las cuales es sustancialmente más alta de las que tienen la
mayoría de los otros activos en el mercado), y la garantía que proporcionan
los “swaps” para el caso de incumplimiento de los deudores originales (cDSes),
atraen a una porción creciente de la enorme cantidad de capital-dinero que
intenta valorizarse en la sociedad de consumo; sobre todo, las notas y bonos
que son calificados con más riesgo y que en consecuencia pagan intereses más
altos, son los que se convierten en la mercancía favorita de este mercado.
El capital-dinero que capta el sistema financiero por medio de los cDOs
estimula en una medida superlativa el crédito al consumo; éste, a su vez,
excita la producción de bienes de consumo; y ésta, por su parte, incita la
producción en todas las demás ramas de la economía. Hay una mutua im-
plicación de todos estos elementos y en la economía en general se establece

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 125


una tasa de ganancia más alta y se producen montos de ganancia más vo-
luminosos.

Los Credit Default Swaps, cDSes (Seguros para el


incumplimiento de créditos) y el crédito al consumo

La securitización de los créditos había llegado, como ya lo anotamos ante-


riormente, hasta la invención de los cDOs; a través de estos instrumentos el
capital-dinero fluía en cierta medida hacia la industria y el comercio.
Los cDOs son la forma más retorcida que utiliza el sistema financiero para
atraer fondos; teniendo como base un determinado nivel de riesgo en los
activos subyacentes (hipotecas subprime, por ejemplo), lo que se vende en
el cDO son las disminuciones que hipotéticamente se generarían, en el caso
de insolvencia, en los ingresos y el valor capital de los diversos tramos del
título; así, los tramos medios e inferiores del cDO serían los primeros en
enfrentar la insolvencia de la totalidad de los activos (es decir, serían los
primeros en no recibir los intereses de su título y en ver reducido su capital),
por lo que el precio de las notas respectivas es el mas bajo y los intereses que
reciben los más altos; al contrario, los tramos superiores serían afectados
sólo subsidiariamente, por lo que sus títulos son los que tienen precio más
alto y perciben los intereses más bajos.
Aunque el nivel de riesgo de los activos subyacentes sigue siendo el mis-
mo, sin embargo la totalidad del riesgo sintético se concentra en los tramos
inferiores del cDO.
Los precios bajos y altos intereses (aunque gravados por una alta concen-
tración del riesgo) de las porciones bajas del cDO y la seguridad relativa de
las otras partes del título, ofrecieron a los inversionistas una amplia gama
de opciones (acordes con su “apetito de riesgo”) para colocar su dinero en
mejores condiciones que las que ofrecían los instrumentos tradicionales y
se convirtieron así en el polo de atracción de grandes cantidades de capital-
dinero.
Un obstáculo, sin embargo, evitaba la más plena aceptación por los inver-
sionistas de estos instrumentos crediticios: la alta densidad del riesgo en los
tramos inferiores de los cDOs.
Para superar este impedimento, la ingeniería financiera de Wall Street
diseñó los cDSes, que son en esencia contratos de seguros por los cuales la
institución aseguradora toma, a cambio de una prima, el riesgo de los in-

126 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


cumplimientos en los activos subyacentes. Cada cDO tiene adosado ahora un
cDS, lo que le da una mayor capacidad de ser comercializado.
Con este último avance se despeja el camino para que los cDOs se emitan y
se vendan en cantidades realmente fabulosas y, también, para que se prepa-
re la fase especulativa de este ciclo del capital financiero con el diseño de los
cDSes sintéticos que, como lo veremos, son la especulación pura y simple.
Al quedar plenamente constituida la nueva estructura del sistema finan-
ciero internacional y totalmente formados los instrumentos crediticios co-
rrespondientes, se inaugura una etapa frenética de otorgamiento de créditos
al consumo, securitización de los mismos, incorporación de los créditos se-
curitizados a cDOs y su aseguramiento mediante cDSes; un verdadero torrente
de capital-dinero global se desplaza hacia el sistema financiero norteameri-
cano, el cual se aplica al desenvolvimiento de las industrias productoras de
bienes de consumo (casas, principal pero no únicamente) cuyo desarrollo
conduce mucho más allá del punto en que se satura la demanda efectiva.
El producto más alto de lo que se ha dado en llamar “ingeniería financie-
ra” (que no es otra cosa que la avidez insaciable de lucro de la forma más
irracional del capital, del capital bancario, expresada en modelos matemáti-
cos elementales) en la sociedad de consumo, son los llamados “credit default
swaps” (coberturas de riesgos crediticios).
Se trata de un instrumento financiero en el que se conjugan un seguro y
un título de deuda.
Un “swap” (intercambio) es el instrumento por el cual se cubren los ries-
gos que el contratante puede tener en un determinado patrimonio por la
realización de un evento futuro (cambios en las tasas de interés, en los tipos
de cambio de las monedas extranjeras, en los precios de los bienes, etcéte-
ra).
Los “swaps” pertenecen a la abigarrada variedad de seguros que existe
necesariamente en el régimen de producción capitalista.
En este tipo de sociedad el mercado es una fuerza impersonal, una sus-
tancia con vida propia que se impone a los productores privados; los precios
de las mercancías, las tasas de interés, los tipos de cambio, etcétera, se for-
man a espaldas de los concurrentes al mercado y cambian constantemente
sin que éstos tengan control alguno sobre ellos. Esto se traduce en un alto
grado de aleatoriedad en las operaciones mercantiles que puede causar se-
rios daños en los patrimonios de los capitalistas; con el fin de reducir al
mínimo esos perjuicios económicos se establecen seguros especiales que
garantizan ese resultado.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 127


Surge así una rama específica de negocios, las aseguradoras, que se con-
vierten en un campo especial de inversión de capital que prospera en la
medida que lo hace el régimen capitalista en general.
La industria de los seguros es un monumento a la irracionalidad que se
levanta a sí mismo el régimen de producción capitalista. Es el reconoci-
miento explícito de la preeminencia absoluta de la anarquía del mercado
sobre los productores privados.
Junto a los tipos tradicionales de seguros se ha desarrollado una nueva
línea que tiene como objeto los títulos de deuda. Estos pueden ser valores
lanzados a la circulación por las empresas y los bancos, deuda soberana,
deuda emitida por empresas, organismos y agencias estatales, hipotecas,
etcétera. La empresa de seguros asume la obligación de cubrir el total del
valor nominal del título en el caso de que la deuda no se pague a su venci-
miento y como contrapartida recibe un pago inicial y primas periódicas por
un lapso de tiempo determinado.
La empresa aseguradora recibe el pago y las primas y el contratante del
seguro queda con la propiedad del mismo y del título de crédito que está en
la base de la operación. El valor nominal del título está así asegurado para
el caso de que el obligado no lo cubra.
Los intermediarios financieros ven en este nuevo producto una oportuni-
dad de oro de incrementar sus ingresos.
Por un lado, realizan su labor tradicional de comprar deuda con el fin de
revenderla, pero ahora le dan un valor agregado a su mercancía al adicio-
narle un “swap” (credit default swap) que contratan con una institución de
seguros. Después reúnen (empaquetan) en fondos especiales títulos de deu-
da de distintas clases, cada uno con su respectivo “swap”, y así empacados
son ofrecidos en el mercado. El atractivo de estos paquetes, y lo que les da
un alto precio, es precisamente la garantía de pago de las deudas que ofrece
la empresa aseguradora.
Este nuevo producto era conceptuado por sus creadores como el medio
por el cual se garantizaba un flujo perenne de recursos en el sistema finan-
ciero, ya que en aquel va implícita, al menos teóricamente, la imposibili-
dad de que el tenedor de los títulos no reciba el valor de los créditos, pues
éste siempre estará garantizado. Lo que los “ingenieros financieros” de JP
Morgan no podían ver era que precisamente ese monstruoso volumen de
capital que se inyectaba al sistema financiero por medio de los fondos de
títulos garantizados con “swaps” tenía por fuerza que llevar a una colosal
sobreproducción, a la caída de los precios, al quebranto de las empresas, a

128 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


la brutal reducción de los ingresos del capital y del trabajo, etcétera, y en
consecuencia haría imposible en forma generalizada que los créditos garan-
tizados con “swaps” fuesen pagados.
Los intermediarios financieros, poseídos por la locura que alimenta el
hambre insaciable de ganancias, se dedicaron febrilmente a comprar cré-
ditos y seguros, empaquetarlos y venderlos por literalmente toda la faz de
la tierra. Así, recabaron globalmente fabulosas cantidades de recursos ex-
cedentes que provenían de empresas nacionales, transnacionales, globales,
bancos globales, nacionales y estatales, gobiernos, empresas y organismos
gubernamentales, inversionistas privados, etcétera, los cuales fueron uti-
lizados para comprar más títulos de deuda y seguros que a su vez serían
también vendidos, continuándose así el ciclo indefinidamente. Todas las
tesorerías del mundo constituyeron una buena parte de sus activos con los
paquetes de activos garantizados con “credit default swaps” que había pues-
to a circular la plutocracia norteamericana.
Los títulos de crédito asegurados por los “swaps”, que estaban conteni-
dos en los paquetes vendidos por los intermediarios financieros, eran de
una gran variedad, como ya lo hemos señalado; pero en los últimos años el
grueso de los valores “empaquetados” estaba integrado por títulos de hipo-
tecas, principalmente de casas habitación en los Estados Unidos, y éstos, en
una gran proporción, tenían como activo subyacente hipotecas “subprime”,
es decir, aquellas que se otorgan a las personas de más bajos recursos, con
empleos menos firmes y mal remunerados.
Se formó entonces una relación especial: el desarrollo de una industria
productora de bienes de consumo en la metrópoli del imperio, la industria
de la construcción de casas habitación, se convirtió en la base del desarrollo
de la economía mundial, y ésta a su vez era el punto de apoyo de la industria
metropolitana de casas habitación.

Diversos tipos de créditos al consumo


que son “securitizados”

El crédito para la adquisición de casas habitación

Con el auge de los paquetes de títulos de deuda asegurados (“credit default


swaps”), prosperó también la línea tradicional de la banca de crédito al con-
sumo de bienes duraderos en el rubro correspondiente a la construcción de
casas habitación. Lo peculiar de esto es que en la simbiosis que se estableció

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 129


entre la economía mundial y los títulos de deuda asegurados, la imperiosa
necesidad de aquella de obtener cuantiosos recursos para acumular exigió
que los créditos para la construcción de casas habitación se otorgaran tam-
bién en un volumen gigantesco; una enorme cantidad de créditos para casas
habitación se concedieron sin atender ya para nada a la capacidad de pago
de los acreditados, sino únicamente a las necesidades de acumulación de la
economía mundial.
Las casas habitación constituyen el paradigma de los bienes de consumo.
Como mercancías, en ellas concurren todas las características que ya seña-
lamos para los bienes de consumo en la sociedad capitalista de consumo.
La vivienda individual, propiedad privada del trabajador, es la extensión
necesaria de la propiedad privada que éste ejerce sobre sí mismo, es una
prolongación de su propia corporeidad.
La propiedad privada del individuo trabajador sobre la vivienda indivi-
dual es una cruel caricatura de la propiedad privada capitalista. La hipoteca
que generalmente gravita sobre ella le concede al poseedor sólo un precario
usufructo; ejerce únicamente una posesión derivada, pues la plena propie-
dad pertenece a los capitalistas mientras no se termine de pagar la totalidad
del crédito, lo cual puede suceder hasta en un plazo de 40 años. Y desde
luego que muchos trabajadores aprovechan este larguísimo plazo porque en
el ínterin pueden obtener una ampliación del crédito, cuando los precios de
las casas aumentan, lo que les permite extender su capacidad de consumo.
Es así que la muerte los sorprende antes de que lleguen a tener la propiedad
plena sobre “sus” casas.
Esa posesión derivada del trabajador sobre su vivienda está sujeta por
completo a la precariedad de la vida del individuo en la sociedad capitalis-
ta: puede suceder que en un determinado momento le sea imposible seguir
pagando su crédito y por tanto la vivienda tenga que rematarse al mejor
postor; también, la altamente probable disolución de la familia (divorcio)
posiblemente lo obligue a vender su vivienda, entregarla al cónyuge o a los
hijos, etcétera.
Suponiendo que el trabajador logre mantener esa posesión por un tiempo
más o menos largo, el desgaste del inmueble lo obligará a erogar en repara-
ciones absolutamente necesarias cantidades que pueden llegar a ser iguales
o mayores que el valor del crédito hipotecario.
En principio, la vivienda es el lugar en el que se forma y desarrolla la
familia, que es la célula de la sociedad capitalista; pero en la moderna socie-
dad de consumo los hijos son expelidos desde muy temprana edad, por las

130 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


exigencias de esta misma forma de organización económico-social y a causa
de la fuerza centrífuga que en la familia existe, del seno del hogar hacia el
ancho mundo del régimen capitalista. La razón de existencia del hogar indi-
vidual se agota muy tempranamente y la vivienda es de aquí en adelante un
cascarón vacío, despojado de todo contenido.
En el reducido período de tiempo durante el que conviven todos los miem-
bros de la familia en la vivienda paterna, ésta es, por su propia naturaleza,
el campo de la mutua discordia entre los cónyuges, los hijos, y los padres y
los hijos, la cual puede llegar a la violencia más brutal, y el lugar en el que
se gestan los deseos más insanos entre sus miembros (complejo de Electra,
de Edipo, etcétera) y se producen las más oscuras y reprobables conductas,
como la infidelidad, el abuso sexual, el incesto, etcétera, amén de la explo-
tación pura y simple de unos por otros.
El uso de la vivienda para las funciones naturales de los miembros de la
familia está determinado también por el hecho psicológico fundamental de
la sociedad de consumo: el mecanismo displacer-placer para la satisfacción
de las necesidades.
El uso y disfrute de la vivienda (la idílica “vida en familia”) es un placer,
el cual es alimentado por su opuesto, el displacer, que en lo fundamental
tiene su origen en las preocupaciones y angustias que el mantenimiento de
la precaria posesión de la vivienda ocasiona y en el malestar que la miseria
moral de las relaciones familiares produce necesariamente.
La reivindicación revolucionaria que ante toda esta situación se impone,
es: la abolición de la familia individual y de su lugar de reunión, la casa-
habitación familiar, y el establecimiento de la vida y el hogar colectivos.

El crédito al consumo de automóviles

Otra línea proverbial de crédito bancario al consumo es la del que se pro-


porciona para la adquisición de automóviles. El capitalismo de consumo,
a través de los mecanismos que ya describimos anteriormente, suscitó un
descomunal aumento de la producción de automóviles y al mismo tiempo
encendió entre los consumidores el deseo irrefrenable de poseerlos. El ca-
pital bancario, al ver aquí otro filón más para su enriquecimiento, extendió
masivamente el crédito, también sin tomar en cuenta la capacidad real de
pago de los solicitantes.
El automóvil individual es otro ejemplo de un relevante bien de consumo.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 131


La separación entre los lugares en los que el trabajador realiza la activi-
dad productiva, la vida familiar, la educación de los hijos, el entretenimien-
to, etcétera, que en las modernas ciudades se extiende a varias decenas de
kilómetros, los obliga a utilizar cada vez más un medio de transporte indi-
vidual, el automóvil.
Desde luego que esta necesidad sólo existe a causa de la naturaleza especí-
fica del régimen de producción capitalista y no tendrá porque existir ahí en
donde se establezcan la producción y el consumo colectivos y en general la
vida colectiva, lo que implica necesariamente la reunión en un mismo lugar
de las actividades colectivas vitales de producción, consumo, reproducción,
descanso, etcétera de grandes masas de seres humanos. La necesidad del
desplazamiento individual y familiar a los distintos lugares en los que se rea-
liza la actividad vital de los trabajadores habrá desaparecido y en su lugar se
establecerá, de acuerdo a las necesidades sociales, su traslado colectivo.
En la adquisición, uso y disfrute del automóvil individual se reconocen
también todas las características que en apartados anteriores hemos seña-
lado para el consumo de bienes y servicios en general.
Aquí igualmente la consigna revolucionaria es: eliminación total de la in-
dustria del automóvil.

Las tarjetas de crédito

En la cúspide de esta fase de existencia del capitalismo de consumo, el capi-


tal bancario concede masivamente créditos al consumo en general a través
del instrumento de las tarjetas de crédito. De la misma manera que en los
casos anteriores, la inmensa mayoría de los tarjeta habientes tienen una
capacidad de pago muy reducida o no la tienen en absoluto.

