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La forma de los contratos: el código civil y comercial regula la forma de los contratos en el
Libro III, Título II, Capítulo VII (arts. 1015 a 1018).
La palabra forma es multívoca, y nos ofrece diversas acepciones. Se la suele emplear en
sentido amplio, para designar el modo de manifestación de la voluntad.
Forma sería exteriorización de la voluntad (aspecto externo del acto jurídico). Se denomina
también forma esencial. Con lo cual, si decimos que todo acto debe tener una forma externa,
todos los actos son formales y por ende también los contratos (Nicolau, N.).
Desde el sentido más restringido, o estricto, en cambio, la palabra forma alude a ciertas y
determinadas solemnidades expresamente impuestas por la ley.
Es decir, todos los contratos (como actos jurídicos), deben tener forma en sentido amplio para
ser tales, y algunos de ellos pueden tener, además, forma en sentido estricto. Esto último
acontece cuando la ley preestablece que debe celebrarse con ciertas formalidades o
solemnidades; por ejemplo, bajo la forma de escritura pública.
Si tomamos esta segunda acepción como determinante, los contratos serán formales o no
formales, de acuerdo a si la ley impone formalidades para su celebración o si el modo de
manifestar la voluntad de las partes surge de la elección de las mismas.
El principio de la libertad de formas: S/ el art. 284 CCC, para los actos jurídicos:
“Libertad de formas. Si la ley no designa una forma determinada para la exteriorización de la
voluntad, las partes pueden utilizar la que estimen conveniente. Las partes pueden convenir
una forma más exigente que la impuesta por la ley”.
S/ el Art. 1015 del CCC establece para los contratos que:
“Libertad de formas. Solo son formales los contratos a los cuales la ley les impone una forma
determinada”.
Del juego de estas dos normas se desprende que el principio general es la libertad de formas
en materia contractual. Esto significa que, salvo los casos expresamente contemplados en la
ley que deben obedecer ciertas formalidades, todos los demás contratos se pueden celebrar
a través de las formas de manifestación de la voluntad que las partes elijan o estimen
convenientes para el caso.
Formalidades con fines probatorios y formalidades solemnes, absolutas y relativas.
Sostiene la doctrina clásica que los contratos se pueden clasificar en dos grandes grupos:
formales y no formales, según tengan forma impuesta por la ley, o ésta remita a las partes la
elección del modo de manifestar su consentimiento, tal como lo apuntamos más arriba.
A su vez, los contratos formales, se sub-clasifican en formales solemnes y no solemnes o
formales a los fines probatorios. Por último, los solemnes ofrecen una nueva subdivisión: de
solemnidad absoluta o relativa.
Los contratos solemnes, en general, son aquellos a los que la ley les impone una forma que,
de no cumplirse, afecta su existencia como tal.
Los no solemnes, son aquellos a los que la ley “sugiere” realizarlos con determinada forma
que permite la acreditación de su existencia en juicio (generalmente, la forma escrita está
asociada a la prueba del acto). Es el caso del contrato de locación de cosas inmuebles o
muebles registrables, que, de conformidad con el art. 1188 CCC, debe ser hecho por escrito, al
igual que sus modificaciones o prórroga.
Los contratos solemnes de solemnidad absoluta, representan aquellos actos en los que la
forma es esencial para su existencia como negocio jurídico. Si no se cumple la formalidad
impuesta por la ley, el acto simplemente no existe en el mundo jurídico. Estos actos se
identifican porque la ley expresamente dispone que la forma debe cumplirse bajo pena de
nulidad. El ejemplo típico es el del contrato de donación de inmuebles, o de muebles
registrables, que debe hacerse sí o sí por escritura pública.
En cambio, los contratos de solemnidad relativa, son justamente aquellos en los que la ley
impone una forma, pero admite el otorgamiento del acto como pendiente de la misma,
dándole al acto realizado sin la forma legal validez como una obligación de hacer. Por
ejemplo, aquellos actos que deben ser realizados por escritura pública de conformidad con el
art. 1017, entre los que figuran la adquisición de derechos reales sobre inmuebles. Así, si se
pretende adquirir por compra un terreno, y en vez de materializar el acuerdo en escritura
pública se lo hace por instrumento privado (boleto de compraventa), la adquisición de la
propiedad no tiene lugar, sino que se ha celebrado un acto por el que las partes se obligan a
otorgar la pertinente escritura.
En pocas palabras, el acto que los contratantes pretendían no se genera, sino que nace un
acto distinto al querido por ellas, que tiene como efecto obligarlas a cumplir con la forma
pendiente, a tal punto que, en caso de incumplimiento de la sentencia que obliga a escriturar
a la parte remisa, el juez podrá actuar representándola, y escriturando por ella (art. 1018, in
fine CCC).
Escritura pública: Establece el art. 1017 CCC:
“Escritura pública. Deben ser otorgados por escritura pública:
a. los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos
reales sobre inmuebles. Quedan exceptuados los casos en que el acto es realizado mediante
subasta proveniente de ejecución judicial o administrativa;
b. Los contratos que tienen por objeto derechos dudosos o litigiosos sobre inmuebles;
c. Todos los actos que sean accesorios de otros contratos otorgados en escritura pública;
d. Los demás contratos que, por acuerdo de partes o disposición de la ley, deben ser
otorgados en escritura pública”.
Tengamos presente que este artículo enumera algunos actos que deben realizarse por
escritura pública, sin mencionar la sanción de nulidad. Con lo cual, debemos interpretar que
los mismos se consideran actos de solemnidad relativa, y en tanto y en cuanto el contrato
celebrado no tenga forma especialmente impuesta bajo esta sanción (como ocurre con la
donación de cosa inmueble, que posee carácter de solemnidad absoluta, según lo vimos).
Otorgamiento pendiente del instrumento: Como dijimos, los actos a los que la ley les impone
una determinada forma de exteriorización, se denominan actos formales. Ahora bien, ¿qué
sucede si esa forma impuesta no se cumple?
Los arts. 285 y 1018 CCC, prevén las consecuencias de esta situación.
Art. 285 del CCC:
“Forma impuesta. El acto que no se otorga en la forma exigida por la ley no queda concluido
como tal mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, pero vale como acto en el
que las partes se han obligado a cumplir con la expresa formalidad, excepto que ella se exija
bajo sanción de nulidad.”
Art. 1018 del CCC:
“Otorgamiento pendiente del instrumento. El otorgamiento pendiente de un instrumento
previsto constituye una obligación de hacer si el futuro contrato no requiere una forma bajo
sanción de nulidad. Si la parte condenada a otorgarlo es remisa, el juez lo hace a su
representación, siempre que las contraprestaciones estén cumplidas, o sea asegurado su
cumplimiento”.
Remisa: Que pone poca voluntad o disposición en hacer una cosa.
Es lo que clásicamente se ha denominado la “conversión del negocio jurídico”. Es decir, en los
casos en que la ley manda la realización de un acto con determinada forma, si las partes no la
cumplen, el acto que nace no cumple con la finalidad querida por ellas, sino que surge uno
distinto en el que se obligan a realizar el acto perseguido bajo la forma establecida.
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