Los paquetes de cDSs y la acumulación de capital

Con base en el mecanismo financiero de la compra y venta de los paquetes


de títulos de crédito con su “swap” adosado, el régimen capitalista mundial
entra en una fase de su desarrollo desbocado. Chorros de capital fluyen por
el aparato circulatorio global e impulsan un crecimiento desbordado de la
producción y del consumo.
El principio fundamental que informa en su totalidad al régimen capitalista,
el hambre insaciable de ganancia, adquiere una potencia nunca antes vista.

132 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


El único móvil de las empresas es presentar volúmenes constantemente in-
crementados de ganancias. Estas se miden acuciosamente, día a día, semana
a semana, mes a mes, trimestralmente, etcétera, con la finalidad de eliminar
inmediatamente cualquier freno que se presente en la tendencia alcista.
Se forma una generación de ejecutivos educados exclusivamente en este
precepto del aumento incesante de la ganancia; su labor consiste en man-
tener la tasa de ganancia a su máximo nivel porque las altas ganancias son
el imán de grandes recursos y éstos a su vez la fuente de ganancias más
grandes. Para ello impulsan exaltadamente la innovación en los procesos
productivos y de consumo y en las funciones del capital mercantil y ban-
cario. A la par con las innovaciones, también se dedican a desarrollar los
movimientos contables que los resquicios legales permiten para presentar
en sus estados de resultados la mayor cantidad de sus recursos como ganan-
cias en detrimento de los distintos fondos de garantía que están obligados
a mantener. Estos ejecutivos son remunerados con altos salarios y bonos
que están en función precisamente de los ascensos que logren en la tasa de
ganancia de sus empresas.
La exigencia de maximizar sin descanso las ganancias de las empresas
lleva necesariamente a sus ejecutivos a saltarse los límites legales y sin ru-
bor alguno simplemente pasan en los balances a la partida de ganancias los
recursos que legalmente deben mantenerse como reservas.
La actividad de las empresas a través de sus ejecutivos entra de lleno al
fácil camino de la ilegalidad y la especulación.
Manipular los estados contables, especular con los precios de los bienes
y de los títulos, salir fraudulentamente a la Bolsa, realizar fusiones y des-
agregamientos ilegales, crear empresas fantasmas, estafar al fisco, utilizar
capital ficticio, violar las leyes antimonopolios, etcétera, son las acciones en
las que necesariamente desemboca la necesidad de las empresas de acumu-
lar sin medida.
El poder político, por su parte, haciendo honor al prejuicio de que la liber-
tad de comercio debe ser irrestricta, promueve y encabeza, en oposición a la
sobre regulación de la época del “estado del bienestar”, un movimiento de
desregulación que, al final, llega al entronizamiento de la autorregulación
de las empresas como un principio inatacable de la economía de mercado.
La industria, la banca y el comercio se convierten así en el campo en que
actúan abierta y violentamente los vicios que son consustanciales al régi-
men de producción capitalista: la estafa, el engaño, el robo descarado, la
especulación y el crimen en general.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 133


La sustancia económica, libre ya de trabas, impulsada por la búsqueda
de las ganancias más altas, lo que implica la feroz competencia entre los
capitalistas, adquiere un movimiento frenéticamente acelerado que somete
a todos los elementos de la producción y del consumo a una agitación con-
vulsiva sin solución de continuidad.

La sociedad de consumo y las pequeñas empresas


y los trabajadores independientes

La “sociedad de consumo” tiene, en sus inicios, un campo muy grande para


las pequeñas empresas y los “freelance”; la pequeña burguesía se emociona
hasta el éxtasis con los ejemplos clásicos de los ingenieros recién salidos
de las aulas que, con escasos recursos, desarrollan las nuevas tecnologías
cibernéticas y de computación y el internet; investida de su candorosa es-
tulticia, ve en esto una nueva forma de trabajo, desde luego no capitalista,
y un nuevo modelo de empresa, evidentemente tampoco capitalista, que de
algún modo son el germen del trabajo humano y de la empresa humana de
la sociedad libre del futuro. Sin embargo, la “sociedad de consumo” poten-
cia necesariamente todas las fuerzas económicas que llevan a la concentra-
ción y centralización del capital y muy temprano vemos a algunas de las
pequeñas empresas y a una parte de los “freelance” convertidos en grandes
y enormes empresas y a los modestos ingenieros en verdaderos Cresos de
la era moderna, mientras que la gran mayoría de ellos (pequeñas empresas
y trabajadores libres) son llevados unas a la ruina y otros a formar parte de la
clase de los trabajadores asalariados. (Sobre el papel de la pequeña producción
y de la pequeña burguesía en la “sociedad de consumo”.18

La sociedad de consumo y la revolución

En este punto de nuestro estudio, el “capitalismo de consumo” se encuentra


en la cima de la fase de mutua complementación de todos los contrarios que
lo forman; su status es el de la contradicción solucionada, en los términos
hegelianos.
Hay una extrema fluidez entre los polos de todas las contradicciones,
entre la producción y el consumo, entre las distintas funciones del capital
18
Véase: Robledo Esparza Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, t. III, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2008, pp. 201-225)

134 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


industrial, entre las distintas formas del capital (capital industrial, capital
comercial y capital bancario), entre los dos sectores de las economías na-
cionales (sector I y sector II), entre los dos sectores de la economía inter-
nacional (sector I y sector II internacionales), etcétera. Todos los elementos
del régimen capitalista se engendran mutuamente y dan lugar a una sobre
acumulación de capital.
Esta suprema acumulación de capital produce necesariamente, en una
forma más alta, los elementos de la negación del régimen capitalista.
En efecto, el proceso de maquinización y socialización de la producción
avanza sustancialmente en el camino de su conversión en una unidad pro-
ductiva global y la fuerza de trabajo se aproxima en una gran medida a su
máxima abstracción y a su concentración total en un obrero colectivo, tam-
bién de extensión global. El instrumento y la fuerza de trabajo colectivos
de la especie se forjan en el paroxismo del movimiento económico y por el
momento permanecen ajenos uno del otro.
La explotación y depauperación de los trabajadores se hace más extrema:
las formas clásicas de producción de plusvalía (absoluta y relativa), la inten-
sificación y extensión del trabajo y el consumo masivo tienen un desarrollo
vigoroso del que resultan el desgaste y la descomposición total de los órga-
nos y procesos orgánicos de los trabajadores, la definitiva anulación de su
constitución biológica, la negación radical de su esencia natural humana.
La sociedad de consumo tiene como último fundamento la conversión de-
finitiva de los obreros en propietarios privados de sí mismos, en individuos.
Como tales, a través de la exaltación desmedida de sus necesidades y su satis-
facción, ellos participan activamente en la labor del capital de reforzar sus gri-
lletes, endurecer su explotación y acelerar el proceso de su depauperación.
En el capitalismo de consumo se presenta la fase más alta de la formación
del instrumento colectivo y del sujeto colectivo, es decir, del obrero colectivo.
La reunión de estos dos elementos integra la naturaleza superior de la
especie humana: un obrero colectivo total que posee un instrumento colec-
tivo total, que es su misma fuerza de trabajo materializada, por medio del
cual actúa sobre la totalidad de la naturaleza con la finalidad de satisfacer
colectivamente sus necesidades.
El instrumento colectivo encuentra un obstáculo para su constitución
definitiva en su fraccionamiento en parcelas de propiedad privada de los
capitalistas.
El obrero colectivo, por su parte, se ve impedido de realizar su conforma-
ción final a causa, primero, de la segmentación a que lo somete la misma

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 135


parcelación del instrumento en propiedades privadas y, segundo, de la natu-
raleza de propietario privado de sí mismo con que lo ha dotado el régimen
capitalista, fortalecida en grado superlativo por la sociedad de consumo, que
erige una traba insuperable a la colectivización del consumo y a la abolición
de la individualidad capitalista de los trabajadores, al tiempo que agrava la
depauperación de los mismos.
El instrumento y el obrero tienden ardorosamente hacia la colectiviza-
ción; también se exigen acuciantemente uno al otro.
El instrumento que se colectiviza demanda un obrero colectivo que se
apropie del mismo como un todo y permita así que esa fuerza productiva
se desarrolle libremente; el obrero en vías de colectivización reivindica la
propiedad del instrumento colectivo para detener y revertir el proceso de
depauperación, colectivizar el consumo y abolir la individualidad capitalis-
ta de los trabajadores.
La separación entre el instrumento y el obrero se trueca en su reunión.
La especie humana habrá reivindicado, como elementos de su naturaleza
esencial, un instrumento colectivo maquinizado y una fuerza de trabajo co-
lectiva totalmente desindividualizada.
Este resultado aparece como la reapropiación por la especie humana de
su naturaleza esencial, la cual le había sido despojada por el régimen capi-
talista. Es la restauración de la naturaleza humana de los trabajadores.
En su fase de consumo masivo, el régimen capitalista tiene en sí mismo a
su otro, al socialismo, en un grado de maduración tal que ya apunta abier-
tamente hacia su surgimiento a la existencia.
La aparición del otro del capitalismo de consumo a la existencia, el es-
tablecimiento del socialismo integral, debe producirse con una necesidad
ineluctable.
La terrible depauperación a que es sometido el proletariado internacional
lo acerca peligrosamente a una degeneración irreversible de su naturaleza
humana, por lo que es imperioso, para la sobrevivencia de la especie, la re-
apropiación por ésta de su esencia natural.
Al mismo tiempo, la producción y el consumo, el desgaste, la descompo-
sición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos generan en los
trabajadores un malestar profundo, una grave desestabilización psíquica
y un odio sordo y potente que integran la energía que aquellos despliegan
en el trabajo y en el consumo capitalistas, pero que es también la que debe
dirigir hacia la anulación de los mismos.

136 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


La clase obrera se encuentra, a pesar de su creciente colectivización, divi-
dida de acuerdo con la partición del instrumento de producción en propie-
dades privadas; está fragmentada, además, en sectores radicalmente opues-
tos entre sí en virtud de sus intereses encontrados: trabajadores agrícolas,
mineros, industriales, de los servicios, inmigrantes, aquellos que forman
el ejército industrial de reserva, etcétera; está, así mismo, completamente
atomizada por el carácter de individuos propietarios privados de sí mismos
con que la sociedad de consumo los dota. Los obreros se encuentran en
principio separados entre sí, por grupos y como individuos.
La burguesía media ha logrado en muchos casos organizar a los obreros
en sindicatos, los que, bajo su dirección, sostienen las tradicionales reivin-
dicaciones de defensa del salario, del empleo, de la jornada de trabajo, etcé-
tera y las exigencias económicas y políticas que este sector de la burguesía
hace a la plutocracia.
En otras ocasiones es la misma oligarquía capitalista la que organiza a los
obreros en sindicatos “blancos”, a través de los cuales administra las mez-
quinas prestaciones laborales que concede a sus trabajadores.
Muy excepcionalmente son los mismos obreros los que se organizan sin-
dicalmente, pero las reivindicaciones que sostienen son las mismas que las
de los sindicatos burgueses, a las que se agregan las de la pequeña bur-
guesía, y sus formas de lucha son las típicas de esta clase social. Hay una
colaboración muy estrecha entre estos sindicatos y las organizaciones de la
pequeña burguesía.
No existe en la actualidad ninguna organización obrera que haya sido
creada por los propios trabajadores y que sostenga sus demandas revolu-
cionarias.
Por el contrario, amplios sectores del proletariado han sido englobados
en organismos de la pequeña burguesía radical que mantienen un enfrenta-
miento con la burguesía en general y desarrollan una lucha contra el neoli-
beralismo, el calentamiento global del planeta, la autonomía de los pueblos
autóctonos, la libertad sexual, la igualdad de género, etcétera.

Las ONG’s

Estas asociaciones de la pequeña burguesía son llamadas “redes”, por una


asimilación a las redes informáticas, y de hecho utilizan en gran medida el
internet; son, bien mirado, las mismas formas de organización autogestio-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 137


naria que Marcuse y otros veían surgir en la “sociedad del bienestar” y las
conceptuaban como una fuerza revolucionaria que, mediante la huelga y
la autogestión, habría de conducir a la instauración del “socialismo huma-
nista”, al reino del pequeño productor y del trabajador independiente. Ya
sabemos19 que esas asociaciones “revolucionarias” no eran otra cosa que
la agrupación de los pequeños burgueses en una multitud de círculos de
acuerdo con los intereses individuales (capitalistas) comunes (consumido-
res, maestros y estudiantes universitarios, artistas, intelectuales, ejecutivos
y técnicos de cada centro de trabajo, burócratas de cada dependencia es-
tatal, habitantes de regiones urbanas (barrios, colonias), habitantes de re-
giones agrícolas, etnias etcétera), que para satisfacer sus pretensiones se
enfrentaban económica, política e ideológicamente a la burguesía; estas
confrontaciones necesariamente degeneraron en los movimientos de pro-
testa que, encabezados por los hippies, estuvieron animados con las drogas
(LSD, marihuana, etcétera) y la música de los Beatles. También sabemos
que esas organizaciones y movimientos de la pequeña burguesía no sólo
no adelantaron nada en sus propósitos políticos (instaurar su dominación
de clase y establecer el “socialismo humanista”), sino que en realidad pre-
pararon el terreno para que la burguesía pudiese implantar el capitalismo
de consumo y después ayudaron entusiastamente a esta clase social en el
desarrollo de esta fase superior del capitalismo. Claro es que mucho menos
(era prácticamente imposible) su acción tuvo algo que ver con la revolución
socialista proletaria.
Las asociaciones en las que la estulticia de la moderna pequeña burguesía
“postmoderna” ve el germen de la forma de organización de las fuerzas que
habrán de imponer la alternativa “humana” al capitalismo “postmoderno”,
por lo que decreta la obsolescencia de los sindicatos y el partido revolucio-
narios, son del mismo tipo de las que propugnaba su antecesora inmediata,
la pequeña burguesía marcusiana, y sólo se ha cambiado su nombre por el
de “redes” y ahora se utiliza el internet para su integración y funcionamien-
to; como tales redes, comparten gustosas el ciberespacio con las redes de
pornografía, prostitución, entretenimiento, “chat” intrascendente, etcétera,
con las cuales intercambia miembros de una forma muy fluida.
La pequeña burguesía, en la medida en que reconoce a la clase obrera
como un grupo social específico, intenta llevarla hacia sus formas de orga-
nización y lucha que, como ya vimos, son burguesas en esencia.

19
Véase la obra citada anteriormente de Gabriel Robledo Esparza, en las mismas páginas señaladas.

138 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


En suma, el proletariado moderno, en todo el mundo, está organizado di-
rectamente por la plutocracia, la burguesía media o la pequeña burguesía;
sus demandas son burguesas o pequeño burguesas; su acción política está
completamente supeditada a la de la burguesía y la pequeña burguesía; su
conciencia es una conciencia burguesa o pequeño burguesa; y la ideología
con la que se le ha dotado es la ideología burguesa o de la pequeña burgue-
sía.
La pequeña burguesía ha trasladado al proletariado, y la ha conducido al
extremo, la ideología y la conciencia del individuo capitalista, propietario
privado de sí mismo, que especula con sus procesos orgánicos para halagar-
los con el consumo placentero y que, al haber convertido esta concepción
en carne de su carne y sangre de su sangre, participa activamente en la con-
servación y desarrollo del régimen social que le permite vivir inmerso en un
estado de éxtasis febril, aunque esa situación suponga, como su propia base
de existencia, un malestar magnificado.
Los únicos intereses que mueven a los proletarios modernos son aquellos
que les competen como individuos capitalistas, es decir, el interés individual
en la satisfacción de sus necesidades elementales y de las innúmeras necesi-
dades que suscita en él la sociedad de consumo. Por ello mismo, el régimen
capitalista, que les proporciona o les promete esas satisfacciones, es su régi-
men de producción; bajo ninguna circunstancia tienen un interés opuesto al
mismo y menos aún la voluntad de sustituirlo por el socialismo marxista.
El proletariado moderno está dotado con una conciencia y una fisiología
que son una extensión del régimen de producción capitalista.
La clase de los proletarios modernos, a la que nos hemos referido cons-
tantemente en nuestra argumentación acerca del capitalismo moderno, está
integrada por todos aquellos que trabajan por un salario, para un capitalis-
ta privado o público, es decir, a los trabajadores asalariados al servicio del
capital. Esta clase está fraccionada de acuerdo con diversas circunstancias:
hay trabajadores agrícolas, industriales, de servicios, migratorios, integran-
tes del ejército industrial de reserva, manuales, intelectuales, artísticos, que
pertenecen a la aristocracia obrera, simples jornaleros, etcétera, pero en
todos concurre la característica de ser trabajadores asalariados que pro-
porcionan plusvalía a los empresarios y al estado y están sometidos al pro-
ceso ya estudiado de explotación y depauperación crecientes; a través de la
maquinización y la socialización de la producción han sido despojados, y
continúan siéndolo, de sus facultades productivas, por lo que están deter-
minados como fuerza abstracta de trabajo; sus capacidades productivas se

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 139


concentran en el sistema de maquinaria propiedad de los capitalistas; su
fuerza abstracta de trabajo se enajena de ellos y se materializa en los medios
e instrumentos de producción que detentan los empresarios.
El fraccionamiento de la clase de los trabajadores en diversos grupos aje-
nos entre sí y en una multitud atomizada de individuos encuentra su supe-
ración, el punto de unión de los obreros, en el hecho de que todos son traba-
jadores asalariados y están en igual situación en relación con el capital.
El capitalismo de consumo tiene como finalidad intrínseca el crecimien-
to sin límites del consumo. Esto, sin embargo, no significa que esta forma
superior del régimen capitalista satisfaga totalmente las necesidades ele-
mentales, ni en forma alguna las necesidades humanas de los trabajadores.
En la sociedad capitalista moderna existen amplios sectores del proleta-
riado agrícola e industrial que pertenecen al ejército industrial de reserva y
que, por tanto, no tienen medios para satisfacer sus necesidades elementa-
les, por lo que se ven obligados a escasamente sobrevivir de la beneficencia
pública y privada y de la solidaridad de los obreros en activo; igualmente,
nutridos grupos de trabajadores (peones, jornaleros, inmigrantes, etcétera)
se encuentran en niveles salariales que les proporcionan menos que o apenas
lo necesario para reproducir su fuerza de trabajo y reproducir la clase de
los trabajadores (mal comer, mal vestir y un miserable techo); otros grupos
de trabajadores perciben ingresos superiores que les permiten satisfacer sus
necesidades elementales y ampliar sustancialmente el consumo de otros
bienes distintos de los necesarios y, por último, hay otros sectores de la clase
obrera en los que el consumo desbordado es su nota distintiva.
Por lo tanto, la sociedad de consumo no es aquella en la que, una vez
satisfechas las necesidades elementales de los trabajadores, se provea la sa-
tisfacción de otro cúmulo de sus necesidades, lo que les daría un nivel de
vida más alto; por el contrario, en la sociedad de consumo coexisten necesa-
riamente, y en realidad se suponen y se engendran mutuamente, poblados
grupos de trabajadores que viven en la más espantosa miseria física, sumi-
dos en el hambre, las enfermedades y la muerte que son consustanciales a
esa pobreza extrema, y grupos de proletarios que se encuentran envueltos
en la vorágine del consumo devastador.
Todos los asalariados, cualquiera que sea el sector al que pertenezcan
(de nulos, bajos, medianos o altos ingresos) están sujetos al mecanismo del
consumo, ya estudiado detalladamente en apartado anterior, que se basa
en la utilización de las necesidades y su satisfacción como un medio para
colmar el apetito de placer exaltado de los individuos y que se caracteriza

140 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


por la depauperación profunda que provoca en los trabajadores. Los asala-
riados de cualquier nivel viven asediados por la exuberante masa de bienes
de consumo que el capitalismo de consumo presenta seductoramente ante
ellos, tengan o no la capacidad de adquirirlos.
La intelectualidad pequeño burguesa radicalizada se ve impelida, en ra-
zón de su situación de clase, a investigar la verdadera naturaleza de la socie-
dad capitalista y a discernir el papel que en ella le corresponde.
En la fase superior de la sociedad de consumo encontramos que, a través
de una gigantesca acumulación de capital, se han creado de nuevo los ele-
mentos y la necesidad del tránsito al socialismo, el cual ahora deberá serlo
integralmente, tanto en la forma como en el contenido.
Sin embargo, esa transformación revolucionaria choca con algunos obs-
táculos, por el momento infranqueables.
El proletariado (que se integra con todos aquellos que son trabajadores
asalariados en activo o en reserva) se encuentra organizado por la burgue-
sía o la pequeña burguesía en función de los intereses de estas clases. Esta
agrupación se realiza teniendo como base la absoluta atomización en que
los trabajadores se hallan en atención a la acentuada individualidad con que
la sociedad capitalista de consumo los provee.
Los trabajadores tienen una conciencia burguesa o pequeño burguesa.
En el capitalismo de consumo, la pequeña burguesía logra que los obreros
adquieran una desorbitada conciencia individual como propietarios priva-
dos de sí mismos y que su fisiología se conforme de acuerdo con esa in-
dividualidad desmedida. La individuación de los trabajadores obtiene una
firme base biológica.
Desde la década de los años sesenta del siglo pasado, la teoría revolu-
cionaria, el marxismo leninismo, sufrió una transformación conforme a la
cual se generaron interpretaciones suyas que, conservando el nombre y una
tenue envoltura de la doctrina de la revolución, en realidad eran formula-
ciones más o menos veladas de los intereses y de la ideología de la burguesía
media y de la pequeña burguesía; también, el núcleo de la misma, su for-
mulación clásica, fue abandonada por todos los sedicentes revolucionarios
y condenada a una existencia de animación suspendida, por lo que no pudo
desarrollarse creadoramente mediante la agregación a su cuerpo de las ca-
racterísticas de la sociedad de consumo, principalmente el consumo masivo
y la individuación de los trabajadores.
Los intelectuales pequeño burgueses radicales, incitados por la necesidad
imperiosa del conocimiento científicamente exacto de la sociedad que tam-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 141


bién los explota y depaupera, transitan en este período por un camino muy
tortuoso en la búsqueda de la verdad: reniegan de la versión de la revisión
del marxismo-leninismo que profesan y que a sus ojos es falsa y anticientífi-
ca, pero fatalmente caen en los brazos de alguna otra de las mistificaciones
de la teoría revolucionaria; cuando condenan en bloque al revisionismo,
vuelven entonces angustiados los ojos a los enunciados de los clásicos, los
cuales, sin la ampliación correspondiente a las condiciones actuales de la
sociedad de consumo, se convierten en sus manos en un cuerpo muerto que
inmediatamente los repele de nuevo hacia otra versión del revisionismo. Y
así sucesivamente.

El otro del capitalismo de consumo


es el socialismo integral

Queda ahora claro cómo debe darse el paso de la sociedad de consumo al


socialismo integral.
El socialismo integral es aquel que comprende la propiedad colectiva so-
bre los medios e instrumentos de producción y además el consumo colectivo
y la abolición de la propiedad privada de los individuos sobre sí mismos; sus
elementos han madurado en el interior del capitalismo de consumo.
La fuerza motriz de este movimiento revolucionario es el proletariado, la
clase de los trabajadores asalariados.
Para adquirir esta naturaleza tiene que estar organizada con absoluta in-
dependencia de la oligarquía, la burguesía y la pequeña burguesía.
Es necesario también que el fraccionamiento y la individuación de sus
integrantes, impuestos por el régimen burgués, hayan sido superados y se
constituya en una fuerza colectiva cohesionada, cuyos elementos carecen ya
de la individualidad capitalista.
Con el fin de alcanzar la organización colectiva y la desindividualización
de sus miembros, es preciso que la conciencia burguesa y pequeño burgue-
sa que la clase obrera posee se transforme en una conciencia proletaria.
Esto quiere decir que la conciencia de individuos y la fisiología que le sirve
de base, las cuales la pequeña burguesía les ha dado y cuyas raíces son muy
fuertes y profundas, deben ser arrancadas desde su cimiento y sustituidas
por una conciencia colectiva.
Es evidente que la clase de los trabajadores asalariados no puede por sí
misma desembarazarse de la tutela de la burguesía y de la pequeña burgue-

142 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


sía, tampoco organizarse colectivamente ni abolir la conciencia y la fisiolo-
gía de individuos capitalistas de sus componentes.
En la fase de existencia del capitalismo de consumo que se caracteriza por
la mutua complementación de todos los contrarios que lo forman (contra-
dicción “solucionada”), los obreros no pueden hacerlo porque precisamente
las condiciones que ahí prevalecen son las que directamente producen, con
implacable necesidad, en los trabajadores, la organización, la conciencia y
la fisiología capitalistas
En la crisis que fatalmente sigue a la etapa de auge y que, como veremos
más adelante, lleva a los trabajadores a las simas de la explotación y depau-
peración, en donde se manifiestan plenamente los flagelos del hambre, las
enfermedades, la muerte, el paro forzoso, la reducción del salario, la exten-
sión y la intensificación del trabajo, etcétera, los obreros tampoco pueden
realizar las tareas históricas que les corresponden porque esa situación de
extrema necesidad a que son condenados por la violenta crisis capitalista
obra inevitablemente en el sentido de dar mayor fuerza a su naturaleza de
individuos propietarios privados de sí mismos, por lo que cualquier con-
frontación que tengan con la burguesía es únicamente porque ahora ésta les
niega tajantemente la satisfacción de sus necesidades individuales.
La intelectualidad radical (integrada por la intelectualidad pequeño bur-
guesa radical y por trabajadores intelectuales radicalizados), estimulada por
las condiciones de vida a que la somete el régimen burgués, se ve obligada a
inquirir teóricamente acerca de la situación propia y de la clase obrera en el
régimen del capitalismo de consumo y sobre la naturaleza esencial de éste.
Hasta hoy, este impulso la ha llevado a recaer reiteradamente en las for-
mulaciones revisionistas de la teoría de la revolución.
Para dar el salto hacia una concepción científica del régimen de produc-
ción capitalista en su fase actual de capitalismo de consumo es necesario
que la intelectualidad radical realice una inmensa labor teórica, de igual
envergadura cuando menos que las producciones de lo clásicos.
Esa tarea debe comprender lo siguiente:
— Reivindicación del marxismo leninismo, empresa que abarca: a) ex-
clusión de las tesis revisionistas del cuerpo de la teoría revoluciona-
ria, b) delimitación de aquello de la doctrina marxista así depurada
que es aplicable a ambas fases del régimen capitalista (teoría econó-
mica, de la lucha de clases, de la revolución socialista con sus postu-
lados fundamentales de la conquista del poder por el proletariado, la
abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 143


de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre
los mismos, etcétera), c) determinación más precisa de lo que en la
primera fase se adelantó sólo como una mera indicación y que en
la etapa actual adquiere una relevancia fundamental (conceptos de:
naturaleza esencial del ser humano, anulación y reapropiación de su
esencia natural humana, comunismo como la absoluta colectiviza-
ción del ser humano, etcétera) y d) reconocimiento de la Lógica de
Hegel como el método científico del marxismo.
— Desarrollo creador del marxismo leninismo, cuando menos en los
siguientes aspectos: a) análisis del proceso histórico del paso de la
primera a la segunda fase del capitalismo, b) estudio del nacimiento
y extinción del socialismo que se instauró en la primera fase del capi-
talismo, c) utilización, en a) y b), de la Lógica de Hegel como método
científico del conocimiento (doctrina del ser y doctrina de la esencia)
y, desde luego, de aquellos principios del marxismo que tienen vigen-
cia para ambas fases del capitalismo, d) determinación de las carac-
terísticas específicas del capitalismo de consumo (consumo masivo,
individuación de los trabajadores, etcétera), e) discernimiento de las
formas particulares de explotación y depauperación de los trabaja-
dores que se dan en la sociedad de consumo, f) identificación de los
elementos que en la sociedad de consumo constituyen los gérme-
nes de la segunda etapa del socialismo, g) explicación de los rasgos
esenciales del socialismo que surgen de la sociedad de consumo (co-
lectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista
de los trabajadores, abolición de la familia y el hogar individuales,
etcétera).
Una vez conseguido este objetivo, la intelectualidad radical habrá logrado
aclarar para sí misma todas esas cuestiones teóricas y estará en posibilidad
de pasar a la etapa siguiente, en la cual:
— procederá a remover la conciencia burguesa y pequeño burguesa que
posee la clase de los trabajadores y a sustituirla por una conciencia
proletaria, lo cual significa que debe llevar a la clase de los trabaja-
dores a la comprensión plena de la naturaleza que tiene el régimen
capitalista de consumo, del carácter de propietarios privados de sí
mismos que éste les ha conferido, de las formas extremas que en él
adquieren su explotación y depauperación y de la necesidad de que
unidos, organizados y conscientes den vida, por medio de los méto-

144 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


dos revolucionarios clásicos, al socialismo integral, el que además
de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de pro-
ducción incluye la colectivización del consumo y la supresión de la
individualidad capitalista de los obreros;
— al mismo tiempo, deshará la organización burguesa y pequeño bur-
guesa de los obreros y los organizará en torno al denominador co-
mún de su naturaleza de trabajadores asalariados y al proceso de
dotación de la conciencia proletaria;
— en esta evolución se irán transformando cualitativamente la intelec-
tualidad radical y la clase de los trabajadores; la primera integrará
a su ser las capas superiores de la clase obrera y se convertirá en un
partido revolucionario; la segunda estará cada vez más y mejor orga-
nizada en torno a sus intereses de clase, será una clase revoluciona-
ria; partido y clase formarán una unidad indisoluble.
Partido y clase desarrollarán entonces la lucha por la instauración del
socialismo integral.
Una vez que la clase obrera, guiada por su Partido revolucionario, haya
conquistado el poder, deberá realizar las transformaciones revolucionarias
en el régimen de producción: apropiación colectiva de los medios e instru-
mentos de producción, colectivización del consumo, abolición de la indivi-
dualidad capitalista de los trabajadores, etcétera.
Multitud de grupos y grupúsculos, en el tramo de existencia de la socie-
dad de consumo, han intentado infructuosamente convertirse en Partidos
revolucionarios y organizar a los trabajadores en una clase revolucionaria.
El esquema de su acción es siempre el siguiente: se reúne un grupo de
intelectuales radicales que declaran su adhesión al marxismo-leninismo, al
cual consideran una doctrina completa y lista para aplicarse, y manifiestan
su repudio al revisionismo de todo tipo; se organizan de acuerdo con las
directrices de la IIIa. Internacional y toman como modelo al Partido Bol-
chevique: establecen Comités, Burós, Conferencias, etcétera, entre los que
reparten, conforme a una meditada división del trabajo, todas las tareas
imaginarias que algún día van a llevar al cabo; fundan su órgano infor-
mativo, al que denominan “Iskra”, o algo así; otean el horizonte político y
siempre descubren que ahora sí el proletariado, obligado por la superexplo-
tación capitalista, ha iniciado una lucha contra el régimen burgués; trazan
una estrategia y una táctica para la lucha revolucionaria, armados con las
cuales se lanzan a la conquista de la clase obrera.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 145


Invariablemente, una clase obrera sometida organizativa e ideológica-
mente a la burguesía los repele sin que hayan siquiera podido hacer con-
tacto con su epidermis; sobreviene la crisis en la organización “revoluciona-
ria”, se produce sin falta la escisión y ya tenemos dos grupos que seguirán
el mismo ciclo descrito. Y así sucesivamente.
Las organizaciones que después de varios intentos de penetrar en la clase
obrera, por alguna causa sobreviven a esta fatalidad, se convierten, conser-
vando su estructura de Partidos “revolucionarios”, en aliados de la pequeña
burguesía en las luchas “populares” que sus diversos sectores despliegan
contra la burguesía y hacen de esa lucha pequeño burguesa el único conte-
nido de su acción política.
Esto es así porque estos grupos nunca realizan las tareas necesarias, que aca-
bamos de describir, para tener un carácter verdaderamente revolucionario.
Sin embargo, el propio desarrollo del capitalismo en su fase de consumo
habrá de obligar a la intelectualidad radical a dar el salto cualitativo por el
cual debe convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria.

La gestación de la crisis

En puntos anteriores hemos considerado la evolución de la sociedad de con-


sumo que se realiza a través de las contradicciones formales de sus elemen-
tos constitutivos. Ahí se mostraron las dos fases por medio de las cuales
estos antagonismos se desenvuelven: la de la contradicción solucionada y la
de la contradicción absoluta, esta última con su necesaria culminación en
las crisis.
El contenido de este movimiento es el nacimiento, desarrollo y madura-
ción de la sociedad de consumo.
Para el año 2002, una vez que, a través de las crisis correspondientes, que-
daron ajustados entre sí las distintas ramas, sectores, etcétera de la sociedad
de consumo, se establece una fluida relación entre todos esos elementos.
En estas circunstancias del capitalismo mundial, el consumo masivo re-
cibe un poderosísimo impulso.
Una proporción sustancial del capital se invierte, por diversas vías, en las
industrias que producen bienes de consumo; por su parte, los bancos co-
merciales y las empresas comercializadoras destinan montos cada vez más
gruesos al financiamiento del consumo masivo.

146 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Esta tendencia progresiva del consumo choca, en un cierto momento, con
la traba que constituyen los flujos de capital, que son insuficientes para ha-
cer crecer a una tasa mayor la producción y el financiamiento de la compra
de los bienes.
En 1998, el sistema financiero internacional, después del rescate de Long
Term Capital Managment, abandonó provisionalmente la senda de la especu-
lación galopante basada en el arbitraje y redujo ésta a límites congruentes
con una cierta estabilidad.
Aún antes de este acontecimiento se había venido gestando una forma
más alta de obtener recursos de capital para financiar la sociedad de con-
sumo, método que cobra un mayor vuelo después de que el mercado se pa-
cifica en 1998.
Los créditos al consumo (para comprar casas habitación, automóviles,
servicios educativos, usar tarjetas de crédito, etcétera), son concedidos por
la banca comercial a través de sus departamentos especializados o por ban-
cos que se dedican específicamente a este negocio; el mecanismo tradicio-
nal de su funcionamiento consistía en la captación de recursos por el banco
a través de instrumentos de inversión y luego su traslado como préstamo a
los diversos consumidores; el banco recibía en pagos parciales los intereses
de los préstamos y la parte correspondiente del principal; estos ingresos
eran utilizados para cubrir los intereses de los bonos y otros papeles que
había emitido y constituir el fondo de amortización de los mismos.
Es evidente que, bajo los supuestos anteriores, el período de tiempo nece-
sario para que el banco recobrase el valor capital adelantado y la ganancia
correspondiente era muy largo y mientras esto no sucediese ese capital no
podía ser utilizado para financiar nuevos créditos al consumo; la única al-
ternativa posible era acudir de nuevo al mercado a colocar papeles de diver-
sa índole y aumentar por este medio el capital de préstamo en un determi-
nado volumen; estos recursos quedaban igualmente inmovilizados durante
un dilatado lapso de tiempo.
Los bancos comerciales estaban abrumados por las funciones de captar
recursos, conceder y administrar los préstamos, recolectar los pagos de los
acreditados, dar el servicio a la deuda contraída y reintegrar el principal
de la misma; esto sucedía en un mercado en donde cada vez era más difícil
competir con tasas atractivas en la colocación de los bonos y otros papeles
de los que obtenían los medios para cumplir su función específica y, ade-
más, en una situación de gran demanda de créditos para el consumo.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 147


El hambre insaciable de ganancia, que en el capital bancario y financiero
adquiere el carácter de una imperiosa y acuciante necesidad, se exacerba
en estas condiciones descritas. El capital bancario orientado a la órbita del
consumo se ve sometido a la acción de dos fuerzas que ejercen sus efectos
concertadamente: una muy lenta rotación del capital propio y del que cap-
tan en los mercados, condicionada por el largo plazo de la redención de las
deudas de los consumidores, lo cual se traduce en una tasa menor de ganan-
cia que la media, ya que ésta se determina por la rotación media del capital
en su conjunto, y una torturante demanda de créditos al consumo que crece
aceleradamente, espoleada por el epicureísmo que sienta sus reales en la
sociedad de consumo.
La salida obligada de esta situación es la búsqueda desesperada de los
medios para aumentar la rotación del capital, con lo cual se pretende elevar
la tasa de ganancia del mismo y a la vez cubrir la voluminosa demanda in-
satisfecha de créditos al consumo.
Se inicia entonces un proceso de “modernización” de la banca que culmi-
na con la estructuración y desarrollo de las funciones, mecanismos y pro-
ductos bancarios característicos de la última fase de la actual crisis finan-
ciera internacional: los MBSes (Mortgage Backed Securities), los ABSes (Asset
Backed Securities), los cDOs (Collateralized Debt Obligations), los cDSes (Co-
llateralized Debt Swaps), etcétera.
Por medio de la securitización, ampliada a todo aquello que produzca
ingresos periódicos, el sector financiero de la sociedad de consumo logró
captar cantidades superlativas de capital-dinero que circularon a una mayor
velocidad y, a través del crédito al consumo que la banca comercial pudo
conceder ahora en cantidades astronómicas, consiguió que el capital mer-
cantil realizase en forma acelerada e incesantemente repetida el capital-mer-
cancías en el que el capital industrial de las ramas productoras de bienes de
consumo estaba materializado.
La realización rápida y renovada sin solución de continuidad del capital-
mercancías de la sociedad de consumo hizo posible que el capital industrial
de esas ramas productivas rotara a una velocidad mayor y que por tanto ob-
tuviese un monto superior de ganancias; con estos recursos y los que gracias
a su alta rentabilidad pudieron lograr de la emisión de valores bursátiles o
de préstamos bancarios, las industrias productoras de bienes de consumo
entraron a un período de acumulación en gran escala y de producción cre-
ciente.

148 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Se forjó entonces un entrelazamiento muy estrecho del capital financiero
con el consumo masivo y, a través de éste, con la producción de bienes de
consumo masivo. Todos estos elementos entraron en una relación de mutuo
engendramiento por el cual el crecimiento exorbitante de uno implicaba el
del otro y viceversa; el resultado fue un incremento inmenso del capital fi-
nanciero, del capital mercantil y del capital industrial que tuvo como centro
de gravitación el consumo masivo.
En lo anterior hemos descrito la situación en la cual los elementos eco-
nómicos de la sociedad de consumo se encuentran en la fase superior de la
contradicción solucionada, cuando todos ellos, conducidos por el capital
financiero, que ha completado la formación de su nueva estructura con la
“invención” de los cDOs y los cDSes, se complementan y se engendran mutua-
mente de una manera tranquila, plácida.
El sistema financiero capta los gruesos flujos de capital-dinero que se
generan en el resto de la economía y los dirige de nuevo hacia los sectores
productivos, comerciales y de servicios, principalmente a las ramas que pro-
ducen y comercian los bienes y servicios de consumo, desde donde difunden
sus efectos multiplicadores a toda la organización económica.
Los móviles de la actividad del sector financiero que concentra su activi-
dad en los novísimos instrumentos crediticios (MBSes, ABSes, cDOs y cDSes) son
las altas tasas de los flujos de efectivo que generan los activos que comercia
y las elevadas y copiosas primas que obtiene por los diversos servicios que
presta en los procesos de securitización de créditos y emisión y adminis-
tración de cDOs y cDSes, entre otros; en si misma no tiene límite alguno que
detenga su acción, y por el contrario, posee un impulso irrefrenable para
continuarla indefinidamente; los confines de su operación están dados por
la demanda efectiva de bienes de consumo final de la sociedad, cuyos linde-
ros están demarcados, originariamente, por la suma del capital variable y de
la plusvalía que se gasta como renta en un período de tiempo determinado,
un año, por ejemplo; en la sociedad de consumo esas fronteras se expanden
de una manera prodigiosa y comprenden, en el caso de los trabajadores, la
totalidad del ingreso corriente y parte del ingreso futuro de varios años (30
años o más en el caso de la adquisición de viviendas).
Al llegar al muro de contención que es la demanda efectiva en los tér-
minos que la hemos definido, el capital financiero, dotado con la fuerza
enorme que le proporciona su propio desarrollo previo, lo derrumba sim-
ple y sencillamente y sigue adelante en su camino de acumulación inmo-
derada.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 149


En primer término, incorpora a los conjuntos de créditos securitizados
que se utilizan para empaquetar en los cDOs, que tienen adosados sus cDSes
respectivos, aquellos débitos que se encuentran en la clasificación más baja
en la escala de la capacidad crediticia según las determinaciones legales,
los llamados créditos subprime. La inclusión de los créditos subprime en el
proceso de emisión de cDOs aumenta en un grado preeminente la exposición
al riesgo de estos instrumentos, la cual los ingenuos ingenieros financieros
creen fervientemente poder evitar mediante los cDSes. Aquí, la actividad del
capital financiero tiene ya acusados rasgos de especulación: se compra y se
vende el riesgo y el riesgo más alto es la mejor mercancía.
En segundo lugar, el capital financiero ejerce una presión muy grande
sobre la banca de primer piso para que ésta otorgue la mayor cantidad de
créditos posible, lo cual le garantiza tener a su disposición la materia prima
de la securitización y emisión de cDOs y cDSes; la concesión de créditos al
consumo se desvincula totalmente de la valoración de la capacidad crediti-
cia de los prestatarios y obedece única y exclusivamente a las necesidades
de acumulación del capital financiero. Esta actividad es ya franca y abierta-
mente especulativa.
Por otro lado, una parte de los capitalistas financieros, aquella que repre-
senta al sector más ávido de ganancias de los detentadores del capital dine-
ro, guiados por su infalible instinto que los conduce siempre hacia donde
haya una posibilidad de alta ganancia, por grotesco que sea el mecanismo
para obtenerla, encuentra en los cDSes una oportunidad de oro. Se toma
como referencia un cDO existente y luego dos partes, ajenas por completo a
ese título, establecen un cDS (pago de primas contra pago del principal en el
caso de incumplimiento del crédito subyacente en el cDO). Se trata, ni más
ni menos, que de una apuesta pura y simple, como en un Casino, en la cual
dos inversionistas juegan con la realización o no de una eventualidad. Aquí
nos encontramos con la forma más pura de la especulación, aquella en la
que la actividad de los inversionistas no tiene ya nada que ver en absoluto
con la actividad productiva o mercantil.
Estas dos formas especulativas de inversión de capital, es decir, la emi-
sión sistemática de cDOs garantizados con créditos concedidos y aceptados
de mala fe (el otorgante y el destinatario están plenamente conscientes de
que esas deudas son imposibles de pagar) y de cDSes virtuales o sintéticos
(que no tienen una base real en un cDO específico) adquieren un gran auge
en la parte más alta del ciclo económico, cuando el hambre insaciable de

150 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


ganancias lleva a la clase de los capitalistas financieros a la locura genera-
lizada.
Hemos visto cómo en las relaciones de mutua implicación de los distintos
elementos económicos de la sociedad de consumo se genera la necesaria
negación de los mismos y la transmutación de aquellas en una negación
recíproca.
La securitización, la emisión de cDOs y cDSes, etcétera, llevados al extremo
dejan de ser instrumentos que captan el capital-dinero y lo dirigen hacia
las actividades productivas y mercantiles que se desarrollan hasta el punto
en que satisfacen la demanda efectiva de la sociedad; ahora son factores
que hacen crecer exageradamente al capital financiero, incitan a la produc-
ción para que vaya mucho más allá de los límites que le marca la demanda
efectiva, llevan a una buena porción del capital financiero por el camino
de la especulación desbocada y, por último, desligan a una buena parte del
mismo de la actividad productiva y mercantil. El capital bancario se opone
absoluta y radicalmente al capital industrial y comercial.
Ya quedó establecido que la securitización consiste en la agrupación de
los créditos para formar grandes conjuntos que al mismo tiempo son enor-
mes concentraciones de riesgo; los cDOs tienen como fundamento la comer-
cialización del riesgo y el riesgo mayor es la más apetecible de las mercan-
cías, por lo que los cDOs de más alto riesgo son los que mejor se venden;
los cDOs tienden a anexarse como activos subyacentes aquellos que tienen
calificación subprime y, por tanto, un grado superior de riesgo; por último,
se adjuntan créditos que son el riesgo en estado puro, es decir, aquellos de
los que se tiene la certeza plena de que no serán pagados. El riesgo de los
modernos instrumentos crediticios se concentra en tales volúmenes que su
propio monto es, al llegar a un nivel determinado, el causante de que las
moratorias y no pago normales tengan siempre a los cDOs bajo amenaza
de ruina; la tasa de riesgo del total de cDOs emitidos en la economía sube a
cotas tan altas que mantiene al capital financiero en un peligro constante
de quiebra.
La emisión de cDOs y cDSes se realiza en volúmenes astronómicos. Millo-
nes de millones de dólares son invertidos en estos títulos que se expanden
por todo el sistema financiero global; los adquirentes son: bancos locales,
bancos globales, bancos centrales, aseguradoras, fondos mutuales, fondos
de retiro, fondos de inversión, hedge funds, corporaciones, empresas, enti-
dades gubernamentales, multitud de inversionistas individuales, etcétera.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 151


Todo el sistema financiero internacional se inficiona con el desmesurado
riesgo de los cDOs.
El sistema financiero internacional se ha convertido en un artefacto al-
tamente explosivo. De hecho, los últimos créditos se otorgan teniendo la
certeza de la imposibilidad absoluta de pago de sus intereses y del principal;
ningún ingreso es obtenido por los cDOs que con base en ellos se emiten. El
incumplimiento se extiende a los créditos subprime en general, el grueso de
los cuales está formado por los créditos hipotecarios, y con esto se ponen en
obra una serie de mecanismos que llevan a la crisis del sistema financiero
internacional.
Se reduce masivamente el flujo de ingresos proveniente de los créditos
subyacentes de los cDOs; también masivamente se intenta hacer efectivos los
cDSes y otros instrumentos que garantizan aquellos créditos; igualmente,
se hace exigible el inmenso volumen de los créditos replicados en los cDSes
sintéticos.
Los créditos subyacentes y los títulos que los representan son degradados
en su calificación; su valor de mercado padece una caída vertiginosa.
Los tenedores de los títulos registran una disminución del valor de sus
activos en la cuenta de capital y, por tanto, una reducción del valor de su
capital, y una merma en los ingresos corrientes que en su estado de resul-
tados se contabiliza como una pérdida; si los pasivos son mayores que los
activos y los egresos más grandes que los ingresos, entonces el tenedor del
título se encuentra técnicamente en quiebra y tiene que levantar más capi-
tal, adquirir préstamos para cubrir sus faltantes o declarar oficialmente el
estado de quiebra.
Los inversionistas que han vendido protección contra el incumplimien-
to de los deudores a través de los cDSes o por medio de otros mecanismos
(aseguradoras y otros establecimientos crediticios) reciben reclamaciones
en masa para cubrir el valor de los créditos subyacentes; estas peticiones
exceden en una medida colosal los recursos de estas entidades, por lo cual
también entran en un estado de quiebra técnica que sólo puede llevar a las
tres soluciones anotadas.
Los tenedores de los títulos que han apalancado sus adquisiciones, es
decir, que han recurrido a préstamos para comprar los cDOs, son apremia-
dos por los acreedores para realizar el pago anticipado o incrementar el
colateral (margin calls) en los términos pactados; es evidente que en las con-
diciones descritas hay una imposibilidad general de los deudores para cum-
plir con sus obligaciones, por lo que los acreedores (bancos e instituciones

152 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


crediticias de diversa índole), además de los quebrantos que reciben por el
stock de cDOs que poseen, ven afectados sus intereses por el incumplimiento
de sus deudores.
Las instituciones adquirentes de títulos cDOs y cDSes que cotizan en bolsa,
en la medida en que se incrementan sus problemas financieros registran
una reducción significativa en el valor de sus acciones y obligaciones; como
sus activos se contabilizan bajo el sistema “mark to market”, entonces la
disminución en el valor de mercado de los títulos que emite es directamente
una contracción del valor de su capital que se suma a las que ya ha tenido
anteriormente, con el consecuente incremento de sus problemas financie-
ros.
Para finales del año 2007 y principios del 2008 el sistema financiero inter-
nacional está formado por un conjunto de instituciones crediticias (bancos,
aseguradoras, fondos, etcétera) que en total están experimentando una re-
ducción drástica en sus ingresos, un incremento desmesurado en sus egre-
sos, un crecimiento brutal de sus obligaciones y una reducción mayúscula
del valor de su activos; todo el sistema se encuentra en una situación de
quiebra técnica por todos conocida pero por nadie aceptada.
El impulso que el capital financiero proporciona a través de la securiti-
zación y la emisión de cDOs y cDSes a la demanda de bienes y servicios de
consumo, principalmente a la de casas habitación y automóviles, espolea la
producción en las ramas respectivas.
La sostenida demanda ocasiona la elevación de los precios de los bienes
(casas y autos), la tasa de ganancia en estas ramas se eleva considerable-
mente y el capital empieza a fluir hacia ellas; la producción crece y en cierto
momento se extiende mucho más allá de lo que la demanda inducida por
el capital financiero exige; se presenta entonces una sobreproducción de tal
magnitud que hace descender los precios de los bienes, reduce los ingresos
y presiona a la baja a las ganancias, todo esto en una medida extrema; las
empresas se encuentran entonces en una situación de quiebra técnica.
Las ramas que producen bienes de consumo, principalmente casas y au-
tos, constituyen el núcleo de la estructura industrial y comercial de la socie-
dad de consumo; su funcionamiento es el motor del crecimiento de todas
las demás ramas industriales. En la fase en que las ramas privilegiadas de la
sociedad de consumo (construcción de casas y fabricación de automóviles)
se desbocan, la mutua complementación se rompe y el desarrollo excesivo
de éstas y de las que están íntima y directamente vinculadas con ellas causa
un grave daño al resto de la economía.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 153


Al llegar a su término el año 2007 y a principios del 2008, las industrias guías
de la economía, la de la construcción y la del automóvil, se encuentran en la
situación descrita de quiebra técnica y el resto de la economía presenta una
desaceleración en su crecimiento que anuncia ya una inminente recesión.
En este mismo tiempo, la producción global ha sobrepasado en exceso los
límites que la demanda efectiva le fija y se presenta entonces una sobrepro-
ducción de capital. Aún cuando la producción de mercancías haya superado
con mucho las fronteras de la cantidad socialmente necesaria, la producción
de plusvalía continúa y se transforma constantemente en capital-dinero;
este capital-dinero sigue fluyendo hacia el sistema financiero, pero ahora ya
no puede ser redirigido a la actividad industrial y comercial, que ha llegado
a su límite máximo, por lo que se acumula como capital ocioso, excesivo,
que únicamente puede utilizarse en parte en las operaciones especulativas
mientras que el resto se inmoviliza y presiona para el descenso de la tasa
general de ganancia.
Cuando en la economía global se presentan la sobreproducción de mer-
cancías y de capital, la tasa general de ganancia tiende al descenso.
Durante la fase de auge económico, cuyo fin se hace evidente a fines del
2007, rige en toda su extensión la tendencia al aumento de la composición
orgánica del capital (crecimiento más rápido del capital constante que del
capital variable) cuya consecuencia es un incremento de los trabajadores re-
pelidos por la economía que en parte es compensada, aunque no en su tota-
lidad, por los asalariados que atrae el aumento extensivo de la producción.

El desencadenamiento de la crisis

En el período que comprende el último semestre del 2007 y el primero del


2008 llega a su punto más alto la fase de oposición absoluta entre los con-
trarios que integran el capitalismo de consumo. Existe una total y completa
contradicción entre el capital financiero por un lado y el capital industrial
y comercial por el otro, la producción extrema de bienes de consumo y el
estrecho límite que impone la demanda efectiva de la sociedad, el acelera-
do descenso de la tasa de ganancia y la imposibilidad absoluta de seguir
utilizando los medios normales de contrarrestarla, la acumulación desme-
dida de capital y la cada vez más limitada posibilidad de su valorización,
el desenfrenado crecimiento del sector I de la economía y la paralización y
desmedro del desarrollo del sector II, etcétera.

154 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Esta drástica contraposición, sin embargo, permanece oculta, teniendo
una existencia subterránea, desde donde ejerce su acción disolvente en el
corazón del régimen económico.
Esta situación se refuerza porque la ideología dominante ha logrado con-
vertir en dogma religioso los postulados del neoliberalismo, conforme a los
cuales el modelo económico prevaleciente es la forma natural-humana de
organización de la sociedad que, tras su rescate de las desviaciones impues-
tas en épocas anteriores por el comunismo, el estatismo y el populismo, se
encamina por la pavimentada senda del progreso incesante y del bienestar
creciente; las alteraciones en la evolución de la economía neoliberal, que
pueden llegar a constituir verdaderas y catastróficas crisis en las cuales el
progreso se detiene e incluso se retrotrae y el bienestar se trueca en gran-
des males económicos, como la asiática, la de LTCM, la de Enron, la de
WorldCom y la de las empresas dot.com, son minimizadas y consideradas
como pequeños males necesarios que no niegan, sino al contrario reafirman
que la esencia del régimen capitalista es acorde con la naturaleza humana;
en última instancia, imputan las imperfecciones del régimen económico a
la subsistencia de resabios del populismo y del intervencionismo estatal y
aprovechan la ocasión para profundizar sus políticas económicas neolibe-
rales.
Las manifestaciones externas de la exacerbación extrema de las contra-
dicciones del régimen económico de la sociedad de consumo aparecen por
necesidad, para sus ideólogos, como males menores, perfectamente reme-
diables; el ataque a estas desviaciones del modelo puro proporciona un gran
ímpetu a la intensificación de las contradicciones, cuyos elementos incre-
mentan la desvinculación existente entre ellos.
Así, en un movimiento de mutua implicación de la apariencia y la esen-
cia, la sociedad del capitalismo de consumo ingresó, en la fase más reciente
de su existencia, al camino del incontrolable crecimiento desorbitado de sus
factores componentes y de la superlativa polarización de los mismos.
El desenlace de esta situación es el sorpresivo, violento e instantáneo de-
rrumbe del edificio económico.

La crisis de las hipotecas subprime

A finales del año 2006 se ha agotado el último impulso de la expansión cre-


diticia basada en las hipotecas subprime, que en su tramo terminal se nutría

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 155


con los préstamos de “mala fé” (predatory lending). La demanda de casas
desciende, su precio se reduce y la industria de la construcción se desacele-
ra. Por otra parte, también en el período considerado, el incumplimiento y
las ejecuciones implícitos en los préstamos de “mala fé” se concretan y son
el motor para un incumplimiento generalizado y una ola imparable de eje-
cuciones en el total de las hipotecas “subprime”, los que al final se trasladan
incluso a las hipotecas prime.
Fueron la oferta sin límite de préstamos hipotecarios subprime de mala
fe (en los cuales tanto el prestamista como el prestatario están plenamente
conscientes de que no van a poder ser servidos sus intereses ni pagado el
principal, los llamados “predatory lending”) por parte de sus generadores y
su securitización masiva por las instituciones financieras con la finalidad de
hacer crecer monstruosamente sus ganancias los que produjeron la eleva-
ción del precio de las casas, el exceso de construcción de las mismas y, como
últimas consecuencias, el incumplimiento y las ejecuciones masivas, la caí-
da de los precios y la ruina de la industria de la construcción. La oferta exce-
siva de préstamos hipotecarios subprime reconoce su origen en la demanda
especulativa de las instituciones financieras que incita a los generadores a
otorgar masivamente préstamos hipotecarios subprime de mala fe.
La llamada “crisis de las hipotecas subprime” es el detonador de la fase
explosiva de la crisis financiera internacional que se presenta en el 2º. Se-
mestre de 2008.

La intempestiva aparición de la crisis


financiera internacional

Al término de la primer mitad de 2008, el sistema financiero norteamerica-


no está formado por un grupo de instituciones que se encuentran casi en
su totalidad en un estado de quiebra técnica; los incumplimientos masivos
en los créditos hipotecarios y otros créditos al consumo han reducido en
forma dramática los ingresos de todo el sistema (bancos, fondos, etcétera)
y hecho exigibles en bloque sus obligaciones, las cuales tienen un volumen
superlativo; los activos se han desvalorizado, agotado las reservas y la li-
quidez es apenas suficiente para unas cuantas semanas, si acaso días de
funcionamiento.
Al iniciarse el segundo semestre de ese mismo año, los bancos y fondos
y los funcionarios del tesoro y de la Fed se ven forzados, muy a su pesar, a
reconocer y declarar, intempestivamente, en una rápida sucesión de aconte-

156 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


cimientos, la insolvencia de las diversas instituciones, tras lo que se lanzan
a una desesperada búsqueda de recursos inexistentes y, por último, a la con-
formación de las acciones de rescate público de las empresas en problemas.
La disyuntiva que se planteaba ante las autoridades norteamericanas era
la siguiente: si se atenían al sacrosanto precepto neoliberal de la libertad de
comercio, una sucesión inacabable de quiebras en el sistema financiero y
luego en la industria y el comercio de los Estados Unidos habría conducido
a una catástrofe económica de tales dimensiones que la depresión de los
años 20 parecería tan sólo un pequeño trastorno; si se trasgredían los prin-
cipios del libre comercio y se echaba mano de un instrumento típicamente
estatista y populista, la intervención del estado, con la finalidad de rescatar
a las entidades en problemas mediante la inyección de miles de miles de
millones de dólares, el desastre se habría evitado y la economía norteameri-
cana podría volver pronto a la senda del crecimiento.
La elección no ofrecía dudas: los campeones del neoliberalismo, encabe-
zados por Bush y secundados por Bernanke, se convirtieron en los promo-
tores más entusiastas del estatismo más extremo y proyectaron y ejecutaron
acciones de salvamento del sistema financiero norteamericano que implica-
ron la infusión de miles de miles de millones de dólares públicos y la parti-
cipación del gobierno en la propiedad de las empresas financieras.

El moderno capitalismo de consumo y la explotación


y depauperación de los trabajadores

En los Estados Unidos existe la forma más desarrollada del moderno régi-
men capitalista.
En ella se conservan todas las determinaciones esenciales descubiertas
por Carlos Marx en las etapas anteriores de existencia de este régimen eco-
nómico-social; las contiene, además, en su carácter desarrollado, superior.
Así, la sociedad capitalista moderna es fundamentalmente la misma que es-
tudiaron los clásicos del marxismo, pero en su forma más alta de “sociedad
capitalista de consumo”.
El régimen de producción capitalista contemporáneo se basa en su tota-
lidad en la producción de mercancías; literalmente no queda en él un sólo
resquicio para la producción que no esté destinada al mercado.
La producción en el marco del moderno régimen capitalista de consumo
se realiza en su mayor parte por medio de la relación del trabajo asalariado
y el capital.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 157


Esta es en primer lugar una relación de esclavizamiento que ejerce el
capital sobre el trabajo y tiene su causa en el monopolio de la propiedad
privada que sobre los medios e instrumentos de producción y de consumo
tienen lo capitalistas, lo que obliga a los trabajadores a servir al capital para
poder obtener los medios de vida necesarios; a esta relación se agrega en la
sociedad de consumo un nuevo y poderoso nexo esclavizante porque en ella
los capitalistas inducen una irrefrenable adicción al consumo de todos los
miembros de la sociedad, incluidos los trabajadores, a quienes hacen cau-
tivos de sus propias necesidades y su satisfacción placentera, y a través de
ellas los encadenan al capital.
Entre el capital y el trabajo asalariado de la sociedad de consumo existe
también una relación de explotación. Por medio del desarrollo de los mé-
todos de producción de plusvalía absoluta y relativa el capital extrae canti-
dades voluminosas de plusvalía (trabajo obrero no retribuido) a los traba-
jadores.
La plusvalía absoluta se obtiene por medio de la división de la jornada de
trabajo del obrero en dos partes: el tiempo de trabajo necesario, durante el
cual el trabajador asalariado reproduce el valor de sus medios de vida, y el
tiempo de trabajo excedente, en el cual el capitalista arranca al obrero un
valor añadido (plusvalía) del que se apropia sin retribución. Esta división
es la otra cara del vínculo de sujeción del trabajo al capital: el obrero está
obligado a trabajar para el capital con el fin de obtener los bienes necesa-
rios para su subsistencia y al trabajar para el capitalista debe someterse a
la división de su jornada en las dos partes mencionadas. En la sociedad de
consumo esta división se consolida al agregársele el remache que constituye
la necesidad imperiosa de trabajar para el capital, y por tanto proporcionar-
le trabajo excedente, derivada de la tiránica adicción al consumo que en ella
se genera y se potencia hasta niveles astronómicos.
Una vez establecida una determinada proporción entre el tiempo de tra-
bajo necesario y el tiempo de trabajo excedente, el capital ejerce una po-
derosa presión para dilatar la magnitud del segundo de ellos mediante la
extensión de la jornada y la incorporación del trabajo femenil e infantil; esta
coacción es fortificada en una gran medida en la sociedad de consumo por
la presentación sugestiva que el capital hace a los trabajadores de un inmen-
so arsenal de bienes y servicios de consumo, los cuales sólo pueden adquirir
si trabajan más tiempo y lanzan a sus mujeres e hijos a la rueda trituradora
del trabajo asalariado.

158 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Los capitalistas modernos se agencian plusvalía relativa mediante los
métodos clásicos de racionalización, sistematización y maquinización del
trabajo. En el desarrollo de estos procedimientos se ha llegado a instaurar,
en el régimen capitalista actual, mediante una verdadera revolución, un al-
tísimo nivel tecnológico de la producción que tiene su base en las moder-
nas ramas científicas de la cibernética, la informática, la comunicación y la
computación y que descansa en la existencia, el desarrollo y la masificación
de la máquina moderna por excelencia, la computadora u ordenador.
Cuando un cierto nivel tecnológico de la producción ha sido implantado,
el capital pugna porque el instrumento despliegue todo su potencial produc-
tivo y los movimientos del trabajador, y con ellos toda su fisiología (proce-
sos psíquicos y físicos) que los determinan, se ajusten ceñidamente a la má-
quina. El capital impulsa necesariamente un proceso de intensificación del
trabajo, el cual sólo se detiene ante los límites que le impone la naturaleza
del instrumento y no, ni mucho menos, el desgaste de la fuerza de trabajo.
La maquinización de la producción y la intensificación del trabajo a ella
inherente adquieren una fuerza prodigiosa en la sociedad de consumo, por-
que en ésta, como ya vimos, el hambre de ganancia de los capitalistas y
la competencia entre los mismos se elevan hasta niveles asombrosamente
altos.
Mediante el funcionamiento imponente de los métodos de producir plus-
valía absoluta y relativa, la sociedad capitalista de consumo extrae de los
trabajadores cantidades colosales de plusvalía, cuyo elevadísimo monto en
ninguna otra época de existencia del régimen del capital se había alcanza-
do.
Con este vastísimo volumen de trabajo excedente, la sociedad de consu-
mo ingresa en un acelerado proceso de acumulación masiva de capital.
La superlativa acumulación de capital (reinversión de la ganancia) pro-
porciona un impulso fortísimo a las formas de producción de plusvalía (ab-
soluta y relativa) y genera así los siguientes resultados: 1) una gran concen-
tración y centralización del capital, fenómeno que ya hemos abordado en
apartados anteriores y 2) un crecimiento más rápido del capital constante
que del capital variable, lo cual hace cambiar la composición orgánica del
capital y, en última instancia, origina necesariamente un saldo creciente de
obreros desocupados (la atracción de obreros que tiene su causa en el cre-
cimiento extensivo del capital se ve ampliamente superada por la repulsión
producida por su crecimiento intensivo) que integra una sobrepoblación
obrera sobrante siempre en aumento.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 159


La sociedad de consumo se alza sobre las ruinas de la sociedad del bien-
estar. Para establecer su plena dominación, aquella tuvo por fuerza que des-
truir en gran parte la antigua estructura industrial (el segmento de la misma
que no pudo ser “reconvertida”) y desembarazarse de cientos de miles de
obreros que se añadieron a la sobrepoblación sobrante ya existente; sobre
esta base, en su desarrollo posterior ha ido engrosando sistemáticamente el
monto de los trabajadores sin empleo.
El consumo es una función del capital. Los bienes que con su salario ad-
quiere el trabajador sirven para reconstituir su fuerza de trabajo y reprodu-
cir a la clase de los trabajadores, fuente imprescindible de trabajo exceden-
te; lo que los capitalistas consumen es también necesario para reproducirse
como clase poseedora.
La producción de bienes de consumo se divide en dos categorías funda-
mentales: bienes de consumo necesario (que a su vez se subdivide en dos:
bienes de consumo necesario comunes, que satisfacen las necesidades ele-
mentales de la población en general, y bienes de consumo necesario de una
calidad superior, para las clases poseedoras), y bienes de consumo de lujo
que demandan los capitalistas en general.
En las primeras fases de existencia del capital, el papel esencial en el
desarrollo económico lo tienen las ramas que producen bienes de capital y
bienes de consumo necesario y de lujo que requieren los capitalistas, mien-
tras que las ramas que producen bienes de consumo necesario para la clase
de los trabajadores quedan en segundo término.
Existe una tendencia en el régimen del capital a reducir por distintos
medios el salario del obrero y a incrementar la ganancia del capital. Esto se
traduce a la larga en un déficit en la reconstitución de la fuerza de trabajo
de los obreros que conduce necesariamente a un descenso en su productivi-
dad y con ello de las ganancias de los capitalistas.
Ante esto, el mismo capital (algunos sectores, como las ramas que pro-
ducen bienes de consumo obrero) ejercen una acción contraria, tendiente a
elevar el salario, dentro de ciertos límites y con determinadas restricciones,
mezquinamente, como siempre, con la finalidad de cuando menos restituir
el antiguo nivel de capacidad productiva de los trabajadores y, en un rasgo
de magnanimidad, proporcionarles un mínimo estado de bienestar.
Los trabajadores se ven entonces sujetos a una acción estrujante entre
esas dos fuerzas contrarias que someten los procesos orgánicos por los cua-
les realizan la asimilación de los bienes necesarios para su subsistencia,
por un lado a una inactividad degenerativa cuando no se les proporciona

160 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


el nivel óptimo de bienes necesarios para reconstituir cotidianamente su
fuerza productiva y, por el otro, a una sobreactividad desgastante y también
degenerativa en las épocas en que se incrementan sus ingresos. Esta acción
concertada del capital provoca necesariamente el desgaste y la descomposi-
ción de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores.
La codicia vigilante de los capitalistas se da cuenta inmediatamente de
que la productividad de los trabajadores se eleva más que proporcional-
mente en relación con los aumentos salariales que rehacen y fortalecen su
fuerza de trabajo. Algunos sectores capitalistas pugnan por elevar de una
manera más consistente el salario de los obreros con la finalidad de poder-
les extraer mayores cantidades de trabajo excedente. Los órganos y proce-
sos orgánicos de los trabajadores tienen por fuerza que funcionar, bajo estas
circunstancias, más allá de sus límites normales, por lo que descienden por
una pronunciada pendiente de desgaste, descomposición y degeneración
acelerados.
El impulso que la sociedad del bienestar proporciona al consumo sienta
las bases para la transformación del régimen capitalista en el capitalismo
de consumo.
Las ramas productoras de bienes de consumo conquistan rápidamente
un lugar preeminente en la esfera industrial y pronto se encuentran produ-
ciendo grandes cantidades de sus mercancías típicas que tienen que salir
al mercado para realizar el valor en ellas materializado (capital constante,
capital variable y plusvalía) y que el ciclo productivo se pueda reanudar en
una forma más alta.
El consumo puro y simple se transforma en consumo masivo y se esta-
blece un mecanismo específico mediante el cual éste se realiza. La base del
mismo se encuentra en el desarrollo en los trabajadores del proceso psíqui-
co-sensorial displacer-placer (necesidad exacerbada-satisfacción exaltada),
que suplanta definitivamente al primitivo par necesidad-satisfacción.
El capital cultiva en los trabajadores (y, en general, en todos los miembros
de la sociedad), y éstos participan también motu proprio en esa actividad,
una multiplicidad de necesidades individuales que exaspera en grado extre-
mo y a las cuales provee una satisfacción agrandada.
Los trabajadores robustecen su naturaleza de individuos al utilizar sus
cuerpos y sus mentes como medios para obtener una multitud de satisfac-
ciones gozosas; se entroniza al individuo como el centro del universo y se
disuelve definitivamente cualquier rasgo de colectividad que el largo reina-
do de la propiedad privada haya podido dejar subsistente.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 161


Los órganos y procesos orgánicos implicados en el consumo masivo su-
fren un desgaste exorbitante que provoca necesariamente su degeneración
y descomposición catastróficas.
El consumo masivo completa definitivamente la estructura del régimen
de producción capitalista, la perfecciona. Este consta ahora, de una manera
integral, de las funciones de producción y consumo en plena madurez, en
las que la producción de plusvalía y la acumulación de capital tienen su fun-
damento en el esclavizamiento y explotación de los trabajadores tanto en la
órbita de la producción como en la del consumo.
En la moderna sociedad de consumo el esclavizamiento y explotación de
los trabajadores tienen un doble resultado: una intensa y creciente depaupe-
ración de los asalariados y la maduración de los elementos negatorios de la
misma, que son al mismo tiempo los de la constitución del tipo de sociedad
que el capitalismo tiene en sí mismo como su otro, el régimen socialista.
El régimen económico que existe en los Estados Unidos es la forma his-
tórica superior del capitalismo. En él ha quedado establecida la estructura
integral que comprende la unidad de producción y consumo y se ha forjado
su basamento, que es el esclavizamiento, explotación y depauperación de
los trabajadores en los espacios de la producción y el consumo.
En la sociedad norteamericana se dan la suma y el compendio de todas
las formas históricas de esclavizamiento, explotación y depauperación de
los trabajadores.
Ahí han adquirido sus dimensiones más pavorosas la violencia física y
moral que ejercen los capitalistas sobre los trabajadores para mantener y
fortalecer la esclavitud asalariada; la extensión y la intensificación del tra-
bajo y la sistemática reducción del salario ocasionan un desgaste mons-
truoso de la fuerza de trabajo de los obreros y un déficit creciente de los
medios de vida necesarios para reconstituirla; la maquinización incesante
de la producción traslada a la máquina las capacidades productivas de los
obreros, anulando en ellos la facultad correspondiente, lo que conduce a la
degeneración de sus cuerpos y de sus mentes. El resultado de todo esto es
el aumento de la miseria obrera que se caracteriza por el hambre, las enfer-
medades, la muerte prematura y la degeneración y descomposición de sus
órganos y procesos orgánicos.
Esta forma de la pobreza tiene un amplio campo de acción en la sociedad
norteamericana; a ella están sujetos millones de trabajadores inmigrantes
(principalmente latinos), trabajadores negros e incluso blancos que realizan
los trabajos de más bajo nivel pero que son el soporte de todo el sofisticado

162 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


y altamente tecnificado aparato industrial, comercial y de servicios. El país
más desarrollado de la tierra tiene en sí mismo, como su otro que es su base
de sustentación, la típica miseria infrahumana de las naciones más pobres
del planeta.
El régimen capitalista de consumo que se constituyó en los Estados
Unidos heredó una colmada sobrepoblación obrera a la cual ha agregado
anualmente millones de personas que el desarrollo capitalista expulsa nece-
sariamente de la órbita del trabajo. La sobrepoblación obrera es el resultado
forzoso de la acumulación de capital, como ya lo vimos anteriormente, pero
también es una condición de la misma. Al igual que las instituciones banca-
rias deben mantener cuantiosas reservas (que son fuerza de trabajo obrera
condensada bajo la forma dinero) para garantizar sus operaciones pasivas,
o también los gobiernos nacionales con la finalidad de responder a sus obli-
gaciones internacionales, de la misma manera, el régimen capitalista como
un todo requiere tener una provisión de fuerza de trabajo viva, prácticamen-
te inagotable, que esté a la disposición de los capitalistas cuando realizan
los movimientos de sus capitales, que tan pronto absorben como repelen
trabajadores en grandes volúmenes, todo en función de las necesidades de
acumulación, las cuales están determinadas por el hambre de ganancia de
los dueños del capital.
El capital no puede existir sino a costa de inmovilizar (amén de destruir,
como sucede durante las crisis) cantidades demenciales de trabajo acumu-
lado y trabajo vivo y todo con la finalidad de mantener en funcionamiento
el régimen que tiene como soporte y resultado la esclavización, explotación
y depauperación de los trabajadores.
La sobrepoblación obrera no puede ser erradicada en forma alguna den-
tro de los límites del régimen de producción capitalista.
La población obrera sobrante de los Estados Unidos está formada en una
gran parte por una masa de seres infrahumanos que como sedimento han
ido quedando de todos los movimientos históricos del capital; ellos son la
negación absoluta y total de la naturaleza humana, pues no ejercen, ni tie-
nen la expectativa de hacerlo, ninguna facultad de la especie; constituyen la
putrefacción manifiesta del régimen de producción capitalista, su enorme
pústula que se exhibe impúdicamente. En este grupo desahuciado de los
trabajadores se concentran en una forma virulenta todos los males clásicos
que el capital produce para los obreros: hambre, enfermedades y muerte,
una abrumadora miseria física y moral que es el caldo de cultivo de todos

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 163


los vicios y todos los males. Desde luego que este sector de la población no
es tomado en cuenta para nada por las estadísticas burguesas del trabajo.
La superpoblación obrera norteamericana está integrada también por
otro grupo de trabajadores. Son aquellos que están a la disposición inme-
diata del llamado del capital; del grueso de este sector únicamente un pe-
queño porcentaje es el que cubre los movimientos cotidianos de atracción
y repulsión de obreros. Entre 1990 y 2008 se mantuvo en los Estados Uni-
dos, en promedio, una población desocupada, según este criterio, que es
el del Censo de población norteamericano, de 7,559,080 trabajadores, de
los cuales, en promedio sólo 958,850 anuales, o sea, el 12.6% del total, fue-
ron atraídos o repelidos por los capitalistas. Esto significa que en promedio
6,600,250 trabajadores debieron quedarse inactivos anualmente a lo largo
de 19 años. (Ver Tabla 1 y Gráficas 1 y 2)
En este sector de la sobrepoblación obrera relativa también actúan con una
enorme fuerza los factores aniquiladores del capital que los condenan a una
situación interminable de hambre, enfermedades y muerte, con el agravante
de que la pequeña capa que realmente es utilizada por el capital se encuentra
sujeta al devastador estrujamiento de su fuerza productiva por la alternación
de períodos en los que trabaja para el capital y soporta la exacción destructiva
de su fuerza de trabajo y otros en los que deja de hacerlo y es sometido a la
inactividad degenerativa de sus capacidades productivas.
En la sociedad norteamericana se han desarrollado ampliamente la es-
clavización, explotación y depauperación de los trabajadores con base en el
consumo masivo.
Es precisamente la industria norteamericana, acuciada por el consumo
desbordado, la que ha perfeccionado los métodos de producción de plus-
valía relativa, esto es, la maquinización de la producción conforme a las
nuevas tecnologías cibernéticas, que así han sido llevados al punto superior
de su evolución como medios para extraer cantidades masivas de plusvalía
a los obreros y formas de reforzar la depauperación de los trabajadores.
Las funciones cibernéticas de vigilancia, control, comunicación, infor-
mación, retroalimentación, coordinación y organización de los sistemas,
procesos y mecanismos productivos son las mismas capacidades del obrero,
de las que fue despojado, que ahora se encuentran incorporadas a la máqui-
na por excelencia, la computadora. Al pasar a la máquina las potencias del
obrero, la fisiología de los trabajadores sufre un embate más decisivo: los
órganos y procesos fisiológicos (mentales, en este caso) que eran el soporte
de su actividad productiva, son condenados a la inmovilidad y, por tanto,

164 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


a la atrofia irremisible; en su nueva naturaleza de fuerza de trabajo en su
máxima abstracción (es decir, privada de su anterior contenido concreto),
se le dota del carácter de fisiología humana que es una continuación de la
máquina, la cual la incorpora a sí como uno de sus elementos; anexada al
mecanismo, la fuerza de trabajo continúa por el camino de la atrofia de sus
antiguas capacidades productivas y, además, ingresa en un proceso de des-
naturalización que la convierte en una extensión del instrumento y la hacer
funcionar exhaustivamente en esta nueva condición, lo cual se traduce en
una mayor atrofia, un desgaste más grande, una descomposición acelerada
y una degeneración indetenible de sus órganos y procesos orgánicos, los
cuales pierden así defintivamente su naturaleza humana.
En la sociedad norteamericana, en el núcleo del proceso productivo, en
su industria, se desenvuelve necesariamente la fase más alta del proceso
característico del régimen capitalista moderno de atrofia, degeneración y
descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores,
esto es, de la negación rotunda de su naturaleza humana.
El consumo masivo tiene un doble resultado en relación con la suerte de
los trabajadores norteamericanos.
En primer lugar, refuerza centuplicadamente todas las formas de produc-
ción de plusvalía absoluta y relativa, con lo cual contribuye a acrecentar la
explotación y depauperación de los trabajadores.
En segundo lugar, produce directamente efectos perniciosos sobre la cla-
se obrera.
Al determinar el movimiento desenfrenado del mecanismo psíquico-sen-
sorial displacer-placer, obliga a los órganos y procesos orgánicos a través de
los cuales los trabajadores asimilan el universo de bienes que el capital les
ofrece tentadoramente a funcionar en exceso, extremadamente mucho más
allá de los límites biológicos de la especie, y en un sentido absolutamente
antinatural, mediante la exaltación de las necesidades y los intereses del
individuo, que especula así sobre su fisiología, prostituyéndola.
Exacerba la individualidad de los trabajadores, convirtiéndolos definiti-
vamente en propietarios privados de sí mismos (último reducto de la pro-
piedad privada) que son la antípoda del individuo órgano de la colectividad
característico de la naturaleza humana.
El consumo masivo produce necesariamente, por sí mismo, la acelerada
degeneración y descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los
trabajadores, daños que se suman a los que recibe directamente en la órbita
de la producción y que ya hemos detallado en puntos anteriores. Provoca

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 165


desde su ámbito la negación radical de la naturaleza humana de los traba-
jadores.
Todas las formas de esclavización y depauperación que hemos enumera-
do, las cuales tienen como su último resultado la aniquilación de la natura-
leza humana de los trabajadores, existen simultánea y sucesivamente en la
sociedad norteamericana.
Al mismo tiempo, uno tras el otro, negándose y procreándose mutuamen-
te, se presentan, en sus manifestaciones más descarnadas, en la sociedad
norteamericana, el esclavizamiento y la depauperación que derivan de las
formas primitivas de explotación capitalista (trabajo agrícola, trabajo de la
construcción, servicios, servicios personales, etcétera, proporcionados por
los trabajadores latinos (migrantes), negros, asiáticos y de los blancos que
se encuentran en la parte más baja de la escala económica y social) y los que
tienen su origen en los modernos métodos productivos, que se basan en las
tecnologías más sofisticadas, y en el consumo extralimitado.
La clase de los trabajadores norteamericanos está sujeta, por tanto, en su
totalidad, a un avasallador proceso de atrofia, degeneración, descomposi-
ción y desgaste excesivo de su fuerza de trabajo que anula, en el nervio vital
de la especie, la naturaleza humana de la misma.
Los trabajadores norteamericanos viven en una situación de deterioro
constante de sus condiciones de vida, en un estado sin solución de continui-
dad de hambre (falta de satisfactores primarios: alimentos, vestido, techo,
salud, etcétera), enfermedades físicas y mentales producto del trabajo y del
consumo capitalistas, de muerte prematura, de vida meramente vegetativa
cuando han sido desechados por el capital después de extraerles hasta la
última gota de su fuerza de trabajo o en el tiempo que los mantiene como
sobrepoblación obrera, situación que en la mayor parte de este sector de la
población abarca toda su existencia y que incluso se transmite de genera-
ción en generación, de trabajo y consumo enajenados en los que se niega
como ser humano, de temor, angustia, frustración, desesperación y anona-
damiento frente a las circunstancias económicas de la producción y el con-
sumo capitalistas que se levantan ante ellos como una fuerza ajena y hostil,
de exaltada euforia en la ocasión en que se suscita la esperanza de arrancar
una dádiva o en que realmente se obtiene de esa potencia avasalladora que
es la realidad económica capitalista, de odio reconcentrado contra todo,
contra todos y contra sí mismos, de enaltecida consideración propia (como
su propiedad privada), de los demás y de las cosas, de culpa degradante y de
responsabilidad opresiva.

166 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


En la sociedad capitalista de consumo que impera en la nación norteame-
ricana han llegado al pináculo todos los vicios y los males de la propiedad
privada. La sociedad norteamericana está hundida por completo en el fango
de la degradación moral, la corrupción, la depravación, la prostitución, la
disolución familiar, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia, el crimen,
la pornografía, la sexualidad descomedida (incesto, pederastia, adulterio,
homosexualidad, actividad sexual inmoderada, perversiones, etcétera) y
cada uno de estos desenfrenos corresponde exactamente a una rama in-
dustrial determinada, moral y legalmente constituida o que clama por su
legalización.
La clase obrera norteamericana, el corazón mismo de la sociedad esta-
dounidense, está inmersa en esta podredumbre que produce el mismo régi-
men económico que lo explota y empobrece, por lo que también provoca su
anonadante degradación moral.

La crisis financiera internacional y la explotación


y depauperación de los trabajadores

La ruina de la industria de la construcción de viviendas fue el detonador


de la crisis financiera internacional; la caída de esta rama industrial arras-
tró tras de sí a todo el complejo industrial, comercial y de servicios de los
Estados Unidos, el cual inició entonces un proceso acelerado de reducción
de su crecimiento; la propia crisis financiera internacional cegó definitiva-
mente la fuente de recursos crediticios para la industria y el comercio, los
cuales ya habían sido seriamente disminuidos por la especulación galopan-
te, con lo que llevó la “economía real” a una vertiginosa y radical desacu-
mulación.
El resultado inmediato para la suerte de la clase obrera y la sociedad nor-
teamericana en general de la disminución y reversión del crecimiento eco-
nómico fue el aumento brutal del desempleo, como se observa en la tabla y
gráficas que en seguida se insertan.
Lo primero que es necesario resaltar de los hechos que arriba se con-
signan es la enorme cantidad de trabajadores desocupados que la econo-
mía norteamericana debe mantener como una condición inexcusable de su
existencia. En promedio, durante el período 1990-2008, hubo en Estados
Unidos anualmente una población desempleada de 7,559,080 trabajadores;
de éstos, en promedio sólo 958,850 anuales, o sea el 12 % del total, fueron

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 167


Cuadro 1.
Nivel, tasa e incremento anual del desempleo.
Personas mayores de 16 años. Miles. Porciento.
Ajustado estacionalmente. Estados Unidos. 1990-2010

Tasa de desempleo Nivel de desempleo


Año Nivel de desempleo (%) % de ∆ anual
1990 7,061.00 5.61
1991 8,639.83 6.85 22.35
1992 9,611.16 7.49 11.24
1993 8,926.66 6.9 -7.12
1994 7,975.50 6.1 -10.65
1995 7,406.91 5.59 -7.12
1996 7,231.08 5.4 -2.37
1997 6,278.66 4.94 -13.17
1998 6,203.83 4.5 -1.19
1999 5,878.83 4.21 -5.23
2000 5,685.08 3.96 -3.29
2001 6,829.66 4.74 20.13
2002 8,375.33 5.78 22.63
2003 8,770.33 5.99 4.71
2004 8,139.66 5.54 -7.19
2005 7,579.16 5.08 -6.88
2006 6,991.25 4.6 -7.75
2007 7,077.08 4.61 1.22
2008 8,961.66 5.8 26.62
2009 14,319.33 9.27 59.78
2010 14,824.50 9.63 3.5
Fuentes: Unemployment Level; 16 years and over; Thousands; SA y Unemployment Rate; Percent; 16 years
and over; SA, US Labor Force Data from the Bureau of Labour Statistics, Bureau of Labour Statistics,
United States, Economic time. Series Page, Economagic. Com, 2010

168 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Gráfica 1.
Nivel de desempleo. Personas de más de 16 años.
Miles. Ajustado estacionalmente.
Estados Unidos. 1990-2010

20,000.00

15,000.00

10,000.00

5,000.00

0.00
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010

Nivel de desempleo

Gráfica 2.
Nivel de desempleo. Incremento porcentual anual. Personas de más de 16 años.
Miles. Ajustado estacionalmente.
Estados Unidos. 1990-2010

80

60

40

20

0
1990
1991
1992
1992
3994
3995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007

2009
2010
2008

-20

% de anual de nivel de desempleo

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 169


tan pronto llamados a las filas del ejército industrial en activo como pos-
teriormente licenciados de las mismas; esto quiere decir que en promedio
6,600,250 trabajadores estadounidenses permanecieron sin empleo anual-
mente a lo largo de 19 años, sin la más mínima posibilidad de ser utilizados
por el capital y vegetando en los receptáculos de la población sobrante.
El nivel de desempleo entre 1990-2010 puede dividirse en varias fases con
características específicas cada una de ellas.
Entre 1992 y 2000 hay un descenso del nivel de desempleo, el cual lo po-
demos correlacionar con el crecimiento industrial y del producto interno
bruto de esos mismos años. En la medida en que la actividad económica
aumenta, el empleo crece, lo que se refleja en el declive del nivel de desem-
pleo. Nos encontramos en la fase de desarrollo ascendente de la sociedad de
consumo basado en la bursatilización y en la acumulación y centralización
del capital acordes con los nuevos patrones productivos que se establecen al
impulso de la revolución tecnológica.
En el lapso comprendido entre los años 2001 y 2003 se registra un au-
mento del nivel de desempleo que en este caso está claramente correlacio-
nado con la reducción del crecimiento económico que tiene su origen en las
crisis de Enron, WorldCom, las empresas “dotcom”, etcétera.
En el período 2004-2006 la economía vuelve a crecer impulsada por la mo-
dernización crediticia que tiene su centro en la “securitización” de los crédi-
tos; con ello se da un empuje extraordinario a la industria de la construcción
de viviendas y ésta, a su vez, se lo proporciona a la economía norteamericana
como un todo. El nivel de desempleo se reduce durante estos años.
Por último, entre los años 2007-2010 se presenta un dramático aumen-
to del nivel de desempleo, que en ese intervalo crece un 109.47 porciento,
es decir, se duplica el número de desempleados, pasando de 7,077,080 a
14,824,500 personas. El origen de este aumento brutal se encuentra en la
enorme desacumulación originada por la crisis financiera internacional.
El desempleo en masa que es provocado por la crisis financiera interna-
cional eleva a la enésima potencia todas las vulneraciones que el régimen
capitalista produce sobre la clase de los trabajadores.
El enorme volumen de trabajadores a los que la crisis despoja de su tra-
bajo se hunde de inmediato en las simas de la miseria física más espantosa,
aquella que se caracteriza por la falta de los elementos necesarios para man-
tenerse con vida (alimentos, vestido, techo, salud, etcétera) y cuya carencia
se traduce en hambre, enfermedades y muerte prematura, todo lo cual in-
crementa el nivel de miseria de la clase de los trabajadores en su conjunto;

170 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


la concurrencia súbita de millones de desempleados hace descender intem-
pestivamente y en gran medida los salarios de los trabajadores en activo,
con lo cual éstos también sufren un deterioro sustancial en sus condiciones
de vida; sobre los obreros que quedan en activo, el capital descarga necesa-
riamente todo el peso de la producción, por lo que incrementa la extensión y
la intensidad del trabajo, con los resultados que ya conocemos para la salud
y la constitución biológica de los trabajadores; en suma, la crisis centuplica,
en la órbita de la producción, el esclavizamiento, la explotación y la depau-
peración de los trabajadores.
No menos dramático es el daño que la crisis causa a los trabajadores en
la esfera del consumo.
En donde más claro se observa este fenómeno es en el mercado de la
vivienda. En la fase alta del ciclo, haciendo honor al prejuicio del “sueño
americano”, la banca concede préstamos a manos llenas a los trabajadores
para que adquieran una vivienda; el orgullo, la satisfacción y el placer de
ser “propietarios privados” de una casa embargan a los trabajadores, que de
esta manera son sujetos a la forma de explotación específica que ya hemos
descrito en partes anteriores de este trabajo.
Puesto que la economía norteamericana tuvo, en la última fase previa a la
crisis, su base de sustento en el crecimiento hipertrofiado del crédito para la
adquisición de viviendas, en cuanto la crisis priva de empleo a millones de
trabajadores y reduce en forma radical los ingresos de los que se mantienen
activos, a la vez que incrementa en forma voraz los intereses de los crédi-
tos, se presenta un incumplimiento generalizado que al fin de cuentas lleva
necesariamente a un alud de ejecuciones hipotecarias que deja sin vivienda
a millones de personas y, en muchos casos, con una deuda remanente de
varios miles de dólares.
Aquí se manifiesta brutalmente la esencia de la sociedad de consumo:
las viviendas pertenecen, sin discusión, en propiedad privada, a un sector
de los capitalistas, los cuales la hacen valer despiadadamente en cuanto el
usufructuario no cumple con los pagos de su crédito; resalta también níti-
damente que la posesión que los trabajadores ejercen sobre las viviendas es
una posesión precaria, un mero remedo de la propiedad privada, una cruel
y sangrienta burla que el régimen capitalista hace a los trabajadores.
También se revela, de una forma explícita, que la satisfacción de las ne-
cesidades de los trabajadores, en este caso la de vivienda, está en función

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 171


de las necesidades del capital; cuando éste, en su crecimiento desorbita-
do y como medio para obtener pingües ganancias, requiere incrementar el
consumo en una forma sustancial, concede entonces indiscriminadamente
grandes volúmenes de créditos a las personas para que obtengan una vivien-
da; cuando, por el contrario, debido a las condiciones adversas que él mismo
ha creado con la especulación, necesita recobrar rápidamente el capital que
ha adelantado en esta esfera de negocios, no duda un momento en despojar
de sus viviendas a sus poseedores. La satisfacción de las necesidades de los
trabajadores son un medio que el capital emplea para la valorización de su
capital y la realización de su ganancia.
La crisis completa la obra de la sociedad de consumo. Después de que
mediante la exaltación del consumo se ha sometido a los trabajadores a una
forma de explotación y depauperación específica, lo hace objeto, a través
de la restricción violenta y radical del mismo, a otra forma de explotación y
depauperación que tiene su fundamento en la anonadación y frustración en
que lo sumerge al momento que lo despoja de lo que fue su posesión.
En los datos que siguen sobre las propiedades en ejecución hipotecaria
(foreclosure) se percibe con claridad la drástica, violenta e inmisericorde

Cuadro 2
Propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria.
Estados Unidos. Primer trimestre de 2007-Primer Trimestre de 2010

Trimestre y Año No. de propiedades Incremento trimestral (%)


T1-07 239,770
T2-07 333,627 39.14
T3-07 446,726 33.89
T4-07 527,740 18.13
T1-08 649,917 23.15
T2-08 739,714 13.81
T3-08 765,558 3.49
T4-08 735,000 -3.99
T1-09 803,489 9.31
T2-09 889,829 10.74
T3-09 937,840 5.39
T4-09 869,745 -7.26
T1-10 932,234 7.18
Fuente: U. S. Propierties with foreclosure activity, Realty Track Press Releases of “US Foreclosure Report”

172 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Gráfica 3.
Propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria.
Estados Unidos. Primer trimestre de 2007-Primer trimestre de 2010

1,000,000

800,000

600,000

400,000

200,000

09
09
08

09
08
08
08
-07

-10
7
7

T3-0
-0
-0

-0

T4-
T2-
T3-

T1-
T4-
T2-
T1-
T1

T2

74

T1
T3

Propiedades en ejecución

Gráfica 4.
Propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria.
Estados Unidos. Primer trimestre de 2007-Primer trimestre de 2010.
Incremento porcentual trimestral.
50

40

30

20

10

0
9

09
09
08

9
8
08
08
07

10

-10
-07
-07

-07

T3-0
0
0

T4-
T2-
T3-

T1-
T4-
T2-
T1-
74-

T1-
T2
T1

T3

Propiedades en ejecución.
Porciento de incremento trimestral

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 173


desposesión de que el capital hace objeto a los trabajadores norteamerica-
nos de lo que antes les había concedido interesadamente con largueza.
En el período comprendido entre el 1er. Trimestre de 2007 y el 1er. Tri-
mestre de 2010, 692,464 familias incrementaron el monto de aquellas que se
encontraban en alguna fase del proceso judicial de ejecución, por medio del
cual seguramente serían desposeídas de sus viviendas, para dar un gran to-
tal de 932,234. En todo el tiempo comprendido entre esas fechas extremas,
el número de propiedades en alguna fase de ejecución hipotecaria se incre-
mentó en un 288 %. Esto nos da la medida, verdaderamente terrorífica, de
la acción depredadora del capital norteamericano en contra de los trabaja-
dores (recordemos que la mayoría de quienes cayeron en incumplimiento
y posteriormente fueron despojados judicialmente de sus viviendas fueron
aquellos que habían obtenido hipotecas “subprime”, es decir, las destinadas
a las personas de más bajos ingresos, entre quienes se encuentran, por defi-
nición, los trabajadores norteamericanos).
Es evidente que las personas desposeídas de sus viviendas, que en su ma-
yoría adicionalmente habían perdido su trabajo, pasaron a engrosar la mul-
titud de trabajadores sumidos en la miseria física más abrumadora, incre-
mentando hasta un punto muy alto la pobreza ya de suyo lacerante de los
obreros norteamericanos.
La miseria física, la pobreza extrema, son el producto más peculiar, abso-
lutamente inevitable, del régimen de producción capitalista.
Toda una pretendida ciencia se ha fundado con el propósito de reducir a
leyes generales este “fenómeno” social. La finalidad última declarada por los
“científicos sociales” encargados de esta parcela del conocimiento es erradi-
car totalmente la pobreza de la faz de la tierra, para lo cual, mediante diver-
sos instrumentos de medición, evalúan los niveles de pobreza, diagnostican
sus causas y extienden una receta para la supresión de este “flagelo social”.
Cierto es que, al final de cuentas, por debajo de sus ambiciosos proyectos se
desliza fatalmente y se impone necesariamente la reivindicación que consti-
tuye lo único que el régimen de producción capitalista puede conceder bajo
ciertas condiciones muy restrictivas: un pequeño porcentaje de reducción
de la “pobreza extrema” en el más largo de los plazos posibles.
El régimen capitalista, consciente de que su proceso de producción ori-
gina directamente la pobreza en masa y requiere también mantener obli-
gadamente una nutrida sobrepoblación obrera que es igualmente caldo de
cultivo de una pobreza más acentuada, y temeroso de que el hambre, las en-
fermedades, la insalubridad, etcétera diezmen significativamente ese reser-

174 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


vorio de fuerza de trabajo, lo que entorpecería el funcionamiento del capital
como mecanismo de obtención de ganancia y, lo que es más, angustiados
ante la posibilidad de que esas condiciones miserables de vida de los traba-
jadores provoquen enfermedades epidémicas, males sociales devastadores,
etcétera, que se extiendan hasta los enclaves de la burguesía y la pequeña
burguesía, accede, imprecando y gruñendo, a dedicar la más reducida pro-
visión de recursos posible a la reducción de los aspectos más repulsivos de
la pobreza extrema.
La Oficina de los Censos de los Estados Unidos también ha desarrollado
su metodología para la medición de la pobreza. Establece un nivel de pobre-
za que es una cierta cantidad de ingresos monetarios anuales por persona;
todos aquellos cuyos ingresos sean iguales o menores a ese nivel determina-
do se encuentran en una situación de pobreza.
Evidentemente que esta forma de medición está por completo impregna-
da por los prejuicios de la clase capitalista; no comprende, desde luego, to-
das las manifestaciones de la pobreza ni a todas las personas que las sufren.
Sin embargo, nos ilustran perfectamente acerca de muchos de los tópicos
que hemos tocado en nuestra argumentación anterior.
La primera observación que se impone es que la existencia de una cierta
cantidad de pobres es tanto un resultado como una condición, ambos im-
prescindibles, del funcionamiento del régimen capitalista de producción y
que, por tanto, la pobreza no puede en forma alguna ser erradicada dentro
de esta forma de organización económico-social.
En los 28 años (poco más de un cuarto de siglo) comprendidos entre
1980 y 2008 se conserva anualmente, en la sociedad estadounidense, una
cantidad base, inamovible, de 33,300,840 personas en situación de pobreza;
sobre este sólido soporte, una población del orden de los 2,186,160 personas
es el sujeto de las fluctuaciones que tan pronto elevan como reducen en esa
cantidad el total de personas en situación de pobreza; en promedio, a través
de las oscilaciones anuales que casi se compensan exactamente, las estadís-
ticas de pobres de los Estados Unidos registran 35,487,420 personas bajo el
nivel de pobreza para cada uno de los años del período 1980-2008.
La conservación como su soporte invariable de existencia, a lo largo del
extenso período de 28 años, de 33,300,840 personas en estado de pobreza en
el país económicamente más desarrollado del mundo, demuestra fehacien-
temente, en los hechos, que el régimen capitalista no puede, bajo ninguna
circunstancia, suprimir la pobreza.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 175


Cuadro 3
Personas bajo el nivel de pobreza. Miles. Incremento Porcentual anual.
Porciento de personas por debajo del nivel de pobreza en relación con la
población total. Estados Unidos. 1980-2008

Porciento en
No. de Personas. Incremento relación con la
Año
Miles porcentual anual población total
1980 29,272 13.0
1985 33,064 12.95 14.0
1990 33,585 1.57 13.5
1991 35,708 6.32 14.2
1992 38,014 6.45 14.8
1993 39,265 3.29 15.1
1994 38,059 -3.07 14.5
1995 36,425 -4.29 13.8
1996 36,529 0.28 13.7
1997 35,574 -2.61 13.3
1998 34,476 -3.08 12.7
1999 32,791 -4.88 11.9
2000 31,581 -3.69 11.3
2001 32,907 4.19 11.7
2002 34,570 5.05 12.1
2003 35,861 3.73 12.5
2004 37,040 3.28 12.7
2005 36,950 -0.24 12.6
2006 36,460 -1.32 12.3
2007 37,276 2.23 12.5
2008 39,829 6.84 13.2
Fuente: Table 710. People Below Poverty Level and Below 125 Percent of Poverty Level by Race and Hispanic
Origin: 1980 to 2008, U. S. Census Bureau, Statistical Abstract of the United States: 2011

176 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


Gráfica 5
Personas por debajo el nivel de pobreza. Estados Unidos.
1980-2008. Miles.
45,000

40,000

35,000
30,000

25,000
20,000

15,000
10,000

5,000

0.00
1980 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008
Personas por debajo del nivel de pobreza

Gráfica 6
Incremento porcentual anual de las personas que se encuentran
por debajo del nivel de pobreza. Estados Unidos. 1980-2008.
14
12
10
8
6
4
2

0
-2 1980 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008
-4
-6
Incremento porcentual anual

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 177


Gráfica 7
Porciento de personas debajo del nivel de pobreza respecto del total
de la población. Estados Unidos. 1980-2008
16

14

12

10

0
1980 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008
Porciento de personas debajo del nivel de pobreza
respecto del total de la población

El régimen capitalista por antonomasia que existe en los Estados Uni-


dos produce necesariamente, en forma sistemática, la miseria creciente de
grandes cantidades de trabajadores migratorios, trabajadores negros y asiá-
ticos y, también, la de trabajadores blancos de los más bajos estratos socia-
les; las actividades que estos grupos laborales desempeñan forman parte de
la estructura productiva del capitalismo norteamericano, por lo que estos
trabajadores y su miseria progresiva son también elementos fundamentales
del capitalismo de consumo existente en los Estados Unidos.
Estos trabajadores, de los cuales el moderno capitalismo no puede pres-
cindir, forman incuestionablemente, junto con sus familias, una parte pri-
mordial de las 35,487,420 personas que año tras año se encuentran bajo el
nivel de pobreza en los Estados Unidos.
Los trabajadores desempleados y sus familias, de los que, como ya vimos,
también existe un monto básico constante que se conserva año tras año en

178 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


el régimen capitalista norteamericano, igualmente son una porción impor-
tante de la multitud de personas empobrecidas que este sistema económico
tiene como cimiento de su existencia.
El desempleo voluminoso es, ya sabemos, un factor ineludible del régi-
men de producción capitalista, un resultado y una condición de su funcio-
namiento exitoso que no puede ser suprimido; la pobreza que necesaria-
mente acompaña a la falta de empleo existe también de manera ineluctable
en la economía norteamericana y su extirpación es igualmente irrealizable.
Cada fase de la evolución del régimen capitalista estadounidense ha ido
dejando fatalmente una capa sedimental de personas que ya no tiene ningu-
na función económica, ni siquiera la de población obrera sobrante, que se
mantienen y reproducen en esas condiciones de generación en generación.
Esos estratos se acumulan y forman un grueso asiento poblacional sobre el
cual se abate la miseria física más atroz; sus integrantes son un segmento
importante del total de pobres norteamericanos.
Todos los grupos, sectores, segmentos, etcétera que integran la población
en estado de pobreza de los Estados Unidos son elementos estructurales
necesarios, de los que en forma alguna se puede prescindir, del régimen ca-
pitalista de norteamérica; su papel económico en el proceso productivo im-
plica forzosamente su existencia en un estado de pobreza progresiva. De ahí
entonces que la pobreza vinculada al capitalismo sea totalmente imposible
de eliminar dentro de las fronteras de este régimen económico.
No obstante la evidencia abrumadora, que se desprende por sí sola de las
estadísticas de pobres proporcionadas por el propio gobierno de los Esta-
dos Unidos, de la total imposibilidad de terminar con el estado de creciente
pobreza crónica que asola a los trabajadores norteamericanos, los ideólo-
gos de este régimen continúan aferrados a sus arraigados prejuicios en esta
materia. Ciegos ante la reluctante realidad, postulan que la pobreza es erra-
dicable en su totalidad, siempre que se siga en toda su pureza la receta que
cada uno de los sectores económicos propone: el sector I, la prescripción
neoliberal en toda su extensión, y el sector II, el modelo estatista y populis-
ta; cuando la realidad les restriega en la cara la inamovilidad de la pobreza
del seno del régimen capitalista, ambos sectores, poseídos de una enorme
ternura por lo pobres, sostienen que cuando menos es posible reducir en
cierta medida sus aristas más cortantes, por ejemplo dando fin a la pobreza
extrema, siempre, desde luego, que se sigan al pié de la letra las indicacio-
nes de sus respectivos manuales; de esta filantrópica visión participan por
entero los grupos radicales de izquierda, algunos de ellos pretendidamente

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 179


marxistas, los que confieren a la revolución el papel de un instrumento para
establecer un modelo económico “más democrático”, con el cual sea posible
lograr el incremento del empleo y la reducción de los niveles de pobreza.
La reivindicación verdaderamente revolucionaria en esta materia tiene
como núcleo la colectivización de la producción y del consumo, lo que im-
plica la abolición del capital y del trabajo capitalista y, por tanto, la elimina-
ción drástica y definitiva de la explotación del trabajo asalariado y, con ello,
de toda forma de miseria y de pobreza.
Todas las posiciones que sobre este tema mantienen los neokeynesianos,
neokaleckianos y marxistas revisionistas expresan cabalmente los intereses
del sector II de la economía norteamericana e internacional y se resuelven,
a fin de cuentas, en un apoyo más o menos franco al desarrollo del mismo.
Como ya hemos visto reiteradamente, el desenvolvimiento del sector II del
capitalismo norteamericano prepara, necesariamente, el de su contrario,
el sector I de la economía, por lo que la acción de los grupos que se auto-
nombran de izquierda, marxistas, etcétera, dirigida a promover la inversión
productiva en un marco democrático como instrumento para incrementar
el empleo y reducir la pobreza, tiene como resultado inevitable el impulso,
mediante métodos capitalistas, de un sector del régimen capitalista, la pre-
paración del progreso del otro sector y el perfeccionamiento de la totalidad
del régimen capitalista, es decir, de un sistema económico que se asienta en
la conservación y el aumento constante del desempleo y de la pobreza de los
trabajadores. Como agentes de un sector del capitalismo, estos intelectuales
y grupos de izquierda son enemigos declarados del proletariado.
Los datos estadísticos referentes a la cantidad de personas que se encuen-
tran debajo del nivel de pobreza en los Estados Unidos mostrados en la tabla
anterior sólo llegan hasta el año 2008. La Oficina de los Censos de Estados
Unidos no ha liberado aún (marzo de 2011) las cifras que corresponden a
los años de 2009 y 2010. Sin embargo, podemos tener una idea aproximada
de las altas cotas alcanzadas en esos años por la pobreza en los Estados Uni-
dos si tomamos en consideración que el número de desempleados subió al
doble en el año de 2009 y en ese nivel se mantuvo durante 2010; esto signifi-
ca que más de siete millones de personas, cuando menos, pasaron a formar
súbitamente parte de la población en estado de pobreza, la cual, por tanto,
debió incrementar su monto hasta cerca de los 42 millones,
No es difícil imaginar a qué extremos ha llegado la de por sí lacerante
pobreza de los trabajadores norteamericano con el aumento en un golpe
de siete millones de pobres más, ni la virulencia devastadora que todos los

180 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


flagelos con que el capital los azota (el hambre, las enfermedades, la muerte
prematura, los problemas sociales de todo tipo, etcétera) han adquirido en
estas circunstancias.
Por otro lado, el aumento súbito y en cantidades verdaderamente por-
tentosas de los desempleados y de los pobres a causa de la crisis financiera
internacional ha colmado hasta el borde el depósito de melaza filantrópica
del que los capitalistas y sus rapsodas se nutren para justificar y embellecer
su actividad depredadora del trabajo asalariado. Y no es que la burguesía
no tenga una clara conciencia de sus derechos históricos inalienables, ni de
la justificación moral indiscutible para obtener una ganancia de la explo-
tación del trabajo asalariado, ambos derivados en última instancia de una
fuente divina, sino que su acendrada solidaridad humana, sentimiento cris-
tiano por excelencia, la lleva a colocar en segundo término sus propios inte-
reses y a ejercer su función productiva, generadora desde luego de copiosas
ganancias, en primer lugar con el propósito de dar empleo a los millones
de personas que carecen de él, lo que ha de permitir acabar con la oprobio-
sa pobreza en que se debaten; el capitalista postula que invertir capital y
obtener ganancias es únicamente un medio para crear empleos y procurar
una vida digna a los desposeídos. Es por eso que su espíritu se dilata con
un amor inconmensurable por los pobres cuando ve que las crueles circuns-
tancias económicas han producido una enormidad de desempleados y una
pobreza monstruosa, porque eso le permitirá cumplir, en una forma plena,
su función social, que es también una obligación moral y religiosa, de crear
empleos mediante la inversión productiva.
Esta transposición ideológica y la sacralización de la actividad de los ca-
pitalistas son comunes a todos los sectores de la economía capitalista; cada
uno de ellos proclama como su misión histórica el dar empleo a los trabaja-
dores para rescatarlos de su estado de pobreza y condena y sataniza al otro
porque en su empecinamiento en aplicar una política económica errónea,
en un caso el neoliberalismo, el populismo y estatismo en el otro, realmen-
te lo que hace es impedir criminalmente que operen a plenitud las fuerzas
económicas que deben impulsar la creación de empleos.
De nuevo nos encontramos en este terreno con nuestros viejos conocidos,
los grupos y partidos de izquierda y los intelectuales que los nutren con sus
argumentos teóricos e ideológicos; su fórmula de la revolución proletaria
tiene también su fundamento en esa piedad por los pobres y se corresponde
completamente con las recomendaciones prácticas que del modelo econó-
mico propugnado por el sector II de la economía se desprenden: la revolu-

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 181


ción obrera tiene como objetivo el pleno empleo y la elevación del nivel de
vida de los trabajadores.
Según se ha puesto de relieve en todo lo anteriormente expuesto, el es-
clavizamiento, explotación y depauperación crecientes de los trabajadores
norteamericanos se manifestaron plenamente, bajo las diversas formas que
en el análisis previo hemos estudiado, tanto en la fase de auge del ciclo,
durante la cual se estableció y tuvo su primer desarrollo la sociedad de con-
sumo, como en el tiempo de la crisis devastadora que alcanzó su clímax en
el año 2008.
A la par con esta negación rotunda de la naturaleza humana esencial de
los trabajadores, maduraron en la sociedad norteamericana los elementos
para la recuperación de la forma más alta de la misma por medio de una
transformación revolucionaria del régimen económico-social capitalista.
(Remitirse a los parágrafos La sociedad de consumo y la revolución y El otro
del capitalismo de consumo es el socialismo integral, de este mismo trabajo).

La crisis financiera internacional y el movimiento


obrero norteamericano

La crisis financiera internacional no provocó en los Estados Unidos fuertes


movimientos de protesta de los grupos sociales más afectados; únicamente
dio lugar a la elección de Obama como Presidente de los Estados Unidos
y en él se depositaron las esperanzas del sector II de la economía y de la
sociedad norteamericanas de que se satisficieran sus reivindicaciones más
sentidas, que la crisis había colocado en primer plano, e impulsó una débil
y efímera movilización de los migrantes latinos, quienes exigían una refor-
ma migratoria que nunca se concretó y, al contrario, dio paso a una política
antiinmigrante que, a partir de Arizona, se extiende rápidamente a otros
muchos más Estados de la Unión Americana.
Ningún grupo o sector de los trabajadores norteamericanos realizó accio-
nes significativas de protesta contra el empeoramiento de sus condiciones
de vida causado por la crisis financiera internacional.
En los demás países del mundo, casi sin excepción, la crisis financiera in-
ternacional tuvo los mismos efectos que en los Estados Unidos. En algunos
de ellos, como Grecia y España, a los cuales la crisis golpeó de una forma
más grave, se registraron protestas multitudinarias de los trabajadores en
contra de la política gubernamental y patronal que se aplicaba para tratar

182 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


de resarcirse de los estragos causados por la crisis mediante el despojo a los
obreros de sus empleos y el menoscabo de sus derechos y prestaciones.
Sin embargo, estas manifestaciones estaban estrechamente circunscritas
a los límites del régimen capitalista de producción y sus demandas no iban
más allá de aquellas que el sector II de la economía ha presentado siempre
en contra del sector I y que se concentran todas en la reivindicación de un
modelo “más democrático” de acumulación de capital. No eran ni podían
ser el punto de partida de un movimiento revolucionario de la clase obrera
porque para ello faltaban varios elementos fundamentales: una teoría revo-
lucionaria que hubiese superado el marxismo revisionista que hoy impera
en el mundo, un partido revolucionario formado con base en esa teoría y un
proletariado con una conciencia de clase que le hubiera sido imbuida por
ese partido, todo lo cual comprende un largo y complicado proceso, el cual
es tiempo que ni siquiera se ha iniciado.
Así, hubimos de ver, inmediatamente que la crisis se manifestó más abier-
tamente y se empezaron a dar las protestas de los trabajadores, el júbilo
rebosado de los marxistas postmodernos, quienes saludaban alborozados
el amanecer de la revolución social, a cuyo carro, por cierto, se aprestaban
a subir y, más adelante, desde luego, a conducir pertrechados con el bagaje
teórico que habían mantenido bajo custodia, en estado de animación sus-
pendida, por todos estos largos años.

La crisis financiera internacional


y la revolución proletaria

Al principio de este trabajo señalábamos la relación directa que existió, has-


ta la segunda posguerra, entre las crisis económicas del régimen capitalista
y los avances del movimiento obrero y de la revolución proletaria.
La primera lucha del proletariado como clase específica del régimen ca-
pitalista, librada por los obreros franceses contra su burguesía en 1848, y la
primera conquista del poder político por el proletariado, la Comuna de Pa-
rís de 1872, fueron consecuencia de sendas crisis económicas europeas de
los años previos; de la misma manera, el establecimiento del socialismo en
Rusia y la constitución del sistema de países socialistas fueron el resultado
de dos grandes crisis económicas, políticas y militares, las guerras mundia-
les de 1917 y 1942.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX se observó un fe-
nómeno distinto.

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 183


El sometimiento del movimiento obrero internacional a la dominación
ideológica y organizativa de la burguesía internacional, lo que se tradujo
en el resultado de que la clase obrera internacional estuviese dotada de una
conciencia burguesa y organizada en torno a reivindicaciones burguesas,
el paso del capitalismo a una etapa superior de su desarrollo en donde sus
características esenciales son llevadas hasta el punto más alto del proceso
de aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores, el derrumbe
del socialismo formal, que anunciaba la conclusión de una fase de la im-
plantación del socialismo y el inicio de otra, con características específicas
distintas, en la cual se debe implantar, además de la colectivización de la
producción, la colectivización del consumo, lo que implica la anulación de-
cisiva de la individualidad de los trabajadores y que será al mismo tiempo
la reapropiación de la naturaleza humana de la especie, la revisión a que
fue sometida la teoría del marxismo leninismo y la falta de un desarrollo
creador de la misma que descifrase la naturaleza específica del capitalismo
moderno y las nuevas condiciones en las que el proletariado tendría que
desplegar su lucha, todo esto ocasionó que las crisis que durante este perío-
do se han producido, incluso la crisis financiera internacional que hemos
venido analizando en este trabajo, por graves y catastróficas que fueran sus
consecuencias para las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, no
hayan devenido en una acción del proletariado dirigida a preparar y llevar
al cabo la revolución socialista.
En lugar de ello, durante este período, cuando las crisis han producido
los más graves daños a la clase de los trabajadores, éstos, guiados por su
arraigada conciencia burguesa y organizados en agrupaciones burguesas, se
han movilizado (cuando lo han hecho) únicamente por sus reivindicaciones
también burguesas (un modelo de desarrollo económico más democrático,
restitución de beneficios que la burguesía les ha arrebatado, combate al des-
empleo, incremento del salario y las prestaciones sociales, intervención del
estado e, increíble pero cierto, ¡incremento de las inversiones productivas
generadoras de empleo!).
Las crisis modernas han tenido la virtud de reafirmar y reforzar la con-
ciencia y organización burguesas de los trabajadores, confirmarlos como
apéndices de un sector de la burguesía, y no los han llevado, ni podría ha-
cerlo, a realizar ningún tipo de lucha revolucionaria.
Toda esta actividad de la clase obrera constituye en realidad un generoso
apoyo a un sector de la clase burguesa (sector II) y a la pequeña burguesía
en su enfrentamiento con la gran burguesía o plutocracia (Sector I) para la

184 Capitalismo moderno, crisis y revolución proletaria


defensa y promoción de sus intereses capitalistas; la clase obrera se desem-
peña entonces como ferviente impulsora del régimen capitalista.
Queda ahora suficientemente claro que, en las condiciones del capita-
lismo moderno, la clase obrera únicamente podrá llevar a cabo una lucha
revolucionaria por sus propios intereses cuando la intelectualidad radical
realice previamente una titánica labor para reivindicar y desarrollar la teo-
ría del marxismo-leninismo, se constituya en un Partido equipado con esa
teoría enriquecida, se fusione con la clase obrera mediante un proceso de
desalojo de su conciencia de la ideología burguesa y sustitución de ésta con
la ideología revolucionaria y, por último, dirija a los trabajadores, plena-
mente conscientes de sus intereses de clase, en su lucha por la conquista del
poder y la instauración del socialismo.
La clase obrera, guiada por su partido revolucionario, podrá entonces
luchar cotidianamente por sus propios intereses de clase, tanto en los perío-
dos de auge como en los de crisis del sistema que está destinada a enterrar,
y no tendrá que esperar, como en épocas anteriores, a que las condiciones
económicas coyunturales lo empujen a la acción.
Abril de 2011

Revista marxista, núm. 3, mayo 2011 185

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